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El Coricancha
El Coricancha
El Coricancha
El templo más importante del Tahuantinsuyo fue construido en la ciudad del Cusco durante
el HORIZONTE TARDÍO, es decir, la etapa imperial de la historia de los Incas.
El Coricancha, “recinto de oro”, Templo del Sol, es un bello recinto sagrado que el Inca
Pachacutec ordenó construir después de su victoria sobre los chancas el año 1438. Antes de
eso los incas rendían culto al sol en un pequeño templo llamado Inticancha, levanado por
Manco Capac.
1 Descripción
2 Ubicación
3 Descubrimiento
4 Intipampa
5 Descripción
o 5.1 El exterior
o 5.2 El famoso muro curvo
o 5.3 La estructura
o 5.4 Las canchas
o 5.5 El jardín
o 5.6 Otros edificios
6 Los Adoratorios
o 6.1 Los “aposentos”
o 6.2 La proyección sagrada del Coricancha
o 6.3 Los ceques
7 Cómo llegar
8 Referencias
Zona Norte
Zona Centro
Zona Sur
Atractivos de Cusco
Aguas Calientes
Barrio de San Blas
Camino Inca a Machu Picchu
Camino a Salkantay
Chinchero
Choquequirao
Koricancha
Machu Picchu
Maras
Moray
Ollantaytambo
Pisac
Pukapukara
En el Coricancha (Patio de Oro) residía el
Qenko
Willac Umu, máximo sacerdote del dios
Raqchi
Inti (el Sol) quien, junto a los tarpuntaes, se Sacsayhuamán
encargaba de las tareas astronómicas y Tambomachay
principales ceremonias religiosas del Tipón
Imperio Inca. Es importante tener en cuenta Valle Sagrado de los Incas
que dentro del complejo sagrado se ubican
aposentos destinados para rendir culto a
otras divinidades como Wiracocha, Illapa o Ruta Sur del Perú
Mama Quilla.
Lima
En el interior del templo se representaban Ica
en oro, plata y tumbaga a las principales Arequipa
deidades y a la maravillosa flora y fauna del Ayacucho
Perú. Estas esculturas, delicadamente Apurímac
labradas por orfebres de origen Chimú, Puno
fueron saqueadas por los conquistadores
españoles que llegaron al Cusco en 1533.
Tipos de Turismo
Ubicación
Turismo Cultural-Histórico
Ubicación: Intersección Av. El Sol y calle Turismo de Aventura
Ecoturismo
Santo Domingo.
Turismo Vivencial
Turismo Gastronómico
Visitas: Lunes a sábado de 8:00-17:00 hrs.
Turismo Medicinal
Descubrimiento
Cuenta el conquistador Diego de Trujillo que cuando él y sus compañeros quisieron entrar
al lugar para examinar sus riquezas, un personaje regiamente vestido les dijo que para ello
antes deberían haber ayunado, estar descalzos y llevar una carga en la espalda en señal de
humildad. Concluye su relato refiriendo que los españoles no hicieron caso a la advertencia
y forzaron su entrada al Templo. Aquel personaje pudo ser el wilaq umu, sacerdote mayor
del culto Inca, o su representante.
Intipampa
La ruta conduce a una plaza alargada donde está la iglesia de Santo Domingo. Ese espacio
era Intipampa, la plaza o llano del Sol, unos doce metros más ancha de lo que es ahora,
porque los constructores de la iglesia colonial lo redujeron para levantar su templo.
Descripción
El exterior
Koricancha
Un hermoso muro de la más fina cantería, era la fachada del edificio que tenía una sola
puerta al centro de ese amplio lienzo. Su única decoración era una banda continua de una
palma de alto y de oro puro a tres metros del suelo. Sobre el muro, con el típico alero de las
casas incas, se levantaba el alto techado de paja fina y delicadamente cortada. No existía el
atrio triangular que sirve de entrada al templo colonial y el muro giraba en ángulo recto
hacia Ahuacpinta. Esta calle conserva todavía un tramo del muro perimétrico original de
casi sesenta metros de longitud. No cuenta ornamento alguno, y sólo sus piedras tienen un
leve almohadillado en las aristas que dan cuenta de la austera estética Inca. También se
observan tres agujeros labrados en uno de los sillares de la segunda hilada, que pudieron
servir para evacuar las aguas de lluvia del patio interior o como salida de la chicha de las
ofrendas. Si se golpea en el interior de esos huecos, los oídos cultos escucharán siempre las
notas re, la y mi, según los experimentos de Augusto León Barandiarán.
“La ciudad del Cusco era casa y morada de los dioses. Y así había en toda ella ni fuente ni
pozo ni pared que no decían tenía misterio”. Juan Polo de Ondegardo, cronista, 1571.
Como corresponde a los principios de diseño Inca, el trazado usa la cancha como base de la
composición. Juan Diez de Betanzos, el cronista biográfo del Inca Pachacútec, dice que
“...él mismo por sus manos, con el cordel midió y trazó la casa del Sol”. Por lo menos se
construyeron dos de esas canchas hacia el fondo de la parcela, una detrás de la otra, y quizá
otras más pequeñas para funciones de servicio, que no se han conservado.
Las canchas
La primera cancha, junto a Intipampa, contenía los edificios principales donde se rendía
culto al Sol y a otras deidades del panteón Inca. En el galpón con frente a esa plaza se
veneraba a Punchao, una representación del Sol que consistía en una estatua de oro puro de
la altura de un niño de diez años. El ídolo permanecía allí durante el día y era llevado
diariamente a la plaza para su veneración y recogido nuevamente. En las noches “dormía”
acompañado por numerosas ñustas en un galpón vecino, más pequeño, fuera de la cancha.
El jardín
Los Jardines
Frente a ese último ‘galpón dormitorio’ estaba el famoso jardín “regado a mano por agua
que traían a cuestas” las acllas, que tres veces al año era adornado con mazorcas de maíz y
frutos de oro que las mismas ñustas diligentemente colocaban allí en tiempos de siembra,
de cosecha y cuando los jóvenes se hacían guerreros en la fiesta del Huarachicuy.
Otros edificios
En el lado oeste de la cancha principal existían dos edificios medianos techados a cuatro
aguas, y en el lado oeste otros dos de menor dimensión con el mismo techado. El labrado
de la piedra en estos edificios en lo que ha quedado de ellos después de la construcción del
convento colonia, los sismos y las reconstrucciones, es muy fino.
Los Adoratorios
Los “aposentos”
Al fondo del patio se levantaba otro aposento mayor que debió servir a los funcionarios del
templo. De acuerdo con Garcilaso, no se trataba de viviendas sino de lugares de reunión
para la jerarquía religiosa, y de atención para el vila umo. De este aposento, nombre usado
por Garcilaso, no han quedado sino algunos cimientos; se desprende que fue un espacio
amplio de dos crujías formadas por un muro central que sostenía la cumbrera. Los
“aposentos” del patio principal son seis, están siempre aislados y carecen de paredes
medianeras. Como en todos los edificios incas, los hastiales o mojinetes se hicieron en
adobe, se pintaron y los techados se ejecutaron con estructuras de madera y cobertura de
paja. De las instalaciones de servicio, depósitos y otras canchas que albergaban a los
numerosos servidores, no se ha recuperado rastro alguno.
El Coricancha no era solamente el lugar donde se alojaban los dioses del panteón Inca.
También operaba como mecanismo mágico para la sacralización del espacio geográfico que
contenía a la ciudad principal del Tahuantinsuyo.
Los ceques
Del centro de la cancha principal, Inticancha, partían los ceques, líneas imaginarias que
ligaban el templo con las cumbres, abras, manantiales, salientes rocosas, marcadores
astronómicos y puntos conspicuos del paisaje cusqueño. Sobre esos ejes de diferente
longitud, que podían extenderse por veinte kilómetros, se emplazaban a distancias variadas,
pero con minuciosa exactitud en el alineamiento, numerosas huacas. El Padre Cobo
enumera 327; de éstas, 21 de las cuales se ubicaban en la pared perimétrica del templo o en
los frentes de las calles vecinas. No solamente el edificio era sagrado, también lo era su
entorno inmediato. Los ceques y sus huacas sacralizaban todo el espacio donde se
emplazaba la ciudad. A través de esas líneas virtuales, el templo se comunicaba con los
apus, los espíritus que moraban en las montañas, ante quienes aun los poderosos incas
inclinaban su cabeza. Además recibía la fuerza de estas montañas.
Cómo llegar
Fotografía del Templo de Coricacha, iluminado por unas luces doradas que recuerdan al oro que un día cubrió
su fachada
La Ciudad de Cuzco es una ciudad emblemática por sí misma, considerada como la capital histórica de
Perú. Fue la capital del Imperio Inca y una de las ciudades más importantes del Virreinato del Perú.
Actualmente es el mayor destino turístico del país. En ella encontraremos, naturalmente, muchos atractivos
para visitar y conocer mejor qué supuso el Imperio Inca. Uno de estos lugares es, sin duda, el Templo de
Coricancha o Templo del Sol de Cuzco. El Coricancha es un hermoso recinto sagrado que el inca
Pachacútec mandó construir después de su victoria sobre los chancas en 1438. Antes de la existencia de
este templo, los incas le rendían culto al Sol en un pequeño templo levantado por Manco Capac y conocido
como Inticancha.
Este templo se encuentra a pocos minutos de la Plaza de Armas, en la Avenida del Sol. Se trata del lugar de
culto más importante de la capital inca. Fue construido durante el horizonte tardío, es decir, la etapa imperial
de la historia de la civilización Inca. Su nombre original es Inti Kancha, que indica que estaba consagrado al
dios Sol, aunque también a otras deidades. Es por este motivo por el cual sólo se podía entrar al Templo en
ayunas, descalzo y con una carga en la espalda en señal de humildad, según lo indicaba Willaq Umu, el
sacerdote mayor.
Las paredes, ligeramente almohadilladas del Templo de Coricacha, son un ejemplo de la sobriedad estética
de la construcción
El nombre quechua de Coricancha se traduce como “Lugar Cercado de Oro”, ya que parte de sus muros
estaba cubierta por planchas de oro. Este motivo hizo que los conquistadores españoles saqueasen el
templo para hacerse con el oro. Dentro del recinto sagrado encontraremos algunos aposentos destinados a
rendir culto a divinidades como Wiracocha, Illapa o Mama Quilla. También dentro del templo, se
representaban en oro, plata y tumbaga a las deidades más importantes y a la flora y la fauna de Perú. Estas
esculturas, labradas cuidadosamente por orfebres de origen Chimú, fueron también saqueadas por los
españoles que llegaron en 1533 a Cuzco. En uno de los bloques de la segunda hilada del Templo, se
observan tres agujeros que pudieron ser usados para evacuar las aguas de lluvias del patio interior. Como
aspecto curioso, de acuerdo con unos experimentos de Augusto León Barandiarán, si golpeamos dentro de
los agujeros se escuchan las notas musicales “re”, “la” y “mi”.
Las piedras del templo forman un ligero almohadillado en los lados que es un ejemplo de la sobriedad
estética de su construcción. En el Siglo XVI, con la llegada de los españoles y de la colonización, tuvo que
hacerse un reparto de los solares incas. Coricancha, fue destinado a la orden dominica y parte de su
estructura inca fue usada para la construcción de un convento. También destruyeron muchos de los lugares
más sagrados para construir la iglesia de la orden, un modo de imponer la religión que se aplicaba en la
época. Hay quienes opinan que este lugar fue más venerado tras la construcción del convento porque se
convirtió en un recinto privilegiado para las ofrendas.
Convento de Santo Domingo, construido sobre el Templo de Coricacha tras la llegada de los españoles a
Cuzco
Hoy en día, el Templo de Coricancha es visitado por miles de turistas que se acercan para contemplar su
majestuosidad y su arquitectura de piedras finamente labradas. Visitar el lugar nos permite apreciar recintos
incas y salas coloniales con bonitas muestras artísticas. La entrada cuesta unos 10 soles y da acceso a los
restos del antiguo templo, por lo que se convierte en un museo que da un buen repaso a la historia de una
civilización tan importante como la inca y que permite contemplar textiles, cerámicas y otros muchos objetos
originales de la época. Como vemos, toda una reliquia histórica a los pies del Perú.
CORICANCHA
Fueron los primeros incas -herederos de Manco Capac- quienes proclamaron al Sol como su dios supremo y
ordenaron la inmediata construcción de un templo austero, para rendirle culto.
Fue Pachacutec (el que transforma la tierra en español), quien ordenó su remodelación y lo llamó Qoricancha
(recinto de oro), dotándolo de los finos acabados y las magníficas riquezas descritas por los conquistadores.
Fue unos de los más venerados y respetados templos de la ciudad. "El recinto de oro", como era conocido,
era un lugar sagrado donde se rendía pleitesía al máximo dios inca: el INTI, por lo que sólo podían entrar en
ayunas, descalzos y con una carga en la espalda en señal de humildad, según lo indicaba el sacerdote mayor
Wilaq Umo.
El frontis era un hermoso muro proveniente de la más fina cantería, decorado únicamente por una banda
continua de oro puro de una palma de alto, a tres metros del suelo, y un techo de paja fina y delicadamente
cortada.
En uno de los bloques de la segunda hilada se observan tres agujeros que pudieron ser utilizados para
evacuar las aguas de las lluvias del patio interior, o como salida de la chicha que se ofrecía como ofrenda.
Según los experimentos de Augusto León Barandiarán, si se golpea dentro de los agujeros se pueden
escuchar las notas musicales "re", "la" y "mi".
Las piedras que componen el templo tienen un leve almohadillado en los lados que expresan la sobria estética
de los incas. Antiguamente no existía el atrio triangular que sirve de entrada al templo colonial y el muro
giraba en ángulo recto hacia la calle Ahuacpinta, la cual aún conserva un tramo del muro original de casi
sesenta metros de largo. En el lado opuesto a esta calle, el muro se hace curvo al girar más de 90 grados, y
continúa con una curva suave que fue cortada durante la construcción del templo. El muro del Koricancha
coronaba un sistema de andenes que bajaban hasta el río.
Composición
La base de la composición inca para la construcción del templo, fue la cancha, patio alrededor del cual se
disponían varios recintos de planta rectangular.
La primera que estaba junto a Intipampa, contenía los edificios principales del culto al Sol y a otros dioses del
panteón inca; mientras que en la segunda ubicada frente a esa plaza se veneraba a Punchao, (una
representación del Sol que consistía en una estatua de oro puro de la altura de un niño de diez años) que
permanecía allí durante el día, y en la noche era llevado a la plaza para su veneración. El ídolo "dormía"
acompañado por numerosas ñustas en una edificación vecina, fuera de la cancha, para luego ser devuelto a
su lugar inicial por la mañana.
Según Juan Diez de Betanzos, el cronista biógrafo del Inca Pachacútec - quien "...con el cordel midió y trazó
la Casa del Sol"- se construyeron, por lo menos, dos canchas hacia el fondo de la parcela, una detrás de la
otra, y quizá otras más pequeñas para funciones de servicio que no se han conservado.
Cabe resaltar que en el lado oeste de la cancha principal existían dos edificios medianos techados a dos
aguas, y en el lado este, otros dos más pequeños con el mismo techado. El labrado de la piedra en estos
edificios (o en lo que ha quedado de ellos después de la construcción del convento colonial, los sismos y las
reconstrucciones,) es aún muy fino.
Los "Aposentos"
Los Aposentos (nombre usado por Garcilaso) sirvieron para que la jerarquía religiosa se reuniera. Allí también
se recibía al Wilaq Umo o sacerdote mayor. Al fondo del patio se ubicaba el aposento mayor, del que hoy sólo
quedan algunos cimientos.
Estudios realizados en el lugar afirman que este aposento fue un espacio amplio de dos corredores formados
por un muro central que sostenía la cumbrera. Los hastiales o mojinetes se hicieron en adobe como en todos
los edificios incas, y los techados se ejecutaron con estructuras de madera y cobertura de paja.
El jardín
El famoso jardín interior del Koricancha era "regado a mano por agua que traían a cuestas" las acllas, y
adornado tres veces al año con mazorcas de maíz y frutos de oro que las mismas ñustas colocaban en
tiempos de siembra, cosecha o cuando los jóvenes se hacían guerreros en la fiesta del Huarachicuy.
En su fachada había un altar que sostenía la plancha de oro que reflejaba el sol del amanecer. Hoy está
parcialmente destruido por obras coloniales que fueron reconstruidas más adelante.
El Koricancha no sólo albergaba los principales dioses del panteón inca, sino que tenía una proyección
mágico-religiosa, cuyo el fin era el de sacralizar la geografía del Tahuantinsuyo. Por ello, del centro de la
cancha principal, inticancha, partían los ceques, que son las líneas virtuales que comunicaban el templo con
los espíritus que moraban en las montañas (apus), ante quienes, aún los poderosos incas, inclinaban su
cabeza. También estaban ligados a las cumbres, abras, manantiales, salientes rocosas, marcadores
astronómicos y puntos principales del paisaje cusqueño. Hasta el momento se conocen 327 ceques, 21 de las
cuales se ubicaban en la pared perimétrica del templo o en los frentes de las calles cercanas.
Sobre los ceques, que podían extenderse hasta veinte kilómetros, se situaban, con minuciosa exactitud en el
alineamiento, numerosas huacas, que también servían para el contacto con los Apus.
¿Cómo llegar?
Si usted, después de conocer las maravillas del Templo Sagrado de Koricancha, desea visitarlo, siga nuestras
recomendaciones y disfrute de un entorno de sagrado misticismo.
Acceda al templo desde la Plaza de Armas por el Callejón de Loreto "Intiqhicllu", cruce la calle Maruri y
dejando Pucamarca doble a la izquierda, para avanzar por Pampa del Castillo. En ese lugar, no había
edificaciones en tiempos incaicos, en cambio, había una serie de andenes que bajaba hasta el río y era una
chacra llamada Mancochuqui, dedicada a Huanacauri, la huaca mayor de los incas.
La ruta conduce a una plaza alargada donde está la iglesia de Santo Domingo. Ese espacio fue el Intipampa,
la plaza o llano del Sol, antes era unos doce metros más ancha de lo que es ahora, porque los constructores
de la iglesia colonial lo redujeron para levantar su templo.