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Llama la atención que en Latinoamérica entera, Norteamérica y también en otras latitudes allende
el océano, se escucha fuerte el clamor -a nivel de las diversas profesiones- por líderes capaces de
afrontar los enormes retos que la globalización ha venido imponiendo desde hace ya varios años.
No menos llamativa es la carencia relativa- no sólo de los líderes mismos- sino de las propuestas
encaminadas a lograr la formación de ellos.
– Además, debemos ser capaces de ver “hacia afuera”. Es decir, ver toda la cadena de valor de las
organizaciones, la cual posibilita hoy alianzas que antes habrían resultado impensables. Hace
algunos años, los ejecutivos de Motorola encontraron que en una de sus alianzas con Intel, éste
actuaba como proveedor, en otra, como competidor y en una tercera, como cliente.
Cada vez más se ve con cierta naturalidad -que no deja de asustar- el “hacer más con menos”,
como un imperativo de supervivencia individual y organizacional. Los nombres varían:
reingeniería, downsizing (reducción de personal), empowerment (empoderamiento), equipos de
alto desempeño o cualquier otra cosa. Pero el asunto es siempre bajar costos, vender más
productos y construir el mejor producto o servicio, una y otra vez, para ajustarse a un mercado
global. Para enfrentar las demandas globales indicadas y ejemplificadas, pareciera que todos
debiéramos aprender a cambiar más rápido y de manera más “confortable” (si es que algo como
eso existe). Porque los cambios anteriores no son pequeñas iniciativas de mejora. De lo que se
trata es de hacer transformaciones radicales en la manera de hacer las cosas, de replantear el
papel que los profesionales jugamos en torno a la respuesta que debiéramos ya estar dando a las
demandas indicadas. Y en esta línea, el rol del psicólogo organizacional no es ninguna excepción.
Su papel ha de cambiar.
El nuevo rol del psicólogo organizacional en Latinoamérica
Dentro de este marco de nuevas exigencias globales, Latinoamérica vive una paradoja descarnada.
Está inmersa en esta realidad global demandante y vive en el día a día su propia realidad.
Una, en la que la lucha por la subsistencia más que por el talento, pareciera ser el denominador
común. El marco histórico-cultural que proveen la atávica improvisación latinoamericana, la falta
de continuidad en los gobiernos, la corrupción generalizada y las guerras civiles en nuestros países,
no parecen ser señales de que marchemos al compás del tambor global. Y es dentro del marco de
esta paradoja, al interior de estos contrastes de globalización-subdesarrollo, que surgen algunas
preguntas confrontantes e ineludibles: ¿Qué papel han de jugar las personas, en el cambio que
requiere este desafiante panorama? ¿Debieran desaparecer los departamentos de Recursos
Humanos en las organizaciones? Y más concretamente: ¿Tiene algo para aportar la psicología
organizacional a todo esto? La respuesta quizás no sea tan simple, como en principio pudiera
parecer.
Pero ciertamente, si es que nosotros hemos de colocar, como profesionales responsables del
desarrollo humano, alguna propuesta que lleve a la acción efectiva detrás del mencionado clamor
por líderes capaces de afrontar los retos de la nueva economía de este arranque de milenio,
parece importante considerar -al menos- algunas propuestas. Estas, debieran emerger alrededor
de la premisa básica de que el rol del Psicólogo Organizacional, ha de ser reconceptualizado. ¿En
qué sentido? ¿Hacia qué dimensiones? Veamos.
El modelo IAPA de las cuatro dimensiones del nuevo rol del psicólogo organizacional
Las facetas del nuevo rol del psicólogo organizacional parecieran ir orientadas en cuatro
dimensiones que son complementarias y desafiantes para cualquier profesional (No sólo los
psicólogos). Estas 4 dimensiones que propongo en el modelo que he denominado IAPA -por las
siglas de las mismas- son las siguientes: innovador, inteligente y atrevido.La primera es la
dimensión de la innovación inteligente y el atrevimiento.
No parece que las viejas soluciones hayan servido para resolver los nuevos desafíos que se
plantean hoy a las organizaciones. La segunda, apela al sentido humano del líder en cuánto a su
función de agente de cambio. Asombra ver la ligereza, el desdén, o peor aún, la ignorancia, con la
que diversos autores parecen tratar el tema del cambio, cuando en el mismo se aborda la parte
emotiva del proceso.
Esto es, las emociones por las que atraviesan las personas en los procesos de cambio. Me referiré
a esto más adelante. La tercera dimensión del nuevo rol se refiere al pensamiento estratégico. El
nuevo líder ha de pensar en términos abarcadores, pero al mismo tiempo, de manera enfocada.
Ha de dar sentido de propósito a los esfuerzos de aquellos que lo siguen, conocer las diversas
áreas de acción de sus unidades de negocio -o comunidades o áreas funcionales- y tener
perspectiva de largo plazo. En Latinoamérica, sin embargo, pareciera que a lo largo y ancho del
continente y de las diversas instancias organizacionales estuviéramos empeñados en querer
liderar haciendo precisamente lo opuesto. Es decir, pensando en términos reduccionistas,
dispersos y a corto plazo, sin inspirar ni sostener continuidad en la dirección propuesta o asumida.