“El factor más importante de los emprendedores en Latinoamérica es su resiliencia
y su paciencia. La buena noticia es que está llegando más capital a la región y los gobiernos están haciendo bien el trabajo”, Los estudios buscan encontrar una salida permanente a una gran deficiencia marcada en Latinoamérica, la falta de innovación, una región a la que se considera una zona con muchas empresas y poca innovación. El perfil de las personas que deciden poner en marcha su propio proyecto empresarial en Latinoamérica sobre todo a universitarios con talento y creatividad, entre principales virtudes se destaca la ambición por escalar alto, pero con los pies en alto. Para ser emprendedor es necesario tener algunas características entre las cuales está el ser creativo, flexible, dinámico y tener empuje, además de muchos otros que varían dependiendo de los resultados que se busquen, pero en cuanto al emprendimiento existe un trabajo en equipo, el mismo que debe ser exitoso. El emprendimiento es un proceso que con el transcurso del tiempo, ha venido causando en Latinoamérica un impacto positivo en la creación de empresas, fenómenos que coadyuvan a la generación de empleo, mejorando su eficiencia en la productividad y logran un nivel de competitividad en mercados nacionales o internacionales. Aunque el consumidor latinoamericano es cada vez más exigente, se distingue por su empeño en ejercer un papel activo en la transformación de las empresas. Ello es un elemento a favor, en un escenario, en el cual también conspiran beneficiosamente la heterogeneidad de las diferentes regiones y la voluntad de los gobiernos para impulsar el espíritu emprendedor entre sus conciudadanos. Sin dudas, en los últimos años el sector público latinoamericano comenzó a jugar un papel clave en la promoción del emprendimiento y la innovación, probablemente alentado por el respaldo progresivo de muchas corporaciones que concientizaron la necesidad de contar con las autoridades como aliados para expandirse por el área. La velocidad que marcan los nuevos tiempos, bajo el influjo de los progresos de las tecnologías de la información y la comunicación, obligo a muchos empresarios a reconsiderar la idea de innovar por separado y esto alentó a una nueva modalidad de innovación abierta, esto trajo consigo la búsqueda de nuevas maneras de hacer las cosas, bajo nuevas reglas, nuevas estructuras, estrategias adaptadas y más flexibles. Las desventajas en Latinoamérica están emparentadas con un desempeño poco satisfactorio en el pago de impuestos (126), el registro de propiedades (118) y la apertura de empresas (116). Pero también con el hecho de que para cumplir con las obligaciones tributarias establecidas por ley se deben efectuar, en promedio, 28 pagos al año, para lo que se requieren alrededor de 332 horas. Pese a los obstáculos, algunos organismos reconocen a países como México, Colombia, Chile y Argentina, porque están promulgando nuevas leyes para estimular la creación de startups o empresas emergentes. Entre ellas, ayudas financieras, exención de impuestos, programas de mentoring y lanzamiento de nuevos espacios de coworking. La apuesta clara desde los gobiernos gira por lo general en torno al desarrollo de las tecnologías de la información, turismo, movilidad, energía, salud y agricultura. Estas son las industrias que más oportunidades presentan en términos de innovación, al mismo tiempo que crecen los proyectos orientados a proseguir impulsando la transformación de las ciudades. Las empresas latinoamericanas introducen productos nuevos a un ritmo menor que las empresas de otras regiones en desarrollo. Países como Ecuador, Jamaica, México y Venezuela introducen o desarrollan productos nuevos a un ritmo que es menos de la mitad que en países como Tailandia o Macedonia. Quizás por eso de la tradición, en Latinoamérica existe una fuerte cultura de miedo al fracaso y de aversión al riesgo, pero las cosas están cambiando y los emprendedores apuestan cada vez más por poner en marcha sus propios proyectos pensando en global. La mejor noticia es que con esta corriente cobró rango natural ver a mujeres agricultoras, operadoras de maquinarias, empresarias, científicas, ingenieras, médicas o desempeñando otros tipos de trabajos que en el pasado eran considerados cosas de hombres. De tal suerte, pareciera que van quedando atrás las visiones jerárquicas asociadas al machismo y a la discriminación hacia el género femenino. En la actualidad, la actividad de ellas tiene un impacto positivo en la economía centroamericana, sobre todo en el ámbito de los negocios, la agricultura y la industria. Aunque muchas todavía subsisten con escasos salarios como empleadas domésticas, vendedoras de mercados o cuidadoras de niños y adultos mayores, muchas veces sin remuneración en efectivo.