Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Noviembre 2019
Casi todos los textos son del profeta Isaías, que ha hablado a un pueblo desterrado,
desmotivado, sin ganas de vivir, o viviendo tan ajeno a las promesas del Señor, que
había llegado a olvidarse de la sed y del agua viva que la sacia.
“El que tenga oídos para escuchar, que escuche”. ¿Qué palabras de la Escritura llevas
en tu corazón? ¿Te han ensanchado el corazón las promesas de Dios?
TIEMPO PARA CONTEMPLAR A MARÍA
“La Virgen está encinta y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Jesús” (Lc 1,32).
El tiempo del Adviento es una oportunidad para pasar de ser siervos -hemos hecho lo
que tenemos que hacer, nadie nos puede decir nada, yo cumplo (cf Lc 17,9-10)-, a
amigos -que comunican su vida íntima, que dialogan (cf Jn 15,15)-, y hermanos -que
viven la presencia viva del Señor en medio de ellos y reciben una misión (Mt 28,10).
Un texto oído y celebrado en el Adviento nos puede ayudar a descubrir si este tiempo
ha sido de contemplación de María y de todos aquellos hombres y mujeres que han
escuchado y acogido los dones de profecía y las promesas.
“¿Qué salisteis a contemplar al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿O qué
salisteis a ver? ¿Un hombre vestido con lujo? Los que se visten fastuosamente y viven
entre placeres están en los palacios. ¿Qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo y
más que profeta” (Lc 7,25).
Toda palabra de Dios pone en marcha la fe. Toda palabra de Dios acogida en fe pone
en marcha la oración. No tenemos nada que decirle a Dios si Él no nos da sus
palabras. María nos ha enseñado a guardar la Palabra con fe, sin que la desesperanza
nos venza. A veces la vida nos va haciendo más pequeños; cada año que pasa es un
retroceso de la vida y de la ilusión. Nos retiramos de la vida, de la comunidad, de los
grupos de oración. Nuestro mundo se va haciendo cada vez más pequeño. Cada día
cerramos la puerta a un amigo. Nuestros proyectos cada vez son menos. Nos cuesta
hasta hacer el proyecto de vida. No tenemos ganas de caminar. ¡Ay de quien rompe
con el pesimismo y la desilusión el eslabón de la esperanza!
Al finalizar el día recuerda las buenas noticias que has escuchado. Comparte con los
que vives las semillas de fe y esperanza que anidan en tu interior.
El Adviento es tiempo de hacer silencio para mirar y escuchar con atención el dolor
profundo que late en el corazón de los pueblos, para percibir el grito de la tierra tan
herida y dañada.
La voz del Papa Francisco: “En estas cuatro semanas estamos llamados a salir de
un modo de vida resignado y rutinario. El sueño interior nace del girar siempre en
torno a nosotros y nos quedamos atrapados en nuestra vida cerrada con sus
problemas, sus alegrías y sus dolores”. Mientras que el Adviento, dijo, “nos invita a un
compromiso de vigilancia, mirando hacia afuera de nosotros mismos, ampliando
nuestra mente y nuestro corazón para abrirnos a las necesidades de nuestros
hermanos y al deseo de un mundo nuevo. Es el deseo de tantos pueblos
atormentados por el hambre, la injusticia y la guerra. Es el deseo de los pobres, los
débiles, los abandonados. Este tiempo es oportuno para abrir nuestros corazones,
para hacernos preguntas concretas sobre cómo y por quién gastamos nuestras vidas”,
agregó.
En el tiempo del Adviento, añadió, “se trata de levantarse y orar, de volver nuestros
pensamientos y nuestros corazones a Jesús que está por venir”. ¿Pero cuál es el
horizonte de nuestra espera en oración? Lo indican en la Biblia sobre todo las voces de
los profetas”. Al finalizar su mensaje, el Papa expresó su deseo de “que la Virgen
María, mujer de espera y oración, nos ayude a fortalecer nuestra esperanza en las
promesas de su Hijo Jesús, a experimentar que, a través de las pruebas de la historia,
Dios permanece fiel y se sirve de los errores humanos para mostrar su misericordia”.
“Quisiera pasar mi vida como la Virgen, que conservaba todas las cosas en su corazón.
La Virgen me parece más imitable que cualquier santa. Su vida era tan sencilla...Con
sólo mirarla me siento llena de paz; no necesito esforzarme para entrar en ese
misterio de la inhabitación de Dios en la Virgen. Me parece ver realizado en Ella el
ideal permanente de mi alma, que fue también el suyo: adorar a mi Dios oculto”.
Con este ideal, todo se tiñe de marianismo. Así vivirá el espíritu del Adviento, con el
silencio y recogimiento de María, y con su cariño expectante; contempla a la Virgen
inundada por el Espíritu Santo. Así vive la vida carmelitana: como una entrega total a
las personas divinas. También nos dirá que la actitud de la Virgen en los meses que
transcurrieron entre la Anunciación y la Natividad debe ser el ideal de las almas
interiores.
La Virgen es la adoradora del don de Dios en todos sus actos. “Esta Madre de Gracia
va a modelar mi alma para que su hijita sea una imagen viva y expresiva de su
Primogénito”. Elocuentes son también las palabras con las que habla de la Virgen
como modelo de vida interior, de oración, de silencio, de sinceridad y humildad, de
sufrimiento martirial, de valor y fortaleza ante la cruz: “La Virgen permanece a mi lado
para enseñarme a sufrir como Él, para hacerme sentir y comprender los últimos
acentos de su alma, que solamente Ella, su Madre, pudo percibir”.
“Me parece que la actitud de la Virgen durante los meses transcurridos entre la
anunciación y el Nacimiento es el modelo de las almas interiores; de esos seres que
Dios ha escogido para vivir dentro de sí, en el fondo del abismo sin fondo. ¡Con qué
paz, con qué recogimiento María se sometía y se prestaba a todas las cosas! ¡Cómo,
aun las más vulgares, eran divinizadas por Ella! Porque a través de todo, la Virgen no
dejaba de ser la adoradora del don de Dios. Esto no le impedía entregarse a las cosas
de fuera cuando se trataba de ejercitar la caridad. El Evangelio nos dice que María
subió con toda diligencia a la montaña de Judea para ir a casa de Isabel (Lc 1, 39-40).
Jamás la visión inefable que Ella contemplaba en sí misma disminuyó su caridad..." (El
cielo en la fe, 39-40. Obras Completas, EDE, pp. 116-117).