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ADOLESCENCIA

(H. Castillo Gatica)

Al terminar el primer decenio, el niño alcanza un equilibrio, por primera vez desde el
nacimiento y por último, donde las constantes biológicas, psicológicas y sociales concuerdan en
forma de fuerzas equivalentes.
A la infancia sucede la adolescencia, período que comprende, más o menos, los años que van
de los diez u once años, a los dieciocho o veinte años. El advenimiento de la adolescencia nos
plantea toda una revisión de nuestros conceptos acerca del desarrollo del ser humano. La
magnitud de los cambios y su profunda incidencia sobre la personalidad, tiene que llevarnos a
un análisis más exhaustivo de la nueva realidad que se va presentando y que, inevitablemente,
conduce a la consolidación de la individualidad que caracterizará al adulto.
Este trayecto de la infancia a la adultez representa para el ser humano un problema de
reformulación de todos los conceptos que tiene de sí mismo, como un ser diferente y único; sin
embargo, la preparación para la edad adulta no se logra sólo en la adolescencia, debe
comenzar en la infancia, pero es al final de la adolescencia cuando alcanza su culminación,
cuando hay que resolver las ambivalencias para lograr la independencia y autonomía.
En la actualidad, tenemos dificultad para poder definir y comprender el periodo adolescente,
debido a la tendencia a suponer que todos son iguales, que luchan por los mismos problemas y
demandas y que reaccionan entre ellos de un modo semejante. Así, por ejemplo, si vemos que
algunos adolescentes se muestran abiertamente contrarios a los valores dominantes de la
cultura de los adultos, sacamos como conclusión que la mayoría se halla en rebelión activa
contra la sociedad, nada comparable con las generaciones anteriores.
Lo mismo acontece frente a algunos actos "pseudo delincuentes" de adolescentes que motivan
una serie progresiva de programas de televisión y artículos de prensa sobre el tema. Sin
embargo, los testimonios empíricos que disponemos no confirman tales simplificaciones. Es
indudable que los adolescentes comparten cierto número de experiencias y problemas
comunes, como, por ejemplo, todos sufren los cambios fisiológicos y físicos de la pubertad y
del crecimiento ulterior de la adolescencia. Todos sienten la necesidad de establecer su propia
identidad, todos en última instancia, se enfrentan a la necesidad de ganarse la vida y de abrirse
camino como miembros independientes en la sociedad.
No obstante tales semejanzas, subsiste el hecho de que los adolescentes no son todos iguales y
no todos se enfrentan a las mismas exigencias de su ambiente, puesto que debemos considerar
que cada uno de ellos trae todo un estilo de comportamiento definido por su paso durante la
infancia; al mismo tiempo, son muy variadas las condiciones con que enfrentan la diversidad de
factores que le afectan durante este período.
Por otro lado, la adolescencia es, en todas las sociedades humanas, el período de profundos
cambios de una condición física, psicológica y social, de niño a adulto. Esta transición es
completamente diferente según las diversas culturas, tanto en la duración como en la manera
en que se logra. Sin embargo, en cualquier cultura, este periodo implica cambios en su
condición individual en relación con los demás, en los derechos y obligaciones; también implica
nuevas actividades e intereses, y hasta cambios en la presencia física como en la forma de
pararse y caminar. Por último, esta transición conlleva, en grados diversos, una modificación de
las relaciones con las personas adultas que hasta entonces se habían hecho cargo de él.
Mientras este período sea una larga etapa entre la infancia y la edad adulta, con
procedimientos confusos e insatisfactorios para progresar hacia la condición y responsabilidad
adulta, seguirá constituyendo un dilema para el adolescente.
Muchos adultos están desconcertados por la conducta del adolescente actual y,
probablemente, no sería menos cierto afirmar que muchos adolescentes se sienten perplejos
por no hallar en el mundo adulto un ideal con que modelar su propia identidad, ("Quería tan
sólo vivir aquello que tendía a brotar espontáneamente dentro de mí, ¿ por qué habría de
serme tan difícil?", proclama Hermann Hesse en su libro "Demián").
En general hemos tenido la tendencia a ver los problemas del adolescente a partir de las
dificultades y conflictos que su conducta presenta en el medio social, sin percatamos que
muchas dificultades se encuentran en las relaciones que nosotros, como adultos, tenemos con
el adolescente. Nuestra primera actitud cuando nos enfrentamos a un adolescente, debiera ser
la de aceptarlo tal cual es, como se presenta su conducta con todas sus ambivalencias y
contradicciones que lo caracterizan, con todos los fracasos y errores que cometa. Adoptando
esta actitud podremos, posteriormente, contribuir a reorientar el curso del desarrollo
adolescente.
Para nosotros los problemas del adolescente implican no sólo la actitud que adopta hacia el
mundo que le rodea, sino también las actitudes que tiene el mundo adulto con el adolescente.
Hasta hace poco, la mayoría de los estudios publicados sobre el adolescente se refieren al
adolescente mismo, enfocándolo desde el ángulo del porqué su conducta o desde las
dificultades que su comportamiento provoca al adulto que tiene que vivir con él.
Hace muy poco se ha intentado estudiar la conducta del adulto hacia el adolescente, qué
efecto tiene sobre éste y cuáles son las razones de que se produzcan esos efectos.
Esta transición de la infancia a la condición adulta puede ser muy dolorosa y difícil, pero no
necesariamente es así. La adolescencia no es por naturaleza un periodo de tormenta y tensión
como muchos piensan; lo que pasa es que los valores de los adultos en la cultura occidental,
así lo expresan. Esto provoca que los adolescentes se encuentren con restricciones y
frustraciones sucesivas cuando están mal preparados y que, por lo general, no encuentren
satisfactoria solución a sus problemas.
Es preciso que los adolescentes encuentren su lugar en una sociedad compuesta no sólo de sus
iguales, sino también de adultos a los que, como ciudadanos y miembros activos de la
sociedad, deben adaptarse.
En general, tenemos la impresión de que la adolescencia, por la confluencia muy especial de
factores biológicos, psicológicos y su repercusión social, configura en nuestra sociedad un
período crítico. Lo llamamos crítico por cuanto aparecen durante este período serias exigencias
de cambios en las formas de vida y estilos de comportamiento. No lo llamamos "crisis
adolescente" por cuanto ésta implica el quiebre en el funcionamiento del organismo, una
incapacidad para organizar constructivamente este quiebre lesionante.
Por contradictoria y conflictiva que aparezca la conducta del joven, en ningún caso es signo de
patología o caso psiquiátrico; igualmente, no todos los adolescentes se constituyen en "caso
problema".

PUBERTAD Y ADOLESCENCIA PROPIAMENTE TAL


El largo período que va de la infancia a la adultez (más o menos desde los diez u once años, a
los dieciocho o veinte años) presenta características que necesariamente deben distinguirse en
cuanto a su inicio, como a su culminación. Así tradicionalmente, este período se ha entendido
en dos sentidos:
- Uno aplicado al desarrollo físico, que se refiere al período que comienza con el rápido
crecimiento y desarrollo de la pubertad y termina cuando se alcanza la plena madurez física.
Durante esta etapa inicial se comienza a manifestar la maduración sexual, caracterizada en las
niñas por el primer flujo menstrual o menarquia y, en los varones, por diversos signos, entre los
cuales, tal vez sea más confiable la presencia de espermatozoides en el flujo seminal. En
realidad, la pubertad no tiene límites claros ni en los varones ni en las mujeres.
En el sentido físico, la adolescencia es un fenómeno universal que acontece en todo organismo,
más o menos, entre los diez u once años y los trece o quince años de edad.
- En el plano psicológico y social, la adolescencia es una situación anímica, un modo de
existencia que aparece aproximadamente con la pubertad y finaliza al alcanzarse la plena
madurez social.
El tema central de la adolescencia propiamente tal es el de la identidad, el llegar a saber quién
es uno mismo, cuáles son sus creencias y sus valores, qué es lo que quiere realizar en la vida y
obtener de ella. El adolescente tiene que habituarse a un nuevo cuerpo renovado, con nuevas
capacidades para la sensación y acción, y tiene que alterar la imagen de sí mismo en
consonancia con ello. Junto con los cambios corporales, aparece una nueva constelación de
significados en su espacio vital.
La adolescencia psicológica, a diferencia de la física, se manifiesta sólo en algunas culturas, es
un fenómeno más particular que ocurre, más o menos, entre los trece o quince años y los
dieciocho o veinte años de edad.
Esta distinción tradicional entre pubertad y adolescencia es arbitraria y convencional, puesto
que entendida la adolescencia como un periodo transicional en el desarrollo, el paso de una
condición a otra, nunca es tan claro y definido; al mismo tiempo, sabemos que los cambios que
se operan en un organismo no son de un solo tipo o abarcan un solo aspecto de la
personalidad. Los cambios, en cualquiera de estos aspectos, comprometen toda la
personalidad. Lo único que podríamos aceptar, sería la mayor relevancia que estos tipos de
cambios tienen en la personalidad.
Así, parece comprensible que el inicio de la adolescencia (que podríamos llamar pubertad)
implique transformaciones de tipo físico, sin embargo, estos cambios afectan la nueva
concepción que el púber tiene de sí mismo, lo que lleva a una reestructuración de la propia
imagen corporal, así como el manejo de las nuevas necesidades que surgen.
Por otro lado, estas mismas transformaciones físicas y psicológicas tienen su implicancia en las
nuevas relaciones que mantiene con su ambiente (con los adultos y con sus iguales de ambos
sexos), la forma de percibirse y las expectativas que el medio tiene respecto a él.
En cambio, durante la adolescencia propiamente tal, la relevancia la tienen los cambios de tipo
psicológico y sociales en la conducta del adolescente y, en menor grado, son los cambios físicos
los que afectan su conducta.
En síntesis, lo que mejor caracteriza al adolescente es el cambio. Dicho cambio configura la
característica bio-psico-social del período adolescente.
CARACTERÍSTICAS DE LA CONDUCTA ADOLESCENTE
Para comprender la conducta del adolescente y las razones que permiten explicársela, deben
tomarse en cuenta algunos factores como:
- El crecimiento y desarrollo físico acelerado del púber.
- Carácter peculiar de los cambios psicológicos del adolescente y los cambios en el conjunto de
relaciones que establece con la sociedad.
El período de la pubertad o inicio del desarrollo adolescente, está caracterizado, sobre todo,
por una fuerte inestabilidad conductual. La vida afectiva domina sobre el resto de las funciones
psicológicas, como la percepción, el pensamiento, la valoración, etc.
El predominio afectivo es causa de la conducta lábil e inconstante del púber. Esta labilidad se
manifiesta en:
- Disposición de ánimo: Significa cambios bruscos del humor, es decir, pasa de un estado de
buen, a malhumor permanentemente.
- Autovaloración: El púber no sabe valorarse a si mismo objetivamente o tiene un concepto
sobrevalorado de sus atributos y capacidades, o cae en una consideración de sí mismo bastante
negativa y pobre.
- Pérdida de la ingenua seguridad en sí mismo: Surgen en los púberes fuertes sentimientos de
incertidumbre e inseguridad respecto a cómo actuar; en general, no sabe con certeza si está
obrando bien o mal.
- Significativa transformación de la imagen del mundo: El púber al enfrentarse bruscamente a
una nueva realidad desconocida todavía para él, progresivamente se vuelca sobre sí mismo, se
torna introvertido, y más importante es lo que sucede dentro de él, que lo que acontece en el
mundo externo.
Toda esta nueva conducta que presenta el púber no sólo desconcierta al adulto que vive con él,
sino que igualmente desconcierta al propio adolescente; esto puede explicarse a través de dos
tipos de experiencias a las cuales se ve enfrentado el adolescente.
- Tener que vivir situaciones nuevas: La nueva realidad que enfrenta el niño que llega a la
adolescencia (pubertad), le plantea situaciones nunca antes vividas ni sentidas, frente a las
cuales no tiene todavía las herramientas suficientes para manejarlas con eficacia. Todo esto
hace surgir en él la inseguridad de quién es, y los primeros intentos de poder y capacidad para
superarlas autónomamente. (No creo que yo sea tan torpe, lo que pasa es que últimamente
me he dado cuenta de que mis pies están más lejos de mi cabeza", manifiesta un púber).
Los fracasos, errores y decepciones son típicos en esta etapa. La intransigencia es la tónica que
muchas veces ni para el púber es convincente, constituyéndose ésta en la única forma que
tiene el adolescente para autoafirmarse, con el fin de conseguir cierta estabilidad en este
torbellino de cambios.
El negativismo y rebeldía del púber tienen importancia en relación con su búsqueda de la
identidad. La búsqueda de la identidad se revela en el modo con que el púber ensaya diversas
caracterizaciones.
- Tener que vivir situaciones superpuestas: La ambivalencia de sentimientos, intereses e
inquietudes hace vivir al púber, igualmente, situaciones superpuestas de no saberse niño ni
adulto. Todavía persisten fuertes sentimientos e intereses propios de la infancia; la
dependencia del niño es aún guía durante los años iniciales de la adolescencia.
Conjuntamente con esta realidad, se desarrollan fuertes sentimientos e impulsos de querer ser
igual al adulto. Esta situación ambigua se acompaña y afianza por el modo con que el mundo
de los adultos le hace vivir dichas situaciones superpuestas. Ahora, frente a una nueva realidad
no alcanzada de adulto, muchas veces lo incitan a actuar como tal, pero al mismo tiempo,
persisten en los controles y consideraciones propias del niño, en su forma de tratarlo.
A menudo, los púberes se consideran niños por un tiempo mayor del que debiera y del que
justifica su desarrollo físico. La conducta consiguiente hace que los adultos, con quienes
conviven, se pregunten por qué no crecen y actúan de acuerdo con la edad.
Para concluir estas consideraciones acerca del adolescente, señalemos que a medida que las
sociedades se desarrollan e industrializan, el período total de aprendizaje del adolescente se ha
prolongado, retrasando con ello la asunción del rol adulto, y el intervalo entre la madurez
sexual y la condición de adulto se hace cada vez mayor.
Así, en nuestra sociedad, el paso de la inmadurez a la madurez adulta, no está marcado por un
solo acontecimiento ni responde a un solo criterio. El mundo adulto le ofrece al adolescente
una información imprecisa acerca de su condición, lo que refuerza la ambigüedad con que se
considera a sí mismo.
En sociedades más primitivas, el acceso al status adulto está señalado explícitamente a través
de un ritual de iniciación, es decir, cuando el niño llega a la pubertad (con los cambios físicos),
es reconocido para participar activamente en el mundo de los adultos.
Las tensiones en esta transición, por lo tanto, aparecen fuertemente minimizadas. De aquí que
se convenga en definir la adolescencia propiamente tal como un fenómeno cultural, y que los
problemas que presentan nuestros adolescentes obedezcan a nuestras propias concepciones
acerca de la adolescencia.
El hecho esencial, por otro lado, que surge de una comparación de nuestra cultura con otras,
indica que la adolescencia psicológica no es un corolario necesario de la adolescencia física,
sino un fenómeno cultural producido por una demora en la asunción de los roles adultos; vale
decir, que cuanto más prolongamos el período sub-adulto, más complejas se hacen las reglas
que rigen el comportamiento del adolescente.

DESARROLLO FÍSICO Y MADURACIÓN SEXUAL


El acontecimiento individual más importante del desarrollo adolescente, consiste en los
cambios que se producen en el cuerpo del niño. Antes de ocurrir, el adolescente "es" un niño;
después, el adolescente puede "tener" un niño.
Entre los once y quince años, los adolescentes crecen rápidamente en casi todas las
dimensiones corporales (período de estirón); los genitales y órganos accesorios (caracteres
primarios del sexo) sufren cambios estructurales de importancia. Los adolescentes de hoy se
desarrollan proporcionalmente en forma más rápida que sus congéneres de épocas anteriores.
Aparte del cambio real de estatura, comienzan a aparecer los caracteres sexuales secundarios.
El crecimiento del vello púbico, la modificación de las formas infantiles, el desarrollo de los
pechos y los cambios que se producen en los genitales externos, son aspectos que se suman al
sentimiento de falta de familiaridad frente al propio cuerpo.
Desde el punto de vista del adolescente, la duración y extensión de estos cambios son
imprevisibles. Este aspecto desconocido se acrecienta por el hecho de que los cambios
corporales son extremadamente variables, cuando se compara un adolescente con otro.
Los cambios físicos tienen importancia por su repercusión en el plano psicológico, llevándolo
inevitablemente a reestructurar su esquema corporal; es así como tiene que adaptarse a su
cuerpo mudable y a la irrupción de sus facultades sexuales. Hay algunos adolescentes que al
atravesar este período no pueden andar con naturalidad, es como si una vez más tuvieran que
aprender el arte de la locomoción; tampoco saben qué hacer con sus manos.
Hasta atributos que se consideran deseables, pueden ser causa de turbación para el
adolescente, por ejemplo, los senos en las muchachas y los genitales en los varones.
La maduración sexual es un lugar de encuentro de lo biológico, psicológico y las influencias
sociales que modelan al adolescente. Es, también, un lugar de encuentro del presente y del
pasado, pues el comportamiento sexual tiene una historia que retrocede hasta la infancia
temprana.
La menarquía en las muchachas y el desarrollo de la maduración sexual en los muchachos,
constituyen una culminación del desarrollo endocrino que comienza mucho antes de la
pubertad.
La muchacha, por término medio, llega a la menarquia aproximadamente a la edad de trece
años, pero ese promedio no significa gran cosa, en vista de las amplias variaciones existentes
entre las adolescentes. El comienzo de ciclo menstrual no significa necesariamente capacidad
para concebir un hijo.
Por otro lado, las muchachas difieren notoriamente en la medida en que están preparadas para
su primera menstruación y su respuesta emocional a ella. Es posible que la respuesta de una
muchacha a este fenómeno, esté afectada por factores de su vida anterior, que han influido
sobre su personalidad global, por su actitud hacia sí misma como mujer, por lo que sepa acerca
de su madre, así como por su visión de la vida en general.
Los efectos emocionales de la menstruación estarán matizados por la tendencia de la
muchacha a la ansiedad o a sentirse culpable acerca de las funciones corporales. Una teoría en
relación a las reacciones psicológicas ante la menstruación, plantea que estas reacciones están
relacionadas con la aceptación o rechazo a su situación y a su papel como mujer.
Con respecto al adolescente varón, no existe un acontecimiento regular en la vida sexual que
pueda compararse con el ciclo menstrual de las muchachas. El aparato reproductor del
adolescente entra también en acción, pero sin orden ni concierto; se pasa por la experiencia de
las poluciones nocturnas, a la masturbación. Más bien las características sexuales secundarias
-el vello púbico y la presencia de andrógeno- son índices claros del inicio de la pubertad en los
adolescentes.
Hay muchos jóvenes que se muestran sensibles al crecimiento de sus órganos genitales, sobre
todo si creen que son pequeños, evitando aparecer desnudos. La sensación de ser diferentes
aflige a muchos adolescentes.
El cuerpo del adolescente y sus rasgos físicos pesan considerablemente en la imagen de si
mismo y en la idea que tiene de cómo aparece a los ojos de los demás. Es posible que la
imagen de sí mismo esté influida también por la valoración que los demás hagan de él.

a) Relación entre desarrollo físico y personalidad


Toda cultura tiene algunas reglas acerca del valor o de la falta de valor de algunas
características corporales. La posesión de características convenientes está asociada con el
atractivo sexual y con otros aspectos de la aceptación por parte del grupo. Los miembros de
nuestra cultura occidental vinculan algunos atributos anatómicos, con la fuerza o la debilidad, y
con el atractivo o la falta de atractivo sexual.
Es importante el papel que desempeñan las características físicas en la autoevaluación del
adolescente. Hay testimonios que indican: cuando los adolescentes se comparan a sí mismos
con el ideal estereotipado de su propio grupo de compañeros, la mayoría manifiesta no estar
del todo satisfecho con los resultados. La queja más común, tanto en hombres como en
mujeres, tiene que ver con defectos faciales y, especialmente, con trastornos de la piel. Otros
cambios deseados reflejan claramente ideales masculinos y femeninos estereotipados.
El adolescente al observar que no coincide con estos estereotipos culturales, suele tener un
mal concepto de sí mismo y se preocupa por su capacidad para atraer miembros del sexo
opuesto.

b) Maduración física temprana y tardía


En general, a los adolescentes que maduran precozmente, los adultos y los demás
adolescentes suelen considerarlos como más maduros y tienden a tratarlos y aceptarlos como
tales. Al parecer, esto hace que sientan poca necesidad de mejorar su rango o posición.
Comúnmente de entre sus filas suelen surgir los líderes más destacados de los últimos años de
la enseñanza media.
Por el contrario, los adolescentes físicamente retardados muestran, en general, muchas formas
de conducta relativamente inmaduras, debido quizás, en parte, a que los demás tienden a
tratarlos como los niños que parecen ser. Además, estos adolescentes dan testimonio de que
sienten la necesidad de contrarrestar de alguna manera su desventaja física, esforzándose más
por captar la atención de los demás, aunque en algunos casos, lo que hacen es retraerse.
El adolescente, cuyo desarrollo físico está retardado, queda expuesto a un ambiente socio-
psicológico que puede tener efectos adversos en el desarrollo de su personalidad. Ser
considerado y tratado por los demás como inmaduro, puede conducir a la formación de un mal
concepto de sí mismo, a la agudización del sentimiento de ser rechazado por los demás, a la
prolongación de las necesidades de dependencia y a actitudes de rebeldía frente a los padres.
Los adolescentes con desarrollo físico precoz, por otra parte, suelen tener experiencia de las
circunstancias ambientales que se prestan más, a que lleven a cabo un buen ajuste psicológico.
Los adolescentes que maduran precozmente, tienen intereses diferentes de los que maduran
en forma tardía. Así, por ejemplo, la muchacha de igual edad, pero que ha alcanzado la
menarquía, está más interesada en actividades sociales con el sexo opuesto, en su arreglo
personal, en la exhibición de su persona y se entrega más a ensoñaciones. Por otro lado, se
interesa menos por los juegos y deportes que requieren de una actividad vigorosa.
En síntesis, aunque la maduración física tardía, por lo general, parece ser un menoscabo, no
debemos olvidar que muchos otros factores afectarán también el ajuste social y emocional del
adolescente. Así, el que madura precozmente y presenta trastornos de la piel y otras
alteraciones físicas y sufre a causas de factores adversos en su hogar, tendrá más dificultades
para ajustarse socialmente que aquel otro, cuya maduración es ligeramente tardía, pero más
afortunado en otros aspectos.

c) Influencia del desarrollo físico en la conducta


- Hipocondría: Durante el período adolescente y hasta los inicios de la madurez, el adolescente
puede quejarse de muchos síntomas físicos y puede mostrarse muy preocupado acerca del
significado de dichos síntomas. Antes de suponer que estas quejas carecen de importancia,
debe hacerse un cuidadoso estudio para descartar la verdadera patología física. Es importante
tener en cuenta que durante este período de rápido crecimiento físico, el adolescente tiene
una mayor necesidad de ciertas comidas específicas. En consecuencia, algunos síntomas físicos
de los cuales se queja pueden deberse, en realidad, a una relativa desnutrición subclínica.
Sin embargo, con frecuencia se desarrollan durante la adolescencia verdaderos síntomas
hipocondríacos. En algunos casos, las incomodidades físicas son experimentadas realmente,
pero son idénticas a las sensaciones que siempre han estado presentes; sólo que ahora el
adolescente reacciona, frente a ellas, con mayor sensibilidad. En éste, el sistema neuro
sensitivo es especialmente reactivo a la sensación física.
En otros casos, la falta de familiaridad con el propio cuerpo, desempeña sin duda alguna un
papel en la actitud de queja de síntomas físicos. La "hipocondría" es, entonces, una indicación
de la ansiedad producida por los cambios físicos en curso.
El mecanismo del desplazamiento también puede explicar muchas quejas físicas. La ansiedad
frente a la sensación física se convierte en la representación simbólica de la ansiedad básica,
referida a la adaptación. El adolescente se siente incómodo y trata de estructurar la
incomodidad refiriéndola a su bienestar físico. Las preocupaciones físicas son más fáciles de
enfrentar, de exponer a los demás y de tranquilizar las imprecisas y nebulosas fuentes
psicológicas de la ansiedad.
- Acné: El acné representa un problema específico de la adolescencia. Las razones por las
cuales se desarrolla en los adolescentes son múltiples. Los cambios físicos en curso y el
desequilibrio glandular resultante son dos de los factores.
En muchos casos, los problemas emocionales acentúan indudablemente las dificultades que
tiene el adolescente. El propio acné es causa de perturbaciones emocionales y, de este modo,
se establece un círculo vicioso psicológico.
En el pasado, era bastante común que el adolescente asociara el acné con la masturbación.
Esta asociación ya no es tan corriente, debido a que existe una actitud más tolerante hacia la
masturbación.
- Masturbación: La masturbación es muy común hoy entre los varones y en la mayoría de las
mujeres. Adquiere durante la adolescencia singular importancia como medio de descarga
sexual, debido a las características propias del desarrollo y, a la vez, por las restricciones
sociales.
Esta actividad está arraigada en la búsqueda del placer, actitud propia de la estructura infantil
aún presente y, por otro lado, en el retraerse en sí mismo, propio de la actitud introvertida del
adolescente.
Según Kinsey, la máxima frecuencia de masturbación se da entre los once y catorce años. Antes
de los doce años, el 75 % de los hombres han tenido experiencia masturbatoria, y a los quince
años el 98 % se ha masturbado. En las mujeres, la incidencia es notoriamente menor.
Esta etapa se caracteriza por una falta de seguridad respecto a la finalidad del impulso sexual;
éste, no orientado todavía, dispone de más facilidades. El objeto sexual tampoco está todavía
definido, por lo cual es frecuente en la pubertad la posibilidad de excitación con miembros del
mismo sexo.
La masturbación, por su misma naturaleza, tiende a actuar en contra del desarrollo progresivo
y a afirmar influencias regresivas y de fijación. El objeto de la actividad masturbatoria reside en
la fantasía.
El problema mayor de la masturbación, consiste en la creación de sentimientos de culpa, ya
que esta práctica acarrea en el adolescente una alta cuota de ansiedad que a su vez lo lleva a la
masturbación, constituyéndose en un círculo vicioso. Por otro lado, la fuerza de los impulsos
que emergen lo lleva a dicha práctica.
Está comprobado que por lo menos el 90% de los varones se masturban para aliviar las
tensiones sexuales y se sienten culpables y avergonzados a causa de este tipo de práctica. Es
probable que estos sentimientos se originen en las actitudes que la sociedad tiene hacia el
sexo, que expresan temor y son siempre negativas.
Una vez que se expone la normalidad de esta práctica masturbatoria, el adolescente con
frecuencia querrá saber hasta cuántas veces puede considerarse normal la masturbación, sin
embargo resulta imposible contestar dicha pregunta. Un adolescente podrá hacerlo
ocasionalmente, pero eso mismo puede ser demasiado para otro.
En todo caso, hay que tener en cuenta que si la masturbación se convierte en una fuente de
grandes preocupaciones para el adolescente, quiere decir que algo anda mal en él.
Por lo general, lo que está mal no es la masturbación en si misma, sino el hecho de que el
adolescente tenga una preocupación o problema que lo lleva a consolarse en esa forma.
Finalmente, como ya dijimos, el objeto de la actividad masturbatoria se encuentra en la
fantasía, lo que significa que el masturbador experimenta una representación de objeto y
sujeto simultáneamente en dicha práctica (macho hembra, activo y pasivo). La adhesión
prolongada a la masturbación, por lo tanto, contrarresta la necesaria polarización sexual que
caracteriza la conducta sexual madura.

d) Relaciones heterosexuales
Muchos adolescentes desean, o bien se ven obligados a establecer una relación heterosexual
en una edad temprana, con el resultado de que esas relaciones se inician a menudo mucho
antes de que hayan desarrollado la habilidad social necesaria para manejar una relación
profunda.
De todas maneras, los primeros acercamientos de los adolescentes entre sí son de verdadero
valor en el proceso de desarrollo, y sólo si se ven enfrentados a situaciones reales, pueden
aprender a manejarlas de un modo maduro.
Las citas constituyen una de las actividades sociales más importantes del adolescente; facilitan
la selección de la compañera y permiten al adolescente adquirir amplia gama de habilidades
sociales. Las citas pueden pasar de encuentros casuales, al andar en serio y al compromiso
matrimonial.
Los incentivos más notorios para acudir a reuniones con personas del sexo opuesto se expresan
por el ansia de compañía y la selección de pololas, pero la gratificación sexual, el
robustecimiento de la independencia, la búsqueda de status y la recreación, son también
importantes.
Los principales incentivos para las relaciones heterosexuales pueden ser de cuatro categorías:
- Gratificación sexual: La reunión heterosexual brinda oportunidad sancionada para el contacto
físico con miembros del sexo opuesto, mediante besos, abrazos, caricias, etc..
- Manifestar independencia: Las citas representan un medio para lograr la independencia de
los adultos y de las normas sancionadas por la sociedad. Se puede fumar, beber, programar
actividades, etc.
- Búsqueda de status: Las citas brindan oportunidad al adolescente para relacionarse con
miembros prestigiosos del sexo opuesto, que pueden ser vehículos para formar parte de un
grupo importante o moderno.
- Afán de participación: Las citas permiten, a veces, que el adolescente evite la soledad, el
aburrimiento, la ansiedad, las responsabilidades de trabajo que imponen los adultos, etc.

e) Relaciones sexuales
Se ha constituido un lugar común en la literatura especializada en el tema, de que las
relaciones sexuales en los adolescentes son cada vez más frecuentes y más precoces. Como
uno de los factores que predisponen a esta actividad se menciona el adelanto de la pubertad y
se observa que las muchachas alcanzan en la actualidad, su madurez sexual unos 10 meses
antes que sus madres.
La madurez femenina precoz (aunque no explica totalmente el hecho) facilita las relaciones
sexuales más tempranas que en otras épocas. La iniciación de la actividad sexual en
adolescentes puede darse sin la suficiente claridad acerca de los impulsos y necesidades. Así,
habrá muchachas que procuren tener relaciones sexuales por curiosidad, por no quedarse
atrás en relación con sus amigas, o bien para evitar sentimientos de soledad y aislamiento.
En otras oportunidades, pueden acceder a estas relaciones por exigencias del pololo o pareja
circunstancial, desarrollando posteriormente sentimientos de culpa y depresión.
No son infrecuentes las muchachas y muchachos que inician tempranamente vínculos que se
asemejan a los de una pareja adulta, pero que no corresponden a la precocidad emocional
sino, por el contrario, corresponde a sus inseguridades frente a la etapa adulta -que procuran
controlar a través de una apresurada imitación-, obteniendo con ello la sensación de que han
logrado el status que temen no alcanzar exitosamente.
A la precocidad de las relaciones sexuales, se añade la gran ignorancia de la fisiología femenina
en las muchachas, y que algunos autores denominan "ingenuidad fisiológica"; esto se traduce
en aspectos como:
1. En nuestro país, la desinformación que sufren las adolescentes se debe, en parte, a la
educación sexual escasa o casi inexistente en el plan de estudios de Educación Media. Los
adolescentes quedan entonces, abandonados a su suerte en un ambiente lleno de estímulos
psicosociales que utilizan el sexo como motivación; sin orientación y dirección en esta materia,
quedan expuestos a la fuerza de sus impulsos apremiantes.
2. La mayor parte de los adolescentes no utilizan un método eficaz para evitar los embarazos,
ya que muchos piensan que no pueden quedar embarazadas porque tienen relaciones sexuales
irregulares, realizan coito interrupto o dudan de su propia fertilidad, o creen que actúan dentro
del período "seguro" (no teniendo relaciones durante el ciclo menstrual).
3. Muchas adolescentes desconocen la existencia de métodos contraceptivos como la píldora o
los dispositivos intrauterinos, o bien, ya que éstos requieren para su uso de la intervención
médica, no la solicitan para evitar la desaprobación social. También refieren actitudes negativas
hacia los contraceptivos por considerarlos peligrosos para la salud.
Por otro lado, es conveniente destacar que diversos estudios han comprobado que el
incremento de las relaciones sexuales durante la adolescencia no ha determinado que las
muchachas dejen de pensar en el amor como prerrequisito a las relaciones sexuales. El ideal de
fidelidad ha comenzado a desplazar al de castidad.
Hay adolescentes que entran en las relaciones sexuales con menos culpabilidad y vergüenza
que en el pasado, porque confían más en el afecto y responsabilidad de su pareja. Muchos
adolescentes piensan que la muchacha debe ser virgen hasta el momento que se enamore,
mientras que en el pasado, el momento culturalmente aceptado era el matrimonio.
Son muchos los factores facilitadores para las relaciones sexuales y embarazos entre los
adolescentes, pero algunos nos parece importante señalar:
1. A los 15 años (edad crítica en que comienzan las relaciones sexuales) se produce una
reorganización actitudinal global en el adolescente, una verdadera "revolución" de la moral
sexual que evoluciona desde las normas tradicionales hacia una expresión absolutamente
permisiva. Este período de 3 a 4 años -que comienza a los 12-, es decisivo para la orientación
que va a tener la adolescente en la modificación de sus actitudes frente a la sexualidad
2. La literatura moderna sobre los adolescentes describe el uso del "chantaje afectivo" para
conseguir, de parte del varón, fines sexuales. La mayoría de las muchachas temen perder a su
compañero si rechazan el acto sexual y, por otro, en los adolescentes varones prima la
motivación de incrementar su autoestima masculina.
3. Si bien las adolescentes piensan en detenerse al comenzar la actividad sexual, ni el temor al
embarazo ni los sentimientos de culpa frente a las expectativas de los padres y hermanos son
un control suficiente; prima más en ellas el impulso sexual y el sometimiento a la pareja
masculina.
Todo este conjunto de factores y muchos otros ponen de manifiesto que la expresión activa de
la sexualidad es un complejo proceso bio-psicosocial que merece ser estudiado en sí mismo, y
más si éste es seguido de embarazo.

f) Madurez psicosexual
No hay ninguna duda de que muchos adolescentes se ven prematuramente envueltos en
actividades sexuales antes de haber alcanzado la madurez psicológica, que es parte inherente
de una verdadera adaptación heterosexual.
No es fácil formular una definición de qué es la verdadera madurez heterosexual.
La actitud madura frente a la sexualidad parece diferir poco de lo que es una actitud madura
frente al trabajo o la vida social. La madurez psicosexual está caracterizada por la
independencia, la fecundidad y el interés objetivo por las esferas sexual y social.
En otras palabras, el amor heterosexual maduro es mucho más que la mera capacidad de
responder físicamente a las experiencias sexuales. Abarca la responsabilidad global y es
expresión de una rica capacidad de brindar amor, así como de recibirlo.
Como la maduración sexual es un componente significativo del desarrollo psicológico,
cualquier ayuda que se pueda proporcionar para facilitar un sano crecimiento psicológico,
tendrá una incidencia directa sobre la facilidad con que pueda alcanzarse la madurez sexual. El
adolescente temerá menos los impulsos conflictuales que experimenta, si siente que está
realmente apoyado por aquéllos que ya han adquirido alguna seguridad en el mundo adulto.
En la medida que el adolescente vaya formulando su propia filosofía y sus propias normas,
desarrolla un criterio acerca de la conducta sexual.
Necesita también conocer los aspectos reales de la sexualidad. La realidad no está limitada a
los peligros del embarazo y de las enfermedades venéreas.
Se producen problemas psicológicos de mayor significación cuando el adolescente actúa
guiado por sus impulsos y no dentro del marco de su filosofía.
El comportamiento impulsivo que viola las actitudes esenciales produce un sentimiento de
culpa abrumador. Una salvaguardia para la tranquilidad emocional, la constituye una filosofía
con suficiente vitalidad, como para inhibir una respuesta a una estimulación momentánea, que
llevaría a un comportamiento inaceptable para la conciencia.
NECESIDADES BÁSICAS DEL ADOLESCENTE
La adolescencia se convierte potencialmente en un periodo lleno de tensiones y
contradicciones; esto se refleja en la discrepancia de las necesidades presentes en el
adolescente y en la competencia de su actualización en el medio social circundante.
Las necesidades de un organismo, como bien sabemos, no surgen o se activan por los cambios
internos como tales, ni tampoco por el estímulo de los acontecimientos en el ambiente de un
organismo cualquiera, por consiguiente, no pueden determinarse por el estudio de los
individuos solamente o de los ambientes, sino por el estudio de las personas cuando
establecen acciones reciprocas con dichos ambientes.
Las necesidades son las exigencias específicas individuales que imponen predisposición para
aliviar o corregir las deficiencias, desorganización o falta de equilibrio. Así definidas, las
necesidades pueden ser psicológicas, fisiológicas o sociales. Las necesidades son fuertes y
persistentes, y motivan interiormente los estados del organismo.
Así, en lugar de utilizar las necesidades básicas propias del organismo como punto de partida
de nuestra labor con ellos, deberíamos tratar de educar a los adolescentes para que
descubrieran, definieran y se dieran cuenta de sus propias necesidades.

a) Necesidad de status
Casi todas las características perturbadoras del adolescente, provienen del hecho de no haber
un reconocimiento social en términos de un status consistente para sus nuevas y mayores
capacidades.
Las múltiples caracterizaciones que hace el adolescente son una expresión de sus intentos por
definir un status. En sus intentos por lograr un status, la conducta del adolescente entra
rápidamente en conflicto con el ambiente; así, su forma de vestir, peinarse, caminar, hablar,
elegir sus amistades y actividades reflejan sus intentos por distanciarse de la infancia y
definirse como diferente del adulto.

b) Necesidad de independencia
El alto nivel de complejidad tecnológica, la profundización de la gama de conocimientos y las
exigencias competitivas, prolongan el periodo preparatorio para alcanzar una autonomía
eficiente, sin que, por otro lado, nuestra cultura haya sistematizado una instrumentalización
que permita al adolescente, la satisfacción de sus necesidades de ejercicio de la naciente
autonomía, en la toma de decisiones.
El adolescente tiene que llegar a orientarse para asumir una independencia que lo exprese,
dirigirse hacia roles y metas que tengan consonancia con sus habilidades y las posibilidades del
medio ambiente.
La nueva necesidad de independencia y la lucha por alcanzarla, constituyen la raíz de muchas
relaciones personales del adolescente y de las complicaciones consecuentes. El problema se
plantea porque el adolescente todavía no se siente ni está en condiciones suficientes de
madurez, para hacer uso adecuado de dicha independencia, con la responsabilidad que ella
implica.

c) Necesidad de autorrealización
Constituye ésta la necesidad de experimentar los distintos aspectos del propio Yo naciente para
poner a prueba la propia personalidad. El adolescente se siente desconcertado y acosado por
la pregunta "¿quién soy yo?". De aquí el deseo de muchos adolescentes de representar
distintos papeles, de hacerse actores, asumir distintos modos de conducta, de imitar, admirar a
personajes significativos, etc., deseos que el profesor debería aprovechar para educar
El adolescente necesita mostrar en la realidad, aquí y ahora, lo que se está dando en su
interior, de modo de ir definiendo su propia auto identidad. Poner a prueba los múltiples "Yo"
que afloran, muestran los primeros intentos por lograr la unificación de ellos, dentro de una
sola estructura psíquica estable, que a fines de la adolescencia culmina, con el logro de la
madurez. Aquí, entonces, la interrogante ya no va a ser "¿quién soy yo?", sino ¿"qué puedo
hacer con este Yo?".

d) Necesidad de búsqueda de un nuevo esquema de valores propios


Esta necesidad es mucho más difícil de satisfacer en nuestra sociedad actual, puesto que la
conducta y los valores de los padres han dejado de ser modelos, pues a los ojos del
adolescente, aparecen anticuados en comparación con los modelos ofrecidos por el grupo de
pares y los medios de comunicación social.
Por otra parte, en su proceso de independencia de los padres, el adolescente no sólo responde
sino que, con frecuencia, se opone al sistema de valores de éstos.
El estar expuesto a veloces cambios sociales, a distintos sistemas de valores seculares y
religiosos y a la tecnología moderna, hace que el mundo aparezca ante el joven como
demasiado imprevisible, ambiguo e incapaz para ofrecerle un marco de referencia estable.
Hace esfuerzos, por lo tanto, por adquirir un sistema de valores con respecto a la estética, la
religión, el amor, la amistad, la verdad, el poder, la autoridad, el dinero, los derechos humanos,
etc., como reflejo de su propia identidad.
El adolescente experimenta estos valores de manera subjetiva, con implicación personal y su
reacción más frecuente es la de aceptación o de rechazo, igualmente fuertes; los asimila a sus
propias experiencias personales y los evalúa, de acuerdo con sus propias ideas, creencias y
juicios.
3.3.1. CAMBIOS PSÍQUICOS Y AUTOIDENTIDAD
Hasta ahora nos hemos referido al juego recíproco entre la dinámica del desarrollo natural y la
dinámica sociocultural. Sin embargo esto no es todo, pues un tercer factor debe ser
considerado aquí, cual es la autoformación individual: la constitución de un Yo que guía y da
sentido a la personalidad de cada ser.
El hombre es una existencia de punto de intersección de tres campos de energía: el desarrollo
natural, la determinación sociocultural y la autoformación a través del Yo. Todo esto da la
cualidad fundamental del ser humano, o sea, la capacidad de transformación, la posibilidad de
llegar a autorrealizarse y alcanzar su plenitud en cuanto a desarrollo de la personalidad.
Nunca antes, ni después, el ser humano se encuentra más necesitado por afirmar su propia
autoidentidad, que en la adolescencia. Como dice Erickson, la adolescencia implica una crisis
de identidad.
Dadas las aptitudes integradoras recién encontradas por el adolescente, su tarea consiste en:
reunir todas las cosas que ha aprendido acerca de si mismo, como hijo, alumno, hermano,
compañero, etc., integrar esas diferentes imágenes de sí mismo, en un todo que tenga sentido
y que muestre continuidad con su pasado, al mismo tiempo que lo prepare para el futuro.
La inseguridad del status, condicionada por la variabilidad de las exigencias y la identificación
con las más diversas personas respectivas, tienen su equivalente psíquico en la confusión de la
identidad.
La superación de la crisis de identidad y la constitución de la autoidentidad, están en relación
con la continuidad del desarrollo. El Yo adolescente adecuado, propio de esta etapa, sólo
puede desarrollarse correctamente si la fase preparatoria de la infancia se ha traspuesto más o
menos con éxito.
El Yo, para hacer frente a la pubertad y adolescencia, requiere de los logros realizados durante
la infancia, particularmente en 10 que dice relación a su capacidad para objetivar la realidad,
mantener el control emocional sin desorganizarse, evaluarse más o menos objetivamente y
relacionarse adaptativamente a la realidad.
Esquemáticamente, se puede decir que el logro psíquico de la infancia temprana está en el
dominio del cuerpo; el de la niñez tardía, en el dominio del ambiente y el de la adolescencia,
en el dominio de las emociones.
La historia del Yo revela que éste se modela progresivamente en cada etapa a través de la
organización de los impulsos. La fase que cierra la adolescencia se caracteriza por una actividad
del Yo integrativa y adaptativa, más que defensiva.
El Yo está preparado, por las realizaciones de la infancia, para enfrentarse a las crecientes y
complejas condiciones, tanto internas como externas. Sin embargo, el Yo no está preparado
para la magnitud de la tarea con que lo confronta la pubertad. Las presiones a que está
expuesto el Yo en la adolescencia, cambian cualitativa y cuantitativamente.
Durante esta etapa, se produce un conflicto entre los impulsos inherentes y las exigencias de la
realidad externa. En la adolescencia ha aparecido la conciencia de si y ésta participa de este
conflicto. El adolescente lucha por encontrar normas de conducta que le den una satisfacción
directa o sucedánea de sus impulsos de origen interno, dentro del marco de la realidad, sin
violar las restricciones de la conciencia.
Todo esto es posible durante la adolescencia, debido a que en esta etapa tiene lugar un cambio
significativo en el desarrollo cognoscitivo. El adolescente se vuelve capaz de generar hipótesis
en forma sistemática y flexible, de cotejarlas con pruebas y testimonios; surge, así el
pensamiento formal. Este cambio hace aumentar considerablemente su capacidad de
entenderse consigo mismo y con el mundo que lo rodea. Con facilidad puede realizar la
introspección, y advertir las diferencias entre cómo son las cosas y cómo podrían ser.
La conservación más importante de la introversión es el descubrimiento del Yo. El niño tuvo
también una conciencia de Yo, pues ésta apareció ya, por primera vez, durante la primera
infancia; entonces, descubrió su Yo activo, su Yo que vencía o sufría la resistencia del mundo
externo. Fue lo que podríamos denominar un "Yo práctico".
En la niñez tardía, se ha dado un paso más en el sentido de que se despierta en él la actitud
crítica frente al propio individuo, pero dicha actitud se refiere sólo a lo externo, es un "Yo
fenoménico", que se manifiesta en las propiedades corporales, así como en el comportamiento
y en las consecuencias exteriores de sus actos.
Por último, en la pubertad, el hombre mira dentro de sí y encuentra en sí mismo el mundo de
los pensamientos, de los sentimientos, de los estados de ánimo, de las emociones, de los
impulsos, de las aspiraciones y de los deseos. En una palabra, descubre su "Yo psíquico
El adolescente experimenta el mundo interior en lo que tiene de distinto, no sólo frente al
mundo concreto externo, sino también frente al mundo psíquico de los que lo rodean,
resumido en lo que tiene de único. Es la experiencia fundamental de "individuación" que se
vive originalmente. Debido a esta experiencia, la distancia entre el Yo y el mundo alcanza su
máxima expresión. El proceso de alejamiento del sujeto con respecto al objeto, ha entrado en
su última fase.
El descubrimiento del Yo interno, que recién entonces se experimenta como separado del
mundo externo, despierta no sólo sentimientos de soledad, sino también la necesidad de hacer
experimentos con el propio Yo, no diferenciado todavía, con el fin de establecer la unidad del
Yo. Esto produce tres efectos:
- El adolescente hace una revisión de todas las ideas y relaciones que hasta ese momento
fueron incuestionables. Esto lo lleva a rebelarse contra las costumbres, la tradición, la familia,
la escuela y otras instituciones sociales.
- En sus intentos por unificar su conciencia de Yo, se incrementa en el joven la necesidad de
reconocimiento social y de relaciones personales.
- Por último, necesita experimentar con los distintos aspectos de su Yo, con el fin de alcanzar
una noción de síntesis única que lo defina como una personalidad.
Una vez que el mundo psíquico propio se ha convertido en objeto de su atención, se despiertan
en el adolescente dos tipos de actitudes:
- Tendencia a la reflexión sobre sí mismo y a la autocrítica. El adolescente medita sobre sí
mismo, se escucha, observa sus procesos y estados psicológicos y adopta una actitud crítica
frente a sí mismo.
- Actitud reflexiva y crítica con respecto a la vida psíquica de los demás. Los adolescentes ven a
sus padres y compañeros bajo una actitud crítica; sin embargo, no se reduce ya, como antes, al
obrar, sino que va al fondo psíquico.
También la adquisición y ruptura de amistades no se basan ya, como antes, en rasgos y
manifestaciones externas sino en cualidades de la personalidad concebidas de un modo crítico.
Finalmente, este proceso de descubrirse a sí mismo, o sea, esta búsqueda de la propia
autoidentidad, podemos observar que está muy ligado a las ya mencionadas necesidades
básicas del adolescente:
- El adolescente, en este descubrirse a sí mismo ha de afrontar preguntas acerca de su origen y
sus dotes personales ("¿quién soy yo?"). Otra parte importante de la fijación de la identidad,
consiste en definir y aceptar el papel sexual que le corresponda. Aquí hablamos de la necesidad
de status.
- Cuando el adolescente se encuentra en el proceso de descubrirse a sí mismo, afronta muchas
alternativas de realización, al menos, todavía en teoría. Esto se evidencia principalmente en la
crisis vocacional y representa la necesidad de autorrealización.
- La búsqueda de la autoidentidad durante la adolescencia; el ser humano debe superar su
dependencia de los padres y otros adultos, lo que significa la necesidad de independencia.
- Finalmente, el descubrirse a sí mismo significa para el adolescente formularse, en forma más
o menos clara, un esquema de valores, constituyendo los rudimentos de una filosofía de vida
propia; representa la necesidad de búsqueda de un esquema de valores propios.

RELACIONES FAMILIARES Y ADOLESCENCIA


Mucho se ha escrito acerca de las relaciones del adolescente con sus padres y la influencia que
estas relaciones tienen sobre las actitudes que adopta y las metas que persigue.
Durante la primera década de la vida, el hogar es ciertamente, el centro de la existencia del
niño. La familia transmite, evalúa e interpreta la cultura al niño, lo moldea.
A la infancia sucede la adolescencia y, con el advenimiento de la pubertad, el mundo se
agranda para incluir muchos otros elementos, algunos de los cuales son compatibles y otros
incompatibles con la condición de la familia. La opinión de la familia ya no es el criterio para
calificar lo bueno o lo malo; se hace cada vez más evidente la ausencia de ideas comunes en las
relaciones adolescente-padres.
Por lo general, el conflicto entre padres y adolescentes se centra en torno a cosas comunes: el
uso del maquillaje en las muchachas, el modo de vestir en los adolescentes, el horario para
acostarse o volver a casa, el uso del auto de la familia, las tareas domésticas, etc.
El empeoramiento en las relaciones padres-adolescentes, acontece cuando los adolescentes no
logran ajustarse al cambio de las necesidades de sus padres. Así si un adolescente interpreta
mal la conducta de sus padres y piensa que lo rechazan o lo quieren menos, se volverá ansioso,
inseguro y rebelde. Los padres, a su vez, al no comprender el comportamiento del adolescente
se sentirán despreciados y rechazados, asimismo rechazarán al hijo, originándose una mutua
hostilidad.
Esquemáticamente esta situación puede representarse del modo siguiente:

a) Etapas en la relación adolescente-padres


Un concepto muy extendido, cuando hablamos de las relaciones adolescente padres, es el que
reconoce el fracaso de la familia en su tarea educativa como punto de partida del desajuste
psicosocial del adolescente; esta afirmación no considera otros factores que influyen en las
relaciones del adolescente y su contorno familiar. Ellos son:
- El ambiente social, cultural y económico de la vida cotidiana del adolescente (se incluye aquí
el grupo de pares).
- El ambiente y posibilidades de socialización que entrega la escuela.
- No reconoce la importancia de las motivaciones surgidas de las propias transformaciones
biológicas y psicológicas del adolescente.
El ser adolescente no sólo plantea problemas al propio sujeto, que se ve enfrentado a un
conjunto de tareas nuevas en un momento de su desarrollo; también constituye un problema
para los adultos que viven con él obligándolos a revisar todos sus esquemas de conducta,
sentimientos, y valores para poder relacionarse.
Por todo esto, las consideraciones que se hagan acerca de la adolescencia tienen que tratar las
relaciones con su familia, así como en la infancia.
Las relaciones del adolescente con sus padres pueden ser vistas como un desarrollo en tres
etapas:
- En los comienzos de la adolescencia-pubertad, continúa como en la infancia necesitando a sus
padres; depende y está profundamente influido por ellos. Sin embargo, empieza a tornarse un
observador más perspicaz que antes, de sus padres; en forma progresiva, se siente más
interesado por el mundo ajeno al hogar. En términos psicológicos, comienza a dejar la casa
para adentrarse en ese mundo más complejo, en el que finalmente ha de participar como
adulto dueño de sí mismo.
- En segundo lugar, el adolescente lucha por la emancipación. Para alcanzar su calidad de
adulto, ha de superar la dependencia infantil de sus padres, debe renunciar a su fidelidad filial
y ser capaz de prepararse para representar el papel adulto. Aun cuando la lucha por la
emancipación es, a veces, una operación relativamente pacífica, en ocasiones ésta se torna
turbulenta, llena de conflictos y cargada de ansiedad tanto por parte del adolescente, como
por parte de los padres.
- Por último, si todo ha ido bien, la lucha por la emancipación cesa, cuando el adolescente
ocupa su lugar entre los adultos, sus iguales; sin embargo, el desarrollo no ha terminado, pues
la influencia de los padres se prolonga más allá en la vida adulta.
En la medida que las relaciones familiares sean rígidas y no consideren las nuevas tareas que la
adaptación impone, surgen las crisis en la familia. Esto se ve aumentado en familias con hijos
adolescentes, por cuanto las tareas propias de este ciclo de la vida exigen una particular
plasticidad y flexibilidad en las relaciones familiares que permita una readecuación de los roles.
A menudo aumentan las dificultades de los padres pues éstos están pasando por una fase
crítica de la vida, -la edad mediana- y se esfuerzan por aceptar los límites de su propia vida, las
frustraciones de sus ambiciones e ideales, justo en el momento en que el adolescente siente
que la vida se abre ante él. Su carácter expansivo contrasta con el conservantismo de la edad
mediana. El idealismo del adolescente irrita a la persona de mediana edad.

b) Lucha por la independencia


La rebeldía del adolescente refleja, a menudo, el esfuerzo necesario que éste tiene que hacer
para superar los lazos que lo unen a sus padres y no una expresión de la hostilidad del
adolescente hacia éstos. El adolescente tiene que convencerse y convencer a sus padres de que
ya no los necesita, y que tanto él como ellos son muy distintos. No son los mismos que vivieron
su niñez como adultos, unos y como niño, el actual joven. ("Lo que pasa con los padres es que
ellos nos conocieron cuando nosotros éramos pequeños", manifiesta un adolescente de
catorce años.
En la búsqueda de una mayor independencia de acción para sí mismo, el adolescente
encuentra defectos en la conducta y personalidad de los padres, especialmente en lo que toca
a sus acciones y normas éticas. Por diversas razones, tiende a magnificar esas deficiencias.
Las relaciones se complican todavía más cuando el adolescente se siente culpable a raíz de la
hostilidad hacia los padres. Teme las represalias y se siente ansioso por su incapacidad de
obtener la independencia.
Por otro lado, dadas las características respecto al Yo adolescente, particularmente por la falta
de definición de sí mismo, no está de ningún modo seguro de que desea liberarse y expresar
las nuevas necesidades que se agitan en él.
Aunque los padres no compartieran esta ambivalencia del adolescente, éste los pondría en una
situación de conflicto, pues cualquier cosa que hagan provocará resentimiento. Si ejercen
control, los encontrará entrometidos y dominantes; si dejan que decida por sí mismo, los
considerará negligentes y despreocupados.
Por otra parte, si los padres le niegan la independencia que ya tienen sus amigos, su
resentimiento lo lleva al menosprecio de sus progenitores. Adopta, por consiguiente, una
actitud negativa hacia ellos y hacia todo lo que dicen o hacen; se vuelve hacia personas ajenas
en procura de ayuda, consejo y compañía; repudia los planes paternos en relación con su
futuro y trata de hacer, precisamente, lo contrario de lo que desean.
Cuando los padres le conceden cierta independencia al adolescente, aunque no idéntica a la de
sus amigos, probablemente la usará mal para convencer a sus padres de que es tan
independiente como ellos. Puede suceder en este caso que los padres vuelvan a imponer
restricciones que ocasionará un aumento de la rebeldía por parte del adolescente.
Todo esto nos plantea que la lucha por la independencia no sólo es un problema para el hijo,
sino que también lo es para los padres. Algunos de éstos encuentran difícil dejar que se vaya un
hijo de su lado, sobre todo si no han adquirido gradualmente el hábito de permitirles que
tengan cada vez más libertad y autodeterminación, a partir de la infancia.
Hay muchos medios utilizados por los padres, para impedir que su hijo se haga mayor y haga
efectiva su autonomía e independencia. En general, podemos reconocer cuatro tipos de
conductas o actitudes de los padres que obstaculizan la independencia de sus hijos
adolescentes:
- Ser prohibitivos: negando al adolescente el derecho de encontrarse con personas del sexo
opuesto, el derecho de elegir sus amistades, prohibiendo formas de comportamientos y de
presentación personal, frecuentar ambientes donde suele desenvolverse el adolescente, etc.
- Apelar a la gratitud: obligar al adolescente a responder a los sacrificios hechos por ellos en el
pasado, sometiéndolo a hacer lo que ellos creen importante y valioso.
- La sobreprotección: abrumar al adolescente con regalos, con apoyo permanente o
solucionándole todos sus problemas, haciendo todo por él, con la consecuencia de que el
adolescente en realidad no puede hacer gran cosa por si mismo.
- Apelar a la compasión: se recurre a la compasión con el fin de tener quien le ayude y haga las
cosas de la casa o haciéndole ver que debe permanecer a su lado por lo desvalido que se
encuentra. En casos extremos pueden recurrir a la invalidez física y emocional.
Queda claro que la independencia del adolescente no es sólo un problema para el hijo;
también lo es para los padres. Algunos padres encuentran difícil dejar que se vaya un hijo;
Desde que era un niño lo han tenido a su cuidado, por lo tanto la costumbre de velar por él es
fuerte y el deseo de seguir haciéndolo, probablemente, se torna poderoso.

c) Conductas de los padres que son fuentes de conflictos


Como los adolescentes cambian más rápidamente que los padres, la mayor parte de la
adaptación debe correr por parte de estos últimos. Por esto debemos tomar en cuenta que
muchos conflictos que se plantean en las relaciones de los padres con sus hijos adolescentes,
provienen de motivaciones y actitudes de los propios padres. Entre estas conductas
encontramos:
- Los padres con frecuencia esperan tener conflictos con sus hijos adolescentes: dada la
experiencia personal y la influencia de los medios de comunicación, los padres han llegado a
conformar un esquema de que los adolescentes son conflictivos por naturaleza y llegan a
actuar defensivamente con ellos.
- Los padres con frecuencia no están de acuerdo entre sí de cómo actuar con sus hijos
adolescentes: Principalmente se advierte con claridad en los métodos de control y ejercicio de
la autoridad, como también en cuanto al grado de libertad que se les conceda. Tampoco son
coherentes en la disciplina con sus hijos de ambos sexos.
- Los padres a menudo tienden a proyectar sus propias motivaciones y actitudes: en general
tienden a regular la conducta de sus hijos a través de determinar la forma de vestir, de hablar
de seleccionar las amistades y lugares que frecuenta el adolescente. Llegan, incluso, a elegir el
tipo de polola y profesión que debe seguir.
- Los padres, insatisfechos con lo logrado en su propia vida, quieren controlar al máximo la vida
de sus hijos: de este modo pretenden satisfacer, siquiera sustitutivamente, sus ambiciones
frustradas. Tienden a actuar con sus hijos como lo hicieron con ellos en el pasado, o bien, en
forma contraria. Tienden a que sus hijos adolescentes realicen como adultos, lo que ellos no
pudieron alcanzar.
En síntesis, los adolescentes logran su independencia cuando consiguen separarse de sus
padres y, en general, es relativamente sencillo conseguirlo desde un punto de vista práctico. La
superación de la dependencia psicológica o emocional resulta más compleja; con frecuencia
tiene ocultos elementos inconscientes.
Puede depender económicamente el adolescente de si mismo y hasta mantener a sus padres,
sin embargo puede seguir sometido a éstos con un comportamiento infantil. Tal dependencia
puede prevalecer aun cuando el adolescente se rebele abiertamente contra sus padres y los
desafíe.
Ha de hacerse notar, en este punto, que la emancipación de los padres no es lo mismo que el
repudio, aunque en su lucha por hacerse dueños de sus propios asuntos hay muchos
adolescentes que pasan por la fase de repudiarlos.
Los adolescentes dan un gran paso hacia la independencia al obtener una percepción
creciente-mente objetiva de sus padres. Mark Twain escribía : "Cuando yo tenía trece años
pensaba que mi padre era un imbécil, sin embargo, cuando tenía dieciocho vi que mi padre
había cambiado".
El elemento esencial de la emancipación es la libertad: El deseo y la capacidad de asumir la
responsabilidad de sus propios pensamientos, sentimientos, criterios morales y decisiones
prácticas.
El adolescente ya emancipado puede solicitar consejo a sus padres, pero no permitirá que
éstos le dicten sus decisiones. Se da cuenta de que la época de los ensayos llega a su fin y de
que tiene que afrontar la tarea de hallar un modo de vida propio. Su visión del mundo se hace
menos egocéntrica y comienza a ver a sus padres como individuos, con vidas propias y otras
funciones aparte de la paternidad.
El adolescente advierte que hacer algo en la realidad, no es tan sencillo como lo había forjado
su fantasía. Se decide a hacerse responsable por sí mismo y sin darse cuenta, pronto adopta los
modos de ser de sus padres, que recientemente había rechazado o repudiado.

GRUPO DE PARES Y ADOLESCENCIA


En términos generales, los problemas del adolescente son vistos más bien en función de
"cómo debería ser" y no en términos de "cómo es", efectivamente, el adolescente.
Un individuo se considera ajustado psicológica y socialmente, cuando hace suyas las metas,
normas e instituciones sociales y, cuando en general, su comportamiento no se aleja del
prototipo cultural de la personalidad adulta. En el caso del adolescente, el ajuste psicológico y
social es la resultante dinámica entre una personalidad en desarrollo y una sociedad que se
transforma a una velocidad determinada.
En los fenómenos de este tipo, el adolescente no consigue durante este período que sus
experiencias fundamentales le permitan visualizar una meta clara con el fin de resolver el
problema de identificarse con los valores, metas e instituciones vigentes. El adolescente se ve
entonces obligado a crear un grupo social propio como garantía de una identificación final.
El ajuste psicosocial del adolescente es, por lo tanto, el equilibrio resultante entre sus
identificaciones con el mundo adulto, representado por la familia y las instituciones sociales y
las identificaciones con el mundo juvenil, representado por los grupos de pares y las
instituciones más o menos estructuradas que ellos mismos organizan.
En las sociedades modernas, el movimiento hacia los compañeros durante la adolescencia, es
sintomático de un cambio general en las relaciones psicológicas. La concepción de sí mismo
está ligada firmemente al concepto de otros adolescentes, siendo menos importantes,
proporcionalmente, las relaciones con adultos y niños. Así, los adolescentes se preocupan más
por concordar con otros adolescentes en ciertos aspectos, que con la ideología familiar, con los
profesores y mayores en determinados problemas. Los otros adolescentes son el marco de
referencia aun para jóvenes que no son miembros activos de grupos o pandillas definidas.
Mientras la influencia del grupo de pares complementa la del hogar y de la escuela durante la
infancia, éste adquiere prioridad y hasta puede suplantar la influencia de estas instituciones,
durante la adolescencia. Vemos que la familia, tan importante como institución, influye
decisivamente toda la existencia del niño; sin embargo, durante la adolescencia no puede
trascender ni tampoco, en muchos casos, enfrentarse al logro que tiene el grupo de pares
sobre la conducta del adolescente, en lo que se refiere a la formación de los valores y a la
seguridad personal que le da como individuo.
El mundo de los compañeros es una fuente tremendamente importante de actitudes para el
adolescente, que detiene o inicia la acción, un árbitro para el bien o el mal y un criterio para
aceptar o rechazar. El argumento adolescente de "quiero hacer tal o cual cosa, porque todos
los otros adolescentes lo están haciendo", es la razón más fuerte que todo adolescente puede
aducir para justificar o explicar sus deseos o actitudes.
Para el adolescente, la aceptación por su grupo y la posesión de la buena opinión de sus
compañeros en sus términos, es lo que cree más importante en el mundo y está preparado,
mucho más allá del deseo de la mayoría de los adultos, para permitir que la opinión y la
sanción de su grupo lo gobiernen y le fijen patrones para su conducta, creencias y valores.
A través del grupo de pares, el adolescente adquiere la condición de individuo y en él
encuentra el apoyo en su lucha por la emancipación de la autoridad y el control adulto. Le
ofrece los cristales a través de los cuales mira e interpreta su mundo. El grupo de pares se
convierte por esto mismo en centro en que el adolescente adquiere experiencia con respecto a
la identidad personal y a la estabilidad que pretende conseguir.
Los grupos con los que los adolescentes se identifican ejercen influencia en casi todos sus
actos; así, afecta su modo de hablar, sus valores, su indumentaria y hasta su modo de comer.
Algunos subproductos de la interacción de los grupos son los modismos, los apodos y las
ambiciones.
La identificación con el grupo de pares generalmente le plantea conflictos, puesto que un
adolescente se identifica, por lo general, con más de un grupo viéndose sometido a lealtades
muchas veces contradictorias. Igualmente, cuando las prácticas y los valores sancionados por
los adultos de una familia y las de los grupos de adolescentes se contradicen, los conflictos no
se hacen esperar. Así, el conflicto entre el adulto y el adolescente se convierte, a menudo, en
conflicto entre el grupo familiar y el grupo de compañeros. La medida de las dificultades que
tiene un adolescente para relacionar estos dos grupos, determina la magnitud de las tensiones
y conflictos que caracterizan este período.
La búsqueda selectiva del grupo de pares y la adhesión a él, es una de las formas a través de las
cuales el adolescente puede manejar y controlar su ambiente. Los padres y otros adultos, sin
embargo, preparados para aceptar la importancia del grupo de pares, se ven con frecuencia
perturbados por el grupo específico que le gusta más a un adolescente en particular.
Como hemos visto, hasta aquí se ha hablado del grupo de compañeros o grupos de pares,
como si hubiese un tipo de grupo; al afirmar su importancia para el adolescente, podría
parecer que todos los adolescentes son miembros de un solo tipo de grupo. Sin embargo, esto
no es así. No todos los adolescentes se centran en el grupo, ni tampoco todos encuentran que
el grupo sea necesariamente el mejor medio para experimentar y hacer valer sus intereses. De
hecho, la sociedad adolescente está compuesta de una variedad de grupos.
Los grupos de adolescentes se pueden catalogar a lo largo de una secuencia, formal - informal,
grande- pequeño, y pueden ser descritos en términos de pandilla, delincuente, religioso, etc. A
su vez, algunos están patrocinados por adultos y otros no; puede también catalogárselos como
heterosexuales o unisexuales.
a) Funciones que cumple el grupo de pares
Cualesquiera sean las consideraciones que se hagan respecto a la influencia que tiene el grupo
de pares sobre la conducta del adolescente, debemos tener presente que éste constituye un
elemento enriquecedor en el desarrollo psicosocial del joven. Al mismo tiempo, debemos
tomar en cuenta que ante las evaluaciones negativas que probablemente pueda tener el grupo
de pares respecto al adolescente, los aspectos positivos compensan en gran medida dicha
influencia. Con esto podemos reconocer algunas funciones que cumple el grupo de pares en el
desarrollo adolescente:
- Baluarte emocional: mediante su participación en el grupo de pares, el adolescente suele
encontrar un lugar donde puede descargar sus tensiones y aquietar todas sus inquietudes y
ambigüedades.
- Posibilita el logro de la seguridad: con la participación en el grupo de pares, el adolescente se
siente apoyado y libre para expresarse plenamente, lo que constituye un prestigio.
- Se adquiere la condición de individuo: a través del grupo de pares, el adolescente satisface su
necesidad de status. de saberse un igual a los componentes de su grupo y reconocido como tal.
- Ofrece un campo de pruebas: en el grupo de pares, el adolescente encuentra el escenario
donde pone a prueba, a través de diversas caracterizaciones, distintos aspectos de su
emergente conciencia de Yo.
Los otros se constituyen en fuente de aprobación o rechazo de formas de conductas, que
interpretan estos diversos aspectos del Yo adolescente.

b) Posibilidades que brinda el grupo de pares


- El adolescente puede encontrar a otros en su misma condición, por 10 que consigue aquietar
muchas dudas respecto a su propio desarrollo, necesidades y sentimientos que experimenta.
- En su participación en el grupo de pares, éste le brinda la posibilidad de distraerse de sus
propios problemas inmediatos y apreciarlos objetivamente.
- Al ser parte de un grupo de pares, encuentra participación a través de la afiliación y
aceptación.
- Por último, por medio de su integración en el grupo de pares tiene la ventaja de tener nuevas
experiencias y una preparación que está esperando y, en última instancia, lo ayudarán en el
logro de su madurez psicosocial.
ESCUELA Y ADOLESCENCIA
En nuestra sociedad las relaciones entre el adolescente y los adultos están universalmente
institucionalizadas, a través de la familia y de la escuela. Sólo la escuela puede proveer al
adolescente contactos frecuentes y estrechos con los adultos de ambos sexos, quienes, por
principio, en tanto educadores, representan las normas y costumbres de la sociedad en
general.
En muchos aspectos, por así decirlo, la escuela tiene una posición más estratégica que la
familia para influir en la vida de los adolescentes. Tiene más accesos y puede ejercer más
autoridad sobre el grupo de adolescentes; al mismo tiempo, los profesores y orientadores
tienen mayor libertad para ver objetivamente a los adolescentes, ya que éstos no son sus hijos.
Los profesores no están emocionalmente tan implicados con los adolescentes, como los
padres.
La escuela puede contribuir al proceso de emancipación del adolescente de su hogar. Le es
permitido patrocinar actividades aceptadas por la familia que ya no están bajo el control
paterno; al mismo tiempo, la escuela brinda experiencia a los adolescentes acerca de sus
responsabilidades, práctica del autodominio y al planeamiento de sus actividades escolares.
El rol del profesor, con respecto al adolescente, consiste en seguir con atención, aceptación y
firmeza la conducta disarmónica y ambivalente planteada durante este período, con el fin de
ayudarlo a que encuentre sus auténticas formas de expresión y satisfaga sus legítimas
ambiciones de afirmación de su Yo naciente. El buen sentido del profesor u orientador, le
advertirá que la conducta negativa y rebelde del adolescente no es más que una conducta
representativa de su afán de singularizarse, de ser original, de destacarse de los demás y, en
última instancia, de hacer presente su conciencia de identidad.
Por otro lado, sabiendo el profesor con qué intensidad muchos adolescentes se esfuerzan por
formar parte del mundo de los adultos, la escuela puede ser el puente que orienta al
adolescente hacia los intereses y formas de actuar de la sociedad. La escuela tendrá que
tratarlo ya como adulto.
El adolescente quiere que lo traten como una persona madura, aunque todavía no lo sea.
Responde bien a las actitudes de confianza y respeto que le expresan; no quiere que le digan lo
que tiene que hacer, sino que le permitan averiguarlo. El profesor y la escuela tienen la
obligación de brindarle esta oportunidad siempre que sea posible.
La enseñanza media tiene una poderosa influencia en formar las ideas de los adolescentes
acerca de lo que son y de lo que deben ser; incide sobre la mayor parte de los distintos
aspectos de su vida, desde la infancia a la edad adulta.
Desde el punto de vista del adolescente, son muchos más los jóvenes que van con agrado a la
escuela. Sin embargo, se ha podido comprobar que a medida que los adolescentes avanzan en
la enseñanza media, gran número de ellos muestran falta de interés por las actividades
escolares. Así, con más frecuencia que los niños, los adolescentes expresan su desagrado por el
tipo de profesor, por el programa escolar, por la disciplina y por las normas y reglamentos.
El problema es saber qué es lo que provoca en realidad dicho descenso del interés por el
colegio; sin embargo, podemos darnos cuenta de que los motivos no pueden señalarse sólo
por las características de adolescente, sino que muchas veces, tanto la conducta del profesor
como la estructura escolar, profundizan las dificultades de adaptación y falta de interés del
adolescente por el colegio.
Hay muchas razones por las cuales podemos explicarnos el descenso del interés del
adolescente por el colegio, entre éstas destacamos las siguientes:
- El adolescente tiene muchas necesidades y aficiones que el colegio no puede satisfacer
fácilmente.
- Muchos adolescentes adoptan una actitud más crítica que cuando eran menores respecto a
las circunstancias de sus vidas, dentro y fuera del colegio.
- La enseñanza media exige ahora al adolescente mucho más trabajo en casa o fuera del
colegio, que en los años anteriores.
- La enseñanza media recuerda a algunos adolescentes realidades poco gratas, tales como las
deficiencias acumuladas en años anteriores, la carencia de conocimientos académicos y la falta
de hábitos de estudio.
Esta y muchas otras razones inducen a un gran número de adolescentes a mirar con
indiferencia o como una carga su permanencia en el colegio.
En muchos estudios realizados de los adolescentes de enseñanza media, aparece que las
finalidades y los resultados esperados de la educación tal y como la enjuician los profesores,
difieren de las finalidades y los resultados que esperan los adolescentes. Los profesores, en
general, tienden a suscitar la capacidad intelectual y el dominio de conocimientos, sin
embargo, el móvil principal de los adolescentes parece ser el de conformarse con lo que hagan
sus iguales y salir adelante con sus problemas que plantea este período, más que quedarse
absortos ante los conocimientos.
La enseñanza media debiera, por lo tanto, propender a que lo que enseña cobre realmente
sentido para el adolescente, vale decir, pueda referir lo que aprende a él mismo, que lo que
estudia pueda vincularlo con lo que le ocurre en su vida. Todos los temas y conocimientos
prácticos en el curso de los estudios de la enseñanza media, ofrecen oportunidades para
ayudar al adolescente a la comprensión de sí mismo.
Si el colegio no brinda preparación a todos los jóvenes debemos preguntarnos ¿cuál es la
responsabilidad del colegio frente al adolescente?.
En términos generales el colegio tiene como responsabilidad:
- Lograr que el adolescente alcance la individualidad y orientarlo hacia una personalidad
perfectamente organizada. Significa que el colegio debiera estimular el desarrollo de una
filosofía inmediata de vida, que sirva de acicate a los valores morales, conducta deseable y
comprensión, de parte del adolescente, de su lugar en la sociedad.
- Conseguir que el adolescente adquiera conocimientos más exactos de su capacidad y
responsabilidades, fomentando el desarrollo y ejecución de planes debidamente maduros con
vista al futuro.
- Que el adolescente adquiera la capacidad de adaptación a los cambios rápidos y acelerados
que se derivan de su maduración física, y asegurarle relaciones satisfactorias con sus
compañeros de ambos sexos.
- Lograr que el adolescente adquiera suficiente independencia de la familia y alcance el estado
adulto, mediante el desarrollo de planes vocacionales, así como el establecimiento de
relaciones familiares y sociales más adecuadas.
El problema mayor que se nos plantea en este punto, consiste en hallar el medio más eficaz
para favorecer más la adaptación del adolescente en una sociedad como la nuestra, que se
caracteriza por las múltiples posibilidades que ofrece y el carácter fragmentario y desigual de
su desarrollo, lo que hace, a diferencia de sociedades más sencillas y homogéneas, que se
provoquen tensiones e inadaptaciones en el adolescente.

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