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RETIRO DE ADVIENTO PARA COMUNIDADES

Noviembre 2019

EL ADVIENTO ES TIEMPO DE SILENCIO PARA ACOGER AL DIOS QUE VIENE

El Adviento es un tiempo litúrgico que prepara la Navidad, porque es necesario que


pase por nuestro corazón de creyentes el misterio que Dios nos ha revelado. “La vida
del orante es un adviento que prepara la Encarnación en las almas” (Isabel de la
Trinidad).

Nuestra misión como CSC., se nutre en la oración y el silencio contemplativo y


consiste en preparar el camino para que Dios nazca en las personas y en el mundo.
Recordamos algunos de los aspectos del Adviento. Hacemos este recorrido con María,
la mujer del silencio contemplativo que vio cómo le crecía la esperanza por dentro y se
le asomaba entre las manos.

TIEMPO PARA ACOGER LAS PROMESA DE DIOS

La Escritura está llena de promesas. El tiempo de Adviento es un tiempo propicio para


acoger las promesas. Las promesas de Dios rompen los pesimismos, las desilusiones,
los cansancios. Nuestra vida interior la van tejiendo los textos litúrgicos, he aquí
algunos:
“Arrancará el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a todas las
naciones” (Is 25,6).
“Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un
ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará” (Is 35,7).
“Se revelará la gloria del Señor y la verán todos los hombres juntos” (Is 40,7).
“Dios llegará con fuerza; lo acompañará su salario” (Is 40,10).
“Iluminará los ojos de sus siervos” (Is 34,5).
“Él iluminará lo que esconden las tinieblas” (Is 29,18).
“Todos verán la salvación de Dios” (Is 40, 5;Lc 3, 6).
“No se retirará de ti mi misericordia, ni mi alianza de paz vacilará” (Is 54,10).
“Lo que ha dicho el Señor se cumplirá” (Lc 1,45).

Vivimos el Adviento cuando sembramos en nuestro corazón la Palabra, cuando damos


cabida a las promesas. El silencio, el recogimiento, la orientación de la mirada hacia
dentro, la oración tienen sentido si hay una Palabra sembrada en el corazón.

Casi todos los textos son del profeta Isaías, que ha hablado a un pueblo desterrado,
desmotivado, sin ganas de vivir, o viviendo tan ajeno a las promesas del Señor, que
había llegado a olvidarse de la sed y del agua viva que la sacia.

“El que tenga oídos para escuchar, que escuche”. ¿Qué palabras de la Escritura llevas
en tu corazón? ¿Te han ensanchado el corazón las promesas de Dios?
TIEMPO PARA CONTEMPLAR A MARÍA

“La Virgen está encinta y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Jesús” (Lc 1,32).

El Adviento es un tiempo para poner los ojos en María y contemplar en silencio el


fruto de su vientre. Es un tiempo para contemplar a los grupos y comunidades
cristianos y ver hacia dónde apunta la esperanza. Es un tiempo para contemplar a la
persona como misterio sagrado, con Dios dentro.

El tiempo del Adviento es una oportunidad para pasar de ser siervos -hemos hecho lo
que tenemos que hacer, nadie nos puede decir nada, yo cumplo (cf Lc 17,9-10)-, a
amigos -que comunican su vida íntima, que dialogan (cf Jn 15,15)-, y hermanos -que
viven la presencia viva del Señor en medio de ellos y reciben una misión (Mt 28,10).

Un texto oído y celebrado en el Adviento nos puede ayudar a descubrir si este tiempo
ha sido de contemplación de María y de todos aquellos hombres y mujeres que han
escuchado y acogido los dones de profecía y las promesas.

“¿Qué salisteis a contemplar al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿O qué
salisteis a ver? ¿Un hombre vestido con lujo? Los que se visten fastuosamente y viven
entre placeres están en los palacios. ¿Qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo y
más que profeta” (Lc 7,25).

¿Qué salisteis a contemplar en este Adviento? ¿Habéis contemplado cañas sacudidas


por el viento, cosas que no van ni vienen, acontecimientos que van uno detrás de otro
y que como vienen se van? ¿Qué salisteis a contemplar? ¿Lo que llama la atención, lo
que brilla, la primera palabra y a veces la única, lo que más nos halaga y a quien nos
halaga? ¿Qué salisteis a contemplar? ¡Ojalá que a María, que es mucho más que
profeta, porque los profetas llevan la palabra de Dios, pero María la lleva convertida
en carne de su carne! ¡Ojalá que a los hermanos y a la comunidad que llevan una vida
que sólo se explica si hay detrás una palabra de Dios hecha carne!

Toda palabra de Dios pone en marcha la fe. Toda palabra de Dios acogida en fe pone
en marcha la oración. No tenemos nada que decirle a Dios si Él no nos da sus
palabras. María nos ha enseñado a guardar la Palabra con fe, sin que la desesperanza
nos venza. A veces la vida nos va haciendo más pequeños; cada año que pasa es un
retroceso de la vida y de la ilusión. Nos retiramos de la vida, de la comunidad, de los
grupos de oración. Nuestro mundo se va haciendo cada vez más pequeño. Cada día
cerramos la puerta a un amigo. Nuestros proyectos cada vez son menos. Nos cuesta
hasta hacer el proyecto de vida. No tenemos ganas de caminar. ¡Ay de quien rompe
con el pesimismo y la desilusión el eslabón de la esperanza!

Escuchemos este texto de Isaías: “Ensancha el espacio de tu tienda, despliega sin


miedo tus lonas, alarga tus cuerdas, hinca bien tus estacas, porque te extenderás a
derecha e izquierda” (Is 54,3).
Una comunidad con sus gestos, con sus palabras, con lo que se cuentan de boca a
boca, con su vitalidad, con su trabajo, con el estilo de ambientar su casa, es una
convocatoria a la esperanza. Si tiene sembrada la Palabra y la acoge con fe, entonces
la desesperanza no vence. Ensanchen el espacio de su tienda, como María, la tienda
del encuentro, el arca de la Alianza, la nube fecunda, la viña florida.

Al finalizar el día recuerda las buenas noticias que has escuchado. Comparte con los
que vives las semillas de fe y esperanza que anidan en tu interior.

TIEMPO PARA RECOGER EL DOLOR Y EL GOZO DE LA GENTE

Durante el Adviento escuchamos la genealogía del pueblo de Israel, las generaciones


que mantuvieron viva la esperanza en las promesas. Pues bien, María está al final,
como un cuenco que recoge todas las lágrimas y esperanzas de la humanidad. Su
Adviento consiste en recogerlo todo. Jesús también vive el Adviento cuando dice: “Me
da lástima toda esta gente” (Mt 15,29-37).

El Adviento es tiempo de hacer silencio para mirar y escuchar con atención el dolor
profundo que late en el corazón de los pueblos, para percibir el grito de la tierra tan
herida y dañada.

La voz del Papa Francisco: “En estas cuatro semanas estamos llamados a salir de
un modo de vida resignado y rutinario. El sueño interior nace del girar siempre en
torno a nosotros y nos quedamos atrapados en nuestra vida cerrada con sus
problemas, sus alegrías y sus dolores”. Mientras que el Adviento, dijo, “nos invita a un
compromiso de vigilancia, mirando hacia afuera de nosotros mismos, ampliando
nuestra mente y nuestro corazón para abrirnos a las necesidades de nuestros
hermanos y al deseo de un mundo nuevo. Es el deseo de tantos pueblos
atormentados por el hambre, la injusticia y la guerra. Es el deseo de los pobres, los
débiles, los abandonados. Este tiempo es oportuno para abrir nuestros corazones,
para hacernos preguntas concretas sobre cómo y por quién gastamos nuestras vidas”,
agregó.

En el tiempo del Adviento, añadió, “se trata de levantarse y orar, de volver nuestros
pensamientos y nuestros corazones a Jesús que está por venir”. ¿Pero cuál es el
horizonte de nuestra espera en oración? Lo indican en la Biblia sobre todo las voces de
los profetas”. Al finalizar su mensaje, el Papa expresó su deseo de “que la Virgen
María, mujer de espera y oración, nos ayude a fortalecer nuestra esperanza en las
promesas de su Hijo Jesús, a experimentar que, a través de las pruebas de la historia,
Dios permanece fiel y se sirve de los errores humanos para mostrar su misericordia”.

SANTA ISABEL DE LA TRINIDAD NOS COMPARTE SU EXPERIENCIA

“Quisiera pasar mi vida como la Virgen, que conservaba todas las cosas en su corazón.
La Virgen me parece más imitable que cualquier santa. Su vida era tan sencilla...Con
sólo mirarla me siento llena de paz; no necesito esforzarme para entrar en ese
misterio de la inhabitación de Dios en la Virgen. Me parece ver realizado en Ella el
ideal permanente de mi alma, que fue también el suyo: adorar a mi Dios oculto”.

Con este ideal, todo se tiñe de marianismo. Así vivirá el espíritu del Adviento, con el
silencio y recogimiento de María, y con su cariño expectante; contempla a la Virgen
inundada por el Espíritu Santo. Así vive la vida carmelitana: como una entrega total a
las personas divinas. También nos dirá que la actitud de la Virgen en los meses que
transcurrieron entre la Anunciación y la Natividad debe ser el ideal de las almas
interiores.

La Virgen es la adoradora del don de Dios en todos sus actos. “Esta Madre de Gracia
va a modelar mi alma para que su hijita sea una imagen viva y expresiva de su
Primogénito”. Elocuentes son también las palabras con las que habla de la Virgen
como modelo de vida interior, de oración, de silencio, de sinceridad y humildad, de
sufrimiento martirial, de valor y fortaleza ante la cruz: “La Virgen permanece a mi lado
para enseñarme a sufrir como Él, para hacerme sentir y comprender los últimos
acentos de su alma, que solamente Ella, su Madre, pudo percibir”.

“Me parece que la actitud de la Virgen durante los meses transcurridos entre la
anunciación y el Nacimiento es el modelo de las almas interiores; de esos seres que
Dios ha escogido para vivir dentro de sí, en el fondo del abismo sin fondo. ¡Con qué
paz, con qué recogimiento María se sometía y se prestaba a todas las cosas! ¡Cómo,
aun las más vulgares, eran divinizadas por Ella! Porque a través de todo, la Virgen no
dejaba de ser la adoradora del don de Dios. Esto no le impedía entregarse a las cosas
de fuera cuando se trataba de ejercitar la caridad. El Evangelio nos dice que María
subió con toda diligencia a la montaña de Judea para ir a casa de Isabel (Lc 1, 39-40).
Jamás la visión inefable que Ella contemplaba en sí misma disminuyó su caridad..." (El
cielo en la fe, 39-40. Obras Completas, EDE, pp. 116-117).

PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL Y EL COMPARTIR EN COMUNIDAD

1. Lee los números 30-35 de constituciones y reflexiona qué importancia tiene el


silencio en la vida de una CSC.
2. ¿Cuáles son los frutos del silencio interior y exterior?
3. ¿Cuáles son las luces e invitaciones más fuertes que has recibido a través de este
retiro?

Pueden finalizar con un canto de adviento.

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