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GASIFICACIÓN DEL CARBÓN

La gasificación es un proceso que convierte el carbón en gas limpio, denominado gas de síntesis, el
cual puede ser utilizado como combustible para generar energía eléctrica o como materia prima para
la producción de materiales carboquímicos (equivalentes a lo petroquímicos), fertilizantes y
combustibles líquidos. El proceso consiste en hacer pasar vapor de agua y oxígeno a través del carbón,
a altas temperaturas y presiones, obteniendo como resultado monóxido de carbono e hidrógeno que
luego se transforman en combustibles líquidos.
Para convertir el gas de síntesis en combustibles líquidos se puede utilizar la tecnología Fisher-
Tropsch (FT), desarrollada en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial y posteriormente
industrializada en Suráfrica. La empresa surafricana Sasol tiene su propia tecnología FT, denominada
SPD (“Slurry Phase Destillate”), para la producción de diesel de alta calidad, igual que el sistema
SAS (“Sasol Advanced Synthol”) para la producción de gasolina.
Además de Sasol se conocen otros desarrollos industriales para la producción de combustibles
líquidos a partir de carbón, tales como el Statol en Noruega (Proceso FT), así como las tecnologías
de Exxon (SPD), la de Texaco-Chevron en asociación con Sasol y la de Shell.

Impactos ambientales

Las plantas de gasificación de carbón provocan más de CO2 que las centrales de carbón tradicionales,
de modo que los países donde se lleve a cabo este proceso no sólo estarán usando más carbón, sino
que además sufrirán un mayor impacto ambiental.

La implementación de este proceso puede ser visto como una buena solución a la contaminación a
nivel local, pero al ser tan intensiva en carbono es peor que la minería de carbón, por lo que no es
atractiva desde el punto de vista del cambio climático. De hecho, un estudio de la Universidad Duke,
en Estados Unidos, dice que el gas natural sintético emite siete veces más gases de efecto invernadero
que el gas tradicional y casi el doble que una central termoeléctrica a carbón.

El segundo problema es el uso de agua. La gasificación del carbón es uno de los sistemas de
generación de energía que emplea más agua, y se puede llegar a tener dificultades en el suministro
de agua para las poblaciones aledañas a estas empresas.

GASIFICACIÓN DE CARBÓN BAJO TIERRA


La gasificación subterránea del carbón es un intento de aprovechar las reservas de carbón no aptas
para la minería. Tecnología en fase experimentación, representa otro esfuerzo por apurar unos
combustibles fósiles que se agotan.
Mientras que la minería de carbón convencional explota capas relativamente superficiales mediante
técnicas a cielo abierto o capas profundas mediante la minería subterránea de galerías, la Gasificación
Subterránea del Carbón (UCG, por sus siglas en inglés) pretende explotar vetas que, o están
demasiado profundas para la minería de superficie o aún no han sido utilizadas y/o no son adecuadas
para la minería subterránea. Aunque en la actualidad la mayoría de los proyectos se centran en vetas
situadas en torno a los 200 m de profundidad, en Europa occidental se han ensayado profundidades
mayores y la profundidad a la que permitiría a futuro acceder esta técnica es uno de sus reclamos más
atractivos. Este proceso industrial convierte bajo tierra el carbón en gas que luego es extraído para su
aprovechamiento.

Según Julie Lauder, jefe ejecutiva de la Asociación UCG -el cuerpo que representa al sector a nivel
internacional-, este método es una "nueva forma de extraer energía del carbón sin el impacto
ambiental frecuente". Los desarrollos tecnológicos y el aumento del precio del gas hacen que el UCG
sea ahora una forma viable de acceder a grandes depósitos de carbón que están a demasiada
profundidad para ser explotados, explica Lauder.

Se estima que el 85% de los depósitos de carbón en el mundo no son accesibles con las técnicas
tradicionales y explotarlos tendría potenciales implicaciones desastrosas en cuanto a emisiones de
CO2 y cambio climático, pero la industria dice que se puede acceder a estos yacimientos de forma
limpia.

El esquema básico de la gasificación subterránea de carbón consiste en la apertura de un pozo


de inyección para permitir el acceso hasta la veta profunda de carbón, una cámara subterránea
de gasificación donde se produce la combustión parcial del carbón, y un pozo de producción
que conecta dicha cámara con el exterior, por donde se recupera el gas (ver Figura 1). Según
quienes defienden esta técnica, su desarrollo y puesta en práctica podría aumentar la
disponibilidad de reservas de carbón económicamente recuperables en un 300-400% a nivel
mundial

Impactos ambientales
Los defensores de esta tecnología la presentan como ventajosa en términos ambientales en relación a
la minería tradicional, particularmente a la de cielo abierto, al evitar los impactos paisajísticos y dejar
bajo tierra (y no tener por tanto que gestionar) los residuos producidos o al facilitarse la depuración
de la contaminación por nitrógeno o azufre en el gas final

Sin embargo, precisamente un problema importante asociado a este proceso industrial es la


incertidumbre inherente a una actividad que ocurre en profundidad, en el que se funciona en
gran medida “a ciegas”. Existe un grado de imprecisión importante que hace que las
operaciones no puedan ser controladas de forma satisfactoria. Hay diversas variables como
el crecimiento de la cámara de gasificación, el ritmo de infiltración de agua necesaria en el
proceso, o la distribución de los agentes que participan en las reacciones en la cavidad, que
solo pueden ser inferido de forma indirecta por medidas de temperatura y del contenido y
cantidad del gas producido. Sirva como ejemplo el caso de Jharia, en la India, donde un
incendio en una veta de carbón lleva activo cien años y aún no ha podido ser extinguido.

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