Está en la página 1de 2

La Luz, o de cómo la falsedad deslumbra al Universo.

La luz, la numinosidad, la chispa, el destello, etc., ha venido siendo, dentro la novela cósmica y humana,
el personaje principal de la ficción creacional. No existe esoterismo (exoterismo, diremos nosotros)
moderno alguno, o teología, o sistema “espiritual” o doctrina metafísica, etc., que no erija a la “luz” como
el sujeto/objeto superior de todas las cosas, la Esencia entre las esencias, el fundamento y origen
primordial de todas los seres y a donde está destinada a arribar, de forma cardinal, la creación toda, tan
falta de luz en su humanidad retrógrada y regresiva, como nos dicen últimamente la New Age… Toda esta
ley o mecánica existencial y su teleología se han hecho, según la ley hermética, “microcósmicas” en tanto
que, como bien explica Nimrod, la luz, como mónada- energía, se materializa o corporiza mediante su
precipitación anímica en las estructuras psíquicas del organismo vivo y alcanza su plenitud (su mayor
intensidad, se podría decir) cuando se termina de construir una esfera de consciencia, lo suficientemente
evolucionada y compleja en la que el alma-luz podrá destellar como sujeto consciente, como inteligencia
cósmica. Pero antes de meternos más incisivamente en ello, hablemos más y mejor sobre qué es la luz y
su “archi-arquetipo”.

Imaginémonos por un momento una calle totalmente en penumbra, en donde, merced, justamente, de
las tinieblas, no puede reconocerse con exactitud ningún ente o forma precisa. Es notorio que, en tales
circunstancias y al no poder “reconocerse” los objetos, la escena queda en la nada absoluta para el
vidente, en una pantalla a la que no puede PONER SENTIDO por no poderla medir, tantear, preceptuar,
procesar, SENTIR primero. De repente, una lumbrera se enciende, de un poste digamos, y he aquí que “se
hace la luz”. La luz sale primero del foco (fuente universal le llaman los simios creados) y va a parar en la
superficie de todos los entes en derredor, aportando IMAGEN (forma y color) a tales cosas, o mejor dicho,
descubriendo esas características innatas al vidente. Por su lado, el vidente, al estar iluminada la escena,
ya puede apreciar cada objeto en sus múltiples dimensionalidades y, por consiguiente, APORTARLES
SENTIDFO Y RECIBIR LUEGO LA UTILIDAD (diversión demiúrgica). De manera similar a este simple ejemplo,
se puede hacer una analogía de cómo funciona el Universo y su dependencia para con la luz. El Demiurgo
debe, cual inventor de la bombilla eléctrica, crear un elemento que le permita sentir, vivir, apreciar,
observar, manifestarse, tocar, etc., el mundo material que ha surgido de su actividad pantocrática, para
luego poder apreciarla ahora ya no como inventor, sino como vidente. Es en este entendido que, en el
caso de esta creación, “el árbol caído no hace ruido si nadie lo escucha” efectivamente. El Universo mismo
carecería de sentido, como bien nos explica la SH, si no hubiera, primero, luces que iluminen y tornen
apreciable la escena y, segundo, espectadores que den sentido y recojan el disfrute. Sólo una mirada muy
materialista y atea podría llevar a pensar que “el humano es una mota de polvo en un planeta lejano y
pequeño, en donde su existencia es irrelevante y su desaparición también”.

Ahora bien y siguiendo con el hilo de la idea, la luz-mónada, o simplemente ALMA HUMANA, como que la
luz fotónica ilumina los átomos materiales y revela su coloración y forma (su designio, les aporta su
designio, como sabrán los especializados en óptica, imagen y fotografía), ilumina de igual manera al “ser
humano” mediante su energización biopsíquica y astral, para el descubrimiento sensible de dios, que es,
justamente, la luz misma de la Fuente. Ahora bien, pensemos que esa luz solamente es un elemento o
“arquetipo” operacional, FUNCIONAL, accesorio, utilitario, etc., para un fin determinado; esto es poner
sentido (la diferencia ente la finalidad y la suprafinalidad). El alma, como luz del microcósmos, como
elemento que debe obedecer a la Ley Universal (ella misma es tal ley, la Serpiente), sigue maquinal y
virtualmente un circuito o plan conducente indesviable, que logra la iluminación, a su vez, total de la
creación (puesta de sentido). Vemos, volviendo al ejemplo, que la luz que se despide el foco eléctrico y
que ilumina la calle, antes sumida en las sombras de la inconsciencia, OBEDECE a un patrón de
comportamiento o movimiento, (el de las ondas electromagnéticas, a saber) como que el alma humana
obedecerá , cual ley de la naturaleza existencial, el mismo proceso serpiente (caracol en el caso de la
energía psíquica) que llevará, algún día, a la “iluminación” total de la consciencia; esto es, la lectura
perfecta del sujeto consciente del designio humano. Pero entonces, surge la duda (surge en el virya,
puesto que el pasú ni siquiera pensará nunca en tales cosas inentendibles para su onticidad ilusoria):
¿Quién ha dispuesto, pues, tal comportamiento, tal Ley? Desde ya podemos decir, desde la Gnosis
Increada, que no puede ser, pues, la Luz misma, ya que tal elemento, como hemos aclarado, es una
CREACIÓN arquetípica operacional para dar cumplimiento a un plan específico, que es apreciar la
Creación. Obviamente la respuesta es dios, y lo que nos importa sobremanera poner en realce es que el
espíritu (y dios es un espíritu) NO ES LUZ, NO ES CONSCIENCIA, no es lo que crea.

En efecto. El Espíritu es aquello que crea a la luz para su uzo, sea cual sea este, y que, además, le aportará
una programación conductual en su existencia, o más claro, le dará la Ley en la cual y por la cual devendrá
en la realidad espacio-temporal (en el caso de este universo, el designio serpiente que gobierna a la
manifestación de toda Energía, siendo la luz monádica la energía más pura o sutil). En resumen, hay un
inventor y creador del foco y la electricidad que iluminan las calles, y así pues, hay un creador del alma
humana y las estrellas cósmicas que iluminan y aportan sentido al Universo, y que por ende, no puede ser
de la misma “substancia”. Ahora bien, nuevamente el virya luciférico se preguntará entonces: ¿Qué es el
Espíritu (en mi caso el Yo que se manifiestas A TRAVÉS del alma) si no es la luz, elemento último de la
Creación? La respuesta no puede ser dada, sino descubierta por el Yo personal de cada virya
personalmente, en su batalla de recuperar su divinidad perdida; mas aún, podemos dar ciertos detalles
que pueden aperturar tal pesquisa o camino extra-existencial. Si notamos bien, antes de existir la luz, la
lumbrera urbana en el caso del ejemplo, y antes siquiera de haberse creado la calle misma, con sus coches,
hidrantes, asfalto, etc., no había NADA. Y justamente la luz, el alma, la consciencia, denomina “nada” a
eso que no es capaz de imaginar o idear puesto que es anterior a su misma creación y fuente.

En todo caso, concluiremos que el Yo espiritual tiene como origen y esencia lo que hemos llamado
“oscuridad”, abismo, nada, increación, caos, etc., más que lo que todos los sistemas sinárquicos de
creencia nos quieren hacer tomar por tal concepto; esto es, la luz, o sea, LA FALSEDAD INVENTADA PARA
ILUMINAR LA ILUSIÓN CREADA, y que solamente encuentra validez y realidad efectiva mientras sea
desplegado el plan del creador. Podemos decir, entonces, que el Espíritu, nuestro Yo, encontrará todas
las respuestas a su ser y Misterio cuando toda luz se haya apagado, cuando toda consciencia deje de
intoxicarlo, cuando deje de creer en la realidad del Universo y se lance de clavado, por así decirlo, a las
afueras del Manvantara, tan luminoso y falso, para adentrarse por fin en las aguas de esa nada absoluta
que siempre fue su hogar y dominio.

También podría gustarte