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Codigo Derecho Canonico PDF
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La traducción del Código reproducida en esta edición ha sido preparada por los
profesores de las Facultades de Derecho Canónico de la Universidad de Navarra y de la
Universidad Pontificia de Salamanca y revisada por la Junta de Asuntos Jurídicos de la
Conferencia Episcopal.
La Santa Sede se reserva todos los derechos. Cualquier edición del Código y de su tra-
ducción debe contar con la autorización de la Santa Sede.
© Copyright 1983 para los textos latinos, Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del
Vaticano, Roma.
© Copyright 1983 para la traducción castellana del texto del Código, Conferencia
Episcopal Española, Madrid.
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Ediciones Universidad de Navarra, S.A. (EUNSA)
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Nihil Obstat: Carmelo de Diego-Lora
Imprimatur: Mons. José María Cirarda, Arzobispo de Pamplona.
Pamplona 15-V-1983
ISBN: 84-313-1908-9 (Rústica)
ISBN: 84-313-1909-7 (Cartoné)
Depósito Legal: NA 2.391-2001
Fotocomposición: PRETEXTO. Estafeta, 60. Pamplona
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Printed in Spain - Impreso en España
UNIVERSIDAD DE NAVARRA
FACULTAD DE DERECHO CANÓNICO
CÓDIGO
DE DERECHO
CANÓNICO
EDICIÓN BILINGÜE Y ANOTADA
A cargo del
INSTITUTO MARTÍN DE
AZPILCUETA
PRESENTACIÓN ........................................................................................... 27
NOTA A LA CUARTA EDICIÓN ................................................................... 35
NOTA A LA QUINTA EDICIÓN ................................................................... 37
NOTA A LA SEXTA EDICIÓN ...................................................................... 39
CONSTITUCIÓN APOSTÓLICA «SACRAE DISCIPLINAE LEGES» ..... 41
PREFACIO ...................................................................................................... 55
LIBRO I
DE LAS NORMAS GENERALES
TÍTULO I. DE LAS LEYES ECLESIÁSTICAS .................................... 81
TÍTULO II. DE LA COSTUMBRE .......................................................... 91
TÍTULO III. DE LOS DECRETOS GENERALES Y DE LAS INSTRUC-
CIONES ................................................................................. 95
TÍTULO IV. DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS SINGULARES .... 99
Capítulo I. Normas comunes ......................................................... 99
Capítulo II. De los decretos y preceptos singulares ........................ 103
Capítulo III. De los rescriptos .......................................................... 107
Capítulo IV. De los privilegios ......................................................... 114
Capítulo V. De las dispensas ........................................................... 117
TÍTULO V. DE LOS ESTATUTOS Y REGLAMENTOS ....................... 120
TÍTULO VI. DE LAS PERSONAS FÍSICAS Y JURÍDICAS .................. 121
Capítulo I. De la condición canónica de las personas físicas ........ 121
Capítulo II. De las personas jurídicas ............................................. 129
TÍTULO VII. DE LOS ACTOS JURÍDICOS .............................................. 136
14 Código de Derecho Canónico
LIBRO II
DEL PUEBLO DE DIOS
PARTE I
DE LOS FIELES CRISTIANOS
TÍTULO I. DE LAS OBLIGACIONES Y DERECHOS DE TODOS
LOS FIELES ......................................................................... 186
TÍTULO II. DE LAS OBLIGACIONES Y DERECHOS DE LOS FIE-
LES LAICOS ......................................................................... 193
TÍTULO III. DE LOS MINISTROS SAGRADOS O CLÉRIGOS ........... 199
Capítulo I. De la formación de los clérigos ................................... 199
Capítulo II. De la adscripción o incardinación de los clérigos ....... 219
Capítulo III. De las obligaciones y derechos de los clérigos ........... 224
Capítulo IV. De la pérdida del estado clerical ................................. 235
TÍTULO IV. DE LAS PRELATURAS PERSONALES ............................ 238
TÍTULO V. DE LAS ASOCIACIONES DE FIELES .............................. 242
Capítulo I. Normas comunes ......................................................... 242
Capítulo II. De las asociaciones públicas de fieles ......................... 250
Capítulo III. De las asociaciones privadas de fieles ......................... 256
Capítulo IV. Normas especiales de las asociaciones de laicos ........ 259
Índice general 15
PARTE II
DE LA CONSTITUCIÓN JERÁRQUICA DE LA IGLESIA
SECCIÓN I
DE LA SUPREMA AUTORIDAD DE LA IGLESIA
Capítulo I. Del Romano Pontífice y del Colegio Episcopal .......... 261
Art. 1. Del Romano Pontífice .............................................. 262
Art. 2. Del Colegio Episcopal .............................................. 265
Capítulo II. Del Sínodo de los Obispos .......................................... 268
Capítulo III. De los Cardenales de la Santa Iglesia Romana ........... 273
Capítulo IV. De la Curia Romana .................................................... 281
Capítulo V De los Legados del Romano Pontífice ........................ 283
SECCIÓN II
DE LAS IGLESIAS PARTICULARES
Y DE SUS AGRUPACIONES
TÍTULO I. DE LAS IGLESIAS PARTICULARES Y DE LA AUTORI-
DAD CONSTITUIDA EN ELLAS ....................................... 288
Capítulo I. De las Iglesias particulares .......................................... 288
Capítulo II. De los Obispos ............................................................. 293
Art. 1. De los Obispos en general ........................................ 293
Art. 2. De los Obispos diocesanos ....................................... 299
Art. 3. De los Obispos coadjutores y auxiliares .................. 311
Capítulo III. De la sede impedida y de la sede vacante ................... 317
Art. 1. De la sede impedida .................................................. 317
Art. 2. De la sede vacante .................................................... 319
TÍTULO II. DE LAS AGRUPACIONES DE IGLESIAS PARTICULA-
RES ........................................................................................ 325
Capítulo I. De las provincias eclesiásticas y de las regiones ecle-
siásticas ........................................................................ 325
Capítulo II. De los Metropolitanos ................................................. 328
Capítulo III. De los concilios particulares ........................................ 331
Capítulo IV. De las Conferencias Episcopales ................................. 336
TÍTULO III. DE LA ORDENACIÓN INTERNA DE LAS IGLESIAS
PARTICULARES .................................................................. 344
Capítulo I. Del sínodo diocesano ................................................... 344
Capítulo II. De la curia diocesana ................................................... 348
Art. 1. De los Vicarios generales y episcopales ................... 352
Art. 2. Del canciller y otros notarios, y de los archivos ...... 356
Art. 3. Del consejo de asuntos económicos y del ecónomo 360
Capítulo III. Del consejo presbiteral y del colegio de consultores .. 363
Capítulo IV De los cabildos de canónigos ...................................... 369
16 Código de Derecho Canónico
PARTE III
DE LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA
Y DE LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA
SECCIÓN I
DE LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA
TÍTULO I. NORMAS COMUNES A TODOS LOS INSTITUTOS DE
VIDA CONSAGRADA ......................................................... 408
TÍTULO II. DE LOS INSTITUTOS RELIGIOSOS ................................ 424
Capítulo I. De las casas religiosas y de su erección y supresión ... 426
Capítulo II. Del gobierno de los institutos ...................................... 429
Art. 1. De los Superiores y de los consejos ......................... 429
Art. 2. De los capítulos ........................................................ 437
Art. 3. De los bienes temporales y de su administración ..... 438
Capítulo III. De la admisión de los candidatos y de la formación
de los miembros ........................................................... 442
Art. 1. De la admisión en el noviciado ................................ 442
Art. 2. Del noviciado y de la formación de los novicios ..... 444
Art. 3. De la profesión religiosa ........................................... 448
Art. 4. De la formación de los religiosos ............................. 450
Capítulo IV. De las obligaciones y derechos de los institutos y de
sus miembros ............................................................... 451
Capítulo V. Del apostolado de los institutos ................................... 457
Capítulo VI. De la separación del instituto ...................................... 462
Art. 1. Del tránsito a otro instituto ....................................... 462
Art. 2. De la salida del instituto ........................................... 464
Art. 3. De la expulsión de los miembros ............................. 469
Capítulo VII. De los religiosos elevados al episcopado .................... 474
Capítulo VIII. De las conferencias de Superiores mayores ................ 475
TÍTULO III. DE LOS INSTITUTOS SECULARES ................................. 476
Índice general 17
SECCIÓN II
DE LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA
LIBRO III
DE LA FUNCIÓN DE ENSEÑAR DE LA IGLESIA
TÍTULO I. DEL MINISTERIO DE LA PALABRA DIVINA ................ 496
Capítulo I. De la predicación de la palabra de Dios ...................... 499
Capítulo II. De la formación catequética ........................................ 503
TÍTULO II. DE LA ACTIVIDAD MISIONAL DE LA IGLESIA ........... 508
TÍTULO III. DE LA EDUCACIÓN CATÓLICA ...................................... 513
Capítulo I. De las escuelas ............................................................. 516
Capítulo II. De las universidades católicas y otros institutos católi-
cos de estudios superiores ........................................... 521
Capítulo III. De las universidades y facultades eclesiásticas ........... 526
TÍTULO IV. DE LOS INSTRUMENTOS DE COMUNICACIÓN SO-
CIAL Y ESPECIALMENTE DE LOS LIBROS .................. 529
TÍTULO V. DE LA PROFESIÓN DE FE ................................................. 537
LIBRO IV
DE LA FUNCIÓN DE SANTIFICAR DE LA IGLESIA
PARTE I
DE LOS SACRAMENTOS
TÍTULO I. DEL BAUTISMO .................................................................. 554
Capítulo I. De la celebración del Bautismo ................................... 555
Capítulo II. Del ministro del Bautismo ........................................... 558
Capítulo III. De los que van a ser bautizados .................................. 559
Capítulo IV. De los padrinos ............................................................ 563
Capítulo V. De la prueba y anotación del Bautismo administrado 564
TÍTULO II. DEL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN .............. 565
Capítulo I. Del modo de celebrar la Confirmación ....................... 566
Capítulo II. Del ministro de la Confirmación ................................. 567
Capítulo III. De los que van a ser confirmados ................................ 569
Capítulo IV. De los padrinos ............................................................ 570
Capítulo V. De la prueba y anotación de la Confirmación ............. 570
TÍTULO III. DE LA SANTÍSIMA EUCARISTÍA .................................... 571
Capítulo I. De la celebración eucarística ....................................... 572
Art. 1. Del ministro de la santísima Eucaristía .................... 573
Art. 2. De la participación de la santísima Eucaristía .......... 580
18 Código de Derecho Canónico
Art. 3.
De los ritos y ceremonias de la celebración eucarís-
tica ............................................................................. 585
Art. 4. Del tiempo y lugar de la celebración de la Eucaris-
tía .............................................................................. 588
Capítulo II. De la reserva y veneración de la santísima Eucaristía ... 590
Capítulo III. Del estipendio ofrecido para la celebración de la Misa . 595
TÍTULO IV. DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA ...................... 601
Capítulo I. De la celebración del sacramento ................................ 602
Capítulo II. Del ministro del sacramento de la Penitencia ............. 608
Capítulo III. Del penitente ................................................................ 618
Capítulo IV. De las indulgencias ...................................................... 620
TÍTULO V. DEL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFER-
MOS ....................................................................................... 621
Capítulo I. De la celebración del sacramento ................................ 622
Capítulo II. Del ministro de la unción de los enfermos .................. 624
Capítulo III. De aquéllos a quienes se ha de administrar la unción
de los enfermos ............................................................ 624
TÍTULO VI. DEL ORDEN ......................................................................... 626
Capítulo I. De la celebración y ministro de la ordenación ............ 628
Capítulo II. De los ordenandos ....................................................... 633
Art. 1. De los requisitos por parte de los ordenandos .......... 635
Art. 2. De los requisitos previos para la ordenación ............ 639
Art. 3. De las irregularidades y de otros impedimentos ...... 642
Art. 4. De los documentos que se requieren y del escruti-
nio ............................................................................. 648
Capítulo III. De la inscripción y certificado de la ordenación reali-
zada .............................................................................. 651
TÍTULO VII. DEL MATRIMONIO ............................................................ 652
Capítulo I. De la atención pastoral y de lo que debe preceder a la
celebración del matrimonio ......................................... 656
Capítulo II. De los impedimentos dirimentes en general ............... 660
Capítulo III. De los impedimentos dirimentes en particular ............ 667
Capítulo IV. Del consentimiento matrimonial ................................. 679
Capítulo V. De la forma de celebrar el matrimonio ....................... 697
Capítulo VI. De los matrimonios mixtos ......................................... 707
Capítulo VII. De la celebración del matrimonio en secreto .............. 712
Capítulo VIII. De los efectos del matrimonio ..................................... 713
Capítulo IX. De la separación de los cónyuges ................................ 716
Art. 1. De la disolución del vínculo ..................................... 716
Art. 2. De la separación permaneciendo el vínculo ............. 720
Capítulo X. De la convalidación del matrimonio ........................... 723
Art. 1. De la convalidación simple ...................................... 723
Art. 2. De la sanación en la raíz ........................................... 726
Índice general 19
PARTE II
DE LOS DEMÁS ACTOS DE CULTO DIVINO
TÍTULO I. DE LOS SACRAMENTALES .............................................. 729
TÍTULO II. DE LA LITURGIA DE LAS HORAS .................................. 733
TÍTULO III. DE LAS EXEQUIAS ECLESIÁSTICAS ............................. 734
Capítulo I. De la celebración de las exequias ................................ 735
Capítulo II. De aquéllos a quienes se han de conceder o denegar
las exequias eclesiásticas ............................................. 737
TÍTULO IV. DEL CULTO DE LOS SANTOS, DE LAS IMÁGENES
SAGRADAS Y DE LAS RELIQUIAS ................................. 739
TÍTULO V. DEL VOTO Y DEL JURAMENTO ...................................... 741
Capítulo I. Del voto ....................................................................... 741
Capítulo II. Del juramento .............................................................. 745
PARTE III
DE LOS LUGARES Y TIEMPOS SAGRADOS
TÍTULO I. DE LOS LUGARES SAGRADOS ....................................... 747
Capítulo I. De las iglesias .............................................................. 751
Capítulo II. De los oratorios y capillas privadas ............................. 756
Capítulo III. De los santuarios .......................................................... 759
Capítulo IV De los altares ............................................................... 761
Capítulo V. De los cementerios ...................................................... 764
TÍTULO II. DE LOS TIEMPOS SAGRADOS ........................................ 765
Capítulo I. De los días de fiesta ..................................................... 766
Capítulo II. De los días de penitencia ............................................. 768
LIBRO V
DE LOS BIENES TEMPORALES DE LA IGLESIA
TÍTULO I. DE LA ADQUISICIÓN DE LOS BIENES .......................... 775
TÍTULO II. DE LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES .................. 785
TÍTULO III DE LOS CONTRATOS, Y PRINCIPALMENTE DE LA
ENAJENACIÓN ................................................................... 798
TÍTULO IV. DE LAS PÍAS VOLUNTADES EN GENERAL Y DE
LAS FUNDACIONES PÍAS ................................................ 806
20 Código de Derecho Canónico
LIBRO VI
DE LAS SANCIONES EN LA IGLESIA
PARTE I
DE LOS DELITOS Y PENAS EN GENERAL
TÍTULO I. DEL CASTIGO DE LOS DELITOS EN GENERAL .......... 816
TÍTULO II. DE LA LEY PENAL Y DEL PRECEPTO PENAL .............. 819
TÍTULO III. DEL SUJETO PASIVO DE LAS SANCIONES PENALES 823
TÍTULO IV. DE LAS PENAS Y DEMÁS CASTIGOS ............................ 831
Capítulo I. De las censuras ............................................................ 831
Capítulo II. De las penas expiatorias .............................................. 834
Capítulo III. De los remedios penales y penitencias ........................ 836
TÍTULO V. DE LA APLICACIÓN DE LAS PENAS .............................. 837
TÍTULO VI. DE LA CESACIÓN DE LAS PENAS .................................. 842
PARTE II
DE LAS PENAS PARA CADA UNO DE LOS DELITOS
TÍTULO I. DE LOS DELITOS CONTRA LA RELIGIÓN Y LA UNI-
DAD DE LA IGLESIA .......................................................... 849
TÍTULO II. DE LOS DELITOS CONTRA LAS AUTORIDADES
ECLESIÁSTICAS Y CONTRA LA LIBERTAD DE LA
IGLESIA ................................................................................ 851
TÍTULO III. DE LA USURPACIÓN DE FUNCIONES ECLESIÁSTI-
CAS Y DE LOS DELITOS EN EL EJERCICIO DE LAS
MISMAS ............................................................................... 855
TÍTULO IV. DEL CRIMEN DE FALSEDAD ........................................... 860
TÍTULO V. DE LOS DELITOS CONTRA OBLIGACIONES ESPE-
CIALES ................................................................................. 861
TÍTULO VI. DE LOS DELITOS CONTRA LA VIDA Y LA LIBER-
TAD DEL HOMBRE ............................................................ 863
TÍTULO VII. NORMA GENERAL ............................................................. 864
Índice general 21
LIBRO VII
DE LOS PROCESOS
PARTE I
DE LOS JUICIOS EN GENERAL
TÍTULO I. DEL FUERO COMPETENTE .............................................. 868
TÍTULO II. DE LOS DISTINTOS GRADOS Y CLASES DE TRIBU-
NALES .................................................................................. 875
Capítulo I. Del tribunal de primera instancia ................................ 876
Art. 1. Del juez ..................................................................... 876
Art. 2. De los auditores y ponentes ...................................... 885
Art. 3. Del promotor de justicia, del defensor del vínculo y
del notario ................................................................. 886
Capítulo II. Del tribunal de segunda instancia ................................ 891
Capítulo III. De los tribunales de la Sede Apostólica ...................... 894
TÍTULO III. DE LA DISCIPLINA QUE HA DE OBSERVARSE EN
LOS TRIBUNALES .............................................................. 898
Capítulo I. Del oficio de los jueces y de los ministros del tribunal 898
Capítulo II. Del orden en que han de conocerse las causas ............ 906
Capítulo III. De los plazos y prórrogas ............................................ 910
Capítulo IV. Del lugar del juicio ...................................................... 912
Capítulo V. De las personas que han de ser admitidas en la sede
del tribunal y del modo de redactar y conservar las
actas ............................................................................. 913
TÍTULO IV. DE LAS PARTES EN CAUSA ............................................. 917
Capítulo I. Del actor y del demandado .......................................... 917
Capítulo II. De los procuradores judiciales y abogados ................. 920
TÍTULO V. DE LAS ACCIONES Y EXCEPCIONES ............................ 925
Capítulo I. De las acciones y excepciones en general ................... 925
Capítulo II. De las acciones y excepciones en particular ............... 928
PARTE II
DEL JUICIO CONTENCIOSO
SECCIÓN I
DEL JUICIO CONTENCIOSO ORDINARIO
TÍTULO I. DE LA INTRODUCCIÓN DE LA CAUSA ......................... 931
Capítulo I. Del escrito de demanda ............................................... 931
Capítulo II. De la citación y notificación de los actos judiciales ... 936
TÍTULO II. DE LA CONTESTACIÓN DE LA DEMANDA .................. 940
22 Código de Derecho Canónico
SECCIÓN II
DEL PROCESO CONTENCIOSO ORAL
PARTE III
DE ALGUNOS PROCESOS ESPECIALES
TÍTULO I. DE LOS PROCESOS MATRIMONIALES ......................... 1028
Capítulo I De las causas para declarar la nulidad del matrimonio 1028
Art. 1. Del fuero competente ............................................... 1028
Índice general 23
PARTE IV
DEL PROCESO PENAL
Capítulo I. De la investigación previa ........................................... 1058
Capítulo II. Del desarrollo del proceso ........................................... 1061
Capítulo III. De la acción para el resarcimiento de daños ............... 1064
PARTE V
DEL PROCEDIMIENTO EN LOS RECURSOS ADMINISTRATIVOS
Y EN LA REMOCIÓN O EL TRASLADO DE LOS PÁRROCOS
SECCIÓN I
DEL RECURSO CONTRA LOS DECRETOS ADMINISTRATIVOS
SECCIÓN II
DEL PROCEDIMIENTO PARA LA REMOCIÓN
Y TRASLADO DE LOS PÁRROCOS
Capítulo I. Del modo de proceder en la remoción de los párrocos 1073
Capítulo II. Del modo de proceder en el traslado de los párrocos . 1077
APÉNDICE I
Legislación universal extracodicial
1. Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, 22 de febrero de
1996 (AAS 88 [1996] 305-343) ............................................................... 1079
2. Constitución Apostólica Divinus Perfectionis Magister, 25 de enero de
1983 (AAS 75 [1983] 349-355) ............................................................... 1123
24 Código de Derecho Canónico
APÉNDICE II
Interpretaciones auténticas del Código
APÉNDICE III
Normas Complementarias al Código promulgadas
por la Conferencia Episcopal Española
art. artículo
arts. artículos
AAS Acta Apostolicae Sedis
ASS Acta Sanctae Sedis
BOE Boletín Oficial del Estado. Gaceta de Ma-
drid
C. Congregación
c. canon. Cuando se refiere a una Sentencia, es
coram
cc. cánones
cap. capítulo
CIC Código de Derecho Canónico de 1983
CIC 17 Código de Derecho Canónico de 1917
CPEN Sagrado Consejo para los Asuntos extraor-
dinarios de la Iglesia
CPI Comisión Pontificia para la Interpretación
del Código. A partir de la Const. Ap.
Pastor Bonus, se denomina Pontificio
Consejo, para la interpretación de los
textos legislativos.
CPIV Comisión Pontificia para la Interpretación
de los Decretos del Concilio Vaticano II
Const. Constitución
Const. Ap. Constitución Apostólica
Decr. Decreto
Decl. Declaración
26 Código de Derecho Canónico
1. Const. Ap. Sacrae disciplinae leges; AAS 75 (1983), Pars II, XIII.
2. Const. Lumen gentium, n. 32.
28 Código de Derecho Canónico
a esa crítica de la ley que sin duda resulta necesaria para el progreso de la
Ciencia del Derecho Canónico.
Si tal ha sido la conducta que han seguido todos los colaboradores no
tendría ningún sentido que el autor de estas líneas fuera una excepción, inten-
tando sugerir en esta presentación una valoración técnica de conjunto del nue-
vo Código de Derecho Canónico. Que su promulgación constituye un hito de
extraordinaria importancia en la evolución del ordenamiento jurídico de la
Iglesia me parece algo tan evidente que no resulta necesario subrayarlo. En
cuanto a su sentido en la vida de la Iglesia, nada más adecuado que remitir al
lector a la valoración auténtica que hace S.S. Juan Pablo II en la Constitución
Apostólica «Sacrae disciplinae leges», que en esta edición se recoge. Por lo
que se refiere a los trabajos de revisión del «Codex», puede encontrarse una
reseña en la «Praefatio» de la edición oficial, cuya versión castellana también
incluye este volumen. Me limitaré, por tanto, a hablar al lector de la génesis
de la presente edición y del trabajo de las personas que la han hecho posible.
* * *
Esta edición del nuevo Código de Derecho Canónico es fruto de un di-
latado proceso de elaboración.
Sus orígenes están en los trabajos que hubo de llevar a cabo el claus-
tro de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad de Navarra para
emitir los dictámenes sobre los primeros schemata, que le fueron solicita-
dos por la Comisión Pontificia para la revisión del Codex. La experiencia
de aquel trabajo en colaboración fue creando poco a poco entre los profe-
sores de la Facultad un clima que alentaba la programación de estudios en
equipo, dirigidos a la exégesis del nuevo cuerpo legal de la Iglesia latina,
que entonces estaba gestándose, y a la construcción técnica de un renova-
do sistema de Derecho Canónico.
Quienes dirigimos el Instituto Martín de Azpilcueta recibimos fre-
cuentes invitaciones —por parte de las autoridades académicas y de los co-
legas— a asumir la tarea de organizar estos trabajos de manera concreta y
a impulsar su ejecución. De hecho, se esbozaron varios proyectos de diver-
so alcance, que fueron estudiados en distintas sesiones plenarias del Insti-
tuto, en la confianza de que puedan ser llevados a cabo durante el primer
decenio de vigencia del nuevo Código.
Entre los proyectos, siempre se consideró prioritaria la edición del tex-
to latino y castellano del Código, con unos breves comentarios, que se pu-
blicara poco tiempo después de su promulgación. Ediciones Universidad
de Navarra, S.A., hizo suya esta iniciativa y encargó al Instituto los traba-
jos técnicos necesarios.
La edición comenzó a prepararse el 28 de enero de 1981. Aquel día
—festividad de Santo Tomás de Aquino— se decidió iniciar la tarea sobre
30 Código de Derecho Canónico
sidad de Navarra. Esta obra ha sido posible porque ha encontrado sus fun-
damentos en la tradición canónica de la Universidad, iniciada hace ya tres
decenios con el calor y afectuoso impulso de su Fundador y primer Gran
Canciller, Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer. Esta actitud de aliento ha
tenido siempre una continuidad ejemplar. Por ello, de manera especial,
queremos hacer constar nuestro agradecimiento al actual Gran Canciller,
Mons. Alvaro del Portillo; al Rector Magnífico, Prof. D. Alfonso Nieto; al
Secretario General, Dr. D. Jaime Nubiola, y al Decano de la Facultad de
Derecho Canónico y Presidente del Instituto Martín de Azpilcueta, Prof. D.
Amadeo de Fuenmayor.
EDUARDO MOLANO
Director del Instituto Martín de Azpilcueta
NOTA A LA QUINTA EDICIÓN
EDUARDO MOLANO
Director del Instituto Martín de Azpilcueta
NOTA A LA SEXTA EDICIÓN
Han transcurrido casi diez años desde que el Instituto Martín de Azpil-
cueta publicó la 5.ª edición de este Código anotado, edición que fue nece-
saria entonces por las novedades normativas habidas en la Iglesia, en espe-
cial, la referida a la reordenación de la Curia Romana mediante la Const.
Ap. Pastor bonus. Desde entonces, han visto la luz las traducciones en in-
glés y francés del Código anotado, publicadas en Canadá. Además, el Ins-
tituto Martín de Azpilcueta se empeñó en una gran obra como es el Comen-
tario exegético al Código de Derecho Canónico, que vio la luz a mediados
de 1996 y próximamente saldrá su tercera edición en castellano y, un poco
más tarde, la primera en inglés. Estos trabajos hicieron que la actualización
del Código de Derecho Canónico anotado, tanto en sus comentarios como
en el texto legal, se retrasara hasta ahora.
Los cambios introducidos en esta 6.ª edición son, debido al tiempo
transcurrido, abundantes. En primer lugar, el texto normativo (cfr. cc. 750
y 1371) ha sido ampliado y retocado por el m.p. Ad tuendam fidem, de 18
de mayo de 1998. En segundo lugar, se ha sustituido la antigua ley de elec-
ción del Romano Pontífice por la nueva Const. Ap. Universi Dominici gre-
gis, de 22 de febrero de 1996. En tercer lugar, se han recogido también las
nuevas interpretaciones publicadas por el Consejo Pontificio de los Textos
Legislativos en relación con los cc. 346 y 402 (sobre si los obispos eméri-
tos pueden ser nombrados para el Sínodo de obispos), 964 (acerca de la
elección de la sede para recibir confesiones), y 1367 (que trata del delito de
profanación).
Esto, por lo que respecta a los textos normativos que se añaden o susti-
tuyen en esta edición del Código. Además, los comentarios a los diversos
cánones han debido adaptarse convenientemente. La adaptación se ha lleva-
do a cabo teniendo en cuenta no sólo las normas anteriormente señaladas,
sino también otras que de algún modo influyen —más o menos directamen-
te— en la explicación de los diversos cánones. Así, por ejemplo, se han in-
40 Código de Derecho Canónico
RAFAEL RODRÍGUEZ-OCAÑA
Presidente del Instituto Martín de Azpilcueta
CODEX
IURIS CANONICI
AUCTORITATE
IOANNIS PAULI PP. II
PROMULGATUS
VENERABILIBUS FRATRIBUS
CARDINALIBUS, ARCHIEPISCOPIS,
EPISCOPIS, PRESBYTERIS, DIACONIS
CETERISQUE POPULI DEI MEMBRIS
IOANNES PAULUS EPISCOPUS
SERVUS SERVORUM DEI
AD PERPETUAM REI MEMORIAM
rar durante los años 1962-1965. Pero cualquiera puede darse cuenta de que
la intuición de Juan XXIII fue del todo acertada, y hemos de reconocer con
toda justicia que su decisión iba a resultar providencial para el bien durade-
ro de la Iglesia.
Por esto, el nuevo Código que hoy se hace público, ha exigido necesa-
riamente la previa labor del Concilio; aunque se anunció a la vez que el
Concilio es, sin embargo, cronológicamente posterior, porque los trabajos
iniciados para su preparación, al tener que fundarse en el Concilio, no pu-
dieron empezar realmente hasta después de haber concluido aquél.
Al volver hoy mi pensamiento al inicio de aquel camino, es decir, al
25 de enero del año 1959, y a la misma persona de Juan XXIII, promotor
de esta labor de revisión, debo reconocer que este Código ha surgido de un
único propósito: reformar la vida cristiana; la misma intención que tuvo
todo el trabajo del Concilio, de la que extrajo sus normas y fijó su orienta-
ción.
Si consideramos ahora la naturaleza de los trabajos que precedieron a
la promulgación del Código, y el modo en que se realizaron, sobre todo,
durante los Pontificados de Pablo VI y de Juan Pablo I, y también después,
hasta el momento presente, se hace preciso poner de relieve con toda clari-
dad que esas tareas se llevaron a término con un notabilísimo espíritu cole-
gial; y esto no afecta tan sólo al aspecto externo de la tarea, sino que inci-
dió también con profundidad en la misma sustancia de las leyes que habían
de elaborarse.
Por tanto, esta nota de colegialidad, que caracteriza del modo más per-
fecto el proceso de formación de este Código es congruente por completo
con el magisterio y la naturaleza del Concilio Vaticano II. Por lo tanto el
Código, no sólo por su contenido, sino por su génesis, lleva la inspiración
de ese Concilio, en cuyos documentos se muestra a la Iglesia, sacramento
de salvación, como el Pueblo de Dios, y su constitución jerárquica aparece
fundada en el Colegio de los Obispos juntamente con su Cabeza.
Por todo ello, se ha invitado a colaborar en la preparación del nuevo
Código a los Obispos y a los Episcopados para que, a través de tan largo
camino y de forma en lo posible colegial, se fueran madurando las formu-
laciones jurídicas que debían servir luego para uso de la Iglesia universal.
Además, en todas las fases de esta labor han participado también peritos,
es decir, personas especializadas en doctrina teológica, en historia y sobre
todo en derecho canónico y convocados de todas las naciones del mundo.
A todos y a cada uno de ellos expreso hoy de buen grado mis senti-
mientos de más profunda gratitud.
Ante todo tengo presentes ante mi ojos a los Cardenales ya difuntos
que presidieron la Comisión preparatoria: el Cardenal Pedro Ciriaci, que
inició la obra, y el Cardenal Pericles Felici, que dirigió el curso de los tra-
bajos muchos años casi hasta el final. Pienso también en los Secretarios de
46 Código de Derecho Canónico
disciplinario, y que podamos entender mejor los nexos que lo unen estre-
chamente a la naturaleza salvífica de la doctrina del mismo Evangelio.
Siendo esto así, parece claro que el fin del Código no es el de suplan-
tar, en la vida de la Iglesia, la fe de los fieles, su gracia, sus carismas y, so-
bre todo, su caridad. Por el contrario, el Código tiende más bien a generar
en la sociedad eclesial un orden que, dando la primacía al amor, a la gracia
y al carisma, facilite al tiempo su ordenado crecimiento en la vida, tanto de
la sociedad eclesial, como de todos los que a ella pertenecen.
El Código, principal documento legislativo de la Iglesia, fundado en la
herencia jurídica y legislativa de la Revelación y de la Tradición, debe con-
siderarse como instrumento imprescindible para la observancia del orden
debido, tanto en la vida individual y social como en la actividad misma de
la Iglesia. Por lo tanto, además de los elementos fundamentales de la es-
tructura jerárquica y orgánica de la Iglesia que estableció su Divino Funda-
dor o enraízados en una tradición apostólica o, en todo caso, antiquísima; y
además de las normas principales relativas al ejercicio de los tres poderes
confiados a la misma Iglesia, el Código debe fijar también algunas reglas y
normas de conducta.
El Código es un instrumento que se ajusta perfectamente a la naturale-
za de la Iglesia, sobre todo tal como la propone el magisterio del Concilio
Vaticano II, visto en su conjunto, y de modo especial su doctrina eclesioló-
gica. Es más: en cierto modo, este nuevo Código puede considerarse como
un gran esfuerzo por traducir a lenguaje canónico esa misma doctrina, es
decir, la eclesiología del Concilio. Porque aunque no sea posible reprodu-
cir perfectamente en lenguaje «canónico» la imagen de la Iglesia descrita
por la doctrina del Concilio, el Código, sin embargo, habrá de referirse
siempre a esa imagen como a su modelo original, y reflejar sus líneas di-
rectrices, en cuanto sea posible a su propia naturaleza.
De esto se derivan algunas pautas fundamentales por las que se rige el
nuevo Código en su totalidad, dentro dé los límites de su materia y de su
correspondiente terminología.
Más aún, puede afirmarse que también procede de allí la razón de
complementariedad que tiene el Código respecto al magisterio del Conci-
lio Vaticano II, sobre todo en lo que toca a las dos Constituciones, la dog-
mática y la pastoral.
De aquí se deduce que la nota de «novedad» que, sin haberse ausenta-
do nunca de la tradición legislativa de la Iglesia, se encuentra en el Conci-
lio Vaticano II, y principalmente en su doctrina eclesiológica, constituya
también la «novedad» del nuevo Código.
Entre los elementos que manifiestan la verdadera y propia imagen de
la Iglesia deben apuntarse principalmente los siguientes: la doctrina por la
que se presenta a la Iglesia como Pueblo de Dios (cfr. Const. Lumen Gen-
tium, 2), y a la autoridad jerárquica como un servicio (ibid. 3); igualmente,
50 Código de Derecho Canónico
Desde los primeros tiempos de la Iglesia fue usual reunir los sagrados
cánones para hacer más fácil su conocimiento, utilización y observancia,
sobre todo a los ministros sagrados, ya que «no es lícito que sacerdote al-
guno ignore sus cánones», como ya advertía el Papa Celestino en la epísto-
la a los Obispos de Apulia y Calabria (21 de julio de 429; cfr. Jaffé2 n. 371
y Mansi IV col. 469); con estas palabras coincide el Concilio IV de Toledo
(del año 633), que, después del restablecimiento en el reino de los Visigo-
dos de la disciplina de la Iglesia, liberada del Arrianismo, había prescrito:
«que los sacerdotes conozcan las sagradas escrituras y los cánones», por-
que «debe evitarse la ignorancia, madre de todos los errores, primordial-
mente en los sacerdotes de Dios» (can. 25: Mansi, X, col. 627).
De hecho, a lo largo de los diez primeros siglos, fueron apareciendo
aquí y allá un número casi incontable de compendios de leyes eclesiásticas,
compuestos generalmente por particulares, que contenían ante todo las nor-
mas dadas por los Concilios y por los Romanos Pontífices, y también otras,
extraídas de fuentes menores. Tal acumulación de colecciones y de normas,
no raramente contradictorias entre sí, fue convertida por el monje Gracia-
no, a mediados del siglo XII, en una concordia coherente de leyes y colec-
ciones, también en este caso por iniciativa privada. Esta «concordia», lla-
mada luego «Decreto de Graciano», constituye la primera parte de aquella
gran colección de leyes de la Iglesia, que, a ejemplo del Corpus iuris civi-
lis del emperador Justiniano, se llamó Corpus iuris canonici, y que conte-
nía las leyes que casi por espacio de dos siglos habían sido formuladas por
la autoridad suprema de los Romanos Pontífices, con ayuda de los expertos
en derecho canónico, que se llamaban «glosadores». Este Corpus, además
del Decreto de Graciano, en el que se contenían las normas anteriores,
consta del «Libro Extra» de Gregorio IX, el «Libro Sexto» de Bonifacio
VIII y las «Clementinas», es decir, la colección de Clemente V, promulga-
da por Juan XXII, a lo que hay que añadir las Decretales «Extravagantes»
de este Pontífice y las «Extravagantes Comunes» de otros Romanos Pontí-
fices, Decretales que nunca fueron recogidas en una Colección auténtica.
El derecho de la Iglesia que se recoge en este Corpus constituye el «dere-
cho clásico» de la Iglesia Católica, y así suele llamarse.
56 Código de Derecho Canónico
atañen al culto de Dios y salvación de las almas. 2.º) Ha de haber una coor-
dinación entre el fuero externo y el fuero interno, como es propio de la
Iglesia y ha tenido secular vigencia, de forma que se evite un conflicto en-
tre ambos fueros. 3.º) En el nuevo derecho, a fin de favorecer lo más posi-
ble la atención pastoral de las almas, además de la virtud de la justicia,
debe tenerse en cuenta también la caridad, la templanza, la benignidad y la
moderación, por medio de las cuales se favorezca la equidad, no sólo en la
aplicación práctica de las leyes que han de llevar a cabo los pastores de al-
mas, sino en la misma formulación legislativa, y por ello deben desecharse
las normas excesivamente severas, y atenerse con preferencia a las exhor-
taciones y persuasiones allí donde no haya necesidad de observar el dere-
cho estricto porque esté en juego el bien público y la disciplina eclesiástica
general. 4.º) Para que el Sumo Legislador y los Obispos contribuyan armó-
nicamente al cuidado de las almas, y el servicio de los pastores se presente
de modo más positivo, conviene que, en orden a la dispensa de las leyes
generales, se conviertan en ordinarias las facultades que hasta ahora eran
extraordinarias, reservándose a otras autoridades superiores o a la potestad
Suprema de la Iglesia universal tan sólo las que exijan excepción en razón
del bien común. 5.º) Que se atienda bien a un principio que se deriva del
anterior y se llama principio de subsidiariedad, y que tiene aún mayor vi-
gencia en la Iglesia, en cuanto que el oficio episcopal, con los poderes ane-
jos, es de derecho divino. Con este principio, a la vez que se respeta la uni-
dad legislativa y el derecho universal o general, se defiende la oportunidad,
e incluso la exigencia de velar para que, de modo especial, resulten útiles
cada una de las organizaciones instituidas, a través de sus derechos particu-
lares y de una saludable autonomía del poder ejecutivo particular que se les
ha reconocido. Fundado, pues, en ese mismo principio, el nuevo Código
debe conceder a los derechos particulares o a la potestad ejecutiva aquello
que no resulte necesario para la unidad de la disciplina eclesiástica univer-
sal, de suerte que se dé paso a razonables «descentralizaciones», como se
dice, cuando no haya riesgo de disgregación o de constitución de Iglesias
nacionales. 6.º) En razón de la igualdad fundamental de todos los fieles, y
de la diversidad de funciones y cargos que radica en el mismo orden jerár-
quico de la Iglesia, conviene que se definan adecuadamente y se protejan
los derechos de las personas. Esto hará que los actos de potestad aparezcan
más claramente como un servicio, se dé una base más sólida al empleo del
poder, y se eliminen los abusos. 7.º) Para que todo esto se concrete en la
práctica es necesario que se ponga especial cuidado en disponer un proce-
dimiento destinado a tutelar los derechos subjetivos; por tanto, al renovar
el derecho, atiéndase a lo que hasta ahora se echaba de menos en este sen-
tido, a saber, los recursos administrativos y la administración de justicia.
Para conseguirlo es necesario que se delimiten claramente las distintas fun-
ciones de la potestad eclesiástica, o sea, la legislativa, la administrativa y la
64 Código de Derecho Canónico
judicial, y que se determine bien qué funciones debe ejercer cada órgano.
8.º) Debe revisarse de algún modo el principio de conservar la naturaleza
territorial del ejercicio del gobierno eclesiástico, pues hay razones del
apostolado moderno que parecen favorecer las unidades jurisdiccionales
personales. Por tanto, el futuro ordenamiento jurídico habrá de establecer
el principio de que, como regla general, el territorio determine el régimen
jurisdiccional de una porción del Pueblo de Dios; pero sin que se impida
por ello en absoluto, cuando lo aconseje así la utilidad, que se puedan ad-
mitir otros modos, al menos simultáneos con el territorial, como criterios
para delimitar una comunidad de fieles. 9.º) Con respecto al derecho coac-
tivo, al que la Iglesia, como sociedad externa, visible e independiente no
puede renunciar, las penas deben ser, en general, ferendae sententiae, y han
de irrogarse y remitirse tan sólo en el fuero externo; las penas latae senten-
tiae han de reducirse a pocos casos, e irrogarse tan sólo para delitos muy
graves. 10.º) Por último, como ya se admite con unanimidad, la distribu-
ción sistemática del Código exigida por la nueva adaptación quizá pueda
esbozarse desde un principio, pero sin enmarcarla y decidirla con exacti-
tud. Se irá configurando sólo después del examen que requieren las distin-
tas partes, e incluso cuando ya esté casi terminada la obra entera.
A partir de estos principios, que debían orientar el itinerario de revi-
sión del nuevo Código, resulta evidente la necesidad de hacer constante re-
ferencia a la doctrina eclesiológica que desentrañó el Concilio Vaticano II,
y concretamente, no sólo la relativa al orden externo y social del Cuerpo
Místico de Cristo, sino también y principalmente la que toca a su vida ínti-
ma.
De hecho, los consultores, al elaborar el nuevo texto del Código, se
dejaron llevar como de la mano por estos principios.
Entretanto, por una carta del 15 de enero de 1966 enviada por el
Emmo. Cardenal Presidente de la Comisión a los Presidentes de las Confe-
rencias Episcopales, se solicitó de todos los Obispos del orbe que propusie-
ran sus peticiones y consejos acerca de la codificación del derecho, y sobre
el modo más conveniente de articular el debido cauce de comunicación en-
tre las Conferencias Episcopales y la Comisión, para conseguir así, en bien
de la Iglesia, la máxima cooperación en la tarea. Se pedía también que se
enviaran a la Secretaría de la Comisión nombres de los expertos en derecho
canónico que, a juicio de los Obispos, más destacaran en las distintas na-
ciones, indicando además sus especializaciones científicas, para que, de
entre ellos, pudieran elegirse y nombrarse los cargos de consultores y cola-
boradores. Y en efecto, desde el comienzo, y a lo largo, después, de los tra-
bajos, además de los Emmos. miembros, fueron elegidos como consultores
de la Comisión, Obispos, sacerdotes, religiosos, laicos, expertos en dere-
cho canónico y también en teología, en cura pastoral de almas, y en dere-
cho civil, de todo el orbe cristiano, para que colaboraran en la preparación
66 Código de Derecho Canónico
Los temas tratados por el grupo «De las personas físicas y jurídicas»
(como se llamó después) se incluyeron en el Libro «De las normas genera-
les». También pareció oportuno constituir un grupo «De los lugares y tiem-
pos sagrados y el culto divino». Al concederles una competencia más am-
plia, se cambiaron los nombres de otros grupos: el «De los laicos» se llamó
«De los derechos de los fieles y sus asociaciones, y de los laicos»; el «De
los religiosos» se llamó «De los institutos de perfección», y finalmente
«De los institutos de vida consagrada mediante profesión de los consejos
evangélicos».
Aunque brevemente, hay que recordar las partes más importantes del
método con que se ha procedido en el trabajo de revisión durante más de
16 años: los consultores de los distintos grupos, con máxima dedicación,
realizaron un trabajo egregio, mirando tan sólo al bien de la Iglesia, tanto
en lo referente a la redacción preparatoria de los dictámenes sobre las par-
tes del propio esquema, como en los pareceres emitidos durante las sesio-
nes que tenían lugar en Roma en fechas señaladas, y en el examen de las
enmiendas, peticiones y juicios que sobre el mismo esquema iban llegando
a la Comisión. Este era el procedimiento: a los distintos consultores, que
constituían los grupos de estudio en número de ocho a catorce, se les indi-
caba el tema que, partiendo del derecho del Código vigente, se debía some-
ter a revisión. Cada uno de ellos, tras haber examinado las cuestiones,
transmitía a la Secretaría de la Comisión su propuesta por escrito, de la que
se remitía una copia al relator y, si había tiempo, a todos los miembros del
grupo. En las sesiones de estudio, que habían de celebrarse en Roma con-
forme a un calendario de trabajo, se reunían los consultores del grupo y, a
propuesta del relator, se sopesaban todas las cuestiones y pareceres impli-
cados, hasta que, incluso a veces mediante votación, se llegaba a formular
el texto de los cánones, y a consignarlo por escrito en el esquema. Durante
la sesión asistía al relator un oficial, que hacía el papel de actuario.
El número de sesiones en cada grupo era mayor o menor según los te-
mas concretos, y los trabajos se prolongaban varios años.
Sobre todo en momentos más avanzados del trabajo, se constituyeron,
entre consultores de distintos grupos, algunas ponencias mixtas para discu-
tir determinados temas que hacían referencia de manera directa a varios
grupos y convenía decidir de común acuerdo.
Una vez concluida la elaboración de algunos esquemas por los grupos
de estudio, se solicitaron del Supremo Legislador algunas indicaciones
concretas sobre el camino por el que debía continuar el trabajo; camino
que, conforme a las normas que entonces se dieron, iba a ser el siguiente:
Los esquemas, con un informe explicativo adjunto, se enviaban al
Sumo Pontífice, quien juzgaba si podía proseguir la consulta. Una vez ob-
tenido este permiso, los esquemas impresos se sometían al examen de todo
el Episcopado y demás órganos de consulta (a saber: los Dicasterios de la
70 Código de Derecho Canónico
rari nequit; Pastores securis potiuntur normis, quibus recte sacri mini-
sterii exercitium dirigant; hinc unicuique copia datur iura et officia sibi
propria cognoscendi, et arbitrio in agendo via praecluditur; abusus qui
ob carentiam legum in disciplinam ecclesiasticam forte irrepserint, fa-
cilius exstirpari ac praepediri poterunt; universa denique apostolatus
opera, instituta atque incepta profecto habent unde expedite progre-
diantur et promoveantur, quia sana ordinatio iuridica prorsus necessaria
est ut ecclesiastica communitas vigeat, crescat, floreat. Quod faxit be-
nignissimus Deus, Beatissima Virgine Maria, Ecclesiae Matre, eius
Sponso S. Iosepho, Ecclesiae Patrono, SS. Petro et Paulo deprecatori-
bus.
Prefacio 77
1 Canones huius Codicis unam 1 Los cánones de este Código son sólo
Ecclesiam latinam respiciunt. para la Iglesia latina.
2 Codex plerumque non definit 2 El Código, ordinariamente, no deter-
ritus, qui in actionibus li- mina los ritos que han de observarse
turgicis celebrandis sunt servan- en la celebración de las acciones litúrgi-
di; quare leges liturgicae huc- cas; por tanto, las leyes litúrgicas vigen-
usque vigentes vim suam reti- tes hasta ahora conservan su fuerza, salvo
nent, nisi earum aliqua Codicis
canonibus sit contraria. cuando alguna de ellas sea contraria a los
cánones del Código.
3 Codicis canones initas ab
Apostolica Sede cum nationi-
3 Los cánones del Código no abrogan ni
derogan los convenios de la Santa
bus aliisve societatibus politicis Sede con las naciones o con otras socie-
conventiones non abrogant ne-
que iis derogant; eaedem idcirco dades políticas; por tanto, estos conve-
perinde ac in praesens vigere nios siguen en vigor como hasta ahora,
pergent, contrariis huius Codicis sin que obsten en nada las prescripciones
praescriptis minime obstantibus. contrarias de este Código.
4 Los derechos adquiridos, así como los 4 Iura quaesita, itemque privi-
privilegios hasta ahora concedidos por legia quae, ab Apostolica Se-
la Sede Apostólica, tanto a personas físi- de ad haec usque tempora per-
cas como jurídicas, que estén en uso y no sonis sive physicis sive iuridicis
hayan sido revocados, permanecen intac- concessa, in usu sunt nec revo-
cata, integra manent, nisi huius
tos, a no ser que sean revocados expresa- Codicis canonibus expresse
mente por los cánones de este Código. revocentur.
5 § 1. Las costumbres universales o par- 5 § 1. Vigentes in praesens
ticulares actualmente vigentes y con- contra horum praescripta
trarias a estos cánones, quedan totalmen- canonum consuetudines sive
te suprimidas si se reprueban en los universales sive particulares,
cánones de este Código, y no se ha de quae ipsis canonibus huius Co-
permitir que revivan en el futuro; las dicis reprobantur, prorsus sup-
pressae sunt, nec in posterum
otras quedan también suprimidas, a no reviviscere sinantur; ceterae
ser que en el Código se establezca expre- quoque suppressae habeantur,
samente otra cosa, o bien sean centena- nisi expresse Codice aliud cave-
rias o inmemoriales, las cuales pueden atur, aut centenariae sint vel
tolerarse cuando, ponderadas las circuns- immemorabiles, quae quidem,
tancias de los lugares y de las personas, si de iudicio Ordinarii pro loco-
juzga el Ordinario que no es posible su- rum ac personarum adiunctis
primirlas. submoveri nequeant, tolerari
§ 2. Subsisten las costumbres extralega- possunt.
les, tanto universales como particulares, § 2. Consuetudines praeter ius
que estén actualmente vigentes. hucusque vigentes, sive univer-
sales sive particulares, servan-
tur.
Título I
De las leyes eclesiásticas
7 Lex instituitur cum promul- 7 La ley queda establecida cuando se
gatur. promulga.
pos en 1967, se adoptó el criterio de que «se distingan claramente las diversas
funciones de la potestad eclesiástica; a saber, la legislativa, administrativa y judi-
cial», n. 7 (cfr. Communicationes 1 [1969] 83). En este sentido, la ley ha de con-
siderarse como la manifestación típica de la función legislativa. Aunque los traba-
jos de revisión del Código, en el difícil empeño por conciliar la tendencia a la
distinción de funciones con la tradición canónica, no han arbitrado siempre fór-
mulas totalmente nítidas en este sentido, la más correcta lectura del nuevo Códi-
go debe tener en cuenta tal criterio, que podrá ser consolidado por la doctrina y
la jurisprudencia, al servicio de una más eficaz tutela de los derechos de los fieles.
El CIC no ofrece una noción de ley. Se limita a repetir en el c. 7 el princi-
pio, que ya aparecía en el Decreto de Graciano y recogía el c. 8 § 1 del CIC 17,
según el cual «la ley se instituye cuando se promulga». Sin embargo, del conjun-
to del CIC, y especialmente del contenido de los títulos I, II y III del Libro I, se
puede deducir una concepción de la ley, cuyos rasgos fundamentales son:
a) La ley, como ya enseñó Tomás de Aquino, y ha repetido siempre, la tradi-
ción canónica, ha de dirigirse al bien común, de suerte que los derechos que re-
conoce a personas concretas no amparen actitudes insolidarias, sino que su ejer-
cicio sea congruente con la promoción de los fines de la Iglesia y el orden social
justo de la comunidad de los creyentes. No podría obviamente favorecer al bien
común una norma irracional (vid. c. 24 § 2); la racionalidad es un requisito de
toda norma canónica y, aunque el legislador sólo lo explicite en relación con la
costumbre, es también exigible a la ley.
b) La ley es una norma general; es decir, aplicable a cualquier persona que,
formando parte de la comunidad a la que se dirige, esté en la concreta situación
que describa el supuesto de hecho de la disposición. La ley, pues, no tiene un des-
tinatario concreto, como la dispensa o el precepto y el privilegio singulares; sino
un destinatario abstracto.
c) Ha de estar dada por la autoridad competente; es decir, por un oficio ecle-
siástico dotado de potestad legislativa. Por tanto, los órganos dotados de potestad
ejecutiva, como los Dicasterios de la Curia Romana (Const. Ap. Pastor Bonus, art.
18) o los Vicarios generales o episcopales, no son competentes para dictar leyes.
8 La promulgación tiene como finalidad primordial fijar auténticamente, tan-
to el hecho de la existencia de la ley como el exacto tenor de sus términos; por-
que la ley está promulgada nadie tiene obligación de probar en juicio su existen-
cia ni su contenido, y el juez debe aplicarla de oficio, aunque no sea invocada por
los litigantes.
t. I. De las leyes eclesiásticas 83
En este c., como el c. 4, que guarda estrecha relación con él, el legislador es-
tablece una solución prudente: la irretroactividad de la ley es la regla, que admite
excepciones, pero éstas no pueden presumirse, sino que ha de constar expresa-
mente en la ley la voluntad de que sea aplicable a hechos o actos acaecidos con
anterioridad a su entrada en vigor.
Acerca de la retroactividad de la ley penal en favor del delincuente, vid. c.
1313.
10 Este c. consagra un principio característico del ordenamiento canónico, que
contrasta fuertemente en este punto con los ordenamientos estatales. En Dere-
cho canónico los actos contrarios a la ley, aunque en principio ilícitos, no son ne-
cesariamente nulos. La nulidad de los actos contra legem no es regla sino excep-
ción; para que la nulidad se produzca es necesario que la ley la establezca
expresamente, bien decretando la eficacia invalidante de un defecto del acto (ley
irritante), bien determinando la inhabilidad de las personas (ley inhabilitante).
11 Este c. establece quiénes han de considerarse sujetos pasivos de la ley canónica;
es decir, quiénes están obligados a observar las leyes de la Iglesia, en cuanto que ésta
los considera sometidos a su potestad, de régimen y tiene voluntad de obligarlos.
Sin entrar en pronunciamientos doctrinales el c. traza unas directrices prác-
ticas basadas en estas dos ideas: a) aparte la eficacia del Derecho divino natural y
positivo, que la autoridad de la Iglesia no puede limitar o condicionar, el legisla-
dor no tiene voluntad de someter a sus normas disciplinares —normas imperati-
vas de Derecho humano— más que a los bautizados en la Iglesia católica o admi-
tidos en ella tras haber recibido el Bautismo válido en una Iglesia o comunidad
eclesial separada; b) no excluye en principio de tal sometimiento a quienes, una
vez católicos, hubieran luego abandonado la Iglesia, independientemente de las
consecuencias de la eventual buena fe de estos últimos; téngase en cuenta que la
coactividad canónica se basa en factores de índole espiritual (no en el recurso a la
violencia física), cuya eficacia depende en buena parte de la fe y de las disposicio-
nes personales; por tanto, es razonable establecer en principio una obligación ob-
jetiva a observar las leyes, que no se desvanece por el simple hecho de haberse
abandonado la fe o roto la comunión jerárquica.
Aparte de la condición de fiel católico, el c. recoge los otros dos tradiciona-
les requisitos que ha de reunir un sujeto para estar sometido a las leyes imperati-
vas de Derecho canónico humano: a) tener suficiente uso de razón (requisito de
Derecho natural); b) haber cumplido siete años. El nuevo Código, mejorando
también en este punto la redacción del c. 12 CIC 17, deja totalmente claro que
t. I. De las leyes eclesiásticas 85
sólo con respecto a este último punto son posibles excepciones, que no pueden
nunca presumirse, sino que han de constar de manera expresa en el Derecho.
Es importante subrayar que este c. sólo se refiere al tema del sometimien-
to a la ley, en calidad de súbdito, pero obviamente no excluye que, en base a
otros títulos, puedan tener derechos o deberes en el ordenamiento canónico
personas no católicas o incluso no bautizadas, que pueden ser destinatarias de
algunas de sus normas. Tampoco significa que el legislador confunda la capaci-
dad de ser titular de derechos y deberes con la capacidad de obrar. Por supues-
to, ni el c. desconoce los derechos del menor, ni los del acatólico o infiel que
voluntariamente se somete en algún punto al Derecho de la Iglesia (por ejem-
plo, mediante la celebración del matrimonio canónico con parte católica, o por
negocios patrimoniales en los que haga actos de liberalidad en favor de entes
eclesiásticos), ni los eventuales derechos o deberes derivados de la adquisición
de la condición de catecúmeno, ni mucho menos el derecho fundamental, emi-
nentemente eclesial, que toda persona bien dispuesta tiene a que le sea admi-
nistrado el Bautismo.
12-13 Siguiendo la terminología adoptada por el legislador, son leyes universa-
les aquellas que son aplicables a cualquier fiel de rito latino (cfr. c. 1) que esté
comprendido en su supuesto de hecho, independientemente del lugar donde re-
sida o se encuentre. En cambio, las leyes particulares tienen como ámbito de apli-
cación una parte de los fieles, delimitada por criterios personales (pertenencia a
una determinada comunidad: Iglesia particular, parroquia, instituto de vida con-
sagrada, etc.) o territoriales (encontrarse en el territorio de una determinada cir-
cunscripción eclesiástica). Las estructuras pastorales de carácter personal, si tie-
nen potestad legislativa (prelaturas personales, ordinariatos militares), dan de
ordinario leyes personales.
El c. 12 § 1 establece el obvio criterio de la universal aplicabilidad a los fie-
les de rito latino (cfr. c. 1) de las leyes universales. Puede ocurrir, sin embargo,
que un territorio sea excepcionalmente exceptuado del sometimiento a una ley
universal; para determinar en concreto a que personas afecta la excepción, el c.
86 Libro I. De las normas generales
14 Se entiende por duda de derecho la que versa sobre el alcance del supuesto
de hecho de la norma; es decir, cuando se duda si una determinada situación, cu-
yas circunstancias son bien conocidas, está o no comprendida en los términos
que el legislador utiliza para determinar los casos a que es aplicable. Para la duda
de derecho el Código recoge un tradicional principio: la ley dudosa es una ley
nula, por lo que se refiere a las situaciones afectadas por la duda.
La duda de hecho se produce en cambio, cuando por no conocerse bien las
circunstancias del caso, no se sabe si éste está comprendido en el supuesto de he-
cho de una norma de suyo clara. Para tal situación, el c. concede especiales facul-
tades a los Ordinarios para dispensar ad cautelam, que han sido ampliadas en re-
lación con el texto paralelo del CIC 17, para adaptarlas al nuevo régimen de
facultades de dispensar de las leyes universales (cfr. cc. 86-87).
15 Este c. refleja una peculiar característica del ordenamiento canónico. Frente
al habitual criterio de los ordenamientos estatales que considera irrelevante la ig-
norancia de las leyes, en relación con su eficacia, el Derecho de la Iglesia tiene en
cuenta la posibilidad de que las leyes sean ignoradas, y atribuye a este hecho de-
terminados efectos. La razón de la diferencia está en que, en el ordenamiento ju-
rídico de la Iglesia, no se centra sólo la atención en la incidencia de la ley en la
creación, extinción y modificación de relaciones jurídicas con la consiguiente
consecuencia en la determinación de los derechos y deberes de las personas físicas
y jurídicas; sino que se tiene particularmente en cuenta que la ley es expresión de
mandatos de Dios y de la Iglesia, que reclaman obediencia, no sólo en el orden
externo de la vida comunitaria —disciplina eclesiástica— sino también en con-
ciencia. De aquí que esto plantee problemas de relaciones entre fuero interno y
fuero externo, fueros que en Derecho canónico no pueden confundirse, pero
cuya armónica conjunción es algo muy deseable, por exigencia del principio sa-
lus animarum suprema lex.
Así las cosas, si bien la incidencia de la ley en la validez o nulidad de los ac-
tos jurídicos puede operar independientemente de la ignorancia del sujeto, difí-
cilmente puede admitirse que alguien deba obedecer —incluso en conciencia—
un mandato que desconoce, máxime cuando la ignorancia no sea culpable.
88 Libro I. De las normas generales
El § 3 fija el valor de la interpretación de la ley que hacen los jueces o los or-
ganismos administrativos. Hay que tener en cuenta además la alusión del c. 19 a
la jurisprudencia y praxis de la Curia Romana.
18 La tradicional regla de interpretación favorabilia amplianda, odiosa restrin-
genda se decantó en el CIC 17 en esta fórmula, más técnica, que el CIC deja in-
mutada.
Dadas las fuerzas que —naturalmente operan— en el ordenamiento canó-
nico en favor de la interpretación amplia —especialmente la integración en la
idea de equidad, no sólo de la justicia en los casos particulares, sino también de
la benignidad y la misericordia—, al legislador le ha preocupado solamente fijar
tres supuestos en los que la interpretación debe ser siempre estricta.
Aunque la fórmula sea idéntica a la del c. 19 del CIC 17, su lectura en el
nuevo Código sugiere algunos matices: a) la interpretación estricta en materia pe-
nal debe entenderse siempre como garantía del delincuente, con la consiguiente
prohibición de que se dé una interpretación amplia de las leyes que autorizan a
imponer o agravar penas; aquí lo importante es el espíritu de la norma, más que
su literalidad, puesto que la regulación del Derecho penal en el nuevo Código
—de manera más acusada aún que en el CIC 17— no descansa en el principio
de legalidad, entendido como garantía; b) la cláusula que prohíbe la interpreta-
ción extensiva de las normas que limiten el libre ejercicio de los derechos está lla-
mada a tener importancia renovada en el nuevo Código, que contempla de ma-
nera más clara la autonomía privada y los derechos fundamentales de los fieles.
Esta norma deberá ser tenida en cuenta por los tribunales competentes en el con-
trol judicial de los actos administrativos; c) en cuanto a la paradójica expresión
«leges quae... exceptionem a lege continent», debe llevar a una interpretación que
detecte las líneas fundamentales de las opciones del legislador, y las favorezca ante
eventuales conflictos con prescripciones de detalle.
19 Hay que destacar, en primer término, que aunque no haya ley aplicable al caso,
no estamos ante una laguna si existe una norma consuetudinaria universal o particular.
En cuanto a las fuentes del Derecho supletorio, previstas para colmar las lagu-
nas del sistema normativo, es importante tener en cuenta: a) no se trata de que el in-
térprete deba recurrir a las cuatro fuentes de Derecho supletorio —analogía, princi-
pios generales, jurisprudencia y praxis, doctrina científica—, por el orden en que las
90 Libro I. De las normas generales
propone el Código, de suerte que no fuera lícito recurrir a otras, si la laguna puede
colmarse con los recursos que ofrecen las citadas con anterioridad; sino que debe va-
lerse armónicamente de cuanto le aporten las cuatro, para llegar a una solución razo-
nable; b) por principios generales del Derecho aplicados con equidad canónica, de-
ben entenderse las líneas fundamentales que dan razón de las soluciones ofrecidas
por las normas canónicas, detectadas como fruto de una elaboración científica que
aplique correctamente el método sistemático; sin embargo, el punto de partida no
pueden ser los meros datos de Derecho positivo, sino que estos han de entenderse en
el marco del Derecho divino natural y positivo. Aunque se trata de los principios ge-
nerales del Derecho canónico, ello no excluye —como hizo el Derecho canónico clá-
sico con el Derecho romano—, la utilización de principios obtenidos en el estudio
de otros ordenamientos jurídicos, con tal de que sean expresiones de la sabiduría ju-
rídica común y que su aplicación en el ámbito canónico se haga teniendo en cuenta
que el espíritu del ordenamiento jurídico de la Iglesia sólo se entiende contemplan-
do el misterio de la Iglesia (cfr. Optatam totius 16). La alusión a la equidad debe lle-
var a ver la justicia en el caso, teniendo en cuenta sus peculiares circunstancias, per-
meada por la benignidad y la misericordia de la Iglesia; c) bajo la expresión
jurisprudencia y praxis de la Curia Romana se alude, con criterios muy amplios, a las
soluciones adoptadas para la aplicación del Derecho, en la actividad, tanto judicial
como administrativa, de la organización central de la Iglesia.
Hay que tener en cuenta que a medida que se vayan produciendo decisio-
nes, como consecuencia del control judicial de los actos administrativos, deberá
prevalecer la jurisprudencia en sentido estricto —la judicial— sobre la praxis de
los organismos dotados de potestad ejecutiva. Son, en definitiva, los tribunales de
la Signatura Apostólica y de la Rota Romana los llamados a sentar las bases de la
jurisprudencia canónica.
t. II. De la costumbre 91
22 Leges civiles ad quas ius 22 Las leyes civiles a las que remite el
Ecclesiae remittit, in iure derecho de la Iglesia, deben obser-
canonico iisdem cum effectibus varse en derecho canónico con los mis-
serventur, quatenus iuri divino mos efectos, en cuanto no sean contrarias
non sint contrariae et nisi aliud al derecho divino ni se disponga otra cosa
iure canonico caveatur.
en el derecho canónico.
Título II
De la costumbre
23 Ea tantum consuetudo a 23 Tiene fuerza de ley tan sólo aquella
communitate fidelium in- costumbre que, introducida por una
troducta vim legis habet, quae a comunidad de fieles, haya sido aprobada
legislatore approbata fuerit, ad por el legislador, conforme a los cánones
normam canonum qui sequun- que siguen.
tur.
tener sentido, con innegables ventajas para la seguridad jurídica, la vieja discu-
sión sobre el consentimiento tácito, puesto que las costumbres no lo necesitan
para adquirir eficacia normativa, ni una actitud negativa tácita tendría de suyo
valor reprobatorio.
24 Aparte el evidente límite de que una costumbre no puede tener eficacia
normativa, si es contraria al Derecho divino (§ 1), el c. exige el requisito positivo
de la racionalidad, establecido por Gregorio IX en la famosa decretal Quum tanto
(X, 1, 4, 11). La racionalidad implica, no sólo la congruencia de la norma con-
suetudinaria con los principios del Derecho divino, sino también con lo que el
Derecho clásico denominaba «el nervio de la disciplina eclesiástica»; es decir, las
líneas fundamentales de la regulación canónica de la materia que la costumbre
viene a modificar, completar o matizar.
La racionalidad es el criterio fundamental que condiciona la licitud de ate-
nerse a la costumbre incoada; es decir, aquélla a la que aún no ha transcurrido el
plazo necesario para adquirir eficacia normativa.
Cuando el legislador reprueba expresamente una costumbre —cfr. comen-
tario al c. 23— ésta se considera irracional quedando declarado ilícito el uso e
interrumpido el plazo necesario para que pueda adquirir eficacacia normativa.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la racionalidad es requisito tanto de
la ley como de la costumbre; por tanto, una disposición reprobatoria de costum-
bres que implicara un ejercicio arbitrario del poder legislativo, sería nula por
irracional y no conseguiría el efecto de descalificar a la costumbre (cfr. comen-
tario al tít. I).
25 El c. formaliza dos fundamentales requisitos de la costumbre:
a) Que sea una norma con generalidad; es decir, que establezca soluciones
de las que puedan deducirse, en el ámbito de la comunidad que la introduce,
tanto situaciones jurídicas activas como pasivas, según la posición en que en
cada caso queden colocados los sujetos que integran la comunidad en relación
con los supuestos de hecho de la norma consuetudinaria, como consecuencia de
los actos o hechos jurídicos. Aunque la comunidad sea muy pequeña puede in-
troducir costumbres, si éstas la contemplan a la manera de las leyes, que son re-
glas generales, con destinatario abstracto. En cambio, ninguna comunidad pue-
de, en base a sus usos, adquirir derechos frente a personas físicas o jurídicas
ajenas a ella. La costumbre es una fuente de Derecho objetivo, no un modo de
adquirir derechos subjetivos de la comunidad o de algunos de sus miembros,
frente a terceros.
b) La costumbre ha de observarse con ánimo de introducir Derecho; es de-
cir, con la actitud organizadora que lleva a aportar soluciones racionales y vincu-
94 Libro I. De las normas generales
Título III
De los decretos generales y de las instrucciones
29 Decreta generalia, quibus a 29 Los decretos generales, mediante los
legislatore competenti pro cuales el legislador competente esta-
communitate legis recipiendae blece prescripciones comunes para una
capaci communia feruntur prae- comunidad capaz de ser sujeto pasivo de
scripta, proprie sunt leges et re- una ley, son propiamente leyes y se rigen
guntur praescriptis canonum
de legibus. por las disposiciones de los cánones rela-
tivos a ellas.
30 Qui potestate exsecutiva 30 Quien goza solamente de potestad
tantum gaudet, decretum ejecutiva no puede dar el decreto ge-
28 Debe observarse el paralelismo entre los cc. 20 y 28, expresivo de la paridad
de rango de la ley y la costumbre en el ordenamiento canónico. En virtud de este
paralelismo, el c. 21 es de aplicación, mutatis mutandis, a conflictos entre varias
costumbres o entre leyes y costumbres. Vid. comentario al c. 5, cuyo alcance ha
de entenderse estableciendo el paralelismo aquí sugerido en relación con el c. 6.
Titulus III. De decretis generalibus et de instructionibus
Este tít., completamente nuevo en relación con el CIC 17, constituye uno de
los más importantes esfuerzos realizados en los trabajos de revisión para dar cum-
plimiento al propósito, expresado en los Principios directivos (cfr. comentario al tít.
I del Libro I), de potenciar la distinción de funciones. En efecto, los cc. 29-34 tra-
tan de establecer una delimatación entre la ley y los actos administrativos norma o
disposiciones generales dictadas por autoridades con potestad ejecutiva.
Es necesario, sin embargo, advertir que la eficacia de estos cc. perdería en la
práctica buena parte de su valor, si las autoridades dotadas de potestad legislativa
refrendaran con su firma las disposiciones generales de los órganos administrativos.
29 Este texto establece que el empleo del término decreto es irrelevante a efec-
tos de la determinación de la naturaleza de las disposiciones con destinatario abs-
tracto. En consecuencia, cualquier disposición general dictada por el titular de
un oficio dotado de potestad legislativa es una ley, aunque se denomine decreto;
por tanto, sólo será eficaz si es promulgado de acuerdo con el c. 8, y sus efectos
han de valorarse a tenor de los cc. 8-22. El c. constituye también una implícita
invitación a que las autoridades eclesiásticas que tienen tanto potestad legislativa
como ejecutiva, no ejerzan ésta personalmente, al menos por medio de disposi-
ciones de índole general (vid. también c. 391 § 2).
30 Se contempla aquí el fenómeno, tan estudiado por el Derecho público con-
temporáneo, de la legislación delegada, que consiste en la transferencia hecha por
96 Libro I. De las normas generales
neral de que se trata en el c. 29, a no ser generale, de quo in can. 29, fer-
en los casos particulares en que le haya re non valet, nisi in casibus par-
sido esto concedido expresamente por el ticularibus ad normam iuris
legislador competente, conforme al dere- id ipsi a legislatore competenti
cho, y si se cumplen las condiciones esta- expresse fuerit concessum et
servatis condicionibus in actu
blecidas en el acto de concesión. concessionis statutis.
parte del legislador de la potestad de legislar sobre una materia, en casos determi-
nados, a órganos dotados de potestad ejecutiva.
Los principios en que se basa la regulación de la legislación delegada son los
siguientes: a) la atribución de competencia debe hacerse por un acto de delegación
expreso, con precisa determinación de la materia acerca de la que el órgano admi-
nistrativo puede legislar y de las condiciones en las que tal actividad legislativa
puede ejercerse; fuera de este ámbito, cualquier acto legislativo de un órgano eje-
cutivo sería nulo; b) las disposiciones dictadas en uso de esta potestad delegada tie-
nen naturaleza legislativa, estando por tanto sometidas en todo a los cc. 7-22.
Los Dicasterios de la Curia Romana, tras la promulgación del CIC, han in-
vocado expresamente en diversas ocasiones el cauce ofrecido por el c. 30: cfr.,
por ej., decreto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en el que se fija un
nuevo supuesto de excomunión (AAS 80 [1988] 1367); decretos de la Congre-
gación para los Obispos por los que se promulgan los estatutos de los ordinaria-
tos militares de España y Francia (cfr. B.O. de la Conferencia Episcopal Españo-
la 17 [1988] 39 y B.O. de la Conférence des Évêques de France, 16 mai 1988,
497).
El art. 18 de la Const. Ap. Pastor Bonus, además de reflejar el régimen de la
delegación legislativa a los Dicasterios de la Curia, insinúa un nuevo modo de
dar normas con fuerza de ley por parte de esos organismos: con aprobación espe-
cífica posterior del Romano Pontífice (y no por delegación previa), en casos sin-
gulares, probablemente de extrema urgencia o necesidad.
31-33 El CIC denomina decretos generales ejecutorios a disposiciones dicta-
das en virtud de la potestad reglamentarla de las autoridades dotadas de potestad
ejecutiva, que tienen como finalidades determinar de manera más concreta las
modalidades que han de observarse en la aplicación del contenido de las leyes y
urgir su observancia (c. 31 § 1).
Estos decretos son actos administrativos norma, dictados en virtud de la po-
testad ejecutiva (c. 31 § 1), y sometidos —sea cual fuere su denominación— al
t. III. De los decretos generales y de las instrucciones 97
Título IV
De los actos administrativos singulares
Capítulo I
Normas comunes
35 Actus administrativus sin- 35 El acto administrativo singular, bien
gularis, sive est decretum sea un decreto o precepto, bien sea
aut praeceptum sive est rescrip- un rescripto, puede ser dado por quien
tum, elici potest, intra fines tiene potestad ejecutiva, dentro de los lí-
suae competentiae, ab eo qui mites de su competencia, quedando firme
potestate exsecutiva gaudet, fir-
mo praescripto can. 76, § 1. lo prescrito en el c. 76 § 1.
40-47 Estos cc., que son una adaptación de las fundamentales normas del
CIC 17 sobre rescriptos en forma comisoria a la regulación general de los actos
administrativos, constituyen un conjunto de opciones del legislador, a partir del
cual deberá construir la doctrina y la jurisprudencia principios aplicables a todos
los actos administrativos complejos. Al respecto conviene tener en cuenta:
a) Que, en definitiva, los actos administrativos, tanto simples como comple-
jos, adoptados de acuerdo con las normas canónicas, son imputables, no a la per-
sona física que hizo la correspondiente manifestación de voluntad, de juicio, de
conocimiento, o de deseo, o a las que intervinieron en su preparación o ejecución
o en algún otro aspecto del procedimiento de formación del acto administrativo;
sino a la organización oficial de la Iglesia, en cuyo nombre actúan. De no ser así,
no estaríamos ante un acto administrativo, sino ante un negocio jurídico de ín-
dole privada. Si cualquier persona jurídica pública cumple su función mirando el
bien público en nombre de la Iglesia, en lo relativo a la consecución de sus fines
(c. 116 § 1), a fortiori actúa en nombre de la Iglesia el titular de un oficio con po-
testad ejecutiva o quienes asumen legalmente la misión de colaborar con él en el
ejercicio de sus funciones.
b) En consecuencia, las responsabilidades que pudieran derivarse de la legi-
timidad de actos administrativos, en lo que se refiere a la obligación de reparar
daños (c. 128; cfr. también c. 57 § 3), pesan sobre la organización eclesiástica, en
102 Libro I. De las normas generales
la que se inserta el oficio al que está aneja (c. 131 § 1) la potestad ejecutiva que se
ejerció o se delegó. De aquí que tales daños hayan de repararse, en el ámbito pa-
trimonial, con bienes eclesiásticos; independientemente de que a su vez la orga-
nización eclesiástica pueda exigir responsabilidad a las personas físicas que por su
incumplimiento del Derecho, desacierto o negligencia hayan sido culpables del
daño causado al administrado.
c) Aunque estos cc. no excluyen la posibilidad de que los titulares de oficios
que llevan aneja potestad ejecutiva (o en su caso legislativa), puedan llamar a co-
laborar con ellas ad casum a personas privadas, en la preparación o ejecución de
actos administrativos, en principio el procedimiento de formación de tales actos
es una actividad pública, desarrollada en su conjunto por la organización eclesiás-
tica; de aquí la conveniencia de que la excepción prevista en el c. 46 de ligar en
algunos casos la eficacia de un acto administrativo a la permanencia en un oficio
de una persona concreta, se interprete estrictamente y se utilice de modo muy ex-
cepcional.
d) Es importante que el c. 42 se interprete de manera que no resulten perju-
dicados los administrados por los defectos en que puedan incurrir en su actua-
ción quienes intervienen en nombre de la Iglesia en el procedimiento de forma-
ción de los actos administrativos. Aparte la función que al respecto puede jugar
el c. 144, las eventuales lagunas de la legislación han de integrarse teniendo en
cuenta los principios generales del Derecho administrativo, aplicados con equi-
dad canónica (c. 19).
t. IV. De los actos administrativos singulares 103
Capítulo II
De los decretos y preceptos singulares
50 Este texto, pese a su vaguedad y excesiva benignidad con los titulares de ofi-
cios dotados de potestad ejecutiva (con la consiguiente indefensión para los admi-
nistrados), puede ser útil punto de arranque para que la doctrina y la jurispruden-
cia construyan un conjunto de criterios sobre el procedimiento de formación de
los actos administrativos, necesarios para que tengan verdadera eficacia tuteladora
los procedimientos de revisión de estos actos, previstos en los, cc. 1732-1739, así
como en el art. 123 § 1 de la Const. Ap. Pastor Bonus.
51 Aunque este c., como el c. 37 (cfr. comentario al c. 35), no está concebido
como una ley irritante (cfr. c. 10 y comentario), por lo que se refiere a la formali-
zación por escrito, no sólo es vinculante para quien ejerce la potestad ejecutiva,
sino que en virtud del § 2 del c. 54 el decreto no puede ser urgido, a no ser que
haya sido intimado mediante legítimo documento. Cabe, sin embargo, una for-
ma especial de intimación, si concurre una gravísima razón, prevista en el c. 55 (y
en su caso el c. 56). De no observarse estas disposiciones de forma, difícilmente
podría la organización eclesiástica reclamar en el fuero externo el cumplimiento
de deberes impuestos por acto administrativo (por ejemplo, mediante precepto),
máxime si se tiene en cuenta el precedente del c. 24 del CIC 17. De hecho, el c.
58 § 2, al conservar parte de la disciplina del c. 24 del CIC 17, relega el valor del
precepto oral al de una relación personal entre la persona del actual superior y el
súbdito, sin vincular a éste de manera institucional con la organización eclesiásti-
ca.
Por su parte, cuando el administrado así lo reclame, porque lo considere ga-
rantía de sus derechos, difícilmente podría eludir la autoridad el deber de utilizar
la forma escrita o, al menos, la prevista en el c. 55.
En cuanto al deber de motivar los decretos, aparte de que este c. no es una
ley irritante, es muy difícil determinar el sentido de la cláusula si agatur de deci-
106 Libro I. De las normas generales
Capítulo III
De los rescriptos
59 § 1. Rescriptum intellegitur 59 § 1. El rescripto es un acto adminis-
actus administrativus a trativo que la competente autoridad
competenti auctoritate exsecuti- ejecutiva emite por escrito, y que por su
va in scriptis elicitus, quo suapte propia naturaleza concede un privilegio,
natura, ad petitionem alicuius, una dispensa u otra gracia, a petición del
conceditur privilegium, dispen-
satio aliave gratia. interesado.
las causas tipificadas, sino la exigencia más genérica de que en toda norma canó-
nica debe concurrir la nota de la racionalidad (cfr. comentario al tít. I del Libro I
y al c. 24).
t. IV. De los actos administrativos singulares 113
Capítulo IV
De los privilegios
76 § 1. El privilegio, es decir, la gracia 76 § 1. Privilegium, seu gratia
otorgada por acto peculiar en favor in favorem certarum per-
de determinadas personas, tanto físicas sonarum sive physicarum sive
como jurídicas, puede ser concedido por iuridicarum per peculiarem ac-
el legislador y también por la autoridad tum facta, concedi potest a le-
gislatore necnon ab auctoritate
ejecutiva a la que el legislador haya otor- exsecutiva cui legislator hanc
gado esta potestad. potestatem concesserit.
Este c. implica en todo caso una profunda innovación de los modos de ad-
quirir el privilegio (cfr. cc. 63-65 del CIC 17). Ahora sólo se contempla el su-
puesto de concesión por acto de la autoridad, prescindiéndose de los tradiciona-
les supuestos de adquisición por comunicación y por costumbre o prescripción.
La prescripción se conserva como medio de prueba de la concesión en el c. 82
como modo de pérdida por uso contrario, en el supuesto de que resulte gravoso
para terceros.
77 Este c. refuerza la calificación del privilegio como regla de Derecho objeti-
vo, propuesta en el comentario al c. anterior, al subrayarse su carácter innovador
del ordenamiento jurídico. El término «gracia» debe interpretarse como situación
jurídica activa, de la que no se podría ser titular de no haberse concedido el pri-
vilegio.
79-80 En principio, el privilegio, como la ley, cesa por un acto del legislador.
La renuncia del privilegio, expresión de resonancias iusprivatistas, equivale en de-
finitiva a una declaración de voluntad del privilegiario de quedar sometido exclu-
sivamente a las normas legales o consuetudinarias, de las que el privilegio consti-
116 Libro I. De las normas generales
82 El privilegio que no es oneroso para 82 Per non usum vel per usum
otros no cesa por desuso o por uso contrarium privilegium aliis
contrario; pero se pierde por prescripción haud onerosum non cessat;
legítima el que redunda en gravamen de quod vero in aliorum gravamen
otros. cedit, amittitur, si accedat legi-
tima praescriptio.
83 § 1. Cesa el privilegio al cumplirse 83 § 1. Cessat privilegium
el plazo o agotarse el número de casos elapso tempore vel expleto
tuye una modificación. Como el privilegio tiene índole normativa, el acto de re-
nuncia no tiene por sí mismo eficacia, y el privilegio sigue en vigor hasta que el
titular de la potestad legislativa ordinaria o delegada, mediante la aceptación de
la renuncia, proceda a la derogación de la norma singular.
El privilegio no puede entenderse como generador de situaciones jurídicas
contrarias a la igualdad radical «en cuanto a la dignidad y a la acción común a to-
dos los fieles en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo» (Lumen gentium
32), sino como una norma que contribuye al bien común, en la medida en que
capta las exigencias de supuestos singulares de difícil o imposible regulación me-
diante normas con generalidad o de destinatario abstracto. Su fundamento más
radical es el principio salus animarum suprema lex, que capta la radical armonía
entre el bien común de toda la Iglesia y la necesidad de esforzarse en la salvación
de cada uno de los fieles.
La responsabilidad de esta regulación es siempre del legislador, a quien compe-
te tanto concederlos como derogarlos. El papel de los súbditos consiste en la inicia-
tiva de señalar la conveniencia del establecimiento de normas singulares o de su re-
vocación. Tal papel lo desempeñan mediante la solicitud o renuncia de privilegios.
En el concreto supuesto de la renuncia, los §§ 2 y 3 valoran, teniendo en
cuenta diversas hipótesis, la idoneidad del renunciante para valorar adecuada-
mente la armonía entre las necesidades personales y el bien común.
82 La idea de prescripción como causa de cesación de privilegios, pese al sabor
privatístico de la terminología, debe entenderse en el marco de la intervención de
los fieles en la innovación del ordenamiento jurídico (cfr. comentarios al tít. II de
este Libro). Esta prescripción debe contemplarse en paralelismo con la costum-
bre contra ley, en cuanto que un comportamiento provoca —por el consenti-
miento legal que otorga este c.— la cesación de una norma singular.
t. IV. De los actos administrativos singulares 117
numero casuum pro quibus para los que fue concedido, sin perjuicio
concessum fuit, firmo prae- de lo que se prescribe en el c. 142 § 2.
scripto can. 142, § 2.
§ 2. Cesa también si, con el transcurso
§ 2. Cessat quoque, si temporis del tiempo, las circunstancias reales han
progressu rerum adiuncta ita cambiado a juicio de la autoridad compe-
iudicio auctoritatis competentis
immutata sint, ut noxium eva- tente de tal manera que resulta dañoso, o
serit aut eius usus illicitus fiat. se hace ilícito su uso.
Capítulo V
De las dispensas
85 Dispensatio, seu legis mere 85 La dispensa, o relajación de una ley
ecclesiasticae in casu par- meramente eclesiástica en un caso
ticulari relaxatio, concedi po- particular, puede ser concedida, dentro de
test ab iis qui potestate gaudent los límites de su competencia, por quie-
exsecutiva intra limites suae nes tienen potestad ejecutiva, así como
competentiae, necnon ab illis por aquellos a los que compete explícita
quibus potestas dispensandi ex-
plicite vel implicite competit si- o implícitamente la potestad de dispen-
ve ipso iure sive vi legitimae de- sar, sea por propio derecho sea por legíti-
legationis. ma delegación.
Caput V. De dispensationibus
85 El c. recoge la tradicional noción de dispensa como «relajación de la ley en
un caso especial». Precisa que la ley ha de ser eclesiástica, expresando de este
modo que no puede dispensarse —salvo en los excepcionales supuestos de ejerci-
cio de la potestad ministerial o vicaria del Romano Pontífice— en materias de
Derecho divino natural o positivo.
Tanto la colocación sistemática de este cap. como el hecho de que la facul-
tad de dispensar se atribuya a quienes gozan de potestad ejecutiva, lleva a con-
cluir que el CIC concibe la dispensa como un acto administrativo, aun cuando
tal calificación no pueda acogerse sin matices que se sugerirán en el comentario
al c. 90.
118 Libro I. De las normas generales
90 Sobre la causa vid. comentarios a los cap. III y IV de este tít. La característi-
ca fundamental de la causa en la dispensa es la búsqueda de la armonía de la ra-
cionalidad de ésta con la de la ley dispensada; significa la necesidad de conjugar
las circunstancias del caso con la gravedad de la ley.
Como puede observarse, el c. conserva el criterio de la validez de las dispen-
sas sin causa concedidas por el propio legislador. En tal supuesto no parece que
pueda hablarse de un acto administrativo, sino de una norma singular, en la que
el fundamento de la ilicitud de la conducta del legislador al emanarla estaría en el
riesgo a que se somete la igualdad fundamental de los fieles y la racionalidad del
ordenamiento jurídico, vista en la armonía de las normas universales y las parti-
culares y de las normas con generalidad y las singulares.
120 Libro I. De las normas generales
Título V
De los estatutos y reglamentos
94 § 1. Estatutos, en sentido propio, son 94 § 1. Statuta, sensu proprio,
las normas que se establecen a tenor sunt ordinationes quae in
del derecho en las corporaciones o en las universitatibus sive persona-
fundaciones, por las que se determinan su rum sive rerum ad normam iu-
fin, constitución, régimen y forma de ac- ris conduntur, et quibus defi-
niuntur earundem finis, consti-
tuar. tutio, regimen atque agendi ra-
§ 2. Los estatutos de una corporación tiones.
obligan sólo a las personas que son § 2. Statutis universitatis per-
miembros legítimos de ella; los estatutos sonarum obligantur solae per-
de una fundación a quienes cuidan de su sonae quae legitime eiusdem
gobierno. membra sunt; statutis rerum
universitatis, ii qui eiusdem mo-
§ 3. Las prescripciones de los estatutos deramen curant.
que han sido establecidas y promulgadas
en virtud de la potestad legislativa, se ri- § 3. Quae statutorum prae-
gen por las normas de los cánones acerca scripta vi potestatis legislativae
condita et promulgata sunt, re-
de las leyes. guntur praescriptis canonum
de legibus.
95 § 1. Los reglamentos son reglas o 95 § 1. Ordines sunt regulae
normas que se han de observar en seu normae quae servari
las reuniones de personas, tanto convo- debent in personarum conven-
cadas por la autoridad eclesiástica como tibus, sive ab auctoritate eccle-
libremente promovidas por los fieles, siastica indictis sive a christifi-
delibus libere convocatis, nec-
así como también en otras celebracio- non aliis in celebrationibus, et
nes; en ellas se determina lo referente a quibus definiuntur quae ad
su constitución, régimen y procedimien- constitutionem, moderamen et
to. rerum agendarum rationes per-
tinent.
Título VI
De las personas físicas y jurídicas
Capítulo I
De la condición canónica de las personas físicas
de esta regla, y con predominio sobre ella en caso de conflicto, se aplicará lo que,
para ciertos casos, disponga el derecho canónico; así, el juez eclesiástico puede
designar tutor en ciertos supuestos (cc. 1478 2 y 3, y 1479).
99 Se trata aquí de los que habitualmente carecen por completo de lucidez
mental, de los que se encuentren afectos de transtorno mental permanente, razón
por la cual se les somete a tutela. Distinto es el caso de los que padecen, simple-
mente, debilidad mental. Sobre éstos, vid. c. 1478 § 4.
La presunción de incapacidad es iuris et de iure (censetur), que no admite
prueba en contrario. En igual sentido, a efectos penales, cc. 1322 y 1323, 6.º.
Por su asimilación a los infantes, se les aplica lo dispuesto en c. 97 § 2. Vid. tam-
bién, c. 1478 § § 1 y 2. En cuanto al bautismo, c. 852 § 2. Sobre incapacidad
para contraer matrimonio, cc. 1095 y 1105 § 4.
100-107 Con referencia a las conexiones de la persona física con un determi-
nado territorio, existen tres conceptos canónicos: el lugar de origen, el domicilio
y el cuasidomicilio.
El domicilio y el cuasidomicilio constituyen la sede jurídica de la persona:
son el lugar que la ley considera como su centro jurídico, por razón de su resi-
dencia real o por determinación del derecho. Por eso hay un domicilio y cuasido-
micilio reales y otros legales. Como quiera que el lugar de referencia puede ser la
parroquia o la diócesis, se distinguen el domicilio o cuasidomicilio parroquial y
el domicilio o cuasidomicilio diocesano. A la parroquia se equipara, a estos efec-
tos, la cuasiparroquia (c. 516); y a la diócesis, la prelatura territorial, la abadía, el
vicariato apostólico, la prefectura apostólica y la administración apostólica erigi-
da establemente (c. 368).
Se puede tener domicilio o cuasidomicilio diocesano sin tener, en ese terri-
torio, domicilio o cuasidomicilio parroquial (cc. 102 § 3 y 107 § 3).
Domicilio real. Se puede adquirir de dos modos: a) Por la residencia en un
lugar con ánimo de permanecer en él perpetuamente, mientras no surjan causas
124 Libro I. De las normas generales
que lo impidan. Se adquiere desde el momento en que se dan estas dos circuns-
tancias. b) Por la residencia prolongada durante 5 años. Se adquiere al cumplirse
éstos. La residencia basta que sea moralmente continua, es decir, con la perma-
nencia habitual entre los restantes vecinos.
Cuasidomicilio real. Se adquiere como el domicilio real, con menos exigen-
cias: basta el ánimo de permanecer durante 3 meses, o que la residencia haya du-
rado este tiempo.
Domicilio y cuasidomicilio legales. Ha desaparecido el caso de la mujer casa-
da, que en el Código anterior tenía el domicilio o cuasidomicilio del marido. En
el actual (c. 104) se habla del domicilio o cuasidomicilio común de los cónyuges
(cfr. cc. 1135 y 1151). Uno y otro pueden tener domicilio o cuasidomicilio pro-
pio, si están legítimamente separados o por otra causa justa. El menor y los que
se hallan sometidos a tutela o curatela tienen, por prescripción legal, el domicilio
o cuasidomicilio que, en cada momento, tengan los que ejercen sobre ellos auto-
ridad, es decir, los padres, tutores o curadores (cfr. cc. 98 § 2 y 99). Sin embargo,
el menor salido de la infancia puede adquirir cuasidomicilio propio, y también
domicilio propio, si ha sido emancipado legítimamente al amparo del derecho ci-
t. VI. De las personas físicas y jurídicas 125
vil (c. 105). Los miembros de los institutos religiosos y de las sociedades de vida
apostólica adquieren el domicilio o cuasidomicilio en el lugar donde está sita la
casa a la que fueron adscritos (c. 103).
Pérdida del domicilio y del cuasidomicilio. El real se pierde por el hecho de
abandonar el lugar con ánimo de no volver. El legal, al desaparecer la causa que
lo originó (alcanzar la mayoría de edad, cesar la tutela o curatela, quedar separa-
dos del instituto religioso o de la sociedad de vida apostólica).
Efectos jurídicos del domicilio y cuasidomicilio. a) En relación con el domicilio y
cuasidomicilio, las personas reciben los nombres que señala el c. 100. Es de adver-
tir que una persona puede ser vecino o advenedizo en la diócesis, y al propio tiem-
po permanecer en la condición de vago respecto a la parroquia. (En relación con
los peregrinos, cfr. cc. 13 § 2, 91 y 136. En relación con los vagos, cfr. cc. 13 § 3,
1071 § 1, 1.º; 1115 y 1409 § 1). b) El lugar de origen se determina en principio,
por el lugar en que, al nacer el hijo, sus padres tenían el domicilio y, en su defecto,
el cuasidomicilio; sí no tuvieran el mismo, por el lugar del domicilio o cuasidomi-
cilio de la madre. Si carecieran de ellos, por ser ambos vagos, será el lugar de naci-
miento; y si se trata de un expósito, el lugar donde fuere encontrado. c) Por el do-
micilio o cuasidomicilio, se determinan (a tenor del c. 107) el párroco y el
Ordinario propios. Sin embargo, en ciertos casos se atiende, para esa determina-
ción, a otras circunstancias: por ejemplo, el rito o la lengua (cc. 372 § 2 y 518), etc.
Sobre asistencia del párroco u Ordinario personales al matrimonio, cfr. c. 1110.
Pluralidad de domicilios y cuasidomicilios. La aplicación de las normas que
regulan el domicilio y el cuasidomicilio, hace posible que una persona tenga si-
126 Libro I. De las normas generales
110 Filii, qui ad normam legis 110 Los hijos que han sido adoptados
civilis adoptati sint, ha- de conformidad con el derecho ci-
bentur ut filii eius vel eorum vil, se consideran hijos de aquel o aque-
qui eos adoptaverint. llos que los adoptaron.
111 § 1. Ecclesiae latinae per 111 § 1. El hijo cuyos padres pertenecen
receptum baptismum ad- a la Iglesia latina se incorpora a ella
scribitur filius parentum, qui ad por la recepción del bautismo, o si uno de
eam pertineant vel si alteruter ellos no pertenece a la Iglesia latina,
ad eam non pertineat, ambo cuando deciden de común acuerdo que la
concordi voluntate optaverint ut
proles in Ecclesia latina baptiza- prole sea bautizada en ella; si falta el
retur; quodsi concors voluntas acuerdo, se incorpora a la Iglesia del rito
desit, Ecclesiae rituali ad quam al que pertenece el padre.
pater pertinet adscribitur.
mezclado con primero. Ahora los grados son tantos cuantos son las personas en
ambas líneas, descontado el tronco: tío y sobrino son parientes consaguíneos en
grado tercero. Se ha adoptado el criterio de inspiración romanística para asimilar
el sistema canónico al civil y para favorecer la unión del derecho canónico latino
con el canónico oriental.
El parentesco de afinidad se origina como efecto de cualquier matrimonio
válido, sacramental o no, es decir, también del matrimonio legítimo. Se ha supri-
mido, en el c. la expresión «matrimonio rato» que había dado lugar —en el texto
del Código anterior— a la duda de si también surgía la afinidad como conse-
cuencia del matrimonio legítimo (matrimonio contraído válidamente por infie-
les).
El parentesco, dentro de ciertos límites, se toma en cuenta: a) como impedi-
mento para contraer matrimonio (cc. 1091 y 1092); b) para la exclusión de algu-
nos cargos (cc. 478 § 2 y 492 § 3); c) para prohibir la enajenación o arriendo de
bienes eclesiásticos en favor de determinadas personas (c. 1298); d) como razón
determinante del deber de abstenerse de conocer determinadas causas el juez, el
promotor de justicia, el defensor del vínculo, el asesor y el auditor (c. 1448);
e)como causa excusante de testificar en ciertos casos (c. 1548 § 2, 2.º).
110 La adopción, realizada de acuerdo con la ley civil nacional, origina —co-
mo principal efecto en el orden canónico— el impedimento de parentesco legal.
Cfr. sobre este impedimento, c. 1094, que —como criterio innovador respecto
del anterior Código— establece, en todo caso, este impedimento como dirimen-
te del matrimonio en línea recta y en el segundo grado de la línea colateral.
Otros efectos de la adopción, en el orden canónico, pueden ser los que se
derivan de la patria potestad (cfr. cc. 98 § 2, 105 § 1, 774 § 2, 793, 796, 797,
798, 851 § 2, 855, 867, 869 § 3, 872, 874 § 1, 1.º; 890, 914, 1071 § 1, 6.º;
1136, 1183 § 2, 1252, 1366). La adopción debe anotarse en el libro de bautiza-
dos (cc. 535 § 2 y 877 § 3).
111 Sobre el concepto canónico de «rito», véase c. 112. La pertenencia a la
Iglesia latina o a otra de rito propio se produce en el momento de recibir el bau-
tismo, según las prescripciones de este c., en el que se distinguen tres supuestos:
a) Si el padre y la madre pertenecen a la Iglesia latina, el hijo menor de 14 años
recibirá el bautismo en ella y a ella pertenecerá. b) Si uno de los padres no perte-
nece a la iglesia latina, el menor de 14 años se bautizará en ella —y a ella per-
tenecerá— si así lo acuerdan ambos progenitores; en otro caso, el hijo se incorpo-
128 Libro I. De las normas generales
ra ipso iure a la Iglesia del rito a que pertenece el padre. c) El mayor de 14 años
puede elegir libremente bautizarse en una determinada iglesia, y a ella pertenece-
rá. Por lo que se refiere a la adscripción a las iglesias rituales sui iuris, el Codex Ca-
nonum Ecclesiarum Orientalium ha establecido prescripciones más pormenoriza-
das (cft. cc. 29-38 de ese código).
112 El concepto tradicional de «rito», en cuanto circunstancia influyente en la
capacidad canónica de la persona, ha sido sustituido en este c. por el de «Iglesia
ritual sui iuris». Pertenecer a un rito se expresa ahora con la locución —más sig-
nificativa— de pertenecer a una Iglesia ritual sui iuris. Continúa, sin embargo,
existiendo una noción objetiva de rito, tal y como ha expresado el c. 28 § 1 del
Codex Canonum Ec. Or.: «El rito en su patrimonio litúrgico, teológico, espiritual
y disciplinar caracterizado por la cultura y las vicisitudes históricas de los pue-
blos, con el que se expresa el modo propio de vivir la fe de cada una de las iglesias
sui iuris».
El nuevo c. 372 § 2 habla de Iglesias particulares por razón de ritos distin-
tos; y el c. 518, de parroquias personales, por razón del rito. Sobre la asistencia
espiritual de fieles de distinto «rito» en la misma diócesis, cfr. Decr. Christus Do-
minus 23, 3 y cc. 383 § 2, 476 y 518. Hacen referencia al rito los cc. 450 § 1,
535 § 2, 486 § 2, 923, 991, 1015 § 2, 1021, y 1109. En este c. 112 se regula la
adscripción a otra Iglesia de rito propio, después de haber recibido el bautismo.
Se trata de un complemento del c. 111. Sobre la disolución del matrimonio —a
que se refiere el nº 2. del § 1 de este c.— vid. cc. 1141 y s.
En la actualidad, por razón del rito existe, de una parte, la Iglesia latina (cfr.
cc. 1 y 438), en la que se conservan diversos ritos litúrgicos, pero sin que éstos
comporten diferencias en el orden jerárquico y disciplinar; y de otra parte, exis-
ten veintiuna Iglesias orientales católicas dotadas de propios ritos litúrgicos y
—además— de jerarquía y disciplina propias: se trata de diferentes Iglesias ritua-
les sui iuris, así llamadas por regirse por sus respectivas disciplinas peculiares (cfr.
Orientalium Ecclesiarum 5 y 6; Codex Canonum Ec. Or., cc. 27-28 y 39-41).
t. VI. De las personas físicas y jurídicas 129
3.º filii eorum, de quibus in nn. 3.º los hijos de aquellos de quienes se tra-
1 et 2, ante decimum quartum ta en los nn. 1 y 2 antes de cumplir cator-
aetatis annum completum item- ce años, e igualmente, en el matrimonio
que, in matrimonio mixto, filii mixto, los hijos de la parte católica que
partis catholicae quae ad aliam haya pasado legítimamente a otra Iglesia
Ecclesiam ritualem legitime
transierit; adepta vero hac ae- ritual; pero, alcanzada esa edad, pueden
tate, iidem possunt ad latinam volver a la Iglesia latina.
Ecclesiam redire. § 2. La costumbre, por prolongada que
§ 2. Mos, quamvis diuturnus, sea, de recibir los sacramentos según el
sacramenta secundum ritum rito de alguna Iglesia ritual autónoma no
alicuius Ecclesiae ritualis sui iu- lleva consigo la adscripción a dicha Igle-
ris recipiendi, non secumfert sia.
adscriptionem eidem Ecclesiae.
Capítulo II
De las personas jurídicas
rales, universitates, entes jurídicos, etc.) para solucionar los problemas prácticos
que presentaba la protección de la libertad y autonomía de la Iglesia y sus insti-
tuciones y los referentes también al dominio sobre los bienes externos. La defen-
sa y protección de la libertad, y la capacidad para adquirir y disponer de un patri-
monio económico, serán dos funciones permanentes para cuyo servicio el
Derecho atribuye la personalidad jurídica.
113 El actual Código prefiere la terminología de «persona jurídica» a la de
«persona moral» que usaba el CIC 17, para expresar con mayor claridad que se
trata de un expediente técnico-jurídico que es independiente de la naturaleza sus-
tancial o sustrato que soporta la personalidad jurídica, ya sea una realidad de de-
recho divino, como la Iglesia Católica y la Sede Apostólica (a las que sí continúa
llamando personas morales), ya sea una entidad de mero derecho humano, como
la parroquia o una asociación de fieles.
Concibe la persona jurídica como un sujeto de derechos y obligaciones.
Con ello parece dar a entender que el reconocimiento de la capacidad jurídica ca-
nónica exigirá normalmente la atribución de la personalidad. Ello no quiere de-
cir que, en determinados casos, no pueda reconocerse también una cierta capaci-
dad jurídica a entidades que no están dotadas de personalidad y que la doctrina
designa como «sujetos sin personalidad» (por ej., las antiguas sociedades mera-
mente aprobadas, pero no erigidas, del CIC 17). Lo ordinario será, sin embargo,
que el sujeto de derecho tenga atribuida la personalidad jurídica.
114 Se establecen dos modos de constituir personas jurídicas: por prescripción
del derecho o por concesión de la autoridad competente dada por decreto. No
hay que confundir la constitución o creación de la institución o entidad jurídica
(la realidad material o personal que hace de sustrato y soporte de la personalidad
jurídica), con la atribución o concesión de su personalidad jurídica, que puede
ser dada simultáneamente a la constitución o mediante un acto jurídico poste-
rior, que en el Código anterior se llamaba erección (en el Código actual este tér-
t. VI. De las personas físicas y jurídicas 131
mino se reserva exclusivamente para las personas jurídicas públicas: vid., por
ejemplo el c. 301 § 3). Esta distinción puede tener interés respecto a la constitu-
ción de las personas jurídicas privadas, pues el mismo derecho (cfr. c. 299 § 1)
prescribe que pueden ser constituidas (por supuesto, en lo que se refiere a su sus-
trato material por el que adquieren existencia in Ecclesia, no a la atribución de su
personalidad jurídica) por un acto de la autonomía privada; la intervención de la
autoridad eclesiástica se reducirá al reconocimiento de este acto de constitución
de la entidad, a la que después se podrá atribuir o no la personalidad jurídica. En
cambio, la constitución de las personas jurídicas públicas se producirá ordinaria-
mente mediante un acto administrativo —decreto de erección— de la autoridad
eclesiástica (vid., por ej., cc. 301, 312, 313).
115 El Código abandona ahora la antigua distinción de las personas morales
en colegiadas y no colegiadas, adoptando la de universitas personarum y universi-
tas rerum que también tiene rancio abolengo canónico. La división toma como
criterio la realidad que hace de sustrato o soporte de la personalidad, según se tra-
te de una comunidad de personas o de una masa de bienes. En cambio la divi-
sión entre personas colegiadas y no colegiadas toma como criterio el procedi-
miento de actuación de dichas personas jurídicas, según que las decisiones se
tomen por el acuerdo de las voluntades individuales de sus miembros o no. De
este modo, caben diversas combinaciones entre estos cuatro tipos de personas ju-
rídicas, pues tanto las universitates personarum como las universitas rerum pueden
actuar en forma colegiada o no.
La universitas personarum debe constar al menos de tres personas físicas, se-
gún el antiguo principio del derecho romano, tendente a facilitar con ello la exis-
tencia de una mayoría a la hora de tomar decisiones. El Código lo exige para
todo tipo de universitates personarum, sean o no colegiadas. Es evidente que tam-
bién las personas no colegiadas pueden actuar en algunos casos según el procedi-
132 Libro I. De las normas generales
La regla quod omnes tangit procede del derecho romano y fue recogida como
una de las Regulae iuris que Bonifacio VIII recogió en el Libro Sexto de las De-
cretales. No es fácil determinar en abstracto lo que pertenece individualmente a
cada uno (uti singulos), y lo que pertenece a la persona moral en sí misma consi-
derada. En caso de duda, el principio general del respeto debido a la persona y a
su libertad podría llevar a exigir la unanimidad de votos en los casos en que pu-
dieran quedar perjudicados los bienes y derechos personales (derechos de voto,
de antigüedad, a percibir rentas, etc.).
120 El fin de las instituciones trasciende el de las personas físicas que las consti-
tuyen o se benefician de ellas. De ahí que sea nota característica de las personas ju-
rídicas su permanencia y, en principio, perpetuidad. Ello no es óbice para que si a
juicio de la autoridad competente, han dejado de ser útiles o no cumplen adecua-
damente sus fines, puedan ser suprimidas. En el caso de las personas jurídicas pri-
vadas, las causas para su extinción pueden determinarse también en los estatutos.
t. VI. De las personas físicas y jurídicas 135
1.º que los bienes y derechos patrimonia- 1.º ut communia, quae dividi
les comunes que pueden dividirse, así possunt, bona atque iura patri-
como las deudas y demás cargas, se re- monialia necnon aes alienum
partan con la debida proporción y de ma- aliaque onera dividantur inter
nera equitativa entre las personas jurídi- personas iuridicas, de quibus
agitur, debita cum proportione
cas de que se trata, teniendo en cuenta ex aequo et bono, ratione habi-
todas las circunstancias y necesidades de ta omnium adiunctorum et ne-
ambas; cessitatum utriusque;
2.º que las dos personas jurídicas gocen 2.º ut usus et ususfructus com-
del uso y usufructo de los bienes comu- munium bonorum, quae divi-
nes que no pueden dividirse, y sobre am- sioni obnoxia non sunt, utrique
bas recaigan las cargas inherentes a esos personae iuridicae cedant, one-
bienes, guardando asimismo la debida raque iisdem propria utrique
proporción, que debe determinarse equi- imponantur, servata item debi-
tativamente. ta proportione ex aequo et bono
definienda,
123 Cuando se extingue una persona ju- 123 Extincta persona iuridica
rídica pública, el destino de sus publica, destinatio eius-
bienes y derechos patrimoniales, así dem bonorum iuriumque patri-
como de sus cargas, se rige por el dere- monialium itemque onerum re-
cho y los estatutos; en caso de silencio de gitur iure et statutis, quae, si si-
éstos, pasan a la persona jurídica inme- leant, obveniunt personae iuri-
diatamente superior, quedando siempre a dicae immediate superiori, sal-
salvo la voluntad de los fundadores o do- vis semper fundatorum vel
nantes, así como los derechos adquiridos; oblatorum voluntate necnon iu-
ribus quaesitis; extincta perso-
cuando se extingue una persona jurídica na iuridica privata, eiusdem
privada, el destino de sus bienes y cargas bonorum et onerum destinatio
se rige por sus propios estatutos. propriis statutis regitur.
Título VII
De los actos jurídicos
Los cc. 121 y 122 no contemplan las personas jurídicas privadas, pero por
analogía con el c. 123 habrá que estar a lo que dispongan sus propios estatutos.
En el caso de extinción, el Código se refiere tanto a las personas públicas
como a las privadas. Para las públicas, habrá que estar en primer lugar a lo que
disponga el derecho peculiar que las regule, y dejar a salvo también la voluntad
de fundadores y oferentes, además de los derechos adquiridos. Para las privadas
rigen sus propios estatutos.
in eodem adsint quae actum ip- el mismo concurran los elementos que
sum essentialiter constituunt, constituyen esencialmente ese acto, así
necnon sollemnia et requisita como las formalidades y requisitos im-
iure ad validitatem actus impo- puestos por el derecho para la validez del
sita. acto.
§ 2. Actus iuridicus quoad sua
elementa externa rite positus § 2. Se presume válido el acto jurídico
praesumitur validus. debidamente realizado en cuanto a sus
elementos externos.
125 § 1. Actus positus ex vi ab 125 § 1. Se tiene como no realizado el
extrinseco personae illata, acto que una persona ejecuta por
cui ipsa nequaquam resistere una violencia exterior a la que de ningún
potuit, pro infecto habetur. modo ha podido resistir.
§ 2. El acto realizado por miedo grave in- § 2. Actus positus ex metu gra-
justamente infundido, o por dolo, es váli- vi, iniuste incusso, aut ex dolo,
do, a no ser que el derecho determine otra valet, nisi aliud iure caveatur;
cosa; pero puede ser rescindido por sen- sed potest per sententiam iudi-
tencia del juez, tanto a instancia de la cis rescindi, sive ad instantiam
partis laesae eiusve in iure suc-
parte lesionada o de quienes le suceden cessorum sive ex officio.
en su derecho, como de oficio.
126 Es nulo el acto realizado por igno- 126 Actus positus ex ignoran-
rancia o por error cuando afecta a tia aut ex errore, qui ver-
lo que constituye su substancia o recae setur circa id quod eius substan-
sobre una condición sine qua non; en tiam constituit, aut qui recidit
caso contrario, es válido, a no ser que el in condicionem sine qua non,
irritus est; secus valet, nisi aliud
derecho establezca otra cosa, pero el acto iure caveatur, sed actus ex igno-
realizado por ignorancia o por error pue- rantia aut ex errore initus lo-
de dar lugar a acción rescisoria conforme cum dare potest actioni rescis-
a derecho. soriae ad normam iuris.
127* § 1. Cuando el derecho establece 127* § 1. Cum iure statuatur
que, para realizar ciertos actos, el ad actus ponendos Su-
128 Todo aquel que causa a otro un 128 Quicunque illegitime actu
daño ilegítimamente por un acto ju- iuridico, immo quovis alio
rídico o por otro acto realizado con dolo actu dolo vel culpa posito, alteri
o culpa, está obligado a reparar el daño damnum infert, obligatione te-
causado. netur damnum illatum repa-
randi.
Título VIII
De la potestad de régimen
ejerce la potestas sacra. Por tanto, en unos casos el contenido de las facultades ha-
bituales será de naturaleza ministerial (licencias ministeriales para predicar, para
absolver, etc., o facultades en sentido impropio), mientras que en otros será de
naturaleza jurisdiccional (facultades en sentido propio) y su contenido podrá ser
legislativo, ejecutivo o judicial, según las reglas establecidas por el c. 135. Las fa-
cultades habituales en sentido propio se asemejan a la potestad ordinaria por la
posibilidad de trascender la persona y vincularse establemente al oficio; mien-
tras que a la potestad delegada les asemeja el régimen jurídico general y, en espe-
cial, la dependencia en su ejercicio respecto de quien las ha conferido.
Facultades habituales en un sentido que la doctrina llama impropio, son
aquellas licencias de contenido ministerial, que permiten realizar con plena efi-
cacia determinados actos para los que sustancialmente estaba ya habilitado el su-
jeto. En este sentido, las facultades habituales son fuente de un cierto tipo de po-
testad, en cuanto que completa los elementos necesarios para poder actuar. El
CIC considera como tales, por ej., las facultades para confesar (cfr. c. 966), o las
que se requieren para ser testigo cualificado en un matrimonio (cfr. c. 1111 § 1).
Al igual que la potestad delegada, las facultades habituales pueden ser a iure o ab
homine; universales o singulares.
133 Se corresponde con el c. 203 CIC 17. El campo de ejercicio de la potestad
delegada se delimita en el mandato de delegación; fuera de él la actuación del de-
legado queda afectada de nulidad. De ahí la importancia de que la delegación
conste por escrito, lo que también es oportuno a los efectos del c. 131 § 3 (cfr.
c. 138 sobre el modo de interpretar la amplitud de la delegación).
134 No es Ordinario todo sujeto que vi officii ostenta una potestad ordinaria
(cfr. c. 131 y su comentario), sino sólo aquellos que, con potestad ordinaria pro-
t. VIII. De la potestad de régimen 145
135 El n.º 7 de los Principia quae Codicis Iuris Canonici recognitionem dirigant,
señaló la necesidad de distinguir las funciones legislativa, judicial y administrati-
va, con el deseo de favorecer así la protección de los derechos subjetivos. El diver-
so contenido material de los actos de potestad, determina la distinción conceptual
que el c. recoge; pero obviamente, esta distinción hermenéutica no implica una
separación de potestades al estilo de la operada en los ordenamientos seculares,
inspirados en la concepción del Estado de derecho.
La potestad legislativa corresponde al Romano Pontífice y al Concilio Ecu-
ménico respecto de la Iglesia universal; dentro de su campo de competencias a
los Concilios particulares y a las Conferencias Episcopales, para las Iglesias parti-
culares de su ámbito; y a cada Obispo diocesano respecto de su propia diócesis.
El § 2 señala tres características que debe reunir esta actividad: a) legalidad in lege
ferenda, es decir, observancia del procedimiento señalado para legislar; b) someti-
miento a la autoridad suprema; y c) jerarquía de normas entre aquellas que pro-
vienen de legisladores de distinto rango jerárquico. La limitación recogida en ese
§ 2, respecto de la legislación delegada —ratificada en lo que se refiere a la Curia
Romana por el art. 18 de la Const. Ap. Pastor Bonus, según el cual los Dicasterios
no pueden dictar leyes o decretos generales del c. 30 sin la aprobación específica
del Papa—, contiene un precepto positivo que no entra en la cuestión doctrinal
de si estas funciones son ontológicamente delegables o no (vid. comentario al c.
30; cfr. Communicationes 14 [1982] 151).
En el ejercicio de la potestad judicial se ha introducido un criterio más restric-
tivo que el que recogía el CIC respecto a la posibilidad de delegar (cfr. cc. 201 § 2,
205 § 1 CIC 17). Esta limitación general afecta también al Obispo, cuya potestad
judicial debe ejercerse en forma vicaria mediante los jueces y tribunales ya consti-
tuidos, lo que supone una restricción a la posibilidad de constituir tribunales espe-
t. VIII. De la potestad de régimen 147
ciales, puesto que siempre debe respetarse el orden de las instancias que señala el Li-
bro VII. El Romano Pontífice, en cambio, no está sujeto a esta limitación.
136 Determina este c. el ámbito personal y espacial de ejercicio de la potestad
ejecutiva, modificando ligeramente lo prescrito en el c. 201 CIC 17: dentro de
los términos indicados en el c. esa potestad alcanza también a los peregrinos (cfr.
c. 100).
El concepto de súbdito aquí empleado muestra cómo la relación de jerar-
quía que existe entre quien tiene la potestad ejecutiva y sus propios fieles, es
fundamentalmente una relación personal y estable, que trasciende la dimensión
territorial. Si bien dicha relación está teológicamente constituida en base a la
interacción entre los sacramentos (Bautismo y Orden sagrado, principalmente,
cfr. c. 204), se encuentra jurídicamente determinada en cada caso —es decir, res-
pecto de cada persona— según reglas objetivas, como la incardinación en el
caso de los clérigos (cfr. c. 265), el domicilio (cfr. c. 107), el rito, la profesión
militar, la convención con una Prelatura personal (cfr. c. 296) o la convención
con un Obispo diocesano distinto del de incardinación (cfr. c. 271).
137 El § 1 se refiere a la delegación; los demás, a los supuestos de subdelega-
ción —delegación de una potestad, que a su vez se tenía delegada por una auto-
ridad superior—; y todos ellos referidos exclusivamente a la potestad ejecutiva
(cfr. c. 135, 2 y 3). Para la validez de la delegación no es necesaria la aceptación
por parte de la persona delegada.
Salvo que lo impida el derecho o la propia naturaleza del asunto, toda po-
testad ejecutiva ordinaria puede delegarse —otorgarse a una persona determina-
148 Libro I. De las normas generales
da— bien para un caso singular, bien para todos los casos de una misma índole
—delegación universal—, con lo que se entienden conferidas a la persona dele-
gada todas aquellas atribuciones necesarias para llevar a término el mandato (cfr.
c. 138).
138 Contempla este c. la amplitud en que, de cara a su ejercicio, puede actuar-
se la potestad recibida, tanto por lo relativo a su extension —ámbito material—
como a su intensidad —grado de potestad que se tiene—. Se mantiene casi lite-
ralmente la tradición del c. 200 § 1 CIC 17.
Por analogía, son de aplicación aquí las prescripciones del c. 17. La interpre-
tación lata y la estricta son dos tipos de interpretación declarativa que se encami-
nan a señalar el significado preciso de las expresiones contenidas en la misma, se-
gún se otorgue un sentido limitado o amplio a aquellos términos susceptibles de
diversos significados. A diferencia de las interpretaciones restrictiva o extensiva,
que corrigen la norma tratando de penetrar en su espíritu, las interpretaciones
declarativas deben circunscribirse siempre a los términos utilizados por el texto
legal o mandato de delegación.
139 Este c. se corresponde con el c. 204 CIC 17 y pretende dirimir los even-
tuales conflictos de competencia, tanto en supuestos de potestad ordinaria como
t. VIII. De la potestad de régimen 149
Título IX
De los oficios eclesiásticos
Capítulo I
De la provisión de un oficio eclesiástico
149-150 Contemplan estos dos cc. los requisitos subjetivos generales que debe
reunir todo candidato promovido a un oficio eclesiástico. En el c. 153 § 1 del
CIC 17 se indicaba entre ellos la necesaria condición de clérigo, requisito que el
CIC no hace suyo en iguales términos, a no ser que se trate de oficios que supon-
gan plena cura de almas —es decir, ejercicio del orden sacerdotal (cfr. cc. 521 §
1; 546)— para los que es preciso el sacerdocio (c. 150) (vid. comentario al tít.
VIII; al c. 129; y al c. 145).
Los requisitos fundamentales que debe reunir el candidato a cualquier ofi-
cio son los de comunión eclesial y los de idoneidad concreta para el oficio de que
se trate. Con el primero de ellos se subraya el que no baste la condición de bauti-
zado o la recepción del sacramento del Orden, sino que, como todo oficio tiene
por definición un fin espiritual (cfr. Presbyterorum ordinis 20), se precisa además
la comunión eclesiástica de facto. Sin embargo, nada dice el c. acerca de qué deba
entenderse por «comunión con la Iglesia», pero parece obvio que la expresión va
más lejos del puro dato negativo de no hallarse en situación jurídica de excomul-
gado. Más bien se trata de una exigencia positiva, constatable por la unión del
candidato con los legítimos pastores, por el asentimiento a su magisterio, y la
participación en los medios que realmente vivifican y congregan a la comunidad
eclesial. Para algunos oficios es necesario, además, emitir debidamente la profe-
sión de fe (cfr. c. 833).
El juicio de idoneidad que valore los requisitos debe efectuarlo en todo caso
la autoridad llamada a otorgar la colación (c. 148). La no concurrencia de los ne-
t. IX. De los oficios eclesiásticos 155
cesarios requisitos sólo invalida —y por tanto priva de efectos— la colación he-
cha, cuando estaban expresamente exigidos para la validez en las normas de dere-
cho a que remite el § 1 del c. 149. En los demás casos, la colación realizada al
margen de los requisitos es válida —produce efectos jurídicos—, pero puede ser
posteriormente rescindida por decreto o sentencia de tribunal administrativo (c.
149 § 2).
Aunque el c. 149 se refiera sobre todo al momento del nombramiento, es
indudable que el titular de un oficio debe mantener la idoneidad para el cargo
durante todo el tiempo que lo ocupa. La autoridad a que se refiere el c. 148 asu-
me el deber jurídico de garantizar la idoneidad de quien nombró, de ahí que
deba proceder a su remoción, traslado, etc. (cfr. cc. 184 ss.) si surgen causas so-
brevenidas de falta de idoneidad, o bien deberá proceder propiamente a la resci-
sión de la provisión (c. 149 § 2) cuando las razones de falta de idoneidad existían
ya antes de la colación, fueran o no conocidas.
151 El legislador no ha querido fijar un plazo general para la provisión de ofi-
cios vacantes, que el c. 155 CIC 17 establecía en seis meses. Ello no debe enten-
derse como ausencia de apremio legal para toda provisión —ne differatur se or-
dena—, sino más bien como el deseo del legislador de confiar a la prudencia de
la autoridad competente la valoración de cada circunstancia concreta; sólo por
grave causa podrá diferir la colación de oficios con cura de almas (cfr. Commu-
nicationes 14 [1982] 152); en cualquier caso, el c. 199, 6.º excluye la prescrip-
ción extintiva del derecho de provisión de oficios en los que se ejerce el orden
sagrado.
La ausencia de plazo no afecta, sin embargo, al acto de colación que debe
realizar la autoridad eclesiástica en los sistemas de provisión que no sean de cola-
ción libre, pues habrá de entenderse aplicable el c. 57 § 1 que fija el plazo de tres
meses para que la autoridad eclesiástica provea de acuerdo con la petición.
La ausencia de un plazo determinado en los oficios que se proveen por libre
colación tiene el inconveniente de obstaculizar en muchas ocasiones la suplencia
señalada en el c. 155, por la dificultad de valorar objetivamente en estas condi-
ciones una conducta negligente (vid. comentario al c. 155).
152 Aunque no ha querido añadirse a este precepto sanción alguna de nuli-
dad, por la dificultad de su aplicación, constituye uno de los motivos generales
que puede dar pie a la posterior rescisión de la colación (cfr. c. 149 § 2).
Desde el punto de vista que interesa al derecho, la incompatibilidad a que se
alude puede ser física o legal. La primera se deriva de la imposibilidad material de
cumplir simultáneamente las obligaciones concernientes a dos oficios eclesiásti-
cos. La incompatibilidad legal entre dos oficios es la que se establece en la ley.
Así, por ej., son supuestos de incompatibilidad legal los que establecen los cc.
423 § 2, 425 § 1, 478 § 2, 492 § 3, 1436 § 1.
156 Libro I. De las normas generales
Art. 1
De la libre colación
157 Nisi aliud explicite iure 157 A no ser que el derecho establezca
statuatur, Episcopi dioe- expresamente otra cosa, compete al
cesani est libera collatione pro- Obispo diocesano proveer por libre cola-
videre officiis ecclesiasticis in ción los oficios eclesiásticos en su propia
propria Ecclesia particulari. Iglesia particular.
Art. 2
De la presentación
Art. 2. De praesentatione
Se han tenido presentes en este art. los cc. 1411 y ss. CIC 17, relativos al
derecho de patronato sobre los beneficios y fundaciones, en la medida en que te-
nían algún sentido fuera del sistema beneficial y del régimen de patronato. Aun-
que, como tal, el derecho de patronato ha sido abolido (cfr. Ecclesiae Sanctae I,
18; c. 377, §5), subsiste el derecho de presentación de algunos colegios u oficios
eclesiásticos.
158 Por la ley común o derecho particular, ciertos colegios u órganos uniper-
sonales de la Iglesia gozan en ocasiones del derecho de intervenir en la provisión
de determinados oficios eclesiásticos, mediante la presentación de uno o más
candidatos a la autoridad eclesiástica competente, para que ésta los instituya (cfr.
por ej. cc. 377 § 4, 557 § 2, 682 § 1). Tal derecho da origen al sistema de provi-
sión por presentación, que se desarrolla en dos fases sucesivas: a) fase de presenta-
ción, período de tres meses — prolongable en los supuestos del c. 161—, abierto
por el derecho a partir de la vacancia del oficio, para ejercer en forma el ius prae-
sentationis ante la autoridad competente para instituir; b) fase de institución, no
sometida en el CIC a otro plazo que el general del c. 57 § 1, para que la autori-
dad competente instituya en el oficio al presentado.
La presentación puede adoptar modalidades muy diferentes según las nor-
mas particulares y estatutarias de aplicación a cada caso. Cuando el derecho de
presentación recae sobre un colegio, el sistema de provisión guarda cierta seme-
janza con el de elección por confirmación, en cuanto que la designación de can-
didato ha de realizarse según el c. 119. Existen, sin embargo, diferencias impor-
tantes entre ambos sistemas. El derecho de elección recae propiamente sobre la
designación del titular del oficio, lo que en principio vincula a la autoridad ecle-
siástica, y hace nacer cierta expectativa de derecho en el elegido (cfr. c. 178). El
derecho de presentación, en cambio, alcanza exclusivamente a la sola presenta-
ción de uno o varios sujetos, y se agota con ella, sin que de su ejercicio se derive
un especial ius ad rem en el presentado, ni quede vinculada la autoridad, sobre
todo cuando la presentación fue plural, por el derecho de presentación mismo,
sino por el mandato que hace el legislador en el c. 163.
t. IX. De los oficios eclesiásticos 159
159 Nemo invitus praesente- 159 Nadie sea presentado contra su vo-
tur; quare qui praesen- luntad; por tanto, el candidato pro-
tandus proponitur, mentem puesto puede ser presentado si, al ser
suam rogatus, nisi intra octi- consultado sobre su voluntad, no rehúsa
duum utile recuset, praesentari en el plazo de ocho días útiles.
potest.
160 § 1. Qui iure praesenta- 160 § 1. Quien tiene derecho de presen-
tionis gaudet, unum aut tación puede presentar uno o va-
etiam plures, et quidem tum rios, tanto simultáneos como sucesiva-
una simul tum successive, mente.
praesentare potest.
§ 2. Nemo potest seipsum prae- § 2 Nadie puede presentarse a sí mismo;
sentare; potest autem collegium pero un colegio o grupo de personas pue-
aut coetus personarum aliquem de presentar a uno de sus miembros.
suum sodalem praesentare.
161 § 1. Nisi aliud iure sta- 161 § 1. Si el derecho no establece otra
tuatur, potest qui aliquem cosa, quien hubiera presentado a
praesentaverit non idoneum re- uno que no fue considerado idóneo, sólo
pertum, altera tantum vice, in- puede presentar a otro en el plazo de un
tra mensem, alium candidatum mes.
praesentare.
§ 2. Si praesentatus ante insti- § 2. Si el presentado renuncia o fallece
tutionem factam, renuntiaverit antes de hacerse su institución, quien tie-
aut de vita decesserit, potest qui ne el derecho de presentación puede ejer-
iure praesentandi pollet, intra cerlo de nuevo en el plazo de un mes a
mensem ab habita renuntiatio- partir del momento en que haya recibido
nis aut mortis notitia, ius suum la noticia de la renuncia o de la muerte.
rursus exercere.
Art. 3
De la elección
para los casos sucesivos, cuando el oficio haya quedado nuevamente vacante.
Cuando han de presentarse varios candidatos, la presentación de uno o más que
se encuentren en condiciones irregulares, implica reducir indebidamente el mar-
gen discrecional que la ley concede a quien ha de instituir, y por tanto resulta
justo motivo para que éste último rechace la presentación en su conjunto.
163 Se trata de un mandato del legislador a la autoridad del c. 148, para que
instituya al candidato presentado que reúna las condiciones de idoneidad estable-
cidas en los cc. 149 y ss. y las que en el derecho se refieran en concreto a ese ofi-
cio (cfr. comentario al c. 158 sobre el alcance del derecho de presentación). La
autoridad competente debe manifestar siempre de modo expreso este juicio de
idoneidad; tanto si es positivo como si es negativo (cfr. c. 57 § 3). Sin embargo,
si incumple esta obligación y no se pronuncia, a los efectos del eventual recurso,
y en aplicación del silencio administrativo negativo (c. 57 § 2), se entiende dene-
gada la institución. Podría suceder también que la autoridad competente tuviera
razones reservadas para dudar de la idoneidad del presentado. Tal vez por ello se
ha silenciado aquí la posibilidad de recurso contra la denegación, que para el de-
recho de patronato establecía el c. 1465 § 1 CIC 17. Sin embargo, la posibilidad
de recurrir contra la denegación no queda completamente cerrada pues, aunque
se trata de un acto administrativo no reglado, parece que podría impugnarse el
decreto de denegación si los motivos en que se funda (cfr. c. 51) se tuvieran por
falsos o injustos (cfr. c. 1737 § 1).
Art. 3. De electione
164 Las prescripciones de este art. 3 son de aplicación general a todo tipo de
elecciones canónicas, pero tienen carácter subsidiario cuando el derecho particu-
t. IX. De los oficios eclesiásticos 161
165 Nisi aliud iure aut legimis 165 A menos que el derecho o los es-
collegii vel coetus statutis tatutos legítimos del colegio o gru-
cautum sit, si cui collegio aut po prevean otra cosa, si un colegio o gru-
coetui personarum sit ius eli- po tiene derecho de elegir para un oficio,
gendi ad officium, electio ne no debe diferir la elección más allá de un
differatur ultra trimestre utile
computandum ab habita notitia trimestre útil, a contar del día en que se
vacationis officii; quo termino tuvo noticia de la vacación del oficio;
inutiliter elapso, auctoritas ec- transcurrido inútilmente ese plazo, la au-
clesiastica, cui ius confirman- toridad eclesiástica a quien compete el
dae electionis vel ius providendi derecho de confirmar la elección, o, sub-
succesive competit, officio va- sidiariamente, de proveer, proveerá libre-
canti libere provideat. mente el oficio vacante.
166 § 1. Collegii aut coetus 166 § 1. El presidente del colegio o del
praeses convocet omnes grupo debe convocar a todos sus
ad collegium aut ad coetum miembros; y la convocatoria, cuando
pertinentes; convocatio autem, deba ser personal, será válida si se hace
quando personalis esse debet, en el lugar del domicilio, cuasidomicilio
valet, si fiat in loco domicilii vel o residencia.
quasi-domicilii aut in loco com-
morationis.
lar o los legítimos estatutos (cfr. c. 94) o reglamentos (cfr. c. 95) establezcan ex-
presamente otra cosa. La elección de Romano Pontífice es un caso especial de
elección constitutiva (cfr. c. 332 § 1).
En defecto de normas particulares, las prescripciones que este art. establece
para el cuerpo electoral sirven para la convocatoria y constitución de los órganos
colectivos (cfr. c. 127 § 1), y también para las tareas de sufragio y escrutinio en
decisiones que deban adoptarse mediante el principio jurídico de colegialidad
(cfr. c. 119).
165 El plazo de tres meses pone término al ejercicio del derecho de elección, y
determina a la vez el momento a partir del cual la autoridad eclesiástica compe-
tente resolverá libremente la provisión del oficio, mediante el sistema supletorio
de libre colación. Como sucede en el derecho de presentación (cfr. c. 162), la de-
cadencia del derecho a elegir no impide el ejercicio de ese derecho en ocasiones
sucesivas, cuando el oficio haya quedado nuevamente vacante.
Este plazo de tres meses no afecta a la provisión de oficios que por derecho
particular tengan establecido un plazo superior. En cambio, si el derecho particu-
lar marcase para la elección un plazo inferior, en virtud de este c. parece que la
suplencia sólo podrá ejercitarse una vez transcurrido el trimestre, y durante ese
tiempo cabría realizar la elección, quedando a salvo el eventual derecho a impug-
nar por infracción de la norma estatutaria.
166 Al presidente del cuerpo electoral, o a quien legítimamente haga sus veces,
cumple el deber de convocar a quienes pueden participar con derecho de sufra-
gio en la elección. La convocatoria cabe hacerla por procedimientos diversos: por
edicto publicado en el boletín oficial de la corporación; por comunicación perso-
nal, por escrito, etc. En cualquier caso, serán los estatutos quienes deberán esta-
blecer el concreto procedimiento a seguir en la convocatoria. La convocatoria ha
de ser comunicada a todos aquellos que gozan de derecho de sufragio, señalando
el lugar, fecha y hora de elección. El defecto de forma en la convocatoria sólo
162 Libro I. De las normas generales
anula ipso iure la elección si a la vez se dan las dos condiciones del § 3. Ese defec-
to de forma se convalida, si de hecho asisten todos los electores.
167 Si los estatutos no señalan quorum especial para la constitución del cole-
gio electoral, se entenderá constituido éste si se hallan presentes la mayoría de los
que deberían ser convocados (cfr. c. 119, 1.º), es decir, al menos la mitad más
uno de sus miembros. Salvo expresa disposición contraria de los estatutos no se
admiten los votos indicados en el § 1. En cambio, hace falta una expresa disposi-
ción contraria de los estatutos para que no se admita el voto de los indicados en
el § 2.
168 La prohibición sólo afecta a los electores con doble título personal para
elegir, en razón, por ejemplo, de que acumulen dos oficios, o gocen de cualquier
doble condición, cada una de las cuales les faculta para emitir sufragio. En cam-
bio, el precepto no afecta en principio a aquellos supuestos en que, permitiéndo-
t. IX. De los oficios eclesiásticos 163
169 Ut valida sit electio, nemo 169 Para que la elección sea válida, nin-
ad suffragium admitti pot- guna persona ajena al colegio o
est, qui ad collegium vel coetum grupo puede ser admitida a votar.
non pertineat.
170 Electio, cuius libertas quo- 170 La elección cuya libertad se haya
quo modo reapse impedi- impedido por cualquier causa es in-
ta fuerit, ipso iure invalida est. válida de propio derecho.
171 § 1. Inhabiles sunt ad suf- 171 § 1. Son inhábiles para votar:
fragium ferendum:
1.º incapax actus humani; 1.º el incapaz de actos humanos;
2.º carens voce activa; 2.º quien carece de voz activa;
3.º poena excommunicationis 3.º el sujeto a pena de excomunión im-
innodatus sive per sententiam
iudicialem sive per decretum puesta por sentencia judicial o por decre-
quo poena irrogatur vel decla- to condenatorio o declaratorio;
ratur; 4.º el que se ha apartado notoriamente de
4.º qui ab Ecclesiae communio- la comunión de la Iglesia.
ne notorie defecit. § 2. Si es admitido alguno de los antedi-
§ 2. Si quis ex praedictis admit- chos, su voto es nulo, pero la elección
tatur, eius suffragium est nul- vale, a no ser que conste que, prescin-
lum, sed electio valet, nisi con- diendo de él, el elegido no habría obteni-
stet, eo, dempto, electum non do el numero necesario de votos.
rettulisse requisitum suffragio-
rum numerum.
lo expresamente los estatutos (cfr. c. 167 § 1), un elector haya recibido delega-
ción de voto de uno o más electores ausentes, ya que ese voto no se emite en
nombre propio.
169-170 Ambos cánones tienen valor universal, y se refieren a la validez de la
elección en su conjunto, mientras que los cc. 171-173 afectan a las condiciones
de validez de cada voto o sufragio singular.
Admitir el voto de quien no pertenece de derecho al cuerpo electoral es de
por sí causa de invalidez de la elección. No quiere esto decir que esté prohibida la
presencia en el acto de personas ajenas al cuerpo electoral (vid. por ej. c. 625
§ 2), por más que en ocasiones pueda ello ejercer cierto influjo en el desarrollo de
la elección. Lo que ha de salvaguardarse en cualquier caso es la libertad de la elec-
ción, pues de lo contrario es el propio derecho quien la invalida. En este sentido,
el c. 170 amplía dicha invalidez a cualquier tipo de intromisión y no sólo a las
que pudieran provenir de la presencia de laicos, como sancionaba el c. 166 CIC
17. Sobre la libertad requerida, cfr. c. 172 § 1, 1.º.
171 Cada una de estas circunstancias tienen la eficacia jurídica de anular el
voto emitido por el elector, y no sólo de hacerlo ilícito. La validez de toda la elec-
ción, sin embargo, sólo se ve comprometida si existe certeza de que el número de
votos nulos eventualmente emitidos han sido determinantes del resultado de la
elección. Por tanto, los meros indicios no son suficientes para la nulidad de la
elección, pues el c. exige que exista constancia del hecho (vid. Communicationes
14 [1982] 152).
164 Libro I. De las normas generales
172 Son requisitos de validez de cada sufragio singular los siguientes: a) liber-
tad en el elector, y por tanto ausencia de dolo, o miedo o coacción causados in-
justamente para obligar a elegir a un determinado candidato, o a excluir a algu-
no. Aunque el voto emitido tenga en un principio apariencia de validez (cfr. c.
124 § 2), es anulable si se impugna (cfr. c. 125 § 2); b) carácter secreto, de forma
que en cada voto quede oculta la identidad de quien lo emitió; c) cierto, es decir,
que no induzca a duda alguna sobre la voluntad del elector; d) absoluto: en el
voto no es válido poner condiciones al candidato por el que se opta. Sentido dis-
tinto tiene el § 2 que hace ineficaces las enventuales condiciones que antes de la
elección se hubiesen puesto, bien en forma general —a cualquiera que resultara
elegido—, bien a un concreto candidato; e) determinado: debe señalarse a una
persona concreta, no indistintamente a varias o cualquiera de las pertenecientes a
un colectivo.
Algunos de estos requisitos son inmediatamente verificables, y provocarán
la declaración de nulidad de los votos correspondientes en el mismo acto del es-
crutinio. Además, habrán de tenerse en cuenta los cc. 124 y ss. relativos a la vali-
dez de los actos jurídicos en general.
Se ha suprimido la prohibición de otorgarse el voto a sí mismo, que bajo
sanción de invalidez contenía el c. 170 CIC 17. Se trata de una cuestión odiosa
de difícil investigación y prueba, que para la elección del Romano Pontífice fue
ya abolida en el M.P. Summi Pontificis electio de Juan XXIII, de 5.XI.1962 (AAS
54 [1962] 632-640).
173 El sistema de escrutinio es el modo ordinario de efectuar una elección,
pues, aunque teóricamente cabría admitir otros procedimientos —de palabra,
por ejemplo, o a mano alzada—, no es fácil que en ellos puedan observarse las
condiciones de validez del c. 172. El CIC establece en este c. las fases-tipo que
deben seguirse en el procedimiento de elección: a) designación de escrutadores, si
no vinieran designados ya por el derecho particular o los estatutos. Su misión es
la de asistir al presidente en la realización de las tareas materiales de la elección:
recogida de votos, verificación, recuento, etc.; b) votación individual y secreta. Es
preciso que se efectúe con inmediatez, de forma que no se postergue la recogida
t. IX. De los oficios eclesiásticos 165
de algún voto; c) recogida y examen de los votos, sobre todo a efectos de verificar lo
indicado en los cc. 172 § 1, 2.º; y 173 § 3; d) recuento de los votos obtenidos por
cada candidato, una vez concluida la recogida de papeletas. Ordinariamente esta
labor habrá de ser pública, y realizarse a viva voz, a fin de que quede fuera de
duda la actuación de los escrutadores; e) proclamación por el presidente del resul-
tado de la elección, y del nombre del elegido (c. 176). Para los casos de empate
en el número de votos obtenidos por varios candidatos, o de ineficacia del escru-
tinio, por no haber logrado ninguno el necesario número de votos, téngase en
cuenta lo indicado en el c. 119, 1.º El procedimiento se cierra con el levanta-
miento de la correspondiente acta de elección (§ 4), y con la comunicación de su
resultado al elegido, si no estuviera presente (c. 177 § 1).
174-175 Este sistema extraordinario de elección consiste en la designación de
un número restringido de personas, pertenecientes o no al cuerpo electoral, a las
que éste transfiere el derecho de sufragio para que lleven a término la elección. La
ley no determina causa alguna para poder emplear este sistema.
Para adoptar este sistema el derecho impone, al menos, dos condiciones: a)
que no lo prohíba expresamente el derecho particular o estatutario; b) que todos
los miembros del colegio presten unánimemente y por escrito su consentimiento
166 Libro I. De las normas generales
a este modo de elección. Sin embargo, para la validez no es preciso que la unani-
midad recaiga sobre la identidad personal de los compromisarios, si se mantiene
a pesar de ello la unanimidad en el sistema de elección.
A los compromisarios no se les transfiere el derecho de elección, sino el de
sufragio, y sólo ad casum: para una sola elección. Por ello, cabe imponerles condi-
ciones a su actuación (cc. 174 § 3, 175, 2.º); cabe revocarles la delegación (c. 175,
1.º); no pueden postular, salvo autorización expresa de los electores (c. 180), y la
ley impone la devolución del derecho de sufragio al cuerpo electoral caso de elec-
ción nula (c. 175, 3.º), o de incumplimiento de las condiciones (c. 175, 2.º).
176 La proclamación consiste en la pública manifestación del resultado final
de la elección. Es un acto más de la actividad electoral, y su eficacia jurídica se li-
mita a poner término al procedimiento. No afecta directamente a la provisión del
oficio, que en cuanto tal está relacionada con actos posteriores de aceptación (c.
178) y confirmación (c. 179); ni siquiera da origen a derechos en el elegido, que
nacen sólo a partir de la aceptación (c. 178).
177 En el término perentorio de ocho días útiles (cfr. c. 201 § 2), tres son las
posturas que por derecho común puede adoptar el elegido: a) aceptar la elec-
t. IX. De los oficios eclesiásticos 167
ción, con los efectos jurídicos señalados en el c. 178; b) renunciar, con lo que se
pierde cualquier derecho que tenga por base la elección (cfr. § 2); y c) el silen-
cio, en cuyo caso la elección se tiene también por ineficaz, ya que a los ocho
días se produce la decadencia del derecho a aceptar. En el segundo y tercer su-
puesto se dispone del plazo de un mes, para efectuar de nuevo la elección. El
CIC no señala límite al número de elecciones que por estos motivos puedan rea-
lizarse.
178-179 Los efectos jurídicos de la aceptación son distintos según el tipo de
elección de que se trate: a) si la elección es colativa o constitutiva, la aceptación
confiere pleno iure el oficio, de no existir obstáculo legal; b) si se trata de una
elección no colativa, sería necesaria la posterior intervención de la autoridad ecle-
siástica competente confirmando al elegido y confiriéndole el oficio (c. 179 § 1).
La elección colativa es, según las respectivas constituciones, la regla general esta-
blecida por la Santa Sede para la designación de los Superiores generales de los
institutos religiosos (cfr. c. 625 § 1), y también está presente en la designación
del Sumo Pontífice (c. 332 § 1) y del administrador diocesano (c. 427 § 2). En
cambio, la designación por vía electiva del oficio episcopal de las estructuras je-
rárquicas comunitarias, cuando así esté legalmente establecido, sigue siempre el
criterio señalado en el c. 377 § 1 de la elección no colativa que requiere confir-
mación por parte del Sumo Pontífice.
En las elecciones no colativas, aunque el elegido no obtenga pleno iure el
oficio con la aceptación, adquiere sin embargo un ius ad rem. Tal derecho no le
autoriza todavía para intervenir en la administración espiritual o temporal del
cargo pero, en cambio, sí le da título para perseguir personalmente la obten-
ción del oficio: a él toca solicitar en plazo la confirmación de la elección (c.
179).
168 Libro I. De las normas generales
Art. 4
De la postulación
Art. 4. De postulatione
180 La postulación es una variante de la elección, para aquellos casos en que,
no obstaculizándolo el derecho, la elección recaiga por amplia mayoría (cfr. c.
181 § 1) en un candidato en quien concurre algún impedimento canónico que la
autoridad competente suele habitualmente dispensar. Allí donde el derecho no lo
impida expresamente, el derecho de postular es siempre concurrente con el de
elegir, por lo que no se trata de un mecanismo de provisión autónomo, sino sub-
sidiario del de elección.
Dentro de una misma elección puede suceder que los votos de los electores
se repartan entre distintos candidatos, alguno de los cuales adolezca de impedi-
mento. A este respecto, la CPI, en Respuestas de 1.VII.1922 (AAS 14 [1922]
406), indicó que si ninguno de los candidatos alcanzase en las dos primeras vota-
t. IX. De los oficios eclesiásticos 169
ciones (cfr. c. 119, 1.º) el número suficiente de votos —para ser postulado se re-
quieren las dos terceras partes de los votos, mientras que para elegir a quien no
tiene impedimento basta la mayoría absoluta—, en el tercer escrutinio quedaría
elegido quien libre de impedimento obtuviera la mayoría relativa, excluido siem-
pre el postulado que no llegase a los dos tercios de los votos.
181 En la redacción del § 2 se ha mantenido la tradición canónica del c. 180
§ 2 CIC 17. Con este aparente formalismo se pretende asegurar que los electores
son conscientes de los obstáculos que concurren en el candidato. De este modo,
el voto de postulación contiene una doble manifestación de voluntad: la de elegir
un candidato, y la de solicitar la dispensa del impedimento.
182 En el plazo de ocho días, el presidente del colegio debe transmitir la pos-
tulación a la autoridad competente para admitirla, que será distinta según los ca-
sos: a) tratándose de elecciones no colativas, la autoridad competente será la del
c. 148, tanto si ella misma tiene las necesarias facultades de dispensa, como si no;
en cuyo caso, y a los solos efectos de la dispensa, dará traslado de la solicitud a
quien pueda dispensar; b) si la elección era colativa, el presidente del colegio tras-
ladará directamente la postulación a la autoridad eclesiástica con facultades para
dispensar.
En la hipótesis de que la autoridad competente para admitir la postulación
no tuviera facultades de dispensa, se presenta un caso de concurrencia de com-
petencia sobre los dos distintos aspectos contenidos en la postulación: la confir-
mación de la elección y la dispensa. En tal caso, para que la postulación sea efi-
170 Libro I. De las normas generales
Capítulo II
De la pérdida del oficio eclesiástico
Art. 1
De la renuncia
187 El que se halla en su sano juicio 187 Quisquis sui compos pot-
puede, con causa justa, renunciar a est officio ecclesiastico ius-
un oficio eclesiástico. ta de causa renuntiare.
Los oficios vicarios, en los que se ejerce una potestad ordinaria vicaria de ca-
rácter general (cfr. c. 131 § 2, así como su comentario) quedan vacantes ispo iure,
al cesar quien los confirió (respecto de la Curia Romana, vid. art. 6 de la Const.
Ap. Pastor Bonus). En ocasiones puede ocurrir que, sin perderse la titularidad del
oficio, el derecho impida o prohíba el ejercicio de las funciones que le son pro-
pias (cfr. por ej. cc. 1331 § 1, 3.º; 1333 § 1). Si el derecho impide el ejercicio, los
actos que se realicen son nulos si se está en el supuesto del c. 10.
Ha de ser comunicada la pérdida del oficio por ejemplo, a quienes tienen
derecho de presentación o de elección sobre él, y a quienes, a tenor del c. 153 §
2, hubieran sido legítimamente designados para desempeñarlo.
185 El título de «dimisionario» o «emérito» es meramente honorífico, y no
confiere atribución jurídica alguna sobre el oficio.
186 El cumplimiento del término o de la edad prefijada carecen, por sí mis-
mos, de la eficacia jurídica suficiente para producir la pérdida del oficio: han de
considerarse únicamente como motivos para que la autoridad competente pro-
ceda a la remoción (vid. en concreto el art. 5 § 2 de la Const. Ap. Pastor Bonus,
por lo que se refiere a los Prefectos de Dicasterio). Por ello, en tanto la autoridad
eclesiástica no notifique en forma la pérdida del oficio, se entiende prorrogado
tácitamente su ejercicio pleno iure. Sobre la edad límite para el desempeño de dis-
tintos oficios vid. cc. 354; 401 § 1; 538 § 3.
Art. 1. De renuntiatione
187 Se trata de un derecho que el CIC reconoce al titular de cualquier oficio,
y que el derecho particular no puede limitar. Su alcance, sin embargo, se reduce
t. IX. De los oficios eclesiásticos 173
188 Renuntiatio ex metu gra- 188 Es nula en virtud del derecho mis-
vi, iniuste incusso, dolo mo la renuncia hecha por miedo
vel errore substantiali aut si- grave injustamente provocado, dolo,
moniace facta, ipso iure irrita error substancial o simonía.
est.
189 § 1. Renuntiatio, ut vale- 189 § 1. Para que valga la renuncia, re-
at, sive acceptatione eget quiérase o no su aceptación, ha de
sive non, auctoritati fieri debet presentarse, por escrito o de palabra ante
cui provisio ad officium de dos testigos, a la autoridad a quien co-
quo agitur pertinet, et quidem rresponde conferir el oficio de que se tra-
scripto vel oretenus coram duo-
bus testibus. te.
§ 2. Auctoritas renuntiationem § 2. La autoridad no debe aceptar la re-
iusta et proportionata causa nuncia que no esté fundada en una causa
non innixam ne acceptet. justa y proporcionada.
§ 3. Renuntiatio quae accepta- § 3. No produce efecto alguno la renun-
tione indiget, nisi intra tres cia que necesita aceptación, si no es
menses acceptetur, omni vi ca- aceptada en el plazo de tres meses; la que
ret; quae acceptatione non indi- no necesita aceptación produce su efecto
get effectum sortitur communi- mediante la notificación del renunciante,
catione renuntiantis ad nor- hecha según norma del derecho.
mam iuris facta.
§ 4. Renuntiatio, quamdiu ef- § 4. Mientras la renuncia no haya produ-
fectum sortita non fuerit, a re- cido efecto, puede ser revocada por el re-
nuntiante revocari potest; ef- nunciante; una vez que lo ha producido,
fectu secuto revocari nequit, no puede revocarse, pero quien renunció
sed qui renuntiavit officium puede conseguir el oficio por otro título.
alio ex titulo consequi potest.
Art. 2
Del traslado
190 § 1. El traslado sólo puede hacerlo 190 § 1. Translatio ab eo tan-
quien tiene derecho a conferir tanto tum fieri potest, qui ius
el oficio que se pierde como el que se en- habet providendi officio quod
comienda. amittitur et simul officio quod
committitur.
§ 2. Sí el traslado se hace contra la volun- § 2. Si translatio fiat invito offi-
tad del titular del oficio, se requiere causa cii titulari, gravis requiritur
grave y, quedando en pie el derecho a ex- causa et, firmo semper iure ra-
poner las razones contrarias, debe obser- tiones contrarias exponendi,
varse el procedimiento establecido por el servetur modus procedendi iu-
derecho. re praescriptus.
§ 3. Para que el traslado produzca efecto, § 3. Translatio, ut effectum sor-
ha de intimarse por escrito. tiatur, scripto intimanda est.
Art. 2. De translatione
190-191 La traslación es un tipo de provisión canónica en la que, implícita o
explícitamente, se contiene la remoción del oficio que hasta entonces se ocupaba.
La disciplina codicial considera el traslado más por lo que tiene de remoción que
por lo que tiene de provisión, con la intención de atender a la tutela de los dere-
chos subjetivos del sujeto pasivo (cfr. c. 190 §§ 2 y 3) y a la estabilidad en el desem-
peño de los oficios. Para su eficacia jurídica, debe efectuarse por escrito —simple
notificación o decreto, según los casos—, de la autoridad eclesiástica competente
para proveer uno y otro oficio. Al tratarse de un tipo especial de provisión, ha-
brán de observarse los cc. del cap. I de este tít.
Según la postura que adopte el interesado habrá de ser diversa la intensidad
de la causa motiva del traslado, y el procedimiento de traslación. En los traslados
voluntarios bastará cualquier causa justa o motivo de conveniencia, y se resolverá
inmediatamente por notificación escrita. Si el interesado se resiste al cambio hará
falta una causa grave, valorada por la autoridad eclesiástica, en el curso de un
procedimiento administrativo —análogo al regulado en los cc. 1748-1752 para
el traslado de párrocos— que conceda audiencia al interesado y concluya en un
decreto formal.
La toma de posesión del nuevo oficio provoca la vacación de derecho del
primero. Pero sí el trasladado se niega a tomar posesión, concluido el plazo con-
cedido para ello en el decreto de traslación, la autoridad eclesiástica deberá decla-
rar vacante el primer oficio (por analogía con el c. 1751 § 2).
t. IX. De los oficios eclesiásticos 175
Art. 3
De la remoción
Art. 3. De amotione
192 Remoción es la pérdida del oficio eclesiástico establecida por decreto de la
autoridad competente, o por la propia ley en casos taxativos. Es diversa de la tras-
lación, en cuanto que no implica la colación de un nuevo oficio; también se dis-
tingue de la privación, en que no necesariamente tiene carácter de sanción penal.
Tratándose de religiosos que ocupan un oficio diocesano, tanto el Obispo de la
diócesis como el superior competente de ese religioso, puede removerlo del ofi-
cio, incluso sin el consentimiento del otro, bastando la simple notificación (c.
682 § 2).
Si la remoción no es ipso iure, el ordenamiento canónico protege los even-
tuales derechos adquiridos, cuando, por ej., el oficio eclesiástico estaba conferido
sobre la base de un contrato. Sin embargo, este tipo de responsabilidades con-
tractuales podrían también plantearse en la esfera del derecho civil, por lo que
habrán de tomarse las cautelas que se indicaron en el comentario a la rúbrica de
este cap., al objeto de impedir que en el fuero civil puedan admitirse reclamacio-
nes abusivas al amparo de legislaciones o líneas jurisprudenciales que no reconoz-
can legitimidad rescisoria de los contratos a las causas canónicas de remoción del
oficio.
193 El tratamiento jurídico de la remoción depende de la estabilidad temporal
con que fue conferido el oficio. En principio, debe presumirse que el oficio se
confiere por tiempo indefinido (cfr. por ej. c. 522), a no ser que la propia ley o el
escrito de colación establezcan una duración determinada, o bien sometan de
modo expreso su determinación a la voluntad discrecional de la autoridad ecle-
siástica (cfr. por ej. cc. 477 § 1, 485). Además, en algunas ocasiones, el derecho
exige que antes de la remoción se dé audiencia a determinados órganos de go-
bierno (cfr. por ej. cc. 485, 494 §2).
176 Libro I. De las normas generales
§ 2. Lo mismo vale para que pueda ser § 2. Idem valet, ut quis ab offi-
removido, antes del plazo prefijado, el cio, quod alicui ad tempus de-
que recibió un oficio por tiempo determi- terminatum confertur, ante hoc
nado, sin perjuicio de lo establecido en el tempus elapsum amoveri pos-
c. 624 § 3. sit, firmo praescripto can. 624,
§ 3.
§ 3. Puede ser removido, por causa justa § 3. Ab officio quod, secundum
a juicio de la autoridad competente, aquel iuris praescripta, alicui confer-
a quien, según las prescripciones del de- tur ad prudentem discretionem
recho, se ha conferido un oficio por un auctoritatis competentis, potest
tiempo que queda a la prudente discre- quis iusta ex causa, de iudicio
ción de la autoridad. eiusdem auctoritatis, amoveri.
§ 4. Para que produzca efecto el decreto § 4. Decretum amotionis, ut ef-
de remoción, deberá intimarse por escri- fectum sortiatur, scripto inti-
to. mandum est.
Salvo que el oficio eclesiástico haya sido conferido por tiempo discrecional,
la remoción ha de basarse en causa grave, y seguir un procedimiento administra-
tivo de instrucción, que para la remoción de párrocos está señalado en los cc.
1740-1747. Causa grave, suficiente para la remoción del oficio es, por ej., cual-
quiera de las recogidas en el c. 1741, o sus análogas, basadas en razones discipli-
nares o de bien común (cfr. c. 253 § 3 sobre remoción de profesores de semina-
rio). La notificación escrita del decreto de remoción es condición jurídica para
que ésta surta sus efectos dentro del derecho (cfr. c. 54 § 2).
194 Remoción ipso iure es la decretada por el propio derecho en los casos taxa-
tivamente determinados en el § 1. Todos ellos requieren, sin embargo, algún gra-
do de intervención de la autoridad eclesiástica para que la remoción tenga plena
eficacia jurídica. En el supuesto 1.º es preciso que se decrete la pérdida del estado
clerical (cfr. cc. 290, 1336 § 1, 5.º) para que, como efecto reflejo, se produzca
ipso iure la remoción del oficio. En los casos 2.º y 3.º, el acto de la autoridad ecle-
siástica es declarativo, y se hace necesario, no para provocar la vacación de dere-
cho del oficio, sino para que pueda exigirse jurídicamente la remoción (también
a los efectos del c. 1381 § 2), y consiguientemente pueda llevarse a cabo la cola-
ción del oficio a un nuevo titular (cfr. c. 154).
t. X. De la prescripción 177
Art. 4
De la privación
Título X
De la prescripción
197 Praescriptionem, tamquam 197 La Iglesia recibe, tal como está re-
modum iuris subiectivi ac- gulada en la legislación civil de la
195 Refleja el texto la voluntad del Decr. Presbyterorum ordinis 20, que recor-
daba a los Obispos su obligación de establecer normas para proveer a la honesta
sustentación de quienes hubieran desempeñado algún cargo en servicio del Pue-
blo de Dios. Por ello, esta norma debe aplicarse también a otras vías de pérdida
del oficio eclesiástico —renuncia, cumplimiento de la edad—, si bien queda
igualmente clara la voluntad del legislador de no hacerla extensible —en cuanto
obligación jurídica— a aquellos supuestos de remoción —la producida ipso iure
y, por razones análogas, probablemente tampoco a la privación penal—, que fue-
ron consecuencia de una conducta antijurídica o contraria al bien común.
Art. 4. De privatione
196 Privación es la pérdida de un oficio eclesiástico impuesta judicial o admi-
nistrativamente al término de un proceso o procedimiento criminal, como pena
por la comisión de un delito (cfr. c. 1336 § 1, 2.º). Constituye, por tanto, un
tipo especial de remoción, sometida en su eficacia y límites a la ley penal.
Titulus X. De praescriptione
(E. Molano)
197 Desde el derecho romano clásico la prescripción es uno de los modos de
adquirir o perder derechos y de librarse de obligaciones o cargas, si se cumplen
178 Libro I. De las normas generales
3.º iura et obligationes quae spi- 3.º los derechos y obligaciones que se re-
ritualem christifidelium vitam fieren directamente a la vida espiritual de
directe respiciunt. los fieles;
4.º fines certi et indubii cir- 4.º los límites ciertos e indudables de las
cumscriptionum ecclesiastica- circunscripciones eclesiásticas;
rum;
5.º stipes et onera Missarum; 5.º los estipendios y cargas de Misas;
6.º provisio officii ecclesiastici 6.º la provisión de un oficio eclesiástico
quod ad normam iuris exerci- que, por derecho, requiere el ejercicio del
tium ordinis sacri requirit; orden sagrado;
7.º ius visitationis et obligatio 7.º el derecho de visita y el deber de obe-
oboedientiae, ita ut christifide- diencia, cuya prescripción haría que los
les a nulla auctoritate ecclesia- fieles no pudieran ya ser visitados por
stica visitari possint et nulli ninguna autoridad eclesiástica, ni queda-
auctoritati iam subsint. sen sometidos a autoridad alguna.
Título XI
Del cómputo del tiempo
200 Nisi aliud expresse iure 200 A no ser que el derecho disponga
caveatur, tempus suppu- expresamente otra cosa, el tiempo
tetur ad normam canonum qui debe computarse de acuerdo con los cá-
sequuntur. nones que siguen.
una especial relación con ellas; piénsese, por ejemplo, en la obligación de asisten-
cia a la misa dominical o en el derecho a cambiar de confesor.
Respecto al apartado 7), la doctrina considera que la prescripción puede
ejercerse para trasladar el derecho de visita de una autoridad eclesiástica a otra,
pero no para liberarse totalmente de ese derecho de visita, ni del sometimiento a
la autoridad eclesiástica competente.
que el día comienza a partir de la media noche. Tomando el día como unidad, se
cuentan las demás partes del tiempo (semanas, meses y años), que tienen un
cómputo legal, a no ser que se hayan de tomar como están en el calendario: éste
es el caso para contar los meses y años cuando el tiempo es continuo (§ 2).
Finalmente, el c. 203 establece dos principios generales para computar los
plazos de tiempo: el dies a quo no se computa en principio dentro del plazo, a no
ser que éste coincida exactamente con el comienzo del día (§ 1); por el contrario,
el dies ad quem sí se computa dentro del plazo, el cual acabará cuando se cumpla
el último día del plazo establecido (§ 2).
LIBRO II
DEL PUEBLO DE DIOS
PARTE I
DE LOS FIELES CRISTIANOS
hechos partícipes a su modo por esta ra- populum Dei sunt constituti, at-
zón de la función sacerdotal, profética y que hac ratione muneris Chri-
real de Cristo, cada uno según su propia sti sacerdotalis, prophetici et re-
condición, son llamados a desempeñar la galis suo modo participes facti,
misión que Dios encomendó cumplir a la secundum, propriam cuiusque
Iglesia en el mundo. condicionem, ad missionem exer-
cendam vocantur, quam Deus
§ 2. Esta Iglesia, constituida y ordenada Ecclesiae in mundo adimplen-
como sociedad en este mundo, subsiste dam concredidit.
en la Iglesia católica, gobernada por el § 2. Haec Ecclesia, in hoc mun-
sucesor de Pedro y por los Obispos en do ut societas constituta et ordi-
comunión con él. nata, subsistit in Ecclesia catho-
lica, a succesore Petri et Episco-
pis in eius communione guber-
nata.
204 En virtud del principio de igualdad, todos los que pertenecen al Pueblo de
Dios reciben un mismo nombre, el de fieles (fieles cristianos o christifideles), y to-
dos gozan igualmente de una condición común, que se llama el estatuto jurídico
del fiel, al cual se refiere el Código. El sacramento que constituye a un hombre en
fiel es el Bautismo; y el estatuto jurídico del fiel está formado por el conjunto de
derechos y deberes que se fundan en la participación en Cristo que el carácter
bautismal comporta. El estatuto jurídico del fiel contiene derechos, capacidades
y deberes, pero no poderes, pues la participación del fiel en la triple misión —sa-
cerdotal, profética y real— de Cristo no es jerárquica. Los fieles poseen el sacer-
docio común, en cuya virtud «asisten a la oblación de la eucaristía, y lo ejercen en
la recepción de los sacramentos, en la oración y la acción de gracias, con el testi-
monio de una vida santa, con la abnegación y caridad operante» (Lumen gentium
10); por su misión profética, dan testimonio de la fe, ejercen el apostolado perso-
nal no jerárquico y defienden y extienden la doctrina de la Iglesia; por su función
real, santifican todas las realidades terrestres, siendo como fermento en la masa y
recapitulando todo en Cristo. Según su propia condición, todos los fieles son
miembros activos de la Iglesia, contribuyendo positivamente al enriquecimiento
espiritual del Cuerpo místico y a la extensión del Reino de Dios; a la vez todos
son sujetos pasivos, en cuanto están destinados por el carácter bautismal, a reci-
bir aquellas cosas que pertenecen al culto divino y los medios sobreabundantes
para su salvación y santificación.
El conjunto de derechos y deberes que nacen de la condición de fiel, como
exigencias jurídicas del carácter bautismal y, por tanto, en virtud del derecho di-
vino, reciben el nombre de derechos y deberes fundamentales del fiel y son los que
constituyen el núcleo básico del estatuto jurídico de los fieles. Los titulares de los
derechos fundamentales son todos y cada uno de los fieles, y se tienen, tanto res-
pecto de los demás fieles como ante la organización jerárquica. Los principales
deberes y derechos fundamentales, así como otros que propiamente no son dere-
chos fundamentales, vienen recogidos en los cc. 208 ss.
Respecto de la condición de fiel no hay ninguna distinción entre varón y
mujer: la mujer tiene todos los derechos de los fieles al igual que el varón. La or-
denación sagrada no es un derecho de los fieles, pues su regulación responde a
una específica voluntad de Cristo y exige, a la vez, vocación divina y libre llama-
miento de la Jerarquía; por eso, que sólo los varones sean sujetos para la válida
ordenación no constituye ninguna discriminación de derechos respecto de las
Parte I. De los fieles cristianos 183
este mismo deseo, así como también por expetunt, ideoque hoc ipso voto,
la vida de fe, esperanza y caridad que lle- sicut et vita fidei, spei et carita-
van, están unidos a la Iglesia, que los aco- tis quam agunt, coniunguntur
ge ya como suyos. cum Ecclesia, quae eos iam ut
suos fovet.
§ 2. La Iglesia presta especial atención a
los catecúmenos y, a la vez que los invita § 2. Catechumenorum specia-
lem curam habet Ecclesia quae,
a llevar una vida evangélica y los inicia dum eos ad vitam ducendam
en la celebración de los ritos sagrados, evangelicam invitat eosque ad
les concede ya algunas prerrogativas pro- sacros ritus celebrandos intro-
pias de los cristianos. ducit, eisdem varias iam largi-
tur praerogativas, quae chri-
stianorum sunt propriae.
207 § 1. Por institución divina, entre los 207 § 1. Ex divina institutio-
fieles hay en la Iglesia ministros sa- ne, inter christifideles sunt
grados, que en el derecho se denominan in Ecclesia ministri sacri, qui in
también clérigos; los demás se denomi- iure et clerici vocantur; ceteri
nan laicos. autem et laici nuncupantur.
son fieles, aunque separados, el gentil está fuera de la Iglesia (cfr. 1 Cor 5,12). En
cuanto están fuera, reciben la gracia auxiliadora que les mueve a acercarse a la
Iglesia, y cuando cumplen las condiciones señaladas en este c. —que recoge la
doctrina teológica común y la práctica habitual de la Iglesia—, se llaman catecú-
menos. Los catecúmenos son gentiles que desean incorporarse a la Iglesia y se
preparan para ello.
Se adquiere la condición de catecúmeno por la manifestación de la voluntad
(expetunt) de incorporarse a la Iglesia, sin necesidad de acto formal de recepción
(hoc ipso voto). Aunque los catecúmenos todavía no son fieles, se incorporan de
manera no plena ni firme a la comunidad eclesiástica (coniungutur cum Ecclesia,
quae eos iam ut suos fovet), y pueden participar en actividades propias de los cris-
tianos, pero no en aquellas que son exclusivas de éstos.
207 La constitución jerárquica de la Iglesia no se limita a una organización de
poderes de gobierno y administración, sino que en su raíz comporta una partici-
pación específica —con diferencia esencial y no sólo de grado (Lumen gentium
10)— en el sacerdocio de Cristo. El sacerdocio jerárquico es un poder sacramen-
tal sobre el Cuerpo de Cristo, del que deriva el poder sobre el Cuerpo Místico de
Cristo; esto es, el triple poder de santificar, regir y enseñar a los fieles. El sacerdo-
cio jerárquico es participación de un poder divino, que sólo por un acto divino
puede otorgarse: su causa es el sacramento del Orden; el cual produce el carácter
sacramental, que contiene en su raíz las funciones o munera jerárquicos. Este sa-
cramento tiene tres grados: episcopado, presbiterado y diaconado. De estos tres
grados, los dos primeros otorgan el sacerdocio jerárquico, pero no el tercero, que
constituye el grado inferior de la jerarquía y que sólo destina a ministerios rela-
cionados con los otros dos grados (cfr. Lumen gentium 29). Obispos, presbíteros
y diáconos no son susceptibles de ser englobados en una categoría o tipo común
por razón de sus poderes y funciones, pero sí en relación a los aspectos funda-
mentales de su estatuto personal. En efecto, el sacramento del Orden: a) produce
en ellos una consagración personal, que los hace personas sagradas en virtud de su
especial destinación al culto divino y de su condición —en los que son sacerdo-
tes— de personas que obran in Persona Christi Capitis cuando ejercen su sacer-
Parte I. De los fieles cristianos 185
§ 2. Ex utraque hac parte ha- § 2. En estos dos grupos hay fieles que,
bentur christifideles, qui pro- por la profesión de los consejos evangéli-
fessione consiliorum evangeli- cos mediante votos u otros vínculos sa-
corum per vota aut alia sacra li- grados, reconocidos y sancionados por la
gamina, ab Ecclesia agnita et Iglesia, se consagran a Dios según la ma-
sancita, suo peculiari modo Deo nera peculiar que les es propia y contri-
consecrantur et Ecclesiae mis-
sioni salvificae prosunt; quo- buyen a la misión salvífica de la Iglesia;
rum status, licet ad hierarchi- su estado, aunque no afecta a la estructu-
cam Ecclesiae structuram non ra jerárquica de la Iglesia, pertenece, sin
spectet, ad eius tamen vitam et embargo, a la vida y santidad de la mis-
sanctitatem pertinet. ma.
docio jerárquico; b) destina a los negotia ecclesiastica, de modo que quienes lo han
recibido deben apartarse, al menos en gran parte, de los negotia saecularia; c)
comporta un estilo de vida. Aparece así un estatuto personal de los ordenados,
los cuales tienen una condición de vida regulada por el derecho canónico, en
cuya virtud forman un tipo de fieles, que reciben el nombre de ministros sagrados
o clérigos y su conjunto se llama clero o clerecía.
Por contraste con los clérigos, el resto de los fieles han recibido, ya en los
primeros siglos, el nombre de laicos (no seglares, traducción tan desafortunada
como incorrecta). En este sentido, el término laico tiene un significado negativo,
ya que designa el no clérigo; lo cual no quiere decir que los laicos —los no orde-
nados— tengan una posición negativa en la Iglesia, ya que son fieles, con todos
los derechos, capacidades y deberes del estatuto jurídico del fiel; este sentido de
laico no connota otra cosa que la ausencia de ordenación sagrada. Al no tener
ningún elemento positivo de especificación, el laico en este sentido no forma
ningún tipo específico de fiel, sino que equivale al que es fiel, sin otra circunstan-
cia especificativa.
El párrafo segundo de este c. resume casi literalmente varios pasajes de los
nn. 43 y 44 de la Const. Lumen gentium, describiendo unos fieles cuya nota co-
mún es la profesión de los consejos evangélicos por votos u otros vínculos sagra-
dos (juramento, promesa, etc.). Más adelante el Código habla de los institutos de
vida consagrada, diciendo que la profesión de los consejos evangélicos es una for-
ma estable de vida (c. 573); de estos institutos unos son religiosos y otros no lo
son (institutos seculares). En todo caso, hay formas de vida consagrada que cam-
bian la condición clerical o laical de quienes la viven, pues el c. 711 dice que los
miembros de los institutos seculares no cambian su condición canónica, clerical
o laical. Es claro que esta condición canónica, clerical o laical, que en unos insti-
tutos de vida consagrada no cambia y en otros sí, no se refiere a la distinción clé-
rigos-laicos que dimana del sacramento del Orden, ya que los efectos sacramen-
tales son idénticos para todos los ordenados. Ha de referirse a la forma de vida
(forma estable de vida), o más específicamente, a tipos de fieles caracterizados
por su estatuto canónico personal. Nos aparece así la tripartición clérigos secula-
res, religiosos y laicos, los cuales se distinguen por su condición canónica.
Los laicos de la tripartición no son ni clérigos ni religiosos; el tipo de fiel así
designado no coincide con los laicos antes señalados, ya que el criterio de divi-
sión no es, en la tripartición, el sacramento del Orden, sino la condición canóni-
ca. Aquí laico designa al simple fiel secular (laicus saecularis, saecularis o seglar, se-
gún las fuentes a partir del s. IV). Así como los clérigos seculares se dedican a los
negotia ecclesiastica y los religiosos se caracterizan por la separatio a mundo según
186 Libro II. Del pueblo de Dios
Título I
De las obligaciones y derechos de todos los fieles
la índole propia de su instituto (c. 607 § 3), los laicos o seglares tienen como
nota distintiva de su condición de vida la dedicación a los negotia saecularia. Al
dedicarse a los asuntos eclesiásticos (hombres de Iglesia) o al separarse del mun-
do, los clérigos y los religiosos tienen su condición o forma de vida reglada por el
derecho canónico; no así los laicos o seglares, los cuales tienen una condición de
vida secular, no regulada canónicamente, sino por las leyes y usos sociales de la
sociedad civil. El derecho canónico no se cuida —ni le compete, pues es cosa del
derecho estatal y de los usos sociales civiles— de la condición de vida de los lai-
cos, sino sólo de que reciban la Palabra de Dios y los sacramentos, se formen cris-
tianamente y alcancen la santidad.
En resumen, mientras la bipartición tiene por criterio de división la recep-
ción del sacramento del Orden y su fundamento es la constitución jerárquica, la
tripartición tiene por criterio de división la condición de vida y por fundamento
la diversa posición jurídica del fiel respecto de la Iglesia y del mundo.
dos a respetarlos haya igualdad, pues sólo entre iguales puede haber perfectas rela-
ciones de justicia. Entre desiguales en lugar de justicia hay relaciones de piedad.
El principio de igualdad radical significa que, por el Bautismo, todos los
que lo han recibido son igualmente fieles (no se es menos o más fiel por recibir el
sacramento del Orden o un oficio eclesiástico) y los derechos tienen en todos la
misma fuerza y exigibilidad: la que corresponde a lo justo. Así, por ej., no es más
exigible el deber de obediencia a la Jerarquía que el respeto de un derecho funda-
mental. Es tan justo (ni más ni menos) y tan derecho la obediencia del fiel a la Je-
rarquía como el respeto de la Jerarquía hacia los derechos del fiel.
Todos los fieles son iguales en dignidad. Por dignidad hay que entender el
ser sujeto de derecho y la llamada u ordenación al fin sobrenatural. Que los fieles
son todos iguales en cuanto fieles significa, pues, igualdad en la exigibilidad del
derecho —según acabamos de ver—, e igual vocación a la santidad o unión con
Dios por el amor, que es el fin sobrenatural de todos los hombres (vid. comenta-
rio a la rúbrica del Libro II). Asímismo todos los fieles son iguales en cuanto tie-
nen unos mismos derechos y deberes: los fundamentales, o sea los que dimanan
de la condición de fiel. Fuera de estos derechos y deberes, no todos tienen los
mismos, pues, junto al principio de igualdad radical, existe el de variedad. Los cc.
210 y 211 son reiteración ampliada del c. 208.
210 El deber enunciado no es un deber jurídico más allá de lo que pide la jus-
ticia legal (cumplir las leyes de la Iglesia), en lo que se refiere a la participación de
los sacramentos y demás medios salvíficos.
211 El derecho enunciado es, según hemos visto, verdaderamente jurídico: un
derecho fundamental. En cambio, el deber es moral; sólo es jurídico el deber de
los padres cristianos (también tutores, padrinos, etc.) de educar a sus hijos en la fe.
188 Libro II. Del pueblo de Dios
215 Integrum est christifideli- 215 Los fieles tienen derecho a fundar y
bus, ut libere condant at- dirigir libremente asociaciones pa-
que moderentur consociationes ra fines de caridad o piedad, o para fo-
ad fines caritatis vel pietatis, mentar la vocación cristiana en el mundo;
aut ad vocationem christianam
in mundo fovendam, utque con- y también a reunirse para procurar en co-
ventus habeant ad eosdem fines mún esos mismos fines.
in communi persequendos.
216 Christifideles cuncti, quip- 216 Todos los fieles, puesto que parti-
pe qui Ecclesiae missio- cipan en la misión de la Iglesia, tie-
las necesidades de los fieles, de manera que todos puedan gozar de estos auxilios
según su propia vocación. En cambio, no engendra obligación de justicia entre
todos los fieles y todos los ministros sagrados; el derecho y el correlativo deber de
justicia entre unos fieles y un ministro sagrado se originará por la adscripción de
éste a un oficio, a una comunidad eclesial o por cualquiera de los diversos modos
de organización del clero y el pueblo cristiano. También hay deber de justicia
cuando, dada una situación, el derecho de los fieles sólo puede satisfacerse por un
ministro sagrado determinado.
Constituyen un abuso contra este derecho las prácticas que retrasan indebi-
damente la recepción de los sacramentos, obligan a recibirlos de formas no deter-
minadas por el derecho, etc., esto es, las prácticas pastorales que transforman en
obligatorios modos a los que el derecho no obliga o impiden el ejercicio confor-
me a derecho (por ej., retrasar los bautismos más allá de lo establecido en el c.
867 § 1, etc.).
214 Recoge el derecho al propio rito —que obliga a constituir estructuras pas-
torales de los distintos ritos allí donde haya el suficiente número de personas de
ese rito— y el derecho a la propia espiritualidad. Cfr. cc. 111 y 112.
215 Dos derechos distintos se encuentran enunciados en este c.: el de asociación
y el de reunión. El de asociación comprende: fundar asociaciones, inscribirse en las
existentes y la autonomía estatutaria y de gobierno de las asociaciones (cfr. Apostoli-
cam actuositatem 19). En cuanto a sus fines, son aquellos que corresponden a la vo-
cación de fiel, excluyendo —por su propia índole— tanto los que atañen a meras
cuestiones temporales (cuyo objeto es un derecho natural, no un derecho funda-
mental del fiel) como los que se refieren a las actividades específicas de la Jerarquía.
El estatuto de estas asociaciones puede ser civil o canónico (cfr. cc. 298 y ss.).
216 Una variante del derecho de asociación es el de promover empresas apostó-
licas (por ej.: editoriales, dispensarios, centros educativos, emisoras de radio televi-
190 Libro II. Del pueblo de Dios
sión, etc.). Este derecho incluye el de fundarlas, participar en las existentes, libertad
estatutaria y de gobierno, etc. Para llevar el nombre de católicas se necesita el per-
miso de la competente autoridad eclesiástica, el cual no es preciso para no llevarlo
(cfr. Apostolicam actuositatem 24). Respecto de las escuelas católicas, cfr. c. 803.
217 Se habla en este c. del derecho a la formación cristiana dentro de la Iglesia,
o sea, ante la Jerarquía eclesiástica y las instituciones docentes eclesiales. El dere-
cho ante el Estado o las instituciones docentes civiles no entra dentro de este dere-
cho, sino que es un aspecto del derecho natural de libertad religiosa en conexión
con el derecho natural a la educación y a la cultura. Correlativo al derecho del fiel
aquí enunciado es el deber de la Jerarquía y de las instituciones docentes católicas
de ofrecer los medios para que cada fiel pueda alcanzar la mayor formación posi-
ble. De este derecho es un aspecto el derecho de los fieles —sin discriminación
ninguna por razón de estado, sexo o cualquier otra condición— a estudiar ciencias
sagradas, tanto en su grado medio, como al más alto nivel (universitario).
218 Se trata del derecho de libertad de investigación y de manifestar sus resul-
tados; sus titulares son quienes se dedican al estudio de las ciencias sagradas. Pru-
denter quiere decir que el derecho debe ejercitarse según los modos propios de la
honradez científica: no dar como inconcusas conclusiones que no están suficien-
temente demostradas, no presentar como tesis lo que no pasa de ser una hipóte-
sis, etc.; asimismo incluye el deber de usar sólo los medios propios de la investi-
gación científica (revistas especializadas, Congresos científicos, etc.) para emitir
opiniones que, lanzadas a la opinión pública o emitidas en el ejercicio de la fun-
P. I. t. I. De las obligaciones y derechos de todos los fieles 191
ción docente, pueden ser causa de confusión o de escándalo. Iusta o justa sirve
aquí para resaltar que este derecho no es absoluto, y evitar interpretaciones exce-
sivas, pues en sentido estricto todo derecho o libertad fundamental es justo, esto
es, se limita a lo justo; lo injusto no es nunca derecho.
La reverencia debida al magisterio constituye un límite infranqueable, ya
que el deber de obediencia al magisterio es un deber fundamental, que limita el
derecho de los fieles. Allí donde hay deber de obediencia, la libertad debe ejercer-
se en el sentido marcado por la autoridad. En el caso del derecho que nos ocupa,
esto quiere decir que el ámbito de libertad es sólo el campo de lo opinable; res-
pecto de las proposiciones doctrinales fijadas autoritativamente por el magisterio
no hay libertad de opinión. En la Iglesia, uno de cuyos vínculos de comunión es
la fe, el derecho a tener y expresar públicamente opiniones propias se ciñe estric-
tamente a lo opinable; en lo demás, la opinión propia y separada se transforma
—si es pertinaz— en herejía o desobediencia, las cuales no pueden estar ampara-
das por ningún derecho fundamental.
219 El derecho a la elección de estado es, en realidad, más que inmunidad de
coacción. Así, por ej., el ius connubii (o derecho a casarse) no comporta sólo el no
verse obligado a casarse si no se quiere, o a casarse con quien no se desea, o a no
casarse con quien se quiere; comporta también el casarse, de modo que si el ma-
trimonio se impide sin coacción pero con injusticia —por ejemplo, con impedi-
mentos injustos— también se lesiona el ius connubii. Igualmente ocurre con los
demás estados de vida. Quizás el c. se limita a hablar de inmunidad de coacción
para evitar que se interprete este c. en el sentido de que el fiel tiene un derecho
fundamental a ser admitido a las sagradas órdenes o en este o aquel instituto de
vida consagrada; es verdad que este derecho no existe, pero por ello el derecho a
la elección de estado no se reduce a una inmunidad de coacción: tampoco el ius
connubii da derecho a casarse con la persona elegida si ésta no quiere. En otras
palabras, este derecho se limita a la libertad de decisión personal, sin obligar a
que acepten la elección quienes han de dar su consentimiento en caso de ser ne-
cesario para que esa elección alcance su fin.
220 Hay que tener en cuenta que este deber, que ciertamente existe y corres-
ponde a un derecho del hombre —el derecho a la buena fama— no procede del
Bautismo, sino de la ley natural. El deber y el derecho son humanos, naturales. El
c. dice «ilegítimamente» (illegitime), porque es lícito en moral y en derecho des-
cubrir defectos, pecados o delitos de las personas —quebrantando su buena
fama, al menos en algún aspecto— cuando está en juego un bien superior de las
personas, de la sociedad y de la Iglesia. Asimismo es lícito incoar acciones pena-
les —cuando existe el derecho a tal acción y se ejercita rectamente—, aunque la
acción penal conlleve la publicidad. Van contra ese derecho la calumnia, la de-
tracción, la injuria, la murmuración, la susurración, etc.
192 Libro II. Del pueblo de Dios
Título II
De las obligaciones y derechos de los fieles laicos
224 Christifideles laici, prae- 224 Los fieles laicos, además de las
ter eas obligationes et iu- obligaciones y derechos que son
ra, quae cunctis christifidelibus comunes a todos los fieles cristianos y de
sunt commnunia et ea quae in los que se establecen en otros cánones,
aliis canonibus statuuntur, obli-
gationibus tenentur et iuribus tienen las obligaciones y derechos que se
gaudent quae in canonibus enumeran en los cánones de este título.
huius tituli recensentur.
225 § 1. Laici, quippe qui uti 225 § 1. Puesto que, en virtud del bau-
omnes christifideles ad tismo y de la confirmación, los lai-
apostolatum a Deo per bapti- cos, como todos los demás fieles, están
smum et confirmationem depu-
tentur, generali obligatione te- destinados por Dios al apostolado, tienen
nentur et iure gaudent, sive sin- la obligación general, y gozan del dere-
guli sive in consociationibus cho, tanto personal como asociadamente,
coniuncti, allaborandi ut divi- de trabajar para que el mensaje divino de
mites parecen establecerse en el bien común y los derechos de los demás. Se trata
de una norma general que tiene excepciones. Así como la libertad religiosa no
tiene como límite el bien común sino el orden público, así hay derechos enuncia-
dos en los cc. precedentes cuyo límite no puede situarse en el bien común, como
es el caso de la elección de estado, o el de protección judicial de los derechos, o el
derecho a la buena fama.
salvación sea conocido y recibido por to- num salutis nuntium ab univer-
dos los hombres en todo el mundo; obli- sis hominibus ubique terrarum
gación que les apremia todavía más en cognoscatur et accipiatur; quae
aquellas circunstancias en las que sólo a obligatio eo vel magis urget iis
través de ellos pueden los hombres oír el in adiunctis, in quibus nonnisi
Evangelio y conocer a Jesucristo. per ipsos Evangelium audire et
Christum cognoscere homines
§ 2. Tienen también el deber peculiar, possunt.
cada uno según su propia condición, de § 2. Hoc etiam peculiari ad-
impregnar y perfeccionar el orden tempo- stringuntur officio, unusquis-
ral con el espíritu evangélico, y dar así que quidem secundum pro-
testimonio de Cristo, especialmente en la priam condicionem, ut rerum
realización de esas mismas cosas tempo- temporalium ordinem spiritu
rales y en el ejercicio de las tareas secula- evangelico imbuant atque perfi-
res. ciant, et ita specialiter in iisdem
rebus gerendis atque in mune-
ribus saecularibus exercendis
Christi testimonium reddant.
226 § 1. Quienes, según su propia voca- 226 § 1. Qui in statu coniugali
ción, viven en el estado matrimo- vivunt, iuxta propriam
nial, tienen el peculiar deber de trabajar vocationem, peculiari officio te-
en la edificación del pueblo de Dios a tra- nentur per matrimonium et fa-
vés del matrimonio y de la familia. miliam ad aedificationem po-
puli Dei allaborandi.
227 Ius est christifidelibus lai- 227 Los fieles laicos tienen derecho a
cis, ut ipsis agnoscatur ea que se les reconozca en los asuntos
in rebus civitatis terrenae li- terrenos aquella libertad que compete a
bertas, quae omnibus civibus todos los ciudadanos; sin embargo, al
competit; eadem tamen liberta- usar de esa libertad, han de cuidar de que
te utentes, curent ut suae actio- sus acciones estén inspiradas por el espí-
nes spiritu evangelico imbuan-
tur, et ad doctrinam attendant ritu evangélico, y han de prestar atención
ab Ecclesiae magisterio propo- a la doctrina propuesta por el magisterio
sitam, caventes tamen ne in de la Iglesia, evitando a la vez presentar
quaestionibus opinabilibus pro- como doctrina de la Iglesia su propio cri-
priam sententiam uti doctri- terio, en materias opinables.
nam Ecclesiae proponant.
extiende a la fe en la que los padres son los primeros educadores; el amor conyu-
gal, al enriquecerse con la caridad, da a la mutua ayuda una dimensión sobrena-
tural, etc. Puede hablarse así de la familia cristiana, como semilla de nuevos cris-
tianos, y célula base de una sociedad cristiana. Asimismo, la familia, a través de la
red de relaciones familiares y sociales en las que se inserta constituye un foco de
irradiación cristiana.
El deber de que habla el § 1 del c. 226, no es jurídico, sino moral. Jurídica-
mente la dimensión religiosa de la familia se enmarca en una triple libertad: li-
bertad de los padres en cuanto a la generación y educación de los hijos respecto a
la Jerarquía eclesiástica; igual derecho y libertad ante el Estado y la sociedad civil;
y libertad de los hijos y de los cónyuges entre sí respecto de su vida religiosa. Lo
que hay son deberes morales, derechos mutuos y derechos de libertad frente a
terceros.
227 La posición jurídica del laico ante la sociedad eclesiástica y la sociedad ci-
vil está configurada por dos derechos fundamentales: el derecho de libertad reli-
giosa ante la sociedad civil, y el derecho de libertad en materias temporales ante
la sociedad eclesiástica. En materia religiosa el Estado es incompetente, y en ma-
terias temporales lo es la Iglesia. El bautizado es laico en la esfera canónica, y ciu-
dadano en la esfera civil. Por eso, «los fieles han de aprender diligentemente a dis-
tinguir entre los derechos y obligaciones que les corresponden por su pertenencia
a la Iglesia y aquellos otros que les competen como miembros de la sociedad hu-
mana» (Lumen gentium 36).
Hay, sin embargo, un punto de confluencia: las materias temporales tienen
una dimensión moral y sobre ellas recae la ley de Dios (ley natural principalmen-
te, y algunos aspectos de la ley divino-positiva). Los cristianos «en cualquier
asunto temporal, deben guiarse por la conciencia cristiana, ya que ninguna acti-
vidad humana, ni siquiera en el orden temporal, puede sustraerse al imperio de
Dios» (Lumen gentium 36). Es más, los laicos «están obligados a cristianizar el
mundo» (Gaudium et spes 43). La estructura jerárquica de la Iglesia interviene,
196 Libro II. Del pueblo de Dios
228 § 1. Los laicos que sean considera- 228 § 1. Laici qui idonei repe-
dos idóneos tienen capacidad de ser riantur, sunt habiles ut a
llamados por los sagrados Pastores para sacris Pastoribus ab illa officia
aquellos oficios eclesiásticos y encargos ecclesiastica et munera assu-
que pueden cumplir según las prescrip- mantur, quibus ipsi secundum
ciones del derecho. iuris praescripta fungi valent.
§ 2. Laici debita scientia, pru-
§ 2. Los laicos que se distinguen por su dentia et honestate praestantes,
ciencia, prudencia e integridad tienen ca- habiles sunt tamquam periti
pacidad para ayudar como peritos y conse- aut consiliarii, etiam in consiliis
jeros a los Pastores de la Iglesia, también ad normam iuris, ad Ecclesiae
formando parte de consejos, conforme a la Pastoribus adiutorium prae-
norma del derecho. bendum.
229 § 1. Para que puedan vivir según la 229 § 1. Laici, ut secundum
doctrina cristiana, proclamarla, de- doctrinam christianam vi-
fenderla cuando sea necesario y ejercer la vere valeant, eandemque et ipsi
pues, en lo temporal a través del magisterio sobre la fe y las reglas morales que ri-
gen las conductas humanas, y otorgando al fiel los medios necesarios para su san-
tificación. No es, pues, una intervención en la búsqueda de soluciones concretas
a los problemas temporales, lo cual es propio de la sociedad civil y de los ciuda-
danos; es una influencia espiritual y moral. Respecto de la organización, desen-
volvimiento y desarrollo de la vida temporal, rige el principio de incompetencia
de la Iglesia y el de la libertad de los laicos.
De la doctrina de la Iglesia se deducen ciertos principios generales para la
organización de la sociedad civil —la ley de Dios—, pero de estos principios ge-
nerales no se deducen teorías científicas, profesionales o políticas completas, las
cuales son libremente elaboradas o asumidas por los laicos, de modo que «a nadie
le está permitido reivindicar en exclusiva a favor de su parecer la autoridad de la
Iglesia» (Gaudium et spes 43).
El derecho que enuncia el c. 227 es de trascendencia tan grande como el de-
recho de libertad religiosa respecto del Estado. Ambos derechos, y no sólo el de
libertad religiosa, son base imprescindible para la recta regulación de las relacio-
nes entre la sociedad civil y la Iglesia. Y en lo que atañe a las relaciones entre los
órganos eclesiásticos y los fieles laicos, es de importancia fundamental el de la li-
bertad en lo temporal. Cuando este derecho no se respeta, aparecen las distintas
formas de clericalismo, o sea la intervención de los clérigos en los asuntos tempo-
rales, asumiendo liderazgos que no les competen; el clericalismo es un atentado a
la libertad de los laicos y un abuso de las funciones clericales, debiendo los cléri-
gos limitarse a los negotia ecclesiastica.
228 Con precisión utiliza este canon la expresión habiles sunt, en sus dos párra-
fos, pues no se trata de derechos, sino de capacidades. Sólo un desviado «demo-
cratismo», contrario a la constitución divina de la Iglesia, puede entender estas
capacidades como derechos fundamentales. El límite de estas capacidades está
determinado por el sacramento del Orden: los laicos no son capaces para aque-
llos oficios y funciones que exijan algún grado del sacramento del Orden como
requisito de validez de los actos que se hayan de realizar.
229 Desarrolla este c. el derecho de los laicos a recibir formación doctrinal, in-
cluida la de más alto nivel, así como el derecho a enseñar ciencias sagradas. Aun-
que el § 3 utiliza la expresión habiles sunt, hay que tener en cuenta que es un de-
P. I. t. II. De las obligaciones y derechos de los fieles laicos 197
enuntiare atque, si opus sit, de- parte que les corresponde en el apostola-
fendere possint, utque in aposto- do, los laicos tienen el deber y el derecho
latu exercendo partem suam ha- de adquirir conocimiento de esa doctrina,
bere queant, obligatione tenen- de acuerdo con la capacidad y condición
tur et iure gaudent acquirendi de cada uno.
eiusdem doctrinae cognitionem,
propriae uniuscuiusque capaci- § 2. Tienen también el derecho a adquirir
tati et condicioni aptatam. el conocimiento más profundo de las
§ 2. Iure quoque, gaudent ple- ciencias sagradas que se imparte en las
niorem illam in scientiis sacris universidades o facultades eclesiásticas o
acquirendi cognitionem, quae en los institutos de ciencias religiosas,
in ecclesiasticis universitatibus asistiendo a sus clases y obteniendo gra-
facultatibusve aut in institutis dos académicos.
scientiarum religiosarum tra- § 3. Ateniéndose a las prescripciones es-
duntur, ibidem lectiones fre-
quentando et gradus academi- tablecidas sobre la idoneidad necesaria,
cos consequendo. también tienen capacidad de recibir de la
legítima autoridad eclesiástica mandato
§ 3. Item, servatis praescriptis de enseñar ciencias sagradas.
quoad idoneitatem requisitam
statutis, habiles sunt ad manda-
tum docendi scientias sacras a
legitima auctoritate, ecclesiasti-
ca recipiendum.
230* § 1. Viri laici, qui aetate 230* § 1. Los varones laicos que ten-
dotibusque pollent Epi- gan la edad y condiciones deter-
scoporum conferentiae decreto minadas por decreto de la Conferencia
statutis, per ritum liturgicum Episcopal, pueden ser llamados para el
praescriptum ad ministeria lec- ministerio estable de lector y acólito, me-
toris, et acolythi stabiliter assu- diante el rito litúrgico prescrito; sin em-
mi possunt; quae tamen mini-
steriorum collatio eisdem ius bargo, la colación de esos ministerios no
non confert ad sustentationem les da derecho a ser sustentados o remu-
remunerationemve ab Ecclesia nerados por la Iglesia.
praestandam. § 2. Por encargo temporal, los laicos pue-
§ 2. Laici ex temporanea depu- den desempeñar la función de lector en
tatione in actionibus liturgicis las ceremonias litúrgicas; así mismo, to-
munus lectoris implere possunt; dos los laicos pueden desempeñar las
item omnes laici muneribus funciones de comentador, cantor y otras,
commentatoris, cantoris aliisve a tenor de la norma del derecho.
ad normam iuris fungi possunt.
recho fundamental, y no una simple capacidad; por lo demás, para enseñar cien-
cias sagradas sólo se requiere la misión canónica cuando la enseñanza está reco-
nocida en orden a la obtención de grados académicos con efectos canónicos. Al
igual que en los cánones anteriores, los laicos de que aquí se trata son tanto los
varones como las mujeres.
230 Mientras el § 1 se limita a los varones, los § § 2 y 3 incluyen indistinta-
mente varones y mujeres. El § 3 requiere para la licitud el caso de necesidad y la
carencia de clérigos. Si no se dan conjuntamente ambas circunstancias, la inter-
vención de los laicos constituye un acto gravemente ilícito. Acerca del § 2, vid.
la interpretación auténtica promulgada el 15.III.1994 (AAS 86 [1994] 541-
542). Cfr. Instr. Ecclesiae de mysterio, de 15.VIII.1997 (AAS 89 [1997] 852-
857).
198 Libro II. Del pueblo de Dios
231 Los laicos de los que aquí se habla son aquellos a los que se refiere el Decr.
Apostolicam actuositatem 22. Se trata de laicos que se dedican con exclusividad, de
modo permanente o por un tiempo señalado, a misiones eclesiales o a obras
apostólicas, vgr. médicos que colaboran con las misiones, dirigentes de asociacio-
nes o instituciones apostólicas que se dedican a tiempo completo a ellas, etc. El
rasgo distintivo de estos laicos es que su dedicación es una entrega —de sentido
sobrenatural— al apostolado y a la Iglesia. La regulación de los derechos y debe-
res mutuos de estos laicos y de las instituciones u obras a las que se dedican per-
tenece al derecho canónico a través de los estatutos de estas instituciones u obras,
de los contratos entre unos y otras y, en último término, de las leyes canónicas. El
c. 231 precisa algo más la norma genérica contenida en el Decr. Apostolicam ac-
tuositatem 22. El inciso servatis quoque iuris civilis praescriptis señala que, al esta-
blecer los instrumentos y los medios para asegurar la sustentación y la previsión
social de estos laicos, se usen los medios y los instrumentos que prevea el derecho
del Estado para darles eficacia civil y, por tanto, plena seguridad y validez.
Se excluyen de este c. los laicos que de modo estable o eventual prestan, a tí-
tulo meramente profesional o laboral, sus servicios a entidades eclesiásticas u
obras apostólicas (asalariados y contratos de servicio); las relaciones con estos lai-
cos son meramente profesionales y se rigen por el derecho estatal.
P. I. t. III. De los ministros sagrados o clérigos 199
Título III
De los ministros sagrados o clérigos
Capítulo I
De la formación de los clérigos
232 Ecclesiae officium est at- 232 La Iglesia tiene el deber, y el de-
que ius proprium et ex- recho propio y exclusivo, de for-
clusivum eos instituendi, qui ad mar a aquellos que se destinan a los mi-
ministeria sacra deputantur. nisterios sagrados.
tólica del principio general sentado en el Concilio Vaticano II acerca del «derecho
que asiste a las comunidades religiosas a no ser impedidas por medios legales o por
la acción administrativa de la potestad civil en la elección, formación, nombramien-
to y traslado de sus propios ministros (...)» (Dignitatis humanae 4). La novedad res-
pecto al c. 1352 del CIC 17 estriba en que, a la par que se proclama el derecho, tam-
bién se reconoce el deber que compete a la Iglesia de formar a sus futuros sacerdotes.
233 El c. es una síntesis de lo que el n. 2 del Decr. Optatam totius establece en
orden al fomento más intenso de las vocaciones sacerdotales. Tras señalar el deber
que incumbe a toda la comunidad cristiana, la norma precisa que esta responsa-
bilidad afecta de modo especial a las familias cristianas, a los educadores, a los sa-
cerdotes principalmente párrocos y, de modo aún más especial y directo, a los
Obispos cuyo deber abarca obviamente un mayor campo de actuación, como el
de alentar y apoyar las obras nacidas para el fomento de las vocaciones. Tal es el
caso, por ejemplo, de la Obra Pontificia de las vocaciones sacerdotales que creó
Pío XII con el M.P. Cum nobis, de 4.XI.1941 (AAS 33 [1941] 479), y a la que,
entre otros, se refería el n. 2 del Decr. Optatam totius. Respecto al cultivo y for-
mación de las vocaciones de adultos, vid. Documento de la S.C. para la Ense-
ñanza Católica de 14.VII.1976 (Prot. n. 4/76).
234 El Concilio de Trento, al crear el seminario como institución necesaria
para la formación del clero, no distingue entre seminario mayor y menor. Pero en
P. I. t. III. De los ministros sagrados o clérigos 201
según se trate de candidatos jóvenes o de varones de edad madura. Pero para en-
tender el alcance preciso del c., resulta muy conveniente recoger aquí sintética-
mente la disciplina sobre el restablecimiento del diaconado permanente que lle-
vó a cabo el M.P. Sacrum diaconatus ordinem de 18.VI.1967 (AAS 59 [1967]
697-704), y que complementó el M.P. Ad Pascendum de 15.VIII.1972 (AAS 64
[1972] 534-540), cumpliendo el deseo del Concilio manifestado en la Const.
Lumen gentium 28, y en el Decr. Ad gentes 16.
Téngase en cuenta, en primer lugar, que el restablecimiento del diaconado
permanente no fue previsto como una necesidad para toda la Iglesia latina, y que,
en consecuencia, al órgano competente para restablecerlo incumbe ante todo juz-
gar sobre su conveniencia u oportunidad para un lugar determinado. Esta auto-
ridad competente es la Conferencia Episcopal, aunque su decisión necesita ser
aprobada por el Sumo Pontífice.
Ya el propio Concilio consideró una doble modalidad de diáconos perma-
nentes: la de jóvenes idóneos (célibes), y hombres maduros (incluso casados). Se-
gún una u otra modalidad es diferente el régimen canónico. Los jóvenes, a los
efectos del diaconado permanente, son los comprendidos entre 25 y 35 años. Es-
tán obligados a la ley del celibato y para su formación se exige un mínimo de tres
años y ha de realizarse en un colegio peculiar, es decir destinado a esta función
formativa. Los llamados varones maduros o de edad madura son los que han
cumplido 35 años, y pueden ser célibes o casados. Si son célibes, una vez ordena-
dos, contraen el impedimento de orden sagrado (c. 1087). Vid. cc. 1031 y 1037.
Respecto al candidato casado: 1.º Se requiere el consentimiento de su mujer,
así como buenas costumbres y dotes peculiares de ésta, que no obstaculicen o me-
noscaben el ministerio de su marido. 2.º En el caso de quedar viudos, están tam-
bién incursos en el impedimento dirimente de orden sagrado para contraer un
nuevo matrimonio. Así lo establecía el M.P. Sacrum diaconatus ordinem 16, y el
M.P. Adpascendum VI. Y así lo establece ya definitivamente el c. 1087. 3.º Respec-
to a su formación, aunque es aconsejable que sea la misma que la de los jóvenes,
no es necesario que sea formado en un colegio peculiar. Pero en todo caso, habrá
de ser la Conferencia Episcopal la que establezca las normas más adecuadas al res-
pecto. Para la formación, así como para el estatuto de los diáconos permanentes (c.
288), veanse los documentos de las Congregaciones para la Educación Católica y
para el Clero: Ratio fundamentalis institutionis diaconorum permanentium, y Direc-
torium pro ministerio et vita diaconorum permanentium (AAS 90 [1998] 835-926).
204 Libro II. Del pueblo de Dios
239 El c. enumera las distintas personas que han de regir la vida del seminario
en todos sus aspectos, desde los materiales hasta los espirituales. Destaca, entre
todas, la figura del Rector cuyo estatuto jurídico, por otra parte, apenas se esboza
en la legislación universal debiéndose, en consecuencia, detallar más sus funcio-
nes, sus facultades, sus derechos y obligaciones en la legislación particular, en es-
pecial en el reglamento de cada seminario, como desarrollo de los cc. 260-261.
También es de destacar la figura del director espiritual, cuya existencia es
obligatoria en todo seminario, sin menoscabo de la libertad que asiste a los semi-
naristas de acceder a otros sacerdotes elegidos ad hoc por el Obispo. Esta última
cláusula, de algún modo restrictiva de la libertad, que se introdujo tardíamente
en los esquemas de revisión, está tomada del n. 55 de la Ratio fundamentalis, de
1970 y obedece al criterio de facilitar el control del Obispo sobre la formación de
los seminaristas, al tiempo que es un instrumento tendente a evitar, por un lado,
la anarquía en la formación espiritual, y por otro, el riesgo de que sea impartida
por sacerdotes no idóneos o perjudiciales para tan importante misión. En cual-
quier caso, tampoco deberá olvidarse la libertad para elegir el director espiritual
que el c. 246 § 4 otorga a los alumnos (vid. Exh. Ap. Pastores dabo vobis, n. 68).
En el § 3 se ha optado por dejar a los estatutos de cada seminario la regula-
ción de los llamados coetus deputatorum (vid. c. 1359 CIC 17), con la novedad
de que también representantes de los alumnos del seminario puedan formar par-
te de dichas comisiones. Es de notar asimismo que el texto del c. sólo se refiere a
un posible coetus que asista al Rector en el cuidado de la disciplina, omitiendo
toda referencia al que en el CIC 17 estaba constituido para la administración de
los bienes materiales.
206 Libro II. Del pueblo de Dios
normas codiciales, que son normas básicas, y por la Ratio fundamentalis o normas
con eficacia también universal, que desarrollan las del CIC. De ahí la reciente re-
visión y adaptación de la Ratio fundamentalis de 1970, que había perdido vigen-
cia jurídica al promulgarse el nuevo CIC. Las normas particulares son las que
mandan establecer los cc. 242-243: el Plan de formación sacerdotal para el ámbito
de una nación, establecido por la Conferencia Episcopal, y el reglamento de cada
seminario, aprobado por el Obispo o por los Obispos interesados. Este sistema
de descentralización normativa responde al deseo del Concilio de que la forma-
ción tomara en cuenta las necesidades pastorales de las regiones en las que se ha
de ejercer el ministerio (cfr. Optatam totius 1). Por su parte, la universalización
disciplinar responde a la exigencia de salvaguardar los valores universales y la uni-
dad del sacerdocio católico.
244-258 Los seminarios son un instrumento pastoral y jurídico para la conse-
cución de un fin: el fomento y cultivo de vocaciones sacerdotales, si son semina-
rios menores, y la formación sacerdotal propiamente dicha, si son seminarios ma-
yores. El mejor logro de esta finalidad última será lo que determine el sentido y
buen funcionamiento de esa estructura organizativa. En consecuencia, la forma-
ción integral y armónica, en los aspectos espiritual, doctrinal y pastoral, viene a
ser como el alma que anima e informa la estructura, el instrumento, hasta el pun-
to de que la vitalidad de un seminario dependerá de los niveles y calidad de la
formación que se imparta, atendido el objetivo último de esa formación que con-
siste fundamentalmente en modelar la figura del sacerdote según la imagen de
Cristo.
Todo esto explica la importancia que el legislador da al tema de la forma-
ción tal y como viene regulado en estos cc. Pero ello también nos advierte que su
interpretación hay que situarla en el contexto amplio del magisterio eclesiástico
acerca de lo que es, y para qué es, el sacerdote; sobre cuál es su naturaleza y su
misión. En efecto, dichos cc. son una sistematización de los principios concilia-
res contenidos en los nn. 8 a 20 del Decr. Optatam totius, desarrollados por la
P. I. t. III. De los ministros sagrados o clérigos 209
en nombre de la Iglesia por el pueblo que toto populo sibi commisso, im-
les ha sido encomendado y por todo el mo pro universo mundo, Deum
mundo. deprecantur.
§ 3. Deben fomentarse el culto a la Santí- § 3. Foveantur cultus Beatae
Mariae Virginis etiam per ma-
sima Virgen María, incluso por el rezo riale rosarium, oratio mentalis
del santo rosario, la oración mental y las aliaque pietatis exercitia, qui-
demás prácticas de piedad con las que los bus alumni spiritum orationis
alumnos adquieran espíritu de oración y acquirant atque vocationis suae
se fortalezcan en su vocación. robur consequantur.
§ 4. Acostumbren los alumnos a acudir § 4. Ad sacramentum paeniten-
con frecuencia al sacramento de la peni- tiae frequenter accedere assue-
tencia, y se recomienda que cada uno ten- scant alumni, et commendatur
ga un director espiritual, elegido libre- ut unusquisque habeat modera-
torem suae vitae spiritualis li-
mente, a quien puedan abrir su alma con bere quidem electum, cui confi-
toda confianza. denter conscientiam aperire
§ 5. Los alumnos harán cada año ejerci- possit.
cios espirituales. § 5. Singulis annis alumni exer-
citiis spiritualibus vacent.
247 § 1. Por medio de una formación 247 § 1. Ad servandum sta-
adecuada prepárese a los alumnos a tum caelibatus congrua
observar el estado de celibato, y aprendan educatione praeparentur, eum-
a tenerlo en gran estima como un don pe- que ut peculiare Dei donum in
culiar de Dios. honore habere discant.
§ 2. De officiis et oneribus quae
§ 2. Se han de dar a conocer a los alum- ministris sacris Ecclesiae pro-
nos las obligaciones y cargas propias de pria sunt, alumni debite red-
los ministros sagrados, sin ocultarles nin- dantur certiores, nulla vitae sa-
guna de las dificultades que lleva consigo cerdotalis difficultate reticita.
la vida sacerdotal.
248 La formación doctrinal que ha de 248 Institutio doctrinalis tra-
impartirse debe tender a que los denda eo spectat, ut alum-
alumnos, junto con la cultura general ni, una cum cultura generali
adecuada a las necesidades del tiempo y necessitatibus loci ac temporis
del lugar, adquieran un conocimiento am- consentanea, amplam atque
plio y sólido de las disciplinas sagradas, solidam acquirant in disciplinis
de modo que, fundando y alimentando en sacris doctrinam, ita ut, pro-
pria fide ibi fundata et inde nu-
ellas su propia fe, puedan anunciar con- trita, Evangelii doctrinam ho-
venientemente la doctrina del Evangelio minibus sui temporis apte, ra-
247 Las normas disciplinares y los criterios pedagógicos que orientan la forma-
ción para el celibato en el seminario deben inspirarse en estos criterios conciliares
del Decr. Optatam totius 10: 1) El celibato no es sólo un precepto de la ley ecle-
siástica, sino un don de Dios «que han de alcanzar humildemente; al que han de
esforzarse en corresponder libre y generosamente con el estímulo y la ayuda de la
gracia del Espíritu». 2) El celibato no menoscaba la dignidad del matrimonio
cristiano. 3) La vida celibataria nunca está exenta de peligros que hay que preve-
nir (cfr. también Presbyterorum ordinis 16; Carta Enc. Coelibatus sacerdotalis, de
24.VI.1967 (AAS 59 [1967] 657-697); Orientamenti educativi per la formazione
al celibato sacerdotale de la S.C. para la Enseñanza Católica, de 11.IV.1974).
P. I. t. III. De los ministros sagrados o clérigos 211
249 Respecto al conocimiento del latín que ya prescribía el c. 1364, 2.º, del
CIC 17, se ha vuelto a pronunciar el magisterio eclesiástico. De modo especial,
Juan XXIII en la Const. Veterum sapientia, de 22.II.1962 (AAS 54 [1962]
129-135); Pablo VI en la Carta Ap. Summi Dei verbum, de 4.XI.1963 (AAS 55
[1963] 993), y en el M.P. Studia latinitatis, de 22.II.1964 (AAS 56 [1964]
225-231). El Decr. Optatam totius 13, preceptúa que los alumnos del seminario,
antes de emprender los estudios propiamente eclesiásticos, adquieran «el conoci-
miento de la lengua latina que les permita entender y usar las fuentes de tantas
ciencias, y los documentos de la Iglesia».
250 Los estudios de filosofía y de teología pueden realizarse de dos modos di-
versos: o sucesivamente, en cuyo caso se dedicarán, primero, dos años íntegros al
estudio de la filosofía y después cuatro años al de teología; o conjuntamente, es-
tudiando a la par filosofía y teología durante seis años como mínimo, en cuyo su-
puesto los planes de estudios han de ordenarse de tal modo que a la filosofía se
dedique el equivalente de dos años y a la teología el equivalente de cuatro. A este
respecto, hay que tener en cuenta el criterio de la Ratio fundamentalis 60, según
el cual se ha de procurar que la filosofía sea enseñada como disciplina distinta y
con método propio, evitando un estudio fragmentario y ocasional a propósito
del estudio de especiales cuestiones teológicas.
Las Conferencias Episcopales, a través de sus respectivas Ratio institutionis
sacerdotalis, son las encargadas de elegir el correspondiente modo de realizar los
estudios filosóficos y teológicos, atendidas las circunstancias de cada nación, do-
cumento al que han de someterse los reglamentos y planes de estudio de cada se-
minario.
212 Libro II. Del pueblo de Dios
teológica, vid. S.C. para la Enseñanza Católica, La formación teológica de los futu-
ros sacerdotes, de 22.II.1976. El Concilio hizo mención expresa del magisterio de
Sto. Tomás, que el Legislador ha optado por incorporar al nuevo Código.
Sobre el estudio del Derecho canónico en los seminarios, vid. el Documen-
to de la S.C. para la Enseñanza Católica Prostremis hisce annis del 2.IV.1975
(Communicationes 7 [1975] 12-17). Acerca de la enseñanza de la sagrada liturgia
en el seminario, vid. la Const. Sacrosanctum Concilium 16 y 17, y la Instr. de la
S.C. para la Enseñanza Católica In Ecclesiasticam futurorum de 3.VI.1979.
253 Para el nombramiento de profesor la norma establece dos requisitos: a) la
prestancia moral; b) la competencia científica objetivada a través de los grados de
doctor o licenciado alcanzados en una universidad o facultad eclesiásticas. Si nos
atenemos al tenor literal, la exigencia de grados académicos es tan absoluta que
resultaría ilegítimo un nombramiento que no cumpliera ese requisito, lo que no
dejará de entrañar dificultades serias en zonas en donde la escasez del clero es más
acusada. Contrasta además con la idoneidad requerida para ser nombrado Obis-
po (c. 378 § 1, 5) que no exige tan radicalmente los grados académicos. Puede
ser, no obstante, un estímulo para hacer efectivos los deseos del Optatam totius 5
y 18.
Respecto a la remoción del cargo de profesor, la norma concede al Obis-
po un gran margen de discrecionalidad, a la hora de determinar las posibles
causas de remoción comprendidas en ese genérico «grave incumplimiento del
encargo». Es previsible y deseable que la legislación particular precise más esta
214 Libro II. Del pueblo de Dios
norma con la mira puesta en dos objetivos: 1.º salvaguardar el bien común, en
este caso el bien del seminario y la mejor formación de los seminaristas, para
lo cual la remoción no debe entenderse sólo como un derecho o una facultad
del Obispo sino como un grave deber; 2.º garantizar suficientemente que la
discrecionalidad administrativa no se convierta en arbitrariedad. En todo
caso, como todo acto administrativo, también la remoción puede ser ilegítima
y en consecuencia impugnable en vía administrativa o contencioso-adminis-
trativa.
P. I. t. III. De los ministros sagrados o clérigos 215
259 A diferencia del c. 1357 § 4 del CIC 17, según el cual todo el gobierno y ad-
ministración de los seminarios interdiocesanos se regía por las normas emanadas de la
Santa Sede, el c. 259 establece que sean los propios Obispos interesados los que de-
terminen todo lo concerniente al gobierno supremo y administración del seminario,
salvo, obviamente, el derecho universal y el derecho particular contenido en la Ratio
institutionis. Vid. comentario al c. 237 según el cual tanto la erección como los esta-
tutos de estos seminarios necesitan la aprobación de la Sede Apostólica.
Los Obispos interesados tienen no sólo el derecho, sino el deber de visitar
ellos mismos y frecuentemente el seminario con este doble objetivo: vigilar sobre
la formación que se imparte a sus alumnos y tratarlos personalmente con el fin
de conocer su carácter, indagar sobre su vocación y verificar sus progresos en to-
dos los ámbitos. Sobre los Obispos recae la principal responsabilidad en el discer-
nimiento de la vocación a efectos de lo que preceptúa el c. 1029.
260-261 Vid. comentario al c. 239.
P. I. t. III. De los ministros sagrados o clérigos 217
262 La exención del régimen parroquial significa estas dos cosas: a) que el
párroco del lugar en donde está situado el seminario no goza respecto a éste de
las facultades específicas que el derecho confiere al párroco, si se exceptúa la
materia matrimonial; y b) que desempeña esas funciones a iure el Rector del
seminario o su delegado, exceptuada también la materia matrimonial. La natu-
raleza de esta exención, por otra parte, más parece de carácter personal que te-
rritorial; es decir, no afecta tanto al lugar material en que está situado el semi-
nario, cuanto a las personas que en él habitan, respecto a las cuales es al Rector
o su delegado a los que compete ejercer las funciones especialmente encomen-
dadas al párroco a tenor del c. 530, y las facultades de dispensa concedidas al
párroco por el c. 1245. El ejercicio prevalente de estas funciones y facultades a
favor del Rector no significa que éste se asimile al Párroco a otros efectos canó-
nicos, ni que su remoción esté sometida a las normas procedimentales de los
cc. 1740 y ss.
263 En un seminario interdiocesano, la responsabilidad de su financiación a
los fines que se mencionan en el c. corre a cargo de los Obispos interesados, se-
gún la parte que convengan entre sí, y que no necesariamente estará determinada
218 Libro II. Del pueblo de Dios
Capítulo II
De la adscripción o incardinación de los clérigos
265 Quemlibet clericum opor- 265 Es necesario que todo clérigo esté
tet esse incardinatum aut incardinado en una Iglesia particu-
alicui Ecclesiae particulari vel lar o en una prelatura personal, o en un
praelaturae personali, aut ali- instituto de vida consagrada o en una so-
ciedad que goce de esta facultad, de mo- cui instituto vitae consecratae
do que de ninguna manera se admitan los vel societati hac facultate prae-
clérigos acéfalos o vagos. ditis, ita ut clerici acephali seu
vagi minime admittantur.
266 § 1. Por la recepción del diaconado, 266 § 1. Per receptum diaco-
uno se hace clérigo y queda incar- natum aliquis fit clericus
dinado en una Iglesia particular o en una et incardinatur Ecclesiae parti-
prelatura personal para cuyo servicio fue culari vel praelaturae personali
promovido. pro cuius servitio promotus est.
§ 2. El miembro profeso con votos perpe- § 2. Sodalis in instituto religioso
a votis perpetuis professus aut
tuos en un instituto religioso o incorpora- societati clericali vitae apostoli-
do definitivamente a una sociedad cleri- cae definitive incorporatus, per
cal de vida apostólica, al recibir el receptum diaconatum incardi-
diaconado queda incardinado como cléri- natur tamquam clericus eidem
go en ese instituto o sociedad, a no ser instituto aut societati, nisi ad
que, por lo que se refiere a las socieda- societates quod attinet aliter fe-
des, las constituciones digan otra cosa. rant constitutiones.
bio, las novedades que incorpora la norma respecto a las estructuras capaces de
incardinar clérigos; en línea, todo ello, con la mayor funcionalidad de las estruc-
turas pastorales que favorece la legislación vigente y, en concreto, con la quiebra
del principio casi exclusivo de territorialidad que privaba en el CIC 17. Actual-
mente la incardinación puede realizarse —según el tenor literal del c. 265— en
dos grandes tipos de estructuras: a) en estructuras jerárquicas, a saber, la Iglesia
particular a tenor de los cc. 368 y 372, y las Prelaturas personales según lo esta-
blecido en los cc. 294-297; b) en entidades de naturaleza no jerárquica, pero que
gozan igualmente de capacidad de incardinar, como es el caso de los Institutos de
vida consagrada y las sociedades de vida apostólica.
266 Como principio general, la incardinación originaria se efectúa a través del
diaconado, toda vez que se han suprimido la tonsura y órdenes menores. Ahora
bien, el término final o ad quem varía según la distinta situación canónica del or-
denando. Estos son los diversos supuestos: a) El clérigo secular se incardina en la
Iglesia particular para cuyo servicio ha sido promovido. b) El clérigo secular pro-
movido al sacerdocio para el servicio de una Prelatura personal, se incardina por
el diaconado a dicha Prelatura. c) El miembro de un instituto religioso que ha
profesado con votos perpetuos se adscribe por el diaconado al instituto. d) El
miembro de una sociedad clerical de vida apostólica (c. 735), definitivamente in-
corporado a la misma, por regla general se incardina en la sociedad, pero pueden
establecer otra cosa las constituciones. e) El miembro de un instituto secular, por
regla general, se incardina mediante el diaconado en la Iglesia particular para la
que ha sido promovido; excepcionalmente, en virtud de una concesión especial
de la Sede Apostólica, podría incardinarse en el mismo instituto (vid. c. 715).
Téngase en cuenta que al igual que el c. anterior, el c. 266 distingue entre
estructuras jerárquicas (§ 1) y estructuras de índole asociativa (§§ 2 y 3). Res-
pecto a las primeras la norma codicial sólo menciona explícitamente la Iglesia
particular y la Prelatura personal. El Directorio para el ministerio y la vida de los
presbíteros (31.I.1994) dice al respecto lo siguiente: «la pertenencia a un concre-
to presbiterio, se da siempre en el ámbito de una Iglesia particular, de un Ordi-
nariato o de una Prelatura personal» (n. 25).
P. I. t. III. De los ministros sagrados o clérigos 221
ci; denegari autem non potest negarse a no ser que concurran causas
nisi exstantibus gravibus cau- graves; pero en este caso, el clérigo que
sis; licet tamen clerico, qui se se considere perjudicado y hubiera en-
gravatum censuerit et Episco- contrado un Obispo dispuesto a recibirle,
pum receptorem invenerit, con- puede recurrir contra la decisión.
tra decisionem recurrere.
271 § 1. Extra casum verae 271 § 1. Fuera del caso de verdadera
necessitatis Ecclesiae par- necesidad de la propia Iglesia par-
ticularis propriae, Episcopus ticular, el Obispo diocesano no ha de
dioecesanus ne deneget licen- denegar la licencia de traslado a otro lu-
tiam transmigrandi clericis, gar a los clérigos que él sepa están dis-
quos paratos sciat atque aptos puestos y considere idóneos para acudir
aestimet qui regiones petant
gravi cleri inopia laborantes, a regiones que sufren grave escasez de
ibidem sacrum ministerium per- clero para desempeñar en ellas el minis-
acturi; prospiciat vero ut per terio sagrado; pero provea para que,
conventionem scriptam cum mediante acuerdo escrito con el Obispo
Episcopo dioecesano loci, quem diocesano del lugar a donde irán, se de-
petunt, iura et officia eorundem terminen los derechos y deberes de esos
clericorum stabiliantur. clérigos.
§ 2. Episcopus dioecesanus li- § 2. El Obispo diocesano puede conceder
centiam ad aliam Ecclesiam
particularem transmigrandi con- a sus clérigos licencia para trasladarse a
cedere potest suis clericis ad tem- otra Iglesia particular por un tiempo de-
pus praefinitum, etiam pluries terminado, que puede renovarse sucesi-
renovandum, ita tamen ut ii- vamente, de manera, sin embargo, que
dem clerici propriae Ecclesiae esos clérigos sigan incardinados en la
particulari incardinati mane- propia Iglesia particular y, al regresar,
ant, atque in eandem redeuntes tengan todos los derechos que les corres-
omnibus gaudeant iuribus, quae ponderían si se hubieran dedicado en ella
haberent si in ea sacro ministe- al ministerio sagrado.
rio addicti fuissent.
del Orden, se podría concluir que la excardinación es, a veces, un derecho del clé-
rigo diocesano, con los requisitos y límites que el ejercicio de todo derecho sub-
jetivo comporta. La garantía del recurso contra una denegación ilegítima, es de-
cir, sin causas graves, podría significar un instrumento de defensa de un derecho
subjetivo. En todo caso, la intención del legislador es claramente favorable a que,
cuando están en juego la utilidad de la Iglesia o el bien del propio clérigo, no se
pongan excesivas trabas a la excardinación, a fin de contribuir, también por este
medio, a una mejor distribución del clero, sin menoscabo de la estabilidad con-
natural a la incardinación.
271 Para facilitar una mejor distribución del clero y un servicio más eficaz a la
Iglesia entera, sin menoscabo de la estabilidad necesaria y connatural a la incar-
dinación, el M.P. Ecclesiae Sanctae I, 3 § § 2-4, creó una figura nueva que algún
autor ha denominado «agregación». El c. 271 recoge íntegramente esta figura, fa-
voreciendo su implantación efectiva en la vida de la Iglesia, como lo demuestra el
mandato expreso de que no se deniegue gratuitamente la licencia para ejercer el
ministerio en otra Iglesia particular, a los clérigos que se estime aptos y prepara-
dos para la nueva misión.
Respecto a la necesidad de una convención escrita entre el Obispo a quo y
ad quem, en que se definan los derechos y deberes de los sacerdotes que se ofre-
cen espontáneamente para marchar a otra diócesis, unas Normas directivas de la
224 Libro II. Del pueblo de Dios
Capítulo III
De las obligaciones y derechos de los clérigos
273 Los clérigos tienen especial obliga- 273 Clerici speciali obligatio-
ción de mostrar respeto y obedien- ne tenentur Summo Pon-
cia al Sumo Pontífice y a su Ordinario tifici et suo quisque Ordinario
propio. reverentiam et oboedientiam
exhibendi.
274 § 1. Soli clerici obtinere 274 § 1. Sólo los clérigos pueden obte-
possunt officia ad quo- ner oficios para cuyo ejercicio se
rum exercitium requiritur po- requiera la potestad de orden o la potes-
testas ordinis aut potestas regi- tad de régimen eclesiástico.
minis ecclesiastici.
§ 2. Clerici, nisi legitimo impe- § 2. A no ser que estén excusados por un
dimento excusentur, munus, impedimento legítimo los clérigos deben
quod ipsis a suo Ordinario com- aceptar y desempeñar fielmente la tarea
missum fuerit, suscipere ac fi- que les encomiende su Ordinario.
deliter adimplere tenentur.
sagrado, cuyo contenido más importante regula el presente cap., y cuyos rasgos
más sobresalientes son los siguientes:
1. En el CIC 17 el estatuto jurídico del clérigo estaba integrado, primero,
por derechos y privilegios y, en tít. aparte, por las obligaciones. Dichos privilegios
quedan abolidos en la legislación vigente, lo cual no significa que alguna de las
normas que subyacen bajo la denominación de privilegio no sigan teniendo va-
lor, al menos como obligación de los fieles y de los propios clérigos.
2. Respecto a los derechos de los clérigos, la legislación vigente les dedica
notablemente más atención, formulándolos en los cc. de este cap., de modo ex-
plícito o implícitamente.
3. En cuanto a los deberes del clérigo, quedan potenciados los llamados de-
beres positivos, mientras que desaparecen ciertos deberes negativos o prohibicio-
nes; otros se adaptan a las circunstancias actuales, y algunos quedan a la determi-
nación del derecho particular.
4. Respecto a la naturaleza jurídica de los deberes específicos de los minis-
tros sagrados, conviene distinguir entre los deberes propiamente dichos y simples
recomendaciones. Estas, siendo sumamente útiles para hacer más congruente la
vida personal con las funciones sagradas que desempeñen, difícilmente llegan a
tener un alcance jurídico. Lo tendrían indirectamente si se despreciaran o incum-
plieran sistemáticamente. Entre los deberes propiamente dichos, los hay cuya di-
mensión jurídica es difícilmente objetivable, lo que tampoco es obstáculo para
que su incumplimiento afecte de tal modo al estilo de vida que la condición de
ministro sagrado reclama, que pudiera tener también relevancia jurídica. Existen,
finalmente, otras muchas obligaciones de naturaleza jurídica en el sentido de que
su incumplimiento, además de gravar la conciencia del clérigo según los princi-
pios de la moral cristiana, repercuten negativamente en la vida jurídica del pue-
blo de Dios; contra lo que el ordenamiento reacciona y se protege (vid. cc.
1392-1396). El estatuto jurídico del clérigo, contenido en este cap., aparece des-
arrollado en el Directorio para el ministerio y vida de los presbíteros publicado por
la C. para el Clero el 31.I.1994.
273-274 Los deberes canónicos de obediencia y de disponibilidad para asumir
y cumplir fielmente el oficio encomendado por su Ordinario, propios de todo clé-
rigo, tienen su fundamento inmediato en el vínculo de la incardinación, aunque el
fundamento mediato sea la condición de clérigo. Los deberes de obediencia canó-
nica y de disponibilidad plena son también consecuencia lógica de esa relación de
servicio pleno, en que consiste y para lo que está pensada la incardinación. Pero,
por lo mismo, el ámbito de esa obediencia y disponibilidad está determinado por
el ministerio sagrado y por todo aquello que diga relación objetiva directa e inme-
diata con el ministerio. Otros posibles ámbitos de la vida privada, incluso espiri-
226 Libro II. Del pueblo de Dios
275 § 1. Los clérigos, puesto que todos 275 § 1. Clerici, quippe qui
trabajan en la misma obra, la edi- omnes ad unum conspi-
ficación del Cuerpo de Cristo, estén uni- rent opus, ad aedificationem
dos entre sí con el vínculo de la fraterni- nempe Corporis Christi, vincu-
dad y de la oración, y fomenten la mutua lo fraternitatis, et orationis inter
se uniti sint, et cooperationem
cooperación, según las prescripciones del inter se prosequantur, iuxta iu-
derecho particular. ris particularis praescripta.
§ 2. Los clérigos deben reconocer y fo- § 2. Clerici missionem agno-
mentar la misión que, por su parte, ejer- scant et promoveant, quam pro
sua quisque parte laici in Eccle-
cen los laicos en la Iglesia y en el mundo. sia et in mundo exercent.
276 § 1. Los clérigos en su propia con- 276 § 1. In vita sua ducen-
ducta, están obligados a buscar la da ad sanctitatem perse-
santidad por una razón peculiar, ya que, quendam peculiari ratione te-
consagrados a Dios por un nuevo título nentur clerici, quippe qui, Deo
in ordinis receptione novo titulo
en la recepción del orden son administra- consecrati, dispensatores sint
dores de los misterios del Señor en servi- mysteriorum Dei in servitium
cio de su pueblo. Eius populi.
§ 2. Para poder alcanzar esta perfección: § 2. Ut hanc perfectionem per-
1.º cumplan ante todo fiel e incansa- sequi valeant:
blemente las tareas de ministerio pas- 1.º imprimis ministerii pastora-
toral; lis officia fideliter et indefesse
adimpleant;
2.º alimenten su vida espiritual en la do-
2.º duplici mensa sacrae Scriptu-
ble mesa de la sagrada Escritura y de la rae et Eucharistiae vitam suam
Eucaristía; por eso, se invita encarecida- spiritualem nutriant; enixe igi-
mente a los sacerdotes a que ofrezcan tur sacerdotes invitantur ut coti-
cada día el Sacrificio eucarístico, y a los die Sacrificium eucharisticum
diáconos, a que participen diariamente en offerant, diaconi vero ut eiusdem
la misma oblación; oblationem cotidie participent;
tual, no son ámbitos de la obediencia canónica del clérigo sino que gozan de una
legítima autonomía.
275 § 1. Los deberes de fraternidad, de corresponsabilidad en la tarea común
y de mutua cooperación entre los clérigos aquí formalizados, responden a los nn.
7-8 del Decr. Presbyterorum ordinis, y sirven de fundamento, o son condición sine
qua non, para una eficaz organización pastoral. Pero tienen también una base ju-
rídica: la incardinación, entendida no como un vínculo de sujeción entre el cléri-
go y el Ordinario, sino como una relación de servicio pleno cuyos nexos jurídicos
tienen una triple dirección: Obispo, presbiterio y pueblo.
§ 2. Pese a la brevedad y generalidad con que se formaliza este deber de los
clérigos en sus relaciones con los laicos, está llamado a tener una relevancia ex-
traordinaria en la vida de la Iglesia, porque responde en definitiva a uno de los
principios fundamentales de la eclesiología del Vaticano II. Cfr. Lumen gentium
37, y Presbyterorum ordinis 9, en cuyos textos se supera cualquier tipo de clerica-
lismo que no respetase la justa libertad del laico en los asuntos temporales.
276 El § 1 está tomado literalmente del Decr. Presbyterorum ordinis 12, y ma-
tiza de forma notable la norma paralela del CIC 17, según la cual los clérigos de-
bían llevar una vida interior y exterior más santa que los laicos. A partir del Con-
P. I. t. III. De los ministros sagrados o clérigos 227
3.º obligatione tenentur sacer- 3.º los sacerdotes, y los diáconos que
dotes necnon diaconi ad pre- desean recibir el presbiterado, tienen
sbyteratum aspirantes cotidie obligación de celebrar todos los días la
liturgiam horarum persolvendi liturgia de las horas según sus libros li-
secundum proprios et probatos túrgicos propios y aprobados; y los diá-
liturgicos libros; diaconi autem conos permanentes han de rezar aquella
permanentes, eandem persol-
vant pro parte ab Episcoporum parte que determine la Conferencia
conferentia definita; Episcopal;
4.º pariter tenentur ad vacan- 4.º están igualmente obligados a asistir a
dum recessibus spiritualibus, los retiros espirituales, según las pres-
iuxta iuris, particularis prae- cripciones del derecho particular;
scripta;
5.º se aconseja que hagan todos los días
5.º sollicitantur ut orationi oración mental, accedan frecuentemente
mentali regulariter incumbant,
frequenter ad paenitentiae sa- al sacramento de la penitencia, tengan pe-
cramentum accedant, Deipa- culiar veneración a la Virgen Madre de
ram Virginem peculiari venera- Dios y practiquen otros medios de santi-
tione colant, aliisque mediis ficación tanto comunes como particula-
sanctificationis utantur com- res.
munibus et particularibus.
277 § 1. Clerici obligatione 277 § 1. Los clérigos están obligados a
tenentur servandi per- observar una continencia perfecta y
fectam perpetuamque propter perpetua por el Reino de los cielos y, por
Regnum coelorum continen- tanto, quedan sujetos a guardar el celiba-
tiam, ideoque ad caelibatum to, que es un don peculiar de Dios, me-
adstringuntur, quod est pecu- diante el cual los ministros sagrados pue-
liare Dei donum, quo quidem
sacri ministri indiviso corde den unirse más fácilmente a Cristo con
Christo facilius adhaerere pos- un corazón entero y dedicarse con mayor
sunt atque Dei hominumque libertad al servicio de Dios y de los hom-
servitio liberius sese dedicare bres.
valent.
cilio Vaticano II (cfr. Lumen gentium 39-42, Presbyterorum ordinis 12), es claro
que en orden a la santidad todos los bautizados son iguales, aunque esa santidad
se exprese de múltiples modos, y se esté llamado a ella, además de por el Bautis-
mo, por diversos títulos sobreañadidos al mismo. En el caso de los ministros sa-
grados, por el nuevo título de la consagración a Dios dimanante del Orden.
277 El celibato sacerdotal es un don del Espíritu que convierte al sacerdote en
el «hombre para los demás», y cuya disciplina la Iglesia está decidida a conservar
como un tesoro a pesar de ser consciente de «llevar este tesoro en vasos de barro»
(vid. Juan Pablo II, Carta Novo Incipiente, de 8-IV-1979, AAS 71 [1979]
393-417). Por esto, el Código establece las cautelas del § 2, cuyo tenor genérico
difiere notablemente del detallado elenco de supuestos que mencionaba el c. 133
del CIC 17, aunque el espíritu de la norma sea el mismo, correspondiendo al
Obispo diocesano establecer normas más concretas sobre la materia, sin que pre-
cise oír al Consejo presbiteral, como establecían redacciones anteriores de este c.
La relevancia jurídica de la ley del celibato se proyecta principalmente sobre
estos supuestos: 1) Fundamenta el impedimento dirimente para contraer matri-
monio, a tenor del c. 1087. 2) Su incumplimiento puede dar lugar a ciertas figu-
ras delictivas, tipificadas en los cc. 1394-1395. 3) Puede ser objeto de dispensa,
pero no por la simple pérdida del estado clerical, sino por una especial concesión
228 Libro II. Del pueblo de Dios
del Romano Pontífice, según prescribe el c. 291 (vid. comentario al c. 236, en re-
lación con los diáconos permanentes).
278 El c. establece sucesivamente en sus tres parágrafos lo siguiente: a) Reco-
noce formal y genéricamente el derecho de asociación de los clérigos seculares. b)
Alaba y favorece positivamente aquel tipo de asociaciones sacerdotales que fo-
menten la santidad de sus miembros, a través del ministerio y la unión entre los
sacerdotes y con el propio Obispo. c) Desaprueba aquellas otras cuyos fines y ac-
tividades desdicen de la condición sacerdotal, o son una rémora para el cumpli-
miento del ministerio eclesiástico: es decir, todas aquellas asociaciones que, bien
por los fines que se proponen, o por los medios que emplean, no son compati-
bles con la misión del sacerdote, ni con las normas disciplinares propias de su
condición sacerdotal a tenor de los cc. 259-262; o han nacido más como grupos
de presión frente a la Jerarquía.
A salvo siempre este poder y deber de vigilancia por parte de la Jerarquía,
expresado en la exigencia del reconocimiento o de la concesión del nihil obstat, el
derecho de asociación sacerdotal se enuncia en el c. no como una facultad, sino
como un verdadero ius, reconocido y formalizado por el derecho positivo de la
Iglesia, pero radicado en el derecho divino natural y positivo; como un verdade-
ro ius nativunt. No se puede negar a los presbíteros, dijo la Comisión conciliar
De disciplina cleri al elaborar el Decr. Presbyterorum ordinis 8, lo que el Concilio,
teniendo en cuenta la dignidad de la persona humana, declaró propio de los lai-
cos, porque responde al derecho natural.
A este derecho de asociación no se opone la circunstancia de que el sacerdo-
te pertenezca a radice al ordo presbyterorum y, por el vínculo jurídico de la incar-
dinación, al presbiterio. Estos no son motivos que puedan oponerse al derecho de
asociación, principalmente por dos razones: primera, porque el presbiterio dioce-
sano no es una asociación de clérigos, sino una forma de organización del minis-
terio; segunda, porque el presbítero, aparte de la relación de dependencia con su
Ordinario, en virtud del vínculo sacramental (Orden sagrado) y jurídico (incar-
dinación), tiene un legítimo ámbito de autonomía y de libertad personales, en
donde se inscribe su derecho a asociarse, tanto en asociaciones civiles, como en
asociaciones constituidas en el seno de la Iglesia, a salvo siempre los límites gene-
rales impuestos por la moral y por los deberes de su condición sacerdotal.
P. I. t. III. De los ministros sagrados o clérigos 229
17), y de los párrocos (vid. c. 465 CIC 17). Huelga decir que gran parte de los
servicios ministeriales no pueden cerrar o paralizarse por vacaciones, previsión que
deberá tomar en cuenta el derecho particular, en analogía a lo que determina el c.
533 § 3 para los párrocos. Respecto al deber de residencia, téngase en cuenta que
un incumplimiento grave del mismo puede constituir delito a tenor del c. 1396.
284 El deber de llevar traje eclesiástico tiene el mismo alcance universal que la
ley que lo prescribe. Cosa distinta es que, por motivos ajenos a la Iglesia, como pro-
hibiciones de la ley estatal, persecuciones, etc., pueda quedar en suspenso o ser dis-
pensado. Esta ley universal, sin embargo, no impone a todos los clérigos un modo
uniforme de vestir, puesto que habrán de ser las Conferencias Episcopales junto
con las legítimas costumbres, las que determinen en última instancia la forma de
traje eclesiástico más conveniente y adaptada a las circunstancias del lugar. El traje
eclesiástico muestra, incluso externamente, la «singularidad» del ministerio sacerdo-
tal (vid. Carta Novo Incipiente, de 8.IV.1979, AAS 71 [1979] 393-417).
El valor de este signo distintivo está no sólo en que contribuye al decoro del
sacerdote en su comportamiento externo y en el ejercicio de su ministerio, sino
sobre todo porque es signo que evidencia en la comunidad eclesiástica el testimo-
nio público que cada sacerdote está llamado a dar de la propia identidad y espe-
cial pertenencia a Dios: un mensaje que expresa el sacerdote tanto con palabras
como con signos externos. De esta forma, el traje eclesiástico es un signo me-
diante el cual se hace más fácil a los otros llegar al ministerio del que los sacerdo-
tes son portadores. Particularmente en la sociedad actual, donde tan debilitado se
encuentra el sentido de lo sacro, los hombres necesitan de estos reclamos a Dios,
que no pueden descuidarse sin un cierto empobrecimiento del servicio sacerdotal
(cfr. Juan Pablo II, Carta al Cardenal Vicario para la Diócesis de Roma de
8.IX.1982, L’Osservatore Romano 18-19.X.1982).
285 Hay conductas indecorosas por su propia naturaleza; y otras, cuya califi-
cación de tales depende de las circunstancias de tiempo y lugar. Por esto el pre-
cepto vigente, a diferencia de los cc. 138 y 140 del CIC 17, establece un princi-
pio general, mientras que deja su determinación última al derecho particular, que
está en mejores condiciones de juzgar in situ sobre lo que desdice de la condición
sacerdotal. Ha desaparecido la prohibición del ejercicio de algunas actividades
que en el c. 139 del CIC 17 se mencionaban de forma explícita como ajenas al
estado clerical. Pero el hecho de que el legislador no tipifique actualmente esas
P. I. t. III. De los ministros sagrados o clérigos 233
actividades entre las ajenas al estado clerical, no significa que no lo puedan ser,
sobre todo cuando se ejercen de forma habitual. El espíritu de la norma antigua
permanece, aunque el legislador haya preferido evitar cualquier casuismo me-
diante la fórmula general contenida en el § 2. En este sentido, parece indudable
que sigue en vigor la prohibición a los clérigos y religiosos de ejercer el oficio de
psicoanalistas, según el monitum, dado por el entonces llamado Santo Oficio, el
15.VII.1961 (AAS 53 [1961] 571).
Respecto a otro tipo de actividades, la norma es más explícita, ya que queda
expresamente prohibido el ejercicio de las siguientes actividades: a) las que supo-
nen participación en el ejercicio de la potestad civil en sentido amplio, por tanto,
potestad legislativa, ejecutiva y judicial (ser diputado, ministro, juez o cualquier
otro oficio que comporte potestad pública); b) sin licencia del Ordinario, las acti-
vidades que lleven aparejadas cuestiones económicas, como ser tesoreros o admi-
nistradores de bienes pertenecientes a los laicos, salir fiadores, subscribir obliga-
ciones, etc. El carácter universal del primero de estos preceptos, y su formulación
absoluta, esto es, sin ninguna salvedad por vía normativa ordinaria, se funda en
la misma ontología del sacerdocio ministerial y en la finalidad sagrada de su mi-
sión, en virtud de la cual el sacerdote se erige en signo y artífice de unidad y de
fraternidad entre todos los hombres al margen de cualquier confrontación
ideológica o política. En ningún caso es propio del sacerdote ser dirigente políti-
co o funcionario de un poder temporal; a él le corresponde ser testigo y dispen-
sador de valores sobrenaturales en nombre de Cristo y con su misma potestad.
286 Permanece intacta la prohibición de realizar negocios o ejercer el comer-
cio, con la salvedad, a diferencia del 142 CIC 17, de que pueden legitimarse di-
234 Libro II. Del pueblo de Dios
Capítulo IV
De la pérdida del estado clerical
1.º por sentencia judicial o decreto admi- 1.º sententia iudiciali aut decre-
nistrativo, en los que se declare la invali- to administrativo, quo invalidi-
dez de la sagrada ordenación; tas sacrae ordinationis declara-
tur;
292 Clericus qui statum cleri- 292 El clérigo que, de acuerdo con la
calem ad normam iuris norma de derecho, pierde el estado
amittit, cum eo amittit iura sta- clerical, pierde con él los derechos pro-
tui clericali propria, nec ullis pios de ese estado, y deja de estar sujeto a
día con él todos los derechos clericales, y quedaba desligado de todas las obliga-
ciones, incluida la del celibato (cfr. Communicationes 3 [1971] 197). Con esta
propuesta se daba un giro radical en la disciplina en relación con la del CIC 17.
7. El 14.X.1980 (AAS 72 [1980] 1132-1135), la misma S.C. para la Doc-
trina de la Fe envió a los Ordinarios y superiores generales una carta a la que se
adjuntaban las normas de procedimiento que habían de observarse en la tramita-
ción de las peticiones de dispensa del celibato. Obsérvese que no se trata de nor-
mas de procedimiento para la reducción al estado laical, como las anteriores, sino
para tramitar las peticiones de dispensa del celibato, por lo que no aparecen ya
identificados los dos conceptos: pérdida del estado clerical y dispensa del celiba-
to, aunque esta última implique la primera.
290 La pérdida del estado clerical, o de la condición jurídica de clérigo, puede
acontecer por los tres diversos modos que señala este c. La declaración de nulidad
de la sagrada ordenación, puede efectuarse en vía judicial o en vía administrativa,
a tenor de los cc. 1708 ss. Adviértase que se produce un cambio muy notable en
relación con los cc. 1993 y ss. del CIC 17, puesto que en esa legislación deroga-
da, las causas contra la sagrada ordenación —que así se llamaban—, abarcaban
tanto las impugnaciones de las obligaciones contraídas, incluso del celibato, si se
demostraba la existencia de coacción por miedo grave, como la validez de la mis-
ma ordenación. La imposición de la pena de dimisión del estado clerical recogi-
da en el n. 2.º, presupone la previa comisión de ciertos delitos, como los tipifica-
dos en los cc. 1364, 1367, 1370, 1387, 1394 y 1395. Respecto de la pérdida del
estado clerical por rescripto, al que se refiere el n.º 3, las normas de 1971 pre-
veían un procedimiento ex officio equiparable al promovido a instancia de parte.
La norma vigente, en cambio, no lo prevé, salvo cuando se trata de la imposición
de la pena de dimisión del estado clerical.
291-292 En estas disposiciones se contienen los efectos canónicos que produ-
ce la pérdida del estado clerical. Son escasas las diferencias respecto a la legisla-
ción del CIC 17, pero muy notables respecto a las normas postcodiciales, a par-
tir sobre todo de 1964. Coincide con el CIC 17 en el principio de que la pérdida
238 Libro II. Del pueblo de Dios
Título IV
De las prelaturas personales
una zona geográfica delimitada, por ej., para los emigrantes temporarios o esta-
bles que provengan de una nación determinada o para grupos étnicos concretos,
etc. La solicitud que movió al Concilio a proponer la erección de estas prelatu-
ras, para resolver peculiares necesidades pastorales, lleva a que este c. establezca
que, para erigir una prelatura personal, la Santa Sede oiga a la Conferencia Epis-
copal interesada, ya que son los Obispos del lugar quienes mejor conocen las
necesidades pastorales de su ámbito. Por esta misma razón, parece lógico que la
iniciativa de solicitar a la Santa Sede la erección de una prelatura personal en el
ámbito de un país pueda provenir de la misma Conferencia Episcopal. Se prevé
también la posibilidad de prelaturas personales de carácter internacional o in-
cluso universal. Las tareas de la prelatura personal se insertan armónicamente en
la pastoral de la Iglesia universal, así como también en la pastoral orgánica de las
Iglesias locales, puesto que los fieles de una prelatura personal serán también fie-
les de la diócesis a la que pertenecen por razón del domicilio o por otro título:
cfr. C. para la Doctrina de la Fe, Carta Communionis notio, 28.V.1992, n. 16
(AAS 85 [1993] 838-850). Por eso, se prescribe, como en el caso de las diócesis
personales (cfr. c. 372 § 2), que, antes de su erección, se solicite el parecer de las
Conferencias Episcopales interesadas. A esta adecuada coordinación se proveerá,
además, en los estatutos de cada prelatura (c. 295 § 1 y 297). La indicación ob-
via de que el clero incardinado en la prelatura es secular no excluye la colabora-
ción ministerial de religiosos en la pastoral de una prelatura.
295 Dada la posible variedad de prelaturas personales, dentro del marco común
establecido en los cc. de este tít., se prescribe que cada una ha de tener sus propios
estatutos, dados por la Santa Sede, cuyo contenido fundamental se especifica en
este c. y en los dos ss.; en ellos debe precisarse tanto la constitución interna y régi-
men de la prelatura, como su actividad específica y sus relaciones con los Ordina-
rios de las Iglesias locales. El Prelado, que es su Ordinario propio, puede erigir un
seminario nacional o internacional, según el ámbito para el que se constituye la
prelatura, donde se formen quienes recibirán las sagradas órdenes incardinándose
en la prelatura (cfr. también cc. 265 y 266 § l). Parte necesaria de la responsabili-
dad de gobierno del Prelado (c. 384) será tanto la atención espiritual como la sus-
tentación de estos sacerdotes, que dedicarán su ministerio a las tareas pastorales es-
pecíficas de la prelatura, sin perjuicio de que se establezca otra cosa en cada caso:
una prelatura de ámbito nacional, por ej., podría entrar dentro del régimen eco-
nómico general establecido en el marco de la respectiva Conferencia Episcopal.
El estatuto del Prelado como Ordinario de esta circunscripción adquirirá
perfiles diversos según la misión para la que la prelatura haya sido erigida: por
P. I. t. IV. De las prelaturas personales 241
ej., parece lógico que tratándose de una prelatura de ámbito nacional, el Prela-
do sea uno de los miembros de la Conferencia Episcopal.
296 El acto constitutivo de cada prelatura y sus estatutos determinarán tanto
las actividades pastorales que ésta habrá de realizar como los fieles a los que se
dirige. Estos fieles están bajo la jurisdicción del Prelado, aunque no de manera
exclusiva, puesto que pertenecen también a la diócesis en la que tienen su domi-
cilio o cuasidomicilio: así sucede, por ej., en el caso de los ordinariatos militares
o de las estructuras erigidas para la atención de emigrantes o de grupos étnicos
(cfr. comentario al c. 294).
Antes de comentar lo que establece el presente c., es necesario advertir
que la condición de fiel lleva consigo en la Iglesia el derecho y la obligación de
contribuir a la edificación del Cuerpo de Cristo (cc. 208-211). A todos los fie-
les —también, lógicamente, a los de una prelatura personal— corresponde una
participación activa (de acuerdo con el modo propio de cada uno: con el ejer-
cicio del sacerdocio común o del sacerdocio ministerial) en la misión de la Igle-
sia, siempre en comunión con el propio pastor. Las prelaturas, como las demás
estructuras jerárquicas, se construyen sobre la relación ordo-plebs.
El c. 296 se refiere concretamente a la posibilidad de que algunos fieles
participen en la tarea pastoral de una prelatura por medio de pactos o conven-
ciones. No quiere decir que éste es el único modo de pertenecer a una prelatura,
ni el único modo de colaborar en su misión.
El c. 296 se refiere de modo específico a aquellos laicos que, mediante un
pacto bilateral con la prelatura en el que se determinan sus derechos y deberes,
se comprometen a prestar una cooperación orgánica en la tarea pastoral propia de
la prelatura. El acto constitutivo de la prelatura puede prever esta cooperación
de fieles laicos —propia de la relación entre el sacerdocio ministerial y el sacer-
docio común de todos los fieles, que se exigen mutuamente (cfr. Lumen gentium
10)— de manera tan necesaria que, sin ella, la prelatura se encontraría radical-
mente imposibilitada de cumplir su misión. Esta forma de cooperación necesa-
ria se da en la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei: cfr. Const. Ap. Ut sit,
28.XI.1982 (AAS 75 [1983] 423-425). En este supuesto debe hablarse de coo-
peración entre los clérigos y los laicos que, como fieles de la prelatura, se hacen
corresponsables de la finalidad de ésta, cada uno según su propia condición de
laico o de clérigo (por eso la cooperación se califica como orgánica): Juan Pablo
II ha recordado la naturaleza jerárquica de la prelatura y su estructuración orgá-
nica, en cuanto está integrada por sacerdotes y fieles laicos, hombres y mujeres,
con el Prelado propio como cabeza (discurso del 17.III.2001: L’Osservatore Ro-
mano, 18.III.2001, 6).
242 Libro II. Del pueblo de Dios
297 Los estatutos determinarán las rela- 297 Statuta pariter definiant
ciones de la prelatura personal con rationes praelaturae per-
los Ordinarios locales de aquellas Igle- sonalis cum Ordinariis loco-
sias particulares en las cuales la prelatura rum, in quorum Ecclesiis par-
ejerce o desea ejercer sus obras pastora- ticularibus ipsa praelatura sua
les o misionales, previo el consentimien- opera pastoralia vel missiona-
lia, praevio consensu Episcopi
to del Obispo diocesano. dioecesani, exercet vel exercere
desiderat.
Título V
De las asociaciones de fieles
Capítulo I
Normas comunes
298 § 1. Existen en la Iglesia asociacio- 298 § 1. In Ecclesia habentur
nes distintas de los institutos de consociationes distinctae
vida consagrada y de las sociedades de ab institutis vitae consecratae et
societatibus vitae apostolicae, vida apostólica, en las que los fieles, clé-
in quibus christifideles, sive rigos o laicos, o clérigos junto con laicos,
clerici sive laici sive clerici et trabajando unidos, buscan fomentar una
laici simul, communi opera con- vida más perfecta, promover el culto pu-
tendunt ad perfectiorem vitam blico, o la doctrina cristiana, o realizar
fovendam, aut ad cultum publi- otras actividades de apostolado, a saber,
cum vel doctrinam christianam
promovendam, aut ad alia apos- iniciativas para la evangelización, el ejer-
tolatus opera, scilicet ad evan- cicio de obras de piedad o de caridad y la
gelizationis incepta, ad pietatis animación con espíritu cristiano del or-
vel caritatis opera exercenda et den temporal.
ad ordinem temporalem chris- § 2. Inscríbanse los fieles preferen-
tiano spiritu animandum. temente en aquellas asociaciones que
§ 2. Christifideles sua nomina hayan sido erigidas, alabadas o reco-
dent iis praesertim consociationi- mendadas por la autoridad eclesiástica
bus, quae a competenti auctorita- competente.
te ecclesiastica aut erectae aut
laudatae vel commendatae sint.
300 El reenvío al c. 312 no significa que sólo las asociaciones públicas puedan
llamarse católicas: quiere decir que el uso de ese título se concede únicamente por
la misma autoridad que, en su ámbito respectivo, es también competente para
erigir asociaciones (cfr. c. 216). Sobre las características que debe reunir una aso-
ciación para llamarse católica, conserva su valor de orientación general el direc-
torio Le Motu proprio, publicado por el Consejo para los Laicos el 3.XII.1971
(AAS 63 [1971] 948-956).
301 El § 3 establece el principio de que se entiende por asociación pública
aquélla que ha sido erigida por acto formal de la autoridad eclesiástica compe-
tente, aunque quizá, en su origen, la asociación provenga de la iniciativa priva-
da de los fieles. Sobre el alcance de la calificación de pública, los cc. 116 § 1 y
313 precisan que la persona jurídica dotada de este carácter puede actuar en
nombre de la Iglesia solamente dentro del ámbito y de los fines para los que ha
sido instituida. En los dos primeros § § de este c. se precisa que: a) sólo la auto-
ridad competente (c. 312) puede erigir asociaciones de fieles para fines que, por
su misma naturaleza, están reservados a la Jerarquía eclesiástica, como son la en-
señanza de la doctrina cristiana en nombre de la Iglesia, el fomento del culto
público, etc.; b) las asociaciones establecidas con esos fines pueden ser única-
mente públicas, es decir, erigidas por la autoridad, que les otorga el mandato co-
rrespondiente y de la cual dependen en el ejercicio de su actividad. Esta actua-
ción en nombre de la Iglesia exige una especial delicadeza por parte de la
asociación erigida, la cual, en cuanto asociación, deberá mantenerse dentro de
los límites para los que se ha constituido, aunque nada impide que sus miem-
bros —en uso legítimo de la libertad que les compete como fieles y como ciuda-
danos— adopten también su propia postura personal en otros campos, dentro
siempre de la doctrina de la Iglesia y sin mezclar para nada a la asociación; c)
puede además la autoridad eclesiástica promover —y erigir, si lo considera con-
veniente— asociaciones para alcanzar otros fines directa o indirectamente espi-
rituales, no reservados a la Jerarquía, dentro siempre del ámbito de la misión so-
brenatural de la Iglesia, cuando la iniciativa privada no provea suficientemente
a conseguirlos: es éste un supuesto de suplencia por parte de la Jerarquía, la cual
debe procurar que su intervención —necesaria por las circunstancias— deje
paso cuanto antes a la asunción de la propia responsabilidad por aquellos a quie-
nes corresponde.
246 Libro II. Del pueblo de Dios
305 Distingue este c. dos aspectos de la actividad jerárquica sobre una asocia-
ción ya constituida: la vigilancia y el régimen. La vigilancia se refiere a la integri-
dad de la fe y costumbres, a posibles abusos contra la disciplina eclesiástica, etc.
Para el ejercicio de este derecho, puede la autoridad visitar las asociaciones, pero
solamente ad normam iuris et statutorum: dado que el derecho universal no prevé
la visita de las asociaciones privadas sin personalidad jurídica por parte del Obis-
po diocesano (c. 397 § 1) o de otra autoridad, esta visita sólo podrá realizarse si
está expresamente prevista en los estatutos de la asociación.
Hay que notar también que a la Conferencia Episcopal no compete ningu-
na función de vigilancia, aun cuando se trate de asociaciones erigidas por ella (c.
312). La vigilancia corresponde en exclusiva a la Santa Sede y, para sus respecti-
vas diócesis, a los Ordinarios del lugar.
Por lo que se refiere al régimen, tanto de las asociaciones públicas como de
las privadas, cfr. cc. 315, 317-320, y 323-326.
307 En el § 3 no se recoge la prescripción del c. 704 del CIC 17, donde se es-
tablecía que «quien emite votos temporales o perpetuos en una religión no pue-
de a la vez pertenecer a una orden tercera, aunque estuviera antes afiliado a ella.
P. I. t. V. De las asociaciones de fieles 249
Sin embargo, si regresa al siglo dispensado de los votos, revive la anterior adscrip-
ción a la orden tercera». Sobre la participación de religiosos en instituciones lai-
cales y en los movimientos eclesiales, cfr. Exhort. Ap. postsinodal Vita consecra-
ta, 25.III.1996, n. 56 §§ 3-4.
308 En el c. 316 § 2 se especifican, para las asociaciones públicas, algunas cau-
sas de expulsión. Los demás motivos habrán de determinarse en los estatutos.
309 Según el c. 698 del CIC 17 el moderador debía ser siempre sacerdote, era
nombrado por la autoridad y, de ordinario, desempeñaba también el oficio de ca-
pellán. Actualmente, exceptuadas las asociaciones clericales (cfr. c. 317 § 3), puede
ser laico y es designado por la misma asociación, aunque no se excluye la posibili-
dad de que, según los estatutos, el nombramiento se deje en manos de la autoridad
(c. 317 § 1). Asimismo el derecho prohíbe que el capellán o asistente eclesiástico
sea a la vez moderador, a no ser que los estatutos prevean otra cosa (c. 317 § 3).
310 Se trata en este c. únicamente de las asociaciones privadas que carecen de
personalidad jurídica; para las que gozan de personalidad vige la normativa esta-
blecida con carácter general en los cc. 113-123, así como también en el c. 1255,
donde se hace constar que toda persona jurídica, tanto pública como privada, es
sujeto capaz de adquirir, poseer, administrar y enajenar bienes temporales, de
acuerdo con el derecho. Sobre la capacidad procesal, la interpretación auténtica
de 20.VI.1987 determina: «D.- Si una agrupación de fieles no dotada de perso-
250 Libro II. Del pueblo de Dios
Capítulo II
De las asociaciones públicas de fieles
1.º pro consociationibus univer- 1.º la Santa Sede, para las asociaciones
salibus atque internationalibus, universales e internacionales;
Sancta Sedes;
2.º la Conferencia Episcopal, dentro de
2.º pro consociationibus natio- su territorio, para las asociaciones nacio-
nalibus, quae scilicet ex ipsa
erectione destinantur ad actio- nales, es decir, que por la misma erección
nem in tota natione exercen- miran a ejercer su actividad en toda la na-
dam, Episcoporum conferentia ción;
in suo territorio; 3.º el Obispo diocesano, dentro de su pro-
3.º pro consociationibus dioece- pio territorio, pero no el Administrador
sanis, Episcopus dioecesanus in diocesano, para las asociaciones diocesa-
suo cuiusque territorio, non ve- nas; se exceptúan, sin embargo, aquellas
ro Administrator dioecesanus, asociaciones cuyo derecho de erección
iis tamen consociationibus ex- está reservado, por privilegio apostólico,
ceptis quarum erigendarum ius
ex apostolico privilegio aliis re- a otras personas.
servatum est.
diocesanas), obtenga un nuevo decreto de erección en cada lugar donde desea es-
tablecerse, aunque sí se requiere siempre el consentimiento del Obispo diocesa-
no, dado por escrito. Por lo que se refiere a las asociaciones propias de los institu-
tos de vida consagrada, el c. no distingue —como hacía el CIC 17, c. 686 § 3—
entre las constituidas a manera de cuerpo orgánico, es decir, con una cierta jerar-
quía supradiocesana, y las que se establecen con independencia entre sí por lo
que atañe al régimen, en cada casa o iglesia.
313-314 La posibilidad de actuar en nombre de la Iglesia —cfr. c. 116— es
exclusiva de las asociaciones y, en general, de las personas jurídicas públicas. Por
eso, el decreto de erección confiere no sólo la personalidad, sino también —en la
medida que sea necesaria— la misión para actuar en nombre de la Iglesia en
cuanto que lo requieran los fines propios de la asociación y únicamente dentro
de ese ámbito.
314 Necesitan aprobación los estatutos de las asociaciones públicas, así
como también los de las asociaciones privadas que gozan de personalidad jurí-
dica (c. 322 § 2); para los de asociaciones privadas sin personalidad jurídica
basta que sean revisados por la autoridad competente (c. 299 § 3). Sobre la
aprobación de los estatutos por una Conferencia Episcopal, cfr. comentario al
c. 312 § 1, 2.º.
P. I. t. V. De las asociaciones de fieles 253
315 La alta dirección a la que se refiere este c. presupone y exige una aplica-
ción cuidadosa del principio de subsidiariedad y el respeto delicado de los fines
para los que se constituye cada asociación: tiene su raíz en el hecho de que, por la
misión recibida, la asociación puede actuar en nombre de la Iglesia, pero no sig-
nifica absorber el régimen, que compete a quienes legítimamente moderan la
asociación. Tampoco debe identificarse la alta dirección —que consiste funda-
mentalmente en indicar unas líneas generales de conducta— con la vigilancia, de
la que trata el c. 305.
316 Recoge este c. el contenido de los cc. 693 § 1 y 696 § § 1-2 del CIC 17,
donde también se declaraba nula la adscripción y se prescribía la expulsión de quie-
nes pertenecieran a sectas condenadas o fuesen, en general, pecadores públicos.
317 De acuerdo con los estatutos aprobados, la designación del moderador
puede hacerse mediante elección o presentación, o bien por nombramiento di-
recto hecho por la autoridad competente. El capellán o asistente eclesiástico
siempre es nombrado por la autoridad, que puede oír, si es conveniente, a los ofi-
ciales mayores de la asociación (cfr. también cc. 564 ss.).
Las asociaciones no clericales, a las que hace referencia el § 3, son aquéllas
que no cumplen los requisitos señalados en el c. 302. Nada impide, por tanto,
254 Libro II. Del pueblo de Dios
que un laico sea moderador de una asociación a la que pertenezcan tanto clérigos
como laicos; y, lógicamente, no se planteará esta posibilidad en las que están for-
madas sólo por clérigos.
Lo preceptuado en el § 4 tiene su razón de ser en el hecho de que una aso-
ciación pública recibe la misión que le capacita para actuar en nombre de la Igle-
sia (c. 313), y podría prestarse a confusiones que sus moderadores desempeñasen
a la vez cargos directivos en un partido político.
318 El nombramiento de un comisario podrá tener lugar cuando las circuns-
tancias aconsejen que la autoridad competente no sólo ejercite la alta dirección
(c. 315), sino que también asuma temporalmente el régimen de la asociación,
procurando a la vez que cesen cuanto antes los motivos que dan lugar a esa inter-
vención extraordinaria.
Respecto al § 2, hay que hacer notar que, mientras el c. 317 § 1 prevé la po-
sibilidad de designar al moderador por nombramiento directo, confirmación del
P. I. t. V. De las asociaciones de fieles 255
Capítulo III
De las asociaciones privadas de fieles
siástica (c. 673 § 2; cfr. Apostolicam actuositatem 24). Por eso, el c. que comenta-
mos se complementa con el contenido del c. 299 § § 1-2 y con el c. 215.
Las personas jurídicas privadas han de constituirse para alguna de las finalida-
des especificadas en el c. 298 § 1, con las excepciones previstas en el c. 301 § 1: si no
fuera así, carecería de sentido su establecimiento dentro del ámbito del ordenamien-
to canónico, puesto que, si desean alcanzar fines propios de los ciudadanos en cuan-
to tales, habrán de encontrar su marco jurídico dentro del ordenamiento estatal.
En los textos conciliares, el requisito del reconocimiento o revisión de los
estatutos se prescribe sólo para las asociaciones de sacerdotes, pero en el CIC ha
sido extendido a todas las asociaciones privadas (c. 299 § 3).
322 La personalidad jurídica tiene como consecuencia que la asociación en
cuanto tal se constituya como sujeto de derechos y obligaciones (c. 113 § 2), lo
cual no sucede en las asociaciones privadas sin personalidad (c. 310). Aunque se
trate de personalidad jurídica privada (c. 116 § 1), la persona así constituida es
perpetua por su misma naturaleza, y sólo deja de existir de acuerdo con lo esta-
blecido en el c. 120 § 1 (cfr. también c. 326).
323 Se afirma en el § 1 que la asociación privada goza de autonomía, aunque
está sometida tanto a la vigilancia como al régimen de la autoridad eclesiástica. Por
lo que se refiere a la vigilancia, cfr. comentario al c. 305: esa vigilancia tendrá un
ámbito más extenso si la asociación de que se trate ha obtenido la alabanza o reco-
mendación de la Jerarquía (cc. 298 § 2 y 299 § 2). Efectivamente, aunque la ala-
banza o recomendación para nada afectan a su naturaleza privada, constituyen un
acto de intervención positiva de la autoridad eclesiástica, que podrá retirarlas si la
asociación se desvía de los fines o del modo de actuar que dieron origen a ese acto
de la autoridad, llegando incluso a desaconsejarla o reprobarla, o a declarar que no
actúa de acuerdo con sus estatutos (c. 299 § 3), por lo que no cumple los requisitos
indispensables para su reconocimiento dentro del ordenamiento canónico.
Por lo que se refiere al régimen, la fórmula empleada podría entenderse en
una primera lectura como si atribuyera a la autoridad una potestad aún mayor que
la de alta dirección, prevista para las asociaciones públicas en el c. 315. Sin embar-
258 Libro II. Del pueblo de Dios
go, hay que tener presente que la redacción del c. inmediatamente anterior al texto
promulgado precisaba que a ese régimen están sometidas las asociaciones de la
misma manera que cada uno de los fieles en particular: parece que, aunque se haya
suprimido esa puntualización, la potestad de régimen de la autoridad eclesiástica
sobre una asociación privada sin personalidad jurídica mira exclusivamente a cada
uno de los fieles que forman parte de ella, puesto que la asociación en cuanto tal
no es sujeto capaz de derechos y obligaciones (cfr. comentario al c. 322).
El § 2 enuncia un principio general que tiene también valor de cláusula lí-
mite: la autonomía propia de cada asociación privada y el respeto de los fines
para los que ha sido instituida deben compaginarse con el derecho y deber de la
autoridad de evitar la dispersión y procurar que todo el ejercicio del apostolado
se ordene al bien común (cfr. Apostolicam actuositatem 24).
324 Con referencia al moderador y a los oficiales, se emplea en el § 1 una ex-
presión genérica —designat—, que comprende tanto la elección como el nom-
bramiento o institución, de acuerdo con lo que prevean los estatutos.
El § 2 llama consejero espiritual al que, para las asociaciones públicas, se de-
nomina capellán o asistente eclesiástico (cc. 317 § 1 y 318 § 2). El texto hace re-
ferencia a un sacerdote que ejerza legítimamente su ministerio en la diócesis,
pero no parece que se excluya la posibilidad de un consejero espiritual para las
asociaciones privadas nacionales o internacionales, aunque siempre se requerirá el
consentimiento tanto del Ordinario propio del sacerdote interesado, puesto que
se trata de una forma de ejercicio de su ministerio, como de la autoridad que ha
revisado los estatutos de la asociación (c. 299 § 3), autoridad que, por analogía,
habrá de ser la misma que puede erigir asociaciones públicas o conferir persona-
lidad a las privadas (c. 312 § 1).
325 Los bienes de una asociación privada, aunque haya obtenido personalidad
jurídica privada (c. 322), no son eclesiásticos, por lo que no se rigen de acuerdo
con las prescripciones del Libro V CIC (cfr. c. 1257), sino por lo determinado en
los estatutos.
P. I. t. V. De las asociaciones de fieles 259
quae possidet libere admini- bienes que posean según las prescripcio-
strat, iuxta statutorum prae- nes de los estatutos, quedando a salvo el
scripta, salvo iure auctoritatis derecho de la autoridad eclesiástica com-
ecclesiasticae competentis vigi- petente de vigilar de manera que los bie-
landi ut bona in fines associa- nes se empleen para los fines de la aso-
tionis adhibeantur. ciación.
§ 2. Eadem subest loci Ordina-
rii auctoritati ad normam can. § 2. Conforme a la norma del c. 1301,
1301 quod attinet ad admini- está bajo la autoridad del Ordinario del
strationem erogationemque bo- lugar lo que se refiere a la administra-
norum, quae ipsi ad pias causas ción y gasto de los bienes que hayan re-
donata aut relicta sint. cibido en donación o legado para causas
pías.
326 § 1. Extinguitur christifi- 326 § 1. La asociación privada de fieles
delium consociatio pri- se extingue conforme a la norma de
vata ad normam statutorum; los estatutos; puede ser suprimida tam-
supprimi etiam potest a compe- bién por la autoridad competente, si su
tenti auctoritate, si eius actio in actividad es en daño grave de la doctrina
grave damnum cedit doctrinae o de la disciplina eclesiástica, o causa es-
vel disciplinae ecclesiasticae,
aut scandalo est fidelium. cándalo a los fieles.
§ 2. Destinatio bonorum conso- § 2. El destino de los bienes de una aso-
ciationis extinctae ad normam ciación que se haya extinguido debe de-
statutorum determinanda est, terminarse de acuerdo con la norma de los
salvis iuribus quaesitis atque estatutos, quedando a salvo los derechos
oblatorum voluntate. adquiridos y la voluntad de los donantes.
Capítulo IV
Normas especiales de las asociaciones de laicos
327 Christifideles laici magni 327 Los fieles laicos han de tener en
faciant consociationes ad gran estima las asociaciones que se
326 Ha de tenerse en cuenta que las personas jurídicas, aun las privadas, son
perpetuas por su misma naturaleza: este c. debe, pues, completarse con las pres-
cripciones del c. 120.
Sobre el destino de los bienes de una asociación extinguida, aunque gozase
de personalidad jurídica privada (cfr. comentario al c. 325), no es aplicable lo
establecido en el c. 123 acerca de las personas jurídicas públicas, por lo que se
prescribe que ese destino ha de determinarse en los estatutos, quedando a salvo
los derechos adquiridos y la voluntad de los donantes (cfr. comentario al c.
320). El c. 320 contempla también las fundaciones pías no autónomas, supues-
to no apliable a las asociaciones privadas, por carecer de personalidad pública
(cfr. c. 1303 § 1, 2.º).
Caput IV. Normae speciales de laicorum consociationibus
Los tres cc. de este cap. se refieren a las asociaciones, tanto públicas como
privadas, que constan sólo de laicos. No constituyen estas asociaciones una cate-
goría especial, que exija una normativa peculiar: en realidad, los cc. contienen
sólo exhortaciones, sin ninguna característica específica, si se exceptúa la alaban-
260 Libro II. Del pueblo de Dios
PARTE II
DE LA CONSTITUCIÓN JERÁRQUICA DE LA IGLESIA
SECCIÓN I
DE LA SUPREMA AUTORIDAD DE LA IGLESIA
Capítulo I
Del Romano Pontífice y del Colegio Episcopal
330 Sicut, statuente Domino, 330 Así como, por determinación divi-
sanctus Petrus et ceteri na, San Pedro y los demás Após-
Art. 1
Del Romano Pontífice
Art. 2
Del Colegio Episcopal
tud sobre la mentalidad, deseos y necesidades de todas las Iglesias (Christus Do-
minus 10; M.P. Pro comperto sane, de 6.VIII.1967, AAS 59 [1967] 881-884;
Const. Ap. Pastor Bonus, art. 7). Las instituciones que actúan en nombre del
Romano Pontífice y con su autoridad son principalmente los Dicasterios de la
Curia Romana (cc. 360-361), cuya competencia —en el ámbito ejecutivo o ju-
dicial— se encuentra actualmente reglada por las prescripciones de la Const.
Ap. Pastor Bonus; esta actuación con la autoridad del Romano Pontífice está, por
tanto, sometida a unos límites, determinados por la misma autoridad suprema.
A pesar de las precauciones establecidas por Benedicto XV en el M.P. Cum Iuris
Canonici, de 15.IX.1917, nn. II y III (AAS 9 [1917] 484), la actividad legislati-
va de la Curia Romana fue en continuo aumento después de la promulgación
del CIC 17, especialmente en los años que siguieron al Concilio Vaticano II,
mediante normas de diverso tipo —decretos, instrucciones, directorios, declara-
ciones, notificaciones, etc.— que, por su número y excesiva extensión, dieron
origen a una cierta inflación legislativa y quizá a algunas situaciones de confu-
sión.
335 Sobre el concepto de sede impedida, cfr. c. 412. De momento, no se ha
hecho pública ninguna norma para el caso de que el Romano Pontífice se en-
cuentre en esa circunstancia. Al quedar vacante la Sede Romana, se aplican las
normas establecidas en la Const. Ap. Universi Dominici Gregis, de 22.II.1996
(AAS 88 [1996] 305-343).
consciente de que «gobernando bien su propia Iglesia, en cuanto que es una por-
ción de la Iglesia universal, colabora eficazmente al bien de todo el Cuerpo mís-
tico, que es también corpus Ecclesiarum» (Lumen gentium 23): la aportación pri-
maria de un Obispo a la Iglesia universal se canaliza de hecho a través de su
servicio a la Iglesia particular que se ha confiado a su cuidado, y que debe enten-
derse no como un recinto cerrado, sino como una porción de la Iglesia universal,
en la que se hace verdaderamente presente y actúa la Iglesia de Cristo, una, san-
ta, católica y apostólica (Christus Dominus 11), que subsiste en las Iglesias parti-
culares y de ellas consta (Lumen gentium 23).
La colegialidad lleva también consigo la unión o afecto colegial (Lumen gen-
tium 23) con los demás Obispos, que exige proceder siempre conjuntamente con
ellos, de modo particular con los que, por razón de la proximidad geográfica, por
formar parte de una misma provincia eclesiástica o nación, etc., han de resolver
problemas pastorales que exigen una línea de acción común o, por lo menos, se-
mejante.
Además de estas manifestaciones cotidianas de afecto colegial, existe la ac-
ción propiamente colegial, que pueden ejercer los Obispos cuando son llamados
a ella por el Romano Pontífice o éste la acepta libremente (c. 337 § 2).
336 El Orden o Colegio de los Obispos, que sucede al Colegio Apostólico en
el magisterio y régimen pastoral, junto a su Cabeza —que es el Romano Pontífi-
ce— y nunca sin ella, es también sujeto de la potestad suprema y plena sobre
toda la Iglesia, potestad que puede ejercerse únicamente con el consentimiento
del Romano Pontífice. La potestad suprema sobre la Iglesia universal, que com-
pete a este Colegio, se ejerce de manera solemne en el Concilio Ecuménico. La
misma potestad colegial, en unión con el Papa, puede ejercerse por los Obispos
esparcidos en todo el mundo, con tal de que el Romano Pontífice, Cabeza del
Colegio, les llame a la acción colegial o, al menos, apruebe o acepte libremente la
acción conjunta de los Obispos dispersos, de manera que el acto se haga verdade-
ramente colegial (Lumen gentium 22 y Nota explicativa previa).
La pertenencia al Colegio Episcopal exige dos condiciones: a) ordenación o
consagración episcopal; b) comunión jerárquica con la Cabeza —el Papa— y
con los demás miembros del Colegio.
337 No es frecuente el ejercicio de la potestad plena y suprema sobre toda la
Iglesia mediante actos estricta o propiamente colegiales: son veintiuna las ocasio-
P. II. s. I. De la suprema autoridad de la Iglesia 267
Capítulo II
Del Sínodo de los Obispos
ex diversis orbis regionibus se- las distintas regiones del mundo, que se
lecti, statutis temporibus una reúnen en ocasiones determinadas para
conveniunt ut arctam coniunc- fomentar la unión estrecha entre el Ro-
tionem inter Romanum Pontifi- mano Pontífice y los Obispos, y ayudar al
cem et Episcopos foveant, utque Papa con sus consejos para la integridad
eidem Romano Pontifici ad in- y mejora de la fe y costumbres y la con-
columitatem incrementumque
fidei et morum, ad disciplinam servación y fortalecimiento de la discipli-
ecclesiasticam servandam et fir- na eclesiástica, y estudiar las cuestiones
mandam consiliis adiutricem que se refieren a la acción de la Iglesia en
operam praestent, necnon quae- el mundo.
stiones ad actionem Ecclesiae in
mundo spectantes perpendant.
343 Synodi Episcoporum est 343 Corresponde al sínodo de los Obis-
de quaestionibus per- pos debatir las cuestiones que han
tractandis disceptare atque ex- de ser tratadas, y manifestar su parecer,
promere optata, non vero eas- pero no dirimir esas cuestiones ni dar de-
dem dirimere de iisque ferre cretos acerca de ellas, a no ser que en ca-
decreta, nisi certis in casibus sos determinados le haya sido otorgada
potestate deliberativa eandem
instruxerit Romanus Pontifex, potestad deliberativa por el Romano Pon-
cuius est in hoc casu decisiones tífice, a quien compete en este caso rati-
synodi ratas habere. ficar las decisiones del sínodo.
342 De acuerdo con sus normas constitutivas, el Sínodo de los Obispos de-
pende directa e inmediatamente del Romano Pontífice, a quien corresponde con-
vocarlo, y es una institución eclesiástica que se encuadra dentro del régimen cen-
tral de la Iglesia, representa a todo el episcopado católico y desarrolla sus trabajos
en ocasiones y momentos determinados. El Sínodo de los Obispos no supone
una modalidad de ejercicio de la colegialidad en el gobierno de la Iglesia, pero si
es un modo de colaboración con el Romano Pontífice en su función primacial, y
desde esta perspectiva constituye una forma institucionalizada de la comunión y
del sentido colegial —collegialis affectus— de los Obispos entre sí y con el Roma-
no Pontífice. El primer reglamento del Sínodo de los Obispos —Ordo Synodi
Episcoporum celebrandae— se publicó con fecha 8.XII.1966 (AAS 59 [1967]
91-103), y fue sustituido por una redacción revisada y ampliada el 24.VI.1969
(AAS 61 [1969] 525-539), a la que se añadieron nuevos artículos y enmiendas el
20.VIII.1971 (AAS 63 [1971] 702-704), y algunas explicationes —no publicadas
en AAS— en 1977.
343 La finalidad del Sínodo de los Obispos, según el M.P. citado, es fomentar
la unión estrecha y la colaboración entre el Romano Pontífice y los Obispos de
toda la tierra, informar sobre lo que se refiere a la vida de la Iglesia y a su activi-
dad en el mundo, y fomentar un común sentir en lo que se refiere a la doctrina
esencial y al modo general de actuar. Por eso, la función del Sínodo es eminente-
mente consultiva, y le corresponde dar su propio parecer al Romano Pontífice
acerca de las materias que se someten a su estudio, aunque puede el Papa otorgar-
le voto deliberativo sobre cuestiones determinadas, correspondiendo en este su-
puesto al Romano Pontífice ratificar las decisiones del Sínodo. Exceptuado este
último caso, los documentos elaborados por el Sínodo se entregan al Papa, que se
servirá de ellos de la manera que estime más oportuna: empleándolos como ma-
terial de trabajo para futuros documentos y para su actividad de gobierno de la
Iglesia, o decretando que se hagan públicos, etc.
270 Libro II. Del pueblo de Dios
344 El sínodo de los Obispos está so- 344 Synodus Episcoporum di-
metido directamente a la autoridad recte subest auctoritati
del Romano Pontífice, a quien correspon- Romani Pontificis, cuius qui-
de: dem est:
1.º synodum convocare, quo-
1.º convocar el sínodo, cuantas veces le tiescumque id ipsi opportunum
parezca oportuno, y determinar el lugar videatur, locumque designare
en el que deben celebrarse las reuniones; ubi coetus habendi sint;
2.º ratificar la elección de aquellos miem- 2.º sodalium, qui ad normam iu-
bros que han de ser elegidos según la ris peculiaris eligendi sunt, elec-
norma del derecho peculiar, y designar y tionem ratam habere aliosque
nombrar a los demás miembros; sodales designare et nominare;
3.º argumenta quaestionum
3.º determinar con la antelación oportuna pertractandarum statuere op-
a la celebración del sínodo, según el de- portuno tempore ad normam
recho peculiar, los temas que deben tra- iuris peculiaris ante synodi ce-
tarse en él; lebrationem;
4.º establecer el orden del día; 4.º rerum agendarum ordinem
definire;
5.º presidir el sínodo personalmente o por 5.º synodo, per se aut per alios
medio de otros; praeesse;
6.º clausurar el sínodo, trasladarlo, sus- 6.º synodum ipsam, concludere,
penderlo y disolverlo. transferre, suspendere et dissol-
vere.
345 El sínodo de los Obispos puede reu- 345 Synodus Episcoporum con-
nirse, sea en asamblea general, en la gregari potest aut in coe-
que se traten cuestiones que miran direc- tum generalem, in quo scilicet res
tamente al bien de la Iglesia universal, pu- tractantur ad bonum Ecclesiae
diendo ser esta asamblea tanto ordinaria universae directe spectantes, qui
como extraordinaria, sea en asamblea es- quidem coetus est sive ordinarius
sive extraordinarius, aut etiam in
pecial, para problemas que conciernen di- coetum specialem, in quo nempe
rectamente a una o varias regiones deter- aguntur negotia quae directe ad
minadas. determinatam determinatasve
regiones attinent.
346* § 1. Integran el sínodo de Obis- 346* § 1. Synodus Episcopo-
pos, cuando se reúne en asamblea rum quae in coetum ge-
general ordinaria, miembros que son, en neralem ordinarium congrega-
344 Este c. describe lo que corresponde al Romano Pontífice respecto del Sí-
nodo, y entre otras cosas, en lo relativo a su composición. Sobre los miembros
del Sínodo, cfr. el comentario al c. 346. En cualquier caso, compete al Romano
Pontífice ratificar su elección, así como nombrar directamente algunos otros,
hasta un quince por ciento del número total (M.P. Apostolica sollicitudo, 10). Por
lo que se refiere a la presidencia, en los Sínodos ordinarios y extraordinarios cele-
brados hasta el momento, el Romano Pontífice ha nombrado tres presidentes de-
legados, que se suceden por turno en la dirección de los debates y trabajos.
345 Enuncia este c. los tres tipos distintos de asambleas sinodales, que se deta-
llan en el c. 346: a) general ordinaria, que suele celebrarse cada tres años; b) ge-
neral extraordinaria; c) especial.
346 Sobre la composición del Sínodo, el c. hace remisión al derecho peculiar
por el que se rige, es decir, el M.P. y el reglamento citados en el comentario al c.
P. II. s. I. De la suprema autoridad de la Iglesia 271
stans Episcopis, quorum alii, ad son elegidos por el mismo sínodo según
normam iuris peculiaris, ab ipsa la norma de su derecho peculiar, y otros
synodo Episcoporum eliguntur, son nombrados por el Romano Pontífice,
alii a Romano Pontifice nomi- cuya función termina al comenzar una
nantur, quorum vero omnium nueva asamblea general.
munus explicit, ineunte novo
coetu generali. § 2. Para cualquier tipo de asambleas del
§ 2. Pro quolibet synodi Episco- sínodo de los Obispos se nombran ade-
porum coetu praeterea unus más uno o varios secretarios especiales,
aut plures secretarii speciales designados por el Romano Pontífice, que
constituuntur qui a Romano únicamente permanecen en dicho oficio
Pontifice nominantur, atque in hasta la conclusión de la asamblea del sí-
officio ipsis commisso perma- nodo.
nent solum usque ad expletum
synodi coetum.
Capítulo III
De los Cardenales de la Santa Iglesia Romana
Consejo colaborar con el Secretario general en la preparación de los temas que ha-
yan de tratarse en el próximo Sínodo (cfr. comentario al c. 346), así como dar con-
sejo sobre el modo de llevar a la práctica las propuestas formuladas por el Sínodo
precedente, una vez que hayan sido aprobadas por el Romano Pontífice.
Ordinariamente, suele nombrar el Sumo Pontífice tantos secretarios espe-
ciales —técnicos en las materias de que se trate—, cuantas sean las cuestiones
distintas que haya de estudiar el Sínodo, y cesan en su cargo al concluir éste. Su
tarea ha de realizarse en colaboración estrecha con el Secretario general y con el
respectivo ponente o relator (cfr. comentario al c. 346). El reglamento prevé tam-
bién la posibilidad de que el Papa nombre ayudantes del secretario especial.
El CIC no menciona un organismo que constituye el Romano Pontífice al
iniciarse cada asamblea: la comisión para las controversias, formada por tres Pa-
dres sinodales, que examina las posibles reclamaciones y las somete al Sumo Pon-
tífice (cfr. reglamento, art. 10).
el Romano Pontífice, sin derecho de opción, es decir, de pedir el paso del orden
presbiteral al episcopal, ateniendo a la antigüedad (cfr. M.P. Ad Suburbicarias
Dioeceses, de 10.III.1961, AAS 53 [1961] 198). También pertenecen siempre al
orden episcopal los Patriarcas de la Iglesia orientales que son promovidos al car-
denalato. Estos, sin embargo, conservan como título su propia sede patriarcal, sin
acumularlo con el de una diócesis suburbicaria (cfr. M.P. Ad Purpuratorum Pa-
trum, de 11.II.1965, AAS 57 [1965] 295-296).
Los Obispos diocesanos que son nombrados Cardenales forman parte del
orden presbiteral, que consta también de otros miembros. Finalmente, al orden
diaconal pertenecen Cardenales que no son Obispos diocesanos.
Se admite la opción, o petición en el Consistorio, para el paso de un título
presbiteral a otro, o de una diaconía a otra, así como también para el paso del or-
den diaconal al presbiteral, transcurridos diez años en el cardenalato. En este caso,
quien llega al orden presbiteral desde el diaconal precede a quienes hayan sido
nombrados Cardenales después que él, y parece que, en el actual CIC, sigue en vi-
gor la interpretación de la CPI, 29.V.1934 (AAS 26 [1934] 493), donde se preci-
sa que ese derecho de precedencia se adquiere también en el caso de que el tránsi-
to al orden presbiteral tenga lugar antes de transcurrir diez años en el diaconal.
351 El CIC no recoge las prescripciones del c. 232 § 2 CIC 17, según el cual
quedaban excluidos del cardenalato los ilegítimos e irregulares, quienes tienen hi-
276 Libro II. Del pueblo de Dios
bremente entre aquellos varones que ha- mano Pontifice seliguntur viri,
yan recibido al menos el presbiterado y saltem in ordine presbyteratus
que destaquen notablemente por su doc- constituti, doctrina, moribus,
trina, costumbres, piedad y prudencia en pietate necnon rerum agenda-
la gestión de asuntos; pero los que aún no rum prudentia egregie prae-
son Obispos deben recibir la consagra- stantes; qui nondum sunt Epi-
scopi, consecrationem episco-
ción episcopal. palem recipere debent.
§ 2. Los Cardenales son creados por de- § 2. Cardinales creantur Romani
creto del Romano Pontífice, que se hace Pontificis decreto, quod quidem
público en presencia del Colegio Carde- coram Cardinalium Collegio pu-
nalicio; a partir del momento de la publi- blicatur; inde a publicatione fac-
cación, tienen los deberes y derechos de- ta officiis tenentur atque iuribus
terminados por la ley. gaudent lege definitis.
§ 3. Promotus ad cardinalitiam
§ 3. Sin embargo, quien ha sido promovi- dignitatem, cuius creationem
do a la dignidad cardenalicia, anunciando Romanus Pontifex annuntiave-
el Romano Pontífice su creación pero re- rit, nomen autem in pectore si-
servándose su nombre in pectore, no tie- bi reservans, nullis interim te-
ne entretanto ninguno de los deberes o netur Cardinalium officiis nu-
derechos de los Cardenales; adquiere llisque eorum gaudet iuribus;
esos deberes y esos derechos cuando el postquam autem a Romano Pon-
Romano Pontífice haga público su nom- tifice eius nomen publicatum
bre, pero, a efectos de precedencia, se fuerit, iisdem tenetur officiis
fruiturque iuribus, sed iure prae-
atiende al día en el que su nombre fue re- cedentiae gaudet a die reserva-
servado in pectore. tionis in pectore.
352 § 1. El Decano preside el Colegio 352 § 1. Cardinalium Collegio
cardenalicio y, cuando está impe- praeest Decanus, eiusque
dido, hace sus veces el Subdecano; sin impediti vices sustinet Subdeca-
embargo, ni el Decano ni el Subdecano nus; Decanus, vel Subdecanus,
jos o nietos —por haber recibido el sacramento del Orden después de enviudar,
en la Iglesia de rito latino—, y los consanguíneos en primero o segundo grado de
otro Cardenal aún en vida; tampoco figura en el CIC la norma del c. 235 CIC
17, por el que «si la Santa Sede no dispone otra cosa en casos particulares, con la
promoción a la sagrada púrpura no sólo quedan vacantes todas las dignidades,
iglesias y beneficios que poseía el interesado, sino que deja también de percibir las
pensiones de las que disfrutase». Hasta 1962, los Cardenales del orden diaconal
eran presbíteros, pero a partir de esa fecha, deben siempre recibir la consagración
episcopal (cfr. M.P. Cum gravissima, de 15.IV.1962, AAS 54 [1962] 256-258).
La reservatio in pectore, o creación de un Cardenal por el Romano Pontífice
sin hacer público su nombre, puede obedecer a distintas razones: con frecuencia,
al estado de persecución de la Iglesia en un lugar determinado, que no hace opor-
tuno divulgar el nombramiento. No produce efectos hasta que el Romano Pontí-
fice anuncia el nombre del interesado, que goza de los derechos y deberes propios
de los Cardenales únicamente a partir de ese momento; pero, a efectos de prece-
dencia, ocupa el lugar que le compete atendiendo al tiempo de la reservatio.
352 El Decano tiene siempre como título la diócesis suburbicaria de Ostia, ade-
más de la que poseía anteriormente (S. Pío X, M.P. Edita a Nobis de 15.V.1914,
AAS 6 [1914] 219), y también el Vicedecano ha de ser uno de los seis Cardenales
que tienen asignada una diócesis suburbicaria. Cuando se produce la vacante del
P. II. s. I. De la suprema autoridad de la Iglesia 277
Decano o del Vicedecano, en el c. 237 del CIC 17, se preveía la sucesión automá-
tica, atendiendo a la antigüedad en el orden episcopal del Colegio Cardenalicio.
Actualmente, la elección para esos dos cargos corresponde a los Cardenales del or-
den episcopal que tienen en título una diócesis suburbicaria —por tanto, no a los
Cardenales que son Patriarcas de Iglesias Orientales y pertenecen también al orden
episcopal—, elección que ha de ser aprobada por el Romano Pontífice (cfr. M.P.
Sacro Cardinalium Consilio, de 26.II.1965, AAS 57 [1965] 296-297). La presi-
dencia del Colegio Cardenalicio no lleva consigo potestad de régimen sobre los
demás Cardenales, puesto que se ejerce a título de primero entre sus iguales.
353 El Consistorio es la reunión de los Cardenales con el Romano Pontífice.
Anteriormente se distinguían tres clases de Consistorios: ordinario o secreto, para
el nombramiento de nuevos Cardenales, provisión de los llamados beneficios
consistoriales, concesión del palio a los Metropolitanos, etc.; extraordinario o pú-
blico, que era en realidad una ceremonia solemne, en la que tenían lugar los dis-
cursos oficiales de las causas de beatificación y de canonización, la imposición del
galero a los nuevos Cardenales, etc.; y, finalmente, el semipúblico, con asistencia
no sólo de Cardenales, sino también de otros prelados, para el estudio de las cau-
sas de beatificación y de canonización. El actual CIC contempla dos clases de
Consistorios: el ordinario, al que son convocados, por lo menos, todos los Carde-
nales que se encuentren en Roma; y el extraordinario, para el que se llama a la to-
talidad de los Cardenales, cuando sea preciso con el fin de tratar de necesidades
278 Libro II. Del pueblo de Dios
respectivo Obispo diocesano, distinto del Cardenal (cfr. M.P. Suburbicariis Sedi-
bus, de 11.IV.1962, AAS 54 [1962] 253-256).
También los Cardenales del orden presbiteral y diaconal, para sus títulos o
diaconías, se equiparaban al Ordinario del lugar, exceptuando lo referente al or-
den judicial o a cualquier forma de jurisdicción sobre los fieles, pero quedando a
salvo su potestad sobre las materias relacionadas con la disciplina, corrección de
costumbres y funcionamiento de la iglesia (CIC 17, c. 240 § 2). Esta situación se
modificó, en el sentido que recoge el § 1 del c. que comentamos, con el M.P. Ad
hoc usque tempus, de 15.IV.1969 (AAS 61 [1969] 226-227).
El CIC 17, c. 239, enumeraba una larga serie de privilegios de los Cardena-
les, que actualmente corresponden también, casi en su integridad, a todos los
Obispos. Por eso, el § 2 de este c. se limita a establecer que, fuera de Roma y de
la Iglesia de la que sean Obispos diocesanos, los Cardenales están personalmente
exentos de la potestad de régimen del Ordinario del lugar. Tienen además los
Cardenales otros privilegios, por ej., el de ser juzgados exclusivamente por el Ro-
mano Pontífice en cualquier tipo de causas (cfr. c. 1405 § 1, 2.º).
El 18.III.1999 la Secretaría de Estado publicó asimismo una lista de privi-
legios y facultades de los Cardenales en materia canónica y litúrgica: Communi-
cationes 31 (1999) 11-13.
358 En el c. 266 del CIC 17, esta prescripción se encontraba dentro del cap.
«De los Legados del Romano Pontífice». Suele enviar el Papa un Legado a latere
a las celebraciones de culto especialmente solemnes: congresos eucarísticos, cen-
tenarios, etc. El enviado especial acude en nombre y representación del Sumo
Pontífice a reuniones de particular relieve.
359 El CIC 17, c. 241, remitía a la Const. de S. Pío X Vacante Sede Apostolica,
de 25.XII.1904, que fue sustituida por la Const. Ap. Vacantis Apostolicae Sedis,
P. II. s. I. De la suprema autoridad de la Iglesia 281
Capítulo IV
De la Curia Romana
360 Curia Romana, qua nego- 360 La Curia Romana, mediante la que
tia Ecclesiae universae el Romano Pontífice suele tramitar
Tribunales
— Penitenciaría Apostólica.
— Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica.
— Tribunal de la Rota Romana.
Consejos Pontificios
— Para los Laicos.
— Para el fomento de la Unión de los Cristianos; junto a él se encuentra la
Comisión para investigar y tratar las cuestiones que se refieren al hebraís-
mo desde el punto de vista religioso.
— Para la Familia.
— De justicia y Paz.
— «Cor Unum».
— Para la atención espiritual de los Emigrantes e Itinerantes.
— Del Apostolado para los profesionales de la sanidad.
— Para los Textos Legislativos.
— Para el Diálogo entre las Religiones; en él hay una Comisión para las Re-
laciones Religiosas con los Musulmanes.
— De la Cultura, en el cual ha quedado integrado el Consejo para el Diá-
logo con los no Creyentes previsto en la Const. Ap. Pastor Bonus, arts.
163-165: cfr. M.P. Inde a Pontificatus Nostri initio, 25.III.1993 (AAS 85
[1993] 549-552).
— De las Comunicaciones Sociales.
Oficios
— Cámara Apostólica.
— Administración del Patrimonio de la Santa Sede.
— Prefectura de los Asuntos Económicos de la Santa Sede.
Otras instituciones de la Curia Romana
— Prefectura de la Casa Pontificia.
— Oficio para las Ceremonias Litúrgicas del Papa.
— Existen asimismo Comisiones Interdicasteriales Permanentes, instituidas
por el Papa, de acuerdo con la Const. Ap. Pastor Bonus, art. 21 § 2, así
como también los 15 Cardenales que se reúnen dos veces al año para
examinar las cuestiones económicas y orgánicas (ibid., arts. 24-25), y la
Oficina Central del Trabajo (ibid., art. 36), establecida con el M.P. Nel
primo anniversario, 1.I.1989, de la que se ha promulgado el estatuto, que
entró en vigor el 1.III.1989 (AAS 81 [1989] 145-155).
Los arts. 186-193 de la Const. Ap. Pastor Bonus precisan que otras Institu-
ciones (Instituta), aunque propiamente no formen parte de la Curia Romana,
prestan un servicio cualificado a la Santa Sede, mencionándose entre ellas el Ar-
chivo Secreto Vaticano, la Biblioteca Apostólica Vaticana, las distintas Acade-
mias, la Tipografía Políglota Vaticana, L’Osservatore Romano, la Radio Vaticana y
el Centro Televisivo Vaticano, la Fábrica de San Pedro y el Instituto Apostólico
para las Limosnas. También puede mencionarse aquí la Comisión Pontificia Ec-
P. II. s. I. De la suprema autoridad de la Iglesia 283
rum, constat Secretaria Status Estado o Papal, del Consejo para los
seu Papali, Consilio pro publi- asuntos públicos de la Iglesia, de las
cis Ecclesiae negotiis, Congre- Congregaciones, Tribunales, y de otras
gationibus, Tribunalibus, aliis- Instituciones, cuya constitución y compe-
que Institutis, quorum omnium tencia se determinan por ley peculiar.
constitutio et competentia lege
peculiari definiuntur.
361 Nomine Sedis Apostolicae 361 En este Código, bajo el nombre de
vel Sanctae Sedis in hoc Sede Apostólica o Santa Sede se
Codice veniunt non solum Ro- comprende no sólo al Romano Pontífice,
manus Pontifex, sed etiam, nisi sino también, a no ser que por su misma
ex rei natura vel sermonis con- naturaleza o por el contexto conste otra
textu aliud appareat, Secretaria cosa, la Secretaría de Estado, el Consejo
Status, Consilium pro publicis
Ecclesiae negotiis, aliaque Ro- para los asuntos públicos de la Iglesia, y
manae Curiae Instituta. otras Instituciones de la Curia Romana.
Capítulo V
De los Legados del Romano Pontífice
362 Romano Pontifici ius est 362 El Romano Pontífice tiene derecho
nativum et independens nativo e independiente de nombrar
clesia Dei, instituida con el M.P. Ecclesia Dei, de 2.VII.1988 y la Comisión Pon-
tificia para los Bienes Culturales de la Iglesia, constituida como organismo inde-
pendiente con el M.P. Inde a Pontificatus Nostri initio, 25.III.1993 (AAS 85
[1993] 549-552), que sustituye a la Comisión para la Conservación del Patri-
monio Artístico e Histórico, encuadrada hasta entonces dentro de la C. para los
Clérigos (cfr. Const. Ap. Pastor Bonus, arts. 99-104).
360 La Const. Ap. Pastor Bonus es la ley peculiar a la que se refiere este c. Hay
que advertir que, actualmente, la Secretaría de Estado ha dejado de llamarse Se-
cretaría Papal, y que el Consejo para los Asuntos Públicos ha quedado integrado
en la sección II de la Secretaría de Estado. También se ha de tener en cuenta que
la Const. Ap. engloba bajo el nombre de Dicasterios la Secretaría de Estado, las
Congregaciones, los Tribunales, los Consejos y los Oficios (art. 2 § 1), emplean-
do la palabra Institutos (Instituta, que también se lee en el c. que comentamos) en
un sentido que parece sinónimo a Dicasterios (cfr. arts. 1-3).
361 Se establece que los organismos de la Curia Romana quedan comprendi-
dos bajo la denominación de Sede Apostólica o Santa Sede. Aquí también, como
hemos anotado en el comentario al c. precedente, el empleo de la palabra Insti-
tutos puede dar lugar a un margen de indeterminación, de manera que, en algu-
nos casos, no será fácil determinar si un acto concreto procede o no de la Santa
Sede. Vid. asimismo el c. 113 § 1; cfr. también c. 334.
mandato expreso de la Santa Sede (cfr. Sollicitudo omnium Ecclesiarum, art. 8).
Permanece en vigor el art. 9 de ese M.P., donde se detallan algunos aspectos de la
función del representante pontificio respecto a los institutos de vida consagrada
y a las Conferencias de religiosos en el país.
Con ocasión de su paso por Roma, los Legados Pontificios mantienen con-
tacto con los Dicasterios de la Curia Romana, los cuales a su vez solicitan su pa-
recer acerca de los asuntos relacionados con las Iglesias particulares de su terri-
torio (cfr. Const. Ap. Pastor Bonus, art. 27; Reglamento General de la Curia
Romana, 1.VII.1999, art. 143).
Corresponde al Legado del Romano Pontífice elaborar el proceso informa-
tivo para el nombramiento de nuevos Obispos (cfr. c. 377, con su comentario)
así como para la erección de nuevas diócesis, o modificación de los límites de las
ya existentes (cfr. Sollicitudo omnium Ecclesiarum, art. 7).
Puede tener además otras facultades, recibidas tanto personalmente como
en virtud de una concesión general; sin embargo, la innovación radical reflejada
en los cc. 87, 381 § 1, etc., lleva consigo una reducción notable de los casos en
los que un Obispo diocesano ha de acudir a la Santa Sede, por lo que ordinaria-
P. II. s. I. De la suprema autoridad de la Iglesia 287
8.º exercere praeterea facultates 8.º ejercer además las facultades y cum-
et cetera explere mandata quae plir los otros mandatos que le confíe la
ipsi ab Apostolica Sede commit- Sede Apostólica.
tantur.
365 § 1. Legati pontificii, qui 365 § 1. Al Legado pontificio, que ejer-
simul legationem apud ce a la vez su legación ante los Es-
Civitates iuxta iuris internatio- tados según las normas de derecho inter-
nalis normas exercet, munus nacional, le compete el oficio peculiar de:
quoque peculiare est:
1.º promovere et fovere necessi- 1.º promover y fomentar las relaciones
tudines inter Apostolicam Se- entre la Sede Apostólica y las Autorida-
dem et Auctoritates Rei Publi- des del Estado;
cae; 2.º tratar aquellas cuestiones que se refie-
2.º quaestiones pertractare quae ren a las relaciones entre la Iglesia y el
ad relationes inter Ecclesiam et Estado; y, de modo particular, trabajar en
Civitatem pertinent; et peculia- la negociación de concordatos, y otras
ri modo agere de concordatis convenciones de este tipo, y cuidar de
aliisque huiusmodi conventioni-
bus conficiendis et ad effectum que se lleven a la práctica.
deducendis. § 2. Al tramitar los asuntos que se tratan
§ 2. In negotiis, de quibus in § 1, en el § 1, según lo aconsejen las circuns-
expediendis, prout adiuncta sua- tancias, el Legado pontificio no dejará de
deant, Legatus pontificius sen- pedir parecer y consejo a los Obispos de
tentiam et consilium Episcopo- la circunscripción eclesiástica, y les in-
rum dicionis ecclesiasticae ex- formará sobre la marcha de las gestiones.
quirere ne omittat, eosque de ne-
gotiorum cursu certiores faciat.
366 Attenta peculiari Legati 366 Teniendo en cuenta el carácter pe-
muneris indole: culiar de la unción del Legado:
1.º sedes Legationis pontificiae 1.º la sede de la Legación pontificia está
a potestate regiminis Ordinarii exenta de la potestad de régimen del Or-
loci exempta est, nisi agatur de dinario del lugar, a no ser que se trate de
matrimoniis celebrandis; la celebración de matrimonios;
mente no se suelen atribuir a los Legados del Papa las facultades de que antes go-
zaban en esta materia.
365 Este c., complementario del anterior, describe las funciones que, añadién-
dose a las ya comentadas, competen a quienes son además agentes diplomáticos
ante un Estado.
Precisamente por ser vínculo de unión entre el Romano Pontífice y las Igle-
sias particulares, es muy conveniente que para el desempeño de esta tarea diplo-
mática se mantenga el oportuno contacto con los Obispos del territorio, se les in-
forme convenientemente y se les pida parecer en la resolución de los asuntos (vid.
también Sollicitudo omnium Ecclesiarum, art. 10). Sobre los concordatos y con-
venciones, cfr. c. 3.
366 La sede de la Legación queda exenta de la potestad de régimen del Ordi-
nario del lugar. Se trata de una exención local, análoga a la que prevé el c. 262
para el Seminario respecto al párroco, y difiere de la exención de los Cardenales,
que es personal (c. 357 § 2). En la sede de la Legación, el representante pontifi-
cio es, a todos los efectos, Ordinario del lugar, exceptuando lo que se refiere a la
celebración de matrimonios, para los que habrán de observarse las normas gene-
288 Libro II. Del pueblo de Dios
SECCIÓN II
DE LAS IGLESIAS PARTICULARES
Y DE SUS AGRUPACIONES
Título I
De las Iglesias particulares y de la autoridad constituida en ellas
Capítulo I
De las Iglesias particulares
368 Iglesias particulares, en las cuales y 368 Ecclesiae particulares,
desde las cuales existe la Iglesia ca- in quibus et ex quibus
tólica una y única, son principalmente, una et unica Ecclesia catholica
369, según la doctrina del Concilio Vaticano II (Christus Dominus 11), más
rica teológicamente que la que se reflejaba en el CIC 17 (cfr. cc. 215-217 y 329
§ 1).
El c. 368 establece la asimilación a las Iglesias particulares de otras estructu-
ras jurisdiccionales eclesiásticas. El criterio de asimilación o equiparación no es el
de la capitalidad episcopal o el tipo de potestad —que puede ser vicaria y no pro-
pia—, sino que tiene su fundamento en el hecho de que en esas estructuras,
como también en la Diócesis, han de concurrir necesariamente dos elementos: a)
su circunscripción o delimitación territorial, como se afirma expresamente en el
c. 372 § 1, incluso en el caso de Diócesis rituales; b) estar constituidas para el
ejercicio de la cura de almas con carácter pleno respecto a sus propios fieles, de
manera que éstos formen una porción del Pueblo de Dios totalmente indepen-
diente en relación con cualquier otra jurisdicción territorial.
Estos dos requisitos se desprenden de la naturaleza de las estructuras enun-
ciadas taxativamente en el c. 368, así como también de la exclusión implícita de
otras entidades igualmente jurisdiccionales, que no responden a alguna de esas
dos condiciones: concretamente, de la Prelatura personal, a la que se dedica el tít.
IV de la Parte I (cc. 294- 297), y el Ordinariato castrense, del que el CIC no tra-
ta en ningún lugar, si se exceptúa la fugaz referencia del c. 569 a los capellanes
militares, «que se rigen por leyes especiales». De todas formas, el Annuario Ponti-
ficio completa la enumeración de las circunscripciones eclesiásticas de carácter
jerárquico, incluyendo los ordinariatos militares y las prelaturas personales, in-
mediatamente antes de los vicariatos apostólicos (cfr. Annuario Pontificio 2001,
883-891).
370 En el CIC 17 estas dos figuras se llamaban Prelatura y Abadía nullius dioe-
cesis (cfr. cc. 319-327), es decir, no dependientes de ninguna Diócesis. Actual-
mente reciben el nombre de Prelaturas o Abadías territoriales. A la configuración
de Prelatura territorial pertenece también la Mission de France o Prelatura de Pon-
tigny, con un pequeño territorio y un Prelado, elegido entre los Obispos france-
ses, con la finalidad de proporcionar —sobre todo a las Diócesis de Francia— un
clero destinado a la realización de tareas pastorales especializadas (cfr. Const. Ap.
Omnium Ecclesiarum sollicitudo, de 15.VIII.1954, AAS 46 [1954] 567-574). El
Prelado territorial recibe de ordinario el episcopado (cfr. S.C. para los Obispos,
Carta Prot. 335/67, de 17.X.1977, no publicada en AAS —cfr. Communicationes
9 [1977] 224—; cfr. también comentario al c. 376). Sobre las Abadías territoria-
les el M.P. Catholica Ecclesia, de 23.X.1976 (AAS 68 [1976] 694-696), prescribía
que, en adelante, no se erijan otras Abadías en esta figura jurídica, y se procure
convertir las ya existentes en otras formas jurisdiccionales, de acuerdo con el
Decr. Christus Dominus 23, y, de ordinario, no se confiera la consagración epis-
copal a los Abades. El CIC ya no contempla la posibilidad de una Prelatura o
Abadía territorial con menos de tres parroquias y que se rige por derecho singu-
lar (cfr. c. 319 §2 CIC 17).
371 § 1. El CIC 17 trataba de los Vicarios y Prefectos apostólicos en los cc.
293-311. En la Iglesia de rito latino, estas circunscripciones se erigen de ordinario
en territorios hasta ahora llamados de misión, dependientes de la S.C. para la Evan-
gelización de los Pueblos. Tanto el Vicario como el Prefecto apostólico gobiernan
su circunscripción en nombre del Romano Pontífice, es decir, con potestad ordina-
ria, pero no propia, sino vicaria (cfr. c. 131 § 2). El primero suele ser Obispo titu-
lar (cfr. c. 376), mientras que el segundo habitualmente no recibe la consagración
episcopal. Las circunstancias peculiares, a las que se refiere el § 1, por las que se erige
un Vicariato o Prefectura, en lugar de una Diócesis, Prelatura territorial, etc., se re-
ducen de ordinario a la imposibilidad de organizar plenamente en ellos la jerarquía
eclesiástica. De la misma manera que el CIC 17, el actual CIC no hace referencia a
la misión sui iuris, constituida de acuerdo con el Decr. Excelsum, de 12.IX.1896,
sobre la que Pío XI declaró, el 7.XI.1929, que, en términos generales, se le aplican
292 Libro II. Del pueblo de Dios
las normas establecidas para los Vicariatos y Prefecturas apostólicas (cfr. Ochoa, Le-
ges Ecclesiae post CIC editae, vol. 1, Roma 1966, col. 1112 s.).
§ 2. Sobre los Administradores apostólicos, cuya potestad es también vica-
ria, cfr. CIC 17, cc. 312-318. Se constituye una Administración apostólica, con
carácter permanente o temporal, cuando así lo aconsejan razones peculiares y muy
graves, que impiden el régimen normal de una Diócesis. Estos motivos suelen ser
disciplinares, o están exigidos por cambios de la delimitación de fronteras entre
distintos Estados, o por dificultades con los gobiernos respectivos.
372 Con pocas excepciones, los autores concuerdan en afirmar que el territo-
rio no es un elemento constitutivo esencial de la Iglesia particular, sino sólo un
criterio externo —de ordinario, el más funcional y, por eso, el más generalmente
usado— para determinar o delimitar la porción del Pueblo de Dios o conjunto
de fieles que la componen (cfr. c. 369. Vid. también el n. 8 de los Principios di-
rectivos aprobados por la primera Asamblea General del Sínodo de los Obispos,
el 7.X.1967, para la revisión del CIC: Communicationes 1 [1969] 84). El CIC,
aunque no incluye el territorio entre los elementos teológicos constitutivos de la
Iglesia particular (cfr. c. 369), mantiene rígidamente el criterio territorial como
elemento de delimitación de las entidades jurisdiccionales para las que vige la
normativa sobre Iglesias particulares, y el domicilio o cuasidomicilio de cada fiel
como criterio para determinar la pertenencia a una u otra Diócesis (cfr. c. 107 §
1). Sólo se admiten parcialmente excepciones para los ordinariatos militares (cfr.
comentario al c. 368), para las prelaturas personales y para los católicos de rito
oriental, en favor de los cuales pueden constituirse Diócesis también dentro de
un determinado territorio de Iglesias particulares de rito latino; asimismo, con la
formulación del §2 de este c., queda abierta la posibilidad de que, por otros mo-
tivos semejantes al rito, y si lo aconseja la utilidad pastoral, pueden erigirse Dió-
cesis no estrictamente territoriales, pero sí dentro de un territorio determinado.
P. II. s. II. t. I. De las Iglesias particulares 293
Capítulo II
De los Obispos
Art. 1
De los Obispos en general
375 § 1. Episcopi, qui ex di- 375 § 1. Los Obispos, que por institu-
vina institutione in Apo- ción divina son los sucesores de los
dos del s. XIX. Ahora, y por lo que atañe al nombre o título con el que se les de-
signa, no a todos los Obispos que de iure son titulares se les atribuye una diócesis
titular, puesto que los Obispos diocesanos que han presentado la renuncia de su
oficio (cfr. cc. 401-402) se llaman «Obispo dimisionario de...», o anteponen al
nombre de su última sede un adjetivo o adverbio equivalentes, según las diversas
lenguas (S.C. para los Obispos, Carta de 7.XI.1970 a los Presidentes de las Con-
ferencias Episcopales: (Communicationes 10 [1978] 18). Asimismo, el coadjutor
(c. 403 § 3) se llama «Obispo coadjutor de ...», y el Prelado territorial (cc. 368 y
370), si ha recibido la ordenación episcopal, se designa como «Obispo-Prelado
de ...» (C. para los Obispos, Cartas del 31.VIII.1976 y 17.X.1977, en Commu-
nicationes 9 (1977), 223-224; estos tres documentos llevan el Prot. n. 335/67).
Asimismo, con carta Prot. n. 552/97, del 20.XI.1997, la C. para los Obispos ha
comunicado que, en adelante, no se asignará una sede titular a los Ordinarios
militares, que se llamarán «Obispo Ordinario militar de...(la nación respecti-
va)»: Pastoralis Militum Cura (1997), n. 2, p. 3. Los demás Obispos tienen asig-
nada una diócesis titular: también los que son auxiliares (c. 403 § § 1-2), por la
dificultad que supondría, cuando son varios en una misma Diócesis, que todos
coincidieran en llamarse «Obispo Auxiliar de...» (la diócesis), sin más especifica-
ción.
377 El sistema de nombramiento directo por el Romano Pontífice está vigente
en la Iglesia de rito latino. El CIC (cfr. c. 1) no afecta a las Iglesias de rito orien-
tal, donde los Obispos suelen elegirse en el Sínodo patriarcal o institución equi-
valente, siendo confirmada esa elección por el Papa, generalmente en el Consis-
torio ordinario (c. 353 § 2). Hay también algunas diócesis de rito latino —en
Alemania, Austria y Suiza— en las que el Cabildo catedral participa en el nom-
bramiento o elección del Obispo. Esta intervención del Cabildo no queda afec-
tada por el § 5 del c. que comentamos, que hace referencia exclusiva a las autori-
dades estatales.
Los § § 2-4 resumen, con algunas modificaciones, el Decr. del Consejo para
los Asuntos Públicos de la Iglesia, de 25.III.1972, y las normas que lo acompa-
296 Libro II. Del pueblo de Dios
formativo (cfr. c. 364, 4.º; vid. Normae, arts. 9, 12 y 13). También parece lógico
que, para los casos previstos en los § § 3 y 4, se deba tener en cuenta la lista ela-
borada previamente, de acuerdo con el § 2, que de otra forma carecería casi por
completo de utilidad.
El § 5 recoge el deseo expresado en el Decr. Christus Dominus 20. Por lo
que se refiere a la situación vigente en España, en julio de 1976 el Rey renunció
al tradicional privilegio de presentación, cuya última formulación se recogía en el
Acuerdo entre la Santa Sede y el Gobierno español del 7.VI.1941 (AAS 33
[1941] 480 ss.), y en los arts. 7 y 8 del Concordato de 27.VIII.1953 (AAS 45
[1953] 629). El 28.VII.1976 se firmó un acuerdo, donde se establece en el art. 1:
«1. El nombramiento de Arzobispos y obispos es de la exclusiva competencia de
la Santa Sede. 2. Antes de proceder al nombramiento de Arzobispos y Obispos
residenciales y de coadjutores con derecho a sucesión, la Santa Sede notificará el
nombre del designado al Gobierno español, por si respecto a él existiesen posibles
objeciones concretas de índole política general, cuya valoración corresponderá a
la prudente consideración de la Santa Sede. Se entenderá que no existen objecio-
nes si el Gobierno no las manifiesta en el término de quince días. Las diligencias
correspondientes se mantendrán en secreto por ambas partes. 3. La provisión del
Vicariato General castrense se hará mediante la propuesta de una terna de nom-
bres, formada de común acuerdo entre la Nunciatura Apostólica y el Ministerio
de Asuntos Exteriores y sometida a la aprobación de la Santa Sede. El Rey pre-
sentará, en el término de quince días, uno de ellos para su nombramiento por el
Romano Pontifice».
Por tanto, con excepción del Ordinariato castrense (cfr. también el Acuerdo
entre la Santa Sede y el Gobierno español sobre asistencia religiosa a las Fuerzas
Armadas y servicio militar de clérigos y religiosos, de 3.I.1979, art. 3), el sistema
vigente en España para el nombramiento de Obispos es el llamado de comunica-
ción oficiosa, o manifestación al Gobierno del nombre del designado, por si exis-
ten objeciones concretas de índole política general. Este modo de proceder, con al-
gunas variantes de matiz, se establece también en bastantes concordatos y
convenciones actualmente en vigor, para el nombramiento de Obispos en distin-
tas naciones.
378 Se modifica algo lo establecido en el c. 331 del CIC 17, que enumeraba
entre las condiciones de idoneidad haber cumplido al menos treinta años, edad
298 Libro II. Del pueblo de Dios
1.º insigne por la firmeza de su fe, buenas 1.º firma fide, bonis moribus,
costumbres, piedad, celo por las almas, pietate, animarum zelo, sapien-
sabiduría, prudencia y virtudes humanas, tia, prudentia et virtutibus hu-
y dotado de las demás cualidades que le manis excellens, ceterisque do-
hacen apto para ejercer el oficio de que se tibus praeditus quae ipsum ap-
trata; tum efficiant ad officium de
quo agitur explendum;
2.º de buena fama; 2.º bona exsistimatione gau-
3.º de al menos treinta y cinco años; dens;
4.º ordenado de presbítero desde hace al 3.º annos natus saltem triginta
quinque;
menos cinco años; 4.º a quinquennio saltem in
5.º doctor o al menos licenciado en sagra- presbyteratus ordine constitu-
da Escritura, teología o derecho canóni- tus;
co, por un instituto de estudios superiores 5.º laurea doctoris vel saltem li-
aprobado por la Sede Apostólica, o al centia in sacra Scriptura, theo-
menos verdaderamente experto en esas logia aut iure canonico potitus
disciplinas. in instituto studiorum superio-
rum a Sede Apostolica probato,
§ 2. El juicio definitivo sobre la idonei- vel saltem in iisdem disciplinis
dad del candidato corresponde a la Sede vere peritus.
Apostólica. § 2. Iudicium definitivum de
promovendi idoneitate ad Apo-
stolicam Sedem pertinet.
379 A no ser que esté legítimamente 379 Nisi legitimo detineatur
impedido, quien ha sido promovido impedimento, quicumque
al Episcopado debe recibir la consagra- ad Episcopatum promotus de-
ción episcopal dentro del plazo de tres bet intra tres menses ab accep-
meses a partir del día en que le llegaron tis apostolicis litteris consecra-
las letras apostólicas; y, en todo caso, an- tionem episcopalem recipere, et
tes de tomar posesión de su oficio. quidem antequam officii sui
possessionem capiat.
380 Antes de tomar posesión canónica 380 Antequam canonicam pos-
de su oficio, el que ha sido promo- sessionem sui officii ca-
vido debe hacer la profesión de fe y pres- piat, promotus fidei professio-
tar el juramento de fidelidad a la Sede nem emittat atque iusiurandum
Apostólica, según la fórmula aprobada fidelitatis erga Apostolicam Se-
por la misma Sede Apostólica. dem praestet secundum formu-
lam ab eadem Apostolica Sede
probatam.
que ahora se ha fijado en treinta y cinco; y exigía también que el candidato fuese
hijo legítimo, sin que bastase la legitimación sucesiva, requisito que no figura en
el CIC.
380 Para la fórmula de juramento de fidelidad a la Santa Sede, del año 1972 y
no publicada en AAS, cfr. Ochoa, Leges Ecclesiae post CIC editae, vol. V, Roma
1980, col. 6440 (no utilizan los Obispos la fórmula del juramento de fidelidad
entrada en vigor el 1.III.1989 para aquellos a los que se refiere el c. 833, n. 5-8:
AAS 81 [1989] 104-106; cfr. Rescripto pontificio de 19.IX.1989: AAS 81 [1989]
1169).
P. II. s. II. t. I. De las Iglesias particulares 299
Art. 2
De los Obispos diocesanos
381 § 1. Episcopo dioecesano 381 § 1. Al Obispo diocesano compete
in dioecesi ipsi commissa en la diócesis que se le ha confiado
omnis competit potestas ordi- toda la potestad ordinaria, propia e inme-
naria, propria et immediata, diata que se requiere para el ejercicio de
quae ad exercitium eius mune- su función pastoral, exceptuadas aquellas
ris pastoralis requiritur, excep- causas que por el derecho o por decreto
tis causis quae iure aut Summi
Pontificis decreto supremae aut del Sumo Pontífice se reserven a la auto-
alii auctoritati ecclesiasticae re- ridad suprema o a otra autoridad eclesiás-
serventur. tica.
§ 2. Qui praesunt aliis commu- § 2. A no ser que por la naturaleza del
nitatibus fidelium, de quibus in asunto o por prescripción del derecho
can. 368, Episcopo dioecesano conste otra cosa, se equiparan en derecho
in iure aequiparantur, nisi ex al Obispo diocesano aquellos que presi-
rei natura aut iuris praescripto den otras comunidades de fieles de las
aliud appareat. que se trata en el c. 368.
no. En el caso de estos Prelados debe tenerse en cuenta, además, que los fieles
que están bajo su jurisdicción son a la vez fieles de las Iglesias particulares a las
que pertenecen por razón del domicilio o por otro título: cfr. C. para la Doctrina
de la Fe, Carta Communionis notio, 28.V.1992, n. 16 (AAS 85 [1993] 838-850).
382 A la consagración episcopal y misión canónica se añade el requisito jurídi-
co de la toma de posesión, momento a partir del cual asume el Obispo el gobier-
no de la diócesis a todos los efectos. Esta toma de posesión ha de tener lugar den-
tro del plazo de cuatro meses desde su promoción al episcopado (cfr. c. 379,
donde se establece que ha de recibir la ordenación episcopal dentro de los tres
meses sucesivos a la recepción del nombramiento), o de dos meses, si era ya
Obispo (cfr. c. 418 § 1). Y se recomienda que tenga lugar, de la manera indicada
en el § 3, dentro de un acto litúrgico solemne en la catedral. Hasta la toma de
posesión, el Obispo designado no tiene capacidad de intervenir en el gobierno de
la diócesis, aunque conserva y puede seguir ejerciendo los oficios que ya desem-
peñaba en la misma.
P. II. s. II. t. I. De las Iglesias particulares 301
391 Dirige su diócesis el Obispo no sólo con jurisdicción, sino también con
sus consejos, exhortaciones y ejemplo personal, siempre para edificación de los
fieles que se le han confiado (cfr. Lumen gentium 27; c. 387). Con referencia a la
jurisdicción, el CIC 17, c. 335, afirmaba que era ejercida por el Obispo tanto en
materias espirituales como temporales, con potestad legislativa, judicial y coacti-
va, división que —respecto a la coactiva— sólo con distintos matices y puntuali-
zaciones era aceptada por la doctrina postcodicial. El CIC omite cualquier tipo
de referencia a la jurisdicción en asuntos temporales y precisa que al Obispo
compete toda la potestad que le es necesaria para el ejercicio de su función pasto-
ral (c. 381 § 1); por otra parte, con terminología técnicamente más exacta, llama
ejecutiva a la potestad antes denominada coactiva.
El Obispo ha de ejercer su jurisdicción siempre de acuerdo con el Derecho
(ad normam iuris), respetando las normas de rango superior (c. 135 § 2), que no
puede cambiar o derogar, y sobre las que sólo tiene capacidad de dispensar en los
casos taxativamente previstos (cc. 87-88).
Dentro de su circunscripción, la potestad legislativa compete de modo ex-
clusivo al Obispo diocesano —que no puede delegarla: c. 135 § 2—, tanto en el
Sínodo (cc. 460-468) como fuera de él; puede ejercer la potestad ejecutiva tanto
personalmente como por medio de los Vicarios generales o episcopales, que ne-
cesitan, sin embargo, mandato especial del Obispo diocesano en determinados
supuestos (c. 134 § 3; cfr. el c. 479, donde se plantea una problemática en rela-
ción con el c. 134 § 3, que habrá de ser resuelta por la doctrina); puede asimismo
desempeñar personalmente la potestad judicial, pero de ordinario lo hace a través
del Provisor o Vicario judicial (c. 1420), e incluso, por escasez de personal, es fre-
cuente que varios Obispos constituyan juntos un tribunal único interdiocesano
(c. 1423 § 1).
392 La función de tutelar la unidad de la Iglesia —parte integrante de su soli-
citud por todas las Iglesias— requiere del Obispo que, en su circunscripción, exi-
ja la observancia de la disciplina eclesiástica, contenida tanto en el derecho uni-
306 Libro II. Del pueblo de Dios
§ 2. Urgeat officium, quo tenen- § 2. Inste a los fieles para que cumplan su
tur fideles ad apostolatum pro deber de hacer apostolado de acuerdo con
sua cuiusque condicione et apti- la condición y la capacidad de cada uno,
tudine exercendum, atque ipsos y exhórteles a que participen en las diver-
adhortetur ut varia opera apo- sas iniciativas de apostolado y les presten
stolatus, secundum necessitates ayuda, según las necesidades de lugar y
loci et temporis, participent et
iuvent. de tiempo.
396 Sobre la visita pastoral, cfr. Directorio Ecclesiae imago, nn. 166-170; Cae-
remoniale Episcoporum, 14.IX.1984, nn. 1177-1184. Debe realizarla el Obispo
de manera que, al menos en el plazo de cinco años, visite toda la diócesis perso-
nalmente o, si está legítimamente impedido, por medio de otros. Tiene la visita
una doble finalidad: informarse de modo directo el Obispo sobre la situación y
circunstancias de la Iglesia particular, e impulsar a todos los fieles para que cum-
plan cada vez con mayor intensidad sus propios deberes. Es tanta la importancia
de la visita, que, como criterio general para revisar la delimitación de las circuns-
cripciones eclesiásticas, en el Decr. Christus Dominus 23, 2, se indica que su ta-
maño y número de habitantes permitan al Obispo realizarla convenientemente.
El proyecto de este c. —recogiendo el c. 343 § 1 del CIC 17— incluía en el
§ 1 una enumeración de los fines de la visita pastoral: conservar la doctrina sana
y ortodoxa, tutelar las buenas costumbres y corregir las malas, fomentar la cari-
dad, piedad y disciplina en el clero y en los demás fieles, impulsar el apostolado y
disponer todo lo que, atendidas las circunstancias, sea conveniente para el bien
de la religión. Este enunciado se suprimió en la redacción final del CIC, por con-
siderar que se trataba de algo evidente (cfr. Communicationes 12 [1980] 305).
Tampoco recoge el CIC el c. 345 del CIC 17, donde se establecía que «en
todo lo que se refiere al fin y al objeto de la visita, el visitador ha de proceder de
modo paterno, y contra sus preceptos y decretos cabe recurso sólo en devolutivo;
y, en otras materias, aun en el tiempo de la visita, el Obispo ha de proceder según
prescribe el derecho»: la supresión de esta norma no se debe a un cambio sustan-
cial de la disciplina, que permanece en vigor como antes del CIC, sino sólo a la
conveniencia de evitar repeticiones, con el riesgo también de una aparente con-
tradicción entre «proceder de modo paterno» y «proceder según prescribe el de-
recho», además de que las normas sobre los recursos ya se exponen en los cc.
1732 ss. y, por otra parte, es obvio que, para proceder de modo judicial, han de
observarse en todo momento las formalidades prescritas.
P. II. s. II. t. I. De las Iglesias particulares 309
§ 2. Fas est Episcopo sibi eligere § 2. Puede el Obispo elegir a los clérigos
quos maluerit clericos in visita- que desee, para que le acompañen y ayu-
tione comites atque adiutores, den en la visita, quedando reprobado
reprobato quocumque contra- cualquier privilegio o costumbre en con-
rio privilegio vel consuetudine. tra.
397 § 1. Ordinariae episcopali 397 § 1. Están sujetos a la visita epis-
visitationi obnoxiae sunt copal ordinaria las personas, insti-
personae, instituta catholica, tuciones católicas, cosas y lugares sagra-
res et loca sacra, quae intra dos que se encuentran dentro del ámbito
dioecesis ambitum continentur. de la diócesis.
§ 2. Sodales institutorum reli- § 2. Sólo en los casos determinados por
giosorum iuris pontificii eo- el derecho puede el Obispo hacer esa vi-
rumque domos Episcopus visi-
tare potest in casibus tantum sita a los miembros de los institutos reli-
iure expressis. giosos de derecho pontificio y a sus ca-
sas.
398 Studeat Episcopus debita 398 Procure el Obispo realizar la visita
cum diligentia pastora- canónica con la debida diligencia;
lem visitationem absolvere; ca- y cuide de no ser molesto y oneroso para
veat ne superfluis sumptibus nadie con gastos innecesarios.
cuiquam gravis onerosusve sit.
399 § 1. Episcopus dioecesa- 399 § 1. Cada cinco años el Obispo dio-
nus tenetur singulis quin- cesano debe presentar al Romano
quenniis relationem Summo Pontífice una relación sobre la situación
Pontifici exhibere super statu de su diócesis, según el modelo determi-
dioecesis sibi commissae, secun- nado por la Sede Apostólica y en el tiem-
dum formam et tempus ab Apo- po establecido por ella.
stolica Sede definita.
ce además que los Obispos fijen con el Legado pontificio la fecha en la que acu-
dirán a visitar al Romano Pontífice y envíen con antelación suficiente el informe
sobre la situación de su diócesis. Los Ordinarios castrenses acudirán a la visita ad
limina con los demás Obispos de su nación (cfr. S.C. para los Obispos, Decr. de
28.II.1959, AAS 51 [1959] 272-274). Para el modo de confeccionar ese informe,
cfr. el formulario que ha sido publicado por la imprenta vaticana en 1982. Sobre
la visita ad limina vid. también Const. Ap. Pastor Bonus, arts. 28-32 y anexo I; C.
para los Obispos, Directorio para la visita ad limina, 29.VI.1988.
401 Recoge este c. el ruego a los Obispos diocesanos de que presenten la dimi-
sión por los siguientes motivos: edad avanzada o falta de salud u otra causa grave.
Esta prescripción se indicó en términos generales en el Decr. Christus Dominus 21,
y se concreto en él M.P. Ecclesiae Sanctae I, 11, determinando que, a efectos de la
renuncia al oficio, se considera edad avanzada los 75 años cumplidos. La renuncia
no produce efectos ipso iure, sino que corresponde al Romano Pontífice aceptarla
o no, después de ponderar las circunstancias. Sobre algunas tareas que pueden se-
P. II. s. II. t. I. De las Iglesias particulares 311
Art. 3
De los Obispos coadjutores y auxiliares
guir desempeñando, cfr. C. para los Obispos, Normas del 31.X.1988 sobre los
Obispos que cesan de su oficio. Tienen también la capacidad de ser elegidos por
la Conferencia Episcopal (cfr. c. 346) para participar en el Sínodo de los Obis-
pos: Pontificia Comisión Intérprete, 10.X.1991: AAS 83 (1991) 1093.
El CIC contiene disposiciones semejantes respecto a los Cardenales (c.
354), Obispos coadjutores y auxiliares (c. 411) y párrocos (c. 538 § 3).
402 Como se ha dicho anteriormente (cfr. comentario al c. 376), el Obispo a
quien el Romano Pontífice acepta la renuncia pasa a la condición jurídica de
Obispo titular, pero sigue vinculado a su última sede, aunque sin ninguna potes-
tad de régimen sobre ella, llamándose «Obispo dimisionario de...», y no se le
asigna una nueva diócesis titular, como era usual hasta el año 1970.
Si lo desea, puede el dimisionario continuar viviendo en la circunscripción
de su antigua diócesis, a no ser que la Santa Sede disponga otra cosa, por motivos
particulares. Le compete asimismo una justa retribución, a la que la Conferencia
Episcopal habrá de proveer, mediante una norma general, de acuerdo con el c.
445 (cfr. Ecclesiae Sanctae I, 11) atendiendo siempre a que la obligación primaria
corresponde a la diócesis en la que ejerció su ministerio.
se constituirán uno o varios Obispos au- deant, unus vel plures Episco-
xiliares, a petición del Obispo diocesano; pi auxiliares, petente Episcopo
el Obispo auxiliar no tiene derecho de su- dioecesano, constituantur; Epi-
cesión. scopus auxiliaris iure successio-
nis non gaudet.
§ 2. Cuando concurran circunstancias § 2. Gravioribus in adiunctis,
más graves, también de carácter personal, etiam indolis personalis, Epi-
se puede dar al Obispo diocesano un scopo dioecesano dari potest
Obispo auxiliar dotado de facultades es- Episcopus auxiliaris specialibus
peciales. instructus facultatibus.
403 Prevé este c. tres posibles figuras entre los cooperadores inmediatos del
Obispo diocesano: 1) el Obispo auxiliar (§ 1); 2) el Obispo auxiliar dotado de fa-
cultades especiales, cuando así lo exijan circunstancias graves, también de carác-
ter personal (§2); 3) el Obispo coadjutor, que goza siempre de facultades especia-
les, y en esto coincide con el Obispo auxiliar al que hace referencia el § 2; pero se
diferencia de él, así como del auxiliar mencionado en el § 1, en que tiene derecho
a la sucesión automática cuando la sede quede vacante (§ 3). Efectivamente, la
diferencia fundamental entre el Obispo coadjutor y el auxiliar reside en que el
primero se nombra siempre con derecho de sucesión, derecho que nunca compe-
te al segundo.
Se simplifica de este modo la normativa del CIC 17, puesto que queda su-
primida la distinción entre el coadjutor dado a la persona del Obispo, con o sin
derecho de sucesión (cfr. CIC 17, c. 350) —que corresponde respectivamente,
bajo ciertos aspectos, al actual coadjutor y al auxiliar—, y el dado a la sede (CIC
17, c. 352). Y desaparece asimismo la figura del Administrador apostólico sede
plena (CIC 17, cc. 312-318), aunque nada impide que la Santa Sede siga hacien-
do uso de ella.
Esta simplificación responde al ruego dirigido al Obispo diocesano de que
presente la renuncia de su oficio cuando, por su edad o por otros motivos, no se
encuentre en condiciones de gobernar debidamente la diócesis (c. 401). Antes,
por el contrario, continuaba en su cargo hasta el momento de la muerte, por lo
que, en algunas circunstancias, resultaba necesario proveer a su incapacidad me-
diante otro Obispo —coadjutor o Administrador apostólico— que hiciera sus
veces: a esta situación responden los supuestos previstos por el CIC 17. Aplican-
do la terminología precedente, puede decirse que, ahora, tanto el Obispo coadju-
tor como el auxiliar se dan ordinariamente a la sede, cuando así lo requiere su ex-
tensión, número de fieles, etc.
Sobre el nombramiento de Obispos coadjutores y auxiliares, cfr c. 377 §§
3-4. Sin embargo, el c. que comentamos deja expresamente abierta la posibilidad
de que la Santa Sede proceda por propia iniciativa, cuando haya razones que lo
aconsejen, confiriéndoles en este caso las facultades especiales que estime necesa-
rias y pudiendo incluso llegar a encomendarles de hecho el régimen de la dióce-
sis, siendo entonces su función (cfr. c. 405 § 2) igual a la que el CIC 17 atribuía
al Administrador apostólico sede plena.
Los Obispos coadjutores y auxiliares han de ser convocados a los Concilios
Ecuménicos y particulares (c. 443 § 1, 2.º) y son miembros de la Conferencia
Episcopal (c. 450 § 1): los coadjutores, siempre con voto deliberativo; y los auxi-
liares, con voto deliberativo o sólo consultivo según determinen los estatutos de
la respectiva Conferencia (c. 454). También han de ser convocados al Sínodo
P. II. s. II. t. I. De las Iglesias particulares 313
409 Con el requisito previo de haber tomado posesión de su oficio (c. 404 §
1), el Obispo coadjutor pasa inmediatamente a ser Obispo diocesano en cuan-
to queda vacante la sede por cualquiera de los motivos especificados en el c.
416.
En el Decr. Christus Dominus 26 se expresa la conveniencia de que, al que-
dar vacante una sede, sea elegido Administrador diocesano (cc. 421-430) el
Obispo auxiliar o uno de los auxiliares, a no ser que razones graves aconsejasen
otra cosa (cfr. Ecclesiae Sanctae I, 13 § 3). Permanece en vigor esta recomenda-
ción, no dotada de carácter obligatorio, pero el CIC no la recoge entre sus nor-
mas. Por eso, si la autoridad competente no ha dispuesto de otro modo, mientras
la sede esté vacante, y si no ha sido elegido Administrador diocesano, el Obispo
auxiliar con facultades especiales (c. 403 § 2) conserva sólo la potestad que le co-
rrespondía por ser Vicario general; y los demás Obispos auxiliares (c. 403 § 1), la
que tenían como Vicarios generales o episcopales. Esta disposición modifica no-
tablemente la normativa del c. 355 § 2 del CIC 17, donde se establecía que el
Obispo auxiliar cesaba en su oficio juntamente con el Obispo diocesano, a no ser
que se determinase otra cosa en el nombramiento apostólico. Sin embargo, en el
Decr. Christus Dominus 26 se prescribe que «la potestad y facultades que en vir-
tud del derecho gozan los auxiliares no se extinguen al cesar en su oficio el Obis-
po diocesano». Y en el M.P. Ecclesiae Sanctae I, 13 § 3, se precisó que, si el Obis-
po auxiliar no es nombrado Administrador diocesano, conserva la potestad y las
facultades que le correspondían como Vicario general o episcopal. En fecha
25.IV.1975 (AAS 67 [1975] 348), la CPIV respondió que, por lo dispuesto en el
Decr. Christus Dominus 26 y en el M.P. Ecclesiae Sanctae I, 13 § 3, quedaba dero-
gado el c. 355 § 2 del CIC 17. El c. que ahora comentamos añade una puntuali-
zación de carácter técnico, precisando que esa potestad es conferida por el dere-
316 Libro II. Del pueblo de Dios
cho al hasta entonces Obispo auxiliar, quien habrá de ejercerla bajo la autoridad
del Administrador diocesano.
410 Aunque el Obispo coadjutor o el auxiliar no sean, como el Obispo dio-
cesano, Cabeza de la Iglesia particular y centro visible de la comunión en ella,
su trabajo y su presencia son necesarios en la misma, por lo que se les aplican
las prescripciones del c. 395 con la lógica excepción del § 4, puesto que corres-
ponderá al Obispo diocesano asumir la iniciativa en caso de ausencia injustifi-
cada.
411 En el Decr. Christus Dominus 21 se aconseja la renuncia por edad u otra
causa grave solamente a los Obispos diocesanos y a quienes se les equiparan en el
derecho (c. 381 § 2), y lo mismo establecía el M.P. Ecclesiae Sanctae I, 11. Sin
embargo, el CIC aplica la norma a los Obispos coadjutores y auxiliares: es lógico
que sea así, puesto que ambos son los colaboradores más íntimos del Obispo dio-
cesano, por lo que también para ellos valen las causas que hacen aconsejable la re-
nuncia de aquél; y, en el caso del coadjutor, hay que añadir que es candidato a la
sucesión, por lo que ha de reunir necesariamente los requisitos que se exigen en
el Obispo diocesano.
P. II. s. II. t. I. De las Iglesias particulares 317
Capítulo III
De la sede impedida y de la sede vacante
Art. 1
De la sede impedida
412 Sedes episcopalis impedi- 412 Se considera impedida la sede epis-
ta intellegitur, si captivi- copal cuando por cautiverio, rele-
tate, relegatione, exsilio aut in- gación, destierro o incapacidad, el Obis-
habilitate Episcopus dioecesa- po diocesano se encuentra totalmente
nus plane a munere pastorali in imposibilitado para ejercer su función
dioecesi procurando praepedia- pastoral en la diócesis, de suerte que ni
tur, ne per litteras quidem va-
lens cum dioecesanis communi- aun por carta pueda comunicarse con sus
care. diocesanos.
que quien pueda escribirlas, pueda también delegar a otros mediante ellas, inclu-
so ad universitatem causarum, con lo que podría modificarse la sucesión en el go-
bierno que establecen los cc. ss.
413-414 Establecen estos cc. el orden de precedencia para determinar en cada
caso la persona que deba regir la diócesis en los períodos de sede impedida. Los
criterios son distintos de los que señalaba el c. 429 CIC 17, en congruencia con
las modificaciones que ha introducido el CIC respecto de la disciplina anterior
en las materias relativas a los Obispos coadjutor y auxiliar (cfr. cc. 403-411), y en
el tratamiento de los Cabildos catedrales (cfr. cc. 503-510 y 495-502). La princi-
pal novedad que introduce el CIC corresponde al elenco secreto que en previsión
de estos eventos debe elaborar el Obispo al tomar posesión de su oficio. Dicha re-
lación de sacerdotes habrá de tenerse en cuenta sólo en defecto de los que la ley
común llama ex officio a hacerse cargo del gobierno de la diócesis (cfr. Communi-
cationes 5 [1973] 233-234).
Finalmente, si no son suficientes las prescripciones anteriores, el CIC deter-
mina que sea el Colegio de consultores —en el CIC 17 era el Cabildo— quien
P. II. s. II. t. I. De las Iglesias particulares 319
415 Si Episcopus dioecesanus 415 Si, por una pena eclesiástica, queda
poena ecclesiastica a mu- impedido el Obispo diocesano de
nere exercendo prohibeatur, Me- ejercer su función, el Metropolitano o, en
tropolita aut, si is deficiat vel de su defecto o tratándose de él mismo, el
eodem agatur, suffraganeus an- más antiguo de los sufragáneos según
tiquior promotione ad Sanctam el orden de promoción, recurrirá inme-
Sedem statim recurrat, ut ipsa diatamente a la Santa Sede, para que ésta
provideat. provea.
Art. 2
De la sede vacante
416 Sedes episcopalis vacat 416 Queda vacante una sede episcopal
Episcopi dioecesani mor- por fallecimiento del Obispo, re-
te, renuntiatione a Romano nuncia aceptada por el Romano Pontífi-
Pontifice acceptata, translatio- ce, traslado y privación intimada al Obis-
ne ac privatione Episcopo inti- po.
mata.
417 Vim habent omnia quae 417 Son válidos todos los actos realiza-
gesta sunt a Vicario gene- dos por el Vicario general o por el
rali aut Vicario episcopali, do- Vicario episcopal, hasta que hayan recibi-
designe un sacerdote idóneo para suplir la inhabilidad del Obispo. Ello prueba
que la mente del legislador es recurrir al Colegio de consultores sólo en defecto
de una persona que ipso iure pueda hacerse cargo del gobierno diocesano.
El CIC no designa como Administrador diocesano a la persona que ad inte-
rim se hará cargo del gobierno de la diócesis pues, aun cuando goce de sus mis-
mas facultades, esa es una figura aplicable sólo a la sede vacante, y en el supuesto
de estos cc. permanece todavía la jurisdicción del Obispo diocesano.
415 Se contempla aquí un caso de inhabilitación especial que impide el ejer-
cicio de la jurisdicción del Obispo: al estar incurso en censura o pena eclesiásti-
ca. La especialidad del caso obedece a que tradicionalmente se ha entendido que
este tipo de inhabilitación del Obispo produce también la de quienes en forma
vicaria actúan su jurisdicción (cfr. c. 481); de ahí que se haga necesaria la inter-
vención del Metropolitano, y que sea la Santa Sede quien provea en cada caso.
Sin embargo, esta inhabilitación no se extiende de igual modo a todos los Vica-
rios, y según el c. 481 § 2 no afectará a aquellos que gocen de la dignidad epis-
copal.
pal por remoción del obispo establecida por la Santa Sede. En estas ocasiones
tiene singular interés determinar el momento de la vacación de la sede, a partir
del cual cesan también los titulares de los oficios vicarios (c. 481 § 1), y en con-
secuencia su potestad para el ejercicio de la jurisdicción (cfr. c. 143 § 1). De ello
se ocupa el c. 417, que señala como momento de cesación de la jurisdicción el de
la recepción de la noticia por parte de quien ejerce la jurisdicción: la recepción de
la noticia de la muerte del Obispo, de que el Romano Pontífice ha aceptado la re-
nuncia, o de que ha intimado al Obispo la privación.
En el caso de la traslación, en cambio, la vacación de la sede se produce con
la toma de posesión de la nueva sede por parte del Obispo (c. 418 § 1). Sin em-
bargo, también en este caso, como en los anteriores, la recepción de la noticia
produce la cesación de los oficios vicarios (c. 418 § 2, 1.º), siempre que no sean
desempeñados por un Obispo.
418 Se ocupa este c. del supuesto de traslación del Obispo a una sede distinta,
y tiene el interés de determinar el régimen de gobierno de la diócesis durante el
período inmediatamente anterior a la vacación de la sede —que, como señala el
texto, sólo, se produce con la toma de posesión de la nueva sede—, a partir de la
recepción de la noticia de la traslación. Recibida esa noticia, decae la jurisdicción
del Obispo diocesano en cuanto tal, pero sin que necesariamente deje por ello de
permanecer al frente de la diócesis. La peculiaridad de este período transitorio es-
triba sobre todo en la aplicación al hasta entonces Obispo diocesano, del régimen
jurídico del Administrador diocesano (cc. 427-428), con todas las atribuciones y
prohibiciones que éste tiene en derecho. Consecuencia de la pérdida de la juris-
dicción del Obispo es la cesación de los oficios vicarios que señala el § 2, 1.º, en
P. II. s. II. t. I. De las Iglesias particulares 321
419 Sede vacante, regimen dioe- 419 Al quedar vacante la sede y hasta la
cesis, usque ad consti- constitución del Administrador dio-
tutionem Administratoris dioe- cesano, el gobierno de la diócesis pasa al
cesani, ad Episcopum auxilia- Obispo auxiliar o, si son varios, al más
rem, et si plures sint, ad eum antiguo de ellos por el orden de su pro-
qui promotione sit antiquior de- moción, y, donde no haya Obispo auxi-
volvitur, deficiente autem Epi-
scopo auxiliari, ad collegium liar, al colegio de consultores, a no ser
consultorum, nisi a Sancta Sede que la Santa Sede hubiera establecido
aliter provisum fuerit. Qui ita otra cosa. Quien de ese modo se hace car-
regimen dioecesis assumit, sine go del gobierno de la diócesis, debe
mora convocet collegium com- convocar sin demora al colegio que sea
petens ad deputandum Admi- competente para designar Administrador
nistratorem dioecesanum. diocesano.
426 Mientras esté vacante la sede, 426 Qui, sede vacante, ante
quien rige la diócesis, antes de que deputationem Admini-
se designe Administrador diocesano, tie- stratoris dioecesani, dioecesim
ne la potestad que el derecho atribuye al regat, potestate gaudet quam
Vicario general. ius Vicario generali agnoscit.
Título II
De las agrupaciones de Iglesias particulares
Capítulo I
De las Provincias eclesiásticas y de las Regiones eclesiásticas
Capítulo II
De los Metropolitanos
La concesión del palio está reservada en cada caso al Sumo Pontífice, que
suele hacerla en Consistorio (vid. c. 353). Los Metropolitanos tienen la obliga-
ción de solicitarlo, por sí o mediante procurador (vid. c. 355 § 2), en el plazo
prescrito. El c. 276 CIC 17 hacía depender el lícito ejercicio de la potestad me-
tropolitana de la obtención e imposición del palio. Esta limitación ha quedado
suprimida en el CIC para evitar la equívoca interpretación de que el palio confie-
re dicha potestad, y para no diferir inútilmente su ejercicio hasta la celebración
del siguiente Consistorio.
438 Aunque no era necesario, este c. indica expresamente que tiene aplicación
sólo a la Iglesia latina, ya que los títulos patriarcales de las Iglesias orientales man-
tienen su régimen tradicional, que les confiere jurisdicción sobre todos los Obis-
pos y fieles del propio territorio o rito (cfr. Orientalum Ecclesiarum 7-11). Los Pa-
triarcas católicos de rito oriental fueron constituidos para acoger a aquellas
fracciones de los Patriarcados ortodoxos que entraban en plena comunión con la
Santa Sede.
El texto tiene el valor normativo de señalar como principio general —al
igual que lo hacía el c. 271 CIC 17— que ese título no tiene per se especiales atri-
buciones de potestad de régimen —sí las tiene de tratamiento y precedencia—,
aun cuando por ley particular, o por legítima costumbre, puedan establecerse al-
gunas excepciones, que necesariamente tendrán que respetar los demás Obispos
(cfr. Christus Dominus 11 ).
P. II. s. II. t. II. De las agrupaciones de Iglesias particulares 331
Capítulo III
De los Concilios particulares
439 § 1. Concilium plena- 439 § 1. El concilio plenario, para todas
rium, pro omnibus scili- las Iglesias particulares de la mis-
cet Ecclesiis particularibus ma Conferencia Episcopal, ha de cele-
eiusdem conferentiae Episcopo- brarse siempre que a esa Conferencia
rum, celebretur quoties id ipsi Episcopal parezca necesario o útil, con
Episcoporum conferentiae, ap- aprobación de la Sede Apostólica.
probante Apostolica Sede, ne-
cessarium aut utile videatur. § 2. La norma establecida en el § 1 se
§ 2. Norma in § 1 statuta valet aplica también al concilio provincial que
etiam de concilio provinciali ce- se celebre en una provincia eclesiástica
lebrando in provincia ecclesia- cuyos límites coincidan con los del terri-
stica, cuius termini cum territo- torio de una nación.
rio nationis coincidunt.
440 § 1. Concilium provincia- 440 § 1. El concilio provincial para las
le, pro diversis Ecclesiis distintas Iglesias particulares de
particularibus eiusdem provin- una misma provincia eclesiástica ha de
ciae ecclesiasticae, celebretur celebrarse cuantas veces parezca oportu-
quoties id, de iudicio maioris no a la mayor parte de los Obispos
partis Episcoporum dioecesa- diocesanos de la provincia, sin perjuicio
norum provinciae, opportunum
videatur, salvo can. 439, § 2. de lo que prescribe el c. 439 § 2.
pos (cfr. art. 82, Const. Ap. Pastor Bonus) o en su caso de la de Propaganda fide
(cfr. art. 89, Const. Ap. Pastor Bonus).
441-442 Estos cc. señalan la autoridad competente para apreciar en principio
la necesidad y utilidad de convocar Concilios particulares, a reserva de lo indica-
do en el c. 439. Corresponde a la Conferencia Episcopal o, en el caso de tratarse
de un Concilio provincial, al Metropolitano de consenso con los sufragáneos,
convocar los Concilios, fijar el punto de reunión y señalar las materias y el orden
en que deben ser abordadas. Las diferencias entre ambos cc. son sustancialmente
dos: a) cómo ha de llegarse al acuerdo de convocar el Concilio, y b) a quién co-
rresponde su presidencia.
En el caso de los Concilios plenarios, la Conferencia Episcopal habrá de
adoptar los acuerdos señalados en el c. 441, en conformidad con el c. 455 § 2.
En cambio, para convocar el Concilio provincial, y fijar el resto de los puntos
que indica el c. 442 § 1, hará falta el consenso de la mayor parte de los Obispos
diocesanos sufragáneos.
De otro lado, mientras que la presidencia de los Concilios provinciales co-
rresponde naturalmente al Metropolitano, en el caso de Concilios plenarios, la
Conferencia Episcopal habrá de elegir entre los Obispos diocesanos —no coad-
jutores, auxiliares o titulares— un presidente del Concilio. Es una elección no
constitutiva, que precisa posteriormente de la confirmación por parte de la Santa
Sede (cfr. c. 179). Dicha confirmación o aprobación conecta de algún modo con
la tradición canónica, recogida ya por el c. 281 CIC 17, según la cual los Conci-
lios plenarios habían de estar presididos por un legado del Romano Pontífice
nombrado ad casum.
P. II. s. II. t. II. De las agrupaciones de Iglesias particulares 333
2.º los Superiores mayores de los institu- 2.º Superiores maiores instituto-
tos religiosos y de las sociedades de vida rum religiosorum et societatum
apostólica, en número que será fijado, vitae apostolicae numero tum
tanto para los varones como para las mu- pro viris tum pro mulieribus ab
jeres, por la Conferencia Episcopal o por Episcoporum conferentia aut a
los Obispos de la provincia, elegidos res- provinciae Episcopis determi-
nando, respective electi ab om-
pectivamente por todos los Superiores nibus Superioribus maioribus
mayores de los institutos y sociedades institutorum et societatum, quae
con sede en el territorio; in territorio sedem habent;
3.º los rectores de las universidades ecle- 3.º Rectores universitatum ec-
siásticas y católicas y los decanos de las clesiasticarum et catholicarum
facultades de teología y de derecho canó- atque decani facultatum theolo-
nico, que tengan su sede en el territorio; giae et iuris canonici, quae in
territorio sedem habent;
4.º algunos rectores de seminarios mayo- 4.º Rectores aliqui seminario-
res, cuyo número se determinará como es- rum maiorum, numero ut in n.
tablece en el n. 2.º, elegidos por los recto- 2 determinando, electi a recto-
res de los seminarios que hay en el ribus seminariorum quae in te-
territorio. rritorio sita sunt.
§ 4. Ad concilia particularia vo-
§ 4. A los concilios particulares pueden cari etiam possunt, cum suffra-
ser llamados también, con voto consulti- gio tantum consultivo, pre-
vo, presbíteros y algunos otros fieles, de sbyteri aliique christifideles, ita
manera sin embargo que su número no tamen ut eorum numerus non
sea superior a la mitad de los que se indi- excedat dimidiam partem eo-
can en los § § 1-3. rum de quibus in §§ 1-3.
§ 5. A los concilios provinciales se debe § 5. Ad concilia provincialia
praeterea invitentur capitula ca-
invitar además a los cabildos catedrales, thedralia, itemque consilium
así como al consejo presbiteral y al con- presbyterale et consilium pasto-
sejo pastoral de cada Iglesia particular, de rale uniuscuiusque Ecclesiae
manera que cada una de estas institucio- particularis, ita quidem ut eo-
nes envíe como procuradores dos de sus rum singula duos ex suis mem-
miembros, elegidos colegialmente; y és- bris mittant, collegialiter ab iis-
tos gozan sólo de voto consultivo. dem desiguatos; qui tamen vo-
tum habent tantum consultivum.
§ 6. A los concilios particulares también § 6. Ad concilia particularia, si
pueden ser llamadas otras personas en ca- id iudicio Episcoporum confe-
lidad de invitados, si parece oportuno a la rentiae pro concilio plenario
Conferencia Episcopal para el concilio aut Metropolitae una cum Epi-
plenario, o al Metropolitano junto con los scopis suffraganeis pro concilio
Obispos sufragáneos para el concilio pro- provinciali expediat, etiam alii
vincial. ut hospites invitari poterunt.
Capítulo IV
De las Conferencias Episcopales
447 La Conferencia Episcopal, institu- 447 Episcoporum conferentia,
ción de carácter permanente, es la institutum quidem per-
asamblea de los Obispos de una nación o manens, est coetus Episcoporum
territorio determinado, que ejercen uni- alicuius nationis vel certi territo-
dos algunas funciones pastorales respecto rii, munera quaedam pastoralia
de los fieles de su territorio, para promo- coniunctim pro christifidelibus
sui territorii exercentium, ad
ver conforme a la norma del derecho el maius bonum provehendum,
mayor bien que la Iglesia proporciona a quod hominibus praebet Eccle-
los hombres, sobre todo mediante formas sia, praesertim per apostolatus
y modos de apostolado convenientemen- formas et rationes temporis et
te acomodados a las peculiares circuns- loci adiunctis apte accommoda-
tancias de tiempo y de lugar. tas, ad normam iuris.
institución. Ello es compatible con el hecho de que las atribuciones generales que
reconoce la ley común a las Conferencias sean de la exclusiva competencia de la
Asamblea plenaria de obispos, que sólo periódicamente se reúne, y que algunas
otras funciones puedan delegarse o asignarse estatutariamente a los órganos esta-
bles de la Conferencia.
Los anteriores esquemas del CIC vinculaban la Conferencia Episcopal con
un territorio propio (cfr. comentario a los cc. 433-434). Del nuevo texto se des-
prende que las Conferencias Episcopales no necesitan de un territorio propio
—erigido como tal, como unidad territorial distinta de las diócesis—, y que el
ámbito espacial de sus competencias será el de las diócesis cuyos Obispos perte-
necen a la Conferencia (cfr. Communicationes 12 [1980] 248-249).
448-449 Para que una asamblea de Obispos pueda actuar en el campo jurídi-
co como Conferencia Episcopal, con personalidad propia, capaz de derechos y
obligaciones, y gozar con ello de las atribuciones que la ley común concede, ne-
cesita previamente su erección jurídica: acto constitutivo que corresponde exclu-
sivamente a la Autoridad Suprema de la Iglesia, que oye previamente al episcopa-
do afectado.
El c. 448 señala, con criterios elásticos, los distintos ámbitos en los que cabe
erigir una Conferencia Episcopal, que no se circunscribe necesariamente a las
diócesis de una determinada nación. Caben Conferencias Episcopales de ámbito
mayor que una nación (por ej., Conferencia Episcopal de Africa Septentrional,
de Escandinavia, etc.) y menor que una nación (por ej., Conferencia Episcopal
de Inglaterra y Gales, de Escocia), aun cuando la regla general sea la que indica el
§ 1 del c. 448.
Supuestos distintos a las Conferencias Episcopales son las asambleas de
obispos de una Región eclesiástica (c. 434), y las Uniones internacionales de
Conferencias Episcopales (vid. c. 459). Estas asambleas no son propiamente
Conferencias Episcopales —careciendo, por tanto, de sus competencias jurídi-
cas—, sino que son consejos de Obispos que, a efectos de coordinación, congre-
338 Libro II. Del pueblo de Dios
rii alterius ritus, ita tamen ut consultivo, a no ser que los estatutos de
votum tantum consultivum ha- la Conferencia Episcopal determinen otra
beant, nisi Episcoporum confe- cosa.
rentiae statuta aliud decernant.
§ 2. Ceteri Episcopi titulares § 2. Los demás Obispos titulares y el Le-
necnon Legatus Romani Ponti- gado del Romano Pontífice no son miem-
ficis non sunt de iure membra bros de derecho de la Conferencia Epis-
Episcoporum conferentiae. copal.
451 Quaelibet Episcoporum 451 Cada Conferencia Episcopal debe
conferentia sua conficiat elaborar sus propios estatutos, que
statuta, ab Apostolica Sede re- han de ser revisados por la Sede Apos-
cognoscenda, in quibus, prae- tólica, en los que, entre otras cosas, se es-
ter alia, ordinentur conferen- tablezcan normas sobre las asambleas
tiae conventus plenarii haben- plenarias de la Conferencia, la comisión
di, et provideantur consilium
Episcoporum permanens et se- permanente de Obispos y la secretaría ge-
cretaria generalis conferentiae, neral de la Conferencia, y se constituyan
atque alia etiam officia et com- también otros oficios y comisiones que, a
missiones quae iudicio confe- juicio de la Conferencia, puedan contri-
rentiae fini consequendo effica- buir más eficazmente a alcanzar su fin.
cius consulant.
452* § 1. Quaelibet Episcopo- 452* § 1. Cada Conferencia Episcopal
rum conferentia sibi eli- elija conforme a la norma de los
gat praesidem, determinet quis- estatutos su propio presidente, determine
nam, praeside legitime impedi- quién ha de cumplir la función de vice-
[1969] 473-484). Asistirá, sin embargo, a la primera reunión de cada sesión ple-
naria, y podrá acudir a otras, si es invitado por los Obispos, o es enviado por la
Sede Apostólica (vid. Communicationes 17 [1985] 100).
451-453 Cada Conferencia Episcopal se rige por unos estatutos particulares
(cfr. c. 94) por ella misma elaborados, conforme a la ley común, y reconocidos
(cfr. c. 456) por la Santa Sede. Entre otros extremos que señalan los cc. del CIC,
los estatutos habrán de determinar la estructura orgánica de cada Conferencia, es-
tableciendo en ella cuantos órganos sean necesarios para desempeñar su cometi-
do, y determinando su composición, atribuciones y procedimientos de actuación
(cfr. c. 95). Para la renovación de los estatutos solicitada con carácter general por
el art. 4 del M.P. Apostolos suos, la C. para los Obispos envió a los presidentes de
las Conferencias Episcopales una Carta Circular con fecha de 13.V.1999, AAS 91
(1999) 996-999, señalando diversas consecuencias jurídicas del M.P. Apostolos
suos que debían quedar adecuadamente reflejas en los estatutos. El c. 452 da idea
de la naturaleza jurídica de servicio, y no de jerarquía, que corresponde al Presi-
dente, y con mayor razón a los demás órganos unipersonales de la Conferencia
Episcopal. En sintonía con la idea de que la función primaria y la razón de ser de
las Conferencias Episcopales está en auxiliar a los pastores que tienen directamen-
te confiada la carga pastoral de las porciones del Pueblo de Dios, una Respuesta
del P.C. para la interpretación de los textos legislativos, de 23.V.1988 ha indicado
que los Obispos auxiliares no pueden ser elegidos Presidente o Pro-presidente de
las Conferencias (cfr. AAS 81 [1989] 388). De consecuencia, el n. 7 de la Carta
Circular de 13.V.1999 señala que cuando el Presidente o Vicepresidente cesan
como Obispos diocesanos, deben también entenderse cesados ipso iure en sus
cargos de la Conferencia.
340 Libro II. Del pueblo de Dios
455 La redacción del § 1 evita que pudiera entenderse que las Conferencias
Episcopales pueden dictar decretos generales sobre cualquier género de asuntos,
de los que únicamente tendrían fuerza de ley los correspondientes a aquellas ma-
terias en que tienen competencia (cfr. Communicationes 12 [1980] 268). La CPI
ha realizado además una interpretación extensiva del contenido de este § 1, apli-
cándolo no sólo a los decretos generales de los cc. 29 y 30, sino en general a todo
acto normativo, y concretamente a los decretos generales ejecutorios del c. 31
(cfr. Respuesta CPI, 5.VII.1985, AAS 77 [1985] 771). De este criterio general
quedan exceptuados los decretos singulares, como por ej. el nombramiento de los
propios oficiales de la Conferencia, o de péritos, que lógicamente no requieren
mandato de la Santa Sede.
Las Conferencias Episcopales actúan en forma colectiva (cfr. c. 119) una
potestad sobre materias que por ley común —en este Código son numerosas—,
o por especial mandato de la Santa Sede —motu proprio, o a petición de la Con-
ferencia— se les haya atribuido. Fuera de tal ámbito, la Conferencia Episcopal
carece de competencia, pues el contenido y los límites de actuación de la Confe-
rencia vienen señalados no por los propios Obispos —conjunta o separadamente
considerados—, sino por la suprema potestad de la Iglesia (cfr. Communicationes
12 [1980] 244-245). Nótese que la unanimidad mencionada al final del § 4 no
basta para que la Conferencia pueda emanar decretos generales (cfr. § 1), sino
sólo para justificar actuaciones colectivas de los obispos. El ejercicio de la potes-
tad en los términos de este c. queda encomendado únicamente a la Asamblea
plenaria, sin que quepa su ulterior delegación en favor de otro organismo de la
Conferencia (cfr. Respuestas CPIV, 10.VI.1966, AAS 60 [1968] 361; y
21.XII.1979, AAS 72 [1980] 106).
Para la validez de los acuerdos sobre materias en que tiene reconocida com-
petencia, es preciso el voto favorable de las dos terceras partes de los miembros
que según los estatutos tienen voto deliberativo. Pero, para que esos acuerdos vá-
lidamente adoptados obtengan fuerza jurídica vinculante, se requiere además la
recognitio de la Santa Sede, y la posterior promulgación por los cauces que la
Conferencia Episcopal determine. Tales decisiones, señala el n. 212 del Directo-
rio Ecclesiae imago, serán desde ese momento acogidas fielmente por los Obispos
diocesanos, aun cuando en un primer momento no les hubieran prestado su voto
favorable. El n. 212 de ese Directorio señala que las demás decisiones de la Con-
ferencia —las que no obtienen el número de votos requerido, o no forman parte
de las competencias jurídicas de la Conferencia—, el Obispo las hará ordinaria-
mente suyas, y eventualmente les dará fuerza jurídica como actos propios, en ra-
zón de la unidad y caridad hacia sus hermanos en el episcopado; a no ser que
342 Libro II. Del pueblo de Dios
dem notitiam acta perferantur, Apostólica como para que pueda revisar
tum ut decreta, si quae sint, ab los decretos, si los hubiere.
eadem recognosci possint.
457 Consilii Episcoporum per- 457 Corresponde a la comisión perma-
manentis est curare, ut nente de Obispos cuidar de que se
res in plenario conventu con- preparen las cuestiones de las que se ha
ferentiae agendae praeparentur de tratar en la reunión plenaria, y de que
et decisiones in conventu plena- se ejecuten debidamente las decisiones
rio statutae debite exsecutioni tomadas en la misma; le compete tam-
mandentur; eiusdem etiam est bién realizar otros asuntos que se le enco-
alia negotia peragere, quae ipsi
ad norman statutorum commit- mienden conforme a la norma de los esta-
tuntur. tutos.
458 Secretariae generalis est: 458 Corresponde a la secretaría gene-
1.º relationem componere ral: 1.º hacer la relación de las actas
actorum et decretorum conven- y decretos de la reunión plenaria de la
tus plenarii conferentiae necnon Conferencia y de los actos de la comisión
actorum consilii Episcoporum permanente de Obispos, y transmitirlos a
permanentis, et eadem cum
omnibus conferentiae membris todos los miembros de la Conferencia; e
communicare itemque alia acta igualmente redactar otras actas que le en-
conscribere, quae ipsi a confe- cargue el presidente de la Conferencia o
rentiae praeside aut a consilio la comisión permanente;
permanenti componenda com- 2.º comunicar a las Conferencias Episco-
mittuntur; pales limítrofes los actos y documentos
2.º communicare cum Episco- cuya transmisión a las mismas le haya
porum conferentiis finitimis ac- encargado la Conferencia en reunión ple-
ta et documenta quae a confe- naria o la comisión permanente de Obis-
rentia in plenario conventu aut
a consilio Episcoporum perma- pos.
nenti ipsis transmiti statuuntur.
459 § 1. Foveantur relationes 459 § 1. Se han de fomentar las rela-
inter Episcoporum confe- ciones entre las Conferencias Epis-
rentias, praesertim viciniores, copales, sobre todo entre las más próxi-
ad maius bonum promoven- mas, para promover y defender el mayor
dum ac tuendum. bien.
Título III
De la ordenación interna de las Iglesias particulares
Capítulo I
Del sínodo diocesano
ción, para cada una de las sesiones, en el men Vicarium generalem aut Vi-
Vicario general o en un Vicario episco- carium episcopalem pro singulis
pal. sessionibus synodi ad hoc offi-
cium implendum delegare potest.
463 § 1. Al sínodo diocesano han de ser 463 § 1. Ad synodum dioece-
convocados como miembros sino- sanam vocandi sunt uti
dales y tienen el deber de participar en él: synodi sodales eamque par-
ticipandi obligatione tenentur:
1.º el Obispo coadjutor y los Obispos au- 1.º Episcopus coadiutor atque
xiliares; Episcopi auxiliares;
2.º los Vicarios generales y los Vicarios 2.º Vicarii generales et Vicarii
Episcopales, necnon Vicarius
episcopales, así como también el Vicario iudicialis;
judicial; 3.º canonici ecclesiae cathedra-
3.º los canónigos de la iglesia catedral; lis;
4.º membra consilii presbytera-
4.º los miembros del consejo presbiteral; lis;
5.º fieles laicos, también los que son 5.º christifideles laici, etiam so-
miembros de institutos de vida consagra- dales institutorum vitae con-
da, a elección del consejo pastoral, en la secratae, a consilio pastorali eli-
forma y número que determine el Obispo gendi, modo et numero ab Epi-
diocesano, o, en defecto de este consejo, scopo dioecesano determinandis,
aut, ubi hoc consilium non ex-
del modo que determine el Obispo; stet, ratione ab Episcopo dioe-
6.º el rector del seminario mayor diocesa- cesano determinata;
no; 6.º rector seminarii dioecesani
maioris;
7.º los arciprestes; 7.º vicarii foranei;
8.º al menos un presbítero de cada arci- 8.º unus saltem presbyter ex
prestazgo, elegido por todos los que tie- unoquoque vicariatu foraneo
Capítulo II
De la curia diocesana
471 Todos los que son admitidos a de- 471 Omnes qui ad officia in
sempeñar oficios en la curia dioce- curia admittuntur de-
sana deben: bent:
1.º prometer que cumplirán fielmente su 1.º promissionem emittere de
tarea, según el modo determinado por el munere fideliter adimplendo,
derecho o por el Obispo; secundum rationem iure vel ab
Episcopo determinatam;
2.º guardar secreto, dentro de los límites 2.º secretum servare intra fines
y según el modo establecidos por el dere- et secundum modum iure aut
cho o por el Obispo. ab Episcopo determinatos.
472 Respecto a las causas y personas 472 Circa causas atque perso-
relacionadas con el ejercicio de la nas quae in curia ad exer-
potestad judicial en la curia, deben obser- citium potestatis iudicialis per-
varse las prescripciones del Libro VII, De tinent, serventur praescripta
los procesos; para lo que concierne a la Libri VII De processibus; de iis
administración de la diócesis, se observa- autem. quae, ad administratio-
nem dioecesis spectant, serven-
rán las prescripciones de los cánones que tur praescripta canonum qui
siguen. sequuntur.
473 § 1. El Obispo diocesano debe cui- 473 § 1. Episcopus dioecesa-
dar de que se coordinen debida- nus curare debet ut om-
mente todos los asuntos que se refieren a nia negotia quae ad universae
la administración de toda la diócesis, y de dioecesis administrationem per-
que se ordenen del modo más eficaz al tinent, debite coordinentur et
ad bonum portionis populi Dei
bien de la porción del pueblo de Dios que sibi commissae aptius procu-
le está encomendada. randum ordinentur.
Art. 1
De los Vicarios generales y episcopales
475 § 1. En cada diócesis, el Obispo 475 § 1. In unaquaque dioecesi
debe nombrar un Vicario general, constituendus est ab Epi-
que, dotado de potestad ordinaria a tenor scopo dioecesano Vicarius gene-
de los cánones que siguen, ha de ayudar- ralis, qui potestate ordinaria ad
le en el gobierno de toda la diócesis. norman canonum qui sequun-
tur instructus, ipsum in univer-
§ 2. Como regla general, ha de nombrarse sae dioecesis regimine adiuvet.
un solo Vicario general, a no ser que la § 2. Pro regula generali habea-
extensión de la diócesis, el número de ha- tur ut unus constituatur Vica-
bitantes u otras razones pastorales acon- rius generalis, nisi dioecesis
sejen otra cosa. amplitudo vel incolarum nume-
rus aut aliae rationes pastorales
aliud suadeant.
476 Cuando así lo requiera el buen go- 476 Quoties rectum dioecesis
bierno de la diócesis, el Obispo regimen id requirat, con-
diocesano puede también nombrar uno o stitui etiam possunt ab Epi-
más Vicarios episcopales, que, o en una scopo dioecesano unus vel plu-
determinada circunscripción de la dióce- res Vicarii episcopales, qui nem-
sis, o para ciertos asuntos o respecto a los pe aut in determinata dioecesis
parte aut in certo negotiorum
genere aut quoad fideles deter- fieles de un mismo rito o para un grupo
minati ritus vel certi persona- concreto de personas, tienen la misma
rum coetus, eadem gaudent po- potestad ordinaria que por derecho uni-
testate ordinaria, quae iure uni- versal compete al Vicario general, con-
versali Vicario generali compe- forme a la norma de los cánones que si-
tit, ad normam canonum qui se- guen.
quuntur.
477 § 1. Vicarius generalis et 477 § 1. El Obispo diocesano nombra
episcopalis libere ab Epi- libremente al Vicario general y al
scopo dioecesano nominantur episcopal y puede removerlos también li-
et ab ipso libere removeri pos- bremente, quedando a salvo lo que pres-
sunt, firmo praescripto can. cribe el c. 406; el Vicario episcopal que
406; Vicarius episcopalis, qui
non sit Episcopus auxiliaris, no- no sea Obispo auxiliar debe ser nombra-
minetur tantum ad tempus, in do tan sólo para un cierto tiempo, que se
ipso constitutionis actu deter- determinará en el mismo acto de su nom-
minandum. bramiento.
Una diferencia que entre ambas figuras —Vicario general y episcopal— es-
tablecen estos cc. se refiere a la obligatoriedad o no de su existencia, punto en el
que han sido sensiblemente modificados los criterios del M.P. Ecclesiae Sanctae I,
14 y sobre todo los del n. 202 del Directorio Ecclesiae imago. En el CIC el oficio
de Vicario general se establece como necesario en la diócesis, y la salvedad del c.
475 § 2 no se refiere a la oportunidad de su sustitución por un Vicario episcopal,
sino a la conveniencia de establecer más de un Vicario general, cuando las nece-
sidades pastorales lo exijan (cfr. Communicationes 5 [1973] 226-227; 19 [1987]
124-125).
El oficio de Vicario episcopal, en cambio, no se impone en el CIC. El c.
476 deja al Obispo libertad para establecer uno o varios Vicarios episcopales si
el gobierno de la diócesis lo requiere. Su ámbito de competencias podrá ser te-
rritorial —para una zona o región de la diócesis—, o material: para ocuparse de
tareas determinadas, o personal: para atender específicos grupos de fieles, nece-
sidades que en el CIC 17 eran cubiertas con la designación de más de un Vica-
rio general (cfr. c. 366 § 3 CIC 17). La experiencia jurídica muestra que, en de-
terminados casos, el Vicario episcopal puede también ser instituido para actuar
en el ámbito territorial de otra diócesis (cfr. c. 136), pero sobre fieles sometidos
a propia jurisdicción, mediando obviamente el consentimiento del Obispo del
lugar (cfr. Boletín Oficial del Arzobispado de Valencia, enero 1995, n.º 3162,
22-24).
477 Los oficios de Vicario general y episcopal se desempeñan ad nutum Epis-
copi. Su designación y nombramiento la realiza libremente el Obispo, sin otra li-
mitación que la establecida en el c. 406, para el supuesto de que existieran en la
diócesis Obispos coadjutor o auxiliares, en cuyo caso habría de recaer sobre ellos
el nombramiento para estos oficios. De igual modo, puede libremente el Obispo
proceder a la remoción de los designados, salvo que se trate de un Obispo coad-
jutor o auxiliar. Para cualquiera de esos actos, no necesita el Obispo escuchar a
ningún órgano consultivo de la diócesis (cfr. c. 470), puesto que los Vicarios lo
son del Obispo. Aunque el Decr. Christus Dominus 11 señale que el Obispo rige
la Iglesia particular con la cooperación del presbiterio, esta colaboración sólo im-
plica una ayuda para el Obispo, que no impone la obligación de consultarlo en
puntos de gobierno como el presente (cfr. Communicationes 19 [1987] 125-126).
354 Libro II. Del pueblo de Dios
Art. 2
Del canciller y otros notarios, y de los archivos
481 Entre las demás causas que recoge el texto, expira necesariamente la potes-
tad de los Vicarios cuando decae la potestad de quien los designó. Esta es la tra-
dición canónica tomada del c. 371 CIC 17.
El supuesto, sin embargo, no se aplica a los casos en que el oficio sea osten-
tado por un Obispo, en conformidad con el M.P. Ecclesiae Sanctae I, 14 § 5, y
con el c. 409 § 2 que matizan el tenor del c. 371 CIC 17.
486-491 Siguiendo las prescripciones de los cc. 375 y ss. del CIC 17, regulan
estos cc. la constitución y el acceso a los archivos de la Curia. Tres son los tipos de
archivo a los que se refieren estos cc.: a) el archivo de documentación general, rela-
tivo a asuntos tanto espirituales como temporales; b) el archivo secreto, para asun-
tos que llevan esta exigencia; y c) el archivo o archivos históricos de carácter mo-
numental. Marginalmente, el c. 491 § 1 contempla también otros archivos de
distinto nivel: catedral, parroquial, etc. (cfr. Communicationes 5 [1973] 228). Las
prescripciones normativas de estos cc. se ocupan sin embargo de modo primario
de los dos archivos de la Curia, el general y el secreto, señalando un mínimo de
cautelas generales que, aparte de otras que pueda establecer el Obispo diocesano,
han de observarse en todo caso.
Anualmente habrá de ser revisado el archivo secreto para destruir los docu-
mentos relativos a personas fallecidas ya, o que verse sobre juicios criminales con-
denatorios de diez años atrás. La CPI, en declaración de 5.VIII.1941 (AAS 33
[1941] 378), señaló que la obligación de conservar un breve sumario de los he-
chos y el texto de la sentencia definitiva afectaba sólo a las causas relativas a per-
sonas vivas, cuyos documentos se destruyen por el transcurso de los diez años.
El c. 487 § 2 distingue entre quienes tienen derecho a inspeccionar y a soli-
citar copia de documentos de la Curia, y quienes carecen de tal derecho. Sólo a
los segundos afecta la necesidad de pedir permiso para acceder a la documenta-
ción, tal como señala el § 1 de ese c.
P. II. s. II. t. III. De la ordenación interna de las Iglesias particulares 359
Art. 3
Del consejo de asuntos económicos y del ecónomo
Capítulo III
Del consejo presbiteral y del colegio de consultores
1.º dimidia circiter pars libere 1.º la mitad aproximada de ellos deben
eligatur a sacerdotibus ipsis, ad ser elegidos libremente por los mismos
normam canonum qui sequun- sacerdotes, de acuerdo con la norma de
tur, necnon statutorum; los cánones que siguen y de los estatutos;
2.º aliqui sacerdotes, ad nor- 2.º algunos sacerdotes, conforme a la
mam statutorum, esse debent norma de los estatutos, deben ser miem-
membra nata, qui scilicet ratio-
ne officii ipsis demandati ad bros natos, es decir, que pertenecen al
consilium pertineant; consejo en virtud del oficio que tienen
encomendado;
3.º Episcopo dioecesano inte-
grum est aliquos libere nomina- 3.º tiene el Obispo facultad para nombrar
re. libremente otros miembros.
498 § 1. Ius electionis tum ac- 498 § 1. Para la constitución del conse-
tivum tum passivum ad jo presbiteral tienen derecho de
consilium presbyterale consti- elección tanto activo como pasivo:
tuendum habent:
1.º omnes sacerdotes saeculares 1.º todos los sacerdotes seculares incardi-
in dioecesi incardinati; nados en la diócesis;
2.º sacerdotes saeculares in 2.º aquellos sacerdotes seculares no in-
dioecesi non incardinati, nec- cardinados en la diócesis, así como los
non sacerdotes sodales alicuius sacerdotes miembros de un instituto reli-
instituti religiosi aut societatis gioso o de una sociedad de vida apostóli-
vitae apostolicae, qui in dioecesi ca, que residan en la diócesis y ejerzan
commorantes, in eiusdem bo- algún oficio en bien de la misma.
num aliquod officium exercent.
tivos estatutos. Los componentes del Consejo, según el c. 497, pueden tener una
procedencia triple: a) unos serán miembros natos o ex officio, Vicarios, Rector del
seminario, etc., según los criterios que fije cada Conferencia Episcopal; no cabe
prescindir de este tipo de miembros, dado que el c. dice esse debent, y no esse pos-
sunt, como señalaban los primeros esquemas de este c. (cfr. Communicationes 5
[1973] 229); b) otros serán miembros designados directamente por el Obispo,
pudiéndose remediar de este modo las eventuales deficiencias de representativi-
dad señaladas en el n. 6 de la Carta Circular S.C. para el Clero, de 11.IV.1970;
c) por fin, alrededor de la mitad de los miembros del Consejo presbiteral serán
directamente elegidos —conforme a los cc. 164 y ss., en la medida en que sean
aplicables al caso, y según lo establecido en cada estatuto particular— por los sa-
cerdotes que según el c. 498 § 1 tienen ese derecho. En cualquier caso, cono se-
ñala el art. 3 § 1 de la Instrucción Interdicasterial sobre algunas cuestiones relativas
a la colaboración de los fieles laicos en el ministerio de los sacerdotes, del
15.VIII.1997, AAS 89 (1997) 852-877, no gozan de derecho activo o pasivo los
diáconos, los fieles no ordenados, aunque colaboren con los ministros sagrados,
ni aquéllos que hayan perdido la condición clerical o abandonado el ejercicio
del ministerio.
El c. 498 reconoce derecho de elección —activo, elegir, y pasivo, ser
elegido— a todos los sacerdotes incardinados en la diócesis, así como a aquellos
otros sacerdotes seculares o religiosos no incardinados en ella que, residiendo en
la diócesis, realizan alguna labor pastoral, en beneficio de la diócesis. Respecto de
los sacerdotes no incardinados en la diócesis, las anteriores redacciones de este c.
limitaban ese derecho a aquellos qui in dioecesi officium aliquod ab Episcopo dioe-
cesano collatum exercent. En la redacción definitiva, ese derecho se ha ampliado a
366 Libro II. Del pueblo de Dios
pero esos casos habrán de venir señalados por ley común, de forma análoga a
como el CIC 17 hacía respecto de los Cabildos (cfr. cc. 1532 § 3; 1541 § 2, 2.º
CIC 17). Del conjunto de los preceptos codiciales, cabe afirmar que al Consejo
presbiteral se encomienda la emisión de dictámenes no vinculantes —audito Con-
sejo presbiteral (cfr., por ej., cc. 461, 515, 536, 1263)—, en tanto que se reserva al
Colegio de consultores los supuestos de emisión de dictámenes vinculantes —de
consensu Collegii consultorum (cfr. por ej., cc. 272, 485)— (cfr. Communicationes
14 [1982] 217). El § 3 señala implícitamente la obligación de los miembros del
Consejo presbiteral de mantener reserva respecto de los asuntos que el Obispo
diocesano haya sometido a su consulta, en tanto no los haya hecho públicos.
501 Se recogen aquí los supuestos de cesación tanto individual como institu-
cional. Individualmente, se cesa en la condición de miembro por término del
mandato. Con ello se señala el carácter temporal de los miembros electos o desig-
nados por el Obispo, que deberá quedar fijado en los estatutos. Los miembros
natos, en cambio, cesarán sólo con su oficio (cfr. c. 497).
Lo único que afecta a la vida de la institución en cuanto tal son los supues-
tos de sede vacante y de disolución contemplados en los § § 2 y 3. Sede vacante
(cfr. c. 500 § 3) cesa el Consejo presbiteral, y sus funciones pasan al Colegio de
consultores. El Obispo entrante habrá de constituir un nuevo Consejo presbite-
ral (cfr. Ecclesiae Sanctae I, 15 § 4), con los mismos o con otros estatutos.
368 Libro II. Del pueblo de Dios
Capítulo IV
De los cabildos de canónigos
bildos. Las respuestas fueron, por lo general, concordes en que hubiera un solo
senado del Obispo en las diócesis: el Consejo presbiteral; y que a los Cabildos se
confiasen prevalentemente las funciones litúrgicas solemnes que se celebran en
la iglesia catedral, o en la colegiata (cfr. Sacrosanctum Concilium 95). Esos crite-
rios han influido en la redacción de los cc. de este cap.; es decir, se ha aproxima-
do la normativa aplicable al Cabildo catedral, a la normativa que, en el CIC 17,
tenían los Cabildos de colegiatas, permitiéndose, sin embargo, que en casos par-
ticulares, y conforme al c. 502 § 3, las Conferencias Episcopales tuvieran la po-
sibilidad de establecer un régimen distinto del común que marca el Código,
confiriendo al Cabildo catedral las competencias del Colegio de consultores. A
la C. para los Clérigos corresponde tratar las cuestiones relativas a los Capítulos
de Canónigos que sean competencia de la Santa Sede (cfr. art. 97, Const. Ap.
Pastor Bonus).
503-507 Los dos primeros cc. afectan a la existencia y estructura fundamental
de los Cabildos sean catedralicios o de colegiata; los demás se refieren a los esta-
tutos que rigen su actividad. En uno y otro caso se mantiene la tradición canóni-
ca de los cc. 392 y 410 CIC 17, respecto de la autoridad competente para intro-
ducir modificaciones en el régimen particular del Cabildo: de su existencia y
estructura fundamental decide la Santa Sede; mientras que la aprobación de los
estatutos corresponde al Obispo diocesano.
Los cc. 506 y 507 permiten en la práctica una notable diversidad en el fun-
cionamiento interno de unos Cabildos y otros, según sus peculiares estatutos,
aunque habrá de salvarse en todo caso la uniformidad mínima que establezca
cada Conferencia Episcopal, y las disposiciones del propio Obispo de la diócesis,
que podrá atribuir particulares funciones a un concreto Cabildo (c. 503).
No entra el CIC a regular las percepciones y emolumentos que correspon-
den a los canónigos y demás oficios dependientes del Cabildo. La supresión del
sistema beneficial, abogada por el Concilio Vaticano II (Presbyterorum ordinis
20), supone en términos generales una sensible modificación del contexto econó-
P. II. s. II. t. III. De la ordenación interna de las Iglesias particulares 371
506 § 1. Statuta capituli, sal- 506 § 1. Los estatutos del cabildo, que-
vis semper fundationis le- dando siempre a salvo las leyes
gibus, ipsam capituli constitu- fundacionales, determinarán la consti-
tionem et numerum canoni- tución del mismo y el número de canó-
corum determinent; definiant nigos; establecerán qué ha de hacer el
quaenam a capitulo et a singu- cabildo y cada uno de los canónigos
lis canonicis ad cultum divinum
necnon ad ministerium persol- respecto al culto divino y al cumplimien-
vendum sint peragenda; decer- to del ministerio; reglamentarán las reu-
nant conventus in quibus ca- niones en las que se trate de los asuntos
pituli negotia agantur atque, del cabildo y, respetando siempre las
salvis quidem iuris universalis prescripciones del derecho universal, es-
praescriptis, condiciones sta- tablecerán las condiciones que se re-
tuant ad validitatem liceitatem- quieren para la validez y licitud de los
que negotiorum requisitas. actos.
§ 2. In statutis etiam definian- § 2. También se determinarán en los esta-
tur emolumenta, tum stabilla tutos las retribuciones, que habrán de
tum occasione perfuncti mune- percibir tanto de manera estable como
ris solvenda necnon, attentis
normis a Sancta Sede latis, con ocasión del desempeño de una fun-
quaenam sint canonicorum in- ción, así como, de acuerdo con las nor-
signia. mas dadas por la Santa Sede, cuáles sean
las insignias de los canónigos.
507 § 1. Inter canonicos ha- 507 § 1. Ha de haber entre los canóni-
beatur qui capitulo prae- cos uno que presida el cabildo, y
sit, atque alia etiam constituan- se designarán también otros oficios de
tur officia ad normam statuto- acuerdo con los estatutos, teniendo asi-
rum, ratione quoque habita mismo en cuenta el uso vigente en la re-
usus in regione vigentis. gión.
§ 2. Clericis ad capitulum non
pertinentibus, committi pos- § 2. Pueden también encomendarse a clé-
sunt alia officia, quibus ipsi, ad rigos que no pertenezcan al cabildo otros
normam statutorum, canonicis oficios, con los que esos clérigos ayuden
auxilium praebeant. a los canónigos según los estatutos.
mico en que se sitúa ahora el Cabildo, que de algún modo habrá de irse acoplan-
do a las prescripciones del Libro V. Sin embargo, dentro de un régimen transito-
rio, deberán respetarse los eventuales derechos adquiridos por los miembros del
Cabildo, y atender a la diversidad de títulos de posesión que en cada supuesto
puedan aducirse sobre los bienes patrimoniales que administra el Cabildo, y que
conllevarán un tratamiento jurídico distinto, teniendo en cuenta el ordenamien-
to jurídico de cada Estado.
Tampoco detalla el CIC, como lo hacía la disciplina anterior, los distintos
oficios que pueden constituirse en el Cabildo, o como auxiliares de los canónigos
(cfr. Communicationes 5 [1973] 233). Por derecho común se establecen sólo dos:
el presidente (cfr. c. 509 § 1) y el penitenciario (cfr. c. 508). El c. 507, sin embar-
go, permite entender que la ley común mantiene en cierto modo la antigua dis-
tinción del c. 393 CIC 17, entre lo que podrían denominarse oficios mayores, o
canonicatos propiamente dichos que pertenecen al Cabildo, y los oficios meno-
res o auxiliares —los beneficiados del CIC 17, que, como tales pierden sentido al
suprimirse el régimen beneficial—, que no son miembros del Cabildo. En este
punto el CIC desea respetar los usos tradicionales de cada lugar.
372 Libro II. Del pueblo de Dios
510 Se han recogido en este c. las prescripciones del M.P. Ecclesiae Sanctae I,
21 § 2, que modifican sustancialmente la disciplina del CIC 17 —cc. 415 ss.—,
para los supuestos en que la iglesia catedral o colegiata sea a la vez iglesia parro-
quial. Al amparo del CIC 17 la unión entre Cabildo y parroquia podía revestir
las siguientes modalidades: a) que se tratase de una unión plena, y el Cabildo ac-
tuase colegialmente como párroco y subviniese con sus rentas a las necesidades
parroquiales (c. 1423 § 2 CIC 17); b) que fuera este último un oficio anejo por
derecho a alguna de las canonjías o prebendas; y c) que sólo coincidiesen —Ca-
bildo y parroquia— en compartir el mismo templo, pero se mantuviesen jurídi-
camente independientes. El CIC sólo admite ahora esta tercera posibilidad, y re-
chaza cualquiera de las dos primeras que, caso de darse en algún lugar, habrán de
ser corregidas por el Obispo, sin necesidad de escuchar previamente la opinión
del Cabildo o del Consejo presbiteral, como prescribía el M.P. Ecclesiae Sanctae I,
21 § 2, que era una norma de carácter transitorio. El criterio es que, en lo sucesi-
vo, las parroquias no se unan jurídicamente pleno iure a los Cabildos, y se nom-
bre un párroco por el Obispo, bien entre los capitulares o fuera de éstos, con li-
bertad similar a la que tiene para proveer cualquier otro oficio parroquial (cfr.
Christus Dominus 20; Ecclesiae Sanctae I, 18 § 1). En lo sucesivo compete al
Obispo determinar, en tales casos, las relaciones entre Cabildo y parroquia, a tra-
vés del derecho particular y de la resolución directa de los eventuales conflictos
que se planteen, en los que siempre deberá atenderse prioritariamente al bien de
los fieles, y a las necesidades pastorales (cfr. Christus Dominus 32).
374 Libro II. Del pueblo de Dios
Capítulo V
Del consejo pastoral
511 En la medida en que lo aconsejen 511 In singulis dioecesibus,
las circunstancias pastorales, se quatenus pastoralia ad-
constituirá en cada diócesis un consejo iuncta id suadeant, constituatur
pastoral, al que corresponde, bajo la auto- consilium pastorale, cuius est
ridad del Obispo, estudiar y valorar lo sub auctoritate Episcopi ea quae
que se refiere a las actividades pastorales opera pastoralia in dioecesi
spectant investigare, perpende-
en la diócesis, y sugerir conclusiones re atque de eis conclusiones prac-
prácticas sobre ellas. ticas proponere.
ción sea hecha directamente por el Obispo. En todo caso, es al Obispo a quien
corresponde valorar la concurrencia de los requisitos del § 3 que son condición
para la pertenencia al Consejo pastoral.
513 Aun cuando como institución jurídica ya establecida en una diócesis, pue-
da decirse que es una institución permanente (cfr. Ecclesiae Sanctae I, 16 § 2), el
Consejo pastoral tiene un carácter no necesario, y en consecuencia goza de una
estabilidad institucional radicalmente diversa, por ej., a la que tiene el Consejo
presbiteral. De ahí que su constitución sea temporal, y que sea el Obispo quien
libremente deba otorgarle los estatutos que rijan su actuación. Producido el su-
puesto del § 2, el nuevo Obispo no tiene obligación de mantener la institución
del Consejo pastoral en la diócesis de la que toma posesión, ni de constituirlo de
nuevo.
514 Las conclusiones prácticas (cfr. c. 511) del Consejo pastoral tienen valor
consultivo, nunca vinculante, aun cuando puedan ser de gran utilidad para que
los órganos diocesanos de gobierno puedan tomar sus decisiones (cfr. art. 3 § 2
de la Instrucción Interdicasterial sobre algunas cuestiones relativas a la colaboración
de los fieles laicos en el ministerio de los sacerdotes, del 15.VIII.1997, AAS 89
[1997] 852-877). Los resultados de los trabajos del Consejo pastoral reciben la
forma de informaciones y sugerencias (c. 511) presentadas al Obispo. A éste
compete, según su juicio y en virtud de su autoridad propia, valorar los docu-
mentos elaborados por el Consejo pastoral, y darles el curso que estime oportu-
no (cfr. Carta Circular S.C. para el Clero, 25.I.1973, n. 8). El § 1 establece im-
plícitamente una obligación de secreto por parte de todos los miembros del
Consejo pastoral, al señalar que sólo al Obispo diocesano le corresponde dar pu-
blicidad a los asuntos tratados por el Consejo.
Asimismo, corresponde al Obispo de la diócesis convocar, en cada caso, y
presidir el Consejo pastoral, según lo requieran las necesidades apostólicas. Ello
no implica, sin embargo, una determinada periodicidad en las reuniones, y es
P. II. s. II. t. III. De la ordenación interna de las Iglesias particulares 377
Capítulo VI
De las parroquias, de los párrocos y de los vicarios parroquiales
dudoso que tuviera alguna eficacia el que los estatutos fijaran dicha periodicidad,
pues para cada reunión habría de mediar la previa y libre convocatoria del Obis-
po, dentro del margen del § 2. Ello es prueba de que el CIC no concibe este
Consejo como organismo de actividad permanente.
cuya cura pastoral, bajo la autoridad del biliter constituta, cuius cura pa-
Obispo diocesano, se encomienda a un storalis, sub auctoritate Episcopi
párroco, como su pastor propio. dioecesani, committitur parocho,
qua proprio eiusdem pastori.
§ 2. Corresponde exclusivamente al § 2. Paroecias erigere, suppri-
Obispo diocesano erigir, suprimir o cam- mere aut eas innovare, unius
biar las parroquias, pero no las erija, su- est Episcopi dioecesani, qui pa-
prima o cambie notablemente sin haber roecias ne erigat aut supprimat,
oído al consejo presbiteral. neve eas notabiliter innovet, ni-
§ 3. La parroquia legítimamente erigida si audito consilio presbyterali.
tiene personalidad jurídica en virtud del § 3. Paroecia legitime erecta
personalitate iuridica ipso iure
derecho mismo. gaudet.
516 § 1. Nisi aliud iure cavea- 516 § 1. A no ser que el derecho prevea
tur, paroeciae aequipara- otra cosa, a la parroquia se equipa-
tur quasi-paroecia, quae est ra la cuasiparroquia, que es una determi-
certa in Ecclesia particulari nada comunidad de fieles dentro de la
communitas christifidelium, sa- Iglesia particular, encomendada, como
cerdoti uti pastori proprio com- pastor propio, a un sacerdote, pero que,
missa, ob peculiaria adiuncta in
paroeciam nondum erecta. por circunstancias peculiares, no ha sido
aún erigida como parroquia.
§ 2. Ubi quaedam communita-
tes in paroeciam vel quasi-pa- § 2. Cuando algunas comunidades no
roeciam erigi non possint, Epi- puedan ser erigidas como parroquias o
scopus dioecesanus alio modo cuasiparroquias, el Obispo diocesano
earundem pastorali curae pro- proveerá de otra manera a la cura pastoral
spiciat. de las mismas.
517 § 1. Cuando así lo exijan las cir- 517 § 1. Ubi adiuncta id re-
cunstancias, la cura pastoral de quirant, paroeciae aut di-
una o más parroquias a la vez puede versarum simul paroeciarum cu-
encomendarse solidariamente a varios ra pastoralis committi potest
sacerdotes, con tal que uno de ellos sea pluribus in solidum sacerdotibus,
el director de la cura pastoral, que dirija ea tamen lege, ut eorundem unus
curae pastoralis exercendae sit
la actividad conjunta y responda de ella moderator, qui nempe actionem
ante el Obispo. coniunctam dirigat atque de ea-
§ 2. Si, por escasez de sacerdotes, el dem coram Episcopo respondeat.
Obispo diocesano considera que ha de § 2. Si ob sacerdotum penuriam
encomendarse una participación en el Episcopus dioecesanus aestimave-
ejercicio de la cura pastoral de la parro- rit participationem in exercitio cu-
quia a un diácono o a otra persona que no rae pastoralis paroeciae concre-
tiene el carácter sacerdotal, o a una co- dendam esse diacono aliive perso-
munidad, designará a un sacerdote que, nae sacerdotali charactere non
dotado de las potestades propias del pá- insignitae aut personarum com-
rroco, dirija la actividad pastoral. munitati, sacerdotem constituat
aliquem qui, potestatibus et facul-
tatibus parochi instructus, curam
pastoralem moderetur.
nes con cura de almas (que llaman casas o centros de pastoral); tales nombres no
han tenido acogida en el CIC, en el que aparece clara la remisión al derecho par-
ticular. Hay que destacar la cautela que, desde un punto de vista administrativo
—también integrado en la cura de almas, y con eventuales riesgos de abuso o in-
fracción en los derechos de las personas—, se ha de tener en cuenta al constituir
como autónomos y no parroquiales a ciertos grupos o comunidades de fieles.
Será preciso distinguir con nitidez las funciones propias y exclusivas de la parro-
quia, y las que son también propias, pero cumulativas con otras formas legítimas
de atención pastoral y de organización eclesiástica.
517 Se presenta una innovación que está motivada por una objetiva exigencia
de la evolución de las formas de vida social y, a la vez, por el insuficiente número
de sacerdotes. No afecta a la organización de las parroquias, en cuanto tales, sino
al desempeño de las funciones pastorales. La mens legislatoris acoge y manifiesta
una clara situación de excepcionalidad.
Se contempla la posibilidad de que la cura pastoral de una parroquia o de
un grupo de ellas sea conferida a varios sacerdotes a la vez y solidariamente en
cuanto a las facultades jurídicas que esa titularidad confiere. En este caso, se pres-
cribe en el CIC que uno de ellos sea constituido moderador, con la misión de di-
rigir la cura pastoral como acción conjunta, y responda de la misma ante el Obis-
po. En el c. 526 se regula el importante tema de la titularidad de la parroquia en
cuanto tal, de la que aquí se hace una simple reducción a la llamada cura pasto-
ral, que en estos supuestos no constituye en párrocos a quienes la ejercen. Es ob-
vio que tal acción conjunta implica una actividad colegial.
El § 2 atiende a los casos en que, por la penuria de sacerdotes, el Obispo ha
de confiar el cuidado pastoral de alguna parroquia a una o varias personas que no
son sacerdotes —ya sean clérigos, religiosos o laicos—, o bien a una comunidad.
En este supuesto, el Obispo ha de proveer al nombramiento de un sacerdote
como moderador de la cura pastoral y dotado de la potestad jurídica del párroco,
aunque en sentido estricto no lo sea. Vid. al respecto el art. 4 de la Instr. Eccle-
siae de mysterio de 15.VIII.1997.
P. II. s. II. t. III. De la ordenación interna de las Iglesias particulares 381
521 § 1. Para que alguien pueda ser de- 521 § 1. Ut quis valide in pa-
signado párroco válidamente debe rochum assumatur, opor-
haber recibido el orden sagrado del pres- tet sit in sacro presbyteratus or-
biterado. dine constitutus.
§ 2. Sit praeterea sana doctrina
§ 2. Debe destacar además por su sana et morum probitate praestans,
doctrina y probidad moral, estar dotado animarum zelo aliisque virtuti-
de celo por las almas y de otras virtudes, bus praeditus, atque insuper
y tener las cualidades que se requieren, qualitatibus gaudeat quae ad
tanto por derecho universal como parti- paroeciam, de qua agitur, cu-
cular, para la cura de la parroquia de que randam iure sive universali sive
se trate. particulari requiruntur.
§ 3. Para que alguien sea designado para § 3. Ad officium parochi alicui
el oficio de párroco, es necesario que conferendum, oportet de eius
idoneitate, modo ab Episcopo
conste con certeza su idoneidad según el dioecesano determinato, etiam
modo establecido por el Obispo diocesa- per examen, certo constet.
no, incluso mediante un examen.
522 El párroco debe tener estabilidad y 522 Parochus stabilitate gau-
por tanto, debe ser nombrado por deat oportet ideoque ad
tiempo indefinido; sólo puede ser nom- tempus indefinitum nominetur;
brado por el Obispo diocesano para un ad certum tempus tantum ab
encomendadas a las personas y a los bienes. Estimamos que estos requisitos son
exigidos para la validez del acto. Para esta convención, como acto de gobierno dio-
cesano, el Obispo contará con los elementos de consulta y decisión pertinentes,
aunque sea un acto jurídico derivado, en sentido estricto, de su personal potestad.
Todo ello, por lo demás, responde a lo previsto en el M.P. Ecclesiae Sanctae I, 31.
521 Se reproduce casi íntegramente el c. 453 del CIC 17. Sólo se añade el § 3,
según el cual compete al Obispo diocesano señalar el modo concreto para que el
juicio acerca de la idoneidad genérica de los presbíteros para ser nombrados párro-
cos pueda emitirse con prudencia y certeza. La significación de las cualidades del
párroco en la cura de almas, y su juicio valorativo por parte de los Obispos, exigi-
rá en muchos casos una revisión del sistema de formación sacerdotal (vid. cc.
232-264), como está inicialmente programado en el Decr. Optatam totius, dando
una formación básica común e impulsando también la especialización para los di-
versos ministerios. Para hacer estos nombramientos el Obispo no encontrará las li-
mitaciones jurídico-sociales que en los siglos anteriores existían, aunque también
esta atenuación de limitaciones puede condicionar cambios poco ponderados o
arbitrarios. Esto, que se impone como una característica de su missio in Ecclesiam
particularem, exige asimismo unos nuevos criterios, dando entrada con sentido
más pleno a la figura pastoral del Obispo y a un cuerpo consultivo eficiente.
La idoneidad específica para una determinada parroquia vacante tiene otras
exigencias, reguladas genéricamente por el c. 524.
522 La estabilidad parroquial está presentada por el Concilio Vaticano II como
un punto final en la evolución de este instituto jurídico. Ya el CIC 17 había ori-
ginado un sistema innovador: de la inamovilidad primitiva había pasado a la di-
cotomía de párrocos inamovibles y amovibles. La amovilidad parroquial tuvo un
proceso evolutivo relativamente corto, durante todo el s. XIX, hasta la promulga-
ción del Codex de 1917, que la acogió parcialmente, y al fin se impuso en la doc-
P. II. s. II. t. III. De la ordenación interna de las Iglesias particulares 385
dado vacante a aquel que, ponderadas to- rat illi quem, omnibus perpen-
das las circunstancias, considere idóneo sis adiunctis, aestimet idoneum
para desempeñar en ella la cura parro- ad paroecialem curam in ea-
quial, dejando de lado cualquier acepción dem implendam, omni persona-
de personas; para juzgar sobre la idonei- rum acceptione remota; ut iudi-
dad, oiga al arcipreste y realice las inves- cium de idoneitate ferat, audiat
vicarium foraneum aptasque
tigaciones oportunas, pidiendo parecer, si investigationes peragat, auditis,
el caso lo aconseja, a algunos presbíteros si casus ferat, certis presbyteris
y fieles laicos. necnon christifidelibus laicis.
525 Cuando esté vacante o impedida la 525 Sede vacante aut impedi-
sede, corresponde al Administrador ta, ad Administratorem
diocesano o a quien rige provisionalmen- dioecesanum aliumve dioecesim
te la diócesis: ad interim regentem pertinet:
1.º conceder la institución o la confirma- 1.º institutionem vel confirma-
ción a los presbíteros que han sido pre- tionem concedere presbyteris,
qui ad paroeciam legitime prae-
sentados o elegidos legítimamente para sentati aut electi fuerint;
una parroquia;
2.º parochos nominare, si sedes
2.º nombrar párrocos, si ha transcurrido ab anno vacaverit aut impedita
ya un año desde que la sede quedó vacan- sit.
te o impedida.
526 § 1. El párroco ha de tener la cura 526 § 1. Parochus unius pa-
de una sola parroquia; sin embargo, roeciae tantum curam pa-
por escasez de sacerdotes u otras cir- roecialem habeat; ob penuria
cunstancias, se puede confiar a un mismo tamen sacerdotum aut alia
párroco la cura de varias parroquias cer- adiuncta, plurium vicinarum
paroeciarum cura eidem paro-
canas. cho concredi potest.
las legítimas costumbres pueden llenar de contenido formal esta norma de la ley
ordinaria.
El M.P. Ecclesiae Sanctae I, 19 § 2, señaló, para el traslado, remoción y nom-
bramiento de los párrocos, la conveniencia de consultar al Arcipreste correspon-
diente a la demarcación parroquial de que se trate.
525 La previsión de estado de diócesis vacante o impedida no ofrece especial
variación con la legislación anterior (c. 455 del CIC 17).
526 El principio de una parroquia, un párroco parece evidente por estructura or-
ganizativa e histórica. No obstante, las circunstancias —escasez de sacerdotes u
otras causas— pueden imponer que se confieran varias parroquias a un solo sacer-
dote como párroco. No se precisa para ello que se recurra a la unión de parroquias,
con sus diversas modalidades según la legislación anterior (cc. 460 y 1419 CIC 17).
Tiene aquí un decisivo interés el notable cambio que ha supuesto el valor
jurídico del título parroquial como ius proprietatis del párroco, que dio paso al
más fundamentado de cura pastoral —o cura parroquial, como precisa esta nor-
ma—, sin que se atenúen sustancialmente ni la estabilidad requerida, ni los dere-
chos y deberes de la función propia de los párrocos.
En el § 2 se regula el caso contrario: la imposibilidad legal de nombrar una
pluralidad de párrocos o de moderadores para una sola parroquia. A mayor abun-
damiento, se reprueban las situaciones contrarias, bien se apoyen en el régimen
consuetudinario o en el privilegiado.
P. II. s. II. t. III. De la ordenación interna de las Iglesias particulares 387
nían una marcada consideración estática y expositiva. Pero esto, más que por las
expresiones legales mismas, era por la carencia de un punto de partida y de un
enfoque verdaderamente constitucional y eclesiológico de la parroquia. En reali-
dad, la enumeración no taxativa —y estimamos que sistemáticamente mejo-
rable— de las obligaciones del párroco que se hace en estos cc., no difiere mucho
de la legislación anterior. Sin embargo, es otra la fundamentación, y distinta la
actitud que se precisa en el párroco y en los fieles para su cumplimiento eclesial-
mente eficiente y justo.
528 Los dos § § comprenden las funciones educadora y santificadora, respecti-
vamente. No se presentan como actividades o funciones exclusivas, aunque sí
propias de la constitución de la parroquia. Se establecen así las bases de una
auténtica relación jurídica —un poder y un deber recíprocos entre los fieles y el
párroco— como modo institucional concreto de la relación ministerial presbíte-
ro-fiel.
La Exhort. Ap. Catechesi tradendae (16.X.1979, AAS 71 [1979] 1277-1340)
presenta la función peculiar y nítidamente singular de las parroquias en la cate-
quesis, con las variantes que la vida moderna —en particular al ser afectada por
la urbanización— exige en las convenientes estructuras y variedad de modos de
realizar esa misión (n. 68).
Los Orientamenti educativi de la S.C. para la Educación Católica
(11.IV.1974) señalan como tareas de la comunidad parroquial la educación para
el celibato sacerdotal (n. 2) y, en general, en todo el desarrollo de las vocaciones
sacerdotales (nn. 86 y 88).
La Instr. Eucharisticum mysterium (2.V.1967, AAS 59 [1967] 539-573) des-
taca el fomento del sentido de comunidad en la celebración común de la Misa
dominical en torno al Obispo, así como en la comunidad parroquial cuyo pastor
hace las veces del Obispo (n. 26).
P. II. s. II. t. III. De la ordenación interna de las Iglesias particulares 389
tando sus asociaciones para fines religio- nis fovendo. Cum proprio Epi-
sos. Coopere con el Obispo propio y con scopo et cum dioecesis pres-
el presbiterio diocesano, esforzándose byterio cooperetur, allaborans
también para que los fieles vivan la co- etiam ut fideles communionis
munión parroquial y se sientan a la vez paroecialis curam habeant, ii-
miembros de la diócesis y de la Iglesia demque tum dioecesis tum Ec-
clesiae, universae membra se
universal, y tomen parte en las iniciativas sentiant operaque ad eandem
que miren a fomentar esa comunión y la communionem promovendam
consoliden. participent vel sustineant.
531 Licet paroeciale quoddam 531 Aunque otro haya realizado una de-
munus alius expleverit, terminada función parroquial, in-
oblationes quas hac occasione a gresará en la masa parroquial las ofren-
christifidelibus recipit ad mas- das recibidas de los fieles en tal ocasión,
sam paroecialem deferat, nisi de a no ser que, respecto a las limosnas vo-
contraria offerentis voluntate luntarias, conste la intención contraria de
constet quoad oblationes volun-
tarias; Episcopo dioecesano, au- quien las ofrece; corresponde al Obispo
dito consilio presbyterali, com- diocesano, oído el consejo presbiteral, es-
petit statuere praescripta, qui- tablecer normas mediante las que se pro-
bus destinationi harum oblatio- vea al destino de esas ofrendas, así como
num necnon remunerationi cle- a la retribución de los clérigos que cum-
ricorum idem munus implentium plen esa función.
provideatur.
532 In omnibus negotiis iuri- 532 El párroco representa a la parroquia
dicis parochus personam en todos los negocios jurídicos,
gerit paroeciae, ad normam iu- conforme a la norma del derecho; debe
ris; curet ut bona paroeciae cuidar de que los bienes de la parroquia
administrentur ad normam se administren de acuerdo con la norma
cann. 1281-1288.
de los cc. 1281-1288.
533 § 1. Parochus obligatione 533 § 1. El párroco tiene obligación de
tenetur residendi in domo residir en la casa parroquial, cerca
534 § 1. Una vez que ha tomado pose- 534 § 1. Parochus, post cap-
sión de la parroquia, el párroco está tam paroeciae possessio-
obligado a aplicar la Misa por el pueblo a nem, obligatione tenetur singu-
él confiado todos los domingos y fiestas lis diebus dominicis atque festis
que sean de precepto en su diócesis; in sua dioecesi de praecepto
quien se encuentre legítimamente impe- Missam, pro populo sibi com-
misso applicandi; qui vero ab
dido para hacerlo, la aplicará esos mis- hac celebratione legitime impe-
mos días por medio de otro, u otros días diatur, iisdem diebus per alium
personalmente. aut aliis diebus per se ipse ap-
§ 2. Los días indicados en el § 1, el párro- plicet.
co a quien haya sido confiada la cura de § 2. Parochus, qui plurium pa-
varias parroquias, tiene obligación de roeciarum curam habet, diebus
aplicar una sola Misa por todo el pueblo de quibus in § 1, unam tantum
que se le encomienda. Missam pro universo sibi com-
misso populo applicare tenetur.
535 Responde al anterior c. 470 del CIC 17. Las determinaciones legales son
prácticamente las mismas, y son claras en su formulación. Como expresiones
nuevas se ha de tener en cuenta la remisión a eventuales normas de la Conferen-
cia Episcopal o del Obispo diocesano acerca de otros libros parroquiales. Como
dato a consignar en el libro de bautizados, se incluye el parentesco surgido de la
adopción. Queda suprimida la exigencia de enviar a la Curia episcopal una copia
auténtica de los asientos realizados en cada año. Se precisa la forma legal de los
certificados testimoniales, con sello y firma. El § 4, finalmente, impone especial
cuidado en la custodia de los libros parroquiales más antiguos, con la remisión a
normas de derecho particular, que deben existir y ser fielmente cumplidas, por
tratarse de verdaderos tesoros pastorales y culturales.
394 Libro II. Del pueblo de Dios
ordinem 24 (18.VI.1967, AAS 59 [1967] 697-704) indica que, en cuanto sea po-
sible, los diáconos pertenezcan a los consejos pastorales. Asimismo, el Directorio
Ecclesiae imago 179, destaca la pertenencia de los laicos a los consejos pastorales
como manifestación del criterio de participación de los mismos en la estructura
parroquial. La norma no establece ni siquiera un modelo o marco genérico de re-
presentatividad, reservándolo a la reglamentación de cada diócesis, que no podrá
ser rígida en cuanto sistema representativo, ni para la elección de los miembros,
ni para el ejercicio de la función asesora e impulsora de la pastoral parroquial.
Cfr. art. 5 de la Instr. Ecclesia de mysterio, del 15.VIII.1997.
537 El establecimiento del consejo económico parroquial no es facultativo. Se
hace un simple reenvío a las normas de derecho común y de derecho particular
—que son evidentemente necesarias, por ser un tema muy sometido a diversidad
de planteamientos y exigencias reales y concretas de regiones, zonas e incluso de
parroquias aisladas—, con la fijación indirecta de que es el párroco el administra-
dor de esos bienes y el consejo económico un necesario instrumento de ayuda en
tal tarea.
538 Ya quedó indicado en el c. 522 el cambio de sentido de la nueva legisla-
ción canónica al regular la estabilidad de los párrocos. Se determinan ahora las
causas y modos de cesación, en forma sistemática: 1) remoción y traslación que pue-
de hacer el Obispo diocesano, guardando las normas jurídicas, cuyo incumpli-
miento puede provocar el ejercicio legítimo de recursos administrativos contra
tales decisiones (cfr. cc. 1740 ss.); 2) la renuncia, motivada, que sólo adquiere efi-
cacia mediante la aceptación por parte del Obispo; 3) el transcurso del tiempo,
cuando en virtud de normas de derecho particular el nombramiento se hizo por
tiempo determinado.
Es novedad la prescripción de que a los setenta y cinco años los párrocos
presenten su renuncia, que estimará el Obispo. En el M.P. Ingravescentem aetatem
(21.XI.1970, AAS 62 [1970] 810-813), se recordaba la invitación hecha a los
396 Libro II. Del pueblo de Dios
539 Cuando quede vacante una parro- 539 Cum vacat paroecia aut
quia o el párroco esté imposi- cum parochus ratione cap-
bilitado para ejercer la función pastoral tivitatis, exsilii vel relegationis,
en la misma, por cautiverio, destierro o inhabilitatis vel infirmae vale-
deportación, incapacidad, enfermedad u tudinis aliusve causae a munere
otra causa, el Obispo diocesano ha de pastorali in paroecia exercendo
proveer cuanto antes con un administra- praepeditur, ab Episcopo dioece-
sano quam primum deputetur
dor parroquial, es decir, un sacerdote administrator paroecialis, sacer-
que supla al párroco, conforme a la nor- dos scilicet qui parochi vicem
ma del c. 540. suppleat ad normam can. 540.
540 § 1. El administrador parroquial 540 § 1. Administrator paroe-
tiene los mismos deberes y dere- cialis iisdem adstringitur
chos que el párroco, a no ser que el Obis- officiis iisdemque gaudet iuri-
po diocesano establezca otra cosa. bus ac parochus, nisi ab Episco-
po dioecesano aliter statuatur.
iungi possunt unus aut plures carios parroquiales que, como coopera-
vicarii paroeciales, qui, tanquam dores del párroco y partícipes de su soli-
parochi cooperatores eiusque citud, unidos al párroco por una misma
sollicitudinis participes, com- voluntad y empeño, trabajen bajo su au-
muni cum parocho consilio et toridad en el ministerio pastoral.
studio, atque sub eiusdem auc-
toritate operam in ministerio § 2. Se puede constituir un vicario parro-
pastorali praestent. quial bien para que ayude en el desempe-
§ 2. Vicarius paroecialis constitui ño de todo el ministerio pastoral en una
potest sive ut opem ferat in uni- parroquia o en una determinada parte de
verso ministerio pastorali ex- ella o a un grupo concreto, bien para des-
plendo, et quidem aut pro tota tinarlo a un ministerio específico que
paroecia aut pro determinata haya de realizarse a la vez en varias pa-
paroeciae parte aut pro certo pa- rroquias.
roeciae christifidelium coetu, si-
ve etiam ut operam impendat in
certum ministerium in diversis
simul paroeciis persolvendum.
546 Ut quis valide vicarius pa- 546 Para que alguien sea designado vá-
roecialis nominetur, opor- lidamente vicario parroquial, se re-
tet sit in sacro presbyteratus or- quiere que haya recibido el orden sagrado
dine constitutus. del presbiterado.
ha elegido esta vía intermedia como solución práctica para atender a las imperio-
sas necesidades pastorales, a la par que se evitaba consolidar situaciones persona-
les en tiempo de cambios en la organización eclesiástica. El carácter de interini-
dad tendencial de la figura del ecónomo podría decirse que no quedaba alterada,
sino que se generaliza su aplicación. Un posible fundamento se encontraría en lo
que la doctrina denomina situaciones jurídicas interinas, que son las que nacen
con el signo de la limitación y responden a la finalidad transitoria de mantener
un cierto statu quo, en tanto no se den las circunstancias necesarias para que sea
sustituida la situación interina por la definitiva. Sin embargo, el paso tan marca-
P. II. s. II. t. III. De la ordenación interna de las Iglesias particulares 401
Capítulo VII
De los arciprestes
con relación al CIC 17, en el que se situaban con prioridad al cap. correspon-
diente a los párrocos. Puede ser simplemente una cuestión menor, pero no ca-
rente de significado. Se manifiesta así, con más claridad, la propia función de los
Arciprestes, cuyo contenido está vinculado al más eficiente cumplimiento de las
funciones propiamente parroquiales. Está concebido como una ayuda para los
párrocos y demás sacerdotes del distrito arciprestal, más que como una instancia
intermedia entre los párrocos y el Obispo o la Curia diocesana. Este es el punto
central distintivo —complementario— con los Vicarios episcopales de zona lo
que determina, obviamente, actividades y competencias diversas. En el Concilio
Vaticano II se hace mención expresa en el Decr. Christus Dominus 30, asumido
en el M.P. Ecclesiae Sanctae (I, 19), para destacar su cooperación pastoral de ca-
rácter supraparroquial (cfr. por ej. c. 524). Pensamos que el CIC, con la siste-
mática que presenta, sitúa con más precisión las funciones propias de tales ofi-
cios.
No hay especiales modificaciones de las normas positivas anteriores, aunque
se simplifique su redacción para poner de relieve el carácter de prudente vigilan-
cia y ayuda sobre las obligaciones y actividades de los párrocos y demás clérigos.
El contexto codicial de este oficio —y alguna referencia expresa— reclama
una adecuada legislación particular como decisiva en la armonización de las rela-
ciones directas de los párrocos con el Obispo, con los Vicarios episcopales y con
los Arciprestes. Las normas que el Codex establece genéricamente —fruto de una
larga experiencia histórica y de actuales necesidades— sirven de pautas limitati-
vas y orientadoras, pero no pueden regular los pormenores, naturalmente diver-
sos y también a veces variables. El Directorio Ecclesiae imago (22.II.1973) señala
cómo y en qué cuestiones se ha de constituir el Estatuto general para los arcipres-
tazgos (n. 186). Asimismo, subraya el carácter de oficio pastoral (sin atenuar, sino
al contrario, los aspectos jurídicos y administrativos) que esta funcion comporta
(n. 187), así como también su participación en el Consejo presbiteral y en el
Consejo pastoral (n. 188).
P. II. s. II. t. III. De la ordenación interna de las Iglesias particulares 403
Capítulo VIII
De los rectores de iglesias y de los capellanes
Art. 1
De los rectores de iglesias
562 Ecclesiae rector, sub auc- 562 Bajo la autoridad del Ordinario del
toritate loci Ordinarii ser- lugar y respetando los estatutos le-
vatisque legitimis statutis et gítimos y los derechos adquiridos, el rec-
iuribus quaesitis, obligatione te- tor de la iglesia tiene el deber de cuidar
netur prospiciendi ut sacrae de que las funciones sagradas se celebren
functiones secundum normas li- en la misma dignamente, de acuerdo con
turgicas et canonum praescripta
digne in ecclesia celebrentur, las normas litúrgicas y las prescripciones
onera fideliter adimpleantur, de los cánones, de que se cumplan fiel-
bona diligenter administrentur, mente las cargas, se administren con dili-
sacrae supellectilis atque ae- gencia los bienes, se provea a la conser-
dium sacrarum conservationi et vación y decoro de los objetos y edificios
decori provideatur, neve quid- sagrados, y no se haga nada que de cual-
piam fiat quod sanctitati loci ac quier modo desdiga de la santidad del lu-
reverentiae domui Dei debitae gar y del respeto debido a la casa de
quoquo modo non congruat. Dios.
563 Con causa justa y según su pruden- 563 Rectorem ecclesiae, etsi ab
te arbitrio, el Ordinario del lugar aliis electum aut praesen-
puede remover de su oficio al rector de tatum, loci Ordinarius, ex iusta
una iglesia, aunque hubiera sido elegido causa, pro suo prudenti arbi-
o presentado por otros, permaneciendo trio ab officio amovere potest,
firme lo que prescribe el c. 682 § 2. firmo praescripto can. 682, § 2.
Art. 2
De los capellanes
564 El capellán es un sacerdote a quien 564 Cappellanus est sacerdos,
se encomienda establemente, al cui stabili modo commit-
menos en parte, la atención pastoral de titur cura pastoralis, saltem ex
alguna comunidad o grupo de fieles, para parte, alicuius communitatis
que la ejerza de acuerdo al derecho uni- aut peculiaris coetus christifide-
versal y particular. lium, ad normam iuris univer-
salis et particularis exercenda.
565 El capellán es nombrado por el Or- 565 Nisi iure aliud caveatur
dinario del lugar, a quien también aut cuidam specialia iura
pertenece instituir al que se le presenta o legitime competant, cappella-
confirmar al elegido, si no se establece nus nominatur ab Ordinario lo-
otra cosa por el derecho o no competen ci, cui etiam pertinet praesenta-
legítimamente a alguien otros derechos tum instituere aut electum con-
especiales. firmare.
PARTE III
DE LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA
Y DE LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA
SECCIÓN I
DE LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA
Título I
Normas comunes a todos los institutos de vida consagrada
573 § 1. La vida consagrada por la pro- 573 § 1. Vita consecrata per
fesión de los consejos evangélicos consiliorum evangelico-
es una forma estable de vivir en la cual rum professionem est stabilis vi-
vendi forma qua fideles, Chri- los fieles, siguiendo más de cerca a Cris-
stum sub actione Spiritus Sanc- to bajo la acción del Espíritu Santo, se
ti pressius sequentes, Deo sum- dedican totalmente a Dios como a su
me dilecto totaliter dedicantur, amor supremo, para que entregados por
ut, in Eius honorem atque Ec- un nuevo y peculiar título a su gloria, a la
clesiae aedificationem mundi- edificación de la Iglesia y a la salvación
que salutem novo et peculiari ti-
tulo dediti, caritatis perfectio- del mundo, consigan la perfección de la
nem in servitio Regni Dei conse- caridad en el servicio del Reino de Dios
quantur et, praeclarum in Ec- y, convertidos en signo preclaro en la
clesia signum effecti, caelestem Iglesia, preanuncien la gloria celestial.
gloriam praenuntient.
168-181; ibidem, 5 [1973] 47-69; ibidem, 6 [1974] 72-93; ibidem, 7 [1975] 63-92;
ibidem, 9 [1977] 52-61; ibidem, 10 [1978] 160-179; ibidem, 11 [1979] 22-66 y
296-346; ibidem, 12 [1980] 130-187; ibidem, 13 [1981] 151-211 y 325-407).
En la reciente reforma de la Curia Romana, que ha llevado a cabo la Const.
Pastor Bonus de 28.VI.1988, la antigua Congregación para los Religiosos e Insti-
tutos seculares pasa a denominarse con idénticos términos del epígrafe con que se
encabeza toda la Parte III del Libro II del CIC; es decir, Congregación para los Ins-
titutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica. Sobre la naturaleza y
eclesialidad de la vida consagrada, vid. la Exh. Ap. Vita consecrata de 25.II.1996
(AAS 88 [1996] 377-486).
Sectio I. De institutis vitae consecratae
Titulus I. Normae communes omnibus institutis vitae consecratae
573 El c. nos ofrece un concepto común o genérico de instituto de vida consa-
grada y, por tanto, aplicable por igual a las dos especies: a los institutos religiosos
propiamente dichos y a los institutos seculares. Dentro de esa generalidad, en el
c. se encuentran recogidos todos aquellos elementos, tanto teológicos como ca-
nónicos, que definen la vida consagrada, la identifican y la distinguen de cual-
quier otra forma de vida consagrada producida por la simple recepción del Bau-
tismo o la del Orden sagrado. Esta distinción es hoy de gran importancia dado
que, como puso de relieve la comisión de reforma en el esquema que se envió a
los órganos consultivos, hay ciertos sectores que erróneamente se esfuerzan por
equiparar la vida consagrada por la profesión pública de los consejos evangélicos,
a la vida consagrada por la recepción del Bautismo. Entre esos elementos defini-
torios destacan los siguientes:
1. Los miembros de los institutos de vida consagrada adquieren en la Iglesia
una específica condición jurídica subjetiva, una forma estable de vivir que el c. 207
§ 2 llama estado.
2. Esta especificidad canónica radica en una nueva consagración, añadida a
la consagración bautismal: están entregados a Dios por un nuevo y peculiar títu-
lo, expresión tomada de la Const. Lumen gentium 44.
3. La nueva consagración comporta un valioso testimonio público del ca-
rácter escatológico de la Iglesia.
4. Todo ello se realiza a través de estos dos factores esenciales: a) la profesión
formal coram Ecclesia de los tres consejos evangélicos de pobreza, castidad y obe-
diencia; b) la asunción de esta obligación mediante votos, u otros sagrados víncu-
los asimilados teológicamente a los votos (Lumen gentium 44) como pueden ser
juramentos, promesas, etc.
P. III. s. I. t. I. Normas comunes a todos los institutos de vida consagrada 411
578 Todos han de observar con fideli- 578 Fundatorum mens atque
dad la mente y propósitos de los proposita a competenti
fundadores, corroborados por la autori- auctoritate ecclesiastica sancita
dad eclesiástica competente, acerca de la circa naturam, finem, spiritum
naturaleza, fin, espíritu y carácter de cada et indolem instituti, necnon eius
instituto, así como también sus sanas tra- sanae traditiones, quae omnia
diciones, todo lo cual constituye el patri- patrimonium eiusdem instituti
constituunt, ab omnibus fideli-
monio del instituto. ter servanda sunt.
579 En su propio territorio, los Obispos 579 Episcopi dioecesani, in
diocesanos pueden erigir mediante suo quisque territorio, in-
decreto formal institutos de vida consa- stituta vitae consecratae for-
grada, siempre que se haya consultado mali decreto erigere possunt,
previamente a la Sede Apostólica. dummodo Sedes Apostolica con-
sulta fuerit.
577 Dado el carácter genérico del tít. en que se inscribe el c., la tipología de los
institutos de vida consagrada tiene también ese carácter genérico, sin que sea de-
terminante, por ello, la distinción por razón de los votos emitidos, solemnes o
simples, como acontecía en el c. 488 § 2 del CIC 17. Dentro de esa generalidad,
y según un nuevo criterio de clasificación, el c. apunta hacia cuatro grandes tipos
de institutos de vida consagrada: contemplativos propiamente dichos, los apostó-
licos, los dedicados a obras de beneficiencia y los institutos seculares; bien enten-
dido que tanto la vida contemplativa como la apostólica forman parte integrante
de cualquier instituto. La diferencia estriba en el modo concreto de asumir uno u
otro aspecto de la vida consagrada.
578 El contenido de este c. constituye uno de los principios generales propues-
tos por el Concilio Vaticano II para una renovación adecuada de la vida religiosa
(cfr. Perfectae caritatis 2). Sobre la norma aquí establecida se fundamenta asimis-
mo la justa autonomía de que goza cada instituto, según reconoce el c. 586.
579 Para la erección formal o canónica de un instituto de vida consagrada
cuya competencia recae sobre el Obispo diocesano, es condición indispensable la
consulta previa a la Sede Apostólica. Se sigue en este punto el criterio de la legis-
lación anterior y la recomendación del Concilio Vaticano II, según la cual, «en la
fundación de nuevos institutos ha de considerarse mucho la necesidad, o al me-
nos su gran utilidad y la posibilidad de su desarrollo, no suceda que se funden
institutos inútiles o carentes de vitalidad necesaria» (Perfectae caritatis 19). Nadie
mejor que la Sede Apostólica para advertir de estos riesgos; de ahí que no haya
prosperado el criterio de los primeros esquemas de revisión, según el cual la con-
P. III. s. I. t. I. Normas comunes a todos los institutos de vida consagrada 413
Según el Concilio Vaticano II, «a los institutos y monasterios que, una vez
oídos los Ordinarios del lugar al que pertenecen, no ofrecen, según el parecer de la
Santa Sede, esperanza fundada de reflorecimiento, prohíbanseles el que en adelan-
te reciban novicios, y si es posible, únanse a otro instituto o monasterio más vigo-
roso que no discrepe mucho en sus fines y en su espíritu» (Perfectae caritatis 21).
Entre los criterios que pueden ayudar a formarse juicio sobre la supresión de
un instituto, el M.P. Ecclesiae Sanctae II, 41, señala los siguientes: «el reducido
número de religiosos en relación con los años de existencia del instituto, la falta
de vocaciones durante muchos años, la edad provecta de la mayoría de los reli-
giosos».
586 El principio de autonomía de cada instituto, que reconoce y regula el pre-
sente c., está llamado a tener una gran relevancia canónica, y ha de ser interpre-
tado a la luz de los cc. 578, 593 y 594. En efecto, la salvaguarda del patrimonio
propio de cada instituto constituye el fundamento o la razón de ser de esa auto-
nomía de régimen, mientras que el sometimiento a la Sede Apostólica o al Obis-
po —según sean institutos de derecho pontificio o diocesano— señala los límites
impuestos a dicha autonomía. Es decir, la autonomía no tiene un carácter abso-
luto, sino que está limitada externamente por la potestad de la Sede Apostólica o
del Obispo diocesano; pero, a la vez, tampoco el ejercicio de esta potestad exter-
na es absoluto sino que está limitado también por la legítima autonomía de cada
instituto.
En relación con el principio de autonomía, téngase en cuenta también el
nuevo concepto de exención canónica tal y como fue definido por el Concilio Va-
ticano II (vid. Christus Dominus 35, 3 y 4), y como aparece regulado en el c. 591.
P. III. s. I. t. I. Normas comunes a todos los institutos de vida consagrada 415
587 El régimen de los institutos de vida consagrada está regulado por cuatro
tipos de fuentes normativas, diferenciadas y jerarquizadas entre sí: 1) las normas
de derecho universal emanadas de la Santa Sede y contenidas primordialmente
en este Código; 2) las normas de derecho particular, emanadas de la Iglesia parti-
cular en donde tienen su sede los respectivos institutos; 3) las normas fundamen-
tales o constitucionales del derecho propio de cada instituto, contenidas en el lla-
mado código fundamental o constituciones, elaboradas por los órganos colegiales, y
aprobadas por la autoridad competente de la Iglesia: Santa Sede u Obispo dioce-
sano, según sean institutos de derecho pontificio o de derecho diocesano, a tenor
del c. 589 (respecto a la aprobación de las constituciones de un instituto de dere-
cho diocesano, vid. c. 595); 4) las restantes normas del derecho propio estableci-
das por la autoridad competente de cada instituto.
Adviértase que el legislador ha optado por denominar derecho propio a las
normas a las que se refieren los nn. 3 y 4, para diferenciarlo del derecho particu-
lar proveniente principalmente de las Iglesias particulares.
A falta de una norma explícita del CIC, como la del c. 489 del CIC 17, y
con el fin de hacer efectiva lo antes posible la normativa codicial en el ámbito de
los institutos de vida consagrada, la S.C. de Religiosos e Institutos seculares pu-
blicó dos Decretos el 2.II.1984 (AAS 75 [1984] 498-500); en el 1.º, urge la ne-
cesaria adaptación del derecho propio de los institutos a la ley universal; con el
2.º se trata de acomodar a la nueva disciplina las situaciones jurídicas, relativas a
la profesión religiosa, nacidas al amparo de lo establecido en la Instr. Renovationis
Causam de 1969. La adaptación a que se refiere el primer Decreto se resuelve en
dos operaciones distintas: la primera consiste en corregir todo aquello que en el
derecho propio esté en contradicción con la legislación universal en aplicación
del c. 6 § 1; la segunda, en hacer operativo, en el ámbito de estos institutos, el
principio de descentralización normativa en virtud del cual numerosas normas
del derecho universal han quedado deliberadamente indeterminadas e incomple-
tas a fin de que sea cada instituto el que las determine y complete en el derecho
propio, según el procedimiento que en el mencionado Decr. de la Santa Sede se
establece. De este modo ha quedado mejor garantizada la seguridad jurídica en
dos materias de indudable trascendencia, toda vez que en ellas estaba implicada
la validez de la actividad normativa, si se quería aplicar con urgencia el nuevo
CIC, o la validez de la profesión religiosa, en el caso del segundo Decreto.
416 Libro II. Del pueblo de Dios
tum aut per eiusdem formale aprobado por ésta mediante decreto for-
decretum approbatum est; iuris mal; y de derecho diocesano, cuando, ha-
vero dioecesani, si ab Episcopo biendo sido erigido por un Obispo dioce-
dioecesano erectum, approba- sano, no ha recibido el decreto de
tionis decretum a Sede Aposto- aprobación por parte de la Sede Apostóli-
lica non est consecutum. ca.
590 § 1. Instituta vitae con- 590 § 1. Los institutos de vida consa-
secratae, utpote ad Dei grada, precisamente por dedicarse
totiusque Ecclesiae servitium de un modo especial al servicio de Dios y
speciali modo dicata, supremae de toda la Iglesia, se hallan sometidos por
eiusdem auctoritati peculiari una razón peculiar a la autoridad suprema
ratione subduntur. de ésta.
§ 2. Singuli sodales Summo
Pontifici, tamquam supremo § 2. Cada uno de sus miembros está obli-
eorum Superiori, etiam radone gado a obedecer al Sumo Pontífice, como
sacri vinculi oboedientiae pare- a su Superior supremo, también en virtud
re tenentur. del vínculo sagrado de obediencia.
591 Quo melius institutorum 591 Para proveer mejor al bien de los
bono atque apostolatus ne- institutos y a las necesidades del
cessitatibus provideatur, Sum- apostolado, el Sumo Pontífice, en virtud
mus Pontifex, ratione sui in uni- de su primado sobre toda la Iglesia y en
versam Ecclesiam primatus, in- atención a la utilidad común, puede exi-
tuitu utilitatis communis, insti- mir a los institutos de vida consagrada
tuta vitae consecratae ab Ordi- del régimen de los Ordinarios del lugar, y
narionum loci regimine eximere,
potest sibique soli vel alii eccle- someterlos exclusivamente a sí mismo o
siasticae auctoritati subicere. a otra autoridad eclesiástica.
dos los fieles están bajo la jurisdicción de los Obispos para las obras de apostola-
do» (Discurso de Juan Pablo II a la Asamblea Plenaria de la S.C. para los Religio-
sos e Institutos seculares, 20.XI.1981, AAS 74 [1982] 46).
596 Al igual que en la legislación precedente (vid. c. 501 del CIC 17) el go-
bierno interno de los institutos es de dos clases: personal y colegial. El primero se
ejerce a través de la autoridad personal de los superiores; el segundo, a través de
los Capítulos. Ambas formas de gobierno se complementan, y ninguna de ellas
debe ejercitarse en exclusiva, como puso de manifiesto la S.C. para los Religiosos
e Institutos seculares en el Decr. Experimenta, de 2.II.1972 (AAS 64 [1972]
393-394), respondiendo negativamente a la pregunta de si se podía admitir un
régimen colegial ordinario y exclusivo.
420 Libro II. Del pueblo de Dios
Respecto a esa misma legislación precedente, son dos las principales diferen-
cias que se advierten en el c. 596:
a) Desaparece, por una parte, la denominación de potestad dominativa, qui-
zá por no responder plenamente a su verdadero carácter, siendo así que la potes-
tad de todos los institutos deriva de la potestad eclesiástica, aunque no llegue a
ser potestad de régimen en sentido estricto. El legislador no ha querido precisar
más este delicado tema doctrinal, limitándose a dar unas normas prácticas, en
virtud de las cuales el ejercicio de esa potestad —sea cual fuere su naturaleza— se
rige por los mismos preceptos que la potestad de régimen, en especial la potestad
ejecutiva.
b) Se amplía el ámbito de institutos que gozan de la potestad eclesiástica de
régimen, tanto para el fuero externo como interno. Antes, sólo las religiones cle-
ricales exentas gozaban de jurisdicción eclesiástica propiamente dicha, en virtud
de lo cual sus superiores mayores se configuraban como Ordinarios. En el precep-
to vigente, gozan de esa potestad de régimen, también llamada de jurisdicción (c.
129), todos los institutos religiosos clericales de derecho pontificio, por lo que
sus superiores mayores se denominan Ordinarios (c. 134). La igualdad entre to-
dos los institutos religiosos clericales de derecho pontificio —exentos o no— se
dejó sentir ya en el Rescripto Cum admotae de 6.XI.1964 (AAS 59 [1967]
374-378), en el que se delegan ciertas facultades a los Superiores generales de las
religiones clericales de derecho pontificio; facultades delegadas que ahora se con-
vierten en ordinarias, al gozar a iure de la potestad eclesiástica de régimen. Por su
parte, el Decr. Religionum laicalium, de 31.V.1966, extendió la delegación de
muchas de esas facultades a los supremos Moderadores de las religiones laicales
de derecho pontificio; y el Decr. Cum Superiores generales, de 27.XI.1969 (AAS
61 [1969] 738-739), concedió incluso a esos supremos Moderadores la facultad
delegada de conceder la salida del instituto a los religiosos de votos temporales. A
diferencia de los institutos clericales, los laicales, que habían adquirido esas facul-
tades por vía de delegación, no adquieren potestad ordinaria de régimen —a te-
nor del c. 596—, como tampoco la adquieren en virtud de este precepto los ins-
titutos seculares, aunque sean clericales y de derecho pontificio. Respecto a estos
últimos, la mayor dificultad estriba en cómo configurar a los que por concesión
de la Sede Apostólica tienen facultad para incardinar clérigos en el propio insti-
tuto (c. 266 § 3); porque parece obvio que los superiores de los institutos secu-
lares con facultad de incardinar posean a su vez potestad eclesiástica de régimen.
La cuestión no pasó inadvertida en los primeros esquemas de revisión, que da-
ban una formulación más amplia al c. 596 (vid. Communicationes 11 [1979]
305-308). La solución última al problema puede estar en que, si bien los institu-
tos seculares clericales y de derecho pontificio no poseen en principio potestad
eclesiástica de régimen, pueden, no obstante, obtenerla en el mismo acto de con-
cesión de la facultad de incardinar.
P. III. s. I. t. I. Normas comunes a todos los institutos de vida consagrada 421
603-604 Además de los institutos de vida consagrada que comportan una for-
ma asociada de vivir los consejos evangélicos, la Iglesia da un respaldo jurídico y
público a dos formas concretas de vida consagrada no asociada: la vida eremítica
y el orden de las vírgenes. Este reconocimiento jurídico, sin embargo, está someti-
do a ciertos requisitos. Por parte del eremita o anacoreta, que haga profesión pú-
blica de los tres consejos evangélicos ante el Obispo diocesano, y bajo su guía
guarde su propia forma de vida. Respecto a las vírgenes, que sean consagradas a
Dios por el Obispo diocesano según el rito litúrgico aprobado. En este sentido,
cabe señalar que la Const. Sacrosanctum Concilium 80 mandó revisar el rito de la
consagración de vírgenes, encargo que llevó a cabo la S.C. para el Culto divino,
en Decr. de 31.V.1980. El rito es aplicable a la consagración virginal tanto de las
monjas como de las mujeres que continúan viviendo en el mundo. Para estas úl-
timas es un requisito indispensable que sean admitidas a la consagración por el
Obispo diocesano.
El c. 604 § 2 reconoce a estas vírgenes el derecho a asociarse, lo cual no sig-
nifica, a nuestro juicio, que esas posibles asociaciones se constituyan a efectos ca-
424 Libro II. Del pueblo de Dios
Título II
De los institutos religiosos
607 § 1. La vida religiosa, como consa- 607 § Vita religiosa, utpote to-
gración total de la persona, mani- tius personae consecratio,
fiesta el desposorio admirable establecido mirabile in Ecclesia manifestat
por Dios en la Iglesia, signo de la vida fu- conubium a Deo conditum, fu-
tura. De este modo el religioso consuma turi saeculi signum. Ita religio-
la plena donación de sí mismo como sa- sus plenam suam consummat
donationem veluti sacrificium
Deo oblatum, quo tota ipsius crificio ofrecido a Dios, por el que toda
exsistentia fit continuus Dei cul- su existencia se hace culto continuo a
tus in caritate. Dios en la caridad.
§ 2. Institutum religiosum est § 2. Un instituto religioso es una sociedad
societas in qua sodales secun- en la que los miembros, según el derecho
dum ius proprium vota publica propio, emiten votos públicos perpetuos,
perpetua vel temporaria, elapso
tamen tempore renovanda, nun- o temporales que han de renovarse sin
cupant atque vitam fraternam embargo al vencer el plazo, y viven vida
in communi ducunt. fraterna en común.
§ 3. Testimonium publicum a § 3. El testimonio público que han de dar
religiosis Christo et Ecclesiae los religiosos a Cristo y a la Iglesia lleva
reddendum illam secumfert a consigo un apartamiento del mundo que
mundo separationem, quae in- sea propio del carácter y la finalidad de
doli et fini uniuscuiusque insti- cada instituto.
tuti est propria.
últimos, contenidos en los cc. 573 y ss. Qué es lo específico de los institutos reli-
giosos en cuanto tales es lo que pretende mostrar el c. 607, partiendo primero de
un concepto teológico de vida religiosa en el que, en consonancia con la doctrina
del Concilio Vaticano II (vid. especialmente Lumen gentium 44 y Perfectae carita-
tis 5), se resalta la idea de totalidad, exclusividad y publicidad en el testimonio,
en la entrega y en el servicio a Dios bajo los símbolos de desposorio y de sacrifi-
cio.
Desde un punto de vista jurídico-formal los rasgos específicos de un institu-
to religioso son los siguientes:
1. La asunción o profesión de los consejos evangélicos mediante votos pú-
blicos, actual o tendencialmente perpetuos. En un instituto religioso no caben
otros sagrados vínculos que los originados por los votos, a diferencia de los insti-
tutos seculares.
2. La vida común, no entendida sólo como incorporación a una sociedad
como miembro, sino en cuanto significa vida en comunidad dentro de la misma
casa y bajo una común disciplina.
3. La separación del mundo según la índole y fin de cada instituto. La re-
nuncia al mundo es uno de los elementos comunes a todas las formas de vida
religiosa, según enseñó el Concilio Vaticano II (Perfectae caritatis 5), aunque
tenga una concreción más intensa en los institutos puramente contemplativos
(Perfectae caritatis 7). Todo ello se funda en el hecho de que «el estado religio-
so, en cuanto que deja a sus seguidores más libres de los cuidados terrenos, ma-
nifiesta también mejor a todos los creyentes los bienes celestiales ya presentes
en esta vida, al tiempo que da un testimonio de la vida nueva y eterna conse-
guida por la Redención de Cristo, y preanuncia la resurrección futura y la glo-
ria del Reino celestial» (Lumen gentium 44). En cualquier caso, «nadie piense
que los religiosos por su consagración, se hacen extraños a los hombres o inúti-
les dentro de la ciudad terrena. Porque, aunque en algunos casos no estén di-
rectamente cerca de sus coetáneos, los tienen, sin embargo presentes de un
modo más profundo en las entrañas de Cristo y cooperan con ellos espiritual-
mente para que la edificación de la Ciudad terrena se funde siempre en Dios y
a Él se dirija, no sea que hayan trabajado en vano los que la edifican» (Lumen
gentium 46).
426 Libro II. Del pueblo de Dios
Capítulo I
De las casas religiosas y de su erección y supresión
1.º vivir según el carácter y los fines pro- 1.º vitam, ducendi secundum
pios del instituto; indolem et fines proprios insti-
tuti;
2.º realizar conforme a la norma del dere-
cho las obras propias del instituto, respe- 2.º opera instituto propria exer-
cendi ad normam iuris, salvis
tándose las condiciones puestas al otorgar condicionibus in consensu ap-
el consentimiento; positis;
3.º tener una iglesia, los institutos clerica- 3.º pro institutis clericalibus ha-
les, sin perjuicio de lo que prescribe el c. bendi ecclesiam, salvo prae-
1215 § 3, y cumplir los ministerios sagra- scripto can. 1215, § 3, et sacra
dos, de acuerdo con lo establecido por el ministeria peragendi, servatis
derecho. de iure servandis.
613 Una casa sui iuris tiene autonomía en su régimen interno: no hasta el pun-
to de constituir un instituto independiente, pero sí al menos en razón a que el
superior se configura como Superior mayor, lo que no ocurre en las restantes ca-
sas religiosas (vid. c. 620). Para los monasterios de monjas de los cc. 614 y 615,
vid. la Instr. Verbi Sponsa de 13.V.1999.
P. III. s. I. t. II. De los institutos religiosos 429
Capítulo II
Del gobierno de los institutos
Art. 1
De los Superiores y de los consejos
618 Ejerzan los Superiores con espíri- 618 Superiores in spiritu ser-
tu de servicio la potestad que han vitii suam potestatem a
recibido de Dios por ministerio de la Deo per ministerium Ecclesiae
Iglesia. Por tanto, mostrándose dóciles receptam exerceant. Voluntati
a la voluntad de Dios en el cumplimien- igitur Dei in munere explendo
to de su función, gobiernen a sus súbdi- dociles, ipsi subditos regant uti
filios Dei, ac promoventes cum
tos como a hijos de Dios, fomentando su reverentia personae humanae
obediencia voluntaria con respeto a la illorum voluntariam oboedien-
persona humana, escúchenles de buena tiam, libenter eos audiant nec-
gana y fomenten sus iniciativas para el non eorum conspirationem in
bien del instituto y de la Iglesia, quedan- bonum instituti et Ecclesiae fo-
do sin embargo siempre a salvo su autori- veant, firma tamen ipsorum
dad de decidir y de mandar lo que deba auctoritate decernendi et prae-
hacerse. cipiendi quae agenda sunt.
619 Los Superiores han de dedicarse di- 619 Superiores suo officio se-
ligentemente a su oficio y, en unión dulo incumbant et una
con los miembros que se les enco- cum sodalibus sibi commissis
miendan, deben procurar edificar una co- studeant aedificare fraternam
munidad fraterna en Cristo, en la cual, in Christo communitatem, in
por encima de todo, se busque y se ame a qua Deus ante omnia quaeratur
et diligatur. Ipsi igitur nutriant
Dios. Nutran por tanto a los miembros sodales frequenti verbi Dei pa-
con el alimento frecuente de la palabra de bulo eosque adducant ad sacrae
Dios e indúzcanlos a la celebración de la liturgiae celebrationem. Eis
sagrada liturgia. Han de darles ejemplo exemplo sint in virtutibus co-
en el ejercicio de las virtudes y en la lendis et in observantia legum
observancia de las leyes y tradiciones del et traditionum proprii instituti;
propio instituto; ayúdenles conveniente- eorum necessitatibus personali-
623 Para que los miembros sean nom- 623 Ut sodales ad munus Su-
brados o elegidos válidamente para perioris valide nominen-
el cargo de Superior se requiere que des- tur aut eligantur, requiritur
de su profesión perpetua o definitiva congruum tempus post profes-
haya transcurrido un tiempo conveniente, sionem perpetuam vel definiti-
determinado en el derecho propio o, vam, a iure proprio vel, si aga-
tur de Superioribus maioribus,
cuando se trate de Superiores mayores, a constitutionibus determinan-
por las constituciones. dum.
624 § 1. Los Superiores han de ser de- 624 § 1. Superiores ad certum
signados por un tiempo determina- et conveniens temporis
do y conveniente, según la naturaleza y spatium iuxta naturam et ne-
necesidades del instituto, a no ser que las cessitatem instituti constituan-
constituciones establezcan otra cosa por tur, nisi pro supremo Mode-
lo que se refiere al Superior general o a ratore et pro Superioribus do-
mus sui iuris constitutiones ali-
los Superiores de una casa autónoma. ter ferant.
bus consensus vel consilium ad terminará las ocasiones en las que, para
valide agendum requiratur ad actuar válidamente, se requiere el con-
normam can. 127 exquiren- sentimiento o el consejo que habrá de pe-
dum. dirse conforme a la norma del c. 127.
628 § 1. Superiores qui iure 628 § 1. Los Superiores designados
proprio instituti ad hoc para esta función por el derecho
munus designantur, statis tem- propio del instituto, visitarán en los mo-
poribus domos et sodales sibi mentos establecidos las casas y a los
commissos iuxta normas eius- miembros encomendados a su cuidado,
dem iuris proprii visitent. según las prescripciones del mismo dere-
§ 2. Episcopi dioecesani ius et cho propio.
officium. est visitare etiam
quoad disciplinam religiosam: § 2. El Obispo diocesano tiene el derecho
y el deber de visitar, también por lo que
1.º monasteria sui iuris de qui- se refiere a la disciplina religiosa:
bus in can. 615;
2.º singulas domos instituti iuris 1.º los monasterios autónomos de los que
dioecesani in proprio territorio se trata en el c. 615;
sitas. 2.º todas las casas de un instituto de dere-
§ 3. Sodales fiducialiter agant cho diocesano que se encuentren dentro
cum visitatore, cui legitime in- de su territorio.
terroganti respondere tenentur § 3. Los miembros han de tratar confia-
secundum veritatem in carita- damente con el visitador, y responder se-
te; nemini vero fas est quoquo
modo sodales ab hac obligatio- gún verdad y con caridad cuando les pre-
ne avertere, aut visitationis sco- gunte algo legítimamente; y a nadie se
pum aliter impedire. permite obstaculizar de cualquier modo
que los miembros cumplan con esta obli-
gación o impedir de otra manera la finali-
dad de la visita.
629 In sua quisque domo Su- 629 Los Superiores residan en su propia
periores commorentur, nec casa, y no se ausenten de ella si no
ab eadem discedant, nisi ad es a tenor del derecho propio.
normam iuris proprii.
630 § 1. Superiores sodalibus 630 § 1. Los Superiores reconozcan a
debitam agnoscant liber- los miembros la debida libertad por
tatem circa paenitentiae sacra- lo que se refiere al sacramento de la peni-
mentum et conscientiae mo- tencia y a la dirección espiritual, sin per-
deramen, salva tamen instituti juicio de la disciplina del instituto.
disciplina.
630 La minuciosa disciplina recogida en los cc. 518-530 y 876 del CIC 17
acerca de los confesores de religiosos ha quedado sustancialmente modificada en
este único c., cuyas fuentes inmediatas son el Decr. Perfectae caritatis 14 y el
Decr. de la S.C. para los Religiosos e Institutos seculares Dum canonicarum legum
de 8.XII.1970 (AAS 63 [1971] 318-319).
La disciplina antigua era especialmente complicada cuando se trataba de re-
ligiosas. La doctrina llegó a enumerar hasta ocho clases de confesores de religio-
sas: ordinario, extraordinario, especial, adjunto, suplente, ocasional, para caso de
enfermedad grave y de peligro de muerte. Excepto las tres últimas clases, los res-
tantes confesores necesitaban además una jurisdicción especial para oír válida y
436 Libro II. Del pueblo de Dios
lícitamente las confesiones de las religiosas; todo lo cual suponía una manifiesta
quiebra del principio de libertad de las religiosas para confesarse, aunque esa fal-
ta de libertad estuviera contrapesada por la posibilidad de acudir —para la tran-
quilidad de su conciencia— a cualquier confesor aprobado para oír confesiones
de mujeres, siendo válida y lícita en este supuesto la confesión hecha en cualquier
iglesia u oratorio.
La reforma de esta disciplina comienza desde el momento en que los Padres
conciliares (Perfectae caritatis 14) hacen una llamada a los superiores religiosos, a
fin de que dejen a sus súbditos la libertad debida en cuanto al sacramento de la
Penitencia y la dirección de conciencia. Para hacer efectiva esta libertad sin las
trabas que ponía la legislación vigente, fue preciso modificar de raíz dicha legisla-
ción; y éste fue el cometido principal del Decr. de la S.C. para los Religiosos e
Institutos seculares de 1970, cuyo contenido fundamental queda resumido en los
§ § 1-3 del c. 630, en los que se consagran estos tres principios: 1) el reconoci-
miento de la debida libertad respecto al sacramento de la Penitencia; 2) la conve-
niencia de designar confesores en todos los institutos para facilitar la confesión
frecuente de los religiosos; 3) la necesidad u obligatoriedad de designar confesores
ordinarios para proveer mejor al bien de ciertas comunidades: en concreto, en los
monasterios de monjas, en las casas de formación y en las comunidades laicales
especialmente numerosas. Desaparece la figura de confesor extraordinario, pese a
que la recogía el mencionado Decr.
El nombramiento de un confesor ordinario —salvando siempre la libertad del
religioso para confesarse con ése o con otro sacerdote— es un buen modo de facili-
tar la recepción frecuente del sacramento de la Penitencia, de asegurar la disponibi-
lidad de confesores adecuados y de evitar, en muchos supuestos, frecuentes e inúti-
les salidas de la casa e infracciones de las normas y de la disciplina interiores.
Hay que advertir que estas normas están situadas sistemáticamente, no en
un capítulo aparte —como en el Código derogado—, sino en el marco de los de-
beres de los superiores, a quienes están especialmente dirigidas. De ahí que no se
recoja la norma del Decreto de 1970, en la que se suprimía la jurisdicción espe-
cial para confesar a las religiosas, exigida por el Código anterior; en cualquier
caso dicha jurisdicción especial ya no es exigida por ninguna norma del Código
vigente, por lo que queda derogada la norma que la prescribía (vid. cc. 966 ss.).
P. III. s. I. t. II. De los institutos religiosos 437
§ 5. Sodales cum fiducia Supe- § 5. Los miembros deben acudir con con-
riores adeant, quibus animum fianza a sus Superiores, a quienes pueden
suum libere ac sponte aperire abrir su corazón libre y espontáneamente.
possunt. Vetantur autem Supe- Sin embargo, se prohíbe a los Superiores
riores eos quoquo modo induce- inducir de cualquier modo a los miembros
re ad conscientiae manifestatio- para que les manifiesten su conciencia.
nem sibi peragendam.
Art. 2
De los capítulos
Art. 2. De capitulis
631-633 Fue deseo del Concilio Vaticano II (Perfectae caritatis 14) que se re-
saltaran, dejando a salvo siempre la autoridad personal de los superiores, los prin-
cipios de representación y participación de todos los religiosos en el gobierno del
instituto. Tal deseo fue asumido posteriormente como un principio directivo
para la revisión del derecho de religiosos. Una concreción legal de este principio,
aparte los aspectos de representación y participación que puedan tener los Con-
sejos, se realiza primordialmente mediante el gobierno colegial que están llama-
dos a ejercer los Capítulos, y de modo especialmente relevante el Capítulo Gene-
ral, órgano supremo de gobierno colegial en el que está representado todo el
instituto a través de los cauces que determinen las constituciones.
La importancia de los Capítulos no queda disminuida por el hecho de que
—con excepción de las concretas funciones que el c. 631 § 1 atribuye al Capítu-
lo General— sean pocas, y de carácter constitutivo y general, las normas univer-
sales que los regulan. Era conveniente en esta materia emplear al máximo el prin-
cipio de subsidiariedad, habida cuenta de que son muchas las formas de
participación, y no todas convienen por igual a todos los institutos. Esto explica
que los tres únicos cc. de este art. encomienden al derecho propio el desarrollo y
la adaptación, a la índole de cada instituto, de los principios generales aquí enun-
ciados, tanto por lo que se refiere a los Capítulos Generales, como a otras clases
de Capítulos (provinciales, locales), y de las formas diversas en que se manifies-
tan los principios de participación o de consulta.
438 Libro II. Del pueblo de Dios
Art. 3
De los bienes temporales y de su administración
§ 4. Pero quede claro que puede siempre § 4. Firmum tamen esto, contra
entablarse acción contra aquel que au- eum, in cuius rem aliquid ex in-
mentó su patrimonio a causa del contrato ito contractu versum est, sem-
realizado. per posse actionem institui.
§ 5. Cuiden los Superiores religiosos de § 5. Caveant Superiores religio-
no permitir que se contraigan deudas, a si ne debita contrahenda per-
mittant, nisi certo constet ex
no ser que conste con certeza que con las consuetis reditibus posse debiti
rentas habituales se podrá pagar el interés foenus solvi et intra tempus non
y devolver el capital por legítima amorti- nimis longum per legitimam
zación dentro de un período de tiempo no amortizationem reddi summam
demasiado largo. capitalem.
640 Teniendo en cuenta las circunstan- 640 Instituta, ratione habita
cias de los distinto lugares, los ins- singulorum locorum, te-
titutos esfuércense en dar testimonio, de stimonium caritatis et pauper-
algún modo colectivo, de caridad y de tatis quasi collectivum reddere
pobreza y, en la medida de lo posible, han satagant et pro viribus ex pro-
de destinar algo de sus propios bienes a priis bonis aliquid conferant ad
Ecclesiae necessitatibus et ege-
las necesidades de la Iglesia y al sustento norum sustentationi subvenien-
de los pobres. dum.
Capítulo III
De la admisión de los candidatos y de la formación de los miembros
Art. 1
De la admisión en el noviciado
641 El derecho a admitir candidatos al 641 Ius candidatos admitten-
noviciado compete a los Superiores di ad novitiatum pertinet
mayores, conforme a la norma del de- ad Superiores maiores ad nor-
recho propio. mam iuris proprii.
642 Superiores vigilanti cura 642 Con vigilante cuidado, los Superio-
eos tantum admittant qui, res admitirán tan sólo a aquellos
praeter aetatem requisitam, ha- que, además de la edad necesaria, tengan
beant valetudinem, aptam indo- salud, carácter adecuado y cualidades su-
lem et sufficientes maturitatis ficientes de madurez para abrazar la vida
qualitates ad vitam instituti propia del instituto; estas cualidades de
propriam amplectendam; quae
valetudo, indoles et maturitas salud, carácter y madurez han de compro-
comprobentur adhibitis etiam, barse, si es necesario, con la colaboración
si opus fuerit, peritis, firmo de peritos, quedando a salvo lo estableci-
praescripto can. 220. do en el c. 220.
643 § 1. Invalide ad novitia- 643 § 1. Es admitido inválidamente al
tum admittitur: noviciado:
1.º qui decimum septimum ae- 1.º quien aún no haya cumplido diecisiete
tatis annum nondum comple-
verit; años;
2.º coniux, durante matrimo- 2.º un cónyuge, durante el matrimonio;
nio; 3.º quien se halla en ese momento ligado
3.º qui sacro vinculo cum ali- por un vínculo sagrado con algún institu-
quo instituto vitae consecratae to de vida consagrada o está incorporado
actu obstringitur vel in aliqua
societate vitae apostolicae in- a una sociedad apostólica, sin perjuicio
corporatus est, salvo prae- de lo que prescribe el c. 684;
scripto can. 684; 4.º quien entra en el instituto inducido
4.º qui institutum ingreditur vi, por violencia, miedo grave o dolo, o
metu gravi aut dolo inductus, aquel a quien el Superior admite inducido
vel is quem Superior eodem de ese mismo modo;
modo inductus recipit;
5.º qui celaverit suam incorpo- 5.º quien haya ocultado su incorporación
rationem in aliquo instituto vi- a un instituto de vida consagrada o a una
tae consecratae aut in aliqua so- sociedad de vida apostólica.
cietate vitae apostolicae.
Art. 2
Del noviciado y de la formación de los novicios
te, estar vinculado in actu a otro instituto, no el simple hecho de haberlo estado
antes, a no ser que el candidato hubiere ocultado esta circunstancia: es decir, aho-
ra se pone el énfasis en la ocultación más que en el hecho de haber sido admitido
antes en otro instituto (vid. comentario a los cc. 684-685); 4) desaparece de la le-
gislación codicial toda la normativa acerca de la dote, así como las especiales exi-
gencias que para la admisión de mujeres establecían los cc. 544-552 del CIC 17.
los derechos y deberes de los religiosos. Tampoco se hace mención expresa del
tema de los confesores ordinarios y extraordinarios de los novicios, por lo que el
derecho propio habrá de partir del criterio básico sentado en el c. 630 § 3.
448 Libro II. Del pueblo de Dios
Art. 3
De la profesión religiosa
1.º qui eam emissurus est, deci- 1.º el que la va a hacer haya cumplido al
mum saltem octavum aetatis menos dieciocho años;
annum compleverit;
2.º haya hecho válidamente el noviciado;
2.º novitiatus valide peractus
sit; 3.º haya sido admitido libremente por el
Superior competente con el voto de su
3.º habeatur admissio a compe- consejo conforme a la norma del dere-
tenti Superiore cum voto sui
consilii ad normam iuris libere cho;
facta; 4.º la profesión sea expresa y se haya
4.º sit expressa et absque vi, me- emitido sin violencia, miedo grave o
tu gravi aut dolo emissa; dolo;
5.º a legitimo Superiore per se 5.º la profesión sea recibida por el Supe-
vel per alium recipiatur. rior legítimo, personalmente o por medio
de otro.
657 § 1. Expleto tempore ad 657 § 1. Cumplido el tiempo para el
quod professio emissa que se hizo la profesión, el religio-
fuerit, religiosus, qui sponte pe- so que lo pida espontáneamente y sea
tat et idoneus iudicetur, ad considerado idóneo, debe ser admitido a
renovationem professionis vel la renovación de la profesión o a la pro-
ad professionem perpetuam ad- fesión perpetua; en caso contrario, se
mittatur, secus discedat. marchará del instituto.
§ 2. Si opportunum vero videa-
tur, periodus professionis tem- § 2. Pero si parece oportuno, el Superior
porariae a competenti Superio- competente puede prorrogar el tiempo de
re, iuxta ius proprium, proro- profesión temporal de acuerdo con el de-
gari potest, ita tamen ut totum recho propio, de manera, sin embargo,
tempus, quo sodalis votis tem- que el tiempo durante el cual un miembro
porariis adstringitur, non su- permanece ligado por votos temporales
peret novennium. no sea superior a nueve años.
temporal hasta los nueve años, mientras que el c. 655 sienta el principio general
de que no se extienda más allá de los seis anos; si bien el c. 657 § 2 admite la ex-
cepción consistente en que el superior competente pueda prorrogar dicho plazo
a un religioso concreto, a tenor del derecho propio, y sin que de ningún modo
supere los nueve años. Se pretende con ello no institucionalizar el período de
nueve años, sino dejar al arbitrio del superior competente, según el derecho pro-
pio, la posibilidad de prorrogarlo en casos determinados. 2) La Instr. (n. 34)
permitió a los Capítulos generales la sustitución de los votos temporales por
vínculos de otra naturaleza. Así aparecía regulado en los primeros esquemas;
pero finalmente no pareció prudente incorporarla al Código, sugiriéndose la po-
sibilidad de que, sí algún instituto deseaba esa fórmula, la obtuviera por vía de
indulto (cfr. Communicationes 13 [1981] 170-171). Por tanto, a tenor del c.
654 toda profesión religiosa implica, además de la incorporación al instituto, la
asunción de los tres consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, me-
diante votos públicos y no mediante vínculos de otra naturaleza, en conformidad,
por otro lado, con el c. 607, y a diferencia del c. 712, que trata de los institutos
seculares, a los que claramente se les permite optar por los votos o por otros
vínculos sagrados. Las situaciones jurídicas nacidas al amparo de la Instr. de
1969 han sido reguladas conforme al CIC por el Decr. de 2.II.1984 (vid. co-
mentario al c. 587).
450 Libro II. Del pueblo de Dios
Art. 4
De la formación de los religiosos
Capítulo IV
De las obligaciones y derechos de los institutos y de sus miembros
662 Religiosi sequelam Chri- 662 Los religiosos han de tener como
sti in Evangelio proposi- regla suprema de vida el seguimien-
tam et in constitutionibus pro- to de Cristo tal y como se propone en el
prii instituti expressam tam- Evangelio y se expresa en las constitucio-
quam supremam vitae regulam nes de su propio instituto.
habeant.
665 El c. 606 § 2 del CIC 17 prohibía a los superiores que permitieran a sus
súbditos vivir fuera de la casa religiosa, a no ser por causa grave y justa, y por el
tiempo más breve posible. Y si la ausencia pasaba de seis meses, a no ser por ra-
zón de estudios, se requería licencia de la Sede Apostólica.
El Rescripto Cum admotae, de 6.XI.1964 (AAS 59 [1967] 374-378), y el
Decr. Religionum laicalium, de 31.V.1966, conceden a los Superiores generales de
institutos clericales y laicales respectivamente la facultad subdelegable de permi-
tir, con el consentimiento de sus respectivos Consejos, la ausencia de la casa, pero
no más allá de un año, a no ser que la causa sea o una enfermedad o el ejercicio
de obras de apostolado propias del instituto.
El c. 665 sanciona esta ultima normativa en los siguientes términos: 1) si es
una ausencia breve, puede conceder licencia el Superior menor; 2) si es prolonga-
P. III. s. I. t. II. De los institutos religiosos 453
sensu sui consilii atque iusta de un miembro que viva fuera de una casa
causa, sodali concedere potest del instituto, pero no más de un año, a no
ut extra domum instituti degere ser por motivos de enfermedad, de es-
possit, non tamen ultra annum, tudios o para ejercer el apostolado en
nisi causa infirmitatis curandae, nombre del instituto.
ratione studiorum aut apostola-
tus exercendi nomine instituti. § 2. Busquen los Superiores solícitamen-
§ 2. Sodalis, qui e domo religiosa te al miembro del instituto que se ausen-
illegitime abest cum animo sese tare ilegítimamente de la casa religiosa
subducendi a potestate Superio- con la intención de librarse de su obe-
rum, sollicite ab eisdem quaera- diencia, y ayúdenle a volver y a perseve-
tur et adiuvetur ut redeat et in rar en su vocación.
sua vocatione perseveret.
666 In usu mediorum com- 666 Debe observarse la necesaria dis-
municationis socialis ser- creción en el uso de los medios de
vetur necessaria discretio atque comunicación social, y se evitará lo que
vitentur quae sunt vocationi pueda ser nocivo para la propia vocación
propriae nociva et castitati per- o peligroso para la castidad de una perso-
sonae consecratae penculosa. na consagrada.
667 § 1. In omnibus domibus 667 § 1. En todas las casas se observará
clausura indoli et missio- la clausura, adaptada al carácter y
ni instituti accommodata serve- misión del instituto, según determine el
tur secundum determinationes derecho propio, debiendo quedar siempre
proprii iuris, aliqua parte do- reservada exclusivamente a los miembros
mus religiosae solis sodalibus una parte de la casa religiosa.
semper reservata.
después a los Superiores generales a que permitieran a sus súbditos de votos sim-
ples la posibilidad de hacer cesión de sus bienes patrimoniales; c) el § 5 de este c.,
de indudable trascendencia jurídica, ha sufrido numerosos avatares hasta su re-
dacción definitiva. Según su tenor literal, la incapacidad para adquirir y poseer,
así como la nulidad de los actos contrarios al voto de pobreza, sólo afectan a los
profesos que, por la naturaleza del instituto, han debido renunciar plenamente a
sus bienes. No afecta, por tanto, como parecía desprenderse de anteriores redac-
ciones de este c., a los que hayan renunciado a todos sus bienes voluntariamente,
no por imperativos de la naturaleza del instituto.
669 Vid. comentario al c. 284. Si para el sacerdote diocesano el traje eclesiásti-
co tiene principalmente el carácter de signo, que lo distingue del ambiente secu-
lar en que vive, para el religioso y para la religiosa el hábito expresa, además, el
carácter de consagración, y pone en evidencia también el fin escatológico de la
vida religiosa.
P. III. s. I. t. II. De los institutos religiosos 457
mam iuris proprii confectum, acuerdo con la norma del derecho propio,
in signum suae consecrationis como signo de su consagración y testi-
et in testimonium paupertatis. monio de pobreza.
§ 2. Religiosi clerici instituti, § 2. Los religiosos clérigos de un instituto
quod proprium non habet habi- que no tengan hábito propio, usarán el tra-
tum, vestem clericalem ad nor- je clerical, conforme a la norma del c. 284.
mam can. 284 assumant.
670 Institutum debet sodali- 670 El instituto debe proporcionar a sus
bus suppeditare omnia miembros todos los medios necesa-
quae ad normam constitutio- rios, según las constituciones, para alcan-
num necessaria sunt ad suae zar el fin de su vocación.
vocationis finem assequendum.
671 Religiosus munera et offi- 671 Un religioso no debe aceptar sin li-
cia extra proprium insti- cencia del Superior legítimo cargos
tutum ne recipiat absque licen- u oficios fuera de su propio instituto.
tia legitimi Superioris.
672 Religiosi adstringuntur 672 Obligan a los religiosos las prescrip-
praescriptis cann. 277, ciones de los cc. 277, 285, 286, 287
285, 286, 287 et 289, et religiosi y 289, y a los que son clérigos, también
clerici insuper praescriptis can. las del c. 279 § 2; en los institutos laica-
279, § 2; in institutis laicalibus les de derecho pontificio, la licencia de
iuris pontificii, licentia de qua que se trata en el c. 285 § 4, puede ser
in can. 285, § 4, concedi potest a
proprio Superiore maiore. concedida por el propio Superior mayor.
Capítulo V
Del apostolado de los institutos
679 Por una causa gravísima, el Obispo 679 Episcopus dioecesanus, ur-
diocesano puede prohibir la resi- gente gravissima causa,
dencia en su propia diócesis a un miem- sodali instituti religiosi prohibe-
bro de un instituto religioso, si, habiendo re potest quominus in dioecesi
sido advertido, su Superior mayor hubiera commoretur, si eius Superior
descuidado tomar medidas; sin embargo, maior monitus prospicere ne-
debe ponerse el asunto inmediatamente en glexerit, re tamen ad Sanctam
manos de la Santa Sede. Sedem statim delata.
En concreto, el Decr. Christus Dominus 35, 2.º, 3.º y 4.º, estableció que
ni siquiera la exención «impide que los religiosos estén subordinados a la juris-
dicción de los Obispos en cada diócesis a tenor del derecho», señalando segui-
damente un elenco de actividades concretas de los religiosos sometidas al prin-
cipio de subordinación. De todas estas actividades, el c. 678 recoge sólo las
relativas a la cura de almas, al ejercicio del culto público, y a las obras de apos-
tolado; mientras que las restantes (predicación sagrada, educación religiosa y
moral, instrucción catequética, formación litúrgica de los fieles, etc.) son regu-
ladas en otras partes del Código, principalmente en el Libro III. Los religiosos,
por tanto —sean exentos o no, pertenezcan a institutos de derecho diocesano o
pontificio—, están sometidos en esas materias a la autoridad interna del insti-
tuto y, a la vez, a la potestad del Obispo diocesano. Este puede en un caso ex-
tremo expulsar a un religioso de la diócesis, de acuerdo con lo que establece el
c. 679.
Los otros principios conciliares (Christus Dominus 35, 5.º) de colaboración y
coordinación en todas las obras y actividades apostólicas bajo la autoridad del
Obispo diocesano, están recogidos en el c. 680.
P. III. s. I. t. II. De los institutos religiosos 461
en caso de necesidad, las iglesias y orato- que opera religionis vel carita-
rios a los que tienen acceso habitual los tis sive spiritualis sive tempora-
fieles, así como también las escuelas y lis religiosis commissa, Episco-
otras obras de religión o de caridad, tanto pus dioecesanus visitare potest,
espiritual como temporal, encomendadas sive per se sive per alium, tem-
a religiosos; pero no las escuelas abiertas pore visitationis pastoralis et
etiam in casu necessitatis; non
exclusivamente a los alumnos propios del vero scholas, quae exclusive pa-
instituto. teant propriis instituti alumnis.
§ 2. Si descubre algún abuso, después de § 2. Quod si forte abusus depre-
haber avisado sin resultado al Superior henderit, frustra Superiore reli-
religioso, puede proveer personalmente gioso monito, propria auctori-
con su propia autoridad. tate ipse per se providere pot-
est.
Capítulo VI
De la separación del instituto
Art. 1
Del tránsito a otro instituto
Respecto a la visita pastoral del Obispo en general, vid. comentario a los cc.
396-397.
Caput VI. De separatione sodalium ab instituto
La vocación religiosa como don de Dios, es algo gratuito sobre lo que nadie
puede reivindicar por principio ningún derecho. Pero, una vez que esa específica
vocación se consolida a través de la libre respuesta del hombre y de la aceptación
pública de la Iglesia —es decir, a través de la profesión religiosa—, se produce
una situación irrevocable con consecuencias teológico-jurídicas para la condición
jurídica personal del religioso. La profesión religiosa, en efecto, comporta, no
sólo la asunción pública —mediante votos— de los consejos evangélicos y una
nueva consagración de un orden distinto a la del Bautismo, sino también la in-
corporación jurídica al instituto, elemento que hace nacer un vínculo jurídico
entre el profeso y el instituto, que lleva consigo un conjunto de derechos y debe-
res mutuos y correlativos. Todo esto explica la cuidadosa atención que el legisla-
dor presta a todos los fenómenos que entran en juego: por un lado, la defensa de
los derechos del religioso, y por otro, la salvaguarda del bien público de la Iglesia
representado en el bien del instituto; teniendo siempre como telón de fondo la
irrevocabilidad de la vocación como valor jurídicamente protegible, mientras no
atente en casos individualizados al bien común del instituto, es decir, al derecho
fundamental, de los restantes religiosos a vivir con fidelidad su propia vocación.
P. III. s. I. t. II. De los institutos religiosos 463
Art. 2
De la salida del instituto
gare vel illud ultra triennium sidir. Prorrogar ese indulto o concederlo
concedere Sanctae Sedi vel, si por más de un trienio se reserva a la San-
de institutis iuris dioecesani ta Sede o, cuando se trata de un instituto
agitur, Episcopo dioecesano re- de derecho diocesano, al Obispo dioce-
servatur. sano.
§ 2. Pro monialibus indultum § 2. Es de competencia exclusiva de la
exclaustrationis concedere unius
Apostolicae Sedis est. Sede Apostólica conceder indulto de ex-
claustración a las monjas.
§ 3. Petente supremo Mo-
deratore de consensu sui consi- § 3. A petición del Superior general, con
lii, exclaustratio imponi potest el consentimiento de su consejo, por cau-
a Sancta Sede pro sodale insti- sas graves y observando la equidad y la
tuti iuris pontificii vel ab Epi- caridad, la exclaustración puede ser im-
scopo dioecesano pro sodale ins- puesta por la Santa Sede a un miembro
tituti iuris dioecesani, ob graves de un instituto de derecho pontificio, y
causas, servata aequitate et ca- por el Obispo diocesano a un miembro de
ritate. un instituto de derecho diocesano.
687 Sodalis exclaustratus ex- 687 El miembro exclaustrado queda li-
oneratus habetur ab obli- bre de las obligaciones que no son
gationibus, quae cum nova suae compatibles con su nueva condición de
vitae condicione componi ne- vida, y queda bajo la dependencia y cui-
queunt, itemque sub dependentia dado de sus Superiores y también del Or-
et cura manet suorum Superio-
rum et etiam Ordinarii loci, dinario del lugar, sobre todo si se trata de
praesertim si de clerico agitur. un clérigo. Puede llevar el hábito del ins-
Habitum instituti deferre potest, tituto, a no ser que en el indulto se es-
1. Que la autorización para vivir fuera del claustro no sea superior a tres
años, ni inferior a un ano (porque en este último caso, no estaríamos ante la figu-
ra de la exclaustración, sino de la ausencia regulada en el c. 665). Para este su-
puesto, la autoridad competente es el Moderador supremo con el consentimien-
to de su Consejo y, si el exclaustrado es sacerdote, con el consentimiento previo
también del Ordinario del lugar en donde debe vivir.
2. La prórroga de ese indulto o la concesión por un tiempo superior a tres
años corresponde a la Santa Sede o al Obispo diocesano, según la naturaleza del
instituto.
3. La concesión del indulto de exclaustración para las monjas compete sólo
a la Sede Apostólica.
La exclaustración impuesta, tal y como viene regulada en el c., era una figu-
ra desconocida en el Código anterior, pero que la praxis jurisprudencial fue im-
poniendo para salir al paso de ciertos peligros que la presencia de un religioso po-
día ocasionar a la comunidad, en los casos en que no procedía el indulto de
exclaustración al no solicitarlo voluntariamente el religioso, ni procedía tampoco
la expulsión, al no verificarse las causas exigidas.
687 Respecto a los efectos canónicos de la exclaustración, no hay cambios sus-
tanciales en relación con el derecho antiguo: aunque carezca de voz activa y pasi-
va en el instituto, el exclaustrado sigue siendo religioso, continúa ligado a los vo-
tos y sólo queda dispensado de aquellas obligaciones que no sean compatibles
con la nueva situación. En el c. 639 del CIC 17 se mandaba dejar el hábito reli-
gioso. En la redacción definitiva del c. 687, sin embargo, se permite, salvo que se
establezca otra cosa en el indulto.
466 Libro II. Del pueblo de Dios
tablezca otra cosa. Sin embargo carece de nisi aliud in indulto statuatur. Vo-
voz, tanto activa como pasiva. ce tamen activa et passiva caret.
Art. 3
De la expulsión de los miembros
Capítulo VII
De los religiosos elevados al episcopado
705* El religioso elevado al episcopa- 705* Religiosus ad episcopa-
do sigue siendo miembro de su tum evectus instituti sui
instituto, pero, por el voto de obediencia, sodalis remanet, sed vi voti
está sometido exclusivamente al Romano oboedientiae uni Romano Pon-
Pontífice, y no le obligan aquellos debe- tifici obnoxius est, et obligatio-
res que él mismo juzgue prudentemente nibus non adstringitur, quas ip-
se prudenter iudicet cum sua
como incompatibles con su condición. condicione componi non posse.
706 El mismo religioso:aaaaaaaaaaaaaa 706 Religiosus de quo supra:
1.º si por la profesión perdió el do- 1.º si per professionem do-
minio de los bienes, tiene el uso, usufruc- minium bonorum amiserit, bo-
to y administración de los bienes que ad- norum quae ipsi obveniant ha-
quiera con posterioridad; pero, tanto el bet usum, usumfructum et ad-
Obispo diocesano como aquellos otros a ministrationem; proprietatem
vero Episcopus dioecesanus ali-
los que se refiere el c. 381 § 2, adquieren ique, de quibus in can. 381, § 2,
la propiedad en favor de la Iglesia parti- acquirunt Ecclesiae particulari;
cular; los demás, la adquieren para el ins- ceteri, instituto vel Sanctae, Se-
tituto o para la Santa Sede, según que el di, prout institutum capax est
instituto sea capaz o no de poseer; possidendi vel minus;
Capítulo VIII
De las conferencias de Superiores mayores
giera dentro de las de la religión, ahora puede fijar su residencia también en casas
no pertenecientes al instituto, a no ser que la Sede Apostólica establezca otra
cosa. También es nueva la norma sobre la congrua y digna sustentación, estable-
cida en el c. 707 § 2.
Para la comprensión del c. 706 habrá que tener en cuenta lo dispuesto en el
c. 668.
Título III
De los institutos seculares
(cc. 573-606); en cuanto que es secular, se define y rige por las específicas normas
de este tít. (cc. 710-730). Una definición completa, por tanto, debe abarcar lo
genérico (vid. comentario al c. 573) y lo específico, es decir, la secularidad. Si se
pone el acento en lo primero, se hablará de consagración secular; pero si se quie-
re resaltar la diferencia con la vida religiosa, se empleará el término de secularidad
consagrada.
711 A semejanza del n. 11 del Decr. Perfectae caritatis, este c. tiene por objeto
poner de manifiesto que los miembros de los institutos seculares no son religio-
sos. Pero de ello no cabe concluir que su condición canónica sea exclusivamente
la secular: pertenecen al status consecratorum (c. 207 § 2) y su condición es la de
consagrados seculares o la de seculares consagrados.
712 En este precepto radica, desde un punto de vista canónico, una de las di-
ferencias más importantes entre institutos religiosos y seculares. Los primeros asu-
men los consejos evangélicos necesariamente mediante votos públicos (vid. c.
607 §2); mientras que los institutos seculares —también de modo público—
pueden asumirlos mediante otros vínculos sagrados, como juramentos, prome-
sas, etc. según lo que establezcan las constituciones en cada caso.
P. III. s. I. t. III. De los institutos seculares 479
714 En los esquemas anteriores a la redacción definitiva de este c., existía una
cláusula por la que se prohibía que los miembros de los institutos seculares lleva-
sen algún signo externo de su consagración. Al suprimirse intencionadamente esa
cláusula, el legislador no manda, pero tampoco prohíbe, que se pueda llevar al-
gún signo externo.
715 Respecto a la incardinación, la regla general es que los clérigos de los ins-
titutos seculares se incardinen en la diócesis para la que han sido promovidos. Por
concesión de la Sede Apostólica, sin embargo, existe la posibilidad de que se in-
cardinen en el propio instituto. En uno u otro caso, la dependencia del Obispo
diocesano es obviamente distinta. Pero en todos los casos han de tenerse además
en cuenta las normas de los cc. 586, 590, 591, 593-594.
480 Libro II. Del pueblo de Dios
1.º qui maiorem aetatem non- 1.º quien aún no ha alcanzado la mayoría
dum attigerit; de edad;
2.º qui sacro vinculo in aliquo 2.º quien se encuentra ligado por vínculo
instituto vitae consecratae actu sagrado a un instituto de vida consagrada
obstringitur, aut in societate vi- o está incorporado a una sociedad de vida
tae apostolicae incorporatus est; apostólica;
3.º coniux durante matrimonio.
3.º un cónyuge, durante el matrimonio.
§ 2. Constitutiones possunt alia
admissionis impedimenta etiam § 2. Las constituciones pueden establecer
ad validitatem statuere vel con- otros impedimentos para la admisión, que
diciones apponere. afecten incluso a la validez, o poner con-
§ 3. Praeterea, ut quis recipia- diciones.
tur, habeat oportet maturita- § 3. Además, para que alguien sea recibi-
tem, quae ad vitam instituti do, debe poseer la madurez necesaria
propriam recte ducendam est para llevar debidamente la vida propia
necessaria. del instituto.
722 § 1. Probatio initialis eo or- 722 § 1. La prueba inicial debe tender a
dinetur, ut candidati suam que los candidatos conozcan mejor
divinam vocationem et quidem in- su vocación divina y la propia del institu-
stituti propriam aptius cognoscant to, y se ejerciten en el espíritu y modo de
iidemque in spiritu et vivendi mo- vida de éste.
do instituti exerceantur.
§ 2. Ad vitam secundum evan-
§ 2. Los candidatos deben ser convenien-
gelica consilia ducendam candi- temente formados para vivir según los
dati rite instituantur atque ad consejos evangélicos y convertir su vida
eandem integre in apostolatum entera en apostolado, empleando aquellas
convertendam edoceantur, eas formas de evangelización que mejor res-
adhibentes evangelizationis for- pondan al fin, espíritu e índole del insti-
mas, quae instituti fini, spiritui tuto.
et indoli magis respondeant. § 3. Determínese en las constituciones el
§ 3. Huius probationis modus et modo y tiempo de esta prueba anterior a
tempus ante sacra vincula in la adquisición por primera vez de los vín-
instituto primum suscipienda, culos sagrados en el instituto; la duración
biennio non brevius, in consti- no puede ser inferior a un bienio.
tutionibus definiantur.
726-730 Estos cc. regulan los distintos modos, voluntarios o impuestos, de sa-
lir del instituto. Son, en síntesis, los siguientes:
A. Salida voluntaria o a petición del interesado: 1) una vez transcurrido el
tiempo de la incorporación temporal, puede libremente abandonar el instituto
sin ninguna exigencia canónica; 2) mientras dura la incorporación temporal, no
puede libremente abandonar el instituto, ya que perviven los vínculos sagrados
asumidos. Sólo el Moderador supremo, con el consentimiento de su Consejo y
con grave causa, puede conceder la licencia para salir. La concesión legítima de
esta licencia lleva consigo, en virtud del derecho (c. 728), la cesación de los vín-
culos sagrados, así como de los demás derechos y obligaciones; 3) cuando se trata
de un miembro perpetuamente incorporado, la licencia, tramitada a través del
Moderador supremo, la concede la Sede Apostólica, o el Obispo diocesano, se-
gún que el instituto sea de derecho pontificio o diocesano.
B. Expulsión del instituto. Se rige por las mismas normas que la expulsión de
los religiosos, salvo en lo que se refiere a las causas indicadas en el c. 696 que, en
el caso de los institutos seculares, deben ser determinadas en las constituciones.
C. El tránsito a otro instituto. El tránsito de un instituto secular a otro se rige
por las normas de los cc. 684 y 685, mutatis mutandis, es decir, en la medida en
484 Libro II. Del pueblo de Dios
SECCIÓN II
DE LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA
que sean aplicables a los institutos seculares. Para el tránsito de un instituto secu-
lar a otro religioso, o viceversa, se requiere licencia de la Sede Apostólica. Aunque
el c. 730 no lo menciona, el posible tránsito a una sociedad de vida apostólica
también requiere la licencia de la Santa Sede, a tenor del c. 744 § 2.
748 § 1. Todos los hombres están obli- 748 § 1. Omnes homines ve-
gados a buscar la verdad en aquello ritatem in iis, quae Deum
que se refiere a Dios y a su Iglesia y, una eiusque Ecclesiam respiciunt,
vez conocida, tienen, por ley divina, el quaerere tenentur eamque co-
gnitam amplectendi ac servandi
deber y el derecho de abrazarla y obser- obligatione vi legis divinae ad-
varla. stringuntur et iure gaudent.
delium sub ductu sacri magiste- les bajo la guía del sagrado magisterio;
rii manifestatur; tenentur igi- por tanto, todos están obligados a evitar
tur omnes quascumque devita- cualquier doctrina contraria.
re doctrinas iisdem contrarias.
§ 2. Deben también acogerse y abrazarse
§ 2. Firmiter etiam amplectenda firmemente todas y cada una de las cosas
ac retinenda sunt omnia et sin- que de manera definitiva proponga el ma-
gula quae circa doctrinam de fi-
de vel moribus ab Ecclesiae ma- gisterio de la Iglesia respecto a la fe y las
gisterio definitive proponuntur, costumbres, es decir, aquellas que se re-
scilicet quae ad idem fidei depo- quieren para custodiar santamente y ex-
situm sancte custodiendum et poner fielmente el mismo depósito de
fideliter exponendum requirun- la fe; se opone, pues, a la doctrina de la
tur; ideoque doctrinae Ecclesiae Iglesia católica quien rechace esas propo-
catholicae adversatur qui eas- siciones que han de tenerse como defini-
dem propositiones definitive te- tivas.
nendas recusat.
753 Episcopi, qui sunt in com- 753 Los Obispos que se hallan en comu-
munione cum Collegii ca- nión con la Cabeza y los miembros
pite et membris, sive singuli sive del Colegio, tanto individualmente como
in conferentiis Episcoporum aut reunidos en Conferencias Episcopales o
in conciliis particularibus con- en concilios particulares, aunque no son
gregati, licet infallibilitate in do- infalibles en su enseñanza, son doctores y
cendo non polleant, christifide-
lium suae curae commissorum maestros auténticos de los fieles encomen-
authentici sunt fidei doctores dados a su cuidado, y los fieles están obli-
et magistri; cui authentico magi- gados a adherirse con asentimiento reli-
sterio suorum Episcoporum gioso a este magisterio auténtico de sus
christifideles religioso animi ob- Obispos.
sequio adhaerere tenentur.
754 Omnes christideles obli- 754 Todos los fieles están obligados a
gatione tenentur servandi observar las constituciones y decre-
constitutiones et decreta, quae tos promulgados por la legítima autori-
ad doctrinam proponendam et dad de la Iglesia para proponer la doctri-
erroneas opiniones proscriben- na y rechazar las opiniones erróneas, y de
das fert legitima Ecclesiae auc- manera especial las que promulga el Ro-
toritas, speciali vero ratione,
quae edit Romanus Pontifex vel mano Pontífice o el Colegio de los Obis-
Collegium Episcoporum. pos.
755 § 1. Totius Collegii Epi- 755 § 1. Corresponde en primer lugar a
scoporum et Sedis Apo- todo el Colegio de los Obispos y a
stolicae imprimis est fovere et la Sede Apostólica fomentar y dirigir en-
dirigere motum oecumenicum tre los católicos el movimiento ecumé-
apud catholicos, cuius finis est nico, cuyo fin es reintegrar en la unidad a
unitatis redintegratio inter uni-
Título I
Del ministerio de la palabra divina
761 Deben emplearse todos los medios 761 Varia media ad doctrinam
disponibles para anunciar la doctri- christianam annuntian-
na cristiana, sobre todo la predicación y la dam adhibeantur quae praesto
catequesis, que ocupan siempre un lugar sunt, imprimis praedicatio atque
primordial; pero también la enseñanza de catechetica institutio, quae qui-
la doctrina en escuelas, academias, confe- dem semper principem locum
tenent, sed et propositio doctri-
rencias y reuniones de todo tipo, así como nae in scholis, in academiis,
su difusión mediante declaraciones públi- conferentiis et coadunationibus
cas, hechas por la autoridad legítima con omnis generis, necnon eiusdem
motivo de determinados acontecimientos diffusio per declarationes publi-
mediante la prensa y otros medios de co- cas a legitima auctoritate occa-
municación social. sione quorundam eventuum fac-
tas prelo aliisque instrumentis
communicationis socialis.
759 Debe diferenciarse bien el apostolado que los laicos hacen con el testimo-
nio de su vida cristiana y con la luz de su palabra, en virtud de su configuración
en Cristo operada en el Bautismo y la Confirmación, y su posible participación
en actividades públicas relacionadas con el ministerio de la palabra en coopera-
ción con el Obispo y los presbíteros. En el caso de que este doble cauce de activi-
dad apostólica la realicen los laicos en forma asociada, se aplicarán los criterios
que prevén los cc. 327-329.
760 El Decr. Christus Dominus 14 exhorta a los Obispos a que la instrucción ca-
tequética se funde en la Sagrada Escritura, en la Tradición, en la Liturgia, en el Ma-
gisterio y vida de la Iglesia. En este c. se señala el mismo fundamento para el minis-
terio de la palabra. A su vez, el n. 17 del Directorio Catequético General (AAS 64
[1972] 97-176) dice que «el ministerio de la palabra adopta múltiples formas entre
las que se enumera la catequesis (...), por lo tanto todo lo que aquí se ha dicho te-
niendo en cuenta el ministerio de la palabra en general también ha de ser aplicado
a la catequesis». En este c. parece haberse procedido a la inversa: lo que el Concilio
Vaticano II ha dicho sobre la catequesis se aplica al ministerio de la palabra.
761 Este c. está tomado casi literalmente del Decr. Christus Dominus 13, don-
de se enuncian, entre la variedad de medios para anunciar la doctrina cristiana,
los mismos que aquí se señalan. Tal elenco viene a ser como un preanuncio de los
epígrafes de los títulos y capítulos que a continuación siguen. El citado pasaje del
t. I. Del ministerio de la palabra divina 499
Capítulo I
De la predicación de la palabra de Dios
762 Cum Dei populus pri- 762 Como el pueblo de Dios se congre-
mum coadunetur verbo ga ante todo por la palabra de Dios
Del vivi, quod ex ore sacerdo- vivo, que hay absoluto derecho a exigir de
tum omnino fas est requirere, labios de los sacerdotes, los ministros sa-
munus praedicationis magni grados han de tener en mucho la función
habeant sacri ministri, inter de predicar, entre cuyos principales debe-
quorum praecipua officia sit
Evangelium Dei omnibus an- res está el de anunciar a todos el Evange-
nuntiare. lio de Dios.
763 Episcopis ius est ubique, 763 Los Obispos tienen derecho a predi-
non exclusis ecclesiis et car la palabra de Dios en cualquier
oratoriis institutorum religioso- lugar, sin excluir las iglesias y oratorios
rum iuris pontificii, Dei ver- de los institutos religiosos de derecho
bum praedicare, nisi Episcopus pontificio, a no ser que, en casos particu-
loci in casibus particularibus
expresse renuerit. lares, el Obispo del lugar se oponga ex-
presamente.
Decr. Christus Dominus exhorta a los Obispos a utilizar esa variedad de medios
para anunciar la doctrina cristiana. El presente c. no señala sobre quién recae esa
responsabilidad, aunque debe entenderse que recae primariamente sobre los
Obispos.
764 Quedando a salvo lo que prescribe 764 Salvo praescripto can. 765,
el c. 765, los presbíteros y los diá- facultate ubique praedi-
conos tienen la facultad de predicar en to- candi, de consensu saltem prae-
das partes, que han de ejercer con el con- sumpto rectoris ecclesiae exer-
sentimiento al menos presunto del rector cenda, gaudent presbyteri et
de la iglesia, a no ser que esta facultad les diaconi, nisi ab Ordinario com-
petenti eadem facultas restricta
haya sido restringida o quitada por el Or- fuerit aut sublata, aut lege par-
dinario competente, o que por ley particu- ticulari licentia expressa requi-
lar se requiera licencia expresa. ratur.
765 Para predicar a los religiosos en sus 765 Ad praedicandum religio-
iglesias u oratorios, se necesita li- sis in eorum ecclesiis vel
cencia del Superior competente a tenor de oratoriis licentia requiritur Su-
las constituciones. perioris ad normam constitu-
tionum competentis.
766 Los laicos pueden ser admitidos a 766 Ad praedicandum in ec-
predicar en una iglesia u oratorio, si clesia vel oratorio admitti
en determinadas circunstancias hay ne- possunt laici, si certis in adiunc-
cesidad de ello, o si, en casos particulares, tis necessitas id requirat aut in
lo aconseja la utilidad, según las pres- casibus particularibus utilitas
cripciones de la Conferencia Episcopal y id suadeat, iuxta Episcoporum
conferentiae praescripta, et sal-
sin perjuicio del c. 767 § 1. vo can. 767, § 1.
764 A diferencia del c. anterior, éste no habla de derecho a predicar, sino de fa-
cultad, que puede ser limitada o retirada por el Ordinario. En efecto, el sacerdo-
cio del presbítero y el ministerio del diácono implican una situación jurídica pú-
blica que les capacita para desempeñar el ministerio de la predicación. Pero
corresponde al Obispo la vigilancia respecto de los ministros facultados para pre-
dicar, con el fin de que la predicación cumpla con el cometido propio de su na-
turaleza (cfr. c. 762).
Aunque este c. trata con criterio amplio la facultad de los presbíteros y diá-
conos para predicar, pretende no interferir en la posible fijación de criterios más
limitadores de esta facultad, que exijan licencia expresa para que puedan predicar
los presbíteros y los diáconos en las circunstancias que pueda fijar el derecho par-
ticular, además de lo previsto en el c. 765.
En las Normae de la S.C. Consistorial, de 28.VI.1917 (AAS 9 [1917]
328-334, nn. 29-33), se determina que puede el Obispo retirar la facultad de
predicar —siempre que exista causa justa— tanto a un ministro sagrado de su
diócesis como a un extradiocesano que pretenda predicar en la diócesis que el
obispo gobierna.
765 La necesidad de la licencia que contempla este c. se trata más ampliamen-
te en el n. 13 del M.P. Cum admotae, de 6.XI.1964 (AAS 59 [1967] 374-378).
Sobre qué se entiende por iglesia y por oratorio, cfr. cc. 1214 y 1223.
766 Para apreciar mejor el carácter excepcional de la predicación que este c.
contempla debe tenerse en cuenta la estrecha relación existente entre la predica-
ción y la eucaristía: «La eucaristía aparece como la fuente y la culminación de
toda la predicación evangélica» (Presbyterorum ordinis 5). De ahí que sean los mi-
nistros de la eucaristía quienes, en principio, tienen derecho o están facultados
para predicar (cfr. cc. 762-765).
t. I. Del ministerio de la palabra divina 501
Capítulo II
De la formación catequética
8.XII.1975 (AAS 68 [1976] 5-76), la S.C. para los Clérigos, Directorium Cate-
chisticum generale (AAS 64 [1972] 97-176), y Juan Pablo II, Exhort. Ap. Cateche-
si tradendae, de 16.III.1979 (AAS 71 [1979] 1277-1340).
773 Hasta la conjunción ut, el presente c. reproduce el antiguo c. 1329; el res-
to está tomado del Decr. Christus Dominus 14. El deber de impartir catequesis
corresponde principalmente a los Obispos, párrocos y demás oficios con cura de
almas (cfr. Decr. de la S.C. del Concilio Provide sane, de 12.I.1935 (AAS 27
[1935] 145-154).
Además de los sacerdotes, debe señalarse también la responsabilidad que
todo el Pueblo de Dios tiene en la catequesis: «Es cada vez más necesario procu-
rar que las distintas formas de catequesis y sus diversos campos —empezando
por la forma fundamental, que es la catequesis familiar, es decir la catequesis de
los padres a los propios hijos— atestigüen la participación universal de todo el
Pueblo de Dios en el oficio profético de Cristo mismo» (Redemptor hominis 19).
774-775 Pío XI, por el M.P. Orbem catholicum, de 29.VI.1923 (AAS 15
[1923] 327-328), instituyó un oficio peculiar en la S.C. del Concilio encargado
de dirigir y fomentar la catequesis y urgir su enseñanza. Esta competencia perte-
nece actualmente a la C. para los Clérigos (cfr. Const. Ap. Pastor bonus, 94). Esta
S.C., en ejecución de lo dispuesto en el Decr. Christus Dominus 44, publicó el
11.IV.1971 un extenso Directorio sobre catequesis (AAS 64 [1972] 97-176). En
el n. 134 de este Directorio se establece que corresponde al segundo oficio revi-
sar y aprobar los directorios de catequesis y los catecismos de las Conferencias
Episcopales, así como favorecer y ordenar congresos catequísticos nacionales e in-
ternacionales (vid. S.C. del Concilio, Decr. de 12.IV.1924 (AAS 16 [1924] 431).
El n. 119 de este Directorio establece que todo catecismo debe ser sometido a
examen y aprobación de la Sede Apostólica. La S.C. para la Doctrina de la Fe,
por el Decr. Ecclesiae pastorum, de 19.III.1975 (AAS 67 [1975] 281-284, art. 4)
estableció que los catecismos y escritos de instrucción catequética, así como sus
versiones, deben ser aprobados por el Ordinario o por la Conferencia Episcopal.
A tenor de la respuesta de la S.C. para la Doctrina de la Fe de 7.VII.1983 (AAS
76 [1984] 45 ss.), las Conferencias Episcopales no pueden difundir catecismos
t. I. Del ministerio de la palabra divina 505
777 Considera este c. los diferentes tipos de catequesis que deben impartir los
párrocos, al mismo tiempo que alienta a los Obispos diocesanos a concretar las
orientaciones que, de acuerdo con las situaciones particulares, han de impulsar la
catequesis. Bastará consultar las Sinodales más antiguas y las más recientes para
percibir la importancia extraordinaria que esta regulación de la catequesis —en
sus diversas formas— ha tenido siempre en la legislación diocesana.
Además de la importancia que los sacramentos tienen como objeto de la ca-
tequesis cristiana (cfr. Directorio Catequístico general, n. 56), este c. especifica la
importancia que la misma celebración de los sacramentos tiene en la catequesis,
la cual, a su vez, ha de preparar específicamente a la recepción de cada sacramen-
to (cfr. cc. 851, 865, 889, 1063, 1064).
Respecto del n. 2 de este c., cfr. el apéndice al Directorio Catequístico gene-
ral, que está dedicado a la preparación de los niños a la primera confesión y co-
munión. Se reprueba expresamente la práctica de admitir a los niños a la primera
comunión sin haberse confesado antes o de no darles la absolución, recordando
al respecto el Decr. de la S.C. del Concilio Quam singulari, de 8.VIII.1910 (AAS
2 [1910] 583, n. VII). Una Declaración conjunta de la S.C. para la disciplina de
los Sacramentos y de la S.C. para los Clérigos, de 24.V.1973 (AAS 65 [1973]
410), recuerda lo establecido por el Directorio, y considera que se deben dar por
terminados los experimentos contrarios a la costumbre de administrar el sacra-
mento de la Penitencia antes de que los niños reciban la primera comunión, al
concluir el año escolar 1972-73, y manda que se observe el citado Decr. Quam
singulari (vid. también c. 914).
Los nn. 3 y 5 corresponden al antiguo c. 1441. Sobre la catequesis de adul-
tos, vid. Directorio nn. 92-97. El n. 4 es de nuevo cuño.
t. I. Del ministerio de la palabra divina 507
3.º ut iidem, prima communio- 3.º que los mismos, después de la prime-
ne recepta, uberius ac profun- ra comunión, sean educados con una for-
dius catechetica efformatione mación catequética más amplia y profun-
excolantur; da;
4.º ut catechetica institutio iis 4.º que, en la medida que lo permita su
etiam tradatur, quantum eo- propia condición, se dé formación cate-
rum condicio sinat, qui corpore
vel mente sint praepediti; quética también a los disminuidos físicos
5.º ut iuvenum et adultorum fi- o psíquicos;
des, variis formis et inceptis, 5.º que, por diversas formas y actividades,
muniatur, illuminetur atque la fe de los jóvenes y de los adultos se for-
evolvatur. talezca, ilustre y desarrolle.
778 Curent Superiores reli- 778 Cuiden los Superiores religiosos y
giosi et societatum vitae los de sociedades de vida apostólica
apostolicae ut in suis ecclesiis, en sus iglesias, escuelas y otras obras que
scholis aliisve operibus sibi quo- de cualquier modo les hayan sido enco-
quo modo concreditis, cateche- mendadas, se imparta diligentemente la
tica institutio sedulo impertia-
tur. formación catequética.
Título II
De la actividad misional de la Iglesia
781 Como, por su misma naturaleza, 781 Cum tota Ecclesia natura
toda la Iglesia es misionera, y la ta- sua sit missionaria et
rea de la evangelización es deber funda- opus evangelizationis haben-
mental del pueblo de Dios, todos los fieles, dum sit fundamentale officium
conscientes de su propia responsabilidad, populi Dei, christifideles omnes,
asuman la parte que les compete en la acti- propriae responsabilitatis con-
scii, partem suam in opere mis-
vidad misional. sionali assumant.
782 § 1. Corresponde al Romano Pon- 782 § 1. Suprema directio et
tífice y al Colegio de los Obispos la coordinatio inceptorum
dirección suprema y la coordinación de et actionum quae ad opus mis-
las iniciativas y actividades que se refie- sionale atque ad cooperationem
ren a la obra misional y a la cooperación missionariam pertinent, com-
misionera. petit Romano Pontifici et Colle-
gio Episcoporum.
En los seminarios debe estudiarse una disciplina sobre catequesis (cfr. Epist.
Ad regnum, de 8.IX.1926 (AAS 18 [1926] 453-455); Lit. Quod catholicis, de
28.VIII.1929 (AAS 22 [1930] 146-148), y Decr. Provide sane). Los catequistas des-
tinados a misiones deben recibir una preparación específica, a tenor del c. 785 § 2.
Sobre las relaciones que median entre la S.C. para la Evangelización de los
Pueblos y las Conferencias Episcopales, a propósito de las Obras Misionales Pon-
tificias, y sobre las iniciativas diocesanas —de las diócesis no dependientes de la
S.C. para la Evangelización de los Pueblos— en favor de las misiones, vid. Instr.
Quo aptius, de 24.II.1969 (AAS 61 [1969] 276-281). En cada Conferencia Epis-
copal debe haber una comisión episcopal para las misiones (cfr. M.P. Ecclesiae
Sanctae, III, 9; Instr. Quo aptius, n. A, 5). Esta comisión debe trabajar en colabo-
ración con el Consejo misionero nacional o regional, compuesto por los directo-
res nacionales o regionales de las Obras Misionales Pontificias, y los institutos
misioneros existentes en la nación o región (cfr. M.P. Ecclesiae Sanctae, III, II;
Instr. Quo aptius, n. A, 7). Por institutos misioneros se entienden no sólo las Or-
denes y congregaciones religiosas, sino toda clase de instituciones y asociaciones
que trabajan para las misiones (cfr. Instr. Relationes, de 24.II.1969, p. 281).
783-784 Establece el art. 88 de la Const. Ap. Pastor Bonus que es competencia
de la C. para la Evangelización de los Pueblos «suscitar y distribuir misioneros,
clérigos, religiosos o laicos». Esta C. tiene competencia sobre los institutos reli-
giosos erigidos en territorios de misión y que allí desarrollan principalmente su
actividad, así como las sociedades de eclesiásticos y de mujeres sin votos y semi-
narios estatutariamente fundados para las misiones externas (cfr. Regimini Eccle-
siae Universae, art. 86). Por lo que se refiere a los demás institutos religiosos, la C.
tiene competencia en lo relativo a los misioneros, considerados bien individual,
bien colectivamente (cfr. Const. Ap. Regimini Ecclesiae Universae, art. 88). Hay,
pues, institutos religiosos que dependen de esa C. incluso en cuanto tales institu-
tos; en los demás casos sólo dependen de ella los misioneros religiosos en cuanto
misioneros, pero no en cuanto religiosos.
510 Libro III. La función de enseñar de la Iglesia
785 Los laicos a que aquí se hace referencia son aquellos que mediante un cier-
to compromiso colaboran con la autoridad eclesiástica en tierras de misiones por
un tiempo más o menos largo (cfr. M.P. Ecclesiae Sanctae, III, 24). Dada la pecu-
liar actividad de los catequistas dedicados a misiones, no reciben la misma prepa-
ración que los catequistas de que trata el c. 780. Por lo que hace referencia al per-
feccionamiento de los métodos de evangelización y catequesis, corresponde a la
S.C. para la Evangelización de los Pueblos promover una estrecha colaboración
de las Conferencias Episcopales de misiones con los institutos pastorales superio-
res (cfr. M.P. Ecclesiae Sanctae, III, 18, 2.º, § 3).
786 La Iglesia suele confiar inicialmente una región de infieles a un instituto reli-
gioso o misionero para su evangelización. No obstante, quien está al frente de la mi-
sión depende de la Santa Sede y no del instituto religioso, si bien éste es normalmen-
te quien lo propone, aunque se trate de un superior religioso que no sea ni Vicario
ni Prefecto apostólico (cfr. Instr. Quum huic, de 8.XII.1929; AAS 22 [1930]
111-115). Corresponde al superior nombrado por la Santa Sede, con su Consejo, el
entero gobierno de la misión: establecer puestos misionales, escuelas, orfanatos, hos-
pitales, iglesias, etc. Asimismo le corresponde establecer el modo de llevar a cabo el
catecumenado y la preparación de los catequistas. También le corresponde la admi-
nistración y utilización de los bienes económicos destinados a la misión. A él están
sujetos todos los misioneros que trabajan en la misión, tanto sacerdotes como legos.
Esta autoridad sobre la misión, que confiere directamente la Santa Sede a
través de la C. para la Evangelización de los Pueblos, es distinta de la autoridad
interna del instituto religioso sobre los misioneros, en cuanto religiosos. Los mi-
sioneros dependen, pues, de dos autoridades diversas, llamadas a colaborar estre-
chamente. Para fijar los términos de tal colaboración está previsto el estableci-
t. II. De la actividad misional de la Iglesia 511
Título III
De la educación católica
ción de escuela. El poder público, a quien corresponde amparar y defender las li-
bertades de los ciudadanos, atendiendo a la justicia distributiva, debe procurar
distribuir los subsidios públicos de modo que los padres puedan escoger con li-
bertad absoluta, según su propia conciencia, las escuelas para sus hijos» (n. 6).
Además, «recuerda a los padres la grave obligación que tienen de disponer, y aun
de exigir, todo lo necesario para que sus hijos puedan disfrutar de tales auxilios y
progresen en la formación cristiana a la par que en la profana. Además la Iglesia
aplaude cordialmente a las autoridades y sociedades civiles que, teniendo en
cuenta el pluralismo de la sociedad moderna y favoreciendo la debida libertad re-
ligiosa, ayudan a las familias para que pueda darse a sus hijos en todas las escue-
las una educación conforme a los principios morales y religiosos de las familias»
(n. 7).
El reconocimiento del derecho a la libertad de enseñanza es frecuente en
los tratados internacionales. Así, el art. 13 § 3 del Pacto Internacional de Dere-
chos Económicos Sociales y Culturales, aprobado por las Naciones Unidas en
16.XII.1966, firmado por España en 28.IX.1976, ratificado en 13.IV.1977
(B.O.E. de 30.IV.1977), dice así: «Los Estados Partes en el presente Pacto se
comprometen a respetar la libertad de los padres y en su caso de los tutores lega-
les de escoger para sus hijos o pupilos escuelas distintas de las creadas por las au-
toridades públicas, siempre que aquéllas satisfagan las normas mínimas que el Es-
tado prescribe o apruebe en materia de enseñanza, y hacer que sus hijos o pupilos
reciban la educación religiosa o moral de acuerdo con sus propias convicciones».
De la misma fecha, tanto por lo que se refiere a su aprobación por las Na-
ciones Unidas, como por lo que se refiere a su firma y ratificación por España, es
el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, cuyo art. 18 § 4 declara la
libertad de enseñanza en materia religiosa en los siguientes términos: «Los Esta-
dos Partes en el presente Pacto se comprometen a respetar la libertad de los pa-
dres y en su caso de los tutores legales para garantizar que los hijos reciban la edu-
cación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones». En el
mismo sentido cabe citar el art. 5 § b de la Convención relativa a la Lucha con-
tra la Discriminación en la Esfera de la Enseñanza, adoptada en 14.XII.1960 por
la Conferencia General de la UNESCO, aceptada por España en 20.VIII.1969
(B.O.E. del 1.XI.1969). Este mismo derecho se encuentra sucintamente procla-
mado en el art. 26 § 3 de la Declaración Universal de los derechos del hombre de
10.XII.1948 de la ONU, y con especial referencia a la libertad religiosa en mate-
ria de enseñanza en el art. 2.º del Protocolo Adicional 1.º de 20.III.1950 a la
Convención europea para la salvaguardia de los derechos del hombre y de las
libertades fundamentales del Consejo de Europa, adoptado en Roma en
4.XI.1950. Todos estos pactos internacionales son de gran interés a la hora de in-
terpretar el derecho a la libertad de enseñanza que la vigente Constitución espa-
ñola establece en el art. 27, ya que, como señala el art. 10 § 2 de ese mismo texto
legal, «las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la
t. III. De la educación católica 515
§ 2 Parentibus ius est etiam iis § 2. También tienen derecho los padres a
fruendi auxiliis a societate civili que la sociedad civil les proporcione las
praestandis, quibus in catholica ayudas que necesiten para procurar a sus
educatione filiorum procuran- hijos una educación católica.
da indigeant.
794 § 1. Singulari ratione offi- 794 § 1. De modo singular, el deber y
cium et ius educandi spec- derecho de educar compete a la
tat ad Ecclesiam, cui divinitus Iglesia, a quien Dios ha confiado la mi-
missio concredita est homines sión de ayudar a los hombres para que
adiuvandi, ut ad christianae vi- puedan llegar a la plenitud de la vida cris-
tae plenitudinem pervenire va- tiana.
leant.
§ 2. Animarum pastoribus offi- § 2. Los pastores de almas tienen el deber
cium est omnia disponendi, ut de disponer lo necesario para que todos
educatione catholica omnes fi- los fieles reciban educación católica.
deles fruantur.
795 Cum vera educatio inte- 795 Como la verdadera educación debe
gram persequi debeat procurar la formación integral de
personae humanae formatio- la persona humana, en orden a su fin úl-
nem, spectantem ad finem eius timo y, simultáneamente, al bien común
ultimum et simul ad bonum de la sociedad, los niños y los jóvenes
commune societatum, pueri et han de ser educados de manera que pue-
iuvenes ita excolantur ut suas
dotes physicas, morales et intel- dan desarrollar armónicamente sus dotes
lectuales harmonice evolvere físicas, morales e intelectuales, adquie-
valeant, perfectiorem responsa- ran un sentido más perfecto de la respon-
bilitatis sensum libertatisque sabilidad y un uso recto de la libertad, y
rectum usum acquirant et ad se preparen a participar activamente en
vitam socialem active parti- la vida social.
cipandam conformentur.
Capítulo I
De las escuelas
796 § 1. Entre los medios para realizar 796 § 1. Inter media ad exco-
la educación, los fieles tengan en lendam educationem chri-
mucho las escuelas, que constituyen una stifideles magni faciant scholas,
ayuda primordial para los padres en el quae quidem parentibus, in mu-
cumplimiento de su deber de educar. nere educationis implendo, prae-
cipuo auxilio sunt.
Caput I. De scholis
796 El deber de educar a los niños recae primariamente sobre los padres, no
sobre las escuelas. Estas prestan a la tarea educativa de los padres un necesario
complemento, ya que los padres difícilmente pueden lograr por sí solos la educa-
t. III. De la educación católica 517
801 Instituta religiosa quibus 801 Los institutos religiosos que tienen
missio educationis pro- por misión propia la enseñanza,
pria est, fideliter hanc suam permaneciendo fieles a esta misión suya,
missionem retinentes, satagant procuren dedicarse a la educación católica
educationi catholicae etiam per también por medio de sus escuelas, esta-
suas scholas, consentiente Epi- blecidas con el consentimiento del Obispo
scopo dioecesano conditas, sese
impendere. diocesano.
Capítulo II
De las universidades católicas y otros institutos católicos
de estudios superiores
807 Ius est Ecclesiae erigendi 807 La Iglesia tiene derecho a erigir y
et moderandi studiorum dirigir universidades que contribu-
universitates, quae quidem ad yan al incremento de la cultura superior
blecido en la Const. Ex corde Ecclesiae, sólo están reguladas por la Const. Sa-
pientia christiana en la medida en que en ellas se comprenda alguna Facultad
eclesiástica (cfr. Const. Sapientia christiana, art. 7). La razón viene dada porque
el estatuto de cada Universidad católica depende principalmente de la legislación
universitaria del país en que tiene su sede, ya que de ella dependen los efectos ci-
viles de los estudios allí cursados. En algunos países esos efectos civiles están re-
gulados concordatoriamente; en otros, la Universidad católica se estructura con-
forme a la legislación general sobre Universidades del país, sin que sea necesario
un convenio especial para el reconocimiento de efectos civiles.
En relación con el profesorado se sientan dos requisitos imprescindibles:
competencia científica y fidelidad a la doctrina católica. En relación con las Uni-
versidades y Facultades católicas dice la Decl. Gravissimum educationis que la
Iglesia «procura organizarlas de tal modo que cada disciplina se cultive según sus
propios principios, sus propios métodos y la propia libertad de investigación
científica, a fin de que cada día sea más profunda la comprensión que de ella se
alcance y, teniendo en cuenta con esmero las investigaciones más recientes del
progreso contemporáneo, se perciba con profundidad mayor cómo la fe y la ra-
zón tienden a la misma verdad, siguiendo las huellas de los doctores de la Iglesia,
sobre todo de Santo Tomás de Aquino» (n. 10).
811 Recoge el § 1 de este c. una recomendación del Concilio Vaticano II (cfr.
Gravissimum educationis 10), introduciendo un matiz de interés. En el texto con-
ciliar se habla de lecciones de teología acomodadas a los laicos. En el presente
t. III. De la educación católica 525
Capítulo III
De las universidades y facultades eclesiásticas
Título IV
De los instrumentos de comunicación social
y especialmente de los libros
del antiguo Código declaraba necesitados de censura previa una gran cantidad de
libros. Las normas actuales prescriben para determinados libros la censura previa
(vid. especialmente c. 825 y ss.); además el c. 823 permite a la jerarquía eclesiás-
tica exigir que se sometan a censura previa todos los escritos relativos a fe y cos-
tumbres, pero esa exigencia se deja a su discrecionalidad.
Aparte de la censura previa, establece el nuevo Código el concepto de apro-
bación, que es necesaria para los libros de la Sagrada Escritura y sus traducciones;
los libros litúrgicos, así como sus versiones; los catecismos y demás escritos relati-
vos a la instrucción catequética y sus versiones, y, finalmente, los libros de texto,
en todos los grados de la enseñanza, relativos a la Sagrada Escritura, Teología,
Derecho canónico, Historia eclesiástica y demás disciplinas religiosas o morales.
Es distinto el régimen para obtener la licencia y la aprobación, y esa diversi-
dad de régimen obedece a la distinta trascendencia de los escritos que han de ser
objeto de una u otra. La licencia puede ser concedida por el Ordinario local, se
otorga mediante la tradicional fórmula imprimatur, y presupone el previo nihil
obstat del censor designado al efecto. El nihil obstat, lo mismo que el consiguien-
te imprimatur, sólo garantizan, y sólo pretenden garantizar, que el escrito puede
publicarse sin daño de la rectitud de la fe o de las buenas costumbres. La finali-
dad de la aprobación es, en cambio, muy otra. No basta, por ej., que un catecis-
mo esté inmune de errores para que pueda ser aprobado, pues puede contener
omisiones o ser deficiente en aspectos de ortodoxia. Lo propio sucede con los li-
bros de la Sagrada Escritura o los libros litúrgicos o los libros de texto. Cada una
de esta clase de libros tiene exigencias particulares, que no se satisfacen mediante
el procedimiento de la obtención del nihil obstat con el imprimatur. De ahí que
sea suficiente la licencia del Ordinario local para la mayoría de los libros, y aun
así puede no exigirse; mientras que la aprobación del Ordinario local resulte otras
veces insuficiente, necesitándose además la de la Santa Sede o la de la Conferen-
cia Episcopal, o ambas conjuntamente.
822 Aunque la rúbrica de este tít. hace referencia a los instrumentos de comu-
nicación social, y en especial a los libros, es este c., junto con el c. 831, el que
propiamente trata de los instrumentos de comunicación social. El Concilio Vati-
cano II dedicó el Decr. Inter mirifica a los instrumentos de comunicación social,
para cuya aplicación el Consejo Pontificio de Instrumentos de Comunicación
t. IV. De los instrumentos de comunicación social 531
sunt libri vel alia scripta de escritos que traten sobre cuestiones de re-
quaestionibus religionis aut ligión o de costumbres que no hayan sido
morum tractantia, nisi cum li- publicados con licencia de la autoridad
centia competentis auctoritatis eclesiástica competente, o aprobados des-
ecclesiasticae edita sint aut ab pués por ella.
ea postea approbata.
828 Collectiones decretorum 828 No se permite reeditar colecciones
aut actorum ab aliqua de decretos o de actos publicados
auctoritate ecclesiastica editas, por una autoridad eclesiástica sin haber
iterum edere non licet, nisi im- obtenido previamente licencia de la mis-
petrata prius eiusdem aucto- ma autoridad, y observando las condicio-
ritatis licentia et servatis con- nes impuestas por la misma.
dicionibus ab eadem praescrip-
tis.
829 Approbatio vel licentia 829 La aprobación o licencia para editar
alicuius operis edendi pro una obra vale para el texto original,
textu originali valet, non vero pero no para sucesivas ediciones o traduc-
pro eiusdem novis editionibus ciones del mismo.
vel translationibus.
830* § 1. Integro manente iu- 830* § 1. Respetando el derecho de
re uniuscuiusque loci cada Ordinario del lugar de enco-
Ordinarii committendi personis mendar el juicio sobre los libros a perso-
sibi probatis iudicium de libris, nas que él mismo haya aprobado, puede la
ab Episcoporum conferentia Conferencia Episcopal elaborar una lista
confici potest elenchus censo-
rum, scientia, recta doctrina de censores, que destaquen por su ciencia,
et prudentia praestantium, qui recta doctrina y prudencia y estén a dispo-
curiis dioecesanis praesto sint, sición de las curias diocesanas, o también
aut constitui etiam potest com- constituir una comisión de censores, a la
missio censorum, quam loci Or- que puedan consultar los Ordinarios del
dinarii consulere possint. lugar.
Título V
De la profesión de fe
1.º ante el presidente o su delegado, todos 1.º coram praeside eiusve dele-
los que toman parte, con voto deliberativo gato, omnes qui Concilio Oecu-
o consultivo, en un Concilio Ecuménico o menico vel particulari, syno-
particular, sínodo de Obispos y sínodo do Episcoporum atque synodo
diocesano; y el presidente, ante el Conci- dioecesanae intersunt cum voto
lio o sínodo; sive deliberativo sive consulti-
vo; praeses autem coram Con-
2.º los que han sido promovidos a la dig- cilio aut synodo;
nidad cardenalicia, según los estatutos del 2.º promoti ad cardinalitiam
sacro Colegio; dignitatem iuxta sacri Collegii
3.º ante el delegado por la Sede Apostóli- statuta;
ca, todos los que han sido promovidos al 3.º coram delegato ab Apostoli-
episcopado, y asimismo los que se equi- ca Sede, omnes promoti ad epi-
paran al Obispo diocesano; scopatum, itemque qui Episco-
po dioecesano aequiparantur;
4.º el Administrador diocesano, ante el
colegio de consultores; 4.º coram collegio consultorum,
Administrator dioecesanus;
5.º los Vicarios generales, Vicarios epis-
copales y Vicarios judiciales, ante el 5.º coram Episcopo dioecesano
eiusve delegato, Vicarii genera-
Obispo diocesano o un delegado suyo; les et Vicarii episcopales necnon
6.º los párrocos, el rector y los profesores Vicarii iudiciales;
de teología y filosofía en los seminarios, 6.º coram loci Ordinario eiusve
cuando comienzan a ejercer su cargo, ante delegato, parochi, rector, ma-
el Ordinario del lugar o un delegado suyo; gistri theologiae et philosophiae
también los que van a recibir el orden del in seminariis, initio suscepti
diaconado; muneris; promovendi ad ordi-
nem diaconatus;
7.º el rector de una universidad eclesiás-
tica o católica, cuando comienza a ejer- 7.º coram Magno Cancellario
cer su cargo, ante el Gran Canciller o, en eoque deficiente coram Ordina-
rio loci eorumve delegatis, rec-
su defecto, ante el Ordinario del lugar o tor universitatis ecclesiasticae
ante los delegados de los mismos; los vel catholicae, initio suscepti
profesores que dan clases sobre materias muneris; coram rectore, si sit
relacionadas con la fe o las costumbres sacerdos, vel coram loci Ordi-
en cualesquiera universidades, cuando co- nario eorumve delegatis, docen-
mienzan a ejercer el cargo, ante el rector, tes qui disciplinas ad fidem vel
si es sacerdote, o ante el Ordinario del lu- mores pertinentes in quibusvis
gar o ante sus delegados; universitatibus tradunt, initio
suscepti muneris;
8.º los Superiores en los institutos religio-
sos y sociedades de vida apostólica cleri- 8.º Superiores in institutis reli-
cales, según la norma de las constitucio- giosis et societatibus vitae apo-
stolicae clericalibus, ad nor-
nes. mam constitutionum.
prescrito para los Obispos (cfr. c. 380), se ha extendido a los oficios que se nom-
bran en los nn. 5 a 8 de este canon (AAS 81 [1989] 104-106). Este juramento de
fidelidad recupera la distinción que se había perdido en 1967, cuando la profe-
sión de fe y el juramento antimodernista quedaron reducidos al símbolo y a una
condensada aceptación del Magisterio. Ahora, en la nueva profesión de fe, se dis-
tinguen las diversas actuaciones magisteriales, y en el nuevo juramento de fideli-
dad se refuerzan los compromisos en relación con el oficio, la doctrina católica,
la disciplina eclesiástica y la obediencia a la legítima autoridad.
LIBRO IV
DE LA FUNCIÓN DE SANTIFICAR DE LA IGLESIA
hort. Ap. Familiaris consortio 56: «Como del sacramento derivan para los cónyu-
ges el don y el deber de vivir cotidianamente la santificación recibida, del mis-
mo sacramento brotan también la gracia y el compromiso moral de transformar
toda su vida en un continuo sacrificio espiritual» (cfr. c. 226).
836 La ordenación del sacerdocio común de los fieles al culto divino es el
dato básico para la interpretación de este c.: «los fieles, incorporados a la Iglesia
por el Bautismo, quedan destinados por el carácter al culto de la religión cristia-
na» (Lumen gentium 11). Debe tenerse en cuenta que, si «la sagrada liturgia no
agota toda la actividad de la Iglesia» (Sacrosantum Concilium 9), tampoco la des-
tinación al culto que implica el sacerdocio de los fieles se agota en la liturgia:
«Los bautizados son consagrados... como casa espiritual y sacerdocio santo para
que, por medio de toda obra del hombre cristiano, ofrezcan sacrificios espiritua-
les» (Lumen gentium 10). No obstante, la ordenación a la liturgia del sacerdocio
común es clara: «los fieles, en virtud de su sacerdocio regio, concurren a la
ofrenda de la Eucaristía, y lo ejercen en la recepción de los sacramentos» (ibí-
dem).
La importancia de la fe en las actividades de culto, propias del sacerdocio
común, es referible tanto a los actos de la liturgia, como a toda obra buena del
hombre cristiano. A partir de la «plenitud de la fe» con que hemos de acercarnos
a Cristo Sumo Sacerdote (cfr. Hebr. 10, 19-24), la Enc. Mediator Dei destaca
que de la fe «procede el equilibrio congruente y concorde de los miembros del
Cuerpo Místico de Cristo... No sólo en las actividades de los ministros sagrados,
sino también en las de los fieles que, embebidos en el espíritu de Cristo, se unen
a la Iglesia en el espíritu que anima su vida conyugal, social, económica y políti-
ca» (AAS 39 [1947] 536; cfr. Lumen gentium 34).
La relación existente entre la fe de los fieles y su participación en la liturgia
no admite duda: «para que los hombres puedan llegar a la liturgia es necesario
Libro IV. Cánones preliminares 543
Sede Apostólica y, según las normas del dem est penes Apostolicam Se-
derecho, en el Obispo diocesano. dem et, ad norman iuris, penes
Episcopum dioecesanum.
§ 2. Compete a la Sede Apostólica orde-
nar la sagrada liturgia de la Iglesia uni- § 2. Apostolicae Sedis est sa-
versal, editar los libros lítúrgicos, revisar cram liturgiam Ecclesiae uni-
sus traducciones a lenguas vernáculas y versae ordinare, libros liturgi-
cos edere eorumque versiones
vigilar para que las normas litúrgicas se in linguas vernaculas recogno-
cumplan fielmente en todas partes. scere, necnon advigilare ut or-
§ 3. Corresponde a las Conferencias dinationes liturgicae ubique fi-
Episcopales preparar las traducciones de deliter observentur.
los libros litúrgicos a las lenguas verná- § 3. Ad Episcoporum conferen-
culas, adaptándolas de manera conve- tias spectat versiones librorum li-
niente dentro de los límites establecidos turgicorum in linguas vernacu-
en los mismos libros litúrgicos, y editar- las, convenienter intra limites in
las con la revisión previa de la Santa ipsis libris liturgicis definitos ap-
Sede. tatas, parare, easque edere, prae-
via recognitione Sanctae Sedis.
tan íntimamente con los principios de la doctrina de la Iglesia, que es muy difí-
cil separar la autoridad del Magisterio de las responsabilidades que tiene la Jerar-
quía de la Iglesia en la ordenación de la actividad litúrgica: lex orandi, lex creden-
di. De ahí que, por derecho divino —ejercido siempre por la Jerarquía a lo largo
de la historia— la liturgia ha estado sometida a las leyes de la Iglesia. Este es el
contenido del derecho litúrgico, al cual corresponde determinar la expresión
propia de la auténtica oración de la Iglesia.
Es verdad que en el derecho litúrgico aparece con particular claridad la in-
fluencia de las mentalidades y tradición de los pueblos y que este punto ha sido
recordado en la Const. Sacrosanctum Concilium 37-39; pero «eso no significa
que cada celebrante pueda actuar con plena libertad de acción..., sino que debe
saberse siempre a quién ha concedido la Iglesia la facultad de hacer las adapta-
ciones legítimas» (Consilium ad exsequendam Const. de Sacra liturgia, Carta Cir-
cular, 30.VI.1965, 1).
Es evidente la importancia de las competencias propias de la Santa Sede en
la ordenación de los libros litúrgicos y en la vigilancia para el cumplimiento de
la legislación sobre la materia. Señalamos a continuación los órganos de la Cu-
ria Romana competentes en materia litúrgica, y las disposiciones más importan-
tes en relación con la reciente reforma litúrgica, de cuya vigencia en el derecho
litúrgico actual no cabe dudar.
El 25.I.1964, la Carta Apostólica Sacram liturgiam instituía el Consilium
ad exsequendam Constitutionem de Sacra liturgia (AAS 56 [1964] 139-144). Su
última reunión figura en AAS 62 (1970) 272-274. Deben mencionarse, entre
los textos redactados por este Consilium, la Carta Circular Le renouveau liturgi-
que, de 30.VI.1965, y la Instr. Comme le prévoit, de 25.I.1969.
La Const. Ap. Sacra Rituum Congregatio, de 8.V.1969 (AAS 61 [1969]
297-305), instituía la Sacra Congregatio pro Cultu Divino, cuyo documento más
relevante fue la Institutio generalis Missalis Romani de 26.III.1970. También
debe mencionarse la Carta Circular Eucharistiae participationem, de 27.IV.1973.
Con anterioridad, la S.C. de Ritos había promulgado la Instr. Inter oecumenici,
de 26.IX.1964 (AAS 56 [1964] 877-900), y la Instr. Tres ab hinc annos, de
4.V.1967 (AAS 59 [1967] 442-448).
Libro IV. Cánones preliminares 545
PARTE I
DE LOS SACRAMENTOS
840 Los sacramentos del Nuevo Testa- 840 Sacramenta Novi Testa-
mento, instituidos por Cristo Nues- menti, a Christo Domino
tro Señor y encomendados a la Iglesia, en instituta et Ecclesiae concredita,
se santificarán más cada día si lo aceptan todo con fe de la mano del Padre Ce-
lestial, y colaboran con la voluntad divina, haciendo manifiesta a todos, incluso
en su dedicación a las tareas temporales, la caridad con que Dios amó al mun-
do» (Lumen gentium 41).
Es de notar a este propósito que los laicos, «en cuanto consagrados a Cris-
to y ungidos por el Espíritu Santo» (Lumen gentium 34), tienen una misión es-
pecífica en la realización del munus sanctificandi, que ha sido enseñada reitera-
damente por el Concilio Vaticano II (cfr. Lumen gentium 30-38; Gaudium et
spes 35-39, 43; y Apostolicam actuositatem 4-8).
Pars I. De Sacramentis
840 No se propone el CIC hacer una exposición de las raíces sacramentales
del Derecho canónico sobre la base de que «la Iglesia es en Cristo como un sa-
cramento, o sea, signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la uni-
dad de todo el género humano» (Lumen gentium 1). Es éste un tema propio de
una teoría fundamental del Derecho canónico, que no hace el legislador en las
formulaciones propias de una codificación, necesariamente sobrias.
La lectura de este c. lleva a percibir inmediatamente, en la consideración de
los sacramentos como acciones de Cristo y de la Iglesia, un eco de lo dicho en el
c. 834 a propósito de la sagrada liturgia. La misma orientación litúrgica se ob-
serva al destacar, en la conclusión del c., la veneración con que han de celebrar-
se los sacramentos. Finalmente, la presentación de los sacramentos como signa
ac media quibus fides exprimitur et roboratur, obedece también a la contempla-
ción del valor pedagógico propio de los ritos sacramentales.
Conviene tener en cuenta, a este propósito, que —si bien los sacramentos
desde esta perspectiva, «no sólo suponen la fe, sino que, a la vez, la alimentan, la
robustecen y la expresan por medio de palabras y cosas, por lo cual se llaman sa-
cramentos de la fe» (Sacrosanctum Concilium 59)—, no es menos cierto que la
definición del sacramento como signo no puede entenderse en el sentido de que
su naturaleza propia sea la de expresar la fe. Esa es la finalidad que corresponde
a los símbolos o reglas de la fe; pero no a los signos sacramentales, cuya natura-
leza de signo expresa que «los creyentes están unidos a Cristo paciente y glorio-
so por los sacramentos, de un modo arcano, pero real... Por eso somos incorpo-
rados a los misterios de su vida, configurados con Él, muertos y resucitados con
Él hasta que con Él reinemos» (Lumen gentium 7). Ni sería legítimo interpretar
P. I. De los sacramentos 547
vez, sólo los reciben lícitamente de los cis, qui pariter eadem a solis mi-
ministros católicos, salvo lo establecido nistris catholicis licite recipiunt,
en los §§ 2, 3 y 4 de este canon, y en el salvis huius canonis § § 2, 3 et 4,
c. 861 § 2. atque can. 861, § 2 praescriptis.
§ 2. En caso de necesidad, o cuando lo § 2. Quoties necessitas id postu-
aconseje una verdadera utilidad espiri- let aut vera spiritualis utilitas id
suadeat, et dummodo pericu-
tual, y con tal de que se evite el peligro lum vitetur erroris vel indiffe-
de error o de indiferentismo, está permiti- rentismi, licet christifidelibus
do a los fieles a quienes resulte física o quibus physice aut moraliter
moralmente imposible acudir a un minis- impossibile sit accedere ad mi-
tro católico, recibir los sacramentos de la nistrum catholicum, sacramen-
penitencia, Eucaristía y unción de los en- ta paenitentiae, Eucharistiae et
fermos de aquellos ministros no católi- unctionis infirmorum recipere a
cos, en cuya Iglesia son válidos esos sa- ministris non catholicis, in quo-
cramentos. rum Ecclesia valida existunt
praedicta sacramenta.
Título I
Del Bautismo
Titulus I. De Baptismo
849 Tres aspectos jurídicamente relevantes se presentan en este c.: la situación
jurídica originada por el Bautismo, su necesidad, y la mención de los elementos
esenciales para su válida administración.
1. Con ligeras variantes terminológicas, expresan la situación jurídica deri-
vada del Bautismo tanto este c. como otros dos, cuya significación debe tenerse
presente: los cc. 204 y 205, que dan inicio al Libro De Populo Dei.
Al convertir a los hombres en «verdaderos hijos de Dios y partícipes de la
divina naturaleza» (Lumen gentium 40), el Bautismo implica una regeneración
del ser humano, que es conformado con Cristo, por haber sido configurado con
Él en su muerte y en su resurrección. El carácter indeleble de christifidelis impli-
ca, al mismo tiempo, la incorporación al Pueblo de Dios, que tiene como «con-
dición propia la dignidad y la libertad de los hijos de Dios» (Lumen gentium 9).
La cristificación que implica el Bautismo comporta una capacidad nueva
en la vocación cristiana. La expresión ianua sacramentorum, recogida en el c.,
alude a ella. Es de notar que, aunque este c. no menciona la personalidad in Ec-
clesia dimanante del Bautismo, basta ver algunos cc. —889, 912, 987, 1004,
1024, 1055 y 1061— para comprobar qué amplia es la capacidad jurídica di-
manante del Bautismo respecto de los sacramentos, como consecuencia del sa-
cerdocio común que convierte a los fieles en «verdaderos adoradores que buscan
al Padre» (Sacrosanctum Concilium 6). Lo mismo cabe decir de la capacidad re-
P. I. t. I. Del Bautismo 555
Capítulo I
De la celebración del Bautismo
1.º el adulto que desee recibir el bautismo 1.º adultus, qui baptismum re-
ha de ser admitido al catecumenado y, en cipere intendit, ad catechume-
la medida de lo posible, ser llevado por natum admittatur et, quatenus
pasos sucesivos a la iniciación sacramen- fieri potest, per varios gradus
tal, según el ritual de iniciación adaptado ad initiationem sacramentalem
por la Conferencia Episcopal, y atendien- perducatur, secundum ordinem
initiationis ab Episcoporum con-
do a las normas peculiares dictadas por la ferentia aptatum et peculiares
misma; normas ab eadem editas;
2.º los padres del niño que va a ser bauti- 2.º infantis baptizandi parentes,
zado, y asimismo quienes asumirán la itemque qui munus patrini
función de padrinos, han de ser conve- sunt suscepturi, de significatio-
nientemente ilustrados sobre el significa- ne huius sacramenti deque obli-
do de este sacramento y las obligaciones gationibus cum eo cohaerenti-
que lleva consigo; y debe procurar el pá- bus rite edoceantur; parochus
rroco, personalmente o por medido de per se vel per alios curet ut ita
otras personas, que los padres sean opor- pastoralibus monitionibus, im-
tunamente instruidos con exhortaciones mo et communi precatione, de-
bite parentes instruantur, plu-
pastorales e incluso con la oración en co- res adunando familias atque,
mún, reuniendo a varias familias, y visi- ubi fieri possit, eas visitando.
tándolas donde sea posible hacerlo.
852 § 1. Las disposiciones de los cáno- 852 § 1. Quae in canonibus de
nes sobre el bautismo de adultos se baptismo adulti habentur
aplican a todos aquellos que han pasado praescripta, applicantur omni-
de la infancia y tienen uso de razón. bus qui, infantia egressi, ratio-
nis usum assecuti sunt.
§ 2. También por lo que se refiere al bau-
tismo, el que no tiene uso de razón se asi- § 2. Infanti assimilatur, etiam
mila al infante. ad baptismum quod attinet, qui
non est sui compos.
853 Fuera del caso de necesidad, el 853 Aqua in baptismo confe-
agua que se emplea para adminis- rendo adhibenda, extra
trar el bautismo debe estar bendecida, se- casum necessitatis, benedicta sit
gún las prescripciones de los libros litúr- oportet, secundum librorum li-
gicos. turgicorum praescripta.
856 Estas determinaciones sobre los días más aptos para la administración del
Bautismo no tienen más significación que la de poner de manifiesto la inserción
en el misterio de Cristo resucitado —que celebramos litúrgicamente cada domin-
go, y con particulares ritos en la Vigilia de Pascua— operada por el Bautismo.
857-860 En forma un tanto prolija, manifiesta el legislador unas claras prefe-
rencias sobre el lugar legítimo para la administración del Bautismo; la iglesia pa-
rroquial, un oratorio, un lugar digno: es la gradación establecida en esta serie de
cc. Respecto de las causas que legitiman la celebración del Bautismo fuera de la
iglesia parroquial, se indican la distancia, un grave inconveniente, la necesidad
de bautizar o una razón pastoral.
La vinculación establecida entre la iglesia parroquial y el baptisterio no obe-
dece únicamente a razones de índole litúrgica, pues en este orden no cabe diferen-
ciar los actos realizados en un templo parroquial de los que tienen lugar en una
iglesia pública. Son razones de buena administración las que hacen necesaria esa
determinación de las competencias de la parroquia en relación con el Bautismo.
558 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
Capítulo II
Del ministro del Bautismo
Capítulo III
De los que van a ser bautizados
866 Adultus qui baptizatur, 866 A no ser que obste una causa grave,
nisi gravis obstet ratio, el adulto que es bautizado debe ser
statim post baptismum con- confirmado inmediatamente después del
firmetur atque celebrationem bautismo y participar en la celebración
eucharisticam communionem eucarística, recibiendo también la comu-
etiam recipiendo, participet. nión.
867 § 1. Parentes obligatione 867 § 1. Los padres tienen obligación
tenentur curandi ut in- de hacer que los hijos sean bauti-
fantes intra priores hebdoma- zados en las primeras semanas; cuanto
das baptizentur; quam primum antes después del nacimiento e incluso
post nativitatem, immo iam an- antes de él, acudan al párroco para pedir
te eam, parochum adeant ut sa- el sacramento para su hijo y prepararse
cramentum pro filio petant et
debite ad illud praeparentur. debidamente.
§ 2. Si infans in periculo mortis § 2. Si el niño se encuentra en peligro de
versetur, sine ulla mora bapti- muerte, debe ser bautizado sin demora.
zetur.
868 § 1. Ut infans licite bap- 868 § 1. Para bautizar lícitamente a un
tizetur, oportet: niño, se requiere:
1.º parentes, saltem eorum unus 1.º que den su consentimiento los padres
aut qui legitime eorundem lo- o al menos uno de los dos, o quienes legí-
cum tenet, consentiant; timamente hacen sus veces;
2.º spes habeatur fundata eum
in religione catholica educatum 2.º que haya esperanza fundada de que el
iri; quae si prorsus deficiat, niño va a ser educado en la religión cató-
baptismus secundum praescripta lica; si falta por completo esa esperanza,
iuris particularis differatur, mo- debe diferirse el bautismo, según las dis-
nitis de ratione parentibus. posiciones del derecho particular, hacien-
do saber la razón a sus padres.
869 § 1. Cuando hay duda sobre si al- 869 § 1. Si dubitetur num quis
guien fue bautizado, o si el bautis- baptizatus fuerit, aut bap-
mo fue administrado válidamente, y la tismus valide collatus fuerit,
duda persiste después de una investiga- dubio quidem post seriam inve-
ción cuidadosa, se le ha de bautizar bajo stigationem permanente, bapti-
condición. smus eidem sub condicione con-
feratur.
§ 2. Los bautizados en una comunidad § 2. Baptizati in communitate
eclesial no católica, no deben ser bautiza- ecclesiali non catholica non
dos bajo condición, a no ser que haya un sunt sub condicione baptizandi,
motivo serio para dudar de la validez de nisi, inspecta materia et verbo-
su bautismo, atendiendo tanto a la mate- rum forma in baptismo collato
ria y a la fórmula empleadas en su admi- adhibitis necnon attenta inten-
nistración, como a la intención del bauti- tione baptizati adulti et ministri
zado, si era adulto, y del ministro. baptizantis, seria ratio adsit de
baptismi validitate dubitandi.
§ 3. Si, en los casos de que tratan los §§ 1 § 3. Quod si, in casibus de qui-
y 2, hay duda sobre la administración del bus in §§ 1 et 2, dubia remane-
bautismo o sobre su validez, no se debe at baptismi collatio aut validi-
administrar el sacramento antes de que se tas, baptismus ne conferatur
haya enseñado la doctrina sobre el mismo nisi postquam baptizando, si sit
a quien ha de recibirlo, si es adulto, y se adultus, doctrina de baptismi
hayan manifestado a él, o a sus padres, si sacramento exponatur, atque
se trata de un infante, los motivos por los eidem aut, si de infante agitur,
cuales es dudosa la validez del bautismo eius parentibus rationes dubiae
validitatis baptismi celebrati
anteriormente celebrado. declarentur.
870 El niño expósito o que se halló 870 Infans expositus aut in-
abandonado, debe ser bautizado, a ventus, nisi re diligenter
no ser que conste su bautismo después de investigata de eius baptismo
una investigación diligente. constet, baptizetur.
Capítulo IV
De los padrinos
871 La doctrina de que el feto humano está informado por el alma racional
desde el primer momento de su concepción, es la razón por la que el legislador
manda bautizar en caso de aborto. Es de notar que esta doctrina es tan firme,
que no tiene lugar en este caso el Bautismo bajo condición, si consta que el feto
vive.
3.º sea católico, esté confirmado, haya re- 3.º sit catholicus, confirmatus et
cibido ya el santísimo sacramento de la sanctissimum Eucharistiae sa-
Eucaristía y lleve, al mismo tiempo, una cramentum iam receperit, idem-
vida congruente con la fe y con la misión que vitam ducat fidei et muneri
que va a asumir; suscipiendo congruam;
4.º nulla poena canonica legiti-
4.º no esté afectado por una pena canóni- me irrogata vel declarata sit in-
ca, legítimamente impuesta o declarada; nodatus;
5.º no sea el padre o la madre de quien se 5.º non sit pater aut mater bap-
ha de bautizar. tizandi.
§ 2. El bautizado que pertenece a una co- § 2. Baptizatus ad communita-
munidad eclesial no católica sólo puede tem ecclesialem non catholicam
pertinens, nonnisi una cum pa-
ser admitido junto con un padrino católi- trino catholico, et quidem ut
co, y exclusivamente en calidad de testi- testis tantum baptismi, admit-
go del bautismo. tatur.
Capítulo V
De la prueba y anotación del Bautismo administrado
requiere la edad de dieciséis años para ser padrino, en lugar del simple uso de ra-
zón antes establecida. No se hace mención del impedimento de parentesco espi-
ritual, que ha quedado abolido.
Título II
Del sacramento de la Confirmación
cramento tenga lugar ante testigos que puedan dar fe de su celebración. Junto a
la prueba testifical, contemplada en el c. 876, los cc. 877 y 878 destacan la im-
portancia de la prueba documental, sobre la base de la anotación del Bautismo
administrado. Es de notar la importancia que atribuyen estos cc. a la función
certificadora que corresponde al párroco propio, a quien se debe notificar siem-
pre la celebración del Bautismo.
Capítulo I
Del modo de celebrar la Confirmación
Capítulo II
Del ministro de la Confirmación
882 Confirmationis minister 882 El ministro ordinario de la confir-
ordinarius est Episcopus; mación es el Obispo; también ad-
valide hoc sacramentum con- ministra válidamente este sacramento el
fert presbyter quoque hac fa- presbítero dotado de facultad por el dere-
cultate vi iuris universalis aut cho universal o por concesión peculiar de
peculiaris concessionis compe- la autoridad competente.
tentis auctoritatis instructus.
883 Ipso iure facultate con- 883 Gozan ipso iure de la facultad de
firmationem ministrandi confirmar:
gaudent: 1.º dentro de los límites de su jurisdic-
1.º intra fines suae dicionis, qui ción, quienes en el derecho se equiparan
iure Episcopo dioecesano ae- al Obispo diocesano;
quiparantur;
2.º quoad personam de qua agi- 2.º respecto a la persona de que se trata,
tur, presbyter qui, vi officii vel el presbítero que, por razón de su oficio o
mandati Episcopi dioecesani, por mandato del Obispo diocesano, bauti-
infantia egressum baptizat aut za a quien ha sobrepasado la infancia, o
iam baptizatum in plenam Ec- admite a uno ya bautizado en la comu-
clesiae catholicae communio- nión plena de la Iglesia católica;
nem admittit;
3.º quoad eos qui in periculo
3.º para los que se encuentran en peligro
mortis versantur, parochus, im- de muerte, el párroco, e incluso cualquier
mo quilibet presbyter. presbítero.
884 § 1. Episcopus dioecesa- 884 § 1. El Obispo diocesano debe ad-
nus confirmationem ad- ministrar por sí mismo la confirma-
ministret per se ipse aut curet ción, o cuidar de que la administre otro
ut per alium Episcopum admi- Obispo; pero si la necesidad lo requiere,
nistretur; quod si necessitas id puede conceder facultad a uno o varios
requirat, facultatem concedere
potest uni vel pluribus determi- presbíteros determinados, para que admi-
natis presbyteris, qui hoc sacra- nistren este sacramento.
mentum administrent.
sacerdotes para administrar este sacramento. Con anterioridad, la S.C. para los
Obispos había concedido esta gracia a los Obispos de América Latina y Filipinas
(cfr. AAS 62 [1970] 121), con la limitación de que los sacerdotes facultados es-
tuvieran constituidos en alguna dignidad eclesiástica.
La hipótesis contemplada en el § 2 es diferente y parece referirse —en con-
sonancia con lo dispuesto en el Ordo confirmationis 8— a una situación grave
originada en casos singulares: por ej., a causa del gran número de personas que
deben ser confirmadas en una misma celebración litúrgica, que puede aconsejar
la ayuda de los presbíteros en la administración del sacramento.
885 La obligación aquí expresada es una concreción del principio establecido
en el c. 843 sobre el derecho de los fieles a pedir y recibir los sacramentos de los
ministros sagrados. La petición ha de ser razonable; y razonable debe ser tam-
bién la negativa a administrar el sacramento. A este propósito debe atenderse
siempre a los criterios fijados por los cc. vigentes. Otro modo de proceder, aun-
que pretenda justificarse invocando cualquier género de perfeccionismos sería
una injusticia que debe evitarse.
886-887 Es de notar la diferencia que media entre el poder ordinario del
Obispo para administrar válidamente este sacramento, en el propio territorio o
fuera de él (aunque actuaría ilícitamente si no contara al menos con la licencia
presunta del Ordinario propio o del lugar), y la facultad concedida al presbítero
P. I. t. II. Del sacramento de la Confirmación 569
Capítulo III
De los que van a ser confirmados
Capítulo IV
De los padrinos
892 En la medida de lo posible, tenga el 892 Confirmando, quantum
confirmando un padrino, a quien id fieri potest, adsit patri-
corresponde procurar que se comporte nus, cuius est curare ut confir-
como verdadero testigo de Cristo y cum- matus tamquam verus Christi
pla fielmente las obligaciones inherentes testis se gerat obligationesque
al sacramento. eidem sacramento inhaerentes
fideliter adimpleat.
893 § 1. Para que alguien pueda ser pa- 893 § 1. Ut quis patrini mune-
drino, es necesario que cumpla las re fungatur, condiciones
condiciones expresadas en el c. 874. adimpleat oportet, de quibus in
can. 874.
§ 2. Es conveniente que se escoja como
padrino a quien asumió esa misión en el § 2. Expedit ut tamquam patri-
nus assumatur qui idem munus
bautismo. in baptismo suscepit.
Capítulo V
De la prueba y anotación de la Confirmación
Título III
De la santísima Eucaristía
de la Iglesia, y la debida garantía a los derechos de las personas, exigen que que-
de clara constancia del sacramento recibido.
Capítulo I
De la celebración eucarística
Art. 1
Del ministro de la santísima Eucaristía
cional, dependiendo de ello tantos copiosos frutos (cfr. S.C. para los Sacramen-
tos y el Culto Divino, Instr. Inestimabile donum, 3.IV.1980; AAS 72 [1980]
331-343). En este sentido debe interpretarse el ita ordinetur: no se trata de una
invitación al ingenio y novedad, sino a la fidelidad a Cristo y a su Iglesia, en
cuyo seno se vive el Santo Sacrificio y a cuyo través se participa de sus abundan-
tísimos frutos, uno de los cuales, y singular, es justamente la unidad, que en la
Sagrada Eucaristía se «significa y realiza» (Unitatis redintegratio 2).
Se habrán de ordenar, pues, todas aquellas cosas que las normas litúrgicas
dispongan ad libitum, teniendo como criterio en la elección el mayor provecho
de los fieles. Y se habrán de cumplir con delicada precisión todas aquellas otras
en que las normas son unívocas (cfr. Enc. Redemptor hominis 20).
901 El sacerdote tiene facultad para 901 Integrum est sacerdoti Mis-
aplicar la Misa por cualesquiera, sam applicare pro quibus-
tanto vivos como difuntos. vis, tum vivis tum defunctis.
905 La norma general es la de celebrar una Misa diaria. Son dos las excepcio-
nes:
1) El día de Navidad y el día de la conmemoración de todos los fieles di-
funtos, en que, según las normas legítimas, pueden celebrarse tres misas (cfr.,
respectivamente, AAS 39 [1947] 373; y AAS 16 [1924] 116); además, natural-
mente, la celebración de la Vigilia Pascual no excluye la Misa del domingo de
Resurrección.
2) Fuera de estos casos, puede el Ordinario autorizar: a) La binación: en
cualquier día de la semana, y siempre que se den las siguientes condiciones:
1.ª escasez de sacerdotes: no absoluta, sino relativa a la necesidad pastoral del
momento (que no pueda otro sacerdote celebrar a esa hora, o en ese lugar; o
incluso que no quiera o no pueda obligársele a hacerlo); 2.ª causa justa: no
grave, ni pública; bastará la satisfacción de la devoción de un grupo de fieles,
o la celebración de una misa ritual o exequial. b) La trinación: puede autori-
zarla solamente el Ordinario los domingos u otras fiestas de precepto, y siem-
pre que se den las siguientes condiciones: 1.ª escasez de sacerdotes: igual que en
el caso anterior; 2.ª la necesidad pastoral: al desaparecer el término vera que
exigía el M.P. Pastorale munus I, 2, entendemos que el criterio ha de ser am-
plio, como en el caso anterior, aunque solamente aplicable a los días de pre-
cepto.
En cualquier caso, como es obvio, la condición de «escasez» no se daría
cuando el motivo para la binación o trinación fuese de naturaleza personal.
Así, en una interpretación estricta del c., no habrá lugar para la binación
en razón de una concelebración, excepto los días de Jueves Santo, Pascua y Na-
vidad, previstos en las normas litúrgicas, y en los casos en que la concelebración
tuviese una especial significación: concelebración con el Obispo, o su delegado,
con motivo del Sínodo o visita pastoral; concelebración con motivo de especia-
les reuniones de sacerdotes; concelebración en la Misa conventual o de comuni-
dad (cfr. Institutio Generalis Missalis Romani 158; Declaratio de concelebratione
1-2, 7.VIII.1972, AAS 64 [1972] 563).
Solamente la Santa Sede podrá facultar para rebasar los límites establecidos
por el c. Esta norma invalida, en adelante, la praxis introducida de celebrar más
de tres Misas los días de precepto, en virtud de una presunta voluntad interpre-
tativa del legislador (que ahora ya no puede darse), así como la posibilidad de
concesión verbal de esta facultad por parte del Ordinario.
P. I. t. III. De la santísima Eucarístia 577
906 Nisi iusta et rationabili de 906 Sin causa justa y razonable, no ce-
causa, sacerdos Sacrifi- lebre el sacerdote el Sacrificio eu-
cium eucharisticum ne celebret carístico sin la participación por lo menos
sine participatione alicuius sal- de algún fiel.
tem fidelis.
907 In celebratione euchari- 907 En la celebración eucarística, no se
stica diaconis et laicis non permite a los diáconos ni a los lai-
licet orationes, speciatim pre- cos decir las oraciones, sobre todo la ple-
cem eucharisticam, proferre vel garia eucarística, ni realizar aquellas ac-
actionibus fungi, quae sacerdo- ciones que son propias del sacerdote
tis celebrantis sunt propriae. celebrante.
908 Sacerdotibus catholicis ve- 908 Está prohibido a los sacerdotes
titum est una cum sa- católicos concelebrar la Eucaris-
cerdotibus vel ministris Ecclesia- tía con sacerdotes o ministros de Igle-
rum communitatumve ecclesia- sias o comunidades eclesiales que no
lium plenam communionem cum están en comunión plena con la Iglesia
Ecclesia catholica non haben- católica.
tium, Eucharistiam concelebrare.
Puede además el Ordinario delegar esa facultad en los Obispos auxiliares, Vi-
carios episcopales y delegados episcopales. Y puede también concederla a los sacer-
dotes que ejercen los sagrados ministerios —pero personalmente, no de modo ge-
nérico— para que puedan designar a una persona idónea que, en caso de
verdadera necesidad —y sólo ad actum—, pueda también distribuir la comunión.
No obstante, como estas facultades solamente son concedidas en razón del
bien espiritual de los fieles y, sobre todo, se trata de ministros extraordinarios —es
decir, según la norma del derecho, sólo para el caso de que falte un ministro ordi-
nario—, han de tener presente los sacerdotes que estas facultades no les eximen en
absoluto de su obligación de distribuir la sagrada Eucaristía a los fieles que legíti-
mamente lo soliciten, y de modo especial en el caso de los enfermos. (Cfr. S.C.
para la Disciplina de los Sacramentos, Instr. Immensae caritatis de 29.I.1973, AAS
65 [1973] 265-266).
De los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión se ocupa de nue-
vo la Instr. Ecclesiae de mysterio, art. 8.
911 El c. 530, 3.º, establece la administración del Viático como función espe-
cialmente confiada al párroco. Se trata, pues, de una función peculiar, que in-
cluye un derecho y un deber: a) Un derecho, por el que el párroco tiene preferen-
cia sobre los demás sacerdotes, en razón de su oficio; y en virtud del cual,
cuando a tenor del § 2 haya sido otro sacerdote quien haya realizado este minis-
terio, debe comunicárselo tan pronto como pueda. b) Un deber derivado del ofi-
cio de párroco, que vincula gravemente su conciencia, y del que surge el corre-
lativo derecho del fiel, no al Viático mismo, sino a la prestación por parte de su
párroco (cfr. Eucharisticum mysterium 39). Este deber comprende la solícita vi-
gilancia para que la administración del Viático no se difiera, y el enfermo pueda
recibirlo plenamente consciente (Ordo Unctionis infirmorum 27).
Este officium et ius es extensivo a los vicarios parroquiales y capellanes; y
también al superior de una comunidad de instituto religioso clerical o sociedad
de vida apostólica, para los enfermos que moren en sus respectivas casas. Para
todos ellos rige también, obviamente, lo dicho arriba.
580 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
Art. 2
De la participación de la santísima Eucaristía
miento del precepto dominical en la víspera, la misa vespertina del Jueves San-
to, la segunda Misa del día de Pascua, las misas rituales, exequiales, etc.). Se ex-
ceptúa el caso de peligro de muerte, que contempla expresamente el c. 921. La
expresión del c. —iterum— ha de interpretarse como solamente otra vez en el
mismo día, y no cuantas veces asista a la Santa Misa (CPI, Responsa de
11.VII.1984, AAS 76 [1984] 746. Cfr. Apéndice II de esta edición).
918 Esta justa causa es, simplemente, la satisfacción de la devoción de comul-
gar diariamente, tan recomendada por la Iglesia, para quien no haya podido
asistir a la Santa Misa o no haya podido comulgar en la misma. Cuando se soli-
cita en lugar y momento adecuado —en virtud del derecho— conlleva el deber
del ministro de facilitarla.
919 La Instr. Immensae caritatis 3, establecía, como plazo mínimo para los ca-
sos de enfermedad, un cuarto de hora para cualquier alimento que sea necesario,
aunque no imprescindible. En los supuestos de los § § 2 y 3 no se establece nin-
gun plazo mínimo, con lo cual no se podrá hablar de restricciones legales al res-
pecto. Aunque esto no obsta para que la piedad y el respeto a la dignidad del sa-
cramento lleven a evitar, en lo posible, su recepción inmediatamente posterior a
la toma de algún alimento.
Esta disciplina comprende a las siguientes clases de personas: a) enfermos
—aunque no estén en cama— que deben permanecer en sus casas; b) ancianos
en las mismas circunstancias; c) también los sacerdotes, por idénticos motivos
—tanto para la celebración de la Santa Misa como para la comunión— y tam-
bién por razón de una binación que exigiría un largo espacio de tiempo sin po-
der tomar alimentos; d) las personas que acompañan o cuidan a estos enfermos
o ancianos, siempre que, sin grave incomodidad, no puedan observar el ayuno
desde una hora antes. Se recomienda, no obstante, que como reconocimiento a
la dignidad del sacramento y a fin de excitar la debida preparación para recibir
al Señor, los enfermos se preparen mediante un tiempo conveniente de silencio
y recogimiento; para lo cual han de ser avisados oportunamente del momento
584 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
Art. 3
De los ritos y ceremonias de la celebración eucarística
922 La obligación de esta diligente vigilancia recae sobre todo sacerdote que
tenga cura de almas: párroco, capellán, etc. (cfr. Ordo Unctionis infirmorum,
Praenotanda 27). Pero, obviamente, también afectará a los familiares, superiores
o acompañantes del enfermo que deberán avisar oportunamente al sacerdote.
923 Se trata de los diversos ritos a que aluden los cc. 111-112 (cfr. los comen-
tarios correspondientes).
Art. 4
Del tiempo y lugar de la celebración de la Eucaristía
libet die et hora, iis exceptis, los días y a cualquier hora, con las excep-
quae secundum liturgicas nor- ciones que se establecen en las normas li-
mas excluduntur. túrgicas.
932 § 1. Celebratio euchari- 932 § 1. La celebración eucarística se
stica peragatur in loco sa- ha de hacer en lugar sagrado, a no
cro, nisi in casu particulari ne- ser que, en un caso particular, la necesi-
cessitas aliud postulet; quo in
casu, in loco honesto celebratio dad exija otra cosa; en este caso, la cele-
fieri debet. bración debe realizarse en un lugar digno.
§ 2. Sacrificium eucharisticum § 2. Se debe celebrar el Sacrificio euca-
peragendum est super altare rístico en un altar dedicado o bendecido;
dedicatum vel benedictum; ex- fuera del lugar sagrado se puede emplear
tra locum sacrum adhiberi pot- una mesa apropiada, utilizando siempre
est mensa conveniens, retentis el mantel y el corporal.
semper tobalea et corporali.
933 Por justa causa, con licencia expre- 933 Iusta de causa et de licentia
sa del Ordinario del lugar y evitan- expressa Ordinarii loci licet
do el escándalo, puede un sacerdote cele- sacerdoti Eucharistiam celebrare
brar la Eucaristía en el templo de una in templo alicuius Ecclesiae aut
Iglesia o comunidad eclesial que no estén communitatis ecclesialis plenam
en comunión plena con la Iglesia católi- communionem cum Ecclesia ca-
tholica non habentium, remoto
ca. scandalo.
Capítulo II
De la reserva y veneración de la santísima Eucaristía
gún una antigua tradición, el uso del conopeo es un modo especialmente apto
para significar aquella presencia, además del uso preceptivo de la lámpara (cfr.
Instr. Eucharisticum mysterium 57 y Decr. Eucharistiae sacramentum 11). 7.º La
llave del tabernáculo (o, en su caso, del lugar donde se reserve de noche la sagra-
da Eucaristía) debe ser diligentísimamente custodiada (c. 938 § 5). Todas las de-
más precauciones resultarán ineficaces, si esta última no se observa con particu-
lar esmero. No se dejará nunca la llave del sagrario sobre el altar o junto al
P. I. t. III. De la santísima Eucarístia 593
Capítulo III
Del estipendio ofrecido para la celebración de la Misa
945 § 1. Secundum probatum 945 § 1. Según el uso aprobado de la
Ecclesiae morem, sacerdo- Iglesia, todo sacerdote que celebra
ti cuilibet Missam celebranti aut o concelebra la Misa puede recibir esti-
concelebranti licet stipem obla- pendio, para que la aplique por una deter-
tam recipere, ut iuxta certam in- minada intención.
tentionem Missam applicet.
§ 2. Enixe commendatur sacer-
§ 2. Se recomienda encarecidamente a los
dotibus ut, etiam nulla recepta sacerdotes que celebren la Misa por las
stipe, Missam ad intentionem intenciones de los fieles, sobre todo de
christifidelium praecipue egen- los necesitados, aunque no reciban nin-
tium celebrent. gún estipendio.
946 Christifideles stipem offe- 946 Los fieles que ofrecen un estipen-
rentes ut ad suam inten- dio para que se aplique la Misa por
tionem Missa applicetur, ad bo- su intención, contribuyen al bien de la
num conferunt Ecclesiae atque Iglesia, y con esa ofrenda participan de
eius curam in ministris operi- su solicitud por sustentar a sus ministros
busque sustinendis ea oblatione y actividades.
participant.
incluso mayor si el oferente espontáneamente así lo quiere (c. 952 § 1), o pere-
cer sin culpa del sacerdote (c. 949). Podrá, pues, el sacerdote declinar la acepta-
ción de la ofrenda, pero una vez aceptada, el título de justicia que sustenta esa
relación no es la ofrenda misma, sino la aceptación, y nada importa ya la suerte
o calidad —previamente conocida al aceptarla— de la ofrenda (cfr. c. 1308, que
prevé la eventual necesidad de reducir las cargas, y las competencias al respecto).
En relación con la disciplina sentada en el c. 948, se ha de estar, además, a
lo que dispone el Decreto de la C. para el Clero, específicamente aprobado por el
Sumo Pontífice, y publicado en AAS 83 [1991] 443-446. Según el art. 1 § 2,
violan la norma del c. 948, y deben responder de ello en conciencia, «los sacer-
dotes que recogen indistintamente estipendios para la celebracón de misas de
acuerdo con intenciones partículares y, acumulándolas sin que los oferentes lo
sepan, las cumplen con una única santa misa celebrada según una intención lla-
mada colectiva». En el art. 2, el Decreto establece una excepción con este preciso
alcance: § 1. «En el caso de que los oferentes, previa y explícitamente advertidos
estén de acuerdo libremente en que sus estipendios sean acumulados junto con
otros para la celebración de una sola misa, será lícito satisfacer esas ofertas con
una única misa, aplicada por la intención colectiva. § 2. En este caso, es necesa-
rio que se indique públicamente el lugar y la hora en que esa santa misa se cele-
brará, y no más de dos veces por semana». Como quiera que estos casos consti-
tuyen una excepción a la vigente ley canónica, el Legislador invita a los pastores
a que estén alerta a fin de que el uso no se convierta en abuso (cfr. art. 2 § 3).
Por lo demás, en el caso al que se refiere el art. 2 § 1, al celebrante sólo le será lí-
cito conservar el estipendio fijado en la diócesis, en conformidad con el c. 950.
La suma que exceda ha de ser entregada al Ordinario, conforme al c. 951 § 1,
que la destinará a los fines establecidos por el derecho (cfr. art. 3). A los Obispos
diocesanos incumbe de modo principal el deber de dar a conocer estas normas a
todos los sacerdotes y de preocuparse de que sean observadas (cfr. art. 6) debién-
dose instruir también a los demás fieles en la materia de los estipendios median-
te una catequesis específica (cfr. art. 7).
950 No es infrecuente que un fiel entregue una cantidad determinada con la
intención de hacer un donativo a la Iglesia, parroquia, o a la misma persona del
sacerdote, manifestando el deseo de que a cambio se celebren misas por su in-
tención. Aunque en la mayoría de los casos será fácil recabar del donante una
598 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
Título IV
Del sacramento de la Penitencia
asume estas obligaciones, aunque no se alude a un libro especial (c. 955 § 4),
debe sin embargo tener presente —y ello ha de condicionar el modo de llevar al
día estas anotaciones— que en cualquier momento pueda fácilmente ser com-
probado por otra persona a efectos de cumplir las obligaciones pendientes. Es-
tamos —no se olvide— ante obligaciones de justicia, que indudablemente gra-
van la conciencia del responsable; y una puntual e inteligible anotación es la
mejor garantía de que aquellas obligaciones no dejarán de cumplirse.
Respecto a las misas gregorianas, cuya aceptacion obliga a la celebración
diaria e ininterrumpida de 30 misas, recordemos la Declaratio de la S.C. del
Concilio de 24.II.1967 (AAS 59 [1967] 229-230), en la que se establece que si
«en razón de un impedimento imprevisto —por ej., una enfermedad—, o de
otra causa razonable —como la celebración de una misa de funeral o esponsal—,
se produce una interrupción, por disposición de la Iglesia, no se pierden los fru-
tos de este sufragio reconocidos por la praxis de la Iglesia y la piedad de los fie-
les, permaneciendo la obligación de completar cuanto antes la celebración de es-
tas treinta misas. Vigile, por tanto, con diligencia, el Ordinario para que, en
materia tan importante, no se cometan abusos».
Capítulo I
De la celebración del sacramento
unicum constituunt modum or- modo ordinario con el que un fiel cons-
dinarium, quo fidelis peccati ciente de que está en pecado grave se re-
gravis sibi conscius cum Deo et concilia con Dios y con la Iglesia; sólo la
Ecclesia reconciliatur; solum- imposibilidad física o moral excusa de
modo impossibilitas physica vel esa confesión, en cuyo caso la reconcilia-
moralis ab huiusmodi confes- ción se puede tener también por otros
sione excusat, quo in casu aliis
quoque modis reconciliatio ha- medios.
beri potest.
comunitarias en las que participan varios penitentes. Con este nuevo rito se pre-
tende poner más de relieve el aspecto comunitario del sacramento, sin que esto
signifique que la celebración individual (rito A) no contenga en sí misma esa di-
mensión comunitaria y eclesial, como no carece de ella la celebración privada
del sacrificio de la Misa, ni otra acción litúrgica y sacramental (vid. cc. 837 y
840).
El rito C sirve para reconciliar a varios penitentes en los supuestos excep-
cionales contemplados en el c. 961, con los requisitos también especiales de los
cc. 962 y 963, y sin olvidar la obligatoria norma pastoral del c. 986.
960 El contenido de este c. se corresponde casi literalmente con lo preceptua-
do en las «Normas pastorales» de la S.C. para la Doctrina de la Fe de
16.VI.1972 (AAS 64 [1972] 510-514). Como es sabido, la publicación de estas
Normas fue una respuesta de la Santa Sede a los deseos manifestados por mu-
chos Obispos en el sentido de que era necesaria la intervención del Magisterio
de la Iglesia respecto de errores doctrinales y praxis pastorales y litúrgicas, que
ponían en serio peligro la naturaleza del sacramento de la Penitencia, tal y como
había sido definida por el Concilio de Trento. En el preámbulo de las «Normas
pastorales» se recuerda la doctrina tridentina, en especial la que se refiere a la in-
tegridad de la confesión, esto es, a la necesidad por derecho divino de confesar
al sacerdote todos y cada uno de los pecados mortales y las circunstancias que
cambian su especie, que el penitente recuerde tras un diligente examen de con-
ciencia. Las «Normas» ratifican esta doctrina al decir literalmente: «se ha de
mantener con firmeza y se ha de continuar poniendo fielmente en práctica la
doctrina del Concilio de Trento» (n. I). No ha cambiado la doctrina, y tampoco
cambia sustancialmente la disciplina según la cual la confesión individual e ín-
tegra, y la absolución también individual, siguen siendo no sólo el modo ordi-
nario sino el único modo ordinario de reconciliación con Dios y con la Iglesia,
salvo que una imposibilidad física o moral excuse de este modo de confesión
(cfr. también Ordo Paenitentiae, praenotanda n. 31).
La imposibilidad física o moral a la que alude el c. hay que entenderla den-
tro del contexto de la confesión individual, puesto que a la otra imposibilidad
física o moral, que legitima la absolución colectiva o general, se refiere el si-
guiente c. 961. Se entiende por imposibilidad física: una enfermedad extrema,
falta de tiempo ante un peligro inminente, imposibilidad de hablar, ignorancia
u olvido inculpable. La imposibilidad moral se refiere al peligro de quebrantar
el sigilo sacramental, peligro de escándalo o pecado para el penitente o confesor,
grandes escrúpulos de conciencia, peligro de graves daños que amenazan verosí-
milmente, peligro de infamia del todo extrínseca a la confesión. En todos estos
casos hay obligación de suplir la parte omitida, cuando desaparecen las circuns-
tancias que lo autorizaron.
604 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
2.º adsit gravis necessitas, vide- 2.º haya una necesidad grave, es decir,
licet quando, attento paeniten- cuando, teniendo en cuenta el número de
tium numero, confessariorum penitentes, no hay bastantes confesores
copia praesto non est ad rite para oír debidamente la confesión de
audiendas singulorum confes- cada uno dentro de un tiempo razonable,
siones intra congruum tempus, de manera que los penitentes, sin culpa
ita ut paenitentes, sine propria
culpa, gratia sacramentali aut por su parte, se verían privados durante
sacra communione diu carere notable tiempo de la gracia sacramental o
cogantur; necessitas vero non de la sagrada comunión; pero no se con-
censetur sufficiens, cum confes- sidera suficiente necesidad cuando no se
sarii praesto esse non possunt, puede disponer de confesores a causa
ratione solius magni concursus sólo de una gran concurrencia de peniten-
paenitentium, qualis haberi pot- tes, como puede suceder en una gran fies-
est in magna aliqua festivitate ta o peregrinación.
aut peregrinatione.
cui generali absolutione gravia le perdonan pecados graves con una ab-
peccata remittuntur, ad confes- solución general, debe acercarse a la con-
sionem individualem quam pri- fesión individual lo antes posible, en
mum, occasione data, accedat, cuanto tenga ocasión, antes de recibir
antequam aliam recipiat abso- otra absolución general, de no interponer-
lutionem generalem, nisi iusta se causa justa.
causa interveniat.
964* § 1. Ad sacramentales 964* § 1. El lugar propio para oír con-
confessiones excipiendas fesiones es una iglesia u orato-
locus proprius est ecclesia aut rio.
oratorium.
§ 2. Ad sedem confessionalem § 2. Por lo que se refiere a la sede para
quod attinet, normae ab Epi- oír confesiones, la Conferencia Episco-
scoporum conferentia statuan- pal dé normas, asegurando en todo caso
tur, cauto tamen ut semper ha- que existan siempre en lugar patente
beantur in loco patenti sedes confesionarios provistos de rejillas entre
confessionales crate fixa inter el penitente y el confesor que puedan uti-
paenitentem et confessarium lizar libremente los fieles que así lo de-
instructae, quibus libere uti pos- seen.
sint fideles, qui id desiderent.
Capítulo II
Del ministro del sacramento de la Penitencia
6.º Finalmente, los que obtienen la facultad por especial concesión del su-
perior competente, con potestad de régimen ejecutiva, de un instituto religioso
o sociedad de vida apostólica, la pueden ejercer también en todo lugar, pero sólo
sobre los religiosos o personas que habitan día y noche en la casa del instituto o
sociedad.
970-973 En estos cc. el legislador fija una serie de cautelas a la hora de con-
ceder la facultad para oír confesiones. Lo primero que se exige es la idoneidad
para ser confesor, evaluable mediante examen, o de otro modo. Es también una
norma de prudencia que, cuando se trate de conceder facultad para confesar de
modo habitual, el Ordinario del domicilio o cuasidomicillo del presbítero no le
conceda esa facultad sin antes haber oído al Ordinario propio, quien está por
principio en mejores condiciones de conocer su idoneidad. Un último requisito
es que la concesión de la facultad habitual para oír confesiones se haga por escri-
to. Nada se dice al respecto de una eventual denegación arbitraria de la facultad.
En todo caso esta aparente laguna no impide arbitrar el instrumento legal del
recurso contra los decretos administrativos, de conformidad con los cc. 1732 y
ss. No debe olvidarse que uno de los principios que orientaron la elaboración
del nuevo Código buscaba salvaguardar los derechos de los fieles, evitando cual-
quier exceso o sospecha de arbitrariedad.
612 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
(c. 884 CIC 17), que podía ser un acto delictuoso, incluso en peligro de muer-
te, cuando se verificaban las circunstancias del c. 2367 del CIC 17. Por otro
lado, el penitente absuelto de censura en peligro de muerte por un sacerdote sin
facultad, quedaba obligado, tan pronto como convaleciera, a recurrir a la auto-
ridad competente bajo pena de reincidencia según determinaba el c. 2252 del
CIC 17.
El nuevo c. 976, por el contrario, no pone ninguna traba al confesor y al
penitente, ni para la validez ni para la licitud. En peligro de muerte todo sacer-
dote puede absolver válida y lícitamente a cualquier penitente, incluido el cóm-
plice en pecado torpe (c. 977), y de cualquier pecado y censura. Adviértase que
a un sacerdote excomulgado le está prohibido celebrar sacramentos (c. 1331),
pero en peligro de muerte se suspende esa prohibición (c. 1335).
A tenor del c. 1357 § 3, los que han sido absueltos en peligro de muerte de
una censura irrogada o declarada o reservada a la Sede Apostólica, tras la conva-
lecencia tienen la obligación de recurrir a la autoridad competente.
977 En peligro de muerte siempre es válida y lícita la absolución del cómpli-
ce en pecado contra el sexto mandamiento del Decálogo. El c. 884 del CIC 17
la consideración ilícita aun en peligro de muerte cuando no mediaba un caso de
necesidad.
El sacerdote que absuelve al cómplice en pecado contra el sexto manda-
miento del Decálogo, incurre en excomunión latae sententiae reservada a la Sede
Apostólica a tenor del c. 1378 § 1. Pero adviértase que no incurriría en excomu-
nión en ningún caso si el cómplice se hallase en peligro de muerte, al contrario
de lo que establecía el c. 2367 del CIC 17.
978 El § 1 de este c. es literalmente idéntico al del c. 888 CIC 17. Es nuevo,
sin embargo, el § 2; lo que demuestra la intención del legislador de dejar expre-
sa constancia de que el confesor, en el ejercicio de su ministerio, debe actuar y
comportarse como un ministro de la Iglesia, y que, en consecuencia, debe adhe-
rirse fielmente a la doctrina del Magisterio y a las normas dadas por la autoridad
competente. En caso contrario, la revocación de la facultad para confesar, a te-
nor del c. 974, no sólo sería algo legítimo sino también debido.
P. I. t. IV. Del sacramento de la Penitencia 615
986 § 1. Omnis cui animarum 986 § 1. Todos los que, por su oficio,
cura vi muneris est de- tienen encomendada la cura de al-
mandata, obligatione tenetur mas, están obligados a proveer que se
providendi ut audiantur confes- oiga en confesión a los fieles que les es-
siones fidelium sibi commisso- tán confiados y que lo pidan razonable-
rum, qui rationabiliter audiri mente; y a que se les dé la oportunidad de
petant, utque iisdem opportuni-
tas praebeatur ad confessionem acercarse a la confesión individual, en
individualem, diebus ac horis in días y horas determinadas que les resul-
eorum commodum statutis, ac- ten asequibles.
cedendi.
Capítulo III
Del penitente
actividades por falta de tiempo, pero nunca el confesionario» (Pablo VI, Discur-
so de 20.IV.1978, AAS 70 [1978] 328-332). La organización pastoral del minis-
terio de la Penitencia es un deber de justicia que se corresponde con el derecho
del fiel a recibir el sacramento de los ministros sagrados (vid. c. 843 en relación
con el c. 213). El don de la salvación y del perdón ofrecidos en el sacramento, es
una acción graciosa de la misericordia divina; el derecho del fiel no se sitúa por
tanto en ese nivel. Pero Cristo ha conferido este don salvífico a la Jerarquía, con-
virtiéndola en dispensadora del mismo. Aquí es donde surge el derecho del fiel,
y el correlativo deber de Obispos y sacerdotes de hacer posible el ejercicio de
aquel derecho. Según la Exhort. Ap. Reconcilitio et Paenitentiae 33, la confesión
íntegra e individual de los pecados constituye un derecho inviolable e inaliena-
ble de fiel.
profunda labor altamente positiva de regeneración en las almas del «vir perfec-
tus», «in mensuram aetatis plenitudinis Christi» (cfr. Ef. 4, 13). En este sentido,
la confesión bien llevada es ya, por sí misma, una forma de dirección espiritual.
Precisamente por estas razones la práctica de acudir al sacramento de la reconci-
liación no puede reducirse a la sola hipótesis del pecado grave: aparte las consi-
deraciones de orden dogmático que se podrían hacer a este respecto, recordemos
que la confesión renovada periódicamente, llamada «de devoción», siempre ha
acompañado en la Iglesia el camino de la santidad» (Juan Pablo II, Discurso de
30.I.1981, AAS 73 [1981] 204).
989 El c. señala de un modo expreso que la obligación de confesarse al menos
una vez al año se refiere a los que tienen pecados mortales.
Respecto a la confesión de los niños, S. Pío X en el Decreto Quam singula-
ri, de 8.VIII.1910 (AAS 2 [1910] 583), reprobó cualquier costumbre de no ad-
mitir a la confesión o de no absolver nunca a los niños que hayan llegado al uso
de razón. Posteriormente, en el Addendum n. 5 del Directorio catequístico gene-
ral, de 11.IV.1971 (AAS [1972] 97-176), aunque se ratifica como vigente en la
Iglesia la costumbre de anticipar la confesión de los niños a la primera comu-
nión, tolera sin embargo ad experimentum ciertas praxis contrarias. Finalmente
una Declaración conjunta de 24.V.1973, de las Sagradas Congregaciones para la
disciplina de los Sacramentos y para los Clérigos (AAS 65 [1973] 410), puso fin
a dichos experimentos, determinando que hay que estar ubicumque et ab omni-
bus a lo preceptuado por el Decreto Quam singulari de S. Pío X.
991 El rito de que habla el c. se entiende el rito católico en conformidad con
lo establecido en los cc. 111-112. Para la confesión de un católico en una Igle-
620 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
aprobado que prefiera, aunque sea de otro time approbato etiam alius ri-
rito. tus, cui maluerit, peccata confi-
teri.
Capítulo IV
De las indulgencias
994 Quivis fidelis potest in- 994 Todo fiel puede lucrar para sí mis-
dulgentias sive partiales mo o aplicar por los difuntos, a ma-
sive plenarias, aut sibi ipsi lu- nera de sufragio, las indulgencias tanto
crari, aut defunctis applicare parciales como plenarias.
ad modum suffragii.
995 § 1. Praeter supremam 995 § 1. Además de la autoridad supre-
Ecclesiae auctoritatem ii ma de la Iglesia, sólo pueden con-
tantum possunt indulgentias ceder indulgencias aquellos a quienes el
elargiri, quibus haec potestas derecho reconoce esta potestad, o a quie-
iure agnoscitur aut a Romano nes se la ha concedido el Romano Pontí-
Pontifice conceditur. fice.
§ 2. Nulla auctoritas infra Ro-
manum Pontificem potest po- § 2. Ninguna autoridad inferior al Roma-
testatem concedendi indulgen- no Pontífice puede otorgar a otros la po-
tias aliis committere, nisi id ei a testad de conceder indulgencias, a no ser
Sede Apostolica expresse fuerit que se lo haya otorgado expresamente la
indultum. Sede Apostólica.
996 § 1. Ut quis capax sit lu- 996 § 1. Para ser capaz de lucrar indul-
crandi indulgentias debet gencias es necesario estar bautiza-
esse baptizatus, non excommu- do, no excomulgado, y hallarse en estado
nicatus, in statu gratiae saltem de gracia por lo menos al final de las
in fine operum praescriptorum. obras prescritas.
§ 2. Ut vero subiectum capax
eas lucretar, habere debet in- § 2. Sin embargo, para que el sujeto ca-
tentionem saltem generalem eas paz las lucre debe tener al menos inten-
acquirendi et opera iniuncta ción general de conseguirlas, y cumplir
implere statuto tempore ac de- las obras prescritas dentro del tiempo de-
bito modo, secundum conces- terminado y de la manera debida, según
sionis tenorem. el tenor de la concesión.
977 Ad indulgentiarum con- 997 Por lo que se refiere a la concesión
cessionem et usum quod y uso de las indulgencias, se han de
attinet, servanda sunt insuper observar además las restantes prescrip-
cetera praescripta quae in pe- ciones que se contienen en las leyes pe-
culiaribus Ecclesiae legibus culiares de la Iglesia.
continentur.
Título V
Del sacramento de la Unción de los enfermos
glorificado, para que los alivie y salve, se glorificato, ut eos allevet et sal-
administra ungiéndoles con óleo y di- vet, commendat, confertur eos
ciendo las palabras prescritas en los li- liniendo oleo atque verba profe-
bros litúrgicos. rendo in liturgicis libris prae-
scripta.
Capítulo I
De la celebración del sacramento
999 Además del Obispo, pueden bende- 999 Praeter Episcopum, ole-
cir el óleo que se emplea en la un- um in unctione infirmo-
ción de los enfermos: rum adhibendum benedicere
1.º quienes por derecho se equiparan al possunt:
1.º qui iure Episcopo dioecesa-
Obispo diocesano; no aequiparantur;
2.º en caso de necesidad, cualquier pres- 2.º in casu necessitatis, quilibet
bítero, pero dentro de la celebración del presbyter in ipsa tamen cele-
sacramento. bratione sacramenti.
1000 § 1. Las unciones han de hacerse 1000 § 1. Unctiones verbis,
cuidadosamente, con las palabras, ordine et modo praes-
orden y modo prescritos en los libros li- criptis in liturgicis libris, accu-
túrgicos; sin embargo, en caso de necesi- rate peragantur; in casu tamen
dad, basta una sola unción en la frente, o necessitatis, sufficit unctio uni-
ca in fronte vel etiam in alia
corporis parte, integra formula también en otra parte del cuerpo, dicien-
prolata. do la fórmula completa.
§ 2. Unctiones peragat minis- § 2. El ministro ha de hacer las uncio-
ter propria manu, nisi gravis nes con la mano, a no ser que una razón
ratio usum instrumenti suade- grave aconseje el uso de un instrumen-
at. to.
1001 Curent animarum pa- 1001 Los pastores de almas y los fami-
stores et infirmorum pro- liares del enfermo deben procurar
pinqui, ut tempore opportuno que sea reconfortado en tiempo oportuno
infirmi hoc sacramento suble- con este sacramento.
ventur.
1002 Celebratio communis 1002 La celebración común de la un-
unctionis infirmorum, ción de los enfermos para varios
pro pluribus infirmis simul, qui enfermos al mismo tiempo, que estén
apte sint praeparati et rite debidamente preparados y rectamente
dispositi, iuxta Episcopi dioece- dispuestos, puede hacerse de acuerdo
sani praescripta peragi potest.
con las prescripciones del Obispo dioce-
sano.
1000 Las unciones previstas por las normas litúrgicas son en la frente y en las
manos: éstas son, por tanto, las unciones exigidas ad liceitatem. Para la validez es
suficiente una sola unción, que debe hacerse en la frente, aunque no necesaria-
mente (Ordo Unctionis infirmorum 23).
1001 Este cuidado —por parte de los familiares y del párroco— debe ser
doble: en primer lugar, para que mediante una catequesis adecuada, se llegue a
un conocimiento serio de la naturaleza del sacramento, de forma que —llega-
do el momento— sea el mismo enfermo o anciano quien solicite la Unción; y
en segundo lugar, para que, en cualquier caso, no se ceda al riesgo de retrasar
indebidamente el sacramento, y pueda recibirlo el enfermo «con plena fe y de-
voción de espiritu», y —al igual que en el caso del Viático— pueda robustecer-
se con la fuerza del sacramento «en plena lucidez» (Ordo Unctionis infirmorum
13 y 27).
1002 Según los nn. 17 y 83 del Ordo Unctionis infirmorum, corresponde al
Obispo diocesano la moderación y vigilancia acerca de estas celebraciones. Por
el contenido y referencias de estos nn. podemos señalar los criterios que deben
tenerse en cuenta en relación con las prescripciones a que el c. se refiere: 1) cui-
dadosa observancia de todas las normas de la disciplina de la santa Unción,
para lo cual ha de prepararse debidamente la celebración litúrgica; 2) que esta
celebración comunitaria de ningún modo vaya en perjuicio del cuidado y dili-
gencia que ha de ponerse en la administración de este sacramento cuando es
próximo el peligro de muerte; 3) que vaya precedida de la necesaria prepara-
ción pastoral de enfermos y asistentes; 4) si se administra dentro de la Misa, ha
de hacerse en una iglesia, o al menos en un lugar digno; 5) incluso, si parece
oportuno, el Obispo diocesano designará al sacerdote que ha de administrar el
sacramento.
624 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
Capítulo II
Del ministro de la unción de los enfermos
Capítulo III
De aquéllos a quienes se ha de administrar
la unción de los enfermos
qui, adepto rationis usu, ob in- habiendo llegado al uso de razón, co-
firmitatem vel senium in pe- mienza a estar en peligro por enfermedad
riculo incipi versari. o vejez.
§ 2. Hoc sacramentum iterari § 2. Puede reiterarse este sacramento si el
potest, si infirmus, postquam
convaluerit, denuo in gravem enfermo, una vez recobrada la salud, con-
infirmitatem inciderit aut si, ea- trae de nuevo una enfermedad grave o si,
dem infirmitate perdurante, durante la misma enfermedad, el peligro
discrimem factum gravius sit. se hace más grave.
1005 In dubio utrum infir- 1005 En la duda sobre si el enfermo ha
mus rationis usum atti- alcanzado el uso de razón, sufre
gerit, an periculose aegrotet vel una enfermedad grave o ha fallecido ya,
mortuus sit, hoc sacramentum adminístresele este sacramento.
ministretur.
1006 Infirmis qui, cum suae 1006 Debe administrarse este sacramen-
mentis compotes essent, to a los enfermos que, cuando es-
Título VI
Del Orden
Capítulo I
De la celebración y ministro de la ordenación
1010 La ordenación debe celebrarse 1010 Ordinatio intra Missa-
dentro de una Misa solemne en rum sollemnia celebre-
domingo o en una fiesta de precepto, tur, die dominico vel festo de
aunque por razones pastorales puede ha- praecepto, sed ob rationes pa-
cerse también otros días, sin excluir los storales aliis etiam diebus, fe-
feriales. rialibus non exceptis, fieri po-
test.
1011 § 1. La ordenación ha de celebrar- 1011 § 1. Ordinatio genera-
se generalmente en la catedral; sin liter in cathedrali eccle-
embargo, por razones pastorales, puede sia celebretur; ob rationes ta-
tener lugar en otra iglesia u oratorio. men pastorales in alia ecclesia
aut oratorio celebrari potest.
§ 2. Deben ser invitados a la ordenación § 2. Ad ordinationem invitandi
clérigos y otros fieles, de manera que sunt clerici aliique christifide-
asistan a la celebración en el mayor nú- les, ut quam maxima frequentia
mero posible. celebrationi intersint.
tólico consagra a otro Obispo, como al que permite ser consagrado Obispo, sin
ese mandato apostólico.
El Decr. Christus Dominus 20 reitera «que el derecho a nombrar e instituir
a los Obispos es propio, peculiar y de suyo exclusivo de la competente autoridad
eclesiástica», invitando a las autoridades civiles a renunciar a los derechos o pri-
vilegios contrarios a este principio. Así lo hizo el Estado español por acuerdo
con la Santa Sede de 28.VII.1976 (B.O.E. del 24.IX), que entró en vigor el 20
de agosto de ese mismo año (vid. comentario al c. 377).
El M.P. Ecclesiae Sanctae, de 6.VIII.1966 (AAS 58 [1966] 757-787), en
ejecución del Decr. Christus Dominus 20, estableció: «Firme el derecho del Ro-
mano Pontífice de nombrar y de constituir libremente a los Obispos, y quedan-
do a salvo la disciplina de las Iglesias orientales, las Conferencias Episcopales, de
acuerdo con las normas establecidas o por establecer por la Sede Apostólica, tra-
ten bajo secreto y con prudencia cada año de los sacerdotes que pueden ser pro-
movidos al oficio episcopal y propongan a la Sede Apostólica los nombres de los
candidatos» (I, 10). Posteriormente el Consejo para los Asuntos Públicos de la
Iglesia promulgó, el 25.III.1972, la norma Episcoporum delectum (AAS 64
[1972] 386-391), por la que se instaura el procedimiento a seguir en la Iglesia
latina para la promoción al ministerio episcopal, a tenor del cual los Obispos de
cada país deben informar periódicamente a la Santa Sede acerca de los posibles
candidatos para el episcopado (vid. comentario al c. 1015).
1014 El c. 4 del Concilio de Nicea (año 325) exigía, por razones organizati-
vas, tres Obispos para ordenar un nuevo Obispo. En Occidente pronto se admi-
tió la posibilidad de dispensar de esta prescripción. Por la bula Episcopalis conse-
crationis, de 30.XI.1944 (AAS 37 [1945] 131), Pío XII estableció que los dos
Obispos hasta entonces llamados asistentes pasasen a llamarse consagrantes, reci-
tando en voz baja la mayor parte de las plegarías pronunciadas por el ministro
principal, incluida la fórmula de ordenación, tocando con ambas manos la cabe-
za del ordenando y teniendo la intención de ordenarlo. La Const. Sacrosanctum
Concilium 76 ordenó que se revisara el rito de las ordenaciones; y en ejecu-
ción de esta disposición, la Instr. Inter Oecumenici, de la S.C. de Ritos, de
26.IX.1964 (AAS 56 [1964] 877-900), dijo que la imposición de manos podían
hacerla todos los Obispos presentes (n. 69). En los praenotanda del Pontifical
Romano revisado, se dispone que conviene que todos los Obispos presentes or-
denen al elegido, junto con el consagrante principal. Para la validez, no obstan-
te, basta un solo Obispo.
1015 Quién es el Obispo propio y quien puede dar letras dimisorias, lo deter-
minan los cc. siguientes. La disposición afecta a la licitud de la ordenación. El c.
630 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
1022 Episcopus ordinans, ac- 1022 Una vez recibidas las legítimas
ceptis legitimis litteris dimisorias, el Obispo no debe or-
dimissoriis, ad ordinationem ne denar mientras no le conste sin lugar a
procedat, nisi de germana litte- dudas la autenticidad de las mismas.
rarum fide plane constet.
1023 Litterae dimissoriae pos- 1023 Las dimisorias pueden quedar so-
sunt ab ipso concedente metidas a limitaciones o ser revo-
aut ab eius successore limitibus cadas por quien las expidió o por su suce-
circumscribi aut revocari, sed sor; sin embargo, una vez dadas, no
semel concessae non extingu- pierden su eficacia por decaer el derecho
untur resoluto iure concedentis. del que las concedió.
Capítulo II
De los ordenandos
1022 La razón de ser de este c. pertenece a una época en que, por falta de me-
dios rápidos de comunicación, resultaba difícil comprobar la autenticidad o la
genuinidad de un documento reciente, y en consecuencia se daban casos de fal-
sificación. Hoy ese peligro de falsificación es remoto, y resulta fácil disipar cual-
quier duda al respecto. El c. 1052 § 2 dispone lo que deben contener las letras
dimisorias para que el Obispo pueda proceder a la ordenación; y el § 3 indica
que, si el Obispo tiene razones fundadas para dudar de la idoneidad del candi-
dato, pese a la corrección de las letras dimisorias, no debe promover al candida-
to al Orden sagrado.
1023 Reproduce este c. casi literalmente el antiguo c. 963. Valen las dimiso-
rias concedidas por el predecesor. Y si éstas no fueron aún expedidas, deben ser-
lo, a no ser que el sucesor disponga otra cosa. Se trata de un caso particular de
aplicación del c. 46.
1025 En la praxis de los primeros siglos, las ordenaciones eran relativas: se or-
denaba a un clérigo para ocupar un determinado cargo. La existencia de vacan-
tes determinaba el número de clérigos que habían de ser ordenados, así como el
grado del orden al que habían de ser promovidos. Posteriormente se fueron ha-
ciendo cada vez más frecuentes las ordenaciones absolutas, pero exigiéndose un
título de ordenación consistente por lo general, para los seculares, en un benefi-
cio, patrimonio o pensión. Los conceptos de utilidad y necesidad de la ordena-
ción para la Iglesia, derivaban de la casuística relativa a la existencia de vacantes;
y esa utilidad o necesidad se referían a una Iglesia particular. La aparición del tí-
tulo de ordenación de servicio a la diócesis, que el CIC 17 consideraba supleto-
rio en su c. 981, hizo desaparecer los restantes, siendo rarísimo que se utilizasen
los títulos de beneficio, patrimonio o pensión. El Código actual no exige ya la
existencia de un título de ordenación, ni se previó su existencia para los diáco-
nos, cuando se restableció el diaconado permanente por el M.P. Sacrum diaco-
natus ordinem, de 18.VI.1967 (AAS 59 [1967] 697 y ss.; cfr. nn. 19, 20 y 21).
En los tiempos actuales, la utilidad del ministerio para la Iglesia no puede ya
ser valorada en relación con las vacantes de la propia diócesis, sino en relación con
las necesidades de la Iglesia universal, en congruencia con los cc. 233 y 257. Aun-
que un Obispo tenga suficiente clero en su diócesis, puede promover a las órdenes
sagradas a quien es idóneo para el ministerio, con la finalidad de destinarlo al ser-
vicio de otra diócesis. Puede ordenarlo para el servicio de una determinada dióce-
sis, en cuyo caso queda incardinado en esa diócesis, a tenor del c. 266 § 1; o bien
para una diócesis indeterminada, quedando incardinado en su propia diócesis
para, en el momento oportuno, proceder a la excardinación y correlativa incardi-
nación en la diócesis necesitada de clero: cfr. S.C. del Concilio, 10.III.1923 (AAS
16 [1924] 51; CPI 24.VII.1939; AAS 31 [1939] 321). La limitación del c. 269,
1.º, hace referencia a quienes no están dispuestos a ser trasladados a otra diócesis.
P. I. t. VI. Del Orden 635
Art. 1
De los requisitos por parte de los ordenandos
Este c. refiere la utilidad del ministerio no sólo a los seculares —como ha-
cia el c. 969 CIC 17— sino a todo tipo de clero. Esa utilidad ha de ser aprecia-
da únicamente en el caso de las instituciones en las que sólo unos pocos miem-
bros se ordenan para atender a las necesidades pastorales y apostólicas de la
propia institución. Pero en otras muchas instituciones, el acceso al sacerdocio
forma parte de la vocación de determinadas categorías de miembros; y no es
preciso apreciar utilidad o necesidad para la Iglesia. La recepción del sacerdocio
se justifica suficientemente porque permite la renovación del sacrificio del Cal-
vario, sin que sea necesario encomendar al sacerdote una concreta tarea pastoral
o la cura de almas, como sucede desde épocas muy lejanas con los monjes.
Por el M.P. Ecclesiae Sanctae, I, 1, de 6.VIII.1966 (AAS 58 [1966]
557-787), Pablo VI instituyó un Consejo encargado de la distribución del cle-
ro, constituido en el seno de la S.C. para los Clérigos (cfr. Regimini Ecclesiae
universae 68 § 2; cfr. también Const. Ap. Pastor Bonus, art. 95 § 2). El
25.III.1980, la S.C. para los Clérigos dio unas normas directivas para promover
la mutua cooperación entre las Iglesias particulares, principalmente por lo que
se refiere a una más apta distribución del clero en todo el orbe (AAS 72 [1980]
343-364). Quienes deben promover esa cooperación son principalmente las
Conferencias Episcopales y los Consejos de superiores religiosos.
sados. Y en el mismo M.P. (nn. 2 y 12) se establece que los casados sólo pueden
ordenarse una vez cumplidos los treinta y cinco años; los no casados, una vez
cumplidos los veinticinco.
El CIC 17 mantuvo para las órdenes de diácono transeúnte y presbítero la
edad requerida por el Concilio de Trento (Secc. XXIII, de ref. c. 12), aunque
formulándola de una manera diferente. El Código actual eleva en ambos casos
un año la edad requerida, que pasa a ser la de veintitrés años cumplidos para el
diácono no permanente, y de veinticinco para el presbítero. También se eleva la
edad del episcopado de treinta años a treinta y cinco (cfr. c. 378). El cómputo
de edad se realiza conforme al c. 203. De acuerdo con la declaración de la CPIV,
de 19.VII.1970 (AAS 62 [1970] 571) y el M.P. De Episcoporum muneribus n.
IX, 6 de 15.VI.1966 (AAS 58 [1966] 467-472), se permite la dispensa de edad
que no exceda de un año.
El CIC eleva a seis meses —el anterior Código señalaba tres— el intervalo
de tiempo que debe mediar entre la recepción del diaconado y el presbiterado. La
finalidad es que haya tiempo para ejercitar el orden recibido. Muchas religiones
poseen privilegios para acortar ese intervalo de tiempo, denominado intersticio.
1032 El plan de estudios para quienes se preparan para el sacerdocio com-
prende un mínimo de un bienio filosófico y un cuadrienio teológico (cfr. c.
250). Basta haber terminado el tercer año de Teología para poder recibir el dia-
P. I. t. VI. Del Orden 639
Art. 2
De los requisitos previos para la ordenación
nem tradat propria manu exa- letra, en la que haga constar que va a re-
ratam et subscriptam, qua te- cibir el orden espontánea y libremente, y
stificetur se sponte ac libere sa- que se dedicará de modo perpetuo al mi-
crum ordinem suscepturum at- nisterio eclesiástico, al mismo tiempo
que se ministerio ecclesiastico que solicita ser admitido al orden que as-
perpetuo mancipaturum esse, pira a recibir.
insimul petens ut ad ordinem
recipiendum admittatur
1037 Promovendus ad diaco- 1037 El candidato al diaconado perma-
natum permanentem qui nente que no esté casado, y el
non sit uxoratus, itemque promo- candidato al presbiterado, no deben ser
vendus ad presbyteratum, ad admitidos al diaconado antes de que ha-
ordinem diaconatus ne admit- yan asumido públicamente, ante Dios y
tantur, nisi ritu praescripto pu- ante la Iglesia, la obligación del celibato
blice coram Deo et Ecclesia
obligationem caelibatus as- según la ceremonia prescrita, o hayan
sumpserint, aut vota perpetua emitido votos perpetuos en un instituto
in instituto religioso emiserint. religioso.
1038 Diaconus, qui ad pre- 1038 No puede prohibirse el ejercicio
sbyteratum promoveri del orden recibido a un diácono
renuat, ab ordinis recepti exer- que rehúse recibir el presbiterado, a no
citio prohiberi non potest, nisi ser que esté afectado por un impedimento
impedimento detineatur cano- canónico o por otra causa grave, que
nico aliave gravi causa, de iudi- debe juzgar el Obispo diocesano o el Su-
cio Episcopi dioecesani aut Su-
perioris maioris competentis perior mayor competente.
aestimanda.
1039 Todos los que van a recibir un or- 1039 Omnes qui ad aliquem
den deben hacer ejercicios espiri- ordinem promovendi
tuales, al menos durante cinco días, en el sunt, exercitiis spiritualibus va-
lugar y de la manera que determine el Or- cent per quinque saltem dies, lo-
dinario; el Obispo, antes de proceder a la co et modo ab Ordinario deter-
ordenación, debe ser informado de que minatis; Episcopus, antequam
ad ordinationem procedat, cer-
los candidatos han hecho debidamente tior factus sit oportet candidatos
esos ejercicios. rite iisdem exercitiis vacasse.
Art. 3
De las irregularidades y de otros impedimentos
5.º quien dolosamente y de manera grave 5.º qui seipsum vel alium gravi-
se mutiló a sí mismo o a otro, o haya in- ter et dolose mutilaverit vel sibi
tentado suicidarse; vitam adimere tentaverit;
6.º quien haya realizado un acto de potes- 6.º qui actum ordinis posuerit
constitutis in ordine episcopa-
tad de orden reservado o a los Obispos o, tus vel presbyteratus reserva-
los presbíteros, sin haber recibido ese or- tum, vel eodem carens, vel ab
den o estándole prohibido su ejercicio eius exercitio poena aliqua ca-
por una pena canónica declarada o im- nonica declarata vel irrogata
puesta. prohibitus.
1042 Están simplemente impedidos 1042 Sunt a recipiendis ordi-
para recibir las órdenes: nibus simpliciter impe-
diti:
1.º el varón casado, a no ser que sea legí-
timamente destinado al diaconado perma- 1.º vir uxorem habens, nisi ad
diaconatum permanentem le-
nente; gitime destinetur;
2.º quien desempeña un cargo o tarea de 2.º qui officium vel administra-
administración que se prohíbe a los cléri- tionem gerit clericis ad nor-
gos a tenor de los cc. 285 y 286, y debe mam cann. 285 et 286 vetitam
rendir cuentas, hasta que, dejado ese car- cuius rationem reddere debet,
go o tarea y rendido cuentas, haya queda- donec, depositis officio et admi-
do libre; nistratione atque rationibus red-
ditis, liber factus sit;
3.º el neófito, a no ser que, a juicio del 3.º neophytus, nisi, iudicio Or-
Ordinario, haya sido suficientemente pro- dinarii, sufficienter probatus
bado. fuerit.
1043 Los fieles están obligados a mani- 1043 Christifideles obligatio-
festar al Ordinario o al párroco, ne tenentur impedimen-
antes de la ordenación, los impedimentos ta ad sacros ordines, si qua no-
para la recepción de las órdenes de los rint, Ordinario vel parocho an-
que tengan noticia. te ordinationem revelandi.
1042 Para que una persona casada quede destinada legítimamente al diacona-
do permanente, es necesario que haya cumplido treinta y cinco años y no haya
efectuado el rito de asunción de la obligación del celibato. Estos impedimentos
pueden cesar como hechos, sin necesidad de dispensa. La irregularidad de que
trata el c. 1041, 1.º, también puede cesar como hecho, en cuyo caso debe cons-
tatarlo el Ordinario, con la ayuda de peritos. Tampoco en este caso hay dispen-
sa, sino cesación del supuesto de hecho.
Hay impedimento en el supuesto del n. 2.º, aunque el clérigo ejerza ese
oficio o administración con la debida licencia, o aunque se trate de un laico que
no la necesita para ejercerlos legítimamente. Para el diaconado permanente no
cabe apreciar esa irregularidad, a tenor del c. 288.
Por neófito se entiende al que en edad adulta se convirtió a la fe y recibió el
Bautismo en forma absoluta; no los que, tras rechazar los errores de la herejía, se
vuelven a bautizar sub conditione. Por edad adulta, a estos efectos, hay que en-
tender los catorce años, a tenor del c. 1478 § 3.
1043 Reproduce casi literalmente el antiguo c. 999. Los supuestos contem-
plados en el c. 1548 eximen de esta obligación. La obligación se refiere al c.
1041 y no al 1044. El impedimento ha de ser tomado en sentido amplio, como
impedimento e irregularidad.
P. I. t. VI. Del Orden 645
1044 Los autores anteriores a este Código solían definir las irregularidades y los
impedimentos como supuestos de hecho que directamente impedían la recepción
de órdenes sagradas, e indirectamente su ejercicio. No había, como ahora sucede
con este precepto de nuevo cuño, un c. especial para señalar los supuestos de he-
cho que impiden el ejercicio del orden recibido, aludiéndose a la prohibición de
ejercer las órdenes recibidas genéricamente contenida en el antiguo c. 968 § 2. Se-
gún la nueva sistemática, hay que distinguir entre irregularidades e impedimentos
para recibir órdenes, e irregularidades e impedimentos para ejercer el orden recibi-
do. Sin embargo, esta sistemática no se aplica coherentemente; y así, los cc. 1047
§ 3 y 1048 deberían remitir al c. 1044, y no al c. 1041; y el c. 1049 también al c.
1044, además de al c. 1041. Por lo demás, en virtud de las remisiones del c. 1044
al c. 1041, se sigue que la única diferencia entre uno y otro se da en el n. 2.º del c.
1041, y en el § 1 n. 2.º del c. 1044. El n. 2 del c. 1041 no exige que el delito sea
público —concepto desaparecido del actual Libro VI—, mientras que el 1044,
2.º exige que sea público, por lo que será necesario aplicar la tradicional distinción
en esta materia. Así pues, la única irregularidad para recibir órdenes que no lo es
para ejercer el orden recibido, consiste en cometer delito no público de apostasía,
herejía o cisma después de haber recibido la ordenación.
La remisión al c. 1041, 6.º por el § 1, 3.º es redundante, por cuanto consi-
dera irregular para ejercer el propio orden a quien lo tiene prohibido mediante
declaración o irrogación de una pena. No resulta en cambio superfluo declarar
que es irregular para ejercer el propio orden quien ejerció indebidamente un or-
den superior: afecta al diácono y al presbítero, aunque no al laico —aunque sea
lector o acólito—, pues se trata de órdenes y no de ministerios.
1045 La ignorancia no exime de las irregularidades y de los impedimentos,
pues su razón de ser no es penal. Derogado el antiguo c. 986 —que exigía que,
646 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
además del aspecto delictual, el delito fuese pecado grave cometido después del
Bautismo—, la ignorancia no puede eximir indirectamente de la irregularidad
en razón de que exima del pecado.
1046 Son causas diversas cada uno de los supuestos de hecho contemplados
en los cc. 1041, 1042 y 1044. El antiguo c. 989 no mencionaba el aborto, sino
sólo, el homicidio, entre aquellas irregularidades cuya repetición multiplica la
irregularidad, por lo que se disputaba si el homicidio incluía o no el aborto.
Ahora queda despejada esta duda en sentido positivo.
1047 Se inspira este c. en el c. 990 § 1 del CIC 17, y en los M.P. Pastorale
munus, de 30.XI.1963 (AAS 56 [1964] 5-12, nn. 16 y 17); De Episcoporum mu-
neribus, de 15.VI.1966 (AAS 58 [1966] 467-472, n. IX, 9 y 10); y en el Res-
cripto Cum admotae, de 6.XI.1964 (AAS 59 [1967] 374-378, nn. 7 y 8).
El c. está redactado —frente a la antigua redacción del c. 990 y frente a
los términos del M.P. Pastorale munus y del Rescripto Cum admotae— de tal
manera que cesa de estar reservado a la Santa Sede aquello de lo que no se hace
mención especial; por tanto, cesan también de estar reservados los impedimen-
tos y las irregularidades que aquí no se indican también en favor de los superio-
P. I. t. VI. Del Orden 647
Art. 4
De los documentos que se requieren y del escrutinio
1050 Para que alguien pueda acceder a 1050 Ut quis ad sacros ordi-
las sagradas órdenes se requieren nes promoveri possit, se-
los siguientes documentos: quentia requiruntur documen-
ta:
2.º para que la investigación sea realizada 2.º Episcopus dioecesanus aut
convenientemente, el Obispo diocesano o Superior maior, ut scrutinium
el Superior mayor puede emplear otros rite peragatur, potest alia adhi-
medios que le parezcan útiles, atendiendo bere media quae sibi, pro tem-
a las circunstancias de tiempo y de lugar, poris et loci adiunctis, utilia vi-
como son las cartas testimoniales, las deantur, uti sunt litterae testi-
moniales, publicationes vel
proclamas u otras informaciones. aliae informationes.
1052 § 1. Para que el Obispo que con- 1052 § 1. Ut Episcopus ordi-
fiere la ordenación por derecho nationem iure proprio
propio pueda proceder a ella, debe tener conferens ad eam procedere
constancia de que se han recibido los do- possit, ipsi constare debet docu-
cumentos indicados en el c. 1050, y de menta, de quibus in can. 1050,
que se ha probado de manera positiva la praesto esse atque, scrutinio ad
normam iuris peracto, idonei-
idoneidad del candidato, mediante la in- tatem candidati positivis argu-
vestigación realizada según derecho. mentis esse probatam.
§ 2. Para que un Obispo ordene a un súb- § 2. Ut Episcopus ad ordinatio-
dito ajeno, basta que las dimisorias atesti- nem procedat alieni subditi,
güen que se tienen esos documentos, que sufficit ut litterae dimissoriae
se ha hecho el escrutinio a tenor del dere- referant eadem documenta praes-
cho, y que consta la idoneidad del candi- to esse, scrutinium ad normam
dato; si el ordenando es miembro de un iuris esse peractum atque de
instituto religioso o de una sociedad de idoneitate candidati constare;
vida apostólica, las dimisorias deben ade- quod si promovendus sit sodalis
instituti religiosi aut societatis
más dar fe de que ha sido recibido en el vitae apostolicae, eaedem litte-
instituto o sociedad de modo definitivo y rae insuper testari debent ip-
es súbdito del Superior que da las dimiso- sum in institutum vel societa-
rias. tem definitive cooptatum fuisse
§ 3. Si, a pesar de todo esto, el Obispo et esse subditum Superioris qui
duda con razones ciertas de la idoneidad dat litteras.
del candidato para recibir las órdenes, no § 3. Si, his omnibus non obstan-
lo debe ordenar. tibus, ob certas rationes Episco-
pus dubitat num candidatus sit
idoneus ad ordines recipiendos,
eundem ne promoveat.
mación a los que se alude en este c., como los módulos que figuran como
apéndice a la Instr. Quam ingens, que en muchos casos será conveniente utili-
zar, y en otros no; vid. c. 1029.
1052 La idoneidad del candidato ha de ser probada con argumentos positi-
vos: no basta que no conste nada en contra: vid. cc. 1029 y 1051.
La Instr. Quantum religionis de 31.XII.1931 (AAS 24 [1932] 74-81) pres-
cribe —y esto ha de referirse a los miembros de los institutos religiosos y de las
sociedades clericales— que no se pueden recibir órdenes sin haber hecho antes
la profesión perpetua; si se trata de religiones en las que no se emiten votos per-
petuos, no pueden recibirse sin que haya mediado un trienio de votos tempora-
les; si se trata de sociedades donde no se emiten votos —hecha la incorporación
definitiva, si es que existe—, sin que haya mediado un trienio desde la primera
incorporación al noviciado.
P. I. t. VI. Del Orden 651
Capítulo III
De la inscripción y certificado de la ordenación realizada
Título VII
Del Matrimonio
1061 Puede señalarse como novedad el requisito humano modo para conside-
rar consumado el matrimonio. Discutíase antes si la realización del acto conyu-
gal mediante violencia o de modo irracional consumaba o no el matrimonio;
esta duda ya no cabe ahora. Humano modo equivale a acto humano, siguiendo
las reglas de éste; por lo tanto, sólo impiden la consumación aquellos vicios que
quitan la voluntariedad, no los que sólo la disminuyen.
1062 § 1. Se suprimen los requisitos que señalaban los § § 1 y 2 del c. 1017
del CIC 17 para la validez de la promesa de matrimonio, limitándose a remitir
a las disposiciones de la Conferencia Episcopal. En ausencia de estas disposicio-
nes, la promesa se regulará por el derecho natural y la costumbre; si la promesa
se ha hecho acogiéndose a la ley civil, tendrá el valor que ésta le conceda. En
cualquier caso, queda firme lo establecido en el § 2 de este c.
§ 2. La acción de reparación de daños puede ejercerse ante la jurisdicción
eclesiástica o ante la jurisdicción civil. Esta acción no es causa de suspensión de
la celebración del matrimonio que desea contraerse con contravención de la
promesa.
656 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
Capítulo I
De la atención pastoral y de lo que debe preceder a la
celebración del matrimonio
1063 Los pastores de almas están obli- 1063 Pastores animarum obli-
gados a procurar que la propia co- gatione tenentur curan-
munidad eclesiástica preste a los fieles di ut propria ecclesiastica com-
asistencia para que el estado matrimonial munitas christifidelibus assi-
se mantenga en el espíritu cristiano y pro- stentiam praebeat, qua status
grese hacia la perfección. Ante todo, se matrimonialis in spiritu chri-
stiano servetur et in perfeccione
ha de prestar esta asistencia: progrediatur. Haec assistentia
1.º mediante la predicación, la catequesis imprimis praebenda est:
acomodada a los menores, a los jóvenes 1.º praedicatione, catechesi mi-
y a los adultos, e incluso con los medios noribus, iuvenibus et adultis ap-
de comunicación social, de modo que los tata, immo usu instrumentorum
fieles adquieran formación sobre el sig- communicationis socialis, qui-
nificado del matrimonio cristiano y sobre bus christifideles de significatio-
la tarea de los cónyuges y padres cristia- ne matrimonii christiani deque
nos; munere coniugum ac parentum
christianorum instituantur;
Pablo II, quien, después de referirse a las tres fases de la preparación —remota,
próxima e inmediata (vid. Familiaris consortio 66)—, señala expresamente:
«Aunque no se ha de menospreciar la necesidad y obligatoriedad de la prepara-
ción inmediata al matrimonio —lo cual sucedería si se dispensase fácilmente de
ella—, sin embargo, tal preparación debe ser propuesta y actuada de manera
que su eventual omisión no sea un impedimento para la celebración del matri-
monio» (ibid., n. 66).
El esfuerzo pastoral para formar convenientemente a los contrayentes es de
todo punto necesario; pero ha de hacerse compatible: a) con el delicado respeto
al derecho fundamental de los fieles a contraer matrimonio (c. 1058); b) con las
exigencias del principio de inseparabilidad entre matrimonio y sacramento (vid.
cc. 1055 § 2 y 1071, y sus comentarios); c) con la consideración de que el ma-
trimonio no es un sacramento reservado sólo a cristianos particularmente selec-
tos.
658 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
(AAS 13 [1921] 349), advertía a los Ordinarios que recordasen a los párrocos
que «no les era lícito asistir al matrimonio con el pretexto e intención de apartar
a los fieles de un torpe concubinato, o de evitar el escándalo del llamado matri-
monio civil, mientras no les constase legítimamente el libre estado de los con-
trayentes, habiendo cumplido todo lo prescrito por el Derecho».
1071 Enumera una serie de supuestos en los que se debe solicitar autoriza-
ción del Ordinario del lugar para asistir a la celebración del matrimonio. De en-
tre todos ellos, el que quizá revista mayor dificultad para su delimitación prácti-
ca y adecuada solución sea el contemplado en el § 1, 4.º. Aparte de la dificultad
objetiva de precisar cuándo el hecho del alejamiento de la fe católica reviste esa
característica de «notoriedad» (vid. Communicationes 9 [1977] 144), aquí puede
involucrarse, además, el tema de la fe de los contrayentes en la recepción del sa-
cramento del matrimonio (vid. sobre este punto Const. Sacrosanctum Concilium
59; Ordo celebrandi matrimonium 7; Comisión Teológica Internacional, Foedus
matrimoniale (1977); Juan Pablo II, Exhort. Ap. Familiaris consortio 68).
En este último documento, se insiste en que basta la «recta intención» y la
aceptación «al menos de manera implícita» de «lo que la Iglesia tiene intención
de hacer cuando celebra el matrimonio» (n. 68). De ahí que la actitud de los
pastores ante el caso contemplado en este precepto legal deberá ser la de poner
todos los medios para reavivar la fe del contrayente. Es decir, el párroco deberá,
ante todo, emplear las medidas pastorales a que se refieren, por ej., los cc. 1063
y 1065, para formar, estimular al contrayente y atraerlo a la vivencia de su fe. En
todo caso, si se encuentra ante un supuesto como el descrito en el n. comenta-
660 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
Capítulo II
De los impedimentos dirimentes en general
1073 El impedimento dirimente inhabi- 1073 Impedimentum dirimens
lita a la persona para contraer ma- personam inhabilem red-
trimonio válidamente. dit ad matrimonium valide con-
trahendum.
nónico y que, por tanto —como ha sido subrayado frecuentemente por la doc-
trina—, debían tener carácter excepcional, habían de constar expresamente y te-
nían que ser interpretadas en sentido estricto.
Tales restricciones, como queda dicho, incidían en la validez o en la licitud
del matrimonio. De ahí la fundamental división (c. 1036 del CIC 17) entre im-
pedimentos impedientes (afectaban a la licitud, pero no a la validez) y dirimen-
tes (afectaban a la validez).
En los trabajos preparatorios del Código se mantuvo, en un primer mo-
mento, este mismo esquema, aunque se cambió la denominación de los impe-
dientes por la de prohibentes. Sin embargo, tras las sugerencias de los órganos de
consulta y las discusiones en el correspondiente grupo de estudio (cfr. Commu-
nicationes 9 [1977] 132 ss.), se llegó a la conclusión de la conveniencia de supri-
mir por completo los prohibentes (reducidos, en definitiva, en el proyecto a tres:
voto público temporal de castidad perfecta, parentesco legal cuando rige así en
el correspondiente ordenamiento estatal, y mixta religión). La razón fundamen-
tal, a juicio de los consultores que apoyaban esta solución, era la de que «no tie-
nen efecto más que en el orden moral» (ibid., p. 134), puesto que en el orden
jurídico su único efecto «consiste en que el párroco puede legítimamente recha-
zar su asistencia al matrimonio» (ibid.). Por el contrario, los consultores favora-
bles a mantener estos impedimentos subrayaban su «función pedagógica», que
hace que los afectados por ellos «desistan de contraer matrimonio» (ibid.).
Así las cosas, lo cierto es que, en la actual regulación, se suprimen los im-
pedimentos impedientes (o prohibentes) (vid. también Communicationes 10
[1978] 126). Con lo cual deja de ser estrictamente necesario el calificativo diri-
mentes que se añade en esta rúbrica —también en el siguiente cap., al tratar de
los impedimentos en especial (vid. en este sentido la referencia de Communica-
tiones 9 [1977] 359)— o en el c. 1073: tal especificación tenía todo su significa-
do en el régimen jurídico anterior. Ahora, si estamos ante un impedimento, sen-
su stricto, afecta a la validez del matrimonio; de lo contrario, no se tratará de un
impedimento en sentido legal. De ahí que el término dirimentes haya venido a
ser un calificativo cuyo sentido deberá ser explicado a la luz de los antecedentes
aquí someramente descritos.
1073 Este precepto legal parece insinuar una solución a la larga discusión doc-
trinal acerca de si los impedimentos son incapacidades, incompatibilidades, pro-
hibiciones legales o faltas de legitimación. El c. subraya claramente que el impe-
dimento hace inhábil a la persona, es decir, incapaz para contraer válidamente
matrimonio. Ocurre, sin embargo, que la inhabilidad en ocasiones es propia-
mente tal (por ej., en la impotencia absoluta) y, en otras, en realidad se trata de
falta de legitimación (como, por ej., en los impedimentos de vínculo, disparidad
de cultos, orden sagrado, rapto, crimen, etc.). En todo caso, lo importante desde
el punto de vista práctico no es la calificación exacta de la naturaleza jurídica de
estos obstáculos —que, en definitiva, son el resultado de una clasificación legal,
con toda la evolución histórica y doctrinal que ahí subyace—, sino la considera-
ción de que el matrimonio así contraído es nulo.
1074 Repite textualmente lo ya prescrito en el c. 1037 del CIC 17. El impe-
dimento será público u oculto no en función, primordialmente, de su divulga-
662 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
§ 2. Haec potestas valet etiam § 2. Esta potestad vale también para con-
ad matrimonium convalidan- validar un matrimonio, si existe el mis-
dum, si idem periculum sit in mo peligro en la demora y no hay tiempo
mora nec tempus suppetat re- para recurrir a la Sede Apostólica, o al
currendi ad Sedem Apostoli- Ordinario del lugar cuando se trate de
cam vel ad loci Ordinarium, impedimentos de los que puede dispen-
quod attinet ad impedimenta a
quibus dispensare valet. sar.
1081 Parochus aut sacerdos 1081 Tanto el párroco como el sacerdo-
vel diaconus, de quibus te o el diácono, a los que se refie-
in can. 1079, § 2, de concessa re el c. 1079 § 2, han de comunicar inme-
dispensatione pro foro externo diatamente al Ordinario del lugar la
Ordinarium loci statim certio- dispensa concedida para el fuero externo;
rem faciat; eaque adnotetur in y ésta debe anotarse en el libro de matri-
libro matrimoniorum.
monios.
1082 Nisi aliud ferat Pae- 1082 A no ser que el rescripto de la Pe-
nitentiariae rescriptum, nitenciaría determine otra cosa, la
dispensatio in foro interno non dispensa de un impedimento oculto con-
sacramentali concessa super cedida en el fuero interno no sacramental
impedimento occulto, adnote- se anotará en el libro que debe guardarse
tur in libro, qui in secreto cu- en el archivo secreto de la curia; y no es
riae archivo asservandus est, necesaria ulterior dispensa para el fuero
nec alia dispensatio pro foro ex-
terno est necessaria, si postea externo, si el impedimento oculto llegase
occultum impedimentum publi- más tarde a hacerse público.
cum evaserit.
Capítulo III
De los impedimentos dirimentes en particular
mentarios a los cc. 1074 y 1079 § 3) una Respuesta del CPI que aclarase estos
extremos, principalmente lo apuntado en a) y c).
El § 2 corresponde a lo ya establecido en el mismo § del c. 1045 CIC 17, al
que se ha añadido —en congruencia con el conjunto del sistema actual— la re-
ferencia al Ordinario cuando se trata de impedimentos que él puede dispensar.
1081 Respecto de la disciplina anterior (c. 1046 CIC 17), se añade, lógica-
mente, al diácono (vid. comentario al c. 1079).
1082 Recoge lo ya regulado en el mismo sentido por el c. 1047 del CIC 17.
Vid. los comentarios a los cc. 1074, 1079 (en el apartado e), 1080 § 1, respecto
de la utilidad de una Respuesta del CPI sobre el sentido preciso del término
«oculto» en estos supuestos.
Otros aspectos en los que conviene fijar la atención son los siguientes:
1) La misma expresión del c., en su § 1, indica que la impotencia es un im-
pedimento de derecho divino-natural. Por tanto, no es dispensable.
2) Desde la perspectiva jurídica, la impotencia es la incapacidad para reali-
zar el acto conyugal; es decir, la incapacidad de realizar la cópula con todos sus
elementos esenciales, tal y como están configurados por la naturaleza. En cam-
bio, con el término esterilidad se designan aquellos defectos que imposibilitan la
generación, pero sin afectar al acto conyugal. Esta última (§ 3) no constituye
impedimento. En los trabajos preparatorios del CIC se consideró alguna suge-
rencia en esta línea, quedando de nuevo claro que «la esterilidad no impide el
matrimonio ex ipso iure naturae» (Communicationes 9 [1977] 361). Cuestión
distinta sería que la fecundidad sea puesta como condición en el consentimien-
to matrimonial, en cuyo caso habrán de tenerse en cuenta los cc. correspondien-
tes del cap. relativo al consentimiento (cc. 1095 ss.) y, en concreto, el c. 1102.
3) Los tres requisitos para que la impotencia constituya impedimento, apa-
recen también en el c.: a) antecedente al matrimonio; b) perpetua (en sentido ju-
rídico: incurable por medios ordinarios, lícitos y no peligrosos para la vida o
gravemente perjudiciales para la salud); c) cierta, como se deduce del § 2 (el gra-
do de certeza será el de «certeza moral», a que hace referencia el c. 1608 § 1).
4) Finalmente, en esta materia, debe tenerse en cuenta el importante Decr.
de la S.C. para la Doctrina de la Fe, de 13.V.1977 (AAS 69 [1977] 426), que ha
venido a resolver la controvertida cuestión de los vasectomiados y otros casos si-
milares; es decir, el tema del verum semen.
Tal declaración resuelve en el terreno práctico esta cuestión. Desde la pers-
pectiva de la doctrina jurídico-canónica, baste decir que el tenor literal y el con-
tenido de este Decr. encajan perfectamente dentro de la explicación doctrinal y
jurisprudencial común de la copula generativa, siempre que se subrayen tres as-
pectos fundamentales relacionados íntimamente con los elementos propiamente
humanos —y por consiguiente jurídicos— del acto conyugal:
a) La voluntariedad de la cópula conyugal (humano modo: vid. c. 1061 § 1
y su comentario).
b) La consideración de que integrante esencial de la cópula no es tanto el
semen transmitido cuanto el acto de transmisión. Como se ha señalado con pre-
cision por la doctrina, es elemento esencial de la cópula perfecta que se dé, de
manera suficientemente completa, el acto de transmisión que, de por sí, está or-
denado a la fecundación; esto es, que forma parte del natural proceso generati-
vo. Quiere esto decir que la potencia sexual, como capacidad jurídica, se recon-
duce a la capacidad de transmitir el líquido seminal, independientemente de su
composición —normal o defectuosa—.
c) La consideración de que por el fin de la generación no ha de entenderse,
primordialmente, la procreación efectiva de los hijos, sino, como subrayaron los
clásicos con precisión, la spes prolis: la ordenación del matrimonio a la genera-
ción de la prole —ordinatio ad prolem—, que es lo que, en definitiva, depende
de la actividad propiamente humana de los cónyuges.
1085 El impedimento de vínculo o ligamen es de derecho divino-natural, al ser
consecuencia de las propiedades esenciales del matrimonio —en especial de la
670 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
1) Parte católica: a) Puede serlo o bien por haber sido bautizada válidamen-
te en la Iglesia católica, o bien por haber sido recibida en ella proveniente de
otra confesión cristiana no en plena comunión con la Iglesia católica. Para la va-
lidez del bautismo, deben verse los cc. 849 ss.; vid. también la Instructio de Bap-
tismo parvulorum, de 20.X.1980, de la S.C. para la Doctrina de la Fe (AAS 72
[1980] 1137-1156). Si surgen dudas acerca de la validez del bautismo, debe ac-
tuarse según lo prescrito de los cc. 845 y 869 (este último ha tenido en cuenta
lo ya prescrito en el Directorio Ad totam Ecclesiam, de 14.V.1967, AAS 59
[1967] 574-592).
El c. 2314 § 2 del CIC 17 exigía abjuración, ante el Ordinario o dos testi-
gos, de los apóstatas, herejes o cismáticos. Pero ya el Directorio citado señaló, en
su n. 19, que «las prescripciones del c. 2314 solamente se aplican a aquellos que,
después de haberse separado culpablemente de la fe y comunión católica, piden
arrepentidos ser reconciliados con la Madre Iglesia». La disciplina codicial seña-
la, en efecto, la pena de excomunión latae setentiae para los apóstatas, herejes y
cismáticos (c. 1364); pero no han de ser considerados como tales «los hermanos
nacidos y bautizados fuera de la comunión visible con la Iglesia católica...» (Ad
totam Ecclesiam, 19). Vid. también el c. 751, que define la herejía, apostasía y
cisma, y su comentario.
b) En este c. se añade una cláusula que no constaba en el correspondiente
precepto del CIC 17: a no ser que (la parte católica) se haya apartado de ella
(Iglesia católica) mediante acto formal. Con ello se reduce el ámbito de aplica-
ción de este impedimento, aunque esta excepción puede ofrecer no pocas difi-
cultades de interpretación a la doctrina, a la práctica pastoral y a la jurispruden-
cia, para determinar con precisión qué debe entenderse por «acto formal» de
separación, y cuándo se ha producido, aparte los casos de apostasía, herejía, cis-
ma, a los que ya se ha aludido y que, en principio, son los únicos en los que ca-
bría hablar de la existencia de ese «acto formal» de separación. Vid., en conexión
con este tema, los comentarios a los cc. 1071 § 1, 4.º y 1117.
2) Parte no católica: se requiere que no esté bautizada válidamente (porque
nunca ha sido bautizada o porque el bautismo ha sido inválido, hipótesis esta
última —validez o existencia de dudas sobre el bautismo— a la que ya se ha he-
cho referencia). Pese a que algunos consultores propusieron suprimir la norma
contenida en el § 3 de este c., por coincidir con el principio general del favor
matrimonii. (cfr. Communicationes 9 [1977] 363), sin embargo, el legislador la
ha mantenido como un criterio práctico aplicable en este caso concreto de duda
sobre la existencia del impedimento.
En cuanto a la posibilidad de dispensa —pese a que en algunas anteriores
redacciones había sido suprimida la referencia expresa en este precepto por con-
siderarla superflua (cfr. Communicationes 9 [1977] 363)—, finalmente ha preva-
lecido el criterio de mencionarla explícitamente (§ 2), con remisión a los cc.
1125 y 1126, que, en definitiva, acogen las prescripciones sobre el tema del
M.P. Matrimonia mixta. La dispensa corresponde al Ordinario del lugar (vid. c.
1078), pero no puede concederla si no se cumplen las condiciones enumeradas
en el c. 1125. El Código establece también, en conformidad con el n. 7 del ci-
672 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
Capítulo IV
Del consentimiento matrimonial
1095 Sunt incapaces matri- 1095 Son incapaces de contraer matri-
monii contrahendi: monio:
1.º qui sufficienti rationis usu 1.º quienes carecen de suficiente uso de
carent; razón;
2.º quienes tienen un grave defecto de 2.º qui laborant gravi defectu
discreción de juicio acerca de los dere- discretionis iudicii circa iura et
chos y deberes esenciales del matrimonio officia matrimonialia essentia-
que mutuamente se han de dar y aceptar; lia mutuo tradenda et accep-
tanda;
3.º qui ob causas naturae 3.º quienes no pueden asumir las obliga-
psychicae obligationes matri- ciones esenciales del matrimonio por
monii essentiales assumere non causas de naturaleza psíquica.
valent.
chos y deberes esenciales del matrimonio que han de ser objeto de mutua entre-
ga y aceptación. La discreción de juicio alude a aquel grado de madurez del en-
tendimiento y de la voluntad de los contrayentes que les hace capaces de darse y
recibirse, a título de vínculo jurídico, en una única comunidad de vida y amor,
indisolublemente fiel, ordenada al bien de los cónyuges y a la procreación y edu-
cación de los hijos. d) Salvo prueba en contra, a partir de la pubertad se presume
el grado suficiente de discreción de juicio para el consentimiento válido. e) Para
invalidar el matrimonio, el defecto grave de la discreción de juicio ha de padecer-
se al menos y en todo caso en el momento de prestar el consentimiento. Su apre-
ciación es de competencia judicial en cada caso concreto.
Imposibilidad de asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causa
de naturaleza psíquica. El legislador acoge, como incapacidad consensual y causa
de nulidad, una serie compleja de anomalías psíquicas (entre las que destacan
los trastornos psicosexuales, si bien los supuestos fácticos no se agotan en ellos)
que afectan a la estructura personal del sujeto, quizás sin privarle del suficiente
uso de razón, ni impedirle directa y claramente su discreción de juicio o discer-
nimiento acerca del objeto del consentimiento, aunque si produciendo en él
una imposibilidad psicopatológica de asumir, haciéndose cargo en forma real-
mente comprometida y responsable, las obligaciones esenciales del matrimonio.
a) Mientras en las anteriores incapacidades el legislador parece atender al defec-
to del acto psicológico del consentimiento (ya por faltar el grado imprescindible
de entendimiento y voluntad para estimarlo como acto humano —insuficiente
uso de razón—, ya por carecer del grado suficiente de madurez para estimarlo
como proporcionado para el matrimonio —insuficiente discreción de juicio—),
en esta causa de nulidad se contempla la imposibilidad de disponer, a título de
deuda u obligación, del objeto del consentimiento por parte del contrayente,
compatible con un suficiente uso de razón o, incluso, discreción de juicio. b) Es
decisiva una correcta interpretación de la expresión «por causas de naturaleza
psíquica». Por medio de ella, el legislador impide sostener que una incapacidad
de asumir las obligaciones esenciales del matrimonio pueda derivarse de un es-
tado específico, aunque normal, del ser espiritual o de la estructura psíquica del
individuo humano. En consecuencia, exigir que dicha incapacidad de asumir
sólo es causa de nulidad si es causada por una «grave anomalía» psíquica resulta-
ría una tautología, porque sufrir esa incapacidad jurídica es ya una grave anoma-
lía psíquica. Con ello el legislador refuerza la naturaleza jurídica, que no psi-
quiátrica, de esta imposibilidad de asumir como causa de nulidad. La causa
psíquica —siempre grave para el Derecho si provoca la incapacidad consen-
sual— explica que el sujeto no pueda asumir: esto es, que carece de la posesión
o dominio de sí necesarios para hacerse cargo y responder de las obligaciones
matrimoniales esenciales. Pero la causa psíquica no es la causa de la nulidad,
sino el origen fáctico de la imposibilidad de asumir, que es la verdadera incapa-
cidad consensual. c) Al no ser posible que alguien carezca de la posibilidad de
asumir y sea psíquicamente normal, esta causa de nulidad requiere ser provoca-
da por una causa de naturaleza psíquica, lo que implica la irrelevancia de aque-
llas dificultades acerca de los deberes matrimoniales esenciales no causadas por
682 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
anomalías psíquicas o de las que, pese a tener dicho origen, sean superables me-
diante el esfuerzo moral ordinario. d) De ahí que, para ser estimada esta causa
de nulidad, lo que hay que probar no es tanto la gravedad de la anomalía psíqui-
ca, cuanto la imposibilidad de asumir del contrayente, la cual ha de ser absoluta
porque tratándose de un concepto jurídico, que se distingue de su causa psico-
patológica, y no cabiendo en el Derecho matrimonial un consentimiento par-
cialmente válido, hay plena capacidad jurídica o no la hay en absoluto. e) Mien-
tras la prueba pericial puede aportar la causa de índole psíquica, la apreciación
de la imposibilidad de asumir es de competencia judicial en cada caso concreto.
En todo caso, dicha imposibilidad de asumir ha de haber afectado, privándola,
a la capacidad del contrayente al menos en el momento de prestar el consenti-
miento, siendo irrelevantes las anomalías sobrevenidas en el in facto esse. f ) Para
apreciar la imposibilidad de asumir, el c. impone el criterio objetivo de las obli-
gaciones esenciales del matrimonio, forma de expresar la esencia del matrimo-
nio en términos de obligación jurídica o, también, el objeto del consentimiento
que se entrega y que, por ello, vincula como deber jurídico, a saber: la obligación
acerca del acto conyugal o unión carnal en su sentido de unión corporal y prin-
cipio de generación; la obligación de la comunidad de vida y amor como expre-
sión de la unión entre el varón y la mujer, bienes recíprocos y mutuos, e insepa-
rablemente, cauce y ambiente para la recepción y educación de la prole; y la
obligación de recibir y educar a los hijos en el seno de la comunidad conyugal.
Es importante recordar que estas obligaciones esenciales exigen ser mutuas, per-
manentes, continuas, exclusivas e irrenunciables, de suerte que habría incapacidad
si un contrayente estuviese, por causa psíquica, imposibilitado de asumirlas con
dichas notas esenciales.
1096 Indica el § 1 el contenido mínimo del conocimiento que el contrayente
ha de poseer sobre la naturaleza del matrimonio para que pueda prestar consen-
timiento. Es la voluntad la facultad mediante la que se consiente el matrimonio.
Mas la voluntad, en cuanto tal, es ciega y requiere del concurso previo del en-
tendimiento con el fin de que aporte aquel conocimiento, al menos mínimo,
sobre la naturaleza del matrimonio sin el cual la voluntad no podría determinar-
se con sentido, al faltarle la imprescindible percepción de su objeto. Contempla,
pues, este c. el papel del entendimiento como presupuesto cognoscitivo necesario
para la existencia del consentimiento. Ello significa que faltando un conoci-
miento mínimo del matrimonio, más que vicio o anomalía del consentimiento,
lo que hay es imposibilidad de existencia del consentimiento, por falta de su presu-
puesto intelectivo previo.
La tradicional expresión de «al menos no ignoren» significa que el conoci-
miento mínimo no es un saber discursivo y conceptual, culto, ni mucho menos
técnico. Basta que los contrayentes no desconozcan que el matrimonio es: a) un
P. I. t. VII. Del Matrimonio 683
consorcio, es decir que implica aquel sentido de unión propio de tener un desti-
no, proyecto o suerte común; b) permanente, que tiene una estabilidad o dura-
ción de la que carecen las meras relaciones esporádicas, casuales o transitorias,
sin ser necesario el estricto conocimiento de la indisolubilidad; c) entre varón y
mujer, esto es, que la relación conyugal sólo se establece entre personas de di-
verso sexo; d) ordenada a la procreación de los hijos, que está dirigida a tener
descendencia, y e) mediante una cierta cooperación sexual, expresión que inno-
va y precisa, en relación al c. 1082 § 1 del CIC 17, la debatida cuestión del co-
nocimiento del modo de la concepción: el actual, sobre este punto, señala que
basta con que los contrayentes conozcan que, para tener hijos, es necesario que
los padres los conciban mediante algún concurso de los órganos genitales de
ambos, sin ser preciso un completo conocimiento de los pormenores de la cópu-
la.
Se presume, en el § 2, que este contenido mínimo del conocimiento se po-
see a partir de la pubertad, si bien dicha presunción admite prueba en contra.
1097 Consiste el error en un defecto del acto del entendirniento por el que se
tiene un juicio falso o estimación equivocada de un objeto. Trata este c. del error
de hecho, llamado así porque su objeto es la persona misma del otro contrayente
o bien sus cualidades.
Señala el § 1 que el error acerca de la persona invalida el matrimonio. Existe
dicha figura cuando el contrayente, queriendo casarse con una persona cierta y
determinada, se casa por error con otra distinta. Siendo las propias personas de
los contrayentes, en sus dimensiones conyugales, el objeto del consentimiento y
siendo el vínculo la unión conyugal entre dichas personas, el error acerca de la
persona misma del otro contrayente afecta de manera substancial al objeto del
consentimiento, que en realidad no existe, por lo que, por derecho natural, tam-
poco hay matrimonio. Aunque el c. no lo menciona en forma expresa, entende-
mos que el mismo efecto invalidante tiene el llamado error redunante en la per-
sona, por cuanto este no es más que una manera de errar sobre la identidad
misma de la persona. Existe esta figura cuando la persona física de uno de los
contrayentes es desconocida por el otro, de suerte que suple este desconoci-
miento directo mediante una cualidad o característica propia y determinativa de
la irrepetibilidad personal del otro, que le sirve para identificarla (por ej., ser la
primogénita de una familia). Es evidente que si se yerra sobre la cualidad que sir-
ve para la identificación de la persona misma (cree que es la primogénita, cuan-
do en verdad es la segundona), se está errando sobre la misma persona y, por ello,
se aplica el mismo efecto invalidante, por igual fundamento, que en el error di-
recto acerca de la persona. Hacemos notar que en ambos supuestos, más que un
vicio hay una falta absoluta del consentimiento, porque el acto del entendimien-
to, que yerra el objeto de modo substancial, no suministra a la voluntad percep-
ción alguna verdadera de la identidad misma del otro contrayente.
Sienta el § 2 el principio de que si el objeto del error padecido por un con-
trayente son cualidades que estiman que, adornan al otro, aunque la falsa apre-
684 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
ciación de las mismas hubiera sido la razón que motivó su propósito de con-
traer, el matrimonio es válido. Tres consideraciones conviene tener en cuenta
para la debida interpretación de dicho principio: a) las personas mismas de los
contrayentes y no sus cualidades son el real objeto del consentimiento; b) el
error es un estado del acto del entendimiento que, en principio, no siempre pasa
a ser parte del acto de voluntad en que consiste el consentimiento, máxime
cuando, al no versar el error sobre la persona, el entendimiento no priva por
completo de objeto substancial al consentimiento o acto de la voluntad; c) la ex-
presión «aunque sea causa del contrato» alude, como es sabido, al motivo ante-
cedente que explica el propósito de casarse, pero no debe confundirse con un
elemento voluntario determinante y entrañado en el mismo acto de contraer; es
decir: un contrayente puede proponerse aceptar la boda con un error acerca de
las cualidades del otro (error concomitante que no invalida) y puede además ser
movido a este propósito de casamiento porque cree que existen las cualidades
(error antecedente o causa del contrato), de suerte que no se casaría si hubiera sa-
bido que carecía de aquellas cualidades (tampoco el error antecedente invalida,
pues la voluntad de no casarse es meramente interpretativa: el «no me casaría si
lo hubiera sabido» refleja lo que se habría querido, mas no lo que de verdad se
quiso). Por todo ello, quien sólo yerra sobre las cualidades, aún por causa de
ellas, puede consentir válidamente sobre el objeto sustancial y de ahí que el le-
gislador estime que su matrimonio es válido. Esta regla tiene, no obstante, una
sola excepción —una vez suprimido el error en la condición servil del c. 1083 §
2, 2 del CIC 17—, de la que tratamos a continuación.
En efecto, el error en cualidad invalida el matrimonio cuando tal cualidad,
falsamente estimada, haya sido directa y principalmente pretendida. Con esta ex-
cepción, el legislador, inspirándose en una posición doctrinal de San Alfonso
(Theologia Moralis, Liber VI, Tractatus VI, cap. III, dubium II, n. 1016) y en al-
gunas sentencias modernas de la Sagrada Rota Romana, entiende que una cuali-
dad puede no sólo mover el propósito de contraer (causa motiva antecedente y
mera voluntad interpretativa), sino incluso convertirse en parte específica del
mismo acto de contraer, cuando el contrayente, queriendo en el acto directa y
principalmente la cualidad, que estima falsamente que el otro posee, determina-
da con su voluntad actual que sólo está consintiendo en tanto y en cuanto existe tal
cualidad. En tal caso, el error, con independencia de versar sobre un objeto ac-
cidental o cualidad, ya no queda como un simple estado anómalo del acto del
entendimiento, sino que forma, por determinación voluntaria actual del contra-
yente, un todo único con su consentimiento, esto es, pasa al consentimiento por
un acto de voluntad no interpretativa, sino actual. De algún modo, el contra-
yente, al pretender en el mismo acto de contraer una cualidad en forma directa
y principal, la convierte en objeto actual, aunque falso, de su consentimiento.
De ahí que el legislador pueda estimar que este error invalida en tanto ha deter-
minado de forma real y actual, pero erradamente, el mismo acto de contraer.
Advirtamos, finalmente, que lo determinante de esta figura no es la importancia
objetiva de la cualidad, sino que haya sido directa y principalmente pretendida.
P. I. t. VII. Del Matrimonio 685
pia cuando el evento es futuro pero cierto (por ej.: si mañana amanece) o cuan-
do dicho evento, pese a ser pasado o presente resulta incierto, esto es, desconoci-
do por el contrayente (por ej.: si ya has heredado de tus padres, si eres virgen).
A diferencia del anterior c. 1092 del CIC 17, la actual disciplina no admi-
te la validez de las condiciones de futuro (ya sean propias o impropias) por cau-
sa de sus dos efectos típicos: la subordinación del vínculo y la retroactividad de
efectos. En las condiciones de futuro la eficacia del consentimiento permanecía
en suspenso y el nacimiento del vínculo quedaba realmente diferido al momen-
to en que se cumplía el evento, si bien los efectos jurídicos se retrotraían, me-
diante la correspondiente fictio turis, al instante de la prestación del consenti-
miento. Hay que reconocer, en favor de la regulación actual, que el sacramento
del matrimonio se compaginaba difícilmente con las situaciones anómalas y ex-
trañas creadas por el aplazamiento de la existencia real del vínculo a la verifica-
ción de un evento futuro e incierto, pudiéndose entretanto revocar el consenti-
miento. Tras la Instrucción de la S.C. de Sacramentos de 29.VI.1941, no se
admitía la licitud de este tipo de celebraciones salvo supuesto excepcional y con
la expresa autorización de la autoridad diocesana. Por lo demás, es bien sabido
que según el c. 83, de la anterior legislación sobre el Derecho matrimonial para
la Iglesia católica de rito oriental de 22.II.1949, «el matrimonio no se puede
contraer bajo condición»; y el c. 826 del actual Código de los cánones de las
Iglesias Orientales (AAS 82 [1990] 1033-1363) establece que «el matrimonio
no puede celebrarse válidamente bajo condición».
En materia de condición de futuro, el tenor literal del nuevo c. 1102 es re-
sultado de armonizar, de un lado, el respeto al principio consensual como causa
eficiente del matrimonio y, de otro, la necesidad de evitar que el vínculo quede
en suspenso por causa de la voluntad (consentimiento condicionado) de las par-
tes. Para ello, el legislador establece en el § 1 del c., por derecho positivo, la nulidad
o absoluta ineficacia jurídica del consentimiento prestado con condición de fu-
turo, aun cuando aquel consentimiento, en sí mismo considerado, pudiera ser
«naturalmente» suficiente.
a) En el § 2 se admite la validez de las condiciones de pretérito o de presen-
te, que son aquellas que hacen depender la eficacia del consentimiento de la ve-
rificación de un hecho o evento que ya existe en la realidad objetiva, si bien esa
realidad es desconocida por el interesado en el momento de contraer. El matri-
monio será válido o nulo según que se verifique la existencia o no del hecho o
evento que es objeto de la condición, y será válido o nulo desde el mismo ins-
tante de la celebración. Las condiciones de pretérito o de presente, por tanto, no
provocan la suspensión objetiva de la eficacia del consentimiento, ni difieren el
real nacimiento del vínculo matrimonial, porque el hecho o evento es objetiva-
mente cierto y es sólo el contrayente, quien tiene, respecto de aquél, una incer-
tidumbre subjetiva (por ej.: si hiciste el servicio militar, si eres hijo legítimo, si
has terminado la carrera universitaria, etc.).
b) La incertidumbre subjetiva, nota típica de estas condiciones, ha hecho
pensar a la doctrina y a la jurisprudencia que, para consentir de esa manera, es
P. I. t. VII. Del Matrimonio 691
preciso que el interesado haya tenido alguna duda inicial o sobrevenida acerca
de la existencia de la circunstancia o evento, que constituye el objeto de la con-
dición, pues, si siempre tuvo una absoluta certeza acerca de la existencia o no de
dicho evento, es difìcil pensar que creyó necesario convertirlo en condición de
su consentimiento. Entendemos que la admisión en la actual disciplina de la fi-
gura del error en cualidad directa y principalmente pretendida (vid. c. 1097 § 2)
descarga a la figura de la condición de la tendencia a hacerla abarcar ciertas hi-
pótesis más propias de la estructura conceptual y psicológica del error en cuali-
dad. En este sentido la condición exige una cierta duda inicial o sobrevenida en
el ánimo del sujeto sobre la existencia o no del hecho o evento, mientras el esta-
do de absoluta certeza en la apreciación, por lo demás falsa, de la existencia de
una cualidad es característica del error.
c) A nuestro juicio, la llamada condición potestativa de futuro, en la medida
en que resulta equiparable a una condición de presente, viene también admitida
en la actual disciplina. Se trata de aquella condición que versa sobre una activi-
dad o conducta de la otra parte, que ha de desarrollarse sucesivamente en el
tiempo, aunque se configura con anterioridad al matrimonio en forma de pro-
mesa de presente acerca de conducta futura. En esa misma medida, la doctrina
y la jurisprudencia las considera como condiciones de presente (por ej.: si no te
embriagas más, si dejas los juegos de azar, si abandonas la drogadicción, etc.). El
objeto de la condición potestativa de futuro es la promesa seria de presente de
cumplir después del matrimonio. En consecuencia, en tales hipótesis el matri-
monio será válido o nulo según que la promesa haya sido o sea (equiparación a
la condición de pretérito o de presente) seria y verdadera o no.
d) El c., en el orden de la validez, admite cualquier tipo de evento o hecho
—al margen de su trascendencia o futilidad— si el sujeto lo constituye en con-
dición de pasado o presente. Sin embargo, el § 3 exige, en el orden de la licitud,
la licencia del Ordinario del lugar concedida por escrito.
e) La aposición de la condición de presente o de pasado ha de hacerse me-
diante un acto positivo de voluntad implícito o explícito, actual o virtual, con
tal de que no haya sido revocado antes de la celebración; no siendo suficiente el
mero deseo o el simple propósito, ni tampoco la voluntad interpretativa, habi-
tual o presunta.
1103 1. El legislador establece la invalidez del consentimiento prestado por
violencia o por miedo, no tanto por la injuria que para los contrayentes y para
la institución matrimonial supone el empleo de la coacción, cuanto por el aten-
tado a la libertad con la que debe contraerse matrimonio, la cual es una exigen-
cia de derecho natural. De ahí la desaparición en el actual c. del requisito del
miedo inferido injustamente.
a) Conviene distinguir la violencia del miedo. La violencia o fuerza física
(vis compulsiva, vis corpori illata) es una coacción realmente material sobre los ór-
ganos de expresión externa del sujeto para obtener así el signo exterior afirmati-
692 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
incluso el no inferido con miras al matri- seco, etiam haud consulto in-
monio, para librarse del cual alguien se cussum, a quo ut quis se liberet,
vea obligado a casarse. eligere cogatur matrimonium.
vo. b) El miedo, en cambio, es aquella consternación del ánimo del sujeto causa-
da por la presión psicológica o coacción moral, para librarse de las cuales el suje-
to se ve obligado a elegir el matrimonio. c) La coacción moral (vis impulsiva, vis
animo illata) es la presión psicológica que, mediante la amenaza, el agente ejerce
sobre el paciente. d) La coacción moral y el miedo se relacionan en términos de
causa y efecto. En consecuencia, mientras la violencia opera sobre la expresión
externa del consentimiento, la coacción moral y su efecto, el miedo, actúan sobre
el interior psicológico del contrayente y vician la génesis del consentimiento.
Mientras la violencia, en tanto fuerza materialmente la expresión externa del
consentimiento, no deja opción al sujeto entre aceptar o no el matrimonio, la co-
acción moral supone un vicio en el consentimiento, porque el sujeto acepta el
matrimonio si bien por causa del miedo originado por la amenaza de unos males.
Mientras la violencia es físicamente irresistible, el miedo lo es moralmente.
2. Cuando los signos externos con los cuales el contrayente manifiesta su
consentimiento, han sido obtenidos mediante el empleo de la fuerza física (por
ej.: obligándole por la fuerza a mover la cabeza en señal de aceptación), el matri-
monio es nulo por falta de consentimiento. Deben equipararse a la falta de con-
sentimiento los casos de miedo terrorífico o tan grave que priva del uso de la ra-
zón al paciente.
3. Fuera de los supuestos de violencia o de miedo que priva del uso de la
razón (que implican falta absoluta de consentimiento), la coacción moral no
impide por principio la existencia de cierto consentimiento, pero lo vicia —ha-
ciéndolo jurídicamente ineficaz y provocando la nulidad del matrimonio—
cuando la consternación o zozobra de ánimo —el miedo, en sentido estricto—
del sujeto paciente presenta los requisitos tipificados en el c., a saber:
a) Ha de ser grave. La estimación de la gravedad resulta de ponderar, de un
lado, la importancia de los males conminados y, de otro, la intensidad que tales
amenazas producen en la conturbación del ánimo del paciente. En relación al
primer aspecto (llamado objetivo o causativo, porque se refiere a la coacción
moral que causa el miedo), es habitual distinguir entre el mal grave de modo ab-
soluto y en forma relativa. Es absolutamente grave aquel mal que, de ordinario,
sirve para amedrentar a una persona normal (vir constans) de las que no se inti-
midan con facilidad, por ej.: la muerte, la mutilación, la ruina económica. En
cambio, es relativamente grave cuando intimida a una persona concreta (aunque
no sirva para atemorizar de ordinario a otras) dada su edad, salud, pusilanimi-
dad y otras características singulares. Para la nulidad del matrimonio basta, des-
de el punto de vista objetivo, con que el mal sea relativamente grave. En rela-
ción al aspecto subjetivo —el miedo, propiamente dicho, o consternación del
ánimo— es preciso ponderar su gravedad teniendo en cuenta la índole o tempe-
ramento singulares de quien lo padece, la seriedad de la amenaza y la real per-
cepción del peligro por parte del paciente. La jurisprudencia se ha ido progresi-
vamente inclinando hacia una mayor apreciación del elemento subjetivo o grave
perturbación del ánimo, como aspecto principal, aunque no único (por el con-
trapeso del requisito de la existencia de una causa humana externa generadora
de la amenaza), a la hora de estimar la gravedad in casu del miedo, como causa
de nulidad.
P. I. t. VII. Del Matrimonio 693
notas características del temor reverencial son: que debe mediar una relación de
supeditación por la que el inferior debe obsequio y reverencia a un superior (entre
padres e hijos, tutor y pupilo, relación laboral y de mando, etc.); que exista temor
fundado a incurrir en la indignación grave y duradera del superior si no se acepta
al matrimonio; y que la coacción se ejerza por el superior a través de aquellos di-
versos medios que causan un estado de efectiva opresión en el ánimo del inferior,
precisamente por serlo. Debe entenderse que la desaparición rotunda del requisito
del miedo inferido directamente para el miedo común, favorece también al temor
reverencial posibilitando su estimación, como invalidante, cuando el superior no
infirió las amenazas con el propósito de arrancar el consentimiento, con tal que se
originase la conturbación real del ánimo en el paciente y, por tal causa, la elección
del matrimonio que, sin aquella coacción, nunca hubiera celebrado.
f ) En relación con el miedo y los matrimonios de no católicos, vid. Res-
puesta de la CPI de 25.XI.1986 en Apéndice II.
1104 Trata de los requisitos externos de la manifestación legítima del consen-
timiento, a la que se refiere el c. 1057 § 1. Estos requisitos son, de una parte, la
presencia en un mismo lugar de los contrayentes en persona —por sí mismos—
o por medio de procurador que los represente (vid. c. 1105); de otra, el empleo
de una expresión idónea e inequívoca para exteriorizar el acto interno de la vo-
luntad.
a) El precepto contenido en el § 1 es consecuencia de la unidad del con-
sentimiento y del vínculo. Dado que el único vínculo matrimonial no es causa-
do por dos consentimientos, sino por el único consentimiento, se requiere para
la validez que los contrayentes lo manifiesten en un mismo tiempo y lugar por
sí mismos o por medio de procurador. Hoy, por tanto, son ineficaces las mani-
festaciones por carta, mensajero u otros medios de comunicación a distancia,
que fueron admitidas en la disciplina antigua. La exigencia de unidad del acto
—en tiempo y lugar—, aunque por derecho positivo, afecta a la validez y obliga
también a los acatólicos bautizados, incluso a los exentos de la forma canónica
(vid. S.C. del S. Oficio, 18.V.1949, AAS 41 [1949] 427).
b) En relación al precepto del § 2, debemos distinguir la validez y la lici-
tud. Para la validez de la manifestación exterior bastará que se haga con aquellos
signos que exteriorizan de forma inequívoca la voluntad interna de casarse de
los contrayentes. Para la licitud, los contrayentes han de manifestar de palabra
—expresión oral— su voluntad, no siendo lícito el uso de otros signos equiva-
lentes, a no ser que el contrayente, por cualquier causa, no pueda hablar. Esta
norma obliga también en el caso que los contrayentes desconozcan la lengua del
testigo cualificado y éste la de ellos, y por esto se emplee intérprete. Por fin, en-
tendemos que, exigiendo el c. 1057 § 1 la manifestación legítima para que el
consentimiento sea eficaz, falta al silencio la capacidad de ser signo exterior in-
equívoco de la voluntad interna y, por ello, donde una o ambas partes callan no
hay manifestación legítima.
P. I. t. VII. Del Matrimonio 695
ciones del derecho civil para el documento auténtico, es preciso para su validez
canónica hacer constar aquella circunstancia en el instrumento del mandato y
además se añadirá otro testigo, que deberá firmar así mismo el apoderamiento.
El matrimonio queda perfeccionado en el instante en que el procurador
otorga el consentimiento en nombre de su mandante y no se requiere posterior
ratificación por parte de este último. Ahora bien, si antes de dicho momento el
mandante revoca su voluntad actual o virtual de casarse, o bien el propio man-
dato, o bien se torna incapaz para el consentimiento (vid. c. 1095) el matrimo-
nio es nulo, aunque el procurador o el otro contrayente ignorasen esos hechos.
Como es lógico, tanto la revocación del consentimiento o del mandato, cuanto
la incapacidad consensual, han de ser susceptibles de prueba en el fuero externo,
pues en caso contrario, en dicho fuero, prevalecería la presunción de validez del
matrimonio.
1106 La misión del intérprete es traducir a otra lengua las palabras de uno o
ambos contrayentes o, incluso, las del testigo cualificado. A diferencia, pues, del
procurador, no representa a nadie y no necesita ningún mandato. Cualquiera
puede actuar como intérprete con tal de que posea conocimientos y sea veraz,
esto es, esté capacitado para ser fiel traductor de lo que los contrayentes dicen o
expresan. En contraste con la disciplina anterior (vid. cc. 1090 y 1091 del CIC
17), para la lícita asistencia a un matrimonio celebrado con la colaboración de
un intérprete, el testigo cualificado no necesita estimar una justa causa, ni tener
licencia del Ordinario. No obstante, la disciplina actual le prohíbe asistir si no le
consta la veracidad del intérprete.
1107 Un consentimiento matrimonial, carente de cualquier defecto o vicio,
puede resultar jurídicamente ineficaz por causa de la existencia de un impedi-
mento o de un defecto de forma. En tal caso, dicho consentimiento, «natural-
mente suficiente», goza de la presunción de perseverancia o permanencia indefi-
nida, mientras no conste en el fuero externo de su positiva revocación. La
revalidación o sanación en la raíz de los matrimonios nulos (vid. cc. 1156-1165)
se funda en tal presunción de perseverancia del consentimiento, puesto que en
P. I. t. VII. Del Matrimonio 697
Capítulo V
De la forma de celebrar el matrimonio
suspensi ab officio aut tales de- o declarados tales, en virtud del oficio
clarati, vi officii, intra fines sui asisten válidamente en su territorio a los
territorii, valide matrimoniis matrimonios no sólo de los súbditos,
assistunt non tantum subdito- sino también de los que no son súbditos,
rum, sed etiam non subdito- con tal de que uno de ellos sea de rito la-
rum, dummodo eorum alter- tino.
uter sit ritus latini.
1110 Ordinarius et parochus 1110 El Ordinario y el párroco persona-
personalis vi officii ma- les, en razón de su oficio sólo
trimonio solummodo eorum va- asisten válidamente al matrimonio de
lide assistunt, quorum saltem aquellos de los que uno al menos es súb-
alteruter subditus sit intra fines dito suyo, dentro de los límites de su ju-
suae dicionis. risdicción.
1111 § 1. Loci Ordinarius et 1111 § 1. El Ordinario del lugar y el pá-
parochus, quamdiu va- rroco mientras desempeñan váli-
lide officio funguntur, possunt damente su oficio, pueden delegar a sa-
facultatem intra fines sui terri- cerdotes y a diáconos la facultad, incluso
torii matrimoniis assistendi, general, de asistir a los matrimonios den-
etiam generalem, sacerdotibus tro de los límites de su territorio.
et diaconis delegare.
Las condiciones que establece el § 2 son tan sólo para la licitud de la dele-
gación, no para la validez. Para toda esta materia vid. el art. 10 de la Instr. Eccle-
siae de mysterio, de 15.VIII.1997.
1113 El deber y el derecho de investigar el estado de libertad, incumbe al pá-
rroco a quien por derecho corresponde asistir a la celebración del matrimonio, y
no al sacerdote o diácono que de hecho asista. De ahí que el c. 1113 exija que
dicha investigación se haga antes de conceder la delegación especial. No se exige
(cfr. 1114) imperativamente en el caso de delegación general, pues supondría
una limitación que podría constreñir de algún modo la facultad general obteni-
da. Si de hecho la delegación especial se concede sin previa investigación del es-
tado de libertad de los contrayentes, no por eso será nula la delegación otorga-
da. Este c. simplemente determina una obligación impuesta al Ordinario del
lugar o al párroco para la licitud de la delegación.
1114 Establecida la obligación general del c. 1066, en este c. 1114 se especi-
fica la ilicitud de la asistencia al mismo sin que conste personalmente al que
asiste la libertad de estado de los contrayentes. En el caso de la delegación ge-
neral se mitiga la necesidad de obtener, cada vez que la facultad general se ac-
tualiza, la licencia del párroco donde de hecho el matrimonio se celebra, preci-
samente para no hacer excesivaniente oneroso el ejercicio de la delegación
obtenida. En todo caso, la licencia a que se refiere el c. 1114 viene condiciona-
da —solamente para la licitud— a que no existan circunstancias que hagan di-
fícil su petición.
P. I. t. VII. Del Matrimonio 703
opinión, la expresión utilizada por el c. 1117 (acto formal) debe ser interpretada
estrictamente, y de modo que sea salvaguardada la seguridad jurídica.
No bastará pues, a estos efectos, una vida desordenada o una educación ex-
tra Ecclesiam, ni un público apartamiento de los principios católicos, para exo-
nerarse de la obligación de la forma canónica. Será necesario un hecho público
que implique, al tiempo, un formal apartamiento de la Iglesia católica: adscrip-
ción a una confesión acatólica, declaración ante el párroco hecha por escrito, co-
municación al Ordinario propio, etc.; es decir, un acto jurídico externo del que
inequívocamente se deduzca el formal apartamiento de la Iglesia católica.
No es suficiente para la obligatoriedad ad valorem de la forma canónica,
haber recibido válidamente el bautismo: es necesario haberlo recibido en la Igle-
sia católica. Aun en el supuesto de haber obtenido dispensa del impedimento de
disparidad de cultos o de la prohibición de celebrar matrimonio mixto, la obli-
gación establecida en el c. 1117 seguiría urgiendo para el católico que celebra
matrimonio con un no bautizado o con acatólico bautizado no oriental, pues
para estos últimos la obligación de celebrar el matrimonio en forma canónica se
comunica indirectamente cuando contraen matrimonio con católico.
706 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
Capítulo VI
De los matrimonios mixtos
1124 Matrimonium inter duas 1124 Está prohibido, sin licencia expre-
personas baptizatas, qua- sa de la autoridad competente, el
matrimonio entre dos personas bautiza- rum altera sit in Ecclesia catho-
das, una de las cuales haya sido bautizada lica baptizata vel in eandem
en la Iglesia católica o recibida en ella post baptismum recepta, quae-
después del bautismo y no se haya apar- que nec ab ea actu formali defe-
tado de ella mediante un acto formal, y cerit, altera vero Ecclesiae vel
otra adscrita a una Iglesia o comunidad communitati ecclesiali plenam
communionem cum Ecclesia ca-
eclesial que no se halle en comunión ple- tholica non habenti adscripta,
na con la Iglesia católica. sine expressa auctoritatis com-
petentis licentia prohibitum est.
1125 Huiusmodi licentiam con- 1125 Si hay una causa justa y razona-
cedere potest Ordinarius ble, el Ordinario del lugar puede
loci, si iusta et rationabilis cau- conceder esta licencia; pero no debe otor-
sa habeatur; eam ne concedat, garla si no se cumplen las condiciones
nisi impletis condicionibus quae que siguen:
sequuntur:
1.º pars catholica declaret se 1.º que la parte católica declare que está
paratam esse pericula a fide de- dispuesta a evitar cualquier peligro de
ficiendi removere atque since- apartarse de la fe, y prometa sinceramen-
ram promissionem praestet se te que hará cuanto le sea posible para que
omnia pro viribus facturam es- toda la prole se bautice y se eduque en la
se, ut universa proles in Eccle- Iglesia católica;
sia catholica baptizetur et edu-
cetur; 2.º que se informe en su momento al otro
2.º de his promissionibus a par- contrayente sobre las promesas que debe
te catholica faciendis altera pars hacer la parte católica, de modo que cons-
tempestive certior fiat, adeo ut te que es verdaderamente consciente de
constet ipsam vere consciam es- la promesa y de la obligación de la parte
se promissionis et obligationis católica;
partis catholicae; 3.º que ambas partes sean instruidas so-
3.º ambae partes edoceantur de bre los fines y propiedades esenciales del
finibus et proprietatibus essen- matrimonio, que no pueden ser excluidos
tialibus matrimonii, a neutro por ninguno de los dos.
contrahente excludendis.
1128 Los Ordinarios del lugar y los de- 1128 Locorum Ordinarii alii-
más pastores de almas deben cui- que animarum pastores
dar de que no falte al cónyuge católico, y curent, ne coniugi catholico et
a los hijos nacidos de matrimonio mixto, filiis e matrimonio mixto natis
la asistencia espiritual para cumplir sus auxilium spirituale desit ad eo-
obligaciones y han de ayudar a los cón- rum obligationes adimplendas
atque coniuges adiuvent ad vi-
yuges a fomentar la unidad de su vida tae coniugalis et familiaris fo-
conyugal y familiar. vendam unitatem.
1129 Las prescripciones de los cc. 1127 1129 Praescripta cann. 1127 et
y 1128 se aplican también a los 1128 applicanda sunt
matrimonios para los que obsta el impe- quoque matrimoniis, quibus ob-
dimento de disparidad de cultos, del que stat impedimentum disparitatis
trata el c. 1086 § 1. cultus, de quo in can. 1086 § 1.
Capítulo VII
De la celebración del matrimonio en secreto
1130 Por causa grave y urgente, el Or- 1130 Ex gravi et urgenti cau-
dinario del lugar puede permitir sa loci Ordinarius per-
que el matrimonio se celebre en secreto. mittere potest, ut matrimonium
secreto celebretur.
1131 El permiso para celebrar el ma-
trimonio en secreto lleva consi- 1131 Permissio matrimonium
go: secreto celebrandi se-
cumfert:
otro medio; f ) si una ley civil extranjera obligase a uno, al menos, de los contra-
yentes a una forma distinta de la canónica.
Para que, una vez concedida la dispensa de la forma canónica, el matrimo-
nio sea celebrado en forma pública (M.P. Matrimonia mixta 9), la celebración
puede hacerse: a) ante el ministro de otra confesión cristiana y en la forma pres-
crita por ésta; b) ante la competente autoridad civil y en la forma civil legítima-
mente prescrita, siempre y cuando esta forma civil no excluya los fines esencia-
les del matrimonio».
1.º ut secreto fiant investigatio- 1.º que se lleven a cabo en secreto las in-
nes quae ante matrimonium vestigaciones que han de hacerse antes
peragendae sunt; del matrimonio;
2.º ut secretum de matrimonio
celebrato servetur ab Ordina- 2.º que el Ordinario del lugar, el asisten-
rio loci, assistente, testibus, con- te, los testigos y los cónyugues guarden
iugibus. secreto del matrimonio celebrado.
1132 Obligatio secretum ser- 1132 Cesa para el Ordinario del lugar la
vandi, de qua in can. obligación de guardar secreto, de
1131, n. 2, ex parte Ordinarii la que se trata en el c. 1131, 2.º, si por la
loci cessat si grave scandalum observancia del secreto hay peligro inmi-
aut gravis erga matrimonii nente de escándalo grave o de grave inju-
sanctitatem iniuria ex secreti ria a la santidad del matrimonio, y así
observantia immineat, idque debe advertirlo a las partes antes de la ce-
notum fiat partibus, ante ma-
trimonii celebrationem. lebración del matrimonio,
1133 Matrimonium secreto ce- 1133 El matrimonio celebrado en secre-
lebratum in peculiari to se anotará sólo en un registro
tantummodo regesto, servando especial, que se ha de guardar en el archi-
in secreto curiae archivo, adno- vo secreto de la Curia.
tetur.
Capítulo VIII
De los efectos del matrimonio
de los parientes, algunas prohibiciones impuestas por las leyes civiles, etc., siem-
pre que de la no celebración del matrimonio en forma pública se siga peligro de
incontinencia, o daños morales o económicos de entidad. Hay que observar
que, respecto de las causas derivantes de prohibiciones de las leyes civiles, el es-
píritu de la legislación canónica es evitar el fraude a la ley civil: de ahí que, en
estos supuestos, rara vez se autorice el matrimonio en secreto, salvo que lo exi-
jan razones de entidad conexas con la salus animarum.
A diferencia del CIC 17, el c. 1132 indica que a las partes hay que adver-
tirles de aquellas circunstancias que relevan al Ordinario del lugar de mantener
el secreto del matrimonio, circunstancias, por lo demás, que el c. 1132 no espe-
cifica tanto como el c. 1106 del CIC 17, lo que confiere al Ordinario una ma-
yor libertad en su valoración.
Capítulo IX
De la separación de los cónyuges
Art. 1
De la disolución del vínculo
1141 El matrimonio rato y consumado 1141 Matrimonium ratum et
no puede ser disuelto por ningún consummatum nulla hu-
poder humano, ni por ninguna causa fue- mana potestate nullaque causa,
ra de la muerte. praeterquam morte, dissolvi pot-
est.
De los términos del c. 1139 se deduce que pueden ser legitimados por sub-
siguiente matrimonio (putativo o válido) todos los hijos ilegítimos, incluso los
que excluía de tal forma de legitimación el CIC 17, esto es, aquéllos cuyos pa-
dres no hubieran sido hábiles para contraer matrimonio entre sí en el tiempo en
que la prole fue concebida o durante su gestación, o cuando nació.
Cuando no es posible el matrimonio entre los padres del hijo ilegítimo —y,
por tanto, no es posible su legitimación por subsiguiente matrimonio— el CIC
prevé aún la posibilidad de otra forma de legitimación: el rescripto de la Santa
Sede. Esta forma de legitimación proviene del derecho histórico y no era expre-
samente contemplada por el CIC 17 al referirse a la filiación, aunque sí implíci-
tamente incluida en el radio de acción de los poderes del Romano Pontífice des-
critos en el c. 218 del CIC 17. El nuevo CIC hace directamente mención de
ella. Debe entenderse que solamente operará en los supuestos en que no sea po-
sible la legitimación por subsiguiente matrimonio, y sus efectos vendrán cir-
cunscritos a los términos del propio rescripto pontificio.
Caput IX. De separatione coniugum
(J. Hervada)
Si el matrimonio es una unión, la separación de los cónyuges es una situa-
ción anómala, debiendo los cónyuges hacer cuanto esté de su mano por evitar-
la: «lo que Dios unió, el hombre no lo separe» (Mt 19, 6). La separación puede
afectar o sólo a la comunidad de vida (separación en sentido propio), o también
al vínculo jurídico (disolución del vínculo). De ambas, disolución y separación,
tratan los dos artículos de este cap.
Art. 1. De dissolutione vinculi
1141 Reproduce literalmente el c. 1118 del CIC 17. Por rato se entiende el
matrimonio sacramental, esto es, aquel en el que los dos cónyuges están bauti-
zados, bien sea antes de contraerlo, bien sea después. El matrimonio es sacra-
mento y, por lo tanto rato, en el momento en el que los dos cónyuges están bau-
tizados. Consumado es el matrimonio sacramental o rato, en el que los cónyuges
han realizado el acto conyugal. A veces suele llamarse también consumado a
cualquier matrimonio —sea o no sacramental— después de haber tenido lugar
el acto conyugal, pero esta terminología puede inducir a confusión.
1142 Recoge el contenido del c. 1119 del CIC 17, suprimiendo la disolución
ipso iure por profesión religiosa solemne. La justa causa es necesaria para la vali-
dez del acto de disolución, porque el Papa ejerce una potestad vicaria, cuyo ejer-
cicio está sometido a este requisito por su propia índole.
P. I. t. VII. Del Matrimonio 717
1149 El no bautizado a quien, una vez 1149 Non baptizatus qui, re-
recibido el bautismo en la Iglesia cepto in Ecclesia catholi-
Católica, no le es posible restablecer la ca baptismo, cum coniuge non
cohabitación con el otro cónyuge no bau- baptizato ratione captivitatis
tizado por razón de cautividad o de perse- vel persecutionis cohabitatio-
cución, puede contraer nuevo matrimo- nem restaurare nequeat, aliud
nio, aunque la otra parte hubiera recibido matrimonium contrahere pot-
est, etiamsi altera pars bapti-
entretanto el bautismo, quedando en vi- smum interea receperit, firmo
gor lo que prescribe el c. 1141. praescripto can. 1141.
1150 En caso de duda, el privilegio de 1150 In re dubia privilegium
la fe goza del favor del derecho. fidei gaudet favore iuris.
Art. 2
De la separación permaneciendo el vínculo
convictum coniugalem, nisi le- cia conyugal a no ser que les excuse una
gitima causa eos excuset. causa legítima.
1152 § 1. Licet enixe commen- 1152 § 1. Aunque se recomienda enca-
detur ut coniux, caritate recidamente que el cónyuge, mo-
christiana motus et boni fami- vido por la caridad cristiana y teniendo
liae sollicitus, veniam non ab- presente el bien de la familia, no niegue
nuat comparti adulterae atque
vitam coniugalem non disrum- el perdón a la comparte adúltera ni inte-
pat, si tamen eiusdem culpam rrumpa la vida matrimonial, si a pesar de
expresse aut tacite non condo- todo no perdonase expresa o tácitamente
naverit, ius ipsi est solvendi esa culpa, tiene derecho a romper la con-
coniugalem convictum, nisi in vivencia conyugal, a no ser que hubiera
adulterium consenserit aut ei- consentido en el adulterio, o hubiera sido
dem causam dederit aut ipse causa del mismo, o él también hubiera
quoque adulterium commiserit. cometido adulterio.
Capítulo X
De la convalidación del matrimonio
Art. 1
De la convalidación simple
1156 § 1. Ad convalidandum 1156 § 1. Para convalidar el matrimo-
matrimonium irritum ob nio que es nulo por causa de un
puesto, no sólo para los tiempos favorables, sino también para las más duras y
dolorosas circunstancias de la vida, cuando más falta hace ser ayudado por
quien es una sola carne con el que padece la desgracia.
Para que proceda la separación, que suspende los derechos y deberes con-
yugales y el fin de la mutua ayuda, la situación contraria a la vida conyugal debe
ser culpable, porque sólo la culpa enerva el deber de la otra parte y el derecho
propio. Bien entendido que si el cónyuge que es causa del peligro se niega sin
razón a no vivir juntos, tal conducta ya constituye una forma de culpa.
1154 Se limita a establecer un principio genérico sin concreciones —como
hacía el c. 1132 del CIC 17—, por entender que se trata de efectos civiles que
corresponden al juez civil. La situación de hecho es así, pero en principio, pro-
veer lo pertinente a la educación católica de los hijos corresponde al derecho ca-
nónico y, en su caso, al juez eclesiástico.
1155 Se refiere a que el cónyuge inocente puede reanudar la vida matrimo-
nial con el otro cónyuge por propia iniciativa o a petición de éste. En el caso de
separación temporal, esta facultad del cónyuge se refiere al tiempo durante el
cual dura la causa de separación, pues cuando ésta cesa, la reanudación de la
vida conyugal es obligatoria, salvo que la autoridad eclesiástica haya determina-
do otra cosa (cfr. c. 1153 § 2).
Art. 2
De la sanación en la raíz
1160 Un matrimonio nulo por defecto de forma no puede ser objeto de re-
validación simple, como se dijo en el comentario al art. 1 de este cap. Por eso se
exige una nueva celebración.
PARTE II
DE LOS DEMÁS ACTOS DEL CULTO DIVINO
Título 1
De los sacramentales
1166 Sacramentalia sunt si- 1166 Los sacramentales son signos sa-
gna sacra, quibus, ad grados, por los que, a imitación en
aliquam sacramentorum imita- cierto modo de los sacramentos, se signi-
tionem, effectus praesertim spi- fican y se obtienen por intercesión de la
rituales significantur et ex Ec- Iglesia unos efectos principalmente espi-
clesiae impetratione obtinentur. rituales.
1171 Se han de tratar con reverencia las 1171 Res sacrae, quae dedi-
cosas sagradas destinadas al culto catione vel benedictione
mediante dedicación o bendición, y no ad divinum cultum destinatae
deben emplearse para un uso profano o sunt, reverenter tractentur nec
impropio, aunque pertenezcan a particu- ad usum profanum vel non pro-
lares. prium adhibeantur, etiamsi in
dominio sint privatorum.
Título II
De la liturgia de las horas
comentario al c. 1169; cfr. cc. 847 y 880 que hablan de óleos consagrados). Las
cosas sagradas poseen una especial dignidad, que exige un trato reverente y las
sustrae de usos profanos y del comercio. La condición sagrada de una cosa supo-
ne, por tanto, una limitación pública del derecho de propiedad sobre ella, aun-
que sea privada (vid. cc. 1166, 1375 y 1376).
1172 Exorcismo es la invocación del nombre de Dios, hecha con el fin de ale-
jar al demonio de alguna persona, animal, lugar o cosa. Cuando se hace en
nombre de la Iglesia, por persona legitimada y según los ritos previstos, enton-
ces el exorcismo se llama publico, y tiene la virtualidad propia de los sacramen-
tales; de lo contrario es privado. Los exorcismos públicos se dividen en simples y
solemnes o mayores. Son simples los que forman parte de otros ritos, sobre todo
del catecumenado y del bautismo, y éstos pueden hacerlos cualquier ministro
con potestad para realizar la ceremonia dentro de la cual se incluye algún exor-
cismo. Son solemnes o mayores los exorcismos públicos previstos para los casos de
posesión u obsesión diabólica: a éstos se refiere el c. que comentamos. Para que
pueda hacerlos alguien legítimamente es preciso: a) que sea presbítero; b) que
tenga licencia especial (es decir, personal y directa), y expresa del Ordinario del
lugar. Aunque nada se dice ahora (vid. c. 1152 CIC 17), parece obvio que los
exorcismos pueden hacerse sobre catecúmenos, acatólicos, herejes y excomulga-
dos (cfr. M.P. Ministeria quaedam, 15.VIII.1972 (AAS 64 [1972] 529-534);
Documento de la C. para la Doctrina de la Fe, Les formes multiples de la supers-
tition, de 26.VI.1975: EV 5/1347-1393; Ritual De Exorcismis et Supplicationi-
bus quibusdam, Typis Vaticanis 1999).
Titulus II. De liturgia horarum
1173 La liturgia de las horas u oficio divino forma parte desde muy antiguo
del culto publico de la Iglesia. Tiene como fin consagrar a Dios las horas del día,
cumpliendo de modo oficial, en nombre de toda la Iglesia, el mandato divino
oportet semper orare (Lc XVIII, 1). Su tratamiento en este lugar del CIC preten-
734 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
cesar con el canto y la oración al mismo rii salutis agens, Ipsum, sine in-
tiempo que ruega por la salvación de todo termissione, cantu et oratione,
el mundo. laudat atque interpellat pro to-
tius mundi salute.
1174 § 1. La obligación de celebrar la 1174 §. 1. Obligatione litur-
liturgia de las horas, vincula a los giae horarum persolven-
clérigos según la norma del c. 276 § 2, dae adstringuntur clerici, ad
3.º; y a los miembros de los institutos de norman can. 276, § 2, n. 3; so-
vida consagrada y sociedades de vida dales vero institutorum vitae
apostólica, conforme a sus constitucio- consecratae necnon societatum
vitae apostolicae, ad norman
nes. suarum constitutionum.
§ 2. Se invita encarecidamente también a § 2. Ad participandam litur-
los demás fieles a que, según las circuns- giam horarum, utpote actionem
tancias, participen en la liturgia de las ho- Ecclesiae, etiam ceteri christifi-
ras, puesto que es acción de la Iglesia. deles, pro adiunctis, enixe invi-
tantur.
1175 Al celebrar la liturgia de las horas, 1175 In liturgia horarum per-
se ha de procurar observar el cur- solvenda, quantum fieri
so natural de cada hora en la medida de potest, verum tempus servetur
lo posible. uniuscuiusque horae.
Título III
De las exequias eclesiásticas
de sin duda resaltar la función importante que el oficio divino cumple en la mi-
sión de santificar de la Iglesia, que también se edifica por la oración. Constituye
una novedad respecto al código anterior, que sólo se ocupaba de él en cuanto
obligación de algunos clérigos y religiosos (cfr. Sacrosanctum Concilium 83-101;
CIC 17 cc. 135 y 610). Su celebración está regulada por la Institutio generalis de
Liturgia Horarum (1971): EV 4/132-424.
1174 El § 1 señala quiénes están obligados al rezo del oficio divino, y las nor-
mas por las que en cada caso se rige esta obligación (cfr. c. 663 § 3). El § 2 se di-
rige a los demás fieles, invitándoles, sin obligarles, a que participen en la liturgia
de las horas, en cuanto que es acción de toda la Iglesia y de cada fiel según su
participación en el sacerdocio de Cristo (vid. Sacrosanctum Concilium 95-100).
1175 Puesto que se trata de santificar mediante la alabanza de Dios todas las
horas del día, recomienda este c. que, en cuanto sea posible, el rezo de cada hora
canónica coincida con la correspondiente hora del día (cfr. Sacrosanctum Conci-
lium 88 y 94).
Capítulo I
De la celebración de las exequias
1177 § 1. Exequiae pro quoli- 1177 § 1. Las exequias por un fiel di-
bet fideli defuncto, gene- funto deben celebrarse general-
ratim in propriae paroeciae ec- mente en su propia iglesia parroquial.
clesia celebrari debent.
casos previstos por el mismo derecho, en que deben serles denegadas. Se trata de
un derecho público que no puede ser renunciado (Respuesta de la S.C. del Con-
cilio, 12.I.1924, AAS 16 [1924] 188-191) puesto que, como señala el mismo c.
(§ 2), entre los fines de las exequias se encuentra el de consolar con la esperanza
a los vivos, además de honrar al difunto y pedir para él la ayuda divina. Este
mismo § 2 remite a las normas litúrgicas el modo de hacer las exequias. En el §
3 se señala una nueva postura de la Iglesia respecto a la cremación (vid. cc. 1203
y 1240 § 1, 5.º CIC 17; Instr. de la S.C. del Santo Oficio, Piam et constantem,
8.V.1963, AAS 56 [1964] 822-823) que puede resumirse así: a) se recomienda
conservar la tradición de sepultar los cadáveres, b) pero no se prohíbe la crema-
ción, c) con tal que no haya sido elegida por razones contrarias a la fe. La crema-
ción no es algo simplemente tolerado, puesto que ni es intrínsecamente mala, ni
se exige justa causa para elegirla; pero la Iglesia prefiere la inhumación que ex-
presa mejor la fe en la resurrección y la honra del cuerpo; por eso, y para evitar
el escándalo, se prohíbe que el cadáver sea acompañado con ceremonias al lugar
de la cremación (Instr. cit. n. 4). El nuevo Ordo exequiarum (15.VIII.69), n. 15,
permite que se celebren los ritos que suelen hacerse en la capilla del cementerio,
en el mismo edificio de la cremación, e incluso, si no hay otro lugar apto, en la
misma sala crematoria, siempre que se evite el peligro de escándalo o indiferen-
tismo religioso.
§ 2. Sin embargo, se permite a todos los § 2. Fas est autem cuilibet fideli,
fieles, o a aquellos a quienes compete vel iis quibus fidelis defuncti
disponer acerca de las exequias de un fiel exequias curare competit, aliam
difunto, elegir otra iglesia para el funeral, ecclesiam funeris eligere de
con el consentimiento de quien la rige y consensu eius, qui eam regit, et
habiéndolo comunicado al párroco propio monito defuncti parocho pro-
prio.
del difunto.
§ 3. Si extra propriam paroe-
§ 3. Si el fallecimiento tiene lugar fuera de ciam mors acciderit, neque ca-
la parroquia propia y no se traslada a ella daver ad eam translatum fue-
el cadáver ni se ha elegido legítimamente rit, neque aliqua ecclesia fune-
una iglesia para el funeral, las exequias se ris legitime electa, exequiae ce-
celebrarán en la iglesia de la parroquia lebrentur in ecclesia paroeciae
donde acaeció el fallecimiento, a no ser ubi mors accidit, nisi alia iure
que el derecho particular designe otra. particulari designata sit.
1178 Las exequias del Obispo diocesa- 1178 Exequiae Episcopi dioe-
no se celebrarán en su iglesia ca- cesani in propria eccle-
tedral, a no ser que hubiera elegido otra. sia cathedrali celebrentur, nisi
ipse aliam ecclesiam elegerit.
1179 Las exequias de los religiosos o 1179 Exequiae religiosorum aut
miembros de sociedades de vida sodalium societatis vitae
apostólica, se celebrarán generalmente en apostolicae generatim celebren-
la propia iglesia u oratorio por el Supe- tur in propria ecclesia aut ora-
torio a Superiore, si institutum
rior, si el instituto o sociedad son clerica- aut societas sint clericalia, secus
les; o por el capellán en los demás casos. a cappellano.
1180 § 1. Si la parroquia tiene cemente- 1180 § 1. Si paroecia pro-
rio propio, los fieles han de ser prium habeat coemete-
enterrados en él, a no ser que el mismo rium, in eo tumulandi sunt fide-
difunto o aquellos a quienes compete cui- les defuncti, nisi aliud coemete-
dar de su sepultura hubieran elegido legí- rium legitime electum fuerit ab
ipso defuncto vel ab iis quibus
timamente otro cementerio. defuncti sepulturam curare
competit.
timiento del rector ad quem y avisar al párroco propio del difunto; b) que sobre-
venga la muerte fuera de la parroquia; entonces el ius-onus funerandi correspon-
de a la parroquia del lugar del óbito, salvo que el cadáver sea trasladado a la pa-
rroquia propia o a otra iglesia elegida como en el caso anterior; c) que el difunto
sea Obispo diocesano (vid. c. 1242), cuyas exequias deben hacerse en su cate-
dral, salvo elección de otra iglesia; d) que sea religioso o miembro de una socie-
dad de vida apostólica, en cuyo caso, generalmente las exequias se hacen en la
iglesia u oratorio propios, siendo ministro el superior o el capellán.
Por lo demás, parece evidente que si puede elegirse iglesia, puede también
elegirse ministro aunque nada se diga; sin embargo habrá que observar lo que
establece el c. 531.
1180 Paralelamente a los anteriores, este c. señala las normas sobre el lugar
del entierro. Por lo general, debe hacerse (es un derecho de los fieles y un deber
de la parroquia) en el cementerio de la parroquia, salvo elección legítima de
otro. Dentro de la elección legítima deben incluirse los casos de los cc. 1241 y
1242, salvo que expresamente haya elegido otro. Aparte de éstos, la elección es
P. II. t. III. De las exequias eclesiásticas 737
Capítulo II
De aquellos a quienes se han de conceder
o denegar las exequias eclesiásticas
Título IV
Del culto de los Santos, de las imágenes
sagradas y de las reliquias
tenor del c. 838), determinar con más precisión lo que establece este c., y juzgar
lo que se ajusta o no a él (cfr. Sacrosanctum Concilium 22). Sobre esta materia
vid. la Carta apostólica Duodecimum saeculum, 4.XII.1987, nn. 8-12, AAS 80
(1988) 247-252. Teología y arte se encuentran en la veneración de las imágenes
sagradas.
1189 Es copia casi literal del antiguo c. 1280. Por Ordinario se entiende aquí
todos aquellos a que se refieren los cc. 134 § 1 y 295 § 1. Entre los peritos que
deben consultarse se encuentra, si existe, la comisión diocesana o nacional de
arte sacro previstas en la Const. Sacrosanctum Concilium 44 y 46 (cfr. Sacrosanc-
tum Concilium 126; M.P. Sacram Liturgiam, 25.I.1964, AAS 56 [1964]
139-144; Cart. Circ. de la S.C. para el Culto Divino, 11.IV.1971, AAS 63
[1971] 315-317; Instr. S.C. de Ritos, Eucharisticum Mysterium, 25.V.1967, n.
24, AAS 59 [1967] 554; Instr. S.C. de Ritos, Inter Oecumenici, 26.IX.64, nn.
44-46, AAS 56 [1964] 886-887). El CIC no define los bienes preciosos, que son
los que tienen notable valor por razón del arte, de la historia o de la materia (cfr.
CIC 17 c. 1497), pero se refiere a ellos en los cc. 1270 y 1292 § 2, que se apli-
can a las imágenes preciosas.
1190 El § 1 se refiere a todas las reliquias sea cual sea su dueño. Los § § 2 y 3
se refieren a aquellas imágenes o reliquias que sean bienes eclesiásticos, las cua-
les, cuando gozan de gran veneración popular, no pueden enajenarse válidamen-
te sin licencia de la Sede Apostólica (cfr. c. 1377; Instr. de la S.C. para la Educa-
ción Católica, Doctrina et exemplo, 25.XII.1965, n. 62). Sobre qué reliquias se
llaman insignes, vid. c. 1281 § 2 CIC 17.
P. II. t. V. Del voto y del juramento 741
Título V
Del voto y del juramento
Capítulo I
Del voto
1191 § 1. Votum, idest pro- 1191 § 1. El voto, es decir, la promesa
missio deliberata ac libe- deliberada y libre hecha a Dios de
ra Deo facta de bono possibili et un bien posible y mejor, debe cumplirse
meliore, ex virtute religionis por la virtud de la religión.
impleri debet.
§ 2. A no ser que se lo prohíba el derecho,
§ 2. Nisi iure prohibeantur, om- todos los que gozan del conveniente uso
nes congruenti rationis usu pol-
lentes, sunt voti capaces. de razón son capaces de emitir un voto.
§ 3. Votum metu gravi et iniusto § 3. Es nulo ipso iure el voto hecho por
vel dolo emissum ipso iure nul- miedo grave e injusto, o por dolo.
lum est.
1192 § 1. Votum est publicum, 1192 § 1. El voto es público, si lo reci-
si nomine Ecclesiae a le- be el Superior legítimo en nombre
gitimo Superiore acceptetur; de la Iglesia; en caso contrario es priva-
secus privatum. do.
§ 2. Sollemne, si ab Ecclesia uti § 2. Es solemne, si la Iglesia lo reconoce
tale fuerit agnitum; secus sim- como tal; en caso contrario es simple.
plex.
1193 De por sí, el voto obliga solamen- 1193 Votum non obligat, ratio-
te a quien lo ha emitido. ne sui, nisi emittentem.
1194 Cesa el voto por transcurrir el 1194 Cessat votum lapsu tem-
tiempo prefijado para cumplir la poris ad finiendam obli-
obligación, por cambio sustancial de la gationem appositi, mutatione
materia objeto de la promesa, por no ve- substantiali materiae promis-
rificarse la condición de la que depende sae, deficiente condicione a qua
el voto o por venir a faltar su causa final, votum pendet aut eiusdem cau-
sa finali, dispensatione, com-
por dispensa y por conmutación. mutatione.
y privados existe una clase intermedia de votos, que algunos llaman semipúblicos,
que sin ser recibidos por la Iglesia, son reconocidos por ella y tienen efectos ju-
rídicos (cfr. Communicationes 12 [1980] 375-376). b) Votos solemnes y simples:
este c. es el único lugar del CIC donde se menciona la distinción entre votos so-
lemnes y simples, sin decir en qué consista la diferencia entre unos y otros. En el
CIC 17 (c. 488) eran votos solemnes los que se emitían en una orden religiosa, y
simples los que se hacían en una congregación, y también los votos privados.
Hoy, para saber cuándo un voto es solemne habrá que estar al derecho particular
de los institutos de vida consagrada.
La disciplina del voto, en el CIC 17, giraba principalmente en torno a la
distinción entre votos simples y solemnes. Según la doctrina común los actos
contrarios a un voto simple eran ilícitos, mientras los actos contrarios a un voto
solemne eran inválidos. De esta doctrina se hacía eco el CIC 17 en lo relativo al
impedimento matrimonial de voto: el voto simple constituía impedimento im-
pediente y el solemne, dirimente (cfr. CIC 17 cc. 1058 y 1073). Ahora, la distin-
ción fundamental del CIC es la que se hace entre votos públicos y privados.
Concretamente, constituye impedimento dirimente cualquier voto público y
perpetuo de castidad emitido en un instituto religioso, sea simple o solemne
(vid. cc. 668 § 5 y 1088).
Además de las que recoge este c. que estamos comentando, existen otras
clasificaciones de votos: temporal o perpetuo; absoluto o condicionado; alterna-
tivo; grave o leve; etc.
1193 En este c., sólo se recoge el § 1 del anterior c. 1310, omitiendo el § 2
que decía: voti realis obligatio transit ad haeredes, item obligatio voti mixti pro par-
te qua reale est. Esta omisión no significa que los herederos del vovente no ten-
gan obligación de cumplir el voto a expensas de la herencia, pero se trata de una
obligación moral que se ha visto oportuno no exigir legalmente, pues, como
acto de religión, el voto en realidad es siempre personal (cfr. Communicationes
12 [1980] 376).
1194 La cesación del voto significa que deja de obligar su cumplimiento por
alguna causa. La cesación en principio es definitiva, pero puede ser sólo tempo-
ral, si la causa por la que el voto cesa desaparece, o fue puesta sólo temporal-
P. II. t. V. Del voto y del juramento 743
1195 Qui potestatem in voti 1195 Quien tiene potestad sobre la ma-
materiam habet, potest teria del voto, puede suspender la
voti obligationem tamdiu su- obligación de éste durante el tiempo en el
spendere, quamdiu voti adim- que su cumplimiento le cause un perjui-
pletio sibi praeiudicium afferat. cio.
1196 Praeter Romanum Pon- 1196 Además del Romano Pontífice,
tificem, vota privata pos- pueden dispensar, con justa causa,
sunt iusta de causa dispensare, de los votos privados, con tal de que la
dummodo dispensatio ne laedat dispensa no lesione un derecho adquirido
ius aliis quaesitum: por otros:
1197 Quien emitió un voto privado, 1197 Opus voto privato pro-
puede conmutar la obra prometida missum potest in maius
por otra mejor o igualmente buena; y vel in aequale bonum ab ipso
puede conmutarla por un bien inferior vovente commutari; in minus
vero bonum, ab illo cui potestas
aquel que tiene potestad de dispensar a est dispensandi ad norman can.
tenor del c. 1196. 1196.
1198 Los votos emitidos antes de la 1198 Vota ante professionem
profesión religiosa quedan sus- religiosam emissa su-
pendidos mientras el que los emitió per- spenduntur, donec vovens in in-
manezca en el instituto religioso. stituto religioso permanserit.
Capítulo II
Del juramento
1199 § 1. Iusiurandum, idest 1199 § 1. El juramento, es decir, la in-
invocatio Nominis divini vocación del Nombre de Dios
in testem veritatis, praestari ne- como testigo de la verdad, sólo puede
quit, nisi in veritate, in iudicio prestarse con verdad, con sensatez y con
et in iustitia. justicia.
§ 2. Iusiurandum quod canones § 2. El juramento que los cánones exigen
exigunt vel admittunt, per pro-
curatorem praestari valide ne- o admiten no puede prestarse válidamen-
quit. te por medio de un procurador.
1200 § 1. Qui libere iurat se 1200 § 1. Quien jura libremente que ha-
aliquid facturum, pecu- rá algo adquiere una peculiar obli-
liari religionis obligatione tene- gación de religión de cumplir aquello que
tur implendi, quod iureiurando corroboró con juramento.
firmaverit.
ramento ipso iure. Extortum tiene el sentido de que el juramento haya sido injus-
tamente arrancado por dolo, violencia o miedo, pues qui iure suo utitur neminem
laedit. La gravedad del miedo debe valorarse teniendo en cuenta la condición y
circunstancias del que lo padece.
1201 Es idéntico al antiguo c. 1318. Contempla el caso de que una simple
promesa o compromiso sean ratificados por juramento promisorio, y da dos re-
glas. La primera (§ 1) es que el juramento sigue la naturaleza y condiciones del
acto a que se añade, esto es: obliga sólo y en cuanto obligue el acto que ratifique;
así, si la promesa se hizo con condición o término, el juramento se entiende he-
cho con la misma condición o término. La razón es obvia: el juramento sólo aña-
de a la promesa una nueva obligación de cumplirla (obligación de religión) pero
no la cambia. Igualmente la gravedad del juramento depende de la gravedad de
la cosa prometida (vid. comentario al c. 1200). La segunda regla (§ 2) es como
un caso particular de la primera: si el objeto de una promesa es ilícito, el jura-
mento que intente ratificarlo será injusto, y a tenor del c. 1199 § 1, inexistente.
1202 A diferencia del voto, el juramento promisorio admite la condonación.
Igual que en el c. 1194 se ha suprimido la irritación del juramento con base en
la potestad dominativa (vid. c. 1319 CIC 17). Por lo demás las causas de cesa-
ción del juramento son las mismas que las del voto (vid. c. 1196), pero debe te-
nerse en cuenta además el derecho de aquel en cuyo favor se juró: por eso el he-
cho de que la cosa jurada se haga indiferente o impida un bien mayor para el
que juró, no siempre hará cesar el juramento.
P. III. t. I. De los lugares sagrados 747
1203 Qui suspendere, dispen- 1203 Quienes tienen potestad para sus-
sare, commutare pos- pender, dispensar o conmutar un
sunt votum, eandem potestatem voto, gozan de la misma potestad y por
eademque ratione habent circa igual razón respecto al juramento promi-
iusiurandum promissorium; sed sorio; pero si la dispensa del juramento
si iurisiurandi dispensatio ver- redunda en perjuicio de otros que rehúsan
gat in praeiudicium aliorum
qui obligationem remittere re- condonar la obligación, sólo la Sede
cusent, una Apostolica Sedes Apostólica puede dispensar de ese jura-
potest iusiurandum dispensare. mento.
1204 Iusiurandum stricte est 1204 El juramento se ha de interpretar
interpretandum secun- estrictamente, según el derecho y
dum ius et secundum intentio- la intención del que lo emite o, si éste ac-
nem iurantis aut, si hic dolo túa dolosamente, según la intención de
agat, secundum intentionem aquel a quien se presta el juramento.
illius cui iusiurandum praesta-
tur.
PARTE III
DE LOS LUGARES Y TIEMPOS SAGRADOS
Título I
De los lugares sagrados
1205 Loca sacra ea sunt quae 1205 Son lugares sagrados aquellos que
divino cultui fideliumve se destinan al culto divino o a la
cap. V, 1). A diferencia del c. anterior, éste habla de delegación, por lo que pue-
de afirmarse que la facultad de bendecir iglesias y otros lugares sagrados puede
ser delegada de modo general en un sacerdote.
1208 El antiguo c. 1158 mandaba levantar acta de la consagración o bendi-
ción de todos los lugares, y guardar copia en la Curia diocesana; el presente c.
sólo lo exige de modo general para iglesias y cementerios, dejando al derecho
particular la determinación de lo que deba hacerse en los demás casos. A efectos
de prueba de la dedicación o bendición de un lugar, siempre será conveniente la
confección de acta, pero en muchos casos la copia del acta, más que en la Curia
diocesana, convendrá que la guarde la persona moral o física que tenga el domi-
nio o en cuyo favor se constituyó el lugar sagrado. El Ordo dedicationis ecclesiae
et altaris (cap. II, 25) dispone todo lo relativo al acta de dedicación de una igle-
sia, pero nada dice respecto del acta de bendición de iglesias que exige el c. que
comentamos.
1209 La condición sagrada de un lugar supone una limitación de derecho pú-
blico, que grava el derecho de propiedad sobre él, pues su destino al culto no
permite que sea utilizado para otros fines, y da a la autoridad eclesiástica unos
derechos sobre el lugar (vigilancia, inspección, etc.), encaminados a proteger y
conservar el carácter sagrado del mismo, y a establecer la disciplina que debe se-
guirse en dicho lugar; en este sentido, la dedicación o bendición de un lugar
pueden perjudicar a alguien, y en estos casos no bastaría para probarlas un solo
testigo.
1210 El destino al culto de un lugar sagrado es exclusivo de por sí, pues la
santidad de que queda revestido no permite que sea utilizado al mismo tiempo,
de modo habitual, para fines no religiosos, pues esto llevaría consigo la execra-
ción del lugar (vid. c. 1212). Pero a modo de acto, es decir, para cada caso, pue-
de el Ordinario permitir que se utilice para usos profanos no contrarios a la san-
750 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
1211 Los lugares sagrados quedan vio- 1211 Loca sacra violantur per
lados cuando con escándalo de los actiones graviter iniurio-
fieles, se cometen en ellos actos grave- sas cum scandalo fidelium ibi
mente injuriosos que, a juicio del Ordina- positas, quae, de iudicio Ordi-
rio del lugar, revisten tal gravedad y son narii loci, ita graves et sanctita-
tan contrarios a la santidad del lugar, que ti loci contrariae sunt ut non li-
ceat in eis cultum exercere, do-
en ellos no se puede ejercer el culto hasta nec ritu paenitentiali ad nor-
que se repare la injuria por un rito peni- mam librorum liturgicorum in-
tencial a tenor de los libros litúrgicos. iuria reparetur.
1212 Los lugares sagrados pierden su 1212 Dedicationem vel bene-
dedicación o bendición si resultan dictionem amittunt loca
destruidos en gran parte o si son reduci- sacra, si magna ex parte de-
dos permanentemente a usos profanos structa fuerint, vel ad usus pro-
por decreto del Ordinario o de hecho. fanos permanenter decreto com-
petentis Ordinarii vel de facto
reducta.
tidad. Según este c., pues, habría tres clases de usos: a) los que sirven al ejercicio
del culto, de la piedad o de la religión; b) los usos profanos, no contrarios a la
santidad del lugar, que el Ordinario puede permitir a modo de acto; y c) los
usos profanos contrarios a la santidad del lugar, que no pueden admitirse nun-
ca. Sobre los conciertos en las iglesias vid. Documento de la C. para el Culto di-
vino, El interés por la música, 5.XI.1987: Notitiae 251 (1988) 3-39.
1211 El CIC 17, c. 1172 § 1, señalaba de modo taxativo qué hechos, y en
que condiciones, constituían violación. El presente c. sustituye el criterio objeti-
vo del Codex anterior por un criterio subjetivo, de tal manera que sólo constitu-
yen jurídicamente violación aquellos actos que el Ordinario del lugar considere
tales. Del c. sólo pueden deducirse las condiciones que, objetivamente, deben
reunir tales actos, pero no cuáles sean éstos. Dichas condiciones, necesarias pero
no suficientes son: a) que sea un acto injurioso grave; b) que haya escándalo; c)
que se haya cometido dentro del lugar sagrado. Para saber si un acto con esas
condiciones ocasiona la violación de un lugar sagrado, habrá que estar además,
en cada caso, al juicio del Ordinario del lugar, a no ser que él mismo haya de
antemano tipificado los hechos que entrañan violación. Con este cambio de cri-
terio, se ha querido evitar el formalismo de que, al parecer, adolecían algunas
violaciones (y su consiguiente reparación), por cuanto pasaban inadvertidas para
los fieles. Ahora debe estimarse como criterio para valorar el alcance de los he-
chos la sensibilidad de los fieles por el escándalo que hayan producido. Igual-
mente, la reconciliación del lugar debe hacerse con participación de los fieles
(cfr. Communicationes 12 [1980] 329 y 331). La violación de un lugar sagrado
hace a quienes la producen reos del delito de profanación (c. 1376).
1212 La execración o pérdida del carácter sagrado puede suceder por dos cau-
sas: a) la destrucción de gran parte del lugar; b) la reducción permanente a usos
profanos. La reducción execratoria puede a su vez ser de hecho, o de derecho me-
diante decreto del Ordinario: en ambos casos la reducción a usos profanos, para
constituir execración, debe ser permanente (vid. c. 1210). En todos los casos de
execración, para poder volver a destinar al culto el lugar, hay que dedicarlo o
bendecirlo de nuevo. La destrucción y la reducción de hecho pueden constituir
además delito de profanación según el c. 1376.
P. III. t. I. De los lugares sagrados 751
Capítulo I
De las iglesias
Caput I. De ecclesiis
1214 Con esta definición se suprime la distinción entre iglesias y oratorios
públicos que recogía el CIC 17, c. 1188 § 1 y § 2, 1.º. Distinción que no tenía
relevancia jurídica. La característica jurídica típica de las iglesias es precisamente
el derecho de los fieles de acudir a esos lugares para practicar el culto pública o
privadamente; esta característica es la que las distingue de los oratorios (c. 1223)
y capillas privadas (c. 1226). Ello no obsta para que las iglesias puedan pertene-
cer a personas físicas o jurídicas distintas de las que integran la estructura insti-
tucional jerárquica, pero su carácter público las hace estar sometidas en algunos
aspectos a la autoridad jerárquica del territorio donde se hallen (cfr. cc. 397,
557 y 838 § 4). Pero, sobre todo, la iglesia es la casa de Dios en la que la comu-
nidad cristiana se reúne para la celebración de los divinos misterios y la oración.
752 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
Este capítulo del CIC se ocupa de las iglesias en general, en cuanto lugares
sacros; pero también tiene relevancia la calificación jurídica o litúrgica de cada
iglesia (catedral, prelaticia, parroquial, capitular, rectoral, conventual, santuario,
basílica ...), pues determina derechos y deberes (vid. cc. 503, 510, 556, 858,
934). Entre las iglesias son importantes las que constituyen el centro de la vida
litúrgica de una cierta comunidad y la sede de su pastor, por lo que se erigen si-
multáneamente con ella (Sacrosanctum Concilium 73). En efecto, cuando la
Santa Sede constituye una nueva diócesis o una circunscripción similar, erige
conjuntamente su iglesia catedral o prelaticia, y lo mismo sucede cuando el
Obispo diocesano constituye una nueva parroquia. Sobre las Basílicas vid. Decr.
de la C. para el Culto Domus ecclesiae, 9.XI.1989: AAS 82 (1990) 436-440.
En las iglesias debe haber siempre un altar fijo (c. 1235 § 2) que se dedica
juntamente con ella (cfr. Ordo dedicationis, cap. II y cap. III, 1). Las iglesias de
por sí no son personas jurídicas: para que lo sean necesitan erección canónica.
1215 Recoge este c. normas semejantes a las del antiguo c. 1162. Puesto que
toda iglesia es un lugar sagrado abierto a todos los fieles, corresponde al Obispo
diocesano (o a los que en derecho se le equiparan), en todos los casos, dar licen-
cia para su construcción. Lo mismo puede decirse cuando se trate de abrir de
nuevo al culto una iglesia, que haya estado cerrada durante mucho tiempo, o de
convertir jurídicamente en iglesia un oratorio o capilla. Aunque la licencia dada
por el Obispo, para establecer una casa religiosa en la diócesis, a tenor del c.
609, lleva consigo en algunos casos el derecho a tener iglesia (c. 611, 3.º), ello
no obsta para que deba además obtenerse siempre el permiso del Obispo para
construirla en lugar determinado y cierto, previas las consultas que le impone el
§ 2 de este c. En todos los casos la licencia debe expresar el lugar preciso donde
se levantará la nueva iglesia, sin que quepa darla para construirla en cualquier
lugar de la diócesis. La obligación de consultar en todos los casos al Consejo
presbiteral y a los rectores de las iglesias vecinas, se rige por el c. 127.
P. III. t. I. De los lugares sagrados 753
1216 La Iglesia, sin adoptar como propio ningún estilo, siempre se ha consi-
derado con derecho a juzgar las obras de arte que son idóneas para su uso sagra-
do, y las que no lo son (Sacrosanctum Concilium 122). El c. da un mandato ge-
neral: que se tengan en cuenta los principios y normas de la liturgia y el arte
sacro. Pero no dice quién debe velar para que tales principios y normas se ob-
serven, como hacía el antiguo c. 1164. En el caso de las iglesias lo lógico es que
esa misión competa al Obispo diocesano, el cual deberá juzgar si los proyectos
de edificación o reparación de iglesia se ajustan a los principios y normas del
arte y la liturgia. Lo cual no quiere decir que corresponda al Obispo determinar
específicamente cómo debe construirse o repararse una iglesia: eso corresponde a
quien tiene dominio sobre ella.
La Const. Sacrosanctum Concilium 44-46 pide que se creen comisiones de
arte sacro y de liturgia, que deben ser consultadas por el Obispo a la hora de
construir o reparar una iglesia, y al juzgar las obras de arte sacro (ibíd. 126).
Se ha suprimido en este c. la referencia que el antiguo c. 1164 hacía a los
principios de la tradición cristiana, para no obstaculizar el que aparezcan formas
originales que se adapten mejor a las diversas culturas y tiempos. En cualquier
caso las innovaciones deben ser congruentes con la liturgia y el arte sagrado, que
a su vez recogen la tradición cristiana.
De la renovación litúrgica realizada por el Concilio Vaticano II se despren-
den algunos principios y fines que deben tenerse en cuenta: 1) favorecer la dig-
na celebración de las ceremonias (Sacrosanctum Concilium 123); 2) conseguir la
activa participación de los fieles (Sacrosanctum Concilium 124; Inst. Inter oecu-
menici 90); 3) que muevan la piedad y devoción de los fieles (Sacrosanctum Con-
cilium 122); 4) que expresen la fe de la Iglesia (ibidem). Por el contrario se de-
ben rechazar aquellas obras de arte que, según la Const. Sacrosanctum Concilium
124: 1) repugnen a la fe, a la moral o a la piedad cristianas; 2) ofendan el verda-
dero sentido religioso; 3) sean poco artísticas, mediocres, rebuscadas o faltas de
autenticidad.
1217 La norma general es que las iglesias se destinen al culto mediante dedi-
cación. Pero hay circunstancias que según las normas litúrgicas impiden que una
iglesia sea dedicada (si no hay altar que pueda ser dedicado junto con la iglesia,
o si se trata de una iglesia provisional, cfr. Ordo dedicationis ecclesiae et altaris,
cap. III, 1 y cap. V, 1); entonces debe de ser bendecida. La urgencia de estas ce-
remonias que expresa el c. mediante el adverbio quam primum, tiene el motivo
754 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
de que no deben celebrarse actos de culto en las iglesias, antes que hayan recibi-
do la dedicación o bendición. El § 2 del c. señala que la norma general de dedicar
las iglesias se hace más fuerte cuando se trata de catedrales y parroquias, pero eso
no obsta a que sean sólo bendecidas, cuando litúrgicamente no puedan dedicar-
se. Una iglesia que sólo estaba bendecida puede después dedicarse con dos con-
diciones: a) si hay en ella un altar que pueda dedicarse conjuntamente con la
iglesia, b) si se han producido en la iglesia cambios importantes arquitectónicos
o jurídicos, por ej., si es elevada a la categoría de iglesia parroquial (cfr. Ordo de-
dicationis, cap. III, 1).
No existe un rito de dedicación de iglesia más solemne que otro, sino que
del único rito pueden hacerse acomodaciones y simplificaciones según los casos.
El sentido del § 2 del c. que comentamos, es que tratándose de iglesias catedra-
les y parroquiales, se conserven en lo posible todas las ceremonias del ritual sin
hacer simplificaciones innecesarias.
1218 Pueden ser título de una iglesia la Santísima Trinidad o cada una de las
Divinas Personas, los misterios o nombres de Cristo recibidos en la liturgia, las
advocaciones de la Virgen recogidas en la liturgia, los santos Angeles, y los san-
tos inscritos en el Martirologio Romano o en su apéndice. No puede ser titular
de una iglesia un beato sin indulto de la Santa Sede. El titular debe ser único,
salvo que se trate de la Santísima Trinidad o de santos cuyos nombres están uni-
dos en el calendario (cfr. Ordo dedicationis, cap. II, 4) El CIC 17, c. 1168 § 1,
no permitía cambiar de título a las iglesias sólo bendecidas; ahora sólo la dedica-
ción impide el cambio.
1219 La dedicación o bendición constituye a la iglesia en lugar sagrado, apto
para celebrar en él todos los actos de culto; la limitación que supone el c. no se
refiere a la aptitud de la iglesia, en cuanto lugar sagrado, sino al derecho que
puede tener la iglesia parroquial, de que se celebre en ella, y no en otra, determi-
nadas funciones, que son las que enumera el c. 530. Por tanto nada obsta a que
esas funciones se celebren en otra iglesia por mandato del Ordinario del lugar
(vid. c. 560) o con el consentimiento o delegación (si es precisa) del párroco
(vid. c. 558). El c. hace mención expresa sólo de los derechos parroquiales, pero
también los privilegios y costumbres legítimos pueden señalar el derecho de al-
guna iglesia a que se realicen en ella, y no en las otras, determinadas funciones
(cfr. Communicationes 12 [1980] 336), como por ej., la salida de una procesión,
actos de culto en honor del Patrón del lugar, etc.
1220 Tres cosas se mandan en este c.: a) cuidar la limpieza y decoro de las
iglesias; b) apartar de ellas todo lo que desdiga de la santidad del lugar; y c) po-
P. III. t. I. De los lugares sagrados 755
§ 2. Cuando otras causas graves aconse- § 2. Ubi aliae graves causae sua-
jen que una iglesia deje de emplearse deant ut aliqua ecclesia ad divi-
para el culto divino, el Obispo diocesano, num cultum amplius non adhi-
oído el consejo presbiteral, puede redu- beatur, eam Episcopus dioecesa-
cirla a un uso profano no sórdido, con el nus, audito consilio presbyterali,
consentimiento de quienes legítimamente in usum profanum non sordi-
dum redigere potest, de consen-
mantengan derechos sobre ella, y con tal su eorum qui iura in eadem sibi
de que por eso no sufra ningún detrimen- legitime vindicent, et dummodo
to el bien de las almas. animarum bonum nullum inde
detrimentum capiat.
Capítulo II
De los oratorios y capillas privadas
El § 2 se refiere a los demás casos en los que una iglesia puede ser reducida
a usos profanos. En ellos se exige: 1) causas graves; 2) consentimiento de los que
tienen legítimos derechos sobre ellas; 3) que no vaya en detrimento del bonum
animarum; 4) que sea oído el Consejo presbiteral; 5) decreto del Obispo dioce-
sano (cfr. c. 1212). Sin embargo, en razón del carácter sacro que tuvo la iglesia,
no sería digno destinarla a usos demasiado ajenos a la dignidad de un lugar sa-
grado; por ej., restaurantes, cines, mercados, etc.; no sería sórdido utilizarla para
almacén de objetos de culto, museo de arte sagrado, local de reuniones de una
cofradía, auditorium, etc. Vid. Documento sobre conciertos en las iglesias, n. 11
(citado sub c. 1210).
de algún modo (por ej., los que viajan en un barco, los que viven en un cuartel,
los que asisten a unos ejercicios espirituales). La noción de oratorio que contie-
ne el c., siendo nueva, se asemeja a la de oratorio semipúblico del antiguo c.
1188 § 2, 2.º. El Ordinario a que se refiere este c. es el que tiene la potestad eje-
cutiva ordinaria sobre la comunidad o grupo beneficiario del oratorio (vid. cc.
608 y 733 § 2).
1224 Del mismo modo que el c. 1215 exige el consentimiento del Obispo
para edificar una iglesia, el presente c. exige licencia del Ordinario para consti-
tuir un oratorio. El Ordinario a que se refiere este c. es el mismo del c. anterior;
sobre él recae la responsabilidad de juzgar la aptitud del lugar elegido y la digni-
dad de su instalación. Pero la licencia del Ordinario no constituye, por sí sola, al
oratorio en lugar sagrado (vid. c. 1205 y comentario al c. 1229). Sin embargo,
la licencia produce el efecto de reservar de modo exclusivo el oratorio al culto
divino, y que puedan celebrar en él funciones sagradas a tenor del c. 1225.
1225 Comparando este c. con el 1219, se observa que, a diferencia de las
iglesias, para que puedan celebrarse ceremonias litúrgicas en un oratorio, basta
con la licencia del Ordinario, pues sólo se exige que el oratorio esté legítima-
mente constituido, sin aludir a la bendición del mismo. Pero el c. 932 pide que
la Misa se celebre en lugar sagrado.
La comunidad o grupo de fieles en cuya utilidad se erige el oratorio puede
realizar en él todas las ceremonias que permita la liturgia, y no estén excluidas
por el derecho o por prescripción del Ordinario del lugar (vid. cc. 857-859,
881, 932-964, 1011, 1118 y 1179). Pero respecto a los demás fieles, que pue-
den entrar en el oratorio con consentimiento del superior, se deben tener en
cuenta las normas dadas para el culto por el Obispo diocesano, cuando su asis-
tencia a los actos de culto que se celebren en el oratorio no sea simplemente es-
porádica. Para cerciorarse de que se observan dichas normas el mismo Obispo
diocesano tiene derecho a visitar los oratorios (cfr. M.P. Ecclesiae Sanctae I, nn.
26 y 38; vid. cc. 397 § 1 y 838 § 4).
El Ordinario del lugar puede excluir del oratorio algunas ceremonias; por
ej., los oratorios que no sean anejos a una casa religiosa o a otra pia domus, ne-
758 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
cesitan licencia del Ordinario del lugar para que pueda reservarse en ellos el
Santísimo Sacramento (vid. cc. 934 y 936; S.C. de Ritos, Instr. Eucharisticum
Mysterium, n. 26, de 27.V.1967, AAS 59 [1967] 537-539, en el que se pide que
exista coordinación, en los días festivos, entre la misa parroquial, y las misas que
se celebren en otras iglesias y oratorios).
1226 La distinción entre la capilla privada y el oratorio, es que aquélla se
constituye en principio para uso exclusivo de una o más personas físicas deter-
minadas de algún modo, mientras que los oratorios se establecen en beneficio
de un número indeterminado de fieles, en razón de su pertenencia o relación a
una comunidad o grupo. Tanto a los oratorios como a las capillas, pueden ade-
más acudir de hecho otras personas. Por otra parte, las ceremonias que se realicen
en las capillas (salvo las del c. 1227) deben ser aprobadas por el Ordinario del
lugar (vid. c. 1228).
Como para los oratorios, se requiere la licencia del Ordinario, en este
caso el del lugar (vid. c. 134 § 2), para la erección de una capilla privada. An-
tes, la concesión de oratorios privados pertenecía a la S.C. de Sacramentos
(cfr. CIC 17 cc. 249 y 1195). Como los oratorios, la capilla es lugar sagrado
sólo si ha sido bendecida a tenor del c. 1229; si no lo ha sido, no es locus sacer
(cfr. Communicationes 12 [1980] 339), pero sí tiene la consideración de locus
pius.
1227 Recoge este c., al mismo tiempo, el derecho de los Obispos de consti-
tuir su propia capilla privada, y la equiparación de estas capillas a los oratorios
(vid. cc. 239, 394 y 1189 CIC 17). No se menciona a los Cardenales, pues to-
dos ellos, en principio, deben ser Obispos (cfr. c. 351 § 1).
1228 A diferencia de los oratorios, la constitución de una capilla no da por sí
misma derecho a celebrar en ella actos de culto público. Las Misas y demás cele-
braciones sagradas que pueden tener lugar en las capillas, deben ser autorizadas
por el Ordinario del lugar. La licencia para ello puede venir incluida en la licen-
cia para la erección de la capilla (c. 1226), o puede ser dada aparte, de modo ge-
neral o ad casum. Puesto que nada se dice, esta licencia puede ser sólo verbal,
aunque, como siempre, es recomendable que las licencias generales se den por
escrito. Sobre la reserva del Santísimo en capillas privadas, vid. c. 934 § 1.
P. III. t. I. De los lugares sagrados 759
1229 Oratoria et sacella pri- 1229 Conviene que los oratorios y las
vata benedici convenit capillas privadas se bendigan se-
secundum ritum in libris li- gún el rito prescrito en los libros litúr-
turgicis praescriptum; debent gicos; y deben reservarse exclusivamente
autem esse divino tantum cultui para el culto divino y quedar libres de
reservata et ab omnibus dome- cualquier uso doméstico.
sticis usibus libera.
Capítulo III
De los santuarios
1229 El convenit de este c. tiene una doble significado: 1.º) es deseable que
los oratorios y capillas sean bendecidos y así lleguen a ser lugares sagrados, lo
cual constituye novedad, pues el antiguo c. 1196 no permitía que se bendijeran
los oratorios domésticos; 2.º) lo propio de oratorios y capillas es la bendición,
no la dedicación, que sólo conviene a las iglesias y altares. Independientemente
de que se bendigan o no, los locales destinados a oratorios o capillas deben re-
servarse exclusivamente para el culto.
algo más que una simple denominación: se trata de una calificación jurídica de
los distintos supuestos de hecho, que determina no sólo la categoría del santua-
rio, sino la autoridad eclesiástica competente para aprobar sus estatutos y a cuyo
control queda sometido el santuario. Cuando el Ordinario del lugar, la Confe-
rencia Episcopal o la Santa Sede aprueban la denominación de un santuario
como diocesano, nacional o internacional respectivamente, al mismo tiempo es-
tán avocando la competencia jurídica sobre él; sobre todo para aprobar los esta-
tutos del santuario, en los que se plasmará su régimen jurídico.
La gran variedad de supuestos de hecho que existen en torno a los santua-
rios exige la aplicación de un instrumento técnico-jurídico suficientemente fle-
xible, capaz de adaptarse a las peculiares características de cada santuario. Este
instrumento lo constituyen los estatutos del santuario (vid. c. 94). La necesidad
de redactar unos estatutos, que impone el c. 1232, no implica necesariamente
que todo santuario sea erigido como persona jurídica eclesiástica. Habrá santua-
rios que se constituyan como personas jurídicas; otros pertenecerán a una perso-
na física o jurídica (civil o eclesiástica), y quedarán constituidos como pa-
trimonio separado, con un régimen jurídico propio según sus estatutos.
Corresponde redactar los estatutos a la persona física o jurídica (civil o
eclesiástica) que sea dueña del santuario, y presentarlos para su aprobación a la
autoridad eclesiástica competente según la categoría del santuario. Tratándose
de los ya existentes, su categoría (diocesana, nacional o internacional) se deter-
minará según la procedencia de los peregrinos que a él acudan. En el caso de
nuevos santuarios, lo normal será que nazcan como diocesanos, pudiendo luego
pasar a las categorías superiores a medida que atraigan peregrinos de más lejana
procedencia. Pero también puede un santuario ser, desde el principio, nacional
o internacional, por ej. si se construye con donativos de los fieles de toda la na-
ción o de varias naciones. Igualmente puede un santuario pasar a una categoría
inferior si, por el cambio de circunstancias, su influjo se reduce. Pero en todos
los casos, lo jurídicamente relevante será la calificación que, de cada santuario,
haga la autoridad eclesiástica correspondiente, por propia iniciativa o a petición
de algún interesado. Lógicamente, el acto administrativo de clasificación de un
santuario podrá ser recurrido tanto por los propietarios del mismo, como por la
autoridad eclesiástica que se sienta perjudicada por dicha clasificación.
En los estatutos del santuario deberán determinarse los fines, el sistema de
nombramiento del rector y la competencia del mismo, la propiedad de los bie-
P. III. t. I. De los lugares sagrados 761
Capítulo IV
De los altares
1235 § 1. Altare, seu mensa 1235 § 1. El altar, o mesa sobre la que
super quam Sacrificium se celebra el Sacrificio eucarísti-
eucharisticum celebratur, fi- co, se llama fijo si se construye formando
xum dicitur, si ita exstruatur ut una sola pieza con el suelo, de manera
cum pavimento cohaereat ideo- que no pueda moverse; y móvil, si puede
que amoveri nequeat; mobile trasladarse de lugar.
vero, si transferri possit.
nes del santuario así como el régimen económico a que dichos bienes quedan
sometidos en su administración.
1233-1234 Estos privilegios debe concederlos la autoridad que tenga compe-
tencia sobre el santuario, dentro de los límites de su potestad, o pidiéndolos,
cuando no estén en su mano, a la autoridad superior que pueda concederlos.
Los privilegios pueden ser muy variados: absolución de pecados reservados y pe-
nas, indulgencias, exenciones pecuniarias, privilegios litúrgicos, etc. En cual-
quier caso la razón de los mismos debe ser el bien de los fieles: que encuentren
en los santuarios, abundantemente, los medios de salvación que buscan en ellos.
Sobre santuarios marianos vid. Enc. Redemptoris Mater, n. 28.
El § 2 del c. 1234 manda que se conserven y custodien los exvotos en algún
lugar patente, sea dentro del mismo santuario, sea en otra dependencia vecina.
Estos objetos son recuerdo de favores recibidos y manifestación del arte y la pie-
dad populares, que no deben desecharse (vid. c. 1292 § 2).
clesiae et altaris (cap. IV, 6 y cap. VI, 1). Altar es la mesa sobre la que se celebra
el Sacrificio Eucarístico. Puede ser fijo o movible. En esta definición cabe cual-
quier mesa sobre la que se celebre, aunque sólo sea alguna vez, la Santa Misa
(vid. c. 932), pero para que sea propiamente lugar sagrado, según la definición
general del c. 1205, debe tratarse de una mesa ex profeso destinada a que sobre
ella se celebre la Eucaristía, dedicada o bendecida litúrgicamente. En todas las
iglesias debe haber un altar fijo que se dedica junto con ella (vid. comentario al
c. 1217).
1236 Se dedica este c. a determinar los requisitos de una y otra clase de alta-
res, siguiendo casi literalmente la Institutio generalis Missalis Romani 263 y 264.
Manteniendo la clasificación del CIC 17 (cc. 1197 y 1198) en fijos y movibles,
los requisitos de unos y otros han variado. Lo que ahora define físicamente el al-
tar fijo es su adherencia al suelo (vid. c. anterior); no es ya necesario que sea de
piedra natural (aunque es recomendable), basta que sea de un material digno,
sólido y de una sola pieza, aprobado por la Conferencia Episcopal. Tampoco es
necesario que contenga reliquias de santos (aunque también se recomienda,
como veremos, conservar esta tradición). Tampoco se exige ya que la base del al-
tar fijo sea de piedra.
Por su parte el altar movible no es ya principalmente el ara portátil o piedra
sagrada del antiguo c. 1197 § 1, 2.º CIC 17, sino la mesa de cualquier material
sólido y noble, conveniente para su uso litúrgico según las costumbres y tradi-
ciones del país, que no está adherida al suelo. No pueden depositarse en su base
reliquias (cfr. Ordo dedicationis, cap. VI, 3).
1237 § 1. A tenor del c. 1206 la dedicación de un altar (fijo o móvil ) corres-
ponde al Obispo diocesano y equiparados en derecho, con la posibilidad de en-
comendarla a otro Obispo o, excepcionalmente, a un sacerdote con mandato es-
pecial. La bendición de un altar móvil corresponde, según el c. 1207, al
Ordinario, que puede delegar en otro sacerdote.
P. III. t. I. De los lugares sagrados 763
Capítulo V
De los cementerios
Caput V. De coemeteriis
1240 Sin hacer cuestión del reconocimiento por parte de las autoridades civi-
les del derecho de la Iglesia a poseer cementerios, el § 1 de este c. establece que,
donde sea posible, se tengan cementerios propios. Si esto no es posible, debe
tratarse de obtener un espacio destinado a los fieles difuntos en los cementerlos
civiles. Allí donde ninguna de ambas cosas se consiga, debe bendecirse cada se-
pultura.
Este c. resume el c. 1206 §§ 2 y 3 CIC 17. Que no se diga nada del dere-
cho de la Iglesia a poseer cementerios propios, no significa que la Iglesia haya re-
nunciado a tal derecho, que se incluye en el derecho general de la Iglesia a po-
seer bienes temporales, para conseguir sus fines (vid. c. 1254).
1241 Se refiere este c. al derecho de poseer cementerios propios in iure cano-
nico; otra cosa será en derecho civil. El antiguo c. 1208 mandaba que las parro-
quias tuvieran su cementerio (salvo que el Ordinario del lugar dispusiera que un
cementerio perteneciera a varias), y permitía que otras personas físicas o jurídi-
cas tuvieran sepulcro propio. Ahora ni se manda ni se permite nada: se recono-
ce el derecho de toda persona jurídica o familia a tener cementerio o panteón
propio siempre, claro es, que las leyes civiles lo permitan. Lo que interesa a la
Iglesia no es tanto la propiedad del lugar, como el respeto a la condición sagra-
da del mismo. Por eso se deja a juicio del Ordinario del lugar la bendición de los
cementerios privados, que los hace lugares sagrados. La decisión del Ordinario
dependerá de las garantías que tenga de que se cumplirán en él las normas del
derecho particular, dictadas para conservar y proteger la dignidad sagrada que,
con la bendición, adquiere el cementerio (vid. c. 1243). Al contrario, los ce-
menterios de parroquias o institutos religiosos, puesto que son bienes eclesiásti-
cos, deben bendecirse siempre (vid. cc. 1205, 1207 y 1208 CIC 17). Cuando se
entierra a alguien en un cementerio no bendecido, debe bendecirse el sepulcro:
los fieles difuntos deben reposar en un lugar sagrado.
P. III. t. II. De los tiempos sagrados 765
Título II
De los tiempos sagrados
Capítulo I
De los días de fiesta
1246 § 1. El domingo, en el que se ce- 1246 § 1. Dies dominica in qua
lebra el misterio pascual, por tra- mysterium paschale cele-
dición apostólica, ha de observarse en bratur, ex apostolica traditione,
toda la Iglesia como fiesta primordial de in universa Ecclesia uti primor-
precepto. Igualmente deben observarse dialis dies festus de praecepto
servanda est. Itemque servari
ha cambiado por la de Santa María Madre de Dios. A estas hay que añadir las
fiestas de precepto nacionales o locales. También el Obispo de la diócesis puede
señalar ocasionalmente algún día de fiesta (c. 1244 § 2). El § 2 concede a la
Conferencia Episcopal la potestad de suprimir o trasladar a domingo algunos
días de precepto, en su territorio, pero en estos casos se necesita la aprobación
previa de la Santa Sede. Con este procedimiento se armoniza el juego de este c.
con el c. 1244 § 1.
1247 Señala este c. en qué consiste el precepto de santificar las fiestas, de un
modo más genérico a como lo hacía el c. 1248 CIC 17. En cualquier caso, el
contenido sustancial es el mismo: asistir a la Santa Misa y descansar. Las causas
que excusan del cumplimiento total o parcial del precepto, son las comunes: el
grave incomodo propio o ajeno, o la naturaleza peculiar del trabajo (cfr. c. 1248
§ 2). Sobre la santificación del domingo vid. la Carta Ap. Dies Domini,
31.V.1998.
1248 Permitiendo cumplir el precepto dominical en cualquier lugar sin dis-
tinción, el § 1 suprime las limitaciones que el antiguo c. 1249 del CIC 17 im-
ponía sobre los oratorios privados. Extiende también este § 1 a toda la Iglesia la
posibilidad de cumplir con el precepto de oír Misa la tarde del día precedente,
768 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
Capítulo II
De los días de penitencia
que hasta ahora sólo existía en algunas regiones (para España estaba concedida
por Rescripto de la S.C. del Concilio de 2.II.1966). Sobre las misas anticipadas,
vid. Eucharisticum Mysterium n. 28; Respuesta S.C. para el Culto Redactores
nonnulii (1984), en Notitiae (1984) 603-605; según la cual debe decirse la misa
del domingo.
El § 2 del c., aunque parece contemplar sobre todo los casos en que una
comunidad o grupo no puede asistir a la Misa, abarca también todos los demás
casos, en los que se hace imposible cumplir el precepto. En esas situaciones, el
precepto de oír Misa cesa, sin que haya obligación de sustituir la asistencia a
Misa por otra cosa. Por eso, el § que comentamos no impone como obligación
sustitutoria las prácticas que recomienda. En este sentido la Respuesta de la C.
para el Culto divino, 3.II.87 (Prot. n. 181/87), en Notitiae (1987) 169. La mis-
ma C. ha publicado el Directorio para la celebración dominical en ausencia de
presbítero, 22.VI.1988, en Notitiae 263 (1988) 367-392.
versos modos, entre otros, de vivir esos días penitenciales; y d) indicar que, de
entre esos modos de hacer penitencia, destacan la abstinencia y el ayuno, los
cuales se imponen como obligatorios en algunos días, y para algunas personas, a
tenor de los cc. siguientes.
1250 Señala este c. los días y tiempos que tienen carácter penitencial en toda
la Iglesia: todos los días de cuaresma y todos los viernes del año. Como ya he-
mos dicho, la noción días y tiempos penitenciales es más amplia que la de días de
ayuno o abstinencia. Todos los días y tiempos penitenciales que señala este c. hay
obligación de hacer obras de penitencia según el c. 1249, pero sólo en algunos
de ellos la obligación de penitencia se concreta en la abstinencia o en el ayuno,
o en ambos, como veremos en el c. siguiente. La obligación de observar los días
y tiempos de penitencia es grave en su conjunto (vid. Const. Ap. Paenitemini, II
§ 2; Respuesta S.C. del Concilio, 24.II.1967, AAS 59 [1967] 229).
1251 Entre los días penitenciales, los más importantes (miércoles de ceniza y
Viernes Santo) llevan consigo la obligación del ayuno y la abstinencia; otros (to-
dos los viernes del año) sólo la de abstinencia; el resto (los demás días de cuares-
ma), la obligación genérica de hacer algún acto de penitencia (cfr. c. 1249).
Además pueden los Obispos diocesanos señalar, de modo ocasional, otros días
de penitencia según el c. 1244 § 2. El c. permite a las Conferencias Episcopales
sustituir la abstinencia de carne por la de otro alimento. A las mismas Conferen-
cias corresponde precisar el contenido de las obligaciones del ayuno y la absti-
nencia, a tenor del c. 1253; mientras no lo hagan, pensamos que conservan va-
lor indicativo los cc. 1250 y 1251 del CIC 17, y el art. III de la Const. Ap.
770 Libro IV. De la función de santificar de la Iglesia
en el natural; la segunda, para que ad extra no diera pie la supresión del texto a la
interpretación de que la Iglesia venía a reconocer con su silencio la exclusiva sobe-
ranía del Estado sobre todos los bienes sitos en su territorio como dominus emi-
nens o potencial. Es cierto que el texto, con su talante iuspublicista, no deja de re-
sultar anacrónico en su formulación; pero su actualidad es evidente cuando se
valora como respuesta de la Iglesia a la declaración de libertad religiosa y de otros
derechos y principios fundamentales que proclaman los textos constitucionales e
internacionales, principalmente los relativos a los derechos económicos de las for-
maciones sociales, asociaciones y fundaciones para el cumplimiento de sus fines.
El nuevo texto enriquece el elenco de negocios jurídicos que constituyen el
contenido del derecho universal nativo de la Iglesia sobre los bienes temporales;
pero, con todo, la fórmula continúa siendo enunciativa.
En el § 2 se relacionan los fines propios de la Iglesia a cuya consecución se
destinan los bienes temporales. El texto se recibe del Decr. Presbyterorum ordinis
17, y no parece que el orden de enumeración sea prelativo, en el caso de patri-
monio incongruo para satisfacer todos los fines y no afectado a alguno en parti-
cular, sino que habrán de tenerse en cuenta las necesidades más perentorias.
El alcance y contenido de cada uno de dichos fines habrá de interpretarse
en sentido amplio, al objeto de que cada uno de ellos pueda cumplirse íntegra-
mente. Así, pues, el fin de culto puede comprender la construcción y conserva-
ción de templos; dotarlos de pertenencias y accesorios; la organización de los ac-
tos de culto y su financiación, etc. La sustentación del clero abarcará alimentos
en sentido amplio y los medios indispensables para su formación espiritual, cul-
tural y científica, atendidas las circunstancias de cada caso. El apostolado y la ca-
ridad ofrecen un campo inmenso y variado, debiendo atenderse las necesidades
más urgentes, que el Decr. Presbyterorum ordinis 17 señala que son las que con-
ciernen a los pobres.
1255 Se relacionan en este c. los sujetos con capacidad canónica para realizar
los negocios jurídicos a que se refiere el c. precedente. Las nociones de Iglesia
universal, Sede Apostólica, Iglesia particular, personas jurídicas públicas y priva-
Libro V. Cánones preliminares 773
das, pueden verse en los cc. 204, 361, 368, 116 y 118. Otros cc. se refieren par-
ticularmente a la condición de personas jurídicas que tienen algunos institutos,
como los seminarios (c. 238 § 1), las parroquias (c. 515 § 3), las escuelas católi-
cas (c. 803 § 1), la Conferencia Episcopal (c. 449 § 2), las asociaciones públicas
de fieles (c. 313), las asociaciones privadas de fieles personificadas (c. 322), los
institutos de vida consagrada, sus provincias y sus casas (c. 634 § 1). Es de notar
que este c. otorga la capacidad jurídica y de obrar a las personas jurídicas priva-
das personificadas, aunque sus bienes no sean eclesiásticos, según se deduce del
c. 1257, lo cual es congruente con la condición de personas jurídicas en la Igle-
sia que tienen también estas personas, a cuya condición va unida toda circuns-
tancia personal, como es la capacidad jurídica y las demás cualidades de tal na-
turaleza, que deben ser declaradas y protegidas por las normas jurídicas. Sobre
las asociaciones sin personalidad vid. c. 310.
La capacidad que, en Derecho, proclama el presente c. opera solamente en
el ámbito del ordenamiento canónico. Pero en el Derecho del Estado se requeri-
rá que gocen de capacidad civil para que puedan realizar eficazmente negocios
jurídicos, bien porque se constituyan conforme a las leyes civiles, bien porque
éstas reconozcan la capacidad civil a las personas jurídicas canónicas. Esta últi-
ma fórmula es la que sigue el art. I y la Disposición transitoria 1.ª del Acuerdo
que sobre Asuntos jurídicos firmaron la Santa Sede y el Estado español el 3 de
enero de 1979, siendo presupuesto necesario que la persona tenga capacidad ju-
rídica canónica. Así, pues, en Derecho español podrán obtener personalidad y
capacidad civil las personas jurídicas canónicas, tanto públicas como privadas,
en cuanto tengan la personalidad y consiguiente capacidad canónica.
1256 Se reproduce el c. 1499 § 2 del CIC 17, que puso orden y precisión en
la titularidad del dominio de los bienes eclesiásticos. Al interpretar el término
dominio en sentido amplio, su significado comprende, no solamente la propie-
dad, sino también los derechos reales y la posesión. Por otra parte, el título de
pertenencia podrá ser cualquiera de los establecidos por el Derecho natural y
positivo (vid. c. 1259). Cualquiera que sea la persona jurídica titular, pública o
privada, el dominio se tiene bajo la suprema autoridad del Romano Pontífice,
superioridad que emana del Primado pontificio y de la unidad capital de la Igle-
sia y que se corresponde en sede patrimonial con la potestad de dispensar y ad-
ministrar que le reconoce el c. 1273.
1257 La eclesiasticidad de los bienes se determina por referencia a su titular:
la Iglesia universal, la Sede Apostólica y otras personas jurídicas públicas de la
Iglesia. El c. 1255, antes anotado, determina la capacidad para celebrar negocios
jurídicos sobre bienes temporales y este c. 1257 define los bienes eclesiásticos.
Puestos ambos en relación, se deduce que las personas jurídicas privadas gozan
774 Libro V. De los bienes temporales de la Iglesia
Título I
De la adquisición de los bienes
1261 § 1. Los fieles tienen libertad para 1261 § 1. Integrum est chri-
aportar bienes temporales en fa- stifidelibus bona tempo-
vor de la Iglesia. ralia in favorem Ecclesiae con-
ferre.
§ 2. El Obispo diocesano debe advertir a
los fieles y urgirles de manera oportuna § 2. Episcopus dioecesanus fide-
sobre la obligación de que trata el c. 222 les de obligatione, de qua in
can. 222, § 1, monere tenetur et
§ 1. opportuno modo eam urgere.
1262 Presten ayuda a la Iglesia los fie- 1262 Fideles subsidia Eccle-
les mediante las subvenciones que siae conferant per sub-
se les pidan, y según las normas estable- ventiones rogatas et iuxta nor-
cidas por la Conferencia Episcopal. mas ab Episcoporum conferen-
tia latas.
ción de fines que hace el texto derogado y suprimiendo la frase en la que se de-
claraba que este derecho de la Iglesia es «independiente de la potestad civil», su-
presión que es acertada ya que, por una parte, esa independencia va implícita en
la noción de ius nativum y, por otra, si bien es cierto que ese derecho es inde-
pendiente, hay Iglesias particulares que aceptan de buen grado la cooperación
del Estado para la ejecución de aquel derecho, principalmente en las regiones
germánicas, a través del Kirchensteuer (impuesto eclesiástico).
La tesis del poder impositivo de la Iglesia que proclama este c. fue muy
controvertida en el seno del coetus de consultores, hasta el extremo de que el «ius
exigendi» apareció en el Proyecto de 1980 sustituido por el «ius exquirendi» (de-
recho de pedir o recabar). De todos modos, la potestad de exigir, que se mantie-
ne en la redacción definitiva del CIC, tiene escaso desarrollo, pues solamente se
establece con imperatividad el seminarístico (c. 264), el tributo diocesano ordi-
nario sobre las personas jurídicas públicas, y el extraodinario sobre las personas
físicas y jurídicas, tanto públicas como privadas (c. 1263), aparte del régimen de
tasas y estipendios (c. 1264). Y en la aplicación de dicha potestad parece que la
Iglesia no usa de su poder coactivo ni sanciona penalmente, por lo que prevale-
ce el deber de los fieles a subvenir a las necesidades de la Iglesia, tal como se dis-
pone en los cc. 222 y 1261.
1261 Que los fieles puedan disponer de bienes temporales en favor de la Igle-
sia apunta a dos objetivos: que no sería lícito que las leyes civiles prohibieran a
los fieles estos actos de disposición en favor de la Iglesia, ni que ésta pudiera re-
cibirlos; y que los fieles tienen el deber de ayudar a las necesidades de la Iglesia
en los términos establecidos por el c. 222.
El § 2 de este c. 1261 encomienda al Obispo diocesano que recuerde a los
fieles este deber y lo urja de manera oportuna, lo que se concretará en alguna re-
solución imperativa cuando imponga determinadas prestaciones obligatorias, o
bien se limitará a pedir a los fieles dichas prestaciones invocando el deber que les
incumbe a tenor del citado c. 222.
1262 La fuente ordinaria de ingresos la constituyen las oblaciones de los fie-
les, tanto espontáneas como rogadas. En estas últimas la iniciativa parte de la
Iglesia, en el amplio sentido del c. 1258, y ante la petición formulada se actúa el
deber de los fieles interpelados de prestar su cooperación económica. La solici-
tud puede dirigirse a fieles determinados, de palabra o por escrito, y de modo
indeterminado a grupos más o menos amplios, ya se encuentren reunidos con
motivo de algún acto religioso, ya estén dispersos y en este caso podrán solicitar-
t. I. De la adquisición de los bienes 777
1263* Ius est Episcopo dioe- 1263* Para subvenir a las necesidades
cesano, auditis consilio de la diócesis, el Obispo dioce-
a rebus oeconomicis et consilio sano tiene derecho a imponer un tributo
presbyterali, pro dioecesis ne- moderado a las personas jurídicas públi-
cessitatibus, personis iuridicis cas sujetas a su jurisdicción, que sea pro-
publicis suo regimini subiectis porcionado a sus ingresos, oído el conse-
moderatum tributum, earum
redditibus proportionatum, im- jo de asuntos económicos y el consejo
ponendi; ceteris personis physi- presbiteral; respecto a las demás perso-
cis et iuridicis ipsi licet tantum, nas físicas, y jurídicas sólo se le permite
in casu gravis necessitatis et sub imponer una contribución extraordinaria
iisdem condicionibus, extraor- y moderada, en caso de grave necesidad
dinariam et moderatam exac- y en las mismas condiciones, quedando a
tionem imponere, salvis legibus salvo las leyes y costumbres particulares
et consuetudinibus particulari- que le reconozcan más amplios dere-
bus quae eidem potiora iura chos.
trihuant.
se los auxilios económicos mediante llamamientos públicos, hechos por los me-
dios ordinarios y extraordinarios de comunicación individual y social.
Esta preferencia de las subventiones rogatae sobre el tributum fue puesta de
relieve por la Comisión Pontificia para la Revisión del Código de Derecho Ca-
nónico, acordando invertir el orden de los cc. 1213 y 1214 (hoy 1263 y 1262,
respectivamente) para que se manifestara que las subvenciones rogadas constitu-
yen el modo ordinario de adquisición de los bienes y la imposición de tributos,
el modo extraordinario, lo cual responde mejor, en la práctica y en la realidad, a
la sensibilidad moderna, pues, donde no se hace la imposición o su recaudación
por la ley civil, ninguna potestad ejecutiva (coercitiva) usa la Iglesia para cobrar
tributos a los fieles.
La petición de oblaciones y su recaudación se hará según las normas dadas
por la Conferencia Episcopal, que podrá dictar precepto de carácter general para
recabar las oblaciones, incluso las subvenciones procedentes de entidades civiles
públicas y privadas, aunque en esta materia deberá tenerse en cuenta el derecho
particular diocesano.
1263 Otra fuente de ingresos es el tributo que el Obispo diocesano está facul-
tado para imponer a las personas jurídicas públicas, sujetas a su potestad de régi-
men, con el destino específico de atender las necesidades de la diócesis. Esta vín-
culación tan directa e inmediata permite la imposición eficaz de este tributo, que
ha de ser moderado y guardar proporción con las rentas de cada persona jurídica
gravada. No se comprenden bajo la denominación «personas jurídicas públicas
sujetas a su jurisdicción» las escuelas externas de los institutos religiosos de dere-
cho pontificio (Respuesta de la CPI, de 20.V.1989, en AAS 81 [1989] 991). Son
escuelas externas de los institutos de vida religiosa las que éstos dedican a la edu-
cación católica, fundadas o dirigidas por dichos institutos o por sus miembros
(cc. 801, 803 y 806). Son escuelas internas, no afectadas por la Respuesta, las que
tienen establecidas los institutos de vida consagrada para la formación de los can-
didatos a la profesión en el propio instituto (cc. 646 ss.). El tributo podrá ser pe-
riódico (permanente o temporal), o instantáneo (con motivo de alguna necesidad
ordinaria, o sin esta motivación); pero, en todo caso, el Obispo deberá dictar el
oportuno decreto que ajuste el tributo a la legalidad y que podrá ser objeto de re-
curso. Habrá de oírse previamente al Consejo para asuntos económicos y al Con-
778 Libro V. De los bienes temporales de la Iglesia
1264 A no ser que el derecho disponga 1264 Nisi aliud iure cautum
otra cosa, corresponde a la reu- sit, conventus Episcopo-
nión de Obispos de cada provincia: rum provinciae est:
1.º determinar las tasas que se han de pa- 1.º praefinire taxas pro actibus
gar por los actos de potestad ejecutiva potestatis exsecutivae gratiosae
graciosa o por la ejecución de los rescrip- vel pro exsecutione rescripto-
rum Sedis Apostolicae, ab ipsa
tos de la Sede Apostólica, y que han de Sede Apostolica approbandas;
ser aprobadas por la Sede Apostólica;
2.º definire oblationes occasione
2.º determinar las ofrendas que han de ministrationis sacramentorum
hacerse con ocasión de la administración et sacramentalium.
de los sacramentos y sacramentales.
1265 § 1. Sin perjuicio del derecho de 1265 § 1. Salvo iure religio-
los religiosos mendicantes, está sorum mendicantium, ve-
prohibido a toda persona privada, tanto tatur persona quaevis privata,
física como jurídica, hacer cuestaciones sive physica sive iuridica, sine
para cualquier institución o finalidad pia- proprii Ordinarii et Ordinarii
dosa o eclesiástica, sin licencia escrita del loci licentia, in scriptis data, sti-
pem cogere pro quolibet pio aut
Ordinario del lugar. ecclesiastico instituto vel fine.
sejo presbiteral y en el decreto tendrán que precisarse los sujetos gravados, lo que
ha de satisfacer cada uno de ellos, especificado por cuota alzada o porcentual, así
como su destino (genérico o concreto), moderación y oportunidad.
Este c. autoriza, en los mismos terminos, una exacción o tributo extraordi-
nario, que solamente podrá imponerse en casos de grave necesidad y cuando no
pueda atenderse con las fuentes ordinarias de ingresos. Por lo demás, ha de ser
decretado por el Obispo con las mismas audiencias y condiciones que el tributo
sobre las personas jurídicas públicas y grava también a las personas físicas y a las
demás personas jurídicas (las privadas) en las mismas condiciones que el tributo
ordinario, es decir, que estén sujetas a la potestad de regimen del Obispo y que
el tributo sea moderado y proporcionado a las rentas. Expresamente se dispone
el respeto al derecho particular más favorable para la tributación.
1264 La fijación arancelaria de tasas administrativas y oblaciones sacramenta-
rias se atribuye a la competencia de la asamblea de Obispos de la respectiva Pro-
vincia eclesiástica (vid. c. 431), si otra cosa no se hubiere previsto por el Derecho.
Las tasas son prestaciones económicas debidas por los fieles en correspon-
dencia a los servicios recibidos de la administración eclesiástica. Este c. reduce
notablemente el ámbito de aplicación de las tasas eclesiásticas, que se concretan
a los actos de la potestad ejecutiva de gracia (cc. 135 ss.) y a la ejecución de res-
criptos de la Santa Sede (cc. 69 ss.). Las tasas devengadas en el ejercicio de la ju-
risdicción contenciosa se regulan en otro lugar (vid c. 1649 y concordantes).
No son tasas, sino oblaciones, las que se hacen por los fieles con ocasión de
la administración de sacramentos y sacramentales, que también serán determi-
nadas por la asamblea provincial de Obispos. Reglas específicas se contienen en
los cc. 945 y ss. sobre estipendios de misas y c. 1181 sobre oblaciones funera-
rias. Se prohíbe que los ministros pidan nada además de las cuotas arancelarias
señaladas por la autoridad competente (c. 848).
1265 El régimen de cuestación personal en el ámbito diocesano se regula en
los siguientes términos:
t. I. De la adquisición de los bienes 779
1.º Se necesita licencia escrita del Ordinario propio y del Ordinario del lu-
gar para la cuestación por persona privada, física o jurídica, ya se destine la li-
mosna a beneficio de cualquier instituto piadoso o eclesiástico, ya a cualquier
fin de la misma naturaleza. Consecuentemente, las personas jurídicas públicas,
como una parroquia, no necesitan de dicha licencia para realizar cuestaciones en
el ámbito de su competencia.
2.º Queda a salvo el derecho de pedir limosna que corresponde a los reli-
giosos mendicantes, que tan minuciosamente se regulaba en el CIC 17 (cc. 621
ss.), y que ahora se defiere al derecho particular emanado de la Conferencia
Episcopal, que habrá de tener en cuenta la norma 27 § 2 del M.P. Ecclesiae
Sanctae I, según la cual «no deben proceder los religiosos a recoger donativos
mediante suscripciones públicas sin el consentimiento de los Ordinarios de
aquellos lugares en donde se recogen tales donativos».
3.º Se faculta a la Conferencia Episcopal para que dicte las normas regu-
ladoras de la petición de limosnas, que habrán de observarse por todos, sin ex-
cluir los que, por el instituto a que pertenecen, se llaman mendicantes y lo
son.
1266 Son colectas locales las que se realizan en determinados lugares sagra-
dos, como las iglesias y los oratorios, incluso pertenecientes a institutos religio-
sos, que de hecho están habitualmente abiertos a los fieles. El presente c. se re-
fiere a las colectas especiales que el Ordinario del lugar puede prescribir que se
hagan en dichos lugares con destino a determinadas obras parroquiales, diocesa-
nas nacionales o universales, cuyo importe se ha de remitir a la Curia diocesana.
Ya viene siendo habitual realizar colectas generales para atender diversas necesi-
dades, como las vocaciones sacerdotales, campaña contra el hambre, etc. A la
colecta anual pro missionibus se refiere el c. 791.
1267 Lo ordinario es que los donativos se entreguen inmediatamente a las
personas que rigen o administran los entes jurídicos eclesiásticos, constituyen-
780 Libro V. De los bienes temporales de la Iglesia
1270 Los bienes inmuebles, los bienes 1270 Res immobiles, mobiles
muebles preciosos y los derechos pretiosae, iura et actio-
y acciones, tanto personales como reales, nes sive personales sive reales,
que pertenecen a la Sede Apostólica pres- quae pertinent ad Sedem Apo-
criben en el plazo de cien años; los per- stolicam, spatio centum anno-
tenecientes a otra persona jurídica públi- rum praescribuntur; quae ad
aliam personam iuridicam pu-
ca eclesiástica, en el plazo de treinta blicam ecclesiasticam pertinent,
años. spatio triginta annorum.
1271 Por razón del vínculo de unidad y 1271 Episcopi, ratione vinculi
de caridad, y conforme a las posibi- unitatis et caritatis, pro
lidades de su diócesis, los obispos contri- suae dioecesis facultatibus, con-
buyan a que la Sede Apostólica disponga ferant ad media procuranda,
de los medios que, según las distintas cir- quibus Sedes Apostolica secun-
cunstancias, necesita para el debido servi- dum temporum condiciones in-
cio a la Iglesia universal. diget, ut servitium erga Eccle-
siam universam rite praestare
valeat.
1272 In regionibus ubi bene- 1272 En las regiones donde aún existen
ficia proprie dicta adhuc beneficios propiamente dichos,
exsistunt, Episcoporum confe- corresponde determinar su régimen a la
Vaticano II (Lumen gentium 23). Tales subsidios podrán ser espontáneos o roga-
dos y han de darse según las posibilidades de la propia diócesis y según las dis-
tintas circunstancias en que los necesite la Sede Apostólica. Es ya usual que se
organicen en las diócesis cuestaciones anuales para las necesidades de la Santa
Sede y de concretas obras pontificias.
1272 El Decr. Presbyterorum ordinis dispuso que «ha de abandonarse el siste-
ma que llaman beneficial o, al menos, hay que reformarlo de tal modo que la
parte beneficial o de derecho a los réditos dotales anejos al beneficio se conside-
re como secundaria y se atribuya, en Derecho, el primer rango al propio oficio
eclesiástico» (n. 20). Se añade por el M.P. Ecclesiae Sanctae que «la Comisión
para la revisión del Código del Derecho Canónico tiene encomendada la refor-
ma del sistema beneficial. Entre tanto, procuren los Obispos, oídos sus Conse-
jos de presbíteros, proveer a la equitativa distribución de los bienes, incluso de
las rentas procedentes de los beneficios» (I, 8).
Sobre estos presupuestos normativos, el CIC sustituye el sistema beneficial,
que se regulaba por los cc. 1409 a 1488 del CIC 17, por el régimen de congrua
remuneración de los clérigos que se dedican al ministerio eclesiástico (c. 281); y
para atender dichas renumeraciones se constituye, como instituto diocesano, un
fondo económico que se nutre de bienes y oblaciones (c. 1274).
La situación transitoria que plantea la existencia de numerosos beneficios
eclesiásticos se resuelve con suma prudencia a fin de prevenir los riesgos de una
indiscriminada supresión. No se declaran extinguidos, ni por consiguiente están
en fase de liquidación, sino que se encomienda a las respectivas Conferencias
Episcopales que determinen el régimen de los beneficios que todavía existen,
mediante las oportunas normas convenidas con la Santa Sede y aprobadas por
ésta. Este nuevo régimen afecta solamente a los beneficios propiamente dichos,
que han de calificarse partiendo de que la dote, o sustancia patrimonial del be-
neficio, estaba constituida en los orígenes por bienes raíces, como correspondía
al régimen feudal de la propiedad. El c. 1410 del CIC 17 extendió impropia-
mente el contenido de la dote beneficial a prestaciones ciertas y debidas por al-
guna familia o persona moral, ofrendas ciertas y voluntarias de los fieles, dere-
chos de estola y distribuciones corales, pretendiendo mantener la figura del
beneficio eclesiástico cuando ya había decaído como consecuencia de las des-
amortizaciones. En el momento presente, se pueden considerar como beneficios
propiamente dichos los que están constituidos con un capital fijo, inmobiliario
o mobiliario, suficiente y estable para atender con sus rentas la sustentación del
clérigo o para complementarla; y ha de estimarse que son beneficios impropios
todos los demás que enumera el c. 1410 del CIC 17, los cuales no tienen ya la
consideración de beneficios, sino de ingresos económicos desafectados, que de-
ben engrosar el fondo diocesano de sustentación, a no ser que se provea de otra
manera a la satisfacción de las remuneraciones expresadas, conforme dispone el
c. 1274 § 1.
Por consiguiente, según el c. 1272, la situación actual de los beneficios
eclesiásticos propiamente dichos es la siguiente: 1.º No podrán constituirse nue-
vos beneficios eclesiásticos. 2.º Respecto de los subsistentes, corresponde a las
784 Libro V. De los bienes temporales de la Iglesia
Título II
De la administración de los bienes
aquellos lugares en donde estos riesgos no estén asegurados civilmente a los clé-
rigos, corresponde a la Conferencia Episcopal cuidar de la previsión social de
aquéllos mediante un instituto adecuado. Igualmente, si la organización estatal
fuera tan deficiente que las prestaciones no alcanzaran a cubrir dignamente los
riesgos asegurados, habrá de constituirse la institución prevista en este c. 1274 §
2, para complementar las prestaciones insuficientes. El Decr. Presbyterorum or-
dinis 21 recomienda a las Conferencias Episcopales que, teniendo en cuenta la
legislación eclesiástica y civil, procuren que se establezcan, o bien instituciones
diocesanas federadas entre sí, o bien instituciones organizadas simultáneamente
para varias diócesis, o bien una asociación establecida para todo el territorio, por
las que, bajo la vigilancia de la Jerarquía, se provea suficientemente, ya a la con-
veniente prevención y asistencia sanitaria, ya a la debida sustentación de los
presbíteros enfermos, inválidos o ancianos. En España el clero está acogido al
régimen general de la Seguridad Social del Estado (vid. Real Decreto de
27.VIII.1977, y O. de 7.III.1978) y también los religiosos y religiosas (vid. Real
Decreto de 29.XII.1981, O. de 19.IV.1983 y Res. de 20.IV.1983).
A la C. para los Clérigos compete que «se provea al sostenimiento y seguri-
dad social de los clérigos» (art. 98 de la Const. Ap. Pastor Bonus).
1275 El § 4 del precedente c. 1274 entiende que pueden alcanzarse mejor los
fines previstos en los § § 2 (seguridad social) y 3 (remuneración de personas sin
ministerio clerical que prestan servicio a la diócesis y atencion a otras necesida-
des de la misma), mediante la federación, cooperación o asociación de institu-
ciones de varias diócesis constituidas para la misma finalidad, o de las mismas
personas interesadas, que también se prevé que puedan abarcar a todas las dió-
cesis del territorio de la Conferencia Episcopal. La federación y la cooperación
son propias para la articulación de las expresadas instituciones diocesanas en re-
gímenes dotados de órganos unitarios superiores de gobierno o de coordinación;
la asociación responde, más bien a la coligación de las personas interesadas en
una persona jurídica constituida para satisfacer fines de aquella naturaleza.
788 Libro V. De los bienes temporales de la Iglesia
1278 Además de las funciones que se- 1278 Praeter munera de qui-
ñala el c. 494 §§ 3 y 4, el Obispo bus in can. 494, §§ 3 et
diocesano puede encomendar al ecónomo 4, oeconomo committi possunt
las funciones indicadas en los cc. 1276 § ab Episcopo dioecesano mune-
1 y 1279 § 2. ra de quibus in cann. 1276, § 1
et 1279, § 2.
1279 § 1. La administración de los bie- 1279 § 1. Administratio bo-
nes eclesiásticos corresponde a norum ecclesiasticorum
quien de manera inmediata rige la perso- ei competit, qui immediate regit
na a quien pertenecen esos bienes, si no personam ad quam eadem bo-
determinan otra cosa el derecho particu- na pertinent, nisi aliud ferant
lar, los estatutos o una costumbre legíti- ius particulare, statuta aut legi-
ma, y quedando a salvo el derecho del tima consuetudo, et salvo iure
Ordinario a intervenir en caso de negli- Ordinarii interveniendi in casu
neglegentiae administratoris.
gencia del administrador.
§ 2. In administratione bono-
§ 2. Para la administración de los bienes rum personae iuridicae publi-
de una persona jurídica pública que no cae, quae ex iure vel tabulis
tenga administradores propios por dispo- fundationis aut propriis statutis
suos non habeat administrato- sición del derecho, por escritura de fun-
res, Ordinarius, cui eadem sub- dación, o por sus estatutos, el Ordinario a
iecta est, personas idoneas ad quien está sujeta designará por un trienio
triennium assumat; eaedem ab a personas idóneas; este nombramiento
Ordinario iterum nominari es renovable.
possunt.
1280 Quaevis persona iuridi- 1280 Toda persona jurídica ha de tener
ca suum habeat consi- su consejo de asuntos económi-
lium a rebus oeconomicis vel cos, o al menos dos consejeros, que, con-
saltem duos consiliarios, qui ad- forme a los estatutos, ayuden al adminis-
ministratorem, ad normam sta- trador en el cumplimiento de su función.
tutorum, in munere adimplen-
do adiuvent.
1281 § 1. Firmis statutorum 1281 § 1. Quedando firme las prescrip-
praescriptis, administra- ciones de los estatutos, los admi-
tores invalide ponunt actus qui nistradores realizan inválidamente los ac-
fines modumque ordinariae ad- tos que sobrepasan los límites y el modo
ministrationis excedunt, nisi de la administración ordinaria, a no ser
prius ab Ordinario facultatem que hubieran obtenido previamente auto-
scripto datam obtinuerint.
rización escrita del Ordinario.
ria administración, excluidos los que excedan de ella por el fin o por el modo (c.
1281), y los que constituyan actos de enajenación que dejen a la persona jurídica
en peor situación patrimonial (c. 1295), que necesitarían del cumplimiento de
los requisitos establecidos por los cc. 1291-1294. Por patrimonio estable habrá
que entender el integrado por bienes que constituyen la base económica mínima
y segura para que pueda subsistir la persona jurídica de modo autónomo y aten-
der los fines y servicios que le son propios; pero, no hay reglas absolutas para fi-
jar la noción de estabilidad de un patrimonio, ya que está en función, no sola-
mente de la naturaleza y cantidad de los bienes, sino de las exigencias económicas
que son necesarias para el cumplimiento de los fines, así como de la situación es-
tacionaria o expansiva de la entidad en el ejercicio de su misión.
1286 La Iglesia quiere que se aplique la doctrina social católica a la constitu-
ción y cumplimiento de las relaciones laborales en las que esté directamente in-
teresada y a este propósito responde el contenido del presente c. Las legislacio-
nes civiles suelen prestar cuidadosa atención al régimen jurídico de dichas
relaciones, que, en ocasiones, se inspira en la doctrina social católica. Por ello se
prescribe que se observen dichas leyes, tanto en lo concerniente a las relaciones
laborales como a la seguridad social. También se dispone el pago de salario justo
y honesto que deberá guardar proporción con las necesidades del trabajador y
de su familia.
En el Derecho español dispone el art. 6, 1 de la Ley Orgánica de Libertad
Religiosa de 5.VII.1980 que las Iglesias, Confesiones y Comunidades religiosas
inscritas podrán establecer sus propias normas de organización, régimen interno
y régimen de su personal; y el Estatuto de los Trabajadores de 10.III.1980 prevé
especiales regímenes de relaciones laborales (art. 2.º, 1, g).
1287 La rendición anual de cuantas es un instrumento ordinario para el con-
trol de la administración de patrimonios. El c. 1284 § 2, 8.º, obliga a todos los
administradores a que confeccionen las cuentas de la administración al término
de cada año, pero no especifica ante qué autoridad deben presentarse al haberse
t. II. De la administración de los bienes 797
suprimido del Proyecto original la frase que ordenaba la remisión de las cuentas
al Ordinario. Hay autores que sostienen que el derecho de vigilancia del Ordi-
nario (c. 1276) comprende el deber de los administradores de rendir dichas
cuentas ante el que tenga competencia para recibirlas. Pero, las normas del nue-
vo CIC no permiten generalizar esta regla. El c. 1287 dispone, con reprobación
de la costumbre contraria, que las cuentas se han de rendir ante el Ordinario del
lugar siempre que la persona jurídica pública no estuviera legítimamente exenta
de la potestad de régimen del Obispo diocesano. Por lo general éste será el Or-
dinario del lugar competente para recibir las cuentas y, en caso de exención, ha-
brá de precisarse cuál es el Ordinario local capacitado por razón de la sujeción.
Normas especiales prescribe el CIC para determinadas personas jurídicas
públicas. Así, las asociaciones públicas de fieles deben rendir cuenta anual de la
administración ante la autoridad que las erigió: la Santa Sede, la Conferencia
Episcopal o el Obispo diocesano (cc. 312 y 319). Los institutos de vida consa-
grada, sus provincias y sus casas, se administran por ecónomo bajo la dirección
del respectivo superior; disponiendo el c. 636 que, tanto el ecónomo como los
otros administradores, tendrán que rendir cuenta ante la autoridad competente
en el tiempo y modo que determinen los estatutos. Los monasterios sui iuris
rendirán las cuentas ante el Ordinario del lugar (c. 637). Los administradores
parroquiales ante el párroco (c. 540).
Las cuentas presentadas al Ordinario del lugar serán examinadas por el
Consejo para asuntos económicos, que emitirá el oportuno informe y el Ordi-
nario adoptará las decisiones a que hubiere lugar.
Por último, se dispone que los administradores den cuenta a los fieles de
los bienes entregados por éstos a la Iglesia, conforme a las normas de derecho
particular. Parece que se trata más bien de una información acerca del estado y
de la aplicación de dichos bienes, que de una rendición formal de cuentas.
Las personas jurídicas privadas se regirán en este punto por lo que dispon-
gan sus estatutos, ya que se administran libremente (c. 325). No les afecta el c.
1287, que se refiere exclusivamente a la administración de los bienes eclesiásti-
cos, y el citado c. 325 solamente confiere a la autoridad eclesiástica competente
la facultad de vigilar que los bienes se empleen en los fines de la asociación, que
no incluye necesariamente la rendición de cuentas.
1288 Los litigios sobre el patrimonio eclesiástico están sujetos al control del
Ordinario propio, por cuanto constituyen una situacion crítica de la normal ad-
798 Libro V. De los bienes temporales de la Iglesia
Título III
De los contratos, y principalmente de la enajenación
1290 Lo que en cada territorio estable- 1290 Quae ius civile in terri-
ce el derecho civil sobre los con- torio statuit de con-
tratos, tanto en general como en particu- tractibus tam in genere, quam
ministración de los bienes, que suele comportar riesgos y expensas. Es en los li-
tigios civiles donde se exige por el presente c. que se otorgue por el Ordinario li-
cencia por escrito para accionar o para contestar. Por litigio hay que entender
cualquier proceso judicial contencioso que pueda afectar al patrimonio de las
personas jurídicas públicas, tanto de modo adverso como favorable. No tienen
carácter contencioso los procedimientos administrativos ni los de jurisdicción
voluntaria; pero, no están excluidos los procesos penales, cuando la responsabi-
lidad civil pudiera recaer sobre dichos patrimonios. No se prescribe la nulidad
de las actuaciones judiciales realizadas sin la licencia prescrita; pero, el adminis-
trador responderá, en su caso, conforme al c. 128.
1289 El mandato del administrador termina por muerte, expiración del pla-
zo, renuncia, revocación y cualquier otra forma de amisión administrativa o pe-
nal.
Un caso particular se regula en este c.: ha desaparecido el cargo de adminis-
trador a título de beneficio, pero subsiste a título de oficio (c. 1528 CIC 17) y
hay también administradores que no lo son por este título, sino designados por
el Ordinario para un trienio (c. 1279 § 2), o en virtud de los estatutos o por
otra norma. El c. establece la obligatoriedad del cargo en los supuestos en que
no va unido al título del oficio eclesiástico, con advertencia de que estará obli-
gado el administrador a indemnizar en caso de arbitraria dimisión.
fondo patrimonial estable, una vez concretados tales bienes mediante decisión
de los órganos competentes.
Las autoridades que han de otorgar la licencia y el valor por encima del
cual se ha de conceder la licencia no se precisan en este c., sino que se remite a
lo que dispone el Derecho, es decir, que habrá de observarse lo que establece el
siguiente c. 1292. No hay duda acerca de la enajenación de ex votos y de cosas
preciosas por razón del arte o de la historia; pero, cabe la duda de si las cuantías
económicas máxima y mínima, que fije la Conferencia Episcopal conforme a la
facultad concedida por el c. 1292 para la enajenación de toda clase de bienes,
serán las que habrán de regir para determinar la necesidad de la licencia y la au-
toridad que debe concederla cuando se trata de la enajenación de bienes propios
del patrimonio estable. A mi juicio, la Conferencia Episcopal podría señalar un
tope mínimo más bajo para la enajenación de bienes de dicho patrimonio, que
ampliara el ámbito de control patrimonial del Obispo diocesano, en vista de la
importancia y de las repercusiones que puede llevar consigo la disposición de
bienes del patrimonio estable.
1292 Las autoridades competentes para otorgar la licencia se determinan por
el valor de la cosa, según tasación pericial, que se pretende enajenar y, en algu-
nos casos, por su especial condición (ex voto, cosa preciosa). Se encomienda a la
Conferencia Episcopal, como ya anticipó el M.P. Pastorale munus 32, la fijación
de cuantías máxima y mínima como presupuesto para concretar la autoridad
que debe conceder la licencia. Véanse a continuación los supuestos que pueden
presentarse:
1.º Bienes de personas jurídicas públicas sujetas al Obispo diocesano. Si el
valor se contiene comprendido entre las cantidades máxima y mínima señaladas
por la Conferencia Episcopal, es competente dicho Obispo. Habrá de concurrir
también el consentimiento del Consejo para los asuntos económicos y del Cole-
gio de consultores, así como de los interesados, que puede ser el párroco, el fun-
dador, el titular de derechos reales o personales sobre la cosa, el titular de un ofi-
cio o servidor de un cargo que se ve afectado por la enajenación, etc. Si el valor
excede de la suma máxima señalada por la Conferencia Episcopal, o se trata de
t. III. De los contratos, y principalmente de la enejanación 801
ción de bienes sin la debida licencia está sancionada penalmente por el c. 1377;
d) La Conferencia Episcopal Española ha fijado como límite mínimo la canti-
dad de 5.000.000 de pesetas y límite máximo la de 50.000.000 de pesetas (Pri-
mer Decreto General, art. 14.2, en Apéndice III). Posteriormente, la Conferen-
cia Episcopal Española acordó en su LIII Asamblea plenaria, celebrada los días
19 a 24 de noviembre de 1990, elevar dichas cuantías a efectos del c. 1292 y fijó
como límite mínimo la cantidad de 10.000.000 de pesetas y como límite máxi-
mo la de 100.000.000 de pesetas. Dicho Acuerdo fue confirmado por SS. Juan
Pablo II en su audiencia de 11 de abril de 1992 (Boletín de la Conferencia Epis-
copal Española 35 [1992] 151); e) En España, la tutela del patrimonio históri-
co, artístico y cultural se rige, por lo que concierne a bienes eclesiásticos por el
art. 46 de la Constitución; art. XV del Acuerdo con la Santa Sede sobre ense-
ñanza y asuntos culturales de 3.I.1979; ley de 25.VI.1985 y Real Decreto
10.I.1986.
La Const. Ap. Pastor Bonus atribuye a la C. para los Clérigos competen-
cia en lo relativo a «la ordenación de bienes eclesiásticos, especialmente a su
recta administración, y concede las necesarias aprobaciones o revisiones» (art.
98).
1293 Los requisitos que se enumeran en este c. no afectan a la validez del
acto; solamente se exigen cuando el valor de la cosa que se va a enajenar excede
de la cantidad mínima establecida conforme al c. precedente, y son: justa cau-
sa, tasacion por peritos y prestación de garantías. La enumeración de justas
causas que se hace en el § 1, 1.º, es meramente ejemplificativa; pero la última
de ellas, otro grave motivo pastoral, es lo suficientemente amplia como para
acoger la enajenación sin graves restricciones. La valoración se ha de hacer por
peritos, expertos en el arte o en la ciencia a que se contraiga la pericia, en nú-
mero que no deberá ser inferior a dos y que tendrán que emitir por escrito el
oportuno dictamen. La legítima autoridad, es decir, la que deba conceder la li-
cencia, puede exigir que se presten algunas garantías para evitar el daño de la
Iglesia. Podría ser la pública subasta o la publicidad, que el adquirente reúna
determinadas cualidades, cláusula de estabilización, afianzamiento del pago del
precio aplazado, etc.
t. III. De los contratos, y principalmente de la enejanación 803
setti, 5.V.1922, RRD 14 [1922] 137). El n. 32 del M.P. Pastorale munus equipa-
ra a la enajenación la pignoración, la hipoteca, el arrendamiento, la enfiteusis y
contraer deudas que excedan de la cantidad señalada por la Conferencia Episco-
pal.
El criterio que señala este c. para la calificación del acto es que la persona
jurídica pueda quedar en peor situación patrimonial, sea por la calidad de los
bienes que salen del patrimonio, sea por la cantidad en relación con lo que
constituye el conjunto del patrimonio. Del mismo modo, habría que examinar
si el bien que sustituye al enajenado significa una compensación patrimonial o
una pérdida, atendidos los fines de la enajenación.
1296 No todas las legislaciones civiles reciben las normas canónicas para la
válida enajenación de los bienes eclesiásticos, por lo que suele ocurrir que
sean válidos en el fuero civil negocios jurídicos patrimoniales que no cum-
plen el requisito de la licencia canónica. Cuando esta discordancia se produz-
ca, habrán de determinarse las acciones procedentes para que la Iglesia pueda
reivindicar sus derechos, bien para recuperar la cosa (acción real), bien para
resarcirse del precio u obtener una indemnización (acciones personales), pre-
cisándose también la legitimación activa y pasiva, así como la clase de acción,
canónica o civil, que sea más procedente, o si no conviene promover proceso
alguno.
Bastaría la acción contenciosa canónica oportuna si la Iglesia contara con
el auxilio del brazo secular para la ejecución de sus decisiones, que ya ha de-
caído en todos los países; o si se tuviera de antemano la seguridad de que la
persona demandada iba a acatar la resolución canónica, y se iba a someter a las
vías ejecutivas establecidas por el CIC. Por otro lado, como el negocio jurídi-
co es válido conforme al Derecho civil, no será fácil ampararse en este fuero
para obtener judicialmente la resolución, la ineficacia o la indemnización pro-
cedente. Ante estas dificultades, lo más prudente sería establecer en los con-
tratos de enajenación la cláusula resolutoria, o celebrarlos bajo condición de
invalidez del negocio en Derecho civil si resultare nulo en el ordenamiento ca-
nónico.
En el Derecho español se ha sostenido reiteradamente por la jurispruden-
cia la eficacia civil de los controles canónicos, de modo que dicha eficacia de-
pende de que se hayan cumplido los requisitos exigidos por la legislación de la
Iglesia para la validez de la enajenación (Sentencia del Tribunal Supremo de
6.VI.1957; 22.XI.1962; 23.I.1975 y 6.VII.1976; así como Resoluciones de la
Dirección General de los Registros de 21.I.1932; 11.V.1957 y 18.XI.1960).
El art. I del Acuerdo jurídico con la Santa Sede de 3.I.1979 ha reforzado la
subsistencia de dicho régimen, ya que exige, como presupuesto del reconoci-
t. III. De los contratos, y principalmente de la enejanación 805
Título IV
De las pías voluntades en general y de las fundaciones pías
1300 Voluntates fidelium fa- 1300 Deben cumplirse con suma dili-
cultates suas in pias cau- gencia, una vez aceptadas, las vo-
sas donantium vel relinquen- luntades de los fieles que donan o dejan
tium, sive per actum inter vivos sus bienes para causas pías por actos in-
sive per actum mortis causa, le- ter vivos o mortis causa, aun en cuanto
gitime acceptatae, diligentissi- al modo de administrar e invertir los
me impleantur etiam circa mo-
dum administrationis et eroga- bienes, salvo lo que prescribe el c. 1301
tionis bonorum, firmo prae- § 3.
scripto can. 1301, § 3.
1301 § 1. Ordinarius omnium 1301 § 1. El Ordinario es ejecutor de
piarum voluntatum tam todas las pías voluntades, tanto
mortis causa quam inter vivos mortis causa como inter vivos.
exsecutor est.
cea, conforme a los arts. 892 ss. del Código civil, estos ejecutores quedarán sujetos
a la vigilancia del Ordinario y deben rendirle cuentas al concluir su cargo, sin per-
juicio de las que deban rendir ante el juez a tenor del art. 907 del mismo Código.
Por disposición de la ley civil española actuará ejecutivamente el Obispo en
el caso previsto por el art. 747 del Código civil; es decir, si el testador dispusiere
del todo o parte de sus bienes para sufragios y obras piadosas en beneficio de su
alma, haciéndolo indeterminadamente y sin especificar su aplicación (vid. tam-
bién arts. 749 y 788 del mismo Código). En todo caso, el Ordinario tiene el de-
recho civil, igual que los herederos, de vigilar el cumplimiento de la voluntad
piadosa y de ejercitar las acciones procedentes para exigir su fiel cumplimiento.
Los albaceas han de rendir cuentas al juez de la inversión o distribución de los
bienes y el Ordinario puede solicitar que se le pongan de manifiesto las cuentas
por tener interés legítimo en ello (arts. 907 del Código civil y 1813 de la Ley de
Enjuiciamiento civil), pues los otros ejecutores deben rendirle cuentas en virtud
de lo dispuesto en el § 2 de este c.
Las personas jurídicas privadas también están sujetas al Ordinario del lugar
por lo que se refiere a la administración e inversión de bienes que les hubieren
sido donados o dejados para causas pías (vid. c. 325 § 2).
1302 En virtud del fideicomiso recibe el fiduciario los bienes confidencial-
mente, con el encargo de que los administre y los aplique en su totalidad del
modo y para los fines dispuestos por el testador. La fiducia, sobre todo cuando
ha sido consignada por escrito, constituye la única fuente para determinar la vo-
luntad del disponente (c. Parrillo, 6.VI.1930, RRD 22 [1930] 312). Se diferen-
cia del encargo hecho a tercero para un fin concreto, como adquirir una imagen
para determinada Iglesia, que no comporta administración, ni actividad especi-
ficativa del tercero en la ejecución de unas instrucciones generales del testador,
sino cumplimiento de un mandato concreto del disponente. El fiduciario está
obligado a poner en conocimiento del Ordinario el fideicomiso y darle cuenta
t. IV. De las pías voluntades en general y de las fundaciones pías 809
de todos los bienes recibidos, con las cargas anejas. Tan grave es esta obligación
que, si el donante la hubiera prohibido de modo expreso y terminante, no se
aceptará el fideicomiso; pero si, no obstante, fuese ostensible la voluntad e inte-
rés del disponente para que se constituyera la fundación pía, la prohibición pa-
saría a ser accesoria, y podría tenerse por no puesta, de modo análogo a lo dis-
puesto por el c. 1301 § 3.
El art. 758, 4.º, del Código civil español declara la ineficacia de estos nego-
cios fiduciarios. Y el art. 781 dispone que las sustituciones fideicomisarias sola-
mente serán válidas y surtirán efecto cuando no pasen del segundo grado, o se
hagan en favor de personas que vivan al fallecimiento del testador. Sin embargo,
éste podrá encomendar a un tercero la distribución de las cantidades que deje,
en general, a clases indeterminadas, como los parientes, los pobres o los estable-
cimientos de beneficencia, así como la elección de las personas o los estableci-
mientos a quienes aquéllas deben aplicarse (art. 672).
El § 3 de este c. 1302 divide la competencia sobre la vigilancia de fideico-
misos, cuando los bienes se encomiendan a un miembro de instituto religioso o
sociedad de vida apostólica, en atención a los lugares o personas que han de be-
neficiarse del fideicomiso.
1303 Las fundaciones piadosas constituyen una importante modalidad de las
causas pías. Están formadas por una masa de bienes destinados a un fin piadoso
por la voluntad del disponente, quien determina si dichos bienes han de consti-
tuir un ente autónomo erigido en persona jurídica, o si han de incorporarse al
patrimonio de alguna persona jurídica pública con la carga duradera de atender
al fin piadoso designado por el fundador. Se ha suprimido la nota de perpetui-
dad de las fundaciones no autónomas que establecía el c. 1544 § 1 del CIC 17,
pues la realidad demuestra que su progresivo empobrecimiento se traducía en
cargas desiguales para el aceptante y en complicadas cuestiones de reducción.
Ahora se remite el plazo de duración al derecho particular.
810 Libro V. De los bienes temporales de la Iglesia
Título II
De la ley penal y del precepto penal
§ 2. Si una ley posterior abroga otra ante- § 2. Quod si lex posterior tollat
rior o, al menos, suprime la pena, ésta legem vel saltem poenam, haec
cesa inmediatamente. statim cessat.
1317 Las penas han de establecerse sólo 1317 Poenae eatenus consti-
en la medida en que sean verda- tuantur, quatenus vere
deramente necesarias para proveer mejor necessariae sint ad aptius pro-
a la disciplina eclesiástica. La expulsión videndum ecclesiasticae disci-
del estado clerical no se puede establecer plinae. Dimissio autem e statu
clericali lege particulari consti-
en una ley particular. tui nequit.
1318 No establezca el legislador penas 1318 Latae sententiae poenas
latae sententiae, si no es acaso ne comminetur legisla-
contra algunos delitos dolosos especiales tor, nisi forte in singularia quae-
que puedan causar un escándalo más gra- dam delicta dolosa, quae vel
ve, o no puedan castigarse eficazmente graviori esse possint scandalo
con penas ferendae sententiae; y no debe vel efficaciter puniri poenis fe-
rendae sententiae non possint;
establecer censuras, especialmente la ex- censuras autem, praesertim ex-
comunión, si no es con máxima modera- communicationem, ne consti-
ción, y sólo contra los delitos más gra- tuat, nisi maxima cum modera-
ves. tione et in sola delicta graviora.
1319 § 1. En la medida en que alguien, 1319 § 1. Quatenus quis po-
en virtud de su potestad de régi- test vi potestatis regimi-
Título III
Del sujeto pasivo de las sanciones penales
carácter general para todo el CIC, que recogen el c. 1, en el que se afirma que
los cánones de este Código sólo se dirigen a la Iglesia latina, y el c. 11 que exime
de la obligación directa de las leyes mere ecclesiasticas a los bautizados fuera de la
Iglesia católica, que no hayan sido recibidos en Ella (c. 11 § 2). Otros específi-
cos se encuentran en este tít.
1321 El § 1 señala dos requisitos fundamentales para la existencia del delito:
el elemento subjetivo —imputabilidad grave, dolosa o culposa— y el elemento
objetivo —violación externa de la ley o precepto—. Ha silenciado el elemento
legal —sanción penal previa—, recogido explícitamente en el c. 2195 del CIC
17. Tal vez el motivo de tal omisión haya sido evitar la incompatibilidad entre el
principio de legalidad y el principio de discrecionalidad expresamente señalados
en los cc. 2195 y 2222 § 1 respectivamente, de dicho Código. No obstante, el
elemento legal está presente explícitamente en todos los cánones de este Libro,
si exceptuamos la norma general última (c. 1399), que proclama el principio de
discrecionalidad; y ello es obvio, puesto que la presencia del principio de legali-
dad sintoniza perfectamente con la dignidad de la persona humana.
El silencio del § 1, a que hemos hecho referencia, queda en cierto modo
desvelado al afirmar en el § 2 que la intención dolosa hace caer en la pena «lege
vel praecepto statuta», es decir, previamente establecida en la ley o el precepto. El
§ 2 presenta los datos precisos para definir el delito doloso y el culposo. Delito
doloso: violación deliberada de una ley o precepto penal. Delito culposo: omisión
de la debida diligencia —concepto que incluye por igual la ignorancia
culpable— en el cumplimiento de una ley o precepto penal, cuando estas nor-
mas así lo establezcan.
La presunción que establece el § 3 supone un progreso técnico sobre la
propia del c. 2200 § 2 del CIC 17. En este § 3 no se presume el dolo (inten-
ción deliberada de violar la ley —concepto tradicional del dolo penal en Dere-
cho canónico—), sino la imputabilidad (libertad en la acción u omisión que
viola el interés protegido por la ley). De ahí que la cesación de la presunción no
se base ahora sólo en la prueba contraria, sino en cualquier otra: «nisi aliud ap-
pareat» (precisión esta última que no ha sido atendida en la traducción oficial).
1322 La formalización clara y precisa de esta norma ha resuelto la confusión
que planteaba la presunción establecida en el c. 2201 § 2 del CIC 17, así como
P. I. t. III. Del sujeto pasivo de las sanciones penales 825
5.º actuó en legítima defensa contra un 5.º legitimae tutelae causa con-
injusto agresor de sí mismo o de otro, tra iniustum sui vel alterius ag-
guardando la debida moderación; gressorem egit, debitum ser-
6.º carecía de uso de razón, sin perjuicio vans moderamen;
de lo que se prescribe en los cc. 1324 § 1, 6.º rationis usu carebat, firmis
2.º y 1325; praescriptis cann. 1324, § 1, n.
2 et 1325;
7.º juzgó sin culpa que concurría alguna 7.º sine culpa putavit aliquam
de las circunstancias indicadas en los nn. adesse ex circumstantiis, de
4.º ó 5.º. quibus in nn. 4 vel 5.
1324 § 1. El infractor no queda eximido 1324 § 1. Violationis auctor
de la pena, pero se debe atenuar la non eximitur a poena,
pena establecida en la ley o en el precep- sed poena lege vel praecepto
to, o emplear una penitencia en su lugar, statuta temperari debet vel in
cuando el delito ha sido cometido: eius locum paenitentia adhibe-
1.º por quien tenía sólo uso imperfecto de ri, si delictum patratum sit:
razón; 1.º ab eo, qui rationis usum im-
perfectum tantum habuerit;
2.º por quien carecía de uso de razón a 2.º ab eo qui rationis usu care-
causa de embriaguez u otra perturbación bat propter ebrietatem aliamve
semejante de la mente, de la que fuera similem mentis perturbatio-
culpable; nem, quae culpabilis fuerit;
3.º ex gravi passionis aestu, qui 3.º por impulso grave de pasión, pero que
non omnem tamen mentis deli- no precedió, impidiéndolos, a cualquier
berationem et voluntatis con- deliberación de la mente y consentimien-
sensum praecesserit et impedie- to de la voluntad, siempre que la pasión
rit, et dummodo passio ipsa ne no hubiera sido voluntariamente provoca-
fuerit voluntarie excitata vel da o fomentada;
nutrita;
4.º a minore, qui aetatem sede- 4.º por un menor de edad, que haya cum-
cim annorum explevit; plido dieciséis años;
5.º ab eo, qui metu gravi, quam- 5.º por quien actuó coaccionado por mie-
vis relative tantum, coactus est, do grave, aunque lo fuera sólo relativa-
aut ex necessitate vel gravi in- mente, o por necesidad o para evitar un
commodo, si delictum sit intrin- perjuicio grave, si el delito es intrínseca-
sece malum vel in animarum mente malo o redunda en daño de las al-
damnum vergat;
mas;
6.º ab eo, qui legitimae tutelae
causa contra iniustum sui vel 6.º por quien actuó en legítima defensa
alterius aggressorem egit, nec contra un injusto agresor de sí mismo o
tamen debitum servavit mode- de otro, pero sin guardar la debida mode-
ramen; ración;
7.º adversus aliquem graviter et 7.º contra el que provoca grave e injusta-
iniuste provocantem; mente;
8.º ab eo, qui per errorem ex sua
tamen culpa, putavit aliquam 8.º por quien errónea pero culpablemente
adesse ex circumstantiis, de qui- juzgó que concurría alguna de las cir-
bus in can. 1323, nn. 4 vel 5; cunstancias indicadas en el c. 1323, 4.º ó
9.º ab eo, qui sine culpa ignora- 5.º;
vit, poenam legi vel praecepto 9.º por quien, sin culpa, ignoraba que la
esse adnexam; ley o el precepto llevaban aneja una pena;
10.º ab eo, qui egit sine plena 10.º por quien obró sin plena imputabili-
imputabilitate, dummodo haec
gravis permanserit. dad, con tal de que ésta siga siendo gra-
§ 2. Idem potest iudex facere, si ve;
qua alia adsit circumstantia, § 2. Puede el juez hacer lo mismo, si con-
quae delicti gravitatem demi- curre cualquier otra circunstancia que
nuat. disminuya la gravedad del delito.
§ 3. In circumstantiis, de quibus § 3. En las circunstancias que se enume-
in § 1, reus poena latae senten- ran en el § 1, el reo no queda obligado
tiae non tenetur.
por las penas latae sententiae.
1325 Ignorantia crassa vel su- 1325 Al aplicar las prescripciones de
pina vel affectata num- los cc. 1323 y 1324, nunca puede
quam considerari potest in ap- tenerse en cuenta la ignorancia crasa, su-
plicandis praescriptis cann. 1323 pina o afectada; ni tampoco la embria-
et 1324; item ebrietas aliaeve guez u otras perturbaciones mentales que
mentis perturbationes, si sint se hayan provocado intencionadamente
de industria ad delictum pa- para cometer el delito o como circunstan-
trandum vel excusandum quae-
sitae, et passio, quae voluntarie cia excusante; e igualmente la pasión, si
excitata vel nutrita sit. se ha excitado o fomentado voluntaria-
mente.
1326 Las circunstancias agravantes hacen posible que el juez aumente la pena
ferendae sententiae, o añada otra pena o penitencia en las latae sententiae.
1.º Se trata de la reincidencia en sentido estricto o específica; la reinciden-
cia genérica o «acumulación de delitos» está tratada en el c. 1346. La reinciden-
cia específica requiere: a) que continúe delinquiendo en un delito de la misma
especie, y b) que sobre el delito anterior haya recaído previamente una sentencia
condenatoria o declaratoria. Dadas estas circunstancias, que son imprescindi-
bles, y otras que el juez puede considerar, quedará demostrada la pertinacia del
delincuente.
2.º La dignidad, en sentido jurídico, es la cualidad externa que reviste a
una persona, y que la hace acreedora de un especial respeto o reverencia por par-
te de los otros miembros de la sociedad. Tal dignidad hace especialmente grave
cualquier acción delictuosa de su titular; gravedad que crece en proporción al
grado de dignidad. El c. contempla sólo la dignidad del delincuente; no la de la
víctima. Toda autoridad u oficio tiene como fin servir a la consecución del or-
den social justo. Por eso tiene especial gravedad su instrumentalización para
subvertir dicho orden.
3.º Cuando la negligencia se da, no en prever el hecho delictuoso, sino,
una vez previsto, en omitir aquellas precauciones que suele tomar cualquier per-
sona diligente para evitarlo, el c. considera que tal delito culposo tiene especial
gravedad.
1327 Es consecuencia del principio establecido en los cc. 1315 y 1319.
P. I. t. III. Del sujeto pasivo de las sanciones penales 829
1323-1326, statuere, sive gene- tes, tanto como norma general cuanto
rali norma, sive pro singulis de- para un delito en particular. Asimismo,
lictis. Item in praecepto possunt pueden establecerse en el precepto cir-
circumstantiae statui, quae a cunstancias que eximan de la pena esta-
poena praecepto constituta exi- blecida por el mismo, la disminuyan o la
mant, vel eam attenuent vel ag- agraven.
gravent.
1328 § 1. Qui aliquid ad de- 1328 § 1. Quien hizo u omitió algo para
lictum patrandum egit cometer un delito, pero, indepen-
vel omisit, nec tamen, praeter dientemente de su voluntad, no llegó a
suam voluntatem, delictum con- consumarlo, no queda sujeto a la pena es-
summavit, non tenetur poena in tablecida contra el delito consumado, a
delictum consummatum statu-
ta, nisi lex vel praeceptum ali- no ser que la ley o el precepto dispongan
ter caveat. otra cosa.
§ 2. Quod si actus vel omissio- § 2. Si los actos u omisiones conducen
nes natura sua ad delicti execu- por su misma naturaleza a la ejecución
tionem conducant, auctor pot- del delito, el autor puede ser castigado
est paenitentiae vel remedio po- con una penitencia o remedio penal, a no
enali subici, nisi sponte ab ser que, una vez comenzada la realiza-
incepta delicti exsecutione des- ción del delito, hubiera desistido de ella
titerit. Si autem scandalum aliud- voluntariamente. Pero, si hubiera habido
ve grave damnum vel pericu- escándalo u otro grave daño o peligro, el
lum evenerit, auctor, etsi sponte
destiterit, iusta potest poena autor, aunque hubiera desistido volunta-
puniri, leviore tamen quam riamente, puede ser castigado con una
quae in delictum consumma- pena justa, pero siempre menor que la es-
tum constituta est. tablecida para el delito consumado.
1329 § 1 Qui communi delin- 1329 § 1. Los que con la misma inten-
quendi consilio in delic- ción delictiva concurran en la co-
tum concurrunt, neque in lege misión de un delito, y no son menciona-
que sólo existe un delito que se imputa todo entero a cada delincuente, en razón
de su participación. De ahí que para que exista codelincuencia se requiere: a)
única acción antijurídica objetivamente consumada, y b) confluencia concorde
de voluntades dirigidas a realizar el mismo acto delictivo.
Los diversos supuestos de cooperación son: Total, si de mutuo acuerdo par-
ticipan física y simultáneamente en la misma acción delictuosa. Estos se llaman
conreos o coautores, según que el delito, por su naturaleza, exija o no la codelin-
cuencia. Parcial, si el codelincuente no realiza el acto consumativo. Estos se lla-
man cómplices. La complicidad puede ser: Principal o accesoria, según que la ac-
ción sea necesaria o sólo facilite la consumación del delito. Física o moral, según
que participe directamente en el dolo y en el daño, o directamente sólo en el
dolo e indirectamente en el daño. La complicidad moral comprende: Mandato,
si el delito se comete en provecho del mandante. Instigación, si el delito se come-
te en provecho del instigado (su manifestación más típica es el consejo persuasi-
vo). Sociedad, si el delito se comete en provecho de ambos.
Las circunstancias modificativas de la punibilidad, provenientes del ele-
mento objetivo del delito, afectan por igual a todos los codelincuentes. Las que
dependen del elemento subjetivo sólo afectan a aquél sobre el que incidan.
El criterio de punibilidad que establece la ley es obvio: el codelincuente pa-
dece igual o menor sanción que el autor, en razón de su capacidad personal y de
la naturaleza de su cooperación.
1330 El c. resuelve una discusión doctrinal sobre el ámbito y significado del
carácter externo del delito, o violación externa de la norma penal. Habida cuen-
ta de que la razón formal del delito reside en el daño social, para que éste se dé,
también en el supuesto que contempla el c., es imprescindible la alteridad. Por
esta razón, no habiendo recepción, se tiene el delito por no consumado.
P. I. t. IV. De las penas y demás castigos 831
Título IV
De las penas y demás castigos
Capítulo I
De las censuras
Caput I. De censuris
La definición y explicación del concepto de censura puede verse en el co-
mentario al c. 1312. La mente del CIC es que sólo sean censuras aquellas que se
señalan en este cap., esto es, la excomunión, el entredicho y la suspensión. Ello
se deduce de la enumeración taxativa que hace, así como del c. 1312 que esta-
blece una clara distinción entre las censuras y las penas expiatorias, en cuanto a
la posibilidad de añadir otras penas a las determinadas en los sucesivos cc. Al
mismo tiempo cabe decir que es propio de la reforma conceder carácter exclusi-
vo de censura, no sólo a la excomunión, como sucedía antes, sino también a la
suspensión y entredicho; asimismo, que las censuras sólo se impongan a perso-
nas físicas.
1331 «La excomunión es una censura por la cual se excluye a alguien de la co-
munión de los fieles, con los efectos que se enumeran en los cánones que siguen
y que no pueden separarse» (c. 2257 del CIC 17). La «comunión» del fiel con la
Iglesia tiene una raíz ontológica —el Bautismo—, que nunca se pierde, y una
doble dimensión —mística y jurídica—, que puede perderse indistintamente, y
por unos u otros motivos. La comunión mística o sobrenatural, que entraña la
gracia santificante y la caridad, une al fiel con la Iglesia en cuanto Cuerpo mís-
tico; se expresa a través de la Comunión de los Santos; y se pierde en parte por
el pecado, y plenamente con la pérdida de la fe. La comunión jurídica une al fiel
con la Iglesia en cuanto sociedad visible; se expresa por un conjunto de relacio-
nes jurídicas que se concretan en derechos y obligaciones; y se pierde mediante
un acto constitutivo de la autoridad legítima que le priva de los derechos expre-
samente señalados en el c.
El concepto de «excomunión» expresado en la ley se refiere sólo a la pérdi-
da de la «comunión jurídica», sin prejuzgar la situación de la «comunión místi-
ca», ya que excede del ámbito de su competencia y de su fuero propio. No obs-
tante, habida cuenta que la excomunión es una pena que recae sobre un delito
especialmente grave, se presupone la existencia de un pecado mortal que rompa,
al menos parcialmente, la comunión mística. Pero «presuponer» y «prejuzgar»
son dos conceptos muy distintos.
832 Libro VI. De las sanciones en la Iglesia
Capítulo II
De las penas expiatorias
1336 § 1. Poenae expiatoriae, 1336 § 1. Además de otras que pudiera
quae delinquentem affi- establecer la ley, las penas expia-
Capítulo III
De los remedios penales y penitencias
toda pena expiatoria que contraviniera esta norma sería inválida; pero por razo-
nes distintas: el primer supuesto está prohibido porque es nulo; el segundo es
nulo porque está prohibido.
terno, est aliquod religionis vel siste en tener que hacer una obra de reli-
pietatis vel caritatis opus pera- gión, de piedad o de caridad.
gendum.
§ 2. Nunca se imponga una penitencia
§ 2. Ob transgressionem occul- pública por una transgresión oculta.
tam numquam publica impona-
tur paenitentia. § 3. Según su prudencia, el Ordinario
§ 3. Paenitentias Ordinarius
puede añadir penitencias al remedio pe-
pro sua prudentia addere pot- nal de la amonestación o de la repren-
est poenali remedio monitionis sión.
vel correptionis.
Título V
De la aplicación de las penas
Título VI
De la cesación de las penas
1355 Se refiere específicamente a las penas constituidas por ley universal, que
no estén reservadas a la Santa Sede, o por ley particular. El c. 2245 § 2 del CIC
17 establecía que la pena ab homine queda reservada al que la impuso, su supe-
rior, sucesor o delegado. Ahora se sigue un criterio distinto, que responde mejor
a la situación social actual, derivada de la facilidad y necesidad de movimiento
que el hombre tiene hoy, así como a una visión más pastoral del sistema penal.
§ 1. El n.º 1 incluye a todas aquellas personas que responden al concepto
jurídico de Ordinario; y el n.º 2 a los llamados Ordinarios del lugar (cfr. c. 134
§§ 1 y 2). La obligación de consultar en circunstancias ordinarias es grave, pero
no necesaria ad validitatem. Dicha obligación se fundamenta en el respeto debi-
do a la autoridad que ha juzgado y decidido sobre el tema, así como en la nece-
sidad de valorar las razones que motivaron la imposición o declaración de la
pena, para poder conocer de la desaparición o no de las mismas y, por tanto, de
las razones que fundamentan la conveniencia de su remisión.
§ 2. El Obispo titular sólo puede remitir en el acto sacramental las penas
aquí señaladas, y no reservadas a la Santa Sede, porque no tiene jurisdicción fue-
ra de ese marco; sin embargo realiza un acto jurídico estricto, ya que al remitir
la pena, deshace un vínculo jurídico, devolviendo al sujeto los derechos de que
estaba privado. El acto sacramental sólo puede prestarle el marco sacramental al
acto jurídico, pero no identificarlo o asumirlo; ya que se trata de dos realidades
esencialmente distintas —una natural y otra sobrenatural— que fundamentan
dos relaciones igualmente distintas: una vertical vicaria —el ministro obra in
persona Christi—, y otra horizontal jurídica —el autor ejerce, delegado por el
derecho, la potestad ordinaria de régimen que la Iglesia posee en su jerarquía—.
Por eso es legítimo y, por supuesto, no se viola la obligación del sigilo sacramen-
tal, cuando, a petición del interesado, queda constancia en el fuero externo de
dicha remisión, por ej., mediante certificado del Obispo que la remitió, para
que surta efecto en dicho fuero. Así se deduce del CIC 17 c. 2251, y de la doc-
trina más común en su comentario al mismo. Por todo lo cual cabe afirmar,
dentro de la más estricta lógica, que la remisión de que hablamos es un acto ju-
rídico público que se realiza dentro del marco sacramental, pero en el fuero ex-
terno —propio del Derecho— con carácter oculto. Dicha proposición resolve-
ría dentro de lo posible, la confusión entre el fuero interno y el fuero externo
que éste y otros supuestos análogos plantean.
La potestad que este c. y el siguiente reconocen al Ordinario y Ordinario
del lugar es ejecutiva ordinaria, por lo que, a tenor del c. 137 § 1, es delegable a
terceras personas. Sin embargo, la potestad que el § 2 concede al Obispo titular
no es delegable, ya que se refiere a un privilegio por razón de la dignidad del
cargo episcopal (vid. M.P. Pastorale munus, AAS 56 [1964] 5-12), y no a la po-
testad ejecutiva delegada de que trata el c. 137 § 2.
844 Libro VI. De las sanciones en la Iglesia
podría utilizar dicho sacramento para la segura remisión de sus pecados, hasta
recibir la previa absolución de la censura; lo que podría suponer un duro gra-
vamen para la conciencia del penitente. Para evitarlo, la ley delega en el con-
fesor potestad de jurisdicción para que absuelva dichas censuras, en los su-
puestos y con los requisitos señalados en la misma ley (véase el comentario al
c. 1355 §2).
§ 2. Se trata de verdadera remisión de la censura, pero condicionada a que
el penitente acepte la obligación de recurrir; por eso el confesor debe advertir al
penitente de dicha obligación. Si aceptada la obligación, pasa el mes y no recu-
rre por razones graves ajenas a su voluntad, se suspende la obligación hasta que
desaparezcan tales circunstancias; ya que las leyes meramente eclesiásticas, como
son las penales, no obligan con grave incómodo; si no recurre voluntariamente,
reincide en una nueva pena de la misma especie.
El c. 2254 § 2 del CIC 17 regulaba el llamado derecho de regreso y elec-
ción, al afirmar que «no hay inconveniente alguno en que el penitente, aun en
el caso de haber recibido la absolución en la forma expuesta y de haber recurri-
do ya al superior, acuda a otro confesor que tenga facultades y, repitiendo la
confesión por lo menos del delito castigado con censura, obtenga de él la abso-
lución; obtenida la cual, debe recibir mandatos del confesor, sin quedar obliga-
do a cumplir los que puedan llegarle después de parte del superior». El Código
no recoge ahora este supuesto tal vez por lo obvio de su contenido; por lo que,
aunque expresamente no lo regule, tiene perfecta cabida dentro del espíritu de
la norma.
846 Libro VI. De las sanciones en la Iglesia
condición puede ser pasado («si has reparado el escándalo»); presente («si pro-
metes repararlo»); o futuro («si lo reparas dentro de un mes»). Si el hecho es pa-
sado o presente, la remisión es válida o nula según se haya cumplido o no. La
condición futura puede ser resolutoria o suspensiva: es resolutoria cuando el he-
cho condicionante, al realizarse, provoca la resolución o extinción de la remi-
sión; por lo que aparece de nuevo la pena: ésta es la denominada remisión ad
reincidentiam, sobre la que los autores discuten si la pena que reaparece es la
misma o distinta de la anteriormente remitida. Seguir una u otra opinión tiene
consecuencias importantes, como por ej., que el Obispo titular, a tenor del c.
1355 § 2, pueda o no remitir penas ad reincidentiam: si la nueva pena es distin-
ta de la anterior, no puede, porque no tiene la potestad legislativa requerida para
crear una nueva pena.
La condición es suspensiva cuando el hecho condicionante, al realizarse,
provoca el nacimiento de la remisión, por ej.: «si te retractas públicamente».
§ 2. La razón de este parágrafo es doble: a) es propio del fuero externo que,
en circunstancias normales, quede constancia escrita de todo lo actuado, para
que sirva de prueba documental a utilizar cuando sea conveniente; b) los instru-
mentos jurídicos de imposición de penas —sentencia o decreto gubernativo—
han de ser escritos, por su propia naturaleza formal; por tanto, es lógico que la
remisión de la pena tenga el mismo carácter formal.
§ 3. El criterio aquí señalado pretende amparar la fama del penado, dentro
de lo posible; por eso, sólo cuando lo exija el fin de la pena, queda justificada la
divulgación de su remisión: lo mismo que sucede con la imposición.
1362 § 1. La acción criminal es la acción pública que procede del delito, cuyo
sujeto activo o parte actora legitimada es la Iglesia representada por el fiscal,
cuyo sujeto pasivo es el delincuente, y cuya pretensión o finalidad es declarar o
imponer la pena debida. La acción criminal prescribe por disposición de la ley,
que considera inútil la aplicación de la pena una vez transcurrido el tiempo se-
ñalado. Por eso, cumplido el tiempo de prescripción, el fiscal no puede presen-
tar la demanda criminal.
§ 2. Entre otras divisiones, el delito puede ser: simple, cuando hay unidad
de acción y de ley violada; complejo, cuando se da unidad de acción y pluralidad
de leyes violadas; colectivo, si existe pluralidad de acciones y unidad de ley viola-
da. El delito colectivo se divide a su vez en: continuado, si las acciones son dis-
848 Libro VI. De las sanciones en la Iglesia
2.º de la acción por los delitos de los que 2.º de actione ob delicta de qui-
se trata en los cc. 1394, 1395, 1397 y bus in cann. 1394, 1395, 1397,
1398, la cual prescribe a los cinco años; 1398, quae quinquennio prae-
scribitur:
3.º de los delitos que no se castigan por el
derecho común, si la ley particular deter- 3.º de delictis quae non sunt iu-
mina otro plazo para la prescripción. re communi punita, si lex parti-
cularis alium praescriptionis ter-
§ 2. El tiempo para la prescripción co- minum statuerit.
mienza a contarse a partir del día en el § 2. Praescriptio decurrit ex die
que se cometió el delito, o, cuando se tra- quo delictum patratum est, vel,
ta de un delito continuado o habitual, a si delictum sit permanens vel
partir del día en que cesó. habituale, ex die quo cessavit.
1363 § 1. La acción para ejecutar la 1363 § 1. Si intra terminos de
pena se extingue por prescripción quibus in can. 1362, ex
si dentro de los plazos establecidos en el die quo sententia condemnato-
c. 1362, computados desde el día en que ria in rem iudicatam transierit
la sentencia condenatoria pasa a cosa juz- computandos, non sit reo notifi-
gada, no se ha notificado al reo el decreto catum exsecutorium iudicis de-
cretum de quo in can. 1651, ac-
ejecutorio del juez, de que se trata en el c. tio ad poenam exsequendam
1651. praescriptione extinguitur.
§ 2. Lo mismo vale, con las debidas dife- § 2. Idem valet, servatis servan-
rencias, cuando la pena se impone me- dis, si poena per decretum ex-
diante decreto extrajudicial. tra iudicium irrogata sit.
tintas, pero homogéneas y sucesivas (vid. cc. 1371, 1.º y 1373); permanente, si
la acción delictiva es ininterrumpida, permaneciendo voluntariamente la situa-
ción antijurídica creada (vid. cc. 1366 y 1371, 2.º); habitual, si la conducta ha-
bitual del delincuente en sus repetidas acciones antijurídicas está contemplada
por la ley como único delito (vid. c. 1392). En el delito continuado se da uni-
dad de dolo y pluralidad de daños; en el permanente, unidad de dolo y de daño;
y en el habitual se da pluralidad de dolos y de daños. Pues bien, en los tres su-
puestos comienza a correr el tiempo de prescripción el día en que cesa la situa-
ción delictuosa.
1363 La acción para ejecutar la pena es distinta de la criminal: tiene como
contenido la ejecución de la sentencia condenatoria que ha pasado a ser cosa
juzgada. Los plazos de prescripción son los mismos que en la acción criminal;
pero el tiempo comienza a correr desde el día en que, debiéndose haber comu-
nicado al reo el decreto ejecutorio, no se hizo. Pasado el plazo correspondiente,
ya no puede urgirse el cumplimiento de la sentencia.
El c. ha silenciado deliberadamente la sentencia declaratoria, porque se en-
tendió que, para las penas latae sententiae, no se da decreto ejecutorio (cfr. Com-
municationes 9 [1977] 174). Sin embargo, conviene aclarar que una cosa es la
aplicación de la pena latae sententiae, que se realiza ipso facto cometido el delito;
y otra, la aplicación en el fuero externo, sobre todo de aquellos efectos más pro-
piamente jurídicos, como, por ej., la invalidez de los actos de jurisdicción: estos
efectos, que nacen con la sentencia declaratoria, y los demás, que sólo a partir de
dicha sentencia pueden exigirse en el fuero externo, sí deben requerir decreto
ejecutorio para que puedan tener vigencia. De ahí que también la acción penal
para urgir la aplicación de la sentencia declaratoria deba estar sometida a pres-
cripción.
P. II. t. I. De los delitos contra la religión y la unidad de la Iglesia 849
PARTE II
DE LAS PENAS PARA CADA UNO DE LOS DELITOS
Título I
De los delitos contra la religión y la unidad de la Iglesia
1364 § 1. Apostata a fide, hae- 1364 § 1. El apóstata de la fe, el hereje
reticus vel schismaticus o el cismático incurren en exco-
in excommunicationem latae munión latae sententiae, quedando firme
sententiae incurrit, firmo prae- lo prescrito en el c. 194 § 1, 2.º; el clérigo
scripto can. 194, § 1, n. 2; cleri- puede ser castigado además con las penas
cus praeterea potest poenis, de enumeradas en el c. 1336 § 1, 1.º, 2.º y
quibus in can. 1336, § 1, nn. 1, 2
et 3, puniri. 3.º.
§ 2. Si diuturna contumacia vel § 2. Si lo requiere la contumacia prolon-
scandali gravitas postulet, aliae gada o la gravedad del escándalo, se pue-
poenae addi possunt, non excep- den añadir otras penas, sin exceptuar la
ta dimissione e statu clericali. expulsión del estado clerical.
1366 Los padres, o quienes hacen sus 1366 Parentes vel parentum
veces, que entregan a sus hijos locum tenentes, qui libe-
para que sean bautizados o educados en ros in religione acatholica bap-
una religión acatólica, deber ser castiga- tizandos vel educandos tradunt,
dos con una censura u otra pena justa. censura aliave iusta poena pu-
niantur.
1367* Quien arroja por tierra las espe- 1367* Qui species consecra-
cies consagradas, o las lleva o tas abicit aut in sacri-
retiene con una finalidad sacrílega, incu- legum finem abducit vel retinet,
rre en excomunión latae sententiae reser- in excommunicationem latae
vada a la Sede Apostólica; el clérigo pue- sententiae Sedi Apostolicae re-
servatam incurrit; clericus prae-
de ser castigado además con otra pena, terea alia poena, non exclusa
sin excluir la expulsión del estado cleri- dimissione e statu clericali, pu-
cal. niri potest.
1365 Delito. Violar la ley que prohíbe la comunicación in sacris. Sobre el con-
cepto, contenido y límites de la comunicación in sacris, véase el comentario al
c. 844.
Sanción penal. Pena ferendae sententiae indeterminada preceptiva. Con la
expresión «iusta poena puniatur», que se repite con frecuencia en los cc. que si-
guen, el legislador pretende dejar a la prudencia del juez o superior el estudio
concreto de aquellos casos que, por su complejidad, es difícil comprenderlos en
una tipificación determinada.
1366 Delito. Entregar los hijos a una religión acatólica para ser bautizados o
educados. Dado que los autores del delito son los padres o quienes ocupan su
lugar, el concepto de «hijo» se toma en sentido amplio: hijo legítimo, natural,
adoptado, tutelado, etc. La partícula «vel» hace que existan tres posibilidades
distintas de incurrir en el mismo delito: entregarlo para ser bautizado, o para ser
educado, o para las dos cosas; no obstante, el juez habrá de estudiar en cada caso
la gravedad objetiva del delito para imponer la pena merecida. El concepto
«educación» engloba la formación de toda la personalidad: por lo que abarca
más que el de «instrucción»: consideramos, pues, que enviar un hijo a un centro
acatólico para que, con las debidas cautelas, sea instruido, por ej., en matemáti-
cas, no responde a la tipicidad de este delito.
Sanción penal. Censura preferentemente, u otra pena expiatoria (como pue-
de observarse ambas penas son indeterminadas), ferendae sententiae preceptiva.
1367 Delitos. a) Arrojar con odio, ira o desprecio las especies sacramentales de
pan o de vino: no comete este delito quien las deposite en el sagrario o en los
corporales, aunque sea para robar el copón. b) Llevar o retener las especies sacra-
mentales con un fin sacrílego, por ej., con un fin obsceno, supersticioso o im-
pío. Quien las lleva y las retiene sucesivamente parece ser que comete un sólo
delito, pero son circunstancias que el juez ha de tener presentes.
Sanción penal. a) Censura —excomunión— latae sententiae reservada a la
Sede Apostólica. b) Si es clérigo, pena expiatoria ferendae sententiae, aun la más
grave, indeterminada facultativa. Esta se añade a la anterior.
P. II. t. II. De los delitos contra las autoridades eclesiásticas 851
1368 Si quis, asserens vel pro- 1368 Si alguien comete perjurio al afir-
mittens aliquid coram mar o prometer algo ante una au-
ecclesiastica auctoritate, periu- toridad eclesiástica, debe ser castigado
rium committit, iusta poena pu- con una pena justa.
niatur.
1369 Qui in publico spectacu- 1369 Quien, en un espectáculo o reu-
lo vel concione, vel in nión públicos, en un escrito divul-
scripto publice evulgato, vel ali- gado, o de cualquier otro modo por los
ter instrumentis communicatio- medios de comunicación social, profiere
nis socialis utens, blasphemiam una blasfemia, atenta gravemente contra
profert, aut bonos mores gravi- las buenas costumbres, injuria la religión
ter laedit, aut in religionem vel
Ecclesiam iniurias exprimit vel o la Iglesia o suscita odio o desprecio
odium contemptumve excitat, contra ellas debe ser castigado con una
iusta poena puniatur. pena justa.
Título II
De los delitos contra las autoridades
eclesiásticas y contra la libertad de la Iglesia
1368 Delito. Perjurio o violación del juramento hecho ante la autoridad ecle-
siástica. El perjurio es asertorio si se jura en falso, y promisorio si no se cumple lo
que se prometió con juramento. El CIC 17 regulaba esta materia en cc. distin-
tos (1743 § 3, 1755 § 3, 1794, 1944, 2323), según se tratase de perjurio judi-
cial o extrajudicial; ahora se ha simplificado la legislación al incluirse ambos su-
puestos en una sola norma penal.
Sanción penal. Pena ferendae sententiae indeterminada preceptiva.
1369 Delitos. Utilizar una reunión o espectáculo o cualquier instrumento de
comunicación social para: a) Blasfemar, es decir, proferir palabra o acto con la
intención de imprecar un mal o expresar injuria a Dios, bien inmediatamente, o
bien mediante la injuria hecha a la Virgen o a los santos. b) Lesionar gravemen-
te las buenas costumbres, por ej., vertiendo doctrinas o realizando actos grave-
mente inmorales. c) Injuriar la religión o la Iglesia, o excitar odio, aversión o
desprecio contra ellas.
Sanción penal. Pena ferendae sententiae indeterminada preceptiva.
clérigo, puede añadirse otra pena, aten- stolicae reservatam incurrit, cui,
diendo a la gravedad del delito, sin ex- si clericus sit, alia poena, non
cluir la expulsión del estado clerical. exclusa dimissione e statu cleri-
cali, pro delicti gravitate addi
§ 2. Quien hace lo mismo contra quien potest.
tiene el carácter episcopal, incurre en § 2. Qui id agit in eum qui epi-
entredicho latae sententiae, y, si es clé- scopali charactere pollet, in in-
rigo, también en suspensión latae sen- terdictum latae sententiae et, si
tentiae. sit clericus, etiam in suspensio-
§ 3. Quien usa de violencia física contra nem latae sententiae incurrit.
otro clérigo o religioso, en desprecio de § 3. Qui vim physicam in cleri-
la fe, de la Iglesia, de la potestad ecle- cum vel religiosum adhibet in fi-
siástica o del ministerio, debe ser castiga- dei vel Ecclesiae vel ecclesiasticae
do con una pena justa. potestatis vel ministerii contemp-
tum, iusta poena puniatur.
1371 Debe ser castigado con una pena 1371 Iusta poena puniatur:
justa: 1.º qui, praeter casum
de quo in can. 1364 § 1, doctri-
1.º quien, fuera del caso que trata el c. 1364 nam a Romano Pontifice vel a
§ 1, enseña una doctrina condenada por el Concilio Oecumenico damna-
Romano Pontífice o por un Concilio Ecu- tam docet vel doctrinam, de
ménico o rechaza pertinazmente la doctri- qua in can. 750 § 2 vel in can.
na descrita en el c. 750 § 2, o en el c. 752, 752, pertinaciter respuit, et ab
y, amonestado por la Sede Apostólica o Apostolica Sede vel ab Ordina-
por el Ordinario, no se retracta; rio admonitus non retractat;
mina así en recuerdo del canon 15 del Concilio II de Letrán, año 1139, que exco-
mulgaba ipso facto a quienes hiciesen violencia a un clérigo o monje). Para que exis-
ta delito se requiere una acción física, externa y violenta, dirigida sobre la persona
(no sobre su reputación o bienes), vulnerando su cuerpo, libertad u honor. Ade-
más, la acción ha de ser injusta: quedaría excluida por ej., la legítima defensa.
Sanción penal. Para el delito del § 1: censura —excomunión— latae senten-
tiae reservada a la Sede Apostólica; si el delincuente es clérigo, se añade pena fe-
rendae sententiae indeterminada facultativa, con la posibilidad de imponer la
pena expiatoria más grave. Para el delito del § 2: censura —entredicho— latae
sententiae; si es clérigo, además censura —suspensión— latae sententiae. Para el
delito del § 3: pena ferendae sententiae indeterminada preceptiva.
1371 Delitos. 1.º Enseñar obstinadamente una doctrina condenada por el Ro-
mano Pontífice o el Concilio Ecuménico. Enseñar es una acción dirigida a con-
vencer al que ignora una doctrina: en este caso, sobre fe y costumbres. No es ne-
cesario que la doctrina sea herética, pues este supuesto ya se tipifica en el c.
1364 § 1. 2.º Rechazar pertinazmente una doctrina propuesta de modo defini-
tivo por el Romano Pontífice o el Colegio de los Obispos respecto a la fe y las
costumbres en el ejercicio de su magisterio infalible (cfr. M.P. Ad tuendam
fidem, 18.V.1998, AAS 90 [1998] 457-461). 3.º Rechazar pertinazmente la
doctrina que enseñan el Romano Pontífice o el Colegio de los Obispos acerca
de la fe y las costumbres en el ejercicio de su magisterio auténtico. 4.º Desobe-
decer obstinadamente a cualquier otro mandato o prohibición legítima de la
Sede Apostólica, del Ordinario o del Superior. La palabra «legítima» supone la
necesidad de que el mandato o prohibición no exceda la competencia propia de
su autor y que éste observe las normas establecidas en Derecho.
P. II. t. II. De los delitos contra las autoridades eclesiásticas 853
2.º qui aliter Sedi Apostolicae, 2.º quien de otro modo desobedece a la
Ordinario, vel Superiori legiti- Sede Apostólica, al Ordinario o al Supe-
me praecipienti vel prohibenti rior cuando mandan o prohíben algo legí-
non obtemperat, et post moni- timamente, y persiste en su desobedien-
tum in inoboedientia persistit. cia después de haber sido amonestado.
1372 Qui contra Romani Pon- 1372 Quien recurre al Concilio Ecumé-
tificis actum ad Conci- nico o al Colegio de los Obispos
lium Oecumenicum vel ad Epi- contra un acto del Romano Pontífice,
scoporum collegium recurrit cen- debe ser castigado con una censura.
sura puniatur.
1373 Qui publice aut subdito- 1373 Quien suscita públicamente la
rum simultates vel odia aversión o el odio de los súbditos
adversus Sedem Apostolicam contra la Sede Apostólica o el Ordinario,
vel Ordinarium excitat propter con el motivo de algún acto de potestad o
aliquem potestatis vel ministerii de ministerio eclesiástico, o induce a los
ecclesiastici actum, aut subditos súbditos a desobedecerlos, debe ser casti-
ad inoboedientiam in eos pro-
vocat, interdicto vel aliis iustis gado con entredicho o con otras penas
poenis puniatur. justas.
1374 Qui nomen dat conso- 1374 Quien se inscribe en una asocia-
ciationi, quae contra Ec- ción que maquina contra la Iglesia
clesiam machinatur, iusta poe- debe ser castigado con una pena justa;
na puniatur; qui autem eiusmo- quien promueve o dirige esa asociación,
di consociationem promovet vel ha de ser castigado con entredicho.
moderatur, interdicto puniatur.
1375 Pueden ser castigados con una 1375 Qui impediunt liberta-
pena justa quienes impiden la li- tem ministerii vel elec-
bertad del ministerio, de una elección o tionis vel potestatis ecclesiasti-
de la potestad eclesiástica, o el uso legíti- cae aut legitimum bonorum sa-
mo de los bienes sagrados o de otros crorum aliorumve ecclesiastico-
bienes eclesiásticos, o coaccionan al elec- rum bonorum usum, aut perter-
rent electorem vel electum vel
tor, al elegido o a aquel que ejercitó una eum qui potestatem vel ministe-
potestad o ministerio eclesiástico. rium ecclesiasticum exercuit,
iusta poena puniri possunt.
1376 Quien profana una cosa sagrada, 1376 Qui rem sacram, mobi-
mueble o inmueble, debe ser cas- lem vel immobilem, pro-
tigado con una pena justa. fanat iusta poena puniatur.
1377 Quien enajena bienes eclesiásti- 1377 Qui sine praescripta li-
cos sin la licencia prescrita, debe centia bona ecclesiastica
ser castigado con una pena justa. alienat, iusta poena puniatur.
Título III
De la usurpación de funciones eclesiásticas
y de los delitos en el ejercicio de las mismas
1379 Quien, fuera de los casos de los 1379 Qui, praeter casus de
que se trata en el c. 1378, simula quibus in can. 1378, sa-
la administración de un sacramento, debe cramentum se administrare si-
ser castigado con una pena justa. mulat, iusta poena puniatur.
1380 Quien celebra o recibe un sacra- 1380 Qui per simoniam sa-
mento con simonía, debe ser cas- cramentum celebrat vel
tigado con entredicho o suspensión. recipit, interdicto vel suspensio-
ne puniatur.
1381 § 1. Quienquiera que usurpe un 1381 § 1. Quicumque officium
oficio eclesiástico debe ser casti- ecclesiasticum usurpat,
gado con una pena justa. iusta poena puniatur.
§ 2. Se equipara a la usurpación la reten- § 2. Usurpationi aequiparatur
ción ilegítima después de haber sido pri- illegitima, post privationem vel
vado del cargo o haber cesado en el mis- cessationem a munere, eiusdem
mo. retentio.
1382 El Obispo que confiere a alguien 1382 Episcopus qui sine pon-
la consagración episcopal sin man- tificio mandato aliquem
dato pontificio, así como el que recibe de consecrat in Episcopum, item-
él la consagración, incurre en excomu- que qui ab eo consecrationem
nión latae sententiae reservada a la Sede recipit, in excommunicationem
latae sententiae Sedi Apostoli-
Apostólica. cae reservatam incurrunt.
1384 Qui, praeter casus, de 1384 Quien, fuera de los casos de los
quibus in cann. 1378- que se trata en los cc. 1378-1383,
1383, sacerdotale munus vel ejerce ilegítimamente una función sacer-
aliud sacrum ministerium ille- dotal u otro ministerio sagrado, puede ser
gitime exsequitur, iusta poena castigado con una pena justa.
puniri potest.
1385 Qui quaestum illegitime 1385 Quien obtiene ilegítimamente un
facit ex Missae stipe, lucro con el estipendio de la Misa,
censura vel alia iusta poena pu- debe ser castigado con una censura o con
niatur. otra pena justa.
1386 Qui quidvis donat vel 1386 El que da o promete cosas, para
pollicetur ut quis, mu- que quien ejerce una función en la
nus in Ecclesia exercens, illegi- Iglesia haga u omita algo ilegítimamente,
time quid agat vel omittat, iusta debe ser castigado con una pena justa, así
poena puniatur; item qui ea do- como quien acepta esos regalos o prome-
na vel pollicitationes acceptat. sas.
1387 El sacerdote que, durante la con- 1387 Sacerdos, qui in actu vel
fesión, o con ocasión o pretexto occasione vel praetextu
de la misma, solicita al penitente a un pe- confessionis paenitentem ad
cado contra el sexto mandamiento del peccatum contra sextum Deca-
Decálogo, debe ser castigado, según la logi praeceptum sollicitat, pro
gravedad del delito, con suspensión, pro- delicti gravitate, suspensione,
prohibitionibus, privationibus
hibiciones o privaciones; y, en los casos puniatur, et in casibus graviori-
más graves, debe ser expulsado del esta- bus dimittatur e statu clericali.
do clerical.
1388 § 1. El confesor que viola directa- 1388 § 1. Confessarius, qui
mente el sigilo sacramental, incu- sacramentale sigillum di-
rre en excomunión latae sententiae reser- recte violat, in excommunica-
vada a la Sede Apostólica; quien lo viola tionem latae sententiae Sedi
sólo indirectamente, ha de ser castigado Apostolicae reservatam incur-
rit; qui vero indirecte tantum,
en proporción con la gravedad del delito. pro delicti gravitate puniatur.
cultad, aunque sea suplida por la Iglesia (c. 144), de oír confesiones. Se da vio-
lación directa cuando el confesor revela el pecado y el pecador.
Sanción penal. Censura —excomunión— latae sententia reservada a la Sede
Apostólica.
b) Violación indirecta del sigilo sacramental. El autor es el mismo del deli-
to anterior. Se da violación indirecta cuando de las palabras, gestos, hechos u
omisiones del confesor puede deducirse el pecado y el pecador: en la medida en
que crezca la posibilidad de deducción, la violación indirecta se acerca a la direc-
ta; por lo que la gravedad del delito va creciendo; de ahí que la pena pueda va-
riar.
Sanción penal. Pena ferendae sententiae indeterminada preceptiva.
c) Violación del secreto a que se refiere el c. 983 § 2. El autor es cualquier
persona distinta del confesor.
Sanción penal. Pena ferendae sententiae indeterminada preceptiva, pudién-
dose llegar hasta la máxima censura.
En este contexto de protección penal de la dignidad del sacramento (cc.
1387-1388) debe situarse la reciente constitución de la pena latae sententiae de
excomunión para todo el que capta mediante algún instrumento técnico, o di-
vulga en un medio de comunicación social, las palabras del confesor o el peni-
tente, sea la confesión verdadera o fingida, propia o de un tercero (C. de la Doc-
trina de la Fe, Decr. General de 23.IX.1988; AAS 80 [1988] 1367).
1389 § 1. Delito. Abuso de potestad u oficio en todos aquellos supuestos que
no están específicamente tipificados en otras normas penales, como por ej. en
los cc. 1382-1383.
Sanción penal. Pena ferendae sententiae indeterminada preceptiva, abriendo
la posibilidad de llegar hasta la privación del oficio.
§ 2. Delito. Abuso culposo de autoridad u oficio con daño ajeno. Como
todo delito culposo, sólo se consuma cuando se han producido los efectos anti-
jurídicos.
Sanción penal. Pena ferendae sententiae indeterminada preceptiva.
860 Libro VI. De las sanciones en la Iglesia
Título IV
Del crimen de falsedad
2.º qui alio falso vel mutato do- 2.º quien, en un asunto eclesiástico, utili-
cumento utitur in re ecclesiasti- za otro documento falso o alterado;
ca;
3.º quien afirma algo falso en un docu-
3.º qui in publico ecclesiastico mento público eclesiástico.
documento falsum asserit.
Título V
De los delitos contra obligaciones especiales
1392 Clerici vel religiosi mer- 1392 Los clérigos o religiosos que ejer-
caturam vel negotiatio- cen el comercio o la negociación
nem contra canonum prae- contra las prescripciones de los cánones
scripta exercentes pro delicti deben ser castigados de acuerdo con la
gravitate puniantur. gravedad del delito.
1393 Qui obligationes sibi ex 1393 Quien infringe las obligaciones
poena impositas violat, que le han sido impuestas como
iusta poena puniri potest. consecuencia de una pena, puede ser cas-
tigado con una pena justa.
1394 § 1. Firmo praescripto 1394 § 1. Quedando en pie lo que pres-
can. 194, § 1, n. 3, cleri- cribe el c. 194 § 1, 3.º, el clérigo
cus matrimonium, etiam civili- que atenta matrimonio, aunque sea sólo ci-
ter tantum, attentans, in sus- vilmente, incurre en suspensión latae sen-
pensionem latae sententiae in- tentiae; y si, después de haber sido amo-
currit; quod si monitus non re-
sipuerit et scandalum dare per- nestado, no cambia su conducta y continúa
rexerit, gradatim privationibus dando escándalo, puede ser castigado gra-
ac vel etiam dimissione e statu dualmente con privaciones o también con
clericafi puniri potest. la expulsión del estado clerical.
Título VI
De los delitos contra la vida y la libertad del hombre
Título VII
Norma general
1399 Aparte de los casos establecidos en 1399 Praeter casus hac vel
ésta u otras leyes, la infracción ex- aliis legibus statutos, di-
terna de una ley divina o canónica sólo vinae vel canonicae legis exter-
puede ser castigada con una pena cierta- na violatio tunc tantum potest
mente justa cuando así lo requiere la espe- iusta quidem poena puniri, cum
cial gravedad de la infracción y urge la ne- specialis violationis gravitas pu-
nitionem postulat, et necessitas
cesidad de prevenir o de reparar escánda- urget scandala praeveniendi vel
los. reparandi.
éste se reduce a legislar sobre su propio ámbito jurisdiccional. Sin embargo, en las
cosas anejas a las espirituales, de tanta incidencia sobre todo en el campo patrimo-
nial, no dejarán de plantearse esos conflictos; tampoco podrán evitarse cuando el
Estado, invocando la plenitud de su ordenamiento, desee indebidamente invadir
zonas jurisdiccionales que corresponden al ámbito religioso.
1402 En primer lugar se anticipa la noticia de que el Libro VII, a la vez que
contiene las normas de ordenación de los diversos tipos de procesos canónicos,
acoge otras normas de carácter orgánico de constitución de los tribunales de jus-
ticia, excluidos los de la Sede Apostólica, que tendrán su propia regulación orgá-
nica y procesal. Sin embargo, en este mismo Libro —Parte I, tít. II, cap. III—, se
regulan con carácter general las respectivas competencias de los tribunales de la
Rota Romana y del Supremo de la Signatura Apostólica; en la actualidad hay
que tener en cuenta, sin embargo, los arts. 121-130 Const. Ap. Pastor Bonus. En
cambio, el Tribunal de la Penitenciaria Apostólica, por recaer su competencia so-
bre el fuero interno, ha quedado lógicamente excluido del Libro VII del Codex,
remitiéndose su constitución, competencia y régimen, a la ley peculiar (vid. c.
360 y arts. 117-120 Const. Ap. Pastor Bonus).
1403 Parece sólidamente justificada esta exclusión del cuerpo codicial en su li-
bro procesal: la anterior inserción no la apoyaba ni la naturaleza de las causas de
beatificación y canonización —que no se identificaban con aquellas que corres-
ponden a la actividad judicial—, ni el objeto sobre el que estas causas despliegan
su investigación, que no puede estimarse que responda a lo que el propio legisla-
dor entiende por objeto del juicio (vid. c. 1400); tampoco las decisiones con que
estas causas se definen pueden ser parangonadas de algún modo con las senten-
cias judiciales o cualesquiera otros pronunciamientos que se han de dictar en los
diversos procedimientos regulados en el presente Libro VII. Sin embargo, no
cabe olvidar que el desarrollo y avance de las causas de beatificación y canoniza-
ción se desenvuelve mediante un magno procedimiento de averiguación de unos
hechos cuya verdad ha de quedar acreditada. Por esto, esa norma de remisión del
§ 2 resulta coherente con esta naturaleza procedimental. El procedimiento que
debe seguirse en las causas de beatificación está recogido en la Const. Ap. Divi-
nus perfectionis Magister, de 25.I.1983 (AAS 75 [1983] 349-355), en las Normae
de la C. para las Causas de los Santos, de 7.II.1983 (AAS 75 [1983] 396-403) y
Decretum generale de Sevorum Dei Causis, 7.II.1983 (AAS 75 [1983] 403-404).
868 Libro VII. De los procesos
Título I
Del fuero competente
1404 La Primera Sede por nadie puede 1404 Prima Sedes a nemine
ser juzgada. iudicatur.
sia es juez supremo a quien sólo Dios puede juzgar. A esta prerrogativa, prove-
niente del derecho divino, ni el mismo Papa puede renunciar. Al decir que la Pri-
mera Sede no puede ser sometida al juicio de potestad humana alguna, debe en-
tenderse acerca tanto de las resoluciones que el Papa pronuncie, como de aquellas
que él haga suyas con aprobación o aceptación expresa y formal (cfr. Communi-
cationes 10 [1978] 219).
1405 Está reservada única y personalmente al Papa la vista o conocimiento,
por sí o por persona delegada, de las causas, contenciosas o penales, que el c. es-
tablece. A la Rota Romana se le reserva el poder de juzgar: 1.º A los Obispos,
diocesanos o titulares, y a quienes se equiparan a ellos en las causas contenciosas,
firme lo prescrito en el c. 1419 § 2. 2.º. Al Abad primado, al Abad superior de
una Congregación monástica y al Moderador supremo de un instituto religioso
de derecho pontificio. Este foro exento ha de entenderse rigurosamente. 3.º A las
diócesis u otras personas eclesiásticas, físicas o jurídicas, que no tengan superior
fuera del Romano Pontífice. Cfr. Pastor Bonus, art. 129.
1406 Los autos y las decisiones que se hagan o que se tomen juzgando al Ro-
mano Pontífice contra lo establecido en el c. 1404, son actos o decisiones que pro
870 Libro VII. De los procesos
1407 § 1. Nadie puede ser citado en pri- 1407 1 § Nemo in prima in-
mera instancia, si no es ante un stantia conveniri potest,
juez eclesiástico competente por uno de nisi coram iudice ecclesiastico
los títulos que se determinan en los cc. qui competens sit ob unum ex
1408-1414. titulis qui in cann. 1408-1414
determinantur.
§ 2. La incompetencia del juez que no § 2. Incompetentia iudicis, cui
goce de ninguno de esos títulos se llama nullus ex his titulis suffragatur,
relativa. dicitur relativa.
infectis habentur. Por tanto, quod non est confirmari nequit. La inexistencia es más
que la nulidad de autos o de sentencias; pues lo nulo es algo que existe, aunque
sin el efecto jurídico propio del acto: quod nullum est, nullum producit effectum.
En cambio, los autos y sentencias de cualesquiera otros tribunales, fuera de
la Rota Romana, contra el foro exento de personas, establecido en el 1405, son
actos judiciales nulos por incompetencia absoluta, y pueden ser declarados nulos,
o de oficio en el proceso, o por excepción de incompetencia del tribunal (exceptio
declinatoria fori), o en impugnación de sentencia por medio de querella de nuli-
dad (c. 1620).
Los elementos determinantes de la competencia absoluta se reducen a tres:
a) la materia del juicio, la cual señala los límites, en primer lugar, de la jurisdic-
ción eclesiástica, en cuanto contrapuesta a la civil; b) las personas a quienes hay
que juzgar en relación con su pertenencia a la Iglesia, o con la dignidad por razón
del cargo que desempeñen. De aquí las causas reservadas al Romano Pontífice o
a la Rota Romana; c) la gradación de los tribunales, la cual da fundamento a la lla-
mada competencia funcional. Sirve para determinar cuáles y cuántos tribunales
pueden intervenir en el conocimiento de una causa. Quien ve una causa en un
grado del juicio no puede juzgarla en otro grado (c. 1447). Si se quebranta este
orden jerárquico de los tribunales en las diversas instancias, se sigue incompeten-
cia absoluta.
1407 Este c. regula la competencia relativa. Las normas reguladoras de la com-
petencia son de suma importancia en el proceso para la recta administración de
la justicia. A ningún tribunal le es lícito admitir una demanda, si no es compe-
tente para conocer la causa. A la competencia relativa se la llama también territo-
rial, por cuanto reparte entre los tribunales de igual grado, establecidos territo-
rialmente, las causas en las que estos tribunales tienen jurisdicción y pueden
conocer.
La determinación de la competencia en tribunales de primera instancia se
regula, en razón del territorio, por alguno de los títulos diversos que dan lugar a
los fueros o tribunales, a los que puede el actor acudir lícitamente, y que hacen
posible que éstos puedan con derecho llamar a juicio al demandado. Los títulos
son las razones que tiene el legislador para atribuir normalmente el conocimien-
to de las causas a unos u otros tribunales. El juez que se halle sin alguno de estos
títulos de atribución es juez relativamente incompetente es decir, si conoce, lo
hace ilícitamente.
El actor debe seguir el fuero del reo: actor rei forum sequitur. A favor de este
principio hay otra razón de equidad procesal, porque si se invoca el proceso para
P. I. t. I. Del fuero competente 871
dilucidar la existencia del derecho que alega el actor, ya por esto se formula una
duda que debe resolverse con el menor gravamen de inconvenientes, molestias y
gastos para el demandado a quien se llama a juicio. Respecto a la opción del ac-
tor en casos de fuero múltiple, la norma que establece el § 3 es del todo amplia.
Pero una vez elegido el fuero opcionable, o determinada la competencia del juez
por alguno de los títulos legítimos, y hecha por el juez la citación al demandado,
en virtud de los efectos de ésta (c. 1512), la causa se hace propia del juez o tribu-
nal, ante el cual fue presentada, y comienza la litispendencia. Semel iudex, semper
iudex; semel competens, semper competens. Contra la pretensión de cambio de tri-
bunal, puede oponerse la excepción de litispendencia por el derecho de preven-
ción.
1408 Con el criterio del territorio, el CIC concreta los títulos de competencia.
En primer lugar el fuero del domicilio o cuasidomicilio, es decir, de aquel que
tenga el demandado cuando se hace la citación. Se puede llamar a juicio al de-
mandado súbdito, aunque se halle ausente en territorio ajeno. Respecto a las cau-
sas matrimoniales vid. c. 1673.
1409 El fuero propio del vago (c. 100) es el del lugar donde actualmente more
o resida, en conformidad con el aforismo: ubi te invenero ibi te iudicabo. Respec-
to del fuero del actor, aunque al parecer va este título de competencia contra el
principio actor rei forum sequitur, y puede prestarse a fraudes, tiene aquí su fun-
damento en no dejar vacío alguno al que no pueda llegar la potestad judicial para
administrar justicia y tutelar los derechos de sus súbditos.
1410 Puede ser título determinante de la competencia del tribunal el lugar
donde se halla el objeto, mueble o inmueble, del litigio, siempre que sea caso de
actio in rem, esto es, aquella en la que el actor pretende la tutela de un derecho
real, como la propiedad, la posesión u otros derechos sobre la cosa. Este fuero no
872 Libro VII. De los procesos
es exclusivo, ya que puede concurrir con el del domicilio, el del contrato o el del
delito. Se establece en atención a que el lugar donde se halla la cosa litigiosa faci-
lita la investigación de la causa y la ejecución de la sentencia.
1411 § 1. Según la norma, el título del contrato da origen a tres fueros: el que
de acuerdo elijan las partes contratantes; a falta de éste, el del lugar de la contra-
tación, o el del lugar del cumplimiento del contrato. Al contrato se equipara el
cuasicontrato, por ej., el de gestión de negocios, o el de curatela.
§ 2. En las acciones personales, la competencia se determina por el título
del contrato. Pero son posibles otras acciones personales, cuyos derechos tienen
origen en un delito, hecho ilícito, testamento, ley, o sentencia, y para la tutela de
estos derechos era razonable que el legislador fijase el título de competencia. Este,
a semejanza del fuero del contrato, es el lugar donde nació la obligación o donde
hay que cumplirla.
1412 Señala el c. el fuero del delito. La palabra puede se elige en vez de la de
debe. Cabe pues, que este fuero sea concurrente, por ej., con el fuero del domici-
lio, cuasidomicilio, o con la residencia actual del vago. La razón de este fuero ra-
dica en que la investigación es más fácil en el lugar del hecho y es más fructuosa
la finalidad del castigo, la reparación del escándalo, la ejemplaridad de la pena.
La competencia por el título de delito comprende también las acciones penales
por conato o tentativa de delito, por delito frustrado, por concurso y coopera-
ción que impliquen delito.
1413 En las causas acerca de la administración de bienes, la competencia se
determina por el lugar donde se llevó la administración. Este fuero en el CIC 17,
c. 1560, era necesario; pero hoy es concurrente, tal como se deduce del verbo
usado: potest, y no debet. En el número 2.º no se dice del domicilio, cuasidomici-
lio o residencia que tenía el testador cuando hizo el testamento último institu-
yendo herederos o legatarios, sino del lugar en el que tuvo el testador su último
P. I. t. I. Del fuero competente 873
2.º in causis quae respiciunt here- 2.º en las causas que se refieren a heren-
ditates vel legata pia, coram tri- cias o píos legados, ante el tribunal del
bunali ultimi domicilii vel quasi- último domicilio o cuasidomicilio, o lu-
domicilii vel commorationis, ad gar de residencia, de acuerdo con los cc.
normam cann. 1408-1409, illius 1408-1409, de aquél de cuya herencia o
de cuius hereditate vel legato pío legado se trate, a no ser que la cues-
pio agitur, nisi agatur de mera
exsecutione legati, quae viden- tión se refiera a la mera ejecución del le-
da est secundum ordinarias com- gado, que ha de tramitarse según las nor-
petentiae normas. mas ordinarias de competencia.
1414 Ratione conexionis, ab 1414 Por razón de la conexión, un mis-
uno eodemque tribunali mo tribunal y en el mismo proce-
et in eodem processu cogno- so ha de juzgar las causas conexas entre
scendae sunt causae inter se co- sí, a no ser que lo impida un precepto le-
nexae, nisi legis praescriptum gal.
obstet.
Título II
De los distintos grados y clases de tribunales
est cuilibet fideli causam suam puede llevar o introducir ante la Santa
sive contentiosam sive poena- Sede una causa, tanto contenciosa como
lem, in quovis iudicii gradu et in penal, en cualquier instancia del juicio y
quovis litis statu, cognoscendam cualquiera que sea el estado en el que se
ad Sanctam Sedem deferre vel encuentre el litigio.
apud eandem introducere.
§ 2. Provocatio tamen ad Se-
§ 2. Sin embargo, fuera del caso de apela-
dem Apostolicam interposita ción, esa petición interpuesta ante la Sede
non suspendit, praeter casum Apostólica no suspende el ejercicio de la
appellationis, exercitium iuris- jurisdicción del juez que ya ha comenza-
dictionis in iudice qui causam do a tratar la causa; éste, por lo tanto, po-
iam cognoscere coepit; quique drá seguir el juicio hasta la sentencia de-
idcirco poterit iudicium prose- finitiva, a no ser que la Sede Apostólica
qui usque ad definitivam sen- comunique al juez que ha avocado a sí la
tentiam, nisi Sedes Apostolica causa.
iudici significaverit se causam
advocasse.
risdiccionales establecidos por la ley, para tramitar y sentenciar las causas judicia-
les, hay tribunales de primera, segunda, tercera y última instancia, según en la
que cada uno de ellos conozca la causa (cc. 1419, 1438, 1443, 1444). b) Por el
número de jueces. Hay tribunales unipersonales y colegiados, según funcionen y
juzguen con juez único o con pluralidad de jueces: tres, cinco, etc. (cc. 1419,
1423, 1425, 1426). c) Por razón del territorio. Además de tribunales diocesanos
(c. 1420) y metropolitanos (c. 1438), puede haberlos interdiocesanos, regionales,
nacionales, según ejerzan sus funciones en una o varias diócesis, en una o varias
regiones, en una nación (vid. Signatura Apostólica, Circular y Normas,
28.XII.1970, AAS 63 [1971] 480-492 y c. 1423). d) Por la jurisdicción con que
juzgan. Tribunales con jurisdicción propia o con jurisdicción delegada. Estos úl-
timos han de atenerse a las funciones cometidas por la autoridad comitente o que
delega (cc. 1419, 1442). e) Por la capacidad de juzgar en grado diverso. Hay tribu-
nales que pueden conocer sólo en la primera instancia o sólo en apelación. Suele
corresponder la serie de instancias al grado de los tribunales; pero a veces conoce
en primera instancia el tribunal metropolitano (c. 1419 § 2) o la Rota Romana
(c. 1444 § 2), y en segunda, uno que es diocesano (c. 1438, 2.º). Por derecho es-
pecial la Rota de la Nunciatura Apostólica en Madrid puede conocer causas en
primera, en segunda y en tercera instancia (cfr. NRNA, art. 37).
1417 El Papa es juez de todos los fieles. Tiene potestad ordinaria, directa y su-
prema sobre cualesquiera causas eclesiásticas de todos y cada uno de los pastores
y fieles de la Iglesia. Como el Obispo directamente juzga a sus diocesanos, así el
Papa puede juzgar las causas de los fieles de todas las diócesis y partes del orbe ca-
tólico (cfr. Concilio Vaticano I, IV, 3).
De propio intento el legislador no usa la palabra recurso ni en el párrafo pri-
mero donde se valió de los verbos introducere y deferre en vez de hablar de recu-
rrir o apelar, ni en el párrafo segundo donde prefirió llamar al acto de los fieles
simplemente provocatio —que significa, en su amplitud, llamar para ser
atendido—, en orden a que brille más la omnímoda libertad de los fieles para
acudir al Papa. El párrafo segundo aclara el alcance de esa provocatio: no suspen-
de el ejercicio de la jurisdicción del juez que ya comenzó a conocer la causa, el
cual, por tanto, puede proseguir el juicio hasta la sentencia definitiva, a no ser
que la Santa Sede se manifieste de otro modo al juez que avocó a sí la causa. Avo-
876 Libro VII. De los procesos
1418 Todo tribunal tiene derecho a pe- 1418 Quodlibet tribunal ius
dir la ayuda de otro tribunal para habet in auxilium vo-
la instrucción de la causa o para hacer in- candi aliud tribunal ad causam
timaciones judiciales. instruendam vel ad actus inti-
mandos.
Capítulo I
Del tribunal de primera instancia
Art. 1
Del Juez
1419 § 1. En cada diócesis, y para todas 1419 § 1. In unaquaque dioe-
las causas no exceptuadas expre- cesi et pro omnibus cau-
samente por el derecho, el juez de prime- sis iure expresse non exceptis,
ra instancia es el Obispo diocesano, que iudex primae instantiae est Epi-
cación es aquí atraer a sí la Santa Sede una causa que estaba conociendo cualquier
otro tribunal eclesiástico.
1418 Se establece, a modo de principio general, el derecho que tiene cualquier
tribunal a pedir auxilio a otro tribunal respecto a la instrucción de la causa; por
ej., para el examen de las partes o testigos, inspeccionar documentos u objetos,
etc.; o para la intimación de actos, como citaciones, despachos, decretos, etc. La
obligación de prestar el auxilio requerido, se desprende del tenor de las palabras
del c., pues iura et officia sunt correlativa.
La razón de que unos tribunales necesiten de otros proviene primordial-
mente de que los jueces sólo pueden actuar en su territorio: extra territorium ius
dicenti impune non paretur, salvo lo prescrito en el c. 1469.
El tribunal a quien se pide asistencia practicará las diligencias rogadas ajus-
tándose a las instrucciones del juez requirente y a las normas del derecho común,
sin inmiscuirse ni en el juicio ni en otras cosas relacionadas con él. La forma de
pedir el auxilio es de exhorto, si la petición se hace a un tribunal de igual grado;
suplicatorio, si se pide auxilio a tribunal de grado superior; de carta-orden o des-
pacho, si la diligencia que se solicita la manda realizar el tribunal de grado supe-
rior a su subordinado. Nuestra terminología, proveniente de los procedimientos
civiles, concuerda con las llamadas en derecho eclesiástico letras remisoriales, su-
plicatorias, imperativas, hortatorias. La forma normal es la rogatoria.
Art. 1. De iudice
Es el juez la persona a quien se encomienda la función nobilísima de juzgar
(ius dicere) en un litigio, aplicando al caso concreto la ley dada en abstracto por el
legislador. El juez, cuya misión es hacer justicia, se halla en el proceso ante dos
realidades: la del hecho, exigiendo verdad objetiva, y la de la ley, reclamando fi-
delidad a la norma. La firme adhesión a una y otra realidad es lo que produce el
fruto hermoso de la justicia (cfr. Pablo VI, Alocución a la Rota Romana
9.II.1976, AAS 68 [1976] 204-208; Juan Pablo II, Alocución a la Rota Romana,
4.II.1980, AAS 72 [1980] 176-177).
Se denomina impulso procesal a la fuerza o actividad que debe poner el juez
y las partes para que el proceso iniciado llegue a su propio y normal fin. El perte-
neciente a las partes se llama impulso de parte; el propio del juez se conoce con
el nombre de impulso oficial o de oficio. El impulso procesal mira directamente a
que no falte por negligencia de las partes o del juez la actividad necesaria para
que el proceso se desenvuelva en forma legítima y obtenga a tiempo una resolu-
ción final. No hay en el derecho procesal canónico normas concretas que regulen
el impulso del juez; pero hay un principio general orientador y diversas disposi-
ciones que explícita o implícitamente señalan esta actividad procesal del juez (c.
1452).
El juez excede sus facultades si actúa sin demanda de actor, o si resuelve fue-
ra de lo pedido por la parte en el libelo: sententia debet esse conformis libello; ne eat
iudex ultra petita partium. Se extralimita si decide a favor o en contra de personas
distintas del actor y del demandado; si otorga o niega cosa distinta de la petición
cambiando el petitum o la causa petendi; si juzga ateniéndose a hechos distintos
de los alegados y probados: iudex iudicare debet iuxta allegata et probata; quod non
est in actis non est in mundo. Pero no hay extralimitación si sobre los hechos ale-
gados y probados el juez determina y declara las normas jurídicas aplicables: iura
novit Curia; narra mihi factum, dabo tibi ius.
Tribunal es todo el conjunto de las personas que con cargo distinto lo com-
ponen. El juez o los jueces son parte de ese conjunto de personas. En el Libro de
procesos, y aún en este mismo art. se usa la palabra tribunal unas veces tomándo-
la por el conjunto dicho (c. 1423); otras, por el número de jueces (cc. 1425,
1427). Tomando la palabra juez en su significado estricto puede describirse así: es
la persona o personas legítimamente designadas que, gozando de jurisdicción
eclesiástica, conocen y resuelven según las prescripciones del derecho las causas
contenciosas o criminales de la competencia de la Iglesia.
1419 En las expresiones «Obispo diocesano» y «diócesis» deben incluirse tam-
bién a los equiparados en derecho (cc. 368 y 381 § 2) así como los ordinariatos
militares, prelaturas personales y misiones sui iuris, con sus respectivos titulares
sean o no sean éstos Obispos. En esas estructuras es, por tanto, juez de primera
instancia en el ámbito de su jurisdicción, el titular que la preside: el Prelado,
Prefecto, Administrador, etc. El Obispo y las autoridades a este oficio equipara-
das pueden ejercer esta su potestad o por sí mismos, sea como jueces singulares
sea como presidentes de los correspondientes tribunales colegiados, o por medio
878 Libro VII. De los procesos
de otros, bien del Vicario judicial que juzga con potestad ordinaria, bien de otros
en quienes deleguen.
La redacción del § 2 aventaja a la del CIC 17, c. 1572 § 2, por cuanto que-
da clara la distinción entre los derechos y bienes temporales del Obispo, en cuan-
to persona particular, y los derechos o bienes temporales de la persona jurídica a
quien represente el Obispo. Hoy, las cuestiones sobre bienes o derechos de las per-
sonas de los Obispos se rigen o por el principio nemo iudex in causa propria, o por
el c. 1405 y el art. 129 Pastor Bonus, relativo a las causas reservadas al Romano
Pontífice o a la Rota Romana, respectivamente. Las causas que en este c. se excep-
túan de la potestad del Obispo son todas aquellas en las que sean parte actora o
demandada, en acción o reconvención (cfr. Respuesta de la CPI, 29.IV.1940, AAS
32 [1940] 212) personas jurídicas, por ej., la mesa episcopal, la Curia diocesana, a
las que el Obispo represente. En tales casos el tribunal competente es únicamente
en primer grado el de apelación: para el Obispo, el tribunal del Metropolitano;
para éste, el del Obispo designado establemente (cfr. c. 1438).
1420 El Vicario judicial u Oficial es cargo necesario en la Curia diocesana. Por
lo dicho en el c. anterior, el Vicario judicial, con las salvedades que se despren-
den de la norma, también debe ser nombrado en aquellas estructuras jerárquicas
que pueden tener tribunal de primera instancia, así ocurre, por ej., en las prela-
turas personales. La potestad del Vicario judicial es ordinaria judicial. Por el he-
cho de no haber nombrado Vicario judicial en la diócesis, no por ello goza el Vi-
cario general de potestad judicial, pues una cosa es que pueda el Vicario general
ser al mismo tiempo Vicario judicial, y otra distinta que por falta de haber nom-
brado Vicario judicial, ya por ello goce el Vicario general de esta potestad.
Los comentaristas del CIC 17 discutían si el Vicario judicial podía o no de-
legar su potestad; hoy huelga plantear esta cuestión, porque explícitamente el c.
135 § 3 dice que la potestad judicial no puede delegarse, a no ser para actos pre-
paratorios de cualquier decreto o sentencia. El Vicario judicial constituye con el
Obispo un tribunal diocesano único, de modo que de la sentencia no se apela al
Obispo, ni éste puede reformar o cambiar las sentencias pronunciadas por su Vi-
cario judicial. Puede el Obispo reservar para sí las causas que estime conveniente
conocer y juzgar por sí mismo, y en ellas el Oficial carece de competencia. Res-
pecto a la dependencia del Oficial del Obispo, cfr. Signatura Apostólica, Circ.,
24.VII.1972: «Periodica», 62 (1973) 587-589.
Los Viceoficiales gozan de potestad ordinaria igual que el Oficial, aunque
corresponde a éste la vigilancia para que las causas que lleguen al tribunal se asig-
P. I. t. II. De los distintos grados y clases de tribunales 879
nen por orden de turno a los jueces que deban conocerlas, y los turnos se formen
rotatoriamente, por orden riguroso, para evitar cualquier sospecha de acepción
de personas (cfr. c. 1425 § 3). Designado el turno para cada causa, el Viceoficial
que actúa tiene los mismos poderes y facultades respecto a dirigir el proceso y de-
cretar lo que sea necesario para administrar justicia, sin intromisión, sea del Vica-
rio judicial, sea del Obispo. Contra sus decretos o sentencias no cabe apelar al
Oficial o al Obispo. En las causas que se les asignan, forman, igual que el Oficial,
un tribunal único de primer grado.
Según el CIC 17, c. 1573 §§ 6 y 7, cuando el Vicario general es también
Oficial, al quedar vacante la sede, cesa como Vicario, pero no como Oficial; y si
el Oficial es elegido Vicario capitular, él mismo nombra nuevo Oficial. Ahora el
CIC silencia el cese del Oficial cuando él mismo es elegido Administrador dioce-
sano; parece que puede simultanear ambos cargos; no tiene obligación de nom-
brar nuevo Oficial. ¿Y si renuncia al cargo de Oficial y nombra a otra persona?
Respondemos: si hay razón justa para ello y se demora el nombramiento de
Obispo, estimamos que procede válida y lícitamente (cfr. Communicationes 10
[1978] 230).
1421 En las diócesis y en las Iglesias particulares asimiladas a ellas (cfr. cc.
368-372) los Obispos y quienes a ellos se equiparan (cfr. c. 381 § 2) constituyan
jueces diocesanos, que sean clérigos, es decir, sacerdotes o diáconos (cfr. c. 266
§ 1; Lumen gentium 29) del clero secular o regular. También pueden ser designa-
dos jueces diocesanos, laicos o seglares, y esto, si lo permite la Conferencia Epis-
copal y únicamente para que, aconsejándolo la necesidad, uno de estos seglares
entre a formar parte del colegio con otros dos clérigos (M.P. Causas matrimonia-
les, art. V § 1). Los jueces diocesanos suceden en la historia del derecho procesal
canónico a los jueces sinodales que estableció el Concilio de Trento (Sess. 25, c.
880 Libro VII. De los procesos
10, de reform.) y que configuró el CIC 17, c. 1574. Su número puede ser de
cuatro a doce, como antes, ya que necesitan cuatro para constituir con el Oficial
tribunal de cinco jueces, y en caso de recusación se necesitaría un número ma-
yor.
1422 El legislador quiere evitar dos escollos peligrosos: la inestabilidad de los
cargos y la perpetuidad vitalicia. Para ello establece que sean nombrados por
tiempo determinado, no indefinido, y que no puedan ser removidos, a no ser por
causa legítima y grave. No cesan al quedar vacante la sede; necesitan ser confir-
mados en el cargo por el nuevo Obispo que venga. El Administrador diocesano
no puede removerlos (cfr. c. 1420 § 5).
Siempre pueden ser reelegidos. El legislador no quiere concretar el plazo de
duración del nombramiento; prefiere dejar que lo determinen, según las diversas
circunstancias, el elector o electores. La norma es laudable, porque permite que
puedan continuar y perfeccionarse los mejor dotados y más hábiles para estos mi-
nisterios de justicia y de caridad.
1423 La Const. Ap. Pastor Bonus, de 28.VI.1988, dispone que pertenece a la
Signatura Apostólica cuidar de la creación de tribunales interdiocesanos (art.
124, 4º). La misma Signatura en sus Normas para los tribunales interdiocesanos
regionales e interregionales establece que, salvo el derecho de las Iglesias orienta-
les (art. 1), la erección de tribunales interdiocesanos puede hacerse o a instancia
de los Obispos, o por promoción y decisión de la propia Signatura.
P. I. t. II. De los distintos grados y clases de tribunales 881
2.º las causas penales: a) sobre delitos 2.º causae poenales: a) de delic-
que pueden castigarse con la expulsión tis quae poenam dimissionis e
del estado clerical; b) si se trata de infli- statu clericali secumferre pos-
gir o declarar una excomunión. sunt; b) de irroganda vel decla-
randa excommunicatione.
§ 2. Puede el Obispo encomendar a un § 2. Episcopus causas difficilio-
colegio de tres o cinco jueces las cau- res vel maioris momenti com-
sas más difíciles o de mayor importan- mittere potest iudicio trium vel
cia. quinque iudicum.
§ 3. Para juzgar cada causa, el Vicario ju- § 3. Vicarius iudicialis ad singu-
dicial llamará por turno a los jueces, a no las causas cognoscendas iudices
ser que en un caso determinado el Obispo ex ordine per turnum advocet,
establezca otra cosa. nisi Episcopus in singulis casi-
bus aliter statuerit.
§ 4. Si no es posible constituir tribunal § 4. In primo iudicii gradu, si
colegial en el primer grado del juicio, la forte collegium constitui ne-
Conferencia Episcopal puede permitir queat, Episcoporum conferen-
que, mientras dure esa imposibilidad, el tia, quamdiu huiusmodi impos-
Obispo encomiende las causas a un único sibilitas perduret, permittere
juez clérigo, el cual, donde sea posible, potest ut Episcopus causas uni-
se valga de la colaboración de un asesor co iudici clerico committat, qui,
y de un auditor. ubi fieri possit, assessorem et
auditorem sibi asciscat.
vez de tres, cinco u otro numero superior a tres, sea par o impar (c. Wynen,
12.XI.1949, RRD 41 [1949] 504, n. 6).
El CIC 17 (c. 1576 § 1, 2.º) prescribía que se reservaban al tribunal de cin-
co jueces las causas sobre delitos que llevaban consigo pena de deposición, priva-
ción perpetua del hábito eclesiástico o degradación. Hoy huelga y desaparece esta
prescripción, y se ha preferido sucintamente y en forma general decir: el Obispo
puede encomendar las causas más difíciles o de mayor importancia al juicio de
tres o de cinco jueces.
Anteriormente en el CIC 17 (c. 1576 § 3), a los dos o cuatro jueces que ha-
bían de constituir el tribunal colegiado, los elegía por turno el Ordinario de en-
tre los jueces sinodales, a no ser que en su prudencia juzgase más oportuno otra
cosa. Ahora, con criterio más certero, para facilitar la elección y evitar abusos, el
modo ha variado: para el conocimiento de cada causa el Vicario judicial llama
por orden a los jueces que han de formar el tribunal; pero no es competencia del
Vicario judicial alterar ese orden. Esto se reserva al Obispo en cada caso, si juzga
prudente disponer otra cosa. En las diócesis grandes que cuentan con un Vicario
judicial y varios Vicarios judiciales adjuntos puede seguirse el orden de turnos y
distribución de causas que se siguen en la Rota Romana y en la Rota de la Nun-
ciatura Apostólica de Madrid (cfr. NRRT, art. 18; NRNA, arts. 22 y 23).
El caso que regula el § 4 es de un juez único, como posible excepción en el co-
nocimiento de causas correspondientes a tribunal colegiado. Acerca del asesor y del
auditor, vid. cc. 1424 y 1428. Adviértanse las condiciones legales exigidas para el
caso: 1) en juicio de primer grado; 2) imposibilidad de constituir colegio; 3) permi-
so de la Conferencia Episcopal; 4) el juez que decida sea clérigo; 5) que este juez se
valga, si fuere posible, de la colaboración de un asesor y de un auditor; y si sólo fue-
re posible la asistencia de uno o de otro, téngala, pues no por faltar la de uno, le es
lícito prescindir de la del otro. Pero si prescinde de ellos, la actuación del juez no
sera inválida por ello. La garantía de la inamovilidad que señala el § 5, sirve para
P. I. t. II. De los distintos grados y clases de tribunales 883
1.º Superior provincial o Abad local. En las controversias suscitadas entre re-
ligiosos o casas del mismo instituto religioso clerical (cfr. c. 588 § 2) de derecho
pontificio (c. 589), es juez de primera instancia, a no ser que las constituciones
dispongan otra cosa, el superior provincial o el Abad local, si el monasterio es
sui iuris. Las constituciones, pues, son la norma prevalente a la que primero hay
que atender. Si éstas no disponen otra cosa distinta rige la norma canónica ge-
neral.
2.º El superior supremo del instituto religioso o el Abad superior de la con-
gregación monástica. Su competencia respectiva es para conocer las contro-
versias contenciosas entre provincias distintas del mismo instituto religioso
clerical de derecho pontificio, o entre monasterios de la misma congrega-
ción monástica, salvo siempre que las constituciones no determinen cosa
distinta.
3.º El tribunal diocesano. Las controversias en las que entiende el tribunal
diocesano son todas las que se plantean: a) entre personas físicas o jurídicas de di-
verso instituto religioso; b) entre personas físicas o jurídicas del mismo instituto
clerical de derecho diocesano (c. 589), o de instituto laical (c. 588 § 3); c) entre
religioso y clérigo secular, o laico o persona jurídica no religiosa. ¿Qué tribunal
diocesano entiende? La solución se halla aplicando a cada caso las normas sobre
el fuero competente establecidas en los cc. 1404-1416.
P. I. t. II. De los distintos grados y clases de tribunales 885
Art. 2
De los auditores y ponentes
1428 § 1. Iudex vel tribunalis 1428 § 1. El juez, o el presidente del
collegialis praeses pos- tribunal colegial, puede designar
sunt auditorem designare ad un auditor para que realice la instrucción
causae instructionem peragen- de la causa, eligiéndole entre los jueces
dam, eum seligentes aut ex tri- del tribunal o entre las personas aproba-
bunalis iudicibus aut ex perso- das por el Obispo para esta función.
nis ab Episcopo ad hoc munus
approbatis. § 2. Para el cargo de auditor, el Obispo
§ 2. Episcopus potest ad audito- puede aprobar a clérigos o a laicos, que
ris munus approbare clericos destaquen por sus buenas costumbres,
vel laicos, qui bonis moribus, prudencia y doctrina.
prudentia et doctrina fulgeant. § 3. Al auditor corresponde únicamente
§ 3. Auditoris est, secundum iu- recoger las pruebas y entregarlas al juez,
dicis mandatum, probationes según el mandato de éste; y si no se le
tantum colligere easque collec- prohíbe en el mandato, puede provisio-
nalmente decidir qué pruebas han de re- tas iudici tradere; potest autem,
cogerse y de qué manera, en el caso de nisi iudicis mandatum obstet, in-
que se discutan estas cuestiones mientras terim decidere quae et quomodo
desempeña su tarea. probationes colligendae sint, si
forte de hac re quaestio oriatur,
dum ipse munus suum excercet.
1429 El presidente del tribunal colegial 1429 Tribunalis collegialis prae-
debe nombrar un ponente o rela- ses debet unum ex iudici-
tor entre los jueces del colegio, el cual in- bus collegii ponentem seu relato-
formará en la reunión del tribunal acerca rem designare, qui in coetu iudi-
de la causa y redactará por escrito la sen- cum de causa referat et senten-
tias in scriptis redigat; in ipsius
tencia; el presidente podrá sustituirlo por locum idem praeses alium ex
otro, cuando haya justa causa. iusta causa substituere potest.
Art. 3
Del promotor de justicia, del defensor del vínculo y del notario
1.º quoties lex praecipit ut iu- 1.º cuando la ley manda que el juez oiga
dex partes earumve alteram a las partes o a una de ellas, también han
audiat, etiam promotor iustitiae de ser oídos el promotor de justicia y el
et vinculi defensor, si iudicio in- defensor del vínculo, si intervienen en el
tersint, audiendi sunt; juicio;
2.º quoties instantia partis re- 2.º cuando se requiere instancia de parte
quiritur ut iudex aliquid decer-
nere possit, instantia promoto- para que el juez pueda decidir algo, tiene
ris iustitiae vel vinculi defenso- idéntico valor la instancia del promotor
ris, qui iudicio intersint, ean- de justicia o del defensor del vínculo, si
dem vim habet. intervienen en el juicio.
1435 Episcopi est promoto- 1435 Corresponde al Obispo nombrar
rem iustitiae et vinculi al promotor de justicia y al defen-
defensorem nominare, qui sint sor del vínculo, que han de ser clérigos o
clerici vel laici, integrae famae, laicos de buena fama, doctores o licencia-
in iure canonico doctores vel li- dos en derecho canónico y de probada
centiati, ac prudentia et iusti-
tiae zelo probati. prudencia y celo por la justicia.
1436 § 1. Eadem persona, non 1436 § 1. La misma persona puede des-
autem in eadem causa, empeñar el oficio de promotor de
officium promotoris iustitiae et justicia y el de defensor del vínculo, pero
defensoris vinculi gerere potest. no en la misma causa.
rador o abogado. Pero importa tener en cuenta que, uno y otro cargo, al promo-
ver la justicia o al defender el vínculo siempre lo hacen en tutela del interés pú-
blico y por razón de su oficio; en cambio, las partes y sus patronos litigan direc-
tamente en defensa de un interés privado.
1435 Respecto del nombramiento del promotor de la justicia y del defensor
del vínculo, el CIC 17 (c. 1589) decía que los elige el Ordinario. Esto daba ori-
gen a opiniones encontradas sobre si podía nombrarlos o no el Vicario general.
Hoy, con haber cambiado la palabra Ordinario por la de Obispo desaparecen las
dudas. Si los nombra el Obispo (c. 470), también aquellos que se equiparan a él
(c. 381 § 2). Al vacar la sede episcopal, el Obispo coadjutor queda constituido
Obispo de la diócesis tan pronto tome posesión (c. 409 § 1), y como es obvio
puede confirmar al ya existente o nombrar otra persona.
¿Puede nombrarlos el Administrador diocesano? A éste le corresponde la
potestad del Obispo diocesano, fuera de aquello que exceptúe la naturaleza del
asunto o el derecho (cfr. c. 427 § 1). Según el CIC 17, al vacar la sede episcopal,
no cesaban el promotor de la justicia ni el defensor del vínculo, y tampoco podía
removerlos el Vicario capitular. Puede decirse que hoy se mantiene una solución
similar.
1436 Tanto el promotor de la justicia como el defensor del vínculo son cargos
incompatibles en el tribunal con los de juez y de notario. Sin embargo, una mis-
ma persona puede desempeñar el oficio de promotor de la justicia y de defensor
del vínculo, a no ser que lo impida la multiplicidad de asuntos y causas en la dió-
cesis. Ahora bien, aun cuando en la diócesis sean pocas las causas, la misma per-
sona en la misma causa nunca puede desempeñar ambos papeles, porque tienen
función distinta, y porque desde puestos contrarios tienen que defender el bien
público: por ej., cuando el promotor de la justicia acusa el matrimonio y el de-
fensor del vínculo se opone a la declaración de la nulidad. En la causa que actúan
890 Libro VII. De los procesos
no pueden ser testigos (c. 1550 § 2, 1.º); tampoco pueden actuar como tales o
como jueces en otra instancia (c. 1447).
La constitución y remoción de los cargos corresponde al Obispo. Es conve-
niente que, de antemano, el Obispo nombre sustituto establemente, de modo que
hallándose impedido el titular por incompatibilidad o por recusación, enseguida sea
fácil citar al sustituto. El Obispo puede constituir estos cargos para todas las causas o
para una en particular, aunque ya tenga nombrado otro estable para todas en gene-
ral. Respecto a la remoción el c. se limita a decir que pueden ser removidos por el
Obispo, habiendo para ello causa justa; es decir, proporcionadamente grave, y en
cuanto así lo pidan las leyes que debían observarse y no se han observado, teniendo
en cuenta la importancia de los asuntos tratados. Si el Obispo los remueve sin causa
justa, la remoción es ilícita, pero válida. No hay previsto procedimiento alguno para
la remoción. Respecto de la remoción en cuanto remedio penal, vid. c. 1457.
1437 Acerca del nombramiento de notario, personalidad pública, cualidades,
deberes del cargo, custodia de documentos y remoción, véanse los cc. 483-485.
Aquí tratamos del notario en los juicios.
El notario es el magister actorum, un técnico para la forma procesal, que con
perfección técnica escribe los autos, los ilustra con sus anotaciones, los ordena
con numeración adecuada, los custodia. Es el testigo público fidedigno, tanto del
juez frente a las partes y de las partes frente al juez, como del tribunal superior
respecto a cuanto se actuó y al modo de hacerlo en el tribunal inferior. Es el me-
dio apto para que las peticiones auténticas y correctas lleguen al juez, y los acuer-
dos del juez lleguen auténticamente a las partes, sin que se viole el secreto y sin
que ningún documento se pierda. El notario no puede ser a la vez juez o instruc-
tor, o defensor del vínculo, o promotor de la justicia, o testigo.
Respecto a la función documentadora del notario se debe distinguir entre su
misión de hacer fe pública, y el requisito de la firma, cuya falta es causa de la in-
validez del acta. El CIC 17 (c. 1585 § 1) prescribía que las actas judiciales sin la
firma del actuario eran írritas. Hoy también es necesaria la intervención del no-
tario en las actas judiciales, y sin ella son inválidas. Su firma hace fe pública, y su
falta es una violación de la ley (cc. 483, 484), pero se salva la validez del acta si la
tiene firmada al menos el juez en las actuaciones propias de éste (cfr. Communi-
cationes 10 [1978] 240).
La fe pública del notario es su misión principal. Siempre que el notario en
forma legítima, respecto a actos de su oficio en el proceso, certifique la autentici-
dad de un escrito o acta, su atestado hace prueba plena, siempre que la fe dada
P. I. t. II. De los distintos grados y clases de tribunales 891
Capítulo II
Del tribunal de segunda instancia
1438 Firmo praescripto can. 1438 Quedando en pie lo prescrito en el
1444, § 1, n. 1: c. 1444 § 1, 1.º:
1.º a tribunali Episcopi suffra- 1.º del tribunal de un Obispo sufragáneo
ganei appellatur ad tribunal se apela al del Metropolitano, salvo lo
Metropolitae, salvo praescripto que indica el c. 1439;
can. 1439;
2.º in causis in prima instantia
2.º cuando la causa se conoce en primera
pertractatis coram Metropolita instancia ante el Metropolitano, la apela-
fit appellatio ad tribunal quod ción se interpone ante el tribunal que él
ipse, probante Sede Apostolica, mismo haya designado de modo estable,
stabiliter designaverit; con aprobación de la Sede Apostólica;
recaiga directamente sobre actos presenciados por él. Los actos judiciales eclesiás-
ticos son documentos públicos; las copias hacen fe plena en tanto en cuanto el
notario certifique que concuerdan con el original. Dentro del juicio el poder de
documentar comprende todo aquello que necesite tener fe pública para la recta
administración de la justicia.
3.º para las causas tratadas ante el Supe- 3.º pro causis coram Superiore
rior provincial el tribunal de segunda ins- provinciali actis tribunal secun-
tancia es el del Superior general; para las dae instantiae est penes supre-
causas seguidas ante el Abad local, lo es mum Moderatorem; pro causis
el tribunal del Abad superior de la con- actis coram Abbate locali, pe-
gregación monástica. nes Abbatem superiorem con-
gregationis monasticae.
1439 § 1. Si, de acuerdo con el c. 1423, 1439 § 1. Si quod tribunal
hay un solo tribunal de primera primae instantiae uni-
instancia para varias diócesis, la Confe- cum pro pluribus dioecesibus,
Capítulo III
De los tribunales de la Sede Apostólica
1442 El Romano Pontífice es juez su- 1442 Romanus Pontifex pro
premo para todo el orbe católico y toto orbe catholico iu-
dex est supremus, qui vel per se dicta sentencia o personalmente, o me-
ipse ius dicit vel per ordinaria diante los tribunales ordinarios de la Sede
Sedis Apostolicae tribunalia, vel Apostólica, o por jueces en los cuales de-
per iudices a se delegatos. lega.
1443 Tribunal ordinarium a 1443 La Rota Romana es el tribunal or-
Romano Pontifice con- dinario constituido por el Romano
stitutum appellationibus reci- Pontífice para recibir apelaciones.
piendis est Rota Romana.
1444 § 1. Rota Romana iudi- 1444 § 1. La Rota Romana juzga:aaaaaa
cat: 1.º en segunda instancia, las cau-
1.º in secunda instantia, causas sas sentenciadas por tribunales ordinarios
quae ab ordinariis tribunalibus de primera instancia y que hayan sido
primae instantiae diiudicatae, elevadas a la Santa Sede por apelación le-
fuerint et ad Sanctam Sedem gítima;
per appellationem legitimam de-
ferantur;
respecto a todos y cada uno de los fieles, en cualquier grado del juicio. Aquí, en
el c. 1442, se declara que el Romano Pontífice es juez supremo de todo el orbe
católico para juzgar por sí mismo, o por los tribunales ordinarios de la Santa
Sede, o bien por medio de los jueces en quienes delegue el Papa. Seguidamente
tratamos de los tribunales de la Santa Sede, cuya potestad es ordinaria vicaria.
1443 Los antecedentes históricos de la actual Rota Romana se remontan al si-
glo XII, cuando se comenzó a denominar auditores a los capellanes a quienes los
Papas encomendaban las causas que les llegaban para resolver. En el siglo XIII,
formaron un tribunal colegiado. Durante la Edad Media, este tribunal gozó de
gran renombre, aunque su competencia fue variable. A partir de 1870 su activi-
dad casi desapareció, hasta que San Pío X lo restauró, y le dio su Lex propria. Pa-
blo VI, en la Const. Ap. Regimini Ecclesiae Universae, de 15.VIII.1967, art. 109,
amplió sus competencias, que se siguen manteniendo en la Const. Ap. Pastor Bo-
nus, de 28.VI.1988, arts. 126-130. El 7.II.1994 se promulgaron las nuevas nor-
mas de la Rota Romana: AAS 86 [1994] 508-540).
La Pastor Bonus prescribe que la Rota Romana cumple de ordinario la fun-
ción de instancia superior en grado de apelación ante la Sede Apostólica. Sus co-
metidos son: la tutela de los derechos en la Iglesia, velar por la unidad de la juris-
prudencia y servir de ayuda, mediante sus sentencias, a los tribunales inferiores
(art. 126). Juzga por turnos. Los jueces —la Pastor Bonus no los llama audito-
res— gozan de potestad ordinaria en las causas que por ley son de la competen-
cia del tribunal; deben estar dotados de probada doctrina y experiencia; los elige
el Romano Pontífice y constituyen un colegio, presidido por el decano que nom-
bra el Papa, entre los propios jueces, para un tiempo determinado. Al llegar la
causa legítimamente al protocolo, el decano, por orden, designa turno y ponen-
te, el cual generalmente es el más antiguo (arts. 17 y 18 NRRT). Al vacar la
Sede Apostólica la Rota continúa en el ejercicio de sus tareas (art. 23 NRRT).
1444 A primera vista sorprende la estructura del c. sobre el orden de instan-
cias: 2ª, 3ª, 1ª; pero debemos considerar que acerca del fuero competente y cau-
sas reservadas a la Rota Romana ya trató el Código en el c. 1405 § 3, y que la
materia que regula en este c. es la tocante a los grados y especies, o clases, de tri-
bunales; la Rota Romana no entra propiamente en los tribunales ni de la prime-
896 Libro VII. De los procesos
2.º en tercera o ulterior instancia, las cau- 2.º in tertia vel ulteriore instan-
sas ya juzgadas por la misma Rota Roma- tia, causas ab ipsa Rota Roma-
na o por cualquier otro tribunal, a no ser na et ab aliis quibusvis tribuna-
que hayan pasado a cosa juzgada. libus iam cognitas, nisi res iudi-
cata habeatur.
§ 2. Este tribunal juzga también en pri-
mera instancia las causas previstas en el § 2. Hoc tribunal iudicat etiam in
prima instantia causas de quibus
c. 1405 § 3, así como otras que el Roma- in can. 1405, § 3, aliasve quas
no Pontífice, tanto motu proprio como a Romanus Pontifex sive motu
instancia de parte, hubiera avocado a su proprio, sive ad instantiam par-
tribunal y encomendado a la Rota Roma- tium ad suum tribunal advoca-
na; y, si en el rescripto de comisión no se verit et Rotae Romanae commi-
indica otra cosa, la Rota juzga esas cau- serit; easque, nisi aliud cautum
sas también en segunda y ulterior instan- sit in commissi muneris rescrip-
cia. to, ipsa Rota iudicat etiam in se-
cunda et ulteriore instantia.
1445 § 1. El Tribunal Supremo de la 1445 § 1. Supremum Signatu-
Signatura Apostólica juzga: rae Apostolicae Tribu-
nal cognoscit:
1.º las querellas de nulidad y peticiones 1.º querelas nullitatis et petitio-
de restitución in integrum y otros recur- nes restitutionis in integrum et
sos contra las sentencias rotales; alios recursus contra sententias
rotales;
2.º recursus in causis de statu 2.º los recursos en las causas sobre el es-
personarum, quas ad novum tado de las personas que la Rota Romana
examen Rota Romana admitte- se niega a admitir a nuevo examen;
re renuit;
3.º las excepciones de sospecha y demás
3.º exceptiones suspicionis alias- causas contra los Auditores de la Rota
que causas contra Auditores Romana por los actos realizados en el
Rotae Romanae propter acta in
exercitio ipsorum muneris; ejercicio de su función;
4.º conflictus competentiae de 4.º los conflictos de competencia a que se
quibus in can. 1416. refiere el c. 1416.
§ 2. Ipsum Tribunal videt de § 2. Este mismo Tribunal dirime los liti-
contentionibus ortis ex actu po- gios provenientes de un acto de la potes-
testatis administrativae eccle- tad administrativa eclesiástica que se lle-
siasticae ad eam legitime dela- ven a él legítimamente, así como otras
tis, de aliis controversiis admi- controversias administrativas que le ha-
nistrativis quae a Romano Pon- yan sido remitidas por el Romano Pontí-
tifice vel a Romanae Curiae di- fice o por los dicasterios de la Curia Ro-
casteriis ipsi deferantur, et de mana, y los conflictos de competencia
conflictu competentiae inter ea-
dem dicasteria. entre dichos dicasterios.
Título III
De la disciplina que ha de observarse en los tribunales
Capítulo I
Del oficio de los jueces y de los ministros del tribunal
1446 § 1. Todos los fieles, y en primer 1446 § 1. Christifideles omnes
lugar los Obispos, han de procu- in primis autem Epis-
rar con diligencia que, sin perjuicio de la copi, sedulo annitantur ut, sal-
justicia, se eviten en lo posible los litigios va iustitia, lites in populo Dei,
en el pueblo de Dios y se arreglen pacífi- quantum fieri possit, vitentur et
camente cuanto antes. pacifice quam primum compo-
nantur.
El juez que conoce la excepción de sospecha puede ser, según los casos: 1) el
Vicario judicial, si se recusa a viceoficiales u otros jueces; 2) el Obispo como juez,
si la excepción de sospecha se propone contra el vicario judicial; 3) si en la cues-
tión principal es juez el mismo Obispo y contra él se opone tacha de sospecha, la
ley manda que el Obispo se abstenga; 4) el presidente del tribunal colegiado o el
juez del tribunal unipersonal conoce acerca de la excepción de sospecha, si se
propone contra el promotor de justicia u otros ministros, por ej., el auditor, el
asesor, el notario; 5) si la excepción se propone contra alguno de los auditores de
la Rota española, juzga la misma Rota por medio de un turno designado por el
Nuncio; y si fuere contra la mayor parte de los auditores o contra todo el colegio,
juzga la Signatura Apostólica (NRNA, art. 27); 6) si se recusa a los auditores de
la Rota Romana, conoce la Signatura Apostólica (c. 1445 y art. 122, 3.º Pastor
Bonus); 7) si se excepciona a personas con cargo en la Signatura que no corres-
ponda a Cardenales, resuelve el Cardenal Prefecto (Normae, arts. 1 § 4, 8, 10 §
4). Pueden ser recusados hasta los mismos Cardenales jueces, no todos en cuanto
colegio, sino cada uno en particular, y conoce en el incidente quien o quienes el
Romano Pontífice designe (cfr. Respuesta de la CPIV, 1.VII.1976, AAS 68
[1976] 635).
1450-1451 Estos cc. recogen los efectos y sustanciación de la recusación.
En cuanto a los actos del juez recusado, son válidos si los puso antes de propo-
nerse la excepción de sospecha; si los realizó después de recusado, deben rescin-
dirse, si la parte recurrente lo pide dentro del espacio de diez días a partir de la
admisión de la tacha de sospecha. El tiempo se computa a tenor del c. 203.
Otro efecto es que, admitida la recusación, las personas deben cambiarse por
otras que desempeñen el cargo del recusado en la causa, pero no se cambia el
grado del juicio.
De ordinario, las excepciones contra personas se proponen antes de la litis-
contestación (c. 1459 § 2). Una vez propuesta la cuestión de la tacha, surge una
contienda en la que son partes fundamentales el recusante y el recusado, sin que
902 Libro VII. De los procesos
§ 2. Son válidos los actos realizados por § 2. Actus positi a iudice ante-
el juez antes de ser recusado; pero los quam recusetur, validi sunt; qui
efectuados después de interpuesta la re- autem positi sunt post proposi-
cusación deben rescindirse, si lo pide la tam recusationem, rescindi de-
parte en el plazo de diez días desde que bent, si pars petat intra decem
fue admitida la recusación. dies ab admissa recusatione.
1453 Iudices et tribunalia cu- 1453 Los jueces y los tribunales han de
rent ut quam primum, cuidar de que, sin merma de la
salva iustitia, causae omnes ter- justicia, todas las causas se terminen
minentur, utque in tribunali cuanto antes, y de que en el tribunal de
primae instantiae ultra annum primera instancia no duren más de un
ne protrahantur, in tribunali año, ni más de seis meses en el de segun-
vero secundae instantiae, ultra
sex menses. da instancia.
1454 Omnes qui tribunal con- 1454 Todos los que forman parte del
stituunt, aut eidem opem tribunal o colaboran con él han de
ferunt, iusiurandum de munere prestar juramento de que cumplirán recta
rite et fideliter implendo prae- y fielmente su tarea.
stare debent.
1455 § 1. In iudicio poenali 1455 § 1. Los jueces y ayudantes del
semper, in contentioso tribunal están obligados a guardar
autem si ex revelatione alicuius secreto de oficio en todo juicio penal, y
actus processualis praeiudicium también en el contencioso cuando puede
partibus obvenire possit, iudices
et tribunalis adiutores tenentur seguirse algún perjuicio para las partes de
ad secretum officii servandum. la divulgación de algún acto procesal.
1453 Muy relacionado con el impulso procesal de parte y del tribunal está lo
que preceptúa este c. sobre la indebida prolongación de las causas en los tribuna-
les de primera instancia o de apelación. El CIC 17 (c. 1620) ponía el límite de
dos años para la duración del juicio en la primera instancia y de uno para la se-
gunda. Por tanto, los plazos se han reducido a la mitad. A veces la culpa de la tar-
danza en la tramitación de las causas se debe a las partes; pero no hay que olvidar
que la dirección del proceso corresponde al juez, y en su mano está urgir la obser-
vancia de las leyes procesales. Al promotor de justicia y al defensor del vínculo les
corresponde tutelar la ley y oponerse a las demoras: iustitia retardata est iustitia
denegata.
1454 Define a quiénes incumbe la obligación de jurar. Las palabras del c. tie-
nen sentido amplísimo: todos cuantos constituyen el tribunal o le ayudan. Por
tanto, además de los jueces, también el asesor, el auditor, el promotor de justicia
el defensor del vínculo, el notario; y todos quienes cooperen con el tribunal, por
ej., los intérpretes y peritos. Este juramento es distinto del que se pide a las par-
tes (c. 1532) y a los testigos (c. 1562 § 2).
En cuanto a las formalidades del juramento, a diferencia de los cc. 1621 y
1622 del CIC 17, el vigente c. silencia ante quién debe emitirse, si ante el Obis-
po que los nombró, o ante el juez que los eligió; si ha de hacerse en presencia de
notario que levante acta del hecho realizado; si debe invocarse previamente el
nombre de Dios, etc. En la práctica, es razonable que no falten formalidades ap-
tas, ante un crucifijo, un libro de Evangelios, etc.; que se preste con una fórmula
adecuada, la cual, según costumbre plausible, amplíe el juramento, junto con la
obligación de cumplir bien el cargo, a la observancia fiel de guardar secreto y de
no aceptar regalos con ocasión del juicio. Se debe dejar constancia fidedigna de
haber prestado juramento, en el archivo de la curia o apud acta.
1455 Propiamente, el secreto cuya obligación se prescribe, es el llamado secre-
to de oficio o profesional. Este es un secreto confiado bajo condición expresa o
tácita de ser guardado. De suyo obliga gravemente. Es más riguroso que el secre-
904 Libro VII. De los procesos
to natural, y debe urgirse a ser guardado por necesidad del buen orden en la vida
social.
En las criminales, este secreto obliga siempre, porque la revelación de la ma-
teria del juicio siempre implica daño a intereses privados y públicos. En las cau-
sas públicas, como las matrimoniales, sucede lo mismo, y la obligación de secre-
to es igual. En los juicios contenciosos que sólo interesan al bien particular de los
litigantes obliga el secreto de oficio, si por la revelación de alguno de los actos
procesales puede sobrevenir algún perjuicio. Faltar al secreto es faltar al juramen-
to de guardarlo, si así explícitamente se hace, o, al menos, al de cumplir el cargo
de forma debida y con fidelidad (c. 1454). Al infractor del secreto se le puede
castigar (c. 1457).
Siempre hay obligación de guardar secreto sobre la discusión que los jueces
tienen antes de pronunciar sentencia y sobre la variedad de votos u opiniones allí
emitidos (vid. Instr. Provida Mater Ecclesia, art. 203). Hoy, el c. 1609 § 4, dispo-
ne que el juez del tribunal colegiado que no quiso acceder a la decisión de los
otros, puede exigir que, si la sentencia se apela, sus conclusiones sean transmitidas
al tribunal superior.
Aunque la obligación del secreto, de que aquí se trata, mira directamente al
deber del tribunal, por extensión —de modo expreso— se dice al juez que cuide
del bien común garantizando el secreto de lo actuado en el proceso, si concurren
las circunstancias que indica el c. (§ 3). En las causas matrimoniales, la impor-
tancia de esta disposición es manifiesta, dado que en ellas con frecuencia se tra-
tan cosas íntimas y secretas, por ej. impotencia, locura, onanismo, etc., y a los
testigos por sus dichos, o a los médicos por sus informes, les pueden sobrevenir
graves molestias o perjuicios. Además, por la divulgación se puede correr peligro
de colusión o soborno (vid. Instr. Provida Mater Ecclesia, art. 130).
1456 Se recoge en este c. la tradicional prohibición de aceptar regalos. Si los
jueces, y cuantos ministros y colaboradores forman el tribunal, han de ser impar-
ciales y no sospechosos, es lógico que con ocasión del juicio ninguno de ellos re-
P. I. t. III. De la disciplina que ha de observarse en los tribunales 905
agendi iudicii, dona quaevis ac- regalos de cualquier tipo con ocasión de
ceptare prohibentur. las actuaciones judiciales.
1457 § 1. Iudices qui, cum 1457 § 1. Los jueces que rehúsen admi-
certe et evidenter com- nistrar justicia aun siendo cierta y
petentes sint, ius reddere recu- evidentemente competentes, o que se de-
sent, vel nullo suffragante iuris claren competentes sin ningún título jurí-
praescripto se competentes de- dico que legitime esa competencia, y co-
clarent atque causas cogno- nozcan y decidan las causas, o violen la
scant ac definiant, vel secreti le-
gem violent, vel ex dolo aut gra- ley del secreto, o por dolo o negligencia
vi neglegentia aliud litigantibus grave causen otro daño a las partes, pue-
damnum inferant, congruis poe- den ser castigados con penas adecuadas
nis a competenti auctoritate pu- por la autoridad competente, incluso con
niri possunt, non exclusa officii la privación del oficio.
privatione. § 2. A las mismas sanciones, están some-
§ 2. Iisdem sanctionibus sub- tidos los ministros y ayudantes del tribu-
sunt tribunalis ministri et adiu- nal, si faltan a su deber, como se indica
tores, si officio suo, ut supra, más arriba; a todos éstos puede castigar-
defuerint; quos omnes etiam iu- los también el juez.
dex punire potest.
ciba regalos de la clase que sean. Los obsequios y atenciones a jueces o tribunales
siempre suscitan sospechas: latet anguis in herba.
1457 El presente c. alude a las posibles sanciones positivas contra jueces, mi-
nistros y colaboradores.
Se puede castigar a cuantos en el tribunal ostenten algún cargo y falten a sus
deberes: jueces, auditores, asesores, promotor de justicia, defensor del vínculo,
notario, intérprete u otro que como experto preste auxilio al tribunal.
Ha de haber una violación externa y moralmente imputable, o, al menos,
culpa por omisión de la diligencia debida. La ley indica expresamente cuatro es-
pecies de violaciones, y silencia una que explícitamente manifestaba el c. 1625
del CIC 17; pero el haberla omitido hoy no significa que tales acciones queden
inmunes de castigo y de la obligación de resarcir daños, pues también por una
actuación nula o injusta, hecha por dolo o grave negligencia, se puede causar
daño e incurrir en lo prescrito por el c. 1457.
No se especifican las penas congruentes, ni era posible determinarlas para
cada caso. Estos castigos, ¿son administrativos o judiciales? De ordinario, se trata
de correcciones y penas dejadas a la discreción de la autoridad competente, en
procedimiento más bien administrativo que judicial. Si es a los jueces, la autori-
dad competente para imponer la corrección punitiva es el Obispo en los tribuna-
les diocesanos, y el Arzobispo en los metropolitanos; si a jueces de tribunales in-
terdiocesanos, los Obispos concordes, o el Obispo que ellos designan como
moderador (c. 1423); si a jueces de apelación, la Conferencia Episcopal o el
Obispo por ella designado (c. 1439); si hubiese sido el Obispo quien haciendo de
juez hubiera faltado o delinquido, la Signatura Apostólica (c. 1445 § 3). Cuando
el infractor o delincuente haya sido alguno de los ministros o colaboradores del
tribunal, puede castigarlos el juez si es tribunal unipersonal y el colegio si fuere
tribunal colegiado, pues quien hace de juez no es el presidente, sino el colegio.
Respecto de la responsabilidad moral deontológica, debe tenerse en cuenta lo que
recuerda la Const. Gaudium et spes 16.
906 Libro VII. De los procesos
Capítulo II
Del orden en que han de conocerse las causas
1458 Las causas se han de conocer si- 1458 Causae cognoscendae sunt
guiendo el mismo orden en que eo ordine quo fuerunt
fueron propuestas y registradas, a no ser propositae et in albo inscrip-
que alguna de ellas exija una expedición tae, nisi ex iis aliqua celerem
más rápida que las demás, lo que se ha de prae ceteris expeditionem exi-
determinar por decreto especial motiva- gat, quod quidem peculiari de-
creto, rationibus suffulto, sta-
do. tuendum est.
1459 § 1. Aquellos vicios de los que es 1459 § 1. Vitia, quibus senten-
posible se siga la nulidad de la tiae nullitas haberi pot-
sentencia, pueden proponerse como ex- est, in quolibet iudicii statu vel
cepción o ser planteados de oficio por el gradu excipi possunt itemque a
juez en cualquier fase o grado del juicio. iudice ex officio declarari.
Capítulo III
De los plazos y prórrogas
tuita—, y el depósito de fondos. Aquí han de tratarse las cuestiones sobre depó-
sito de fondos o caución de expensas, y concesión de patrocinio gratuito.
El depósito de fondos es un medio o medida eficaz para garantizar el pago de
las expensas. El derecho a esta caución la supone el c. 1649 § 1, 5.º. La adminis-
tración de justicia es de suyo gratuita en los tribunales eclesiásticos, lo cual no
impide que quien litigue, si no es considerado legalmente como pobre, sufrague
los gastos del juicio. Suponiendo que, al final del juicio, el vencido no tenga el
menor deseo de pagar gastos, y que no es del espíritu de la Iglesia adoptar medios
coactivos para exigir el pago de costas, es razonable y prudente la medida del de-
pósito. No es preciso que se haga de una vez toda la cantidad prevista, sino que
puede ser prudente exigir el depósito por partes (cfr. Instr. Provida Mater Ecclesia,
art. 235 § 1).
Tiene que efectuar el depósito quien pide las actuaciones. Las que practica
de oficio el juez, es natural que corresponda satisfacerlas al actor. El anticipo de
fondos no prejuzga a quién en su día se le impondrán las costas.
En relación estrecha con el depósito de fondos, se halla la cuestión de la
exención total o parcial de litisexpensas. Patrocinio gratuito suele llamarse tanto a
la exención total como a la parcial, o reducción de costas. Son los jueces la auto-
ridad competente para las cuestiones que surjan sobre depósito de fondos o pa-
trocinio gratuito en los tribunales eclesiásticos. A quien se concede exención o re-
ducción de costas hay que designarle de oficio procurador y abogado.
Tanto la cuestión de depósito de fondos como la de patrocinio gratuito, si
se piden al principio del juicio, se han de tramitar y resolver habitualmente antes
de la litiscontestación. Dice el c., regulariter, porque, más de una vez, surgen es-
tos incidentes en medio o al fin del juicio, y entonces es lógico que se resuelvan
cuando surjan, por ej., la pobreza legal sobrevenida, la designación de abogado.
perimendis iuribus lege consti- por la ley para la perención de los dere-
tuti, prorogari non possunt, ne- chos, no pueden prorrogarse, ni pueden
que valide, nisi petentibus par- válidamente abreviarse, si no es a peti-
tibus, coarctari. ción de las partes.
§ 2. Termini autem iudiciales et § 2. Sin embargo, los plazos judiciales y
conventionales, ante eorum lap- convencionales, antes de su vencimiento,
sum, poterunt, iusta interce-
dente causa, a iudice, auditis vel pueden ser prorrogados por el juez cuan-
petentibus partibus, prorogari, do hay una causa justa, habiendo oído a
numquam autem, nisi partibus las partes o a petición de éstas; pero nun-
consentientibus, valide coarcta- ca pueden abreviarse válidamente, si no
ri. es con el consentimiento de las partes.
§ 3. Caveat tamen iudex ne ni- § 3. Cuide el juez, no obstante, de que el
mis diuturna lis fiat ex proroga- litigio no se prolongue demasiado a causa
tione. de la prórroga.
1466 Ubi lex terminos haud 1466 Cuando la ley no señala plazos
statuat ad actus proces- para la realización de actos proce-
suales peragendos, iudex illos sales, los debe determinar el juez, tenien-
praefinire debet, habita ratione do en cuenta la naturaleza de cada acto.
naturae uniuscuiusque actus.
Capítulo IV
Del lugar del juicio
1467 Por lo que respecta al cómputo de los plazos, si es plazo de tiempo útil,
éste no transcurre mientras haya impedimento, pero corre si no lo hubiere; y, ha-
biendo impedimento, vuelve a correr tan pronto como cesa ese impedimento. Si
vaca el tribunal el día señalado para el acto, el plazo se entiende prorrogado al
primer día siguiente no festivo.
Capítulo V
De las personas que han de ser admitidas en la sede del tribunal
y del modo de redactar y conservar las actas
1470 § 1. Nisi aliter lex parti- 1470 § 1. Si una ley particular no dis-
cularis caveat, dum cau- pone otra cosa, mientras se trata
sae coram tribunali aguntur, la causa ante el tribunal sólo deben estar
ii tantummodo adsint in aula presentes en el aula aquellos que la ley o
quos lex aut iudex ad proces- el juez determinen que son necesarios
sum expediendum necessarios para realizar el proceso.
esse statuerit.
que cuente con la licencia del Obispo diocesano del lugar donde se van a practi-
car; y las practique en la sede designada por aquél. Son lugares fuera del propio
territorio los exentos con exención real.
El c. trata de actuaciones fuera del territorio propio, no en su territorio fue-
ra de la sede estable del tribunal, lo cual siempre sería válido, y aun lícito, si para
ello media causa razonable.
también puede ser ocasión de escándalo y de arma desigual entre litigantes ho-
nestos y dignos, y litigantes que buscan lo sensacional, lo ofensivo, para vejar al
contrario.
Se vela por el buen comportamiento en el aula, concediendo al juez, al
modo que se hizo en el c. 1457 § 2 respecto a los ministros y auxiliares del tribu-
nal, poderes para castigar con penas congruentes a quienes asisten al juicio y fal-
tan gravemente al respeto y obediencia debidos al tribunal. Si fueren abogados y
procuradores quienes faltan a esos deberes, el castigo puede llegar a suspenderlos
del ejercicio de su cargo.
1471 Al contrario de lo que sucedía en el Código derogado, nada se dice ahora
acerca de la lengua latina, ni se alude a la necesidad de causa alguna para redactar
las actas en lengua vulgar (cfr. CIC 17, c. 1642 § 2). Puede, pues, usarse la lengua
vernácula, no sólo en las declaraciones, sino en la confección de los autos. Pero si
la persona a quien se interroga sólo habla lengua desconocida para el juez o para
las partes, es preciso valerse de intérprete. A éste, por medio de decreto o apud acta,
lo designa el juez, y ha de prestar juramento de cumplir fielmente su oficio. Para
designarlo no es obligado que el juez oiga a las partes, pero éstas pueden recusarlo,
si hubiere causa para ello. Al juramento del intérprete, según norma general, pue-
den asistir las partes, y debe asistir el notario para hacer fe pública del acto. Tam-
bién ha de usarse intérprete cuando de otro modo —por ej., por escrito—, no sea
posible el examen por preguntas y respuestas a un sordo o mudo.
1472 A la sentencia no se llega en el proceso sin antes haber realizado plurali-
dad de actos procesales en los diversos períodos del juicio. Por acta iudicialia se
P. I. t. III. De la disciplina que ha de observarse en los tribunales 915
atención a ello hay costumbre de hacerlo, evitando así mayores gastos a las par-
tes; creemos que se puede seguir haciendo. Es suficiente mandar copia auténti-
ca bajo la fe pública del notario; pero si el tribunal superior, por motivo razo-
nable, pide los originales, el tribunal inferior debe obedecer y remitir lo que se
le pide.
Si las actuaciones judiciales se hubieran escrito en lengua desconocida para
el tribunal superior, hay que traducir los autos a lengua que le sea conocida, con
garantías suficientes para que conste la autenticidad integridad y fidelidad de la
versión. Si para hacer la versión fuera preciso valerse de intérprete, éste será elegi-
do por el tribunal y deberá prestar juramento de cumplir fielmente su oficio y de
guardar secreto.
Tanto para los traslados del original o de las copias, como para las traduc-
ciones, hace falta que el notario dé certificación de integridad y fidelidad.
1475 Es muy necesaria y práctica la custodia de los autos, deber que incum-
be al notario. Mientras dura la tramitación de la causa, el fascículo —con todas
sus piezas y con todos sus documentos— se conserva en la cancillería, bajo la
custodia y secreto del notario. Cuando tengan que examinar los autos las partes,
el promotor de la justicia, el defensor del vínculo o los jueces, lo harán en la
misma cancillería. En caso de varias instancias, una vez acabado el juicio, cada
tribunal que intervino debe recibir sus originales y conservar en su archivo lo ac-
tuado por él.
Los documentos que las partes presentan al tribunal solamente son para que
surtan eficacia en el juicio; pueden solicitar la devolución. Acordada ésta por el
juez, concierne al notario la ejecución o desglose. Terminado el juicio, si los inte-
resados piden esos documentos, deben ser devueltos, pero dejando en autos una
copia de ellos.
A los notarios y al canciller les está prohibido, sin mandato del juez, entre-
gar a nadie —sean partes u otros extraños— autos originales o copias, sea de los
actos judiciales, sea de documentos pertenecientes al proceso.
P. I. t. IV. De las partes en causa 917
Título IV
De las partes en causa
Capítulo I
Del actor y del demandado
1478 § 1. Los menores y aquellos que 1478 § 1. Minores et ii, qui ra-
carecen del uso de razón sólo tionis usu destituti sunt,
pueden comparecer en juicio por medio stare in iudicio tantummodo
de sus padres, tutores o curadores, salvo possunt per eorum parentes aut
lo prescrito en el § 3. tutores vel curatores, salvo
praescripto § 3.
§ 2. Si el juez considera que los derechos § 2. Si iudex existimet minorum
de los menores están en conflicto con los iura esse in conflictu cum iuri-
de sus padres, tutores o curadores, o que bus parentum vel tutorum vel
éstos no pueden tutelar suficientemente curatorum, aut hos non satis
los derechos de los mismos, se persona- tueri posse ipsorum iura, tunc
rán en juicio por medio de un tutor o cu- stent in iudicio per tutorem vel
rador que designe el juez. curatorem a iudice datum.
§ 3. Sin embargo, en las causas espiri- § 3. Sed in causis spiritualibus
tuales y en las conexas con ellas, los me- et cum spiritualibus conexis, si
nores que hayan alcanzado el uso de ra- minores usum rationis assecuti
zón pueden demandar y contestar por sí sint, agere et respondere que-
mismos, sin el consentimiento de los pa- unt sine parentum vel tutoris
consensu, et quidem per se ipsi,
dres y del tutor, si hubieran cumplido si aetatem quattuordecim anno-
catorce años; de no ser así deberán ha- rum expleverint; secus per cu-
cerlo mediante un curador nombrado por ratorem a iudice constitutum.
el juez.
§ 4. Bonis interdicti, et ii qui
§ 4. Los que sufren interdicción de bie- minus firmae mentis sunt, stare
nes o algún trastorno mental sólo pueden in iudicio per se ipsi possunt
comparecer en juicio para responder de tantummodo ut de propriis de-
sus propios delitos o por mandato del lictis respondeant, aut ad prae-
juez; en los demás casos deben deman- scriptum iudicis; in ceteris age-
dar y contestar por medio de sus curado- re et respondere debent per suos
curatores.
res.
Capítulo II
De los procuradores judiciales y abogados
1481 § 1. La parte puede designar libre- 1481 § 1. Pars libere potest
mente su abogado y procurador; advocatum et procura-
pero, salvo en los casos indicados en los torem sibi constituere; sed prae-
§ § 2-3, puede también demandar y con- ter casus in §§ 2 et 3 statutos,
testar personalmente, a no ser que el juez potest etiam per se ipsa agere et
considere necesaria la ayuda del procura- respondere, nisi iudex procura-
toris vel advocati ministerium
dor o del abogado. necessarium existimaverit.
§ 2. En el juicio penal, el acusado debe § 2. In iudicio poenali accusatus
tener siempre un abogado, elegido por él aut a se constitutum aut a iudi-
mismo o nombrado por el juez. ce datum semper habere debet
§ 3. En el juicio contencioso, si se trata advocatum.
de menores o de un juicio en el cual entra § 3. In iudicio contentioso, si
en juego el bien público, con excepción agatur de minoribus aut de iu-
dicio in quo bonum publicum
de las causas matrimoniales, el juez ha de vertitur, exceptis causis matri-
designar de oficio un defensor a la parte monialibus, iudex parti carenti
que no lo tiene. defensorem ex officio consti-
tuat.
1482 § 1. Cada litigante puede designar 1482 § 1. Unicum sibi quisque
sólo un procurador, el cual no potest constituere pro-
puede hacerse sustituir por otro, si no se curatorem, qui nequit alium si-
le concede expresamente esa facultad. bimet substituere, nisi expressa
facultas eidem facta fuerit.
§ 2. Quod si tamen, iusta causa § 2. Sin embargo, cuando por justa causa
suadente, plures ad eodem con- una persona designa varios procuradores,
stituantur, hi ita designentur, ut lo hará de manera que se dé entre ellos
detur inter ipsos locus praeven- lugar a la prevención.
tioni.
§ 3. Pueden nombrarse varios abogados a
§ 3. Advocati autem plures si- la vez.
mul constitui queunt.
1483 Procurator et advocatus 1483 El procurador y el abogado han
esse debent aetate maio- de ser mayores de edad y de bue-
res et bonae famae; advocatus na fama; además, el abogado debe ser ca-
debet praeterea esse catholicus, tólico, a no ser que el Obispo diocesano
nisi Episcopus dioecesanus ali- permita otra cosa, y doctor, o, al menos,
ter permittat, et doctor in iure
canonico, vel alioquin vere peri- verdaderamente perito en derecho canó-
tus et ab eodem Episcopo ap- nico, y contar con la aprobación del mis-
probatus. mo Obispo.
1484 § 1. Procurator et advo- 1484 § 1. El procurador y el abogado,
catus antequam munus antes de iniciar su función, deben
recibe notificaciones, etc. Salvo para aquellas actividades de parte en las que se
exige una actuación suya directa, o con un mandato especial, el procurador actúa
como si de la misma parte se tratara, generando incluso —con su conducta pro-
cesal— responsabilidades procesales para su representado, como si éste mismo
directamente las motivara. De aquí la necesidad precisa de identificación de la
persona, la unicidad del encargo representativo, y que, cuando sean varios los
procuradores nombrados, sea el primero que inicia la actividad procesal el único
que represente a la parte.
La función del abogado, en cambio, es de asistencia técnica; de consejo, es-
tudio y elaboración de los escritos diversos; de defensa oral o escrita, de prepara-
ción de la prueba. Es un trabajo de asesoramiento jurídico. Más que la persona
del abogado, lo que interesa es su preparación técnico-jurídica, así como la rele-
vancia de su consejo, la ilustración de su asistencia. De aquí que esta función
pueda —y a veces resulte muy conveniente— ser ejercida incluso por varios.
Se ha eliminado el precepto del c. 1656 § 4 CIC 17, que autorizaba el ejer-
cicio simultáneo de ambas funciones por una misma persona: se ha estimado
quizá superfluo un precepto tal, en cuanto que no existe prohibición expresa.
1483 Se han compendiado en un solo c. todas las exigencias subjetivas de ca-
pacidad, de cualidades moral y religiosa, de idoneidad profesional, que han de
reunir tanto el procurador como el abogado (cfr. cc. 1657 y 1658 del CIC 17).
Nada se dice de la mujer, pero sus términos permiten comprender uno y otro
sexo. Los problemas que se planteaban anteriormente, en relación a una interpre-
tación desfavorable a la mujer por la fuerza del ius vetus, se entendieron supera-
dos, a partir de la incorporación de la mujer al oficio notarial (cfr. M.P. Causas
matrimoniales VI). Lo que se requiere en todo caso es la aprobación del Obispo.
En relación con los abogados que se hallen en situaciones matrimoniales irregu-
lares, la Signatura Apostólica ha rechazado que puedan participar en causas ma-
trimoniales, Resp. 12.VI.1993: «Periodica», 82 (1993) 199-700.
1484 § 1. Tanto el abogado como el procurador, para que sean tenidos como
tales en un proceso concreto, deben presentar ante el tribunal el mandato autén-
922 Libro VII. De los procesos
tico recibido. Hay que sobreentender que ha de ser otorgado por aquel mismo
sujeto que, como parte procesal, es asistido o representado; también constará, en
su caso, en el decreto judicial, si de este modo se constituyó ese oficio en el pro-
ceso. Ha desaparecido la distinción clásica, recogida respectivamente por los cc.
1659 § 1 y 1661 del CIC 17, entre mandatum ad lites para el procurador, y com-
missio para el abogado. Ahora se exige un mismo tipo de documento: mandatum
authenticum. Qué se entienda por auténtico, el Código no lo precisa; queda su
juicio reservado al criterio judicial en cada caso. Ante la carencia de preceptos
más precisos, el juez habrá de tener en cuenta, para hacer esta calificación, los cri-
terios de analogía que le proporcionan los cc. 483 § 1, 1437, 1540 §§ 1 y 2,
1541 y 1544, pudiendo proceder tal autenticidad tanto del ámbito eclesiástico
como del civil.
§ 2. Se trata de un precepto justificado en la urgencia de evitar que se consu-
ma una prescripción o una caducidad de derechos. Dada la excepcionalidad de
esta autorización de la ley, no debe aplicarse a otros casos en los que suele concu-
rrir también la urgencia, como cuando se ejercitan determinadas acciones cautela-
res (vid. cc. 1496-1499). Compete al juez determinar la idónea caución, o acep-
tarla en cada caso, dada la amplia formulación del texto; también queda al arbitrio
del juez determinar el plazo —con término de carácter perentorio— para que el
procurador, a quien únicamente se refiere esta norma, subsane la falta del manda-
to requerido. Aunque no se expresa el efecto que produciría la falta de presenta-
ción del mandato en el tiempo señalado, hay que presumir que dejará sin efecto la
interrupción de la prescripción conseguida sólo provisoria y condicionalmente.
1485 Se repite casi a la letra el antiguo c. 1662, eliminando de él solamente lo
que el nuevo Código ya no acoge: la referencia al juramento deferido o referido.
En rigor, la necesidad del mandato especial, en los casos relacionados, se justifica
plenamente. El procurador tiene un mandato representativo —poder, se le desig-
na en España— para litigar, es decir, para realizar actos procesales de parte que,
de acuerdo con lo pedido, conduzcan a la sentencia. No lo tiene para realizar ac-
P. I. t. IV. De las partes en causa 923
tos de disposición que vayan directamente contra el interés jurídico que la propia
parte manifestó como causa para otorgar ese mandato: ya se trate sólo de actos de
disposición del proceso, en su totalidad o parcialmente (caso de renuncia a la ins-
tancia, o a los actos judiciales); ya sean actos de disposición del objeto mismo so-
bre el que recae el objeto del juicio (tales como la renuncia de la acción, transigir,
pactar, comprometerse para un arbitraje, etc.).
1486 § 1. No sólo se trata de una notificación de la revocación del mandato,
sino que, si el proceso se inició, se requiere una intimación propiamente dicha
para que el abogado o el procurador removidos dejen de realizar en adelante acto
procesal alguno. El primer notificado de la remoción será siempre el juez o tribu-
nal, al que se pedirá decrete la correspondiente intimación, en cuyo momento
cesa el intimado. La remoción debe hacerse dentro del proceso, por lo que, una
vez contestada la demanda, la remoción será comunicada no sólo al juez, sino
también a la otra parte litigante.
§ 2. La permanencia del mandato, tras la sentencia definitiva, a los concre-
tos efectos de la interposición de la apelación, evidencia que el mandato se en-
tiende otorgado sólo para la instancia en la que se presentó, y no se extiende a
todo el proceso hasta agotar sus diversas instancias, si estas ulteriores llegaran a
producirse. Sin embargo, pensamos que si el procurador está habilitado para ac-
tuar en ese tribunal, el mandato debiera prorrogarse tácitamente mientras no
haya revocación.
1487 Un poder de decisión de tanta trascendencia como éste, justifica que
haya de fundarse en una causa grave, cuya valoración queda reservada al exclusi-
vo arbitrio del juez. Esta causa no se identifica con las previstas en los cc. 1488 y
1489. Sin embargo, ese efecto sancionador tiene tal alcance —para la esfera per-
sonal y deontológica del profesional—, que merece que el decreto sea siempre ra-
zonado. También el precepto debiera haber señalado el posible recurso contra tal
decreto y dejar esclarecida su naturaleza, si administrativa o judicial.
1488 Este c. pudo formar un solo cuerpo con el anterior, con el que no deja
de guardar una estrecha relación. Viene a ser como una especificación de motivos
924 Libro VII. De los procesos
excesivos o sobre una parte reclamada de modico emolumento vel rei liti-
la cosa litigiosa. Si hicieran eso, el pacto giosae parte vindicata pacisci.
es nulo, y pueden ser multados por el Quae si fecerint, nulla est pac-
juez. Además, el abogado puede ser sus- tio, et a iudice poterunt poena
pendido de su oficio o, si es reincidente, pecuniaria mulctari. Advocatus
eliminado del elenco de abogados por el praeterea tum ab officio sus-
pendi, tum etiam, si recidivus
Obispo que preside el tribunal. sit, ab Episcopo, qui tribunali
§ 2. Del mismo modo pueden ser casti- praeest, ex albo advocatorum
gados los abogados y procuradores que, expungi potest.
con fraude de ley, sustraen causas a los § 2. Eodem modo puniri pos-
tribunales competentes para que sean sunt advocati et procuratores
sentenciadas por otros de modo más fa- qui a competentibus tribunali-
vorable. bus causas, in fraudem legis,
subtrahunt ut ab aliis favorabi-
lius definiantur.
1489 Los abogados y procuradores que, 1489 Advocati ac procurato-
por regalos o promesas o por res qui ob dona aut pol-
cualquier otra razón, prevarican de su ofi- licitationes aut quamlibet aliam
cio, han de ser suspendidos de su patroci- rationem suum officium prodi-
nio y castigados con una multa u otras derint, a patrocinio exercendo
suspendantur, et mulcta pecu-
penas proporcionadas. niaria aliisve congruis poenis
plectantur.
1490 En la medida de lo posible, en 1490 In unoquoque tribunali,
todo tribunal ha de haber patronos quatenus fieri possit, sta-
estables, que reciban sus honorarios del biles patroni constituantur, ab
Título V
De las acciones y excepciones
Capítulo I
De las acciones y excepciones en general
1491 Quodlibet ius non solum 1491 Todo derecho está protegido no
actione munitur, nisi sólo por una acción, mientras no
acción que tienda a vulnerar o negar el derecho que es protegido por la excep-
ción. No cabe confundir las excepciones con las meras negaciones, que son pos-
turas simplemente defensivas de hecho. Por último, la salvedad que se formula en
relación con el c. 1462, no se opone a la perpetuidad de esas mismas excepciones,
sino que contempla simplemente un fenómeno de eventualidad procesal, para su
alegación en proceso ya incoado por el ejercicio de la acción correspondiente.
1493 La acumulación de acciones, es decir, el ejercicio de dos o más acciones
diversas en una misma demanda, tal como es prevista, se justifica solamente por
la economía procesal. En toda acumulación, no deja de haber un elemento de
conexión entre las diversas acciones que la explican. En la hipótesis legal, ese ele-
mento que sirve de conexión a la acumulación de las acciones, reside en la iden-
tidad de los sujetos activos y pasivos; es decir, en el titular o titulares de las accio-
nes, y en el sujeto o sujetos frente a los cuales éstas se dirigen para obtener el
efecto jurídico pretendido.
Las limitaciones a la eventual acumulación proceden en primer lugar de las
acciones mismas, que no han de ser contradictorias, y dejan de serlo cuando se
ejercitan a la vez diversas acciones con carácter subsidiario, o cuando se ejercitan
alternativamente; en segundo lugar, ninguna de ellas debe rebasar la competencia
del tribunal, que ha de poseer por lo menos competencia relativa para todas ellas.
Aún habría que mencionar otra limitación no prevista en el c.: la falta de aptitud
del procedimiento para albergar las acciones que se desean acumular, puesto que,
por ej., ni una acción criminal cabría ejercitarla sirviéndose de un proceso con-
tencioso, ni una declarativa de propiedad puede acumularse con otra por la que
se pretenda la declaración de nulidad de matrimonio, etc.
1494 § 1. El c. precedente ha seguido, para la acumulación activa de acciones,
el criterio de la identidad subjetiva; en cambio, para la acumulación de acciones
enfrentadas en un solo procedimiento, por la reconvención del demandado, se ha
tenido en cuenta el criterio de la conexión y el de resta o enfrentamiento por
compensación total o parcial. Con esto último se ha repetido lo que estableció el
antiguo c. 1690, por el que, en principio, quedaban estrechamente menguadas
928 Libro VII. De los procesos
Capítulo II
De las acciones y excepciones en particular
ostenderit super aliqua re ab ne derecho sobre una cosa que está en po-
alio detenta ius se habere, sibi- der de otro, y que puede ocasionársele un
que damnum imminere nisi res daño si no se pone bajo custodia, tiene de-
ipsa custodienda tradatur, ius recho a obtener del juez el secuestro de la
habet obtinendi a iudice eius- misma cosa.
dem rei sequestrationem.
§ 2. In similibus rerum adiun-
§ 2. En análogas circunstancias, puede re-
ctis obtinere potest, ut iuris exer- clamar que se prohíba a otro el ejercicio
citium alicui inhibeatur. de un derecho.
1497 § 1. Ad crediti quoque 1497 § 1. También se admite el embar-
securitatem sequestratio go de una cosa para asegurar un
rei admittitur, dummodo de crédito, con tal de que conste suficiente-
creditoris iure satis constet. mente el derecho del acreedor.
que se habrá de inspirar en cada caso en criterios jurídicos como los que ofrecen
otros preceptos que pudieran entenderse paralelos dentro del propio Codex (vid.
c. 17): por ej., en relación a la custodia de bienes sometidos al secuestro, pueden
ser de utilidad los cc. relativos a la administración de bienes (vid. cc. 1281, 1284,
1286, 1289). La medida cautelar que se adopta en el c. 1497, también bajo el
término de secuestro, se corresponde con la que, en España, se designa como em-
bargo, tal como ha sido recogido en la versión en lengua castellana.
1499 Otra característica propia de la acción cautelar es que se trata de una ac-
ción preventiva, la cual suele ejercitarse con prioridad al ejercicio de la acción
principal, o cumulativamente con ésta (cfr. c. 1493); e incluso introducirse con
posterioridad, puesto ya en marcha el proceso cuyo objeto de juicio se funda en
la acción principal, mientras no haya recaído sentencia que produzca cosa juzga-
da y exista el temor de sufrir un daño. Indudablemente, la prevención garantiza-
dora que la cautela significa alcanzará su objetivo pleno si la acción principal es
atendida por el órgano judicial; y, en cambio, resultará carente en definitiva de
eficacia si esa acción principal no prospera, pudiendo entonces originar el deber
de resarcir, sobre todo en aquellas hipótesis de acciones cautelares ejercitadas te-
merariamente. De aquí que el juez pueda exigir, antes de otorgar la cautela soli-
citada, que se preste por el actor una garantía previa para un eventual resarci-
miento de daños.
1500 Aunque no haya de olvidarse la importancia histórica que en el Derecho
canónico tuvieron las acciones posesorias, el nuevo Código ha optado por la su-
presión de toda norma propia relativa a la posesión. Se ha sentado un precepto
de remisión, si se plantea en algún caso, a la ley civil del territorio en el que se ha-
lle la cosa sobre cuya posesión surja el litigio.
P. II. s. I. t. I. De la introducción de la causa 931
PARTE II
DEL JUICIO CONTENCIOSO
SECCIÓN I
DEL JUICIO CONTENCIOSO ORDINARIO
Título I
De la introducción de la causa
Capítulo I
Del escrito de demanda
1501 Iudex nullam causam 1501 El juez no puede juzgar causa al-
cognoscere potest, nisi guna, si el interesado o el promo-
en forma oral. Esta petición oral ha de recogerse por escrito por el notario judicial,
con lo que el acto de iniciativa oral se convierte en escrito, que una vez aprobado
por el actor, tras su lectura, le sirve a todos los efectos como libelo de demanda.
El precepto no deja de plantear problemas, porque el libelo que introduce la
litis (cfr. c. 1504) es un escrito que ha de cubrir numerosos requisitos formales.
El notario debe recoger todos esos requisitos en el acta que redacte; pero es tam-
bién un acto que da expresión fundada jurídicamente a la petición del actor, y
esta conformación jurídica de lo pedido no puede ser función del notario. Ha-
biéndose constituido por el c. 1490 el oficio permanente de abogado en cada tri-
bunal, pensamos que, en caso de impedimento del actor para presentar el libelo,
puede el juez ordenar que se remita a este abogado para que formule, con el de-
bido enfoque jurídico, la petición que oralmente se plantea.
1504 Sólo presenta una innovación respecto del c. 1708 del CIC 17: añade un
n. 4.º. El precepto es lógico, pues si el actor, que ya está en autos, ha de señalar
—n. 3.º— el lugar donde recibir las notificaciones, con mayor razón se debe exi-
gir el lugar seguro donde se practiquen las citaciones.
El n. 1.º expresa la necesidad de indicar los presupuestos subjetivos y obje-
tivos del proceso, sin los cuales no puede nacer éste. En primer lugar, juez y par-
tes. De aquél se debe invocar su competencia; del demandado, si es menor, inca-
paz o tratarse de persona jurídica, debe señalarse quién sea su representante que
supla o complemente su capacidad de obrar procesal. También, si estas circuns-
tancias concurrieran en el actor, su representante habrá de acreditar el título por
el que demanda en nombre y en interés del representado. En cuanto a lo que se
pida, ha de formularse con claridad.
Los que pudieran calificarse de presupuestos causales, se exigen bajo el n.
2.º. Las afirmaciones de hecho, al menos de modo sintético y somero, se han de
acompañar a la alegación de la norma jurídica aplicable, así como la argumenta-
ción o razonamientos que unen al derecho con el factum, del que la acción se ori-
gina, aunque ésta no tenga por qué ser designada. Asimismo podrán indicarse ya
aquellas pruebas con las que se espera poder demostrar los hechos aducidos.
934 Libro VII. De los procesos
3.º estar firmado por el actor o por su pro- 3.º subscribi ab actore vel eius
curador, con indicación del día, mes y procuratore, appositis die, men-
año, así como también del lugar donde se et anno, necnon loco in quo
habitan o dijeran tener la residencia a actor vel eius procurator habi-
efectos de recibir documentos; tant, aut residere se dixerint ac-
torum recipiendorum gratia;
4.º indicar el domicilio o cuasidomicilio 4.º indicare domicilium vel qua-
del demandado. si-domicilium partis conventae.
1505 § 1. El juez único o el presidente 1505 § 1. Iudex unicus vel tri-
del tribunal colegial, tras compro- bunalis collegialis prae-
bar que el asunto es de su competencia y ses, postquam viderint et rem
que el actor tiene capacidad legal para ac- esse suae competentiae et actori
tuar en juicio, debe admitir o rechazar legitimam personam standi in
cuanto antes el escrito de demanda, me- iudicio non deesse, debent suo
decreto quam primum libellum
diante decreto. aut admittere aut reicere.
Por último, el libelo debe ser suscrito por el actor o su procurador con indi-
cación de día, mes y año. En rigor, estos últimos datos no son del todo precisos,
porque la fecha relevante —a efectos, por ej., de interrumpir una prescripción, o
simplemente para el cómputo del mes previsto en el c. 1506— será la de su en-
trada en la oficina del notario del tribunal, quien deberá registrarla una vez pre-
sentado el escrito (vid. c. 1437), por ser éste también el momento que determina
el orden con que las causas serán sometidas al conocimiento judicial (cfr. c.
1458). Si el libelo fue suscrito por el procurador del actor, deberá cuidarse ade-
más lo dispuesto en el c. 1484 § 1.
La demanda para algunos procesos tiene que cumplir, además de los seña-
lados en este c., otros requisitos (cfr. c. 1658).
1505 La admisión de la demanda se atribuye al juez único o, en su caso, al
presidente del tribunal. Antes, deben examinar su propia competencia, y la apti-
tud del actor standi in iudicio: es decir, constatar si tiene capacidad procesal, e in-
cluso —si en alguna hipótesis el legislador exige además algún requisito legitima-
dor para realizar actos procesales con eficacia— la necesaria legitimación ad
processum. De no cubrirse estos requisitos, se dictará decreto rechazando de pla-
no el libelo. También habrá de rechazarse éste si se observa que faltan algunos de
los requisitos previstos por el c. 1504, 1.º-3.º. Ello quiere decir que la petición ha
de estar bien formulada (cfr. comentario al c. 1504), y que no sea de las que, por
razón de la materia, habrán de seguir alguno de los trámites establecidos para los
juicios especiales, para los criminales, o aquellos procedimientos especialmente
reservados para impugnar actos procedentes del ejercicio de la potestad adminis-
trativa. En virtud del § 2, 2.º y 3.º, se cubren las ineludibles exigencias relativas a
los presupuestos subjetivos y objetivos, sin los cuales no cabe siquiera concebir
proceso alguno; si bien algunos otros requisitos del c. 1504, 3.º, por su naturale-
za —al tratarse de vicios que fácilmente pueden enmendarse—, encajarían mejor
en el § 3 que en el § 2 del c. 1505.
En relación con el c. 1709 del CIC 17, se recoge una innovación importan-
te en el nuevo § 2, 4.º, que responde a la mejor tradición canónica. Se trata de
que el libelo presente fumus boni iuris, cuya expresa exigencia se omitió en el Co-
dex derogado, si bien se estimó que estaba sobreentendida, hasta tal punto que, a
su modo, la explicitó el art. 64 de la Instr. Provida Mater Ecclesia.
P. II. s. I. t. I. De la introducción de la causa 935
Por último, el recurso, dentro del plazo de 10 días útiles, ante el tribunal de
apelación —o ante el colegio, en caso de decreto de rechazo de la demanda dado
por el presidente del tribunal—, contra lo que establecía el antiguo c. 1709 § 3,
se ha de decidir expeditissime, sin necesidad de audiencia alguna de parte, pública
o privada, y sin posibilidad de ulterior recurso, cualquiera que sea el sentido de la
nueva resolución.
La jurisprudencia admite la restitutio in integrum contra el decreto inapela-
ble de rechazo de la demanda: c. Bruno, decr., 23.V.1986: «Studio Rotale» 2
(1987) 99-105.
1506 Se corrigen aquí los problemas que planteaba el c. 1710 del CIC 17. Si
el juez ante el que se propone la demanda se abstiene de decidir durante un mes
sobre su admisión o rechazo, puede la parte instar de nuevo. Si no responde en el
936 Libro VII. De los procesos
Capítulo II
De la citación y notificación de los actos judiciales
1507 § 1. En el decreto por el que se 1507 § 1. In decreto, quo ac-
admite el escrito de demanda del toris libellus admittitur,
actor, el juez o el presidente debe llamar debet iudex vel praeses ceteras
a juicio o citar a las demás partes, para la partes in iudicium vocare seu
contestación de la demanda, determinan- citare ad litem contestandam,
do si deben responder por escrito o com- statuens utrum eae scripto re-
parecer ante él para concordar las dudas. spondere debeant an coram ip-
so se sistere ad dubia concor-
Y si, ante las respuestas escritas deduce danda. Quod si ex scriptis re-
la necesidad de convocar a las partes, sponsionibus perspiciat necessi-
puede mandarlo así mediante un nuevo tatem partes convocandi, id po-
decreto. test novo decreto statuere.
§ 2. Si la demanda se considera admitida § 2. Si libellus pro admisso habe-
a tenor del c. 1506, el decreto de citación tur ad normam can. 1506, de-
a juicio debe darse dentro del plazo de cretum citationis in iudicium fie-
veinte días desde que se presentó la ins- ri debet intra viginti dies a facta
tancia mencionada en ese canon. instantia, de qua in eo canone.
§ 3. Quod si partes litigantes de
§ 3. Cuando los litigantes comparecen de facto coram iudice se sistant ad
hecho ante el juez para tratar de la causa, causam agendam, opus non est
no es necesaria la citación; pero el actua- citatione, sed actuarius signifi-
rio debe hacer constar en las actas que las cet in actis partes iudicio ad-
partes estaban presentes. fuisse.
plazo de diez días, ipso iure se produce la admisión automática del libelo, evitán-
dose que la parte resulte perjudicada por la negligencia del juez. No dejarán, sin
embargo, de plantearse a continuación problemas prácticos si la negligencia per-
siste: sobre todo para la citación a la comparecencia que regula el c. 1507 § 1,
cuyo § 2 no parece eliminar, a menos que el órgano judicial cambie de actitud.
En estos casos, se habrá de proceder contra el juez por vía de denuncia (cfr. c.
1457), e incluso proceder contra él por vía criminal si se entiende que incurre en
la figura delictiva tipificada en el c. 1389 § 2.
1512 Una vez que haya sido notificada 1512 Cum citatio legitime no-
legítimamente la citación o que las tificata fuerit aut partes
partes hayan comparecido ante el juez coram iudice steterint ad cau-
para tratar la causa: sam agendam:
1.º la cosa deja de estar íntegra; 1.º res desinit esse integra;
constancia en las actuaciones del hecho de la notificación, y del modo en que fue
realizada: parece obligado que tal constancia sea registrada por acta suscrita del
notario. Con la nueva norma, la citación ha dejado de ser un acto judicial solem-
ne, como también lo ha dejado de ser la publicación de las sentencias, contra lo
que disponía el antiguo c. 1877 (cfr. el actual c. 1615). Se ha prescindido incluso
de la tradicional y siempre subsidiaria citación por edictos del antiguo c. 1720.
Para suplir la indeterminación y la falta de fijeza que en adelante adolecerán mu-
chas citaciones, el nuevo precepto se remite a la ley particular.
1510 La fictio iuris, sancionada en el c. 1718 del CIC 17, se apoyaba en la fe
pública atribuida al cursor (vid. el derogado c. 1593); ahora se ha prescindido de
esta garantía.
1511 El c. 1894, 1.º, del CIC 17 estimaba que tal vicio era de nulidad sanable
por la sentencia. En el actual, este vicio no se halla recogido explícitamente ni en-
tre los de nulidad insanable (vid. c. 1620), ni entre los susceptibles de sanación
(vid. c. 1622), por lo que habrá de entenderse que, de conformidad con el c.
1619, este vicio de nulidad queda sanado por la propia sentencia cuando la causa
se refiere a un bien privado. Sin embargo, la trascendencia de la citación —según
el c. 1512— es decisiva, y cabe pensar que se dicte una sentencia definitiva (cfr.
c. 1594), con una ausencia de parte que derive realmente de una carencia o vicio
de citación legítima. Tal sentencia no subsanaría lo que por naturaleza es insana-
ble, y el supuesto estaría virtualmente contenido en el segundo inciso descrito
por el c. 1620, 4.º. Así ocurrirá también cuando la causa se refiere a un bien pú-
blico, si bien esta hipótesis parece ser de aquellas que originan una nulidad sana-
ble, según el c. 1622, 5.º. En una y otra hipótesis cabe, sin embargo, oponer el
vicio como excepción en cualquier fase o grado del juicio, e incluso puede ser
planteado por el juez (cfr. c. 1459 § 1).
1512 A semejanza del c. 1725 del CIC 17, de la citación legítimamente hecha
nace la relación procesal entre las partes y de éstas con el juez, y desde este mo-
mento surgen los vínculos que de esa relación derivan respecto del objeto del jui-
cio. La relación jurídica procesal no surge pues de la diffamatio que para el de-
P. II. s. I. t. I. De la introducción de la causa 939
2.º causa fit propria illius iudi- 2.º la causa se hace propia de aquel juez o
cis aut tribunalis ceteroquin del tribunal ante el cual se ha entablado
competentis, coram quo actio la acción, con tal de que sean competen-
instituta est; tes;
3.º in iudice delegato firma red- 3.º se consolida la jurisdicción del juez
ditur iurisdictio, ita ut non ex- delegado, de tal manera que no se ex-
piret resoluto iure delegantis;
tingue al cesar el derecho del que dele-
4.º interrumpitur praescriptio, gó;
nisi aliud cautum sit;
4.º se interrumpe la prescripción, si no se
5.º lis pendere, incipit; et ideo ha establecido otra cosa;
statim locum habet principium
«lite pendente, nihil innovetur». 5.º comienza la litispendencia, y, por tan-
to, se aplica inmediatamente el principio
«mientras está pendiente el litigio, nada
debe innovarse».
Título II
De la contestación de la demanda
Título III
De la instancia judicial
1517 La instancia comienza por la cita- 1517 Instantiae initium fit ci-
ción; concluye no sólo por la sen- tatione; finis autem non
tencia definitiva, sino también de otros solum pronuntiatione senten-
modos establecidos por el derecho. tiae definitivae, sed etiam aliis
modis iure praefinitis.
1518 Cuando un litigante muere, o cam- 1518 Si pars litigans moriatur
bia de estado, o cesa en el oficio aut statum mutet aut
por razón del cual actúa: cesset ab officio cuius ratione
agit:
1.º causa nondum conclusa, in- 1.º si la causa aún no hubiera concluido,
stantia suspenditur donec heres la instancia se suspende hasta que la rea-
defuncti aut successor aut is, nude el heredero del difunto o su sucesor
cuius intersit, litem resumat; o el legítimamente interesado;
2.º causa conclusa, iudex proce- 2.º si estuviera concluida la causa, el juez
dere debet ad ulteriora, citato debe proseguirla, citando al procurador; y
procuratore, si adsit, secus de-
functi herede vel successore. si no lo hay, al heredero del difunto o a su
sucesor.
1519 § 1. Si a munere cesset 1519 § 1. Si cesan en su cargo el tutor o
tutor vel curator vel pro- curador o el procurador requerido
curator, qui sit ad normam can. por el c. 1481 § § 1 y 3, la instancia queda
1481, §§ 1 et 3 necessarius, in- entretanto suspendida.
stantia interim suspenditur.
§ 2. El juez debe designar cuanto antes
§ 2. Alium autem tutorem vel cu- otro tutor o curador; y puede también
ratorem iudex quam primum
constituat; procuratorem vero constituir un procurador para la causa, si
ad litem constituere potest, si la parte no lo hace dentro del breve plazo
pars neglexerit intra brevem ter- que determinará el mismo juez.
minum ab ipso iudice statutum.
1518 Se contemplan en este c. algunos supuestos que pueden dar lugar a una
interrupción del proceso: muerte de una de las partes litigantes, cambio de estado
de una de las partes —siempre que modifique la capacidad procesal de ésta—,
cese en el oficio en virtud del cual se actuaba en el proceso.
Si este hecho jurídico se produce antes de la conclusión de la causa (c.
1599), se interrumpe la actividad dentro del proceso, hasta que el sucesor en la
cualidad de parte (heredero, sucesor en el oficio o quien tenga un legítimo inte-
rés) vuelva a impulsar la causa, asumiendo la condición procesal de parte. Si su-
cede una vez concluida la causa, no se produce la interrupción de la instancia. La
razón es que, hallándose la causa en tal estado, todo se encuentra dispuesto para
dictar sentencia, y no es conveniente retardarla.
El presente c. ofrece sin duda una nueva posibilidad de mayor amplitud que
el CIC 17, c. 1733, al admitir como sucesor en la cualidad de parte a quien pue-
da tener un interés en la causa.
En las causas matrimoniales, es preciso tener en cuenta que el c. 1675 § 2 re-
mite al presente c. ¿Sería admisible que un tercero interesado en la nulidad pudiese
proseguir la instancia? Aunque no esté muy claro, de la letra de la ley cabe deducir
una respuesta afirmativa, que estaría en contradicción con el c. 1674, 1.º, cuando
limita la actio nullitatis a los cónyuges (recuérdese que el sistema del CIC 17 era
más restrictivo: vid. c. 1972 CIC 17, y art. 222 de la Instr. Provida Mater Ecclesia).
Sin embargo, no deben olvidarse las posibilidades que ofrece el c. 1675, junto al
peculiar título de legitimación que al promotor de justicia otorga el c. 1674, 2.º.
1519 La figura de la interrupción puede presentarse igualmente si cesa en su
oficio el tutor o curador, o el procurador, cuando éste es requerido a tenor del c.
1481 §§ 1 y 3. Se interrumpe la instancia hasta que la parte o el juez nombren
un nuevo representante. Tanto en este supuesto, como en el anterior, la interrup-
ción —al igual que la suspensión— tiene como efecto que no corra el plazo para
la caducidad establecido en el c. 1520, y se mantenga la litispendencia (c. 1512,
5.º), no pudiendo innovarse nada durante la interrupción.
944 Libro VII. De los procesos
1520 Si la detención del proceso se prolonga por seis meses, determina la ca-
ducidad de la instancia. Parece que bastaría la realización de algún acto de parte,
aunque fuera inválido, para interrumpir este plazo. Se ha unificado el plazo de
seis meses para la primera y segunda instancia, mientras en el c. 1736 del CIC 17
se establecían plazos distintos. Y se hace una remisión a la eventualidad de una
posible ley particular que estableciera otros plazos distintos para la caducidad. Si
la caducidad de la instancia se produce en grado de apelación, surte efecto de
cosa juzgada (c. 1641, 3.º).
1521 La caducidad de la instancia no requiere ningún decreto del juez: se pro-
duce en virtud del mismo derecho —ipso iurie— por el transcurso del plazo, si
no hubo causa legítima que impidiese llevar a cabo ninguna actividad en ese
tiempo. Debe ser apreciada de oficio por el juez. En sus efectos se extiende a to-
dos los sujetos, incluidos los menores y los equiparados a ellos, también a las per-
sonas morales; éstos tienen derecho a obtener indemnización de sus representan-
tes en el proceso, salvo que probasen estar exentos de culpa en la caducidad
productora del daño.
1522 Vid. c. 1472, donde se distingue entre acta processus y acta causae. La ex-
tinción de la instancia por caducidad no implica necesariamente la extinción de la
acción, siendo posible al actor plantear otra vez la acción en un nuevo proceso (ver
la respuesta de la CPI en AAS 78 [1986] 1324). Debe tenerse en cuenta que la ca-
ducidad puede tener un efecto distinto, según se trate de la primera o posteriores
instancias del proceso. Si la causa se encuentra en segunda o ulterior instancia, la
caducidad de la instancia puede determinar la extinción de la apelación misma,
convirtiéndose en cosa juzgada la primera sentencia, como se desprende del c.
1641, 3.º.
P. II. s. I. t. III. De la instancia judicial 945
ciados los mismos efectos que la caduci- renuntiatum est, eosdem parit
dad de la instancia; y además obliga al re- effectus ac peremptio instantiae,
nunciante a correr con las costas de los itemque obligat renuntiantem
actos a los que haya renunciado. ad solvendas expensas actorum,
quibus renuntiatum fuit.
Título IV
De las pruebas
timiento del actor —en este caso apelante— se produce en segunda o ulterior
instancia, la sentencia impugnada alcanza la firmeza de cosa juzgada (cfr. c.
1641, 3.º). La renuncia de la instancia, no equivalente a la renuncia de la acción,
permite que ésta pueda ser ejercitada en ulterior proceso (cfr. respuesta de la CPI
en AAS 78 [1986] 1324), salvo que se haya producido en segunda instancia, y no
se trate de una de las causas que nunca pasan a ser cosa juzgada material, en cuya
hipótesis sólo cabe plantear de nuevo la misma acción con sujeción a lo que se
prescribe en el c. 1644.
res. Tomamos la palabra hechos en sentido jurídico amplio, de modo que com-
prenda realidades concretas perceptibles por los sentidos.
El thema probandum está relacionado con el objeto de la prueba. Es lo que
hay que probar en el juicio actual, concreto y determinado.
1527 Este precepto alude a la admisión de las diversas especies de pruebas. Dice
el c. probationes cuiuslibet generis. Por tanto, se comprenden: 1) las directas, que
representan directamente el objeto que ha de probarse, como documentos, tes-
timonios, confesión, dictámenes periciales; y las indirectas, si el objeto que se
ofrece al juez es distinto del hecho que hay que probar, pero conexo con él, a
cuyo conocimiento se llega discurriendo de lo conocido a lo desconocido, como
sucede en los indicios y presunciones; 2) las históricas y las críticas, según tengan
o no función representativa; 3) las primeras, ofensivas o de cargo, y las contrarias,
defensivas o de descargo, según la finalidad que unas u otras persiguen; 4) las per-
sonales, y las reales o materiales, según el medio que suministra la prueba: perso-
nas —partes, testigos, peritos—, o cosas —documentos, dibujos, planos, foto-
grafías, grabaciones magnetofónicas—; 5) las plenas, completas, perfectas, y las
llamadas, con poco acierto, semiplenas en vez de incompletas e imperfectas, según
sean o no suficientes para causar en el juez certeza moral; 6) las de parte y las de
oficio, según quiénes las proponen: las partes o el juez; 7) las simples y las com-
puestas, concurrentes y contrapuestas, respectivamente, según estén formadas por
uno o varios medios; y según concurran en el mismo sentido para convencer al
juez o, al contrario, unas vayan en un sentido y otras en sentido diferente o con-
trapuesto; 8) las judiciales y las extrajudiciales, según se practiquen dentro o fuera
del proceso.
Todavía cabe distinguir entre pruebas normales y anticipadas, según se aduz-
can en fase probatoria o antes de la litiscontestación. Preconstituidas y causales, se-
gún se creen con intención de producir una prueba para juicio futuro, o resulten
sin intención alguna de futura prueba: por ej., los rastros, huellas, indicios, que
provienen de un hecho anterior.
A esta diversidad de pruebas, hay que añadir las resultantes de las condicio-
nes intrínsecas y extrínsecas que han de exigirse en ellas para admitirlas en el jui-
cio. Intrínsecamente, las pruebas deben ser: conducentes, pertinentes, útiles y lí-
citas; extrínsecamente, han de ajustarse a la forma legítima y a la oportunidad,
muy relacionada con la preclusión.
Contra la no admisión de alguna prueba, el c. establece una norma muy
práctica, que ha de contribuir mucho a evitar demoras: si la parte no conforme
vuelve a instar ante el juez para que revoque su decreto, es el mismo juez quien
dirime el incidente muy expeditamente, lo cual indica que contra esta resolución
no hay apelación (c. 1629, 5.º).
P. II. s. I. t. IV. De las pruebas 949
1528 Si pars vel testis se siste- 1528 Si una parte o testigo rehúsan
re ad respondendum co- comparecer ante el juez para res-
ram iudice renuant, licet eos ponder, pueden ser oídos también por me-
audire etiam per laicum a iudi- dio de un laico que el juez designe, o pue-
ce designatum aut requirere eo- de requerirse su declaración ante un
rum declarationem coram pu- notario público o por otro modo legítimo.
blico notario vel quovis alio le-
gitimo modo.
1529 Iudex ad probationes 1529 Si no es por causa grave, el juez
colligendas ne procedat no proceda a recoger pruebas an-
ante litis contestationem nisi ob tes de la litiscontestación.
gravem causam.
Capítulo I
De las declaraciones de las partes
1532 Según el CIC 17 (c. 1744) el juez, en las causas contenciosas en las que
estuviera interesado el bien público, debía exigir a las partes juramento de decir
verdad; en las causas de puro interés privado podía exigirlo o no, según su pru-
dencia. Hoy varían un poco las palabras, pero la obligación que incumbe al juez
es la misma: deferat —dice el CIC—, en las causas de interés público; potest, se-
gún su prudencia, en las otras causas de interés particular.
Tanto el juramento de decir la verdad como el de haberla dicho, no son me-
dio de prueba, sino una garantía, de mayor o menor valor, según la religiosidad
de las personas, su sinceridad y su fidelidad a lo que sabe y dice ante el juez.
Estos juramentos afectan directamente, no a la verdad objetiva e histórica,
sino más bien a lo que sabe la parte declarante, lo cual puede ser distinto del he-
cho que en su integridad realmente existió. Por tanto, no por el hecho de que la
parte haya jurado decir verdad o haberla dicho, puede el juez confiar en que ya
tiene la verdad histórica y que no necesita más averiguaciones y pruebas.
1533 Se reconoce a las partes, al promotor de la justicia y al defensor del vín-
culo, si éstos intervienen, el derecho o facultad de presentar artículos, acerca de
los cuales se interrogue a la parte correspondiente. Estos artículos son más bien
puntos o preguntas para que la parte aclare, con su narración circunstanciada, lo
positivo o negativo de los hechos controvertidos. Los artículos presentados deben
ser pertinentes, y se redactan en la forma debida (c. 1564); sin embargo, con
ellos, las partes no pueden privar al juez del derecho a dirigir la instrucción de la
causa. En todo caso, la parte puede excepcionar la declaración por imperfecta o
insuficiente, debido a que fueron pasados por alto hechos y circunstancias perti-
nentes cuya aclaración se había pedido (vid. c. 1598).
1534 Las reglas para el interrogatorio de las partes se verán al glosar lo dispuesto
para el examen de los testigos, en los cc. 1552 y 1558-1565, guardada la proporción
952 Libro VII. De los procesos
§ 2. In causis autem quae respi- § 2. Sin embargo, en las causas que afec-
ciunt bonum publicum, confes- tan al bien público, la confesión judicial y
sio iudicialis et partium decla- las declaraciones de las partes que no sean
rationes, quae non sint confes- confesiones pueden tener fuerza probato-
siones, vim probandi habere ria, que habrá de valorar el juez juntamen-
possunt, a iudice aestimandam te con las demás circunstancias de la cau-
una cum ceteris causae adiun-
ctis, at vis plenae probationis sa, pero no se les puede atribuir fuerza de
ipsis tribui nequit, nisi alia ac- prueba plena, a no ser que otros elemen-
cedant elementa quae eas omni- tos las corroboren totalmente.
no corroborent.
1537 Quoad extraiudicialem 1537 Respecto a la confesión extrajudi-
confessionem in iudicium cial aportada al juicio corresponde
deductam, iudicis est, perpensis al juez, sopesadas todas las circunstan-
omnibus adiunctis, aestimare cias, estimar qué valor debe atribuírsele.
quanti ea sit facienda.
1538 Confessio vel alia quae- 1538 La confesión o cualquier otra de-
vis partis declaratio qua- claración de una parte carece de
libet vi caret, si constet eam ex todo valor si consta que ha sido emitido
errore facti esse prolatam, aut por error de hecho o arrancada por violen-
vi vel metu gravi extortam. cia o miedo grave.
pruebas y circunstancias de la causa. Sin embargo, a esta apreciación libre del juez,
pone la ley un límite: no se puede atribuir eficacia de prueba plena a las declara-
ciones de las partes ni a la confesión judicial, por sí solas, sin otros elementos pro-
batorios que las corroboren. El juez examinará si el litigante confiesa con libertad
y sin coacciones y engaños, con seriedad y sinceridad, con coherencia en sus di-
chos; si lo confesado se debe a error, olvido, perturbación psíquica; si el contenido
es verosímil y claro; si concuerda con el sentido de las demás pruebas.
1537 Este c. da la regla para la estimación de la confesión extrajudicial. Se tra-
ta de verdadera confesión, es decir, de pronuntiatio contra se. Es prueba mediata,
pues es preciso probar en juicio el hecho de la manifestación por algún otro me-
dio legítimo de prueba: es probatio probanda, decían los antiguos autores. Su
apreciación, atendidas las circunstancias del caso, se deja a la discrecionalidad del
juez. Por lo general, se concede más valor a los hechos que a las palabras: facta
sunt verbis validiora; y más valor a las palabras escritas que a las orales: verba vo-
lant, scripta manent.
1538 Se establecen aquí los casos en que se produce la ineficacia de la confe-
sión y de las declaraciones de las partes. En caso de error —por ignorancia, por
equivocación, por inconsciencia, o por falta de ciencia propia—, lo confesado o
declarado carece de todo valor, pero es preciso probar en juicio el error padecido.
Si falta ciencia propia, lo correcto es que el declarante manifieste que desconoce
personalmente los hechos a los que se refieren las preguntas.
La confesión o declaración ha de ser libre y deliberada, no arrancada por fuerza
o miedo grave. Es sabido que cuando se afirma sin libertad y por violencia o miedo,
de ordinario no se revela la verdad o, al menos, toda la verdad (cfr. cc. 125, 126).
Hay revocación incontinenti cuando el confesante o declarante, en el mismo
acto de proferir la afirmación, rectifica sus palabras, dichas por inadvertencia o por
equivocación. A una rectificación incontinenti equivale la que hace el confesante al
leer el acta para poderla corregir, si esto, a criterio del juez, no supone fraude o
954 Libro VII. De los procesos
Capítulo II
De la prueba documental
1539 En toda clase de juicios se admite 1539 In quolibet iudicii gene-
la prueba por documentos, tanto re admittitur probatio
públicos como privados. per documenta tum publica
tum privata.
Art. 1
De la naturaleza y fe de los documentos
mala voluntad del confesante o declarante, sino más bien sinceridad de ajustar sus
dichos a la verdad objetiva de los hechos. Se admite la revocación incontinenti sin
necesidad de prueba (c. Solieri, 19.II.1924, RRD 16 [1924] 61 n. 3).
aunque la autenticidad y genuinidad sean requisitos necesarios para que los do-
cumentos merezcan fe. Precisamente por ser una persona pública la que hace el
documento, ejerciendo su cargo y observando las formalidades debidas, el docu-
mento merece fe y tiene garantía contra cualquier adulteración de la verdad: est
probatio probata. Puestas estas premisas, es lógica la consecuencia que en forma
de regla enuncia el c.
1.º Las pruebas que desvirtúan la fuerza del documento público son argu-
mentos contrarios, es decir, pruebas que demuestren sustancialmente lo contra-
rio de lo afirmado directa y principalmente por el documento, y evidentes. Es ra-
zonable que se exija la evidencia de los argumentos contrarios a lo que se afirma
en el documento público, ya que la misma existencia de éste tiene, en principio,
un notable peso, frente a las pruebas contrarias, que, ante él, se presumen dudo-
sas (c. Parrillo, 11.III.1930, RRD 22 [1930] 155 n. 2; c. Janasik, 27.V.1939,
RRD 31 [1939] 323).
2.º Ante pruebas contrarias con argumentos no evidentes la duda no se di-
sipa, y debe aplicarse la regla jurídica: in dubio res de qua agitur potius valeat
quam pereat (c. Jullien, 11.VII.1936, RRD 28 [1936] 490, n. 5).
3.º La eficacia del documento público se restringe a lo que directa y princi-
palmente afirma, es decir, al objeto del negocio o del acto jurídico para el que in-
terviene la persona pública, la cual no hace fe sino de aquello que percibe con sus
sentidos y que se verifica en su presencia; pero no de la verdad u objetividad de
cosas referidas por otras personas. El fedatario certifica que fueron dichas, no que
los dichos sean verdaderos.
4.º El documento público, en cuanto tal, tampoco hace fe acerca de cir-
cunstancias útiles relacionadas más o menos con la principal. Estas circunstancias
son cosas que narra, no que prueba el documento: son probationes probandae.
5.º Si el documento público contiene lo esencial del acto jurídico que prue-
ba, y fueron observados los requisitos de forma, su eficacia en todas las cosas que
afirma es plena y su valor no queda superado, a no ser por argumentos que con-
cluyan plenamente y demuestren lo contrario (c. Many, 9.VII.1918, RRD 10
[1918] 83 y 84, nn. 8 y 9; c. Jullien, 11.VII.1936, RRD 28 [1936] 490, n. 6).
1542 Respecto del valor probatorio del documento privado, es fundamental la
distinción entre documento reconocido y no reconocido. Si la parte a quien se
atribuye o contra la que se exhibe no los reconoce como buenos y verdaderos, o
si el juez no los admite como auténticos y genuinos, carecen de valor probatorio.
P. II. s. I. t. IV. De las pruebas 957
Art. 2
De la presentación de los documentos
Si han sido admitidos por la parte o reconocidos por el juez, prueban con-
tra el autor o firmante y sus causahabientes como si fuera una confesión extraju-
dicial, es decir, tienen fuerza adjutora. Contra los extraños su mérito se deja a la
libre estimación del juez. De suyo, y sin más, no prueban, a tenor de la regla ju-
rídica: res inter alios acta non prodesse nec nocere posse. Pero si el extraño reconoce
el documento, u otras pruebas lo adveran, puede recibir el mérito dicho.
1543 En cuanto al valor probatorio de los documentos viciados, la ley dispone
que corresponde al juez apreciar o su ineficacia absoluta o su mayor o menor va-
lor. Pero debe tomarse en cuenta si, con fe de persona pública, se ha salvado o no
lo interlineado, lo borrado, lo corregido, etc., sea en el original sea en la copia au-
téntica. Si falta esta salvedad, lo intercalado, enmendado o alterado carece de va-
lor probatorio, y hay que ver si esto afecta a la parte sustancial y directamente
afirmada, en cuyo caso no merece fe alguna el documento, o si sólo toca a cosas
accesorias que dejan intacto y con crédito lo sustancial y directamente afirmado.
1545 El juez puede mandar que se pre- 1545 Iudex praecipere potest
sente en el proceso un documento ut documentum utrique
común a ambas partes. parti commune exhibeatur in
processu.
1546 § 1. Nadie está obligado a presen- 1546 § 1. Nemo exhibere tene-
tar documentos aunque sean co- tur documenta, etsi com-
munes, que no pueden mostrarse sin peli- munia, quae communicari ne-
gro de daño, de acuerdo con el c. 1548 § queunt sine periculo damni ad
2, 2.º, o sin peligro de violar la obligación normam can. 1548, § 2, n. 2 aut
de guardar secreto. sine periculo violationis secreti
servandi.
Capítulo III
De los testigos y sus testimonios
Art. 1
Quiénes pueden ser testigos
1549 Todos pueden ser testigos, a no ser 1549 Omnes possunt esse te-
que en todo o en parte estén recha- stes, nisi expresse iure
zados expresamente por el derecho. repellantur vel in totum vel ex
parte.
procesal de testigo hasta que el juez los admite como tales y manda oírlos; y si
son testigos espontáneos, cuando el juez los acepta.
El derecho que excluye puede ser el natural o el positivo, divino o eclesiásti-
co. In totum vel ex parte: están excluidos totalmente los declarados incapaces, y lo
están parcialmente los menores de catorce años y débiles mentales (c. 1550).
1550 El c. tiene presente a personas que, aun habiendo tenido algún conoci-
miento de los hechos, ordinariamente no han de ser admitidas a declarar.
§ 1. Quienes presenciaron los hechos cuando aun no habían llegado a la pu-
bertad, particularmente durante los años próximos a ella, no es raro que se ad-
mitan como testigos, si declaran después de haberla alcanzado (c. Jullien,
13.IV.1942, RRD 34 [1942] 302, n. 7). El menor cuando carece de discernimien-
to es incapaz (c. 97 § 2). La exclusión de quienes están entre los ocho y los catorce
años se funda en la misma naturaleza, aún no desarrollada, independientemente
de la buena fe; pues carecen de las cualidades de madurez que son precisas para
discernir con acierto los hechos y sus circunstancias antecedentes, concomitantes
y subsiguientes. La razón de excluir a los menores de catorce años no es porque
sean incapaces de percibir sensorialmente los hechos, sino porque fácilmente pue-
den equivocarse a causa de su menor discreción mental, su debilidad de voluntad,
su imaginación excitable, su mayor sugestionabilidad, sus emociones vivas, su po-
sible falta de atención al conjunto del caso, su propensión a creer como verdadera
cualquier narración o apreciación oída a otros (c. Lega, 21.XII.1912, RRD 4
[1912] 472, n. 5; c. Wynen, 28.V.1940, RRD 32 [1940] 404, n. 8; c. Teodori,
20.I.1945, RRD 37 [1945] 41; c. Fiore, 29.XI.1960, RRD 52 [1960] 404).
En la expresión débiles mentales suelen comprenderse en el derecho proba-
torio los oligofrénicos, los retrasados mentales, los semifatuos, los enfermos con
perturbaciones de la percepción, de la memoria, de la conciencia, de la elabora-
ción del pensamiento; los alcohólicos, con intoxicación aguda o crónica, y otros
intoxicados con morfina, cocaína, etc. Estos y otros similares no son personas
idóneas para testificar. Sin embargo, es preciso valorar su posible testimonio in-
dividualmente, teniendo en cuenta, además del déficit intelectual, la debilidad de
la voluntad, la falta de atención, la sugestionabilidad, el medio ambiente y otras
circunstancias psiquiátricas que puedan tener influencia en la memoria y en la
manera de expresar lo que se percibió con los sentidos.
El c. no tasa el valor de estos testimonios; sólo dispone que el juez, a los me-
nores de catorce años y a los débiles mentales, puede oírlos, dando previamente
un decreto en el que manifieste la conveniencia de hacerlo.
962 Libro VII. De los procesos
2.º los sacerdotes, respecto a todo lo que 2.º sacerdotes, quod attinet ad
conocen por confesión sacramental, aun- ea omnia quae ipsis ex confes-
que el penitente pida que lo manifiesten; sione sacramentali innotuerunt,
mas aún, lo que de cualquier modo haya etsi poenitens eorum manifesta-
oído alguien con motivo de confesión no tionem petierit; immo audita a
puede ser aceptado ni siquiera como indi- quovis et quoquo modo occasio-
ne confessionis, ne ut indicium
cio de la verdad. quidem veritatis recipi possunt.
Art. 2
De los testigos que han de ser llamados y excluidos
1551 La parte que presentó un testigo 1551 Pars, quae testem indu-
puede renunciar a su examen; pero xit, potest eius examini
la parte contraria puede pedir que, no obs- renuntiare; sed adversa pars
tante, el testigo sea oído. postulare potest ut nihilominus
testis examinetur.
1552 Al proponer los testigos se debe indicar al tribunal no sólo los nombres
sino su domicilio, y además acompañar los artículos sobre los que pueden versar
las preguntas. No es rara la inobservancia de este precepto con detrimento de
tiempo y de gastos, en especial la omisión de artículos. Sin ellos el juez no puede
saber si el testigo tiene o no ciencia pertinente a la causa y si es o no idóneo.
1553 Testes non numerantur, sed ponderantur. El número de testigos no debe
ser excesivo. Corresponde al juez el derecho y la obligación de refrenar la mul-
titud de testigos que a veces se presenta sin razón suficiente. Contra el decreto
del juez que limita la lista interminable de testigos presentados no cabe apela-
ción.
1554 El deber de comunicar los nombres de los testigos recae sobre el juez. Se
hace de ordinario antes de proceder al examen judicial para ver si hay o no tacha
de testigos. Cuando en ese tiempo la comunicación no pueda hacerse sin grave
dificultad, a juicio prudente del juez, no por ello se omite, antes al contrario tie-
ne que verificarse por lo menos antes de la publicación de las declaraciones. Cree-
mos que cuando el juez decide demorar la comunicación para después del exa-
men, debe justificar la excepción indicando en un decreto el motivo justo que
haya para no cumplir la norma general.
1555 Hay obligación de excluir de oficio a los testigos presentados, si consta al
juez claramente que son incapaces o que no deben ser admitidos, salva la posibi-
lidad de oír a los menores de catorce años y débiles mentales (c. 1550).
Dado que la exclusión es una privación de derechos, a nadie se le puede pri-
var de ellos sin causa justa, discutida y probada. Pero la parte también tiene dere-
964 Libro VII. De los procesos
Art. 3
Del examen de los testigos
1558 § 1. Los testigos han de ser exami- 1558 § 1. Testes sunt examini
nados en la sede del tribunal, a no subiciendi in ipsa tribu-
ser que el juez considere oportuna otra nalis sede, nisi aliud iudici vide-
cosa. atur.
cho a pedir la exclusión, y por ello debe el juez observar religiosamente el plazo
que se conceda a la parte para poder reprobar los testigos presentados.
¿Puede la parte que propuso el testigo reprobarlo más tarde? El CIC 17, c.
1764 § 3, decía: «No puede la parte rechazar la persona del testigo que ella mis-
ma presentó, a no ser que hubiera sobrevenido una nueva causa de reprobación,
pero puede rechazar sus testimonios». Hoy ha desaparecido esta prohibición, y
con acierto, porque pudo equivocarse quien presentó el testigo, y tomar por apto
a quien era incapaz o débil mental o menor de catorce años o indigno de crédito
por causa justa.
1556 A los testigos hay que citarlos debidamente a declarar mediante decreto
del juez; y la citación hay que notificarla en forma legítima (c. 1509).
1557 La obligación que tiene el testigo citado de obedecer al llamamiento del
juez radica en que interesa al bien público que se administre justicia con rectitud,
para lo cual puede ser preciso el testimonio de personas conocedoras de los he-
chos que se controvierten. Y esto vale con mayor motivo en las causas criminales,
y en todas las demás que afecten al bien público. Cuando por el motivo que sea
no se presenta a declarar, el testigo legítimamente citado tiene obligación de no-
tificar al juez la causa de su ausencia.
¿Y qué puede hacer el juez con quien, citado como testigo, ni se presenta ni
comunica la causa de su ausencia? Teóricamente podría el juez castigarle con pe-
nas congruentes, pero en la práctica habrá de contentarse con reiterar la citación
o valerse de alguna persona que mueva al testigo, si la causa es pública, a declarar
en juicio, o limitarse a considerar qué puede significar, respecto a la prueba de los
hechos, la negativa a presentarse y a no dar razón de su ausencia (c. 1531 § 2).
la práctica de las pruebas en los cc. 1468 y 1469. Ahora se dan tres normas gene-
rales: 1.ª Para el común de los testigos el examen judicial debe practicarse en la mis-
ma sede del tribunal, a no ser que en casos particulares vea el juez más conve-
niente otro lugar en la diócesis. En cualquier caso, el lugar no es circunstancia de
la que penda el valor de la declaración. 2.ª Para Cardenales, Patriarcas, Obispos y
quienes por derecho de su país gocen de un favor semejante, el lugar de su exa-
men será el que ellos elijan. 3.ª Para testigos que resulte imposible o muy difícil oír-
los en la sede del tribunal, o por hallarse muy distantes, o por enfermedad o por
otro impedimento, el lugar para ser examinados será allí donde lo determine por
decreto el juez. Esta regla es favorable a cuantos puedan considerarse física o mo-
ralmente impedidos dentro de la diócesis. Para quienes residen fuera del propio
territorio, se puede pedir el auxilio de otro tribunal, a tenor del c. 1418, aunque
este auxilio deberá practicarse en conformidad con el interrogatorio e instruccio-
nes que transmita el juez que exhorta y entiende en la causa.
1559 En pro y en contra de la asistencia de las partes al examen de los testigos,
hay ventajas e inconvenientes. El legislador mantiene un criterio de equilibrio;
distingue entre partes y sus defensores, y, sin rigor tajante, fija dos normas sus-
ceptibles de excepción a juicio discreto del juez: 1.ª Los testigos serán examina-
dos sin estar presentes las partes, lo cual no debe ampliarse a la presencia del pro-
motor de la justicia o el defensor del vínculo, si intervienen en la causa. No
obstante, principalmente, si son cuestiones de interés privado, el juez puede per-
mitir la asistencia de las partes. 2.ª Pueden asistir de ordinario sus abogados o
procuradores, a no ser que juzgue más conveniente el juez proceder en secreto,
cuando así lo aconsejen las circunstancias que concurren en cosas y personas.
1560 Esta norma siempre se ha impuesto con suma constancia. Ninguno debe
oír o saber lo que declaran los otros, para lo cual se deben tomar cautelas a fin de
966 Libro VII. De los procesos
valorar las respuestas no sea capaz de discernir si lo dicho corresponde a todas las
partes de la pregunta o sólo a la última. 2.ª Acomodadas a la capacidad de quien
ha de responder. Si se hacen con términos técnicos para personas no versadas en la
materia discutida, se corre el peligro facilísimo de respuestas erróneas. 3.ª No cap-
ciosas ni falaces. En el examen se trata de averiguar la verdad, no de engañar al de-
clarante en algo determinado, o impedirle que relate los hechos tal como él los ha
percibido. Esto no impide que el instructor, de oficio o a instancia de los asisten-
tes, haga preguntas relativas a la inverosimilitud de lo relatado, o a incongruen-
cias y contradicciones. 4.ª No sugerentes. Cuando la pregunta sugiere la respuesta,
ésta no debe atribuirse al testigo, ni vale el testimonio, porque si es falso, el decla-
rante no ha hecho sino asentir a la mentira formulada, y si es verdadero, no es
eficaz, no por afirmar la verdad, sino porque se limita a conformarse con lo suge-
rido. 5.ª En modo alguno ofensivas, ni para el declarante, ni para las partes, ni para
nadie de quienes tomen parte en el juicio. 6.ª Pertinentes. Juzga de la pertinencia
el juez teniendo en cuenta el objeto de la controversia.
1565 La razón de esta reserva sobre las preguntas antes del examen es una cau-
tela legal para evitar el peligro de que los testigos sean preparados, prevenidos,
advertidos o sobornados. Bien distinta de ese influjo proveniente de la parte o de
sus abogados es la evocación de hechos pretéritos que sólo sirva para que reapa-
rezcan en la conciencia del testigo los contenidos de vivencias lejanas, y pueda así
describir hechos y circunstancias concretas.
1567 La respuesta dada por el declarante, dictando el juez, será escrita de in-
mediato en acta por el notario con absoluta fidelidad no sólo en cuanto al senti-
do sino hasta con las mismas palabras, por lo menos en aquello que directamen-
te toca a la materia del juicio. En la consignación de lo declarado por el testigo se
debe huir tanto de relaciones difusas como de brevedad excesiva. De nada valdría
P. II. s. I. t. IV. De las pruebas 969
ponde al notario declarar expresamente al margen, al final del folio, o al final del
acta que la corrección fue hecha por él mismo.
Al declarante antes de salir de la audiencia hay que leerle palabra por pala-
bra lo escrito, para que pueda mostrar su conformidad o disconformidad con
ello, habiéndole dado facultad para pedir que se suprima, corrija, cambie o aña-
da lo que proceda.
Además de la data, son precisas las firmas de los asistentes a la declaración:
el testigo, las partes o abogados si asisten, el defensor del vínculo o promotor de
la justicia si asisten, el juez y, por fin, el notario, quien da fe de lo actuado y con-
signado en acta, y de la autenticidad de las firmas. Cuando alguien no pueda, no
sepa o no quiera firmar, el notario consignará el hecho en el acta. La falta de fir-
mas de los asistentes, si han firmado el declarante y, por lo menos, el notario o el
juez, parece que no invalida el acta (c. 1437).
1570 Dentro de las facultades del juez en la prueba testifical está la de poder
examinar de nuevo a los testigos ya oídos, sea a petición de parte, sea de oficio;
pero si es después de la publicación de las declaraciones, hay que atenerse a lo
dispuesto en el c. 1600, y juzgar acerca de la luz nueva que pueda ofrecer sobre
cosas pertinentes quien antes fue debidamente interrogado. El juez debe pensar
qué motivos existen para el nuevo examen, bien los que aduce la parte para su
petición, bien los que él tiene para proceder de oficio.
Aunque la colusión propiamente dicha corresponde a las partes y sus procu-
radores o abogados, también se da si el testigo traiciona su oficio por favorecer a
la parte contraria. Cuando el testigo favorece a quien le propone, contra la ver-
dad y la justicia, por afecto o deseo de ayudar más a una parte que a otra, es pre-
varicador. Si cede a faltar a la verdad movido por el influjo de dádivas o prome-
sas, es testigo sobornado.
El soborno, en acepción amplia, se toma por aquello que excite el ánimo
para inclinar al testigo a deponer a favor de una parte con perjuicio de toda o de
sola la verdad objetiva; en sentido riguroso comprende la corrupción por dinero,
regalos, promesas o cosa por el estilo.
1571 Los testigos, según tasación equitativa del juez, tienen derecho a que se
les indemnice por gastos que les cause el viaje y la estancia, y por la pérdida que
hayan sufrido a causa de la interrupción de sus ocupaciones o trabajo profesional.
Previendo la suma suficiente para tal indemnización, el juez puede, antes de
citar a los testigos, exigir a la parte el depósito de esa cantidad dentro de un plazo
P. II. s. I. t. IV. De las pruebas 971
di debent tum expensae, quas fe- testigos tanto los gastos que hayan hecho
cerint, tum lucrum, quod amise- como los ingresos no percibidos con mo-
rint, testificationis reddendae tivo del testimonio dado.
causa.
Art. 4
Del valor de los testimonios
1.º cuál sea la condición de la persona y 1.º quae condicio sit personae,
su honradez; quaeve honestas;
2.º si declara de ciencia propia, principal- 2.º utrum de scientia propria,
mente lo que ha visto u oído, o si mani- praesertim de visu et auditu
fiesta su opinión, o lo que es sentir común proprio testificetur, an de sua
o ha oído a otros; opinione, de fama, aut de audi-
tu ab aliis;
3.º si el testigo es constante y firmemente 3.º utrum testis constans sit et
coherente consigo mismo, o si es variable, firmiter sibi cohaereat, an va-
inseguro o vacilante; rius, incertus vel vacillans;
4.º si hay testimonios contestes, o si la de- 4.º utrum testimonii contestes
claración se confirma o no con otros ele- habeat, aliisve probationis ele-
mentos de prueba. mentis confirmetur necne.
1573 La declaración de un solo testigo 1573 Unius testis depositio
no tiene fuerza probatoria plena, a plenam fidem facere non
no ser que se trate de un testigo cualifica- potest, nisi agatur de teste qua-
Capítulo IV
De los peritos
general son: 1.ª Que el testigo sea cualificado, y deponga sobre actos hechos en el
ejercicio de su oficio. 2.ª Que, sin ser testigo cualificado, esté inmune de toda ex-
cepción y sus dichos se robustezcan con otros adminículos de prueba, de modo
que el juez, valorando en conjunto todas las circunstancias de personas y cosas,
adquiera certeza moral de los hechos (c. Felici, 17.VII.1952, RRD 44 [1952]
447, n. 2; c. Di Jorio, 18.XI.1964, RRD 56 [1964] 837-838, n. 10).
partes. Puede también el juez asumir los dictámenes ya emitidos por otros peri-
tos, en su genuina acepción procesal, bien en la misma causa, bien en otra distin-
ta debatida entre las mismas partes, con tal que la peritación sea pertinente a la
controversia.
Congruente con el modo de designar a los peritos es el carácter libre del desig-
nado para rehusar el cargo, y en caso de aceptación, el derecho a honorarios, por la
prestación de su servicio. El deber de ser perito es distinto del de testimoniar. Al
testigo se le debe indemnización; al perito se le remunera su trabajo técnico.
1576 Los peritos, al igual que los testigos, pueden ser excluidos de colaborar
en la causa por incapaces y no idóneos (c. 1550), y tachados por los mismos mo-
tivos, o por otros que sean justos (c. 1555). La razón de que a los peritos se los
pueda excluir y recusar como a los testigos, y por idénticas causas, está en que las
notas características de la figura jurídica del perito se parecen a las propias de los
testigos: los peritos dictaminan en el juicio a modo de testigos técnicos (c. De
Lanversin, 20.III.1985, RRD 77 [1985] 171, n. 10). Por esto, pueden ser pro-
puestos por las partes o designados de oficio; pueden ser excluidos o recusados;
sus votos sometidos a crítica, y su certeza no puede sustituir a la que necesita el
juez para pronunciar sentencia final (c. Felici, 14.II.1951, RRD 43 [1951] 102-
104; c. Fiore, 6.VII.1961, RRD 53 [1961] 352, n. 3).
Se reputan incapaces para el cargo de perito quienes son incapaces para tes-
tificar, los que tienen con alguna de las partes lazo de parentesco próximo que es-
trechamente les una, y quienes extraprocesalmente emitieron informe a petición
de alguna de las partes. No son idóneos quienes carezcan de título de aptitud en la
especialidad que requiere el caso, o por sus malas costumbres o ideas contrarias a
la religión no merezcan crédito en la elaboración de su dictamen.
Entre las causas justas de recusación entran, por ej., la amistad íntima con
una de las partes, o la enemistad pública y grave con la otra. Respecto a la sustitu-
ción, una vez los propuestos hayan sido excluidos o tachados eficientemente, hay
que sustituirlos, designando otros conforme a derecho. La razón de la sustitución
debe constar en autos, y lo mismo en caso de cese.
1577 El oír el juez a las partes, y el atender a su propuesta antes de nombrar
peritos, tiene relación no sólo con las personas, sino también con la materia so-
bre la que debe versar el trabajo del perito. Es derecho de las partes y del ministe-
rio público, si interviene, proponer al juez las cuestiones a las que interesa que
atienda el perito en la realización de su obra.
P. II. s. I. t. IV. De las pruebas 975
§ 2. Los peritos han de hacer constar cla- § 2. Periti debent indicare per-
ramente por qué documentos u otros me- spicue quibus documentis vel
dios idóneos se han cerciorado de la iden- aliis idoneis modis certiores fac-
tidad de las personas, cosas o lugares, de ti sint de personarum vel rerum
qué manera han procedido para cumplir el vel locorum identitate, qua via
encargo que se les confió y, sobre todo, en et ratione processerint in ex-
plendo munere sibi demandato
qué argumentos fundan las conclusiones a et quibus potissimun argumen-
las que hayan llegado. tis suae conclusiones nitantur.
§ 3. El perito puede ser llamado por el § 3. Peritus accersiri potest a
juez para que añada las explicaciones que iudice ut explicationes, quae ul-
parezcan necesarias. terius necessariae videantur,
suppeditet.
1579 § 1. El juez ha de ponderar atenta- 1579 § 1. Iudex non perito-
mente no sólo las conclusiones de rum tantum conclusio-
los peritos, aunque éstas sean concordes, nes, etsi concordes, sed cetera
sino también las demás circunstancias de quoque causae adiuncta attente
la causa. perpendat.
§ 2. Cum reddit rationes deci-
§ 2. Cuando exponga las razones de su dendi, exprimere debet quibus
decisión, debe hacer constar por qué mo- motus argumentis peritorum
tivos ha aceptado o rechazado las conclu- conclusiones aut admiserit aut
siones de los peritos. reiecerit.
1580 A los peritos se les pagarán los 1580 Peritis solvenda sunt ex-
gastos y honorarios que con equi- pensae et honoraria a iu-
dad determine el juez, observando el de- dice ex bono et aequo determi-
recho particular. nanda, servato iure particulari.
Capítulo V
Del acceso y reconocimiento judicial
Capítulo VI
De las presunciones
personas se haya decretado que asistan. Estando presentes los convocados, el juez
concede la palabra a quien pidió el reconocimiento; luego, a la parte contraria.
Una vez escuchados los testigos y los peritos, en su caso, el juez examina y pon-
dera los argumentos que se aduzcan y establece conclusiones.
1583 Todo lo actuado ha de consignarse en acta judicial. Si se escribe en el lu-
gar del reconocimiento se lee ante los presentes, quienes pueden pedir aclaracio-
nes, adiciones, correcciones, y la firman, junto con el juez y el notario que la au-
toriza. Es documento público (cc. 1540; 1541). La estimación o eficacia del
reconocimiento se deja a la discreción del juez, quien debe ponderar: la pertinen-
cia del hecho, la luz que arroja la inspección tal como consta en acta, la con-
gruencia de las conclusiones periciales, el valor de otras pruebas que complemen-
ten, corroboren, discrepen o desvirtúen las conclusiones del acta.
1585 Qui habet pro se iuris 1585 Quien tiene a su favor una presun-
praesumptionem, libe- ción de derecho, queda exonerado
ratur ab onere probandi, quod de la carga de la prueba, que recae sobre
recidit in partem adversam. la parte contraria.
1586 Praesumptiones, quae 1586 El juez no debe formular presun-
non statuuntur a iure, ción alguna que no esté estableci-
iudex ne coniciat, nisi ex facto da por el derecho, a no ser sobre un hecho
certo et determinato, quod cum cierto y determinado que tenga relación
eo, de quo controversia est, di- directa con lo que es objeto de controver-
recte cohaereat. sia.
Título V
De las causas incidentales
tes declarantes, de los relatos de los testigos, de los dictámenes periciales, a la vis-
ta de las circunstancias de personas, lugares y tiempo. La justipreciación se deja a
la prudente discreción del juez. La Signatura Apostólica ha prohibido, en los tri-
bunales eclesiásticos, el uso de listas de presunciones de hecho (Decr.,
13.XII.1995: «Periodica» 85 [1996] 531-548).
La llamada presunción leve no se debe atender; la grave es atendible en con-
junto con otras pruebas, circunstancias e indicios; la violenta, obliga a creer, por-
que son tales los indicios en que se funda que fuerzan el ánimo a tener por verda-
dero lo que se presume.
§ 2. Pero si debe resolverse por decreto, el § 2. Si vero solvi debeat per de-
tribunal puede encomendar la cuestión a cretum, tribunal potest rem
un auditor o al presidente. committere auditori vel praesidi.
Capítulo I
De la no comparecencia de las partes
tender que el demandado que deja transcurrir un plazo sin realizar el acto, pierde
definitivamente la posibilidad de llevarlo a cabo. Si es inicial esa actitud del de-
mandado, se le declara ausente, siguiéndose el proceso hasta la sentencia sin ne-
cesidad de volver a notificarle más actuaciones; únicamente se le notificará la sen-
tencia. La reiteración de la citación depende de que el juez lo estime oportuno,
no siendo necesario hacerlo en caso de que conste que ha recibido la primera ci-
tación.
1593 El demandado puede personarse en el juicio antes de la definición de la
causa. Este precepto favorece notablemente al demandado ausente, ya que con-
siente que presente pruebas y alegaciones, cuando lo lógico hubiera sido enten-
der que, si dejó pasar el período probatorio sin hacer uso de la facultad de probar,
asuma la carga correspondiente, entendiéndose precluida esta facultad.
Si se ha producido la conclusión en la causa, puede esperar a que se dicte
sentencia y plantear la impugnación correspondiente. Si acredita debidamente
que estuvo impedido de personarse antes, podrá entonces interponer la querela
nullitatis contra la sentencia, como se desprende también del c. 1622, 6.º, siem-
pre que la proponga dentro del plazo correspondiente (c. 1623).
1594 El legislador ha regulado la figura de la ausencia del actor en la litiscon-
testatio de una forma parecida a como se encontraba ya en los cc. 1849-1850 del
CIC 17, que el nuevo precepto ha intentado perfeccionar. Si el actor no respon-
984 Libro VII. De los procesos
Capítulo II
De la intervención de un tercero en la causa
proceso instaurado inter alios; se da entrada al tercero para que pueda desarro-
llar las actividades procesales pertinentes a la defensa de su propio derecho o
interés. Habiendo desaparecido del Codex el recurso de oposición de tercero
(cfr. CIC 17, cc. 1898-1901) cobra hoy especial importancia este instituto pro-
cesal.
En el § 1 se distinguen los tres tipos de intervención que la doctrina seña-
la: intervención principal, cuando el tercero actúa en relación a un derecho
propio frente a las partes del proceso inicial; intervención litisconsorcial, si el
tercero actuando por un derecho propio, viene a sumarse a una de las partes, li-
tigando contra la otra; y la intervención adhesiva o accesoria, cuando en rela-
ción a un interés se adhiere a una de las partes, sólo ayudándole a que triunfe
su postura.
En el § 2 se puede ver la necesidad de que el tercero presente demanda de
intervención ante el juez que conoce la causa principal, suscitando un incidente
en el que se ha de demostrar sumariamente el derecho que tiene a intervenir. Si
es resuelto favorablemente, se incorpora al proceso con los derechos procesales de
parte. En la sentencia definitiva habrá de resolverse con carácter previo acerca de
la existencia o no del derecho del tercero, especialmente cuando se trata de una
intervención principal.
Se mantiene en el § 3 el principio —contenido en las Decrétales— de que
el tercero ha de aceptar la causa en el estado y término en que se encuentre, no
pudiendo llevar a cabo actos procesales cuya oportunidad ha precluido para las
partes, exceptuándose la proposición y práctica de la prueba. Consideramos que
en los supuestos de intervención principal tal principio ha de entenderse conve-
nientemente atenuado.
1597 En este c., el legislador ha unificado la intervención forzosa, la promo-
vida a instancia de parte y la denominada iussu iudicis (cfr. c. 1853 CIC 17), si
bien puede entenderse que continúa vigente esta distinción. Nada impide que
las partes, o una de ellas, sean quienes pongan de relieve la necesidad de que in-
tervenga un tercero, y el juez —si lo aprecia necesario— llame al tercero a la
causa.
986 Libro VII. De los procesos
Título VI
De la publicación de las actas
y de la conclusión y discusión de la causa
1.º en las causas en las que se trate sólo 1.º in causis, in quibus agitur de
del bien particular de las partes, si todas solo privato partium bono, si
ellas están de acuerdo; omnes partes consentiant;
2.º en las demás causas, después de oír a 2.º in ceteris causis, auditis par-
tibus et dummodo gravis exstet
las partes y con tal de que haya una razón ratio itemque quodlibet fraudis
grave y se evite todo peligro de fraude o vel subornationis periculum re-
de soborno; moveatur;
3.º en todas las causas, cuando es verosí- 3.º in omnibus causis, quoties
mil que, de no admitirse una nueva prue- verisimile est, nisi probatio no-
ba, la sentencia habrá de ser injusta, por va admittatur, sententiam in-
las razones expuestas en el c. 1645 § 2, iustam futuram esse propter
1.º-3.º. rationes, de quibus in can.
1645, § 2, nn. 1-3.
§ 2. El juez puede sin embargo mandar o § 2. Potest autem iudex iubere
permitir que se presente un documento, vel admittere ut exhibeatur do-
que quizá antes no pudo presentarse sin cumentum, quod forte antea si-
culpa del interesado. ne culpa eius cuius interest, ex-
§ 3. Las nuevas pruebas han de publicar- hiberi non potuit.
se, cumpliendo el c. 1598 § 1. § 3. Novae probationes publi-
centur, servato can. 1598, § 1.
1601 Una vez realizada la conclusión de 1601 Facta conclusione in
la causa, el juez establecerá un causa, iudex congruum
plazo conveniente para que se presenten temporis spatium praestituat
las defensas o alegatos. ad defensiones vel animadver-
siones exhibendas.
1602 § 1. Las defensas y alegatos han 1602 § 1. Defensiones et ani-
de hacerse por escrito, a no ser madversiones scriptae
que el juez, con el consentimiento de las sint, nisi disputationem pro tri-
partes, considere suficiente la discusión bunali sedente iudex, consen-
ante el tribunal en sesión. tientibus partibus, satis esse cen-
seat.
Para todas las causas en general, se prevé además admitir pruebas cuando
sin éstas la sentencia futura pudiera incurrir en una injusticia semejante a la que
justificaría en su día una restitución in integrum, motivada por la falsedad de la
prueba, o por la presentación de nuevos documentos que contradigan de modo
indudable la decisión, o porque ésta se obtuvo por el dolo de una parte en daño
de la otra. Aunque la cuestión no estará exenta de dificultades, en estos casos se
trata de anticiparse a la eventual restitutio in integrum contra la sentencia que re-
sulte injusta por causa de determinados vicios radicados especialmente en la
prueba. Aunque el c. no lo diga expresamente, estas pruebas podrán ser ordena-
das también ex officio, dada la trascendencia que tienen para la justicia de la sen-
tencia.
1601 Se trata de un plazo prorrogable, ya que todo plazo judicial es por natu-
raleza prorrogable (cfr. c. 1465 § 2).
1602 El § 1 introduce una novedad de cierta importancia en comparación con
el c. 1863 § 1 del CIC 17. Se autoriza, a las partes que así lo consientan, a reali-
zar las defensas y objeciones conclusivas —en principio formuladas por escrito—,
a modo de discusión oral ante el juez constituido en tribunal, si éste así lo decide
por estimarlo suficiente.
P. II. s. I. t. VI. De la publicación de las actas 989
1606 Si las partes descuidan la presen- 1606 Si partes parare sibi tem-
tación de la defensa dentro del pore utili defensionem
plazo útil, o si se remiten a la ciencia y neglexerint, aut se remittant iu-
conciencia del juez, éste puede inmediata- dicis scientiae et conscientiae, iu-
dex, si ex actis et probatis rem
mente dictar sentencia, si por lo alegado y habeat plane perspectam, pot-
probado tiene pleno conocimiento de la erit statim sententiam pronun-
cuestión, después de requerir las observa- tiare, requisitis tamen animad-
ciones del promotor de justicia y del de- versionibus promotoris iustitiae
fensor del vínculo, si intervienen en el jui- et defensoris vinculi, si iudicio
cio. intersint.
por completo a la prudencia judicial, tanto para ordenar su práctica, como para
moderar su desarrollo.
1605 Se prescribe la presencia del notario en estos actos de información oral
con una intención distinta a las genéricas de proporcionar validez y ofrecer fe pú-
blica al acto judicial celebrado (cfr. c. 1437), en cuyo caso no sería necesario el
nuevo precepto. Ahora se procura que quede especialmente garantizado —por
escrito, y de modo inmediato y fidedigno— lo que se dijo y concluyó por cada
una de las partes o sus abogados en esos actos orales celebrados ante la presencia
judicial. Esta actividad de constatación sólo se llevará a cabo por el notario si el
juez la ordena, o si la parte la pide y el juez consiente.
1606 Puede no interesar a las partes ejercer ese derecho a las defensas últi-
mas; el juez otorgará siempre el plazo que concede el c. 1601, pero su utiliza-
ción por las partes es siempre potestativo. Nos hallamos ante una carga proce-
sal, que la parte puede afrontar poniendo en marcha la actividad procesal
oportuna o —por el contrario— puede desaprovechar afrontando las conse-
cuencias de su inactividad. En rigor, estas defensas últimas conclusivas rara vez
suelen aportar algo nuevo. Por consiguiente, la parte puede renunciar expresa-
mente al derecho de alegación que se le ofrece, remitiéndose a la ciencia y con-
ciencia del juez; mas también puede hacerlo de un modo tácito, dejando trans-
currir sin acto propio el plazo procesal que se le ha concedido. En ambos casos
surge un nuevo momento procesal, en el que incumbe al juez pronunciar su
sentencia.
P. II. s. I. t. VII. De los pronunciamientos del juez 991
Título VII
De los pronunciamientos del juez
na, pero no siempre la verdad de los hechos es aprehensible por una prueba di-
recta, sino que es conclusión cierta deducible de datos objetivos; éstos se hallan
en las alegaciones y conductas de las partes, en las pruebas aportadas, en los indi-
cios que de estas pruebas resultan; y nunca puede derivar, por ej., de una infor-
mación privada adquirida por el juez. Pío XII, en una alocución al Tribunal de la
Rota Romana, de 1.X.1942 (AAS 34 [1942] 338-342), hizo una aportación de-
cisiva al enseñar cómo esta certeza moral resulta de multitud de indicios y de-
mostraciones que, si aisladamente, no son decisivas, sin embargo pueden fundar,
en su conjunto, una certeza verdadera que impida surja en contra una duda pru-
dente en el hombre de sano juicio.
La valoración de las pruebas corresponde a la conciencia del juez, con lo que
el sistema canónico queda adscrito al designado como de valoración libre de la
prueba, sin perjuicio de que, en algunas hipótesis, las prescripciones de la ley deter-
minen en concreto cual sea la eficacia de ciertas pruebas (cfr. cc. 1526 y 1536 § l).
§ 4. La no adquisición de certeza moral, respecto al derecho que el actor
pretende le sea reconocido, obliga al juez a dictar una sentencia absolutoria del
demandado. En rigor, este precepto es consecuencia de que el orden jurídico
debe ser respetado en su situación de hecho, mientras quien pretenda un deter-
minado efecto jurídico no acredite, con la debida prueba, que tiene el derecho a
que se le conceda tal efecto. Este respeto jurídico a las situaciones de hecho, a las
realidades jurídicas tal como se presentan socialmente constituidas, en tanto no
se pruebe lo contrario, explica que se protejan determinadas situaciones que go-
zan de un especial favor iuris.
1609 Se nos describe el procedimiento interno que ha de seguir el tribunal co-
legiado hasta concluir la sentencia que define la causa principal. Mutatis mutan-
dis habrá que entender que debe seguirse análogo procedimiento para dictar las
sentencias interlocutorias (vid. c. 1613), y los decretos cuando no son meramen-
te ordinatorios (vid. c. 1617).
P. II. s. I. t. VII. De los pronunciamientos del juez 993
3.º exponere rationes seu moti- 3.º exponer las razones o motivos, tanto
va, tam in iure quam in facto, de derecho como de hecho, en los que se
quibus dispositiva sententiae funda la parte dispositiva de la senten-
pars innititur; cia;
4.º statuere de litis expensis. 4.º determinar lo referente a las costas del
litigio.
1612 § 1. Sententia, post divi- 1612 § 1. Después de invocar el Nom-
ni Nominis invocatio- bre de Dios, la sentencia debe ex-
nem, exprimat oportet ex ordi- poner, por orden, quién es el juez o el tri-
ne qui sit iudex aut tribunal; bunal; quiénes son el actor, el demandado
qui sit actor, pars conventa, y el procurador, indicando sus nombres y
procurator, nominibus et domi- domicilios; así como el promotor de justi-
ciliis rite designatis, promotor
iustitiae, defensor vinculi, si par- cia y el defensor del vínculo, si tomaron
tem in iudicio habuerint. parte en el juicio.
§ 2. Referre postea debet brevi- § 2. Después debe exponer brevemente el
ter facti speciem cum partium hecho del que se trata, las conclusiones de
conclusionibus et formula du- las partes y la fórmula de las dudas.
biorum. § 3. A continuación seguirá la parte dispo-
§ 3. Hisce subsequatur pars dis- sitiva de la sentencia, precedida de las ra-
positiva sententiae, praemissis zones en que se fundamenta.
rationibus quibus innititur.
§ 4. Se concluye con la indicación del día
§ 4. Claudatur cum indicatione y del lugar en que se ha dictado, con la
diei et loci in quibus prolata est firma del juez o de todos los jueces, si el
et cum subscriptione iudicis vel,
si de tribunali collegiali agatur, tribunal es colegial, y del notario.
omnium iudicum et notarii.
1613 Las reglas arriba expuestas sobre 1613 Regulae superius posi-
la sentencia definitiva han de aco- tae de sententia definiti-
modarse también a la sentencia interlocu- va, sententiae quoque interlo-
toria. cutoriae aptandae sunt.
1614 Con este precepto se intenta evitar que se dilate la publicación de las
sentencias, y queden paralizados sine die los plazos para las diversas impugnacio-
nes, que contra ellas quepa plantear. Los plazos para la apelación y otros recursos
dependen, en su inicio, del acto formal por el que se entiende que una sentencia
ha sido publicada. Se pone así de manifiesto que el derecho a impugnar la sen-
tencia no nace del hecho de que la parte sepa que ha sido perjudicada por la sen-
tencia, sino del íntegro conocimiento de ella, en su total formulación: son, en de-
finitiva, sus motivos o argumentos los que informarán a la parte de las
posibilidades que tiene de lograr la revocación de la sentencia impugnada.
1615 El c. anterior indicaba cuándo se ha de publicar la sentencia; el presente
prescribe cómo ha de llevarse a cabo esta publicación. Es importante —porque
así se registra la fecha a partir de la cual comenzarán a correr los diversos plazos
según el tipo de impugnación— que en las actas del proceso quede constancia
del hecho de la publicación y del modo de practicarla; aunque expresamente el c.
1509 § 2 no mencione cómo ha de practicarse tal constatación, ésta debe ofrecer
garantías que la haga fidedigna.
1616 Frente a los recursos contra las sentencias, la doctrina procesal suele de-
signar a la corrección de sentencias con el calificativo de remedio. El presente Có-
P. II. s. I. t. VII. De los pronunciamientos del juez 997
Título VIII
De la impugnación de la sentencia
Capítulo I
De la querella de nulidad contra la sentencia
1619 Siempre que se trate de una causa 1619 Firmis cann. 1622 et 1623,
que se refiera al bien de las perso- nullitates actuum, positi-
nas privadas, quedan sanadas por la sen- vo iure statutae, quae, cum es-
dijo al respecto, y fue el art. 214 § 2, de la Instr. Provida Mater Ecclesia, el precep-
to que permitió calificar acerca de la eficacia definitiva. Esta calificación se hizo de-
pender, con acierto, de que la sentencia o el decreto interlocutorios irrogaran un
gravamen que no pudiera luego ser subsanado por la sentencia definitiva.
En este nuevo c. se determina, en cambio, el alcance del concepto, sujetán-
dolo a cierto efecto procesal; sin embargo, entendemos que cabe el efecto defini-
tivo de una resolución judicial interlocutoria no incluida en las categorías que el
nuevo c. establece, y que puede merecer también gozar de la eventualidad de ape-
lación autónoma. Por esto, nos parece que este c. no intenta agotar las hipótesis
en las que se da la fuerza de sentencia definitiva, aunque señale algunas de ellas
para su mayor seguridad.
sent notae parti querelam pro- tencia las nulidades de los actos estableci-
ponenti, non sint ante senten- dos por el derecho positivo que, siendo
tiam iudici denuntiatae, per ip- conocidas por la parte que propone la
sam sententiam sanantur, quo- querella, no hayan sido denunciadas al
ties agitur de causa ad privato- juez antes de la sentencia, quedando en
rum bonum attinenti. pie lo que prescriben los cc. 1622 y 1623.
1620 Sententia vitio insanabi- 1620 La sentencia adolece de vicio de
lis nullitatis laborat, si: nulidad insanable si:
1.º lata est a iudice absolute in- 1.º fue dictada por un juez absolutamente
competenti; incompetente;
2.º lata est ab eo, qui careat po- 2.º fue dictada por quien carece de potes-
testate iudicandi in tribunali in tad de juzgar en el tribunal ante el cual se
quo causa definita est;
ha tratado la causa;
3.º iudex vi vel metu gravi coac-
tus sententiam tulit; 3.º el juez emitió sentencia coaccionado
por violencia o miedo grave;
4.º iudicium factum est sine iu-
diciali petitione, de qua in can. 4.º el juicio se ha realizado sin la petición
1501, vel non institutum fuit judicial de la que se trata en el c. 1501, o
adversus aliquam partem con- no se entabló contra algún demandado;
ventam;
tiende subsanada por la sentencia. No se dice que sea sólo la sentencia que alcan-
zó firmeza, pero así debe entenderse, porque si —según el c. 1625— la querella
de nulidad puede proponerse con la apelación, es lógico que en trámite de apela-
ción quepa impugnar la sentencia no sólo por razones de fondo, sino por aque-
llas formales que engendran nulidad, puesto que en rigor no existe sententia iudi-
cii mientras no hay sentencia firme, es decir, mientras no se produce el efecto de
cosa juzgada formal (vid. c. 1641). Esta sentencia firme, sin posibilidad de apela-
ción, será la que purifique todo vicio procedimental, evitándose así que lo no im-
pugnado in itinere arrastre luego la nulidad de lo que ya se encuentra in termino,
in fine.
1620 Esta amplia relación de causas de nulidad insanable de la sentencia con-
tiene una serie de vicios esenciales de nulidad radical, que pretende agotar toda
hipótesis que, iure naturali, pueda producirse en un contexto procesal.
El c. ha contemplado los presupuestos que debe reunir el proceso, los presu-
puestos subjetivos del juez (nn. 1.º y 2.º), de las partes (nn. 5.º y 6.º) y del obje-
to (n. 8.º), para negar de modo absoluto la validez de una sentencia que se pro-
nuncie sin esos requisitos que le son indeclinables. Además, ha sancionado de
modo muy significativo (n. 4.º) que el proceso canónico debe concebirse promo-
vido a instancia de parte (y de aquí su remisión al c. 1501), y proseguido en con-
tradictorio (con lo que el precepto encierra una implícita y necesaria referencia,
sobre todo, a lo que disponen los cc. 1507-1511 y 1513); además, se reconoce
que el derecho a la defensa de una y otra parte (n. 7.º), es un derecho natural
procesal que nunca puede ser ignorado por un juez. Por último, la sentencia,
aunque esté adornada de todos los requisitos jurídicos para su validez, no deja de
ser un acto humano que, para ser calificado de tal, requiere (n. 3.º) que sea libre-
mente pronunciada por el juez (cfr., para los actos jurídicos en general, los cc.
124-127).
1000 Libro VII. De los procesos
5.º se dio entre partes de las cuales una al 5.º lata est inter partes, quarum
menos no tiene capacidad de actuar en altera saltem non habeat perso-
juicio; nam standi in iudicio;
6.º alguien actuó en nombre de otro sin 6.º nomine alterius quis egit si-
mandato legítimo; ne legitimo mandato;
7.º fue denegado a una de las dos partes el 7.º ius defensionis alterutri par-
ti denegatum fuit;
derecho de defensa;
8.º controversia ne ex parte qui-
8.º no dirimió la controversia, ni siquiera dem definita est.
parcialmente.
1621 La querella de nulidad a la que se 1621 Querela nullitatis, de qua
refiere el c. 1620 puede proponer- in can. 1620, proponi pot-
se perpetuamente como excepción; y est per modum exceptionis in
como acción, en el plazo de diez años, perpetuum, per modum vero ac-
desde la fecha de la sentencia, ante el juez tionis coram iudice qui senten-
tiam tulit intra decem annos a
que la dictó. die publicationis sententiae.
1622 La sentencia adolece de vicio de 1622 Sententia vitio sanabilis
nulidad sanable, exclusivamente nullitatis dumtaxat la-
si: borat, si:
1.º ha sido dada por un número no legíti- 1.º lata est a non legitimo nume-
mo de jueces, contra lo que prescribe el c. ro iudicum, contra praescrip-
1425 § 1. tum can. 1425, § 1.
2.º motiva seu rationes deciden- 2.º no contiene los motivos o razones de
di non continet; la decisión;
3. subscriptionibus caret iure 3.º carece de las firmas prescritas por el
praescriptis; derecho;
4.º non refert indicationem an-
ni, mensis, diei et loci in quo 4.º no lleva indicación del año, mes, día y
prolata fuit; lugar en que fue dictada;
5.º actu iudiciali nullo innititur, 5.º se basa en un acto judicial afectado de
cuius nullitas non sit ad nor- una nulidad que no haya quedado subsa-
mam can. 1619 sanata; nada a tenor del c. 1619;
6.º lata est contra partem legi-
time absentem, iuxta can. 1593, 6.º fue dada contra una parte legítima-
§ 2. mente ausente, de acuerdo con el c. 1593
§ 2.
1623 Querela nullitatis in ca- 1623 En los casos a que se refiere el c.
sibus, de quibus in can. 1622, la querella de nulidad puede
1622, proponi potest intra tres proponerse en el plazo de tres meses des-
menses a notitia publicationis de que se tuvo conocimiento de la publi-
sententiae. cación de la sentencia.
1624 De querela nullitatis vi- 1624 Examina la querella de nulidad el
det ipse iudex qui sen- mismo juez que dictó la senten-
tentiam tulit; quod si pars vere- cia; pero si la parte teme que dicho juez
atur ne iudex, qui sententiam tenga prejuicios y, por tanto, lo considera
querela nullitatis impugnatam sospechoso, puede exigir que sea sustitui-
tulit, praeoccupatum animum
habeat ideoque eum suspectum do por otro juez, de acuerdo con el c.
existimet, exigere potest ut alius 1450.
iudex in eius locum subrogetur
ad normam can. 1450.
La novedad del n. 6.º es más aparente que real, pues en el CIC 17 este su-
puesto contaba a su favor con la restitutio in integrum para apelar (cfr. c. 1847 del
CIC 17), mientras que en el vigente (c. 1593 § 2) se le sustituye por la querela
nullitatis. Por último, el n. 5.º parece dejar abiertas a más posibilidades las hipó-
tesis de sentencias con vicios de nulidad sanable, convirtiendo el régimen de la
nulidad en abierto cuando parecía haberlo clausurado el c. 1619.
1623 Como plazo legal (cfr. c. 1465 § 1), no es susceptible de prórroga algu-
na. En cambio, resulta lógico que le sea aplicado por analogía el término a quo
que para el cómputo del plazo precisa el c. 1630 §, 1 —a notitia publicationis sen-
tentiae—; también procede observar lo que dispone, con carácter general, para el
término ad quem, el c. 1467. El plazo prescrito no excluye la posibilidad de plan-
tear la querella de nulidad sanable de la sentencia juntamente con la apelación,
quedando sujeta entonces a las exigencias temporales que ésta exige para su inter-
posición, según dispone el c. 1625.
1624 La querella de nulidad de la sentencia, sea sanable o insanable su vicio,
se interpone —salvo lo previsto en el c. 1445 § 1, 1.º— ante el mismo juez que
pronunció la sentencia. Sólo en la hipótesis de que surja la sospecha de que esté
en peligro su imparcialidad, sin que se cambie la norma de competencia, se pro-
cederá a su sustitución personal, según lo dispuesto en e1 c. 1450.
1002 Libro VII. De los procesos
1627 Causae de querela nulli- 1627 Las causas sobre querella de nuli-
tatis secundum normas dad pueden tratarse según las nor-
de processu contentioso orali mas del proceso contencioso oral.
tractari possunt.
Capítulo II
De la apelación
1628 Pars quae aliqua senten- 1628 La parte que se considera perjudi-
tia se gravatam putat, cada por una sentencia, así como
itemque promotor iustitiae et el promotor de justicia y el defensor del
defensor vinculi in causis in qui- vínculo en las causas que requieren su
bus eorum praesentia requiri- presencia, tienen derecho a apelar al juez
tur, ius habent a sententia appel- superior contra la sentencia, quedando a
landi ad iudicem superiorem,
salvo praescripto can. 1629. salvo lo que prescribe el c. 1629.
introducido la novedad de que sean quince días útiles, a cuyo efecto se ha de te-
ner también en cuenta lo que dispone el c. 201 § 2.
La interposición de la apelación ha de hacerse por escrito, pero el § 2 permi-
te que se interponga en forma oral ante notario, quien redactará acta escrita en
presencia del propio apelante.
1631 Cuando se plantee cuestión relativa al derecho a la apelación, este c.
prescribe que tenga el más rápido procedimiento, remitiendo a los trámites del
proceso contencioso oral (cfr. cc. 1656-1670). Se intenta alcanzar rapidez, mas
también pronta firmeza de la resolución que se dicte: con el término expeditissi-
me, se reproduce el mismo adverbio modal que se utiliza por el c. 1629, 5.º, en
relación a sentencias o decretos no susceptibles de apelación por razón del proce-
dimiento rápido seguido. De este modo, se procura evitar el abuso bien generali-
zado de impugnaciones, en base al ius appellandi, que han ocasionado dilaciones
y gastos procesales injustificados, con evidente daño para la justicia.
1632 Como el anterior, este c. es también nuevo. Se advierte especialmente la
utilidad del § 2, para los posibles casos de conflictos de competencia entre diver-
sos tribunales en la apelación, al salvarse con prioridad el fuero de la prevención
por la remisión al c. 1415. El conflicto surgirá de ordinario entre tribunales que
tienen igual competencia funcional, y en tal caso puede ser de superior grado un
tribunal que, en principio, pertenece a un rango jerárquico común inferior al que
pronunció la sentencia de primera instancia (cfr. c. 1438, 2.º). Si el conflicto de
competencia surgiera, por ej., entre un tribunal metropolitano (cfr. c. 1438, 1.º)
y otro constituido para una región como tribunal de segunda instancia por la
Conferencia Episcopal (cfr. c. 1439), no cabe decir que éste sea de superior gra-
do que el del metropolitano.
1633 La prosecución de la apelación o su formalización ante el juez ad
quem, parece tener un plazo fatal de un mes. Conforme al c. 202 § 1, por mes
se entiende un plazo de treinta días, y además, según su § 2, se trata de un
1006 Libro VII. De los procesos
Título IX
De la cosa juzgada y de la restitución «in integrum»
Capítulo I
De la cosa juzgada
Caput I. De re iudicata
En la moderna doctrina procesal se considera la res iudicata en una doble di-
mensión: la que se designa como cosa juzgada formal, producida cuando la sen-
tencia resulta ser el acto terminativo de la cognición procesal; y la que se designa
como cosa juzgada material, es decir, determinante de cuáles sean los efectos de
sus concretos pronunciamientos: lo que a su vez cuenta con una duplicidad de
manifestaciones: por un lado, su ejecutabilidad, generante de la actio iudicati; de
otro, su preclusividad, derivada de aquella fuerza que posee para hacer efectivo el
principio ne bis in idem, el cual se hace operativo fundamentalmente por la ex-
cepción rei iudicatae.
1641 Dividido el precepto en cuatro apartados, todos coinciden en un mismo
efecto, el designado por la doctrina procesal bajo los términos de cosa juzgada for-
mal. En todas las hipótesis previstas por el c., la sentencia se presenta como obra
terminativa de la cognición procesal, por resultar inimpugnable mediante la vía
de los recursos judiciales ordinarios. Es lo que conduce a que comúnmente, en el
lenguaje procesal, se hable de la firmeza de la sentencia o de sentencia firme, expre-
sión análoga a sentencia inapelable.
Tal situación de firmeza se adquiere por dos vías posibles: a) por razón de la
propia sentencia, bien sea porque por propia naturaleza no es susceptible de ape-
lación —hipótesis del n. 4.º—; bien sea porque se ha hecho irrecurrible, al estar
P. II. s. I. t. IX. De la cosa juzgada y de la restitución «in integrum» 1011
§ 2. La misma hace ley entre las partes y § 2. Eadem facit ius inter partes
da lugar a acción y a excepción de cosa et dat actionem iudicati atque
juzgada, que puede también el juez decla- exceptionem rei iudicatae, quam
rar de oficio, para impedir que vuelva a iudex ex officio quoque declara-
introducirse la misma causa. re potest ad impediendam no-
vam eiusdem causae introduc-
tionem.
1643 Nunca pasan a cosa juzgada las 1643 Numquam transeunt in
causas sobre el estado de las per- rem iudicatam causae
sonas, incluso las de separación de los de statu personarum, haud ex-
cónyuges. ceptis causis de coniugum sepa-
ratione.
1644 § 1. Si se pronuncian dos senten- 1644 § 1. Si duplex sententia
cias conformes en una causa acer- conformis in causa de
ca del estado de las personas, puede recu- statu personarum prolata sit,
rrirse en cualquier momento al tribunal de potest quovis tempore ad tribu-
apelación, aduciendo nuevas y graves nal appellationis provocari, no-
pruebas o razones, dentro del plazo peren- vis iisque gravibus probationi-
bus vel argumentis intra pe-
torio de treinta días desde que se propuso remptorium terminum triginta
la impugnación. Y, dentro de un mes a dierum a proposita impugna-
partir de la presentación de las nuevas tione allatis. Tribunal autem
pruebas y razones, el tribunal de apela- appellationis intra mensem ab
ción debe decidir mediante decreto si ad- exhibitis novis probationibus et
mite o no la nueva proposición de la cau- argumentis debet decreto sta-
sa. tuere utrum nova causae pro-
positio admitti debeat necne.
Capítulo II
De la restitución «in integrum»
sí producen cierta eficacia de cosa juzgada, aunque sea limitada; b) por consi-
guiente, ante una nueva demanda, con base a la triple identidad del c. 1641, 1.º,
cabe que el demandado alegue la exceptio rei iudicatae; c) que esta excepción no
prosperará cuando la demanda se apoye en nuevas y graves pruebas o argumen-
tos, innovación que se presenta como límite de la res iudicata en el caso de la do-
ble conformidad de estas sentencias; d) que juzgar acerca de si hay o no res iudi-
cata, en relación al nuevo planteamiento, corresponde únicamente ex officio al
tribunal de apelación (cfr. c. 1642 § 2), al limitado objeto de decidir acerca de la
admisión de la nueva causa; e) que, para que el tribunal de apelación designado
como competente se pronuncie sobre la admisión de la ulterior propositio —o re-
visión, como en España usualmente se suele llamar—, ha de emitir juicio previo
sobre si la nueva demanda se apoya en nuevos y graves argumentos y pruebas; f )
que, aunque esta demanda se puede plantear en cualquier momento, el tribunal
de apelación debe dictar un decreto, in limine litis, de admisión o rechazo, en el
plazo fatal de treinta días, a computar desde la exhibición de esos nuevos argu-
mentos o pruebas, los cuales han de justificar en derecho —al menos prima
facie— que la cosa juzgada no se estima producida a pesar de la doble conformi-
dad antecedente.
§ 2. Si en los procesos sobre el estado de las personas, la eficacia de la cosa
juzgada sólo queda limitada por la posibilidad de plantear ulterior demanda con
nuevos y graves argumentos y pruebas, que enerven la exceptio rei iudicatae, tam-
bién el efecto positivo de la cosa juzgada —actio iudicati (cfr. c. 1642)— se da en
estas hipótesis, salvo que el tribunal de apelación, al admitir la nueva propositio,
decrete a su vez la suspensión de la ejecución de la sentencia en previsión bien
fundada de evitar un daño irreparable (cfr. c. 1650 § 3). Junto al efecto devoluti-
vo de la apelación, eventualmente puede darse también, en este peculiar recurso,
el efecto suspensivo.
sentencia haya pasado a cosa juzgada, con lo que, a contrario sensu, deben quedar
excluidas las sentencias dictadas en las causas que contempla el c. 1643, puesto
que la literalidad de su texto es abiertamente excluyente de tal efecto, al menos
según la mens legis; b) que conste manifiesta injusticia de la sentencia, y si bien
esto no podrá quedar acreditado ciertamente sino tras la práctica de la prueba,
será al menos necesario razonarlo en el libelo de demanda de restitución, ya que
constituye su fundamento justificativo (cfr. c. 1505 § 2, 4.º), su peculiar fumus
boni iuris, debiendo desde luego quedar indicado con claridad el supuesto —o
supuestos— del § siguiente de este c. que opere como causa petendi restitutionis.
§ 2. La manifiesta injusticia se ha de apoyar en alguno de los supuestos si-
guientes: 1) que la sentencia impugnada se fundamente en pruebas que después
se acreditaron falsas, siendo precisamente estas descalificadas pruebas las que
condicionaron sus pronunciamientos (n. 1.º); 2) que hayan aparecido posterior-
mente documentos que acrediten hechos nuevos desconocidos cuando se dictó la
sentencia, y con tal fuerza de prueba que resulte necesario pronunciarse de nue-
vo con una decisión contraria, si se quiere que el proceso realmente sirva a la ver-
dad y a la justicia (n. 2.º); 3) que haya mediado, para obtener sentencia favora-
ble, maquinación fraudulenta de una de las partes, ignorando la otra parte el
dolo de su contraria, y por el cual sufrió un perjuicio que merece ser reparado (n.
3.º); 4) que se haya dictado la sentencia impugnada con evidente infracción de
leyes que no sean meramente procesales (n. 4.º). Con esta precisión se intenta
terminar con una cuestión muy controvertida anteriormente: si de la interpreta-
ción del c. 1905 § 2, 5.º del CIC 17 cabía deducir que tanto la inflación de leyes
materiales como procesales justificaban la demanda restitutionis; y 5) que exista
una sentencia anterior, dictada en sentido contrario, que hubiera pasado a cosa
juzgada (n. 5.º). Por el c. 1642 § 2 se advierte que la cosa juzgada no ha quedado
regulada, en el nuevo Código, como excepción sólo dependiente de la iniciativa
de parte, sino que es también apreciable ex officio; ha pasado a pertenecer al bien
público de la Iglesia, tal como se considera por el c. 1452, lo que explica la inno-
P. II. s. I. t. IX. De la cosa juzgada y de la restitución «in integrum» 1015
vación que el supuesto significa en este tipo de impugnación, si bien habrá de te-
nerse en cuenta que han de concurrir las tres identidades de las que se hizo men-
ción en el c. 1641, 1.º.
1646 §§ 1 y 2. Estos dos preceptos señalan normas de atribución de compe-
tencia bien diversas, ora referida al propio juez que dictó la sentencia impugnada
—en los supuestos 1.º, 2.º y 3.º del c. 1645 § 2—, ora al tribunal de apelación
del que antes pronunció la sentencia —en los supuestos 4.º y 5.º del mismo pre-
cepto—. Se determina además un plazo legal común de tres meses (cfr. c. 1465 §
1), para cuyo cómputo, su día a quo es señalado diversamente según el supuesto
que sirve a la causa petendi, y teniendo en cuenta la peculiaridad de cada uno de
estos motivos.
§ 3. La tradicional acción restitutionis in integrum, a favor de los derechos de
los menores y a los que a estos se asimilaron, cuando fueren perjudicados grave-
mente en sus intereses —regulada antes en los cc. 1687 y 1688 del CIC 17 y que
trascendió al derogado c. 1905 § 1—, ha quedado reducida, en el vigente Códi-
go, a la posibilidad de plantear esta especial impugnación de restitución, favore-
ciéndosele al menor lesionado con la dilación del término a quo, pues comienza
a computarse el plazo de interposición de la demanda a partir del día en que al-
cance su mayoría de edad (cfr. también, para las diversas acciones, los cc.
1496-1500).
1647 El precepto repite literalmente el c. 1907 del CIC 17. El efecto suspen-
sivo del recurso ordinario (cfr. c. 1638) es acogido en el recurso extraordinario de
restitución, sólo para la hipótesis de que no haya sido incoada la ejecución de la
sentencia impugnada en el momento de plantear la nueva petición. Sin embargo,
cuando existan indicios para sospechar que esta demanda no tiene otra finalidad
1016 Libro VII. De los procesos
Título X
De las costas judiciales y del patrocinio gratuito
sando que ya había en el Codex otros procedimientos —el de las causas inciden-
tales (cfr. cc. 1587-1591) o el del contencioso oral (cfr. cc. 1656-1670)— que
permitían conciliar rapidez y economía junto al principio de garantía de partes.
Por dirigirse la restitutio in integrum contra una sentencia que pasó a cosa juzga-
da, el objeto de esta causa y su procedimiento rechazan toda calificación que los
pueda equiparar a una causa incidental; resulta más fundada, en consecuencia, la
opinión antes expuesta, en el sentido de que, al objeto que aquí se pretende, su
cauce procesal más adecuado es el que deriva de la aplicación del c. 1656.
Título XI
De la ejecución de la sentencia
1653 En primer lugar, habrá que estar a lo que disponga la ley particular si la
hubiere, mención que distingue a esta nueva norma de la contenida en el c. 1920
del CIC 17. Subsidiariamente, el c. 1653 reitera el precepto derogado; es decir,
resalta el carácter administrativo de la actividad de ejecución de sentencia, al atri-
buírsela directamente al Obispo, y, en consecuencia, si el Vicario judicial la lleva
a cabo en algún caso, necesitará recibir expresa delegación; y, en cuanto a la com-
petencia por razón territorial, rige el criterio de competencia originaria, que de-
termina la de la primera instancia y no la competencia derivada o funcional, sal-
vo que el Obispo rechace o sea negligente en ejecutar la sentencia, en cuyo caso
se produce análogo efecto al judicial devolutivo, y compete dicha ejecución al
Ordinario del tribunal de apelación. El problema adquiere especial dificultad
cuando se trate del Tribunal de la Rota Romana o el de la Nunciatura Apostólica
de Madrid.
En cambio, en el proceso entre religiosos, la ejecución sigue diverso criterio,
al ser atribuida al superior religioso o a su delegado, lo que se justifica por la ver-
ticalidad con que se producen siempre las relaciones de autoridad y obediencia
en estos institutos.
1654 Se desea que el ejecutor quede ceñido, en su facultad de interpretar la
sentencia, a la literalidad de su texto; es decir, que se sujete estrictamente al pri-
mer criterio que para la interpretación de la ley ofrece el c. 17, salvo que en la
sentencia haya quedado algún aspecto expresamente reservado a su arbitrio.
Sin embargo, se le otorga a su vez una facultad que excede de las facultades or-
dinarias de un órgano puramente ejecutivo, como es la de poder abstenerse de
ejecutar la sentencia; mas así como en el c. 1921 § 2 del CIC 17, tal facultad
era prácticamente ilimitada —bastaba que estimara la sentencia como mani-
P. II. s. I. t. XI. De la ejecución de la sentencia 1021
SECCIÓN II
DEL PROCESO CONTENCIOSO ORAL
1656 § 1. Por el proceso contencioso 1656 § 1. Processu contentio-
oral que se regula en esta sección, so orali, de quo in hac
pueden tratarse todas las causas no exclui- sectione, tractari possunt om-
das por el derecho, salvo que una de las nes causae a iure non exclusae,
partes pida que se siga el proceso conten- nisi pars processum contentio-
cioso ordinario. sum ordinarium petat.
§ 2. Si processus oralis adhibea-
§ 2. Son nulos los actos judiciales si se tur extra casus iure permissos,
emplea el proceso oral fuera de los casos actus iudiciales sunt nulli.
permitidos por el derecho.
1657 El proceso contencioso oral se 1657 Processus contentiosus
hace en primer grado ante un juez oralis fit in primo gradu
único, de acuerdo con el c. 1424. coram iudice unico, ad normam
can. 1424.
causas, en las que resultan comprometidos intereses de orden público, por lo que
se exigen las mayores garantías que ofrece el contencioso ordinario. Por otra par-
te, el proceso de nulidad de matrimonio ya tiene, para determinadas hipótesis, su
proceso rápido documental (cc. 1686-1688). También han de entenderse exclui-
das las materias propias de los dos procesos así designados por el Codex (cc.
1697-1707) dentro de la categoría de juicios especiales.
El Codex remite expresamente, para su tratamiento en sede del contencioso
oral, las causas incidentales (c. 1590 § 1), las de separación de cónyuges (c.
1693), la querela nullitatis de la sentencia (c. 1627).
Añade el c. que cualquiera de las partes puede solicitar que la causa sea cono-
cida siguiendo el trámite del proceso ordinario. Aunque nada diga el Codex, ha de
pensarse que, en principio, únicamente cabría al demandado manifestar esta vo-
luntad en la contestación a la demanda, al efecto de evitar retrasos innecesarios.
1658 La mayor exigencia en cuanto a los requisitos de la demanda que estable-
ce este c., al añadir, a los prescritos por el c. 1504, la necesidad de explicitar en
forma clara y ordenada los hechos en los que el actor funda su petición y la de in-
dicar de modo preciso las pruebas de las que piensa valerse para demostrar los he-
chos alegados, contrasta vivamente con la simplificación que en este extremo in-
troducía la Decretal Saepe, que suprimía la necesidad del libellum suplex con
todas sus formalidades. Pero, además, al añadir el § 2 la necesidad de que se
acompañen a la demanda una copia de los documentos en que se basa la parte
actora, parece que se aproxima más —al menos en su comienzo— al tipo de un
proceso documental.
En principio parece que se excluye la posibilidad de formular la demanda en
forma oral, lo cual está justificado, en la mente de los codificadores, por la nece-
sidad de que todo lo referente al proceso esté ya dispuesto previamente, con el fin
de obtener una mayor celeridad.
1659 Recibida la demanda, el juez ha de examinarla y, si observa que es invia-
ble la conciliación entre las partes, procederá a la comprobación de la existencia
de los presupuestos procesales (cfr. c. 1505). Apreciará también si la demanda
1024 Libro VII. De los procesos
de lo alegado por las partes. Queda determinado de este modo el objeto litigioso,
que permanecerá en principio invariable (cfr. c. 1514), y la sentencia habrá de
dar cumplida respuesta a cada una de las dudas planteadas en la fórmula, bajo
pena de nulidad (c. 1620, 8.º).
1662 En cuanto al orden de prioridad en que se han de tratar las cuestiones, se
remite a lo establecido en los cc. 1459-1464 para el proceso contencioso ordina-
rio (vid. comentario a esos cc.).
1663 Cuando sea necesario recabar determinadas pruebas, puede acudirse al
auxilio judicial, siendo entonces imposible que se efectúen en la misma audien-
cia (cfr. comentario al c. 1418). Parece que procedería también su realización an-
ticipada (vid. c. 1529) cuando se pretenda asegurar una prueba que corre peligro
de desaparecer. Son las dos excepciones al principio de concentración que esta-
blecen los cc. 1666-1667.
En el § 2 de este c. se contiene una importante novedad: la posibilidad de
que las partes y sus abogados puedan asistir a la audiencia, introduciendo el prin-
cipio de publicidad en el proceso canónico (vid. comentario al c. 1598).
1664 Con gran acierto ha sabido el legislador armonizar el principio de escri-
tura con el de oralidad —inherente este último a la esencia del contencioso
oral—, al establecer la necesidad de que quede constancia por escrito —en modo
resumido y en lo atinente a la substancia de la causa—, de las respuestas de las
partes, testigos y peritos, así como de las peticiones y excepciones de los aboga-
dos. Con esto se facilita el estudio ponderado de la causa, y a la vez se tiene un
material de gran utilidad de cara a las posibles apelaciones contra la sentencia.
1026 Libro VII. De los procesos
1665 Las pruebas que no hayan sido 1665 Probationes, quae non
presentadas o solicitadas en la pe- sint in petitione vel re-
tición o en la respuesta, únicamente pue- sponsione allatae. aut petitae,
den ser admitidas por el juez en conformi- potest iudex admittere tantum
dad con el c. 1452; pero después de que ad normam can. 1452; post-
haya sido oído aunque sea un sólo testigo, quam autem vel unus testis au-
ditus est, iudex potest tantum-
el juez únicamente puede ordenar otras modo ad normam can. 1600 no-
pruebas de acuerdo con el c. 1600. vas probationes decernere.
1666 Si no fuera posible recoger todas 1666 Si in audientia probatio-
las pruebas, en una audiencia, se nes omnes colligi non
convocará otra audiencia. potuerint, altera statuatur au-
dientia.
1667 Reunidas las pruebas, se procede- 1667 Probationibus collectis,
rá a la discusión oral en la misma fit in eadem audientia
audiencia. discussio oralis.
1665 Regula algunos de los poderes directivos del juez en la audiencia, espe-
cialmente los que se refieren a la prueba, y se distinguen dos momentos o fases
dentro de la propia audiencia. El juez puede ordenar las pruebas que estime ne-
cesarias para el esclarecimiento de la causa, de conformidad con el c. 1452 § 2. Si
está en juego sólo el interés privado, se requerirá el consentimiento de ambas par-
tes. Si se ha producido ya la declaración del primer testigo, únicamente podría el
juez ordenar otras pruebas ex officio o ad instantiam partis en las condiciones que
permite hacerlo el c. 1600, que regula esta posibilidad una vez producida la con-
clusión de la causa en el contencioso ordinario.
1666-1667 El principio de concentración procesal tiene plena acogida en
estos cc., según el cual ha de llevarse a cabo dentro de la misma audiencia la
práctica de las pruebas, siguiéndose la discusión oral y las conclusiones, siem-
pre que sea posible. Si se produce la hipótesis contemplada por el c. 1666 , el
juez ha de fijar en la misma audiencia cuándo ha de proseguirse con la mayor
brevedad.
1668 Conviene tener presente que la sentencia no tiene ninguna eficacia jurí-
dica antes de que se haya publicado (cfr. c. 1614); aunque, como sucede en el
proceso contencioso oral, se dé a conocer a las partes el contenido dispositivo de
ésta (§§ 1 y 2) con cierta antelación. Por publicación de la sentencia ha de enten-
derse —a tenor del c. 1615— la notificación a las partes o a sus procuradores de
un ejemplar de la misma. A partir de este momento despliega plena eficacia jurí-
dica, y comienzan a correr los plazos para las posibles impugnaciones de la sen-
tencia. El § 3 de este c. señala el plazo de quince días después de la audiencia,
P. II. s. II. Del proceso contencioso oral 1027
para que el juez o tribunal publique la sentencia: plazo más reducido que el esta-
blecido por el c. 1610 § 3 para el contencioso ordinario.
1669 A los motivos de nulidad de la sentencia enumerados en el c. 1620, se
añade el vicio de la nulidad que establece este c.: cuando la causa ha sido cono-
cida en trámite del contencioso oral, hallándose excluida del mismo (c. 1656 §
2). Se trata de una nulidad insanable, que puede ser puesta de manifiesto ex of-
ficio por el juez o por el tribunal. Se añade la obligación que tiene el tribunal
de apelación de devolver los autos de la causa al juez que dictó la sentencia ape-
lada.
1670 El presente c. remite de modo subsidiario a las normas de procedimien-
to establecidas para el contencioso ordinario. Permite que el juez pueda, en algu-
nos casos, mediante decreto motivado, dejar de aplicar alguna de estas normas
procedimentales, siempre que no se trate de las establecidas para la validez de los
actos procesales, cuando lo pida la necesidad de llegar a una pronta solución del
litigio. El término derogare se emplea en el texto del c. en una acepción amplia de
«dejar de aplicar», no en el sentido estricto del c. 20.
1028 Libro VII. De los procesos
PARTE III
DE ALGUNOS PROCESOS ESPECIALES
Título I
De los procesos matrimoniales
Capítulo I
De las causas para declarar la nulidad del matrimonio
Art. 1
Del fuero competente
1671 Las causas matrimoniales de los 1671 Causae matrimoniales
bautizados corresponden al juez baptizatorum iure pro-
eclesiástico por derecho propio. prio ad iudicem ecclesiasticum
spectant.
1672 Causae de effectibus ma- 1672 Las causas sobre los efectos mera-
trimonii mere civilibus mente civiles del matrimonio per-
pertinent ad civilem magistra- tenecen al juez civil, a no ser que el dere-
tum, nisi ius particulare statuat cho particular establezca que tales causas
easdem causas, si incidenter et puedan ser tratadas y decididas por el juez
accessorie agantur, posse a iudi- eclesiástico cuando se planteen de manera
ce ecclesiastico cognosci ac defi-
niri. incidental y accesoria.
1672 Los llamados efectos meramente civiles del matrimonio (vid. c. 1059 y
su comentario) son aquellos efectos temporales del matrimonio que jurídicamen-
te pueden tener un tratamiento separado. Estos efectos son regulados por el or-
denamiento del Estado, y el juez civil es competente, en línea de principio, para
conocer de las causas que sobre los mismos puedan plantearse. El texto del c. es
reproducción literal del art. 2 del M.P. Causas matrimoniales: el juez eclesiástico
podrá conocer de estas causas únicamente cuando lo prevea el derecho particular
y se planteen de modo accidental y accesorio (cfr. c. 1692 § 3, complemento del
presente), en contraste con lo que establecía el c. 1961 del CIC 17.
1673 Se han incluido en este c. los arts. III y IV del M.P. Causas matrimonia-
les, con algunas modificaciones importantes que pondremos de relieve. Siguen
reservadas a la Santa Sede las causas de nulidad y separación (cfr. c. 1694) de
aquellos que ostentan la suprema autoridad de los Estados (c. 1405 § 1, 1.º); no
así las de sus hijos y sucesores, etc., como ocurría en el CIC 17 (c. 1557 § 1,
1.º).
Aparte de ese fuero privilegiado, el c. establece cuatro fueros para las causas
matrimoniales, tanto de nulidad como de separación. En primer lugar, el fuero
del contrato. En segundo, el del domicilio o cuasidomicilio del demandado (se tor-
na así al criterio de atribución de competencia contenido en el CIC 17 y en la
Instr. Provida Mater Ecclesia, evitando el forum loci commorationis non precaria,
señalado por el M.P. Causas matrimoniales, que tantos problemas produjo en la
práctica). Para la determinación del domicilio o cuasidomicilio, téngase en
cuenta lo establecido en los cc. 102, 104-106.
La mayor novedad radica en la introducción del fuero del domicilio del ac-
tor —que es el tercero de los que enumera el c.—, con ciertos condicionamien-
1030 Libro VII. De los procesos
4.º el tribunal del lugar en que de hecho se 4.º tribunal loci in quo de facto
han de recoger la mayor parte de las prue- colligendae sunt pleraeque pro-
bas, con tal de que lo consienta el Vicario bationes, dummodo accedat con-
sensus Vicarii iudicialis domicilii
judicial del domicilio de la parte deman- partis conventae, qui prius ip-
dada, previa consulta a ésta por si tiene al- sam interroget, num quid exci-
guna objeción. piendum habeat.
Art. 2
Del derecho a impugnar el matrimonio
1674 Son hábiles para impugnar el ma- 1674 Habiles sunt ad matri-
trimonio: monium impugnandum:
1.º los cónyuges; 1.º coniuges;
tos. Es un criterio peculiar y original, que rompe con el viejo aforismo actor se-
quitur forum rei. Su aplicación no dejará de plantear cuestiones. La CPI ha seña-
lado que el Vicario judicial es el de la diócesis donde tiene su domicilio el de-
mandado. Si no hubiera Vicario, se requiere el consentimiento del Obispo (AAS
78 [1986] 1323). Y la Signatura Apostólica ha puntualizado que la parte de-
mandada debe ser oída por el Vicario judicial de su domicilio —o por otro—
antes de dar éste su consentimiento. Ver Decr. 6.V.1993: AAS 85 (1993) 969-
970.
Por último, en cuarto lugar, se mantiene el contenido del art. IV del M.P.
Causas matrimoniales: el denominado forum pleraeque depositiones seu probatio-
nes. En este caso, también sometido al requisito del consentimiento del Vicario
judicial del lugar del domicilio de la parte demandada, así como del interroga-
torio previo de ésta. La Signatura Apostólica, en una Declaración de 1989 (AAS
81 [1989] 892-894), explica los requisitos exigidos por este fuero de las prue-
bas.
2.º promotor iustitiae, cum nul- 2.º el promotor de justicia, cuando la nuli-
litas iam divulgata est, si matri- dad ya se ha divulgado si no es posible o
monium convalidari nequeat conveniente convalidar el matrimonio.
aut non expediat.
1675 § 1. Matrimonium quod, 1675 § 1. El matrimonio que no fue
utroque coniuge vivente, acusado en vida de ambos cónyu-
non fuit accusatum, post mor- ges no puede ser impugnado tras la muer-
tem alterutrius vel utriusque te de uno de ellos o de los dos, a no ser
coniugis accusari non potest, que la cuestión sobre su validez sea preju-
nisi quaestio de validitate sit dicial para resolver otra controversia, ya
praeiudicialis ad aliam solven-
dam controversiam sive in foro en el fuero canónico ya en el civil.
canonico sive in foro civili. § 2. Si el cónyuge muere mientras está
§ 2. Si autem coniux moriatur pendiente la causa, debe observarse lo
pendente causa, servetur can. prescrito en el c. 1518.
1518.
Art. 3
Del oficio de los jueces
por quien se encuentra legitimado, bien en base al interés privado de los cónyu-
ges, bien en base al interés público.
1675 Manifestación del favor iuris de que goza el matrimonio (c. 1060) es la
prohibición, contenida en el § 1, de ejercitar la acción de nulidad post mortem,
a no ser que surja como cuestión incidental en otro proceso. El último inciso de
este § puede plantear problemas. Cuando la cuestión prejudicial sobre la validez
del matrimonio surja en controversia planteada en el foro civil, habrá que defe-
rir la causa al juez eclesiástico para mantener el principio de competencia de la
Iglesia sobre el sacramento del matrimonio.
En contra de lo que disponía el art. 222 de la Instr. Provida Mater Ecclesia
para la hipótesis de muerte del cónyuge, pendiente el proceso de nulidad —or-
denaba el archivo de los autos y cancelación de la causa—, el § 2 de este c. hace
aplicable la norma general contenida en el c. 1518. Cabría, en tal supuesto, que
quien estuviese legítimamente interesado prosiguiese la causa matrimonial, si
aún no se ha producido la conclusión en la causa, pues si se hubiera dictado este
decreto de conclusión habrá de proseguirse hasta dictar sentencia.
Art. 4
De las pruebas
Art. 4. De probationibus
(L. del Amo)
La prueba en las causas matrimoniales de ordinario no es fácil. Son cau-
sas públicas en las que se ventilan intereses de los cónyuges, de la familia, de
los hijos, de la sociedad eclesiástica, cuya ley suprema es la salud de las almas;
complejas por su naturaleza y por el carácter diverso que ofrecen los capítulos
de la nulidad, sean impedimentos, sean vicios de forma o de consentimiento;
laboriosas en su instrucción, sobre todo cuando se trata de hechos íntimos y di-
fíciles de probar; graves, tanto si se declaran nulos matrimonios válidos, como
si se obliga a convivir cónyuges casados inválidamente. Por consiguiente, hay
motivos serios para admitir cualquier prueba que lícitamente pueda practicar-
se y que legítimamente pueda llevarse a los autos para que el juzgador pueda
convencerse de la verdad histórica de los hechos controvertidos. También es
razonable que el procedimiento ofrezca en la práctica probatoria el máximo de
garantías, para que se asegure la verdad histórica favorable o contraria al víncu-
lo, lo cual no impide el justo favor iuris, del que debe gozar el matrimonio (c.
1060).
1678 Como criterio nuevo se adopta suma paridad en cuanto a las facultades
pertinentes a los patronos de las partes y al defensor del vínculo y promotor de
la justicia, acaso teniendo poco en cuenta la diferencia que media entre quienes
tutelan el bien común y quienes defienden intereses privados de los litigantes en
causas públicas. Es verdad que la norma viene a ser una aplicación más del prin-
cipio de bilateralidad; pero es muy distinta la relación procesal entre actor y de-
mandado, partes que acuden al juicio por intereses privados y la del defensor del
vínculo o del promotor de justicia, ministros públicos, a cuyo cargo incumbe la
defensa de los intereses sociales del bien común.
Esa paridad se da tanto en la asistencia al examen de las partes, testigos y
peritos, pudiendo hacer preguntas conforme al c. 1561, salvo la facultad que el
c. 1559 concede al juez para proceder en secreto; como para ver y examinar los
autos (acta causae et acta processus), aún no publicados, y para reconocer los ob-
1034 Libro VII. De los procesos
2.º a conocer las actas judiciales, aun 2.º acta iudicialia, etsi nondum
cuando no estén publicadas, y a examinar publicata, invisere et documen-
los documentos presentados por las par- ta a partibus producta reco-
tes. gnoscere.
§ 2. Las partes no pueden asistir al exa- § 2. Examini, de quo, in § 1, n.
men del que se trata en el § 1, 1.º. 1, partes assistere nequeunt.
1679 A no ser que las pruebas sean ple- 1679 Nisi probationes aliunde
nas por otro concepto, para valo- plenae habeantur, iudex,
rar las declaraciones de las partes de ad partium depositiones ad nor-
acuerdo con el c. 1536, el juez ha de re- mam can. 1536 aestimandas,
querir, si es posible, testigos que declaren testes de ipsarum partium cre-
acerca de la credibilidad de las partes; y dibilitate, si fieri potest, adhibe-
at, praeter alia indicia et admi-
usará también otros indicios y adminícu- nicula.
los.
jetos de convicción que puedan tener valor indiciario; igualmente las relaciones
de peritos privados (c. 1581 § 2).
A diferencia de la norma general sobre asistencia de las partes al examen de
testigos (c. 1559), en las causas matrimoniales de nulidad a las partes se les pro-
híbe asistir al examen de la otra parte, de los testigos y de los peritos.
1679 Son testigos de credibilidad aquellos que sin tener ciencia propia res-
pecto al hecho controvertido, cuando acerca de éste falta prueba plena, se los
llama a declarar para que adveren la probidad de los cónyuges, en particular su
veracidad en la materia debatida, para valorar la confesión de las partes confor-
me al c. 1536. Se deduce de esta norma que la confesión de las partes aunque
robustecida con argumentos de credibilidad, no es apta para constituir prueba
suficiente contra la validez del matrimonio, a no ser que la confirmen otros ele-
mentos adminiculares como circunstancias e indicios.
El indicio es un hecho cierto, que indica o revela la existencia de otro he-
cho diferente por la relación que los une, sea lo necesario y natural en todos los
casos, sea según lo normal en la generalidad de ellos. Pueden constituir indicios
o hechos indicadores: hechos de la naturaleza, por ej., un naufragio, una inun-
dación; cosas y objetos materiales, por ej., huellas; la persona humana: su perso-
nalidad, sus cualidades, costumbres, índole, profesión, cultura, virtudes o vicios,
ambiente, amistades, creencias, sexo, edad, estado, etc; la actividad del hombre,
en actos individuales o colectivos, aislados o permanentes con tracto sucesivo,
en circunstancias varias, en palabras, gestos, silencio, permisión, etc. Su impor-
tancia en las causas matrimoniales es capital.
El c. habla de adminículos como de algo distinto de los indicios y de las
pruebas parecidas a ellos; propiamente, el adminículo no es prueba imperfecta,
sino más bien un valor de pruebas imperfectas. Una cosa es la prueba y otra su
valor, el cual puede ser o concluyente o sólo adminicular, adjutor. Tienen valor
adminicular los testigos de credibilidad, las testimoniales o certificados de reli-
giosidad, probidad y credibilidad (c. 1572), etc.
Las circunstancias también son valiosas con fuerza adminicular. Son todo
cuanto rodea al hecho sin ser su sustancia. Nunca deben descuidarse en la ins-
trucción, antes bien deben averiguarse con diligencia: causas, personas, lugar,
tiempo, etc. Las circunstancias son fuente abundante de indicios, pero son cosa
distinta de ellos.
P. III. t. I. De los procesos matrimoniales 1035
Art. 5
De la sentencia y de la apelación
ya, como se hacía antes, entre las causas basadas en el capítulo de impotencia y
aquéllas cuya causa petendi era diversa, unificándose la disciplina a este respecto.
Si ambas partes consienten en la suspensión de la causa, se opera un cam-
bio de jurisdicción, trasladándose la causa del ámbito jurisdiccional al adminis-
trativo. El tribunal, a partir de ese momento asume el papel de instructor (c.
1700) del procedimiento super rato, debiendo completar la instrucción y enviar
las actas a la Sede Apostólica, juntamente con la petición de dispensa hecha por
uno o ambos cónyuges, y el voto del tribunal y del Obispo.
1682 Se regula el régimen de las apelaciones en las causas de nulidad, estable-
ciendo normas para dos supuestos concretos.
Contra la sentencia pro vinculo en primera instancia, la parte que se estime
perjudicada puede plantear la apelación ordinaria a tenor de los cc. 1628-1640.
Si la sentencia dictada en apelación confirma la sentencia apelada, hay cosa juz-
gada formal, y sólo sería admisible la ulterior propositio (c. 1644 § 1). En cambio,
si la de apelación es pro nullitate, se aplicará la peculiar apelación automática que
establece el primer parágrafo del c. que comentamos. Ver Signatura Apostólica,
Declaratio de foro competenti in causa nullitatis matrimonii post sententiam negati-
vam in prima instantia datam, 3.VI.1989: AAS 81 (1989) 988-990.
Desaparece la obligación que se imponía al defensor del vínculo de apelar
contra la sentencia primera de nulidad (cfr. c. 1986 del CIC 17; art. 212 § 2 de
la Instr. Provida Mater Ecclesia; y art. VIII § 1 del M.P. Causas matrimoniales),
convirtiéndose en un recurso automático, que se trata de una ulterior revisión
en materia de tanta importancia.
Si la sentencia de nulidad se produce en primera instancia se seguirá este
procedimiento abreviado que se perfila en el § 2 de este c. En contraste con su
precedente, contenido en el art. VIII del M.P. Causas matrimoniales, se establece
que se tengan en cuenta necesariamente las posibles observaciones de las partes,
mientras en aquél sólo se tendrían en cuenta si el tribunal lo estimara necesario.
La decisión que recae en esta peculiar segunda instancia se dictará mediante de-
creto, que ha de ser motivado, tanto si se pronuncia confirmando la primera
sentencia apelada, como si se defiere la causa a examen ordinario de segundo
grado (cfr. Respuesta de la CPIV, de 14.II.1974, AAS 66 [1974] 463).
P. III. t. I. De los procesos matrimoniales 1037
Art. 6
Del proceso documental
1686* Recepta petitione ad 1686* Una vez recibida la petición he-
normam can. 1677 pro- cha conforme al c. 1677, el Vica-
posita, Vicarius iudicialis vel iu- rio judicial o el juez por éste designado
dex ab ipso designatus potest, puede declarar mediante sentencia la nuli-
Art. 7
Normas generales
1689 In sententia partes mo- 1689 En la sentencia se ha de amonestar
neantur de obligationi- a las partes sobre las obligaciones
bus moralibus vel etiam civili- morales o incluso civiles que acaso pesan
bus, quibus forte teneantur, al- sobre ellas respecto a la otra parte y a la
tera erga alteram et erga pro- prole, por lo que se refiere al sustento y a
lem, ad sustentationem et edu- la educación.
cationem praestandam.
1688 Reproduce el c. 1992 CIC 17, que vino a ser repetido por el art. 230 de
la Instr. Provida Mater Ecclesia, y acogido luego por la regla XIII del M.P. Cau-
sas matrimoniales. En el nuevo precepto se pone de relieve el carácter sumario
del proceso documental, pues, tanto en la primera instancia como en la segun-
da, la función del órgano que tiene la potestas judicialis se reduce al pronuncia-
miento favorable a la nulidad, en relación a la evidencia de la causa de la nuli-
dad, según se aprecia de los documentos aportados. El modo de pronunciarse
debe ser la sentencia pues se trata siempre de un contencioso judicial, en el que
se ha de resolver sobre materia jurídica de indudable importancia para la Iglesia,
y que requiere además de una postrera ejecución reservada para la sentencia (cfr.
c. 1685); en cambio, si la sentencia no ha de ser confirmada por el juez de la se-
gunda instancia, ya que se abstiene de pronunciarse sobre el dubium planteado
y se limita a remitir las actuaciones al tribunal de primera instancia para que siga
el procedimiento contencioso ordinario de nulidad, tal orden de remisión no se
ve inconveniente, sino adecuado, que se dicte en forma de decreto (cfr. cc. 1607
y 1617), el cual no será a su vez susceptible de apelación (cfr. c. 1629, 4.º).
Capítulo II
De las causas de separación de los cónyuges
al contencioso oral, que en este tipo de causas presta suficientes garantías de jus-
ticia.
1694 Remite a las normas de competencia del tribunal establecidas para las
causas de nulidad por el c. 1673. Parece que puede entenderse, sin embargo,
que sólo es aplicable a la vía procesa1 en relación al c. 1692 § 1; y que, en cam-
bio, cuando se sigue la vía administrativa, los criterios de atribución de
competencia no tienen que someterse a reglas tan rígidas.
1695 El legislador vuelve a insistir en que se pongan los medios pastorales
necesarios para conseguir una conciliación previa, cuando el juez aprecie que
por las circunstancias del caso puede obtenerse. Sin embargo, se ha de tener
siempre presente que estas causas afectan al bien público (c. 1696) y, por tan-
to, no cabe en ellas la transacción en sentido estricto, ni el compromiso arbitral
(c. 1715).
1696 Las causas de separación personal de los cónyuges tienen por su materia
una indudable trascendencia, no sólo a nivel personal de los esposos, sino tam-
bién a nivel de toda la sociedad, ya que las resoluciones dictadas en ellas no de-
jan de tener notables efectos que afectan a la familia, y de modo especial a los
hijos. Por esta razón se prescribe, además, la necesaria intervención del promo-
tor de justicia, legitimado en relación a ese interés público que representa. La
sanción de su no intervención viene explicitada en el c. 1433, al que se remite el
presente c.
P. III. t. I. De los procesos matrimoniales 1045
Capítulo III
Del proceso para la dispensa del matrimonio rato y no consumado
1697 Soli coniuges, vel alteru- 1697 Sólo los cónyuges, o uno de ellos
ter, quamvis altero invi- aunque el otro se oponga, tienen
to, ius habent petendi gratiam derecho a pedir la gracia de la dispensa
dispensationis super matrimo- del matrimonio rato y no consumado.
nio rato et non consummato.
1698 § 1. Una sedes Apostoli- 1698 § 1. Unicamente la Sede Apostóli-
ca cognoscit de facto in- ca juzga sobre el hecho de la in-
consummationis matrimonii et consumación del matrimonio y la existen-
de exsistentia iustae causae ad cia de justa causa para conceder la
dispensationem concedendam. dispensa.
con distintas circunstancias. Por esto, el c. se limita a decir: causa justa, o sea
aquella que resulta proporcionalmente grave en el caso concreto.
1699 Las preces, o escrito de petición de dispensa, siempre deben dirigirse
por el suplicante u orador al Sumo Pontífice, puesto que sólo el Papa puede
conceder la gracia que se implora; pero se remiten al Obispo diocesano del do-
micilio o cuasidomicilio del propio orador, el cual, si aprecia que el escrito de
súplica tiene fundamento, debe disponer lo pertinente para tramitar el proceso
e instruir la causa. El escrito ha de contener una exposición plena y exacta de
todo el hecho, y debe especificar las causas que mueven al cónyuge firmante a
pedir y obtener la dispensa.
El c. no sigue las normas del fuero para las causas matrimoniales. Se adop-
ta, en cambio, un criterio más simple, que ahora ha sido ampliado por la Circu-
lar De Processu, n. 1. En los casos de matrimonio rato y no consumado es com-
petente: a) el Obispo diocesano (o sus equiparados, cc. 134 § 3, 368, 381 § 2)
del domicilio o cuasidomicilio del orador; b) el Obispo del lugar donde se ha-
yan de recoger la mayor parte de las pruebas. En este último caso, se requiere el
consentimiento del Obispo del domicilio o cuasidomicilio del orador, y la peti-
ción de prórroga de la competencia a la C. para los Sacramentos.
Como actos anteprocesales, el Obispo, por sí mismo o por sacerdote idó-
neo, examinará si el caso es de su competencia; si lo es, notificará a la otra parte
la solicitud presentada; examinará el fundamento jurídico de la petición y la
oportunidad de instruir el proceso; si aparecen dudas sobre la validez del matri-
monio, el Obispo puede aconsejar a los cónyuges tanto la impugnación del ma-
trimonio como proseguir con la petición de dispensa. Otro de los deberes del
Obispo es intentar, si hay esperanzas de éxito, que los cónyuges resuelvan las di-
ficultades y reinstauren la vida conyugal (vid. De Processu, nn. 3 y 4).
Si el caso tuviera dificultades especiales de orden jurídico o moral (vid. De
Processu, n. 2), el Obispo consulte a la C. para los Sacramentos, para que esta
aconseje y él reciba orientaciones respecto a aquello que haya que hacer y cómo
se deba proceder en el caso. Cuando el Obispo, por estimar que el libelo de pre-
ces carece de fundamento, sea en lo tocante a la no consumación, sea en la falta
P. III. t. I. De los procesos matrimoniales 1047
Obispo puede permitir que el orador o la parte contraria reciban ayuda de juris-
perito. Pueden ser las partes las que solicitan esa ayuda, pero nada impide, vista
la dificultad de la causa, que para la concesión del permiso el Obispo mismo
proponga de oficio la conveniencia de ese auxilio. Si la parte lo solicita, el Obis-
po no debe negarlo. El jurisperito en este proceso es un experto a favor directa e
inmediatamente de las partes. En consecuencia es justo que perciba honorarios
en proporción con el servicio prestado.
1702 La instrucción de la causa comprende las pruebas que pueden servir
para instruir la causa, y las normas según las cuales tienen que practicarse esas
pruebas. 1.º) Corresponde al instructor legítimamente constituido el averiguar
el thema probandum: la verdad objetiva de la no consumación, y la existencia de
la causa justa o proporcionalmente grave para la concesión de la gracia. 2.º) No
deben admitirse pruebas impertinentes, irrelevantes, superfluas. 3.º) Tanto las
partes con su jurisperito, como el defensor del vínculo, deben contribuir a des-
cubrir toda y sola la verdad, para bien de los intereses privados y públicos, y
para defensa del vínculo. 4.º) Tiene importancia singularísima el interrogatorio
a las partes, porque nadie como ellos sabe lo sucedido acerca de actos tan ínti-
mos como la no consumación, y nadie como ellos conoce las personas que son
sabedoras de su caso. 5.º) Se deben proponer testigos de credibilidad (c. 1679).
No es preciso que sean muchos, de una y otra parte; bastan pocos, siempre que
su testimonio concorde pueda engendrar prueba válida y certeza moral, lo cual
sucede si los testigos propuestos son personas por encima de toda sospecha o ex-
cepción, coherentes entre sí y con las demás pruebas, y han declarado con jura-
mento. Es posible la producción de testigos de ciencia, aunque ésta apenas si
tiene otro objeto que el referente a indicios que den a conocer la causa y el he-
cho de no haber podido llegar a la consumación. 6.º) El argumento físico o ins-
pección de cuerpos se practica cuando sea necesario. Se ha de pesar bien todo
con cautela, antes de pronunciar que el reconocimiento es inútil. Esta diligente
precaución está del todo justificada, supuestos el interés y la parcialidad de los
esposos, y la facilidad de padecer errores en estas materias. La práctica enseña
que el argumento físico ha resuelto con frecuencia las objeciones que se suscita-
ban (c. Pinna, 26.II.1959, RRD 51 [1959] 108; ibidem, 26.VII.1959, RRD 51
[1959] 356). Se omite la inspección cuando la no consumación consta con cer-
teza por otros argumentos, o cuando el resultado de ella sería del todo inútil.
7.º) Los documentos que suelen ser pertinentes en estos procesos, además de la
P. III. t. I. De los procesos matrimoniales 1049
tradictorias, ha de suplir o aclarar lo que haga falta, volviendo a citar a las partes
o a los testigos o llamando a otros de oficio. El defensor del vínculo hace las ani-
madversiones pro vinculo sobre dos cosas: el orden procesal y el mérito de la
cuestión, huyendo siempre de razonamientos sofísticos.
1704 Terminada la instrucción, y recibidas las animadversiones del defensor
del vínculo, el instructor presenta al Obispo todos los autos y una relación acer-
ca del caso tramitado en el proceso. Esta relación no debe ser un voto pro rei ve-
ritate, a favor o en contra del vínculo, para evitar dos escollos: o influir en el
voto que emita el Obispo, o exponerse a que figuren en los autos dos votos con-
trarios: uno el del tribunal y otro el del Obispo. La relación redactada objetiva-
mente, sin pronunciarse sobre el mérito, debe ser un medio de ayuda para que
el Obispo pueda, sin influjo de nadie, emitir su voto acerca de tres cosas: la no
consumación, la existencia de causa justa, y la oportunidad de la concesión de la
gracia: por ej., a causa del escándalo.
El defensor del vínculo que redacte las animadversiones siempre debe ser el
correspondiente al tribunal que haya instruido la causa.
Conjugando las normas del Código y las de la Circular De Processu, n. 23,
corresponde redactar el voto pro rei veritate, según los casos: a) al Obispo del do-
micilio o cuasidomicilio del orador; b) al Obispo del lugar donde se hayan de
recoger la mayor parte de las pruebas; c) al Obispo que encomendó la instruc-
ción del proceso según el c. 1700 § 1; d) en los casos de tránsito de la vía judi-
cial a la administrativa, al Obispo del tribunal regional o interdiocesano, consul-
tando antes con el Obispo del orador, al menos sobre la oportunidad de
conceder la dispensa pedida. En todos los casos, el Obispo puede delegar esta-
blemente —mediante mandato especial— la facultad de realizar el voto al Vica-
rio General o al Vicario Episcopal, siempre que haga suyo el voto antes de en-
viarlo a la C. para los Sacramentos. Al Obispo que redacta el voto es al que hay
P. III. t. I. De los procesos matrimoniales 1051
que presentar los autos, las animadversiones del defensor del vínculo, y la rela-
ción del tribunal.
1705 Envío de los autos a la Santa Sede y posibles observaciones de la C. para
los Sacramentos. Los autos pueden redactarse en lengua vernácula. Se remiten
tres copias auténticas. El original, a no ser que lo pida la C. para los Sacramen-
tos se custodia en el archivo de la Curia. Las copias conviene que se escriban a
máquina. Los autos, en forma de fascículo, deben ir ordenados, enumerados y
cosidos, añadiendo un índice de todas las actas y documentos. Cada folio del
fascículo debe tener la documentación debida: firma del actuario y sello de la
Curia. Las transcripciones han de ser fieles, íntegras y auténticas, e igual las tra-
ducciones. Al final de cada una de las copias de los autos debe ponerse una veri-
ficación del notario, quien, después de haber cotejado la copia con el original,
hará fe de la transcripción fiel, auténtica e íntegra.
El Obispo que da el voto es a quien le corresponde transmitirlo, junto con
los autos y las animadversiones del defensor del vínculo, a la Santa Sede es decir,
a la C. para los Sacramentos. Si ésta, examinados los autos, juzga que se requie-
re un suplemento de instrucción, lo significa al Obispo que emitió el voto, para
que encomiende al tribunal que complete la instrucción en conformidad con las
indicaciones recibidas.
Puede suceder que la C. para los Sacramentos responda en rescripto que de
lo actuado y probado no consta la inconsumación, en cuyo caso la ley concede
al jurisperito de la parte la facultad de ver y examinar todos los autos del proce-
so, menos el voto del Obispo, para que considere si todavía puede ser aducido
algo grave para proponer de nuevo la petición.
1706 Tres preceptos impone este c.: 1.º) Que el rescripto de concesión de la
dispensa se transmita al Obispo diocesano (c. 1699). 2.º) Que el Obispo notifi-
1052 Libro VII. De los procesos
mandará cuanto antes a los párrocos del vero rescriptum partibus notifi-
lugar donde se celebró el matrimonio y cabit et praeterea parocho tum
donde recibieron el bautismo que se anote loci contracti matrimonii tum
en los libros de matrimonios y de bautiza- suscepti baptismi quam pri-
dos la dispensa concedida. mum mandabit, ut in libris ma-
trimoniorum et baptizatorum
de concessa dispensatione men-
tio fiat.
Capítulo IV
Del proceso sobre la muerte presunta del cónyuge
que el rescripto a las partes. 3.º) Que mande lo antes posible a los párrocos del
lugar donde se contrajo el matrimonio, y en donde recibieron el bautismo, que
anoten la dispensa concedida en los libros de matrimonios y de bautismos.
La dispensa concedida por el Papa directamente se despacha mediante res-
cripto en forma graciosa. Produce efecto desde el instante de la concesión de la
gracia. La concesión no es válida si en el momento de otorgarla, las preces no
son verdaderas, es decir, si el matrimonio estaba consumado o si son falsas las
causas alegadas. Acerca de las dispensas con cláusula, vid. Instr. Dispensationis
matrimonii, III; y Circular De Processu, nn. 24 y 25.
Título II
De las causas para declarar la nulidad de la sagrada ordenación
viudo (cc. 381, 368). 3.º) El Obispo puede encomendar la instrucción del pro-
ceso al tribunal de su diócesis o a un sacerdote idóneo. Es necesaria la interven-
ción de notario; pero no se requiere la del defensor del vínculo, lo cual no signi-
fica que el c. la prohíba. Debe intervenir el promotor de la justicia por razón del
bien público y según la costumbre de nuestras curias. 4.º) Los trámites del pro-
ceso son: a) proposición del caso y petición del presunto cónyuge viudo; b) de-
claración jurada del cónyuge; c) comisión confidencial al párroco para que in-
forme; d) edicto de emplazamiento a cuantos tengan noticias, para que las
faciliten al Obispo, o, si hubiere caso, para que puedan oponerse; e) práctica de
pruebas: los indicios de la ausencia y del silencio, el hecho de la presunción civil
de muerte, documentos, testigos varios o uno adminiculado, testigos de referen-
cia, conjeturas, presunciones, circunstancias, fama y adminículos; o informe del
promotor de la justicia y, si ha intervenido, del defensor del vínculo. 5.º) Termi-
nada la instrucción del proceso, la resolución sobre la declaración de muerte
presunta corresponde al Obispo, si ha conseguido tener certeza moral sobre la
muerte del ausente o desaparecido. Si ve el caso incierto y enmarañado, el Obis-
po debe consultar a la Santa Sede que aquí es la C. para los Sacramentos. 6.º)
Contra el decreto del Obispo que rechaza el libelo, o que, tramitado el proceso,
deniega la declaración, cabe recurso a la C. para los Sacramentos.
clérigo, el Ordinario de quien depende, o sandi sive ipse clericus sive Or-
el de la diócesis donde fue ordenado. dinarius, cui clericus subest vel
in cuius dioecesi ordinatus est.
1709 § 1. Las preces deben enviarse a la 1709 § 1. Libellus mitti debet
Congregación competente, la cual ad competentem Congre-
decidirá si la causa habrá de ser conocida gationem, quae decernet utrum
por la misma Congregación de la Curia causa ab ipsa Curiae Romanae
Romana o por un tribunal que ella desig- Congregatione an a tribunali ab
ea designato sit agenda.
ne.
§ 2. Misso libello, clericus ordi-
§ 2. Una vez enviada la petición, queda nes exercere ipso iure vetatur.
prohibido ipso iure al clérigo el ejercicio
de las órdenes.
124, 849, 1024); o cuando éste la rechazó y no la recibió sino ficticiamente (c.
3, X, III, 42; Santo Oficio, 2.III.1842, 26.XI.1900); o cuando la recibió por
violencia a la que no pudo resistir (cc. 125 § 1, 1026); o cuando sin haber teni-
do intención alguna de ordenarse anteriormente, fue ordenado hallándose sin
sentido, o cuando no se observaron los ritos esenciales (c. 1009).
El orden sagrado es causa favorable, y se le favorece en casos de duda de de-
recho o de hecho. Hoy el libelo ha de enviarse a la C. competente (c. 1709 § 1).
Es preciso tribunal colegiado de tres jueces (c. 1425 § 1, 1.º). Se requiere para la
firmeza dos sentencias conformes.
1708 El derecho de acusar la nulidad de la ordenación sagrada corresponde:
a) al clérigo interesado; b) al Ordinario a quien esté sujeto el clérigo; c) o al Or-
dinario de la diócesis donde el clérigo se ordenó.
¿Puede acusar el promotor de la justicia? Creemos que sí, dada la misión de
su cargo, cuando el caso de nulidad es público y se sigue escándalo por el ejerci-
cio del orden, o grave daño para la religión y salud de las almas; nos inclina a
sostenerlo la analogía con el c. 1674, 2.º De todas formas, el problema no es di-
ficultoso, porque el promotor de la justicia puede dar cuenta del caso al Ordina-
rio para que éste haga la acusación.
La acción en estas causas, la cual versa sobre el estado de las personas, no
prescribe, no se extingue nunca (c. 1492 § 1), no pasa a cosa juzgada (c. 1643),
no admite transacción o compromiso (c. 1715 § 1).
Si falla el éxito de la demanda por sentencia judicial o decreto administra-
tivo adversos o negativos, el clérigo aún puede pedir a la Santa Sede que le con-
ceda por rescripto reducción al estado laical (cc. 290, 3.º; 291, 292).
1709 El libelo o acusación de la nulidad se hace a tenor de los cc. 1501-1504.
Ha de contener el nombre y apellidos del clérigo, su edad y oficio, su diócesis y
nación, el lugar de la ordenación, su residencia actual y las demás circunstancias
que sean pertinentes al caso. Se debe exponer sumaria y claramente el hecho,
alegando brevemente las razones para la petición que se formula.
Hay dos formas de tramitar la causa: una estrictamente judicial; otra, gu-
bernativa. Quien resuelve el modo de proceder no es el clérigo interesado, ni el
Ordinario, sino la C. competente de la Curia Romana. Enviado el libelo, el mis-
mo derecho prohíbe al clérigo ejercer el orden sagrado. Si la C. prefiere la vía
gubernativa, como suele suceder, ella misma se reserva la decisión de la causa,
aunque encomiende la instrucción del proceso al Ordinario.
P. III. t. II. De las causas para declarar la nulidad de la sagrada ordenación 1055
Título III
De los modos de evitar los juicios
PARTE IV
DEL PROCESO PENAL
Capítulo I
De la investigación previa
1717 § 1. Siempre que el Ordinario ten- 1717 § 1. Quoties Ordinarius
ga noticia, al menos verosímil, de notitiam, saltem veri si-
un delito, debe investigar con cautela, milem, habet de delicto, caute
inquirat, per se vel per aliam personalmente o por medio de una perso-
idoneam personam, circa facta na idónea, sobre los hechos y sus circuns-
et circumstantias et circa impu- tancias así como sobre la imputabilidad, a
tabilitatem nisi haec inquisitio no ser que esta investigación parezca del
omnino superflua videatur. todo superflua.
§ 2. Cavendum est ne ex hac in- § 2. Hay que evitar que, por esta investi-
vestigatione bonum cuiusquam
nomen in discrimen vocetur. gación, se ponga en peligro la buena fama
de alguien.
§ 3. Qui investigationem agit,
easdem habet, quas auditor in § 3. Quien realiza la investigación tiene los
processu, potestates et obliga- mismos poderes e idénticas obligaciones
tiones; idemque nequit, si post- que el auditor en un proceso; y, si se realiza
ea iudicialis processus promo- después un proceso juidicial, no puede des-
veatur, in eo iudicem agere. empeñar en él la función del juez.
1718 § 1. Cum satis collecta 1718 § 1. Cuando se estime que ya se
videantur elementa, de- han reunido elementos suficientes
cernat Ordinarlus: determine el Ordinario.
Capítulo II
Del desarrollo del proceso
mal las pruebas: las obtenidas en la investigación previa —para que sean con-
trastadas en el proceso con todas las garantías judiciales—, y aquellas otras que
conozca posteriormente. Con la acusación del promotor de justicia, una vez ad-
mitida la demanda, queda formalmente incoado el proceso penal.
El elemento material de la acción penal (lo que se pide) es la imposición (si
ferendae) o la declaración (si latae) de una pena. El elemento causal, o título de la
acción penal, es la presunta comisión y la imputabilidad del delito de que se
acusa al reo.
1722 Este c. recoge sustancialmente los cc. 1956-1958 del CIC 17. Estas me-
didas no son penales sino cautelares; las dictará el Ordinario por decreto; debe
revocarlas cuando cesen los motivos por los que las decretó; y cesan, en todo
caso, al término del proceso para cuya garantía se decretaron. Antes de dictar
este decreto debe el Ordinario oír al promotor de justicia y citar al reo. Contra
tal decreto, creemos que no cabe recurso: a) porque no se dicta extra iudicium
(vid. c. 1732), sino in quolibet processus stadio, precisamente para garantizar y
proteger el libre curso de la justicia; b) porque dicho recurso paralizaría el pro-
ceso, por ej., coartando la libertad de los testigos para comparecer y declarar en
juicio; c) porque el precedente del c. 1958 del CIC 17 dice expresamente que
contra tales decretos non datur iuris remedium: y hay que aplicar, por tanto, la
interpretación del ius vetus, a tenor del c. 6 § 2 del actual Codex.
1723 Siendo un derecho natural del reo tener siempre defensor (vid. c. 1481
§§ 1 y 2), si el acusado no lo designa, se lo asignará de oficio el juez. Pero tal
abogado subsidiario cesa automáticamente cuando el mismo reo lo designare,
en uso de su derecho a elegir libremente su defensor.
P. IV. Del proceso penal 1063
condenado sólo por tratarse de una pena fa- sententia ipsum ideo tantum di-
cultativa, o porque el juez hiciera uso de la miserit, quia poena erat facultati-
facultad mencionada en los cc. 1344 y 1345. va, vel quia iudex potestate usus
est, de qua in cann. 1344 et 1345.
§ 2. El promotor de justicia puede apelar
siempre que considere que no se ha pro- § 2. Promotor iustitiae appella-
re potest quoties censet scanda-
visto suficientemente a la reparación del li reparationi vel iustitiae resti-
escándalo o a la restitución de la justicia. tutioni satis provisum non esse.
1728 § 1. Quedando a salvo los cánones 1728 § 1. Salvis praescriptis
de este título, en el juicio penal canonum huius tituli, in
deben aplicarse, si no lo impide la natura- iudicio poenali applicandi sunt,
leza del asunto, los cánones sobre los jui- nisi rei natura obstet, canones
cios en general y el juicio contencioso or- de iudiciis in genere et de iudi-
dinario, cumpliendo las normas especiales cio contentioso ordinario, ser-
vatis specialibus normis de cau-
acerca de las causas que hacen referencia sis quae ad bonum publicum
al bien público. spectant.
§ 2. El acusado no tiene obligación de § 2. Accusatus ad confitendum
confesar el delito, ni puede pedírsele jura- delictum non tenetur, nec ipsi
mento. iusiurandum deferri potest.
Capítulo III
De la acción para el resarcimiento de daños
ninguna pena, en aplicación de los cc. 1344-1345. Puede también apelar el pro-
motor de justicia, caso de estimar que no ha quedado suficientemente restituida
la justicia o reparado el escándalo.
Cuando el reo es absuelto del delito, o no se le impone ni se le declara ju-
dicialmente ninguna pena, puede sin embargo el Ordinario aplicarle otras me-
didas administrativas, incluso remedios penales, a tenor del c. 1348.
Sobre la apelación en general, vid. cc. 1628-1640. Para la querela nullitatis
y la restitutio in integrum son de aplicación, respectivamente, los cc. 1619-1627
y 1645-1648 (vid. c. 1728 § 1).
1728 § 1. Sobre el modo de instruir el proceso, remite este c. a las normas ge-
nerales sobre juicios y procesos, de aplicación también al proceso penal, excepto
las que por la naturaleza peculiar del mismo no puedan ser aplicadas. Se han de
observar, sobre todo, las normas especiales que regulan las causas que afectan al
bien público.
§ 2. Como nadie está obligado a confesar su delito, se prohíbe al juez pedir
juramento al reo, sin duda para no provocar un posible perjurio. Creemos, sin
embargo, que el reo podría prestar espontáneamente juramento: lo que se prohí-
be es que el juez le invite a hacerlo.
§ 2. El juez que haya obrado de este modo § 2. Iudex, qui ita egerit, debet,
debe juzgar sobre los daños después de postquam sententiam tulerit in
dictar sentencia en el juicio penal, aunque poenali iudicio, de damnis co-
éste se encuentre aún pendiente por ha- gnoscere, etiamsi iudicium poe-
berse interpuesto impugnación, y también nale propter propositam im-
si el reo ha sido absuelto por un motivo pugnationem adhuc pendeat,
vel reus absolutus sit propter
que no exime de la obligación de reparar causam quae non auferat obli-
los daños causados. gationem reparandi damna.
1731 Aunque haya pasado a cosa juzga- 1731 Sententia lata in poenali
da, la sentencia dada en un juicio iudicio, etiamsi in rem
penal no constituye derecho respecto a la iudicatam transierit, nullo mo-
parte perjudicada, a no ser que ésta hubie- do ius facit erga partem laesam,
ra intervenido de acuerdo con el c. 1729. nisi haec intervenerit ad nor-
mam can. 1729.
PARTE V
DEL PROCEDIMIENTO EN LOS RECURSOS
ADMINISTRATIVOS Y EN LA REMOCIÓN O EL
TRASLADO DE LOS PÁRROCOS
SECCIÓN I
DEL RECURSO CONTRA LOS DECRETOS ADMINISTRATIVOS
positus sit, ipse Superior, qui de hortar al recurrente y al autor del decreto
recursu videt, recurrentem et para que busquen aquellas soluciones,
decreti auctorem hortetur, quo- siempre que abrigue la esperanza de un
tiescumque spem boni exitus feliz resultado.
perspicit, ad eiusmodi solutio-
nes quaerendas.
1734 § 1. Antequam quis re- 1734 § 1. Antes de interponer recurso,
cursum proponat, debet el interesado debe solicitar a su
decreti revocationem vel emen- autor por escrito la revocación o enmien-
dationem scripto ab ipsius auc- da del decreto; hecha esta petición, se
tore petere; qua petitione pro- considera solicitada automáticamente
posita, etiam suspensio exsecu-
tionis eo ipso petita intellegitur. también la suspensión de la ejecución del
decreto.
§ 2. Petitio fieri debet intra per-
emptorium terminum decem § 2. La petición debe hacerse dentro del
dierum utilium a decreto legiti- plazo perentorio de diez días útiles desde
me intimato. la intimación legítima del decreto.
§ 3. Normae §§ 1 et 2 non va- § 3. Las normas de los §§ 1 y 2 no valen
lent: cuando se trata:
1.º de recursu proponendo ad 1.º de recurrir ante el Obispo, contra los
Episcopum adversus decreta la- decretos dados por las autoridades que le
ta ab auctoritatibus, quae ei están subordinadas;
subsunt;
2.º de recursu proponendo ad-
2.º de recurrir contra el decreto que deci-
versus decretum, quo recursus de sobre un recurso jerárquico, a no ser
hierarchicus deciditur, nisi de- que esta decisión sea emitida por el Obis-
cisio data sit ab Episcopo; po;
3.º de recursibus proponendis 3.º de interponer los recursos a que se re-
ad normam cann. 57 et 1735. fieren los cc. 57 y 1735.
1735 El plazo de treinta días para dar respuesta a la suplicación es uno de los
especiales a que se refiere el c. 57 § 1 sobre el silencio administrativo. Si la auto-
ridad no responde antes, al término de ese período comienza automáticamente
a correr el plazo legal para recurrir al superior jerárquico (cfr. c. 1737 § 2), o a la
Signatura Apostólica (cfr. cc. 1400 § 2, 1445 § 2 y 1737 § 2; y Normae speciales
de la Signatura, art. 105 § 1). Si la respuesta es insatisfactoria, el plazo para re-
currir corre a partir de la notificación del nuevo decreto.
1736 De la lectura de este c. («In iis materiis, ...In ceteris casibus...»), entre otras
razones, deducimos que, por regla general, el recurso jerárquico sólo produce
efecto devolutivo y no suspensivo. La suplicación produce automáticamente efec-
to suspensivo, si también lo produce el correspondiente recurso jerárquico. En
caso contrario, el mismo autor del decreto puede decidir la suspensión, una vez
que reciba la petición (cfr. c. 1734 § 1); si no la concede en el plazo de diez días,
el superior jerárquico puede decretarla a ruego del interesado, siempre que exista
causa grave para ello, y no sufra detrimento el bien de las almas. Todavía cabe
una suspensión ulterior, a tenor del c. 1737 § 3.
La suspensión ab homine es provisional, y deberá ser expresamente confir-
mada o revocada por el superior que conoce del recurso jerárquico (§ 3). Cesa la
suspensión en todo caso cuando caduca el plazo legal sin que se haya interpues-
to el recurso (§ 4) y, lógicamente, una vez agotados en vano los recursos ordina-
rios contra el acto administrativo.
P. V. s. I. Del recurso contra los decretos administrativos 1071
1738 El recurrente tiene siempre dere- 1738 Recurrens semper ius ha-
cho a servirse de un abogado o bet advocatum vel procu-
procurador, pero evitando dilaciones in- ratorem adhibendi, vitatis inutili-
útiles; e incluso debe designarse patrono bus moris; immo vero patronus
de oficio, si el recurrente carece de él y el ex officio constituatur, si recu-
Superior lo considera necesario; pero en rrens patrono careat et Superior
id necessarium censeat; semper
cualquier momento el Superior podrá or- tamen potest Superior iubere ut
denar que comparezca el mismo recurren- recurrens ipse compareat ut inter-
te para ser interrogado. rogetur.
1739 Según lo requiera el caso, el Supe- 1739 Superiori, qui de recur-
rior que resuelve el recurso puede su videt, licet, prout ca-
no sólo confirmar o declarar nulo el de- sus ferat, non solum decretum
creto, sino también rescindirlo o revocar- confirmare vel irritum declara-
lo o, si lo juzga más conveniente, corre- re, sed etiam rescindere, revoca-
girlo, sustituirlo por otro o abrogarlo. re, vel, si id Superiori magis ex-
pedire videatur, emendare, sub-
rogare, ei obrogare.
oportunidad, lo cual está en estrecha relación con la función y los poderes del
superior jerárquico (cfr. c. 1739). El plazo para interponer el recurso es, por re-
gla general, de quince días, aunque determinados recursos tienen otros plazos
(cfr. cc. 700 y 746). Lo que varía según los casos (§ 2), es el momento en que el
plazo comienza a correr.
Con relación a los efectos del recurso, al comentar el c. anterior ya dijimos
que, por regla general, sólo tiene efecto devolutivo, aunque las excepciones —
recurso en suspensivo— sean de notable importancia (cfr. cc. 700 y 1353). De-
terminados recursos producen otros efectos específicos (vid. cc. 143, 1747 y
1752). Si no se hubiera suspendido antes la ejecución del decreto a tenor del c.
1736, el superior jerárquico podrá decretar esa medida si concurren las condi-
ciones señaladas en el § 3, que son las mismas que las del c. 1736 § 2. Para los
recursos jerárquicos ante la Santa Sede, la Const. Ap. Pastor Bonus (arts. 14 y 19
§ 1) establece la competencia de los Dicasterios por razón de la materia, los cua-
les en este caso desempeñan una función administrativa revisora.
1738 El derecho del recurrente a intervenir asistido de abogado o procurador
(cfr. cc. 1481 ss.) indica el carácter contradictorio del procedimiento, sin perjui-
cio de su brevedad. Los interesados pueden presentar alegaciones y pruebas, y
conocer y refutar las contrarias. Nada se indica sobre el patrocinio del autor del
acto impugnado. En principio, los intereses que representa pueden ser tutelados
por el superior jerárquico, lo cual no impide que, en ocasiones, aquél sea repre-
sentado por un abogado o procurador.
Ni en éste ni en otros cc. de la presente sec. se contienen normas detalladas
sobre la sustanciación del recurso, por lo cual habrá de estarse, según los casos,
a las normas internas de los respectivos órganos, a la praxis de los mismos y al
Regolamento generale della Curia Romana (AAS 91 [1999] 629-699).
1739 El superior jerárquico deberá proveer en el término de tres meses, a te-
nor del c. 57. En caso contrario, se producirán los efectos que en ese c. se seña-
lan. El decreto deberá darse por escrito, con expresión al menos sumaria de los
motivos (c. 51), y debe ser intimado y ejecutado a tenor de los cc. 54-56 y
40-46.
P. V. s. II. Del procedimiento para la remoción y traslado de los párrocos 1073
SECCIÓN II
DEL PROCEDIMIENTO PARA LA REMOCIÓN
Y TRASLADO DE LOS PÁRROCOS
Capítulo I
Del modo de proceder en la remoción de los párrocos
1740 Cum alicuius parochi 1740 Cuando, por cualquier causa, aun
ministerium ob aliquam sin culpa grave del interesado, el
causam, etiam citra gravem ip- ministerio de un párroco resulta perjudi-
sius culpam, noxium aut saltem cial o al menos ineficaz, éste puede ser re-
inefficax evadat, potest ipse ab movido de su parroquia por el Obispo
Episcopo dioecesano a paroecia diocesano.
amoveri.
Los poderes decisorios del superior jerárquico que resuelve el recurso son
amplísimos, así como los motivos de la decisión: no sólo la legitimidad, sino
también la oportunidad del acto. La decisión no está limitada por la petición del
recurrente, sino que ha de reflejar lo que el superior juzgue más conveniente
(decisión ultra petita, reformatio in peius); y puede suprimir, sustituir o enmen-
dar el acto. De otra parte, este c. se refiere exclusivamente a los poderes del su-
perior sobre el acto administrativo impugnado, pero omite toda referencia al re-
sarcimiento de daños causados por dicho acto, sobre lo cual puede también
decidir, como ya sucedía en la disciplina anterior, según respuesta de la CPI de
22.V.1923 (AAS 16 [1924] 251), y a tenor de los cc. 128 y 221 del presente
Código y el art. 123 § 2 de la Const. Ap. Pastor Bonus, que aun refiriéndose a la
Signatura Apostólica, por congruencia vale también para los dicasterios admi-
nistrativos. Téngase en cuenta, además, que los Dicasterios de la Curia Romana
pueden encomendar a la Signatura Apostólica la resolución de controversias ad-
ministrativas de la competencia de los mismos (c. 1445 § 2, y Const. Ap. Pastor
Bonus, art. 123 § 3).
1741 Las causas por las que un párroco 1741 Causae, ob quas paro-
puede ser legítimamente removido chus a sua paroecia legi-
de su parroquia son principalmente las si- time amoveri potest, hae prae-
guientes: sertim sunt:
1.º modus agendi qui ecclesia-
1.º un modo de actuar que produzca grave sticae communioni grave detri-
detrimento o perturbación a la comunión mentum vel perturbationem af-
eclesiástica; ferat;
2.º la impericia o una enfermedad perma- 2.º imperitia aut permanens
nente mental o corporal, que hagan al pá- mentis vel corporis infirmitas,
rroco incapaz de desempeñar útilmente quae parochum suis muneribus
sus funciones; utiliter obeundis imparem red-
dunt;
3.º la pérdida de la buena fama a los ojos 3.º bonae existimationis amissio
de los feligreses honrados y prudentes o penes probos et graves paroe-
la aversión contra el párroco, si se prevé cianos vel aversio in parochum,
que no cesarán en breve; quae praevideantur non brevi
cessaturae;
4.º la grave negligencia o transgresión de 4.º gravis neglectus vel violatio
los deberes parroquiales, si persiste des- officiorum paroecialium quae
pués de una amonestación; post monitionem persistat;
5.º la mala administración de los bienes 5.º mala rerum temporalium
temporales con daño grave para la Iglesia, administratio cum gravi Eccle-
cuando no quepa otro remedio para este siae damno, quoties huic malo
mal. aliud remedium afferri nequeat.
1743 Sobre el tema, cfr. c. 189. La renuncia debe comunicarse al Obispo por
escrito, o de palabra ante dos testigos. Como en el supuesto de este c. se hace
por invitación del Ordinario, la renuncia simple es eficaz e irrevocable sin nece-
sidad de aceptación posterior. Mas para la validez de la renuncia condicional se
requiere que sea aceptable y aceptada por el Obispo en el plazo de tres meses. Y
su eficacia depende, además, de que se cumpla la condición; entretanto, la re-
nuncia es revocable (c. 189 § 4).
1744 El plazo para responder a la nueva invitación se deja al criterio del
Obispo, pero debe ser suficiente para que el interesado pueda responder. Si no
lo hiciere —pudiendo hacerlo—, o si no alega los motivos de su renuncia, el
Obispo deberá emitir el decreto de remoción sin más dilaciones.
1745 Hasta este momento, el procedimiento ha buscado la vía de concilia-
ción. A partir de aquí, se hace contradictorio, y debe instruirse con los argu-
1076 Libro VII. De los procesos
1.º invitará al párroco para que, una vez 1.º invitet illum ut, inspectis ac-
examinado el expediente, presente por es- tis, suas impugnationes in rela-
crito sus impugnaciones y aporte pruebas tione scripta colligat, immo,
en contrario si las tiene; probationes in contrarium, si
quas habeat, afferat;
2.º después de esto y de completar el ex- 2.º deinde, completa, si opus sit,
pediente si es necesario, estudiará el asun- instructione, una cum iisdem
to con los párrocos a que se refiere el c. parochis de quibus in can. 1742,
1742 § 1 a no ser que, por imposibilidad § 1, nisi alii propter illorum im-
de éstos, hayan de designarse otros; possibilitatem sint designandi,
3.º finalmente decidirá si el párroco ha de rem perpendat;
ser removido o no, y dará enseguida el de- 3.º tandem satuat utrum paro-
creto pertinente. chus sit amovendus necne, et
mox decretum de re ferat.
1746 El Obispo ha de proveer a las ne- 1746 Amoto parocho, Episco-
cesidades del párroco removido, pus consulat sive assi-
bien confiándole otro oficio, si es idóneo, gnatione alius officii, si ad hoc
o mediante una pensión, según lo aconse- idoneus sit, sive pensione, prout
je el caso y lo permitan las circunstancias. casus ferat et adiuncta permit-
tant.
1747 § 1. El párroco removido debe 1747 § 1. Parochus amotus
abstenerse de ejercer la función debet a parochi munere
parroquial, dejar libre cuanto antes la casa exercendo abstinere, quam pri-
parroquial y entregar todas las pertenen- mum liberam relinquere paroe-
cias de la parroquia a aquél a quien el cialem domum, et omnia quae
Obispo la haya encomendado. ad paroeciam pertinent ei tra-
dere, cui Episcopus paroeciam
§ 2. Pero si se trata de un enfermo, que no commiserit.
puede trasladarse sin dificultad de la casa § 2. Si autem de infirmo agatur,
parroquial a otro sitio, el Obispo le dejará qui e paroeciali domo sine in-
su uso, que puede ser exclusivo, mientras commodo nequeat alio transfe-
dure esa necesidad. rri, Episcopus eidem relinquat
eius usum etiam exclusivum,
eadem necessitate durante.
Capítulo II
Del modo de proceder en el traslado de los párrocos
1748 Si bonum animarum vel 1748 Cuando el bien de las almas o la
Ecclesiae necessitas aut necesidad o la utilidad de la Igle-
utilitas postulet, ut parochus a sia requieren que un párroco sea traslada-
sua, quam utiliter regit, ad aliam do de la parroquia que rige con fruto, a
paroeciam aut ad aliud officium otra parroquia o a otro oficio, el Obispo le
transferatur, Episcopus eidem propondrá por escrito el traslado, aconse-
translationem scripto proponat
ac suadeat ut pro Dei atque ani- jándole que acceda por amor a Dios y a
marum amore consentiat. las almas.
1749 Si parochus consilio ac 1749 Si el párroco no está dispuesto a
suasionibus Episcopi ob- seguir el consejo y las exhortacio-
sequi non intendat, rationes in nes del Obispo, ha de exponer por escrito
scriptis exponat. las razones que tiene para ello.
1750 Episcopus, si, non ob- 1750 Si, a pesar de los motivos alega-
stantibus allatis rationi- dos, el Obispo juzga que no debe
bus, iudicet a proposito non esse modificar su decisión, examinará con dos
recedendum, cum duobus paro- párrocos elegidos según el c. 1742 § 1 las
chis ad normam can. 1742, § 1 razones en pro y en contra del traslado; y
selectis, rationes perpendat quae si aun entonces estima que dicho traslado
translationi faveant vel obstent; debe llevarse a efecto, reiterará las exhor-
quod si exinde translationem pe-
ragendam censeat, paternas ex- taciones paternales al párroco.
hortationes parocho iteret.
1751 Este decreto de traslado pertenece a la especie del precepto (c. 49). Por
él se ordena al párroco que tome posesión del nuevo oficio. La parroquia queda
vacante bien por esa toma de posesión, bien por el transcurso del plazo fijado
(cfr. c. 191 § 1). En este segundo supuesto, el clérigo pierde el derecho a la re-
muneración por el primer oficio, sin hacerse acreedor a la correspondiente al se-
gundo (suspendiéndose el efecto del c. 191 § 2). La declaración del § 2 de este
c. no es constitutiva, pero es conveniente, y aun puede ser necesaria a los efectos
del c. 154.
1752 Contra el decreto cabe interponer recurso jerárquico, no obstante los
amplios poderes discrecionales de que goza el Obispo en estos asuntos; y son de
aplicación las medidas de caridad y prudencia del c. 1747. Para poner digno
broche al Código de Derecho Canónico, nada más oportuno que recordar que
la equidad canónica —el espíritu del Evangelio en el tratamiento de las situacio-
nes subjetivas singulares—, puede y debe aplicarse en armonía con la ley supre-
ma de la Iglesia: el bien de las almas.
APÉNDICE I
LEGISLACIÓN UNIVERSAL EXTRACODICIAL
1. Constitución apostólica Universi Dominici Gregis
22 de febrero de 1996 (AAS 88 [1996] 305-343)
Sobre la elección de Romano Pontífice
Ioannes Paulus PP. II ser- Juan Pablo II, siervo de los siervos de
vus servorum Dei ad perpetuam Dios, para perpetua memoria.
rei memoriam
Universi Dominici Gregis El Pastor de todo el rebaño del Señor
Pastor est Romanae Ecclesiae es el Obispo de la Iglesia Romana, en la
Episcopus, in qua Beatus Petrus cual el Bienaventurado Apóstol Pedro,
Apostolus, divina disponente Pro- por disposición de la Providencia divina,
videntia, Christo per martyrium
extremum sanguinis testimonium dio a Cristo el supremo testimonio de san-
reddidit. Plane igitur intellegitur gre con el martirio. Eso explica que la le-
legitimam apostolicam in hac Se- gítima sucesión apostólica en esta Sede,
de successionem, quacum «prop- con la cual «cada Iglesia debe estar de
ter potentiorem principalitatem, acuerdo por su alta preeminencia» 1, haya
necesse est omnem convenire Ec- sido siempre observada con especial dili-
clesiam» 1, usque peculiari diligen- gencia.
tia esse observatam.
Hanc propter causam Sum- Por esta causa los Sumos Pontífices,
mi Pontifices, saeculorum decur- en el curso de los siglos, han considerado
su, suum ipsorum esse officium que era su deber a la vez que su derecho
aeque ac praecipuum ius existi-
maverunt opportunis normis exclusivo regular con normas adecuadas
Successoris electionem modera- la elección del Sucesor. Así, en los tiem-
ri. Sic, proximis superioribus pos más cercanos a nosotros, Nuestros
temporibus, Decessores Nostri Predecesores San Pío X 2, Pío XI 3, Pío
Sanctus Pius X 2, Pius XI 3, Pius XII 4, Juan XXIII 5 y por último Pablo VI 6,
XII 4, Ioannes XXIII 5 et novissi- atendiendo a las necesidades del momen-
me Paulus VI 6, pro peculiaribus
temporum necessitatibus, provi- to histórico concreto, se ocuparon de dar
das congruentesque curaverunt al respecto sabias y apropiadas reglas para
regulas de hac quaestione feren- disponer convenientemente la idónea pre-
das, ut convenienter procederent paración y el ordenado desarrollo de la
8. Cfr CONC. ECUM. VAT. I, Const. dogm. Pastor aeternus, sobre la Iglesia de Cristo, III;
CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 18.
9. CIC, c. 332 § 1; cfr CCEO, c. 44 § 1.
1082 Apéndice I
10. Cfr m.p. Ingravescentem aetatem, 21.XI.1970, II, 2, en AAS 62 (1970) 811; Const. Ap.
Romano Pontifici eligendo, 1.X.1975, 33, en AAS 67 (1975) 622.
Const. Ap. Universi Dominici Gregis 1083
prece et Divino Spiritui suppli- las diócesis del mundo entero, ayuden a la
cationibus electorum opus iu- tarea de los electores con abundantes ora-
vent, pro eis necessarium lumen ciones y súplicas al Espíritu Divino, im-
deprecantes, ut suum eligendi plorando en favor de ellos la luz necesaria
officium obeant Deum tantum
ob oculos habentes et solummo- para que desempeñen su oficio de electo-
do spectantes ad «salutem ani- res teniendo presente solamente a Dios y
marum, quae in Ecclesia supre- mirando de modo exclusivo a la «salva-
ma semper lex esse debet» 11. ción de las almas que debe ser siempre la
Peculiari modo ad Concla- ley suprema de la Iglesia» 11.
vis antiquissimum institutum co- De modo particular hemos querido
gitationem Nostram intendimus: ocuparnos de la antiquísima institución
leges latas pariter ac de hac re
usus sanxerunt et definierunt sol- del Cónclave: su normativa y su praxis
lemnia complurium Decessorum han sido sancionadas y definidas también
Nostrorum quoque praecepta. mediante solemnes disposiciones de mu-
Diligens autem historica inquisi- chos de Nuestros Predecesores. Una aten-
tio non modo opportunitatem ta investigación histórica confirma no
confirmat, quae hoc institutum sólo la oportunidad de esta institución,
respicit, propter adiuncta in qui- por las circunstancias en las que en el
bus tempore progrediente ipsum
ortum est atque lege definitum, transcurso del tiempo surgió y fue defi-
verum etiam eius constantem niéndose normativamente, sino también
utilitatem ad eandem electionem su constante utilidad para proceder orde-
ordinate, sollicite et composite nada, solícita y correctamente a esta elec-
agendam, temporibus potissimum ción, particularmente en momentos de
occurrentibus contentionis et per- tensión y perturbación.
turbationis.
Hac prorsus de causa,
quamvis conscii Nobis simus de Precisamente por esto, aunque somos
theologorum et omnium aeta- conscientes del juicio de teólogos y cano-
tum canonistarum iudicio, qui nistas de todos los tiempos, quienes de
communi sententia hoc institu- forma concorde consideran que esta insti-
tum putant non necessarium
suapte natura ad validam Ro- tución no es necesaria por su propia natu-
mani Pontificis electionem, hac raleza para la válida elección del Romano
Constitutione iubemus eius es- Pontífice, ordenamos mediante esta Cons-
sentialem structuram manere, titución que se mantenga su estructura
quibusdam additis immutationi- esencial, añadiendo algunos cambios para
bus ut eius disciplina hodiernis adecuar su disciplina a las actuales exi-
postulatis accommodetur. Prae- gencias de los tiempos. En especial he-
cipue opportunum esse iudicavi-
mus ut, toto electionis tempore, mos juzgado oportuno que, durante todo
Cardinalium electorum domici- el tiempo que dure la elección, la residen-
lia et illorum qui ad opera prae- cia de los Cardenales electores y de aque-
standa vocantur quibus electio llos que son llamados a colaborar en el
ordinate evolvatur, in convenien- desarrollo ordenado de la elección esté si-
tibus locis Civitatis Vaticanae col- tuada en lugares convenientes del Estado
locentur. Quamvis parva, Ci- de la Ciudad del Vaticano. Aunque peque-
vitas Vaticana par est, aptis ad-
hibitis quae infra significabun- ña, la Ciudad del Vaticano es adecuada
tur rationibus, ad segregationem para ofrecer dentro de sus muros, ponien-
illam et ideo meditationem intra do los oportunos medios que se indicarán
ipsius moenia conciliandas, quas más abajo, la separación y el consiguiente
recogimiento que un acto de tal importan- actus tanti ponderis cuncta pro
cia para toda la Iglesia exige de los elec- Ecclesia ab electoribus postulat.
tores.
A la vez, considerando el carácter sa- Spectata simul sacra actus
grado del acto y, por tanto, la necesidad indole ideoque etiam necessitate
de que se desarrolle en una sede apropia- ut idem expleatur convenienti in
sede, in qua hinc liturgicae actio-
da, en la cual, por una parte, las acciones nes scite cum iuridicialibus for-
litúrgicas se conjuguen bien con las for- mulis coniungantur, atque illinc
malidades jurídicas y, por otra, se facilite ut electoribus facilius animos
a los electores disponer sus ánimos para disponendi ad interiores Spiritus
acoger las mociones interiores del Espíri- Sancti motus suscipiendos pote-
tu Santo, establecemos que la elección se stas detur, decernimus ut electio
continúe desarrollando en la Capilla Sixti- in Sacello Sixtino futurum in
na, donde todo contribuye a fomentar la tempus etiam explicetur, ubi om-
nia Dei praesentiae conscientiam
conciencia de la presencia de Dios, ante alere iuvant, in cuius conspectu
quien todos deberán comparecer un día quisque, ut iudicetur, comparere
para ser juzgados. debebit.
Confirmamos, además, con Nuestra Apostolica Nostra aucto-
Autoridad Apostólica el deber de obser- ritate confirmamus praeterea
var el más estricto secreto sobre todo lo strictissimi officium secreti ser-
que concierne directa o indirectamente a vandi de his omnibus quae recte
obliquove ad electionis actus at-
los actos de la elección; no obstante que- tinent: hac de re tamen simpli-
remos simplificar las normas sobre esta ciores reddere normas volumus,
materia, conservando lo principal, a fin praecipua tenentes, ut haesita-
de evitar perplejidades y dudas, y tam- tiones dubitationesque atque
bién eventuales ansiedades de conciencia conscientiae forte angustiae vi-
en quienes toman parte en la elección. tentur illorum qui electioni in-
tersunt.
Finalmente, Nos ha parecido que ha Formam tandem ipsam elec-
de renovarse la propia forma de elección, tionis censuimus renovandam,
teniendo en cuenta también las actuales hodierna postulata ecclesialia ac
sana recentioris hominum cultu-
exigencias eclesiales y las sanas propues- rae proposita ob oculos etiam
tas de la más reciente cultura. En este sen- habentes. Sic visum est electio-
tido parece oportuno no mantener la elec- nem per conclamationem factam
ción hecha por aclamación quasi ex quasi ex inspiratione non relin-
inspiratione, porque no la consideramos qui, quia non idoneam iudica-
idónea para manifestar el sentir de un co- mus ad mentes significandas
legio elector actualmente tan acrecido en electivi collegii iam sic numero
número y tan diverso en cuanto a proce- amplificati et ortu distincti. Ne-
cessarium pariter putamus elec-
dencia. Igualmente consideramos necesa- tionem per compromissum abole-
rio abolir la elección per compromissum, ri non modo quia difficile agitur,
no sólo porque es de difícil realización, quemadmodum normarum cu-
como demuestra el inextricable cúmulo mulus inextricabilis demonstrat
de normas dadas al respecto en el pasado, quae praeteritis temporibus hac
sino también porque es tal su naturaleza de re latae sunt, sed etiam quia
que implica una cierta disminución de la talis est natura, ut quandam
electorum officii conscientiam
consciencia del oficio de los electores, imminutam secum ferat, quippe
puesto que, en tal caso, no serían llama- qui, hoc si ita evenit, ad sua suf-
dos a emitir por sí mismos su voto. fragia ferenda non ipsi vocentur.
Así, pues, tras madura reflexión, de- Re igitur mature perpensa,
cretamos que el escrutinio secreto, lleva- decrevimus unam esse formam,
Const. Ap. Universi Dominici Gregis 1085
per scrutinium scilicet secretum, do a cabo según las normas que se expo-
in qua electores sua suffragia nen más abajo, sea la única forma en la
significare possunt ad Summum que los electores puedan emitir su voto
Pontificem eligendum, quod se- para la elección del Romano Pontífice. En
cundum normas infra descriptas
explicatur. Modus namque hic efecto, esta forma asegura, mejor que nin-
quam optimas praebet perspi- guna otra, transparencia, rectitud, simpli-
cuitatem, rectitudinem, simplici- cidad, comprensión y, sobre todo, una
tatem, perspicientiam atque participación cierta y constructiva de to-
praesertim certam et constructi- dos y cada uno de los Padres Cardenales
vam omnium singulorumque convocados a la asamblea electora del Su-
Patrum Cardinalium participa- cesor de Pedro.
tionem, qui ad conventum electi-
vum Petri Successoris vocantur.
His quidem permoti animi Con este ánimo promulgamos la pre-
sensibus, hanc Constitutionem sente Constitución Apostólica, en la que
Apostolicam promulgamus, in se contienen las normas a las que, cuando
qua normae continentur quibus, por cualquier causa o razón quede vacan-
Sede Romana quavis ratione
causave vacante, stricte est pa- te la Sede Romana, han de atenerse estric-
rendum a Cardinalibus qui ius tamente los Cardenales que tienen el dere-
tenent officiumque Petri Succes- cho y el deber de elegir al Sucesor de
soris eligendi, qui est universae Pedro, que es Cabeza visible de toda la
Ecclesiae visibile Caput atque Iglesia y Siervo de los siervos de Dios.
Servus servorum Dei.
Primera parte
Periodo de Sede Apostólica Vacante
Capítulo I
Potestad del Colegio de los Cardenales mientras
está vacante la Sede Apostólica
1. Sede Apostolica vacante, 1. Mientras está vacante la Sede
Cardinalium Collegium nullam Apostólica, el Colegio de los Cardenales
potestatem aut iurisdictionem no tiene ninguna potestad o jurisdicción
habet in ea quae pertinebant ad sobre las cuestiones que correspondían al
Summum Pontificem dum vive- Sumo Pontífice mientras vivía o ejercía
bat vel muneribus officii sui fun-
gebatur; ea omnia exclusive uni las funciones de su oficio; todas estas
Pontifici futuro debent reserva- cuestiones deben quedar reservadas ex-
ri. Quapropter invalidum et irri- clusivamente al futuro Pontífice. Por tan-
tum esse decernimus quidquid to declaramos inválido y sin efecto alguno
potestatis aut iurisdictionis —ad cualquier acto de potestad o de jurisdic-
Romanum Pontificem dum vivit ción —perteneciente al Romano Pontífice
pertinentis, vel ad perfunctio- mientras vive o al desempeño de su ofi-
nem officii ipsius— coetus ipse cio— que el Colegio de los Cardenales
Cardinalium duxerit exercen- decidiese realizar, a no ser en la medida
dum nisi quatenus in hac Nostra
Constitutione expresse permitta- en que se permita expresamente en esta
tur. Constitución Nuestra.
2. Apostolica Sedes dum va- 2. Mientras está vacante la Sede
cat, regimen Ecclesiae concredi- Apostólica, el gobierno de la Iglesia que-
tur Cardinalium Collegio dum- da confiado al Colegio de los Cardenales
1086 Apéndice I
Capítulo II
Las Congregaciones de los Cardenales
para preparar la elección del Sumo Pontífice
7. Tempore Sedis vacantis 7. Durante el periodo de Sede vacante
agentur Cardinalium Congrega- tendrán lugar dos clases de Congregacio-
tiones duplicis generis: altera ge- nes de los Cardenales: una general, es de-
neralis, seu totius Collegii usque cir, de todo el Colegio hasta el comienzo
ad ineundam electionem, altera
particularis. Congregationibus de la elección, y otra particular. En las
generalibus omnes Cardinales Congregaciones generales deben participar
legitime non impediti interesse todos los Cardenales que no estén legíti-
debent, simul atque de vacatione mamente impedidos, desde el momento en
Apostolicae Sedis certiores facti que son informados de que ha quedado va-
sunt. Cardinalibus qui secun- cante la Sede Apostólica. A los Cardenales
dum n. 33 huius Constitutionis que, según el n. 33 de esta Constitución, no
eligendi Pontificem munere non
fruuntur, facultas datur non tienen la función de elegir al Pontífice, se
participandi Congregationes ge- les concede la facultad de no participar en
nerales. las Congregaciones generales.
Congregatio particularis con- La Congregación particular está inte-
stat Cardinale Sanctae Romanae grada por el Cardenal Camarlengo de la
Ecclesiae Camerario et tribus
Cardinalibus, uno ex quoque or- Santa Iglesia Romana y por tres Cardena-
dine, sorte ductis inter Cardina- les, uno por cada Orden, extraídos por
les electores qui Romae tunc ad- sorteo entre los Cardenales electores pre-
sunt. Horum trium Cardina- sentes entonces en Roma. La función de
lium, qui Assistentes appellantur, estos tres Cardenales, que se llaman Asis-
officium tertio iam die transacto tentes, cesa absolutamente al cumplirse el
omnino cessat, in eorumque lo- tercer día, y les suceden otros, incluso una
cum, etiam sortitione, alii succe-
dunt post initam quoque electio- vez iniciada la elección, designados tam-
nem, eodem temporis praestituto bién por sorteo, por el mismo periodo.
fine.
Tempore electionis res gra- Durante el periodo de la elección las
vioris momenti, si casus fert, a cuestiones de mayor importancia, si es
conventu Cardinalium electo- necesario, serán tratadas por la asamblea
rum decernuntur, negotia vero de los Cardenales electores, mientras que
ordinaria a Congregatione parti-
culari Cardinalium pergunt ex- los asuntos ordinarios siguen siendo des-
1088 Apéndice I
gelio, añadirá: Así me ayude Dios y estos nentes manum super Evange-
Santos Evangelios de Dios que toco con lium adiungent: Sic me Deus
mi mano. adiuvet et haec Sancta Dei Evan-
gelia, quae manu mea tango.
13. En una de las Congregaciones in- 13. In una e proxime sub-
mediatamente posteriores, los Cardenales, sequentibus Congregationibus
siguiendo el orden del día preestablecido, Cardinales, secundum ordinem
deberán decidir sobre las cuestiones más rerum agendarum praestitutum,
de iis decernere debent, quae ad
urgentes para el comienzo del Cónclave, Conclave inchoandum urgentio-
es decir: ra sunt, id est:
a) establecer el día, la hora y el modo a) Constituant diem, horam
en que el cadáver del Pontífice difunto et modum, quo corpus defuncti
será trasladado a la Basílica Vaticana, Pontificis in Basilicam Vatica-
para ser expuesto a la veneración de los nam feratur, ibi obsequio fide-
fieles; lium exponendum;
b) Omnia paranda curent,
b) disponer todo lo necesario para las quae necessaria sunt ad exse-
exequias del Pontífice difunto, que se ce- quias Pontificis defuncti, quae
lebrarán durante nueve días consecutivos, per novem dies continuos cele-
y fijar su inicio de tal modo que el entie- brentur; earumque initium prae-
rro tenga lugar, salvo que por circunstan- finiant ita ut sepultura fiat, nisi
cias especiales parezca oportuna otra ex peculiaribus rerum adiunctis
cosa, entre el cuarto y el sexto día después aliter visum fuerit, inter quar-
de la muerte; tum sextumque post mortem
diem;
c) pedir a la Comisión, compuesta por c) Admoneant Commissio-
el Cardenal Camarlengo y por los Carde- nem quae constat ex Cardinale
nales que desempeñaban respectivamente Camerario necnon iis Cardinali-
el cargo de Secretario de Estado y de Pre- bus qui Officium Secretarii Sta-
tus atque Praesidis Pontificiae
sidente de la Pontificia Comisión para el Commissionis pro Statu Urbis
Estado de la Ciudad del Vaticano, que dis- Vaticanae explebant, ut tempe-
ponga con tiempo suficiente tanto los lo- stive tum loca disponant in aedi-
cales de la Domus Sanctae Marthae para bus Domus Sanctae Marthae quo
el conveniente alojamiento de los Carde- convenienter Cardinales electo-
nales electores, como las habitaciones res recipiantur tum etiam cubilia
adecuadas para los que están previstos en iis omnibus idonea qui huius
Constitutionis n. 46 commemo-
el n. 46 de la presente Constitución, y rantur, utque ea omnia simul pa-
que, al mismo tiempo, provea a que en la rentur necessaria in Sacello Sixti-
Capilla Sixtina se prepare lo necesario no, unde singulae partes electio-
para que todas las actividades relativas a nem attingentes expleri possint
la elección puedan desarrollarse de mane- modo quidem facili, composito
ra ágil, ordenada y con la máxima custo- et maxima cum secreti custodia
dia del secreto, según lo previsto y esta- prout haec ipsa Constitutio de-
blecido en esta Constitución; cernit et edicit;
d) confiar a dos eclesiásticos de sólida d) Duobus solidae doctri-
doctrina, eximia prudencia y autoridad nae, eximiae prudentiae mora-
moral, el encargo de predicar ante los mis- lisque auctoritatis ecclesiasticis
mos Cardenales dos ponderadas medita- viris munus concredant profe-
ciones, una sobre la situación de la Iglesia rendi ante Cardinales ipsos per-
pensas meditationes duas de Ec-
en ese momento, y otra sobre la trascen- clesiae ea ipsa aetate condicioni-
dencia de la elección del nuevo Pontífice; bus deque novi Pontificis collu-
al mismo tiempo, teniendo en cuenta lo minata electione; caveant pari-
Const. Ap. Universi Dominici Gregis 1091
Capítulo III
Algunos cargos durante el periodo de Sede Apostólica vacante
rante el periodo de Sede Apostólica va- non cessat Sede Apostolica va-
cante, y tampoco cesa en su jurisdicción cante pariterque pro sua quidem
el Cardenal Arcipreste de la Basílica Vati- dicione non cessat Basilicae Vati-
cana y Vicario General para la Ciudad del canae Cardinalis Archipresbyter
atque Generalis Vicarius pro Ci-
Vaticano. vitate Vaticana.
15. Si se diera la vacación del cargo 15. Quodsi munus Sanctae
de Camarlengo de la Santa Iglesia Roma- Romanae Ecclesiae Camerarii
na o de Penitenciario Mayor a la muerte vel Paenitentiarii Maioris, quo
del Pontífice o antes de la elección del tempore Pontifex diem obiit
supremum vel ante Successo-
Sucesor, el Colegio de los Cardenales ris electionem, vacare contingat,
debe elegir cuanto antes al Cardenal o, si Cardinalium Collegium quam
es el caso, los Cardenales que desempe- primum eligere debet Cardina-
ñen esos oficios hasta la elección del nue- lem vel, si casus ferat, Cardina-
vo Pontífice. En cada uno de los casos ci- les, qui usque ad electionem novi
tados la elección se hace por votación Pontificis eiusmodi officia ge-
secreta de todos los Cardenales electores rant. In singulis casibus me-
moratis, electio fit per secreta
presentes; los votos se emiten en papele- suffragia omnium Cardinalium
tas que los Ceremonieros distribuirán, re- electorum qui praesentes adsunt;
cogerán y abrirán en presencia del Camar- suffragia feruntur ope schedula-
lengo y de los tres Cardenales Asistentes, rum, quas viri ecclesiastici a cae-
si se trata de elegir al Penitenciario Ma- rimoniis distribuant et colligant,
yor; o de los citados tres Cardenales y del nec non aperiant coram Sanctae
Secretario del Colegio Cardenalicio si se Romanae Ecclesiae Camerario
ac tribus Cardinalibus Assisten-
debe elegir al Camarlengo. Resultará ele- tibus, si eligendus est Paeniten-
gido y tendrá ipso facto todas las faculta- tiarius Maior; vel coram prae-
des correspondientes al cargo aquel que dictis tribus Cardinalibus ac Co-
haya obtenido la mayoría de los votos. En llegii Cardinalium Secretario, si
caso de igualdad de votos, será designado eligendus est Camerarius. Is au-
quien pertenezca al orden más elevado y, tem electus habendus est, et ipso
dentro del mismo orden, quien primero facto omnibus facultatibus ad
munus pertinentibus praeditus,
haya sido incorporado al Sacro Colegio. in quem maior pars votorum seu
Hasta que no haya sido elegido el Camar- suffragiorum convenerit. Quodsi
lengo, hace sus veces el Decano del Cole- forsitan suffragia paria fuerint,
gio o, en su ausencia o si está legítima- ille deputatus habeatur qui fuerit
mente impedido, el Vicedecano o el ordine prior, aut, si eiusdem or-
Cardenal mayor según el acostumbrado dinis, qui prius in Sacrum Colle-
orden de precedencia conforme al n. 9 de gium adlectus. Donec Camera-
rius eligatur, eius partes gerit
esta Constitución, el cual puede tomar sin Collegii Decanus vel, eo absente
ninguna dilación las decisiones que las aut legitime impedito, Subdeca-
circunstancias aconsejen. nus vel Cardinalis senior secun-
dum priorum partium usitatum
ordinem congruenter cum n. 9
huius Constitutionis, qui sine
mora decernere potest prout re-
rum adiuncta suadeant.
16. Si durante el periodo de Sede va- 16. Quodsi Vicarium Gene-
cante falleciese el Vicario General de la ralem dioecesis Romanae, Sede
Diócesis de Roma, el Vicegerente que vacante, e vivis decedere conti-
gerit, Vices Gerens tunc hoc in
esté entonces nombrado ejercerá también officio constitutus, etiam munus
la función propia del Cardenal Vicario Vicarii Generalis exercebit prae-
además de la jurisdicción ordinaria vica- ter ordinariam iurisdictionem
Const. Ap. Universi Dominici Gregis 1093
vicariam quae ad eum pertinet 15. ria que ya le corresponde 15. Si también
Si vero etiam Vices Gerens deest, faltase el Vicegerente, el Obispo Auxiliar
Episcopus Auxiliaris electione más antiguo en el nombramiento desem-
primus eiusmodi officia exseque- peñará esas funciones.
tur.
17. Ad Sanctae Romanae 17. En cuanto reciba el aviso del falle-
Ecclesiae Camerarium spectat, cimiento del Sumo Pontífice, el Camar-
statim ac nuntium obitus Summi lengo de la Santa Iglesia Romana debe
Pontificis acceperit, coram Prae-
fecto Domus Pontificiae, iure re- comprobar oficialmente la muerte en pre-
cognoscere Pontificis mortem, sencia del Prefecto de la Casa Pontificia,
astantibus Magistro Pontificia- y con asistencia del Maestro de las Cele-
rum Celebrationum Liturgica- braciones Litúrgicas Pontificias, de los
rum, Praelatis Clericis, Secre- Prelados Clérigos y del Secretario y Can-
tario et Cancellario Camerae ciller de la Cámara Apostólica, el cual de-
Apostolicae, qui authenticum berá extender el acta auténtica de la muer-
mortis actum conficiat. Cardina-
lis Camerarii pariter erit priva- te. El Camarlengo debe además sellar el
tis eiusdem Pontificis aedibus si- estudio y la habitación del Pontífice, y
gilla apponere atque statuere ut disponer que el personal de servicio que
ministrantibus ex more commo- vivía allí habitualmente pueda permane-
rantibusque in privata habita- cer en el apartamento privado hasta des-
tione liceat permanere usque ad pués de la sepultura del Papa, momento
peractam Papae sepulturam, en que todo el apartamento pontificio será
cum scilicet integrae pontificiae
habitationi sigilla imponentur; sellado; comunicar la muerte al Cardenal
ipsius obitum Cardinali in Urbe Vicario para la Urbe, el cual dará noticia
Vicario nuntiare, qui de re popu- al pueblo romano con una notificación es-
lum Romanum singulari edicto pecial; igualmente al Cardenal Arcipreste
edocebit; pariter de eadem cer- de la Basílica Vaticana; tomar posesión
tiorem facere Cardinalem Basili- del Palacio Apostólico Vaticano y, perso-
cae Vaticanae Archipresbyte- nalmente o por medio de un delegado
rum; ad Apostolicum Palatium suyo, de los Palacios de Letrán y de Cas-
Vaticanum accedere ut huius
possessionem capiat, nec non telgandolfo, ejerciendo su custodia y go-
possessionem, sive per se sive bierno; disponer, oídos los Cardenales
per delegatum, utriusque Palatii que presiden cada uno de los tres órdenes,
ad Lateranum et ad Arcem Gan- todo lo que concierne a la sepultura del
dulfi, eorumque custodiam et re- Pontífice, a menos que éste, cuando vivía,
gimen exercere; statuere, auditis hubiera manifestado su voluntad al res-
Cardinalibus qui tribus ordini- pecto; ocuparse, en nombre y con el con-
bus praesunt, ea omnia quae
pertinent ad sepulturam Pontifi- sentimiento del Colegio de los Cardena-
cis, nisi forte is, dum vivebat, les, de todo lo que las circunstancias
suam hac de re voluntatem ma- aconsejen para la defensa de los derechos
nifestavit; ea omnia, nomine et de la Sede Apostólica y para su recta ad-
consensu Collegii, curare quae ministración. De hecho, es competencia
ad iura Apostolicae Sedis tuenda del Camarlengo de la Santa Iglesia Roma-
et ad huius administrationem na, durante el periodo de Sede vacante,
recte gerendam rerum tempo-
rumque adiuncta suadebunt. cuidar y administrar los bienes y los dere-
Etenim Cardinali Sanctae Ro- chos temporales de la Santa Sede, con la
manae Ecclesiae Camerario, Se- ayuda de los tres Cardenales Asistentes,
de Apostolica vacante, contingit previo el voto del Colegio de los Carde-
15. Cfr Const. Ap. Vicariae potestatis, 6.I.1977, 2 § 4, en AAS 69 (1977) 10.
1094 Apéndice I
nales, emitido una vez para todas las cura et administratio bonorum
cuestiones de menor importancia, y para et iurium temporalium ipsius
cada caso en las más importantes. Sanctae Sedis, auxiliantibus tri-
bus Cardinalibus qui Assistentes
appellantur, praehabita, semel
circa leviora ac singulis in casi-
bus circa graviora negotia suf-
fragatione Cardinalium Collegii.
18. El Cardenal Penitenciario Mayor 18. Cardinalis Paenitentia-
y sus Oficiales, durante el periodo de rius Maior, eiusque officiales,
Sede vacante, pueden tratar y resolver to- Sede vacante, ea agere et expedi-
das las cuestiones determinadas por Nues- re valent, quae a Pio XI Decesso-
re Nostro definita sunt per Con-
tro Predecesor Pío XI en la Constitución stitutionem Apostolicam Quae
Apostólica Quae divinitus, de 25 de mar- divinitus die 25 mensis Martii
zo de 1935 16, y por Nosotros en la Consti- anno 1935 editam 16, atque a No-
tución Apostólica Pastor Bonus 17. bismet Ipsis per Constitutionem
Apostolicam Pastor Bonus 17.
19. Corresponderá al Decano del Co- 19. Decani autem Cardina-
legio de los Cardenales, apenas haya sido lium Collegii erit, ubi primum a
informado por el Cardenal Camarlengo o Cardinale Camerario vel a Prae-
por el Prefecto de la Casa Pontificia de la fecto Domus Pontificiae de Pon-
tificis morte fuerit edoctus, om-
muerte del Pontífice, dar la noticia a todos nibus Cardinalibus hanc nuntia-
los Cardenales, convocándolos para las re, eosque convocare ad Congre-
Congregaciones del Colegio. Igualmente gationes Collegii agendas. Item
comunicará la muerte del Pontífice al Pontificis mortem is significabit
Cuerpo Diplomático acreditado ante la Nationum Legatis seu Oratori-
Santa Sede y a los Jefes de Estado de las bus ad Apostolicam Sedem pu-
respectivas Naciones. blice missis, et iis qui in iisdem
Nationibus supremam obtinent
auctoritatem.
20. Durante el periodo de Sede Apos- 20. Sede Apostolica vacante
tólica vacante, el Sustituto de la Secreta- Substitutus Secretariae Status
ría de Estado así como el Secretario para sicut et Secretarius de rationibus
las Relaciones con los Estados y los Se- cum Civitatibus et Secretarii Di-
casteriorum Romanae Curiae
cretarios de los Dicasterios de la Curia pergunt in moderando proprio
Romana conservan la dirección de las res- cuiusque Officio, de quo Cardi-
pectivas oficinas y responden de ella ante nalium Collegio respondent.
el Colegio de los Cardenales.
21. Tampoco cesan en el cargo y en 21. Item non cessant Ponti-
sus facultades los Legados Pontificios. ficiorum Legatorum munus et
potestas.
22. También el Limosnero de Su San- 22. Eleemosynarius quoque
tidad continuará en el ejercicio de las Sanctitatis Suae opera caritatis
obras de caridad, siguiendo los criterios exercere pergit, et quidem ea-
dem ratione qua, vivente Pontifi-
acostumbrados en vida del Pontífice; pero ce, solebat; est autem Cardina-
está sujeto al Colegio de los Cardenales lium Collegio subiectus usque ad
hasta la elección del nuevo Pontífice. novi Pontificis electionem.
23. Durante el periodo de Sede vacan- 23. Sede Apostolica vacante,
te, todo el poder civil del Sumo Pontífice, universa civilis potestas Summi
Capítulo IV
Facultades de los Dicasterios de la Curia Romana
durante el periodo de Sede Apostólica vacante
24. Curiae Romanae Dica- 24. Durante el periodo de Sede vacan-
steria, praeter illa de quibus di- te, los Dicasterios de la Curia Romana,
citur n. 26 huius Constitutionis, excepto aquellos a los que se refiere el n.
Sede Apostolica vacante nullam 26 de esta Constitución, no tienen potes-
potestatem habent in iis, quae
Sede plena facere et expedire tad alguna en aquellas materias que, Sede
non possunt, nisi facto verbo cum plena, no pueden tratar o realizar si no es
SS.mo vel ex Audientia SS.mi, vel facto verbo cum SS.mo, o ex Audientia
vigore specialium et extraordina- SS.mi, o vigore specialium et extraordina-
riarum facultatum, quae a Ro- riarum facultatum, que el Romano Pontí-
mano Pontifice eorundem dica- fice suele conceder a los Prefectos, a los
steriorum Praefectis, Praesidi- Presidentes o a los Secretarios de los Di-
bus vel Secretariis solent conce-
di. casterios.
25. Facultates vero propriae 25. No cesan con la muerte del Pontí-
cuiusque Dicasterii, occurrente fice las facultades propias de cada Dicas-
morte Pontificis, non cessant; terio; establecemos, no obstante, que los
verumtamen statuimus, ut Di- Dicasterios hagan uso de ellas sólo para
casteria iis facultatibus solum ad
gratias concedendas, quae mino- conceder gracias de menor importancia;
ris momenti sunt, utantur, nego- en cambio, las cuestiones más graves o
tia vero graviora vel in contro- discutidas, siempre que puedan diferirse,
versiam vocata, quae in aliud deben reservarse en su integridad al futu-
tempus possint differri, futuro ro Pontífice; si no admitiesen dilación
Pontifici omnino reserventur; (como cuando se trata, entre otros casos,
quae si nullam moram admit- de dispensas in articulo mortis que el
tant, (sicut ceterum, cum agitur
de dispensationibus in articulo Sumo Pontífice suele conceder), podrán
mortis, quas Summus Pontifex ser encomendadas por el Colegio de los
concedere solet) a Cardinalium Cardenales al Cardenal que era Prefecto
Collegio committi poterunt Car- hasta la muerte del Pontífice, o al Arzo-
dinali qui usque ad obitum Pon- bispo hasta entonces Presidente, y a los
tificis fuit Praefectus, vel Archie- otros Cardenales del mismo Dicasterio, a
piscopo ad id temporis Praesidi cuyo examen probablemente las hubiera
ceterisque Cardinalibus eiusdem
Dicasterii, cui ea Summus Ponti- confiado el Sumo Pontífice difunto. En
fex defunctus probabiliter exa- dichas circunstancias, éstos podrán deci-
minanda mandavisset. Poterunt dir per modum provisionis, hasta que sea
illi per modum provisionis, in elegido el Pontífice, lo que crean más
eiusmodi rerum adiunctis, donec adecuado y conveniente para la custodia y
1096 Apéndice I
Capítulo V
Las exequias del Romano Pontífice
bentis sive iam mortui, neque con ningún instrumento sus palabras para
eius voces quovis apparatu perci- después reproducirlas. Si alguien, después
pere unde postea repetantur. Si de la muerte del Papa, desea hacer foto-
quis, Pontifice defuncto, eiusmo- grafías con fines de prueba o de testimo-
di imagines probationis vel testi-
monii causa, photographice effi- nio, debe solicitarlo al Cardenal Camar-
cere cupit, id a Cardinale San- lengo de la Santa Romana Iglesia, quien,
ctae Romanae Ecclesiae Came- en cualquier caso, no permitirá que se
rario petere debet, qui tamen tome la imagen del Sumo Pontífice si no
Summi Pontificis imaginem luce está revestido con los hábitos pontificales.
exprimi non sinet, nisi pontificiis
vestibus induti.
31. Post Summi Pontificis 31. Después de la sepultura del Sumo
sepulturam atque dum novi Pontífice y mientras dura la elección del
Pontificis electio habeatur, diae- nuevo Papa, no debe habitarse ninguna
tae privatae Summi Pontificis parte del apartamento privado del Sumo
nulla pars habitetur.
Pontífice.
32. Si defunctus Summus 32. Si el Sumo Pontífice difunto ha
Pontifex de rebus suis testamen- hecho testamento de sus cosas, dejando
tum fecit litterasque ac tabulas cartas o documentos privados, y ha desig-
privatas reliquit, atque sui testa-
menti curatorem designavit, nado un albacea testamentario, correspon-
huius est, pro potestate sibi a te- de a éste disponer y ejecutar, según el
statore facta, ea statuere et exse- mandato recibido del testador, lo que con-
qui quae ad privata defuncti cierne a los bienes privados y a los escri-
Pontificis bona et scripta perti- tos del difunto Pontífice. El albacea dará
nent. Qui curator de munere a se cuenta del desempeño de su función úni-
gesto uni novo Summo Pontifici camente al nuevo Sumo Pontífice
rationem reddet.
Segunda parte
La elección del Romano Pontífice
Capítulo I
Los electores del Romano Pontífice
33. Ius eligendi Romanum 33. El derecho de elegir al Romano
Pontificem ad Sanctae Romanae Pontífice corresponde únicamente a los
Ecclesiae Cardinales exclusive Cardenales de la Santa Iglesia Romana,
pertinet, iis exceptis qui ante con excepción de aquellos que, antes del
diem mortis Summi Pontificis
vel ante diem quo Sedes Aposto- día de la muerte del Sumo Pontífice o del
lica vacavit octogesimum aetatis día en el cual la Sede Apostólica queda
annum iam confecerunt. Maxi- vacante, hayan cumplido 80 años. El nú-
mus autem Cardinalium electo- mero máximo de Cardenales electores no
rum numerus centum viginti ne debe superar los ciento veinte. Queda ab-
excedat. Prorsus ergo excluditur solutamente excluido todo derecho de
quodlibet electionis activae ius elección activa por parte de cualquier otra
cuiuspiam alterius ecclesiasticae
dignitatis aut laicae potestatis dignidad eclesiástica o la intervención del
cuiusvis gradus et ordinis inter- poder civil sea cual fuere su orden o gra-
ventus. do.
34. Si quando contingit ut 34. Si la Sede Apostólica quedara va-
Sedes Apostolica vacet dum ali- cante durante la celebración de un Conci-
quod Concilium Oecumenicum lio Ecuménico o de un Sínodo de los
1098 Apéndice I
salud o incluso antes, debe ser readmiti- tam aut etiam ante, redire volue-
do. rit, rursus admittatur.
Además, si algún Cardenal hubiera Praeterea si quis Cardinalis
salido de la Ciudad del Vaticano por cual- quamlibet aliam ob gravem cau-
sam, a maiore parte electorum
quier otra causa grave, reconocida como comprobatam, e Civitate Vatica-
tal por la mayoría de los electores, podrá na egressus fuerit, poterit rever-
regresar para tomar parte en la elección. ti, ut electionem participet.
Capítulo II
Sede de la elección, oficiales y ministros
admitidos en razón de su función
41. El Cónclave para la elección del 41. Conclave ad Summum
Sumo Pontífice se celebrará en la Ciudad Pontificem eligendum fiet in Ci-
del Vaticano, en los lugares y edificios vitate Vaticana, in partibus et
descritos. Queda prohibido el acceso a los aedibus descriptis, extraneis in-
terdictis, ita ut accommodata
extraños, de modo que se garantice el collocatio atque permansio prae-
adecuado alojamiento y la estancia de los beantur Cardinalibus electori-
Cardenales electores y de quienes, por tí- bus iisque quotquot legitimo iu-
tulo legítimo, están llamados a colaborar re advocantur ut operam dent
al normal desarrollo de la elección. ipsi electioni recte atque ordine
explicandae.
42. En el momento establecido para el 42. Tempore ineundis nego-
comienzo del proceso de la elección del tiis electionis Summi Pontificis
Sumo Pontífice, todos los Cardenales statuto oportet acceperint et adi-
electores deberán haberse instalado en el verint omnes Cardinales electo-
res opportunam collocationem
conveniente alojamiento que se les habrá in vulgo dictis aedibus Domus
asignado en la llamada Domus Sanctae Sanctae Marthae recens exstruc-
Marthae, construida recientemente en la tis in Civitate Vaticana.
Ciudad del Vaticano.
Si razones de salud, previamente Si infirmae valetudinis ra-
comprobadas por la competente Congre- tiones, ante a statuta Cardina-
gación cardenalicia, aconsejan que algún lium Congregatione comproba-
tae, suadeant ut aliquis Cardina-
Cardenal elector tenga consigo, incluso lis elector adducat etiam electio-
en el periodo de la elección, un enferme- nis tempore aegrorum mini-
ro, se debe proveer para que a éste le sea strum, caveatur ut ipsi quoque
asignada una habitación adecuada. apta detur habitatio.
43. Desde el momento en que se ha 43. Ex quo initium negotio-
dispuesto el comienzo del proceso de la rum electionis statutum est ad
elección hasta el anuncio público de que peractae usque Summi Pontificis
se ha realizado la elección del Sumo Pon- electionis publicum nuntium vel,
tífice, o en todo caso hasta que así lo or- utcumque, hoc iusserit novus
Pontifex, aedes Domus Sanctae
dene el nuevo Pontífice, los locales de la Marthae, pariterque Sacellum
Domus Sanctae Marthae, la Capilla Sixti- Sixtinum atque loci designati li-
na y el lugar designado para las celebra- turgicis celebrationibus obserari
ciones litúrgicas, deben estar cerrados a debebunt, sub auctoritate Cardi-
las personas no autorizadas, bajo la auto- nalis Camerarii externaque co-
ridad del Cardenal Camarlengo y con la operatione Substituti Secreta-
colaboración externa del Sustituto de la riae Status, omnibus licentia ca-
Const. Ap. Universi Dominici Gregis 1101
Capítulo III
Comienzo de los actos de la elección
49. Exsequiis defuncti Pon- 49. Una vez celebradas las exequias
tificis rite persolutis et apparatis del Pontífice difunto según los ritos pres-
iis quae requiruntur ad legiti- critos, y preparado lo necesario para llevar
mam electionem exsequendam, a cabo la legítima elección, el día estable-
die constituto —decimo quinto
id est a Pontificis morte aut non cido —es decir, el decimoquinto desde la
ultra vicesimum diem, prout n. muerte del Pontífice, o según lo previsto
37 huius Constitutionis decerni- en el n. 37 de la presente Constitución, no
tur— Cardinales electores con- más allá del vigésimo— los Cardenales
venient in Basilicam Vaticanam electores se reunirán en la Basílica de San
Sancti Petri, vel alium in locum Pedro en el Vaticano, o en otra sede según
pro temporis et loci opportunita- la oportunidad de tiempo y lugar, para par-
te, ad participandam sollemnem
Eucharisticam celebrationem ticipar en una solemne celebración Euca-
cum Missa votiva Pro eligendo rística con la Misa votiva Pro eligendo
Papa 19. Hoc congruenti tempore Papa 19. Esto deberá realizarse a ser posible
quidem sub poena nullitatis ip- ren a la naturaleza del acto mismo de la
sius deliberationis, ut quaedam elección, y esto bajo pena de nulidad de la
ex iis, quae respiciunt naturam deliberación.
actus ipsius electionis, mutari
aut substitui possint.
Quodsi, de sententia maio- Si, según la mayoría de los electores,
ris partis electorum, nihil obstat nada impide que comiencen los actos de
quominus incohentur actus elec- la elección, se procederá inmediatamente
tionis, statim ad ipsos proceden- de acuerdo con las normas indicadas en
dum est, servatis tamen normis esta misma Constitución.
in hac eadem Constitutione pro-
latis.
Capítulo IV
Observancia del secreto sobre todo lo relativo a la elección
dem Pontifice peculiaris et ex- modo, a no ser que haya recibido autori-
pressa ad hoc facultas concessa zación específica y expresa para ello del
fuerit. mismo Pontífice.
61. Denique, ut Cardinales 61. Por último, para que los Carde-
electores cavere possint ab alio- nales electores puedan preservarse de la
rum imprudentia nec non ab in- indiscreción ajena y de eventuales ase-
sidiis, quas facultati suo ipso- chanzas que pudieran afectar a su inde-
rum utendi iudicio et libertati
decernendi fortasse parari con- pendencia de juicio y a su libertad de de-
tingat, omnino interdicimus, ne cisión, prohibimos absolutamente que,
in illis locis in quibus electio bajo ningún pretexto, se introduzcan en
peragitur introducantur, sub los lugares donde se desarrollan los actos
quolibet praetextu, nec, si ibi de la elección o, si ya los hubiera, que
forte iam exstent, adhibeantur sean usados instrumentos técnicos de
quaelibet genera instrumento- cualquier tipo que sirvan para grabar, re-
rum vocibus vel imaginibus vel
scriptionibus mechanice impri- producir o transmitir voces, imágenes o
mendis, reddendis, trans- escritos.
Capítulo V
Desarrollo de la elección
te, de modo que los otros electores puedan in eam immitti; quam capsulam
comprobar que está vacía, después la cie- antequam scrutatores Infirmariis
rran y depositan la llave sobre el altar. tradant, palam aperiant, ut cete-
Seguidamente los Infirmarii, con la caja ri electores possint eam vacuam
conspicere, deinde claudant et
cerrada y un conveniente número de pape- clavem super altare ponant. Hinc
letas en un platillo, se dirigen, debidamen- Infirmarii cum capsula clausa et
te acompañados por los ministros, a la Do- congruenti numero schedularum
mus Sanctae Marthae, al lugar en que esté in parvo disco collocatarum, mi-
cada enfermo, el cual, tomando una pape- nistris recto modo comitantibus,
leta, debe escribirla, doblarla y, prestando ad aedes Domus Sanctae Mar-
thae apud unumquemque infir-
antes el juramento mencionado, introdu- mum se recipiunt; qui acceptam
cirla en la caja a través de la abertura. Si schedulam secreto scribat, com-
algún enfermo no está en condiciones de plicet et, dato antea iure iurando
escribir, uno de los tres Infirmarii u otro praedicto, in capsulam per fora-
Cardenal elector designado por el enfer- men mittat. Quodsi quis infir-
mo, después de haber prestado juramento mus scribere non valet, unus e
ante los mismos Infirmarii de mantener el tribus Infirmariis aut alius Car-
dinalis elector, ab infirmo depu-
secreto, lleva a cabo dichas operaciones. tatus, praestito de secreto ser-
Después de esto, los Infirmarii vuelven a vando in manibus ipsorum Infir-
llevar a la Capilla la caja, que será abierta mariorum iure iurando, praedic-
por los Escrutadores una vez que los Car- ta faciat. Quibus peractis, Infir-
denales presentes hayan depositado su marii capsulam in Sacellum
voto; y contado las papeletas que contiene reportant, quae a Scrutatoribus
aperietur cum Cardinales ads-
y comprobando que su número correspon- tantes suffragium suum deposue-
de al de los enfermos, las ponen una a una rint et schedulas, quae in ea con-
en el plato y con éste las introducen todas tinentur, numeraverint; et tot re-
juntas en la urna. Para no alargar demasia- pertas, quot sunt infirmi, singi-
do las operaciones de voto, los Infirmarii llatim in disco ponant, et per
pueden rellenar y depositar sus papeletas hunc simul omnes in urnam im-
en la urna después del primero de los Car- mittant. Ne autem scrutinii actio
nimis protrahatur, Infirmarii
denales, yendo a continuación a recoger el poterunt proprias schedulas
voto de los enfermos del modo indicado statim post Cardinalium pri-
más arriba mientras los otros electores de- mum conficere et in urna ponere,
positan su papeleta. deinde, dum ceteri electores
68. Una vez que todos los Cardenales suam schedulam ponunt, ad in-
electores hayan introducido sus papeletas firmos pergere ad accipienda eo-
rum vota eo modo, qui supra est
en la urna, el primer Escrutador la agita dictus.
varias veces para que se mezclen. Hecho
esto, el último Escrutador procede a con- 68. Postquam omnes Cardi-
nales electores schedulas suas in
tarlas, extrayéndolas de manera visible urnam immiserunt, primus Scru-
una a una de la urna y colocándolas en un tator hanc semel iterumque agitet
recipiente vacío, ya preparado para ello. ut schedulae permisceantur; quo
Si el número de las papeletas no corres- facto, ultimus Scrutator statim
ponde al número de los electores, hay que eas numeret, unamquamque
quemarlas todas y proceder de nuevo, es schedulam singillatim ex urna pa-
lam sumens et in vase vacuo, ad
decir, por segunda vez, a emitir los votos; hoc apparato, deponens. Quodsi
si, por el contrario, corresponde al núme- schedularum numerus non re-
ro de los electores, se pasa a la publica- spondet numero electorum, omnes
ción del escrutinio, que se hace del si- comburendae sunt, et iterum, id
guiente modo. est altera vice, ad suffragia feren-
Const. Ap. Universi Dominici Gregis 1113
20. Cfr Const. Ap. Vacante Sede Apostolica, 25.XII.1904, 76, en Pii X Pontificis Maximi
Acta III (1908), 280-281.
21. Cfr Const. Ap. Vacantis Apostolicae Sedis, 8.XII.1945, 88, en AAS 38 (1946) 93.
22. Cfr Const. Ap. Romano Pontifici eligendo, 1.X.1975, 74, en AAS 67 (1975) 639.
Const. Ap. Universi Dominici Gregis 1115
Capítulo VI
Lo que se debe observar o evitar en la elección del Sumo Pontífice
23. Cfr S. PÍO X, Const. Ap. Vacante Sede Apostólica, 25.XII.1904, 79, en Pii X Pontificis
Maximi Acta III (1908), 282; PÍO XII, Const. Ap. Vacantis Apostolicae Sedis, 8.XII.1945, 92, en
Const. Ap. Universi Dominici Gregis 1117
AAS 38 (1946) 94; PABLO VI, Const. Ap. Romano Pontifici eligendo, 1.X.1975, 79, en AAS 67
(1975) 641.
1118 Apéndice I
nitas, de qua in Actibus Apostolo- del nuevo Pontífice no será un hecho des-
rum (cfr 1, 14) agitur, ita univer- ligado del Pueblo de Dios que atañe sólo
sa Ecclesia, spiritualiter congre- al Colegio de los electores, sino que, en
gata cum Maria, Matre Iesu, cierto sentido, será una acción de toda la
unanimiter perseveret oportet in
oratione; quo fit, ut electio novi Iglesia. Por tanto, establecemos que en to-
Pontificis non sit quiddam dis- das las ciudades y en otras poblaciones, al
iunctum a populo Dei et ad so- menos las más importantes, conocida la
lum electorum pertinens Colle- noticia de que la Sede Apostólica está va-
gium, sed quasi quaedam totius cante, y de modo particular de la muerte
Ecclesiae actio. Quapropter sta- del Pontífice, después de la celebración
tuimus, ut in omnibus urbibus de solemnes exequias por él, se eleven
ceterisque locis, saltem insignio-
ribus, ubi primum nuntius vaca- humildes e insistentes oraciones al Señor
tionis Sedis Apostolicae ac prae- (cfr Mt 21, 22; Mc 11, 24), para que ilu-
sertim obitus Pontificis pervene- mine a los electores y los haga tan con-
rit et postquam exsequiae sol- cordes en su cometido que se alcance una
lemniter pro eo celebratae fue- pronta, unánime y fructuosa elección,
rint, humiles assiduaeque preces como requiere la salvación de las almas y
ad Dominum fundantur (cfr Mt el bien de todo el Pueblo de Dios.
21, 22; Mc 11, 24), ut ipse electo-
rum animos illuminet et in eo-
rum munere tam concordes effi-
ciat, ut sollicitam, unanimam et 85. Recomendamos esto del modo
frugiferam electionem, prout más vivo y cordial a los venerables Pa-
animarum salus et totius Populi dres Cardenales que, por su edad, no go-
Dei bonum requirit, fieri contin- zan ya del derecho de participar en la
gat.
85. Haec quidem vehemen- elección del Sumo Pontífice. En virtud
ter et imo ex corde commenda- del vínculo especialísimo con la Sede
mus Venerabilibus Patribus Apostólica que lleva consigo la púrpura
Cardinalibus qui, attenta aetate, cardenalicia, deben mostrarse como guías
iure electionem Summi Pontifi- del Pueblo de Dios, congregado principal-
cis participandi non amplius mente en las Basílicas Patriarcales de la
fruuntur. Ob specialissimum Urbe, o también en los lugares sagrados
cum Apostolica Sede vinculum
quod secum fert Cardinalium de las otras Iglesias particulares, para que
purpura, sese praebeant uti duc- con una asidua e intensa oración, sobre
tores Populi Dei, praecipue con- todo mientras se desarrolla la elección, se
gregati sive in Patriarchalibus alcance del Dios Omnipotente la asisten-
Basilicis Urbis sive in sacris cia y la luz del Espíritu Santo necesarias
etiam aedibus reliquarum parti- para sus Hermanos electores. De este
cularium Ecclesiarum, ut assi- modo participarán eficaz y verdadera-
dua ferventique prece, maxime mente en el gravísimo deber de proveer a
dum electio evolvitur, ab Omni-
potenti Deo et a Spiritu assisten- la Iglesia universal de nuevo Pastor.
tia obtineantur et lumen, quae
Confratribus electoribus sunt 86. Rogamos también al que sea ele-
necessaria; ita efficienter et vere gido que no se retraiga de asumir el oficio
gravissimum participabunt offi- al que es llamado, por temor a la carga
cium Ecclesiam universam novo
donandi Pastore. que supone, sino que se someta humilde-
86. Eum vero, qui electus mente al designio de la voluntad divina.
fuerit, rogamus, ne muneris gra- En efecto, Dios, que impone esta carga, lo
vitate deterritus, ab eodem sub- sostiene también con su mano para que
eundo se retrahat, sed potius di- pueda llevarla; al conferirle un encargo
vinae voluntatis consilio se hu- tan gravoso, le dará también la ayuda para
militer subiciat. Deus enim, qui
1120 Apéndice I
Capítulo VII
Aceptación, proclamación e
inicio del ministerio del nuevo Pontífice
87. Realizada la elección canónica- ipse est etiam administrationis
mente, el último Cardenal Diácono llama adiutor; atque ne sub magnitu-
al aula de la elección al Secretario del Co- dine muneris succumbat infir-
legio de los Cardenales y al Maestro de mus, virtutem dat, qui contulit
dignitatem.
las Celebraciones Litúrgicas Pontificias; 87. Post electionem canoni-
después, el Cardenal Decano, o el primero ce factam, ultimus Cardinalis
de los Cardenales por orden y edad, en Diaconus vocat in aulam electio-
nombre de todo el Colegio de los electo- nis Secretarium Collegii Cardi-
res, pide el consentimiento del elegido nalium et Magistrum Pontificia-
con las siguientes palabras: ¿Aceptas tu rum Celebrationum Liturgica-
elección canónica para Sumo Pontífice? rum, atque consensus electi per
Cardinalem Decanum aut per
Y, una vez recibido el consentimiento, le Cardinalium primum ordine et
pregunta: ¿Cómo quieres ser llamado? aetate, nomine totius Collegii
Entonces el Maestro de las Celebraciones electorum, his verbis requiratur:
Litúrgicas Pontificias, actuando como no- Acceptasne electionem de te ca-
tario y teniendo como testigos a dos Cere- nonice factam in Summum Ponti-
monieros que serán llamados en aquel ficem? Statimque, post consen-
momento, levanta acta de la aceptación sum declaratum, electus interro-
getur: Quo nomine vis vocari?
del nuevo Pontífice y del nombre que ha Tunc per Magistrum Pontificia-
tomado. rum Celebrationum Liturgica-
rum, munere notarii fungentem,
testibus adhibitis duobus Viris a
88. Después de la aceptación, el elegi- caeremoniis, qui tunc temporis
do que ya haya recibido la ordenación vocabuntur, instrumentum de
episcopal, es inmediatamente Obispo de acceptatione novi Pontificis et de
la Iglesia Romana y a la vez verdadero nomine ab eo assumpto confici-
tur.
Papa y Cabeza del Colegio Episcopal; y 88. Post acceptationem, elec-
adquiere en acto la plena y suprema po- tus qui episcopali ordinatione
testad sobre la Iglesia universal y puede iam pollet est ilico Romanae Ec-
ejercerla. clesiae Episcopus simulque verus
En cambio, si el elegido no tiene el Papa, et Caput Collegii Episco-
carácter episcopal, ha de ser ordenado palis; idemque actu plenam et
Obispo inmediatamente. supremam potestatem in univer-
sam Ecclesiam acquirit atque
89. A continuación, cumplidas las for- exercere potest.
malidades habituales tal como manda el Quodsi electus charactere
Ordo rituum Conclavis, los Cardenales episcopali careat, statim ordine-
electores, según las formas establecidas, tur Episcopus.
se acercan para manifestar su homenaje y 89. Deinde, actis de more
obediencia al recién elegido Sumo Pontí- agendis, prout iubet Ordo rituum
fice. Seguidamente se dan gracias a Dios, Conclavis, Cardinales electores,
y el primero de los Cardenales Diáconos secundum statutas rationes, ac-
Const. Ap. Universi Dominici Gregis 1121
PROMULGACIÓN
remoniis inaugurationis Pontifi- Por tanto, después de madura refle-
catus persolutis, intra congruum xión y movido por el ejemplo de Nuestros
tempus Patriarchalis Archibasi- Predecesores, establecemos y prescribi-
licae Lateranensis possessionem mos estas normas, determinando que a
ritu praescripto capiet.
Has igitur normas, omnibus nadie es lícito por causa alguna impugnar
1122 Apéndice I
más de cerca la virginidad y la pobreza de sunt alii quoque qui Christi virgi-
Cristo y además aquellos cuyo preclaro nitatem et paupertatem pressius
ejercicio de las virtudes cristianas y de los erant imitati, et tandem ceteri
carismas divinos han suscitado la devo- quos praeclarum virtutum chri-
stianarum exercitium ac divina
ción y la imitación de los fieles. charismata piae fidelium devotio-
ni et imitationi commendabant.
Mientras contemplamos la vida de Dum illorum vitam conspi-
aquellos que han seguido fielmente a cimus, qui Christum fideliter
Cristo, nos sentimos incitados con mayor sunt secuti, nova quadam ratio-
fuerza a buscar la ciudad futura y se nos ne ad futuram Civitatem inqui-
rendam incitamur et tutissime
enseña con seguridad el camino a través viam edocemur qua, inter mun-
del cual, entre las vicisitudes del mundo danas varietates, secundum sta-
según el estado y la condición de cada tum condicionemque unicuique
uno, podemos llegar a una perfecta unión propriam, ad perfectam cum
con Cristo o a la santidad. Así, teniendo Christo coniunctionem seu san-
tan numerosos testigos, mediante los cua- ctitatem pervenire possumus. Ni-
les Dios se hace presente y nos habla, nos mirum tantam habentes imposi-
tam nubem testium, per quos
sentimos atraídos a alcanzar su reino en el Deus nobis fit praesens nosque
cielo por el ejercicio de la virtud (Cfr ib., alloquitur, ad Regnum suum in
50). caelis adipiscendum magna vir-
tute attrahimur (Cfr ibid, n. 50).
La Sede Apostólica, que desde tiem- Quae signa et vocem Domini
pos inmemorables escruta los signos y la sui maxima cum reverentia et
voz de su Señor con la mayor reverencia docilitate suscipiens, Sedes Apo-
stolica, ab immemorabilibus tem-
y docilidad por la importante misión de poribus, pro gravi munere sibi
enseñar, santificar y gobernar el Pueblo concredito docendi, sanctificandi
de Dios que le ha sido confiado, propone atque regendi Populum Dei, fide-
hombres y mujeres que sobresalen por el lium imitationi, venerationi et in-
fulgor de la caridad y de otras virtudes vocationi proponit viros et mulie-
evangélicas para que sean venerados e in- res caritatis aliarumque evange-
vocados, declarándoles Santos y Santas licarum virtutum fulgore prae-
stantes, eosque, post debitas per-
en acto solemne de canonización, después vestigationes peractas, in
de haber realizado las oportunas investi- sollemni canonizationis actu
gaciones. Sanctos vel Sanctas esse declarat.
La Instrucción «Causarum canoniza- Causarum canonizationis in-
tionis», que nuestro predecesor Sixto V structio, quam Praedecessor Nos-
dio a la Congregación de los Sagrados Ri- ter Xystus V Congregationi Sa-
tos fundada por él (Const. Apost. Immen- crorum Rituum ab ipso conditae
sa Aeterni Dei, día 22 de enero de 1588. concredidit (Const. Apost. Im-
mensa Aeterni Dei, diei 22 ianua-
Cfr Bullarium Romanum, Ed. Taurinensis, rii 1588. Cfr Bullarium Roma-
t. VIII, pp. 985-999), ha ido desarrollán- num, Ed. Taurinensis, t. VIII,
dose a lo largo del tiempo a través de nue- pp. 985-999) decursu temporum
vas normas, sobre todo por obra de Urba- novis semper aucta fuit normis,
no VIII (Carta Apostólica Caelestis praesertim Urbani VIII opera
Hierusalem cives, día 5 de julio de 1634; (Litt. Apost. Caelestis Hierusa-
Urbano VIII P.O.M. Decreta servanda in lem cives, diei 5 iulii 1634; Urba-
ni Vlll P.O.M. Decreta sevanda in
canonizatione et beatificatione Sancto- canonizatione et beatificatione
rum, día 12 de marzo de 1642), normas Sanctorum, diei 12 martii 1642),
que Próspero Lambertini (posteriormente quas Prosper Lambertini (post-
Benedicto XIV), recogiendo también las ea Benedictus XIV), experientias
experiencias de tiempos anteriores, legó a quoque transacti temporis colli-
Const. Ap. Divinus perfectionis Magister 1125
Capítulo I
Investigaciones que han de realizar los Obispos*
Capítulo II
La Sagrada Congregación para las Causas de los Santos*
Capítulo III
Modo de proceder de la Sagrada Congregación*
13) Cum omnia acta et docu- 13) Cuando el Obispo haya enviado a
menta causam respicientia Epi- Roma todas las actas y documentos refe-
scopus Romam miserit, in Sacra rentes a la causa, la Sagrada Congrega-
Congregatione pro Causis San- ción para las Causas de los Santos proce-
ctorum hoc modo procedatur:
derá así:
primis Concilium Vaticanum II, lio Vaticano II, que preparó el camino con
quod viam stravit aptioribus in- proyectos muy adecuados para realizar
ceptis ad peculiaria opera pasto- peculiares obras pastorales (Cfr Decr.
ralia perficienda (Cfr Decr. Pre- Presbyterorum Ordinis, n. 10) y tuvo
sbyterorum Ordinis, n. 10) nec-
non Ecclesiae actionem in mun- muy presente la acción de la Iglesia en el
do nostri temporis perpendit, mundo moderno, también por lo que se
etiam quod ad pacem at tinet in refiere a la edificación y promoción de la
orbe universo fovendam ac pro- paz en todo el orbe; así, pues, los que for-
movendam, qua in re qui in mili- man parte de las Fuerzas Armadas deben
tia versantur «tamquam securi- considerarse «como instrumentos de la
tatis libertatisque populorum seguridad y libertad de los pueblos»,
ministros» sese habere debent
«dum hoc munere recte fungun- pues «desempeñando bien esta función
tur, vere ad pacem stabiliendam contribuyen realmente a estabilizar la
conferunt» (Conc. Vat. II, Const. paz» (Conc. Vat. II, Const. past. Gaudium
past. Gaudium et spes, n. 79). et spes, n. 79).
Hoc suadet quoque magna A este mismo convencimiento nos lle-
rerum commutatio quae facta van también los grandes cambios que ha
est non modo ad militiae profes- habido no sólo en lo referente a la profe-
sionem atque ad vitae militaris sión militar y a las características de la
adiuncta quod attinet, sed etiam vida castrense, sino también en el común
ad communem sensum societatis
huius temporis de natura ac mu- sentir de la sociedad de nuestro tiempo
nere copiarum in societate vitae respecto a la naturaleza y función de las
hominum inter se. Ad hoc deni- Fuerzas Armadas en la convivencia de los
que impellit novi Codicis Iuris hombres. A ello nos impulsa finalmente la
Canonici promulgatio, qui re ve- promulgación del nuevo Código de Dere-
ra ad pastoralem militum curam cho Canónico, que también habla de la
se refert, immutatas relinquens asistencia pastoral de los militares, dejan-
normas hactenus vigentes (Cfr
CIC, can. 569), quae tamen ho- do intactas las normas vigentes (Cfr CIC,
die opportune revidentur, ut ex c. 569), las cuales, sin embargo, ahora se
apta rerum compositione fruc- revisan convenientemente para que con
tus uberiores oriantur. Huius- una apropiada adaptación a las nuevas cir-
modi vero normae eaedem esse cunstancias se obtengan mayores frutos.
non possunt pro cunctis nationi- Por eso, precisamente no pueden haber
bus, cum numerus fidelium ca- unas mismas normas para todas las nacio-
tholicorum qui militiae addicun-
tur non idem ubique sit sive ab- nes, puesto que el número de fieles católi-
solute sive relative, cumque cos que pertenecen a las Fuerzas Armadas
adiuncta valde inter se differant no es el mismo en todas partes ni absoluta
pro singulis locis. Congruit igi- ni relativamente y las circunstancias difie-
tur ut generales quaedam nor- ren mucho entre sí según los distintos lu-
mae hic statuantur, quae omni- gares. Así, pues, conviene establecer algu-
bus Ordinariatibus militaribus nas normas generales que se apliquen a
—hactenus Vicariatus castrenses
dicebantur— applicentur, quae- todos los Ordinariatos militares —hasta
que statutis a Sede Apostolica ahora llamados vicariatos castrenses— y
pro unoquoque Ordinariatu que luego sean completadas por estatutos
conditis compleantur, intra am- establecidos por la Sede Apostólica para
bitum tamen huius legis genera- cada Ordinariato, pero dentro del ámbito
lis. de esta ley general.
Se establecen, por tanto, las normas
Sequentes ergo normae sta- siguientes:
tuuntur: I. § 1. Los Ordinariatos militares, que
I. § 1. Ordinariatus milita- también pueden llamarse castrenses, y
1134 Apéndice I
que jurídicamente se asimilan a las dióce- res, qui etiam castrenses vocari
sis, son circunscripciones eclesiásticas pe- possunt, quique dioecesibus iuri-
culiares, que se rigen por estatutos pro- dice assimilantur, sunt peculiares
pios, emanados de la Sede Apostólica en circumscriptiones ecclesiasticae,
quae propriis reguntur statutis
los que más detalladamente se determina- ab Apostolica Sede conditis, in
rán las prescripciones de esta Constitu- quibus pressius determinabun-
ción, respetando, donde existan, los Acuer- tur huius Constitutionis prae-
dos vigentes entre la Santa Sede y los scripta, servatis ubi exstent Con-
Estados (Cfr CIC, c. 3). ventionibus inter Sanctam Se-
dem et Nationes initis (Cfr CIC,
§ 2. Donde las circunstancias lo acon- can. 3).
sejen, y habiendo oído a las Conferencias § 2. Ubi adiuncta id suade-
Episcopales interesadas, la Sede Apostóli- ant, auditis quorum interest
ca erigirá nuevos Ordinariatos militares. Episcoporum Conferentiis, novi
Ordinariatus militares ab Apo-
II. § 1. Para cada Ordinariato militar stolica Sede erigantur.
será nombrado como propio un Ordinario, II. § 1. Ordinariatui militari,
dotado, normalmente, de dignidad episco- ut proprius, praeficitur Ordina-
rius dignitate episcopali pro nor-
pal, el cual goza de todos los derechos de ma insignitus, qui omnibus gau-
los obispos diocesanos y tiene sus mismas det iuribus Episcoporum dioece-
obligaciones, a no ser que conste algo en sanorum eorundemque obligatio-
contra por la naturaleza del asunto o por nibus tenetur, nisi aliud ex rei na-
los estatutos particulares. tura vel statutis particularibus
§ 2. El Sumo Pontífice nombra libre- constet.
mente al Ordinario militar, o instituye o § 2. Ordinarium militarem
confirma al candidato legítimamente de- libere Summus Pontifex nomi-
signado (Cfr CIC, cc. 163 y 377 § 1). nat, aut legitime designatum in-
stituit vel confirmat (Cfr CIC,
§ 3. Para que pueda dedicarse de una cann. 163 et 377, § 1).
manera plena a esta peculiar labor pasto- § 3. Ut huic peculiari operi
ral, el Ordinario militar, como norma que- pastorali totis viribus incumbere
dará libre de otras obligaciones que lleven possit, Ordinarius militaris pro
norma ab aliis officiis animarum
consigo la cura de almas, a no ser que las curam secumferentibus liber
circunstancias particulares de la nación manebit, nisi peculiaria Nationis
aconsejen otra cosa. adiuncta aliud suadeant.
§ 4. Entre el Ordinariato militar y las
otras Iglesias particulares deberá darse un § 4. Inter Ordinariatum mi-
estrecho vínculo de comunión y una con- litarem et alias Ecclesias particu-
junción de esfuerzos en la acción pastoral. lares arctum vinculum commu-
nionis atque virium coniunctio in
III. El Ordinario militar pertenece actione pastorali vigeant oportet.
por derecho propio a la Conferencia Epis- III. Ordinarius militaris per-
copal de la nación donde tiene su sede el tinet ipso iure ad Episcoporum
Ordinariato. conferentiam illius nationis in
qua Ordinariatus sedem habet.
IV. La jurisdicción del Ordinario mi-
litar es: IV. Ordinarii militaris iu-
1.º personal, de tal manera que la ejer- risdictio est:
za sobre las personas pertenecientes al 1º personalis, ita ut exercea-
Ordinariato, aun cuando se encuentren tur erga personas ad Ordinaria-
fuera de las fronteras de la nación; tum pertinentes, etiam si quan-
doque versentur extra fines na-
2.º ordinaria, tanto en el fuero interno tionis;
como en el fuero externo; 2º ordinaria, tum fori inter-
Const. Ap. Spirituali militum curae 1135
3. Ibid., 14.
4. Ibid., cap. I.
5. Ibid., cap. II.
6. Ibid., cap. III.
7. Ibid., 1.
8. Const. Ap. Vicariae potestatis, VI Ian. MCMLXXVII: AAS 69 (1977), p. 6; cf. Const.
dogm. Lumen gentium, 15.
Const. Ap. Pastor Bonus 1141
yor razón atañe al Obispo de Roma, cuyo lari Ecclesia spectat; attamen
ministerio Petrino se dirige a procurar el tanto magis ad Romanum Epi-
bien y la utilidad de la Iglesia universal: scopum pertinet, cuius ministe-
en efecto, la Iglesia Romana preside «la rium Petrianum in universalis
Ecclesiae bonum utilitatemque
asamblea universal de la caridad» 12, y por procurandam incumbit: Roma-
tanto sirve a la caridad. Fundamentalmen- na enim Ecclesia praesidet «uni-
te de este principio brotaron las antiguas verso caritatis coetui» 12, ideoque
palabras «Siervo de los Siervos de Dios» caritati inservit. Ex hoc potissi-
con las que se denomina y se define al Su- mum principio processerunt ve-
cesor de Pedro. tusta illa verba «Servus Servo-
rum Dei», quibus Petri Succes-
sor denominatur atque definitur.
Por esta razón el Romano Pontífice ha Quam ob causam, Romanus
procurado atender diligentemente tam- Pontifex Ecclesiarum etiam par-
bién a los asuntos de las Iglesias particu- ticularium negotia, ab Episcopis
ad se delata aut utcumque cogni-
lares, llevados a él por los Obispos o co- ta, diligenter perpendere cura-
nocidos por cualquier otro medio, para, vit, ut, pleniore rerum experien-
una vez obtenido de ese modo un conoci- tia exinde adepta, vi muneris sui,
miento más pleno de la realidad, confir- Vicarii scilicet Christi totiusque
mar en la fe a sus hermanos (cfr Lc Ecclesiae Pastoris, fratres suos
22,32), en virtud de su oficio de Vicario in fide confirmaret (cf. Lc 22,
de Cristo y Pastor de toda la Iglesia. Y 32). Id enim persuasum sibi ha-
ello porque estaba persuadido de que la bebat mutuam inter Episcopos
in universo orbe constitutos et
mutua comunión en el vínculo de la uni- Romanum Episcopum commu-
dad, de la caridad y de la paz entre los nionem, in vinculo unitatis, cari-
Obispos dispersos por todo el mundo y el tatis et pacis, maximum afferre
Obispo de Roma suponía un inmenso be- emolumentum unitati fidei nec-
neficio para la unidad de fe y de discipli- non disciplinae in cuncta Eccle-
na que debía promoverse y custodiarse en sia promovendae atque tuen-
toda la Iglesia 13. dae 13.
3. Con estas premisas, la diaconía 3. Quibus praemissis, sic in-
propia de Pedro y sus sucesores se ha de tellegitur diaconia, quae Petri
entender de modo que necesariamente eiusque successorum propria
haga referencia a la diaconía de los otros est, ut necessario referatur ad
aliorum apostolorum, eorumque
apóstoles y sus sucesores, que tiende úni- successorum, diaconiam, quae
camente a edificar la Iglesia en este mun- ad aedificandam Ecclesiam in
do. hoc mundo unice intendit.
Esta necesaria relación y vinculación Haec necessaria ministerii
del ministerio Petrino con el oficio y mi- Petriani ratio ac necessitudo cum
nisterio de los demás apóstoles requirió ceterorum apostolorum munere
ya desde antiguo, y debe requerir hoy, un ac ministerio quoddam signum
iam antiquitus postulavit, atque
cierto signo que no sólo existiera a modo postulare debet, quod non modo
de símbolo, sino que reflejara la verdad ad instar symboli, sed etiam in
de las cosas. Ciertamente, nuestros ante- rerum veritate exstaret. Hanc
cesores, agobiados por el peso de la labor quidem necessitatem Decessores
apostólica, sintieron clara y vehemente- Nostri, apostolici laboris gravi-
12. S. Ignatii Ant., Epist. ad Romanos, inscriptio: Patres Apostolici, ed. Funk, Tubingae
19012, I, 252.
13. Cf. Const. dogm. Lumen gentium, 22, 23, 25.
Const. Ap. Pastor Bonus 1143
con ellos (es decir, los Cardenales) y otros cit... ut partita inter eos (sc. Car-
cargos de la Curia Romana el ingente vo- dinales) aliosque Romanae Cu-
lumen de preocupaciones y de asuntos, no riae magistratus ingenti cura-
sucumba el que con ayuda de la divina rum negotiorumque mole, ipse
tantae potestatis clavum tenens,
gracia ostenta la dignidad de una potestad divina gratia adiutrice, non suc-
tan grande» 15. cumbat» 15.
4. En realidad, pasando ya a exponer 4. Revera, ut iam quaedam
algunos rasgos históricos, ya desde los historiae lineamenta propona-
tiempos más remotos los Romanos Pontí- mus, Romani Pontifices, iam in-
fices, en su ministerio para procurar el de a remotissimis temporibus, in
suo ministerio ad universae Ec-
bien de toda la Iglesia, se sirvieron de per- clesiae bonum procurandum si-
sonas concretas o de instituciones, escogi- ve singulos viros sive instituta
das de la Iglesia de Roma, ya que ésta fue adhibuerunt, qui ex Romana Ec-
llamada por nuestro Antecesor Gregorio clesia deligebantur, siquidem ea-
Magno Iglesia del Bienaventurado Após- dem Ecclesia Beati Petri apostoli
tol Pedro 16. a Decessore Nostro Gregorio
Magno nuncupata est 16.
En un primer momento se sirvieron Primum enim presbytero-
de la colaboración de presbíteros o diáco- rum diaconorumve, ad eandem
nos pertenecientes a esta Iglesia, para que Ecclesiam pertinentium, opera
desempeñaran el encargo de Legados, o usi sunt, qui vel legati munere
fungerentur, vel pluribus missio-
tomaran parte en diversas misiones, o re- nibus interessent, vel Romano-
presentaran al Romano Pontífice en los rum Pontificum partes in Oecu-
Concilios Ecuménicos. menicis Conciliis agerent.
Sin embargo, cuando había que tratar Cum autem peculiaris mo-
asuntos de particular importancia, los Ro- menti res tractandae erant, Ro-
manos Pontífices recurrieron a la ayuda mani Pontifices in auxilium vo-
de los Sínodos o Concilios Romanos, a caverunt Synodos vel Concilia
los que eran convocados los Obispos de la Romana, ad quae Episcopi, in
ecclesiastica provincia Romana
provincia eclesiástica romana; pero estos suo munere fungentes, arcesse-
Sínodos y Concilios no se limitaban a tra- bantur; haec vero non modo
tar materias relativas a la doctrina y al quaestiones ad doctrinam et ma-
magisterio, sino que también procedían a gisterium spectantes agebant,
modo de tribunales en los que se juzgaban sed etiam ad tribunalium instar
las causas de los Obispos llevadas al Ro- procedebant, in quibus Episco-
mano Pontífice. porum causae, ad Romanum
Pontificem delatae, iudicabantur.
Pero desde el momento en que los Ex quo autem tempore Car-
Cardenales comenzaron a asumir una es- dinales speciale momentum in
pecial relevancia en la Iglesia Romana, Romana Ecclesia adsumere coe-
sobre todo en la elección del Papa, que les perunt, praesertim in Papae
estuvo reservada desde el año 1059, los electione, quae inde ab anno
Romanos Pontífices fueron acudiendo MLIX ipsis reservata est, iidem
cada vez más a la ayuda de los Padres Romani Pontifices Patrum Car-
dinalium collata opera magis
Cardenales, de modo que el papel de los magisque usi sunt, ita ut Roma-
Sínodos o Concilios Romanos fue dismi- nae Synodi vel Concilii munus
nuyendo gradualmente, hasta que cesó gradatim deminueretur, donec
por completo. reapse cessaret.
Quare evenit ut, praesertim Por ello resultó que, sobre todo a par-
post saeculum XIII, Summus tir del siglo XIII, el Sumo Pontífice trata-
Pontifex omnia Ecclesiae negotia ba todos los asuntos de la Iglesia junto
una cum Cardinalibus, in Con- con los Cardenales, reunidos en Consisto-
sistorium coadunatis, ageret. Ita
factum est, ut instrumentis non rio. Así, a unos organismos no estables,
stabilibus, videlicet Conciliis seu como los Concilios o Sínodos Romanos,
Romanis Synodis, stabile aliud sucedió uno estable, que estuviera siem-
succederet, quod Romano Ponti- pre a disposición del Romano Pontífice.
fici semper praesto esset.
Decessor Noster Xystus V, Nuestro Antecesor Sixto V, por medio
per iam commemoratam Con- de la ya citada Constitución Apostólica
stitutionem Apostolicam «Immensa Aeterni Dei», de 22 de enero
«Immensa aeterni Dei», die del año 1588 —que fue el 1587 desde la
XXII mensis Ianuarii anno
MDLXXXVIII —qui fuit Encarnación de Nuestro Señor Jesucris-
MDLXXXVII ab Incarnatione to—, dotó a la Curia Romana de su es-
D.N.I.C.— Romanae Curiae tructura formal, instituyendo una serie de
compagem eius formalem dedit. quince Dicasterios, con idea de que susti-
Seriem XV Dicasteriorum insti- tuyera al único Colegio de Cardenales una
tuendo, eo consilio ut uni Cardi- pluralidad de colegios compuestos de va-
nalium Collegio plura subroga- rios Cardenales, cuya autoridad quedara
rentur collegia, e quibusdam
Cardinalibus exstantia, quorum restringida a cierto ámbito definido y a
tamen auctoritas ad definitum ciertas materias, de modo que los Roma-
quendam campum certamque nos Pontífices pudieran beneficiarse al
materiem restringeretur; quam máximo de la ayuda de estos consejos co-
ob rem Summi Pontifices huius- legiales. Como consecuencia, la función
modi collegialium consiliorum originaria y la importancia propia del
viribus maxime frui poterant. Consistorio quedaron muy reducidas.
Consistorii ideo nativum munus
propriumque momentum valde
deminuta sunt. Con el paso de los siglos y el cambio
Volventibus tamen saeculis de las circunstancias históricas y de las si-
ac rationibus historicis rerum- tuaciones, se produjeron algunas reorga-
que condicionibus mutantibus, nizaciones y cambios, sobre todo cuando,
temperamenta quaedam atque
immutationes accesserunt, prae- en el siglo XIX, se instituyeron las Comi-
sertim cum saeculo XIX Cardi- siones de Cardenales con la misión de
nalium Commissiones institutae ofrecer al Romano Pontífice su ayuda,
sunt, quarum esset Summo Pon- junto a la de los otros Dicasterios de la
tifici adiutricem operam praeter Curia Romana. Finalmente, por obra y
alia Romanae Curiae Dicasteria mandato de San Pío X, Antecesor nuestro,
conferre. Denique, opera et ius- se promulgó la Constitución Apostólica
su S. Pii X, Decessoris Nostri, «Sapienti Consilio», el 29 de junio del
edita est Constitutio apostolica
«Sapienti consilio», die XXIX año 1908, en la cual, teniendo en cuenta
mensis Iunii anno MCMVIII, in también el propósito de reunir las leyes
qua, respectu etiam propositi ec- eclesiásticas en el Código de Derecho Ca-
clesiasticas leges in Codicem Iu- nónico, escribió él mismo: «Nos ha pare-
ris Canonici colligendi, haec Ipse cido sumamente oportuno comenzar por
scripsit: «Maxime opportunum la Curia Romana, para que ésta, organiza-
visum est a Romana Curia duce- da de un modo adecuado y que resulte
re initium, ut ipsa, modo apto et
omnibus perspicuo ordinata, claro para todos, pueda realizar más fácil-
Romano Pontifici Ecclesiaeque mente su trabajo y ayudar más perfecta-
operam suam praestare facilius mente al Romano Pontífice y a la Igle-
1146 Apéndice I
sia» 17. Los principales efectos de esta re- valeat et suppetias ferre perfec-
forma fueron los siguientes: la Sagrada tius» 17. Cuius reformationis hi
Rota Romana, que había cesado en su praecipui fuerunt effectus: Sa-
función en el año 1870, fue restaurada cra Romana Rota, quae anno
MDCCCLXX munere cessave-
para ocuparse de las causas judiciales, rat, ea ratione restituta est, ut iu-
mientras las Congregaciones, perdiendo dicialia negotia ageret, dum
la competencia judicial, quedaban consti- Congregationes, amissa iudicio-
tuidas únicamente como órganos de admi- rum competentia, administratio-
nistración. Además se estableció el princi- nis instrumenta unice fierent.
pio de que las Congregaciones gozaran de Praeterea, principium instaura-
su propio derecho, que no había de trasla- tum est, quo Congregationes suo
proprio iure, nemini alii attri-
darse a ningún otro órgano, de modo que buendo, gauderent, scilicet ut
cada materia debía ser tratada por el Di- singulae res a suo quaeque Di-
casterio correspondiente y no por varios a casterio, non vero simul a pluri-
un tiempo. bus, tractari deberent.
Esta reforma de Pío X, sancionada y
completada después en el Código de De- Quae quidem Pii X refor-
recho Canónico promulgado en el año matio, postea in Codice Iuris
1917 por nuestro Antecesor Benedicto Canonici, anno MCMXVII a Be-
nedicto XV, Decessore Nostro,
XV, permaneció casi inmutada hasta el promulgato, sancita et completa,
año 1967, no mucho después de la con- fere immutata permansit usque
clusión del Concilio Vaticano II, en el que ad annum MCMLXVII, non
la Iglesia penetró más profundamente en multo post Concilium Oecume-
su propio misterio y redescubrió con ma- nicum Vaticanum II peractum,
yor claridad su misión. in quo Ecclesia altius sui ipsius
mysterium exploravit suumque
5. Este mayor conocimiento de la vividius prospectavit officium.
Iglesia acerca de sí misma, debía traer 5. Huiusmodi itaque Eccle-
consigo espontáneamente una nueva siae de seipsa aucta cognitio
sponte novam quandam Roma-
adecuación de la Curia Romana, acomo- nae Curiae aptationem, nostrae
dada a nuestro tiempo. En efecto, los Pa- aetati congruentem, secum ferre
dres del Sacrosanto Concilio reconocie- debuit. Siquidem Sacrosancti
ron que la Curia Romana había venido Concilii Patres ipsam Romano
prestando hasta ese momento una ayuda Pontifici atque Ecclesiae Pastori-
inestimable al Romano Pontífice y a los bus eximium hucusque prae-
Pastores de la Iglesia, a la vez que mani- buisse auxilium agnoverunt, si-
mulque ut eiusdem Romanae
festaron el deseo de que sus Dicasterios Curiae Dicasteria novae ordina-
recibieran una nueva regulación, más tioni, temporum, regionum ri-
acomodada a las necesidades de los tuumque necessitatibus magis
tiempos, de las regiones y de los ritos 18. aptatae, subicerentur optave-
Por ello, para satisfacer estos deseos del runt 18. Hisce igitur Concilii opt-
Concilio, nuestro Antecesor Pablo VI atis satisfaciens, Paulus VI, De-
llevó a cabo con entusiasmo la nueva or- cessor Noster, novam Curiae or-
ganización de la Curia, mediante la dinationem ad effectum alacri-
ter adduxit, data Constitutione
Constitución Apostólica «Regimini Ec- apostolica «Regimini Ecclesiae
clesiae Universae», de 15 de agosto del universae», die XV mensis Au-
año 1967. gusti anno MCMLXVII.
cio sobre el procedimiento y los criterios sistorio bis congregati, rei incu-
que habían de seguirse en la regulación de buerunt atque consilia praebue-
la Curia Romana. Los Cardenales están runt de itinere rationibusque
unidos al ministerio del Obispo de Roma persequendis in Romanae Cu-
riae ordinatione. Cardinales enim
con un vínculo estrechísimo y peculiar, y cum Romani Episcopi ministerio
le ayudan «bien actuando colegialmente, arctissimo ac singulari vinculo
cuando son convocados para tratar los coniunguntur, eidemque «adsunt
asuntos de mayor importancia, bien indi- sive collegialiter agendo, cum
vidualmente, es decir mediante los diver- ad quaestiones maioris momenti
sos oficios que desempeñan, auxiliando al tractandas in unum convocan-
Romano Pontífice... sobre todo en el cui- tur, sive ut singuli, scilicet variis
dado cotidiano de la Iglesia universal» 19, officiis, quibus funguntur, ei-
dem... operam praestando in cu-
de ahí que fuera necesario consultarles en ra praesertim cotidiana univer-
primer lugar, en un asunto de tanta impor- sae Ecclesiae» 19: ii igitur in pri-
tancia. mis sciscitandi erant in tanti mo-
menti causa.
Se hizo de nuevo, según hemos seña- Perampla sententiarum ro-
lado, una amplísima consulta entre los Di- gatio, quam supra memoravimus,
casterios de la Curia Romana, como era apud Romanae Curiae Dicaste-
justo. El fruto de esa consulta general fue ria, ut aequum erat, iterum facta
est. Generalis consultationis fruc-
el «Schema Legis peculiaris de Curia Ro- tus illud exstitit «Schema Legis
mana», en cuya preparación trabajó du- peculiaris de Curia Romana», cui
rante casi dos años una Comisión de pre- apparando incubuit Praelatorum
lados, presididos por un Padre Cardenal. Commissio, Patre Cardinali prae-
Este esquema fue sometido al examen de side, duos fere annos adlaborans,
todos los Cardenales, de los Patriarcas quodque singulorum Cardina-
de las Iglesias Orientales, de las Confe- lium, Ecclesiarum Orientalium
rencias Episcopales a través de sus Presi- Patriarcharum, Episcoporum Con-
ferentiarum per earum Praesides,
dentes y de los Dicasterios de la Curia et Romanae Curiae Dicasterio-
Romana, y se discutió en la plenaria de rum examini subiectum est, atque
Cardenales del año 1985. Por lo que se re- in plenario Cardinalium Coetu
fiere a las Conferencias Episcopales, ne- anno MCMLXXXV excussum.
cesitábamos conocer con mayor certeza, Quod attinet ad Episcoporum
mediante un estado de opinión verdadera- Conferentias, oportebat ut de Ec-
mente universal, las necesidades de las clesiarum particularium necessi-
Iglesias particulares y sus expectativas y tatibus atque de earum hac in
materie exspectationibus optatis-
deseos en relación con la Curia Romana. que ad Romanam Curiam perti-
El oportunísimo Sínodo extraordinario nentibus per vere universalem sen-
celebrado el mismo año 1985, como ya tentiam certiores fieremus; quae
hemos recordado, nos ofreció una ocasión omnia ut plane nosceremus, occa-
inmejorable para informarnos claramente sionem potissimum praebuit per-
de todas estas cuestiones. opportunam extraordinaria Syno-
dus pariter anno MCMLXXXV ce-
lebrata. sicut iam mentionem feci-
mus.
Finalmente, una Comisión de Carde- Denique Commissio Pa-
nales constituida específicamente para trum Cardinalium ad hunc fi-
este fin preparó la Ley peculiar de la Cu- nem specialiter condita, ratione
habita animadversionum et con-
ción de «Siervo de los Siervos de Dios», «servi servorum Dei», sive erga
se ejerce tanto en favor de la Iglesia uni- universam Ecclesiam sive erga
versal como en favor de los Obispos de totius Ecclesiae Episcopos exer-
toda la Iglesia, también la Curia Romana, cetur, Romana etiam Curia, Pe-
tri successori inserviens, ad uni-
sirviendo al sucesor de Pedro, mira a ayu- versam Ecclesiam atque ad Epi-
dar igualmente a toda la Iglesia y a los scopos iuvandos pariter spectat.
Obispos.
Esto muestra sin lugar a dudas que la Plane inde elucet praeci-
nota principal de todos y cada uno de los puam notam omnium singulo-
Dicasterios de la Curia Romana es su ín- rumque Romanae Curiae Dica-
dole ministerial, como explican las cita- steriorum esse eius indolem mi-
nisterialem, sicut iam prolata
das palabras del Decreto «Christus Domi- verba e Decreto «Christus Do-
nus», y especialmente éstas: «el Romano minus» declarant, et haec prae-
Pontífice se vale de los Dicasterios de la sertim: «Romanus Pontifex uti-
Curia Romana» 21. En efecto, en esas pala- tur Romanae Curiae Dicaste-
bras se indica con toda claridad la índole riis» 21. Perspicue enim indoles
instrumental de la Curia, que se describe instrumentalis Curiae his indi-
como un instrumento en manos del Pontí- catur, et ipsa veluti instrumen-
tum in manibus Pontificis quo-
fice, de tal modo que no goza de ningún dammodo describitur, ita ut
poder ni potestad al margen de los que re- nulla vi nullaque potestate po-
cibe del mismo Supremo Pastor. Ya Pablo lleat praeter eas quas ab eodem
VI, dos años antes de que se promulgara Summo Pastore recipit. Ipse
el Decreto «Christus Dominus», es decir, enim Paulus VI, iam duobus an-
en el año 1963, definió la Curia Romana nis antequam
como instrumento de inmediata adhesión Decretum «Christus Dominus»
y absoluta obediencia del que se sirve el promulgaretur, scilicet anno
MCMLXIII, Romanam Curiam
Romano Pontífice para cumplir su misión definivit instrumentum imme-
universal. Esta noción fue recogida en di- diatae adhaesionis et absolutae
versos lugares de la Constitución Apostó- oboedientiae, quo Summus Pon-
lica «Regimini Ecclesiae Universae». tifex ad suam universalem mis-
sionem explendam utitur. Quae
notio in Constitutione apostolica
«Regimini Ecclesiae universae»
Esta índole ministerial o instrumental passim usurpata est.
nos parece que define muy adecuadamen- Haec indoles ministerialis
te la naturaleza y la actividad de esta be- vel instrumentalis aptissime re-
nemérita y venerable institución que no vera videtur huius valde bene-
meriti venerandique instituti na-
consisten en otra cosa que en prestar al turam definire eiusque actionem
Romano Pontífice una ayuda tanto más significare, quae totae in eo con-
valiosa y eficaz cuanto más se esfuerce en sistunt ut auxilium Summo Pon-
mostrarse fiel y acorde a su voluntad. tifici eo validius et efficacius
praestet, quo magis conformiter
ac fidelius eius voluntati sese
8. Además de esta índole ministerial, praebere nitatur.
el Concilio ha iluminado más el carácter 8. Praeter hanc indolem mi-
que podemos llamar vicario de la Curia nisterialem, a Concilio Vaticano
Romana, puesto que ésta, como hemos di- II character, ut ita dicamus, vica-
rius Romanae Curiae in luce ul-
cho, no actúa por derecho y por cuenta terius ponitur, quandoquidem
21. Ibid.
Const. Ap. Pastor Bonus 1151
ipsa, ut iam diximus, non pro- propia: ejerce la potestad recibida del Ro-
prio iure neque proprio marte mano Pontífice manteniendo una relación
operatur: potestatem enim a Ro- nativa y esencial con él, porque es propio
mano Pontifice acceptam exercet de este tipo de potestad conjugar siempre
essentiali quadam et nativa cum
Ipso necessitudine, quia huius- el propio celo por actuar con la voluntad
modi potestatis proprium est ut de aquel en quien tiene su origen, de tal
agendi studium cum voluntate modo que su actuación muestre y mani-
illius, a quo oritur, semper con- fieste la fiel interpretación, la consonancia
iungat, ea quidem ratione ut e incluso la identidad con esa voluntad,
eiusdem voluntatis fidelem inter- para el bien de las Iglesias y el servicio de
pretationem, consonantiam, im- los Obispos. De esta característica recibe
mo quasi aequalitatem prae se
ferat atque manifestet, in Eccle- la Curia Romana su poder y su autoridad,
siarum bonum atque in Episco- y en ella encuentra también los límites de
porum servitium. Ex huiusmodi sus atribuciones y el código de sus nor-
indole Romana Curia vim ro- mas.
burque haurit, pariterque offi-
ciorum suorum limites ac nor-
marum codicem invenit. La plenitud de esta potestad reside en
Huius autem potestatis ple- la cabeza, es decir en la misma persona
nitudo in capite seu in ipsa del Vicario de Cristo, que la confía a los
Christi Vicarii persona insidet, Dicasterios de la Curia con arreglo al ám-
qui propterea Curiae Dicasteriis bito y a la competencia de cada uno. Pero
eam committit pro singulorum
competentia atque ambitu. Quo- puesto que el ministerio Petrino del Ro-
niam autem Romani Pontificis mano Pontífice, como hemos dicho, hace
munus Petrianum, sicut dixi- referencia por su propia naturaleza a la
mus, ad fratrum Episcoporum misión de sus hermanos del Colegio de
Collegii munus suapte natura los Obispos, y a él corresponde que la
refertur, ad id simul spectans ut Iglesia universal y cada una de las Iglesias
universa Ecclesia singulaeque particulares se edifiquen, se robustezcan y
particulares Ecclesiae aedificen-
tur, constabiliantur atque dila- se incrementen, también la diaconía de la
tentur, eadem Curiae diaconia, Curia, de la que el Papa se sirve para el
qua Ipse in suo personali mune- ejercicio de su misión personal, se rela-
re exercendo utitur, necessario ciona necesariamente y del mismo modo
pariter refertur ad personale con el oficio personal de los Obispos, en
Episcoporum munus, sive utpote cuanto miembros del Colegio Episcopal,
Episcopalis Collegii membro- y en cuanto Pastores de las Iglesias parti-
rum, sive utpote particularium
Ecclesiarum Pastorum. culares.
Por este motivo, no sólo queda del
Quam ob causam non modo todo excluido que la Curia Romana, ac-
longe abest ut Romana Curia tuando a modo de diafragma, impida o
personales rationes ac necessitu- condicione las relaciones y vínculos per-
dines inter Episcopos atque
Summum Pontificem quoddam sonales entre los Obispos y el Sumo Pon-
veluti diaphragma impediat vel tífice, sino que, por el contrario, la Curia
condicionibus obstringat, sed es, y debe serlo cada vez más, servidora
contra ipsa est, atque magis ma- de la comunión y de la participación en
gisque sit oportet, communionis las solicitudes de la Iglesia.
atque sollicitudinum participa-
tionis administra. 9. Así pues, por razón de su diaconía,
9. Ratione igitur suae diaco- compenetrada con el ministerio Petrino,
niae, cum ministerio Petriano se ha de concluir que la Curia Romana
coniunctae, eruendum est tum
Romanam Curiam cum totius está muy estrechamente unida con los
1152 Apéndice I
Obispos de todo el mundo y que los mis- orbis Episcopis arctissime con-
mos Pastores y sus Iglesias son los prime- iungi, tum eosdem Pastores eo-
ros beneficiarios de la labor de los Dicas- rumque Ecclesias primos princi-
terios. Lo cual se comprueba también por palioresque esse veluti beneficia-
rios operis Dicasteriorum. Quod
la composición de la misma Curia. eiusdem Curiae etiam composi-
En efecto, componen la Curia Roma- tione probatur.
na prácticamente todos los Padres Carde- Etenim Romanam Curiam
nales, pertenecientes por definición a la omnes fere componunt Patres
Cardinales, ad Romanam Eccle-
Iglesia Romana 22, que ayudan de cerca al siam proprio nomine pertinen-
Romano Pontífice en el gobierno de la tes 22, qui proxime Summum
Iglesia universal y, además, son convoca- Pontificem in universali Ecclesia
dos todos ellos a los Consistorios tanto gubernanda adiuvant, quique
ordinarios como extraordinarios cuando insuper cuncti sive in ordinaria
lo aconseje la importancia de los asuntos sive in extraordinaria Consisto-
que se hayan de tratar 23; de este modo, al ria convocantur, cum graviora
negotia tractanda id suadeant 23;
conocer más plenamente las necesidades quo igitur fit ut, necessitates to-
de todo el Pueblo de Dios, continúan pro- tius Populi Dei plenius cogno-
curando el bien de la Iglesia universal. scentes, Ecclesiae universae bo-
A esto se añade también que los jefes no prospicere pergant.
de los diversos Dicasterios tienen en su Huc etiam accedit quod sin-
mayoría el carácter y la gracia episcopal, gulis Dicasteriis praepositi epi-
scopali charactere et gratia ple-
y que pertenecen al único Colegio de los rumque pollent ad unumque
Obispos, y por tanto se sienten urgidos Episcoporum Collegium perti-
por la misma solicitud hacia la Iglesia nent, itemque eadem etiam erga
universal que apremia a todos los Obispos universam Ecclesiam sollicitudi-
en comunión jerárquica con su cabeza, el ne urgentur, qua omnes Episco-
Obispo de Roma. pi, in communione hierarchica
cum Romano Episcopo suo Ca-
Como, por otra parte, entre los miem- pite, devinciuntur.
bros de los dicasterios son nombrados al- Cum insuper inter Dicaste-
riorum membra aliqui coopten-
gunos Obispos diocesanos, «que puedan tur dioecesani Episcopi, «qui
informar más detalladamente al Romano mentem, optata ac necessitates
Pontífice sobre el sentir, los deseos y las omnium Ecclesiarum Summo
necesidades de todas las Iglesias» 24, resul- Pontifici plenius referre va-
ta que mediante la Curia Romana el afec- leant» 24, per Romanam Curiam
to colegial que existe entre los Obispos y collegialis affectus, qui inter
Episcopos eorumque Caput in-
su Cabeza recibe una aplicación concreta tercedit, ad concretam applica-
y se extiende a todo el Cuerpo místico, tionem perducitur, idemque ad
«que es también el cuerpo de las Igle- totum mysticum Corpus exten-
sias» 25. ditur, «quod est etiam corpus
Ecclesiarum» 25.
Este afecto colegial es cultivado tam- Qui quidem collegialis af-
bién, ciertamente, entre los diversos Di- fectus inter varia quoque Dica-
casterios. Todos los Cardenales presiden- steria colitur. Omnes enim Cardi-
tes de Dicasterios o sus representantes se nales Dicasteriis praepositi certis
22. Cf. Const. Ap. Vicariae potestatis, VI Ian. MCMLXXVII: AAS 69 (1977) 6.
23. Cf. C.I.C., 353.
24. Decr. Christus Dominus, 10.
25. Const. dogm. Lumen gentium, 23.
Const. Ap. Pastor Bonus 1153
temporibus inter se conveniunt, reúnen cada cierto tiempo para tratar de-
vel ipsorum partes agentes cum terminadas cuestiones, de modo que inter-
peculiares quaestiones tractan- cambiando sus pareceres sobre las cues-
dae sint, ut collatis consiliis de tiones más importantes las lleguen a
potioribus quaestionibus certio-
res fiant ad illasque solvendas conocer mejor y cuenten con la ayuda
mutuum adiutorium conferant mutua para resolverlas, proveyendo así a
atque ideo agendi cogitandique la unidad de criterio y de acción en la Cu-
unitatem in Romana Curia pro- ria Romana.
videant. Además de éstos que poseen el carác-
Praeter hos episcopali po- ter episcopal, para la labor de los Dicaste-
testate praeditos viros ad Dica- rios se precisan otros muchos colaborado-
steriorum navitatem plurimi re- res que con su trabajo, no pocas veces
quiruntur operis adiutores, qui
suo labore, haud raro abscondi- escondido y nada ligero ni fácil, sirven y
to neque levi vel facili, ministerio ayudan al ministerio Petrino.
Petriano inserviant ac prosint. Efectivamente son llamados a la Cu-
Etenim in Romanam Cu- ria presbíteros diocesanos de todo el mun-
riam advocantur sive dioecesani do que, en su condición de partícipes del
ex universo terrarum orbe pre- sacerdocio ministerial, están estrecha-
sbyteri, qui, sacerdotii ministe- mente unidos a los Obispos; religiosos,
rialis participes, cum Episcopis presbíteros en su mayor parte, y religio-
arcte coniunguntur; sive Religio-
si, e quibus maxima pars sunt sas, que conforman su vida de diversas
presbyteri, atque Religiosae So- maneras a los consejos evangélicos para
dales, qui vitam suam ad Evan- aumentar el bien de la Iglesia y ofrecer un
gelii consilia diversimode com- singular testimonio de Cristo ante el mun-
ponunt, ad Ecclesiae bonum do; y laicos, varones y mujeres, que en
augendum atque ad singulare virtud del Bautismo y la Confirmación re-
Christi testimonium coram mun- ciben una misión apostólica. Esta unión
do praestandum; sive laici viri de diversas fuerzas hace que todos los ór-
atque mulieres, qui ob Baptismi
atque Confirmationis virtutem denes de la Iglesia, al posibilitar la labor
proprio apostolico munere fun- pastoral de la Curia, ayuden más eficaz-
guntur. Quae plurium virium mente al Romano Pontífice, unidos a su
conspiratio efficit ut omnes Ec- ministerio. De ello también resulta con
clesiae ordines in pastoralem claridad que este servicio de todos los ór-
Romanae Curiae operam conti- denes de la Iglesia no encuentra parangón
nuandam efficacius usque adiu- en la sociedad civil, y que su colaboración
vent Summum Pontificem, cum ha de prestarse con verdadero espíritu de
Ipsius ministerio coniuncti. Exin-
de etiam patet, huiusmodi om- servicio, para imitar y seguir la diaconía
nium Ecclesiae ordinum servi- del mismo Cristo.
tium nihil simile in civili societate
invenire, atque ipsorum laborem
cum animo vere serviendi prae-
standum esse, ad ipsius Christi
diaconiam sequendam atque
imitandam. 10. Todo esto manifiesta también cla-
10. Clare inde elucet Roma- ramente que el ministerio de la Curia Ro-
nae Curiae ministerium, sive in mana, ya sea considerado en sí mismo o
semet ipso consideretur, sive ob en sus relaciones con los Obispos de toda
ipsius rationes cum universae la Iglesia, ya en los fines a los que tiende
Ecclesiae Episcopis, sive ob fi-
nes, ad quos contendit atque ob o en el concorde afecto de caridad que
concordem caritatis affectum, debe guiarlo, posee una cierta nota de co-
quo ducatur oportet, quadam legialidad, si bien la Curia no debe ser
1154 Apéndice I
31. Cf. Alloc. ad eos qui sacris Exercitationibus in Palatio Ap.co interfuerunt, XVII Mart.
MCMLXXIII: Insegnamenti di Paolo VI, XI, 1973, 257.
32. Cf. Alloc. ad Curiam Romanam, XXVIII Iun. MCMLXXXVI: Insegnamenti di Gio-
vanni Paolo II, IX, 1, 1986, 1954.
33. Art. 15.
Const. Ap. Pastor Bonus 1159
34. Cf. Litt. encycl. Dominum et vivificantem, XVIII Mai. MCMLXXXVI, 66: AAS 78
(1986) 896 s.
35. Cf. Const. dogm. Lumen gentium, 4.
1160 Apéndice I
I
NORMAS GENERALES
NOCIÓN DE CURIA ROMANA
Curia quae sequuntur statuimus 1. La Curia Romana es el conjunto de
atque decernimus. Dicasterios e Institutos, que ayudan al
1. Curia Romana comple- Romano Pontífice en el ejercicio de su su-
xus est Dicasteriorum et Institu- prema función pastoral para el bien y el
torum, quae Romano Pontifici
adiutricem operam navant in servicio de la Iglesia Universal y de las
exercitio eius supremi pastoralis Iglesias particulares, con la que se fortale-
muneris ad Ecclesiae Universae ce la unidad de fe y de comunión del pue-
Ecclesiarumque particularium blo de Dios y se promueve la misión pro-
bonum ac servitium, quo qui- pia de la Iglesia en el mundo.
dem unitas fidei et communio
populi Dei roboratur atque mis-
MODO DE PROCEDER
dierni temporis rationes custo- 11. § 1. Los asuntos de mayor impor-
diantur. tancia están reservados a la Plenaria, se-
11. § 1. Negotia maioris mo- gún la naturaleza de cada Dicasterio.
menti coetui generali, iuxta
cuiusque Dicasterii naturam, re- § 2. Todos los Miembros deberán ser
servantur. convocados tempestivamente a las sesio-
§ 2. Ad plenarias sessiones, nes plenarias, que se celebrarán, si es po-
semel in anno, quantum fieri
potest, celebrandas, pro quae- sible, una vez al año para las cuestiones
stionibus naturam principii ge- que tengan carácter de principio general y
neralis habentibus aliisque, quas otras que deban tratarse a juicio del Pre-
1164 Apéndice I
fecto o Presidente. Sin embargo, para las Praefectus vel Praeses tractan-
sesiones ordinarias basta que sean convo- das censuerit, omnia Membra
cados los Miembros que se encuentren en tempestive convocari debent. Ad
la Urbe. ordinarias autem sessiones suffi-
cit ut convocentur Membra in
§ 3. El Secretario participa en todas Urbe versantia.
las sesiones con derecho de voto.
§ 3. Omnes coetus sessiones
12. Corresponde a los Consultores y a Secretarius cum iure suffragium
sus asimilados estudiar con diligencia la ferendi participat.
cuestión propuesta y dar su opinión sobre 12. Consultorum atque eo-
ella, ordinariamente por escrito. rum qui ipsis assimilantur est
studio rei propositae diligenter
incumbere suamque sententiam,
Si resulta oportuno y según la natura- pro more scriptam, de ea exara-
leza de cada Dicasterio, los Consultores re.
pueden ser convocados para examinar co- Pro opportunitate atque
legialmente las cuestiones propuestas y, si iuxta cuiusque Dicasterii natu-
fuese el caso, emitir una opinión común. ram, Consultores convocari pos-
sunt ut collegialiter quaestiones
propositas examinent et, si casus
En algunos casos concretos pueden ferat, sententiam communem pro-
ser llamadas a consulta otras personas ferant.
que, aunque no se incluyan en el número Singulis in casibus alii ad
de Consultores, se distingan, sin embargo, consulendum vocari possunt, qui,
por su pericia en la cuestión que se deba etsi in Consultorum numerum
non sunt relati, peculiari tamen
tratar. peritia rei pertractandae com-
13. Los Dicasterios tratan, según su mendentur.
propia competencia los asuntos que, por
su especial importancia, por su naturaleza 13. Dicasteria, secundum
o por derecho, están reservados a la Sede uniuscuiusque propriam compe-
tentiam, negotia tractant, quae
Apostólica, además de aquellos que exce- ob peculiare suum momentum,
den el ámbito de competencia de los natura sua aut iure, Sedi Aposto-
Obispos o de los organismos episcopales, licae reservantur, atque ea quae
así como los que les sean confiados por el fines competentiae singulorum
Sumo Pontífice. Les incumbe el estudio Episcoporum eorumve coetuum
de los problemas más graves de nuestra excedunt, necnon ea quae ipsis a
época, de modo que la acción pastoral de Summo Pontifice committuntur;
in studium incumbunt proble-
la Iglesia se promueva con más eficacia y matum graviorum vigentis aeta-
se coordine adecuadamente, manteniendo tis, ut actio pastoralis Ecclesiae
la relación debida con las Iglesias particu- efficacius promoveatur apteque
lares; promueven iniciativas para el bien coordinetur, debita servata rela-
de la Iglesia universal; conocen, final- tione cum Ecclesiis particulari-
mente, los asuntos que los fieles, en el bus; promovent incepta pro bo-
ejercicio de sus derechos, remiten a la no Ecclesiae universalis; ea deni-
Sede Apostólica. que cognoscunt, quae Christifi-
deles, iure proprio utentes, ad
14. La competencia de los Dicasterios Sedem Apostolicam deferunt.
se determina por razón de la materia, a no
ser que se haya establecido expresamente 14. Dicasteriorum compe-
otra cosa. tentia definitur ratione materiae
15. Las cuestiones han de ser tratadas nisi aliter expresse cautum sit.
con arreglo al derecho tanto universal
como peculiar de la Curia Romana, y se- 15. Quaestiones tractandae
gún las normas de cada Dicasterio, pero sunt ad tramitem iuris, sive uni-
Const. Ap. Pastor Bonus 1165
versalis sive peculiaris Romanae por vías y con criterios pastorales, aten-
Curiae, atque iuxta normas diendo tanto a la justicia y al bien de la
uniuscuiusque Dicasterii, viis ta- Iglesia, como sobre todo a la salvación de
men ac iudiciis pastoralibus, ani- las almas.
mo intento tum ad iustitiam et
Ecclesiae bonum tum praeser- 16. Se puede acudir a la Curia Roma-
tim ad animarum salutem. na, además de en la lengua oficial latina,
16. Romanam Curiam fas en todas las lenguas hoy más difundidas y
est adire, praeterquam officiali
Latino sermone, cunctis etiam conocidas.
sermonibus hodie latius cognitis. Se constituye un «Centro» al servicio
In commodum omnium Di- de todos los Dicasterios para la traducción
casteriorum «Centrum» consti- de los documentos en otras lenguas.
tuitur pro documentis in alias 17. Los documentos generales prepa-
linguas vertendis. rados por un Dicasterio deben comunicar-
17. Quae ab uno Dicasterio
praeparantur documenta gene- se a los otros Dicasterios interesados, para
ralia cum aliis communicentur que el texto pueda ser perfeccionado con
Dicasteriis, quorum interest, ut las enmiendas que en su caso se hayan
textus emendationibus forte pro- propuesto y, tras las mutuas consultas, se
positis perfici possit et, collatis proceda también a su ejecución de modo
consiliis, etiam ad eorum exsecu- más concorde.
tionem concordius procedatur. 18. Han de someterse a la aprobación
del Sumo Pontífice las decisiones de ma-
18. Summi Pontificis appro- yor importancia, con excepción de aque-
bationi subiciendae sunt decisio- llas para las que se hayan atribuido a los
nes maioris momenti, exceptis iis
pro quibus Dicasteriorum Mo- Jefes de los Dicasterios especiales facul-
deratoribus speciales facultates tades, y exceptuadas también las senten-
tributae sunt exceptisque sen- cias del Tribunal de la Rota Romana y del
tentiis Tribunalis Rotae Roma- Supremo Tribunal de la Signatura Apostó-
nae et Supremi Tribunalis Si- lica dictadas dentro de los límites de su
gnaturae Apostolicae intra limi- respectiva competencia.
tes propriae competentiae latis. Los Dicasterios no pueden dictar le-
yes o decretos generales con fuerza de ley
Dicasteria leges aut decreta ni derogar las prescripciones del derecho
generalia vim legis habentia fer- universal vigente, a no ser en casos singu-
re non possunt nec iuris univer-
salis vigentis praescriptis dero- lares y con aprobación específica del
gare, nisi singulis in casibus at- Sumo Pontífice.
que de specifica approbatione Téngase por norma constante no ha-
Summi Pontificis. cer nada importante y extraordinario que
Hoc autem sollemne sit ut no haya sido antes comunicado por los Je-
nihil grave et extraordinarium
agatur, nisi a Moderatoribus Di- fes de los Dicasterios al Sumo Pontífice.
casteriorum Summo Pontifici 19. § 1. Los recursos jerárquicos se-
fuerit antea significatum. rán recibidos por el Dicasterio que sea
19. § 1. Recursus hierarchici competente por razón de la materia, sin
a Dicasterio recipiuntur, quod
competens sit ratione materiae, perjuicio de lo establecido por el art. 21
firmo praescripto art. 21 § 1. § 1.
§ 2. Por su parte las cuestiones que
hayan de conocerse judicialmente, se re-
§ 2. Quaestiones vero, quae mitirán a los Tribunales competentes,
iudicialiter sunt cognoscendae,
remittuntur ad competentia Tri- quedando a salvo lo establecido por los
arts. 52 y 53.
1166 Apéndice I
REUNIONES DE CARDENALES
22. Por mandato del Sumo Pontífice, braque consultatione egeant, con-
los Cardenales que presiden los Dicaste- stituantur.
rios se reúnen varias veces al año para 22. De mandato Summi
examinar las cuestiones de mayor impor- Pontificis pluries in anno Cardi-
nales, qui Dicasteriis praesunt,
tancia, para coordinar los trabajos, y para in unum conveniunt, ut gravio-
que puedan comunicarse noticias y pedir- res quaestiones examinentur, la-
se opiniones. bores coordinentur, utque noti-
23. Los asuntos más importantes de tiae inter eos communicari et
índole general pueden ser conveniente- consilia capi possint.
mente tratados, si el Sumo Pontífice lo es- 23. Graviora indolis genera-
timase oportuno, por los Cardenales reu- lis negotia utiliter tractari pos-
sunt, si Summo Pontifici placue-
nidos en Consistorio plenario según la ley rit, a Cardinalibus in Consisto-
propia.
Const. Ap. Pastor Bonus 1167
rio plenario iuxta legem pro- 24. El Comité consta de quince Car-
priam adunatis. denales, Prelados de otras tantas Iglesias
24. Coetus ex quindecim particulares de diversas partes del mundo,
Cardinalibus constat, totidem nombrados por el Romano Pontífice para
Praesulibus Ecclesiarum parti-
cularium e variis orbis partibus, un quinquenio.
a Romano Pontifice ad quin- 25. § 1. El Comité es convocado nor-
quennium nominatis. malmente dos veces al año por el Carde-
25. § 1. Coetus ex solito bis nal Secretario de Estado para examinar
in anno convocatur a Cardinali las cuestiones económicas y organizativas
Secretario Status ad res oecono-
micas et organicas quoad San- que se refieren a la administración de la
ctae Sedis administrationem per- Santa Sede, con el auxilio de expertos en
pendendas, auxiliantibus, quate- estas cuestiones, cuando sea necesario.
nus opus fuerit, harum rerum § 2. El Comité examina también la
peritis. actividad del Instituto peculiar, erigido y
§ 2. Idem cognoscit etiam de situado en el Estado de la Ciudad del Va-
navitate peculiaris Instituti, ticano con el fin de custodiar y adminis-
quod erectum est et collocatum
intra Statum Civitatis Vaticanae, trar los bienes económicos que tiene en-
ad bona oeconomica sibi com- comendados para el sostenimiento de
missa custodienda atque admi- obras de religión y caridad. Este Instituto
nistranda, quae ad opera religio- se rige por una ley peculiar.
super dioecesis statu Sanctae Se- cido para la visita. La relación será exa-
di sex mensibus ante tempus pro minada con toda diligencia por los Dicas-
visitatione statutum mittatur. terios competentes y se comunicarán sus
A Dicasteriis, quibus competit, observaciones a una comisión especial
omni cumdiligentia examinetur
eorumque animadversiones cum constituida con este fin, para elaborar una
peculiari coetu ad hoc constituto breve síntesis de todo que se tenga pre-
communicentur ut brevis syn- sente en los coloquios.
REGLAMENTOS
37. A esta constitución Apostólica se Curia Romana atque de quae-
añade el Reglamento General de la Curia stionibus cum eo connexis videt,
Romana, es decir, las normas comunes en iuxta suam competentiam, Offi-
las que se determina el orden y el modo cium Centrale Laboris.
37. Huic Constitutioni A-
de tratar los asuntos en la misma Curia, postolicae accedit Ordo servan-
permaneciendo firmes las normas genera- dus seu normae communes, qui-
les de esta Constitución. bus disciplina et modus tractan-
38. Cada Dicasterio tiene su propio di negotia in Curia ipsa praesti-
Reglamento, es decir, las normas especia- tuitur, firmis manentibus normis
les en las que se determinan el orden y los generalibus huius Constitutio-
modos de tratar los asuntos. nis.
38. Unicuique Dicasterio
El Reglamento de cada Dicasterio será proprius sit Ordo servandus seu
publicado en la forma acostumbrada por normae speciales, quibus disci-
la Sede Apostólica. plina et negotia tractandi ratio-
II
SECRETARÍA DE ESTADO
PRIMERA SECCIÓN
SECCIÓN SEGUNDA
45. Es función peculiar de la Segunda lam edit omnia indicia, ad ratio-
Sección de relaciones con los Estados narii normas exarata, quae Ec-
ocuparse de los asuntos que deban tratarse clesiae universae vitam per ter-
con los gobiernos civiles. rarum orbem respiciunt.
45. Alterius sectionis de ra-
46. Le compete: tionibus cum Civitatibus pecu-
1.º favorecer las relaciones diplomáti- liare munus est in ea incumbere,
cas y tratar los asuntos comunes con los quae cum rerum publicarum
Estados y con otras sociedades de derecho Moderatoribus agenda sunt.
46. Eidem competit:
público, para que se promueva el bien de 1º rationes praesertim di-
la Iglesia y de la sociedad civil, incluso, si plomaticas cum Civitatibus aliis-
es el caso, mediante concordatos y otras que publici iuris societatibus fo-
convenciones parecidas, teniendo en vere atque communia negotia
cuenta la opinión de los organismos epis- tractare, ut bonum Ecclesiae ci-
copales interesados; vilisque societatis promoveatur,
ope, si casus ferat, concordato-
2.º representar a la Santa Sede ante rum aliarumque huiusmodi con-
los Organismos Internacionales y en las ventionum, et ratione habita
reuniones sobre cuestiones de índole pú- sententiae Episcoporum coe-
tuum, quorum intersit;
blica, de acuerdo con los Dicasterios 2º apud Internationalia In-
competentes de la Curia Romana; stituta et conventus de indolis
3.º tratar, en su propio ámbito de acti- publicae quaestionibus Sanctae
vidades, lo que se refiere a los Represen- Sedis partes gerere, collatis con-
tantes Pontificios. siliis cum competentibus Roma-
nae Curiae Dicasteriis;
47. § 1. En circunstancias peculiares, 3º agere, in propria labo-
por mandato del Sumo Pontífice, esta rum provincia, quae ad Legatos
Sección, de acuerdo con los competentes Pontificios attinent.
Dicasterios de la Curia Romana, se encar- 47. § 1. In peculiaribus re-
ga de lo relativo tanto a la provisión de las rum adiunctis, de mandato
Iglesias particulares, como a la constitu- Summi Pontificis, haec sectio,
ción y cambio de éstas y de sus agrupa- collatis consiliis cum competenti-
ciones. bus Curiae Romanae Dicasteriis,
ea explet quae ad Ecclesiarum
§ 2. En los demás casos, en especial particularium provisionem nec-
donde esté vigente un régimen concorda- non ad earum earumque coe-
tario, le compete ocuparse de los asuntos tuum constitutionem aut immu-
que deban tratarse con los gobiernos civi- tationem spectant.
les, sin perjuicio de lo establecido en el § 2. Ceteris in casibus, prae-
sertim ubi regimen concordata-
art. 78.
III
CONGREGACIONES
CONGREGACIÓN DE LA DOCTRINA DE LA FE
48. Es función propia de la Congrega- rium viget, eidem competit, fir-
ción de la Doctrina de la Fe promover y mo praescripto art. 78, ea absol-
tutelar la doctrina de fe y costumbres en vere, quae cum civilibus guber-
Const. Ap. Pastor Bonus 1173
53. Le corresponde igualmente cono- scit atque, ubi opus fuerit, ad ca-
cer las cuestiones, tanto de derecho como nonicas sanctiones declarandas
de hecho, concernientes al privilegio de la aut irrogandas ad normam iuris,
fe. sive communis sive proprii, pro-
cedit.
54. Se someten a su previo juicio los 53. Eiusdem pariter est co-
documentos que han de ser publicados gnoscere, tum in iure tum in fac-
por otros Dicasterios de la Curia Romana, to, quae privilegium fidei respi-
en cuanto se refieran a la doctrina de fe o ciunt.
de costumbres 54. Praevio eius iudicio su-
55. En el seno de la Congregación de biciuntur documenta, ab aliis
la Doctrina de la Fe están constituidas la Curiae Romanae Dicasteriis
Pontificia Comisión Bíblica y la Comi- edenda, quatenus doctrinam de
sión Teológica Internacional, que actúan a fide vel moribus attingunt.
tenor de sus propias normas aprobadas y 55. Apud Congregationem
que son presididas por el Cardenal Prefec- de Doctrina Fidei constitutae
to de la misma Congregación. sunt Pontificia Commissio Bibli-
81. Pro Ecclesiis particulari- laciones quinquenales a tenor del art. 32.
bus suae curae concreditis Con- Asiste a los Obispos que vienen a Roma,
gregatio omnia procurat quae vi- en especial para que se preparen adecua-
sitationes ad limina respiciunt; damente, tanto la reunión con el Romano
ideoque relationes quinquenna-
les ad normam art. 32 perpendit. Pontífice como las otras entrevistas y pe-
Episcopis Romam adeuntibus regrinaciones. Una vez realizada la visita,
adest, praesertim ut sive con- transmite por escrito a los Obispos dioce-
gressio cum Summo Pontifice si- sanos las conclusiones relativas a sus dió-
ve alia colloquia et peregrinatio- cesis.
nes apte disponantur. Expleta vi- 82. La Congregación lleva a cabo lo
sitatione, conclusiones, eorum que se refiere a la celebración de Conci-
dioeceses respicientes, cum Epis-
copis dioecesanis scripto commu- lios particulares, así como a la erección de
nicat. Conferencias episcopales y revisión de
sus estatutos; recibe las actas de tales or-
82. Congregatio ea absolvit, ganismos y revisa, de acuerdo con los Di-
quae ad celebrationem Concilio- casterios interesados, los decretos que
rum particularium necnon ad precisen ser reconocidos.
Episcoporum Conferentiarum
erectionem atque earundem sta-
las oportunas normas para que la enseñan- portuna auxilia Episcopis prae-
za de la catequesis se imparta de modo bet.
adecuado; vigila que la formación cate- 94. Institutionem religiosam
quética se transmita correctamente; con- Christifidelium cuiuscumque ae-
tatis et condicionis pro suo mu-
cede la aprobación de la Santa Sede re- nere promovendam curat; op-
querida para los catecismos y otros portunas normas praebet, ut lec-
escritos referidos a la formación catequé- tiones catecheseos recta ratione
tica, con el consentimiento de la Congre- tradantur; catecheticae institu-
gación de la Doctrina de la Fe; ayuda a tioni rite impertiendae invigilat;
los departamentos de catequesis y a las praescriptam Sanctae Sedis ap-
probationem pro catechismis
iniciativas que se refieran a la formación aliisque scriptis ad institutionem
religiosa y tengan carácter internacional, catecheticam pertinentibus, de
coordina su actividad y les suministra los assensu Congregationis de Doc-
auxilios necesarios. trina Fidei, concedit; officiis ca-
techeticis atque inceptis ad reli-
95. § 1. Es competente en lo que se giosam institutionem spectanti-
bus et indolem internationalem
refiere a la vida, disciplina, derechos y prae se ferentibus adest, eorum
obligaciones de los clérigos. navitatem coordinat iisque auxi-
§ 2. Procura una más adecuada distri- lia, si opus fuerit, praestat.
bución de los presbíteros. 95. § 1. Competens est ad
§ 3. Fomenta la formación permanen- clericorum vitam, disciplinam,
te de los clérigos, en especial por lo que iura atque obligationes quod
spectat.
se refiere a su santificación y al fructuoso § 2. Aptiori presbyterorum
ejercicio del ministerio pastoral, sobre distributioni consulit.
todo en lo relativo a la predicación digna § 3. Permanentem clerico-
de la palabra de Dios. rum formationem fovet, prae-
96. Corresponde a esta Congregación sertim quod attinet ad ipsorum
tratar todo aquello que se refiere al estado sanctificationem et ad pastorale
clerical en cuanto tal, con referencia a to- ministerium fructuose exercen-
dum, potissimum circa dignam
dos los clérigos, sin exceptuar los religio- verbi Dei praedicationem.
sos, de acuerdo con los Dicasterios intere- 96. Huius Congregationis
sados cuando lo requiera el asunto. est tractare ea omnia, quae ad
97. La Congregación trata las cuestio- statum clericalem qua talem at-
nes que competen a la Santa Sede: tinent, omnibus clericis, religio-
1. acerca de los consejos presbitera- sis non exceptis, collatis consiliis
cum Dicasteriis quorum interest,
les, colegios de consultores, cabildos de ubi res id requirat.
canónigos, consejos pastorales, parro- 97. Congregatio ea agit,
quias, iglesias, santuarios, así como sobre quae Sanctae Sedi competunt:
las asociaciones de clérigos y los archivos 1. sive circa consilia pre-
eclesiásticos; sbyteralia, consultorum coetus,
2. acerca de las cargas de Misas, de canonicorum capitula, consilia
las pías voluntades en general y de las pastoralia, paroecias, ecclesias,
fundaciones pías. sanctuaria, sive circa clericorum
consociationes, sive circa eccle-
98. La Congregación desempeña to- siastica archiva seu tabularia;
das las funciones que corresponden a la 2. circa onera Missarum
Santa Sede respecto a la ordenación de necnon pias voluntates in genere
bienes eclesiásticos, especialmente a su et pias fundationes.
recta administración, y concede las nece- 98. Congregatio ea omnia
sarias aprobaciones o revisiones; además exercet, quae ad bonorum eccle-
Const. Ap. Pastor Bonus 1183
IV
TRIBUNALES
PENITENCIARÍA APOSTÓLICA
§ 4. Cooperationem mu- 117. La competencia de la Penitencia-
tuumque adiutorium inter Stu- ría Apostólica se refiere a las cuestiones
diorum Universitates earumque relativas al fuero interno y a las indulgen-
consociationes fovet iisdemque cias.
praesidio est.
117. Paenitentiariae Aposto- 118. Concede las absoluciones, dis-
licae competentia ad ea se refert, pensas, conmutaciones, sanaciones, con-
quae forum internum necnon in- donaciones y otras gracias para el fuero
dulgentias respiciunt. interno, tanto sacramental como no sacra-
118. Pro foro interno, tum mental.
sacramentali tum non sacra- 119. Cuida de que en las Basílicas Pa-
mentali, absolutiones, dispensa- triarcales de la Urbe exista suficiente nú-
tiones, commutationes, sanatio- mero de Penitenciarios, dotados de las fa-
nes, condonationes aliasque gra- cultades oportunas.
tias eadem largitur.
119. Ipsa prospicit ut in 120. Se encomienda a este mismo Di-
Patriarchalibus Urbis Basilicis casterio lo relativo a concesión y uso de
Paenitentiarii sufficienti numero indulgencias, sin perjuicio del derecho de
habeantur, opportunis facultati- examinar las cuestiones dogmáticas acer-
bus praediti.
120. Eidem Dicasterio com- ca de ellas que corresponde a la Congre-
mittuntur ea, quae spectant ad gación de la Doctrina de la Fe.
V
PONTIFICIOS CONSEJOS
PONTIFICIO CONSEJO PARA LOS LAICOS
131. El consejo es competente en las miserit.
cuestiones relativas a la promoción y co- § 2. Easdem causas, nisi ali-
ordinación del apostolado de los laicos ter cautum sit, etiam in secunda
que corresponden a la Santa Sede y, de et ulteriore instantia agit.
130. Tribunal Rotae Roma-
modo general, en las materias que se re- nae lege propria regitur.
fieren a la vida cristiana de los laicos en 131. Consilium competens
cuanto tales. est in iis, quae ad Sedem Aposto-
132. Asiste al Presidente un Comité licam pertinent in laicorum
de Presidencia integrado por Cardenales y apostolatu promovendo et coor-
Obispos; entre los miembros del Consejo dinando atque, universim, in iis,
se cuentan principalmente fieles cristia- quae vitam christianam laico-
rum qua talium respiciunt.
nos dedicados a diversos ámbitos de acti-
vidad. 132. Praesidi adest Coetus
133. § 1. Le corresponde animar y praesidialis ex Cardinalibus et
ayudar a los laicos para que participen se- Episcopis constans; inter mem-
gún su modo propio en la vida y misión bra Consilii potissimum adnu-
de la Iglesia, tanto individualmente como merantur Christifideles in variis
en asociaciones, y especialmente para que actuositatis provinciis versantes.
cumplan su peculiar deber de informar el 133. § 1. Eius est incitare et
orden de las realidades temporales con el sustinere laicos ut vitam et mis-
espíritu evangélico. sionem Ecclesiae modo sibi pro-
§ 2. Fomenta la cooperación de los prio participent, sive singuli, sive
laicos en la formación catequética, en la in consociationibus, praesertim
vida litúrgica y sacramental y en las obras ut ipsorum peculiare officium
impleant rerum temporalium
de misericordia, caridad y promoción so- ordinem spiritu evangelico im-
cial. buendi.
§ 3. Sigue y dirige las reuniones inter- § 2. Laicorum cooperatio-
nacionales y otras iniciativas que se refie- nem fovet in cathechetica insti-
ran al apostolado de los laicos. tutione, in vita liturgica et sacra-
mentali atque in operibus mise-
134. El Consejo, en el ámbito de su ricordiae, caritatis et promotio-
propia competencia, trata todas las cues- nis socialis.
tiones relativas a las asociaciones laicales § 3. Idem prosequitur et
moderatur conventus internatio-
de fieles; erige las que son de ámbito in- nales aliaque incepta, quae ad
ternacional y aprueba o reconoce sus esta- apostolatum laicorum attinent.
tutos, sin perjuicio de la competencia de 134. Consilium ea omnia in-
la Secretaría de Estado; por lo que se re- tra ambitum propriae compe-
fiere a las Terceras Ordenes seculares, tentiae agit, quae ad consociatio-
sólo cuida de lo que pertenece a su activi- nes laicales christifidelium spec-
dad apostólica. tant; eas vero, quae internatio-
nalem indolem habent, erigit ea-
Const. Ap. Pastor Bonus 1191
PONTIFICIO CONSEJO
DE LA JUSTICIA Y LA PAZ
dum Evangelium et socialem Ec- sión y se haga vida entre los hombres y
clesiae doctrinam promoveantur. las comunidades, sobre todo por lo que
143. § 1. Socialem Ecclesiae respecta a las relaciones entre trabajado-
doctrinam altius pervestigat, da- res y empresarios, que han de imbuirse
ta opera ut ipsa late diffundatur cada vez más del espíritu del Evangelio.
et apud homines communitates-
que in usum vitae deducatur, § 2. Recoge noticias e investigaciones
praesertim quod spectat ad ra- sobre la justicia y la paz, el progreso de
tiones inter opifices et conducto- los pueblos y las lesiones de los derechos
res operis, spiritu Evangelii ma- humanos, las estudia y, si es oportuno, co-
gis magisque imbuendas. munica a los organismos episcopales las
§ 2. Notitias et inquisitiones conclusiones extraídas; fomenta las rela-
de iustitia et pace, de populorum ciones con las asociaciones católicas in-
progressione et de hominum iu- ternacionales y con otras instituciones,
rium laesionibus in unum colli- incluso fuera de la Iglesia católica, que in-
git, perpendit atque exinde de- tenten sinceramente conseguir los bienes
ductas conclusiones pro opportu- de la justicia y la paz en el mundo.
nitate cum Episcoporum coeti-
bus communicat; rationes fovet
cum catholicis internationalibus § 3. Trabaja para que se forme entre
consociationibus aliisque institu- los pueblos una mentalidad proclive al fo-
tis etiam extra Ecclesiam catholi- mento de la paz, tomando ocasión princi-
cam exstantibus, quae ad iusti- palmente de la Jornada Mundial de la
tiae pacisque bona in mundo Paz.
consequenda sincere contendunt.
§ 3. Operam impendit ut in- 144. Mantiene peculiares relaciones
ter populos sentiendi ratio de con la Secretaría de Estado, principal-
pace fovenda formetur, praeser- mente cuando haya de actuar públicamen-
tim occasione oblata Diei Pacis te mediante documentos o declaraciones
in mundo provehendae. en materias de justicia y paz.
VI
OFICIOS
CÁMARA APOSTÓLICA
data celebrationis Diei commu- 171 § 1. La Cámara Apostólica, presi-
nicationum socialium conscius dida por el Cardenal Camarlengo de la
fiat officii, quo unusquisque te- Santa Iglesia Romana con la ayuda del
netur, adlaborandi ut huiusmodi Vice-Camarlengo y de los demás Prelados
instrumenta pastorali Ecclesiae
missioni praesto sint. de Cámara, cumple sobre todo las funcio-
171. § 1. Camera Apostoli- nes que le atribuye la ley peculiar sobre la
ca, cui praeficitur Cardinalis Sede Apostólica vacante.
Sanctae Romanae Ecclesiae Ca-
merarius, iuvante Vice-Camera- § 2. Cuando está vacante la Sede
rio una cum ceteris Praelatis Ca- Apostólica el Cardenal Camarlengo de la
meralibus, munera praesertim Santa Iglesia Romana tiene el derecho y
gerit, quae ipsi peculiari lege de
vacante Sede Apostolica tri- la obligación de solicitar, por sí o median-
buuntur. te un delegado suyo, a todas las Adminis-
§ 2. Sede Apostolica vacan- traciones que dependen de la Santa Sede
1200 Apéndice I
VII
OTROS ORGANISMOS DE LA CURIA ROMANA
PREFECTURA DE LA CASA PONTIFICIA
§ 2. Cognoscit de damnis 180. La Prefectura se ocupa del orden
patrimonio Sanctae Sedis quo- interno relativo a la Casa Pontificia y diri-
modocumque illatis, ad actiones ge, en lo relativo al servicio y a la disci-
poenales vel civiles, si opus fue- plina, a todos los clérigos y laicos que
rit, competentibus tribunalibus
1202 Apéndice I
VIII
ABOGADOS
Summo Pontifice ad quinquen- 183. Además de los Abogados de la
nium nominatur; caeremoniarii Rota Romana y de los Abogados para las
pontificii, qui eum in sacris cele- Causas de los Santos, existe un elenco de
brationibus adiuvant, a Secreta- los Abogados habilitados para asumir, a
rio Status pariter ad idem tem-
pus nominantur. petición de las partes interesadas, el pa-
183. Praeter Romanae Ro- trocinio de las causas ante el Supremo
tae Advocatos et Advocatos pro Tribunal de la Signatura Apostólica y para
causis Sanctorum, Album adest intervenir en los recursos jerárquicos ante
Advocatorum, qui habiles sunt, los Dicasterios de la Curia Romana.
rogatu eorum quorum interest,
ut patrocinium causarum apud 184. Pueden ser inscritos en el elenco
Supremum Signaturae Apostoli- por el Cardenal Secretario de Estado, oída
cae Tribunal suscipiant necnon, la comisión constituida establemente para
in recursibus hierarchicis apud este fin, los candidatos que destaquen por
Dicasteria Curiae Romanae,
operam suam praestent. su adecuada preparación, comprobada
184. A Cardinali Secretario mediante los oportunos títulos académi-
Status, audita commissione sta- cos, a la vez que por su ejemplo de vida
biliter ad hoc constituta, candi- cristiana, por la honestidad de sus cos-
dati in Albo inscribi possunt, qui tumbres y por su pericia profesional. En
congrua praeparatione, aptis ti- el caso de que posteriormente pierdan es-
tulis academicis comprobata, si- tos requisitos, han de ser borrados del
mulque vitae christianae exem-
plo, morum honestate ac rerum elenco.
agendarum peritia commenden- 185. § 1. Principalmente con Aboga-
tur. Quibus requisitis forte post- dos inscritos en el elenco se constituye el
ea deficientibus, ex Albo expun- Cuerpo de Abogados de la Santa Sede,
gendi sunt. que pueden asumir el patrocinio de causas
en nombre de la Santa Sede o de los Di-
185. § 1. Ex Advocatis prae- casterios de la Curia Romana ante los tri-
sertim in Albo adscriptis Corpus bunales tanto eclesiásticos como civiles.
Sanctae Sedis Advocatorum § 2. Son nombrados para un quinque-
constituitur, qui patrocinium nio por el Secretario de Estado, oída la
causarum, nomine Sanctae Sedis comisión prevista en el art. 184; sin em-
vel Curiae Romanae Dicasterio- bargo pueden ser removidos del encargo
rum, apud ecclesiastica vel civi- por graves causas. Cesan en su encargo al
lia tribunalia suscipere valent.
§ 2. A Cardinali Secretario cumplir setenta y cinco años.
IX
INSTITUTOS VINCULADOS A LA SANTA SEDE
Status, audita commissione, de 186. Hay algunos Institutos, de anti-
qua in art. 184, ad quinquennium guo origen o de reciente constitución,
nominantur; graves tamen ob que, aunque no pertenezcan en sentido es-
causas, a munere removeri pos- tricto a la Santa Sede, prestan servicios
sunt. Expleto septuagesimo quin-
to aetatis anno, a munere cessant. necesarios o útiles al mismo Sumo Pontí-
186. Sunt Instituta quae- fice, a la Curia y a toda la Iglesia y están
1204 Apéndice I
vinculados de algún modo con la Sede dam, sive antiquae originis sive
Apostólica. novae constitutionis, quae,
quamvis ad Curiam Romanam
187. Entre estos Institutos destaca el sensu proprio non pertineant,
Archivo Secreto Vaticano, en el que se nihilominus ipsi Summo Pontifi-
custodian los documentos de gobierno de ci, Curiae et Ecclesiae universae
la Iglesia, en primer lugar para que estén a servitia necessaria aut utilia
praestant et cum Apostolica Se-
disposición de la Santa Sede y de la Curia de aliquo modo cohaerent.
en el desempeño de su tarea, y además 187. Inter huiusmodi Insti-
para que, previa concesión pontificia, tuta eminet Tabularium seu Ar-
puedan también llegar a ser para todos los chivum Secretum Vaticanum, in
historiadores fuentes de conocimiento in- quo documenta regiminis Eccle-
cluso de la historia profana de todas las siae adservantur, ut imprimis ip-
regiones que están en estrecho contacto si Sanctae Sedi et Curiae in pro-
con la vida de la Iglesia desde los siglos prio opere perficiendo praesto
sint deinde vero, ex ipsa conces-
pasados. sione Pontificia, omnibus histo-
188. La Biblioteca Apostólica Vatica- riae explorandae studiosis, atque
na, que ofrece como tesoros todo tipo de fontes cognitionis evadere pos-
ciencia y arte, en sus diversas secciones, a sint omnium historiae profanae
los investigadores que buscan la verdad, quoque regionum, quae cum vi-
fue creada por los Sumos Pontífices como ta Ecclesiae saeculis praeteritis
instrumento insigne de la Iglesia para fo- arcte cohaerent.
188. Instrumentum insuper
mentar, conservar y difundir la cultura. insigne Ecclesiae ad culturam
fovendam, servandam, divul-
gandam a Summis Pontificibus
189. En el seno de la Iglesia Romana constituta est Bibliotheca Apo-
han surgido varias Academias con el fin stolica Vaticana, quae thesauros
de buscar y difundir la verdad en los di- omne genus scientiae et artis in
versos campos de la ciencia divina y hu- suis variis sectionibus viris doc-
mana. Destaca entre ellas la Pontificia tis veritatem investigantibus
Academia de las Ciencias. praebet.
189. Ad veritatem inquiren-
dam et diffundendam in variis
190. Todas estas instituciones de la scientiae divinae et humanae re-
Iglesia Romana se rigen por sus propias gionibus ortae sunt in sinu Ec-
leyes de constitución y administración. clesiae Romanae variae, quae
vocantur, Academiae, inter quas
191. Son de origen más reciente, aun- eminet Scientiarum Academia
que en parte se remonten a ejemplos pre- Pontificia.
cedentes, la Tipografía Políglota Vaticana; 190. Hae omnes Institutio-
la Libreria Editrice Vaticana; las publica- nes Ecclesiae Romanae reguntur
ciones diarias, semanales y mensuales, propriis legibus constitutionis et
entre las que destaca L’Osservatore Ro- administrationis.
191. Recentioris originis
mano; la Radio Vaticana y el Centro Tele- sunt, quamvis ex parte exemplis
visivo Vaticano. Todas estas instituciones praeteritis inhaereant, Typogra-
dependen de la Secretaría de Estado o de phia Polyglotta Vaticana, Offici-
otros oficios de la Curia Romana, con na libraria editoria Vaticana,
arreglo a las leyes propias. Ephemerides diurnae, hebdo-
madariae, menstruae, inter quas
eminet L’Osservatore Romano,
192. La Fábrica de San Pedro conti- Statio Radiophonica Vaticana et
nuará ocupándose, con arreglo a sus leyes Centrum Televisificum Vatica-
propias, de lo relativo la Basílica del Prín- num. Haec Instituta subiciuntur
Const. Ap. Pastor Bonus 1205
Secretariae Status aut aliis Cu- cipe de los Apóstoles en cuanto a la con-
riae Romanae officiis iuxta pro- servación y al decoro del edificio y en
prias leges. cuanto a la disciplina interna de los custo-
192. Fabrica Sancti Petri dios y de los peregrinos que entran al
curare perget ea quae ad Basili-
cam Principis Apostolorum per- templo para visitarlo. En todas las cues-
tinent sive quoad conservatio- tiones que lo exijan, los Superiores de la
nem et decorem aedificii sive Fábrica actuarán de acuerdo con el Capí-
quoad disciplinam internam tulo de la Basílica.
custodum et peregrinorum, qui
visendi causa templum ingre- 193. La Limosnería Apostólica realiza
diuntur, iuxta proprias leges. In la labor de ayuda a los pobres en nombre
omnibus, quae id exigunt, Supe- del Romano Pontífice, y depende directa-
riores Fabricae concorditer mente de él.
agant cum Capitulo eiusdem Ba-
silicae. Decretamos que la presente Constitu-
193. Eleemosynaria Aposto- ción Apostólica es y será en el futuro fir-
lica opus adiumenti pro Summo me, válida y eficaz, y obtendrá y surtirá
Pontifice exercet erga pauperes sus efectos plenos e íntegros a partir del
ac pendet directe ex Ipso. día 1 del mes de marzo de 1989, y que de-
Decernimus praesentem Con- berá ser perfectamente observada en to-
stitutionem apostolicam firmam, dos sus pormenores y en toda su exten-
validam et efficacem esse ac fo- sión por todos aquellos a los que afecta o
re, suosque plenos et integros ef- afectará de cualquier modo en el futuro,
fectus sortiri atque obtinere a sin que pueda ser obstáculo circunstancia
die 1 mensis Martii 1989 et ab alguna en contra, ni siquiera aunque sea
illis ad quos spectat aut quomo- digna de especialísima mención.
dolibet spectabit in omnibus et
per omnia plenissime observari Dado en Roma, junto a San Pedro,
contrariis quibusvis, etiam spe- ante los Padres Cardenales reunidos en
cialissima mentione dignis, non Consistorio, en la vigilia de la Solemni-
obstantibus. dad de los Santos Apóstoles Pedro y Pa-
blo, el día 28 del mes de junio del Año
Datum Romae, apud San- Mariano de 1988, décimo de nuestro pon-
ctum Petrum, coram Patribus tificado.
Cardinalibus in Consistorio adu-
natis, in pervigilio sollemnitatis Juan Pablo II
Sanctorum Apostolorum Petri et
Pauli, die XXVIII mensis Iunii
Anno Mariali MCMLXXXVIII,
Pontificatus Nostri decimo.
Ioannes Paulus PP. II
5. Motu Propio Ad tuendam fidem
18 de mayo de 1998 (AAS 90 [1998] 457-461)
Donde se introducen algunas normas en el Código de Derecho
Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales
Para defender la fe de la Iglesia Cató- Ad Tuendam Fidem Ca-
lica contra los errores que surgen por par- tholicae Ecclesiae contra erro-
te de algunos fieles, especialmente de res insurgentes ex parte aliquo-
quienes se dedican específicamente a las rum christifidelium, praesertim
illorum qui in sacrae theologiae
disciplinas de la sagrada teología, Nos ha disciplinas studiose incumbunt,
parecido absolutamente necesario, cuya pernecessarium visum est No-
tarea principal es confirmar en la fe a los bis, quorum praecipuum mu-
hermanos (cfr. Lc 22, 32), que en los tex- nus est fratres suos in fide con-
tos vigentes del Código de Derecho Ca- firmare (cf. Lc 22, 32), ut in tex-
nónico y del Código de los Cánones de tum vigentium Codicis Iuris
las Iglesias Orientales se añadan algunas Canonici et Codicis Canonum
Ecclesiarum Orientalium ad-
normas, mediante las cuales se imponga dantur normae, quibus expres-
expresamente el deber de observar las se imponatur officium servandi
verdades propuestas de manera definitiva veritates definitive ab Ecclesiae
por el Magisterio de la Iglesia, haciendo Magisterio propositas, addita
también mención de las sanciones canóni- mentione in sanctionibus cano-
cas correspondientes a la misma materia. nicis ad eandem materiam spe-
ctantibus.
1. Desde los primeros siglos hasta 1. Iam inde a prioribus sae-
hoy, la Iglesia profesa las verdades sobre culis usque ad hodiernum diem
la fe de Cristo y sobre el misterio de Su Ecclesia de fide in Christum
redención, que sucesivamente fueron re- Eiusque redemptionis mysterio
profitetur veritates, postea col-
cogidas en los Símbolos de la fe; en efec- lectas in Symbola fidei; hodie
to, hoy son comúnmente conocidas y pro- enim communiter cognoscun-
clamadas por los fieles en la celebración tur atque proclamantur a chri-
solemne y festiva de las misas como Sím- stifidelibus in Missarum cele-
bolo de los Apóstoles o Símbolo Niceno- bratione sollemni et festiva Sym-
Constantinopolitano. bolum Apostolorum aut Symbo-
lum Nicaenum-Constatinopoli-
tanum.
El mismo Símbolo Niceno-Contanti- Hoc ipsum Symbolum Ni-
nopolitano está contenido en la Profesión caenum-Constatinopolitanum
de fe, recientemente elaborada por la continetur in Professione fidei,
Congregación para la Doctrina de la Fe1, a Congregatione pro Doctrina
Fidei ulterius elaborata1, quae
que de manera especial se impone a deter- specialiter imponitur determi-
minados fieles cuando éstos asumen de- natis christifidelibus emittenda
terminados oficios directa o indirecta- in susceptione aliquorum offi-
mente correspondientes a la investigación ciorum directe vel indirecte re-
nis, altera vero novo textu sit do presentará un texto nuevo, de manera
ornata, ita ut ipse can. 750 ab- que en su conjunto así resulte dicho can.
solute sic sonet: 750:
Can. 750 § 1. Fide divina et Can. 750, § 1. Se ha de creer con fe
catholica ea omnia credenda divina y católica todo aquello que se con-
sunt quae verbo Dei scripto vel tiene en la palabra de Dios escrita o trans-
tradito, uno scilicet fidei deposi- mitida por tradición, es decir, en el único
to Ecclesiae commisso, conti-
nentur, et insimul ut divinitus depósito de la fe encomendado a la Igle-
revelata proponuntur sive ab sia, y que además es propuesto como re-
Ecclesiae magisterio sollemni, velado por Dios, ya sea por el magisterio
sive ab eius magisterio ordina- solemne de la Iglesia, ya sea por el magis-
rio et universali, quod quidem terio ordinario y universal, que se mani-
communi adhaesione christifi- fiesta en la común adhesión de los fieles
delium sub ductu sacri magiste- bajo la guía del sagrado magisterio; por
rii manifestatur; tenentur igi-
tur omnes quascumque devita- tanto, todos están obligados a evitar cual-
re doctrinas iisdem contrarias. quier doctrina.
§ 2. Firmiter etiam amplec- § 2. Deben también acogerse y abra-
tenda ac retinenda sunt omnia zarse firmemente todas y cada una de las
et singula quae circa doctrinam cosas que de manera definitiva proponga
de fide vel moribus ab Ecclesiae
magisterio definitive proponun- el magisterio de la Iglesia respecto a la fe
tur, scilicet quae ad idem fidei y las costumbres, es decir, aquellas que se
depositum sancte custodien- requieren para custodiar santamente y ex-
dum et fideliter exponendum poner fielmente el mismo depósito de la
requiruntur; ideoque doctrinae fe; se opone, pues, a la doctrina de la Igle-
Ecclesiae catholicae adversatur sia Católica quien rechace esas proposi-
qui easdem propositiones defi- ciones que han de tenerse como definiti-
nitive tenendas recusat.
vas.
In can. 1371, n. 1 Codicis En el can. 1371, n. 1, del Código de
Iuris Canonici congruenter ad- Derecho Canónico añádase congruente-
datur canonis 750 § 2 locus, ita mente la cita del can. 750 § 2, de manera
ut ipse can. 1371 posthac abso- que dicho can. 1371 tenga de ahora en
lute sic sonet: adelante este tenor:
Can. 1371-Iusta poena pu- Can. 1371. Debe ser castigado con una
niatur: pena justa:
1º qui, praeter casum de 1.º Quien, fuera del caso que trata el
quo in can. 1364 § 1, doctrinam can. 1364, § 1, enseña una doctrina con-
a Romano Pontifice vel a Con- denada por el Romano Pontífice o por un
cilio Oecumenico damnatam
docet vel doctrinam, de qua in Concilio Ecuménico o rechaza pertinaz-
can. 750 § 2 vel in can. 752, per- mente la doctrina descrita en el can. 750,
tinaciter respuit, et ab Apostoli- § 2, o en el can. 752, y, amonestado por la
ca Sede vel ab Ordinario admo- Sede Apostólica o por el Ordinario, no se
nitus non retractat; retracta.
2º qui aliter Sedi Apostoli- 2.º Quien, de otro modo, desobedece
cae, Ordinario, vel Superiori le- a la Sede Apostólica, al Ordinario o al Su-
gitime praecipienti vel prohi- perior cuando mandan o prohíben algo le-
benti non obtemperat, et post galmente, y persiste en su desobediencia
monitum in inoboedientia per- después de haber sido amonestado.
sistit.
B) Can. 598 Codicis Cano- B) El can. 598 del Código de los Cá-
num Ecclesiarum Orientalium nones de las Iglesias Orientales contará
posthac duas paragraphos ha- desde ahora en adelante con dos párrafos,
1210 Apéndice I
uno de los cuales consistirá en el texto del bebit, quarum prima constet
canon vigente y el segundo presentará un textu vigentis canonis, altera
texto nuevo, de forma que en su conjunto vero novo textu sit ornata, ita
el can. 598 diga: ut ipse can. 598 absolute sic so-
net:
Can. 598 § 1. Se ha de creer con fe di-
vina y católica todo aquello que se contie- Can. 598 § 1. Fide divina et
ne en la palabra de Dios escrita o transmi- catholica ea omnia credenda
tida por tradición, es decir, en el único sunt, quae verbo Dei scripto vel
tradito, uno scilicet deposito fi-
depósito de la fe encomendado a la Igle- dei Ecclesiae commisso conti-
sia, y que además es propuesto como re- nentur et simul ut divinitus re-
velado por Dios, ya sea por el magisterio velata proponuntur sive ab Ec-
solemne de la Iglesia, ya por su magiste- clesiae magisterio sollemni sive
rio ordinario y universal, que se manifies- ab eius magisterio ordinario et
ta en la común adhesión de los fieles bajo universali, quod quidem com-
la guía del sagrado magisterio; por tanto, muni adhaesione christifide-
lium sub ductu sacri magisterii
todos están obligados a evitar cualquier manifestatur; tenentur igitur
doctrina contraria. omnes christifideles quascum-
que devitare doctrinas eisdem
§ 2. Deben también acogerse y abra- contrarias.
zarse firmemente todas y cada una de las § 2. Firmiter etiam amplec-
cosas que de manera definitiva proponga tenda ac retinenda sunt omnia
el magisterio de la Iglesia respecto a la fe et singula quae circa doctrinam
de fide vel moribus ab Ecclesiae
y las costumbres, es decir, aquellas que se magisterio definitive proponun-
requieren para custodiar santamente y ex- tur, scilicet quae ad idem fidei
poner fielmente el mismo depósito de la depositum sancte custodien-
fe; se opone, pues, a la doctrina de la Igle- dum et fideliter exponendum
sia Católica quien rechace esas proposi- requiruntur; ideoque doctrinae
ciones que han de tenerse como definiti- Ecclesiae catholicae adversatur
vas. qui easdem propositiones defi-
En el can. 1436, § 2, del Código de nitive tenendas recusat.
los Cánones de las Iglesias Orientales In can. 1436 § 2 Codicis
añádanse congruentemente las palabras Canonum Ecclesiarum Orien-
talium congruenter addantur
que se refieren al can. 598, § 2, de manera verba, quae ad can. 598 § 2 se
que dicho can. 1436 tenga de ahora en referant, ita ut ipse can. 1436
adelante este tenor: posthac absolute sic sonet:
Can. 1436, § 1. Quien negara una ver-
dad que haya de creerse por fe divina y Can. 1436 § 1. Qui aliquam
católica o la hiciere objeto de duda o re- veritatem fide divina et catholi-
pudiare en su totalidad la fe cristiana y le- ca credendam denegat vel eam
in dubium ponit aut fidem
gítimamente amonestado no se retractare, christianam ex toto repudiat et
deberá ser castigado con excomunión ma- legitime monitus non resipiscit,
yor como hereje y apóstata; si fuera cléri- ut haereticus aut apostata ex-
go podrá ser castigado con otras penas, communicatione maiore punia-
sin exclusión de la pena de dimisión. tur, clericus praeterea aliis poe-
nis puniri potest non exclusa
§ 2. Fuera de esos casos, quien recha- depositione.
za pertinazmente una doctrina propuesta § 2. Praeter hos casus, qui
de modo definitivo por el Romano Pontí- pertinaciter respuit doctrinam,
fice o por el Colegio de los Obispos en el quae a Romano Pontifice vel
Collegio Episcoporum magiste-
ejercicio del magisterio auténtico, o sos- rium authenticum exercentibus
tiene una doctrina que ha sido condenada ut definitive tenenda proponi-
Motu Propio Ad tuendam fidem 1211
tur, vel sustinet doctrinam quae como errónea, y, habiendo sido legítima-
ut erronea damnata est, nec le- mente amonestado, no se arrepiente, debe
gitime monitus resipiscit, con- ser castigado con una pena conveniente.
grua poena puniatur. 5. Ordenamos que se dé por válido y
5. Quaecumque vero a No- ratificado todo lo que mediante la presen-
bis hisce Litteris Apostolicis te Carta apostólica en forma de Motu Pro-
Motu Proprio datis decreta prio hemos decretado y prescribimos que
sunt, ea omnia firma ac rata es-
se iubemus et inserenda praeci- se inserte en la legislación universal de la
pimus in legis latione universali Iglesia Católica, respectivamente en el
Catholicae Ecclesiae, respective Código de Derecho Canónico y en el Có-
in Codice Iuris Canonici et in digo de los Cánones de las Iglesias Orien-
Codice Canonum Ecclesiarum tales, como queda demostrado arriba, no
Orientalium, sicuti supra de- obstante cualquier disposición contraria.
monstratum est, contrariis qui-
buslibet rebus non obstantibus. Dado en Roma, en San Pedro, el 18
Datum Romae, apud San- de mayo de 1998, vigésimo de nuestro
ctum Petrum, die XVIII mensis Pontificado.
Maii, anno MCMXCVIII, Pon-
tificatus Nostri vicesimo.
JUAN PABLO II
IOANNES PAULUS II
APÉNDICE II
INTERPRETACIONES AUTÉNTICAS DEL CÓDIGO
Canon 87 § 1
Canon 127 § 1
D. Si, cuando el derecho establece D. Utrum cum iure statua-
que para realizar ciertos actos el Superior tur ad actus ponendos Superio-
necesita el consentimiento de algún cole- rem indigere consensu alicuius
gio o grupo de personas, conforme a la collegii vel personarum coetus,
ad normam can. 127 § 1, ipse
norma del can. 127 § 1, el mismo Supe- Superior ius habeat ferendi suf-
rior tiene derecho a emitir su voto junto fragium cum aliis, saltem ad pa-
con los demás, al menos para resolver la ritatem suffragiorum dirimen-
igualdad de votos. dam.
R. Negativamente.
Canon 230 § 2
D. Si entre los servicios litúrgicos que R. Negative.
a tenor del can. 230 § 2 del CIC pueden D. Utrum inter munera li-
ejercer los laicos, sean varones o mujeres, turgica quibus laici, sive viri sive
puede enumerarse el servicio al altar. mulieres, iuxta C.I.C. can. 230 §
2 fungi possunt, adnumerari
R. Afirmativamente y según las ins- etiam possit servitium ad altare.
trucciones que habrá de dar la Sede Apos- R. Affirmative et iuxta in-
tólica. structiones a Sede Apostolica
11.VII.1992 (AAS 86 [1994] 541-542)
Interpretaciones auténticas del Código 1215
Canon 230 § 3
Cfr interpretación del c. 910 § 2.
Canon 299 § 3
Cfr interpretación del c. 1737.
Canon 346 § 1
D. Si los Obispos eméritos de los que dandas.
trata el can. 402 § 1, pueden ser elegidos D. Utrum Episcopi emeriti,
por la Conferencia Episcopal, a tenor de de quibus in can. 402 § 1, ab
lo dispuesto en el can. 346 § 1, como Episcoporum Conferentia eligi
possint, iuxta can. 346 § 1 prae-
miembros del Sínodo de Obispos. scriptum, uti Synodi Episcopo-
R. Afirmativamente. rum sodales.
10.X.1991 (AAS 83 [1991] 1093)
Canon 402 § 1
Cfr interpretación del c. 346 § 1.
Canon 455 § 1
D. Si bajo la denominación «decretos R. Negative ad utrumque.
generales» a que se refiere el can. 455 § 1 D. Utrum sub locutione
vienen también comprendidos los decre- «decreta generalia» de qua in
tos generales ejecutorios de los que se tra- can. 455 § 1, veniant etiam de-
creta generalia exsecutoria de
ta en los cann. 31-33. quibus in cann. 31-33.
R. Afirmativamente.
Canon 502 § 1
R. Affirmative. D. a) Si, a tenor del can. 502 § 1, un
D. a) Utrum, ad normam miembro del colegio de consultores que
can. 502 § 1, membrum collegii deja de ser miembro del consejo presbite-
consultorum quod desinit esse ral, permanece en su oficio de consultor.
membrum consilii presbyteralis
remaneat in suo munere consul-
toris. R. Afirmativamente.
R. Affirmative. D. b) Si cuando un consultor cesa en
D. b) Utrum perdurante su oficio durante el quinquenio, el Obispo
quinquennio, si quis consultor a diocesano debe nombrar otro en su lugar.
munere cesset, Episcopus dioe-
cesanus alium in eius loco nomi-
nare debeat. R. Negativamente y ad mentem.
R. Negative et ad mentem. La mente es ésta: hay obligación de
Mens autem est ut obligatio nombrar otro consultor sólo cuando no se
alium consultorem nominandi llegase al número mínimo requerido en el
adest tantummodo si deficiat nu-
merus minimus in can. 502 § 1 can. 502 § 1.
11.VII.1984 (AAS 76 [1984] 747)
Canon 509 § 1
requisitus. D. Si en virtud del can. 509 § 1 apare-
D. Utrum praesidis electio ce impuesta la elección del presidente en
imponatur in canonicorum capi- los cabildos de canónigos.
tulis vi can. 509 § 1. R. Negativamente.
20.V.1989 (AAS 81 [1989] 991)
Canon 684 § 3
R. Negative. D. Si el término «religioso», al que se
D. Utrum verbo «religio- refiere el can. 684 § 3, se entiende sola-
sus», de quo in can. 684 § 3, mente del que tiene votos perpetuos o
intelligatur tatum religiosus a también del religioso de votos tempora-
votis perpetuis an etiam religio-
sus a votis temporariis. les.
R. Negativamente a lo primero; afir-
R. Negative ad primum; af- mativamente a lo segundo.
20.VI.1987 (AAS 79 [1987] 1249)
Canon 700
firmative ad secundum. I. D. Si el decreto de dimisión dado
I. D. Utrum decretum di- por el Superior general, según el can. 700,
missionis iuxta can. 700 CIC, a debe notificarse al expulsado antes de su
Moderatore supremo prolatum confirmación por la Santa Sede, o des-
dimisso notificandum sit ante pués de dicha confirmación.
Sanctae Sedis confirmationem,
aut post eiusdem confirmatio-
nem. R. Negativamente a la primera parte;
R. Negative ad primam par- afirmativamente a la segunda.
1218 Apéndice II
Canon 910 § 2
R. Affirmative. D. Si el ministro extraordinario de la
D. Utrum minister extraor- sagrada comunión, designado a tenor de
dinarius sacrae communionis, los cann. 910 § 2 y 230 § 3, puede ejercer
ad normam cann. 910 § 2 et 230 su función supletoria incluso estando pre-
§ 3 deputatus, suum munus sup-
pletorium exercere possit etiam sentes en la iglesia, aunque no participen
cum praesentes sint in ecclesia, en la celebración eucarística, ministros or-
etsi ad celebrationem eucharisti- dinarios que no estén impedidos de algún
cam non participantes, ministri modo.
ordinarii, qui non sint quoquo
modo impediti. R. Negativamente.
1.VI.1988 (AAS 80 [1988] 1373)
Canon 917
R. Negative. D. Si, a tenor del can. 917, el fiel que
D. Utrum, ad normam can. ya ha recibido la Santísima Eucaristía,
917, fidelis qui Sanctissimam Eu- puede recibirla en el mismo día solamente
charistiam iam recepit, possit otra vez, o siempre que participa en la ce-
eam eadem die suscipere altera
tantum vice, an quoties eucharis- lebración eucarística.
ticam celebrationem participat. R. Afirmativamente a lo primero; ne-
R. Affirmative ad primum; gativamente a lo segundo.
Canon 964 § 2
D. Si de acuerdo con lo prescrito en el ligitur Ordinarius loci agatur.
can. 964 § 2, el ministro del sacramento, D. Utrum attento prae-
por justa causa y excluido el caso de ne- scripto can. 964, § 2 CIC, sacra-
cesidad, puede decidir legítimamente, menti minister, iusta de causa et
excluso casu necessitatis, legiti-
aunque el penitente pida lo contrario, que me decernere valeat, etiamsi
la confesión sacramental se reciba en el poenitens forte aliud postulet,
confesionario provisto de rejilla fija. ut confessio sacramentalis exci-
piatur in sede confessionali cra-
R. Afirmativamente. te fixa instructa.
Canon 1108
Cfr interpretación del c. 87 § 1.
Canon 1263
Canon 1398
Canon 1686
D. Si para comprobar el estado libre consensus Episcopi.
de aquellos que, aunque obligados a la D. Utrum ad comproban-
forma canónica, han atentado matrimonio dum statum liberum eorum qui,
ante un oficial civil o un ministro acatóli- etsi ad canonicam formam ad-
stricti, matrimonium attenta-
co, se requiere necesariamente el proceso runt coram civili officiali aut mi-
documental al que se refiere el can. 1686, nistro acatholico, necessario re-
o es suficiente la investigación prematri- quiratur processus documentalis
monial conforme a los cann. 1066-1067. de quo in can. 1686, an sufficiat
investigatio praematrimonialis
R. Negativamente a lo primero; afir- ad nornam cann. 1066-1067.
mativamente a lo segundo. R. Negative ad primum; af-
Can. 17
Interpretación de las normas particulares
I Decr., Proemio, (BOCEE, 3 [1984] 99)
10. Asimismo, respecto a otras materias sometidas anteriormente a
normas particulares procedentes de la propia Conferencia Episcopal, pue-
den éstas sancionarse en el actual momento, afirmándose así expresamen-
te su vigencia tras la promulgación del Código de 25 de enero de 1983, por
gozar de un contenido coherente con la nueva ley universal: en estos ca-
sos, se hace en el articulado del presente Decreto una referencia genérica a
dicha normativa anterior al Código, otorgándole, mediante tal referencia,
una fuerza legislativa actualizada según las exigencias del c. 455. Sin em-
bargo, se ha de entender que este tipo de norma legislativa particular, debe
ser interpretada en el futuro conforme al espíritu y normas expresas del
nuevo Código, y si eventualmente pudiera plantearse entre unos y otros
preceptos cualquier conflicto, éste habrá de resolverse según las prescrip-
ciones de la ley común de la Iglesia, en cuyo texto y contexto han de ser
interpretadas (cfr. c. 17) tales normas particulares, que ahora promulga
esta Conferencia Episcopal.
Can. 230 § 1
Los ministerios de Lector y Acólito: edad y condiciones de los candidatos
II Decr. (BOCEE, 6 [1985] 61)
Art. 1. Los candidatos al ministerio estable de lector y acólito, además
de haber cumplido la edad de 25 años, han de ser varones laicos que desta-
quen por su vida cristiana y estén debidamente formados, a saber, conoz-
can bien la doctrina de la Iglesia, así como los principios y normas que ri-
gen la vida litúrgica.
Can. 236
Formación de los aspirantes al Diaconado permanente
I Decr. (BOCEE, 3 [1984] 99)
Art. 1. 1) Los aspirantes al Diaconado Permanente recibirán la adecua-
da formación, a tenor de lo dispuesto en el c. 236, según las normas apro-
badas por esta Conferencia Episcopal en su XXVII Asamblea Plenaria
Normas complementarias 1225
(21-26 Nov. 1977) y que ahora se ratifican conforme al texto que figura en
el Anexo I.
Las «normas prácticas para la instauración del Diaconado permanente
en España», contenidas en el Anexo I de este I Decreto, aparecen publica-
das en el BOCEE, 3 (1984) 105-110.
Estas normas han sido sustituidas por las Normas básicas para la for-
mación de los Diáconos permanentes en las diócesis españolas, aprobadas
en la LXXIII Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española,
23-26.XI.1999, ratificadas por la Congregación para la Educación Católica
(de los Seminarios y de los Institutos de estudio) con decreto del 15.I.2000
(Cfr. BOCEE, 63 [2000] 135-142).
Can. 242 § I
Plan de formación sacerdotal
I Decr. (BOCEE, 3, 1984, 100)
Art. 1, 2) A tenor del c. 242 § 1 sobre el plan de formación sacerdotal
para Seminarios Mayores, se confirma lo ya establecido precedentemente
(XXVII Asamblea Plenaria).
En la XLIV Asamblea plenaria de 24 de abril de 1986, se aprobó un
nuevo Plan de formación sacerdotal para los Seminarios mayores; texto
que fue asimismo aprobado para una vigencia de seis años por la Congre-
gación para la Educación Católica por Decreto de 4-VII-1986 (Cfr. BO-
CEE, 11-12 [1986] 118-168).
Terminado el plazo de vigencia del Plan de formación de 1986, la
Congregación para la Educación Católica concedió una prórroga el
10.VIII.1992. En la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal del
12-16.II.1996 fue aprobada un nuevo Plan de formación para los Semina-
rios Mayores, de acuerdo con los criterios señalados en la Exortación
Apostólica Pastores dabo vobis. La Congregación para la Educación Ca-
tólica aprobó ad sexenium ese nuevo Plan de formación el 8.V.1996 (Cfr.
BOCEE 13 [1996] 163-165).
El 1 de octubre de 1991 entró en vigor el «Plan de formación para los
seminarios menores», aprobado en la LIV Asamblea Plenaria de la Confe-
rencia Episcopal Española (Cfr. BOCEE, 32 [1991] 131-155).
Can. 281
Remuneración de los clérigos
II Decr. (BOCEE, 6 [1985] 64)
Art. 14 § 1. El Obispo diocesano, después de oír al Consejo presbiteral
y al Consejo de asuntos económicos, establecerá el Reglamento por el que
han de regirse las retribuciones de los clérigos que prestan servicio en la
diócesis y se abonan con cargo al Fondo.
§ 2. El ecónomo propondrá al Obispo diocesano la aplicación concreta
de dicho Reglamento, sometiendo a su aprobación las nóminas correspon-
dientes y sus ulteriores variaciones.
Can. 284
El traje eclesiástico
I Decr. (BOCEE, 3 [1984] 100)
Art. 2. Usen los clérigos traje eclesiástico digno y sencillo, sotana y
clergyman, según las costumbres legítimas del lugar, a tenor del c. 284, es-
pecialmente en el ejercicio del ministerio sacerdotal y en otras actuaciones
públicas.
Can. 496
Estatutos del Consejo Presbiteral
I Decr. (BOCEE, 3 [1984] 100)
Art. 3. A tenor del c. 496, en lo relativo a los Estatutos del Consejo
Presbiteral se tendrán en cuenta las normas siguientes:
§ 1. Respecto a los miembros del Consejo Presbiteral:
1) Los Estatutos podrán establecer otros criterios de representatividad
además de los expresados en el c. 499.
2) Entre los miembros natos habrán de figurar en todo caso.
1.° el Vicario(s) General(es)
2.º el Vicario(s) Episcopal(es)
3.° el Rector del Seminario Mayor.
4.° el Presidente del Cabildo Catedral.
3) El número total de miembros nombrados por el Obispo y de miem-
bros natos no excederá en todo caso del 50% de los miembros del Consejo
Presbiteral.
4) Los Estatutos determinarán los oficios que se ejercen en bien de la
Diócesis por parte de sacerdotes seculares no incardinados así como de
miembros de Institutos Religiosos o de Sociedades de Vida Apostólica (c.
498 § 1).
§ 2. Debe cuidarse que:
1) Para ejercer el derecho de elección de miembros para el Consejo
Presbiteral, nadie tenga más de un voto aunque pertenezca a más de un
grupo.
2) Para ejercer el derecho de voto dentro del Consejo Presbiteral nadie
tenga más de un voto aunque fuera miembro del Consejo por diversos títu-
los.
§ 3. El elegido por un grupo, si bien normalmente ha de consultar a sus
representados el tratamiento de los temas que figuran en el orden del día,
emite su voto bajo la propia responsabilidad y no como mero portavoz de
sus electores.
§ 4.1) Además de las prerrogativas y competencias expresamente atri-
buidas al Consejo Presbiteral por el Código (cc. 443 § 5; 463 § 1; 515 § 2,
1263, 1742), los estatutos determinarán algunas cuestiones de gobierno y
asuntos de mayor importancia en los que el Obispo debe consultar al Con-
sejo Presbiteral.
2) Caso de existir en la Diócesis el Consejo Pastoral, corresponde al
Consejo Presbiteral deliberar acerca de las medidas adecuadas de gobier-
no que se deduzcan del estudio, valoración y sugerencias hechas por el
Consejo Pastoral según el c. 511, de acuerdo con lo que establezcan los
Estatutos y disponga el Obispo de la Diócesis.
§ 5. 1) Los Estatutos determinarán que, al convocarse el Consejo a te-
nor del c. 500 § 1, se comunique con la suficiente antelación el orden del
día.
2) Es competencia exclusiva del Obispo Diocesano la publicación y
divulgación de lo tratado y acordado en el Consejo Presbiteral.
1228 Apéndice III
Can. 522
Nombramiento de párrocos «ad tempus»
I Decr. (BOCEE, 3 [1984] 101)
Art. 4. A tenor del c. 522, puede el Obispo diocesano nombrar párro-
cos para un tiempo determinado, generalmente no inferior a seis años re-
novables si así lo exige el bien de las almas (Se trata de la facultad que la
Conferencia concede a los Obispos para nombrar párrocos ad tempus. De
tal facultad puede usar el Obispo cuando así lo considere oportuno; pero
no es para él una ley).
Can. 535 § 1
Libros parroquiales
I Decr. (BOCEE, 3 [1984] 101)
Art. 5. En lo que se refiere a la autorización que contiene el c. 535 § 1,
síganse las normas, vigentes hasta ahora, relativas a los libros parroquia-
les, incluido el Libro-Registro de Confirmaciones tal como se viene utili-
zando en la práctica parroquial. Además cuiden los Párrocos cumplir per-
sonalmente el deber de notificación que ordena el c. 895.
Can. 538 § 3
Sustentación de los sacerdotes jubilados
I Decr. (BOCEE, 3 [1984] 101)
Art. 6. Respecto a la competencia legislativa otorgada por el c. 538 §
3, sobre la conveniente sustentación y vivienda de los sacerdotes jubila-
dos, se estará a lo dispuesto por las normas anteriores de la Conferencia
Episcopal, vigentes en la fecha de promulgación del Código.
En la Documentación complementaria, se señala lo siguiente respecto
a ese art. 6: El criterio seguido por las diócesis, según las normas dictadas
por la Conferencia Episcopal para la retribución del clero, garantiza a los
sacerdotes jubilados por edad o enfermedad una compensación diocesana
que les asegure «un nivel de vida equiparable al resto de los sacerdotes»
(Cfr. XXVII Asamblea Plenaria, 21-26 noviembre 1977).
Can. 766
Predicación de los laicos en las Iglesias
II Decr. (BOCEE, 6 [1985] 62)
Art. 2. A tenor del c. 766, laicos que destaquen por su vida cristiana
pueden ser admitidos a predicar también en una iglesia u oratorio, si cir-
cunstancias excepcionales lo piden o aconsejan, a juicio del Ordinario del
lugar, y supuesta tanto la debida preparación como la necesaria misión ca-
nónica. En cualquier caso queda excluida la predicación de la homilía de
acuerdo con el c. 767, reservada siempre al ministro ordenado.
Can. 772 § 2
La Iglesia en los medios audiovisuales de comunicación social
IV. Decr., Sobre la presencia de la Iglesia en los medios audiovisuales de
comunicación social (BOCEE, 11-12 [1986] 115-116)
Art. 1. Ningún programa de Radio o Televisión, aunque sea de hecho
católico, use el nombre o título de católico sin el consentimiento de la
competente autoridad eclesiástica.
Art. 2. En los programas católicos de Radio o Televisión, la Conferen-
cia Episcopal establecerá las normas generales relativas a la configura-
ción, contenido y dirección de dichos programas. La misma Conferencia
Episcopal y, en su caso, los Obispos afectados concluirán los Acuerdos
que fueren necesarios al respecto con las instancias competentes, tanto pú-
blicas como privadas.
Art. 3. Además de los requisitos establecidos por el derecho en razón
de la cualidad de la persona como clérigo o miembro de un instituto reli-
1232 Apéndice III
Can. 775 § 2
Edición de catecismos
I Decr. (BOCEE, 3 [1984] 102)
Art. 7.1. De conformidad con lo establecido en el c. 775 § 2, sígase lo
ya dispuesto al respecto por la Conferencia Episcopal.
Decreto de implantación de los Catecismos Nacionales II-VI-1987
(BOCEE, 15 [1987] 119)
Los Obispos, como pastores del pueblo de Dios, son los primeros res-
ponsables de la catequesis. Por eso, en el ejercicio de esta responsabilidad,
particularmente urgida por el Concilio Vaticano II y por todos los Papas de
este siglo, ofrecen a los fieles los catecismos como instrumento básico y
orientación fundamental de la catequesis. A este efecto, la Conferencia
Episcopal española acordó en su XVII Asamblea Plenaria de finales del
año 1972, revisar el «Catecismo Nacional. Texto único» y elaborar nuevos
catecismos oficiales para las diversas edades, destinados principalmente al
uso en la catequesis de parroquias y comunidades cristianas.
En cumplimiento de este acuerdo, la XXXVII Asamblea Plenaria, ce-
lebrada en julio de 1982, aprobó los dos primeros catecismos de la comu-
nidad cristiana: «Padre nuestro» y «Jesús es el Señor». Por último, en no-
viembre de 1985 la XLIII Asamblea Plenaria aprobó el tercer catecismo de
la comunidad cristiana titulado: «Esta es nuestra fe. Esta es la fe de la Igle-
sia».
La Santa Sede, por su parte, a través de la competente Sagrada Con-
gregación del Clero, ha concedido la aprobación requerida a los dos pri-
Normas complementarias 1233
Can 788 § 3
Estatuto jurídico de los Catecúmenos
II Decr. (BOCEE, 6 [1985] 62)
Art. 3. Los catecúmenos, a saber, aquellos que se preparan para la re-
cepción fructuosa de los sacramentos de la iniciación cristiana en el mo-
mento oportuno, a quienes la Iglesia acoge ya como suyos por la vida de
fe, esperanza y caridad que llevan, gozan de un estatuto jurídico peculiar,
en el que entran al menos las siguientes obligaciones y prerrogativas:
1.° Obligaciones: supuesta su inscripción en el catecumenado a tenor
del Ritual de la iniciación cristiana de adultos, seguirán los pasos sucesi-
vos de la iniciación cristiana en él señalados, participarán en la Liturgia de
la Palabra semanal, sea con la comunidad cristiana, sea en actos peculia-
res, y llevarán una vida evangélica propia de su condición.
2.º Prerrogativas: pueden impartírseles sacramentales, a tenor del c.
1170; a cada uno acompañará en su itinerario catecumenal un padrino, es
decir, un varón o una mujer que le conozca, le ayude y sea testigo de sus
costumbres, de su fe y de su voluntad; pueden y aun deben participar en la
actividad apostólica de la Iglesia; si contraen matrimonio, la comunidad
cristiana los acompañará con una peculiar celebración religiosa, cumplidas
las condiciones que determine el Ordinario del lugar; están equiparados a
los fieles en materias de exequias.
Can. 804 § 1
Enseñanza religiosa en las escuelas
I Decr., art. 7,2 (BOCEE, 3 [1984] 102).
Art. 7. 2) En cumplimiento de lo previsto en el canon 804 § 1, mantén-
gase asimismo lo que fue establecido por la Conferencia Episcopal para la
formación y educación religiosa en las escuelas y por las normas estipula-
das en el Acuerdo entre la Santa Sede y el Estado Español sobre la ense-
ñanza y asuntos culturales, juntamente con las disposiciones convenidas
que las desarrollan.
1234 Apéndice III
acceder a ello, previa consulta a los padres, atendiendo con sentido pasto-
ral a la problemática que pueda plantearse a propósito de dichos cursos y
seminarios.
7. Los profesores de religión serán contratados por la entidad titular o,
en su nombre, por el director. Antes de que se formalice el contrato, los
centros deberán poner en conocimiento de la autoridad diocesana la rela-
ción de profesores, para conferirles el «nihil obstat» y la misión canónica.
Cuando se trate de sacerdotes diocesanos habrán de contar además, con el
nombramiento del Ordinario del lugar.
8. Para el nombramiento de profesores de religión en centros de Igle-
sia y en los considerados confesionalmente católicos, se exigirán las mis-
mas condiciones que para los demás centros, estatales y no estatales. Se
habilitará, sin embargo, con carácter excepcional, a las personas que, cum-
plidos los requisitos de preparación e idoneidad que viene exigiendo la
Comisión Episcopal de Enseñanza o los Ordinarios del lugar en sus res-
pectivos ámbitos de competencia, ejercen como profesores de religión en
los distintos niveles o grados.
9. Salvo razones graves de conciencia, el profesor que toma a su cargo
la atención global del alumnado de un curso de Preescolar o de primera
etapa de Educación General Básica, debe asumir la formación religiosa del
mismo.
10. Salvo el derecho peculiar de los religiosos que trabajan en centros
de la propia institución, los profesores de religión gozarán de las mismas
condiciones jurídicas, académicas y económicas que los demás profesores.
11. La actividad formativa religiosa de estos centros no puede reducir-
se a la clase de religión y moral católica. Deberán desarrollarse también
diversas actividades pastorales adaptadas a las características culturales y
al nivel religioso de los distintos grupos de alumnos.
Los responsables de dichas actividades deben coordinar su acción con
los organismos diocesanos correspondientes y orientarla a la plena integra-
ción de los alumnos en la Iglesia local.
12. La enseñanza de la religión y moral católica y las actividades de
formación de carácter pastoral están sujetas a la autoridad e inspección de
la Jerarquía.
Para realizar de manera efectiva esta función, se establecerán en cada
diócesis los servicios adecuados que permitan llevar de manera sistemáti-
ca la orientación y evaluación de la actividad formativa de los centros.
(XXXI Asamblea Plenaria, 2-7 julio 1979).
copal a tenor de los artículos 4,1.2 y 6,1 del Decreto «Ecclesiae pastorum»
de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, del 19 de marzo
1975.
3. Se considera necesario que la Comisión Episcopal de Enseñanza,
mediante los oportunos cauces de información y de diálogo, intensifique la
vigilancia para que en los centros escolares sean utilizados como textos de
Enseñanza Religiosa solamente aquellos que tengan carácter de texto ofi-
cial.
(XXXIII Asamblea Plenaria, 21-26 noviembre 1980).
1. La clase de religión
La enseñanza de la Religión Católica debe ser materia formativa co-
mún en todos los centros de enseñanza, en condiciones equiparables a las
demás asignaturas fundamentales (Cfr. Art. II).
De este principio se derivan consecuencias de orden académico peda-
gógico y jurídico, como las relativas a:
1.1. La evaluación de la enseñanza religiosa que deberá realizarse de
forma similar a las demás materias (con las necesarias adaptaciones).
1.2. Horario escolar: dos horas semanales de enseñanza religiosa.
1.3. Igualdad de condiciones materiales y pedagógicas para la ense-
ñanza religiosa.
1.4. Proporción idónea entre profesor y número de alumnos.
1.5. Estatuto académico, jurídico y económico del profesorado de reli-
gión (aspectos homologables y aspectos específicos).
2. Competencia de la Iglesia
2.1. Es competencia de la Jerarquía Eclesiástica:
2.1.1. La fijación de objetivos de la enseñanza religiosa.
2.1.2. La determinación de contenidos y programas.
2.1.3. La orientación sobre las líneas fundamentales de pedagogía
adecuada a esta materia.
2.1.4. La aprobación de los libros de texto y material didáctico
previa a su autorización por el Ministerio de Educación.
Normas complementarias 1237
3. Los profesores
3.1. Titulación
Los profesores de Religión han de contar con titulaciones similares a
las de los demás profesores del Centro, a saber:
3.1.1. Para E.G.B.:
— Profesores de este nivel, con preparación específica.
— Sacerdotes.
— Diplomados o personas competentes con credencial de la Jerar-
quía.
3.1.2. Para Enseñanzas Medias:
— Licenciados en ciencias eclesiásticas.
— Sacerdotes habilitados al efecto por Universidades Eclesiásti-
cas o por la Comisión Episcopal de Enseñanza.
— Otros profesores del centro que cumplan las condiciones idó-
neas para las docencia religiosa.
3.2. Nombramiento
La enseñanza religiosa católica será impartida por las personas que,
para cada año escolar, sean designadas por la autoridad académica entre
aquellas que el Ordinario diocesano proponga para ejercer esta enseñanza
(Cfr. Art. III).
3.2.1. En Preescolar y E.G.B.
Para facilitar el cumplimiento de esta norma, al comienzo de cada cur-
so, la representación del Ordinario local presentará su colaboración a la di-
rección de los centros de EGB para organizar la enseñanza religiosa desig-
nar los profesores o, en su caso, proponer los suplentes.
3.2.2. En Enseñanzas Medias.
3.2.2.1. En cuanto a los centros estatales de enseñanzas medias, la
propuesta corresponde al Ordinario y el nombramiento al
Ministerio de Educación y Ciencia.
3.2.2.2. En los no estatales, serán contratados por la entidad titular
con la aprobación del Ordinario del lugar.
1238 Apéndice III
4. Los alumnos
4.1. Todos los profesores de centros están obligados en su tarea a res-
petar la conciencia de los alumnos y el derecho de éstos y de sus
padres a la enseñanza religiosa.
4.2. En los niveles de Preescolar y EGB los padres o tutores podrán
solicitar la exención de la enseñanza de la Religión y Moral cató-
lica. Tal exención no supondrá para los alumnos interrupción de
las actividades escolares.
4.3. En Bachillerato y Formación Profesional, la enseñanza de la Reli-
gión y Moral católica tendrá carácter optativo. Quienes no optaran
por esta materia cursarán otras disciplinas señaladas en el plan de
estudios. La opción de una de las dos materias la formulará el pa-
dre o tutor al comienzo del primer curso, considerándose válida
para el resto del nivel o grado. Sin embargo, el cambio de opción
podrá ser también posteriormente solicitado con tal de que se haga
antes del comienzo de cada curso escolar.
Can. 827 § 2
Aprobación de libros de texto de religión
II Decr. (BOCEE, 6 [1985] 62)
Art. 5. En relación con la aprobación de libros de texto de religión que
preceptivamente, por legislación concordada, deba dar la Comisión Epis-
copal de Enseñanza, la comisión de censores responsabilizada del dicta-
men previo estará compuesta por teólogos y pedagogos; estos últimos se-
rán designados por el mismo procedimiento del artículo 4.
(Véase la norma complementaria al c. 830 § 1).
Can. 830 § 1
Lista de censores
II Decr. (BOCEE, 6 [1985] 62).
Art. 4. A tenor del c. 830 § 1 se constituye una lista de censores desig-
nados por la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, de acuerdo con
la Comisión Episcopal de Enseñanza, a disposición tanto de la Conferen-
cia Episcopal como de las curias diocesanas.
Can. 830 § 1
Aprobación de libros con valor de «imprimatur»
II Decr. (BOCEE, 6 [1985] 62)
Art. 6. La aprobación de los textos destinados a la enseñanza de la
religión, que conceda en lo sucesivo la Comisión Episcopal de Enseñan-
za, tendrá valor de «imprimatur», salvados los derechos del Obispo dio-
cesano.
1240 Apéndice III
Can. 831 §2
Clérigos y religiosos en los medios
audiovisuales de comunicación
IV Decr. (BOCEE, 11-12 [1986] 116)
Art. 3 Además de los requisitos establecidos por el derecho en razón
de la cualidad de la persona como clérigo o miembro de un instituto reli-
gioso (c. 831 § 2) o por tratarse de una predicación o de un acto de culto
(c. 841 ss.), los que intervienen en nombre de la Iglesia en los programas
católicos de Radio o Televisión han de destacar por su recta doctrina y por
el testimonio de su vida cristiana y han de gozar de la debida idoneidad
científica y pedagógica (cf cc. 804 y 810).
Art. 5. Los clérigos y miembros de institutos religiosos que interven-
gan establemente en programas en los que se trata de cuestiones referentes
a la doctrina católica o a las costumbres, aunque no sean específicamente
católicos, deben reunir las condiciones señaladas en el art. 3.
(Véase el texto íntegro del Decreto en la Norma Complementaria al c.
772 § 2).
Can. 838 § 3
Traducción y edición de libros litúrgicos
I Decr. (BOCEE, 3 [1984] 102)
Art. 8. 1) Respecto a las traducciones de los libros litúrgicos a lenguas
vernáculas y su posterior edición, en observancia al c. 838 § 3, sigue vi-
gente lo que en su momento se determinó por la Conferencia Episcopal.
1. Misal romano
2. Leccionarios:
1. Dominical, Ciclo A.
2. Dominical, Ciclo B.
3. Dominical, Ciclo C.
4. Ferial, del tiempo Ordinario.
5. Para el Propio y Común de los Santos.
6. Para Misas Votivas y en diversas circunstancias.
7. Ferial, del tiempo propio.
8. Rituales.
Normas complementarias 1241
DECRETO
A partir del primer Domingo de Adviento, día 27 de noviembre de
1988, en todas las misas que se celebren en castellano, dentro del territorio
español, debe utilizarse la versión castellana común a todas las naciones
de lengua española, confirmada por Decreto de la Congregación para el
Culto Divino, del ORDO MISSAE, PRECES EUCHARISTICAE Y TEX-
TUS ALTERNATIVI.
En consecuencia, dicha versión debe considerarse como típica en to-
das las diócesis españolas.
Can. 854
El Bautismo por infusión
I Decr. (BOCEE, 3 [1984] 102)
Art. 8, 3) En relación a lo ordenado por el c. 854, sígase la costumbre
extendida en España del bautismo por infusión tal como se recoge en el
Ritual aprobado al efecto por esta Conferencia Episcopal.
Can. 877 § 3
Inscripción de los hijos adoptivos
I Decr. (BOCEE, 3 [1984] 102)
Art. 9. En observancia con lo que se dispone en el c. 877, § 3, los pá-
rrocos deben cuidar que en las inscripciones de un hijo adoptivo en el Li-
bro de los bautizados, se haga constar el nombre o nombres de sus adop-
tantes, y que en dicha inscripción consten además los otros datos que
recoja la inscripción de adopción efectuada en el Registro Civil, a cuyo
efecto el Párroco exigirá antes de proceder a la inscripción en el Libro de
bautizados, el oportuno documento del Registro Civil que certifique legíti-
mamente la adopción practicada.
Can. 891
Edad para la Confirmación
I Decr. (BOCEE, 3 [1984] 102)
Art. 10. En uso de las facultades reconocidas en el c. 891, se establece
como edad para recibir el sacramento de la confirmación la situada en tor-
no a los 14 años, salvo el derecho del Obispo diocesano a seguir la edad de
la discreción a la que hace referencia el c.
Can. 961 § 2
Absoluciones colectivas
Criterios acordados para la absolución sacramental colectiva, a tenor del
can. 961 § 2, en la XLIX Asamblea Plenaria de 18-XI-1988. Texto reconoci-
do por la Santa Sede en Decreto de 3-II-1989 (BOCEE, 22 [1989] 59-60)
Normas complementarias 1243
lución general, hay que recordar que los casos de necesidad grave que
puedan sobrevenir nunca dispensan de formarlos para la confesión indivi-
dual y de iniciarlos en su celebración.
— Los Obispos que autoricen, de acuerdo con el can. 961 § 2, y te-
niendo en cuenta los criterios acordados por la Conferencia Episcopal Es-
pañola, el uso de la absolución sacramental general, procurarán informar
de ello a los Obispos diocesanos de las Diócesis limítrofes y a los Obispos
de su Provincia Eclesiástica.
Can. 964 § 2
La Sede para oír confesiones
II Decr. (BOCEE, 6 [1985] 62)
Art. 7. De acuerdo con lo establecido en el c. 964 § 2, en las iglesias y
oratorios existirá siempre en lugar patente el confesionario tradicional, que
puedan utilizar libremente los fieles que así lo deseen.
Existirá, además, en la medida en que, por razones de espacio, pueda
hacerse así, la sede alternativa prevista en el canon, para cuantos fieles ex-
presamente la pidan y que ha de estar reservada en exclusiva para este mi-
nisterio. En cuanto a su forma concreta, se tendrán en cuenta las condicio-
nes de cada lugar y las directrices diocesanas sobre arte sacro y liturgia,
garantizando, en todo caso, tanto la facilidad y la reserva del diálogo entre
el penitente y el confesor como el carácter religioso y sacramental del
acto.
Can. 1062
Regulación de los esponsales
V Decr. (BOCEE, 16 [1987] 156)
Art. 2. Se deroga la vigencia del c. 1017 del anterior Código de Dere-
cho Canónico, establecida en la Norma transitoria 1.ª del Segundo Decre-
to General, y se dicta para sustituirla la siguiente disposición:
Haciendo uso de la competencia contenida en el c. 1062, se dispone
que tenga fuerza de ley canónica la legislación civil española que regula
los esponsales, tanto la del Código civil como la de los Derechos forales,
quedando integra la salvedad del c. 1290.
Can. 1067
Expediente matrimonial y proclamas
I Decr. (BOCEE, 3 [1984] 103)
Art. 12. 1) Para dar cumplimiento al c. 1067 hágase un expediente ma-
trimonial que incluya el examen de los contrayentes y de los testigos indi-
cados en el anexo de este decreto (Anexo 2).
Normas complementarias 1245
V. Dispensas y licencia
1. a) El impedimento de .......... ha sido dispensado por ..........
el día .......... de..........de ..........
1. b) Se ha concedido dispensa de forma canónica
el día .......... de .......... de ..........
2. a) Se ha concedido la licencia exigida por el c. 1071 § 1
núm. ........... el día .......... de .......... de ..........
1. b) El Ordinario ha concedido la licencia exigida
por el c. 1124 el día .......... de .......... de ..........
Can. 1083 § 2
Edad para la celebración lícita del matrimonio
I Decr. (BOCEE, 3 [1984] 103)
Art. 11. No podrán contraer lícitamente matrimonio el varón y la mu-
jer que no hayan cumplido 18 años.
Can. 1126
Matrimonios mixtos
I Decr. (BOCEE, 3 [1984] 103)
Art. 12, 3) Las declaraciones y promesas que preceden a los matrimo-
nios mixtos y a las que hace referencia el canon 1126, se ajustarán a lo dis-
puesto en las normas dictadas por esta Conferencia Episcopal el 25 de enero
de 1971, para la aplicación en España del Motu Proprio Matrimonia mixta.
II. Normas
La Conferencia Episcopal Española, ateniéndose a las prescripciones
contenidas en el Motu Proprio y cumpliendo su cometido de determinar
Normas complementarias 1249
todo lo que éste deja a su decisión, tenidas en cuenta las especiales cir-
cunstancias de nuestro país, establece para España las siguientes normas
relativas al matrimonio de católicos con cristianos de otra confesión.
Expediente matrimonial
1. Con vistas a la celebración del matrimonio mixto, los novios serán
instruidos previamente sobre la peculiaridad de tal matrimonio, y conve-
nientemente informados sobre los fines y propiedades esenciales del ma-
trimonio, por el representante de la Iglesia Católica. En esta instrucción
de los novios pueden participar también los ministros de otras confesio-
nes.
2. La parte católica, al hacer el expediente, dejará constancia escrita
de las promesas y declaraciones específicas del matrimonio mixto exigidas
en el número 4 del Motu Proprio: «Para obtener del Ordinario del lugar la
dispensa del impedimento, la parte católica debe declararse dispuesta a
alejar de sí el peligro de perder la fe. Además, tiene la obligación grave de
formular la promesa sincera de que hará todo lo posible para que toda la
prole sea bautizada y educada en la Iglesia católica».
3. La parte acatólica dejará constancia escrita de haber recibido infor-
mación sobre los fines y propiedades esenciales del matrimonio, cual lo
entiende la Iglesia católica; de no excluir dichos fines y propiedades esen-
ciales al contraer matrimonio; de ser consciente de los imperativos de con-
ciencia que al cónyuge católico le impone su fe, y de las promesas hechas
por éste en conformidad con las exigencias de su Iglesia (M.P., 5)
Can. 1236 § 1
La mesa de altar fijo: materia digna y sólida
II Decr. (BOCEE, 6 [1985] 63)
Art. 8. De acuerdo con la facultad reconocida en el c. 1236 § 1, se con-
sidera materia para la mesa de altar fijo ante todo el bloque de piedra natu-
ral, pero puede usarse también la madera natural y aun el bloque de ce-
mento dignamente elaborado.
Can. 1246 § 2
Fiestas de precepto
I Decr. (BOCEE, 3 [1984] 103)
Art. 13, 1) Autorizada la Conferencia Episcopal por el canon 1246 § 2,
para suprimir o trasladar a domingo alguna de las fiestas de precepto, si-
gue vigente lo convenido por esta Conferencia en aplicación de lo previsto
en el art. III del Acuerdo entre la Sta. Sede y el Estado Español sobre asun-
tos jurídicos.
1252 Apéndice III
Can. 1253
Práctica penitencial
I Decr., art. 13, 2 (BOCEE 3 [1984] 103)
Art. 13, 2) A tenor del c. 1253, se retiene la práctica penitencial tradi-
cional de los viernes del año consistente en la abstinencia de carnes; pero
puede ser sustituida, según la libre voluntad de los fieles por cualquiera de
la siguientes prácticas recomendadas por la Iglesia: lectura de la Sagrada
Escritura, limosna (en la cuantía que cada uno estime en conciencia), otras
obras de caridad (visita de enfermos o atribulados), obras de piedad (parti-
cipación en la Sta. Misa, rezo del rosario, etc.) y mortificaciones corpora-
les.
En cuanto al ayuno, que ha de guardarse el miércoles de Ceniza y el
Viernes Santo, consiste en no hacer sino una sola comida al día, pero no
se prohíbe tomar algo de alimento a la mañana y a la noche, guardando
las legítimas costumbres respecto a la cantidad y calidad de los alimen-
tos.
La norma que contenía este artículo del I Decreto general dio ocasión
a algunas interpretaciones no conformes con la mente de la Conferencia
Episcopal al establecerla. Este fue el motivo por el que, en un nuevo De-
creto general de 21-XI-1986 (BOCEE, 16, 1987, 155-156), establece al
respecto lo siguiente:
El texto del art. 13.2, del primer Decreto General sobre las normas
complementarias al nuevo Código de Derecho Canónico queda sustituido
por el siguiente:
A tenor del c. 1250, son días y tiempos penitenciales todos los viernes
del año (a no ser que coincidan con una solemnidad) y el tiempo de Cua-
resma. De acuerdo con esto:
§ 1. Durante la Cuaresma, en la que el pueblo cristiano se prepara
para celebrar la Pascua y renovar su propia participación en este
misterio, se recomienda vivamente a todos los fieles cultivar el
espíritu penitencial, no sólo interna e individualmente sino tam-
bién externa y socialmente, que puede expresarse en la mayor
Normas complementarias 1253
Art. 9
El Fondo Común Interdiocesano establecido por la Conferencia Epis-
copal Española se ordena preferentemente al cumplimiento de las finalida-
des marcadas en el c. 1274, y se rige por las disposiciones contenidas en el
Reglamento de ordenación económica de la Conferencia.
Art. 10
El Fondo para sustentación de los clérigos que prestan un servicio en
la diócesis, que debe crearse a tenor del c. 1274 § 1, puede configurarse, a
juicio del Obispo diocesano, bien como fundación pía autónoma conforme
al c. 115 § 3, bien como ente cuyos bienes estarán a nombre de la diócesis
misma, aunque con plena autonomía contable.
1254 Apéndice III
Art. 11
El Fondo se nutre:
1.° De los bienes y oblaciones entregados con destino al mismo.
2.º De los bienes de las fundaciones pías no autónomas, una vez ven-
cido el plazo establecido por el Obispo diocesano, conforme al c.
1303 § 2.
3.° De las rentas e incluso de la misma dote de los beneficios propia-
mente dichos que existan todavía en nuestro territorio (Cfr. c.
1272).
Art. 12
§ 1. Son bienes beneficiales todos aquellos, muebles o inmuebles, que
constituyen la dote total o parcial de un beneficio episcopal, ca-
nonical, parroquial o de las capellanías; y todos aquellos cuyas
rentas se han venido aplicando a la sustentación de los clérigos
que prestan un servicio en la diócesis.
§ 2. En caso de duda, derivada de la aplicación que durante muchos
años hayan tenido de hecho las rentas de los bienes, o de cual-
quier otro motivo, se presumirá que los bienes son beneficia-
les.
§ 3. La declaración del carácter beneficial de los bienes corresponde
al Obispo con el consentimiento del Colegio de Consultores des-
pués de oír al Consejo de asuntos económicos.
§ 4. Una vez hecha la declaración, el ecónomo de la diócesis está ca-
pacitado para realizar toda clase de gestiones y suscribir todos los
documentos necesarios, de acuerdo también con las prescripcio-
nes del derecho civil, para poner los bienes así declarados a nom-
bre de su nuevo titular, a tenor del artículo 10.
Art. 13
La administración del Fondo, caso de haber optado por la mera auto-
nomía contable, corresponde a las mismas personas y organismos que ad-
ministran los bienes de la diócesis, y se rige por las mismas normas. Pero
si el Fondo se ha constituido como fundación pía autónoma, el Obispo
diocesano dará un Decreto fijando los estatutos de la fundación pública ti-
tular de dicho Fondo, en los que se detallen sus órganos de gobierno, régi-
men administrativo, etc.
Art. 14
§ 1. El Obispo diocesano, después de oír al Consejo presbiteral y al
Consejo de asuntos económicos, establecerá el Reglamento por el
que han de regirse las retribuciones de los clérigos que prestan
servicio en la diócesis y se abonan con cargo al Fondo.
§ 2. El ecónomo propondrá al Obispo diocesano la aplicación concre-
ta de dicho Reglamento, sometiendo a su aprobación las nóminas
correspondientes y sus ulteriores variaciones.
Normas complementarias 1255
Art. 15
En los casos de disconformidad sobre la calificación de los bienes, in-
clusión en la nómina, cuantía de la misma, etc., el asunto pasará al Depar-
tamento o Consejo previsto en el c. 1733 y, si no hubiera avenencia, segui-
rá los trámites regulados en los cc. 1732-1739.
En las normas transitorias del mismo Decreto se establece:
(...)
2 ° Este Decreto se refiere a la ordenación futura de los bienes adscri-
tos a la sustentación del clero y demás fines señalados en el c.
1254 § 2, por lo que, conforme al c. 9, se respetan los derechos ad-
quiridos.
3.º La declaración de tales derechos adquiridos corresponde al Obis-
po, previo informe del Fiscal de la diócesis y del Consejo de asun-
tos económicos, y contra la misma cabe utilizar el procedimiento
de los cc. 1732-1739.
Como complemento a las anteriores normas, la Conferencia Episco-
pal, obtenido el necesario mandato especial de la Santa Sede, a tenor del
can. 455 § 1, promulgó el siguiente Decreto sobre algunas cuestiones es-
peciales en materia económica, el 1-XII-1984 (BOCEE, 6 [1985] 67-69):
Art. 1
§ 1. La Conferencia Episcopal puede fijar de modo vinculante para
todos los Obispos, la dotación básica mínima que deben percibir
todos los sacerdotes que trabajan con plena dedicación en minis-
terios sacerdotales. La pluralidad de cargos o de ministerios ejer-
cidos por un sacerdote serán considerados siempre como partes
de un único oficio. Pero cada Obispo diocesano determinará los
complementos necesarios para que la dotación sea congrua, aten-
didas las circunstancias de la diócesis y de cada sacerdote.
§ 2. Los sacerdotes que el 31 de diciembre de 1977 cobraban por ser
beneficiados la nómina y la gratificación de la correspondiente
pieza eclesiástica, mientras sean beneficiados tienen derecho ad-
quirido a dicha nómina y gratificación, que no podrá ser inferior
a la quinta parte de la dotación básica sacerdotal.
Art. 2
Los sacerdotes que desempeñan sus actividades en instituciones no
diocesanas con misión canónica, percibirán sus honorarios a través del
Obispado, salvados siempre los derechos que cada sacerdote pudiera tener.
La Conferencia Episcopal y el Obispo propio pueden permitir a los sacer-
dotes percibir directamente su retribución en las instituciones donde traba-
jan, cuando haya razones específicas de su misión pastoral.
Art. 3
A partir de los sesenta y cinco años cumplidos, todo sacerdote puede
solicitar la jubilación dentro del sistema de la Seguridad Social del Clero;
1256 Apéndice III
Art. 4
Los Obispos locales, no obstante lo expresado en el c. 1284 § 2 n. 4
pueden destinar a necesidades diocesanas las rentas de las fundaciones que
superen la plena satisfacción de las cargas fundacionales y supuesta la ne-
cesaria redotación del capital para que la fundación no sufra deterioro.
Art. 5
A las fundaciones no autónomas, que tengan más de cincuenta años de
existencia, constituidas según las normas del Código de Derecho Canóni-
co de 1917, se les puede aplicar el vigente c. 1303 § 2.
Art. 6
La Conferencia Episcopal Española dictará normas sobre la distribu-
ción de los ingresos por la exhibición, reproducción y actos similares de
todo el patrimonio artístico e histórico.
Disposición final
Este Decreto comenzará a obligar, conforme al c. 8 § 2, pasado un mes
desde la fecha de su promulgación en el Boletín Oficial de la Conferencia
Episcopal Española.
Can. 1277
Actos de administración extraordinaria
II Decr. (BOCEE, 6 [1985] 64)
Art. 16 § 1. En orden al cumplimiento de lo establecido en el c. 1277,
han de considerarse como actos de administración extraordinaria:
1.º Los expresamente declarados tales con carácter general o, para en-
tidades determinadas, por su propio derecho.
2.° Cuando modifican sustancialmente o suponen un riesgo notable
para la estructura del patrimonio de la entidad eclesiástica correspondien-
te.
3.° La inversión de dinero y los cambios de las inversiones hechas
siempre que supongan alteración notable en la naturaleza de los bienes que
se invierten o riesgo grave para la inversión, cuando su valor exceda el lí-
mite mínimo fijado por la Conferencia Episcopal a efectos del c. 1292.
§ 2. Se presumen actos de administración ordinaria los incluidos ex-
presamente en el presupuesto anual, una vez aprobado en debida forma.
Normas complementarias 1257
Can. 1292
Enajenación de bienes eclesiásticos
I Decr. (BOCEE, 3 [1984] 103)
Art. 14, 2. A efectos del c. 1292 se fija como limite mínimo la cantidad
de 5.000.000 de ptas y límites máximo la de 50.000.000 de pesetas.
Estos límites se modificaron por la Conferencia Episcopal Española en
su LIII Asamblea Plenaria (19-24 de noviembre de 1990), que recibió la
recognitio de la Congregación de Obispos el 11 de abril de 1992 (Cfr. BO-
CEE 9 [1992] 151), quedando como sigue el art. 14.2:
Art. 14.2 A efectos del canon 1292, se fija como límite mínimo la can-
tidad de 10.000.000 de pesetas y límite máximo la de 100.000.000 de pe-
setas.
Can. 1297
Arrendamiento de bienes eclesiásticos
I Decr. (BOCEE 3 [1984] 103)
Art. 4, 3) El arrendamiento de bienes eclesiásticos rústicos y urbanos,
comprendidos en el c. 1297, se equipara a la enajenación en cuanto a los
requisitos necesarios para su otorgamiento.
Can. 1303 §2
Fundaciones no autónomas
III Decr. (BOCEE, 6 [1985] 68)
Art. 5. A las fundaciones no autónomas, que tengan más de cincuenta
años de existencia, constituidas según las normas del Código de Derecho
Canónico de 1917, se les puede aplicar el vigente c. 1303 § 2.
TABLA DE CORRESPONDENCIAS ENTRE EL CÓDIGO DE
1917 Y EL CÓDIGO DE 1983
(Luis Navarro Marfá y Daniel Cenalmor)
Libro I
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
1 1 38 62
2 2 39 39
3 3 40 —
4 4 41 63 § 3
5 5; 26; 28 42 §§ 1 y 2 63 §§ 1 y 2
6 6 42 § 3 —
7 361 43 64
8 7; 13 § 1 44 65
9 8§1 45 63 §§ 1 y 2
10 9 46 38
11 10 47 66
12 11 48 53; 67
13 12 §§ 1 y 3 49 36
14 12 § 2; 13 §§ 2 y 3 50 36 § 1
15 14 51 68
16 15 52 69
17 16 53 40
18 17 54 41; 70
19 18 55 42
20 19 56 37
21 — 57 43
22 20 58 44
23 21 59 § 1 45
24 49; 52; 54 § 2; 58 59 § 2 —
25 23 60 47; 73
26 23; 25 61 —
27 24; 26 62 75
28 25; 26 63 76
29 27 64-65 —
30 28 66 132
31 200 67 77
32 202 § 1 68 77
33 § 1 1175 69 71
33 § 2 — 70 78 § 1
34 202 § 2; 203 71 79
35 201 72 80
36 § 1 60 73 81
36 § 2 — 74 78 § 2
37 61 75 78 § 3
1260 Código de Derecho Canónico
LIBRO I
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
76 82 82 88
77 83 83 89
78 84 84 90
79 74 85 92
80 85 86 93
81 87
LIBRO II
87 96 117 269
88 § 1 97 § 1 118 274 § 1
88 § 2 — 119-120 —
88 § 3 97 § 2; 99 121 289
89 98 122-123 —
90 101 124 276 § 1
91 100 125 276 § 2,5º
92 102 126 276 § 4
93 104; 105 127 273
94 107 128 274 § 1
95 106 129 279 § 1
96 108 130 —
97 109 131 279 § 2
98 § 1 111 § 1 132 277 § 1
98 § 2 — 133 § 1 277 § 2
98 § 3 112 133 § 2 —
99 113 § 2 133 § 3 277 § 3
100 §§ 1 y 2 113 § 1; 114 § 1; 134 280
115 § 2 135 276 § 2,3º
100 § 3 — 136 § 1 284
101 119 136 §§ 2 y 3 —
102 120 137 285 § 4
103 125 138 285 § 1
104 126 139 §§ 1-3 285 §§ 2-4
105 127 139 § 4 287
106 — 140 285 § 1
107 207 141 289 § 1
108-110 — 142 286
111 265; 266 § 1 143 283 § 1
112 267 § 1 144 271 § 3
113 272 145 § 1 145 § 1
114 — 145 § 2 —
115 268 § 2 146 —
116 267 § 2; 270 147 § 1 146
Tabla de correspondencias 1261
LIBRO II
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
147 § 2 — 183 184 §§ 1 y 2
148 § 1 147 184 187
148 § 2 — 185 188
149 — 186 189 § 1
150 153 §§ 1 y 3 187 § 1 189 § 1
151 154 187 § 2 —
152 157 188,1º-3º —
153 § 1 149 § 1 188,4º y 5º 194 § 1,2º y 3º
153 § 2 — 188,6º-8º —
153 § 3 149 § 2 189 189 §§ 2 y 3
154 150 190 § 1 —
155 151 190 § 2 189 § 3
156 §§ 1 y 2 152 191 § 1 189 § 4
156 § 3 — 191 § 2 —
157 — 192 193 §§ 1-3; 196 § 1
158 155 193 190 §§ 1 y 2
159 156 194 191
160 164 195 —
161 165 196 129-130
162 §§ 1-4 166 197 131 §§ 1 y 2
162 § 5 — 198 134 §§ 1 y 2
163 167 § 1 199 137
164 168 200 § 1 138
165 169 200 § 2 131 § 3
166 170 201 § 1 136
167 171 201 § 2 —
168 167 § 2 201 § 3 136
169 172 202 —
170 — 203 133
171 §§ 1-3 173 §§ 1-3 204 139
171 § 4 — 205 140
171 § 5 173 § 4 206 141
172 §§ 1-3 174 §§ 1-3 207 §§ 1 y 2 142
172 § 4 — 207 § 3 —
173 175 208 143
174 176 209 144 § 1
175 177 § 1 210 —
176 177 § 2; 178; 179 § 211-214 290-293
4 215 368; 373; 515
177 179 §§ 1-3 y 5 216 374; 515; 516; 518
178 — 217 § 1 374
179 180 217 § 2 —
180 181 218 331; 333 § 1
181 182 219 332 § 1
182 183 220 —
1262 Código de Derecho Canónico
LIBRO II
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
221 332 § 2 279-280 —
222 338 281 439 § 1
223 339 282 443
224-225 — 283 440 § 1
226 338 § 2 284 442 § 1,1º y 2º
227 341 § 1 285 —
228 333 § 3; 336 286 443
229 340 287 444 § 2
230 349 288 442 § 1,3º
231 350 §§ 1 y 2 289 —
232 § 1 351 § 1 290 445
232 § 2 — 291 § 1 446
233 351 §§ 2 y 3 291 § 2 —
234-235 — 292 —
236 §§ 1 y 2 350 §§ 5 y 6 293 § 1 371 § 1
236 § 3 — 293 § 2 —
236 § 4 350 § 4 294 § 1 381 § 2
237 352 §§ 1 y 2 294 § 2 —
238 § 1 356 295-298 —
238 § 2 — 299 400 § 3
238 § 3 356 300-301 —
239 § 1 — 302 495 § 2; 502 § 4
239 §§ 2 y 3 355 303-308 —
240 §§ 1 y 2 357 309 §§ 1 y 2 420
240 § 3 — 309 §§ 3 y 4 —
241 359 310-311 —
242-264 360-361 312 371 § 2
265 362 313-318 —
266 358 319-327 370
267 § 1 363-365 328 —
267 § 2 — 329 § 1 375 § 1
268 367 329 § 2 377 § 1
269 § 1 364,2º 329 § 3 —
269 § 2 — 330 —
269 § 3 366 331 § 1 378 § 1
270 — 331 § 2 —
271 438 332 § 1 —
272 435 332 § 2 380
273 — 333 379; 382 § 2
274,1º y 2º — 334 381 § 1; 382 §§ 1 y
274,3º-6º 436 §§ 1 y 3 3
275 437 § 1 335 § 1 391 § 1
276 — 335 § 2 —
277 437 § 2 336 §§ 1 y 2 392
278 437 § 3 336 § 3 —
Tabla de correspondencias 1263
LIBRO II
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
337 § 1 390 372 470; 482
337 §§ 2 y 3 — 373 483; 485
338 395 374 § 1 484
339 § 1 388 § 1 374 § 2 —
339 §§ 2 y 3 — 375 486
339 §§ 4-6 388 §§ 2-4 376 —
340 § 1 399 § 1 377 487 § 1
340 § 2 — 378 § 1 488
340 § 3 399 § 2 378 § 2 —
341 § 1 400 § 1 379 § 1 489
341 § 2 — 379 § 2 —
342 400 § 2 379 §§ 3 y 4 490 §§ 1 y 3
343 §§1 y 2 396 380-381 —
343 § 3 — 382 § 1 490 § 2
344 397 382 § 2 —
345 — 383 491 §§ 1 y 3
346 398 384 487 § 2; 491 § 3
347-349 — 385-390 —
350 403 391 § 1 503
351 405; 408 391 § 2 —
352 403 § 3 392 504
353 404 393 §§ 1 y 2 506; 507 § 1
354 410 393 § 3 —
355 409 394 § 1 506; 507
356 460; 461 394 §§ 2 y 3 —
357 § 1 462 395-400 —
357 § 2 — 401 § 1 508 § 1
358 463 401 § 2 —
359 464 402 510
360 — 403 509 § 1
361 465 404 509 § 2
362 466 405-409 —
363 § 1 469 410 §§ 1 y 2 505
363 § 2 — 410 § 3 —
364 § 1 — 411-414 —
364 § 2 471 415 510
365 472 416-422 —
366 470; 475 § 1; 477 423 502 § 1
367 § 1 478 § 1 424 502 § 1
367 § 2 — 425 § 1 502 § 1
367 § 3 478 § 2 425 § 2 —
368 479 §§ 1 y 3 426 §§ 1 y 2 502 § 1
369 480 426 §§ 3-5 —
370 — 427-428 —
371 481 429 412-415
1264 Código de Derecho Canónico
LIBRO II
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
430 416-418 470 § 3 —
431 419 470 § 4 535 §§ 3 y 4
432 §§ 1 y 2 421 471 520
432 § 3 — 472 539; 541
432 § 4 422 473 540
433 423; 424 474 —
434 425 475 541
435 426; 427 § 1; 428 § 476 §§ 1-7 545; 547; 548 §§ 1 y
2 2; 550 §§ 1 y 2
436 428 § 1 476 § 8 —
437 — 477 § 1 552
438 427 § 2 477 § 2 —
439 — 478 —
440 429 479 § 1 556
441-442 — 479 § 2 —
443 430 480 557
444 — 481 558
445 553 § 1 482 559
446 553 § 2; 554 § 3 483 560
447 555 §§ 1, 3 y 4
484 § 1 561
448 § 1 555 § 2
484 § 2 —
448 § 2 —
485 562
449-450 —
451 516 § 1; 519; 569 486 563
452 520 § 1 487 573; 574 § 1; 607 §
453 521; 542 2; 710; 731
454 522; 538 § 2 488 573; 577; 588; 589;
455 523; 525 591; 593; 607; 608;
456-457 — 613; 620; 621
458 524; 541 489 587
459 §§ 1-3 521 §§ 2 y 3; 524 490 606
459 § 4 — 491 —
460 526 492 §§ 1 y 2 579; 580; 594
461 527 § 1 492 § 3 —
462 530 493 584
463 §§ 1 y 2 — 494 581; 582; 585; 593
463 § 3 531 495 § 1 583; 594; 595
463 § 4 — 495 § 2 —
464 — 496 610 § 2
465 §§ 1-5 283; 533 §§ 1 y 2 497 609; 611; 612
465 § 6 — 498 616 § 1
466 §§ 1 y 2 534 §§ 1 y 2 499 § 1 590 § 2
466 §§ 3-5 — 499 § 2 —
467-469 528; 529 500 § 1 591; 595
470 §§ 1 y 2 535 §§ 1 y 2 500 §§ 2 y 3 —
Tabla de correspondencias 1265
LIBRO II
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
501 § 1 596; 601; 608; 631; 544 § 2 —
632 544 §§ 3 y 4 645 § 2
501 § 2 — 544 § 5 —
501 § 3 620 544 §§ 6 y 7 645 §§ 2 y 4
502 622 545-553 —
503 — 554 § 1 647 § 1
504 623 554 § 2 —
505 624 554 § 3 651 § 3
506 §§1 y 2 625 § 2; 626 555 643 § 1,1º; 648
506 § 3 — 556 647; 648 § 2;
506 § 4 625 § 2 649 § 1
507 § 1 y 2 625; 626; 631 557-558 —
507 § 3 — 559 650 § 1; 651
508 629 560 651
509 § 1 592 § 2 561 650 § 2; 652 § 3
509 § 2 — 562-564 —
510 592 § 1 565 § 1 652 § 2
511 628 § 1 565 § 2 —
512 §§ 1 y 2 628 § 2 565 § 3 652 § 5
512 § 3 — 566-568 —
513 628 § 3 569 668 § 1
514 § 1 911 570 —
514 §§ 2-4 — 571 §§ 1 y 2 653
515 — 571 § 3 —
516 §§ 1 y 2 627; 636 § 1 572 656; 658
516 §§ 3 y 4 — 573 656,1º; 658,1º
517 — 574 655; 657 § 2
518-528 630 575 656,3º; 657 § 1;
529 567 658; 688 § 2
530 630 § 5 576 —
531 634 § 1 577 657
532 635; 638 § 2 578-579 —
533 638 §§ 1 y 3 580-583 668
534 638 §§ 3 y 4 584-586 —
535 637 587-591 659-661
536 639 592 671; 672
537 640 593 662
538 597 § 1; 642 594 § 1 —
539 § 1 597 § 2 594 §§ 2 y 3 600; 668 § 3
539 § 2 — 595 §§ 1 y 2 663
540-541 — 595 §§ 3 y 4 —
542 597 § 1; 643 § 1,1º- 596 669 § 1
4º; 643 § 2; 644 597-607 665 § 1; 667
543 641 608-609 —
544 § 1 645 § 1 610 663 § 3
1266 Código de Derecho Canónico
LIBRO II
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
611 — 654 —
612 678 § 1 655 § 1 699 § 1
613-614 — 655 § 2 —
615 591 656-658 —
616 — 659 697,1º y 2º
617 679; 683 § 2 660 697,2º
618 § 1 — 661 §§ 1 y 2 —
618 § 2 583; 586 661 § 3 697,2º
619 678 § 1; 683 § 2 662 697,3º
620-625 — 663 697,3º
626 671; 682 664-665 —
627 705 666 700
628 706 667 —
629 707 668 703
630 — 669 § 1 701
631 § 1 681 § 1 669 § 2 —
631 § 2 — 670-671 —
631 § 3 682 § 2 672 § 1 —
632 684 § 1 672 § 2 701
633 684 §§ 2 y 3; 685 § 673 731; 732; 740
1 674 732; 733
634 684 §§ 2 y 4 675 734; 738
635,1º 685 676 741
635,2º — 677 735 §§ 1 y 2
636 — 678 735 § 3; 736
637 688 § 1; 689 679 § 1 737; 739
638 686 §§ 1 y 2; 691 679 § 2 —
639 687 680 737
640 690; 692 681 742-746
641 693 682 213
642 — 683 —
643 702 684 298 § 2
644 — 685 298 § 1
645 § 1 — 686 §§ 1-4 299 § 3; 312
645 § 2 665 § 2 686 § 5 —
646 694; 695 § 1 687 313
647 696; 698; 700; 702 § 688 304 § 2
2 689 § 1 304 § 1; 314
648 701 689 § 2 —
649 696 § 1; 697 690 § 1 305 § 1
650 697; 698; 699 § 1; 690 § 2 —
700 691 § 1 319 § 1
651 696 § 1; 698 691 § 2 —
652 699; 700 691 § 3 1265 § 1
653 703 691 § 4 —
Tabla de correspondencias 1267
LIBRO II
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
691 § 5 319 § 2 696 § 3 —
692 306 697 § 1 309
693 §§ 1 y 2 307 § 2; 316 § 1 697 § 2 —
693 § 3 — 698 § 1 317 §§ 1 y 2
693 § 4 307 § 3 698 § 2 —
693 § 5 — 698 §§ 3 y 4 317 § 3; 318 § 2
694 § 1 307 § 1 699 320 §§ 1 y 2
694 § 2 — 700-701 —
695 — 702 303
696 §§ 1 y 2 308; 316 § 2 703-725 —
LIBRO III
726-728 — 755 850
729 149 756 §§ 1 y 2 111 § 1
730 — 756 § 3 —
731 840; 844 757 § 1 853
732 845; 869 757 §§ 2 y 3 —
733 841; 846 758 854
734 § 1 847 § 1 759 850
734 § 2 — 760 —
735 847 § 2; 1003 § 3 761 855
736 848 762 872
737 849; 850 763 —
738 857 § 2; 861 § 1 764 873
739 862 765 874 § 1
740 — 766 874 § 1
741 861 § 2 767-768 —
742 861 § 2 769 872
743 861 § 2 770 867
744 863 771 857 § 1; 867 § 2
745 852; 864; 865 772 856
746 — 773 857 § 1
747 871 774 858
748 — 775 859
749 870 776 § 1 860 § 1
750 868 776 § 2 —
751 868 § 2 777 877 §§ 1 y 2
752 §§ 1 y 2 851,1º; 865 778 878
752 § 3 — 779 876
753 § 1 — 780 880 § 1
753 § 2 866 781 § 1 880 § 2
754 — 781 § 2 —
1268 Código de Derecho Canónico
LIBRO III
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
782 882; 883,1º 823 §§ 2 y 3 —
783 883; 886 824 945 § 1; 951
784 883; 887 825-826 —
785 §§ 1 y 2 884; 885 827 947
785 §§ 3 y 4 — 828 948
786 889 829 949
787 890 830 950
788 891 831 952
789 — 832 952
790 881 833-834 —
791 881 835 953
792 888 836 954
793 892 837 955 §§ 1 y 2
794 892 838 955 § 1
795 893 § 1 839 955 § 1
796 893 § 1 840 § 1 955 § 1
797 892 840 § 2 —
798 895 841 956
799 896 842 957
800 894 843 958
801 897; 899 844 955 §§ 3 y 4
802 900 845 910
803 902 846-849 —
804 §§ 1 y 2 903 850 911
804 § 3 — 851 § 1 926
805 904 851 § 2 —
806 905 852 925
807 916 853 912
808 919 854 913; 914
809 901 855 915
810 909 856 916
811 § 1 929 857 917
811 § 2 — 858 919
812 — 859 §§ 1 y 2 920
813 906 859 § 3 —
814 924 § 1 859 § 4 920
815 924 §§ 2 y 3 860-862 —
816 926 863 898; 918
817 927 864 921
818 846 § 1 865 922
819 928 866 § 1 923
820 931 866 §§ 2 y 3 —
821 931 867 918; 931
822 932 868-869 —
823 § 1 933 870 959
Tabla de correspondencias 1269
LIBRO III
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
871 965 930 994
872 966 931-936 —
873 967; 968; 975 937 998
874 969 § 1 938 1003 §§ 1 y 2
875 969 § 2 939 1003
876 630 940 1004
877 § 1 970 941 1005
877 § 2 — 942 1007
878 § 1 972 943 1006
878 § 2 — 944 1001
879 § 1 973 945 999
879 § 2 — 946 —
880 § 1 974 § 1 947 § 1 1000 § 1
880 §§ 2 y 3 — 947 §§ 2 y 3 —
881 967 947 § 4 1000 § 2
882 976 948 1008
883 — 949 1009 § 1
884 977 950 —
885 — 951 1012
886 980 952 —
887 981 953 1013
888 978 § 1; 979 954 1014
889 983 955 1015 §§ 1 y 2
890 984 956 1016
891 985 957 —
892 986 958 1018
893 — 959 1015 § 3
894 982 960 § 1 1020
895-900 — 960 §§ 2 y 3 —
901 988 § 1 961 1021
902 988 § 2 962 1022
903 990 963 1023
904 — 964 1019
905 991 965-967 —
906 989 968 1024; 1025; 1044
907 — 969 1025
908 964 § 1 970 1030
909 964 § 2 971 1026
910 964 § 3 972 235; 1027
911 992; 994 973 § 1 —
912 995 § 1 973 § 2 1038
913 995 § 2 973 § 3 —
914-924 — 974 § 1 1029; 1031; 1033;
925 996 1035
926-929 — 974 § 2 —
1270 Código de Derecho Canónico
LIBRO III
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
975 1031 § 1 1007 —
976 § 1 — 1008 1017
976 § 2 1032 § 1 1009 §§ 1 y 2 1011
976 § 3 — 1009 § 3 —
977 — 1010 1053
978 § 1 — 1011 1054
978 § 2 1035 1012 1055
978 § 3 — 1013 1055; 1056
979-982 — 1014 1060
983 1040 1015 1061
984,1º y 2º — 1016 1059
984,3º-7º 1041,1º 1017 1062
985,1º 1041,2º 1018 1063,1º
985,2º — 1019 1066; 1068
985,3º-5º 1041,3º-5º 1020 1067
985,6º — 1021 § 1 —
985,7º 1041,6º 1021 § 2 1065
986 — 1022-1026 1067
987,1º 1042,1º 1027 1069
987,2º — 1028 1067
987,3º 1042,2º 1029 1070
987,4º y 5º — 1030-1031 —
987,6º 1042,3º 1032 1071 § 1,1º
987,7º — 1033 1063,2º; 1065 § 2
988 1045 1034 1071 § 1,6º; 1072
989 1046 1035 1058
990 1047; 1048 1036 § 1 —
991 §§ 1-3 1049 1036 § 2 1073
991 § 4 — 1036 § 3 —
992 1036 § 1 1037 1074
993,1º-3º 1050; 1051,1º 1038 1075
993,4º — 1039 1077
993,5º 1051,1º; 1052 § 2 1040 1078
994 — 1041 1076
995 1051; 1052 1042 —
996 1028 1043 1079 § 1
997 1052 1044 1079 §§ 2 y 3
998 — 1045 1080
999 1043 1046 1081
1000 — 1047 1082
1001 1039 1048-1059 —
1002 1009 § 2 1060 1124
1003-1005 — 1061 1125; 1126
1006 §§ 1-3 1010 1062 —
1006 §§ 4 y 5 — 1063 § 1 1127 § 3
Tabla de correspondencias 1271
LIBRO III
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
1063 §§ 2 y 3 — 1100 1119
1064 1128 1101-1102 —
1065 1071 § 1,4º; 1071 § 1103 1121 §§ 1 y 2; 1122
2 1104 1130
1066 1071 § 1,5º 1105 1131
1067 1072; 1083 § 1 1106 1132
1068 1084 1107 1133
1069 1085 1108 —
1070 1086 1109 1118
1071 1129 1110 1134
1072 1087 1111 1135
1073 1088 1112 —
1074 1089 1113 793; 1136
1075,1º — 1114 1137
1075,2º y 3º 1090 1115 1138
1076 1091 1116 1139
1077 § 1 1092 1117 1140
1077 § 2 — 1118 1141
1078 1093 1119 1142
1079 — 1120 § 1 1143 §1
1080 1094 1120 § 2 —
1081 1057; 1095 1121 1144
1082 1096 1122 1145
1083 1097 1123 1143 § 2; 1146
1084 1099 1124 1146
1085 1100 1125 1148; 1149
1086 1101 1126 1143
1087 § 1 1103 1127 1150
1087 § 2 — 1128 1151
1088 1104 1129 1152 §§ 1 y 2
1089 §§ 1-3 1105 1130 1152 § 3; 1155
1089 § 4 — 1131 1153
1090 1106 1132 1154
1091 1071 § 1,7º; 1105; 1133 1156
1106 1134 1157
1092 1102 §§ 1 y 2 1135 1158
1093 1107 1136 1159
1094 1108 § 1 1137 1160
1095 1108 § 2; 1109; 1138 §§ 1 y 2 1161 §§ 1 y 2
1110; 1111 § 1 1138 § 3 1164
1096 1111 § 2; 1113 1139 1163
1097 1114; 1115 1140 1162
1098 1116 1141 1165 § 1
1099 § 1 1117; 1127 § 1 1142-1143 —
1099 § 2 — 1144 1166
1272 Código de Derecho Canónico
LIBRO III
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
1145 1167 § 1 1189 1227
1146 1168 1190 —
1147 §§ 1 y 2 1169 §§ 1 y 2 1191 1225
1147 § 3 — 1192 §§ 1-3 1224
1147 § 4 1169 § 3 1192 § 4 —
1148 § 1 1167 § 2 1193 1225
1148 § 2 — 1194 1228
1149 1170 1195 1228
1150 1171 1196 1229
1151 1172 1197 1235
1152-1153 — 1198 §§ 1 y 2 1236 § 1
1154 1205 1198 § 3 —
1155 1206 1198 § 4 1237 § 2
1156 1207 1199 § 1 1237 § 1
1157 1206; 1207 1199 §§ 2 y 3 —
1158 1208 1200 §§ 1 y 2 1238 § 1
1159 § 1 1209 1200 §§ 3 y 4 —
1159 § 2 — 1201 —
1160 1213 1202 1239
1161 1214 1203 1176 §§ 1 y 3
1162 1215 1204 —
1163 1207 1205 1180; 1242
1164 § 1 1216 1206 1240
1164 § 2 — 1207 1211
1165 § 1 1217 § 1 1208 1241
1165 § 2 — 1209-1214 —
1165 § 3 1217 § 2 1215 1176
1165 §§ 4 y 5 — 1216 § 1 1177 §§ 1 y 2
1166-1167 — 1216 § 2 —
1168 § 1 1218 1217 1177 § 3
1168 §§ 2 y 3 — 1218 1177
1169 — 1219 § 1 —
1170 1212 1219 § 2 1178
1171 1219 1220 —
1172 § 1 1211 1221 1179
1172 § 2 — 1222 —
1173 § 1 1211 1223 § 1 1180 § 2
1173 § 2 — 1223 § 2 —
1174-1177 — 1224-1233 —
1178 1220 § 1 1234 § 1 1181
1179-1180 — 1234 § 2 —
1181 1221 1235 § 1 —
1182-1186 — 1235 § 2 1181
1187 1222 § 1; 1238 § 2 1236-1237 —
1188 1223; 1226 1238 1182
Tabla de correspondencias 1273
LIBRO III
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
1239 § 1 — 1277 § 2 —
1239 §§ 2 y 3 1176 § 1; 1183 § 1 1278 —
1240 § 1,1º 1184 § 1,1º 1279 §§ 1-3 1188
1240 § 1,2º-4º — 1279 § 4 —
1240 § 1,5º-6º 1184 § 1,2º y 3º 1280 1189
1240 § 2 1184 § 2 1281 § 1 1190 §§ 2 y 3
1241 1185 1281 § 2 —
1242-1243 — 1282-1288 —
1244 1244 1289 § 1 1190 §1
1245 1245 1289 § 2 —
1246 — 1290 —
1247 § 1 1246 § 1 1291 § 1 944 § 1
1247 §§ 2 y 3 — 1291 § 2 —
1248 1247 1292 944
1249 1248 § 1 1293-1294 —
1250 1251 1295 944 § 2
1251 1251 1296-1306 —
1252 1250; 1251 1307 1191
1253 — 1308 §§ 1 y 2 1192 §§ 1 y 2
1254 1252 1308 § 3 —
1255 1186 1308 § 4 1192 § 3
1256 834 § 2 1309 —
1257 838 §§ 1 y 2 1310 § 1 1193
1258 844 §§ 1 y 2 1310 § 2 —
1259 § 1 839 § 2 1311 1194
1259 § 2 — 1312 § 1 —
1260 — 1312 § 2 1195
1261 838 § 4 1313 1196
1262-1264 — 1314 1197
1265 §§ 1 y 2 934 1315 1198
1265 § 3 935 1316 1199
1266 937 1317 §§ 1 y 2 1200
1267 936 1317 § 3 —
1268 §§ 1 y 2 938 §§ 1 y 2 1318 1201
1268 § 3 — 1319 1202
1268 § 4 938 § 2 1320 1203
1269 938 §§ 3-5 1321 1204
1270 939 1322 747; 748
1271 940 1323 749; 750
1272 939 1324 752; 754
1273 898 1325 § 1 —
1274 941-943 1325 §§ 2 y 3 751; 755
1275 942 1326 753
1276 1186 1327 756; 757
1277 § 1 1187 1328 757-759; 764-766
1274 Código de Derecho Canónico
LIBRO III
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
1329 757; 773 1369 § 2 —
1330 777 1369 § 3 261 § 2
1331 777 1370 235
1332 777 1371 —
1333 759; 776 1372 793; 794; 799
1334 758; 776; 778 1373 799; 804 § 2
1335 774; 793 1374 793; 797; 798
1336 775 1375 800 § 1; 807
1337 762; 764 1376 816
1338 765 1377 817
1339 764 1378 —
1340 764 1379 800 § 2; 802; 809
1341 764 1380 819
1342 764; 766 1381 804; 805; 806 § 2;
1343 763 810 § 2
1344 767 1382 806
1345 767 1383 985
1346 767 1384 823; 824 § 2
1347 760; 768; 769 1385 823-825; 827; 832
1348 — 1386 831; 832
1349 770 1387-1388 —
1350 771 § 2 1389 828
1351 748 § 2 1390 826
1352 232 1391 825; 827
1353 233; 234 1392 829
1354 234 § 1; 237 1393 830
1355,1º y 2º 264 § 1 1394 830
1355,3º — 1395-1405 —
1356 264 § 2 1406 833
1357 §§ 1-3 243; 259 1407-1454 —
1357 § 4 — 1455-1466 158-163
1358 239 §§ 1 y 2 1467-1494 —
1359 — 1495 1254; 1255
1360 § 1 — 1496 1260
1360 § 2 260 1497 § 1 1257 § 1
1361 240 1497 § 2 —
1362 — 1498 1258
1363 241 1499 1256; 1259
1364 234 § 2; 248; 249 1500 122
1365 250; 252; 256 § 1 1501 123
1366 252 § 3; 253 §§ 1 y 1502 —
2 1503 1265
1367 246 1504 1263
1368 262 1505 1263
1369 § 1 261 § 1 1506 —
Tabla de correspondencias 1275
LIBRO III
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
1507 1264 1528 1289
1508 197; 1268 1529 1290
1509 199 1530 1291; 1293
1510 1269 1531 1294
1511 1270 1532 1292
1512 198 1533 1295
1513 1299 1534 1296
1514 1300 1535 1285
1515 1301 1536 1267
1516 1302 1537 1171
1517 1308; 1310 1538-1539 —
1518 1273 1540 1298
1519 1276 1541 1297
1520 §§ 1-3 492 §§ 1 y 3; 1277 1542-1543 —
1520 § 4 — 1544 1303
1521 1279 § 2; 1282 1545 1304 § 2
1522 1283 1546 1304 § 1
1523 1284 1547 1305
1524 1286 1548 1306
1525 1287 1549 1307
1526 1288 1550 —
1527 1281 1551 1308-1310
LIBRO IV
LIBRO IV
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
1580 § 1 1428 § 1 1625 1457
1580 § 2 — 1626 —
1581 1428 § 2 1627 1458
1582 1428 § 3 1628 1459
1583 — 1629 1462
1584 1429 1630 1463
1585 § 1 1437 § 1 1631 1464
1585 § 2 — 1632-1633 —
1586 1430; 1432 1634 1465
1587 1433 1635 1467
1588 1436 1636 1468
1589 § 1 1435 1637 1469 § 1
1589 § 2 — 1638 § 1 1468
1590 § 1 — 1638 § 2 —
1590 § 2 1436 § 2 1639 —
1591-1593 — 1640 1470
1594 1438 1641 1471
1595 1441 1642 § 1 1472 § 1
1596 1441 1642 § 2 —
1597 1442 1643 § 1 1472 § 2
1598 § 1 1443 1643 § 2 —
1598 §§ 2-4 — 1643 § 3 1473
1599 1444 1644 §§ 1 y 2 1474
1600 — 1644 § 3 —
1601 1400 § 2; 1445 § 2 1645 § 1 1475 § 1
1602 — 1645 § 2 —
1603 § 1 1445 § 1 1645 § 3 1475 § 2
1603 § 2 — 1645 § 4 —
1604-1609 — 1646 1476
1610 1460 1647 1477
1611 1461 1648 1478 §§ 1-3
1612 1416 1649 1480
1613 1448 1650 1478 § 4
1614 1449 1651 1479
1615 § 1 1450 1652 —
1615 §§ 2 y 3 — 1653 1480
1616 1451 1654 —
1617 — 1655 §§ 1-3 1481
1618 1452 § 1 1655 § 4 —
1619 1452 § 2 1656 §§ 1-3 1482
1620 1453 1656 § 4 —
1621 1454 1657 §§ 1 y 2 1483
1622 — 1657 § 3 —
1623 1455 1658 1483
1624 1456 1659 § 1 1484
Tabla de correspondencias 1277
LIBRO IV
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
1659 § 2 — 1719 1509 § 1
1660 — 1720-1721 —
1661 1484 1722 1509 § 2
1662 1485 1723 1511
1663 1487 1724 1509 § 1
1664 1486 1725 1512
1665 1448 § 1 1726 1513 § 1
1666 1489 1727 1513 § 2
1667 1491; 1492 § 2 1728 1513 § 2
1668 — 1729 § 1 1513
1669 § 1 1493 1729 §§ 2 y 3 —
1669 § 2 — 1729 § 4 1514
1670-1671 — 1730 1529
1672 §§ 1 y 2 1496 1731 1514-1516
1672 § 3 — 1732 1517
1673 1497 1733 1518
1674 1498 1734 —
1675-1679 — 1735 1519
1680 § 1 124 § 1 1736 1520
1680 § 2 — 1737 1521
1681 128 1738 1522
1682 — 1739 1523
1683 1405 § 2 1740 1524 §§ 1 y 3
1684-1689 — 1741 1525
1690 1494 1742 §§ 1 y 2 1530
1691 — 1742 § 3 —
1692 1495 1743 §§ 1 y 2 1531
1693-1700 1500 1743 § 3 —
1701 1492 § 1 1744 1532; 1728 § 2
1702 — 1745 1533; 1534
1703 1362 1746 —
1704 — 1747,1º —
1705 1363 1747,2º y 3º 1526 § 2
1706 1502 1748 § 1 1526 § 1
1707 1503 1748 § 2 —
1708 1504 1749 —
1709 1505 1750 1535
1710 1506 1751 1536 § 1
1711 1507 §§ 1 y 3 1752 1538
1712 1508 §§ 1 y 2 1753 1537
1713 1508 § 3 1754 1547
1714 — 1755 §§ 1 y 2 1548
1715 1508 1755 § 3 —
1716-1717 — 1756 1549
1718 1510 1757 § 1 1550 § 1
1278 Código de Derecho Canónico
LIBRO IV
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
1757 § 2 — 1801 §§ 2 y 3 1578 §§ 2 y 3
1757 § 3 1550 § 2 1802 1578 § 1
1758 — 1803 —
1759 §§ 1-3 — 1804 1579
1759 § 4 1551 1805 1580
1760 — 1806 1582
1761 1552 1807-1810 —
1762 1553 1811 1583
1763 1554 1812 1539
1764 §§ 1 y 2 1555 1813 1540
1764 §§ 3-5 — 1814-1815 —
1765 1556 1816 1541
1766 § 1 1557 1817 1542
1766 § 2 — 1818 1543
1767 § 1 1562 1819 1544
1767 §§ 2 y 3 — 1820 1544
1767 § 4 1562 1821 —
1768-1769 — 1822 1545
1770 1558 1823 1546
1771 1559 1824 —
1772 1560 1825 1584
1773 1561 1826 —
1774 1563 1827 1585
1775 1564 1828 1586
1776 1565 1829-1836 —
1777 1566 1837 1587
1778 1567 1838 1588
1779 1568 1839 1589
1780 1569 1840 §§ 1 y 2 1589 § 1; 1590 § 1
1781 1570 1840 § 3 —
1782-1786 — 1841 1591
1787 1571 1842 1592
1788 — 1843 1592
1789 1572 1844 § 1 1592
1790 — 1844 § 2 —
1791 1573 1845 —
1792 1574 1846 1593 § 1
1793 1575 1847 1593 § 2
1794-1795 — 1848 —
1796 § 1 1576 1849 1594,1º
1796 § 2 — 1850 —
1797-1798 — 1851 1595
1799 1577 §§ 1 y 3 1852 1596
1800 — 1853 1597
1801 § 1 — 1854-1857 —
Tabla de correspondencias 1279
LIBRO IV
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
1858 1598 1897 1626
1859 1598 1898-1901 —
1860 1599 1902 1641
1861 1600 1903 1643; 1644
1862 § 1 1601 1904 1642
1862 § 2 — 1905 1645
1863 § 1 1602 § 1 1906 1646
1863 § 2 — 1907 1647
1863 §§ 3 y 4 1602 § 2 1908-1916 1649
1864 1602 § 3 1917 1650 §§ 1 y 2
1865 1603 §§ 1 y 2 1918 1651
1866 §§ 1 y 2 1604 1919 1652
1866 § 3 — 1920 1653
1866 § 4 1605 1921 1654
1867 1606 1922 1655
1868 1607; 1617 1923-1924 —
1869 1608 1925 §§ 1 y 2 1446; 1713
1870 — 1925 § 3 —
1871 1609 1926 1714
1872 1610 § 1 1927 1715
1873 1610 § 2; 1611 1928 —
1874 1612 1929 1713
1875 1613 1930 1714; 1715
1876 1614 1931-1932 —
1877 1509; 1615 1933 §§ 1-3 —
1878 1616 1933 § 4 1342 § 1; 1720,3º
1879 1628 1934 1721
1880 1629 1935-1938 —
1881 1630 § 1 1939 § 1 1717 § 1
1882 1630 § 2 1939 § 2 —
1883 1663 1940 1717
1884 1634 §§ 1 y 2 1941 § 1 —
1885 — 1941 §§ 2 y 3 1717 § 3
1886 1635 1942 1718
1887 1637 1943 1717 § 2
1888 1637 1944-1945 —
1889 § 1 — 1946 § 1 —
1889 § 2 1638 1946 § 2 1718 § 1; 1719
1890 1634 § 3 1947-1953 —
1891 1639 1954 1721 § 1
1892 1620 1955 —
1893 1621 1956 1722
1894 1622 1957 1722
1895 1623-1625 1958 1722
1896 1624 1959 1728 § 1
1280 Código de Derecho Canónico
LIBRO IV
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
1960 1671 1996 1711
1961 1672 1997 1709 § 2
1962 1698 § 1 1998 § 1 1712
1963 1681; 1699 § 1 1998 § 2 —
1964 1673,1º y 2º 1999-2141 1403
1965 1676 2142-2145 —
1966 1700 § 1 2146 §§ 1 y 2 —
1967 1701 § 1 2146 § 3 1747 § 3; 1752
1968 1432; 1678 2147 1740; 1741
1969,1º y 2º 1678 2148 1742 § 1
1969,3º y 4º — 2149 1744
1970 — 2150 §§ 1 y 2 —
1971 § 1 1674 2150 § 3 1743
1971 § 2 — 2151 1745
1972 1675 § 1 2152 1745
1973 1697 2153 § 1 1745,1º y 2º
1974-1975 — 2153 § 2 —
1976 1680 2153 § 3 1745,3º
1977-1981 — 2154 § 1 1746
1982 1680 2154 § 2 —
1983-1984 — 2155 —
1985 1703 § 1; 1704 § 1; 2156 1747 §§ 1 y 2
1705 § 1 2157 1740; 1742 § 2
1986 1682 2158 1742 § 1
1987 1684 § 1 2159 1745,1º y 2º
1988 1685 2160 —
1989 — 2161 1744; 1745,3º;
1990 1686 1746; 1747
1991 1687 2162 1748
1992 1688 2163 —
1993 § 1 1709 § 1; 1710 2164 1749
1993 §§ 2 y 3 — 2165 1750
1994 § 1 1708 2166 1750
1994 § 2 — 2167 1751
1995 1710 2168-2194 —
LIBRO V
2195 1321 §§ 1 y 2 2202 1323,2º; 1324 § 1,9º
2196-2198 — 2203 1323,3º; 1326 § 1,3º
2199 1321 2204 1323,1º; 1324 § 1,4º
2200 1321 §§ 2 y 3 2205 1323,3º-5º; 1324 §
2201 1322; 1323,6º; 1324 1,3º, 5º-7º
§ 1,1º y 2º; 1325 2206 1324 § 1,3º; 1325
Tabla de correspondencias 1281
LIBRO V
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
2207 1326 § 1,2º 2241 § 2 1318
2208 1326 § 1,1º 2242 §§ 1 y 2 —
2209 1329 2242 § 3 1347 § 2; 1358
2210-2211 — 2243 1353
2212 1328 2244-2245 —
2213 1328 2246 § 1 —
2214 1311; 1317; 1341 2246 § 2 1354 § 3
2215 1312 § 2 2246 § 3 —
2216 1312 §§ 1 y 3 2247 —
2217 1314; 1315 2248 § 1 —
2218 — 2248 § 2 1358
2219 18 2248 § 3 —
2220 1315; 1319 2249 1359
2221 1315 2250-2251 —
2222 § 1 1399 2252 1357 § 3
2222 § 2 — 2253 1355
2223 1315 § 2; 1324 §§ 2 2254 § 1 1357 §§ 1 y 2
y 3; 1326; 1343; 2254 §§ 2 y 3 —
1344,1º y 2º; 2255-2258 —
1345; 1348; 1349 2259-2267 1331; 1335
2224 § 1 — 2268-2274 —
2224 § 2 1346 2275 1332
2224 § 3 — 2276-2277 —
2225 — 2278-2280 1333; 1334
2226 § 1 — 2281 —
2226 §§ 2-4 1313; 1351 2282 1333 § 3,1º
2227-2228 — 2283 —
2229 1324 § 3; 1325 2284 1335
2230 1323,1º; 1324 § 2285-2286 —
1,4º; 1324 § 3 2287 1353
2231 1329 2288 1344,3º
2232 § 1 1352 § 2 2289 —
2232 § 2 — 2290 § 1 1352 § 2
2233 § 1 — 2290 § 2 —
2233 § 2 1347 § 1 2291 1336
2234 — 2292-2297 —
2235 1328 2298 1336
2236 §§ 1 y 2 1354 § 1; 1355; 2299 §§1 y 2 —
1356 2299 § 3 1350 § 1
2236 § 3 — 2300 —
2237 1354; 1356 2301 1337 § 2
2238 1360 2302 1337
2239 1361 §§ 1 y 2 2303 § 1 —
2240 1362 2303 § 2 1350 § 2
2241 § 1 — 2304-2306 —
1282 Código de Derecho Canónico
LIBRO V
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
2307 1339 § 1 2351-2352 —
2308 1339 § 2 2353-2354 1397
2309,1º-4º — 2355 1390 §§ 2 y 3
2309,5º 1339 § 3 2356-2358 —
2310-2311 — 2359 1395
2312 § 1 — 2360-2362 1391
2312 § 2 1340 § 2 2363 1390 § 1
2312 § 3 — 2364-2365 —
2313 1340 §§ 1 y 3 2366 1378 § 2,2º
2314 § 1 1364 2367 § 1 1378 § 1
2314 § 2 — 2367 § 2 —
2315 — 2368 § 1 1387
2316 1365 2368 § 2 —
2317 1371,1º 2369 1388
2318 — 2370 1382
2319 § 1 1366 2371 1380
2319 § 2 — 2372 —
2320 1367 2373 § 1 1383
2321 — 2373 §§ 2 y 3 —
2322 1378 §§ 2 y 3; 1379 2374 1383
2323 1368; 1369 2375-2379 —
2324 1385 2380 1392
2325-2330 — 2381 1396
2331 1371,2º; 1373 2382-2387 —
2332 1372 2388 1394
2333-2334 1375 2389 —
2335 1374 2390 1375
2336 — 2391-2393 —
2337 1375 2394 1381 § 1
2338-2342 — 2395-2400 —
2343 1370 2401 1381 § 2
2344 1369; 1373 2402-2403 —
2345 1375 2404 1389
2346 1375; 1376 2405 —
2347 1377 2406 1391
2348-2349 — 2407 1386
2350 § 1 1398 2408-2414 —
2350 § 2 —
TABLA DE CORRESPONDENCIAS ENTRE EL CÓDIGO DE
1983 Y EL CÓDIGO DE 1917
(Isabel Barral, Javier Escrivá Ivars y Daniel Cenalmor)
Libro I
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
1 1 60 36 § 1
2 2 61 37
3 3 62 38
4 4 63 §§ 1 y 2 42 §§ 1 y 2
5 5 63 § 3 41; 48
6 6 64 43
7 8§1 65 44
8§1 9 66 47
8§2 335 § 2; 291 § 1; 67 48
362 68 51
9 10 69 52
10 11 70 54 § 2
11 12 71-72 —
12 13 73 60 § 2
13 8 § 2; 14 74 —
14 15 75 62
15 16 76 63
16 17 77 67; 68
17 18 78 70; 74; 75
18 19 79 71
19 20 80 72
20 22 81 73
21 23 82 76
22 1529 83 77
23 25; 26 84 78
24 27 85 80
25 28 86 —
26 5; 28; 30 87 81
27 29 88 82
28 30; 5 89 83
29-39 — 90 84
40-47 54-59 91 —
48 — 92 85
49 24 93 86
50-59 — 94-95 —
1284 Código de Derecho Canónico
LIBRO I
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
96 87 143 208
97 88 144 209
98 89 145 145
99 88 § 3 146 147 § 1
100 91 147 148
101 90 148 —
102 92 149 153; 729
103 — 150 154
104 93 § 1 151 155
105 93 152 156
106 95 153 150
107 94 154 151
108 96 155 158
109 97 156 159
110 — 157 152
111 101 158-163 1455-1466
112 98 164 160
113 99; 100 165 161
114 100 § 1 166 162
115 100 § 2 167 163; 168
116-118 — 168 164
119 101 169 165
120 102 170 166
121 — 171 167
122 1500 172 169
123 1501 173 171
124 1680 174 172
125 103 175 173
126 104 176 174
127 105 177 175; 176 § 1
128 — 178 176 § 2
129 196 179 177
130 196 180 179
131 197; 200 § 2 181 180
132 — 182 181
133 203 183 182
134 198 184 183
135 201 § 2; 205 § 1 185-186 —
136 201 187 184
137 — 188 185
138 201 § 1 189 186; 187 § 1; 189 §
139 204 1; 190 § 2; 191 § 1
140 205 190 193
141 206 191 194
142 207 192-195 2147-2161
Tabla de correspondencias 1285
LIBRO I
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
196 192 200 31
197 1508 201 35
198 1512 202 32
199 1509 203 34
LIBRO II
LIBRO II
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
316 693; 696 388 339
317 698 §§ 1 y 4 389 —
318 698 § 3 390 357
319 691 391 335 § 1
320 696 392 336 §§ 1 y 2
321-330 — 393 1653 § 1
331 218 § 1 394 —
332 219; 220; 221 395 338
333 228 § 2 396 343 §§ 1 y 2
334-337 — 397 344 §§ 1 y 2
338 222; 226 398 346
339 223 399 340 §§ 1 y 3
340 229 400 341 § 1; 342; 299
341 227 401-402 —
342-348 — 403 350; 352
349 230 404 353
350 231 § 1 405 351 §§ 1 y 2
351 232 § 1; 235 406-407 —
352 237 408 351 §§ 3 y 4
353 233 409 355 §§ 1 y 2
354 — 410 354
355 239 §§ 2 y 3 411 —
356 238 412 429 § 1
357 240 § 1; 239 413-414 429
358 266 415 429 § 5
359 241 416 430 § 1
360 242-264 417 430 § 2
361 7 418 430 § 3
362 265 419 431
363-364 — 420 309 § 2; 317
365 267 § 1,1º 421 432 §§ 1-3
366 269 § 3 422 432 § 4
367 268 423 433
368 215 424 433 § 2
369 — 425 434
370 319-327 426 435 § 2
371 293-311 y 312-318 427 435 § 1; 438
372-376 — 428 436; 435 § 3
377 329 § 2 429 440
378 331 430 443
379 333 431-434 —
380 332 § 2 435 272
381 334 § 1 436 274
382 333; 334 §§ 2 y 3 437 275; 277; 278
383-387 — 438 271
Tabla de correspondencias 1287
LIBRO II
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
439 281 507 393 § 2; 394
440 283 508 401
441 — 509 404
442 284 510 402
443 286 511-514 —
444 287 515 215-216
445 290 516 216 § 3
446 291 517-518 —
447-459 — 519 451
460 356-362 520 452; 471
461 356 521 453
462 357 522 454
463 358 523 455
464 359 524 458; 459
465 361 525 —
466 362 526 460
467-468 — 527 461
469 363 528 —
470 366 § 2; 372 § 1 529 467; 468
471 364 530 462
472 365 531 463 § 3
473-474 — 532 —
475 366 533 465
476 — 534 466
477 366 §§ 2 y 3 535 470
478 367 536-539 —
479 368 540 473
480 369 541 475; 458; 472; 1923
481 371 §2
482 372 542 453; 454; 458; 459
483 373 543-544 —
484 374 545 476 §§ 1 y 2
485 373 § 5 546-552 471-478
486 375 553 445
487 377 554 446
488 378 555 447-449
489 379 556 479
490 379 § 3; 382 557 480
491 383 558 481
492 1520 559 482
493-502 — 560 483
503 391 § 1 561 484 § 1
504 392 562 485
505 410 563 486
506 393; 394 § 1 564-572 518-530
1288 Código de Derecho Canónico
LIBRO II
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
573-576 — 641 543
577 488,2º 642 538
578 — 643 542 § 1
579 492 644 542 § 2
580 492 645 544
581 — 646-649 553-558
582 494 650-652 559-570
583 — 653 571
584 493 654-658 572-586
585-586 — 659-661 587-591
587 489 662 593
588 488,4º 663 595
589-590 — 664 —
591 615; 616 665 606 § 2
592-595 — 666 —
596 501 667 597-607
597 538 668 580-583; 569; 594 §
598-608 — 2
609-616 492-498 669 596
617-620 — 670 —
621 488,6º 671 592
622 502 672-683 —
623 504 684 632-634
624 505 685 635
625 507 686-693 637-645
626 507 694 646
627 516 § 1 695-704 647-672
628 511; 512 705 627
629 508 706 628
630 518-530; 876 707 629
631-633 501; 507 708-730 —
634-640 531-537 731-746 673-681
LIBRO III
LIBRO III
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
773-780 1329-1336 824 1384 § 2; 1385
781-792 1349-1351 825 1385; 1391
793 1113; 1372 § 2; 826 1390
1335 827 —
794-795 — 828 1389
796-806 1372; 1375; 1379; 829 1392
1381-1383 830 1393
807-821 1376-1380 831 1386
822 — 832 1386
823 1385; 1384 833 1406
LIBRO IV
LIBRO IV
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
900 802 945 824
901 809 946 —
902 803 947 827
903 804 948 828
904 805 949 829
905 806 950 830
906 813 951 824
907-908 — 952 831; 832
909 810 953 835
910 845 954 833; 836
911 850; 397 § 3; 514 § 955 837-840
1; 847-849 956 841
912 853 957 842
913 854 958 843
914 854 §§ 4 y 5 959 870
915 855 960-963 —
916 807; 856 964 908-910
917 857 965 871
918 863 966 872
919 808; 858 967 873
920 859; 860 968 873 §§ 1 y 2
921 864 969 874
922 865 970 877
923 866 971 —
924 814; 815 972 878 § 1
925 852 973 879 § 1
926 816 974 880 § 1
927 817 975 —
928 819 976 882
929 811 977 884
930 — 978 888 § 1
931 820; 821 979 888 § 2
932 822 980 886
933 823 981 887
934 1265 982 894; 904
935 1265 § 3 983 889
936 1267 984 890
937 1266 985 891
938 1268; 1269 986 892
939 1270; 1272 987 —
940 1271 988 901-902
941 1274 989 906
942 1274; 1275 990 903
943 1274 991 905
944 1274 992 911
Tabla de correspondencias 1291
LIBRO IV
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
993 — 1038 973 § 2
994 930 1039 1001
995 913; 914 1040 973 § 3; 983
996 925 1041 984-985
997 — 1042 987
998 937 1043 999
999 945 1044 968 § 2
1000 947 1045 988
1001 944 1046 989
1002 — 1047 990 § 1
1003 938; 939; 946; 935 1048 990
1004 940 1049 991
1005 941 1050 993
1006 943 1051 995-996
1007 942 1052 997
1008 948 1053 1010
1009 949 1054 1011
1010 1006 1055 1012
1011 1009 1056 1013 § 2
1012 951 1057 1081
1013 953 1058 1035
1014 954 1059 1016
1015 955; 958; 959 1060 1014
1016 956 1061 1015
1017 — 1062 1017
1018 958 1063-l064 —
1019 964 1065 1033
1020 960 1066 1019 § 1
1021 961 1067 1022
1022 962 1068 1019 § 2
1023 963 1069 1027
1024 968 § 1 1070 1029
1025 968 § 1 1071 1032; 1034
1026 971 1072 1067 § 2
1027 972 § 1 1073 1036 § 2
1028-l029 — 1074 1037
1030 970 1075 1038
1031 975 1076 1041
1032 976 1077 1039
1033 974 § 1,1º 1078 —
1034 — 1079 1043; 1044
1035 974 § 1,5º y 6º; 978 1080 1045
§2 1081 1046
1036 992 1082 1047
1037 — 1083 1067 § 1
1292 Código de Derecho Canónico
LIBRO IV
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
1084 1068 1132 1106
1085 1069 1133 1107
1086 1070 1134 1110
1087 1072 1135 1111
1088 1073 1136 1113
1089 1074 §§ 1 y 2 1137 1114
1090 1075 §§ 2 y 3 1138 1115
1091 1076 1139 1116
1092 1077 § 1 1140 1117
1093 1078 1141 1118
1094 1080 1142 1119
1095 88 § 3; 1081; 1082; 1143 1120; 1123; 1126
1089 § 3; 1982; 1144 1121
2201 1145 1122
1096 1082 1146 1123; 1124
1097 1083 1147-1149 1125
1098 — 1150 1127
1099 1084 1151 1128
1100 1085 1152 1129; 1130
1101 1086 1153 1131
1102 1092 1154 1132
1103 1087 § 1 1155 1130
1104 1088 1156 1133
1105 1089; 1091 1157 1134
1106 1090; 1091 1158 1135
1107 1093 1159 1136
1108 1094 1160 1137
1109 1095 § 1,lº 1161 1138
1110 1095 § 1,2º 1162 1140
1111 1095 § 2; 1096 § 1 1163 1139
1112 — 1164 —
1113 1096 § 2 1165 1141
1114 1097 § 1,lº y 2º 1166 1144
1115 1097 § 1,3º 1167 1145; 1148 § 2
1116 1098 1168 1146
1117 1099 1169 1147
1118 1099 1170 1149
1119 1100 1171 1150
1120 — 1172 1151
1121 1103 §§ 1 y 3 1173 135; 610
1122 1103 § 2 1174 135; 610 § 1; 1475
1123 — 1175 33 § 1
1124-1129 1060-1064 1176 1215; 1203; 1240 §
1130 1104 1
1131 1105 1177 1216; 1217; 1218
Tabla de correspondencias 1293
LIBRO IV
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
1178 1219 § 2 1214 1161
1179 1221 1215 1162
1180 1205; 1208; 1223 1216 1164 § 1
1181 1234; 1235 1217 1165 §§ 1 y 3
1182 1238 1218 1168 § 1
1183 1239 1219 1171
1184 1240 1220 1178
1185 1241 1221 1180
1186 1255 § 1 1222 1187
1187 1277 1223 1188
1188 1279 1224 1192 §§ 1-3
1189 1280 1225 1191; 1193
1190 1281 1226 1190
1191 1307 1227 1189
1192 1308 §§ 1, 2 y 4 1228 1194; 1195
1193 1310 1229 1196
1194 1311 1230-1234 —
1195 1312 § 2 1235 1197
1196 1313 1236 1198 §§ 1-3
1197 1313; 1314 1237 1198 § 4; 1199 § 1
1198 1315 1238 1170; 1187; 1200
1199 1316 1239 1202
1200 1317 §§ 1 y 2 1240 1206
1201 1318 1241 1208
1202 1319 1242 1205 § 2
1203 1320 1243 —
1204 1321 1244 1244
1205 1154 1245 1245
1206 1155; 1156; 1157 1246 1247
1207 1156; 1157; 1163 1247 1248
1208 1158 1248 1249
1209 1159 § 1 1249 —
1210 — 1250 1252
1211 1172 1251 1250-1252
1212 1170; 1187 1252 1254
1213 1160 1253 —
LIBRO V
1254 1495 § 1 1258 1498
1255 1495 § 2 1259 1499 § 1
1256 1499 § 2 1260 1496
1257 1497 § 1 1261-1262 —
1294 Código de Derecho Canónico
LIBRO V
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
1263 1502; 1504-1506 1290 1529
1264 1507 1291 1530 § 1,3º
1265 1503 1292 1532
1266-1267 — 1293 1530 § 1,1º y 2º
1268 1508 1294 1531
1269 1510 1295 1533
1270 1511 1296 1534
1271-1272 — 1297 1541
1273 1518 1298 1540
1274-1275 — 1299 1513
1276 1519 1300 1514
1277-1281 — 1301 1515
1282 1521 § 2 1302 —
1283 1522 1303 1544
1284 1523 1304 1546
1285 1527 1305 1547
1286 1524 1306 1548
1287 1525 1307 1549
1288 1526 1308-1310 1551
1289 1528
LIBRO VI
LIBRO VI
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
1339 2307-2309 1369 2323; 2331 § 2
1340 2312; 2313 1370 2343
1341 2214 § 2 1371 2317; 2331 § 1
1342 1933 § 4 1372 2332
1343 2223 § 2 1373 2344
1344 2223 § 3 1374 2335
1345 2223 § 3,3º 1375 2337; 2334; 2345;
1346 2224 § 2 2390
1347 2242 1376 2346
1348 2223 § 3,3º 1377 2347
1349 2223 § 1 1378 2367; 2366
1350 2229 § 3; 2303 § 2 1379 —
1351 2226 § 4 1380 2371
1352 2232 § 1; 2252 1381 2394; 2401
1353 2243 § 2; 2287 1382 2370
1354 2236; 2237 1383 2373 § 1
1355 2237; 2253; 2245; 1384 —
2236 1385 2324
1356 2236 1386 2407
1357 2254 1387 2368
1358 2242 § 3; 2248 § 2 1388 2369
1359 — 1389 2404-2414
1360 2238 1390 2363 § 1
1361 2239 § 1; 2239 § 2 1391 2360; 2362
1362 2240; 1703 1392 2380
1363 2240; 1703 1393 —
1364 2314 1394 2388
1365 2316 1395 2359
1366 2319 § 1,3º y 4º; 1396 2381
2319 § 2 1397 2354
1367 2320 1398 2350 § 1
1368 2323 1399 2222 § 2
LIBRO VII
LIBRO VII
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
1416 1612 1462 1629
1417 1569 1463 1630
1418 1570 § 2 1464 1631
1419 1572 1465 1634
1420 1573 1466 —
1421 1574 1467 1635
1422 1574 § 2 1468 1636; 1638
1423 — 1469 1637
1424 1575 1470 1640
1425 1576 1471 1641; 1642 § 2
1426 1577 1472 1642 § 1; 1643 § 1
1427 1579 1473 1643 §§ 2 y 3
1428 1580-1582 1474 1644
1429 1584 1475 1645
1430 1586 1476 1646
1431 — 1477 1647
1432 1586 1478 1648; 1650
1433 1587 1479 1651
1434 — 1480 1649; 1653
1435 1589 1481 1655
1436 1588; 1590 1482 1656
1437 1585 § 1 1483 1657; 1658
1438 1594 1484 1659 § 1; 1660;
1439-1440 — 1661
1441 1595; 1596 1485 1662
1442 1597 1486 1664
1443 1598 § 1 1487 1663
1444 1599 1488 1665
1445 1603 1489 1666
1446 — 1490 —
1447 1571 1491 1667
1448 1613 1492 1701; 1705 § 1
1449 1614 1493 1669-1671
1450 1614; 1615 1494 1690
1451 1616 1495 1692
1452 1618; 1619 § 1 1496 1672
1453 1620 1497 1673
1454 1621 1498 1674
1455 1623 1499 —
1456 1624 1500 1693-1700
1457 1625 1501 —
1458 1627 1502 1706
1459 1628 1503 1707
1460 1610 1504 1708
1461 1611 1505 1709
Tabla de correspondencias 1297
LIBRO VII
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
1506 1710 1553 1762
1507 1711 1554 1763
1508 1713; 1715 1555 1764
1509 1720; 1877 1556 1765
1510 1718 1557 1766
1511 1894 § 1 1558 1770
1512 1725; 1854 1559 1771
1513 1729 § 1; 1850 § 3 1560 1772
1514 1731 1561 1773
1515 1731,3º 1562 1767
1516 1731,2º 1563 1774
1517 1732 1564 1775
1518 1733; 1972 1565 1776
1519 1735 1566 1777
1520 1736 1567 1778
1521 1737 1568 1779
1522 1738 1569 1780
1523 1739 1570 1781
1524 1740 1571 1787
1525 1741 1572 1789
1526 1747; 1748 1573 1791
1527-1529 — 1574 1792
1530 1742 1575 1793
1531 1743 1576 1796
1532 1744 1577 1799
1533 1745 1578 1801; 1802
1534 — 1579 1804
1535 1750 1580 1805
1536 1751 1581 —
1537 1753 1582 1806-1810
1538 1752 1583 1811
1539 1812 1584 1825
1540 1813 1585 1827
1541 1816 1586 1828
1542 1817 1587 1837
1543 1818 1588 1838
1544 1819 1589 1839
1545 1822 1590 1840
1546 1823 1591 1841
1547 1754 1592 1942; 1843-1845
1548 1755 1593 1846-1848
1549 1756 1594 1849
1550 1757 1595 1851
1551 1759 1596 1852; 1898-1901
1552 1761 1597 1853
1298 Código de Derecho Canónico
LIBRO VII
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
1598 1858; 1859 1646 1906
1599 1860 1647 1907
1600 1861 1648 —
1601 1862 1649 1908-1916
1602 1863; 1864 1650 1917
1603 1865 1651 1918
1604 1866 1652 1919
1605 1866 1653 1920
1606 1867 1654 1921
1607 1868 1655 1922
1608 1869 1656-1670 —
1609 1871 1671 1960
1610 1872 1672 1961
1611 1873 1673 1964
1612 1874 1674 1971 § 1,1º y 2º
1613 1875 1675 1972
1614 1876 1676 1965
1615 1877 1677-1680 —
1616 1821 1681 1963 § 2
1617-1619 — 1682 1986
1620 1892 1683 —
1621 1893 1684 1987
1622 1894 1685 1988
1623 1895 1686 1990
1624 1893; 1895; 1896 1687 1991
1625 1895 1688 1992
1626 1897 1689-1696 —
1627 — 1697 1973
1628 1879 1698-1707 —
1629 1880 1708 1994 § 1
1630 1881; 1882 1709 1993; 1997
1631-1632 — 1710 1993
1633 1883 1711 1996
1634 1884 1712 1998 § 1
1635 1886; 1890 1713 1925 § 1; 1929
1636 — 1714 1926; 1930
1637 1887; 1888 1715 1927
1638 1889 1716 —
1639 1891 1717 1935-1946
1640 — 1718 1942; 1940
1641 1902 1719 1946 § 2,1º y 2º
1642 1904 1720 1933 § 4
1643 1903 1721 1934; 1937
1644 1903 1722 1956; 1957
1645 1905 1723-1739 —
Tabla de correspondencias 1299
LIBRO VII
CIC 17 CIC 83 CIC 17 CIC 83
1740-1741 2147; 2157 1747 2156; 2161
1742 2148; 2158 1748 2162
1743 2150 1749 2164
1744 2149; 2161 1750 2165
1745 2151-2153; 2159 1751 2167
1746 2161 § 2; 2154 1752 —
ÍNDICE ANALÍTICO
(J.T. Martín de Agar-L. Madero)
los institutos de vida apostólica: se- AGUA: bautismal 849, 853; para la ce-
gún derecho propio, 735; – en los lebración del Sacrificio de la Misa,
institutos seculares: competencia, 924; no rompe el ayuno eucarístico,
720; – a la prueba inicial, condicio- 919 § 1.
nes e impedimentos, 721; – al novi- ALTAR: noción y clases, 1235; mate-
ciado: quién puede concederla, 641; ria, 1236; dedicación y bendición,
requisitos, 642; invalidez de la –, 1237; execración, 1238; reservado
643; – de clérigos seculares, 644; do- para el culto divino, 1239 § 1; prohi-
cumentos necesarios para la –, 645. bición de sepultura bajo el –, 1239;
En asociaciones: 306 307; públicas, el Sacrificio eucarístico debe cele-
316. brarse en –, 932.
Del escrito de demanda: 1505, ALUMNOS: deben los Ordinarios en-
1659, 1677, 1699; automática, 1506; viar – a Universidades y facultades
– de personas en sala del juicio, eclesiásticas, 8l9; – del seminario;
1470; de pruebas: 1572; – de testi- validez civil de sus estudios, 234 § 2;
gos: 1547 1553; – del tercero inter- tiempo de permanencia en el semina-
viniente: 1596 §§ 2 y 3; – de causa rio, 235, 236; envío a seminario aje-
incidental, 1589; – de hechos alega- no, y a seminario interdiocesano,
dos por la otra parte, 1526. 237; confesión de los –, 240 § 1; ad-
ADOPCIÓN: civil efectos 110; anota- misión de – al seminario, 241; for-
ción de bautismo de los adoptados mación, 244, 245, 247-252, 255-257;
877 § 3; genera impedimento de pa- vida de piedad, 246; práctica pasto-
rentesco legal, 1094. ral, 258; sustentación, 263.
ADORACIÓN: de la Eucaristía, 898, ÁMBITO: de aplicación del Codex, 1;
937, 942, 944. – territorial de las leyes, 12; – de la
ADSCRIPCIÓN: de clérigos a una función de Magisterio de la Iglesia,
Iglesia particular, Prelatura personal, 747; – de la facultad de absolver,
Institutos de vida consagrada o so- 967, 968; del derecho de visita del
ciedad: v. INCARDINACIÓN; – del Obispo diocesano, a casas religiosas,
que perdió el estado clerical, 293; – 628 § 2, a lugares y cosas sagradas
a asociaciones de fieles, 307. 397 § 1; – de la suspensión, 1334.
ADULTERIO: como causa de separa- De la potestad: del Romano Pontífi-
ción, 1152. ce, 331, 333; del Colegio Episcopal,
337; del Obispo en su diócesis, 333-
ADULTOS: bautismo de –, 851, 1º, 381; del Moderador Supremo y de
863, 865; confirmación de –, 866; los demás superiores, 622; del Capí-
catequesis de –, 776, 777. tulo general de un Instituto, 631; de
ADVENEDIZO: 100. los Superiores mayores y del Abad
AFINIDAD: noción y cómputo, 109; primado y Superior de congregación
impedimento dirimente, 1092; causa monástica, 620.
de recusación 1448; v. PARENTES- AMENCIA: del profeso temporal, 689
CO. § 3; v. USO DE RAZÓN.
AGRAVANTES DEL DELITO: AMONESTACIÓN: previa: a la ex-
1326, 1327. pulsión de una asociación pública,
AGREGACIÓN: de institutos de vida 316; a la dimisión de un religioso,
consagrada y de sociedades de vida 697; – a la imposición de censuras,
apostólica, competencia, 580. 1347 § 1.
Índice analítico 1305
se, 1508; notificación, 1509; negati- laboración y unidad entre los –, 275;
va a recibirla, 1510; efectos de la –, de santidad de vida y medios para
1512, 1517; efectos de la falta de –, aumentarla, 276; de rezar la liturgia
1511; reiteración de la –, 1592 § 2, de las horas, 1174; de vivir el celiba-
1594; – en el contencioso oral, 1659; to y la castidad, 277 § 1; de pruden-
– en el proceso matrimonial de nuli- cia en las relaciones sociales, 277 §
dad, 1677; en el proceso documen- 2; de abstenerse de cuanto desme-
tal, 1686; – en el proceso penal, rezca de su estado, 285 § § 1 y 2; de
1723; – de los testigos, 1556. residencia, 283 § 1; de llevar traje
CLÁUSULA: derogatoria en los actos eclesiástico, 284; deberes de los –
administrativos singulares, 38; – «ad religiosos, 699; de utilizar los or-
beneplacitum nostrum», 81; – con- namentos sagrados en la Eucaristía,
traria al derecho de vigilancia del 929; de fomento de la paz y la
Ordinario sobre pías voluntades se concordia 287 § 1; de sencillez de
tiene por no puesta, 1301 § 3. vida, 282.
CLAUSURA: en institutos de vida Derechos de los – seculares: de
consagrada, 667 § 1; en monasterios, asociación, 278; en asociaciones de
667 § 2; – papal en monasterios de fieles, 298; se recomienda la vida en
monjas, 667 § 3. común, 280; a la congrua y digna re-
CLERICALES: asociaciones – de fie- tribución, y seguridad social, 281;
les, noción, 298, 302; institutos – de vacaciones, 283 § 2.
vida consagrada, 588; sociedades – Prohibiciones de los –: ostentar car-
de vida apostólica, 736. gos públicos, 285 § 3; para evitarlo
empleen las exenciones civiles de
CLÉRIGOS: son los ministros sagra-
ejercer cargos públicos, 289 § 2; el
dos de la Iglesia, 207 § 1; únicamen-
comercio sin licencia del Ordinario,
te los – pueden obtener oficios que
286; de ostentar cargos en partidos
requieren potestad de orden o de ré-
políticos y organizaciones sindica-
gimen, 274; a los – les está reserva-
da la homilía, 767; la formación de les, 287 § 2; de administrar bienes
los – compete a la Iglesia, 232; for- laicales o desempeñar oficios secu-
mación después del presbiterado, lares, o asumir obligaciones sin cau-
279; formación de los religiosos que sa, 285 § 4; de presentarse volunta-
se preparan para ser –, 659; envío de rios al servicio militar, 289 § 1. Co-
– a universidades eclesiásticas, 819; laboración de los – en los medios de
a quiénes compete promover voca- comunicación social, 831; pérdida
ciones de –, 233, 385; traslado de – del estado clerical: 290-292; readmi-
a otras regiones, 257 § 2; licencia sión, 293; penas que afectan sólo a
del Obispo para el traslado de – y ré- los –, 1333, 1336, 1337; delito de
gimen general, 271; incardinación, violencia contra –, 1370; misione-
265; v. INCARDINACIÓN, EX- ros, 784; admisión de – en un novi-
CARDINACIÓN. ciado, 644, 645 §2.
Deberes de los –: obediencia y res- CLERO AUTÓCTONO: 784.
peto al Romano Pontífice y al Ordi- COACCIÓN: en el acto jurídico, 125;
nario, 273; de aceptar y desempeñar en la Profesión religiosa, 656, 4º; en
el cargo que le asigne el Ordinario, las órdenes sagradas, 1026, 1036; en
274 § 2; de promover y reconocer la el matrimonio, 1103; en la comisión
misión de los laicos, 275 § 2; de co- de delito, 1323, 4º y 1324 § 1, 5º.
1314 Código de Derecho Canónico
502 § 1; – del noviciado, 648, 649; – junto, 1420 § 4; – para recibir el Or-
de la profesión temporal, 655; – del den episcopal, 378 § 1, 3º; – para ser
tiempo de prueba en institutos secu- Administrador diocesano, 425 § 1; –
lares, 722 § 3; – de la primera incor- para la imposición de penas, 1323,
poración, 723 § 2; del traslado tem- 1º; – para que obligue el ayuno y
poral a otra Iglesia particular, 271 § abstinencia, 1252.
2; – de ausencias del clérigo sin ofi- EDICIONES: de la Sagrada Escritura,
cio residencial, 283; – de ausencias versiones, 825; – de los libros litúr-
del Obispo, 395 § 2; – de ausencia gicos, 826, 838 §§ 2 y 3; – de cate-
de religiosos, 665 § 1; – de la ex- cismos, 827 § 1, 775 § 2; – de colec-
claustración, 686 § 1; – del nombra- ciones de actos y decretos, 828; – de
miento de superiores generales y libros relativos a ciencias sagradas,
otros, 624 § 1; – del cargo de Mode- 827 § 2; nuevas – de libros aproba-
rador de instituto secular, 717 § 1; – dos, 829.
del nombramiento de Vicario judi- EDIFICACIÓN DE IGLESIAS: per-
cial y adjuntos, 1422; de las penas miso expreso del Obispo diocesano,
expiatorias, 1336 § 1; de las causas 1215; normas artísticas y litúrgicas,
judiciales, 1453. 1216.
ECÓNOMO: del seminario, 239 § 1; EDUCACIÓN: derecho y deber de los
de la diócesis, 494, 1278; interino, padres a la – de los hijos, 226 § 2,
423 § 2; de institutos religiosos, 562; 793; derecho y deber de la Iglesia de
v. ADMINISTRADOR de bienes educar, 794; contenido y alcance de
eclesiásticos. la – católica, 795; las escuelas como
ECUMENISMO: fomento del – por el medio de –, 796; elección de escuela
Obispo, 383 § 3; por el Colegio para los hijos, 797, 798; – y ley ci-
Episcopal y la Sede Apostólica, 755; vil, 799; competencias sobre la – re-
condiciones para poder administrar ligiosa en las escuelas, 804; – del ni-
sacramentos a acatólicos, y recibir- ño que va a ser bautizado, 868; – de
los de ministro acatólico, 844. la prole, aspectos que comprende,
EDAD: para la obligatoriedad de las 1136; atención a la – de los hijos en
leyes, 11; mayoría de –, 97; – como sentencia judicial, 1689; la – acatóli-
causa de la pérdida de un oficio, 184 ca de la prole, constituye delito,
§ 1; – para válida admisión al 1366.
noviciado, 643; – para la profesión EFECTOS DEL MATRIMONIO:
temporal, 656; – para la profesión vínculo, 1134; igualdad de derechos
perpetua, 658; – para la admisión a y deberes, 1135; deber y derecho a
prueba en instituto secular, 721; – la educación de los hijos, 1136; legi-
para ser padrino del Bautismo, 874; timidad de los hijos, 1137; presun-
y de la Confirmación, 893; – para la ción de paternidad, 1132 § 1; pre-
recepción de la Eucaristía, 913, 914; sunción de legitimidad, 1138 § 2; le-
para la Confirmación, 891; para la gitimación por subsiguiente matri-
Penitencia, 989; para recibir las ór- monio, 1139; meramente civiles,
denes sagradas, 1031; – conveniente 1059; competencia, 1672, 1692.
para el matrimonio, 1072; – para EJECUCIÓN: de las leyes mediante
contraer válida y lícitamente matri- instrucciones, 34; – de los actos ad-
monio, 1083; – del Vicario general, ministrativos singulares, 40-45; –
478 § 1; – del Vicario judicial o ad- del decreto singular, 54; – del res-
Índice analítico 1333
sujeto a los padres o tutores, 98; do- de 2ª instancia para apelar de su tri-
micilio y cuasidomicilio del –, 105; bunal, 1438, 2º.
matrimonio del –, 1071; responsabi- MIEDO: el acto realizado por – injus-
lidad penal, 1323, 1º, 1324 § 1, 4º; tamente, inferido es anulable, 125 §
representación en juicio, 1478 §§ 1 y 2; eximente de –, 1323, 4º; atenuante
2; actuación en juicio, 1478 § 3; no de –, 1234 § 1, 5º.
puede ser testigo el – de catorce Son nulos si se hacen con – : el su-
años, 1550 § 1; la instancia también fragio, electivo, 172 § 1; la renuncia
perece para el –, 1531; el – de cator- al oficio, 188; la admisión al novi-
ce años, 1550 § 1; la instancia tam- ciado, 643; la profesión temporal,
bién parece para el –, 1531; el – de 656; el matrimonio, 1103; el voto,
siete años se entiende sin uso de ra- 1191 § 3; e1 juramento, 1200 § 2; la
zón, 97 § 2. remisión de penas, 1360; la confe-
MESES: cómo se cuentan, 202, 203. sión judicial, 1538; la sentencia,
METROPOLITANA: qué sede lo es, 1620, 2º.
435; vacante la sede – no se convo- MIEMBRO: De un colegio o asocia-
que Concilio provincial, 440 § 2; di- ción: las corporaciones deben tener
solución de su Consejo presbiteral, al menos tres –, 115 § 2; cuando so-
consulta, 501 § 3; tribunal de 2ª ins- brevive un colegio con un sólo –,
tancia, 1438, 1º y 2º. 120 § 2; los colegios y grupos pue-
den presentar a sus –, 160 § 2; no
METROPOLITANO: preside la Pro-
debe admitirse a sufragio a quien no
vincia eclesiástica, 435; competen-
es – del colegio o grupo, 169; quié-
cias sobre la diócesis sufragáneas, nes no pueden ser – de asociaciones
432, 436; obligación de pedir el pa- públicas de fieles, 316 § 1; quiénes
lio y uso que puede hacer de él, 437; deben ser dimitidos, 316 § 2.
se lo impone el Cardenal protodiáco- De organismos de la Iglesia: – del
no, 355 § 2; intervención consultiva Colegio Episcopal, 336; – del Con-
en el nombramiento de Obispos, 377 cilio Ecuménico, 339; – del Sínodo
§ 3; violación del deber de residen- de Obispos, 346; – del Colegio de
cia, 395 § 4; debe conocer la lista de Cardenales, 349; de sus tres órdenes,
sustitutos del Obispo sufragáneo pa- 350; – de los Consistorios, 353; – de
ra caso de sede impedida, 413 § 1; Concilios particulares, 443; – de la
debe recurrir a la Santa Sede cuando Conferencia Episcopal, 450; – del
un sufragáneo incurre en pena que le Sínodo diocesano, 463; – del Conse-
priva del ejercicio de un oficio, 415; jo económico diocesano, 492; – del
cuándo le compete al – designar al Consejo presbiteral, 497; – del Cole-
Administrador de una diócesis sufra- gio de consultores, 502; – del Cabil-
gánea vacante, 421 § 2, 425 § 3; do de canónigos, 506, 509; – del
competencias sobre el Concilio pro- Consejo pastoral, 512.
vincial, 442; debe comunicársele las De institutos de vida consagrada:
declaraciones y decretos del Sínodo el Sumo Pontífice es Superior Su-
diocesano, 467; debe consultársele premo de los – de institutos de vida
la disolución del Consejo presbite- consagrada, 590 § 2; – de los capítu-
ral, 501 § 3; su tribunal es de 2ª ins- los religiosos, 631, 632; derechos y
tancia para apelar los sufragáneos, deberes de los – institutos religiosos,
1438, 1º; debe designarse un tribunal 662-672; v. RELIGIOSOS.
1356 Código de Derecho Canónico
gar exequias, 1184 § 1, lº; suspen- compromiso, 175, 3º; – de los actos
sión de la pena latae sententiae no realizados por el elegido antes de
notoria por peligro de escándalo o serle notificada la confirmación, 179
infamia, 1353. § 4; – de la postulación por no pre-
NOVICIADO: la admisión al – com- sentarla al superior dentro del plazo,
pete a los Superiores mayores, 641; 182 § 2; – de la renuncia a oficio por
cualidades para el –, 642; causas de miedo grave, dolo, error o simonía,
invalidez de la admisión al –, 643; 188; – de los actos del Administra-
admisión de clérigos al –, 644; docu- dor diocesano elegido ilegítimamen-
mentación e informes previos a la te, 425 § 3; – del matrimonio, v. IM-
admisión al –, 645; finalidad del –, PEDIMENTOS, DEFECTO DE
646; erección, traslado y supresión CONSENTIMIENTO MATRIMO-
de la sede, 647 § 1; debe hacerse el – NIAL, DEFECTO DE FORMA
en la sede, excepciones, 647 §§ 2 y CANÓNICA; anotación de la decla-
3; duración 648; ausencia, 649 §§ 1 ración de – de un matrimonio, 1123,
y 2; régimen, 650; formación, 651 § 1685; convalidación de matrimonio
3, 652; salida y dimisión del –, 653 § nulo, 1156– 1165; – del voto por
1; término y prórroga del –, 653 § 2; miedo grave o dolo, 1191 § 3; – del
necesario para la profesión, 656, 2º; juramento por dolo, violencia o mie-
confesores ordinarios del –, 630 § 3, do grave, 1200 § 2; – de la licencia
para enajenar, 1292 § 3; de las cláu-
985 v. MAESTRO: de novicios,
sulas sobre pías voluntades contra-
FORMACIÓN, PROFESIÓN tem-
rias al derecho de vigilancia del Or-
poral.
dinario, 1301 § 3; – de la remisión
NULIDAD: debe expresarse en las le- de pena obtenida por miedo, 1360; –
yes, 10; el ejecutor puede negarse a de todo lo actuado en transgresión
ejecutar el acto administrativo mani- del c. 1404, 1406 § 1; – de todo lo
fiestamente nulo, 41; – de la ejecu- actuado por falta de citación del pro-
ción de acto administrativo, 42; – motor de justicia o del defensor del
del acto administrativo por error, 66; vínculo, 1433; – de las actas judicia-
duda sobre la – de un acto adminis- les informadas por el notario, 1437 §
trativo por error, 66; duda sobre la – 1; los vicios de – pueden ser recibi-
de un acto administrativo, 67 § 3; dos en cualquier tiempo o declara-
– del acto jurídico: por violencia, dos de oficio por el juez, 1459 § 1;
125 § 1; por ignorancia o error, de lo actuado por falta de notifica-
126; del delegado que excede los lí- ción de la citación, 1511; – del juicio
mites de mandato, 133; de provisión si no se permite a las partes exami-
hecha en sujeto sin las cualidades re- nar las actas que no conocen, 1598 §
queridas, 149 § 2; de provisión si- 1; – de la sentencia por vicio insana-
moníaca, 149 § 3; de provisión de ble, 1620; o sanables, 1622; v.
oficio no vacante, 153 § 1; de la pro- QUERELLA DE NULIDAD; el eje-
mesa de oficio no vacante, 153 § 1; cutor debe abstenerse de ejecutar la
de la promesa de oficio, 153 § 3; de sentencia manifiestamente nula,
la elección por preterición de electo- 1654 § 2; – del contencioso oral por
res, 166 § 3; de la votación si el nú- haberse seguido fuera de los casos
mero de votos supera al de electores, permitidos por el derecho, 1656 § 2;
173 § 3; la – de la elección por com- apreciación de esta – por el tribunal
promisarios lleva consigo el cese del de apelación, 1670; causas de – de
Índice analítico 1363
dar la catequesis, 773; los – deben juzga por derecho propio las causas
preparar a los fieles para los sacra- en que hay ratio peccati, 1401 2º.
mentos, 843 § 2, 890, 898, 914; v. PECADORES: a los – públicos e im-
CLÉRIGOS, MINISTROS SAGRA- penitentes no debe darse la Eucaris-
DOS, PÁRROCOS, OBISPOS. tía, 915; ni la Unción de enfermos,
PATERNIDAD: presunción de –, 1007; ni las exequias eclesiásticas,
1138. 1184 § 1, 3º.
PATRIARCAS: orden y título de los – PELIGRO DE MUERTE: ayude el
orientales que son Cardenales, 350 párroco a los que están en –, 529 §
§§ 1 y 3; el título de – en la Iglesia 1; administración de sacramentos a
latina no lleva aneja potestad de ré- cristianos separados en –, 844 § 4;
gimen, 438. Bautismo en – : 865 § 2, 867 § 2,
PATROCINIO GRATUITO: conce- 868 § 2; Confirmación en –: minis-
sión de –, 1464; – de oficio, 1490; tro, 883, 3º; sujeto, 889 § 2, 891; Eu-
normas del obispo sobre –, 1649 § 1, caristía en – : de los niños, 913 § 2;
3º. Viático, 921, 922; absolución gene-
ral en –, 961 § 1, 1º, 962 § 2; facul-
PATROCINIO JUDICIAL: v. ABO-
tad de absolver en –, 976; absolu-
GADO y PROCURADOR. ción del cómplice en –, 977; Unción
PECADO: el adulto que se va a bauti- de enfermos en –, 1004 § 1; Matri-
zar debe dolerse de sus –, 865 § 1; monio en –: investigación previa,
no debe administrarse la Sagrada 1068; dispensa de impedimentos,
Comunión a quien persevera obsti- 1079; celebración, 1116.
nadamente en – grave manifiesto, PENAS: No se presume la ignorancia
915; ni la Unción de los enfermos, o el error acerca de las –, 15 § 2; las
1007; no debe comulgarse con – gra- leyes y preceptos penales han de in-
ve, 916; confesión y absolución de terpretarse estrictamente, 18, 36, §
los – , 959-963; v. CONFESIÓN 1; aplicación de – según la ley, 221 §
SACRAMENTAL; deben de confe- 3; sede impedida por incurrir el
sar los – graves remitidos por abso- Obispo en –, 415; impedimento para
lución general, 962, 963; es inválida ser padrino, 874 § 1, 4º; derecho de
la absolución del cómplice en – con- la Iglesia a imponer –, 1311; clases
tra el sexto mandamiento 977; cons- de sanciones penales, 1312; retroac-
tituye delito, 1378 § 1; absolución tividad en materia penal, 1313; – fe-
del – de falsa denuncia de solicita- rendae y latae sententiae, 1314,
ción, 982; obligación de confesar en 1318; competencia para establecer –,
especie y número los – graves, 988 § 1315; – determinadas e indetermina-
1; se recomienda confesar – venia- das, 1315 § 2; establecimiento de –
les, 988 § 2; obligación de confesar por precepto, 1319; el Ordinario del
los – graves al menos una vez al año, lugar puede imponer – a los religio-
989; indulgencia de la pena temporal sos en todo lo que dependen de él,
debida por los –, 992; no deben ha- 1320; sujeto de las –, 1321-1330;
cerse exequias a pecador público censuras, 1331-1335; v. CENSU-
con peligro de escándalo, 1184 § 1, RAS; penas expiatorias, 1336-1338;
3º; delito de solicitación, 1387; deli- remedios penales y penitencias,
to de pecado contra el sexto manda- 1339-1340; aplicación de –, 1341-
miento en clérigos, 1395; la Iglesia 1353; cesación de –, 1354-1363; pe-
Índice analítico 1373
tempus, 624; de monasterios sui iu- del monasterio sui iuris compete el
ris, preside su elección el Obispo de readmitir a un religioso, 690 § 2; se
la sede principal, 625 § 2; deben de- precisa su licencia para predicar a
signarse de acuerdo con las constitu- religiosos en sus iglesias u oratorios,
ciones, 625 § 3; observancia del de- 765; cuiden los – religiosos de que
recho universal y particular en la se imparta la formación catequética
provisión de cargos, 626; han de te- en sus escuelas, 788; envíen alum-
ner su propio Consejo y deben con- nos a las universidades eclesiásticas,
sultarlo cuando lo establezca el dere- 819; deben emitir profesión de fe los
cho, 627; designado por el derecho – de los institutos religiosos de vida
para visitar casas religiosas, 628 § 1; apostólica clericales, 833, 8º; de ins-
deber de residencia, 629; respeto a la tituto o sociedad, clerical: derecho y
libertad en lo que se refiere al sacra- deber de llevar el Viático, 911; vigi-
mento de la Penitencia y dirección lancia sobre las cargas de misas,
espiritual, nombramiento de confe- 957; tienen facultad de absolver ex
sores, 630; el ecónomo del instituto officio, 968 § 2; tiene facultad de dar
no sea –, 636 § 1; necesidad de su licencias, 969 § 2; puede revocar la
consentimiento para algunos actos facultad de absolver, efectos, 974;
de administración, 638 § 3; deben emiten juicio sobre la necesidad para
responder de las obligaciones con- la Iglesia de un candidato al Orden,
traídas en la administración de bie- 1025 § 2; cuiden de que los ordenan-
nes, 639; deben vigilar que los can- dos conozcan el orden que reciben y
didatos al noviciado tengan las cua- las obligaciones que conlleva, 1028;
lidades requeridas, 642; no deben celebren las exequias religiosas de
admitir al noviciado a clérigos secu- sus súbditos difuntos, 1179; a quié-
lares sin permiso de su Ordinario, nes pueden dispensar de los votos
tampoco a aquellos que hayan con- privados, 1196 § 2; el – religioso
traído deudas, 644; informe del – es juez de primera instancia, 1427;
mayor sobre un miembro que desea el – es juez de segunda instancia,
ser admitido al noviciado en otro 1438, 3º.
instituto, 645; debe recibir la profe- Mayores de institutos y sociedades
sión temporal, 656; puede prorrogar clericales de derecho pontificio:
la profesión temporal, 657 § 2; es son Ordinarios, 134 § 1; lo es por
responsable de que se cumplan los derecho el Moderador de casa reli-
plazos en la formación de sus súbdi- giosa sui iuris, 613 § 2; quiénes lo
tos, 661; le compete dar licencia a son y quiénes se le asimilan, 620; los
los religiosos para ausentarse, 665 § Superiores necesitan confirmación
1; ha de cuidar de la perseverancia del Superior mayor, 625 § 3; el ecó-
de sus súbditos, 665 §2; licencia del nomo del instituto no sea –, 636 § 1;
– para que sus súbditos puedan mo- les corresponde admitir al noviciado,
dificar testamento, 668; los religio- 641; requisitos que debe observar
sos necesitan licencia del – para para admitir a un clérigo al novicia-
aceptar cargos u oficios fuera del do, 645 § 2; puede conceder permiso
instituto, 671; fidelidad a la misión para que el noviciado se realice fue-
propia del instituto, 677; debe actuar ra de la casa de novicios, 647 § 3;
de acuerdo con el Obispo en la acti- puede adelantar un tiempo la prime-
vidad apostólica, 678 § 3; el ex- ra profesión del novicio, 649 § 2; a
claustrado les está sujeto, 687; al – su autoridad está sometido el maes-
Índice analítico 1397
canónicos de los grados académicos, cia del Ordinario para asistir a matri-
817; envío de alumnos a –, 819; co- monio de –, 1071; fuero del –, 1409
laboración científica a diversos nive- § 1.
les en –, 821. VALIDEZ: de actos administrativos
USO DE RAZÓN: los que carecen de sometidos a condición, 39; – de la
– no están sujetos a las leyes ecle- gracia denegada por el Vicario que
siásticas, 11; el – se presume a partir se pide al Obispo diocesano, 65 § 2;
de los siete años, 97; los que carecen condiciones de – de las elecciones y
habitualmente de – se equiparan a actos colegiales, 119; – del acto jurí-
los infantes, 99; y no pueden come- dico, 124; – de los actos realizados
ter delitos, 1322; – necesario para la con miedo o dolo, 125 § 2; – del ac-
renuncia al oficio, 187; – y Bautis- to jurídico cuando requiere el pare-
mo, 852; – y Penitencia, 989; – y cer de personas o colegios, 127; – de
Eucaristía, 914; – y Matrimonio, la obtención de un oficio, 146; – de
1095, 1º; – para recibir la Unción de la provisión y falta de idoneidad del
los enfermos, 1004, 1005; – y emi- sujeto, 149; – de la provisión de ofi-
sión de votos, 1191 § 2; carencia cio con cura de almas, 150; – de la
transitoria de –, 1324 § 1, 2º; – im- elección y voto de los que eran inhá-
perfecto: eximente, 1324 § 1, 1º; – y biles, 171 § 2; – de la postulación,
actuación en juicio, 1478. 181 § 1; – de la prescripción, 198; –
USO PROFANO: de lugar sagrado de actos de administración de bienes
por reducción, 1212; de iglesias re- de instituto religioso, 638; – de la
ducidas por el Obispo, 1222; el – de admisión en noviciado, 643; – del
iglesias no implica la pérdida de noviciado, 647, 648; – de la profe-
bendición o dedicación del altar, sión temporal requisitos, 656; – de la
1238 § 2; – de oratorios, 1224 § 2; – admisión a prueba inicial en instituto
de capillas, 1229; excluido siempre secular, 721; – de absolución colec-
el – del altar, 1239; – de cosas sagra- tiva, 961-963; – de la absolución y
das, 1269. ministro, 966; – de la absolución en
USURPACIÓN DE OFICIO ECLE- peligro de muerte, 976; – de la Un-
SIÁSTICO: delito de –, 1381. ción de enfermos, 1003 § 1; – de la
VACACIÓN: de la ley, 8; de decretos asistencia al Matrimonio, 1108-
generales, 31 § 2; de los decretos de 1111; – del Orden sacerdotal, 1024.
Conferencias Episcopales, 455 § 3. VALOR: de los bienes eclesiásticos en
VACACIONES: de los seminaristas y enajenación, 1291, 1292, 1293.
praxis pastoral, 258; – de los cléri- VALORACIÓN: de los bienes por pe-
gos, 283 § 2; – del párroco, 533 § 2; rito en enajenación, 1293 § 1, 1295
– del vicario parroquial, 550 § 3. § 1.
VACANTE: de oficio y provisión, VECINDAD: de parroquias 374 § 2, –
153, 154; – y elección, 165; – por de Iglesias particulares, 431; – y
traslado, 191 § 2; parroquia –, 524, Conferencias Episcopales, 459.
527 § 3; v. SEDE VACANTE. VECINO: noción, 100.
VAGOS: noción, 100; lugar de origen VENERACIÓN: a los Sacramentos en
de sus hijos, 101 § 2; leyes que les general, 840; a la Eucaristía, 944 §
obligan, 13 § 3; Ordinario y párroco 1; a la Santísima Virgen y a los san-
propios de los –, 107 § 2; no están tos, 1186; a las imágenes, 1188,
permitidos los clérigos –, 265; licen- 1190 § 3; – a las reliquias, 1190 § 2.
Índice analítico 1401