Está en la página 1de 2

La fuerza de la oración

Por Marguerite Gilmore


Revista El Rosacruz A.M.O.R.C.

Un año, Wilburn, mi esposo, estuvo enfermo durante todo el invierno. Casi no teníamos
ingresos porque vivíamos en una zona donde casi no habían trabajos disponibles y porque
yo no sabía manejar automóvil no podía tomar un trabajo en Colorado Springs, a unos 25
kilómetros de distancia. Además, yo necesitaba estar con él la mayor parte del tiempo.

Hacía poco que nos habíamos trasladado a Colorado y teníamos muy pocos amigos y
ningún pariente cerca. A veces, pasaban semanas sin ver a nadie. La nieve se acumulaba
alta y soplaban vientos fríos. Fue un largo y solitario invierno en nuestra pequeña casa
situada al lado de una montaña en la quieta villa de Green Mountain Falls.

En la primavera caí vencida por sentimientos de desaliento, y una tibia mañana me sentí
positivamente desesperada. Recuerdo haber caminado bajo los tibios rayos del Sol,
afuera de nuestra pequeña casa, tratando de reunir un poco de esperanza. De pronto, en mi
gran desesperación, grité:

-¡Dios mío! ¡Necesitamos ayuda!

Regresé dentro de casa y comencé a hacer mis tareas diarias. En el término de una hora
llegaron dos hombres. Eran representantes de una compañía de petróleo y estaban
interesados en una pequeña porción de la tierra que poseíamos en la carretera. Si la
compañía de petróleo alquilaba nuestra tierra, esto nos daría un poco más de entradas. Ya
teníamos nueva esperanza.

En corto tiempo llegaron dos hombres más. Eran oficiales de una iglesia en Springfield,
Missouri, que habían venido a Colorado por negocios. La pequeña casa en que vivíamos la
estábamos comprando en esa iglesia, y los hombres dijeron que, súbitamente, habían
tenido el impulso de ver la propiedad y hablar con nosotros.

Quedaron muy apenados por la enfermedad de Wilburn, y pasaron un tiempo rezando con
nosotros. Nos otorgaron más plazos en nuestros pagos y nos dijeron que la iglesia nos
ayudaría en cualquier forma que fuera posible.

Para ese entonces, ya me estaba preguntando qué alcance podría tener una pequeña
oración. ¡Pero esto no fue todo! Al poco tiempo, llegó una mujer con la cual había tenido
correspondencia relacionada con unos topacios que teníamos en venta. Nos dijo que iba en
camino de Gem Village a Denver; que casualmente había visto el letrero que decía "Green
Mountain Falls".

Se había preguntado: ¿No conocemos nosotros a alguien en Green Mountains Falls? De


pronto, había recordado mis cartas. Yo no sé por qué vine, me dijo, pero tuve un fuerte
impulso de hacerlo. Así es que me desvié de mi ruta y. . . ¡aquí estoy!

Resultó que ella, como nosotros, estaba interesada en las religiones metafísicas, la cura-
ción espiritual, etc., y estábamos tan interesados en nuestras discusiones que pasó toda la
noche con nosotros. Nuestras discusiones vitales nos dieron una buena inyección en el
brazo (o mejor dicho en la mente y en el corazón), y realmente comenzamos a erguirnos
después de un largo y solitario invierno.

Pero había más. Ella conocía en Denver a un curador espiritual y quería hablar con él
acerca de la enfermedad de mi esposo. Nosotros no teníamos dinero para enviarle como
una ofrenda por un tratamiento en ausencia, pero ella nos dijo que, seguramente, él estaría
interesado en los topacios, así es que le confiamos uno para entregárselo a él.

En pocos días, ese hombre llegó a nuestra casa. Había venido a Colorado por razones
comerciales y decidió venir a vernos. Nos dio a ambos tratamientos espirituales y pasó
varias horas con nosotros; cuando se marchó, nos sentíamos inmensamente mejor.

Aunque la recuperación de Wilburn ha sido lenta y las condiciones de nuestra vida han
mejorado sólo gradualmente, ambos sentimos que todas esas gentes que vinieron e
hicieron lo que pudieron nos ayudaron a ir un poco hacia arriba una vez más. Nos
inyectaron nuevas esperanzas y nos inspiraron a comenzar a crear cambios dentro de
nosotros para mejorar nuestras propias vidas y condiciones. Y esto es realmente lo más
que alguien puede hacer por otro. Cada uno de nosotros debe hacer su propio progreso.
Pero de vez en cuando nos sentimos tan mal que necesitamos a alguien más para darnos
un empujón para que comencemos de nuevo.

En cualquier caso, ciertamente que todo eso nos probó que la oración realmente trabaja y
llega lejos. Y debido a ellos hemos hecho un gran cambio en nuestras vidas, volviéndonos,
desde ese día, a la oración con regularidad, para enfrentar nuestras necesidades.

También podría gustarte