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Al terminar el primer decenio, el niño alcanza un equilibrio, por primera vez desde el
nacimiento y por último, donde las constantes biológicas, psicológicas y sociales concuerdan en
forma de fuerzas equivalentes.
A la infancia sucede la adolescencia, período que comprende, más o menos, los años que van
de los diez u once años, a los dieciocho o veinte años. El advenimiento de la adolescencia nos
plantea toda una revisión de nuestros conceptos acerca del desarrollo del ser humano. La
magnitud de los cambios y su profunda incidencia sobre la personalidad, tiene que llevarnos a
un análisis más exhaustivo de la nueva realidad que se va presentando y que, inevitablemente,
conduce a la consolidación de la individualidad que caracterizará al adulto.
Este trayecto de la infancia a la adultez representa para el ser humano un problema de
reformulación de todos los conceptos que tiene de sí mismo, como un ser diferente y único; sin
embargo, la preparación para la edad adulta no se logra sólo en la adolescencia, debe
comenzar en la infancia, pero es al final de la adolescencia cuando alcanza su culminación,
cuando hay que resolver las ambivalencias para lograr la independencia y autonomía.
En la actualidad, tenemos dificultad para poder definir y comprender el periodo adolescente,
debido a la tendencia a suponer que todos son iguales, que luchan por los mismos problemas y
demandas y que reaccionan entre ellos de un modo semejante. Así, por ejemplo, si vemos que
algunos adolescentes se muestran abiertamente contrarios a los valores dominantes de la
cultura de los adultos, sacamos como conclusión que la mayoría se halla en rebelión activa
contra la sociedad, nada comparable con las generaciones anteriores.
Lo mismo acontece frente a algunos actos "pseudo delincuentes" de adolescentes que motivan
una serie progresiva de programas de televisión y artículos de prensa sobre el tema. Sin
embargo, los testimonios empíricos que disponemos no confirman tales simplificaciones. Es
indudable que los adolescentes comparten cierto número de experiencias y problemas
comunes, como, por ejemplo, todos sufren los cambios fisiológicos y físicos de la pubertad y
del crecimiento ulterior de la adolescencia. Todos sienten la necesidad de establecer su propia
identidad, todos en última instancia, se enfrentan a la necesidad de ganarse la vida y de abrirse
camino como miembros independientes en la sociedad.
No obstante tales semejanzas, subsiste el hecho de que los adolescentes no son todos iguales y
no todos se enfrentan a las mismas exigencias de su ambiente, puesto que debemos considerar
que cada uno de ellos trae todo un estilo de comportamiento definido por su paso durante la
infancia; al mismo tiempo, son muy variadas las condiciones con que enfrentan la diversidad de
factores que le afectan durante este período.
Por otro lado, la adolescencia es, en todas las sociedades humanas, el período de profundos
cambios de una condición física, psicológica y social, de niño a adulto. Esta transición es
completamente diferente según las diversas culturas, tanto en la duración como en la manera
en que se logra. Sin embargo, en cualquier cultura, este periodo implica cambios en su
condición individual en relación con los demás, en los derechos y obligaciones; también implica
nuevas actividades e intereses, y hasta cambios en la presencia física como en la forma de
pararse y caminar. Por último, esta transición conlleva, en grados diversos, una modificación de
las relaciones con las personas adultas que hasta entonces se habían hecho cargo de él.
Mientras este período sea una larga etapa entre la infancia y la edad adulta, con
procedimientos confusos e insatisfactorios para progresar hacia la condición y responsabilidad
adulta, seguirá constituyendo un dilema para el adolescente.
Muchos adultos están desconcertados por la conducta del adolescente actual y,
probablemente, no sería menos cierto afirmar que muchos adolescentes se sienten perplejos
por no hallar en el mundo adulto un ideal con que modelar su propia identidad, ("Quería tan
sólo vivir aquello que tendía a brotar espontáneamente dentro de mí, ¿ por qué habría de
serme tan difícil?", proclama Hermann Hesse en su libro "Demián").
En general hemos tenido la tendencia a ver los problemas del adolescente a partir de las
dificultades y conflictos que su conducta presenta en el medio social, sin percatamos que
muchas dificultades se encuentran en las relaciones que nosotros, como adultos, tenemos con
el adolescente. Nuestra primera actitud cuando nos enfrentamos a un adolescente, debiera ser
la de aceptarlo tal cual es, como se presenta su conducta con todas sus ambivalencias y
contradicciones que lo caracterizan, con todos los fracasos y errores que cometa. Adoptando
esta actitud podremos, posteriormente, contribuir a reorientar el curso del desarrollo
adolescente.
Para nosotros los problemas del adolescente implican no sólo la actitud que adopta hacia el
mundo que le rodea, sino también las actitudes que tiene el mundo adulto con el adolescente.
Hasta hace poco, la mayoría de los estudios publicados sobre el adolescente se refieren al
adolescente mismo, enfocándolo desde el ángulo del porqué su conducta o desde las
dificultades que su comportamiento provoca al adulto que tiene que vivir con él.
Hace muy poco se ha intentado estudiar la conducta del adulto hacia el adolescente, qué
efecto tiene sobre éste y cuáles son las razones de que se produzcan esos efectos.
Esta transición de la infancia a la condición adulta puede ser muy dolorosa y difícil, pero no
necesariamente es así. La adolescencia no es por naturaleza un periodo de tormenta y tensión
como muchos piensan; lo que pasa es que los valores de los adultos en la cultura occidental,
así lo expresan. Esto provoca que los adolescentes se encuentren con restricciones y
frustraciones sucesivas cuando están mal preparados y que, por lo general, no encuentren
satisfactoria solución a sus problemas.
Es preciso que los adolescentes encuentren su lugar en una sociedad compuesta no sólo de sus
iguales, sino también de adultos a los que, como ciudadanos y miembros activos de la
sociedad, deben adaptarse.
En general, tenemos la impresión de que la adolescencia, por la confluencia muy especial de
factores biológicos, psicológicos y su repercusión social, configura en nuestra sociedad un
período crítico. Lo llamamos crítico por cuanto aparecen durante este período serias exigencias
de cambios en las formas de vida y estilos de comportamiento. No lo llamamos "crisis
adolescente" por cuanto ésta implica el quiebre en el funcionamiento del organismo, una
incapacidad para organizar constructivamente este quiebre lesionante.
Por contradictoria y conflictiva que aparezca la conducta del joven, en ningún caso es signo de
patología o caso psiquiátrico; igualmente, no todos los adolescentes se constituyen en "caso
problema".
d) Relaciones heterosexuales
Muchos adolescentes desean, o bien se ven obligados a establecer una relación heterosexual
en una edad temprana, con el resultado de que esas relaciones se inician a menudo mucho
antes de que hayan desarrollado la habilidad social necesaria para manejar una relación
profunda.
De todas maneras, los primeros acercamientos de los adolescentes entre sí son de verdadero
valor en el proceso de desarrollo, y sólo si se ven enfrentados a situaciones reales, pueden
aprender a manejarlas de un modo maduro.
Las citas constituyen una de las actividades sociales más importantes del adolescente; facilitan
la selección de la compañera y permiten al adolescente adquirir amplia gama de habilidades
sociales. Las citas pueden pasar de encuentros casuales, al andar en serio y al compromiso
matrimonial.
Los incentivos más notorios para acudir a reuniones con personas del sexo opuesto se expresan
por el ansia de compañía y la selección de pololas, pero la gratificación sexual, el
robustecimiento de la independencia, la búsqueda de status y la recreación, son también
importantes.
Los principales incentivos para las relaciones heterosexuales pueden ser de cuatro categorías:
- Gratificación sexual: La reunión heterosexual brinda oportunidad sancionada para el contacto
físico con miembros del sexo opuesto, mediante besos, abrazos, caricias, etc..
- Manifestar independencia: Las citas representan un medio para lograr la independencia de
los adultos y de las normas sancionadas por la sociedad. Se puede fumar, beber, programar
actividades, etc.
- Búsqueda de status: Las citas brindan oportunidad al adolescente para relacionarse con
miembros prestigiosos del sexo opuesto, que pueden ser vehículos para formar parte de un
grupo importante o moderno.
- Afán de participación: Las citas permiten, a veces, que el adolescente evite la soledad, el
aburrimiento, la ansiedad, las responsabilidades de trabajo que imponen los adultos, etc.
e) Relaciones sexuales
Se ha constituido un lugar común en la literatura especializada en el tema, de que las
relaciones sexuales en los adolescentes son cada vez más frecuentes y más precoces. Como
uno de los factores que predisponen a esta actividad se menciona el adelanto de la pubertad y
se observa que las muchachas alcanzan en la actualidad, su madurez sexual unos 10 meses
antes que sus madres.
La madurez femenina precoz (aunque no explica totalmente el hecho) facilita las relaciones
sexuales más tempranas que en otras épocas. La iniciación de la actividad sexual en
adolescentes puede darse sin la suficiente claridad acerca de los impulsos y necesidades. Así,
habrá muchachas que procuren tener relaciones sexuales por curiosidad, por no quedarse
atrás en relación con sus amigas, o bien para evitar sentimientos de soledad y aislamiento.
En otras oportunidades, pueden acceder a estas relaciones por exigencias del pololo o pareja
circunstancial, desarrollando posteriormente sentimientos de culpa y depresión.
No son infrecuentes las muchachas y muchachos que inician tempranamente vínculos que se
asemejan a los de una pareja adulta, pero que no corresponden a la precocidad emocional
sino, por el contrario, corresponde a sus inseguridades frente a la etapa adulta -que procuran
controlar a través de una apresurada imitación-, obteniendo con ello la sensación de que han
logrado el status que temen no alcanzar exitosamente.
A la precocidad de las relaciones sexuales, se añade la gran ignorancia de la fisiología femenina
en las muchachas, y que algunos autores denominan "ingenuidad fisiológica"; esto se traduce
en aspectos como:
1. En nuestro país, la desinformación que sufren las adolescentes se debe, en parte, a la
educación sexual escasa o casi inexistente en el plan de estudios de Educación Media. Los
adolescentes quedan entonces, abandonados a su suerte en un ambiente lleno de estímulos
psicosociales que utilizan el sexo como motivación; sin orientación y dirección en esta materia,
quedan expuestos a la fuerza de sus impulsos apremiantes.
2. La mayor parte de los adolescentes no utilizan un método eficaz para evitar los embarazos,
ya que muchos piensan que no pueden quedar embarazadas porque tienen relaciones sexuales
irregulares, realizan coito interrupto o dudan de su propia fertilidad, o creen que actúan dentro
del período "seguro" (no teniendo relaciones durante el ciclo menstrual).
3. Muchas adolescentes desconocen la existencia de métodos contraceptivos como la píldora o
los dispositivos intrauterinos, o bien, ya que éstos requieren para su uso de la intervención
médica, no la solicitan para evitar la desaprobación social. También refieren actitudes negativas
hacia los contraceptivos por considerarlos peligrosos para la salud.
Por otro lado, es conveniente destacar que diversos estudios han comprobado que el
incremento de las relaciones sexuales durante la adolescencia no ha determinado que las
muchachas dejen de pensar en el amor como prerrequisito a las relaciones sexuales. El ideal de
fidelidad ha comenzado a desplazar al de castidad.
Hay adolescentes que entran en las relaciones sexuales con menos culpabilidad y vergüenza
que en el pasado, porque confían más en el afecto y responsabilidad de su pareja. Muchos
adolescentes piensan que la muchacha debe ser virgen hasta el momento que se enamore,
mientras que en el pasado, el momento culturalmente aceptado era el matrimonio.
Son muchos los factores facilitadores para las relaciones sexuales y embarazos entre los
adolescentes, pero algunos nos parece importante señalar:
1. A los 15 años (edad crítica en que comienzan las relaciones sexuales) se produce una
reorganización actitudinal global en el adolescente, una verdadera "revolución" de la moral
sexual que evoluciona desde las normas tradicionales hacia una expresión absolutamente
permisiva. Este período de 3 a 4 años -que comienza a los 12-, es decisivo para la orientación
que va a tener la adolescente en la modificación de sus actitudes frente a la sexualidad
2. La literatura moderna sobre los adolescentes describe el uso del "chantaje afectivo" para
conseguir, de parte del varón, fines sexuales. La mayoría de las muchachas temen perder a su
compañero si rechazan el acto sexual y, por otro, en los adolescentes varones prima la
motivación de incrementar su autoestima masculina.
3. Si bien las adolescentes piensan en detenerse al comenzar la actividad sexual, ni el temor al
embarazo ni los sentimientos de culpa frente a las expectativas de los padres y hermanos son
un control suficiente; prima más en ellas el impulso sexual y el sometimiento a la pareja
masculina.
Todo este conjunto de factores y muchos otros ponen de manifiesto que la expresión activa de
la sexualidad es un complejo proceso bio-psicosocial que merece ser estudiado en sí mismo, y
más si éste es seguido de embarazo.
f) Madurez psicosexual
No hay ninguna duda de que muchos adolescentes se ven prematuramente envueltos en
actividades sexuales antes de haber alcanzado la madurez psicológica, que es parte inherente
de una verdadera adaptación heterosexual.
No es fácil formular una definición de qué es la verdadera madurez heterosexual.
La actitud madura frente a la sexualidad parece diferir poco de lo que es una actitud madura
frente al trabajo o la vida social. La madurez psicosexual está caracterizada por la
independencia, la fecundidad y el interés objetivo por las esferas sexual y social.
En otras palabras, el amor heterosexual maduro es mucho más que la mera capacidad de
responder físicamente a las experiencias sexuales. Abarca la responsabilidad global y es
expresión de una rica capacidad de brindar amor, así como de recibirlo.
Como la maduración sexual es un componente significativo del desarrollo psicológico,
cualquier ayuda que se pueda proporcionar para facilitar un sano crecimiento psicológico,
tendrá una incidencia directa sobre la facilidad con que pueda alcanzarse la madurez sexual. El
adolescente temerá menos los impulsos conflictuales que experimenta, si siente que está
realmente apoyado por aquéllos que ya han adquirido alguna seguridad en el mundo adulto.
En la medida que el adolescente vaya formulando su propia filosofía y sus propias normas,
desarrolla un criterio acerca de la conducta sexual.
Necesita también conocer los aspectos reales de la sexualidad. La realidad no está limitada a
los peligros del embarazo y de las enfermedades venéreas.
Se producen problemas psicológicos de mayor significación cuando el adolescente actúa
guiado por sus impulsos y no dentro del marco de su filosofía.
El comportamiento impulsivo que viola las actitudes esenciales produce un sentimiento de
culpa abrumador. Una salvaguardia para la tranquilidad emocional, la constituye una filosofía
con suficiente vitalidad, como para inhibir una respuesta a una estimulación momentánea, que
llevaría a un comportamiento inaceptable para la conciencia.
NECESIDADES BÁSICAS DEL ADOLESCENTE
La adolescencia se convierte potencialmente en un periodo lleno de tensiones y
contradicciones; esto se refleja en la discrepancia de las necesidades presentes en el
adolescente y en la competencia de su actualización en el medio social circundante.
Las necesidades de un organismo, como bien sabemos, no surgen o se activan por los cambios
internos como tales, ni tampoco por el estímulo de los acontecimientos en el ambiente de un
organismo cualquiera, por consiguiente, no pueden determinarse por el estudio de los
individuos solamente o de los ambientes, sino por el estudio de las personas cuando
establecen acciones reciprocas con dichos ambientes.
Las necesidades son las exigencias específicas individuales que imponen predisposición para
aliviar o corregir las deficiencias, desorganización o falta de equilibrio. Así definidas, las
necesidades pueden ser psicológicas, fisiológicas o sociales. Las necesidades son fuertes y
persistentes, y motivan interiormente los estados del organismo.
Así, en lugar de utilizar las necesidades básicas propias del organismo como punto de partida
de nuestra labor con ellos, deberíamos tratar de educar a los adolescentes para que
descubrieran, definieran y se dieran cuenta de sus propias necesidades.
a) Necesidad de status
Casi todas las características perturbadoras del adolescente, provienen del hecho de no haber
un reconocimiento social en términos de un status consistente para sus nuevas y mayores
capacidades.
Las múltiples caracterizaciones que hace el adolescente son una expresión de sus intentos por
definir un status. En sus intentos por lograr un status, la conducta del adolescente entra
rápidamente en conflicto con el ambiente; así, su forma de vestir, peinarse, caminar, hablar,
elegir sus amistades y actividades reflejan sus intentos por distanciarse de la infancia y
definirse como diferente del adulto.
b) Necesidad de independencia
El alto nivel de complejidad tecnológica, la profundización de la gama de conocimientos y las
exigencias competitivas, prolongan el periodo preparatorio para alcanzar una autonomía
eficiente, sin que, por otro lado, nuestra cultura haya sistematizado una instrumentalización
que permita al adolescente, la satisfacción de sus necesidades de ejercicio de la naciente
autonomía, en la toma de decisiones.
El adolescente tiene que llegar a orientarse para asumir una independencia que lo exprese,
dirigirse hacia roles y metas que tengan consonancia con sus habilidades y las posibilidades del
medio ambiente.
La nueva necesidad de independencia y la lucha por alcanzarla, constituyen la raíz de muchas
relaciones personales del adolescente y de las complicaciones consecuentes. El problema se
plantea porque el adolescente todavía no se siente ni está en condiciones suficientes de
madurez, para hacer uso adecuado de dicha independencia, con la responsabilidad que ella
implica.
c) Necesidad de autorrealización
Constituye ésta la necesidad de experimentar los distintos aspectos del propio Yo naciente para
poner a prueba la propia personalidad. El adolescente se siente desconcertado y acosado por
la pregunta "¿quién soy yo?". De aquí el deseo de muchos adolescentes de representar
distintos papeles, de hacerse actores, asumir distintos modos de conducta, de imitar, admirar a
personajes significativos, etc., deseos que el profesor debería aprovechar para educar
El adolescente necesita mostrar en la realidad, aquí y ahora, lo que se está dando en su
interior, de modo de ir definiendo su propia auto identidad. Poner a prueba los múltiples "Yo"
que afloran, muestran los primeros intentos por lograr la unificación de ellos, dentro de una
sola estructura psíquica estable, que a fines de la adolescencia culmina, con el logro de la
madurez. Aquí, entonces, la interrogante ya no va a ser "¿quién soy yo?", sino ¿"qué puedo
hacer con este Yo?".