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Comunicación Audiovisual-Niñez y Adolescencia.1
Comunicación Audiovisual-Niñez y Adolescencia.1
Ocurre que las capacidades intelectuales están en pleno desarrollo y formación, dado
que todas las funciones psíquicas y construcciones intelectuales acompañan los procesos
de maduración del organismo, en especial, del sistema nervioso central y periférico.
Toda la industria del dibujo animado, pionera en las comunicaciones audiovisuales para
niños pequeños, está estructurada en relación a estas características -pensamiento
mágico y omnipotencia de las ideas- gracias a las cuales, esponjas, teteras, tenedores,
hojas, soles y todo tipo de objetos, más la escala animal, hablan y sienten a la par de la
sensibilidad y emociones infantiles; se humanizan, se animan.
Esta confusión entre realidad y ficción del niño pequeño, determina que la relación con
el medio audiovisual se torne de total mimetización: en espejo, los niños reproducirán
punto a punto los movimientos de las figuras que ven en la pantalla, en especial aquellas
que cuenten con características que convoquen rápidamente la atención inmediata y
espontánea, a saber: colores llamativos, formas en movimiento, luces, brillos,
movimientos repetitivos, simples y esquematizados. “Captadores atencionales”, ganchos
eficaces y rápidos para todos, que se tornan elementos fundamentales y casi excluyentes
en los niños. (2)
De igual forma, las historias simples y estereotipadas de la vida cotidiana -tengan estas
como protagonistas personas, animales u objetos animados- por sus propiedades de
construcción básica, simple, esteriotipada y repetitiva, son de fácil comprensión y
asimilación infantil. La repetición estereotipada es requerida por los niños en la típica
demanda de volver a escuchar nuevamente el mismo cuento o volver a ver la misma
película o serie televisiva una y otra vez. Lejos de saturarse por la repetición, los niños
pequeños demandan escuchar la secuencia lógica de un relato simple, con principio y
final, (la mamá prepara la comida, el papá llega de trabajar, etc.) dado que esta práctica
acompaña y ayuda a la formación de encadenamientos discursivos que luego serán
incorporados como modelos no solamente de discurso, sino también de esquemas de
pensamiento de tipo primario.
Esta base común o potencialidad humana, solo puede verse alterada en su adquisición o
cronología esperable, por accidentes genéticos, congénitos, enfermedades graves,
desnutrición infantil, falta de estimulación del medio o por toda forma de maltrato
psíquico y moral.
2. Frente a la TV.
Planteadas estas cuestiones generales, es posible aplicar las mismas a las conductas
esperables y observables cotidianamente -en algunas investigaciones en particular con
mayor sistematización- , a la relación de los niños con los medios audiovisuales de
comunicación social, en especial, el medio televisivo.
Frente a las imágenes de la televisión, el niño pequeño, adoptará similares posturas a las
descriptas anteriormente para todos los fenómenos del mundo: creerá en las frases y
propuestas que escucha, dará crédito a las imágenes fantásticas al igual que las reales y
aplicará una lógica de operaciones concretas, con acciones miméticas, fascinación por
las imágenes repetitivas, por los personajes pintorescos y, básicamente valiéndose de la
identificación con sus ídolos, superhéroes, con poderes especiales, semidioses –en
similitud a los pueblos primitivos- en la medida en que estos representen a las figuras
parentales fuertemente idealizadas, según lo propio de la edad. (3)
Las cualidades específicas del momento evolutivo pueden y suelen, ser fácilmente
utilizadas para llegar con mensajes publicitarios a esta especial audiencia infantil.
Los niños pequeños son efectivamente, sumamente influenciables para con los mensajes
provenientes de su entorno, no están en principio en condiciones de discriminar entre
mensaje publicitario y contenido de un programa, algo así como si todo para ellos
fuera PNT (publicidad no tradicional), lo lograrán paulatinamente a medida que se
acerquen a la latencia y pubertad, completando claramente este logro una vez instalada
la capacidad de juicio crítico, propia de la adolescencia.
Si bien en este periodo de la vida los niños viven bajo la tutela de adultos responsables,
no todos tienen los mismos cuidados y cada uno de ellos va conformando su estructura
de personalidad, en unos casos más cuidadosos y temerosos y otros más arriesgados e
intrépidos, razón por la cual parecerían siempre insuficientes los recaudos aconsejables
desde el ámbito comunicacional en cuanto a la peligrosidad de proponer acciones de
riesgo en la primera infancia.
Es lamentable recordar los casos de niños que han intentado volar como su superhéroe
y, en forma más reciente aquellos que intentaron repetir el ahorcamiento de Sadam
Husseim, transmitido por la televisión internacional en paralelo con la aparición de un
muñeco símil del mismo con soga al cuello incluida. Hasta donde fue transmitida la
noticia, se calcularon 16 niños muertos imitando la ejecución en el mundo. Uno solo,
hubiera justificado la extrema precaución que debe tenerse en la transmisión de este tipo
de contenidos a una audiencia generacionalmente indiscriminada.
La etapa de latencia aportará cada vez más discriminación en relación a los mensajes
mediáticos de la mano del aumento de la capacidad de evaluación de la realidad y la
complejización de los procesos intelectuales, en especial la adquisición cabal del
lenguaje y su correlato: el pensamiento representacional, conceptual, constituido por
representaciones abstractas de los fenómenos del mundo, permitirá independizar
definitivamente la función intelectual, de las secuencias de acciones interiorizadas,
características de la primera infancia, gracias a la implementación de procesos de
seriación y clasificación que permitirán la categorización de todo lo conocido. Así la
evaluación de la realidad se tornará progresivamente más discriminada y objetiva,
pudiendo el niño clasificar y diferenciar -entre otras cosas- los mensajes e imágenes
provenientes de los medios. “La construcción del universo práctico, debida a la
inteligencia sensorio-motriz del lactante, desemboca en la reconstrucción del mundo
mediante el pensamiento hipotético-deductivo, pasando por el conocimiento del
universo concreto debido al sistema de las operaciones de la segunda infancia” (5)
En esta etapa el niño tendrá una actitud más introspectiva, es la etapa de las colecciones,
de autos, figuritas, muñecos, tapitas, seriaciones y clasificaciones en actos, que desde la
práctica, permitirán incorporar las complejas nociones de categorías.
2.4. La Pubertad
“Hacia los once o los doce años, en efecto, se produce una transformación fundamental
en el pensamiento del niño, que indica su final con relación a las operaciones
construidas durante la segunda infancia: el paso del pensamiento concreto al
pensamiento “formal” o, tal como se dice utilizando una expresión bárbara pero clara,
“hipotético-deductivo”. (6)
Esta es la etapa de las diferencias, masculino y femenino, caballeros y damas dirán los
baños de todos los lugares públicos, marcando la diferencia de género desde un lugar
eminentemente social, el mundo está organizado en gran parte por esta escala de
diferencias. Etapa signada por la vergüenza, el pudor, las comparaciones, la
competencia, la necesidad de formar parte de grupos de pertenencia claramente
diferenciados que contengan a la vez que ayuden a cimentar la identidad.
2.5. En transición hacia la adolescencia.
Los mensajes mediáticos no están exentos de ser sometidos al ejercicio del juicio
crítico, los jóvenes adolescentes se encuentran en condiciones de delimitar claramente
un mensaje publicitario de aquel que no lo es, es más, por su espíritu fuertemente
crítico, se tornan particularmente sensibles ante cualquier intento de persuasión y
muestran especial desagrado a la de influencia o persuasión enmascarada, soliendo
calificar estas comunicaciones como atropellos a su inteligencia que se traduce en un
efecto boomerang hacia el emisor del mismo, sea este producto, servicio, candidato o
marca.
Es posible que un adolescente compre o consuma productos solo por su marca aún
cuando evalúe claramente que la calidad del mismo no amerita ese costo, o que su
necesareidad no se justifica, pero si esta marca, idea o producto se ha tornado código
común o requisito del grupo de pertenencia lo hará, no sin saber que y porque lo hace, o
sea no sin poder establecer una evaluación de sus actos pero tampoco sin dejar de estar
sometido a la característica ambivalencia adolescente. De igual forma podrá adquirir
temporal o definitivamente algunos hábitos como prueba de pertenencia a su grupo.
“Con un perfecto paralelismo con la elaboración de operaciones formales y la
finalización de las construcciones del pensamiento, la vida afectiva de la adolescencia
se afirma mediante la doble conquista de la personalidad y de su inserción en la
sociedad adulta” (8)
Es por esto que la adolescencia plantea un nuevo desafío para los comunicadores,
quienes deberán manejarse dentro de la delgada línea que separa la realidad del mensaje
de aquello que se quiere escuchar, los ídolos de los tontos, lo moderno de lo pasado de
moda, lo bueno de lo malo, en fin, los valores instituidos, de la caída alternativa de cada
uno de esos mismos valores en un movimiento de continua separación de las figuras
parentales, tutelares y culturales, para volver luego a recobrarlos y reasumirlos, o no,
pero siempre desde una nueva óptica, la propia.
En estos tiempos es común ver comunicaciones que promueven “los saltos al vacío”,
“la vida al límite” de la acción, el riesgo y la violencia, elevados a la categoría de
ideales o facilitadores de prestigio social. Es inevitable reflexionar ante este tipo de
mensajes, desde el punto de vista ético-profesional, sobre el desconocimiento de los
vaivenes propios de la edad, de la labilidad que promueve vivir en un mundo
subjetivo puesto en tela de juicio permanentemente. Cuando que esta característica
propia de la adolescencia se inscribe en un contexto social donde ya nada parece seguro
y todo es pensable como posible, gracias a la laxitud legal y social en general, que
caracteriza a las sociedades de la posmodernidad.
Así también es curioso observar la falta de regulaciones y controles por parte de los
organismos habilitados para ello, sobre los contenidos de algunas comunicaciones
fácilmente encuadrables en la figura de “apología del delito”. Campañas que, tomando
como target objetivo al adolescente, promueven explícita o implícitamente todo tipo de
excesos a la manera de código de grupo, símbolo de éxito o prestigio social. Mucho más
cuidadoso parecería necesario ser el tratamiento de los mismos, cuando sus destinatarios
son adolescentes, o sea adultos en formación.
En el otro polo de las comunicaciones mediáticas, la figura del adulto contenedor, que
entiende sus códigos y vacilaciones, parece marcar una clara tendencia de adhesión en
las nuevas propuestas. Un adulto que, sin ocultar su condición, hable desde un lugar
paterno, pero sin serlo, responsabilizándolo sin juzgarlo, siendo muestra clara de este
estilo imperante, las recientes campañas de gaseosas y golosinas en Argentina, que
tienen como figura líder del grupo adolescente a un adulto prestigioso en el medio
televisivo o radial.
Si bien el adolescente busca esencialmente diferenciarse del adulto para poder separarse
y comenzar su camino como ser independiente, por una parte este camino es lento y
progresivo, tiene idas y vueltas que a los adultos nos cuesta muchas veces entender. A
saber, esa misma jovencita que ensaya poses femeninas frente a un espejo es también la
que llena su habitación de muñecos de peluche y adora las agendas de Bob esponja.
Ese mismo joven que recorre cuanta página de Internet existe en busca de imágenes
femeninas inquietantes, es también aquel que cuida como ninguno su colección de
coches diminutos o juega horas y horas a ser el príncipe que desafía dragones en un
juego de rol.
Pero también, por otra parte el adolescente puede transitar medianamente tranquilo y
seguro ese sinuoso camino, cuanto más sabe que cuenta con la presencia y tutela de un
adulto cabalmente responsable en quien poder apoyarse. El punto es que muchas veces
esta presencia es requerida para atribuciones positivas y muchas otras negativas.
Se está tan seguro de la presencia de otro por admirarlo como por detestarlo, para ambas
cosas es necesario saber que está ahí. Ese estar ahí, velando por ellos, es el eje de una
serie de nuevas comunicaciones que se observan en el mundo, donde ya sea para
ridiculizarlo o para ponderarlo, el adulto es incluido en las comunicaciones destinadas al
segmento adolescente, puede ser el padre compinche que acompaña y comparte un
deporte como puede ser la madre que no deja de recordarle que se abrigue, pero lo
cierto es que las figuras parentales o tutelares han comenzado a ser parte nuevamente
desde las comunicaciones mediáticas de los spots destinados al segmento.
Fuentes