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Usted

- ¡Berta, venga!
Berta salió de la pieza, secándose las manos con el repasador.
Nicasio estaba sentado en la galería, mirando la siesta.
- ¿Qué pasa?
- ¿Por qué se casó conmigo, Berta?
Berta quedó tan desconcertada con la pregunta, que al principio
creyó que había escuchado mal.
- No entiendo.
- Eso, Berta. ¿Por qué se casó conmigo?
- ¿Qué le pasa? ¿Está borracho?
- ¿Por qué se casó conmigo, Berta? Si usted era guapa y yo no tenía
un peso. Y para colmo, le prometí que iba a tenerlo algún día y aquí
nos tiene. Mire la pieza, Berta; se está cayendo a pedazos y yo no
tengo fuerzas ni para hacerle un revoque. Mire el campo, ahí enfrente,
Berta. No es Buenos Aires. ¡Se acuerda cuando le dije que la iba a
llevar a Buenos Aires? ¿Por qué me creyó, Berta? ¿Por qué no se fue
cuando se dio cuenta de que nunca íbamos a ir a Buenos Aires? ¿Por
qué no se fue cuando se dio cuenta de que todos los hijos que
hacíamos, se nos morían, Berta? Dígame por qué aceptó esta miseria,
este rancho en medio del monte, el barro, el calor y los mosquitos.
Los ojos de Nicasio estaban llenos de lágrimas; su memoria,
llena de imágenes que iban cobrando miserable vida en sus labios
marchitos.
Berta suspiró, le acarició la cabeza plateada y lo envolvió en una
sonrisa misericordiosa.
- Porque tenía la esperanza de que todo mejorara algún día -,
respondió Berta. - Y cuando eso sucediera, quería estar acá, Nicasio.
Para compartir con usted.
Mirá

- Mirá esos putos.


- ¿Cuáles?
- Aquellos dos, mirá.
- ¿Cómo sabés que son putos?
- Qué sé yo como sé… debe ser por la ropa.
- ¿Por la ropa? Si tienen ropa de gimnasia.
- Tenés razón. Deben ser las zapatillas, mirá. Muiy colorinches para
mi gusto…
- ¿Por las zapatillas? Pero si son botines de fútbol.
- Cierto. No me había dado cuenta. Entonces debe ser el pelo. Mirá
cómo tienen el pelo.
- Pero, Armando, ¿Qué decís? ¿Qué tiene el pelo? Si el hijo de la
Gloria lo tiene así, y es policía.
- Mhm… no sé, hay algo en los gestos. ¡Eso es! Los gestos que
hacen…
- Ay, Armando, mirá la pavada que decís, qué gestos hacen, se están
tomando una gaseosa, ¿cómo se toma la gaseosa, sino?
- Entonces… Entonces debe ser por como se miran. Sí, eso es. Mirá
cómo se miran, Liliana. Directo a los ojos. El morochito dice algo y
el otro sonríe y baja la vista y… la levanta y mirá, mirá cómo le clavo
los ojos, como atontado, como contento. ¡Mirá cómo le brillan las
pupilas, Liliana! Y mirá cómo lo sigue con la vista, cuando el otro se
distrae un minuto, cuando se queda observando las hamacas vacías
de la plaza, o cuando toma un sorbito de pomelo. Es como si por
dentro se estuviera muriendo de las ganas de darle un beso, ¿no te das
cuenta de que son putos, Liliana?
- Ahora que me fijo bien… ¡Tenés razón, Armando! Y mirá lo que le
hace el otro: mientras el morochito habla, dibuja sobre la mesa con el
agua que transpira de la botella… Creo que está dibujando…
¡corazones! Y mirá, mirá ahora. Parece que le está diciendo que el día
está lindo, ¿o que él está lindo? Y el morocho… ¡Se muerde los
labios! ¡Larga una carcajada! Dios mío, ¡nos engañaron, Armando!
Esos chicos no son putos…
- ¿Ah, no? ¿Y qué son?
- ¡Son novios!
Binario

Las camas están hechas para dos, incluso las más pequeñas. Tres
en una cama no se hace, no se dice, no se usa. Elija a uno, y que el
otro duerma en el piso, en el patio, en otra casa.
En otro corazón.
Porque al corazón se lo pueden romper en mil pedazos, porque
eso es lo normal, lo que se acostumbra. Lo que está de moda.
Pero elegir dividir el corazón no se hace, no se dice, no se usa.
Dividir sería más barato que romper, pero romper es lo que se estila.
Las camas están hechas para dos. Uno es muy poco, pero tres son
demasiados.
El código es binario, el código es estricto.
Usted quiere tener un hijo, pero no tiene con quien. Tenerlo sola
es muy poco… pero tenerlo de a tres es muchísimo.
Quiere formar una familia, pero todavía no tiene con quien.
Usted solo no es nada, pero tres son multitud, porque vienen
acompañados de las armas de miles de soldados de la moral. Armas
como cuchillos, que hacen más daño que ruido.
El amor es de dos hasta que aparece alguna puta que no sabe
contar, leí una vez. Y resulta que usted no puede enemorarse también
de la puta. No vale amar a la puta.
El amor es de a dos porque lo digo yo, porque lo dice mi madre,
porque lo dijo mi abuela y a mi abuela se lo dijo su madre, que era
una santa y jamás se atrevió a mirar otro hombre. O mujer.
porque el matrimonio es de a dos, no de a tres ni de a cinco. Así
manda el Dios que me crio, qué importa que usted no quiera casarse.
Ámanse los unos a los otros, pero de dos en dos, porque los
números impares incomodan (excepto cuando se trata de pecados
capitales.) Ámense los unos a los otros, suban al Arca un macho y
una hembra.
Es palabra de Dios.
Dígale Dios o como quiera, lo importante es que mande y que
usted obedezca y que no se anime. Animarse es otra forma de pecado.
Me temo que los amores únicos también son como cuchillos,
que hacen más daño que ruido.
Y al elegir a ese único que amará en la prosperidad y en la
miseria, mejor que elija bien, porque va a ponerle sobre los hombros
la carga de serlo todo: cantante y matemático, pintor y administrador,
esposo y hermano, esposa y amiga, que cocine como una madre y
coja como una puta y se vista como princesa y lo defienda como una
guerrera. Todo ella sola.
¿Todo ella sola?
Si a mí me gusta cómo me besa Sergio y cómo me abraza
Rosario y cómo me sonríe Julián, pero tengo que elegir. Tenemos que
elegir, porque las camas están hechas para dos. Las camas y las leyes
del imaginario colectivo.
Adán y Eva.
Eva y Perón.
Romeo y Julieta.
Pinky y Cerebro.
El que cocina y el que lava.
Batman y Robin, hasta que apareció la puta de Batichica.
Amor de tres no es amor, es lujuria. Qué me importa que se
necesiten. Qué me importa que cada uno sea tan especial como los
otros. Qué me importa la individualidad de los amantes.
Elija, todo no se puede. No se puede porque yo digo. Yo mando.
mando sobre su cama, sobre su corazón y sobre cómo entiende el
amor.
Yo mando.
El problema con los que mandan es que sólo saben contar hasta
dos.
¿A quién ama más? ¿A su mamá o a su papá? ¡tiene que elegir!
no vale decir que a los dos por igual. Porque el amor es de a dos,
¿escuchó?
Tampoco vale decir que se trata de dos personas diferentes y que
cada uno es hermoso a su manera. ¡Ni se le ocurra intentar explicarme
nada! No puede tener a los dos y por eso quiero que elija. ¿A quién
ama más? ¿A su mamá o a su papá?
Escoja uno: un progenitor, un dios, un amigo, un solo hermano.
No puede amar a todos. No puede amar, ni siquiera, a dos.

……

- Me volvés loco.
- ¿Loco? ¡No, por favor! -, suplicó Salvador. - Eso no existe, y yo no
quiero extinguir tu existencia. Lo que ellos llaman locura no es más
que la posibilidad de vivir de otra forma, de jugar otros juegos. De
escuchar al Universo con otros oídos. Vos a mí no me volvés loco;
me volvés cuerdo, en todo caso. Eso es lo que sucede cuando dos
personas que perciben el mundo en la misma frecuencia, se
encuentran.

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