Está en la página 1de 5

El texto ilustra las diferentes caras que puede tomar la argumentación en el contexto

científico caracterizando así la manera en que la retórica termina jugando un rol importante.
Para ello, recorre “El florecimiento de la retórica” en Galileo, “El gran argumento” de
Darwin, “Las observaciones y los cálculos” de los cosmólogos modernos para finalmente
indicar las funciones y las técnicas de la retórica científica.
Galileo: el florecimiento de la retórica.
En el texto “Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo”, Galileo pretende probar
que el sistema copernicano se encuentra por encima que el ptolemaico. Para tal fin, se vio
obligado a justificar tanto su método de prueba como las diversas especificidades de la
teoría. Lo anterior se encuentra relacionado con el hecho de que Galileo ubica en la cima de
la producción científica las experiencias sensoriales y las demostraciones matemáticas.
Dicho panorama termina por desplazar el papel de la retórica respecto al escenario
científico, dada su supuesta ineficiencia, pues la ciencia no es un diálogo con un alguien,
sino con la naturaleza misma. Esta postura resulta bastante polémica pues el mismo galileo
parece resultar sometido al uso de esta herramienta. Para ello, veamos algunos de los
argumentos que el autor caracteriza a lo largo del diálogo:
Argumento por réplica: este argumento, catalogado por el autor como parte de la “esencia
de la argumentación científica”, y que juega a favor (aunque de manera indirecta) de las
experiencia sensoriales, consiste en persuadir a un interlocutor que ha desestimado una
aseveración de la aceptación de la misma en virtud de la coherencia que debe guardar con
compromisos epistemológicos ya adquiridos.
Argumento por contra-ejemplo: en este caso, el autor cita dos argumentos en los cuales
Galileo produce dos contra ejemplos para mostrar cómo la matemática sí se puede aplicar a
la naturaleza. Sin embargo, los cambios de género que usa en dichos ejemplos parecen no
ser del todo legítimos, lo cual genera una brecha para la inserción de la retórica como
herramienta para propiciar claridad en el paso.
Argumento ad hominem: en el marco del debate acerca de si los cuerpos celestes son
generables y corruptibles, Galileo logra acorralar a Simplicio, pues si bien no logra probar
que los cuerpos celestes tienen los atributos en mención, muestra cómo las premisas del
interlocutor conllevan a conclusiones contrarias, haciendo que de manera indirecta no
pueda dar descrédito a lo propuesto por Galileo.
Argumento ad personam: como parte de un ataque a las observaciones a “ojo-desnudo” de
Simplicio, Salviati, ante la falta de efectividad de su iniciativa, cede el espacio para que
Sagredo termine por hacer un movimiento, en últimas, irrelevante (pues no prueba nada),
pero que termina por poner en duda la personalidad del interlocutor (Simplicio) a partir de
un aparente “desenmascaramiento” del origen de sus argumentos. Dicho procedimiento
raya en terrenos propios de la psicología, lo cual, en muchos casos podría catalogarse como
una maniobra inadecuada dado que genera una ruptura considerable dentro del movimiento
dialéctico, así su propósito sea semejable al promovido en el argumento ad hominem;
podría catalogarse como una radicalización del mismo.
Argumento basado en la facilidad: generado con la intención de apoyar la idea de que la
tierra se mueve así como la idea de que existen estrellas fijas. Dichos argumentos, si bien
no prueban las ideas en mención, apelan a una suerte de consenso en torno a ciertos valores
que ambas parten aceptan, a saber, la “economía” claridad del razonamiento, con el
objetivo de promover una suerte de tolerancia con la teoría rechazada, en virtud de que
probablemente aquella explicación que resulte más simple es la correcta. Este tipo de
argumento podría asemejarse o tomarse como un aplicación del conocido principio
medieval denominado “La navaja de Ockham”.
Argumento pragmático: dada la imposibilidad de que la teoría copernicana armonizara con
la totalidad de las observaciones, se presenta en este apartado, lo que el autor denomina un
“movimiento” retórico, el cual tiene como fin “escapar” de los rigurosos lineamientos de
una eventual regla metodológica (para este caso, aquella que promulgue rechazar cualquier
teoría cuyas predicciones no sean verificadas) bajo la esperanza de que el refinamiento
técnico pueda en el futuro concederle la razón a la teoría “bajo amenaza”.
El gran argumento de Darwin
Son dos tipologías metodológicas las que atraviesan la argumentación darwiniana, a saber,
la hipotético-deductiva y la inferencia a la mejor explicación. La eventual oscilación entre
estos dos referentes le llevó a desplegar, al igual que Galileo, una familia de métodos los
cuales se concretizaron gracias a una compleja estrategia que el autor logra explicar por
medio de tres conjuntos de argumentos con diferentes propósitos cada uno: argumentos de
descubrimiento, defensa y confirmación, siendo los dos primeros de tipo inductivo y
retórico mientras que el último conjunto de tipo deductivo e hipotético deductivo.
Dicho análisis pretende mostrar tanto los límites de la fuerza argumentativa darwiniana
como el hecho de que Darwin tuvo que recurrir a la retórica como producto justamente de
dichos límites a pesar de haber manifestado que seguiría con rigurosidad los principios
baconianos. Teniendo en cuenta el propósito del texto, el autor abarcó solamente los dos
primeros conjuntos, a partir de un análisis semejante al caso de Galileo. Traeré a colación
aquellos tipos de argumentos que resalten de manera clara el papel de la retórica en la
argumentación científica.
Argumento por doble jerarquía: en este apartado se muestra la manera en que Darwin
pretende inferir cierta propiedad en la dinámica natural a partir de la caracterización de una
dinámica semejante en el humano. Esto adquiere su fuerza a partir de un razonamiento del
tipo “si un efecto proviene de una causa determinada, un efecto superior y análogo puede
provenir de una causa superior y análoga”.
Argumento pragmático: dada la dificultad a la hora de explicar la formación del ojo,
Darwin, luego de trazar el límite explicativo de su teoría, plantea la necesidad de aceptar su
postura en virtud de los probables beneficios venideros o al menos para no perder lo ganado
hasta el momento. Efectivamente, es un caso análogo al expuesto con Galileo.
Absurdo y ridículo: para este caso, en medio de la respuesta de Darwin a la objeción acerca
de los órganos aparentemente perjudiciales para el portador o en su defecto beneficiosos
para otras especies, como es el caso de la serpiente que tiene un cascabel, se encuentra que
Darwin hace uso de la técnica en mención a pesar de que no refuta de manera directa la
objeción. La maniobra en cuestión promueve el descrédito de la contraparte a partir de la
comparación con una situación semejante (ejemplo del gato y el ratón) en la que resulte sin
sentido aplicar la regla usada en el caso anterior, en virtud de la semejanza de situaciones la
ponderación entre “niveles de sinsentido” conlleva a tolerar la propuesta darwiniana.
Argumento de lo posible: frente a algunas objeciones bastante potentes, Darwin no parece
encontrar más recursos que acudir a modificaciones de su teoría realizadas de manera
exclusiva para tratar las objeciones en cuestión procurando que dichas modificaciones, por
un lado no adquieran una excesiva fuerza epistemológica, por otro, se mantengan
compatibles con el resto de la teoría.
Sin embargo, parece que Darwin no logra mantenerse dentro de los dos criterios indicados
pues, por un lado, transita desde una caracterización de una situación en principio “no
imposible” (poco probable) a un escenario donde dicha situación adquiere total certeza
(modificación en la fuerza epistémica: caso de la cota en la modificación de una especie).
Por otro, Los cinco argumentos citados entran en tensión con ideas como las de
espontaneidad, gradualismo y el hecho de que las variaciones son benéficas para el
individuo en el cual se presentan. En todo caso, le ineficacia de la estrategia no hace que la
maniobra en mención sea improcedente en otros casos.
Observaciones y cálculos de los cosmólogos modernos
En este apartado, el autor resalta el hecho de que en muchos textos de cosmología se relata
de una forma, si se quiere superficial, la manera en que se disolvió la disputa entre las que
otrora fueran teorías en disputa, a saber, el modelo del estado estable y la teoría del big-
bang. En este sentido, y en pro de resaltar el papel de la retórica en este escenario, el autor
trae a colación diversos extractos argumentativos en los que se evidencia que la disputa en
mención no se resolvió de una manera tan espontánea, sencilla y directa, sino que por el
contrario, tuvieron lugar diversidad de intrincaciones y dificultades a la hora de tomar
partido; donde justamente las observaciones y los cálculos no resultaban concluyentes la
retórica comenzaba a fulgurar.
Argumento ad ignorantiam: de este contexto resalta lo que el autor denomina “regla
metodológica” la cual indica que “la ciencia nunca debe adoptar hipótesis que reduzcan su
alcance”, claro está con ciertas restricciones. En consonancia con esto, al argumento citado
hace referencia a que una teoría rival no se puede desechar si su contraparte no ha sido
probada. En este escenario, es posible incluir las teorías que pretender unificar de una
manera totalizante la física, teorías inspiradas por lo que otrora fuese uno de los sueños de
Einstein. Dichas teorías, se encuentran en una suerte de “repositorio” en espera de que la
capacidad de experimentación proporcione mayores elementos de juicio a pesar de que
algunas de ellas traen consecuencias contrasentido.
Argumento desde la autoridad: en este caso, se revelan dos reglas metodológicas
adicionales, a saber, no es conveniente introducir hipótesis ad hoc y sólo es posible
generalizar sobre una base representativa. Esto se articula con el que el argumento en
cuestión adquiere su fuerza en el hecho de que la teoría del estado-estable, se fundamenta
en la relatividad general, teoría que para mediados del siglo XX era ampliamente aceptada.
Posiblemente este tipo de argumentos sean bastante débiles ya que puede entrar en juego
una variable interpretativa asociada a la posibilidad de que la “nueva teoría” también pueda
adecuarse a la teoría de respaldo de la contraparte.
Argumento por definición: uno de los más grandes problemas que enfrentaba la teoría del
estado-estable, consistía en que al parecer violaba uno de los más antiguos y aceptados
principios en la física, a saber, que la energía se conserva; ni se crea ni se destruye. Sin
embargo, en este apartado se muestra cómo es posible acudir a la definición misma del
principio para así cuestionarle y determinar realmente cuán alto es el precio a pagar como
consecuencia de que dicho principio sea violado.
Las funciones y técnicas de la retórica científica
A este punto el autor ha ilustrado de manera aceptable el hecho de que la retórica circula en
el escenario científico, no como un adorno o como un facilitador divulgativo, sino como
parte esencial de los debates entre científicos, en especial en el momento en que dos teorías
mutuamente excluyentes entran en tensión. De igual forma, mostró que a pesar de que
Galileo, Darwin y Bondi predicaran obedecer si se quiere unívocamente a los criterios,
respectivamente, de la experiencia sensible, los principios baconianos o la presión de la
información empírica, incluso llegando a rechazar explícitamente la necesidad de usar
elementos retóricos, como fue el caso con Galileo, llegaron a hacer un uso considerable de
la retórica en el desarrollo de sus argumentos. Llegado a este punto, el autor sistematiza lo
que se podría considerar como las principales funciones y técnicas retóricas en el contexto
científico.
Elegir un procedimiento metodológico adecuado: en muchas ocasiones, nuevas teorías
suscitan nuevos métodos, lo cual exige al científico un doble trabajo respecto a la
comunidad científica, esto es, justificar la pertinencia de su método así como validar la
correspondencia entre su teoría y dicho marco. Esta es tal vez la tarea con mayor dificultad
pues obliga al científico a transitar entre lo que se podría llamar la frontera entre la
disciplina como tal y sus fundamentos epistemológicos. En este contexto resulta bastante
común apelar a argumentos ad hominem no en su versión falaz sino con el interés de
mostrar cómo el nuevo método puede llegar a ser compatible con principios o prácticas
aceptadas por los interlocutores y que en consecuencia les imposibilita rechazarlo en virtud
de dichos puntos de convergencia.
En muchas situaciones de este orden llega a ser necesario recurrir a la Interpretación de la
regla metodológica aún más si se tiene en cuenta que muchas de estas reglas circulan de
manera explícita en el quehacer científico incluso ni siquiera en los escenarios de
formación y práctica. La precisión de muchas de las reglas de este tipo se ha dado gracias
justamente a las diversas controversias suscitadas por teorías nuevas teorías. Así, suele ser
común la referencia a prácticas o posturas precedentes en pro dar una cabida a la nueva
teoría. A su vez, esta situación conlleva a que en ocasiones se deba revaluar la Aplicación
de una regla a un caso concreto propiciando la generación de dilemas bajo los cuales se
pueda ampliar la brecha de tolerancia hacia una nueva propuesta.
Con todo esto, se ha manifestado el grado de complejidad con el cual la ciencia que nos
llega por medio de los manuales se llega a concretar, siendo esta tarea nunca acabada pues
se ha ilustrado cómo muchas de las teorías consideradas paradigmáticas presentan ciertos
vacíos o huecos que tardan décadas o incluso siglos en ser atendidos y así mismo, no fueron
el producto de una plana, lineal o sencilla discusión o puesta en circulación.
Ahora bien, desde una perspectiva sociológica, es posible afirmar que esta ciencia en
construcción circula principalmente en el ámbito de la investigación de los países mal
llamados “de primer mundo”. Por otra parte, escenarios como el de la divulgación parecen
estar lejanos de denunciar este tipo de dinámicas, tanto en su dimensión retórica
argumentativa como social.
Sumado a lo anterior, al evidenciar el grado de importancia que llega a tener un manejo
sólido de las diversas técnicas argumentativas en el contexto científico, extraña con
preocupación el hecho de que las asignaturas asociadas a este campo son cada vez más
desestimadas en los procesos de formación científica. Dicha situación se torna
especialmente aguda en escenarios como Latinoamérica donde al parecer premia una
formación más instrumental eliminando así la posibilidad de formar científicos que puedan
llegar a realizar aportes considerables.

También podría gustarte