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Trauma Psicologico y Salud Fisica PDF
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SALUD FÍSICA
Intervención en Psicología de la Salud
7 DE MARZO DE 2016
ENRIQUE ESNAOLA LETEMENDIA
DNI: 72481383 / NIUB: 15379291
Índice
1. Introducción .............................................................................................................. 2
1.1 Trauma Psicológico ........................................................................................... 2
1.2 Salud física ......................................................................................................... 3
1.3 Relación entre el Trauma y la Salud física ........................................................ 3
2. Intervención ............................................................................................................... 7
2.1 Intervenciones médicas ...................................................................................... 7
Ácidos grasos omega 3 y respuesta al estrés ............................................................ 7
Ejercicio físico........................................................................................................... 8
Tratamientos psicofarmacológicos ........................................................................... 9
2.2 Intervenciones psicológicas ............................................................................... 9
Tratamiento de Exposición (con y sin reestructuración cognitiva) ........................ 10
Inoculación de Estrés .............................................................................................. 10
Desensibilización y reprocesamiento mediante movimientos oculares rápidos
(DRMO)................................................................................................................... 11
Terapia de corte grupal........................................................................................... 11
Enfoque psicodinámico ........................................................................................... 12
Hipnósis clínica ....................................................................................................... 13
Enfoque constructivista sistémico ........................................................................... 14
3. Valoración personal................................................................................................. 15
4. Referencias .............................................................................................................. 19
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1. Introducción
Desde hace más de un siglo, antes de que los investigadores comenzaran a realizar
exploraciones sistemáticas de las respuestas psicológicas a experiencias traumáticas, ya
se conocía que el Trauma psicológico tenía un efecto patológico en el estado general de
salud, tanto física como mental. En 1889, Pierre Janet ya postulaba que el Trauma se
producía a través de la interferencia en la integración de la experiencia en la memoria
episódica mediada por una respuesta emocional excesivamente intensa reactiva a la
situación (van der Kolk, 1994).
En la mayoría de las investigaciones actuales más que del Trauma Psicológico se habla
del Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT). El TEPT se caracteriza por una serie de
síntomas característicos que siguen a la experiencia directa, observación o conocimiento
de un suceso o sucesos extremadamente traumáticos (ocurrencia o amenaza de muerte o
lesiones graves o amenaza a la integridad física de uno mismo o de otras personas) a los
que la persona responde con miedo, impotencia u horror intensos (se requiere, por tanto,
no sólo cierto tipo de sucesos, sino también cierto tipo de respuestas). Los síntomas
incluyen la reexperimentación persistente del evento traumático (p.ej., mediante sueños,
recuerdos intrusivos), la evitación persistente de los estímulos asociados con el trauma y
la disminución de la capacidad general de reacción (p.ej., reducción del interés en
actividades significativas o incapacidad para sentir afecto) y síntomas persistentes de
activación aumentada (p.ej., dificultades para conciliar o mantener el sueño o ataques de
ira). Se distingue entre TEPT agudo y crónico según los síntomas duren menos de 3 meses
o tres o más meses. También se habla de inicio demorado cuando los síntomas aparecen
al menos 6 meses después del acontecimiento traumático (American Psychiatric
Association, 2013).
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1.2 Salud física
El estudio conocido como “Adverse Childhood Experiencies” (ACE), con más de 17.000
participantes californianos fue el primer estudio a gran escala que demostró un nexo
evidente entre el trauma infantil y condiciones deterioradas de salud física (Kendall-
Tackett, 2009). De hecho, un estudio realizado por Felitti et al. (1998) demostró que un
grupo de niños que habían sufrido cuatro o más eventos adversos en la infancia obtenían
mayor proporción de accidentes cardiovasculares isquémicos, cáncer, ictus, bronquitis
crónica, diabetes, fracturas óseas y hepatitis que los niños del grupo control (ausencia de
eventos adversos en la infancia). A partir de este estudio, ostros muchos vienen a
corroborar la estrecha relación entre trauma psicológico y salud física. Batten, Aslan,
Maciejewski y Mazure (2004) realizan un estudio de comorbilidad donde demuestran que
las mujeres que habían sufrido maltrato físico durante la infancia tenían 9 veces más
probabilidades de padecer una enfermedad de tipo cardiovascular que mujeres que no lo
habían padecido.
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es de extrañar que pacientes diagnosticados con TEPT hagan un mayor uso de los
servicios sanitarios (pacientes hiperfrecuentadores) dado el mayor riesgo de padecer
enfermedad física. Estos resultados manifiestan la relación estrecha entre trauma y
enfermedad física y han sido replicados por la gran mayoría de estudios realizados hasta
la fecha. Además, gran parte de los estudios se han realizado con muestras muy grandes
por lo que permiten realizar una generalización fiable de los hallazgos obtenidos.
Otros autores, como Van Houdenhove, Luyten y Egle (2009) realizaron una investigación
con pacientes con el Síndrome de Fatiga Crónica y Fibromialgia y encontraron que el
64% de los pacientes habían experimentado al menos una experiencia traumática durante
la infancia o la adultez y, aún más sorprendentemente, el 39% de los mismos habían
experimentado experiencias traumáticas a lo largo de todo el ciclo vital, mostrándose así
un patrón de pacientes marcados por la revictimización y el abuso.
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eje hipotalámico – pituitario – adrenal (HPA) y en el Sistema Nervioso Simpático (SNS)
en pacientes que han vivenciado algún evento traumático o en aquellos que han
desarrollado un TEPT (Kendall – Tacket, 2000). Este autor, Kendall – Tacket (2000) se
basó en el modelo de Alostasis para explicar los efectos del TEPT en los distintos sistemas
organísmicos y su relación con los problemas de salud física. A diferencia de los
mecanismos homeostáticos, los mecanismos alostáticos poseen valores de ajuste mucho
más amplios. Mientras que en la homeóstasis la continuidad e idoneidad del medio se
logra mediante la estabilidad, en la alostasis se logra mediante la inestabilidad y el
cambio. Los mecanismos alostáticos son capaces de cambiar dentro de una cierta
inestabilidad, a modo de amortiguadores biológicos, para que los sistemas homeostáticos
permanezcan estables.
Pero este mismo sistema protector puede ser nocivo en términos de salud si se produce
una activación excesivamente elevada o crónica. Los eventos traumáticos y su impacto
en el cuerpo pueden incrementar la respuesta alostática a través de la activación crónica
del eje HPA y el SNS y sus manifestaciones a nivel orgánico podrían darse con niveles
tanto excesivamente altos como excesivamente bajos de Cortisol y/o elevados o bajos
niveles de Norepinefrina, que estarían implicados en el deterioro de la salud (Kendall –
Tacket, 2000).
Pero estos no son los únicos mecanismos implicados en la relación Trauma – Salud física.
Otro de los grandes implicados es el sistema inmunitario.
Éste responde a la amenaza a través de la liberación de citocinas proinflamatorias. Estas
citocinas incrementan la respuesta inflamatoria y facilitan la respuesta adaptativa del
cuerpo ante agentes infecciosos y colaboran en la reparación de daños en el tejido. De
este modo, tanto el estrés biológico como el psicológico tendrían la potencialidad de
activar la respuesta inmunológica inflamatoria. Las citocinas más estudiadas en el ámbito
de la psiconeuroinmunología son el interleukin 1- ß (IL – ß), interleukin-6 (IL – 6), el
factor de necrosis tumoral – α (FNT – α) e interferón-γ (IFN – γ). La respuesta de estrés
humana tiene un gran número de mecanismos encargados del equilibrio de todos estos
componentes pero, desgraciadamente, en situaciones extremas de estrés agudo, estos
mecanismos fallan, generando unos niveles de respuesta inflamatoria hiperactivos. De
esta manera, el cuerpo produce una cantidad excesivamente alta de citocinas
proinflamatorias y este hecho predispone al cuerpo a mantenerse en un estado de gran
vulnerabilidad ante la enfermedad (McEwen, 2003).
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Son numerosos los estudios realizados estos últimos años que dotan de evidencia a la
relación entre el Trauma y la respuesta inflamatoria. En niños que habían sufrido maltrato
infantil se presentaban altos niveles de proteína C reactiva a pesar de ser tomadas las
medidas 20 años más tarde del suceso. El impacto del maltrato infantil en la respuesta
inflamatoria era independiente de otros factores como los estresores vitales o las
conductas de salud, pero cuanto más severo fue el maltrato más alta era la respuesta
inflamatoria (Danese, Pariante, Caspi, Taylor y Poulton, 2007). Resultados similares se
obtuvieron en otro estudio realizado con 62 mujeres que habían convivido con una pareja
maltratadora durante 8 a 11 años. Estas presentaban niveles de interferón-γ (IFN – γ)
significativamente más altos que mujeres que no habían recibido malos tratos (Woods et
al., 2005).
2. Intervención
Maes, Christophe, Bosmans, Lin y Neels (2000) mostraron evidencia del impacto del
Eicosapentanoico (EPA) y Docosahexaenoico (DHA) en la respuesta al estrés en una
muestra de estudiantes. Los estudiantes con altos niveles de EPA y DHA mostraban una
respuesta inflamatoria atenuada al estrés en comparación con aquellos que tenían niveles
bajos de estos ácidos grasos. Estos mismos autores mostraron que un suplemento de
EPA/DHA regulaba la respuesta de estrés y el impacto de la misma en el estado de ánimo.
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En otro estudio realizado con una muestra de 1123 sujetos (Ferucci et al. 2006), altos
niveles de EPA y DHA se relacionaron con bajos niveles de citocinas proinflamatorias
(IL-1α, IL-1ß, IL-6 y TNF- α) y altos niveles de citocinas antinflamatorias (IL-10), por lo
que la mayoría de los estudios apuntarían en la misma dirección.
Ejercicio físico
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Tratamientos psicofarmacológicos
En concreto, los antidepresivos ISRS han sido los fármacos más utilizados para el TEPT.
Estos fármacos regulan el funcionamiento del sistema serotoninérgico, que se puede
encontrar alterado en los pacientes. La sertralina, con una dosis de 50 a 200 mg/día, es
uno de los antidepresivos más adecuados para este cuadro clínico. Aún y así, el fármaco
actúa sobre la sintomatología del trauma (depresión, impulsividad, pensamientos
obsesivos, irritabilidad…) más que sobre el evento traumático en sí mismo, por lo que su
utilidad para el tratamiento del trastorno sería cuestionable (Echeburúa, Del Corral y
Amor, 2004).
Los acontecimientos traumáticos son sucesos negativos, vividos de forma brusca, que
generan terror e indefensión, ponen en peligro la integridad física o psicológica de la
persona y dejan a la víctima en una situación emocional tal que es incapaz de afrontarla
con sus recursos psicológicos habituales. Por ello, este tipo de hechos supone una quiebra
en el sentimiento de seguridad de una persona y una consiguiente alteración de su
estructura familiar (Magaz y Camacho, 2004).
El daño psicológico se refiere, por un lado, a las lesiones psíquicas agudas producidas por
el evento traumático, y, por otro, a las secuelas emocionales que persisten en algunas
personas de forma crónica como consecuencia del suceso sufrido y que interfieren
negativamente en su vida cotidiana (Echeburúa, Del Corral y Amor, 2004).
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Tratamiento de Exposición (con y sin reestructuración cognitiva)
La evitación del recuerdo del suceso traumático es muy común entre los supervivientes
al trauma. Este tratamiento se basa en exponerse a las imágenes del evento bajo el control
del terapeuta (es decir, pensar y hablar del mismo) ayudando a digerir emocionalmente el
“empacho” emocional que una persona ha sufrido.
Inoculación de Estrés
Esta modalidad de tratamiento persigue enseñar a los pacientes habilidades para manejar
tanto los agentes estresantes de la vida diaria como las reacciones desadaptativas
inducidas por el trauma. Normalmente se trabaja en dos fases. En la fase psicoeducativa
se ofrece al paciente una conceptualización de sus problemas y una justificación y
descripción del tratamiento. En otra fase, la de adquisición y aplicación de habilidades,
se enseñan una variedad de técnicas entre las que se encuentran la relajación, la
reestructuración cognitiva, la resolución de problemas, la práctica cognitiva y el
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entrenamiento asertivo. El tratamiento parte de la base de que a medida que el paciente
va dominando las habilidades aprendidas, éste las va aplicando primero en situaciones no
relacionadas con el trauma (situaciones estresantes de la vida diaria) y después en
situaciones gradualmente más ansiógenas relacionadas con el TEPT (Guerra y Planza,
2009).
Sin embargo, las bases teóricas de esta técnica son confusas y poco consistentes. No hay
una evidencia clara de la eficacia de la misma más allá del componente de exposición y
de reprocesamiento de la información y, quizá, del componente hipnótico-sugestivo que
implica (Echeburúa, Del Corral y Amor, 2004).
Esta modalidad de terapia puede tener un gran efecto terapéutico en las víctimas de un
suceso traumático. Los principios activos de la terapia grupal son la generación de
cohesión social y de estrategias comunes de solución de problemas que puedan facilitar
la adaptación a la vida diaria de los participantes (Sanchez, Gonzalez y Mendez, 2002).
El apoyo individual es necesario en casos de TEPT, pero puede resultar insuficiente para
hacer frente a los problemas interpersonales planteados. Entre los beneficios obtenidos
de un enfoque grupal se encontrarían los siguientes: la superación de la resistencia de las
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víctimas a hablar del suceso traumático o a hacerlo con una desconexión emocional a la
hora de narrar el suceso, la facilitación a la hora de explicar y comentar las consecuencias
psicológicas de un hecho traumático, así como a la hora de señalar la normalidad de las
reacciones experimentadas ante el evento, poder romper el aislamiento a nivel familiar y
social, que es consecuencia, a su vez, de la incapacidad para hablar emocionalmente del
mismo y ayudar a los demás miembros del grupo, lo cual, puede traducirse en una
recuperación de la autoestima (Echeburúa, Del Corral y Amor, 2004).
Por otra parte, la pertenencia al grupo puede contribuir a reducir el victimismo o la rabia
por el sentimiento de abandono que aparecen con frecuencia en este tipo de víctimas. Sin
embargo, hay pacientes para los cuales el tratamiento en grupo puede resultar ineficaz.
En el caso de las víctimas gravemente deprimidas o con tendencias paranoides, carentes
de motivación o que requieren una atención especializada (conductas agresivas,
dependencia a drogas o a medicación psicofarmacológica) no sería indicada la terapia de
corte grupal (Sanchez, Gonzalez y Mendez, 2002).
Enfoque psicodinámico
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de ellos, permitiendo la conexión entre las funciones psíquicas disociadas,
promocionando el desarrollo de la capacidad analítica, ayudando a la persona a hacer
discriminaciones más adecuadas de la realidad, facilitándole la configuración de nuevas
relaciones de objeto, permitiéndole autonomía y asertividad, buscando que resuelva el
conflicto de agresividad y culpa, interpretando la compulsión a la repetición y realizando
un trabajo continuo con la transferencia y contratransferencia (Vallejo y Córdoba, 2012).
Hipnósis clínica
Esta técnica suele utilizarse en un paquete de tratamiento más amplio que comprende
otras técnicas de intervención para el tratamiento del TEPT. De hecho, uno de sus usos
más habituales en la práctica clínica, es el de proporcionar un estado alterado de
conciencia, en el que el hipnotizador guía al paciente para que éste experimente una serie
de alteraciones perceptivas, de manera que el paciente centra su atención en unos pocos
estímulos de su campo perceptivo, consiguiendo un descenso de la ansiedad
experimentada a través de nuevas experiencias que envuelven el recuerdo traumático. El
descubrimiento, por parte del paciente, de que puede ejercer un control sobre las
experiencias de su cuerpo y los estados emocionales, proporciona un aumento de la
percepción de control. La hipnosis (autohipnósis en estadios más avanzados del
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tratamiento) puede incluirse en el tratamiento del TEPT, no solo para que el paciente
desconecte o disocie su respuesta somática a los recuerdos traumáticos, sino también,
para aportar señales que sirvan para recuperar o evocar rápidamente las sensaciones de
relajación cuando el paciente las necesite (Morales y Gallero, 2001).
Los cambios que persigue este tipo de tratamiento suponen una modificación importante,
no solo de las estrategias relacionales del paciente, sino también de su identidad. La
víctima debe reelaborar su sentido del mundo y de sí misma. Este es precisamente el foco
de las terapias constructivistas; la construcción que el paciente hace del evento, de sí
mismo y del mundo que lo rodea (Winter, 1992).
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3. Valoración personal
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El 30% de la varianza de cambio lo explica la relación terapéutica y el 15% lo explican
las técnicas concretas. Me cuesta entender por qué seguimos empeñados en demostrar
que un modelo teórico es “mejor” que otro, cuando una de las claves más potentes y uno
de los principios activos de la terapia que más relevancia tiene en el cambio terapéutico,
es la relación terapéutica. ¿Por qué las universidades no han asumido este hallazgo? Si
tradujéramos esto en términos académicos, el estudiante de psicología debería encontrar
en su formación con varias asignaturas destinadas al autoconocimiento (bajo mi punto de
vista, básico para poder generar una relación terapéutico saludable) y otras destinadas a
la adquisición y puesta en práctica de las habilidades terapéuticas (escucha activa,
empatía, reflejo, paráfrasis…).
Las universidades también deberían generar en los alumnos un espíritu más crítico. No
nos deberíamos quedar únicamente en la transmisión de información. Creo que se echa
en falta un espacio para el debate, la crítica, la comprensión de los modelos más allá de
sus postulados teóricos. Todos sabemos los principios del aprendizaje de la terapia
cognitivo conductual pero poco alumnos se han parado a pensar que se trata de un modelo
que nace como una necesidad de la psicología por mostrarse experimental y de la
inclusión de la intervención psicológica en los centros asistenciales hospitalarios, donde
la psicología ha tenido que subordinarse al modelo de intervención médico, ya que es éste
el que rige los hospitales. Debemos ampliar la lupa, y debemos ampliar el foco de lo que
sabemos. Deberíamos aprender mucho de la historia de nuestra ciencia y del resto de
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ciencias de la salud, para ubicar adecuadamente el momento actual y contextualizarlo de
manera que no realicemos inferencias erróneas.
Puede parecer que mi reflexión se aleja mucho del tema. Pero realmente no es así. A la
hora de realizar búsquedas bibliográficas me he encontrado con un panorama en el que la
investigación de resultados (comparación entre tratamientos) preponderaba con respecto
al resto, donde los psiquiatras proponen tratamientos psicofarmacológicos, donde los
psicólogos únicamente señalan el aspecto psicológico de la problemática y donde las
universidades siguen promocionando en muchos casos esta batalla de orientaciones
teóricas formando a alumnos en un solo modelo de intervención.
Con respecto al tema específico sobre el que trata el presente trabajo, el trauma
psicológico, parece que existen explicaciones claras de la relación entre experiencia
traumática y salud. El sistema inmune y la respuesta inflamatoria al estrés parecen unas
de las grandes implicadas en la relación entre salud mental y física, no solo en este
trastorno sino también en otros: la depresión, la ansiedad, el estrés… En este punto,
también podemos acercarnos al debate del transdiagnóstico. Parece que los síntomas,
agrupados en cuadros sindrómicos, son manifestaciones de malestar psicológico y
trascienden los límites de las etiquetas diagnósticas. No podemos perder de vista que estas
etiquetas son nada más que un consenso entre profesionales de la salud mental para dar
orden a un cajón desastre. No se puede obviar la grandísima importancia del
psicodiagnóstico, pero debemos entenderlo como lo que es. A nivel físico, parece que
estos estados (la depresión, la ansiedad, la hostilidad o el estrés), generan manifestaciones
similares en el cuerpo y los tratamientos farmacológicos y médicos inciden en los mismos
aspectos, por lo que es posible que debamos replantearnos la naturaleza de estos estados
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psicológicos. Aparentemente, no son tan diferentes como creemos, o, al menos, se
manifiestan de forma similar a nivel somático.
En un nivel más concreto, se podría hablar sobre la falta de recursos en los centros de
salud para poner a disposición de toda la población un abordaje de la enfermedad
adecuado a lo que hoy en día conocemos. Esto incluiría un abordaje médico y psicológico
de cualquier problema de salud que pueda ocasionar estados disfóricos o que se pueda
ver afectado por variables psicológicas. Parece que las vías por las que la comunidad
científica debe luchar son la demostración económica de la viabilidad de la incorporación
de la atención psicológica en estos procesos y la concienciación de la sociedad a través
de la educación, donde las personas sean conscientes de la importancia que ocupa en su
vida la salud, tanto física como mental. En este sentido, aún queda mucho que hacer
contra el estigma existente hacia la salud mental y hacia los propios profesionales de la
salud mental, por lo que, entre todos, y dotando a la población de una asistencia de alta
calidad, podremos ir cambiando la imagen que ésta tiene sobre la disciplina.
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4. Referencias
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