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Wallestein E - Conocer El Mundo PDF
Wallestein E - Conocer El Mundo PDF
siglo
veintiuno
editores X
CONOCER EL MUNDO,
SABER EL MUNDO:
EL FIN DE LO APRENDIDO
Una ciencia social para el siglo xxi
por
IMMANUEL WALLERSTEIN
1
arL H-e,2
s ig lo
v e in tiu n o
e d ito re s
m
s i g l o xxi e d i t o r e s , s. a.
TUCUMAN 1621, 7o N, C1050AAG, BUENOS AIRES. ARGENTINA
PREFACIO 3
INCERTIDUMBRE Y CREATIVIDAD.
Premisas y conclusiones 5
2 . EL CNA Y SUDÁFRICA
Pasado y futuro de los movimientos de liberación
en el sistema mundial 24
4 . ¿ESTADOS? ¿SOBERANÍA?
Los dilemas de los capitalistas
en una época de transición 67
6 . LIBERALISMO Y DEMOCRACIA
¿Hermanos enemigos? 100
8 . ¿CAMBIO SOCIAL?
El cambio es eterno. Nada cambia jamás 136
[ix]
X ÍNDICE
y
a don Pablo González Casanova
p orque el trabajo de toda su vida ha sido un intento
de p o n er la ciencia social
al servicio de un m undo más dem ocrático,
y nos ha inspirado a todos
PREFACIO
[3]
INCERTIDUMBRE Y CREATIVIDAD
Premisas y conclusiones*
Creo que la prim era m itad del siglo xxi será m ucho más difícil, más
inquietante y sin em bargo más abierta que todo lo que hem os cono
cido en el siglo XX. Digo esto basado en tres premisas, ninguna de
las cuales tengo tiem po de defender aquí. La p rim era es que los sis
temas históricos, igual que todos los sistemas, tienen vidas finitas.
Tienen un comienzo, un largo desarrollo y finalm ente, a m edida
que se apartan del equilibrio y llegan a puntos de bifurcación, un
deceso. La segunda prem isa es que en esos puntos de bifurcación
seguram ente ocurren dos cosas: inputs pequeños tienen grandes
efectos (al revés de los tiem pos de desarrollo norm al de un sistema,
en que grandes inputs tienen efectos pequeños); y el resultado de
esas bifurcaciones es intrínsecam ente indeterm inado.
La tercera prem isa es que el m oderno sistema m undial, como sis
tem a histórico, ha entrado en una crisis term inal y dentro de cin
cuenta años es poco probable que exista. Sin em bargo, como el de
senlace es incierto, no sabemos si el sistema (o los sistemas)
resultante será m ejor o peor que éste en el que ahora vivimos, aun
que sí sabemos que el periodo de transición será una época de tre
m endas perturbaciones, porque lo que se ju e g a en la transición es
m ucho y porque la capacidad de pequeños inputs p ara afectar el re
sultado es muy grande.
M uchos piensan que el derru m b e de los com unism os en 1989
marca un g ran triunfo del liberalism o. Yo creo que más bien marca
la caída definitiva del liberalism o como cultura geopolítica defini-
toria de nuestro sistema m undial. El liberalism o esencialm ente pro
m etía que las desigualdades del sistema m undial y la polarización
aguda se atenuarían p o r m edio de reform as graduales. La ilusión
de que eso era posible dentro del marco del m o derno sistema m un
dial ha sido en realidad un gran elem ento estabilizador, puesto que
legitim aba a los estados a los ojos de sus poblaciones y les prom etía
[5]
6 INCERTIDUMBRE Y CREATIVIDAD
1 Estas tesis han sido examinadas bastante extensam ente en dos libros recientes:
Im m anuel Wallerstein, After Liberalism, Nueva York, New Press, 1995 [Después del li
beralismo, trad. de Stella Mastrangelo, México, Siglo XXI-ciich -unam, 1996], y Teren-
ce K. Hopkins e Immanuel Wallerstein (eds.). The Age o f Transition: Trajectory of Ihe
World-System, 1945-2025, Londres, Zed Press, 1996.
INCERTIDUMBRE Y CREATIVIDAD 7
no es sino una secularización del pensam iento cristiano, que simple
mente sustituye a Dios p o r “la naturaleza”, y que la necesaria acep
tación de la certeza deriva de las verdades de la profesión religiosa
y es paralela a ellas. No es mi intención aquí iniciar una discusión
teológica per se, pero siem pre m e ha parecido que la creencia en un
Dios om nipotente, visión com ún po r lo menos en las llamadas reli
giones occidentales (el judaism o, el cristianism o y el Islam), en rea
lidad es tanto lógica com o m oralm ente incom patible con la creen
cia en la certeza, o p o r lo m enos en cualquier certeza hum ana.
Porque si Dios es om nipotente, los hum anos no pueden lim itarlo es
tableciendo lo que creen que es eternam ente cierto, o en tal caso
Dios no sería om nipotente. No cabe duda de que los científicos de
épocas anteriores, muchos de los cuales eran muy religiosos, pue
den haber creído que las tesis que defendían eran consonantes con
la teología im perante, y no cabe duda de que muchos teólogos de su
tiem po les dieron motivos p ara creerlo, pero sim plem ente no es
cierto que la creencia en la certeza científica sea un com plem ento
necesario de los sistemas de creencias religiosos.
Además la creencia en la certeza está hoy bajo ataques severos, y
yo diría que muy sugestivos, dentro de las propias ciencias n atu ra
les. No hace falta más que recordar el último libro de Ilya Prigogi-
ne, La fin des certitudes,2 en el que sostiene que, aun en el sanctasanc
tórum de las ciencias naturales, los sistemas dinám icos de la
mecánica, los sistemas son gobernados po r la flecha del tiem po e
inevitablem ente se alejan del equilibrio. Esas visiones nuevas se lla
man ciencia de la com plejidad, en parte porque sostienen que las
certezas newtonianas sólo se sostienen en sistemas muy sencillos y
muy limitados, pero tam bién porque afirm an que el universo m ani
fiesta el desarrollo evolutivo de la complejidad, y que la abrum ado
ra mayoría de las situaciones no se puede explicar con base en las
premisas de equilibrios lineales y reversibilidad del tiempo.
La tercera conclusión es que en los sistemas sociales hum anos,
los sistemas más complejos del universo y en consecuencia los más
difíciles de analizar, la lucha p o r la buena sociedad continúa. Ade
más, es precisam ente en los periodos de transición de un sistema a
otro (cuya naturaleza no podem os conocer p o r anticipado) cuando
la lucha hum ana adquiere más significado. Para decirlo de otro m o
do, es sólo en esas épocas de transición cuando lo que llamamos li-
" Ilya Prigogine, La fin des certitudes, París, Odile Jacob. 1996 (trad. esp.. El fin de
las certidumbres, Santiago de Chile, A ndrés Bello, 1996).
8 INCERTIDUMBRE Y CREATIVIDAD
'
.
1. LAS CIENCIAS SOCIALES Y EL INTERLUDIO COMUNISTA,
O INTERPRETACIONES DE LA
HISTORIA CONTEMPORÁNEA*
voluntad a todos los dem ás, incluyendo a las personas cuya van
guardia supuestam ente es, en este caso el p ro letariad o industrial.
De hecho estaría faltando a su d eb er si actu ara de otro m odo. Y si
adem ás sólo uno de esos partidos, en todo el m undo, tiene el po
d er estatal, com o en esencia o cu rrió de 1914 a 1945, y si se orga
niza u na estructura de cuadros internacional, parece n atu ral y
plausible que el partido del estado en el p o d e r sea el p artid o d iri
gente. En todo caso, ese p artid o poseía los m edios m ateriales y po
líticos necesarios p ara insistir en ese papel co n tra cualquier oposi
ción que se presentara. Por lo tanto no parece injusto decir que el
régim en de partido único de la URSS y su control de Jacto de la Co-
m intern eran consecuencias casi inevitables de la teoría del p arti
do de vanguardia. Y con ella venía tam bién, si no inevitablem ente
al m enos muy probablem ente, lo que de hecho ocurrió: purgas,
gulags y la C ortina de H ierro.
No hay duda de que la clara y continuada hostilidad del resto del
m undo hacia el régim en com unista de Rusia tuvo un papel muy im
portante en esos procesos, pero ciertam ente es falso atribuir esos
procesos a esa hostilidad, puesto que la teoría leninista preveía la
hostilidad y p o r lo tanto la hostilidad form aba parte de las constan
tes de la realidad externa que el régim en siem pre supo que tendría
que enfrentar.
La hostilidad era de esperar. La estructuración interna del régi
m en era de esperar. Lo que quizá no lo era tanto fue la geopolítica
del régim en soviético. H ubo cuatro decisiones geopolíticas sucesi
vas tom adas por los bolcheviques que m arcaron puntos de infle
xión, y no parecen haber sido necesariam ente el único cam ino que
el régim en bolchevique podía tomar.
La prim era fue la reorganización del im perio ruso. En 1917 las
fuerzas arm adas im periales rusas estaban en el caos, y vastos seg
m entos de la población clamaban po r “pan y paz”. Tal era la situa
ción social en la que el zar fue obligado a abdicar y en la que, des
pués de un breve periodo, los bolcheviques p u dieron lanzar su
ataque al Palacio de Invierno y tom ar el p o d er del estado.
Al principio los bolcheviques parecieron indiferentes al destino
del im perio ruso en cuanto tal. Después de todo eran socialistas in
tem acionalistas, com prom etidos con la creencia en los males del
nacionalism o, el im perialism o y el zarismo. Así “dejaron irse” a Fin
landia y Polonia. Podemos ser cínicos y decir que no hacían o tra co
sa que arrojar lastre po r la borda en un m om ento difícil, pero más
CIENCIAS SOCIALES E INTERLUDIO COMUNISTA 17
bien creo que fue una especie de reacción inm ediata, casi instintiva,
acorde con sus prejuicios ideológicos.
Lo que ocurrió a continuación fue reflexión racional. Los bol
cheviques se encontraban en una g u e rra civil m ilitarm ente difícil y
tem ieron que “dejar ir” significara la creación de regím enes activa
m ente hostiles en sus fronteras. Q uerían ganar la g u erra civil, y de
cidieron que eso requería reconquistar el im perio. Para Finlandia y
Polonia resultó ser dem asiado tarde, pero para U crania y el Cáuca-
so no. Y así fue com o, de los tres grandes im perios m ultinacionales
que existían en Europa en el m om ento de la p rim era g u erra m un
dial —el austro-húngaro, el otom ano y el ruso—sólo el im perio ruso
sobrevivió, p o r lo menos hasta 1991. Y así fue com o el p rim er régi
m en marxista-leninista se convirtió en un régim en im perial ruso, el
sucesor del régim en im perial zarista.
El segundo punto de inflexión fue el C ongreso de los Pueblos
del Este en Bakú en 1921. Enfrentados a la realidad de que la tan es
p erada revolución alem ana no se iba a producir, los bolcheviques se
volvieron hacia adentro y hacia el este. Se volvieron hacia adentro
en la m edida en que ahora proclam aron una nueva doctrina, la de
la construcción del socialismo en u n solo país. Y hacia el este en la
m edida en que el congreso de Bakú desplazó el énfasis de los bol
cheviques en el sistema m undial de una revolución del proletariado
en los países altam ente industrializados a la lucha antim perialista en
los países coloniales y semicoloniales del m undo. Ambos parecían
virajes pragm áticos sensatos. Y am bos tuvieron enorm es conse
cuencias para la dom esticación del leninism o com o ideología revo
lucionaria m undial.
Volverse hacia dentro significó concentrarse en volver a consoli
dar el estado y el im perio rusos com o estructuras estatales y p ro p o
n er un program a para alcanzar económ icam ente, a través de la in
dustrialización, a los países de la zona central. Volverse hacia el este
era adm itir im plícitam ente (todavía no explícitamente) la virtual im
posibilidad de la insurrección de los trabajadores en la zona central.
Además era unirse a la lucha po r la autodeterm inación de las nacio
nes de W ilson (bajo la b an d era más vistosa del antim perialism o).
Esos cambios en sus objetivos hicieron que el régim en soviético re
sultara m ucho m enos intolerable p ara las dirigencias políticas de los
países occidentales que su posición anterior, y echaron las bases pa
ra una posible entente geopolítica.
Esto condujo lógicamente al siguiente viraje, que llegó al año si
18 EL MUNDO DEL CAPITALISMO
[24]
EL CNA Y SUDÁFRICA 25
surgieron inicialm ente en G ran Bretaña, Francia, Estados Unidos y
otras partes de las zonas más industrializadas del m undo, y en ellas
un proletariado urbano muy acrecentado se enfrentaba a la vez a sus
patrones burgueses y a las aristocracias que todavía conservaban el
poder. Tam bién hubo num erosas luchas nacionalistas en las que el
pueblo de una “nación” se enfrentaba a u n invasor “externo” o bien
a un centro im perial dom inante, como en España o Egipto en la
época'napoleónica, o como en el caso de los múltiples movimientos
de Grecia, Italia, Polonia, H ungría y una lista cada vez más larga en
la época posnapoleónica. Y adem ás había tam bién otras situaciones
en las que la fuerza dom inante externa se com binaba con una po
blación interna colonizadora que tenía su propio reclamo separado
de autonom ía, com o en Irlanda, en Perú y en el caso más significa
tivo (aunque con frecuencia ignorado) de Haití. El m ovimiento de
Sudáfrica es básicam ente una variante de esta últim a categoría.
Aun en la prim era parte del siglo xix, com o podem os ver rápida
mente, esos movimientos no se lim itaban a E uropa occidental sino
que incluían las zonas periféricas del sistem a m undial. Y po r su
puesto a m edida que pasaban los años se fueron fundando cada vez
más movimientos en lo que después em pezam os a llam ar Tercer
M undo, o el Sur. En el periodo desde 1870 hasta la prim era g u erra
m undial apareció una cuarta variedad, la de movimientos en esta
dos form alm ente independientes en los que la lucha contra el An
den Régime e ra considerada al mismo tiem po com o una lucha por
el renacim iento de la vitalidad nacional y p o r lo tanto contra el do
minio de fuerzas externas. Tales fueron los movimientos que surgie
ron, por ejemplo, en Turquía, Persia, Afganistán, China y México.
Lo que unía a todos esos movimientos era el sentim iento de que
sabían quién e ra el “pueblo” y qué significaba p ara el pueblo la “li
beración”. Tam bién com partían la opinión de que en esos m om en
tos el pueblo no estaba en el poder, de que no era realm ente libre
y de que había grupos concretos de personas que eran responsables
de esa situación injusta y m oralm ente indefendible. Por supuesto, la
increíble variedad de las situaciones políticas significaba que cada
uno de los detallados análisis hechos p o r los diversos movimientos
era distinto de los demás. Y a m edida que las situaciones internas
fueron cam biando en el tiem po, con frecuencia los análisis de los
distintos m ovimientos cam biaron también.
Sin em bargo, a pesar de su variedad, todos esos movimientos te
nían en com ún adem ás una segunda característica: su estrategia de
26 EL MUNDO DEL CAPITALISMO
m ediano plazo. Por lo m enos era com partida p o r todos los movi
mientos que llegaron a ser im portantes políticam ente. Los movi
mientos triunfantes, los movimientos dom inantes, creían todos en
lo que nosotros llamamos la estrategia en dos tiempos: prim ero al
canzar el poder político, después transform ar el m undo. La expre
sión más jugosa de ese lema com ún es la de Kwame N khrum ah:
“Buscad prim ero el reino político y todo lo dem ás os será dado po r
añadidura.” Ésa fue la estrategia seguida p o r los movimientos socia
listas que centraban su retórica en la clase trabajadora, p o r los m o
vimientos etnonacionales que centraban la retórica en los que com
partían una herencia com ún, y tam bién p o r los movimientos
nacionalistas que utilizaban la ciudadanía y la residencia com unes
com o rasgo definitorio de su “nación”.
Es a esta última variedad a la que hem os dado el nom bre de m o
vimientos de liberación nacional. La quintaesencia de esos movi
mientos, y el más antiguo de ellos adem ás, es el Congreso Nacional
Indio, fundado en 1885 y existente (por lo m enos nom inalm ente)
hasta hoy. C uando se fundó el CNA en 1912 se llamó Congreso Na
cional Nativo Sudafricano, adaptando el nom bre del m ovimiento in
dio. Desde luego el Congreso N acional Indio tenía una característi
ca que pocos movimientos com partían: d urante los más difíciles y
más im portantes años de su historia fue orientado po r M ahatm a
Gandhi, que había elaborado una visión del m undo y una táctica
política de resistencia no violenta, satyagraha. De hecho elaboró esa
táctica originalm ente en Sudáfrica y después la trasladó a la India.
Se puede discutir por mucho tiem po si la lucha india triunfó gra
cias a satyagraha, o a pesar de satyagraha. Lo que está claro es que la
independencia de la India en 1947 fue un acontecimiento simbólico
de prim era m agnitud para el sistema mundial. Simbolizaba tanto el
triunfo de un movimiento de liberación im portante situado en la co
lonia más grande del m undo como la garantía implícita de que la des
colonización del resto del m undo era políticamente inevitable. Pero
además simbolizaba que la liberación nacional, cuando llegaba, llega
ba en una forma m enor que, y diferente de, la que el movimiento ha
bía buscado. La India fue dividida y después de la independencia vi
nieron terribles matanzas entre induistas y musulmanes. Y Gandhi
fue asesinado por alguien definido como induista extremista.
Los veinticinco años siguientes a la segunda g u erra m undial fue
ron extraordinarios en muchos aspectos. Por un lado representaron
el periodo de clara hegemonía de Estados Unidos en el sistema mun
EL CNA Y SUDÁFRICA 27
dial: invencible en términos de la eficiencia de sus em presas produc
tivas, líder de una poderosa coalición política que contenía efectiva
mente la política m undial dentro de cierto orden geopolítico, impo
niendo su versión de la geocultura al resto del m undo. Y ese periodo
fue notable además porque fue el de mayor expansión de la produc
ción m undial y de la acumulación de capital que la economía-mundo
capitalista ha conocido desde su nacimiento hace cuatro siglos.
Esos dos aspectos de dicha época —la hegem onía de Estados Uni
dos y la increíble expansión de la econom ía-m undo— destacan en
nuestra mente de tal m odo que con frecuencia no nos dam os cuen
ta de que tam bién fue la época del triunfo de los m ovimientos anti-
sistémicos históricos del sistema m undial. Los m ovimientos de la
Tercera Internacional, los llamados partidos com unistas, llegaron a
controlar un tercio de la superficie m undial, la del Este. En Occi
dente, los movimientos de la Segunda Internacional estaban de /ac
to en el p oder en todas partes, a veces literalm ente y casi siem pre
p o r prim era vez, y el resto del tiem po indirectam ente en la m edida
en que los partidos de la derecha aceptaban plenam ente los princi
pios del estado de bienestar. Y en el Sur los movimientos de libera
ción nacional iban llegando al p o d er uno tras otro en Asia, en Áfri
ca, en A m érica Latina. La única zona gran d e en que ese triunfo se
retrasó era el África austral, y ahora ese retraso ha llegado a su fin.
No hem os discutido con suficiente claridad la incidencia de ese
triunfo político de los movimientos antisistémicos. Desde el punto
de vista de m ediados del siglo xix fue una realización absolutam en
te extraordinaria. Com párese el p eriodo después de 1945 con el del
sistema m undial en 1848. En 1848 tuvimos en Francia la prim era
tentativa de un movimiento cuasisocialista de alcanzar el poder. Al
gunos historiadores llaman asimismo al año 1848 “la prim avera de
las naciones”. Pero para 1851 todas esas cuasinsurrecciones habían
sido fácilmente sofocadas en todas partes. A los poderosos les pare
cía que la am enaza de las “clases peligrosas” había pasado. En el
proceso las disputas entre el viejo estrato terrateniente y el más nue
vo estrato burgués industrial, que habían dom inado la política de la
prim era m itad del siglo xix, fueron hechos a un lado en el esfuerzo
unificado y exitoso po r contener al “pu eb lo ” y a los “pueblos”.
Esa restauración del o rden pareció funcionar. Después de eso,
por quince o veinte años no hubo m ovimientos populares serios
perceptibles dentro ni fuera de Europa. Además, los estratos supe
riores no se quedaron sim plem ente sentados en sus laureles de
28 EL MUNDO DEL CAPITALISMO
[41]
42 EL MUNDO DEL CAPITALISMO
4 Por supuesto, otras regiones del m undo tam bién estaban reaccionando al mis
mo tiem po. Etiopía había derrotado a Italia en 1896. México tuvo su Revolución en
1910. A comienzos del siglo xx hubo una serie de acontecim ientos revolucionarios en
el im perio otom ano/T urquía, Persia, Afganistán y el m undo árabe. El Congreso Na-
EL ASCENSO DE ASIA ORIENTAL 49
gente afroestadunidense W.E.B. Du Bois dijo en 1900 que el siglo
XX sería el siglo de la línea de color, y el tiem po ha dem ostrado que
estaba totalm ente acertado. Las clases peligrosas de Europa habían
sido dom adas, pero las clases peligrosas del m undo no europeo,
m ucho más grandes, planteaban un problem a p ara el orden m un
dial que tendría que resolver el siglo XX. Los liberales hicieron un
intento valeroso y al principio aparentem ente exitoso de repetir la
estrategia triunfante y dom ar tam bién a las clases peligrosas del
m undo no europeo. Por un lado, los movimientos de liberación na
cional del m undo no europeo fueron adquiriendo fuerza organiza-
cional y política, y aplicando una presión cada vez mayor a las po
tencias coloniales e imperialistas. Ese proceso llegó a un punto de
máxima fuerza en los veinticinco años siguientes al fin de la segun
da g u erra m undial. Por otra parte, los liberales ofrecían un pro g ra
m a m undial de autodeterm inación de las naciones (el paralelo del
sufragio universal) y el desarrollo económ ico de las naciones subde
sarrolladas (el paralelo del estado de bienestar), que según soste
nían respondían a las dem andas esenciales del m undo no europeo.
En todo el m undo, en el p eriodo com prendido entre 1945 y
1970, la Vieja Izquierda llegó al p o d er con base en esos program as
políticos liberales. En E u ropa/N orteam érica la Vieja Izquierda ob
tuvo la plena legitimación política de sus partidos y la im plantación
del pleno em pleo y de un estado de bienestar que iba m ucho más
allá de todo lo construido anteriorm ente. En el resto del m undo los
movimientos de liberación nacional y /o com unistas llegaron al po
der en gran núm ero de países, alcanzando sus objetivos políticos in
mediatos y em prendiendo un program a de desarrollo económ ico
nacional.
Lo que a esas alturas habían alcanzado los m iem bros de la Vieja
Izquierda, sin em bargo, no era en absoluto lo que originalm ente se
habían propuesto lograr a m ediados del siglo xix. No habían des
truido el sistema. No habían logrado establecer un m undo verdade
ram ente dem ocrático e igualitario. Lo que habían conseguido era,
en el m ejor de los casos, la m itad del pastel, exactam ente lo que los
liberales se habían propuesto ofrecerles en la p rim era m itad del si
glo XIX. Si a esas alturas estaban “dom ados”, es decir, si estaban dis
puestos a trabajar dentro del sistema m undial persiguiendo objeti-
cional Indio se fundó en 1886, y el Congreso Nacional Nativo Sudafricano (que des
pués se convertiría en el c n a ), en 1912. Pero los acontecimientos de Asia oriental tu
vieron una resonancia particularm ente amplia.
50 EL MUNDO DEL CAPITALISMO
originales adquieran más validez y produce aún más rechazo del es
tado. Vivimos hoy el p rim er periodo de declinación significativa del
p o d e r del estado que ocurre desde la creación del m o d ern o sistema
m undial.
La única región que todavía no ha presenciado la difusión del an
tiestatism o es precisam ente Asia oriental, p orque es la única que no
vivió una declinación seria de sus perspectivas económ icas durante
el periodo 1970-1995, y p o r lo tanto la única d o n d e no se ha p rodu
cido la desilusión con el reform ism o gradualista. El relativo o rden
interno de los estados de Asia oriental refuerza la sensación del as
censo de Asia oriental, tanto en Asia oriental com o en otras partes.
Incluso es posible que sea lo que explica el hecho de que los estados
com unistas de Asia oriental son los únicos que hasta ah o ra han es
capado al colapso que experim entaron los dem ás alrededor de
1989.
H asta aquí he intentado explicar el presente y pasado de Asia
oriental d entro del sistema m undial. ¿Qué au g u ra esto p ara el fu tu
ro? N ada m enos seguro. Básicamente hay dos libretos posibles. El
sistema m undial puede continuar más o m enos com o antes y en trar
en o tra serie de cambios cíclicos. O bien el sistem a m undial ha lle
gado a u n punto de crisis y en consecuencia veremos cambios es
tructurales drásticos, una explosión o una im plosión, que term ina
rá con la constitución de algún tipo nuevo de sistem a histórico. Las
consecuencias p ara Asia oriental pu ed en ser muy diferentes en los
dos casos.
Si seguim os el libreto núm ero uno, y suponem os que lo que sea
que está ocu rrien d o en el sistema m undial en este m om ento es sim
plem ente u n a variante de la situación que se produce repetidam en
te en las p rim eras etapas de la declinación de una potencia hegemó-
nica, en to n ces po d em o s e sp e ra r los siguientes conjuntos
“norm ales” de procesos, que resum iré brevem ente en unas pocas
proposiciones rápidas:5
CODA
LA LLAMADA CRISIS ASIÁTICA
Geopolítica en la longue durée*
¿Por qué se han hundido ahora [los países asiáticos]? Buena parte de la ex
plicación tiene que ver con el humor cambiante de los inversionistas extran
jeros, que primero actuaron como si las economías de Asia oriental no fue
ran capaces de hacer nada mal y, poco después, como si no fueran capaces
de hacer nada bien...
Prestamistas aterrados. La afluencia de capitales representaba una tenta
ción mayor de lo que podían resistir empresarios sin experiencia, institucio
nes financieras garantizadas o políticos corruptos e incompetentes. Las sali
das de capitales empeoraron el castigo subsecuente; una burbuja de activos
interna puede ser manejada por las instituciones internas. A medida que el
capital se escapaba a chorros, las tasas de cambio se desplomaban y el sector
privado caía en la bancarrota, los países se encontraron a merced de presta
mistas privados presa del pánico y prestamistas oficiales exigentes...
Vivimos en un mundo de pánico. Una vez que el pánico se inicia, cada
inversionista racionalmente quiere escapar antes que todos los demás. En
tonces se causan daños mucho más grandes que los originados por la situa
ción económica subyacente.
[5 8 ]
LA LLAMADA CRISIS ASIÁTICA 59
En este análisis hay que señalar varias cosas. La d epresión fi
nanciera de Asia oriental es exam inada desde el p u n to de vista de
los inversionistas, principalm ente inversionistas externos, y el edi
torial sugiere que u n a consideración de la m ayor im p o rtan cia pa
ra explicar la m agnitud del problem a fue su pánico. Si leem os con
atención vemos que está hablando especialm ente de inversionistas
relativam ente pequeños, los que tienen m enos fuerza política y
más razón p a ra q u erer “escapar antes que todos los dem ás.” La se
gunda cosa que hay que n o tar es la conclusión casi izquierdista del
Financial Times:
ción alternante o cíclica entre el énfasis en los beneficios derivados pico del viraje hacia debajo de K ondratieff es el esfuerzo de los go
de la producción y los beneficios derivados de m anipulaciones fi biernos de la zona central p o r exportar el desem pleo unos hacia
nancieras es un elem ento básico de la econom ía-m undo capitalista1 otros. Si exam inam os el p atrón de los últimos treinta años, Estados
y nos recuerda que el prim er lugar donde debem os buscar u n a ex Unidos fue el que más sufrió al principio, en los setenta y especial
plicación de lo que está o curriendo es el hecho de que estam os en mente a comienzos de los ochenta; después le tocó a Europa, que
u na fase B de un ciclo de K ondratieff, que de hecho se inició desde aún no termina; y sólo recientem ente tocó a Japón, cuyas dificulta
1967/1973. des desde 1990 han perm itido que las tasas de em pleo vuelvan a as
Valdría la pena recordar algo de la historia económ ica reciente cender en Estados Unidos.
del sistema m undial. Podemos exam inar lo que ha ocurrido desde Mientras tanto inversionistas de todas partes se dedicaban a espe
1967/1973 en dos zonas: p o r un lado los países de la zona central, culaciones financieras. Las subidas del precio del petróleo por la
que son Estados Unidos, Europa occidental (colectivamente) y Ja o p e p en los setenta condujeron a acum ulaciones globales que fueron
pón (Japón, no Asia oriental); y po r el otro en las áreas semiperifé- recicladas como préstam os a países del tercer m undo. Esos présta
ricas y periféricas, que incluyen a los llam ados tigres de Asia orien mos eventualm ente em pobrecieron a los prestatarios, pero durante
tal, China y Asia sudoriental. Em pecem os p o r la zona central. El alrededor de un decenio m antuvieron ios ingresos de la zona cen
significado básico de una fase B de K ondratieff es que hay dem asia tral a nivel global, hasta que finalm ente el juego term inó con la lla
da producción para la dem anda efectiva existente, de m an era que la mada crisis de la deuda a comienzos de los ochenta. Esa m anipula
tasa de beneficio de la producción está descendiendo. Una solu ción fue seguida po r un segundo juego en la misma década de ios
ción global inm ediata p odría ser reducir la producción. Pero ¿quién ochenta, la com binación de préstam os al gobierno de Estados Uni
se ofrece com o perd ed o r sacrificial? N orm alm ente la reacción real dos (el keynesianismo m ilitar de Reagan) y a capitalistas privados
cuando la tasa de beneficios baja es que los productores agresivos (bonos chatarra), hasta que ese juego tam bién term inó con la llama
tratan de aum entar su producción (para m antener sus beneficios da crisis del déficit estadunidense.2 El juego de los noventa ha sido
reales, aunque sea a una tasa de beneficio m enor) o trasladarse a un la gran afluencia de capital global a través de “préstam os a corto
área con tasas de salario real más bajas, aum entando así su tasa de plazo” a Asia oriental y sudoriental, lo que según el Financial Times
beneficio. A um entar la producción (la p rim era solución) p o r su “puede ser m o rtal”.
puesto es globalm ente contraproducente y después de un tiem po se En todo esto, po r supuesto, algunas personas han ganado mucho
desploma. La reubicación (la segunda solución) resuelve el proble dinero (y otras han perdido hasta la camisa). Un peldaño más abajo
ma global por más tiem po que aum entar la producción, pero sólo de los grandes capitalistas se encuentra el nivel de yuppies sobrerre
hasta que tam bién conduce a aum entar la producción global sin au m unerados a los que también les ha ido bastante bien, siempre que
m entar sim ultáneam ente la dem anda efectiva, o por lo m enos sin se encontraran en el país debido en la década debida. Pero lo más im
aum entarla suficientem ente. portante es que, en general, la mayor parte de los beneficios se deri
Esto es lo que ha estado ocurriendo d urante los últimos treinta varon de manipulaciones financieras. Probablem ente el único campo
años. La producción global de todo tipo (automóviles, acero, elec de la producción en que se obtuvieron beneficios considerables es el
trónica, entre otras cosas, y más recientem ente software para com de las com putadoras, una industria “nueva”, y aun allí estamos alcan
putadoras) ha estado trasladándose de N orteam érica, E uropa occi zando el punto de sobreproducción y por lo tanto una declinación de
dental y Jap ó n hacia otras áreas. Eso ha provocado un desem pleo la tasa de beneficio, por lo menos en lo que respecta al hardware. Si
considerable en las centrales. Sin em bargo, ese desem pleo no nece nos volvemos al conjunto de los países periféricos y semiperiféricos,
sariam ente está distribuido en form a pareja; en realidad un rasgo tí
2 He analizado todo este proceso tanto en Samir A m in e¿ al., “La crisis como
1Los historiadores económicos han discutido esto p o r mucho tiem po, y reciente transición”, en Dinámica de la crisis global México, Siglo XXI, 1983, pp. 14-60, como
m ente lo explicó con gran detalle Giovanni Arrighi en The Long Twentieth Century, en Geopolitics and Geoculture: Essays in World-Economy, Cambridge, Cam bridge Univer-
Londres, Verso, 1994. sity Press, 1991, en especial la parte i.
62 EL MUNDO DEL CAPITALISMO
Está claro que los líderes mundiales necesitan entender mejor los flujos de
capital globales y sus potenciales efectos sobre la economía de países tanto
industrializados como en desarrollo. Y tienen que tener más conciencia del
potencial impacto internacional de decisiones que con frecuencia se toman
en gran parte por razones internas.
interestatal, en que tanto los estados com o el sistem a interestatal tie nantes fuertes, en sistemas no capitalistas. Sin duda la confiscación
nen un grado interm edio de poder, respondía perfectam ente a las ha sido uno de los principales m ecanismos p o r los que se im pidió
necesidades de los em presarios capitalistas. Porque ¿qué necesitan que los capitalistas hicieran prevalecer la prioridad de la acum ula
las personas cuyo objetivo es la acum ulación interm inable de capi ción interm inable de capital. Es por eso p o r lo que la institucionali-
tal para alcanzar sus objetivos? O podríam os p reg u n tar esto de otro zación de la ilegitim idad de la confiscación a través del estableci
modo: ¿por qué el m ercado libre no es suficiente para sus propósi miento no sólo de los derechos de propiedad sino del “im perio de
tos? ¿Será que realm ente les iría m ejor en un m undo en el que no la ley” ha sido una condición necesaria de la construcción de un sis
existiera autoridad política alguna? Al h acer esta p regunta vemos tema capitalista histórico. La confiscación era bastante corriente en
que ningún capitalista o apologista del capitalism o -n i siquiera Mil- los prim eros tiem pos del m oderno sistema m undial, si no directa
ton Friedman, ni siquiera Ayn R and— la ha planteado nunca. Han mente entonces indirectam ente a través de quiebras del estado (re
insistido como m ínim o en tener al llam ado estado-sereno, o guar cuérdense las cuatro quiebras sucesivas de los H absburgo españo
dia nocturno. les), y la confiscación p o r la vía de la socialización h a sido un
¿Qué hace un sereno? Se la pasa sentado en la penum bra, remo fenómeno del siglo XX. Sin em bargo, lo notable no es cuánta sino
lineando sus pulgares de aburrim iento, de vez en cuando remoli cuán poca confiscación ha habido. En ningún otro sistema m undial
neando la p o rra o el revólver, cuando no está durm iendo, y espera. ha habido un nivel de seguridad com parable para los capitalistas, y
Su función es m antener alejados a los intrusos que quieren robarse de hecho esa seguridad contra la confiscación ha crecido con el
algo, y la cumple básicamente estando allí. De m odo que llegamos tiempo. Incluso con frecuencia los procesos de confiscación se han
a lo básico, la universalm ente reconocida dem anda de seguridad pa hecho “con com pensación”, y adem ás, com o sabemos, muchas ve
ra los derechos de propiedad. No tiene sentido acum ular capital si ces han sido revertidos y p o r lo tanto, desde el punto de vista sisté-
uno no puede conservarlo. mico, han sido sólo transitorios. En todo caso, la expansión del im
Los em presarios pueden p erd er capital acum ulado en tres for perio de la ley ha tendido a hacer más predecibles los niveles
mas principales, fuera de las operaciones del m ercado. El capital futuros de ingresos, lo que perm ite a los capitalistas hacer inversio
puede ser robado; puede ser confiscado; puede ser gravado. El ro nes más racionales y en consecuencia p o r últim o con mayores bene
bo en una form a u o tra es un problem a persistente. Fuera del mo ficios.
derno sistema m undial, la defensa básica contra el robo serio siem En cuanto a los im puestos, p o r supuesto nadie quiere tener que
pre había sido invertir en sistemas privados de seguridad. Esto es pagarlos, pero los capitalistas com o clase nunca se han opuesto a los
válido para la econom ía capitalista incluso en sus prim eros días. Sin tributos que consideran razonables. Desde su punto de vista, im
em bargo, existe una alternativa, que es transferir el papel de provee puestos razonables son los que com pran servicios del estado. Como
dor de seguridad contra robo a los estados; esto se llama genérica en cualquier com pra, los capitalistas prefieren pagar el precio más
mente la función policial. Las ventajas económ icas de desplazar el bajo posible, pero no esperan obtener esos servicios gratis. Ade
papel de seguridad de las m anos privadas a las públicas están admi más, com o sabemos, los im puestos en el papel no son exactam ente
rablem ente expuestas en el libro de Frederic Lañe, Pro/its from Po iguales a los im puestos que realm ente se pagan. Sin em bargo, en
wer, en el que inventa el térm ino “renta de protección” p ara descri justicia hay que decir que la tasa de tributación real ha ido aum en
bir los beneficios aum entados derivados de ese viraje histórico, tando a lo largo de los siglos en la econom ía-m undo capitalista, pe
beneficio del que algunos em presarios (situados en estados fuertes) ro esto es porque los servicios han aum entado. No es nada seguro
se aprovecharon m ucho más que otros. que para los capitalistas resultara m enos gravoso asum ir directa
Pero para los verdaderam ente ricos el robo probablem ente ha si mente los costos de esos servicios. En realidad yo diría que las tasas
do un problem a m enor, históricamente, que la confiscación. La con de im posición fiscal relativam ente elevadas son convenientes para
fiscación siem pre fue un arm a política y económ ica de prim era los capitalistas, porque b u en a parte, incluso la mayor parte, de ese
m agnitud en m anos de los gobernantes, especialm ente los gober- dinero se recicla y vuelve a ellos de una m anera u otra, lo que signi-
74 EL MUNDO DEL CAPITALISMO
sin duda m ucho más de lo que ese séptim o tenía antes, pero estaba
muy lejos de ser una porción igual del pastel, y p ara los otros seis
séptimos no significaba casi nada.
Dar eso no reducía significativamente las posibilidades de acu
m ular capital p ara los grandes capitalistas, pero logró el objetivo
político de detener la ferm entación revolucionaria a m ediano plazo.
El séptim o que se benefició m aterialm ente estaba en su mayoría
agradecido, especialm ente cuando veían las condiciones de los que
habían quedado atrás. (Recuérdese la im agen de Tawney de los ta
lentosos que “alcanzan la orilla nadando, sin que los disuada el pen
samiento de sus com pañeros que se ahogan”).1 Lo más interesante
es la reacción de los “com pañeros que se ah o g an ”: llegaron a inter
pretar la capacidad de los talentosos p ara n ad ar hasta la playa como
prueba de que había esperanza p ara ellos, lo cual es psicológica
m ente com prensible, pero analíticam ente im prudente.
El liberalismo ofrecía el opio de la esperanza y se lo tragaron ente
ro. No fueron los últimos en tragarlo los dirigentes de los movimien
tos antisistémicos del m undo, que se movían con base en la promesa
de esperanza. A firm aban que iban a alcanzar la buena sociedad m e
diante la revolución, aunque po r supuesto en realidad querían decir
p o r medio de reformas, que ellos, como especialistas sustitutivos de
los propuestos po r las autoridades presentes, adm inistrarían en cuan
to llegaran a controlar las palancas del poder estatal. Supongo que si
uno se está ahogando y alguien le ofrece esperanza, no es irracional
agarrarse a cualquier cosa que le extiendan com o salvavidas. N o es
posible regañar retrospectivamente a las masas populares del m undo
p o r dar su apoyo y su energía m oral a ios múltiples movimientos an
tisistémicos que expresaban sus agravios.
Los que estaban en el poder, enfrentados a m ovimientos antisis
témicos volubles, vigorosos y denunciatorios, podían reaccionar de
dos m aneras. Si estaban asustados, y con frecuencia lo estaban, po
dían tratar de cortarle la cabeza a lo que veían com o víboras. Pero
com o eran más bien hidras, los defensores del statu quo más sofisti
cados com prendieron que hacían falta respuestas más sutiles, y lle
garon a darse cuenta de que los movimientos antisistém icos de he
cho servían, en una forma perversa, a los intereses del sistema.
Movilizar a las masas significaba canalizar a las masas, y el p o d er es
tatal para los dirigentes tenía efectos muy conservadores. Además
1 R. H. Tawney, Equality, 4a. ed., Londres, George Alien & Unwin, 1952, p. 109.
¿ESTADOS? ¿SOBERANÍA? 83
esos movimientos, una vez que estaban en el poder, iban ellos mis
mos en contra de las im petuosas dem andas de sus seguidores, y ten
dían a hacerlo con tanta o más severidad que sus predecesores.
A parte de que el sedante de la esperanza era m ucho más efectivo
cuando el que lo recom endaba era un líder revolucionario certifica
do. Si el futuro les pertenecía, las masas populares razonaban que
podían darse el lujo de esperar un poco, especialm ente si tenían un
estado “progresista”. Por lo m enos sus hijos heredarían la tierra.
£1 de 1968 fue algo más que un choque m om entáneo. El choque
del 68 fue la com prensión de que toda la geocultura del liberalismo,
y en particular la construcción del optim ism o histórico p o r los mo
vimientos antisistémicos estaban contam inados, o más bien eran un
fraude, y que los hijos de las masas populares no estaban designa
dos para heredar la tierra; en realidad lo más probable era que sus
hijos estuvieran aún p eo r que ellos. Y en consecuencia esas masas
populares em pezaron a abandonar esos movimientos antisistémi
cos, y más allá de los movimientos, todo reform ism o liberal, y po r
lo tanto abandonaron las estructuras estatales com o vehículo para
su m ejoram iento colectivo.
A bandonar un camino de esperanza ya muy recorrido no es algo
que se haga con el corazón alegre. Porque no se sigue que los seis
séptimos de la hum anidad estuvieran dispuestos a aceptar tranqui
lamente su destino como seres hum anos oprim idos y sin posibilida
des de realizarse. Muy al contrario. C uando uno abandona las pro
mesas de esperanza aceptadas, busca otros caminos. El problem a es
que no son tan fáciles de encontrar. Pero hay algo peor. Los estados
no ofrecían m ejoram iento a largo plazo para la mayoría de las po
blaciones del m undo, pero sí ofrecían cierto grado de seguridad a
corto plazo contra la violencia. Sin em bargo, si las poblaciones ya
no legitiman a los estados, tienden a desobedecer a sus policías y a
no pagar sus impuestos. Y en consecuencia los estados tienen menos
capacidad para ofrecer seguridad a corto plazo contra la violencia.
En ese caso los individuos (y las empresas) tienen que volver a la an
tigua solución de proveer su propia seguridad.
Pero apenas la seguridad privada vuelve a ser un ingrediente so
cial im portante, la confianza en el im perio de la ley tiende a desin
tegrarse, y lo mismo ocurre con la conciencia civil (o cívica). Surgen
(o resurgen) grupos cerrados como único refugio seguro, y los gru
pos cerrados tienden a ser intolerantes, violentos e inclinados a las
purificaciones zonales. A m edida que la violencia intergrupal au
84 EL MUNDO DEL CAPITALISMO
2Ju a n Carlos Lerda, “Globalization and the Loss o f Autonomy by the Fiscal, Ban
king and M onetary A uthorities”, c e p a l Review 58, abril de 1996, pp. 76-77. El texto
continúa: “Vale la pena preguntar, por ejemplo, si la creciente intolerancia de los
mercados financieros internacionales —frente a la m anipulación arbitraria de las ta-
¿ESTADOS? ¿SOBERANÍA? 85
Las instituciones financieras son las tenedoras, y por lo tanto las guardia-
ñas, de los ahorros y fondos temporales de los estadunidenses, con una res
ponsabilidad pública única. Permitir realmente que el mercado discipline
a! sistema financiero significaría aceptar una avalancha de potenciales fra
casos.3
Ahí está claram ente expuesto. Está muy bien que el m ercado dis
cipline a los estados cuando son arbitrarios, pero si los estados p er
miten que el mismo m ercado discipline a los bancos son irrespon
sables. Una decisión social de m antener el bienestar social es
irresponsable, pero la decisión social de salvar a los bancos no lo es.
Debemos tener siem pre claram ente presente no sólo que el m o
nopolio (o la decisión arbitraria) de un hom bre es el veneno de
otro, sino que ios capitalistas dependen de la intervención de los es
tados en tal m ultitud de formas que cualquier debilitam iento real
de la autoridad estatal es desastrosa para ellos. Lo que hem os veni
do sosteniendo aquí es que la globalización de hecho no está afec
tando en form a significativa la capacidad de los estados para fun
cionar, y tam poco es ésa la intención de los grandes capitalistas. Sin
embargo, los estados, po r prim era vez en quinientos años, van ca
sas de cambio, o a los prolongados déficit públicos altos— afecta realm ente la auto
nomía de las autoridades internas (apretando las restricciones a los gobiernos) o si
no es más bien una fuere i benéfica que im pedirá males mayores en el futuro (como
la acumulación de grandes diferencias en las tasas de cambio que darán origen a
traumas financieros con efectos negativos considerables en la esfera real de la eco
nomía cuando se produzca la inevitable devaluación).”
3 Henry Kaufman, “After Drexel, Wall Street Is H eaded for Darker Days", Interna
tional Herald Tribune, 24-25 de febrero de 1990 (reimpr. del New York Times).
86 EL MUNDO DEL CAPITALISMO
[8 8 ]
LA ECOLOGÍA Y LOS COSTOS DE PRODUCCIÓN 89
cios de venta más elevados; sin em bargo, p ara los capitalistas es ab
solutam ente indispensable que alguna parte im portante de sus cos
tos continúe siendo pagada p o r algún otro.
Ese otro p o r supuesto es el estado, o si no es el estado directa
m ente es “la sociedad”. Investiguemos un poco cóm o se arregla es
to y cóm o se paga la cuenta. El arreglo p ara que los estados paguen
las cuentas puede hacerse de dos m aneras. Los gobiernos pueden
aceptar form alm ente el papel, lo que significa subsidios de algún ti
po. Pero los subsidios son cada vez más visibles y cada vez más im
populares. Son objeto de vociferantes protestas de em presas rivales
y otro tanto de los contribuyentes. Los subsidios plantean problem as
políticos. Hay otro m odo, más im portante, que ha sido políticam en
te m enos difícil para los gobiernos porque todo lo que requiere es
no actuar. D urante toda la historia del capitalism o histórico, los go
biernos han perm itido a em presas no internalizar muchos de sus
costos sim plem ente no obligándolas a hacerlo. En parte construyen
do infraestructura y en parte, probablem ente la mayor parte, no exi
giendo que toda operación productiva incluya el costo de restaurar
el m edio am biente, de m anera que se “preserve”.
La preservación del m edio am biente incluye dos tipos diferentes
de operaciones. El prim ero es la lim pieza de los efectos negativos
de un ejercicio de producción (por ejem plo com batir toxinas quí
micas que son u n producto m arginal de la p roducción o elim inar
desechos no biodegradables). El segundo es invertir en la renova
ción de los recursos naturales utilizados (por ejem plo reforestar).
De nuevo, los m ovimientos ecologistas han form ulado una larga se
rie de propuestas específicas p ara resolver todos esos problem as.
En general esas propuestas enfrentan considerable resistencia de
parte de las em presas que serían afectadas p o r ellas, con base en
que resultan dem asiado costosas y p o r lo tanto obligarían a reducir
la producción.
La verdad es que esencialm ente las em presas están en lo cierto.
Esas m edidas son sin duda dem asiado costosas, en general, si defi
nim os el problem a en térm inos de m antener la tasa de beneficio
prom edio m undial actual. Son con m ucho dem asiado costosas. Da
da la desruralización del m undo y sus ya serios efectos sobre la acu
m ulación de capital, la aplicación de m edidas ecológicas significati
vas, llevadas a la práctica seriam ente, bien po d ría ser el golpe de
gracia a la viabilidad de la econom ía-m undo capitalista. En conse
cuencia, cualquiera que sea la actitud propagandística que u n a em-
94 EL MUNDO DEL CAPITALISMO
Tanto liberalism o com o dem ocracia han sido térm inos esponja. De
ambos se han dado muchas definiciones, con frecuencia contradic
torias. Además los dos térm inos tienen una relación am bigua entre
sí desde la p rim era m itad del siglo xix, cuando p o r p rim era vez em
pezaron a ser usados en el discurso político m oderno. En algunos
usos parecen ser idénticos, o p o r lo m enos su perponerse abundan
temente. En otro usos han sido considerados casi com o opuestos
polares. Yo sostengo que en realidad han sido herm anos enemigos.
En cierto sentido han sido miembros de la m ism a familia, pero han
representado im pulsos en direcciones muy diferentes. Y la rivalidad
fraterna, p o r así decirlo, ha sido intensa. Iré más allá. Digo que hoy
lograr u na relación razonable entre esos dos impulsos, o conceptos,
o valores, es una tarea política esencial, un prerrequisito p ara resol
ver positivam ente lo que anticipo que serán conflictos sociales muy
intensos en el siglo xxi. No es una cuestión de definiciones sino an
te todo y sobre todo de opciones sociales.
Ambos conceptos representan respuestas, respuestas bastante di
ferentes, al m oderno sistema m undial. El m od ern o sistema m undial
es una econom ía-m undo capitalista, que se basa en la prioridad de
la acum ulación interm inable de capital. Ese sistem a es necesaria
m ente desigualitario, en realidad polarizador, tanto económ ica co
mo socialmente. Al mismo tiem po, el propio énfasis en la acum ula
ción tiene u n efecto profundam ente ecualizador, puesto que
cuestiona cualquier estatus obtenido o m antenido con base en cual
quier otro criterio, incluyendo todos los criterios adquiridos a tra
vés de la filiación. Esa contradicción ideológica entre la je ra rq u ía y
la igualdad que form a parte de la racionalidad mism a del capitalis
mo ha creado problem as, desde el comienzo, p ara todos los que tie
nen privilegios dentro de ese sistema.
Exam inem os este dilem a desde el punto de vista del actor esen
cial de la econom ía-m undo capitalista, el em presario, llam ado a ve-
* C uarta Conferencia Daalder, Rijksuniversiteit Leiden, Interfacultaire Vakgroep
Politieke W etenschappen, 15 de marzo de 1997.
[1 0 0 ]
LIBERALISMO Y DEMOCRACIA 101
1 H e esbozado las formas en que los empresarios siempre han dependido del esta
do en el capítulo 4, supra. Véase también Fernand Braudel, Civilisation matérielle, écono-
mie et capitalisme, xv’-xvilf siecles, París, A rm and Colín, 1979 [trad. esp. Civilización
material, economía y capitalismo, siglos 15-18, 3 vols., Madrid, Alianza, 1984].
2 H e descrito cóm o y p o r qué se hizo eso a lo largo de los siglos en “T h e Bour-
geois(ie) as Reality and C oncept”, en Étienne Balibar e Im m anuel Wallerstein, Race,
Nation, Class: Ambiguous Identities, Londres, Verso, 1991, pp. 135-152 [“La burguesía:
concepto y realidad” en Raza, nación, clase, Madrid, iepala, 1991, pp. 211-238].
102 EL MUNDO DEL CAPITALISMO
qué es así ni cómo ocurre, sino sim plem ente sus consecuencias po
líticas. Con el tiem po, y especialm ente en el núcleo o en los países
“más desarrollados”, ese proceso lleva a u n a reconfiguración del pa
tró n de estratificación a nivel estatal, con porcentajes crecientes de
estratos m edios y em pleados de salarios altos, y p o r lo tanto a u n au
m ento de la fuerza política de esas personas. La principal conse
cuencia geocultural de la Revolución francesa y su continuación na
poleónica fue la legitim ación de las dem andas políticas de esas
personas m ediante el argum ento de que la soberanía nacional resi
día en “el pueblo”. Es posible que la soberanía po p u lar fuera com
patible con el hipotético igualitarism o de la acum ulación mercantil,
pero chocaba de frente con cualquier tentativa de crear fuentes de
ingreso como las rentas.
Reconciliar la ideología de la legitim idad del m ercado con la ne
cesidad sociopsicológica de crear ingresos p o r rentas ha sido siem
pre un asunto del que los em presarios hablan muy rápido. U no de
los resultados es el lenguaje contradictorio de los liberales. Ese in
tento de hacer malabarism os con el lenguaje fue lo que preparó el
escenario para la am bigua relación entre “liberalism o” y “dem ocra
cia” en los últim os doscientos años. En la época en que liberalism o
y dem ocracia em pezaron a ser p o r prim era vez térm inos políticos
de uso com ún, en la prim era m itad del siglo xix, la división políti
ca fundam ental era entre conservadores y liberales, el partido del
orden y el partido del movimiento. Los conservadores eran los que
se oponían fundam entalm ente a la Revolución francesa en todas sus
formas: girondina, jacobina o napoleónica. Los liberales eran los
que veían la Revolución francesa com o algo positivo, p o r lo m enos
en su versión girondina, que según creían representaba algo similar
a la evolución inglesa hacia el gobierno parlam entario. Esa visión
positiva de la Revolución francesa, cautelosa al principio, en 1815,
inm ediatam ente después de la d erro ta de N apoleón, fue haciéndo
se más osada a m edida que pasaban los años.
En los años entre 1815 y 1848, además de conservadores y libera
les, había personas que a veces se llamaban dem ócratas, con frecuen
cia republicanos, a veces radicales, ocasionalmente incluso socialistas.
Esas personas, sin embargo, no representaban m ucho más que un pe
queño apéndice izquierdista de los liberales, que a veces era su ele
mento más vivaz y con más frecuencia era visto como un fastidio p o r
el principal contingente liberal. Fue sólo más tarde cuando ese apén
dice izquierdista surgió como un impulso ideológico independiente
LIBERALISMO Y DEMOCRACIA 103
plenam ente desarrollado, a esa altura generalm ente con el nom bre
de socialistas. Después de 1848 el horizonte ideológico se estabilizó;
habíamos llegado a la trinidad de ideologías que han enm arcado la vi
da política de los siglos XIX y x x : conservadurism o, liberalismo y so
cialism o/ radicalismo (conocidos tam bién como derecha, centro e iz
quierda). No voy a repetir aquí mi argum entación acerca de cómo y
p o r qué después de 1848 el liberalismo obtuvo la supremacía sobre
sus rivales como construcción ideológica, creando a su alrededor un
consenso que llegó a ser consagrado com o la geocultura del m oder
no sistema m undial y en el proceso convirtió tanto al conservaduris
mo como al socialismo en avatares del liberalismo. Tampoco voy a re
petir la argum entación de que ese consenso se mantuvo firm e hasta
1968, cuando fue nuevamente cuestionado, perm itiendo que tanto el
conservadurism o como el radicalismo reaparecieran como ideologías
distintas.3
Lo que me parece esencial p ara los fines de esta discusión es
com prender que después de 1848 la preocupación central de los li
berales dejó de ser argum entar en contra del Anden Régime. Más
bien su preocupación central pasó a estar en el otro extrem o del es
pectro político: cóm o enfrentar la creciente dem anda de dem ocra
cia. Las revoluciones de 1848 dem ostraron, p o r p rim era vez, la
energía potencial de una fuerza izquierdista militante, los com ien
zos de u n verdadero movimiento social en las zonas del centro y de
movimientos de liberación nacional en las zonas más periféricas. La
fuerza de ese resurgim iento resultó a terrad o ra p ara los liberales
centristas, y aun cuando todas las revoluciones de 1848 fracasaron
o fueron sofocadas, los liberales estaban decididos a reducir la volu
bilidad de lo que para ellos eran las dem andas dem asiado radicales
y antisistémicas de las clases peligrosas.
Sus esfuerzos en ese sentido se dieron en tres formas. Primero,
en los cincuenta años siguientes propusieron un program a de “con
cesiones” que según pensaban podrían satisfacer esas dem andas lo
suficiente para calm ar la situación, pero en tal form a que las conce
siones no am enazaran la estructura básica del sistema. Segundo,
rem plazaron abiertam ente la coalición política de Jacto con la iz
quierda (que habían buscado en el periodo 1815-1848, cuando la iz
quierda parecía dim inuta y sus principales adversarios parecían ser
3 Lo hago en “La Revolución francesa como suceso histórico m undial”, en Impen-
sar las ciencias sociales, México, Siglo XX I- c iic h -UNAM, pp. 9-26, y tam bién en la segun
da p arte de Después del liberalismo, México, Siglo X X I- c iic h -UNAM, 1996.
104 EL MUNDO DEL CAPITALISMO
ción p o r el bienestar social pero siem pre con base en u n gran ex
clusivismo, es decir, lim itando esos beneficios a u n g ru p o étnica
m ente delim itado y con frecuencia d efiniendo a los expertos com o
m iem bros del grupo excluido. Por lo tanto el populism o de derecha
no es en absoluto dem ocrático en el sentido en que nosotros utili
zamos el térm ino, como un concepto que da p rio rid ad a la inclusión
de los excluidos.
En realidad, lo que nosotros entendem os p o r dem ocracia es prác
ticam ente lo opuesto al populism o de derecha, pero tam bién es
prácticam ente lo opuesto al liberalism o. Precisam ente la dem ocra
cia im plica desconfiar de los expertos, de los com petentes: descon
fiar de su objetividad, de su desinterés, de su v irtud cívica. Los de
m ócratas han visto en el discurso liberal la m áscara de una nueva
aristocracia, tanto más perniciosa p orque h a afirm ado ten er una ba
se universalista que de alguna m anera siem pre h a tendido a desem
bocar en el m antenim iento de los patrones jerárquicos existentes.
Por eso el liberalism o y la dem ocracia son prácticam ente opuestos,
porque representan tendencias profundam ente divergentes.
Esto se adm ite abiertam ente en ocasiones. Lo encontram os en el
discurso sobre el famoso lema de la Revolución francesa, en el que
con frecuencia se dice que los liberales dan la p rio rid ad a la liber
tad, en el sentido de la libertad individual, y que los dem ócratas (o
socialistas) dan prioridad a la igualdad. A mí m e parece que ésa es
u na form a de explicar la diferencia que induce a u n profundo error.
Los liberales no sólo dan prioridad a la libertad: se opo n en a la
igualdad, porque son totalmente contrarios a cualquier concepto m e
dido p o r su resultado, que es la única form a en que el concepto de
igualdad tiene sentido. En la m edida en que el liberalism o es la de
fensa del gobierno racional, basado en el juicio inform ado de los
más com petentes, la igualdad aparece com o un concepto nivelador,
antiintelectual e inevitablemente extremista.
Sin em bargo, no es verdad que los dem ócratas sean paralelam en
te contrarios a la libertad. ¡Lejos de ello! Lo que los dem ócratas han
negado es la distinción entre las dos. Por un lado, los dem ócratas
tradicionalm ente han sostenido que no puede haber libertad más
que en un sistema basado en la igualdad, porque personas desigua
les no pueden tener igual capacidad de participar en las decisiones
colectivas. Tam bién han sostenido que las personas no pueden ser
iguales si no son libres, porque eso im plica u n a je ra rq u ía política
que inevitablem ente se traduce en desigualdad social. Recientemen-
LIBERALISMO Y DEMOCRACIA 111
Así, la relación de los herm anos enem igos hoy está de nuevo en
el centro de los debates sobre tácticas políticas. C reo que no hare
mos ningún progreso significativo sobre este asunto a m enos de
que seamos capaces de abrirnos paso a través de la retórica.
Empecemos p o r algunas realidades contem poráneas. Creo que
en la situación posterior a 1989 hay cuatro elem entos que son bási
cos, en el sentido de que constituyen los parám etros dentro de los
cuales necesariam ente se tom an las decisiones políticas. El prim ero
es la profunda desilusión, m undial, con la Vieja Izquierda histórica,
en la que agrupo no sólo a los partidos com unistas sino tam bién a
los partidos socialdem ócratas y a los movimientos de liberación na
cional. El segundo es la ofensiva masiva p o r la elim inación de todas
las restricciones a los movimientos de capital y mercancías, y el pa
ralelo desm antelam iento del estado de bienestar. A esa ofensiva se
le llama a veces “neoliberalism o”. El tercero es la creciente polariza
ción económica, social y dem ográfica del sistema m undial, que la
ofensiva neoliberal prom ete alim entar aún más. El cuarto es el he
cho de que, a pesar de todo esto, o quizá debido a todo esto, la de
m anda de dem ocracia —de dem ocracia, no liberalism o— es más
fuerte ahora que en cualquier m om ento anterior de la historia del
m oderno sistema m undial.
La prim era realidad, la desilusión con la Vieja Izquierda, es p rin
cipalmente, en mi opinión, resultado del hecho de que, con el tiem
po, la Vieja Izquierda abandonó la lucha p o r la dem ocracia y de he
cho propuso un program a liberal, en el sentido muy simple de que
construyó sus program as alrededor del papel crucial de las perso
nas com petentes. Por supuesto su definición de quién era com pe
tente era diferente de la de los partidos políticos del centro, p o r lo
m enos teóricam ente. Sin em bargo, en la práctica no es seguro que
reclutaran a sus personas com petentes de orígenes sociales muy di
ferentes de los privilegiados en el discurso liberal. En todo caso, la
realidad resultó no ser suficientem ente diferente p ara sus bases, y
en consecuencia esas bases han estado abandonándolos.3
La ofensiva neoliberal fue posibilitada p o r esa general desilusión
popular con la Vieja Izquierda. Se ha revestido de una retórica esen-
6 Para los detalles de las argum entaciones véanse mis capítulos 7 y 8 en Terence
K. H opkins e Immanuel Wallerstein (eds.), The Age o f Transition: Trajectory of the
World-System, 1945-2025, Londres, Zed Press, 1996 [“La im agen global y las posibles
alternativas de la evolución del sistema-mundo, 1945-2025”, en Revista Mexicana de
Sociología, lxi, 2, abril-junio de 1999, 3, 34].
LIBERALISMO Y DEMOCRACIA 117
las personas que ya están en Francia, y posiblem ente tam bién a au
ténticos refugiados. N adie se ha atrevido a p ro p o n er la elim inación
de todas las restricciones al movimiento de personas a través de las
fronteras, aunque de hecho esa ausencia de restricciones ya existe
entre todos los países del N orte e históricam ente existía en la mayor
parte del m undo hasta el siglo xx. La razón de esa reticencia, por
supuesto, es que hasta los dem ócratas franceses tem en que adoptar
esa posición haría aum entar la fuerza del f n entre los m iem bros de
la clase trabajadora.
Sin em bargo, si planteo esta “extrem a” posibilidad es precisam en
te p o rq u e ilum ina el problem a. Si el problem a es la exclusión, ¿por
qué luchar contra la exclusión sólo dentro de las fronteras naciona
les y no en el m undo entero? Si el problem a es la com petencia, ¿por
qué definir la com petencia dentro de las fronteras nacionales y no
en el m undo entero? Y si adoptam os el punto de vista conservador,
llam ado neoliberal, sobre las virtudes de la desregulación, ¿por qué
no desregular tam bién los movimientos de personas? Hay pocas
probabilidades de frenar a los movimientos racistas y exclusivistas,
en Francia o en cualquier otra parte, si los problem as no se plantean
abiertam ente y con claridad.
Volvamos a la relación de liberales y dem ócratas. Los prim eros,
he dicho, han propuesto la defensa de la com petencia. Los otros, he
dicho, han propuesto la prioridad urgente de com batir la exclusión.
Sería fácil decir: ¿por qué no am bas cosas? Pero no es fácil p o n er
igual énfasis en las dos. La com petencia, casi p o r definición, im pli
ca exclusión. Si hay com petencia tiene que h ab er incom petencia. La
inclusión im plica d ar el mismo peso a la participación de cada uno.
En el nivel de gobierno, y de cualquier tom a de decisiones política, ,
los dos tem as entran, casi inevitablem ente, en conflicto. Los herm a
nos se vuelven enemigos.
Los liberales han tenido su m om ento de gloria. Hoy nos am ena
za el regreso de los que no quieren ni com petencia ni inclusión, en
suma, el p eo r de los m undos posibles. Si hem os de construir u n a ba
rrera a su ascenso, y construir un nuevo sistema histórico, sólo puede
ser sobre la base de la inclusión. Es h o ra de que los liberales cedan
el paso a los dem ócratas. Si lo hacen, todavía p u ed en desem peñar
u n papel saludable. Los liberales p u ed en seguir recordando a los
dem ócratas los peligros de las mayorías alocadas y aceleradas, pero
p u eden hacerlo solamente en el contexto del reconocim iento de la
p rio rid ad fundam ental de la mayoría en las decisiones colectivas.
LIBERALISMO Y DEMOCRACIA 119
[1 2 0 ]
¿INTEGRACIÓN A QUÉ? ¿MARGINACIÓN DE QUÉ? 121
1 Véase Frederic Lañe, Profits and Power, Albany, State University o f New York
Press, 1979.
2 La relación histórica de los estados con los em presarios la exam ino en el capítu
¿INTEGRACIÓN A QUÉ? ¿MARGINACIÓN DE QUÉ? 123
Parecería que cierto socialismo no es otra cosa que una m oderna forma de
jacobinismo, y frente al peligro para el propio país, la voz de los “grandes .
ancestros” pesó más que la de las teorías socialistas, cuya relevancia a la si
tuación inmediata era difícil de percibir. En el inmenso remolino patrióti
co que envolvió al país, la guerra una vez más pareció capaz de realizar as
piraciones antiguas: en lugar de la fraternidad humana a través de la paz,
era la fraternidad humana a través de la guerra, a través de la victoria.5
6 Pero véase Terence K. Hopkins e Immanuel Wallerstein (eds.), The Age of Tran-
sition: Trajectory of ihe World-System, 1945-2025, Londres, Zed Press, 1996.
8. ¿CAMBIO SOCIAL?
El cambio es eterno. Nada cambia jamás*
[136]
¿CAMBIO SOCIAL? 137
es necesario que cada uno de nosotros haga todas esas cosas. Com o
cualquier o tra actividad científica, es ésta u n a tarea que se p u ed e di
vidir y repartir. Pero si no tenem os claro el m arco de nuestro análi
sis (el sistem a histórico), nuestro trabajo no será muy fructífero ni
novedoso. Lo que acabo de decir es válido p a ra cualquier sistema
histórico particular. Y cada uno de nosotros puede dedicar su en er
gía al análisis de u n sistema histórico particular u otro. En el pasa
do, la mayoría de los que se autodenom inaban sociólogos lim itaban
su interés al análisis del m oderno sistem a m undial, pero no hay nin
guna razón intelectual sólida p ara ello.
Sí hay, sin em bargo, u n a tarea ulterio r p a ra la ciencia social. Si en
la historia del m undo ha habido m últiples sistemas históricos, p o d e
mos preguntarnos qué relación existe entre ellos. ¿Están ontológica-
m ente vinculados entre sí, y si es así, de qué m anera? Esa es la cues
tión de lo que Krzysztof Pomian llam a cronosofía. La visión del
m undo de la Ilustración tenía una respuesta particular p ara esa pre
gunta: veía la relación de los que yo llamo sistemas históricos, entre
sí, com o secuencial y acumulativa. A lo largo del tiem po los sistemas
fueron haciéndose cada vez más com plejos y más racionales, hasta
culm inar en la “m o d ern id ad ”. ¿Es ésa la única m anera de describir
la relación? No lo creo. En realidad, creo que es u n a m an era funda
m entalm ente errad a de describir esa relación. La cuestión básica
del cam bio social se repite en este nivel. Tenem os que p reg u n tar si
el cam bio o la repetición es la no rm a no sólo p ara la vida interna de
cada sistema histórico sino tam bién p ara la historia com binada de
la vida hum ana en este planeta. Y aquí tam bién voy a sostener que
ninguna de las dos afirm aciones —el cam bio es eterno; nada cam
bia nunca— es satisfactoria.
La p rim era cosa que debem os no tar es que ese proceso, lejos de
ser inevitable, fue algo sorprendente e inesperado. Y la segunda co
sa es que no fue necesariam ente una solución feliz. Pero de cual
quier m anera ¿cómo ocurrió, o p o r qué? Yo p ro p o n d ría que ocurrió
principalm ente porque la norm al renovación externa de los estratos
gobernantes no fue posible, p o r razones accidentales y desusadas.
El estrato conquistador más plausible, los mongoles, acababan de
desplom arse ellos mismos p o r razones totalm ente ajenas a lo que es
taba ocurriendo en Europa occidental, y no había n inguna o tra
fuerza conquistadora inm ediatam ente disponible. Los otom anos
aparecieron u n poco dem asiado tarde, y p ara cuando trataro n de
conquistar Europa el nuevo sistema europeo ya era (pero apenas)
suficientem ente fuerte para im pedir que avanzaran más allá de los
Balcanes. ¿Pero p o r qué entonces el feudalism o fue sustituido p o r
el capitalismo? Aquí tenem os que recordar que el estrato em presa
rial capitalista existía desde m ucho antes tanto en Europa occiden
tal com o en otras partes del globo; de hecho tales grupos habían
existido p o r siglos o quizá p o r milenios. Sin em bargo, en todos los
sistemas históricos anteriores había habido fuerzas sum am ente fuer
tes que lim itaban su capacidad de ten er rien d a suelta y hacer de sus
motivaciones las características definitorias del sistema. Esto era
ciertam ente válido p ara la E uropa cristiana, donde las poderosas
instituciones de la Iglesia católica m antuvieron u n a lucha constante
contra la “usura”. En la Europa cristiana, com o en otras partes del
m undo, el capitalismo era un concepto ilegítimo y sus practicantes
sólo eran tolerados en rincones relativam ente pequeños del univer
so social. Las fuerzas capitalistas no se volvieron de repente más
fuertes o más legítimas a los ojos de la mayoría de la gente. En todo
caso, el factor decisivo nunca había sido la energía de las fuerzas ca
pitalistas, sino la fuerza de la oposición social al capitalismo. De re
pente, las instituciones que sostenían esa oposición social se volvie
ro n muy débiles. Y la im posibilidad de restablecerlas o de crear
estructuras similares m ediante la renovación de los estratos gober
nantes p o r la vía de la conquista externa dio u n a o p o rtu n id ad mo
m entánea (y probablem ente sin precedente) a las fuerzas capitalis
tas, que rápidam ente se m etieron p o r la brecha y se consolidaron.
Fue u n acontecimiento que debem os considerar com o algo extraor
dinario, inesperado y seguram ente indeterm inado (volveremos so
bre este últim o concepto).
Y sin embargo ocurrió. En térm inos de cambio social, fue un acón-
148 EL MUNDO DEL CAPITALISMO
3 Resumo aquí argum entos que pueden encontrarse en mi Después del liberalismo,
México, Siglo X X I- c iic h -UNAM, 1996, y en Terence K. H opkins e Im m anuel Wallers-
tein (eds.), The Age of Transition: Trajectory of the World-System, 1945-2025, Londres,
Zed Press, 1996.
150 EL MUNDO DEL CAPITALISMO