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LA VIDA DE LOS OTROS

Patricia Aguirre: “Detrás de un potencial suicida hay una enfermedad mental y no


simplemente una conducta”

La psicóloga clínica explica las diferentes causas que llevan a las personas a
suicidarse. Es enfática en decir que sí hay maneras de detectar a un potencial
suicida, de la importancia de que siga un tratamiento para evitar que se quite la vida.

María Sol Borja · 14 de junio del 2018

Patricia Aguirre, psicóloga clínica aborda el tema del suicidio.

En menos de un mes dos personas famosas, aparentemente felices y con sueños


cumplidos se quitaron la vida. Con sus muertes, nos invaden preguntas alrededor
del suicidio, un tema que, junto a la salud mental —especialmente a las
enfermedades psiquiátricas—, sigue siendo un tabú en la mayoría de sociedades
del mundo. Ese aparente rechazo al tema podría causar que muchos potenciales
suicidas no busquen ayuda a tiempo por miedo o vergüenza. La psicóloga quiteña
Patricia Aguirre explica por qué este tema debería conversarse más y cómo desde
la psicología se debería detectar e intervenir a estos pacientes.

Cuando personas exitosas y aparentemente felices como Anthony Bourdain y Kate


Spade se suicidan el shock es inevitable. ¿Cómo se explica que alguien que parece
satisfecho con su vida cometa suicidio?

El tema del suicidio no es un tema que está dado desde el éxito o no éxito de las
personas sino desde la psicopatología que podemos tener todos los seres humanos.
Siempre que hay un suicida existe una enfermedad mental subyacente. El suicidio
viene dado a partir de un montón de rasgos. Por ejemplo, las personas que tienen
adicciones son potencialmente suicidas. También quienes tienen actitudes
compulsivas. Detrás de esos elementos tenemos casi siempre un trastorno obsesivo
compulsivo.

¿Qué es un trastorno obsesivo compulsivo?


Son cuadros de ansiedad sumamente altos. Un cuadro así se mide en porcentajes:
cuando son muy altos hay una descompensación química y eso desemboca en
actos para suicidas, es decir intentos de querer matarse como quienes que se
cortan. Un trastorno obsesivo compulsivo hace que el proceso de ansiedad aumente
y se provoquen descompensaciones químicas cerebrales que hacen que la persona
ya no tenga capacidad de pensar. El momento que pierde esa capacidad porque no
hay una producción por ejemplo de dopamina (la sustancia que te permite pensar)
conlleva a que cometa un acto suicida.

¿Qué tipo de valoraciones se hacen para detectar este trastorno?

Para hablar de cuadros de ansiedad hacemos una valoración cuantitativa que se


refleja en porcentajes: la psicología tiene que ir desde lo cuantitativo. Todo paciente
debe ser valorado cuantitativamente para saber los rasgos de personalidad que
tiene, el estado en el que está y saber con quién estás trabajando. La mayor parte
de personas con niveles altos de suicidio tienen cuadros depresivos de un altísimo
porcentaje, por lo tanto, de un altísimo riesgo. Estas personas deben ser medicadas,
pero no siempre lo son, y los psicólogos tenemos que saber que también tenemos
que trabajar con fármacos.

Luego de esa evaluación cuantitativa, ¿cómo se detecta ese riesgo?

Hay que pasar una evaluación que tiene escalas que dan unos porcentajes de 5%,
10%, 30%, 70% y esos me dan el indicativo de que estoy al frente de una persona
con una enfermedad mental y que tengo que trabajarla desde ahí y no desde lo que
el paciente me cuenta. Esto es igual que cualquier otro tipo de enfermedad. Si vas
al doctor porque te duele la garganta, él te hace exámenes y cuantitativamente saca
los elementos que tendrá que curar. Es exactamente lo mismo en psicología. Sí
podemos tener indicativos de personas que podrían estar en riesgo de suicidio.

¿Hay maneras de detectar a quienes puedan tener ese riesgo?

Personas que empiezan a aislarse, que cuentan menos lo que les está sucediendo,
que están muy eufóricas, hacen las cosas muy rápido, toman decisiones
urgentemente. Esas son personas en riesgo. O, todo lo contrario, personas
depresivas, que lloran con mucha facilidad, que usan frases como “yo ya no sé para
qué estoy en este mundo”. Esas son valoraciones cualitativas, pero nosotros
tenemos que pasar a valoraciones cuantitativas. Hay evaluaciones (cuestionarios)
de depresión que te dan porcentajes exactos. Nosotros manejamos cerca de mil
cuestionarios. Hay cuestionarios que usamos como primera forma de evaluación
para detectar psicopatologías. Para que una persona llegue al suicidio tiene que
haber habido una psicopatología, una enfermedad mental. Creo que es hora de que
empecemos a ver los rasgos suicidas desde una enfermedad mental y no desde
una característica de personalidad.

¿Cómo podríamos explicar el proceso en que una persona sana adquiere una
enfermedad mental?

Hay cuatro elementos. Uno es el tema de orden genético. Si bien no es


determinante, sí influye de manera importante en el hecho de que alguien vaya a
tener rasgos depresivos que van a aumentar el riesgo de ser suicida. Personas que
han tenido papás depresivos o medicados, hijos de adictos o personas adictas que
estén en procesos de control de la enfermedad también son potenciales suicidas.
No es que las personas tienen un gen que hace que sean potenciales depresivos.
No. Tenemos 270 genes para la depresión.

El segundo punto es la parte neurológica. Por ejemplo, tu cabeza funciona


químicamente diferente a la mía; todas las cabezas funcionan de diferente manera.
El tercer punto es el contexto: dependiendo de todo lo que nosotros hayamos
escuchado o hayamos visto desde que somos chicos, puede crearse una tendencia
suicida. Y, por último, el tema conductual; ensayo-error. Las cosas que hemos
hecho y nos han funcionado, las volvemos a hacer. Por ejemplo, me doy cuenta que
si estoy muy triste y me tomo 20 gramos de antidepresivos me funciona. Si yo lo
repito sin control médico, puedo llegar a sobrepasarme y me puedo morir.

Esos cuatro componentes son necesarios. Cuando veo en redes sociales


comentarios tan simples como “lo único que a uno le hace ser exitoso es lo que uno
tiene por dentro, la felicidad no está afuera” pienso que hay que tener mucho
cuidado con eso. Son personas que tienen características predisponentes a actos
autolesivos.

Hay casos de suicidios en los que el círculo cercano creía que la persona “ya estaba
bien” o estable. ¿Cómo se puede entender la cabeza de alguien suicida a partir
de este punto de quiebre entre estar bien y suicidarse?

Es que no estaba bien. Nosotros tenemos la imagen que proyectamos. Tenemos


siete elementos relacionados a la imagen que hemos decidido proyectar. La señora
Spade decidió proyectar la imagen de económicamente solvente y social. No quiere
decir que eso era lo que ella era. Todas las personas proyectamos una imagen, y
cuando no hay una coherencia entre la imagen que quiero proyectar y lo que yo soy,
evidentemente hay una descompensación que inicialmente es cualitativa pero que
luego puede ser fisiológica. Esa es la descompensación cuantitativa, que es cómo
funcionan los neurotransmisores en nuestro cerebro.

Entonces más allá de un contexto específico, en el caso de los suicidas, ¿hay una
descomposición química a considerar?

Sin duda. El tema químico se explica desde la cantidad de neurotransmisores que


nosotros tenemos, la cantidad de serotonina que podemos estar produciendo que
puede variar por un evento traumático que causa una descompensación química.
Jamás podemos pensar que este es un tema de orden cualitativo y conductual sino
tomamos en cuenta la parte fisiológica del paciente.

Si es que nosotros tenemos una persona que actúa de una manera, no podemos
trabajar sobre eso. Es imposible pensar que solamente actúa de esa manera sin
que haya un motivo de orden químico. Cuando nosotros trabajamos tenemos que
saber que debe haber un diagnóstico. Sin diagnóstico es poco ético trabajar así y
creo que el 80% de mis colegas lo hacen y no, las cosas no funcionan así. Si yo
tengo un paciente con 85% de depresión, sé que esa persona necesita fármacos.

¿Todas las personas que requieren fármacos son potenciales suicidas?

No necesariamente. Sin embargo, todo aquel que intenta suicidarse, incluso si no


lo logra, ya es un potencial suicida. Esto de regularizar la depresión en el
adolescente, por ejemplo. Hay quienes dicen “lo que pasa es que el adolescente
debe deprimirse”. Y no, el adolescente puede tener ciertas características frente a
determinados eventos, puede estar triste, pero depresivo, no. Los papás de
adolescentes tienen que saber que si tienen un hijo con características depresivas,
que si lloran mucho, que si se encierran en los cuartos, que empiezan a no querer
tener amigos, tienen que buscar ayuda porque el riesgo es demasiado alto.

¿Qué otras señales de alerta pueden haber?

En el adulto las características son similares a las que nombro en el adolescente.


El aislamiento es un tema clave. Empiezan a tener conductas en las que no
interactúan con las personas o si interactúan con otras personas no se concentran.
No pueden trabajar o estudiar coordinadamente, dejan de ser funcionales, se ponen
muy agresivos. La depresión se puede dar desde el llanto o desde el enojo.
Personas muy enojadas todo el tiempo pueden tener una descompensación
química en el cerebro, el lado izquierdo deja de funcionar y puede haber un intento
de suicidio o concretar el acto.

¿Los intentos de suicidio tienen como finalidad realmente suicidarse? ¿O cuál


es la finalidad?

Nosotros tenemos que tener en cuenta que siempre son para suicidarse. No
podemos confiar de que no es para suicidarse. Si hay un parasuicidio, es decir un
intento, tenemos que intervenir.

Cuando estas señales de alerta se empiezan a hacer evidentes para el círculo


cercano, ¿qué es lo que se debe hacer?

Ahí hablamos de redes de apoyo. Hay que organizar estructuras alrededor del
suicida. Si es que nosotros nos damos cuenta del riesgo, hay que alertar a la familia.
En adolescentes, por ejemplo, les cuentan a sus amigos que se está cortando los
brazos o las piernas, nunca sé qué tan hondo me corto, dicen que quieren que se
acabe la vida. Esa información es demasiado riesgosa para que esa persona la
tenga sin comunicarla. Con eso hay que replantearse el hermetismo y la
confidencialidad. Nosotros como profesionales estamos obligados a avisar a sus
familiares cuando vemos que una persona está en riesgo de suicidio. Si alguien me
dice que se quiere suicidar, debo avisar, sea mi amiga, sea quien sea.

¿Qué pasa cuando la familia se entera? ¿Cómo se busca apoyo?

Ahí es donde vienen a buscar a las profesionales. Ahí nosotros debemos hacer una
valoración para saber en qué nivel de riesgo está el paciente. Hay evaluaciones
para ver el riesgo suicida. Con esos datos nos reunimos con las familias, aunque
las personas en riesgo sean mayores de edad. La ley nos ampara para abrir la
confidencialidad. Allí se determina un tratamiento y se toman acciones de protección
para el suicida. No puede volver a cerrar la puerta de su cuarto, por ejemplo. Tienen
que retirar todas las cosas con las que esa persona pueda hacerse daño. La
frecuencia de las sesiones será más intensa. Requeriremos, además, por supuesto,
intervención psiquiátrica.

¿Se puede evitar un suicidio?

Sin duda sí. El tema es que los familiares y todos sepamos que detrás de un
potencial suicida hay una enfermedad mental y no simplemente una conducta. Y
trabajamos sobre eso, sobre la enfermedad mental.

Regresando a casos de suicidios mediáticos. Bourdain por ejemplo, en algunas


entrevistas había hablado abiertamente sobre su estado, se sabía que había sido
adicto. Aun así, no se pudo evitar el suicidio.

Es que no sabemos cómo fue el tratamiento. Si nos vamos a la historia de


Hemingway, él avisó por muchísimo tiempo que se iba a suicidar, pero no tenía
tratamiento. Él se tomaba anfetaminas, era una vida caótica la que tenía, era un
depresivo crónico. Las drogas tienen la función de equilibrar fisiológicamente al
paciente. Por eso es que cuando tenemos un paciente adicto, no trabajamos sobre
la adicción, vamos a trabajar el motivo que produce la adicción y ese motivo es una
enfermedad mental.

¿Entonces un adicto puede buscar una sustancia para que equilibre


químicamente algún elemento que le falta?
Claro. Tienes por ejemplo una persona que es muy depresiva. Ahí entra el contexto:
de pronto aprendió que jalando coca se estimulaba y ya no estaba depresivo. ¿Qué
es lo que va a hacer? Jalar coca.

Por lo tanto, el rato de abandonar la adicción, ¿queda un riesgo?

Claro, hay un riesgo porque hay una descompensación química y el rato que se
produce la descompensación química es cuando aparece la psicopatología. No es
un tema menor.

Al inicio, usted mencionaba como ejemplo el dolor de garganta que el médico trata
a partir de los síntomas y aplica el tratamiento. ¿Las enfermedades mentales se
curan o es algo con lo que la persona debe lidiar toda la vida?

Hay algunas enfermedades mentales que se pueden controlar, pero hay otras que
son crónicas, lo que tú dices, lidiar toda la vida. La enfermedad crónica está,
entonces hay momentos en que la persona está químicamente controlada, y hay
otros momentos en que no. Partimos del hecho de que las enfermedades mentales
son crónicas. Actúo como si lo fueran. Si después se estabiliza y tal, qué bueno,
pero parto de que es una enfermedad crónica.

¿Entonces es una bomba de tiempo que puede explotar en cualquier rato?

Por supuesto, por eso es que el requerimiento de intervenciones es por mucho


tiempo, me refiero a una intervención sobre el problema y sobre la enfermedad, no
de tratamientos sobre lo que el paciente viene y me cuenta. El paciente puede venir
y te puede mentir, por eso hay que trabajar desde el diagnóstico que puede ser
desde un trastorno de ansiedad hasta depresión, paranoia, rasgos esquizoides. Es
un montón.

¿Todos esos diagnósticos desembocan en potenciales suicidas?

No necesariamente. Por eso es que tenemos el tema del contexto y el modelado.


El modelo del suicidio se puede replicar. Las personas que ven que Kate Spade que
tenía todo se mató, entonces pueden replicar el modelo.

¿Pero cómo se convierte en un modelo?


El haberlo hecho le convierte en algo que puede repetirse. Lo mismo pasa en la
moda, donde quieras. Todos escogemos modelos, especialmente cuando las
personas no tienen claridad sobre lo que son y la imagen que quieren proyectar.

¿Entonces hay unos detonantes externos? ¿Cuáles serían?

Desde los medios los estamos viendo este momento. Los modelos familiares
también. Los niños cogemos modelos a los que les asignamos la característica de
tener poder. Cogemos ese modelo y en nuestra cabeza es como una fotocopiadora,
se imprime y ahí se quedó. ¿Qué sucede entonces? Luego vamos a repetir esos
modelos que vemos como poderosos. Eso se llama poder mimético. Si un niño ve
que su papá o su mamá pega, él va a pegar. Lo mismo si intentó suicidarse. Si el
niño le otorga poder a esa figura, podría replicar el intento de suicidio. Cuando murió
Kurt Cobain surgieron emprendimientos que buscaban evitar que se replicara el
modelo del suicidio porque como esta figura tenía poder, podía haber muchísima
gente que quisiera repetirlo. En este instante tenemos lo mismo. Sí, papá, mamá,
hermanos, abuelos, colegas, o alguien que nos da indicativos de que no quiere
seguir viviendo, que empieza a regalar las cosas, que se la pasa llorando, ya no
vamos a repetir esa famosa frase de “tú puedes, hazlo, inténtalo, es cuestión de
voluntad”. Eso no es cierto. Allí puede haber potencialmente un suicida en su casa.

¿Y ahí el tratamiento es directamente con fármacos?

El tratamiento es psicológico y clínico, partiendo de una evaluación para saber en


qué estado está el paciente.

Para ir concluyendo ¿cualquier persona puede convertirse en suicida


entonces?

Absolutamente, el momento en el que se produce un desequilibrio químico, claro.


Pero si, además, tenemos los modelos de los que hablábamos al principio de la
entrevista, es peor. No hablemos de “la voluntad”. La cabeza no tiene ya voluntad
cuando está químicamente descompensada.

¿Y hay casos en los que no se ven señales de alerta, o siempre hay formas de
detectarlo?
A veces no hay señales de alerta, pero en algún punto, si es que estamos abiertos,
hay formas de pedir ayuda. El tema con la enfermedad mental es que no la ves,
entonces no la crees. Si alguien está con una pierna rota, le dices no puedes correr
porque estás con la pierna rota y te ayudo. En la enfermedad mental, no sé si por
conceptos de orden cultural, religioso, espiritual, la idea es que tú puedes porque
puedes poner voluntad, pero la verdad es que no puedes. Si estás con la pierna
rota, por más que quieras, no puedes correr; en la enfermedad mental es igual.
Entonces tienes que buscar ayuda. Una persona que no se quiere levantar de la
cama, que no quiere abrir las cortinas, que llora mucho, está en riesgo. Una persona
que no se concentra en nada, está en riesgo. Y ahí es cuando muchas personas
piden ayuda o avisan a otros para que otros pidan ayuda. Pero lo importante es que
cuando hablan o les cuentan a otros, estos otros no salgan con que “tú puedes”,
sino que sepan que hay que buscar un apoyo clínico.

Descripción general

El suicidio, ponerle fin a tu propia vida, es una reacción trágica a situaciones de vida
estresantes; más trágica aún porque el suicidio puede prevenirse. Si estás
pensando en suicidarte o conoces a alguien que esté teniendo sentimientos
suicidas, aprende a identificar los signos de advertencia del suicidio y a comunicarte
para buscar ayuda y tratamiento profesional de inmediato. Puedes salvar una vida;
la tuya o la de otro.

Puede parecer que tus problemas no tienen solución y que el suicidio es la única
forma de poner fin al dolor. Pero hay algunas medidas que puedes tomar para
mantenerte a salvo y volver a disfrutar de la vida.

Síntomas

Los signos que advierten sobre el suicidio o los pensamientos suicidas incluyen lo
siguiente:

Hablar acerca del suicidio, por ejemplo, con dichos como “me voy a suicidar”,
“desearía estar muerto” o “desearía no haber nacido”
Obtener los medios para quitarse la vida, por ejemplo, al comprar un arma o
almacenar pastillas

Aislarse de la sociedad y querer estar solo

Tener cambios de humor, como euforia un día y desazón profunda el siguiente

Preocuparse por la muerte, por morir o por la violencia

Sentirse atrapado o sin esperanzas a causa de alguna situación

Aumentar el consumo de drogas o bebidas alcohólicas

Cambiar la rutina normal, incluidos los patrones de alimentación y sueño

Hacer actividades arriesgadas o autodestructivas, como consumir drogas o manejar


de manera negligente

Regalar las pertenencias o poner los asuntos personales en orden cuando no hay
otra explicación lógica para hacerlo

Despedirse de las personas como si no se las fuera a ver de nuevo

Manifestar cambios de personalidad o sentirse extremadamente ansioso o agitado,


en especial cuando se tienen algunos de los signos de advertencia que se
mencionaron con anterioridad

Los signos de advertencia no siempre son obvios y pueden cambiar de persona a


persona. Algunos dejan en claro sus intenciones mientras que otros guardan en
secreto sus pensamientos y sentimientos suicidas.

Cuándo debes consultar con un médico

Si tienes pensamientos suicidas, pero no estás pensando en hacerte daño a ti


mismo en lo inmediato:

Acércate a un amigo cercano o un ser querido, aunque sea difícil hablar sobre tus
sentimientos
Comunícate con un pastor, un líder espiritual u otra persona de tu comunidad
religiosa

Llama a la línea directa de asistencia al suicida

Programa una consulta con tu médico, un profesional de salud mental u otro


profesional de atención médica

Los pensamientos suicidas no desaparecen por sí solos, así que busca ayuda.

Causas

Los pensamientos suicidas pueden tener distintas causas. Con mayor frecuencia,
los pensamientos suicidas pueden ser el resultado de sentimientos que no puedes
afrontar cuando se presenta una situación abrumadora en tu vida. Si crees que no
hay esperanzas en el futuro, puede que pienses, equivocadamente, que el suicidio
es una solución. Es posible que experimentes una especie de estrechez de criterio
donde, en medio de una crisis, sientas que el suicidio es la única salida.

También puede existir una propensión genética al suicidio. Las personas que
cometen suicidio o que tienen pensamientos o conductas suicidas suelen tener
antecedentes familiares de suicidio.

Factores de riesgo

Aunque los intentos de suicidio son más frecuentes entre las mujeres, los hombres
son más propensos a completar el suicidio ya que tienden a usar métodos más
letales, como las armas de fuego.

Tal vez corras más riesgos de suicidarte en los siguientes casos:

Si ya has intentado suicidarte antes

Si te sientes desesperanzado, inútil, agitado, aislado de la sociedad o solo

Si te sucede una situación estresante, como la pérdida de un ser querido, el servicio


militar, una separación o problemas financieros o legales
Si tienes un problema de consumo de sustancias; el abuso del alcohol y las drogas
puede empeorar los pensamientos suicidas y hacerte sentir lo suficientemente
temerario o impulsivo como para actuar en función de tus pensamientos

Si tienes pensamientos suicidas y tienes acceso a armas de fuego en tu hogar

Si tienes un trastorno psiquiátrico no diagnosticado, como depresión grave,


trastorno de estrés postraumático o trastorno bipolar

Si tienes antecedentes familiares de trastornos mentales, abuso de sustancias,


suicidio o violencia (que incluye abuso sexual o físico)

Si tienes una enfermedad que se puede asociar con la depresión y los pensamientos
suicidas, como una enfermedad crónica, dolor crónico o una enfermedad terminal

Si eres lesbiana, gay, bisexual o transgénero y no encuentras apoyo en la familia o


estás expuesto a un entorno hostil

Niños y adolescentes

El suicidio en niños y adolescentes se produce como consecuencia de


acontecimientos estresantes de la vida. Lo que una persona joven percibe como
algo grave e insuperable, a un adulto puede parecerle leve, por ejemplo, los
problemas en la escuela o la pérdida de una amistad. En algunos casos, un niño o
un adolescente puede tener pensamientos suicidas debido a determinadas
circunstancias de la vida sobre las que no quiere hablar, entre ellas:

Tener un trastorno psiquiátrico, como depresión

La pérdida o un conflicto que involucre a amigos o a familiares cercanos

Antecedentes de maltrato físico o abuso sexual

Problemas de alcoholismo o drogadicción

Problemas físicos o médicos, por ejemplo, quedar embarazada o tener una infección
de transmisión sexual

Ser víctima de hostigamiento


Sentir incertidumbre acerca de la orientación sexual

Leer o escuchar la historia de un suicidio o haber conocido a un compañero que se


haya suicidado

Si estás preocupado por un amigo o un familiar, preguntarle sobre sus


pensamientos e intenciones suicidas es la mejor manera de identificar el riesgo.

Asesinato y suicidio

En casos poco frecuentes, existe el riesgo de que la persona con intención suicida
mate a otros y después atente contra su propia vida. Esto se conoce como
“homicidio-suicidio” o “asesinato-suicidio”, y algunos de los factores de riesgo son
los siguientes:

Antecedentes de conflictos con el cónyuge o con la pareja

Problemas familiares de naturaleza legal o financiera por los que se esté pasando

Antecedentes de problemas de salud mental, en particular la depresión

Abuso de alcohol y drogas

Acceso a armas de fuego

Consumo de antidepresivos y mayor riesgo de suicidio

En general, la mayoría de los antidepresivos son seguros, pero la Administración de


Alimentos y Medicamentos exige que todos los antidepresivos tengan advertencias
de recuadro negro, la advertencia más estricta para los medicamentos recetados.
En algunos casos, niños, adolescentes y adultos menores a 25 años pueden
presentar un incremento de comportamientos y pensamientos suicidas si consumen
antidepresivos, especialmente durante las primeras semanas o cuando se modifica
la dosis.

Sin embargo, recuerda que es más probable que los antidepresivos reduzcan los
pensamientos suicidas a largo plazo, ya que mejoran el estado de ánimo.

Complicaciones
Los pensamientos suicidas y los intentos de suicidio dejan una huella emocional.
Por ejemplo, los pensamientos suicidas pueden consumirte al punto de que no
puedas desenvolverte en tu vida cotidiana. Y si bien los intentos de suicidio son
actos impulsivos durante momentos de crisis, pueden dejar como secuela lesiones
permanentes y graves, como insuficiencia orgánica o daño cerebral.

Los que quedan atrás después de un suicidio, las personas llamadas


«sobrevivientes del suicidio», con frecuencia experimentan dolor, ira, depresión y
culpa.

Prevención

Para ayudarte a evitar pensar en el suicidio:

Busca el tratamiento que necesites. Si no tratas la causa de fondo, es posible que


los pensamientos suicidas regresen. Aunque puedas sentirte avergonzado de
buscar tratamiento para problemas de salud mental, el tratamiento adecuado para
la depresión, el abuso de sustancias u otro problema de fondo te hará sentirte mejor
acerca de la vida y ayudará a mantenerte a salvo.

Crea una red de apoyo. Hablar de los sentimientos suicidas puede ser difícil, y es
posible que tus amigos y familiares no comprendan completamente por qué te
sientes de ese modo. Procura conectarte con ellos de todas formas, y asegúrate de
que las personas que se preocupan por ti sepan lo que está sucediendo y estén a
tu lado cuando las necesites. También es recomendable que busques ayuda en la
comunidad religiosa, en grupos de apoyo o en otros recursos disponibles en tu
comunidad. Sentirte conectado y contenido puede ayudar a reducir el riesgo de
suicidio.

Recuerda que los sentimientos suicidas son temporales. Si te sientes


desesperanzado o sientes que seguir viviendo no vale la pena, recuerda que el
tratamiento puede ayudarte a recuperar la perspectiva y a mejorar tu vida. Tómalo
con calma y no actúes impulsivamente.

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