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__El clamor

Alguna vez, andando por la vida,


por piedad, por amor,
como se da una fuente, sin reservas,
yo di mi corazón.

Y dije al que pasaba, sin malicia,


y quizá con fervor:
-Obedezco a la ley que nos gobierna:
he dado el corazón.

Y tan pronto lo dije, como un eco,


ya se corrió la voz:
-Ved la mala mujer ésa que pasa;
ha dado el corazón.

De boca en boca, sobre los tejados,


rodaba este clamor:
-¡Echadle piedras, eh sobre la cara;
ha dado el corazón!

Ya está sangrando, sí, la cara mía,


pero no de rubor;
que me vuelvo a los hombres y repito:
¡He dado el corazón!

__La armadura

Mujer: tú la virtuosa, y tú la cínica,


Y tú la indiferente o la perversa;
Mirémonos sin miedo y a los ojos:
Nos conocemos bien. Vamos a cuentas.
Bajo armadura andamos: si nos sobra
El alma, la cortamos; si no llena,
Por mengua, la armadura, pues, la henchimos:
Con la armadura andamos siempre a cuestas.
¡Armadura feroz! Mas conservadla.
Si algún día destruirla pretendierais,
Del solo esfuerzo de arrojarla lejos
Os quedaríais como yo, bien muertas.

I
Rueda

La casta y honda amiga me dice sus razones:


- soy joven, no he vivido, ¿Mi marido? Un engaño.
Tengo tres hijos, veo rodar año tras año
En uno como lento sueño sin emociones.

A veces descerrajo, tentada, mis balcones,


Por ver el hombre fino, el soberbio, el huraño.
Inútil ¡Si pudiera curarme de este daño!
Ay, el amor no es juego que arregle desazones.

Las atenúa, acaso; más los hombres, mi amiga,


No me valen la pana de un ensayo; desliga
Mi corazón, cercado, su más viva lisonja.

Tengo el cuerpo perfecto y la boca rosada,


Para el amor más alto yo fui seleccionada,
Pero escondo mi fuego bajo un velo de monja.

II
La otra amiga

Otra amiga me dice:- Las mujeres mentales


Perdedoras salimos en negocios de amores.
Tenemos, ciertamente, muchos adoradores:
Buscan pequeños sorbos en caídas vestales.

Su corazón lo ponen no en las espirituales,


Que fatigan al cabo. Como cultivadores
Adoran lo que crean: piensan que las mejores
Son aquellas plegadas a sus modos carnales.

Las mujeres mentales somos las plataformas:


Mejoramos los hombres, y pulimos sus normas,
Refinan en nosotras su instinto desatado.

Y cuando, ya cansadas de esperar, les pedimos


El corazón, en cambio del propio que le dimos,
Se lleva la que pasa lo que hemos adorado.

III
Y agrega la tercera

Acaso se lo leva la que menos le cuesta.


Halló en ella más fácil la vida ya pesada.
Todo cerebro activo lleva un alma quebrada
Y el hombre, en las mujeres, busca un poco de fiesta.

Cuida mejor la casa la mujer que es modesta


Y no tiene una vida mental imaginada,
Si del hombre que adora se comprende engañada
Recibe lo que sobra, y a su lado se acuesta.

No por esto posee la mujer, todo entero,


Al que, sin ser amante, puede ser compañero:
Acaso él también sueña lo mismo que soñamos.

Y, sobre el nudo diario de su vida tranquila,


Regula, en su pecho luminoso vigila
Un ideal femenino, cuya clase ignoramos.
__Siete vidas

Siete vidas tengo, tengo siete vidas.


Siete vidas de oro; bellas y floridas.
Cabeza cortada, cabeza repuesta:
Mi espíritu-árbol retoña en la siesta.

Dragón purpurado de garras floridas,


siete vidas tengo, tengo siete vidas.
Gigantes y enanos: cortad mis cabezas,
crecerán porfiadas como las malezas.

Siete vidas tengo, tengo siete vidas,


siete vidas de oro bellas y floridas
que hierros fatigan y mellan espadas,
mas serán un día por siempre taladas.

Secará las siete cabezas floridas,


príncipe que espero. Sin abracadabras,
el dragón alado perderá las vidas
bajo el tenue filo de dulces palabras

__Tú me quieres blanca

Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.

Ni un rayo de luna
Filtrado me haya.
Ni una margarita
Se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
Tú me quieres blanca,
Tú me quieres alba.

Tú que hubiste todas


Las copas a mano,
De frutos y mieles
Los labios morados.
Tú que en el banquete
Cubierto de pámpanos
Dejaste las carnes
Festejando a Baco.
Tú que en los jardines
Negros del Engaño
Vestido de rojo
Corriste al Estrago.

Tú que el esqueleto
Conservas intacto
No sé todavía
Por cuáles milagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone)
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone)
¡Me pretendes alba!

Huye hacia los bosques;


Vete a la montaña;
Límpiate la boca;
Vive en las cabañas;
Toca con las manos
La tierra mojada;
Alimenta el cuerpo
Con raíz amarga;
Bebe de las rocas;
Duerme sobre escarcha;
Renueva tejidos
Con salitre y agua;

Habla con los pájaros


Y lévate al alba.
Y cuando las carnes
Te sean tornadas,
Y cuando hayas puesto
En ellas el alma
Que por las alcobas
Se quedó enredada,
Entonces, buen hombre,
Preténdeme blanca,
Preténdeme nívea,
Preténdeme casta.

__¿Qué diría?

¿Qué diría la gente, recortada y vacía,


Si en un día fortuito, por ultrafantasía,
Me tiñera el cabello de plateado y violeta,
Usara peplo griego, cambiara la peineta
Por cintillo de flores: miosotis o jazmines,
Cantara por las calles al compás de violines,
O dijera mis versos recorriendo las plazas,
Libertado mi gusto de vulgares mordazas?

¿Irían a mirarme cubriendo las aceras?


¿Me quemarían como quemaron hechiceras?
¿Campanas tocarían para llamar a misa?

En verdad que pensarlo me da un poco de risa.

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