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Tabla de Contenido

I . Introducción ........................................................................................................... 3
II. ARBOL GENEALÓGICO ........................................................................................... 5
III. DOCUMENTOS .................................................................................................... 16
Carta de Solaiman Nassar, el papá de Abuela ......................................................................16
Título del Abuelo Salim .................................................................................................................17
La caligrafía del abuelo .................................................................................................................18
Páginas del libro escrito en Arabe del abuelo Salim ..........................................................19
Transcripción del segundo escrito de memorias de Abuela María fechado 13 de
mayo de 1980 (el manuscrito de puño y letra está en el Raices original) ................21
Escritos sobre el idioma Arabe manuscritos de Alexandra Rizek Nassar ..................22
Arbol Genealógico regalado a Yvonne Nassar .....................................................................25
Apuntes sobre la vida, el perdón etc .......................................................................................26
Carta pariente Jarjoura sobre libros en Arabe .....................................................................27
IV. ESCRITOS SOBRE ABUELA Y EL ABUELO ............................................................ 28
Recuerdos de Yvonne por Yvonne Nassar .............................................................................29
COMO LA RECUERDO por Agustín Nassar ..............................................................................30
LA ABUELA DE TODOS LOS TIEMPOS por Quique Nassar ................................................31
ABUELA por Shalon Asmar ...........................................................................................................33
ABUELA MARIA por Al Rizek .......................................................................................................37
MI ABUELA MARIA por Almita Rizek .......................................................................................40
Abuela por Fede Asmar .................................................................................................................43
El tesoro árabe de mi Abuela por Jany Rizek .......................................................................47
Mi Abuela Arabe por Mari Rizek ................................................................................................53
MEMORIAS DE LA ABUELA por Laura Rizek ..........................................................................55
NUESTRAS MEMORIAS DE “MAMÁ” Guillermo y David Asmar Rizek ..........................59
Recuerdos de Papá por Mélida Rizek.......................................................................................62
Los recuerdos de mi padre Por Rafael Rizek ........................................................................64
V. Hermanos y Hermanas ......................................................................................... 70
ALEXANDRA por Bienvenida Rizek ..........................................................................................70
RADYEH, ALTAGRACIA, TITI ACHA, ACHITA por Bienvenida Rizek .............................72
NADELLDA, NADIME por Bienvenida Rizek ..........................................................................74
ZUBAIDA NASRA BIENVENIDA por Bienvenida Rizek .......................................................76
SAROOH MÉLIDA (LA LINDA DE MAMÁ) por Bienvenida Rizek .....................................78
FAYEZ, RAFAEL ANTONIO por Bienvenida Rizek .................................................................80
JUAN ENRIQUE – RAJI por Bienvenida Rizek.......................................................................82
JUAN ENRIQUE por Rafael Rizek ..............................................................................................84
VI. Sobre las migraciones ......................................................................................... 86
Anexo: Documento “RAICES” original ..................................................................... 93
I . Introducción

Este documento es el resultado de varios esfuerzos iniciados con el objeto de compilar un


homenaje en recuerdo y honra a nuestros antepasados y parientes cercanos, principalmente a
la memoria de Abuela María (Kaltum) Nassar de Rizek. Anteriormente Titi Bien junto con
Lourdes Rovira prepararon uno llamado Raíces que tuvo gran acogida entre nuestra familia,
que incluía unas cuantas páginas de las memorias de puño y letra de Abuela y algunos escritos
de sus nietos sobre ella. En años más recientes, por idea y motivación de Diana Nassar y Titi
Bien se pensó ampliar “Raíces” con información genealógica y fotos, presentando una nueva
oportunidad de escribir sobre Abuela, sobre todo para los que no lo habíamos hecho en el
anterior.

En este nuevo documento encontrarán que incluimos el original “Raíces” al final como un
anexo por considerarlo el punto de partida de este nuevo proyecto. La cantidad y calidad de
los nuevos escritos que encontrarán sobre Abuela validan de sobra el beneficio de habernos
dedicado a esta nueva empresa. Aunque la idea original era homenajear a esta querida Abuela
por los muchos recuerdos y vivencias de nuestra familia durante el tiempo que la pudimos
disfrutar en la larga vida con que fue bendecida, Tío Rafa y Titi Mélida se motivaron a escribir
los recuerdos y enseñanzas de su papá, que la mayoría de nosotros no conocimos,
regalándonos una valiosa e inesperada revelación sobre la vida, filosofía y trascendencia del
abuelo Salomón (Salim). Como si fuera poco, mientras preparábamos este trabajo, titi Bien
nos sorprendió con bellas palabras dedicadas a cada uno de sus hermanos. Sobre mi papá
Juan Enrique, el escrito de titi Bien al final hace referencia a uno de tío Rafa sobre Papi,
también incluido, que a su vez cita la última tarjeta de cumpleaños que le escribí mientras
convalecía hospitalizado enfermo de cáncer. Ya muy cerca de tener un borrador final para
imprimir este documento, surgió de titi Mélida y tío Rafa también la iniciativa de explicar las
circunstancias y razones de las migraciones de la familia principalmente a Puerto Rico.
Finalmente, titi Bien, al revisar el borrador y percatarse de que faltaba el escrito de Laura mi
hermana, insistió en lograr recuperarlo en vista de que era la única de los trece nietos de
Abuela que no tendría el suyo en este trabajo, con tanta persistencia que lo logró pudiéndolo
incluir por suerte a última hora.

Los que trabajamos en este proyecto nos percatamos de que aunque en el original Raíces se
incluyeron las copias manuscritas de las memorias de Abuela de dos fechas separadas, 1979 y
1980, en el mismo no se incluyó por omisión la transcripción del segundo escrito, fechado 14
de mayo de 1980, razón por la cual se adicionó dicha transcripción en el segmento de
documentos que encontrarán. Aclaramos que no se pretende en este trabajo vaciar la
totalidad de documentos y “memorabilia” de la familia acumulada a través de muchos años y
países, bien custodiada por titi Bien, sino que se seleccionaron las que entendimos más
relevantes.

Incluimos un árbol genealógico de la familia para las actuales y futuras generaciones. Creo
que un filósofo dijo alguna vez que no es posible saber hacia dónde dirigirnos sin primero
conocer de dónde venimos. La inmigración de nuestros antepasados en la época y bajo las
circunstancias en que se dio da ejemplo del poder de superación de nuestra estirpe, a pesar
de, y sobre todo cuando se encuentra ante la adversidad. Los grandes logros en distintos
aspectos de los miembros de nuestra familia, incluyendo magníficos parientes políticos
agregados, los muchos y diversos profesionales y también excelentes amas y amos de casa
con que contamos nos demuestran la calidad de lo que somos y el gran clan que hemos
configurado en los “pocos” años desde que el abuelo Salim y Abuela María pusieron pie en
suelo americano, cuando el siglo XX apenas comenzaba. El gran sentido de unidad familiar,
sabrosa cultura culinaria, laboriosidad, superación, la hospitalidad, fe religiosa, lealtad,
generosidad y el apoyarnos en las buenas y en las malas son solamente parte de los valores y
costumbres de nuestros antepasados que por fortuna permean a las nuevas generaciones de
Rizek-ses (Consideren los demás apellidos incluidos en esta generalización por favor porque
sino la página no me alcanza).
Agradecemos de corazón a titi Bien, Diana, Lourdes, y más recientemente a mi hermana María
Consuelo y los demás miembros de la familia que con su entusiasmo y esfuerzo impulsaron
este proyecto, así como también a los que escribieron, enviaron fotos, dieron seguimiento y
ofrecieron ayuda. Solicitamos nos disculpen por cualquier error humano de fechas, nombres o
hechos que no hayan sido precisos, y por haberles pedido fotos, datos o escritos más de una
vez, que se nos hayan podido traspapelar por el tiempo y las circunstancias.

A pesar de que originalmente se pensaba incluir en el presente proyecto un capítulo con una
galería de fotos, optamos por ubicarlas junto con algunos escritos y en otros segmentos como
en los árboles genealógicos y cargarlas en el web site dado el espacio y la carga adicional que
nos iba a representar para reproducirlo y distribuirlo en papel.

Finalmente les pido que consideren este documento como un trabajo aún en progreso en el
sentido de que siempre podrá ser mejorado y completado. Para nosotros será un honor que se
sientan en la libertad de apoderarse de él y hacerlo de ustedes. El árbol geneaológico fue
preparado en un programa de computadora que permite su exportación, publicación al
internet y actualización por lo que exhortamos a que lo visiten en la página correspondiente.
Lo pueden encontrar en www.myheritage.com bajo el nombre de “Arbol Rizek” o
http://www.myheritage.com/site-70258341/arbol-rizek-web-site. Adicionalmente pondremos a
entera disposición de los que estén interesados una copia de este proyecto y de las fotos y
documentos de soporte.

Gracias por ayudarnos, entusiasmarse y por brindarnos esta nueva oportunidad de celebrar las
vidas rindiéndole honor a quien honor merece: Abuela María y el abuelo Salim, a sus hijos e
hijos políticos y por qué no, a nosotros, el resto de su familia y descendencia.

Que Dios los Bendiga y hasta la próxima.

Barakne (la bendición de ustedes)

Jany Rizek
II. ARBOL GENEALÓGICO

Arbol Genealógico: Los padres de Abuelo Salim y su descendencia directa (primera generación). En el sitio en Internet
mencionado en la introducción hemos continuado adicionando a los hermanos del abuelo Salim y sus descendientes así como de
Abuela María pero para no extender demasiado este documento no incluimos la impresión de todos esos árboles genealógicos
sino solamente en el de ellos a sus hermanos. Para estos detalles favor de referirse al sitio web.

Luis (Neme o Amo Luis) es el hermano del abuelo con el que el abuelo Salim vino a
America, y con el que compartían el negocio y la casa de San Francisco de Macorís.
Casado con tia Fefa (Josefa) tenían 8 hijos, Luisa, Melba, America, Katrina, Rosita, Juan,
Isa,
En esta página la familia directa de Abuela María.
La mamá de Abuela María, llamada Radieh murió
dando a luz a su hija menor de su mismo nombre.
El papá de Abuela, Suleiman Nassar se volvió a
casar con Julia Majdalani con quien procreó cinco
hijos más. Abuela quería mucho a su madrastra,
lo cuenta en sus memorias.

El abuelo Suleiman Nassar y su segunda esposa, Julia, a su lado derecho. Luego en


sentido de las manecillas del reloj Marie y Radieh, el bebé es Raouf, la nena de los
lazos es Widdad, detrás de ella George, al lado Nicolas, y al lado de Julia está Suria
Arbol Genealógico: El Abuelo
Salim y Abuela María con sus
hijos y sus respectivos
cónyuges.

Salim y Maria Rizek con


Bienvenida a la derecha de
Salim, luego Alexandra,
Altagracia, Nadime, Mélida,
Rafael y Juan Enrique

Keltum (Maria) y sus hijas

Bienvenida, Rafael Juan Enrique


y Melida circa 1931-32

Rafael, Mélida, Bienvenida,


Nadime, Abuela Maria,
Altagracia, Alexandra, Juan
Enrique
Arbol Genealógico: Los hijos de
Enrique Nassar y Alexandra Rizek
Nassar y la primera generación de
su descendencia con sus
cónyuges.

Arbol Genealógico: Los hijos y


nietos de Yvonne Nassar Rizek
Arbol Genealógico: Los hijos y
nietos de Agustín Nassar Rizek
Arbol Genealógico: Los hijos y
nietos de Enrique Nassar Rizek
Arbol Genealógico: Los hijos,
nietos y biznietos de Altagracia
Rizek Nassar
Arbol Genealógico: Nadellda
Rizek Nassar y Oscar Hernández

Arbol Genealógico: Bienvenida


Rizek Nassar
Arbol Genealógico: Mélida Rizek
Nassar y sus hijos, nietos y biznietos
Arbol Genealógico: Rafael Rizek
Nassar y sus hijos y nietos
Arbol Genealógico: Juan Enrique
Rizek Nassar y sus hijos y nietos
III. DOCUMENTOS

Existen algunos documentos que Abuela conservó a través del tiempo, algunos que se
mencionan en sus memorias y otros en escritos de la familia. Los escaneamos y en este
segmento los presentamos para poder compartirlos con ustedes entendiendo que éste
también es el propósito de titi Bien como parte de este proyecto.

Carta de Solaiman Nassar, el papá de Abuela


El primero de ellos es la carta del papá de Abuela, Solaiman Nassar cuando Abuela salió
casada de su país para venir a vivir a Santo Domingo en 1913. Abuela conservaba esta carta
original como uno de sus bienes más preciados, sino el que más. Titi Bien la tiene también
bien guardada. Estaba en árabe y ella la menciona en sus memorias tratando de traducir sus
palabras. Incluimos una traducción de Olga, la esposa de Elie el primo.

Traducción de Olga (al Inglés):


Nota: la traducción no incluyó la fecha de la carta que sospecho sí tenía o aparenta tener a
mano derecha del sello de tinta con el nombre de Solaiman. Sabemos que fue en 1913.

My dearest daughter Kaltum:


With the Lord’s help I am writing this note since you are leaving to America please keep
my advise
1 - Keep yourself good and righteous towards God and people. Take care of yourself
and don’t work too hard. Take care of your jewelry, your belongings, etc
2 – Be obedient to your husband as the Bible says. Pray daily for this is pleasing to God
and if the Lord forbid you have a problem ask the Lord’s help, say the Lord’s prayer and
the prayer of faith for He is able to solve all your problems.
3- If you feel any dizziness when sailing lie down and do not walk around in the ship.
Write whatever happens on your ship so you can write to me all about it when you
arrive safely to America. Always remember me in your prayers. Remember your mother,
your sisters and brothers, your relatives. Write to me always. I trust the Lord will keep
you and be with you. My blessing and hope you will prosper for He is able to keep you
and your husband on land and sea. May He give you all what you ask for both you and
your husband and may He grant you the opportunity to come back so that I can see
you healthy and happy.
Your father Solaiman Nassar
Título del Abuelo Salim

El siguiente es el título del Abuelo Salim Rizek también conservado en original y que
para este proyecto aquí reproducimos:

Traducción por Olga al Inglés:

Certificate
The Emperor Orthodox Palestinian Society
Saleem Rizek of Nazareth city has completed at the Nazareth Boarding School the
scientific educational courses in the period of four years, and also the practical courses
in the period of two years where he practicad teaching at the Exemplary (Namouzajiah)
daily school, and he earned the job as a teacher at the elementary schools at the
Emperor Orthodox Palestinian Society, and therefore he was given this certificate.
(Esperamos poder conseguir la fecha del documento)
La caligrafía del abuelo

A continuación el reverso de una foto que el abuelo Salim le dedicó a Juan Enrique su hijo
menor en 1935 donde se puede apreciar su letra escribiendo en el quinto idioma que conoció,
el Español (después del Arabe, Turco, Ruso y Griego). En el anverso la foto está tan
maltratada que no vale la pena incluirla pero se muestra otra que estaba junto con ella y que
se calcula que es más o menos de la misma época.

Esta es la carátula de un libro abecedario árabe en que el abuelo


Salim escribió: “ Este libro abecedario árabe pertenece a los
muchachos Rizek Nassar para aprender su Idioma paternal” San
Francisco de Macorís, Dic (de un año que no es legible). Es evidente
su interés en enseñarles a sus hijos el idioma. Alexandra, su hija
mayor lo hablaba escribía y leía.

Se calcula que el libro sea de alrededor de los años 1920’s.


Páginas del libro escrito en Arabe del abuelo Salim

El abuelo guardaba estos documentos que Titi Bien conserva con oraciones y los nombres de
sus hijos. Aparentemente él guardaba y atesoraba oraciones, poemas y otros escritos que titi
tiene pero entendemos que éste es uno de los más importantes para él dado que registraba su
descendencia. Existe la posibilidad de que algunos de los demás poemas u oraciones
encontradas sean de su autoría pero eso no lo hemos podido confirmar ni descartar. Lo
siguiente es una imagen de las páginas seguido por la traducción conseguida por titi Bien

La siguiente traducción de este documento al Inglés fue preparada según tengo entendido
por el primo Ellie o su esposa:
The second sheet seams to be from the bible but! am not sure. It is difficult to translate but here
is my attempt to translate it:

(Great Thursday)
You were so humble choosing the right path when you washed the feet of students and you
gave yourself to the cross and hurrier for us.

(Wholly Prayers)
You accepted the spit and death for the savior of the world.

(Great Friday)
For us people and for our savior you accepted pain and crucifixion.

(Great Saturday)
Real Jesus of peace

(The eighth note)


You great God creator of all.... Protect your followers and keep them in peace, you are the
merciful.

Alkinoneekoon: Pray to God in the sky, be happy Sadikoon, The believers have to pray.
Hallelujah.

Then your father wrote the names and date of birth of his children:

God has given us a female child on Monday the 5th of November 1918 at 8 am and we called
her Nadimeh or Nadijda.

God has given us a female child on Thursday the 13th of January 1921 at 2 am and we called
her Nasra or Bienvenida.

God has given us a female child on Saturday the 21st of October 1922 at 3 am and we called her
Sarooh or melida.

God has given us a male child on Monday the 5th of October 1925 at 7 am, and we called him
Fayez or Rafael.

God has given us a male child on Saturday the 5th of October 1929 at 12 pm, and we called
him Raji or Juan Enrique.

He also wrote:

Our Brother Ni’meh died on Tuesday at 9 pm on Febryuary 2 1939.


Transcripción del segundo escrito de memorias de Abuela María fechado 13 de
mayo de 1980 (el manuscrito de puño y letra está en el Raices original)

Esta tarde sentada sola en el balcón de mi casa, son las 2 de la tarde, llega a mi mente mi
familia, padre, madre, hermanos…
Me separé de ellos en 1913, casada a la costumbre de mi país, en aquella época. Mi padre
Sliman Nassar y mi madre Radieh Kawar son familias conocidas en Nazareth. El papá de mi
mamá se llamaba Tannus Kawar, su nombre pasa a la historia de la ciudad de Nazareth.*
Nosotras hermanas, cinco, (5) y mamá tuvo cuatro (4) varones pero no tuvo la suerte de criar
los varones, cosa tan triste, tanto Papá y Mamá vivían tristes. Al final de la vida de Mamá,
murió de parto, dejó una nena de dos horas de nacida. Éramos seis (6), yo nunca puedo
olvidar aquel momento tan triste para Papá, le corrían las lágrimas, con todas nosotras
llorando, seis (6) hijas, ese día abrazaba a una y a otra y nos decía “ no lloren más, yo soy el
padre y la madre”, y con los ojos llenos de lágrimas, la voz triste, en fin . . . yo tenia nueve (9)
años (1903). Mi hermana mayor Rimeh tenía nueve (9) meses casada con un señor de la
mejor familia, se llamaba Nasrala Khouri. Rimeh tenía cuatro (4) meses en estado, y sólo ella
(ella sólo) tenía 17 años, lloraba como un bebé y decía: “Mamá no te vayas, quién va a
cuidarme. . .” . En fín la muerte de mamá fue una tristeza para toda la familia.
Pasó el tiempo y la familia, Abuela sobre todo vivió largo tiempo con nosotros. Hasta por fin
Papá decidió casarse por dos razones, él necesitaba una compañera y al mismo tiempo una
mujer que fuera buena para darnos cariño de madre y así fue, conoció a una persona que era
huérfana de madre, sólo tenía un hermano y su papá, pero su mamá se murió cuando era
pequeña, y decidió casarse con ella, según costumbre de mi país sin conocerla, sólo por lo que
le decían su papá y su mamá. Papá se casó con una muchacha ya madura, tenía 28 años. Para
mí fue como una madre, mis hermanas no se llevaban bien con ella. Mi hermana Marie fue a
estudiar a Belén hasta que se graduó, yo estuve un año en el colegio pero lloraba como un
bebé porque no me gustaba la comida y sólo pasé un año y pude estudiar un poco de Inglés,
pena me da que no seguí en el colegio, porque lloraba porque no servían buena comida y sólo
pasé un año. De nuevo iba a la escuela griega. En aquella época no dejaban que las nenas
siguieran estudiando, sólo que supieran leer y escribir, así me tocó a mí eso cuando cumplía
trece (13) años, mi mamá quiero decir mi madrastra.
Salí de la escuela y me quedé en mi casa ayudando a mi madrastra en todo, y ella me quería
como si yo fuera su hija. Tal cuando papá decidió comprometerme, ella lloraba amargamente
y le decía, qué razón tenemos que nuestra hija se casa y se va del lado de nosotros porque
aquí hay hombres buenos, se casa y se queda entre nosotros. María para mí es más que una
hija y lloraba, en cambio decía mi hermana Rimeh le decía a Papá: Papá todo lo que pueda
hacer por mis hermanas hágalo en vida mis hermanas están bien en su vida. Y así fue, me
casó contra el gusto de mi madre de crianza y al estilo de Nazareth. Fue una boda celebrada.
Lo primero, el sábado, un día antes de la boda, celebran en la casa de la novia lal boda con un
almuerzo para todos los invitados, y antes del almuerzo preparan en la sala un trono como de
cuatro escaleras y ponen un sillón elegante y en la pared adornan con muchas flores y
ramilletes de frutas.
* Este comentario de Abuela sobre su abuelo materno motivó a que investigáramos si existía alguna información
sobre Tannus Kawar en Internet. Para nuestra sorpresa, encontramos información en el web site :
http://www.nazarethinfo.org/show_item.asp?itemId=213&levelId=63502 que indica que fue alcalde de Nazareth
de 1875 a 1886 y que su casa es actualmente un museo. Exhortamos a que lo visiten para que vean las
imágenes. Presentamos un extracto de la información del sitio web en Inglés:
“El-Sibbat, the House of Folklore, is a museum showing life in Nazareth as it was in the nineteenth century. The
museum, which is in the Old City close to Mary’s Well, occupies one of the oldest houses in the city. The house
used to belong to the wealthy Kawar family, who lived there two hundred years ago.
One resident of this house was the city’s first mayor, Tannus Kawar, who served from 1875 to 1886. The House
of Folklore provides an insight into the way people lived more than a hundred years ago. From time to time,
municipal cultural events are held at the museum.”
Escritos sobre el idioma Arabe manuscritos de Alexandra Rizek Nassar

Los siguientes son hojas de cuaderno escritas por titi Alex explicando lo básico del idioma
Arabe, demostrando sus amplios conocimientos sobre el tema.
Lo siguiente es la oración del Padre Nuestro en Arabe.
Arbol Genealógico regalado a Yvonne Nassar
Apuntes sobre la vida, el perdón etc

De una página de libro Árabe que Abuela conservaba aparentemente ella tradujo al Inglés un
segmento que le gustó mucho y que marcó para que titi Bien lo leyera y preservara. Está
fechado para el año 1966 con letra de titi Bien.
Carta pariente Jarjoura sobre libros en Arabe

Esto aparenta ser una carta enviada a Abuela por un pariente de apellido Jarjoura donde le
habla sobre unos libros o volúmenes conteniendo el Hamouleh Tree, que dan la impresión de
contener información sobre la familia. Dice que a Sliman se le había dado y que se sintiera en
libertad de proponer sugerencias sobre su contenido.
IV. ESCRITOS SOBRE ABUELA Y EL ABUELO

En esta sección encontrarán diversos documentos, la mayoría de ellos inspirados en retratar a


la famosa Abuela María. A mí particularmente en un principio me intimidó el reto. La tarea de
hablar sobre ella me parecía monumental. ¿Cómo se describe a alguien que tenía como cinco
dimensiones en un pedazo de papel? Todavía mucho tiempo después y al cabo de varias
revisiones prefiero no volver a leerlo para no arriesgarme a una nueva frustración y nuevos
intentos vanos de plasmar en letras ese gran personaje que fue. Como verán el mío sobre
Abuela es uno de los más largos (con lo que tal vez confirmo la dudosa fama de hablar
demasiado, otra vez haciendo honor tal vez a mi genética) precisamente en el fútil intento de
describirla en el contexto de aquellos tiempos y de analizar su trascendencia en mi vida.

Los demás escritos todos me parecen fantásticos, cada cual en su propio estilo. Mejor no
menciono ninguno en particular pero felicito a todos los que contribuyeron, lo más importante
era hacerlo. Enhorabuena.

Los que hablan del Abuelo Salim por tío Rafa y titi Mélida me permitieron asomarme a cómo
era y lo que fue la vida de este emprendedor y luchador abuelo que la mayoría de esta
generación no conocimos. Una excelente aportación, qué bueno que lo hicieron.

Los dedicados a cada uno de sus hermanos por titi Bien es una muestra de su cariño y
admiración por ellos y de su deseo de plasmar sus vivencias y anécdotas con cada uno.
Gracias Titi por tus palabras.

Sin más les exhorto a que disfruten las lecturas.

Jany Rizek
Recuerdos de Yvonne por Yvonne Nassar

Recuerdo a Papi y Abuela discutiendo en árabe. Abuela, una mujer grande que impresionaba
con su presencia y su carácter. Nos quería mucho y nos hacía todo lo que nos gustaba. Una
vez se quedó dormida y yo le corté las trenzas. Cuando despertó y no se sintió su moño se
afligió mucho, me dieron una paliza y yo estaba bien asustada. Ella nos visitaba
frecuentemente, disfrutábamos sus comidas y bizcochos.

Cuando empecé la escuela ansiaba las vacaciones pues enseguida que terminaban las clases
me iba a su casa en Santo Domingo. Con ella iba al casino de Guibia todos los días con los
vecinos y amigos en las guaguas de dos pisos. Ella disfrutaba mucho. La sentábamos a tejer
en un sillón en la playa mientras nos bañábamos. Me encantaba su comida, sobre todo las
albóndigas, le preguntaba cuántos íbamos a comer y contaba las bolitas, una por persona y las
otras me las comía yo. Los veranos eran para mí la mejor época del año. Disfrutaba en Santo
Domingo, en su casa en el patio había un árbol de quenepas, yo las comía verdes. Allá las
clases terminaban dos meses más tarde que aquí, me iba con titi Nadime a la escuela porque
siempre había alguno de sus alumnos que me enamoraba. Crecí junto a Abuela y su familia.
Mis veranos eran la envidia de mis amigos, cuando regresaba a Puerto Rico les contaba lo
mucho que gozaba en Ciudad Trujillo. Pasaron los años, Abuela vino a vivir a Puerto Rico. En
Rio Piedras mientras estudiaba en la UPR compartí con ella y mis tíos. Mis amigos y
enamorados la visitaban frecuentemente. Cuando me casé con Fernando ella estaba feliz,
siempre lo quiso mucho. Nacieron mis hijas, sus biznietas, las quiso muchísimo y mis hijas
correspondieron siempre ese cariño.

Los bizcochos que hacía Abuela eran la delicia de todos. Ella deseaba aprender a decorarlos,
juntas fuimos a ls UPR a las clases de Economía Doméstica. Era la mayor de los alumnos,
todos la querían muchísimo, rápidamente aprendió el arte de pastillaje. Su receta de bizcochos
la incluyeron en las clases. Tenía 72 años, disfrutó muchísimo y con orgullo mostraba el
certificado de la UPR. Al ser yo su primera nieta creo haber recibido todo el amor que sólo una
abuela sabe dar. La extraño mucho y pido a Dios que desde el cielo nos envíe siempre su
bendición.
COMO LA RECUERDO por Agustín Nassar

Calle Padre Billini. .... Su silueta dibujada por las primeras luces de la mañana, borrosa al
mirarla a través del mosquitero. El paso lento de sus chinelas rozando las lozas y luego el
aroma del café recién colado. En la antesala, la mecedora del abuelo Salomón vacía. Sobre la
mesita, marchitas fotografías donde los hombres lucen enormes bigotes y extraños atavíos en
sus cabezas. Al lado, revistas en árabe que se hojean en sentido contrario. Duque jugando
en el patio y en el traspatio el frondoso árbol de quenepas. Los cheles nunca faltan para los
dulces en La tienda de la esquina y afuera, en la calle, el vendedor de hielo en bloques o el
verdulero la llaman Doña María, Doña María.

Recuerdo su mirada penetrante y a veces intimidante, que luego desaparece por arte de
magia al sentir su mano, cálida y cariñosa y en otras ocasiones, canta en árabe para luego
reírse de ella misma.

Mosaico de imágenes que surgen en mi mente cuando pienso en ella y mi niñez. Y aunque la
niñez quedó perdida en el tiempo, siempre estuve cerca de ella. Cuando estudiaba en
Perkiomen, la visitaba en New York y en mis años universitarios vivía en su residencia en
Santa Rita. Al final se establecería en el Paraíso en Río Piedras. Su cocina, centro principal de
sus actividades, siempre estaba felizmente desorganizada pero llena de aromáticos anticipos
de sabrosas cenas. Cenas que neutralizaban las rencillas familiares bajo su mirada y gestos
imponentes. Al final, la taza de café servida de sus manos. En su tiempo libre la veía tejiendo
botines para el próximo nieto o atendiendo el jardín donde cortaba las rosas que siempre le
regalaba a Sandy. Jardín que combinaba con huerto para los antojos culinarios tan típicos de
ella. Pero sobre todo, siempre la recuerdo por su incansable disfrute del creciente número de
nietos y luego de biznietos.

Ahora que me toca recorrer la ruta dorada, con hijos y nietos, la recuerdo con mayor
admiración por su intenso apego a la vida y a esas pequeñas cosas que con frecuencia
pasamos por alto……día a día.
LA ABUELA DE TODOS LOS TIEMPOS por Quique Nassar

Estoy seguro que en algún lugar leí hace muchos años la frase que en el título tomo prestada
para describir a la persona más singular que he conocido en toda mi vida y la que supo
superar los retos que le presentó cada época posterior de su larga vida. Claro está, hay que
ubicarse en tiempo y en espacio. Mis recuerdos más fieles y significativos de Abuela fueron
ocurriendo ya en mi adelantada adolescencia, en mis primeros altos de escuela superior y a lo
largo de los años que me llevaron a terminar mis estudios, ya en compañía de Hylsa.

Antes de esa época, Abuela era la que “peleaba” en árabe con Papi, nadie entendiendo lo que
pasaba cuando ella visitaba la casa de Humacao y en los largos almuerzos dominicales en casa
de Don Jorge Nassar en la Urbanización Roosevelt, almuerzos que se desarrollaban, otra vez.
en árabe, nadie entendiendo tampoco lo que pasaba entre las risas de ellos y lo que parecían
alborotos de peleas.

Abuela se fue convirtiendo, en mi mente y con el pasar de los años, en la figura cohesiva de
toda la familia, la líder indiscutible a cuya casa se acudía invariablemente en cualquier ocasión
de celebración. Allí entre opulentos e interminables almuerzos, Abuela desplegaba ese
inconfundible cariño y alegría contagiosa, en especial, hacia sus numerosos nietos y biznietos.
Como todos sabemos para ella no había mayor satisfacción que vernos sentados a su mesa,
comiendo de tanta variedad de platos, pues, como ella decía, todos los males se curan
comiendo. En ocasión de los numerosos partos de la familia, quien podría olvidar las visitas de
Abuela a las recién paridas con su famosa sopa de pollo y albóndigas?

En el trasfondo de lo que ahora recuerdo con mayor frecuencia, aprendimos que Abuela vino a
“América” muy joven, ya casada con el Abuelo Salomón, a vivir a República Dominicana en un
lugar que ella describía como remoto y desprovisto de todo adelanto imaginario que en esa
época podía existir. Mi recuerdo se remonta a La época posterior, ya ella viviendo en la capital,
Santo Domingo, donde Papi nos llevaba de visita desde Puerto Rico, primero en barco y, con
el pasar del tiempo, en avión. A través de los años que siguieron Abuela, tías y tíos, por
diferentes razones que no conozco al detalle, venían a Puerto Rico de visita o para ayudar a
Mami en las épocas de parto o de enfermedad. Eventualmente, entre viajes y estadías entre
Estados Unidos y Puerto Rico, vino Abuela a vivir a Puerto Rico con la ayuda de todos sus
hijos. Primero vivieron en la Urbanización Santa Rita de Río Piedras, en un amplio segundo
piso al lado del Hotel Darlington, en donde Abuela nunca perdonó “El ruido” (el zumbido de las
máquinas de aire acondicionado del Hotel que siempre le hizo compañía). Después se
mudaron a una casa terrera en la misma Urbanización y la que se convirtió en la casa de
todos, de muchas visitas y de hospedaje de otros y en donde yo me “refugiaba” cuando
lograba “salir” del colegio donde estaba interno.

Según pasaron los años y sin pretender narrar cada anécdota, Abuela se fue convirtiendo en
mi mente en una figura ejemplar, es decir, en alguien que con sus palabras y sus actos daba
ejemplo. En muchas ocasiones la iba a buscar con Hylsa y la llevábamos de paseo, inclusive a
Humacao, uno de sus paseos preferidos ya que, además de visitar a Mami en la Joyería, hacía
su compra en la Plaza del Mercado. En esos viajes nos narraba y describía el país de donde
ella vino, de su época en un colegio de internas en donde estudió, de su accidentada travesía
en barco a América, de su época viviendo en San Francisco de Macorís y, después, en la
Capital. Todo lo narraba con descripciones fieles al detalle y salpicadas de bromas, inclusive de
tonos rosados ( “bungalo majijo, bero bungalo con cuidado”) riéndose ella primero que nadie,
sin entrar en épocas tristes de necesidad que todos sabemos que con su familia las tuvo. Esos
viajes se convirtieron en una enseñanza que en aquel momento no se valoró y que ahora, en
retrospecto, uno agradece que tuvo la oportunidad de conocer (sin olvidarme que había que
llevar la olla de repollos rellenos en el baúl de mi Volky porque el aroma sospechoso que
despedía la olla no permitía que se llevara dentro del carro).
Posteriormente, Abuela fue a vivir a la Urbanización El Paraíso y esa casa también heredó la
distinción de ser la casa de todos. Fueron muchas las ocasiones en que llegué en horas del
siguiente día y encontraba a Abuela leyendo su Biblia o alguna revista árabe. De inmediato me
preguntaba, pensando uno que no percibía nada extraño, “majijo, se siente bien? venga a
comerse algo para que se le quite ese “malestar” que trae. Por supuesto, el paso siguiente era
en dirección de uno de los cuartos a pasar el resto de la recuperación.

Fue valiente y se supo enfrentar a circunstancias que cualquiera hubiera pensado que a ella no
le tocaba resolver, pero así era ella y acudía en ayuda de cualquiera en necesidad: pariente,
vecino, amigo o, simplemente, visita y para nadie faltaba comida. Sólo recuerdo haber
cometido un lamentable error cuando, allá para 1963-64, en uno de los ataques de los
israelíes a los aviones árabes, en mi ignorancia, me atreví a intentar justificar esa acción. En
esa ocasión estaba almorzando con ella; se sentó y me llamó al balcón de su casa del Paraíso
y me dio una lección de historia narrándome la historia de como se pobló Palestina, las tribus
y pueblos que de uno y otro bando la ocuparon, los ataques y las guerras y, por supuesto, la
base histórica de la Biblia que ella tan bien conocía. Nunca más me atreví a mencionar el
tema.

Una vez Hylsa y yo nos casamos fuimos a vivir cerca del Paraíso, en Río Piedras Heights. Lejos
de sorprendernos, Abuela se presentaba usualmente cerca de la hora de la comida con
bandejas de su siempre sabrosa comida para halagarnos. Imagínense Ml PROBLEMA ya que
me costó convencer a Abuela que, aunque agradecidos de ella, no podía rechazar la comida
de Hylsa de principiante ama de casa. Créanme que tomó tiempo en lo que pude lograr lo que
pretendía, no sin que Hylsa también echara de menos la comida de Abuela y no se sintiera
muy contenta con mi heroica gestión.

Han pasado ya algunos años desde que Abuela se unió a los demás árabes de la familia que la
precedieron (Don Jorge Nassar y Papi), ese selecto grupo al que Tío Quique se unió. No
obstante eso no ha menguado la importancia que la presencia de Abuela tuvo y la que su
recuerdo aun tiene entre los nietos y biznietos que tuvieron la fortuna y bendición de
conocerla.

Quique Nassar
ABUELA por Shalon Asmar

Introducción

Hace más de 30 años, que siendo aun joven escribí unas notas versadas admirando la energía
y el diario quehacer de mi abuela María. Para entonces, en 1972, tenía yo 20 años y vivía con
ella y estudiaba en la Universidad de Puerto Rico mi Ultimo año de Bachillerato en Psicología,
me asombraba de ver a aquella “anciana” de 78 años todavía erguida y fuerte, comando de la
familia, sin aspavientos, ni gritos. Lo hacía con una mezcla de exigencias no expresadas y con
cariño interminable.

Con el motivo del cariño y admiración escrito como homenaje de la familia a la abuela en el
primer libro “Raíces”, me sorprendí de encontrar mis notas escritas, sin corregir ni alterar.
Aquella “muchachada”, escrita como un profesor de español, se modifica hoy en el segundo
libro. En éste, otros nietos y biznietos quieren preservar el recuerdo de la abuela. Esta es una
impresión más madura. Desde la admiración, es más profunda.

Con más de 30 años de experiencia vivida en nuestra familia, veo que la abuela nos guía
espiritualmente y entrego éstas notas como homenaje y agradecimiento a la vieja por moldear
esta familia que ella aun sigue influenciando.

Abuela María era un ser humano excepcional. Muchos lo percibíamos de una forma intuitiva, la
experiencia y el paso de los años dejan la visión de un árbol bien centrado en sus raíces, del
cual ahora se cosechan los frutos. Estos frutos confirman y afirman mi impresión juvenil.

Soy el sexto en nacer de los trece nietos de abuela. El hijo de Mélida, la quinta de las hijas.
Tuve la gran fortuna de vivir bajo su techo por muchos años. Quizás más tiempo consecutivo
que ningún otro nieto. Estuve con ella al cumplir 16 años y comenzar la Universidad en 1968
y” finalmente” me fui en 1976 como verán más adelante.

Creo, sin temor a equivocarme, que en todo ese tiempo nunca vi llegar a nadie a su casa a
quien no recibiera e hiciera sentir bienvenido y especial. Y si se mira a través de los hijos e
hijas y ahora nietos y nietas, es un rasgo excepcionalmente arraigado en toda la familia,
hereditario o aprendido, pero evidente.

Abuela te hacía sentir bien casi sin ruido, sin oleaje. Serenamente, pero con actitud decidida,
se paraba de la silla en el balcón o de la mecedora de la sala a recibirte. Abría la puerta del
balcón y usualmente seguía un” hola m’hijo, como está? Qué bueno que vino, venga para que
coma, siéntase aquí”, acción unida a la palabra, halaba la silla cercana a la cocina (favorita de
todos) e inmediatamente encendía la estufa y en 5 o 10 minutos tenía lista una comida
fabulosa. Al mediodía siempre podías contar con arroz y habichuelas, un bisté o filete. A veces
uno de mis platos árabes favoritos: Berenjena rellena que hoy es la especialidad de Titi Bien, o
mi favorito de todos los tiempos: carne guisada con vainitas (Que Maricarmen, mi esposa
aprendió con Abuela y hoy prepara con la misma destreza y cariño). Muchos otros platos se
recuerdan con cariño. El quipo (Quibe) que hoy es la especialidad de Mami, lo preparaba con
sus manos grandes y afectadas por la artritis. Preparaba las famosas bolas de quipe en
segundos. Sus dulces y reposterías eran anhelados por todos. El tradicional bizcocho de
cumpleaños era delicioso y nunca se cansaba uno de comerlo y esperarlo junto con la llamada
telefónica para invitarte a que pasaras por la casa a felicitarte. El Baclawa (que se convirtió en
la tradición de Titi Alex) y las empanaditas y rollitos de dátiles.

En aquellos tiempos siempre dí por sentado que así se comía. Hoy, sin embargo, la añoranza y
los recuerdos lejanos me dicen que era algo especial. Su cocina era excepcional, como lo fue
por muchos años la cocina de Titi Acha, quien por casi 30 años fue su vecina de enfrente. Con
el buen apetito de la época era frecuente que comiera en ambas casas. En mis excursiones
desde la UPR, por mucho prefería el tapón y pagar la gasolina a 18 centavos el galón y
saborearme aquellos manjares que comer en la Universidad.

Compartí con la vieja suficiente tiempo que llegamos a entendernos, especialmente después
de empezar mi noviazgo y entrar en la Escuela de Medicina, con la mayoría de edad. La
Escuela de Medicina y la rutina de compartir con mi media naranja (que siempre disfrutó a la
Abuela y viceversa) eran más predecibles que mi época de fiesta, parranda, guitarra y
baloncesto.

La rutina de la cocina confligía con mis andanzas nocturnas. Su ritmo de trabajo comenzaba
de 4:30 a 5:00 am y el resto del día era vertiginoso. Cuando no cocinaba estaba en el patio
con sus rosas, el árbol de cacao, su palma de dátiles y el “molojille” que sembró en la entrada
lateral de la casa. En las tardes se sentaba en el balcón donde con el sol y ayudada de una
lupa, leía incansablemente la Biblia y el periódico, revistas árabes.

Se mantenía al día y criticaba las noticias. Leía la Biblia en detalle. Era un placer hablar de la
Biblia con ella. Su conocimiento y el sentido histórico general era con frecuencia superior y
más imparcial que el de los sacerdotes y con frecuencia me divertía viéndola refutar a los
andantes religiosos en sus propios términos.

En la casa vestía siempre con trajes hasta la mitad de la pierna. Usualmente los colores pastel,
pálidos y con frecuencia con flores pequeñas. Siempre de pelo largo y ocasionalmente un
mono. Los días de cocina, especialmente Baclawa o fiestas (100 o más bolas de quipes),
comenzaba temprano y al terminar estaba cubierta de sazones y comida, antes de darse un
merecido baño. Limpiar y recoger la cocina era un enorme proyecto en dias así. Nunca la vi en
pantalones o en blusas, siempre vestidos completos, de diario o de fiesta. Tenía arte, habilidad
y talento finos. La vi hacer malabarismos-2 minutos con chinas y manzanas y delicadamente
bailar música árabe con un precioso ritmo, modesto y sin alarde pero siempre “al tiempo”. Mas
su diversión era la familia. Su orgullo de los logros familiares era evidente. Con frecuencia
obtenía información de unos para prestar, ayudar o cuestionar a otros, pero era la visita de los
“tíos” lo que la hacía feliz. Radiaba de alegría al verlos llegar. Habitualmente tío Rafa con bata
y tío Quique sin ella. Entraban como el dúo dinámico y pasaban de dos a tres minutos antes
de que comieran oficialmente y sin remilgos bocados de la cocina. “Los hombres no entran a
la cocina” sentenciaba en esos dos minutos. Tío Quique ya había alcanzado cualquier comida
“agradable” y mientras comía el “carajo, coño, me quemo” era esperado y tradicional. Le
facilitaba un trozo de la comida a Tío Rafa, que se estaba acomodando en la mesa. Le mesa
era una de las pocas situaciones en las que ejercía su autoridad, con firmeza, pero sin
grosería, le hacia notar a los menores que la “silla especial” en la cabecera y cercana a la
cocina, correspondía al mayor de los varones. Prontamente me decía “múdese aquí, me hijo”.
Era su deferencia al mayor de los varones presentes. Aun te sentías bienvenido, pero en otra
silla. Siempre la misma rutina para con los tíos, primos mayores, Guillermo mi hermano, y los
yernos.
Su relación con sus hijas e hijos y los muchos yernos y nueras, siempre fue excepcional.
Viviendo bajo su techo, noté siempre que los corajes no le duraban mucho. Siempre existía
una ocasión o festejo familiar, donde ella procuraba enmendar desavenencias. No siempre era
todo alegre, si la llevabas a una diligencia o al Pueblo de San José shopping center había que
seguir la velocidad límite y respetar los “Pares” y estar atento a la carretera. Los movimientos
bruscos se comentaban, así como el ir a 5 millas sobre el límite “Me hijo, son sólo 40 millas”.

Comer en la casa siempre fue un placer, pero había que comer bien. Si limpiabas el plato, te
servían más y si dejabas te preguntaban si estaba malo. Su destreza para bregar con los
problemas fue probada más de una vez por mi testarudez y mi ritmo de vida alterno, y en
ocasiones llamaba a los tíos y a Titi Bien, que convivió conmigo todos esos años, para darles
orden a mis andanzas y régimen de baloncesto nocturno. Recuerdo a Tío Quique conversando
conmigo para que llegara más temprano a cenar, para que la pobre vieja pudiera cerrar la
cocina y descansar, pero los últimos años en la Ródano 1602 fueron más serenos. En la
primavera de 1976 alquilé un apartamento en preparación para mi boda en octubre del mismo
año (la vieja fue una de las madrinas). Ella no pareció muy alegre de mi partida, a pesar de
haberme cuidado y atendido por 8 años. Lo entendí luego como una lección de cariño y
buenas costumbres, cuando ya con la última maleta y cajas de libros me dijo: “Está bien, me
hijo, pero prométame que el día de su boda usted viene a mi casa a bañarse y a vestirse para
ir a la Iglesia”. Así lo hice, su nieto no era un paria ni un libertino. Fue la lección recibida. Ella
estaba entregando a su “inquilino” en matrimonio. Llegué a su casa niño y me fui profesional y
casado (ese fue el regalo de la abuela a mis padres).

Viví con la abuela cuando aún era físicamente fuerte, con pico y pala en mano, trabajaba en
su patio si nos descuidábamos. Rara vez pedía ayuda en esa época. Con Don Millo como
ayudante hacía las más de las tareas especiales, pero le encantaba que nos ofreciéramos a
mudarle o sembrar una planta, si lo mencionaba.

De fiesta en el balcón, en su casa de la Ródano 1602 o barbacoas en el patio de Tío Tony y


Titi Acha, recibiendo a cada pareja o miembro de la familia con cariño y un saludo especial, ya
entonces éramos tantos que era difícil compartir con todos, pero siempre sonriendo al vernos
comer.

La gran mayoría de las memorias son gratas. Los años no pasan en vano y veo hoy en
nuestras sienes y arrugas la edad y la experiencia, pero veo en todos reflejos de la abuela.
Como entonces, su presencia se hace sentir con serenidad. Permea sin apabullos en los
momentos de reuniones, en los festejos y las “comelatas” y siempre en nuestras memorias.
Ocasionalmente son agridulces. Ya debilitada por el cáncer y la edad, incapaz de cuidarse a sí
misma pero tiernamente atendida por Titi Bien y sus dos hijos médicos -(Yo soy la mama de
los Doctores Rizek- y el cariño inconmensurable de la familia, fue hábil en restañar heridas
emocionales que aún estaban abiertas. Su partida nos dejó un vacío que poco a poco se sigue
llenando de buenas memorias y que hoy, los más jóvenes quieren fomentar para ayudar a los
que no la conocieron a entendernos.

Como dijo Tío Quique, con la mamá de Antonio Dávila estará revolviendo, limpiando y
arreglando la insondable sala del más allá, preparando la reunión y el banquete a donde
llegaremos a diferente hora.

Los que se han marchado antes de tiempo: Abuelo Salomón y Tío Enrique Nassar, a quienes
no conocí, y a los otros con quienes compartí dichoso muchos años: Papi, Tío Quique Rizek,
Titi Nadime y Tío Oscar, ya estarán de fiesta. La vieja estará preparando las sillas y creo verla
una vez más “Hola, me hijo, qué bueno que vino, venga para que coma, siéntese aquí, pero
salude a abuela, papa, tío, etc”.

La vieja nos dejó comida, cariño y buenas costumbres. La vida es más corta de lo que parece.
Hasta pronto, querida Abuela.

Shalon
ABUELA MARIA por Al Rizek

Desde que tengo uso de razón casi siempre que conozco a alguien, no importa si en
situaciones personales o de negocios, cuando les digo mi nombre Al Rizek siempre preguntan
¿Cómo se deletrea? Y contesto R-I-Z-E-K ¿De dónde es? Siento un orgullo inexplicable al
contestar ARABE. Hasta que no les explico que mis abuelos por parte paterna, Abuela María y
Salomón (a quién no tuve la dicha de conocer pues murió joven cuando mi Papá tenia
solamente 17 años) son árabes y que nacieron en Nazareth no están satisfechos. Mi abuela
siempre me hizo sentir especial y diferente, como un príncipe árabe. Soy parte de una familia
única.

Si la conversación se extiende un poco preguntan por mi nombre, AL, y les hago el cuento
corto explicando que este si es mi nombre completo. ¡Qué cortito! No saben que mi Abuela y
mi Papa me querían poner unos nombres largos y extraños que vivo eternamente agradecido
de mi corto nombre. Mi hijo mayor se llama Al Francisco y utiliza solamente AL pues es mucho
más fácil y especial. A veces, como si fuera poco preguntan por mi segundo apellido porque
como dicen en el campo ”tengo madre” y les contesto RINCON, de abuelos español-
venezolano por parte paterna, “ABOBO”, y Jíbaro-Francesa de Juncos por parte materna,
“Mami Aya” (que hoy tiene 90 años) hija de “LELO”. Antes que puedan reaccionar les explico
que soy sato. Espero que sea verdad eso que dicen que los perros satos son más inteligentes.

Abuela María era loca con los niños. Tomaba a los varones en sus manos grandes y los
bailoteaba en su falda cantándoles un canción árabe “Hanne Annaba Helue Ubeda” que según
Titi Bien quiere decir algo como tara ra tara ra dulce y bueno. Los niños se volvían locos de la
risa. Jamás vi a un niño llorar o asustarse aunque Abuela los brincaba bastante fuerte.

Abuela era machista, adoraba a los varones. Al mismo tiempo era feminista y hacía valer los
derechos de las hembras. En fin, todos los nietos y biznietos nos sentimos los preferidos y
especiales con Abuela aunque somos un montón.

En casa de Abuela en la calle Ródano de la urbanización El Paraíso nunca faltaba la comida:


Kibbeh (crudo, frito o al horno), arroz con fideos, tabbouleh, rellenos (parra, repollo, y
berenjena), canelones, sopa de pollo con albóndigas y fideos, los mejores “bistecs” fritos-
tostaditos con mucho limón, pan de berro, baclava, pastelillos de dátiles, bizcocho y muchas
otras delicias. Se me hace la boca agua al pensar en la comida de Abuela. Mi Papa mis dos
hijos, Al Francisco y Javier Andrés, a veces hacemos rellenos de parra, repollo y berenjena,
además de Kibbeh crudo y frito. Titi Bien y Titi Nelly nos han enseñado y nos supervisan en
ocasión. Hacer las bolas de Kibbeh no es nada fácil. Abuela las hacia por montones mientras
hacía chistes y le salían todas perfectas.

Todas las ocasiones familiares (navidades, Semana Santa, cumpleaños, etc.) se celebraban en
casa de Abuela. Siempre había comida de sobra. Como dice Tío Tony:
“P’a que fa falte, que so sobre”.

Cuando uno iba de viaje siempre se pasaba por casa de Abuela a “pedir la bendición” y comer
cualquier manjar acompañado con sopa de pollo. Al regresar de viaje la primera parada
siempre era en casa de Abuela para lo mismo. Recuerdo que estando en la universidad mi
hermana, Almita, en un ataque de rebeldía poco común en ella preguntó: “¿Porque hay que ir
a casa de Abuela siempre?” La cara de mi Papá fue como si se hubiera profanado un
sacrilegio. Yo simplemente le contesté: “Así es que es, además la comida es buena”.

Abuela era una mujer grande y enérgica. Tenía el pelo largo gris-plateado como el de Titi Alex
(aunque más corto y con menos cuerpo), y aunque de día se lo amarraba en un moño de
noche peinaba su cabellera que le llegaba a la cintura. Cuando cumplí 16 años mi Papa me
regaló un carro deportivo, un Datsun 240-Z. Abuela me pedía que la llevara al supermercado
de Mero en El Paraíso y a la calle Padre Colón en Río Piedras a comprar cosas árabes como
trigo y aceitunas negras al negocio de Nahím. Allí siempre se fajaba en árabe con Nahim a
discutir precios y después de un par de “conios” se reía a carcajadas y todo estaba bien.

Le fascinaba la política y seguía todos los eventos del medio oriente. Recuerdo que sufrió
mucho durante la guerra de los 6 días en el 1967 entre los Árabes y los “Jodíos”, perdón
Judíos. A los 83, años se hizo ciudadana americana con mucho orgullo. Al regresar a su casa le
preguntamos como te fue y ella nos contó que el hombre le pidió que dijera algo en ingles y
ella la cantó “Happy Birthday”.

Hablaba español con un acento árabe y confundía las “m” y las “b”. Una vez me lavó unos
mahones y me llamó para que me llevara los “mojones”. . Otra vez se ganó un premio y
cuando Papi le preguntó dónde lo había ganado le dijo que en el “pingo”. Me parece
escucharla llamándonos diciendo “Majijo”.

Abuela era una filósofa. Todo en la vida se reducía a las cosas sencillas: Dios, el amor, la
familia, los niños. La familia era su prioridad, los niños su felicidad. Su legado vive en
nosotros.

Abuela ha tenido una gran influencia en nuestra familia. Fue la matriarca árabe en el nuevo
mundo. Me hubiera encantado que conociera a mis dos hijos: Al Francisco y Javier Andrés, y a
la madre de mis hijos, Nahir, que aunque una jíbara de aquí su nombre en árabe significa
destino y se hubiera llevado muy bien con ella por su manera de ser. A mis hijos les encanta la
comida árabe (y el “sushi”), la cocinan con Papi y conmigo y además, como si fuera poco, se
saben un par de malas palabras en árabe.

A veces cuando tengo problemas o las cosas no salen como yo quisiera pienso en Abuela.
Cuando pongo en perspectiva su valentía y cómo “echo P’adelante a su familia” ante mil
vicisitudes en un mundo ajeno y lejano me doy cuenta que mis problemas son un “pellizco de
ñoco” comparados con los que Abuela sobrepasó y me siento en paz y tranquilo.

Estoy seguro que desde el Cielo nos estás cuidando a todos y riéndote con esa risa fuerte y
espontánea “JAAAA” de las tonterías que vivimos a diario.

Bendición Abuela. Se que desde el Cielo contestas:

“Ala Yardalec” (Dios te bendiga en árabe) “maijo”.


Al Rizek

Junio 2005
MI ABUELA MARIA por Almita Rizek

Recuerdo la casa de Abuela siempre llena de sonrisa, alegría, carcajadas, flores del patio, y
por supuesto, manjares de comida en abundancia…La Navidad llenaba su casa de tíos, primos
y montanas de juguetes y delicias para saborear.

Abuela. . .una mujer grandota, fuerte, posesiva, decidida, sumamente apasionada y


demandante. . .y con un corazón ENORME…..Adoraba a los niños y los extrañaba si no los veía
a menudo. Abuela levantaba el teléfono y con cariño le exigía a mami: “Ma Jija, tráigame a los
niños que no los he visto en días. . . Mami con amor y un poco de respeto/miedo salí
corriendo a llevarnos a casa de Abuela, solo para recibir otra llamada par de horas más
tarde... . “Ma Jija, CORRA Y LLEVESE a estos niños que están TERRIBLES...”

En aquel largo pasillo en una de nuestras muchas visitas, Al y yo aterrizamos cada uno en una
bañera para disfrutar de un baño, Los baños quedaban frente por frente, solo separados por el
pasillo. Lo único que hubiese enriquecido nuestra experiencia acuática, hubiese sido
compartirla más intensamente. Fue por eso que Al y yo creamos el Río Misisipi uniendo los 2
baños y el pasillo con “encajes de blanca espuma”. Creo que escuché unos gritos, y nosotros
que pensábamos que ayudábamos a limpiar.

La comida para la familia Rizek siempre ha sido una expresión de amor. Mis más vívidas
memorias me llevan a la mesa de Abuela mientras observaba hipnotizada a Abuela María
decorando sus bizcochos.. Éramos tantos y eran tantas las excusas de celebración, que
siempre había un bizcocho que decorar. Abuela hacía “frosting” en colores pasteles bellísimos,
lo ponía en un tubito y al apretarlo creaba las mas lindas rosas. . . Cada rosa era única, yo
observaba la dedicación y el amor que las manos de Abuela brindaban.

A quien se le pueden olvidar los Baclawas de Abuela?? Estoy segura que Abuela nunca se
preguntó si valía la pena pasar por tanto trabajo para que Papi, Al, Fede y Quique Nassar
entre otros lo devoraran en un tris tras. Si, valía la pena.
La famosa sopa de pollo con albóndigas la han continuado cocinando sus hijos e hijas.
Giovanna de pequeñita exigía “albonguidas” en su sopa como la de Papito y Mamita. Abuela
derramaba su amor en su comida, su único interés era vernos comer, saborear y lambernos
los dedos como Tío Quique.

Me acuerdo un día que Al le dijo a Titi Bien que Papi llegaba muy tarde y no lo veía, y por las
mañanas tampoco lo veía pues Mami lo llevaba a la escuela temprano. Titi Bien, con mucha
delicadeza habló con Papi y como buen padre, Papi decidió empezar a llevarnos a la escuela
por las mañanas. Mami siempre empezaba el día cocinando huevos, jamón, tocineta, queso,
jugo, café con leche....Abuela hubiese aprobado... Y Papi tomándose su pocillo construía
sándwiches de huevo, queso, tocineta en cuadritos pequeñitos. YUMMMM! Al y yo preferíamos
dormir hasta el último momento, yo inclusive por una temporada decidí acostarme totalmente
vestida en uniforme, con medias y pelo peinado. Todavía me acuerdo de la paciencia de Mami
despertándome 2, 3,4, y 5 veces sin perder la cabeza.
Como bien indicó Al, yo a veces me rebelaba contra el machismo y las costumbres impuestas.
Como la vez que agarré a Fede y a Al por el cuello cuando estaban considerando hacer ruidos
inapropiados y apestosos.

Papi siempre me ha llamado “la Machota de Papi”. Ye siempre he sabido que Machota fue
Abuela. Abuela fue una mujercita que logró lo improbable. Abuela inspiro a cada hija a
superarse, a trabajar como un equipo, y así lograron ayudar a los dos varones a realizar
grandes carreras. Abuela hubiese hecho un gran “coach” de football!!! Crió siete hijos
excepcionales.

Mi Abuela María fue un personaje muy pintoresco. Era incansable, apasionada, alcahueta con
los niños y tenia un gran sentido del humor. Por encima de todo, Abuela mantenía a Dios y a
su familia en sus pensamientos.. .Abuela fue como la Madre Gallina, contando sus gallinitas,
protegiéndolas y alimentándolas. Siempre enfocada en nuestros días especiales (cumpleaños y
santos). Abuela María tenía la gran habilidad de hacernos a todos y a cada uno sentirnos
Bienvenidos y Apreciados.

Ser mamá es maravilloso y también me ha proporcionado una gran dosis de humildad. No


estoy en control de todo y sin la ayuda de Dios no podemos garantizar el futuro de nuestros
hijos. A veces pienso en Abuela y lo que me enseñó con su dedicación y sus acciones...

EL LEGADO DE ABUELA MARIA, en mi opinión, es algo así:

La fe en Dios y el Servicio a los demás


La Familia - Mantenerse unidos
Disfrutar las cosas sencillas
La comida representa Amor
CONIO * Reírse es Bueno (y como diría Fede, “Es que comer es bueno”“)
Lo que uno Da en este mundo, uno lo recibe de Vuelta
Una Rosa del patio es un regalo de Dios,

El Legado de Abuela vive en Titi Bien, Titi Acha, Titi Alex, Titi Nelly, vive en Papi y en todos los
que la quisimos y nos enriquecimos con sus enseñanzas y Amor. Papi ha pasado algunas de
sus enseñanzas, como cuando le dio a mi esposo un sabio consejo:
“Tony, Keep Life Simple...” Mi esposo recuerda sus palabras sabias frecuentemente. Tony tuvo
la dicha de conocerla y desde su primer encuentro quedo prendado con sus ojos, los cuales
brillaban como piedras preciosas. En nuestra boda, Abuela disfruto con orgullo el bello vestido
de novia que Titi Bien me obsequio.. . una obra de arte hecho con amor y manos benditas.

Llevo con orgullo las batatas musculosas de Abuela María, Probablemente me ayudaron a ser
campeona en “Indian Wrestling”, o será “Arab Wrestling??” Creo que tengo la mancha de
plátano de Abuela, en facciones y colorido.

Mi Abuela fue un Árbol de múltiples frutos fructíferos. Esperemos que corno descendientes de
Buen Árbol, continuemos dando buenos frutos...
Que podemos pasar a nuestros hijos??
Nuestra Fe, Una Buena Educación, Nuestro Amor, Nuestro Ejemplo y Nuestras Oraciones.
Abuela ya nos dejo todo eso y mucho mas.. .Abuela llenó su puesto antes de despedirse hacia
el cielo. La nueva Machota Rizek es Nuestra Titi Bien. No hay quien le gane en detalles,
dedicación y devoción. Si alguien se enferma o necesita algo, Titi Bien dice Presente antes de
que le pregunten. Cuando aterrizamos en PR. con los niños, el mantecado de Baskin Robbins
llega antes que las maletas...Titi Acha, Titi Alex y Titi Nelly también nos añoñan con manjares
y atenciones con un desinterés típico Rizek.

Titi Bien, te ganaste el puesto de Madre de Todos y Heroína de mi corazón, Qué mucho me
hubiese gustado que Abuela hubiese visto a Alessandra, Giovanna y a Anthony crecer...

Es con nostalgia que realizo que estos recuerdos sólo viven en nuestras memorias y nuestros
corazones. Pero es con Gran Anticipación que espero que nos abracemos nuevamente en el
Cielo. Estoy segura que Abuela, junto a Titi Nadime y Tío Quique nos recibirá con un precioso
y exquisito bizcocho...

BENDICION, ABUELA MARIA...

Almita Rizek
Abuela por Fede Asmar

Soy el menor de los tres nietos de Abuela que nacieron y se criaron en la República
Dominicana, país al que viajó hace muchos años, en el 1913 para ser exactos, y en el que se
estableció y dio a luz a todos sus hijos, o sea, que soy el menor de los hijos de Mélida (Titi
Nelly para todos mis primos). Por razones que a través de los años he ido conociendo de las
anécdotas e historias contadas por Abuela, Titi Alex, Titi Acha, Titi Nadime, Titi Bien, Mami,
Tío Rafa y Tío Quique, después de la muerte de Abuelo toda la familia, con excepción de
Mami, vinieron a vivir a Puerto Rico donde sentaron sus bases y continuó la descendencia de
Abuela.

Desde que tengo uso de razón (si es que alguna vez la he tenido), viajé a Puerto Rico por lo
menos una vez al año para visitar a mi Abuela y a todos mis tíos y primos por parte de Madre
y a mis dos hermanos mayores, Guilier y Shalon que vinieron a Puerto Rico estando yo todavía
en la escuela primaria. Ya para el año 1977, me mudé definitivamente a Puerto Rico para
ingresar en la Universidad. Para ese entonces Abuela tendría unos 83 años.

Los recuerdo que tengo de Abuela se pueden dividir en dos épocas; la primera hasta el año
1977 que era cuando viajaba regularmente a Puerto Rico y la veía unos cuantos días en el año
y la segunda desde 1977 hasta su muerte el 26 de mayo de 1986 época para la cual yo vivía
en Puerto Rico.

Mis recuerdos de Abuela antes de sus 80 años son pocos y no muy claros debido a mi corta
edad en aquel entonces y al hecho de haber escuchado tantas historias y anécdotas de ella
por tíos, primos, madre y hermanos que confunden mi memoria y en ocasiones no sé si
realmente sucedieron como las recuerdo o simplemente son una interpretación de mi realidad
vivida adornada por tantas historias bonitas que me tocan muy de cerca. Sin embargo, a pesar
de sólo verla una o dos veces al año tengo muy lindos recuerdos de ella que me gustaría
compartir tal y como me vienen a la mente, así que, a mis tíos, Primos, Madre y Hermanos, les
pido que si cuento algo diferente a como realmente sucedió, por favor, me disculpen y me
cuenten la historia como realmente sucedió.

De esos años la recuerdo siempre esperándonos en el balcón de la casa de la Ródano 1602


cuando llegaba con Mami (y a veces Papi) desde Santo Domingo. Casi siempre nos esperaba
arriba porque la cuesta de la marquesina era muy empinada para ella. Luego de los
acostumbrados besos, abrazos y naturalmente el acostumbrado “Bendición Abuela” (sino me
metían un cocotazo) entrábamos a la casa donde invariablemente la mesa estaba servida con
un manjar y un montón de dulces, frutas y otras cosas que raramente veíamos en la República
a menos que alguien las mandara de Puerto Rico.

Me encantaba viajar a Puerto Rico porque la comida era muy buena, de ahí lo que me cuenta
Tío Rafa que una vez le dije: “Tío Rafa, es que come’ e’ bueno” y porque me divertía
muchísimo con todos mis primos, en especial, con Al y Almita (ya que éramos los más
cercanos en edad). También me gustaba que en casa de cualquier familiar hacían una fiesta
cuando llegábamos y nunca faltaba la comida en la mesa. En aquel entonces creía que era por
nosotros solamente, pero, con el tiempo me he dado cuenta que al igual que Abuela, todos en
!a familia heredamos ese Don de agasajar a todos los que nos visitan brindándoles comida y
atenciones de forma tal que te hacen sentir como la persona más querida del mundo.
De aquellos años la recuerdo como una mujer grandísima, de manos grandes, piernas gordas,
pelo gris siempre con un moño, con un acento raro al hablar, pero muy dulce y jocosa.
Recuerdo también que me chocaba el hecho de que siendo mi Abuela me trataba de Usted al
igual que a todos sus hijos, nietos y bisnietos. Abuela inspiraba respeto, pero a la vez ternura.

La recuerdo siempre con varios embelecos en la cocina, haciendo un bizcocho mientras


cocinaba bistec, arroz y habichuelas o cuando hacía Baclava o empanadillas de dátiles, que
formaba un tremendo reguero en toda la casa y nadie se podía sentar en la mesa del comedor
o la sala a menos que fuera a amasar la harina y aportar al desorden. Todavía no he probado
un biscocho como el de Abuela y lo que más me gustaba era que me dejaba lamer la paleta y
otros utensilios con los que hacía su famoso bizcocho.

De Abuela tengo algunas anécdotas de esa época, como la vez que en medio de una discusión
con Mami (que raro, alguien peleando con Mami!), me parece que le subió la presión y se
sentó en la mesa del comedor un poco mareada y como Mami seguía cantaleteando, echó un
“Conio” se quito los espejuelos y los estrelló contra la mesa haciéndolos añicos. Cuando yo vi
ese despliegue de explosividad y le vi las manitas ... , decidí desde ese momento mantenerme
a distancia y nunca contradecirle ya que lo mismo podía pasar con mi cabecita.

Tenía un carácter fuerte y no toleraba los abusos ni el que se impusieran las cosas a la fuerza.
Recuerdo otra ocasión que estábamos en la mesa comiendo Guiller mi hermano, creo que
estaba Lourdes y Yo. Tendría Yo unos 8 o 9 años y como casi todos los muchachos no me
gustaba la ensalada, Guiller insistió en que comiera ensalada y trató de obligarme, a lo que
Abuela le dijo “deje a ese muchacho queto” y entraron en una discusión muy airada que, a
pesar de ser Guiller el nieto más querido, terminó en que Abuela lo botó de la casa.
Finalmente no recuerdo el desenlace final pero Guiller no fue botado de la casa y todo volvió a
la normalidad.

No todos los recuerdos eran de exabruptos ni rabietas, por el contrario, mi recuerdo de Abuela
en general era la de una persona muy jovial, con un sentido del humor envidiable y a quién
todos en El Paraíso la conocían y la querían. Recuerdo cuando me trataba de enseñar a leer y
escribir árabe, que para mi era muy curioso como se leía de atrás para adelante, y no pensaba
que para ella nosotros escribíamos de atrás para adelante. Lamentablemente no aprení nada
del idioma, solo algunas malas palabras mal dichas.

Me gustaba verla tejiendo mientras veía a Don Cholito. Al verla tejer yo no entendía el
movimiento de sus manos porque era muy rápido, me asombraba de que casi nunca miraba lo
que estaba haciendo, sin embargo, todo salía bien. También me embelezaba viendo a Titi Bien
o Mami peinándole el pelo que le llegaba casi a la cintura, me parece que ella disfrutaba
mucho esos momentos, porque reflejaba paz y sosiego.

Para mí era un espectáculo cuando Tío Rafa o Tío Quique llegaban a casa de Abuela con sus
batas de médicos. Abuela se volvía un fósforo y en lo que pestañea un gato, la mesa estaba
servida, pero, ellos antes de sentarse tenían que rebuscar en la cocina, porque eso era como
una tradición y la comida caliente del caldero con su respectivo “carajo, coño, me quemo”
sabe mejor. Lo más impresionante era que luego de la hartura en casa de Abuela
invariablemente bajaban a casa de Titi Acha para el otro atracón. Lo más sorprendente era
que luego de las dos comidas, Tío Rafa decía, me voy porque tengo que corner en casa de
Doña Alma.
Así pasaron los años y en Julio de 1977 llegué a Puerto Rico a estudiar. Esa fue la otra época
de mis recuerdos de Abuela, solo que ya era una Abuela más vieja y cansada con unos 83
años de edad, pero, que a pesar de los años y la pérdida parcial de la visión por las cataratas,
todavía irradiaba esa alegría y ganas de vivir. La comida seguía igual de abundante y buena, al
punto que en mis años de estudiante almorzaba en casa de Abuela un día si y el otro también.
Después del suculento almuerzo, me tiraba una siesta en el balcón con los muebles con
tapizado plástico rojo, que ahora los tiene Titi Bien tapizados crema.

Abuela tenía una forma muy peculiar de conseguir las cosas y de que uno no pudiera negarse.
Recuerdo que me preguntaba “ma jijo, Qué usted va a hacer esta tarde?”, y al contestarle
“nada Abuela”, entonces me pedía “Usted me buede lievar adonde el árabe en Rio Biedras?”, y
ya no se le podía decir que no porque no había excusas.

Yo la montaba en mi Toyotita, imagínense una mujer tan grande en ese carrito, y


arrancábamos para “Rio Biedras”. Un día la llevo donde el árabe a comprar algo y entré con
ella a la tienda, ella se enfrascó en una discusión en su idioma natal con el “Baisano” que por
los gestos me pareció que era por el precio de una mercancía (un árabe peleando por precio,
cómo va a ser?). Finalmente no compró nada y salió de la tienda con paso rápido y molesta,
yo la seguí y cuando logré alcanzarla y colocarme a su lado me empezó a hablar en árabe, yo
le dije “Abuela soy yo y no entiendo”, a lo que se hecho a reír a carcajadas y me dijo
“bardoneme majijo, pero el bandejo ese se creía que me va a enganiar”.

Abuela se reía de sus errores y era cómico oír como decía las malas palabras, porque en su
manera muy peculiar de hablar no se percibia coraje ni molestia, sino, comicidad y picardía.
Nadie puede decir un “Conio” o un “bandejo” de una manera tan graciosa como Abuela. Era
muy pícara, me encantaba verla hacer chistes de doble sentido con Tio Rafa y Tío Quique, se
le notaba lo mucho que disfrutaba a sus hijos.

Cuando la operaron de cataratas tuvo como un renacer para ella. Recuerdo su cara de
felicidad en el Hospital cuando la fui a visitar y le llevé una rosa roja. Después cuando regresó
a la casa miraba todas las cosas como si las estuviese viendo por primera vez. Pero a pesar de
que mejoró la vista, ya la edad y otras condiciones de salud la habían deteriorado mucho,
pero, siempre mantuvo ese sentido del humor y su presencia siempre transmitía tranquilidad.

Viví unos años en casa de Abuela cuando ya ella estaba enferma y se le olvidaban las cosas,
no se si por arteroescierosis o Alzheimer, fue más o menos para los años 1984-85. Ella se
quejaba con Titi Bien de que me ofrecía comida y yo le decía que no, porque en ese entonces
ya no la dejaban entrar mucho a la cocina por miedo a que se quemara, entonces le increpaba
“este nene no me quere”. Aún así cuando hablaba o contaba cosas tergiversadas por su
imaginación lo hacía de una forma tal, que era gracioso oírlo, como cierta vez, a raíz del asalto
a Benny’s Fashion, que me contaba sobre el balazo en el pie de Titi Bien y me decía que podía
pasar su dedo de un lado a otro del pie de Titi Bien, yo solo le decía “Conio Abuela, eso era un
boquete” y ella se reía.

Aún postrada en cama siempre recibió a todos con cariño. Una vez la fui a visitar y parecía
que no me reconocía, Titi Bien le empezó a preguntar si sabia quien yo era, a lo que le
contestó que si, en eso sonó el teléfono y Titi Bien salió del cuarto a contestar, ni corta ni
perezosa me preguntó “Quen es usted?” y cuando regresó Titi Bien le dijo quien yo era y me
hizo un gesto de complicidad.

En fin, al igual que todos sus descendientes podría contar mil anécdotas de Abuela y siempre
habría más que contar, pero, creo que todos somos muy agraciados de haber tenido a Abuela
y haber aprendido de ella tantas cosas. Ahora sabemos que está en el cielo en compañía de
Papi, Tío Quique, Mama Nena, Titi Nadime y muchos otros seres queridos que todavía viven y
seguirán viviendo en nuestros recuerdos.

Espero que, al igual que me paso a mi al leer las historias de mis primos y hermanos, estas
palabras hayan traido muchos recuerdos lindos de Abuela porque personas como ella no
mueren sino que se mantienen vivas en nuestras mentes y sus memorias nos ayudan en
nuestro diario vivir. Hasta siempre Abuela.

Fede
El tesoro árabe de mi Abuela por Jany Rizek

Mi nombre es Lourdes Jeannette Rizek Bonnelly y soy la mayor de los cuatro hijos de Juan
Enrique Rizek Nassar, el hijo menor de Salim Rizek y Kaltum Nassar, Abuela. Desde que
recuerdo, supe que mi Abuela árabe era alguien especial. Mi familia no era nada común, con
mi Papá y su apariencia de príncipe árabe, descendiente directo de inmigrantes de Nazareth
que vinieron en un barco a Santo Domingo antes de la primera guerra mundial, y mi Mamá,
una cibaeña rubia de ojos verdes cuya historia familiar se pudo hilar hasta un antepasado
soldado proveniente de Córcega del ejército de Napoleón Bonaparte que emigró a América y
aterrizó en La Española para enamorarse de una señora de raza africana y portadora del
colorido sobrenombre de “La Gran Mamá”.

Recuerdo de mi infancia el temer que me preguntaran de qué nacionalidad era yo, habiendo
nacido en New York, de padres dominicanos, con un apellido raro, tres hermanitos
puertorriqueños y educándome en un colegio donde la mayoría de mis amigas eran cubanas,
con una abuela dominicana “cibaeña” a la que llamábamos “Chelín” y otra árabe que
llamábamos “Abuela”. Y para ese entonces aún no sabía que me casaría con un venezolano-
dominicano-americano. Mi abuela Chelín era de corta estatura, y femeninas formas,
blanquísima y de rosadas mejillas, con los ojos del azul cielo más claro que recuerdo y un pelo
casi blanco, de hablar pausado y con poco volumen en su voz, lo que contrastaba con Abuela
que era una árabe altísima, corpulenta, trigueña, y de oscuros colores hasta en su pelo que
conservó casi sin canas hasta bien entrados sus años de vejez, de un carácter muy fuerte y
decidido, que hablaba con seguridad y en alta voz.

Mi Abuela árabe era lo más pintoresco para mucha gente, mucho más para la niña de pocos
años que yo era cuando evoco mis primeros recuerdos de ella. Su imponente tamaño, su raro
acento y particular forma de ser impartían un sello distintivo e inolvidable a su presencia y sus
expresiones de cariño y alegría al estar con nosotros eran tan genuinos que me hacían sentir
alguien sumamente especial. Siempre nos recibía con sonrisas y en su casa no faltaba nunca
un rico plato de comida y unas galletitas de merienda.

Su risa y su presencia llenaban su casa, que siempre olía a comida preparada con cariño para
sus seres queridos, y que de pequeña a mí se me hacía tan inmensa que me parecía que
hubiésemos podido caber todos sus queridos parientes en aquellos muchos cuartos y en su
largo pasillo, en el que tengo la certeza de haber jugado a uno, dos, tres pescao’ entre
hermanos y primos en más de una ocasión. Por supuesto Fede mi primo me llevaba más de
una cabeza de estatura en esos juegos, aunque le guste pretender que es menor que yo. La
casa de Abuela raramente estaba libre de parientes lejanos o cercanos, tíos, primos y demás
familiares haciendo aún más amenas y variadas las visitas y estadías.

Abuela tenía un sentido de humor maduro y único, a veces usado contra ella misma, y ahora
en retrospectiva entiendo que su positivismo y su sentido común eran indicio de una gran
inteligencia emocional. Su seguridad, firmeza y fuertes convicciones le valieron el respeto de
los que la conocieron.

Sus historias de cómo emigró desde medio oriente hasta Puerto Rico, de sus costumbres,
cultura y su sabiduría práctica me fascinaban. Su pronunciación tan distinta y peculiar al decir
mi nombre, lo hacía sonar a tierras lejanas y a la princesa árabe que ella me hacía sentir que
era, y aunque en ese momento creía que ese trato conmigo era singular y exclusivo, los
relatos de mis parientes sobre ella me confirman que así también se sentían los demás.

Guardo montones de buenos recuerdos de mi abuela. Vivíamos a menos de dos cuadras de su


casa en El Paraíso, suficientes para de niña practicar las reglas de seguridad de mirar a ambos
lados antes de cruzar las calles para llegar a su casa, y desde bastante pequeña creo que ya
me dejaban hacer sola este “recorrido” que llegó a ser tan familiar y hoy, a pesar de todo lo
que mucho que desde entonces ha llovido en esas calles, tan cargado de nostalgia. Recuerdo
experimentar en aquellos años de infancia un sentido de pertenecer allí a su casa, a su
ambiente y que su casa no tenía limitaciones ni condiciones para nosotros, al contrario, que
era un placer para Abuela recibirnos y complacernos mientras ella celebraba y disfrutaba
nuestra mera presencia.

Yo recuerdo pasar muchos ratos libres y pernoctar con frecuencia en su casa, no sé si era por
lo cerca que vivíamos de ella o por otra cercanía, la emocional. Era frecuente llegar cerca del
mediodía y encontrar “El Show de las 12” en la televisión a todo volumen mientras ella
preparaba suculentos guisos. Recuerdo preocuparme un poco porque estaba acostumbrada a
dormir con aire acondicionado y a ella el aire que le gustaba era “condicionado” al que entrara
por la ventana, pero no por las comida ni el cariño y atenciones que nos brindaba siempre y
en abundancia. En su cocina siempre había ollas con sabrosas comidas listas para nosotros, y
en su nevera o freezer siempre había sabrosas sobras, pastelillos, quipes o albóndigas
esperando la oportunidad para dejarse freír o calentar, o bolas de lábane bañadas en dorado
aceite de oliva entre otras meriendas. El servicio de comida siempre estaba a nuestra
disposición sin límite de horario, como confirmaría Titi Bien una medianoche al despertarse
con el olor de unos bifsteaks que Abuela me freía a las doce de la noche cuando me dio uno
de mis ataques de hambre nocturna.
Para Abuela un bebé o niño pequeño era una gran celebración. Todavía rememoro los rítmicos
y alegres cánticos árabes que le cantaba al infante de turno de esta numerosa familia, tan
pegajosos que yo también les canté a mis hijos aún sin entender totalmente el significado de
aquellas palabras, pero que en el lenguaje universal de la música transmiten esa felicidad tan
especial que un bebé trae a una casa. Tantos años después, y en un día cualquiera de vez en
cuando me toma por asalto una de sus contagiosas melodías.

Se me hace un poco difícil usando solamente letras describir sus famosos bizcochos a
cualquier lector que no tuvo la suerte de olerlos y probarlos, pero el día de mis santos o
cumpleaños, que por suerte son más de uno al año, a las 6:00 de la mañana Abuela estaba
tocando la puerta de mi casa con uno de ellos calientito, acabadito de salir de su horno,
ayudado a traer por el siempre dispuesto tío “Tone” (Tony). Si llego yo a ser abuela algún día
me será difícil competir con estos recuerdos y platos de ella, pero me gustaría mucho que
cuando yo ya no esté mis nietos me recuerden tiempo después entre otras cosas, por los
olores y sabores de una buena comida. Confío todavía en que la vida me brinde tiempo y
oportunidades para aprender estas destrezas después de “grande”; por lo menos ya adquirí
una máquina de bizcochos con esa esperanza.

Enfermarse no era tan inconveniente en aquellos mis tiempos de infancia y adolescencia, con
un papa médico y con Abuela llevándome su famoso caldo de pollo con albóndigas y otros
antojos y visitándome a cada rato para saber cómo seguía la “nena”.
En su cultura y su tierra los hijos varones eran usualmente los favoritos y eran más preciados
que las mujeres y aunque nuestra crianza fue mucho más feminista, yo no sentía que no era
una de las preferidas de Abuela María, al contrario: Siempre pensé que era una de sus
favoritas aunque en el fondo creo que después del conocido y consentido por ella “jefe” (mi
primo Guillermito, el mayor de los hijos de titi Mélida su hija menor) sus otros doce nietos eran
todos favoritos de distintas formas.

Yo notaba el contraste del “machismo” de su cultura contra la explosión feminista del Puerto
Rico de los 70 que nos vio crecer y con el orgullo de ser mujer que en mi casa nos transmitían,
pero a pesar de esto Abuela se ajustó sabiamente a esta cultura distinta. No sé si por haber
enviudado joven, y por la vida que tuvo que enfrentar desde ese momento con siete hijos,
pero Abuela era una matriarca en todo el sentido de la palabra, lo que era un gran contraste
en su cultura de que los hombres son los líderes. Su fuerte determinación y fe religiosa asomó
en momentos como cuando se montó en un avión sola por primera vez a traer a mi papá Juan
Enrique cuando era infante de República Dominicana a Puerto Rico, por ser la alternativa que
le daban los médicos para preservar su salud tras una caída que le provocó una especie de
absceso de riñón y después de soñar, según me lo contara ella, que los Santos de su devoción
le sugirieron que así lo hiciera. Abuela demostró muchas otras veces más la consolidación de
esta fortaleza ante la adversidad y gran entereza de carácter sobre todo desde que quedó
viuda y a cargo de su vasta familia.

Abuela era el eje alrededor del cual giraba prácticamente todo en la familia. En el vaivén de
las olas de la vida, una verdadera ancla del barco familiar que tuvo su muestra de mares
tranquilos y tormentas temibles. Supo sortear los sinsabores y desavenencias para mantener
la familia íntegra a pesar de situaciones difíciles y circunstancias adversas.

En mis recuerdos desde la infancia, entre historia e historia de su tierra de origen de


casamientos arreglados y de casi niñas novias árabes curiosas por ver al novio por primera vez
a través del tupido velo nupcial de la iglesia medio oriental, Abuela me contaba que cuando
llegó a América se alegró mucho de que no tendría que continuar con la costumbre de casar a
sus hijos por arreglo como en su tierra natal. En lo que nunca comprometió sus principios era
en aquello de obedecer y atender al jefe de la casa como a un rey, sobre todo en las comidas.
Y pensándolo bien después de un tiempo ese consejo no suena tan mal tomando en cuenta
aquello de que “al corazón del hombre se llega a través de su estómago” y “el pez muere por
la boca”. Con el marido que tengo me cae de película. Y aquello de “respetar a su marido”
también es razonable si uno quiere que lo respeten a uno. Por supuesto, y a pesar de lo
mucho que ella se había “modernizado” en sus creencias, confiaba que sus nietas nos
casaríamos con consortes de medio oriente también, y cuando le traje a mi Alejandro para que
conociera al flaco y pelú venezolano-dominicano ingeniero de computadoras con que me iba a
casar, ella ingenuamente me preguntó: “Verdad m’jija (mi hija) que su novio es árabe?” y por
la presuposición de la pregunta, confieso que no me atreví a contradecirla.

Abuela tenía en su cuarto un mueble estilo “coqueta” de arreglo personal, con una gaveta de
cerrojo de llavín antiguo que yo nunca vi abierta. En mi curiosidad de niña, intrigada por lo
prohibido de aquella gaveta, y a pesar de mis infructuosos intentos por atisbar su oscuro
contenido a través del hueco por donde la llavecita entraba en el mueble, me permití
imaginarme (no sé si con algo de su ayuda), que estaba llena de monedas de oro, piedras
preciosas y valiosas prendas orientales, una especie de tesoro árabe que algún día
heredaríamos. Recuerdo pasar ratos nostálgicos en su grandísima cama de pilares, soñando
con el descubrimiento de su contenido, imaginando un origen digno de película para aquella
fortuna idealizada y creyendo que cuando saliera de su depósito, sería suficiente para
convertirnos a todos los afortunados vinculados de sangre de ella en los reyes de Saba de las
leyendas de los libros de cuentos que yo tanto disfrutaba.

Nos sentaba en el balcón de su casa a veces tratando de enseñarnos a tejer, otras tratando de
enseñarnos su idioma, y a contarnos los cuentos de su tierra y de su familia. Sus ojos brillaban
especialmente con estos recuerdos, como si los viviera nuevamente, saboreando cada palabra
mientras destacaba lo distinto de sus costumbres, y cómo eran las bodas, su familia, sus
comidas y su país en general. Para las lecciones de árabe y de tejido lamento no haber sido
tan buena alumna. Yo creo que hasta cierto punto sus amplias destrezas en la cocina, tejido y
otras, tenían el efecto de intimidar cualquier propósito de emularla por temor a quedar corta
en el intento.

Nos enseñaba los libros árabes donde estaban todos los miembros de su familia, y dónde
estarían eventualmente nuestros nombres, aunque lo raro era que el libro se escribía y se leía
al revés de cómo hablamos aprendido en la escuela, de atrás para adelante. A mi entender su
libro árabe era su forma de decirnos que nuestra familia y cada miembro de ella tenía su sitial
y era parte de algo mayor, y nos daba una sensación de “pertenencia” a su cultura, a su país y
a su legado que todavía perdura. Aún sin tener Abuela plena conciencia de ello, es probable
que esta sea una de sus grandes lecciones; transmitirnos la fe de que somos parte de un plan
maestro, a gran escala, superior incluso, a nuestra comprensión del mismo. En esto cifro mis
esperanzas para tratar de entender este suceso sin razón que llamamos vida y que de otro
modo no tendría sentido.
El concepto que yo me hice en mi infancia del libro árabe, era que permitía registrar a los
nuevos miembros de la familia, a la vez que nos sugería que por tierra santa había otro
pedazo de lo que eran sus paisanos de nuestra misma sangre de allá, que nos conocería y
sabría de nosotros a través de este mismo libro, como si fuera una forma de transmitirle a
estos parientes con turbantes las noticias de los matrimonios, nacimientos, los bautizos,
cumpleaños y todas las buenas noticias que ella siempre celebraba en el seno de su núcleo
familiar. Imaginaba a mis tíos y primos de Palestina, hombres de espesos bigotes y mujeres de
cara cubierta excepto por los ojos, esperando ansiosamente las nuevas versiones del
documento con sus jeroglíficos árabes indicativos de que sus parientes americanos seguían
felizmente aumentando el tamaño de la familia contribuyendo a poblar el “nuevo” hemisferio
terrestre donde se habían ido a habitar.

En su casa mis hermanos y yo nos sentíamos particularmente consentidos, por ser los hijos de
su hijo más “chequito”, el benjamín Juan Enrique. También nos sentíamos con alguna
responsabilidad, en parte sugerida desde nuestra casa, de velar por ella, ayudarla y
acompañarla cuando hiciera falta. Pero yo no recuerdo que esto nunca fuera pesado para mí o
mis hermanos dado lo bien que nos sentíamos en su casa. Mis hermanos y yo sentíamos que
también ella aprendería de nosotros a pronunciar mejor su español y de las cosas modernas
del mundo en que vivíamos. Mi hermana a veces le peinaba su largo pelo en un “monio” y si la
jalaba mucho o corregía su forma de hablar podía soltar hasta un “conio” frustrado que
también era corregido oportunamente por mi hermana añadiéndole la tilde a la eñe y
quitándole la “i” para que sonara como era. Abuela se podía poner seria por un rato con las
lecciones de gramática pero eventualmente reía de todo esto y de ella misma. No se me olvida
tampoco un día que tenía visitas árabes en su casa y al llamar a la mía toda emocionada nos
habló en árabe a nosotros y en español a los visitantes.

Otras imágenes que tengo de ella la retratan yendo sin fallar a misa, a los funerales y a visitar
enfermos, y no solamente los de su familia, bien acompañada muchas veces de un plato de
comida y cumpliendo con estos tipos de obligaciones generosa y desinteresadamente.
También los regresos de nuestros viajes a Santo Domingo y otros frecuentemente tenían como
aterrizaje forzoso la parada en su casa antes de llegar a la nuestra, cosa que usualmente nos
ofrecía una sabrosa comida de bienvenida, muy bien recibida, por cierto, viniendo cansados de
un viaje. Su hospitalidad era legendaria.

Ella seguía siendo un personaje sorprendente en muchos sentidos. Nunca la vi consultar la


libreta de teléfonos para llamar a un pariente y recordando fechas de cumpleaños
aniversarios, recetas y demás era inigualable. Cuando la llevamos como de 86 años a “Disney
World” su única protesta era porque tuvo que ir sentada en la silla de ruedas.
Su encanto natural le facilitaba regatear en su idioma con el “muslumán” de Río Piedras el
precio del trigo que iba a comprar mientras despachaba diplomáticamente al mismo hombre el
día que le preguntó a Abuela por la posibilidad de considerar a esta flaca y ojúa nieta suya
adolescente que la acompañaba en sus compras como quinta esposa delante de la esposa
número dos que amasaba afanosamente un trigo para su restaurante. A Dios le doy Gracias
de que ella se echó a reír y ni remotamente lo tomó en serio, y que como ella siempre nos
recordaba, su religión Cristiana no es como la musulmana que admite a los hombres árabes
varias esposas.

Para Abuela tener familia y comida era ya una celebración sin necesariamente tener motivos,
pero también se esmeraba en las celebraciones navideñas, de las madres, etc. La mayoría de
las veces esas festividades se celebraban en su casa y en abundancia de ricos platos árabes.
Aunque yo sabía que ésta era una familia singular, no me imaginaba por otro lado cómo podía
ser que otros niños se pudieran criar sin comer los quipes, las hojas de parra, las berenjenas
rellenas, los baclawas, el lábane y tantos otros platos que me saben a hogar, cuyo sabor en mi
paladar aún me hacen viajar en el espacio y el tiempo. Les tenía pena a los que no
participaban de estos convites y a la vez sentía que teníamos más suerte que los demás
mortales que no disfrutaban de aquello.

Abuela María tomaba tan en serio el asunto de las celebraciones que titi Bien nos contó que un
día de su cumpleaños coincidió con la llegada de un telegrama de Santo Domingo informando
sobre la muerte de uno de los parientes que vivían allá. Los preparativos de la fiesta en plena
marcha, Abuela lo recibió y leyó optando por esconderlo, sin que nadie más se percatara de
las malas nuevas, a fin de no dañar el espíritu festivo, mientras continuaba como se
imaginarán, preparando un “poco” de comida para la ocasión. Ni corta ni perezosa, no ofreció
el parte de lo ocurrido hasta pasado ya el agasajo, cuando se presentó muy compungida con
la información, presta a iniciar los lamentos por la pérdida y los correspondientes rezos de
rigor. Lo raro era que el día siguiente al festejo cuando divulgó las nuevas era un domingo, día
en que no llegaban telegramas por lo que no tardaron sus hijos en darse cuenta de lo
“sospechoso” del retraso.

Abuela disfrutaba y valoraba las cosas sencillas, como el beso de un nieto, un paseíto en el
carro de Titi Bien en las tardes, un helado de vainilla, un ratito de televisión, el brillante
colorido de los carros cuando salió de su operación de cataratas, y aunque no estuvo exenta
de los azares de la vida, ella se sentía afortunada de su(s) país(es) adoptivo(s) en América,
gozosa de la existencia larga y plena que tuvo, orgullosa de sus hijos, nietos y biznietos y
nunca dejó de contar y agradecer las bendiciones recibidas, otro de sus más importantes
ejemplos.

Tengo de mi abuela muchas cosas, empezando por mi estatura, que es prácticamente la


misma. Dicen que mis manos son las de ella y mis pies parecen haber recién bajados de un
camello sin haberme acercado al desierto nunca. Y tampoco necesito consultar la libreta de
teléfonos, aunque con las fechas necesito más ayuda. Mi temperamento tiene vetas del suyo.
Mi cara también tiene mucho de la de ella, aunque mis colores son distintos; mi naturaleza
una mezcla de tantas razas, y que hoy ya sin más remedio, conforme al menos en mi propia
piel, me recuerda mucho a esta querida antepasada, quien quiso traernos al mundo para
compartir el tiempo y el amor, y tal vez más que eso, para aprender en la vida.

Esto es otro legado de Abuela, la lección de que la vida es una constante búsqueda de
conocimiento y que nunca es tarde, ni aún a los setenta y pico de años, para seguir
aprendiendo y enseñando con, por ejemplo, un curso de cocina en la UPR del que salió dando
ella clases a los demás.

El espíritu de trabajo que la caracterizaba, valores familiares, respeto, cariño, dedicación,


responsabilidad, filosofía de la vida y disfrute de las cosas sencillas son algunas de las cosas
por las que más recuerdo y admiro a mi Abuela. Y lejos de ser aquella niña que soñaba con el
tesoro árabe que creía que Abuela conservaba bajo llave, reflexiono que su más grande tesoro
fue su gran legado espiritual, el de sus enseñanzas, el de sus vivencias, el de su ejemplo y sus
valores, que se perpetúa y permanece entre los que la sobrevivimos.

Abuela murió antes que yo me casara y tuviera hijos. Ahora que la vida me ha premiado con
dos, y que confieso que son lo más grande que me pudo pasar, se me ocurre que la
descendencia, directa o indirecta, es lo más cercano a la inmortalidad que puede haber; el
pensar que el día que uno no esté ya, habrá personas de tu biología o crianza para continuar,
un alguien cercano volteando una página más del libro a la que no nos dio tiempo a llegar y
usando la nueva tecnología inventada después de nuestro paso por esta vida, gente para la
que uno seguirá vivo al menos en un recuerdo, un sonido, un olor, un sabor o una imagen.
Creo que todo esto con lo que recordamos y celebramos a Abuela extiende este lazo aún más
al poder ofrecerlo a las nuevas generaciones y revivir en las nuestras el cúmulo de vivencias,
influencias y recuerdos que la hicieron tan única y especial en nuestra familia. Sólo lamento
que ella no pueda disfrutar en vida la lectura de este humilde homenaje que hemos preparado
sus hijos, sobrinos y nietos pero esto puede que sea también una nueva lección.

Sé que todavía tengo algún camino pendiente por recorrer, tal vez algunos años para vivir y
mucho que aprender, y probablemente del ejemplo de Abuela debo imitar sobre todo el
aprender a contar y celebrar las bendiciones recibidas. Aún así confío haberme ganado mi
puesto en su libro árabe. Y espero que aunque sea en la primera página, como si fuera la más
reciente, haya todavía un lugar para mis hijos y nietos, en donde puedan sentirse especiales y
queridos como yo me sentí con ella, y participantes importantes de ese algo superior a
nosotros mismos del que también forma parte nuestra Abuela y los demás que ya no están
físicamente con nosotros y que tanta falta nos hacen, como mi amado papá Juan Enrique.

Y si algún día mis nietos me llaman Abuela espero honrar ese nombre y significar para ellos y
en una sola palabra una persona tan especial en sus vidas como la que representó en mí esta
querida abuela árabe y por lo que le profeso mi más sincera gratitud. Así también confío en
poder dejarles en herencia un tesoro de valores, de esperanza, de amor, de fuerza, de unión
familiar, de alegría de vivir y de fe como ella nos legó a nosotros. Eso significaría una gran
bendición que anotaría en su libro, en el que espero que todavía haya vida y descendencia
para escribir muchas páginas más y sería nuestro gran tesoro árabe, finalmente liberado,
perpetuándose a través de las generaciones, enriqueciendo su descendencia y la mía para
siempre.

Barakne Abuela María, no te olvida

Jany Rizek
Mi Abuela Arabe por Mari Rizek

Abuela simplemente, para mí, aunque varios primos le decían Abuela Maria, fue parte de mi
vida desde que abrí los ojos al mundo, por lo que la consideraba totalmente normal y no fue
sino hasta que, ya grandecita, me di cuenta de que no era como la mayoría de las abuelas.
Tanto es así, que me parecía que todos debían tener una abuela como la mía.

Nos mudamos a pasos de su casa antes de yo cumplir 4 años, por lo que la visitábamos con
mucha frecuencia y fuimos testigos de cuanta actividad allí ocurría. Muchas veces sentíamos
los aromas que despedía la cocina y hacíamos apuestas sobre lo que esperábamos encontrar
en la mesa.

Me encantaba llegar a su casa temprano para “ayudarla” a darle forma de quipe a la masa de
trigo crudo, envolver repollitos o batir las claras para su famoso bizcocho que más tarde supe
que forma parte de un recetario en la UPR luego de que ella terminara dándole unos
consejitos de cocina a la que antes fuera su profesora de cocina (nunca entendí para qué
quiso tomar clases, si para mí era la mejor cocinera que existía).

Recuerdo también las tardes que, tranquilamente se sentaba a contarme historias mientras
escuchaba unos discos árabes, que en ocasiones le daban deseos de bailar o mientras
trenzaban su largo pelo que nunca llegó a ponerse blanco del todo. Entre las cosas que me
dijo, recuerdo que a ella le había sorprendido el hecho de que en estos países la mujer
conocía al hombre antes de casarse, mientras que ella y las mujeres que conoció antes de salir
de Palestina conocían a sus maridos la noche de bodas.

En ocasiones solíamos corregir su manera particular de hablar como cuando decía “bague Ia
luz...” y le decíamos: “Abuela, no se dice “bague la luz, sino apague la luz” y horas más tarde
nos decía: “Ahora, abrenda la luz”. Alguien me contó una vez en la que ella estaba hablando
de un “Monio” y yo le dije: “Abuela, no se dice “monio”, se dice moño” a lo que ella contestó:
“Conio, es que yo no sé decir bien esa palabra” y yo le contesté que no se decía “Conio” sino
“cxxx”.

En su casa aprendí que si la cocina estaba limpia, es porque la mujer de la casa no sabe
cocinar (esto le decía a titi Bien cuando ella hacía esfuerzos vanos por mantener la pulcritud
que la caracteriza, mientras Abuela trataba de mostrar su amor al mundo a través de lo que
mejor sabía hacer.... alimentándolo). Me parece verla enseñándonos a contar en árabe y
mostrándonos unos libros árabes que se leen al revés. No conocí alguien que disfrutara tanto
de los bebés como ella, especialmente cantarles y alimentarlos.

Recuerdo como volvió a sentirse viva luego de que le operaron los ojos y leía mejor que
cualquiera. Recuerdo las flores que cultivaba y que siempre tenía adornando su casa.
Recuerdo que le daba a mi prima Giovanna cuando niña una peseta para que le recitara “Se
murió mi tío Toño...”, unos versos con unas cuantas malas palabras que la hacían reír a
carcajadas. Recuerdo como siempre usaba los cubiertos de plata, como si todos los días
fueran de fiesta. Recuerdo como adoraba vivir, adoraba pasear, adoraba la música, adoraba
tener a su familia cerca. Recuerdo como se iluminaba su cara cuando recibía llamada de sus
parientes del otro lado del mundo y terminaba hablando árabe cuando cerraba el teléfono.

Me encantaría que mis hijos hubiesen podido conocerla. Realmente fue un ser muy especial
que dejó su huella en las personas que le rodearon y no había forma de que pasara
desapercibida. Ella misma contaba una anécdota sobre esta señora árabe que vivía cerca de
ella y por accidente cayó una vez dentro de la letrina y Abuela la ayudó a sacarla y a lavarse
(me imagino el espectáculo), pero tiempo después, no la saludó cuando Abuela salía del
mercado cargada de pollos y paquetes, mientras la otra iba encopetada por lo que Abuela se
le acercó y le preguntó si no la reconocía en ese momento, pero que sí lo había hecho el día
en que estaba llena de mier…?

Eso era Abuela: auténtica, viva, luchadora y feliz. Ella se ganaba el corazón de la gente que le
rodeaba, tratando a todos por igual, sin importar si era el jardinero o el gobernador. Atraía con
sus dotes culinarios y su sabiduría natural.

Mari (Maria Consuelo) Rizek


MEMORIAS DE LA ABUELA por Laura Rizek

Mis recuerdos de Abuela son:

• La envoltura a los recién nacidos como un pancito

• El “toco toco” que le cantaba a los bebés cuando los brincaba

• Los bizcochos con el suspiro duro y con grageas plateadas que nunca faltaban ni en tu
cumpleaños ni en tu santo

• Que a sus 89 años se sabía los teléfonos de todos sus hijos, nietos y bisnietos de memoria
(Papi siempre se los preguntaba)

• “Aprende la luz, paga la luz”

• La sopa de gallina con albóndigas y arroz

• (Un día que la pisaron:) “Conio donia (doña) me pisó un cayio (cayo), me dan ganas de
meterle un punietazo (puñetazo)”

• El quipe, el baklawa y las empanaditas de dátiles sin relleno para los nenes

• “Majijo cómase algo que está muy flaco”

• Madre del Senior, ayúdame a vivir

• El olor a bizcocho o a bistec encebollado con que te despertabas a las 5:00am

• Las tardes tejiendo en el sillón rojo del balcón

• Los zapatitos tejidos que nos cubrían los pies de noche cuando nos poníamos la pijama

• El licor de cacao de la mata de cacao del patio

• Los “Pound Cakes” de Pepín y el queso Kraft que había que tenerle siempre en la nevera

Titi Bien me ha pedido varias veces que escriba algo sobre Abuela y a decir verdad nunca he
escrito muy bien. Pero mientras leía lo que han escrito los otros nietos mayores, pensaba que,
tal vez yo soy la única nieta que de profesión escogió algo que Abuela hacia por devoción y
por amor; cocinar. Todos al hablar de ella reflejan ese amor que ella transmitía a través su
comida. Nos sentíamos muy queridos por ella cuando nos guardaba algo especial “guárdenle
las albóndigas de la gorda” (a mí) o cuando Papi la llamaba “vieja que está cocinando hoy?”
ella contestaba “venga”, aunque no tuviera nada preparado.

Abuela sabía poner ese amor, ese ingrediente especial que hace la diferencia. A través de su
comida, saboreábamos eso que sentía por todos nosotros y que nos reunía todos los domingos
alrededor de su mesa. De ella no aprendí mucho a cocinar pues creo que era muy chiquita y
luego se enfermó. De ella sí aprendí y quisiera siempre emular esa entrega y amor que, a
pesar de todos los sacrificios, supo mantener. Ese espíritu de servicio cuando limpió a la vieja
que se cayó en la letrina y cuando le guardaba desayuno a los policías… Ese espíritu
aventurero de venir de Palestina y criar una familia unida que era su orgullo; siempre
exclamaba, mis hijos son doctores, tengo trece nietos y 15 bisnietos.

Abuela, Papi, Titi Nadime… ya no están físicamente con nosotros. Es Titi Bien, quien con sus
mails, comiditas y llamadas de cumpleaños, santo, aniversario nos mantiene vivo ese amor
que Abuela sembró en nuestros corazones.

Gracias Abuela y Gracias Titi Bien

Laura Rizek
LA BENDICIÓN DE ABUELA por Quico Rizek

Escribir de Abuela es como volver a casa, es trasladarme a los primeros años de mi vida.
Tal vez por eso se me ha hecho un poco difícil comenzar este relato; a veces recordar hace
muy evidente lo que ya no se tiene.

Cuando niño no tenía una casa, de hecho tenía dos. La casa de Abuela y de Titi Bien era
simplemente una extensión de la mía, iba allá como quien sale al patio. Sencillamente me
cruzaban la calle, yo caminaba hasta el frente de casa de Abuela y desde ahí le gritaba a hasta
que me oyera, ocasionalmente teniendo que socorrerme Doña Ampi. Y así crecí sin saber en
verdad a dónde pertenecía, o más bien, a quién pertenecía. De hecho, si a los cinco años me
preguntaban de dónde había salido yo señalaba el vientre de Titi Bien.

Soy el menor de sus nietos, el más pequeño de su hijo más pequeño. Habían muchos
grandes que habían llegado antes que yo, pero Abuela no me lo hacía sentir. De hecho, en
esa casa… ¡¡¡YO ERA EL REY!!! (ja, ja, ja, ¿No lo éramos todos?) Tenía el don de tratar a
cada persona de manera peculiar, haciendo que cada quien se sintiera importante. Cada hijo,
cada nieto, cada biznieto tenía un lugar especial en su casa y, por supuesto, también una foto.

Lejos de ser alguien que nos avergonzara con su enorme figura, extraña manera de hablar
y sus increíbles historias, Abuela nos enseñó a sentirnos orgullosos de nuestra herencia.
Tanto así que hasta llegué a llevarla a mi escuela para hablar de nuestras raíces árabes.
Había que ver a veinte y tantos niños tratando de descifrar aquella forma de hablar. Pero
todo temor se esfumó al probar los manjares que llevó “la abuela de Quico” que desde ese
momento hicieron que aumentara mi popularidad de manera drástica.

En mi mente de niño, mi abuela era el ser más grande que había visto. Era impresionante
cómo esas enormes y torcidas manos podían preparar ágilmente tan fina y laboriosa comida,
colocar tan precisamente una grajea plateada encima de cada piquito del merengue que
cubría los deliciosos bizcochos o cortar con delicadeza una rosa del patio con unas ramitas de
céfiro envueltas en una servilleta húmeda y papel de aluminio para llevarle a Mamá.

Cuando estuve exiliado de mi casa (por mi alto rendimiento académico), Abuela sólo me
decía “Ma jijo, su papá lo quiere mucho”. Ella era una mujer de mucha sabiduría, sabía lo que
en verdad importaba. Nunca me juzgó, no me dio su opinión ni me dijo lo que debía hacer.
Ella no era de los que hace leña del árbol caído. Sus palabras eran siempre sabias y
oportunas y sus silencios también. Ni hablar del apoyo de Titi Bien, ¿Qué hubiera sido de mí
sin ella?

Podría escribir todo un libro de las cosas de Abuela, relatar con lujo de detalles su físico;
sus ojos profundos su nariz aguileña y un poco torcida, su modo de caminar. Recuerdo
perfectamente su risa, cómo se sentaba en el balcón en la tarde después de bañarse a peinar
sus trenzas largas y plateadas. Todavía me sonrío al recordarla peleando con el televisor ante
un anuncio de detergente de platos, diciendo “mbute, l´mejor sbri” (embuste, el mejor es
Spree), o pidiéndome que la sacara escondida del hospital antes de su operación de cataratas.
Era gracioso oírla cantado en inglés “My Turtle Dove” o exclamar como en un suspiro “Madre
del Señor, ashúdame a vevir”(ayúdame a vivir). Si cierro los ojos, puedo caminar la casa paso
a paso y hasta ocasionalmente recoger alguno de los papelitos de Singles de Kraft que
amanecían en el suelo después de sus excursiones nocturnas a la nevera. Me parece estar
mirando el cuadrito que estaba al lado de la puerta y que decía: Donde hay fe hay amor,
donde hay amor hay paz, donde hay paz está Dios y donde está Dios, no falta nada.

Su casa era una de contrastes. Fue allí donde por primera vez vi con horror cómo se
despluma un pollo y donde conocí el Salmo 23, su favorito, que mantenía en su mesa de
noche hasta el día de su partida. Allá se celebraban cumpleaños, bautizos y nacimientos y se
ventilaban los más graves asuntos familiares. En un día cualquiera, podías encontrarte un
jardinero o un político, un médico o un convaleciente a todos se trataba por igual, a todos se
recibía con un plato de comida.

De todos los nietos nosotros tuvimos la dicha (y la tristeza) de tomar parte activa en la
última etapa de su vida. La vimos revivir al recobrar la vista, reír como una niña en su viaje a
Disney. Estuvimos ahí el día en que se enfermó y estuvimos ahí el día que partió. La
conocimos llena de vida y energía, y se deterioró ante nuestros ojos. Pero no voy a hablar de
cosas tristes, sólo quiero terminar con una imagen que nunca podré borrar de mi mente. Dos
días antes de su muerte Abuela hizo una gravedad. Titi Bien llamó a casa diciendo que Abuela
estaba muy mal. Inmediatamente fuimos a su casa y al poco rato pasó la crisis, aunque ella
seguía grave. Mientras la “alta gerencia” discutía afuera la situación y organizaba los próximos
pasos, yo me paré en el umbral de la puerta de su habitación observándola mientras dormía
(al menos eso pensaba yo). Quería acercarme como acostumbraba y decirle “Siti, baregne”
(Abuela, bendíceme), como solíamos hacer al saludarla. Con un discreto movimiento de la
mano hizo que me acercara. Tomé su mano y acerqué a su boca mi oído y casi en un
murmullo me dijo “Ala iarda alec…” y algo más que no voy a repetir. Luego de eso, no volví a
oírla hablar.

Con el paso de los años me he dado cuenta de que esa fue la


herencia más importante que nos dejó Abuela. Como los patriarcas del
antiguo testamento, esta mujer fuerte pero a la vez compasiva,
determinada y voluntariosa pero firme soporte y consuelo en tiempos de
crisis, nos dejó con su bendición mucho más que sólo el deseo de que El
Señor nos protegiera. Nos dejó todo un legado espiritual que a su vez
recibió de su padre, como muestra la carta de cuando se separaron.

Cada día más le agradezco su bendición. Cada vez que me siento a la


mesa recuerdo cómo me decía “Yo le pido a Dios que le consiga una
novia que sepa cocinar”, y no puedo más que agradecerle. Mirando hacia
atrás he visto la mano de Dios guardándome en cada paso de mi vida.
Gracias Abuela, porque tu bendición ha sobreabundado en tus hijos e
hijas, nietos y biznietos y, como promete la Palabra de Dios, continuará
por mil generaciones. Nos dejaste el mejor de los regalos. Estoy seguro
de que en el cielo estás preparando comida para una gran fiesta.

Quico Rizek
NUESTRAS MEMORIAS DE “MAMÁ” Guillermo y David Asmar Rizek

(Escribe su nieta: Lourdes)

Mis recuerdos de Abuela tienen además una dimensión adicional a mis vivencias directas con
ella, las cuales ya incluí en un escrito anterior titulado “Mi Abuela de Todos los Tiempos”.
Esta nueva dimensión tiene que ver con el nacimiento de mis dos hijos: Guillermo Antonio y
David, y cómo fue la vida después que ellos nacieron y cuál fue la relación entre Abuela y esos
dos biznietos.

Guillermo Antonio y David fueron probablemente los biznietos que más compartieron con
Abuela. Guillermo Antonio, pues nació cuando yo vivía en casa de Mami así que Abuela
compartió con él estrechamente cada minuto desde entonces. Y luego, desde que nació
David, como yo trabajaba, Mami y Papi cuidaban al bebé y Guillermo comenzó en una
escuelita y también lo buscaban a la escuelita, y los cuidaban a ambos el resto del día. Es
decir, que estaban en la casa de Mami y Papi, que era prácticamente frente a la casa de
Abuela, y por lo tanto interactuaban con ella a diario y a todas horas.

Esta convivencia les dio la oportunidad de estar continuamente en esa dinámica muy particular
de la vida de Abuela y por lo tanto en todas las actividades que se generaban alrededor de
ella. La mejor prueba de cómo era esa relación estrecha e íntima que existía entre la casa de
Abuela y todo lo que sucedía en la casa de Mami, que incluía claro está a Guillermo y David, es
que el nombre con que ellos siempre llamaron a Abuela era "Mamá", pues así era que
escuchaban a Mami llamar a Abuela. La verdad es que aún después de crecer ellos siempre le
llamaron Mamá. Y la verdad es que en cierta forma Abuela también fue como otra Mamá para
ellos, pues la veían a diario y todos los días iban a visitarla. Esto fue así siempre, desde que
eran bebés que Abuela los arrullaba y añoñaba, hasta que Abuela murió, que para entonces
Guillermo Antonio tenía 12 anos y David 10.

No cabe duda que el nacimiento de Guillermo Antonio y de David además de el hecho de que
prácticamente vivían al frente de su casa, le dio muchas alegrías a Abuela, pues todos
recuerdan lo mucho que disfrutaba a los niños. Para ella los niños siempre fueron una fuente
de alegría y felicidad. desde que nacían, que los "envolvía" en sus frisitas como "sorullos", y
les cantaba el tradicional baile ‘Toco Toco, Tocotocotoco, Toco toco......”, hasta tejerles las
zapatillas de colores para que no les diera frío en los pies. Y ni hablar de las comidas y
golosinas y cómo les daba a probar de todas las maravillas de su cocina porque eso le hacia
bien para su estómago y su salud. Recuerdo vívidamente cuando a Guillermo Antonio le dio
hipo por primera vez y yo no sabía qué hacer, y Abuela me enseñó qué hacer …; cogió un
pedacito de algodón, lo mojó y se lo puso en la frente … y santo y bueno, se le quitó el hipo.
No me pregunten por qué …

Es decir que la figura de Abuela sí estuvo presente en sus vidas, dejó huellas profundas, y en
cierta forma, al día de hoy, sigue estando presente, porque suceden cosas en el diario vivir
que siempre nos hace recordarla.

Hago esta introducción para que puedan entender los lectores de esta historia, el significado
de los recuerdos que Guillermo Antonio y David han expresado, individualmente, y que me
han dictado para ser incluidos en este libro. Ambos viven actualmente en Estados Unidos;
Guillermo en San Diego, California y David en Sandy, Oregon.

En una visita reciente que hice a Oregon, y que también estuvo Guillermo, quise aprovechar la
oportunidad de que todavía teníamos tiempo para escribir unas líneas, y les hice la siguiente
pregunta: “Si yo les preguntara cuáles son los pensamientos y recuerdos que le vienen a la
mente cuando hablamos de Mama, ¿que ustedes dirían?

A continuación les incluyo lo que Guillermo Antonio y David respondieron a mi pregunta. Creo
que sus palabras hablan por sí solas, y el recuerdo de esas imágenes que ellos mantienen
vívidamente guardadas en su memoria, 20 años después de haber partido nuestra querida
Abuela, es prueba fehaciente de lo que significó en la vida de todos esa figura tan especial
que ellos llamaron "Mamá".

(Escriben sus biznietos: Guillermo Antonio y David)

GUILLERMO ANTONIO:
• Siempre recuerdo que después de ir a visitarla, cuando ya nos íbamos, me agarraba la
mano y a escondidas me daba una peseta.
• También recuerdo que cuando llovía y estábamos en su casa, nos hacía barquitos de
papel para que los tiráramos por la cuneta de la calle.
• Siempre pienso en ella con una tijera en la mano podando las matas en el patio; en
especial un arbolito redondo de las hojas verdes y blancas que estaba a la entrada de la
casa, y la mata de pascuillas.
• También me recuerdo que me llevaba al patio de atrás y me enseñaba con mucho
orgullo las matas de cacao y la palma de dátiles.
• Le gustaba mucho comer la pizza de Faccio;
• En especial recuerdo los “revoluces” que se formaban en la cocina haciendo “baklava”,
que había harina por todas partes, y también cuando hacía quipe y sopa de albóndigas.
• Y recuerdo lo mucho que se quejaba de los gabinetes de la cocina que eran de los que
le pinchaban los dedos, y ella se enfogonaba y echaba un “conio”.
• También la recuerdo a ella tejiendo, sentada en el balcón.
• También recuerdo cuando íbamos a llevarle comida que se preparaba en la casa de
Abuelita, cuando ya Mamá estaba enferma.
• Pero también antes que eso, siempre la veía a ella y a Abuelita de arriba a abajo,
siempre caminando las entre las dos casas.
• También me acuerdo de las fiestas que hacían en la casa de Mama en la marquesina y
en el balcón, y como ella disfrutaba de esos eventos, y el coraje que le daba si alguien
faltaba.
• Me acuerdo de su pelo que yo siempre lo encontraba bien bonito, porque era bien largo
y suave.
• Aunque solamente tenia 12 años cuando Mamá murió, su presencia siempre estuvo
presente en nuestras vidas porque ella era la cabeza de nuestra familia – la “Godmother”.
DAVID:
• Por alguna razón lo que más recuerdo de Mamá son sus manos; unas manos que yo
encontraba bien grandes, como una “manoplas”, pero siempre que me tocaba se sentían
bien suaves.
• También recuerdo claramente su voz, como si la estuviera oyendo, era un tono de voz
muy peculiar, y en especial cuando me decía “ma’hijo”.
• Cuando la operaron de la vista recuerdo lo alegre que ella estaba y como se sorprendió
cuando me vió y preguntó … “Y usted quién es?”…, porque hasta ese momento casi no me
veia.
• Recuerdo a mama bregando con las pepas del cacao en el patio, limpiándolas y
secándolas para luego preparar el famoso licor de cacao.
• Y también recuerdo cuando decía “conio” y “ia jared dinko” cuando le pasaba algo o le
daba coraje por alguna razón.
• Siempre pienso en ella metida en la cocina inventando algo de comer “por si llegaba
alguien” y Titi Bien (“Nené”)peleando por los regueros que Mamá hacia.
• La recuerdo a ella sentada en un sillón en la sala tejiendo.
• También me viene a la mente cuando hice la primera comunión y me tomaron una foto
con Mamá al lado de su cama, en el cuarto de al frente de la casa, pues ella no pudo ir
porque ya estaba enferma.
• Recuerdo su pelo largo, bien largo, y lacio, bien suave y canoso, como el de Abuelita,
pero no muy blanco.
• En resumen, aunque estaba bien pequeño, mi recuerdo de Mamá como la única
bisabuela que conocí, es el de una persona fuerte, imponente, pero a la misma vez dulce y
bondadosa.
• – Así era “Mamá”.
Recuerdos de Papá por Mélida Rizek

Los recuerdos de Papá son bien queridos para mí sobre todo porque al ser yo la menor de las
cinco hermanas fui la más engreída sobre todo por Papá y Alexa quienes me apoyaban todas
mis malacrianzas, resultado de lo que al decir de toda la tribu tengo el peor de los caracteres,
verdad o mentira?
Para mi infantil criterio Papá era el hombre más guapo, con esos ojos azules que yo envidiaba
tanto que cuando estuve embarazada de mi primer hijo (Guiller) le pedí a Dios que mi hijo
heredara los ojos de Papá y en mi afán de que así fuera casi obligaba a mi esposo Guillermo a
llevarme todos los días al cementerio a la tumba de Papá creyendo que con eso así sería. Dios
me complació y cuando veo los ojos de mi hijo me enternezco recordando a ese viejo tan
querido. Alrededor de tres años después de nacer Guiller, tuve a mi segundo hijo a quien
puse el nombre de Papá – Salomón - y gracias a Dios, éste ha sabido hacer honor – sin
conocerlo – a ese nombre que le puse con tanto cariño en su recuerdo.
Papá era un hombre bien sereno, muy comedido, pero sumamente cariñoso con nosotros, sus
hijos y con sus sobrinos pues las dos familias, la de Tío Luis y la de nosotros convivíamos en
una casa de dos pisos, ellos en la parte baja y nosotros en los altos.
Nunca escuché a Papá levantar la voz, ni aún cuando se juntaban con los amigos y familiares
hablando todos a la misma vez y en voz alta, la voz de Papá apenas se escuchaba.
Uno de los mayores recuerdos que tengo era que los domingos Papá nos llevaba a la iglesia
bien emperifollados, con nuestras mejores galas, y a la vuelta nos sentábamos en el parque a
coger fresco debajo de unos enormes árboles de roble que en aquel tiempo adornaban la
plaza de Recreo en Macorís que estaba aledaño a la Iglesia.
Al regresar a casa a la hora del almuerzo Papá vigilaba atentamente nuestro comportamiento
en la mesa, el modo de usar los cubiertos y la forma de comer, pero antes, con mucho
recogimiento y muy pausadamente él decía una oración en árabe (lo único que sé en ese
idioma aparte de unas cuantas malas palabras) luego se persignaba y nos inducía a nosotros a
hacer lo mismo.
Como antes lo expresé, nosotros vivíamos en los altos y mis primos en la parte baja de la
casa. Tanto a Mamá commo a Tía Fefa les encantaban los sembrados de toda clase de
hierbas medicinales y además yerba buena, albahaca y culantro para las sabrosas comidas que
siempre hacían. Papá y Tío Luis disfrutaban con todo eso. Tía Fefa tenía cría de cuanta ave
había, pavos, gallinas, palomas, etc. A mi hermana Biemba (Bienvenida) le encantaban los
pavitos así como al primo Isa y un día ambos se pusieron desde la terraza de los altos a llamar
a los pavos y mi primo se inclinó tanto que se cayó y se le hizo una hernia en el testículo por
lo que después de operarlo caminaba tocando una rodilla con la otra y su hermano Chichí,
quien era especialista en motes en la familia le puso “Isa-compás”. A Biemba también la
bautizaron “La Pavita” y a mí “Bembeta” porque por cualquier cosa yo ponía tremenda
bemba. Papá lo regañaba pero en el fondo se lo gozaba todo.
El encanto de Papá era el campo y los caballos, amén de la siembra sobre todo de cacao y
café. Compró una finca con la ilusión de explotarla, pero a raíz del ciclón San Zenón en el
1930 la situación mundial estaba bien deteriorada económicamente hablando, y Papá, en su
afán de conservar la finca vendió la casa. Esa finca nos dio a todos mucho gozo y alegría,
pues allí pasábamos las vacaciones encantados. Tenía un río, más bien un arroyo, que la
separaba de la otra al lado que era algo idílico. En una oportunidad en unas vacaciones en
que todos nos íbamos a pasar a la finca, Papá me llevó el día anterior, yo encantada, en un
caballo que era color “rusillo”, bien manso. Me lo gocé todo, pues me llevó a la loma y allí
cenamos muy bien, como postre los cuentos de los encargados y anécdotas de Papá. Al día
siguiente yo muy oronda le daba envidia a mis hermanos, pues llegué primero y con Papá en
un caballo.
Fue una verdadera pena que Papá y Mamá por más que trabajaron y se sacrificaron en todos
los sentidos por conservar la finca no lo pudieron lograr. Tuvieron que venderla en una suma
irrisoria y con ese dinero Papá vino a vivir a Puerto Rico a instancias de Rafael un hermano del
cuñado Enrique. Vivía en Mayagüez y allí quiso Papá encaminarse para luego, al menos, ese
era el plan, enviar por nosotros. Pero hasta donde yo sé tuvo una recaída del paludismo que
había contraído en Brasil y el médico le recomendó volver a Santo Domingo. Mamá vino a
buscarlo y allá se repuso y empezó a trabajar como contable en Cenobí, pasaba la semana en
ese pueblo y regresaba a casa los sábados, cargando con un queso y pan exquisitos que
hacían en esa fábrica.
Papá era un hombre bien educado, hablaba cinco idiomas y llegó a ser en Palestina director de
un colegio. Vino a América, primero a Brasil por invitación de un primo, y luego a Santo
Domingo donde tenía a su hermano Tío Luis y varios sobrinos y parientes. De ahí volvió a
Palestina a casarse con Mamá y ambos regresaron a Santo Domingo. Siempre quiso que
nosotros aprendiéramos árabe (pero excepto Alexandra ninguno de nosotros se entusiasmó).
Cuando yo vine por primera vez a Puerto Rico a operarme de la garganta a insistencias de mi
cuñado Enrique, éste insistió mucho que me quedara a terminar la high school y aprender
inglés. Papá enseguida dio su aprobación pues a él le gustaba que sus hijos fueran bien
preparados y para él que yo supiera otro idioma era algo bueno.
A mi regreso a Santo Domingo nos mudamos a la Capital para que Rafa y más tarde Quique
fueran a la universidad. Papá estaba verdaderamente ilusionado con que sus hijos estudiaran
medicina, sobre todo Rafa porque Quique aún no había terminado su bachillerato. Apenas
teníamos unos meses en la Capital cuando Papá enfermó de cáncer de pulmón. Yo había
estudiado en el Hospital Ryder de Humacao un curso de “First Aid” que mucho me sirvió, así
como a Rafa sus estudios de medicina para ayudar a Mamá en la penosa enfermedad de Papá.
Aún enfermo Papá no dejó de compartir con nosotros. Siendo jóvenes Nadime, Biemba y yo
teníamos enamorados, uno de los cuales era un Cadete cibaeño que me visitaba muy a
menudo y al que yo no podía ver pues hablaba tan y tan mal que cuando se despedía todos
rompíamos a reír, especialmente Papá que gozaba de lo lindo con eso.
Papá aceptó muy resignado esa triste enfermedad. Pocos meses antes de morir tuvo la
satisfacción de que Rafa aprobara su primer año de medicina. Y qué cara de satisfacción puso
mi pobre viejo cuando lo supo.
Descanse en paz, Papá, viejo querido, junto a ese otro hijo médico que hoy te acompana,
junto a Nadime esa hermana que tanto luchó por todos. Algún día estaremos todos juntos de
nuevo y en la paz y armonía que fue siempre tu eje.

Mélida
Los recuerdos de mi padre Por Rafael Rizek

Los recuerdos de mi padre han de estar íntimamente ligados a su presencia en San Francisco
de Macorís desde Nazaret. He visto fotos de mi viejo con un grupo de estudiantes en el colegio
ruso donde tuvo lugar su educación. Es mi mejor entender que la religión jugaba un lugar
primordial en la época de entonces y para las naciones, tener influencia o un pie en Tierra
Santa era de gran importancia. De este modo, había colegios ingleses, franceses y
norteamericanos en la Palestina de fin del siglo XIX y principios de la Primera Guerra Mundial.
La Universidad Americana de Beirut todavía funciona y es financiada por los Estados Unidos
por razones obvias; mantener influencias en la región.

Por las razones que fueren, mi padre se graduó de escuela superior en un colegio ruso y su
diploma muestra que era capaz de hablar y escribir árabe, turco, griego y ruso.

Mi padre, en contraste con mi madre, era de orígenes humildes, de modo que su graduación
de escuela superior descollaba entre los “turcos” de San Francisco, algunos de los cuales eran
analfabetos. Es necesario recordar que mi padre nació durante el Imperio Otomano, que viajó
con un pasaporte turco y que los árabes, especialmente los cristianos, quienes siempre han
estado en minoría frente a los mahometanos enviaban sus hijos a América para que no
tuvieran que servir en el ejército turco y para evitar el discrimen religioso. El hecho de ser mi
padre uno de dos árabes que yo sepa tenía una educación formal lo hacia necesariamente
sobresalir entre la mayoría de sus compatriotas.

Lo recuerdo cuando a requerimiento de uno que otro árabe iba a las casas de sus “paisanos”
pluma y tintero en mano y su interminable tabaco o cigarro, a escribir cartas a familiares de
sus amigos o a ayudar en inventarios de negocios y cosas parecidas.

Juan Enrique y yo nacimos en una casa de dos plantas, para todos “la casa de altos”, hecha
de madera importada. Aún para los estándares de nuestros días, esta casa parecía demasiado
ambiciosa, descomunal y fuera de proporción con San Francisco de Macorís y sus 18,000
habitantes. Las cinco hermanas que nos precedieron nacieron en una que todos conocimos
como la casa de la panadería, no muy lejos de la casa de altos. Esta era una de las pocas
casas de dos plantas, sino la única.

Mis padres llegaron de Nazaret después de mi papa haber hecho fortuna en nuestro pueblo
durante un período en la historia dominicana conocido como ‘La danza de los millones”. Me
parece, sin temor a equivocarme, que la famosa “danza” fue el producto de un préstamo a un
banco de los Estados Unidos y como era, y todavía es costumbre, los millones del préstamo se
los incautaron los políticos y generales de aquellos días.

Veamos, mis queridos parientes, si ustedes son capaces de imaginarse a vuestra abuela salida
de su casa en Nazaret, de un hogar holgado, por no decir rico, con un matrimonio arreglado a
la usanza de aquellos días, llegar a un país con costumbres distintas, idioma tan diferente,
escritura aun mas difícil de izquierda derecha en absoluto conflicto con el árabe de derecha a
izquierda. Como si esto no fuese suficiente el idioma árabe no posee la letra “p”, con lo cual
cualquiera podía identificar a un “barsano” al oirle hablar. Ya papa había pagado el noviciado
con sus años de duro quehacer y el negocio de los hermanos socios “Luis y Salomón Rizek”,
era una empresa económicamente holgada, productiva y solvente.

Juan Enrique y yo nacimos en el segundo piso de la casa, y en la primera planta estaba el


negocio típico de los árabes: comprar café y cacao productos dominicanos de exportación por
excelencia y vender mercancías importadas de los países industriales. Quizás les interese saber
que en ese entonces hablar de productos japoneses era sinónimo de pobre calidad, de
baratija, de tejido que descoloraba a la primera lavada. Que contraste mayúsculo con nuestros
días.

“La casa de altos” tenia una entrada con un portón ancho que se me antojaba extravagante y
por una escalera situada a mano derecha que se subía al segundo piso luego de un breve
respiro o descanso. Había un elegante balaustre de caoba bruñida por donde nos
deslizábamos cuesta abajo. La casa, en la parte de arriba, empezaba en un salón muy amplio
y mas de media docenas de cuartos individuales rodeaban este salón, todos con salida a un
balcón exterior, sitio predilecto de todos para olfatear los asuntos que ocurrían en la calle. En
la entrada de la casa, años después, existió un vehiculo que pertenecía a Kaluche Abraham,
otro árabe que comprara el negocio de papa. Nunca vi este vehiculo en movimiento, mis
padres nunca poseyeron ningún vehiculo de motor que yo sepa y mis recuerdos son de que
los muchachos lo usábamos como un juguete. Bien, estalló la Primera Guerra Mundial en 1914
Alexandra nació en 1915 siguieron cuatro hermanas cada dos años aproximadamente y
finalmente llegamos los varones esperados con tanta ansiedad. Tenia apenas 5 años cuando
nos mudamos de “la casa de altos” y mis recuerdos deben estar necesariamente nublados por
historias de la familia y que a veces me parece haber vivido en realidad.

Mi padre era de corta estatura, 64 ó 65 pulgadas de estatura que contrastaba con la de mama
que era de 67 ó 68 pulgadas, su tez extremadamente blanca y sus ojos azules. Ninguno de los
7 hermanos heredó sus facciones, su tez o el color de sus ojos. Mi viejo era de poco hablar y
de carácter sosegado y tranquilo. Entre mis 7 y 10 años le vi luchar y batallar inútilmente
tratando de levantar una finca de cacao en un villorrio denominado Arroyo Seco, cerca de un
poblado de nombre Los Ranchos. Recuerdo verlo llegar con las polainas enlodadas, sudado y
cansado, pero siempre con algo en las manos para su familia, algo tan sencillo como guayabas
o limones amarrados con las cuatro esquinas del pañuelo. Mis padres eran católicos ortodoxos
griegos, entre la mayoría musulmana de Palestina y siempre oí a mama lamentar el que los
curas de la Republica Dominicana no se casaran. En cambio es de notar que varios arzobispos
dominicanos llegaran a la presidencia de Santo Domingo. A mis padres les tocó la terrible
depresión económica de los años treinta y nadie que haya tenido la mala fortuna de haber
vivido en aquella época se ha escapado de las repercusiones que deja el vivir sin
oportunidades o sufrir miseria a suplicio de Tántalo: abundancia alrededor y no tener con que
llenarle el estomago sus hijos. Papá era extremadamente religioso, la Historia Patria de
Palestina era la Biblia, como eran sus conversaciones con sus hijos.

Cualquier alusión a pasajes bíblicos era seguida por una cátedra y citas pertinentes. En
nuestra casa surgió lo que en muchas similares de inmigrantes en las cuales los primeros hijos
aprendieron la lengua materna especialmente Alexandra quien era capaz de recitar en árabe y
cuyo nombre, muy común hoy día, fue sin duda recordando a la zarina, esposa de Nicolás de
triste historia y trágica muerte. Recuerdo el énfasis de papá en que sus querencias eran con la
Rusia zarista y no con los comunistas. En cierta oportunidad mi casa fue visitada por unos
caballeros de habla rusa y recuerdo cuando uno de ellos elogió a mi papá por lo bien que aun
hablaba el ruso. El medio que nos arropaba en las escuelas, en los juegos, en la vida social era
mucho más poderoso que los deseos de nuestros viejos, quienes querían que sus hijos
vivieran orgullosos de sus orígenes, así que más que el amor y los sueños, pudieron la rabia
de vemos soslayados por ser turcos come cebollas y de padres que hablaban con un acento
tan extraño. Ocasionadamente, y solo cuando las diabluras de Juan Enrique y las mías le
sacaban los pies del estribo, papa dejaba escapar un par de epítetos de traducción
comprometedora por decir lo menos. A veces, cuando estaba cansado de pensar o de luchar
en aquella época dolorosa, le oía decir “La hilaja ill lala el Mohammed rasululla” (solo Dios es
Dios y Mahoma su profeta), y a mi asombro ya mi “Pero viejo, no son ustedes católicos?”,
venía una sonrisa pícara que nos quería decir su única manera de vacilar o repudiar a los
mahometanos era castigarlos con su misma salsa. Para un árabe de la época y aún hoy en día,
el mayor castigo era no ser bendecido con un hijo varón, portador del apellido. Mis viejos
lucharon a través de 5 mujeres hasta ver sus ansias colmadas con la llegada del El Majidy el
esperado y 4 años mas tarde, el mismo 5 de octubre, nació Juan Enrique.

Mi mamá, siempre la del oportuno buen humor, nos recordaba lo fácil que era hacer varones
después de tener el primero. Debo decir, en honor a mi vieja, que era una feminista de armas
a tomar, y estoy seguro de que mi rabioso feminismo es genético. En cierta oportunidad un
escritor que escribía sobre la historia de Nazaret le pidió a mi madre los nombres de la familia,
pero típicamente árabe pedía los varones tan sólo. La contestación de mi madre no se hizo
esperar en sentido de que se olvidaran de los Rizek-Nassar a menos de incluir a las 5
hermanas. No recuerdo haberme sentido tan orgulloso de mi mama como aquel día. Dios me
ha bendecido personalmente con las 5 hermanas más estupendas, maravillosas e increíbles
con que el Creador pudiera adornar mi existencia.

De mi niñez recuerdo a mi padre llevarme con bastante frecuencia en su caballo, medio de


transportación para entonces, y así alejarme de la influencia perniciosa o amanerada que
podría conseguir de mis 5 hermanas mayores. Con frecuencia les he increpado si en algún
momento me dio con jugar con muñecas o algo femenino parecido, pero me parece que mis
genes andaban por otro camino. Papa era para los hijos de mi tío Luis, Amo Salim, y a su vez
el para nosotros Amo Luis, quien con su esposa Amo Fefa tuvo 14 hijos. Comíamos tres veces
al día en la casa de mis tíos, en una mesa que parecía los vagones de un tren, en bancos unos
al lado de los otros, en una algarabía ensordecedora con pleitos a granel, lagrimas, gritos y
sus correspondientes castigos corporales.

Siempre me gustó el ejército, la milicia y su marcialidad. Cuando en 1918 en las postrimerías


de la guerra, Santo Domingo falló en los pagos de la “danza”, los Estados Unidos enviaron a
los marines quienes ocuparon a Santo Domingo desde 1918 hasta 1926, después de
incautarse la aduana para cobrar su deuda y allí permanecieron hasta 1940 y tantos cuando
Trujillo en un Tratado Trujillo¬Hull, devolvió el dinero y a su vez se quedó con las aduanas. A
veces me pegunto si mis querencias, mi modo de pensar, me cualifica como “pitiyanki”, la
realidad es que habiendo nacido durante la ocupación americana por los Marines y la Doctrina
de Monroe, “I am a yankee”, disgústele a quien le disguste.
Decía de mi admiración por todo militar. Pues bien, nuestra casa de altos, situada en la calle
principal de San Francisco, la calle San Francisco por supuesto, quedaba a escasas tres
cuadras de la Fortaleza en donde un corneta tocaba sus dianas mañana y tarde para izar y
bajar la bandera tricolor. Allí me llevó mi padre en más de una ocasión admirar los marines
dominicanos con el uniforme kaki, polainas de lona, “leather necks” y toda la parafernalia que
dejaran los yankees incluyendo naturalmente al que en tiempo sería El Generalísimo, Dr.
Rafael Leonidas Trujillo Molina, Restaurador de la Independencia Financiera, Padre de la Patria
Nueva, etc., etc. A las 9 PM había toque de queda en nuestros días y mi papá era muy celoso
de nuestra llegada a casa antes de que la guardia nos cogiera fuera de base y termináramos
durmiendo en la Fortaleza.

Otra de mis remembranzas tiene que ver con la hermosa, caligráfica escritura de mi padre.
Ella fue sin duda la razón de ser seleccionado para ir de casa en casa por la calle San
Francisco para un censo de la población y tomar los datos que requería la ley. Yo le
acompañé, sin duda a petición de mama y creo que le hice la vida imposible trotando por los
badenes de la calle empedrada pues la única calle embreada en la ciudad no era precisamente
la San Francisco.

Mi viejo batalló como nadie a través de una de las épocas más tristes de la humanidad; La
gran depresión económica de los años 30. Emprendió múltiples negocios en Santo Domingo,
en Puerto Rico y de nuevo en Santo Domingo. A diferencia de muchos otros árabes que se
declararon en quiebra para proteger sus capitales y propiedades mi papa pagó todas sus
deudas y prefirió pasar por las peores estrecheces económicas imaginables. Recuerdo mi
preadolescencia con el sacrificio de animales en nuestra casa, especialmente cerdos para la
venta de la came, chicharrones, longaniza, morcilla en el vecindario. Estoy convencido que mi
amor por el lechón asado, el pernil, el jamón y los productos derivados nació en esa época sin
duda.

Para mis padres, la escuela y las notas eran tan importantes como la religión. Los peores
castigos me los llevé por mal aprovechamiento y/o mala conducta en la escuela lo cual incluía
un regaño filípico en privado. Todos trabajamos en casa. Por mi parte fui empleado en una
tienda de árabes los sábados, monaguillo los domingos (más por la peseta que por la fe) y sé
de las penurias que pasa un cobrador de deudas. Aprendí, por el tañido de las campanas de la
iglesia y el ritmo de los acordes o compás si el funeral pertenecía a un adinerado con paga
generosa o a un humilde mortal que no merecía que abandonara mi entretenido juego de
pelota.

Un hecho fortuito que tuvo lugar a principios de 1931, le dio un giro completo a nuestras
vidas, Juan Enrique, a la sazón con sobre un año apenas, se golpeó accidentalmente el
costado izquierdo en la parte posterior. Los meses siguientes fueron de agonía incesante con
opiniones encontradas de los galenos de la época: que si tuberculosis renal, que si
poliomielitis, enfermedades degenerativas de los músculos, sífilis. Me cuenta mi madre que a
raíz de un sueño, le escribió una carta a su primo en Puerto Rico Jorge Nassar quien le urgió
llevar a Juan Enrique para que lo viese el cirujano mejor de la Isla, el Doctor Díaz García. Juan
Enrique empezó a escribir aquella hazaña heroica de 1931, mama empeñando sus prendas
para costear el viaje, mi padre todo apoyo llevándola a San Pedro de Macorís de donde partía
el único hidroavión hacia Puerto Rico, la operación de Juan Enrique en la Clínica Díaz García
hoy Hospital Pavia y el regreso triunfal después del drenaje de una absceso del riñón
izquierdo. Por razones que no recuerdo muy bien, aquel encuentro de la familia inició una
correspondencia entre Alexandra y un primo lejano, Enrique Nassar primo a su vez del tío
Jorge. Mis recuerdos me llevan a una gaveta en donde mi hermana tenía todas las cartas
archivadas cuidadosamente. Hay un retrato de Alexandra en la baranda del vapor “Coamo” en
su viaje de bodas hacia Puerto Rico. Mis recuerdos subsiguientes me llevan a papa con los
ojos húmedos y un telegrama en sus manos temblorosas “Tenemos nena Alexandra bien”.
Cartas semanales y bisemanales donde todos debíamos escribir eran tan importantes como la
misa dominical. Papa doblaba con cuidado religioso las cartas, las dirigía con su letra
increíblemente bella, les ponía el sello y las enviaba por correo. A vuelta de correo recibíamos
la narración de la tierra borinqueña con el estilo inconfundible de nuestra hermana mayor. Asi
aprendí a querer a Borinquen antes de conocerle. Se convirtió en la tierra prometida de
Abraham, donde todos llegaríamos algún día para ser y poseer todas las cosas que ansía un
ser humano empezando por la libertad.

Al graduarme de escuela superior y manifestar mis deseos de ser médico, mamá con su
empuje natural creyó prudente mudar la familia a la Capital en donde Juan Enrique podía
cursar una carrera también. Enero de 1944, nos esperaban sorpresas desagradables. Año del
Centenario de la Independencia de la República Dominicana, papa enfermó de la enfermedad
de la Familia, Cáncer del Pulmón, enfermedad cruel y con poco tratamiento efectivo aún hoy
día. Mi papa, fumador empedernido aceptó su enfermedad con estoicismo sin igual. Cursaba
para entonces mi primer año de medicina. Mi padre murió tranquilamente después de un corto
período de coma. Su entierro fue menos que apoteósico. Nos dejó por herencia, para nuestro
orgullo, los gastos de su enfermedad y los gastos del funeral. Pero papá, herencia en materia
de valores de familia, honestidad, trabajo duro y la gloria increíble de llevar la fortuna en el
intelecto.

Viejo, mi querido viejo, no puedo menos que recordar una de sus historias de que ningún
hombre es feliz hasta su muerte. En la distancia, cuánto has crecido, tienes unos siete pies de
estatura más o menos. Cuando nos encontremos a la hora ineludible, en nuestra conversación
eterna, verás cuan fructífero fue tu viaje por este Mundo, podré entonces pedirte perdón por
no haber comprendido cuánto vales y cómo te has agigantado al pasar de los años.
Hablaremos de todas las cosas que extraño en verdad, poder hablar de mis orígenes que son
en realidad los tuyos y gozar de lo lindo al contemplar todas las huellas que tu y mamá
dejaron a su paso por aquí.
V. Hermanos y Hermanas
ALEXANDRA por Bienvenida Rizek

Como describirlos? Una hermana es alguien leal, comprensivo, confiable, puedes tener
desavenencias, pero sabes que correrá a tu lado cuando la necesites. Soy la cuarta de las
cinco hermanas, por eso los recuerdos de mi niñez son una mezcla de mi memoria y lo qua oía
decir a mis hermanas. Algo que está claro en la mente oír decir a Mamá; tranquilas, que su
hermana está estudiando. Alexandra, rodeada de libros, o ayudando a Altagracia y Nadime
con sus tareas escolares. La hija mayor de Salomón era el orgullo de Papá, le enseñó su
idioma, hablaba, leía y escribía el Árabe sus notas sobresalientes en la escuela. Una de las
anécdotas que oí contar a papa fue cuando la Colonia Árabe ofreció un banquete al Presidente
Horacio Vázquez, obviamente el discurso lo escribió Papá, en Español para el Presidente, y en
Árabe para los paisanos, que no sabían muy bien el Español. Alexandra fue quien dijo ambos
discursos (imagino que tendría doce años), El Presidente quedo tan Impresionado, cuando la
oyó, se levanta de su asiento a felicitarla, dándole un beso en la frente. Esto salió en la prensa
de todo el país, Alexandra se molestaba porque los primos le decían que se había dejado
besar por el Presidente. En nuestra casa el idioma era el Árabe, cuando empezamos a ir a la
escuela era inevitable que habláramos en Español. Alexandra continuaba hablando árabe con
Papá y Mamá. Triunfaba en la escuela y se graduó muy joven de Bachiller en Ciencias.
Inmediatamente fue nombrada Maestra en la Escuela Primaria. En esa época ya no vivíamos
en la casa grande, las condiciones económicas no eran las mejores pero siempre nuestra
hermana sobresalía en el ambiente en que se desenvolvía admirada y querida por familiares y
amigos, Cuando nos identificaban, éramos las hermanas de Alexandra. Al casarse con Enrique,
vino a vivir a Puerto Rico. Nuestra comunicación era constante. Papá nos esperaba los
domingos con papel y pluma para escribirle a nuestra hermana mayor, que estaba sola en
Puerto Rico. Invariablemente mis cartas venían devueltas con las correcciones por mis faltas
de ortografía??? Nos escribía constantemente diciendo la falta que todos les hacíamos. Nos
enviaba revistas propias para nuestra edad, recuerdo específicamente la revista Argentina
Billiquen, algo que todos esperábamos y disfrutábamos, hasta Papá las leía. Cuando iba a
nacer Ivonne, Acha vino a Puerto Rico a acompañarla, luego vino Mamá a conocer a su
primera nieta. Desde entonces cada vez que llegaba un bebé o había problemas de salud
Mamá venía a acompañarlos, Enrique, el esposo de Alexandra, actuó siempre con mucho
cariño para todos nosotros. Nos protegía y trataba como un hermano mayor. Cuando Acha
regresó a San Francisco de Macorís, vine yo a quedarme con Alexandra. Ivonne extrañaba
mucho a Acha no así José Agustín quien se acostumbró enseguida conmigo. Viví con ellos
aproximadamente dos años. Regresé a San Francisco de Macorís y por primera vez Alexandra
se quedó sola con su familia. Pocos meses más tarde Enrique le pidió a Acha que viniera
porque Alexandra no estaba muy bien de salud. Luego vino Mélida y Acha regresó a San
Francisco de Macorís, Nació Enrique (Quique), Mélida se encargó del bebé, quería tanto a ese
sobrino que lloraba por él cuando regresó a San Francisco de Macorís. Volvió Acha a Puerto
Rico trabajó en la Clínica Font Martelo y luego en la Joyería Nassar, Para nosotros venir a
Puerto Rico era una gran alegría, aunque al poco tiempo de estar aquí, sentíamos la nostalgia
de nuestro hogar familiares y amigos. Todos y cada uno de nosotros, nuestros hermanos
también, visitamos y disfrutamos el hogar de Enrique y Alexandra, donde siempre nos
recibieron con muchísimo cariño. Enrique nos colmaba de atenciones y regalos. Alexandra
enviudó muy joven, dedicó todos sus esfuerzos a educar a sus hijos, olvidándose por completo
de sí misma. Sus hijos exitosos profesionales la rodean de atenciones y cariño. Durante los
años de estudios de sus nietos siempre los ayudaba en sus tareas escolares, aún estudiando
fuera de Puerto Rico, la consultaban en múltiples ocasiones, esto la hacía feliz.
Estas páginas en las que todos hemos cooperado, son la iniciativa de tu nieta Diana, están
incompletas porque faltan tus memorias, tratamos infructuosamente de motivarte a escribir,
tal vez al leer estas vivencias, vuelvan tus recuerdos y podamos incluir tu valiosa cooperación.
Dios te ha bendecido con una bellísima familia. Te lo mereces y lo has ganado, que lo disfrutes
con buena salud por muchos años más.
RADYEH, ALTAGRACIA, TITI ACHA, ACHITA por Bienvenida Rizek

Siempre amistosa no le gustaba la escuela, pero allí tenía una fanaticada de amigos.
Esperábamos, por ella para cenar, Papá no permitía que faltara alguien en la mesa para hacer
sus oraciones, antes de sentarnos a comer.
En una ocasión se lastimó las manos, creo que se quemó en la cocina, le gustaba cocinar,
Papá la llevó para la finca, donde pasó una larga temporada recuperándose. Convivía con los
agricultores y sus familias, que se ocupaban del mantenimiento de esa propiedad. Luego
regresó al pueblo y a la escuela graduándose de Bachiller en Ciencias. Cuando Alexandra se
casó, vino a Puerto Rico antes de nacer Ivonne. Luego nació José Agustín y ella regresó a San
Francisco de Macorís.
Le gustaban los deportes y continuaba rodeada de amigos y amigas, gozaba de gran
popularidad. Fue la primera Reina del Club Deportivo de San Francisco de Macorís. Regresó a
Puerto Rico. Trabajando en la Joyería Nassar conoció y se casó con Antonio Rovira.

La casa de Titi Achita siempre estuvo abierta para familiares y amigos, su cocina humeante y
su exquisita comida fueron las delicias de todos. Las fiestas de fines de año eran casa abierta
para vecinos y familiares y amigos. El primer agasajo de Navidad lo iniciaba con un almuerzo
para los empleados municipales de la recogido de basura. Era tal la tradición que una vecina a
principios de Diciembre, venía a preguntar cuándo era el almuerzo para ella venir también.
He convivido con Acha y Tony gran parte de mi vida en Puerto Rico, a su casa en Juncos
llegué cuando vine contratada por una compañía Norteamericana a trabajar en Aguas Buenas.
Luego tuvimos nuestra casa con Mamá en Río Piedras. Cuando Lourdes empezaba la escuela
primaria construyeron su casa en El Paraíso, dos años más tarde compramos nuestra casa en
El Paraíso, frente a los Rovira. Desde entonces, nuestra vida ha sido la de una sola familia.
Tony fue un verdadero hijo para mamá, ella le consultaba para todo lo que hacía, él
pacientemente la complacía, Cuando ella le preguntaba “Tone usted va para el correo? tengo
deseos de salir”, él aunque no tenía necesidad de salir la llevaba a dar su paseo.
En una época éramos cinco familias viviendo en El Paraíso, la casa de Acha y Tony era
invariablemente el punto de reunión para los juegos de cartas. Acha siempre tenía algo
preparado para la familia.
Se casó Lourdes, vinieron los nietos llenando de alegría el hogar de los Rovira, quienes
dedicaron todos sus esfuerzos a esos queridos nietos, Tony retirado ya, los llevaba al Colegio y
cuando regresaban Acha los esperaba por las tardes con todo lo que a ellos les gustaba.
Cumplieron los Rovira 50 años de casados con una gran celebración en casa de Lourdes y
Pedro. Quien diría que el próximo año será la celebración de 60 años de feliz unión.
El tiempo deja sus huellas, ahora es Tony quien se dedica a ella, con Lourdes tratan de
mantenerla alerta rodeada de las cosas que le son familiares. Los nietos profesionales ya,
David casado le ha traído su primera biznieta, Guillermo Antonio, viene con frecuencia a
visitarla, trayéndole una gran alegría.
Gracias Tony por lo que haces por nuestra querida hermana. Dios permita que sean muchos y
muy felices los años que disfruten juntos.
NADELLDA, NADIME por Bienvenida Rizek

Cómo olvidarla, nos unieron momentos muy difíciles en nuestra familia. De pequeña la
recuerdo estudiando siempre, era una líder innata, si jugábamos a la escuela, ella era la
maestra, si bautizábamos las muñecas, se vestía de cura, si nos escondíamos, nos encontraba
enseguida, no había forma de superarla. En la escuela fue sobresaliente ganando los
concursos en que participaba. Se graduó de Bachiller en Ciencias muy joven y continúa su
Bachillerato en Pedagogía. Empezó a trabajar como maestra suplente y luego
permanentemente. Era tan joven y atractiva que los alumnos le escribían cartas de amor en
los cuadernos de asignaciones, Muy joven se comprometió y no realiza sus planes porque
sabía que al hacerlo no podría ayudar a nuestros hermanos en sus estudios universitarios,
Mamá viajaba frecuentemente a Puerto Rico, ella asumía la responsabilidad de nuestra casa, a
eso debía ese carácter disciplinario que ejercía en nosotros, sus hermanos menores.
Cuando nos mudamos a la capital, Santo Domingo (entonces Ciudad Trujillo), ella permaneció
en San Francisco de Macorís en casa de Amó Fefa hasta conseguir traslado a una escuela en la
Capital. Entre las anécdotas de ese traslado está que el Secretario de Educación al conocerla
se enamoró de ella. Al poco tiempo de vivir en la Capital, enfermó papa. Fueron momentos
muy traumáticos para todos, en un ambiente extraño y sin recursos económicos. Nuestros
vecinos y amigos nos respaldaron siempre. Murió papá y nos enfrentamos a nuestra nueva
vida. Rafael había aprobado su primer año de estudios de medicina, Juan Enrique estaba en la
escuela secundaria. Mélida empezó a trabajar en el Departamento de Salud. Poco tiempo
después, en 1945 Rafael fué becado por un año por la Fundación Rockefeller y vino a estudiar
laboratorio a la Escuela de Medicina Tropical. Por ser el hijo varón mayor de madre viuda, a
Mamá le enviaban una pensión, mientras él estudiaba.
Acha se casó en Puerto Rico, pocos años después se casó Mélida en Santo Domingo. Vivía al
frente nuestro, allí nació Guillermito, Mamá llenó su vida con ese nieto, y para él era todo su
cariño.
Nadime y yo continuábamos trabajando. Se graduó Rafael y yo comencé a querer irme a
Estados Unidos, nadie me hacía caso, sólo Nadime me apoyó en todo momento. Salí de casa
sin la menor idea de hacia dónde iba, ni lo que iba a hacer, ella con sus cartas, consejos y
ayudas me estimulaba para que siguiera adelante. Poco tiempo después Rafael llega a E. U.
para hacer su internado en Lebanon Hospital. Se quedó Nadime sola con Mamá y Juan
Enrique. Cuando Juan Enrique se graduó de Médico fue a E. U. al Lebanon Hospital a hacer su
internado, Mamá vino a Puerto Rico. Nadime se quedó sola, aunque vivía con Mélida,
Guillermo y su familia. Cuando mis hermanos y yo nos establecimos en Puerto Rico, Mamá
insistía para que ella viniera, al fin lo hizo y me consta que sufrió mucho para adaptarse a
nuestra nueva vida. Empezó a trabajar en la Universidad de Puerto Rico y continuó
estudiando. Conoció a Oscar Hernández Vargas, se casaron y fueron a España, en donde ella
estudió cooperativismo. Estuvieron dos años en Europa, ella regresó a sus cátedras en U.P.R.
mientras Oscar daba clases de música a familiares y amigos. La casa de Oscar y Nadime
siempre estuvo visitada por todos, ellos disfrutaban las reuniones familiares.
En la Universidad Nadime ayudaba a los sobrinos y amigos, una llamada y Titi Nadime resolvía
los problemas. Sus últimos años fueron muy difíciles, le amputaron una pierna, eso la afectó
mucho. Fue internada en varias instituciones durante los tres años que padeció esa condición.
Siempre estuvo acompañada por su inseparable Oscar. Falleció en Julio de 1994, dos años
más tarde y en el mismo mes, murió Oscar. Tal vez por las muchas experiencias compartidas
creo haber sido la persona que más la extrañó, Descansa en paz, querida hermana, junto a
tantos otros seres queridos que ya no están con nosotros.
ZUBAIDA NASRA BIENVENIDA por Bienvenida Rizek

Al ser la cuarta en la familia, era protegida por mis hermanas mayores. Mamá fue muy estricta
con nosotras, hacía sentir su autoridad en todo momento. Con los años su amor por nietos y
bisnietos, hizo que su carácter se fuera dulcificando.
De pequeña mi salud fue muy delicada, faltaba a la escuela y finalmente dejé de asistir sin
haber terminado los estudios primarios. Papá y Mamá me llevaban constantemente a los
médicos. Por fin un médico joven diagnosticó que padecía de Paludismo Crónico y que me
vendría muy bien salir del pueblo hacia un lugar más seco. Alexandra se había casado y
Altagracia estaba con ella en Puerto Rico Papá trabajaba de contable en una fábrica de
quesos. Mamá sin pensarlo mucho nos mudó a un lugar donde había una capilla a Nuestra
Señora del Perpetuo Socorro, aquel sitio se conocía como “La Ermita”, unos cerros preciosos,
desde donde se divisaba todo el pueblo. Nadime, Mélida Rafael y Quique, caminaban desde
allí, todos los días para ir a la escuela. Mi salud mejoró y no volvieron las fiebres. Nació Ivonne
y Mamá viaja a Puerto Rico a conocer su primera nieta. Poco tiempo después Nadime buscó
una casa en el pueblo y volvimos a llevar una vida normal. No regresé a la escuela, me
dediqué a hacer labores y a coser. Nació José Agustín y volvió Mamá a Puerto Rico a conocer
a su nieto y a atender a Alexandra que no estaba muy bien de salud.
A su regreso a San Francisco de Macorís Alexandra fue con ella y sus dos hijos aquella visita
nos llenó de alegría conocimos a nuestros sobrinos y sobre todo fue de gran consuelo para
Papá, quien estaba muy triste por la muerte de su hermano mayor, Amó Luis, como todos le
llamábamos. Las manifestaciones de cariño de familiares y amigos, flores, visitas, no se
hicieron esperar, Alexandra continuaba siendo una persona muy especial para todos.
Algún tiempo después vencía la visa de Acha y me mandaron a mí a acompañar a Alexandra,
estuve en Puerto Rico aproximadamente dos años. Al regresar a San Francisco de Macorís,
Nadime trabajaba de maestra. Rafael había terminado la escuela secundaria y se preparaba
para ir a la Universidad. No repetiré lo que ya he contado de Nadime. Nos mudamos todos a la
Capital, allí pasamos por la experiencia de la enfermedad de Papá.
Se casó Acha en Puerto Rico y Mélida en Santo Domingo. Se graduó Rafa de Médico y yo salí
como buena nómada a Estados Unidos, sin tener la menor idea de hacia dónde iba, ni qué
podía hacer. Trabajé, asistí a una escuela de diseño y eventualmente volví a Puerto Rico
contratada por una industria, a trabajar en Aguas Buenas. Atendí cursos de gerencia y
personal en la Universidad de Puerto Rico así me sentía más segura de lo que estaba
haciendo. Regresé a Estados Unidos cuando nació Janet, disfruté mucho con Juan Enrique y
Brunequilda y sobre todo con la nena.
Ellos volvieron a Puerto Rico. Trabajé en Carolina del Norte, donde de veras disfruté la con-
vivencia y hospitalidad de las familias del Sur, una experiencia inolvidable. Finalmente regresé
a Puerto Rico, compartiendo alegrías y problemas con toda la familia.
La partida de Mamá, Guillermo, Nadime y Oscar, Juan Enrique, ha sido menos dolorosa al
sentir el cariño y calor humano de hermanos, sobrinos y sobrinos nietos, algo de incalculable
valor y que llevo por siempre en el corazón.
SAROOH MÉLIDA (LA LINDA DE MAMÁ) por Bienvenida Rizek

No recuerdo porqué mama siempre le decía La Linda, tal vez por ser la menor de las hermanas
fue muy engreída, sus rabietas eran famosas, en casa lo tomaban a broma, hasta que
llegaban las notas de la escuela, Papá era muy serio y no admitía la falta de disciplina,
acababa acariciándola y aconsejándola que se portara bien en la escuela. Cuando se enojaba,
recogía toda su ropa y decía que se iba de la casa, todos se reían.
De pequeñas nos vestían iguales, papá nos llevaba a pasear los domingos y a tomar refrescos
en el parque, siempre le preguntaban si éramos gemelas.

Continuó en la Escuela Superior, allí fue algo serio, si alguien la elogiaba o le decía un piropo,
buscaba piedras y se las tiraba. Vino a Puerto Rico y terminó la High School. Estando aquí
nació Enrique (Quique), ella se hizo cargo del bebé. A su regreso a San Francisco de Macorís
lloraba porque le hacía falta su sobrino, le había dedicado todo su tiempo. Recuerdo la carta
que Enrique le escribió a Papá y Mamá diciéndole que le enviaba a su hija menor con el genio
refinado. Nos mudamos a la Capital y empezó a trabajar. Cuando papá enferma, renunció para
dedicarse a cuidarlo. Ella y Rafael atendieron a Papá como sólo los buenos hijos pueden
hacerlo. Nadime y yo trabajábamos fuera. Juan Enrique aún estaba en la escuela. Murió Papá
y ella volvió a trabajar, esta vez en el Servicio Cooperativo Interamericano de Salud Publica,
adscrito a la Secretaría de Salud. Siempre estuvo rodeada de muchos admiradores, entre ellos
fue Guillermo Asmar quien la conquistó. Nunca he comprendido cómo dos personas de
caracteres tan fuertes llegaron a enamorarse.
Se casaron, procrearon sus hijos, los educaron y se mantuvieron siempre unidos. Dedicó gran
parte de su vida matrimonial al cuidado de Guillermo, quien muy joven empezó a tener
problemas de salud, aunque enfermo, se mantenía activo en la política y en los negocios. Me
sorprendía el gran cariño de Mamá hacia Guillermo y el cariño y respeto con que él le
correspondía, siendo ambos de caracteres muy fuertes también.
Por ver feliz a Mélida, intentó Guillermo varias veces establecerse en Puerto Rico, él adoraba la
República Dominicana. Invariablemente regresaba a su país.
En Puerto Rico se educaron sus hijos, se graduaron y se casaron aquí, nacieron sus nietos,
aun así el amor por su país lo retenía allá. Viajaban con frecuencia a visitarnos y a compartir
con toda la familia. Su casa siempre estuvo abierta para familiares y amigos, cuando
visitábamos la República Dominicana, Mamá sobre todo, cuando necesitaba un paseíto no
vacilaba en ir a compartir unos días con ellos.
De alguna manera, no sé cómo, se enteró Guillermo de su delicado estado de salud, vino a
Puerto Rico decidido a quedarse y no quería dejar a Mélida sola en Santo Domingo. Qué
mayor prueba de amor puede pedir una esposa.
Murió Guillermo en 1994. Nuestra relación de hermana ha estrechado más, sabe que estoy a
su lado en todo momento, igual que ella lo hace conmigo. Sus hijos la mantienen rodeada de
atenciones y cariños incluyéndome a mí, haciéndome sentir como una madre más. Su gran
amor, todos sus nietos hasta que la necesiten corre a atenderlos, desde Guillermo Antonio, el
mayor hasta Gretchen, la más joven, continua tratándolos como sólo una buena abuela sabe
hacerlo. Ahora es bisabuela, con la nena de David y Viviana.

Dios te dé mucha salud, te bendiga junto a tu linda familia, para que la disfrutes muchos años
más.
FAYEZ, RAFAEL ANTONIO por Bienvenida Rizek

Su llegada fue el acontecimiento más grande en nuestra familia. Mamá había hecho tantas
promesas para que Dios le enviara un hijo varón, que el día de su nacimiento salieron mis
hermanas mayores a pedir ropa de bebé entre familiares y amigos. Mamá prometió regalar
toda la ropa de su hijo a alguien necesitado. Esa persona fue una empleada doméstica en casa
de Tía Rimeh, quien eventualmente se convirtió en la nodriza de Rafael. A los dos años, por
otra promesa, lo vistieron con una cota marrón, como viste San Antonio. Cuando tenía edad
para hacerlo, lo llevaron a la Iglesia a servir de monaguillo, pero con la condición de no
aceptar ofrendas.
Su bautizo fue algo que nadie puede olvidar. Un arzobispo de la Iglesia Ortodoxa estaba de
visita en nuestra casa y fue quien ofició la ceremonia. Lo apadrinaron diez personas. Fue una
fiesta del pueblo. Las puertas de nuestra casa estaban abiertas para todo el que deseara
unirse a la celebración.
Cuando Rafael cumplió cuatro años, nació Juan Enrique. El amor de Papá y Mamá por sus dos
hijos no cambió nunca. Al nacer el día de su cumpleaños, Rafael le decía a las personas que
venían a visitar a Mamá que se llevaran al nene, que él no quería ningún regalo. Crecieron
juntos, Rafa siendo cuatro años mayor que Juan Enrique, lo protegía siempre. En una ocasión
Juan Enrique olvidó la gorra que todos los niños debían llevar como parte del uniforme
escolar. Lo iban a dejar después de las horas de clases detenido en la escuela como castigo.
Al saberlo, Rafa le puso su gorra que naturalmente le quedaba grande, los niños empezaron a
reírse y el profesor los regañó enfatizando que esa era una muestra de amor fraterno. Ambos
fueron perdonados. Rafa dice que le dio su gorra por temor a llegar solo a casa y que lo
castigaran por haber dejado a su hermano menor.
Llenaría páginas con las anécdotas de esos hermanos. Estudiaron en San Francisco de
Macorís. Juan Enrique terminó los estudios secundarios en la Capital, cuando nos mudamos y
Rafa empezó sus estudios universitarios. Terminados los estudios de Medicina, fue a Estados
Unidos y allí compartimos. Ubicarnos en aquel ambiente no fue fácil, luego llegó Juan Enrique
y éramos tres los que nos buscábamos constantemente. Terminado el Internado fueron
llamados a prestar servicios en los pueblos de Puerto Rico. Vinieron, tomaron los exámenes y
naturalmente se quedaron aquí. Insistían en traerme, no querían dejarme sola allá, pero
afortunadamente vine con un contrato de trabajo y toda nuestra situación cambió. Mamá
volvía a tener su casa y sus hijos reunidos.
Rafael se casó con Alma Rincón. Ingresó en el ejército y estuvo estacionado en Killin, Texas.
Nacieron sus dos hijos. Mamá fue a visitarlos cuando nació Almita. Cumplido su compromiso
con el ejército, regresaron todos a Puerto Rico. Años más tarde volvió con su familia a Detroit,
Michigan, a continuar estudios especializados en Hematología.
De regreso a Puerto Rico, vinieron a vivir al Paraíso compartiendo mucho tiempo con todos. Al
y Almita siempre fueron parte de nuestro diario vivir. Personalmente cuando Rafa y Alma
salían, sobre todo cuando viajaban fuera de Puerto Rico, con Lela Doña Provi y Víctor, su
nieto, éramos los designados guardianes de sus hijos. Saber que estábamos tan cerca nos
mantenía en constante convivencia, además de la seguridad de que vendría enseguida si lo
necesitábamos.
Cómo olvidar las incontables horas que tu presencia y la de Juan Enrique tranquilizaban a
Mamá durante su enfermedad. Traías un libro y recostado en un sillón esperabas verla
dormida para regresar a tu hogar y tu familia. Murió Mamá y continúas dándonos tu
incondicional apoyo. “El Peñón de Gibraltar”, como te ha bautizado Mélida, recibiendo el
embate de todos nuestros problemas. Personalmente no olvido las horas y días que me
acompañabas en momentos críticos de mi salud. Más de una persona te encontraba en mi
casa cocinando tus famosas sopas de plátano, para verme comer, tiempo que debías dedicar a
tu familia y a un merecido descanso. ¿Cómo agradecerte? Todos sufrimos la ausencia de
nuestros queridos Nadime y Juan Enrique, pero nadie más que tú extrañas al hermano menor,
recuerdo las veces que me has dicho refiriéndote a casos profesionales "eso lo resolverla
Quique".
No puedo terminar sin reconocer el cariño de Alma, siendo contemporánea de los nietos de
Mamá, supo integrarse a nuestra familia de costumbres y culturas tan distintas. No fue fácil,
sobre todo ver a Rafael dejar todo y correr cuando alguien lo llamaba. Gracias Alma, con ese
ejemplo sé que tus hijos y nietos también llenan tu hogar como tantas veces lo hicieron con
Mamá. Dios los bendiga, conceda buena salud para que continúen disfrutando junto a toda su
familia.
JUAN ENRIQUE – RAJI por Bienvenida Rizek

Qué reto, contar algo de este hermano que tenía la virtud de expresarse en forma amena y
divertida. Llegaste en el cuarto cumpleaños de Rafael; contaba Mamá que cuando alguien le
ofrecía chocolates a Rafael a cambio de su hermanito respondía "no quiero nada, llévenselo".
De pequeño fuiste delicado de salud, aun no tenías dos años cuando te trajeron a Puerto Rico
y te operaron aquí, ése fue el inicio de nuestro éxodo a esta Isla que tanto queremos. Poco
tiempo después de tu nacimiento, nos mudamos de nuestra casa grande, en verdad no
disfrutaste del bienestar económico que tuvieron tus hermanas mayores. En la escuela eras
excelente, recuerdo la carta que le escribió tu maestro a papá diciendo que alumnos como tú
eran un estímulo a la enseñanza. Nos mudamos a la Capital, terminaste allá la escuela
Superior, empezaste en la Universidad, trabajando y estudiando. No habías terminado la
escuela de Medicina cuando yo me fui para Nueva York, Te graduaste y fuiste a hacer el
Internado en el Lebanon Hospital, Junto a Rafa éramos tres nos buscábamos y salíamos a
disfrutar de aquel extraño ambiente. Regresamos a Puerto Rico, se casó Rafael ingresó en el
ejército y volvió a Estados Unidos.
Siendo tú el más joven y el último en casarse, compartimos más tiempo con Mamá,
manteníamos una buena comunicación. Recuerdo las madrugadas en que me despertabas
para contarme, tus aventuras Donjuanescas. Tomabas decisiones por mí, muchas veces me
acompañaste en mis actividades industriales. Te enamoraste de Brunequilda y nuestro mayor
problema fue enseñarle a mamá a pronunciar su nombre, ella pidió que escribiéramos su
nombre en letras grandes, lo memorizó y no lo olvidó más, aún así ella la llamó siempre
Quilda. Después de casados fueron a New York a continuar tus estudios de Medicina Nuclear,
en Brooklyn. Nació Jeannette y Mamá fue a cuidar a Quilda y a conocer tu primera hija, qué
mucho quiso Mamá a esa nieta. Al regreso de Mamá, viajé a New York y compartí con ustedes
la alegría de verlos ser padres. Terminados tus estudios volvieron a Puerto Rico yo me quedé
trabajando en Carolina del Norte. Tu familia crecía, nacieron María Consuelo, Laura. Regresé a
casa el año en que nació Juan Enrique -Quico-, qué alegría, cuántas bromas te gastaron . .
escondieron al bebé para hacerte creer que era otra nena. Poco tiempo después vinieron a
vivir a El Paraíso, ya tú y tu familia fueron parte de nuestro diario vivir, llenando tus hijos de
alegría nuestra casa y acompañando a Mamá. Compartimos vacaciones en la playa en más de
una ocasión, siendo Quico el más pequeño, se quedaba en casa, mientras, ustedes viajaban
con las nenas mayores. Con ustedes compartí Navidades en Lake Placid, querías, que tus hijas
vieran la nieve y se deslizaran por las colinas en los toboganes. Cuánto nos divertimos!
El verano de 1983, Mamá que la gustaba mucho viajar, decía que necesitaba dar un paseito, y
qué paseo. Acordamos ir a Disney World. María Consuelo y Laura iban con sus maestros y
condiscípulos a celebrar el fin de clases. Fuimos el resto de la familia con Giovanna, sobrina de
Brunequilda, Carlos y Laura Reina con sus dos hijos, Mamá y yo. Nos hospedamos en
apartamento familiares, qué mucho disfrutamos. Mamá estaba feliz, rodeada de nietos,
protegida por sus hijos; fue muy corta la alegría. Qué hubiera sido de mí sin tu presencia en
aquellos difíciles momentos. En el Hospital nunca me dejaste, cuando tenías que salir
Brunequilda o alguno de tus hijos me acompañaba, tampoco me dejaste regresar sola a
Puerto Rico. Recuerdo a Mamá pidiéndole a la aeromoza que te bajara del avión para que te
quedaras con tu familia. Esa experiencia está siempre viva en mi memoria. Luego de la
operación de Mamá y los años de su recuperación ella nos sorprendía con su actitud. Fue
madrina de la boda de Federico tu fotografía bailando con ella en la fiesta, prueba el espíritu y
fortaleza que la acompañaron hasta sus últimos días. Nunca me fallaste, tus hijos me
acompañaron siempre, corrían a casa cuando me sabían sola, llevaban sus guitarras y
alegraban a la abuela. Murió Mamá y mas que nunca sentí tu presencia y apoyo. Con ustedes
viajé a Santo Domingo, a compartir con tus hijos que trabajaban y estudiaban allá, se
graduaron, regresaron y eventualmente se enamoraron y se casaron. Viste nacer tus primeros
nietos, fueron una familia feliz, porque no pudiste disfrutar por más tiempo.
Termino con algo que escribieron Rafael y Jeannette y que dice mejor que yo lo mucho que
has significado siempre para mí. Dios te bendiga, hermano, sé que junto a Papá, Mamá,
Nadime, y tantos otros seres queridos algún día volveremos a encontrarnos.
JUAN ENRIQUE por Rafael Rizek

Daría cualquier cosa por cambiar contigo. Y no me refiero por un segundo a la posibilidad de
hacer frente a la adversidad con el valor que tú lo has hecho. Me refiero a que jamás tendré
tus dones al comunicar ideas, emociones o electrizar una audiencia.
Voy a aludir al amor fraternal, el más grande al decir de los árabes. No en balde el amor, el
humo y un hombre montado sobre un camello son las tres cosas que no pueden ocultarse.
Kismet, el destino tenía escrito que Borinquen sería nuestra Patria y la de nuestros hijos: quien
cría hijos propios está con la naturaleza, quien cría hijos ajenos está con Dios, madre
puertorriqueña!
Nació el doctor Juan Enrique Rizek Nassar en San Francisco de Macorís, República Dominicana,
el séptimo y benjamín de la familia, un 5 de octubre cualquiera, excepto que era mi cuarto
cumpleaños, y lo identificaban como mi regalo cuando yo todo lo que aspiraba era a un
carrito.
Cuando Juan Enrique tenía dos años desarrolló un absceso en el riñón izquierdo y casi
moribundo y desahuciado fue traído a Puerto Rico donde le salva la vida un cirujano, el doctor
Díaz García. Este hecho dibujó en nuestra mente la imagen de una tierra mitológica y capaz de
milagros. Años más tarde, el matrimonio de nuestra hermana mayor con un boricua agiganta
esta ilusión hasta hacerla extraterrena. Las cartas de Alexandra nos llegaban con regularidad
creando un hermoso universo de nuestra tierra:

Amante de esmeralda de la playa de Luquillo que acaricias sin cesar la blanca arena
con tus encajes de espuma
mientras el Yunque a mis espaldas
se ruboriza tras un veto de bruma

Nada. Toda una tierra encantada. El paraíso terrenal.

Juan Enrique, mientras tanto, cursa sus estudios primarios y de escuela superior en las
escuelas públicas (no existían ni colegios privados ni vales). Se decide por la carrera de
medicina, graduándose de médico de la Universidad primada de América. De allí hacia el
Norte, única salida entonces para entrenamiento post graduado. En el Bronx, Lebanon
Hospital, Albert Einstein Medical School y completa medicina interna y endocrinología en el
Hospital Municipal de San Juan de Doña Fela.
Juan Enrique ha ocupado múltiples posiciones, desde la Subsecretaría de Salud del gobierno
hasta Jefe de Medicina del Hospital del Maestro, que considera su mayor logro. Abrió las
puertas del Hospital del Maestro desde 1960 y sin duda alguna es ya una leyenda. Basta oír de
día a día el saludo de docenas de compañeros cuyo Hola es “Cómo está Juan Enrique?” y el
susurro cortés, esperanzador de despedida “Estamos rezando por él”.

No encuentro mejor descripción en tu día hermano que la que hiciera tu hija mayor:

“Papi, me dijiste que podía ser lo que yo quisiera. Yo quiero ser como tú:

Bien parecido, puntual, encantador, leal, brillante, galante, trabajador, desinteresado,


valiente, perseverante, complaciente, despistado, confiable amigo, buen vecino, gran
cocinero, buen estudiante, mejor maestro, infalible hermano, buen cuñado, buen hijo,
excelente padre, inmejorable tío, buen abuelo, generoso suegro, gran bailarín,
excelente orador, a veces distante pero siempre presente, insuperable narrador de
historias, orgulloso inmigrante, romántico empedernido, consagrado humorista, gran
jugador y mal perdedor, sabio consejero y mal seguidor de consejos, fatalista, fanático
computista, luchador incansable, amante de la vida y conocedor del amor.

Tamaña tarea seguir tus pasos, papi”.

El cáncer no ha podido hacerle mella al amor de tu familia ni al amor de tus hermanos. El


cáncer no ha podido mutilar tus esperanzas ni acabado con tu paz, ni destruido tu confianza.
No ha matado tus amistades con amigos que recorren miles de millas para verte y
solidarizarse contigo. Jamás podrá opacar tus hermosas memorias ni destruir las cosas bellas
de tu alma. Nunca acabará con tu valor ni con tu inquebrantable fe en el Supremo Hacedor y
la vida eterna.

QUE DIOS TE BENDIGA! ALA AIARDA ALEC


VI. Sobre las migraciones

El tema de las migraciones en la familia Rizek Nassar está tan atado a nuestra identidad que
nos pareció merecedor de un capítulo aparte. Estos éxodos son además bastante interesantes
por estar íntimamente ligados a circunstancias históricas de los países envueltos. Titi Bien, Tio
Rafa y los demás “veteranos” han tocado parte de este asunto en distintas partes del presente
escrito, pero recientemente fue repasado por titi Mélida y tio Rafa quienes se dedicaron a
documentar nuevamente sus recuerdos y conocimiento de las historias de estos viajes.

El primer escrito incluido sobre este asunto es el de titi Mélida y luego el de Tio Rafa.

[el siguiente segmento de esta narración fue preparado por Mélida Rizek]

“Hace unos días mi sobrino Agustín le preguntó a Bienvenida la razón por la que nuestra
familia vino a instalarse a Puerto Rico. Para corresponder a esa inquietud, me place
manifestarle tanto él, como al resto de la familia, cuanto sé al respecto.

Papá nació en el 1874 en Nazaret, Palestina en la época en que Rusia, Turquía e Inglaterra, se
disputaban la supremacía en la entonces Palestina. Cuando tuvo suficiente edad quiso estudiar
para sacerdote Ortodoxo. Al terminar debía ir a Rusia pero su Mamá (ya que el Papá había
muerto), lo animó a venir a América, donde tenía algunos familiares, debido al éxodo de
jóvenes que huyéndole al Servicio Militar a que los obligaban los turcos (que ocupaban
Palestina), salían de su país para no tener que pelear contra sus propios compatriotas.

En San Paulo, Brasil, vivía un primo hermano de Papá y Papá viajó allí siendo director de un
colegio para enseñar a los hijos de árabes su idioma. También dirigió una revista, ejemplares
de los cuales pude verlos en manos de Mamá.

En San Paulo Papá enfermó de Malaria (o Paludismo), y su hermano Tío Luis, que residía en la
República Dominicana lo animó a que viajara allá a asociarse con él en un negocio que
manejaba. Cuando Papá llegó a la República Dominicana mi Tío Luis volvió a Palestina a
casarse con Tía Fefa y regresó a República Dominicana. Mi Tío le pidió a Papá que hiciera lo
mismo, él fue a Nazaret y se casó con Mamá el 16 de febrero de 1913, regresando ambos a
República Dominicana saliendo de Palestina alrededor del 15 de marzo del mismo año.

Así se formaron las dos ramas de la familia, Tío Luis y tía Fefa con 15 hijos (8 varones y 7
mujeres), Papá y Mamá con 7 hijos (5 mujeres y 2 varones)

En al año 1928 comenzó la gran depresión mundial, con la consecuente caída de los precios
del cacao, azúcar y café (que eran los negocios de la familia). Esto creó unos graves
problemas económicos para la nación dominicana, en especial para los agricultores como
Papá. Él se vio obligado a vender nuestra casa primero y luego la finca.

Mamá tenía un primo hermano que residía en Puerto Rico, Jorge Nassar, con quien mantenía
correspondencia y cuando Juan Enrique, su hijo menor, se enfermó a consecuencia de un
golpe con el balance de una mecedora, que le provocó un absceso cerca de un riñón, el primo
Jorge le recomendó que viniera a Puerto Rico a operarlo ya que en Santo Domingo el médico
no quiso porque no tenía las herramientas para el post-operatorio y quedaría cojo. Así lo hizo
Mamá regresando a Santo Domingo con su hijo sano. Aquí en Puerto Rico lo operó el cirujano
Dr. Díaz García en lo que era el hospital Pavía de Santurce. Esto ocurrió en el año 1931.

Su primo Jorge les pidió a Papá y Mamá que enviaran a Alexandra para celebrarle sus 15 años
y su graduación de la High (Escuela Normal como se llama en Santo Domingo). Así lo hicieron
y al llegar aquí conoció a unos primos de Jorge y de Mamá también, (los hermanos) Enrique y
Rafael Nassar. Enrique se enamoró de Alexandra y ella le correspondió continuando esa
relación por correspondencia por 4 años casándose finalmente el 19 de septiembre de 1935.

Antes de casarse Enrique y Alexandra, Papá se relacionó con Rafael Nassar y éste le sugirió
que viniera a Mayagüez donde él residía y que con el dinero de la venta de la finca
emprendieran un negocio. Papá así lo hizo, viajando en uno de los barcos que hacían la
travesía desde Santo Domingo (llamados Coamo y Borinquen). El plan era que cuando Rafael
y Papá encaminaran el negocio, nosotros y Mamá vendríamos a residir aquí.

Papá y Rafael Nassar planificaban comprar una gasolinera. Enrique, que en ese momento
conducía una exitosa venta de prendas y ropa de hombres, se preocupó por la falta de
experiencia de Papá y Rafael en el negocio de la gasolina y le propuso a Papá que le diera el
dinero en comisión y así lo hizo Papá. Enrique le enviaba semanalmente los intereses a Santo
Domingo. Papá, que como indiqué anteriormente, había contraído Malaria (o Paludismo) en
San Paulo, se le revivió nuevamente en Puerto Rico. El médico que lo atendió en Mayagüez le
dijo que el clima de allí no le convenía y debía volver a Santo Domingo.

Estando Papá aquí en Puerto Rico Alexandra y Enrique se casaron. Alexandra se impresionó
mucho cuando vio a Papá tan enfermo y enseguida le avisó a Mamá, quien vino enseguida a
buscarlo. Hay que imaginar la angustia y ansiedad de Alexa, cuando ella soñaba con tenernos
a todos juntos aquí.

Mientras tanto, los problemas económicos y de vivienda se agravaron para nosotros, pero una
comadre de Mamá que era la celadora de una Ermita a la Virgen del Perpetuo Socorro
(Caridad Ureña de Henríquez) le ofreció la casa que habitaba en las afueras de la ciudad como
a 1 kilómetro del centro, al lado de la Ermita y allá nos mudamos todos.

Papa consiguió un trabajo de Contable en un pueblo cerca, Cenovi, en una fábrica de queso y
regresaba los fines de semana. Con su sueldo y los intereses que enviaba Enrique, lo
pasábamos más o menos bien.

Cuando Alexandra salió embarazada de Ivonne, Enrique le pidió a Mamá que enviara a Achita
a ayudarla y acompañarla, porque ella se pasaba llorando y añorándonos. Así vino Achita por
primera vez a Puerto Rico. Aquí paso un tiempo y regresó, pues no tenía residencia (permiso
de residencia norteamericana).

Nadime se graduó de Bachillerato y la nombraron profesora, así con su sueldo y el de Papá,


pudimos alquilar una casa en la ciudad de San Francisco de Macorís.
Al regreso de Achita, vino Bienvenida recién nacido Agustín, y Bienvenida se encariñó mucho
con éste. Pero como viajó de paseo, tuvo que regresar por los problemas con inmigración.

Estando Bienvenida en Santo Domingo yo enfermé de la garganta y como mi operación era


inminente, Alexandra y Enrique les pidieron a Mamá y Papá que me enviaran a Puerto Rico y
ellos así lo hicieron. Aquí me operaron y Enrique, en su afán de tener a Alexandra contenta,
consiguió permiso de inmigración para que yo terminara mis estudios de la High aquí. Yo
estaba terminando mi penúltimo año (onceavo). Tuve que repetir ese año porque el inglés que
daban en República Dominicana era muy elemental y aquí estudié en clases extras. Era el
1941, año de la guerra con Japón. Quique, el hijo menor de Enrique y Alexandra, nació en
Diciembre del 1942 y yo me hice cargo del bebé, pues Alexandra quedó bien enferma después
del parto.

Pero, yo deseaba volver a mi casa en Santo Domingo y aunque mi pena fue bien grande, por
dejar a mi hermana tan enferma y al bebé al que yo adoraba, tuve que volver pues no tenía
residencia americana.

Achita regresó de nuevo a acompañar a Alexa quien jamás pudo acostumbrarse sin sus
hermanos, y estando aquí consiguió un trabajo de secretaria del Dr. Mejía Ruiz en la Clínica
Font Martelo en Humacao. Mientras tanto, la situación económica de Puerto Rico empeoró con
la quiebra de las instituciones PRRA (Puerto Rico Reconstruction Administration) y PRERA
(Puerto Rico Emergency Relief Administration) que se habían creado como agencias de ayuda
ante la gran depresión, y de cuyos empleados dependía en mucho el negocio de Enrique.
Viendo ésto, Acha se hizo cargo por un tiempo de enviar a Santo Domingo el dinero
acostumbrado.

En la década del cuarenta, en medio de la guerra con Japón, Acha conoció a Tony, quien era
soldado. Se enamoraron y se casaron en 1946.

Antes de eso, Rafael mi hermano, terminó la High en San Francisco de Macorís y se trasladó a
la Capital de la República Dominicana para inscribirse en la universidad a estudiar medicina.
(Nosotros residíamos en San Francisco de Macorís, una ciudad en el centro del país, que es la
capital de la provincia Duarte).

En un viaje que Mamá hizo a la capital dominicana para ver a Rafa lo encontró tan
desmejorado que se preocupó y le propuso a Papá que nos trasladáramos a la Capital para
estar con él, cosa que Papá aceptó, mudándonos Mamá, Quique y yo y nos reunimos con
Rafael. Luego se nos unieron Papá, Nadime y Bienvenida.

Estando allí, Alexandra supo sobre unas becas que estaba dando Medicina Tropical de Puerto
Rico a estudiantes que así lo desearan. Yo pude hablar con el secretario de Salud Dominicano,
Dr. F. Thomen y él le autorizó la beca a Rafael, quien y vino y pasó un año estudiando
laboratorio aquí. A su regreso continuó sus estudios de Medicina trabajando también en el
Laboratorio Nacional Dominicano, una institución gubernamental.

Cuando Rafael terminó su primer año Papá enfermó de Cáncer del Pulmón y murió en
diciembre de 1944. “

[En este segmento intercalamos lo escrito por tío Rafa por su correspondencia cronológica en
el hilo de esta historia]

[Lo siguiente es narrado por Rafael Rizek]

“Cuando Papa falleció el 13 de diciembre de 1944, me vi forzado a dejar la Escuela de


Medicina, después de aprobar el primer año, para ayudar a cubrir los gastos de su enfermedad
y del funeral. Recuerdo aquellos meses con la desesperación de sentirme quedado detrás de
mis compañeros pero con la convicción determinada de que me incorporaría a finalizar mi
carrera al año siguiente.

Trabajaba en un programa de control de Malaria, en medio de la segunda guerra mundial,


financiada por la Fundación Rockefeller, parte de la política del buen vecino de los Estados
Unidos. Nuestra casa en la calle Padre Billini 103 de la capital (dominicana), estaba situada a
dos escasas cuadras del malecón George Washington y todavía me veo sentado mirando el
mar Caribe encabritado azotando los arrecifes mientras mi mente soñaba y soñaba.

En cierta oportunidad Alexandra, en una de sus religiosas cartas semanales, me refirió que
muchos dominicanos eran becados para estudios de laboratorio en la Escuela de medicina
Tropical de San Juan, Puerto Rico. Nos acompañaba una carta de recomendación de un amigo
del entonces Secretario de Salud, Dr. Tomen. Mi cuñado, el esposo de Alexandra, era el más
excitado con la posibilidad de yo venir a Puerto Rico, pero recuerdo muy bien que no
compartía su entusiasmo. Yo quería ser médico y no veía la hora de retornar a la escuela (de
medicina). Pero más que la tenacidad y el empeño, pudieron las presiones y los consejos de
familiares y amigos. Aterricé en el aeropuerto de Isla Grande el 15 de agosto de 1945, el día
que terminó la segunda guerra mundial. Qué puedo decirles si las puntuales cartas semanales
de mi hermana Alexandra me habían pintado un cuadro paradisíaco de Borinquén lo cual no
tenía comparación con mi inigualable Quisqueya. Sólo me tomó unos meses para ver lo que en
realidad era Puerto Rico. Me iba muy bien en la Escuela, mi cuñado me recogía todos los
jueves para almorzar en el Restaurant Malatrassi en el casco de San Juan y recuerdo muy
pocos fines de semana que no fuera a parar con ellos a Humacao. Enrique Nassar era una
personalidad dominante, ocupó el lugar de mi padre y a mis 19 años tan solo (Cumplí 20 y 21
en Puerto Rico) fue lo mejor que pudo ocurrirme para moldear mi carácter y mis impulsos algo
salvajes propios de mi edad. No creo que nadie le haya dedicado unos párrafos a su peculiar
carácter. Tan solo mencionaré su gusto por las reuniones de familia en donde explicaba la
razón de la misma e ir alrededor pidiendo opiniones reservándose para último el consenso que
muy pronto aprendí ya estaba decidido. Me enseñó a jugar póker y cómo tratar a las mujeres
(ya tenía una compañera de clases de Vieques por novia). Celebró con carcajadas mi intención
de llevarle una serenata, cosa pasada de moda en Puerto Rico. También poseía un buen
sentido del humor y en cierta oportunidad, ya de vuelta en Santo Domingo me escribe que mi
querida viequense le trajo unos sabrosos quesitos de Vieques y Alexandra siempre
consecuente le pidió que le buscara unas pantallas para corresponder. “Ya ves cuñao”, me
escribía, “unos gozan de las delicias del amor, otros se comen el queso y yo pago las
consecuencias”... su figura la llevo estereotipada medio a medio en mis lóbulos frontales y me
parece verlo en su “Joyeria Nassar”.
Cuando me gradué de Medicina en Santo Domingo, nos hizo una visita Enrique, acompañado
del Capitán Vega y de Tony, para tratar de convencerme de que fuera a ejercer a Puerto Rico.
Yo le dije que mi deseo era permanecer en mi país (Santo Domingo) acompañando a Mamá y
a mis hermanas. El insistía y Mamá le argumentó que por lo menos permitiera tenerme
siquiera un año. Entonces el Capitán Vega le dijo: “Enrique los deseos de una madre se
respetan”. Luego de eso, tanto Juan Enrique como yo, conseguimos salir de Santo Domingo e
ir a Nueva York a hacer la reválida.

Su empeño en verme en Puerto Rico practicando Medicina no tenía límites. En Agosto de


1955, al saber que yo había aprobado los exámenes de reválida en Virginia, Michigan y Rhode
Island me “ordenó” personarme en Puerto Rico enviándome el pasaje del avión. Enrique
contaba con un amigo de muchos años, el Senador Carrasquillo, a quien instó para que el
entonces Secretario de Salud, el Dr. Pons, me otorgara una licencia por reciprocidad o por lo
menos lo habitual en aquellos tiempos, un permiso para trabajar por contrato. El Dr. Pons
alegó que no era elegible para reciprocidad por no ser ciudadano americano. A la pregunta del
senador sobre permiso para un contrato y trabajar en Yabucoa, alegó que no tenia plazas
disponibles. Rojo de ira, el Senador me pidió los dejara solos pero desde el salón de espera se
escuchaban los gritos de Carrasquillo increpándole al Secretario que había cientos de médicos
sin licencia en Puerto Rico y que él sería quien me pagaría mi salario. Al regreso a Humacao,
Enrique tuvo mareos y hasta chocamos en el camino, cosa que yo atribuí erróneamente a que
él trataba de influenciarme para que siguiéramos insistiendo que me quedara en Puerto Rico.
Yo le dije que había un límite para tolerar discrimen tan flagrante y que pensaba radicarme en
Estados Unidos donde ya tenía propuestas. La noche de mi regreso a Nueva York y en una
celebración en la casa de unos amigos de Humacao, tuve la oportunidad de conversar con la
que es hoy mi esposa. Su familia y el matrimonio de mi hermana Alexandra se conocían por
años, mi sobrina y Alma eran compañeras del Colegio de las Madres y en ocasiones, durante
fines de semanas yo la recogía con mi cuñado para llevarlas a ella y a mi sobrina a Humacao.
Debe entenderse que yo era médico y 12 años mayor que ella. Así las cosas, mi cuñado no
cejaba de insinuarme con puyitas lo linda que era Almita y me reía a carcajadas diciéndole que
sería un caso de incesto. La noche de mi historia, parte curiosidad, parte por ver a mi cuñado
contento, bailamos y como parte de la trama le insinué que le escribiría desde Nueva York.
Para mi sorpresa mi nota desde Nueva York fue correspondida y he aquí que la
correspondencia iba viento en popa cuando ocurrió la muerte de mi cuñado en las semanas
siguientes. Habiendo agotado mis vacaciones, le pedí a mi hermano Quique que viniese a
Puerto Rico en mi lugar, lo cual hizo librándome del dolor que representaba la muerte de mi
segundo padre, atendiendo el funeral y tratando de consolar a mis hermanas. Lo que siguió
fue producto de mi apretada familia y en los meses siguientes me vi llenando una solicitud
para tomar los exámenes de reválida en medicina en Puerto Rico. Ya estaba enamorado de la
que es la madre de mis dos hijos y abuela de cinco nietos en un matrimonio de 54 años. Estoy
en Puerto Rico, por lo tanto, por amor a mi esposa, mis hijos y mis nietos, por una familia
envidiable y más numerosa aún en la Patria Puertorriqueña que tan bien ejemplariza aquel
proverbio de Mamá: “Quien cría hijos propios está con la Naturaleza, quien cría hijos ajenos
está con Dios”.”

[Aquí termina la narración de tio Rafa y se retoma la de titi Mélida]


[sigue a continuación la narración de Mélida Rizek]

“Tanto Rafael como Juan Enrique (cuando terminó sus estudios de la High se matriculó en la
Universidad estatal en Medicina), se graduaron de Médicos, Rafael en el 1951 y Juan Enrique
en el 1953. Ambos viajaron a New York a hacer sus respectivas pasantías.

Yo permanecí en Santo Domingo, se enamoró de mí Guillermo Asmar y nos casamos en el


1948.

Mientras tanto, Mamá permanecía en tremenda angustia, con 3 hijos en Puerto Rico (en donde
Acha se había casado con Tony) y Nadime y yo en Santo Domingo, pues Bienvenida viajó a
Estados Unidos a estudiar diseño y allí permaneció varios años desde el 1952 hasta 1955.

Mamá venía de vez en cuando a Puerto Rico a ver a sus hijos y nietos aquí.

Por fin cuando Rafa y Quique terminaron sus boards en New York vinieron a Puerto Rico con
contratos del gobierno trabajando Quique en Patillas y Rafael en Guayama en el 1956. Rafa
conoció a Alma y se enamoraron casándose en 1957.

A Bienvenida le dieron un contrato para trabajar en Aguas Buenas y estando ella aquí fue que
vinieron Rafael y Juan Enrique y los tres le montaron su casa a Mamá, quien se sintió feliz al
ver a sus hijos reunidos nuevamente. Las únicas que permanecimos en Santo Domingo fuimos
Nadime y yo, que ya estaba casada con Guillermo, un dominicano muy aferrado a su país.

El año antes de venir Rafael, Juan Enrique y Bienvenida fue uno muy triste ya que Enrique
enfermó y murió en 1955.

La muerte de Enrique en 1955 fue algo demasiado triste para nosotros, pues él no sólo era
nuestro cuñado, sino alguien que siempre nos trató como si fuéramos sus hijos. Mis
hermanos todos, pero yo en particular quedamos desolados con su muerte. Aun hoy no olvido
sus bondades y el cariño y atenciones que me prodigó. Siempre que visitaba Santo Domingo
me manifestaba que él no descansaría hasta conseguir verme viviendo en Puerto Rico con mis
hijos y Guillermo a quien él apreciaba mucho.

Mamá insistió en que Nadime viniera y así lo hizo. Empezó a trabajar en la UPR, conoció a
Oscar y se casó en 1959.

Ese deseo de Enrique de verme en Puerto Rico se cumplió en 1960, año en que a Guillermito
mi hijo le dieron convulsiones y los médicos que lo atendían al no saber de qué se trataba
opinaban que era peligroso para su salud quedarse allá por lo que Guillermo mi esposo lo
envió aquí para tratarlo con especialistas.

Ese fue el año de las famosas sanciones de San José, Costa Rica (OEA) condenando a Trujillo
por el atentado contra el Presidente de Venezuela Carlos Betancourt.

En un viaje que mi hermano Juan Enrique hizo a Santo Domingo y estando Guillermito aún en
PR, le aconsejó a Guillermo que viniera a residir a Puerto Rico dada la situación política y
económica que allí imperaba. Guillermo aceptó siempre y cuando Quique le consiguiera
empleo. Así lo hizo el hermano y vinimos aquí, Guillermo como sub-administrador de la liga del
Cáncer y yo como secretaria.

A la muerte de Trujillo, Guillermo quiso regresar a Santo Domingo, y qué remedio, yo tuve que
volver.

Guillermo enfermó de Cirrosis y volvimos otra vez aquí buscando tratamiento para su salud. En
el interim, tanto Guillermito como Shalon que ya eran mayores quisieron venir a estudiar aquí,
pues Santo Domingo era un verdadero caos. Guillermo y yo en un va y viene, y luego Fede mi
hijo menor, al graduarse de la high quiso venir a estudiar aquí también.

Pasó el tiempo y la salud de Guillermo empeoró y como él siempre manifestó el deseo de


morir aquí, pues deseaba que yo estuviera con mis hijos y mi familia, nos trasladamos
definitivamente a Puerto Rico en 1993. El murió en 1994, conforme de verme rodeada de
todos mis hijos y mi familia, un gesto que todos admiraron ya que no es fácil dejar su país y
los suyos por complacerme.

Hasta aquí cuanto sé sobre nuestra venida a Puerto Rico, Si en algo he fallado me perdonan,
estoy en disposición de enmendar cualquier error.

Puerto Rico y sus hijos nos acogieron con los brazos abiertos como a hermanos. Mis hijos se
casaron con sus hijas y hoy no sólo tengo nueras puertorriqueñas, dominicanas y cubanas sino
8 nietos y 2 biznietos, unos aquí y otros en Estados Unidos que son mi razón de vivir después
de la muerte de Guillermo.

Que Dios bendiga esta tierra en que hoy vivimos.”

[Termina el segmento final por titi Mélida]


Anexo: Documento “RAICES” original

Curiosidades:

1. La familia en números:
Hijos de Salim y Kaltum: 7
Nietos de Salim y Kaltum: 13
Biznietos de Salim y Kaltum: 30
Tataranietos de Salim y Kaltum: 12 (hasta ahora)
2. Profesiones más comunes (después de Am@ de casa):
Médicos: alrededor de 6, Abogados: alrededor de 3,
seguidos de Ingenieros diversos, Químicos,
Empresarios, Publicistas, y Profesionales en Finanzas,
cantante (1)
3. Nombres más comunes: Enrique, Maria

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