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Nibiru, para los babilonios, era un cuerpo celeste asociado con el dios Marduk.

Nibiru significa "lugar que


cruza" o "lugar de transición". En muchos textos babilonios se identifica con el planeta Júpiter, aunque
en la tablilla 5 de la Enûma Elish se asocia con la estrella polar.

Continuamente, diversos blogs y páginas pseudocientíficas han afirmado que Nibiru ya es visible o que la
NASA ha ocultado la información, dando como prueba un efecto óptico que se produce en las cámaras
de baja calidad al fotografiar el Sol (nunca se ve a simple vista). En Google se cuentan por miles las
páginas, aunque no hay referencias científicas. Uno de los argumentos típicos para explicar la falta de
visibilidad sostiene que: "El ojo humano solo puede ver los colores que están dentro del espectro de luz
visible, es decir, cuando la emisión de luz posee una longitud de onda de 400 – 700 nm. En cambio la luz
del infrarrojo posee longitud de onda mayor, por lo que necesitamos una cámara que sea capaz de
detectar la luz infrarroja, que presumiblemente sea la que Nibiru emita". Sin embargo, al mismo tiempo
plantean que Nibiru es un planeta (por lo tanto debe reflejar la luz visible del Sol) y no una estrella que
emita luz. El supuesto planeta nunca fue visto ni detectado por instrumentos.

Aunque en algunos círculos esotéricos se ha propuesto que Nibiru es un planeta más allá de Neptuno
que cruza las órbitas del resto de planetas, la comunidad científica niega tajantemente la existencia de
un planeta así,[1] y ha realizado múltiples declaraciones en este sentido.[2] Para los astrónomos, «las
persistentes declaraciones acerca de un planeta cercano pero invisible son simplemente absurdas».[1]

Desde los foros científicos se alerta sobre una estrategia habitual para confundir y alimentar el mito de la
existencia de este planeta, consistente en relacionar el planeta ficticio Nibiru con cualquier comentario
acerca del Planeta X o con el planeta enano Eris.[1]

En 1930, Clyde Tombaugh descubrió el planeta Plutón, después de una sistemática búsqueda iniciada
por el Observatorio Lowell como resultado de las predicciones de Lowell acerca de la existencia de un
miembro adicional en nuestro sistema solar (debidas a la órbita irregular de Neptuno). Sin embargo, se
comprobó que la masa de Plutón era diminuta, y una vez analizada la órbita de Caronte (el satélite de
Plutón) se encontró que la masa del sistema era demasiado pequeña para afectar a la órbita de
Neptuno. La búsqueda del Planeta X continuó.[3]

En 1983 se produjo el lanzamiento del satélite-telescopio infrarrojo IRAS. Basadas en las observaciones
de este satélite, se publicaron unas declaraciones, y posteriormente en 1984 también un artículo
científico en la revista Astrophysical Journal Letters, titulado “Unidentified point sources in the IRAS
minisurvey” (‘fuentes puntuales no identificadas en el miniestudio de IRAS’), en las que se discutían
varias fuentes infrarrojas detectadas de origen desconocido.[1] Este artículo provocó gran revuelo, y el
resurgimiento de todo tipo de bulos y teorías conspirativas.[3] No obstante, más tarde se descubriría que
estos «objetos misteriosos» resultaron ser galaxias lejanas.[1]
En 2008, un equipo japonés anunció que según sus cálculos, debía existir un planeta no descubierto a
una distancia de unas 100 UA.[4] (la unidad astronómica es la distancia media entre la Tierra y el Sol:
unos 150 millones de kilómetros) con un tamaño de hasta dos tercios del de la Tierra. Estos cálculos
refuerzan la hipótesis de la existencia de un Planeta X, pero nada hace pensar que su órbita pueda ser
distinta a la del resto de objetos del cinturón de Kuiper.[2]

Su influencia en la cultura popular

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