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ÍNDICE
REFERENCIAS DE ÍCONOS
Actividad en el Foro.
Actividad Grupal.
Actividad Individual.
Atención.
Audio.
Bibliografía.
Glosario.
Sugerencia.
Video.
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Mensaje de Bienvenida
Estimado alumno:
UNIDAD I
Punto 1: Este tema está plenamente desarrollado en la bibliografía básica, TAU AN-
ZOATEGUI-MARTIRE, pág. 9 a 25. Ella contiene los conceptos fundamentales sobre
lo que es la Historia y qué son las Instituciones, aspectos que, en el caso de nuestra
materia, determinan no sólo el perfil sino su razón de ser. Por ello es que conocer la
metodología de la ciencia histórica y cuáles son los elementos que dan vida a las insti-
tuciones políticas, resulta imprescindible para el análisis retrospectivo: saber cómo
nacieron dichas instituciones y por qué en algunos casos aún subsisten vigentes, es
de gran importancia para su comprensión.
Los puntos dos y tres de esta unidad reflejan la estructura normativa -legal y política-
de España al momento de su vinculación con América. Conocer la evolución que su-
frieron en virtud del pensamiento e ideas de teólogos y juristas que influyeron en la
conformación de aquella realidad Hispanoamericana, es de suma importancia, por
cuanto desde los mismos orígenes de nuestra nacionalidad se evidencia la fuerte in-
fluencia de ellos, que subsiste en el presente. Estos temas están debidamente trata-
dos en la bibliografía referida, pág. 29 a 37 y en el anexo preparado por la cátedra
referido a los teólogos y juristas españoles de los siglos XVI y XVII (Anexo Nº 1).
Actividad Nº 1
UNIDAD II
Los puntos uno, dos y tres de la presente unidad describen progresivamente, desde
las bases de legitimidad de la conquista española en América, -sus fines y caracteres-
hasta la condición jurídica que América, en las normas y en la realidad, mereció por
parte de España.
Actividad Nº 2
- factor de evangelización
- factor de desarrollo social
- factor de control político
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UNIDAD III
El Derecho Indiano, cuyas normas específicas para América muestran una notable
evolución en el desarrollo del derecho, es caracterizado sintéticamente, puesto que él
rigió aún mucho tiempo después de la emancipación, sirviendo como base y funda-
mento a varios aspectos de nuestra organización definitiva.
Actividad Nº 3
- visita
- pesquisa
- juicio de residencia
UNIDAD IV
El sistema de gastos y recursos del período hispanoamericano, como así también las
políticas económicas imperantes, la actividad comercial de América y su aspecto in-
formal del contrabando, no sólo determina la realidad futura de América sino también
su desarrollo integral. Este aspecto de la unidad está puntualmente desarrollado de
pág. 117 a 147 de la bibliografía básica.
Actividad Nº 4
UNIDAD V
El punto tres de esta unidad describe la fractura del régimen Indiano, las causas que la
motivan y las ideas y pensamientos que la sustentan. Es acá, donde se sintetizan los
antecedentes y fundamentos de la Revolución de Mayo y de todo el proceso emanci-
pador. En págs. 305 a 319 de la bibliografía básica está desarrollado este último tema
del Módulo I, Época Hispánica.
Actividad Nº 5
Actividad Nº 6
b) Los Juristas
c) Los Humanistas
d) El Derecho canónico
e) El Derecho de Graciano
NOTA: Es importante la lectura de los Anexos complementarios para realizar esta Ac-
tividad.
ANEXO Nº 1
Hay que tener en cuenta que España no arrancaba de una Edad Media feudal -como
otros países europeos-, sino de una lucha emancipadora en cuyo largo proceso sus
habitantes habían vivido y practicado la libertad. Los publicistas hispánicos estudiaron
todos los problemas planteados por el Descubrimiento, afirmando los principios del
Derecho Natural de los indios y negros, combatiendo la esclavitud humana.
Sus doctrinas y las leyes de Indias implican una revolución en la historia de las
ideas ya que, aunque sea como declaración de principios, se anticiparon casi tres-
cientos años a lo proclamado por la Revolución Francesa.
Veamos las elaboraciones realizadas por estos juristas en dos puntos principales que
se interrelacionan:
1) Títulos de la conquista.
2) Trato de los indios.
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Para poder ejercer su dominio sobre el nuevo territorio, España tuvo que acreditar su
derecho sobre América en base a ciertos títulos, justos y legítimos que le autorizaran a
conquistar las Indias.
Los españoles del siglo XVI trataron de amoldar el desarrollo de la conquista y la or-
ganización de las Indias a sus propios ideales religiosos y jurídicos. Sin embargo, no lo
consiguieron tan fácilmente. Así, el derecho Indiano fue adquiriendo su contenido final
en medio de importantes discusiones doctrinarias, hasta que triunfaron las soluciones
inspiradas en la filosofía cristiana.
Pero estos teólogos juristas españoles abrieron una trascendente discusión sobre el
valor y carácter de estas donaciones papales. ¿Podía el Papa donar territorios? ¿Era
un derecho perpetuo e incondicional o sólo implicaba un derecho para la predicación
evangélica? Este debate, a la vez, manifiesta una verdadera actitud de introversión del
Estado conquistador, lo cual es poco común. Este problema teológico jurídico aparece
en 1511 con el célebre Sermón del religioso dominico Antonio de Montesinos ante los
excesos cometidos contra los indígenas por los encomenderos.
Francisco de Vitoria
Separa las dos comunidades y las conserva independientes, cada una con un orden
propio, pero a la vez relacionadas, aceptando que la potestad espiritual podía tener
ingerencia en lo temporal cuando estaba en juego algún principio de orden espiritual
(posición intermedia entre la cesarista y la teocrática).
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Estudia los grandes problemas que nacen del Descubrimiento de América, de su ocu-
pación y de la predicación de la doctrina cristiana. Analiza la cuestión de las facultades
del Pontífice para donar tierras, como así también para delegar en los Reyes Españo-
les la organización y predicación de la doctrina; plantea además la cuestión de cómo
convertir a los indios al cristianismo y, al mismo tiempo, estudia la capacidad racional
del indio para recibir el bautismo, y la posibilidad de que los nativos se incorporen a las
formas, hábitos y usos civilizados.
Ilegítimos
Legítimos
1) “Ius Peregrinandi”. Así como los hombres conviven, las naciones también deben
convivir. Hay un derecho natural de intercambio de los pueblos, ya que los países
no pueden vivir en un estado de aislamiento como el de Indias. Los españoles te-
nían el derecho de comunicarse con los habitantes de Indias y si estos impedían el
trato natural, había justa causa de violencia o de guerra.
2) “Ius Predicandi”. Acepta la facultad del Papa para delegar en la corona de Castilla
la organización de la predicación del Evangelio. Si el ejercicio de esa facultad era
molestado por hechos de fuerza, determinaba también una justa causa de violencia
o guerra, porque se estaba obstaculizando la preparación pacífica.
3) Otro título legítimo era la necesidad -como derecho y como deber- de amparar a los
convertidos, si sus principios naturales los molestaban en el ejercicio del Cristia-
nismo.
4) Sostiene que una Nación puede intervenir en otra cuando se violan los principios
del Derecho Natural. Por ejemplo: las leyes tiránicas o injustas o injuriantes que
permitían los sacrificios humanos. Este aspecto era uno de los más sólidos argu-
mentos que teólogos y juristas esgrimían para dar fundamentación a la Conquista.
Como es sabido, los dos más grandes imperios indígenas americanos -Los Incas y
los Aztecas-, sacrificaban a los dioses criaturas humanas, violando los principios
del derecho natural. Así también muchas tribus eran antropófogas.
5) Otro título válido se formulaba así: Por conquista legítima, actuando como aliado de
otros pueblos que pidieron ayuda para defenderse del enemigo vecino.
6) La libre elección de los pueblos con suficiente instrucción.
7) Otro título dudoso era si los indios eran capaces de gobernarse por sí mismos.
Vitoria da nacimiento a una escuela denominada “Escuela teológica de Salamanca”
que formará discípulos de gran vigor, como Cano y Domingo de Soto. Ha pasado a la
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historia como el creador del derecho internacional moderno, que sentó por primera vez
los principios que debían regir la comunidad de naciones.
Sostuvo que la incapacidad mental de los indios proviene de su mala y bárbara edu-
cación. En realidad, no es que Aristóteles quería decir que debían ser privados de sus
bienes y su libertad por ser irracionales, sino que hay quienes por su naturaleza se
hallan en la necesidad de ser gobernados y regidos por otros. Este gobierno debía
organizarse para el bien y utilidad de los bárbaros y no para provecho de los españo-
les.
Su posición fue similar a la doctrina sostenida por Vitoria, ya que la única diferencia
con respecto al resto de los filósofos escolásticos, radica en que fundamentan el res-
peto y la protección por la persona del indio en el propio evangélico de “la protección a
los humildes e incapaces”.
Todos estos teólogos luchaban a favor del indio por considerarlo perfectible y posee-
dor de alma, y sostenían la igualdad de razas.
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LOS JURISTAS
Juan López de Palacios Rubio y Gregorio López son los dos más grandes juristas es-
pañoles del siglo XVI y también aportaron sus tesis en las controversias de Indias.
Recordemos que la modalidad del gobierno de la península en esta época era el bus-
car el asesoramiento de hombres de ciencia.
Reconoce el derecho de propiedad que los indios poseen sobre sus bienes privados,
los que les pertenecen por derecho de naturaleza, los que pueden conservar y aún
acrecentar después de su conversión y bautismo. Sin embargo, sostiene que estos
derechos naturales los pierden cuando son sometidos a raíz de una justa guerra.
Niega el jurista, el señorío natural que tenían los príncipes indios o caciques sobre sus
súbditos, alegando que los infieles no podían tener jurisdicción en contra de toda la
tradición escolástica, y diciendo además que si alguna vez lo habían ejercido, era por
tolerancia y no por derecho natural.
Gregorio López
Se lo puede considerar un autor de transición que, movido por un gran espíritu realista
-semejante al que tendrá en el siglo XVII Solorzano Pereira-, se situará con una posi-
ción intermedia entre Palacios Rubio y los teólogos de Salamanca.
Sostiene la licitud de la guerra contra los indios, cuando se dan alguna de estas tres
causas:
Afirma que hay tres principios que legitiman la guerra y aquellos son:
LOS HUMANISTAS
Filósofo aristotélico. En su principal obra, “Sobre las justas causas de las guerras con-
tra los indios”, se desarrollan sus teorías sobre los problemas que habían determinado
el derecho en América. Distingue un derecho natural y un derecho de gentes. Tomó de
Cicerón el concepto de Derecho Natural diciendo que es “una fuerza innata en el
hombre y en los animales, es decir, en todas las criaturas con vida en la naturaleza”.
A los seres racionales, que tienen vida social, les cabe el derecho de gentes. Distingue
entonces, los dos derechos: el común a los hombres y a los animales basado en el
instinto, y el de gentes, propio de los seres civilizados. Introduce el tema de la superio-
ridad cultural y habla del estado de servidumbre natural.
La torpeza del entendimiento y costumbres inhumanas entre los indios, dan una justa
causa de guerra. Será justo que esa gente se someta al imperio de los príncipes de
naciones más justas y humanas para que, merced a la prudencia y virtud de sus leyes,
se reduzcan a una vida más humana. Si rechazan tal imperio, se lo puede imponer por
medio de armas. Es decir que la guerra sería un medio lícito para que los pueblos bár-
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Para Sepúlveda los indios debían estar en una servidumbre transitoria ya que su tor-
peza de mente determinaba la necesidad de una tutela. Establece como propicio el
gobierno de los mejores y hace un estudio de los distintos tipos humanos que residían
en Indias: el español del siglo XVI y los diversos elementos autóctonos de América.
Dice que entre los indios y los españoles hay tantas diferencias como entre las fieras y
la gente. Hace un elogio de las costumbres españolas de su tiempo y sostiene que no
se puede esperar templanza ni virtudes de los indios. Llega a la conclusión de que el
título de la superioridad cultural y de las virtudes propias de los españoles, eran justa
causa de sometimiento.
Considera que los indios debían ser sometidos a encomiendas y gobernados pater-
nalmente para ir incorporándolos a la civilización por medio de esa tutela transitoria.
En la esencia del pensamiento del imperio español triunfaron las tesis de Vitoria y de
Bartolomé de las Casas. Pero en la existencia concreta de la legislación, está presente
el pensamiento realista y pragmático de Gines de Sepúlveda.
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ANEXO Nº 2
EL DERECHO CANONICO
Deriva de Canon, que significa regla, es decir, es el conjunto de las reglas (normas
jurídicas) que rigen las relaciones del gobierno de la Iglesia, como sociedad jurídica
perfecta, con sus fieles y la actividad religiosa de estos últimos, a través del culto y los
sacramentos (Zorraquín Becú).
Además, tiene una influencia muy grande en el Libro de las Siete Partidas, y a través
de él, gravita en la mentalidad de los juristas americanos.
El Papa Inocencio III lo llamó “Corpus Decretorum”. Se trata de una recopilación de las
fuentes, y a la vez es una obra doctrinaria, porque ordena todo el material que estaba
disperso y le da unidad y coherencia.
Este decreto se divide en tres grandes secciones. La primera parte está dividida en
“Distinciones” (así se denominó técnicamente) y subdividida a su vez en “Capítulos”.
La parte segunda se divide en 36 causas subdivididas en “Cuestiones” y la parte Ter-
cera se divide en 5 “Distinciones” con sus respectivos capítulos.
b) Otro aspecto muy importante y que va a tener influencia directa en Las Siete Parti-
das, es la fijación de la doctrina de la primacía de la jurisdicción pontificia romana.
c) Receptaba la disciplina canónica dada por las decretales de los Papas, especial-
mente las de Gregorio VII. Por ejemplo los requisitos para ser elegido obispo o para
ser consagrado sacerdote.
e) Se fija también la autoridad del Papa en la elección de los Obispos, frente al privile-
gio que tenían los pueblos de señalarlos. El pueblo, en los primeros tiempos, era
quien elegía los obispos “señalándolos” ya sea a los más virtuosos o a aquellos que
consideraba que reunían las condiciones de candidato al episcopado; aunque la co-
lación canónica en último término, estaba siempre reservada a la autoridad de Ro-
ma.
CONCLUSIÓN
Se ve así cómo se han ido reafirmando los derechos del Pontífice, y cómo se han ido
distinguiendo, de esa manera, las jurisdicciones en lo temporal y lo espiritual, que
después habrán de tener su máxima expresión en la Bula “Unam Sanctam” de Bonifa-
cio VIII, frente a las pretensiones de Felipe el Hermoso que quería recabar para sí el
poder Temporal y la designación de las investiduras.
Este decreto es muy importante porque es la base del Derecho Clásico de la Iglesia,
que iba a sobrevivir hasta el Concilio de Trento en el siglo XVI, en el que se completa
este proceso y se fija la disciplina eclesiástica, que ha de mantenerse hasta el Concilio
Vaticano.
UNIDAD VI
ÉPOCA PATRIA
La Revolución de Mayo
El esta unidad se analizan los antecedentes, externos e internos, que directa o indirec-
tamente influyeron en el nacimiento de nuestra nacionalidad, cobrando significativa
importancia el conocimiento de las distintas corrientes doctrinarias en las que se nu-
trieron los hombres que adoptaron tal determinación.
El principio de autoridad inicia su declinación. Los derechos absolutos del hombre na-
cidos al amparo del liberalismo, dan nueva fisonomía al campo político y filosófico. El
industrialismo y el capitalismo revolucionan el mundo de la economía y producen el
surgimiento de una nueva clase: la burguesa.
El industrialismo, sobre todo inglés, que desde la mitad del siglo XVIII cobra un extra-
ordinario auge, da origen al surgimiento de escuelas que proclaman nuevos sistemas
mercantiles. El proceso que arrastra desde el siglo anterior, va preparando el camino
para la reforma sustancial. Quesnay, Turgot, Herbert, Morellet, y sus discípulos, fun-
damentan la llamada "escuela fisiocrática". En torno a la tierra como elemento esencial
de productividad, cimentan la nueva doctrina que da nuevo contenido al principio de la
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propiedad, del trabajo y del capital. Frente a estos pensadores franceses, Adam Smith
da origen a la escuela liberal, en su célebre obra " Sobre la naturaleza y causa de la
riqueza de las naciones".
Toda esta profunda transformación del mundo europeo tuvo, indudablemente, sus re-
percusiones en América. En el Río de la Plata se introducen, por vía de los Borbones,
una serie de reformas políticas y económicas totalmente en consonancia con el nuevo
estado de cosas.
No debemos olvidar el hondo espíritu religioso de nuestro pueblo que, si bien comen-
zaba a socavar los pilares de la monarquía buscando su libertad política, no por eso
abjuraba ni pretendía hacerlo de su fe.
¿Hasta qué punto influyeron las nuevas doctrinas políticas de Europa en nuestro
medio? Algunos autores han sostenido que el movimiento revolucionario del Río de la
Plata tuvo una filiación netamente liberal, imbuido de los ideales racionalistas, enciclo-
pedistas y de la Revolución Francesa; sitúan nuestra revolución bajo el influjo del
constitucionalismo norteamericano. Es evidente que todas estas corrientes ideológicas
tuvieron su influencia en el proceso tanto colonial como independiente.
Aun así, nuestra opinión permite afirmar que las ideas de la Revolución Francesa, si
bien fueron conocidas por un sector ilustrado, no se hicieron carne en el pueblo como
para manejarlas como suyas, sino hasta más avanzado nuestro movimiento de inde-
pendencia.
Entendemos que el Río de la Plata no pudo escapar al movimiento ideológico del siglo
XVIII; su historia constitucional es prueba de ello, se volcó en las instituciones que
corren desde 1810 en adelante. "La Revolución de Mayo enraiza en su propio pasado
y se nutre en fuentes ideológicas hispánicas e indianas. Se ha formado durante la do-
minación española y bajo su influencia, aunque va contra ella, y sólo periféricamente
tienen resonancia los hechos y las ideas del mundo exterior. Sería absurdo filosófica-
mente, además de serlo históricamente, concebir la revolución hispanoamericana co-
mo un acto de imitación de la Revolución Francesa o de la norteamericana".
Moreno, Belgrano, Paso, Castelli y los demás jóvenes que integrarían el núcleo revo-
lucionario de Mayo manejaron estos principios liberales. Su liberalismo fue trascen-
dente, identificado con el pensamiento español en boga.
Todo esto significa que ya, desde lejos, venían gestándose las ideas liberales y anti-
monárquicas, opuestas al absolutismo reinante. Especialmente queremos destacar la
figura de Francisco Suárez, cuyo pensamiento filosófico y jurídico, y su doctrina del
contrato y de la soberanía, fueron los sostenidos por los hombres de Mayo en las jor-
nadas del año 10.
El reflejo de las ideas del liberalismo no pudo cambiar instantáneamente toda la es-
tructura espiritual, elaborada a través de los siglos.
“El liberalismo francés -se ha dicho- actúa como elemento catalizador, pero
deja inalterables las líneas maestras de la arquitectura mental de las genera-
ciones de la época de la emancipación”.
Por otra parte, cabe agregar, que el liberalismo que informó a los hombres de 1810 no
era otra cosa que el reflejo del liberalismo español, que si bien reconocía su origen en
Francia, era cosa muy distinta. En efecto, a raíz de los acontecimientos peninsulares
de principios del siglo XIX, en España se produce una verdadera revolución en las
ideas, incubada desde años atrás. Y así, del régimen absoluto se pasa a la monarquía
constitucional, se desplaza a la nobleza del gobierno, se seculariza la enseñanza y el
liberalismo sienta plaza, proliferando las nuevas ideas. Comienza a surgir la clase me-
dia que habría de dar un nuevo sentido a la vida española y con ella, la influencia de
las sociedades económicas.
27
Es verdad que estos focos revolucionarios, producidos durante los siglos XVI y XVII,
estaban lejos de poseer el espíritu que alentó a la emancipación americana del siglo
XIX.
Las insurrecciones del sector indígena no fueron menos importantes. Entre los mayas
se produjeron numerosos levantamientos contra los españoles.
Entre Ríos, por su parte, está también preparada para recibir la rebelión. En Corrien-
tes, en Córdoba se amenazó con cárcel al que levantase "especies contra la felicidad
de las legítimas autoridades y contra los Gobiernos Supremos".
En todos los pueblos del Virreinato proliferan los grupos revolucionarios, surgen los
caudillos populares, los que difunden las nuevas ideas, los que agrupan a los criollos.
En Santiago del Estero, en Tucumán, con don Nicolás Laguna; en Salta, en La Paz, en
Cochabamba. No se deben olvidar, además, las sublevaciones de Chuquisaca y La
Paz, y la enorme influencia que ejercieron, especialmente, en las poblaciones del nor-
te.
A toda esta situación se suman las invasiones inglesas, que produjeron una verdadera
revolución en el pueblo de Buenos Aires, y posteriormente en el interior.
Respecto a las clases sociales, el rey, la Iglesia y la nobleza, fueron durante los Bor-
bones, a pesar de la política regalista, las fuerzas dominantes y tradicionales en Espa-
ña. Estas tres fuerzas sociales asoman a principios del siglo XIX con toda una larga
trayectoria a sus espaldas, dominando a la incipiente comunidad rioplatense.
Dos fuerzas más, habrían de sumarse a las tradicionales. Por un lado, surge la "bur-
guesía intelectual", promocionada por sus propios méritos. Sus integrantes son hom-
bres del pueblo, con formación universitaria, educados en Charcas, Córdoba o Buenos
Aires, que reciben la influencia directa de la ideología liberal.
Actividad Nº 7
La Revolución de Mayo
LOS SUCESOS DE ESPAÑA. La mala política española que culminó en los acontecimien-
tos de 1810 y que provocó directamente el alzamiento de toda América comenzó des-
de el momento en que se ciñe la corona real el hijo de Carlos III, debido a la muerte de
éste. Con Carlos IV se inicia la desventurada época en que España habría de perder
su antiguo prestigio. Ante este desacierto, Carlos IV no evitó firmar el Tratado de San
Ildefonso (18 de agosto de 1796), quedando desde entonces, librada su suerte, a la
hábil política de Napoleón Bonaparte, que utilizó al gobierno ibérico para su campaña
contra Inglaterra.
A fines de 1807, pretextando Napoleón dirigirse a Portugal, irrumpió con sus ejércitos
en territorio español. La invasión estaba decretada por la resolución de Carlos IV de
trasladar la Corte a Cádiz. En Aranjuez en marzo de 1808, se produce la abdicación
de Carlos IV en favor de su hijo Fernando. Sin embargo, la situación de este último
quedó un tanto inestable, pues Carlos IV, aconsejado por Napoleón, declaró sin efecto
la abdicación e hízose cargo del gobierno. Dos reyes gobernaban a España. El 6 de
mayo en Bayona, merced a la habilidad del célebre corso renuncia Fernando VII y
Carlos IV abdica en favor de Napoleón, que hará coronar más tarde a su hermano
José.
Para dar el primer paso, denuncian el nombramiento del virrey, ya que habiendo sido
disuelta la Junta Central que lo ha nombrado en febrero de 1809, queda también, por
lógica consecuencia, sin efecto el nombramiento de Cisneros.
A partir de este momento la Revolución se pone en marcha. Esa misma noche se rea-
liza una reunión en lo de Martín Rodríguez. De esta reunión surgió la misión enco-
mendada a Saavedra y Belgrano para que entrevistaran al alcalde de primer voto don
Juan Lezica, a fin de que se obtuviera del virrey la realización de un Cabildo abierto.
Saavedra, alegando que América no quería seguir la suerte de España, ni ser domi-
nada por los franceses, agrega: “hemos resuelto reasumir nuestros derechos y con-
servarnos por nosotros mismos. El que a V.E. dio autoridad -termina-, ya no existe; de
consiguiente tampoco V.E. la tiene ya, así es que no cuente con las fuerzas de mi
mando para sostenerse en ella”.
Todas las clases sociales estuvieron presentes en las históricas jornadas. Pero, sobre
lo que todavía se insiste, es con respecto a la falta de popularidad de dicha asamblea,
ya que sólo se convocó "a la parte principal y más sana de la población". Era más bien
un "concilio" o "asamblea" de tipo español, de aquellas formadas.
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Luego del discurso inaugural y puesto a deliberación “si se consideraba haber caudi-
cado o no, el Gobierno Supremo de España”, hizo uso de la palabra el obispo Lué. La
mayoría de los investigadores está acorde en precisar las conclusiones a que llegó el
representante español, quien sostuvo:
“que mientras existiese en España un pedazo de tierra mandado por españoles, ese
pedazo de tierra debía mandar a las Américas; y que mientras existiese un solo espa-
ñol en las Américas, ese español debía mandar a los americanos, quienes tenían la
obligación natural y canónica de obedecerlos en cuanto de allí se ordenara”.
“que en la Península se había producido una revolución, en cuya virtud mero iure et
facta constituyó el gobierno, primeramente, en sus Juntas y después en la Suprema
Central, sin tener para ello ni la deliberación especial del rey, tan necesaria, como uno
de los derechos magestativos de primera orden, ni la presunta de su voluntad”. No
podía reputarse de delincuentes a aquellos que habían luchado por “un gobierno re-
presentativo de la soberanía, en el modo más legítimo y propio”. “La España ha cadu-
cado -expresó- y con ella las autoridades que son su emanación. El pueblo ha reasu-
mido la soberanía del monarca, y a él toca instituir el nuevo gobierno en representa-
ción suya”.
Acto seguido del discurso de Castelli hizo uso de la palabra el fiscal de la Real Au-
diencia, doctor Villota.
“Buenos Aires no tenía por sí solo derecho alguno a decidir sobre la legitimidad del
gobierno de regencia sino en unión con toda la representación nacional, y mucho me-
nos a elegirse un gobierno soberano, que sería lo mismo que romper la unidad de la
Nación y establecer en ella tantas soberanías como pueblos”.
La tradición ha sostenido que a Villota contestó el doctor Juan José Paso. Según V. F.
López, Paso comienza a fundamentar su doctrina del "negotiorum gestor". Sostiene el
orador, que nadie podía negar el derecho a Buenos Aires de obrar por sí, en represen-
tación de sus hermanas menores, las provincias.
De la “gestión de negocios”, dedujo Paso el derecho del Cabildo de Buenos Aires para
resolver inmediatamente y sin pérdida de tiempo, la cuestión de gobierno, sin perjuicio
de consultar a las demás provincias.
"Al hacer esa donación o traspaso, hay limitaciones en el poder por parte del gober-
nante que la recibe, y que no puede usar de ella a su antojo; como por parte del pue-
blo que la confiere y no puede reasumirla a su capricho".
Sobre la cuestión concreta por la que la Asamblea debía votar, al final triunfó la que
sostenía: “¿Si se ha de subrogar otra autoridad a la superior que obstenta el Excmo.
señor virrey, dependiente de la soberana que ejerza legítimamente a nombre del señor
don Fernando VII, y en quién?”
Resulta de esta votación, que el Excmo. señor Virrey debe cesar en el mando y recaer
éste provisionalmente, en el Excelentísimo Cabildo. Pero la pluralidad de los sufragios
no se había pronunciado para “facultar al Cabildo”, a erigir una Junta “en la manera
que estime conveniente”, ni tampoco para “convocar a las provincias interiores”.
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Sólo nos resta analizar el "principio federativo". Al respecto, han surgido discrepancias
sobre la existencia o no, del ideal federal en esas primeras horas de la Revolución
argentina. Es evidente que los principios del federalismo eran casi desconocidos, no
sólo por el pueblo, sino por el mismo grupo intelectual, que con raras excepciones es-
taba alejado de la escasa literatura sobre la materia. Será a partir de 1810 cuando la
influencia del constitucionalismo norteamericano comience a hacerse sentir. Será re-
cién en la Asamblea del año XIII cuando veremos aparecer los principios de federa-
ción y confederación, y será desde ahí, que comience la estructuración doctrinaria de
nuestro federalismo.
Mariano Moreno fue quizás, el único que conoció en la hora de la Revolución, todo el
ordenamiento federal: “Consiste esencialmente -afirmaba- en la reunión de muchos
pueblos o provincias independientes unas de otras; pero sujetas al mismo tiempo a
una dieta o consejo general de todas ellas, que decide soberanamente sobre las mate-
rias del Estado, que tocan al cuerpo de la Nación...”
Ahora bien: el que se desconozca en la hora preliminar la estructura del gobierno fede-
rativo, no significa por ello que en las jornadas de Mayo no estén perfectamente deli-
neadas las bases del federalismo argentino.
La Junta Provisional Gubernativa al convocar a los pueblos del interior para que se
incorporaran a ella, daba un habilidoso golpe de estado. Incorporándose a la Junta, las
provincias reconocían a ese nuevo gobierno surgido de un movimiento local, es decir,
con carácter municipal. Y la Junta, al recibir la adhesión de gran parte del Virreinato,
consolidaba su poder, abandonando su carácter provisional para ser permanente.
Pero, detrás de todo esto se ocultaba la política morenista. La circular del 27 invitaba
para la incorporación al nuevo gobierno; pero también desarrollaba una diplomática
política para tratar de que en los hechos, esta incorporación no se llevase a cabo. Mo-
reno y los suyos comprendieron todo el peligro que encerraba una invitación formulada
a hombres del interior, donde los principios revolucionarios podían no haber llegado.
Lo cierto es que los diputados del interior deambulaban por Buenos Aires sin poder
participar del gobierno. Una enconada disputa en la Junta, el planteamiento de dos
políticas opuestas y un hecho circunstancial, llevaron a estos representantes al seno
de la entidad gubernativa. En efecto: la política de Mariano Moreno había dividido a los
hombres de la Junta y al grupo dirigente de la Revolución. Sus medidas drásticas, y a
veces sangrientas, chocaron con el espíritu conservador de muchos de aquellos hom-
bres que preferían adoptar temperamentos de mayor equilibrio.
En sus fogosos treinta y dos años, arrastraba toda su pasión. Fue quizá de los pocos
que tuvo la clara visión de la pronta independencia y el exacto sentido de la Revolu-
ción; pero sus determinaciones intransigentes y punitivas se enfrentaron con el espíritu
contemporizador del grupo presidido por Saavedra. Un hecho intrascendente: el ban-
34
La reunión se llevó a cabo el 18 de diciembre. El deán Gregorio Funes fue el que ha-
bló en nombre de sus colegas. Estableció primeramente que: “los diputados se halla-
ban precisados de incorporarse a la Junta provisional y tomar una activa participación
en el mando de las provincias, hasta la celebración del Congreso que estaba convo-
cado”.
Integrada la Junta con sus nuevos miembros, comenzará la nueva obra de la Revolu-
ción.
La reacción no se hizo esperar. Las ciudades del interior se rebelaron contra el decre-
to de la Junta de Buenos Aires.
A través de los sucesos del 5 y 6 de abril, de los hombres que participan y del carácter
de las peticiones, surge con toda evidencia que dicha asonada estaba dirigida a con-
trarrestar el clima revolucionario creado por los adictos de Mariano Moreno.
El día 17 otra pueblada exigió Cabildo abierto para designar diputados por la Capital al
Congreso y tomar otras medidas para la “seguridad y defensa de la Patria”. Derrotada
moralmente, la Junta accedió a tal petición. Igualmente, se designó por sufragio a los
integrantes de una Junta consultiva, cuerpo cuya instalación se había también exigido
al gobierno. Entre los dieciséis miembros de esta nueva institución figuraban los más
acérrimos opositores de la Junta.
El resultado del Cabildo abierto fue el golpe de muerte del gobierno. El final era previs-
to: la conducción política tenía que cambiar indudablemente de mano.
De todo esto surge la creación del Triunvirato. El único fin, fue dar un golpe decisivo a
esa fuerza popular que tenía sus representantes en la Junta y que se oponía a la polí-
tica centralista del sector patricio.
Actividad Nº 8
UNIDAD VII
absoluta independencia de todos los prelados generales existentes fuera del territorio
del Estado.
La tensión social existente en el Río de la Plata entre españoles y criollos tuvo también
exteriorización dentro del clero. El clero criollo adhirió con entusiasmo a la causa revo-
lucionaria, y ello quedó evidenciado en el cabildo abierto del 22 de mayo, con la predi-
cación desde los púlpitos, con la colaboración espiritual en los ejércitos libertadores y
con una activa y eficiente participación en las tareas gubernativas (especialmente en
las asambleas y congresos constituyentes). Así, por ejemplo, en Tucumán en 1816,
una buena parte de los congresistas fueron sacerdotes.
Frente a esta situación, la comunicación con Roma aparecía cerrada no sólo porque el
uso tradicional había sido hacerla a través de Madrid, sino por la situación política del
Viejo Mundo en esos momentos.
No obstante, el 24 de setiembre de 1824 el Papa León XII, sucesor de Pío VII, expidió
un nuevo breve, dirigido a los prelados americanos, en el que, luego de señalar “la
deplorable situación en que tanto al Estado como a la Iglesia ha venido a reducir en
esas regiones la cizaña, de la rebelión que ha sembrado en ellas el hombre enemigo”,
exhortaba a los arzobispos y obispos para que trabajaran en favor de la paz y tranqui-
lidad deseadas. No contenía una expresa condena al movimiento de independencia ni
se incitaba concretamente a guardar fidelidad a Fernando VII, pero, se insinuaba la
conveniencia de que los prelados esclarecieran ante los fieles “las augustas y distin-
guidas cualidades que caracterizan a nuestro muy amado hijo Fernando, Rey Católico
de las Españas, cuya sublime y sólida virtud le hace anteponer al esplendor de su
grandeza, el de la religión y la felicidad de sus súbditos”.
Apenas elevado al solio pontificio el nuevo Papa Gregorio XVI, a partir de 1831, pre-
conizó obispos residenciales para diversos países de la antigua América española
normalizando así, la situación de la jerarquía episcopal y dando término a la etapa
transaccional de los obispos in partibus.
Triunfó la tesis de que el Patronato era un atributo de la soberanía del monarca, tras-
mitible a quien ejerciera el poder en su nombre o en su reemplazo, y no una concesión
personal de los pontífices a los reyes. Esta conclusión no era más que una lógica de-
ducción del concepto sobre la materia imperante en el siglo XVIII.
Cabe señalar que después de 1820 la dispersión de las funciones nacionales plantea-
ba un problema, debido a que las jurisdicciones territoriales de la trece provincias no
coincidían, naturalmente, con las de las tres diócesis (Buenos Aires, Córdoba y Salta),
de manera que cada una de éstas comprendía varias provincias. Se admitió entonces
que el gobierno de la provincia, en cuyo territorio residía la autoridad diocesana, era el
que ejercía el derecho de presentación del candidato, conforme al Patronato.
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Actividad Nº 9
El preámbulo fija el derecho de las provincias para concurrir a la formación del Estado,
dejando asentado de esta manera un claro principio federativo.
La parte dispositiva de este cuerpo legal se divide en tres secciones. La primera, dedi-
cada al Poder Legislativo; la segunda, al Poder Ejecutivo, y la tercera, al Judicial.
"Los diputados de las provincias -acuerda el art. 1º- componen una Junta con el título
de Conservadora, de la soberanía de Fernando VII y de las leyes nacionales".
La tercera parte está dedicada al Poder Judicial a quien, como reza su art. 1º, "sólo
toca juzgar a los ciudadanos".
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Entre las principales disposiciones del primer reglamento, cabe destacar su enuncia-
ción general, donde prescribe: “Todos los cuerpos y personas particulares, de cual-
quier condición y estado que sean, tienen libertad de escribir, de imprimir y de publicar
sus ideas políticas, sin necesidad de licencia, revisión y aprobación alguna, anteriores
a la publicación”.
Al promediar el año 12 la situación del Triunvirato era muy comprometida; sus desa-
ciertos le habían restado confianza en los grupos dirigentes y sus medidas absolutis-
tas le habían despojado de la poca popularidad que pudo poseer. La Logia Lautaro
organizada en el Río de la Plata, socavaba día a día la obra del gobierno, mientras la
Sociedad Patriótica soliviantaba al pueblo en los clubes revolucionarios.
El tercer proyecto fechado el 27 de enero de 1813 se cree fue redactado por una Co-
misión interna de la Asamblea, en sus deliberaciones preparatorias.
El Pronunciamiento Federal
EL PRONUNCIAMIENTO DE LOS PUEBLOS. Precisar en qué momento, en qué institución o
acontecimiento determinado nace el federalismo argentino como hecho histórico, es
indudablemente uno de los más arduos problemas de nuestra disciplina.
En aquel juego de causas y efectos que se llama Historia, razones muy poderosas
debieron motivar consecuencias de tanta trascendencia y perduración.
En torno de 1815 ubicamos el pronunciamiento federal, ya que en ese año, los pue-
blos litorales empezarán su lucha autonómica y las ideas de Artigas comenzarán a
tomar arraigo por todos los caminos de la Mesopotamia, para luego extenderse al inte-
rior. Este federalismo es la mayor fuerza opositora del régimen dictatorial, que expo-
nemos a continuación.
Al iniciarse el año 1815 la situación se torna harto difícil para el gobierno, debido al
descontento general por la política facciosa que lleva el alvearismo. Ante la anarquía
del ejército, que no respondía al Directorio y la falta de apoyo en la mayoría de las
provincias, Posadas presenta su renuncia que es aceptada el 9 de enero de 1815. En
su reemplazo se designa al general Alvear, sobrino de Posadas.
Falto del equilibrio necesario para el buen gobierno, ensoberbecido por sus triunfos y
ambicioso de poder, comenzó Alvear su gestión con innumerables desaciertos que
inmediatamente lo desacreditaron, socavando su prestigio.
Enterado Alvear de los pormenores de la sublevación y aun cuando reconoce que tie-
ne poderosas ramificaciones en el mismo Buenos Aires, presenta su renuncia como
director.
Habíamos adelantado que la única cláusula que ha hecho trascender a este Estatuto
es la del artículo 30 de la sección dedicada al Ejecutivo, donde se establece que, lue-
go que el Directorio “se posesione del mando, invitará, con particular esmero y efica-
cia, a todas las ciudades y villas de las provincias interiores para el pronto nombra-
miento de diputados que haya de formar la Constitución, los cuales deberán reunirse
en la ciudad de Tucumán.”
Actividad Nº 10
UNIDAD VIII
Esta segunda instancia del proceso emancipador iniciado en mayo de 1.810, constitu-
ye uno los períodos fundacionales de la Patria: la independencia política. Sus razones
y contenido son de ineludible profundización para comprender el curso de nuestra his-
toria y de allí en más, serán los diversos intentos constitucionales los que, aunque
efímeros, en su vigencia, signarán las bases de la constitución de l.853. (López Rosas
págs. 246 a 274 y 333 a 394.)
La Emancipación Política
EL CONGRESO DE TUCUMÁN. Si bien el llamado movimiento federal, producido en torno
de 1815 en Buenos Aires, no dio mayores frutos en el orden institucional, se estable-
cía que una vez que el director asumiera el mando, invitara "con particular esmero y
eficacia a todas las ciudades y villas de las provincias interiores para el pronto nom-
bramiento de diputados que hayan de formar la Constitución, los cuales deberán re-
unirse en la ciudad de Tucumán".
Es verdad que la situación no podía ser más crítica. El grave problema de la lucha de
Buenos Aires con el litoral, las disidencias internas de los grupos directoriales, la de-
rrota del ejército del Norte en Sipe-Sipe, la posterior controversia de Rondeau y Güe-
mes, así como también la poco favorable situación internacional, con el afianzamiento
de las monarquías y la lucha de España por reconquistar sus pérdidas colonias de
América, presagiaban lógicamente el fracaso del Congreso convocado en la ciudad de
Tucumán.
Todos los fundamentales problemas que agitan a las Provincias Unidas son sometidos
a examen de la magna asamblea. Se trata de consolidar la paz en el orden interior y
asegurarse del ataque externo.
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Qué forma de gobierno sea más adaptable a nuestro actual estado, y más conveniente
para hacer prosperar las Provincias Unidas.
se establecía por parte del gobierno argentino, "la obligación de retirar tropas portu-
guesas". A cambio de esto, Portugal comprometíase a "no emprender nada contra las
Provincias Unidas".
Por fortuna este tratado, firmado por García en abril de 1817 y aprobado por el Con-
greso, no fue ratificado por Juan VI, por razones de alta política, que aconsejaban una
postura expectante.
Actividad Nº 11
Como se puede apreciar, la constitución del Senado era una nueva negación de los
principios de Mayo. Esta composición netamente aristocrática produjo incontenible
reacción en las provincias que, después de casi diez años de libertad, creían estar
liberadas de los resabios de la época anterior.
Al comenzar el año 1820 la efervescencia de los pueblos litorales cunde por todo el
territorio. A las sublevaciones de Tucumán, La Rioja y de las provincias limítrofes, y al
estado de guerra de Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, se le suma la desobediencia
sanmartiniana y la sublevación en 9 de enero de ese año del Regimiento de Cazado-
res en San Juan.
LA CRISIS ANTERIOR A 1820. Singular importancia reviste, no sólo para la historia cons-
titucional, sino para la vida política, económica y social del pueblo argentino, la revolu-
ción de 1820.Veamos ahora las características fundamentales de esta crisis.
Transcurridos los ocho días que habían otorgado de plazo para que se destituyera a
las autoridades y se convocara a Cabildo abierto, los caudillos federales deciden
avanzar sobre la ciudad de Buenos Aires.
TRATADO DEL PILAR. El 23 de febrero de 1820, en la capilla del Pilar queda “hecha y
concluida”, la convención entre los gobernadores don Manuel Sarratea, de la provincia
de Buenos Aires, don Francisco Ramírez, de la de Entre Ríos y Don Estanislao López,
de la de Santa Fe, con el fin de:
Es la obra institucional de los pueblos litorales, asentando los principios básicos sobre
los que habrá de organizarse políticamente la nación, es el pacto de unión sobre el
que habrán de consolidarse las autonomías provinciales, y del cual surgirán de una
manera absoluta y definitiva los principios de federalismo y nacionalidad. Sobre estos
dos pilares, a través de toda una dolorosa etapa de lucha civil, habrá de organizarse la
patria en 1853.
Fueron convocados los representantes de las cuatro provincias litorales (Santa Fe,
Buenos Aires, Entre Ríos y Corrientes), en la ciudad capital de la provincia de Santa
Fe.
El Tratado Cuadrilátero, haciendo una breve síntesis, es el sustituto legal del Congre-
so de Córdoba, desviado por Rivadavia hacia Buenos Aires, con el único propósito de
debilitar la influencia de Bustos, apagar el anhelo ferviente de federalismo que osten-
taban las provincias y preparar el camino hacia el Congreso, que en 1824 comenzaría
su labor en la ciudad capital.
Desde el Tratado del Pilar, pasando por el Pacto de Benegas, el Congreso de Córdo-
ba, el Tratado Cuadrilátero y todos aquellos pactos menores, celebrados entre las pro-
vincias, dos corrientes que hacen a la vertebral de la nación, se disputan la hegemonía
política. Por un lado, el pensamiento federal, sostenido por la casi mayoría de los Es-
tados particulares, y por el otro, el pensamiento centralista, propugnado por los nú-
cleos porteños que luchan por mantener la preponderancia de un gobierno central,
instalado en la capital histórica.
La poderosa influencia de Rivadavia hace que en las postrimerías del año 1821, la
provincia de Mendoza, movida por legítimos anhelos de organización, solicitara al go-
bierno de Buenos Aires la reunión de un Congreso Nacional.
LA LEY CAPITAL. En la sesión del 13 de febrero tuvo entrada el proyecto remitido por
Rivadavia declarando a la ciudad de Buenos Aires capital de la República.
Este pacto nacional que nucleó a las provincias bajo un vínculo confederacional, trajo
la feliz circunstancia de estar todos los Estados argentinos representados en un Con-
greso Constituyente, con paz interior. Además de solucionar la crisis gubernativa, re-
presenta la "partida de defunción" del Congreso y el nacimiento de la futura Conven-
ción Nacional.
LEY DEL 3 DE JULIO DE 1827. Instalado este cuerpo en el mismo local del Congreso, el
12 de agosto proceden a elegir al gobernador propietario siendo proclamado el coronel
Manuel Dorrego.
UNIDAD IX
Esta unidad describe, no sólo las circunstancias del retardo en la organización consti-
tucional definitiva, sino el modo en que los hombres públicos de aquella época, man-
tuvieron por vías distintas, la
unidad y el destino de la Nación.
El régimen de los pactos inter-
provinciales, que desde 1.820,
se instaura en el país hasta
l.853, es de suma importancia.
Para lo primero designó ante la Corte de Río de Janeiro, a Juan Ramón Balcarce y a
Tomás Guido, a fin de que iniciaran las tratativas pertinentes y pudieran llegar a una
negociación definitiva. Al mismo tiempo, solicitaba la cooperación del interior.
En cumplimiento del art. 7º de la ley de 3 de julio de 1827, que estipulaba que el go-
bierno procedería a invitar a todas las provincias a la más pronta reunión de una Con-
vención Nacional, fueron concentrándose en la ciudad de Santa Fe.
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Mientras tanto, llegan las noticias de los términos del tratado de paz con el Brasil, co-
mo consecuencia los diputados de la Banda Oriental, libre e independiente desde en-
tonces, se retiran de la Convención Nacional, por considerarlo una afrenta.
EL MOTÍN DE LAVALLE. Los hombres del partido unitario, desalojados del poder desde
la disolución del Congreso de 1.824 y la renuncia de Bernardino Rivadavia, esperaban
el momento propicio para dar fin al gobierno del coronel Dorrego. Este, falto de fuerzas
con que hacer frente a Lavalle, jefe de la insurrección, resuelve marchar a la campaña
para reunirse con Rosas.
Mientras tanto, Dorrego, auxiliado con fuerzas de Juan Manuel de Rosas, decide en
los días posteriores, dirigirse hacia el norte buscando el apoyo. Hecho prisionero por
una columna al mando del comandante Escribano, es fusilado por orden de Lavalle el
13 de diciembre.
Todas las tramitaciones entre Rosas y Lavalle llevan a la celebración del Pacto de
Cañuelas, firmado el 24 de junio de 1829 entre ambos jefes. En dicho convenio se
acordó que:
1º) Cesaban las hostilidades y se restablecían todas las relaciones entre la ciudad y la
campaña.
2º) Se procedería a la mayor brevedad posible a la elección de los representantes de
la provincia con arreglo a las leyes.
3º) Quedaba de comandante general don Juan Manuel de Rosas.
López, Rosas y Paz son ahora las tres únicas figuras que quedan en primer plano a fin
de decidir el futuro rumbo de la Nación. Detrás de López está el núcleo de provincias
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que sostienen aún la Convención Nacional; Rosas, aunque todavía sin el gobierno en
la mano, es el jefe de hecho de su provincia y Paz, a quien sólo falta desalojar definiti-
vamente a Quiroga, comienza ya a tener la hegemonía del norte.
En el Convenio de Barracas queda estipulado que el objeto del tratado del 24 de junio
había sido volver al país al logro de sus instituciones tradicionales, pero sin violencia ni
sacudimientos.
Mientras tanto Rosas y Lavalle, deciden de común acuerdo designar como gobernador
provisional "a un ciudadano escogido entre los más distinguidos del país".
En virtud también de una de las cláusulas del Convenio de Barracas, el nuevo gober-
nador provisional fue secundado en su tarea de gobierno, por un Senado consultivo
formado por veinticuatro miembros.
PRIMER GOBIERNO DE ROSAS. Luego del breve gobierno de Viamonte, todas las fuer-
zas que obran dentro del proceso político parecieran aunarse para desembocar en la
persona de Juan Manuel de Rosas.
Don Juan Manuel de Rosas, como tantos otros gobernantes argentinos, fue un pro-
ducto de su tiempo, con numerosos aciertos y errores a lo largo de su vida pública.
Dentro de los principios que habían inspirado a los tratados anteriores, se convoca
una reunión en San Nicolás, donde concurren Estanislao López, Juan Manuel de Ro-
sas y Pedro Ferré, tratándose en ella los problemas de la organización, y sobre todo,
la grave situación creada con el reciente triunfo del general Paz, que acababa de ven-
cer a Quiroga. Resueltos a celebrar un tratado cuadrilátero entre las provincias litora-
les, comunican tal decisión a Paz.
EL PACTO FEDERAL. Luego de celebrado el pacto de unión entre las provincias del inte-
rior, el 4 de enero de 1831, se firma solemnemente el Pacto federal entre las provin-
cias nombradas. Y así, en virtud de los tratados litorales celebrados el año anterior, y
considerando que “la mayor parte de los pueblos de la República ha proclamado del
modo más libre y espontáneo la forma de gobierno federal...” convienen las provincias
signatarias los artículos que lo forman.
Obvio resulta destacar la importancia de este pacto, piedra angular de nuestra organi-
zación nacional. En él, se dan las bases definitivas sobre las que habrá de constituirse
el país bajo los principios del federalismo. Su valor radica, no sólo en el contenido de
sus cláusulas, sino, en que no fue la actitud aislada de una o dos provincias, sino la
expresión unánime de todas, que posteriormente a su sanción, se fueron paulatina-
mente adhiriendo. Se consagra la aspiración legítima del pueblo argentino a abando-
nar la anarquía y organizarse constitucionalmente bajo los principios de un sistema
político por el cual, habían luchado desde los primeros años de la revolución.
LA DICTADURA. Por ley del 7 de marzo de 1835, la legislatura de Buenos Aires esta-
blece:
Art. 1º. "Queda nombrado gobernador y capitán general de la provincia por el término
de cinco años, el brigadier general don Juan Manuel de Rosas".
Art. 2º. "Se deposita toda la suma del poder público de esta provincia en la persona
del brigadier general don Juan Manuel de Rosas, sin más restricciones que las si-
guientes:
1º) que deberá conservar, defender y proteger la religión católica apostólica roma-
na;
2º) que deberá defender y sostener la causa nacional de la federación que han
proclamado los pueblos de la República".
Art. 3º. "El ejercicio de este poder extraordinario durará todo el tiempo que a juicio del
gobernador electo fuese necesario".
Ante esta obsecuente ley, que pone en manos de Juan Manuel de Rosas la suma del
poder público, nace, como bien lo proclama Vicente Fidel López, la "dictadura vitalicia"
del nuevo gobernador.
mente, había venido luchando desde el comienzo de la era independiente por implan-
tar sus ideas y su sistema de gobierno, surge en la época que nos ocupa, lo que se ha
dado en llamar "generación romántica de 1.837". Se le distingue de los anteriores mo-
vimientos o de cualquier otra expresión de la vida argentina, por adoptar una nueva
postura frente al proceso histórico de la República y fijar un distinto plantea-
miento filosófico, político y económico de los fenómenos sociales de la época.
Aparecen en Buenos Aires pequeños círculos literarios, integrados por los hombres
jóvenes de entonces que fundan, la Asociación de estudios históricos y sociales como
culminación de todas esas inquietudes. Posteriormente, Marcos Sastre, secundado
por un selecto grupo de la juventud porteña, funda en su librería, el Salón literario, ins-
titución nacida en pleno gobierno de Juan Manuel de Rosas. Disuelto éste tiene lugar
la aparición de la "Joven Argentina", asociación que más tarde, al referirse a su funda-
ción, el propio Echeverría la llama "Asociación de Mayo".
Integraron esta generación, entre otros: Esteban Echeverría, Juan Bautista Alberdi,
Juan María Gutiérrez, Marcos Sastre, Carlos Lamarca, Vicente Fidel López, José
Mármol, Bartolomé Mitre, José Barros Pazos, Carlos Tejedor, Jacinto Rodríguez Peña,
Miguel Cané, Manuel Quiroga Rosas, Enrique Lafuente, José Rivera Indarte, Benito
Carrás, Luis Domínguez, Avelino Ferreyra, Benjamín Villafañe, Juan Thompson, etc.
La generación del 37 surge entre las dos tendencias que agrupaban el pensamiento
argentino. Ven en la tendencia federal el origen de la anarquía, del aislamiento de los
pueblos, del desorden institucional, y por sobre todo, la cuna del autoritarismo engen-
drado en los caudillos. Por otra parte, en la tendencia unitaria, ven el fracaso de todos
los gobiernos hegemónicos que en vano intentaron gobernar al país después de la
Revolución.
Llevados, pues, de la doctrina de que estaban informados, los hombres del 37 comen-
zaron su prédica y su acción partiendo de la premisa inconmovible de que "era nece-
sario transformar la realidad nacional". Para ello era imprescindible negar la tradición
57
Proclamando las leyes del progreso, propugnaron así una nueva sociedad, distinta de
la hispano-criolla producto del entrecruzamiento de razas, con una nueva fisonomía
política, económica y social. El mismo Alberdi, llevado por el deslumbramiento de las
nuevas ideas, proclama: “En América todo lo que no es europeo, es bárbaro”.
Hemos realizado estas citas para demostrar, cómo el ideal de progreso y de civiliza-
ción cegó un tanto a los hombres de la generación del 37.
La antinomia de civilización y barbarie está dada con toda claridad por Sarmiento. En
su obra cumbre, "Facundo", expresa:
"El hombre de la ciudad viste el traje europeo, vive la vida civilizada tal como la cono-
cemos en todas partes; allí están las leyes, las ideas de progreso, los medios de ins-
trucción. El hombre de la campaña, lejos de aspirar a semejarse al de la ciudad recha-
za con desdén su lujo y sus modales corteses".
Este año de 1.851 se llamará en esta parte de América, ‘La Organización’. Obra de
una admirable combinación de ciencia, patriotismo y firmeza: "habrá paz general y
gloria en la República y con la República".
Con esta memorable batalla termina la dictadura de Juan Manuel de Rosas. Faltaba
ahora al ilustre vencedor, emprender la ímproba tarea de la organización nacional.
La Economía
LIBRE CAMBIO Y PROTECCIONISMO (1810-1829). La decidida política liberal emprendida
por la Corona española en sus dominios, durante el último tercio del siglo XVIII y las
disposiciones librecambistas adoptadas antes y después de las invasiones inglesas
por los gobernantes indianos, señalaron con trazo firme el rumbo a nuestros primeros
gobiernos patrios.
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La legislación liberal impuesta por Buenos Aires perjudicaba los intereses del interior,
cuyas industrias decaían notablemente. Pero los perjudicados por el régimen de liber-
tad aduanera, no fueron sólo los industriales; también los comerciantes del país se
vieron suplantados por los ingleses, a cuyas manos pasó la dirección del comercio en
el Río de la Plata. Cuando en 1812 el Triunvirato, acentuando aún más la política libe-
ral, eliminó esta exigencia, suprimió el estanco del tabaco y proclamó la libertad de
cultivo, manufactura y comercio, el comercio nacional, quedó prácticamente liquidado.
Las voces de protesta fueron tantas que la asamblea general constituyente resolvió,
en marzo de 1813, restablecer la exigencia de que las mercaderías llegasen consig-
nadas a comerciantes nacionales, para obligar a los ingleses a hacer participar en su
negocio al comercio local, sin embargo, estas medidas no dieron resultado.
La plaza de Buenos Aires y el mismo comercio interior habían caído, así, en manos de
comerciantes ingleses, quienes desde 1811 se agrupaban en cámaras de comercio
británicas, de las que quedaban excluidos españoles y criollos. En estas corporacio-
nes, los ingleses fijaban los precios y determinaban las condiciones de oferta y de-
manda. Como decía Juan José Cristóbal de Anchorena -un acaudalado comerciante
porteño de la época-, “el comercio se halla destruido y poco menos que aniquilado,
que la importación de todos los efectos ultramarinos y la exportación de frutos del país
se hallan monopolizados por los extranjeros y que de consiguiente los comerciantes
nacionales, se ven con las manos atadas, la mayor parte de los artesanos sin ocupa-
ción y reducidos a la miseria, destruida la industria del país, la cría de ganados sin
todo aquel adelantamiento de que ha sido capaz y que la época de esta fatalidad ha
sido la misma del comercio libre con los extranjeros, es tan manifiesto que no deja
lugar a la menor duda”.
Los prolegómenos del pacto federal del 4 de enero de 1831 acentuaron la tendencia
liberal, ya que Buenos Aires trató de defender los recursos de su aduana contra los
intentos de protección industrial sostenidos por Corrientes.
Actividad Nº 12
UNIDAD X
ÉPOCA CONSTITUCIONAL
La Organización Nacional
"Al día siguiente de Caseros comienza para el general Urquiza, la más dura prueba.
Ante una patria dividida y tiranizada, con instituciones corrompidas y en un pleno gra-
do de inconstitución, todo falta por hacer. Es necesario comenzar de nuevo la labor
emprendida en Mayo, no en torno a localismos inoperantes o liberalismos utópicos,
sino, reconstruyendo la nación bajo la premisa fundamental de la libertad humana."
Dos problemas, entre tantos otros, tienen que afrontar el general Urquiza, apenas de-
jado el campo de batalla. El primero de ellos es enfrentar al exagerado "localismo por-
teño", a cuyo frente se alza la figura sobresaliente de Valentín Alsina. Se oponen a
que Urquiza sea director provisional de la Confederación; luchan porque abandone
Buenos Aires; rechazan su Acuerdo, denigran a sus hombres y por último, se separan
de la Confederación no asistiendo al Congreso Constituyente.
Por su parte, Alberdi, con clara visión, al enjuiciar el momento histórico dice:
“Lo que pretende hoy la política dominante de Buenos Aires es lo mismo que pretendió
desde el principio de la Revolución contra España, y que produjo en gran parte la lu-
cha interior de cuarenta años en este país, a saber: hacer y dirigir el gobierno general
argentino a título de haberlo encabezado por siglos”.
cada una de ellas den su consentimiento para que lo dispuesto en el Pacto federal del
31, pueda cumplirse.
Rosas estaba vencido, pero quedaba el interior en poder de los caudillos que habían
obedecido sus órdenes. Tratar de cambiar violentamente esa situación era continuar la
anarquía y la lucha civil. Urquiza lo comprendió y con clarividencia genial contempori-
zó con los caudillos.
Era necesario antes que nada obtener la firme adhesión de esos caudillos, díscolos y
soberbios, algunos; otros, desengañados de toda tentativa constitucional.
Para afrontar las relaciones con el interior, Urquiza elige a Bernardo de Irigoyen. Su
misión consiste fundamentalmente en hacer conocer el plan de gobierno proclamado
por el Libertador, las bases legales de la futura organización nacional y, realizada esto,
buscar la adhesión de las provincias.
“...que cada uno de los gobiernos signatarios” proceda inmediatamente “al nom-
bramiento del plenipotenciario que deba concurrir a formar la Comisión represen-
tativa de los gobiernos, para que, reunida en la capital de la provincia de Santa Fe,
entre en el ejercicio de las atribuciones que le corresponden según el art. 16 del
mismo tratado”.
Si bien el Protocolo del 6 de abril consolidaba el poder nacional ejercido por Urquiza,
otorgándole el manejo de las relaciones exteriores, comprende éste, que es necesario
62
Para ello, el general Urquiza se dirige el 8 de abril a todos los gobernadores por inter-
medio de su ministro, invitándolos a una reunión en la ciudad de San Nicolás de los
Arroyos el día 20 de mayo de ese año.
Once provincias adhieren a la firma del Acuerdo, con la excepción de Buenos Aires.
Por este acto de disolver a la legislatura, Urquiza se hizo cargo provisionalmente del
mando de la provincia, delegándolo al día siguiente en manos de don Vicente López y
Planes.
Tengamos presente que esta política de oposición habría de influir en la formación del
Congreso general Constituyente.
Desde ese mismo día comienza a trabajar arduamente la comisión encargada de re-
dactar la esperada Constitución Nacional. Cumple su cometido presentando el proyec-
to en la sesión del 18 de abril de 1853.
Así como el Cabildo abierto del 22 de mayo de 1810 representaba la verdadera revo-
lución argentina, en su íntima estructura; así también, la sesión del día 20 de abril de
1853 es la piedra angular donde descansa la Constitución Nacional. Dos tendencias,
dos teorías pugnaban en torno de la sanción de la ley suprema. Por un lado, la co-
rriente liberal, con Gorostiaga y por el otro, una línea conservadora con el doctor
Subiría a la cabeza.
En la sesión del 20 de abril hace uso de la palabra en primer término Benjamín Goros-
tiaga. Afirma que es de urgente necesidad el tratamiento del proyecto constitucional y
que los pueblos lo reclaman con urgencia:
“La Constitución no es una teoría, como se ha dicho; nada más práctico que ella;
es el pueblo, es la Nación Argentina hecha ley”.
Art. 1º. "Conforme al art. 3º, parte 1ra. de la Constitución, la ciudad de Buenos Aires es
la capital de la Confederación".
A raíz de extrañas y antojadizas interpretaciones hechas sobre las fuentes que inspira-
ron a los hombres del 53, Juan Bautista Alberdi decía:
“Los partidos, las luchas, los intereses, las doctrinas de los pueblos argentinos...
es la verdadera fuente y explicación de la Constitución actual argentina”.
- El Pensamiento de Mayo
- El Pensamiento federal (doctrinario y del hecho)
- El Pensamiento unitario
- El Pensamiento del 37 y el Pensamiento Porteño de la Organización.
Una mención aparte merece el tratamiento de las "Bases y puntos de partida para la
organización política de la República Argentina", de Juan Bautista Alberdi, obra de
fundamental importancia para el estudio de nuestra organización y ligada de una ma-
nera indisoluble, a nuestra ley suprema. En cuanto a la obra en sí, es innegable que
inspiró a los hombres del 53 y fijó la política de progreso que habría de decidir el des-
tino de la Nación.
“Pocos libros arrojan más viva luz sobre los accidentes de la política argentina y
ninguno contiene ideas más claras, puntos más seguros de partida para el estudio
de nuestro derecho constitucional”.
Actividad Nº 13
3) ¿Por qué razón era tan importante para Urquiza poner en vigencia
el Pacto Federal de 1.831?
Estas unidades comienzan con la secesión de la provincia de Buenos Aires, cuya defi-
nitiva y necesaria integración, demandó en pocos años numerosos esfuerzos y sacrifi-
cios.
Urquiza pudo hacer uso de la fuerza para lograr la incorporación de Buenos Aires,
pero se inclinó a realizar un entendimiento pacífico. A tal efecto comisionó a Daniel
Gowland y José María Cullen para que gestionaran la formalización de un tratado. A
fin de concertar las bases del acuerdo, se entrevistaron con el gobernador Obligado y
se firmó un convenio por el que ambas partes se comprometían a no consentir la
desmembración del territorio nacional.
El 23 de octubre de 1859 chocaron las fuerzas en pugna en las costas del arroyo de
Cepeda, cerca de la frontera de Buenos Aires y Santa Fe. El triunfo correspondió al
general Urquiza. Algunas divisiones porteñas pudieron escapar bajo el mando del ge-
neral Mitre rumbo a San Nicolás. Mientras tanto, el héroe de la jornada, enviaba una
patriótica proclama al pueblo de Buenos Aires:
“Al final de mi carrera política mi única ambición es contemplar desde el hogar tranqui-
lo una feliz República Argentina, que me cuesta largos años de cruda lucha...”.
Art. 2º. "Dentro de veinte días de haberse firmado el presente convenio se convocará
una Convención Provincial que examinará la Constitución de mayo de 1853, vigente
en las demás provincias argentinas".
El 11 de noviembre fue ratificado el Pacto de San José de Flores, por el general Justo
José de Urquiza, por la Confederación y don Felipe Lavallol, por la provincia de Bue-
nos Aires.
La Convención Provincial por imperio del art. 2º del Pacto de Familia, tenía que ser
convocada a los veinte días de firmado el convenio.
69
Este documento titulado “Convenio complementario del Pacto de San José de Flores”
fue firmado el 6 de junio de 1860, y consta de diecinueve artículos o estipulaciones. Se
fija en ellos la necesidad de la convocatoria de la Convención ad hoc que habrá de
sancionar las reformas a la Constitución vigente, declarando que luego que se expida
el Congreso Nacional, el gobierno de la Confederación llamará a elecciones de con-
vencionales en toda la República.
En cumplimiento del art. 5º del Pacto de San José de Flores y del 1º del Convenio del
6 de junio de 1860, se reúne en la ciudad de Santa Fe la Convención Nacional "ad
hoc", encargada de examinar las reformas propuestas por la Convención de la provin-
cia de Buenos Aires, a la Constitución de 1853. El 21 de octubre de 1860 el pueblo de
la provincia de Buenos Aires juraba la Constitución de 1853 reformada.
Tanto las reformas propuestas por esa ciudad, como las sancionadas por la conven-
ción nacional, pueden analizarse en profundidad, en la bibliografía básica.
Mientras todo esto ocurría en pro de la unión nacional, otros acontecimientos de diver-
sa índole vendrían a oscurecer el luminoso panorama de esa hora.
Dos son los acontecimientos que logran hacer renacer los conflictos entre Buenos Ai-
res y la Confederación:
- Los hechos de San Juan con la muerte de Benavídez. La prensa y los hombres de
Buenos Aires enrostraron al gobierno nacional, el fusilamiento de Aberastain; mientras
que los adictos al gobierno de Paraná inculpaban a los porteños la instigación directa
de los hechos, que culminaron con el asesinato de Virasoro.
70
Efectuada la convocatoria y realizadas las elecciones, Buenos Aires eligió a sus repre-
sentantes en virtud de la ley provincial y no por la ley nacional del 4 de julio de 1859.
A pesar de las debilidades demostradas por Derqui ante la política porteña, su conduc-
ta definitiva es leal a la Confederación y a Urquiza. Apoya la no incorporación de los
diputados y ataca la política porteña en los últimos acontecimientos.
Después del mensaje que el presidente lee ante el Congreso el 12 de mayo de 1861 la
situación queda definida. Nada puede detener la guerra. Tanto el litoral, especialmente
el sur de la provincia de Santa Fe, como toda la provincia de Buenos Aires, se convier-
ten en escenario de la guerra que muy pronto va a estallar.
Pavón
Mitre intenta imponer su política, ya que sabe que la mayoría de las provincias no le
responden; y es así que, con férrea mano logra la "unidad nacional a palos", como
bien se ha dicho.
El Problema de la Capital
Desde aquel febrero de 1536 en que se funda la ciudad de Buenos Aires comienza el
conflicto secular de su existencia. Su ubicación geográfica, su contacto con los gran-
des ríos interiores, su puerto de ultramar y los factores, un tanto providenciales, de su
destino histórico durante la conquista, hicieron de ella, el núcleo comercial y coloniza-
dor más importante de la primera época. Es importante comprender esta realidad que
señalaba a Buenos Aires, como la única posible capital del País.
Atento a esta proposición el general Mitre intercambió ideas con los hombres de la
legislatura porteña, a fin de poder proyectar una ley que contemplara las situaciones
en pugna: la existencia del gobierno nacional y el decoro de la soberanía de la provin-
cia.
Así terminó el viejo problema argentino. Dos años después Dardo Rocha colocaba
bajo la presidencia de Roca la piedra fundamental de la ciudad de La Plata, nueva
capital de la provincia. Terminaba así el pleito político e institucional, pero comenzaba
el otro: la concentración de las fuerzas económicas, políticas y sociales en la poderosa
capital histórica.
72
La Reforma Electoral
Una de las primordiales preocupaciones del doctor Roque Sáenz Peña al asumir la
presidencia de la República, fue la reforma electoral. Su larga experiencia política le
había hecho comprender en su magnitud el significado de toda una época de vida ar-
gentina, en que las instituciones de nuestro sistema representativo y democrático ha-
bían sido desvirtuadas, incumpliéndose la Constitución Nacional y entronizándose el
fraude como sistema normal de los gobiernos. De ahí, la importancia histórica de la ley
dictada bajo la presidencia de Sáenz Peña, bautizada desde entonces con su nombre,
como justo homenaje.
“La ley -expresa Sáenz Peña-, ha concluido con el fraude, toca a los gobiernos termi-
nar con la violencia. Los gobiernos deben colocarse en una línea superior a los perso-
nalismos... El escepticismo ha muerto ayer y nadie será bastante osado para repetir
aquella frase injuriosa que suponía un país sin ciudadanos y una Nación sin voluntad.
Temer la legalidad del voto es amedrentarse de la democracia y es también una co-
bardía cívica. No debe prevalecer el interés de los menos sobre el derecho de los
más”. “El programa de la libertad electoral -le dice al gobernador Garzón- es el secreto
de la verdadera autonomía provincial”.
73
El aluvión inmigratorio que llega al país, tras la política liberal proclamada por los
hombres del 53, abre nuevos rumbos a las perspectivas nacionales. Del choque de
sangres, ideas e instituciones, va a salir la nueva Argentina, revitalizada al conjuro de
esta integración, dinámica y profunda. Nacerá aquí la Argentina del cambio, apuntan-
do hacia el progreso; pero, ya lo hemos señalado también, enfrentándose a graves
problemas, como consecuencia de ese cambio, de esa transformación.
Atraídos por la aventura de América llegan al país, juntamente con los colonizadores
que habrán de marchar a nuestros campos, fundando sus colonias a lo largo y a lo
ancho del país, una gran masa de obreros europeos, desalojados del Viejo Mundo a
raíz de los graves conflictos sociales. Toda esta legión, que en gran parte no va a la
campaña sino que se queda en las ciudades, especialmente Buenos Aires, trae a su
nueva patria de adopción un tumultuoso hervidero de ideas revolucionarias.
La crisis económica, política y social que sufre el país en esa época es campo propicio
para las nuevas ideas. Comienzan las huelgas. Sectores importantes de obreros se
adhieren a la Primera Internacional; se comienzan a organizar las primeras federacio-
nes obreras; tipógrafos y comerciantes emprenden una campaña en pro del descanso
dominical.
La labor legislativa en materia social fue escasa durante las primeras décadas de este
siglo. A pesar de ello, se aprobaron algunas leyes de positivo valor, entre las que po-
demos mencionar la ley de “descanso dominical” (1905); la ley sobre “trabajo de muje-
res” nº 5291, del año 1907; la ley 11.317 sobre “trabajo de mujeres y menores” de
1924; la ley 9688 de “accidentes de trabajo” del año 1915; la ley sobre “jornadas de
trabajo”, nº 11.544 del año 1929 (ocho horas diarias y cuarenta y ocho semanales); la
ley de “protección a la maternidad para empleadas y obreras de empresas particula-
res” (Nº 11.933 del año 1934); y así otras de menor importancia que fueron confor-
mando una legislación social, evidentemente retrasada con respecto a otros países.
La “Declaración de los derechos del trabajador explotado” dada en Rusia en 1918; la
Constitución alemana de Weimar de 1919; la de Estonia (1920); Polonia (1921) entre
otras y en nuestra América, la de México de 1917, fueron los modernos documentos
constitucionales que sustentaron las nuevas doctrinas sociales, tras el paso de los
principios socialistas, del pensamiento marxista o de la doctrina social de la Iglesia
Católica expuesta especialmente en diversas encíclicas.
74
El salario mínimo vital móvil es uno de los logros más interesantes en las reformas de
1957. Deveali ha definido al salario mínimo vital como aquel que es indispensable para
satisfacer las exigencias más elementales de la vida del trabajador, teniendo por base
al trabajador soltero, sin cargas de familia, común y no calificado.
Cabe destacar, también, en el art. 14 bis “la estabilidad del empleado público”, organi-
zación sindical libre y democrática, frente a los sindicatos únicos y las presiones gu-
bernamentales; la participación de los trabajadores en las ganancias de la empresa, y,
a su vez, en el control de la producción, colaborando en la dirección de ella. Igualmen-
te se otorga a los representantes gremiales un efectivo privilegio o fuero gremial que
les permita actuar con todas las garantías necesarias en todos aquellos actos relacio-
nados con su gestión sindical, asegurándoles estabilidad en sus empleos.
Pero, sin lugar a dudas, la conquista más importante es la consagración de los benefi-
cios de la seguridad social. William Beveridge define en qué consiste este derecho:
“Asegurar una renta mínima que reemplace al salario cuando éste sea interrumpido
75
por cesantía, enfermedad o accidente; para conceder el retiro de vejez; para proveer
contra la pérdida del sostén por la muerte de otra persona y para hacer frente a gastos
extraordinarios como los relacionados con el nacimiento, el fallecimiento y el matrimo-
nio”.
Actividad Nº 14
5) ¿Cuáles fueron las causas por las que Urquiza decide la retirada
en Pavón?
UNIDAD XIV
ÉPOCA CONSTITUCIONAL (cont)
Actividad Nº 15
a) período de gobierno
b) ministros
c) ideas políticas
d) acciones de gobierno principales en las distintas áreas: social, eco-
nómica, política educativa, etc.
ANEXO
HISTORIA CONSTITUCIONAL ARGENTINA
LOS INCAS
Cuando Francisco Pizarro llegó al Perú se encontró con un verdadero Imperio gober-
nado por el Inca Atahualpa, con un estado cabalmente organizado y con un tipo de
cultura que llamó profundamente la atención de los españoles.
Aunque ellos creyeron que tan admirable civilización era mérito de los Incas, los pa-
cientes investigadores han demostrado que, antes de ellos, hubo en el Perú diversos
pueblos que desarrollaron y sentaron las bases sociales, políticas, económicas y cultu-
ra-les del posterior imperio incaico.
Estas culturas han recibido, por lo mismo, el nombre de «preincaicas». He aquí las
principales de ellas:
Entre los restos que dejaron deben mencionarse dos pirámides, como la «Huaca del
Sol» y «de la Luna» respectivamente.
El barro también servía para las casas, las vasijas comunes e incluso para las sepultu-
ras.
La organización política era tal que los españoles le dieron el nombre de «Reino de
Chimú», estaba basada en una clara diferencia social.
La economía tenía las características propias de los cándidos, pero habían desarrolla-
do una notable metalurgia basada en el labrado del oro, plata, cobre y bronce.
3. Cultura Tiahuanaco: esta civilización ha recibido tal nombre debido a los yacimien-
tos arqueológicos existentes en Tiahuanaco, lugar situado al sur del lago Titicaca.
Cuando el poderío incaico llegó a su cenit ocupaba una extensión de casi 2.000.000
Km2 que se prolongaba desde tierras ecuatorianas hasta el río Maule en Chile y Ar-
gentina (hasta la zona de Mendoza).
El origen de los incas está envuelto en leyendas recogidas por los cronistas españo-
les, a los cuales se han dado interpretaciones diversas. Lo que parece estar fuera de
dudas es que procedían del altiplano boliviano.
El centro del Imperio estaba en la ciudad de Cuzco, adonde habían llegado en época
remota Ayar Manco (Capac) y su hermana y esposa Mama Ocllo, fundadores de la
dinastía incaica hacia mediados del siglo XIII.
El nombre de «Inca», término que equivale a caudillo o jefe, se dio a los soberanos y a
la clase gobernante y, por extensión, a los súbditos del Imperio.
Desde el Cuzco, los incas sostuvieron diversas guerras, como consecuencia de las
cuales sojuzgaron a los pueblos comarcanos, extendiendo poco a poco su predominio
militar y político.
El Ayllu: la organización social, política y aún económica del Imperio estaba basada
en el ayllu institución sumamente arraigada entre los ándidos de las costas del Pacífi-
co.
El ayllu era un grupo de familias emparentadas por un antepasado, con un culto fami-
liar común (huaca), y con una extensión de tierra propia marca). La autoridad del ayllu
era el Curaca designado por el Inca o sus representantes. No todos los ayllus eran
igual-mente poderosos ya que se componían de un número variable de familias.
El inca tenía su propio ayllu, que comprendía su familia, sus servidores y sus bienes.
Al fallecer su sucesor formaba un nuevo ayllú real, separándose del de su padre. Se
fue formando consiguientemente una nobleza de sangre, cuyos ayllus tenían ciertos
privilegios que no alcanzaban al común de los habitantes del Imperio.
También los ayllus de habla quichua que rodeaban al Cuzco fueron asignados como
nobles, y por consiguientes estaban exentos del pago de tributos y de servicio perso-
nal, al igual que los de sangre real.
El Gobierno: El Inca era el jefe absoluto del Tahuantisuyo o «Imperio de las 4 regio-
nes». Tenía, en realidad, la «suma del poder» civil, político, administrativo, militar y
religioso, y hasta era reverenciado como una divinidad. Sus insignias de mando se
consideraban sagradas. El extraordinario boato de su corte, así como las lujosas
prendas que vestían, maravillaron a los españoles. Para mantener pura la sangre divi-
na se casaba con su propia hermana Coya (reina), y sus otras mujeres se llamaban
Palles.
Su heredero era aquel de los hijos a quien al considerarse más capaz para el cargo, lo
que daba lugar a crisis e intrigas provocadas por las rivalidades de la sucesión.
Cada una de las «4 regiones» estaba bajo las órdenes de un «apo»-gobernador que
residía en el Cuzco bajo las inmediatas órdenes del Inca.
Las provincias volvían a subdividirse en dos partes o «Sayas», de acuerdo con los
ayllus que hubiera en ellas.
Sociedad
Nobleza: estaba integrada por los familiares del Inca y altos funcionarios del Imperio
(orejones). Constituían el grupo privilegiado.
Puric: las obligaciones del trabajo productivo recaían sobre el sector de los puric, los
hombres adultos que tenían a su cargo el cultivo de la tierra, el cuidado del ganado y
las tareas industriales.
Las tierras no pertenecían a cada individuo, sino a la colectividad, y todos los años el
Inca ordenaba la distribución de los nuevos tupus.
La Tierra: si el Imperio Incaico estaba organizado bajo estricto control del Estado en lo
político y en lo social, no era menos la injerencia oficial en la economía general y fami-
liar.
La vida de los habitantes comunes del Imperio estaba internamente ligada a la tierra,
ya que la agricultura era la base de la economía. El ayllu tenía una determinada ex-
tensión de tierra (marca), dentro de la cual cada adulto recibía un lote (topu) para el
sostén de la familia. Cada nueva pareja recibía al casarse un «topu» dentro del ayllu.
Solamente una tercera parte de la tierra del ayllu podía ser dividida en topus. El resto
era cultivado mediante trabajo colectivo de los indios del ayllu, y sus productos se des-
tinaban por mitades al Inca y al culto.
Debe tenerse en cuenta que «la mita» y el «yanaconazgo», de los cuales se ha habla-
do anteriormente, tenían sentido, no solo político y social sino también económico.
Por supuesto que el maíz era el principal de los cultivos sobre todo en las tierras ba-
jas. Lo seguían la papa, el maní, los porotos, ají, mandioca.
Toda la producción agrícola era recogida en los almacenes del Estado para ser distri-
buida. Una parte era para el Inca y la nobleza, otra destinada al mantenimiento del
culto; otra servía al sostenimiento de viudas, huérfanos e impedidos y el resto se en-
tregaba al pueblo.
El ejército: los incas tenían un ejército cuya oficialidad formaban los nobles y cuyo
contingente general se reclutaba entre los ayllus no privilegiados. Ya se ha dicho que
el servicio militar estaba entre las obligaciones de la «mita».
Religión
La religión oficial del Imperio Incaico reconocía la existencia de un solo Dios superior,
eterno, personal, todopoderoso, creador de lo existente. Era invocado bajo diversos
nombres según las regiones aunque se habían difundido más los de «Huiracocha» o
«Pachacámac». Se entiende que el pueblo no alcanzaba esa abstracción y que las
obras creadas por tal Dios fueron confundidas con la divinidad.
El sol mismo -llamado Inti- era sólo una obra de Huiracocha y una real manifestación
de su poder. También la luna y los astros recibían veneración entre los hombres del
Imperio. Había templos donde los sacerdotes celebraban el culto oficial. Poseían nu-
merosos adornos de oro.
Los sacrificios humanos eran una excepción en el culto incaico, y no una costumbre
común entre los aztecas. Se practicaban, en cambio, ofrendas de coca, chicha y hasta
animales.
Educación: Sólo accedían a ella los hijos de los nobles o de los curacas. Los amautas
eran los maestros encargados de prepararlos para sus futuras funciones. Se les ense-
ñaba los preceptos religiosos, se los instruía en la política, la historia, la milicia y en el
modo de conducirse y hablar elegantemente. También aprendían el significado de los
nudos (quipos) con el objeto de establecer la cronología de los hechos históricos y
cotidianos. La lengua que aún pervive entre los indígenas peruanos, era el quechua.
Los quipos: los incas no conocieron la escritura, aun cuando ordenaron un sistema
de cordeles y nudos (quipos), cuya disposición en una madeja de cuerdas coloradas y
de diferente extensión les servía para fines aritméticos y de contabilidad.
Arquitectura: para construir los muros -cuyos restos pueden ser admirados en el
Cuzco- los incas empleaban grandes moles de piedra, perfectamente pulidas, que
ajustaban entre sí sin ningún tipo de argamasa. En los templos predominan las formas
rectangulares, con un número impar de puertas en los lados mayores. La decoración
interior era rica -oro, plata, tejidos- pero sus techos eran de paja.
Entre los templos más importantes se pueden citar el Cori cancha, dedicado al sol, y el
Inticancha, erigido en honor a Viracocha, ambos en el Cuzco.
de piedra. Los testimonios de este tipo más importantes son las fortalezas de Machu
Pichu y Sacsahuaman.
Caminos: el sistema caminero establecido por los incas unificaba todos los puntos del
Imperio. Los españoles se maravillaron por la calidad de las rutas, amplias calzadas
formadas por grandes lajas de piedra. Los dos caminos más importantes eran el que
llevaba al Collasuyo y el de Quito. Existían, además, gran cantidad de rutas transver-
sales.
LOS MAYAS
Se ha dado el nombre de «Mayas» a grupos indígenas que desarrollaron una cultura
superior, en un marco geográfico cuyo centro fue la península de Yucatán. La influen-
cia de dicha cultura dejó sus rastros monumentales en los estados del sur de México
como en Guatemala, El Salvador y Honduras.
En los seis siglos del Imperio Antiguo, los Mayas sentaron las bases de una formidable
cultura. Sus ciudades -Palenque, Piedras Negras, Tikal, Copán, etc.- con sus monu-
mentales edificios testigo del grado de civilización alcanzada.
No se han podido determinar con certeza las causas de la decadencia del Antiguo
Imperio Maya, al respecto se han emitido distintas hipótesis: cambio de clima, terremo-
tos, epidemias, invasiones extranjeras, etc.; se han probado que en el siglo X se pro-
dujo la invasión de los Toltecas, hecho que pudo influir en el abandono de la región.
A partir del año 900, los mayas, ya ubicados en Yucatán dieron nacimiento al Imperio
Nuevo.
El término «Imperio Maya» es inexacto Los Mayas no formaron una unidad estable
sino que agruparon en «ciudades independientes», aisladas entre sí y, a menudo, riva-
les unas de otras.
Las principales ciudades de este período son Uxmal, Mayapan, Chichen Itza, etc. Es-
tas ciudades florecieron hacia el año 1.000 pero no tardaron en caer bajo el dominio
de tribus mejicanas que luego formaron la confederación azteca.
Gobierno
Cada ciudad principal estaba gobernada «por un gran jefe»: «Halach Vinic», cuyo títu-
lo era hereditario por línea masculina. De este jefe dependían las autoridades delega-
das «Vatav» que gobernaban las poblaciones menores o las ciudades subalternas.
Tanto estas como aquel tenían consejos que lo asesoraban en los casos difíciles.
83
Cada ciudad tenía su fuerza armada, más defensiva, carecieron de inclinaciones mili-
tares, de ahí que fueran fácilmente sojuzgados por los aztecas.
Justicia
En materia de justicia, los mayas fueron muy severos, los delincuentes eran juzgados
por el Halach Vinic o por sus representantes. Las leyes penaban con grandes castigos
los distintos delitos; así el hurto se penaba con esclavitud, el homicidio voluntario o
involuntario, el adulterio, el daño grave se castigaba con la muerte.
Sociedad
Entre estos dos grupos sociales se formó otro intermedio integrado por los
comerciantes -Ah opolon-, que gozaban de determinados privilegios.
La familia entre los mayas era monogámica y la unidad matrimonial estaba protegida
por las leyes. No se casaban entre parientes cercanos.
Economía
Como todos los pueblos ándidos la economía de los mayas giraba en torno del cultivo
del maíz, que era la base primordial de su alimentación.
Se cultivaba también el ají, zapallo, tomate, mandioca. Las tareas agrícolas estaban a
cargo de los varones.
Si bien construyeron caminos, los mayas desconocieron la rueda y los animales de tiro
o de carga, pues no practicaron la economía ganadera intensiva, aunque fueron dies-
tros cazadores de animales silvestres.
Creencias religiosas
Todos los aspectos relacionados con la vida del pueblo Maya estaban muy influidos
por su religión. Los testimonios más directos provienen de antiguos códices escritos
con caracteres latinos y lenguaje aborigen, tales como el libro de consejo o Popol -
Vhu y los libros de Chilan Balan.
84
Estas fuentes revelan un marcado politeísmo, así como el convencimiento de que tras
la muerte existían el premio y el castigo de acuerdo con el comportamiento observado
en vida. Entre los dioses más importantes se encontraban Hunab Ku, creador del
mundo; Ah Puch, dios de la muerte, Chack, divinidad de la lluvia a quien se le ofrecían
sacrificios humanos; Itzamná, dios civilizador que enseñó a los hombres toda su sabi-
duría.
Escritura y numeración. Los mayas utilizaron una escritura ideográfica de base jero-
glífica. Sólo una pequeña parte ha podido ser descifrada, y su significación es predo-
minantemente religiosa. Su sistema numérico era muy exacto: tenía como base el nú-
mero veinte (sistema vigesimal), y conocían el cero.
El calendario. De todas las civilizaciones amerindias, los mayas fueron los que desa-
rrollaron mayores conocimientos astronómicos y calendáricos. El tzolkin (calendario
sagrado) tenía 260 días repartidos en trece grupos de veinte días cada uno; el haab
(calendario solar) constaba de 360 días repartidos en 18 grupos de 20 días.
LOS AZTECAS
La Confederación de pueblos presidida por los aztecas, tenía su centro político-
administrativo en la ciudad de Tenochtitlán, en la meseta de México.
La superioridad militar y política de los aztecas les permitió dominar a dichos pueblos
a partir, aproximadamente, del año 1.200 de nuestra era.
Las investigaciones realizadas en el Anáhuac permiten afirmar que, antes de tal fe-
cha, se habían sucedido menos de quince tipos distintos de culturas indígenas en los
12 siglos anteriores.
- Primer período: las culturas medias del Valle de México (1 al 600 d.C)
- Segundo período: los Toltecas clásica (600 al 1.000)
- Tercer período: los Chichimecas y Toltecas dinásticos (1.000 a 1.300)
- Cuarto período: los aztecas.
85
Los aztecas se hallaban divididos en veinte grupos, distritos y clanes llamados Calpu-
llis. Los Calpullis eran el núcleo primordial de la organización social, política, religiosa
y ad-ministrativa.
Cada Calpullis tenía sus jefes, sus funcionarios, sus guerreros e incluso sus peculiares
costumbres y su legislación propia, sus templos y arsenales. La autoridad residía en
un «teachcauch» o comandante militar y en un «calpullec» o jefe administrativo.
Los veinte calpullis se habían agrupado en cuatro regiones o provincias, cada una de
las cuales constituía una federación de cinco calpullis. Cada provincia tenía a su frente
un jefe militar noble que dependía del «emperador».
Tenochtitlán, su capital, fue asiento de las actividades políticas y militares. Situada con
sentido estratégico en el centro del lago Texcoco y a la que se llegaba por medio de
calzados, era una populosa ciudad que impresionó a los conquistadores.
Había un «Tlatocan» o «Gran Consejo», formado por los representantes de los veinte
calpullis. Ejercía el poder supremo con funciones amplísimas y jurisdicción total.
Tribus sometidas
Los aztecas se habían extendido sobre pueblos que no formaban parte de los calpullis
y eran, por lo mismo, ajenos a la Confederación. Estaban gobernados por jefes azte-
cas designados por el emperador. Debían pagar tributos anuales, de acuerdo con sus
riquezas.
Fueron estos pueblos sometidos los que ayudaron a Hernán Cortez a derrocar a Moc-
tezuma y a destruir la Confederación Azteca.
86
La familia azteca era de carácter monogámico, aunque los nobles no tardaron en ad-
mitir la poligamia. El derecho era patrilineal. Los delitos tales como el aborto, el infanti-
cidio o el adulterio eran castigados con la pena de muerte.
Clases sociales
La sociedad comprendía:
Los esclavos, adquirían su condición de tal por ser prisioneros de guerra, por castigo
de robos, por deudas, etc. No obstante, los esclavos podían recuperar la libertad bajo
ciertas condiciones.
Religión
Sin embargo, esta creencia monoteísta inicial había ido cediendo paso a un complejo
politeísmo.
Entre las divinidades que recibían culto y veneración de los aztecas figuraba Huitzilo-
pochtli, cuyo nombre significaba «el colibrí hacia el sur».
«Quetzalcoatl»: «la serpiente con plumas», era reverenciado como una manifestación
de sabiduría, de los vientos propicios, de las artes y de las ciencias.
El sacerdocio
Los sacerdotes ocupaban un lugar preeminente entre los Aztecas y constituían una
verdadera institución.
Había sacrificios incruentos, como las ofrendas de vestidos y maíz. Sin embargo, el
centro de las actividades del culto eran los sacrificios humanos. Prisioneros de guerra
y jóvenes elegidos especialmente eran sacrificados por los sacerdotes para obtener la
buena voluntad de los dioses. El procedimiento habitual era poner a la víctima sobre la
piedra del sacrificio y arrancarle el corazón, utilizando para ello un cuchillo de peder-
nal.
87
La organización económica
La tierra
En forma general puede afirmarse que la tierra de cultivo pertenecía al Estado o a ins-
tituciones reconocidas por éste.
El calpulli poseía grandes extensiones que entregaba a cada familia, según sus nece-
sidades.
La familia era la poseedora nominal; el calpulli, el dueño real. Había parcelas destina-
das al sostenimiento común de sacerdotes, magistrados y guerreros.
El principal cultivo era el maíz. Además se cultivaba ají, zapallo, tomate, frijoles (poro-
tos) y batata. También cacao y maque y con cuyo jugo se preparaba una bebida fer-
mentada y embriagante llamada pulque.
La industria
A pesar de los progresos realizados por los aztecas apenas habían salido de la edad
de piedra. El empleo de los metales se reducía al cobre y al oro, ignorando todo tipo
de aleación.
Tenían talleres para la confección de tejidos, en los cuales empleaban hilos de algo-
dón o pelos de conejo.
También combinaban telas con plumas de ave para la confección de vestidos finísi-
mos.
La cerámica cubría las necesidades familiares mediante vasija, platos, copas. Eran en
general de barro cocido con adornos en blanco y negro.
Una vez por semana se realizaban en las ciudades ferias o mercados donde se inter-
cambiaban productos mediante trueque, a veces empleaban canutos de plumas llenos
de polvo de oro o bolsitas con granos de cacao.
Ejército
Empleaban arcos, flechas, lanzas y hondas, los mejores guerreros tenían una espada
de madera con incrustaciones de obsidiana. Se cubrían con cascos, escudos y cora-
zón de tela acolchado.
Arte
APÉNDICE DOCUMENTAL
HISTORIA CONSTITUCIONAL ARGENTINA
Dr. FERNANDO SARAVIA TOLEDO
Dr. HORACIO MARCELO DE LA SERNA
Dra. MARCELA VON FISCHER
SALTA
LO SEGUNDO: Que los señores que forman la precedente corporación, comparezcan sin pérdida de
momentos en esta Sala capitular, a prestar juramento de usar bien y fielmente sus cargos, conservar la
integridad de esta parte de los dominios de América a nuestro amado Soberano el señor D. Fernando
VII y sus legítimos sucesores, y observar puntualmente las leyes del reino.
LO TERCERO: Que luego que los referidos señores presten el referido juramento sean reconocidos por
depositarios de la autoridad superior del Virreinato por todas las corporaciones de esta Capital y su ve-
cindario respetando y obedeciendo todas sus disposiciones, bajo las penas que imponen las leyes a los
contraventores: todo hasta la congregación de la junta General del Virreinato.
LO CUARTO: Que faltando algunos de los referidos señores que han de componer la junta de esta Ca-
pital, por muerte, ausencia o enfermedad grave, se reserva este Cabildo nombrar el que haya de inte-
grarla.
LO QUINTO: Que aunque se haya plenísimamente satisfecho de la honrosa conducta y buen procedi-
miento de los señores mencionados, sin embargo para satisfacción del pueblo, se reserva también estar
muy a la mira de sus operaciones, y caso no esperado que faltasen a sus deberes, proceder a una de-
posición, reasumiendo para este sólo caso, la autoridad que le ha conferido el pueblo.
LO SEXTO: Que los referidos señores, inmediatamente después de recibidos en sus empleos, publi-
quen una general amnistía en todos los sucesos ocurridos el día 22, en orden a las opiniones sobre la
estabilidad del gobierno; y para mayor seguridad, este Excmo. Cabildo toma desde ahora bajo su pro-
tección a todos los vocales que han concurrido al Congreso General ofreciendo que contra ninguno de
ellos se procederá directa o indirectamente contra sus opiniones, cualesquiera que hayan sido.
LO SEPTIMO: Que con el mismo objeto de consultar la seguridad pública, quedarán excluidos los refe-
ridos sujetos, que componen la junta Provisional, de ejercer el poder judiciario, el cual se refundirá en la
Real Audiencia, a quien se le pasarán todas las causas contenciosas que no sean de gobierno.
LO OCTAVO: Que esta misma Junta ha de publicar todos los días primeros del mes un estado en que
se dé razón de Administración de la Real Hacienda.
LO NOVENO: Que no pueda imponer pensiones, pechos ni contribuciones, sin previa consulta y con-
formidad de este Excmo. Cabildo.
LO DECIMO: Que no se obedezca ninguna orden o providencia del Excmo. Sr. Virrey, sin que vaya
rubricada por todos los demás individuos que deban componer la Junta.
90
LO UNDECIMO: Que los referidos señores despachen sin pérdida de tiempo órdenes circulares a los
Jefes de interior, y además a quienes corresponda, encargándoles muy estrechamente, y bajo de res-
ponsabilidad, hagan que los respectivos Cabildos de cada uno convoquen, por medio de esquelas la
parte principal y más sana del vecindario para que formado un Congreso de solos los que en aquella
forma hubieren sido llamados, elijan sus representantes y estos hayan de reunirse a la mayor brevedad
en esta Capital, para establecer la forma de Gobierno que se considere más conveniente.
LO DUODECIMO: Que elegido así el representante de cada ciudad o villa; tanto los electores como los
individuos capitulares le otorguen poder en pública forma, que deberán manifestar cuando concurran a
esta capital a fin de que se verifique su constancia, jurando en dicho poder no reconocer otro soberano
que el señor D. Fernando VII y sus legítimos sucesores según el orden establecido por las leyes, y estar
subordinado al gobierno que legítimamente los represente.
LO DECIMOTERCERO: Que cada uno de los señores de la Junta tenga el tratamiento de EXCELEN-
CIA, reservándose a la prudencia de ella misma la designación de honores que se le hayan de hacer, y
distinciones que deban usar.
LO SEGUNDO: Que los señores que forman la precedente corporación, comparezcan sin pérdida de
momentos en esta Sala Capitular, de usar bien y fielmente sus cargos, conservar la integridad de esta
parte de los dominios de América a nuestro amado soberano, el Sr. D. Fernando VII y sus legítimos
sucesores, y observar fielmente las leyes del reino.
LO TERCERO: Que luego que los referidos señores presten el juramento sean reconocidos por deposi-
tarios de la autoridad Superior del Virreinato por todas las corporaciones de esta Capital y su vecindario
respetando y obedeciendo todas sus disposiciones hasta la congregación de la Junta General del Vi-
rreinato; bajo las penas que imponen las leyes a los contraventores.
LO CUARTO: Que la Junta ha de nombrar quien deba ocupar cualquier vacante por renuncia, muerte,
ausencia, enfermedad o remoción.
LO QUINTO: Que aunque se haya plenísimamente satisfecho de la honrosa conducta y buen procedi-
miento de los señores mencionados, sin embargo para satisfacción del pueblo, se reserva también estar
muy a la mira de las operaciones, y caso no esperado que faltase a sus deberes, proceder a la deposi-
ción con causa bastante injustificada, reasumiendo el Excmo. Cabildo, para este solo caso, la autoridad
que le ha conferido el pueblo.
LO SEXTO: Que la nueva Junta ha de velar por el orden y la tranquilidad pública, y seguridad individual
de todos los vecinos, haciéndosele, como desde luego se le hace, responsable de lo contrario.
LO SEPTIMO: Que los referidos señores que componen la Junta Provisoria quedan excluidos de ejer-
cer el poder judiciario, el cual se refundirá en la Real Audiencia a quien se le pasarán todas las causas
contenciosas que no sean de gobierno.
LO OCTAVO: Que esta misma Junta ha de publicar todos los días primeros del mes un estado en que
se de razón de la administración de Real Hacienda.
LO NOVENO: Que no pueda imponer contribuciones, ni gravamen al pueblo o sus vecinos, sin consulta
y previa conformidad de este Excmo. Cabildo.
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LO DECIMO: Que los referidos señores despachen sin pérdida de tiempo órdenes circulares a los Jefes
de lo Interior y además a quienes corresponde, encargándoles muy estrechamente, y bajo responsabili-
dad, hagan que los respectivos cabildos de cada uno convoquen por medio de esquelas la parte más
sana principal del vecindario, para que, formados un Congreso de solo los que en aquella forma hubie-
sen sido llamados, elijan sus representantes, y estos hayan de reunirse a la mayor brevedad en esta
Capital para establecer la forma de gobierno que se considere más conveniente.
LO UNDECIMO: Que elegido así el representante de cada ciudad o villa tanto los electores como los
individuos capitulares, le otorguen poder en pública forma, que deberán manifestar cuando concurran a
esta Capital, a fin de que se verifique sus constancia, jurando en dicho poder no reconocer otro sobe-
rano que el señor D. Fernando VII y sus legítimos herederos, según el orden establecido por las leyes, y
estar subordinado al gobierno que legítimamente les represente.
1º) La Junta se congregará todos los días en la Real Fortaleza, donde será la posada del Sr. Presiden-
te, y durará su reunión desde las nueve de la mañana hasta las dos de la tarde y desde las cinco hasta
las ocho de la noche.
2º) Todos los asuntos gubernativos y de hacienda se girarán ante ella por las oficinas respectivas.
3º) El departamento de Hacienda, en la secretaria, conocerá a cargo del Dr. Juan José Paso, y el depar-
tamento de gobierno y guerra, a cargo del Dr. Mariano Moreno.
4º) En los decretos de substanciación, contestaciones dentro de la capital, asuntos leves y de urgencia
despacho, bastará la firma del Presidente autorizada por el respectivo secretario.
5º) En los negocios que deban decidirse por la Junta, la formarán cuatro vocales con el Presidente; pero
en los asuntos interesantes, de alto gobierno, deberán concurrir todos.
6º) En las representaciones y papeles de oficio se dará a la Junta el tratamiento de Excelencia pero los
vocales no tendrán tratamiento alguno en particular.
7º) Las Armas harán a la Junta los mismos honores que a los excelentísimos señores Virreyes, y en las
funciones de Tabla se guardará con ella el mismo ceremonial.
8º) El señor Presidente recibirá en su persona el tratamiento y honores de la Junta, como presidente de
ella, los cuales se le tributarán en toda situación.
9º) Los asuntos del Patronato se dirigirán a la Junta en los mismos términos que a los señores virreyes,
sin perjuicio de las extensiones a que legalmente conduzca el sucesivo estado de la península.
10º) Todo vecino podrá dirigirse por escrito o de palabra a cualesquiera de los vocales, o a la Junta
misma cuando sea conducente a la seguridad pública y felicidad del estado.
dad, una Regencia, de la que nadie puede asegurar que sea centro de la unidad nacional, depósito fir-
me del poder del Monarca sin exponerse a mayores convulsiones que las que acervan el movimiento
vicioso y arriesgado de su instalación. No es necesario fijar la vista en el término en que puedan haber
llegado las desgracias de los pueblos de la Península, tanto por la fortuna de las armas invasoras, como
por la falta o incertidumbre de un gobierno legítimo y supremo al que se deban referir subordinar los
demás de la Nación, por la dependencia forzosa que los estrecha al orden y seguridad de la asociación,
tienen su tendencia a la felicidad presente, y a la precaución de los funestos afectos de la división de las
partes del Estado, que temen con razón todo lo que pueda oponerse a la mejor suerte en los dominios
de América. El pueblo de Bs. As., bien cierto del estado lastimoso de los dominios europeos de S. M. C.
el señor D. Fernando VII; por lo menos incierto del gobierno legítimo soberano en la representación de
la Suprema Junta Central disuelta ya, y más en la Regencia que se dice constituida por aquella, sin fa-
cultades, sin sufragios de la América, y sin instrucción de otras formalidades que debían acceder al ac-
to; y sobre todo, previendo que no anticipándose las medidas que deben influir en la confianza y opinión
pública de los dominios de América, faltaría el principio de un gobierno indudable por su origen, estimó
desplegar la energía que siempre ha mostrado para interesar su lealtad, celo y amor por la causa del
rey Fernando, removiendo los obstáculos que la desconfianza, incertidumbre y desunión de opiniones
podrían crear en el momento más crítico que amenaza, tomando a la América desapercibida de la base
sólida del Gobierno que pudiese determinar su suerte en el continente americano español. Manifestó los
deseos más decididos porque los pueblos mismos recobrasen los derechos originarios de representar el
poder, autoridad y facultades del monarca, cuando este falta, cuando este no ha previsto de Regente y
cuando los mismos pueblos de la Matriz han calificado de deshonrado al que formaron, procediendo a
sustituirle representaciones rivales que disipan los tristes restos de la ocupación enemiga. Tales cona-
tos son íntimamente unidos con los deseos honrosos de su seguridad y felicidad, tanto interna como
externa, alejando la anarquía y toda dependencia de poder ilegítimo, cual podía ser sobre ineficaz para
el instituto social, cualquiera que se hubiese levantado en el tumulto y convulsiones de la Península,
después de la emigración y la dispersión de los miembros de la Junta Central. Cuando estas discusio-
nes se hacen en sesiones de hombres desencontrados, son expuestas a las consecuencias de una re-
volución, y exponen a que quede acéfalo el cuerpo político: pero si se empeñan por el orden u modo
rotular de los negocios gravísimos, no pueden menos que conducir como por la mano, a la vista del
efecto que se desea. Tal ha sido la conducta del pueblo de Bs. As. en propender a examinarse si en el
estado de las ocurrencias de las Península, debía subrogarse el mando superior del gobierno en las
Provincias del Virreinato en una Junta Provisional, que asegurase la confianza de los pueblos y velase
sobre su conservación contra cualquier acechanza hasta reunir los votos de todos ellos, en quienes
recae la facultad de proveer la representación del Soberano.
El Excmo. Cabildo de la Capital, con la anuencia del sr. Virrey, quien informó de la general agitación,
agravada con el designio de retener el poder del gobierno, aún notariada que fuese la pérdida total de la
provincia Península y su Gobierno, como expresa la proclama del 18 del corriente, convocó la más sana
parte del pueblo en Cabildo General abierto, donde se discutió y votó públicamente el negocio más im-
portante por su fundamento, para la tranquilidad, seguridad, y felicidad general resultando de la compa-
ración de sufragios, la mayoría con exceso por la subrogación del mando del Excmo. Virrey en el Exc-
mo. Cabildo, interino se ordenaba una Junta Provisional de Gobierno, hasta la congregación de la gene-
ral de las provincias: voto que fue acrecentado y aumentado con la aclamación de las tropas y numero-
sos restos de habitantes. Ayer se instaló la Junta de una firma y modo que ha dejado fijada la base fun-
damental sobre que debe elevarse la obra de la conservación de estos dominios al señor D. Fernando
VII. Los ejemplares impresos de los adjuntos bandos, y la noticia acreditada en bastante forma, que el
Excmo. Cabildo y el Excmo. Virrey que fue D. Baltasar Hidalgo de Cisneros, dan a Ud., no dejan duda a
esta Junta de que será mirada por todos los jefes corporaciones, funcionarios públicos y habitantes de
todos los pueblos del Virreinato, como dentro de la unidad, para formar la barrera inexpugnable de la
conservación íntegra de los dominios de América a la dependencia del Sr. D. Fernando VII, o de quien
legítimamente le represente. No menos espera que contribuirán los mismos a que, cuanto más antes
sea posible, se nombre y vengan a la Capital los diputados que se enuncian, para el fin expresado, en
el mismo acto de instalación ocupándose con el mayor esfuerzo, en mantener la unión de los pueblos, y
consultar la tranquilidad y seguridad individual; teniendo consideración a que la conducta de Bs. As.,
muestra que, sin desorden y sin vulnerar la seguridad, puede obtenerse el medio de consolidar la con-
fianza pública y su mayor felicidad. Es de esperar que cimentado este paso, si llega el desgraciado
momento de saberse sin duda alguna la pérdida absoluta de la Península, se haye el distrito del Virrei-
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nato de Bs. As., sin los graves embarazos que por la incertidumbre y falta de legítima representación del
soberano de España a la ocupación de los franceses, la pusieron en desventaja para sacudirse de ellos:
puesto que tanto como el enemigo descubierto invasor, debe temerse y precaverse el que desde lo an-
terior promueve la desunión, proyecta la rivalidad y propende a introducir el conflicto de la suerte políti-
ca, no prevenido. Cuente Ud. con todo lo que penda de los esfuerzos de esta Junta, cuyo develo por la
conservación del orden y sistema nacional se mostrará por los efectos. Este ha sido el concepto de pro-
poner el pueblo al Excmo. Cabildo la expedición de quinientos hombres para lo interior, con el fin de
proporcionar auxilios militares para hacer observar el orden, si se teme que sin él no se harían libre y
honradamente las elecciones de vocales diputados, conforme a lo prevenido en el art. 10 del bando
citado, sobre que hace esta Junta los más eficaces encargos por su puntual observancia y la del art. II.
Asimismo importa que Ud. quede entendido, que los diputados han de irse incorporando en esta Junta
conforme y por orden de su llegada a la Capital, para que así se hagan de la parte de confianza pública
que conviene al mejor servicio del Rey y gobierno de los pueblos; imponiéndose, por cuanta anticipa-
ción conviene a la formación de la General, de los graves asuntos que tocan al gobierno. Por lo mismo
se habrá de acelerar el envío de Diputados: entiendo debe ser uno por cada ciudad o villa de las provin-
cias, considerando que la ambición de los extranjeros puede excitarse a aprovechar la dilación en la
reunión, para defraudar a su Majestad los legítimos derechos que se trata de preservar. Servirá a todos
los pueblos del Virreinato de la mayor satisfacción al saber, como se lo asegura la Junta que todos los
Tribunales, Corporaciones, Jefes y Ministros de la Capital, sin excepción han reconocido la Junta, y
prometido su obediencia para la defensa de los augustos derechos del rey en estos dominios: por lo
cual es tanto más interesante que este ejemplo empeñe los deseos de Ud. para contribuir en estrecha
unión a salvar la patria de las convulsiones que la amenazan, si no se prestasen las provincias a la
unión y armonía que debe reinar entre ciudadanos de un mismo origen, dependencia e intereses. A esto
se dirigen los connatos de esta Junta; a ellos los ruegos del pueblo principal del Virreinato, y a lo mismo
se le escita, con franqueza de tantos auxilios y medios pendan de su arbitrio, que serán dispensados
prontamente en obsequio del bien y concentración de los pueblos.
Real Fortaleza de Buenos Aires, a 27 de mayo de 1810 Cornelio de Saavedra - Juan José Castelli -
Manuel Belgrano-Miguel de Azcuénaga - Manuel Alberti - Juan José Paso -Mariano Moreno.
2º) Habrá desde este día absoluta, perfecta e idéntica igualdad entre el presidente y los demás vocales
de la Junta, sin más diferencia que el orden numerario y gradual de los asientos.
3º) Solamente la Junta reunida en actos de etiqueta y ceremonia tendrá los honores militares, escolta y
tratamientos que están establecidos.
4º) Ni el presidente ni ningún otro individuo de la Junta en particular revestirán carácter público ni ten-
drán comitiva, escolta o aparato que lo distinga de los demás ciudadanos.
5º) Todo decreto, oficio y orden de la Junta, deberán ir firmado de ella debiendo concurrir cuatro firmas
cuando menos, con la del respectivo secretario.
6º) Todo empleado, funcionario público o ciudadano que ejecute órdenes que no vayan suscriptas de la
forma prescripta en el anterior artículo será responsable al gobierno de su ejecución.
7º) Se retirarán todos los centinelas de palacio, dejando solamente las de las puertas de la Fortaleza y
sus bastiones.
8º) Se prohíbe todo brindis, viva o aclamación pública en favor de los individuos particulares de la Junta.
Si estos son justos, vivirán en el corazón de sus conciudadanos: ellos no aprecian bocas que han sido
profanadas con los elogios de los tiranos.
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9º) No se podrá brindar sino por la Patria, por sus derechos, por la gloria de nuestras armas y por obje-
tos generales concernientes a la pública felicidad.
10º) Toda persona que brindase por algún individuo particular de la Junta será desterrado por seis años.
11º) Habiendo echado un brindis D. Atanasio Duarte, con que ofendió la probidad del Presidente, y ata-
có los derechos de la Patria; debía perecer en un cadalso; por el estado de embriaguez en que se ha-
llaba se le perdona la vida, pero se destierra perpetuamente de esta ciudad, porque un habitante de Bs.
As., ni ebrio ni dormido, debe tener impresiones contra la libertad de su país.
12º) No debiendo confundirse nuestra milicia nacional con la milicia mercenaria de los tiranos, se prohí-
be que ningún centinela impida la libre entrada en toda función o concurrencia pública a los ciudadanos
decentes que la pretendan; el oficial que quebrante esta regla será depuesto de su empleo.
13º) Las esposas de los funcionarios públicos, políticos y militares no disfrutarán los honores de armas
ni demás prerrogativas de sus maridos: estas distinciones las concede el Estado a los empleos, y no
pueden comunicarse sino a los individuos que la ejercen.
14º) En las diversiones públicas de toros, ópera, comedia, etc., no tendrá la Junta palco ni lugar deter-
minado: los individuos de ella que quieran concurrir, comprarán lugar como cualquier ciudadano; el
Excmo. Cabildo a quien toca la Presidencia y gobierno de aquellos actos por medio de los individuos
comisionados para el efecto, será el que únicamente tenga una posición de preferencia.
15º) Desde este día queda concluido todo el ceremonial de Iglesia con las autoridades civiles: estas
no concurren al templo a recibir inciensos, sino a tributarlos al Ser Supremo. Solamente subsiste el reci-
bimiento en la puerta por los canónigos y dignidades en la forma acostumbrada. No habrá cojines, sitial
ni distintivo entre los individuos de la Junta.
16º) Este reglamento se publicará en la Gazeta, y con esta publicación se tendrá por circulado a to-
dos los jefes políticos, militares, corporaciones y vecinos, para su puntual observancia. Dado en Bs. As.,
en la Sala de la Junta, a 6 de diciembre de 1810.
talento para el mando sea el único título para mandar. En esta inteligencia ha creído esta Junta Supe-
rior, hacer las siguientes declaraciones, a saber:
1.- Que en la Capital de toda provincia, comprendida la de Charcas, se formará una Junta compuesta
de cinco individuos, que por ahora serán el presidente o el gobernador intendente que estuviese nom-
brado, como Presidente, y los cuatro colegas que se eligiesen por el pueblo.
2.- Que en esta Junta residirá in solidum toda la autoridad del gobierno de la provincia, siendo de su
conocimiento todos los asuntos que por las leyes y ordenanzas pertenezcan al presidente o al goberna-
dor intendente; pero sea con entera subordinación a esta Junta Superior.
3.- Que el sueldo asignado al presidente o a los gobernadores intendentes, lo percibirán por entero los
que actualmente se hallan nombrados, sirviendo sin asignación alguna los colegas.
4.- La Junta tendrá tratamiento de V.S. El Presidente de la Junta, el que le correspondiese por su grado
militar, si acaso lo es, o por el empleo de la República, y los Vocales ninguno en particular como tales
vocales, pero sí el que les fuese debido por otros títulos.
5.- Que en la vacante del Presidente de la Junta, se dé noticias a esta Junta Superior, quien deliberará
lo que convenga, procediendo a nueva elección para reemplazar a los demás vocales que vacasen, y
dando cuenta a esta Superioridad de haberlo ejecutado.
6.- Que en cada ciudad y villa de las que tengan o deban tener Diputados en ésta, se formarán también
sus Juntas respectivas, las que se compondrán de tres individuos, es a saber: el Comandante de Armas
que actualmente lo fuese, y los dos socios que se eligiesen.
7.- Que a esta Junta corresponderá el conocimiento de todo aquello en que entendían los Subdelega-
dos de Real Hacienda, cuyo empleo por separado queda abolido.
8.- Que lo dicho en orden a vacantes de las Juntas Provinciales, se observe también en ésta.
9.- Que estas Juntas reconocerán a sus respectivas Capitales la subordinación en que han estado las
ciudades de lo que son.
10.- Que las Juntas Provinciales se congregarán diariamente en las posadas de sus Presidentes para el
despacho de los negocios, y durará su reunión desde la diez de la mañana hasta la una de la tarde y
desde las cinco hasta las ocho de la noche.
11.- Que las horas de despacho en las Juntas subalternas, será según la ocurrencia de los negocios,
bien que deberá ser diaria.
12.- Que estas Juntas velarán incesantemente en la tranquilidad, seguridad y unión de los pueblos en-
cargados a su cuidado y en mantener y fomentar el entusiasmo a favor de la causa común.
13.- Pondrán particular esmero en la disciplina e instrucción de las milicias, para que sirviendo a con-
servar el orden interior, estén también prontas y expeditas para cualquier auxilio exterior en favor de la
defensa general.
14.- A este fin meditarán y calcularán los recursos de cada ciudad, en razón de los auxilios de que sean
capaces y propondrán los medios y arbitrios extraordinarios que podrán tocarse al efecto.
15.- Entenderán igualmente en los alistamientos y reclutas que se ordenen por las Juntas Provinciales o
por esta Superior, como asimismo en la ejecución y puntual cumplimiento de todas las órdenes que se
les comuniquen.
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16.- Se abstendrán de todo acto de jurisdicción contenciosa o administración que no sea de los asuntos
comprendidos en estas declaraciones dejando obrar libremente y aun auxiliando a las justicias, cabildos
y funcionarios públicos en lo que corresponderá a su conocimiento y autoridad respectiva.
17.- Que por punto general, si la elección recayere en los asesores de Provincia, en algunos de los Al-
caldes ordinarios o en los dos, no podrán éstos ejercer ambas funciones simultáneamente, debiendo en
tal caso elegir uno de los empleos, y si se prefiriese el de vocal, se hará nueva elección de Alcalde ordi-
nario.
18.- Que para estas elecciones se ponga la mira en sujetos de las más recomendables calidades, y
principalmente la de haber probado de un modo indeficiente, pero razonable, su decidida adhesión al
sistema actual, de manera que no podrá recaer en ninguno que hubiese sido causado, que se halle li-
gado por alguna relación íntima con los que hayan sido, ni de quien se pueda recelar alguna fundada
sospecha.
19.- Que los empleos de vocales o asociados a las Juntas de Provincia, y de las subordinadas de cada
pueblo sufragáneo, no puedan recaer por ningún título, causa ni motivo, en eclesiásticos seculares o
regulares, considerándose en ellos el mismo impedimento que con la antigua Constitución los ha sepa-
rado de los cargos concejiles en los Cabildos y Ayuntamientos.
20.- Que del mismo motivo se declara incompatible el empleo de vocales con el de Oidor de la Real
Audiencia de Charcas y de Ministros de la Real Hacienda.
21.- Que se proceda a la elección de vocales en la forma siguiente: se pasará orden por el Gobernador
o por el Cabildo en las ciudades donde no lo haya, a todos los Alcaldes de Barrio, para que citando a
todos los vecinos españoles de sus respectivos cuarteles a una hora señalada, concurran todos a pres-
tar libremente su voto para el nombramiento de un elector que asista con su sufragio a la elección de
los colegas que han de componer la Junta; advertencia de que a excepción del Presidente de Charcas
o Gobernador, en la ciudad donde lo hubiere, deberán concurrir al nombramiento de electores todos los
individuos del pueblo, sin excepción de empleos y ni aun de los Cabildos eclesiásticos y seculares, pues
los individuos que constituyen estos cuerpos deberán asistir a sus respectivos cuarteles en calidad de
simples ciudadanos al indicado nombramiento. Y por cuanto habrán ciudades que no estén divididas en
cuarteles, o si lo están sean de muy reducido número, se subdividirán éstos, o se repartirán donde no
los haya absolutamente, en seis cuarteles cuando menos para este y demás casos ocurrentes; pudien-
do hacerse dicha subdivisión y reparto por el Cabildo de los pueblos que los exijan, y nombrándose pa-
ra cada barrio de los que no tengan alcalde designado, la persona de mejor nota y crédito del cuartel,
para que en clase de Presidente asista a la elección; pero sin que este ni ningún otro, alguno, por más
condecorado que sea, limite o prevenga la voluntad general de los concurrentes al predicho nombra-
miento.
22.- Que el nombramiento de electores se haga en el mismo día, y si es posible en una misma hora, en
todos los cuarteles, y que en el mismo se congreguen en la Sala Capitular del Ayuntamiento, en la que
se procederá a pluralidad de votos a la elección de colegas, sirviéndose del Escribano del Ayuntamiento
para la autorización de los sufragios.
23.- Que en caso de empatarse por igualdad de votos, por ser pares los electores, se pase la elección a
esta Junta Superior, para dirimir en acuerdo la discordia.
24.- Que este establecimiento de Junta y su arreglo es solamente provisorio, hasta la celebración del
Congreso, quién con maduro acuerdo deliberará lo que más convenga al bien de la patria.
Buenos Aires, 10 de febrero de 1811. Cornelio de Saavedra - Miguel de Azcuénaga - Domingo Matheu -
Juan Larrea - Doctor Gregorio Funes - Juan Francisco Tarragona - Doctor José García de Cossio - Antonio
Olmos - Francisco de Gurruchaga - Doctor Manuel Felipe de Molina - Manuel Ignacio Molina - Doctor Juan
Ignacio de Gorriti - Doctor José Julián Pérez - Marcelino Plobet - José Ignacio Maradona - Doctor Juan
José Paso, Secretario - Hipólito Vieytes, Secretario - (Gazeta, número 26).
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Art.1º.- Todos los cuerpos y personas particulares, de cualquiera condición y estado que sean, tienen
libertad de escribir, de imprimir, y de publicar sus ideas políticas, sin necesidad de licencia, revisión y
aprobación alguna anteriores a la publicación, bajo las restricciones y responsabilidades que se expre-
sarán en el presente decreto.
Art.2º.- Por tanto, quedan abolidos todos los actuales juzgados de imprenta y la censura de las obras
políticas, precedente a su impresión.
Art.3º.- Los autores o impresores, será responsables, respectivamente, del abuso de esta libertad.
Art.4º.- Los libelos infamatorios, los escritos calumniosos, los licenciosos y los contrarios a la decencia
pública y buenas costumbres, serán castigados con la pena de la ley y las que aquí se señalarán.
Art.5º.- Los jueces y tribunales respectivos entenderán de la averiguación, calificación y castigo de los
delitos que se cometan por el abuso de esta libertad, arreglándose a lo dispuesto por las leyes y en este
reglamento.
Art.6º.- Todos los escritos en materia de religión quedan sujetos a la previa censura de los ordinarios
eclesiásticos, según lo establecido en el Concilio de Trento.
Art.7º.- Los autores, bajo cuyo nombre quedan comprendidos el editor y los que hayan facilitado el ma-
nuscrito original, no estarán obligados a poner su nombre en los escritos que publiquen, aunque no por
eso dejan de quedar sujetos a la misma responsabilidad. Por tanto, deberá constar al impresor quien
sea el autor o editor de la obra, pues de lo contrario sufrirá la pena que se impondría al autor o editor, si
fuesen conocidos.
Art.8º.- Los impresores están obligados a poner su nombre y apellido y el lugar y el año de la impresión
en todo impreso, cualquiera que sea su volumen teniendo entendido que la falsedad de alguno de estos
requisitos se castigará como la omisión absoluta de ellos.
Art.9º.- Los autores o editores que abusando, de la libertad de imprenta, contraviniesen a lo dispuesto,
no solo sufrirán las penas señaladas, por las leyes según la gravedad del delito, sino que este y el cas-
tigo que se le imponga, se publicará con sus nombres en la Gazeta del gobierno.
Art.10º.- Los artículos o escritos que se declaran inocentes o no perjudiciales, serán castigados con
cincuenta pesos de multa, en caso de omitir en ellos sus nombres o algún otro de los requisitos, indica-
dos en el art. 8º.
Art.11º.- Los impresores de los escritos prohibidos en el artículo 4º, que hubieren omitido sus nombres
u otras de las circunstancias ya expresadas, sufrirán además de las multas ya expresadas que se esti-
me correspondiente, la misma pena que los autores de ellos.
Art.12º.- Los impresores de escritos de materia de religión, sin la previa licencia de los ordinarios, debe-
rán sufrir la pena pecuniaria que se les imponga, sin perjuicio de las que, en razón de los excesos en
que incurran, tengan ya establecidas en las leyes.
Art.13º.- Para asegurar la libertad de imprenta y contener, al mismo tiempo su abuso, se nombrará una
Junta Suprema de Censura, que deberá residir cerca del gobierno, compuesta por cinco miembros, y a
solicitud de ellos otra en la capital de cada provincia, compuesta de tres.
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Art.14º.- Serán eclesiásticos dos de los individuos de la Junta Suprema de Censura y uno de los de las
Juntas de Provincias, y los demás serán seculares; y unos y otros sujetos instruidos y que tengan virtud
y probidad y el talento necesario para el grave encargo que se les encomiende.
Art.15º.- Será de su cargo examinar las obras que se hayan denunciado al Poder Ejecutivo o justicias
respectivas y si la Junta Censora de Provincia, juzgase, fundando su dictamen, que deben ser deteni-
das, lo harán así los jueces y recogerán los ejemplares vendidos.
Art.16º.- El autor o impresor podrá pedir copia de la censura y contestar a ella; si la Junta confirmase su
primera censura, tendrá acción el interesado a exigir que pase el expediente a la Junta Suprema.
Art.17º.- El autor o impresor podrá solicitar a la Junta Suprema que se vea primera y segunda vez su
expediente, para que se le entregue cuando se hubiese actuado. Si la última censora de la Junta fuese
contra la obra, será esta detenida sin más examen, pero si la aprobase, quedará expedito su curso.
Art.18º.- Cuando la Junta Censora de Provincia o la Suprema, según lo establecido, declaren que la
obra no contiene sino injurias personales, será detenida y el agraviado podrá seguir el juicio de injurias
en el Tribunal correspondiente con arreglo a la ley.
Art.19º.- Aunque los libros de religión no puedan imprimirse sin licencia del ordinario, no podrá esta
negarla sin previa censura y audiencia del interesado.
Art.20º.- Pero si el ordinario insistiese en negar su licencia, podrá el interesado acudir con copia de la
censura a la Junta Suprema, la cual deberá examinar la obra, y si la hallase digna de aprobación, pasar
su dictamen al ordinario, para que más ilustrado sobre la materia, conceda la licencia, si le pareciese, a
fin de excusar recursos ulteriores.
Art.2º.- El abuso de esta libertad es un crimen. Su acusación corresponde a los interesados, si ofende
derechos particulares; y a todos los ciudadanos, si compromete la tranquilidad pública, la conservación
de la religión católica o la constitución del Estado. Las autoridades respectivas impondrán el castigo
según las leyes.
Art.3º.- Para evitar los efectos de la arbitrariedad en la calificación y graduación de estos delitos, se
creará una Junta de nueve individuos con el título de Protectora de la Libertad de Imprenta. Para su
formación el Exmo. Cabildo presentará una lista de cincuenta ciudadanos honrados, que no estén em-
pleados en la administración de gobierno; se hará de ellos la elección a pluralidad de sufragios. Serán
electores natos el prelado eclesiástico, alcalde de primer voto, síndico procurador, prior del consulado,
el fiscal de S. M. y dos vecinos de consideración, nombrados por el Ayuntamiento. El escribano del
pueblo autorizará el acto y los respectivos títulos, que se librarán a los electos sin pérdida de instantes.
Art.4º.- Las atribuciones de la autoridad protectora se limitan a declarar de hecho, si hay o no crimen en
el papel que da mérito a la reclamación. El castigo del delito, después de la declaración, corresponde a
las justicias. El ejercicio de sus funciones cesará al año de su nombramiento, en que se hará nueva
elección.
Art.5º.- La tercera parte de los votos en favor del acusado, hace sentencia.
Art.6º.- Apelando algunos de los interesados, la Junta Protectora sorteará nueve individuos de los cua-
renta restantes de la lista de presentación; se reverá el asunto y sus resoluciones, con la misma calidad
en favor del acusado, serán irrevocables. En caso de justa recusación, se sustituirán los recusados por
el mismo arbitrio.
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Art.7º.- Se observará igual método en las capitales de provincia, sustituyendo al prior del consulado, el
diputado de comercio y al fiscal de S. M., el promotor fiscal.
Art.8º.- Las obras que tratan de religión, no pueden imprimirse sin previa censura del eclesiástico. En
caso de reclamación se reverá la obra por el mismo diocesado, asociado de cuatro individuos de la Jun-
ta Protectora, y la pluralidad de votos hará sentencia irrevocable.
Art.9º.- Los autores son responsables de sus obras, o los impresores, no haciendo constar a quien per-
tenecen.
Buenos Aires. 26 de octubre de 1811. Feliciano Antonio Chiclana - Manuel de Sarratea - Juan José Paso -
José Julián Pérez, secretario.
Bs. As., 23 de Septiembre de 1811- Domingo Matheu- Juan de Alargón- José Antonio Olmos - Dr. Juan Ig-
nacio de Gorriti- Francisco Antonio Ortiz de Ocampo - Por mandato de la Exma. Junta, Don José Ramón de
Basavilbaso.
La Junta Conservadora
Art.1º - Los Diputados de las Pcias. Unidas que existen en la Capital, componen una Junta, con el título
de Conservadora de la soberanía del Sr. D. Fernando Séptimo y la de las leyes nacionales en cuanto no
se oponen al derecho supremo de la libertad civil de los pueblos americanos.
Art.2º - Serán incorporados a esta Junta los Diputados que lleguen después de la formación de este
Reglamento.
Art.3º - Tendrá un presidente cuyo empleo turnará de mes en mes en cada uno de sus vocales, empe-
zándolo por el orden de sus nombramientos.
Art.4º - La declaración de la guerra, la paz, la tregua, tratados de límites, de comercio, nuevos impues-
tos, creación de tribunales o empleos desconocidos en la Administración actual y el nombramiento de
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individuos del Poder Ejecutivo, en caso de muerte o renuncia de los que le componen, son asuntos de
su privativo resorte, precediendo el informe y consulta del Poder Ejecutivo.
Art.5º - La Junta Conservadora tendrá el tratamiento de Alteza, con los honores correspondientes y
celebrará sus sesiones en los días Martes y Viernes de la semana en la Real Fortaleza.
Art.6º - Asistirá a las funciones públicas el día de San Fernando, Reconquista, Defensa, 25 de mayo y
otras que se celebrasen con motivo de algún acaecimiento extraordinario; presidirá en ella, ocupando el
lugar que llevaba el anterior gobierno; y el poder ejecutivo el que tenían los Virreyes como presidentes
de la Real Audiencia.
Art.7º - Las personas de los diputados son inviolables y en caso de delitos serán juzgados por una co-
misión interior, que nombrará la Junta Conservadora.
SECCION SEGUNDA
Art.1º - El Poder Ejecutivo, compuesto de los individuos que anunció el decreto de 23 de Septiembre es
independiente.
Art.2º - La defensa del Estado, la organización de los ejércitos, el sosiego público, la libertad civil, la
recaudación e inversión de los fondos del Estado, el cumplimiento de las leyes y la seguridad real y per-
sonal de todos los individuos, forman el objeto del ejercicio de su autoridad.
Art.3º - El Poder Ejecutivo conferirá todos los empleos militares y civiles de los ramos de la administra-
ción pública, suprimirá los inútiles y hará las reformas convenientes a la utilidad común y compatibles
con el sistema de la actual administración.
Art.4º - El Poder Ejecutivo acordará las providencias necesarias para la reunión de los diputados, elec-
ción de los que faltan y celebración del Congreso a la mayor brevedad posible y en los términos que
permitan el estado de las circunstancias; a cuyo importante fin le auxiliará la Junta Conservadora con
todo el influjo de su autoridad; el sueldo de los secretarios queda reducido a dos mil pesos, desde el día
de su nombramiento.
Art.6º - Los parientes de los individuos del Poder Ejecutivo, hasta el tercer grado inclusive, no podrán
ser secretarios de Gobierno, ni serán provistos para empleos, sin previa consulta y aprobación de la
Junta Conservadora.
Art.7º - El Poder Ejecutivo no podrá conocer de negocio alguno judicial avocar causas pendientes ni
ejecutoriadas, ni mandar abrir nuevamente los juicios: no podrá alterar el sistema de la Administración
de Justicia, ni conocer de las causas de los magistrados superiores ni inferiores, ni demás jueces subal-
ternos y funcionarios públicos, quedando reservado al Tribunal de la Real Audiencia o a la Comisión
que en su caso nombrará la Junta Conservadora.
Art.9º - El Poder Ejecutivo no podrá tener arrestado a ningún individuo en ningún caso, más que 48 hs.,
dentro de cuyo término deberá remitirlo al Juez competente con lo que se hubiese obrado. La infracción
de este artículo se considerará como un atentado contra la libertad de los ciudadanos, y cualquiera, en
este caso, podrá elevar en queja a la Junta Conservadora.
Art.10º- Para el conocimiento de cada uno de los recursos de segunda suplicación que antes se dirigían
al consejo de Indias, nombrará el Poder Ejecutivo una comisión judicial de tres ciudadanos de probidad
y luces.
Art.11º- El Poder Ejecutivo tendrá el tratamiento de Excelencia y los honores militares de que antes
gozaba la Junta Gubernativa.
Art.12º- La presidencia del Poder Ejecutivo turnará entre sus individuos cada cuatro meses, por el or-
den de sus nombramientos.
Art.13º- El Poder Ejecutivo será responsable ante la Junta Conservadora de su conducta pública.
SECCION TERCERA
Art.2º - Las Leyes generales, las municipales y bandos de buen gobierno, serán la regla de sus resolu-
ciones.
Art.3º - El Poder Judicial será responsable del menor atentado que cometa en la substancia o en el mo-
do, contra la libertad y seguridad de los súbditos.
Art.4º - Subsistirá este reglamento hasta que el Congreso deslinde constitucionalmente las atribuciones
y facultades del poder judicial.
Art.5º - La Junta Conservadora se reserva el derecho de explicar las duda que puedan ocurrir a la eje-
cución u observancia de los artículos del presente reglamento. Dado en la Real Fortaleza a 22 de octu-
bre de 1811.
Art.2º - El Gobierno no podrá resolver sobre los grandes asuntos del Estado, que por su naturaleza ten-
gan un influjo directo sobre la libertad y existencia de las Provincias Unidas, sin acuerdo expreso de la
Asamblea General.
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Art.3º - El Gobierno se obliga de un modo público y solemne, a tomar todas las medidas conducentes
para acelerar, luego que lo permitan las circunstancias, la apertura del Congreso de las Pcias. Unidas,
al cual serán responsables, igualmente que los secretarios de su conducta pública, o a la Asamblea
General después de diez y ocho meses, si aún no se hubiere abierto el Congreso.
Art.4º - Siendo la libertad de imprenta y la seguridad individual, el fundamento de la felicidad pública, los
decretos en que se establecen, forman parte de este reglamento. Los miembros del gobierno, en el acto
de su ingreso al mando, jurarán guardarlos y hacerlos guardar religiosamente.
Art.5º - El conocimiento de los asuntos de Justicia corresponde, privativamente, a las autoridades judi-
ciarias con arreglo a las disposiciones legales. Para resolver en los asuntos de segunda suplicación, se
asociará el Gobierno de dos ciudadanos de probidad y luces.
Art.6º - Al Gobierno corresponde velar sobre el cumplimiento de las leyes y adoptar cuantas medidas
crea necesarias para la defensa y salvación de la Patria, según lo exija el imperio de la necesidad y las
circunstancias del momento.
Art.7º - En caso de renuncia, ausencia, o muerte de los Secretarios, nombrará el gobierno a los que
deben sustituirlos, presentando el nombramiento en la primera asamblea siguiente.
Art.8º - El gobierno se titulará Gobierno Superior Provisional de las Provincias Unidas del Río de la Pla-
ta, a nombre del Señor Don Fernando VII. Su tratamiento será el de Excelencia, que ha tenido hasta
aquí en cuerpo y Vmd. llano a cada uno de sus miembros en particular. La presente forma existirá hasta
la apertura del Congreso, y en caso que el Gobierno considerase de absoluta necesidad hacer alguna
variación lo propondrá a la Asamblea General, con expresión de las causas, para que recaiga la resolu-
ción que convenga a los intereses de la patria.
Art.9º - La menor infracción de los artículos del presente reglamento, será un atentado contra la libertad
civil. El gobierno y las autoridades constituidas jurarán solemnemente su puntual observancia, y con
testimonio de esta diligencia y agregación del decreto de libertad de imprenta, de 26 de octubre último,
y de la seguridad individual, se circulará a todos los pueblos, para que se publique por bando, se archi-
ve en los registros y se solemnice el juramento en la forma acostumbrada.
Dado en la Real Fortaleza de Buenos Aires, a 22 de noviembre de 1811- Feliciano Antonio Chiclana- Ma-
nuel de Sarratea- Juan José Paso- Bernardino Rivadavia, secretario.
Art.1º - Ningún ciudadano puede ser penado ni expatriado, sin que preceda forma de proceso y senten-
cia legal.
Art.2º - Ningún ciudadano puede ser arrestado sin prueba, al menos semiplena o indicios vehementes
de crimen, que se hará constar en proceso informativo dentro de los tres días perentorios. En el mismo
103
término se le hará saber al reo la causa de su detención y se remitirá con los antecedentes al juez res-
pectivo.
Art.3º - Para decretar el arresto de un ciudadano, pesquisa de sus papeles, o embargo de sus bienes,
se individualizará en el decreto u orden que se expida, el nombre o señales que distinguen su persona,
y objetos sobre que deben ejecutarse las diligencias, tomando inventario que formará el reo y dejándole
copia autorizada para su resguardo.
Art.4º - La casa de un ciudadano es un sagrado cuya violación es un crimen: sólo en el caso de resistir-
se el reo refugiado a la convocación del Juez podrá allanarse: su allanamiento se hará con la modera-
ción debida y personalmente por el Juez de la causa. Si algún motivo urgente impide su asistencia, dará
al delegado la orden por escrito y con la especificación que contiene el antecedente artículo, dando co-
pia de ella al aprendido y al dueño de la casa si la pide.
Art.5º - Ningún reo estará incomunicado después de su confesión y nunca podrá esta dilatarse más allá
del término de diez días.
Art.6º - Siendo las cárceles para seguridad y no para castigo de los reos, toda medida que a pretexto de
precaución solo sirva para mortificarlos, será castigada rigurosamente.
Art.7º - Todo hombre tiene libertad para permanecer en el territorio del Estado o abandonar cuando
guste su residencia.
Art.8º - Los ciudadanos habitantes del distrito de la jurisdicción del gobierno y los que en adelante se
establezcan, están inmediatamente bajo su protección en todos sus derechos.
Art.2º.- Los ciudadanos se elegirán de los de esta capital y de los otros pueblos de las Provincias que
se hallaren aquí, aunque sea de paso. La elección se hará en la forma siguiente: Precediendo el aviso
del gobierno, se dividirá la ciudad en cuatro secciones, y el ayuntamiento elegirá cuatro regidores, uno
por cada una de ellas. Los regidores en sus casas y en un término prefijo que se anunciará de un modo
público, recibirán de cada vecino una cédula firmada y cerrada, en que manifiesten su voto a favor de
dos ciudadanos de la misma sección, para que desempeñen el cargo de electores. Cumplido el término
se llevarán las cédulas al Ayuntamiento y se abrirán con separación de las correspondientes a cada
sección por el escribano en sala pública, para los que quieran concurrir a cerciorarse del acto. Los dos
individuos que reúnan más votos serán diputados electores por su respectivo departamento. Acto conti-
nuo se les pasará aviso por el ayuntamiento, para que asistan sin demora alguna a la Sala Capitular.
Reunidos los ochos electores, nombrarán con el Ayuntamiento, trescientos ciudadanos cuyos nombres
se escribirán en papeles separados, se echarán en un saco, y serán miembros de la Asamblea los cien
primeros que salgan a la suerte, debiendo ejecutarse el acto con la misma publicidad que el anterior. En
el caso de notorio impedimento de alguno de los electores, le sustituirá el que le siga en la mayoría de
votos. Siendo estos iguales, decidirá la suerte.
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Art.3º.- Las personas que se hallen criminalmente procesadas, las que hayan sufrido pena infamatoria,
los fallidos, los extranjeros, los menores de 21 años, los que no tengan arraigo o giro conocido, y una
decidida adhesión a la causa de la libertad de las Pcias. Unidas, no puede ser electores ni electos. El
que use de seducción o intriga para ganar votos en la Asamblea, será expatriado y para siempre priva-
do de los derechos de ciudadano.
Art.4º.-Para evitar el influjo del Gobierno en las deliberaciones de la Asamblea y consultando el sistema
que han adoptado constantemente los pueblos libres de las naciones cultas, se declara que los militares
del ejército y los empleados de las ramas de la Administración Pública, bajo la inmediata dependencia
del gobierno, quedan excluidos de intervenir de modo alguno en la Asamblea como se determinó con
respecto a la Junta Protectora de la Libertad de Imprenta.
Art.5º.-Verificada la elección, se pasará una relación de los electos al Gobierno, con cuyo conocimiento
librará este el decreto de apertura de la asamblea. En su virtud, pasará el ayuntamiento los avisos opor-
tunos a los vocales, con expresión del día, hora y lugar a que deben asistir: el mismo aviso se comuni-
cará a los apoderados de los pueblos cuyos poderes hayan sido aprobados por el Ayuntamiento, a
quienes deberán presentarlos al efecto con la necesaria anticipación. Ningún vocal podrá excusarse de
asistir sin un impedimento legítimo y calificado a juicio del ayuntamiento, bajo la pena de mil pesos de
multa y privación de los derechos de ciudadano. Los impedidos legalmente se sustituirán de los insacu-
lados por el arbitrio de la suerte.
Art.6º.- Reunida la Asamblea, jurarán los vocales en mano del jefe y este en la del decano del Ayunta-
miento, el fiel desempeño de sus deberes y que sus votos no tendrán otro objeto que la libertad y felici-
dad de los pueblos de las Pcias. Unidas. Inmediatamente se noticiará la apertura de la Asamblea al Go-
bierno, y éste remitirá una nota de los negocios que han motivado la convocación. Empezará sus tareas
y la elección del vocal para el gobierno, según lo prevenido en el Estatuto Provisional de 23 de noviem-
bre, es el primer asunto que resolverá con preferencia de todos los demás.
Art.7º.- Solo el Gobierno puede convocar la Asamblea y deberá hacerlo cada seis meses. La Asamblea
no es una corporación permanente. En ella no se tratarán otros negocios diferentes de aquellos para
que ha sido convocada, ni podrá permanecer en sección más término que el de ocho días, a no ser que
el Gobierno juzgue conveniente prorrogarla. Pasado el término cuando se actúe sin este requisito será
nulo.
Art.8º.- El gobierno podrá asistir a la Asamblea en los casos en que lo exija el interés mismo de los ne-
gocios que deben resolverse, y en que su presencia no pueda comprometer la libertad de las votacio-
nes; en estos casos tendrá la presidencia.
Art.9º.- Para la formación de aquellas causas del conocimiento de la asamblea, cuya sustanciación y
fallo exige más tiempo que el designado para sus sesiones, nombrará ésta una comisión de Estado,
compuesta de once de sus miembros, de los cuales cuatro serán del Ayuntamiento. La comisión forma-
rá los procesos, sustanciará y resolverá definitivamente las causas que le deleguen.
Art.10º.- La apelación de sus sentencias se otorgarán para la primera Asamblea siguiente. En los casos
expresos en el antecedente artículo se nombrará una comisión de siete vocales, dos de los cuales se-
rán precisamente del Ayuntamiento. Esta nueva comisión juzgará y sus sentencias serán irrevocables.
Art.11º.- Los individuos de ambas comisiones pueden ser recusados sin causa y por una sola vez antes
de abrirse el juicio, después de abierto, sólo podrá verificarse por motivo expreso y calificado. Si los
recusados son miembros del Ayuntamiento, se sustituirán por medio de la suerte, con otros de la misma
corporación; siendo de los otros vocales, se hará la sustitución también a la suerte, de los otros miem-
bros que compusieron la Asamblea. Si la recusación fuera general o de más de la mitad de los indivi-
duos de la Comisión, se hará el sorteo por el Ayuntamiento con citación de los interesados y si es par-
cial, por la misma comisión.
Art.13º.- El Ayuntamiento designará el lugar en que ha de reuniese la Asamblea. Durante sus sesiones,
ninguna persona armada podrá acercarse a él en una manzana de contorno. El teniente Alguacil mayor,
con los ministros de justicia en los puntos correspondientes, velarán sobre la observancia de este artícu-
lo. Si la Asamblea llegase a entender que se reúne gente con el fin de prevenir sus deliberaciones, sus-
penderá la sesión y se dará cuenta al Gobierno. En caso de omisión será nulo cuanto en ella se deter-
mine, quedando autorizado el gobierno para disolverla; si lo exige la tranquilidad y seguridad pública.
Los que por estos medios indirectos comprometan la libertad de las resoluciones de la Asamblea, son
reos de esa patria.
Art.14º.- Luego que esté reunida, la Asamblea nombrará entre sus vocales un secretario que autorizará
sus actas. El alcalde de primer voto, por impedimento de gobernador de provincia según el art. 4º lleva-
rá la voz o nombrará un vocero para que en la asamblea se guarde silencio, orden y decoro. Solo habla-
rá el vocal que haya pedido la palabra, sin permitir que se le interrumpa, concluido su discurso no volve-
rá a hablar en la materia, y otro tomará la palabra, a no ser que se considere necesario, para la mayor
inteligencia y esclarecimiento del negocio que se discute. Cuando le parezca al Jefe se votará si el pun-
to está o no suficientemente discutido; y en caso de afirmativa por la pluralidad, se procederá a la vota-
ción del negocio principal. Los votos serán públicos y se escribirán y leerán públicamente por el secreta-
rio. Antes de estar acordado un negocio, no se permitirá tratar de otro diferente. Se hará la correspon-
diente prevención al que en su discurso se separe del asunto principal. Se prohibirá con el mayor cui-
dado toda discusión acalorada, insultos personales, y cuanto puede de algún modo alterar el orden, la
moderación y el decoro. Si algún vocal se olvidase del carácter que representa, desobedeciendo a las
insinuaciones que se le hagan, se le mandará salir de la Asamblea y no podrá optar a ella en lo sucesi-
vo.
Art.15º.- Concluida la resolución del negocio para que se ha convocado la Asamblea, pasará al go-
bierno una nota de sus decisiones, firmada del Presidente y del secretario. El Gobierno avisará el recibo
y si la asamblea se prorroga o disuelve. En el primer caso, continuará sus sesiones; en el segundo, se
retirarán los vocales, extendiéndose antes la correspondiente acta de quedar concluida y cerrada la
asamblea. Todas sus actas se escribirán en un libro, autorizadas competentemente el cual se pasará y
custodiará en la Arca del Ayuntamiento, con las precauciones y formalidades acostumbradas.
Art.16º.- El tratamiento de la asamblea será el de su Presidente y Vm. llano el de cada uno de sus
miembros. Solo el Ayuntamiento como presidente tendrá lugar de preferencia. Con respecto a los voca-
les, no habrá asientos de distinción, cada uno podrá colocarse donde le parezca.
Art.17º.- Concluida la Asamblea queda enteramente disuelta y sus vocales en la clase de simples ciu-
dadanos. Para formar la segunda Asamblea nombrarán los pueblos nuevos apoderados, esta capital,
nuevos diputados electores y estos con el Ayuntamiento nuevos vocales en los mismos términos en que
se hizo la primera, observándose este método en todas las que se celebren en adelante.
Art.19º.- En caso que se considere necesario alterar, derogar o modificar algunos de los artículos de
este reglamento, lo verificará el Gobierno precedente consulta de la Asamblea.
Número 5- Exmo. Señor: Habiendo tratado esta Asamblea sobre el carácter que reviste, ha sanciona-
do que le corresponde la autoridad suprema, sobre toda otra constituida en las Pcias. Unidas del Río de
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la Plata y se lo comunica a V. E. para su inteligencia y para que, circulando las correspondientes órde-
nes, se haga notorio a todos, para los objetos y fines que pueda interesar a la salud del Estado.
Número 6- Exmo. Señor: consecuente a la declaratoria que se avisa a V.E. en oficio que acompaña a
esta, sobre el carácter y autoridad suprema que constituye a las Pcias. Unidas, espera que vuestra V.E.
ponga en posesión inmediatamente al Dr. José Miguel Díaz Vélez, como suplente del vocal Coronel
Juan Martín de Pueyrredón- Dios guarde a V. E. muchos años-.
Número 7- Exmo. Señor: Siendo nula, ilegal y atentatoria contra los derechos soberanos de los pue-
blos y contra el Estatuto Constitucional jurado, reconocido y sancionado por la voluntad popular de las
Pcias. Unidas, la atribución de autoridad suprema, que se ha abrogado indebidamente y por si mismo la
Asamblea, comprometiendo de un modo criminal los intereses sagrados de la Patria, ha determinado el
gobierno, en virtud de sus altas facultades, y para evitar las consecuencias de tan extraño atentado,
disolver como disuelve, la Asamblea y suspender a V.E. de las funciones particulares de su autoridad
ordinaria, sin perjuicio de tomar las providencias que convengan para asegurar la tranquilidad pública y
evitar la disolución del Estado, a que camina aquella escandalosa resolución, lo que se comunica a V.E.
como su presidente para que en el acto haga entender a la Asamblea que está disuelta y a sus vocales
que se retiren sin otro carácter que el de simple ciudadanos, son las penas establecidas en le Bando de
3 del corriente, avisando a V.E. el puntual cumplimiento de ésta disposición en todas sus partes - Dios
guarde a V. E. muchos años-.
Bs. As., Abril 6 de 1812. Sarratea- Chiclana- Rivadavia- Nicolás de Herrera, Secretario.
... Proceder a la elección de los individuos que deben constituir el gobierno provisorio, y la ha realizado
en las personas de los señores Dr. D. Juan José de Paso, D. Nicolás de la Peña y Dr. D. Antonio Álva-
rez de Jonte, que fue aprobada a pluralidad de votos por el inmenso pueblo que ocupaba los corredores
y galerías de las Casas Consistoriales, depositándoles la autoridad bajo las condiciones siguientes:
1º- Que los señores electos comparezcan sin pérdida de momentos en esta sala Capitular, a prestar el
juramento de usar bien y fielmente de la confianza con que les ha honrado el pueblo.
2º- Que los referidos señores sean reconocidos como depositarios de la Autoridad Superior de las
Pcias. Unidas del Río de la Plata, por todas las corporaciones de esta ciudad, su vecindario y cuerpo
militar, respetando y obedeciendo todas sus disposiciones, hasta la reunión de una Asamblea General
que se verificará dentro de tres meses, precisa e indispensablemente, procediendo en cualquier caso
de acuerdo con el Excmo. Ayuntamiento.
3º- Que los poderes para esta Asamblea sean con toda la extensión que quieran darle los pueblos.
4º- Que la Asamblea sea el Supremo Tribunal de residencia de todos los que hayan ejercido el Poder
Ejecutivo desde el 25 de mayo de 1810.
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5º- Que la Asamblea formará una constitución provisoria, y que entre tanto el nuevo gobierno observará
inviolablemente el Estatuto Provisional, a excepción de los arts. que se hayan derogado, cumpliendo
con especialidad, con los decretos de seguridad individual y libertad de imprenta.
6º- Que el presente gobierno nombrará los secretarios que crea convenientes, siendo él responsable de
su conducta.
7º- Que haya de ejercer el cargo de vocal suplente D. Francisco Belgrano durante la ausencia de D.
Nicolás de la Peña, a consecuencia de habérselo elegido al efecto, por unanimidad de votos.
8º- Que en caso de enfermedad, ausencia o fallecimiento de alguno de los vocales del Gobierno Provi-
sorio, quede a cargo del Ayuntamiento el nombrar a quien lo subrogue.
9º- Que haya de instruir eficazmente a los pueblos de la necesidad de justicia y conveniencia de tan
importante medida como la que se ha tomado; reservándose el Ayuntamiento proponer las ideas que
juzgue convenientes y a que por ahora no da lugar la premura del tiempo; publicándose esta determina-
ción inmediatamente por Bando, para que llegue a noticias de todos, y fijándose en los lugares acos-
tumbrados.
2º.- Las ciudades que no estuviesen divididas en cuarteles, o que su número sea reducido, se reparti-
rán, en el primer caso, en ocho cuarteles, cuando menos, y en el segundo se subdividirán los barrios de
modo que cuenten en el mismo número indicado, comisionando el jefe del pueblo los sujetos de reco-
nocida imparcialidad y patriotismo que hayan de presidir el nombramiento de electos en cada cuartel si
tampoco hubiese alcalde que desempeñen estas funciones.
3º.- El nombramiento de electores se hará en un mismo día, y si es posible, en una misma hora en to-
dos los cuarteles, debiendo concurrir acto continuo a congregarse en la Sala Capitular del Ayuntamiento
del lugar, para proceder inmediatamente en consorcio de este y su presidente a la elección del diputado
o diputados para la Asamblea, sirviéndose del escribano de Cabildo para la autorización de los sufra-
gios.
4º.- Todas las personas libres y de reconocida adhesión a la justa causa de la América, sin excepción
de empleados civiles o militares podrán ser electores o electos diputados, no siendo preciso que estos
sean naturales o residentes en los mismos pueblos que vayan a representar.
5º.- Las votaciones serán públicas y en voz alta, de un modo digno de un pueblo virtuoso y libre, así
como deben ser las sesiones de la asamblea, circunstancia indispensable que comprenderán los pode-
res e instrucciones.
6º.- Esta capital tendrá 4 diputados, por su mayor población e importancia política; las demás capitales
de provincia nombrarán 2, y uno cada ciudad de su dependencia, a excepción de Tucumán, que podrá
a discreción, concurrir con dos diputados a la Asamblea.
7º.- Concluida la votación y hecho el escrutinio, se hará saber inmediatamente al pueblo el ciudadano
que resulte electo diputado a pluralidad de votos, en la inteligencia que debe reunir las más recomen-
dables cualidades; principalmente estar acreditado de un modo indeficiente su fervorosa adhesión a la
libertad del país y una virtuosa imparcialidad que lo ponga a cubierto de la nota escandalosa de faccio-
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so o de algún otro vicio que desdiga de tan alto ministerio, circunstancias que encarga sobremanera el
Gobierno, como que de la felicidad o desacierto de la elección, resultará evidentemente o el feliz destino
o el más ultrajante infortunio de los pueblos.
8º.- Como el motivo poderoso que induce la celebración de la Asamblea tiene por objeto principales la
elevación de los pueblos a la existencia y dignidad que no han tenido, y la organización general del es-
tado, los poderes de los diputados serán concebidos sin limitación alguna, y sus instrucciones no cono-
cerán otros límites que la voluntad de los poderdantes, debiendo aquellos ser calificados en la misma
asamblea, antes de su apertura, en una sesión preliminar.
9º.- Bajo este principio, todo ciudadano podrá legítimamente indicar a los electores que extiendan los
poderes e instrucciones de los diputados, lo que crea conducente al bienestar general y a la felicidad
común y territorial.
Dada en esta fortaleza de Bs. As. a 24 de Octubre de 1812. Paso- Francisco Belgrano- Álvarez Jonte.
«1ª.- Pedirán la declaración absoluta de la independencia de la Corona de España, y familia de los Bor-
bones.»
«2ª.- No admitirán otro sistema que el de la Confederación para el pacto recíproco con las Provincias
que formen nuestro Estado.»
«3ª.- La Religión Católica Apostólica Romana será la preponderante, y así no admitirán otra.»
«4ª.- Como el objeto y fin del Gobierno debe ser conservar la libertad, igualdad y seguridad de los ciu-
dadanos, y los Pueblos, cada Provincia, formará su Gobierno bajo esas bases a más del Gobierno Su-
premo de la Nación.»
«5ª.- Así éste como aquél se dividirá en Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial.»
«6ª.- Estos tres resortes jamás podrán estar unidos entre sí, y serán independientes en sus facultades.»
«7ª.- El Gobierno Supremo entenderá solamente en los negocios generales del Estado. El resto es pe-
culiar al Gobierno de cada Provincia.»
«8ª.- El despotismo militar será precisamente aniquilado con trabas Constitucionales, que aseguren
inviolable la soberanía de los Pueblos.»
«9ª.- Que esta Provincia retiene su soberanía, libertad e independencia; todo poder, jurisdicción y dere-
cho, que no es delegado expresamente por la Confederación a las Provincias Unidas, que decidirán
juntas en Congreso.»
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«10ª.- Que estas Provincias por la presente entrarán separadamente en una firme liga de amistad con
cada una de las otras para su defensa común, seguridad de su libertad, y para la mutua y general felici-
dad, obligándose a asistir a cada una de las otras contra toda violación, o ataques hechos sobre ellas, o
sobre alguna de ellas, por motivo de religión, soberanía, tráfico o algún otro pretexto, cualquiera que
sea.»
«14ª.- Que el Poder Ejecutivo de las Provincias Unidas se compondrá de un solo individuo, ejerciendo
éste su oficio por el término de un año, debiendo ser elegido por los Pueblos, y sorteado de entre los
que nombre, a fin de que turne por todos los individuos de las Provincias Unidas el tal empleo, y no se
haga hereditario a los de una sola, que exija la preferencia, pues todas deberán ser iguales.»
«15ª.- Que los individuos que compongan la Sala del Senado, y Sala de Representantes de las Provin-
cias Unidas, serán también elegidos por los Pueblos libres, y no por la Asamblea Constituyente.»
«16ª.- Que ninguna traba o derecho se imponga sobre los artículos exportados de una Provincia a otra,
ni que ninguna preferencia se dé por cualquiera regulación de comercio, o renta, a los puertos de una
Provincia sobre la de otra, ni los barcos destinados de esta Provincia a otra será obligados a entrar, a
anclar o pagar derechos en otra.»
«17ª.- Que todos los dichos derechos, impuestos y sisas que se impongan a las introducciones extranje-
ras serán iguales en todas las Provincias Unidas, debiendo ser recargadas todas aquellas que perjudi-
quen nuestras artes o fábricas, a fin de dar fomento a la industria en nuestro territorio.»
«18ª.- Que esta Provincia tendrá su Constitución territorial; y que todos los habitantes de ella teniendo
aquellas cualidades que se establecieren en la forma de gobierno, tienen un derecho igual para los em-
pleos, y oficios, y ser elegidos en ellos.»
«19ª.- No se presentará en la Asamblea Constituyente como Diputado de la Nación, sino como repre-
sentante de este Pueblo porque no aprobamos el decreto de ocho de Marzo, que se halla inserto en el
Redactor del Sábado trece del mismo.»
«20ª.- No se extenderán sus facultades a las de legislar, pues tan sólo las damos para formar la Consti-
tución de Gobierno que debe regirnos, activar la fuerza del Ejército de las Provincias Unidas a fin de
libertar los Pueblos oprimidos, y residenciar los anteriores gobiernos.»
«21ª.- Prestará toda su atención, honor, fidelidad y religiosidad a todo cuanto crea o juzgue necesario
para preservar a esta Provincia las ventajas de la libertad, y mantener un gobierno libre, de piedad, jus-
ticia, moderación, templanza, industria y frugalidad; asimismo procurará tener sus conferencias particu-
lares con los otros Diputados de este territorio, con el fin de hermanarse en estas mismas ideas, y ca-
minar de acuerdo al logro de la felicidad de esta Provincia y bien común.»
«Así lo esperamos los habitantes de ella, y desde luego lo hacemos responsable delante de nosotros, y
de la Patria, de cualquiera deliberación que directa o indirectamente les sea opuesta.»
Original del documento en Archivo del Dr. Juan G. Maciel - Santa Fe.
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Art. 1º.- Las Provincias del Río de la Plata forman una República libre e independiente.
Capítulo VIII
Art.2º.- La Sala de Representantes se compondrá de ciudadanos elegidos cada 2 años, por las Asam-
bleas de las provincias.
Art.4º.- Juntos los senadores después de la primera elección, se dividirán lo más igualmente que pueda
ser, en tres clases.
Art.5º.- Los asientos de los senadores de la primera clase, vacaran a los dos años, los de la segunda a
los cuatro, y los de la tercera a los seis. De manera que una tercera parte del senado se renovará cada
dos años.
Capítulo IX
Art.2º.- Ella sólo tendrá el poder de acusación contra los empleados públicos, sin excepción.
Art.3º.- Ella sólo podrá proponer los proyectos de contribuciones, o los aumentos en las ya impuestas.
Capítulo X
Art.1º.- El Senado elegirá su presidente y oficiales subalternos. Solo el Senado tendrá poder para pro-
cesar los acusados por la Sala de Representantes.
Art.2º.- Cuando el Presidente y miembro del Directorio ejecutivo sean procesados, el jefe del Supremo
Tribunal de Justicia presidirá el Senado.
Art.3º.- El juicio en causas de acusación no se extenderá más que a remover de oficio y declarar la ca-
pacidad de ejercer y obtener algún empleo de honor, de confianza o provecho en la república. Pero los
convencidos del delito, quedarán, no obstante, sujetos a acusación, juicio, proceso y castigo conforme a
la ley.
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Capítulo XVII
Art.1º.- El Poder Ejecutivo residirá en un Directorio compuesto de tres individuos elegidos por seis años
y amovibles por tercias partes cada 2 años.
Art.2º.- Por la primera vez, se nombrarán distintamente primer, segundo y tercero miembro del Directo-
rio: el primero será removido a los dos años, el segundo a los cuatro y el tercero a los seis.
Art.3º.- La Presidencia turnará entre ellos por el orden de su antigüedad y durará por dos años.
Art.4º.- El Senado y la Sala de Representantes elegirán los miembros del directorio ejecutivo de la ma-
nera siguiente.
Capítulo XIX
Art.1º.- Habrá un Consejo de Estado compuesto de 10 individuos de orden, ilustración y mérito: uno por
cada provincia.
Art.2º.- Serán nombrados por el Cuerpo legislativo de entre la lista nacional de elegibles: dos de ellos
serán eclesiásticos, tres militares y cinco ciudadanos.
Art.3º.- El Congreso podrá aumentar este número cuando la población y circunstancias del país lo ha-
gan oportuno.
Art.4º.- Todos los obispos del territorio de la República son Consejeros honorarios del Estado.
Art.5º.- El Directorio Ejecutivo oirá el dictamen del consejo en todos los asuntos graves de gobierno y
también para prestar su consentimiento a los proyectos de ley.
Capítulo XXI
Art.2º.- La facultad de juzgar y de aplicar las leyes, pertenece exclusivamente a los jueces y Tribunales,
según las formas que ellos establezcan.
Art.3º.- Los jueces deben juzgar por el texto de la ley. Toda interpretación o arbitrariedad es un crimen
de que responderá personalmente.
Art.4º.- La justicia se administrará a nombre del pueblo americano de la Pcias. Unidas del Río de la
Plata.
Art.6º.- Los jueces permanecerán en sus empleos mientras obren bien. No pueden ser removidos sino
en virtud de sentencia legal; pero pueden ser suspendidos con justas causas por el Supremo Tribunal
de Justicia, con calidad que deberá formalizarse su proceso en el preciso término de ocho días después
de su remoción.
Art.7º.- Al Fiscal General del Estado corresponde promover la acusación y fenecimiento del negocio.
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Art.9º.- Estos en el acto de tomar posesión, jurarán observar la Constitución, ser fieles al Estado, obe-
dientes a las leyes y restos administradores de Justicia.
De los Tribunales
Art.10º.- Habrá una Corte Suprema de Justicia para todo el Estado: un Tribunal superior en cada pro-
vincia: jueces letrados en cada partido y alcaldes en todos los pueblos.
Art.11º.- Los miembros de la Corte Suprema de Justicia serán elegidos por el Congreso de la lista na-
cional: los de los tribunales superiores por el Poder Ejecutivo a propuestas del Consejo del Estado, de
la lista provincial: los jueces letrados de Partido; de la lista de partido: los alcaldes inmediatamente por
sus pueblos.
Art.12º.- Habrá también, juzgados en todos los Partidos y Provincias para los asuntos criminales, cuya
calidad determine la ley.
Art.13º.- El Congreso formará, por una ley, el Reglamento que prescriba el método y duración de las
sesiones de cada juzgado, el número de subalternos y sus funciones.
Capítulo XXII
De los Ayuntamientos
Art.1º.- En todas las ciudades, villas y cabezas de partido que tengan trescientos vecinos, habrá ayun-
tamiento, compuestos de alcalde y regidores nombrados por los pueblos anualmente.
Art.2º.- Nadie puede excusarse del cargo sin causa denominada por la ley.
Art.3º.- La ley prescribirá la forma de la elección, el número de los individuos, las calidades que se re-
quieren para ser elegidos y los motivos que legitimen la excusa.
Art.4º.- Los objetos de su institución son: primero, velar por la sanidad, comodidad, abundancia, prospe-
ridad y ornato de los pueblos; segundo, sobre la educación pública; tercero, sobre los establecimientos
de beneficencia; cuarto, sobre la conservación del orden público, en el modo y forma y con la extensión
que prescriba la ley.
Art.1º.- La Asamblea General ordenada que en la persona en quien se encontrase la suprema potestad
ejecutiva, recaigan todas las facultades y preeminencias acordadas al Supremo Gobierno por el Estatu-
to de 27 de Febrero de 1813, y demás decretos posteriores.
Art.2º.- Ella será distinguida por la denominación de Director Supremo de las Pcias. Unidas: tendrá el
tratamiento de excelencia y la escolta competente.
Art.3º.- Llevará una banda bicolor, blanca al centro y azul a los costados, terminada en una borla de
oro, como distintivo de su elevada representación.
Art.5º.- En caso de muerte, renuncia o absoluta imposibilidad del Supremo Director para continuar en el
gobierno se procederá a la elección del que deba sucederle.
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Art.6º.- Disfrutará una pensión competente, que baste a sostener el decoro de la suprema autoridad.
Art.7º.- La prudencia, sabiduría y acierto que deben presidir a todas las deliberaciones del Gobierno, y
hacen la felicidad de las Pcias. de su mando, exigen la creación de un consejo de Estado, cual por este
decreto se establece, compuesto de nueve vocales, incluso el Presidente y secretario, facultándose al
Supremo Director para que pueda nombrar por si dos supernumerarios para el Consejo, siempre que
por las circunstancias lo halle convenir al mejor servicio del Estado.
Art.8º.- En las enfermedades graves que impidan al Supremo Director el desempeño de sus funciones,
suplirá el Presidente del Consejo, con las mismas facultades y preeminencias; por lo tanto su nombra-
miento se hará siempre por el Poder Legislativo, y el del Secretario y demás consejeros por el Supremo
Director.
Art.9º.- El Presidente y secretario continuarán en le desempeño de sus respectivas funciones por todo
el tiempo de su duración en el Consejo.
Art.10.- Los secretarios del despacho universal, se considerarán consejeros natos, e integrarán el nú-
mero designado en el art. 7º.
Art.11º.- Cada dos años cesarán los Consejeros: los de primera creación por el orden de su posteridad
en sus nombramientos, y por el orden inverso, los que fueren sucesivamente provistos: pueden ser re-
elegidos, si interesa al bien de la Patria.
Art.13º.- Las obligaciones y facultades del Consejo, consistirán en abrir al Supremo Director los dictá-
menes que estuviese a bien pedirles en los negocios de mayor gravedad, y elevar a su consideración
aquellos proyectos que concibiere de utilidad y conveniencia del Estado.
Art.14º.- El Supremo Director deberá consultar indefectiblemente con su Consejo sobre las negociacio-
nes que hubiese entablado, de paz, guerra y comercio con las cortes extranjeras.
Art.15º.- Jurarán los consejeros en manos del Supremo Director, al ingreso de sus respectivas plazas,
ser fieles a la Patria, sacrificar sus desvelos a su felicidad, aconsejar al Supremo Gobierno con sabidu-
ría y justicia, y guardar secreto inviolable sobre los negocios de su inspección.
Art.16º.- Cinco ministros formaran consejo; sus deliberaciones se centrarán en un libro, firmado por los
presentes. El que tuviere opinión especial, podrá estamparla en el mismo libro.
Art.17º.- El Presidente llevará la voz y hará guardar el reglamento de su interior economía, que formará
el mismo consejo, con aprobación del Supremo Director.
Art.18º.- Se reunirán dos días a la semana, o más si fueren convocados por el Supremo Director, o lo
exigiere la urgencia de los negocios.
Art.19º.- El Consejo tendrá el tratamiento de Señoría y sus individuos el de Usted llano. En las asisten-
cias públicas acompañará al Supremo Director, presidiendo a las demás autoridades.
Art.20º.- Ocuparán los secretarios de Estado los asientos inmediatos al del Presidente, y los demás los
que correspondan a su antigüedad.
Art.21.- Por ausencia del Presidente, llevará la voz el más antiguo. Ningún Consejero podrá ausentarse
a distancias de cinco leguas sin licencia del Supremo Director, ni a menos, sin aviso del Presidente.
Art.22º.- Disfrutará de una pensión competente.
VALENTIN GOMEZ, Presidente
HIPOLITO VIEYTES, Diputado-Secretario
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La Junta de Observación encargada de formar un Estatuto Provisional para el régimen y Gobierno del
Estado, que adoptando las medidas más exactas para proporcionar la felicidad común, precava igual-
mente a aquél del escandaloso desorden a que le había conducido la impropiedad de los anteriores
Reglamentos, poniéndole a cubierto del criminal abuso que se ha hecho de ellos, en razón de la indis-
creta franqueza que otorgaron a los administradores del sagrado depósito de los intereses públicos, y
cuyos fatales forzosos resultados ha manifestado en todos tiempos una dolorosa experiencia que no ha
muchos días llegó a vos, ¡oh pueblo virtuoso de Buenos Aires!, y arrancó de vuestra noble sensibilidad
las lágrimas con que todavía humedecéis la ara augusta del altar del desengaño; deseando correspon-
der y dignamente a la honrosa confianza con que se ha distinguido, y penetrada de la necesidad de
reforzar los eslabones de la cadena que debe ligar los robustos brazos del despotismo, para que no
pueda internarse al sagrado recinto donde se custodian la LIBERTAD, la IGUALDAD, la PROPIEDAD
y la SEGURIDAD, que hacen el precioso vellocino, la rica herencia y los más interesantes derechos del
hombre; y teniendo en consideración las insuperables dificultades que ofrece el necio propósito de for-
mar una Constitución sin defectos, después de las horrorosas devastaciones que ha hecho en el espíri-
tu humano el monstruo de la ambición que se agita furiosamente por traspasar los límites que le ha pre-
fijado la justicia: que las innumerables y diversas constituciones que hoy hacen el imponente objeto del
estudio y asidua meditación de los sabios, son otros tantos desgraciados monumentos de aquellas des-
graciada impotencia, y que la observación y la experiencia son los más rígidos resortes que puedan dar
al espíritu esa fuerza bastante para extender la esfera de sus conocimientos, ha creído que para satis-
facer los votos del pueblo y acercarse a la senda que conduce a la felicidad común, según que lo permi-
te su actual estado y la premura del tiempo y de sus circunstancias, debe establecerse, como se esta-
blece, las reglas siguientes.
SECCION PRIMERA
CAPITULO I
Art. I. Los derechos de los habitantes del Estado, son: la vida, la honra, la libertad, la igualdad, la pro-
piedad y la seguridad.
Art. II. El primero tiene un concepto tan uniforme entre todos, que no necesita de más explicación. El
segundo resulta de la buena opinión que cada uno se labra para con los demás, por la integridad y recti-
tud de sus procedimientos. El tercero es la facultad de obrar cada uno a su arbitrio, siempre que no vio-
le las leyes ni dañe los derechos de otro. El cuarto consiste en que la ley, bien sea perceptiva, penal o
tuitiva, es igual para todos y favorece igualmente al poderoso que al miserable para la conservación de
sus derechos. El quinto es el derecho de gozar de sus bienes, rentas y productos. El sexto es la garan-
tía que concede el Estado a cada uno, para que no se le viole la posesión de sus derechos, sin que
primero se verifiquen aquellas condiciones que estén señaladas por la ley para perderla.
Art. III. Todo hombre gozará de estos seis derechos en el territorio del Estado, sea americano o extran-
jero, sea ciudadano o no.
CAPITULO II
Art. II. Todo hombre deberá respetar el culto público y la religión santa del Estado; la infracción de este
artículo será mirada como una violación de las Leyes fundamentales del país.
CAPITULO III
De la ciudadanía
Art. I. Todas las Municipalidades formarán un registro público de dos libros: en uno, se inscribirán indis-
pensablemente todos los ciudadanos con expresión de sus edad y origen, sin cuyos requisitos no po-
drán sufragar en los actos públicos de que adelante se tratará; y en el otro, los que hayan perdido el
derecho de ciudadanía, o se hallen suspensos de ella.
Art. II. Todo hombre libre, siempre que haya nacido y resida en el territorio del Estado, es ciudadano,
pero no entrará al ejercicio de este derecho, hasta que haya cumplido 25 años o sea emancipado.
Art. III. Todo extranjero de la misma edad, que haya residido en el país por más de cuatro años, y se
haya hecho propietario de algún fundo, al menos de cuatro mil pesos, o en su defecto ejerza arte ú ofi-
cio útil al país, gozará de sufragio activo en la Asamblea y comicios públicos, con tal que sepa leer y
escribir.
Art. IV. A los diez años de residencia tendrá voto pasivo, y podrá ser elegido para los empleos de la
República no para los del Gobierno. Para gozar ambos sufragios, debe renunciar, antes, toda otra ciu-
dadanía.
Art. V. Ningún español europeo podrá disfrutar del sufragio activo o pasivo, mientras los derechos de
estas Provincias no sean reconocidos por el Gobierno de España.
Art. VI. Los españoles, sin embargo, decididos por la libertad del Estado y que hayan hecho servicios
distinguidos a la causa del país, gozarán de la ciudadanía; pero deben obtener la correspondiente carta,
que expedirá por ahora, hasta el Congreso General, el Jefe respectivo de la Provincia asociado del
Ayuntamiento o de su Capital.
Art. VII. Los nacidos en el país que sean originarios por cualquier línea de África, cuyos mayores hayan
sido esclavos en este continente, tendrán sufragio activo, siendo hijos de padres ingenuos; y pasivo, los
que ya estén fuera del cuarto grado respecto de dichos sus mayores.
CAPITULO IV
Art. II. En esta virtud tiene voto pasivo y activo en los casos y forma que designa este Reglamento pro-
visional.
CAPITULO V
Art. I. La ciudadanía se pierde: por la naturalización en país extranjero; por aceptar empleos; pensiones
ó distinciones de nobleza de otra Nación; por la imposición legal de pena aflictiva ó infamante y por el
estado de deudor dolosamente fallido, si no se obtiene nueva habilitación después de purgada la nota.
Art. II. La ciudadanía se suspende: por ser deudor a la hacienda del Estado, estando ejecutado; por ser
acusado de delito, siempre que éste tenga cuerpo justificado y por su naturaleza merezca pena corpo-
ral, aflictiva o infamante; por ser doméstico asalariado; por no tener propiedad u oficio lucrativo y útil al
país; por el estado de furor o demencia.
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Art. III. Fuera de estos casos, cualquiera autoridad o magistrado que prive a un ciudadano de sus dere-
chos cívicos, incurre en la pena del Talión.
Art. IV. Los Jueces que omitan pasar a las respectivas Municipalidades nota de los que deben ser bo-
rrados de los registros cívicos, por haber sido condenados en forma legal, serán privados de voto activo
y pasivo en dos actos consecutivos.
CAPITULO VI
Art. I. Todo hombre en el Estado, debe, primero, sumisión completa a la ley, haciendo el bien que ella
prescribe, y huyendo el mal que prohíbe.
Art. II. Obediencia, honor y respeto a los magistrados y funcionarios públicos, como ministros de la ley y
primeros ciudadanos.
Art. III. Sobrellevar gustosos cuantos sacrificios demande la patria en sus necesidades y peligros, sin
que se exceptúe el de la vida, sino que sea para el extranjero.
Art. IV. Contribuir, por su parte, al sostén y conservación de los derechos de los ciudadanos, y la felici-
dad pública del Estado.
Art. V. Merecer el grato y honroso título de hombre de bien, siendo buen padre de familia, buen hijo,
buen hermano y buen amigo.
CAPITULO VII
Art. I. El cuerpo social debe garantizar y afianzar el goce de los derechos del hombre.
Art. II. Aliviar la miseria y la desgracia de los ciudadanos, proporcionándoles los medios de prosperar e
instruirse.
Art. III. Toda disposición o Estatuto contrarios a los principios establecidos en los artículos anteriores,
será de ningún efecto.
SECCION SEGUNDA
El poder legislativo reside en los pueblos originariamente; hasta determinación del Congreso General de
las Provincias; la Junta de Observación sustituirá, en vez de Leyes, Reglamentos Provisionales en la
forma que éste prescribe, para los objetos necesarios y urgentes.
SECCION TERCERA
CAPITULO I
Art. I. El Director del Estado ejercerá el Poder Ejecutivo en todo su territorio; su edad será la de treinta y
cinco años cumplidos; su elección ya está verificada, según las circunstancias que han ocurrido en el
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presente tiempo; en lo sucesivo, se practicará según el Reglamento particular y que deberá formarse,
sobre el libre consentimiento de las Provincias y la más exacta conformidad a los derechos de todos.
Art. II. Recaerá precisamente la elección en persona de reconocido patriotismo, integridad, concepto
público, buenas costumbres y aptitud para el cargo.
Art. III. Podrá ser vecino y natural de cualquiera de los pueblos del Estado, con residencia dentro de él,
al menos de cinco años inmediatos a su elección, aunque éstos hayan sido interrumpidos por un año
intermedio de ausencia.
Art. IV. Durará el mando solo un año, contado desde el día de su recepción.
Art. V. Su sueldo será el de doce mil pesos anuales, sobre los fondos del Estado.
Art. VI. No disfrutará de ningún otro emolumento no derecho, bajo cualquier pretexto ó causa.
Art. VIII. Su guardia y honores los de Capitán General de Ejército, con entera sujeción á los títulos pri-
meros y sesto, tratado tercer, de las Ordenanzas Militares, guardándose el ceremonial que se formará,
para las concurrencias públicas.
Art. IX. Al ingreso de su cargo deberá prestar juramento ante el Excmo. Cabildo y la Junta de Observa-
ción, con asistencia de las demás corporaciones civiles y militares, en la forma siguiente:
«Yo, N., juro por Dios nuestro Señor y estos Santos Evangelios, que desempeñaré fiel y legal-
mente el cargo de Director del Estado, para el que he sido elegido; que cesaré en el mando luego
que sea requerido por la Junta de Observación y el Exmo. Ayuntamiento; que observaré el Re-
glamento Provisional formado por dicha Junta, establecida por la voluntad del pueblo; que de-
fenderé la Patria y sus derechos, de cualquier agresión. Si así lo hiciere, Dios me ayude, y sino,
él y la patria me hagan cargo».
Art. X. La protección de la Religión del Estado, su defensa y felicidad; el puntual cumplimiento y ejecu-
ción de las leyes que actualmente rigen; el mando y organización de los ejércitos, armada, milicias na-
cionales; el sosiego público; la libertad civil; la recaudación y económica, arreglada inversión de fondos
públicos, y la seguridad real y personal de todos los que residen en el territorio del Estado, son otras
tantas atribuciones de su autoridad.
Art. XI. Nombrará los embajadores, cónsules y enviados para las demás naciones y potencias extranje-
ras, y recibirá todos los que de esta clase vinieren de las mismas a este Estado, dando inmediatamente
aviso instruido a la Junta de Observación, bajo grave responsabilidad, de los motivos y objetos de su
misión en ambos casos, igualmente que de sus contestaciones.
Art. XII. Vigilará particularmente sobre el aumento de la población, agricultura y comercio: arreglo de
minería, correos, postas, caminos y represalias: concederá los pasaportes para fuera y dentro de las
Provincia del Estado, por mar y tierra y las licencias para la carga y descarga, entrada y salida de las
embarcaciones.
Art. XIII. Nombrará los tres Secretarios de Gobierno, Guerra y Hacienda y sus respectivos oficiales,
siendo responsable de la mala elección de los primeros, sin que en manera alguna puedan ser electos
los Parientes del Director, hasta el tercer grado inclusive, ni provistos en otro cualquier empleo, sin noti-
cia y aprobación de la Junta de Observación.
Art. XIV. La provisión de empleos en el ramo de Hacienda, de cualquier clase y que no están exceptua-
dos en este Reglamento, la hará, a propuesta de los respectivos jefes del ramo a que correspondan, por
escala de antigüedad y servicios, publicándose dicha propuesta en la oficina o Departamento respecti-
vo, ocho días antes de encaminarla al Director, quedando así a los agraviados franco el recurso de sus
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Art. XV. Los funcionarios públicos que deban tener la calidad de letrados, serán nombrados por el Di-
rector, a propuesta que harán las respectivas Cámaras de Apelaciones.
Art. XVI. La duración de todo empleado será la de su buena y exacta comportación, y será removido
siendo inepto ó delincuente, con causa probada y audiencia suya, a no ser de los exceptuados en el
presente Reglamento.
Art. XVII. Los recursos de esta naturaleza y los de qué habla el Art. XIV de éste Capítulo, se harán por
los interesados a la Junta que debe establecerse, compuesta del Presidente de la Cámara, el Decano
del Tribunal de Cuentas, el Ministro de Cajas más antiguo y el Fiscal de dicha Cámara, quedando con-
cluida, con la determinación de dicha Junta, toda instancia, sin más recurso, y procediéndose en ellos
sumariamente.
Art. XVIII. Esta misma Junta conocerá en grado de apelación y primera suplicación, de los pleitos sobre
contrabando y demás ramos de hacienda.
Art. XIX. Teniendo el Director la Superintendencia General en todos los ramos y fondos del Estado, de
cualquiera clase y naturaleza que sean, se arreglará, por ahora, a las disposiciones de la Ordenanza de
Intendentes, excepto en cuanto a la Junta Superior, que sigue abolida, sin alterar el método de cuenta y
razón que actualmente se observa en las oficinas públicas.
Art. XX. Sin embargo de la supresión de dicha Junta Superior, no podrá por esto el Director disponer
por sí solo a su arbitrio, los gastos, obras, aprestos y erogaciones extraordinarias, sino asociado en una
Junta que formarán, con voto decisivo, el mismo Director, el Decano del Tribunal Mayor de Cuentas, el
Ministro más antiguo de la Caja principal, el Alcalde de primer voto, el Prior del Consulado, el Fiscal de
la Cámara, y el Procurador General de la ciudad, extendiéndose los acuerdos ante el Escribano de Ha-
cienda y debiendo tener voto solo informativo en dicha Junta, el Secretario de ella.
Art. XXI. Cuidará con particularidad, de mantener el crédito de los fondos del Estado, consultando efi-
cazmente su recaudación, y el que se paguen con fidelidad las deudas, en cuanto lo permita la existen-
cia de caudales y atención públicas.
Art. XXII. Remitirá a la Junta de Observación, cada tres meses, una prolija razón que demuestre, por
clases y ramos, los ingresos, las inversiones y existencias.
Art. XXIII. Conocerá privativamente en las causas de contrabando y demás de Hacienda: las que no
fueren de esta clase, serán remitidas a los Tribunales de Justicia a que correspondan; pero las senten-
cias contra el Fisco no serán ejecutadas sin mandato especial del Director, quien podrá suspender los
libramientos si el pago fuese incompatible con las urgencias de utilidad común.
Art. XXV. Podrá mantener las relaciones exteriores: conducir las negociaciones, hacer estipulaciones
preliminares, firmar y concluir tratados de tregua, paz, alianza, comercio, neutralidad y otras convencio-
nes: pero todos estos graves e importantes particulares y el de la declaración de la Guerra, no podrá
nunca resolverlos por sí solo, si no fueren primero acordados por la Junta de Observación, Comisión
militar de guerra y Tribunal de Consulado, en su caso.
Art. XXVI. Podrá confirmar o revocar, con arreglo a ordenanza y dictamen de su Asesor General (que
deberá ser también auditor general de guerra) en último grado, las sentencias dadas contra militares en
esta capital por la Comisión Militar que se halla establecida, y en los demás pueblos del distrito, por los
consejos de Guerra ordinaria.
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Art. XXVII. Tendrá facultad de suspender las ejecuciones capitales ordenadas y conceder perdón o
conmutación en el día del aniversario de la libertad del Estado, o con ocasión de algún insigne aconte-
cimiento que le añada nuevas glorias; pero esta prerrogativa no podrá ejercer con los delincuentes de
traición a la patria y demás delitos exceptuados.
Art. XXVIII. En el caso de renuncia, enfermedad o muerte de este, entrará a reemplazar su lugar hasta
que se verifique nueva elección según el art. primero de este capítulo, el que inmediatamente nombrase
la Junta de Observación, unida con el Exmo. Cabildo para el pronto remedio de la ocurrencia.
Art. XXIX. En el de ausencia, que solo será en defensa de la Patria u otro impedimento legítimo que le
embarace el desempeño de sus deberes y despacho de los negocios públicos por más de ocho días se
hará por la Junta y cabildo el mismo nombramiento.
Art. XXX. Luego que se posesione del mando, invitará con particular esmero y eficacia a todas las Ciu-
dades y Villas de las Provincias interiores, para el pronto nombramiento de los Diputados que hayan de
formar la Constitución, los cuales deberán reunirse en la ciudad de Tucumán, para que allí acuerden el
lugar en que hayan de continuar sus sesiones, dejando al arbitrio de los pueblos el señalamiento de
viático y sueldo a sus respectivos representantes.
CAPITULO II
Art. I. No podrá, fuera de los casos que expresa este Reglamento, intervenir en negocio alguno judicial,
civil o criminal contra persona alguna, de cualquier clase o condición que fuese, ni alterar el sistema de
administración de justicia.
Art. II. Cuando la urgencia del caso le obligue a arrestar a algún ciudadano, deberá ponerlo, dentro de
las veinticuatro horas, a disposición de los respectivos magistrados de Justicia, con toda la independen-
cia que corresponde al Poder Judicial, pasándoles los motivos de su juzgamiento.
Art. III. No proveerá ni presentará, por hora, ninguna canonjía o prebenda eclesiástica.
Art. IV. No podrá disponer expedición alguna militar para fuera de esta provincia, ni imponer pechos,
contribuciones, empréstitos, ni aumentos de derechos de ningún tipo, sin previa consulta y determina-
ción de la Junta Observadora, unida con el Excmo. Cabildo y Tribunal del Consulado.
Art. V. No expedirá orden ni comunicación alguna, sin que vaya suscripta del respectivo secretario del
Departamento a que corresponda el negocio, bajo responsabilidad de ambos por los daños que causa-
ren.
Art. VI. No podrá conceder a ninguna persona del Estado exenciones ni privilegios exclusivos, excepto
a los inventores de artes y establecimientos de pública utilidad, con aprobación de la Junta Observado-
ra.
Art. VII. No podrá absolutamente, en ningún caso, por si solo violar o interceptar, directamente, la co-
rrespondencia epistolar de los ciudadanos, la que debe reservarse como sagrada; y cuando por algún
raro o extraño accidente, fuese preciso practicar la apertura de alguna correspondencia, lo verificará
con previa noticia y consentimiento de la Junta Observadora, Fiscal de la Cámara y Procurador General
de la Ciudad, que en el caso tendrán voto, con juramento del secretario; como también el administrador
de correos, solo consultivo: cuando haya de interrumpirse, suspenderse o variarse el curso de ellos.
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CAPITULO III
Art. I. Los tres secretarios de Estado entenderán respectivamente en todos los negocios que se hayan
deslindados en el último reglamento de Secretarios, el que por ahora subsistirá, en lo que no estuviere
en oposición con éste.
Art. II. Los expresados secretarios no podrán por si solos, en ningún caso, negocio o circunstancias,
tomar deliberaciones arbitrarias sin previo mandato y audiencia del Director del Estado, limitando sus
funciones a las de meros subalternos, y con calidad de que cuantas ordenes comunicaren por escrito a
nombre del Director, a las corporaciones, magistrados, oficinas e individuos particulares, hayan de estar
autorizadas con la rúbrica de aquel al margen, para certidumbre de su conocimiento, sin cuyo requisito
no tendrán efecto alguno y serán desatendidas impunemente.
Art. III. Ninguno de los secretarios podrá autorizar órdenes, decretos o providencias contrarias a este
estatuto, sin que le sirva de excepción la Junta, mandato o fuerza del Director.
Art. IV. Serán amovibles, a la voluntad del Director, o cuando lo exija la Junta de Observación, igual-
mente que los oficiales de dichas Secretarias; pero esta separación no inferirá nota a las persona, no
siendo por causa legítima o probada en juicio formal, y deberán los separados ser atendidos para otros
destinos, conforme a la capacidad y mérito.
Art. V. El secretario de hacienda no podrá entorpecer, modificar o trabar los pagos y libramientos decre-
tados por el Director, que deberán cumplirse con fidelidad en la Tesorería Principal del Estado a donde
han de dirigirse, quedando rigurosamente prohibido otra vía de pago.
Art. VI. El sueldo de dichos secretarios será de tres mil pesos anuales y su tratamiento el de Ud. llano.
SECCION CUARTA
CAPITULO I
Art. I. El ejercicio del Poder Judicial, por ahora y hasta la resolución del Congreso General, residirá en
el Tribunal de recursos extraordinarios de segunda suplicación, nulidad e injusticia notoria: en las cáma-
ras de Apelaciones y demás Juzgados inferiores.
Art. II. No tendrá dependencia alguna del Poder Ejecutivo del Estado, y en sus principios y formas esta-
rá sujeto a las leyes de su instituto.
CAPITULO II
Art. I. Ninguno podrá ser nombrado en adelante, ni aun interinamente para los empleos de las Cámaras
de Apelaciones, si no es mayor de 25 años, y letrado recibido, con seis años al menos de ejercicio pú-
blico.
Art. II. El tratamiento de la Cámara de Apelaciones será el de Excelencia y el de sus individuos en parti-
cular, de Ud. llano. Su sueldo anual, por ahora, y atentas las escaseces del erario público, será de dos
mil quinientos pesos.
121
Art. III. Los nombramientos de los individuos de las cámaras, se harán por el Director del Estado, a pro-
puesta del cuerpo de abogados residentes en la ciudad del asiento de dichas Cámaras, en la forma si-
guiente:
Art. IV. Llegado el caso de vacante, el Presidente de la Cámara designará día y lugar en que se reúnan
todos los abogados, sin excusa, citándolos previamente al efecto; y verificada la reunión, nombrarán a
pluralidad de votos, un presidente entre ellos, que haga guardar el orden, y un secretario.
Art. V. Inmediatamente se traerá a la vista la matrícula de todos los letrados residentes en el distrito; de
ellos nombrarán, del mismo modo, tres candidatos, de los cuales uno residirá en cualquier lugar del dis-
trito, fuera de la Capital; firmada la acta de la elección, la pasarán en testimonio, por conducto del Pre-
sidente de la Cámara, al Director para el nombramiento.
Art. VI. Los juzgados de primera y segunda instancia conocerán de todas las causas que hasta ahora
han sido peculiares de su autoridad.
Art. VII. Las Cámaras conocerán, no solo de todas las causas de que conocían las Audiencias extingui-
das, según las leyes, (salvo las que excluye este reglamento), sino también de las que él nuevamente
les designe.
CAPITULO III
DE LA ADMINISTRACION DE JUSTICIA
Art. I. Seguirá la Administración de Justicia los mismos principios que hasta el presente, con las refor-
mas siguientes:
Art. II. Primera. Queda abolido en todas sus partes el Reglamento de Administración de Justicia de 20
de Abril de 1812, y restablecido el orden de derecho para la prosecución de causas criminales, con la
calidad de que en estas se permite a los reos nombrar un padrino que presencie su confesión y decla-
ración de los testigos, cuidando que ambas se sienten por el Escribano o Juez de la Causa, clara y dis-
tintamente, en los mismos términos en que hayan sido expresadas, sin modificaciones o alteraciones,
ayudando al reo en todo aquello en que por el temor, pocos talentos u otra causa no pueda por sí mis-
mo expresarse; entendiéndose que dicho padrino será a voluntad del reo, sin perjuicio del Abogado y
Procurador establecidos por la ley y practica de tribunales.
Art. III. Segunda. Las causas criminales de todas clases que se hallen iniciadas al tiempo de la publica-
ción de este Reglamento, sin el nuevo sistema de defensa que establece el Art. anterior, seguirán en
sus posteriores actuaciones y orden de proceder, el mismo antiguo que han tenido en las primeras.
Art. IV. Tercera. Queda restituido el juramento en todos los casos civiles y criminales que lo prescriben
las leyes, sin innovación alguna, excepto en la confesión del reo sobre hecho o dicho propio en que no
se le deberá exigir.
Art. V. Cuarta. En los recursos de segunda suplicación, nulidad e injusticia notoria, las Cámaras, termi-
nada la substanciación del grado darán cuentas con autos al Director del Estado, quien deberá nombrar
inmediatamente una comisión de 5 letrados que la determinen, la cual, concluido su acto, quedará di-
suelta; esta comisión, durante el ejercicio de sus funciones, tendrá tratamiento de Excelencia.
Art. VI. Quinta. Los recursos de nulidad e injusticia notoria de las sentencias del Tribunal de Alzadas de
Comercio se decidirán en las Cámaras de Apelaciones.
Art. VII. Sexta. El juzgado de Alzadas turnará por un año entre los individuos de la cámara.
Art. VIII. Séptima. Quedan restituidos los Procuradores de número en las cámaras de Apelaciones, en
la forma que prescriben las leyes y ha establecido la práctica, entendiéndose su intervención a los juz-
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Art. IX. Octava. Los escribanos harán, personalmente, las notificaciones a las partes, suscribiéndolas
éstas, y en el caso de no saber escribir, suplirá por ellos un testigo con expresión del defecto del princi-
pal interesado, siendo responsables los escribanos de la omisión de tan interesante punto, que penará
el juez de la causa, según la entidad y circunstancia del caso.
Art. X. Novena. Queda enteramente abolido y disuelto el tribunal de Concordia: los jueces de primera
instancia ante quienes se promuevan las demandas, deberán invitar a las partes a la transacción y con-
ciliación de ellas por todos los medios posibles, antes de entrar a conocer judicialmente.
SECCION QUINTA
CAPITULO I
Art. UNICO. Serán nombrados por elecciones populares y en la forma que prescribe este Reglamento:
1º.- El Director del Estado. 2º.- Los diputados representantes de las provincias para el Congreso Gene-
ral. 3º.- Los Cabildos seculares de las ciudades y villas. 4º.- Los Gobernadores de Provincia. 5º.- Los
individuos de la Junta de Observación, luego que hayan concluido su término los que actualmente la
componen.
CAPITULO II
ASAMBLEAS PRIMARIAS
Art. I. Para las asambleas primarias que han de celebrarse para la elección de Diputados de Provincias,
se formará antes, indispensablemente un censo puntual de todos los habitantes de su distrito, si no es-
tuviese ya formado por lo menos de ocho años a esta parte, con la respectiva separación de ciudades,
villas y pueblos.
Art. II. Las Asambleas primarias, en las ciudades y villas donde hubiese Municipalidades, se harán en
cuatro secciones y cada una será presidida por un miembro de la municipalidad y dos jueces de barrio
de la mayor probidad, auxiliados de un escribano, si hubiese número competente de estos oficiales, y
en su defecto de dos testigos.
Art. III. En cada sección darán su voto los sufragantes, por tanto número de electores cuantos corres-
pondan al total de la población de suerte que resulte un elector por cada cinco mil almas; pero si la ciu-
dad o villa no sufriese las cuatro secciones, se hará la votación en un solo lugar.
Art. IV. En la campaña guardará la misma proporción cada elección; pero el método de las secciones
será diverso.
Art. V. En cada asamblea primaria habrá secciones de proporción y secciones de número. Cada parro-
quia será una sección de proporción y cada ciudad votará en ella por un elector.
Art. VI. El juez principal del curato y el cuara, con tres vecinos de probidad, nombrados por la municipa-
lidad del distrito, se juntarán en la casa del primero y recibirán los sufragios, según fueren llegando los
cuales depositarán inmediatamente en un arca pequeña de tres llaves, que se distribuirán entre el juez,
el cura y uno de los vecinos asociados.
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Art. VII. El sufragio podrá darse de palabra o por escrito, abierto o cerrado, según fuere del agrado del
sufragante, y en él se nombrará la persona que ha de concurrir a la asamblea General con la investidu-
ra del elector.
Art. VIII. Después de entregado el sufragio, por escrito en una cédula el que se diere de palabra, se
retirará el sufragante, cuidando de esto los jueces, para evitar confusión y altercados.
Art. IX. Si alguno dedujese en aquel acto o después, queja sobre cohecho o soborno, deberá hacerse,
sin pérdida de instantes, justificación verbal del hecho ante los 5 jueces de aquella sección, reunidos al
efecto al acusado y siendo cierto, serán privados de su voz activa y pasiva perpetuamente el sobornan-
te y el sobornado. Los calumniadores sufrirán la misma pena, por aquella ocasión, y de este juicio no
habrá más recurso.
Art. X. Concluido el término perentorio de dos días, que durará la recepción de votos, quedarán cerra-
dos los actos de aquella sección y al otro día el alcalde, con dos de los tres vecinos asociados, conduci-
rán la arca cerrada a la sección de número, entregando entonces el Cura su llave al que corresponda.
Art. XI. El distrito de curatos reunidos que comprendan en su territorio cinco mil almas, es la sección de
número.
Art. XII. A la cabeza de la sección de número deberán conducirse las arcas de las secciones de propor-
ción, las que recibirán al juez, el cura y tres asociados de los de mayor probidad e instrucción, y abrién-
dolas, contarán los sufragios y calificarán la pluralidad practicando este acto públicamente, y a presen-
cia de todos los que quieran concurrir a él.
Art. XIV. Al que resultare con mayor número de votos para elector, se le notificará que se traslade in-
mediatamente al lugar donde ha de celebrarse la Asamblea electoral.
CAPITULO III
Art. I. Las Asambleas electorales se congregarán en la cabeza de cada Provincia, donde deberán re-
unirse los electores el día que se señalase, según la distancia y circunstancias, sin demoras, y celebra-
rán sus sesiones en la casa de la Municipalidad.
Art. II. El jefe de la Provincia presidirá el primer acto de los electores, que será nombrar un presidente
de entre ellos, para guardar el orden, y nombrado a pluralidad de votos, le cederá el lugar, retirándose
inmediatamente.
Art. III. La Asamblea electora extenderá sus actas con el Escribano de la municipalidad y podrá acordar
previamente aquellas cosas que sean precisas para establecer el buen orden y validez de su elección,
sin preocuparse en esos actos más tiempo que el preciso de 24 horas.
Art. IV. Procederá inmediatamente a la elección de diputados en el Congreso, para la que han sido
reunidos los electorales, y la elección, por ahora, resultará de la simple pluralidad de votos.
Art. V. Si el caso fuese tal que por la dispersión de sufragios y la adhesión de cada sufragante al suyo,
después de repetida hasta tres veces la votación, no resultase ni simple pluralidad, entonces, los que
tuviesen igualdad de votos entrarán en suerte y esta decidirá.
Art. VI Ninguno de los electores puede darse el voto a si mismo, y dentro del tercer día debe quedar
indispensablemente concluida y publicada la elección, la que el Presidente de la Asamblea electoral
comunicará al electo inmediatamente, con testimonio de la acta autorizada por el Escribano.
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Art. VII. Como el censo de que habla el Art. I cap. 2º, ha de ser el fundamento para el número de repre-
sentantes o diputados que han de asistir al Congreso General, se arreglará de modo que por cada quin-
ce mil almas se nombre uno.
Art. VIII. Si al formarse este arreglo se hallase algunas fracciones se observarán las reglas siguientes:
Art. IX. Primera. Si en la elección de número que se arregla para elegir, hubiese alguna fracción que no
exceda de dos mil y quinientas almas solo se votará por un elector; pero si la fracción pasa de este nú-
mero en la sección, se votará por dos electores.
Art. X. Segunda. Si en el distrito de las quince mil almas, que debe representar cada diputado, hubiese
una fracción que excediese de siete mil y quinientas, se nombrará por ellas, en la asamblea General, un
diputado, como si llegase al número señalado; pero si la fracción fuese menor, no tendrá más represen-
tante y quedará comprendida en la representación que hacen los Diputados por la provincia.
Art. XI. Si alguna de estas encontrase por ahora grandes dificultades para practicar sus elecciones por
el modo que se ha prescripto para la campaña, podrá libremente sustituir el que crea más oportuno,
procurando, siempre, que el número de Diputados sea correspondiente a la masa de la población, se-
gún la proporción que queda establecida.
CAPITULO IV
Art. I. Las elecciones de los empleos concejiles, solo se harán popularmente en las ciudades y villas
donde se hallen establecidos los Cabildos.
Art. II. La ciudad o villa se dividirá en cuatro secciones y en cada una de ellas votarán todos los ciuda-
danos allí comprendidos, por uno o más electores, según que corresponda al número de habitantes en
dicha sección.
Art. III. Este acto será presidido por un Capitular, asociado de dos alcaldes de barrio y un escribano, si
lo hubiese, o en su defecto dos vecinos, en calidad de testigos, y se practicará el 15 de noviembre.
Art. IV. Concluida la votación en las secciones, se reunirán todos los votos de ellas en la Sala Capitular,
y hecho allí por los mismo regidores que la han presidido, y el alcalde de primer voto, públicamente, el
escrutinio general: serán electores los que resulten con mayor número de sufragios.
Art. V. Estos se juntarán en la misma sala capitular a hacer la elección para el año entrante, el día 15
de diciembre y concluida se notificará a los efectos, a fin de que estén expeditos para su recepción el
día primero de Enero en que serán posesionados por el Cabildo saliente.
CAPITULO V
Art. I. Los gobiernos de las provincias serán nombrados por los respectivos electores de ellas.
Art. II. Para este nombramiento, elegirán dichos electores, seis ciudadanos de las calidades necesarias,
cuyos nombres serán insaculados, y los tres primeros que salgan por suerte, serán otros tantos candi-
datos, de los cuales elegirán a pluralidad de sufragios, el que haya de ser gobernador de la Provincia.
Art. III. Hecho el nombramiento, se comunicará al efecto y al Cabildo de la ciudad capital de su residen-
cia, para que lo reciba luego que el anterior haya cumplido su tiempo.
Art. IV. Durarán los Gobernadores en su empleo el término de 3 años su sueldo será el que le señale la
Provincia.
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Art. V. Los tenientes gobernadores serán nombrados por el Director, a propuesta en ternario del Cabil-
do de su residencia.
Art. VI. Los subdelegados serán nombrados por los gobernadores de la Provincia, a igual propuesta
que hará el cabildo de la capital de ella.
SECCION VII
CAPITULO I
DE LA SEGURIDAD INDIVIDUAL
Art. I. Las acciones privadas de los hombres, que de ningún modo ofenden el orden público ni perjudi-
can a un tercero, están solo reservados a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados.
Art. II. Ningún habitante del Estado será obligado a hacer lo que no manda la ley, clara y expresamente,
ni privado de lo que ella del mimo modo no prohíbe.
Art. III. El crimen es sólo la infracción de la ley que están entera observancia y vigor; pues sin este re-
quisito debe reputarse sin fuerza.
Art. IV. Ningún habitante del Estado puede ser penado ni confinado sin que preceda forma de proceso y
sentencia legal.
Art. V. Toda sentencia en causas criminales para que se repute valida, ha de ser pronunciada por el
texto expreso de la ley, y cualquiera infracción de esta, es un crimen en el magistrado, que será corregi-
do con el pago de costas, daños y perjuicios causados.
Art. VI. Todos los mandamientos, ordenes, decretos y acuerdos, que en uso legítimo de su autoridad
expidan los magistrados, como el Director de Estado, la Cámara de Apelaciones, Gobernadores Inten-
dentes de Provincia y Tenientes gobernadores, para el buen orden de los pueblos y dirección de los
negocios de su instituto, deberán ser por escrito expresando con claridad la pena en que incurren los
infractores.
Art. VII. Se exceptúan del antecedente art. las órdenes relativas al ejército...
Art. IX. Ningún individuo podrá ser arrestado sin prueba al menos semiplena o indicios vehementes de
crimen, que se harán constar en proceso informativo dentro de tres días perentorios si no hubiese im-
pedimento; pero habiéndolo, se pondrá constancia de el en el proceso.
Art. X. En el mismo término se hará saber al reo la causa de su prisión, y no siendo el Juez aprehensor
el que deba seguirla, lo remitirá, con los antecedentes, al que fuere nato y deba conocer.
Art. XI. Para decretar prisión contra cualquiera habitante del Estado, pesquisa de sus papeles o embar-
go de bienes se individualizará en el decreto el nombre o señales que distingan su persona, con el obje-
to de las diligencias, formándose en el acto de embargo, prolijo inventario, a presencia del reo, que de-
berá firmarlo, del cual se le dejará copia autorizada para su resguardo, poniendo en seguridad los bie-
nes, con fe del escribano de la causa o en su efecto, del mismo juez y dos testigos.
Art. XV. La casa de un ciudadano es un sagrado que no puede violarse sin crimen, y solo en caso de
resistirse a la convocación del juez podrá allanarse. Esta diligencia se hará con la moderación debida,
personalmente por el mismo juez; y en caso que algún urgente motivo se lo impida, dará al delegado
orden por escrito, con las especificaciones convenientes, dejando copia de ella al individuo que fuese
aprendido y al dueño de la casa si lo pidiere.
126
Art. XVI. Ningún reo estará incomunicado después de su confesión, y nunca podrá dilatarse ésta por
más de diez días sin justo motivo del que se pondrá constancia en el proceso, y se hará saber al reo el
embarazo al fin de dicho término, y sucesivamente de tres en tres días, si continuase el motivo de la
retardación.
Art. XVII. Siendo las cárceles para seguridad y no para castigo de los reos, toda medida que, a pretexto
de precaución, solo sirva para modificarles maliciosamente, deberá ser corregida por los Juzgados y
Tribunales Superiores, indemnizando a los agraviados de los males que hayan sufrido por el abuso.
Art. XVIII. Todo hombre tiene derecho a resistir, hasta con la fuerza, la prisión de su persona y embargo
de sus bienes, que se intente hacer, fuera del orden y formalidades prescriptas en los respectivos ar-
tículos de este capítulo; el ayudar o cooperar a esta resistencia, no podrá reputarse un crimen.
Art. XIX. Todo hombre tiene libertad para permanecer en el territorio del estado o retirarse, siempre que
por esto no se exponga la seguridad del País, o sean perjudicados sus intereses públicos.
Art. XX. Todo habitante del estado y los que en adelante se establezcan, están bajo la inmediata pro-
tección del Gobierno y de sus magistrados en todos sus derechos.
Art. XXI. Todas las anteriores disposiciones, relativas a la seguridad individual, jamás podrá suspender-
se: y cuando por un muy remoto y extraordinario acontecimiento que comprometa la tranquilidad pública
o la seguridad de la patria, no pueda observarse cuanto en el se previene, las autoridades que se vie-
sen en esta fatal necesidad, darán razón de su conducta a la Junta de Observación y Excmo. Cabildo,
que deberán examinar los motivos de la medida y el tiempo de su duración.
CAPITULO II
DE LA LIBERTAD DE IMPRENTA
Art. II. Para facilitar el uso de esta libertad, se declara que todo individuo natural del país o extranjero,
puede poner libremente imprentas públicas en cualquier ciudad o villa del Estado, con solo la calidad de
previo aviso al Gobernador de la Provincia, teniente gobernador, y cabildos respectivos, y que en los
impresos lleven el nombre del impresor y lugar donde exista la imprenta.
Art. III. Con el mismo objeto deberá el Cabildo de esta ciudad disponer que de sus fondos se costee la
compra y establecimiento de una imprenta pública además de la que existe en el día.
Art. IV. Toda municipalidad podrá disponer libremente cada año de 200 pesos de sus fondos, para cos-
tear la impresión de sus papeles que tenga a bien público.
Art. VI. Se establecerá un periódico, encargado a un sujeto de instrucción y talento, pagado por el Ca-
bildo, el que en todas las semanas dará al público un pliego o más, con el título de Censor. Su objeto
principal será reflexionar sobre todos los procedimientos y operaciones injustas de los funcionarios pú-
blicos y abusos del país, ilustrando a los pueblos en sus derechos y verdaderos intereses.
Art. VII. Habrá también otro periódico, encargado del mismo modo a sujeto de calidad necesaria, paga-
do por los fondos del Estado, cuyo encargo es dar todas las semanas una Gazeta, noticiando al pueblo
los sucesos interesantes y satisfaciendo a las censuras, discursos o reflexiones del censor.
Art. VIII. El gobierno y el ayuntamiento cuidarán, con particular celo, que en ambos periódicos se hable
con la mayor moderación y decoros posibles, exponiendo, sin exceder, los abusos que notasen, con los
remedios que consideren oportunos, sin faltar el respeto debido a los magistrados, al público y a los
individuos en particular, y en el caso que alguno de los periodistas infrinja estos precisos deberes, cual-
quiera de las dos antedichas autoridades, sin perjuicio de los derechos del ofendido, lo manifestará al
127
Tribunal de la libertad de imprenta, que deberá obrar en el examen del hecho con toda escrupulosidad,
conforme a su instituto.
DECLARACION
Nos los representantes de las Provincias-Unidas en Sud- América, reunidos en congreso general, invo-
cando al Eterno que preside el universo, en nombre y por la autoridad de los pueblos que representa-
mos, protestamos al cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia que regla nuestros votos,
declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas provin-
cias romper los violentos vínculos que la ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que
fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando 7,
sus sucesores y metrópoli, quedar en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y pleno poder
para darse las formas que exija la justicia e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas, y
cada una de ellas, así lo publican, declaran y ratifican, comprometiéndose por nuestro medio al cumpli-
miento y sostén de esta su voluntad bajo del seguro y garantía de sus vidas, haberes y fama. Comuní-
quese a quienes correspondan para su publicación, y en obsequio del respeto que se debe a las nacio-
nes, detállense en un manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración.
Dada en la Sala de sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del Congreso y refrendada por
nuestros diputados secretarios.
DE LA CIUDADANIA
Art. I. Todas las municipalidades de las provincias formarán inmediatamente un registro público de dos
libros; en uno de los cuales se inscribirán indispensablemente todos los ciudadanos con expresión de
su edad y de su origen; y en el otro los que hayan perdido el derecho de ciudadanía, o se hallen sus-
pensos de ella.
Art. II. Cada ciudadano deberá obtener una boleta firmada por el alcalde ordinario de primer voto, auto-
rizada por el escribano de la municipalidad, que acredite su inscripción el registro cívico, sin cuya mani-
festación no podrá sufragar en los actos públicos de que en adelante se tratarán.
Art. III. Todo hombre libre, siempre que haya nacido y resida en el territorio del estado, es ciudadano;
pero no entrará en el ejercicio de este derecho hasta que haya cumplido 25 años o sea emancipado.
Art. IV. Todo extranjero de la misma edad, que se haya establecido en el país con ánimo de fijar en el
domicilio, y habiendo permanecido por 4 años, se haya hecho propietario de algún fundo al menos de
cuatro mil pesos, o en su defecto ejerza arte u oficio útil al país gozará de sufragio activo en las asam-
bleas civiles, con tal que sepa leer y escribir.
Art. V. A los 10 años de residencia tendrá voto pasivo, y podrá ser elegido, para los empleos de la re-
pública, más no para los de gobierno: para gozar de ambos sufragios debe renunciar ante toda otra ciu-
dadanía.
Art. VI. Ningún español europeo podrá disfrutar del sufragio activo o pasivo, mientras la independencia
de estas Provincias no sea reconocida por el Gobierno de España.
Art. IX. Los españoles y demás extranjeros que soliciten ser ciudadanos acreditarán su buena compor-
tación pública.
Art. XI. No se concederá carta de ciudadanía al que no haya residido 4 años en el territorio del estado,
a menos que un mérito relevante, servicios distinguidos o la utilidad de la Nación exija dispensar este
término: cuyo discernimiento queda por ahora al prudente juicio del supremo director.
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SECCION SEGUNDA
CAPITULO I
Art. I. El poder legislativo reside originariamente en la Nación: su ejercicio permanente, modo y térmi-
nos, lo fijará la Constitución del Estado el que en el entretanto se gobernará por las reglas del presente
reglamento, que no se reformará, interpretará, ni adicionará sino por el Soberano Congreso, cuando
causas y circunstancias muy graves así lo exijan, a juicio del mismo, por un voto sobre las dos terceras
partes.
Art. II. Hasta que la Constitución determine lo conveniente, subsistirán todos los códigos legislativos,
cédulas, reglamentos y demás disposiciones generales y particulares del antiguo gobierno español, que
no estén en oposición directa o indirecta con la libertad e independencia de estas Provincias, ni con
este reglamento y demás disposiciones que no sean contrarias a él, libradas desde el 25 de mayo de
1810.
Art. III. El Director Supremo del Estado, tribunales, jueces y funcionarios públicos de cualquier clase y
denominación podrán representar y consultar al Congreso las dudas que les ocurran en la inteligencia y
aplicación de las expresadas leyes, reglamentos o disposiciones, en casos generales o particulares,
siempre que las consideren en conflicto con los derechos explicados y sistema actual en el estado; y
sus resoluciones se avisarán al poder ejecutivo.
SECCION TERCERA
Art. I. El Supremo Poder Ejecutivo reside originariamente en la Nación y será ejercido por un Director
del Estado.
Art. II. Entre tanto se sanciona la Constitución, el Congreso nombrará privativamente de entre todos los
habitantes de las Provincias al que fuere más digno y de las calidades necesarias para tan alto encargo.
Art. III. En los casos de ausencia del Director, en defensa del Estado, u otro legítimo impedimento que
embarace su ejercicio, el Congreso proveerá lo conveniente.
SECCION QUINTA
CAPITULO I
Art. V. La duración de estos empleos será por el término de tres años, y concluidos quedarán sujetos a
residencia.
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Art. I. La Religión Católica, Apostólica, Romana es la religión del Estado. El Gobierno le debe la más
eficaz y poderosa protección; y los habitantes del territorio todo respeto, cualesquiera que sean sus opi-
niones privadas.
Art. II. La infracción del artículo anterior será mirada como una violación de las leyes fundamentales del
país.
SECCION SEGUNDA
PODER LEGISLATIVO
Art. III. El Poder Legislativo se expedirá por un Congreso Nacional compuesto de dos cámaras, una de
Representantes y otra de Senadores.
CAPITULO I
CAMARA DE REPRESENTANTES
Art. IV. La Cámara de Representantes se compondrá de Diputados elegidos en proporción de uno por
cada veinte y cinco mil habitantes, o una fracción que iguale el número de diez y seis mil.
Art. V. Ninguno podrá ser elegido representante sin que tenga las calidades de siete años de ciudadano
antes de su nombramiento, veinte y seis años de edad cumplidos, un fondo de cuatro mil pesos al me-
nos, o en su defecto arte, profesión u oficio útil. Que sea del fuero común, y no esté en dependencia del
Poder Ejecutivo por servicio a sueldo.
Art. VI. Durarán en su representación cuatro años, pero se renovarán por mitad al fin de cada bienio.
Para verificarlo los primeros representantes, luego que se reúnan, sortearán los que deban salir en el
primer bienio. El reemplazo de estos se hará por los que con la anticipación conveniente, elijan los pue-
blos a quienes corresponda.
Art. VIII. Ella tiene el derecho privativo de acusar de oficio o instancia de cualquier ciudadano, a los
miembros de los tres grandes poderes, a los Ministros del Estado, enviados a las cortes extranjeras,
Arzobispos u Obispos, Generales de los ejércitos, Gobernadores y jueces de las provincias y demás
empleados de no inferior rango a los nombrados, por los delitos de traición, concusión, malversación de
los fondos públicos, infracción de constitución u otros que según las leyes merezcan pena de muerte o
infamia.
Art. IX. Los representantes serán compensados por sus servicios con la cantidad y del fondo que seña-
le la Legislatura, siendo su distribución del resorte exclusivo de dicha cámara.
CAPITULO II
SENADO
Art. X. Formarán el Senado los Senadores de Provincia, cuyo número será igual al de las Provincias;
tres senadores militares, cuya graduación no baje de Coronel mayor; un Obispo y tres eclesiásticos; un
Senador por cada Universidad; y el Director del Estado, concluido el tiempo de su gobierno.
131
Art. XI. Ninguno será nombrado senador que no tenga la edad de treinta años cumplidos, nueve de ciu-
dadano antes de su elección, un fondo de ocho mil pesos, una renta equivalente, o una profesión que lo
ponga en estado de ser ventajoso a la sociedad.
Art. XII. Durarán en el cargo por el tiempo de doce años, renovándose por terceras partes cada cuatro.
La suerte decidirá quienes deban salir en el primero y segundo cuatrienio.
Art. XIII. El ex Director permanecerá en el Senado hasta que sea reemplazado por el que le sucediese
en el mando.
Art. XIV. Los Senadores de las Provincias se elegirán en la forma siguiente: cada municipalidad nom-
brará un capitular y un propietario, que tengan un fondo de diez mil pesos al menos, para electores.
Reunidos estos en un punto en el centro de la provincia, que designará el poder ejecutivo, elegirán tres
sujetos de la clase civil, de los que uno al menos sea de afuera de la provincia. Esta terna se pasará al
Senado (la primera vez al Congreso) con testimonio íntegro del acta de elección. El Senado, recibidas
todas las ternas y publicadas por la prensa, hará el escrutinio y los que tuvieren el mayor número de
sufragios, computados por provincias serán senadores. Si no resultase pluralidad, la primera vez el
Congreso, y en lo sucesivo el Senado, hará la elección de entre los propuestos.
Art. XV. Los senadores militares serán nombrados por el Director de Estado.
Art. XVI. Será senador por la primera vez el Obispo de la Diócesis donde reside el Cuerpo Legislativo.
En lo sucesivo se elegirá el Obispo senador por los Obispos del territorio, remitiendo sus votos al sena-
do. Publicados por la prensa, se hará el escrutinio, y el que reuniese el mayor número, será senador: no
resultando pluralidad, decidirá la elección el senado.
Art. XVII. Los cabildos eclesiásticos, reunidos por el prelado Diocesano, curas rectores del Sagrario de
la Iglesia Catedral y redactores de los colegios (cuando estos sean eclesiásticos) elegirán tres indivi-
duos del mismo estado, de los cuales uno al menos sea de otra Diócesis. Remitidas y publicadas las
ternas con sus actas, los tres que reúnan mayor número de sufragios computados por las iglesias, se-
rán Senadores; en caso de igualdad el Congreso o Senado decidirá la elección.
Art. XVIII. Al Senado corresponde juzgar en juicio público a los acusados por la sala de Representan-
tes.
Art. XIX. La concurrencia de dos terceras partes de sufragios harán sentencia contra el acusado, úni-
camente al efecto de separarlo del empleo, o declararlo inhábil para obtener otro.
Art. XX. La parte convencida quedará no obstante sujeta a acusación juicio y castigo conforme a la ley.
CAPITULO III
Art. XXI. Ambas cámaras se reunirán por la primera vez en esta capital, y en lo sucesivo en el lugar que
ellas mismas determinen; y tendrán sus sesiones en los meses de marzo, abril y mayo, setiembre, octu-
bre y noviembre.
Art. XXII. Cada sala será privativamente el juez para calificar la elección de sus miembros, con mayoría
de un voto sobre la mitad.
Art. XXIII. Nombrará su presidente, vice presidente y oficiales; señalará el tiempo de la duración de
unos y otros, y prescribirá el orden para los debates y para facilitar el despacho de sus deliberaciones.
Art. 24. Ninguna de las salas podrá deliberar mientras no se hallen reunidas ambas respectivamente en
el lugar de las sesiones, al menos en las dos terceras partes de sus miembros; pero un número menor
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podrá compeler a los ausentes a la asistencia en los términos y bajo los apremios que cada sala prove-
yese.
Art. 25. Cada sala llevará un diario de sus procedimientos que se publicará de tiempo en tiempo, excep-
tuando aquellas partes que a su juicio requieren secreto. Los votos de aprobación o negación, de los
miembros de una y otra sala; se apuntarán en el diario, si lo exigiese así una quinta parte de ellos.
Art. 26. Los senadores y representantes no serán arrestados ni procesados durante su asistencia a la
legislatura, y mientras van y vuelven de ella: excepto el caso de ser sorprendidos in fraganti en la ejecu-
ción de algún crimen que merezca pena de muerte, infamia u otra aflictiva, de los que se dará cuenta a
la Sala respectiva con la sumaria información del hecho.
Art. 27. Los senadores y representantes, por sus opiniones, discursos o debates en una u otra Sala, no
podrá ser molestados en ningún lugar; pero cada sala podrá castigar a sus miembros por desorden de
conducta, y con la concurrencia de las dos terceras partes, expeler a cualquiera de su seno.
Art. 28. En el caso que expresa el art. 26, o cuando se forme querella por escrito contra cualquier sena-
dor o representante, por delitos que no sean del privativo conocimiento del Senado, examinado el méri-
to del sumario en juicio público, podrá cada sala con dos tercios de votos separar al acusado de su
seno, y ponerlo a disposición del Supremo Tribunal de Justicia, para su juzgamiento.
Art. 29. Ningún senador o representante podrá ser empleado por el Poder Ejecutivo sin su consenti-
miento y el de la Cámara a que corresponda.
Art. 30. Cada una de las Cámaras podrá hacer comparecer en su sala a los ministros del Poder Ejecuti-
vo para recibir los informes que estime conveniente.
CAPITULO IV
Art. 31. Al Congreso corresponde privativamente formar las leyes que deben regir en el territorio de la
unión.
Art. 33. Establecer derechos; y, por un tiempo que no pase de dos años, imponer para las urgencias del
Estado, contribuciones proporcionalmente iguales en todo el territorio.
Art. 34. Fijar a propuesta del Poder Ejecutivo la fuerza de línea de mar y tierra para el servicio del Esta-
do en tiempo de paz; y determinar por si el número de tropas que haya de existir en el lugar donde ten-
ga sus sesiones.
Art. 37. Reglar la forma de todos los juicios y establecer Tribunales inferiores a la Alta Corte de Justicia.
Art. 40. Demarcar el territorio del Estado, y fijar los límites de las provincias.
Art. 41. Habilitar puertos nuevos en las costas del territorio, cuando lo crea conveniente, y elevar las
poblaciones al rango de villas, ciudades o provincias.
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Art. 42. Formar planes uniformes de educación pública, y proveer de medios para el sostén de los esta-
blecimientos de esta clase.
Art. 43. Recibir anualmente del Poder Ejecutivo la cuenta general de las rentas públicas, examinarlas y
juzgarlas.
Art. 44. Asegurar a los autores inventores de establecimientos útiles, privilegios exclusivos por tiempos
determinados.
SECCION TERCERA
PODER EJECUTIVO
CAPITULO I
Art. 56. El Supremo Poder Ejecutivo de la Nación se expedirá por la persona en quien recaiga la elec-
ción de Director.
Art. 57. Ninguno podrá ser elegido Director del Estado que no tenga las calidades de ciudadano nacio-
nal del territorio de la Unión, con seis años de residencia en él, inmediatamente antes de la elección, y
treinta y cinco de edad cuando menos.
Art. 58. Tampoco podrá ser elegido el que se halle empleado en el Senado o en la Cámara de Repre-
sentantes.
Art. 59. Antes de entrar al ejercicio del cargo, hará el director electo en manos del Presidente del Sena-
do, en presencia de las dos Cámaras reunidas, el juramento siguiente:
Yo N. juro por Dios Nuestro Señor y estos Santos Evangelios que desempeñaré fielmente el car-
go de Director que se me confía: que cumpliré y haré cumplir la Constitución del Estado: prote-
geré la religión Católica; y conservaré la integridad e independencia del territorio de la Unión.
Art. 61. En caso de enfermedad, acusación o muerte del Director del Estado, administrará provisional-
mente el Poder Ejecutivo del Estado el presidente del Senado, quedando entretanto suspenso de las
funciones de senador.
CAPITULO II
Art. 62. El Director del Estado será elegido por las dos Cámaras reunidas.
Art. 63. Presidirá la elección el Presidente del Senado, y hará en ella de Vice Presidente el presidente
de la cámara de Representantes.
Art. 64. Los votos se entregarán escritos y firmados por los vocales y se publicarán con sus nombres.
Art. 65. Una mayoría de un voto sobre la mitad de cada cámara, hará la elección.
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Art. 66. Si después de tres votaciones ninguno obtuviese la expresada mayoría, se publicarán los tres
sujetos que hayan obtenido el mayor número, y por ellos, decidirá la suerte el que haya de ser excluido,
quedando solamente dos.
Art. 69. Si repetida tres veces la votación, no resultase la mayoría expresada, se sacará por suerte el
Director de entre dos.
Art. 70. Todo esto deberá verificarse acto continuo desde que se de principio a la elección.
Art. 71. Se procederá a ella treinta días antes de cumplir su término el Director que concluye: en caso
de muerte deberá hacerse la elección dentro de 15 días.
Art. 72. Entre tanto se posesiona del cargo el nuevamente nombrado, subsistirá en el gobierno el que lo
esté ejerciendo; pero al electo se le contarán los cinco años, desde el día en que aquel haya cumplido
su término.
Art. 73. El director del Estado sólo podrá ser reelegido por una vez con un voto sobre las dos terceras
partes de cada cámara.
SECCION CUARTA
PODER JUDICIAL
Art. 92. Una Alta Corte de Justicia, compuesta de siete jueces y dos fiscales, ejercerá el Supremo Po-
der Judicial del Estado.
Art. 93. Ninguno podrá ser miembro de ella sino fuese letrado recibido, con ocho años de ejercicio pú-
blico, y cuarenta de edad.
Art. 94. Los miembros de la Alta Corte de Justicia, serán nombrados por el Director del Estado, con
noticia y consentimiento del Senado.
Art. 95. El Presidente será electo cada cinco años a pluralidad de sufragios, por los miembros de ella y
sus fiscales.
Art. 96. La Alta Corte de Justicia, nombrará los oficiales de ella, en el número y forma que prescribirá la
ley.
Art. 97. Conocerá exclusivamente de todas las causas concernientes a los enviados y cónsules de las
naciones extranjeras; de aquellas en que sea parte una provincia, o que se susciten entre provincia y
provincia, o pueblos de una misma provincia sobre límites u otros derechos contenciosos; de las que
tengan su origen de contratos entre el Gobierno supremo y un particular; y últimamente de las de aque-
llos funcionarios públicos de que hablan los artículos 20 y 28.
Art. 98. Conocerá en último recurso de todos los casos que descienden de tratados hechos bajo la au-
toridad del gobierno; de los crímenes cometidos contra el derecho público de las naciones, y de todos
aquellos en que según las leyes haya lugar a los recursos de segunda suplicación, nulidad o injusticia
notoria.
Art. 99. Los juicios de la Alta Corte y demás tribunales de Justicia serán públicos: produciéndose en la
misma forma los votos de cada juez para las resoluciones o sentencias de cualquiera naturaleza que
ellas sean.
135
Art. 100. Informará de tiempo en tiempo, al cuerpo legislativo de todo lo conveniente para las mejoras
de la administración de justicia, que seguirá gobernándose por las leyes que hasta el presente en todo
lo que no sea contrario a esta Constitución.
Art. 101. Cada seis meses recibirá de las Cámaras de Justicia una razón exacta de las causas y asun-
tos despachados en ellas, y de las que quedan pendientes, su estado, tiempo de duración y motivos de
demora, instruida en el diario de despacho que deben llevar los escribanos de Cámara a fin de que es-
tando a la mira de que la justicia se administre con prontitud, provea lo conveniente a evitar retardacio-
nes indebidas.
Art. 102. Los individuos de esta corte ejercerán el cargo por el tiempo de su buena comportación; y no
podrán ser empleados por el Poder Ejecutivo en otro destino sin su consentimiento y el de la misma
Corte.
Art. 103. El Cuerpo Legislativo les designará una compensación por sus servicios, que no podrá ser
disminuida mientras permanezcan en el oficio.
Art. 1º. Protestan las partes contratantes, que el voto de la Nación y muy en particular el de las provin-
cias a su mando, respecto al sistema de Gobierno que debe regirlas, se ha pronunciado a favor de la
federación, que de hecho admiten. Pero que debiendo declararse por diputados nombrados por la libre
elección de los pueblos, se someten a sus deliberaciones. A este fin, elegido que sea por cada Provin-
cia popularmente su respectivo representante, deberán los tres reunirse en el Convento de San Lorenzo
de la Provincia de Santa Fe, a los sesenta días contados desde la ratificación de esta convención. Co-
mo están persuadidos que todas las Provincias de la Nación aspiran a la organización de un gobierno
central, se compromete cada una de por si de dichas partes contratantes a invitarlas y suplicarlas con-
curran con sus respectivos Diputados, para que acuerden cuanto pudiere convenirles y convenga al
bien general.
Art. 2º. Allanados como han sido todos los obstáculos que entorpecían la amistad y buena armonía en-
tre las Provincias de Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe, en una guerra cruel y sangrienta, por la am-
bición y criminalidad que habían usurpado el mando de la Nación, o burlado las instrucciones de los
pueblos que representaban en Congreso, cesarán las hostilidades desde hoy retirándose las divisiones
beligerantes de Santa Fe y Entre Ríos a sus respectivas Provincias.
Art. 3º. Los Gobiernos de Santa Fe y Entre Ríos, por si y a nombre de sus provincias, recuerdan a la
heroica provincia de Buenos Aires, cuna de la libertad de la Nación, el estado difícil y peligroso a que se
ven reducidos aquellos pueblos hermanos por la invasión con que los amenaza una potencia extranjera,
que con respetables fuerzas oprime la Provincia aliada de la Banda Oriental. Dejan a la reflexión de
unos ciudadanos tan interesados en la independencia y felicidad nacional, el calcular los sacrificios que
costará a los de aquellas provincias atacadas el resistir un ejército imponente, careciendo de recursos, y
aguardar de su generosidad y patriotismo, auxilios proporcionados a lo arduo de la empresa, ciertos de
alcanzar cuanto quepa en la esfera de lo posible.
Art. 4º. En los ríos Uruguay y Paraná navegarán únicamente los buques de las provincias amigas cuyas
costas sean bañadas por dichos ríos. El comercio continuará en los términos que hasta aquí, reserván-
dose a la decisión de los Diputados en Congreso, cualquier reforma que sobre el particular solicitasen
las partes contratantes.
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Art. 5º. Podrán volver a sus respectivas provincias aquellos individuos que por diferencias de opiniones
políticas hayan pasado a la de Bs. As. o de ésta a aquella, aun cuando hayan tomado armas y peleado
en contra de sus compatriotas, serán repuesto al goce de sus propiedades en el Estado que se encon-
traren y se echará un velo a todo lo pasado.
Art. 6º. El deslinde de territorio entre las Provincias, se remitirá en caso de deudas a la resolución del
Congreso general de Diputados.
Art. 7º. La deposición de la antecedente administración ha sido obra de la voluntad general por la repe-
tición de crímenes con que comprometía la libertad de la Nación, con otros excesos de una magnitud
enorme; ella debe responder en juicio público ante Tribunal que al efecto se nombre; esta medida es
muy particularmente del interés de los jefes del ejército federal que quieren justificarse de los motivos
poderosos que le impelieron a declarar la guerra contra Bs. As. en noviembre del próximo pasado y
conseguir con la libertad de la provincia de Bs. As., la garantía más segura de las demás unidas.
Art. 8º. Será libre el comercio de armas y municiones de guerra de todas clases en las Provincias Fede-
rales.
Art. 9º. Los prisioneros de guerra de una y otra parte serán puestos en libertad después de ratificada
esta convención, para que se restituya a sus respectivos ejércitos o Provincias.
Art. 10º. Aunque las partes contratantes estén convencidas de que todos los artículos arriba expresa-
dos son conformes con los sentimientos y deseos del Excmo. Sr. Capitán General de la Banda Oriental
Don José Artigas; según lo ha expuesto el Sr. gobernador de Entre Ríos que dice hallarse con instruc-
ciones privadas de dicho Sr. Excmo. para este caso, no teniendo suficientes poderes en forma, se ha
acordado remitirle copia de esta acta, para que siendo de su agrado entable desde luego las relaciones
que puedan convenir a los intereses de la provincia de su mando, cuya incorporación a las demás fede-
radas se mirarían como un dichoso acontecimiento.
Art. 11º. A las 48 horas de ratificados estos tratados por la Junta de electores, dará principio su retirada
el ejército federal hasta pasar el arroyo del Medio, pero atendiendo al estado de devastación a que ha
quedado reducida la provincia de Bs. As. por el continuo paso de diferentes tropas, verificará dicha reti-
rada por divisiones de 200 hombres, para que así sean mejor atendidas de víveres y cabalgaduras, y
para que los vecinos experimenten menos gravámenes. Queriendo que los Sres. Generales no encuen-
tren inconvenientes ni escaseces en su tránsito, para sí o para sus tropas, el Gobernador de Bs. As.
nombrará un individuo que con este objeto les acompañe hasta la línea divisoria.
Art. 12º. En el término de dos días, o antes si fuere posible, será ratificada esta convención por la muy
Honorable Junta de Representantes.
Hecho con la Capilla del Pilar, a 23 de febrero de 1820. Francisco Ramírez - Estanislao López.
Art. 1º. Habrá paz, armonía y buena convivencia entre Bs. As., Santa Fe y sus gobiernos, quedando
aquellos y estos en el estado que actualmente se hallan sus respectivas reclamaciones y derechos sal-
vo ante el próximo Congreso Nacional.
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Art. 2º. Los mismos promoverán eficazmente la reunión de un Congreso dentro de dos meses, remi-
tiendo sus diputados a la ciudad de Córdoba por ahora, hasta que en unidad elijan el lugar de su resi-
dencia futura.
Art. 3º. Será libre el comercio de armas, municiones y todo artículo de guerra entre las partes contratan-
tes.
Art. 4º. Se pondrán en plena libertad todos los prisioneros que existiesen recíprocamente pertenecien-
tes a los respectivos territorios con los vecinos hacendados extraídos de ellas.
Art. 5º. Son obligados los gobiernos a remover, cada uno en su territorio, todos los obstáculos que pu-
dieran hacer infructuosa la paz celebrada, cumpliendo exactamente las medidas de precaución, con que
deben estrecharse los vínculos de su conciliación y eterna amistad.
Art. 6º. El presente tratado obtendrá la aprobación de los sres. Gobernadores en el día y dentro de ocho
siguientes será ratificado por las respectivas Honorables Juntas Representativas.
Art. 7º. Queda garante de su cumplimiento la provincia mediadora de Córdoba, cuya calidad ha sido
aceptada y en su virtud suscriben los Sres., que la representan, que tanto han contribuido con su opor-
tuno influjo a realizarlo.
Hecho y sancionado en la estancia del finado D. Tiburcio Benegas; a las márgenes del Arroyo del
Medio, el día 24 de noviembre del año del Señor de 1820.
2º. Si los españoles, portugueses o cualquier otro poder extranjero invadiese o dividiese la integridad
del territorio nacional, todas inmediatamente pondrán en ejercicio su poder y recursos para arrojarlo de
él, sin perjuicio de haber oficialmente al gobierno agresor las reclamaciones que estimo justas y oportu-
nas.
3º. Subsiste la misma liga contra cualquier poder de los designados que incida en igual defecto contra el
territorio particular o jurisdicción que cada una de las cuatro provincias disfruta de buena fe, en pacífica
posesión, según las demarcaciones y términos respectivos, quedando divisorios provisoriamente de la
del Entre Ríos y Corrientes, los arroyos Guayquiraró Miriñay, y Tranquera de Loreto, con el territorio de
Misiones, sin perjuicio del derecho que defiende Santa Fe, de las cincuenta leguas que su representan-
te dice corresponderle por su fundación, y fueron deslindados hasta los mojones, o al menos hasta el
río Corrientes, como los que tenga esta provincia a su favor, cuya decisión queda al Soberano Congre-
so General.
4º. Ligan los mismos deberes contra todo poder americano que pretende usurpar por las armas los de-
rechos detallados en el artículo 1º. En cuya virtud, si alguna o todas las demás provincias de la Nación
atacaren con fuerzas a cualquiera de las cuatro amigas, se les harán por todas en unión las más serias
y formales protestas sobre su agresión, y caso de ser desatendidas, irán en su auxilio las otras tres,
facilitando más a la invadida todos los recursos que necesite, que deberán satisfacerse por ésta, con-
cluida la guerra, a los plazos que se estipulen.
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5º. Si la provincia invadida hubiese dado mérito a ello, en juicio de las tres éstas entonces interpondrán
su mediación para con la agresora, a fin de que se evite la guerra, y si esta se prestase en conformidad,
estará obligada a darle la satisfacción necesaria, sino correrá la suerte que ella misma ha provocado;
más si este caso fuese a la inversa, obrarán las tres provincias consecuentes a lo acordado en el artícu-
lo anterior.
6º. Ninguna de las provincias contratantes podrá declararse guerra u hostilidad, ni a otra cualquiera del
territorio de la Nación sin acuerdo y consentimiento de las otras tres, por medio de diputados autoriza-
dos a ese objeto, que a presencia y examen de las causales que puedan ocurrir, la decida, y sin que
antes de verificarse un suceso tan funesto se pidan satisfacciones correspondientes a las que se sos-
pechen haber faltado a sus deberes respectivos.
7º. La de Bs. As. facilitará en cuanto permite su estado y recursos el armamento, municiones y demás
artículos de guerra a cualquiera de las otras que los necesite y pida, cuyo importe de los renglones que
se suministrasen, será satisfecho en la especie, modo y tipo que contratasen los respectivos Gobiernos
quedando a más libre el comercio de aquellos entre las cuatro provincias.
8º. Queda igualmente libre el comercio marítimo en todas las direcciones y destinos en buques naciona-
les, sin poder ser obligados a mandarlos abonar derechos, descargar para vender sus mercaderías o
frutos por pretexto alguno por los Gobiernos de las cuatro provincias, cuyos puertos subsisten habilita-
dos en los mismos términos; sólo si, por obviar el perjudicial abuso del contrabando, podrán ser recono-
cidos por los Guardas costas respectivos, como sus licencias guías y demás documentos con que se
deban navegar, siendo decomiso lo que venga fuera de ellos.
9º. Buenos Aires por un principio de generosidad y buena correspondencia con el actual gobernador de
Entre Ríos y el de Corrientes, da por condenados, sucedidos y cancelados, cuantos cargos puede hacer
y reclamaciones justas, por los enormes gastos que le obligó causar la temeraria invasión del finado
Ramírez, consagrando gustosos todos sus sacrificios al inestimable ídolo de la paz entre hermanos
americanos, unidos con tan íntimas como sagradas relaciones, y esperando sólo la paga de la gratitud a
los esmeros que ha prodigado a su logro.
13º. No considerando útil el estado de indigencia y devastación en que están envueltas las provincias
de Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, por dilatadas guerras civiles que han soportado a costa de san-
gre, desembolsos, ruinas y sacrificios de todo género, su concurrencia a diminuto Congreso reunido en
Córdoba, menos convenientes a las circunstancias presentes nacionales, y al de separarse Bs. As. úni-
ca en regular aptitud respectiva para sostener los enormes gastos de un congreso, sus empresas mar-
ciales y en sostén de sus naciente autoridad, quedan mutuamente ligadas a seguir la marcha política
adoptada por aquella en el punto de no entrar en Congreso por ahora, sin previamente arreglarse, de-
biendo en consecuencia la de Santa Fe retirar su Diputado de Córdoba.
14º. Si consiguiente a la marcha política que se adopta, alguna de las provincias contratantes creyere
después ser llegada la oportunidad de instalarse el Congreso General, se harán entre si las invitaciones
correspondientes.
15º. El territorio de Misiones queda libre para formarse su Gobierno y para reclamar la protección de
cualquiera de las provincias contratantes.
17º. Los presentes artículos serán ratificados por los Gobiernos de Santa Fe y Entre Ríos, en el término
de dos días, y en el de veinte, por los de Bs. As. y Corrientes.
Departamento de gobierno- Bs. As., Enero, 24 de 1825- El Congreso General Constituyente de las Pro-
vincias Unidas del Río de la Plata, tiene el honor de comunicar al Exmo. Gobierno de Bs. As., que
reunidas ellas en Congreso, han reproducido con fecha de ayer, por medio de sus Diputados y del mo-
do más solemne, el pacto con que se ligaron desde el momento en que, sacudiendo el yugo de la anti-
gua dominación española se constituyeron en Nación independiente. Las bases de este pacto son las
que se contienen en la ley adjunta. El Presidente, al comunicarla, según en ella misma se dispone, al
Exmo. Gobierno de Bs. As., tiene la satisfacción de repetir a S. E. las consideraciones de respeto que le
merece Alejo Villegas, Secretario. Exmo. Gobierno de la Provincia de Bs. As..
LEY
Bs. As., -Enero 23 de 1825- Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de
la Plata, ha acordado y decreta lo siguiente:
Art. 1º. Las Provincias del Río de la Plata reunidas en congreso, reproducen por medio de sus dipu-
tados y del modo más solemnes el pacto con que se legaron las provincias desde el momento en que,
sacudiendo el yugo de la antigua dominación española, se constituyeron en Nación independiente y
protestan de nuevo emplear todas sus fuerzas y todos sus recursos para afianzar su Independencia
Nacional y cuanto pueda contribuir a la felicidad general.
Art. 2º. El Congreso General de las Provincias Unidas del Río de la Plata, es y se declara Constituyen-
te.
Art. 3º. Por ahora, y hasta la promulgación de la Constitución que ha de reorganizar el Estado, las Pro-
vincias se regirán interiormente por sus propias instituciones.
Art. 4º. Cuando concierne a los objetos de la independencia, integridad, seguridad, defensa y prosperi-
dad nacional, es del resorte privativo del Congreso General.
Art. 5º. El Congreso expedirá progresivamente las disposiciones que se hicieren indispensables sobre
los objetos mencionados en el artículo anterior.
Art. 6º. La constitución que sancionare el Congreso será ofrecida a la consideración de las Provincias y
no será promulgada, ni establecida en ellas hasta que haya sido aceptada.
Art. 7º. Por ahora, y hasta la elección del Poder Ejecutivo Nacional, queda este provisoriamente enco-
mendado al Gobierno de Bs. As., con las facultades siguientes:
Segunda.- Celebrar tratados, los que no podrán ratificar sin obtener previamente autorización del Con-
greso.
Tercera.- Ejecutar y comunicar a los demás Gobiernos todas las resoluciones que el Congreso expida
en orden a los objetos mencionados en el artículo cuarto.
Cuarta. - Elevar a la consideración del Congreso las medidas que conceptúe conveniente para la mejor
expedición de los negocios del Estado.
140
Art. 8º. Esta ley se comunicará a los Gobiernos de las Provincias Unidas por el Presidente del Congre-
so.
Art. 1º. Los gobiernos de Bs. As., Entre Ríos y Santa Fe, ratifican y declaran en su vigor y fuerza todos
los tratados anteriores celebrados entre los mismos gobiernos, en la parte que estipulan paz, libertad,
independencia, representación y derecho.
Art. 2º. Las provincias de Bs. As., Entre Ríos y Santa Fe, se obligan a resistir cualquier invasión extran-
jera que se haga, bien en el territorio de cada una de las tres provincias contratantes o de cualquiera de
las otras que componen el Estado Argentino.
Art. 3º. Las provincias de Bs. As., Entre Ríos y Santa Fe, se ligan y constituyen en alianza ofensiva con-
tra toda agresión o preparación de parte de cualquiera de las demás provincias de la República (lo que
Dios no permita), que amenace la integridad e independencia de sus respectivos territorios.
Art. 4º. Se comprometen a no oír ni hacer proposición, ni celebrar tratado alguno particular, una provin-
cia por si sola con otra de las litorales, ni con ningún otro gobierno, sin previo avenimiento expreso de
las demás provincias que forman la presente federación.
Art. 5º. Se obligan a no rehusar su consentimiento expreso para cualquier tratado que alguna de las
tres provincias litorales quiera celebrar con otra de ellas o de las demás que pertenecen a la República,
siempre que tal tratado no perjudique a otra de las mismas tres provincias o a los intereses generales
de ella o de toda la república.
Art. 6º. Se obligan también a no tolerar que persona alguna de su territorio ofenda a cualquiera de las
otras provincias, a sus respectivos gobiernos, y a guardar la mejor armonía posible con todos los go-
biernos amigos.
Art. 7º. Prometen no dar asilo a un criminal que se acoja a una de ellas, huyendo de las otras dos por
delito, cualquiera que sea, y ponerlo a disposición del gobierno respectivo que los reclame como tal.
Entendiéndose que el presente artículo solo regirá con respecto a los que se hagan criminales después
de la ratificación y publicación de este tratado.
Art. 8º. Los habitantes de las tres provincias litorales gozaran recíprocamente la franqueza y seguridad,
de entrar y transitar con sus buques y cargas en todos los puertos, ríos y territorios de cada una, ejer-
ciendo en ella su industria con la misma libertad, justicia y protección que los naturales de la Provincia
en que residan, bien sea permanente o accidentalmente.
Art. 9º. Los frutos y efectos de cualquier especie que importen o exporten del territorio o puertos de una
provincia a otra, por agua o por tierra, no pagarán más derechos que si fuesen importados por los natu-
rales de la Provincia a donde se exportan o importan.
141
Art. 10º. No se concederá en una provincia, derecho, gracia, privilegio o exención, a las personas y
propiedades de los naturales de ella, que no se conceda a los habitantes de las otras dos.
Art. 11º. Teniendo presente que alguna de las Provincias contratantes ha determinado por ley que na-
die puede ejercer en ella la primera magistratura sino sus hijos, respectivamente, se exceptúa dicho
caso y otros de igual naturaleza que fuesen establecidos por leyes especiales. Entendiéndose que en
caso de hacerse por una Provincia alguna excepción, ha de extenderse a los naturales y propiedades
de las otras dos aliadas.
Art. 12º. Cualquier Provincia de la República que quiera entrar en la liga que forman las litorales, será
admitida con arreglo a lo que establece la segunda base del artículo primero de la citada convención
preliminar celebrada en Santa Fe, a 23 de febrero del presente año; ejecutándose este acto con el ex-
preso y unánime consentimiento de cada una de las demás provincias federales.
Art. 13º. Si llegase al caso de ser atacada la libertad e independencia de alguna de las tres provincias
litorales, por alguna otra de las que no entran al presente en la Federación, o por otro cualquier poder
extraño, la auxiliarán las otras dos provincias litorales con cuántos recursos y elementos estén en la
esfera de su poder, según la clase de la invasión, procurando que las tropas que envíen las provincias
auxiliares sean bien vestidas, armadas y municionadas, y que marchen con sus respectivos jefes y ofi-
ciales. Se acordará por separado la suma de dinero con que para este caso debe contribuir cada Pro-
vincia.
Art. 14º. Las fuerzas marítimas y terrestres que, según el artículo anterior, se envíen en auxilio de la
provincia invadida, deberán obrar con sujeción al gobierno de ésta, mientras pisen su territorio y nave-
guen sus ríos en clase de auxiliares.
Art. 15º. Ínterin dure el presente estado de cosas y mientras no se establezca la paz pública de todas
las provincias de la República residirá en la Capital de Santa Fe una Comisión compuesta de un dipu-
tado por cada una de las tres provincias litorales, cuya denominación será: «Comisión Representantiva
de los gobiernos de las provincias litorales de la República Argentina» cuyos diputados podrán ser re-
movidos al arbitrio de sus respectivos gobiernos, cuando lo juzguen conveniente, nombrando otros in-
mediatamente en su lugar.
1º. Celebrar tratados de paz a nombre de las expresadas tres provincias, conforme a las instrucciones
que cada uno de los diputados tenga de su respectivo gobierno, y con la calidad de someter dichos tra-
tados a la ratificación de cada una de las tres provincias.
2º. Hacer declaración de guerra contra cualquier otro poder, a nombre de las tres provincias litorales,
toda vez que estas estén acordes en hacer tal declaración.
3º. Ordenar se levante el ejército en caso de guerra ofensiva o defensiva, y nombrar el general que de-
ba mandarlo.
4º. Determinar el contingente de tropas con que cada una de las provincias aliadas deba contribuir, con-
forme al tenor del artículo 13.
5º. Invitar a todas las demás provincias de la República, cuando estén en plena paz y tranquilidad, a
reunirse en federación con las tres litorales; y a que por medio de un congreso General Federativo, se
arregle la administración general del país, bajo el sistema federal su comercio interior y exterior, su na-
vegación, el cobro y distribución de las rentas generales, y el pago de la deuda de la república consul-
tando del mejor modo posible la seguridad y engrandecimiento general de la República, su crédito inte-
rior y exterior, y la soberanía, libertad e independencia de cada una de las provincias.
Art. 17º. El presente tratado deberá ser ratificado a los tres días por el gobierno de Santa Fe, a los seis
por el de Entre Ríos, y a los treinta por el gobierno de Bs. As.
142
Dado en la ciudad de Santa Fe, a cuatro días del mes de enero del año de nuestro Señor, de mil ochocien-
tos treinta y uno. José María Rojas y Patrón - Antonio Crespo - Domingo Cullen.
ARTICULO ADICIONAL
Siendo de la mayor urgencia la conclusión del presente tratado, y no habiendo concurrido la provincia
de Corrientes a su celebración, por haber renunciado el señor general don José Ferré la comisión que
se le confirió al efecto, y teniendo muy fundados y poderosos motivos para creer que accederá a el en
los mismos términos que está concebidos, se le invitará por los tres comisionados que suscriben a que,
adhiriendo a el, lo acepte y ratifique en todas y cada una de sus partes, del mismo modo que si hubiese
sido celebrado conforme a instrucciones suyas con su respectivo comisionado.
Dado en la ciudad de Santa Fe, a cuatro días del mes de Enero del año de Nuestro Señor, de mil ochocien-
tos treinta y uno. José María Rojas y Patrón - Antonio Crespo - Domingo Cullen.
Siendo notorio a todos lo gobiernos de la liga que los de Santa Fe y Entre Ríos no pueden por ahora en
manera alguna hacer frente a los gastos de guerra, toda vez que ella se haga necesaria, ambos gobier-
nos quedan obligados a contribuir con sus respectivos contingentes, según lo establecido en el artículo
13 del tratado público celebrado en esta ciudad de Santa Fe, y en este día, entre las tres provincias lito-
rales, Santa Fe, Buenos Aires y Entre Ríos; y el Gobierno de Bs. As. se obliga a proporcionarles cuan-
tos recursos pecuniarios le sean posibles, según sus atenciones y circunstancias, para fomentar el
equipo y apresto de las fuerzas con que cada uno de ellos debe contribuir conforme a la designación del
contingente que previamente haya hecho la comisión representativa de los tres gobiernos litorales.
Dado en la ciudad de Santa Fe a cuatro días del mes de Enero del Año del Señor de mil ochocientos treinta
y uno. Domingo Cullen - José María Rojas y Patrón - Antonio Crespo.
En virtud de la honorable resolución de 9 del corriente y de las facultades que en ellas se confieren al
gobierno, ratificase en todas sus partes el presente tratado celebrado por los comisionados de las pro-
vincias litorales.
(L S) Pedro Barrenechea
Calixto de Vera
Secretario
Nos, el Gobernador y Capitán general delegado de la Provincia de Bs. As. en virtud de especial autori-
zación de la honorable Sala de Representantes, por decreto del 29 de enero del presente año, aproba-
mos, aceptamos y ratificamos el presente tratado, que fue celebrado en la ciudad de Santa Fe, a cuatro
días del mismo mes y año, en 18 artículos, y nos comprometemos solemnemente a guardar, cumplir y
ejecutar cuanto se haya estipulado en todos y cada uno de ellos, a cuyo efecto, damos el presente ins-
trumento de ratificación, firmado con nuestra mano, sellado con el sello del gobierno de la Provincia y
refrendado por el ministro secretario en el departamento de redacciones exteriores, en Bs. As., a prime-
ro del mes de febrero del año del Señor, de mil ochocientos treinta y uno.
El Poder Legislativo nacional estaba envestido en dos cámaras: una llamada de representantes, com-
puesta de diputados elegidos directamente por el pueblo y a pluralidad de sufragios, en proporción de
uno por cada 15000 habitantes o fracción de 8000; y otra cámara llamada Senado formada por dos se-
nadores de cada provincia y de la Capital, designados por Juntas electorales de once individuos, que a
su vez serían elegidos directamente por el pueblo. En cada caso uno de los dos senadores no debería
ni ser natural ni vecino de la Provincia que le correspondiera, con el objeto que el alto cuerpo tuviera
carácter nacional y no federal, como ahora.
El mandato de los diputados duraba cuatro años y el de los senadores nueve. En otro capítulo se re-
glamentaban los principios conocidos de derecho parlamentario - periodos legislativos, privilegios e in-
munidades.
Las atribuciones del Congreso eran, en gran parte, las que le pertenecen según la constitución vigente.
El Poder Ejecutivo se confiaba a una sola persona, bajo el Título de «Presidente de la República Argen-
tina». Duraría en el cargo por el término de 5 años y no podría ser reelecto a continuación. Remplaza-
ríale interinamente, en caso de enfermedad o ausencia o mientras se procediera a nueva elección en
caso de muerte, renuncia o destitución, el presidente del Senado.
La elección presidencial era indirecta, por colegios electorales (quince miembros de cada provincia y la
capital) los que serían elegidos por el pueblo. Las atribuciones del Poder Ejecutivo eran, más o menos,
las que hoy le están asignadas. Creábanse cinco ministerios cuyos titulares debían autorizar las resolu-
ciones del Presidente, sin cuyo requisito no tendrían efecto.
Los ministros podrían ser llamados por las Cámaras a recibir las informaciones que estimaran conve-
nientes. Ellos, lo mismo que el presidente, quedaban sujetos a juicio político, que podía promover la
cámara de representantes y decidir el Senado. Todas estas innovaciones que se produjeron en la orga-
nización del poder ejecutivo, obedecían al propósito de subsanar deficiencias graves de la Constitución
del 1819, tomada como modelo por la comisión redactora de la de 1826, y son antecedentes literarios
de la actual en esa parte.
El Poder Judicial sería ejercido por una Alta Corte de Justicia, Tribunales superiores y demás juzgados
establecidos por la ley.
La primera se compondría de 9 jueces y dos fiscales, nombrados por el presidente de la República con
noticia y consentimiento del Senado. El Presidente de la Alta Corte - nombrado especialmente para ese
cargo- desempeñaría sus funciones durante cinco años; pero todos estos magistrados conservarían sus
puestos mientras observasen buena conducta. Quedaban sujetos a juicio político. Sus atribuciones
eran: conocer originaria y exclusivamente en todos los asuntos en que fuera parte una provincia, o dos,
pueblos de una provincia, que discutieran límites y otros derechos contenciosos; en las causas que fue-
ra parte el poder ejecutivo con motivos de contratos o negociaciones del mismo o de sus agentes; en
las concernientes a embajadores ministros plenipotenciarios o cónsules; en las de almirantazgo; de to-
dos los negocios de hacienda contenciosos; y de los crímenes cometidos contra el derecho de gentes.
Dirimiría las cuestiones de competencia entre los demás tribunales superiores de la Nación; examinaría
los breves y bulas, asesorando al poder ejecutivo; conocería de los recursos de fuerza de los tribunales
eclesiásticos.
blo, en los mismos términos y bajo las mismas formas que los representantes nacionales. Durarían dos
años renovándose por mitad cada año. El Presidente de la República quedaba facultado para estable-
cer el reglamento que determinará los períodos de reunión, el orden de los debates y la policía interior
de estos consejos. Las atribuciones de tales cuerpos administrativo eran: reglar todo lo concerniente a
establecer la prosperidad y el adelanto de las provincias, su policía interior, la educación primaria, obras
públicas y cualesquiera establecimientos costeados y sostenidos por sus propias rentas, crear empleos,
que proveería el gobernador: acordar anualmente el presupuesto de los gastos que demandara el servi-
cio interior de las provincias, establecer las rentas particulares y reglar su recaudación. Los presupues-
tos provinciales así como las rentas particulares que arbitraran los consejos, debían ser aprobados, pa-
ra tener efecto por el Congreso y el Presidente de la Nación. Los consejos, en fin tendrían el derecho de
peticionar a estas autoridades naciones cuanto juzgaran conveniente a la prosperidad de la Provincia, o
para exigir la reforma de los abusos que se introdujeran en su régimen y administración.
La reforma constitucional podía hacerla el mismo congreso ordinario con la colaboración del poder eje-
cutivo, del cual dependía en definitiva, porque su oposición o veto sólo podía contrarrestarse con las
tres cuartas partes al menos de cada una de las cámaras.
CONSIDERANDO:
1º. Que la actual situación física en que se halla el Excmo. Sr. Gobernador y Capitán General de Bue-
nos Aires, Brigadier D. Juan Manuel de Rosas, no le permite por más tiempo continuar al frente de los
negocios públicos, dirigiendo las Relaciones Exteriores, y los asuntos de Paz y Guerra de la Confedera-
ción Argentina;
2º. Que en repetidas instancias ha pedido a la Honorable Legislatura de aquella Provincia se le exonere
del mando Supremo de ella, comunicando a los Gobiernos Confederados su invariable resolución de
llevar a cabo la formal renuncia de los altos poderes delegados en su persona por todas y cada una de
las Provincias que integran la República.
3º. Que reiterar al General Rosas las anteriores insinuaciones, para que permanezca en el lugar que
ocupa, es faltar a la consideración debida a su salud, y cooperar también a la ruina total de los intereses
Nacionales, que él mismo confiesa no poder atender con la actividad que ellos demandan;
4º. Que es tener una triste idea de la ilustrada, heroica y célebre Confederación Argentina, el suponerla
incapaz, sin el General Rosas a su cabeza, de sostener sus principios orgánicos, crear y fomentar insti-
tuciones tutelares, mejorando su actualidad, y aproximando el porvenir glorioso reservado en premio á
las bien acreditadas virtudes de sus hijos.
En vista de estas y otras no menos graves consideraciones y en uso de las facultades ordinarias y ex-
traordinarias con que ha sido investido por la Honorable Sala de Representantes de la Provincia, decla-
ra solemnemente a la faz de la República, de la América y del Mundo.
145
1º. Que es la voluntad del pueblo Entre Riano reasumir el ejercicio de las facultades inherentes a su
territorial soberanía, delegadas en la persona del Excmo. Sr. Gobernador y Capitán General de Buenos
Aires, para el cultivo de las Relaciones Exteriores, y dirección de los negocios generales de Paz y Gue-
rra de la Confederación Argentina, en virtud del Tratado cuadrilátero de las Provincias litorales fecha 4
de enero de 1831.
2º. Que una vez manifestada así la libre voluntad de la Provincia de Entre Ríos, queda ésta en actitud
de entenderse directamente con los demás Gobiernos del Mundo, hasta tanto que congregada la
Asamblea Nacional de las demás Provincias hermanas, sea definitivamente constituida la República.
CONSIDERANDO:
1º) Que el derecho público argentino, desde que se instaló el Congreso General en la Provincia de Tu-
cumán y declaró la Independencia Nacional de todo otro poder extraño, hasta la celebración del Tratado
del 4 de enero de 1831 sobre el punto a la autoridad competente para la dirección de ese importante
asunto, había variado, según las diversas fases que había tenido la dirección de la República;
2º) Que esta parte del derecho público constitucional de la República pareció asumir un carácter más
definido desde que el Congreso General Constituyente promulgó la Ley Fundamental de 23 de enero de
1825, porque se le encomendó provisoriamente, hasta la elección del Poder Ejecutivo Nacional Perma-
nente, al Gobierno de Buenos Aires, entre otras facultades, la del desempeño de todo lo concerniente a
los negocios extranjeros, nombramientos de ministros y la de celebrar tratados, quedando su ratificación
sujeta a la autorización del Congreso;
3º) Que al disolver el Congreso Nacional y con él la Presidencia de la República, reemplazándolo con
una autoridad provisional hasta la reunión de una convención nacional, la ley del 7 de julio de 1827 de-
claró que las funciones de esa autoridad se limitarían a lo concerniente a la paz, guerra, relaciones ex-
teriores y hacienda nacional, y que posteriormente, por la ley provincial de Buenos Aires de 27 de agos-
to de 1827, se dispuso que hasta la resolución de las provincias, quedaba el gobierno de Buenos Aires,
encargado de todo lo que concernía a la guerra nacional y relaciones exteriores;
4º) Que aun cuando desde esa fecha hasta el 4 de enero de 1831, las provincias confederadas estipula-
ron entre sí diversos tratados, no se fijó en ellos de una manera uniforme la autoridad que debía seguir
cultivando esas relaciones y estipulando en nombre de la República con los Poderes Extranjeros y que
el mencionado pacto, denominado comúnmente de la Liga Litoral, a que adhirieron todas las provincias
146
de la República, se confirió a la Comisión reunida en Santa Fe, las atribuciones que el Congreso Gene-
ral tenía en la época de sus existencia, detallándolas por su artículo 16, y que esa comisión dejó al go-
bierno de Buenos Aires la dirección de los negocios exteriores, sometiendo sus actos a la aprobación
de ellas mientras permaneció reunida;
5º) Que posteriormente a su disolución y en la primera época de la administración del dictador don Juan
Manuel de Rosas, los pueblos y los gobiernos confederados que habían aceptado expresamente ese
tratado encargaron nuevamente al gobierno de Buenos Aires la dirección de los negocios exteriores de
la República, como consta en las comunicaciones que obran en los archivos del Departamento de Rela-
ciones Exteriores del Gobierno de Buenos Aires, que han tenido a la vista, con cuya facultad ha seguido
sin interrupción hasta que fue modificada por la casi totalidad de los mismos gobiernos confederados a
quienes él les arrancó la concesión de esa prerrogativa fuese delegada a la persona del Dictador; y no
ya en el gobierno de Buenos Aires, que no existía de hecho ni de derecho, pues que aquél había con-
culcado todas sus leyes y arrebatado todos los poderes públicos, en cuyo estado fue sorprendido por la
gloriosa victoria de Monte Caseros, el tres de febrero último;
6º) Que la desaparición de la escena política de don Juan Manuel de Rosas anuló de hecho esa facul-
tad, que se había abrogado su persona, y restituyó a los pueblos sus respectivas partes de soberanía
nacional, pudiendo en tal virtud, delegarla en el gobierno confederado que gustase y estuviese en mejor
aptitud de representar y defender sus derechos respecto del extranjero;
7º) Que el ejercicio de este derecho desde luego fue puesto en práctica por los gobiernos de Entre Ríos
y Corrientes, autorizando plenamente a éste en mayo de 1851, al Excmo. Gobernador y Capitán Gene-
ral de la Provincia de Entre Ríos, para que los representase en todo cuanto pudiere tener relación con
los intereses políticos de la misma provincia y de la Confederación Argentina, autorización que fue
puesta en ejercicio en dos convenios celebrados en mayo y en noviembre del mismo año con el Brasil,
la República Oriental y las mencionadas provincias.
8º) Que Santa Fe, de acuerdo con las demás signatarias del tratado del 4 de enero de 1831, pacto fun-
damental de la Confederación Argentina, autorizó al Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, para
que continuase en la dirección de sus negocios, hasta un acuerdo posterior, en vista de los respectivos
pronunciamientos de las demás provincias, a consecuencia del gran suceso ocurrido por la victoria del
Grande Ejército en los Campos de Morón, lo que dicho gobierno ha verificado hasta el presente, con la
aprobación de todas;
9º) Que habiéndose pronunciado ya la voluntad de las Provincias Confederadas adhiriéndose a la políti-
ca pacífica y de orden inaugurada por el Excmo. Señor General don Justo José de Urquiza, como resul-
ta de las notas de sus respectivos Gobiernos y de las autorizaciones que han recibido, confiando la di-
rección de los asuntos exteriores de la República y hasta la reunión del Congreso Nacional Constituyen-
te a la persona del Excmo. Señor General don Justo José de Urquiza.
RESUELVEN:
Que para dejar establecido este importante poder nacional y alejar todo motivo de duda y ansiedad,
dando garantías positivas a los poderes extranjeros que se hallan o puedan hallarse en relaciones con
la República y que sus compromisos y estipulaciones revistan carácter obligatorio para la misma Confe-
deración, queda autorizado el expresado Excmo. Gobernador y Capitán General de la provincia de En-
tre Ríos, General en Jefe del Ejército Aliado Libertador, Brigadier don Justo José de Urquiza, para dirigir
las relaciones exteriores de la República, hasta tanto que, reunido el Congreso Nacional, se establezca
definitivamente el poder a quien competa el ejercicio de ese cargo.
Acordaron enseguida, que cada uno de los gobiernos signatarios del tratado del 4 de enero de 1831
procediese inmediatamente al nombramiento de Plenipotenciario que debe concurrir a formar la Comi-
sión Representativa de los Gobiernos, para que reunida ésta en la Provincia de Santa Fe entre desde
luego en el ejercicio de las atribuciones que le corresponde, según el artículo 16 del mismo tratado.
147
Y finalmente, que la presente resolución, firmada por los Gobernadores y Plenipotenciarios infrascriptos,
sea circulada a los gobiernos confederados para su conocimiento y aprobación y que hasta que esta se
haya obtenido, los poderes signatarios de este protocolo y los gobiernos de Salta y Córdoba reasuman
toda responsabilidad y trascendencia de este acto, obligándose como se obligan a cumplir por sí los
compromisos que celebraron con las Naciones y Gobiernos extranjeros amigos, a cuyos agentes, así
como a todos los gobiernos con quienes la Confederación estuviese en relación, se le comunicará en
debida forma.
Para cuya validez y firmeza firman este protocolo en cuatro ejemplares en Palermo de San Benito, a
seis días del mes de abril del año del Señor de mil ochocientos cincuenta y dos.
Fdo.: Justo José de Urquiza - Benjamín Virasoro - Vicente López - Manuel Leiva.
Terminada esta Conferencia y firma del protocolo de ella, los Excmo. señores Gobernador y Plenipoten-
ciarios de los Gobiernos signatarios de la Liga del Litoral de 1831, tomando en consideración los medios
de atender a los gastos que demanda el entretenimiento de las relaciones exteriores de la Confedera-
ción Argentina, acordaron que por ahora y hasta la resolución del Congreso Nacional, el Gobierno de
Buenos Aires continuará sufragando las cantidades necesarias al efecto, en las mismas formas que
lo ha hecho hasta el presente, según las órdenes que librare sobre el tesoro de la expresada Provincia
el Excmo. Señor Encargado de las Relaciones Exteriores.
En virtud de los cual los mismos Excmos. señores Gobernadores y Plenipotenciarios suscribieron el
presente acuerdo en Palermo de San Benito, a los seis días de abril del año del Señor de mil ochocien-
tos cincuenta y dos.
Fdo.: Justo José de Urquiza - Vicente López - Benjamín Virasoro - Manuel Leiva.
Teniendo por objeto acercar el día de la reunión de un Congreso General que con arreglo a los tratados
existentes y al voto unánime de todos los pueblos de la República, ha de sancionar la Constitución polí-
tica que regularice las relaciones que deben existir entre todos los pueblos argentinos como pertene-
cientes a una misma familia, que establezca y defina los altos poderes nacionales y afiance el orden y
prosperidad interior y la respetabilidad exterior de la Nación.
Siendo necesario allanar previamente las dificultades que pueden ofrecerse en la práctica para la
reunión del Congreso, proveer a los medios más eficaces de mantener la tranquilidad interior, la seguri-
dad de la República y la representación de su soberanía durante el período constituyente. Teniendo
presente las necesidades y los votos de los pueblos que nos han confiado su dirección, e invocando la
protección de Dios, fuente de toda razón y de toda justicia. Hemos acordado y adoptado las resolucio-
nes siguientes:
1º. Siendo una ley fundamental de la República el tratado celebrado el 4 de enero de 1831 entre las
provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos, por haberse adherido a él todas las demás provin-
148
cias de la Confederación, será religiosamente observado en todas sus cláusulas, y para mayor firmeza y
garantía queda facultado el excmo. señor encargado de las Relaciones Exteriores para ponerlo en eje-
cución en todo el territorio de la República.
2º. Se declara que estando, en la actualidad, todas las provincias de la República en plena libertad y
tranquilidad, ha llegado el caso previsto en el artículo 16 del precitado tratado, de arreglar por medio de
un congreso general federativo la administración general del país bajo el sistema federal, su comercio
interior y exterior, su navegación, el cobro y distribución de las rentas generales, el pago de la deuda de
la República, consultando del mejor modo posible la seguridad y engrandecimiento de la República, su
crédito interior y exterior y la soberanía, libertad e independencia de cada una de las provincias.
3º. Estando previsto en el artículo 9 del tratado referido los arbitrios que deben mejorar la condición del
comercio interior y recíproco de las diversas provincias argentinas y habiéndose notado por una larga
experiencia los funestos efectos que produce el sistema restrictivo seguido en algunas de ellas, queda
establecido: que los artículos de producción o fabricación nacional o extranjera así como los ganados
de toda especie que pasen por territorio de una provincia a otra serán libre de los derechos llamados de
tránsito, siéndolo también los carruajes, buques o bestias en que se transportan y que ningún derecho
podrá imponérseles en adelante, cualquiera sea su denominación, por el hecho de transitar en el territo-
rio.
4º. Queda establecido que el Congreso General Constituyente se instalará en todo el mes de agosto
próximo venidero; y para que esto pueda realizarse se mandará hacer desde luego, en las respectivas
provincias, elección de diputados que deban formarlo, siguiendo en cada una de ellas las reglas esta-
blecidas por la ley de elecciones para diputados de las legislaturas provinciales.
5º. Siendo todas las provincias iguales en derechos como miembros de la Nación, queda establecido
que el Congreso Constituyente se formará con dos diputados por cada provincia.
6º. El Congreso sancionará la Constitución Nacional a mayoría de sufragios; y como para lograr ese
objeto sería un obstáculo insuperable que los diputados trajeran instrucciones especiales que restringie-
ran sus poderes , queda convenido que la elección se hará sin condición ni restricción alguna, fiando a
la conciencia, al saber y al patriotismo de los diputados, el sancionar con su voto lo que creyera más
justo y conveniente, sujetándose a lo que la mayoría resuelva, sin protestas ni reclamaciones.
7º. Es necesario que los diputados estén penetrados de pensamiento puramente nacionales para que
las preocupaciones de localidad no embaracen la gran obra que emprenden; que estén persuadidos
que el bien de los pueblos no se ha de conseguir por exigencias encontradas y parciales, sino por la
consolidación de un régimen nacional, regular y justo; que estime la calidad de ciudadanos argentinos
antes que la de provincianos y para que esto se consiga los infrascriptos usarán de todos sus medios
para infundir y recomendar estos principios y emplearán toda su influencia legítima a fin de que los ciu-
dadanos elijan a los hombres de más probidad y de un patriotismo más puro e inteligente.
8. Una vez elegidos los diputados e incorporados al Congreso no podrán ser juzgados por sus opinio-
nes ni por ningún motivo, ni por autoridad alguna hasta que no esté sancionada la Constitución. Sus
personas serán inviolables durante este período. Pero cualquiera de las provincias podrá retirar sus
diputados cuando lo creyera oportuno, debiendo, en este caso, sustituirlos inmediatamente.
9. Queda a cargo del encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación, el proveer a los gas-
tos de viáticos y dietas de los diputados.
10. El encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación instalará y abrirá las sesiones del
Congreso por sí, o por su delegado en caso de imposibilidad; proveerá a la seguridad y libertad de sus
discusiones; librará los fondos que sean necesarios para la organización de su despacho; y tomará to-
das aquellas medidas que creyese oportunas para asegurar el respeto de la corporación y de sus
miembros.
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11. La convocatoria del Congreso se hará para la ciudad de Santa Fe, hasta que, reunido e instalado, él
mismo determine el lugar de su residencia.
12. Sancionada la Constitución -y las leyes orgánicas que fueren necesarias para ponerla en práctica-
será comunicada por el presidente del Congreso al encargado de las Relaciones Exteriores de la Con-
federación y éste la promulgará inmediatamente como ley de la Nación, haciéndola cumplir y observar.
En seguida será nombrado el presidente constitucional de la República y el Congreso Constituyente
cerrará sus sesiones dejando a cargo del Ejecutivo poner en ejercicio las leyes orgánicas que hubiere
sancionado.
13. Siendo necesario dar al orden interior de la República, a su paz y respetabilidad exterior todas las
garantías posibles, mientras se discute y sancione la Constitución Nacional, los infrascriptos emplearán
por sí cuantos medios estén en la esfera de sus atribuciones para mantener en sus respectivas provin-
cias la paz pública y la concordia entre los ciudadanos de todos los partidos, previniendo o sofocando
todo elemento de desorden o de discordia y propendiendo al olvido de los errores pasados y estrecha-
miento de la amistad de los pueblos argentinos.
14. Si, lo que Dios no permita, la paz interior de la República fuese perturbada por hostilidades abiertas
entre una u otra provincia, queda autorizado en encargado de las Relaciones Exteriores para emplear
todas las medidas que su prudencia y acendrado patriotismo le sugieran para restablecer la paz soste-
niendo las autoridades legalmente constituidas; para lo cual los demás gobernadores prestarán su
cooperación y ayuda en conformidad con el Tratado del 4 de enero de 1831.
15. Siendo de la atribución del encargado de las Relaciones Exteriores representar la soberanía y con-
servar la individualidad nacional, mantener la paz interior, asegurar las fronteras durante el período
constituyente, defender la República de cualquier pretensión extranjera y velar por el exacto cumpli-
miento del presente acuerdo, es una consecuencia de estas obligaciones el que sea investido de las
facultades y medios adecuados para cumplirlas. En su virtud queda acordado que el excmo. señor ge-
neral don Justo José de Urquiza, en el carácter de general en jefe de los ejércitos de la Confederación,
tenga el mando efectivo de todas las fuerzas militares que actualmente tenga en pie cada provincia, las
cuales serán consideradas desde ahora como partes integrantes del ejército nacional. El general en jefe
destinará estas fuerzas del modo que crea conveniente al servicio nacional, y si para llenar sus objetos
creyera necesario aumentarlas podrá hacerlo pidiendo contingentes a cualquiera de las provincias: así
como podrá también disminuirlas si las juzgase excesivas en su número u organización.
16. Será de las atribuciones de encargado de las Relaciones Exteriores: reglamentar la navegación de
los ríos interiores de la República, de modo que se conserven los intereses y regularidad del territorio y
de las rentas fiscales; y lo será igualmente la administración de correos, la creación y mejora de los ca-
minos públicos y de posta de bueyes para transporte de mercaderías.
17. Conviniendo para la mayor respetabilidad y acierto de los actos del encargado de las Relaciones
Exteriores, en la dirección de los negocios nacionales, durante el período constituyente, el que haya
establecido cerca de su persona un consejo de estado con el cual pueda consultar las casos que parez-
can graves, queda facultado el excmo. señor para constituirlo, nombrando a los ciudadanos argentinos
que por su saber y prudencia puedan desempeñar dignamente su elevado cargo, sin limitación de nú-
mero.
18. Atendidas las importantes atribuciones que por este convenio recibe el excmo. señor encargado de
las Relaciones Exteriores, se resuelve que su título sea de director provisorio de la República Argentina.
19. Para sufragar los gastos que demande la administración de los negocios nacionales declarados en
este Acuerdo, las provincias concurrirán proporcionalmente con el producto de sus aduanas exteriores
hasta la instalación de las autoridades constitucionales, a quienes exclusivamente competirá el estable-
cimiento permanente de los impuestos nacionales.
Artículo Adicional.- Los gobiernos y provincias que no hayan concurrido al Acuerdo celebrado en esta
fecha, o que no hayan sido representadas en él, serán invitados a adherir por el director provisorio de la
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Confederación Argentina, haciéndoles a este respecto las exigencias a que da derecho el interés y los
pactos nacionales.
Dado en San Nicolás de los Arroyos a los treinta y un día del mes de mayo del año mil ochocientos cin-
cuenta y dos.
Fdo.: Justo J. de Urquiza, por las Provincias de Entre Ríos y Catamarca. Vicente López - Benjamín Viraso-
ro - Pablo Lucero - Nazario Benavidez - Celedonio Gutiérrez - Pedro P. Segura - Manuel Taboada - Manuel
Vicente Bustos - Domingo Crespo.
Art. 1º. Establecía que «Buenos Aires es un Estado con el libre ejercicio de su Soberanía interior y exte-
rior mientras no la delegue expresamente en un Gobierno General».
Establecía la división tripartita de los poderes; el sistema bicamarista para el legislativo; establecía el
régimen de la Asamblea General para elegir Gobernador, fijar impuestos y presupuesto, examinar y
pronunciarse sobre las cuentas de la administración - crear y suprimir empleos - conceder indultos y
amnistías - crear Tribunales de justicia - fijar las divisiones territoriales - fijar el ejército permanente (arts.
49 al 61).
Creó una comisión permanente de tres senadores y cuatro representantes para que actuara en receso
la Asamblea General, como guardián de la constitución y las leyes (arts. 62 al 69).
El poder ejecutivo estaba investido en un Gobernador elegido por tres años por la Asamblea General,
no siendo reelegido sino después de un período; debía ser nativo del Estado o hijo de nativo nacido en
el extranjero mientras su padre desempeñase cargo diplomático o consular (arts. 81, 82, 85, 86 y 87).
El poder judicial estaba deficientemente organizado en cuanto no fijaba número ni composición de los
tribunales, ni término de sus mandatos, ni sus facultades, ni la intangibilidad de sus emolumentos (Arts.
119 a 123). El régimen municipal estaba indicado o preceptuado sin definición ni previsiones (art. 170).
El art.171. curándose en salud, establecía: «El Estado de Buenos Aires no se reunirá al Congreso Ge-
neral sino bajo la base de la forma federal y con la reserva de revisar y aceptar libremente la Constitu-
ción General que se diere».
Hacía una declaración de derechos y garantías más o menos acorde con las de las Constituciones de
1819 y 1826.
Art. 1º. Ambas partes convenían en prescindir de la cuestión política, reconocer el estado de cosas
existentes y comprometerse a no hacer uso de las armas para «dirimir la cuestión de la reunión de Bue-
nos Aires con las demás provincias argentinas».
Art. 3º. Determinaba que la negociación no implicaba renunciar a que por medios pacíficos se tratase
de apresurar la incorporación de Buenos Aires al resto de la Confederación, estableciéndose «una paz
firme y durable... sin la necesidad fatal de buscarla con el poder de las armas».
151
Art. 1º. Ambos gobiernos se obligaban a no consentir desmembración alguna del territorio nacional,
comprometiéndose a unir sus esfuerzos en caso de que fuese amenazada la integridad de la República.
Arts. 2º y 3º. Se establecía la mutua colaboración en la lucha contra los indios y se aceptaba el princi-
pio de que la separación de Buenos Aires no alteraba las leyes de la Nación «sobre la remisión a las
jurisdicciones competentes de los reos políticos en la forma que ella lo prescriben, ni la fuerza de los
actos públicos pasados en uno y otro territorio, ni la ejecución y cumplimiento debido a las sentencias o
actos judiciales, de los tribunales de uno y otro Estado».
Art. 4º. Quedaba reconocida la igualdad de banderas para todos los buques matriculados en Buenos
Aires o en la Confederación.
Art. 5º. «Los buques de cabotaje del estado de Buenos Aires y los de la Confederación serán admitidos
como hasta aquí, en los respectivos puertos, cualquiera sea su tonelaje, sin imponerles otro derecho
que los que paguen los buques de cada estado en su propio territorio».
Art. 6º a 8º. Los productos naturales de cada estado: metales en pasta o acuñados, animales vacunos,
caballares, lanares y mulares, se introducirán o circularán libremente en ambas jurisdicciones.
Art. 9º. Las mercaderías extranjeras que saliesen de los puertos del estado de Buenos Aires para los de
la Confederación, o de ésta para Buenos Aires, no pagarán otros mayores derechos que los que fueran
impuestos a los que procediesen de otros mercados.
Art. 10º. El tránsito de mercaderías podía efectuarse por agua o por tierra.
Art. 11º. Ambos gobiernos comprometíanse a designar sobre la frontera el lugar donde se establecería
la Oficina de Registro.
Arts. 12º y 13º. Fijaban las normas para mejor facilidad de las comunicaciones entre todos los pueblos
de la República Argentina, estableciendo, tanto para los particulares como para los correos de ambas
partes contratantes, la libertad de elegir la ruta que les conviniese. En cuanto a los correos ordinarios
seguían como hasta entonces, pero el franqueo de las correspondencias se haría en las oficinas de
origen, siendo entregadas las cartas en el lugar de destino libre de portes.
cripción del Sur; y Dr. Daniel Aráoz, diputado al Congreso Nacional por la pcia. de Jujuy; y por la del
Gob. de Bs. As., a los señores Dr. Carlos Tejedor y D. Juan Bautista Peña, quienes canjeados sus res-
pectivos poderes, y hallados en forma convinieron en los artículos siguientes:
1º) Bs. As. se declara parte integrante de la Confederación Argentina y verificará su incorporación por la
aceptación y jura solemne de la Constitución Nacional.
2º) Dentro de 20 días de haberse firmado el presente convenio, se convocará una convención Provincial
que examinará la Constitución de Mayo de 1853, vigente en las demás pcias. argentinas.
3º) La elección de los miembros que formaran la Convención se hará libremente por el pueblo y con
sujeción a las leyes que rigen actualmente en Bs. As.
4º) Si la Convención Provincial, aceptase la Constitución sancionada en mayo de 1853, y vigente en las
demás pcias. Argentinas, sin hallar nada que observar a ella, la jurará Bs. As. solemnemente en el día y
en la forma que esa convención provincial designare.
5º) En el caso que la convención provincial manifieste que tiene que hacer reformas en la constitución
mencionada, esas reformas serán comunicadas al Gobierno Nacional para que, presentadas al Congre-
so federal legislativo, decida en convocación de una Convención ad hoc que las tome en consideración,
y a la cual la Pcia. de Bs. As. se obliga a enviar sus diputados con arreglo a su población, debiendo
acatar lo que esta convención así integrada decida definitivamente, salvándose la integridad del territo-
rio de Bs. As., que no podrá ser dividido, sin el consentimiento de su legislatura.
6º) Interin llega la mencionada época Bs. As. no mantendrá relaciones diplomáticas de ninguna clase.
7º) Todas las propiedades de las provincias que le dan sus leyes particulares, como sus establecimien-
tos públicos de cualquier clase y género que sean, seguirán correspondiendo a la Pcia. de Bs. As. y
serán gobernadas y legisladas por la autoridad de la Provincia.
8º) Se exceptúa del art. anterior, la Aduana, que, como por la Constitución Federal corresponden las
Aduanas exteriores a la Nación, que da convenido en razón de ser casi en su totalidad las que forman
las rentas de Bs. As., que la Nación garante a la Pcia. de Bs. As. su presupuesto de 1859 hasta 5 años
después de su incorporación, para cubrir sus gastos inclusive su deuda interior y exterior.
9º) Las leyes actuales de Aduanas de Bs. As. sobre el comercio exterior, seguirán rigiendo hasta que el
congreso nacional, revisando las tarifas de Aduana de la Confederación y Bs. As., establezcan la que
ha de regir para todas las aduanas exteriores.
10º) Quedando establecido por el presente pacto, un perpetuo olvido de todas las causas que han pro-
ducido nuestra desgraciada desunión, ningún ciudadano argentino será molestado por hechos u opinio-
nes políticas durante la separación temporal de Bs. As., ni confiscados sus bienes por las mismas cau-
sas conforme a las Constituciones de ambas partes.
11º) Después de ratificado este convenio, el ejército de la Confederación, evacuará el territorio de Bs.
As., dentro de 15 días y ambas partes contratantes reducirán sus armamentos al estado de paz.
12º) Habiéndose hecho ya en las provincias Confederadas la elección de Presidente, la provincia de Bs.
As. puede proceder inmediatamente al nombramiento de electores para que verifiquen la elección de
presidente hasta el 1 de Enero próximo, debiendo ser enviadas las actas electorales antes de vencido el
tiempo señalado para el escrutinio general, si la Pcia. de Bs. As. hubiese aceptado sin reserva la Consti-
tución Nacional.
13º) Todos los generales, jefes y oficiales del Ejército de Bs. As. dados de baja desde 1852, y que estu-
viesen actualmente al servicio de la Confederación, serán restablecidos en su antigüedad, rango y goce
de sus sueldos, pudiendo residir en la Pcia. o en la Confederación, según lo conviniere.
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14º) La República del Paraguay, cuya garantía ha sido solicitada tanto por el Excmo. Sr. presidente de
la Confederación Argentina, cuanto por el Excmo. Gob. de la provincia de Bs. As. garante el cumpli-
miento de lo estipulado en este convenio.
15º) El presente convenio será ratificado por el Excmo. Sr. Presidente de la Rep. del Paraguay, para la
ratificación del art. precedente en el término de 40 días o antes si fuera posible.
16º) El presente Convenio será ratificado por el Excmo. Señor Presidente de la Confederación y por el
Excmo. Gobierno de Bs. As., dentro del término de 48 horas o antes si fuese posible.
En fe de lo cual el Ministro Mediador y los Comisionados del Excmo. Sr. presidente de la Confederación
y del Excmo. Gobierno de Bs. As. lo han firmado y sellado con sus sellos respectivos. Fecho en San
José de Flores, a los diez días del mes de Noviembre del año de 1859.
(L.S.) Francisco S. López
Tomas Guido Carlos Tejedor
Juan E. Pedernera Juan Bautista Peña
Daniel Aráoz (L.S.)
(L.S.)
La Convención encargada de decidir sobre las reformas propuestas por la provincia de Bs. As., en la
Constitución de la Confederación Argentina, de 1 de mayo de 1853, habiéndolas tomado en considera-
ción, sanciona las siguientes reformas:
1º) Al artículo 3 ésta: «las autoridades que ejercen el gobierno federal, residen en la ciudad que se
declare Capital de la República por una ley especial del Congreso, previa cesión hecha por una o más
legislaturas provinciales, del territorio que haya de federalizarse».
2º) Al artículo 4 ésta: Suprimir «de las aduanas», y agregar después de exportación, «hasta 1866, con
arreglo a lo estatuido en el inciso I del art. 64». El número de éste artículo será el que corresponde se-
gún la nueva redacción.
3º) Al artículo 5 ésta: Suprimir «gratuita; y las Constituciones provinciales serán revisadas por el Con-
greso antes de su promulgación».
4º) Al artículo 6 ésta: «el gobierno federal interviene en el territorio de las provincias para garantir la
forma republicana de gobierno, o repeler invasiones exteriores, y a requisición de sus autoridades cons-
tituidas para sostenerlas o restablecerlas, si hubiesen sido depuestas por la sedición, o por invasión de
otra provincia».
5º) Al artículo 12 ésta: Agregar al final: «sin que en ningún caso puedan concederse preferencias a un
puesto respecto de otro, por medio de leyes o reglamentos de comercio».
6º) Al artículo 15 ésta: Agregar al final: «y los esclavos que de cualquier modo se introduzcan quedan
libres por el solo hecho de pisar el territorio de la República».
7º) Al artículo 18 ésta: Suprimir «las ejecuciones a lanza y cuchillo» y colocar la partícula «y» después
de la palabra «tormento».
8º) Al artículo 30 ésta: Suprimir, «pasados diez años desde el día en que la juren los pueblos».
9º) Al artículo 31 ésta: Agregar al final: «salvo para la provincia de Bs. As., los tratados ratificados des-
pués del pacto de II de noviembre de 1859».
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10º) Agregar después del artículo 31 los artículos siguientes con la numeración que corresponde: «El
Congreso Federal no dictará leyes que restrinjan la libertad de imprenta o establezcan sobre ella la ju-
risdicción federal».
«Las declaraciones, derechos y garantías que enumera la Constitución, no serán entendidos como ne-
gación de otros derechos y garantías no enumerados, pero que nacen del principio de la soberanía del
pueblo y de la forma republicana de gobierno».
«Los jueces de las Cortes federales no podrán serlo al mismo tiempo de los tribunales de provincia, ni el
servicio federal, tanto en lo civil como en lo militar, de residencia en la provincia en que se ejerza, y que
no sea la del domicilio habitual del empleado, entendiéndose esto para los efectos de optar a empleos
en la pcia. en que accidentalmente se encuentre».
«Las denominaciones adoptadas sucesivamente desde 1810 hasta el presente, a saber: Provincias
Unidades del Río de la Plata, República Argentina, Confederación Argentina, serán en adelante nom-
bres oficiales indistintamente para la designación del Gobierno y territorio de las pcias., empleándose
las palabras «Nación Argentina» en la formación y sanción de las leyes».
11º) Al artículo 34 ésta: Suprimir «por la Capital, seis» y poner por la provincia de Bs. As., doce».
12º) Al artículo 36 ésta: Agregar al final: «y ser natural de la provincia que lo elija, o con dos años de
residencia inmediata en ella».
13º) Al artículo 41 ésta: Sustituirlo así: «Solo ella ejerce el derecho de acusar ante el Senado al presi-
dente, vicepresidente, sus ministros y a los miembros de la Corte Suprema y demás tribunales inferiores
de la Nación, en las causas de responsabilidad que se intenten contra ellos, por mal desempeño o por
delito en el ejercicio de sus funciones; o por crímenes comunes, después de haber conocido de ellos y
declarado haber lugar a la formación de causa por mayoría de dos terceras partes de sus miembros
presentes».
14º) Al artículo 43 ésta: Agregar al final: «y ser natural de la pcia. que lo elija, o con dos años de resi-
dencia inmediata en ella».
16º) Al artículo 64 ésta: Reemplazar el inciso I en éstos términos: «legislar sobre las aduanas exterio-
res y establecer los derechos de importación, los cuales así como las evaluaciones sobre que recaigan,
serán uniformes en toda la Nación; bien entendido que esta, así como las demás contribuciones nacio-
nales, podrán ser satisfechas en la moneda que fuese corriente en las pcias. respectivas, por su justo
equivalente. Establecer igualmente los derechos de exportación hasta mil ochocientos sesenta y seis,
en cuya fecha cesarán como impuesto nacional, no pudiendo serlo provincial».
Al inciso 9 agregarle al final: «sin que tales códigos alteren las jurisdicciones locales, correspondiendo
su aplicación a los tribunales federales o provinciales, según que las cosas o personas cayeren bajo sus
respectivas jurisdicciones»; y después de la palabra ciudadanía agregar: «con sujeción al principio de la
ciudadanía natural; así como, etc., etc.».
17º) Al artículo 83 ésta: Suprimir el inciso 20; y poner en reemplazo del inciso 23 lo siguiente: «el pre-
sidente tendrá facultad para llenar las vacantes de los empleos que requieran el acuerdo del Senado y
que ocurran durante su receso, por medio de nombramientos en comisión que expedirán al fin de la
próxima legislatura».
18º) Al artículo 86 ésta: Suprimirle «sin previo mandato o consentimiento del presidente de la confede-
ración».
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19º) Al artículo 91 ésta: Sustituirlo por el siguiente: «El poder Judicial de la Nación será ejercido por
una Corte Suprema de Justicia y por los demás tribunales inferiores que el Congreso estableciese en el
territorio de la Nación».
20º) Al artículo 97 ésta: Suprimirle «de los conflictos entre los diferentes poderes público de una mis-
ma provincia, de los recursos de fuerza», y reemplazar la parte final del artículo, desde donde dice: «en-
tre una provincia y sus propios vecinos y entre una pcia. un Estado o ciudadano extranjero», por esto:
«y entre una provincia o sus vecinos, contra un Estado o ciudadano extranjero», y agregar además,
«con la reserva hecha en el inciso II del art. 64», después de la frase «que versen sobre puntos regidos
por la Constitución».
21º) Al artículo 101 ésta: Agregarle al final: «y el tiempo que expresamente se hayan reservado por
pactos especiales al tiempo de su incorporación».
22º) Al artículo 101 ésta: Suprimir: y antes de ponerla en ejercicio la remite al Congreso para su
examen».
Sala de Sesiones de la Convención Nacional ad hoc en Santa Fe, a veintitrés de setiembre de mil ocho-
cientos sesenta.
Mariano Fragueiro
Presidente
1º) Que la susodicha comunicación pone en conocimiento oficial de esta Corte Suprema la constitución
de un gobierno provisional emanado de la revolución triunfante en seis de septiembre del corriente año.
2º) Que ese gobierno se encuentra en posesión de las fuerzas militares y policiales necesarias para
asegurar la paz y el orden de la Nación y, por consiguiente, para proteger la libertad, la vida y la propie-
dad de las personas, y ha declarado, además, en actos públicos, que mantendrá la supremacía de la
constitución y de las leyes fundamentales del país, en el ejercicio del poder.
Que tales antecedentes caracterizan, sin duda, un gobierno de hecho, que la doctrina constitucional e
internacional se uniforma en el sentido de dar validez a sus actos cualquiera que pueda ser el vicio o
deficiencia de sus nombramientos o de su elección en cuanto a su constitución y de cuya naturaleza
participan los funcionarios que lo integran actualmente o que se designen en lo sucesivo, con todas las
consecuencias de la doctrina de los gobiernos de facto, respecto de la posibilidad de realizar válidamen-
te los actos necesarios para el cumplimiento de los fines perseguidos por él.
Que esta Corte ha declarado, respecto de los funcionarios de hecho que la doctrina constitucional e
internacional se uniforma en el sentido de dar validez a sus actos, cualquiera que pueda ser el vicio o
deficiencia de sus nombramientos o de su elección, fundándose en razones de policía o de necesidad y
con el fin de mantener protegido al público y a los individuos cuyos intereses puedan ser afectados, ya
que no sería posible a éstos últimos realizar investigaciones ni discutir la legalidad de las designaciones
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de funcionarios que se hallan en aparente posesión de sus poderes y funciones. (Constantineau, «Pub-
lic Officer and the Facto Doctrine», fallos, t. 148, p. 303).
Que el gobierno provisional que acaba de constituirse en el país, es pues, un gobierno de facto, cuyo
título no puede ser judicialmente discutido con éxito por las personas en cuanto ejercita la función admi-
nistrativa y política derivada de su posesión de la fuerza como resorte de orden y de seguridad social.
Y esta última conclusión, impuesta por la propia organización del Poder Judicial se halla confirmada, en
el caso, por las declaraciones del gobierno provisional que, al asumir el cargo, se han apresurado a
prestar juramento de cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes fundamentales de la Nación,
decisión que importa la consecuencia de hallarse dispuesto a prestar el auxilio de la fuerza de que dis-
pone para obtener el cumplimiento de las sentencias judiciales.
En mérito de éstas consideraciones, el tribunal resolvió acusar recibo al gobierno provisional, en el día,
de la comunicación de referencia mediante el envío de la nota acordada, ordenando se publicase y re-
gistrase en el libro correspondiente, firmado por ante mí que doy fe. Figueroa Alcorta - Repetto -
Guido Lavalle - Sagarna - Rodríguez Larreta.
lía del poder ejecutivo), 76 (elegibilidad de presidente y vicepresidente), 77 (duración del mandato y
reelección), 79 (retribución del presidente y vice), 80 (juramento del presidente y vice), 81 (elección pre-
sidencial) 86 inc. 2 (facultad reglamentaria del presidente), inc. 3 (gob. de la Capital Federal), inc. 4 (fa-
cultades colegislativas), inc. 5 (nombramiento de jueces), inc. 10 (otros nombramientos), inc. 11 (apertu-
ra de sesiones del congreso), inc. 12 (prórroga de sesiones ordinarias y convocatorias a extraordina-
rias), inc. 13 (recaudación e inversión), inc. 14 (política exterior), inc. 15, 16, 17, 18 (poderes militares),
inc. 19 (estado de sitio), inc. 21 (ausencia del presidente), inc. 22 (nombramiento en comisión), 87 (mi-
nistros del Poder Ejecutivo), 89 (funciones de los ministros), 92 (asistencia de los ministros al Congre-
so), 96 (inamovilidad y retribución de los jueces), 97 (condiciones para ser miembro de la Corte Supre-
ma, nombramientos), 100 (competencia federal), 101 (competencia originaria y exclusiva de la Corte
Suprema), 108 (poderes delegados por las provincias).
25 de mayo: Junta Provisional de Gobierno: Presidente: Cornelio Saavedra. Secretarios: Mariano Mo-
reno y Juan José Paso. Vocales: Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Juan José Castelli, Manuel
Alberti, Domingo Matheu y Juan Larrea.
18 de diciembre: Junta Provisional de Gobierno: La misma Junta anterior, ampliada por Diputados del
Interior: (Deán Gregorio Funes (Córdoba), Juan Ignacio Gorriti (Jujuy), José García de Cosio (Corrien-
tes), Juan Francisco Tarragorra (Santa Fé), Francisco de Gurruchaga (Salta), José Antonio Olmos (Ca-
tamarca), José Julián Pérez (Tarija), Manuel Ignacio de Molina (Mendoza), Manuel Felipe de Molina (
Tucumán). Por renuncia de Mariano Moreno y por fallecimiento de Manuel Alberti ingresan Nicolás Ro-
dríguez Peña e Hipólito Vieytes. Posteriormente ingresan: Marcelino Poblet (San Luis), José Ignacio
Maradona (San Juan), Juan José Lami (Santiago del Estero) y Francisco Ortíz de Ocampo (La Rioja).
1811 - 23 de septiembre: Primer Triunvirato: Feliciano Chiclana, Manuel de Sarratea y Juan José Paso.
Secretarios: de Gobierno: José J. Pérez; Guerra: Bernardino Rivadavia: Hacienda: Vicente López y Pla-
nes (Juan Martín de Pueyrredón y Bernardino Rivadavia reemplazaron a Sarratea y Paso el 23 de mar-
zo de 1812).
1812 - 8 de octubre: Segundo Triunvirato: Juan José Paso, Antonio Álvarez Jonte y Nicolás Rodríguez
Peña (Gervasio Antonio de Posadas (19-8-13), Julián Pérez y Juan Larrea fueron también triunviros por
renuncia de los primeros en distintas fechas).
1814 - 31 de enero: Director Supremo: Gervasio Antonio de Posadas. Secretaría de Gobierno: Nicolás
Herrera; de Guerra: F. J. Diana; de Hacienda: Juan Larrea.
1815 - 15 de enero: Director Supremo: Carlos María de Alvear.
21 de abril: Director Supremo: José Rondeau (Ignacio Álvarez Thomas desempeñó interinamente el
cargo mientras Rondeau estuvo en campaña.
3 de mayo: Director Supremo: Juan Martín de Pueyrredón. Secretaría de Gobierno y Relaciones exte-
riores: Vicente López y Planes; de Hacienda: D. Grillo; de Guerra y Marina: J. C. de Terrada.
1820 - 11 de febrero: El Cabildo de Buenos Aires por disolución de los poderes asume momentánea-
mente la representación nacional.
12 de febrero: Miguel de Irigoyen (Se hace cargo de los intereses generales y de las relaciones exterio-
res por inexistencia de un gobierno nacional).
20 de Junio: Idelfonso Ramos Mejía, el Cabildo de Buenos Aires y Miguel Estanislao Soler proclamado
por las tropas en el campamento militar de Luján.
PRESIDENTE DE LA REPUBLICA
1827 - 12 de agosto: Manuel Dorrego (A cargo de los intereses generales del País y de las relaciones
exteriores por disolución del gobierno nacional.
1835 - 13 de abril: Juan Manuel de Rosas (Encargado de las relaciones exteriores por delegación ex-
presa de las provincias).
6 DE ABRIL: Justo José de Urquiza, Gobernador de Entre Ríos, por convenio conocido como Protoco-
los de Palermo.
31 de mayo: Justo José de Urquiza, por acuerdo de Gobernadores en San Nicolás de los Arroyos.
1854 - 5 de marzo: Presidente: Justo José de Urquiza. Vicepresidente: Salvador María del Carril.
1860 - 5 de marzo: Presidente: Santiago Derqui. Vicepresidente: Juan Esteban Pedernera. (Derqui re-
nuncia el 5 de noviembre de 1861 y asume la Presidencia Pedernera quien, mediante decreto del 12 de
diciembre de 1861, declara en receso al Poder Ejecutivo Nacional).
12 de octubre: Presidente: Bartolomé Mitre. Vicepresidente: Marcos Paz (Paz fallece el 1º de enero de
1868).
1892 - 12 de octubre: Presidente: Luis Sáenz Peña. Vicepresidente: José Evaristo Uriburu.
1895 - 22 de enero: Presidente: José Evaristo Uriburu, por renuncia del presidente Sáenz Peña.
1916 - 12 de octubre: Presidente: Hipólito Yrigoyen. Vicepresidente: Pelagio B. Luna (Luna falleció el
25 de junio de 1919).
1930 - 6 de septiembre: Presidente de Facto: José Félix Uriburu. Vicepresidente: Enrique Santamarina
(Santamarina renunció el 23 de octubre de 1930).
1932 - 20 de febrero: Presidente: Agustín P.l Justo. Vicepresidente: Julio Argentino Roca (hijo).
7 de junio: Presidente de Facto: Pedro Pablo Ramírez. Vicepresidente: Sabá H. Sueyro (Sueyro falleció
el 17 de julio y fue reemplazado por Edelmiro J. Farrel).
1944 - 10 de marzo: Presidente de Facto: Edelmiro J. Farrel. Vicepresidente: Juan Domingo Perón.
1952 - 4 de junio: Presidente: Juan Domingo Perón. Vicepresidente: Hortensio J. Quijano (Quijano fa-
lleció el 3 de abril de 1952, lo sucedió en el cargo el 7 de mayo de 1954 Alberto Teissaire.
1955 - 20 de septiembre: Presidente de Facto: Eduardo Lonardi. Vicepresidente: Isaac Francisco Ro-
jas.
13 de noviembre: Presidente de Facto: Pedro Eugenio Aramburu. Vicepresidente: Isaac Francisco Ro-
jas.
1958 - 1º de mayo: Presidente: Arturo Frondizi. Vicepresidente: Alejandro Gómez. (Gómez renunció el
19 de noviembre de 1958).
1962 - 29 de marzo: Presidente Provisional: José María Guido, presidente provisional del Senado.
1970 - 8 de junio: Presidente de Facto: Junta de Comandantes en Jefe: Pedro A. J. Gnavi, Presidente,
Alejandro Agustín Lanusse y Carlos A. Rey.
Julio: Presidente Provisional: Raúl Lastiri, Presidente de la Cámara de Diputados por renuncia de
Cámpora y Lima.
12 de octubre: Presidente: Juan Domingo Perón. Vicepresidente: María Estela Martínez de Perón.
1974 - 29 de junio: Presidente: María Estela Martínez de Perón, por enfermedad de Perón.
1989 - 8 de julio: Presidente: Carlos Saúl Menem. Vicepresidente: Eduardo Duhalde, por renuncia de
Alfonsín y Martínez.
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