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LITERATURA… PALABRAS ¿VIVAS, VIVIFICANTES, VIVIENTES?

La literatura no es un corpus de obras, ni tampoco una categoría


intelectual, sino una práctica de escritura.

Barthes, Roland
Literatura y estudiantes…

¿Por qué los estudiantes?, pues, en este caso, son los protagonistas
de toda esa “práctica de escritura” llamada Literatura… ¿Es un
Proceso? Sí, es un proceso que implica lo mental, lo emocional y si se
quiere lo espiritual, manifestándose a través de “la expresión verbal”,
que según la Real Academia Española (RAE), define lo que es la
Literatura.

Tomando en cuenta una cita de la autora de este texto, extraída de su


autobiografía donde relata parte de su experiencia: “… luego pedí
cambio para la Unidad Educativa “Caracciolo Parra y Olmedo”,
rodeada de jóvenes de 16 y 17 años, cursando cuarto y quinto año,
conquistando, juntos, el mundo, a través de la Literatura, sacando lo
mejor de cada uno de ellos, expresados en sus cuentos, en sus
poemas”. Una prosa, “inocente”, pero a su vez significativa, unos
versos conmovedores, pero a su vez, plenos de espontaneidad.

Cuando digo en la cita “conquistando, juntos, el mundo a través de la


Literatura” me refiero a que es un mundo, que envuelve, recreado e
imaginado por los estudiantes: ¡Escribiéndolo! ¡Vivenciándolo!. Una
literatura que da la posibilidad de experimentarla, de hacerla nuestra,
mía, ¿A través de qué? del ejercicio escritural, que busca hacer de
aquel que la imagina y la crea: artistas… de la palabra escrita: Viva,
vivificante y viviente. Pero, yendo más allá, es también palabra
mental, emocional y hasta espiritual, englobada en una totalidad, la del
ser humano como re-creador de sí mismo y de su entorno plegada a la
imaginación, elemento singular y esencial que permite viajar a través
de las estrellas, sin riesgo alguno. Porque, aunque usted no lo crea…
el físico Einstein, reconoce que “la imaginación es más importante
que el conocimiento”, y tiene toda la razón…
“Para esta fecha, ya había realizado el postgrado en Literatura
Iberoamericana…conocimientos que compartí plenamente con mis
estudiantes. Fue una experiencia productiva, hermosa y compartida”
Cuando se apunta que fue en su momento “una experiencia
productiva”, es porque no se quedó solo en teoría literaria, si no que
la vivíamos, la sentíamos y la expresábamos tanto los estudiantes
como una servidora. Se creaba un ambiente único, festivo, alegre que
era percibido por algunos colegas como un grupo “indisciplinado o
desordenado”. Cada quien se sentaba dónde quería, en el parque, en
los pasillos o en el salón de clase que yo le llamaba “Laboratorio
Literario”. Siempre consideré y así lo sentía que la “jAula” de clase
debía ser un espacio que promoviera el experimentar, el imaginar, el
ensayo y el error, que beneficiara al Ser.

Con lo cual, lo que perseguía en esencia, era que mis estudiantes


inventaran sus relatos, que levitaran a través de su creación. No se
tomaba en cuenta si la poesía tenía rima o si en el texto había
redundancias o expresaba la jerga normal de los adolescentes... ¡No!
Para nada, lo que buscaba era que su ser interior se manifestara. No,
para los demás, sino para sì mismos. Descubriendo así, muchos de
ellos, su vocación de escritores, de poetas. Enterándome años
después que estudiarían la carrera de Letras. Otros descubrieron su
potencial en otros campos, pero plenos de sensibilidad, de
generosidad, de solidaridad.

Un día, una joven me llegó con un cuaderno repleto de poemas. Y me


dijo: -profesora, léalos, necesito saber si soy buena en esto, y esto es,
gracias a usted- Para mí era un placer leérselos a sus compañeros,
me veía reflejada en ellos. Y me decía a mí misma, en silencio: ¡Esto
es enseñar!. ¡Esto es aprender!. ¡Esto, es vivir, viviendo!. Por supuesto
esto trajo críticas, los colegas no estaban de acuerdo, lo consideraban
un desorden total, sin embargo me preguntaban que, como hacía
“para controlar el grupo”. Al instante respondía: Simplemente, los dejo,
Ser…
Estas vivencias educativas - literarias las promovía desde la
expresión mental, emocional y espiritual, hecha palabra escrita. En la
práctica a su vez, tomaba párrafos, versos, oraciones que sirviera de
reflexión sobre la obra literaria, intentaba equilibrar la práctica y la
teoría. Era urgente que el estudiante incorporara en su pensar, sentir
y hacer escritural un sentido real para esta asignatura. Que la pudieran
expandir a su propia realidad al igual que percibieran con el alma, la
belleza que conlleva un poema, un cuento, creado por sí mismo. Por
supuesto esto dependía de la perspectiva de cada estudiante, y he
ahí la maravilla, la riqueza del acto creador manifestado en la
diversidad. Me bastaba con sembrar la semilla de la imaginación en
su corazón, con la certeza que germinaría en su momento.
Insistía para que cada estudiante alcanzara a tener “conciencia de
autor, de creador de un texto literario” y pedía que firmara su obra:
Emocionados exclamaban: “¡Esto es creación mía!” y guardaban
celosamente sus creaciones.

Al comienzo de año escolar me asignaban los estudiantes que eran


considerados indisciplinados y algunos colegas se quejaban que no
podían con ellos. Y escuchaba decir: Esta sección es ¡Para Anarosa!.
Ella controla muy bien los grupos. Para mí, era un desafío que llevaba
a cabo con satisfacción. Solo era tocar la tecla correspondiente y ¡zàs!
…Todo fluía. Por ello, siempre he sentido que el que enseña es
“Psicólogo de almas”. (Invento mío). Los estudiantes, sin tener
conocimiento del concepto improvisaban, creaban textos líricos ,
“aquellos que expresan sentimientos personales”; lo fantástico era
que se reconocían como seres pensantes, críticos, y autocríticos. Su
mirada volcada hacia dentro durante sesenta minutos o más se
expandían y por supuesto su mirada hacia el exterior se transformaba.
Y así lo percibían en su comportamiento. De ahí que estoy convencida
que el ser humano - estudiante, al lograr la posibilidad de desarrollar la
imaginación, la creatividad; está determinando el desarrollo de su Ser
interior.
Esto es lo que llamamos el “currículo oculto” que se gesta en la
intimidad del salón de clase, nada que ver con aquel impuesto por el
sistema educativo. En muchas oportunidades: “cuando mis
estudiantes y yo, nos obstinábamos de estar encerrados en el salón
de clase, - les enseñaba a “inhalar y a exhalar”-, tomando consciencia
de lo valiosa de la respiración conciente, nos reíamos y disfrutábamos
de este “quiebre” en la rutina escolar.

Literatura: ¿vivencia fenoménica?

La literatura como vivencia fenoménica siempre está y estará en


evolución y se transformará constantemente a pesar de los centros de
poder enquistados en su momento, que no dejan respirar, ni crecer.
Por ello, la literatura es una actividad de raíz artística que emerge de
adentro del Ser, que se sirve del lenguaje, dándole vida a la palabra
escrita, transformándola en palabra viva, que respira, que salta, que
proyecta, que llora, que ríe, siendo una actividad que lo trasciende, y
que trasciende el tiempo, que no discrimina sino que se re-crea, que
vuela sin cortapisas formando parte de un hacer que otros llaman
cultura, que identifica plenamente a una comunidad.

Crear estos textos literarios tienen como propósito el expresarse tal


cual, a través de la escritura y como son estudiantes “inocentes” en
cuanto a la expresión verbal. (Entendiéndose como verbal aquello que
«se refiere a la palabra, o se sirve de ella») Esto le da un sello
personal a cada creación. Es decir aún no están viciados con
un lenguaje literario…estilizado y con una trascendencia particular,
destinado a la perdurabilidad… muy diferente a las expresiones de la
lengua de uso común; destinada a su consumo inmediato…” Esto es
precisamente la crítica que hostiga la oralidad en la narrativa breve de
Laura Antillano, objeto de estudio en la tesis de postgrado) pleno de
redundancias, repeticiones, desvíos de la norma, considerada como
popular o popularizante, que en su momento histórico no era y quizás
aún no es aceptado por los centros de poder literarios para su oficial
reconocimiento.
Este conocimiento vivenciado y experimentado durante largo tiempo,
transformó mi perspectiva acerca de la extraordinaria capacidad del
ser para imaginar, crear y recrear mundos paralelos, propios de un
hacedor mental, emocional y humano bajo el prisma del libre
pensador y como ese hacer se reflejaba en su comportamiento
mediante la satisfacción, el bienestar, el valorarse a sí mismo, el
sentirse Ser.

Pero, ¿En qué ha consistido esa transformación? Como todo proceso,


lento, esperanzador, riesgoso, desafiante, por parte de un ser que
pretendía “enseñar”; y que tuvo la dicha de comprender a tiempo en su
propia piel, que sencillamente tenía que transformarse en una
estudiante más, al pensar, sentir y abrir el escenario adecuado a unos
adolescentes para aprender de ellos. Conocimiento que ya traen
incorporado y lo que faltaba es ser activado en su momento para que
recordaran sus destrezas y habilidades propias.

Dicha transformación basada en la experiencia vivida, logró


“quebrantar” un paradigma establecido ”el que enseña y el que
aprende”, experimentando otro modelo emergente, fundamentado en
la libertad de pensamiento, del sentir y del hacer, en el respeto hacia
el otro. Sin críticas, sin juicios. Lo paradójico es que lo anteriormente
dicho, no es necesario. Cada quien por sí mismo se transforma en su
propio maestro. Compartíamos el constante proceso de enseñar (me)
– aprender (me) en la experiencia del hacer en el ámbito educativo,
sintiéndome tan satisfecha, que lo traspolè a mi vida cotidiana. Este
ha sido mi aporte al ámbito educativo, a través de la Literatura:
Sembrar en el alma del estudiante el Poder, no para dominar al otro,
sino el Poder para ayudar al otro, a ser solidario, generoso y actor
responsable de su permanente hacer.
Comunidad – Abierta a todas las posibilidades

Percibo a la comunidad como la receptora final de todo proceso que


implique creación, innovación, haceres. Conocimientos transformados
en saberes para el beneficio de un colectivo y que éste a su vez ayude
a otros siendo multiplicador de aquellos. Esto es parte integrante del
servicio a la humanidad especie. Trayendo consigo la transformación
integral desde dentro hacia afuera, desde abajo hacia arriba.

Esta manera de vivir y experienciar la literatura logró su propósito en


mí, como enseñadora - aprendiz y también en los estudiantes como
aprendices - maestros… Hacer literario, escritural, que trajo una
transformación en la manera de conducirse en el pensar, sentir y
hacer en ambos: estudiante - maestro y enseñadora – aprendiz, en
este caso una servidora… Queda tomar en cuenta la honestidad y
sinceridad por parte de la autora de este relato, ya que no hay
evidencias.

Edgar Morín en su libro Qué es vivir, considera que: La enseñanza


de la literatura… contribuye a la inserción en la vida social… es muy
útil porque desarrolla a la vez sensibilidad y conocimiento… con lo
cual, la sensibilidad ante la creación literaria es liberadora…es una
suma de saberes… y además es sanadora cuando logra “soltar” esa
mariposa de gigantescas alas como lo es la imaginación, que trae
consigo el hecho creador... De ahí que “… los conocimientos que
compartí plenamente con mis estudiantes, fue una experiencia
productiva, hermosa y compartida… ”

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