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Algunas cuestiones disputadas sobre el anarcocapitalismo (IV):

la escala de la defensa

MIGUEL ANXO BASTOS BOUBETA29/11/2016

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Una de las principales argucias del estatismo es la manipulación del lenguaje,


especialmente del lenguaje referido a la política y la economía. Los príncipes del
renacimiento contrataban poetas, pintores, arquitectos y escultores para justificar su
gobierno y cantar sus obras para la posteridad. El mural La alegoría del buen y el mal
gobierno de los hermanos Lorenzetti, que profanó la catedral de Siena con su mitificado
ideal del bien común, es buen ejemplo de lo dicho. Los modernos gobernantes han
delegado en cambio en economistas, politólogos y sociólogos el trabajo sucio de
justificar su actuación. Si bien se ha perdido mucho en belleza expositiva, se ha ganado,
en cambio, en eficacia conceptual. Las nuevas justificaciones del Estado pretenden
hablar en nombre de la ciencia, y entre sus tareas está, como apuntamos, la de modificar
el lenguaje. Una de las principales tergiversaciones del mismo es la de etiquetar
determinados bienes o servicios como públicos, sociales o estratégicos para justificar a
continuación su prestación por el Estado. Así, servicios o bienes prestados
históricamente de forma privada, pasan a ser prestados en régimen de monopolio (ya en
su prestación ya en su regulación) por los poderes (públicos) estatales. Una vez
definidos de esta forma, se afirma de algunos de ellos que sólo el Estado puede
prestarlos en condiciones adecuadas. Los servicios de seguridad y defensa serían un
ejemplo típico de los mismos.
La prestación de un bien o servicio requiere de medios humanos y materiales y se
realiza siempre a una escala determinada. La escala de prestación dependerá del tipo de
servicio y de la cantidad y calidad del mismo. Por tanto, habrá diferencias en la
prestación dentro del mismo servicio y entre los diferentes servicios. La educación, por
ejemplo, podrá ser prestada a nivel individual con tutores particulares o bien
colectivamente a través de videos colgados en la red. El servicio de aguas igual, desde
un pozo particular a una conducción metropolitana.
El único servicio que parece escapar a esta norma parece ser el de la defensa estatal,
cuya única forma de provisión parece ser la de contar con un servicio estatal de defensa
prestado por el Estado. Quisiera, por tanto, plantear algunas objeciones a los
argumentos que justifican la existencia del Estado con base en una ineludible necesidad
del mismo para prestar tales servicios.
En primer lugar, la propia definición del grupo a defender es a mi entender un buen
ejemplo de razonamiento circular. El grupo a defender, según este argumento, son los
ciudadanos sometidos al gobierno de las personas que se autoproclaman como
representantes de un imaginario ser llamado Estado. Esas personas necesitan ser
defendidas de otras personas organizadas por otro grupo autoproclamado como
representante legítimo de otro ente imaginario (el hecho de que muchas personas crean
en algo no implica la existencia ontológica de ese algo). Esto es, primero constituimos
un grupo (Estado) a partir de individuos que viven anárquicamente justificándolo por
necesidades de defensa y luego se dice que ese grupo, una vez constituido en relación a
la defensa, tiene necesidades de defensa como grupo, pues como tal grupo está
amenazado y la amenaza es grupal. Esto es, ahora que es grupo tiene necesidad de
defenderse. No tiene mucha lógica. La definición previa del grupo como comunidad con
necesidad de defensa carece pues de justificación, dado que, por regresión, ¿cómo se
justificaría el primer grupo si no hay ningún atacante organizado previo? ¿Sobre que
lógica se constituye el grupo si este puede constituirse previamente a la necesidad de
defensa? El primer grupo agresor ya es por tanto una banda organizada, al principio no
muy sofisticada y dedicada a la agresión, y no necesita más justificación teórica que su
ánimo de pillaje. Las bandas de hunos, ávaros o vikingos saqueadoras por lo menos
tenían la decencia de no pretender una justificación “científica” o racional de sus
pillerías. Desde luego, no los denominaban servicios públicos de defensa. Lo que hacían
muchos de los jefes de esos grupos es intentar impedir que otras bandas les quiten su
privilegio de obtener rentas de sus sometidos, y para ello establecían ejércitos o
organizaciones armadas. Las bombas atómicas que posee Corea de Norte, por poner un
ejemplo de una banda de bandidos actual, ¿son para defender a su pueblo de los
bárbaros del sur o son para que la clase dirigente pueda seguir explotando a sus
súbditos?
En segundo lugar, no se dice nada en relación a cuál debe ser la escala, o el número
mínimo de personas, necesaria para establecer tal grupo. Se habla de la defensa estatal
como si los actuales Estados derivasen su existencia de la noche de los tiempos y la
escala de defensa fuese siempre la actual. La configuración de hoy en día del sistema de
Estados debe su existencia a guerras, matrimonios de príncipes, descolonizaciones o
particiones políticas por razones religiosas o ideológicas. Pero los Estados no tienen
ninguna racionalidad de escala para la defensa, sino que esta es una justificación a
posteriori. No existe una escala óptima para la provisión de la defensa, ni siquiera puede
asegurarse que los servicios de defensa estatal puedan garantizarla. Luxemburgo no
podría defenderse de Francia, ni Togo de Nigeria, en caso de conflicto. Ni siquiera
Estados más grandes como Irak pudieron defenderse frente a Estados más poderosos
como el estadounidense. Estados Unidos, a su vez, tendría más problemas con Rusia o
China. En cambio, Luxemburgo sí podría defenderse de Liechtenstein, y Togo de
Guinea Ecuatorial, por lo que podríamos afirmar que la escala de defensa sólo puede
definirse en razón del tipo de enemigo al que uno se enfrente. Y la definición de cuál es
el enemigo no es fácilmente objetivable: factores étnicos, religiosos o ideológicos
contribuyen a la definición de enemigo, y por la misma razón estos son cambiantes.
Para los afrancesados, Napoleón fue una bendición, igual que para los vietnamitas de
Camboya lo fue el ataque de Vietnam a la Camboya de los Jemeres Rojos. España y
Francia fueron aliados varias veces y enemigos otras tantas. El islam radical pasó de
aliado en la lucha contra los soviéticos a enemigo mortal hoy. Lo que es válido para un
tipo de enemigo puede no serlo para otro si las circunstancias o las percepciones de
amistad o enemistad cambian. Cuba pasó de ser un país casi desarmado antes de la
revolución, dado que carecía de enemigos, a ser un país fuertemente armado,
reclamando incluso misiles nucleares después del triunfo comunista. A su vez aparecen
y desaparecen nuevos enemigos. Martin van Creveld, por ejemplo, en su Rise and Fall
of the State afirma que la escala de defensa de la mayoría de los Estados no es la
adecuada para atender a desafíos como el terrorismo islamista suicida, las modernas
mafias y maras o la piratería naval. Es decir, los Estados realmente existentes no pueden
en su mayoría cumplir con su promesa de defensa, bien porque son demasiado grandes
para enfrentarse a enemigos pequeños o bien demasiado pequeños para prestar tales
servicios. De esto se podrá deducir que la prestación de los servicios de defensa deberá
necesariamente ser definida políticamente, esto es, de acuerdo con los intereses de las
personas que en cada momento detentan el poder estatal. De esta forma, la defensa es un
eufemismo para designar una determinada prestación de servicios a mayor gloria de esta
personas. De hecho, es fácilmente observable que los servicios de seguridad están en
muchos casos capturados por intereses especiales, desde el llamado complejo militar
industrial, tan bien descrito por libertarios como Seymour Melman (El capitalismo del
pentágono es una verdadera obra maestra) hasta determinadas empresas que se sirven de
ellas en sus relaciones comerciales para “facilitar” sus tratos, pasando por los propios
militares que en muchos países controlan sectores económicos clave (el famoso deep
state turco o egipcio), si es que no detentan directamente el poder político. Todos ellos,
por supuesto, definen estas actividades como necesarias para la seguridad nacional o
para la prestación de servicios indispensables.
Por último, la prestación de defensa se circunscribe solo a una pequeña parte de la
necesidad de defensa y seguridad humana. El ser humano precisa defenderse y estar
seguro frente a muchos tipos de agresiones. Animales, virus, frío, calor, terremotos,
huracanes e inundaciones han matado a muchos más seres humanos que estos entre sí.
A todos estos problemas los mercados han encontrado soluciones efectivas, de tal forma
que las bajas causadas por los principales enemigos del hombre han sido minimizadas.
Solo la agresión entre humanos parece escapar a esta lógica. Pero esta agresión también
obedece a diferentes lógicas. No es lo mismo ser atacado por una persona o por
pequeños grupos (el mercado también ofrece soluciones a estos casos) que ser atacado
por un gran ejército estatal. La escala del ataque requiere obviamente respuestas
distintas en cada caso. Tampoco es similar en cada persona la percepción subjetiva de
riesgo, por lo que se requerirá una calidad de prestación distinta y, por tanto, una escala
distinta en el suministro del servicio. De no hacerse así tendríamos bien personas
sobreprotegidas, bien personas mal defendidas. En cualquier caso, el servicio estatal de
defensa no sería pertinente. El único caso en el que la defensa estatal sería de recibo es
aquel en el que se confronta una agresión a gran escala por parte de fuerzas organizadas
a gran escala como las que se organizan estatalmente. Pero en este caso, como vimos
antes, no es cierto, en primer lugar, que la mejor forma de afrontar este tipo de
agresiones sea la de otra organización estatal (el Estado francés fue derrotado por los
nazis y tuvo que recurrir a guerrillas, como ocurrió en Irak, la España de las guerras
napoleónicas o numerosos otros casos) y, segundo, entramos de nuevo en la
circularidad: necesitamos un Estado para combatir otro Estado y así, por regresión,
¿cómo se justifica la existencia del primer Estado?
En este escrito se ha pretendido apuntar que la definición de defensa producida en
monopolio por el Estado, al no ser fácilmente escalable (si lo fuera no podría ser
definida como un bien público que solo el Estado puede suministrar), no puede
satisfacer las necesidades de defensa de una población. De la misma forma que, por
ejemplo, la educación estatal no puede producir más que una pequeña parte de las
necesidades educativas de una población y esconde una agenda de dominio de la
población, en el caso de la defensa lo que se pretende es tres cuartos de lo mismo: no es
más que una justificación ideológica del monopolio de determinados medios de
violencia (los más poderosos) por parte de la clase gobernante.

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