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Art CAliaga Territorio Feminista
Art CAliaga Territorio Feminista
Hoy día nos queda la herencia de resistencia y lucha de las mujeres que han
luchado y siguen luchando por frenar el despojo de los territorios, que violentan sus
cuerpos y menoscaban las posibilidades de criar la vida.
Todas ellas han aprendido que el sostén de la vida está en la tierra, la agricultura a
pequeña escala y la ganadería familiar, así como los campos de cultivo familiares
y las formas organizativas originarias que se han mantenido en el tiempo. En
muchos casos estas formas de producción han sido la base que ha permitido
garantizar la fuerza de trabajo para las minas, sin embargo son la base material de
una lucha constante y cotidiana que ha frenado la fragmentación total de los tejidos
comunitarios.
Estas mujeres todas ellas provenientes del altiplano boliviano distribuido en los
departamentos de La Paz, Oruro y Potosí; centros históricos de explotación minera,
han sido y siguen siendo la fuente de la reproducción de la vida para sus familias y
comunidades. Ellas actualmente están ensayando y ejercitando formas de
organización y alianzas entre ellas, en formato de Red se niegan a conformarse al
estilo orgánico tradicional, se niegan también a conformar liderazgos
protagonizados por caudillismos, ensayan maneras de cooperación y apoyo mutuo,
reconocen las estructuras jerárquicas y masculinas que no quieren repetir y aunque
no existe una claridad total sobre los procesos que quieren encarar, están seguras
del querer estar juntas en esta lucha anti minera.
De este ensayo nace la Red Nacional de Mujeres en Defensa de la Madre Tierra
(RENAMAT), un espacio de articulación entre mujeres que no es una organización
paralela, ni sindical, ni siquiera indígena originaria. Opera en la diversidad interna,
resistente a la generación de estructuras de mando, coexisten mujeres dentro de
este espacio con diferentes trayectorias de lucha. Se dan también contradicciones
internas, no se hacen a un lado las diferencias en estrategias y perspectivas de
lucha, surgen también discrepancias generacionales, se elaboran microespacios
para las jóvenes, para el conocimiento de las mayores y para la interacción entre
ambos saberes. Es una plataforma donde se dialogan estrategias de lucha pero en
muchas ocasiones también es un refugio de contención para las preocupaciones,
tensiones, dolores, sufrimientos, sanaciones y complicidades.
Las mujeres que hoy son parte de formas organizativas muy nuevas como la
RENAMAT, provienen de diferentes historias de organización. La tradición orgánica
ha marcado los diferentes liderazgos y formas de autoridad en clave femenina,
muchas de ellas subordinadas y relegadas a un segundo lugar. Esta tradición las
ha llevado a ocupar el segundo lugar en los espacios de toma de decisión, en las
estructuras indígenas originarias. El lugar de las Mama T’allas1 fue y es casi siempre
1
Figura de autoridad femenina que se ejerce en comunidades indígenas originarias en dualidad. Cada uno
de los escalones de las autoridades indígenas se maneja desde la dualidad masculino-femenina en pareja y
en los diferentes espacios de toma de decisión se solicita la participación de ambos representantes. Esta
figura de autoridad indígena ha sido reconocida como el Chacha Warmi.
un lugar ficticio desde el cual se ejerce una ficción de dualidad, la misma que socapa
un sometimiento y un sacrificio colectivo de las mujeres a nombre del espacio
comunal organizativo.
Las mujeres de esta Red se deben a una estructura orgánica determinada y cada
una de ellas responde al orden que milenariamente -mediadas por el ejercicio del
dominio colonial y patriarcal- sostienen el sistema colectivo de formas organizativas
para la producción material y quehacer político de sus comunidades. Sin embargo,
la presión ambiental y social por las que han estado históricamente atravesadas, las
ha llevado a la necesidad de pensarse en espacios de alianzas renovadas ante una
urgencia de defender la vida que el sistema capitalista está ahogando.
Algunas experiencias de lucha en clave femenina
Cuando empecé a reconocer estas luchas nubladas por la vida política orgánica,
entendí las asimetrías que se ocultaban bajo la figura idónea de la dualidad
indígena. Estas contradicciones estaban dentro del q’epi2 de la Mama María. Ella,
la esposa de una de las autoridades con mayor reconocimiento de lucha contra el
extractivismo minero caminaba silenciosa al lado nuestro. Él contaba los esfuerzos
y estrategias de las comunidades para hacer prevalecer los derechos territoriales
en el J’acha Suyu de los Paca J’aqui3, los problemas que se estaban atravesando
en una comunidad donde la minería estaba presente desde la Colonia, pero que en
los últimos años había sufrido un avasallamiento feroz por parte de la empresa
Minera Kores de inversión koreana. El Tata Autoridad4 de esta resistencia revestía
la lucha por mantener el acceso al agua para comunidades de este Suyu, siendo
que el río había sido desviado para alimentar las operaciones mineras de su
localidad.
La Mama T’alla, diez años menor que él nos seguía siempre silenciosa, mientras el
Tata nos conducía al lugar del desastre ambiental, ella silenciosa cargaba su q’epi
pesado. Cuando era hora de la comida, ella descargaba su peso para ofrecernos
alimentos y agua. Cuando llegábamos al lugar del conflicto, nuevamente descarga
su aguayo para entregar cartas, notas y todos los documentos que se habían
2
Manta denominada Awayu que cargan las mujeres aymaras y quechuas en la espalda llevando lo necesario
para viajes, salidas o actividades comunales.
3
Lugar ubicado en la provincia Pacajes del departamento de La Paz.
4
Denominativo para la autoridad masculina del Chacha Warmi.
elaborado en el proceso de lucha, saca de una bolsa bien guardada los sellos que
dan legitimidad a la autoridad y al ingresar a la reunión reparte la coca y se acomoda
con el resto de las mujeres autoridades para acompañar el proceso de discusión y
toma de decisiones frente al conflicto ambiental que se está atravesando. En esta
misma lucha, la estrategia fue el reencauzamiento del río por trabajo comunal, en el
cuyo trabajo las mujeres participaron protagónicamente, por tal razón muchos de
los liderazgos fueron criminalizados y perseguidos.
Hace aproximadamente quince años, el país presionado por el contexto político que
empezaba a demandar mayor ingreso por regalías, empezó a abrir mayores
flexibilidades jurídicas y administrativas para la inversión minera transnacional. Los
precios internacionales de los minerales oscilaban entre el crecimiento y la baja;
mientras tanto, era necesario garantizar la inversión extranjera a cualquier precio y,
como había sido siempre, la minería boliviana se consolida en manos del capital
transnacional (más del 70%).
En la actualidad no hay ningún proceso contra la violencia gestada ese año, ninguno
de los violadores ha recibido castigo alguno, si bien se logró la libertad de la
autoridad originaria por falta de pruebas y la mineta transnacional tuvo que salir del
país, en el territorio queda la fragmentación del tejido comunitario, la presencia de
la minería estatal que contrata fuerza de trabajo barata y la miseria; familias
divididas y el silencio de un proceso de violencia exacerbada que ha quedado en la
impunidad patriarcal.
Huanuni entre la nacionalización y el desastre ambiental
Esta empresa minera estatal, hasta la fecha no cuenta con un solo dique de colas,
lo cual provoca que los deshechos minerales sean desembocados sin ningún
tratamiento al río Huanuni que pasa por decenas de comunidades campesinas. Dos
de ellas son Realenga y Sora Sora. Realenga ha tenido que trasladar la comunidad
entera al otro lado del río frente al avance de la contaminación, el olor que se respira
en el lugar es de copajira pura y el agua contaminada empieza a afectar cultivos de
forma cada vez más alarmante. En los últimos años se ha realizado demandas al
Estado por la construcción urgente de al menos un dique de colas, demandas a la
Gobernación por la construcción de defensivos que protejan a la comunidad del
agua contaminada y todas estas demandas han sido rechazadas.
Las mujeres de esta comunidad están sosteniendo la resistencia mediante la
producción agroganadera, ellas junto a sus familias promueven la producción libre
de contaminación en territorios de la comunidad no afectados, ofrecen sus
productos lácteos y panes en la carretera, intervienen en las estructuras orgánicas
de su comunidad con postura clara antiminera pero la amenaza continua. De igual
modo, mantiene un tejido comunitario orgánico, cuyo pilar en los últimos años ha
sido la participación protagónica de liderazgos jóvenes y femeninos.
Perspectivas para las alianzas entre las mujeres que luchan por la vida y
contra la mina
Enfurecidas, indignadas pero esperanzadas, estas mujeres empiezan a buscar
respuestas urgentes a esta emergencia ambiental que recorre gran parte del
altiplano boliviano. No hay agua en las comunidades, los animales se mueren, los
niños se enferman, las mujeres temen estar contrayendo cáncer o amamantar a sus
hijos con leche contaminadas, las acciones de lucha se hacen cada vez más
urgentes pero más amenazadas por el contexto de cooptación del movimiento y
desmovilización de las resistencias orquestadas por el partido de Gobierno.
Estas formas de violencias vienen siendo nombradas por las mujeres no sólo en
Bolivia, sino en América Latina desde diferentes formas de denuncia. La Red
Nacional de Mujeres en Defensa de la Madre Tierra caracteriza esta violencia como
violencia medioambiental contra las mujeres. Intentando de este modo, especificar
una forma de violencia de corte patriarcal que surge a partir del daño ambiental que
se genera sobre la naturaleza. Entender el ejercicio para nombrar estas violencias
estructurales conlleva pensar la violencia machista más allá de un tema individual o
subjteivo, entender que los cuerpos de las mujeres han estado y siguen estando
interconectadas con los cuerpos colectivos de los que forman parte, y a la vez con
los territorios de los que somos interdependientes.
Este breve pero sentido artículo es un intento de reflejar a las mujeres que en los
últimos años se han colocado en la trinchera contra el extractivismo minero, en
Bolivia y en América Latina. Las mismas que han iniciado un tejido que une lo local
con lo nacional y traspasa hasta la interconexión regional, es para mí una posibilidad
creativa, renovada, de movimiento que no desea tener una dirección, que se
problematiza internamente en un movimiento constante entre la complicidad y la
conflictividad, pero que sigue moviéndose hacia el reconocimiento de formas de
violencias complejas que encuentran resistencia en el acuerpamiento femenino.