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La contaminación marina, o contaminación del mar, es la contaminación que afecta a los

mares y a los océanos, desde la zona de rompientes hasta el mar abierto. Incluye la que se
produce en las costas, en los puertos, en las plataformas pesqueras, en la industria, en la
navegación y en las zonas marítimas. Tiene un carácter global y requiere convenios
internacionales, como MARPOL, y esfuerzos internacionales dirigidos a reducirla y asegurar un
desarrollo sostenible del medio marino.

La contaminación marina se produce cuando existen efectos dañinos o potencialmente


dañinos que resultan de la introducción al océano de productos químicos, partículas, desechos
industriales, agrícolas y residenciales, ruido excesivo o la propagación de organismos invasores. El
80 % de la contaminación marina proviene de la tierra. La contaminación por el aire es también un
factor contribuyente al trasladar partículas de pesticidas u otros contaminantes al océano. La
contaminación de la tierra y el aire ha demostrado ser perjudicial para la vida marina y sus
hábitats.

La contaminación a menudo proviene de fuentes no puntuales como la escorrentía


agrícola, el polvo o partículas finas en la atmósfera y desechos arrastrados por el viento. La
contaminación por nutrientes es una forma de contaminación del agua que resulta en aportes
excesivos de nutrientes. Es una causa primaria de eutrofización de las aguas superficiales en la que
el exceso de nutrientes, generalmente nitratos y fosfatos, estimulan el crecimiento desmesurado
de algas. Muchos productos químicos potencialmente tóxicos se adhieren a pequeñas partículas
que luego son absorbidas por plancton y animales bénticos, la mayoría de los cuales son
detritívoros o filtradores. De esta manera, las toxinas se concentran hacia arriba dentro de las
cadenas alimentarias marinas. Muchas partículas se combinan químicamente de una manera
altamente depletivas de oxígeno, debido a lo cual los estuarios pueden convertirse en aguas
tóxicas.

Cuando los plaguicidas se incorporan al ecosistema marino, son rápidamente absorbidos


en la red alimentaria marina. Una vez en las redes alimentarias, los plaguicidas pueden causar
mutaciones y enfermedades que pueden ser dañinas para los humanos y para toda la cadena
trófica. Los metales tóxicos, especialmente los metales pesados, también pueden penetrar en las
redes alimentarias marinas y causar cambios en los tejidos, la bioquímica, el comportamiento, la
reproducción y restringir o suprimir el crecimiento de la vida marina. Además, muchos alimentos
para ganado tienen un alto contenido de harina de pescado o hidrolizado de pescado. De esta
forma, las toxinas marinas pueden transferirse a los animales terrestres y aparecer en los
productos lácteos y la carne consumidos por los humanos.
Aunque la contaminación marina tiene una larga historia, las primeras leyes
internacionales para contrarrestarla solo se promulgaron a partir del siglo xx d. C. Durante mucho
tiempo, la mayoría de los científicos creían que los mares y los océanos eran tan grandes que
tenían una capacidad ilimitada para diluir la contaminación y, con ello, neutralizar sus efectos
dañinos. Sin embargo, a comienzos de la década de 1950, la contaminación marina se había
convertido en una fuente de preocupación que también se manifestó en varias convenciones de
las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar.

A finales de la década de 1950 y principios de la década de 1960, surgieron las primeras


controversias sobre el vertimiento de desechos radiactivos en las aguas costeras de los Estados
Unidos por compañías autorizadas por la Comisión de Energía Atómica de los Estados Unidos, en
el mar de Irlanda por la instalación de reprocesamiento británica de Windscale, y en el mar
Mediterráneo por el Comisarita à l'Energie Atomique francés. Después de la controversia en el
mar Mediterráneo, Jacques Cousteau, entre otros, se convirtió en una figura internacional en la
campaña para detener la contaminación marina. La contaminación marina hizo más titulares
internacionales tras el naufragio del petrolero Torrey Canyon en 1967, y el derrame de petróleo de
Santa Barbara de 1969 en una plataforma petrolífera frente a la costa de California.

La contaminación marina se convirtió en un tema de discusión importante durante la


Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano de 1972, celebrada en Estocolmo. En
ese año se firmó la Convención sobre la prevención de la contaminación del mar por vertimiento
de desechos y otras materias, también conocida como el Convenio de Londres. Aunque este
convenio no prohibió la contaminación marina, estableció listas negras y grises de las sustancias
prohibidas (negras) o reguladas por las autoridades nacionales (grises). Sin embargo, el Convenio
de Londres se aplicó únicamente a los desechos vertidos desde los buques y, por lo tanto, no
impidió ni reguló la contaminación por los desechos vertidos como líquidos por medio de
conductos costeros o a través de los ríos

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