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Gálatas - Introducción 1:1

Continuando nuestro recorrido bíblico, llegamos hoy a la epístola


del apóstol San Pablo a los Gálatas. Y en primer lugar, queremos
presentar alguna información preliminar que facilite nuestra
comprensión del contenido; creemos que esta información hará
que la Epístola tenga un mayor significado y que presente con
claridad el mensaje del Evangelio, así como sus implicaciones
para la vida práctica de todos los cristianos en su lucha diaria con
la vida.
Nosotros creemos que el apóstol Pablo escribió esta carta a las
Iglesias en Galacia, aproximadamente en al año 57, desde Éfeso,
durante su permanencia de dos años en esa ciudad y como parte
de su tercer viaje misionero. Sin embargo, hay argumentos
sólidos para afirmar que esta carta puede haber sido escrita
desde Corinto, poco antes de que Pablo escribiera la carta a los
Romanos. El Dr. Lenski propuso esta teoría desde esta ciudad en
al año 53, durante el segundo viaje misionero. Después de que
Pablo visitase a los Gálatas, descubrió que los judaizantes le
habían seguido los pasos y que aquellas iglesias les estaban
prestando atención en sus enseñanzas sobre guardar la ley de
Moisés. Y Pablo escribió esta carta para hacer frente a ese
mensaje y para indicar claramente lo que era el evangelio.
Pablo visitó a las iglesias de Galacia en cada uno de sus tres viajes
misioneros. En esta carta, no hay mención a alguna de otra visita
a esas iglesias. La carta fue evidentemente la última palabra del
apóstol a esas congregaciones, escrita después de haberles
visitado durante su tercer viaje misionero.
En el caso de la Carta a los Gálatas, la gente a la cual fue enviada
constituye un detalle importante. Y los destinatarios de esta carta
han dado lugar a la existencia de algunas teorías, pero nosotros
no vamos a entrar en ellas. Usted que está familiarizado con las
introducciones a los Libros de la Biblia, sabe que nosotros no
dedicamos tiempo a esos asuntos que en el día de hoy son
materia para la crítica especializada. Por ejemplo, existe lo que
se conoce como la teoría de Galacia del norte y la de Galacia del
sur. Pero parece más razonable suponer que la carta fue enviada
a las iglesias de la zona visitada por Pablo durante su primer viaje
misionero, pero esto no excluye la posibilidad de que el escrito
haya tenido una circulación más amplia (incluso en dirección al
norte, en Pesino, Ancira y Tavio) O sea, que Pablo estaba
escribiendo a todas las Iglesias en Galacia. Era una zona bastante
amplia y poblada, y allí se habían establecido varias Iglesias.
La palabra "gálatas" podía ser usada en un sentido etnográfico,
que se refería a la nacionalidad de la gente, o en un sentido
geográfico, aludiendo a la provincia romana de ese nombre.
Ahora, indiferentemente de la posición que se tome, debemos
decir que existía una descendencia, un linaje común que
identificaba a la gente en esa zona, donde había una mezcla de
la población. El pueblo que dio su nombre a la provincia eran los
Galos, una tribu Celta de la misma descendencia que habitó en
Francia, es posible seguir la forma en que ellos llegaron a ese
lugar, por medio de la Historia. En el siglo IV A.C., ellos invadieron
el imperio romano y terminaron saqueando a Roma. Luego
cruzaron hacia Grecia y allí capturaron la ciudad de Delfos en el
año 280 A.C. Ésta era gente guerrera y siempre iba de un lugar
a otro, y ante la invitación del rey Nicómedes I, rey de Bitinia,
una zona en Asia Menor, cruzaron hacia ese lugar para ayudar al
rey en una guerra civil. Pronto se establecieron en Asia Menor;
les gustó mucho ese lugar pues tenía un clima muy agradable con
paisajes muy hermosos. Al visitar Turquía el turista puede
encontrar lo hermoso que es ese lugar, en las orillas del mar Egeo
y también tierra adentro en esa zona; así como también en las
orillas del mar Mediterráneo.
Ahora, en el año 189 A.C. estas tribus celtas se sometieron al
imperio romano y se convirtieron en una provincia. Los límites de
la provincia variaban y por muchos años, ellos mantuvieron sus
propias costumbres y su idioma. Eran orientales rubios. Las
iglesias que el apóstol Pablo estableció en su primer viaje
misionero, estuvieron una vez incluidas en el territorio de Galacia,
y ése fue el nombre por el cual el apóstol Pablo solía referirse a
las iglesias en esa zona.
Ahora, estos celtas galos, tenían en cierto sentido el mismo
temperamento y características de pueblos americanas y
europeos. Es interesante notar lo que se ha dicho de ellos. Muchas
de estas tribus germánicas eran salvajes y violentas. César tuvo
algo que decir en relación a ellos y fue lo siguiente: "La debilidad
de los galos consiste en que son inconstantes en cuanto a sus
resoluciones; les encanta el cambio. Y no se puede confiar en
ellos. Alguien más los describió como "sinceros, impetuosos, muy
inteligentes, amantes de la espectacularidad, pero
extremadamente inconstantes, evidenciando siempre una
excesiva vanidad". En este sentido, podemos constatar nuestro
parecido con ellos. Cualquier cosa que se presenta, nosotros la
adoptamos y la aceptamos por lo menos por un tiempo y somos
muy inconstantes en nuestras resoluciones. Nos gusta demasiado
el cambio y tenemos una sed insaciable por las cosas nuevas,
especialmente en pleno auge de la sociedad de consumo. Y
pensamos que somos inteligentes. En realidad la alta estima que
tenemos de nosotros mismos es el fruto de una vanidad excesiva.
Éste es pues un cuadro de nosotros mismos, estimado oyente.
En el libro de los Hechos, leímos que los Gálatas querían convertir
a Pablo en un dios, y al día siguiente le apedrearon.
En consecuencia, la carta a los Gálatas tiene un mensaje en
particular para nosotros, porque fue escrita para personas que,
en muchos aspectos, son como nosotros somos. Tenían un
temperamento similar al nuestro, y estaban acosados por todos
partes por cultos y sectas innumerables, que también hoy nos
quieren arrancar de nuestro amarradero seguro en el evangelio
de la gracia.
Permítanos decir ahora algunas palabras acerca de ciertas
características de esta Epístola, antes de entrar de lleno en ella:
1. En ella, encontramos un mensaje duro, severo, solemne. (Ver
Gálatas 1:6-9; 3:1-5). No corrigió la conducta como lo hizo la
Carta a los Corintios, pero es una Epístola correctiva. Los
creyentes de Galacia se hallaban en un grave peligro porque los
mismos fundamentos de su fe estaban siendo atacados. Toda su
vida cristiana estaba siendo amenazada. La Epístola, por tanto,
no se encuentra ningún elogio en ella, ni palabras de
agradecimiento. No hay ningún pedido de oraciones. Tampoco se
menciona su posición en Cristo. Ninguno de los amigos de Pablo
es mencionado por nombre. Si usted compara esta Epístola con
las otras Cartas de Pablo, podrá ver que es un poco diferente de
todas ellas.
2. En esta Epístola, el corazón del apóstol Pablo se muestra al
desnudo, por decirlo así; aquí hay mucha emoción y sentimiento.
Para el apóstol fue una epístola de mucha lucha y casi nos lo
imaginamos vestido con ropa de combate, listo para entrar en la
batalla. Él no mostró ninguna tolerancia con el legalismo. Alguien
dijo que la Carta a los Romanos proviene de la mente de Pablo,
mientras que la Carta a los Gálatas proviene de su corazón. Y un
teólogo dijo: "La carta a los Gálatas toma controversialmente lo
que la Carta a los Romanos indica sistemáticamente".
3. Esta epístola constituye una declaración de emancipación de
legalismo de cualquier clase. Es muy interesante notar que los
legalistas no dedican mucho tiempo a estudiar esta epístola a los
Gálatas. Es que los reprende mucho. Y ésta fue la Epístola favorita
de Martín Lutero, quien dijo: "Ésta es mi epístola, me siento como
casado con ella". Estaba en el estandarte de La Reforma. Ha sido
llamada la Carta Magna de la Iglesia Primitiva. Es el manifiesto
de la libertad cristiana, la ciudadela inexpugnable, y una
verdadera muralla contra cualquier ataque al corazón del
evangelio.
Gálatas es la Epístola que conmovió a Juan Wesley. Él llegó a
América como misionero para los indios, pero cuando él llegó allí,
hizo un descubrimiento sorprendente, y dijo: "Yo llegué a América
para convertir a los indios, pero ¿quién va a convertir a Juan
Wesley?" Regresó a Inglaterra, a la ciudad de Londres, y una
noche caminando por Aldersgate, verdaderamente él se convirtió.
En esa zona hay ahora una placa que dice: "Éste es el lugar donde
se convirtió Juan Wesley". La suya fue considerada una
conversión evangélica, que es la única clase de conversión que
menciona la Biblia. Y Juan Wesley salió de ese lugar para
comenzar una renovación espiritual, predicando el evangelio de
esta Epístola, que salvó a Inglaterra de una revolución, y trajo
multitudes a un conocimiento personal de la salvación en Cristo.
Wilberforce, uno de sus convertidos, tuvo mucho que ver en lo
que se relacionó con el problema del trabajo a que eran forzados
los niños, y con el comienzo de la revolución industrial que trajo
muchos cambios positivos para el trabajador. Esta realidad, cuya
influencia ha llegado a nuestros días, es ignorada por muchos en
la actualidad.
En un sentido, creemos que esta epístola ha sido la columna
vertebral y la base de cada uno de los grandes movimientos
espirituales de renovación que han tenido lugar en los últimos dos
mil años. Y, estimado oyente, pensamos que será la base de
cualquier futuro despertar espiritual. Nos gustaría ver la acción
maravillosa del Espíritu de Dios en cada uno de nuestros países
hoy; nos gustaría que multitudes de todos los pueblos se pusieran
a estudiar la epístola a los Gálatas, para que las vidas de muchas
personas fueran transformadas por ella.
4. Esta carta contiene la declaración y defensa más firme de la
doctrina de la justificación por fe en las Escrituras o fuera de ellas.
Es la polémica de Dios a favor de la verdad más vital de la fe
cristiana en su enfrentamiento contra cualquier ataque. Y no sólo
dice que el pecador es salvo por gracia, por la fe y nada más; sino
que el pecador salvado vive por gracia. En esta Epístola podemos
ver que la gracia es un camino a la vida y que también es un
camino de vida; y que estas dos formas juntas se pertenecen.
Como un bosquejo hemos dividido esta Epístola en cinco
secciones, son muy sencillas.
Tenemos primero la introducción en los primeros diez versículos;
luego tenemos una segunda sección que es personal (1:11 -
2:14), que trata sobre la autoridad del Apóstol y la gloria del
Evangelio. A ésta le sigue una tercera sección que es doctrinal
(2:15 - 4:31), que trata sobre la justificación por la fe, y en la
cual aparece el antagonismo entre la fe y las obras, y entre la
libertad y la esclavitud. La cuarta sección es práctica (5:1-6:10)
y habla de la santificación por el Espíritu; aquí las contradicciones
se encuentran entre el Espíritu y la naturaleza pecaminosa, y
entre la libertad y la esclavitud. Finalmente, la quinta sección es
una conclusión firmada (6:11-18).
Queremos ahora analizar
Gálatas 1:1
Tenemos aquí en la introducción los saludos formales del apóstol
en los cinco primeros versículos. Luego, se declara el tema, en
una declaración un poco más cálida, en los versículos 6 al 10.
Como ya hemos dicho, la epístola a los Gálatas es la polémica de
Dios contra el legalismo de cualquier tipo. Debemos decir que
aquí no se desacredita a la ley; no se la desprecia, ni se la deja
de tener en cuenta. Su majestad, su perfección, sus demandas,
su plenitud y su propósito se mantienen. Sin embargo, esas
cualidades, hacen completamente imposible que el hombre pueda
seguir ese camino para llegar a Dios. Se ha abierto un nuevo
camino para que el hombre sea justificado ante Dios, un camino
que evita completamente la ley mosaica. La nueva ruta se recorre
por la fe. El tema es la justificación por la fe, con un énfasis
especial en la fe.
Tres cartas del Nuevo Testamento citan al libro de Habacuc,
capítulo 2, versículo 4, de que el justo por su fe vivirá. Se
menciona primero en la epístola a los Romanos, capítulo 1,
versículo 17; allí leemos: Mas el justo por la fe vivirá. El énfasis
en la carta a los Romanos se pone sobre el justo, la justificación.
En la carta a los Hebreos, capítulo 10, versículo 38, se menciona
nuevamente esta declaración y allí pone el énfasis sobre el vivir,
es decir sobre que el justo vivirá por la fe, Y aquí en la epístola a
los Gálatas, en el capítulo 3, versículo 11, donde se cita
nuevamente, el énfasis recae en la fe. Así es que tenemos tres
puntos de énfasis: el justo en la epístola a los Romanos; por la fe
aquí en la epístola a los Gálatas, y vivirá en la epístola a los
Hebreos.
Ampliando cada uno de estos énfasis diremos que en Romanos,
el énfasis se colocó sobre el hecho de que el hombre, es
justificado ante Dios por la fe, aparte de la ley mosaica, En
Gálatas, Pablo estaba defendiendo al Evangelio de aquellos que
añadían la ley a la justificación por la fe. La idea clave del
judaísmo se resumía en "fe y ley". Y la respuesta de Pablo fue, la
"fe y nada más".
Los judaizantes cuestionaron la autoridad de Pablo como apóstol,
y su enseñanza de que la simple fe era adecuada para la
salvación. Pablo defendió su apostolado y demostró la suficiencia
del evangelio de la gracia para salvar.
Han existido dos métodos utilizados por aquellos que han atacado
el evangelio. Han intentado agregar algo al mismo, y también han
intentado desacreditar a la persona que predica el evangelio.
Como hemos dicho anteriormente, el método de Satanás hoy, no
es el de atacar la Biblia en un ataque frontal; como usted ya sabe,
en la guerra no siempre es conveniente atacar de frente, a no ser
que usted tenga fuerzas superiores. La mejor manera de hacerlo
es no de frente, sino hacerlo por los lados. Uno envía sus tropas
y ataca por un ángulo diferente. Pues bien, el enemigo en el día
de hoy no hace ataques de frente contra la Biblia, el ataque es
hecho con astucia, con más sutileza; y por lo general se hace
contra aquel que está predicando la Palabra de Dios. Usted podrá
ver en este estudio, que se perpetró un ataque contra el apóstol
Pablo, contra su apostolado, contra su autoridad; ésa fue la forma
en que todo comenzó. El apóstol Pablo defendió su apostolado
aquí, al mismo comienzo del Libro, y por esa razón les dirigió un
saludo bastante formal a esta gente a quienes él mismo había
guiado al Señor Jesucristo, y establecido como Iglesia y que él
visitaba en cada uno de sus viajes misioneros. Para comenzar
pues, leamos el primer versículo del capítulo 1 de esta epístola a
los Gálatas, que comienza un párrafo que hemos titulado
Un frío saludo
"Pablo, apóstol (no por disposición de hombres ni por hombre,
sino por Jesucristo y por Dios Padre que lo resucitó de los
muertos)"
Ahora, Pablo estaba diciendo aquí simplemente que él era un
apóstol, y por la forma en que lo estaba diciendo no creemos que
fuera necesario haber colocado esos paréntesis en esta frase. La
palabra apóstol fue utilizada en sentido doble; en primer lugar,
se refería a uno de los doce, aquellos que estuvieron con el Señor
Jesús durante Sus tres años de ministerio público (v. 21); a
aquellos que fueron testigos de Su ministerio después de la
resurrección (v.22); y a quienes fueron elegidos por Cristo (v. 22,
Hechos 9:15; 26:16 y 17). En segundo lugar, en un sentido más
amplio, el término apóstol se refería a aquel que había sido
enviado, como en Hechos 11:22.
Pensamos que el apóstol Pablo fue quien ocupó el lugar de Judas.
Después de la resurrección de Jesús, Matías fue elegido por los
discípulos para ocupar el lugar de Judas. Pero ninguna otra
información sobre Matías fue dada, excepto en el relato de Hechos
1:15-26. Nunca más fue mencionado. Si el Espíritu Santo lo
hubiera elegido, ciertamente en alguna parte podríamos ver en
alguna parte de este relato al Espíritu colocando su sello sobre
este hombre. Sin embargo, Pablo probó que él era un apóstol,
mientras que Matías nunca lo hizo. La elección de Matías tuvo
lugar antes de Pentecostés, o sea, antes de que el Espíritu Santo
entrara en la Iglesia. Por esta razón, pensamos que el Espíritu
Santo no tuvo nada que ver con la elección de Matías. Y pensamos
que Pablo fue a quien el Espíritu de Dios eligió para ocupar el
lugar dejado por Judas Iscariote.
En este versículo, Pablo estaba diciendo aquí algo que era muy
importante. Que él era un apóstol no por disposición de hombres,
y en el griego, la preposición "apo" da a la traducción el
significado: "no de parte del hombre", es decir, que no era apóstol
debido a disposiciones legales emanadas de los hombres. No
había sido nombrado o comisionado después de haber ido a algún
colegio, o de haber completado algún curso especial.
Pablo también declaró que su apostolado no era por hombre.
Ahora, la preposición "dia" indica que no fue designado por medio
de los hombres, es decir, a través del ritual de la imposición de
las manos de los otros apóstoles, o de algún tribunal eclesiástico.
Pablo era un apóstol ¿cómo?, por Jesucristo y por Dios el Padre,
Aquel que lo resucitó de los muertos. Y el Cristo resucitado le
llamó, y le apartó para el oficio apostólico (Hechos 9:15 y 16).
Bien podía el apóstol hablar de la realidad de su encuentro con
Cristo, que se le apareció en medio de un gran resplandor, de una
gran luz. Fue el Señor mismo quien se cruzó en su camino. Y a
partir de aquel día, su vida comenzó a ser transformada.
Estimado oyente, la Palabra de Dios ha llegado a usted hoy, y
aquel que murió por usted en la cruz, el Señor resucitado, está
frente a usted. Si usted da el paso de fe que le convierte en un
hijo de Dios, y que le confiere por Su gracia el don de la salvación
y la vida eterna, entonces el Espíritu de Dios vendrá a su vida. Y
la luz de Aquel que dijo "Yo soy la luz del mundo", irá despejando
la oscuridad e iluminando su vida como la luz del amanecer, que
va en aumento hasta que el día es perfecto.

Gálatas 1:2-10
Regresamos hoy, amigo oyente, a la epístola del apóstol Pablo a
los Gálatas. Estamos en una sección que hemos identificado como
la introducción. En los primeros cinco versículos de este Libro,
encontramos una salutación bastante fría y formal por parte del
apóstol Pablo, a estas Iglesias que estaban prestando atención a
los que estaban promoviendo la observancia de la ley de Moisés.
Luego el apóstol Pablo iba a pronunciar una disertación cálida,
digamos fogosa, en los versículos 6 al 10; y dejaría bien en claro
qué era el Evangelio.
En nuestro programa anterior, en el versículo 1, Pablo estaba
diciendo aquí algo que era muy importante. Que él era un apóstol
no por disposición de hombres, y en el griego, la preposición
"apo" da a la traducción el significado: "no de parte del hombre",
es decir, que no era apóstol debido a disposiciones legales
emanadas de los hombres. No había sido nombrado o
comisionado después de haber ido a algún colegio, o de haber
completado algún curso especial.
Pablo también declaró que su apostolado no era por hombre.
Ahora, la preposición "dia" indica que no fue designado por medio
de los hombres, es decir, a través del ritual de la imposición de
las manos de los otros apóstoles, o de algún tribunal eclesiástico.
Pablo era un apóstol ¿cómo?, por Jesucristo y por Dios el Padre,
Aquel que lo resucitó de los muertos. Y el Cristo resucitado le
llamó, y le apartó para el oficio apostólico (Hechos 9:15 y 16).
Ahora, en el versículo 2, Pablo dijo:
"y todos los hermanos que están conmigo, a las iglesias de
Galacia:"
Usted puede notar que fue una salutación bastante fría, formal, y
escueta, muy breve. No se menciona a nadie personalmente. Él
no estaba escribiendo a una sola iglesia sino a varias, es decir, a
las iglesias de Galacia.
Hay dos formas en las cuales la palabra "iglesia" fue utilizada en
el Nuevo Testamento. Un significado del término incluye a todo el
cuerpo de creyentes de todos los diferentes grupos, es decir, a
aquellos que han confiado en Cristo Jesús y le han recibido como
su Salvador personal. El otro significado de esta palabra "iglesia",
se refiere a las asambleas o congregaciones locales, y así es como
se utilizó en este pasaje de la carta a los Gálatas. Había diferentes
Iglesias o congregaciones locales situadas en varios lugares en la
zona de Galacia. Había una en Antioquía de Pisidia, también en
Derbe, en Listra y en otras ciudades que el apóstol había visitado.
Y así, estaba escribiendo a todas aquellas congregaciones. Por
eso hemos dicho que aquí el significado del término "iglesia" se
refiere a la iglesia local y no a al cuerpo espiritual de los creyentes
en general. Ahora, cuando lleguemos a la carta a los Efesios
vamos a ver allí entonces, a la Iglesia como un cuerpo
incorporado de todos los creyentes en general, que es la Iglesia
invisible. Pero este cuerpo invisible se hace visible en un
organismo, en ese cuerpo. Y los creyentes deberían estar
identificados con un cuerpo local, en la zona en que viven. Leamos
ahora el versículo 3, de este capítulo 1:
"Gracia y paz sean a vosotros, de Dios Padre y de nuestro Señor
Jesucristo"
Éste era el saludo formal que Pablo usaba en la mayoría de sus
cartas. Aquí tenemos la palabra "gracia", la cual ya hemos visto,
"karis", y ésta era una manera típica de saludar a los no judíos
en aquel tiempo, mientras que "shalom", es decir paz, era el
saludo religioso de los judíos. Ahora, es importante destacar aquí
que la gracia de Dios debe ser experimentada, antes de que la
paz que proviene de Dios el Padre pueda ser una realidad en la
vida de una persona. Ahora, leamos el versículo 4, donde Pablo
dijo:
"El cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del
presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y
Padre"
Aquí tenemos otro de esos versículos maravillosos, que cuando
uno los lee, realmente no sabe cómo elevarse a esas alturas.
El apóstol Pablo mencionó en el versículo 3, al Señor Jesucristo.
Y aquí dijo de Él: el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados.
Estimado oyente, no hay nada que usted ni yo podamos añadir al
valor del sacrificio de Cristo. ¡Nada! Él se entregó a sí mismo.
¿Qué es lo que usted puede dar? ¿Alguna cosa? ¿Puede usted
agregar algo a Su sacrificio? Él se entregó a sí mismo. ¡Cuán
maravilloso y glorioso es esto! Me faltan las palabras cuando leo
un versículo como éste. Cuando usted se da a sí mismo, usted ha
dado todo lo que usted es, todo lo que tiene; su tiempo, su
talento; es decir, que usted ha entregado todo. Y Jesús se entregó
a sí mismo. No pudo haber entregado nada más. Y Pablo no pudo
esperar más para decirlo. El Señor Jesucristo se dio a sí mismo
por nuestros pecados. Éste fue el germen del tema tratado por el
apóstol.
Pablo le llamo "nuestro Señor Jesucristo". Él es mi Salvador.
¿Puede usted también decir que Él es su Salvador, estimado
oyente? ¿Y puede usted también decir: "El Señor es mi Pastor"?
Una cosa es decir que Él es un Pastor; y otra cosa muy diferente
es decirlo en una forma posesiva, "el Señor es mi Pastor". ¿Puede
usted referirse a Él de esta manera, estimado oyente?
Pablo continuó diciendo: para librarnos del presente siglo malo.
Observemos que Él nos rescata de este mundo malvado. Aquí
tenemos por lo tanto el valor presente del evangelio que
demuestra su poder y autenticidad. El evangelio puede liberarle.
Hemos recibido muchísimas cartas de personas que se han vuelto
a Cristo y han experimentado esa liberación. Han sido liberados
de las drogas, del control del alcohol y de pecados sexuales. En
estos casos, sólo Cristo puede traer libertad a las personas. Y ello
demuestra la autenticidad del Evangelio. Es que Cristo se entregó
por nuestros pecados. Ocupó nuestro lugar en aquella cruz. Murió
por nosotros y resucitó de los muertos para librarnos de todas las
formas de esclavitud de un mundo perverso.
Ahora, lo que hemos dicho hasta ahora no agota la riqueza de
este versículo. Observemos que su liberación fue conforme a la
voluntad de nuestro Dios y Padre. Él nos puede librar y eso no
será de acuerdo a la ley, pero que tiene que ser de acuerdo con
la voluntad de Dios, estimado oyente. La voluntad de Dios es que
cuando él le salva, usted no tiene que vivir en el pecado. Él nos
puede librar, Él quiere librarnos, y Él nos librará y lo hará según
la voluntad de Dios. Está claro que la voluntad de Dios es que
usted sea liberado.
Leamos ahora, lo que dijo más adelante; leamos el versículo 5:
"A quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén".
Éste fue un momento en que Pablo se detuvo para rendir alabanza
a Dios. Hemos llegado a convencernos de que debemos alabar a
Dios mucho más de lo que lo hacemos. Tenemos que ir al grano,
llegar bien a lo básico, estimado oyente, poner el dedo en la llaga
misma. ¿Alabó usted a Dios esta mañana al levantarse? ¿Le dio
gracias a Él por el nuevo día? Quizás desde el punto de vista del
clima, hace frío, o calor, o está cayendo una tormenta. O puede
que sea un día difícil, en el que hay que tomar decisiones críticas
o enfrentar graves problemas. ¿Pero no ha encontrado usted
motivos para agradecerle y alabarle por haberle permitido llegar
hasta este día?
El autor de estos estudios bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee decía
que él había tenido que sufrir la enfermedad del cáncer antes de
poder darse cuenta de que cada día, lo primero que debía hacer
por la mañana era decir: "Gracias Señor por traerme este nuevo
día". Necesitamos alabarle más. Yo deseo que la gloria y la honra
sean para el nombre de mi Dios y mi Salvador. Él es Dios
manifestado en un cuerpo físico. Él se entregó a Sí mismo por mí,
y yo quiero alabar Su nombre. Y para Él sea la gloria por los siglos
de los siglos. Ahora, ese "por los siglos" comenzaba para el
apóstol en ese momento y continuaría hasta la eternidad.
Esto concluye los saludos del apóstol Pablo. Aunque estos
versículos contienen algunas verdades gloriosas, creemos que
hay que admitir que esta forma de saludar del escritor de esta
carta fue fría e impersonal. Ahora llegamos a un párrafo que
podríamos titular:
El tema elegido - Un discurso fogoso
A continuación Pablo iba a indicar cuál era el tema a tratar. Y él
cambió de frío a caliente, y podemos decir que se encolerizó. ¿Y
por qué? Porque había gente que está mutilando el evangelio.
Pablo estaba dispuesto a entregar su vida por el evangelio.
Escuchemos lo que dijo aquí, en el versículo 6, de este capítulo
1:
"Estoy asombrado de que tan pronto os hayáis alejado del que os
llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente".
El evangelio tiene dos aspectos y puede ser usado en realidad en
dos sentidos. (1) Están los hechos del evangelio y (2), la
interpretación de los hechos. (1) diremos que los hechos del
Evangelio son la muerte, la sepultura y la resurrección corporal
de Cristo. El apóstol Pablo mismo dijo en su epístola a los
Corintios, capítulo 15, versículo 3: "Primeramente os he enseñado
lo que asimismo recibí. Que Cristo murió por nuestros pecados,
conforme a las Escrituras; que fue sepultado, y que resucitó al
tercer día, conforme a las Escrituras". Éstos son los hechos
históricos del evangelio, que no pueden ser cambiados. Alguien
que no mencione estos acontecimientos, no estará predicando el
Evangelio. Y estos hechos han de ser recibidos por la fe, y
solamente por la fe.
(2) Ahora, en cuanto al segundo aspecto del Evangelio, diremos
que el tema de la carta de Pablo a los creyentes de Galacia es la
interpretación de los hechos del Evangelio. Los judaizantes habían
seguido a Pablo hasta el país de los Gálatas. Ellos no cuestionaron
ni pusieron en duda los acontecimientos, los hechos del
evangelio. Después de todo, quinientos testigos habían visto al
Señor después de Su resurrección. Y cuando usted tiene tantas
personas que aún están viviendo y que han sido testigos, uno no
va de un lugar a otro negando los hechos del evangelio. La herejía
que ellos estaban propagando tenía que ver con la interpretación
de esos hechos, ellos estaban cambiando la interpretación de
esos hechos. Lo que ellos estaban diciendo era lo siguiente, y lo
hacían de una manera muy sutil, muy disimulada, posiblemente
preguntaban: "¿Ha pasado el hermano Pablo por aquí?" Y la gente
les contestaba: "Sí, él vino y predicó el evangelio, y nosotros lo
aceptamos; somos convertidos y conocemos ahora a Cristo como
nuestro Salvador, y formamos parte del cuerpo de creyentes".
Entonces respondían, "Ah, así que él dijo eso, ¡qué bien! Ustedes
saben que el hermano Pablo es muy exacto en lo que está
diciendo, pero él no dice todo lo que tiene que decir. ¿Les dijo,
por ejemplo, que tenían que guardar la ley? ¿No les dijo eso,
verdad? Pues bien, les debería haber dicho que sí, que ustedes
tienen que confiar en Cristo, pero también tienen que seguir la
ley de Moisés, o de otra manera, no serán salvos".
Ésta fue una de las herejías conocidas más antiguas y aún está
presente en la actualidad. Implica añadir algo al Evangelio de la
gracia; requiere hacer algo en vez de creer simplemente en algo.
Es la fe, y algo más, en vez de ser fe únicamente. Toda secta o
culto requiere que usted haga algo para poder ser salvo.
Resulta interesante oír lo que Pablo le dijo al carcelero de Filipos,
en Hechos 16:31: "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo". Y
Simón Pedro le dijo al Sanedrín, que era el tribunal supremo
religioso de los judíos: "Y en ningún otro hay salvación; porque
no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que
podamos ser salvos". Y Cristo les pidió a los apóstoles que
predicaran el mensaje de salvación por la gracia de Dios. Ellos no
tendrían que hacer nada para obtener su salvación, sino que
tenían que confiar en lo que Cristo ya había hecho por ellos en la
cruz. El Evangelio deja fuera a todas las obras que uno pueda
realizar para lograr el favor de Dios. Por ello comprendemos por
qué el apóstol les habló de esa manera cuando les dijo, en el
versículo 6: "Estoy asombrado de que tan pronto os hayáis
alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un
evangelio diferente". Pero continuemos leyendo el versículo 7 de
este primer capítulo de Gálatas.
"No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y
quieren alterar el evangelio de Cristo".
Esa palabra "alterar" proviene de la palabra griega
"metastrapho". Es una palabra muy fuerte, áspera, usada por el
Evangelista Lucas cuando estaba mencionando el sermón de
Simón Pedro en los Hechos de los apóstoles, capítulo 2, versículo
20; cuando éste dijo: cuando el sol se convertirá en tinieblas. Y
Santiago, en 4:9, también usó la misma palabra, cuando dijo:
"vuestra risa se convierta en lloro". En otras palabras, el intentar
cambiar el evangelio tenía el mismo efecto de convertirlo en lo
opuesto, lo contrario a lo que era en realidad. Es muy importante
que notemos esto. Veamos ahora, lo que dijo en el versículo 8:
"Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anuncia un
evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema,
es decir, que caiga bajo maldición".
El lenguaje que Pablo utilizó aquí fue extremadamente duro. Él
dijo que si un ángel del cielo proclamara cualquier otro mensaje
que no fuera el evangelio, sería despedido con un lenguaje muy
fuerte.
En nuestros días hay muchos cultos y sectas que están intentando
presentarnos otro evangelio. Aunque aquellos que los propagan
puedan ser seguidos con la misma devoción que si fueran
ángeles, hay que recordar que, después de todo, hasta Satanás
mismo puede transformarse en un ángel de luz. Pablo dijo: "Si
alguno os predica un evangelio diferente evangelio del que habéis
recibido, sea anatema". Estimado oyente, no podríamos
expresarlo en un lenguaje más claro, ni más duro. Luego, él
continuó diciendo en el versículo 9:
"Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguien os
predica un evangelio diferente del que habéis recibido, sea
anatema".
O sea, que el predicase un evangelio diferente, caería bajo
maldición. Realmente, no podría haber un castigo más severo.
El Evangelio deja de lado todas las obras. Romanos 4:5, dice:
"5pero al que no trabaja, sino cree en aquel que justifica al impío,
su fe le es contada por justicia". Con frecuencia encontramos a
muchas personas que piensan que son lo suficientemente buenas
como para salvarse. Una de ellas nos dijo: "Quiero convertirme
en un cristiano, y trataré de ser mejor de lo que soy. Y si consigo
mejorar, llegará a ser un cristiano". Entonces le respondimos: "si
usted mejora, nunca se convertirá en un cristiano. La única clase
de personas que Dios está salvando, son pecadoras". El Señor
Jesús dijo que Él no había venido a llamar a los justos, sino a los
pecadores. Y el motivo por el cual dijo esto fue que no hay nadie
que sea justo, ni siquiera uno. En Isaías 64:6, en el mensaje
profético, se compara a la justicia del ser humano, ante la mirada
de Dios, con los trapos sucios, Y como las demandas de la ley nos
condenan, debieran enmudecernos, dejarnos sin saber qué decir
o qué hacer, antes que la gracia pueda salvarnos.
Romanos 3:19 nos dice: "19Pero sabemos que todo lo que la Ley
dice, lo dice a los que están bajo la Ley, para que toda boca se
cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios". La verdadera
dificultad no es que algunas personas se consideren "lo
suficientemente buenas" como para salvarse, sino que no se
consideran lo "suficientemente malas" como para necesitar
salvarse. Es que los seres humanos rehúsan reconocer su
condición perdida ante Dios.
Como dijimos antes, los judaizantes no negaban los hechos
históricos del Evangelio, es decir la muerte y resurrección de
Cristo. Lo que negaron era que estos hechos fuesen suficientes.
Insistieron en que uno tenía que guardar la ley, además de creer
en Cristo. Y Pablo estaba diciendo que todo aquel que tratara de
mezclar la ley y la gracia, quedaría bajo maldición. ¿Por qué?
Porque estaría pervirtiendo, distorsionando el Evangelio. Y
pervertir el Evangelio era aceptar los hechos históricos del
Evangelio, pero tergiversar esos hechos, interpretándolos mal.
Finalmente por hoy leamos el versículo 10, de Gálatas 1:
"¿Acaso busco ahora la aprobación de los hombres o la de Dios?
¿O trato de agradar a los hombres? Si todavía agradara a los
hombres, no sería siervo de Cristo".
Es que la predicación del Evangelio de la gracia no resulta
agradable para el ser humano perdido. Y nadie puede complacer
a Dios y a los hombres.
Si usted predica hoy el Evangelio de la gracia de Dios, podría
tener problemas porque el ser humano detesta escuchar el
mensaje de la gracia y lo desprecia. Las personas desean
escuchar lo que apela a su naturaleza humana. Y el Evangelio de
la gracia nos coloca al nivel del polvo y nos muestra como
mendigos que somos delante de Dios.
Por su propia naturaleza, el hombre y la mujer reaccionan mejor
ante el legalismo. Piensan que no necesitan a un Salvador. Todo
lo que necesitan es una ayuda, como por ejemplo una norma de
conducta u otro requisito o recurso humano.
Incluso podemos decir que Dios no nos está pidiendo que vivamos
la vida cristiana. En realidad, no podemos vivirla por nosotros
mismos. En cambio, Dios está pidiendo que le permitamos
producir la vida cristiana a través de nosotros. Y la carta a los
Gálatas nos enseña esta verdad. Pero en primer lugar tenemos
que venir a Cristo como pecadores para ser salvos. Hay muchos
que profesan ser cristianos pero no son salvos. ¿Sabe usted por
qué? Porque nunca han venido a Cristo para recibirle como
Salvador. Piensan como si tuvieran algo que comprometerse a
ofrecer algo al Señor. Estimado oyente, usted no tiene nada que
ofrecerle a Él. En cambio, Él sí quiere ofrecerle algo a usted. Jesús
fue el que murió y el que está dispuesto a dar. Dice Romanos
6:23, "23porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de
Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro". Es tan simple
y sencillo como esto. ¿Ha aceptado a Jesucristo como su
Salvador? Eso es lo verdaderamente importante.
La conciencia humana es un testigo ante la Ley, y la convicción
legal conducirá a las obras. El ser humano trata de compensar el
hecho de que no está haciendo lo suficiente. Trata de mantener
en equilibrio sus buenas obras y sus pecados, e intenta conseguir
acumular suficientes puntos positivos a su favor, para ser salvo.
Recordemos que antes de su encuentro con Cristo, el apóstol
Pablo trató de hacer esto. Él tenía muchos puntos positivos a
favor suyo. Pero un día vino a Cristo y entonces dijo, en Filipenses
3:7, "7Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado
como pérdida por amor de Cristo".
El Espíritu Santo es hoy un testigo ante la gracia. Ésta es la
convicción del Evangelio que conduce a la fe. En realidad, la ley
niega la caída del hombre, y ésta era la posición de Caín, quien
ofreció a Dios los resultados de su esfuerzo personal. Mientras
que la gracia reconoce la caída del ser humano, como Abel hizo
cuando trajo su ofrenda ante Dios.
Estimado oyente, por todo ello le invitamos a presentarse delante
de Dios tal como usted se encuentra. No necesita traer nada para
ofrecerle a Dios. Simplemente y por la fe, puede mirar al sacrificio
de Cristo a favor suyo reconociendo que es suficiente para
perdonar sus pecados y establecer una relación con Dios. Y, con
sus propias palabras, las que salgan espontáneamente de su
corazón, puede aceptar su ofrecimiento de salvación.
Gálatas 1:11-24
Continuamos hoy nuestro estudio del capítulo 1, de esta epístola
del apóstol Pablo a los Gálatas. Y llegamos hoy, al versículo 11 y
con este versículo entramos a una nueva sección. Pero antes de
comentar sobre esto, permítanos decir que en la sección anterior,
Pablo estaba indicando el tema del libro, y por cierto, lo hizo de
una forma muy cálida y fogosa. Él indicó que había solamente un
evangelio y que intentar agregarle algo al evangelio era lo mismo
que querer presentar un evangelio diferente; y que no podía
haber otro evangelio. Porque él explicó con toda claridad, que
nosotros somos salvos solamente por la fe, sin añadir ninguna
otra obra ni recurso humano. Ahora la fe, no es en realidad lo que
nos da mérito, pero sí es el medio por el cual nosotros nos
aferramos a la salvación de Dios en Cristo; y es Cristo quien nos
salva.
El Evangelio deja de lado todas las obras. Romanos 4:5, dice:
"5pero al que no trabaja, sino cree en aquel que justifica al impío,
su fe le es contada por justicia". Con frecuencia encontramos a
muchas personas que piensan que son lo suficientemente buenas
como para salvarse. Una de ellas nos dijo: "Quiero convertirme
en un cristiano, y trataré de ser mejor de lo que soy. Y si consigo
mejorar, llegará a ser un cristiano". Entonces le respondimos: "si
usted mejora, nunca se convertirá en un cristiano. La única clase
de personas que Dios está salvando, son pecadoras". El Señor
Jesús dijo que Él no había venido a llamar a los justos, sino a los
pecadores. Y el motivo por el cual dijo esto fue que no hay nadie
que sea justo, ni siquiera uno. En Isaías 64:6, en el mensaje
profético, se compara a la justicia del ser humano, ante la mirada
de Dios, es comparada con los trapos sucios, Y como las
demandas de la ley nos condenan, debieran enmudecernos,
dejarnos sin saber qué decir o qué hacer, antes que la gracia
pueda salvarnos.
Romanos 3:19 nos dice: "19Pero sabemos que todo lo que la Ley
dice, lo dice a los que están bajo la Ley, para que toda boca se
cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios". La verdadera
dificultad no es que algunas personas se consideren "lo
suficientemente buenas" como para salvarse, sino que no se
consideran lo "suficientemente malas" como para necesitar
salvarse. Es que los seres humanos rehúsan reconocer su
condición perdida ante Dios.
Como dijimos antes, los judaizantes no negaban los hechos
históricos del Evangelio, es decir la muerte y resurrección de
Cristo. Lo que negaron era que estos hechos fuesen suficientes.
Insistieron en que uno tenía que guardar la ley, además de creer
en Cristo. Y Pablo estaba diciendo que todo aquel que tratara de
mezclar la ley y la gracia, quedaría bajo maldición. ¿Por qué?
Porque estaría pervirtiendo, distorsionando el Evangelio. Y
pervertir el Evangelio era aceptar los hechos históricos del
Evangelio, pero tergiversando esos hechos, interpretándolos mal.
Recordemos que el versículo 10, de Gálatas 1 decía lo siguiente:
"¿Acaso busco ahora la aprobación de los hombres o la de Dios?
¿O trato de agradar a los hombres? Si todavía agradara a los
hombres, no sería siervo de Cristo".
Es que la predicación del Evangelio de la gracia no resulta
agradable para el ser humano perdido. Y nadie puede complacer
a Dios y a los hombres.
Si usted predica hoy el Evangelio de la gracia de Dios, podría
tener problemas porque el ser humano detesta escuchar el
mensaje de la gracia y lo desprecia. Las personas desean
escuchar todo aquello que apela a su naturaleza humana. Y el
Evangelio de la gracia nos coloca al nivel del polvo y nos muestra
como mendigos que somos delante de Dios.
Por su propia naturaleza, el hombre y la mujer reaccionan mejor
ante el legalismo. Piensan que no necesitan a un Salvador. Todo
lo que necesitan es una ayuda, como por ejemplo una norma de
conducta u otro requisito o recurso humano.
Incluso podemos decir que Dios no nos está pidiendo que vivamos
la vida cristiana. En realidad, no podemos vivirla por nosotros
mismos. En cambio, Dios está pidiendo que le permitamos
producir la vida cristiana a través de nosotros. Y la carta a los
Gálatas nos enseña esta verdad. Pero en primer lugar tenemos
que venir a Cristo como pecadores para ser salvos. Hay muchos
que profesan ser cristianos pero no son salvos. ¿Sabe usted por
qué? Porque nunca han venido a Cristo para recibirle como
Salvador. Piensan como si tuvieran que comprometerse a ofrecer
algo al Señor. Estimado oyente, usted no tiene nada que ofrecerle
a Él. En cambio, Él sí quiere ofrecerle algo a usted. Él fue el que
murió y el que está dispuesto a dar. Dice Romanos 6:23,
"23porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios
es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro". Es tan simple y
sencillo como esto. ¿Ha aceptado a Jesucristo como su Salvador?
Eso es lo verdaderamente importante.
La conciencia humana es un testigo ante la Ley, y la convicción
legal conducirá a las obras. El ser humano trata de compensar el
hecho de que no está haciendo lo suficiente. Trata de mantener
en equilibrio sus buenas obras y sus pecados, y conseguir
acumular suficientes puntos positivos a su favor, para ser salvo.
Recordemos que antes de su encuentro con Cristo, el apóstol
Pablo trató de hacer esto, él tenía muchos puntos positivos a
favor suyo. Pero un día vino a Cristo y entonces dijo, en Filipenses
3:7, "7Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado
como pérdida por amor de Cristo".
El Espíritu Santo es hoy un testigo ante la gracia. Ésta es la
convicción del Evangelio que conduce a la fe. En realidad, la ley
niega la caída del hombre, y ésta era la posición de Caín, quien
ofreció a Dios los resultados de su esfuerzo personal. Mientras
que la gracia reconoce la caída del ser humano, como Abel hizo
cuando trajo su ofrenda ante Dios.
Entramos ahora a una nueva sección en esta epístola a los
Gálatas, y es una sección bastante personal. Tenemos la
introducción en los primeros diez versículos. Ahora desde el
versículo 11 en este capítulo 1, hasta el versículo 14, del capítulo
2, tenemos la parte o sección personal, y aquí tenemos la
autoridad del apóstol y la gloria del evangelio. Primero tenemos
la experiencia de Pablo en Arabia. Esto ocupa todo lo que queda
del primer capítulo (1:11-24). Tenemos aquí la experiencia de
Pablo en Arabia después de haber estado en el camino a
Damasco. Aquí tenemos entonces, el origen del evangelio, la
conversión de un hombre. Luego en el capítulo 2, entre los
versículos 1 hasta el 10, usted tiene la experiencia de Pablo con
los apóstoles en Jerusalén. Tiene usted la singularidad del
evangelio y también tiene aquí la comunicación del evangelio.
Ahora en el capítulo 2, del versículo 11 hasta el versículo 14,
encontramos la experiencia de Pablo en Antioquía con Simón
Pedro, y allí vemos la oposición al evangelio; apreciamos así
mismo el convencimiento en lo que se relaciona con la conducta.
Vamos a entrar ahora a esta sección personal. Permítanos
comenzar leyendo en el versículo 11; en un párrafo que hemos
titulado
Sección personal - la experiencia de Pablo en Arabia
"Pero os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por
mí no es invención humana"
Pablo estaba afirmando nuevamente aquí, como lo había hecho
en el primer versículo, que él era un apóstol nombrado por Dios.
Era como si estuviera diciendo: "Yo certifico, hermanos, que el
evangelio anunciado por mí, no es una idea ni invención humana".
Él no había recibido ese mensaje de los seres humanos. Ahora,
los judaizantes no sólo ponían en duda el mensaje de Pablo, sino
que también cuestionaban su apostolado. Decían que él no
formaba parte de los doce primeros apóstoles; él era uno que
había llegado un poco tarde. Y ellos ponían una sombra de duda
sobre la validez de la autoridad de Pablo como apóstol. Así es que
Pablo iba a tratar este asunto con ellos, y a demostrarles que su
apostolado se basaba en el hecho de que él había sido llamado
directamente por la revelación del Señor Jesucristo. Escuchemos
lo que dijo en el versículo 12:
"Pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por
revelación de Jesucristo".
Pablo no había recibido su apostolado yendo a una escuela, ni
tampoco por ser ordenado tampoco habiendo sido ordenado como
ministro por la ceremonia de imposición de manos sobre su
cabeza. Su apostolado y su evangelio vinieron directamente por
medio de una revelación (que corresponde a la palabra
apokalupsis), una revelación de Jesucristo. El último libro de la
Biblia, que llamamos Apocalipsis, procede de la misma palabra
griega. O sea que el evangelio es una revelación en la misma
medida que lo es el Apocalipsis. El evangelio fue desvelado a
Pablo. Y él no se convirtió en un apóstol por medio de Pedro,
Jacobo o Juan, sino por llamado directo de Jesucristo. Leamos
ahora los versículos 13 y 14:
"Ya habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el
judaísmo, que perseguía sobremanera a la iglesia de Dios y la
asolaba. En el judaísmo aventajaba a muchos de mis
contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso de las
tradiciones de mis padres".
Luego, él dijo: "ya habéis oído acerca de mi conducta", es decir
su forma de vivir y continuó "en otro tiempo en el judaísmo" o
sea "la religión de los judíos". Pablo había sido salvado, no en el
judaísmo ni por el judaísmo, sino del judaísmo. Observemos esta
tremenda declaración, que describe como perseguía con violencia
a la iglesia de Dios. Continuemos leyendo los versículos 15 al 17
de Gálatas 1:
"Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de
mi madre y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para
que yo lo predicara entre los no judíos, no me apresuré a
consultar con carne y sangre. Tampoco subí a Jerusalén para ver
a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia y
volví de nuevo a Damasco".
La frase Pero cuando agradó a Dios en el versículo 15, significa
que Pablo fue llamado de acuerdo con la voluntad de Dios. Y al
recibir el evangelio directamente de Jesús, no consultó su
llamamiento con ninguna persona. Personalmente pensamos que
Pablo fue uno de los grandes pensadores de la historia humana;
y muchos eruditos que se han especializado en su vida y obra
piensan lo mismo. Se ha considerado que Pablo fue uno de los
mejores estudiantes del sistema mosaico del judaísmo. Y también
era un estudiante muy destacado de la filosofía griega. Algunos
escépticos han llegado a decir que combinó el judaísmo con la
filosofía griega, dando así origen al cristianismo. Por ello es
importante destacar aquí que Pablo afirmó ante los Gálatas que
él no había recibido el evangelio por medios, conocimientos o
recursos humanos, sino por una revelación directa de Jesucristo.
Y notemos ahora lo que él dijo aquí en el versículo 18, de este
capítulo 1 de Gálatas:
"Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro y
permanecí con él quince días"
Pensamos que ésta es la misma información que tenemos en el
libro de los Hechos de los apóstoles, capítulo 9, versículos 26 al
29, que dice: "26Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse
con los discípulos, pero todos le tenían miedo, no creyendo que
fuera discípulo. 27Entonces Bernabé, tomándolo, lo trajo a los
apóstoles y les contó cómo Saulo había visto en el camino al
Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había
hablado valerosamente en el nombre de Jesús. 28Y estaba con
ellos en Jerusalén; entraba y salía, 29y hablaba con valentía en
el nombre del Señor, y discutía con los griegos; pero éstos
intentaban matarlo".
Al reunir toda esta información se llega a la conclusión de que
Pablo pasó menos de tres años en el desierto. Resulta interesante
comprobar cómo Dios entrenó a Sus hombres. El preparó a
Moisés en el desierto. Colocó a Abraham en un lugar bastante
peculiar para formarlo; y Elías también tuvo el mismo tipo de
experiencia. El método de Dios ha consistido en llevar a Su
hombre al desierto para entrenarlo. David también fue entrenado
al aire libre en las cuevas, mientras huía del rey Saúl. Recordemos
que él clamó a Dios diciéndole que estaba siendo perseguido
como una perdiz. Así que Dios usó el mismo método con Pablo.
Le envió al desierto por menos de tres años. Después fue a
Jerusalén, vio al apóstol Pedro y se quedó con él por quince días.
Y continuando con en el versículo 19, vemos que dice:
"Pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el
hermano del Señor".
O sea que no tuvo contacto con los apóstoles, con la excepción
de Pedro y Jacobo, el hermano del Señor. Ésa fue toda la relación
que tuvo con ellos y, como veremos, no recibió nada de los
apóstoles. Y en el versículo 20, Pablo dijo:
"En esto que os escribo, os aseguro delante de Dios que no
miento".
Con esta solemne afirmación Pablo estaba incluyendo a todas las
pruebas que acababa de ofrecer en el sentido de desvincular su
llamamiento al apostolado de cualquier decisión, influencia o
intervención humana. Ahora en los versículos 21 al 24, de este
capítulo 1 de su epístola a los Gálatas, dijo el apóstol Pablo:
"Después fui a las regiones de Siria y de Cilicia; pero no me
conocían personalmente las iglesias de Judea que están en Cristo,
pues sólo habían oído decir: Aquel que en otro tiempo nos
perseguía, ahora predica la fe que en otro tiempo combatía. Y
glorificaban a Dios a causa de mí".
Los creyentes de Jerusalén eran reacios a aceptar al apóstol
Pablo. Creemos que si Bernabé no hubiera estado allí,
posiblemente tendría que haber esperado mucho tiempo, antes
de que la iglesia en Jerusalén lo recibiera. Estaban indecisos con
respecto a recibir a Pablo porque él había perseguido a la iglesia,
pero ellos sabían lo que era convertirse. Sabían lo que era haber
tenido una experiencia vibrante e impactante que transformaría
a un hombre. Sin embargo, no podían creer que Saulo de Tarso
pudiera haberse convertido. No sólo parecía improbable, sino
imposible.
En los versículos 21 al 24 Pablo bosquejó los primeros años
después de su conversión. No creemos que estos años hayan sido
los más felices de su vida. Aparentemente nos dijo algo de su
fracaso durante ese periodo en su propia vida personal en el
capítulo 7 de su epístola a los Romanos. Hubo tres períodos en la
vida del apóstol Pablo. Veamos brevemente los dos primeros
períodos.
Primero, el tiempo cuando él era un fariseo orgulloso, con una
mente maravillosa y un experto en la ley mosaica. Y como
muchos de sus biógrafos han dicho: "El mundo se habría enterado
de Pablo, el apóstol, aunque él nunca hubiera llegado a ser un
apóstol, y aun si él nunca se hubiera convertido". Él era un
hombre muy destacado y no creemos que haya alguna duda
sobre eso. Era un joven fariseo muy orgulloso que pensaba que
lo sabía todo. Odiaba a Cristo. Odiaba a la iglesia e intentó
eliminarla. Y fue cruel en su persecución de la iglesia.
El segundo período comenzó en el camino a Damasco cuando fue
derribado de su corcel al polvo de la tierra. Este brillante Fariseo
se dio cuenta que no conocía a Jesucristo. Él había pensado que
Jesús estaba muerto. (Hechos 9:5) Y le preguntó: "Señor, ¿quién
eres?" Y Jesús le respondió: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues".
Es como si le hubiera dicho: "Cuando persigues a mi iglesia me
persigues a mí. Así que después de que tuvo su encuentro con
Cristo, pasó algún tiempo en Arabia. Durante aquellos primeros
años intentó servir a sus hermanos pero se dio cuenta de que lo
que quería hacer, no podía hacerlo. Finalmente exclamó:
"Miserable de mí ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?"
(Romanos 7:24). Ahora, no era un incrédulo, alguien que no era
salvo, el que decía eso. Ése era Pablo, que se encontraba en las
primeras etapas de su conversión.
La tercera etapa llegó con ese glorioso período en el cual el
apóstol vivió controlado por el Espíritu de Dios, y él nos habla de
esto en la epístola a los Gálatas. Ésa fue la época en la que él
pudo vivir para Dios. Ése es el lugar al cual muchos de nosotros
deberíamos llegar en el día de hoy. Hay muchos creyentes
infelices en la actualidad. Ellos son salvos, creemos nosotros. Pero
como el gran predicador Dwight L. Moody dijo de manera
pintoresca: "Hay algunas personas que tienen sólo la suficiente
religión como para ser miserables". Y creemos que ése es el
cuadro de mucha gente en la actualidad.
Hubiera deseado tener más información sobre la experiencia que
él tuvo con los apóstoles en Jerusalén. Pero aquí surge una
pregunta: "si Pablo recibió el evangelio aparte de los otros
apóstoles que estuvieron con el Señor Jesucristo por tres años y
después vieron al Cristo resucitado, ¿estaba Pablo predicando el
mismo evangelio que los otros apóstoles?" Y eso era un asunto
muy importante en ese momento, porque si Pablo no estuviera
predicando ese mismo evangelio, entonces había algo en todo
este problema que estaba completamente mal. De modo que,
veremos en nuestro próximo programa que los apóstoles en
Jerusalén aprobaron el evangelio que predicaba Pablo, y que era
el mismo evangelio de las buenas noticias.
Dijimos antes que el ser humano trata de compensar el hecho de
que no está haciendo lo suficiente como para salvarse. Trata de
mantener en equilibrio sus buenas obras y sus pecados, y
conseguir acumular suficientes puntos positivos a su favor, para
ser salvo. Antes de su encuentro con Cristo, el apóstol Pablo trató
de hacer esto. Y el tenía muchos puntos positivos a favor suyo.
Pero cuando vino a Cristo, pudo decir en Filipenses 3:7, "7Pero
cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como
pérdida por amor de Cristo". Estimado oyente, le invitamos a
aceptar el amor de Dios revelado en Jesucristo, en su sacrificio
en la cruz. Le rogamos que deje de luchar por obtener la salvación
por medios humanos, recursos materiales u obras meritorias.
Recuerde que el mismo Pablo dijo en Efesios 2, que somos salvos
mediante la fe, y no es por obras, para que nadie pueda jactarse
en la presencia de Dios. La salvación es un regalo de Dios, le
rogamos que la acepte.

Gálatas 2:1-14
En el día de hoy llegamos a la segunda subdivisión de esta sección
personal de Pablo que se encuentra en su carta a los Gálatas.
Vimos en nuestro estudio anterior la experiencia que Pablo tuvo
en Arabia; vimos allí el origen del evangelio. El Señor Jesucristo
le había comunicado el evangelio directamente a él. Y surgió una
pregunta: Este evangelio que Pablo predicaba, ¿era el mismo que
estaban predicando los otros apóstoles y que también habían
recibido de los labios del Señor Jesucristo? Allí vimos la unidad
del evangelio y la experiencia de Pablo con los apóstoles en
Jerusalén. Veremos la comunicación del evangelio, y que la iglesia
de Jerusalén aprobó el evangelio de Pablo. Leamos el primer
versículo, que comienza con un párrafo titulado:
La experiencia de Pablo con los apóstoles en Jerusalén
"Después, pasados catorce años, subí otra vez a Jerusalén con
Bernabé, llevando también conmigo a Tito".
Pensamos que fue un golpe magistral por parte del apóstol Pablo,
el de llevar con él a Tito, que era un joven predicador, y no era
judío. Creemos que aquí el relato se refiere al primer gran concilio
de Jerusalén, registrado en los Hechos 15. La cuestión que se iba
a resolver en ese encuentro era si las personas se salvaban por
la gracia de Dios, o si tendrían que colocarse bajo la ley de Moisés.
Pablo tenía a Tito como una primera evidencia; él no había sido
circuncidado. ¿Sería obligado a circuncidarse? Éste llegaría a ser,
por cierto, un asunto muy importante.
Usted puede apreciar que los judaizantes estaban activos, y ellos
estaban diciendo que la iglesia en Jerusalén creía que todos los
creyentes en Cristo tendrían que estar bajo la autoridad de la ley
de Moisés. Pues bien, todos aquellos hombres que formaban parte
ahora de la iglesia en Jerusalén, que era una iglesia formada en
su totalidad por judíos, ciertamente había estado bajo la ley.
Muchos de ellos todavía iban al templo a adorar. En realidad, el
templo tiene que haber sido el lugar de reuniones para los
cristianos. Así que Pablo y Bernabé fueron allí para conocer la
posición oficial que la iglesia tenía con respecto a la ley y a la
gracia. Y continuó diciendo en el versículo 2, de este capítulo 2
de Gálatas:
"Subí debido a una revelación y, para no correr o haber corrido
en vano, expuse en privado a los que tenían cierta reputación, el
evangelio que predico entre los no judíos".
Pablo reconocía que si él estaba predicando un evangelio
diferente a lo que los otros apóstoles estaban predicando,
entonces había algo que estaba radicalmente mal y equivocado.
Pablo estaba bien dispuesto a admitir su error, y decía: "Si yo
estuviera predicando un evangelio diferente, entonces sería yo el
que está equivocado. He trabajado en vano, ciertamente me
sentiría desilusionado por haber estado mal informado". Así que
fue a comunicar ese evangelio a los apóstoles que allí se
encontraban. Y de esa visita a Jerusalén dijo en los versículos 3 y
4:
"Pero ni aun Tito, que estaba conmigo, con todo y ser griego, fue
obligado a circuncidarse, a pesar de los falsos hermanos que se
habían introducido entre nosotros a escondidas, para espiar
nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a
esclavitud".
Había algunos que habían entrado a la iglesia donde Pablo estaba
predicando y que se habían presentado en ese lugar bajo falsas
apariencias. Aparentemente no eran creyentes. Habían venido a
ese lugar para espiar la libertad que estos creyentes tenían en
Cristo. Y encontraron que ese joven predicador, Tito, era griego
y Pablo no lo había obligado a que se circuncidara. Así que ¿qué
decidiría la iglesia en Jerusalén acerca de él? Pablo dijo: "Bueno,
ellos no lo obligaron a circuncidarse. No escucharon a los falsos
hermanos. Si lo hubieran hecho, nos hubiéramos colocado
nuevamente bajo la esclavitud de la ley de Moisés, en vez de
disfrutar de la libertad por el Espíritu de Dios, y la libertad en
Cristo". Y ahora Pablo continuó diciendo en el versículo 5:
"A los tales ni por un momento accedimos a someternos, para
que la verdad del evangelio permaneciera con vosotros".
Pablo se mantuvo firme. Estos falsos hermanos dijeron: "Este
hombre Tito, que está aquí reunido con la iglesia" que en ese
entonces era prácticamente judía, "ni siquiera ha sido
circuncidado". Y Pablo les respondió: "Y él no va a ser
circuncidado. Él es tan creyente como lo es cualquiera de
ustedes". Él ha sido salvado por la fe, aparte de la ley. No va a
seguir ninguna parte de la ley para lograr la salvación". Aquella
si que fue una actitud enérgica por parte del apóstol Pablo.
Veamos ahora lo que dijo en el versículo 6:
"Pero de los que tenían reputación de ser algo (lo que hayan sido
en otro tiempo nada me importa; Dios no hace acepción de
personas), a mí, pues, los de reputación nada nuevo me
comunicaron".
Pablo dijo: "Nos sentamos juntos con los apóstoles". Por lo menos
él lo hizo, y supongo que también lo hicieron Bernabé y Tito, "y
comunicamos el evangelio". Ellos le dijeron: "Hermano Pablo,
hemos estado escuchando estos informes que han llegado,
díganos usted lo que predica". Y Pablo así lo hizo, y pudo
comprobar que estos apóstoles no tenían nada que añadir a lo
que él estaba predicando. Él estaba predicando la gracia de Dios;
y ellos también estaban predicando la gracia de Dios. Se dieron
cuenta de que estaban todos completamente de acuerdo. Todos
estaban predicando el mismo evangelio. Sigamos leyendo ahora
el versículo 7, de este capítulo 2 de Gálatas:
"Antes por el contrario, como vieron que me había sido
encomendado el evangelio de los no judíos, como a Pedro el de
los judíos".
Ahora, no se trataba en realidad dos evangelios, en el sentido de
que se predicaba un evangelio de Pedro y un evangelio de Pablo.
Estos hombres estaban totalmente de acuerdo. No había ningún
desacuerdo entre ellos. Era el mismo evangelio predicado a dos
grupos de personas. Pablo había sido llamado para predicar a los
que no eran judíos y Pedro había sido llamado para predicar a sus
propios hermanos judíos, que eran los que se habían
circuncidado. Ahora en el versículo 8, leemos:
"(pues el que actuó en Pedro para el apostolado de los judíos
actuó también en mí para con los no judíos)"
La prueba decisiva de la veracidad y eficacia del evangelio eran
los resultados que ellos estaban obteniendo. Pues bien, cuando
Pedro predicaba había muchas personas que se salvaban. Cuando
Pablo predicaba el evangelio también había muchas personas que
eran salvas. Y ambos estaban predicando el mismo evangelio.
Ahora, aplicando este principio a nuestro tiempo y lugar, creemos
que la prueba real de la eficacia de cualquier obra cristiana, no es
la promoción previa a su realización, sino el resultado que se
obtiene. Pensamos que los creyentes deberían apoyar
plenamente un servicio o ministerio cristiano que produce
resultados. Porque dichos resultados son una muestra de la
aprobación de Dios y de Su bendición sobre quienes, de acuerdo
con Su voluntad, llevan a cabo una labor.
En cuanto a nosotros, damos gracias a Dios que nuestro
departamento de correspondencia recibe cientos de cartas
durante el año. Las leemos por supuesto, y las respondemos, así
como todas las cartas, correos electrónicos y llamadas telefónicas
que recibimos cada día. El único propósito que tenemos es el de
presentar la Palabra de Dios, estimado oyente. Y cuando la
Palabra de Dios es predicada, produce resultados en las vidas de
las personas.
Luego continuó diciendo el apóstol en el versículo 9, de este
capítulo 2:
"y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas
y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y
a Bernabé la mano derecha en señal de compañerismo, para que
nosotros fuéramos a los no judíos y ellos a los judíos".
O sea que los apóstoles aceptaron el apostolado de Pablo. Aquí
"la mano derecha de compañerismo" proviene de la palabra
griega koinonia, que es una de las grandes palabras del evangelio
y la más elevada expresión de una relación personal. Significa,
compartir las cosas de Cristo. Ahora, ellos iban a dirigirse a
diferentes grupos. Y Pablo y Bernabé se dirigirían a presentar el
evangelio a los no judíos. Y leemos en el versículo 10:
"Solamente nos pidieron que nos acordáramos de los pobres; lo
cual también me apresuré a cumplir con diligencia".
Pablo regresó más tarde con una ofrenda para los creyentes
pobres en Jerusalén, porque esa iglesia había sido perseguida y
se encontraba en una triste condición. Como Pablo mismo había
conducido esa persecución antes de su conversión, quiso traer los
donativos para la iglesia de Jerusalén con sus propias manos.
Ahora, eso era un servicio social. Lamentablemente hay cristianos
hoy que han descuidado su trabajo en esta área. El apóstol
Santiago, en su carta que es muy práctica, en el 2:15-17, "15Y si
un hermano o una hermana están desnudos y tienen necesidad
del mantenimiento de cada día, 16y alguno de vosotros les dice:
Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son
necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? 17Así también la
fe, si no tiene obras, está completamente muerta". Los apóstoles
de la iglesia en Jerusalén le pidieron al apóstol Pablo y a Bernabé
que no se olvidaran de los pobres y Pablo añadió aquí en el relato:
"Lo cual también me apresuré a cumplir con diligencia".
Pasaremos a comentar ahora un nuevo párrafo que relata
La experiencia de Pablo en Antioquía con Pedro
Llegamos ahora a la tercera experiencia de Pablo en esta sección
que comenzó con la experiencia en Arabia con el Señor Jesucristo
y continuó con su experiencia con los apóstoles en Jerusalén. Y
entonces llegamos a esta tercera experiencia de Pablo en
Antioquia. Lo que allí sucedió fue de gran importancia.
La iglesia en Antioquía estaba formada en su mayoría por no
judíos, aunque en realidad entre sus miembros había una mezcla
de judíos y no judíos. Y no vamos a poder comprender en realidad
lo que ocurrió a no ser que entendamos cómo funcionaba la
iglesia primitiva. Ellos tenían allí una especie de banquete o ágape
en conexión con la Cena del Señor. Pablo tuvo mucho que decir
sobre este tema, allí en su Primera Epístola a los Corintios. Los
primeros creyentes se reunían para una gran comida, para un
ágape, antes de celebrar la Cena del Señor. Cuando los no judíos
se salvaban y se añadían a la iglesia, comenzó a surgir un
problema. En la congregación había judíos que nunca habían
comido nada que hubiera sido sacrificado a los ídolos. Ahora los
no judíos, habían sido idólatras y ellos estaban acostumbrados a
comer la carne que había sido ofrecida primero a los ídolos.
También comían carne de cerdo y otros animales designados
como impuros por la ley de Moisés. Para ellos, estas diferencias
no existían porque habían sido criados de esta manera.
¿Qué se podía hacer entonces para evitar que los cristianos judíos
se ofendieran? Pues bien, en Antioquía se prepararon dos mesas;
en una de ellas se colocaban los alimentos preparados según el
ritual judío; en la otra, estaba la comida para los no judíos. Y
Pablo se sentaba a comer en la mesa de los no judíos. Aunque él
era judío, comía en la mesa con los que no eran judíos, porque él
enseñaba que si uno comía carne o deja de comerla no había
ninguna diferencia, porque la carne no le colocaba a uno en una
posición favorable ante Dios.
Así estaban las cosas cuando llegó Simón Pedro a visitar a Pablo
en Antioquía. Para Pedro ésta era una nueva experiencia porque,
aunque se había convertido a Cristo, nunca había comido nada
impuro. Recordemos lo que el apóstol Pedro le dijo al Señor
cuando se encontraba en una azotea en Jope, antes de ir a la casa
de Cornelio. En esa ocasión tuvo una visión en la que vio el cielo
abierto y en un lienzo que descendía se encontraban diferentes
clases de animales impuros. En el relato de los Hechos de los
Apóstoles 10:13-15 leemos: "Levántate, Pedro, mata y come.
14Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o
impura he comido jamás. 15Volvió la voz a él la segunda vez: Lo
que Dios limpió, no lo llames tú común".
Así que tenemos que recordar que Pedro había sido un creyente
por algún tiempo cuando vino a visitar a Pablo en Antioquía, pero
aún continuaba siguiendo la dieta de los judíos. Ahora, cuando él
llegó a la iglesia de Antioquía se encontró con estas dos mesas,
una preparada para los no judíos y otra con los alimentos
preparados según el ritual judío. Aquí tenemos entonces a Pedro
de visita, y escuchemos cómo describió el apóstol Pablo la
reacción del apóstol Pedro, en los versículos 11 y 12, de este
capítulo 2 de su epístola a los Gálatas:
"Pero cuando Pedro vino a Antioquía, lo reprendí cara a cara,
porque era de condenar, pues antes que llegaran algunos de
parte de Jacobo, comía con los no judíos; pero después que
llegaron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los
judíos".
Ahora, esto fue lo que probablemente sucedió. Cuando llegó la
hora de comer, Simón Pedro se fue a la mesa donde la comida
estaba preparada de acuerdo con el ritual de los judíos mientras
que Pablo se dirigió a la mesa de los no judíos. Pedro observó que
había carne de cerdo en la mesa de los no judíos. Después de la
cena, Pedro fue a hablar con Pablo y fueron a caminar un rato. Y
Pedro le dijo: "Pablo, vi que tú comiste en la mesa con los no
judíos". Y Pablo le respondió: "Sí", Y Pedro continuó: "y observé
que esta noche comiste carne de cerdo, ¿estaba buena?" "Si,
respondió Pablo estaba deliciosa". Entonces Pedro le preguntó:
"¿Crees que estaría bien que yo comiera allí?" Y Pablo respondió:
"Pues bien, creo que vamos a comer unas chuletas de cerdo por
la mañana para el desayuno. ¿Por qué no vienes a probarlas?".
Así que a la mañana siguiente, en el momento de desayunar
Pedro se fue a la mesa donde estaban los no judíos, se sentó
cautelosamente, y casi de mala gana se sirvió una chuleta de
cerdo. Al probarla le dijo a Pablo: "está muy buena, ¿no es cierto?
Y Pablo le contestó: "Sí. Después de todo, bajo la gracia tú puedes
comerla o no comerla, no hay ninguna diferencia. El comer carne
o no te va a favorecer delante de Dios". Y Simón Pedro le dijo:
"Pues bien, regresaré esta noche, porque creo que para la cena
tendrán jamón y quiero probar eso también". Y así fue que esa
noche él entró con la intención de sentarse a la mesa de los no
judíos; pero al entrar en el lugar de la cena y mirar hacia un lado
descubrió que algunos ancianos de la iglesia en Jerusalén habían
llegado de visita y entonces, Pedro se sorprendió mucho y dio una
vuelta alrededor de la mesa de los no judíos y se fue a sentar
entonces a la mesa de los judíos, quizás un poco cohibido y
nervioso. Y Pablo observó ese detalle. ¿Y qué ocurrió entonces?
Pues aquí tenemos lo que sucedió en los versículos 13 y 14:
"Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal
manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía
de ellos. Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a
la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú,
siendo judío, vives como los no judíos, y no como judío, ¿por qué
obligas a los no judíos a judaizar?"
Era correcto para Pedro ir a comer a cualquiera de las mesas, ya
fuera la mesa de los alimentos tradicionales de los judíos o la de
los que no eran judíos. Pero habiendo estado comiendo en la
mesa de los no judíos, al regresar a la mesa de los judíos por
temor a estos otros hermanos de Jerusalén, estaba demostrando
con su actitud que en la mesa de los no judíos había algo que
estaba mal y que la mesa de los judíos estaba bien. Ahora bien,
estos hermanos de Jerusalén eran legalistas severos. Y bajo el
régimen de la gracia, estaban en su derecho. No tenemos ninguna
objeción a que algunas personas hoy crean que no deben comer
ciertos alimentos. Pero tales personas también darnos a nosotros
la libertad de comer lo que prefiramos comer. En este caso, Simón
Pedro se apartó de la libertad que tenía en Cristo para retroceder
nuevamente al judaísmo.
La naturaleza de la reprensión de Pablo nos muestra, en primer
lugar, la inconsistencia del guardar la ley. Si era correcto para
Simón Pedro vivir como los creyentes no judíos, ¿por qué desearía
él que los no judíos vivieran como judíos? Eso es lo que él estaba
expresando con su conducta, cuando dejó la mesa de los no
judíos para ir a la de los judíos. Si la vida de los no judíos viviendo
bajo la gracia y aparte de la ley estaba bien para Pedro, ¿entonces
estaba mal esta vida para los mismos no judíos? Si Simón Pedro
era libre para vivir sin estar sujeto a la ley, ¿no era legítimo que
los no judíos hicieran lo mismo?
Estimado oyente, en su encuentro con Cristo en el camino hacia
Damasco, el apóstol Pablo había roto con su pasado de esclavitud,
esa esclavitud de estar luchando continua e inútilmente con los
preceptos humanos de su religión judía, y había encontrado la
verdadera libertad, que consistía en mirar desde la perspectiva
de Cristo la vida y la conducta cristiana. En la sujeción a los seres
humanos y a sus reglas de conducta, había elementos de
esclavitud. En cambio el apóstol, en su sujeción al Señor,
disfrutaba de esa libertad que solo otorga el control del Espíritu
Santo sobre la vida y proceder de los cristianos, dándoles fuerza
y poder para vivir conforme al plan de vida que Dios ha
establecido, para que en las luchas y conflictos, ellos puedan
compartir la victoria que el conquistó con su muerte y
resurrección. Estimado oyente, para entrar en esa vida, que es el
preludio de la vida eterna, solo tiene usted que ser consciente de
su gran necesidad de tener esa relación con Dios, confiando en la
eficacia del sacrificio de Cristo en la cruz a favor suyo.

Gálatas 2:14-20
Continuamos hoy nuestro estudio del capítulo 2 de esta epístola
a los Gálatas. Y hasta aquí hemos estado hablando acerca de la
experiencia personal que Pablo tuvo, su experiencia en Arabia
donde vimos el origen del evangelio en lo que se refería a Pablo.
Eso nos llevó al tiempo de la conversión del apóstol. Luego vimos
la experiencia de Pablo con los apóstoles en Jerusalén, y el
carácter único que tiene el evangelio. Aun cuando él no había
tenido ningún contacto con los apóstoles en relación con el
evangelio, el mensaje que él estaba predicando y el evangelio que
ellos estaban predicando coincidían, y todos fueron conscientes
de que estaban predicando el mismo mensaje: el evangelio de la
gracia de Dios.
Luego examinamos la experiencia de Pablo en Antioquía con
Simón Pedro, y allí se vio en la práctica un conflicto en cuanto al
evangelio. Vino en una forma muy insólita; se presentó en la
forma de un hombre que sucumbió bajo el legalismo: nos
referimos a Simón Pedro. El evangelio nos debería guiar a tener
una convicción en cuanto a nuestra conducta, y esa convicción
fue la que le faltó al apóstol Pedro, llevándole a actuar de una
forma que cuestionaba la libertad cristiana. Ahora, Pablo viendo
lo que estaba ocurriendo le dijo en el versículo 14:
"Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad
del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío,
vives como los no judíos y no como judío, ¿por qué obligas a los
no judíos a judaizar?"
Era correcto para Pedro ir a comer a cualquiera de las mesas, ya
fuera la mesa de los alimentos tradicionales de los judíos o la de
los que no eran judíos. Pero habiendo estado comiendo en la
mesa de los no judíos, al regresar a la mesa de los judíos por
temor a estos otros hermanos de Jerusalén, estaba demostrando
con su actitud que en la mesa de los no judíos había algo que
estaba mal y que la mesa de los judíos estaba bien. Ahora bien,
estos hermanos de Jerusalén eran legalistas severos. Y bajo el
régimen de la gracia, estaban en su derecho. No tenemos ninguna
objeción a que algunas personas hoy crean que no deben comer
ciertos alimentos. Pero tales personas también deben darnos a
nosotros la libertad de comer lo que prefiramos comer. De lo que
tenemos que ser conscientes es que este asunto no constituye en
absoluto un tema religioso. En este caso, Simón Pedro se apartó
de la libertad que tenía en Cristo para retroceder nuevamente al
judaísmo.
La naturaleza de la reprensión de Pablo nos muestra, en primer
lugar, la inconsistencia del guardar la ley. Si era correcto para
Simón Pedro vivir como los creyentes no judíos, ¿por qué desearía
él que los no judíos vivieran como judíos? Eso es lo que él estaba
expresando con su conducta, cuando dejó la mesa de los no
judíos para ir a la de los judíos. Si la vida de los no judíos viviendo
bajo la gracia y aparte de la ley estaba bien para Pedro, ¿entonces
estaba mal esta vida para los mismos no judíos? Si Simón Pedro
era libre para vivir sin estar sujeto a la ley, ¿no era legítimo que
los no judíos hicieran lo mismo?
Y entonces Pablo comenzó hablando en el versículo 15, iniciando
la parte doctrinal de esta epístola, que se extiende desde este
capítulo 2:15 hasta el capítulo 4:31. Habíamos dicho que esta
tercera división de la epístola presentaba la justificación por la fe,
y el conflicto entre la fe y las obras, y entre la libertad y la
esclavitud. En esta sección Pablo asumió su posición como judío.
Leamos entonces el versículo 5, que inicia esta tercera sección
titulada
Sección doctrinal - Justificación por la fe
"Nosotros, judíos de nacimiento y no pecadores de entre los
gentiles"
Ahora, el judío de esa época consideraba pecadores a los no
judíos. En realidad las palabras no judíos y pecadores eran
sinónimos en esa época. Por tanto, el reproche de Pablo puso de
manifiesto la insensatez de intentar guardar la ley, y lo inútil que
podía llegar a ser. Escuchemos lo que él dijo cuando continuó
hablando en esta sección, en el versículo 16:
"Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la Ley,
sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en
Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las
obras de la Ley, por cuanto por las obras de la Ley nadie será
justificado".
Ésta fue una declaración clara y sencilla de la justificación por la
fe. Un legalista se vería ante problemas al enfrentarse con este
versículo. Esta declaración desbarata a cualquier sistema legalista
que exista en la actualidad. Porque el decir que uno tiene que
añadir algo a la fe en Cristo mutila totalmente al evangelio.
Notemos lo que él estaba diciendo aquí. Si un judío había tenido
que dejar la ley atrás, olvidándose de ella, abandonándola para
poder ser justificado por la fe y no por las obras de la ley,
entonces la pregunta que Pablo presentaba aquí era: ¿por qué los
no judíos debían ser puestos bajo la ley? Ése fue el gran
argumento que tuvo que debatir el Concilio de Jerusalén que se
menciona en el capítulo 15 de los Hechos de los apóstoles.
¿Debían los no judíos ser colocados bajo la ley? Gracias a Dios, la
respuesta guiada por el Espíritu de Dios fue que los no judíos no
debían estar bajo la ley para lograr la salvación, ni para su vida
diaria, ya que ellos estaban llamados a vivir en un nivel superior.
Pero hay otra consideración más. ¿Podían los no judíos encontrar
justificación bajo la ley cuando el judío había probado ya que esto
era imposible? El judío había tenido la ley por casi 1.500 años y
no había podido cumplir la ley en absoluto. La pregunta era
entonces: ¿por qué obligar al no judío a que viviera bajo aquello
que no había salvado ni siquiera a un israelita? Lo que Pablo
estaba diciendo aquí es que los no judíos creyentes ya habían sido
justificados por la gracia, Por lo tanto, sería insensato para ellos
apartarse del principio de la gracia para vincularse al de la ley,
que no había sido capaz de justificar a los judíos.
Esperamos que usted lo esté leyendo con nosotros, estimado
oyente, que tenga su Biblia abierta y que siga paso a paso lo que
estamos diciendo. Escuche lo que leemos aquí: "Sabiendo que el
hombre". Ahora, esto es algo que usted puede saber. Usted puede
saber si es salvo o si no lo es, Ahora, ¿de qué clase de hombre
está hablando este versículo? "Anthropos", la palabra griega que
se utiliza aquí, es un término genérico que se refiere a la
"humanidad". Habla de la solidaridad de la raza, de la humanidad
común que todos nosotros tenemos. Esto rompe cualquier
barrera de color de la piel. También rompe cualquier otra barrera
de carácter racial, así como las barreras sociales. Ante la cruz,
todos los seres humanos se encuentran en el mismo nivel, y ese
nivel les identifica como pecadores. Usted y yo somos pecadores.
Indiferentemente de quién sea usted, es un pecador delante de
Dios.
La frase completa era entonces la siguiente: "Sabiendo que el
hombre no es justificado por las obras de la ley". El artículo "la"
no se encuentra en el idioma original. Así que la frase concluiría
diciendo: no es justificado por obras de ley. Esto incluye el
sistema de la ley mosaica, y también incluye cualquier otro
sistema legal. Lo que queremos decir es lo siguiente: Si usted
dice en el día de hoy que debe unirse a cierta iglesia, o que usted
tiene que tener cierta clase de experiencia, o que usted tiene que
ser bautizado para ser salvo, entonces debemos decir que usted
está contradiciendo este versículo que tenemos ante nosotros.
Aquí dice que el hombre no es justificado por ninguna ley. Y aquí
Pablo incluyó a cualquier sistema legal de cualquier religión. En
realidad esto es lo que hace que la religión cristiana sea diferente
de cualquier otra religión que existe en la faz de la tierra. Hemos
examinado muchos de los cultos y religiones de este mundo y
cada una de ellas nos dice que debemos hacer algo. Pero el
cristianismo es diferente. Nos dice que somos justificados por la
fe; es decir, que la fe es un hecho consumado para usted. Cada
una de las otras religiones le dice a usted "haz esto o lo otro".
Pero el cristianismo dice: "todo está ya hecho". Finalizado. Todo
ha sido completado y lo único que tiene que hacer es creerlo.
Permítanos llamar su atención hacia un versículo importante. Se
trata de 1 Corintios 12:3, "Por tanto, os hago saber que nadie
que hable por el Espíritu de Dios dice de Jesús: ¡Sea anatema!, o
sea maldito, como tampoco nadie puede exclamar: ¡Jesús es el
Señor!, sino por el Espíritu Santo". Ahora, la pregunta para usted
o para mí es: ¿cómo podemos maldecir a Jesús? Cuando usted
dice que al acercarse a Cristo y aceptarle como su Salvador, no
recibe todo lo que tenía que recibir y que entonces tiene que
seguir buscándolo, estimado oyente, en ese caso, usted comienza
a despreciar la obra del Señor Jesucristo en la cruz, cuando Él
vino a este mundo a morir por usted y realizó una salvación tan
completa, tan perfecta que cuando Él regresó al cielo se sentó a
la derecha de Dios, según Hebreos 1:3. ¿Sabe usted por qué se
sentó? ¡Porque ya no había nada más que hacer! Si hubiera
quedado algo que hacer, entonces Él lo habría hecho antes de
sentarse. Cuando usted está diciendo que Él no lo hizo todo por
usted, es como si usted estuviera despreciando y maldiciendo a
Jesús. Y usted no puede decir eso por el Espíritu Santo de Dios.
Es decir que usted no está pronunciando la palabra del Espíritu
Santo. El evangelista Juan dijo en su capítulo 16:13 y 14, "Pero
cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad,
porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo
que oiga y os hará saber las cosas que habrán de venir. 14Él me
glorificará, porque tomará de lo mío y os lo hará saber". Estimado
oyente, cuando usted vino a Cristo, Él le dio todo lo que usted
necesita en esta vida. Cristo es el que administra todos los dones.
Y el Espíritu Santo es el que los da, pero Él está trabajando aquí
en la tierra bajo la supervisión de la segunda Persona de la
Trinidad, el Señor Jesucristo que es la Cabeza de la Iglesia. Y en
Él tenemos todas las cosas. Él es el Alfa y la Omega. Él es el
Amén. Y cuando usted dice Amén, quiere decir que todo ha
quedado terminado, porque Él ya lo hizo todo.
Este versículo es tan claro que es imposible entenderlo mal:
"Sabiendo que el hombre", cualquier ser humano, hombre o
mujer, blanco o negro, rico o pobre, esclavo o libre, y de cualquier
raza o nacionalidad, "no es justificado por las obras de la ley, sino
por la fe de Jesucristo" No dice aquí "la fe, y algo más", es la fe y
nada más.
Y el versículo continúa diciendo: "Nosotros también hemos creído
en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo". Notemos
lo que él dijo aquí: "Nosotros", ¿y quiénes son esos "nosotros"?
El apóstol Pablo se incluyó a sí mismo, queriendo decir, nosotros
los israelitas. Pablo estaba diciendo que él y sus hermanos de
raza habían tenido que dejar la ley, venir a Cristo y confiar en Él
para ser justificados por la fe de Cristo antes que por las obras
de la ley.
Escuchemos la conclusión de este versículo porque es tan clara
que cualquiera puede entenderla. "Por cuanto por las obras de la
ley nadie ? escuche bien ? nadie será justificado". No
despreciemos la obra del Señor Jesucristo diciendo que no hemos
recibido todo de Su parte. Yo era un pecador en camino al
infierno, me acerqué a Él, confié en Él y Él es quien me ha
salvado. He recibido una salvación perfecta de Él.
Veamos ahora lo que dijo el apóstol Pablo, aquí en el versículo
17, de este capítulo 2 de su epístola a los Gálatas:
"Ahora bien, si buscando ser justificados en Cristo, también
nosotros resultamos ser pecadores, ¿es por eso Cristo ministro
de pecado? ¡De ninguna manera!"
Creemos que debemos elaborar un poco más esto que decimos
de ser "justificados por la fe". "Justificado" es la palabra griega
"dikaioo" que quiere decir "declarar a una persona justa". Es
decir, hacer justa a esa persona. Nosotros hemos sido declarados
justos por nuestra fe en Jesucristo. Quiere decir, que un pecador
que es culpable ante Dios, que está bajo condenación y juicio, es
declarado justo ante Dios, en base a su fe en la redención que
tenemos en Cristo. No es simplemente el perdón de los pecados,
que consideramos una sustracción, una resta, sino que es
también una adición, una suma de la justicia de Cristo, el pecador
ha sido declarado justo. Y la justicia que tengo yo no es mi propia
justicia, porque mi justicia no es aceptable, pero yo tengo una
justicia perfecta, que es la de Cristo Jesús.
El sentido de este versículo parece ser éste. Ya que el judío había
tenido que abandonar la ley para poder ser justificado por Cristo
y así ocupar su lugar como un pecador, ¿es Cristo el que le hace
pecador? La respuesta de Pablo fue "por supuesto que no". El
judío, como el no judío, son pecadores por naturaleza y como él
mismo demostró, no podía ser justificado por la ley. Ésta misma
idea fue expresada por Pedro en su discurso ante el gran concilio
de Jerusalén, como leemos en los Hechos 15:10-11: "10Ahora
pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre el cuello de los
discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos
podido llevar? 11Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús
seremos salvos, de igual modo que ellos". Aquí podemos ver, una
vez más, que Pedro y Pablo estaban de acuerdo en la doctrina de
la justificación por la fe. Sigamos ahora avanzando en nuestra
sección de Gálatas. Leamos el versículo 18, de este capítulo 2:
"Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar,
transgresor me hago".
En otras palabras, lo que Pablo estaba diciendo era: "si vuelvo a
colocarme bajo la ley, me convierto en un transgresor".
Sin embargo, él era libre de la Ley. ¿Y cómo llegó a ser libre de
la ley? Entonces dijo aquí en el versículo 19, de este capítulo 2 de
Gálatas:
"Yo por la Ley morí para la Ley, a fin de vivir para Dios".
En este versículo Pablo estaba diciendo lo siguiente: "Cuando
Cristo murió por mi, murió en mi lugar, porque la Ley me
condenaba". Es que la ley fue un ministerio que causaba
condenación, un ministerio que causaba muerte, como lo llamó el
mismo Pablo en Segunda de Corintios 3:7. Porque la ley me
condena. Incluso bajo el sistema legal Dios habría tenido que
destruir a la nación de Israel. Pero Dios proveyó un sistema de
sacrificios, que constaba de cinco sacrificios, y todos ellos
señalaban a Cristo. Y Dios, por su maravillosa gracia, podía
salvar. En consecuencia, el propiciatorio o tapa del arca de la
alianza era como un trono de gracia donde la nación podía
obtener el perdón de pecados. Por lo tanta la ley condenaba, la
ley ha acusado a los seres humanos. Ante la ley, somos todos
culpables. Así que la ley realmente fue responsable de que Jesús
muriera por nosotros. Y la ley nos condenaba, estableciendo que
teníamos que morir. Pero ahora, si estoy muerto para la ley,
entonces ya no soy más responsable ante la Ley. Fue como si la
ley ya me hubiera matado. Me ha ejecutado y estoy muerto,
muerto por la Ley. En consecuencia, la ley no podía hacer para
mí lo que Cristo ha hecho por mí. Él no sólo ocupó mi lugar y
murió por mí, pero también hizo algo más. Pudo darme vida. Él
resucitó de los muertos. Así que, la ley me arrestó, me condenó,
me sentenció y me mató: eso es todo lo que la ley pudo hacer
por nosotros. Si usted quiere seguir por la ruta de la Ley, usted
llegará a la muerte. Sólo Cristo puede darle vida. Y, después de
todo, vida es lo que necesitamos hoy. Leamos ahora el versículo
20, de este capítulo 2:
"Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas
vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe
del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí".
Este versículo 20 declara un hecho que es real en cada creyente.
No es que nosotros debamos buscar el ser crucificados con Cristo.
Muchos hablan hoy de vivir una vida "crucificada". Eso no era lo
que Pablo estaba diciendo en este pasaje. No debemos procurar
ser crucificados con Cristo. Porque ya hemos sido crucificados con
Él. El principio de la vida cristiana no se basa en la Ley que nos
ha matado por habernos encontrado culpables. Como creyentes,
tenemos que vivir por la fe. ¿Y fe en qué? Fe en el Hijo de Dios.
Es que, estimado oyente, la muerte de Cristo en la cruz no fue
sólo penal (es decir, el pago de una pena por nuestros pecados),
sino que fue también sustitutiva. Jesucristo no fue sólo el
sacrificio por el pecado; también fue el sustituto de todos los que
creen en Él.
Pablo declaró, por lo tanto, que bajo la Ley él fue procesado,
hallado culpable, condenado, y en la persona de su Sustituto, fue
muerto. ¿Cuándo tuvo lugar esa muerte? Cuando Cristo fue
crucificado. En ese sentido, Pablo fue crucificado con Cristo. Pero
aun así, él vivía. ¿Y cómo? Unido a Cristo. Él está sentado hoy a
la derecha de Dios. Y a nosotros se nos ha dicho que hemos sido
unidos a Cristo. Y usted no puede mejorar esa posición. Esta idea
debiera liberarnos de la noción absurda de que podemos
crucificarnos a nosotros mismos.
Hay una consideración significativa en cuando a la crucifixión. Una
persona puede suicidarse de diferentes maneras: puede
ahorcarse, dispararse un tiro, ingerir un veneno o arrojarse al
vacío desde cierta altura. Así que, aunque haya diversas maneras
de quitarse la vida, nadie puede crucificarse a sí mismo. Cuando
alguien se clavara una mano a la cruz ¿quién le clavaría la otra
mano a la cruz? Nadie podría hacerlo por sí mismo. Por ello hay
que entender lo que Pablo quiso decir cuando expresó lo
siguiente: "Estoy crucificado con Cristo". Pablo fue crucificado con
Cristo cuando Cristo murió. Cristo murió una muerte sustitutiva.
Murió por Pablo. Murió por usted y por mí.
En Romanos 6 se nos dice que hemos sido sepultados con Cristo
por el bautismo, por identificación. Hemos sido resucitados con Él
para que llevemos una vida nueva, y ahora estamos unidos al
Cristo vivo. Pablo dijo que ya no le conocemos desde un punto de
vista humano. Él ya no es el hombre de Galilea, que caminaba
alrededor del mar de Galilea. Él no está allí hoy. Está a la derecha
de Dios. Es el Cristo glorificado.
Pablo estaba diciendo que estaba crucificado con Cristo, pero aun
así vivía. Hemos dicho anteriormente que la Ley nos ejecutó; no
podía darnos vida. ¿Quién nos ha dado vida? ¿Cómo vivimos? El
versículo 20 nos da la respuesta del apóstol Pablo, diciendo: "ya
no vivo yo, más vive Cristo en mí". Estimado oyente esto es lo
importante. Cristo murió por mí aquí en la tierra, para que yo
pueda vivir allí arriba, y para que Él pueda vivir en mí aquí en la
tierra. Y añadió Pablo: "y lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo
en la fe del Hijo de Dios". ¿Qué clase de vida es ésta? Es una vida
de fe. Se es salvo por la fe, se vive por la fe, se anda en este
mundo por fe. Esto es lo que significa "andar en el Espíritu" o
"vivir por el Espíritu".
Y continúa diciendo este versículo 20: "vivo en la fe del Hijo de
Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí". Cristo me
amó, pero simplemente por su amor no me podía introducir en el
cielo. Se tuvo que entregar por mí. Por ello el regalo de Dios es
la vida eterna por medio de Cristo Jesús. Y usted puede recibir
ese don, ese regalo, únicamente por la fe. En realidad, esto se
aplica a cualquier regalo. Usted tiene que creer que el que le
ofrece el regalo es sincero. Tiene que creer que él está diciendo
la verdad cuando se lo ofrece y le dice "tómalo, es tuyo". Usted
tiene que extender su mano por la fe y apropiarse de ese regalo,
antes de que pueda ser suyo. De la misma manera, Dios le ofrece
a usted el don de la vida eterna por medio de Cristo Jesús.
El contenido de este versículo me lleva a creer que Pablo estuvo
presente en la crucifixión de Cristo. Pablo era un fariseo, y ellos
fueron los que dirigieron la crucifixión. Pablo, además, fue luego
el líder de la persecución contra la iglesia. Y también era alguien
que odiaba a Cristo. Probablemente estaba asistiendo a la escuela
de Gamaliel en Jerusalén en los días de la crucifixión. No puedo
creer que este joven tan devoto de su religión se hubiera quedado
en casa el día en que Jesús fue crucificado. El relato Bíblico nos
dice que los fariseos ridiculizaron a Jesús. Llegaron a decirle que
descendiese de la cruz. Después, se sentaron y le observaron
mientras moría. Uno no puede descender a un nivel más bajo que
ese. Por todo ello, creo que Pablo estuvo presente allí en aquel
día.
Ahora, después que Pablo conoció al Cristo que murió y fue
resucitado y glorificado, y está a la derecha de Dios, Pablo pudo
recordar aquel día y decir: "Mientras yo estaba allí poniéndolo en
ridículo, expresando a gritos mi odio por Él. Jesús me amó y se
entregó a sí mismo por mi". Se entregó, es decir, que dio su vida
por mí, y ése fue el sacrificio supremo. Recordemos que Pablo se
llamó a sí mismo el principal de los pecadores, lo cual no
pretendió ser una exageración ni un gesto de oratoria. Fue un
hecho, una realidad. Pablo fue el principal de los pecadores.
Estimado oyente, usted no puede pisotear la sangre preciosa de
Cristo ignorándole, apartándose de Él, o poniéndose en Su contra,
como hizo Pablo. Recordemos la escena de la cruz, en la que
Jesús oro diciendo: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen". Aunque usted le deteste, o le desprecie, Él estaba allí
amándole y dando su vida por usted. Leamos, finalmente por hoy,
el versículo 21 de Gálatas 2:
"No desecho la gracia de Dios, pues si por la Ley viniera la justicia,
entonces en vano murió Cristo".
La idea principal en este versículo es sencillamente que si hubiera
habido otra forma de salvar a los pecadores, entonces Dios habría
utilizado ese método. Si hubiera podido haber alguna ley o una
religión que pudiera salvar a los pecadores, Dios la habría
provisto. La única manera en que un Dios infinito pudo salvarle a
usted y a mí fue enviando a Su Hijo a morir. Y Él estuvo dispuesto
a hacer el sacrificio supremo. Estimado oyente, le invitamos a
responder a ese amor, a ese sacrificio.

Gálatas 2:20 - 3:5


Regresamos hoy amigo oyente, al segundo capítulo de esta
epístola del apóstol Pablo a los Gálatas, y en nuestro programa
anterior habíamos avanzado hasta el versículo 20. Teniendo en
cuenta la importancia de este versículo 20, vamos a leerlo
nuevamente, comentando lo que ya adelantamos en nuestro
programa anterior. Dijo el apóstol Pablo en este versículo 20 de
la carta a los Gálatas:
"Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas
vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe
del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí".
Este versículo 20 declara un hecho que es real en cada creyente.
No es que nosotros debamos buscar el ser crucificados con Cristo.
Muchos hablan hoy de vivir una vida "crucificada". Eso no era lo
que Pablo estaba diciendo en este pasaje. No debemos procurar
ser crucificados con Cristo. Porque ya hemos sido crucificados con
Él. El principio de la vida cristiana no se basa en la Ley que nos
ha matado por habernos encontrado culpables. Como creyentes,
tenemos que vivir por la fe. ¿Y fe en qué? Fe en el Hijo de Dios.
Es que, estimado oyente, la muerte de Cristo en la cruz no fue
sólo penal (es decir, el pago de una pena por nuestros pecados),
sino que fue también sustitutiva. Jesucristo no fue sólo el
sacrificio por el pecado; también fue el sustituto de todos los que
creen en Él.
Pablo declaró, por lo tanto, que bajo la Ley fue procesado, hallado
culpable, condenado, y en la persona de su Sustituto, fue muerto.
¿Cuándo tuvo lugar esa muerte? Cuando Cristo fue crucificado.
En ese sentido, Pablo fue crucificado con Cristo. Pero aun así, él
vivía. ¿Y cómo? Unido a Cristo. Cristo está sentado hoy a la
derecha de Dios. Y a nosotros se nos ha dicho que hemos sido
unidos a Cristo. Y usted no puede mejorar esa posición. Esta idea
debiera liberarnos de la noción absurda de que podemos
crucificarnos a nosotros mismos.
Hemos conocido a personas que nos manifestaron que estaban
esforzándose por vivir una vida cristiana que se caracterizara por
una identificación con la crucifixión de Cristo. Es decir que
estaban intentando vivir una vida "crucificada". Y algunos se han
sorprendido cuando les hemos dicho que tarde o temprano
comprobarían que, por su propio esfuerzo, no podrían lograr vivir
esa clase de vida.
Hay una consideración significativa en cuando a la crucifixión. Una
persona puede suicidarse de diferentes maneras: puede
ahorcarse, dispararse un tiro, ingerir un veneno o arrojarse al
vacío desde cierta altura. Así que, aunque haya diversas maneras
de quitarse la vida, nadie puede crucificarse a sí mismo. Cuando
alguien se clavara una mano a la cruz ¿quién le clavaría la otra
mano a la cruz? Nadie podría hacerlo por sí mismo. Por ello hay
que entender lo que Pablo quiso decir cuando expresó lo
siguiente: "Estoy crucificado con Cristo". Pablo fue crucificado con
Cristo cuando Cristo murió. Cristo murió una muerte sustitutiva.
Murió por Pablo. Murió por usted y por mí.
En Romanos 6 se nos dice que hemos sido sepultados con Cristo
por el bautismo, por identificación. Hemos sido resucitados con Él
para que llevemos una vida nueva, y ahora estamos unidos al
Cristo vivo. Pablo dijo que ya no le conocemos desde un punto de
vista humano. Él ya no es el hombre de Galilea, que caminaba
alrededor del mar de Galilea. Él no está allí hoy. Está a la derecha
de Dios. Es el Cristo glorificado.
Pablo estaba diciendo que estaba crucificado con Cristo, pero aun
así vivía. Hemos dicho anteriormente que la Ley nos ejecutó; no
podía darnos vida. ¿Quién nos ha dado vida? ¿Cómo vivimos? El
versículo 20 nos da la respuesta del apóstol Pablo, diciendo: "ya
no vivo yo, más vive Cristo en mí". Estimado oyente esto es lo
importante. Jesús murió por mí aquí en la tierra, para que yo
pueda vivir allí arriba, y para que Él pueda vivir en mí aquí en la
tierra. Y añadió Pablo: "y lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo
en la fe del Hijo de Dios". ¿Qué clase de vida es ésta? Es una vida
de fe. Se es salvo por la fe, se vive por la fe, se anda en este
mundo por fe. Esto es lo que significa "andar en el Espíritu" o
"vivir por el Espíritu".
Y continúa diciendo este versículo 20: "vivo en la fe del Hijo de
Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí". Cristo me
amó, pero simplemente por su amor no me podía introducir en el
cielo. Se tuvo que entregar por mí. Por ello el regalo de Dios es
la vida eterna por medio de Cristo Jesús. Y usted puede recibir
ese don, ese regalo, únicamente por la fe. En realidad, esto se
aplica a cualquier regalo. Usted tiene que creer que el que le
ofrece el regalo es sincero. Tiene que creer que él está diciendo
la verdad cuando se lo ofrece y le dice "tómalo, es tuyo". Usted
tiene que extender su mano por la fe y apropiarse de ese regalo,
antes de que pueda ser suyo. De la misma manera, Dios le ofrece
a usted el don de la vida eterna por medio de Cristo Jesús.
El contenido de este versículo me lleva a creer que Pablo estuvo
presente en la crucifixión de Cristo. Pablo era un fariseo, y ellos
fueron los que dirigieron la crucifixión. Pablo, además, fue luego
el líder de la persecución contra la iglesia. Y también era alguien
que odiaba a Cristo. Probablemente estaba asistiendo a la escuela
de Gamaliel en Jerusalén en los días de la crucifixión. No puedo
creer que este joven tan devoto de su religión se hubiera quedado
en casa el día en que Jesús fue crucificado. El relato Bíblico nos
dice que los fariseos ridiculizaron a Jesús. Llegaron a decirle que
descendiese de la cruz. Después, se sentaron y le observaron
mientras moría. Uno no puede descender a un nivel más bajo que
ese. Por todo ello, creo que Pablo estuvo presente allí en aquel
día.
Ahora, después que Pablo conoció al Cristo que murió, fue
resucitado y glorificado, y está a la derecha de Dios, Pablo pudo
recordar aquel día y decir: "Mientras yo estaba allí poniéndolo en
ridículo, expresando a gritos mi odio por Él. Jesús me amó y se
entregó a sí mismo por mi". Se entregó, es decir, que dio su vida
por mí, y ése fue el sacrificio supremo. Recordemos que Pablo se
llamó a sí mismo el principal de los pecadores, lo cual no
pretendió ser una exageración ni un gesto de oratoria. Fue un
hecho, una realidad. Pablo fue el principal de los pecadores.
Estimado oyente, usted no puede pisotear la sangre preciosa de
Cristo ignorándole, apartándose de Él, o poniéndose en Su contra,
como hizo Pablo. Recordemos la escena de la cruz, en la que
Jesús oro diciendo: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen". Aunque usted le deteste, o le desprecie, Él estaba allí
amándole y dando su vida por usted. Leamos, finalmente por hoy,
el versículo 21 de Gálatas 2:
"No desecho la gracia de Dios, pues si por la Ley viniera la justicia,
entonces en vano murió Cristo".
La idea principal en este versículo es sencillamente que si hubiera
habido otra forma de salvar a los pecadores, entonces Dios habría
utilizado ese método. Si hubiera podido haber alguna ley o una
religión que pudiera salvar a los pecadores, Dios la habría
provisto. La única manera en que un Dios infinito pudo salvarle a
usted y a mí fue enviando a Su Hijo a morir. Y Él estuvo dispuesto
a hacer el sacrificio supremo.
Con esto completamos este segundo capítulo de la epístola a los
Gálatas y llegamos a
Gálatas 3:1-5
Continuamos en la tercera sección de la epístola, la sección
doctrinal, dedicada a la justificación por la fe. Después de haber
considerado la declaración de la doctrina de la justificación por la
fe en la primera subdivisión de esta sección, entramos en la
segunda subdivisión, en la que la justificación por la fe se aplica
a la experiencia de los Gálatas. El capítulo 3 finalizará con la
experiencia de Abraham. Así que comenzamos entonces por este
párrafo en el que Pablo volvió a recapitular
La experiencia de los gálatas
¿Cómo habían sido salvados? ¿Fueron salvados por la ley, o
fueron salvados por la fe en Jesucristo? Creemos en la experiencia
y cuando lleguemos al capítulo 4 trataremos más ampliamente
este tema de la experiencia. Ahora personalmente creemos en las
experiencias. En el versículo 1, pues, de este capítulo 3, dijo
Pablo:
"¡Gálatas insensatos!, ¿quién os fascinó para no obedecer a la
verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado
claramente crucificado?"
Él les dijo aquí: "¡Oh Gálatas insensatos!" La palabra griega
utilizada aquí es "anoetoi", que proviene de la raíz "nous", que
significa "mente". En realidad les estaba diciendo "No estáis
usando vuestra mente", dando a entender que estaban actuando
con torpeza.
Y a continuación les dijo: "¿quién os fascinó?" o "¿Quién os
hechizó, o embrujó?", como traducen otras versiones. Y continuó
diciendo: "A vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya
presentado claramente". Aquí "presentado" significa literalmente
"pintado", como en un cuadro. En otras palabras, no estamos
seguros de que Pablo haya utilizado ilustraciones gráficas ante los
Gálatas, pero con toda seguridad, con sus palabras les ilustró la
persona de Jesucristo y Su obra como para que la vieran con la
claridad de un cuadro. Hay muchos maestros de la Biblia que
utilizan transparencias para ilustrar lo que están enseñando. Es
una forma muy didáctica de enseñar la Palabra de Dios. Quizá
sería imposible poder presentar una enseñanza completa sobre
temas Bíblicos como, por ejemplo, el tabernáculo, sin utilizar
transparencias o figuras. Ahora, ésa es la forma en que Cristo
había sido presentado por Pablo. Además les dijo que Cristo había
sido presentado claramente crucificado. Fue Su muerte en la cruz
lo que hizo posible la salvación de los Gálatas, y la nuestra. Ahora,
en el versículo 2, dijo Pablo:
"Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por
las obras de la Ley o por el escuchar con fe?"
Necesitamos tener mucho cuidado aquí y probablemente
deberíamos decir lo siguiente: El evangelio es verdad
independientemente de las experiencias. Lo que la experiencia
hace es corroborar el evangelio. Digámoslo de la siguiente
manera. Hay muchas personas en el día de hoy que razonan de
la experiencia a la verdad. Personalmente creo que la Palabra de
Dios siempre razona de la verdad a la experiencia. Eso quiere
decir que la experiencia no debe ser descartada, dejada de lado,
pero tiene que ser puesta a prueba por la verdad.
Ahora, todos tienen experiencias diferentes. A veces hemos
escuchado a la fundadora de cierta secta contar acerca de su
experiencia. Luego tenemos a otra persona que cuenta su propia
experiencia y cosas por el estilo, y esas experiencias son
completamente diferentes. Ahora, ¿a cuál de ellas damos crédito?
En esos casos uno se siente inclinado a no hacer caso de ninguna
de ellas. De la misma manera, nadie debiera utilizar las Sagradas
Escrituras sin exponerlas detalladamente, y limitándose a
exponer experiencias personales que no tengan nada que ver con
el texto leído. Esa actitud equivaldría a basar una verdad en una
experiencia, antes que en un pasaje de la Biblia, cuando en
realidad la verdad debe estar basada en la Biblia. En ese sentido,
toda experiencia debe ser examinada y confirmada a la luz de la
revelación Bíblica.
Ahora volvemos a la pregunta de este versículo 2: "¿Recibisteis
el Espíritu por las obras de la ley o por el escuchar con fe?" Ahora,
¿que quería decir Pablo con "el escuchar con fe"? ¿Se refería al
oído como órgano, a la recepción del mensaje, o al mensaje
mismo? Bueno, pensamos que Pablo se refiere a todo el proceso.
Uno tiene que escuchar algo antes de poder ser salvo, porque el
evangelio es algo que Dios ha hecho por usted, y usted necesita
saberlo.
Ahora, en esta sección Pablo estaba planteando varias preguntas.
Les dijo a aquellos cristianos que miraran hacia atrás, al pasado,
a lo que les había sucedido y les hizo 6 preguntas que tenían que
ver con su experiencia.
Esta fue la primera pregunta: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras
de la Ley o por el escuchar con fe? En ninguna parte de la Biblia,
ni siquiera en el Antiguo Testamento, se dice que alguien haya
recibido el Espíritu Santo por las obras que demandaba la ley, es
decir, por cumplir la ley de Moisés. El Espíritu fue recibido por el
escuchar con fe. Los Gálatas nunca recibieron el Espíritu por
cumplir las obras requeridas por la ley. El Espíritu Santo es la
evidencia de la conversión. La Escritura nos dice en Romanos 8:9,
"9Pero vosotros no vivís según la naturaleza humana
pecaminosa, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios
está en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es
de Cristo". Y en la carta a los Efesios 1:13 leemos: "13En él
también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el
evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis
sellados con el Espíritu Santo de la promesa".
La segunda pregunta la encontramos en el versículo 3, de este
capítulo 3:
"¿Tan insensatos sois? Habiendo comenzado por el Espíritu,
¿ahora vais a acabar con esfuerzos puramente humanos?"
En otras palabras, el Espíritu Santo era el que los había
convertido, los había traído a Cristo, y ahora que el Espíritu Santo
de Dios vivía en ellos ¿iban a regresar a la ley (que había sido
dada para controlar la naturaleza pecaminosa) y pensaban que
de esa manera iban a vivir en un nivel superior? Luego en el
versículo 4 tenemos la tercera pregunta:
"¿Tantas cosas habéis padecido en vano? Si es que realmente fue
en vano".
Ahora Pablo les estaba preguntando a los Gálatas: "¿Tanto sufrir,
para nada?" En este momento les recordó que habían pagado un
precio alto por recibir el Evangelio. ¿Es que todas esas
experiencias no iban a servir para nada? ¿Entonces no habían
tenido ningún propósito?
Y entonces les planteó la cuarta pregunta. Leamos el versículo 5
de Gálatas 3:
"Aquel, pues, que os da el Espíritu y hace maravillas entre
vosotros, ¿lo hace por las obras que demanda la Ley o por oír el
mensaje con fe?"
Pablo se refería al ministerio que había tenido entre ellos.
Recordemos que el apostolado de Pablo había sido atacado por
los judaizantes. Éstos habían dicho que Pablo había llegado tarde
al apostolado cristiano, porque no era uno de los doce apóstoles
originales. No había estado con Cristo durante Su ministerio en la
tierra, sino que había aparecido más tarde. Pero Pablo les recordó
a los Gálatas que él era el que había llegado a su país, les había
predicado la Palabra de Dios y había realizado milagros entre
ellos. Y no había hecho todo eso por medio de las obras que
demandaba la ley; él tuvo mucho cuidado de aclarar este detalle.
Él predicó al Señor Jesucristo como el que murió por ellos,
resucitó, y en quien habían depositado su confianza. Y cuando
ellos así lo hicieron, algo milagroso ocurrió; fueron regenerados.
Pablo tenía entonces la evidencia de que él era realmente un
apóstol. En aquellos tiempos, se le dieron a los apóstoles ciertas
señales que les identificaban. Tal como lo entendemos nosotros,
los apóstoles tenían prácticamente todos los dones mencionados
en la Biblia; todos los dones que consideramos señales. Pablo
podía realizar milagros. Pudo sanar enfermos. Pudo resucitar
muertos. Y Simón Pedro, que era uno de los doce apóstoles
originales, también podía realizar milagros. El poder realizar
aquellas señales era en aquella época la marca distintiva de un
apóstol.
Ahora bien, los apóstoles nos han entregado la Palabra de Dios.
Tenemos una fe fundada sobre el Señor Jesucristo como piedra
angular, y una fe edificada sobre el fundamento que ha sido
colocado por los apóstoles y profetas. Lo que daba credibilidad a
la verdad de su mensaje era su capacidad para realizar milagros.
Ellos tenían esos dones que hemos calificado como señales. Lo
importante que nosotros debemos observar aquí es que Pablo fue
a los Gálatas no como un fariseo predicando la Ley, sino como un
apóstol predicando a Jesucristo. Ello fue algo que esa gente había
experimentado, y Pablo se apoyó en dicha experiencia.
Resumiendo, hemos visto que la justificación por la fe fue la
experiencia de los Gálatas. Por tal motivo Pablo les preguntó:
"¿quién os fascinó?" El apóstol mencionó al Espíritu Santo tres
veces en este párrafo. Les recordó que no habían recibido el
Espíritu por cumplir las obras que la ley demandaba. El Espíritu
era la evidencia de su conversión a Cristo. Y es importante
resaltar que el Evangelio es cierto independientemente de la
experiencia de los Gálatas o de cualquiera otra persona. El
Evangelio es objetivo; trata sobre lo que el Señor Jesucristo hizo
por nosotros. La experiencia confirma al Evangelio, y esto es lo
que Pablo estaba demostrando en este párrafo que hemos
considerado. El Evangelio es suficiente, lo cual es confirmado por
la experiencia.
Estimado oyente, le invitamos a aceptar por la fe lo que Jesucristo
hizo por usted al entregarse en la cruz como sustituto, llevando
la culpa y el castigo por nuestros pecados. Y entonces usted
también comprobará que se trata de una verdad que se acepta
por la fe para recibir el perdón de los pecados y la vida eterna.
Pero, tenga usted la seguridad de que la experiencia le confirmará
que el amor de Dios en su vida y la obra del Espíritu Santo son
una realidad que hace que la vida sea digna de ser vivida y
disfrutada.

Gálatas 3:5-7
Continuamos hoy estudiando el capítulo 3, de la epístola del
apóstol San Pablo a los Gálatas. Y nos encontramos en la tercera
de las cinco secciones de este libro, que se extiende desde el
capítulo 2:15, hasta el capítulo 4:31. que hemos denominado
como doctrinal y que trata el tema de la justificación por la fe.
Usted habrá notado que en nuestros dos programas anteriores,
hemos visto cómo se presentaba esta doctrina. La primera
subdivisión trataba sobre la exposición de la doctrina de la
justificación por la fe; la segunda subdivisión aplicaba la doctrina
a la experiencia de los Gálatas (en los versículos 1 al 5 de este
capítulo 3). Pablo comenzó a hacerles seis preguntas a los
Gálatas, de las cuales vimos 4; la última precisamente en el
versículo 5. Vamos a hacer una breve recapitulación del final del
programa anterior, para recordar 4 de las 6 preguntas que Pablo
planteó a los Gálatas. Les dijo a aquellos cristianos que miraran
hacia atrás, al pasado, a lo que les había sucedido y les hizo estas
preguntas que tenían que ver con su experiencia.
Esta fue la primera pregunta: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras
de la Ley o por el escuchar con fe? En ninguna parte de la Biblia,
ni siquiera en el Antiguo Testamento, se dice que alguien haya
recibido el Espíritu Santo por las obras que demandaba la ley, es
decir, por cumplir la ley de Moisés. El Espíritu fue recibido por el
escuchar con fe. Los Gálatas nunca recibieron el Espíritu por
cumplir las obras requeridas por la ley. El Espíritu Santo es la
evidencia de la conversión. La Escritura nos dice en Romanos 8:9,
"9Pero vosotros no vivís según la naturaleza humana
pecaminosa, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios
está en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es
de Cristo". Y en la carta a los Efesios 1:13 leemos: "13En él
también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el
evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis
sellados con el Espíritu Santo de la promesa".
La segunda pregunta la encontramos en el versículo 3, de este
capítulo 3:
"¿Tan insensatos sois? Habiendo comenzado por el Espíritu,
¿ahora vais a acabar con esfuerzos puramente humanos?"
En otras palabras, el Espíritu Santo era el que los había
convertido, los había traído a Cristo, y ahora que el Espíritu Santo
de Dios vivía en ellos ¿iban a regresar a la ley (que había sido
dada para controlar la naturaleza pecaminosa) y pensaban que
de esa manera iban a vivir en un nivel superior? Luego en el
versículo 4 tenemos la tercera pregunta:
"¿Tantas cosas habéis padecido en vano? Si es que realmente fue
en vano".
Ahora Pablo les estaba preguntando a los Gálatas: "¿Tanto sufrir,
para nada?" En este momento les recordó que habían pagado un
precio alto por recibir el Evangelio. ¿Es que todas esas
experiencias no iban a servir para nada? ¿Entonces no habían
tenido ningún propósito?
Y entonces les planteó la cuarta pregunta. Leamos el versículo 5
de Gálatas 3:
"Aquel, pues, que os da el Espíritu y hace maravillas entre
vosotros, ¿lo hace por las obras que demanda la Ley o por oír el
mensaje con fe?"
Pablo se refería al ministerio que había tenido entre ellos.
Recordemos que el apostolado de Pablo había sido atacado por
los judaizantes. Éstos habían dicho que Pablo había llegado tarde
al apostolado cristiano, porque no era uno de los doce apóstoles
originales. No había estado con Cristo durante Su ministerio en la
tierra, sino que había aparecido más tarde. Pero Pablo les recordó
a los Gálatas que él era el que había llegado a su país, les había
predicado la Palabra de Dios y había realizado milagros entre
ellos. Y no había hecho todo eso por medio de las obras que
demandaba la ley; él tuvo mucho cuidado de aclarar este detalle.
Él predicó al Señor Jesucristo como el que murió por ellos,
resucitó, y en quien habían depositado su confianza. Y cuando
ellos así lo hicieron, algo milagroso ocurrió; fueron regenerados.
Y Pablo tenía entonces la evidencia de que él era realmente un
apóstol. En aquellos tiempos, se le dieron a los apóstoles ciertas
señales que les identificaban. Tal como lo entendemos nosotros,
los apóstoles tenían prácticamente todos los dones mencionados
en la Biblia; todos los dones que consideramos señales. Pablo
podía realizar milagros. Pudo sanar enfermos. Pudo resucitar
muertos. Y Simón Pedro, que era uno de los doce apóstoles
originales, también podía realizar milagros. El poder realizar
aquellas señales era en aquella época la marca distintiva de un
apóstol.
Ahora bien, los apóstoles nos han entregado la Palabra de Dios.
Tenemos una fe fundada sobre el Señor Jesucristo como piedra
angular, y una fe edificada sobre el fundamento que ha sido
colocado por los apóstoles y profetas. Lo que daba credibilidad a
la verdad de su mensaje era su capacidad para realizar milagros.
Ellos tenían esos dones que hemos calificado como señales. Lo
importante que nosotros debemos observar aquí es que Pablo fue
a los Gálatas no como un fariseo predicando la Ley, sino como un
apóstol predicando a Jesucristo. Ello fue algo que esa gente había
experimentado, y Pablo se apoyó en dicha experiencia.
Resumiendo, hemos visto que la justificación por la fe fue la
experiencia de los Gálatas. Por tal motivo Pablo les preguntó:
"¿quién os fascinó?" El apóstol mencionó al Espíritu Santo tres
veces en este párrafo. Les recordó que no habían recibido el
Espíritu por cumplir las obras que la ley demandaba. El Espíritu
era la evidencia de su conversión a Cristo. Y es importante
resaltar que el Evangelio es cierto independientemente de la
experiencia de los Gálatas o de cualquiera otra persona. El
Evangelio es objetivo; trata sobre lo que el Señor Jesucristo hizo
por nosotros. La experiencia confirma al Evangelio, y esto es lo
que Pablo estaba demostrando en este párrafo que hemos
considerado. El Evangelio es suficiente, lo cual es confirmado por
la experiencia.
Llegamos ahora a otra subdivisión de esta tercera parte doctrinal
de esta carta, que trata sobre la justificación por fe. Tenemos aquí
el ejemplo,
La ilustración de Abraham
Eso se destaca mucho y usted lo puede apreciar en esta epístola.
Esta tercera subdivisión de esta parte doctrinal comienza en el
capítulo 3, versículo 6, y continúa hasta el capítulo 4, versículo
18. A continuación tenemos la cuarta subdivisión de esta parte,
que explica la justificación por la fe por medio de otra ilustración,
que es una alegoría de Agar y Sara, desde el 4:19 hasta el final
de este capítulo 4. Así que en realidad llegamos ahora al centro
mismo de este libro, en el cual el patriarca Abraham será la
ilustración y el ejemplo escogido por el apóstol Pablo para
enriquecer su explicación de la justificación por la fe. Veamos
ahora lo que dijo Pablo aquí en este versículo 6, del capítulo 3 de
la epístola a los Gálatas:
"Así Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia. Sabed,
por tanto, que los que tienen fe, éstos son hijos de Abraham".
Este versículo es una cita sobre Abraham que aparece en Génesis,
capítulo 15, versículo 6. Este versículo se encuentra también
citado en Romanos 4:3. Esta es una ilustración, y en vista de que
no hemos estado en Génesis por mucho tiempo, creemos que es
hora de que hagamos un repaso y que volvamos a esas Escrituras
para ver esta ilustración. Esta ilustración nos llega de la primera
época de la vida de Abraham, de su vida de fe. Abraham fue la
gran ilustración de la justificación por fe y Pablo le usó como un
ejemplo en las epístolas de Romanos y Gálatas. No podía decirse
que Abraham había sido justificado por la Ley porque la Ley
mosaica no fue dada hasta cuatrocientos años después de
Abraham. Y tampoco podía decirse que fue justificado por la
circuncisión porque él fue justificado antes que la circuncisión
fuese establecida. La circuncisión llegó a ser una señal distintiva
y una evidencia de la fe de Abraham, así como el bautismo es la
señal y evidencia de la fe del creyente en la actualidad. Ni la
circuncisión ni el bautismo pueden salvar. En realidad, no
contribuyen en nada para la salvación. Simplemente constituyen
una evidencia exterior de una obra interior.
Los incidentes están relatados en Génesis 14 y 15 y tuvieron lugar
después que Abraham regresara de Egipto. Él y Lot se habían
separado y Lot se había dirigido a la ciudad de Sodoma. La
primera guerra se estalló cuando los reyes del oriente hicieron
guerra contra los reyes del Mar Muerto. Los reyes del oriente,
bajo el mando de Quedorlaomer fueron los que triunfaron en esa
batalla, y se llevaron todo el botín así como también a la gente
de los pueblos que habían vencido, quizá para usarlos como
esclavos. Y por supuesto en ese grupo de prisioneros se
encontraban Lot y su familia. Pues bien, él era el sobrino de
Abraham y éste no se iba a quedarse sin hacer nada. Así fue que,
cuando Abraham se enteró de lo que había ocurrido, y de que su
sobrino había sido tomado prisionero, inmediatamente se preparó
para ir a la guerra. Se nos dice que armó a sus criados, los nacidos
en su casa, y que eran 318 hombres; con ellos salió
apresuradamente y alcanzó al ejército enemigo que se estaba
alejando con Lot y el resto de la gente de Sodoma y Gomorra.
Los atacó de noche, por sorpresa y triunfó en la batalla.
Entonces el rey de Sodoma le dijo a Abraham: "Dame las
personas y toma para ti los bienes". Según el código del rey
Hammurabi, el botín pertenecía a Abraham. Pero el rey quería la
gente; en realidad Abraham ni siquiera tenía que entregarle la
gente; él los podía haberlos tomado y llevado como esclavos, pero
él no quería hacerlo.
Tampoco quería llevarse el botín. Entonces le dijo: "ni un hilo ni
una correa de calzado tomaré de todo lo que es tuyo, para que
no digas: Yo enriquecí a Abram" Ése fue un gesto muy noble de
su parte. Si algún día se enriquecía, sería porque Dios le haría
rico. Prefería esperar en Dios y no en aquel rey. Dios se le
apareció a Abraham para asegurarle que había hecho bien al
rechazar el botín de los reyes de Sodoma y Gomorra y entonces
le dijo, como leemos en Génesis 15:1, "No temas, Abram, yo soy
tu escudo, y tu recompensa será muy grande". Abraham era una
persona práctica, y comenzó a hablar con el Señor con toda
claridad y franqueza y, por cierto, creo que al Señor quiere que
nos dirijamos a Él de la misma manera. Le dijo entonces al Señor:
"No tengo un hijo y tú me dijiste que lo tendría". Y el Señor le
respondió: "Me alegro que hayas mencionado ese tema,
Abraham, porque yo tenía algo que decirte". Dios ya le había
dicho que su descendencia sería tan innumerable como la arena
de la playa. Entonces Dios le tomó de la mano y le dijo que mirara
al cielo. Debía ser de noche. Me han dicho que en esa zona del
mundo una puede ver aproximadamente unas 5.000 estrellas a
simple vista. Imaginemos cuántas se podrían ver con un
telescopio potente. Sea como fuere, no creo que ningún
telescopio podría darnos el número exacto de estrellas que podían
verse en esa ocasión. En efecto, Dios le dijo a Abraham: "No
puedes contar las estrellas, así como tampoco podrás contar tu
descendencia". ¿Sabe usted cuál fue la respuesta de Abraham?
Dice el relato (en Génesis 15:6), "Y Abraham, creyó al Señor, y
le fue contado por justicia". Es decir, que el Señor lo reconoció
como justo. El término en el idioma original es muy expresivo.
Literalmente significa que Abraham dijo "amén" al Señor. O sea,
que Dios le dijo "voy a hacerlo así" y Abraham respondió "amén".
¿Tiene esto una aplicación para su vida y la mía? Ciertamente la
tiene. Es como si Dios nos estuviera diciendo: "Yo envié a mi Hijo
a morir por ti: Si crees en Él, no perecerás. Tendrás vida eterna".
¿Dirá usted "amén" a esa declaración? ¿Creerá usted a Dios?
¿Aceptará a Su Hijo? Si usted así lo hace, está justificado por la
fe. Esto fue lo que hizo Abraham. Él creyó a Dios y en ese
momento, Dios le declaró justo. ¿A causa de sus obras? No,
porque sus obras eran imperfectas. Él no tenía ninguna perfección
que ofrecer a Dios. Pablo desarrollaría este pensamiento un poco
más adelante. Aunque Abraham no tenía perfección en aquel
momento, después la tuvo porque su fe se le tomó en cuenta
como justicia. Ésa es la doctrina de la justificación. Y Abraham
permaneció justificado delante de Dios.
Después Abraham le dijo al Señor: "¿Te importaría poner lo que
me has dicho por escrito? Quizás usted esté pensando: "he leído
el libro de Génesis y no recuerdo semejante frase. Pues bueno,
está aquí en Génesis 15. En el versículo 7 le dijo el Señor: "Yo
soy el Señor, que te saqué de Ur de los caldeos para darte a
heredar esta tierra". Escuchemos la respuesta de Abraham en el
versículo 8: "Señor, ¿en qué conoceré que la he de heredar?" En
otras palabras, ponlo por escrito. Y Dios le dijo a Abraham algo
parecido a lo siguiente: "encuéntrate conmigo en el juzgado y lo
pondré por escrito". Ahora alguien dirá: "un momento, Dios no
dijo eso". Pero, en otras palabras, sí se lo dijo. Leamos en Génesis
15:9: "Tráeme una becerra de tres años, una cabra de tres años
y un carnero de tres años; y una tórtola y un palomino". En aquel
tiempo, ésa era la forma en que se hacían los contratos. Por
ejemplo, Jeremías, en 34:18 nos contó sobre un contrato
realizado de esta manera. Es que cuando en aquellos días se
formalizaba un contrato, un hombre acordaba hacer algo y la otra
parte, a su vez, también acordaba hacer algo. Cortaban el o los
animales del sacrificio en dos partes y colocaban una mitad a un
lado, y la otra, al otro lado. Después se tomaban de la mano y
caminaban entre las dos mitades. Ese gesto sellaba el contrato.
Era lo mismo que ir hoy al notario en el palacio de justicia.
Así que Abraham preparó los sacrificios y esperó. Esperó durante
todo el día. Las aves de rapiña descendieron sobre los cadáveres
y Abraham las espantó. Pero Dios demoró el encuentro con
Abraham; no llegó hasta el anochecer. Y dice Génesis 15:12, "A
la caída del sol cayó sobre Abraham un profundo sopor, y el terror
de una gran oscuridad cayó sobre él". Justo cuando iba a firmar
el contrato, Dios causó a Abraham un sueño profundo. La razón
para ello fue que Abraham no iba a caminar con Dios por entre
las dos mitades. Abraham no tenía nada que prometer. Dios era
el que prometía. Y dice el versículo 17 de Génesis 15: "Cuando se
puso el sol y todo estuvo oscuro, apareció un horno humeante y
una antorcha de fuego que pasaba por entre los animales
divididos". Así que Dios pasó solo por entre esas dos mitades
porque Él era el que estaba haciendo el pacto. La parte que le
tocaba a Abraham consistía únicamente en creer a Dios. Si el
pacto hubiera dependido de la fidelidad de Abraham, quizás
expresada en las oraciones que pronunciaba cada noche, él podría
haberse descuidado una noche, y entonces ya habría
quebrantado su promesa. Por ello, Dios fue el que hizo la
promesa, y el pacto dependió de la fidelidad de Dios.
Estimado oyente, hace más de 2.000 años Jesucristo fue a la cruz
para pagar por sus pecados y los míos. Dios no le está pidiendo
que usted pronuncie sus oraciones o se comporte de una manera
ejemplar para ser salvo. Él le está pidiendo que usted crea en Su
Hijo que murió por usted. Él formalizó el contrato. Él es el que
hizo la promesa, el pacto, y Él es el que le salvará. Y éste es,
pues, el nuevo contrato. El viejo pacto lo hizo con Abraham.
Abraham creyó a Dios. Le dijo "amén" a Dios. Abraham creyó, y
se le tomó en cuenta como justicia. Dios aún les pide a las
personas que crean en Él. Coloque usted su confianza en Cristo,
y entonces será salvo. Aquí tenemos realmente una hermosa
escena. Una escena de esas que por su impacto marcan toda una
vida. En este caso, Abraham recordaría la ocasión solemne en la
cual Dios formalizaría el pacto fundamentado en la fidelidad de
Dios. Continuemos leyendo el versículo 7 de Gálatas 3:
"Sabed, por tanto, que los que tienen fe, éstos son hijos de
Abraham".
Dios hizo eso por Abraham antes de que la ley fuera presentada.
Él no hizo este pacto con él debido a sus buenas obras. Él le dijo
a Abraham; "Yo haré esto por ti si tú crees en mí". Y Abraham
respondió: "Yo creo en ti". Dios quiere que su fe descanse sobre
una base sólida, firme. Cuando usted y yo confiamos en Cristo
como Salvador, somos salvos de la misma manera en que
Abraham fue salvo; por la fe. Por todo ello, estimado oyente, si
usted se va a acercar a Él tiene que hacerlo por fe. Él ha llegado
hasta la puerta de su corazón. No puede llegar más lejos. Él no
va a forzar ni a derribar la puerta. Simplemente llamará y dirá,
como dijo en Apocalipsis 3:20, "Yo estoy a la puerta y llamo; si
alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré y cenaré con él y él
conmigo". Solo usted que nos está escuchando en este momento,
puede abrir la puerta por la fe y dejarle entrar. Para que Él llene
esta vida y la vida eterna con Su presencia.

Gálatas 3:8-17
Continuamos hoy nuestro estudio del capítulo 3 de la epístola del
apóstol San Pablo a los Gálatas. Y hoy, continuamos con el
versículo 8. Estuvimos observando que Abraham era una de las
mejores ilustraciones de la justificación por fe. Se destaca en las
Escrituras en todas partes como la ilustración principal, ya que,
como podemos apreciar, Abraham fue justificado por fe mucho
antes de haberse dado la ley. En realidad, ocurrió como 400 años
antes que la ley fuese mencionada. Creemos que nadie pueda
decir que él fue justificado por la ley de Moisés, en realidad, nadie
puede decir eso. Por tanto, cuando usted y yo confiamos en
Cristo, estimado oyente, somos salvos de la misma manera en
que Abraham fue salvo. Eso quiere decir que somos salvos por
creer y confiar en Cristo como nuestro Salvador personal.
Quisiéramos ahora seguir adelante en este capítulo 3, de Gálatas
y vamos a leer el versículo 8:
"Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a
los no judíos, dio de antemano la buena nueva a Abraham,
diciendo: En ti serán benditas todas las naciones".
Bien, si la fe sin obras era suficiente para Abraham, ¿por qué
íbamos a desear nosotros algo diferente? Y si la bendición para
Abraham no fue debido a las obras que demandaba la ley, sino a
causa de su fe, ¿por qué íbamos a volvernos nosotros de la fe, a
las obras de la ley?
Hemos leído que "Dios. . . predicó . . . el Evangelio a Abraham".
¿Y cuándo lo hizo? Bueno, la ilustración que usamos en nuestro
programa anterior fue la cita que tomamos del capítulo 15 de
Génesis. Eso fue al comienzo de la vida de fe de Abraham. Ahora
veremos que Pablo se refirió a un incidente que tuvo lugar cerca
del final de su vida de fe, y registrado en Génesis 22 y en el
versículo 17, después de haber ofrecido Abraham a su hijo Isaac
sobre el altar. En realidad estuvo muy cerca de consumar ese
acto de sacrificio, usted recordará, pero Dios lo detuvo. Dios
consideró la actitud de Abraham como si él hubiera realizado el
sacrificio porque él había demostrado que tenía fe en Dios,
creyendo que Dios resucitaría a Isaac de los muertos (como nos
dijo el escritor de Hebreos 11:19). Ahora observemos la
respuesta de Dios al acto de fe de Abraham, registrada en Génesis
22:15-18: "15Llamó el ángel del Señor a Abraham por segunda
vez desde el cielo, 16y le dijo :Por mí mismo he jurado, dice el
Señor, que por cuanto has hecho esto y no me has rehusado a tu
hijo, tu único hijo, 17de cierto te bendeciré y multiplicaré tu
descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que
está a la orilla del mar; tu descendencia se adueñará de las
puertas de sus enemigos. 18En tu simiente serán benditas todas
las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz".
Aparentemente en ese momento Dios predicó el Evangelio a
Abraham, porque el ofrecimiento de Isaac fue una de las mejores
figuras del ofrecimiento de Cristo. Aunque Dios perdonó al hijo de
Abraham, no perdonó a Su propio hijo sino que le entregó por
todos nosotros.
Ahora, lo importante que debemos notar en la vida de Abraham
es que este hombre obedeció la voz de Dios. Estuvo dispuesto a
ofrecer a su hijo cuando Dios se lo ordenó, y cuando estando a
punto de ofrecerlo Dios le detuvo, él se detuvo, obedeciendo la
voz de Dios. Con su acción demostró que tenía fe en Dios.
Nuevamente creyó en Dios y se le tomó en cuenta como justicia.
Hay algunas personas que se preocupan porque piensan que hay
una contradicción en las Escrituras entre lo que dijo el apóstol
Pablo sobre Abraham y lo que Santiago dijo en 2:20 y 21:
"20¿Pero quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras está
muerta? 21¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro
padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?" Sin embargo
Santiago continuó diciendo en el versículo 22: "¿No ves que la fe
actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por
las obras?" Juan Calvino lo decía de esta manera: "Sólo la fe
salva, pero la fe que salva no está sola". En otras palabras la fe
que salva es una fe dinámica, una fe vital que nos lleva a realizar
obras. Esperamos que usted entienda que Santiago no estaba
hablando sobre las obras de la ley. Santiago estaba hablando de
las obras de la fe. Porque la fe produce obras. Esta idea que lleva
a afirmar que las otras le salvan, es como poner el carro delante
del caballo y casi podríamos decir que algunos incluso ponen el
caballo en el carro.
Es importante recordar que la fe conduce a las obras, como
sucedió en el caso de Abraham. Dios puede ver nuestros
corazones, Él sabe si nosotros hemos confiado en Cristo como
Salvador o si no lo hemos hecho. Él sabe si somos o no genuinos
miembros de la iglesia o no. Porque se puede engañar a la gente
con una apariencia de devoción al Señor pero a Dios no se le
puede engañar. ¿Por qué no ser entonces un creyente auténtico
y, al mismo tiempo, disfrutar de la alegría de la vida cristiana? En
todo caso, no hay que fingir y lo más respetable delante de Dios
y los demás que nos conocen, es que cada uno se muestre tal
cual es. Merece la pena confiar en el Señor Jesucristo como
Salvador y entonces, ser un auténtico cristiano y vivir una fe viva,
dinámica, que producirá obras.
Una lectura cuidadosa del pasaje de Santiago 2 revela que
Santiago usó la historia de Abraham para mostrar que la fe sin
obras está muerta. Ésta fue la última parte de la historia de
Abraham, porque, en realidad, fue la última vez que Dios se le
apareció. No fue la porción de la Biblia a la que Pablo se refirió
aquí en su epístola a los Gálatas, cuando dijo que Abraham fue
justificado por fe. Pablo dijo que la fe sola era suficiente, y probó
su afirmación de la historia de Abraham registrada en Génesis 15.
Entonces, Santiago dijo que la fe sin obras estaba muerta, y lo
probó refiriéndose a la historia de Abraham relatada en el capítulo
22 de Génesis. Si Abraham no hubiera cumplido, si él se hubiera
arrepentido y en el incidente del capítulo 22 hubiera dicho:
"Espera un momento, yo no creo en lo que has dicho. He estado
fingiendo todos estos años", entonces habría sido obvio que la fe
de Abraham era falsa. Pero Dios sabía, en el incidente de Génesis
15 que Abraham tenía una fe genuina.
Ahora, las obras de las cuales hablaba Santiago no eran las obras
de la ley, porque la ley aún no se había dado durante la época de
Abraham; tenemos que reconocer ese hecho. Santiago, dijo aquí
en el versículo 23, del capítulo 2, de su epístola: "Y se cumplió la
Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y se le tomó en cuenta
como justicia; y fue llamado amigo de Dios". Al principio de este
versículo, Santiago estaba retrocediendo a la referencia que Pablo
dio al principio, referente al comienzo de la vida de fe de
Abraham. Después, Pablo dijo que el Evangelio fue predicado a
Abraham al final de su vida cuando Dios le dio la promesa.
No hay contradicción cuando uno examina pasajes como los que
escribieron Pablo y Santiago. Ambos estaban diciendo lo mismo.
Una estaba mirando a la fe al principio. Y el otro estaba mirando
a la fe al final de la vida de Abraham. Uno estaba mirando a la
raíz de la fe. El otro estaba mirando al fruto de la fe. La raíz de la
fe se explica con la frase "la fe sola te salva", pero la fe salvífica
producirá fruto, es decir, buenas obras.
O nuevamente como dijo Juan Calvino: "Sólo la fe salva, pero la
fe que salva, no está sola". Sigamos ahora con nuestra lectura
aquí en la epístola del apóstol San Pablo a los Gálatas, con el
versículo 9, de este capítulo 3:
"De modo que los que tienen fe son bendecidos con el creyente
Abraham".
En otras palabras, Dios salva al pecador hoy en la misma base en
la cual salvó a Abraham. Es decir, Él le pide fe al pecador. Él le
pidió a Abraham que creyera que Él iba a hacer ciertas cosas por
él. Y Dios nos pide a usted y a mí, estimado oyente, que creamos
que Él ya ha hecho ciertas cosas por nosotros al entregar a Su
Hijo Jesucristo para que muriera por nosotros. Así que la fe es la
manera especial por la cual el hombre es salvo hoy. Ahora, en el
versículo 10, de este capítulo 3 de la epístola a los Gálatas,
leemos:
"Todos los que dependen de las obras de la Ley están bajo
maldición, pues escrito está: Maldito sea el que no permanezca
en todas las cosas escritas en el libro de la Ley, para cumplirlas".
La expresión importante aquí es "el que no permanezca".
Estamos dispuestos a conceder que quizá haya días en la vida, en
los cuales uno se siente muy bien, con un excelente estado de
ánimo y la sensación de que todo lo que le rodea marcha
razonablemente bien, sin tropiezos, porque uno cree estar
viviendo bajo la voluntad del Señor. Y entonces, uno tiene la
sensación de que Dios aprueba lo que estamos haciendo y en
consecuencia, recibe la bendición de Dios. Pero consideremos lo
que dice este versículo: "Maldito sea el que no PERMANEZCA en
todas las cosas escritas en el libro de la ley, para cumplirlas".
¿Qué le parece eso, estimado oyente? ¿Cumple usted las
demandas éticas de la ley las 24 horas del día, 7 días a la semana,
52 semanas en el año, en su pensamiento, en su hablar, en sus
acciones? Al ser usted humano, en algunos momentos de su vida
se sentirá defraudado, o deprimido. Nadie se siente optimista,
exultante en todo momento. Hay momentos de desilusión o
desánimo, con nuestra naturaleza física no controlada por el
Espíritu de Dios, cuando usted es consciente de su debilidad y se
siente indefenso, superado por las circunstancias. En esos
momentos, usted no está en condiciones de cumplir las demandas
de la ley o, por otra parte, no le apetece hacerlo y entonces los
principios de la ley sólo pueden condenarle. Son esos días los que
el apóstol Pablo en Efesios 6 calificó como "el día malo".
Si usted tiene un buen día o está pasando por un buen momento,
y vive bajo los principios espirituales de la ley, usted no recibirá
ningún premio por ello. Supongamos que yo cumplo con la ley en
la ciudad donde vivo por muchos años consecutivos. Pero un mal
día, voy y hago algo contra la ley. ¿Sabe usted lo que va a pasar?
Pues los representantes de la ley me impondrán una sanción
acorde con la gravedad de la infracción. Es que la ley no le da
premios a uno, sino que lo penaliza. Y en el ámbito espiritual,
sucede lo mismo. La ley no da vida, sino que penaliza, castiga la
infracción.
Sin embargo, la fe, estimado oyente, le da a usted vida. En el
versículo 11, del capítulo 3 de la epístola a los Gálatas, leemos:
"Y que por la Ley nadie se justifica ante Dios es evidente, porque:
El justo por la fe vivirá".
Incluso el Antiguo Testamento enseñó que el hombre era salvo
por la fe. Nunca dijo que alguien fuese salvo por cumplir la ley.
Nunca hemos leído acerca de alguien que vivió en aquella época
y fuera salvo por haber cumplido las demandas de la ley dada por
Moisés. Como es sabido, el centro del sistema mosaico era el
sistema de sacrificios. Moisés se alegró de que Dios extendiera su
misericordia y gracia al pueblo, incluso en la época en que
estaban bajo la ley y su rostro resplandeció. En el Libro de
Habacuc, capítulo 2, versículo 4, dice: "Mas el justo por su fe
vivirá". De paso debemos decir que esta declaración se menciona
tres veces en las tres cartas principales de la doctrina cristiana.
Aquí en Gálatas, también en Romanos y luego en la carta a los
Hebreos. Y tiene un énfasis particular en cada una de ellas. EL
JUSTO, es decir, la justificación se enfatiza en la epístola a los
Romanos; VIVIRÁ, es decir el vivir, se menciona en el capítulo 11
de la epístola a los Hebreos; y como estamos viendo aquí en
Gálatas, el énfasis se coloca sobre la FE. Notemos ahora lo que
Pablo dijo aquí en el versículo 12, de este capítulo 3 de la epístola
a los Gálatas:
"Pero la Ley no procede de la fe, sino que dice: El que haga estas
cosas vivirá por ellas".
Éste también es un versículo importante. La fe y la ley son
principios contrarios para la salvación y también lo son para el
vivir la vida cristiana. El uno anula al otro. Está diametralmente
opuesto el uno del otro. Si usted ha resuelto vivir intentando
cumplir la ley, entonces permítanos decirle que no puede ser
salvo por fe. Al ser contrarios, estos principios no se pueden
combinar.
Dios no ha dispuesto su plan de salvación de manera que alguien
pueda ser salvo por la fe y por la ley. Uno tiene que elegir entre
ellos, estimado oyente. Si usted quiere optar por la ley, entonces
puede intentarlo. Pero debemos advertirle que Dios ya ha dicho
que usted no podrá ser salvo por ese medio, ni tampoco podrá
vivir la cristiana cumpliendo la voluntad de Dios de esa manera.
Como acabamos de leer, la ley no se basa en la fe, no tiene en
cuenta a la fe. Se limita a declarar que el que observa sus
preceptos vivirá por ellos. Quiere decir que sólo un cumplimiento
total de los preceptos de la ley recibirá la aprobación divina. Pero,
como llevar a la práctica ese cumplimiento resulta imposible la
ley termina por condenar a una persona, impulsándola a
depender de Dios por la fe. Ahora, en el versículo 13, de este
capítulo 3, de la epístola a los Gálatas, leemos:
"Cristo nos redimió de la maldición de la Ley, haciéndose él mismo
maldición por nosotros (pues está escrito: Maldito todo el que es
colgado en un madero)"
Escuchemos lo que dijo aquí: "Cristo nos ha redimido de la
maldición de la ley". Como acabamos de leer y explicar, la ley nos
condenaba. Recordemos que hemos dicho también que no
recibíamos ningún premio por cumplir sus preceptos, porque si
quebrantábamos uno solo de ellos, la ley ya ha previsto el castigo.
Por ello Cristo nos rescató de la maldición de la ley. ¿Y cómo lo
hizo? Haciéndose maldición por causa nuestra. Es decir, que
sufrió nuestro castigo.
El versículo 13 continúa diciendo: "Porque está escrito: Maldito
todo aquel que es colgado en un madero". Éste es un gran pasaje
de las Escrituras del Antiguo Testamento y, por cierto un pasaje
notable por varias razones. Una de ellas es que los hijos de Israel
no colgaban a la gente en un madero, como método de ejecución
pública. En cambio, para ajusticiar a los criminales utilizaban la
lapidación, es decir, apedreándoles. Los turistas en esas tierras
se han preguntado a veces porqué los judíos utilizaban ese
método de aplicar la pena capital y les ha llamado la atención la
gran cantidad de piedras que hay por todas partes. Pero ésa era
la forma de tratar a los criminales más malos, a los que
constituían un peligro para la convivencia social. Y usaban ese
método para que sirviera de ejemplo a los demás. En
Deuteronomio, capítulo 21, versículos 22 y 23, y aquí estamos
leyendo de la ley, dice: "Si alguien ha cometido algún crimen
digno de muerte, y lo hiciereis morir, y lo hacéis morir colgado en
un madero, no dejareis que su cuerpo pase la noche sobre el
madero; sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldito por
Dios es el colgado. Así no contaminarás la tierra que el Señor tu
Dios te da por heredad". Es decir, si él había cometido algún
crimen horrible, luego de haber sido apedreado hasta la muerte,
entonces se tomaba su cuerpo y se lo colgaba en un madero para
que sirva de ejemplo a los demás. Pero el cuerpo no debía dejarse
allí toda la noche ¿Por qué? Porque él era maldito por Dios, es
decir, que su posición evidenciaba públicamente el rechazo de
Dios hacia el reo.
Ahora el Señor Jesucristo llevó nuestra maldición. ¿Y cuándo la
llevó? ¿Fue acaso en Su encarnación? No, Cuando Él nació, fue
llamado un Ser Santo, en Lucas 1:35. ¿Acaso se convirtió en una
maldición durante los años silenciosos de Su vida, de los cuales
tenemos tan poca información? No, porque en Lucas 1:52 se dice
que "Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con
Dios y los hombres". ¿Y no se convirtió en una maldición durante
Su ministerio público en la tierra? Ciertamente tampoco, porque
fue durante ese ministerio que Su Padre dijo, en Mateo 3:17 "Éste
es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia". Entonces tiene
que haber sido mientras estaba colgado de la cruz, cuando se
convirtió en una maldición. Si, pero no durante las primeras tres
horas en la cruz, porque cuando Él se ofreció en sacrificio, no
había mancha ni imperfección en Él. Fue durante las tres últimas
horas en la cruz cuando Él se convirtió en una maldición por
nosotros. Fue entonces cuando, como dijo Isaías 53:10, Dios
quiso quebrantarlo, oprimirle con el sufrimiento. Él convirtió su
alma en una ofrenda por el pecado. Fue objeto de la maldición de
Dios. Fue rechazado, abandonado y desamparado por Dios.
En la frase "maldito todo el que es colgado en un madero
destacamos que la palabra griega para madero es "xulon", que
significa también "árbol". ¡Qué contraste tenemos aquí! Él fue a
la cruz Cristo fue colgado de un madero, árbol de la muerte, para
que Él pudiera convertirlo para usted y para mí en un árbol de la
vida. Notemos ahora lo que dice el versículo 14, de este capítulo
3:
"Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzara a
los no judíos, a fin de que por la fe recibiéramos la promesa del
Espíritu".
Israel tuvo la ley por 1.500 años y fracasó en vivir de acuerdo
con sus preceptos. En los Hechos 15, Pedro de hecho dijo que
ellos y sus antepasados no habían sido capaces de cumplir la ley
y por lo tanto, era absurdo pretender imponérsela a los no judíos.
Si ellos no habían podido obedecerla, los otros pueblos no judíos
tampoco podrían. Así que Cristo ocupó nuestro lugar para que
nosotros pudiéramos recibir lo que la Ley nunca podría lograr. Por
ello, el Espíritu de Dios ha sido un don peculiar a esta época de
la gracia y misericordia de Dios, época inaugurada por la muerte
y resurrección de Cristo. Y en el versículo 15, Pablo dijo:
"Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea
hecho por un hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le
añade".
Aquí Pablo puso un ejemplo sobre los métodos de ratificar
compromisos solemnes. Aun en el caso de un pacto humano,
cuando un hombre hace un trato y lo respalda con su firma, nadie
puede anularlo ni agregarle nada. Lo que el apóstol quería
explicar era que si aun los seres humanos se sienten obligados a
respetar esas reglas, guiados por un sentimiento de justicia,
mucho más puede esperarse de Dios. Quizás el apóstol quiso
enfrentarse a la falsa suposición de los judaizantes de que la Ley
de Moisés habría condicionado el pacto de Dios con Abraham,
limitando sus beneficios a las personas que estuvieran
ceremonialmente puras. Leamos ahora el versículo 16 de este
capítulo 3 de la epístola a los Gálatas:
"Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su
descendencia. No dice: Y a los descendientes, como si hablara de
muchos, sino como de uno: Y a tu descendencia, la cual es
Cristo".
Dios llamó a Abraham y le prometió convertirlo en una bendición
para el mundo. Y lo hizo por medio de Jesucristo, un descendiente
de Abraham. Cristo fue entonces el que trajo la salvación para el
mundo.
La palabra "descendencia" se refiere específicamente a Cristo
(véase Génesis 22:18). Aquí es oportuno recordar las palabras de
Cristo mismo en Juan 8:56, cuando dijo: "Abraham, vuestro
padre, se regocijó al pensar que vería mi día; y lo vio, y se
alegró".
Finalmente por hoy, leamos el versículo 17:
"Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios en
Cristo no puede ser anulado por la Ley, la cual vino cuatrocientos
treinta años después; eso habría invalidado la promesa"
Dios hizo una promesa, un pacto con Abraham. Cuando al
avanzar la historia llegó la Ley cuatrocientos treinta años
después, no cambió nada relacionado con las promesas hechas a
Abraham. En realidad, Dios nunca falta a Su palabra, nunca
incumple sus promesas. Y le había prometido al patriarca que le
iba a dar una tierra, un hijo, y un pueblo formado por multitudes
que resultarían imposibles de contar. Dios cumplió esa promesa
y de Abraham provino la nación de Israel y otras naciones, pero
las promesas fueron transmitidas por medio de Isaac, cuya línea
de descendencia condujo al Señor Jesucristo, llamado "la
descendencia" en el versículo 16. Dios también le prometió a
Abraham que le convertiría en una bendición para todos los
pueblos de la tierra. Estimado oyente, la única bendición que el
mundo puede recibir está en Cristo. No creemos que el mundo
esté en condiciones de ofrecerle un trato beneficioso. Pero el
Señor Jesucristo ha sido provisto para usted como el don supremo
que Dios ha concedido. Y Él ha prometido que salvará a aquellos
que confíen en Cristo. ¿No querrá usted ser uno de ellos?

Gálatas 3:17-23
Continuamos hoy nuestro estudio en el capítulo 3 de esta Epístola
a los Gálatas y regresamos al versículo 17. En estos versículos
estamos avanzando con cierta lentitud, con la intención de
explicar bien algunos conceptos a partir de su contexto histórico,
acudiendo a hechos e incidentes del Antiguo Testamento.
Consideramos que es una de las partes más destacadas de la
Palabra de Dios, y si usted puede comprender perfectamente bien
lo que es el evangelio, teniendo la certeza de que va a enderezar
el camino de su vida. Antes de comenzar hoy con el versículo 17
vamos a recordar algo de lo que dijimos en los versículos
precedentes.
En el versículo 13 dijimos que el Señor Jesucristo llevó nuestra
maldición. ¿Y cuándo la llevó? ¿Fue acaso en Su encarnación? No,
cuando Él nació, fue llamado un Ser Santo, en Lucas 1:35. ¿Acaso
se convirtió en una maldición durante los años silenciosos de Su
vida, de los cuales tenemos tan poca información? No, porque en
Lucas 1:52 se dice que "Jesús crecía en sabiduría, en estatura y
en gracia para con Dios y los hombres". ¿Y no se convirtió en una
maldición durante Su ministerio público en la tierra? Ciertamente
tampoco, porque fue durante ese ministerio que Su Padre dijo,
en Mateo 3:17 "Éste es mi Hijo amado, en quien tengo
complacencia". Entonces tiene que haber sido mientras estaba
colgado de la cruz, cuando se convirtió en una maldición. Si, pero
no durante las primeras tres horas en la cruz, porque cuando
Jesús se ofreció en sacrificio, no había mancha ni imperfección en
Él. Fue durante las tres últimas horas en la cruz cuando Jesucristo
se convirtió en una maldición por nosotros. Fue entonces cuando,
como dijo Isaías 53:10, Dios quiso quebrantarlo, oprimirle con el
sufrimiento. Él convirtió su alma en una ofrenda por el pecado.
Fue objeto de la maldición de Dios. Fue rechazado, abandonado
y desamparado por Dios.
En la frase "maldito todo el que es colgado en un madero"
destacamos que la palabra griega para madero es "xulon", que
significa también árbol. ¡Qué contraste tenemos aquí! Cristo fue
a la cruz, fue colgado de un madero que para Él fue como un árbol
de la muerte, para que él pudiera convertirlo para usted y para
mí en un árbol de la vida. Israel tuvo la ley por 1.500 años y
fracasó en vivir de acuerdo con sus preceptos. En los Hechos 15,
Pedro de hecho dijo que ellos y sus antepasados no habían sido
capaces de cumplir la ley y por lo tanto, era absurdo pretender
imponérsela a los no judíos. Si ellos no habían podido obedecerla,
los otros pueblos no judíos tampoco podrían. Así que Cristo ocupó
nuestro lugar para que nosotros pudiéramos recibir lo que la Ley
nunca podría lograr. Por ello, el Espíritu de Dios ha sido un don
peculiar a esta época de la gracia y misericordia de Dios, época
inaugurada por la muerte y resurrección de Cristo.
Pablo puso un ejemplo sobre los métodos de ratificar
compromisos solemnes. Aun en el caso de un pacto humano,
cuando un hombre hace un trato y lo respalda con su firma, nadie
puede anularlo ni agregarle nada. Lo que el apóstol quería
explicar era que si aun los seres humanos se sienten obligados a
respetar esas reglas, guiados por un sentimiento de justicia,
mucho más puede esperarse de Dios. Quizás el apóstol quiso
enfrentarse a la falsa suposición de los judaizantes de que la Ley
de Moisés habría condicionado el pacto de Dios con Abraham,
limitando sus beneficios a las personas que estuvieran
ceremonialmente puras.
Dios llamó a Abraham y le prometió convertirlo en una bendición
para el mundo. Y lo hizo por medio de Jesucristo, un descendiente
de Abraham. Cristo fue entonces el que trajo la salvación para el
mundo.
La palabra "descendencia" se refiere específicamente a Cristo
(véase Génesis 22:18). Aquí es oportuno recordar las palabras de
Cristo mismo en Juan 8:56, cuando dijo: "Abraham, vuestro
padre, se regocijó al pensar que vería mi día; y lo vio, y se
alegró".
Vamos a comentar entonces el pasaje Bíblico correspondiente al
día de hoy, dirigiéndonos al versículo 17 de este capítulo 3 de
Gálatas, donde leemos lo siguiente:
"Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios en
Cristo no puede ser anulado por la Ley, la cual vino cuatrocientos
treinta años después; eso habría invalidado la promesa"
Dios hizo una promesa, un pacto con Abraham. Cuando al
avanzar la historia llegó la Ley cuatrocientos treinta años
después, no cambió nada relacionado con las promesas hechas a
Abraham. En realidad, Dios nunca falta a Su palabra, nunca
incumple sus promesas. Le había prometido al patriarca que le
iba a dar una tierra, un hijo, y un pueblo formado por multitudes
que resultarían imposibles de contar. Dios cumplió esa promesa
y de Abraham provino la nación de Israel y otras naciones, pero
las promesas fueron transmitidas por medio de Isaac, cuya línea
de descendencia condujo al Señor Jesucristo, llamado "la
descendencia" en el versículo 16. Dios también le prometió a
Abraham que le convertiría en una bendición para todos los
pueblos de la tierra. Estimado oyente, la única bendición que el
mundo puede recibir está en Cristo. No creemos que el mundo
esté en condiciones de ofrecerle un trato beneficioso. Pero el
Señor Jesucristo ha sido provisto para usted como el don supremo
que Dios ha concedido. Y Dios ha prometido que salvará a
aquellos que confíen en Cristo.
Leamos ahora lo que dice el versículo 18, de este capítulo 3, de
la epístola a los Gálatas:
"Porque si la herencia depende de la Ley, ya no depende de una
promesa; pero Dios se la concedió a Abraham por medio la
promesa".
La promesa relacionada con Cristo fue hecha antes de que la Ley
de Moisés fuera entregada, y esa promesa fue tan válida como si
no se hubiera dado la Ley. La promesa fue hecha
independientemente de la Ley. Entonces surge una pregunta:
¿por qué fue dada la Ley? ¿Cuál es su valor? Ahora, no hay que
pensar que Pablo estaba quitándole importancia a la Ley. Más
bien, estaba tratando de ayudar a la gente para que entendiese
el propósito de la Ley. Pablo presentó a la Ley en toda su
majestad, en su plenitud y en su perfección. Pero también mostró
que esa misma perfección de la Ley revelaba la razón por la cual
creaba un obstáculo que usted y yo no podíamos superar para ser
aceptados por Dios.
Escuchemos ahora lo que dijo Pablo al explicar el propósito de la
ley, comenzando aquí en el versículo 19, de este capítulo 3:
"Entonces, ¿para qué fue dada la Ley? Fue añadida a causa de las
transgresiones, hasta que viniera la descendencia a quien fue
hecha la promesa; y fue dada por medio de ángeles en manos de
un mediador".
Tomemos nota de la pregunta que se hizo al principio, ¿para qué
sirve la ley, cuál es su valor? Él estaba aclarando que fue algo
añadido. Fue añadido por causa de las transgresiones, es decir,
para poner de manifiesto la desobediencia de los seres humanos.
El versículo continúa diciendo hasta que viniera la descendencia.
Esta pequeña palabra "Hasta" es importante por sus
implicaciones temporales. Indica que la Ley era temporal. La ley
fue dada simplemente para el intervalo de tiempo comprendido
entre Moisés y la época de Cristo. Como bien declaró Juan en su
Evangelio 1:17, "porque la ley fue dada por medio de Moisés,
pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo". Así
que es importante destacar que la Ley era temporal hasta que
llegara esa descendencia que era Cristo.
La ley fue añadida, como dice el texto Bíblico, a causa de las
transgresiones. Fue dada para revelar y no para remover el
pecado. No fue dada para preservar al hombre del pecado, porque
el pecado ya había llegado, ya estaba presente en la humanidad.
Le ley vino para mostrar la realidad del ser humano como un
perverso pecador por naturaleza ante Dios. Cualquier persona
que sea sincera podrá contemplarse a sí misma a la luz de la Ley
y verse culpable. No fue dada como una norma por medio de la
cual el ser humano puede alcanzar la santidad. Estimado oyente,
por ese medio usted nunca logrará vivir una vida santa porque,
en primer lugar, usted no puede cumplir los principios de la Ley
por sus propias fuerzas.
Muchos piensan que un individuo se convierte en pecador cuando
comete un acto pecaminoso, o sea, que es una buena persona
hasta que se malogra, hasta que fracasa, y cometa un pecado.
Esto no es cierto. Precisamente es por ser ya un pecador, que
comete un pecado.
En realidad el pecado forma parte de nuestra naturaleza, de
nuestra manera normal de ser en nuestros pensamientos, en
nuestra conducta y en nuestras palabras. Incluso podemos
comprobarlo en la vida cotidiana, por ejemplo, en el asunto de la
mentira. El ser humano miente porque es mentiroso por
naturaleza. La mentira se introduce en nuestro lenguaje de forma
natural, a veces incluso inconscientemente, parece que hay una
tendencia a mentir en detalles irrelevantes como, por ejemplo, al
saludar a alguien, al expresar la forma en que nos sentimos,
sobre nuestro estado de ánimo, en opiniones y, a veces, nos
justificamos a nosotros mismos cuando debemos mentir en
asuntos de mayor importancia, pretendiendo evitar un mal
mayor. Y todo ello porque tenemos una naturaleza caída. Por ello,
la Ley fue dada para mostrar que somos pecadores y que
necesitamos un mediador, es decir, alguien que se coloque entre
nosotros y Dios para poder ser aceptados por Él. Luego el apóstol
Pablo continuó hablando en esta sección y dijo en el versículo 21,
de este capítulo 3:
"Entonces, ¿la Ley contradice las promesas de Dios? ¡De ninguna
manera! Porque si la Ley dada pudiera impartir vida, la justicia
verdaderamente hubiera dependido de la Ley".
¿Está la ley en contra de las promesas de Dios? La expresión "de
ninguna manera" es enfáticamente negativa. ¿Por qué? Si hubiera
habido otra manera de salvar a los pecadores Dios habría
utilizado esa forma. Si Él hubiera podido promulgar una ley por
medio de la cual los pecadores pudieran salvarse, lo habría hecho.
Y en el versículo 22, continuamos leyendo:
"Pero la Escritura declara que todo el mundo es prisionero del
pecado, para que mediante la fe en Jesucristo lo prometido se les
conceda a los que creen".
Hemos leído que la ley trajo la muerte. Dice en Ezequiel 18:20;
"porque el alma que pecare ésa morirá". Y como el versículo que
acabamos de leer dice que la Escritura dice que todos son
prisioneros del pecado; por lo tanto, todos murieron. En
consecuencia, lo que se necesita es la vida. Hemos visto que la
ley trae la muerte, y eso es todo lo que puede hacer. No se trata
en realidad del grado de pecado sino que el mero hecho del
pecado nos trae la muerte. De ahí que todos estamos igualmente
muertos, y padeciendo la misma necesidad. Puede que usted no
haya cometido un pecado muy grande, pero usted y yo tenemos
la misma naturaleza que aquellos que han cometido graves
pecados. Fue Goethe, ese gran filósofo poeta alemán,
considerado como una de las figuras más destacadas de la
literatura mundial, quien dijo: "Yo nunca he visto cometer algún
crimen que yo también no hubiera sido capaz de cometer". O sea
que, él reconocía que tenía esa misma clase de naturaleza. Por
tanto no es simplemente el grado del pecado, sino el mismo
hecho de que somos pecadores lo que nos trae muerte.
Permítanos ilustrar lo que queremos decir, de que es el hecho de
la existencia del pecado, y no el grado, lo que cuenta.
Supongamos que estamos en un edificio muy alto, digamos de 24
pisos de altura. Arriba, en la azotea de ese edificio se encuentran
tres hombres. Y llega el capataz y les dice: "Tengan cuidado, no
trabajen cerca del borde de la azotea porque podrían resbalar,
caer al vacío y matarse. Uno de los hombres, pensando que el
capataz está tratando de asustarles, hace caso omiso de la
advertencia y al hacer un esfuerzo resbala, cae al vacío y se mata
al golpearse contra el pavimento. Ahora, supongamos que ante
ese grave accidente uno de los otros dos hombres que quedaron
allá arriba pierde el control y al inclinarse por el mismo borde para
mirar pierde el equilibrio y cae también al vacío, hallando la
muerte al llegar abajo. Ahora, tenemos al tercer hombre;
digamos que estaba siendo buscado por alguien que le perseguía
por una venganza y sabiendo que trabajaba allí sube a la azotea,
después de vigilarle se acerca y aprovechando su confusión le
empuja haciéndole caer al vacío, causándole así la muerte. El
resultado fue que los tres alcanzaron la muerte, habiendo caído
al vacío por diversos motivos y circunstancias. Los tres fueron
víctimas de la ley de la gravedad e inevitablemente encontraron
la muerte, porque por su propia naturaleza humana limitada y
débil, no podían superar la ley física de la gravedad. Es que se
trata del hecho de haber caído al vacío quebrantando una ley
física inexorable que afectaría a todas las personas que cayeran
al vacío, independientemente del grado de las circunstancias que,
en cada caso, provocaron los accidentes.
Ahora, la cuestión que puede surgir aquí es, si la ley de gravedad
que los arrastró a la muerte, ¿puede acaso, darles vida ahora?
Claro que no. No, no les puede dar vida. La ley, estimado oyente,
no le puede dar vida a usted, así como ninguna ley natural puede
darle a usted vida después de que usted la haya quebrantado. Así
como en nuestra ilustración, nadie puede dar marcha atrás en el
orden de los eventos y restaurar la primitiva situación de vida en
la que se encontraban los tres hombres antes de caer al vacío,
como puede hacerse al hacer retroceder los fotogramas de una
película. En el ámbito espiritual sucede lo mismo, porque la
muerte es el resultado final del pecado. La ley del pecado no
contempla las circunstancias atenuantes. No contempla la
posibilidad de ejercer misericordia ni de mostrar flexibilidad
suavizando las circunstancias de la infracción. Es inexorable,
inflexible e inmutable. Como dijimos antes mencionando el
testimonio de la Palabra de Dios en Ezequiel 18:20; "el alma que
peque, ésa morirá". Recordemos el episodio relatado en Génesis
2:17, cuando Dios les dijo a Adán y Eva: "pero del árbol del
conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de
él comas, ciertamente morirás". Y en el libro de Éxodo, capítulo
34, versículo 7, dice: "de ningún modo tendrá por inocente al
malvado". De modo que, todos, estimado oyente, todos los seres
humanos hemos pecado, y de acuerdo con la ley, estamos
condenados a muerte, estamos como muertos. Estamos viviendo
una muerte anticipada. La ley nos ha dado muerte. El apóstol
Pablo, en 2 Corintios 3:7 la llamó "el ministerio de muerte", es
decir, el ministerio que causaba la muerte. Porque en el ámbito
espiritual, la ley nos condena a todos a la muerte, al no poder
alcanzar el nivel de vida que sus preceptos demandan.
¿Puede entonces dar vida la ley? Estimado oyente, eso es
imposible. La ley no puede dar más vida que la que aquella caída
al vacío por la ley de la gravedad podía dar al que había muerto
como consecuencia de esa caída. El propósito de la ley no fue el
de dar vida, porque fue dada para mostrarnos que delante de
Dios, todos somos pecadores culpables.
Concluimos este párrafo citando nuevamente la declaración del
versículo 22, que establecía que todos somos prisioneros,
cautivos del pecado, para que quienes crean en Jesucristo puedan
recibir lo que Dios ha prometido. Estamos examinando esta
sección más detalladamente, como si fuera casi por un
microscopio, porque explica un aspecto esencial del verdadero
significado del Evangelio. Ahora, en el versículo 23, de este
capítulo 3, de la epístola a los Gálatas, el autor dijo:
"Pero antes que llegara la fe, estábamos confinados bajo la Ley,
encerrados para aquella fe que iba a ser revelada".
La frase antes que llegara la fe se refiere, por supuesto, a la fe
en el Señor Jesucristo, quien murió por nosotros.
O sea, que hasta que vino el Señor Jesucristo, la ley incluía a la
misericordia porque establecía la existencia de un propiciatorio,
que era la tapa del arca de la alianza, del pacto. Allí se encontraba
el lugar donde Dios entraba en contacto con su pueblo para
perdonarlo. La ley preveía que habría un altar donde se podrían
ofrecer sacrificios por el pecado para obtener perdón, hallar la
misericordia de Dios. Y todos aquellos sacrificios de la época de
la ley señalaban a Cristo. Por ello el apóstol Pablo dijo que antes
que llegara la época de la fe, estábamos guardados bajo la ley,
encerrados en ella y bajo su custodia hasta que viniese esa fe que
iba a ser revelada.
La fe que justifica estaba operativa en el Antiguo Testamento.
Pero la fe en la persona y la obra de Cristo no vino hasta el
momento en que fue específicamente revelada. Antes de ese
momento histórico, los israelitas se encontraban bajo la custodia
protectora de la Ley. De esa manera, Dios protegía a Su pueblo
de los degradantes y malvados ritos paganos que practicaban los
pueblos paganos que les rodeaban.
Estimado oyente, le invitamos a dar ese paso de fe, fe en la
persona de Jesucristo como el Hijo de Dios, y en Su obra en la
cruz ocupando el lugar de todos los pecadores y recibiendo el
castigo que, de acuerdo con la Ley y la santidad de Dios les
correspondía. Y al constatar históricamente que el ser humano
era incapaz de agradar a Dios al no poder cumplir los preceptos
o el nivel de vida que Dios requiere de sus hijos, podemos decir
que al mirar por la fe a la obra de Cristo en la cruz, el pecador
reconoce su impotencia y la inutilidad de sus esfuerzos humanos
para convertirse en un hijo de Dios y, en consecuencia, se refugia
en los méritos del sacrificio de Cristo, aceptando la gracia y la
misericordia de Dios. Ése es el paso de fe, que usted mismo puede
dar ahora, orando, hablando con Él, expresándose en sus propias
palabras, para darle las gracias por haber sido alcanzado por el
amor y la gracia de Dios.
Gálatas 3:24-29
Continuamos hoy amigo oyente, nuestro estudio del capítulo 3,
de la epístola del apóstol San Pablo a los Gálatas. Y antes de
comenzar nuestra lectura con el versículo 24, vamos a leer
nuevamente el versículo 23, con el cual finalizábamos nuestro
programa anterior:
"Pero antes que llegara la fe, estábamos confinados bajo la Ley,
encerrados para aquella fe que iba a ser revelada".
La frase antes que llegara la fe se refiere, por supuesto, a la fe
en el Señor Jesucristo, quien murió por nosotros.
O sea, que hasta que vino el Señor Jesucristo, la ley incluía a la
misericordia porque establecía la existencia de un propiciatorio,
que era la tapa del arca de la alianza, del pacto. Allí se encontraba
el lugar donde Dios entraba en contacto con su pueblo para
perdonarlo. La ley preveía que habría un altar donde se podrían
ofrecer sacrificios por el pecado para obtener perdón, hallar la
misericordia de Dios. Y todos aquellos sacrificios de la época de
la ley señalaban a Cristo. Por ello el apóstol Pablo dijo que antes
que llegara la época de la fe, estábamos guardados bajo la ley,
encerrados en ella y bajo su custodia hasta que viniese esa fe que
iba a ser revelada.
La fe que justifica estaba operativa en el Antiguo Testamento.
Pero la fe en la persona y la obra de Cristo no vino hasta el
momento en que fue específicamente revelada. Antes de ese
momento histórico, los israelitas se encontraban bajo la custodia
protectora de la Ley. De esa manera, Dios protegía a Su pueblo
de los degradantes y malvados ritos paganos que practicaban los
pueblos paganos que les rodeaban.
Y vamos a comenzar, leyendo el versículo 24, que dice lo
siguiente:
"De manera que la Ley ha sido nuestro guía para llevarnos a
Cristo, a fin de que fuéramos justificados por la fe".
Hemos llegado hoy a una sección muy destacada. Es por lo que
estamos leyendo aquí que Martín Lutero pudo decir: "Ésta es mi
epístola, yo estoy aferrado a ella". Es esta sección la que hizo
impacto en ese joven inglés Juan Wesley. Él fue enviado como
misionero a los Estados Unidos, y al llegar allí, dijo: "Yo vine a
América con el propósito de convertir a los indios, pero ¿quién va
a convertir a Juan Wesley?" Al regresar a su país, Inglaterra, una
noche, mientras caminaba por Aldersgate, escuchó la explicación
de esta sección de Gálatas, que causó en él una gran impresión
que le condujo a los pies del Señor Jesucristo. Y así, Juan Wesley
fue utilizado por Dios para traer el más grande movimiento
espiritual que el mundo de habla inglesa haya conocido.
Pablo dejó bien aclarado que la Ley mosaica no podía salvar. Y en
su epístola a los Romanos, capítulo 4, versículo 5, expresó con
claridad lo siguiente: "pero al que no trabaja, sino cree en aquel
que justifica al impío, su fe le es contada por justicia". Dios rehusó
aceptar las obras del ser humano para conceder la salvación. En
el libro del profeta Isaías 64:6 hemos leído que la justicia del
hombre era como trapos sucios a los ojos de Dios. Él no aceptó
el guardar la Ley para obtener la salvación porque la Ley no podía
salvar; sólo podía condenar. No fue dada para salvar a los
pecadores sino para que ellos supieran que eran pecadores. No
removía el pecado sino que lo revelaba, lo ponía en evidencia. No
podía evitar que el ser humano pecara, porque el pecado ya había
llegado a la raza humana. La ley demuestra que el hombre, en
realidad, no es como algunos lo han presentado, como un pecador
sofisticado, refinado, educado. Puede que lo parezca, pero a la
hora de la verdad, en su estado natural, es un ser detestable,
vulgar, injusto y sin ningún atractivo.
Quisiéramos utilizar una ilustración que puede ser de ayuda para
aclarar el propósito de la ley como Palabra de Dios. Imaginemos
por un momento que vamos al cuarto de baño de la casa, donde
se encuentra el lavabo con su espejo en la parte superior. El
lavabo tiene un propósito, así como el espejo también tiene su
función. Cuando usted es consciente de haberse ensuciado la
cara, usted va al cuarto de baño para remover la suciedad. Ahora,
está claro que usted no utiliza el espejo para limpiar la suciedad.
El espejo sólo le revela a usted la mancha en el rostro.
Sin embargo, en la actualidad hay muchas personas que están
tratando de limpiar sus manchas con el simple contacto visual o
físico con el espejo que es la ley de Dios, creyendo que de esa
manera podrán limpiar dicha suciedad. Como usted puede darse
cuenta, la Ley revela la condición real de la persona. La Palabra
de Dios es el espejo que revela quienes somos, y lo que somos,
es decir, que somos pecadores y que lo que somos nosotros, que
somos pecadores que se encuentran fuera y lejos de la presencia
gloriosa de Dios. Y esto es lo que revela la Ley de Dios. Pero
gracias a Dios que debajo del espejo está el lavabo y es a él que
uno recurre para lavar la mancha. Ello nos recuerda las palabras
de Juan en el Apocalipsis, el último libro de la Biblia, en 1:5,
palabras en las cuales se presenta a Jesucristo como "el que nos
ama, y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre". Así es
como se remueve la mancha del pecado. Es la sangre de
Jesucristo la que nos limpia. Así que la ley prueba que el ser
humano es un pecador, pero no lo convierte en un santo, puro y
limpio. Como dijo el apóstol Pablo en Romanos 3:19, la ley fue
dada para que todo el mundo se calle y quede convicto bajo el
juicio de Dios.
Ahora, notemos que en el versículo 24, se nos dice que la ley ha
sido nuestro guía. ¿Qué es lo que quiere decir con esto de que la
ley ha sido nuestro guía? Bueno, Pablo comenzó a explicar este
término, así que leamos el versículo 25:
"Pero ahora que ha venido la fe, ya no estamos bajo un guía"
La palabra en griego que se utiliza aquí para nuestro término guía
es "paidagogus", que quiere decir, "el que cuida a los niños". En
el hogar de los romanos en esa época, había ciertos esclavos o
siervos que formaban parte del personal de la casa familiar.
Aproximadamente, de unos 120 millones de habitantes, 60
millones eran esclavos. En el hogar de un patricio, de un miembro
de la guardia pretoriana o en la casa de las personas adineradas,
había esclavos que tenían a su cargo el cuidado de los niños.
También, por ejemplo, tenían a otros siervos que estaban a cargo
de las herramientas de la casa, el arado, de las carrozas, del
ganado, y otros elementos. También había otro siervo que estaba
a cargo de llevar las cuentas del dueño, los libros, los asuntos
personales y del Banco, el dinero y cosas por el estilo. Cuando un
niño nacía en esos hogares, era colocado bajo la custodia del
siervo o esclavo que habría de criarle. Le proporcionaba la ropa
limpia, le bañaba, y le reprendía o imponía un castigo cuando se
lo merecía. Cuando el niño crecía y llegaba a la edad escolar, le
levantaba por la mañana, le vestía y le llevaba a la escuela. De
ahí proviene el término "paidagogos": "paid" se refería a los pies,
de ahí viene nuestra palabra "pedal" y "agogos" que significa
"guiar". La palabra griega describe de esta manera al esclavo que
tomaba al niño de la mano, le conducía a la escuela, y se lo
entregaba al maestro. Este siervo o esclavo, no era capaz de
instruir al niño más allá de cierta edad, así que le conducía a la
escuela.
Ahora bien, lo que Pablo estaba diciendo aquí era que la Ley era
nuestro "paidagogos". Era como si la Ley hubiera dicho: "Mira
niño, yo no puedo hacer nada más por ti. Así que quiero tomarte
de la mano y llevarte a la cruz de Cristo. Tú estás perdido, y
necesitas a un Salvador". Por ello decimos que el propósito de la
Ley era el de conducir a los seres humanos a Cristo, y no para
darles motivos para andar presumiendo por la vida de que
obedecen los preceptos de la Ley de Dios. Usted sabe que no
puede obedecer esos preceptos. Para llegar a esa conclusión todo
lo que tiene que hacer para estar seguro de ello es examinarse a
sí mismo íntimamente. Y llegamos ahora a otra sección
maravillosa. No que la anterior no lo haya sido, sino que ésta es
un poco diferente. En el versículo 26, de este capítulo 3, de la
epístola a los Gálatas, leemos:
"Porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, pues
todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis
revestidos".
En lo que resta de este capítulo y en la primera parte del próximo
capítulo, el capítulo 4, Pablo se disponía a mostrarnos algunos de
los beneficios que recibimos al confiar en Cristo, y que nunca
podríamos recibir bajo la Ley. En otras palabras, la ley nunca
podía darle al creyente la naturaleza de un hijo de Dios. En
cambio Cristo sí puede hacerlo. Sólo la fe en Cristo nos puede
convertir en hijos de Dios.
Observemos esto por un momento. Pablo dijo: pues todos sois
hijos de Dios. Sólo la fe en Cristo puede convertirnos en hijos
legítimos de Dios. Y utilizó el término "legítimos" como énfasis,
porque los únicos hijos que Dios tiene, son hijos legítimos. Uno
se convierte en un verdadero hijo de Dios por la fe en Cristo, y
eso es todo lo que se necesita para ello. La salvación no equivale
a la fe y algo más. Sino que la fe, y nada más que la fe, le
convierte a uno en un hijo de Dios. Nada más puede convertirle
a alguien en un hijo de Dios. Y esto queda suficientemente claro
en este versículo, que declara enfáticamente todos sois hijos de
Dios ¿y cómo? por la fe en Cristo Jesús.
Un individuo israelita en el tiempo del Antiguo Testamento bajo
la ley, nunca llegó a ser un hijo de Dios, sino sólo un siervo. Dios
llamó a la nación de Israel "Su hijo" (lo podemos ver Éxodo 4:22),
pero el individuo dentro de esa nación, colectivamente hablando,
nunca fue llamado un hijo. Fue llamado un "siervo del Señor". Por
ejemplo, Moisés tenía una relación muy íntima con Dios; sin
embargo Dios dijo de él, según Josué 1:2, Mi siervo Moisés ha
muerto. Ése fue su epitafio. También resaltamos el caso de David.
Aunque David era un hombre del agrado de Dios, conforme a su
corazón, Dios le llamó en 1 Reyes 11:38, mi siervo David.
Estimado oyente, usted no habría podido cumplir con la ley, pero
aun en el supuesto caso de que pudiera haberlo hecho, su justicia
habría sido inferior a la justicia de Dios. Es que el carácter de ser
un hijo Suyo requiere Su justicia. El Nuevo Testamento, sin lugar
a dudas, nos dice en Juan 1:12: "Mas a todos los que le
recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser
hechos hijos de Dios". Se nos ha dado la "potestad" que equivale
a la palabra griega "exousian", que significa "la autoridad", "el
derecho" de ser hijos de Dios por hacer nada más que
sencillamente confiar en Cristo. Un fariseo llamado Nicodemo,
que era un hombre profundamente religioso, devoto de una
religión dada por Dios aunque estuviera en decadencia, seguía
meticulosamente la Ley y, sin embargo, aún no era un hijo de
Dios. Porque Jesús le dijo, en Juan 3:7, "Os es necesario nacer
de nuevo". Y en esto es necesario ser dogmático y claro. Ni sus
oraciones, ni sus dones o capacidades, ni su bautismo, jamás le
convertirá a usted en un hijo de Dios. Sólo la fe en Cristo le hará
un hijo de Dios.
Permítanos hacer una declaración que creemos es muy necesaria.
La herejía más condenable, que se haya propagado por este
mundo, es la herejía de la "paternidad universal de Dios" y la
"fraternidad universal del hombre". Los que la sustentan dicen
que "todos somos hijos de Dios". Pero los que son hijos de Dios,
deben actuar como hijos de Dios y resulta innegable que la
conducta de los seres humanos en general y las condiciones de
convivencia en el mundo actual desmienten semejantes creencias
de paternidad universal y de fraternidad universal. Y si pensamos
en la época de Jesús podemos recordar que Él nunca dijo nada
semejante. En una ocasión, relatada en Juan 8:44, mirando a un
grupo de líderes religiosos les dijo: "Vosotros sois de vuestro
padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer". Y
eso no le hemos dicho nosotros, sino una persona tierna y
delicada como Jesús. Evidentemente, había personas en Su época
que no eran hijos de Dios. Y pensamos que el diablo tiene aun
hoy muchos hijos por el mundo. ¡Ciertamente, ellos no son hijos
de Dios! La única forma en que usted, estimado oyente, puede
convertirse en un hijo de Dios es por medio de la fe en Jesucristo.
Sigamos adelante ahora, leyendo el versículo 27, de este capítulo
3, de la epístola a los Gálatas:
"Pues todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo
estáis revestidos".
Ahora, esperamos que usted no esté pensando que este bautismo
que aquí se menciona, es el bautismo por agua. El bautismo por
agua es siempre un rito bautismal y creemos en ese rito con todo
nuestro corazón. Creemos que cada creyente debe ser bautizado
y debe ser bautizado por inmersión; porque la inmersión
claramente ilustra al verdadero bautismo, que es el bautismo del
Espíritu Santo, el bautismo que coloca o une a alguien al cuerpo
de los creyentes. El apóstol Pablo dijo, en 1 Corintios 12.13,
"13porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un
cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y
a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu". Eso quiere
decir, que somos identificados, que estamos colocados en
realidad y en verdad, en el cuerpo de los creyentes, que es la
iglesia. Recordemos otra vez lo que dice este versículo 27, de este
capítulo 3: "27pues todos los que habéis sido bautizados en
Cristo, de Cristo estáis revestidos". Dios lo ve a usted en Cristo y
por tanto, lo ve a usted completo, a la luz de la perfección de
Cristo. Usted no puede agregar nada a eso. Ahora, el versículo 28
dice:
"Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre
ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús".
En este cuerpo de los creyentes no había ni judío ni griego. En
Cristo no existen las barreras raciales. Cualquier persona que esté
unida a Cristo es mi hermano o hermana, y no importa cuál sea
el color de su piel; porque lo que me interesa es el color de su
corazón. Sólo si estamos unidos a Cristo es que somos hechos
uno. ¡Damos gracias a Dios por esa realidad y nos alegramos de
recibir cartas de personas de todas las razas, respondiendo a los
programas de radio y en nuestro diálogo con ellos, nos llamamos
mutuamente hermanos! ¿Por qué? Porque somos uno al estar
unidos a Cristo y vamos a estar juntos por toda la eternidad.
Y al leer la frase no hay esclavo ni libre pensamos en las
posiciones a veces antagónicas entre los que representan al
capital y a los trabajadores, y en las personas de todas las edades
que son actualmente explotadas para que algunos reciban
grandes beneficios económicos. Por supuesto, lo único que puede
unir a unos y a otros es la persona de Cristo.
Y al finalizar el versículo 28 con la frase no hay hombre ni mujer,
recordamos la violencia de género y la desigualdad de
oportunidades laborales que en algunos sectores de la sociedad
sufre la mujer. En este caso también, sólo el estar unidos a Cristo
puede lograr la relación armónica entre los sexos.
Para terminar este capítulo 3 y finalizar nuestra lectura de hoy,
leamos el versículo 29:
"Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente descendientes de
Abraham sois, y herederos según la promesa".
Ahora, ¿cómo podemos ser nosotros descendientes de Abraham?
Por el hecho de que Abraham fue salvo por la fe, y nosotros somos
salvos por la fe. Abraham presentó un pequeño animal como
sacrificio, que señalaba al futuro, hacia la venida del Hijo de Dios,
quien sería el sacrificio supremo. En nuestro tiempo, Cristo ya ha
venido y puedo mirar hacia atrás en la historia y decir: "Hace más
de dos mil años el hijo de Dios vino y murió por mí para que yo
pudiera tener vida al confiar en Él". El autor de estos estudios
bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee, contaba que tuvo el privilegio de
hablar a un grupo de judíos en cierta ocasión, y al comenzar su
discurso dijo: "Para mí, siempre ha sido un privilegio el hablar a
los hijos de Abraham", y al oír estas palabras, todos ellos
sonrieron. Y luego, el Dr. McGee prosiguió diciendo: "Porque yo
también soy un hijo de Abraham" y al decir esto, ellos ya no
sonrieron más. En realidad, algunos de ellos tenían un gesto de
pregunta dibujado en sus rostros y con razón. Es que si yo estoy
unido a Cristo y usted también lo está, ambos pertenecemos a la
descendencia de Abraham y somos herederos según la promesa.
Y esto es algo maravilloso.
En nuestro próximo programa continuaremos con esta sección
doctrinal que trata sobre la justificación por la fe, en la tercera
subdivisión, ilustrada con el ejemplo de Abraham, que se extiende
desde el capítulo 3:6 hasta el 4:18, Pablo iba a discutir algo más
que nos viene a través de fe en Cristo y que nunca podríamos
haber logrado por medio de las obras de la ley. Y nos referimos a
nuestra posición de hijos de Dios. Sólo la fe en Cristo puede
darnos esa posición, llevándonos al estado de hijos maduros.
Cuando comenzamos la vida cristiana, espiritualmente hablando,
somos como niños que tienen que crecer hasta llegar a la
madurez. Sin embargo, Dios nos da la posición de hijos maduros,
adultos, proveyéndonos con una capacidad que de otra manera
no tendríamos.
Precisamente en este programa hemos negado la creencia de que
todos los seres humanos sean hijos de Dios y hermanos entre sí.
Los hijos de Dios no son todos aquellos que han experimentado
un nacimiento natural o han cumplido ciertos ritos formales, sino
aquellos que han experimentado la obra del Espíritu Santo en un
nacimiento espiritual. El apóstol Juan lo aclaró en su Evangelio,
en el capítulo 1 versículo 12, cuando escribió lo siguiente: "Mas a
los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el
derecho de ser hijos de Dios". Ésta es, estimado oyente la única
manera de convertirse en un hijo de Dios.

Gálatas 4:1-7
Continuamos hoy nuestro estudio de la epístola del apóstol San
Pablo a los Gálatas, y al llegar al capítulo 4 de esta epístola,
todavía nos encontramos en la sección de la "justificación por fe",
en la tercera subdivisión, que se extiende desde el 3:6 hasta el
4:18, donde Abraham ha sido nuestra ilustración principal. Pablo
iba a discutir algo más que nos viene a través de fe en Cristo y
que nunca podríamos haber logrado por medio de las obras de la
ley. Y nos referimos a nuestra posición de hijos de Dios maduros.
Cuando comenzamos la vida cristiana, espiritualmente hablando,
somos como niños que tienen que crecer hasta llegar a la
madurez. Sin embargo, Dios nos da la posición de hijos maduros,
adultos, proveyéndonos con una capacidad que de otra manera
no tendríamos. Leamos entonces, el primer versículo del capítulo
4 de la carta a los Gálatas:
"Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada
difiere del esclavo, aunque es señor de todo"
Ahora, la palabra que se utiliza aquí para "niño" no es la misma
palabra que se usó en el versículo 26, del capítulo 3, de la palabra
griega "huios", que significa "hijo" y entonces se tradujo como
"los hijos de Dios", mientras que aquí se usa la palabra "nepios",
que quiere decir "niño pequeño", que aún no puede hablar del
todo.
Y nuevamente debemos regresar a los tiempos y costumbres
romanas para poder entender la ilustración que Pablo nos
presenta en este pasaje. Dijimos antes que en un hogar romano
había ciertos siervos o esclavos que estaban a cargo de las
diferentes posesiones de su dueño. Algunos estaban a cargo de
sus bienes, otros de su ganado, otros estaban a cargo de la
contabilidad, y había otros que estaban a cargo de los niños.
Cuando nacía un niño en la familia, el siervo o el esclavo lo
tomaba, lo cuidaba, lo vestía con ropas apropiadas para jugar
para que él no se diferenciara en nada del resto de los niños de
los siervos con quienes jugaba. Este niño tenía que obedecer al
esclavo, tal como los demás niños tenían que hacer. Y se nos dice
entonces en el versículo 2, de este capítulo 4, de la epístola a los
Gálatas:
"Sino que está bajo tutores y administradores hasta el tiempo
señalado por el padre".
Ahora, ¿qué tiempo era ese? Pues bien, ése era el tiempo en que
el padre reconocía que su hijo era capaz de tomar decisiones por
sí mismo. Y entonces él le permitía ocupar la posición de un hijo
ya maduro. Observemos que era el padre el que determinaba
cuando su hijo alcanzaba la edad de la madurez. No era una ley
arbitraria, como es el caso en nuestra sociedad, en la cual la
mayoría de edad se alcanza a los 18 años. Ahora, no queremos
que usted nos entienda mal, creemos que hay algunas personas
que son tan maduras a los 18 años como lo serán a los 21 años;
y francamente hablando pensamos que hay algunos que a los 65
años de edad todavía no han alcanzado la madurez. Pero en los
días de Pablo era el padre quien decidía cuándo los hijos habían
llegado a mayoría de edad. Luego ellos celebraban una
ceremonia, conocida como la de la "toga virilis", que le otorgaba
al joven la posición de hijo mayor de edad en la familia. En esa
ceremonia él le colocaba un manto o una toga sobre sus hombros.
Eso es lo que nuestro Señor quiso decir en Su parábola del hijo
pródigo. Cuando el joven regresó al hogar, el padre no le recibió
como a un hijo normal, sino que le recibió como un hijo maduro,
mayor de edad, le puso un manto sobre sus hombros y le colocó
un anillo en su dedo. El anillo tenía el sello de su padre, que era
equivalente a su firma y le confería la autoridad del padre. Así
que, podemos imaginar al joven mayor de edad de aquellos
tiempos caminando por la calle con la toga puesta. El siervo ya
no le podía corregir, reprender ni castigar, como hacía antes de
la celebración de la ceremonia. En realidad, el joven tenía ya
sobre él la autoridad del hijo mayor de edad. Y eso es lo que Pablo
quiso decir cuando continuó diciendo en el versículo 3:
"Así también nosotros, cuando éramos niños estábamos en
esclavitud bajo los principios del mundo".
El estar bajo las normas o principios del mundo, en este contexto,
quería decir que estaban bajo la ley. Pablo estaba diciendo que
esa era la niñez de la nación de Israel, cuando ellos estaban bajo
esas reglas y mandamientos. Y en el versículo 4 dijo:
"Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su
Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la Ley"
Al llegar el momento determinado por Dios, Dios el Padre envió a
Dios el Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley. María era
una mujer judía. Algunos han pretendido propagar la idea de que
Jesús no perteneció a ninguna raza, lo cual es una afirmación
pueril y sin sentido. Eso es tomar una posición que no lleva
absolutamente a ninguna parte. La mujer que se encontró con el
Señor Jesucristo junto al pozo de agua en Samaria, tal como el
incidente fue relatado por el Evangelio de Juan 4, sabía al
respecto más que algunas personas de nuestro tiempo. Ella le dijo
al Señor: "¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que
soy mujer samaritana?" Ella pensó que Él era un judío, y el Señor
Jesucristo no la corrigió. Así que concluimos que ella le había
identificado correctamente y nosotros adoptamos la posición que
ella estaba en lo cierto. Preferimos seguir aquella declaración
antes que prestar atención a algunos de nuestros
contemporáneos que quieren minimizar el hecho de que Jesús,
como ser humano, era un judío. Él tenía una naturaleza humana
perfecta y también era Dios manifestado en un cuerpo humano.
Esta afirmación, por supuesto, ha sido cuestionada por críticos de
la Biblia, pero el único Jesús histórico que conocemos es aquél
descrito por las Sagradas Escrituras y por uno de los credos más
antiguos de la iglesia que dice: "Él es tan hombre como el mismo
hombre, y tan Dios como el mismo Dios". Y yo estoy de acuerdo
con dicho credo porque eso es exactamente lo que la Palabra de
Dios enseña.
Ahora, ¿cuál fue el propósito que Dios tuvo al enviar a Su Hijo?
Leamos la respuesta en el versículo 5 de Gálatas 4:
"Para redimir, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, a fin
de que recibiéramos la adopción de hijos".
Dios tuvo un doble propósito: (1) Rescatar a los que se
encontraban bajo la ley. Ellos eran como niños, bajo la ley. Es
que la ley nunca convirtió a nadie en un hijo de Dios; y (2), que
ellos pudieran recibir la adopción como hijos.
La adopción aquí en este pasaje tiene un significado diferente al
que tiene en nuestra sociedad contemporánea. Hoy asociamos a
este término con una pareja, que por lo general no ha podido
tener hijos propios. Entonces ellos van a cierto hogar donde
tienen niños para ser adoptados y allí encuentran a un niño que
les gusta, sienten amor hacia es pequeño y luego lo adoptan como
hijo en su familia por medio de ciertos trámites legales. Y cuando
ese niño se convierte legalmente en hijo de la pareja, decimos
que se ha tenido lugar una adopción. Sin embargo, la costumbre
romana en tiempos del apóstol Pablo era la de adoptar al propio
hijo de una persona. Recordemos lo que hablamos antes sobre la
ceremonia de la "toga virilis", en la que se adoptaba al hijo mayor
de edad de la familia. La palabra adopción corresponde al término
griego "huiothesia", que significa "colocar como hijo". Un
creyente es pues colocado en la familia de Dios como un hijo
adulto, mayor de edad, capaz de comprender la verdad divina.
Pues bien, en la Primera Epístola a los Corintios, capítulo 2,
versículos 9 y 10, leemos: "9Antes bien, como está escrito: Cosas
que ojo no vio, ni oído oyó ni han subido al corazón del hombre,
son las que Dios ha preparado para los que le aman. 10Pero Dios
nos las reveló a nosotros por el Espíritu, porque el Espíritu todo
lo escudriña, aun lo profundo de Dios". Lo que esto quiere decir
es lo siguiente: que la verdad que está en la Palabra de Dios
puede ser interpretada solamente por el Espíritu de Dios. Y hasta
que Él la interprete, el ser humano no la puede entender, El
Espíritu Santo es el único es que puede interpretar para nosotros
la Palabra de Dios. Esta verdad cambia totalmente la evaluación
que podemos hacer de las personas. Una persona puede
acercarse a la Palabra de Dios con una mente brillante; puede
aprender algo de historia, arqueología e idiomas. Puede llegar a
ser un experto en el conocimiento de hebreo y griego, y aun así
no entender el significado de lo que esté leyendo. ¿Por qué?
Porque el Espíritu de Dios es el maestro, el que nos enseña el
significado del texto Bíblico. Incluso el profeta Isaías dijo su
capítulo 64, versículo 4: "4Nunca nadie oyó, nunca oídos
percibieron ni ojo vio un Dios fuera de ti, que hiciera algo por
aquel que en él espera". Ahora, si usted quiere saber algo acerca
de Cristo, sólo el Espíritu de Dios puede revelárselo a usted.
Incluso un creyente maduro, que ha conocido la Palabra de Dios
por muchos años se encuentra tan impotente para estudiar la
Biblia como alguien, espiritualmente hablando, por supuesto, a
quién consideraríamos un niño recién nacido en Cristo, porque el
Espíritu de Dios tendrá que enseñarle a cada uno de ellos.
El autor de estos estudios bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee, cuenta
que cuando comenzó a estudiar en la escuela, era el alumno más
joven de su clase. Cuando su padre murió, tuvo que abandonar
sus estudios por tres o cuatro años para ponerse a trabajar. En
aquel tiempo era el más joven de sus compañeros. Cuando
comenzó su preparación para el ministerio cristiano, tuvo que
recuperar aquellos años de estudio perdidos y cuando regresó a
la escuela, era el mayor de la clase. Más tarde, cuando entró en
el Seminario, se dio cuenta que era muy ignorante en cuanto a la
Biblia. Nunca había visto una Biblia en su hogar y nunca había
oído orar a nadie en su familia. Ni siquiera conocía los libros de la
Biblia. Nadie podía haber sido más ignorante de la Palabra de Dios
que lo que él era. Al menos, él así lo sentía. Al comienzo, pasaba
mucho tiempo tratando de aprender de memoria la lista de libros
de la Biblia, así como muchas de las cosas acerca de las cuales
aún no sabía nada cuando empezó a estudiar. De modo que
desarrolló lo que podría llamarse un complejo de inferioridad. Y
cuando se levantaba a predicar, siendo un joven predicador, y
veía a personas maduras o ancianas en el auditorio, pensaba para
sí: "lo que voy a decir hoy va a resultarle muy infantil a esas
personas, porque ellos realmente conocen la Biblia". Sin embargo
dijo que se dio cuenta que había muchas personas que tenían sus
sienes cubiertas de canas, y que todavía se encontraban en un
estado de inmadurez espiritual, como niños en cuanto al
conocimiento de Cristo. Nunca habían crecido. Y continuó
diciendo el Dr. McGee que él aprendió una gran verdad en esa
situación; que el Espíritu de Dios podía enseñarle a él como joven
creyente, tanto como podía enseñarle a un creyente ya maduro.
Tanto el uno como el otro, el más joven y el más adulto, podían
entender la Biblia y desarrollarse espiritualmente si el Espíritu
Santo era su maestro. Ésa fue para el Dr. McGee una verdad
completamente nueva y significó un gran estímulo durante sus
primeros pasos en el ministerio cristiano.
Lo que resulta verdaderamente alentador es que el mismo
Espíritu de Dios, que nosotros creemos nos está guiando y nos
está enseñando, puede enseñarle a usted también. Si usted es un
nuevo creyente, el mismo Espíritu de Dios le ha colocado en la
posición de un hijo adulto, por la adopción. Y no hay experiencia
tan maravillosa como ésta. Esa realidad le dio al Dr. McGee la
confianza cuando era un joven creyente, confianza que se ha
reforzado con el paso de los años. Estimado oyente, queremos
que usted sepa que el Espíritu de Dios le guiará y le llevará a
conocer toda la verdad, simplemente si usted desea conocerla, y
si usted está dispuesto a que Él sea su maestro.
Llegamos ahora en este capítulo 4 de la epístola a los Gálatas, a
la tercera cosa que la fe en Cristo hace a favor nuestro, y que la
Ley nunca podría hacer por nosotros y se trata de la experiencia
de ser los hijos de Dios. El versículo 6, de este capítulo 4 de
Gálatas, dice:
"Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el
Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!"
La frase por cuanto sois hijos constituye una enérgica declaración.
O como Pablo lo expresó en su carta a los Romanos 8:16: "El
Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos
hijos de Dios". Y, dijo, en Romanos 8:11-14: "Y si el Espíritu de
aquel que levantó de los muertos a Jesús está en vosotros, el que
levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros
cuerpos mortales por su Espíritu que está en vosotros. Así que,
hermanos, deudores somos, no a la naturaleza pecaminosa, para
que vivamos conforme a esa naturaleza; porque si vivís conforme
a ella, moriréis; pero si por el Espíritu hacéis morir los malos
hábitos del cuerpo, viviréis. Todos los que son guiados por el
Espíritu de Dios, son hijos de Dios". Si usted, estimado oyente,
es un hijo de Dios, usted va a querer ser guiado por el Espíritu de
Dios. Ahora, la naturaleza pecaminosa puede obtener alguna
victoria en su vida, pero nunca lo va a hacer feliz. Usted nunca
va a estar satisfecho con ella. "Pues no habéis recibido, dijo Pablo
en este capítulo, versículo 15, el espíritu de esclavitud para estar
otra vez en temor". Usted no necesita decir: "Yo no estoy viviendo
como debería, y me pregunto si realmente soy un hijo de Dios".
Estimado oyente, escuche bien lo que continuó diciendo Pablo:
"sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual
clamamos: ¡Abba Padre! Y en el versículo 16 de este capítulo 8
de Romanos añadió:" El Espíritu mismo da testimonio a nuestro
espíritu, de que somos hijos de Dios". Este pasaje de la carta a
los Romanos 8:11-16 constituye la edición íntegra del pasaje
paralelo resumido, en esta carta a los Gálatas. Lo hemos citado
de Romanos para que usted escuchara la versión completa.
Como vemos, la palabra "Abba" es el término arameo para
"padre". Es un diminutivo utilizado por los niños pequeños para
dirigirse a su padre y sería el equivalente de "papá". Revela
intimidad y confianza, frente al formalismo del legalismo. Luego
Pablo dijo en el versículo 7, de este capítulo 4, de su epístola a
los Gálatas:
"Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero
de Dios por medio de Cristo".
Por lo tanto, el Espíritu, nos da la experiencia de ser un hijo de
Dios. Siendo un hijo de Dios, por el podemos clamar, no
simplemente pronunciando la palabra, o adoptando una piedad
falsa, pero podemos llamar a Dios nuestro "Padre", porque el
Espíritu de Dios está dando testimonio a nuestro espíritu. Como
acabamos de decir, ésta es la experiencia de ser un hijo de Dios.
Hay muchas personas en la actualidad que creen que la única
forma por la cual usted puede tener esa experiencia hoy es, ya
sea alcanzando un alto grado de santificación, en el que usted
tiene que llegar a ser santo, o bien buscando el bautismo del
Espíritu Santo como ellas lo llaman. Insisten en que si usted no
alcanza ese nivel, nunca va a tener esa experiencia. Estimado
oyente, permítanos asegurarle, si usted es un nuevo creyente o
un creyente débil, que usted puede tener una experiencia como
hijo de Dios sin alcanzar esos niveles, porque a la posición de hijo
de Dios se llega a través de la fe en Cristo Jesús. Cuando algunas
personas creen haber alcanzado un elevado nivel de
espiritualidad, tienden a considerarse superiores a los demás. Sin
embargo, siempre somos como niños pequeños insensatos.
Siempre estamos llenos de ignorancia, terquedad, pecado, temor
y debilidad. Nunca llegamos a ser maravillosos; El Señor
Jesucristo sí que lo es y la fe en Él nos proporciona una
experiencia única. Yo creo en las experiencias y pienso que mucha
gente hoy necesita tener una experiencia con Dios.
Un predicador llamado Paul Rader, solía utilizar expresiones muy
llamativas. Un día predicando dijo: "La vieja naturaleza
pecaminosa que usted y yo tenemos es como un viejo gato
muerto. Lo que usted tiene que hacer es inclinarse, tomarlo por
el rabo y arrojarlo tan lejos como pueda". Estamos de acuerdo
con la enseñanza de esta ilustración, porque quisiéramos vernos
libres de nuestra naturaleza humana controlada por el mal. Un
día, el Dr. Chafer le escuchó usar esta ilustración y le dijo al
pastor Rader: "Paul, usted olvida que el viejo gato muerto tiene
nueve vidas. Cuando usted le arroje lejos, va a volver al día
siguiente". El hecho es que nunca llegaremos a ser santos
perfectos de Dios, pero sí podemos vivir la experiencia de ser
hijos de Dios por la fe en Jesucristo. Escuchemos nuevamente la
lectura de los versículos 6 y 7 de Gálatas 4: "6Y por cuanto sois
hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el
cual clama: ¡Abba, Padre! 7Así que ya no eres esclavo, sino hijo;
y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo". Muchas
veces usted y yo avanzamos con paso lento en nuestra vida
cristiana y no tenemos experiencias espirituales con Dios. La vida
se vuelve monótona. Pero en otras ocasiones, especialmente
cuando Dios nos somete a una prueba, podemos tener una
hermosa experiencia de compañerismo con nuestro Padre
celestial.
El Dr. McGee nos contó que cuando fue llevado al hospital para
ser operado de cáncer estaba tremendamente asustado porque
los hospitales le inspiraban mucho temor. Le dieron un pijama
bastante incómodo y estaba intentando subirse a la cama pero no
podía. Entonces vino una enfermera y le preguntó que le sucedía.
McGee respondió que estaba muerto de miedo. Luego, cuando
regresó la enfermera para prepararle para entrar al quirófano, le
pidió que le permitiera quedarse solo por unos momentos.
Recordó que como pastor había estado en ese hospital
muchísimas veces. Entonces se colocó de cara a la pared, como
hizo el rey Ezequías cuando enfermó gravemente, y oró diciendo:
"Señor, quiero que sepas que he estado en este lugar muchas
veces, he tomado las manos de enfermos entre las mías y les he
dicho que tú estarías con ellos. Siendo su pastor, he orado por
ellos y me he retirado. Pero hoy no voy a salir de aquí, sino que
deberé quedarme para que me operen. No sé cuál será el
resultado final". McGee recuerda que había algunas cosas que
quería decirle a Dios. "Quería decirle como debía resolver esa
crisis. Pero me sentí conmovido y entonces sólo le dije: Padre
mío, estoy en tus manos. Actúa como quieras. Tú eres mi Padre.
Y entonces sentí que Él era maravilloso para mí. Su presencia se
convirtió en una realidad". Es que necesitamos sentirle como
nuestro papá, como nuestro Padre. Recordemos que el Espíritu
mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios,
como decía Romanos 8:16. Estimado oyente, no le deseo ningún
problema, pero creo que es generalmente en tiempos de
dificultad cuando Dios se hace real en nosotros. Espero que algún
día usted tenga una experiencia semejante con nuestro Padre
celestial.
Antes de continuar con el tema, diremos que el Dr. McGee recordó
siempre el caso de John Paton, un misionero que realizó una obra
pionera en las Nuevas Hébridas. Llegó a aquel campo misionero
con su joven esposa. Cuando su primer hijo nació, su esposa y el
niño murieron, les enterró con sus propias manos. Y como estaba
en una zona de caníbales, se sentó junto a la tumba durante
muchos días y noches, para evitar que los salvajes desenterraran
los cuerpos para comérselos. Su testimonio de aquella
experiencia tan dolorosa fue que si la presencia del Señor
Jesucristo no hubiera sido una realidad en él durante ese tiempo,
se habría vuelto loco.
Dios nos hace sentir su presencia como una realidad viva en
tiempos de aflicción. Cuando Pablo se encontraba preso, pudo
decir, en Segunda de Timoteo 4:16-17: "16En mi primera defensa
ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no
les sea tomado esto en cuenta. 17Pero el Señor estuvo a mi lado
y me dio fuerzas, para que por mí fuera cumplida la predicación,
y que todos los gentiles oyeran. Así fui librado de la boca del
león". El Señor estuvo con el apóstol Pablo, con aquel misionero
solitario junto a una tumba, y con McGee en el hospital. Y Él
estará con usted, estimado oyente. ¡Que tranquilizador, que
alentador es tener un Padre como Él! En momentos como estos,
Dios nos dice a cada uno de nosotros, y a usted, las palabras de
Hebreos 13:5: "No te desampararé ni te dejaré".
Gálatas 4:8-24
En nuestro programa anterior dijimos que en el capítulo 4 de esta
epístola, todavía nos encontramos en la sección de la
"justificación por fe", en la tercera subdivisión, que se extiende
desde el 3:6 hasta el 4:18, donde Abraham ha sido nuestra
ilustración principal. Pablo se refirió a algo más que nos viene a
través de la fe en Cristo y que nunca podríamos haber logrado
por medio de las obras de la ley. Y nos referimos a nuestra
posición de hijos de Dios adultos. Cuando comenzamos la vida
cristiana, espiritualmente hablando, somos como niños que
tienen que crecer hasta llegar a la madurez. Sin embargo, Dios
nos da la posición de hijos maduros, adultos, proveyéndonos con
una capacidad que de otra manera no tendríamos.
Por lo tanto, el Espíritu, nos da la experiencia de ser un hijo de
Dios. Siendo un hijo de Dios podemos clamar, no simplemente
pronunciando la palabra, o adoptando una piedad falsa, pero
podemos llamar a Dios nuestro "Padre", porque el Espíritu de Dios
está dando testimonio a nuestro espíritu. Como acabamos de
decir, ésta es la experiencia de ser un hijo de Dios.
Muchas veces usted y yo avanzamos con paso lento en nuestra
vida cristiana y no tenemos experiencias espirituales con Dios. La
vida se vuelve monótona. Pero en otras ocasiones, especialmente
cuando Dios nos somete a una prueba, podemos tener una
hermosa experiencia de compañerismo con nuestro Padre
celestial. Es que Dios nos hace sentir su presencia como una
realidad viva en tiempos de aflicción. Cuando Pablo se encontraba
preso, pudo decir, en Segunda de Timoteo 4:16-17: "16En mi
primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me
desampararon; no les sea tomado esto en cuenta. 17Pero el
Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas, para que por mí fuera
cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyeran. Así fui
librado de la boca del león". En momentos de prueba y ataques,
el apóstol sufrió también la dura experiencia de la soledad. Y
cuando más habría necesitado la compañía de personas que le
amaran, el Señor estuvo con Pablo. Y Él estará con usted,
estimado oyente. ¡Que tranquilizador, que alentador es tener un
Padre como Él! En momentos como estos, Dios nos dice a cada
uno de nosotros, y a usted, las palabras de Hebreos 13:5: "No te
desampararé ni te dejaré".
Comencemos nuestra lectura con el versículo 8, de este capítulo
4, de la epístola a los Gálatas:
"Ciertamente, en otro tiempo, cuando no conocíais a Dios,
servíais a los que por naturaleza no son dioses"
El apóstol estaba hablando del hecho de que los Gálatas antes
habían sido idólatras. El país de los Gálatas en Asia Menor estaba
entregado completamente a la adoración de los ídolos. Pablo
describió a los ídolos como vanidades. En Primera de Corintios
12:2 los llamó "ídolos mudos". No eran nada, y no podían decir
nada. Les estaba diciendo que los ídolos no eran reales y que no
se podían transformar en una realidad para aquellos que les
adoraban. Ahora Pablo dijo en el versículo 9, de este capítulo 4:
"Pero ahora, ya que conocéis a Dios o, más bien, que sois
conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los
débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a
esclavizar?"
Aquí dice conocidos por Dios y significa "aprobados" por Dios o
"reconocidos" por Dios. Ellos habían venido a Cristo por la fe, lo
cual había sido aceptado por Dios. La mayoría de los cristianos de
las iglesias de Galacia eran no judíos. Así que siendo creyentes,
estaban volviendo a la ley de Moisés que era, como les dijo Pablo,
regresar a la idolatría de la cual habían salido. Y en el versículo
10, Pablo dijo:
"Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años. Temo que
mi trabajo en vuestro medio haya sido en vano".
Al decirles que seguían guardando los días de fiesta, se refería al
sábado o día del reposo. Conviene recordar aquí que el apóstol
Pablo les dijo a los Colosenses en el 2:16 de esa carta: "16Por
tanto, nadie os critique en asuntos de comida o de bebida, o en
cuanto a días de fiesta, luna nueva o sábados". En este versículo
10, los "meses" probablemente se refieren a la práctica de
celebrar la "luna nueva", que fue una costumbre de los israelitas
en la época de los reyes. Los profetas advirtieron al pueblo en
contra de esa práctica.
"Los tiempos" debería traducirse "estaciones", refiriéndose a las
fiestas de Israel. Dios había establecido siete fiestas, y todas ellas
señalaban de forma anticipada al Señor Jesucristo.
"Los años", por supuesto, se referían a los años sabáticos. La
práctica de celebrar todas esas fechas colocaba a los no judíos
totalmente bajo la Ley de Moisés.
Algunos alegan estar hoy cumpliendo la Ley, sin embargo sólo
guardan el día del reposo. Pero hay que considerar que toda la
ley constituye un conjunto, que incluye el año sabático y el año
del jubileo. El apóstol Santiago en 2:10 de su carta dijo:
"10porque cualquiera que guarde toda la Ley, pero ofenda en un
punto, se hace culpable de todos". Es decir, que es culpable de
ser un infractor de la ley. Luego el apóstol Pablo dijo en el
versículo 11, de este capítulo 4 de la epístola a los Gálatas:
"Temo que mi trabajo en vuestro medio haya sido en vano".
Pablo estaba diciendo, de una manera delicada que creía haber
perdido el tiempo con ellos. Considerando que ellos habían sido
salvos por la gracia, su retroceso a la Ley era como haber
regresado a su anterior idolatría. Les recordó que no había
conocido a Dios por medio de la Ley mosaica sino por la fe en
Jesucristo.
Ahora llegamos a una parte personal, entre los versículos 12 y
18. Fue una nota de cortesía que el apóstol introdujo en esta
carta. Y entonces comenzó a decirles en el versículo 12:
"Os ruego, hermanos, que os hagáis como yo, porque yo también
me hice como vosotros. Ninguna ofensa me habéis hecho"
En otras palabras, les pidió que se identificaran con él. Los
Gálatas habían estado escuchando a falsos maestros, y estaban
mirando a Pablo como si fuera un enemigo por haberles dicho la
verdad. Es como si les hubiera dicho: "Estamos todos en un
mismo nivel. Todos somos creyentes, todos formamos parte del
cuerpo de Cristo que es la iglesia. Y debido a esa realidad,
debiéramos tratarnos con amabilidad. Luego continuó hablando
de esta forma personal en el versículo 13 donde dijo:
"Pues vosotros sabéis que a causa de una enfermedad del cuerpo
os anuncié el evangelio al principio"
Entonces Pablo les hizo un llamamiento basándose a una
enfermedad que él había descrito como un aguijón en su cuerpo.
¿Y cuál era ese aguijón? Continuemos leyendo entonces, el
versículo 14, de este capítulo 4:
"y no me despreciasteis ni rechazasteis por la prueba que tenía
en mi cuerpo. Al contrario, me recibisteis como a un ángel de
Dios, como a Cristo Jesús".
Evidentemente esa enfermedad que Pablo tenía no le hacía muy
atractivo ante la gente. Ésa era la prueba que él calificaba como
un aguijón clavado en su cuerpo. Continuemos con el versículo
15:
"¿Dónde, pues, está esa satisfacción que experimentabais?
Porque os doy testimonio de que si hubierais podido, os habríais
sacado vuestros propios ojos para dármelos".
Probablemente, el aguijón en el cuerpo que tenía Pablo era algún
tipo de enfermedad de la vista, que le daba un aspecto
desagradable. No podemos concebir que ellos hubiesen querido
quitarse sus propios ojos y dárselos a él si lo que él tenía era un
problema en alguno de sus miembros, o en su piel.
Aparentemente Pablo tenía una enfermedad en los ojos que era
algo común en esa parte del mundo y en esa época. Esta dolencia
se caracterizaba por una excesiva supuración; al brotar el pus de
sus ojos le daba un aspecto nada atractivo mientras trabajaba
entre ellos. Y Pablo les dijo que ellos habían ignorado esa
circunstancia, recibiéndole con afecto cuando había ido a
predicarles. Y continuó diciéndoles en el versículo 16:
"¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo por deciros la verdad?"
El Dr. McGee, autor de estos estudios dijo que siempre había
deseado colocar en el púlpito, del lado del predicador, la siguiente
inscripción: "Quisiéramos ver a Jesús". Y además le hubiera
agradado colocar, frente al público, las palabras que acabamos
de leer: ¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo, por deciros la
verdad? Usted sabe que hay mucha gente en el día de hoy que
no quiere que el predicador o el maestro les diga la verdad. Ellos
quieren escuchar algo favorable, elogioso, que les suavice las
preocupaciones, que no les inquiete y les haga sentir bien. Luego
continuó hablando y dijo en los versículos 17 y 18:
"Se interesan por vosotros, pero no para vuestro bien, sino que
quieren apartaros de nosotros para que vosotros os intereséis por
ellos. Bueno es mostrar interés por lo bueno siempre, y no
solamente cuando estoy presente con vosotros".
Otra versión traduce estos versículos de esta manera: "Éstos que
muestran mucho interés por ganaros a vosotros no abrigan
buenas intenciones. Lo que quieren es alejaros de nosotros para
que vosotros os entreguéis a ellos. Está bien mostrar interés, con
tal de que ese interés sea bienintencionado y constante, y que no
se manifieste sólo cuando yo estoy con vosotros". En otras
palabras, ellos estaban promoviendo la ley para su propio
beneficio, no para el beneficio de los Gálatas. Los falsos maestros
querían presumir de lograr muchos convertidos. Pablo tuvo algo
que decir en esta línea a los creyentes de Corintio. En Segunda
de Corintios 12:12-15 leemos: "12Con todo, las señales de
apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia,
señales, prodigios y milagros, 13porque ¿en qué habéis sido
menos que las otras iglesias, sino en que yo mismo no os he sido
carga? ¡Perdonadme este agravio! 14Ahora, por tercera vez estoy
preparado para ir a vosotros; y no os seré una carga, porque no
busco lo vuestro, sino a vosotros, pues no deben atesorar los hijos
para los padres, sino los padres para los hijos. 15Y yo, con el
mayor placer, gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del
todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea
amado menos".
Es que el mismo grupo de judaizantes había ido a Corinto. Los
creyentes de aquella ciudad también habían amado a Pablo, y
éste les tuvo que advertir al respecto. Los falsos maestros de las
sectas han sido y suelen resultar atractivos. Hoy podemos
observar su inteligente uso de varios medios de difusión. En su
promoción pública y personal cuidan mucho la presentación. Y
una de sus tácticas es ofrecer una parte de la verdad, e introducir
con sutileza el error. Así que las advertencias del apóstol a los
Gálatas y a los Corintios son oportunas también para nuestra
generación.
Llegamos ahora a un párrafo que comenta la
Alegoría de Agar y Sara
El capítulo 4, desde los versículos 19 al 31, concluye con esta
alegoría, que, es la cuarta subdivisión de esta extensa y tercera
sección doctrinal de esta carta a los Gálatas, que abarcaba desde
el 2:15 hasta el 4:31 y que trata sobre la justificación por la fe.
En esta subdivisión, el contraste que observamos entre estas dos
mujeres es total. Agar, y toda referencia a ella bajo otras figuras
retóricas representa a la Ley. Sara, y toda otra referencia a ella
bajo otras figuras, representa la fe en Cristo. Leamos ahora el
versículo 19;
"Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta
que Cristo sea formado en vosotros"
Aquí vemos que Pablo les dirigió esta alegoría a los Gálatas
usando la tierna expresión "hijitos míos", de la palabra griega
"teknia", que puede referirse a los recién nacidos. Pablo tenía un
corazón sensible y se comparó él mismo con una madre. Y dijo
en el versículo 20:
"Quisiera estar con vosotros ahora mismo y cambiar de tono,
pues estoy perplejo en cuanto a vosotros".
Pablo deseó haber estado presente para poder hablarles de forma
diferente. Pues estaba muy preocupado por ellos. Había usado en
un principio un lenguaje fuerte y severo, pero en estos pasajes
podemos ver su corazón tierno. Y continuó diciendo en el
versículo 21:
"Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿no habéis oído la
ley?"
Hay personas que hablan sobre los Diez Mandamientos o de algún
otro sistema legal, pero no mencionan el castigo impuesto por la
Ley. No presentan a la Ley en la esfera total de su ministerio de
condenación. Observemos lo que sucedió cuando Dios llamó a
Moisés a la cima de la montaña para entregarle la Ley. Leemos
en Éxodo 19:16-21: "16Aconteció que al tercer día, cuando vino
la mañana, hubo truenos y relámpagos, una espesa nube cubrió
el monte y se oyó un sonido de bocina muy fuerte. Todo el pueblo
que estaba en el campamento se estremeció. 17Moisés sacó del
campamento al pueblo para recibir a Dios, y ellos se detuvieron
al pie del monte. 18Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová
había descendido sobre él en medio del fuego. El humo subía
como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía
violentamente. 19El sonido de la bocina se hacía cada vez más
fuerte. Moisés hablaba, y Dios le respondía con voz de trueno.
20Descendió el Señor sobre el monte Sinaí, sobre la cumbre del
monte. Llamó el Señor a Moisés a la cumbre del monte, y Moisés
subió. 21El Señor dijo a Moisés: Desciende y ordena al pueblo
que no traspase los límites para ver al Señor, porque caerá
multitud de ellos".
Dios le dijo al pueblo que permanecieran apartados y lejos cuando
le entregaba la Ley a Moisés. En Éxodo 20:18-19 se nos dice:
"18Todo el pueblo observaba el estruendo, los relámpagos, el
sonido de la bocina y el monte que humeaba. Al ver esto, el
pueblo tuvo miedo y se mantuvo alejado. 19Entonces dijeron a
Moisés: Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable
Dios con nosotros, para que no muramos".
No podemos concebir en nuestra mente cuan santo es Dios. Los
seres humanos somos como renegados en el universo de Dios.
Estamos en la condición y posición de pecadores perdidos en este
universo, sin capacidad para seguirle y obedecerle. En Romanos
8:6 el apóstol Pablo dijo: "Preocuparse sólo de lo que es humano
lleva a la muerte; en cambio, preocuparse de las cosas del
Espíritu lleva a la vida y la paz". La mentalidad pecaminosa está
en enemistad contra Dios. Estimado oyente, el sistema que opera
en el mundo está en contra de Dios. Nunca está a favor. Ese
sistema no está mejorando, sino que es cada día más malo y
perverso y ha permanecido en esa condición desde que Dios
colocó a Adán y Eva en el jardín del Edén. Romanos 8:7 continúa
diciendo: "Los que se preocupan sólo de las cosas humanas
pecaminosas son enemigos de Dios, porque ni quieren ni pueden
someterse a su ley". No nos sorprende entonces que los israelitas
temblaron y se apartaron de la montaña diciendo: "Moriremos".
Estimado oyente, Dios está en lo alto, en Su santidad, y habita
en la gloria. Usted y yo estamos aquí, jugando con el barro
porque, físicamente, estamos hechos de barro. Así, somos
criaturas que transitamos por esta tierra y tenemos la audacia de
vivir de manera contraria a la voluntad de Dios. Le mentalidad
pecaminosa es realmente enemiga de Dios. Ésta es la condición
del ser humano en esta tierra.
Pablo les dijo: "Escuchad a la Ley, que todavía no la habéis
escuchado bien". Y era cierto. Los Gálatas verdaderamente no
habían escuchado la Ley. La entrega de esa Ley no había sido
maravillosa y acogedora, sino aterradora. Y ya que los Gálatas
parecían querer colocarse bajo la Ley, Pablo les estaba dando la
oportunidad de escucharla desde otro punto de vista. Y volviendo
a Gálatas 4, dijo en el versículo 22:
"Pues está escrito que Abraham tuvo dos hijos: uno de la esclava
y el otro de la libre".
Usando una ilustración de la vida de Abraham (Génesis 16, 17,
18, 20 y 21), Pablo estaba haciendo un contraste entre dos hijos
que nacieron, uno de Agar y el otro de Sara. Uno nació de una
esclava y el otro de una mujer libre. La mujer libre representaba
a la gracia y la esclava, a la Ley mosaica. Pablo iba a destacar el
contraste entre ellas en lo que llamó una alegoría.
Pablo no estaba diciendo que la historia de Abraham era una
alegoría y lo aclaramos porque algunos han interpretado de esa
manera la frase del versículo 24. Sino que él estaba diciendo que
el incidente ocurrido entre esas dos mujeres que concibieron a los
hijos de Abraham contenía una alegoría, y ello tiene un mensaje
para nosotros hoy. El apóstol continuó diciendo en el versículo
23:
"Pero el de la esclava nació por decisión humana, según las leyes
de la naturaleza; pero el de la libre, nació para que se cumpliera
lo que Dios había prometido".
El Código de Hamurabi, que regía la cultura en la época de
Abraham, establecía que el hijo de una esclava, es decir Agar, era
un esclavo. Así que, aunque Ismael fuera el hijo de Abraham, era
un esclavo.
Y en cuanto al hijo de la mujer libre, es decir Sara, fue el fruto de
un milagro, porque su nacimiento fue milagroso. Abraham era
demasiado mayor como para engendrar un hijo, y Pablo dijo que
el vientre de Sara estaba como muerto. Ella ya había superado la
edad de tener hijos. Su matriz era como una tumba, y de la
muerte Dios hizo surgir la vida. Finalmente por hoy leamos el
versículo 24:
"Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres representan los dos
pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para ser
esclavos; éste es Agar".
Él dijo entonces: Lo cual es una alegoría, queriendo decir que
esos eventos de la vida de Abraham contenían una alegoría. Y
Pablo iba a extraer una lección de ella. Después el apóstol habló
de los dos pactos; el primero era el pacto de la Ley, que Moisés
recibió en el Monte Sinaí. Y añadió: éste es Agar. Pablo comparó
a Agar con el Monte Sinaí, que es un sinónimo de la Ley de Moisés.
En este programa hemos hablado de seres esclavos y de seres
libres. Continuaremos con las lecciones de esta alegoría en
nuestro próximo programa, Pero al terminar hoy, queremos
recordar lo que dijo el Señor Jesucristo en Juan 8, que fue Su
respuesta a un grupo de judíos que se sorprendieron de sus
palabras porque no se consideraban esclavos. También hoy,
estimado oyente, muchos no son conscientes del estado de
esclavitud al que les somete su naturaleza humana. Dijo el Señor:
"todo aquel que practica el pecado, esclavo es del pecado. 35Y el
esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para
siempre. 36Así que, si el Hijo os liberta, seréis verdaderamente
libres".

Gálatas 4:24-31
Al regresar hoy al capítulo cuatro de esta epístola del apóstol
Pablo a los Gálatas, quisiéramos retroceder unos versículos para
destacar algunas de las enseñanzas del programa anterior, que
resultan básicas para comenzar hoy nuestra lectura en el
versículo 24 de este capítulo 4. Concretamente, vamos a
considerar los antecedentes inmediatos al párrafo de la alegoría
de Agar y Sara, recordando el ambiente creado por los
judaizantes en las iglesias de Galacia, y que es fundamental para
entender la situación confusa de aquellos creyentes ante la
práctica de su vida cristiana. Nuestro repaso también tiene la
finalidad de comprender la actitud del apóstol Pablo, que se
expresó con dureza y severidad, aunque al final mostraría su
corazón sensible y el afecto que les tenía. Vamos pues a recordar
los versículos 17 y 18 de este capítulo 4 de Gálatas, que dicen
así:
"Se interesan por vosotros, pero no para vuestro bien, sino que
quieren apartaros de nosotros para que vosotros os intereséis por
ellos. Bueno es mostrar interés por lo bueno siempre, y no
solamente cuando estoy presente con vosotros".
Otra versión traduce estos versículos de esta manera: "Éstos que
muestran mucho interés por ganaros a vosotros no abrigan
buenas intenciones. Lo que quieren es alejaros de nosotros para
que vosotros os entreguéis a ellos. Está bien mostrar interés, con
tal de que ese interés sea bienintencionado y constante, y que no
se manifieste sólo cuando yo estoy con vosotros". En otras
palabras, ellos estaban promoviendo la ley para su propio
beneficio, no para el beneficio de los Gálatas. Los falsos maestros
querían presumir de lograr muchos convertidos. Pablo tuvo algo
que decir en esta línea a los creyentes de Corintio. En Segunda
de Corintios 12:12-15 leemos: "12Con todo, las señales de
apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia,
señales, prodigios y milagros, 13porque ¿en qué habéis sido
menos que las otras iglesias, sino en que yo mismo no os he sido
carga? ¡Perdonadme este agravio! 14Ahora, por tercera vez estoy
preparado para ir a vosotros; y no os seré una carga, porque no
busco lo vuestro, sino a vosotros, pues no deben atesorar los hijos
para los padres, sino los padres para los hijos. 15Y yo, con el
mayor placer, gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del
todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea
amado menos".
Es que el mismo grupo de judaizantes había ido a Corinto. Los
creyentes de aquella ciudad también habían amado a Pablo, y
éste les tuvo que advertir al respecto. Los maestros falsos de las
sectas han sido y suelen resultar atractivos. Hoy podemos
observar su inteligente uso de varios medios de difusión. En su
promoción pública y personal cuidan mucho la presentación. Y
una de sus tácticas es ofrecer una parte de la verdad, e introducir
con sutileza el error. Así que las advertencias del apóstol a los
Gálatas y a los Corintios son oportunas también para nuestra
generación.
Alegoría de Agar y Sara
Dijimos que el capítulo 4, desde los versículos 19 al 31, concluye
con esta alegoría, que, es la cuarta subdivisión de esta extensa y
tercera sección doctrinal de esta carta a los Gálatas, que abarcaba
desde el 2:15 hasta el 4:31 y que trata sobre la justificación por
la fe. En esta subdivisión, el contraste que observamos entre
estas dos mujeres es total. Agar, y toda referencia a ella bajo
otras figuras retóricas representa a la Ley. Sara, y toda otra
referencia a ella bajo otras figuras, representa la fe en Cristo.
Leamos ahora el versículo 19:
"Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta
que Cristo sea formado en vosotros"
Aquí vemos que Pablo les dirigió esta alegoría a los Gálatas
usando la tierna expresión "hijitos míos", de la palabra griega
"teknia", que puede referirse a los recién nacidos. Pablo tenía un
corazón sensible y se comparó él mismo con una madre. Y dijo
en el versículo 20:
"Quisiera estar con vosotros ahora mismo y cambiar de tono,
pues estoy perplejo en cuanto a vosotros".
Pablo deseó haber estado presente para poder hablarles de forma
diferente. Pues estaba muy preocupado por ellos. Había usado en
un principio un lenguaje fuerte y severo, pero en estos pasajes
podemos ver su corazón tierno. Y continuó diciendo en el
versículo 21:
"Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿no habéis oído la
ley?"
Hay personas que hablan sobre los Diez Mandamientos o de algún
otro sistema legal, pero no mencionan el castigo impuesto por la
Ley. No presentan a la Ley en la esfera total de su ministerio de
condenación. Observemos lo que sucedió cuando Dios llamó a
Moisés a la cima de la montaña para entregarle la Ley. Leemos
en Éxodo 19:16-21: "16Aconteció que al tercer día, cuando vino
la mañana, hubo truenos y relámpagos, una espesa nube cubrió
el monte y se oyó un sonido de bocina muy fuerte. Todo el pueblo
que estaba en el campamento se estremeció. 17Moisés sacó del
campamento al pueblo para recibir a Dios, y ellos se detuvieron
al pie del monte. 18Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová
había descendido sobre él en medio del fuego. El humo subía
como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía
violentamente. 19El sonido de la bocina se hacía cada vez más
fuerte. Moisés hablaba, y Dios le respondía con voz de trueno.
20Descendió el Señor sobre el monte Sinaí, sobre la cumbre del
monte. Llamó el Señor a Moisés a la cumbre del monte, y Moisés
subió. 21El Señor dijo a Moisés: Desciende y ordena al pueblo
que no traspase los límites para ver al Señor, porque caerá
multitud de ellos".
Dios le dijo al pueblo que permanecieran apartados y lejos cuando
le entregaba la Ley a Moisés. En Éxodo 20:18-19 se nos dice:
"18Todo el pueblo observaba el estruendo, los relámpagos, el
sonido de la bocina y el monte que humeaba. Al ver esto, el
pueblo tuvo miedo y se mantuvo alejado. 19Entonces dijeron a
Moisés: Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable
Dios con nosotros, para que no muramos".
No podemos concebir en nuestra mente cuan santo es Dios. Los
seres humanos somos como renegados en el universo de Dios.
Estamos en la condición y posición de pecadores perdidos en este
universo, sin capacidad para seguirle y obedecerle. En Romanos
8:6 el apóstol Pablo dijo: "Preocuparse sólo de lo que es humano
lleva a la muerte; en cambio, preocuparse de las cosas del
Espíritu lleva a la vida y la paz". La mentalidad pecaminosa está
en enemistad contra Dios. Estimado oyente, el sistema que opera
en el mundo está en contra de Dios. Nunca está a favor. Ese
sistema no está mejorando, sino que es cada día más malo y
perverso y ha permanecido en esa condición desde que Dios
colocó a Adán y Eva en el jardín del Edén. Romanos 8:7 continúa
diciendo: "Los que se preocupan sólo de las cosas humanas
pecaminosas son enemigos de Dios, porque ni quieren ni pueden
someterse a su ley". No nos sorprende entonces que los israelitas
temblaron y se apartaron de la montaña diciendo: "Moriremos".
Estimado oyente, Dios está en lo alto, en Su santidad, y habita
en la gloria. Usted y yo estamos aquí, jugando con el barro
porque, físicamente, estamos hechos de barro. Así, somos
criaturas que transitamos por esta tierra y tenemos la audacia de
vivir de manera contraria a la voluntad de Dios. Le mentalidad
pecaminosa es realmente enemiga de Dios. Ésta es la condición
del ser humano en esta tierra.
Pablo les dijo: "Escuchad a la Ley, que todavía no la habéis
escuchado bien". Y era cierto. Los Gálatas verdaderamente no
habían escuchado la Ley. La entrega de esa Ley no había sido
maravillosa y acogedora, sino aterradora. Y ya que los Gálatas
parecían querer colocarse bajo la Ley, Pablo les estaba dando la
oportunidad de escucharla desde otro punto de vista. Y volviendo
a Gálatas 4, dijo en el versículo 22:
"Pues está escrito que Abraham tuvo dos hijos: uno de la esclava
y el otro de la libre".
Usando una ilustración de la vida de Abraham (Génesis 16, 17,
18, 20 y 21), Pablo estaba haciendo un contraste entre dos hijos
que nacieron, uno de Agar y el otro de Sara. Uno nació de una
esclava y el otro de una mujer libre. La mujer libre representaba
a la gracia y la esclava, a la Ley mosaica. Pablo iba a destacar el
contraste entre ellas en lo que llamó una alegoría.
Pablo no estaba diciendo que la historia de Abraham era una
alegoría y lo aclaramos porque algunos han interpretado de esa
manera la frase del versículo 24. Sino que él estaba diciendo que
el incidente ocurrido entre esas dos mujeres que concibieron a los
hijos de Abraham contenía una alegoría, y ello tiene un mensaje
para nosotros hoy. El apóstol continuó diciendo en el versículo
23:
"Pero el de la esclava nació por decisión humana, según las leyes
de la naturaleza; pero el de la libre, nació para que se cumpliera
lo que Dios había prometido".
El Código de Hamurabi, que regía la cultura en la época de
Abraham, establecía que el hijo de una esclava, es decir Agar, era
un esclavo. Así que, aunque Ismael fuera el hijo de Abraham, era
un esclavo.
Y en cuanto al hijo de la mujer libre, es decir Sara, fue el fruto de
un milagro, porque su nacimiento fue milagroso. Abraham era
demasiado mayor como para engendrar un hijo, y Pablo dijo que
el vientre de Sara estaba como muerto. Ella ya había superado la
edad de tener hijos. Su matriz era como una tumba, y de la
muerte Dios hizo surgir la vida.
Comencemos entonces el pasaje asignado para el día de hoy y
leamos el versículo 24 de Gálatas 4:
"Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres representan los dos
pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para ser
esclavos; éste es Agar".
Él dijo entonces: Lo cual es una alegoría, queriendo decir que
esos eventos históricos de la vida de Abraham contenían una
alegoría. Y Pablo iba a extraer una lección de ella. Después, el
apóstol habló de los dos pactos; el primero era el pacto de la Ley,
que Moisés recibió en el Monte Sinaí. Y añadió: éste es Agar.
Pablo comparó a Agar con el Monte Sinaí, que es un sinónimo de
la Ley de Moisés.
"Pues Agar es el monte Sinaí, en Arabia, y corresponde a la
Jerusalén actual, ya que ésta, junto con sus hijos, está en
esclavitud".
En la alegoría de Pablo Agar representa al Monte Sinaí, que
corresponde a Jerusalén, la Jerusalén terrenal de los tiempos de
Pablo, porque dicha ciudad estaba aún en la esclavitud, con sus
hijos. En otras palabras, Jerusalén (que representaba a la nación
de Israel) se encontraba aún bajo la esclavitud espiritual de la
Ley. Y dice el versículo 26:
"Pero la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros,
es libre"
Y esta "Jerusalén de arriba" es la nueva Jerusalén que nos
presenta el capítulo 20 del libro de Apocalipsis descendiendo
desde la morada de Dios en el cielo. Así como la antigua Jerusalén
es la ciudad madre de aquellos que están bajo la Ley, la Nueva
Jerusalén es la ciudad madre del creyente que vive bajo la gracia.
Ni los creyentes de aquel tiempo, ni los creyentes de todas las
épocas a partir de aquel entonces tienen alguna relación con el
legalismo. En el versículo 27, Pablo continuó diciendo:
"Pues está escrito: ¡Regocíjate, estéril, tú que no das a luz; grita
de júbilo y clama, tú que no tienes dolores de parto!, porque más
son los hijos de la abandonada que los de la que tiene marido".
De Sara (que fue estéril hasta el nacimiento de Isaac) procedieron
más descendientes que los que procedieron de Agar. En esta
alegoría, Pablo estaba diciendo que Dios, en la época de la gracia,
estaba salvando a más miembros de la familia humana que los
había salvado por medio del sistema de sacrificios en la época de
la Ley de Moisés. Y dijo en el versículo 28:
"Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la
promesa".
Los creyentes actuales son también hijos de la promesa dada por
Dios a Abraham. Como hijos espirituales, nuestro nacimiento
constituye un nuevo nacimiento, que tuvo lugar cuando creímos
en la promesa de Dios. En el Evangelio de Juan 3:16 leemos:
126De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino
que tenga vida eterna". Dios dijo que se creíamos en Él,
naceríamos de nuevo, es decir, experimentaríamos un nacimiento
espiritual. En tal sentido, el apóstol Pedro dijo en su primera carta
1:23: "23pues habéis renacido, no de simiente corruptible, sino
de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece
para siempre". Continuemos leyendo el versículo 29 de Gálatas
4:
"Pero como entonces el que había nacido por decisión humana
(según las leyes de la naturaleza) perseguía al que había nacido
según el Espíritu, así también ahora".
El legalista detesta al Evangelio de la libre gracia de Dios. El autor
de estos estudios bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee cuenta que,
cuando comenzó en el ministerio, cuando recién fue ordenado
como pastor, un dirigente de la iglesia se le acercó después de
haber predicado un sermón sobre la profecía, y el Dr. McGee le
dijo: "¿Sabe? Hablar de la profecía le puede crear problemas a
uno", y el otro le contestó: "Vernon, estás equivocado,
predicando sobre la profecía nunca tendrás problemas. Por lo
general vas a reunir a un buen grupo de personas. A la gente le
gusta oír hablar de la profecía, pero si tú predicas sobre la gracia
de Dios, entonces sí que vas a tener problemas". Ésa es la razón
por la cual la exposición del evangelio se ha reducido tanto en
nuestros días. No nos quisiéramos quejar, pero escuchamos muy
poco sobre el Evangelio en estos tiempos. Y nos referimos a una
presentación de la gracia pura de Dios. Es que en algunos
sectores si uno la expone de esa manera, recibiría una gran
cantidad de críticas. Algunos insisten en que hay que añadir algo
más, procedente de otras fuentes para hacer la presentación del
evangelio más atractiva y efectiva. Como si debiéramos recibir
algo que no hemos recibido cuando confiamos en Cristo.
Debemos tener en cuenta que cuando uno recibe al Señor como
su Salvador, tiene a su disposición toda la riqueza espiritual de
los recursos divinos por la obra del Espíritu Santo. Negar ese
hecho equivaldría a considerar que Su muerte en la cruz ha sido
en vano, o de consecuencias incompletas. Ella implicaría
minusvalorar la obra de la redención en la cruz. A los creyentes,
es decir, a los hijos espirituales rescatados por la gracia de Dios,
el Espíritu Santo les enseña y les muestra todo lo relacionado con
Cristo. Escuchemos lo que Pablo dijo aquí en el versículo 30, de
este capítulo 4 de su epístola a los Gálatas
"Pero ¿qué dice la Escritura?: Echa fuera a la esclava y a su hijo,
porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre".
Dios ordenó la expulsión de la esclava y de su hijo (como
podemos ver en Génesis 21:10). De la misma manera, Dios
quiere que nos libremos de toda sujeción espiritual al legalismo
similar a aquella carga que los judaizantes querían imponer a los
cristianos de la época del apóstol Pablo. Porque la vida cristiana
ha de estar centrada en Jesucristo y en los recursos que Él nos
ha provisto, por la obra del Espíritu Santo, para vivir la vida
cristiana. Y ahora leamos el versículo final de este capítulo 4 de
Gálatas, el versículo 31:
"De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino
de la libre".
Abraham no podría tener en su hogar al hijo de Agar y al hijo de
Sara. Tuvo que hacer una elección. Pablo aquí estaba enseñando
que nadie puede ser salvo por la ley y por la gracia. La persona
tiene que elegir entre uno de los dos principios. Si intenta ser
salva por Cristo y también por la Ley, entonces, no será salva.
Y al terminar, permítanos preguntarle, estimado oyente, ¿ha
confiado realmente en Cristo Jesús, o resulta que en el viaje de
la vida cristiana, figurativamente hablando, en el vehículo de
transporte que le lleva está usted llevando un neumático de
repuesto; es decir, que usted está haciendo algo, o tratando de
ser algo o alguien, o intentando conseguir algo que añada o que
complemente lo que Jesucristo hizo por usted al morir en la cruz?
Si así lo está haciendo usted, abandone esa actitud y mire
únicamente a Cristo, y reciba de Él todo lo que necesita para vivir
la vida cristiana. Él es nuestro Salvador. Él es nuestro Señor.
¿Puede usted, estimado oyente, hacer suya esta profesión de fe?
Si su respuesta es afirmativa, entonces recuerde que Él es digno
de recibir toda la alabanza, y toda la gloria. Quiera Dios, que
usted acuda hoy en esta forma a Cristo Jesús. ¡Que Dios le ayude
a hacerlo!

Gálatas 5:1-4
Continuamos hoy nuestro recorrido de la carta del apóstol San
Pablo a los Gálatas. Terminamos nuestro programa anterior
diciendo que Dios quiere que nos libremos de toda sujeción
espiritual al legalismo similar a aquella carga que los judaizantes
querían imponer a los cristianos de la época del apóstol Pablo.
Porque la vida cristiana ha de estar centrada en Jesucristo y en
los recursos que Él nos ha provisto, por la obra del Espíritu Santo,
para vivir la vida cristiana. Y entonces citamos el último versículo
del capítulo 4, el versículo 31, que decía lo siguiente:
"De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino
de la libre".
Abraham no podría tener en su hogar al hijo de Agar y al hijo de
Sara. Tuvo que hacer una elección. Pablo estaba afirmando que
él y los creyentes de Galacia no eran los descendientes de aquella
esclava que fue expulsada del hogar y a quien se le negó el
participar de la herencia familiar. Sino que eran descendientes de
la mujer libre y, por lo tanto, los creyentes, como dijo el apóstol
en Romanos 8:17, eran "herederos de Dios y coherederos con
Cristo". Pablo aquí estaba enseñando, pues, que nadie puede ser
salvo por la ley y por la gracia. La persona tiene que elegir entre
uno de los dos principios. Si intenta ser salva por Cristo y también
por la Ley, entonces, no será salva.
Y llegamos a una sección en el libro de Gálatas, de la cual ya
dijimos, que era una de las principales secciones de esta epístola
de Pablo. Ya hemos tenido tres divisiones principales después de
la introducción. Recorrimos la sección personal, (desde el capítulo
1:11 al 2:14) tan importante en la vida del apóstol Pablo para
conocer algunos detalles de su experiencia personal, relatando
algo de su pasado antes de su conversión, el momento en que
Dios le llamó y sus primeros contactos con los líderes de la iglesia
cristiana en Jerusalén. Luego nos presentó la sección doctrinal
dedicada al tema de la justificación por fe (desde el 2:15 hasta el
4:31), que nuestra salvación debe descansar sobre la salvación
de Dios y que hay un solo evangelio. Observamos allí el contraste
entre la fe y las obras, y entre la libertad y la esclavitud. La
exposición de ese tema tuvo una parte de exposición doctrinal, y
luego el tema fue ilustrado por la experiencia de los Gálatas, en
la vida de Abraham y por medio de una alegoría contenida en el
relato histórico de la situación entre Agar y Sara. Él iba a dejar
muy en claro en este quinto capítulo de esta carta a los Gálatas,
que el evangelio sólo permite un camino: Él es el camino. Y en
ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el
cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.
En nuestro programa anterior finalizamos la sección doctrinal.
Hoy llegamos entonces a la sección práctica, entre el 5:1 y el
6:10. El tema central de esta sección es la Santificación por el
Espíritu. La justificación es por fe, y la santificación es por el
Espíritu de Dios. Las Sagradas Escrituras nos dicen, sin embargo,
que Dios ha hecho que el Señor Jesucristo sea nuestra
santificación; es decir, que Dios nos ve completos en Él.
Indiferentemente de lo bueno que usted puede llegar a ser, usted
nunca podrá alcanzar el nivel de las normas de Dios. Usted nunca
podrá llegar a ser como Cristo en esta vida. Y Cristo es el único
del cual Dios ha dicho: "Éste es mi Hijo amado en quien tengo
complacencia". (Mateo 3.17) Francamente hablando, es evidente
que Él es el único del cual Dios podía decir eso. Pero el cuerpo de
los creyentes, es decir Su iglesia, ha sido unido a Cristo. Él es la
cabeza del cuerpo; aquellos de nosotros que somos creyentes,
somos Su cuerpo hoy en el mundo, y por cierto, deberíamos
representarle.
Ahora bien, el proceso de santificación de los cristianos es
mediante el Espíritu y tenemos aquí en esta sección al Espíritu
contra la naturaleza humana pecaminosa. O es una vida cristiana
que uno desarrolla por sí mismo, o alguien más tendrá que
desarrollarla a través de usted. El método divino es desarrollarla
a través de usted.
En esta sección también veremos a la libertad contra la
esclavitud. Cualquier sistema legal de normas para vivir la vida
cristiana le colocará a usted bajo la esclavitud y tendrá que seguir
ese sistema meticulosamente. Cuando uno conduce un
automóvil, por ejemplo, siempre tiene que obedecer las leyes de
tráfico. Si usted llega a una esquina, y aunque sea muy temprano
o muy tarde por la noche, y usted ve que en la esquina hay una
señal de Stop, entonces usted, al observar que nadie está en la
calle, mira a ambos lados de la calle que va a cruzar mientras
reduce la velocidad sin detenerse y después de tomar medidas de
precaución y ver la vía despejada, la cruza rápidamente. Pero
supongamos también que aparece repentinamente un agente de
tráfico que le obliga a detenerse y le pregunta: ¿no vio usted la
señal de detención obligatoria? Entonces usted podrá responder,
para aliviar la tensión: "Sí, a la señal la vi, a quien no vi fue a
usted". Y el agente procederá a explicarnos una lección elemental
sobre el significado de la señal y la importancia de cumplir esa
ley. Por supuesto que usted ya conocía esa ley de tráfico, solo
que pensó que el no cumplirla no le acarrearía consecuencias y
decidió pasarla por alto. Es que la ley, desde un punto de vista,
nos coloca bajo cierta forma de esclavitud. Si usted ha de
conducir un coche, será mejor que se coloque bajo la ley, porque
es evidente que muchos se saltan las señales de Stop y causan
accidentes. Ahora, el cumplir escrupulosamente esas leyes
constituye un ejemplo positivo de legalismo aplicado a la
convivencia y seguridad ciudadana.
Ahora, llegamos a la primera subdivisión de esta tercera sección,
la sección práctica de Gálatas, que se extiende desde el los
versículos 1 al 15 de este capítulo 5 y en la que se afirma que
Siendo salvos por la fe, el vivir bajo la ley consuma el
apartarse del principio de la gracia
Ahora, Pablo comenzó esta parte destacando la libertad que
nosotros tenemos en Cristo. Eso es lo que quiere decir el "caer
de la gracia"; es haber sido salvo por fe y luego descender al
nivel de la ley para vivir la vida cristiana. Vamos a ver esta
actitud ilustrada al estudiar esta sección. Leamos pues, el
primer versículo, de este capítulo 5, de la epístola a los Gálatas:
"Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres
y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud".
Ahora, lo que él estaba diciendo aquí era que nosotros sólo somos
salvos por fe y no por los preceptos de la ley, y la ley no tiene
que ser la regla de vida para el desarrollo espiritual o el
crecimiento del creyente. El cristiano no debe vivir bajo esos
preceptos. Por más que el nivel espiritual que ellos representan
sea equivalente a la santidad, ese principio de la ley no debe
constituir la regla que nos obligue a esforzarnos por vivir la vida
cristiana. Lo que Pablo estaba diciendo era que considerando que
los Gálatas habían sido salvados por la fe, debían continuar con
esa forma de vida. Por supuesto, se refería a ellos y a todas las
generaciones de cristianos, incluyéndonos a nosotros. La gracia
de Dios nos proporciona la morada y la plenitud del Espíritu
Santo, y nos capacita para vivir en ese nivel más elevado que la
Ley que Dios requiere. Toda esa provisión es nuestra al confiar
en el Señor Jesucristo como Salvador. Al estar unidos a Cristo
recibimos todo lo que necesitamos, es decir, la salvación y la
santificación. Cuando vine a Cristo, tuve a mi disposición todo lo
que necesitaba. El apóstol Pablo dijo en una ocasión que los
creyentes, al estar unidos a Cristo, han sido bendecidos con todas
las bendiciones espirituales. Será mejor que creamos esta
realidad expresada en las Sagradas Escrituras, que confiemos de
verdad en esa provisión de la gracia de Dios y nos apartemos de
todo sistema legalista que nos obligue a esforzarnos en el
cumplimiento de ciertas reglas.
En Cristo tenemos libertad. Él no nos ha colocado bajo un
pequeño sistema legal de reglas de obligado cumplimiento. No
utilizamos los Diez Mandamientos como leyes para la vida
cristiana. De ninguna manera quiero decir que hemos de
quebrantar los Diez Mandamientos. Y por supuesto todos
sabemos que el quebrantar algunos de ellos como por ejemplo,
no matarás, no robarás, etc., seríamos detenidos por las
autoridades. Los creyentes sabemos que no debemos quebrantar
los Mandamientos, pero hemos sido llamados a vivir en un nivel
más elevado. Y en ese nivel estamos cuando tenemos libertad en
Cristo. Yo tengo libertad al estar unido a Cristo, y dicha libertad
no es una regla, sino un principio de vida basado en que debo
agradar al Señor Jesucristo. Es decir, que mi conducta debe
agradarle a Él, no tiene necesariamente que agradarle a usted ni
a ninguna organización, sino sólo al Señor. En eso consiste la
libertad que tenemos en nuestro Salvador y Señor. Por ello el
primer toque de atención del apóstol Pablo en este primer
versículo de la parte práctica de su carta a los Gálatas es a una
invitación a recordar que Cristo nos liberó para que vivamos en
su libertad, y es a la vez un llamamiento a mantenernos firmes
en esa libertad, no sometiéndonos nuevamente al yugo de la
esclavitud.
Pasemos ahora al versículo 2 de este capítulo 5:
"Ciertamente, yo, Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os
aprovechará Cristo".
El rito de la circuncisión era el distintivo de la ley. Y un distintivo
indica digamos, a quién o a qué organización pertenece usted.
Pensamos que sería muy bueno que los cristianos utilizaran cierto
tipo de insignia o distintivo, porque esa sería la única forma de
saber que algunos son cristianos. En este pasaje, Pablo dijo que
si ellos llegaban al punto de aplicarse la marca o el distintivo de
la Ley, que era la circuncisión, entonces Cristo no les serviría de
nada.
Pongamos un ejemplo de la vida diaria: Supongamos que usted
está tomando una medicina por consejo médico y experimenta
cierta mejoría, lo cual le hace ver la necesidad de continuar
tomándola. Pero supongamos también que un amigo le
recomienda otra medicina que a él le ha hecho bien y entonces
usted decide añadir a su tratamiento esa otra medicina por si
acaso, por si la primera no fuera suficientemente efectiva.
Cuando su médico se entere, le va a decir que elimine la otra
medicina, porque si hay incompatibilidad entre ambas
medicaciones, el médico le dirá que elimine la otra, la que le
recomendó su amigo, o que se decida con cual de las dos desea
continuar el tratamiento. Porque de continuar con ambas, su
salud podría empeorar y usted no se curaría. Así es que, si se le
agrega algo al principio de la gracia, a la provisión completa que
uno tiene en Cristo y que ha aceptado por la fe, entonces está
invalidando la obra de Cristo en su vida.
Observemos cuidadosamente lo que el apóstol Pablo estaba
diciendo. Si uno dice haber confiado en Cristo, y pretende añadir
algo más a esa obra de salvación, entonces, no es salvo. Si un
creyente de aquella época llegaba al extremo de circuncidarse,
que sólo era la marca distintiva de la Ley de Moisés, o si intentaba
pasar por alguna otra experiencia para basar en ella su salvación,
como podría ser el caso de una persona de nuestro tiempo,
entonces la obra redentora de Cristo no le serviría de nada. Sería
como el tomar la otra medicina de la ilustración por no haber
confiado en su médico, lo cual anularía el tratamiento y la
recuperación del enfermo. El Señor no podrá serle de ningún
provecho, porque usted ha preparado su propia medicina, y usted
no confió completamente en Él para su salvación.
El Dr. Chafer lo expresaba de una manera que siempre nos ha
causado impresión; él dijo: "Yo quiero confiar de tal manera en
Cristo que cuando llegue a Su presencia y Él me pregunte: "¿Por
qué estás aquí?", yo le pueda contestar: "Porque he confiado en
Ti como mi Salvador". Y si entonces Él me dice: ? Bien, eso es
muy bueno, y me alegro de que lo hayas hecho así, pero ¿que
más has hecho?? "Se que fuiste bautizado, que eras miembro de
una iglesia cristiana, que has sido presidente de un seminario
teológico, que escribiste libros e hiciste muchas cosas más en tu
ministerio cristiano". Entonces yo le respondería: "Es cierto, pero
nunca confié en ninguna de esas buenas obras para lograr mi
salvación. Sólo he confiado en ti, Señor". Estimado oyente, ¿es
esa la manera en que usted está confiando en Cristo? El apóstol
Pablo lo expresó de una forma muy fuerte cuando les dijo a los
Gálatas: "si os hacéis circuncidar, Cristo no os servirá de nada".
Siguiendo esta línea de pensamiento podemos decir, y no lo
decimos nosotros sino que lo dijo el apóstol Pablo, que si una
persona confía en algo o alguien que no sea el Señor Jesucristo,
esa persona no es cristiana. Ésa no es nuestra interpretación
propia sino la de las Sagradas Escrituras.
Leamos ahora el versículo 3, de este capítulo 5 de la epístola a
los Gálatas:
"Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está
obligado a cumplir toda la Ley".
Usted no puede elegir entre los preceptos de la ley aquellos que
le gustaría practicar. Y usted no podría dejar de lado el tema de
los castigos por las infracciones y muchos otros detalles del
cumplimiento de los preceptos. Usted tendría que adoptar todos
los preceptos de la Ley, o ninguno de ellos. Yo me alegro de no
estar bajo el régimen de ese sistema legal. Tengo libertad por
estar unido a Cristo. Confieso, como muchos cristianos, que tengo
el problema de no agradarle siempre. Estoy seguro de que mi
conducta no siempre le agrada. Pero es a Dios a quien quiero
complacer. Y no estoy siguiendo ningún sistema de normas
legales obligatorias. Leamos ahora versículo 4 de Gálatas 4:
"De Cristo os desligasteis, los que por la Ley os justificáis; de la
gracia habéis caído".
Pablo les estaba diciendo a los creyentes de Galacia y a las
generaciones futuras, que si habían sido salvos por confiar en
Cristo y después descendían al nivel de vivir la vida cristiana
regidos por la Ley, habían caído del principio rector de la gracia
de Dios. Esto es lo que realmente significa "caer de la gracia".
Pensamos que esta frase ha sido mal interpretada. El "caer de la
gracia" no significa caer abiertamente en algún pecado o
conducta descuidada o negligente y al hacerlo, perder la salvación
de manera que hay que ser salvo otra vez. No tiene relación con
esa posibilidad. El "caer de la gracia" es lo opuesto a "una vez
salvo, siempre salvo", aunque ambas expresiones están
expresadas con una terminología desafortunada. Pablo trató este
tema de la caída de la gracia en el resto de este capítulo; y
también lo trató en su epístola a los Romanos. En su carta a los
Romanos comenzó viendo al hombre en el lugar de la bancarrota
total, sin justicia, completamente depravado, inútil e
improductivo como un fruto podrido. El hombre es un pecador
ante Dios. Entonces, en la conclusión a la epístola a los Romanos
usted puede ver al hombre al servicio de Dios, y aconsejado a
realizar ciertas cosas. No sólo se le pide que haga ciertas cosas,
él está completamente separado para Dios y en consecuencia,
tiene que obedecer a Dios.
Hay dos grandes obras de Dios que están entre el hombre en su
condición caída y el hombre en el servicio de Dios. Ahora, ¿cuáles
son? La salvación y la santificación. Como ya hemos visto en esta
carta a los Gálatas, la salvación viene en justificación por fe. Y
esto es algo de suma importancia. La santificación quiere decir
que después de que usted ya es salvo tiene que pasar a un nuevo
nivel de vida. Sería una gran falacia creer que el servicio cristiano
es un elemento esencial de la vida cristiana, en el sentido en que
usted tiene que ocuparse inmediatamente de algo. Sabemos que
la iglesia primitiva estaba más preocupada con la forma de vida
de la iglesia, y de que esa vida fuera un testimonio ante el mundo.
En la actualidad hemos descuidado mucho ese aspecto tan
importante. El mundo de exterior a la iglesia la mira y la deja de
lado porque estamos tan ocupados como las mismas hormigas,
pero no tenemos vidas que respalden nuestro testimonio
cristiano. En vez de concentrarnos en hacer las cosas bien,
deberíamos vivir una vida que agrade a Dios, porque al mismo
tiempo esa vida será un testimonio vivo ante el mundo de lo que
la gracia y misericordia de Dios puede lograr en pecadores que
han sido salvos. Porque si estamos complaciendo a Cristo,
también estaremos obrando bien. Personalmente creo que se
habla más sobre la santificación en las cartas del apóstol Pablo a
los Romanos y a los Gálatas, que en cualquier otra parte de las
Sagradas Escrituras.
Ahora, ¿cómo hace Dios, bueno, a un pecador salvado? Pues bien
Él nos ha dado una nueva naturaleza. ¿Puede entonces el pecador
cumplir con la ley o las normas de Dios? No, enfáticamente no.
Eso no quiere decir que ha de quebrantar la ley, pero él ha sido
llamado a vivir en un plano superior. No hay nada de bueno en la
vieja naturaleza. Pablo descubrió esa realidad y descubrió a partir
de su propia experiencia que no hay ningún poder de inclinación
al bien en la viaja naturaleza controlada por el pecado. Esa
condición personal fue elocuentemente expresada en su carta a
los Romanos 7:18, cuando dijo, en cuanto a la salvación: "Yo sé
que en mí, esto es, en mi naturaleza pecaminosa, no habita el
bien". Y en el mismo pasaje nos dijo que también descubrió lo
siguiente: "Porque el querer el bien está en mí, pero no el
hacerlo". Y luego, en el versículo 24 de este mismo capítulo 8 de
Romanos y como un hombre salvo exclamó: "¡miserable de mí!
¿Quién me librará de este cuerpo mortal?" Pablo no tenía temor
de que fuera a perder la salvación, pero era un cristiano
derrotado. Pero Dios siempre da un nuevo principio. Este nuevo
comienzo que nosotros vamos a encontrar aquí en este mismo
capítulo 5, de la epístola a los Gálatas, es el fruto del Espíritu.
El vivir la vida cristiana por este método, es para algunos
creyentes algo tan inverosímil, tan inalcanzable como vivir en otro
planeta. Ellos nunca esperaron poder vivir allí. Quizás ni siquiera
han oído hablar de esa posibilidad. Estimado oyente, ésta es la
clase de vida que Dios quiere que vivamos, y esa calidad de vida
sólo puede ser vivida por la fe. O sea, que la fe debe abarcar la
vida en toda su extensión, desde el principio hasta el final.
Comenzamos la vida cristiana al ser salvos aceptando por la fe la
gracia y misericordia de Dios. Y debemos continuar viviendo bajo
la gracia y por la fe. Estimado oyente, esperamos que ésta sea
también su propia experiencia personal.

Gálatas 5:5-16
Continuamos hoy nuestro estudio del capítulo 5, de esta epístola
a los Gálatas. Y vamos a comenzar, leyendo el versículo 5.
Permítanos recordarle, estimado oyente, una vez más, que
estamos en una sección que trata sobre la santificación por el
Espíritu. Estamos en esta maravillosa sección donde se nos dice
cómo debemos vivir como creyentes en Cristo. Y Pablo nos da en
esta sección el modo de proceder. En primer lugar, estamos en
una subdivisión en la que se afirma que habiendo sido salvos por
la fe, el vivir por la ley consuma el apartarse del principio de la
gracia. Notemos ahora al seguir adelante en el capítulo, que Pablo
continuó con este pensamiento. En el versículo 5, de este capítulo
5, Pablo dijo:
"Nosotros, por el Espíritu, aguardamos por fe la esperanza de la
justicia"
"La esperanza de la justicia" que él mencionó aquí es la única
referencia profética en toda la epístola a los Gálatas. Esta
referencia a la profecía fue especialmente destacada porque en
todas las cartas del apóstol Pablo, él tuvo algo que decir acerca
del arrebatamiento de la iglesia, o sobre la venida de Cristo a este
mundo a establecer Su reino. Pero todo lo que dijo aquí en esta
carta fue que "aguardamos por fe la esperanza de la justicia" y,
en realidad, la esperanza de la justicia es el Señor Jesucristo. La
única esperanza es una esperanza bendita, feliz, y en Cristo
recibimos la justicia de Dios.
Como señalamos en otro programa, la carta a los Gálatas fue muy
importante para Martín Lutero y los otros reformadores y creo
que ésta fue una de las razones por las que ellos le dedicaron tan
poco tiempo al tema de la profecía. Después de todo, ellos no
vivieron en su tiempo las mismas realidades que nosotros
enfrentamos en la actualidad y es comprensible que tuvieran una
preocupación diferente.
Todas las escuelas y tendencias de la profecía, que generalmente
fijan su posición en torno al carácter del milenio o reino terrenal
de Cristo, han citado a Martín Lutero y a los otros reformadores
en el tema de la profecía. Pero no creo que hubiera un desarrollo
de la profecía más allá de lo que la iglesia primitiva escribió en su
tiempo, hasta que llegó el siglo veinte. Fue en ese siglo donde se
registró un gran avance en ese tema. Ese movimiento se vio
promovido por la aparición de institutos Bíblicos y seminarios
Teológicos que enfatizaron la postura premilenialista, y de esa
manera impulsaron a otros a estudiar más detenidamente el tema
de la profecía, surgiendo entonces los amilenialistas y
posmilenialistas. Ellos citaron a San Agustín con frecuencia para
enfatizar que la iglesia traería el reino sobre la tierra. Pero hay
que considerar que San Agustín vivió en una época en la que el
estudio de la profecía no estaba aún desarrollado. En su tiempo,
la persona de Cristo constituyó el tema principal, así como la
salvación pasó a ser más adelante el tema más destacado.
Por lo tanto, es comprensible que el apóstol Pablo dedicase sólo
esta breve referencia a la profecía en esta carta a los Gálatas, ya
que su énfasis fue el Evangelio y la vida cristiana. Al estudiar
cualquier libro de la Biblia es importante observar sus prioridades,
así como las prioridades que existían en los períodos en que
surgieron los diferentes libros. El ignorar esos factores conduce a
una interpretación equivocada y a malos entendidos, como por
ejemplo sucede cuando se cita a los padres de la iglesia en el
tema de la profecía. Después de todo, las autoridades en este
tema son los apóstoles Pablo, Pedro, Santiago, y los autores de
los Evangelios Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Son sus escritos
sobre profecía los que debemos examinar. Pero en nuestro
estudio, es evidente que el apóstol Pablo simplemente escribió las
siguientes palabras del versículo 5: "5Nosotros, por el Espíritu,
aguardamos por fe la esperanza de la justicia". Creo que el motivo
por el cual Pablo hizo esa afirmación fue que los cristianos no iban
a alcanzar la perfección en esta vida. Y la mayor imperfección que
conozco en la actualidad es precisamente afirmar que uno ha
alcanzado la perfección. Es evidente que las personas que se
consideran perfectas, son imperfectas, como todas las demás,
aunque no sean conscientes de ello. Ahora en el versículo 6 de
este capítulo 5 de Gálatas, Pablo dijo:
"Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo ni la
incircuncisión, sino la fe que obra por el amor".
Ningún sistema legal puede producir una vida cristiana. La
fórmula es presentada aquí mismo y es muy simple: "La fe que
obra por el amor". Ésa es la manera de vivir la vida cristiana. La
fe obrará por el amor, ¿no es cierto? Y el amor será el fruto del
Espíritu Santo. Ahora, en el versículo 7, de este capítulo 5,
leemos:
"Vosotros corríais bien. ¿Quién os estorbó para no obedecer a la
verdad?"
El apóstol estaba reprendiendo a los Gálatas. Les estaba
dirigiendo un reproche delicado. Ellos estaban viviendo bien la
vida cristiana hasta que aparecieron los judaizantes. "La verdad"
que aquí se menciona es por supuesto el Evangelio, y el Señor
Jesucristo en persona. Ahora, el versículo 8, dice:
"Esta persuasión no procede de aquel que os llama".
O sea, que tal instigación no había venido de Cristo, sino de otras
fuentes. Y el versículo 9, dice:
"Un poco de levadura fermenta toda la masa".
En la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento,
la levadura es siempre un principio del mal. En Mateo 13:33,
cuando se dice que una mujer mezcló en una gran cantidad de
harina la levadura no se refería al Evangelio. En realidad, Pablo
dijo que eso no era en absoluto el evangelio. El Señor Jesucristo
mismo advirtió a sus discípulos de la levadura de los fariseos,
como vemos en Mateo 16:6. Y creemos que nosotros debemos
ser advertidos o prevenidos en la actualidad contra la levadura
del legalismo, que es muy perjudicial. El legalismo dice que
cuando Cristo murió en la cruz por usted y por mi hace más de
dos mil años, Él no nos dio una salvación completa y entonces
tenemos que pasar por otros ritos como, por ejemplo, el
bautismo, o métodos de vida o experiencias para recibir lo que
nos falta. Estimado oyente, yo lo he recibido todo cuando acepté
al Señor. Ahora bien, puede que tenga experiencias espirituales
después de haber sido salvo, pero ellas no añaden nada a mi
salvación. Cristo fue el que logró nuestra salvación. En la parábola
de la levadura que ya hemos citado, la mujer tomó la levadura y
la mezcló en una cierta cantidad de harina, que era un símbolo
del Evangelio. En otras palabras, la levadura ha sido escondida
en el Evangelio y ello lo hace aceptable al ser humano.
Quizá usted ha observado a un panadero cómo hace un pan. Y
usted ha visto cómo antes de introducirlo en el horno, deja la
masa afuera un rato para que se levante. Luego la toma y la pone
en el horno, pero ya tiene la levadura; después saca las hogazas
de pan y uno las prueba y entonces es evidente que al tener la
levadura, el pan tiene un sabor mejor. Pues bien, podemos
apreciar en consecuencia, que hay mucha levadura que está
siendo colocada en el evangelio para hacerlo "más sabroso" más
apetecible para la gente. Y en la Biblia se nos advierte que no
desnaturalicemos el mensaje del Evangelio. Veamos ahora el
versículo 10:
"Yo confío respecto de vosotros en el Señor, que no pensaréis de
otro modo; pero el que os perturba llevará la sentencia,
quienquiera que sea".
Pablo creyó que los Gálatas, en última instancia, iban a rechazar
la enseñanza de los judaizantes. Él dijo aquí que confiaba en ellos,
y en que cuando tuvieran los pies sobre el suelo y apartaran su
cabeza de entre las nubes, regresarían al Evangelio que les había
sido predicado originalmente, y entonces se darían cuenta de que
la enseñanza de los judaizantes había sido una intromisión; que
había sido como la levadura. Y en el versículo 11, leemos:
"En cuanto a mí, hermanos, si aún predicara la circuncisión, ¿por
qué padezco persecución todavía? En tal caso se habría quitado
la ofensa de la cruz".
Esto es algo importante de notar. Él dijo. "Si aún predicara la
circuncisión, ¿por qué padezco persecución todavía?" El añadir
algo al evangelio lo hace aceptable. El evangelio, por sí mismo,
no es aceptable para el hombre natural. La predicación del
Evangelio contraría a algunas personas. Pablo estaba diciendo:
"Si estoy incluyendo algo más en el Evangelio, ¿por qué estoy
siendo perseguido?"
Y continuó diciendo en este versículo: "En tal caso se habría
quitado la ofensa de la cruz" En realidad, la cruz de Cristo es una
ofensa para todo aquello de lo cual el hombre se enorgullece. Es
una ofensa para su moralidad porque le dice que sus obras no le
pueden justificar ante Dios. Es una ofensa para su filosofía porque
apela a la fe y no a la razón. Es una ofensa para la cultura del
hombre porque sus verdades son reveladas a los niños. Es una
ofensa para su sentido de categoría social porque prefiere a los
pobres y humildes. Es una ofensa para su voluntad porque
requiere una rendición incondicional. Es una ofensa para su
orgullo porque muestra la extremada maldad del corazón
humano. Y es una ofensa para su propia identidad, porque le dice
que tiene que nacer otra vez espiritualmente. Recordemos que
esta última condición fue casi insultante para aquel fariseo
llamado Nicodemo, en aquella noche en la que Jesús le dijo, a
alguien tan religioso como él, que tenía que nacer otra vez. Por
la misma razón, muchos predicadores o maestros que están
proclamando la necesidad de experimentar un nuevo nacimiento
tienen problemas con sus oyentes. A muchos no les agrada
escuchar esta idea porque creen que están bien tal como se
encuentran. Esta afirmación les suena como un insulto. La cruz
es una ofensa, sí, pero debemos evitar magnificarla.
Un profesor en un seminario dijo en cierta ocasión algo muy
sabio. Él dijo: "Jóvenes, no disminuyan para nada la sustancia del
evangelio. No lo cambien, porque el evangelio tiene el tropiezo,
la ofensa de la cruz. Tienen que reconocerlo, pero no magnifiquen
la ofensa". A veces resultamos ofensivos por la manera en que
presentamos el Evangelio. Que el Señor nos perdone por actuar
de esa forma. Estamos seguros que la mayoría de nosotros que
ha intentado comunicar el evangelio no quiere ofender
personalmente a nadie. En todo caso, que no seamos ni usted ni
yo los que contrariemos a las personas, sino que sea el mensaje
mismo del Evangelio el que las contraríe y ofenda. Ahora, en el
versículo 12, de este capítulo 5, leemos:
"¡Ojalá se mutilaran los que os perturban!"
O sea, me agradaría que esos judaizantes fuesen quitados de
entre vosotros. Otra versión de este versículo, añade un
significado más a estas palabras. En ese caso, Pablo hablaría con
sarcasmo sugiriendo que sus contradictores, los judaizantes, no
se limiten a circuncidarse sino que lleguen al extremo de
castrarse (o mutilarse). Sería una posible alusión a ciertos ritos
paganos practicados en Galacia, como hacían los sacerdotes del
culto a Cibeles, en Asia menor, y quizás se referiría también a
Deuteronomio 23:1, donde se excluía del pueblo al que se hubiera
mutilado de esta manera. Y además, la impotencia reproductora
resultante de la castración ilustraba el deseo del apóstol, de que
ellos no produjeran nuevos conversos a sus falsas enseñanzas.
En el versículo 13, continuó diciendo el apóstol:
"Vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que
no uséis la libertad como ocasión para dar rienda suelta a
vuestras pasiones, sino servíos por amor los unos a los otros"
Hay tres métodos para tratar de vivir la vida cristiana. Dos de
estos métodos no dan resultado. Uno, es una vida de legalismo,
que el apóstol Pablo ya había estado comentando. El segundo, es
una vida licenciosa, de dar rienda suelta a los instintos de la
naturaleza humana pecaminosa que el apóstol Pablo discutió en
su epístola a los Romanos 6. Allí se planteó la pregunta:
"¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia?"
Y la respuesta de Pablo fue: "¡De ninguna manera!" Usted no
puede vivir en pecado y ser creyente. Ahora, puede que usted
caiga en el pecado, pero dejará ese pecado, saldrá de esa
situación. ¿Recuerda usted la parábola del hijo pródigo, que
estudiamos en Lucas 15? Cuando el hijo pródigo se hundió en la
miseria, entró a una pocilga para intentar comer la comida de los
cerdos, pero no se quedó a vivir en ese lugar. Salió de allí. Por lo
tanto, la vida del creyente no es una vida de legalismo, ni
tampoco es una vida licenciosa.
El tercer método para vivir la vida cristiana es una vida de libertad
y en el resto del capítulo el apóstol nos dará a nosotros el modo
de proceder para vivir en libertad. La vida de legalismo no sólo
incluye los diez mandamientos, sino también un grupo de reglas
que algunos creyentes en la Biblia han establecido para sí mismos
e intentan seguirlas. Entre esas reglas se dictamina, por ejemplo,
a qué lugares puede ir un creyente, y cuales no puede ir y
cuestiones relacionadas con la ropa que no se debe usar, el
arreglo personal en general, y a veces, normas de comida y
bebida. El apóstol Pablo estaba diciendo que uno puede cumplir
con cada uno de los Diez Mandamientos y aún así, no vivir la vida
cristiana. Incluso usted puede cumplir no sólo los Diez
Mandamientos sino también cualquier norma o regla que otros le
impongan para regular su vida, y aún así, usted no estaría
viviendo la vida cristiana. También están aquellos que se van al
otro extremo: se oponen a toda ley y norma, pensando que
pueden hacer lo que les parezca y al mismo tiempo dicen que
viven la vida cristiana. Pero la vida cristiana no es ni un extremo
ni el otro. Es una libertad que se vive unido a Cristo.
Prestemos atención a otra frase del versículo 13: "solamente que
no uséis la libertad como ocasión para dar rienda suelta a
vuestras pasiones". ¿Qué significa para el creyente el Evangelio
de la gracia? Es la Gracia y no la Ley la que nos libera de hacer el
mal y nos permite hacer el bien. La gracia no nos pone en libertad
para pecar, sino que nos libera del pecado. Es que el creyente
debería desear el agradar a Dios, no porque debe agradarle como
un esclavo, sino porque es un hijo, o una hija, y quiere complacer
a su Padre. El creyente hace lo que Dios quiere, no porque teme
hacerlo de otra manera, como si Él fuera un enemigo, sino porque
quiere hacerlo, porque Dios es su amigo. Dios es el que le ama y
sirve a Dios, no por presiones externas como la Ley, sino a causa
de un gran principio interior inclusive mejor; la vida de Cristo que
está dentro de él.
Nosotros servimos a Dios porque le amamos. El Señor Jesús les
dijo a sus discípulos en Juan 14:15, "Si me amáis, guardad mis
mandamientos". Toda la base de la obediencia es una relación de
amor con Él. La ley nunca habría podido llevarnos a esa situación.
En primer lugar era negativa. Producía una bondad negativa, que
es el tipo de bondad que mucha gente tiene hoy. Esa bondad
negativa es una bondad legalista, que le lleva a decir "no hago
esto, no hago aquello". Pero ¿qué hace usted? Es que todos los
sistemas de normas de conducta producen únicamente una
bondad negativa. Nunca se elevan a una esfera de bondad
positiva en la que uno hace cosas para agradar a Dios por el
mismo amor de complacerle. Dios quiere que le sirvamos con esa
clase de fundamento.
Luego el apóstol Pablo iba a reducir todo este asunto a una simple
declaración y entonces, ampliaría lo que quería decir. Leamos el
versículo 14 de Gálatas 5:
"Porque toda la Ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo".
Aquí la ley fue reducida al mínimo común denominador. Ésta es
la prueba de fuego para aquellos que creen estar viviendo de
acuerdo a la Ley. La palabra clave es "amor". El versículo 15 dice:
"Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también
no os destruyáis unos a otros".
Aquí queda bien claro que ese amor del cual nos hablaba el
versículo 14 necesitaba ser expresado mutuamente en las iglesias
de Galacia. Como resultado de las incursiones de los maestros
falsos la iglesia estaba dividida y enzarzada en amargos
conflictos. Los seguidores de los legalistas y aquellos que
permanecían firmes en su fe fueron comparados a fieras que se
devoraban unas a otras. Y esta situación estaba muy lejos del
ideal Bíblico de convivir juntos en unidad de amor y amenazaba
destruir a la iglesia, en el sentido de perder su testimonio
individual y colectivo.
Continuamos en la cuarta sección, la sección práctica de esta
carta a los Gálatas, que trata el tema de la Santificación por el
Espíritu, y se extiende desde el capítulo 5:1 al 6:10. Después de
haber examinado la primera subdivisión, que consideró que
habiendo sido salvos por la fe, el vivir por la ley consumaba el
apartarse del principio de la gracia (5:1-15), llegamos entonces
a la segunda subdivisión, que declara que
Habiendo sido salvos por la fe el vivir en el Espíritu
produce el fruto del Espíritu
Esta subdivisión que comienza ahora en el versículo 16, se
extiende hasta el versículo 26. Pablo iba a contrastar el vivir bajo
los deseos y pasiones del la naturaleza humana pecaminosa, y el
vivir controlados por el Espíritu. Esta sección nos da el modo de
proceder.
Al entrar en esta importante subdivisión, quiero hacer una
recapitulación desde el principio de esta carta, y relacionarla con
lo que hemos considerado. En esta sección práctica el tema es la
santificación en el Espíritu. Pablo nos dijo en 5:1, que debíamos
estar "firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres". ¿De
qué nos ha hecho libres Cristo? Pablo ya había mencionado varias
cosas en esta carta. En el capítulo 1:4, nos dijo que Cristo nos ha
liberado de este mundo malvado. Es decir, que no tenemos que
servir a este sistema. Luego, en el capítulo 2:20 el apóstol dijo:
"ya no vivo yo". Usted y yo no podemos vivir la vida cristiana,
pero Cristo puede vivirla en nosotros. ¡Qué hermosa libertad! En
el capítulo 3:13, nos dijo que hemos sido rescatados de la
maldición de la Ley. Hemos sido liberados del juicio y la
condenación de la Ley. En realidad, hemos sido liberados de la
misma Ley. Dijo San Pablo en el capítulo 4:4-5: "4Pero cuando
vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de
mujer y nacido bajo la Ley, 5para redimir a los que estaban bajo
la Ley, a fin de que recibiéramos la adopción de hijos". Dicho esto,
el apóstol iba a contrastar lo que es vivir bajo el control de las
pasiones de la naturaleza pecaminosa, con la vida controlada por
el Espíritu. Y aquí tenemos el mandato en el versículo 16:
"Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de
la naturaleza pecaminosa"
Este versículo presenta el gran principio de la vida cristiana:
"Vivid según el Espíritu". El verbo griego para "andad" es
"peripateo", que significa "ir de acá para allá". La palabra griega
se usaba en una escuela de filosofía de Atenas, en Grecia, en la
cual su fundador "andaba de acá para allá" mientras enseñaba.
El principio para nosotros es, pues, andar, o vivir controlados por
el Espíritu. Si así lo hacemos, no satisfaremos los deseos de
nuestra naturaleza humana, mucho de los cuales no son
inmorales, pero se refieren a la parte puramente humana como,
por ejemplo, el gusto por la música y el arte en general, las obras
de las personas bien intencionadas, etc. Hay muchas cosas que
en sí mismas no son malas, pero pueden llegar a obsesionarnos
y controlar nuestra vida de manera que ocupan el lugar de las
cosas espirituales. Algunos cristianos pueden aficionarse tanto a
un pasatiempo favorito que éste podría apartarles completamente
de la Palabra de Dios. ¿Y qué diremos del control que ejerce la
televisión en nuestra vida personal y familiar? Hay que aclarar
que no estamos sujetos a ninguna ley que nos prohíba tales
cosas. En última instancia se trata de si somos libres para agradar
a Dios y disfrutar de la vida, la familia y los bienes que Él nos da,
o si estamos esclavizados a ciertas cosas que nos apartan de los
valores espirituales, de la comunicación con Dios, y en el plano
humano hasta nos aíslan de la comunicación con los demás, lo
cual está mal y nos perjudica gravemente.
Pero aquí están las dos opciones, estimado oyente. Por una parte,
una vida de esclavitud a nuestros propios deseos; una vida de
lucha y de derrota y, por otra parte, una vida de libertad bajo el
control del Espíritu de Dios; una vida de lucha y de triunfos.
Estimado oyente, oramos a Dios para que Él le guíe a escoger la
opción de una vida abundante y fructífera, una vida de calidad
aquí en la tierra, y una vida eterna en el reino de Dios.

Gálatas 5:16-21
Continuamos hoy nuestro estudio del capítulo 5 de esta epístola
del apóstol San Pablo a los Gálatas, y como dijimos, vamos a
comenzar en breves momentos con el versículo 16. Pero antes,
quisiéramos hacer una recapitulación sobre lo que ya se ha dicho
sobre la Epístola a los Gálatas anteriormente, para relacionarlo
con esta parte de la sección práctica de esta carta titulada "La
santificación por el Espíritu"., que se extiende desde el capítulo
5:1 hasta el 6:10. Al comenzar el capítulo 5:1, el apóstol nos dijo:
"Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres,
y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud".
Ahora bien, ¿de qué nos ha librado Cristo entonces? Pues, hay
varias cosas que Pablo ya ha mencionado en la Epístola. En el
primer capítulo él dijo en el versículo 4: "el cual se dio a sí mismo
por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo,
conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre". Estimado
oyente, no hay nada que usted ni yo podamos añadir al valor del
sacrificio de Cristo. ¡Nada! Él se entregó a sí mismo. ¿Qué es lo
que usted puede dar? ¿Alguna cosa? ¿Puede usted agregar algo
a Su sacrificio? Jesucristo se entregó a sí mismo. ¡Cuán
maravilloso y glorioso es esto! Me faltan las palabras cuando leo
un versículo como éste. Cuando usted se da a sí mismo, usted ha
dado todo lo que usted es, todo lo que tiene; su tiempo, su
talento; es decir, que usted ha entregado todo. Y Cristo se
entregó a sí mismo. No pudo haber entregado nada más. Y Pablo
no pudo esperar más para decirlo. El Señor Jesucristo se dio a sí
mismo por nuestros pecados. Éste fue el germen del tema tratado
por el apóstol.
Pablo continuó diciendo: "para librarnos del presente siglo malo".
Cristo nos ha liberado de este mundo malvado. Es decir, que no
tenemos que servir a este sistema. Aquí tenemos por lo tanto el
valor presente del evangelio que demuestra su poder y
autenticidad. El evangelio puede liberarle. Hemos recibido
muchísimas cartas de personas que se han vuelto a Cristo y han
experimentado esa liberación. Han sido liberados de las drogas,
del control del alcohol y de pecados sexuales. En estos casos, sólo
Cristo puede traer libertad a las personas. Y esto demuestra la
autenticidad del Evangelio. Es que Cristo se entregó por nuestros
pecados. Ocupó nuestro lugar en aquella cruz. Murió por nosotros
y resucitó de los muertos para librarnos de todas las formas de
esclavitud de un mundo perverso.
Ahora, lo que hemos dicho hasta ahora no agota la riqueza de
este versículo. Observemos que nuestra liberación fue conforme
a la voluntad de nuestro Dios y Padre. Él nos puede librar y eso
no será de acuerdo a la ley, pero que tiene que ser de acuerdo
con la voluntad de Dios, estimado oyente. La voluntad de Dios es
que cuando Él le salva, usted no tiene que vivir en el pecado. Él
nos puede librar, Él quiere librarnos, y Él nos librará y lo hará
según la voluntad de Dios. Está claro que la voluntad de Dios es
que usted sea liberado.
Luego nosotros somos librados de lo que somos por naturaleza.
En el capítulo 2, versículo 20 usted recordará que leímos: "Con
Cristo estoy juntamente crucificado", eso tuvo lugar hace mas de
2000 años, "y ya no vivo yo", ¿cómo vivo entonces? "mas vive
Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del
Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí".
Pablo estaba diciendo que estaba crucificado con Cristo, pero aun
así vivía. Hemos dicho anteriormente que la Ley nos ejecutó; no
podía darnos vida. ¿Quién nos ha dado vida? ¿Cómo vivimos? El
versículo 20 nos da la respuesta del apóstol Pablo, diciendo: "ya
no vivo yo, más vive Cristo en mí". Estimado oyente esto es lo
importante. Cristo murió por mí aquí en la tierra, para que yo
pueda vivir allí arriba, y para que Él pueda vivir en mí aquí en la
tierra. Usted puede apreciar lo que esto significa; "ya no vivo yo,
mas vive Cristo en mí". Usted y yo no podemos vivir la vida
cristiana por nuestras propias fuerzas, pero Cristo la puede vivir
en nosotros.
Y añadió Pablo: "y lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo en la fe
del Hijo de Dios". ¿Qué clase de vida es ésta? Es una vida de fe.
Se es salvo por la fe, se vive por la fe, se anda en este mundo
por fe. Esto es lo que significa "andar en el Espíritu" o "vivir por
el Espíritu".
Y continuó diciendo este versículo 20: "vivo en la fe del Hijo de
Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí". Cristo me
amó, pero simplemente por su amor no me podía introducir en el
cielo. Se tuvo que entregar por mí. Por eso el regalo de Dios es
la vida eterna por medio de Cristo Jesús. Y usted puede recibir
ese don, ese regalo, únicamente por la fe. En realidad, esto se
aplica a cualquier regalo. Usted tiene que creer que el que le
ofrece el regalo es sincero. Tiene que creer que él está diciendo
la verdad cuando se lo ofrece y le dice "tómalo, es tuyo". Usted
tiene que extender su mano por la fe y apropiarse de ese regalo,
antes de que pueda ser suyo. De la misma manera, Dios le ofrece
a usted el don de la vida eterna por medio de Cristo Jesús.
Ahora, Dios nos ha librado también de la maldición de la ley. En
el capítulo 3 de esta epístola a los Gálatas, versículo 13, leemos:
"Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros
maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en
un madero)". Como acabamos de leer y explicar, la ley nos
condenaba. Recordemos que hemos dicho también que no
recibíamos ningún premio por cumplir sus preceptos, porque si
quebrantábamos uno solo de ellos, la ley ya ha previsto el castigo.
Por ello Cristo nos rescató de la maldición de la ley. ¿Y cómo lo
hizo? Haciéndose maldición por causa nuestra. Es decir, que
sufrió nuestro castigo. Y en el capítulo 4:4-5, el apóstol añadió:
"4Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su
Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la Ley, 5para redimir, para
rescatar a los que estaban bajo la Ley, a fin de que recibiéramos
la adopción de hijos".
Nos disponemos, pues, a entrar en la segunda subdivisión de esta
tercera sección práctica de la carta a los Gálatas, dedicada al
tema de la Santificación por el Espíritu y que declara que
Habiendo sido salvos por la fe, el vivir en el Espíritu
produce el fruto del Espíritu
Esta subdivisión que comienza ahora en el versículo 16, se
extiende hasta el versículo 26. Pablo iba a contrastar el vivir bajo
los deseos y pasiones del la naturaleza humana pecaminosa, y el
vivir controlados por el Espíritu. Esta sección nos da el modo de
proceder. Leamos el versículo 16 de la epístola del apóstol San
Pablo a los Gálatas:
"Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de
la naturaleza pecaminosa"
Este versículo presenta el gran principio de la vida cristiana:
"Vivid según el Espíritu". El verbo griego para "andad" es
"peripateo", que significa "ir de acá para allá". La palabra griega
de usaba en una escuela de filosofía de Atenas, en Grecia, en la
cual su fundador "andaba de acá para allá" mientras enseñaba.
El principio para nosotros es, pues, andar, o vivir controlados por
el Espíritu. Si así lo hacemos, no satisfaremos los deseos de
nuestra naturaleza humana, muchos de los cuales no son
inmorales, pero se refieren a la parte puramente humana como,
por ejemplo, el gusto por la música y el arte en general, las obras
de las personas bien intencionadas, etc. Hay muchas cosas que
en sí mismas no son malas, pero pueden llegar a obsesionarnos
y controlar nuestra vida de manera que ocupan el lugar de las
cosas espirituales. Algunos cristianos pueden aficionarse tanto a
un pasatiempo favorito que éste podría apartarles completamente
de la Palabra de Dios. ¿Y qué diremos del control que ejerce la
televisión en nuestra vida personal y familiar? Hay que aclarar
que no estamos sujetos a ninguna ley que nos prohíba tales
cosas. En última instancia se trata de si somos libres para agradar
a Dios y disfrutar de la vida, la familia y los bienes que Él nos da,
o si estamos esclavizados a ciertas cosas que nos apartan de los
valores espirituales, de la comunicación con Dios, y en el plano
humano hasta nos aíslan de la comunicación con los demás, lo
cual está mal y nos perjudica gravemente.
Ahora, en el versículo 17, de este capítulo 5, leemos:
"Porque el deseo de la naturaleza pecaminosa es contra el Espíritu
y el del Espíritu es contra esa naturaleza pecaminosa; y éstos se
oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisierais".
Lo que el apóstol Pablo estaba diciendo aquí era que los malos
deseos de la naturaleza humana están en contra de los deseos
del Espíritu de Dios. Ante esas tendencias y deseos opuestos,
fruto de de una enemistad absoluta, el cristiano no puede hacer
lo que quiere porque existe una lucha constante.
El cristiano tiene una nueva naturaleza. Esto es lo que el Señor le
dijo a Nicodemo, como vemos en el relato de Juan 3:6, en el
sentido de que lo que nace del cuerpo, es decir de padres
humanos, es humano. Y lo que nace del Espíritu, es espiritual. Es
decir, que el cristiano conserva su vieja naturaleza centrada en lo
físico y no se librará de ella en esta vida. Sería un error trágico
pensar que puede desembarazarse de ella y el que así lo crea se
llevará grandes decepciones. En su primera carta 1:1 el apóstol
Juan dijo: "8Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos
a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros". Aquí el
lenguaje es fuerte y se llama mentiroso a aquel que no reconoce
esta realidad personal.
La Biblia nos enfrenta con la realidad de que usted y yo tenemos
dos naturalezas; la naturaleza pecaminosa vieja, y la nueva
naturaleza espiritual. Eso es lo que Pablo describió en la última
parte de su epístola a los Romanos. Era su propia experiencia, y
sabemos que ha sido también la experiencia de muchos
creyentes, que viven este conflicto, ese trastorno de la lucha
entre las dos naturalezas. La naturaleza pecaminosa lucha contra
el Espíritu, y el Espíritu lucha contra esa naturaleza física, lo cual
nos impide hacer las cosas que nos gustaría hacer, y hacer
realidad nuestras buenas intenciones. Hay que destacar entonces
que la nueva naturaleza espiritual se rebela contra los malos
deseos de la vieja naturaleza controlada por el mal. Se trata de
un estado de guerra entre ellas. ¿No ha experimentado usted,
estimado oyente, esa situación de conflicto en su propia vida?
Hay un himno que muchos cristianos conocen y que dice en una
parte: "Ven de todo bien la fuente, ven, eterno Salvador. Ven,
ayúdame a cantarte dignos cantos de loor". Es una hermosa
canción. Pues bien, en el original, en su última estrofa dice: "Soy
propenso a alejarme, Señor lo siento. Propenso a dejar al Dios de
amor". Alguien vino después de haber sido escrito este himno y
dijo: "Bueno, ésa no es mi experiencia, yo quiero cambiar estas
palabras". Y entonces la letra fue modificada, y en algunos
himnarios apareció la siguiente versión: "Soy propenso a
adorarte, Señor yo siento; propenso a amar al Dios de amor".
Nos preguntamos: ¿Cuál de estas dos actitudes es la que describe
la vida real? ¿Cuál de esos deseos expresa la realidad? ¿La
primera actitud, la de estar propenso a abandonar al Señor, la de
ser propenso a dejar al Dios de amor? ¿O la de estar propenso a
adorar al Señor, propenso a amar al Dios de amor? Pues bien,
ambos deseos, son verdaderos, los dos son ciertos. Yo tengo una
naturaleza que tiene una tendencia a apartarse del Señor, eso lo
puedo sentir; tiene una tendencia a dejar al Dios que amo. ¿Lo
ha notado en usted alguna vez? Ahora, por otra parte, yo también
tengo una nueva naturaleza, y esa naturaleza se inclina a adorar
al Señor, eso sí lo siento. Hay momentos cuando estoy viajando
solo, en los que siento deseos de clamar a Dios en alta voz y
decir: ¡Señor, Tú eres maravilloso, yo te amo y te adoro! Cuando
algo así ocurre, es la expresión de mi nueva naturaleza; la vieja
naturaleza nunca se siente inclinada hacia esta actitud de amar y
de alabar e Dios. Por ello, como ya dijimos, cada creyente se
enfrenta con las demandas de una vieja y una nueva naturaleza.
Ésta es la condición de los creyentes.
A veces uno puede escuchar a algunas personas que dicen: "Bien,
yo no sé decir si estoy viviendo bajo el control del Espíritu o no".
Sí, estimado oyente, usted puede saberlo, no se engañe a sí
mismo en este asunto. Pablo lo dijo con toda claridad aquí, por
tanto usted no puede equivocarse ni confundirse al tratar de
identificar quién controla su vida. En el versículo 18, de este
capítulo 5, de su epístola a los Gálatas, el apóstol dijo:
"Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la Ley".
Es decir, el Espíritu nos eleva a un nivel mucho más alto. ¿Por
qué? Porque aquí podemos ver cuales son las obras producidas
por la vieja naturaleza pecaminosa. Leamos los versículos 19 al
21:
"Manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio,
fornicación, inmundicia, lujuria, idolatría, hechicerías,
enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, divisiones, herejías,
envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a
estas. En cuanto a esto, os advierto, como ya os he dicho antes,
que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios".
Aquí tenemos una lista de pecados sensuales, religiosos, sociales
y personales. En cuando a los pecados sensuales el primero es el
adulterio. Aquí la fornicación se refiere a la prostitución. La
inmundicia se refiere a la impureza sexual y a la atracción de la
pornografía. La lujuria, se refiere al uso ilícito o al apetito
desordenado de los deleites carnales, incluyendo también a la
brutalidad y el sadismo en estas prácticas.
Y ahora veremos que la naturaleza pecaminosa también se inclina
por una insaciable búsqueda en el ámbito religioso. En cuanto a
los pecados religiosos se mencionan la idolatría, que incluye la
adoración de ídolos, lo cual en nuestro tiempo abarca la obsesión
por el dinero, y por todo aquello que ocupa en nuestra vida el
lugar de Dios. Luego, se mencionan las hechicerías. La palabra
griega es "Farmakeia". De allí proviene nuestra palabra farmacia.
Aquí podían incluirse a las drogas, que se utilizaban en todas las
religiones paganas y muchos están dominados por ellas en la
actualidad. De esta palabra, sale la palabra droga y eso es lo que
se usa en religión. También se incluyen las prácticas de brujería.
Después siguen los pecados sociales y aquí tenemos
enemistades, pleitos, es decir, contiendas, disensiones y luchas.
Aquí vemos que los celos y envidias producen situaciones de
disensión, rivalidades y tensas discusiones y arrebatos de ira
entre las personas. La palabra griega "thumos" describe un
temperamento muy violento. Contiendas, quiere decir conflictos.
Cuando las personas no podían convivir en armonía estas
disensiones daban lugar a facciones, divisiones, pequeños
grupos, que ya caracterizaban a la iglesia en aquella época.
Herejías, se refiere aquí a partidos y sectas, dos diferente grupos.
El término para homicidios, no estaba incluido en los mejores
manuscritos, quizás por estar incluido en otros pecados que en
esta lista se mencionan. Un arrebato de ira lleva al homicidio.
Recordemos que el Señor Jesucristo dijo en el Sermón del Monte
que cualquiera que se enojara contra su hermano quedaría sujeto
al juicio. Las últimas referencias de este apartado se dedican a
los pecados personales como, por ejemplo, los excesos de la
bebida, y la glotonería, pero que operan no sólo a nivel personal
sino también en las ocasiones de convivencia social, en las que
los asistentes dan rienda suelta a sus deseos más allá de todo
control.
Observemos que el apóstol Pablo concluyó esta lista de obras de
la naturaleza pecaminosa con la frase y cosas semejantes a éstas,
que indican que él pudo haber mencionado pero no lo hizo.
Y entonces aclaró que los que practican tales cosas, y eso quiere
decir, que las practican de manera habitual y continuó diciendo
no heredarán el reino de Dios. Podemos mencionar la ilustración
que presentó el Señor Jesucristo en su parábola relatada en Lucas
15. En ella, el hijo pródigo, en su extrema condición de pobreza,
cuando no pudo resistir más el hambre, fue a parar a una pocilga,
para intentar comer la comida de los cerdos. Pero no se quedó a
vivir allí. Los únicos que se quedaron a vivir allí fueron los cerdos.
Un hijo alejado de su hogar, no se habría sentido cómodo. No se
sentiría feliz hasta que abandonase la pocilga. Aplicando esa
situación diremos que si alguien continúa viviendo en una
situación de pecado, se encuentra en una posición peligrosa.
Porque ello significa que no es un hijo de Dios. Ningún hijo de
Dios podría resistir el vivir en el pecado; tarde o temprano tendría
que salir de esa situación.
Estimado oyente, no hay fuerza humana que pueda doblegar ni
quebrar definitivamente el dominio y el control que esa vieja
naturaleza contaminada por el pecado. Los métodos humanos y
los consejos de personas bien intencionadas sólo podrán producir
un alivio, una sensación momentánea de una aparente liberación.
Al ser humano sólo le queda una esperanza y ésta se encuentra
en Dios. Únicamente el Espíritu Santo puede imponer su dominio
en esa lucha, cuando la persona se somete a Dios. Si esa persona
ya tiene una relación con Dios, puede acercarse a su Padre
celestial y someterse a Él, consciente de su debilidad e
impotencia, para librarse de fuerzas tan influyentes y que le
restaure a una vida que agrade a Dios, disfrutando por el poder
del Espíritu de la libertad con que Cristo nos hizo libres. Por otra
parte, si tal persona no tiene esa relación con Dios, es decir, que
no es un hijo de Dios, entonces puede pedirle a Él, con sus propias
palabras, que le libere del pecado y del castigo del pecado por los
méritos de la obra de Jesucristo en la cruz y el poder de Su
resurrección.

Gálatas 5:22-26
Continuamos hoy nuestro estudio del capítulo 5, de la epístola del
apóstol San Pablo a los Gálatas. En el día de hoy vamos a hablar
de cosas básicas; vamos a ir a la raíz misma de las cosas, y vamos
a ver lo que quiere decir el andar en el Espíritu. Andar en el
Espíritu es la norma. La vida cristiana no consiste en tener
únicamente una gran experiencia impactante y por la cual uno
puede alcanzar alturas increíbles. Es un andar diario, constante y
enfrentando la rutina de cada día. Diríamos que incluye la
monotonía de convivir con las actividades, problemas y decisiones
de cada día. Es un asunto de suma importancia el que nosotros
aprendamos a andar en el Espíritu.
Pablo dejó bien claro cuáles son las obras de la naturaleza
humana pecaminosa y sus deseos. Nos dio una lista de pecados
sensuales; de pecados religiosos; de pecados sociales; y de
pecados personales. Y no es una lista muy atractiva que digamos.
Si usted revisa esta lista podrá tener una visión real de la forma
en que se manifiestan las pasiones humanas. Y podrá identificarse
con situaciones de su propia vida, de quienes le rodean y de los
conflictos que afectan a la sociedad en general. Usted puede
saber si está viviendo bajo el control del Espíritu, si está andando
en el Espíritu, o si está viviendo bajo el control de un vicio, de
una tendencia determinada que le inclina a actuar de cierta
manera negativa, o bajo impulsos que, una vez superados, le
dejan una sensación de tristeza e impotencia por no haberlos
podido evitar.
Ahora, habiendo presentado la lista de las obras de la naturaleza
humana pecaminosa, Pablo hablaría del fruto del Espíritu.
Observemos el contraste: obras de la naturaleza humana
pecaminosa y el fruto del Espíritu. Las obras de la naturaleza
humana son lo que usted hace. Los Diez Mandamientos fueron
dados en su momento para controlar esa vieja naturaleza. Pero
después, la vida cristiana consistiría en producir el fruto del
Espíritu. Comencemos nuestra lectura de hoy leyendo los
versículos 22 y 23:
"Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe, mansedumbre, dominio propio; contra
tales cosas no hay ley".
El Señor Jesucristo habló sobre el fruto del Espíritu en Juan 15.
Dijo que sin Él, no podíamos hacer nada. Y el fruto es lo que Él
quiere en nuestras vidas. Él quiere fruto, más fruto y mucho fruto.
En Mateo 13, el Señor habló de que la semilla dio una cosecha
que rindió treinta, sesenta y hasta cien veces más de lo que se
había sembrado. Por eso Él quiere que demos mucho fruto.
Ahora, el fruto es producido por el Señor Jesús usando al Espíritu
de Dios en nuestras vidas. Él quiere vivir Su vida a través de
nosotros. Por tal motivo insisto en que nunca se nos pide que
vivamos la vida cristiana, se nos pide que permitamos que Él la
viva a través nuestro. Ningún creyente puede vivir la vida
cristiana por sí mismo. La vieja naturaleza pecaminosa no puede
producir el fruto del Espíritu.
Pablo aclaró en Romanos 7:18 que la nueva naturaleza no tiene
poder para producir el fruto del Espíritu. Dijo en ese pasaje: "18Y
yo sé que en mí, esto es, en mi naturaleza pecaminosa, no habita
el bien, porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo".
Ése es el problema que tenemos. ¿Y cómo solucionarlo? Ésta no
es una operación que uno pueda hacer por sí mismo. Pero ¿cómo
vamos a permitir que el Espíritu de Dios produzca su fruto en
nuestras vidas?
El tema de la producción de fruto es interesante. A veces he
observado que el fruto es producido por el árbol mismo y no por
el esfuerzo personal. Las ramas se limitan a abrirse al sol y a la
lluvia. Primero aparece una flor, luego formas de fruto de color
van creciendo hasta madurar.
Otro detalle obvio, pero digno de destacar es que las ramas nunca
se separan del tronco del árbol. El Señor dijo en Juan 15:4,
"4Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no
puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así
tampoco vosotros, si no permanecéis en mí". Nuestro problema
es que nosotros que sí nos ofrecemos a Dios como un sacrificio
vivo, pero cuando el altar (figurativamente hablando) se calienta,
nos arrastramos y nos retiramos. Si queremos producir fruto,
debemos permanecer unidos a El.
Pablo estaba formulando el principio de producir fruto de manera
que pudiéramos entenderlo. El fruto se produce cediendo ante las
dulces influencias que están sobre nosotros. No estoy hablando
sobre el sistema del mundo, ni tampoco Pablo. Tenemos que
ceder ante el Espíritu que habita en nosotros. Él quiere producir
fruto, no olvidemos que es llamado el fruto del Espíritu.
Pablo dijo en el versículo 22: "Pero el fruto del Espíritu es amor,
alegría, paz". Mientras que la lista que caracterizaba a las
expresiones de la naturaleza humana se expresaba en plural,
como una pluralidad y diversidad de obras, observemos que el
"fruto" se expresa en singular. Se puede argumentar sobre la
gramática usada aquí, pero resulta que en el griego está en
singular. Ello nos indica que el amor es el fruto principal y del que
proceden o resultan todos los demás frutos.
El apóstol Pablo, en Primera de Corintios 13:1 dijo que sin amor
somos un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Este
capítulo de Primera de Corintios 13 nunca fue destinado a ser
quitado de la Biblia, artísticamente enmarcado y colgado en la
pared. Pertenece al tema de los dones del Espíritu, y los dones
nunca han de ser practicados a no ser que lo sean por el fruto del
Espíritu, que es el amor. Usted no puede ejercer un don sin
hacerlo por medio del fruto del Espíritu. El amor es sumamente
importante. Pablo continuó diciendo en Primera de Corintios 13
que si uno entregara su cuerpo para ser quemado y regalara todo
lo que tuviera, pero no tuviera amor, de nada le serviría. Tenemos
que reconocer la importancia de lo que el apóstol estaba diciendo.
Otra cosa que Pablo dijo en Primera de Corintios 13 fue que el
amor no busca lo suyo. El amor siempre está haciendo algo por
otros. Un don siempre tiene que ser practicado en la iglesia. Es
una manifestación del Espíritu para todos los creyentes. Todos los
creyentes tienen un don que tiene que ser ejercitado para el
beneficio de todo el cuerpo de los cristianos. Por ejemplo operan
para el beneficio del resto del cuerpo. Guían al cuerpo en la
dirección correcta y son fundamentales; no me los imagino
apartándose de su función porque otro órgano esté cansado o no
funcione. Por ello hemos dicho que ningún don debería ser
practicado aparte del fruto del Espíritu, y ese fruto es el amor.
Fue de esa clase de fruto que el Señor estuvo hablando en Juan
15. Así que el fruto, es el fruto del Espíritu.
No hay ninguna ley contra las evidencias del fruto y no hay
ninguna ley que pueda producir las consecuencias de este fruto
del Espíritu. Nadie puede producirlos por su propio esfuerzo. Sería
como esforzarse para ser humilde y creer que uno lo ha logrado,
cuando en realidad se pondría tan satisfecho de haber alcanzado
la humildad, que la perdería por completo. Digamos que la lista
de obras de la naturaleza humana expresaba lo que las personas
pueden hacer y todo lo que pueden lograr. Y la lista del fruto del
Espíritu incluye todo lo que Dios por Su Espíritu puede alcanzar
en aquellos que han sido rescatados del dominio del mal.
Observemos por unos momentos el fruto del Espíritu, que debería
caracterizar a la vida de los creyentes. El Dr. Jim McGinley, un
eminente predicador, solía decir: "Yo no debo juzgarlos, pero soy
inspector de frutas, y tengo derecho de venir a ver el fruto que
estáis produciendo". La cuestión es: ¿está usted produciendo
algún fruto en su vida?
Ahora el amor debería estar presente en su corazón, en su vida,
si usted es un creyente. Pero si hay pecados sensuales en su vida,
nunca conocerá el verdadero amor. Hay muchos hoy que saben
mucho sobre el sexo, pero no saben nada acerca del amor. El
amor es un fruto del Espíritu y Dios dará este amor a un marido
para su esposa, y a una mujer para su marido. Creo que nadie
puede amar como dos cristianos que se amen.
El gozo, la alegría, es un fruto que Dios quiere que usted tenga
en su vida. Él vino para que nosotros disfrutáramos de auténtica
alegría. El sistema del mundo no puede producir esa verdadera
alegría. Sólo puede entretener y aturdir exteriormente,
momentáneamente, pero no implantarlo de manera duradera en
la vida de las personas. Recordemos que el apóstol Juan en su
primera carta 1:4 les dijo a sus lectores que les escribía esas
cosas para que la alegría de ellos fuera completa. ¿Está usted
realmente pasándoselo bien? Si usted es un creyente, espero que
sea así.
El tercer fruto es paz, la paz de Dios. La religión nunca puede
darle esa paz. Sólo Cristo puede darle esa paz profunda en su
interior. Dijo el apóstol Pablo en Romanos 5:1: "Justificados,
pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro
Señor Jesucristo;".
Pero hay otros frutos. ¿Es usted paciente? ¿Tiene la capacidad
para soportar algo sin alterarse? Sólo el Espíritu de Dios puede
suplir la falta de este fruto. Es imposible lograrlo por medios
propios.
Después está el fruto de la benignidad, que implica amabilidad.
También se menciona a la bondad. O sea que significa ser amable,
pero firme.
Esta lista termina con la fidelidad. Si usted es un hijo Dios,
entonces será fiel. Para los casados, aquí se espera la fidelidad
entre los cónyuges. Si usted es un empleado, se espera que sea
fiel en su trabajo y a su jefe. Si usted es miembro de una iglesia,
tendrá que ser fiel a su iglesia. En fin, se espera que usted sea
fiel donde quiera que se encuentre y haga lo que haga. Luego
viene la mansedumbre, que no significa afable, plácido. Dos
hombres realmente mansos fueron Moisés y el Señor Jesucristo.
Quizás usted no cree que Moisés fuera manso cuando descendió
del monte y se encontró con que la gente estaba adorando a un
becerro de oro y entonces administró un juicio disciplinario, como
vimos en Éxodo 32. Pero Moisés sí era manso. ¿Y fue manso Jesús
cuando expulsó de templo a los que cambiaban el dinero? La
mansedumbre, entonces, no es esa placidez o afabilidad, ni
debilidad. La mansedumbre significa que usted hace la voluntad
de Dios, y que usted está dispuesto a rendir su voluntad a la
voluntad de Dios. Finalmente está el dominio propio, el equilibrio
cristiano es muy necesario en la actualidad.
Continuemos leyendo ahora el versículo 24 de Gálatas 5:
"Pero los que son de Cristo han crucificado la naturaleza
pecaminosa con sus pasiones y deseos".
¿Cuándo fue crucificada la naturaleza pecaminosa? Cuando ellos
consideran que en el momento en que Cristo fue crucificado, ellos
murieron, en base a ello se rendirán en consagración al Señor. En
Romanos 6:13, el apóstol Pablo escribió: "13ni tampoco
presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de
iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de
entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como
instrumentos de justicia".
Además el apóstol escribió en Colosenses 3:3; "3porque habéis
muerto y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios". Y
también recordemos el pasaje que ya hemos leído en un
programa anterior en esta carta a los Gálatas 2:20: "20Con Cristo
estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en
mí; y lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo en la fe del Hijo de
Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí". En todos
estos pasajes la idea principal es que cuando Cristo fue
crucificado, el creyente fue crucificado al mismo tiempo. El
creyente ha sido entonces unido al Cristo vivo, y la victoria no se
obtiene luchando, sino rindiéndose a Cristo. La palabra de las
Escrituras es "rendirse", y es un acto de la voluntad.
Y ahora veamos la clave de todo. Leamos el versículo 25:
"Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu".
Recordemos que en el versículo 16 de este mismo capítulo, en la
frase Andad en el Espíritu, es "peripateo". Pero aquí "andar" es
una palabra griega diferente: se trata de "stoichomen", que es
básica y elemental, y significa "avanzar o dar un paso en orden".
En el versículo 16 se nos dio el principio para andar; aquí en el
versículo 25 significa aprender a caminar, a andar. Así como
aprendimos a andar físicamente por el método de probar y
cometer errores, tenemos que comenzar a andar en el Espíritu.
Es un proceso de aprendizaje.
Permítanos ilustrar esto con un ejemplo bastante sencillo. ¿Qué
es el caminar? Bueno, es el poner un pie delante del otro. Esto
quiere decir entonces, el aprender a andar. Ahora, ¿Cómo
aprendió a caminar usted? ¿Fue a algún colegio o a alguna
institución especial donde dictaban un curso para aprender a
caminar? Cuando uno tiene un bebé, no le ofrece demostraciones
prácticas sobre el caminar para que las observe e imite
posteriormente. Así uno no aprende a caminar. Uno aprende
experimentando, probando, cayéndose.
De la misma manera tenemos que aprender a andar en el Espíritu.
Por medio de ensayos, pruebas, aciertos y fracasos. Conocemos
a personas que han asistido a todas las conferencias bíblicas que
puedan existir; han llenado sus cuadernos de notas con consejos
de cómo vivir la vida cristiana, pero aún no la están viviendo.
¿Cuál es el problema?
Es que uno tiene que aprender a andar en el Espíritu, lo cual
quiere decir que tiene que comenzar, lanzarse de una vez. ¿Y por
qué no comenzar ahora? Por ejemplo, podría adoptar la siguiente
decisión: "Voy a andar en el Espíritu. Voy a depender del Espíritu
Santo para producir los frutos en mi vida". Quizás usted esté
pensando que podría caerse. Pues tengo noticias para usted.
Usted se va a caer. Y le va a doler. No sabemos cuantas veces
llegará a caerse. Muchos de nosotros aún estamos cayéndonos.
Pero será la forma en que usted va a andar en el Espíritu, y es la
única manera de hacerlo. Estimado oyente, necesita dar los
primeros pasos y comenzar a apoyarse en el Espíritu de Dios.
Ríndase usted a Él. Recuerde que es un acto de la voluntad.
Yo trato de comenzar cada día diciendo: "Señor, yo no puedo vivir
hoy de una forma que te agrade, y quiero que tú lo hagas a través
mío".
Supóngase que usted está escribiendo una carta muy importante
a una persona, y quiere dar la mejor impresión posible, no sólo
por la forma de expresarse en la carta, sino también por la
presentación de la misma. Y usted hace todo lo posible por
exponer con claridad sus ideas, utilizando el mejor lenguaje que
conoce. Sin embargo, a pesar de todo este esfuerzo, usted
comete un error. Procura corregirlo y seguir adelante, pero
comete otro y otro más. Y al final decide que es mejor empezar
la carta de nuevo. Y así, comienza de nuevo una carta nueva.
Pues bien, estimado oyente, ¿por qué no hacer eso también con
su vida? Entréguese a sí mismo, apóyese en el Espíritu de Dios y
comience a andar hoy mismo en el Espíritu.
Luego, este capítulo 5 de la epístola a los Gálatas concluye con el
versículo 26, diciendo:
"No busquemos la vanagloria, irritándonos unos a otros,
envidiándonos unos a otros".
Otra versión dice: "No dejemos que la vanidad nos lleve a
irritarnos y a envidiarnos unos a otros". Estimado oyente, ni usted
ni yo vamos a llegar a ser santos maravillosos de Dios. Él sí es
maravilloso. Dios es digno de nuestra adoración. Comencemos a
andar, dependiendo de Él como niños pequeños. Eso es lo que Él
quiere que hagamos.
La frase irritándonos unos a otros se refiere a provocarnos unos
a otros. No debemos provocarnos, ni sembrar rivalidades, ni
envidiarnos unos a otros. Figurativamente hablando, necesitamos
levantarnos de nuestras sillas o sillones cómodos, y comenzar a
andar en el Espíritu, es decir, a vivir controlados por el Espíritu.
La vida cristiana no consiste en subir rápidamente como en un
globo, por medio de una fuerte y abrumadora experiencia de
elevarse vertiginosamente a las alturas, más allá de las nubes. Es
más bien un andar diario, se trata de ir colocando un pie delante
del otro, paso a paso, con una actitud de dependencia total del
Espíritu Santo.
Pero para eso, estimado oyente, es indispensable tener una
relación con Dios, hay que ser un hijo de Dios. No se le puede
pedir algo a Dios estando separado de Él. El apóstol Pablo dijo en
Romanos 8:9 que si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es
de Cristo. Pero si reconociendo su necesidad de Dios usted da el
paso de fe de recibir en su vida al Señor Jesucristo como su
Salvador, entonces sí, Dios ya no estará lejano sino muy cercano.
Tan cerca como para oír su oración. Tan próximo como para oír
esas palabras que broten espontáneamente del corazón y que
expresen ese deseo de encomendar su vida a la dirección de Dios
y al control del Espíritu Santo. Y entonces comenzará para usted
una etapa de paz en medio de las dificultades, de fuerza para
liberarle de toda atadura y forma de esclavitud. Es que cuando
somos conscientes de nuestra impotencia para vencer obstáculos
insuperables desde un punto de vista humano y nos ponemos en
manos de Dios, nos damos cuenta de que no estamos solos y que
la iniciativa principal, la fuerza, la motivación para luchar y el
triunfo, constituyen la responsabilidad de Aquel que prometió
estar con nosotros todos los días hasta el final de la vida, y
después de esta vida, por toda la eternidad.

Gálatas 6:1-5
Continuamos hoy estudiando la epístola del apóstol San Pablo a
los Gálatas y nos encontramos en la sección práctica de la carta,
que comenzó en el capítulo 5 y trata el tema de la santificación
práctica por el Espíritu. Vimos allí que el ser salvo por fe y vivir
bajo la ley, perpetúa la caída del principio de la gracia. Eso fue lo
que vimos en los primeros 15 versículos, luego en nuestro
programa anterior, vimos que el ser salvo por fe y andando en el
Espíritu, produce el fruto del Espíritu. En otras palabras, vimos lo
que quería decir el Andar en el Espíritu. Eso es algo que debemos
aprender a hacer. Debemos comenzar el proceso de aprendizaje;
nos caeremos, pero nos levantaremos y deberemos continuar
andando. Eso lo encontramos en el capítulo 5, versículos 16 al
26. Y al llegar hoy al capítulo seis, entramos en la tercera y última
subdivisión de esta parte práctica, que abarca los primeros 10
versículos. Ahora veremos cómo el fruto del Espíritu afectará a
nuestra vida.
Leamos entonces el primer versículo del capítulo 6, de Gálatas,
que comienza esta tercera subdivisión titulada
Habiendo sido salvos por la fe el fruto del Espíritu
presenta el carácter cristiano
"Hermanos, si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros
que sois espirituales, restauradlo con espíritu de mansedumbre,
considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado".
Muy bien, entonces, escuche lo que aquí dice Pablo: Hermanos,
si alguno fuere sorprendido en alguna falta. Ahora, ¿a quién se
refiere este alguno? Bueno, es un término genérico e incluye a
cualquier persona que sea creyente; puede referirse a un hombre
o una mujer. Quiere decir que si un creyente fuere sorprendido
en alguna falta, podríamos decirlo así. Y la palabra "falta", traduce
al término griego "paraptoma", que significa "caída" o
"contratiempo". Como verbo puede significar "tropezar". No se
refiere necesariamente a un pecado grave sino a un error más o
menos importante.
Ahora, ¿cómo se debe actuar con una persona que haya sido
sorprendida en alguna falta? Bueno, aquellos que son
espirituales, (y hay muchos que piensan que lo son, por
supuesto), interpretan esta declaración como que tienen que
limitarse a juzgar y castigar a esa persona. Siempre existe el
peligro de no querer restaurar al afectado y que se prefiera
condenarle y criticarle. Sin embargo, el creyente no pierde su
salvación cuando ha pecado. Si un creyente es descubierto
habiendo cometido o cometiendo una falta, el creyente espiritual,
es decir, el creyente que busca ser controlado por el Espíritu,
debe restaurarle con una actitud de mansedumbre. Y cabe
destacar también que la mansedumbre forma parte del fruto del
Espíritu Santo.
La palabra utilizada para "falta" en este versículo es la misma
palabra usada para describir al Señor Jesucristo en el jardín de
Getsemaní, cuando se postró sobre Su rostro y oró, como vimos
en Mateo 26:39. Si alguien, como en nuestro pasaje de hoy, es
sorprendido en alguna falta, ha tropezado. Puede tratarse de un
pecado no grave o de una gran equivocación.
Una de las cosas maravillosas que se expresaron en la profecía
del Señor Jesucristo, se encuentra en el libro de Isaías, capítulo
63, versículo 9, donde dice: "En toda angustia de ellos él fue
angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su
clemencia los redimió, los trajo y los levantó". En algunos de los
mejores manuscritos dice, incluyendo el final del versículo 8: "Se
convirtió en el Salvador de todas sus angustias. Él mismo los
salvó; no envió un mensajero ni un ángel. En su amor y
misericordia los rescató; los levantó y los llevó en sus brazos
como en los tiempos de antaño". El Señor Jesucristo anda
conmigo por el camino de la vida, y estoy seguro que Él va con
usted también, estimado oyente, y cuando yo caigo, cuando yo
tropiezo y caigo, Él está allí a mi lado. ¿Y sabe usted que hace?
Él me levanta, sacude mis ropas y me dice que comience a andar
de nuevo. Es consolador tener a mi lado a alguien que no ha
tropezado y caído conmigo pero está a mi lado en todo momento
para acompañarme en mi aflicción, como lo hizo por su pueblo
cuando vagaban por el desierto.
Ahora aquí aconseja restaurar al que se ha equivocado. La
palabra usada para restauradle es un verbo que quiere decir,
"arreglar, componer un hueso fracturado". Si alguien se cae y se
quiebra una pierna, ¿qué es lo que hace usted entonces? No se
va y lo deja abandonado allí. No. Pablo dijo: "Vosotros que sois
espirituales, arreglad ese hueso roto, haciendo todo lo posible
para que esa persona se pueda levantar nuevamente y continuar
caminando". Es decir, que con humildad, hay que ayudarle a
corregirse.
Había un gran predicador que se había convertido a Cristo
mientras estaba dominado por un determinado vicio. Su
conversión fue una experiencia transformadora notable y quedó
liberado de ese vicio. Su ministerio adquirió grandes
proporciones, demandando de él mucha energía. Pero un día,
después de haber experimentado grandes presiones y
tentaciones no pudo resistir el estrés y cayó en el vicio que había
superado. A la mañana siguiente se sintió tan avergonzado que
reunió a los diáconos de su iglesia y después de contarles el error
que había cometido les presentó su dimisión. Era evidente que se
sentía arrepentido y avergonzado. Entonces, para su sorpresa, se
colocaron alrededor de él rodeándole con sus brazos y oraron. No
aceptaron su dimisión. Y alguien que estuvo presente el domingo
siguiente en su predicación matinal declaró que nunca le había
escuchado pronunciar un sermón tan efectivo, que impactó a toda
la congregación. Es que aquellos diáconos se habían comportado
con él como verdaderos cirujanos, uniendo el hueso fracturado,
colocándolo en su lugar y restaurándolo a su función con amor,
delicadeza y humildad. Otras personas le hubieran expulsado
inmediatamente del ministerio. Pero aquellos diáconos colocaron
al pastor nuevamente sobre sus pies y entonces Dios le utilizó de
una manera extraordinaria después de este incidente.
Pablo dijo: Vosotros que sois espirituales, restauradle. Y ¿cómo
lo hace uno? Con el fruto del Espíritu: Amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe, y ahora, escuche usted: MANSEDUMBRE.
Ésa es la palabra.
Se le debe restaurar con espíritu de mansedumbre. ¿Y por qué?
Considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.
No piense usted que es inmune a aquello mismo que está
señalando con el dedo y por lo cual está reprochando y culpando
a un hermano por haberse equivocado. Usted podría haber
cometido el mismo error. Así que la actitud recomendada es
restaurar al caído con amor y mansedumbre. Fue ese gran
hombre Germán Girdy quien dijo: "Yo no he visto cometer pecado
o crimen que yo mismo no hubiera podido cometer". Llegamos
ahora al versículo 2 de este capítulo 6, de la epístola a los Gálatas.
"Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley
de Cristo".
Y quisiéramos que usted lo observe con atención porque es un
versículo muy importante. En la Biblia hay varias palabras para
traducir la palabra "cargas". Esto quiere decir que hay varias
clases de cargas. Hay algunas cargas que se pueden compartir, y
otras que uno mismo debe llevar y no puede compartirlas con
nadie más. Así que la respuesta a esa aparente contradicción es
sencilla y satisfactoria.
Las cargas son aquellas cosas que todos nosotros tenemos en
común; todos tenemos cargas. No todos somos ricos, pero todos
tenemos cargas. No todos gozamos de buena salud, pero
tenemos igualmente cargas. No todos tenemos un talento
natural. Así que no tenemos muchas características comunes,
pero todos tenemos cargas.
Hay un proverbio español que dice: "No hay casa donde tarde o
temprano no se haga silencio". El silencio llega a todos los
hogares. También tenemos un proverbio francés que dice: "Cada
uno piensa que su carga es la más pesada". Y Jorge Herbert lo
expresó de esta manera: "Nadie conoce el peso de la carga de los
demás". Una maestra con prolongada experiencia entre los niños
solía decir: "Hasta los niños tienen su carga".
Ahora, todos nosotros tenemos cargas, pero no todos tenemos la
misma carga. Lo que Pablo hizo en este capítulo 6 de Gálatas fue
dividir las cargas en dos clases: cargas que podemos compartir,
y cargas que debemos llevar solos, que no podemos compartir.
El versículo 2, el que ya hemos leído, puede traducirse así:
"continuad llevando mutuamente las cargas de cada uno" La
palabra griega para carga es "baros", que significa "algo pesado".
Nuestro Señor la usó en Mateo 20:12, cuando habló sobre
aquellos que habían soportado la carga al calor del día. La misma
palabra fue también usada en la iglesia primitiva, en los Hechos
15:28, cuando se reunió en el primer concilio de Jerusalén y se
tomó la siguiente decisión: "ha parecido bien al Espíritu Santo y
a nosotros no imponeros ninguna carga más que estas cosas
necesarias". Allí se estaba hablando de una carga que los
cristianos debían compartir con la iglesia en Jerusalén. Alguien ha
dicho que una carga equivale sólo a media carga cuando la están
llevando entre dos.
Una dama subió a un autobús llevando una canasta muy grande.
Se sentó en un asiento y puso esa gran canasta sobre sus rodillas.
Un pasajero que estaba de pie a su lado, consciente del peso que
la mujer llevaba y de la incomodidad que éste le causaba, le dijo:
"¿Por qué no pone la canasta en el suelo? Este autobús puede
cargar tanto la canasta como a usted". Muchos de nosotros
tenemos cargas que podemos compartir con los demás, y las
deberíamos compartir
Ahora, la palabra griega para carga "baros" (que hemos
mencionado antes) incluye el significado de "falta", en la frase:
Si alguno fuere sorprendido en alguna falta. Ésta es su carga.
Usted puede ayudar a esa persona a llevar la carga. Puede
tratarse de una enfermedad, una debilidad, una ignorancia, una
presión, una tensión o cierto dolor de una aflicción. Todos tienen
un fallo, un defecto, que constituye un peso, una carga. Muchas
veces caemos y vemos a un hermano caer. De ahí el pedido del
apóstol a aquellos que quieren dejarse controlar por el Espíritu,
para que restauren a tal persona.
Hay otra carga que usted y yo podemos compartir: me refiero a
las tensiones de nuestro tiempo. El tomar algo que nos relaje no
resolverá nuestros problemas. Estamos viviendo en tiempos en
los que experimentamos tensiones o presiones que la familia
humana jamás había experimentado. Especialmente los que
vivimos en zonas densamente pobladas nos enfrentamos a
grandes presiones. Recibimos nueva información a gran
velocidad, tenemos que tomar decisiones rápidas, casi sin tiempo
para reflexionar en ellas. Por otra parte, nuestra actividad, bajo
la presión del tiempo, debe realizarse más rápidamente, para
acomodarse al rumbo veloz de los acontecimientos. Todo este
proceso produce un gran desgaste físico y emocional que a veces
produce cansancio físico y mental, hasta llegar a un estado de
saturación. Ésta es, pues, una carga pesada que necesitamos
compartir los unos con los otros.
Hay un tercer tipo de cargas que usted y yo podemos compartir.
Es la carga conocida como la aflicción. El peso de una tragedia, la
carga del dolor, la tristeza, la desilusión, la depresión, que son
inevitables en la experiencia humana. Lo más probable es que
usted, estimado oyente, ya las haya experimentado. Cuando nos
encontramos en esa condición, necesitamos a nuestro lado a un
amigo, alguien que esté a nuestro lado. Hemos criticado a los
amigos del patriarca Job por haberle sometido a una verdadera
maratón de conversaciones y razonamientos inculpatorios, pero
en realidad antes de aconsejarle, pasaron siete días
acompañándole, sin atreverse a decirle nada y afligiéndose con
él.
En un libro de historia natural he encontrado la siguiente frase:
"el hombre es el único ser que no sabe nada y no puede aprender
nada sin que se le enseñe. No puede hablar, ni caminar, ni comer.
En pocas palabras, no puede hacer nada frente a las acciones e
influencias de la naturaleza sino llorar". Todo lo que usted y yo
podemos hacer cuando llegamos a este mundo es llorar.
Llegamos a la vida con un grito y necesitamos consuelo, desde el
mismo principio de nuestros días y durante toda la vida
necesitamos consuelo debido al hecho de que hemos nacido en
este mundo de desgracias y aflicciones.
En el libro de Rut 2:13, pudimos leer las siguientes palabras de
Rut a Booz: "me has consolado" Ella era extranjera, había llegado
de un país lejano y de quien se esperaba que se mantuviera
apartada y al margen de la sociedad. Pero a su vida llegó alguien
que mostró interés por ella y la hizo objeto de atenciones. Por eso
ella pudo decir con gratitud: "me has consolado".
María quebró un recipiente de alabastro con ungüento sobre el
Señor. Lo hizo poco antes de la crucifixión porque ella sabía lo
que iba a ocurrir. Nadie más pareció ser consciente de lo que
estaba sucediendo, pero ella sí se dio cuenta. Y el Señor dijo,
como leemos en Mateo 26:12: "al derramar este perfume sobre
mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura". De
todos los que allí estaban sólo ella comprendió los sufrimientos
del Señor. Jesús entonces añadió este comentario sobre ella: "De
cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio,
en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para
memoria de ella". Y podemos decir que la fragancia de aquel
perfume se extendió por todo el mundo. Así que el dolor es algo
que usted puede compartir. Habrá algunos que en su aflicción se
acercarán a usted. Luego el apóstol Pablo continuó diciendo en el
versículo 3:
"El que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña".
Algo tiene que ser quitado de la vida si un creyente va a compartir
una carga, y es la vanidad. Una actitud que alimenta la
intolerancia ante los errores de los demás y le hace pensar al
vanidoso que él está a salvo de cometer equivocaciones.
El remedio para esta presunción se encuentra en el próximo
versículo. Es que hay cargas que no podemos compartir. Leamos
el versículo 4 de Gálatas 6:
"Así que, cada uno someta a prueba su propia obra y entonces
tendrá, sólo en sí mismo y no en otro, motivo para presumir"
Antes de compararse con los demás, el creyente debiera dar un
paso atrás y dirigirse a sí mismo una mirada objetiva para
examinar sus propios logros. Entonces podrá sentirse honrado
por lo que Dios ha hecho en su vida y en la de los otros. Y continuó
diciendo en el versículo 5:
"Porque cada uno cargará con su propia responsabilidad".
La palabra "responsabilidad" aquí corresponde a la palabra griega
"phortion", que significa "una carga que hay que llevar". Esta
palabra se usa para hablar de la carga de un barco. También se
utiliza para referirse al niño en el vientre de su madre, que sólo
una madre puede llevar. Esa carga y responsabilidad es imposible
de compartir. Una versión menos literal del nuevo Testamento lo
expresa de la siguiente manera: "cada uno debe llevar sobre sus
hombros su propia mochila". O sea, que hay cargas y
responsabilidades que usted y yo no podemos compartir.
En cierto sentido, cada vida está separada, aislada, como en
cuarentena con respecto a toda otra vida. Por tal motivo, algunas
cargas tenemos que sobrellevarlas en solitario. Y mencionaremos
algunas de ellas.
La primera es el sufrimiento. Usted tendrá que sufrir solo. Nadie
puede sufrir por usted. Usted ha llegado a este mundo solo, un
mundo de desgracias y aflicción, y tendrá que sufrir solo. Y tendrá
que enfrentarse solo a ciertos problemas. Algún día llegará a su
vida el sufrimiento físico; cuando usted se enferme, nadie podrá
ocupar su lugar.
Usted se puede dar cuenta de esto cuando alguno de sus hijos se
enferma y tiene una fiebre muy alta. Usted mismo desea tener
esa fiebre para que el pequeño no sufra; pero es algo que no se
puede hacer. También existe la angustia mental, la depresión.
Cuánta gente está amargamente desanimada, por haber vivido
una gran desilusión. Éstos y otros son sufrimientos que debemos
soportad en soledad.
Otra carga que usted y yo no podemos compartir con nadie es la
muerte. Llegará un momento en que cada uno de nosotros tendrá
que cruzar el valle de la sombra de la muerte. Y pasaremos por
tal lugar absolutamente solos. Thomas Hobbes, un agnóstico de
toda la vida, una mentalidad muy brillante, dijo cuando se acercó
a la muerte: "Estoy dando un salto terrible en la oscuridad y solo".
Y después gritó: "¡Oh Dios, qué soledad!" Así sucede con esta
experiencia que no se puede compartir. Y qué trágico es el tener
que hacerlo de esa manera, estimado oyente.
Llegamos ahora a la tercera carga que mencionaremos. Por
cierto, lleva un nombre inusual. Se le llama el "bema" (en griego).
Es el tribunal de Cristo. No es para los que no son salvos, sino
para los cristianos. Sí habrá un tribunal para los no creyentes,
que es el juicio del gran trono blanco, mencionado en el capítulo
20 de Apocalipsis. El tribunal de Cristo es para el cristiano. Dice
Segunda de Corintios 5:10, "10porque es necesario que todos
nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada
uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo,
sea bueno o sea malo". Allí, todo lo que hayamos hecho en esta
vida como cristianos será juzgado para ver si hemos de recibir un
premio o no. La salvación no será cuestionada, porque semejante
asunto ya ha sido solucionada para el creyente en la cruz de
Cristo. Pero las obras del creyente serán examinadas en el
tribunal de Cristo y, como también dijo San Pablo en Romanos
14:12, "De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta
de sí".
Después, en al versículo 7 Pablo establecerá un principio que es
aplicable a cada situación de la vida, pero ha sido dado
específicamente a los creyentes: "7No os engañéis; Dios no
puede ser burlado, pues todo lo que el hombre siembre, eso
también segará" El principio es aplicable al reino de la naturaleza.
La clase de semilla que se siembra, determina la cosecha. Y como
cristiano, usted cosechará lo que siembre. ¿Cómo ha sido su vida
desde que usted aceptó a Cristo? ¿Ha habido pecado en su vida?
¿Lo ha confesado? Todos tendremos que presentarnos ante el
tribunal de Cristo. Conviene recordar aquí el pasaje de Primera
de Juan 4:7: "Pero si andamos en luz, como él está en luz,
tenemos comunión unos con otros y la sangre de Jesucristo, su
Hijo, nos limpia de todo pecado".
Alguien dirá: "Yo soy un cristiano y no tengo pecado" Si usted
dice eso revela que no está en la luz. Si usted se acerca a la luz,
usted descubrirá la presencia del pecado en su vida. La luz, que
es la Palabra de Dios, revela lo que hay en usted. Recordemos las
palabras del apóstol Santiago en 4:17, "17El que sabe hacer lo
bueno y no lo hace, comete pecado". ¿Es esta palabra apropiada
para usted? Creo que resulta apropiada para todos nosotros. Así
que la vida como un hijo de Dios es una carga, una
responsabilidad que usted lleva, y de la cual tendrá que rendir
cuentas ante Cristo algún día.
Ahora, hay otro tipo de carga que usted no puede llevar ni
compartir. Es lo carga de la cual la Biblia habla como el peso del
pecado. Pablo habló sobre ella en la primera parte de Romanos.
Y el rey David en el Salmo 38:4 añadió: "4porque mis maldades
se acumulan sobre mi cabeza; como carga pesada me abruman".
El pecado es una carga que usted no puede compartir con nadie.
También del libro de los Salmos, del 55:6 nos llegan estas
palabras: "¡Quién me diera alas como de paloma! Volaría yo y
descansaría". ¿No se ha sentido usted así? Pero usted y yo no
podríamos huir de todo porque tenemos un complejo de culpa.
Un psicólogo dijo que dicho complejo forma parte de nosotros
mismos tal como, por ejemplo, uno de nuestros miembros. Se
dice que a Sir Arthur Conan Doyle, el creador de novelas policiales
y de Sherlock Holmes le gustaba hacer bromas elaboradas. En
una ocasión envió un telegrama a doce personajes famosos de
Londres a quienes él conocía. El telegrama decía: "Huye
inmediatamente. Todo ha sido descubierto". Y se cuenta que los
doce salieron del país; sin embargo, eran considerados como
ciudadanos honrados. Todos tenemos un complejo de culpa. El
pecado es una carga que no podemos compartir ni llevar: Es
demasiado pesada para nosotros.
Sólo hay un lugar donde usted puede librarse de esa carga y es
en la cruz de Cristo. Dice el Salmo 55:22, "Echa sobre el Señor
tu carga y él te sostendrá; no dejará para siempre caído al justo".
Y el Señor Jesús dijo, en Mateo 11:28, "28Venid a mí todos los
que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar". Sólo
Cristo puede levantar hoy la pesada carga del pecado, porque Él
pagó el castigo por él pecado. Sólo Dios puede quitarla de usted.
¿Estimado oyente, está usted soportando el peso de su carga de
pecado en este día? Tráigala al pie de la cruz, el Señor Jesucristo
ya la llevó por usted. Si usted por la fe acepta ese sacrificio a
favor suyo y le pide que tome el control de su vida, ya puede
usted respirar aliviado y darle las gracias por el perdón de sus
pecados, por la salvación y por la vida eterna. Y puede ya
comenzar una nueva vida, una vida de libertad, colocándose bajo
la dirección, la fortaleza y el consuelo que sólo el Espíritu de Dios
puede dar.

Gálatas 6:6-11
Continuamos hoy estudiando este capítulo 6, de la epístola del
apóstol San Pablo a los Gálatas. Este versículo 6 es
probablemente uno de los más directos y terminantes que uno
puede encontrar en la Biblia. Pablo habló de una manera muy
franca. Escuchemos lo que dijo en el versículo 6:
"El que es enseñado en la palabra haga partícipe de toda cosa
buena al que lo instruye".
La palabra que aquí se utiliza para partícipe, es en realidad la
palabra griega "koinoneo", que quiere decir "compartir"; tomar
parte y compartir las cosas de Cristo juntos. Pablo estaba diciendo
directamente que si una persona les servía para su beneficio
espiritual, ellos a su vez debían servirle con toda clase de bienes
materiales. Si Dios lo ha bendecido a usted con provisiones
materiales y usted está siendo bendecido espiritualmente por
alguien, entonces usted debería servir a tal persona proveyendo
para sus necesidades materiales. Esa actitud de compartir no es
una obligación, sino que está basada en el principio de la gracia.
En las relaciones humanas, si usted va a una tienda a comprar
alimentos y pasa por la caja sin pagar lo que se ha llevado, se
enfrentará con problemas. En el ámbito de las relaciones entre
cristianos, hay mucha gente que recibe un servicio espiritual y no
siente la necesidad de ayudar materialmente a aquellos que
dedican todo su tiempo a prepararse para enseñar la Palabra de
Dios. Y las Sagradas Escrituras dicen claramente que debemos
compartir lo que materialmente hemos recibido de Dios con
aquellos que nos instruyen en lo que Dios quiere enseñarnos.
Pablo sigue diciendo en el versículo 7:
"No os engañéis; Dios no puede ser burlado, pues todo lo que el
hombre siembre, eso también segará"
Aquí tenemos uno de esos destacados pasajes de la Escritura,
que pensamos necesita ser considerado en la actualidad. Pablo
está presentando aquí un gran principio, una ley inmutable que
opera en todas las esferas de la vida. En el sector de la
agricultura, una persona siembra trigo, y eso es lo que cosecha,
trigo. Puede sembrar arroz y entonces cosechará arroz. Usted
nunca puede conseguir peras del olmo, por ejemplo. El principio
que tenemos entonces es que lo que usted siembra, eso es lo que
va a cosechar. En la esfera de lo moral, usted también cosechará
lo que siembre. En el Evangelio de Mateo 13, el Señor Jesucristo
contó acerca de un sembrador que salió al campo a sembrar. Y
también destacó que un segador salió a cosechar.
El principio establecido en este versículo es inmutable, invariable,
inalterable y no puede ser revocado. No se puede modificar en
ninguna de sus partes y es aplicable a cada esfera, a cada sector
y área de la vida. Por ello, lo que se cosecha pertenecerá al mismo
tipo de semilla que se siembra. En ese sistema no se producen
errores ni mutaciones que alteren la relación de lo que se siembre
y lo que se coseche. En antiguas tumbas de Egipto se encontraron
semillas de trigo que habían sido colocadas en ese lugar hace
cinco mil años. ¿Y sabe usted lo que pasó? Cuando uno siembra
esas semillas aún puede cosechar trigo. La semilla no perdió su
propia identidad de pertenecer al trigo en los cinco mil años que
pasaron. Y así sucede con cada semilla, no importando sus
complejas características, su estructura o su aspecto.
Hay muchos grandes personajes de la Biblia que sirven como una
ilustración para este principio. Uno de ellos fue Jacob, cuya
historia está relatada en Génesis 27 al 29. Allí se nos relata la
forma en que Jacob engañó a su padre. Siendo el hermano menor
de la familia, se disfrazó de tal manera que pareciese su hermano
mayor, Esaú, que era un hombre velludo criado al aire libre. Y lo
hizo para poder recibir la bendición que le correspondía al hijo
mayor. Cubrió sus manos y brazos con pieles de cabrito, y se
vistió con las ropas de Esaú. Y de esa forma logró engañar a su
padre. Pero al descubrirse el engaño y ante la reacción de
venganza de Esaú tuvo que huir de su hogar y se fue a vivir con
su tío Labán. En un principio pareció que se había salido con la
suya, al engañar a su padre con total impunidad. Pero Dios dijo,
estimado oyente, que lo que el hombre siembre, eso también
segará. No va a segar algo parecido, similar, sino que cosechará
algo idéntico. ¿Qué es lo que ocurrió entonces? Bueno, Jacob se
enamoró de Raquel, la hija menor de Labán, y después de hablar
con Labán y llegar a un acuerdo con él, trabajó siete años por
ella. Transcurrido ese período, tuvieron la fiesta de bodas, y
cuando él levantó el velo del rostro de la novia, ¿qué fue lo que
encontró? Que la novia no era Raquel, la hija menor de Labán
sino que era Lea, la hija mayor, que no era tan hermosa como
Raquel. Pensamos que este joven Jacob, en su luna de miel
aprendió una lección, y esa lección fue que él había engañado a
su padre, habiendo simulado ser el mayor cuando en realidad era
el menor. Y ahora su tío le entregó su hija mayor, cuando él pensó
que se estaba casando con la menor. Fue evidente que estaba
cosechando lo que había sembrado. Había engañado a su padre,
y al final resultó engañado por su tío. Ahí estaban a la vista las
consecuencias.
¿Recuerda usted a Acab y Jezabel? Estudiamos su historia en
Primera de Reyes 21. Planearon un complot criminal para
quedarse con la viña de Nabot. Se trataba de una hermosa viña
codiciada por el rey Acab. Pero Nabot no quería venderle esa
propiedad. Pero como Acab y Jezabel eran nada menos que el rey
y la reina, normalmente ellos se apoderaban de lo que querían,
llevaron a cabo su conjura, y Jezabel hizo matar a Nabot y
tomaron posesión de la viña. Y entonces, pensaron que se habían
salido con la suya. Pero el profeta Elías le anunció al rey Acab:
"En el mismo lugar donde lamieron los perros la sangre de Nabot,
los perros lamerán también tu sangre, tu misma sangre". (1
Reyes 21:19, por si usted quiere leerlo). Bueno, humanamente
hablando, uno no podía creer que eso podía suceder. Acab habrá
pensado: "Bueno, en ese caso, yo me mantendré lejos de ese
lugar". Pero al continuar leyendo la historia y las andanzas de ese
rey uno puede enterarse que él fue herido fatalmente en una
batalla y le dijo a su cochero que lo sacara del lugar de la batalla.
Mientras lo hacía, la sangre de sus heridas caía por el costado del
carro. Así que después de la batalla su cuerpo fue trasladado a
Samaria y allí, en el estanque de la ciudad lavaron el carro y los
perros lamieron la sangre del rey. Allí precisamente, donde Nabot
había sido asesinado, cumpliéndose al pie de la letra la profecía
comunicada por el profeta Elías. (Si usted quiere comprobarlo,
puede leer el desenlace del episodio en Primera de Reyes 22).
Otro ejemplo de carácter inexorable de este principio de la
siembra y la cosecha fue Pablo. El apóstol estuvo presente en la
lapidación de Esteban, el primer mártir de la iglesia cristiana; él
quizá hasta pudo haber sido uno de los promotores de esa
ejecución. Pues bien, después de su conversión en el camino a
Damasco, cuando fue a visitar las ciudades de Listra y Derbe en
el país de Galacia, fue apedreado. Alguien podría haber pensado
que por haberse convertido a Cristo, al ser personados sus
pecados, Pablo no iba a cosechar lo que había sembrado. Pero
Dios ha establecido que lo que el hombre siembre, eso también
segará. Y ya hemos visto que ese principio permanece vigente.
Eso ha sido cierto en la vida de muchas personas. Lord Byron
dijo: "Mi vida está en una pálida hoja, los frutos y las flores del
amor ya han pasado; pero el gusano, la llaga y el dolor son
solamente míos".
Un conocido predicador, el Sr. Mel Trotter, quien antes de su
conversión estaba dominado por la bebida, estuvo visitando una
vez la ciudad de Nashville, en los Estados Unidos, y una noche se
reunieron varias personas y fueron juntas con él a un restaurante.
Algunos pidieron helados, otros batidos o tartas, pero el
predicador se limitó a pedir agua mineral. Todos comenzaron a
hacerle bromas y a preguntarle por qué no pedía algo más
especial. Y su respuesta fue: "Cuando el Señor me dio un nuevo
corazón en mi conversión, Él no me dio un nuevo estómago. Y
estoy pagando por esos años en los cuales me entregué a la
bebida". Es inútil evadirse de esa ley universal, que es una de las
consecuencias del pecado: Todo lo que el hombre siembre, eso
también segará. Es que nadie puede engañar a Dios ni burlarse
de Él, ni salirse con la suya.
Cuánto desearíamos que los jóvenes fueran conscientes de la
veracidad y realidad de este principio. En la actualidad muchos
están tomando drogas, y entregándose al placer de un sexo fácil
y de un amor libre de todo tipo de compromisos y
responsabilidades. Y por supuesto, algunos de ellos ya han
comenzado a cosechar las consecuencias de esa búsqueda
insaciable de placer. El deterioro físico y diversas enfermedades,
como el sida, por ejemplo, han alcanzado proporciones de
epidemia en algunas regiones del mundo. ¿Por qué? Porque Dios
ha dicho que todos los que pretendan pasar por alto sus
principios, pensando que el placer del pecado compensa y no deja
en la vida graves resultados, no se saldrán con la suya y tendrán
que sufrir graves consecuencias, bajo la forma de un gran
deterioro físico y mental de efectos irreversibles, tanto en el nivel
personal como en el social. Incluso los enormes avances de la
medicina no logran remediar esas graves consecuencias. Cuando
usted se rebela contra las leyes del Creador y siembra todo lo que
el pecado y la maldad humana ofrecen engañosamente como
placeres incomparables, cosechará en su dolorosa experiencia
propia lo que el pecado realmente es y comprobará que conduce
inevitablemente a la destrucción mental y física. Algunas de estas
personas se han convertido a Cristo liberándose de las drogas
antes de que ellas produjeran un desgaste físico y mental
irreversible. El cambio operado en ellas por el poder de Dios les
ha permitido restaurar su vida a una cierta normalidad. Con todo,
su experiencia les permitirá contar a los demás que su etapa
anterior no mereció la pena. Leamos ahora el versículo 8, de este
capítulo 6 de la epístola a los Gálatas:
"Porque el que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa,
de esa misma naturaleza segará corrupción; pero el que siembra
para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna".
Aquí la conclusión "Cosechará vida eterna" incluye al fruto del
Espíritu Santo en esta vida aquí en la tierra y la perspectiva
gloriosa de la vida eterna.
Creemos que muchos creyentes, en realidad, deberían temer el
regreso del Señor Jesucristo por los Suyos; porque será entonces
cuando nosotros deberemos presentarnos ante el Tribunal de
Cristo, para rendir cuentas de las cosas que hemos hecho en
nuestra vida aquí en la tierra. Y estimado oyente, puede que
usted sea salvo, pero podría resultarle bastante embarazoso el
momento en que tenga que dar cuenta de su vida al Señor. El
apóstol Juan, en su primera carta 2:28, menciona el hecho de
que será posible que un creyente se sienta avergonzado al
encontrarse ante la presencia del Señor. Si usted va a vivir
cediendo el control de su vida a los deseos de su naturaleza
pecaminosa, producirá lo único que dicha naturaleza puede
ofrecer, como ya hemos visto. Eso no significa que ese creyente
perderá su salvación, pero sí significa que perderá su premio, lo
cual hará que ese día del encuentro con el Señor traiga vergüenza
y pesar. Por ello el apóstol Juan aconsejó en dicho pasaje Bíblico:
"permaneced unidos a Cristo, para que cuando se manifieste,
tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de
él avergonzados".
Tenemos también el otro lado de este asunto. Dios puso una luz
roja, pero después colocó una la luz verde. Aquí tenemos unas
palabras de consuelo y estímulo. Veamos lo que dice este
versículo 9, del capítulo 6, de la epístola a los Gálatas:
"No nos cansemos, pues, de hacer bien, porque a su tiempo
cosecharemos, si no nos damos por vencidos".
Un padre dijo en cierta ocasión: "Estoy preocupado por mis hijos.
La marea está en contra mío; la escuela está en mi contra; otros
padres parecen oponerse también a mí, e incluso algunos de mis
amigos. Pero yo quiero educar correctamente a mis hijos". Pues
bien, estimado oyente, si ésa es su preocupación, le animo a que
siembra la semilla correcta. Tenga paciencia, y usted cosechará
lo que haya sembrado. A pesar de la incomprensión y oposición
de otros, de los problemas y de las dificultades, continúe
sembrando la Palabra de Dios. Escuche la promesa de Dios en
Isaías 55:10 y 11: "Porque como desciende de los cielos la lluvia
y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra y la hace
germinar y producir, y da semilla al que siembra y pan al que
come, así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí
vacía, sino que hará lo que yo quiero y será prosperada en aquello
para lo cual la envié".
Recordemos que Abraham creyó a Dios y anduvo con Dios en la
tierra de Canaán. En esos tiempos el cananeo, que era malvado
e idólatra, estaba en la tierra. Al hogar de Abraham llegó luego
su hijo Isaac. Cuando éste creció y se convirtió en un joven, su
padre le llevó a la cumbre del Monte Moria. En obediencia al
mandato de Dios, Abraham se preparó para ofrecer a su hijo
como un sacrificio. Sin embargo, Dios no le permitió hacerlo. Así
que Abraham sembró agradando al Espíritu y cosechó la vida
eterna.
Jocabed era la madre de Moisés. A causa de los tiempos críticos
en que aquel pueblo vivió, ella diseñó un plan para salvar la vida
de su hijo, que al fin fue adoptado por la hija de Faraón. Dios
dispuso que Jocabed fuese la nodriza del niño mientras él era
joven. Indudablemente ella instruyó al niño acerca de Dios, del
llamado de Dios a Abraham y de Su propósito para Israel.
Entonces ello vio crecer a su hijo como un egipcio. Todo el sistema
de Egipto estaba en contra de ella; la cultura, los placeres, la
filosofía y la religión de ese país. Pero llegó un día cuando Moisés
rechazó los placeres y los pecados de Egipto, y salió de esa
posición para ocupar su puesto con el pueblo de Dios. Así que
Jocabed cosechó lo que había sembrado.
Luego tenemos otro ejemplo de este principio en la vida de David.
Su pecado fue muy evidente y muchos piensan que él fue una
persona muy malvada y cruel. Pero el pecado no fue una de las
características de la vida de David. Es interesante comprobar que
una mancha de tinta negra en un mantel blanco puede verse
desde una considerable distancia. Pero una mancha de tinta
negra en un traje negro pasará desapercibida. Otros reyes de ese
mismo período fueron tan malvados y crueles que, cuando tal
como David cometieron un pecado, éste no se destacó. Pero en
la vida de David, su pecado permanece como una mancha
notable. David tenía un corazón que amaba a Dios. Incluso en la
confesión de su pecado, reveló su hambre y sed de Dios. Pero el
rey David sembró pecado y cosechó una terrible cosecha en las
vidas de sus propios hijos.
Es que, estimado oyente, cosechamos lo que sembramos. Por lo
tanto, el apóstol incluyó estas palabras de estímulo: "9No nos
cansemos, pues, de hacer bien, porque a su tiempo
cosecharemos, si no nos damos por vencidos".
Luego el apóstol Pablo continuó diciendo en el versículo 10, de
este capítulo 6:
"Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y
especialmente a los de la familia de la fe".
Aquí el dio un paso más diciendo que tenemos que hacer el bien.
Ahora, reconocemos que el mensaje integral de algunas creencias
religiosas tiene su énfasis principal en hacer el bien. Pero aquí
hay que añadir que se necesita tener el fundamento correcto bajo
esas buenas obras. Y ese fundamento correcto es el evangelio de
la gracia de Dios y el vivir controlado por el Espíritu de Dios.
Cuando uno vive sujeto al Espíritu, se produce en nuestra vida el
fruto del Espíritu. Entonces, estimado oyente, usted va a hacer el
bien. De esa manera usted hará el bien a todas las personas, y
especialmente a los otros cristianos.
Ahora llegamos a la última de las grandes secciones de la carta a
los Gálatas, titulada:
Una conclusión firmada
Esta sección comienza aquí en el versículo 11 del capítulo 6, y se
extiende hasta el versículo 18. En esta parte final tenemos tres
escrituras. La primera, es la letra misma del apóstol Pablo.
Leamos el versículo 11:
"Mirad con cuán grandes letras os escribo de mi propia mano".
Las letras grandes con las que Pablo escribía, no se refieren a una
carta larga. Esta carta a los Gálatas tiene solo 6 capítulos,
mientras que la carta a los Romanos (que trata prácticamente el
mismo tema) tiene 16 capítulos. Así que ésta no puede ser
calificada como una carta extensa. Lo que aquí se dijo fue que él
escribió con letras de gran tamaño, lo cual es propio de personas
con una vista deficiente. Este detalle confirma que el "aguijón en
el cuerpo" mencionado en Segunda de Corintios 12:7 consistía en
un problema en sus ojos. Recordemos que en esta misma carta
en 4:15 les dijo a los Gálatas que si ellos hubieran podido, se
habrían sacado los ojos para dárselos y fue él quien escribió la
Carta a los Gálatas.
Cuando Pablo escribió la Carta a los Romanos, la dictó a un
secretario. Y al finalizar dicha carta le dijo a su secretario: "si
quieres incluir tus saludos, hazlo". Y así, en Romanos 16:22,
tenemos el saludo del secretario en los siguientes términos: "Yo
Tercio, que escribí la epístola, os saludo en el Señor".
Sin embargo, cuando Pablo escribió a los Gálatas, estaba
enfadado. Había oído que estaban mezclando el evangelio con la
ley y cuando esto se hace, el evangelio de la gracia de Dios es
totalmente destruido. Entonces, no pudo esperar a que llegara el
secretario. Así que se sentó y les escribió él mismo. Y como no
podía ver claramente, les escribió con letras grandes. Sus
comentarios fueron breves y concisos, debido al gran tamaño de
las letras. Y es por eso que les dijo a sus lectores: "mirad con
cuán grandes letras os escribo de mi propia mano".
Concluimos hoy recordando el principio que ha ocupado una parte
importante de nuestra meditación Bíblica de hoy. Los ejemplos
históricos que hemos considerado nos confirman que de Dios
nadie puede burlarse pisoteando sus principios irrevocables. Por
ello estableció para todos los órdenes de la vida, que todo lo que
el hombre siembre, eso también segará. Estimado oyente, antes
de que sea demasiado tarde le invitamos a dar el paso de fe de
aceptar la gracia de Dios a favor suyo revelada en la obra del
Salvador en la cruz. Esa decisión hará que Él comience a romper
las ataduras de su vida, que comience a vivir en la libertad que
otorga el colocarse bajo el control del Espíritu Santo, y que
comience a sembrar para cosechar las bendiciones de una vida
de auténtica calidad aquí en la tierra, y la vida eterna.

Gálatas 6:11-18
Nos encontramos hoy en el sexto y último capítulo del libro de
Gálatas, y nos hallamos leyendo los últimos versículos también
de esta Epístola. Estamos en la última de las secciones de la
Carta, que es la conclusión firmada del apóstol Pablo.
En nuestro programa anterior hemos considerado ampliamente el
principio establecido en el versículo 7 que decía: "7No os
engañéis; Dios no puede ser burlado, pues todo lo que el hombre
siembre, eso también segará". Dijimos que teníamos aquí uno de
esos destacados pasajes de la Escritura, que pensamos necesita
ser considerado en la actualidad. Pablo está presentando aquí un
gran principio, una ley inmutable que opera en todas las esferas
de la vida. En el sector de la agricultura, una persona siembra
trigo, y eso es lo que cosecha, trigo. Puede sembrar arroz y
entonces cosechará arroz. Usted nunca puede conseguir peras del
olmo, por ejemplo. El principio que tenemos entonces es que lo
que usted siembra, eso es lo que va a cosechar. En la esfera de
lo moral, usted también cosechará lo que siembre. En el Evangelio
de Mateo 13, el Señor Jesucristo contó acerca de un sembrador
que salió al campo a sembrar. Y también destacó que un segador
salió a cosechar. El principio establecido en este versículo es
inmutable, invariable, inalterable y no puede ser revocado. No se
puede modificar en ninguna de sus partes y es aplicable a cada
esfera, a cada sector y área de la vida. Por ello, lo que se cosecha
pertenecerá al mismo tipo de semilla que se siembra. En ese
sistema no se producen errores ni mutaciones que alteren la
relación de lo que se siembre y lo que se coseche. Finalmente,
pusimos ejemplos de grandes personajes de la Biblia que
cosecharon lo que sembraron: hablamos sobre Abraham, Jacob,
Jocabed (la madre de Moisés), el rey David, los reyes Acab y
Jezabel, y el apóstol Pablo.
Antes de comenzar con esta nueva y última sección de la carta a
los Gálatas vamos a leer el versículo 10 y a recordar lo que
dijimos sobre él:
"Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y
especialmente a los de la familia de la fe".
Aquí el escritor dio un paso más diciendo que tenemos que hacer
el bien. Ahora, reconocemos que el mensaje integral de algunas
creencias religiosas tiene su énfasis principal en hacer el bien.
Pero aquí hay que añadir que se necesita tener el fundamento
correcto bajo esas buenas obras. Y ese fundamento correcto es
el evangelio de la gracia de Dios y el vivir controlado por el
Espíritu de Dios. Cuando uno vive sujeto al Espíritu, se produce
en nuestra vida el fruto del Espíritu. Entonces, estimado oyente,
usted va a hacer el bien. De esa manera usted hará el bien a
todas las personas, y especialmente a los otros cristianos.
Ahora llegamos a la última de las grandes secciones de la carta a
los Gálatas, titulada:
Una conclusión firmada
Esta sección comienza aquí en el versículo 11 del capítulo 6, y se
extiende hasta el versículo 18. En esta parte final tenemos tres
escrituras. La primera, es la letra misma del apóstol Pablo.
Leamos el versículo 11:
"Mirad con cuán grandes letras os escribo de mi propia mano".
Las letras grandes con las que Pablo escribía, no se refieren a una
carta larga. Esta carta a los Gálatas tiene solo 6 capítulos,
mientras que la carta a los Romanos (que trata prácticamente el
mismo tema) tiene 16 capítulos. Así que ésta no puede ser
calificada como una carta extensa. Lo que aquí se dijo fue que él
escribió con letras de gran tamaño, lo cual es propio de personas
con una vista deficiente. Este detalle confirma que el "aguijón en
el cuerpo" mencionado en Segunda de Corintios 12:7 consistía en
un problema en sus ojos.
Cuando Pablo escribió la Carta a los Romanos, la dictó a un
secretario. Y al finalizar dicha carta le dijo a su secretario: "si
quieres incluir tus saludos, hazlo". Y así, en Romanos 16:22,
tenemos el saludo del secretario en los siguientes términos: "Yo
Tercio, que escribí la epístola, os saludo en el Señor".
Sin embargo, cuando Pablo escribió a los Gálatas, estaba
enfadado. Había oído que estaban mezclando el evangelio con la
ley y cuando esto se hace, el evangelio de la gracia de Dios es
totalmente destruido. Entonces, no pudo esperar a que llegara el
secretario. Así que se sentó y les escribió él mismo. Y como no
podía ver claramente, les escribió con letras grandes. Sus
comentarios fueron breves y concisos, debido al gran tamaño de
las letras. Y es por eso que les dijo a sus lectores: "mirad con
cuán grandes letras os escribo de mi propia mano".
Leamos lo que dijo el apóstol dijo en el versículo 12, de este
capítulo 6, de su epístola a los Gálatas, que comienza un párrafo
titulado:
El testimonio de Pablo
"Todos los que quieren agradar a la gente, esos os obligan a que
os circuncidéis, solamente para no padecer persecución a causa
de la cruz de Cristo"
Ejerciendo presión y recalcando la circuncisión entre los no judíos,
los judaizantes esperaban evitar el enojo y la ira de los judíos que
no eran cristianos. Los judaizantes eran los legalistas de su
tiempo. En realidad, el que predique el legalismo no tendrá
problemas. Apela al ser humano natural porque la ley fue dada
para refrenarlo. Por cierto, muchos de nosotros pensamos que la
vieja naturaleza pecaminosa debería estar limitada. Cada persona
desea que en la sociedad humana todos las demás ciudadanos
obedezcan la ley
Francamente, también nos agrada una ley que podamos
obedecer. Por ejemplo, en una carrera de vallas, a todos los
corredores les gusta poder saltar limpiamente superando las
vallas, pero no quieren que éstas sean demasiado altas para su
capacidad de superarlas. Ese tipo de legalismo es popular. Ahora,
la gracia de Dios no es popular. El corazón humano la encuentra
repulsiva. Es la ofensa que produce la cruz de Cristo.
Luego el apóstol Pablo dijo aquí en el versículo 13:
"Porque ni aun los mismos que se circuncidan guardan la Ley;
pero quieren que vosotros os circuncidéis, para jactarse de la
señal que llevaríais en vuestro cuerpo".
Obligando a los no judíos a circuncidarse, los judaizantes
conseguirían el mérito de colocarlos bajo la ley.
Lo interesante era que aquellos que decían que vivían bajo la ley
no la estaban cumpliendo en realidad. Muchos que proclaman
vivir de acuerdo con las enseñanzas del Sermón del Monte actúan
con hipocresía. Eso es lo que hemos comprobado en nuestra
experiencia al tratar con muchos tipos de personas.
A veces nos hemos encontrado con personas que declaran que el
Sermón del Monte es su religión. A algunas les hemos preguntado
que tal les va al tratar de cumplir sus demandas. Y nos han
respondido que lo estaban intentando. Pero eso no es lo que ese
Sermón requiere, porque establece normas muy severas que no
admiten una actitud de "intentarlo" simplemente. O una las
cumple, o no las cumple. Tratando de obtener una respuesta más
comprometida les hemos preguntado si obedecían realmente sus
requisitos y nos han contestado que sí. Estrechando un poco más
el círculo les hemos dicho que haríamos preguntas concretas
sobre la manera que cumplían algunas de las normas del Sermón
del Monte. Nos referimos a la afirmación que el Señor hizo de que
si alguno se enfadaba con su hermano sería sometido a juicio.
Nos respondieron que podrían tener algunos problemas pero que
creían que podrían arreglárselas para cumplir esa norma.
Entonces intentamos saber la opinión sobre la declaración del
Señor de que si alguien miraba a una mujer para codiciarla, ya
había cometido adulterio en su corazón. Aquí reconocieron que
les habíamos enfrentado a una imposibilidad de cumplir esa
norma. Ante esta respuesta les dijimos que si nosotros fuésemos
ellos, cambiaríamos esa religión por otra que pudiéramos cumplir.
Por ello destacamos aquí la falta de sinceridad de aquellos que
proclaman estar viviendo de acuerdo con los elevadísimos
principios expuestos en el Sermón del Monte, porque a la hora de
la verdad, quebrantan algunos de ellos, al no poder cumplirlos.
Lo que tales personas necesitan es la gracia y misericordia de
Dios. Pero hay muchos que piensan de esta forma, sin detenerse
a pensar en las contradicciones a las que se enfrentan, al no poder
cumplir efectivamente aquello en lo que dicen creer. Ante tal
forma de pensar, el apóstol Pablo pronunció la gran declaración
que leeremos a continuación en el versículo 14:
"Pero lejos esté de mí jactarme, sino en la cruz de nuestro Señor
Jesucristo, por quien el mundo ha sido crucificado para mí y yo
para el mundo"
Así fue que entre Pablo y el mundo había una cruz. Ésta debería
ser la posición de todos los creyentes en la actualidad. Tiene que
ver más con la forma en que determinamos nuestra conducta que
con otro asunto. Nadie podrá jactarse de estar cumpliendo el
Sermón del Monte, de pertenecer a cierta iglesia, de tener un
cargo en la iglesia, de ser un maestro o un predicador. Nadie
podrá enorgullecerse de nada. El creyente sólo se jactará, se
sentirá honrado por la cruz y por Aquel que allí murió, es decir,
el Señor Jesucristo. Ahora Pablo dijo en el versículo 15 de Gálatas
6:
"Porque, en Cristo Jesús, no tiene valor el estar o no circuncidado;
lo que importa es ser parte de una nueva creación".
El apóstol Pablo presenta ahora algo aquí que para nosotros es la
segunda escritura que encontramos en este pasaje.
La circuncisión era como un tipo de letra o escritura de la religión
y la Ley. Era algo así como una escritura en el cuerpo. Era
simplemente una marca distintiva de que usted estaba bajo el
pacto de Abraham. No tuvo ningún otro provecho, después de la
llegada de Cristo. Sería como llevar hoy un escudo o distintivo
que indica que uno pertenece a una determinada asociación,
fraternidad o a cualquier otra institución, cumpliendo así un
requisito para formar parte de la misma. Pero, el llevar tal insignia
puede convertirse en algo sin sentido o valor, dependiendo de su
relación con esa institución. Lo esencial después de la llegada de
Cristo, es que el Espíritu de Dios venga a su vida y le convierta
en una nueva criatura, en una nueva creación unida al Señor
Jesucristo. Y esto sólo sucede cuando usted deposita su fe en Él.
Usted se da cuenta que Pablo nunca hubiera tenido tantas
dificultades con el legalismo de su época, si él hubiera presentado
el evangelio como sólo un competidor en el campo religioso. Pero
observemos que el apóstol Pablo no estaba proclamando que su
mensaje era sólo un poco mejor que el judaísmo. Estaba
afirmando que el judaísmo equivalía a nada, que era ineficaz para
vivir la vida cristiana y que el rito de la circuncisión no tenía
ningún valor. Que no tenía ninguna importancia si uno se
circuncidaba o no. El apóstol Pablo estaba afirmando que la letra,
la escritura del Espíritu Santo en la vida de una persona, dándole
una nueva naturaleza, ero lo esencial, lo que realmente tenía
valor. Llegamos luego a la tercera y última letra o escritura en
este capítulo 6, de la epístola a los Gálatas, y la encontramos aquí
en los versículos 16 y 17:
"A todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia
sea a ellos, y al Israel de Dios. De aquí en adelante nadie me
cause molestias, porque yo llevo en mi cuerpo las marcas del
Señor Jesús".
Vemos que el apóstol les deseo paz y gracia a todos los que
vivieran de acuerdo con esa regla, es decir, a aquellos que habían
hecho realidad en su vida el mensaje de la salvación por la gracia
de Dios, solamente por medio de la fe. La bendición fue entonces
pronunciada para los Gálatas cristianos y para los judíos que
habían creído en dicho mensaje.
Aquí el apóstol Pablo les pidió que dejaran de causarle problemas
y dificultades y les ofreció a sus críticos una prueba final, decisiva:
las marcas del Señor Jesús. Observemos la palabra "marcas". El
apóstol Pablo estaba hablando de las marcas de su cuerpo.
Corresponde a la palabra griega "stigmata", que significa
"cicatrices". Si uno quería ver la letra o escritura de Jesús, podía
mirar el cuerpo de Pablo. Usted sabe que en el cuerpo del Señor
Jesucristo había cinco heridas, y Pablo fue golpeado por todo el
cuerpo. Ésa era su stigmata. En Segunda de Corintios 11:23 al
27 nos dijo: "23¿Son ministros de Cristo? (Como si estuviera loco
hablo.) Yo más; en trabajos, más abundante; en azotes, sin
número; en cárceles, más; en peligros de muerte, muchas veces.
24De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos
uno. 25Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado;
tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he sido
náufrago en alta mar; 26en caminos, muchas veces; en peligros
de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros
de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto,
peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; 27en trabajo
y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos
ayunos, en frío y desnudez". Ahora las stigmata representaban
los sufrimientos de Pablo, que él había soportado por causa del
Señor Jesús.
En la época de Pablo, la palabra stigmata era usada en tres
formas. Cuando un esclavo huido era encontrado y traído
nuevamente a su amo, era marcado en su frente. También los
soldados que pertenecían a compañías famosas tenían los
nombres de sus comandantes tatuados en sus frentes, Y así
también, los devotos de la diosa pagana tenían su nombre
marcado en sus frentes, y en el tiempo de Pablo había mucho de
este culto en Asia Menor y por todo el Imperio Romano. Pablo
dijo: "Llevo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús". Fue como
si él en realidad hubiera dicho: "Os he escrito desde mi profunda
emoción y con gran convicción. Si queréis saber si yo creo
verdaderamente en aquello que os he escrito, y si estas verdades
son una realidad en mi propia vida, leed en mi cuerpo, mirad las
cicatrices".
En algunos lugares donde se cría ganado existen muchas cercas
y los ganaderos suelen identificar al ganado por la marca de su
propietario. Y hablando de marcas distintivas Pablo enfatizó que
la señal o marca de la circuncisión no les había costado nada y
era solamente una marca exterior. Para los cristianos no tenía
ningún valor, aunque él mismo había sido circuncidado. Pero él
llevaba esas otras honrosas marcas del Señor Jesús en su cuerpo,
marcas que formaban parte de su vida. Y yo creo que en nuestro
tiempo el Señor Jesús aún se inclina para escribir, no ya sobre las
arenas cambiantes y transitorias del suelo del templo, sino sobre
las vidas de aquellos que le pertenecen. El recuerdo de su hierro
candente para marcar estará presente en nuestros corazones por
toda la eternidad. ¿Llevamos con orgullo Sus marcas, y estamos
dispuestos a soportar las críticas y la deshonra por causa de
Jesús?
Y en el versículo final de esta carta a los Gálatas, el versículo 18,
Pablo escribió:
"Hermanos, la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro
espíritu. Amén".
Y así Pablo concluyó esta gran carta encomendando a sus
hermanos de Galacia a la gracia de Dios.
Y esto es también lo que decimos nosotros al concluir así nuestro
estudio de este libro de la Biblia. Dios mediante, en nuestro
próximo programa, volveremos al Antiguo Testamento para
comenzar nuestro estudio del libro de los Salmos. Así que le
invitamos a que nos acompañe. Al despedirnos, oramos por
usted, pidiéndole a Dios que el estudio de esta epístola a los
Gálatas haya sido de provecho espiritual en su vida de relación
con Dios y de estímulo para reflexionar sobre el estado actual de
su vida cristiana. Porque las instrucciones y amonestaciones del
apóstol Pablo a los Gálatas, aplicadas a nuestra situación en un
mundo de cambiantes valores culturales y espirituales, deben
llevarnos a una profunda reflexión.
Y estimado oyente, si usted aún no ha permitido que Dios
establezca una relación con usted, es decir que no ha comenzado
la vida cristiana, le invitamos a recurrir al único medio para
hacerlo, que es aceptar por fe la obra del Señor Jesucristo en la
cruz. Esa cruz que fue presentada en las últimas palabras del
apóstol Pablo como la clave para convertirnos en hijos de Dios, y
como el elemento central para vivir la verdadera libertad,
identificados y unidos al Señor Jesucristo, y controlados por el
Espíritu de Dios. Estimado oyente, le invitamos a trasladar esta
experiencia a su propia vida. Realmente, merece la pena.

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