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Hombre, mujer

y muxe’

EN EL ISTMO DE TEHUANTEPEC

Marinella Miaño Borruso

QQÍ9 UCONACULTA • INAH$


Primera edición: 2002

Digitalizado por Piratea y Difunde.


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© Marinella Miaño Borruso

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© Plaza y Valdés, S. A. de C. V.
Manuel María Contreras 73, col. San Rafael, 06470, México, D. F.
editorial@plazayvaldes.com

ISBN 970-18-8320-9 (inah)


ISBN 970-722-097-X (Plaza y Valdés)

Impreso en México / Printed in Mexico


A Nina y Federico;
Antonio;
Lulú
índice

Agradecimientos 13

Introducción 15

Territorio, vida y personas entre tradición y modernidad 29


El Istmo de Tehuantepec 29
Historia y culturas 31
Economía, política, religión 34
Xabizende. Ciudad y pueblo 37
Entrando en la ciudad por el crucero 38
El parque y el mercado 41
El Palacio 43
El Templo 45
La Casa de la Cultura 47
El Foro Ecológico 49
La ciudad “de arriba” y “de abajo” 49
La periferia rural 52
Playa Vicente 53
El ritmo cotidiano 54
El territorio sexuado 55

Mujeres y hombres de Xabizende 57


La visión de los otros 57
Nacer, crecer, vivir, morir 61
“La etiqueta de la mujer” 64
El lugar de la mujer 72
“¡Totopo, güera!” 74
“¡Dinero tienen las tecas!” 79
¿En qué trabajan los hombres? 83
La cultura y la política como arena exclusiva dé control masculino 93
La formación de la “alta cultura” zapoteca 96
La COCEI y el renacimiento cultural de los setenta 97
Las instituciones, las políticas, los hombres 99
Mitos y discursos 102
Didxazá 105
El terruño 108
La mujer 109
Los hombres cantan a las mujeres 110
Beber, tomar, chupar 114
La Corona y las taberneras 119
Las cantinas 121

La festivización de lo cotidiano 123


La mujer y la costumbre 123
Fiestas y pachangas 126
Las Velas 131
Las fiestas patrias 139
Las fiestas religiosas 141
El duelo de la muerte 143
La fiesta, lo cotidiano y la identidad 145

Gays tras bambalinas. Historia de belleza, pasiones e identidades 149


De géneros y etnia 149
La ocasión 150
El rito 151
El teatro 152
Nosotros/as, los/as otros/as 152
El certamen, el espectáculo 153
Ellos los muxe’, nosotros los gays, todos somos “locas” 154
El microcosmos de las identidades 158
Los, las, lis, les... 160
Familia: historia de complicidades y rechazos 162
Del nacer al devenir, la dificultad de ser loca 165
“No hay como el original” 168
La vida es una fiesta 169
Cotidianidad y peligro 172
“. ..y le dijo la bruja: ‘tú tienes sida’ ” 174
“¡Ni enfermos ni criminales, simplemente homosexuales!” 177
Los eslabones perdidos del heterosexual 178
Sexo, sentimiento y pasión 181
Reflexiones finales 187

Bibliografía 195

índice de cuadros y gráficas


Gráfica 1. Población ocupada por sector de actividad 84
Gráfica 2. Personal ocupado y gastos totales por sector 85
Gráfica 3. Población masculina y femenina de 12 años y más
por condición de actividad 86
Cuadro 1. Población de 12 años y más por condición de actividad según sexo 87
Cuadro 2. Población económicamente activa por sexo según grupo quinquenal
de edad 88
Cuadro 3a. Unidades económicas censadas, personal ocupado e ingresos totales
según sector y subsector de actividad, 1998 89
Cuadro 3b. Unidades ecónomicas censadas, personal ocupado e ingresos totales
según sector y subsector de actividad, 1993 90
Gráfica 4a. Población'de 15 años y más alfabeta y analfabeta 92
Gráfica 4b. Población de 15 años y más según nivel de instrucción 92
Cuadro 4. Población de 5 años y más por condición de asistencia a la escuela
y sexo según edad 93
Cuadro 5. Población ocupada por municipio, sexo y ocupación principal 94

Apéndices 209
1 Distritos de Juchitán y Tehuantepec. Municipios, superficie y población 210
2 Mapas de la región y de Juchitán 212
3 Cronología de la COCEl 216
4 El Convite. La Calenda. Las Velas 227
5 Carta del Colectivo Binni Laanu al presidente municipal de Juchitán 230
Agradecimientos

Este texto ha sido presentado como tesis de doctorado en antropología en la Escuela Nacional
de Antropología e Historia (enah) de México. Tal vez lo más difícil de la tesis sean los agrade­
cimientos a todos aquellos que, directa o indirectamente, han contribuido para que el trabajo
se realice y tenga calidad. Más aún si tenemos claro que un trabajo de esta índole no pone en
juego solamente los conocimientos y las teorías, sino que involucra y atormenta en muchas
esferas de la vida personal, desde lo profesional hasta lo familiar, lo emotivo y lo afectivo y, a
veces, hasta la propia identidad.
No creo tener palabras suficientes para agradecer a mi directora de tesis y a mis asesores,
que me han seguido en todas y cada una de las fases de realización de este trabajo, tanto en lo
académico como en lo vivencial: a la doctora Larissa Lomnitz, por su calidez humana y por
haber sido siempre una luz de intuición, inteligencia y solidaridad; al doctor Gilberto Giménez
Montiel, que me estimuló con sus conocimientos y sus libros, por haberme dado otra perspectiva
de la identidad y la cultura; a las doctoras Mary Goldsmith y Teresita de Barbieri, mis maestras
en antropología de género; a la doctora Yólotl González Torres, por haberme brindado siempre
atención y amistad en mi vida profesional; a las doctoras Dalia Barrera Bassol, Ana Fernández
y Susana García, por la minuciosa lectura de mi trabajo y las atinadas sugerencias que me han
hecho para hacerlo mejor.
Sería infinita la lista de personas de Juchitán a quienes debo agradecer el apoyo, la amistad
y el cariño que me brindaron en el curso del trabajo. En esta ocasión me limito a mencionar
sólo algunas: la maestra Florinda Luis Orozco, na Marcelina Cerqueda y su hijo Delfino Marcial,
Desiderio de Gyves y su esposa María, Eli Bartolo, Kike, Óscar Cazorla y la finada Manuela
León por el afecto y la estimación que siempre me han brindado como persona y profesionista;
Macario Matus, ex director de la Casa de la Cultura, que me ha iniciado en los misterios,
conflictos y placeres de la ciudad y la cultura zapotecas. Y por supuesto, y con todo mi cariño,
a todas las “locas” del Colectivo Binni Laanu (Felina, Melisa, Jesusa, Germán, Talía, Vanesa,
Alex, Érika, Vicky, Candy, Almendra, Karia, Angélica, Giovanna, Vicente, América, Ivonne,

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Marinella Miaño Borruso

Tatiana, Cachito, Alejandra, Mística y las demás) que me han brindado su confianza y su
afecto.
Agradezco a las instituciones que han contribuido con financiamientos a la realización del
trabajo: al Conacyt, cuya beca me ha permitido dedicarme completamente al doctorado; al
Seminario de Culturas del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes; al Programa Interdisci-
plinario de Estudios de la Mujer de El Colegio de México y al Programa Universitario de Estudios
de Género de la unam, cuyos apoyos económicos me han permitido realizar holgadamente
mi trabajo de campo y, finalmente, a la Organización Panamericana de Salud, que ha financiado
el proyecto de Teatro sobre Sida realizado por los muxe’ de Juchitán y me ha permitido así
realizar un trabajo concreto en favor de la comunidad.

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Introducción

Este trabajo aborda la articulación de los roles de género en la sociedad zapoteca del Istmo de
Tehuantepec y su vinculación a la identidad étnica, por un lado, y a los procesos de moderni­
zación, por el otro. En gran parte es continuación y complemento de una investigación que
realicé en Juchitán de 1989 a 1993, cuyas temáticas principales fueron la identidad étnica y la
identidad nacional y cuyos resultados confluyeron en mi tesis de maestría en antropología
social.
Desde la perspectiva de los estudios de géneros, la sociedad zapoteca del Istmo presenta una
serie de problemáticas específicas que la hacen particularmente interesante para las ciencias
sociales y para quienes están interesados en “leer” y entender a la sociedad por medio de los
géneros, desde una óptica que los mira como ejes de la acción social y la cultura. Acontinuación
trataré de esbozar el cuadro de la problemática de género que nos encontramos en la sociedad
zapoteca.
Las mujeres. Es notorio, también en el ámbito antropológico (Covarrubias, 1946; New bold,
1975), el protagonismo de las mujeres en la vida económica, social y cultural del grupo y el
prestigio social del cual gozan. Las ¿apotecas se han caracterizado por ser tradicionalmente
comerciantes. De ellas se dice que poseen una “vocación natural” para el comercio. De manera
que, si en el modelo nacional la mujer corresponde al ámbito doméstico, en el zapoteco la
mujer está asociada “naturalmente” a la casa y al mercado, entendido éste como espacio físico
público o como actividad laboral. La característica distintiva respeto a otras etnias es que las
¿apotecas son dueñas del dinero que ganan y que destinan a la casa, a la educación de los hijos,
al financiamiento del sistema festivo y al ahorro en oro. Su capacidad económica les permite
una gran autonomía respecto del hombre, que se manifiesta en una fuerte autovaloración y
en una autoridad social y familiar poco comunes en nuestra sociedad.
A nivel social ellas dominan el sistema de socialización comunitario, representado por las
fiestas y los rituales, en el cual tienen una representatividad autónoma respecto al hombre,ya que
acaparan las mayordomías en la mayoría de los casos. Caso único en el panorama de los grupos

15
Marinella Miaño Borrlso

étnicos de México, las mujeres son identificadas como el emblema de la etnia en su conjunto y,
en los años cuarenta, fueron consideradas por el Estado mexicano las más representativas de la
población indígena, al punto de que su imagen aparecía en los billetes de 10 pesos.
A nivel familiar las mujeres adultas, madres y abuelas ejercen una gran y aceptada autoridad
sobre la organización del hogar y sobre los hijos, gracias también a sus sustanciales aportes
económicos. Sin embargo, no alcanzan el estatus de jefe de la familia, rol de autoridad y poder
que corresponde al hombre. Su rol de proveedora económica de la familia, la autoridad que
ejerce sobre los hijos, su potencial autonomía económica, el manejo autónomo del dinero, el
hecho de que acaparen las mayordomías, su presencia en el ámbito público por medio del
comercio y las fiestas, en resumen: su condición atípica frente al modelo nacional, ha dado pie
a que se hable de “matriarcado” en la sociedad zapoteca.
A pesar de este escenario, en mi trabajo de campo me llamaba mucho la atención la con­
tradicción entre esta aparente autonomía y presencia social de las mujeres y las situaciones de
subordinación a las que están sujetas en otras esferas como, por ejemplo, su cuerpo y su sexua­
lidad. La prueba de la virginidad como condición necesaria para las alianzas matrimoniales, la
violencia intradoméstica, una doble moral sexual, la institución de la casa chica son los elementos
más visibles del control sexual ejercido por los hombres. Otras prácticas también ponen en
entredicho la supuesta relación igualitaria entre hombres y mujeres, como la ausencia del
hombre en la responsabilidad hacia los hijos y el hogar, el mayor acceso de los hombres a los
estudios superiores, la conflictividad de las relaciones interpersonales entre hombres y mujeres,
el frecuente abandono de las esposas e hijos, los privilegios de libertad y afectividad de que
gozan los hijos varones respecto a las hijas, la exclusión de las mujeres de los ámbitos de repre-
sentatividad y poder políticos y de la producción artística y literaria y la ausencia de demandas
por lo menos femeninas (no feministas).
Los hombres. El modelo masculino parece mucho más acorde con el modelo nacional. El
hombre es considerado “naturalmente” el depositario de la autoridad y el poder, sobre todo del
poder político, es decir, del ámbito de las acciones y decisiones que conciernen a la comunidad
y sus relaciones con las instituciones nacionales.
En el modelo genérico tradicional a los hombres les está asignado el ámbito de la producción:
ellos son los campesinos, los pescadores, los obreros. Pero también son los grandes comerciantes,
dentro y fuera de la comunidad, los jefes políticos, los guerreros, los profesionistas e intelectuales.1
Su esfera de acción e influencia, entonces, rebasa el ámbito comunitario. El mar, el campo, la
fábrica, la cantina, el palacio municipal, la dirección de los partidos políticos, de las agencias e
instituciones nacionales, los grandes negocios, la vida cultural y artística son sus espacios
específicos.
Los muxe’. La homosexualidad masculina ha sido señalada como peculiarmente frecuente
en las comunidades zapotecas de la región. Ya en el siglo xvi se anotaban diversos nombres
para mencionar comportamientos homosexuales,1 2 así que debemos suponer que estas prácticas

1 Sólo recientemente las mujeres han adquirido niveles superiores de escolaridad y, en general, entre las clases
más acomodadas. En el ámbito del trabajo cultural son todavía contadas las mujeres que se destacan en la narrativa
y el arte plástico y casi todas residen en el Distrito Federal.
2 Véase Guerrero Ochoa, 1989: 64. F.1 autor anota las siguientes palabras, tomadas del Vocabulario castellano
zapoteco, anónimo, siglo xvi, reimpresión del Ayuntamiento Popular de Juchitán, Oaxaca: “hombre no austero ni
vano”: nabedaehi, nageelachi; “mujer”: beniconnaa, benegonaa-,“ hombre amujerado”: nagueebenigonaa, nacalachici-
cabenigonaa, “mujer varonil”: benigonaanaguielachi; “puto sodomita”: beniricaalezaaniguio, beniriyotexichebe-
nigonaa; “puto que hace de mujer”: benibiraaxe, benibixegonaa.

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Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

tienen una larga trayectoria en la cultura zapoteca. En el caso del Istmo se trata de una homo­
sexualidad masculina institucionalizada que algunos autores consideran como un “tercer sexo”
socialmente concebido y aceptado (Collins, 1986; Bennholdt-Thomsen, 1997), un hombre-
mujer al cual se le denomina mtixe’ y que llama a la memoria la figura del berdache de las
culturas indias de Norteamérica (Underhill, 1938; Devereux, 1973; Whitehead, 2000).
El hecho más sobresaliente del fenómeno de la homosexualidad es la actitud social y cultural
ante ella. Se trata de una actitud peculiarmente permisiva y no punitiva ante la homosexualidad,
el afeminamiento y el travestismo, en contraste con el patrón nacional que, al contrario, tiende
a la desaprobación, el rechazo, la agresión, la burla y la ridiculización. El homosexual en el
Istmo no está considerado una figura excepcional o fuera de la norma, sino como parte natural
y normal de la composición genérica de la sociedad y es valorado por una serie de motivos que
van del rol importante que juega a nivel económico en la familia a los oficios que desempeña
en la comunidad en función de la reproducción de algunos elementos culturales tradicionales.
A esta liberalidad hacia la homosexualidad masculina, sin embargo, no corresponde una
actitud igual hacia la homosexualidad femenina. Al contrario, mientras que un muxe’ tie­
ne presencia y cierto prestigio sociales, el lesbianismo está considerado como desviación o
enfermedad.
En este panorama esquemático y general lo que llama la atención son los siguientes factores:
a) una condición femenina en la que existe, a nivel económico, una especialización de género
concebida como característica étnica y, a nivel social, una presencia femenina que llega a dar la
imagen del matriarcado; b) la contradicción entre los ámbitos de autonomía y valoración de
la mujer y las prácticas de “subordinación” a las que están sujetas; c) una organización genérica
que parece articularse en torno a tres elementos, en contraste con el modelo binario de la so­
ciedad occidental; d) la valoración de la homosexualidad masculina otorgada por el conjunto
de la sociedad zapoteca; e) una separación acentuada y excluyente del universo femenino y
masculino, y e) una relación más visible entre los roles de las mujeres y de los muxe' y la
reproducción de la identidad étnica.
¿Cómo explicar entonces estas características tan atípicas frente al modelo nacional, indígena
o no indígena? Por una parte, la autonomía económica de las mujeres no lleva automáticamente
a una igualdad de géneros en otras esferas de la vida social. El tema de la subordinación de la
mujer, entonces, se revela problemático. ¿Existe? Y si hay subordinación, ¿en qué consiste y en
qué ámbitos se expresa? ¿Acaso se trata realmente de una forma moderna y étnica de matriar­
cado? Entonces, ¿por qué las mujeres no tienen dominio en todos los ámbitos y la homosexua­
lidad femenina es tan despreciada por las mismas mujeres? Por otro lado, si consideramos el
modelo zapoteco como un modelo de dominación masculina ¿cómo explicar la situación
peculiar de las mujeres y la valoración de la homosexualidad? ¿Se trata, tal vez, de una sociedad
más igualitaria, como afirman algunos autores (Newbold, 1992), en donde cada género ejerce
su influencia en espacios sociales definidos y excluyentes según un modelo de complementa-
riedad y diferencia? En este caso, ¿donde está lo central, cuáles son los límites de los espacios
de interacción de los géneros y las normas que los rigen? Y, por último, ¿cuál es la lógica que
está en la base de esta peculiar estructura genérica?
Cuando empecé esta nueva investigación había pasado varios años en el Istmo y había sido
testigo ocular del proceso de urbanización acelerado que sufrió Juchitán y de los cambios
sociales y culturales que se han generado en el proceso de modernización de la sociedad. El
estudio que yo había realizado anteriormente en Juchitán ponía de relieve el carácter “ofensivo"

17
Marinella Miaño Borruso

de la identidad zapoteca y la connotación fuertemente localista de la identidad juchiteca.


En este tipo de identidad, como aclara Giménez: “se trata menos de la reivindicación de un
derecho a ser que de la capacidad de acción y de cambio. Su contenido es siempre menos
cultural y más político. Se define en términos de libre elección y no de sustancia, de esencia o
tradición” (1996). En otras palabras, los zapotecos del Istmo han logrado, en -y a pesar de- el
transcurso de los siglos, defender su especificidad cultural y étnica, además de enriquecerla,
encontrando formas autónomas de incorporar cambios y aportes que derivan del entorno
sociocultural nacional e incluso internacional.
Al tomar en cuenta estos factores el cuadro de análisis del sistema genérico se amplió para
considerar nuevas variables y nuevas preguntas: ¿qué papel desempeña cada elemento en fun­
ción de la preservación/construcción de la identidad étnica, por medio de qué mecanismos y
en qué ámbitos? ¿Cómo intervienen y qué modificaciones traen a las relaciones de género los
procesos de modernización a los que está sujeta la etnia?
Al inicio mis preocupaciones principales eran la conformación y representación de la iden­
tidad femenina, masculina y muxe en la cultura zapoteca: el sistema de relaciones entre los
géneros y las modalidades con las cuales las identidades y los roles de género se articulan con
la definición de la identidad étnica, haciendo hincapié en esta última temática. En otras palabras,
se trataba de dar respuesta a las siguientes preguntas, entre otras: ¿que representaciones, normas
y prácticas sociales generan y/o adoptan alrededor de lo femenino, lo masculino y lo muxe>?
¿Cuáles son los factores que permiten la existencia de una sociedad heterosexual dominante
pero no heterosexista excluyente? ¿Cómo se construye un género masculino sin la feminofo-
bia como parte integrante estructurante? ¿Cómo intervienen estas representaciones y roles
socioculturales en la conformación de la identidad étnica?
Sin embargo, en el curso del trabajo de campo me di cuenta de que me resultaba difícil y
engorroso llegar a una definición de las características femeninas y masculinas, así como lo
había planteado. En realidad me resulta complicado incluso usar categorías como feminidad y
masculinidad, ya que éstas hacen referencia al ámbito simbólico que en parte me oculta la
dimensión, la lógica y la interrelación de las prácticas y la acción humanas. Por lo tanto este
enfoque lo sentía limitante y tampoco me daba pistas para controvertir satisfactoriamente la
hipótesis del tan declamado matriarcado y desentrañar las contradicciones que percibía
alrededor de esta visión superficial y visceral. Además, me hubiera resultado muy difícil
incorporar la importancia de los cambios y las modificaciones debidos al rápido desarrollo de
la urbanización en Juchitán (del cual fui testigo), que en apenas siete años se ha transformado
de pueblo en ciudad: un crecimiento enorme y desordenado del territorio urbano, la expansión
del narcotráfico y del alcoholismo, la aparición de limosneros, la influencia de las empresas
cerveceras en el sistema festivo y las economías familiares, la decaída o modificación de los
valores comunitarios, la multiplicación compulsiva y perversa (dirían los psicoanalistas) de las
fiestas, el incremento de la prostitución, la formación de bandas juveniles que aterrorizan a la
ciudad, la contradicción entre el desarrollo del territorio urbano y la concentración compulsi­
va y conflictiva de los servicios y de la vida social y económica en el centro de la ciudad, la
descomposición social de las periferias. En fin, un cuadro que proyecta más las características
de una sociedad compleja que de una comunidad indígena como estamos acostumbrados a
imaginarla.
Por lo que concierne a las relaciones entre géneros opté por concentrarme en lo que la
realidad urbana me sugería, es decir, en las formas de acceso y manejo del poder social que cada

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Hombre, mujer y muxe' en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

género ejerce en determinados campos de la vida comunitaria y que se reflejan en la composición


y utilización del territorio urbano, sobre todo del centro, cuyos espacios son claramente legibles
según el aprovechamiento práctico y simbólico de hombres y mujeres. En otras palabras, el
género (asignación sociocultural) abre camino al control y al poder en espacios o campos
sociales específicos (ámbitos de acción y representación) y al dominio, manejo y utilización de
lugares urbanos que pertenecen a cada uno de ellos. La codificación de los espacios en térmi­
nos de género es bien conocida en antropología. Comúnmente se habla de espacio privado y
espacio público, asociados, respectivamente, a las mujeres y a los hombres: de ‘A casa e a rúa”,
diría DaMatta. A nivel simbólico a la mujer le corresponde la familia, la casa, el ámbito pri­
vado y al hombre, el trabajo, la calle, el ámbito público (Zimbalist, 1979). En Juchitán resaltan
formas diferentes de codificación de los espacios físicos y sociales. Las mujeres no están
restringidas a la casa y a lo privado, y los hombres, contrariamente al modelo “patriarcar
mestizo, no pueden ejercer el “dominio” en todo el entramado social. Hay espacios sociales
reconocidos como importantes por la cultura que son tradicionalmente dominados por las
mujeres: el ámbito doméstico, el comercio, el sistema festivo, espacios que interactúan con
otros dominados por los hombres: producción económica (campo, industria, pesca), poder
político, producción intelectual y cultural (artes plásticas, literatura, música, profesiones),
cantinas.
En este sentido, I. lectura del sistema de organización genérica no desarrolla tanto -aunque
tampoco lo desatiende- el nivel simbólico de lo femenino y lo masculino, el ser hombre, mujer
o muxe\ sino que acentúa los roles y las relaciones de poder entre hombres, mujeres y muxe’ en
contextos de interacción (ámbito doméstico, política, sistema festivo, etc.), privilegiando la
normativa de espacios sociales definidos en los cuales cada género ejerce una presencia he-
gemónica y que encuentran su reificación y simbolización en lugares concretos: casa, mercado,
calles, palacio municipal, casa de la cultura, cantinas. El tema de la identidad cruza todos los
capítulos como otro eje alrededor del cual se desarrolla el trabajo.
Una revisión preliminar de los estudios de género en América Latina me ha puesto frente
a varios problemas que no ayudan a la comprensión de los hechos que se han expuesto. En
primer lugar, son muy escasos los estudios sobre la construcción y las relaciones de género
entre miembros que pertenecen a etnias y culturas diferentes, lo cual representa una paradoja,
pues la sociedad latinoamericana, por ser multiétnica, presenta una multitud de modelos cul­
turales respecto a los roles y las relaciones de género. En segundo lugar, se tiene la tendencia a
hablar de “la mujer” o “el hombre” en forma descontextualizada, como si existiera una esencia
de la feminidad o de la masculinidad independiente de la especificidad cultúrale histórica. Yo
prefiero hablar de las mujeres y los hombres tomando en cuenta no solamente los orígenes
socioculturales, sino también los procesos de cambio en su ciclo de vida. Por último, los estu­
dios de género se caracterizan por su enfoque unilateral, es decir, por desarrollarse esencial­
mente en torno a la mujer y desde la perspectiva de la mujer y sólo recientemente se han
empezado a realizar estudios sobre masculinidad y homosexualidad.’ En otras palabras, no se
suele relacionar, comparar o contrastar la construcción de la identidad femenina con la mascu­
lina, o viceversa, esto es, no se estudia la identidad de género como un sistema social identitario
en el que intervienen dos o más actores sociales que reclaman y definen su propia identidad con
relación a los otros.

5 En el ámbito académico el Programa Universitario de Estudios de Género (pueg) déla UNAN ha sido pionero
en estos estudios.

19
Marinella Miaño Borroso

En lo que se refiere a la documentación etnológica sobre género entre los zapotecos del
Istmo, al iniciar este trabajo encontré lo siguiente. En 1969 Beverly Newbold Chinas realizó
una detallada investigación sobre el papel de la mujer en el comercio, en especial de las
comerciantes viajeras (Newbold, 1975,1989). Este trabajo-uno de los pioneros enla etnología
mexicana sobre género- se realizó en San Blas Atempa, que es la comunidad zapoteca con la
que los juchitecos se identifican más. En gran medida juchitecos y blaseños comparten los
mismos rasgos culturales: el uso cotidiano del zapoteco, las mismas costumbres, el “mismo
carácter rebelde”.4 También el mercadeo es, sustancialmente, el mismo, de modo que haré
múltiples referencias al trabajo de esta autora, que en 1992 publicó otro libro sobre el papel de
la mujer zapoteca en varios ámbitos: religión, ciclo de vida, fiesta. En ese trabajo la autora
plantea la “matrifocalidad” de la sociedad zapoteca del Istmo, es decir, “la centralidad de la
madre en la familia y en lo cultural” (Newbold, 1992). Revisaremos este punto en el capítulo
sobre las mujeres. En la misma obra dedica pocas páginas a los muxe’, remarcando la aceptación
social de la homosexualidad masculina y algunas de sus funciones sociales. En 1978 Macario
Matus, poeta, narrador y periodista juchiteco, escribe un artículo sobre la sexualidad en el
Istmo, en el cual sostiene que “ser homosexual en Juchitán es igual que ser heterosexual [...]
la homosexualidad se toma como una gracia o una virtud que proviene de la naturaleza” (M.
Matus, 1978). Un trabajo con una connotación más bien idílica que quizá haya correspondido
a la realidad de los tiempos en que se realizó pero que ahora es bastante cuestionable, como
veremos en la parte dedicada a los muxe'. En 1993 Campbell y Ruiz presentan, en el XII
Congreso Internacional de Antropología, una ponencia en la cual hacen una revisión de las
representaciones de la mujer zapoteca por parte de los viajeros, reconstruyendo el derrotero
del mito de la “mujer sensual del trópico” y el matriarcado como sueños de regreso a la edad
primitiva, típico de una literatura romántica e indigenista. En el mismo año se publicó una
ponencia que yo presenté en el mismo congreso, en la cual cuestiono esa visión idealizada de
la mujer zapoteca y el matriarcado. Gran parte de ese material lo utilizo en este trabajo y
profundizo en temáticas que ya había planteado, sin llegar a conclusiones sustancialmente
diferentes (Miaño, 1994). Por otra parte, durante mi primera larga estancia en Juchitán, en
primavera-verano de 1989, trabajaba un grupo de investigadoras alemanas, coordinadas por la
socióloga Veronika Bennholdt-Thomsen, que publicó en 1994 un libro colectivo en el que plan­
tea la existencia de una forma de matriarcado en la sociedad zapoteca (Bennholdt-Thomsen,
1997) y de un tercer sexo: los muxe’. Adalberto Guerrero también escribió un pequeño artículo
sobre los muxe’, en el que, desde la perspectiva de la psicología social, analiza la relación con la
madre y presenta un cuadro descriptivo general con el cual concordamos casi todos los que
hemos escrito sobre el tema (Guerrero, 1989). Poco antes de escribir estas páginas llegó a mis
manos una ponencia de la antropóloga física Della Collins Cook, de la Universidad de Indiana,
que también sostiene que el muxe’ es un tercer género o undernumbre gender que reúne las
características de los dos sexos y sobre el cual se tienen expectativas sociales (Collins, 1986).
Por último, existe una gran cantidad de artículos periodísticos, nacionales y extranjeros, que
arrojan una extraordinaria confusión sobre el papel de la mujer en esta sociedad y que fomentan
la idea del “matriarcado” con una visión folclórica de su condición. Además de los breves
artículos señalados no encontramos ningún estudio específico sobre la homosexualidad en
esta sociedad.
* Las diferencias se notan principalmente en el estilo de los trajes femeninos y en algunos detalles en la forma
de realizar las fiestas.

20
Hombre, mujer y muxe' en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

Esta escasez de información me provocaba muchas inquietudes. Por una parte, el fenómeno
mujer’ no había sido tratado tanto ni con la suficiente profundidad como nos hubiéramos
esperado debido al interés por parte de la cultura nacional y extranjera sobre estas mujeres. De
hecho, en los ocho años que estuve en el Istmo desfiló ante mí (y ante la mirada hipercrítica
de los juchitecos) una gran cantidad de investigadores y periodistas extranjeros (mucho más
que nacionales) buscando rastros del dominio de la mujer sobre el conjunto de la sociedad y
unos cuantos aficionados del video haciendo entrevistas esporádicas a homosexuales. Muy
pocos de los videos realizados han llegado a las manos de los juchitecos. Además, me sorprendía
que no hubiera documentación etnológica sobre un fenómeno tan original como la institucio-
nalización de la homosexualidad. Así, mi atención fue en gran parte absorbida por este último
tema, al cual he dedicado el mayor tiempo en el último trabajo de campo y representa mi mejor
hallazgo etnográfico.
Por lo que concierne a las mujeres, yo contaba con bastante información, ya que en la
investigación precedente analicé su papel en la construcción de la identidad étnica y,de hecho,
no me costó mucho trabajo incrementar la información y su análisis. En cambio, en lo que se
refiere a los hombres tuve mucho más problemas, ya que, precisamente por cuestiones de
género, no tenía acceso a la vida de los hombres de los diferentes estratos sociales. Algo que no
he podido reconstruir, por ejemplo, es el ciclo de vida masculino y sus momentos fundamentales
desde la perspectiva del hombre, así que el desarrollo de su vida ha quedado muy sesgado por
una óptica femenina. Los hombres a los que me refiero son aquéllos con los que me ha sido
posible convivir y de los cuales conozco las actividades: intelectuales y artistas y, en parte,
políticos.

Organización del trabajo

El trabajo está organizado de la siguiente manera. La primera parte es una introducción gene­
ral al contexto económico, social y cultural del Istmo zapoteco, en la que se trata de poner de
relieve la complejidad de esta sociedad. En el segundo apartado de esa introducción hago una
descripción del territorio urbano y la forma en que lo viven sus habitantes, marcando aquellos
espacios y lugares que tienen que ver, por una parte, con el sentimiento colectivo de pertenen­
cia socioterritorial (Pollini, 1990) y, por la otra, con su utilización por parte de los hombres, las
mujeres y los muxe'. El objetivo es subrayar que los ámbitos de acción de los géneros son
múltiples y complejos y cuestionan la dicotomía entre espacio público y privado asociados a
los géneros. Espacios considerados privados, y femeninos, como la casa, pueden ser a la vez
públicos en determinados momentos, como en la realización de ciertas ceremonias (bautis­
mos, bodas, muertes, etc.), y viceversa, espacios públicos como la calle pueden ser utilizados
para fines privados como una extensión de la casa en las fiestas familiares.
La segunda parte está dedicada a las mujeres y los hombres. Primero quise dividir todo lo
concerniente a las mujeres y a los hombres, respectivamente, pero me resultó imposible organizar
el material y el discurso por la dificultad de hablar del uno sin hacer referencia al otro, tante­
en términos de desenvolvimiento en los espacios físicos y sociales como con relación a los roles
y las identidades sociales. Así, opté por reunir el material y dejar espacio a mi experiencia
vivida e imaginación. La parte introductoria es un bosquejo del cido de vida de las personas
en el contexto familiar y comunitario. Por lo que concierne a las mujeres, un apartado reseña

21
Marinella Miaño Borruso

la literatura producida sobre las mujeres zapotecas y mis puntos de vista al respecto, lo que
problemiza un poco el cuadro. En los apartados posteriores hay una descripción etnográfica de
lo que representa la casa y el mercado en y para la vida de una mujer adulta. Y, por último,
relato brevemente lo que otros autores han escrito sobre los orígenes históricos de las mujeres
comerciantes, coincidiendo, como antropóloga, con la historiadora Leticia Reina.
Por lo que concierne a los hombres, el ámbito de la producción nos da una visión de cómo
está cambiando la sociedad tradicional, cómo se van mermando las labores tradicionales y se
va formando una capa media profesional que nace y se desarrolla como esencialmente masculina,
con una presencia a nivel nacional y proyecciones hacia lo internacional. De los intelectuales
me ha interesado reconstruir los contenidos de su discurso étnico, del cual forman parte impor­
tante las mujeres, y analizar las representaciones que los hombres construyen alrededor de
ellas. Para esto me ha servido hacer una lectura-aún no puedo llamarla análisis- interpretativa
de los textos musicales de compositores juchitecos.
La tercera parte está dedicada al sistema festivo -que considero el momento comunitario
por excelencia-como un microcosmos que refleja en su interior la multiplicidad y complejidad
de los roles, las identidades, las relaciones, etc. He abordado su lectura desde dos perspectivas
interpretativas: por una parte, como sistema de socialización comunitario en su dimensión
integrativa e identitaria, pero no exento de contradicciones y fisuras en su interior; por la otra,
según la participación y las funciones de los actores sociales en juego: hombres, mujeres y
muxe'. Aquí el trabajo de campo también ha ofrecido sorpresas y he detectado el surgimiento
de nuevas figuras sociales y el papel de las mujeres en el comercio del alcohol.
La cuarta parte está dedicada a los muxe. Parto de la descripción de un evento gay para de
ahí extraer y profundizar en los temas de análisis más importantes para el tratamiento del caso.
Tanto para las mujeres como para los muxe’ el trabajo de campo y su análisis cuestionan
algunos discursos que tienden a dar una visión demasiado favorable de su condición.
En las citas de entrevistas transcritas no pongo el nombre ni los datos del informante, ya
que expresan representaciones generalizadas y compartidas por la población en su conjunto
(amén de los inconformes). Me he limitado a transcribir en mis notas las frases más repetidas
en las pláticas con las personas.

Teoría, metodología y técnicas de investigación

Esta tesis es, esencialmente, un trabajo monográfico de tipo etnográfico que se enmarca en la
articulación de la teoría de género con la teoría de la identidad social y la cultura. En este
apartado me limitaré a delinear sólo algunos puntos teóricos y metodológicos que considero
básicos para el estudio de la identidad con relación al género y la cultura.

Sistemas sexo-género

Los estudios de Margaret Mead procuraron demostrar que los roles de hombres y mujeres no
son producto de una esencia masculina o femenina inmutable, sino que se construyen
culturalmente por medio de un proceso de socialización en el que intervienen los modelos de
lo que la sociedad define como actitudes y conductas apropiadas para cada sexo. Las normas,

22
Hombre, muier y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

los valores, los patrones de comportamiento y los papeles para cada género -frecuentemente
conceptualizados como complementarios y excluyentes-, por ser una estructura anterior al
individuo, se presentan como naturales y objetivos, como un “es así”; en términos de Berger y
Lukmann (1968), se institucionalizan. Se trata de una estructura que se interioriza muy tem­
prano en el proceso de socialización, conformando identidades, individuales y colectivas, y
roles que se asumen como prácticas comunes que se insertan en lo cotidiano, en lo normal. Es
lo que Bourdieu denomina habitus.
De esta forma, en su dimensión social el sexo biológico se convierte en lo que la literatura
feminista define como género. Rubín (1986: 95-) así lo explica: “Un sistema sexo-género es el
conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en
productos de la actividad humana y en el cual se satisfacen esas necesidades humanas
transformadas.” Por su lado, De Barbieri (1992:151) afirma: “Los sistemas sexo-géneros son
los conjuntos de prácticas, símbolos, representaciones, normas y valores sociales que las socie­
dades elaboran a partir de las diferencias sexual-anátomo-fisiológicas y que dan sentido a la
satisfacción de los impulsos sexuales, a la reproducción de la especie humana y en general al
relacionamiento entre personas.” En otras palabras, es un sistema que organiza la reproducción
social y la sexualidad. En este sentido, “la categoría de género nos permite substraer el análisis
al determinismo biológico y ubicarlo en el ámbito de lo simbólico” (Lamas, 1986). El género
es entonces una construcción simbólica e histórica. Y ncs abre, además, la posibilidad de estu­
diar culturas que no elaboran conceptos de masculinidad y feminidad en términos de dualismo
simétrico, como parece ser el caso que nos interesa.
El género es una dimensión fundamental de las relaciones sociales que en nuestra sociedad
expresa, junto con las diferencias de clase o estratificación social y étnicas, otra dimensión de
la desigualdad social. Es decir, las jerarquías sociales entre géneros muestran una asimetría
entre hombres y mujeres en la cual las segundas están en una situación de subordinación
respecto a los primeros. Al hablar de asimetría y jerarquía necesariamente hacemos referencia
al poder. En este estudio partimos de la perspectiva de que la organización de género se con­
figura “como sistema de poder, resultado de un conflicto social” (De Barbieri, 1992:158), como
un sistema de relaciones asimétricas entre individuos o grupos. Considerar el poder como sis­
tema de relaciones nos abre la posibilidad, como apunta Minello, de considerar, no solamente
la influencia que un actor social ejerce en un momento dado sobre una esfera o espacio deter­
minados, sino también la “posibilidad de cierta influencia recíproca (...) que puede estimarse
como la capacidad que tiene uno de los elementos de la relación de resistir al otro, intercam­
biar recursos, compartir zonas de influencia” (1986: 60). Según esta perspectiva, se vuelve
imprescindible tomar en cuenta el contexto y los ámbitos en los cuales se expresan tales
relaciones.
La identidad de género no hace referencia a la existencia de una esencia femenina o masculina
ahistórica, la Mujer o el Varón, sino a una dimensión fundamental de la identidad social que
concierne a hombres y mujeres concretos que viven y actúan en diferentes situaciones sociales
y culturales y en tiempos históricos definidos. Los grados de subordinación de las mujeres
respecto al hombre varían mucho, de acuerdo con los contextos socioculturales y, en una
misma cultura, con los ámbitos de interacción y los diferentes momentos del cido de vida. Las
nuevas corrientes latinoamericanas (De Barbieri, 1992; González, 1993; Tarrés, 1992) tienden
a concebir la construcción de las identidades genéricas como un proceso que continúa a lo
largo de la vida, no ocurre de una vez para siempre en la infancia, generando una identidad fija.

23
Marinella Miaño Borruso

“En este proceso influye la experiencia de vida y las posiciones que el actor social ocupa en
distintos momentos. Por lo tanto la identidad de género puede ser conceptualizada y visualizada
no a partir de los atributos que se adjudica a tal género o de las actividades que realiza, sino por
la posición particular que tiene en determinados contextos de interacción a lo largo de su vida”
(González, 1993:27). Esto quiere decir que la construcción y representación sociales alrededor
del sexo y los ámbitos de poder, dominación/subordinación -ya sea en las relaciones entre
hombres y mujeres o en las relaciones intragéneros-, se redefinen a lo largo del ciclo de vida,5
dando lugar a diferentes formas de expresión del género. Por ejemplo, la autoridad y el poder
del hombre se ejerce sobre su mujer y sus hijas de forma acentuada en el periodo en que éstas
están en edad reproductiva y decrece sensiblemente cuando la mujer ya no lo está o la hija se
casa. Al mismo tiempo, los individuos no siempre aceptan pasivamente los estereotipos que les
imponen los modelos culturales o la sociedad; pueden manipular definiciones propias o ajenas
o pueden cuestionarlas, generando nuevas identidades. En otras palabras, hay que concebir el
proceso de construcción del género, así como de cualquier proceso identitario, como un proceso
dinámico, plástico, múltiple.
En este sentido, es necesario estudiar la constitución y transformación de la identidad de
género en los contextos de actividad como resultado de la posición que el actor tiene en la
jerarquía de autoridad y las formas de poder que existen en sus ámbitos de acción. De Barbieri
(1>91) reconoce tres campos específicos para las relaciones de género: a) el parentesco, es decir,
“las tramas de relaciones que orientan las lealtades y la solidaridad más elementales entre las
personas de sexo y generaciones distintas”; b) la división social del trabajo según los géneros
(tanto en el ámbito doméstico como en el mercado de trabajo), entendida como “consecuencia
del conflicto de poder [... ] mas no como la clave donde se origina la subordinación/dominación
entre los géneros”; c) los espacios reconocidos del poder: la esfera pública, el sistema político
y la cultura política. Las líneas que marcan diferencias étnicas y de clase se entrecruzan de
manera compleja, por lo tanto es necesario contextualizar el análisis de acuerdo con el universo
cultural en el cual determinado grupo está injerto (ámbito occidental y nacional); con su
universo cultural específico y su sistema de valores; con la distinción social, que nos permite
observar las diferencias en el interior del grupo pero también los elementos transclasistas que
unen a las mujeres o a los hombres en tanto género; con las generaciones, que nos permiten ver
los cambios y las permanencias de los elementos identitarios en cada género.

Identidad individual y colectiva

La identidad (colectiva o individual) es la manera en que el actor social se concibe a sí mismo


con relación al “otro” y se expresa en signos y comportamientos de integración y diferenciación
que son parte del conjunto de hechos simbólicos presentes en una determinada sociedad, es
decir, del contexto cultural del sujeto. En esta medida se puede entonces definir como cultura
interiorizada o, más bien, como la “interiorización selectiva y distintiva de ciertos elementos y
rasgos culturales por parte de los actores sociales” (Giménez, 1999). Giménez así la define: “La
identidad es el conjunto de repertorios culturales interiorizados (representaciones, valores,

’“Por ciclo de vida entendemos el entrecruzamiento de la edad y del estatus que adquiere el sujeto en los cambios
significativos de su vida” (González, 1992).

24
Hombre, mujer y mux¿ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

símbolos...), a través de los cuales los actores sociales (individuales o colectivos) demarcan sus
fronteras y se distinguen de los demás actores en una situación determinada, todo ello dentro
de un espacio históricamente específico y socialmente estructurado (ibidem).
La identidad no es una esencia del ser humano, o sea, no es un atributo del sujeto, sino que
emerge y se define a partir de las relaciones diferenciales con los demás en el proceso de
interacción social (Mead, 1974). En otras palabras, la identidad es un fenómeno relacional que
requiere del reconocimiento recíproco entre los actores. En este sentido, Melucci (1982) señala
que comporta, intrínsecamente, una tensión irresuelta e irresoluble entre la definición que da
el actor de sí mismo y el reconocimiento que le brindan los demás. Es, pues, el resultado de una
tensión entre autopercepción y heteropercepción, entre autorreconocimiento y heterorreco-
nocimiento. Desde el punto de vista metodológico, por lo tanto, no es posible estudiar la
construcción de la identidad de un género sin tomar en cuenta ese proceso frente al cual se
afirma una identidad específica.
La identidad constituye la dimensión subjetiva de los actores sociales. En la medida en que
representa el punto de vista subjetivo de los actores sociales sobre sí mismos, la identidad no
debe confundirse con otros conceptos como personalidad o carácter social, que suponen, por
el contrario, el punto de vista objetivo del observador externo. Por lo que concierne a este
trabajo aceptamos que “la identidad supone, por definición, el punto de vista subjetivo de los
actores sociales sobre su unidad y sus fronteras simbólicas, sobre su relativa persistencia en e'
tiempo y sobre su ubicación en el ‘mundo’, es decir, en el espacio social” (Giménez). Presupone,
además, cierta reflexividad (Sciolla, 1983), esto es,la capacidad del individuo humano de despren­
derse de la experiencia inmediata y convertirse en objeto para sí mismo. Sólo así puede plantearse
las preguntas: ¿quién soy?, ¿quién quiero ser?
Respecto a las características esenciales de la identidad debemos evidenciar su pluridimen-
sionalidad y plasticidad. Si nos referimos a la identidad individual vemos que el ego se inscribe
en una multiplicidad de círculos de pertenencia: yo soy, al mismo tiempo, miembro de una
familia, mujer, miembro de una comunidad académica, oriunda de un determinado país, etc
Reconocerse como mujer, hombre, padre o madre implica un conjunto de normas y valores
socialmente preestablecidos que se organizan jerárquicamente según las demandas del contexto
en el cual se afirma o reconoce la identidad del sujeto? Por otro lado, hemos afirmado que la
identidad no es una esencia o un paradigma inmutables. Queremos subrayar que se debe
concebir como un proceso de identificación, es decir, un proceso activo y complejo históricamente
situado y resultante de conflictos y luchas que se dan en la confrontación social, en la cual la
identidad expresa su capacidad de variación, acomodamiento y modulación interna: su
plasticidad. Las identidades emergen y varían en el tiempo, se retraen y se expanden según las
circunstancias, pueden desaparecer y volver a vivir, se definen de acuerdo con el contexto
histórico y las estructuras de poder existentes entre los actores.

6 La relación entre identidad subjetiva y universo cultural se enmarca en la teoría de la “percepción cultural”.
“Por percepción cultural se entiende el punto de encuentro entre la concepción cultural del sujeto, que deriva dd
propio sistema cultural de referencia, y su experiencia personal a través de la comunicación de contenidos,
formas, prioridades que el sujeto percibe como los más adecuados para expresar su pensamiento. El sujeto que
interviene en la investigación opera, de hecho, una síntesis entre su concepción cultural general y su experiencia
reflexionada y, por lo tanto, elevada a abstracción en una circularidad que va de la teoría a lo vivido y regresa a la
teoría” (Di Cristofaro, 1992).

25
Marinella Miaño Borroso

En lo que se refiere a la identidad étnica, desde la perspectiva de la psicología social Devos


(1982) la concibe como un sentimiento subjetivo basado en referentes culturales o de común
origen o ancestro y orientada hacia el pasado. El grupo étnico se define como un grupo cons­
ciente de sí mismo, autopercibido, unido alrededor de una tradición cultural particular y un
pasado común. Por otra parte, Fredrik Barth concibe la etnicidad como la organización social
de la diferencia cultural (1976), lo que remite, más que al contenido cultural de la identidad, a
la continuidad de los límites o las fronteras que los grupos establecen en contraposición a los
otros y a las formas de interacción que escogen con relación a la cultura nacional mayoritaria
y dominante, sobre la base -afirma Giménez- de “cierto repertorio cultural” utilizado de manera
estratégica y selectiva. Los componentes culturales básicos del tal repertorio son identificados
por Giménez en los siguientes elementos: 1) una tradición compartida, entendida como “el
conjunto de representaciones, imágenes, saberes teóricos y prácticos, comportamientos, actitudes,
etc., que un grupo o una sociedad acepta en nombre de una continuidad necesaria entre el
pasado y el presente” (1998: 20). En este sentido, la tradición es una noción compatible con
cambio, modernización o desarrollo, pues lo que la define es el hecho de “conferir al pasado una
autoridad trascendente para regular el presente [...] nunca es mera repetición del pasado en el
presente, sino filtro, redefinición y reelaboración permanente del pasado en función de las
necesidades y desafío del presente”. Incluso pueden existir “tradiciones inventadas”, como dijera
Hobsbawn (ibidem: 19); 2) el territorio cultural, o sea, el territorio ancestral, herencia común
de los antepasados,“espacio de inscripción déla memoria colectiva, soporte material de la vida
comunitaria y referente simbólico de la identidad colectiva” (ibidem: 20); 3) la valoración de la
lengua nativa como “modelo del mundo”, código o modelo que compendia la visión del mundo
de la colectividad; 4) la valoración del propio sistema de parentesco y particularmente de la
familia como marca distintiva de identidad, en cuyo seno el individuo interioriza una tradición
cultural, una religión, un sistema de valores, etc.; 5) un complejo religioso-ritual que se articula
en tomo a la figura del santo patrón y las celebraciones destinadas a honrarlo. El santo patrón
es “el corazón del pueblo” y resume en sí mismo, por metonimia, la identidad social colectiva.

La investigación de campo

El trabajo de campo para esta investigación se hizo de mayo de 1995 a marzo de 1996, pero se
ha beneficiado del trabajo previo realizado durante temporadas prolongadas de estancias in
situ a partir de marzo de 1989. La permanencia en el terreno en su conjunto ha alcanzado los
cuatro años y cuatro meses.
El método antropológico ha consistido entonces en la observación participante clásica, en
la que la producción de conocimiento se realiza a partir de la permanencia prolongada en el
campo y de lá interrelación cotidiana entre el investigador y los sujetos de la investigación. Este
método no consiste sólo en “recopilar las opiniones de los interlocutores, así como aparecen en
una investigación cuantitativa, sino más bien en observar las relaciones entre representaciones
y relaciones sociales, entre las palabras y las prácticas, a partir de cómo se presentan en el
cuadro de la situación específica de la investigación de campo” (Giglia, 1997:36). La observación
participante implica, por lo tanto, una inmersión casi total en la vida de la sociedad estudiada.
Ernesto de Martino sostiene que esta situación de “encuentro etnográfico” mediante la inserción
del investigador etnógrafo en la sociedad “otra” comporta un doble peligro, pues el etnógrafo

26
Hombre, muier y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec ’

“intenta realizar una total abstracción de su propia historia cultural con la pretensión de
abordar sin prejuicios los fenómenos que observa, y se vuelve entonces ciego y mudo frente a
los hechos etnográficos y pierde así, con la capacidad de observar y describir, su propia vocación
de especialista” (1977:391). De hecho, esto me sucedió en mis primeras prácticas de campo: la
asunción del punto de vista del otro fue de tal magnitud que mi propia identidad cultural se
vio afectada y trastornada con graves consecuencias en mi vida personal y profesional. Haberme
encontrado con una realidad exótica que me atrapaba con la magia y fascinación de un “otro”
totalmente ajeno a mi historia cultural y que, al mismo tiempo, presentaba curiosas coincidencias
o similitudes con mi “pueblo” de origen, Nápoles, en Italia, me creaba muchas confusiones de
interpretación y hasta de comportamientos, exponiéndome al otro polo de la “paradoja carac­
terística” del quehacer etnográfico, como lo define De Martino, es decir, “al riesgo de valoraciones
etnocéntricas a partir de las observaciones más elementales” (idem).
Resolver este impasse entre etnocentrismo y anulación de un sí mismo cultural me ha
costado un esfuerzo de reflexión de varios años y mucho trabajo autocrítico. La “objetivación
de la posición social y cultural del investigador” (Giglia, 1997) es posible mediante una operación
reflexiva y cotidianamente reiterada de las implicaciones inherentes a la posición que ocupa el
investigador dentro de las redes de relaciones y significados en las que se mueve. De Martino
define el “etnocentrismo crítico” como la capacidad de asumir, consciente y críticamente,
nuestras categorías de lectura de la realidad y la disponibilidad a “reformularlas” por efecto de
la confrontación con el “otro”.
La metodología de investigación etnográfica se basa en una “descripción densa”, como la
define Geertz (1987), que consiste en saber distinguir entre un tic y un guiño, entre un gesto
y un hecho cultural. En otros términos, es interpretar lo que se está observando o, si se prefiere,
“leer” los hechos culturales, encontrar las conexiones entre ellos, desentrañar la selva de los
símbolos que nos presenta la realidad, como si fuera un texto que se va a interpretar. Mi mirada
antropológica ha sido dirigida más hacia el presente que hacíala reconstrucción de la tradición.
En este sentido, percibo que el trabajo adolece de profundidad histórica, pero mi intención era
abordar el tema de la etnicidad desde la perspectiva de la modernidad y tratando de mirar al
“indígena” sin aquella connotación de casi misticismo que muchos etnólogos usan en el
tratamiento de su “objeto de estudio”. El análisis situacional me ha servido mucho para tratar,
en especial, el tema de los muxe'. Sin embargo, también en el caso de las mujeres y los hombres
algunas situaciones, que no describo tan detalladamente como las de los muxe', me han servido
como llaves de interpretación para explicar hechos sociales que van más allá del suceso.
Durante esta investigación he usado casi la mayoría de las técnicas de investigación y la
recopilación de datos: entrevistas, fotos, historias de vida, pláticas abiertas, observación, videos.
En general los juchitecos son alérgicos a las entrevistas formales y a la grabadora, así que casi
no la pude usar, a excepción de contados casos. En una estancia precedente tuve la fortuna de
contar con la ayuda de Edaena Saynes, que realizó alrededor de 30 entrevistas, algunas en
zapoteco, a las mujeres del mercado sobre la base de una guía de preguntas que acordamos.
Varias de las citas transcritas provienen de este acervo, pero se consideraron sólo aquellas que
en el transcurso del tiempo, por medio de la experiencia y la observación, he comprobado
que son significativas y compartidas socialmente. Una entrevista preciosa sobre la historia de
las taberneras me la concedió Juana Luis, La Gringa, a la que agradezco mucho. Otras pocas
entrevistas grabadas describen las ceremonias religiosas que, además, he presenciado. Las muchas
historias personales de vida que me contaron mis amigas zapotecas en las pláticas informales,

27
Marinella Miaño Borroso

lánguidamente echadas en las hamacas colgadas en los patios o sentadas en las banquetas a la
entrada de la casa, viendo pasar la vida de los otros, no han sido grabadas, sólo transcritas en
mis notas y recuerdos personales. Una gran parte de las fotos tomadas son el registro visual de
las ceremonias de Cuaresma y Semana Santa, con las cuales se montó una exposición entera
de 140 fotografías. Este trabajo lo realicé con la fotógrafa Cornelia Suhan y las autoras lo rega­
laron a la parroquia de San Vicente Ferrer como contribución personal al acervo documental
de la comunidad religiosa. Los videos son registros de la Vela de las Intrépidas (Vela de los
muxe') de noviembre de 1996 y del certamen teatral Las Intrépidas vs. el Sida que se realizó en
Juchitán en abril de 1997. No me he servido de informantes pagados ni de ayudantes de
investigación.
Las palabras en zapoteco que utilizo en el texto están escritas según los lincamientos de la
lecto-escritura propuestos por la etnolingüista Florinda Luis Orozco, excepto cuando cito a
otros autores.

28
Territorio, vida y personas

entre tradición y modernidad

¡Juchitán, Xabizende, Lahuiguidxi!


¡Xquidxe’ ni nadxii xhaata’ ladxiduá’!
¡Ja Xianga naro’balú ca ya’!
¡Ra bicuí ca Binnigula’sa’ lidxi!

¡Juchitán, Xabizende, Lahuiguidxi!


Sicarulu sicape’ sicarú guibá'
ne scasipe’ sicarú guidxi Luid’
ra guie Binnizá ni guca’ biidxi’.

Nabé ribana’ lit, guidxi ro’ stinne’.


Ribana’ lidxe’ ne ribana’ xpinne’.
Pala nixidxi ti son, sica tiisi loa,
ne nindá’ naxhi guie’xhuuba’ stinu la,
rizuluá' ma’ chegate’guna lá lu,
ti lá lu’ nga lá jñaa’; lá jñaa’ nga lá lu’.1

El Istmo de Tehuantepec

El Istmo de Tehuantepec, materia de este trabajo, limita al norte con el distrito de Zacatepec-
Mixe y el estado de Veracruz, al sur con el Océano Pacífico, al este con el estado de Chiapas y1

1 ¡Juchitán, Juchitán, mi Juchitán! / ¡Tierra mía que adora tanto mi corazón! / ¡Qué opulenta y grandiosa te
contemplo! / Do los prístinos zaes cimentaron su hogar. / ¡Juchitán, Juchitán, mi Juchitán! / Eres bello cual bello
firmamento, I como es linda la linda Huaxyacac / do nacieron ios zaes, la semilla fecunda. I ¡Mirifico solar, te
extraño tanto! / Extraño mi heredar como a mi gente / y cuando oigo tocar un son cualquiera f y perfuma el jazmín
que se desgrana, / siento morir al escuchar tu nombre, / el nombre de la madre que es tu nombre. Enrique Liekens,
“Guendaribana” (“nostalgia”). Tomado de: Víctor de la Cruz, 1984:43.

29
Marinella Miaño Borruso

al oeste con los distritos de Pochutla y Yautepec.2 En total el Istmo de Tehuantepec cuenta con
una superficie aproximada de 20 000 kilómetros cuadrados, que representan 20.9% de la
superficie del estada De esta proporción, 13 300 kilómetros cuadrados corresponden al distri­
to de Juchitán y el resto al de Tehuantepec. Estos dos distritos engloban 41 municipios, de los
cuales 22 se encuentran en Juchitán y 19 en Tehuantepec? El Censo General de Población y
Vivienda de 19901 registró, en la región del Istmo, un total de 485 732 habitantes, que repre­
sentan I6.l% de la población correspondiente al estado, con una tasa de crecimiento im­
portante -3.2%- en la última década. 45% de la población se concentra en cuatro municipios:
Salina Cruz (13.5%), Juchitán de Zaragoza (13.7%), Tehuantepec (9.7%) y Matías Romero
(8%), dando un carácter más bien urbano a la región?
En términos generales, los distritos de Juchitán y Tehuantepec presentan tres aspectos
dominantes en cuanto a su conformación geográfica y económica: la zona de las lagunas
interiores, donde, ¿n cinco municipios, se asienta la población huave que vive de la pesca
artesanal, poca agricultura orientada a la subsistencia y algo de ganado menor; la zona
montañosa, productora de café y madera, que se caracteriza por sus asentamientos dispersos
y las destrozadas vías de comunicación, donde zapotecos, chontales, mixes y zoques de los
Chimalapas viven en profundo abandono en todo lo que se refiere a servicios de salud, educación
e impartición de justicia;6 por último, en la planicie habita el grueso de la población zapoteca,
dedicada a la agricultura, la ganadería y el comercio, con mejores c jmunicaciones y, natu­
ralmente, con un nivel de vida superior a las otras dos regiones. De las montañas al mar el
territorio es atravesado por una serie de ríos cuyos caudales solamente se notan en épocas de
lluvias. Entre éstos destacan el río Tehuantepec y el de los Perros, que cruza Juchitán y desemboca
en una serie de ramales empobrecidos en la Laguna Superior.
La carretera transístmica conecta, de este a oeste, a Coatzacoalcos con Salina Cruz y se
transforma en panamericana al entroncar con la vía que comunica a la ciudad de Oaxaca con
Tapachula, en la frontera con Guatemala. En el tramo del Istmo esta carretera comunica a las
tres ciudades más importantes: Juchitán, Tehuantepec y Salina Cruz. Hacia el oriente conecta
a Juchitán con Arriagt y Tonalá, en Chiapas, con las cuales hay estrechas relaciones comerciales.
Partiendo de Salina Cruz se desprende un tramo que bordea la costa del Pacífico hasta Acapulco,
pasando por los complejos turísticos de Huatulco y Puerto Escondido. Del otro lado, sobre la
transístmica, después de pasar por Matías Romero, se desprende un ramal que conduce, por un
lado, a Tuxtepec y, por el otro, a la cuenca del Papaloapan. Esta misma carretera permite el
acceso a ciudades importantes para las transacciones económicas como Minatitlán y Acayucan,
en el territorio veracruzano.

! Según el INEGI, la región del Istmo de Tehuantepec se ubica entre las coordenadas geográficas 15 grados 47
minutos y 17 grados 19 minutos, latitud norte, y 93 grados 52 minutos y 90 grados 0 minutos, longitud oeste, del
Meridiano de Greenwich. Su altitud máxima, con referencia al nivel del mar, es de 1 400 metros y su mínima, de
acuerdo con el mismo parámetro, de 50. En conjunto ambas circunstancias propician una temperatura media
anual de 25 grados centígrados.
’ Véase apéndice 1.
* INEGI, Región Istmo, México, 1990.
5 Véase mapa 1 del apéndice 2.
6 Estas zonas montañosas son de las más pobres del estado. La Diócesis de Tehuantepec ha hecho sentir su
presencia por medio de una política pastoral y social que ha fomentado la asociación de las comunidades cafeta­
leras en la Unión de Comunidades Indígenas de la Región Istmo (uciRl) y de numerosos proyectos de salud,
vivienda, desarrollo comunitario, asesoría jurídica y derechos humanos.

30
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

De las carreteras principales se desprende una red amplia de caminos asfaltados y de terracería
que comunican a los centros urbanos mayores con todos los pueblos y las pequeñas localidades
rurales. El transporte de superficie es garantizado por las grandes empresas de transporte7 y
por una cantidad considerable de pequeños concesionarios locales y extrarregionales, a lo que
habría que sumar el servicio de taxis, cuyos choferes, además de ofrecer el servicio de transporte
a personas y mercancías, agregan el reciclaje y la difusión de las noticias domésticas que se
suceden con febril dinamismo.
Para el comercio se utilizan mucho las dos líneas del ferrocarril que pasan por Juchitán: el
panamericano de Veracruz a Guatemala y el transístmico. Nos informa don Ursulirio Rueda
Saynes, cronista de su tierra: “El ferrocarril panamericano, hoy centroamericano, se inauguró
en el año de 1905 (...) siendo presidente de la República el general Porfirio Díaz;en este año,
se inauguró el ferrocarril transístmico, Ferrocarril Nacional de Tehuantepec, que une los
importantes puertos de Salina Cruz, Oax., con Coatzacoalcos, Ver.” (Rueda Saynes y Rueda
Jiménez, 1988: 54).
En lo que se refiere a la transportación aérea existen dos pequeños aeropuertos, el de Salina
Cruz, que se activó hace muy pocos años, y el aeropuerto militar de Ixtepec que, según los
proyectos de desarrollo diseñados para la región, será ampliado y convertido en civil. La
comunicación vía aérea es muy poco utilizada por los istmeños a causa del exorbitante costo
del boleto, que sólo está al alcance de los funcionarios de Pemex, Coca-Cola o Corona y de los
comerciantes más adinerados de la región, entre ellos la nueva “casta” de narco traficantes.

Historia y culturas

A su llegada a los territorios que actualmente conforman el valle de Oaxaca los españoles no
encontraron una única nación-estado zapoteca bajo el mando de un solo gobernante, como en
el centro del país, ni una etnia vasalla de los mexicas, sino una civilización políticamente
fragmentada en una serie de ciudades-estados rectoras con aldeas tributarias, organizadas
según una estratificación social bastante marcada.8 Destacaban dos grandes centros: uno reli­
gioso, Mida, y otro militar, Zaachila, así como dos grandes señoríos: el de Zaachila, gobernado
por el rey Cosijoeza, y el de Tehuantepec, donde gobernaba el hijo de aquél, Cosijopí. El Lienzo
de Guevea vincula claramente a los príncipes zapotecos de Tehuantepec con los de Zaachila
(Seler, 1986). “Hacia 1360 los zapotecos ya habían ocupado Tehuantepec y conquistado a los
indígenas del Istmo, quienes muy probablemente fueron los indios zoques y huaves”, nos in­
forma Covarrubias (1946: 241). Los zapotecos habían ocupado un territorio que formaba
parte de las rutas comerciales de los mexicas hacia Chiapas y Centroamérica, hecho que deter-

7 ADO, AU, Cristóbal Colón, Sur.


' Stefano Várese destaca que el desarrollo de la civilización zapoteca contrasta con las otras de Mesoamérica, ya
que, mientras éstas habrían pasado de una época de aldeas agrícolas autónomas o semiautónomas a la formación
de varios sistemas político-teocráticos para terminar en sociedades de tipo militarista, cuya máxima expresión fue
la sociedad mexica, “la primera muestra de descentralización que aparece [entre los zapotecos] está vinculada aun
ascenso de tipo militarista (Monte Albán II), seguida de una formación teocrática relativamente descentralizada y
para concluir, hacia los siglos xv y xvi de nuestra época, con una fragmentación en una serie de ciudades rectoras
y aldeas tributarias”. Y añade que tal vez este carácter no centralizado del poder permitió oponer una resistencia
más eficiente a la expansión mexica y la invasión española (véase Víctor de la Cruz, 1983:57).

31
Marinella Miaño Borruso

minó varios conflictos con ese imperio que culminaron en una larga guerra en el cerro del
Guiengola’ y, posteriormente, en una alianza matrimonial entre Cosijoeza y la hija del rey
Ahuizotl, Colyolixcatzin, llamada en zapoteco Belaxiaa (“copo de algodón”) (Orozco, 1946:19).
Los zapotecos se llamaban a sí mismos binnizá,10 pero los mexicas denominaron a la última
capital de este pueblo Teotzapotlán, de donde, según Clavijero, deriva el gentilicio zapoteca.
Durante la Colonia el Istmo quedó incorporado al Marquesado del Valle, que pasa, en 1533, de
encomienda a señorío jurisdiccional de Hernán Cortés hasta 1560.” A partir de esta fecha la
jurisdicción de Tehuantepec pasa a la Corona, quedándose el Marquesado solamente con
Jalapa del Marqués y las ocho haciendas ganaderas establecidas en la j urisdicción de Tehuantepec.
Si se rastrea la historia del Istmo desde la Colonia hasta nuestros días encontramos la
permanencia de algunos elementos que nos pueden dar pautas para la definición de la identidad
histórica y étnica del pueblo juchiteco. A pesar de que la presencia del Marquesado y de las
haciendas que le sobrevivieron representaron, en cierta medida, un freno a la expansión y el
endurecimiento de la Colonia, una constante en la historia de la región son las numerosas
rebeliones indígenas que hubo a partir del siglo xvn hasta el xix. La resistencia de la población
era en contra de las medidas económicas o políticas de los poderes coloniales -y, después de la
Independencia, nacionales o internacionales (como el caso de la Intervención francesa)- que
tendían a mermar o afectar el control económico y político de la población autóctona sobre el
territorio (Tutino, 1980; De la Cruz, 1983). Todavía en tiempos modernos en la base de la lucha
política está una aspiración hacia la autodeterminación administrativa y el control de los
procesos de explotación de los recursos económicos y culturales de la región.
La rebelión más importante del periodo colonial fue la de Tehuantepec, en 1666. El siglo
pasado también estuvo marcado por varias rebeliones, originadas en Juchitán, por la re­
cuperación de las tierras y las salinas; la más importante fue la de Che Gorio Melendre, que
luchó por la autonomía del territorio istmeño respecto del estado de Oaxaca. El territorio
federal del Istmo de Tehuantepec fue creado por el presidente López de Santa-Anna en 1853 (el
mismo día en que Melendre fue envenenado por sus enemigos), pero tuvo una vida corta, ya
que duró apenas dos años. Sin embargo, aún queda viva, aunque sosegada, en la población
zapoteca-esencialmente la que se coloca a la izquierda en el espectro político de Juchitán- la
aspiración a la autonomía política. Los temas recurrentes de la contienda están, por lo tanto,
ligados al problema de la propiedad y el uso de la tierra-en especial de las salinas que rodean
las lagunas-, al comercio, los impuestos y, a partir de la formación del Estado nacional, a la
autodeterminación en la elección de las autoridades locales.

’Véase Mendieta y Núñez, 1949: 58-60.


10 Binnizá está compuesto por binni,“gente”, y za, “nube”, es decir, “gente de las nubes” o que tuvo su origen en
este elemento. Una de las leyendas más divulgadas entre los zapotecos refiere que ios padres de la raza descendie­
ron de una nube en forma de hermosas aves de plumaje multicolor y de extraños y melodiosos cantos. Pero za
también quiere decir “lengua”y “raza zapoteca”, concepto único que asimila la palabra al hombre. El idioma de los
binnizá es el didxazá, que viera de didxa, “palabra”, y za, “nube”, “idioma de la gente de las nubes” (véase Liekens,
1952).
" “El marquesado confirmado a Cortés mediante una merced real dada en 1529 le confería dominio señorial
sobre 23 000 vasallos en un área dispersa que incluía parte del valle de Oaxaca, del Istmo, Coyoacán, Tacubaya,
Toluca, Cuernavaca, Tuxtla, Cotaxtla y otras. El marquesado tenía su origen en viejas instituciones medievales;
implicaba el derecho del marqués de impartir justicia, nombrar administradores y recibir tributo, pero no incluía
la propiedad de la tierra. Aun así, el marquesado, valiéndose de diversos mecanismos, fue el principal propietario
español de tierras en Oaxaca durante el siglo xvi. Las primeras extensiones de tierra, a fines de la década de 1520,
las adquirió por compra que hiciera su administrador a unos caciques indígenas” (Romero Frizzi, 1988:251).

32
HOMBRE, MUJER Y MUXE’ EN LA SOCIEDAD ZAPOTECA DEL ISTMO DE TEHUANTEPEC

Otro elemento histórico que caracteriza a la región es la contraposición que se establece


entre las dos principales ciudades zapotecas, Tehuantepec y Juchitán. La presencia de las au­
toridades civiles y eclesiásticas españolas en Tehuantepec, junto con los intereses económicos
que éstas desarrollan, propicia un proceso de “ladinización” de esta ciudad -según sostienen
autores de la región-,12 cuyo circuito económico y comercial se integró más rápido a la economía
española que el de otros, relacionándose esencialmente con las élites comerciales y políticas de
la capital del estado. A lo largo del tiempo Juchitán sigue un proceso inverso que se expresa en
una radicalización y consolidación étnicas, junto con otros pueblos zapotecos que hoy integran
su distrito político, dando lugar a lo que actualmente es la contraposición étnica fundamental en
el Istmo. Ccn el tiempo Juchitán también ha radicalizado su oposición al gobierno del estado de
Oaxaca y fortalecido los lazos con los poderes federales, apoyándose en la persona del presidente
de la República, que en muchas ocasiones es su principal interlocutor en el ámbito político.
Aún en nuestros días el Istmo es una zona interétnica donde los zapotecos son el grupo
predominante y comparten el territorio con huaves, mixes, chontales y zoques. Los flujos
migratorios, que iniciaran en la Revolución y se incrementaran en las tres últimas décadas,
favorecen la constitución de nutridas colonias de zapotecos en la mayor parte de las grandes
ciudades del país. La construcción del ferrocarril y la carretera -entre la mitad del siglo pasado
y principios del actual- provocó una gran inmigración de europeos, norteamericanos y libaneses
que se establecieron en el Istmo y se integraron rápidamente, con ayuda de las mujeres, a la
sociedad zapoteca, que actualmente está compuesta por una variedad de razas. A raíz de los
conflictos políticos en Centroamérica muchos centroamericanos han encontrado refugio en el
Istmo -sobre todo en Juchitán y Salina Cruz-, ampliando notablemente el espectro étnico.
A pesar de la heterogeneidad, a nivel cultural sigue vigente lo que ya en los años treinta se
definió como “zapotequización”: la prevalencia de la cultura zapoteca sobre los rasgos culturales
de las otras etnias y los mestizos. Tanto huaves como mixes, chontales y zoques, por ejemplo,
han adoptado la vestimenta zapoteca y la forma de usarla, así como la manera de celebrar las
fiestas. También los mestizos que viven algún tiempo en las comunidades istmeñas se adecúan
o adoptan la forma de vivir, relacionarse y representar de los zapotecos, ya sea porque la cultura
zapoteca tiene una magia que atrae al alma o porque no compartirla implica para el individuo
un aislamiento social y humano difícil de soportar. Este rasgo se conserva en la actualidad y en
Juchitán se ha ido consolidando en la medida en que se ha afirmado su fuerza económica y
política en el ámbito regional y también por el hecho de que los juchitecos se consideran, no
solamente los verdaderos representantes de la cultura zapoteca -en oposición, sobre todo, a sus
vecinos tehuanos-, sino los depositarios de una cultura superior y más elaboraday desarrollada
respecto a las otras, incluso la mestiza.
Aunque son muchos y evidentes los factores culturales que asimilan a la población de
Juchitán con otras comunidades o grupos étnicos del país, y probablemente por la difusa y
arraigada conciencia de esta inserción activa en la vida del país, en el Istmo zapoteco no existe
la dicotomía entre indio (o indígena) y mestizo. La población no está dividida en sectores que

12 El concepto de “ladinización” lo usan Carlos Manzo (1992) y Víctor de la Cruz (1993), ambos escritores za­
potecos. Sin embargo, considero que hay que ver si realmente se trata de un proceso de aculturación o de formas
diferentes de vivir los cambios históricos entre Tehuantepec y Juchitán. Un rasgo de fuerte diferenciación se
encuentra en el campo religioso. Mientras Tehuantepec, sede del Obispado, ha conservado en su estructura
comunitaria un fuerte componente religioso, Juchitán se caracteriza por una mayor laicidad.

33
Marinella Miaño Borruso

se adscriban a estas categorías, estos dos términos nunca se utilizan en las comunidades zapote-
cas para autonombrarse o para referirse a la gente de afuera que vive ahí. Los miembros de
la comunidad se autonombran zapotecos, juchitecos o, más frecuentemente, “tecos” y “tecas”.
A los que no son zapotecos los llaman, despectivamente, dxu (“gente de fuera”).
De hecho, a lo iargo de su historia, y más aún en los tiempos modernos, los zapotecos del
Istmo han conformado una conciencia de resistencia étnica que se funda en un sentimiento de
profundo orgullo y valoración de su cultura, rechazando el estigma de indígenas, con toda la
carga de negatividad y marginación que conlleva pertenecer a esta categoría, y afirmando, en
cambio, una clara distinción entre la categoría de indio y la de etnia. Lo que prevalece es el
orgullo de la raza, la conciencia de formar parte de una cultura y una organización social dis­
tinta de la nacional y de las otras presentes en el país-pero, en ningún caso, inferior.

Los juchitecos no queremos aceptar ser indígenas, sino que nos sentimos orgullosos de ser zapotecos,
de la raza zapoteen.

El concepto que los zapotecos tienen del indio no difiere en absoluto del que tienen ladinos y
mestizos en las zonas indígenas, ya que para ellos la categoría de indio define a un ser despre­
ciable, a un sometido, a un sinrazón, a gente inferior por su cultura y capacidades.

No nos gusta ser indios, el indio es una persona que no está varón, es de muy poca cultura, de muy
poca inteligencia, que no tiene la conciencia de sí misma.

Los indios son gente muy cerrada. A la gente cerrada aquí >e le dice binnima’, “gente-animal”.

La concepción negativa del término indio o indígena se refleja y concreta en las relaciones
jerárquicas y de dominación que establecen los zapotecos con los otros grupos étnicos presen­
tes en la región. Para los zapotecos, y los juchitecos en particular, los miembros de estas etnias
son indios, por lo tanto, inferiores y de ellos dicen que “no hablan ni siquiera castellano”, “no
entienden”, “no es gente de razón”, “no tienen el orgullo de su lengua, cuando vienen a Juchitán
hablan castellano entre eDos”, “son sumisos”, “caminan agachados”, “son pobres”, “son ignorantes”.

Economía, política, religión

Si bien en el nivel económico el Istmo ha sido tradicionalmente campesino y ganadero, a par­


tir de la segunda mitad del siglo XIX la zona cobró gran importancia geopolítica por ser una ruta
de comunicación interoceánica muy efectiva para los flujos comerciales tanto nacionales como
internacionales, ya que enlaza las tierras altas mexicanas con Centroamérica y representa un
corredor privilegiado de comunicación interoceánica alternativo al canal de Panamá. En la
construcción de las vías de comunicación transístmica, a mediados del siglo pasado, estu­
vieron interesados los capitales inglés y norteamericano por medio de compañías que obtuvie­
ron concesiones sobre el territorio para construir el ferrocarril y la carretera transístmicos, de
Minatitlán a Salina Cruz, así como el ferrocarril panamericano (Brasseur, 1981).
En los años sesenta se pusieron en marcha varios proyectos de modernización, de los cuales
los más importantes son la construcción de la refinería de Pemex en Salina Cruz y de la presa

34
Hombre, mujer y muxe’ en la. sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

Benito Juárez y, más recientemente, del oleoducto que une a las zonas petroleras de Veracruz
y Tabasco con el puerto. Salina Cruz es el polo industrial del Istmo oaxaqueño, ya que, además
de su puerto, tiene astilleros y pesca de alta mar de camarón y atún. Tanto Salina Cruz como
el nuevo polo turístico de las Bahías de Huatulco han absorbido, en las últimas dos décadas,
bastante mano de obra de las comunidades istmeñas y de la sierra, aunque en 1996, por la
reestructuración industrial, han sido despedidos grandes contingentes de obreros de la planta
petrolera y de los astilleros. La construcción de la presa y la consecuente instalación del sistema
de riego número 19, que tenía como objetivo modernizar la agricultura mediante la transfor­
mación de los cultivos y la introducción de la caña de azúcar'3 y el sorgo, favoreció la privatización
y acumulación de tierras en manos de terratenientes y comerciantes ricos debido a un proceso
político de concesiones y decretos presidenciales (firmados por el presidente Díaz Ordazjque
convirtieron las tierras comunales, primero, en ejidos y, luego, en pequeña propiedad." Sin
embargo, tanto la privatización de las tierras como la implantación de cultivos y técnicas
modernizadoras -la mayor parte de las veces realizadas sin estudios previos- fueron medidas
que no lograron desarrollar la agricultura en forma capitalista moderna, a la vez que causaron
una mayor conflictividad social por la lucha entre campesinos pobres, ejidatarios y terratenientes.
Actualmente se inicia otro gran proceso de privatización de las tierras a lo largo de la carre­
tera transístmica, que se han vuelto altamente rentables a causa de la promoción del Proyecto
de Desarrollo Integral del Istmo de Tehuantepec, que, con una inversión total de 130 mil
millones de dólares, intenta desarrollar 146 proyectos en petroquímica, agroindustria, planta­
ción forestal, pesca e infraestructura.15 El proyecto contempla una totalidad de 41 municipios,
de los cuales 10 se ubican en el Istmo oaxaqueño. Por otra parte, se observa un inicio de
privatización de las refinerías y del oleoducto, cuyo beneficiario parece ser, esencialmente, el
capital japonés, pues en los últimos años se ha visto una creciente presencia de capital y
familias de origen nipón en la zona.16 En resumen, el Istmo es una zona que interesa tanto al
capital nacional como internacional, de manera que no puede quedar aislada de los procesos
de modernización y globalización que caracterizan a la nación.
En el ámbito religioso casi 90% de la población se declara católica, pero en la última década
se ha incrementado considerablemente la presencia de sectas protestantes, esencialmente pente-
costeses, testigos de Jehová y mormones; estos últimos tienen, frente al Instituto Tecnológico
del Istmo, un terrific templo, más grande que la iglesia de San Vicente Ferrer, patrono ¿e la
ciudad.
Desde el punto de vista político la región se caracteriza por la presencia de la Coalición
Obrera Campesina Estudiantil del Istmo (cocei), una organización local nacida en los años
setenta que dio vida en Juchitán, en 1981, al Ayuntamiento Popular, el primer municipio
regido por la oposición en la historia del México moderno que promueve un proyecto étnico-13

13 Hernán Cortés fue el primero en introducir trapiches y negros como mano de obra en el Istmo, pero este tipo
de cultivo no tuvo éxito porque el clima no permite su desarrollo. De hecho, en tiempos recientes también ha
fracasado el intento de reactivar el ingenio azucarero del Istmo, que dista unos tres kilómetros de Juchitán.
H Véase Warman, 1983.
,s Del total del monto económico del proyecto, 53% está destinado al Istmo veracruzano y 47% al Istmo oaxa­
queño. De estos últimos, 10 mil millones de pesos están destinados a la industria petrolera. Fuente: Proyecto de
Desarrollo Integral del Istmo de Tehuantepec, Sedesol, 1996.
“ Este dato etnográfico aún no ha sido confirmado por el censo, ya que la presencia de población de origen
japonés se ha incrementado después del último Censo General de Población y Vivienda.

35
Marinella Miaño Borruso

cultural abierto a la modernidad, pero anclado en las tradiciones zapotecas. En nuestros días
la conflictiva inherente a los cambios sociales derivados de la modernización, como la ur­
banización y la consecuente agudización de la estratificación social, se expresa políticamente
en la lucha entre el PRI y la COCEí, pues la presencia del pan y otros partidos menores no es
significativa. Actualmente los zapotecos tienen representatividad política a nivel nacional por
medio de la alianza de la COCEI con el PRD y de destacados políticos, entre quienes están Andrés
Henestrosa, senador vitalicio del pri, y Héctor Sánchez.
Desde principios de este siglo se ha ido formando un nutrido grupo de intelectuales
orgánicos, profesionistas, artistas y políticos de cuño urbano que, lejos de abdicar de su cultura
de origen, son sus principales estudiosos, cultivadores y difusores y con su trabajo dan coherencia
e impulso al discurso étnico.” En efecto, paralelamente al movimiento político de la COCEI, en
los ochenta se desarrolló un importante movimiento cultural que favoreció el renacimiento de
la cultura zapoteca -sobre todo en lo que concierne a la lengua, el arte y la literatura- y,
consecuentemente, un proceso de reafirmación de la identidad étnica.
Los zapotecos del Istmo representan un caso muy peculiar en el panorama de las culturas
indígenas de México. Herederos de una de las culturas más avanzadas del periodo prehispánico,
han logrado, en el transcurso de los siglos, defender su especificidad cultural y étnica, de la cual
están muy orgullosos, y a la vez la han enriquecido mediante formas autónomas de incorporar
cambios y aportes que derivan del entorno sociocultural nacional e incluso internacional.
El uso cotidiano de la lengua materna -80% de los juchitecos son bilingües en zapoteco y
español-, la conservación y aun ampliación del sistema de fiestas, el catolicismo popular que
se articula alrededor de los santos, la música, la vestimenta y la comida tradicionales, la orga­
nización vecinal y de oficios, la función del parentesco; en resumen, todo un complejo cultural
que podemos definir como patrimonio común de los grupos étnicos de origen mesoamericano,
se suman a las modificaciones y los elementos que conlleva la modernidad: la urbanización, la
acentuación de la estratificación social, la educación, los partidos políticos, los medios masivos
de comunicación, nuevos patrones de consumo, etcétera.
Los zapotecos han conformado, por lo tanto, una cultura muy dinámica que se funda en
una identidad étnica que Touraine (1983) define como “identidad ofensiva”, es decir, que no se
refugia únicamente en la preservación de la tradición o en una actitud de “resistencia al
cambio”, sino que reivindica la capacidad autónoma, tanto de los individuos como de la
colectividad, de intervención y control sobre el desarrollo sociocultural de la etnia y del contexto
territorial y ecológico en el cual se desenvuelve. Todo parece indicar, entonces, que estamos en
presencia de “una refuncionalización de la modernidad y de los valores universales que le son
inherentes, desde la lógica de una identidad de grupo, y no contra ella o a pesar de ella”(Gimé-
nez, 1994). En otras palabras, los zapotecos quieren ser modernos sin por ello renunciar a su
especificidad étnica. En este contexto las luchas de resistencia étnica no representan la
contraposición de una comunidad cerrada y monolítica frente a ofensivas externas -como
pasó, en la misma zona, con los chontales, que se replegaron a zonas de refugio en la sierra, o
como los yaquis en el norte del país que, aun teniendo control total sobre su territorio, autonomía
económica y política, quedan aislados en gran medida de la vida nacional-. Por el contrario, la
originalidad de la cultura zapoteca del Istmo reside en su “flexibilidad” y capacidad creativa
para adaptarse a los cambios, tomar elementos de los españoles -como la cría de animal vacuno,

17 Véase Campbell, 1993.

36
Hombre, mujer y muxe' en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

el uso del arado, la introducción de nuevos cultivos- y, después, de la cultura y la sociedad


nacionales formadas con la Independencia y manejarlos para la reproducción y el enriqueci­
miento de su cultura, conservando y readecuando su especificidad. De manera que, en el largo
proceso de reestructuración del mundo indígena, los zapotecos han logrado mantener márgenes
de control o incidencia autónoma sobre las transformaciones en que se han visto envueltos
y conformar una cultura muy viva que se injerta, no sin fricciones y conflictos, en la vida del
país.18

Xabizende. Ciudad y pueblo

Juchitán19 -cariñosamente llamada por sus habitantes Xabizende, que es la deformación en


zapoteco del nombre del santo patrón, San Vicente Ferrer-, según el Anuario Estadístico del
INEGI, en 1995 tenía 75 946 habitantes,20 sin embargo, las.mismas autoridades municipales
consideran esta cifra inferior a la realidad, ya que la ciudad ha crecido a un ritmo sostenido en
los últimos años y es muy probable que actualmente la población rebase los 100 000 habitantes.
Uno de los factores que han favorecido la expansión económica de Juchitán ha sido su
extraordinaria ubicación geográfica, ya que la comunidad está enclavada en la zona de in­
tercambio entre Chiapas, el .stmo oaxaqueño y el veracruzano y, sobre todo, en un área de
frontera con Centroamérica, posición que le permite conseguir ventajosas relaciones comerciales
tanto con los vecinos más próximos como con otros más distantes. Las redes comerciales con
Centroamérica se establecen, principalmente, con Guatemala, donde el santuario del Cristo
negro de Esquipulas es meta de peregrinaje, sobre todo de las mujeres y, al mismo tiempo,
centro de intercambio comercial desde tiempos prehispánicos.
Hoy Juchitán es una población que en pocas décadas ha pasado del estado de comunidad
predominantemente rural al de comunidad urbana, con una fuerte acentuación de la es­
tratificación social (por lo demás, no desconocida en tiempos prehispánicos y coloniales) y
una economía en la cual el comercio y los servicios han sustituido, en orden de importancia,
a la agricultura y la ganadería. Su mercado se abastece de productos provenientes de todos los
estados limítrofes y los redistribuye en la región.
Lejos de ser una comunidad aislada geográfica y económicamente de la vida nacional,
Juchitán se encuentra en una zona donde se desarrolla un intenso proceso de capitalización
que se centra, por una parte, en el impulso industrial, particularmente en el procesamiento del
petróleo, y por la otra, en la instalación de un moderno sistema de comunicación interoceánico.

” Véase López Monjardín, 1983.


” El nombre dado por los mexicas fue Iztacxochitlán, de iztac, “blanco’, xochitl, “flor” y flan, partícula de
abundancia, es decir, “donde abundan las flores blancas”. Porque, en efecto, allí crece una suerte de jazmín de árbol
que en zapoteco se llama guie'xhuuba, de guie', "flor” y xhuuba, “maíz”, por semejarse a la forma de un grano de
maíz. El guie'xhuuba, digámoslo de paso, se considera la flor heráldica de Juchitán. El nombre primitivo evolucio­
nó en Xochitlán, Xuchitlán y, finalmente, Juchitán. Pero en zapoteco los pueblos vecinos le dicen Lahuiguidxi (“en
medio, al centro del pueblo") y, por influencia de los dominicos que evangelizaron el Istmo en el siglo xvi, se llamó
San Vicente Juchitán, ya que impusieron a San Vicente Ferrer como patrono de la ciudad. Por cariño los juchitecos
le dicen Xabizende (xa, “asiento” o “lugar de”; Bizende, “Vicente”).
M De los cuales 37 165 son hombres y 38 781 mujeres. Fuente: 1NEG1, Anuario Estadístico del Estado de Oaxaca,
1995.

37
Marinella Miaño Borruso

A esto se debe agregar la reestructuración turística -también con gran aportación de capital
extranjero- de las Bahías de Huatulco, que tiene repercusión en el proceso económico de la
región por ser un polo de atracción de capitales, mano de obra y servicios.
Como último y reciente elemento que acompaña este proceso de “modernización perifé­
rica’1 se debe mencionar el crecimiento del narcotráfico, que hasta hace pocos años era casi
exclusivamente de marihuana cultivada en los Chimalapas y las montañas limítrofes. Actual­
mente llegan de las costas chiapanecas, provenientes de Colombia, cargamentos de cocaína de
paso hacia el interior de la República y Estados Unidos, tráfico que por lo general va acompañado
por el de armas e ilegales centroamericanos en camino hacia el norte. Parte de esta población
transeúnte se queda un tiempo en la zona y otra parte se establece definitivamente, en las co­
lonias y zonas periféricas de la ciudad.

Entrando a la ciudad por el crucero

A los ojos de un turista que busca paisajes tropicales y obras artísticas Juchitán no aparece como
un lugar atractivo como, por el contrario, se presenta Tehuantepec, que está rodeada de vegeta­
ción y cuya arquitectura tiene todavía un vago sabor colonial. Juchitán, en cambio, está situada
en una llanura amplia y seca, en un paisaje sin atractivos, tapizado de espinos, cactáceas y ma­
torrales que solamente en temporada de lluvias reviven, luciendo un verde intenso y brillante.
La entrada principal a la ciudad se encuentra justo en el entronque de dos carreteras de
gran tránsito: una que la comunica, de norte a sur, con los tres pueblos zapotecos más cercanos,
Espinal, Ixtaltepec e Ixtepec, y que de ahí sigue hasta la sierra mixe, y la otra, que corre de este
a oeste, es la transístmica, constantemente recorrida por camiones, trailers y automóviles par­
ticulares. El tránsito es intenso en todos los sentidos, ya que los istmeños se desplazan conti­
nuamente de un pueblo a otro, bien por trabajo o comercio o bien por obligaciones de carácter
familiar o social. En el crucero se encuentran, además, las dos terminales de camiones, a los que
se suman los de tránsito.
Cuando llegué por primera vez a Juchitán, en 1989, este crucero garantizaba un boleto se­
guro hacia el suicidio, pues no tenía ningún indicador vial y una fila de trailers que estacionaban
a la orilla de la carretera federal estorbaba la visibilidad. El tránsito estaba regulado únicamente
por ese misterioso código interno que conforma el peculiar instinto de los automovilistas y les
impide estrellarse inevitablemente el uno contra el otro. No eran, ni lo son aún, pocos los restos
de coches destrozados que periódicamente se instalan en el entronque de la panamericana y la
transístmica como macabros “monumentos al automovilista”, como se lee en la leyenda, que
testimonian los frecuentes accidentes mortales a causa del alcohol.21 En más de una ocasión me
ha tocado asistir a entierros de personas conocidas que fallecieron en un accidente de auto, de
los cuales el más doloroso fue el del hijo adolescente de un entrañable amigo. Finalmente, en
1995 la administración municipal llegó a un acuerdo con los poderes federales para que se
arreglara el crucero, que ahora cuenta con semáforos, una moderna gasolinera -la única en
Juchitán-que parece transportada directamente de Dallas, Texas, unas jardineras que agregan
algo de color y dos esculturas que celebran la vocación artística de los juchitecos. Sin embargo,

21 Según el informe de la Jurisdicción Regional de Salud, en 1995,60% de las defunciones fueron por muerte
violenta, a causa de homicidios y accidentes en estado de ebriedad.

38
Hombre, mujer ymuxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

esta modernización tardía del crucero no ha conllevado una mejoría de las carreteras federales
y estatales, que siguen en muy mal estado y se acentúa en tiempo de lluvias. Esto da una idea
del grado de abandono y la negligencia por parte del estado hacia el Istmo. “Es una vergüenza
que padecemos los istmeños -decía con indignación un amigo-, que con tanto petróleo y las
refinerías de un lado al otro del Istmo el estado no se preocupa de poner ni siquiera una capa
de chapopote en la carretera.”
Durante el día el crucero ofrece a la mirada un retrato completo al femenino zapoteco, mati­
zado por uno que otro personaje masculino: mujeres gordas y enérgicas, con enagua y trenzas
enlistonadas, cargando canastas, bultos y bandejas, llegando-bajando-subiendo-ofreciendo
aguas frescas y ¡totopos, güera...!; mujeres gordas y recias, pero de vestido, esperando “el Coca-
Cola” -como le dicen al autobús que va a Salina Cruz-, platicando con otras gordas de enagua;
blaseñas de huípil corto y rabona reforzada con un pliegue en las amplias caderas; tehuanas
engalanadas de paso a o de regreso de una fiesta; morenas cachondas de Unión Hidalgo, que
tiene la fama de ser patria de las más hermosas negras del Istmo; taxistas enterándose del
vaivén de las paisanas, las noticias y los chismes regionales; muchachos y muchachas de ida
y vuelta a la escuela.
En cambio, por la noche y la madrugada el crucero se vuelve un lugar de hombres. Por la
madrugada obreros y campesinos, con su morral de ixtle, se juntan en la parada del autobús
que los lleva a la refinería o al solar; por la noche es lugar de descanso de traileros, pero también
un sitio de trabajo de mujeres jóvenes y travestís que dan servicio como trabajadores sexuales,22
pero, eso sí, cada cual en su esquina: las mujeres a un lado y los travestís al otro, si no se hacen
pleitos en grande. Bastante cerca hay varios lugares de ligue y diversión. El más famoso es
Rincón Brujo, un sórdido cabaret repleto de “guachos” (soldados) babeando por unas cuantas
profesionales del sexo y el baile exótico que llegan, para regocijo de la población masculina, de
“colosales giras artísticas, directamente de la capital de nuestro lindo país”, anuncia el locutor.
Y luego Casa Verde, similar a Rincón Brujo pero con menos abolengo, y, por último, México
Lindo, bar-disco frecuentado más bien por la élite y los gays masculinos en busca de ligue. En
resumen, el crucero es un lugar de mucho tránsito de gente, vehículos y mercancía, de encuentros
y desencuentros, de esparcimiento e intercambio de noticias, sexo y chismes en perpetua
circulación y, en múltiples ocasiones, lugar de concentración de las marchas políticas y de
cierre de la carretera federal en periodos de luchas políticas.
Hasta los años cuarenta la antigua entrada al pueblo era por el hermoso callejón Angélica
Pipi,23 cuyos vecinos festejan dos lujosas Velas en mayo, una en la “pista” (el espacio) frente a
la capilla del mismo nombre y otra delante de la capilla Ique Quixdi (“cabeza”, “entrada del
pueblo”), cerca dellnstituto Tecnológico. Actualmente se entra por una avenida amplia, la 5 de
Septiembre, que rumbo al centro se bifurca y forma la otra avenida principal, la 16 de Septiembre.
En la confluencia de estas dos avenidas está situado el monumento a los Héroes del 5 de
Septiembre de 1866, en conmemoración de la derrota del ejército francés de Maximiliano-y
sus aliados tehuanos- infligida por los juchitecos. La expedición francesa -que venía de Oaxaca,
de paso hacia Chiapas y Tabasco para reunirse con el resto del ejército- fue recibida por los

22 La mayoría de los trabajadores sexuales, hombres y mujeres, son de origen centroamericano y en el momento
de la investigación sólo había dos travestís de Juchitán.
23 No me supieron decir por qué al callejón se le ha dado un nombre de mujer: Angélica. Pipi es “guapa”,
“hermosa”, “bonita”, “chula”.

39
Marinella Miaño Borruso

jefes militares en Tehuantepec, pero interceptada por los juchitecos en el cerro Igú (“lugar del
camote”), una localidad a unos cuantos kilómetros de Juchitán, donde se desató una batalla
campal en la cual -recuerdan los hijos de los hijos de aquellos guerreros- “las mujeres de
Juchitán, las tecas, participaron ayudando e incitando a sus hombres”, así como participaron
los zapotecos de San Blas Atempa, hoy municipio y entonces barrio de Tehuantepec. Desde
entonces, en la misma medida en que se intensificó la identificación con los blaseños, se
acentuó la diferenciación con los tehuanos, a los cuales se les impuso el estigma histórico de
“tehuanes traidores” y cada año el municipio de Juchitán conmemora, con gran esmero y
orgullo, aquel heroico 5 de septiembre. Para los juchitecos los tehuanos no solamente son
traidores a la patria, pues se rindieron y unieron a los franceses, sino también traidores a la
“patria chica”, en el sentido de que “han dejado de hablar el zapoteco y no celebran la costumbre
como debe ser, como nosotros”, y construyen sobre esta contraposición gran parte de la identidad
cultural propia.
Si bien se recuerda a los dos batallones de juchitecos que participaron en la defensa de la
República con el ejército del general Porfirio Díaz en la batalla del 5 de mayo de 1862 en
Puebla, y se renueva el recuerdo por medio de un corrido,21 *24 el episodio del 5 de septiembre
representa, sin duda, el acontecimiento histórico que con mayor fuerza quedó vivo en la
conciencia popular y al cual está anclada la identificación de los juchitecos con la nación que
es digna de ser cantada.

Hermanos míos escuchen


unas cuantas palabras que voy a hablar
del día que peleó ese señor Binu Gada
contra los extranjeros que llaman francés.

Nuestra gente estaba gritando,


el señor San Vicente vio y ayudó
de repente se alzó la oscuridad
y una tormenta se oyó en seguida.
Nosotros procedemos de los binnigula’sa’25
nosotros procedemos de los binniguenda
*
algunos traían leña y otros machetes cortos,
otros cuantos traían honda.

Como si estuvieras cuidando milpa tierna,


mete la piedra, agita la lanza;
qué puntería tiene la gente de mi pueblo
con cada piedra un extranjero azotaba.
Tona Tati mujer con enagua de enredo
gritaba ¡entren de frente!

21 Pongan atención señores / lo que pasó en Ocotlán / donde ha triunfado el gobierno / con tropas de [uchitán. I
Cuando el fuego comenzó I Charis iba adelante, / montado en su buen caballo / con todos sus ayudantes. I Que
vivan los juchitecos / gritaban en Ocotlán, / se sabe que son valientes / nacidos en Juchitán. I Juchitán desde más
antes / tenia fama de valiente, / pues sus hijos son tan bravos / como el patrón San Vicente / pues sus hijos son tan
bravos / como el padre San Vicente.
25 Los antepasados.
24 Hombres sabios, brujos.

40
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

¡No vaya a palpitar el corazón de ustedes,


de esta manera se mata a los extranjeros!

Los extranjeros altos sonaban cuando se caían


en el lodo porque estaban cansados,
desde entonces es que hablan de nosotros,
¡qué huevos tienen los tecos!27

Caminando hacia el zócalo se puede apreciar en la arquitectura el contraste entre lo mexicano


y lo zapoteco, entre lo nacional y lo local. La mayor parte de las nuevas construcciones susti­
tuyeron a las antiguas a raíz de la inundación que afectó al pueblo en 1969. Desafortunada­
mente la arquitectura “moderna” -es decir, casas de concreto o edificios de varios pisos de
acuerdo con el gusto importado por una burguesía provinciana de sus viajes al interior de la
República- tiende a sustituir las tradicionales casas de techo alto de tejas, con su patio interno
rebosante de guie’chaachi y guie’xhuuba28 y sus corredores con arcadas.
Sin solución de continuidad, de la transístmica se entra en el imperio del cemento bajo un
calor abrasante y seco, nunca interrumpido por algún oasis de verde, pues han sido todos arrasados
por las construcciones y la flamante pavimentación nueva de las calles con cemento puro de 24
quilates, un aterrizaje a la modernidad de las últimas administraciones que, en el ansia de
resolver con eficacia neoliberal un problema añejo de viabilidad, limpieza e imagen, olvidaron
la necesidad de vegetación y sombra para el alivio del cuerpo y el regocijo de la mirada. Para
encontrar ese alivio, también del alma, al calor y a la molestia que provoca el incesante transitar
de automóviles tenemos que llegar al “parque” (el zócalo) que, como en la mayor parte de los
pueblos mexicanos, es el corazón de la comunidad y el centro de la vida económica, social y
política de Juchitán.

El parque y el mercado

El primer impacto visual lo ofrecen las mujeres en los puestos de flores frente a la biblioteca
municipal, en el lado norte del parque, y un poco más allá el espectáculo multicolor de las
hamacas desplegadas por las tecas, que danzan bajo el sol un son conocido únicamente por sus
vendedoras. Gordas multifloreadas atraviesan el parque recién remodelado -árboles podados,
jardineras moldeadas, piso adoquinado, quiosco restaurado, busto del Benemérito Juárez recu­
perado del abandono-, otras salen y entran de los bancos y sus cajeros automáticos (que
aparecieron casi de la noche a la mañana, mientras los clientes potenciales todavía no se
despertaban de la pachanga de la noche anterior) frente a algunas que atienden puestos de
aguas frescas y cocos; las demás, las muchas más, están en el mercado, que comparte el inmue­
ble con el Palacio y a la vez lo rodea.
A diferencia de otros pueblos mexicanos donde el palacio municipal y el mercado, aun
compartiendo la misma área, están en edificios distintos, en Juchitán se entremezclan en un
único bloque, ya que desde las arcadas del corredor de la fachada se accede, sin solución de

n Véase también Eustaquio Jiménez Girón, “5 de septiembre”, en Juchitán: lucha y poesía, p. 57.
“ Árboles de flores típicas del Istmo.

41
Marinella Miaño Borruso

continuidad, al espacio ocupado por el mercado 5 de Septiembre, amplio, largo y de dos pisos,
como a la parte del edificio ocupada por el ayuntamiento. Los comercios y puestos desbordan
el espacio del inmueble y se extienden por las calles que limitan los tres lados del Palacio.
Tanto al interior del edificio como en las calles ocupadas el mercado es bastante sucio y
antihigiénico, ya que no cuenta con una infraestructura y un drenaje adecuados -problema
que se ha incrementando rápidamente conforme crece la ciudad-, ya sea porque hay dema­
siados puestos para el espacio disponible o bien porque las comerciantes están acostumbradas
a tirar al suelo gran parte de los desperdicios, para el regocijo de perros y ratas.2’ Los fuereños
que llegan por primera vez quedan impresionados ante la vista de este reino femenino, que se
percibe hasta amenazante por lo inusual que es una presencia femenina tan desbordante y por
el estilo agresivo de comerciar de las tecas. El segundo impacto que se tiene es de tipo olfativo,
pues el olor que emanan las mercancías perecederas y, en general, todas las del mercado no es
precisamente atractivo. Es un contraste total con el olor de frescura y limpieza, con el perfume
de jabón y talco Maja (de gran moda entre las istmeñas) que emana del cuerpo y las trenzas de
las paisanas, las comerciantes y las innumerables marchamas que se contonean, floreadas y
seguras, entre los puestos sobrecargados.
La situación del mercado crea a la ciudad muchos problemas de carácter higiénico que se
suman a los provocados por la falta de una red de drenaje y de un sistema de tratamiento de
aguas negras. Los alcantarillados que hay desembocan todos en el río que, a su vez, desemboca
en la Laguna Superior, en donde se pesca la mayor parte de los camarones y mariscos que se
venden en el mercado y que son elementos cotidianos de la dieta alimenticia. Y ya no hablemos
del depósito municipal de basura, que se extiende al aire libre en un mar de plásticos detrás del
panteón central, a los lados de la carretera que lleva a Unión Hidalgo.
La suciedad y el mal olor del mercado son causa de quejas constantes por parte de los
mismos juchitecos que, sin embargo, no hallan la solución, además de suscitar comentarios
despectivos por parte de los visitantes, sobre todo los del resto del estado, que califican a las
comerciantes de “tecas cochinas”.

Lo que falta es lo de la basura. A veces ya está todo tirado, la basura, y se queda todo sucio. Esto es un
problema aquí.

Los de afuera que vienen aquí nos dicen “tecas cochinas" porque el mercado está sucio. Pero yo digo
que no es justo porque aquí vienen y aquí comen.

A pesar de la suciedad de la que se les acusa, los habitantes de toda la zona acuden a este mercado
por ser el centro comercial más abastecido y barato de la región, habiendo sustituido en impor­
tancia al mercado de Tehuantepec, que anteriormente era el más surtido. Aquí llegan los pro­
ductos agrícolas de la región y de los estados de Puebla, Veracruz, del valle de Oaxaca, Chiapas
y Sinaloa, y de aquí se reparten hacia todo el Istmo.

” Una explicación insólita y original, además de sostenible, con respecto a la costumbre de tirar todo al suelo me
la proporcionó un amigo comerciante cuya familia tiene.puestos en el mercado. Él sostiene que los desperdicios
y la basura tirada en el suelo es un hábito cultural que deriva de la costumbre campesina de tirar las sobras de la
comida a ios animalitos que se crian en el patio.

42
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

El Palacio

El palacio municipal -sencillamente llamado el Palacio, donde “se sienta” el presidente muni­
cipal que los juchitecos llaman xatque guidxi, que quiere decir “jefe o autoridad del pueblo”-
lo construyó el pueblo juchiteco entre 1881 y 1883 por orden de Francisco León Fernández, más
conocido como Pancho León, general chiapaneco impuesto como jefe político por el entonces
gobernador del estado, Félix Díaz. Pancho León es todavía odiado ferozmente por el pueblo
porque era un dxu impuesto por los odiados “vallistas” -así les dicen los istmeños a los ha­
bitantes del valle de Oaxaca- y porque hizo construir el Palacio a punta de fusil, imponiendo
multas y cárcel a quien no cooperaba. Al terminar su mandato el penúltimo presidente muni­
cipal, el licenciado Óscar Cruz, hizo remodelar toda la plaza y los jardines centrales: se redi-
señaron y llenaron de flores las jardineras; se pavimentó la alameda; se podaron los seculares
cocoteros, Jlamboyant y guie'xhuuba, a donde miles de zanates regresan al atardecer, llenando
el aire del estridente cantar de sus chismes y sucesos de su vida y liberando, feliz y sin inhibi­
ciones, sus visceras sobre la cabeza de los transeúntes. En la conciencia popular el zanate está
al atardecer de Juchitán, como la iguana está a su mesa. Es parte integrante del paisaje urbano,
de la vida cotidiana de los habitantes y de la imaginería poética y plástica de los artistas locales:
¿qué música tendría la vida en un atardecer en el centro sin zanates? y, aun más, ¿cómo apreciar
una cumbia, un son y hasta un discurso del “compañero presidente” sin el contrapunto de su
canto?
El Palacio es el símbolo de la autonomía política a la que la población aspira y siempre ha
sido motivo de contienda con los poderes estatales, ya que los juchitecos -y en esto logran
acuerdo el PRI y la COCEl- no aceptan que lo ocupe un presidente que no sea de Juchitán.

Cuando se iba a morir Chatis30 le dijo a mi padre que se necesitaban tecos con huevos porque si no
regresarán los dxu’, los forasteros, y nos van a apretar el cuello.

Cuando las elecciones se habla de que el que viene a dirigirnos debe ser alguien de aquí, de nuestro
pueblo, no vamos a permitir que ocupe la silla un candidato que no es teco, que es de afuera. Los de
afuera no entienden nuestras costumbres. Alguien de afuera no se va a preocupar por su gente, por su
pueblo, como alguien que aquí nació.

Lo llaman también “la casa del pleito”, refiriéndose a las numerosas e históricas contiendas
entre partidos y facciones políticas para su ocupación. Llama la atención cómo, en medio de
la marea femenina del mercado, este bastión del poder masculino resiste impávido. Las muje­
res que se encuentran en el Palacio son empleadas y funcionarías del ayuntamiento o simples
ciudadanas que van a arreglar algún trámite con el presidente. En los tres periodos administra­
tivos en que yo estuve en Juchitán no vi mujeres que tuvieran un cargo público ni que contaran
con una oficina en el Palacio. Por cierto, no faltan las ocasiones en que las mujeres exigen algo
del presidente y de los poderes municipales y, en estos casos, la voz y la presencia de las “pai­
sanas” son tan agresivas y convincentes como su forma de comerciar.

50 El general juchiteco Heliodoro Charis Castro fue un personaje de relevancia histórica tanto para el Istmo como
para la etapa de pacificación del México posrevolucionario. Véase Víctor de la Cruz, El general Charis, México,
CIESAS - SEP, 1993.

43
L

Palacio Municipal, Juchitán, Oaxaca. Foto: José Fonseca, Ediciones Casa de la Cultura Juchitán, Oaxaca.

El edificio es un largo rectángulo con la fachada de estilo vagamente neoclásico que tiene,
hacia la plaza, un largo corredor enmarcado por pilares y grandes arcadas, donde también se
aglomeran pequeños puestos de pan, trajes regionales y joyas de oro y fantasía, una de las
industrias (masculinas) de la región. Aquí llegan a vender sus huípiles las mixes, que desde hace
unos años han introducido nuevos diseños de su creación (moderadamente apreciados por las
exigentísimas damas de Juchitán) y se han vuelto también las “maquiladoras” de las comerciantes
juchitecas.31 En el corredor del lado sur del Palacio están instalados los comedores del mercado,
que son atendidos por mujeres que, luciendo una explosiva flor en los cabellos, constantemente
invitan al pasante: “Ven, güero, hay cecina, hay costilla, hay mojarra, pásale, qué quieres, aquí
está tu café, calientito, sabroso...” A la entrada de los comedores los puestos de venta de iguanas
-demento príncipe de la comida juchiteca-, guajolotes y armadillos provocan, a la vez, repulsión
y morbosa atracción. Da lástima ver a las iguanas todavía vivas y amontonadas, con las patitas
amarradas en el dorso y el hocico amordazado por un mecate, pero este sentimiento piadoso
queda muy rezagado frente a los gozos del paladar cuando se comen con su mole picoso. La
iguana, junto con el armadillo, los huevos de tortuga, el venado, los camarones y los mariscos,

” Una anotación de costumbre. Nunca he visto que las juchitecas adopten algún motivo o diseño de origen
huave, a pesar de que las mujeres huaves se distinguen como tejedoras. Los diseños y colores del bordado de sus
huípiles son tan elaborados y parecidos a los diseños de las telas de Missoni, un famoso estilista de moda italiano,
que me parece que éste se los copió.

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Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

forma parte de la dieta tradicional de los istmeños y se considera el símbolo distintivo de la raza
zapoteca. La Vela más antigua es, precisamente, la Vela Lagarto, el animal totémico de los zapo­
tecos. Las nuevas mitologías la colocan como símbolo de resistencia ante las adversidades de la
vida y “ante la violencia y explotación a que están sometidos [los zapotecos o binnizá], desde
la invasión europea de sus tierras hasta nuestros días, por el colonialismo extranjero y d
interno” (De la Cruz, 1988). La resistencia proverbial de la iguana se debe al hecho de que, en
la temporada del año que coincide con la Semana Santa, cuando es tiempo de hacer tamales
con huevos de iguana, los cazadores le abren el vientre, le sacan las huevas, la vuelven a cerrar
y la dejan libre, y la iguana seguirá viviendo.
La calle 2 de Abril, que delimita la parte posterior del mercado y del Palacio, es la moderna
Babilonia del Istmo donde, en menos de 100 metros, se resumen todos los contrastes de este
pueblo en transición. Aquí se concentra un gran número de tiendas y puestos de hierbas,
plásticos, totopos, mesas y catres, mariscos y pescados, fayuca de Taiwán -del ventilador a la
zapatilla- y aquí se encuentra también el hotel Lidxi Biuuza, “albergue del pasajero”, meta de
comerciantes y turistas sin mucho dinero. En este mismo espacio circulan coches y camiones,
se encuentra la terminal de taxis, de los autobuses urbanos y de las carretas arrastradas por
macilentos caballos -residuo anacrónico, pero humano, de un recién pasado rural que se
resiste a morir- que las mujeres utilizan mucho para transportarse con sus enseres y mercancías.
En la más pueblerina Tehuantepec las carretas han sido sustituidas por rápidas motonetas, en
las que las macizas blaseñas se trasladan paradas, haciendo ondear sus enaguas infladas por el
viento. La esquina de esta calle con la avenida Juárez es el lugar donde ponen sus puestos las
recias vendedoras de pescado y camarón, precisamente ahí donde dan vuelta los taxis y los
carros, donde una capa de lodo, delgada pero perenne, cubre el asfalto, a poco más de 20
metros de la terminal de los autobuses para Xadani y Unión Hidalgo y del sitio de las carretas.

El Templo

El símbolo religioso de unidad comunitaria es, por supuesto, la parroquia de San Vicente
Ferrer, el Templo, ubicado en la plaza Revolución, contigua al parque central. Cada barrio de
la ciudad tiene su capilla en donde se celebran los ritos de Cuaresma y Semana Santa y ceremo­
nias menores. Si bien en muchas ocasiones los sacerdotes han tratado de descentralizar las
actividades ceremoniales a las capillas, ya que la expansión de la ciudad lo hace necesario, sus
esfuerzos han topado siempre con la tenaz oposición de los habitantes, que se niegan a que se
celebren sus misas, bodas, bautismos y ceremonias importantes en otro sitio que no sea la casa
de San Vicente. La tradición oral de origen religioso atribuye al santo el origen de Juchitán.

Dicen que Dios le dijo a San Vicente de construir un pueblo para los binnigulaza. Entonces San
Vicente bajó a la tierra y llegó a un lugar precioso, con mucha agua, muchos árboles, la tierra fértil
Aquí no -dijo San Vicente-, los hombres van a ser perezosos, no van a trabajar. Entonces se puso en
camino y llegó aquí donde está Juchitán: la tierra es dura, árida, el viento bravo, para tener agua «
escarba hasta siete varas de profundidad. Aquí -dijo Xavicente-, aquí construiré el pueblo, ésta es le
tierra para mis hijos que serán valientes, bravos y trabajadores.32

K Ésta es una de las variantes del mismo mito. Véase Andrés Henestrosa, 1986.

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Templo de San Vicente, Juchitán, Oaxaca. Foto: José Fonseca, Ediciones Casa de la Cultura Juchitán, Oaxaca.

El santo es el símbolo de la comunidad a nivel religioso, el padre que defiende la patria chica,
el que le da valor en las luchas y las batallas, el único santo verdaderamente milagroso, más que
la Virgen de Guadalupe, a la que se respeta pero anda lejos, en la capital. En cambio, San Vi­
cente está siempre físicamente presente en el territorio vivido, él es el único “santo chingón” de
la región:

San Vicente defendió a Juchitán durante aquello de los franceses, aunque era de España. Porque
defendió nuestro pueblo, por eso se hizo patrón. Hay muchos santos en la región, San Jerónimo, Santo
Domingo... pero San Vicente es el santo chingón.

Pues San Vicente es el primero, el que va adelante, luego pues nuestras tradiciones; pero siempre
adelante va nuestro patrón San Vicente Ferrer. Fíjate, cuando subió el partido de oposición bajaron
la bandera de México y subieron a San Vicente.
También se venera a la Virgen de Guadalupe, todos somos sus hijos. Ella es la patrona y se quedó en
México y es mexicana. Nosotros también somos mexicanos, pero pues San Vicente es nuestro patrón,
aquí en Juchitán, y allá en México ella es la patrona.

Existen actualmente dos imágenes de San Vicente: San Vicente Gola (“grande”) y San Vicente
Huini (“chico”), ambas veneradas y cuya historia es emblemática del fervor religioso de los

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Hombre, muer y muxe' en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

juchitecos. Cuentan que cuando Félix Díaz, pariente de don Porfirio, incendió Juchitán para
reprimir la insurrección encabezada por Albino Jiménez (Binu Gada) en favor de la candida­
tura de Juárez a la presidencia de la República, en su retirada a Oaxaca se llevó la imagen de San
Vicente para humillaral pueblo. Paia colmo, por desprecio le cortó los pies para que la estatua
pudiera entrar en la caja en la que se le transportó a lomo de muía. A los muchos motivos de
odio hacia los vallistas, que querían mandar en Juchitán, se agregó esta injuria que ha echado
profundas raíces en el corazón de los tecos. El pueblo compró otra imagen del santo en
Guatemala, el San Vicente Huini, y con paciencia y tenacidad esperaron el momento de la
venganza, que llegó dos años después, cuando El Chato Díaz fue obligado a huir de Oaxaca a
raíz de la reelección de Juárez. Un contingente de juchitecos y blaseños lo alcanzaron en
Pochutla, de donde iba saliendo pan Puerto Ángel para embarcarse y donde le cobraron los
daños y la humillación sufridos ajusticiándolo. Dicen que, antes de matarlo, como se negaba
a informar del paradero de San Vicente, le rebanaron la planta de los pies y lo obligaron a
caminar sobre la tierra ardiente del mediodía, mientras gritaban: “Viva San Vicente Ferrer,
patrón de Juchitán." Así fue castigado el violador de la sagrada imagen que encarna la pobla­
ción de Juchitán/3
La iglesia de San Vicente es de estilo español y fue construida por los dominicos que evange­
lizaron la región en 1566. La gente dd pueblo dice que el Templo lo construyó San Vicente en
una sola noche: “El día antes no había nada y, cuando amaneció, ahí estaba el Ter.pío, todo
completito. San Vicente lo hizo en una sola noche.” La edificación del Templo ha dado origen
a varias leyendas, de las cuales una es emblemática de las relaciones algo conflictivas con los
vecinos huaves. La gente dice que los huaves son malos porque se robaron la gran campana de
la iglesia que fue comprada en Chiapas y que era célebre por su sonoridad y hermosura. Los
envidiosos bir.mguer.da huaves de San Mateo del Mar en una oscura noche volaron hacia
Juchitán y, aprovechando el sueño de ¡us guardianes, se llevaron la campana y la instalaron en
su iglesia. Después de algún tiempo los binniguenda de Juchitán volaron a San Mateo del Mar
para recuperar su hermosa campana, y lo lograron; pero, en un pequeño descuido y por el aire,
el badajo golpeó la campana despertando a los huaves. Éstos, muy enojados, se juntaron en
gran número y salieron i perseguir a ios binmguenda de Juchitán y, cuando los encontraron,
libraron con ellos una reñida lucha en el aire que ganaron por su número superior. Los huaves
volvieron a ser dueños de la campana que hasta ahora cuidan con gran celo en San Mateo del
Mar, manteniendo constantemente la guardia en el campanario de la iglesia. Otra versión dice
que los huaves llegaron por el camino carretero que cruza el río de Cheguigo.

La Casa de la Cultura

Otro punto de referencia para quien llega de afuera y para los habitantes de la ciudad es la Casa
34 Es
de la Cultura del Istmo. En zapoteco se llama Lidxi Guendabiaani,“cas'¿ de la inteligencia”.33
una antigua construcción de estilo colonial, cuyas amplias salas-para las diversas exposiciones

33 Véase Gilberto Orozco, 194é.


34 Lidxi, “casa’; gienda,“espíritu"; biaani, “luz”: “casa dd espíritu de luz" o “reluciente”; metafóricamente:
inteligencia.

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Marinella Miaño Borruso

y actividades culturales-y los corredores con grandes pilares enmarcan tres lados de un amplio
y hermoso patio con un jardín en el cual resaltan los olorosos árboles de guie’xhuuba y una
explanada para los espectáculos artísticos. Solamente una reja separa el patio de la Casa de la
Cultura del patio de la iglesia, ya que anteriormente la construcción era parte de la parroquia.
Durante mucho tiempo fue ocupada por el Instituto Técnico Industrial, hasta que en 1972, con
la ayuda del pintor Francisco Toledo, del escritor Gabriel López Chiflas y de otros juchitecos
amantes del arte y la cultura, se estableció como Casa de la Cultura del Istmo, dependiente de
Bellas Artes. Actualmente es la institución cultural más importante de la región y de las más
conocidas en el ámbito nacional. En gran parte su fama se debe a la existencia de un grupo
conspicuo de artistas, pintores, músicos, poetas y narradores que la han convertido en su lugar
de encuentro y actividad. La casa cuenta con una sala arqueológica llena de piezas prehispáni­
cas de la región, coleccionadas a lo largo del tiempo con los hallazgos en el río de los Perros, el
Guiengola y en las zonas circunvecinas. Tiene además una biblioteca con 10 000 libros. Tam­
bién el municipio tiene una biblioteca, ahora situada en un estupendo inmueble antiguo res­
taurado y rescatado del olvido. Los últimos ayuntamientos coceístas tuvieron que volver a
crear el acervo de la biblioteca porque, aunque con el Ayuntamiento Popular se había formado
uno de los acervos más ricos de la región, los libros fueron quemados -como en una película
ambientada en la Edad Media- por los priistas cuando, en 1982, el gobierno estatal desconoció
los poderes municipales y la victoria de la cocei y envió al ejército a ocupar Juchitá i.
A pesar de ser una ciudad, Juchitán carece de cine, teatro y sitios para los espectáculos y la
diversión. Por eso la Casa de la Cultura es el centro principal de las actividades culturales, tanto
de las que se desarrollan en la ciudad como de las que provienen, no con tanta frecuencia como
sería deseable, del exterior. Además de la notable importancia que tiene como centro de vida
cultural en la región, sus programas y actividades se enfocan, en gran parte, a la difusión y el
fomento de la cultura ¿apoteca, tratando incluso de rescatar, mediante concursos o talleres,
tradiciones parcialmente perdidas, como el biguie’, antiguo altar para el Día de Muertos, o
completamente perdidas, como algunos bailes que ya no se usan en las ceremonias o la fabri­
cación de máscaras para las danzas tradicionales, ambas prácticas desaparecidas en Juchitán,
pero todavía vigentes en Tehuantepec. La Casa de la Cultura es, además, el lugar donde se
realiza la mayor parte de fas reuniones políticas, sindicales o de gremio. Desde su nacijniento
ha sido un lugar de producción y difusión culturales efervescente y de resistencia y oposición
al “oscurantismo cultural y político priista”. En efecto, en la dirección de la Casa siempre han
estado hombres cercanos o militantes de la COCEI y, como el Palacio, también es lugar de
conflictos políticos y de poder.
A Juchitán llegan todos los canales de televisión comerciales nacionales, a excepción de los
culturales como el 11, el 22 y el 40, de los que gozamos los capitalinos; hay también un canal
local, propiedad de una de las familias más ricas del Istmo, dos canales radiofónicos regionales
que pasan música regional y noticias locales y dos periódicos: La Voz del Istmo y Enlace.
Solamente los políticos y unos cuantos profesionistas leen los periódicos nacionales, mientras
que las noticias locales: bodas, fiestas, muertes, chismes, asaltos, publicidad, etc. son ampliamente
difundidas por un eficiente servicio sonoro del municipio que divulga las noticias en zapoteco
a través de bocinas instaladas en el mercado y dos o tres automóviles de los periódicos que
recorren la ciudad.

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Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

El Foro Ecológico

En 1990 se formó, por iniciativa de un grupo de jóvenes, el Foro Ecológico Juchiteco que, con
el financiamiento de una fundación alemana y los escasos recursos que el estado destina a la
solución de los problemas ecológicos, trata de dar soluciones alternativas al problema de la ba­
sura, de mejorar la situación ambiental y de limpiar y rescatar el río de los Perros, que recibe
no solamente los desechos de la ciudad, sino que arrastra los de otros pueblos que se encuen­
tran en su curso antes de llegar a Juchitán. Al principio eran pocas las personas que creían en
el trabajo del Foro, incluso existía cierta renuencia del ayuntamiento y los coceístas, en parte
porque, en la mentalidad de la gente, la basura y la suciedad parecían asumir la dimensión de
una calamidad inamovible del destino y en parte porque el fundador y presidente del Foro,
Julio Bustillo35 proviene de una familia de la alta burguesía local y es hijo de un ex presidente
municipal, dirigente del PRI y con tendencias caciquiles. A su hijo se le sospechan ciertas ansias
de poder político al estilo paterno, pero con visos modernos. Cualesquiera que sean las moti­
vaciones de recelos entre partidos y facciones, el hecho es que el grupo, fundado e integrado en
su inicio también por ecologistas no juchitecos, en unos cuantos años de actividad ha logrado
sensibilizar a una parte, aunque todavía pequeña, de la población, esencialmente a los vecinos
que viven en la zona central a los dos lados del río, que acuden a los centros de acopio de basura
llevando sus desechos ya seleccionados y que incluso empiezan a sembrar con carrizo y maíz
las laderas del río para rescatarlas y fortalecerlas. El Foro se ha vuelto una organización reco­
nocida y con presencia en el campo cultural, ya que realiza anualmente el Festival del Río y, en
ocasiones, colabora con la Casa de la Cultura y el ayuntamiento. Su radio de acción se extiende
a una buena cantidad de comunidades del Istmo, pues es la primera experiencia de este tipo en
la región, y realiza un intenso trabajo de sensibilización, información y realización de proyec­
tos en otras comunidades, como Playa Cangrejo, meta y delicia de istmeños y turistas “alterna­
tivos”. El éxito de la iniciativa y la participación de la gente ha convencido a los más renuentes
coceístas a reconocer el trabajo del Foro, al punto de que hasta mi partida existía una buena
colaboración con los poderes municipales para proyectos más amplios -como la creación de
un centro de acopio de los desechos orgánicos en el mercado- con la intención de crear nuevos
hábitos de higiene.

La ciudad “de arriba” y “de abajo”

El Palacio divide a la ciudad en dos grandes partes, la del norte, llamada “de arriba”, y la del sur,
llamada “de abajo”, que sugieren una diferenciación social y económica: en el centro y arriba
viven los ricos, es decir, las antiguas familias con dinero o prestigio social y las nuevas, cuyo
estatus deriva de una mejora económica recientemente adquirida y se han trasladado a zonas
socialmente prestigiadas. Abajo viven los pobres y la gente de escasos recursos: campesinos,
pescadores, artesanos, asalariados, aunque no falta gente poderosa cuyos recursos económicos
están ligados a la expansión del narcotráfico. A raíz de estos fenómenos, en pocos años Juchitán

J5 Antes de la publicación de este libro, nuestro amigo Julio falleció. Para él mi más sentido agradecimiento por
su colaboración en este proyecto y por su amistad.

49
Marinella M:ano Borruso

ha visto algunas familias de extracción humilde volverse propietarias de empresas y negocios


prósperos como farmacias, laboratorios, tiendas de material para la construcción, ferreterías,
etc. Familias que pasan de vivir en las colonias y barrios pobres a habitar casas del centro o
bonitas villas construidas en los nuevos asentamientos residenciales al norte de la ciudad,
inversiones mucho más duraderas que la mayordomía de una fiesta. Frecuentemente el cambio
de situación económica y social está acompañado de una conversión religiosa a una de las
múltiples sectas que florecen en el sureste mexicano. Abajo se habla principalmente el zapoteco
(aunque la difusión del castellano está en constante aumento) y la vida individual y colectiva
está muy apegada a la tradición.
El territorio urbano está dividido en ocho secciones, de las cuales algunas están asociadas
a oficios específicos, como sucedía en las ciudades prehispánicas y coloniales de México. Así, a
la segunda sección se le nombra Guchachi o Iguana, ya que, según la tradición, la habitan los
cazadores de este reptil y las mujeres que se dedican a su venta; a la primera sección se le
nombra Beu, “cereza silvestre”, porque cuando este fruto madura las mujeres de este barrio se
dedican a recogerlo en el monte y a prepararlo en dulce; en el cuarto sector viven los cueteros
y hamaqueros; al quinto se le nombra Barrio-Lima, por la abundancia de árboles de este fruto
que crecen en los patios. En realidad estos nombres están perdiendo vigencia, ya que hay una
rápida modificación de la vida social y del territorio urbano. La mayor parte de árboles de lima,
por ejemplo, se ha talado para dar más espacio a las viviendas. La segunda sección, por estar
bastante cerca del centro, es meta de profesionistas y, en general, de la clase media, mientras
que la primera ha sido absorbida en gran parte por las nuevas colonias que se han formado en
los últimos años. Los cazadores de iguana se van extinguiendo, así como la iguana, que ahora
se tiene que importar de Tabasco.
La octava sección se llama Cheguigo, que quiere decir “del otro lado del río”, ya que se
extiende entre el río de los Perros y la carretera a Xadani, en el lado oeste de la ciudad, y ahí
viven los talabarteros y los artesanos de la palma.36 Hacia el sur se encuentran las secciones
quinta, sexta y séptima y, pasando el río, Cheguigo Sur, también llamada Saltillo porque sus
pobladores son originarios de esta ciudad. Éstas son las secciones más extensas, pobladas y
populares de Juchitán, aunque cada una tiene un sabor propio que la distingue. Cheguigo sabe
a pueblo apacible y sus habitantes parecen tener una actitud menos agresiva y un nivel educativo
y cultural más alto respecto a los de la séptima, que es reconocida, por definición y vocación,
como la zona más atrasada y conflictiva de la ciudad: el “núcleo duro” de la “zapotequitud”. Aquí
viven esencialmente pescadores, campesinos y artesanos, además de peones del narcotráfico,
bandas de jóvenes y niños dedicados al robo y la drogadicción.37
En los últimos cinco o seis años tanto Cheguigo como la séptima sección han crecido
desordenadamente hacia el sur, del otro lado del río que, corriendo de norte a sur, desvía su
curso hacia el este con una larga curva que corta la séptima para desembocar en la laguna
grande en Playa Vicente. Aparte de la gente del lugar aquí confluyen pobres que vienen de
Chiapas alejándose de la guerra, familiares que se habían establecido en el estado contiguo y
regresan o gente proveniente de la sierra -tanto de los Chimalapas como de la zona mixe de la
sierra- que trata de alejarse de la miseria. En estas secciones encontramos a la mayor parte de
la población muxe\ esencialmente travestís, todos jóvenes que no rebasan los 30 años.

16 Aunque actualmente a esta artesanía se dedica mayormente Unión Hidalgo o Ranchu Biguiña.
” Véase mapas 2 y 3 del apéndice 2.

50
Hombre, mujer y muxe' en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

En la séptima sección rige una condición permanente de violencia, pobreza y marginarán.


Una banda de adolescentes, las “Ratas Picudas”, de los cuales algunos son niños de 11 o 12 años,
crea pánico entre los habitantes. En una ocasión me tocó ser testigo de una pelea entre dos
bandas de niños-adolescentes que se disparaban con armas que hubieran dado envidia a
cualquier policía de las series televisivas. En otra ocasión la ciudad quedó paralizada poruña
refriega de metralletas y balas que duró seis horas, en la parte sur de la séptima, entre judiciales
estatales y una familia de narcotraficantes que tenía en su casa un verdadero arsenal de armas
sofisticadas y hasta bazucas. Entre los delincuentes hubo dos muertos y tres policías quedaron
heridos de gravedad. Los otros narcotraficantes lograron huir, entre el enjambre de patios y callejones,
ayudados por la solidaridad étnica y familiar de los vecinos-parientes.38 Puso fin a la batalla la madre
de uno de ellos, que, con metralleta en una mano y pañuelo blanco en la otra, pidió tregua a los
judiciales. Los mismos habitantes de la séptima procuran no circular por las calles en cuanto cae la
oscuridad y se adentran por ahí solamente los taxis cuyos propietarios son viejos habitantes de la
zona bien conocidos por los vecinos. Después de varios años mi “vocho” rojo por fin se volvió
familiar entre los vecinos de este barrio y, a pesar de las numerosas advertencias de mis amigos,
circulaba tranquila por ahí, pues estaba convencida de no representar ningún peligro para la delin­
cuencia organizada. Otras extranjeras no han tenido mi misma suerte y se cuentan varios casos
de violación y asalto, tanto en la séptima como en otros barrios más cercanos al centro.
La ciudad se ha ampliado notablemente también a 1, largo de la carretera transístmica,
donde han surgido varias colonias populares mediante la ocupación de tierras privadas, que
antes de los sesenta eran comunales. La formación de estos barrios está ligada a la marcada
lucha política entre el PRI y la COCEI. Así, hay colonias coceístas, como la Víctor Yodo, Gustavo
Pineda y Rodrigo Carrasco, y otras priistas, como Los Pinos, la Colosio y Año de Juárez, que se
alternan de un lado y otro de la transístmica, al nororiente de la ciudad.'9 En estos barrios las
viviendas de autoconstrucción están hechas de materiales industriales (tabicón) o semiindustriales
(láminas de asbesto), a veces con techo de palma, carecen de servicios y frecuentemente tienen
un aspecto precario. No falta la presencia del estado con la construcción de fraccionamientos,
como el ivo (Instituto de Vivienda Oaxaqueño) y el Infonavit. Estas viviendas son colmenas de
concreto de 50 metros cuadrados, construidas con irresponsable desafio a las condiciones
climáticas y al volumen físico de los/as zapoteco/as.
Hacia Ixtaltepec, al norte de la carretera federal, siguiendo el curso del río, se han formado
en cambio nuevos asentamientos residenciales -la Riviera y la Reforma- donde la burguesía de
nuevo linaje, los hijos de las familias de prestigio que viven en el centro, los numerosos
funcionarios y la gente de dinero que tiene intereses económicos en el Istmo construyen villas
y casas de gusto muy occidental. Sin embargo, empiezan a ser asediados por otros asentamientos
populares o semipopulares que surgen, no se sabe cómo, de la noche a la mañana. En particular
hay una colonia -hacia el lado occidental de la Riviera- que me llamó la atención, ya que.su
desarrollo fue de una rapidez nunca vista: en mayo de 1995, llegando de Tehuantepec, encontré
un campamento que yo creí de gitanos, algo tan misérrimo que daba lástima: unas palapas
hechas de cuatro palos y un telón de hule, dos o tres delimitadas por paredes de zacate y cañas.
En octubre las palapas eran ya casas, no completamente acabadas pero de concreto, unas cuan-

” Véase El Sol del Istmo, 18 de julio de 1995.


59 Las colonias son: Gustavo Pineda, Mártires del 31 de Julio, Charis Castro, Víctor Yodo, Rodrigo Carrasco,
Colosio, Emiliano Zapata, Año de Juárez y Los Pinos.

51
Marinella Miaño Borroso

tas de dos pisos, ya había postes de luz y se había ampliado considerablemente el área, que
ahora ocupa el nuevo asentamiento llamado Charis. He preguntado numerosas veces a las
autoridades y a mis amigos quién vive en estas colonias. Como el ayuntamiento aún no tiene
un censo, me dirigí a los taxistas, que son las personas más informadas de la ciudad. “Fíjese
-me contestaron algunos-que es gente de Juchitán misma. Hijos de gente de aquí, parientes,
a veces gente que aprovecha la oportunidad para hacerse de otra casa, para los hijos de sus hijos
tal vez.” Probablemente, como dije anteriormente, por su proverbial visión para los negocios
los juchitecos, ricos y pobres, coceístas y priistas, se están apropiando rápidamente de tierras que
saben que multiplicarán su valor en cuanto se eche a andar el proyecto de desarrollo del Istmo.
Por los motivos que sean, el territorio urbano se ha ampliado enormemente desde principios
de esta década, expansión que parece estar en contradicción con el limitado desarrollo económico
del Istmo y más relacionada con fenómenos migratorios que se dan por expulsión a causa del
creciente empobrecimiento de los lugares de procedencia. Pero tampoco las fértiles planicies
del Istmo están exentas del crecimiento acelerado de la pobreza. Un sencillo dato etnográfico
expresa el grado de empobrecimiento de las comunidades zapotecas. En 1989, cuando hice mi
primer trabajo de campo, era muy difícil encontrar limosneros, los pocos que había eran cla­
ramente gente de paso o indígenas no zapotecos. Progresivamente han empezado a aumentar
en número y ahora ya se encuentran nativos del lugar y de los pueblos cercanos pidiendo
limosna,40 hecho que impacta si se tiene en cuenta que en las comunidades zapotecas no han
existido, hasta ahora, ni siquiera índices mínimos de desnutrición y que el carácter orgulloso
de los zapotecos se adecúa poco a vivir de la caridad pública.

La periferia rural

A medida que uno se aleja del centro, donde están todos los comercios y servicios, la ciudad va
perdiendo sus características urbanas y “modernas” para adquirir un aspecto más tradicional y
rural. Las calles más cercanas al centro han sido pavimentadas, pero todavía quedan muchas de
terrecería. El viento, constante durante todo el año y “bravo” de noviembre a febrero, levanta, en
la temporada seca, además de las largas enaguas de las mujeres, una polvareda pegajosa e insis­
tente que penetra aun por los espacios más cerrados. En tiempo de lluvias las calles se llenan de
charcos lodosos que a menudo obstaculizan la viabilidad, incluso peatonal, siendo al mismo
tiempo fuente de delicia para los numerosos cerdos que circulan libremente en las calles -la cría
de estos animales es una de las industrias familiares por excelencia, especialmente de las mujeres.
Las malas condiciones de las calles siempre ha sido fuente de disgusto de la población, que
estaba bastante satisfecha durante la administración coceísta de Héctor Sánchez, caracterizada
por la gran cantidad de obras públicas (drenaje, luz y agua potable) realizadas en varias zonas
periféricas.

Pues con las calles que no están pavimentadas cuando llueve no se puede caminar, hay charcos por
todos lados, uno se ensucia mucho con el lodo y todo se ve muy sucio porque también no se recoge la
basura.

w Este dato me fue confirmado por un líder político muy atento a los cambios que suceden en su tierra.

52
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

Lo importante es que las calles estén pavimentadas, asi la ciudad se ve más limpia y bonita. Lo bueno
es que esta administración está poniendo drenaje y está pavimentando las calles, con la ayuda de los
vecinos, que dan tequio y ahora es más bonito.

En los barrios periféricos son pocos los comercios, en general se reducen a pequeñas tiendas de
abarrotes instaladas en los cuartos delanteros de las casas que venden artículos de primera
necesidad; unas cuantas esquinas se utilizan para ventas rápidas de pescado que viene de Xadani
o Playa Vicente o fruta de solares particulares. En cambio, abundan las cantinas y la reventa de
cervezas, de toda calidad, forma, color y nombre; las primeras son muy concurridas por los
hombres todos los días del año, sobre todo a partir de las 2 de la tarde, cuando el calo r se vuelve
intenso y supuestamente ya se acabó de trabajar. De estos centros de socialización intragénero
hablaremos más adelante.
Las casas son bastante diferentes de las del centro, tanto en construcción como en disposidón.
En general son casas tradicionales de adobe o concreto con techo alto de teja, con un corredor
al frente en donde se cuelgan las hamacas y un patio central donde se desarrolla la vida
cotidiana. Frecuentemente un grupo de casas, habitadas por familiares, comparte un área de
terreno sembrado de árboles frutales: mangos, tamarindos, papayos, ciruelos, hicacos y árboles
de sombra. En este espacio se llevan a cabo algunas actividades del hogar, como el lavado y
tendido de ropa; es el lugar donde se instalan las pequeñas empresas familiares: talleres de
carpintería o herrería, de fabricación de hamacas u objetos de palma; donde se crían los
guajolotes y los pollos, junto con perros y gatos que nunca faltan en una casa juchiteca; donde
está el horno para los totopos; donde se amarran los caballos o bueyes y se estaciona la carreta
al regresar del campo. El patio, un espacio básicamente público, es el área de la vida cotidiana
familiar y de la convivencia con parientes y vecinos. La posibilidad de tener privacidad es casi
nula. Entre árboles y corredores abundan las hamacas, que es una de las industrias artesanales
más importantes del Istmo. Debido al calor intenso la vida se desenvuelve prácticamente en la
hamaca. Un niño recién nacido duerme en la hamaca, a la que se le anudan los lados para que
el bebé no se caiga. En la hamaca se duerme, se hace la siesta, se conversa o se hacen trabajos
menores, como pelar papas; la utilizan para hacer el amor, para gozar del airecito que provoca
su movimiento ondulatorio y, en gran medida, para soñar. Los interiores de las casas populares
tienen los muebles esenciales: un baúl para la ropa de lujo de la mujer, una mesa, unas sillas,
a veces una cómoda o un ropero.

Playa Vicente

Más al sur de la séptima sección, después de unos cuantos kilómetros de terracería que se
bifurca en múltiples caminos entre los sembradíos, se llega a Playa Vicente, pequeña aldea de
pescadores a la orilla de la Laguna Superior. La playa es más bien fea y el mar es color café por
la arena oscura. En temporadas no festivas provoca una impresión de desolación: las enrama­
das languidecen en un estado de soledad y vacío que ni siquiera las familias que ahí viven
logran colmar; por la arena están diseminadas cáscaras de ostiones y camarones; la laguna es
de un color café denso que no invita ni a chapotear en la orilla; los campos llanos se esfuman
planamente en el horizonte. El panorama cambia radicalmente en temporada de fiestas, sobre
todo en Semana Santa y Año Nuevo, cuando Playa Vicente se vuelve el lugar turístico de los

53
Marinella Miaño Borroso

juchitecos pobres. Las familias -que llegan a caballo, a pie, en carreta, en coche, en la camioneta
del compadre- derraman niños, canastas de comida, totopos, cartones de cerveza, hamacas,
guitarras, aparatos de sonido, rabonas, huípiles, colores, sabores, olores, música y alegría a lo
largo de la playa y se juntan apiñadas bajo la reconfortante sombra de las enramadas. Entonces
la laguna revive, el color pardo del agua se vuelve un fondo neutro punteado de cuerpos infan­
tiles, de los exuberantes colores de los listones tejidos en las trenzas de las mujeres, de los
llamativos bordados de los huípiles y de las enaguas que se abultan llenas de mar alrededor de
las caderas. En ciertas temporadas Playa Vicente es simplemente para turismo local, pero en
otras es un sitio que guarda cierta sacralidad. Si se escarba un poco aquí todavía se pueden
encontrar las figuritas de barro que dejaron los binnigulasa’ -como testimonio de aquellos
tiempos de sabiduría en que dieron vida a la raza zapoteca-, y cada enero llega a esta playa la
cruz de los pescadores que llevan en multitud para agradecer al mar los frutos que todavía
obsequia para comer y vivir.

El ritmo cotidiano

La vida de la ciudad empieza temprano. Desde la madrugada arriban al mercado los camiones,
las carretas y camionetas repletas de mercancías; los hombres salen al campo, al mar, a las
salinas, a la refinería en Salina Cruz, cargando en un morral su abundante almuerzo: iguana,
queso, pescado, frijoles, totopos o tortillas calientes que sus mujeres han preparado, para lo
cual se han levantado aún más temprano; las mujeres del pueblo echan tortillas y totopos,
alistan a los hijos para la escuela, dan la comida a los animales, se bañan y arreglan la mercancía
para ir a venderla. De estas madrugadas me han tocado pocas debido a ciertos límites perso­
nales. Hay otra forma frecuente de madrugar y es saliendo de una Vela41 o de una “pachanga”
particularmente bien lograda. De ahí la meta es una, y obligatoria: la casa del mayordomo, en
donde se servirá un caldo de camarón picoso para sobrellevar la cruda.
A las 10 de la mañana las calles periféricas, los patios y las casas están casi vacíos: niños en
la escuela, mamá vendiendo o de compras, el padre en su trabajo. Sólo quedan los muy ancianos
y los muxe’ cuidando a los niños que aún no van a la escuela y, en las casas de quien puede
costearla, la sirvienta, que también puede ser un joven muxe’. El centro de la ciudad, en cambio,
se llena de actividad, de coches, camionetas y enaguas; a mediodía la circulación alrededor del
mercado y del Palacio se vuelve difícil. A las 2 de la tarde se cierran los comercios -mas no el
mercado- para reabrir dos horas más tarde, después del almuerzo; disminuyen o acaban las
actividades de muchos servicios públicos; las calles, casi desiertas, arden solas bajo aquel calor
peculiar que viene del asfalto; los niños regresan de la escuela, otros se alistan para ir al turno
de la tarde; los hombres toman un descanso más o menos prolongado en la cantina más
apreciada; las mujeres regresan al hogar para hacer la comida o traerla ya hecha del mercado,
para luego empezar otra serie de tareas igual o más impetuosas que las laborales, es decir, toda
la amplia gama de actividades que requiere el ritmo de la intensa y compulsiva vida social
comunitaria. Ésta puede incluir el intercambio de visitas con vecinos o amigas, cuestiones
relacionadas con la iglesia o con las numerosas sectas protestantes, reuniones de comité de

41 Fiestas tradicionales del Istmo.

54
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

barrio o de partido para las más politizadas y, con mayor frecuencia, la preparación o la partici­
pación en una fiesta. Pachangas y ceremonias son parte del quehacer cotidiano: nacimientos,
matrimonios, cumpleaños, defunciones y fiestas religiosas siempre son motivo de celebración.
De este aspecto fundamental de la vida de la ciudad y de las mujeres hablaré más ampliamente
en otro apartado. Por la tarde, bajo el sol abrasante de las 3, las calles desiertas vuelven a ser de
las mujeres; con los hombres en el patio a la sombra del hicaco o en la cantina, las mujeres
aprovechan la tregua para socializar y cumplir con las múltiples obligaciones de su vida social.
Durante esas horas las calles centellean de gordas floreadas, holaneadas y alhajadas que pasan,
majestuosas, rumbo a la pachanga, cuya música llena el aire de todo el barrio y se expande
hacia el campo. Esas mismas que, hacia el atardecer, veremos pasar de regreso a casa, riéndose
a carcajadas y llevando en las manos o en la cabeza su gendaró (en el centro de la República se
le dice “itacate”) para los familiares.
Al atardecer los miembros de la familia regresan a la casa en orden disperso, a tiempo para ver
la telenovela preferida recostados en la hamaca, y luego queda todavía un tiempecito para sacar
las sillas a la banqueta, al frente de la casa, para gozar del aire fresco que viene del sur, juntarse a
platicar y chismear entre parientes y vecinos, mirando y saludando a los transeúntes, y ser testigos
del espectáculo vespertino de la naturaleza -viviendo lo fresco y dulce del aire que viene de la
laguna trayendo el aroma delguiexhuuba-y de los acontecimientos humanos que se desenvuelven
ante los ojos para dar materia prima a las lenguas. Es uno de los pocos momentos en que se
pueden ver juntos a las parejas y los matrimonios. Es el momento de la tregua cotidiana.
En el centro, un último destello de movimiento y actividad en el parque; un vaivén en el
Palacio: los regidores regresan de los trabajos externos, aún hay cola para ver al presidente, las
secretarias ansian irse a ver al novio que las acompañará (casi) hasta su casa (con parada estra­
tégica en el camino), las mujeres van a comprar el pan dulce recién sacado del horno bajo los
arcos del Palacio y el bupu
* 2 en la esquina; quedan las últimas vendedoras de tortillas calientes,
todas jovencitas; los puestos ya están cubiertos y cerrados, es otro retrato a lo femenino; a la
mirada regresa, alegre, la imagen de enaguas y rabonas multicolores flotando en el aire.
Por la noche aquellos que tienen dinero y pocos compromisos familiares pueden ir a tomar
una copa al Bar Jardín, a cenar en Casa Grande en el centro o al Cristóbal Colón en el crucero,
a bailar en las pocas discotecas en Tehuantepec o Salina Cruz; muchos alquilan una película en
los dos videoclubles del centro, pues en una casa puede faltar la cama, pero el televisor, la
videograbadora y el aparato de sonido, jamás.

El territorio sexuado

Un elemento que me llama la atención dando una rápida mirada a la utilización del territorio
urbano, de sus estructuras y edificios por parte de los hombres y las mujeres es cómo compar­
ten, de forma complementaria y exduyente, espacios urbanos que son al mismo tiempo el
reflejo concreto, visible, inmediato de los ámbitos de acción de cada género. Así, encontramos
que el palacio municipal, símbolo del poder y quehacer políticos, es un espacio predominan-

42 El bupu es un atole con espuma (nisiaba es “atole” y bupu, “espuma”) a base de cacao, panela y una flor típica
del lugar, la guie’ chiuchi, que le da un sabor especial.

55
Marinella Miaño Borroso

temente masculino. Pero es compartido con el mercado -símbolo del poder económico-, que
es un ámbito netamente femenino. Asimismo, la Casa de la Cultura es un espacio donde
mandan los hombres, mientras en la iglesia hay mayor presencia y acción de las mujeres. Los
espacios muxe’ son más bien periféricos: el crucero, las cantinas y los bares, y se relacionan con
el ámbito del esparcimiento o el mercado de sexo. Como veremos, los muxe’ están presentes
con funciones específicas en la casa y en las fiestas, muy poco en el mercado (aunque sí en el
comercio informal) y casi nada en la política y en la Casa de la Cultura.
La apropiación de la calle por parte de las mujeres con las fiestas, el mercado, las ceremonias
religiosas (procesiones, entierros, bodas) contrasta con una concepción que restringe los ámbi­
tos de presencia, acción y representación de las mujeres a la casa, a lo privado. En esta realidad
veremos que los campos de acción y los espacios urbanos funcionan tanto de manera pública
como privada. El mercado no es el único espacio público que ocupan las mujeres. Por ejemplo,
la casa, que representa por definición lo privado y es una área en la que la mujer adulta (casada
y madre) ejerce una hegemonía indiscutible, se vuelve un espacio público en las numerosas
ocasiones celebrativas y rituales. La calle, sinónimo de lo público y lo masculino, en realidad
es, en los momentos establecidos por la cultura, casi totalmente de las mujeres, como por
ejemplo en las fiestas. Así, el panteón en Domingo de Ramos o en Miércoles Santo es más bien
femenino, no tanto por su presencia numérica -éstas son ocasiones en las que se reúnen las
familias- como por el hecho de que el trabajo del duelo, la ritualidad ligada a la vida y la
muerte son predominantemente femeninos y, por lo tanto, el rol de la mujer en este ámbito de
la cultura es central, y esta especificidad femenina se refleja en la forma de utilizar y vivir los
espacios.
Los juchitecos todavía tienen dificultad para definir a Juchitán como “ciudad”, más bien
prefieren decirle “nuestro pueblo”, donde‘los antepasados, “los prístinos zaes cimentaron su
hogar” y cuyo nombre evoca con orgullo y nostalgia “el nombre de la madre”, como dice el
poema de Liekens. El territorio es el anclaje físico de su memoria histórica que lo mismo
confunde que entrelaza, en una misma palabra, al pueblo, las personas y su hábitat. En este
sentido, hay un episodio esclarecedor. En una ocasión, hablando con una amiga juchiteca, yo
insistía en definir a Juchitán como ciudad; ella me escuchó un rato, pero al final se fastidió y,
hasta con despecho, me dijo: “No entiendo por qué le dices ciudad a Juchitán. Aquí le decimos
nuestro pueblo” poniendo un énfasis especial en la palabra “pueblo”, que engloba en un solo
concepto y una sola realidad al territorio y sus habitantes.

56
Mujeres y hombres de Xabizende

Sicarúlu’, xhuncu huini',


sicape’ guié peepe' rini.
Xhuncu ni biza Xunaxidó’;
ruaa ri dxiñabizu. ¡Nupidó’l
Xhaga rixiña’ manzana,
xhuncu rucaa guetahuana.

Dunabepe’ sicarulu’,
sicape’ beeu bizalulu’
guichai'cu’ ca ¡Nilana buu!
Guichala’gu jmaru’sicarú.
Xhuncu ni ridxaagadxiichi’
bigá’ ne dibaniquichi’.1

La visión de los otros

Cuando Charles Brasseur, abate y viajero francés del siglo pasado, en uno de sus viajes por estas
tierras llegó a Tehuantepec y conoció a doña Juana Cata Romero, tehuana “amiga” de Porfirio
Díaz y uno de los personajes míticos del Istmo, quedó hechizado por la belleza de esta mujer
zapoteca: “La primera vez que la vi quedé tan impresionado por su aire soberbio y orgulloso,
por su riquísimo traje indígena, tan parecido a Isis, que creí ver a esta diosa egipcia o a Cleopatra
en persona” (1981:159).

‘Eres bella, muchachita, / como la flor de hicaco rojo. / Mujer que hizo la señora diosa; I tu boca como miel de
abeja. ¡ Dulcísima! / Mejillas rojas como la manzana, I muchacha que hace totopos. I Eres demasiado hermosa, / como
la luna son tus ojos, / tus cabellos ¡oscuros como el carbón! / Tus pestañas aún más hermosas. / Muchacha a quien
le quedan muy bien / los collares y el huípil blanco. Tomado de: Víctor de la Cruz, 1984:92-93.

57
Marinella Miaño Borruso

La fascinación que ejerce la tehuana reaparece en este siglo en el arte plástico mexicano,
desde Rivera y Frida Kahlo hasta Tamayo y Anguiano, por nombrar a los más famosos, al igual
que en la fotografía o el cine, ámbitos donde la tehuana ha sido tema recurrente de exotismo
y sensualidad.2 Todavía los viajeros y las personas que tienen la oportunidad de conocer y
tratar a las mujeres ¿apotecas quedan embelesados por la fuerza y el carácter de su personali­
dad, abrumados por su altivez y sorprendidos por el papel sobresaliente que desempeñan en su
sociedad, sobre todo si se compara con lo que se observa entre las mujeres mestizas y, más aún,
entre otros grupos indígenas.
•El arquetipo de la mujer indígena es un ser envuelto en su rebozo, cargando un hijo a sus
espaldas, mirando hacia abajo, en una actitud sumisa frente al hombre y al mestizo, como si se
avergonzara de su pobreza y de sí misma, caminando atrás de sus hombres en una actitud de
respeto y temor hacia ellos, dedicada a los quehaceres domésticos y la crianza de los niños, ya
que ni sus hombres ni la sociedad reconocen su trabajo fuera del ámbito del hogar, ocupando
socialmente un espacio mínimo, incluso físico.
En cambio en el Istmo el espacio físico y social parece estar completamente ocupado por las
mujeres, opulentas, de porte orgulloso, la cabeza bien en alto, la mirada altiva, una actitud de
seguridad frente a los otros y a la vida, con libertad y soltura de movimientos, sus cuerpos
vividos sin constricciones ni vergüenza, ataviados con vestimentas llamativas llenas de colores,
flores y oro, exhibiendo vientres abultados, símbolos de fertilidad, cuerpos que se imponen a la
vista y llenan el espacio, ¡as voces fuertes y claras, deleitándose en hablar zapoteco, un aspecto
de fuerza y seguridad en sí mismas, una falta asombrosa de inhibición en la forma de dirigirse
a los hombres, las autoridades, los foráneos y los extranjeros. Los hombres zapotecos se sienten
orgullosos de la belleza y altivez de sus paisanas:

Nuestras mujeres siempre han sido bellas, las mujeres de nuestra raza son fuertes, son valientes,
orgullosos, no se dejan [vencer ni doblegar], siempre tienen argumentos que contraponer.

La belleza, sensualidad y altivez son resaltadas por Elena Poniatowska (1994) como rasgos
característicos de las zapotecas. Es frecuente verlas vestidas con su traje regional en cualquier
ciudad de la República, vendiendo sus mercancías con una actitud altiva, profundamente
diferente a la que estamos acostumbrados a ver en los tianguis indígenas o mestizos. Estas
marcadas diferencias respecto a las mujeres de otros grupos o a las mestizas han dado pie a un
discurso estereotipado -que se construye en el arte, en la literatura periodística e, incluso, en
la etnológica- en torno a la mujer zapoteca en el que ésta aparece como la encarnación de la
belleza “exótica y misteriosa”, con una sensualidad “natural y libre” que brota de su piel y su
cuerpo en consonancia con la exuberancia de la naturaleza y el calor del clima tropical del
Istmo, “tierra de iguanas, sol abrasante e insólitas pasiones”, con un temperamento agresivo,
como Amazonas reencarnadas, con poder social y éxito personal. Campbell y Ruiz afirman que
este discurso vuelve a proponer el mito de la “mujer primitiva” en sintonía con la naturaleza y
en contraposición con La sociedad urbana (1993). Más aún, las feministas modernas naciona­
les y, sobre todo, extranjeras, han recreado el mito de una sociedad matriarcal, casi en la bús­
queda de un “paraíso perdido” de la mujer que el Occidente puede ahora revivir en esta
sociedad exótica y sensual.

2 Museo Nacional de Arte, Del Istmo y sus mujeres. Tehuanos en el arte mexicano, México, 1992.

58
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

En la literatura antropológica hay dos interpretaciones de la sociedad zapoteca que destacan


la centralidad de la figura femenina: Beverly Newbold Chiflas encuentra que la sociedad zapoteca
es “matrifocal”, es decir, una sociedad en la cual la figura de la madre y el papel que le corresponde
“es central para el entero funcionamiento de la cultura”.3 La autora define a la sociedad matrifocal
de acuerdo con cuatros criterios: el rol de madre es estructural, cultural y afectivamente central,
y esta centralidad tiene legitimación social; la relación entre los sexos es relativamente igualita­
ria; los hombres y las mujeres asumen roles económicos y rituales importantes; las niñas son
socializadas para que sean esposas y madres dominantes, activas y decididas (1992).
En mi opinión el concepto es todavía ambiguo, ya que la autora no explica qué representacio­
nes y prácticas culturales y en qué ámbitos sociales se expresa la centralidad de la madre y las
relaciones relativamente igualitarias con los hombres. Efectivamente, una mujer-madre tiene
presencia y autoridad reconocidas socialmente en ámbitos específicos -como la casa, el sistema
festivo o el mercado-, pero solamente cuando se trata de una señora madura con unatrayectoria
de vida conocida, que ha cumplido y cumple con la costumbre y con todas las expectativas
sociales e, incluso, que haya sido manifiesta su abnegación maternal. No todas las madres son
centrales. Las madres jóvenes, por ejemplo, son dominadas por las suegras o por su propia
familia, cuando están separadas del esposo. La presencia de la madre separada, divorciada o
soltera tampoco es central; su vida es más difícil. Aun en el régimen de “reciprocidad” auspiciado,
las mismas mujeres no la ven bien y no es objeto de la solidaridad de las bi’chi’ (“hermanas de
raza”). En cambio, lo que he encontrado con más frecuencia es el apoyo de la madre al hijo
separado, mientras que la actitud hacia la hija en la misma situación es mucho más restrictiva.
Por su lado, Veronika Bennholdt-Thomsen, a partir del concepto de matrifocalidad usado
por Newbold, en el sentido de “la cultura centrada en la madre” (1987:1), sostiene que es una
sociedad matriarcal. En esta acepción, dice la autora, el matriarcado no se relaciona con el
ejercicio del poder, ya que “las estructuras matriarcales, por definición [sic], excluyen este tipo
de relaciones de poder”,4 entendiendo este concepto no en relación con el poder, sino como
“principio materno”. Bennholdt-Thomsen sostiene que los rasgos “estructurales” del matriarcado
que encuentra en Juchitán son: un sistema de fiestas que celebra el ciclo agrícola, característico
de una sociedad agraria cuya producción está orientada a la autosubsistencia -“Los matriar­
cados son sociedades agrarias”, afirma la aútora-; la generosidad y la reciprocidad en el in­
tercambio de bienes y servicios como mecanismo de nivelación económica y social y, por ende,
político; el sincretismo religioso, y finalmente, la matrilocalidad y la matrilinearidad, pues‘los
matriarcados determinan la descendencia por línea materna”. En Juchitán la autora encuentra
que “existen las dos posibilidades: la descendencia es determinada por línea materna y paterna,
de modo alternado o combinado”.
Es fácil demostrar que ninguno de estos rasgos define al matriarcado, ya que, a excepaón
de la matrilocalidad, los encontramos en cualquier parte del México indígena y mestizo, así
como en cualquier sociedad tradicional de dominación masculina. Por otra parte, la matrilocali-

’ “La centralidad cultural requiere que la gente tenga un ideal del rol materno como central. Históricamente la
madre en Estados Unidos no ha sido culturalmente central, a pesar [de que] el rol de madre ha sido largamente
romanticizado por los políticos, teólogos y otros para sus propios propósitos", Newbold, 1992: 85.
4 La autora sostiene que “la palabra griega archí no significa solamente ‘poder’,‘dominio’, sino también‘comien­
zo’, ‘origen’. Por este motivo, ‘matriarcado’ se traduce como 'al comienzo estaba la madre’, ‘provenientede la madre
*,
‘principio materno’. Y en estas acepciones reencontramos aspectos decisivos de la ideología juchiteca y sus concep­
tos del mundo”, Bennholdt-Thomsen, 1997:27.

59
Marinella Miaño Borruso

dad no es ni condición ni sinónimo del poder de las mujeres -el matriarcado-, ya que existen
sociedades en las que, aun adoptando un patrón de asentamiento matrilocal, predomina el
poder masculino (Magji, 1978:61-107). Tampoco he encontrado rastros de matrilinearidad en
Juchitán. Tal parece que la autora confunde el concepto con el reconocimiento jurídico
latinoamericano de ambos apellidos, el del padre y el de la madre, por lo cual el individuo es
simultáneamente miembro de dos familias, sistema vigente en todo México y que nada tiene
a que ver con el matriarcado. Más aún, las madres solteras -ya sea que vivan solas o en unión
libre- luchan para conseguir el reconocimiento jurídico de los hijos por parte del padre, pues
sólo así tienen acceso a la ayuda económica y a la responsabilización de la familia paterna.
Respecto a la supuesta economía de autosubsistencia, tampoco estoy de acuerdo con esta
interpretación. Por todo lo mencionado, la ¿apoteca se puede definir como una sociedad mercan til
clásica en términos marxistas. En especial las mujeres producen un excedente bastante fuerte
que les permite no solamente ser potencialmente autónomas económicamente, sino también
costear buena parte de la estructura festiva e invertir en su negocio y en oro.
Lo que sí me parece original es la capacidad de las mujeres de sostener, al interior de la
comunidad, un doble sistema económico y de salir y entrar de uno a otro con flexibilidad: uno
es propio de una sociedad tradicional y tiene que ver con la reproducción de la cultura y del
sistema social comunitario, basado en el intenso intercambio de bienes y servicios, en el trueque
y la economía de prestigio; el otro, moderno y occidental, está basado en el mercado monetario
libre. Además, a nivel macro podemos decir que las mujeres controlan un sector importante de
la economía “informal” de la ciudad.
En lo que se refiere a la reciprocidad, aprovecho la ocasión para aclarar el manejo de este
reiterado concepto a propósito de los zapotecos y de los indígenas en general. La palabra
“reciprocidad” nos remite a una relación paritaria entre dos o más actores que intercambian en­
tre sí algo del mismo valor (monetario o no monetario). A nivel de ética y norma de compor­
tamiento ideal el concepto evoca la activación de una relación horizontal entre miembros de
un grupo, en zapoteco se dice guendalisaa (“ayuda mutua entre personas”), que es una forma
de convivir que unen bichi (“hermandad”). La sociedad ¿apoteca está demasiado estratificada
para tener relaciones horizontales de reciprocidad como práctica diaria. Antes de la reciprocidad
está la construcción de redes concretas de relaciones, alianzas e intercambios. Larissa Lomnitz
aclara los conceptos anteriores: “Cada persona es el centro de una red de solidaridad a la vez
que es parte de otras redes. Por solidaridad entendemos un sistema de intercambio de bienes,
servicios e información.” Y cada persona se encuentra entre redes de intercambio verticales y
horizontales: “el intercambio horizontal en el que el canje se da entre iguales a través de un
sistema de reciprocidad, o el intercambio vertical que se caracteriza por una asimetría de re­
cursos: capital y poder fluyen hacia abajo, mientras lealtad y trabajo son succionados hacia
arriba”. No se intercambia lo mismo entre na5,Mari de la Riviera y na Flavia de la séptima, fuera
de los momentos rituales (limosnas, cartones de cerveza, regalos), que no son frecuentes entre
personas de niveles socioeconómicos tan distantes. Entre la esposa del político o del hombre
influyente y sus conocidas de estrato inferior más bien se forma una relación de clientela, como
también sucede entre hombres en las facciones políticas del pri y de la cocei. El uso ampliamente
difundido de pedir padrinazgo a los políticos en ocasiones de bautismos, 15 años y bodas es un
típico ejemplo de estas relaciones verticales enmascaradas de reciprocidad. La utilización de

5 Na es un término equivalente a “doña”.

60
Hombre, mujer y mvxe’ en la sociedad zapoteca del istmo de Tehuantepec

este concepto sin tener clara la estructura que lo hace posible no puede dar cuenta de la
complejidad ni de las dinámicas de las relaciones interpersonales que se dan en una sociedad
urbana. Su uso tiene un valor ideológico, más que operativo. En el sentido de un ideal ético al
que se hace referencia para la construcción de las relaciones entre humanos es una aspiración
casi universal. Por otra parte, los mismos juchitecos lamentan la decaída progresiva de este
valor y esta práctica sociales, que han sido sustituidos por un creciente individualismo y
conflictividad familiar y social.
En resumen, las representaciones míticas que remiten al matriarcado -con cualquier"
significado con el que se tome- tienen origen en el hecho de que en el Istmo las mujeres gozan
de un prestigio social que no es común en el resto del país y que, en gran parte, deriva de su
inserción activa en la economía comunitaria y regional y en los espacios que han conquistado
y que se Ies han reconocido en la vida social de la comunidad.
Veamos entonces cómo se desarrolla la vida de una mujer en los ámbitos de acción que la
cultura le ha asignado y en los cuales ejerce cierta hegemonía. En esta parte describiré su cido
de vida, que sólo se puede explicar con relación al hombre, por lo que, indirectamente, se
describe el ciclo de vida masculino, aunque este último carece de una perspectiva masculina.

Nacer, crecer, vivir, morir

La familia zapoteca reproduce fielmente el modelo latinoamericano muy bien estudiado por
Lomnitz y Pérez Lizaur: una familia extensa con un núcleo trigeneracional formado por los
abuelos, los padres y los hijos. En una familia tradicional zapoteca existe un vínculo muy fuerte
con los abuelos. Contrariamente a la familia nuclear bigeneracional de tipo occidental -donde
cada hijo forma a su vez una familia desvinculada de la de origen-, en el sistema familiar trige­
neracional los lazos consanguíneos (padre-hijo-nieto) tienen prioridad en términos de solida­
ridad con el lazo afín (esposo-esposa) y el vínculo entre padres, hijos y nietos dura toda la vida;
el individuo es simultáneamente miembro de dos grandes familias, la del padre y la de la
madre, y aunque “no es considerado incondicional miembro de la gran familia de su esposa
[o marido], sus hijos sí” La duración operativa y solidaria de la familia equivale a la duración
de los abuelos: “Una vez fallecidos los padres, cada hijo e hija se convierte en la cabeza de una
gran familia” (Lomnitz y Pérez Lizaur, 1993). Como en toda sociedad tradicional, los lazos de
solidaridad familiar tienen prioridad sobre cualquier otro. Sin emabrgo, encontramos familias
que reproducen internamente la marcada división política que existe en la comunidad, a veces
entre hijos y padres, que se puede traducir en conflictos internos en temporadas de alta efer­
vescencia política.
No he podido hacer una revisión genealógica profunda en los archivos eclesiásticos, sin em­
bargo, mi hipótesis, corroborada por la observación y las informaciones orales, es que Juchitán
se ha mantenido, hasta tiempos relativamente recientes, como una comunidad esencialmente
endogámica, ya que el número de los apellidos originarios es reducido. He observado, además,
que mientras las mujeres se casan o se juntan con más facilidad con un fuereño, los hombres
tienden a buscar su pareja al interior de la comunidad. “Sólo una teca puede aguantar la locura
de un teco”, me decían mis amigos. Por su lado, las mujeres dicen que los hombres de afuera
“no son tan cariñosos como los tecos, pero son mejores maridos, más responsables”.

61
Marinella Miaño Borruso

“¡Qué bueno que es niña, ya tienes quien te agarre de la mano, cuando ya no puedas
caminar!”, le decía la partera a la madre mientras daba de beber a la recién nacida una cucharada
de aceite de oliva que había preparado con hierbas, “para sacar las flemas”. Cuando nace un hijo
varón, en cambio, puede suceder que las señoras grandes le tengan lástima a la madre. “Nació
un soltero, vas a tener que casarlo.” Con esto se refieren a lo trabajosa y costosa que resulta la
boda del hijo para la madre (Velázquez Meneses, 1997: 99).
Con estos buenos auspicios, muy diferentes a los de una casa mestiza, se asoma al mundo
la bebé que, desde su nacimiento, es valorada por lo que traerá en ayuda concreta a la casa y
afectividad a los padres. No pasa lo mismo con los varones:

Mira, a los padres les gusta tener hijo varón porque lo puede llevar con él cuando va a la pelota, algún
deporte o al trabajo, y también lo puede dejar con la mamá o una hermana, hasta la vecina, no hay
que cuidarlo como a una niña; en cambio las mamás prefieren a las niñas porque luego los hombres
más fácil pueden salir malos, drogadictos o peor, y luego no la va a cuidar, la ayuda con el sueldo, sí,
pero no la acompaña, no la cuida como una mujer.

Según estos testimonios, en las mujeres existe la idea de que, por naturaleza, los hombres son
desobligados e incumplidos, difíciles de manejar, así que criar a los varones es algo trabajoso,
inseguro y costoso. Y más inseguro ahora, ya que el campe no da para vivir y todavía no existe
un desarrollo económico que ofrezca fuentes alternativas de trabajo para un hombre y hay un
ejército de adolescentes dedicados al robo y la drogadicción. Sin embargo, las mismas mujeres
esperan y celebran que el primer hijo sea varón.
Tanto a niños como a niñas se les celebra su bautizo al año de nacidos.6 Para esta ocasión
sus padrinos le regalan al niño su trajecito y sus zapatos, mientras que a la niña, además del
vestido, se le da una prenda de oro o de oro y coral, que sirve como amuleto contra el mal de
ojo. Niños y niñas viven y juegan juntos hasta aproximadamente los cuatro o cinco años, y su
educación, a cargo esencialmente de la madre, no se diferencia en mucho: ambos sexos gozan
de mucha libertad para jugar y divertirse. Sin embargo, hay más atenciones y modales afectuosos
hacia la niña, incluso de parte del padre, que tiende a mimarla cuando está muy chica. También
se suele mantener a la niña más vigilada y cercana a la mamá; cada año se le celebra de alguna
forma su cumpleaños, mientras que al niño sólo se le festejan los cinco y los 10 años.
A partir del momento en que se considera que una niña puede ayudar en el hogar se hace una
diferenciación tajante en la educación. A diferencia de los niños, que gozan de varios años de su
infancia libres de toda preocupación, la niña estará siempre más cercana a la madre, ayudándole
en las tareas del hogar para aprender toda la gama de conocimientos y comportamientos socialmente
asignados a la mujer, que van desde hacer tortillas hasta cuidar de sus hermanos más pequeños.
También aprende a vender, a restar y sumar dinero, así que es frecuente ver a niñas de siete, ocho
o 10 años vendiendo en el mercado o yendo de casa en casa ofreciendo alimentos, frutas, tamales,
pescado para ayudar a la economía doméstica. Desde muy pequeñas acompañan a su madre a las
fiestas, vistiendo el traje regional con su cadena y aretes de oro para ir aprendiendo la costumbre.
Como veremos en la última parte, los niños que el entorno familiar y social reconoce y acepta
como potenciales muxe’ son incorporados más bien a la vida de las mujeres.

6 Puede ser también a los cuatro o seis meses, en el caso de que el recién nacido sea enfermizo o delicado, pero
es más frecuente al año.

62
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo deTehuantepec

A los varones se les considera, por naturaleza, desligados de las responsabilidades de la casa
y se les encamina hacia trabajos “de hombre”. Si el padre es pescador, campesino o artesano, el
hijo lo acompañará para aprender el oficio. Actualmente se prefiere que el hijo varón siga
estudiando, y la madre hará muchos sacrificios para enviarlo a los estudios superiores, lo que
no sucede con las hijas, ya que se considera que tienen más posibilidades de defenderse en la
vida mediante el comercio o el matrimonio. En la clase media alta, en cambio, se tiende a dar
iguales oportunidades de estudio a varones y mujeres.
Desde muy temprana edad, entonces, hay una separación completa entre mujeres y varones,
que se desarrollan y socializan en espacios excluyentes. De ahí que el niño escape completamente
al control de los adultos, y tenga una casi total libertad, amén de las obligaciones escolares,
cuando las hay. La vida de un varón se desarrolla, durante la mayor parte del día, fuera del
hogar, en el enjambre de patios y traspatios, calles y callejones del pueblo, jugando y peleando
con sus amigos, persiguiendo animales y niñas incautas y aprendiendo todo lo que se sabe
-pero no se dice- sobre el sexo por medio de los chismes de los niños más grandes, de lo que
ve entre animales y en su mismo hogar, cuando por un despiste llega inoportunamente a la
casa y sorprende a padres o hermanos en sus affaires amorosos.7
En las familias tradicionales y en los barrios populares generalmente los niños crecen bilingües,
ya que aprenden zapoteco en la casa y en la calle y español en la escuela/ Sin embargo, Debora
Kinsey, una lingüista norteamericana que estaba realizando una investigación sobre la desapa­
rición del zapoteco, me confirmó que la tendencia actual de los padres y abuelos, aun los más
tradicionales, es empezar a hablar a los niños en español para que lo aprendan como primera
lengua, de manera que desde temprano “los hijos puedan defenderse” y no enfrentar luego los
problemas y las vergüenzas que sus padres padecieron en la escuela o en los lugares de trabajo.
En las familias de estrato medio o alto, en cambio, es más frecuente que el niño no aprenda
siquiera a entender el zapoteco.
En la pubertad las niñas ya no concurren tan a menudo a la plaza; entonces se prefiere que
acompañen a la madre o a otra mujer de la familia a su trabajo para que aprendan rápidamente
un oficio productivo, para que puedan desarrollase como personas independientes cuanto antes,
que tengan bases económicas propias para defenderse en la vida sin depender de nadie. Además,
a partir de la primera menstruación el control de la familia sobre la muchacha se vuelve aún
más rígido, por temor a que “algún hombre le falte al respeto” y porque del mantenimiento de
su virginidad depende el honor familiar. Entre pubertad y matrimonio las relaciones entre
madre e hijas se agrian, pues éstas resienten que se les tenga tan reprimidas mientras que sus
hermanos gozan del máximo de libertad. Las muchachas, independientemente de la edad y

7 Una anécdota divertida, pero reveladora de la precocidad de los niños en sus conocimientos sexuales, la pre­
senciamos durante un acto realizado por la Asociación Gunaxhii Guendanabani (“ama la vida”) para la preven­
ción del sida, que se llevó a cabo en un jardín de niños en la séptima sección. En esa ocasión fuimos asaltados por
escuincles de 7,8,10 años que nos pedían los condones que repartíamos a los adultos. Un niño de 10 años pidió,
con insistencia, condones a la maestra Florinda, muy conocida en toda la ciudad. Ella le dijo que era demasiado
chico para usar condón, que todavía no se le paraba el squié (“pene"). “Se me para, pues, ¡cómo que no!”, le con­
testó el niño muy ofendido. “Bueno-le dice ella- aun así lo tienes chiquito, el condón te va a quedar grande, es
demasiado largo.’*No importa, maestra -le contestó el muchacho-, me lo pongo y luego lo amarro arriba y ¡listo!”
El mismo niño estuvo persiguiendo a otra compañera, una señora gordita y jacarandosa, madre de dos hijos
adolescentes, invitándola a tener relaciones: “Dame condón, vamos a ‘chapear’. Mira, aquí está mi casa, vamos a
‘chapear’, pues, ¡no te vas a arrepentir!”
’ Hay escuelas primarias que supuestamente deberían poner en marcha una educación bilingüe y bicultural; sin
embargo, el programa se reduce a una mayor tolerancia de los maestros hacia los niños monolingues.

63
Marinella Miaño Borroso

mientras permanezcan solteras, están subordinadas a los hermanos, a los que les tienen que
lavar y planchar la ropa, cocinar y servir la comida. No faltan razones para que las muchachas
sientan celos y envidia de los hermanos, pues, justamente cuando a ellas se les imponen más
restricciones, es cuando ello* tienen más libertad de ir y venir, hacer y deshacer a su antojo y
los padres, además, les tienen un trato preferente. Sin considerar, por otra parte, que las chicas
resienten que los padres destinen los fondos familiares a la educación del varón. No es poco
frecuente que la madre utilíce las alhajas de la familia, que por tradición deberían formar parte
de la dote de la hija, para costear los estudios superiores del hermano o ayudar al hijo profesionista
a montar su despacho, tafler o negocio.
Como en todo México, a los 15 años una muchacha ya se considera madura para el matri­
monio y la procreación. Hista la generación anterior la fiesta de los 15 años no era parte de la
tradición local; según las señoras, anteriormente se hacía tan sólo una comida en familia.

Antes sólo los ricos festejaban los 15 años y los cumpleaños. Para los pobres eran fiestas familiares, de
poco gasto, no se festejabaasí en grande, como ahora. Ahora todos quieren festejar, no hay casa donde
no se hace una o más fie^ecitas por año. Los vecinos ayudan mucho.

Actualmente la fiesta de 15 aáos se hace “en grande”: se buscan madrinas y padrinos para sol­
ventar los gastos, la niña -que luce su vestido de satín blanco con tremendo moño en las nalgas
y va acompañada por un pooíde apuestos chambelanes enfundados en esmoqúines alquilados
con su corbatín ahogándoles «1 cuello y con los cabellos bien modelados con gel- se exhibe ante
los orgullosos padres, padrinos, madrinas y jóvenes casamenteros invitados, en un baile cuya
coreografía es creación y “puesta en escena” de un muxe’, que durante semanas antes del evento
ha ido regularmente a casa de la quinceañera para ensayar.

“La etiqueta de la mujer”

En general las muchachas se casan a edad temprana, después de un largo cortejo de parte del
novio y un noviazgo corto. Cuando el varón está en una edad casadera (18,20 años) le comenta
a su madre y a sus hermanos las intenciones que tiene con alguna muchacha. Si ésta recibe la
aprobación de la madre él no tiene ningún problema para seguir cortejando a la joven. Las
cosas se complican mucho cuando la elegida no es aceptada por la madre. He conocido varios
casos de hombres que no han podido casarse con la mujer que amaban por la negativa de su
madre.
Uno de los factores que interviene en la aprobación o no de la novia es la afiliación política
de las familias involucradas.9 La radicalización de las posiciones políticas en dos bandos opuestos
repercute en la conformación de las alianzas matrimoniales. Una suegra potencial afín al PRI
no acepta emparentarse de buena gana con una familia afín a la COCEt, y viceversa, y hará lo
posible e imposible para que el hijo no se case con su novia. Tampoco la familia de la novia

’ Una descripción etnográfica bastante detallada se encuentra en Rocío Fuentes Valdivieso, “El matrimonio en
Juchitán, Oax. Rituales, símbolos e implicaciones sociales”,’tesis de licenciatura en antropología social, México,
ENAH, 1994.

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Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

accederá con gusto a una unión de este tipo, ya que se considera que la joven no será tratada
bien en su familia política. Sin embargo, influyen también otras consideraciones, como el
grado de prestigio o de poder económico de la familia con la que se prospecta la alianza. Una
hija de familia priista pero humilde que encuentra un novio de familia coceísta pero rica o
acomodada será más bien alentada a casarse, a menos que existan pleitos más añejos y profundos
entre las familias interesadas. Por ejemplo, entre las familias Pineda y López Lena, que
tradicionalmente están en conflicto, no tanto por motivos políticos como de prestigio, no se
han realizado matrimonios. También son muy raros los matrimonios entre mujeres zapotecas
y hombres de otros grupos étnicos de la región; los pocos que he conocido entre una zapo-
teca y un huave, por ejemplo, eran casos en que el hombre tenía una posición de prestigio y
poder económico al interior de su comunidad.
Durante el cortejo el muchacho deberá demostrar un interés real por la novia potencial,
insistiéndole mucho con palabras y atenciones, aguantando los desplantes de ella, llevándole
serenata y emborrachándose todas las veces que ella no le hace caso, al son de una guitarra que
toca y una voz que canta todo el repertorio de las canciones de amor, pasión y abandono que
puedan acompañar y aliviar el dolor del alma.
El matrimonio tradicional en las clases populares es por “robo” o, mejor dicho, “huida
concertada” (bixooñe cabe: “se huyeron”), aunque ocasionalmente también se pide a la novia.
En los sectores acomodados no se acostumbra la huida, sino la petición de mano, ya que en la
elección de la alianza entre familias entran en juego motivaciones más prácticas, como los
recursos económicos, el prestigio social, el poder político del contrayente, como anota Rocío
Fuentes en su trabajo.
La huida se realiza por común acuerdo y son pocas las veces que los padres desconocen las
intenciones de los novios. El muchacho se lleva a la novia a su casa, donde cumple con el rito
de la desfloración para comprobar la virginidad de la muchacha antes del matrimonio. No se
trata de uña relación sexual completa, ya que la desfloración se practica con un dedo de la
mano para que salga la sangre y manche el pañuelo o la ropa interior de la novia —que será
expuesto en el altar familiar, junto a los santos- y a ésta le suba la fiebre. Sangre y fiebre son
elementos indispensables para que la familia de él pueda comprobar que es “una buena
muchacha”. La virginidad de la mujer es altamente valorada por ellas mismas; una señora usó
esta expresión: “Es la etiqueta de la mujer.” Luego se hace la celebración con festejos, cerveza y
cuetes, el pañuelo con la sangre se exhibe a la comunidad de parientes y vecinos y se guarda en
el altar familiar; ese día la novia permanece acostada en la cama regada de tulipanes rojos,
“cerca del santo” (el altar familiar), mientras los jóvenes de la familia tejen las coronas de flores
rojos que adornarán la cabeza de las mujeres que participan por parte de la familia de la novia
(Fuentes Valdivieso, 1994: 40-46). Si la novia no “sale virgen” se le regresa a su casa y es una
deshonra para toda su familia. Pero siempre la culpable será la madre, que no supo cuidarla.

Cuando una mujer no es honrada ya nada es igual porque todos conocen lo que le pasó, y los hombres
. son mañosos, sólo quieren otra cosa, pero no casarse con ella.

Incluso en los casos en que el novio no cumple con ella, casándose o regularizando la situación,
y la abandona, aunque la muchacha haya salido virgen, pesará sobre ella la duda y el estigma
social a tal punto que, en la mayoría de los casos, la muchacha, aislada por su misma gente, se
aleja de la comunidad, como lo muestra el caso registrado por Fuentes, en el que un muchacho

65
Marinella Miaño Borroso

engañó a la novia y se la robó; aunque no tuvo relaciones con ella, el joven tuvo que pagar una
indemnización a la familia de la muchacha:

Pasaron los días y el escándalo fue disminuyendo, pero no fue borrado de la mente de los detnás[...l
hasta que sus amigas le dejaron de hablar. Ella cambió de trabajo, se fue a trabajar de cocinera en un
bar, lo que es mal visto en Juchitán. Más tarde, al ver que sus relaciones con las jóvenes de su edad no
prosperaban, decidió salirse de juchitán y trabajar en la capital junto con otras amigas que habían
pasado casos parecidos (ibidem: 99).

Lo mismo me fue confirmado por la juez del juzgado matrimonial: en casos así la sociedad y
su gente orillan a la mujer a salir de la comunidad; más aún, el supuesto deshonor y la dificul­
tad de volver a iniciar una relación está interiorizado a tal punto que la muchacha puede acabar
por prostituirse.
El rito de la desfloración es prácticamente público, ya que, desde el momento en que llega
la novia, los parientes, las comadres y las vecinas se reúnen en la casa y en el patio con cajas de
cervezas, flores y cuetes para celebrar el suceso. Hasta ahora no he encontrado ninguna mujer
que haya vivido felizmente este momento, todas me han dicho que lo vivieron como una
práctica a la cual, aunque las apene y humille, no pueden sustraerse porque es la costumbre.

No me gustó, me dio mucha pena, ¿pero qué podía hacer?, así es la costumbre.

Cuando mi novio me llevó a su casa me puse muy nerviosa, por los nervios me bajó la menstruación,
no pudimos hacer nada y tuve que regresarme a mi casa. Luego luego empezaron los rumores, que ya
no estaba buena... ya sabes. A los 15 días volvimos a huir y esta vez todo salió bien, aunque él, por los
nervios, no podía y tuvo que ayudarme la partera porque no salía la sangre. Mejor, porque asi nadie
pudo decir que nos pusimos de acuerdo con mi novio.

El caso de que el novio sea demasiado joven o esté nervioso para llevar a cabo la desfloración
no es poco frecuente. En esta circunstancia quien cumple con la función será una partera o una
mujer anciana. Dicen que, incluso, lo puede hacer el padre del novio, como era más frecuente
anteriormente. Los novios que están de acuerdo pueden usar algún truco y sangre de algún
animal para simular la pérdida de la virginidad, cuidándose de estar lejos de aquellas binni
gunaa, “mujeres ancianas", que saben distinguir entre la sangre del himen y la de un pollo.
Marina Meneses sostiene que este rito, que a las occidentales parece inútilmente cruento,
tiene su razón de ser en la lógica étnica, ya que es una forma de defensa y control de las mujeres
para obligar al varón a cumplir con sus obligaciones (1997). También es probable que esta
costumbre, de claro origen mediterráneo,10 se haya visto reforzada en el transcurso de este siglo
como respuesta a la gran cantidad de casos de violación y “venta” de jóvenes mujeres a ricos
libaneses o a comerciantes que luego las abandonaban. Esta interpretación es válida en tanto
que la socialización del ritual asegura que las normas sociales sean atendidas por parte de
ambos interesados; sin embargo, llama la atención cómo una estrategia de defensa pasa

10 Exhibir la sangre de la desfloración es una tradición de origen europeo mediterráneo. En Sicilia, tierra de mis
antepasados, en los pueblos más alejados de la modernidad todavía se acostumbra colgar del balcón de la casa la
sábana de la primera noche de boda con ¡as manchas de sangre.

66
I

Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

í necesariamente por la manipulación del cuerpo femenino. Por los mismos testimonios vimos
que es una práctica impuesta y una fuerte violación a la intimidad de la mujer; su cuerpo, tan
celosamente cuidado hasta entonces, se vuelve un cuerpo público, sin secretos, y lo que debería
i ser el primer acto de amor e intimidad entre parejas se parece más a un juicio por parte de un
núcleo familiar ajeno y hostil. Puesto que el acto se lleva a cabo en el ámbito familiar del
hombre, el control versa más hacia la defensa del honor del novio y su familia. Marina Meneses
también describe, y yo he visto en más de una ocasión, la competencia inmediata que se desata
entre las familias de los novios durante los festejos. La madre y los familiares del novio tratan
por todos los medios de emborrachar rápidamente a los familiares de la novia, para demostrar
su fuerza y superioridad frente a ellos. Simbólicamente se trata de afirmar que la muchacha ya
1 es parte de otro núcleo de solidaridad y lealtad. Mientras la muchacha está acostada pasan una
a una las señoras ancianas a darle consejos, todas insistiendo en su papel de obediencia al
marido y a la suegra:
i
De ahora en adelante debes respetar al marido, a la suegra, ayudarla en todo, nada de que respondas
y también a todos los de la casa, para que vean que eres buena muchacha.

. Todo este ritual expresa el grado de represión y control social sobre la sexualidad femenina, mien­
tras que para los hombres rige otra moral. Las primeras experiencias amorosas de un varón
empiezan en la pubertad; los jóvenes muxe' se prestan con gusto a su iniciación, como veremos
en el capítulo dedicado a ellos. Tener más de una novia a la vez, saber conquistar a las mucha­
chas, tener relaciones sexuales con mujeres (mayores) y ocasionalmente con homosexuales, en
un rol activo, es demostrar a los otros hombres, pero también a las mujeres, ser “un verdadero
i hombre”. Familia, amigos y comunidad esperan que el varón tenga las más relaciones posibles,
antes y después del matrimonio, para probar su virilidad. “Quien no tiene amantes no es varón
completo. No es macho del todo” (M. Matus, 1978).
, El matrimonio civil se celebra casi en seguida, después de unos días, mientras que el re­
ligioso puede posponerse hasta recaudar el dinero necesario para la fiesta, a veces después del
nacimiento del primer hijo. Es costumbre que entre el matrimonio civil y la boda religiosa la
novia permanezca en la casa de sus padres y el novio la visite (Fuentes Valdivieso, 1994). Al
contrario del modelo mestizo, en el Istmo toca a la familia del novio pagar todos los gastos
necesarios para la boda; por su lado, la novia traerá su ajuar, que ha venido haciendo desde
cuando, muy joven, empezó a trabajar.
1 La responsabilidad de los festejos recaerá esencialmente sobre la madre del novio, ya que no
están en juego sólo los gastos económicos, sino la activación y movilización de todos los recursos
sociales y las redes de solidaridad y ayuda comunitaria necesarios para cumplir con ceremonias
i que pueden durar hasta ocho días seguidos. Ello significa una serie muy grande de compromi­
sos que la mujer adquiere y, en primera instancia, está obligada a pagar con su propio trabajo,
en un momento dado, la ayuda que le dieron. En la biografía de una mujer adulta es importante
la cantidad de hijos casados, ya que el cumplimiento de esta costumbre le da prestigio frente
a la comunidad. Sin embargo, si la familia de la novia tiene una mejor posición económica y
social las celebraciones serán en casa de ella y el novio se someterá a las decisiones del grupo
familiar de la novia, aunque su propia familia no esté de acuerdo.
La joven esposa pasa a vivir a casa de los padres del novio hasta el momento en que logran
construir su propio hogar, y queda bajo la autoridad de la suegra, que controla la vida de la

67
Marinella Miaño Borruso

pareja. De hecho, muchas mujeres se quejan de que sus esposos y la familia de él hacen lo
posible para separarlas de su familia de origen, sobre todo de la madre, causando muchos
disgustos en la vida matrimonial. Hablando con jueces familiares de Tehuantepec, Juchitán y
San Blas resultó que muchos de los conflictos familiares que se ventilan en los juzgados tienen
origen en el hecho de que la suegra y, a veces, las mujeres de la familia del esposo se inmiscuyen
demasiado en la vida de la pareja. Una vez casada, la joven mujer tiene que “aguantar” los
desplantes y los celos del marido y la forma de ser de él y su familia. Ella tratará de ser la “mejor”
xua (“nuera”) posible para ganarse el reconocimiento de los suegros y los cuñados, mientras
que la suegra se encargará de evaluar cada uno de sus comportamientos, aunque también
tendrá su ayuda para el cuidado de sus hijos, de manera que la abuela paterna tiene un papel
importante en la educación de los niños.
En el matrimonio, cuyo fin es, ante todo, la procreación, maternidad y feminidad pertene­
cen a la misma estructura simbólica. La esterilidad de la mujer es una verdadera tragedia. Son
contados los que admiten que el hombre puede ser el que es estéril; generalmente se le achaca
a la mujer. Sin hijos ni el hombre ni la mujer, pero sobre todo ésta, llegan plenamente a la
categoría de adultos dentro de la comunidad. Una mujer sin descendencia se considera una
persona incompleta, es algo contra natura e incomprensible. “¡Pobrecita! -me decía la mamá
de una amiga, mirándome como a un gusano, cuando supo que no tengo hijos-, no has podido
gozar de la alegría que da vida a las mujeres.”
La unión libre, a pesar de las quejas eclesiásticas, es bastante frecuente, pues una mujer
adulta sin hombre se considera incompleta, sea éste amante o conviviente. En la escala de va­
lores es mejor tener un hombre al lado, aunque no sea el marido legítimo, que ser mujer sola,
pues en este caso es una “amargada” o. una “marimacha". Sin embargo, a nivel popular a la
conviviente se le dice xnadxii (“querida”), que es un término despectivo.
En caso de que el matrimonio o la unión no resulte, lo normal es resolver el problema con
un “divorcio al estilo zapoteco”, es decir, cada cual se va por su camino y, en la mayoría de los
casos, sin llegar a la disolución jurídica del vínculo matrimonial. Las mujeres, sobre todo las de
estrato popular, son muy renuentes para el divorcio, ya que priva la idea de que el matrimonio
es uno y para toda la vida. En caso de separación y divorcio las mujeres pelean esencialmente
la pensión alimenticia de los hijos, aunque en la clase media alta los varones buscan quedarse
con la patria potestad, por motivos de prestigio familiar y herencia, cosa que no sucede entre
los hombres de estrato popular, que más bien abandonan a los hijos con la madre. Hay quien
llega incluso a negar la paternidad, contra toda evidencia física y jurídica, con tal de no tener
obligaciones económicas hacia los hijos.
Cuando hay separación es casi siempre el hombre el que se sale de la casa, ya que ésta es de
la mujer y los hijos; éstos quedan con la mamá, que seguirá ocupándose de su sustento, con una
carga mayor, por supuesto, ya que el hombre generalmente no se hace responsable. La irrespon­
sabilidad, sobre todo económica, hacia la familia, junto con la infidelidad y el alcoholismo, son
las mayores quejas de las mujeres casadas hacia sus maridos.

Los hombres son cobardes, tienen a los hijos por mero gusto, no tienen responsabilidad, no como la
madre.

Un hijo varón que se separa de su mujer será siempre recibido en la casa de sus padres, pero he
observado que difícilmente una madre brinda ayuda a la hija que quiere separarse. “Ella se

68
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

quiso casar, ahora debe aguantar como toda mujer”, me decía na Flavia cuando su hija, de
apenas 17 años de edad, quiso separarse de su joven marido alcohólico y violento. También es
muy difícil que se lleven bien los hermanastros, es decir, los hijos del primer matrimonio del
padre con los nacidos de su segunda mujer.
Por otra parte, tampoco se ve mal que una mujer se case o se junte más de una vez en el
curso de su vida y que de estas relaciones regulares nazcan hijos. Claro, siempre manteniendo
frente a la comunidad una estricta moral sexual. Sin embargo, difícilmente el nuevo compañero
asumirá ia responsabilidad de los hijos que han nacido de matrimonios anteriores.
De las pláticas con los jueces, y de mi propia observación, descrubrí que la violencia intn-
doméstica es bastante difundida. Tanto en el juzgado familiar como en el del ayuntamiento los
casos de maltrato a mujeres representan casi 90%, según la información verbal que recibí. La
violencia física por parte de los maridos hacia sus esposas e hijos o de los varones hacia sus
hermanas y también que los hombres se nieguen a dar dinero a la casa, gastándolo más bien en
la cantina, son situaciones cada vez más frecuentes. En muchos casos la esposa llega a deman­
dar al marido y a ponerlo en la cárcel para amedrentarlo; sin embargo, ella misma retira los
cargos al día siguiente, para evitar la “vergüenza” y para que los hijos no la acusen de haber
hecho daño a! padre.
Una institución masculina generalmente aceptada, por lo menos como norma ideal, es ia
“casa chica", con el sobrentendido de que el hombre mantendrá en posición de privilegio a
la primera esposa y cumplirá con las necesidades económicas de todos.

El hombre es cabrón de naturaleza, es así. Si hay otra mujer que se ofrezca y lo consigue fácilmente
puede tener dos casas, puede tener 20, si quiere, pero la que tiene que respetar es el matrimonio.
Cuando el marido no la respeta en su casa y con sus hijos, ahí está el problema (ama de casa).

Ahí empieza el machismo del hombre, que por ser hombre puede tener cuatro mujeres, pero no se traía
de demostrar el machismo en tener cuatro mujeres, sino en mantener cuatro mujeres. Si el homb'e
puede mantener cuatro familias, ¡qué hombre es! Pero si no puede con una y con otra, entonces esa
jugando con su machismo (maestra).

En general los hombres que mantienen una casa chica son personas con posibilidades econc-
micas o políticos. Toda la comunidad conoce la situación y es muy poco probable que la esposa
no esté al corriente, aunque nunca toca el tema, salvo en casos de graves faltas por parte del
marido. En este caso Dios asista a la otra mujer y al “¡cabrón de mi esposo!”. Sin embargo, he
encontrado campesinos o artesanos, es decir, hombres de pocas posibilidades económicas que,
aun viviendo con la otra mujer (a veces más de 20 años), dicen con mucho orgullo que “respetan
a la esposa” y por lo tanto no se divorcian de ella. La “otra” quedará como mujer de segunda
categoría, aunque viva toda la vida con él.
Los hijos, cuya educación material y moral es responsabilidad de la mujer, pertenecen a !a
madre, al punto de que es más frecuente escuchar que Fulano es hijo de na Cata o na Lupe
na Mari que de ta" Miguel o ta Antonio, y sobre ellos madre y abuela materna ejercen una
autoridad que perdura hasta la muerte.

!l Ta es un término equivalente a “don”

69
Marinella Miaño Borroso

Para los hijos la figura paterna está bastante ausente; sin embargo, siempre permanece
como figura cargada de autoridad, la cual le es otorgada por la misma distancia y por el aura
de poder que la ideología dominante y las propias mujeres asignan al hombre. Los hijos de una
mujer nacidos de diferentes matrimonios se llevan como hermanos, teniendo como referencia
emotiva privilegiada a la madre. Si ella tiene malas relaciones con el padre de sus hijos, éstos
no lo buscan y, aunque le muestren respeto en ocasiones sociales, no establecen ninguna re­
lación afectiva con él. Mucho menos se llevan bien entre sí los hijos del mismo padre nacidos
de diferentes matrimonios o uniones.
Según el modelo étnico tradicional -que ya se está quebrantando, pues está decayendo la
organización económica rural tradicional que lo hacía posible-, las familias son unidades
domésticas basadas en una rigurosa y complementaria división del trabajo y en la cooperación
económica entre el hombre y su mujer. Es raro que una mujer participe directamente en las
tareas del campo o de la pesca, ni son obreras, pero el procesamiento de los productos y su
distribución y comercialización son casi de su dominio exclusivo. Por ejemplo, si el esposo es
agricultor su mujer hace tortillas o totopos para vender, además de criar cerdos, gallinas y
guajolotes para venderlos directamente o para hacer comida para venderla; las esposas de los
pescadores se dedican a cocer y salar el camarón, secar u orear pescados, es decir, a procesarlos
para luego vender el producto en el mercado o de casa en casa. De la misma manera, la esposa
de un alfarero se ocupará de decorar y vender la artesanía que produce su marido. De este
modo, la colaboración entre hombre y mujer es imprescindible para el funcionamiento de la
empresa familiar. Se trata, en efecto, de una diferencia importante respecto al modelo mestizo.
El ingreso económico proviene del trabajo compartido entre hombres y mujeres; los hombres
no son los únicos proveedores para el sustento de la familia. A pesar de esta equivalencia de
obligaciones, el hombre mantiene la autoridad familiar. Aunque a las mujeres se les reconoce
y valora el trabajo extradoméstico y el aporte económico que éste produce en la familia, la
autoridad de la mujer se ejerce, como en la mayoría de las sociedades campesinas tradicionales,
como “jefa del hogar”, mas no como "jefe de familia”, papel que las mismas mujeres depositan
en manos de los hombres.

Cuando no está el hombre en la casa somos las mujeres que tenemos autoridad sobre nuestros hijos,
pero cuando está le cedemos la autoridad porque él es el padre y los hijos deben respetarlo.

La celebración de los 50 años asume una connotación de especial importancia en el ciclo de


vida de una mujer, ya que, libre de las obligaciones reproductivas, puede iniciar una nueva fase
de su vida en la que, además de las gratificaciones que ella misma se brinda, espera recibir los
cuidados que ella ha brindado a su familia. Una mujer anciana, libre de la responsabilidad de
los niños y disociada de la sexualidad, adquiere una autoridad y una libertad notables. Es el
momento de “gozar la vida”, ir a todas las fiestas a las que esté invitada, cargar con una
mayordomía, viajar, participar en la campaña electoral de algún pariente o amigo, dedicarse a
actividades placenteras, lucir a sus hijos profesionistas, en las mayordomías separarse del ma­
rido alcohólico, hacer y deshacer a su antojo. Estas mujeres son las “matriarcas”, cuya situación,
extendida arbitrariamente a todas las mujeres zapotecas, se presenta ante la mirada de los
observadores ingenuos como expresión del matriarcado. Personalmente no le encuentro mu­
cha diferencia a la condición de las mujeres del sur de Italia cuando han pasado la menopausia.

70
Hombre, mujer ymuxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

Es principalmente a las mujeres ancianas a quienes la familia intenta proteger porque se


sabe que “es más fácil que un hombre anciano encuentre a una mujer que se haga cargo de él *.
He constatado, como práctica bastante frecuente, que cuando un hombre, que ha vivido parte
de su vida lejos del núcleo familiar, quiere regresar a la casa (por estar viejo o enfermo) la mujer
lo acepta “por ser el padre de mis hijos”, para que “mis hijos no digan que yo me porté mal con
su papá”. No he tenido noticia de casos al contrario. No existe una norma que defina quién
cuidará a los padres ancianos, aunque por lo general es una de las hijas o el hijo muxe’. En
general los hombres heredan las propiedades inmuebles; la casa paterna le corresponde a quien ha
cuidado a los padres en su vejez, y las mujeres heredan alhajas y ropa, aunque hay casos en que
la herencia se reparte en partes iguales, cuando todos los hijos han cooperado en el cuidado de
los ancianos.
Las juchitecas se jactan del valor que la sociedad les otorga, de la libertad y autoridad que
gozan al interior del círculo familiar; sin embargo, el precio que tienen que pagar es la obliga­
ción de cargar con la mayoría de las responsabilidades y con una gran soledad en momentos
importantes de su vida o de la familia. Las parteras, por ejemplo, se quejan de que es mínimo
el número de hombres que se quedan al lado de su esposa al momento del alumbramiento,
pues “prefieren ir a la cantina a festejar, antes de que nazca el hijo”. Recuerdo el Viacrucis que
pasó una amiga cuando tuvo que acudir al juzgado familiar para pedir a su primer marido los
alimentos para que sus hijos pudieran acabar sus estudios. Era una batalla femenina solitaria
en un mundo de abogados, jueces y secretarios con los cuales el “señor” podía entenderse y
armar complicidades mucho más fácilmente.
Cumplir con sus funciones de madre dominante, pero también apapachadora (al grado de
volverse sobreprotectora), en especial con los hijos varones, llevar a cabo lo que dicta la cos­
tumbre, la guendalisaa (“reciprocidad”), es lo que le da prestigio a la mujer, lo que, ya siendo
anciana, se traducirá en libertad. Cuanto más haya dado una mujer en su vida, tanto más
recibirá en su vejez en forma de fiestas, regalos, ayuda cotidiana y respeto.
Relataré una anécdota ejemplar por ser, con sus debidas diferencias, historia de muchas:
Na Mara era una joven huérfana y muy pobre, coqueta y muy trabajadora, aunque no sabía
leer ni escribir. Un día un torero le hizo latir el corazón. Na Mara no lo pensó dos veces: se fugó
y se casó con él. El señor era hijo de una familia bastante acomodada pero, antes que los nego­
cios, él prefería torear toros y mujeres por otros rumbos, de modo que na Mara tuvo que
inventarse la vida para criar a sus ocho hijos. Empezó vendiendo hamacas en Oaxaca, luego
joyas de fantasía y después otras chucherías. Más tarde se fue a México y luego, yendo un poco
más allá, llegó a Tijuana. Al poco tiempo ya tenía en su casa una fábrica de hamacas y de joyas
de filigrana dorada, donde trabajaban sus hijos en los ratos libres que les dejaban los estudios
a unos y el trabajo a otros. Al cumplir 55 años, después de más de 30 viajando, llevando y
trayendo mercancía -eso sí, nunca cargando, “pobre sí, pero siempre he pagado pa’ que me
cargaran”-, decidió que sus hijos, todos profesionistas con título, ya no necesitaban un papá,
así que le dijo al marido: “Hasta aquí, adiós” y el señor se foe. Na Mara reacondicionó su casa
y, por despecho a su ex marido, que no supo o no quiso torear en la familia, compró toda la
manzana y construyó las casas de sus hijos alrededor de la suya. Con el resto de sus ahorros y
la venta de sus alhajas pagó la mayordomía de su Vela y, unos añitos más tarde, cuando cumplió
los 60, ofreció a todos sus parientes, vecinos y amigos una gran fiesta. Gastó hasta el último
peso y ahora se dedica nuevamente a viajar, pero ya no con el objetivo de sacar a sus hijos y su
casa adelante, sino porque se le antoja, le gusta pasear, hacer peregrinaciones a santuarios

71
Marinella Miaño Borruso

extraños y desconocidos en las selvas y sierras de México; como a todas las tecas de verdad, le
gusta ir a visitar al Cristo negro de Esquipulas, le encanta curar con sus manos, sus rezos y sus
hierbas, le fascina adornarse con huípiles y rabonas a la última moda y alhajas de oro y coral,
lucir a sus hijos profesionistas en las mayordomías y las fiestas. Cuando el padre de sus hijos,
anciano y enfermo, necesitó ayuda ella lo volvió a recibir en su casa y lo cuidó hasta su muerte.
Ya está pensando en ir a Europa para enseñar el poder de Dios y de sus hierbas, y por eso ahora
necesita dedicarse a vender para invertir en alhajas y luego pagar su pasaje.

El lugar de la mujer

Las tecas siempre piensan en hacer su casa, por eso somos muy trabajadoras, desde chicas pensamos
en esto.

Las tecas piensan en dónde vivir, en cambio las guadas [extranjeras] piensan en otros lujos, en
pintarse, en comprar carros, a una aquí le interesa su casa.

Las de afuera tienen muchos muebles, pero no tienen casa y tienen que rentar; no pueden mandar, y
por eso en cualquier momento te pueden sacar y correr.

Construirse una casa con sus propios medios es la primera tarea que una mujer, casada o
soltera, se empeña en cumplir en su vida adulta. La casa representa no solamente un espacio
que le pertenece y donde manda, pues ha trabajado para hacerla, sino el lugar fundamental
para tejer y mantener la red de relaciones con su entorno social, además de constituir, para las
mujeres de estrato popular, un medio básico para sus múltiples industrias domésticas. Ahí la
mujer cuece los pescados para ir a venderlos; ahí llegan los vecinos para comprar atole y
tortillas; ahí cose, borda, teje o cura; ahí se procesan los diferentes alimentos que ella y sus hijas
van a vender al mercado; ahí cría sus animales: pollos, cerdos, guajolotes; ahí tiene su horno
para los totopos; ahí puede poner una pequeña reventa de abarrotes o poner en el patío una
“ramada” para vender cerveza y botanas.
La maestra Florinda recuerda con gran orgullo cómo construyó su casa en el terreno que
le heredó su familia y donde ella nació, en una pequeña choza de adobe. En su lugar ahora hay
una casa de concreto de tres pisos -fruto de sus esfuerzos de 30 años de enseñanza- en la que
cada uno de sus seis hijos tiene su propio espacio. Ahora que está jubilada está acondicionando
un espacio para poner una escuela para niños, adultos y extranjeros que quieran aprender
zapoteco.
En el ámbito popular se usa todavía, ocasionalmente, el “tequio” o la ayuda mutua, guenda
rakanesaa, para determinadas foses de la construcción, como poner los horcones y hacer el
colado. Ese día llegan los vecinos, amigos y parientes para ayudar a la realización de la obra,
mientras la mujer, con la colaboración de otras, prepara la comida y las aguas frescas para los
que ayudan. Sin embargo, no vacilará en acarrear ladrillos o materiales, si es preciso, o realizar
trabajos pesados con tal de acabar su casa. La tradición la obliga a colaborar o a pagar a alguien
que lo haga cuando alguno de los ayudantes necesite ayuda para construir su casa, realizar
alguna ceremonia o resolver algún problema.

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Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

El estilo de la casa, la distribución y el uso de los espacios difiere según el estrato social yel
patrón de consumo. Sin embargo, son tres los espacios más importantes que la constituyen y
permanecen aun en las casas modernas: el patio o corredor, lugar al mismo tiempo de trabajo
y descanso; la sala o estancia, donde se encuentra el altar familiar y se utiliza para dormir
cuando hace frío, trabajar, coser, bordar, recibir a las visitas, festejar los nacimientos, para las
celebraciones de días de muertos y para el velorio cuando fallece algún familiar, es el lugar
donde el chagola1213 pronuncia su libana'} a los recién casados, y una pequeña habitación al lado,
ubicada a un costado de la estancia principal, destinada como cuarto matrimonial cuando los
hijos se casan, es el lugar donde se realiza la desfloración y donde se establecerá la nueva pareja
hasta que tenga su propia casa, pasándolo sucesivamente a los hermanos que se van casando.
La casa es el lugar donde se realizan diversas ceremonias y rituales de la convivencia social
comunitaria. En todas hay un pequeño altar familiar donde se colocan las imágenes de los
santos de devoción de la familia: San Vicente Ferrer, patrono de Juchitán; el Cristo negro de
Esquipulas; San Judas Tadeo, santo de las causas perdidas; la Virgen de la Soledad, que ayuda
a encontrar los objetos perdidos; San Antonio de Padua, que procura novios a muchachas y
muxe’. Junto a éstos se colocan los retratos de los familiares fallecidos. En este altar es dondese
pone la prueba de la virginidad, frente a él se vela a los muertos, se bendice a los novios que
se casan, se realiza la ceremonia de Todos los Santos, etc. Es principalmente la mujer la que se
hace cargo de organizar y realizar estas ceremonias, >s decir, ella es quien teje la red de relaciones
familiares y comunitarias y se hace cargo de la reproducción cotidiana de la costumbre.
En su casa ella hace y deshace en todo lo que concierne al espacio, ¡a distribución y la
organización de las actividades domésticas, la educación de los hijos y la economía familiar.
Pero siempre se interpelará al marido para las decisiones importantes que comporten gastos
mayores o para la activación de las redes de relaciones sociales para resolver algún problema.
La mujer casi nunca está sola cuando desempeña sus actividades, siempre habrá quien la ayude
a criar a los hijos pequeños, a asistir a los ancianos, a cuidar a los animales, a realizar todas las
tareas necesarias y previas para la venta: ya sea las hijas que tengan la edad para hacerlo, un hijo
muxe’ o bien una sirvienta, una niña adoptada o “prestada” para que aprenda con ella un oficio,
la vecina, la comadre, la abuela. Su vida doméstica y productiva, por lo tanto, se funda y de­
sarrolla en continua colaboración y solidaridad con otras mujeres, cuya ayuda determina obli­
gaciones y responsabilidades tanto en lo privado como en lo público.
Los hombres de la casa nunca participan en los trabajos domésticos y son servidos; si
hicieran lo contrario sus propias mujeres los tacharían de “mandilones” o “putos”14, ya que la
casa es un espacio de poder exclusivo de las mujeres. El esposo y los hijos varones contribuyen
en todas las tareas que ella no puede o se considera que no debe realizar, como hacer trabajos
pesados que implican un fuerte desgaste físico: acarrear materiales, construir la palapa, arreglar
las tuberías pero, sobre todo, mantener las relaciones con los otros hombres de la familia y de
la comunidad.

12 Anciano de reconocida autoridad y capacidad retórica.


13 Sermón tradicional.
14 En relación con el uso de la palabra “puto” véase el capítulo “Gays tras bambalinas”.

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Marinella Miaño Borruso

“¡Totopo, güera!”

En 1946 Covarrubias describe Tehuantepec de la siguiente manera:

(...) Tehuantepec se convierte en un mundo femenino desde que sale el sol hasta el ocaso. Hay
mujeres por doquier que van de un lado a otro cargando grandes canastos pesados sobre su
cabeza de su casa al mercado y viceversa que compran, venden, chismorrean. Toda actividad se
concentra en el mercado (...) es un hecho que sólo las mujeres atienden en el mercado (...) si un
tehuano se atreviese a poner un puesto en el mercado las aguzadas lenguas de las mujeres lo
sacarían de ahí inmediatamente (335-339).

Ha pasado medio siglo y el espectáculo en las plazas del Istmo sigue siendo el mismo. El mercado
es el espacio que expresa muy bien lo que Graciela Iturbide nombró Juchitán de las mujeres
(1989). Es el reino económico y social absoluto de na Tona que vende iguanas, de na Neira que
vende aguas frescas, de na Lupe que vende quesos, de na Delfi la camaronera y de todas las
innumerables na que en ese lugar construyen lo cotidiano y gran parte de la identidad del pueblo.
Los puestos -en su mayoría viejas mesas apenas cubiertas con un mantel de plástico- se
enciman casi unos con otros y en algunas calles se disponen en dos filas, con un hacinamiento de
vendedoras que se duplican en los horarios en que salen las tortillas de los comales y los hornos15
y llegan las vendedoras de bupu y pan. Es un problema añejo que las sucesivas administraciones
heredan, sin encontrar solución. La administración coceísta intentó solucionar la sobrecarga en
el centro construyendo otros tres mercaditos en barrios populares, pero desde su nacimiento han
quedado en una solitaria desolación, ya que los predos son más altos, hay menos variedad y la
mercancía es casi siempre más vieja y de menor calidad que en la plaza central.
Cualquier intento de reubicar y descentralizar los comercios encuentra la fiera oposición
de las comerciantes y, en general, de la población, que está acostumbrada a ir al centro a hacer
sus compras, siendo el lugar de encuentro y socialización de las mujeres por excelencia.

Siempre vengo en la tarde a comprar la cena, me gusta porque veo a mis amigas y me gusta platicar
con ellas.

¡Vieras cómo se pone el mercado durante las fiestas! En mayo, en Semana Santa, hay mucho movi­
miento, gente por todos lados, muchos paisanos regresan de por allá donde viven, para las fiestas.
Llegan los estudiantes y las familias crecen. El mercado se pone bonito, veo a tantos paisanos, a
parientes que viven fuera y les cuento de acá y ellos de allá, de donde viven.

Es, sobre todo, el abastecedor de alimentos cocidos que frecuentemente las mujeres compran
para llevar a la casa o a una fiesta, ya que sus actividades extradomésticas no les dejan tiempo para
cocinar en su casa. Además, entre las mujeres del mercado todavía existe el trueque que, en
épocas no muy remotas, era costumbre generalizada en todo el pueblo, pues las vecinas se
intercambiaban alimentos.

15 Hay ocho tipos de tortillas que se cuecen, algunas, en el comal, y otras, en el comiscal (horno de barro
enterrado). Véase Ursulino Rueda Saynes, 1988: 134.

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Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

Anteriormente había trueque en todo el pueblo; si hada falta algo en la casa, la mujer cambiabafrijol
por azúcar, tortillas por pescado, maíz por queso. Ahora sólo está en el mercado, ya no entre familias.
Vamos a suponer: la quesera que queda con su queso que no ha vendido y una tortillera que no ha
vendido sus tortillas, entonces cambian sus productos.

La forma institucionalizada de compra-venta es el regateo, precios fijos no hay. No existe


vendedora que no aumente el precio de su mercancía para poderlo bajar al momento de ven­
derla y no existe marchanta que no conozca esta gracia. El estereotipo de esta relación es, grosso'
modo, como el siguiente ejemplo: una compradora va pasando por los puestos de camarón, las
mujeres la interpelan: “¿Qué va a llevar?” “Pasa, mamá; pasa, güera, este camarón es bien
bonito; anda, llévalo, pruébalo, vas a ver. A 6.50 la medida, pero te lo doy a 6 pa’ que te animes.”
Atraída por la invitación insistente, la marchanta se acerca con actitud falsamente desinteresa­
da, como para evaluar la oportunidad que se le ofrece pero no convencida todavía. Mira con
escepticismo la mercancía y cómo la vendedora llena la “medida”, que es generalmente un bote
de aceite Pemex, agarrando diestramente con la punta de los dedos los camarones y llenando
el bote de manera que las barbas del marisco hagan bulto y el bote se llene rápida y mesu­
radamente. Ahí empieza el regateo. Aparentando poco interés en el artículo ofrecido, la com­
pradora se voltea y lanza miradas hacia la concurrencia, que también insiste en ofrecer,
como para comparar la mercancía y poder escoger mejor. A veces se aleja para regresar al
rato, como por casualidad. La vendedora tira su golpe de gracia: “Anda pues, pa’ que compres
te voy a poner la ‘ñapa’ (pilón)” y agrega unos cuantos camarones. Por fin, después de un rato
más de estire y afloje, la marchanta se va muy contenta con su medida de camarón conseguida
a un precio más barato de lo que se le había ofrecido inicialmente. Por supuesto, esto no quiere
decir que la vendedora haya rebajado el precio de lo que ella considera el valor real de su mer­
cancía; al contrario, la comerciante juchiteca es sumamente hábil para obtener el precio que
ella ha establecido como justo y, la mayor parte de las veces, hasta más de lo establecido por el
mercado. La que compra, si es paisana, sabe muy bien cómo está el negocio, ya que ella misma,
por lo regular o en ocasiones, comercia con algún otro artículo y se porta igual cuando desem­
peña su papel de comerciante. Sin embargo, no se puede renunciar al ritual, es un código
implícito de relaciones entre mujeres con el cual se demuestra la habilidad personal. Lo im­
portante es conquistar al diente y por eso, en algunas ocasiones, se puede llegar a vender al
precio de compra con tal de no perder a un consumidor. La competencia comercial entre las
mujeres se percibe fuerte y agresiva. Estamos bien lejos de la idílica solidaridad y guendalisaa
entre bi’chi' de una comunidad.
Por parte de las compradoras, la costumbre es comprar a tantas vendedoras como sea
posible, pues “no es bueno despreciar a nadie. Las mismas a las que le compro, mañana que
vengo a vender me comprarán a mí.” Como todas las compradoras se convierten en vendedoras
en un momento u otro, de esta manera se restablece la norma ideal de la reciprocidad.
Con su atuendo tradicional: huipil floreado y enagua larga, una flor en las trenzas, las mujeres
son las reinas indiscutibles del lugar; son las únicas vendedoras, a menudo acompañadas por
sus hijas, hasta las más pequeñas, a quienes enseñan el arte de vender totopos y tortillas que
ellas mismas hacen, o pescado y camarón que, fresco o más frecuentemente seco y salado, llega
de Playa Vicente, de los pueblos huaves, de Salina Cruz, de Ixhuatán. Los contados hombres
que trabajan en el mercado son de familias inmigradas del valle o de Chiapas y sólo hay dos
muxe’ que venden comida.

75
Marinella Miaño Borroso

Normalmente son las tecas las que van a comprar por mayoreo los mariscos a los pueblos
huaves para revenderlo en el mercado. Sin embargo, no faltan las “mareñas” -así le dicen a
las huaves que llevan a vender su camarón- o zapotecas y mixes que bajan, desde hace unos
años, de la sierra cercana para vender sus productos. Una mirada externa las distingue fácilmen­
te, aunque traigan el vestido zapoteco, por ser más delgadas y bajas que las juchitecas y por su
actitud más sumisa en el trato. La actitud de las juchitecas hacia ellas es bastante despectiva.16

Pues vienen las pobres de Guidxicobi, de San Mateo a vender café o pescado. Pues, como nada más
se sientan a un lado, no molestan y se dedican a vender. Antes esta gente era más cerrada y las tecas
tienen un modo de pensar diferente de ellas.

Antes le compraban más barato sus cosas que traían para después venderlo más caro. Las tecas se
aprovechaban, pero ahora las mareñas se están avivando y ya lo venden ellas mismas. La gente de San
Dionisio que traían pescado ya he visto que se van a Matías, donde no hay mar, ahí se lo pagan más
caro.

Las gentes que vienen a vender lo hacen por necesidad, son gente que busca su progreso y aquí se le
da buen trato. Pero cuando venden más barato y roban a los clientes las de acá las mandan lejos, las
aíslan.

Como se puede ver, el mercado es escenario de conflictos interétnicos y de una alta compe-
titividad entre mujeres en los negocios, no solamente de las zapotecas con las que no lo son,
sino entre las mismas juchitecas; aquí no vale la reciprocidad, sino un buen neoliberalismo
individualista.
El mercado central tiene 789 puestos permanentes adentro y 1 500 en las calles limítrofes,
de los cuales alrededor de 30% están registrados a nombre de hombres.17 La razón por la cual
hay tantos puestos de hombres se debe al hecho de que las propias mujeres optan por registrar
su puesto a nombre del marido o de un hijo, ya que prefieren que sea el varón el que se ocupe
de atender todos los trámites burocráticos y las relaciones con las autoridades municipales, de
Hacienda o del banco; primero, porque todo lo relacionado con la administración lo consideran
una pérdida de tiempo, dinero y energías y, segundo, porque el ámbito administrativo y po­
lítico, que es fundamentalmente masculino, funciona con una lógica de relaciones de difícil
decodificación y manejo para una mujer. En efecto, tanto los cargos de asesor del ayuntamiento
en mercado y panteones como de director administrativo dentro del mercado siempre se ad­
judican a hombres. Las propias mujeres se niegan a asumir estos puestos, que son de carácter
estrictamente político y que los partidos, PR1 y COCEl, se reparten, pues aunque no sean cargos
de mucho prestigio pueden representar una buena ocasión para ganar dinero extraoñcialmente
mediante la venta de favores. Las titulares de los puestos están organizadas según los productos
que venden: las verduleras, las vendedoras de ropa, de comida, de pescado, etcétera, y según el
lugar que ocupan, dentro o fuera del mercado, por lo tanto los intereses de los miembros de
cada gremio no siempre coinciden. Las vendedoras de mariscos y pescado de la séptima, por

16 Véase Dalton y Musalem, 1982.


17 Comunicación verbal de funcionarios municipales.

76
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

ejemplo, tienen sus puestos en la esquina de la calle 2 de Abril y avenida Juárez y se niegan
rotundamente a desplazarse a otro sitio más higiénico o dentro del mercado, junto con las
otras vendedoras. Tampoco faltan pleitos entre un grupo y otro: las comerciantes de ropa se
quejan de que haya puestos de comida enfrente de sus tienditas, por el mal olor y la grasa que
se desprende de los comales; sin embargo, ya consideran la causa perdida, pues los contrincantes
no piensan cambiar de lugar: lo heredaron de la madre o de la abuela y sus dientes -muchos
de los cuales también heredados- saben a dónde llegar.
El número de puestos registrado en realidad no corresponde a la cantidad de vendedoras,
ya que comadres y parientes dan permiso a otras mujeres de poner puestos improvisados
en pequeños espacios al lado del puesto oficial. Esto sin contar a las vendedoras ocasionales,
que llegan a ciertas horas de la mañana o de la tarde para vender tortillas, bupn o pan, o las que
vienen de las comunidades y se plantan en los espacios más alejados, donde se les permite
poner su canasta o petate. Buena parte de las mujeres que en los censos aparecen como amas
de casa (65%) en algún momento producen o compran para vender.“Como vender lo que uno
hace es un deber del hogar tanto como comprar lo que uno consuma, muchas veces no se
considera una ocupación” (Newbold, 1975).
En general las mujeres que se dedican de lleno a vender son señoras ya maduras, cuyos hijos
son casi adolescentes. Es raro que una madre con hijos pequeños tenga un puesto fijo en la
plaza y, si vende, lo hace en su casa. Las jóvenes solteras que venden en la plaza c salen a vender
fuera de la comunidad son agentes de sus madres y su actividad no es fija. También se acostumbra
que niñas y jóvenes mujeres vayan vendiendo casa por casa entre vecinas y conocidas, teniendo
casi siempre un número definido de dientas habituales. Mi amiga Florinda, por ejemplo, pone
un pie en el mercado, a dos cuadras de su casa, pocas veces al año y sólo para comprar artículos
como frijoles, aceite, velas o pan, pues todo le llega directamente a su casa. La elección cotidiana
de la comida depende de qué comadre o vecina llegue antes a ofrecer su mercancía. Si llega
primero na Adela se come iguana, si llega la hija de na Lupe será pollo, en seguida toca na
Hortensia, que vende gueta zuquü (“tortillas de horno”), y luego viene na Máxima con el queso
fresco. Si faltan huevos un hijo va a la tiendita de la esquina, donde la vecina ha acondicionado
un cuarto de la casa como tienda de abarrotes.
Si tomamos en cuenta el tipo de productos que se distribuyen en el mercado y en los comercios
del centro es posible dividir a los comerciantes en dos categorías que, por comodidad, llamare­
mos tradicionales y modernos. Al primer grupo corresponderían los que ofrecen productos de
estricto origen agrícola y artesanal, elaborados de acuerdo con una estructura productiva que
se sustenta en el trabajo familiar y medios técnicos rudimentarios, es decir, es la producción
regional. Dentro de esta categoría de “causantes menores” incluiríamos a las mujeres que
venden maíz, comida preparada, carne, tortillas y totopos, frutas regionales, flores, ropa típica,
ollas de barro, huaraches, artículos de palma, hamacas, quesos y cremas en todas las variantes
regionales, pan, dulces, aguas frescas, pescados y mariscos, orfebrería -brillante y espectacular
por sus diseños barrocos- y, si la autoridad respectiva se hace de la vista gorda, carne de venado
y huevos de tortuga.
Por lo que respecta a los comerciantes modernos, éstos se articulan directamente con la
reproducción del capital regional y nacional, ya sea en las actividades agropecuarias de corte
empresarial o bien en los diferentes negocios comerciales de origen industrial extrarregional.
Estos comerciantes, sin duda, han sido quienes más se han beneficiado con el proyecto hidráulico
emprendido por el gobierno federal mediante la construcción de la presa Benito Juárez y la

77
Marinella Miaño Borruso

implantación (fe! distrito de riego número 19. Con el proyecto agropecuario puesto en marcha
las actividades comerciales se vieron modificadas en su forma y calidad, al incluir la presencia
de nuevos espacios y procedimientos para multiplicar las inversiones. Así, de pronto aparecie­
ron o, en su caso, se desarrollaron las agencias distribuidoras de maquinaria y automóviles, las
arrendadoras de estos equipos, los bancos, las aseguradoras, las inmobiliarias, los distribuidores
de productos veterinarios, los comercios de materiales para construcción o de electrónica, etc.
Es decir que los grandes negocios comerciales y los que rebasan el ámbito regional y nacional,
los negocios de punta del capitalismo neoliberal y de la modernidad globalizadora, están en
manos de hombres y no de mujeres, las cuales se ocupan más bien del comercio al por menor,
aunque existan algunas que hayan logrado acumular grandes fortunas por medio del comercio.
Las “camaroneras” -así llaman a las que compran y venden camarón en gran escala- pueden
llegar a ser “multimillonarias” -como le dicen a quien ha alcanzado una buena posición
económica-. Sus casas, en las secciones más pobres, se distinguen de inmediato por ser de
concreto, con dos pisos y muchas pretensiones en comparación con las viviendas tradicionales
que las rodean. Mi vecina na Delfina era una acaparadora de camarón que compraba en
cantidades industriales, los oreaba y salaba en el patio de su casa y los enviaba a los mayoristas
de otras ciudades en dos camiones de no sé cuántas toneladas que eran de su propiedad.
Lo sorprendente es que, aun siendo prácticamente analfabetas, la mayoría de las mujeres
comerciantes del mercado posee una capacidad asombrosa -que podría parecer casi innata,
por ser fruto de una experiencia secular- de administrar el dinero y las cuentas, así como de
manejar el comercio mayorista y de pequeña escala y las inversiones en diferentes tipos de ne­
gocios. La mujer de un pescador, por ejemplo, además de vender el pescado que obtiene su
esposo, a menudo compra al por mayor productos marinos a los huaves.18 La gran cantidad de
producto adquirido lo vende con gran beneficio para sus clientes, a mayoreo o menudeo, en
Juchitán o en otras comunidades. Al mismo tiempo puede invertir parte de sus ganancias en la
compra-venta de joyas de oro o en la actividad de prestamista.
El espíritu “fenicio” de las zapotecas hace que no se limiten a vender en el mercado o en su
casa. Existe un núcleo de comerciantes especializadas, a las que llaman “viajeras”, que salen de la
comunidad para vender. En casi todas las ciudades de México encontramos zapotecas vendiendo,
aunque las rutas más aprovechadas son las que llevan a Veracruz, Oaxaca, Tabasco y Chiapas.

Donde sea hay tecas y gente de aquí viajando y vendiendo pan, camarón, nuestra comida, y nos dicen
“tecas bandidas“porque estamos en todos lados: en Acapulco, Huatulco, Mérida, en Tabasco... Sola­
mente la gente del Istmo hace esto.

Las comerciantes viajeras, gran parte de las cuales no sabe ni leer ni escribir, viajan con
absoluta seguridad a la metrópoli o por el país, aprendiendo lo esencial para desplazarse.

Poco a poco ya conozco donde dice “México“, donde dice “Minatitlán”, “Ruta 100"; cuando nos
paramos, donde dice “damas y caballeros" y así...

“ La forma de las transacciones entre zapotecos y huaves es una combinación de compra-venta y trueque. El
marisco se paga en parte en efectivo y, para completar el precio, se entrega la otra parte en productos de no muy
buena calidad y a precio mayor del que se encuentra en el mercado de Juchitán. Véase Newbold, 1975; Dalton y
Musalem, 1982.

78
Hombre, mujer y muxe' en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

Beverly Newbold Chinas19 ha analizado muy a fondo el fenómeno y, aunque su estudio se


realizó a finales de los sesenta, este sistema comercial está prácticamente inalterado, por lo cual
no me extiendo y remito al lector al trabajo de esta autora.
Los comercios que más se han difundido entre las mujeres que tienen la necesidad de
vender en su casa, ya sea a causa de sus obligaciones en el hogar o bien porque no tienen puesto
en el mercado o por la edad, son la cerveza y, en segundo lugar, los refrescos. Las compañías
cerveceras y la Coca-Cola, que tienen grandes depósitos a la entrada de la ciudad, con mucha
facilidad dan en consignación un refrigerador o, en el peor de los casos, una nevera y los
cartones de “caguamas”. Estos minidepósitos familiares se han incrementado notablemente en
los últimos cinco o seis años, al punto de que es difícil encontrar una cuadra, sobre todo en las
secciones más populares, donde no haya una señora que no venda cerveza. Siendo parte del
sector informal del comercio, no existe un censo exacto de estas reventas; sin embargo, una
evaluación somera de la Regiduría de Salud nos puede dar una idea de la cantidad y el volumen
de este rubro comercial. Se calcula que existen 500 depósitos de la Corona y 250 de la Carta
Blanca, de los cuales sólo 20% está registrado.20 Únicamente la Corona distribuye cotidianamen­
te un promedio de 5 000 cartones durante los días feriales y en temporadas no festivas.2' Yo
misma he sido testigo del incremento desmesurado de este comercio informal durante los ocho
años que he trabajado en la comunidad, por otra parte ampliamente comentado por los mismos
juchitecos. En todo este tiempo no he encontrado una casa donde no haya presencia, de una u
otra forma, de la actividad comercial y publicitaria de las compañías cerveceras o refresqueras:
mesas y sillas de metal o de plástico con el logotipo de la Corona, de la Carta Blanca o de la
Coca-Cola, platos y bandejas, neveras, vasos, carteles. Esta situación indica hasta qué punto
estas empresas están involucradas en la minieconomía familiar, sobre todo por medio de las
mujeres, y cómo este tipo de venta informal se vuelve estructurante para las unidades familiares
(y para el propio municipio, por los impuestos que genera).

“¡Dinero tienen las tecas!”

La gente de aquí trabaja mucho, hombres y mujeres. En otras partes solamente trabaja el hombre,
aquí ya ves que en el mercado sólo somos mujeres. Uno que otro hombre, pero casi no son de acá. Aquí
ya es costumbre que la mujer trabaje. Por esto dicen que aquí hay dinero, pero es porque la mujer
trabaja.

Así, el trabajo, el manejo del dinero y un espacio económico propio están conceptualizados por
las zapotecas como algo inherente a su persona, a su tradición, a su cultura, a su ser mujer.
En realidad la función que la mujer desempeña en la vida económica a nivel familiar, comuni­
tario y regional, su autonomía económica, su especificidad en la división sexual del trabajo y
la valoración y el reconocimiento que la sociedad zapoteca en su conjunto les otorga como
mujeres trabajadoras y económicamente autónomas diferencia notablemente su situación del
modelo expresado por otros grupos o por la sociedad mestiza.

” Véase de la autora, Mujeres de San Juan y “Viajeras zapotecas”.


20 Comunicación verbal del regidor de Salud.
21 Comunicación verbal de distribuidores de la Corona.

79
Marinella Miaño Borrlso

Sin embargo, lo distintivo de la condición de las mujeres en el Istmo es que no se limitan


simplemente a vender el producto de la unidad económica familiar -siendo ésta una tarea que,
con menor o mayor autonomía respecto al hombre, es compartida por la mayor parte de las
mujeres indígenas y campesinas-,22 sino que monopolizan el comercio de pequeña y mediana
escalas, tanto en el mercado local como en el regional, así como la circulación de los productos
y recursos domésticos y locales y de gran parte de los productos agrícolas y de consumo que
llegan de afuera, incluso de aquellos que, en menor medida, ellas mismas traen de otras zonas
o estados o importan de otros países como Guatemala, donde el santuario del Cristo de Es-
quipulas, al cual muchas juchitecas van en romería todos los años, es también tradicionalmente
un centro de intercambio comercial. He podido observar que la mayoría de las zapotecas que
viajan a otros lugares de la República, por motivos personales o familiares, siempre se llevan
cosas para vender y compran otras para llevarlas al lugar de origen, como un sistema para
costear los gastos del viaje y, de paso, ganarle algo más.
Por medio del mercado central de la comunidad, de las mayoristas de productos regionales
y de las viajeras se tejen unas redes eficientes de circulación de bienes que en algunos casos
rebasan el ámbito estrictamente regional y crean un sistema muy complejo que se articula
mediante distintas dimensiones en el mercado nacional.
Cualesquiera que sean las circunstancias en torno al desarrollo de la mujer zapoteca como
comerciante, no se trata de un fenómeno que se limite a la clase baja, sino que también se extien­
de a las clases media y alta. La habilidad para el comercio parece ser tan característica de las
zapotecas que la visión de los otros y de los propios miembros del grupo coinciden: la istmeña
está “naturalmente” asociada a la actividad de vender. Se habla de una “vocación natural” para
el comercio y el manejo del dinero, que incluso opaca la dimensión productiva del trabajo
femenino, como el procesamiento de productos agrícolas y de pesca, las actividades artesanales,
etc. Esto alimenta la representación, en la visión de los no zapotecos, de la mujer zapoteca
como jefe de la familia, la que mantiene la casa, rol que, en el modelo nacional, debe desempeñar
el hombre.

Dinero tienen las tecas, trabajan bastante; el hombre acostadito en la hamaca y ella vendiendo totopo
en el mercado, todo venden, tortilla, queso, camarón, y ahora aparatos de éstos que vienen de Japón.
Venden y mantienen a toda la familia. Nosotras aquí siempre sufriendo para salir adelante y nunca
alcanza el dinero. Ellas quién sabe cómo le hacen para tener también sus alhajas de oro (mujer
istmeña no zapoteca).

Finalmente, lo que resulta evidente es que existe y se ha desarrollado históricamente una línea
bastante definida de división social del trabajo, según la cual a las mujeres les está asignada la
tarea de la circulación y distribución de los bienes y las mercancías, mientras que los hombres
se ocupan esencialmente de la producción en el campo, el mar, la industria.
En otras palabras, en lo que concierne a las mujeres, parece delinearse una capacidad tradi­
cional y una especificidad de género de saber colocarse y moverse bien en el espacio económico
o del mercado, lo que podríamos llamar un “carácter étnico” en una situación global donde la

22 El patrón es el mismo que encontramos en toda Mesoamérica, ya que son las mujeres quienes venden alimen­
tos preparados y productos locales, actividad señalada por De la Fuente (1949) en Yalalag y por Foster (1967) en
Tzintzuntzan.

80
Hombre, mujer y muxe‘ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

división social del trabajo se desarrolla precisamente sobre la base de una especialización de
género, es decir, sexual y cultural, más en relación con el ámbito económico (los hombres en
la producción y las mujeres en la distribución) que con el núcleo familiar.
Por ejemplo, dado que la economía de Juchitán, a raíz de su proceso de “modernización”,
se caracteriza por el comercio (y los servicios), siendo el centro de captación y abastecimiento
del mercado regional, y que la gran red de microcomercio está en manos de las mujeres, resulta
que uno de los sectores importantes de la economía de la ciudad está prácticamente controla­
do por ellas. Su poder y capacidad de incidir en la vida de la comunidad, entonces, se basa en
algo bien concreto, lo cual determina que, en las tomas de decisión, los hombres no puedan
prescindir de la opinión y voluntad de sus mujeres. Esto no se traduce, sin embargo, en una
participación directa de las mujeres en las grandes decisiones económicas y políticas, sino más
bien en la imposibilidad, por parte de los hombres, de modificar y “modernizar”, al estilo
masculino, la estructura mercantil tradicional de la comunidad, en la que el trueque y las
prácticas ligadas al sistema de prestigio personal todavía tienen un valor importante. Si la
administración municipal nunca ha logrado la descentralización del mercado -a pesar de la ca­
dena de problemas que produce, desde higiénicos hasta de viabilidad y abastecimiento- es
porque las señoras han defendido un espacio considerado propio y absolutamente funcional
para desenvolver con mayor eficacia sus actividades comerciales y cotidianas, sin estar alejadas
de' os centros de actividad y decisión políticas y religiosas de la comunidad. Esto es indicativo de
cómo se establecen las relaciones y, en cierto sentido, la asociación de los poderes entre hombres
y mujeres.
Es evidente que la mayoría de las mujeres busca realizar una actividad productiva que le dé
márgenes de autonomía económica, aparte de colaborar con los gastos domésticos, y en muchos
casos llega a ganar más que el hombre. Lo esencialmente distintivo de las tecas es que ellas
manejan y son dueñas del surplus que generan, es decir, que no dependen económicamente de
los hombres. Lo que ellas ganan está destinado en gran parte a la casa, desde su construcción,
ampliación y arreglo hasta los gastos diarios del hogar y la educación de los hijos, y otra parte
a la inversión en joyas de oro. Éstas son verdaderas cajas de ahorro, ya que, además de lucirlas
en las fiestas para adquirir prestigio, a menudo sirven para empeñarlas o venderlas cuando la
familia tiene un apuro económico o para hacer frente a transacciones económicas de mayor
envergadura. Casa y oro, bienes comerciables y monetarizables sustituyen a la tierra como ele­
mento de seguridad socioeconómico y como representación, signo visible y tangible de la li­
beración de la miseria y la precariedad. La última parte, relativamente conspicua, del surplus
generado por las mujeres sirve para cubrir los gastos suntuarios destinados a las fiestas: las
individuales, que la costumbre requiere para celebrar los momentos del ciclo de vida (bautizos,
15 años, bodas, etc.) y las Velas. Quiero resaltar que, a raíz de la inserción más articulada de
los zapotecos en la vida nacional desde el periodo posrevolucionario, una buena cantidad de las
ganancias de las mad res se destina a los estudios superiores de los hijos varones -ahora también
a los de las hijas, aunque en menor porcentaje y sobre todo entre las clases acomodadas-. Esto
ha generado una amplia gama de profesionistas, artistas e intelectuales orgánicos (otro demento
esencial distintivo respecto al panorama étnico nacional) con un alcance nacional e incluso
internacional (como el caso del pintor Francisco Toledo). Las obras y actividades de los inte­
lectuales zapotecos han tenido una repercusión positiva en la reproducción y el enriquecimiento
de la cultura del grupo y, por ende, de su identidad, ya que han dado forma y coherencia a la
historia y al discurso étnico.

81
Marinella Miaño Borruso

Las zapotecas manejan y logran articular al mismo tiempo un doble tipo de organización
económica: por un lado, la relacionada con todo lo que concierne a la circulación de la mercancía
según las leyes del mercado capitalista moderno y occidental y con el intercambio monetario,
que le permite generar un surplus en dinero que se utiliza en diferentes rubros; por el otro, el
sistema tradicional de las comunidades indígenas y rurales, basado en el trueque, el.intercambio
de bienes y servicios y la inversión del dinero en gastos suntuarios para hacer méritos frente a
la comunidad, ya que la ética de solidaridad comunitaria exige que el excedente se consuma o,
más bien, se derroche colectivamente.

Para qué quieres el dinero si no lo gastas, nadie te va a respetar, vas a morir y nadie te acompañará
a tu entierro.

Esta doble capacidad pone a las mujeres zapotecas al centro tanto de los procesos de transmi­
sión de la tradición como de innovación.
Aquí no me interesa analizar los orígenes históricos del fenómeno; sólo quiero señalar bre­
vemente su alcance, algunas interpretaciones de otros autores y mis hipótesis personales, todavía
por trabajar. Beverly Newbold supone que “las zapotecas del Istmo se hacen comerciantes
porque hay una oferta constante de excedentes comerciales marinos que faltan en otros grupos”
(1975:158) y por la necesidad de procesar tales productos con el fin de colocarlos en el mercado,
por lo cual, en la división sexual del trabajo, “como los hombres dedicaban su tiempo a la pesca
y al cultivo de la milpa, lógicamente tenían que ser las mujeres quienes procesarían y venderían
los productos marinos” (ídem). Con el tiempo yla diversificación de los productos la capacidad
comercial de las zapotecas se habría extendido a los sectores presentes y necesarios en el mercado.
Sin embargo, la autora no explica los mecanismos por los cuales un excedente en la producción
marina o una abundancia de productos comerciables implican necesariamente la especiali-
zación de las mujeres zapotecas y no de las huaves, por ejemplo, en su procesamiento y co­
mercialización. De hecho, son los huaves los que se caracterizan más por ser pescadores que los
zapotecos.
En mi opinión la existencia de excedentes comerciales puede ser un factor que, junto con
otros, contribuye al desarrollo de la actividad mercantil de los zapotecos en su conjunto, ya que
son ellos los que controlan, en gran medida, la circulación de lo que los otros grupos producen
en la región: mariscos y camarones que obtienen de los huaves, así como los tejidos; café, azúcar
y tejidos de los mixes; madera, tabaco y axiote de los zoques. Esto permite suponer que la división
sexual y social del trabajo se enmarca en una organización interétnica de las relaciones económicas
regionales más compleja. Todavía en nuestros días son las zapotecas quienes comercian casi todo
el producto marino y los textiles de las huaves, así como los textiles de las mixes, que en estos
tiempos se están afirmando como bordadoras de huípiles y han sido acaparadas rápidamente por
las zapotecas como maquiladoras. Los hombres controlan la comercialización de la madera de los
Chimalapas, de la sal, las tierras y el ganado, bienes más prestigiados en el mercado nacional.
Además, cabe mencionar que la actividad comercial de las mujeres tiene larga historia, ya que las
relaciones geográficas del siglo xvi confirman que las mujeres del Istmo “venden ropa de algodón
[....} en la provincia de Chiapas y Soconusco”,23 siendo ellas, además, las productoras de las
mantas y los tejidos que se tributaban a la Corona o se intercambiaban en Chiapas y Guatemala25

25 Relaciones geográficas del siglo xvr: Antequera, tomo II, México, UNAM, p. 121.

82
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del istmo de Tehuantepec

y probablemente las que compraban y vendían la producción textil de las huaves, famosas por sus
finos y elaborados tejidos.
Por su lado, la historiadora Leticia Reina demuestra que, a partir de la segunda mitad del siglo
pasado y durante el Porfiriato, se incrementó notablemente la actividad laboral de las mujeres
y su incorporación al trabajo remunerado. Según los censos de ese periodo, 35% de la población
económicamente activa (pea) estaba constituida por población femenina. Reina encuentra que
este fenómeno se debió, fundamentalmente, a los procesos de modernización implantados por
el gobierno federal, como la construcción del ferrocarril transístmico, que originó el surgimiento
de poblados a lo largo de las vías y el incremento poblacional, sobre todo en Juchitán, con extran­
jeros que se asentaron en la región; a la privatización de la tierra y al asentamiento de empresas
agrícolas y ganaderas extranjeras que demandan mano de obra asalariada; al hecho de que, a
causa de las guerras y rebeldías del siglo pasado, la población masculina se vio fuertemente
mermada (los zapotecos, como los yaquis, eran muy apreciados como soldados por su carácter
aguerrido), lo que determinó la existencia de muchas familias en las que las mujeres eran los
jefes de familia (Reina, 1995). Es entonces a partir de la irrupción de ia sociedad mercantil y de la
modificación del patrón poblacional en el siglo pasado cuando se da una especialización de género
en la división sexual del trabajo. Es decir, una actividad tradicional de las mujeres mesoame-
ricanas, ligada al intercambio de mercancías en el ámbito regional (no hay evidencia de una
casta de pochotlau mujeres), se vuelve una característica étnica.

¿En qué trabajan los hombres?

Según los censos de 1990, la población total de Juchitán era de 66 414 habitantes, de los cuales
32 720 (49.3%) eran hombres y 33 694 (50.7%) mujeres. En lo que se refiere a la conformación
económica del municipio, el mismo censo nos dice que el sector primario25 ocupa 23% de la
26 30.9%, y el sector terciario,27 43%, es decir, casi la mitad de la pea
PEA; el sector secundario,24
25
(gráficas 1 y 2). La población masculina económicamente activa, de 12 años y más, representa
77.9% del total y sólo 22% son mujeres (gráfica 3 y cuadro 1). Sin embargo, gran parte de la
población femenina que aparece como económicamente inactiva (81%) se dedica al sector
informal, esto es, venta al detalle y en abono, “fayuca” (que creció desde que, en 1990, Salina
Cruz se volvió puerto franco), préstamos, depósitos familiares de cerveza, servicios domésti­
cos, etc., actividades no cuantificables. Como dato interesante encontramos que, entre 1980 y

24 Mercaderes mexicas.
25 Agricultura, ganadería, silvicultura, caza y pesca. En la última década se ha modificado la composición social en
relación con la producción en general y con la producción en el campo. Entre 1987-1988 y 1993-1994 han bajado
los índices de producción agrícola para autoconsumo, sobre todo del maíz, en favor de cultivos más tecnificados y
comerciables como el sorgo, lo que se acompaña y se explica por d incremento de la ganadería, principalmente del
ganado vacuno (es significativo que los huaves y chontales, en cambio, pastoreen, en sus territorios ya casi desérticos,
rebaños de cabras cuyos dueños a veces son mujeres zapotecas). Es decir, ha habido un incremento de cultivos más
especializados en terrenos de riego y un decremento de cultivos para d autoconsumo regional. Sin embargo, no hay
modernización en el campo, las tierras más bien cambian de destino: dd cultivo pasan a la ganadería extensiva, como ha
sucedido desde los tiempos coloniales en las haciendas marquesanas que abarcaban la gran parte dd territorio istmeño.
24 Minería, extracción de petróleo y gas, industria manufacturera, generación de energía eléctrica y construcción.
27 Comercio y servicios.

83
Población ocupada por sector de actividad al 12 de marzo de 1990 (porcentajes)

GRAFICA 1

SECTOR SECTOR

SECTOR
TERCIARIO c/
43.0

MUNICIPIO. 1S 039

a/ Comprende: agricultura, ganadería. sUvIcutura, caza y petca.


bJ Corrpwxle: minería, extracción de petróleo y gas. Ind. manufacturera, generación de energía eléctrica y construcción
c/Comprende: comercio y servidos

Fuente: INEGI, Oaxaca. Resultados Definitivos. XI Censo General de Población y Vivienda, México, 1990.

1990, aumentan, tanto para los hombres como para las mujeres, los años dedicados a la pro­
ducción. En 1980, 58.7% de la PEA femenina se concentraba en las clases de edad entre los 15
y los 40 años; en 1990 la edad productiva aumenta hasta una media de 45 años -los hombres
pasan de los 45 a los 50 años (cuadro 2)-. Para las mujeres ésos son los años no solamente de
mayor actividad reproductiva, sino también de mayor actividad productiva.
Como mencioné anteriormente, el ámbito de la producción en los sectores primario y se­
cundario, aparece como esencialmente masculino. Sin embargo, durante las últimas décadas ha
habido fuertes modificaciones, pues la observación es válida sólo en lo que concierne a agri­
cultura, ganadería, caza y pesca.28 En lo que se refiere a la industria manufacturera, los datos
censales disponibles no dan la ocupación diferenciada por hombres y mujeres pero, si analizamos
los datos sobre el personal ocupado según el sector de actividad (cuadros 3a y 3b) y los com­
binamos con los derivados de la investigación directa, encontramos que esa industria presenta
una composición que pone en entredicho que este ámbito de producción ocupe esencialmente
a hombres.

Aunque los datos censales concernientes a la pesca no especifican la etnia de pertenencia del personal ocupado,
los pescadores zapotecos son una cantidad mucho menor respecto a los huaves, que viven en dos comunidades del
distrito municipal: San Francisco del Mar y San Dionisio.

84
Personal ocupado y gastos totales por sector 1988-1993 (porcentajes)

GRAFICA 2

PERSONAL OCUPADO

O MANUFACTURA □ COMERCIO ÜE SERVICIOS

Fuente: INECI, Oajcaca. Resultados Definitivos. XI Censo General de Población y Vivienda, México, 1990.

85
Población masculina y femenina de 12 años y más por condición de actividad al 12 de
Marzo de 1990 (porcentajes)

GRAFICA 3

HOMBRES 22 617

DESOCUPADA

OCUPADA

Fuente: 1NEGI, Oaxaca. Resultados Definitivos. XI Censo General de Población y Vivienda, México, 1990.

86
Cuadro 1. Población de 12 años y más por condición de actividad
según sexo 1980-1990

Sexo Población económicamente Población No especificado


activa (pea) económicamente
inactiva

1980 Ocupados Desocupados


Total 30186 13 689 . 124 16 373 -
Hombres 14 804 ND ND 4 503
Mujeres 15 382 ND ND 11 870

1990
Total 46 260 18 039 1093 26657 545
Hombres 22 617 13 952 915 7 497 253
Mujeres 23 663 4 087 124 19 160 292

ND: no dispo nible.

Fuente: INEGI, ¡uchitán de Zaragoza. Estado de Oaxaca. Cuaderno Estadístico Municipal, México, 1995.

Las estadísticas muestran que la manufactura ocupa en total a 2 271 personas, distribuidas en
ocho áreas de actividades, de las cuales las de producción de alimentos y textiles ocupan a 1911
personas, es decir, 84% del total. Según la observación directa en el campo, en estos dos ámbitos
de producción trabajan esencialmente las mujeres y los muxe\ las otras seis áreas, que represen­
tan 16%, las ocupan básicamente los hombres. Además, comparando los datos de 1980 y 1990
se advierte un incremento notable de la producción femenina, pues mientras en 1980 las uni­
dades de producción de alimentos y bebidas eran 41 (con 726 ocupados) y las textiles 24 (con
39 ocupados), 10 años después las primeras son 477 (con 1 007 ocupados) y las segundas 646
(con 804 ocupados). Por el contrario, no se aprecia un desarrollo similar en las actividades
masculinas, con excepción de la industria de la madera.
Estas cifras hablan de un notable incremento de la población femenina ocupada en la
producción básica, dato que se oculta bajo la representación social que se maneja sobre las
mujeres. Por otra parte, en el rubro del comercio, que ocupa a 3 165 personas, 2 713 (86%) son
comerciantes al por menor y 452 al por mayor. No encontramos varones comerciantes al
detalle (en el mercado hay sólo cinco, carniceros y queseros de Oaxaca y Chiapas); en cambio,
encontramos que los hombres de las familias de comerciantes ricos se dedican al comercio al
por mayor (aunque no faltan mujeres mayoristas, ahora también en el tráfico de drogas). Aun
siendo un ámbito predominantemente femenino, se puede observar que su radio de importancia
no rebasa el contexto regional.
En resumen, a juzgar por las cifras el mundo del trabajo “formal” es esencialmente “mascu­
lino” y el “informal”,“femenino”, pero las actividades masculinas se ven o muy mermadas -como
la agricultura, que ha disminuido mucho en favor de la ganadería- o casi nada desarrolladas,
como la industria manufacturera. Puesto que no todos los campesinos se vuelven ganaderos y
que la pesca y la industria no absorben la mano de obra disponible, ¿dónde están entonces los
hombres trabajadores? Es probable que una investigación estadística más detallada y profunda
nos muestre que el desempleo masculino ha crecido mucho más de 6%, como lo muestra el

87
Cuadro 2. Población económicamente activa por sexo según grupo
quinquenal de edad. Municipio de Juchitán

1980

Grupo de edad Total Hombres Mujeres

años

12-14 454 277 177

15-19 1 670 1 152 518

20-24 2 143 1 506 637

25-29 1 884 1 401 483

30-34 1 627 1 263 364

35-39 1 433 1 131 302

40-44 1 122 855 267

45-49 961 747 214

50-54 818 641 177

55-59 546 435 111

60-64 453 353 100

65 y más 702 540 !j2

Total 13 813 10 301 3 512


(74.57%) (25.43%)

1990

Grupo de edad Total Hombres Mujeres

años

12-14 374 235 139

15-19 2 188 1 497 691

20-24 2 927 2 192 735

25-29 3 001 2 292 709

30-34 2 482 1 911 571

35-39 2 129 1 684 445

40-44 1641 1 348 293

45-49 1 265 1 055 210

50-54 961 834 127

55-59 750 620 130

60-64 599 519 80

65 y más 761 680 81

Total 19 078 14 867 4 211


(77.9%) (22.07%)

Fuente: INEGI, Juchitán de Zaragoza. Estado de Oaxaca. Cuaderno Estadístico Municipal, México, 1995.

88
Cuadro 3a. Unidades económicas censadas, personal ocupado e ingresos totales
según sector y subsector de actividad 1988-1993

Sector de actividad 1988 Unidades Personal Ingresostotales


domésticas ocupado (miles de
total nuevos pesos)

Minería
Explotación de minerales no metálicos ND 160 288.1

Manufacturas 125 1 067 37 117.9


Productos alimenticios, bebidas y tabaco. 41 726 34 470.1
Textiles, prendas de vestir e industria del cuero. 24 39 195.0
Industria de la madera y productos de madera. 31 196 699.6
Papel y productos de papel, imprentas y editoriales. 5 11 82.2
Sustancias químicas, productos derivados del petróleo
y del carbón, de hule y de plástico. ND/d 4 26.0
Productos minerales no metálicos, excepto derivados del
petróleo y del carbón. ND/d 68 1 493.8
Productos metálicos, maquinaria y equipo. 16 22 148.3
Otras industrias manufactureras. ND/d 1 2.9

Comercio 693 1 743 86 125.9


Comercio al por mayor. 49 456 3 1 409.9
Comercio al por menor. 644 1 287 54 716.0

Servicios financieros, de administración ND 16 201.4


y alquiler de bienes muebles e inmuebles
Servicios de alquiler y administración de bienes
inmuebles. ND/d 2 12.3
Servicios de alquiler de bienes muebles. ND/d 14 189.1

Servicios comunales y sociales; hoteles y


restaurantes; profesionales, técnicos y personales.
Incluye servicios a la agricultura, ganadería
construcción y otros 331 781 8 555.9
Servidos educativos, de investigación, médicos, de
asistenda social y de asodadones civiles y religiosas. 60 131 1 924.1
Restaurantes y hoteles. 127 325 3 612.0
Servicios de esparcimiento, culturales, recreativos y
deportivos. 11 35 359.9
Servidos profesionales, técnicos, especializados y
personales. Incluye los prestados a las empresas. 58 104 893.8 1
Servicios de reparación y mantenimiento. 75 121 166.9
Servicios relacionados con la agricultura, ganadería,
construcción, transportes, finanderos y comercio. ND/d 65 599.2

ND: no disponible.
Id Se omitió el dato con h finalidad de guardarla confidencialidad de la información.

Fuente: INEGI, Juchitán de Zaragoza. Estado de Oaxaca. Cuaderno Estadístico Municipal, México, 1995.

89
Cuadro 3b. Unidades económicas censadas, personal ocupado e ingresos totales
según sector y subsector de actividad 1988-1993

Sector de actividad 1993 Unidades Personal Ingresos totales


domésticas ocupado (miles de
total nuevos pesos)

Minería
Explotación de minerales no metálicos ND/d 30 109.3

Manufacturas 1 372 2 271 107 272.3


Productos alimenticios, bebidas y tabaco. 477 1 007 91 017.2
Textiles, prendas de vestir e industria del cuero. 646 804 6 761.4
Industria de la madera y productos de madera. 107 186 2 803.0
Papel y productos de papel, imprentas y editoriales. 11 25 453.9
Sustandas químicas, productos derivados del petróleo
y del carbón, de hule y de plástico. 14 21 274.2
Productos minerales no metálicos, excepto derivados del
petróleo y del carbón. 16 81 2 813.4
Productos metálicos, maquinaria y equipo. 47 74 1 423.9
Otras industrias manufactureras. 54 73 1 725.3

Comercio 1 788 3 165 295 006.9


Comercio al por mayor. 30 452 58 143.2
Comercio al por menor. 1 758 2 713 236 863.7

Servidos finanderos, de administradón y alquiler


de bienes muebles e inmuebles 17 25 569.9
Servidos de alquiler y administración de bienes
inmuebles. 3 5 105.8
Servidos de alquiler de bienes muebles. 14 20 464.1

Servidos comunales y sodales; hoteles y


restaurantes; profesionales, técnicos y personales.
Incluye servidos a la agricultura, ganadería cons-
trucdón y otros 708 1416 30 727.2
Servidos educativos, de investigadón, médicos, de
asistencia sodal y de asodadones dviles y religiosas. 65 187 3 319.4
Restaurantes y hoteles. 345 642 15 145.8
Servidos de esparcimiento, culturales, recreativos y
deportivos. 21 83 988.7
Servidos profesionales, técnicos, espedalizados y
personales. Incluye los prestados a las empresas. 127 237 3 737.1
Servicios de reparación y mantenimiento. 142 234 7 200.6
Servidos relacionados con la agricultura, ganadería,
construcción, transportes, financieros y comerdo. 8 33 335.6

ND: no disponible.
Id Se omitió el dato con la finalidad de guardar la confidencialidad de la información.

Fuente: INEGI, Juchitán de Zaragoza. Estado de Oaxaca. Cuaderno Estadístico Municipal, México, 1995.

90
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad ¿apoteca del Istmo de Tehuantepec

censo de 1990, sobre todo para los jóvenes, con el consecuente crecimiento del flujo migratorio
hacia las capitales -donde siempre hay familiares que pueden apoyar- y de la delincuencia
juvenil.

No hay trabajo para nuestros hijos. ¿Qué pueden hacer? Ellos también tienen hijos, mujer y cuando
no tiene para dar de comer, se desesperan y se van a robar para llevar algo a la casa.

Muchos jóvenes también se vuelven obreros temporales en la construcción, sector que ha


crecido bastante en los últimos años, como hemos visto. Otros entran al ejército, continuando
la tradición guerrera de los juchitecos: “Si buscas en la historia de nuestro país vas a encontrar
siempre, por lo menos, a un juchiteco en los altos mandos del ejército y muchos, muchos
soldados”, me dijo ta Polo de Gyves, ex mayor del ejército y uno de los fundadores de la COCEE
Un sector medio -constituido por técnicos, profesionistas, maestros, políticos, artistas,
pequeños empresarios- se ha incrementado notablemente en cantidad y en nivel escolar, como
aparece en los datos sobre escolaridad. 33% de la población estudiantil total tiene instrucción
posprimaria (frente a 23% del estado) (gráficas 4b y 4a). De hecho, para las mujeres el periodo
de escolaridad ha aumentado hasta la preparatoria y para los hombres hasta la universidad, en
forma casi proporcional (cuadro 4).
Los hombres con un nivel superior de educación encuentran colocación laboral en los
puestos administrativos y políticos del municipio o del estado, en las empresas y en comercios
de tipo moderno, en las instituciones estatales y federales, en el I FE, en las escuelas, en el correo,
en los sindicatos -el más aguerrido y fuerte es el de los maestros-, en los transportes, etc. Es
decir, se ha formado una capa media de técnicos y profesionales que vuelve más complejo el
panorama social y económico -de la comunidad y de la región- y que tiende a suplantar a la
alta burguesía caciquil de los años setenta y a sus hijos en el manejo de la vida pública, al
ocupar los puestos de decisión político-administrativa y, por lo tanto, la está sustituyendo en
el escalafón del poder y el prestigio social, así como los caciques habían sustituido a los guerre­
ros (cuadro 5).
Esta capa media de intelectuales y profesionales se ha ido formando esencialmente masculina
a partir de principios de siglo, pero en la última década se ha modificado con el aumento de la
participación femenina en la educación, pues actualmente las mujeres representan 47% de
la población estudiantil total Muchos hombres y mujeres estudian fuera de Juchitán y, al regre­
sar a su comunidad, traen nuevas ideas, formas de vivir y patrones de consumo. Para nadie es
fácil encontrar una colocación laboral en el Istmo, pero en el mercado del trabajo profesional
las mujeres se encuentran en desventaja, ya que los puestos del sector público están reservados
para los hombres. Además, estas mujeres experimentan cambios más profundos en sus estancias
fuera de la comunidad y, al regreso, tienen mayor dificultad para reinsertarse. En especial
aquellas que han escogido profesiones insólitas para una mujer tradicional: comunicación,
sociología, economía, periodismo, etc. Es muy difícil que estas mujeres puedan cumplir con la
costumbre y el costeo de las fiestas, por ejemplo.
Por su lado, los intelectuales dedicados a la producción literaria y artística con su trabajo
han afianzado y legitimado frente a la nación, a los poderes e instituciones federales y estatales
un discurso étnico que es un poderoso instrumento de resistencia cultural, de afirmación y
recreación continua de la identidad, al mismo tiempo que un medio de negociación política
frente al Estado.

91
Población de 15 años y más alfabeta y analfabeta 1950-1990 (porcentajes)

Fuente: INEGI, Oaxaca. Resultados Definitivos. Vil, VIII, IX, XyXI Censo General de Población y Vivienda,
México, 1950,1960,1970,1980 y 1990.

Población de 15 años y más según nivel de instrucción al 12 de marzo de 1990 (porcentajes)

GRAFICA 4b

□no
ESPECIFICADO
E3CON
NSTRXCION
POST PRIMARIA
□CON PRIMARIA
COMPLETA
OCON ARMARIA
«NCOMPLETA
23 SIN
INSTRUCCIÓN

Fuente: INEGI, Oaxaca. Resultados Definitivos. XI Censo General de Población y Vivienda, México, 1990.

92
Cuadro 4. Población de 5 años y más por condición de asistencia
a la escuela y sexo según edad
Municipio de Juchitán al 12 de marzo de 1990

Edad Total Asisten No asisten No especificado

en años
Hombres Mujeres Hombres Mujeres Hombres Mujeres
Total 58 434 10 377 8 997 17 997 20 336 324 403
5 1 754 505 529 336 324 24 36

6 1815 715 698 190 197 8 7

7 1 719 724 728 134 112 13 8

8 1 922 876 856 83 99 4 4

9 1 560 701 726 55 68 6 4

10 1 872 844 818 91 109 6 4

11 I 512 676 641 84 103 6 2

12 1 819 826 677 115 192 3 6

13 1 707 707 582 143 264 5 6

14 1 746 652 520 213 353 7 1

15-19 7 983 2 091 1 570 1 865 2 394 19 44

20-24 6 139 602 368 2 369 2 729 32 39

25 y más 26 886 458 284 12 319 13 392 191 242

Fuente: INEGI, Juchitán de Zaragoza. Estado de Oaxaca. Cuaderno Estadístico Municipal, México, 1995.

La cultura y la política como arena exclusiva de control masculino

En los años cuarenta Covarrubias observó que “las artes literarias y musicales desempeñan un
papel extremadamente importantes en sus vidas” y que “cultivan su lengua con una intensidad
inusual” (1946:310). A diferencia de las comunidades oaxaqueñas, conocidas principalmente
por la creatividad de sus artesanías, las villas del Istmo se han especializado en canciones y
poesía romántica. Víctor de la Cruz, investigador juchiteco de la cultura e historia regionales,
nos da una tipología de los géneros literarios que cultivaron los zapotecos y que han sobrevi­
vido desde la época prehispánica: el libatta, “conocido entre los nahuas como huehuetlatolli
(‘discurso de los ancianos’)”; didxagola, proverbio o refrán; riuunda’ o liuunda’, creaciones
literarias poéticas o en verso acompañadas con música; didxagucd-didxaxhiihui', composicio­
nes en prosa cuya “correspondencia más cercana a este género en la literatura latinoamericana
es lo que se ha llamado ‘lo real maravilloso’ ”, es un cuento irreal, una “mentira” que no busca
engañar sino divertir. “La mentira se da en dos planos: al principio, en uno real, donde se
manejan datos verídicos; y al final, un segundo plano, imaginario, disparado de la realidad;
pero así esperado porque el narrador no pretende que se le crea, busca demostrar su audacia

93
Cuadro 5. Población ocupada por municipio, sexo
y ocupación principal

Ocupación Hombres Mujeres

13 952 4 087

* Profesionales 319 55

* Técnicos 318 160

* Trabajadores de la educación 491 502

* Trabajadores del arte 148 14

* Funcionarios y directivos 188 51

Trabajadores agropecuarios 4 096 57

* Inspectores y supervisores 117 3

Artesanos y obreros 3 818 742

Operadores de maquinaria fija 149 2

* Ayudantes y similares 912 19

Operadores de transportes 711 5

* Oficinistas 592 471

Comerciantes y dependientes 940 1120

Trabajadores ambulantes 219 170

* Trabajadores de servicios públicos 463 223

Trabajadores domésticos 12 427

Protección y vigilancia 296 -


No especificado 161 -

* Los puestos directivos, técnicos, profesionales y de servicios calificados están ocupados en su mayoría por
hombres y representan más de 50% de la distribución del trabajo por sexo (hombres: 3 548; mujeres: 1 298).

Fuente: 1NEGI, luchitán de Zaragoza, en Oaxaca. Resultados Definitivos. Tabulados Básicos. Censo General de Pobla­
ción y Vivienda, México, 1990.

imaginativa” (1984:23). Este género está muy vigente en la tradición oral y es la base del humor
y las competencias verbales en las cantinas.29
Los oradores tradicionales (chagola) son parte esencial de las bodas, los funerales, etc. Son
personas ancianas de prestigio que presiden las ceremonias religiosas y seculares y pronuncian
sermones (libaná) y oraciones en zapoteco y español. Esta costumbre está en decadencia,
aunque todavía me ha tocado asistir a libaría pronunciados en el paso de la mayordomía y en

”Algunos ejemplos de mentira: 1) Cuando tengo dolor en la espalda me voy a acostar sobre la vía del tren, para
que cuando pase el tren me sobe la espalda. 2) En Juchitán hay un hombre que tiene el miembro viril más largo
del mundo. Vive de este lado de la estación del ferrocarril y su amante vive del otro lado. Ni siquiera sale de su casa
para acostarse con ella. Su único problema surge cuando están haciendo el amor y viene el tren. ¡Allí lo tienen
jalando rápidamente su descomunal colgante! 3) Cuando era chamaco Manuel Yela tenía un caballo tan rápido
que nadie quería jugar carreras contra él. Un día nublado Manuel se hallaba en la milpa. Vio que iba a llover y
ensilló el caballo. Cuando lo montó empezó a llover y obligó a su caballo a marchar al galope, y la lluvia tras él.
Atravesó el río, y la lluvia tras éL Llegaron a su casa, y la lluvia tras él. Entraron a la cuadra del caballo. Manuel lo
palpó y solamente se había mojado la puntita de la cola del caballo. (Tomadas de De la Tone, 1996:30.)

94
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

una boda. Si el libana está en decadencia, en cambio las actividades políticas y cívicas de Ju-
chitán son ocasiones para la elocuencia verbal masculina, que incluye contar chistes y mentiras.
La mayor parte de los poetas, compositores y oradores tenían escasa formación escolar o
eran hablantes de zapoteco que manejaban el español con dificultad. Los artistas populares: los
artesanos muxe’del papel maché, los pintores de mantas y estandartes, los muralistas popula­
res, los músicos y los compositores siguieron y siguen pintando, modelando, tocando y cantando
los mismos temas, pero desde dentro de la cultura, en su dimensión viva.
Todavía los pintores populares pintan a los santos y las flores en los estandartes de las
mayordomías e ilustran las mantas que se usan para decorar las pistas de las Velas co n personajes
y sucesos de su entorno cotidiano, como una telenovela épica popular; los cueteros le ponen
ritmo a los acontecimientos importantes para la comunidad, y los músicos populares cantan
la historia vivida y los acontecimientos dignos de recuerdo. Según un censo realizado por el
Instituto Musical del Istmo de Tehuantepec, en el Istmo hay 57 autores, de los cuales 33 son
juchitecos. Los más famosos son: Juan Jiménez Hernández (Juan Stubi), Eustaquio Jiménez
Jirón (Taquio Nigui), Manuel Reyes Cabrera (Rey Baxa), su hijo Pedro (Pedru Baxa), Saúl
Martínez, Gonzalo Pineda (Chalu Bola) y Jesús Rasgado (Chui Rasgadu), este último de Ixtal-
tepec, pero naturalizado juchiteco. La mayor parte de los autores compone tanto en español
como en zapoteco, pero hay algunos que solamente lo hacen en zapoteco. Gran parte de la
producción musical está dedicada a las mujeres, pero no faltan corridos y huapangos dedicados
a los sucesos memorables de la historia regional, como la batalla del 5 de septiembre contra los
franceses:

Eres tú mi Juchitán querido


tierra de hombres que supo responder
en un día del cinco de septiembre
con valor te supieron defender

Binu Gada el valiente juchiteco


sin temor a la lucha se enfrentó
demostrando su valor hacia adelante
Tona Tati también lo acompañó.30

Juchitecos, juchitecos:
¡Viva nuestro Juchitán!
Hay que gritar ¡Viva!
Porque nunca los franceses
lo llegaron a tomar.31

O como el 20 de noviembre de 1974, cuando, en una manifestación política de la cocei, los


guardias de los terratenientes32 mataron a varios coceístas, o el ciclón de septiembre de 1964,
que desbordó los ríos e inundó el pueblo, derribando las viejas casas de adobe.

“Gonzalo Pineda,“5 de septiembre” (corrido). Fuente: Archivo del Instituto Musical del Istmo de Tehuantepec
Flor Bacha.
Jl Eustaquio Jiménez Girón, “El 5 de septiembre” (corrido). Fuente: Archivo del Instituto Musical del Istmo de
Tehuantepec Flor Bacha
Gonzalo Pineda, “20 de noviembre’ (corrido). Fuente: Archivo del Instituto Musical del Istmo de Tehuantepec
Flor Bacha.

95
Marinella Miaño Borrlso

La formación de la “alta cultura” zapoteca

Dice Víctor de la Cruz:

Los primeros muchachos que la memoria colectiva recuerda como estudiantes de escuelas supe­
riores fueron seis jóvenes que Porfirio Díaz se llevó a Oaxaca en 1867 como muestra de agrade­
cimiento por el triunfo que los juchitecos obtuvieron el 5 de septiembre de 1866, sobre el ejército
francés [....] Desde entonces los juchitecos empezaron a buscar el camino de la “superación
personal”, tanto en la capital del estado como en la ciudad de México, por un efecto de imitación de
aquellos primeros juchitecos que lograron superarse a sí mismos (1984).

La generación de juchitecos que participó en la Revolución mexicana produjo varios intelec­


tuales importantes, de los cuales el más conocido es Enrique Liekens Cerqueda, que llégó a
formar parte el Estado mayor del general Obregón con el grado de coronel, luego fue nombra­
do diplomático y escribió un ensayo etimológico sobre el zapoteco (Liekens, 1952). Además de
varios poemas.
Pero es a partir de los años veinte cuando se forma la primera generación de escritores
juchitecos, que se consolida una década después. En 1923 un nutrido grupo de estudiantes
formó, en la ciudad de ivíéxico, la Sociedad de Estudiantes Juchitecos -que publicó algunos
números de un periódico mensual, La Raza, y luego El Zapoteco-. En 1935 la segunda generación
de estudiantes fundó la Academia de la Lengua Zapoteca y la Sociedad Nueva de Estudiantes
Juchitecos, que publicó, de junio de 1935 a enero de 1937, una revista mensual, Neza (“camino”),
dirigida por un joven literato de Ixhuatán llamado Andrés Henestrosa, cuyo poderoso mecenas
fue José Vasconcelos y que actualmente es senador vitalicio en las filas del pri. El primer li­
bro escrito por Henestrosa, Los hombres que dispersó la danza, publicado por primera vez en
1929, llegó a ser un best-seller en los círculos literarios de la capital y le ayudó a obtener la beca
Guggenheim que, a su vez, le dio la oportunidad de estudiar en universidades norteamericanas
como Illinois, California y Tulane.
Las principales preocupaciones de esta generación fueron la lengua y la cultura zapotecas
y la historia regional. Estos intelectuales emprendieron con anhelo la tarea de diferenciar la
cultura étnica de la mestiza nacional, considerándola, al igual que todas las culturas indígenas,
“componente esencial de la cultura nacional, cuya característica es ser multiculturales, como
una de las manifestaciones regionales de la cultura mexicana”.” A diferencia de la generación
sucesiva, estos intelectuales se abocaron a una labor absolutamente cultural, sin matices de tipo
político, como explica Gabriel López Chinas en el editorial del primer número de Neza:

La nueva generación de estudiantes juchitecos, sintiendo en sus venas fuerza de juventud y en su


espíritu lá necesidad de encauzar la cultura en nuestros puebles, ha decidido organizarse en una
nueva Sociedad y desprenderse de todo vil pensamiento para realizar la tarea que ha muchos años
pide a gritos ia región del Istmo [...] La política -necesaria a la vida de los pueblos- será intocable
para nosotros en tanto que nos aporte beneficios [...] Fuera de esto nuestra labor es absolutamen­
te cultural (1935).

” Neza, núm. 4, septiembre de 1935:4.

96
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

Coincido con Campbell cuando indica que la generación de intelectuales que nace con Neza se
inscribe en un movimiento indigenista posrevolucionario más amplio: “Frente a una política
estatal en la cual el Estado intenta asimilar las tradiciones de las comunidades indígenas, los
juchitecos instalados en la capital contraponen la vitalidad de la cultura zapoteca” (1993).
La segunda generación, en cambio, está estrechamente vinculada al movimiento social y
político de los años setenta y ochenta y a la lucha de la cocei. Al contrario del anterior, este
movimiento pone la cuestión política en el centro de sus inquietudes. Los hombres de este
periodo venían de familias pobres que se identificaban con las luchas de la Coalición, al
contrario de los anteriores, que provenían esencialmente de las familias de la burguesía local.
Esta segunda generación se fue incrementando y consolidando a raíz de la creación de la Casa
de la Cultura en 1972, lo que dio vida a un movimiento artístico y cultural que acompañó al
movimiento social de la década de los ochenta y fue integrado por narradores, poetas, músicos
y pintores. Estos últimos han conformado una escuela específica de la pintura oaxaqueña y han
alcanzado, además, una relevancia no solamente nacional, sino también internacional por
medio de sus representantes más destacados, como el pintor mundialmente conocido Francisco
Toledo. De esta generación destacan líderes políticos, periodistas, recopiladores de historia y
literatura regional. Dos figuras resaltan en especial: Macario Matus, poeta, narrador y crítico
de arte, y Víctor de la Cruz, investigador de la cultura y la historia regionales y fundador y
director de la revista Guchachi’ Reza (“iguana rajada”) que, como Neza, recoge los aportes de
los intelectuales juchitecos y también de los estudiosos no juchitecos que trabajan la política y
la cultura regionales. Una tercera generación, surgida en los años ochenta, recoge las experiencias
precedentes en el ámbito artístico y es más diversificada en cuanto a su composición, pues en
ella participan profesionistas, sociólogos, académicos, ecólogos, etcétera.

La COCEI y el renacimiento cultural de los setenta

La cocei nace a mediados de los setenta como organización popular de los juchitecos para la
recuperación y defensa de las tierras comunales y con un proyecto popular y étnico que logra
aglutinar a los sectores afectados por las políticas modernizadoras del Estado. Se forma así un
nuevo bloque social del que quedaron excluidos los caciques y terratenientes. Éstos apelaron
cada vez más al apoyo externo -básicamente estatal y del PRI- para defender sus intereses. El
ejército intervino en cuatro ocasiones para imponer a los candidatos del pri a la alcaldía. De
1971 a 1983, 22 miembros de la COCEI fueron asesinados sin que las autoridades estatales se
dieran por enteradas. Una de las primeras mártires fue Lorenza Santiago, esposa de un obrero
y vendedora de aguas de sabores en el mercado. La misma bala que la mató a ella mató al niño
que Lorenza traía en su vientre.
Cuando la cocei se funda “los ejes de lucha giran principalmente en torno a las siguientes
demandas: recuperación de terrenos comunales acaparados por los caciques, recuperación y
democratización de la representación agraria y municipal” (Vicente, 1991). Sin embargo, “la
experiencia histórica había demostrado la importancia del control del ayuntamiento como el
espacio que regía la organización de la vida política de la comunidad y regulaba los puentes que
la vinculaban con el exterior” (ibidem). Por ello la organización emprendió la lucha por el
poder municipal, que desembocó, en 1981, en la constitución del Ayuntamiento Popular, al
ganar la cocei las elecciones municipales en marzo de ese año. Éste fue el primer ayuntamiento

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Marinella Miaño Borruso

conquistado y gobernado por una fuerza de oposición con una ideología que se alimentaba de
los principios marxistas y que nacía de las entrañas de una cultura indígena. También incluyeron,
desde un principio, nuevas formas de lucha: cierres de carretera, huelgas de hambre, la toma
pacífica de las embajadas de India y Guatemala y de la catedral de la Diócesis de Tehuantepec.
Los acontecimientos en Juchitán y las clamorosas acciones de los coceistas lograron -a través
de los medios masivos de comunicación y la campaña de solidaridad que se desarrolló entre los
intelectuales mexicanos- llevar al escenario nacional e incluso internacional a un pueblo que
aun en México pocos conocían.
Como se sabe, la experiencia democrática terminó en agosto de 1983, cuando las autoridades
del estado de Oaxaca ordenaron la “desaparición de los poderes municipales” en Juchitán,
eliminando de un golpe al ayuntamiento presidido por Leopoldo de Gyves, y enviaron a los
“azules” (ejército estatal) a desalojar el Palacio, defendido por la población coceísta, y poner
“orden” en la ciudad. No es sino hasta 1989 cuando la COCEI pudo recuperar la presidencia
municipal, con Héctor Sánchez, entonces jefe del grupo de senadores del PRD y candidato en
1998 al gobierno del estado de Oaxaca y fundador de la Coalición junto con Leopoldo de Gyves
y Daniel López Elio. Desde entonces, y durante tres legislaturas, el municipio ha estado en
poder de la Coalición, que ha logrado aplacar los conflictos con una política de participación
ciudadana y de mayor atención a los problemas de la comunidad.
Existe una amplia documentación acerca de la COCEI y los acontecimientos políticos de los
cuales fue protagonista, por lo cual remito a la bibliografía y a la cronología en apéndice, pero
sobre todo al excelente trabajo de Howard Campbell, Zapotee Renaissance. Aquí sólo me interesa
subrayar los aspectos de este movimiento que, en mi opinión, inciden en la afirmación y el
reforzamiento de la identidad étnica, así como explorar el discurso que lo legitima.
Desde su inicio la COCEI se ha identificado como una “organización de los zapotecos pobres
y ha enmarcado sus luchas como la continuación de las pasadas luchas independentistas [...]
Para la cocei y los estratos sociales que son su base, la cultura zapoteca y la identidad étnica
son factores imprescindibles de existencia social” (Campbell, 1989: 252). Siempre ha manejado
gran cantidad de símbolos étnicos: la defensa de las tierras comunales y las salinas; la organiza­
ción de sus desfiles, como las Regadas de Fruta, que son parte de la Velas; la separación de los
espacios: las mujeres al frente, después de los líderes, y los hombres detrás; la banda de música;
las coronas de guie' chaachi; comida y bebida tradicionales; carretas y caballos adornados; los
fuegos artificiales; el uso del paliacate rojo tradicional del campo; del tequio y, sobre todo, el uso
del zapoteco en la vida política, desarrollando un discurso en el que “la lengua zapoteca es simul­
táneamente un símbolo de resistencia política y una fuente de orgullo unida a una identidad
étnica politizada” (ibidem, 258). Cuando Salinas de Gortari llegó a Juchitán, en una gira preelec­
toral en Oaxaca en 1989, Héctor Sánchez, entonces presidente municipal, declamó el discurso
formal de bienvenida primero en zapoteco y luego en español. El presidente tuvo que resistir 20
minutos de abrasante sol zapoteco, parado en la tribuna al lado del primer ciudadano de Juchitán,
y luego otros 20 de la traducción al español. Este componente de reivindicación étnico fue
incluso elemento de atracción para otras etnias del estado, como los triques y los mures, cuyos
movimientos étnico-políticos fueron asesorados por la COCEI. Pero lo que cambia el panorama
tradicional de la lucha política es que, con la COCEI, Juchitán, de ser un pueblo casi desconocido
a nivel nacional, salta a la escena internacional, en una experiencia completamente innovadora.
No obstante, otras fuerzas políticas anteriores a la COCEI y otros sectores sociales habían
reconocido la importancia de la etnicidad en la contienda política del Istmo. Según Peterson

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Hombre, mujer y muxe' en la sociedad zapoteca del Istmo de tehuantepec

Royce, la cultura zapoteca y la identidad étnica fueron fuentes principales de inspiración y


legitimación para la jerarquía priista de los años sesenta y principios de los setenta: “La clave
del éxito -escribe la autora- en Juchitán parece residir en la naturaleza del estilo zapoteca (por
ejemplo ¡a vestimenta distintiva, la lengua zapoteca, la música del lugar, etcétera) y la manera
como las clases altas y medias manipulan esto para mantener su predominio” (1975: 203). En
otras palabras, la etnicidad era y sigue siendo un arma que la élite zapoteca utiliza para mantener
el poder económico y político fuera del alcance de los dxu. Para la élite política la cultura
indígena puede ser o no enfatizada, dependiendo del contexto social o político o de los intereses,
principalmente para definir fronteras nítidas respecto a la misma burguesía nacional a fin de
defender sus privilegios al interior de la región.
La cocei ha apoyado y fomentado el éxito de los artistas de la Casa de la Cultura y los
intelectuales que se identifican con la Coalición han diseñado la política cultural que se lleva
a cabo en las instituciones culturaleslocales, esencialmente la Casa de la Cultura, que desde su
inauguración ha sido el lugar de producción y difusión del discurso étnico por medio de las
artes y la literatura y lugar de encuentros y desencuentros de poder. Hasta ahora el pri no ha
entrado directamente en la contienda, en parte porque la Casa es considerada como un bastión
intocable de la COCEI y en parte porque los dirigentes del PRI están rezagados años luz en la
comprensión de las políticas culturales y jamás han tenido siquiera una propuesta alternativa
o expres do algo novedoso en este ámbito. En tantos años de permanencia en Juchitán jamás
he visto o escuchado alguna iniciativa cultural promovida por el pri.

Las instituciones, las políticas, los hombres

Actualmente son tres las instituciones que trabajan en el ámbito cultural: la Casa de la Cultura,
la Regiduría de Cultura y el Foro Ecológico, que desarrollan varias actividades. A continuación
daré una breve información sobre cada una de ellas.
Lidxi Guendabiaani. Cuando entré por primera vez a la Casa de la Cultura me vi rodeada por
una cantidad enorme de escuincles; pensé que todos los niños de Juchitán estaban concentrados
ahí por algún evento infantil. En los días siguientes me di cuenta de que la institución tenía una
atención especial y una oferta cultural muy atractiva para las jóvenes generaciones, pero también
para los adultos: una biblioteca, a la que acudían desde niños de primaria hasta muchachos de la
preparatoria; una sala infantil con muchos libros y juegos; un sinnúmero de talleres de danza,
música, dibujo y pintura para todas las edades; una exposición permanente de pintura con
cuadros de Tamayo y Chagal -parte de la colección privada de Francisco Toledo que donó a la
Casa de la Cultura-; una sala arqueológica; actividades culturales de todo tipo, desde la expo­
sición de cuadros de los pintores locales hasta concursos de poesía y narración en zapoteco.
Como todas las instituciones culturales, también la Casa de la Cultura de Juchitán se ve limitada
por el escaso presupuesto que le otorgan el ínba y el gobierno del estado para el mantenimiento
del inmueble, las nóminas y las actividades que tiene que realizar.
Regiduría de Cultura. También esta institución tiene como objetivo “rescatar la memoria
histórica de nuestra raza para conservar y difundir nuestras tradiciones artísticas y legados
cívicos”.34 Para lograrlo promueve exposiciones de artistas plásticos en los espacios del municipio,

“ Fuente: Informe de la Regiduría del gobierno municipal. Primer año de gobierno municipal del Ing. Héctot
Sánchez, Juchitán, 1990.

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M^rwfj u Miaño Borroso

grupos de bailes folclóricos, concursos de música, la participación en las festividades anuales


de los Lunes del Cerro, o sea, La Guelaguetza en Oaxaca, publicaciones de folletos y libros de
poetas y narradores zapotecos. Todas estas actividades presuponen cierta colaboración con la
Casa de la Cultura.
Foro Ecológico de Juchitán. En forma casi autónoma y con el objetivo de rescatar el río y sus
laderas del deterioro al que está condenado, el Foro organiza cada año -como actividad cultural
colateral a las intervenciones técnicas- el Festival del Río, que se lleva a cabo a la orilla del río
de los Perros, hacia Cheguigo, a veces en colaboración con la Casa de la Cultura, otras con la
Regiduría, a veces con ambas ya veces de manera autónoma. Se trata de un festival esencialmente
musical en el que intervienen los músicos zapotecos y también invitados de otros lugares de la
República.
La cooperación entre estas instituciones de cultura depende del grado de simpatía o rivalidad,
confianza o conveniencia personales que existe entre los respectivos dirigentes y de los juegos
de poder que se manejen en el momento. Por ejemplo, durante un periodo no hubo una buena
relación personal entre el director del Foro y el de la Casa de la Cultura, aunque mantenían re­
laciones aparentemente diplomáticas; menos relaciones había entre el director del Foro y el
regidor de Cultura debido a una historia de mujeres oscura, complicada y fumosa que se pierde
en la historia del tiempo. En una ocasión el Foro y la Regiduría organizaron, para el mismo día
y a la misma hora, dos actos musicales distintos, ambos muy atractivos e interesantes, “úni­
camente para fastidiarse recíprocamente y quererse mostrar uno más fuerte que el otro", me
comentaron muchas personas interesadas en la cultura que no podían encontrar ubicación en
estos juegos de poder personales, mientras corrían esquizofrénicos de un lugar a otro para
alcanzar a ver fragmentos de ambas actividades.
Los puestos directivos de estas instituciones siempre han sido ocupados por hombres que
definen las políticas que se tienen que seguir, y las mujeres, aun llegando a tener puestos de
responsabilidad, siempre están subordinadas a los hombres y a sus políticas que, por supuesto,
no están exentas de intereses personales o de facciones. En este sentido, es ilustrativo el caso de
la Casa de la Cultura. Cuando llegué a Juchitán Macario Matus, escritor, periodista, poeta,
amante y cultor de las artes plásticas, era director de la institución. Formado en la ciudad de
México, junto con los fundadores de la COCEl, fue director durante 10 años, de 1979 a 1989, es
decir, los años duros de la vida política de Juchitán, entre la experiencia del Ayuntamiento
Popular y la recuperación del municipio en 1989. Aun siendo de formación política y cultural
de izquierda, Matus nunca ha sido miembro activo de la COCEl y, como hombre de cultura,
sigue afirmando que “siempre hay que luchar para que la cultura mantenga su autonomía de
la política. La cultura es crítica, es utopía, es quehacer de la imaginación, no de la acción.”35
Como buen juchiteco su pasión es la cultura zapoteca, cuya gama de manifestaciones impulsa
desde cualquier puesto que ocupe, que van de la colaboración periodística a los cargos
administrativos. Debido a que se formó en los círculos culturales de la capital, donde ha
construido sus redes de relaciones, y a su íntima y profunda convicción de que la cultura
zapoteca no puede quedar estática y encerrada en sí misma, en el desempeño de sus funciones
institucionales fomentó un intercambio continuo entre la producción de los jóvenes artistas
locales y la de los artistas con alcance nacional e internacional. Durante su administración
muchos artistas e intelectuales pasaron por Juchitán, con lo que construyó una amplia red de
relaciones de solidaridad y apoyo a la experiencia juchiteca.
v’ Entrevista a Macario Matus, abril de 1993.

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Hombre, mujer y muxe’en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

El director que le siguió, a partir de mayo de 1989 -un joven sociólogo egresado de la (JNam
y miembro activo de la COCEI-, al inicio de su mandato fomentó un proyecto que él llamó, en
una conversación conmigo,“Rescatar lo Nuestro”:“lo nuestro”en pintura,“lo nuestro” en música,
“lo nuestro” en artesanía y “lo nuestro” de la costumbre, para lo cual programaba una serie de
exposiciones y presentaciones artísticas. De hecho, en el programa de actividades de octubre a
diciembre de 1989 nueve de las 12 actividades que se realizaron tienen su impronta. Basándome
en lo que había salido de las pláticas con amigos artistas, recuerdo haberle comentado en esa
entrevista que tal vez “lo nuestro” no tenía mucha necesidad de ser rescatado, ya que vivía
cotidianamente y que, en cambio, los artistas, músicos y artesanos sentían la necesidad de
mayores contactos con el exterior, tanto para crecer profesionalmente como para encontrar un
mercado más amplio. La respuesta fue que había que reforzar la identidad cultural, posición
que reflejaba la ideología histórica de la COCEE En otras palabras, disminuyó radicalmente el
flujo de intercambio con los ambientes culturales nacionales y la actividad cultural de la Casa
de la Cultura no se diferenció en mucho de la orientación de la Regiduría de Cultura del
ayuntamiento. La gran obra de esta administración fue -además de poner en orden las cuestiones
administrativas, laborales y burocráticas que el precedente director tendía a descuidar en
virtud de su temperamento artístico- la restauración del edificio que alberga a la institución,
obra que duró bastante tiempo y por lo cual se suspendieron las actividades, se cerraron las
salas de exposición arqueológica y de artes plásticas y acabaron los tiempos en que este espacio
estaba repleto de estudiantes y pintores y músicos y danzantes y hasta de antropólogos buscando
con afán los cimientos de la cultura zapoteca. Durante los trabajos de restauración del inmueble
y la biblioteca, y aún durante más tiempo, el edificio quedó como un monumento al vacío y a
la soledad, amorosamente cuidado por la eterna secretaria, Yolanda, que en ausencia de dirección
y política cultural se esforzaba pororganizar y realizar un mínimo de actividades que justificaran
la existencia de la institución, para lo cual contaba con la ayuda de los otros trabajadores que,
sentimentalmente, consideran a la Casa de la Cultura su verdadero hogar. La sala infantil
estuvo cerrada durante tres años porque “no hay dinero para comprar los estantes y las sillas”,
lo que resulta un tanto curioso en un pueblo acostumbrado a organizar tandas, rifas y fiestas
para financiar cualquier iniciativa que necesite de una inversión de dinero. Frente al abandono
en el que se encontraba la Casa de la Cultura, el grupo “histórico” de artistas e intelectuales
ligados a ella decidió fundar un patronato y nombrar un nuevo director. En un principio en el
ambiente cultural juchiteco de la capital se pensó encargar la dirección a una joven poetisa
juchiteca, bastante reconocida en los ambientes culturales de la ciudad de México, donde ella
vive. Sin embargo, por pertenecer a una familia rica y priista (aunque ella no lo es) a nivel local
esta propuesta no fue tomada en consideración, pero en la asamblea de artistas y trabajadores
de la Casa de la Cultura fue elegida como presidenta del patronato Natalia Toledo, otra poetisa
juchiteca que tiene el “mérito o demérito” de ser hija de Francisco Toledo y, por lo tanto, no
grata a los poderes estatales de Oaxaca que han tenido fricciones, muy difundidas por los
periódicos, con su padre. Entre luchas de poderes interpersonales e interinstitucionales, intereses
privados, fricciones personales, desorganización institucional, chismes para deteriorar la imagen
del enemigo por parte de un bando y de otro y, en fin, debido al desinterés por promover una
actividad cultural desligada de los intereses políticos personales, cuando salí de Juchitán la
Casa de la Cultura llevaba un buen tiempo acéfala, sin dirección, triste y vacía como un cadáver
institucional, aunque de hermosa apariencia, pues fue restaurada con un gusto exquisito.

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Marinella Miaño Borrlso

En lo que concierne a la participación de las mujeres en el ámbito cultural, su papel no va


más allá de la asistencia a las actividades y la participación en su trabajo de preparación y
organización. Hay varias y reconocidas escritoras y artistas zapotecas: Rocío López Lena, Natalia
Toledo, Azteca de Gyves, por mencionar a las más conocidas. Sin embargo, aunque siempre
están presentes y participan en las actividades culturales zapotecas, todas viven y organizan su
vida cultural en la capital. Solamente una pintora, Natividad Amador, persiste tenazmente en
Juchitán (intercalando largas temporadas de estancia en Oaxaca o México), completamente
dedicada a la pintura y al bordado artístico; pero ella, en la organización de su trabajo y del
mercado de su producción, “jala sola” la mayoría de las veces y en otras ciudades. También el
grupo de artistas plásticos, debido a la falta de respaldo institucional de la Casa de la Cultura
y de apertura e intercambio culturales que habían caracterizado a la administración precedente,
han preferido o se han visto obligados a trabajar de manera individual y buscar salidas, grati­
ficaciones y soluciones personales fuera de Juchitán.

Mitos y discursos

El proceso de identificación cultural de los grupos remite necesariamente al problema de los


orígenes, lo que, a su vez, remite a la problemática de la memoria colectiva. La noción de
permanencia en el tiempo está relacionada con la noción de memoria colectiva, que es la
manera en que el grupo percibe y conceptualiza su pasado, aunque sea mítico. Implica un
proceso de selección, construcción y transfiguración del pasado, generalmente con base en los
intereses del presente, que funciona corno el filtro del pasado y está estrechamente vinculada
a la existencia histórica del grupo: existen tantas memorias colectivas como grupos hay
(Halbwachs, 1986). Desde un principio los intelectuales zapotecos se dieron a la tarea de forjar
la historia de la “patria chica”, fomentando un proceso de idealización y glorificación de la
cultura zapoteca. El repertorio temático interiorizado de esta reestructuración discursiva sobre
la etnicidad comprende la tradición normativa de los orígenes, desde el mito de fundación
hasta los legados de los ancestros, el territorio simbolizado, la lengua como esquema de codi­
ficación de la cultura y la representación glorificada de la mujer como emblema de la etnia.
La reconstrucción de la historia zapoteca empieza con el mito fundador de la raza. La le­
yenda más vieja que se conoce sobre sus orígenes, los dixdozó, es la de los binnigulaza. La etimo­
logía de la palabra tiene varias acepciones, ya que, siendo el zapoteco una lengua tonal, el
significado de una palabra puede cambiar según el tono o la acentuación con que se pronuncie.
Wilfrido Cruz, recopilador de tradiciones y leyendas zapotecas, explica que binnigulaza quiere
decir “gente que se dispersaron mutuamente, entre ellas mismas, por su voluntad” (binni,
“gente”;gulaa,“partir” o “dispersar”; zaa, “entre sí”). Según esta interpretación los más bravos,
los zapotecos más sabios anteriores a la Conquista, se marcharon a lugares inaccesibles para los
conquistadores. Agrega que ésta podría ser una versión zapoteca del mito de Quetzalcóatl.
Otra versión es que la palabra significa “gente nacida de las raíces de los árboles” (binni,
“gente”;gú,“raíz”; hoza,“elástico”). Otra interpretación dice que la palabra quiere decir “gente
antigua engendrada de las nubes” (binni,“gente”;gu/a,“antigua”; záa,“nube”), versión derivada
de “una de las leyendas más divulgadas entre ¡os zapotecas [que] refiere que los padres de la
raza descendieron sobre una nube en forma de aves hermosísimas, de plumaje multicolor y de
extraños y melodiosos cantos. Los indios se decían a sí mismos, por ello, binnizá, es decir gente

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Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

de las nubes o que tuvieron su origen en este elemento” (Cruz, 1936). Para Henestrosa significa
“los hombres que se dispersaron entre sí” (1936). En resumen, prescindiendo de cultas v so­
fisticadas interpretaciones filológicas, en el sentido común y popular la palabra denota a los
antepasados fundadores de la raza zapoteca, hombres grandes que existieron hace muchísimo
tiempo, hombres elegidos por los dioses, sacerdotes sabios, guerreros valientes, magos, médicos
y adivinos que poseían la capacidad de transformarse en animales, guenda, i los cuales estaba
ligado su destino. Estos hombres poseían los misterios y la sabiduría de la gran cultura zapoteca
y, cuando se fueron, dejaron los trastes y las figuritas de barro que todavía se encuentran en las
excavaciones arqueológicas realizadas en la zona y en Playa Vicente.

Nuestros ancestros son los binnigulaza, hombres grandes, sabios, guerreros: ellos dejaron las figuras
de barro que encontramos en el rio y en Playa Vicente.

Sin embargo, la ruptura de la historia zapoteca con la Conquista y la reconstrucción del mundo
zapoteco ofrece a los zapotecos del Istmo antepasados históricos más cercanos: Cosijoeza y
Cosijopí.

Nuestra gente viene de Zaachila, donde reinaba el rey Cosijoeza. Cosijopí, su hijo, fue rey de Tehuan­
tepec; ellos son nuestros antepasados. Los aztecas nunca los pudieron someter ni vencer en la guerra.
De ellos hemos heredado la valentía que caracteriza a nuestra raza.

Si los binnigulaza legitiman la existencia de una gran cultura zapoteca con características que
la hacen diferente y superior a cualquier otra, los antepasados históricos, es decir, los reyes
zapotecos han heredado a los zapotecos de hoy unos rasgos considerados específicos y consti­
tutivos del carácter étnico: la valentía y la capacidad de resistencia frente a la invasión y domina­
ción extranjeras. Las numerosas rebeldías que marcaron la historia local durante la Colonia,
la Independencia y el Porfiriato son testimonios del carácter rebelde del juchiteco. La actitud
guerrera y la libertad se asumen como propiedades zapotecas, como rasgos que definen “obje­
tivamente” a la raza, de la cual los juchitecos se sienten los más puros representantes.

Traemos en las venas el ser gente libre, que lucha, que se opone a las injusticias. Somos gente Ubre,
nadie nos pudo vencer. Cuando el juchiteco quiere algo lo consigue a como dé lugar.

Somos rebeldes de naturaleza y muy valientes en las luchas. Lo hemos heredado de nuestro antepa­
*
sado Cosijoeza, que luchó en el Guiengola

La existencia histórica de Juchitán está ligada a los reyes zapotecos. Según Orozco, historiador
y recopilador de tradiciones y leyendas locales, Juchitán fue fundada durante el reinado del
último monarca zapoteco, Cosijopí, que gobernó en el Istmo hasta que llegaron los españoles
desde Tehuantepec. Orozco (1946:14) cuenta que cuando, en vísperas de la Conquista, Moctezuma
II quiso extender su dominio por esta zona estratégica para las comunicaciones con la 2ona
maya y la actual Centroamérica, Cosijopí envió un manípulo de guerreros comandados por un

* Se refiere a la resistencia ofrecida por los zapotecos en alianza con los mixtéeos en las fortificaciones del cerro
del Guiengola, cerca de Tehuantepec, ante las huestes mexicas de Moctezuma.

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Marinella Miaño Borroso

“valiente capitán tigre” a buscar un lugar que sirviera como puesto de avanzada para la defensa
del trono zapoteco. Los guerreros llegaron a la orilla de lo que hoy es el río de los Perros por
haber sido poblado por nutrias y que entonces deslumbró a los guerreros por la exuberante
vegetación, la profusión de flores blancas y perfumadas, el guie xhuuba, que se asume como la
flor heráldica de Juchitán, y por la abundancia de fauna para la caza. Los istmeños se asentaron
a la orilla del río y con el tiempo esta pequeña comunidad de cazadores, pescadores y recolectores
se transformó en una comunidad sedentaria de agricultores que aprovecharon bien la fertilidad
del terreno irrigado por el río, aunque no abandonaron la caza, actividad que aún realizan.37
Al igual que la nación, también la patria chica genera un panteón de héroes que la glorifi­
can y la legitiman en la historia. Los juchitecos tienen a Che Gorio Melendre, que luchó por
la independencia de la nación y guió, de 1847 a 1852, la rebelión del pueblo juchiteco contra la
privatización y venta de las salinas a raíz de las Leyes de Reforma y en favor de la autonomía
política del Istmo respecto al estado; Albino Binu Gaada, que luchó contra los franceses, y dos
años después, contra el gobierno de Félix Díaz, que intentó someter al pueblo juchiteco y se
robó la efigie de San Vicente cuando fue obligado a huir del pueblo; Ignacio Nicolás, Afexw
Chele, que guió la rebelión de 1881 contra Porfirio Díaz, siempre por las viejas cuestiones de
la propiedad de la tierra; Che Gómez, que participó en la Revolución, y muchos otros paisanos
que los juchitecos recuerdan.38 A partir del mito o de los mitos fundadores de la raza y de los
legados históricos y culturales heredados de los antepasados, la memoria colectiva construye y
exalta una historia zapoteca y genera una propia galería de héroes, con las características de
valentía y orgullo que los antepasados míticos e históricos han heredado a sus descendientes,
y de antihéroes.
Como lo expresa López Monjardín (1983): “Si para la historia nacional, que llega prefabricada
y se enseña en la escuela en español, Juárez es benemérito de la nación y padre de la patria, en
la historia de la patria chica, que cuentan en zapoteco los abuelos, su figura está ligada a la
represión de la rebeldía de los zapotecos, en respuesta a la privatización de las tierras y de las
salinas del Istmo, y a la toma e incendio de Juchitán en 1848.”
Por su lado, Víctor de la Cruz escribe: “{Juárez] asumió su papel de representante de los
enemigos de los indígenas [...] conforme se fue sintiendo seguro en la gobernatura empezó a
tomar la iniciativa para cobrar el control del departamento de Tehuantepec, consumar el
despojo de tierras y salinas en perjuicio de los indígenas y reprimir a los indígenas de Juchitán
y a sus líderes, que encabezaban el movimiento por la restitución de los bienes comunales”
(1983:5).
El recelo contra Juárez quedó plasmado en una serie de pinturas de Francisco Toledo, que
tituló Lo que el viento a Juárez..., en las que el pintor se mofa de la imagen solemne del hombre
de Estado, retratándolo parado en una tortuga, sentado en un columpio o con su cabeza
montada en el cuerpo de un chapulín.

” Anya Peterson (1975:40) destaca que Sahagún narra la historia de algunos comerciantes mexicas que fueron
atacados por diversas aldeas del Istmo, entre las cuales estaba Xochitlán, durante el reinado de Ahitzontzin (1486-
1503) y de Cosijoeza, quien fue coronado en 1487.
“Rueda Saynes, l99ó,Núñez Ríos; Meneses de Gyves, 1991; Relatos sobre el general Chatis; De la Cruz, 1993; De
la Cruz, 1983: 5.

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Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

Didxazá”

Como se ha dicho, los juchitecos se autonombran binnizá, que se compone de binni, “gente”,
y za, “nube”, es decir, “gente de las nubes” o que tuvo origen en este elemento. Una de las
leyendas más divulgadas entre los zapotecos refiere que los padres de la raza descendieron de
una nube en forma de aves hermosísimas, de plumaje multicolor y de extraños y melodiosos
cantos. Pero za también quiere decir “lengua y raza zapoteca”, concepto único que asimila la
palabra al hombre. El idioma de los binnizá es el didxazá, de didxa, “palabra”, y za, “nube”:
“idioma de la gente de las nubes”. “El zapoteco es como el agua en la sangre”, es parte esencial
y constitutiva de los zapotecos.

El zapoteco se mama de las chichis de la madre. Desde que nacen los hijos se les habla en zapoteco,
todo el amor maternal lo dicen en zapoteco, las primeras palabras del niño son en zapoteco.

Su forma específica de hablar zapoteco, el sentimiento de orgullo y plenitud que les da el manejo
constante y cotidiano del idioma, tanto en ocasiones públicas como privadas, son los elemen­
tos que los juchitecos sienten que más los diferencian de las otras comunidades zapotecas de
la región. Hablar zapoteco, el didxazá, es el primer rasgo de autoidentificación, la lengua es el
elemento primordial alrededor del cual se define la autoadscripción al grupo y se genera el au-
torreconocimiento y la exclusión de los otros:

El rasgo fundamental de nuestra identidad es el idioma zapoteco. El que no habla zapoteco puede ser
rechazado por el grupo hablante zapoteco, aunque sea de Juchitán.

Nos diferenciamos en primer lugar en la forma de hablar, es la forma en que nos podemos distinguir.

Es el parteaguas no solamente respecto a los fuereños, sino también respecto a los mismos
zapotecos de otras comunidades de la región o del estado:

Los tehuanos son traidores de la raza porque no hablan zapoteco, les da vergüenza, no les enseñan a
sus hijos.

El zapoteco verdadero, el zapoteco puro lo hablamos en Juchitán. En ios otros pueblos lo hablan
diferente, no es tan bonito como aquí.

Es fuente de un sentimiento de orgullo, plenitud y seguridad:

Nosotros, en donde estemos, hablamos nuestra lengua y con gran orgullo nos decimos zapotecos de
Juchitán, donde se habla y canta bonito.

El zapoteco es como una planta que tenemos sembrada aquí en Juchitán, aunque se pierda algo de sus
ramas pero la raíz nunca se pierde.

* El zapoteco del Istmo es parte de la gran rama zapoteca que, junto con el chatino, integra la familia zapotecana
dentro del grupo de las lenguas otomangues, que se caracterizan por ser tonales, es decir, que usan los tonos como
rasgos distintivos.

105
Marinella Miaño Borruso

Es un códice interpretativo y llave de acceso a los idiomas del mundo:

Existen en zapoteco todas las pronunciaciones conocidas del inglés, alemán, francés, italiano,
ruso, japonés, castellano, con la “U” especial oaxaqueña, pero todavía tiene tónicas desconocidas
en esas lenguas. Por eso el ¿apoteca aprende cualquier idioma con facilidad (V. Matus, 1935).

Es un medio de defensa y resistencia:

Es bueno que se hable zapoteco, asi nadie te puede engañar. Nosotros hablamos zapoteco y español.
Por esto digo que somos más inteligentes, los otros nada más saben español, nosotros sabemos los dos
idiomas.

Como fuente de preocupación constante en los quehaceres de los intelectuales juchitecos,


existe un fuerte afán de transmitir, enriquecer y preservar la lengua ¿apoteca. Los políticos la
.usan en sus campañas y cotidianamente en el Palacio, para comunicarse con la población. Los
poetas y narradores escriben en zapoteco y ganan becas que las instituciones federales, como
el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, ofrece a los escritores indígenas para revitalizar
y fomentar las tradiciones.
De ella se habla con cariño, como de algo que da y que acompaña la vida de los humanos,
como lo expresa la poesía de Gabriel López Chiñas, poeta juchiteco que habló, por boca de
todos los juchitecos, sobre su amor por la lengua materna:

Nácabe ma che' didxazá


ma’guiruti’ zani’ laa,
ma’ birá biluxe nácabe
diidxa’ guní’ binnizá

diidxa’ guní’ binnizá


ziné binidxaba’ laa,
yanna ca binni nuuxpiaaní'
guirá riní’ dtdxstiá,

¡Ay! Didxazá didxazá


ca ni bidiideche lii
qui gannadica'pabiá’
jñaaca’ gunaxhiica’ lii

¡Ay! Didxazá didxazá


diidxa’ rusibani nao,
naa nanna zanitiulu,
* 1
dxi initi gubidxa ca.

“ Dicen que se va el zapoteco / ya nadie lo hablará / ha muerto, dicen, / la lengua de los zapotecos, t La lengua
de los zapotecos, / se la llevará el diablo, / ahora los zapotecos cultos I sólo hablan el español. / ¡Ay! zapoteco,
zapoteco / quienes te menosprecian / ignoran cuánto / sus madres te amaron. / ¡Ay! zapoteco, zapoteco / lengua
que me das la vida / yo sé que morirás í el día que muere el sol.

106
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

La forma en que se maneja el poder y el prestigio académicos alrededor del zapoteco es


indicativa de las relaciones profesionales que se establecen entre hombres y mujeres.
En 1985 la Casa de la Cultura y el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UJIAM
realizaron una reunión sobre “La unificación y difusión de la escritura de la lengua zapoteca en
el Istmo de Tehuantepec”,41 en la que se estableció usar y difundir el alfabeto adoptado en la
mesa redonda celebrada por la Sociedad Nueva de Estudiantes Juchitecos en México en 1959,
“considerando que es el resultado de las discusiones de los propios zapotecos y de la tradición
literaria de la lengua en este alfabeto”.42 En esta reunión los lingüistas presentes no eran única­
mente zapotecos, sino representantes de instituciones nacionales. En el documento publicado
se lee, además, que “la clase dominante pretende apropiarse de este alfabeto para manipularlo
como medio para fortalecer su poder”.
Aunque es sociólogo, Vicente Marcial ha dedicado mucho de su empeño en cultivar el
zapoteco; entre otras actividades, coordina un proyecto de alfabetización y lecto-escritura en za­
poteco para los adultos, financiado por una fundación alemana; ha sido becario del Conaculta,
junto con otros juchitecos, como escritor en lengua indígena; participa en los congresos de
lingüística, como el de la lengua española que se realizó en Monterrey en 1998; publica y
traduce al zapoteco. Víctor de la Cruz, investigador del C1ESAS de Oaxaca y Premio Nac ional de
Historia por su trabajo de historia regional, también escribe poemas en zapoteco y recopila y
transcribe leyendas y cuentos populares. De hecho, los hombres han acaparado puestos y pres­
tigio e impuesto su liderazgo académico en lo que se refiere a la lingüística zapoteca.
Sin embargo, la única etnolingüista de esta generación, con título de maestría, es una mujer,
la maestra Florinda Luis Orozco, que todos conocen por su dulce cantar. Cuando en 1979 se
abrió la convocatoria para cursar la maestría en etnolingüística en Pátzcuaro, Michoacán,
concursaron la maestra Florinda y otros dos muchachos de Juchitán. Maestra de primaria,
entonces madre de tres hijos, decidida a “buscar su superación”, pidió y obtuvo una beca de
estudio y, con ese espíritu de aventura y fuerza de carácter que caracteriza a las mujeres
inteligentes, se fue con sus tres hijos a cursarla maestría. Su tesis, una propuesta autónoma de
escritura para el zapoteco que desafía los preceptos de Velma Pickett y del Instituto Lingüístico
de Verano (Pickett, 1988), y sugiere modificaciones al alfabeto adoptado por la mesa redonda de
1959, fue publicada en 1982. A pesar de sus éxitos, la maestra Florinda nunca tuvo un espacio
y ni un reconocimiento pleno de su profesionalidad en Juchitán, al punto de que no tuvo
participación en la citada reunión de la Casa de la Cultura. Los otros dos juchitecos que ob­
tuvieron la beca en ese tiempo estaban más motivados por la política que por la lingüística y,
por lo tanto, no acabaron sus estudios.
En mi opinión, tampoco los que trabajan con la lengua, con un estilo más modesto pero
con gran visión, tienen el reconocimiento ni el espacio para desarrollarse, como es el caso de
Desiderio de Gyves. Como ingeniero, De Gyves ha sido profesor de matemáticas y física en el
Politécnico, es uno de los fundadores de la COCE1 y fue director de Radio Ayuntamiento Popular.
Como profesionista y maestro, Desiderio se dio a la tarea de convertir al zapoteco los conceptos
básicos de la física y escribió un manual, a nivel universitario, de física y matemáticas en zapo-
teco. Operación de alta cultura, pues se trata de trasladar conceptos de un sistema de pensamiento
a otro y presupone no solamente un enorme conocimiento empírico de la lengua, sino también

Guchachi' Reza, núm. 25, diciembre de 1985.


'2 ibidem.

107
Marinella Miaño Borroso

la capacidad de adaptarla y enriquecerla según las nuevas exigencias del conocimiento. En otro
campo Eli Bartolo, pedagogo y director de una escuela primaria y secundaria privada, está
trabajando en un sistema pedagógico para enseñar en zapoteco los principios básicos de la
filosofía occidental. Otro compañero, Carlos Rodríguez Toledo, Chito Miau, ha fundado con
sus propios esfuerzos el Instituto Musical del Istmo deTehuantepec Flor Bacha que, además de
dar cursos de música, trata de rescatar el enorme patrimonio musical de la región y formar un
archivo completo de todos los compositores y de sus respectivas producciones, textos y música
transcrita en pentagrama.

El terruño

Un número de la revista Neza incluye esta descripción romántica de luchitán, típica del fer­
viente nacionalismo étnico de los intelectuales zapotecos:

Desde ese momento el viajero experimenta una sensación extraña: avista una comarca primitiva,
separada repentinamente de las que está acostumbrado a ver, adivina un venero inagotable de
emociones; Juchitán, tierra misteriosa, como suspendida en el tiempo y en el espacio, empieza a
aplastarlo con el vigor, con la fuerza de su realidad (...] Pero lo único, lo maravilloso de Juchitán, lo
que es imposible encontrar en cualquiera otra región de la República, es la riqueza plástica que
encierra en todas sus manifestaciones. La vida tiene un ritmo definido, perfecto. Ninguna contradic­
ción brusca rompe la unidad armónica del ambiente. Las gentes, las casas, las condiciones geográ­
ficas están hechas para producir una impresión de arte. Proverbial es la belleza de las mujeres del
Istmo, de Juchitán y de los puebles contiguos, como Ixtaltepec (Mata, 1935).

Encontramos la misma idealización de la tierra en los textos de las canciones de autores tan
populares como Eustaquio Jiménez Girón, Jesús Chui Rasgado y Chalo Pineda.

Mi Juchitán de las flores


tierra donde yo nací
en donde están mis amores
que llevo siempre en mi mente
de ti siempre me he de acordar
por más lejos que me encuentre
nunca te voy a olvidar.

Se trata del territorio simbólico de la tierra de los ancestros, de la madre tierra que guarda
celosamente, al nacer, el cordón umbilical enterrado, la tierra de los binnigulaza, de las figuras
de los ancestros que todavía se encuentran en Playa Vicente, donde las ruinas del Guiengola
aún son testigos de la alta cultura de los zapotecos progenitores, de su valentía y capacidad de
resistencia, la tierra donde nace el zapandú para hacer las trenzas de las mujeres brillantes y
perfumadas, donde la magia persigue e inunda a los humanos, los animales y la naturaleza.

108
Hombre, muier y muxe’ en la sociedad ¿apoteca del Istmo de Tehuantepec

La mujer

En el ámbito de las contiendas políticas, históricamente ha sido notoria la presencia y bravura


de la mujer en los momentos de mayor efervescencia, como la India María en las rebeliones
durante la Colonia, o Tona Tati, que incitaba a los hombres a luchar en la guerra contra los
franceses, o Lorenza Santiago, muerta a balazos en las luchas para defender el Ayuntamiento
Popular.

l.os hombres traían las armas desconocidas que traían los franceses, las mujeres impulsaban a los
hombres con las armas que tenían, las mujeres usaron las piedras, los franceses no esperaban esto,
entonces las mujeres ayudaron a los hombres. Los hombres luchaban con machete, las mujeres lanza­
ban piedras, las mujeres impulsaban a los hombres para que no se dejaran derrotar.

Las mujeres coceístas me decían, con mucho orgullo, que para el levantamiento del estado de
sitio que el estado decretó en Juchitán en 1984, cuando se desconoció al Ayuntamiento Po­
pular, fue decisiva la protesta de las mujeres que salieron en masa a la calle en tres ocasiones
-solamente en la tercera participaron hombres- gritando en zapoteco que se fueran los “azu­
les” (ejército), que dejaran en paz a sus hombres.
Si bien participan activamente en los moment s candentes de la vida política de la
comunidad, como en la elección del presidente municipal, entregándose con cuerpo y alma a
un bando o al otro, las mujeres no tienen mucho interés en las elecciones estatales o federales
y, en general, en la política que rebasa el ámbito regional: ésas son “cosas de hombres”, además
de que “a este señor {candidato] no lo conozco, no sé quién es, no es de acá”. Amén de que se
trate de un diputado de origen local, pues en ese caso su actitud es completamente diferente,
ya que se trata de “uno de nosotros". En esas ocasiones no es inusual ver matronas que, desde
su casa o su puesto o negocio en el mércado, participen con vigor en la campaña electoral y
organicen a la clientela de los votantes. En periodos de normalidad su influencia en las cuestiones
políticas se ejerce a partir del ámbito doméstico, por medio de las presiones que pueda ejercer
con su autoridad o con chismes, aunque esto casi nunca se traduce en cargos políticos oficiales.
Las pocas mujeres que participan en la vida política siempre se quejan de la dificultad de
organizar a la población femenina en actividades regulares. Sise les pregunta por qué no tienen
cargos políticos siempre repiten que eso es “cosa de hombres”:

La mujer es para la casa; la política, para los hombres. Anteriormente la mujer no tenía derecho a
participar en la política. Hasta aproximadamente 15 años empezamos a entraren la política; cuando
los organizadores de la COCEí llegaban al mercado, empezaron a organizar a las comerciantes. Ahora
ya participamos, no de manera directa, sino indirecta, porque de los antepasados viene que son los
hombres los que dirigen la política, que dirigen al pueblo.

En una entrevista con los dirigentes de la COCEI me decían que “ningún juchiteco aceptaría por
ninguna razón del mundo un presidente municipal mujer”, sin embargo, admiten que sin el
apoyo y la participación activa de las mujeres en los momentos importantes de la vida política
local “ni la COCEI ni la ciudad hubieran podido avanzar”. Los numerosos intentos de organizar
a las mujeres en comités políticos siempre han fracasado. Es muy difícil para las jóvenes
mujeres que están interesadas en participar en los comités y sindicatos proponer una perspec-

109
Marinella Miaño Borruso

tiva de género en sus actividades: inmediatamente son tachadas de “feministas” amargadas por
parte de los dirigentes políticos, que mantienen un control bastante rígido sobre los jóvenes.
De hecho, una inconformidad patente en las filas coceístas es precisamente contra el prota­
gonismo -muchos lo definen como “caciquismo”- del viejo grupo dirigente, que no permite
el crecimiento político de las nuevas generaciones. Los cuadros intermedios de la COCEl pare­
cen destinados a una hibernación política de por vida: casi siempre los puestos más altos en la
Coalición y en las instituciones están ocupados por las mismas personas.

Los hombres cantan a las mujeres

Según un censo realizado por el Instituto Musical del Istmo de Tehuantepec Flor Bacha, en el
Istmo hay 57 compositores -en zapoteco y/o español-, de los cuales 33 son de Juchitán, que es
famosa en la región por sus músicos. Las canciones de estos compositores son ejecutadas
constantemente por cantantes, tríos o bandas regionales en las radios locales, las cantinas, las
casas o las actividades culturales y civiles. Los actos culturales que los juchitecos realizan en
otras ciudades del país, e incluso fuera de México, siempre están acompañados por un buen
repertorio de música istmeña: corridos que cuentan los sucesos dignos de quedar en la memo­
ria histórica de la patria chica; sones que alaban y glorifican al terruño; huapangos y rancheras
para evocar lugares y personas; boleros, sones, tangos, valses y cumbias para cantar y enamorar
a las mujeres. A la mujer la miran, la admiran, le cantan, le componen poemas; si el novio no
es capaz de hacerlo, entonces le encarga la serenata a un autor para dedicársela a su mujer: “No
hay como la música y las bellas palabras [y el oro] para llegar al corazón de una teca”, me decía
un amigo que llevaba una guitarra en la mano y se dirigía a la casa de su novia.
Los dos compositores que he seleccionado para realizar un pequeño recorrido por las
representaciones de la mujer por medio de la música son Eustaquio Jiménez Girón, mejor
conocido como Taquio Niguiu, y Jesús Chui Rasgado. De ellos existe un acervo escrito de 122
canciones, de las cuales 92 están dedicadas o tienen por tema a las mujeres. Por las cantinas,
las calles y las casas desfila por los oídos un panorama musical de imágenes femeninas. Las
mujeres cantadas, celebradas y amadas son “nuestras” mujeres, las mujeres zapotecas, las mujeres
de “mi raza inmortal: binnizá".

Mujercita mujer juchiteca


de mi raza inmortal binnizá
eres de la región ¿apoteca
peina xhuncu de enagua de holán.

Juchiteca, istmeña o tehuana


da lo mismo que te hagas llamar
porque al fin eres de mi raza,
de mi raza inmortal: binnizá.4’

Juchiteca que al rayo de la luna


vas luciendo tu gracia gentil

43 Eustaquio Jiménez Girón, “Mujer, mujercita" (vals). Fuente: Archivo del Instituto Musical de! Istmo de
Tehuantepec Flor Bacha.

110
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

que coronas de nieve y espumas


al encaje de bianco huípil.

Juchiteca de ¡os pies descalzos


en las claras mañanas de abril
y en las joyas de tu jicalpestle
llevas preso el amor que te di.14

Mujer que deslumbra “con su rico traje, de seda y encaje”, con sus “prendas de oro macizo”, que
“cual brillantes estrellas se ven” cuando el novio la lleva “a bailar a las Velas cl son regional”,
mujer juchiteca cuyas “trenzas emanan perfumes de selva y del lacustre zapandú" y que “ato­
londra” al hombre “con tantos hechizos’?5

Teca tequita te quiero


te quiero teca tequita
por tus ojos de lucero
por tu boquita bonita.

Tu busto erguido de diosa


lo cubre hermoso huípil.

Diosa trigueña del Istmo


desde el mar hasta Ixtepec
tierra del sol y de abismo,
teca del Istmo de Tehuantepec
*

La mujer ideal es la mujer juchiteca que entrega su virginidad al hombre con el que se casa, la
mujer fiel, la mujer entregada:

Esos cabellos finos


esas cejas sedosas
y estos ojos divinos
te hacen la más hermosa.

Pues lo demás que tienes


es imán poderoso
yo te entrego mi amor
a cambio de una cosa
que te selló el Creador
para ser mi esposa.47

44 Jesús Rasgado,“Juchiteca”. Fuente: Archivo del Instituto Musical del Istmo de Tehuantepec Flor Bacha.
45 Eustaquio Jiménez Girón,“La juchiteca” (son tradicional). Fuente: Archivo del Instituto Musical del Istmo de
Tehuantepec Flor Bacha.
46 Eustaquio Jiménez Girón, “Teca, tequita” (vais ranchero). Fuente: Archivo del Instituto Musical del Istmo de
Tehuantepec Flor Bacha.
47 Eustaquio Jiménez Girón,“Descripción”(son). Fuente: Archivo del Instituto Musical del Istmo de Tehuantepec
Flor Bacha.

Ill
Marinella Miaño Borruso

Era así como Helena


era también como Cleopatra
fue tan bella mi morena
y fue tan fiel ¡nunca ingrata!4*

Las mujeres son las musas inspiradoras a las que se componen y cantan serenatas:

Musa zapoteca ¡oh reina del son!


Acento shuberiano de una serenata
Notas armoniosas de la dulce Traviata
Único tesoro de mi corazón.
Euterpe que a mí me inspira a formar
La bella canción: bududxapa soo,
Acqso inmortal en mi istmeño región.

Por eso al mirarte mi virgen bendita,


Inclino la frente, devoto, ante ti.
Natura te vuelva la vida infinita
Empero si mueres, ¡vivirás para mí!
Doncella divina. Miraflor tropical
Auténtica perla del fondo del mar.4’

A la glorificación de lo propio corresponden los estereotipos de la mala mujer, la traidora, la


infiel, la que abandona por ambición propia, la que se burla de él, mujeres que serán castigadas
por la vida, víctimas de su misma maldad. La mujer fatal, la mujer que el amante está obliga­
do, por el destino, a seguir o a morir por su culpa, la mujer que embruja, de la cual los hombres
admiran y temen el misterio que de ella emana.

La mágica leyenda de tu mirar


no puedo descifrar
los brujos de tus ojos
me hacen sufrir.

Todo ese misterio de tu vida de mujer


magia divina,
enséñame el secreto de tu vida
no sabes que por ti mi alma llora,
el secreto de tu vida me devora.50

¡Oh tesoro de mi alma herida!


No me arranques la existencia,

* Eustaquio Jiménez Girón, “Tribunal” (son), en conmemoración a su esposa Áurea Orozco López. Fuente:
Archivo del Instituto Musical del Istmo de Tehuantepec Flor Bacha.
* Eustaquio Jiménez Girón, “Musa zapoteca” (acróstico), Juchitán, 1951. Fuente: Archivo del Instituto Musical
del Istmo de Tehuantepec Flor Bacha.
50 Jesús Rasgado, “Magia” (bolero). Fuente: Archivo del Instituto Musical del Istmo de Tehuantepec Flor Bacha.

112
Hombre, mujer y muxe' en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

yo te ruego tenerme clemencia


Mariquita consentida
tú que embrujas como binniguenda.

En todas las versiones populares, como en la escrita por Taquio Nigui, La Llorona glorifica a la
mujer istmeña por ser portadora de todos los rasgos de una feminidad zapoteca: la belleza
física, la gracia del bailar, la vestimenta, la forma orgullosa de caminar.

Cuando bailas son ¡ay, Llorona!


ganas de verte dan
tu enagua y huípil bordados, Llorona,
realzan tu preciosidad
¡ay! ¡ay! ¡ay!, Llorona
vestida de traje istmeño.

En la tierra juchiteca, ¡ay, Llorona!


yo me enamoré de ti
con los pliegues de tu enagua, ¡ay, Llorona!
cautivas mi corazón.51

La Petenera, como La Llorona (mito, espejismo, sombra o fantasma sobre ia cual las abuelas
narran en zapoteco en las noches sin luna), se les aparece a los hombres para seducirlos y
embrujarlos con sus encantos para hacerlos sufrir hasta morir de dolor.

Quién te llamó Petenera,


que no supo darte nombre
es como si te pusiera ¡ay, mamá!
la perdición de los hombres.

Petenera tenebrosa
todo el mundo te llamó ¡ay, mamá!
Petenera si serás
pero tenebrosa, ¡no!

Dicen que La Petenera


es una mala mujer
esto sí que no lo he visto ¡ay, mamá!
pa’ qué lo voy a creer.

¡Ay, soledad soledad!


la causa de estos dolores
para no sufrir más ¡ay, mamá!
necesito tus amores.

51 Eustaquio Jiménez Girón,“La Llorona" (son). Fuente: Archivo del Instituto Musical del Istmo de Tehuantepec
Flor Bacha.

113
Marinella Miaño Borruso

El tema de La Petenera pertenece a la tradición oral de origen mediterránea que se difundió en


la Nueva España. Gilberto Orozco, erudito recopilador de leyendas e historias del Istmo zapoteco,
nos dice:

La Petenera es una de las formas de la granadina. La granadina pertenece al grupo de la rondeña


y la malagueña que a su vez deriva del fandango. Se ha dicho que la Petenera española es {...] de
origen andaluz. La creadora de este aire, que tanto ha influido en la música popular de América,
fue una mujer de Paterna de la Ribera, pueblecito de la provincia de Cádiz, que vivió en la primera
mitad del siglo XIX [...] Otras antiguas peteneras españolas [...] prueban evidentemente que la del
Istmo de Tehuantepec se transformó, partiendo de las de la época de la cantante que le dio el nom­
bre y ahí la conformaron al estilo dominante. Por eso la Petenera es una joya auténtica de la
música istmeña (1946:214).

Como rasgos generales las composiciones presentan exclusivamente el punto de vista del hom­
bre, la mujer es vista casi siempre en el contexto de una relación amorosa, vivida por parte del
hombre como enamoramiento extremo, amor total absolutamente romántico que, como en
toda la tradición lírica medieval, provoca pasión e idealización de la mujer. Al igual que el
trovador cortés, el enamorado vive y canta su amor-pasión sin esperanza, en una situación
crítica o de desequilibrio y tensió.i: por ser contrariado o a causa de una separación porque ella
es de otro, lo abandona o lo traiciona. La mayoría de las veces la mujer es vista y cantada por
su valor estético y sexual. El sexo femenino, con su amplio repertorio de metáforas, está obs­
tinadamente presente en la pintura y la narrativa de los artistas juchitecos. Las representacio­
nes femeninas están fuertemente estereotipadas siguiendo una tradición que proviene de la
lírica mediterránea.52

Beber, tomar, chupar

¡Yo invito! ¡Salud, amigos!


Perdonen, Corona tomo
y ustedes serán testigos a honor
que yo nunca mal informo.

Repitan la tanda
de Corona extra,
Corona Coronita
ya lo dice el dicho:
tan buena es la grande
lo mismo que la chiquita.

Corona de la Modelo
la hermana de Coronita,
famosa llegó hasta el cielo
y echó San Pedro su probadita.

52 Véase Power, 1978; Solé, 1986.

114
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

Que no se emborrache el santo,


que a lo mejor nos las quita
ya que cuando iremos pa’l camposanto
será con las botellitas.
* 1

“En Juchitán hay mucha fiesta, mucha cerveza, diario diario, puro chupe.” Éstas fueron las
primeras palabras que escuché en el camión que me llevaba a Juchitán. Pude comprobar, casi
en seguida, que los juchitecos consumen enormes cantidades de cerveza en todos los aconte­
cimientos sociales, se trate de una fiesta o de una sencilla reunión entre amigos, No se puede
imaginar convivio sin cerveza y sin sus naturales compañeros: la botana y la música. El alcohol
siempre está acompañado por platillos de mariscos, chicharrones, pescados, carnitas, empanadas,
queso, totopos y cuanta variedad de alimentos se le ocurra al anfitrión o al dueño de la cantina.
Esta última es más apreciada porque se sirve más botana. Por otro lado, la música marca el
ritmo de la vida en Juchitán. La gente dice: “El teco nace, vive y muere con la música.” En las
casas el aparato de sonido funciona a todo vapor. En las cantinas y enramadas siempre está a
disposición una guitarra que recorre las manos de los cantantes improvisados, cuando no está
presente algún trío que se gana la vida alegrando a los presentes. El más famoso y bello es el trío
Xabizende, con el cual tengo una deuda de gratitud por haber avivado un día de mi cumpleaños.
A excepción de los convertidos a las sectas y de los que no toman por motivos personales,
beber es una costumbre generalizada que no hace distinción de sexos: en las fiestas beben al
parejo -o casi- hombres y mujeres, aunque nunca toman juntos, ya que siempre los espacios,
aun en las reuniones familiares, son distintos y están separados para los dos sexos: los varones
de un lado, las mujeres del otro.
Cualquier ocasión social es oportuna para mandar a comprar un “cartón”: con una cerveza
de por medio se conversa mejor y, entrando en un estado parcialmente etílico, uno puede comu­
nicarse mejor y más a gusto con el otro. La costumbre de tomar en situaciones de socialización
de ninguna manera significa emborracharse y caer al suelo sin sentido, lo cual está muy mal visto:
quien se emborracha rápidamente o hasta perder el sentido es alguien que no sabe tomar, que
es sinónimo de no saber convivir con los otros, cosa altamente reprobada.
Los juchitecos consideran que tomar sirve para facilitar la conversación y compartir mejor
las vivencias durante un largo rato, en una atmósfera de compañerismo y fraternidad, platicando
alegre y jovialmente.

Tomamos cerveza para estar alegres, nos gusta estar alegres, somos hospitalarios y pachangueros.

En un contexto de socialización se bebe cerveza para entrar y permanecer en un perenne


estado de euforia más que de borrachera. Una persona puede alcanzar cierta ebriedad, incluso
emborracharse, pero no puede perder el control de sí mismo y de sus acciones, como faltar al
respeto a una mujer, agredir con expresiones fuertes, salirse de la plática con tonterías, faltar a
los buenos modales, etc. En las fiestas, al principio y durante un buen rato, todos están senta­
dos con mucha formalidad, casi no se platica ni se baila, aunque la cumbia retumbe a todo
volumen. Sólo después de cierto número de cervezas el ambiente se vuelve cálido y festivo.

SJ Eustaquio Jiménez Girón, “Corona extra” (son istmeño o huapango). Fuente: Archivo del Instituto Musical del
Istmo de Tehuantepec Flor Bacha.

115
Marinella Miaño Borroso

La borrachera, aun la más fuerte, nada tiene que ver con la evasión de una realidad deses­
perante o negativa, como podría ser el caso de personas o grupos marginados, y jamás es in­
dividual; al contrario, es como la sublimación vital de una realidad y un presente intensamente
vividos por la coletividad. Es una atención compulsiva dedicada a la situación presente, a todo
lo que ocurre alrededor, hasta a los más mínimos detalles. Cuando ya no se está en condición
de tener la situación bajo control llega el momento de retirarse, pues ya no se puede compartir
la experiencia vital con los otros. Lo que pasa con las mujeres es impresionante: nunca pude
entender de dónde sacan tantas energías y durante tanto tiempo para preparar alimentos,
atender a los invitados, vigilar la casa y toda la organización de la fiesta, conversar, bailar sin
parar, tomar cantidades asombrosas de cerveza y, eventualmente, emborracharse; todo al mismo
tiempo y sin perder en ningún momento el control de sí mismas ni de la situación. Al día
siguiente, desafiando cualquier resaca, ya están en el mercado vendiendo a primera hora.54
En algunas ocasiones, sobre todo con los que llegan de la capital o del extranjero, esta
costumbre y sus rituales en cierto sentido se exhiben con exageración. Cuando Macario Matus
era director de la Casa de la Cultura uno de los primeros itinerarios por el pueblo para los que
llegaban a Juchitán era la visita a las cantinas más típicas y a las “taberneras” más famosas para
mostrar, con malicia mezclada con orgullo, una de las maneras de convivir y establecer relaciones
de los juchitecos (y de ellos con las mujeres no juchitecas).
El consumo de cerveza se incrementó mucho y se volvió masivo a raíz de la instalación de
los depósitos de cerveza para que se distribuyera en la región -la traen de Córdoba, donde está
la planta cervecera más cercana-, ya que “antes” las mujeres no bebían y los hombres
acostumbraban tomar mezcal.

Nuestra bebida tradicional era el mezcal y también la “taberna”, que es un aguardiente de palma
fermentada, muy suave. Desde cuando se instalaron las agencias de cerveza, hace 40 o 50 años, se ha
vuelto masivo el uso de la cerveza.

El incremento de cantinas y fiestas y, por lo tanto, de ocasiones para tomar ha aumentado


notablemente el alcoholismo; si anteriormente se tomaba en ocasiones de fiesta, ahora el alcohol
forma parte de la vida diaria, sobre todo para la población masculina. La tendencia actual,
tanto de mujeres como de hombres, es tomar con mucha frecuencia y en exceso, de modo que
la convivencia se ha visto afectada. La población admite que el consumo desproporcionado de
cerveza y el alcoholismo está alcanzando niveles alarmantes en la comunidad. Muchos se
quejan de que “las fiestas no son como antes, ya son pura borrachera”, de que la capacidad de
trabajo y la producción se ha ido mermando por la exagerada ingestión de alcohol por parte
de los hombres. Las mujeres se sienten especialmente afectadas por este problema, ya que el
alcoholismo de sus hombres, esposo e hijos, crea serios problemas en la casa, no sólo desde
el punto de vista económico, sino porque han aumentado mucho los pleitos, la falta de respeto
hacia la familia, la falta de responsabilidad, la agresividad y la violencia de los hombres hacia
los hijos y sus mujeres. De hecho, el alcoholismo de los hombres, junto con la infidelidad,
son los motivos principales de separación de los matrimonios y de disgregación familiar.

M Una vez traté de hacer ío mismo y organicé mi fiesta de cumpleaños al estilo zapoteco. Ese día aguanté
estoicamente el ritmo, lo cual me ganó las felicitaciones de mis invitados; sin embargo, los dos días sucesivos los
pasé echada en la hamaca sin tener fuerza ni para hablar.

116
Hombre, mujer y muxe’en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

Cuando el marido bebe demasiado y empieza a faltarle al respeto a la familia, a su mujer, y loshijos
están presentes ahí empieza el problema, ahí se rompe la unión.

A menudo me explicaban que la cerveza es una bebida sabrosa y fresca, muy adecuada para el
clima de Juchitan; sin embargo, queda la inquietud de saber por qué ha tenido tanto éxito en
el Istmo y por qué los juchitecos sienten la necesidad de que sus relaciones sociales se desarro­
llen alrededor del “cartón”. ¿A cambio de qué se pagan precios tan altos como los daños a la
salud: cirrosis, diabetes y frecuentes accidentes mortales a causa del alcohol?

Aquí esto del tomar es una locura, pero quien no lo entiende, no entiende nada ni de Juchitán ni de
los zapotecos.

Curiosamente uno de los productos más nacional y occidental resulta estar muy arraigado en
la costumbre, ya que la ingestión de cerveza es una actividad constante en ambos sexos, algo
que se considera parte de la vida normal. Beber, entonces, se vuelve parte de la costumbre o,
como dice Hobsbawn, una “tradición inventada”.
Mis hipótesis no tienen la presunción de dar una explicación científica del fenómeno de
beber,55 sólo presento una interpretación personal, algo que me pareció percibir en los
comentarios, en 10 que vi y viví con espíritu curioso y participativo.
Considero que el alto consumo de alcohol corresponde esencialmente a dos factores: uno
ligado al valor social y cultural que el grupo le otorga y otro a la política mercantil de las
empresas cerveceras.
Si uno pregunta a un/a juchiteco/a por qué toma tanto, las respuestas más o menos giran
alrededor de los mismos temas: “Me pone alegre, me siento mejor con mi gente”, “Me relaja,
me dan ganas de hablar”, “Es la costumbre, los juchitecos siempre hemos tomado”. El alcohol
ayuda a salirse de sí mismo, a descargar tensiones, a romper las reglas constrictivas de la psique.
Uno se siente más libre de expresar sentimientos y pensamientos reprimidos. Se dice que uno
hace lo que normalmente no tendría el valor de hacer. También se agudizan los sentidos: el
color es más brillante, el sabor del marisco es más rico, la música tiene notas nunca escuchadas,
el perfume de una flor inunda el alma. En un estado de euforia o de ebriedad uno empieza a
captar, en una dimensión intelectiva, una serie de significados, contenidos en las experiencias
vividas y en las palabras que normalmente están en la esfera de lo inexpresable y lo no racional;
parece como si el mundo de lo fantástico e imaginativo se hiciera inteligible y, al mismo tiem­
po, manejable, como si cada signo se cargara y enriqueciera sus significados, que se vuelven
visibles y manipulables; una palabra, un sonido, un gesto evoca una serie de imágenes que, a
su vez, evocan otras, en un juego fantástico y surreal. Esta ampliación y manifestación de la
imaginación parece favorecer la comunicación afectiva con el otro por medio de las palabras,
la música, las imágenes y el acercamiento físico.
En todo el Istmo se valora la conversación como una forma básica de interrelación social;
en Juchitán, sobre todo, se juega mucho con el lenguaje en zapoteco, se le tiene un culto a la
palabra. El gusto máximo en las relaciones interpersonales es el juego por medio de las palabras,
la habilidad de expresarse verbalmente, de usar la lengua, la capacidad de trasponer la realidad

55 Para profundizar en el tema del alcoholismo véase Menéndez, 1991.

117
Marinella Miaño Borruso

al mundo de la metáfora, de traducirla a lo fantástico u onírico; se juega con las imágenes y se


valora la capacidad y rapidez de la evocación, dando vuelo al lenguaje y a la imaginación.
Como dice el proverbio: Diidxa’ ribee didxa’ (“las palabras desenvainan palabras”). La co­
municación, entonces, se establece sobre la manipulación del lenguaje, sobre la capacidad de
transformarla realidad.de traducirla en metáfora. En la ebriedad esta capacidad de manipular
y jugar con las palabras se agudiza porque se amplía la imaginación. Además, se libera el com­
ponente natural, biológico y sensual del ser humano, salen a la luz sentimientos reprimidos,
se vive la corporeidad y se despliega la esfera afectiva. Cuando esta liberación de lo sensual y de
la imaginación se socializa, se llega a otra dimensión en la comunicación del grupo, a otra
dimensión de la palabra, se le agrega otra significación a la realidad. Parece que los juchitecos
disfrutan compartir y vivir en la esfera de lo imaginativo, de la fantasía y la corporeidad, cosas
que comúnmente la cultura occidental no valora. La música, la tradicional en zapoteco, siempre
acompaña y es parte esencial de su convivencia porque es la que mejor expresa y despliega su
esfera afectiva.
Algo que siempre me ha llamado la atención en la manera de concebir la vida y la realidad
en la cultura mesoamericana es la relación constante con la parte natural y sensual del ser
humano y cor. la naturaleza fuera del hombre. En Juchitán es muy común en las pláticas y en
el lenguaje de uso cotidiano, tanto de los hombres como de las mujeres, el uso de alusiones,
metáforas, frases que se refieren a la esfera sexual humana o animal o las comparaciones entre
hombres y animales y los apodos con relación al mundo animal. Uno de los mayores gustos de
los zapotecos es, precisamente, la guenda rusiguii, el “arte de la mentira”, que comprende la
comparación entre un hombre y un animal; de hecho, la mayoría de ios sobrenombres que se
ponen a los hombres son de animales..
Esta relación mágica entre hombres y naturaleza se vuelve, en la pintura de los artistas
juchitecos, forma y color. Un tema constante, aunque tratado de diferente manera, es la
humanización de los animales y la animalización del hombre: personajes que se transforman
en animales o animales que hacen cosas humanas, grandes vaginas como piñas, personajes-
animales-cosas que fluctúan en espacios irreales. La máxima expresión es, por supuesto,
Francisco Toledo, que creó la escuela del realismo mágico, sin embargo, Toledo ha transpuesto
en imágenes y colores sólo una componente fundamental de la cosmogonía zapoteca, que es a
la vez mesoamericana: ¿quién puede olvidar las figuras del arte mesoamericano de hombres-
animales o animales-hombre asociadas al concepto de nagual, que en zapoteco se llama guenda?
Toledo ha pintado y expresado, en tiempos contemporáneos y con gustos y técnicas actuales, algo
que ha estado en la cosmovisión de su gente desde tiempos inmemoriales: una concepción del
hombre no desligado de la naturaleza y de sus lógicas-alógicas y la valoración cultural e histórica
de la parte “natural” del ser humano, de todo lo que tiene que ver con los sentidos, con el cuerpo,
con lo físico, con una concepción sana y natural de la sexualidad humana, con la comunicación
e inserción del hombre en el universo, que también es el universo vivido de lo cotidiano. También
Andrés Henestrosa ha transferido la cosmovisión del pueblo al ámbito literario, en el que los
personajes son animales que actúan como hombres o seres míticos que se transforman en animales.
Me parece entender, entonces, que beber, además de formar parte del modo comunitario de
socialización, representa, en la manera y con las características con que se realiza, una forma
de identificación y autorreconocimiento comunitarios en la que se anulan las diferencias de clase
y sexo, que se considera como algo distintivo respecto a otras formas de socialización, por ejem­
plo, la de los vallistas, los capitalinos o los extranjeros; beber funciona como un medio masifi-

118
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

cado y ritualizado para dar más espacio y libertad de expresión al alucine, a la dimensión ima­
ginativa, a la palabra, a lo inesperado, a la convivencia en reciprocidad y probablemente a otros
elementos que no alcanzo a captar y que representan una dimensión cultural distintiva de lo
zapoteco y del grupo. En ocasiones también puede funcionar como un mecanismo de
identificación con los no zapotecos, como símbolo de fraternidad y hospitalidad, pues alguien
que acepta el ritual es más aceptado. Las mujeres, por ejemplo, me decían que les caía bien
porque yo no rechazaba ni una sola de las cervezas que me ofrecían.
El éxito de la cerveza en el Istmo consiste, precisamente, en el hecho de que permite mantenerse
en un estado de ebriedad alegre pero controlado durante todo el tiempo que se prolongue la
socialización.

La Corona y las taberneras

Las compañías cerveceras han sabido aprovecharse muy bien de la “costumbre” y han desarro­
llado una política comercial muy eficaz que ha creado nuevas figuras sociales y nuevos hábitos.
La política de penetración más inteligente ha sido crear una nueva figura en el panorama de las
actividades socioeconómicas del Istmo: la “tabernera”. La venta de alcohol por parte de las mu­
jeres tiene antecedentes históricos muy bien aprovechados por las compañías cerveceras. Antes
de la penetración masiva de la cerveza en los hábitos alimenticios de los istmeños, los hombres
acostumbraban tomar mezcal traído del valle de Oaxaca y vendido por mujeres ancianas en su
casa o a la entrada de las fiestas.

Antes eran puras viejitas que vendían mezcal Como no había luz, iban con su linterna. Cualquierfiesta
iban con su mesita, su garrafón y su linterna y vendían ahí un cuarto, medio cuarto y eran puras viejitas.

Otra bebida alcohólica tradicional es la “taberna” -obtenida de una palmera que se da en la


región-, cuya venta era y es todavía tarea de las mujeres. Cuando, a principios de los años
cincuenta, llegaron las compañías cerveceras y pusieron sus depósitos en el Istmo -en princi­
pio en Tehuantepec- las mujeres solas, viudas o abandonadas -es decir, las más necesitadas y
desamparadas socialmente, las que posiblemente estaban destinadas a la prostitución-, fueron
reclutadas como agentes de venta con facilidades de todo tipo, que se incrementaron a raíz de
la competencia comercial entre las compañías a partir de los años sesenta. Primero se dieron
comisiones, regalías, bonos de 2 x 1 y hasta cerveza para regalar, y luego las compañías pro­
porcionaron mesas, sillas, hielo, neveras... equipo que aún sirve para acondicionar las casas,
construir una palapa en el patio o pagar la electricidad mensual para adaptar un espacio como
cantina. Varios son los arreglos recíprocamente convenientes que se realizan, pero son la Co­
rona o la Carta Blanca las que piden los permisos y gestionan los trámites correspondientes
con las agencias municipales pertinentes. En poco tiempo las bebidas tradicionales fueron
desplazadas por la cerveza y las viejitas que las vendían fueron sustituidas por mujeres jóvenes,
guapas y agresivas comercialmente, que ya tenían experiencia en el manejo de una cantina.
Además, se formó una moderna categoría social de taberneras: mujeres que se dedican a
vender cerveza en puestos que montan con una hielera, unas sillas o bancas para los clientes y
su capital de “cartones” a la entrada de las Velas o en la calle cuando hay celebraciones tanto
religiosas como civiles. Ser tabernera es un arte, además de un oficio; aunque sean mujeres a

119
Marinella Miaño Borroso

las que, socialmente, se les permite tener una sexualidad más libre de lo normal y que aprove­
chan muy bien sus cualidades para hacerse de un capital, es una actividad que está completa­
mente desligada de la prostitución. Una buena tabernera debe tener la gracia necesaria para
entretener y atender a sus clientes y para crear un ambiente de alegría y compañerismo; son
mujeres con una gran capacidad para contar chistes, decir albures, hablaren doble sentido sin
caer en la vulgaridad, platicar y hasta saber escuchar las penas de sus clientes cuando, bajo los
efectos del alcohol, éstos se abandonan a las confidencias personales; tienen, además, un aguante
enorme para beber con sus clientes sin perder el control de la situación y sobre todo de las
ganancias. Actualmente las taberneras se han conformado como un gremio regulado por un
sindicato propio y celebran su Vela en mayo.
Ha habido y hay taberneras famosas por su personalidad, como mi entrañable amiga
Manuela León o la finada Rosa Pina,“que tenía un lunar a un lado de la boca pero puesto quién
sabe cómo que se veía muy chula, muy coqueta”. La Gringa, otro mito viviente, me cuenta:

Era una mujer sola como yo, muy guapa, hablaba así como hablas, gruesa su palabra y también no
se expresaba bien en español, casi puro zapoteco hablaba. Había muchos hombres que le gusta cómo
ella platica, era muy espléndida, tenía muchos amigos, era de arranque esta señora. Viene un amigo:
dame una cerveza. Rosa destapa de una vez cuatro, tres para el señor y una para ella, y todo lo que
tomaba se lo cobraba a ellos. Cuando hacía la cuenta, ella decía: "4 x 8 es 98 y 2 de chicle”, ahí murió
la cuenta de los 100 pesos, ya no daba cambio. Ella hacia así, pero ya te dije que a toda la gente le
■ gustaba, era muy platicadora, contaba chistes, ella no tenía mirada para una sola persona, tenía
mirada con todas. Manuela León es como ella.

Durante una de mis estancias anteriores en Juchitán me pasó algo que me intrigó. Conocí a
Manuela León, una tabernera muy famosa por su gracia y capacidad para su negocio. Estuvi­
mos tomando un buen rato, mientras ella atendía a sus clientes. Como de costumbre, y en esta
ocasión de manera despectiva porque estaba presente una guada (“extranjera”), hablaba za­
poteco, casi nada de español. Cuando me hablaba en castellano lo hacía con una actitud de
duquesa zapoteca que le hace una concesión a una pobre india europea. A partir de un cierto
momento, no sé cuál, pero sin duda después de varias Coronitas la india europea, que no hablaba
casi nada de zapoteco, empezó a entender el sentido de los cuentos y chistes picaros y empezó
a carcajearse en napolitano y a contestar en napoespañol, y esto durante un buen rato. Acaba­
mos amigas, por supuesto, y Manuela me obligó a cargar y llenar hasta el tope mi “volcho” con
todos sus tiliches, sillas y “cartones” sobrantes y acompañarla a su casa, donde todavía nos
quedamos un buen rato platicando, esta vez en español, sentadas en el umbral de su puerta,
bajo la luz de la luna. El episodio no tiene nada de especial, pero me enseñó algunas cosas
respecto al lenguaje y a las relaciones identitarias. Mi reflexión, después, fue que pude entender
y entrar en comunicación por dos condiciones favorables: una es que el napolitano, mi lengua
materna, en su uso popular es igualmente metafórico y cachondo, lo que facilitó la compren­
sión, no de las palabras, sino del sentido de otra lengua con las mismas características; la otra
es que no hubiera entendido nada si me hubiera encontrado en mis cinco sentidos y con cara
de antropóloga atenta.

120
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

Las cantinas

Las formas de beber y sus significaciones son diferentes en las fiestas y en las cantinas. Las
primeras son ocasiones comunitarias integrativas en las que participan mujeres, hombres y
muxe’, mientras que la cantina es un espacio de socialización intragénero masculino, al cual
tiene acceso, con un rol significativo, el muxe’ (en virtud desu"masculinidad”). Éste puede ser
el dueño de la cantina, en cuyo caso es un muxe’adulto, o bien camarero, cocinero o trabajador
sexual, si es más joven. Las mujeres que trabajan como meseras en las cantinas pueden ser
también trabajadoras sexuales. Como no es bien visto que una mujer sirva en un bar o una
cantina, la mayor parte de las mujeres que realizan esta actividad son centroamericanas o mucha­
chas de otras comunidades.
Las mujeres nunca toman en las cantinas, ni solas ni acompañadas, a excepción de las trabaja­
doras sexuales o de las “cualquiera” que, por lo general, son de afuera. A veces las mujeres van
a las cantinas para recuperar a un marido o a un hijo que ya no puede llegar con sus propias
piernas a la casa, y en este caso se detienen en la puerta y mandan adentro a algún hombre,
familiar o conocido, para que saque al desafortunado bebedor. Ellas toman sólo en las fiestas
y en las reuniones, aunque, dada la frecuencia de éstas y la intensa vida social que acostumbran
llevar, no son pocas las ocasiones en que ellas beben. En los últimos años, además, ha aumentado
el número de mujeres que acostumbra beber en su casa en compañía de un pariente o de una
amiga, de modo que también ha aumentado su presencia en Alcohólicos Anónimos. Los
hombres, en cambio, tienden a beber casi todos los días. Al acabar el trabajo, después del me­
diodía, se juntan entre amigos y se marchan a las cantinas, de las cuales hay una extensa red en
todo el pueblo.
Las cifras semioficiales dicen que en Juchitán hay 500 cantinas y 350 depósitos de la Corona
y 360 cantinas y 250 depósitos de la Carta Blanca.56 Personalmente conozco una cuadra -entre
la primera y la séptima sección-que luce 16 cantinas en tan sólo dos de las calles que la de­
limitan. Algunas son de abolengo, como el Bar Taurino en el centro; otras son bellas enramadas
-la construcción de techos de palma es un arte popular de larga tradición en Cheguigo y una
de las industrias artesanales de la región- construidas en un patio, con un ambiente entre
familiar y de negocios, y hay otras definitivamente de mala muerte. Recuerdo una cantina muy
bonita en la quinta sección, cuyo techoera una hermosa y amplia enramada cubierta de jñiabi,
una planta trepadora que en septiembre da una florecita blanca con un poco de aroma. Esta
cantina era uno de los raros oasis frescos en el pueblo. Varias cantinas son, al mismo tiempo,
burdeles y tienen cuartos para ello, otras son solamente punto de encuentro. Varios muxe’ de
la región han hecho su fortuna como dueños de prostíbulos o discotecas.
Algunas cantinas del centro ofrecen algo más que cerveza y botana y se han vuelto lugares
de producción y difusión culturales, en primer lugar de música. En el Ra Bacheeza, por ejemplo,
se han hecho exposiciones de pintura y escultura, presentaciones de libros de poetas y narradores
-y no solamente de la región- y conciertos de músicos locales. El Bar Jardín sigue el ejemplo
con exposiciones de pintura. La Flor de Cheguigo, muy cerca de la Casa de la Cultura, es lugar
de encuentro de artistas y de los que se dedican a la vida bohemia. Coincido en ideas y cantinas
con Campbell cuando afirma: “...para intelectuales locales; ellos están capacitados para probar

56 Comunicación verbal de la Regiduría de Salud.

121
Marinella Miaño Borriso

sus ideas políticas, leer poemas, ofrecer espectáculos musicales, aprender sobre historia regional,
divulgar lo popular y afirmar su identidad étnica” (1993). Este tipo de cantina es adonde los
políticos e intelectuales locales llevan a los turistas (sobre todo a las turistas) a tomar, saborear
las numerosas botanas tradicionales y asistir a la exhibición de las artes locales: música, poemas,
cuadros. Estos hombres han creado, inconscientemente, un discurso estereotipado de exaltación
de la cultura zapoteca, en su versión local, y de la “historia de lucha” de Juchitán que es repetido
en todas las ocasiones en que hay fuereños presentes. Una vez una amiga antropóloga que
invité de vacaciones al Istmo tuvo que escuchar tres veces en el mismo día, en tres cantinas
diferentes, la misma arenga sobre la historia, la lengua y la identidad juchitecas. Nos llamó la
atención lo estereotipado y reiterativo de un discurso que percibíamos como la imagen
estructurada de una identidad en crisis perenne.
Por supuesto, la cantina es el lugar donde los hombres hacen sus negocios comerciales y
políticos. Algunas son preferidas del ayuntamiento y en ellas hay cuenta abierta para los políti­
cos de más influencia. La cantina es también el lugar por excelencia -como en el Far West- de
iniciación y de variadas prácticas sexuales de los hombres, ya sea con una trabajadora sexual o
con un tnuxe. En el caso de los jóvenes es también el lugar donde se “vuelven adultos”, por
medio de la ingesta de alcohol: la primera borrachera en la cantina con los primos y amigos es
de rigor y es el ritual obligatorio para legitimar el paso de la adolescencia a la condición de
adulto, para lo cual son necesarios e indispensables el alcohol, la música y el sexo. Al joven u
hombre muy borracho se le cuida, se le acompaña, se le escucha con paciencia, se le lleva hasta
su casa, hasta su hamaca, basta con que el acompañante esté un poco menos tomado. Sólo en
la cantina los hombres pueden liberar su emotividad, soltar lágrimas, expresar dolor y nostalgia,
que siempre están acompañados por una guitarra y canciones zapotecas. Los músicos son
itinerantes, van todo el día de cantina en cantina, así que es posible tener un panorama bastante
amplio de la música del Istmo quedando tranquilamente sentado a una mesa frente a una
Coronita helada, tarde o temprano pasan por ahí el trío Xabizende, Pancho Tina (otra institución
cultural viviente e inventor del instrumento que toca: un palo con una cuerda apoyado en una
tina de aluminio), Eriberto López, TaBaxa e innumerables cantores.
Como en todo México, la cantina es donde se inventa y florece el albur y los chismes sobre
las mujeres. Al amigo se le dicen cosas en doble sentido, se le vacila, se le “cotorrea”, y es hábil,
inteligente y, sobre todo, dueño del lenguaje zapoteco quien logra zafarse rápidamente de esta
“atención” de los otros sobre su persona y pasar la bola a otro compañero, y así sucesivamente.
Es aquí donde se da la complicidad masculina y se realiza el ejercicio privado de la palabra, del
performance de la hombría.
En fin, las cantinas son lugares donde los hombres pasan buena parte de su vida cotidiana,
donde construyen, desarrollan y expresan, al lado de otros hombres y de los muxe, su mascu-
linidad adulta y una sociabilidad separada, privada, vedada a las mujeres. La cantina parece
desempeñar las mismas funciones de la "casa de los hombres” que se encuentran en las sociedades
primitivas o de “interés etnológico”, como ahora se definen. Por el contrario, las mujeres y los
muxe> desarrollan una sociabilidad esencialmente comunitaria y pública, como veremos en la
parte dedicada al sistema festivo.

122
La festivización de lo cotidiano

La mujer y la costumbre

Desde el punto de vista económico, organizativo y de trabajo son esencialmente las mujeres las
que se hacen cargo de la realización de una fiesta. Ellas son las que disponen del capital necesario
en la familia, obtenido por medio del comercio, y quienes se interesan más por realizar un festejo,
ya que en la biografía de una mujer cumplir con la costumbre determina su prestigio como
integrante del grupo. En sus propias palabras la fiesta aparece como un espacio predominan­
temente femenino:

Aquí somos las mujeres que organizamos lasfiestas, no solamente las Velas, cualquierfiesta; la mujer es la
que planea, que invita a las vednospa’quela ayuden, que va a dar los bocadillos, la que baila, los hombres
casi no bailan, sólo se juntan para tomar y platicar.

El hombre también ayuda en la fiesta, también interviene económicamente, pero no tanto como la mujer.

Pero también, y en segundo término, como expresión de la comunidad:

Aquí todos nos decimos bi’chi’ (“hermano”], todos somos guendalisaa (“familia”, “amistad"). La
fiesta es de todos, sin distinción.

En realidad lo que se reconoce y es evidente, aun para un observador externo y de paso, es que
las fiestas, de cualquier tipo, incluso la de cumpleaños de un varón, son de las mujeres y para
las mujeres. Esencialmen te ellas las inventan, preparan y organizan, las realizan, las costean, las
viven, las gozan. Con esto quiero destacar que las redes de sociabilidad e integración social
comunitaria, desde la preparación colectiva hasta la realización del acontecimiento festivo o
ritual, están controladas por las mujeres. Ellas son las celosas y, sobre todo, poderosas guardia-
nas de la costumbre y la ética y moral comunitarias. Ésta no es característica exclusiva de las

123
Marinella Míano Borroso

zapotecas; no obstante, es notable cómo, a diferencia de otros grupos, aquí las mujeres no sólo
costean el sistema de fiestas con ingresos propios, sino que alcanzan un alto grado de autono­
mía respecto al hombre. Con mayor frecuencia que los hombres, las mujeres son las anfitrionas
de las fiestas y son quienes acaparan las mayordomías; el marido, si no se tiene, se puede sus­
tituir por un hijo o un pariente, pero por lo general la figura del mayordomo queda opacada
por la de la mayordoma. Si bien en la Sociedad de la Vela participan mujeres de todas las edades
con capacidad económica, son más bien las ancianas, que no tienen obligaciones de crianza de
hijos, las que ocupan los cargos representativos y las más activas en la organización de la fiesta.
Otro hecho notable es que la continuidad de la cultura se refleja a través de las nominaciones
de los cargos que ellas desempeñan: en la Sociedad de la Vela las mujeres mantienen los nom­
bres zapotecos prehispánicos, guzana (“la que ha dado a luz”), guzana gola (“madre grande”,
“anciana”), mientras que los hombres usan nombres tomados de la organización política
estatal: presidente, diputados, secretario, tesorero, habiéndose perdido, en Juchitán, el nombre
de xuaana, que todavía existe en Tehuantepec. Además de ser las principales transmisoras de
la lengua, y por ende de una concepción específica del mundo, las mujeres son las depositarías
y dueñas de los símbolos identitarios colectivos: el suntuoso traje regional, la flor heráldica del
guie'xhuuba, la iguana, para limitarnos a los más conocidos. Este rol de reproductoras de la
cultura comunitaria y, en consecuencia, de la identidad étnica es algo que está muy claro en
la mente de las zapotecas:

En las mujeres se ve más el arraigo de la cultura. Cuando nace un niño le hablamos en zapotero, todo
el amor maternal lo decimos en zapoteco al niño, en la lengua de nuestros antepasados.

La mujer, en cuanto al hombre, no ha perdido su vestimenta. Nosotras las jóvenes, por ejemplo, nos
vestimos en las dos maneras, para lo diario usamos vestido o pantalón, para ir a una fiesta vamos con
nuestro traje típico de la zona, y los hombres ya no, ya se han modernizado, ya no se visten de manta ni
usan sombrero, ya no van de huarache, usan zapatos. Al hombre le da pena vestir el traje tradicional.

Entre las muchas lecturas que se pueden hacer del sistema festivo me interesa destacar dos
dimensiones interpretativas. Por una parte, la integrativa e identitaria, es decir, el sistema de
socialización comunitario y las contradicciones en su interior y, por otra, la participación y las
funciones de los actores sociales. Analizar el sistema festivo y ceremonial nos da un cuadro
importante de cómo se articulan los roles de género a la reproducción y modificación de la
identidad étnica.
En mi primera temporada de trabajo de campo me llamaba mucho la atención la frecuencia
casi compulsiva de los festejos, tanto públicos como privados. Además de la larga serie de Velas
-cada una con una duración de tres a cinco días, que, si bien se concentran en el mes de mayo,
se celebran también en agosto y septiembre-, en el transcurso del año son innumerables las
celebraciones de bodas, 15 años, cumpleaños que, como las Velas, son públicas, se hacen en la
calle con la participación de gran cantidad de personas. También me llamó la atención la so­
lemnidad de cada manifestación festiva, que se expresa en el estricto y repetitivo apego a las
normas establecidas de la hospitalidad, en la preparación de la comida, la distribución de
espacios por sexo (las mujeres al centro bailando entre ellas y los hombres a la orilla bebiendo),
la cooperación de los invitados, la etiqueta de la socialización. Son fiestas muy alegres, con un
ambiente rico logrado mediante música y risas jacarandosas, comida estrictamente tradicional

124
Hombre, mujer r muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

y ríos de cerveza, colores brillantes de los trajes regionales, cumbia, sandunga, chismes, corte­
jos y seducciones. Sin embargo, todo esto no le resta solemnidad. En el estado de Oaxaca el Istmo
se ha conquistado la fama de ser una región “pachanguera”, donde su gente tiene en general un
carácter más libre y abierto y, sobre todo, una verdadera vocación para las fiestas.

La gente del Istmo es muy pachanguera, nada más se dice que hay una fiesta y ahí van.

La fiesta istmeña es sinónimo de alegría desbordante, convivencia agradable, música tropical


y sandunga, mucha cerveza, “buen ambiente” en el que uno se siente en libertad, sin cons­
tricciones. Los istmeños sostienen que en Juchitán la vida de sus habitantes gira en torno a la
fiesta, ya que la preparación, organización y participación en el sistema de fiestas religiosas o
civiles ocupa mucho tiempo de la vida diaria.
En las entrevistas que realicé durante mi trabajo de campo el elemento que aparece como
factor de autoidentificación de grupo, inmediatamente después de la lengua, es precisamente
el "carácter fiestero” que los zapotecos se atribuyen como componente distintivo que marca las
fronteras simbólicas con los otros. Hombres y mujeres de Juchitán dicen que en su pueblo hay
365 fiestas al año, tal vez más, y que “por esto es tan bonita la vida en Juchitán”.

Es bonito ir a las fiestas a divertirse porque... pues... trabajar y trabajar... También hay que divertirse.
Aquí a la gente le gusta divertirse.

Hay familias que nunca participan. Los Valledor, por ejemplo, como se creen españoles no participan,
son comerciantes, tienen dinero, pero no les gusta gastarlo. Nadie los quiere, nadie irá a su entierro...

Juchiteco/a de verdad y de prestigio es aquel que gana dinero con su trabajo y lo comparte con
el resto de la comunidad ofreciendo fiestas; los que no lo hacen, que guardan su dinero en el
banco, son, para el sentimiento popular, unos “miserables”, gente que no sabe compartir ni
convivir con otros.
Lo primero que impacta a la vista en una fiesta en el Istmo es la exuberancia y la viveza de
los colores que acompañan y envuelven a las mujeres. La fiesta es la ocasión para lucir sus trajes
más elegantes, el huípil y la enagua de holán bordados con diseños de flores en los que el rojo
se mezcla con el amarillo, el fucsia con el azul, el verde perico con el naranja, el amarillo con
el café, el rosa con el violeta y todas las combinaciones de colores imaginables, en una sinfonía
de tonos en la que no está admitida la nota contrastante. Ver tantos colores y en tonos tan
brillantes y densos, en la luz nítida del sol tropical, provoca una verdadera alucinación a la
vista; no es casual que la pintura de los artistas del Istmo se caracterice por un manejo exuberante
del color y la luz. Las mujeres tienen una atención cuidadosa para la combinación de colores
y bordados y están en una búsqueda continua de nuevos diseños y combinaciones, cuya estética
es creación de un miixe\ que son los bordadores más cotizados en el mercado de la moda
étnica. Encima de los colores cargan cadenas, aretes, pulseras y anillos de oro, a veces de oro
y coral, que las hacen aparecer como diosas a las que se les ha brindado una ofrenda; en los
cabellos, apretados en dos trenzas entretejidas con listones de colores, llevan una rama de
flores. El impacto visual se acrecienta por el hecho de verlas a todas juntas ocupando todo el
espacio de la fiesta. Es mucha la presencia e invasión de colores, flores, bocas rojas carmesí,
cabelleras entretejidas con listones, oro brillante; todo el cuadro provoca una sensación de lujo

125
Marinera Miaño Borruso

abundante, de derroche de alegría, de vitalidad desbordante y de sensualidad exteriorizada. Es


precisamente esta suntuosidad y elegancia, este lujo de colores, música y alegría lo que hace
que los juchitecos, hombres y mujeres, se sientan orgullosos de sus fiestas.
Los hombres suelen arrinconarseen los márgenes de la fiesta y dedicarse a beber y conversar,
complaciéndose del espectáculo ofrecido por la hermosura de las paisanas, que, opulentas,
floreadas, las bocas pintadas abiertas en risas de verdadero gozo, llenan la pista bailando
cumbia entre ellas, agarradas de la cintura y dando vueltas y brincos a sus trenzas y holanes,
con absoluta soltura y sin la más mínima vergüenza por estarse exhibiendo; al contrario, ésa es
la intención. Cuando no bailan están sentadas muriéndose de la risa, se cuentan chismes y
chistes, la mayoría de las veces cachondos, platican, se burlan de lo que y de quien puedan,
subrayando sus charlas con grandes tragos de cerveza que toman a gusto directamente del
envase, que dejan caer al suelo cuando ya está vacío. Hacia el final de la fiesta el piso está
tapizado de botellas que, sin embargo, no detienen sus brincos y vueltas, ya que una larga
experiencia las ha acostumbrado a hacer caso omiso de estos pequeños estorbos. Solamente
hasta el final de la fiesta uno que otro esposo, ya pasadito de copas, se lanza a bailar con su
pareja. En cambio, los muxe
* bailan con las mujeres sin cargas de conciencia ni preocupación,
nadie sospechará de enredos indecentes. Es una actitud opuesta a la que normalmente toman
las mujeres indígenas de México. Aquí no hay reservas, ni timidez, ni vergüenza, ni hay nada
que ocultar; al contrario, hay cachondería desplegada, vivida y gozada. La fiesta, dicen, sirve
para convivir y estar alegres, es decir: para reír, bailar y tomar.
Las mujeres son las reinas del baile y como tales se comportan. Todo el o rgullo y la solemn idad
que su posición exige se manifiestan abiertamente cuando bailan los sones regionales. Los
movimientos de la danza se hacen lentos y majestuosos, la expresión del rostro se vuelve seria,
hierática y ausente, la cabeza y los hombros se yerguen todavía más, la mirada parece traspasar
cosas y personas para dirigirse a un horizonte invisible más allá de lo real, los holanes no brincan
ni vuelan en libertad, sino que siguen dócilmente y con gracia los movimientos de las manos
que los levantan de un lado y del otro, según los ritmos graves de la música. La sandunga se
baila con seriedad, sin risas cachondas, con una actitud de compenetración en los movimientos
y los ritmos que la componen, con un sentimiento de participación que celebra a la costumbre.
“La sandunga no se baila, se siente", dicen en el Istmo.

Fiestas y pachangas

Hay que distinguir entre las fiestas que son personales y sirven para festejar los momentos
significativos en el ciclo de vida de un individuo, como el bautismo, el cumpleaños, los 15 años,
el matrimonio, las bodas de plata o de oro, la graduación, etc., y las que son comunitarias,
religiosas o civiles, que celebran momentos significativos y valorados por toda la comunidad
o por algunos sectores. A este segundo tipo corresponden las Velas; las celebraciones religiosas
de Semana Santa, Navidad y días de muertos, y las fiestas patrias. Voy a describir, con mirada
de espectador, la estructura básica de una fiesta, ya que, con algunas variaciones en el tamaño
o número de elementos, siguen el mismo patrón, cuya reiteración es casi obsesiva: para que sea
fiesta debe haber música y baile, comida y cerveza, sobre todo de esta última.

126
Hombre, mujer y muxe' en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

Una fiesta, pachanga o reunión de carácter festivo siempre presupone, además de una inversión
considerable de dinero, un intenso trabajo colectivo para su preparación y una fuerte capacidad
organizativa. Para realizarla intervienen los miembros de la familia, los vecinos, los compadres,
las comadres y los amigos invitados. Desde su preparación la fiesta junta a una multitud de per­
sonas cuyos vínculos económicos, sociales o de parentesco se reafirman, subrayando el sentido
comunitario de la vida, en contraposición al individualismo que priva entre los “mexicanos”.

Aquí todos ayudan, los vecinos, los parientes, todo se hace en común, no es como en la capital. Ahí
cada quien agarra por su lado, no hay amistad.

En las fiestas ayudan todos. Los vecinos ayudan y se hace la fiesta, pues las fiestecitas aquí son la
diversión, son la costumbre.

La gente participa más en la fiesta, ahí sí cooperan, son gente que le gusta el ambiente de música,
cooperan más por este lado.

Cada quien aportará algo, según sus posibilidades y los lazos que lo une al que hace la fiesta y
también de acuerdo con lo que le toca para corresponder a la ayuda que en otra ocasión esa
misma persona le ha brindado. Las comadres y vecinas se juntan para hacer los tamales, otras
mujeres ayudan a picar los camarones y los ingredientes para su preparación, otras prestan
ollas y bandejas, algunas dan de comer a los que llegan a ayudar; niños y niñas también
cooperan yendo a los mandados, barriendo, arreglando o cuidando de los hermanitos más
chicos. Los hombres de la familia y sus amigos montan la enramada, matan la res, cargan leña
o útiles pesados, van por el hielo, los que pueden ponen a disposición su vehículo, sea carreta,
carro o camioneta, para transportar los enseres, el compadre o familiar procura conseguir a
buen precio el pescado o la res para el anfitrión, otros familiares y amigos ayudan a servir a los
invitados y así “rápido se arma la fiesta, con la colaboración de todos”. Pero a la cabeza de toda
la organización y del manejo del dinero siempre estará una mujer, la anfitriona de la fiesta o la
mayordoma: ella se ocupará de distribuir las tareas colectivas e individuales, ella sabe cuánto,
cómo y dónde comprar, cuántos cartones de cerveza y cuánta comida manejar, a qué cocinera
contratar para preparar el caldo de res, a qué grupo de cumbia, banda, técnico de sonido, video
y anexos contratar.
Las reglas de obligaciones monetarias pueden representar, para los estratos más pobres,
demasiada carga económica; sin embargo, la gente siempre se inclina hacia el cumplimiento de
la costumbre. De tal manera que no es raro escuchar el comentario: “Hay crisis, no hay trabajo,
pero para el ‘cartón’ y la pachanga siempre hay dinero, quién sabe de dónde, pero siempre hay.”
Para torear el problema se ha puesto de moda buscar madrinas y padrinos que solventen al­
gunos gastos, pero esto no es más que una variante del tequio y una forma de endeudamiento,
ya que queda la obligación moral de “pagar” el favor recibido. Los políticos son muy solicitados
como padrinos, debido a su prestigio, porque se piensa que es su obligación, “pues tienen
dinero" (que es “dinero del pueblo”) o porque en las elecciones votaron por él y se espera que
en un futuro ayuden también en momentos más importantes para conseguir un puesto, un
trabajo, una recomendación con el juez. ¡En fin, nunca se sabe qué depara el precario destino!
Preferiblemente se le encargará a un muxe’ la decoración del espacio, la preparación de un pla­
tillo especial, la confección del traje de la mayordoma, el arreglo floral de la cruz o del santo al

127
Marinella Miaño Borroso

que está dedicada la fiesta y la coreografía de las danzas, en el caso del festejo de los 15 años o de un
cumpleaños o una boda; las mujeres acuden a un muxe’ para que las peine y las maquille. Asimismo,
se le pide que atienda a los invitados, ya que tienen fama de tener gracia en sus modales.

Fiesta sin muxe’ no es fiesta. Le ponen quién sabe qué, pero cuando están ellos se hace más
ambiente.

Normalmente las fiestas tienen un carácter público, se realizan en la calle, en la parte delantera
de la casa o, cuando se trata de fiestas menores, en el patio de la casa. Cuando se hacen en la
calle se dice que es “fiesta grande”, ya que habrá “conjunto” (de música), ha costado mucho y
en ella participan no solamente los invitados, y los invitados de los invitados, sino toda la
“cuadra”, o sea, los vecinos, además de uno que otro colado que pasa por ahí. El área de la fiesta
se delimita tendiendo un techo de buen tamaño, que anteriormente era una enramada de
carrizo que montaban los hombres y que actualmente está formado por un telón de lona
sostenido por palos enterrados en tambos. Éste, junto con fas neveras, el hielo y las sillas, lo
presta y monta la empresa cervecera, cuya política comercial ha sabido aprovecharse muy bien
de la “costumbre” y del gusto “pachanguero” de los zapotecos para, a cambio de la infraestruc­
tura que obsequia, vender más y más, al punto de que mucha gentr afirma que ahora fas fiestas
tienen como único objetivo emborracharse.

Pues han degenerado mucho. Antes era otra cosa. Ahora todo es un pretexto para estar bebiendo.
Ahora es la principal razón.

Alrededor del espacio central destinado al baile se disponen varias filas de sillas para los invi­
tados y, hasta atrás, las neveras repletas de cerveza que se mantiene fría con barras de hielo
picado. Los hombres se encargan de destapar fas botellas y administrar las neveras.
Los espacios siempre están separados y definidos para los dos sexos: las mujeres ocupan fas
sillas del centro; los hombres, aun los maridos, se sientan hacia la periferia y las neveras. Los
muxe’ invitados, si son muy afeminados o travestís, se sientan con fas mujeres y, si no, con los
hombres. Los travestís se sientan, bailan e interactúan casi exclusivamente con las mujeres, por
supuesto lanzando miradas de coquetería asesina a los muchachos. También los niños, sobre
todo las niñas, participan o más bien se favorece su participación y, entre un bocadillo y un
refresco, aprenden a bailar cumbia y sandunga y a cumplir con la costumbre.1

1 Esta estructura básica de la fiesta y la contribución por parte de los invitados se usa en todos los pueblos del
Istmo, pero la gente de Juchitán considera que lo que la distingue de las otras comunidades zapotecas de la región
es que devuelven la contribución duplicada o triplicada en comida y cerveza. En otras comunidades, por ejemplo
Tehuantepec, San Blas o Espinal.se apunta en una hoja el nombre de la invitada y la cantidad de la limosna donada,
para tener una cuenta exacta de lo que se recibe y lo que se debe. Sin embargo, este uso escandaliza a las tecas, que
consideran que no se necesita de papeles para saber cuánto, cómo y cuándo devolver lo recibido. También se
acostumbra, en otras comunidades zapotecas de la región, que sea el mismo mayordomo el que venda a los
invitados los cartones de cerveza que la compañía cervecera le da en depósito. De esta forma, prácticamente puede
sufragar todos los gastos que le ocasiona la fiesta y, eventualmente, ganar algo más. Por esto los juchitecos dicen
que la fiesta en los otros pueblos “se ha vuelto negocio". Asimismo, consideran que hay otras diferencias que hacen
de las fiestas de Juchitán las más bonitas zapotecas, como la manera de bailar la sandunga y los sones y, sobre todo,
la atención que se presta a los invitados.

128
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

Las costumbres uno las va adquiriendo en la familia. Es por eso que las gentes, cuando van las niñas
a las Velas, no lo ven mal, al contrario, así las niñas nunca van a perder su amor por su Vela. En vez
de que les diera coraje que los niños asistan a las fiestas de los grandes dicen “así nunca se van a perder
las Velas". Les da alegría.

Lo que nunca he visto en las fiestas juchitecas son indígenas de otras etnias, ni mixes, ni zoques,
ni huaves, a excepción de un poeta zoque, cuyo nombre emblemático es Dionisio, y que es casi
una institución regional y uno de los tantos “mitos vivientes". No invitan a otros porque no
hablan otro idioma y están considerados “indios”; además, como las fiestas son una celebra­
ción reiterativa del grupo zapoteco en cuanto tal y de sus costumbres, los “otros” lógicamente
no tienen cabida. Pero casi nunca faltan extranjeros, para lo cual a las mujeres de afuera se les
presta un traje regional para que lo luzcan como puedan, aunque sean blancas, rubias y flacas.
A la entrada de la fiesta las taberneras venden el “cartón” de cerveza, que representa la
contribución de los invitados al momento de entrar a la fiesta. En general es obligación del
varón llevar el cartón cargado en la palma de la mano encima del hombro; la mujer contribuye
con una cantidad en efectivo, la “limosna”, que entrega a la señora de la casa envuelta en una
servilleta de papel. Sin embargo, si llegan dos o más mujeres sin compañía de varones, como
es más frecuente, una de ellas se encargará de comprar el cartón, pero una dama de verdad
no lo carga, sino que se lo pide a algún muchacho a cambio de una propina. El cartón incrementa
rápidamente el depósito de la nevera, aunque se acaba con igual rapidez, ya que para un
juchiteco es punto de honor que un invitado nunca se quede con las manos vacías esperando
a que le sirvan.
La fiesta, dicen, es para divertirse, pero también sirve para otro tipo de socialización, como
reafirmar los lazos de solidaridad entre individuos, familias o grupos, o bien expresar las
rivalidades, los conflictos y las fisuras sociales.

En las fiestas pasa de todo, a veces se componen problemas que no tenían arreglo, problemas de
trabajo, familiares, de matrimonio... ya ves cómo es la vida... Pero también surgen pleitos, por
cuestiones políticas, por rivalidades entre familias o por algún disgusto entre socios o por mujeres.

La fiesta o pachanga puede ser una buena ocasión para arreglar negocios y es frecuente que,
entre una cerveza y otra, en una atmósfera de convivencia y fraternidad propiciada por la
concepción niveladora de la fiesta, se arreglen asuntos que no encuentran solución en los
despachos o en el mercado. También es una buena ocasión para que los novios, los potenciales
o los de facto, puedan verse, platicar, cachondear eventualmente, pues la situación favorece los
encuentros y el control familiar se relaja. Por supuesto, es una ocasión excelente para la circu­
lación e intercambio de información acerca de todo tipo de acontecimientos que conciernen
a la comunidad, pues el sistema de chismes no tiene descanso, y menos en una fiesta. Pero
también hay incidentes de violencia y agresión social, sobre todo en situaciones de gran efer­
vescencia política y generalmente bajo el efecto del alcohol, o episodios de enfrentamiento
entre individuos que pertenecen a grupos, familias o facciones contrarias. Otro motivo frecuen­
te de pleito entre hombres se relaciona con “cuestiones de faldas, ya ves, los celos, los cuernos,
reales o imaginarios, que le faltaron al respeto a mi mujer, ya sabes”. En general la violencia
la originan los jóvenes varones, y rara vez los ancianos. En el caso de un enfrentamiento entre
dos hombres adultos, éstos se las arreglarán con una competencia limpia de “porrazo” -una

129
Marinella Miaño Borroso

modalidad zapoteca de lucha libre- que involucra exclusivamente a los dos contrincantes y
termina con el aplauso general cuando uno de los luchadores acaba inmovilizado en el suelo.
Ahí acaba la contienda, sin repercusiones significativas, fuera de los comentarios intermina­
bles. En ocasiones, en cambio, pueden aparecer en escena cuchillos y pistolas. La Vela de los
Pescadores, por ejemplo, tiene fama de acabar frecuentemente en pleito y, en más de una
ocasión, éste ha sido motivo de interrupción de la fiesta. En cuanto empieza una pelea las
mujeres se alejan de la contienda, entre aterradas y profundamente molestas de que se les eche
a perder una diversión para la cual han trabajado tanto. En realidad las mujeres temen a los
hombres, ya que los consideran agresivos y violentos por naturaleza, sobre todo bajo el efecto
del alcohol. Pero solamente ellas pueden manejar la situación y saben cómo calmar a un
hombre borracho, alejarlo de la pista con infinita paciencia y sentarlo con los otros hombres
o llevarlo a su casa. En estos casos existe un acuerdo informal entre mujeres para solucionar el
problema: nunca se abandona a una persona borracha.
Algo que las mujeres no logran resolver en las Velas más populares es la invasión de la pis­
ta de baile por parte de muchachos que no tienen invitación formal, pero que quieren presenciar
el baile y tomar todo lo que puedan por medio de algún amigo invitado. Llegan en grupo, a
veces ya borrachos, y se paran en el espacio que está libre de sillas, reduciendo enormemente
el espacio para bailar. En la última Vela de San Vicente a la que asistí la pista era tan reducida
que solamente tres parejas de mujeres podían bailar cómodamente un son. Si se considera que
esta Vela es multitudinaria, que participan no centenares, sino miles de personas, se puede
tener una idea del problema que causan estas hordas de muchachos, a los cuales las mujeres
tienen miedo de enfrentar. Yo, que tengo un temperamento que se sulfura con cierta rapidez,
después de tres cumbias que no me dejaron bailar en paz reaccioné con indignación contra un
grupo de muchachos que se esmeraba en molestar a las pocas damas que trataban de bailar. La
reacción de las mujeres presentes fue jalarme y alejarme de la pista, aunque al mismo tiempo
comentaban, con la misma indignación, la presencia de "estos chamacos babosos que nadie
invitó”. Ninguna de ellas se enfrentó a los muchachos y, con total resignación, siguieron elu­
diendo el problema que les impedía participar a gusto y divertirse en una fiesta que les había
costado mucho esfuerzo. Me impresionó esta incapacidad de controlar aun a los muchachos,
hijos, sobrinos o parientes, y el temor que les tenían. He visto que cada año aumenta este pro­
blema y que en las Velas más populares se va restringiendo el espacio físico de esparcimiento
de las mujeres.
Las fiestas particulares se han incrementado notablemente en los últimos años.2 Pero no es
sólo ayuda mutua laque aumenta el número de festejos. Una gran parte de los gastos necesarios
para montar una fiesta es sufragada por las agencias cerveceras. “Mamá” Corona y “tía” Carta
Blanca intervienen oportuna y abundantemente en el patrocinio de las fiestas, aunque sean
privadas, con el préstamo y montaje de la “ramada”, las sillas, las neveras, el hielo, la publicidad
por medio de la televisión y la radio locales e incluso, en algunos casos, mediante regalías de
dinero, cartones o el pago de actividades o de los músicos. Por ejemplo, en ocasión del décimo

2 A excepción de las Velas, que empiezan a las 9 de la noche y duran hasta el amanecer, las otras fiestas se realizan
durante el día, i partir de las 2 de la tarde, y terminan por la nochecita, desafiando cualquier malestar que pueda
causar el calor intenso, al fin y al cabo ahí están las cervezas para contrarrestar sus efectos. Me decían que an­
teriormente se acostumbraba empezar a las 12 del día para servir una comida abundante que suponía matar una
o más reses, pero los rigores de la crisis económica hicieron que se pospusiera el horario para que los invitados
vayan ya comidos y ofrecerles sólo bocadillos que, de cualquier manera, siempre son abundantes y variados.

130
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

aniversario de un famoso bar de Juchitán la Corona pagó parte de la remodelación del espacio, la
impresión de las invitaciones, el catálogo de las obras pictóricas que se expusierony el conjunto
de música, además de regalar un discreto número de cartones de cerveza para ofrecer a los
invitados. Obviamente, con la venta de las cervezas esta inversión le regresa duplicada y, en el
caso de una Vela, triplicada o más. En una fiesta particular al menos el montaje de la lona, el
préstamo y transporte de sillas, neveras y hielo por parte de la compañía cervecera son de rigor.
Esto da una visión somera de cómo la economía familiar y comunitaria está indisolublemente
vinculada a la política comercial y a las motivaciones económicas de las agencias cerveceras.

Las Velas

Las fiestas más bonitas son las de mayo, las Velas son las más importantes; también las bodas, los
bailes son buenos, pero no como las Velas.

Aquí la Vela es una fiesta propia y es esperada por todos en la población. Es como un ciclo más que
se anuncia de vida y de trabajo.

Las fiestas principales del pueblo se liaran Velas y se celebran durante todo el mes de mayo,
coincidiendo con la siembra y el inicio del ciclo agrícola. Vela se le nombra a una festividad de
origen antiguo que un grupo de personas lleva a cabo con el fin de festejar a sus santos, sus
actividades, sus productos y sus nombres.3
La Vela Guelabe’ñe’ (“lagarto”), dedicada al animal totémico que representa a la “raza” za­
poteca, es la más antigua y empieza con una larga peregrinación a la capilla del Lagarto, a la
orilla de la Laguna Superior. La Vela Guzebenda o de los Pescadores está dedicada a la actividad
de éstos, la Vela Cantarito a la alfarería y la de Cueteros a los fuegos pirotécnicos. La Vela Biadxi
(“ciruela”) se celebra cuando maduran las ciruelas. Finalmente las grandes Velas o fiestas titu­
lares en honor de los santos4 se festejan en la última semana de mayo, en especial la Vela de San
Vicente, que se divide en dos: la Vela San Vicente Huini (“chico”) ySan Vicente Gola (“grande”),
la San Jacinto y la San Isidro Labrador, patrono de los campesinos. En los primeros días de
junio se realiza la Vela San Antonio de Padua, santo que, según la tradición popular, proporciona
novios a las muchachas y cuya celebración, desde hace más de cinco años, ha sido acaparada
por los muxe’ del barrio de Cheguigo. En agosto se celebra la Vela Agosto, dediada a la Virgen
de la Asunción. Los apellidos Pineda y López, que son los más abundantes y prestigiados, el
primero por ser el más antiguo y el segundo porque en Juchitán hay una familia muy rica que
lo porta, se festejan en septiembre. La Vela en sí es un gran baile que repite la estructura descrita
anteriormente y se hace bajo un gran toldo de manta blanca que, desde un sostén central, se
extiende para cubrir toda la pista y los puestos hasta la enramada que circunscribe el espacio
de la fiesta. Anteriormente los socios colaboraban en la construcción de la enramada de palma
que cubría el espacio del baile y los costados. Los hombres "iban al monte” a recoger las pal­
mas y los palos necesarios para construir la “ramada”, cooperación y socialización intragénero5

5 La lista del orden de realización de las Velas celebradas en la temporada en que hice este estudio se encuentran
al final, en el apéndice 4.
4 En 1857 Juárez dio a Juchitán el título de Villa y le otorgó una semana de feria con exención de impuestos, pero
los juchitecos extendieron las festividades mayores a todo el mes.

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Marinella Miaño Borroso

que hacía lucir los saberes y las capacidades personales. La moda afrancesada, introducida du­
rante el Porfiriato por doña Cata Romero, sustituyó la enramada por el toldo blanco y aportó
los espejos que adornaron por un tiempo los costados, que actualmente ya no se usan en
Juchitán.5 A la entrada de la pista de baile las taberneras ponen sus puestos de cerveza con unas
cuantas sillas para los clientes; aquí acuden los hombres que quieren participar en el baile pero
que no disponen de la invitación formal de un socio. Las damas nunca beben en estos puestos,
sólo lo hace “una prostituta vulgar” o “una mujer cualquiera”.
La Vela empieza a las 9 de la noche y dura hasta el amanecer. En el centro de la pista de baile,
a las 12 de la noche, se entrega la mayordomía, simbolizada por una vela adornada de flores,
al mayordomo entrante, mientras un diputado gola (“anciano”) pronuncia el libana. Al día
siguiente se celebra la misa en honor del santo o la cruz con un almuerzo ofrecido por los
mayordomos a los invitados que los acompañaron al Templo. Al otro día, de las 2 de la tarde
a las 8 de la noche, se hace la Lavada de Olla, una fiesta para los parientes y amigos más íntimos.
Esta reunión es todavía más bonita porque no tiene la formalidad de la anterior y el ambiente
se suelta y alegra más rápido. Todavía hay un pilón a la fiesta en el tercer día, el Recalentado,
fiesta más chica pero igual de alegre, en la cual participan exclusivamente los familiares y los
vecinos que ayudaron en la preparación y realización de la fiesta grande. Si hay posibilidades
económicas las Velas se pueden prolongar más días, como la de San Jacinto, que en dos años
consecutivos festejó tres días de Recalentado con todo y conjunto.
Las fiestas titulares de la última semana de mayo, es decir, las Velas mayores dedicadas a los
santos, se anuncian por medio de una Calenda y cuentan con la Regada de Frutas o Regada de
Flores, un desfile de carros alegóricos (creación de los muxe’, que se distinguen en este arte),
carretas adornadas tiradas por bueyes, que antaño llevaban a las muchachas luciendo el traje
regional y derramando al público flores, y caballos montados por adolescentes y niños. Ac­
tualmente las carretas, si bien permanecen en el desfile, no llevan a las muchachas, pues han
sido sustituidas en esta función por camiones o trailers, así como la fruta se ha sustituido por
objetos domésticos de plástico. Algunas Velas han desaparecido, pero en su lugar se festejan
otras que nacen para celebrar alguna fecha importante o a algún gremio o grupo nuevo. Por
ejemplo, la Vela 5 de Septiembre celebra la victoria sobre los franceses, la Vela de las Taberneras
conmemora su reconocimiento jurídico y de su sindicato, la de los Maestros Democráticos
nace en honor de sus luchas en el movimiento de maestros de Oaxaca. En realidad éstos son
bailes populares, pues carecen de santo patrón y de los rituales que acompañan a las fiestas
tradicionales, pero también se les nombra Velas porque reúnen, en lo que concierne a su
organización y realización, todas las características consagradas por la tradición. Últimamente
hasta la Carta Blanca, la Corona y la Casa Domecq hacen fiestas autocelebrativas, a las que
también llaman Velas, cuyo mayordomo es el gerente en turno y cuyos gastos corren por cuenta
de la empresa. Las fiestas ofrecidas por las compañías cerveceras son bastante concurridas por
mujeres y muxe’, que por nada del mundo se perderían una ocasión de diversión y menos si es
gratis. La Vela Domecq, en cambio, brilla por su desolación y por su símbolo puesto a la
entrada: una enorme botella de Don Pedro de plástico infiable.
Cada Vela está organizada por una Sociedad cuyo número de socios varía según el tamaño
de la fiesta. Esta Sociedad nombra cada año al mayordomo o se encarga de realizar la fiesta en5

5 Toldo, adornos, mantas pintadas, ceras, floreros, etc. son propiedad de la Sociedad de la Vela y se guardan en un
baúl que permanece en la casa del mayordomo en turno.

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En las "Velas Juchitán ’95"

Patrocinador Oficial
Carretera Juchitán ■ ¡xtaltepec km. 15 tcl: I- 1572.1- 123.

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Marinella Miaño Borruso

el caso de que no se encuentre el mayordomo. Originalmente la Sociedad de la Vela estaba


integrada por vecinos que compartían la misma actividad y el mismo territorio; con el paso del
tiempo la expansión demográfica y de la ciudad provocó que las sociedades se fueran in­
crementando, con la entrada de otros miembros que pueden vivir en otros barrios y dedicarse
a otros oficios. El ayuntamiento, además, ha definido las áreas del centro destinadas a la
realización de las Velas.

Los ricos son los que hacen las Velas del centro. Ahora, por la escasez de tierra, los pobres las hacen en
su mismo lugar, en el centro. Anteriormente el centro estaba para las Velas de los ricos, para los pobres
en su zona. Por ejemplo, la Vela Guelabe’ñe es “lagarto”, hay un río que se llama así y tenía mucho
lagarto y los campesinos de esta zona se organizan y hacen la fiesta.

En las Velas participa gran parte de la población, las casas se vacían, sólo queda algún familiar
anciano para cuidarla.6

Lo más bonito de Juchitán son las Velas. Todo el mes de mayo es bien bonito por las fiestas, llegan de
afuera para ver cómo se pone alegre.

Las Velas son ceremonias que toda la población espera ansiosamente sin distinción de clase,
sexo ni edad. De alguna manera, durante todo el año se hacen los preparativos para las fiestas;
las mujeres ahorran para mandar hacer un nuevo traje o comprar otra joya para lucirla en la
Vela a la que pertenecen por ser socias o porque es la que corresponde a la zona donde viven
-por lo general es por ambos motivos-. Una familia pertenece a la Vela como antiguamente
pertenecía a un calpulli, que comprendía el doble elemento de parentesco y territorialidad,
asociado a la actividad productiva. La pertenencia a la Vela se trasmite por vía materna, pero
la mujer casada tiene obligación de participar activamente en la Vela del marido.

Mi abuelita, cuando iba a morir, se preguntaba qué iba a ser de su Vela. Yo le decía “no te preocupes,
yo voy a seguir” y ya, mi abuelita feliz de que yo me encargara de la Vela, y ya soy guzana, miembro
de la Vela.

En la Vela las mujeres deben llevar traje regional bordado o tejido o de cadenilla con su holán
blanco, su refajo bordado, su arreglo floral en las trenzas y, sobre todo, sus oros. Las joyas del
Istmo son de una suntuosidad asombrosa. La cadena más apreciada en todas las clases sociales
y la de más valor, obviamente, es la de centenarios entrelazados e incrustados en una filigrana
cuyo barroquismo recuerda los medallones de las mujeres pintadas en los cuadros hispanos del
siglo xvn o de las monjas cuyos retratos decoran los austeros muros del convento de Tepozotlán.
Naturalmente no se trata sólo del valor monetario de la alhaja, sino, y tal vez principalmente,
del juego de saberes y significados que expresa. No es lo mismo una filigrana hecha por ta Betto

‘ En todas las ciudades de la República donde existe un nutrido grupo de zapotecos la primera forma de agre­
gación étnica es la celebración de una Vela. En la ciudad de México, a lo largo del año, se celebran varias Velas,
ya que no solamente los juchitecos, sino los de Tehuantepec, de Espinal, de Ixtepec e incluso de Salina Cruz se
organizan para festejar a sus santos. Estas Velas se realizan en un salón alquilado, la comida y la vestimenta que
domina es la tradicional, se consume brandy en lugar de cerveza y, como diferencia notable respecto a las origi­
narias, a los invitados se les cobra una considerable suma de dinero.

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Vela San Isidro Labrador

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Marinella Miaño Borroso

que una hecha por algún desconocido; tampoco es lo mismo un huípil hecho por Cidral, un
muxe’ muy prestigiado por sus bordados, que uno comprado en el mercado o bordado a
máquina, por más bien hecho que esté. Por medio de las alhajas y del traje se realiza una lectu­
ra rápida de la clase social de su dueña: si es rica o pobre, si es de la séptima o del centro, si es
una nueva rica o de una familia antigua, y su origen étnico: si es teca o de otra comunidad de
la región, si es fuereña a secas o aculturada al estilo zapoteco, y, consecuentemente, esto da la
pauta para la forma de relacionarse. La Vela Pineda, por ejemplo, es una competencia feroz
entre mujeres de clase alta. Esta Vela no se realiza en la calle, sino en uno de los salones más
exclusivos de la ciudad y las invitaciones son estrictamente personales. La cantidad de oro que
las mujeres lucen en esta ocasión es, esencialmente, la exhibición de su poder social, además de
un llamado abierto a ios asaltos. Tampoco hay puestos de taberneras a la entrada, ya que nadie
puede entrar sin invitación previa. No se admiten travestís, sólo muxe' de tipo masculino y con
cierto prestigio social. Una vez causó gran escándalo la presencia de Rocío, un travestí muy
guapo y femenino, que por un error de percepción fue invitado a bailar por un apuesto joven
de una familia de renombre. Las señoras se sintieron muy ofendidas, pues “¡cómo es posible
que con tantas muchachas de verdad y guapas, el muchacho baile con un joto!”.
Los juchitecos están muy orgullosos de su carácter hospitalario y de saber recibir y atender
con cariño a los fuereños; les gusta -más bien les encanta- que la gente de afuera aprecie sus
costumbres; cuanto más demuestre sentirse bien y alegre una persona, cuanto más converse,
beba, baile, en fin, cuanto más participe, será aceptada e integrada al ambiente con más facilidad.

No nos gusta la gente aguada, hay unos que van y no toman ni bailan ni participan, no se divierten
pues. ¿A qué van entonces?

Con la misma vehemencia subrayan el carácter comunitario y fraternal de sus convivios. “En
las fiestas no hay diferencias de clase o de posición social. Los tecos de verdad participan todos
de igual manera y todos se juntan a beber y convivir”, dejando para otros espacios y otros
tiempos las diferencias sociales. “Igual bebe el patrón junto al obrero o al campesino, igual
comen, igual se divierten?

La fiesta es una sola, casi no hay diferencias sociales. Para los ricos quizá hay diferencias, pero son los
ricos nuevos, porque la gente teca teca que ha trabajado toda su vida no hace diferencias.

Sin embargo, también hay quienes perciben y condenan la acentuación de la diferenciación


social, sobre todo refiriéndose a los nuevos estratos de ricos que ha formado la sociedad de
consumo.

Fíjate que la gente rica no se mezcla tanto con los pobres. Si una señora que tiene dinero va a una
fiesta de una familia humilde se queda un rato pero no toma como ellos. Las mujeres ricas toman y
se emborrachan en sus fiestas, entre ellos, pero no en las del pueblo, no quieren problemas, quieren
mantener una posición diferente frente al pueblo.

Un mes antes de la Vela d mayordomo celebra en su casa la Labrada de Ceras, un ritual de carác­
ter festivo en el que el mayordomo ofrece una comida a todos los miembros de la Sociedad, un
festín acompañado por música, generalmente de banda. Antiguamente, antes de que hubiera

136
El Convite

Procesión de los mayordomos a la iglesia

137
Marinella Miaño Borruso

electricidad, se usaban velas para la iluminación y, por lo tanto, cada año en esta ocasión se
fundían las ceras de las velas ofrecidas al santo el año anterior y se volvían a labrar, así como
se labraba el cirio para el intercambio de la mayordomía. Actualmente se utilizan en la misa de
mayordomía que se celebra uno o dos días después del baile. Desde hace unos años algunas
Velas tienen una reina nombrada por el mayordomo entre las muchachas solteras de su familia.
Ésta es coronada por una autoridad municipal antes del baile. También antes de que éste
empiece los músicos recorren las calles recogiendo a los socios para llevarlos a casa del mayor­
domo donde, desde temprano, se encuentra una banda tocando música regional, llamada son
yaa -son sencillo-, y todos juntos se dirigen al baile acompañados por la música.
Así como existe una correspondencia entre el sistema festivo y la cultura, por la cual los
juchitecos, como colectividad, identifican a las Velas como uno de los rasgos fundamentales y
distintivos de la cultura zapoteca, también hay una correspondencia entre cada Vela y los di­
ferentes sectores sociales. Los pescadores pertenecen a la Vela Guzebenda que se organiza en la
séptima sección, en la periferia sur de la ciudad. La gente rica del centro o de otras secciones
no va a esta Vela, a menos que el socio que invitó sea un pariente próximo o, por lo menos,
persona de mucha confianza, ya que la Vela Guzebenda es de los pobres y, aunque sea preciosa
y bastante lujosa, tiene fama de acabar siempre en pleitos, además de hacerse en una zona que
se considera peligrosa. Algunas Velas se han dividido por cuestiones de dinero, pleitos persona­
les o políticos; así, la Vela San Isidro se ha separado en dos sociedades que festejan dos Velas
distintas: la San Isidro Norte y la San Isidro Sur. En la primera -que exige estrictamente a las
mujeres el traje regional de gala (es decir, de terciopelo o piel de ángel bordado y con holán de
encaje) y a los hombres pantalón negro y guayabera blanca- están representados los campesinos
ricos, empresarios, comerciantes y funcionarios de la clase alta o media alta, mientras que en
la otra están representados los campesinos pobres y el pueblo en general. La mayoría de los
homosexuales del pueblo se identifica con la Vela San Jacinto, aunque no pude averiguar por
qué ni qué tiene que ver San Jacinto con ellos.7 También la Vela Angélica Pipi, cuyo emblema
es la cruz de la capilla con el mismo nombre, se ha escindido en dos sociedades por motivos
políticos. Incluso la Vela grande de San Vicente se ha dividido, por razones económicas y de
rivalidad entre socios, en dos sociedades que festejan, una, la imagen de San Vicente Gola, que
es la más antigua, y otra, la de San Vicente Huirá. Las Velas dedicadas a las actividades artesanales,
como la de los Cueteros o del Cantarito (alfareros), son más bien de los pobres y un miembro
de la clase alta no las toma en consideración; del mismo modo, los pobres no van a la Vela
Pineda, aunque tengan este apellido, porque está hecha por y para la clase alta y se hace en un
salón de baile alquilado porque las señoras de la burguesía zapoteca tienen “su propio estilo
para emborracharse, dicen que no son tan vulgares como las pescadoras” y les da miedo que les
roben la asombrosa cantidad de oro que exhiben en esta ocasión. Sin embargo, las Velas de San
Vicente Ferrer son de todos los juchitecos, sin distinción de clase, edad ni sexo, ya que el
sentimiento que, en definitiva, une a los ricos y los pobres es la reverencia al símbolo primordial
de la comunidad: el santo patrono. No obstante, tampoco las Velas de San Vicente están exentas
de la conflictiva política y las contiendas electorales, así que la de San Vicente Gola, por ejemplo,
se considera de los priistas, pues la mayordomía es casi siempre acaparada por renombrados
militantes de este partido.

’ Una explicación bastante grosera pero muy difundida es que las primeras letras del nombre del santo, San
}a(cinto) suenan a “zanja”, que en este caso funciona como metáfora para aludir a la separación entre las nalgas.

138
Hombre, mujer y muxf.' en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

Las fiestas patrias

Sí, aquí se celebra el 16 de septiembre, el 20 de noviembre, el Grito. Muchas de las personas saben qué
se celebra pero no saben qué significa, no sabemos por qué hay desfile el 20 de noviembre. Desfilan las
escuelas, participan los partidos políticos, pero el pueblo no participa ni se interesa.

¿Qué pasó el 16 de septiembre? Ahí sí que no sé... ni el 5 de mayo. Tal vez la gente más vieja si sepa.
Cuando hay desfile veo que sólo los viejitos se quitan el sombrero.

Cuando el Grito, uno se reúne o va al Palacio y se queman los toritos y es bonito porque hay baile, pero
no sabemos por qué, la gente que sabe estaque lo aprendió en la escuela. Yo no he ido y no sé de estas
fechas.

Sí sé que en septiembre es la fiesta déla Independencia, cuando ganamos a los franceses, pero el 20 de
noviembre no sé.

Con este tipo de comentarios podría llenar varias páginas y demostrar que la gente del pueblo
no siente las fiestas patrias como algo propio; de ellos es la Vela, la fiesta por excelencia de la
patria chica, pues la patria grande queda lejos y sólo se aprende en la escuela. Pero los ancianos
tienen otros recuerdos y en algo se identifican con estas fiestas porque lucharon en la Revolu­
ción o en los conflictos posrevolucionarios, o bien porque sus padres participaron en los movi­
mientos de fin de siglo y les contaron la historia de la nación como la aprendieron en el campo
de batalla.

La mayoría de mis amigos siente lo mismo que yo, se emocionan por los que dieron sus vidas por la
patria ch ica, porque es darla para la patria grande, yo admiro a los héroes de la Independencia.

Para los jóvenes el desfile es parte de sus obligaciones escolares, se divierten yendo en bola con
sus compañeros para competir en gimnasia y tocar las tamboras, les da gusto comprarse
zapatos y prendas nuevos, las muchachas exhiben sus bonitas piernas con los uniformes.de
minifalda confeccionados para la ocasión. Se divierten todavía más en el gran baile popular
de la noche, frente al Palacio, con el conjunto tropical que contrata el municipio. Ahí sí, en la
noche del Grito, acude todo el pueblo, aunque gran parte de la gente no sepa a ciencia cierta
por qué se grita. Hay feria y juegos mecánicos, se venden dulces, “garnachas” y aguas frescas; en
fin, aunque muchos no sepan qué se celebra, se trata de una fiesta. Sobre todo para los jóvenes
la actividad de la noche es de lo más divertido: los novios se encuentran, van a los juegos, a
bailar lambada, todos apretados mezclando sudores y humores, comen dulces, toman cerveza;
las muchachas lucen unos espeluznantes vestidos de acrílico con ornamentos de chaquira, las
espaldas desnudas, jálandose todo el tiempo el escote hacia arriba, que tiende infaliblemente a
deslizarse bajo los senos por la falta de sostenes; varones y muchachas llevan un copete de pelo
enresinado y tieso, así como dicta la moda en las revistas del submundo farandulesco; los muxe’
van tomados de los brazos, bien apretaditos como vírgenes en su primera salida, lanzando
miradas fulminantes a los muchachos bien fornidos. Es la feria de la cursilería.
Si bien en las entrevistas todos se apresuran a decir: “No, aquí esto de las fiestas patrias no
nos concierne, aquí es Juchitán, en las fiestas patrias no hay tanta efervescencia como en otros

139
Marinella Miaño Borruso

lugares, como en el D.E”, algo esconde esta muJtideclamada y reiterada autoexclusión de las
celebraciones patrias. Lo que he observado en estas ocasiones, en particular en la celebración
de la Independencia, es que la imagen proyectada no parece corresponder al sentir visceral e
inconsciente. Es cierto que no existe la exuberancia ni el entusiasmo que se ven en las fiestas
locales, sin embargo, los vecinos se juntan para festejar con alguna comida la ocasión; las fa­
milias se reúnen alrededor de una guitarra, que este día acompaña a viejas canciones románticas
que la mayoría de los mexicanos, desde el norte hasta el sur, conocen por haberlas escuchado
en el radio o en el cine, baladas cantadas por Pedro Infante o Jorge Negrete; después de unas
cuantas cervezas ya se empieza a escuchar la música ranchera de José Alfredo Jiménez, aparecen
los corridos con más frecuencia que en otras ocasiones, la sensibilidad nacionalista se desliza
entre los pliegues de la historia y hace su aparición en los momentos y en las formas más
imprevisibles, entre botella y cartón, con agallas insospechables. Entre la gente de clase media
la sensibilidad nacionalista se acentúa notablemente conforme se acerca el día del Grito. Los
mismos temas de política o cultura que el día anterior, como extranjera radicada en México,
platicaba en total libertad con mis amigos zapotecos, en recíproca comprensión y mutuo acuerdo,
no se podían expresar con libertad en esta fecha e incluso la menor observación -que a veces no
tenía nada que ver con d país- se volvía una agresión a la cultura nacional. Si el día anterior
habíamos convenido coram populi que “el actual gobierno es autoritario, traidor y está vendiendo
al país”, dos horas antes del Grito resultaba que no era cierto, que México es la fortaleza de la
democracia, que “no hay otro país como México” y que todos los males nacionales que se padecen
derivan del trágico acontecimiento que arrastra México desde hace 500 años: la Conquista.
Lo que las élites nacionales celebran como “encuentro de dos culturas”, a nivel de pueblos
y etnias se sigue viviendo como conquista e invasión, y este sentimiento de conquistados se
alimenta continuamente y se hace más profundo en la medida en que avanza la “modernización”,
la privatización de las empresas, de las tierras, de los bancos y de la economía en general. El
Banco Mundial merodea, como nuevo fantasma del mundo moderno, las conciencias de los
hombres, fomentando viejos temores y rencores.

Llegan los dxu’ y nos van a apretar el cuello como antes.

El discurso nacionalista y aztequista del Estado, en periodos de celebraciones, borra la realidad


histórica y social actual, el tiempo vivido, las diferencias sociales, políticas y culturales, las
oligarquías y las corruptelas que son pan de cada día, de tal forma que, si la imagen de lo
mexicano en el extranjero es folclórica, se debe a la voluntad imperialista de los actuales conquis­
tadores, gringos y europeos, y desaparece de la conciencia común Televisa, que exporta do­
cumentales turísticos repletos de concheros bailando entre el tráfico de la capital sin explicar
de qué se trata y fomentando la imagen del mexicano como indio penachudo. La contraposi­
ción con todo lo que no es México es histórica y la diferencia se adjudica a un pasado todavía
presente en las conciencias cuyo recuerdo se renueva y se abre como herida en la memoria
colectiva en los momentos que celebran el nacimiento de la comunidad nacional. Es decir, el
sentimiento nacional se despierta y aparece, a veces en formas agresivas e irracionales, cuando
el discurso nacionalista y revolucionario institucional le da coherencia, legitimación y expre­
sión en actos que celebran los momentos álgidos de la historia nacional.
Como hemos visto, las fiestas cívicas están patrocinadas y organizadas por el ayuntamiento,
junto con las escuelas y las instituciones a las que Ies correspoden; pertenecen más bien al

140
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

ámbito masculino e institucional, al contrario de las celebraciones religiosas, realizadas más


bien por las mujeres.

Las fiestas religiosas

Un día monseñor Arturo Lona, obispo de Tehuantepec -hombre sumamente querido por los
indígenas y los pobres de su Diócesis, pero no tan estimado por los caciques y los poderosos-,
en una entrevista que me concedió me dijo que, en Tehuantepec, casi a diario había una fiesta
y que en esto se iba la mayor parte del dinero ganado por una familia, así como sus energías.
Lo que lo agobiaba no era tanto el hecho de que desembolsaran tanto para estar alegres en
una ocasión festiva, sino el enorme derroche de dinero en bebidas alcohólicas que podría ser
empleado para mejorar las condiciones de vida, mientras que, de esta forma, lo único que hacía
era engordar los bolsillos de los ricos, de los dueños de los negocios, además de perjudicar la
salud y originar pleitos y violencia.
En realidad ni siquiera los dominicos, a pesar de su gran influencia y de lo ascético de sus
enseñanzas en la evangelización, lograron modificar y encauzar hacia metas más productivas
el carácter temperamental de los istmeños, que tienden a traducir el sentido de la vida en fiesta.
Por eso los sacerdotes y misioneros han tenido que admitir, con asombro y resignación, que el
catolicismo de los zapotecos es “a su manera”, la Iglesia nunca ha podido imponer completamente
los rituales oficiales y, cuando lo ha logrado, siempre están acompañados por rituales paralelos
“a su manera”, en los que la idiosincrasia o la “indiosincrasia” zapoteca, como la llamaba un
amigo cura zapoteco, ironizando sobre sí mismo, busca siempre la manera de expresarse
autónomamente, según las tradiciones y el sentido de la vida. Incluso en el periodo de Cuaresma
y Semana Santa la gente no deja de organizar verbenas, de oír música alegre, de festejar con un
sentido no propiamente católico institucional.

Fíjate, la otra vez oí que decían que no nos iban a permitir que tuviéramos música en Cuaresma, en
la fiesta del Señor de las Tres Caídas, ya ves que se sientan las señoras a vender dulces, velas, tamales;
uno llega con sus flores y al rato el mayordomo trae la banda y empieza a tocar, no musita sacra, sino
de todo. Entonces los padres quisieron prohibir eso porque la Iglesia está de luto. Por un lado tienen
razón, pero eso es algo que existió toda la vida. Aun en Cuaresma mucha gente hace su fiesta y no
pudieron quitar la música de las ermitas porque los vecinos nos fuimos a quejar con el señor obispo,
que cómo era posible que no nos permitan hacer algo que hemos hecho toda la vida.

A la gente de aquí le gusta mucho oír ¡a música alegre, también en las ermitas, en Cuaresma y Semana
Santa, hay banda y se oye la música. ¿A quién no le gusta la música?

Así, el centenario de la erección de la Diócesis de Tehuantepec -en diciembre de 1992- fue ce­
lebrado con una Calenda y una gran Vela, organizada, realizada y vivida por los feligreses y
toda la clerecía. Desafortunadamente no pude participar en este acontecimiento, pero mucha
gente me comentó con alegría y satisfacción lo bonito y hondamente sentido que había sido
para todos los participantes. La única nota desentonada parece que fue el sermón del nuncio
apostólico invitado, que dio un discurso completamente alejado de la sencillez y calidez a los
que está acostumbrada la feligresía istmeña con las homilías de don Arturo.

141
Marinella Miaño Borruso

Se puede observar, entonces, que la expresión festiva secularizada y laica no está escindida
ni se percibe contradictoria con el sentimiento y las celebraciones religiosas. Durante todo el
periodo de Cuaresma, seis semanas antes de la Semana Santa, se celebra cada viernes un Viacru-
cis, que parte de las diferentes capillas de los barrios de la ciudad para terminar en el templo de
San Vicente. Cada víspera de los viernes de Cuaresma, o sea, jueves por la noche, se celebra lo
que llaman “ermita”: la capilla y la imagen del barrio se adornan con muchas flores y las familias
acuden a “acompañar” al santo, a hacerse limpias con las flores que arrancan al arreglo de la
imagen, a prender sus veladoras y a pedir ayuda al santo, protección, apoyo, salud. Entre rezos,
velas y flores corren las lágrimas y el alma del creyente se desnuda y se entrega frente a la cruz que
apenas se percibe entre los collares y las guirnaldas de guie’chaachi.
Cuando ya se ha dado salida completa a la fe, al sentimiento de veneración y amor hacia la
divinidad, cuando la angustia, la preocupación, la esperanza y la alegría han sido depositadas
como ofrenda de vida en las manos del santo y las flores, los sahumerios y las velas han entregado
el destino humano a la voluntad y misericordia de un poder sagrado, entonces es tiempo de dar
espacio a la vida del cuerpo, de restablecer los vínculos terrenales con los otros humanos. La
costumbre establece que, fuera de la capilla, se lleve a cabo una verbena, con puestos de comida
y cerveza, dulces de ciruela, tamales de iguana, que en este periodo son deliciosos porque traen
largas filas de huevos que hacen más rica la masa,“regañadas” (buñuelos típicos de esta época del
año). La costumbre también dicta que la mayordoma de cada ermita reciba a su gente con una
banda que toca música hasta muy entrada la noche. Me decían que “anteriormente” (el tiempo
pasado nunca es cuantificable) se tocaba música melancólica, algo fúnebre, pero ahora se oye la
“Negra Tomasa”, de sabor tropical, el son de “La Llorona” y también corridos, valses y boleros.
Nadie percibe esta música secularizada como algo contradictorio a la historia de muerte y resu­
rrección de Cristo. Como dice el siguiente testimonio: “Ésta es la costumbre”, es el legado de
los antepasados y los “padrecitos” tienen que aprender a convivir con la costumbre o el Templo
se vacía.
Una conmemoración muy peculiar de las comunidades zapotecas del Istmo es el Domingo
de Ramos, que en Juchitán tiene, al mismo tiempo, un carácter de celebración y fiesta y se realiza
en el panteón central. Durante todo ese día las mujeres van al cementerio a limpiar y adornar con
flores y velas las tumbas de sus familiares, tarea que empieza desde el día anterior. El Domingo de
Ramos los familiares visitan a los muertos y con este acto inicia la Semana Santa, nabaana, mien­
tras que el Día de Todos Santos, en noviembre, se espera la visita de los muertos en la casa donde
habitaron, para lo cual se adorna un altar con ofrendas de flores, frutas, comida y bebida.
En la explanada, afuera del panteón, las mujeres montan puestos de comida, dulces, aguas
frescas, regañadas, tamales de iguana y cerveza. Estos últimos ocupan un espacio amplio, ya que
la mayoría délas taberneras de Juchitán están presentes con su hielera y sus sillas y son los puestos
más concurridos. No faltan conjuntos de música y grabadoras que tocan a todo volumen para
amenizar la celebración, que tiene verdadero carácter de fiesta. También las calles principales del
panteón se llenan de mujeres que venden dulces, regañadas, tamales de iguana y refrescos, pero
en este espacio priva un ambiente más bien conmemorativo que contrasta con la atmósfera
festiva que se rspira fuera del cementerio.
Las familias se reúnen alrededor de la tumba del finado y ahí reciben las visitas de los parientes
y amigos, a quienes ofrecen botanas y bebidas. Además, es costumbre llevar música a los muertos,
por lo que en todas partes hay pequeñas bandas o algún cantor con guitarra que tocan las
canciones y la música preferida del difunto y también de los vivos presentes. Sentada en sillas o

142
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

en cualquier cosa, incluso en los mismos peldaños de las tumbas, la gente platica, comenta,
chismea, bebe, come, oye música, cuenta chistes, ríe, es decir, convive y comparte con los
muertos su celebración y los vuelve partícipes de la expresión de sentimientos y de la vida
cotidiana de sus familiares y paisanos. Las visitas a las tumbas empiezan desde la tardecita y la
celebración-fiesta se prolonga hasta muy entrada la noche, sobre todo afuera del panteón, en
los puestos de cerveza, donde a veces las personas más animadas se ponen a bailar. Esta misma
estructura de celebración se repite el Miércoles Santo en el panteón del barrio de Cheguigo. En
realidad este tipo de conmemoración así como la he descrito se realiza en distintos días, a partir
de la última semana de Cuaresma y durante los primeros días de Semana Santa, en muchas
otras comunidades cercanas, reminiscencia de la evangelización itinerante de los dominicos.
El Jueves y Viernes santos son días de luto y las celebraciones se realizan, esencialmente,en el
templo de San Vicente y en capillas de barrio. Se trata de una representación detallada de los
últimos días de la vida de Cristo y del Viacrucis. El Sábado Santo es un día totalmente festivo:
Juchitán se traslada a Playa Vicente para disfrutar de un día de mar y de la convivencia con
familiares y amigos. La playa se llena de hamacas tendidas entre los pocos árboles que hay ybajo
las enramadas repletas de familias, cada una con su grabadora que suena a todo volumen y sus
canastas llenas de comida. Las cervezas y las cubas son las protagonistas de la fiesta.8

El duelo de la muerte

Al contrario del Domingo de Ramos, las ceremonias del Día de Muertos son actividades do­
mésticas. Al panteón se va a limpiar las tumbas y a poner flores frescas, pero no hay ningún
ceremonial.
Cuando hay una muerte todo acontece en las casas. El muerto es velado toda la noche en
un ataúd que se pone frente al altar familiar. En este cuarto se sientan las mujeres más cercanas
al fallecido, que reciben a las personas que asisten al velorio a dar sus condolencias a la deuda
y llevar una limosna y una veladora o flores para el difunto. Las mujeres cercanas al fallecido
se sientan durante un lapso más o menos largo y las otras se van turnando al lado de la doliente
toda la noche. Los hombres pasan a dar el pésame a los deudos y se sientan, todos juntos, fuera
del cuarto que hospeda al ataúd, en la casa o en el patio. A los asistentes, mujeres y hombres,
se les ofrece uno o dos tamales y café; a los hombres también mezcal o algún licor.
También aquí los espacios están rígidamente separados: son las mujeres quienes elaboran el
duelo en representación de toda la comunidad, acompañando al fallecido en el viaje hacia su
destino (nuuna) en ultratumba. En muy pocos velorios he encontrado plañideras y sólo de gente
muy anciana. El duelo lo actúan principalmente las mujeres parientes más cercanas al fallecido
por medio de llantos y lamentos. Dice López Chiflas: “Y sobre un cielo de palabras resplandece
la apología del muerto. Ningún zapoteca es desmerecedor de esta apología, porque la muerte
otorga al hombre una naturaleza superior, digna de ser cantada” y agrega que se reconoce “su
lejano origen en los antiguos ritos cuando -según el padre Burgoa- cantores de la raza acom­
pañaban en las ceremonias funerarias los despojos mortales de guerreros y caciques entonando
cánticos que recordaban sus hazañas (...) llorar al muerto -pese a la seguridad de su descanso-

’ Antes de los años sesenta la misa de Resurrección se celebraba por la mañana del sábado. También era costum­
bre, para esa ocasión,que las señoras golpearan con varas las piernas de sus niños para que crecieran. Actualmente
la celebración de la Resurrección de Cristo se realiza por la noche y pertenece al culto oficial.

143
Marinella Miaño Borroso

es profesión de amor” (1969: 19). El día posterior al velorio, el del entierro, el ataúd, que los
hombres cargan en sus espaldas, recorre el camino hasta el panteón, acompañado por la música
fúnebre de una banda de vientos, en el caso del sepelio de un adulto. Si es de un niño la música que
lo acompaña es más bien alegre, pues se considera que por su inocencia “el pequeño ser no
sufrió los trabajos y los dolores del mundo”.
En el momento en que el féretro baja a la fosa las mujeres se desmayan, gritan, lloran, tiem­
blan, muestran, con vehemencia, el dolor de la primera separación: la del cuerpo. Durante nueve
días el cuerpo del finado permanece representado en la casa por un túmulo de arena cubierto de
pétalos de flores y tendido en el suelo en el mismo sitio donde fue velado el cadáver: es el ba’ yaa
(“tumba fresca”). Vecinos y familiares se congregan durante nueve noches consecutivas ante él,
rezándole a Dios para su descanso eterno. Al noveno día (ga’ gubidxa) se levanta el túmulo y se
esparce en el panteón sobre la tumba del fallecido: es el entierro del alma. A partir del día
posterior al entierro, la madre, la hija, la esposa o la abuela del finado se encargan de llevar a la
iglesia, durante 40 días consecutivos, una vela ornada con un moño negro en señal de muerte,
dedicada al alma del difunto; en la casa una cruz de pétalos de flores del día, colocada en el mismo
sitio que ocupaba el ba’ yaa, recuerda y acompaña el viaje del muerto hacia su última morada.
Esta cruz se deja de poner a los 40 días del fallecimiento, momento que se conmemora con un
novenario y un velorio que tiene características similares al ya descrito. Es notable cómo el di­
funto se aparta lentamente, gradualmente del seno familiar: el velorio, el sepelio, el entierro del
alma, el alejamiento para siempre a los 40 días. Es obligación de los familiares mandar decir una
misa en esta ocasión y otra al año, después de las cuales se ofrece a los asistentes un rico almuerzo.
Las familias que han tenido un muerto están obligadas a poner el altar de muertos durante los
primeros tres años después del fallecimiento. La mayoría de los juchitecos esperan a sus muertos
el 31 de octubre, la primera visita del alma o xandu yaa? Los hombres se encargan de componer
y levantar la ofrenda tradicional, el híyee, mientras que las mujeres, ayudadas por un micce’,
preparan el pan, los bocadillos, los adornos de la ofrenda; éstos son días y noches de intenso
intercambio de visitas entre familias. En la noche del Día de Muertos las mujeres permanecen
cerca del altar; todos los asistentes reciben, a cambio de una veladora y una limosna, tamales,
mezcal, cerveza y café. El momento en que entra el alma del difunto es señalado por un suceso
extraordinario que sólo las mujeres pueden interpretar. Florinda me dijo que supo cuando llegó
el alma de su padre porque se descolgaron unos frutos de la ofrenda sin ningún motivo y rodaron
hasta sus pies.
Como vemos, hombres y mujeres elaboran en formas y espacios diversos el duelo de la
muerte, pero solamente las mujeres, que con su cuerpo dan vida a otro, pueden presenciar el
alejamiento, la despedida y el regreso del muerto. Hay un episodio muy ilustrativo de este aspecto.
A una señora muy conocida del mercado le mataron a su único hijo durante una fiesta, un joven
de 22 años que estudiaba en México y se encontraba en Juchitán de vacaciones. La señora es
viuda, así que rio hay otros hombres ni en su casa ni en su vida. Cuando al año montó su altar de
muertos y realizó todos los ceremoniales de costumbre, quiso además organizar, en el patio, una
fiesta con música de conjunto, de modo que, ese Día de Muertos, el centro de Juchitán se llenó
de cumbiasy rancheras. Cada año, en el aniversario del fallecimiento de su hijo, organiza tremendo
fiestón “porque a él lo que más le gustaba eran las fiestas”. Curiosamente esta señora no fue criti-

* Sin embargo, he encontrado a algunos que los esperan el 29 o 30 de octubre. Para la gente de la séptima en estas
fechas regresan las almas de los niños.

144
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

cada por esto, pues la gente entendió que ésta era su forma de superar el dolor, de acompañar al
hijo en su viaje y de recibir su alma cuando regresa a la casa. Las mujeres, entonces, tienen la
obligación de cumplir con la costumbre, pero también la posibilidad, en virtud de su relación
privilegiada con la vida y la muerte, de elaborar sus propios duelos en formas no previstas por
la cultura.

La fiesta, lo cotidiano y la identidad

Uno de los principales rasgos de la cultura zapoteca del Istmo es el fenómeno festivo, es decir,
una propensión acentuada hacia la celebración de carácter festivo, tanto de los momentos de
vida comunitaria, civil y religiosa como de los que marcan el ciclo de la vida individual. El
carácter fiestero que los juchitecos se atribuyen y comparten con los zapotecos del Istmo se
vuelve un emblema de contraste respecto a los “otros”, así que las Velas y las fiestas en general,
“la costumbre”, son un elemento central de la identidad zapoteca.

El modo de sentir de los tecos no va a cambiar para nada, el teco ama las fiestas. Las Velas, las bodas,
15 años, bautismos están muy arraigados.

La verdad es que lo que nos gusta es ir a las pachangas porque somos alegres. Si tuviéramos dinero
saldríamos a pasear a Cancán, pero como no hay compramos un cartón, tomamos un refresco,
bailamos y asi estamos, somos alegres.

Ser juchiteco, entonces, significa ser fiestero, alegre, tomador, generoso, amar y cumplir con la
costumbre, es decir, todo un código cultural que incorpora selectivamente como iguales a
todos los que conocen sus prácticas de identificación ritual, idealmente sin distinción de clases.
Incluso los miembros de sectas protestantes, que notoriamente consideran la fiesta una ema­
nación del diablo, en el Istmo han cedido frente a la fuerza de la costumbre. He participado en
fiestas de evangélicos y testigos de Jehová que reproducen la misma estructura tradicional que
el resto de la comunidad, con la diferencia de que sólo se toma refresco y la bulla no es tanta.
Esta reiteración y proliferación de fiestas, en mi opinión se relaciona directamente con la
reproducción y afirmación constantes de una especificidad cultural que se contrapone a las
políticas culturales del Estado, que tienden a la homologación y asimilación de las etnias al
modelo nacional. Si en la vida real los valores y símbolos tradicionales de la comunidad, como
la reciprocidad, la unidad del grupo, la fraternidad entre individuos, el traje regional, la música'
y la comida populares, se perciben amenazados, mermados o modificados por los cambios del
entorno sociocultural y la prevalencia y difusión de una ética individualista, en la fiesta se
tiende a recrear un orden étnico ideal construido alrededor de aquellos valores y símbolos que
la comunidad percibe como herencia y legado de los antepasados y que la identifica, preci­
samente, como comunidad real, diferente de otras. De esta forma, el trabajo y el hecho de cumplir
con la costumbre son los medios de autoafirmación y valoración social de las mujeres:

Nos gusta mucho trabajar, pero también mucho las pachangas y tomar cerveza. Las dos cosas se ha­
cen, se trabaja mucho y se va a todas las fiestas. A las fiestas ayudan todos, los vecinos ayudan y se hace
la fiesta.

145
Marinella Miaño Borroso

Muchos sociólogos contemporáneos consideran que la civilización tecnológica moderna tien­


de, en mayor o menor medida, a hacer desaparecer gradualmente la fiesta como medio de ex­
presión de una comunidad. En una sociedad urbanizada y occidental la fiesta es reemplazada
progresivamente por las diversiones y los espectáculos que corresponden más a una cultura
fragmentada, individualizada y estratificada. En otras palabras, la urbanización y desintegra­
ción de la comunidad pueblerina y de los grupos tradicionales acarrearán la desaparición de
manifestaciones populares tradicionales, como la fiesta comunitaria y la mayordomía. Asimis­
mo, se evoca el carácter sagrado de las fiestas en las sociedades tradicionales.
Si tomamos en cuenta la caracterización que Giménez elabora acerca de la diferencia entre
la fiesta popular, que es emanación de una sociedad rural, y la fiesta urbana podemos ver que
el tipo de fiesta descrito por él corresponde todavía, en gran medida, a una sociedad tradicional
que, sin embargo, está en proceso de cambio hacia formas más “modernas” y urbanas, cuyas
características socioeconómicas se reflejan en las modalidades de la fiesta. Esto quiere decir
que el fenómeno festivo en Juchitán conserva todavía su “carácter colectivo [...] sin exclusiones
de ninguna clase, como expresión de una comunidad local”, así como su “carácter comprehen­
sivo y global, por lo que la fiesta abarca los elementos más heterogéneos y diversos sin dis­
gregación ni especialización” (1986:164). En la Vela hay baile, música, comida, ritos religiosos,
desfile de carros, etc. La fiesta, además, aún conserva un carácter público -incluso las que
celebran momentos del ciclo de vida individual-, interesan a la comunidad entera al margen
del número de personas que participan. Contrariamente a la fiesta urbana, que está concebida
en función del consumo, la fiesta zapoteca está todavía impregnada de la lógica del valor de
uso; como en todas las sociedades tradicionales, es el lugar del derroche, ligado al prestigio,
que es la escala de valor “económico” en la lógica de lo étnico.
Finalmente, si por un lado las fiestas conservan todavía un “carácter fuertemente institucio­
nalizado, ritualizado” y sagrado, como rasgo típico de las sociedades tradicionales (en las que la
dimensión religiosa tiene un poder de cohesión, desaparecido hoy día en las sociedades urbanas
modernas), por el otro, se ha laicizado y secularizado en su organización, función y significado.
La mayordomía y los cargos religiosos no son un paso obligatorio hacia la representatividad
política, la una no es premisa de los otros; las cofradías han dado paso a asociaciones de
individuos que reflejan en su interior y en la realización de las Velas la complejidad de roles,
significados, diferencias y competitividades sociales y económicas. La fiesta ya no es el resulta­
do de un esfuerzo compartido de forma igualitaria por los miembros del grupo -como expresan
los testimonios anteriores-, sino que entran en el juego económico y social nuevos sujetos
sociales, como las empresas, las taberneras, los técnicos de la comunicación y del sonido. La
fiesta produce una economía propia, entre lo monetario y el prestigio, como si fuera un capital
autónomo que se revierte constantemente al interior y se reparte en forma distinta entre los
actores sociales: hombres, mujeres, muxe’. En términos generales, el sistema festivo genera
fuentes de trabajo remunerado para los hombres: músicos, electricistas, técnicos de sonido,
proveedores de todo tipo. Por otra parte, también favorece el comercio al detalle de las mujeres
y las actividades artesanales de los muxe’, a la vez que determina un desplazamiento de la
contribución voluntaria tradicional masculina en favor del empleo de servicios remunerados
(montar el toldo, cargar y arreglar sillas y enseres varios, videos, sonido, músicos, etc.), mientras
que persiste la contribución de trabajo voluntario femenino.
Si se analiza en su estructura, encontramos que la fiesta es la representación ritualizada
del cotidiano étnico, del “material" sociocultural que la expresa y que está representado en

146
Hombre, mujer y muxe' en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

ella, es decir, es la reafirmación de formas de organización social, ética y valores tradicionales


comunitarios, como la reciprocidad, la lengua, el tequio, la búsqueda y adquisición de prestigio.
Es el lugar donde se sacan a relucir y exhibir todos los símbolos identitarios del grupo: la
comida, la música, la sandunga; las mujeres, que diariamente van de vestido, en la fiesta
llevan su traje regional, las joyas emergen del pañuelo escondido en el rincón del ropero o
del baúl para ornar el cuerpo, dar espacio a la vanidad personal, aumentar y exhibir el
prestigio social. Al mismo tiempo refleja el proceso de diferenciación social que acompaña al
proceso de transición de una sociedad rural tradicional a una urbana y moderna. Las Velas no
sólo celebran a los santos, sino que sirven también para ritualizar y legitimar sucesos y grupos
del cotidiano histórico y social. Así como pueden surgir nuevas Velas, como la de las taberne­
ras, los maestros o los homosexuales, asimismo pueden desaparecer por considerar que su
celebración es intrascendente o porque el grupo ya no tiene la suficiente presencia social o
política; por ejemplo, la Vela Lagarto y la de los maestros no se celebran todos los años. Por
el contrario, las celebraciones “privadas” se han incrementado casi de forma compulsiva,
buscando formas, como madrinas, padrinos o tequio, que permitan costearlas. Finalmente,
lo nuevo y lo antiguo se sobreponen y conviven, la hermandad parroquial al lado de la So­
ciedad de la Vela, la lambada y la salsa junto a la limpia, al Viacrucis, al sentimiento religioso
más profundo y denso, sin sincretismo ni “hibridaciones”, ya que tiempos, espacios y funciones
están definidos.
La fiesta-esencia, como la define Billardy (1986:657), o fiesta-participación, como la llama
Giménez (1986), que corresponde a una sociedad fundamentalmente tradicional, se vuelve
comprensible si se analiza en relación con la vida cotidiana: fiesta y cotidianidad constituyen
las dos partes opuestas de un todo que define la vida social. Si lo cotidiano está marcado por
la repetitividad, la rutina, las obligaciones, el trabajo y la producción, la fiesta representa una
ruptura y una representación al inverso del orden de la vida cotidiana. Ruptura del tiempo
normal, tanto como suspensión del ritmo diario como ritmación del continuum temporal en
el ciclo de vida y anual. Ruptura del espacio del universo cotidiano: el espacio natural (explanada,
campo, río, calle) se carga de significados sociales y culturales. Ruptura del curso normal de la
economía: si en lo cotidiano el hombre produce, en la fiesta consume, representa “el tiempo de
la abundancia que se torna palpable y próxima, la vida fastuosa, fácil, se vuelve realidad”
(Billardy, 1986).
En relación con la vida cotidiana, fiesta y trabajo constituyen las dos caras que componen
y definen la vida social comunitaria. En zapoteco a las labores domésticas cotidianas se les
llama dxíiña, “trabajo”, pero también la celebración, ya sea boda, Vela, misa, etc., es dixíiña
o racadixíiña, “donde se está haciendo trabajo”. La festividad exclusivamente religiosa es
dxíiñabidó, “trabajo dedicado a Dios". “Trabajo es sinónimo de vida -dice Gabriel López
Chiflas-, trabajo es la actividad humana en todos sus aspectos, tanto individual como colectiva
(1969: 50).
Las Velas y las fiestas religiosas siguen representando un momento excepcional o de
ruptura del orden normal, ya que:

Una de las cosas que podemos generalizar es que todas las familias en Juchitáti esperan con ansia
las fiestas de Semana Santa, el Domingo de Ramos y las Velas. Eso integra a toda la familia. Uno
quiere que estén todos los hermanos, los hijos, juntarse en el día de la Vela de la familia. Es una

147
Marinella Miaño Borruso

fiesta que se prepara todo el año. Todas esas cosas han servido para conservarnos unidos y somos
unidos porque así nos han enseñado los ancianos.

La tradición no se pierde, es difícil, como el zapoteco. Ésta es la raíz que no se pierde. Claro, cambia
la forma de las fiestas, el vestuario. Las fiestas se han modernizado, pero van a seguir y sólo aquí se
hacen.

Pero al mismo tiempo, en la percepción de la gente y en su quehacer diario, la fiesta, en toda


la extensión de la palabra, está profundamente integrada a la cotidianidad, ya que la diver­
sión representa la dimensión lúdica de la existencia, el descanso no se opone al trabajo, sino
que está asociado, es su complemento. Incluso el dispendio de energías, dinero y trabajo que
conlleva la realización y el disfrute de la fiesta logra encontrar, en la socialización, una dimen­
sión lúdica. Es lo que llamaríamos “festivización de lo cotidiano”, donde lo cotidiano compren­
de y contiene naturalmente ambas dimensiones, el orden y su inverso, el tiempo de producción
y el de consumo, el trabajo y la diversión.

148
Gays tras bambalinas.

Historia de belleza,

pasiones e identidades

De géneros y etnia

La sociedad zapoteca agrega otro rasgo peculiar a su organización dicotòmica: no parece existir
estigma ni marginación social del homosexual, que en zapoteco es llamado muxe.1 Al contrario,
hay una aceptación e integración del muxe’ en la organización genérica de la sociedad y en el
universo cultural étnico poco usuales en nuestra sociedad occidental. Dice Macario Matus,
escritor zapoteco: “En Juchitán la homosexualidad se toma como una gracia y una virtud que
proviene de la naturaleza” (1978).
En efecto, al muxe’ lo encontramos desempeñando funciones socialmente reconocidas y
prestigiadas, tanto en la familia como en el ámbito público y comunitario, desde el sistema
festivo hasta la representatividad política y la reproducción de algunos elementos culturales
importantes para la transmisión de la identidad del grupo: ellos son los artesanos que diseñan
y bordan los trajes regionales, que confeccionan y elaboran los adornos de las fiestas y los carros
alegóricos para los desfiles de las Velas, los coreógrafos que se encargan de inventar y dirigir los
bailes en boga en los 15 años y los aniversarios. Pueden ocupar un puesto de jerarquía tradicio­
nal, como mayordomos, brujos o curanderos. Recientemente, con su acceso a centros de estudios
superiores, se han formado como profesionistas e intelectuales, ocupando también puestos de
responsabilidad política. Sus actividades y funciones se despliegan, entonces, en espacios socia­
les y religiosos de ambos sexos. Su presencia podría considerarse un estatus de privilegio, si lo
comparamos con la situación de la mayoría de los homosexuales en México. Así, la sociedad se
articula en torno a tres elementos: las mujeres, los hombres y los muxe’. Si bien también existe
la homosexualidad femenina, la lesbiana (nguiu’ en zapoteco o “marimacha”, como le dicen con
una connotación despectiva que no tiene la palabra muxe’) no tiene la presenta ni el estatus

' Muxe’ es una adaptación zapoteca de la palabra “mujer”. En el zapoteco del Istmo no existe el sonido fuerte de
la “j”. En este caso la “x” indica un sonido similar a la “j” francesa.

149
Marinella Miaño Borroso

social del muxe y generalmente es reprimida. Esto denota que no deja de ser una sociedad
heterosexista, aunque presente menor homofobia respecto al modelo mestizo.
¿Qué pasa entonces con los muxe"1. Para empezar, ¿qué es muxe’, esta “raza” desconocida?
¿Cómo viven, qué hacen, qué dicen? Más aún, ¿cómo se conforma la muxeidaiP. ¿Es verdadera
y en qué consiste la integración social del muxe’ que ostentan los juchitecos en sus discursos?
Si es así, entonces ¿qué espacios sociales ocupan? ¿Qué tiene que ver la vida de los muxe’ con
la etnicidad y la modernidad? De inmediato surgen otras preguntas de orden metodológico:
¿por dónde empezar?, ¿qué buscar?, ¿con qué parámetros hacerlo?
El desenlace del thriller antropológico es esta primera aproximación que presento aquí,
cuyas referencias a la literatura existente son pocas, ya que todo lo que describo y sostengo en
este capítulo es producto casi únicamente de mi observación directa y de la interpretación que
le he ido dando a lo largo de mi convivencia con la comunidad.

La ocasión

Kike y yo llegamos a Huatulco hacia el atardecer de un sábado de finales de julio de 1995, recibi­
dos por el perfume del mar y las flores. El motivo del viaje era la celebración de Miss Huatulco
Gay, certamen de belleza inventado, organizado y alebrado, a partir de 1993, por un grupo de
amigos, originarios de Juchitán, que viven en Huatulco. En la competencia participarían las
representantes de las nueve bahías de Huatulco, entre las cuales se iba a escoger una ganadora,
un segundo y un tercer lugar, después del “tradicional” desfile en traje de baño, traje regional
y vestido de gala; todo ello aderezado con cervezas y cumbias, ya que seguiría un gran baile
popular. Como entremés e intermedio habría un show travestí: la interpretación en play-back
por parte de una vestida, Rocío, de las canciones de Rocío Durcal y Marta Sánchez. Como
premio: una suma de dinero a cada ganadora pero, sobre todo, el reconocimiento público de
su feminidad. Kike, el estilista más cotizado entre las mujeres de la alta sociedad de Juchitán (y
de algunas de la baja), no participaría en el certamen pero sí en la fiesta, en calidad de
“embajadora” de Juchitán.
Llegamos directo a casa de los organizadores: Pepi, Rocío y Luis, alias La Teca. Pepi es
originario de Veracruz, de una edad indefinida entre los 25 y los 40 años, guapo, un poco
afeminado en sus movimientos, amable, tiene su negocio de estilista en la zona hotelera, un
salón decorado con un estilo entre el pop y el punk, fruto de sus fantasías y de su ingenio para
abaratar los costos. Rocío es una vestida de 17 años, muy bonita, muy femenina en su forma de
ser, que aparenta mucha experiencia para los años que tiene. Luis es un hombre alrededor de los
40, “macho” o menos, con una boca sensual e instintivamente abierta a la risa, inteligente,
ocurrente y cantinflesco en su forma de hablar, en perenne búsqueda de trabajo que, “afor­
tunadamente”, nunca encuentra; alguna vez trató de poner un bar gay que no tuvo éxito co­
mercial a pesar de la afluencia de clientes. Todo esto me lo contó Kike durante el viaje. Nuestro
arribo fue aplaudido y celebrado por los que estaban en la casa: Pepi, Rocío y Manuela, un
bello/a jovencito/a participante. Mi llegada no estaba ni anunciada ni esperada; había visto a
Pepi y a Luis en una sola ocasión, años atrás, y conocido a Rocío unas semanas antes, cuando
presentó su espectáculo en una discoteca de Juchitán. Me recibieron muy atentos, a pesar de
estar en una actividad frenética. Kike, emocionado y febril, anunció que “se vestiría” (de mujer)
para la ocasión.

150
A partir de ese momento me encontraba instalada en la total “putería” y “jotería”, entre “locas”
y “perras”, para los amigos, pero “gays” para el mundo. Una vez que empiezo a participar en el
juego de las “locas”, nada me parece más divertido, estimulante y sensual.

El rito

Después de una media hora, durante la cual hubo sucesos indescriptibles por su cantidad y
rapidez, inició el rito de la transformación de los hombres en mujeres: el maquillaje, la preparación
y la estética del cuerpo y de los movimientos. Pepi, que en ese momento decidió participar en
el espectáculo, y Rocío tenían que convertirse en lo más parecido a los personajes de la farándula,
a quienes iban a interpretar con todo y sus mitos.
Entonces descubrí que esto comporta toda una parafernalia de objetos, trucos, tiempos,
angustias y tensiones: la tintura del cabello para quienes la necesitan; una ducha larga,
larguísima, para depilarse cuidadosamente; la maquillada minuciosa de más de dos horas; el
planchado y zurcido de última hora; un ir y venir de lápiz labial, cremas, polvos, pinceles,
plumas, correctores de ojos, rubores, chismes, cerveza y cigarrillos de marihuana. Pepi, estilista
de profesión, hace a cada una todo tipo de sugerencias oportunas: “mana, ponte la sombra de
aquí para allá, para alargar tu cara”, “ponte blanco para agrandar tus ojos”, “delinea los labios
con esto, así la boca se te ve más sensual”, “¡ay, perra, flacas se ven tus caderas, mira! Ponte algo,
¡ni gracia contigo!” Y ahí van las locas, engordando nalgas y piernas con trucos de hulespuma
moldeado; para hacer piernas pueden bastar dos o tres pantimedias gruesas, de aquellas brillosi-
tas que aprietan. También los pechos son de hulespuma, confeccionados con todo y pezón; pero
si no están demasiado abultados un sostén acolchonado con un grumo de trapos o un calcetín
en las copas puede triunfalmente crear la ilusión; para rematar y resaltar la separación de los

151
Marinella Miaño Borruso

senos: dos pinceladas de fard oscuro en el escote. Lo más gracioso es el truco para respingar la
nariz. Existen unos aparatos especiales; sin embargo, a falta de estas sofisticaciones capitalistas
y urbanas, el palito de la paleta Tutsi Pop resuelve el problema. Se corta a la medida del dedo
pulgar, se dobla de una extremidad, se pinta de negro con el lápiz y se introduce en la nariz.
Aparte están las pelucas, que se peinan cuidadosamente pero se arreglan a última hora, en el
camerino, antes de salir al escenario.
Lo que más me intrigaba era saber cómo hacían para hacer desaparecer el pene, ya que con sus
apretadísimos trajes de baño no se veía ni un bultito huini (“chico”). En esta ocasión mi curiosidad no
fue satisfecha, pero después me explicaron que se “montan” los testículos hacia abajo entre las
piernas y ahí mismo se coloca el pene, que se empuja hacia atrás, entre las nalgas. Esta operación hace
que el vientre se suma todavía más y, consecuentemente, se realcen las nalgas.

El teatro

Tras bambalinas el espectáculo ha empezado desde hace rato. A medida que el maquillaje
transforma los rasgos, y aun antes, la gestualidad y los movimientos del cuerpo van cambiando.
Las locas prueban los ademanes más agraciados, más femeninos o que pongan de relieve
alguna parte del cuerpo, sobre todo el busto, las nalgas y las piernas, es decir, las partes que
atraen la mirada masculina, pero también -y mucho- la boca y los ojos; ponen mucho empeño
en la mirada: que sea coqueta, fatal, ingenua y a la vez perversa. Las funciones de la Tutsi Pop
no acaban con lo de la nariz; también se va chupando la paleta para que se hundan las mejillas,
mientras se lanzan miradas inocentemente fatales y la boca trompuda chupa, simbólicamente,
la “flor” del hombre. Tras bambalinas empieza el derroche y el juego de la sensualidad.
Cuatro horas más tarde, acabado el maquillaje y el planchado de vestidos, Pepi, Rocío y
Manuela se van, entre un torbellino de encajes, tules, organzas, bolsas de plástico, pelucas,
humores y olores. Quedo en la casa con Kike, siempre más nervioso, ensartando medias sobre
medias y, por fin, se pone una pegadísima malla verde esmeralda con lentejuelas doradas, un
cinturón negro apretado para acentuar la cintura y ¡Dios, Dioos, qué nalgas! Completa su
atuendo con un peinado que, bajo mi irresponsable sugerencia, es un mechón de rizos amarrado
a un lado de la frente para que caiga en una ola agresiva y coqueta, ocultándole un ojo. Todo
esto va montado sobre un par de tacones dorados de 12 centímetros. Partimos hacia el salón.

Nosotros/as, los/as otros/as

La entrada de Kike fue sensacional, de caché. Este tronco de mujer se deslizaba como una
pantera entre mesas-manos-besos-albures-insultos-ofrecimientos-sarcasmos-deseos, cruzando
el salón de cabo a rabo en un triunfal exhibicionismo.
Detrás del escenario las concursantes, entre las cuales estaba Manuela, preparaban los últimos
detalles de su presentación. Vi una gran agitación en un espacio demasiado angosto para poder
siquiera acercarme: vestidos y pelucas que volaban de un lado a otro; Pepi y Rocío regañaban
a todo el mundo, pero más a Manuela, a quien traían cortita ya desde la casa; una loca semicubierta
con el puro corsé y tanga corría histérica de un lado a otro, gritando algo contra alguien, sin
parar por eso de arreglarse la cara, el peinado y las uñas. Circulaba una minifauna de amigas y

152
Hombre, mujer y muxe’ f.n la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

simpatizantes: un gay feísimo moreno-negro, con otro chaparrito igual de feo, pero blanco;
algunas locas ensayaban la caminata y una de ellas, una flaquita muy blanca, con la nalga
planchada, caminaba como borreguito a medio morir, regañada por las demás. Las concursantes
eran todas jovencitas, se notaba que venían de diferentes partes de la República y compartían el
mismo origen humilde. Una mirada crítica, aun superficial, revelaba rápidamente que en su vida
cotidiana eran meseras, empleadas de la zona hotelera, aprendices, chalanes, etcétera.
El salón ya estaba lleno. Después del certamen y del espectáculo empezaría el baile popular,
igual a muchos otros que se organizan en la región con motivo de cualquier cosa. El público
estaba conformado por empleados, obreros, chalanes, lancheros (un grupo relativamente
numeroso, escandaloso y “muy groseros”, decía Rocío), maestros, turistas, músicos y pintores,
el juez y su esposa, varios políticos de distinta afiliación y por una heterogénea mezcla de
diversidades sexuales: “machos”, “hembras”, “bugas”, “mayates”, “chichifos”, “locas”, “gays”,
“travestís”, “varones” heterosexuales y “varones” no tanto, “joteros” y “joteras”.2 Por supuesto,
presenciaban el evento todos los amigos de los organizadores; aunque la mayor parte de ellos
vivía en Huatulco, muchos venían de visita, de Juchitán y otros pueblos del Istmo. Varias caras
se me hicieron familiares. Con un esfuerzo ciclópeo Kike mantenía su vientre muy adentro en
un intento por pegar la barriga a los riñones. Sin embargo, a veces se le aflojaba un poco, a
causa de la inflamación crónica provocada por la cantidad de cerveza que toma. Su caminata
de modelo, ésa del pie que se aaelanta cruzando al otro, corría el riesgo de fracasar en una
espectacular caída. Pero pudo más la vanidad, el orgullo, el placer de ser admirado y de exhibirse
y el desafio de tanta diversidad, el deseo del hombre o —como dirían las locas- “la putería,
pues”; pudo más todo esto que las leyes de la física. En un afloje de barriga un lanchero lo
insultó con palabras agresivas y sarcásticas, algo hiriente relativo a su cuerpo, y “ella” le contestó al
ahí te va, dejando al sujeto “pendejo”, dirían las locas, y sin argumentos. La agresión no era a
su persona, sino a la sofisticada imagen de mujer que había sacado de sí mismo y construido
para los demás, y esto sí que hiere y no se puede permitir. Cuando se abrieron las danzas,
después del certamen, Kike fue acaparado por un señor cuarentón, muy apuesto y varonil, que
aparentaba no dar crédito de tener entre sus brazos a tal mujerón. No la soltó durante un largo
rato.

El certamen, el espectáculo

Anunciadas al ritmo de cumbia y tambores, las bellezas entraron en el escenario en traje de baño.
Por un error de montaje las luces daban hacia el público, así que a ellas no se les veía la cara, sino
la pura silueta: pecho, nalgas y piernas, resaltando sobre todo la manera de caminar. Unas andaban
con rigidez, otras sin gracia, otras con exagerada ondulación de la cadera, la flaquita seguía
paseando como borreguito a medio morir. Como lo sospeché, Manuela se llevó los aplausos de
todos por su caminar femenino, muy profesional, como de modelo. Desde entonces se supo quién
sería la ganadora.
Las locas salieron y, en un despliegue de luces, música, holanes y lentejuelas, entró en el
escenario Marta Sánchez. ¡Guauu! ¡Tronco de mujer, envuelta en un ajustadísimo vestido

2 “Jotero” y “jotera” son expresiones que se refieren a las personas heterosexuales que se juntan mucho con los
jotos por gusto o amistad.

153
Marinella Miaño Borroso

blanco que terminaba en unos esponjosos holanes, tremenda melena dorada! No reconocí a Pepi.
Interpretó dos canciones en medio del entusiasmo general, imitando a la perfección cada gesto de
la vedette, tal como se ve en el Canal de las Estrellas.3 En seguida anunciaron el desfile en traje
regional. Aparecieron las locas vestidas de veracruzana, tehuana, chinanteca y una de ellas llevaba
un traje espectacular con un enorme penacho hecho de hojas de maíz y plumas que la enmarcaba
de pies a cabeza, como la Virgen de Guadalupe;4 decían que era el traje de los huatulqueños.
Aplausos, entusiasmo y el anuncio de la aparición de la estrella de estrellas: Rocío Durcal.
Triunfal interpretación de nuestra muy profesional Rocío. En seguida, el último desfile en
vestido de noche: profusión de velos, tafetanes, escotes y piernas. En esta ocasión también fue
Manuela la que se llevó las palmas, que caminaba con mucha gracia, la cabeza levantada, el
busto erguido, las nalgas paradas, el vientre sumido, el meneadito de la cadera como alguien
acostumbrada al escenario. Fue la ganadora, como esperábamos, gracias al minucioso y brusco
entrenamiento de nuestros amigos. Luego empezó el baile. Me retiré sin bailar ni una ciimbia,
extenuada por las emociones, las ideas y las sorpresas.
Este acto representa el punto de partida de mi investigación de campo y el inicio de mi vida
en el mundo (hasta ahora) exótico y sensual de los gays zapotecos. A partir de entonces me
dediqué a localizar, con mayor precisión, temáticas y problemáticas para desarrollar, vetas de
investigación, ideas e intuiciones que trataré de exponer.

Ellos los muxe’, nosotros los gays, todas somos “locas”

El mundo muxe’ de Juchitán está poblado de “locas”, “perras”, “reinas”, “vestidas”, “chicas”,
“jotos”, “putos”, “travestidos”, “gay tapado” o “de clóset”, “homosexuales”, “mayates”, muxe’,
“mampos”,“chichifos”,“bugas”,“machos”, “machines” y otros personajes que todavía desconozco.
Son nombres que no puedo llenar de significados precisos, ya que el mundo de los gays no se
presta a las clasificaciones rígidas con las que la cultura heterosexual encasilla a las diferentes
formas de “transgresión” sexual. Sin embargo, intentaré dar unas definiciones aproximadas para
crear un corpus de categorías que nos permita navegar con mayor fluidez en este enredo
conceptual y terminológico.
En términos generales, y para complacer a los amantes de la clasificación, la palabra
“homosexual”, de origen médico, define a una persona que tiene preferencia sexual y emotiva
hacia una persona de su mismo sexo. “Gay” es el homosexual que asume públicamente su
sexualidad y es consciente de pertenecer a una minoría satanizada, marginada o despreciada.
“Travestí” es el individuo cuyo comportamiento sexual “implica el uso [...] de vestidos y acce­
sorios que su grupo sociocultural considera que le son sexo-genéricamente atípicos, es decir,
característicos del otro sexo-género” (Lizárraga, 1985:6). En general el travestí, al contrario del
transexual -dicen los sexólogos-, no reniega de sus órganos sexuales masculinos ni desea
operarse, aunque pueda tomar hormonas para acentuar su aspecto femenino. “Pintada” le
dicen al homosexual que se viste de hombre pero se maquilla como mujer. “Mayate”, en esta

3 Canal 2 de Televisa.
4 Los juchitecos dicen que “la Virgen de Guadalupe está allá en México, pero acá está San Vicente". Sin embargo,
en los últimos años he visto que se ha incrementado la participación de la población en las celebraciones del 12
de diciembre: niños vestidos de San Diego y escenas puestas a la entrada de la iglesia para hacer la foto del recuerdo
a los pequeños.

154
Espectáculo de apertura de la Vela de las Intrépidas, 2001

155
Marinelu Miaño Borroso

zona, es un varón que se autopercibe y es socialmente percibido como heterosexual, ya que


puede tener novia o esposa, pero tiene relaciones con personas de su mismo sexo por placer o
por obtener algún favor. “Chichifo” es un nombre despectivo para denominar al muchacho
todavía indefinido en sus preferencias sexuales, que vive a costa de un homosexual de mayor
edad que le da dinero a cambio de sus favores. “Machín” es el “cabrón”, el heterosexual varonil,
fuerte, dominante, agresivo, que le entra al alcohol, a las drogas, a las bandas. “Buga” es el
nombre que le dan los gays a los heterosexuales. La diferencia entre vestida y travestí podría ser
que la primera se viste diariamente de mujei, asumiendo integralmente una identidad femenina,
mientras que el otro se viste de mujer ocasionalmente, por trabajo o por gusto.5 Entre vestida
y transexual la diferencia es que el segundo quiere cambiar su cuerpo, deshacerse completa­
mente de los órganos masculinos, y la vestida no.
En Juchitán es muy evidente el fenómeno del travestismo, con un notable incremento de
vestidas en las nuevas generaciones, de los 15 a los 30 años, de estrato popular. Tampoco he
encontrado transexuales definidos u operados, pues las locas todavía no se preocupan por eso,
ya sea porque el costo de la operación es inalcanzable o porque existe la ¡dea de que la in­
tervención quirúrgica puede provocar muerte o locura. Si embargo, hay muchas que desean
operarse el busto para tener “dos chichis casi de verdad, como una mujer”.
En general la gente del pueblo llama muxe’ o “mampo”6 a cualquier tipo de homosexual, sin
que el término en sí tenga alguna connotación valorativa. También se usa mucho la palabra
“puto” que, contrariamente a lo que sucede en otras zonas de la República, en el lenguaje
cotidiano del Istmo tiene un sentido puramente descriptivo; sin embargo, también se puede
usar despectivamente, según el caso, el contexto y el sexo de quien la utiliza. Una señora le dijo
a Rocío: “Eres un putito muy bonito, ¿de quién eres hijo?”“De na Flavia, tía." Es más frecuente
escuchar a un hombre usar esta palabra en términos ofensivos o de burla, ya sea dirigida a otro
varón heterosexual o a un homosexual.
En español las palabras más utilizadas son “loca” y “gay”. Los que forman parte de familias
acomodadas o de la élite social, por nacimiento o incorporación, prefieren autonombrarse gay u
homosexual, para diferenciarse de las locas de origen popular y afirmar un estilo de vida que
supone una autoconcienda más elaborada y un estatus social más elevado. Por ejemplo, Rocío,
que a raíz de su actividad política ha logrado entrar en los círculos de la société, rechaza denomi­
narse muxe’, aunque hable perfectamente el zapoteco y su familia materna sea de la séptima
sección. En el lenguaje interpersonal, sin distinción de dase, todas son locas. Sin embargo, éstas
son referencias demasiado generales, ya que nombrar y autonombrarse tiene que ver con una
identidad -personal o de grupo- que, por características intrínsecas, es cambiante e instrumental:
varía, se modifica y multiplica según el interlocutor, el momento, el contexto y el juego de las
imágenes identitarias que se establece entre los individuos y los grupos.7
En la parte interpretativa y analítica de este trabajo utilizaré las palabras gay y muxe’ casi
como sinónimos: el primer término alude más a lo urbano y el segundo a la comunidad y cul­
tura más tradicionales. En cambio, en la parte etnográfica los términos que emplearé reflejan

5 Además, el travestí no es necesariamente homosexual. Sobre todo en las ciudades hay un gran porcentaje de
travestís heterosexuales.
‘ Dicen que esta palabra se usa más en Chiapas y ha pasado a ser de uso común también en el Istmo a raíz del
gran intercambio de población con las tierras bajas de Chiapas.
7 Véase Gilberto Giménez, 1996.

156
Felina, Óscar Cazorla y Mauro en la Lavada de Olla

157
Marinella Miaño Borruso

la ambigüedad terminológica general y dejo a la fantasía del lector la elección de cada


connotación.

El microcosmos de las identidades

En lo que concierne a la génesis y construcción de las identidades sexo-genéricas, es posible


definir algunas diferencias básicas, que se fundamentan en la diversidad de autopercepciones
y de pertenencias socioculturales.
Al nivel de la autopercepción hay,grosso modo, una división primaria entre los que afirman
sentirse “como una mujer” y se visten y comportan como tal -cultivan cotidianamente una
imagen de mujer- y los que, al contrario, se asumen como hombres con preferencia sexual y
emotiva hacia otro hombre. Al interior de esta polaridad existe una amplia gama de posiciones
intermedias y cruzadas. Rocío es el ejemplo límite del primer tipo y raya en la transexualidad:
ella se siente “mujer atrapada en un cuerpo de hombre”; su ideal es parecer “toda una dama”;
su cuerpo, su gestualidad,su forma de hablar y de relacionarse con los demás y su sensibilidad
son tan espontáneamente femeninas -aunque no exageradas- que resulta natural para los de­
más considerarla mujer. Ella se siente, además, “teca”, mujer juchiteca. Cuando no usa atuen­
dos femeninos de gusto occidental, trae huípil y rabona. De sí misma habla exclusivamente en
femenino y usa siempre nombre de mujer. Por su lado, Karla, Juana, Vanesa, América, Mística,
Talía, Felina, Teo y muchos otros jóvenes que no pasan de los 28 años se visten y pintan como
mujeres a diario. Usan vestidos femeninos de -tipo mestizo o atuendos de tipo unisex, como
camiseta y bermudas, luciendo una larga cabellera y algo de maquillaje. Pero en las fiestas
tradicionales, como bodas o Velas, pueden lucir el traje regional, “aunque antes no lo usábamos,
nos daba pena. ¡Cómo podía ir vestida como una mujer de acá, imagínate: como mi mamá!”
También ellos usan nombres de mujer, ya sea inventados o su propio nombre en femenino.
Sin embargo, también pueden usar contemporáneamente su nombre masculino. Por el contrario,
Alfredo, La Güera, se viste de enagua en su casa y con pantalón y camisa friera de ella; en
público siempre trata de estar bien maquillado; usa nombre masculino, si bien lo conocen
también por su apodo femenino. Hay muxe’ declarados que no se sienten ni se visten como
mujer en público, pero sí lo hacen en la intimidad o en ocasiones especiales y, además, juegan
maliciosamente con roles e identidades, como Kike y Pepi en el certamen. Hay algunos que no
se visten a diario de mujer, pero siempre se pintan y arreglan el cabello en forma muy femenina,
mientras que otros sólo gustan de ponerse lencería de mujer. Tampoco es raro ver niños, de 6,
8 o 10 años, y púberes muy afeminados reconocidos socialmente como muxe’. Hay también
muxe’, asumidos y conocidos por la comunidad como tales, que están casados con mujeres con
las cuales viven y tienen hijos, como la famosa María Victoria, que vendía tangüyi? en el
mercado y tenía también a su querido, también conocido y aceptado por el entorno social.
María Victoria fue vestida en su juventud; más tarde, hacia los 30 años, se casó y se vistió de
hombre, pero “siempre traía una flor en los cabellos, como todas las mujeres del mercado”. Y
estoy segura de que este ejemplo no agota las posibilidades que hay de que se den situaciones
similares.

• Muñecas de barro que representan a una tehuana y se regalan en el periodo de Pascua.

158
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del istmo de Tehuantepec

En términos de identidad sexo-genérica, entonces, los límites entre un tipo y otro son bastante
movibles y ambiguos. Las expresiones verbales revelan constantemente esta ambigüedad, ya
que por lo general mezclan lo femenino y lo masculino al hablar de sí mismos; también las
conductas pueden oscilar entre la actitud masculina y la femenina, según el interlocutor al que
se dirigen, la situación y lo que se quiera expresar en el momento. Kike, por ejemplo, cuando se
viste es la personificación de la feminidad y la coquetería y cuando trabaja o pasa un rato de
relax con sus amigos no es ni siquiera afeminado. Tampoco vacila en agarrarse a golpes con
lujo de agresividad y violencia masculina con “aquel cabrón que me insultó, me miró feo”. En
una fiesta donde exhibía un modelito tipo Christian Dior, un maquillaje a la Tigresa y un
abanico de seda lo vi partir como toro furioso a golpear a un “cabrón que agredió a Camila, la
loquita, mi amiga”. Estos rounds casi siempre lo dejan mal chapé, pero no desincentivan su
agresividad. Con la misma naturalidad, vestido de mujer o de hombre, seduce a “los chamacos”,
derramando sensualidad y miradas que encienden la fantasía y provocan esperanzas de noches
inolvidables. Así, la característica común de los homosexuales parece ser un estado de constante
performance de género,’ un juego entre el ser y no ser, una práctica de identidad ambigua y
lúdica que les permite pasar con gran naturalidad de un rol a otro, según lo requiera la cir­
cunstancia y el deseo personal.
La otra característica que diferencia a los homosexuales entre sí, también apreciada so­
meramente, tiene que ver con la estratificación social, que coincide con una separación de
espacios territoriales y sociales. Gran parte de la población muxe’ de Juchitán se concentra
“abajo”, en los barrios periféricos del sur de la ciudad, es decir, en la séptima y la quinta sección,
y en Cheguigo. Los muxe’ que viven ahí son cantineros, cocineros -de comida y dulces tra­
dicionales-, pequeños comerciantes, maestros, bordadores, curanderos, costureros, sirvientes,
peluqueros, artesanos, trabajadores sexuales. Aunque en número reducido, también hay estu­
diantes de carreras universitarias como Juana, que estudia ciencias de la comunicación, o Raúl,
que estudia leyes en Oaxaca, que forman parte de esta población. Como estudiantes ciertamente
no se visten de mujer, “aunque me gustaría ser más libre y vestirme como me da la gana, pero
sé que no lo puedo hacer en Oaxaca, perjudicaría mi carrera”, me dijo Raúl.
“Arriba”, del centro al norte del pueblo, en zonas socialmente prestigiadas, los gays son pro­
fesionistas, artistas, estilistas, empleados en instituciones públicas, comerciantes, gente muy
bien integrada a los círculos sociales y culturales de la ciudad. Han salido o vivido parte de su
vida fuera de la comunidad, a veces en el extranjero. Varios hablan zapoteco, muchos solamente
lo entienden y otros ni lo hablan ni lo entienden; sin embargo, todos participan en la costumbre
y en un mismo estilo de vida. En esta zona y este ambiente no hay vestidas, pues no son bien
vistas, aunque haya varios gays que acostumbran travestirse para ocasiones especiales, como es
el caso de Kike. Lo que me parece indicativo de la relación hombre-poder es que, en los estratos
hegemónicos, la imagen gay dominante es masculina, aun siendo una sociedad donde las
mujeres tienen poder social.
Las diferencias sociales descritas no se refieren a una fuerte marginación o a guetos
territoriales. En la vida cotidiana todos participan en todo, los gays y la gente de arriba tienen
familiares y amigos en los barrios de abajo y, en ocasiones (ceremoniales o de diversión), los
frecuentan y participan en sus vidas. Las vestidas de abajo circulan libremente por el centro,
participan en las Velas mayores y en la vida política y, si las invitan, van a las fiestas de sus

’ Neuza María de Olíveira utiliza este concepto, 1994.

159
Marinella Miaño Borruso

parientes ricos. No obstante, a pesar de esta tendencial integración sociocultural, también


existen -y empiezan a hacerse más evidentes- formas de marginación y agresión social hacia
los muxe’, ya que todos, ricos y pobres, en grados y formas diferentes, son partícipes de un
mismo sistema: el nacional mestizo y occidental, hegemonizado por una cultura heterosexual
que no concibe opciones alternativas a un orden binario de la organización genérica social.
En este trabajo haré más bien referencia a los muxe’ de estratos populares, para evidenciar
un modelo étnico que, en las clases altas, es menos claro o más confuso y está sincretizado con
otros modelos de origen nacional e internacional.

Los, las, lis, les...

El fenómeno de andar vestida, o bien la difusión y presencia del travestismo, es de formación


reciente. Los muxe’ que tienen entre 40 y 50 años dicen que, en su juventud, en el pueblo había
solamente cuatro travestís, como la finada María Victoria, ya que, “por respeto a la familia, no
se exageraba tanto como ahora”, aunque todos se vestían para ocasiones especiales, para
reuniones o pachangas que organizaban v no tenían un carácter tan espectacular como ahora.
La costumbre de travestirse y hacer show travesti, de gran moda en los años sesenta en el bar
Galary de Acapulco, fue introducida en Juchitán en la década de los setenta, en la Vela de las
Intrépidas, que es la fiesta propia de los muxe’de Juchitán y de la cual hablaré en otro apartado.
Desde entonces las locas de nuevo cuño de origen popular empezaron a adoptar ese estilo en
su vida cotidiana.
El aumento de travestís en las nuevas.generaciones muxe' se debe a varias causas. Por una
parte, a partir de finales de los setenta a nivel internacional se asiste a una apertura cultural y
política hacía los homosexuales, a raíz del movimiento feminista y lèsbico, que se expresa en los
medios de comunicación. De hecho, llama la atención cómo la homosexualidad se ha conver­
tido en un tema de gran actualidad en programas de difusión continental, como el Show de
Cristina, o en programas nacionales copio Shanik y Él y ella, y también en el cine. Es decir, se
asiste a lo que Mieli definía como la “liberación de la homosexualidad” en los medios, que es,
en primer lugar, “mercantilización” de la homosexualidad en la industria de la moda y la
diversión (1977: 111).
A escala mundial este medio ofrece modelos gays de gran éxito: Juan Gabriel, David Bowie,
Michael Jackson, lo que confirma que la “gaytud” es viable y no necesariamente un obstácu­
lo para la afirmación personal. La participación en el certamen no representa para aquellas
locas sólo un rito de pasaje, del clóset a la calle, del ámbito privado al público, sino también la
esperanza de salir del anonimato social, de ser “alguien”, ser un personaje, aunque sea el doble
de alguien verdaderamente famoso.
El travestismo es una innovación introducida por los mismos muxe’, que asumen modelos
nacionales e internacionales por influencia de los medios de comunicación. El único canal de
Televisa que llega nítidamente a cualquier rincón del país difunde constantemente los modelos
y valores que la cultura mestiza dominante considera los ideales de la feminidad universal.
Mujeres glamorosas, seductoras, deseables y exitosas del mundo de la farándula con quienes las
locas se pueden identificar a partir de una -aunque leve- semejanza en los rasgos físicos. La
convivencia con las locas de Juchitán y la necesidad de entender su “lenguaje” me han obligado
a ser una televidente activa del Canal de las Estrellas. Me llama la atención la apariencia

160
Felina, reina de las Intrépidas en 1998

161
Marinella Miaño Borruso

andrógina o tendencialmente unisex de los jóvenes artistas, la obsesiva persecución del ideal de
“eterna juventud” de los cuerpos o, más bien, la estereotipación en masculino del cuerpo de la
mujer, alimentada a nivel mundial por las industrias de los productos dietéticos, los aeróbicos,
el modelaje. La difusión dél modelo anglosajón de belleza, que se va afirmando actualmente
gracias a los dueños -gays- de la moda internacional, o de los cuerpos supervitaminados y
esculpidos en moldes de la juventud califcrniana -aquéllos de la serie Guardianes de la bahía,
también en boga- ha ido disminuyendo la diferencia entre las formas de los cuerpos femeninos
y masculinos. Más bien está emergiendo un modelo andrógino como otro ideal de belleza. Esto
facilita la identificación del travestí con este modelo, presentado como arquetipo de la belleza
femenina universal.
Por otra parte, ser mujer en esta sociedad en la que son valoradas como bienes crea a los
travestís la ilusión de ocupar un lugar de prestigio similar. Pero, ¡ojo!, estas locas no quieren
aparecer como juchitecas, sino como mujeres de tipo más bien mestizo, incluso en casi todas
el deseo más recóndito y frustrado es ser una esposa de tipo tradicional, no trabajar fuera de
la casa, ser mantenida por su “marido” como único proveedor familiar.
Como otro elemento que contribuye a la expansión del travestismo, he observado que las
vestidas de mayor edad o las que desde muy jóvenes se visten de mujer ejercen cierta presión
sobre los muxe’ más jóvenes para inducirlos al travestismo, presión por otra parte compatible con
la actitud de imitación espontánea de éstos en relación con los adultos. Esta influencia de las
vestidas adultas es muy criticada y resulta ser motivo de conflicto en las familias y la comunidad.
Por cierto, no faltan motivos más utilitarios para vestirse: la necesidad de dinero para la
supervivencia propia y de la familia, para mantener al mayate que brinda cierta protección y
un simulacro de afecto o para conseguir un lápiz labial, una falda o algo de diversión y muchas
veces simplemente por el gusto doble al desafío y la fascinación de la transgresión empujan a
las locas jóvenes hacia la prostitución ocasional o temporal, como complemento de otra ac­
tividad. Una figura femenina es “naturalmente” más atractiva para la mirada del hombre. El fin
de semana, y también algunos jueves, un grupo de locas anuncia que se va “a vender”1011 y parten
en bola hacia el centro, “provocando a los hombres con el cuerpo”, mientras los muchachos se
apiñan bajo la frescura de los árboles, en las esquinas y andadores del parque. Sin embargo, es
una situación profundamente diferente a la que se vive en la ciudad de México. En Juchitán
andar vestida no es un fenómeno ligado esencialmente a la prostitución, ya que no existe una
marginación social que les impida otra salida; todos los muxe’ tienen posibilidad de tener un
trabajo o un oficio digno que sea valorado por la sociedad. Los travestís que prestan servicio
como trabajadoras sexuales, en las cantinas yen el crucero, representan hasta ahora un número
exiguo con respecto a la población total muxe’.1' Aunque en los últimos años ha aumentado la
prostitución masculina, que se nutre también de la inmigración centroamericana.

En una familia tradicional un hijo muxe’ es bien apreciado porque se considera que -dice
Macario Matus- “tiene la mente de un hombre y los sentimientos y la laboriosidad de una

10 Hacen una metáfora entre “vender en el mercado” y “vender el cuerpo”.


11 No ha sido posible hacer un censo de la población homosexual para dar fe del fenómeno a nivel cuantitativo. Sin
embargo, considero que no es determinante en relación con la actitud social hacia ella y sus funciones socioculturales.

162
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

mujer” (1978). El hijo muxe' resuelve muchas cosas en la vida cotidiana de una familia: puesto
que en la mayoría de los casos las mamas y las hermanas mayores trabajan fuera del hogar, él
es quien se ocupa de cuidar a los hijos más pequeños y a los ancianos, limpiar la casa y el patio,
dar de comer a los animales, cocinar para la familia. Tienen fama de ser buenos trabajado­
res; al igual que las madres, ellos también aportan sus ganancias para el sustento de la familia.
Incluso -en diferentes ocasiones- he escuchado a las señoras de clase media decir, aludiendo
a las mujeres de la séptima sección:“Las tecas los hacen así, así los crían, para tener una entrada
segura, porque los muxe’ trabajan y traen dinero a la casa.” Sobre todo se aprecia que el hijo
muxe’ nunca abandona a los padres en los momentos más difíciles de la vida: la vejez y las
enfermedades.12
Germán mantiene con su trabajo de costurera, estilista, coreógrafa y decoradora a la vez a
toda la familia, compuesta por la madre, una hermana adolescente y dos hermanitos todavía
niños. Feliciana se aleja de su madre, que vive sola -ya que el marido trabaja en otra ciudad-,
exclusivamente cuando va a presentar su espectáculo en otra localidad. Lo que gana lo destina,
en gran parte, a las necesidades de la casa y otra parte la invierte en el vestuario yla parafernalia
necesaria para su trabajo. Los hijos heterosexuales, tanto el varón como la mujer, se casan y van
a formar otro núcleo familiar que necesita de cuidados; el hijo muxe’ se queda, incluso cuando
se junta por temporadas con un compañero. Los casos de parejas gays o de parejas formadas
por un muxe’ y una mujer no representan la norma, pero son ejemplos d~ la configuración
de posibilidades presentes en la comunidad.
Si el muxe’-gay es el primer hijo o uno de los mayores será él quien cuide de sus hermanos
menores y sobrinos. Los ayudará para que tengan una buena educación, para que se casen bien.
Un amigo muxe’, muy famoso en Juchitán porque es muy rico y activo políticamente y por
representar, quizá, el arquetipo étnico de muxe’, dedica la fortuna que ha acumulado con el
comercio al bienestar de su familia: ha costeado los estudios de sus dos hermanas; cuando éstas
se casaron pagó sus bodas y regaló a cada una de ellas una casa, el ajuar y varias joyas. Para su
mamá todo lo mejor: los huípiles, las telas más elegantes, las joyas de oro más suntuosas: “La
tengo como una reina, todo es para ella porque es la única reina de mi corazón.” También vela
por sus sobrinos, que no les falte nada, que vayan a una buena escuela, que vistan bien, que les
llegue un buen regalo el día de su santo, cumple con la costumbre y como anfitrión es espléndido.
Para rematar adoptó como legítimo al hijo de una pariente cercana. He conocido a varios
m uxe’ adultos que desean adoptar un niño, tanto por un deseo de tener descendencia como por
una forma de asegurase compañía y cuidado en la vejez, siempre y cuando la mamá aún viva
para ayudarle a cuidar al bebé. María, una joven vestida de la séptima sección, me dice que ha
adoptado una niña para que le haga compañía y complete la imagen femenina que luce.
Para una madre, entonces, tener un hijo muxe’ con el que se lleve bien representa tanto una
seguridad económica como un apoyo moral. Es muy frecuente que las señoras se queden solas
en su edad madura, ya sea por quedar viudas,13 o porque los maridos se van con una mujer más
joven, o bien debido a que -frecuentemente- la propia mujer, en cuanto sus hijos han crecido,
decide separarse de su marido, quien a veces, además de hijos, no ha legado mucho al hogar.
El hijo muxe’ viene a llenar el vacío de afectividad y atención dejado por un marido ausente y

12 Éste parece ser un rasgo compartido a nivel nacional, pues por observación etnográfica personal he constatado
que la mayoría de los hijos gays se hacen cargo de sus padres ancianos.
13 Según los censos, en el Istmo hay 2% de hombres viudos contra 7% de mujeres viudas. Fuente: INEGI, Región
Istmo, Oaxaca. Perfil Sociodemográfico. XI Cmso General de Población y Vivienda, México, 1990

163
Marinella Miaño Borruso

por los otros hijos que se han ido casando. Al interior de la familia los grandes lazos de so­
lidaridad y complicidad se establecen esencialmente con la mamá y el componente femenino:
la abuela, alguna tía, la hermana. Si bien un padre no se regocija por tener un hijo muxe’, por
lo general, con la madre alcahueteando, lo acepta con más naturalidad si todavía pertenece al
ámbito rural, aunque también he encontrado casos en los cuales ambos padres rechazan la
condición de su hijo.
Muchos muxe’ han alcanzado, mediante su trabajo o sus redes de relaciones sociales, con
viveza y habilidad, un buen nivel económico y reconocimiento social. De tal manera que el
muxe’ anciano que ha cumplido con una serie de valores para la comunidad, que, como las
mujeres, ha trabajado, ha hecho su casa y comprado sus oros,que ha cumplido con la costumbre,
que se ha preocupado porque su familia salga adelante, etcétera entra en otra fase del ciclo de
vida, adquiere el prestigio y el poder del cual gozan las mujeres adultas con una trayectoria
de vida conforme a las expectativas de la cultura. Con el tiempo y el cumplimiento de una vida
considerada éticamente correcta puede llegar a ser el elemento unificador de la familia extensa
y, a la muerte de la abuela y de la madre, heredar la autoridad moral y el prestigio de ambas.
En el caso de Alfredo, cuya madre ha muerto, él es quien vela y tiene autoridad sobre sus
hermanas y sobrinos, y no el padre, que aún vive. He visto que primas y primos más jóvenes,
e incluso tías, se dirigen al muxe’ anciano para resol ver algún problema familiar o pedirle ayuda
y apoyo. Esta posibilidad de las mujeres de prolongar su existencia despué > de la muerte por
medio del hijo muxe’, no sólo en el recuerdo sino también en la práctica social, de transmitir
todo el patrimonio de saberes y esfuerzos, todo lo que construyó en la familia, el sentido moral
y el ethos familiar, su poder y prestigio, me parece genial y denota lo que Signorelli denomina
“pragmatismo de las mujeres”, es decir, una filosofía de la vida apegada a la concreción de la ética.14
Sin embargo, este modelo de “armonía” familiar con relación a los hijos gay-muxe’ está ac­
tualmente en franca crisis. Sobre todo las vestidas encuentran una fuerte oposición y rechazo
por parte de los hombres de la casa: padres y hermanos. En muchos casos ese rechazo se manifiesta
con violencia, golpes e incluso con el alejamiento temporal o definitivo del núcleo familiar. En
las pláticas que he tenido con un nutrido grupo de locas, uno de los problemas que más las
aqueja es, precisamente, la mala relación con los varones de la familia. La mayor queja es que
los padres y hermanos no aceptan que ellas se vistan de mujer y salgan de esta forma a la calle.
Otras familias simplemente no aceptan al hijo gay, como el caso de Kike. En las familias
acomodadas molesta también lo amanerado y frecuentemente no se verbaliza la situación: los
hijos no comentan su condición con los padres ni éstos con sus hijos. Muchas veces he
preguntado a amigos claramente gays: “¿Tu padre sabe que eres gay?” “Me imagino que sí,
nunca lo hemos hablado”, me han respondido.
Manuela tenía ese mismo problema, por eso se fue a vivir a Huatulco con un tío más tolerante.
Así que también encontramos situaciones de clóset, por lo menos a nivel de modales y com­
portamientos exteriores, ya que -como admiten los propios juchitecos en los raros momentos de
sincera autoironía-‘ en el pueblo todo se sabe y, si no, lo inventamos”.
El rechazo al hijo travestí tiene varias causas. Por un lado, actualmente la poderosa ideología
hegemónica nacional hace que, en el sentido común, homosexualidad, travestismo y prostitución

14 Amalia Signorelli usa el concepto de “pragmatismo de las mujeres”como “filosofía del mundo y de la vida [... J
sistema de conocimientos, valores y códigos de comunicación compartidos a través de los cuales las mujeres
construyen el sentido (significado y valor) de su existir y actuar en el mundo [...1 estos conocimientos y estos
valores son pragmáticos, es decir, tienen su propia medida en los efectos prácticos que producen” (1993:68,72).

164
Hombre, muier y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

ocupen un mismo lugar, tanto a causa de la ignorancia general sobre estos temas como por
valoraciones morales de tipo judeocristianas. Por el otro, la mayoría de las locas son jóvenes
cuyas edades varían entre los 12 y los 28 años, es decir, la edad de máxima exuberancia sexual
No es de extrañar, entonces, la conocida “promiscuidad” sexual de las locas que, acompañad!
por el tipo de prácticas sexuales masculinas consagradas por la tradición, hace que los padres
y hermanos siempre estén en peligro de que el compadre, el amigo o el vecino le “falte ai
respeto” a su hijo/a y/o hermano/a, con evidentes repercusiones sobre el honor personal y
familiar. El padre de Rocío me comentó: “Si alguien le falta al respeto o la agrede en la calle yo,
como su padre, debo intervenir porque él es mi hijo y lo que le hacen a él lo hacen a la familia.’
Otro grave problema en las relaciones con los padres es el tipo de vida y la rebeldía potencial
de la loca. Precisamente por ser locas, fuera del esquema normal, son tendencialmente reacias
a cualquier imposición y regla establecida, tienen un carácter voluble y cambiante. El hecho de
que tomen mucho (tanto por costumbre social del Istmo como por el tipo de ambiente en el que
se mueven), les guste el “desmadre”, provoquen a los hombres o se enreden con varios causa i
la familia profunda molestia y la constante preocupación de que algo grave les pueda pasar en
cualquier momento, sobre todo en estos tiempos en que con tanta rapidez ha aumentado la
violencia considerablemente. La madre de Kike, por ejemplo, está siempre angustiada por no
saber cuándo y cómo regresará su hijo a la casa, a comer o dormir siquiera. Lo acepta como es
porque “es mi hijo, ¿qué puedo hacer?”, pero en el fondo no se da por vencida y espera que un
día la loca recapacite y encuentre “una mujer que se haga cargo de él”, como toda madre desea
para su hijito consentido. Los padres de Rocío, en cambio, estaban contentos con ella “porque
ya ves que no toma, nunca se junta con gente mala de por ahí, no anda en la calle, no es
chismosa, respeta”, me dijeron un día.
Por último, el hijo muxe’ es, naturalmente, el principal aliado de la madre en el juego de
poderes al interior de la familia. Entre madre e hijo muxe’ existe siempre una fuerte relación
solidaria que se expresa en la protección y el apoyo que la madre le brinda y en el apego afectivo
de su hijo. En cualquier ocasión de conflicto el hijo siempre saldrá en defensa verbal y física de
su madre, sumando su agresividad al proverbial carácter dominante de la mujer zapoteca y
arrebatando cotos de poder al componente masculino de lá familia.

Del nacer al devenir: la dificultad de ser loca

En Juchitán dicen que las niñas nacen boca arriba y los niños boca abajo. De tal modo, existe
una señal en el nacimiento de un varón para percatarse de cuál destino social tiene asignado
si nace boca arriba. Sin embargo, naturaleza y divinidad se entrelazan en la génesis del fenómeno.
Un padre puede decir: “No es su culpa si es así, es un capricho de la naturaleza.” Una madre casi
siempre contesta: “No es su culpa, así lo quiso Dios, así me lo mandó.” Hay una diferencia de
discurso: para la mamá la diversidad de su hijo tiene que ver con los designios divinos,mientras
que para el papá, con la ingobernabilidad de la naturaleza. Ambos discursos legitiman lo
inevitable del fenómeno, así como su carácter de excepcionalidad, aunque es notable cómo,
finalmente, queda latente un sentimiento de culpabilidad que muestra cómo la aceptación de
la transgresión pasa por la vergüenza. Además, según la cultura tradicional, la diferenciación
sexual empieza socialmente alrededor de los 3 años, antes los niños solamente son nombrados
ba’du’ huí ni, “criaturas”.

165
Marineo a Miaño Borroso

Sin embargo, existen otras señales cuando la anterior no aparece. Cuando pregunté a las
madres cómo y cuándo se dieron cuenta de que su hijo era muxe, la mayoría me contestó:
“Luego luego se ve, porque empieza a jugar con las muñecas o se pinta las uñas, de ahí ya sabe
uno.” Los hijos muxe’ reafirman las palabras de la mamá. Con mucho orgullo me dicen que
ellos son así “de nacimiento”, que en su niñez se juntaban a jugar con las niñas, jamás con sus
coetáneos varones, que les gustaba hacer tortillas de lodo, jugar a la mamá, vestirse con ropita
de mujer. De hecho, es común ver a niños de 6,7,8 años acompañando a la mamá al mercado
a vender o aprendiendo con ella a bordar.
Sin duda, la educación familiar y el contexto social juegan un papel importante. Como se
ha visto, desde muy temprana edad hay una separación completa entre mujeres y varones, que
se desarrollan en espacios excluyen tes. ¿Qué pasa con un niño que se niega a seguir el modelo
de actividades preestablecido? Un ejemplo concreto es lo que ha pasado en una familia de
amigos. Una de las muchachas de la familia fue madre soltera. Su hijo nació un poco débil, se
enfermaba mucho, era muy sensible y apegado a la mamá, rehusaba participar en los juegos
violentos de los otros varones. Poco a poco todos los miembros de la familia empezaron a
comentar, primero en broma y luego ya aceptándolo como un hecho natural, que el niñito
había nacido muxe, ya que no era como los otros niños de la familia, que desde muy temprana
edad se juntaban para jugar a las luchas, matar pajaritos con la resortera, correr a la calle para
hacer cuantas travesuras se les ocurriera, jugar con violencia y agresión como corresponde a
“todo hombrecito”. En fin, la mamá lo mantenía junto a ella constantemente, la abuela le
regalaba Barbies, las tías le llevaban a sus hijitas para acompañarlo en sus juegos y por fin fue
incorporado a las labores domésticas, ámbito considerado exclusivamente femenino. Esto
proporciona, una vez más, una visión de cómo conciben a los varones las propias madres: “na­
turalmente” agresivos. Todo el ambiente familiar determinó condiciones favorables para que el
niño encontrara una ubicación adecuada, en el espacio previsto por la cultura y la sociedad
para “un alma femenina nacida en cuerpo de varón". Por esto no es inusual ver niños afeminados
y reconocidos por su entorno como muxe’. Paquita tiene 12 años y todavía no sabe “cómo se
hace esto de chapear’”; sin embargo, es toda una damita, dice que es “así, como Rocío”, y
acompaña a su mamá a vender a otros pueblos.
Es interesante notar cómo, culturalmente, se dan diferentes significados y respuestas a los
juegos de los niños. Todos los niños del mundo se entretienen con cualquier cosa, también con
las muñecas, pero, mientras en la sociedad mestiza un niño que agarra la muñeca de su herma­
na es inmediatamente reprimido y se le pone una pistola en la mano porque “qué tal, manita,
si se me vuelve joto”, en la sociedad zapoteca no hay represión. Al contrario, una conducta que se
sale de las normas establecidas es signo de un destino social y de una reubicación genérica ya
prevista por la cultura. Por otro lado, no todos son muxe’ de nacimiento. Muchos definen sus
preferencias sexuales entre la pubertad y la adolescencia y he conocido a unos cuantos que, ya
adultos, “se voltean”. Aunque casi todos afirman y juran que se sienten “así” desde la niñez para
legitimar su diferencia por medio del origen divino, siempre hay un suceso especial que le da
conciencia de su ser.
Hay muchas anécdotas sobre lo anterior pero una me parece particularmente divertida.
Rosario cuenta que él “nació hombre”. A los 15 años, yendo de paseo a Salina Cruz, tuvo un
accidente automovilístico muy grave. Resultó herido y se desmayó y “¡¿qué crees, manita?!, me
desperté loca. Y desde entonces éste es mi destino.” La idea predominante es que existe un
destino biológico desde el nacimiento, que incluso se hereda en las familias. Los juchitecos

166
Equipo de baloncesto de las Intrépidas

dicen que no hay familia juchiteca que no tenga un muxe’-, algunas familias tienen más que
otras en su árbol genealógico y otras “cuentan con tradición y abolengo en la putería”.
Es muy común que los gay-muxe’ de mayor edad inicien en las prácticas sexuales a los
varones entre los 10 y 15 años. A menudo es un muxe’, pariente o vecino, quien se presta con
gusto a abrir el prepucio aun niño, desvirgar a un muchacho y enseñarle los primeros manoseos
y juegos amorosos. En el modelo cultural tradicional los adolescentes no tienen acceso a las
mujeres, ya que las muchachas, y especialmente sus madres, cuidan su virginidad, que se con­
sidera “como un hecho altamente serio y sublime, entre lo sagrado y mitológico” (Ni. Matus,
1978). Por otra parte, las prostitutas también son de difícil acceso por razones económicas y
porque, en general, la comunidad no acepta a quien anda en los burdeles a temprana edad. Mien­
tras las mujeres carecen de la posibilidad de tener experiencias sexuales antes del matrimonio
(tal vez la iniciación al conocimiento de su cuerpo no rebasa los manoseos, besitos y jueguitos
que se pueden realizar con primos y amiguitos de menor edad, como sucede en todas partes del
mundo), los varones tienen en cambio la posibilidad y facilidad de aprender y practicar todo
lo relacionado con el sexo, los rituales de cortejo y seducción, incluyendo las prácticas sexuales
por medio de las enseñanzas de una loca.

167
Marinella Miaño Borruso

“No hay como el original”

Por supuesto que nacer o comportarse como mujer no significa ser mujer. El camino del
devenir es largo. En principio, por el cuerpo. No es un proceso fácil cambiar el cuerpo masculino
por uno femenino, como hemos visto en el rito de transformación que he descrito. Hay que
acentuar curvas, llenar vacíos y vaciar llenos, disminuir cintura, tornear piernas, suavizar
rasgos, desaparecer vellos, suavizar la voz, adquirir otra gestualidad, modificar comportamientos.
Algunas, como Rocío, para acentuar y fijar los rasgos femeninos se inyectan hormonas durante
la adolescencia para que les crezcan los pechos y las nalgas, se redondeen las caderas, desaparezcan
los vellos y se afine la voz. Se necesitan varios ciclos de tratamientos, que tienen repercusiones
también en la vida sexual, ya que las hormonas inhiben la erección durante el acto sexual y
puede no haber orgasmo. Dicen que el placer no se concreta en el orgasmo, sino en dar placer,
en hacer que el hombre se sienta más a gusto, tal como pasa con las mujeres, por lo menos las
que asumen la pasividad como propio de lo femenino.
Tampoco es natural tener actitudes y comportamientos femeninos. Es necesario un entre­
namiento constante, una atención permanente a la forma de moverse y de hablar, imitando
-hasta la exageración en algunos casos- los ademanes que se supone que expresan la feminidad
y los atractivos de una mujer. Asumir la identidad de otro sexo es parecido a lo que pasa en la
construcción de un personaje teatral. Presupone el dominio de una serie de saberes que com­
ponen el universo femenino. Para las vestidas es un rito que se renueva cotidianamente. Salir
de la casa para ir al mercado o a una fiesta demanda un trabajo previo y laborioso sobre su cuerpo
y una reafirmación, a los ojos de los otros y a través de la mirada de los otros, de su identidad
femenina. Las locas de mayor edad o mayor experiencia van entrenando a los que se inician en
este nuevo estilo de vida, viboreando, criticando y sugiriendo poses, gestos, formas de caminar,
peinados, maquillajes, trucos, como hacían Pepi y Rocío con Manuela y las chicas que participaban
en el certamen, como hizo la empresaria del primer grupo donde empezó a trabajar Rocío a los
14 años. A veces en la misma familia es posible encontrar a los cómplices históricos de este
proceso de metamorfosis: la madre, pero más frecuentemente una tía o un tío muxe, asesoran
al adolescente en las diferentes tareas para apropiarse de todos los símbolos y los compor­
tamientos femeninos.
El riesgo es llegar al ridículo o ser una mala imitación, porque “no hay como el original”,
como me dijo Kike con realismo teñido de veneno cuando, en ocasión del certamen descrito,
en 20 minutos me vio aparecer bañada, vestida, maquillada y perfumada. Sin embargo, sospecho
que la exageración de algunos no es simplemente mala imitación, sino una forma bastante
irónica de asumir y mostrar la diversidad: “ni hombre ni mujer, sino todo lo contrario”. Si el
hombre heterosexual, el macho que toda loca de este grupo aspira a conquistar, “quiere enga­
ñarse”, es decir, no quiere asumir conscientemente su homosexualidad latente o sus prácticas
homosexuales y necesita la imagen de una mujer para excitarse: “ahí te va, con toda exageración,
hasta lo ridículo y lo chusco tal vez, lo que yo gay veo en las mujeres y, con esta ficción com­
partida, yo loca te conquisto a ti, macho”. El arte de la seducción se vuelve parte integrante y
necesaria del estilo de vida del muxe. Es el poder del artificio o la eficacia simbólica de
levistraussiana memoria.
Otra cosa que surge de mi cuento, y de lo que pude observar y aprender de las historias de
vida, es que no se puede andar vestida toda la vida (aunque siempre se muere loca). Llega un
momento en que el cuerpo ya no tiene la flexibilidad necesaria ni la energía suficiente para

168
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

realizar diariamente todo el rito de transformación. Kike, que tiene 30 años y es, vox populi,
guapísimo, me decía que se sentía muy nervioso, ya que hacía mucho tiempo que no se vestía
de “chica”,15 como solía hacerlo diariamente entre los 18 y los veintitantos años y que el día de
ese espectáculo era la última vez que lo hacía (por cierto, no mantuvo la promesa). Le daba
miedo no poder cumplir con el papel ante la mirada de los hombres. La misma Rocío, que tiene
18 años, sabe que su vida artística es relativamente corta y ya está buscando alternativas para
su futuro. Pepi, que rebasa los 30 años, se vistió para el espectáculo, sin embargo, en el baile
participó en short y sin maquillaje. Incluso en su forma de vestir diaria, él acentúa los rasgos
masculinos de su cuerpo, se pone pantalón y chaleco de cuero negro que deja ver los vellos de
su pecho, exhibe un estilo varonil-agresivo tipo Lorenzo Lamas en la serie El Renegado (pero
mucho mejor, en mi opinión). Hay ocasiones en que los muxe’ de una edad que rebasa por mu­
cho los 40 se visten como en las fiestas o el certamen descritos. Entonces sacan a relucir, por
un rato, la ilusión de los encantos de antaño con tremendo trabajo. Uno de los socios ancianos
de la Vela de las Intrépidas luce cada año de tres a cuatro modelos de vestido diferentes, cla­
ramente costosísimos, durante los dos días que dura la fiesta; sin embargo, siempre acaba la
pachanga poniéndose el pantalón y la camisa y quitándose el maquillaje.

La vida es una fiesta

Es tanta la presencia social de las locas en Juchitán que tienen una Vela propia que celebra a la
comunidad gay: la Vela de las Auténticas Intrépidas Buscadoras del Peligro, que se realiza cada
año en noviembre. Esta celebración empezó a finales de los setenta en Comitancillo como una
fiesta semiprivada de un grupo de locas que se reunían en la casa de una de ellas, adonde llegaban
también de pueblos y ciudades vecinas. Las locas de Juchitán participaban en la vida política de
la comunidad como activistas del PRI. Su líder era, y aún lo es, Óscar, un gay que ha logrado
acumular una notable fortuna gracias al comercio y tiene un estatus social reconocido por toda
la comunidad. Él ofreció un salón de su propiedad en el mero centro de la ciudad, sus recursos
económicos y su capacidad de organización y convocatoria para celebrar esta fiesta cada año (que
a la vez representa, para el anfitrión, un buen negocio debido a la venta de cerveza y al alquiler de
útiles). En pocos años se volvió una fiesta popular, sin ninguna connotación política, en la que la
coronación de la reina puede ser efectuada por el mismo presidente municipal o bien por una
personalidad destacada de la comunidad. El número de socios de la Vela se ha ampliado
considerablemente: de los nueve miembros originales hoy se cuentan cerca de 40 y ya no son
solamente afiliados al PR1. En su realización participan y colaboran todo tipo de muxe’, desde las
locas de la séptima hasta los gays más sofisticados de corte internacional y sin distinciones de
clase ni afiliación política, desde las trabajadoras sexuales hasta el maestro, el director de la
escuela y el regidor de Educación. Gracias a la extendida y sólida red de relaciones que Óscar ha
logrado tejer alrededor de su persona y de la Vela,16 a esta celebración llegan “embajadoras” de
todas partes de la República, además de una pintoresca fauna de curiosos nacionales e
internacionales equipados con cámaras y videos; por supuesto que no faltan antropólogos ni

!S No es casual que a la vestida también le llamen “chica”, refiriéndose a su juventud.


16 Quiero subrayar la gran capacidad de Óscar Cazorla para mantener el ámbito de lo político totalmente des­
ligado de la cuestión gay; aunque también varios políticos asisten a la Vela, lo hacen sólo como integrantes de la
comunidad étnica.

169
Marinella Mia.no Borrlso

autoridades municipales y estatales. El Canal 11 de la emisora televisiva de Oaxaca registra y


transmite todo el evento, desde el desfile de las embajadoras y ex reinas ataviadas con modelitos
cuya realidad supera toda fantasía posible hasta la coronación de la reina, el show travestí ofrecido
por los socios a la concurrencia y el espectáculo de regocijo ofrecido por ésta a las cámaras.
Esta celebración representa una legitimación ulterior y pública de la cuestión homosexual
en la comunidad. A pesar de la introducción de elementos culturales de corte internacional que
horrorizan a los puristas de la cultura, es notable el carácter popular y étnico del evento y el
hecho de que la sociedad zapoteca no es sólo tolerante, sino también participativa de la vida de
los muxe’ y que éstos, además, utilizan el patrimonio cultural colectivo como una expresión
integrante de su estilo de vida e identidad individual. Sin embargo, no se retoman todos los ele­
mentos culturales tradicionales y, en cambio, se crean e incorporan otros nuevos. En la noche
del baile, por ejemplo, las locas no visten con el suntuoso y obligatorio traje regional (son
contadas y más bien de edad madura las que lo llevan). En esta ocasión se trata de estrenar el
mejor modelito, el que más hace lucir curvas y piernas, el que más provoca envidia a las otras
locas. Sin embargo, al día siguiente, en la Lavada de Olla, la mayoría luce el tradicional traje de
terciopelo bordado con su holán de encaje, sus oros, sus flores en los cabellos, las trenzas
enlistonadas, el lápiz labial rojo encendido en boca y mejillas, en fin, una apariencia femenina
absolutamente zapoteca. Nunca podré olvidar su elegancia y actitud orgullosa típica de las mu­
jeres zapotecas, que exhibieron en ocasión de la Vela de la Casa de la Cultura, en la que, por
primera vez en la historia de la élite juchiteca, la comunidad gay de Juchitán fue invitada
por el patronato y la dirección de esta institución a poner un puesto y traer a sus invitados.
Elegantísimas, cargadas de alhajas, hermosas y floreadas, las locas atendieron el puesto y a los
invitados con toda la sabiduría y la gracia necesarias, bailaron la sandunga con la solemnidad
y dedicación con que se debe bailar y fueron la delicia de los hombres (sobre todo de los
extranjeros invitados) y la envidia de las mujeres. Por cierto, la participación de las vestidas en
un evento y un espacio que nunca se ha abierto a las locas de estrato popular fue ampliamente
criticada por las señoras de la élite zapoteca y todavía no acaba la ola de chismes.
La mayordomía de la Vela de San Antonio de Padua está acaparada, desde hace seis años,
por las vestidas de Cheguigo y muchas otras están apuntadas para los próximos años. Los
muxe' también ocupan la mayordomía de la Vela San Juan y muchos socios de la Vela San
Jacinto, que el año pasado tuvo una duración de cinco días, son muxe’ y han sido mayordomos.
En general un muxe’ puede ser mayordomo de las Velas que quiera como medio para adquirir
prestigio social y reafirmar la lealtad étnica. En el universo simbólico de las fiestas los
encontramos retratados en las mantas que adornan el lugar de la celebración, como Victor-
muxe\ que fue mayordomo de la Vela Lagarto y cuyo recuerdo es respetado por toda la
comunidad.
Como las mujeres, los muxe’ festejan con lujo sus 15 años, rito necesario para legitimar el
pasaje a otro ciclo de vida, al periodo de máximo ejercicio de la sexualidad. Vecinas, parientes
y amigos participan con gusto como madrinas y padrinos de pastel, de regalo, de música o de
lo que sea, ya que los convivios de las locas tienen fama de ser muy divertidos, “tienen gracia”,
algo fuera de lo normal que provoca alegría: “Uno la pasa muy bien y la atención para con uno
es de lo mejor.” Dice un amigo: “Es por la atención que brindamos que mis hombres siempre
regresan. Se van, pasan los años, tienen otros amores y siempre regresan, por la atención.”
Por otro lado, las locas introducen nuevos elementos a la estructura tradicional de la fiesta,
como el show ya descrito y las coreografías de la danza de la quinceañera. En la Vela de las

170
Intrépidas desfilan por el escenario Gloria Trevi, Selena, Juan Gabriel, Isabel Pantoja y todas las
estrellas que se les ocurran. Lo mismo pasa en sus fiestas de 15 años: el festejado y sus amigos
organizan tremendo espectáculo para regocijo y agasajo de los invitados. En estos años se ha
puesto de moda, en toda la región y no solamente a nivel popular, ofrecer un show travestí en
las numerosas pachangas de cumpleaños, bodas, aniversarios, etc., entre el entusiasmo y la viva
participación de las mujeres, que aplauden frenéticas, y la mirada hipercrítica de las otras locas
presentes. Los mejores travestís organizan giras artísticas, presentando espectáculos en los
centros nocturnos de la región o de los estados limítrofes.
Es costumbre que para despedir el año que termina, entre Navidad y fin de año, salga a la
calle una pareja -formada por un viejo y una vieja: los “huelo” (“abuelos”)- y vaya bailando de
casa en casa, alegrando a la gente a cambio de una pequeña cooperación económica. Ante­
riormente los “huelo" eran dos varones (heterosexuales), uno de los cuales se vestía de mujer.
Ahora son los muxe los que recuperan y transmiten esta tradición. La “huela” ya no es tan abuela,
puesto que el muxe’se las ingenia para disfrazarse de lo más estrafalario. Un año vi a una novia
con todo y ramo, a una tehuana jacarandosa, a Vanesa en traje de baño decorado con lentejuelas,
a una señora en vestido de gala con cola de tul y a otros personajes de difícil identificación, pues
no hay límites para la fantasía de la representación. Vanesa iba acompañada de una banda de
cuatro personas, otros iban con el pitu nisiaaba (dúo tradicional formado por una flauta y un
tambor) y otros, con una grabadora. El dinero que se obtiene se distribuye entre todos y es
un extra para pasarla bien el fin de año.
Lo más novedoso que he presenciado en los últimos cuatro o cinco años es que las vestidas
de la séptima y de Cheguigo se han organizado en clubes informales que realizan varias
actividades de diversión y deporte. El club Baila Conmigo tiene un equipo de baloncesto que
lleva a cabo competencias con grupos escolares o de vecinos -en parte por gusto al deporte, en

171
Marinella Miaño Borroso

parte para ligarse a los muchachos-. También organiza shows travestis en patios, cantinas,
placitas. A cambio de un cover de dos pesos los paisanos pueden divertirse disfrutando de la pre­
sencia en vivo de los cantantes que aparecen en la pantalla de televisión, entre telenovelas y
noticiarios. Las señoras con sus hijos llenan la platea, junto con un nutrido grupo de jóvenes
varones. Otro club, que en recuerdo de una famosa telenovela se llama Alcanzar una Estrella,
también organiza espectáculos y posadas en diciembre. Se celebra, además, un certamen de
belleza, Miss Juchitán Gay, y he presenciado también el Miss Juchitán Gay Nueva Generación
-en el que participaron loquitas adolescentes y púberes- que todavía no es tan espectacular
como el de Huatulco, sino más bien una competencia casi privada. También se hacen rifas y
bailes con el fin de juntar dinero para el equipo de baloncesto o la puesta en escena de los
espectáculos o simplemente para ir de paseo a Playa Vicente.
El club Baila Conmigo organiza, desde hace varios años, un baile popular el 28 de diciembre
que, como es sabido, es el Día de los Inocentes. En 1996 este baile se convirtió en la Vela Baila
Conmigo que, al igual que las Velas mayores dedicadas a los santos, se festeja en la calle y tiene
su desfile de carros alegóricos (cuya hechura es trabajo tradicional de los muxe’) y Regada de
Flores -lo que no ocurre ni siquiera en la Vela de las Intrépidas-. En 1995 la reina fue Angélica,
lujuriosamente ataviada con un adherido e hiperescotado vestido rojo púrpura con holanes y
boa de organza negros. Melisa, que sería reina de la fiesta al año siguiente, tuvo que venir a tra­
bajar a la ciudad de México para poder solventar los gastos de su reinado. Un año de duro
trabajo para poder lucirse en aquella única ocasión y quedar en la historia oral y en el recuerdo
de los demás. La Vela Baila Conmigo nació un poco en contraposición a la Vela de las Intrépidas,
ya que ésta reúne más bien a muxe' de edad mayor, se festeja en un salón y no tiene Regada. Las
nuevas generaciones no se sienten representadas completamente en ésta Vela, pues la perciben
más como un negocio del propietario del salón y, además, “es la Vela de los yo' xho’ (‘viejos’).”
Dicen que en los años setenta todavía se festejaba el carnaval en Juchitán y en él participaban
los travestis con el resto de la población. Actualmente ha sido desplazado por otras festividades,
tal vez por no ser necesario, pues la inversión del mundo y de las relaciones parece ser parte de
lo cotidiano en Juchitán. El mejor aporte al proceso electoral que presencié en las últimas
elecciones municipales fue la propuesta de Kike de crear una nueva regiduría para el bien de
la población: la Regiduría de Regocijo y Agasajo. Varios amigos, incluido Kike, se postularon
como regidores. Desafortunadamente la solemnidad institucional no permite la libre expresión
de la liminalidad.

Cotidianidad y peligro

Ser loca, travestí o muxe’ implica un desafio constante al mundo y, por lo tanto, cada uno de
ellos sabe que está expuesto más que cualquiera a situaciones peligrosas. Los muxe’de Juchitán
también se perciben como reto al mundo, sujetos y objeto de peligro, pues, a pesar de su
situación peculiar, no dejan de ser parte de la condición de marginación que se vive en el país.
No faltan actitudes de rechazo hacia ellos, que pueden llegar hasta la violencia física, por parte
de individuos o sectores de la población, aunque en Juchitán nunca se ha llegado a episodios de
muerte violenta como ha pasado en Chiapas o Veracruz.17

17 Sin embargo, antes de la publicación de este texto hubo un primer homicidio que conmovió a la población.

172
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

La Vela de las Intrépidas, por ejemplo, a diferencia de todas las otras fiestas, que se realizan
en la calle, se lleva a cabo en un salón. Los interesados me comentan: "La gente es muy grosera,
grita, se burla o puede agredir, tirarnos algo.” En una fiesta en la séptima -a la que asistí- las
locas que realizaban su show fueron agredidas por un grupo de jóvenes que interrumpían su
actuación con burlas pesadas y a una de ellas le llegó una patada en la espalda. Vanesa me decía:
“Cuando están juntos son bien machos, se burlan y nos agreden, peor si van borrachos o ma-
rihuanos; pero solos, vieras cómo nos buscan y bien que Ies gusta acostarse con nosotras.” Hay
una diferencia sustancial entre la actitud de los hombres adultos o ancianosy los jóvenes:“Los
señores nos respetan, nos quieren, nunca nos ofenden, pero éstos [los jóvenes! ni a- su propia
madre respetan.” Esto refleja cómo en el tránsito del mundo rural al urbano se adquiere la
misma doble moral que encontramos en la cultura mestiza: en público se ridiculiza y hasta
agrede al homosexual, pero en lo privado...
Las agresiones de las que el hijo muxe puede ser objeto por parte de los hombres son una
preocupación constante de los padres, sobre todo de las madres. Peor aún si toma y le gusta la
“putería”. El hecho de que, sobre todo en los ambientes marginales, los jóvenes beban dema­
siado, que circule marihuana y cocaína y que -como regalo de la modernidad neoliberal- haya
un ejército de desempleados que incrementan las numerosas bandas de chamacos dedicados al
robo y la drogadicción hace que la vida de las locas (tanto de estrato social alto como popular)
se desarrolle en un contexto donde la violencia está a la orden del día-y principalmente de la
noche- y frente a la cual se deben desarrollar estrategias de supervivencia, sobre todo la capaci­
dad de encontrar una respuesta rápida y eficaz ante una situación de agresión.
Cuando le comenté a Rocío que me había llamado la atención la forma brusca y despectiva
con que trataban a Manuela, me contestó que ella había pasado por lo mismo al inicio de su
carrera profesional. La empresaria y las compañeras del grupo en el que trabajaba le hacían la
vida difícil con todo tipo de maldades, le jalaban la peluca cuando estaba por salir al escenario,
le escondían el vestido, le robaban al galán, le ponían marihuana en su maleta para que tuviera
problemas con la policía. Si bien es evidente una buena dosis de envidia y competencia, el
objetivo y código de fondo de esta conducta era -como me confirmó Roció- enseñarle, sin
verbalización y en forma muy concreta y a veces brutal, a defenderse, reproduciendo en el
interior del grupo situaciones conflictivas que exigen respuestas rápidas y eficaces. Al estilo de
“sobrevive el más fuerte”. “Por esto -dice Rocío- regaño a Manuela, para que se avive, para que
sepa defenderse. Así aprendí, así hicieron conmigo las locas.” Me llamó la atención la reacción
tan rápida, acertada e hiriente de Kike ante el sarcasmo del lanchero que yo percibí como una
violencia más dolorosa que una bofetada, ya que apuntaba directamente a los sentimientos e
iba dirigida a romper la magia de la imagen femenina y a negarle el derecho a su elección
identitaria. Como dice Pepi: “Todas nosotras venimos desde abajo, nos movemos en ambientes
peligrosos y, por ser como somos, estamos expuestas a cualquier cosa. Así que uno debe ser más
listo que el diablo, debemos desarrollar más capacidades que cualquiera.”
Por todo esto el entrenamiento y la iniciación hacia la “putería” no acaba con el aprendizaje
en el manejo del cuerpo, sino que induye todas las estrategias para saber defenderse y desen­
volverse en situaciones peligrosas o de conflicto. No hay normas establecidas, pero sí es impres­
cindible desarrollar la agudeza de la mente y la palabra, “avivarse”, aprender a tener control
sobre las situaciones y aprender, sobre todo, a jugar con los roles y las expectativas de los otros.
Frecuentemente escucho decir: “Los gays somos más inteligentes”, y no se trata de pura y
simple fanfarronería, sino que expresa también la conciencia de poseer una habilidad construida,

173
Marinella Miaño Borruso

que permite mantener la ambigüedad de sexo y roles como un eje de la existencia. Ser loca
presupone un aprendizaje complejo: hay que saber cómo ser hombre y mujer a la vez, pero
también implica ser mejor hombre y mejor mujer, hay que cumplir con los roles mejor que un
heterosexual para tener reconocimiento y estimación sociales. Esto se parece en gran parte a la
situación de las mujeres, que debemos esforzarnos doblemente para tener reconocimiento como
mujeres, madres, esposas, trabajadoras o profesionistas. Para las locas se trata de un doble y a
veces triple aprendizaje social para ser hombre, mujer y muxe’ a la vez.
Por esto la Vela de los muxe' se llama de las Intrépidas Buscadoras del Peligro. Lo buscan en
la medida en que salen del clóset, transgreden el “orden” sexual y demuestran, con su simple
existencia, que ¡as “normas de la naturaleza” -o la heterosexualidad como “naturaleza social”-
no son tan “naturales” y rígidas como el sentido común supone, que ser excluyen teniente hom­
bre o mujer puede ser una falsedad, que la “naturaleza” también contempla el “desorden”.
Hacia el final de mi estancia en Juchitán el grupo de vestidas con las que trabajaba fue
objeto de la primera redada de policía en la historia de este pueblo. Fue tanta su indignación
y sorpresa que amenazaron con ir a denunciar, a la televisión local y a la Comisión de Derechos
Humanos, los maltratos que habían recibido. Por fin decidieron presentarse, “en batallón”, ante
el presidente municipal, reclamando su derecho a ser tratadas “como gente, como siempre ha
sido”, pues “esto nunca ha pasado, los señores siempre nos han respetado, nuestra gente nos
quiere” y exigiendo castigo para los policías culpables. El presidente no solamente las recibió,
sino que se comprometió a llamar la atención del comandante de la policía municipal. Algunos
meses después se volvió a verificar un episodio (menos grave) de hostigamiento por parte de
la policía hacia “las gays” y éstos, en respuesta, mandaron un oficio al presidente municipal, en
el que, además de la denuncia de lo sucedido, se enlistaban las actividades cívicas -y civiles-
que han hecho como grupo gay organizado en favor de toda la comunidad.18
Estos episodios indican cómo se está modificando la situación del muxe’. En la comunidad
se empiezan a manifestar con violencia formas de rechazo a fenómenos que se perciben como
transgresión y amenazan el orden sociocultural; ante esto los tnuxe’-gays responden con un
aumento de su autoafirmación, que deriva tanto de la fuerza de la tradición como de la concien­
cia del derecho de "ser”, aun en situaciones no previstas por la cultura, como la de la difusión del
VHi/sida, por ejemplo.
Como se puede apreciar en estos ejemplos se está generando un nuevo proceso de agresión
y hostigamiento, que se agrega a los conflictos internos de la población gay” y se puede llegar
a episodios más dramáticos si tomamos en cuenta las problemáticas que ha destapado y de­
sarrollado el aumento de las enfermedades de transmisión sexual.

“...y le dijo la bruja:


*tú tienes sida’”

La aparición de los primeros casos de vm/sida en el Istmo se registra en 1985 en Salina Cruz,
pasando rápidamente a Juchitán, donde, a partir de 1987, la epidemia se ha agudizado con 35
casos registrados al momento, del total de los 140 que hay en la región, que según las evaluaciones

11 Véase apéndice 5.
” Como el conflicto histórico entre gays “femeninos” y gays “masculinos”, entre homosexuales y lesbianas, entre
los “de abajo” y los “de arriba”, entre las vestidas mismas.

174
Hombre, mujer y muxe' en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuante?ec

de los expertos representan una incidencia muy alta en el total de la población del Istmo. Los
principales afectados son los homosexuales y los jóvenes varones heterosexuales entre los 13 y
los 18 años, de los cuales 30% se concentra en las zonas periféricas marginales, esencialmente
en la séptima sección.20 Al momento de la investigación la Jurisdicción Regional Sanitaria
consideraba que podían existir entre 50 y 70 personas por cada uno de los casos detectados que
habían tenido contacto con el virus, cuyo número -y su incremento registrado cada año en la
localidad- induce a pensar que, en poco tiempo, el viH/sida puede constituir uno de los mayores
problemas de salud en la región.
Los esfuerzos del sector salud han sido mínimos, ya que en el ámbito regional ni siquiera
se cuenta con recursos, ni humanos ni financieros, destinados a programas de prevención del
viH/sida. Los muxe’ y la población de las zonas marginales son los más desatendidos por los
programas de información y prevención puestos en marcha por las instituciones gubernamen­
tales, cuya intervención llega ocasionalmente, con un lenguaje inaccesible para la población y en
formas totalmente inadecuadas para las características socioculturales y las costumbres sexuales
propias de la región. Una de las consecuencias de la mala información y de la penetraciór
creciente de los discursos que se manejan a nivel nacional, es que se está difundiendo en 1:
comunidad la idea de que los muxe’ son los mayores portadores y difusores de la enfermedad,
lo que ha provocado brotes de intolerancia que antes eran desconocidos.
La primer^ iniciativa de sensibilización a nivel de la sociedad civil hacia la amenaza a la
salud pública representada por el viH/sida, visto el rápido incremento del número de casos de
infectados por el virus, fue de un grupo de mujeres: maestras, enfermeras, amas de casa,
empleadas, gran parte de ellas esposas de hombres con cargos políticos y administrativos de la
COCEl o muy cercanos a ella. Todas eran mujeres con hijos adolescentes, tenían educación
superior y trabajaban en situaciones muy cercanas a los jóvenes, con mayor acceso a la infor­
mación. Capitaneadas por una señora con capacidad organizativa y de convocatoria por ser
esposa de un líder político, habían tratado de conformar en 1994 una asociación para la lucha
y prevención del ViH/sida, con el poético nombre de Gunaxhii Guendanabani (“ama la vida”),
cuyo objetivo era informar, orientar y capacitar a la población sobre la enfermedad y las formas
de prevenirla. Este grupo de mujeres tomó unos cursos de capacitación en el Conasida de
Oaxaca y, posteriormente, con su ayuda y el apoyo de un médico del Departamento de Salud,
organizaron en Juchitán, durante el Día Mundial contra el Sida, algunos actos en las escuelas
dirigidos a toda la población e, incluso, en la Vela de las Intrépidas llevaron a cabo pláticas,
exhibición de videos y conferencias. En parte por la falta de apoyo de las autoridades locales y
en parte porque la única que sabía, en ese momento, cómo sacar adelante la organización tenía
muchos problemas y actividades domésticas y públicas que la obligaban a salir de Juchitán, el
grupo relajó su incipiente presencia en la comunidad. En agosto de 1995, por una serie de
circunstancias ocasionales y por el interés de los propios gays, la asociación volvió a nacer,
consolidándose con la entrada de nuevos miembros, el apoyo de las autoridades municipales
y de la Jurisdicción Regional de Salud, la donación de un local para su sede y la reestructuración
de la organización interna y las actividades.
En lo que se refiere a las actividades, la breve experiencia anterior y la nueva información
adquirida confirmaron la necesidad de realizar programas específicos de atención a grupos

20 Fuente: Archivo del Programa de Prevención y Control del Sida de la Jurisdicción de Salud Núm.2, “Isttno\ datos
hasta el 30 de septiembre de 1995.

175
Marinella Miaño Borroso

concretos, de acuerdo con sus necesidades y formas organizativas y considerando ei contexto


sociocuitural y la idiosincrasia del público al que se iban a dirigir. En concreto se ubicaron tres
áreas de trabajo: la población gay, por sus funciones en la sexualidad de la población mascu­
lina; el sector escolar, y el sector salud, todas con distintas exigencias de intervención. Desde la
primera reunión de reagrupamiento de la asociación se decidió seguir llamándola Gunaxhii
Guaendanabani, para dar continuidad y reconocimiento al trabajo ya hecho. "La antropóloga”,
por su lado, propuso impulsar un proyecto de teatro sobre sida con los travestís. La idea era la
siguiente: tomando en cuenta las características culturales de la zona -donde el factor lúdico
tiene una importancia fundamental en la vida cotidiana-, las funciones sociales de los gays, la
necesidad de que d mensaje educativo fuese oral y en zapoteco, la antropóloga pensó que un
medio adecuado y novedoso de educación podía ser el espectáculo gay, donde las partes musicales
se alternaran con sketches teatrales sobre las numerosas problemáticas que origina el viH/sida.
El guión podía nacer de las mismas experiencias y situaciones vividas y de la fantasía de las
locas interesadas e involucradas en el programa. La idea estratégica era aprovechar el éxito del
show travestí en las fiestas, cantinas, patios y bares para difundir, por medio de la actuación,
información sobre todo lo relacionado con el viH/sida, desde los problemas clínicos hasta los
sociales. La propuesta fue escuchada pero pareció demasiado estrafalaria, ya que aún no tenía
una forma definida. Sin embargo, todas convinieron en que era preciso trabajar más y más
atinadamente con la población gay, empezando por las locas de la séptima y de Cheguigo.
De hecho, en noviembre del mismo año se formó un taller de información al que acudían
entre 10 y 20 travestís. Lo que llamó la atención de las organizadoras en las primeras actividades
con las locas de las zonas marginales fue la enorme demanda de atención que exigían. Inicia­
das con el objeto de dar mayor información sobre el sida y la salud sexual, las reuniones se­
manales se convirtieron muy pronto en un espacio de autoconciencia donde las participantes
se manifestaban y compartían experiencias, dudas y reflexiones, un lugar donde podían dar
vuelo a su creatividad. También llamaba la atención que las locas no se limitaban a platicar sino
que, espontáneamente, “actuaban” sus experiencias, deseos y fantasías. Hecho que confirmó la
intuición anterior de la antropóloga y convenció también a las otras organizadoras de que era
de primordial importancia hacer un proyecto en forma y buscar financiamientos. Entre pláticas,
pachangas, cervezas, experiencias y fantasías compartidas en ei taller se llegó a la conclusión de
que era responsabilidad del grupo gay promover la concientización, tanto del resto de la
población gay como de la población en general, sobre el sida y el riesgo de no practicar un sexo
protegido. Así nació, al interior de la Gunaxhii, el Colectivo Binni Laanu (“gente como nosotros”)
que, como parte de los programas de la asociación, empezó el proyecto Binni Laanu de Teatro
sobre Sida y se consiguió un pequeño financiamiento de la Organización Panamericana de
Salud (OPS) para ponerlo en marcha.
La primera actividad fue la asistencia de cuatro vestidas del Colectivo al I Festival Nacional
de Teatro sobre Sida que se realizó en el teatro Tecolote de la ciudad de México. Las cuatro
participaron, además, en el taller de actuación que impartieron dos compañeros actores,
miembros de una ONG de San Francisco que trabaja con migrantes latinos. Desde el comienzo
lucieron una capacidad histriónica innata. Una de ellas, Jesusa, ideó y actuó una pequeña obra
en zapoteco, una historia de brujería y sida, involucrando en su representación, mediante su
capacidad expresiva, a los “chilangos” que participaban, atónitos, en el taller. La pieza tuvo tal
éxito, que los maestros querían llevarla a San Francisco. Por fin, después de varios acontecimientos
que serán objeto de otro ensayo, la primera parte del proyecto finalizó en mayo de 1997, con

176
Hombre, mujer y muxe' en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

un concurso y la presentación al público juchiteco en el salón Cazorla -ante la presencia de las


autoridades municipales y estatales y el representante de la OPS- del espectáculo Las Intrépidas
vs. el sida, concurso de show travesti y teatro gay sobre sida. Los primeros premios los acaparó
Felina, con la interpretación de Gloria Trevi y la puesta en escena de una obra en zapoteco que
aborda la problemática de las mujeres con los hombres en relación con el uso del condón. Es
una obra que presenta, de una forma divertida y chusca, situaciones cotidianas entre marido
y mujer. Felina tuvo el acompañamiento de Vicente, un gay de Cheguigo que en esta ocasión
cautivó al público con sus excepcionales dotes y chispas de actor. Las piezas presentadas fueron
en total 18. Ni los organizadores se esperaban tanta participación. Actualmente se está promo­
viendo la gira del espectáculo en la región y en el Distrito Federal.
Así es como las locas -aunque debo decir “las gays”, como ellas empiezan a autonombrarse-
aparecen en la escena política local sin estar ligadas a los partidos, como tradicionalmente se
usa -a pesar de que la Gunaxhii está formada esencialmente por gente de la COCEI-, sino como
ciudadanos que muestran un problema social nuevo y del cual se hacen conscientemente cargo
en favor tanto de su propia comunidad como de la población en general.
Desafortunadamente no todos los integrantes de la Gunaxhii ni de la comunidad en general
supieron aprovechar este potendal humano ni tuvieron una visión suficientemente amplia co­
mo para aprender de la experiencia de las locas y aceptarlas -no simplemente en el discurso- como
ciudadanos iguales. Las locas son muy buenas para reír, ir a fiestas, realizar trabajos domésticos,
encargarse de la decoración de la pachanga, a veces conseguir financiamientos, ya que están a
la páge, para adornarse con la “gran aceptación social de los muxe’” en la presentación de la
imagen identitaria hacia el exterior, pero cuando salen a la escena pública, con problemas de
atención, con su opinión sobre las mujeres -cómo las ven, cómo las viven, cómo les descubren
contradicciones- y los hombres, con sus demandas y sus muertos, entonces ya no son tan
buenas. Suscitan un miedo social que, a la larga, se puede transformar en una conflictividad
social mayor y provocar, sobre todo, la marginación de un grupo que tradicionalmente ha sido
parte integrante de la sociedad, con una consecuente ruptura de la lógica étnica de organización
social. Pero es interesante este vuelco de 180 grados de la presencia social del muxe’ en aras de
la modernidad, que marca también el surgimiento de una nueva figura social más en sintonía
con la figura de ciudadano en una sociedad urbana compleja. Sin embargo, esto no quiere decir
que, en los años anteriores, la figura pública y política del mure’ estuviera ausente.

“¡Ni enfermos ni criminales, simplemente homosexuales!”

Mi información sobre la participación de los muxe' en el ámbito político es poca y fragmentaria.


Como escribí en un apartado anterior, las Intrépidas eran al principio todas militantes del PRí
y no eran ajenas al dientelismo fomentado por su líder, un gay muy conocido por su trayectoria
de vida, su capacidad en los negocios y por ser priista de hueso colorado. Militantes y ex
militantes de la COCEI dicen que eran un grupo de choque del PRi, como decir “el ala dura” del
partido caciquil, que se dedicaba también a provocar a los coceístas durante los años difíciles
y sangrientos de la cocee Sin embargo, cuando empieza el movimiento gay mexicano, en los
años setenta -cuando se acuñó el lema que da título a este apartado-, Juchitán fue de las
primeras ciudades en las que los muxe’ salieron a la luz pública con pancartas propias al
interior de otra manifestación pública, pero ya desde entonces como militantes del PRL Sé de

177
Marinella Miaño Borruso

un estudiante juchiteco, Eli Bartolo, que participaba a nivel individual en el movimiento gay en
Oaxaca y fue elegido como regidor de Educación en Juchitán en 1990. Se puede considerar
como caso excepcional que un gay declarado haya participado en el ayuntamiento. Director de
una escuela privada a la que acuden los hijos de intelectuales, profesionistas y políticos, este
joven viene de una familia zapoteca de prestigio, su madre es dueña de una de las tiendas de
telas más importantes de la ciudad, tiene la carrera de pedagogo y una especialización en
filosofía de la educación. En su escuela primaria ha puesto en marcha un proyecto educativo
basado en el aprendizaje de los conceptos básicos de la filosofía en español y zapoteco; en su
casa tiene una biblioteca de literatura mayor que la de la Casa de la Cultura y la del ayuntamiento,
y sus discos compactos van de la canción ranchera a Beethoven, a Gillespy y al underground del
rock europeo. Y es de la COCE1.
Durante las elecciones municipales de 1996 fui testigo de un asunto curioso, algo que aún
no puedo entender a fondo: el PAN hizo proselitismo entre los muxe’ y, en más de una ocasión,
vi la presencia de grupitos de locas en las manifestaciones de Acción Nacional. También vi que
este partido presta sus espacios de reunión a las locas para que realicen sus certámenes.
Por otra parte, la participación de Rocío en las filas de la COCEI durante la marcha de
clausura de la campaña electoral hizo mucho ruido. Pero sospecho que fue más por ser muy
bonita y por ser hija/o de uno de los priistas más aguerridos de Juchitán, que por tratarse de
un muxe’ politizado. En realidad no he encontrado una atención política particular del prd-
COCEI hacia los muxe. Sin embargo, por lo menos en una ocasión la COCEI tuvo que reconocer
la existencia de un nuevo sujeto social: el muxe’, que reclama sus derechos como ciudadano
igual a los otros. Esto ocurrió durante una junta de comité de barrio, en ocasión de la repartición
y titulación de unas tierras invadidas por un grupo de ciudadanos en busca de un terreno para
construir sus viviendas. En la reunión, a la que asistieron las autoridades municipales, tres
mampos tomaron la palabra para decir que “si los hombres, los muchachos, las muchachas, las
señoras y sus hijos tienen derecho a un techo, ¿acaso los gays no somos personas y no tenemos
derecho como ciudadanos a un lote para nuestra propia casa?”. Me han dicho que fue la
primera vez que se planteó su problemática en estos términos y, de esta forma, se asignaron
lotes de tierra a gays como ciudadanos.

Los eslabones perdidos del heterosexual

Algo que me llamó la atención en los ritos de transformación de los que he hablado al principio
fue el manejo de la estética como otro elemento de identidad en la vida de los muxe’. En primer
lugar estética del cuerpo, pero también de las cosas, del ambiente, de la gestualidad. Diría que
producen y cultivan la estética de lo cotidiano. Así como a nivel mundial los creadores de la
industria de la moda son frecuentemente homosexuales -y, en este sentido, imprimen un gusto
a la moda, haciendo a la mujer más apetecible a la mirada de los hombres-, también en el Istmo
los muxe’ son los estilistas de la moda regional, sin faltar quien transforme el gusto local en un
sofisticado look, como un famoso gay istmeño que viste a las vedettes de mayor fama de la
ciudad de México. Ellos son los que elaboran el suntuoso traje regional, desde el diseño hasta el
bordado; los que se encargan de la decoración de las fiestas, desde los adornos en papel hasta
los estandartes y las mantas pintadas; los que construyen los carros alegóricos que se usan en
las Regadas de Flores; los que elaboran los platillos y dulces tradicionales. Ellos son los estilistas

178
Karla, reina de las Intrépidas en 2000

179
Marinella Miaño Borruso

del peinado, los que enseñan danza regional, los mejores bailarines y los coreógrafos de las
danzas que se han puesto de moda en la celebración de los aniversarios. Si una mujer quiere
arreglarse muy bien para alguna ocasión acude con un muxe’ para que le sugiera la mejor
combinación de colores,el vestuario, el peinado, el arreglo floral para su cabello y la combinación
de joyas. Si hay que arreglar la casa, el altar familiar, el del Día de Muertos, hacer un arreglo
floral para regalar o adornar la capilla es al muxe’a quien se le piden sugerencias porque “a todo
le ponen una gracia que ni las mujeres tienen”. Pienso en la decoración de la casa, el bar, la
cantina, la fiesta, los objetos de uso, las cruces que se llevan en procesión, los carros alegóricos,
la apariencia personal, el vestido, los colores, la comida, las mantas pintadas que delimitan el
área de las fiestas, es decir, todo lo que tiene que ver con la formación de la estética local. Como
si los muxe’ fueran los profesionales de la exhibición (empezando por su cuerpo), los creadores
de los detalles que captan las miradas y hacen -para gozo de los ojos y del alma- más llevadera
la vida cotidiana. Asimismo, retoman tradiciones que hombres y mujeres van dejando, como la
de los “huelo”, por ejemplo. En la medida en que la modernidad tiende a fomentar la desapari­
ción de las actividades artesanales, la cultura tradicional ofrece todavía espacios para la expresión
y creatividad del muxe’.
Llama la atención la función social que desarrollan en la comunidad en lo que se refiere al
cuidado de los ancianos y niños. En una sociedad donde tanto el hombre como la mujer
trabajan fuera del ámbito doméstico y que carece de servicios públicos para la atención de los
niños en edad preescolar, y más aún de los ancianos, el muxe’ se vuelve un elemento precioso
para la vida productiva de los padres y el bienestar de aquellos miembros que necesitan de
otros para vivir. Cumplen la función de “dadores de atención”, como el rol de la hija soltera en
el modelo familiar mestizo.
Los muxe’ parecen ocupar, según mi hipótesis, aquellos espacios, tai vez liminares,21 que
hombres y mujeres descuidan o no pueden ocupar. Pienso en su sentido de liviandad ante lo
cotidiano, por ejemplo. La gente dice de ellos: “De todo se ríen, son pura risa, todo es risa para
ellos.” Ellos dicen: “¡De todo nos reímos, qué bárbaros!” Sobre la “natural” propensión de los
gays a la risa y a no tomar demasiado en serio la vida hay coincidencia general, lo que a su vez
denota una rigidez de actitud ante la vida de los que no son gays. Pienso en el manejo cotidiano
de la seducción o, más bien, en la seducción como uno de los ejes de la existencia.
Otra cosa que llama la atención es la alianza y complicidad entre muxe’ y mujeres. Aparte
de las funciones familiares ya descritas y de lo que brindan a la estética femenina, las mujeres
acuden a los muxe’ para compartir experiencias y sentimientos que normalmente no comparten
ni siquiera con otra mujer. ¿Con quién más se puede hablar libremente de sexo, sin temor a
recibir enjuiciamientos moralistas aterradores? ¿Quién mejor que un gay para platicar de la
vida amorosa e intentar llegar a conocer el corazón y la mente de un hombre? ¿A qué mujer u
hombre neutral acudir para que “me haga el paro con aquel muchacho de la casa de enfrente
que me priva y ni siquiera me mira o con mi marido para que no se entere de que le pongo los
cuernos”?

21 Véase Turner, 1986.

180
Germán, Alex, Almendra, Vanesa, Karla y Mariana en una reunión del Colectivo

Sexo, sentimientos y pasión

Una de las opiniones más difundidas entre la población mestiza heterosexual es que los homo­
sexuales establecen necesariamente relaciones sexuales y emotivas con otros homosexuales. De
las locas que yo conozco ninguna busca un compañero homosexual, no les gustan; de hecho, los
aborrecen. Lo que quieren es un varón, un hombre heterosexual, posiblemente macho o, mejor,
machín. Hay uno que otro gay, de los más sofisticados, que pueden tener un compañero gay,
pero sólo les gusta si su aspecto es muy varonil. Los gays de la alta burguesía aman lucir a su
mayate y, como hacen los hombres con sus queridas, le ponen casa, le compran un coche del
año, cadenas de oro y vestidos de marca. Así como en el certamen que he descrito, en las casas
y las fiestas de mis amigos circulaban a su alrededor una cantidad impresionante de hombres
notoriamente heterosexuales, muchos de ellos casados o con novia. Yo lo comenté y con ello
abrí la caja de Pandora de los chismes pues, como en todo pueblo, la boca nunca descansa y el
viboreo vuela. Más aún porque provoca un profundo placer exhibir la propia capacidad de
seducción, que es todavía más placentera y cargada de poder cuando el seducido es un hombre
declaradamente heterosexual y además guapo y codiciado por las mujeres. Es cuando el perfor­
mance llega a su máxima expresión, como cuando un buen actor logra cautivar al público y
provocar risa, llanto, enojo, admiración, inquietud, ansia y todo tipo de reacciones emotivas. En
las pláticas con los hombres, cuando hablaban de su alcoholismo, aludían con cierta frecuencia
a relaciones extemporáneas con los jotos: “Me la pasaba en las cantinas; sexo y alcohol van

181
Marineua Miaño Borruso

acompañados y ya ves que en la cantina nunca faltan unas nalgas de mujer, aunque sea de joto,
de perdida.” Rocío me dijo: “¡Ay, mana!, mucha putería en Juchitán, mejor que Sodoma y
Gomorra.”
Por su lado, las locas lamentan (a veces hasta lloran) la imposibilidad de tener una rela­
ción con un hombre -o con su “marido”, como llaman al compañero con quien tienen una
relación mínimamente estable, no ocasional-, “como las mujeres, con un hombre atento, cari­
ñoso, que me defienda, que me lleve a pasear”. Algunas llegan a vivir por breves temporadas con
un hombre, al cual generalmente mantienen. Tener marido o novio no supone necesariamente
tener relaciones sexuales. Varios travestís me decían que del novio querían caricias, abrazos,
cariño, en fin, una relación en la que lo afectivo fuera más importante que lo sexual. Algunas
locas me dicen que tienen novio porque salen a pasear regularmente con él; sus familias, amigos
y vecinos están enterados; él va a su casa a verla, “a las siete, cuando sale del trabajo” y es bien
recibido por la mamá de ella; ella lo puede visitar en su casa y es bien recibida por la madre de
él, que incluso llega a llamar la atención a su hijo cuando observa que éste no “la trata bien,
como debe ser”. La mayoría de las locas traiciona a sus novios ocasionalmente por placer o para
ganar dinero, mismo que acaba en las bolsas del chichifo. Pero, eso sí, ¡los celos no pueden faltar
en una relación en serio! Ella lo cela porque él ha mirado “a aquel otro puto, la perra que dice
ser mi amiga”; él la cela porque no sabe en dónde acaba el placer y empieza el negocio o
viceversa.
Aparte de la primera experiencia, que generalmente es con un hombre de edad mayor, las
locas casi nunca tienen novios o maridos de su edad o mayores. Hay siempre más de dos o tres
años de diferencia entre los dos; si ella tiene 18, él tiene 14 o 15, máximo 16; si ella tiene 20, él
está entre los 16 y los 18. Los mayores de esta edad, por lo regular hombres casados, pueden ser
clientes ocasionales. Muchas locas se han enamorado alguna vez de un hombre hasta “morir
por él”, por haber sido abandonadas o traicionadas de la forma más brutal. Después de esta
amarga experiencia difícilmente vuelven a enamorarse y, por el contrario, prefieren asumir la
soltería como el estado “natural” del gay, pues “no hay de otra”.
Uno de los maridos de Vera era una personalidad en Juchitán, considerado el hombre o,
más bien, el galán de muchas. Sin embargo, todo el mundo en el Palacio sabía de su relación
con Vera; una relación pública a medias, todos la sabían pero nadie la admitía ni se escandalizaba.
El señor, que además vivía separado de su esposa, procuraba no hacer la relación demasiado
evidente, no caminaba abrazado de ella ni la llevaba a las fiestas ni la presentaba como compañera.
En realidad Vera era una de varias. Sin embargo, cuando Vera llegaba a su oficina él siempre la
atendía, iba de visita a su casa y era muy amigo de sus padres que, entre pláticas, botana y
cerveza, lo llamaban yerno. A Vera le dolía esta situación de semiclandestinidad, en parte
porque no podía lucir públicamente a su hombre y en parte porque no podía obtener con­
firmación, por medio del reconocimiento (y la envidia) de los otros, de su éxito como mujer.
No obstante, ponía mucha atención en no modificar la relación para no crear conflictos que
pagaría con la soledad. Por otra parte, tampoco ella es una perita en dulce. Muchas compañeras
la envidiaban por tener ese novio, ¡solterón de oro! También la relación de Jesusa con su novio
era semipública, ella decía que era bien recibida por su suegra y su cuñada, pero su novio tenía
una ex esposa, una novia oficial, era muy mujeriego y le gustaban también otros putos. Ella lo
quería olvidar pero no podía, la carne clamaba y el deseo la atormentaba. Por su lado, durante
un periodo Luis estaba sufriendo mucho por el abandono de su marido, un muchacho de 20

182
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Mayordomo y embajadora

183
Marinelia Miaño Borruso

años (Luis tiene 40 y no es vestida) de quien estaba profundamente enamorado y que, después
de casi un año de convivencia, se fue en búsqueda de otras sensaciones y apareció con novia.
La relación sentimental es una de las situaciones más conflictivas para las locas por lo
inevitable de la ruptura y la inestabilidad inherente: “Porque es natural -dicen-. Él debe seguir
lo que le dice su naturaleza de hombre, estoy consciente de eso.” En la conformación de la
identidad individual y de una forma de vida propia, entonces, queda clara en la conciencia
la irrealidad de mantener una relación con una sola pareja (como pregonan Conasida y Provida)
y la necesidad forzosa e inevitable de tener múltiples relaciones a lo largo de su vida. Cuando,
durante una plática que se dio a un grupo de locas sobre enfermedades de transmisión sexual,
el expositor afirmó que la mejor prevención era tener una sola pareja, la platea explotó con una
salva de lisas y un sinfín de burlas frente a tal ingenuidad: “Estás mal, es imposible, ninguna de
nosotras puede hacer esto, no somos para esto”, le gritó Germán, en un sentir general tanto más
conflictivo en cuanto que, en su aspiración de ser mujer, falla un elemento fundamental del
modelo femenino dominante: ser mujer para un hombre.
Para mantener una relación, aparente en cuanto tal y en cuanto a estabilidad, se emplean
varias estrategias: hacer la vida del compañero lo más agradable posible; llenarlo de atenciones
(luego llorar porque el amigo no corresponde); mantenerlo, si es necesario, buscando pretextos
y justificaciones para no admitir que el tipo es un chichifo; cuidar las formas de clandestinidad
como si fuera un problema propio; incluso buscar en el acto sexual el placer de él más que el
propio; darle libertad, aun con mucha amargura, para relacionarse con novias y esposas.
Igual que entre mujeres y hombres, en este tipo de relaciones hay dinero de por medio.
Siempre he visto a la loca pagar el taxi, la entrada a la discoteca, el trago, la comida; el joven que
la acompaña nunca tiene ni para pagar la pesera y al final todo se resuelve pagando con dinero
el “favor” que le hace el tipo a la loca honrándola con su presencia. El dueño de un local
nocturno, donde frecuentemente se presentan shows travestís y que es uno de los lugares de
encuentro y ligue gay, me comentaba que hasta le daba pena cobrar, ya que “siempre es ella la
que paga” y sabe que generalmente las locas tienen pocos recursos económicos. A diferencia de
lo que pasa en una relación heterosexual, en la que generalmente el hombre es el que paga para
obtener los favores de la mujer, aquí es al revés y lo que se monetariza es la ilusión de una
relación. Los muchachos y hombres cortejados por una loca o un gay varón casi siempre piden
dinero o regalos a cambio de sus servicios, así que existe una verdadera prostitución masculina
heterosexual que se ha ido incrementando en los últimos años entre los jóvenes varones.
Sin embargo, se llegan a formar relaciones en las que existe un cariño sincero por parte del
mayate, pero que no se ven en público porque están socialmente reprimidas. Por ejemplo, el
amante de Armanda, que vive en otra ciudad, cuida su relación con ella teniéndole muchas
atenciones, aunque no las expresa en público. Asimismo, el compañero de Felina, aun viviendo
en otra ciudad, mantiene la relación desde hace ocho años y, en momentos importantes de la
vida de su “mujer”, regresa a Juchitán para apoyarla. Cuando Felin- fue mayordoma de la Vela
de las Intrépidas su compañero trabajó y cumplió con los compromisos que le corresponden
al hombre, de una manera que nunca he visto hacer a un marido.
En Juchitán existen contadas parejas de muxe; que lleven largo tiempo viviendo juntos. Una
pareja en especial es causa de admiración y envidia. Viven juntos como una pareja heterosexual
clásica desde hace más de 10 años; él viste de hombre, cuida con esmero que ella siempre esté
bien vestida, le compra la mejor ropa y joyas, la acompaña a las fiestas, baila con ella, la abraza.
Hablan de ellos como de una pareja lograda y feliz: “Él la viste muy bien, todo le compra, cuida

184
Vela d» las Intrépidas Buscadoras del Peligro

de su apariencia hasta en los detalles para que la gente admire su belleza y lo bien que la trata.
Él se ve reflejado en ella, todo lo mejor se lo da para que luzca siempre lo mejor.”
De lo que más las escucho lamentarse en la borrachera, cuando la risa cede al dolor, es de
la incapacidad de los hombres de tener atenciones con ellas, de no actuar ni tratarlas como lo
harían con una mujer o con su novia. Esto representa tanto una carencia afectiva como un fra­
caso en el reconocimiento de su identidad femenina. Regalar una flor, dar una caricia en público,
llamar por teléfono para preguntar cómo está, un desayuno servido de vez en cuando, un ma­
saje en la espalda o en los pies cuando está cansada, la defensa ante eventuales agresiones son
motivo de emoción, regocijo y muchas charlas con los amigos: “Ya ves, sí me quiere, me habló
desde Oaxaca, me sirvió el café, me regaló esta sortija, vino a verme a mí antes que a su novia.”
No encuentro muchas diferencias con lo que experimentamos las mujeres cuando pasa el
primer periodo de noviazgo o enamoramiento; al igual que las locas, nos quejamos de la
ausencia de detalles “bonitos” por parte de nuestros hombres e igualmente sentimos cierto
grado de precariedad en las relaciones en estos tiempos de profunda crisis del modelo tradicional
de pareja. En el caso de los muxe la expresión de los sentimientos está más inhibida por los
prejuicios sociales, como me dijo un señor, cruda pero acertadamente: “En nuestra sociedad es
natural regalar una flor a una mujer, mas no a un puto.”
Cuando se da una relación más estable se tiende a legitimarla con un “matrimonio”. Se hace
una gran fiesta con los amigos, él de frac, ella con vestido blanco de novia, tocado de tul y el
ramo de flores en la mano, eventualmente unas lágrimas de emoción al pronunciar el fatídico
“sí” frente al amigo que se desempeña como cura. Yo misma me emocioné mucho cuando un

185
Marinella Miaño Borruso

amigo me anunció que se iba a “casar” con su compañero y empecé inmediatamente a sugerir
el vestido y los adornos que a mi juicio le hubieran quedado más elegantes. Por cierto, la si­
tuación sexual y sentimental es mucho más compleja y dolorosa de vivir para un gay maduro,
que sólo puede ofrecer dinero a cambio de favores masculinos, que para uno joven.
En conclusión, considero que en este mundo variado, que transgrede las reglas del sentido
común, no se puede hablar de identidad, sino de identidades que comparten un estilo de vida
complejo, contradictorio, cuyos ejes van de la “hembricidad” a la “machinería”, entre luces y
sombras, y con muchos cruces que se despliegan y varían a lo largo del ciclo de vida tanto en
lo sexual como en la familia, en los roles de género, en la autopercepción y en la percepción
que los otros tienen de ellos. “No tengo la ilusión de ser mujer y no me gusta ser hombre”, dice
acertadamente Felina. Cultura de la ambigüedad, del performance, del exhibicionismo y de la
transgresión que rehúye tanto los estereotipos de género como la manía clasificadora de la cul­
tura occidental mestiza.

186
Reflexiones finales

Como hemos visto, la investigación etnográfica confirma, en gran parte, las hipótesis iniciales
sobre la codificación cultural de los espacios sociales, según un modelo que asigna a las muje­
res una hegemonía en el ámbito doméstico, el comercio, el sistema festivo y ceremonial; al
hombre le corresponde el ámbito de la producción, la política, la cultura y las cantinas. A los
muxe’-gays los encontramos en casi todos los campos, excepto en la política y la cultura,
aunque son los artistas y artesanos a nivel popular. Como las mujeres, no pueden ocupar
lugares masculinos de prestigio. Lo que demuestra una vez más que el ejercicio de la sexualidad
tiene profundas relaciones con el ejercicio del poder.
Pero la investigación también problematizó este esquema mostrando la complejidad interna
de cada ámbito, los juegos de poder, los conflictos y las negociaciones que cada elemento del
sistema genérico expresa en el ejercido de su rol social. Encontramos, por ejemplo, que en el
ámbito productivo, asignado tradicionalmente al hombre, hay una importante participación
de las mujeres, como en la producción de textiles y la elaboración de los productos pesqueros
o agrícolas, prácticas que quedan ocultas en la representación social alrededor de ellas, algunas
porque se consideran “naturales” de las mujeres (como hacer totopos o comida para vender)
y otras porque son actividades dejadas por los hombres y asumidas por las mujeres (como la
fabricación del queso).
La investigación ha revelado también el papel fundamental y casi exclusivo que las mujeres
juegan en la distribución y circulación del alcohol, arma de doble filo, ya que, si bien es cierto
que la venta de cerveza es una importante contribución a la economía familiar, por otra parte
su ingesta desmedida es un elemento que favorece los procesos de disgregación familiar y comu­
nitaria, cuyos precios pagan sobre todo las mujeres, ya que se ven afectados sus ámbitos tradi­
cionales de influencia.
Por otro lado, las mujeres forman cada vez más parte de una capa media profesional en
expansión, que se formó esencialmente masculina; sin embargo, siguen excluidas de los puestos
de prestigio, decisión y poder legitimados por la cultura política local y nacional y destinados
a los hombres.

187
Marinella Miaño Borroso

En lo que se refiere a lo familiar se ha aclarado que sólo las mujeres adultas con hijos y que
no están en edad reproductiva, como las abuelas, son elementos unificadores de la familia a
nivel moral y afectivo; a éstas se Ies reconoce un poder y una autoridad bastante más amplios
de los que el patrón mestizo nacional asigna a las mujeres, incluso en el manejo del hogar. En
el contexto económico doméstico las mujeres son proveedoras, por lo menos en la misma pro­
porción que el hombre, y a veces incluso mayor, en estos tiempos de modificación del modelo
económico comunitario y de transformación e inestabilidad del mundo laboral masculino. La
mujer es “el jefe de la casa”, es quien organiza las actividades domésticas (que incluye una amplia
gama de ceremonias), controla la economía familiar (en la que participa) y cuida los vínculos
afectivos (incluso las alianzas matrimoniales), mas no es “el jefe de la familia”, rol de autoridad
que pertenece al hombre y que las propias mujeres le otorgan.
El sistema ceremonial, que sigue representando un sistema de prestigio esencialmente para
las mujeres,está sufriendo profundas y rápidas modificaciones. La más notable es la creciente
participación de las empresas cerveceras en el patrocinio de las fiestas tradicionales y la alianza
de intereses que une a las mujeres y las compañías.
Por lo que concierne a los hombres, este trabajo ha puesto de manifiesto que el ámbito de
la producción sufre modificaciones estructurales: una crisis endémica de los trabajos tradicio­
nales (campesinos, pescadores,cazadores,etc.) ligada a la explotación de los recursos naturales,
la falta de un desarrollo moderno tanto del campo como de la industria, el incremento de la
desocupación masculina y de las olas migratorias. En resumen, hay una situación de inestabi­
lidad laboral que se refleja en todos los ámbitos de la vida y que afecta más a los hombres que
a las mujeres, pues éstas logran resistir mejor los embates de * modelo económico globalizador
por medio del comercio; más aún, ellas se benefician, como es notorio en el caso de la relación
Corona-fiestas-cantinas-mujeres. Consecuentemente también se va transformando la relación so­
lidaria y complementaria de los cónyuges en la empresa doméstica, ya que disminuye el aporte
tradicional del hombre campesino, artesano, obrero.
A nivel social se asiste a la expansión de una capa media de profesionistas e intelectuales que
revitalizan la etnicidad y fomentan un renacimiento de la vida política y cultural. Los hombres
de este estrato social construyen un discurso étnico articulado (podríamos llamarlo de
“nacionalismo étnico”), que es tanto un elemento de resistencia hacia las políticas culturales
nacionales como un instrumento de legitimación de su poder político y también un poderoso
discurso sobre las mujeres, sus mujeres. Por medio de este grupo y sus obras Juchitán se ha
lanzado al escenario nacional e incluso internacional.
En relación con el discurso étnico, pasado el periodo más álgido de lucha en los años seten­
ta y ochenta y el proceso de revitalización de la etnicidad, en tiempos de reflujo de las idea­
lidades (fenómeno mundial), tiende a volverse un discurso estereotipado en el que el acento es
puesto más sobre la resistencia cultural que sobre la utopía hacia el futuro. En términos de
Touraine, la identidad “ofensiva”, basada en un proyecto étnico-político que lucha por acabar
con la pobreza y en favor de la autonomía regional y la valoración de la especificidad cultural
vs. la globalización en los términos que se imponen, se vuelve “defensiva”, en un discurso que
hace más referencia a la resistencia cultural, mediante la idealización de la costumbre, del
terruño, incluso de las mujeres sin tener el soporte necesario de un programa político global
con visión hacia el futuro y capacidad autónoma de negociación frente al proyecto globalizador.
Por otra parte, y en esto concuerdo plenamente con Campbell, al cual cito casi textualmente,
la glorificación de la cultura y la historia zapotecas, si bien fortalece al movimiento político

188
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad ¿apoteca del Istmo de Tehuantepec

internamente, como otra cara de la moneda, limita su posibilidad de expansión y la búsqueda


de políticas alternativas hacia los otros grupos indígenas y los mestizos. En otras palabras, la
insistencia en la cuestión étnica se vuelve elemento de freno y de división regional en una si­
tuación en la cual toda una región, el Istmo, está en las miras del capital trasnacional, y no
solamente Juchitán. En este sentido, me parece que el discurso étnico coceísta tiene varios
puntos de contacto con el discurso nacionalista del Estado mexicano, la glorificación de lo
“nuestro” oculta o desvía la atención de las fallas estructurales del quehacer político, la falta de
proyecto y de una utopía social. Así, la cultura corre el riesgo de volverse folclore.
En relación con el discurso sobre las mujeres y su valoración social hay que decir varias
cosas. Primero, se trata de un discurso funcional para la imagen pública y las representaciones
“originales” que nutren los mitos folclóricos matriarcales tanto a nivel nacional como in­
ternacional. En el ámbito de las relaciones internacionales se asiste a la inauguración de un
turismo intelectual alternativo que promueve la imagen frente al mundo del “estilo zapoteco”,
como lo define Anya Peterson. En su mayoría las mujeres, y esencialmente a nivel popular,
rechazan la idea de que viven en un matriarcado y afirman una ética de complementariedad,
de unión de los dos sexos y de respeto recíproco de los ámbitos de acción y poder:

Cuando me dicen que aquí mandamos las mujeres, les digo que no es cierto. También ellos trabajan,
el teco no es mandilón, es fuerte. Tiei.. sus huevos puestos y así debe de ser, así es la costumbre.

Son las personas de afuera que dicen que la mujer está encima de los hombres. Ésta es una herencia
de antaño. Pero no es para sojuzgar al hombre, para ofender al hombre en su dignidad. Es que
nuestros antepasados dividieron nuestro trabajo. El hombre se dedicaba al trabajo más fuerte, la
mujer era la que cuidaba de la armonía en el hogar.

Si bien en la afirmación de su identidad como mujeres zapotecas sostienen constantemente la


necesidad de la separación de los universos, el femenino y el masculino, de los ámbitos de la
mujer y los del hombre, no conciben la dominación de un sexo sobre el otro. En la lógica
femenina ambos, hombres y mujeres, son indispensables para que la costumbre continúe, y la
costumbre también requiere que la mujer desempeñe una variada gama de actividades y po­
deres que ellas no sienten que vaya en beneficio exclusivo del género femenino, sino de la
comunidad en su conjunto.

Aquí no tiene sentido esto de la liberación femenina, tenemos mucha libertad. El problema no es
luchar contra el hombre, sino luchar junto con nuestros hombres contra los que nos quieren dominar
y cambiar nuestra costumbre.

Aquí todos somos iguales, hombres y mujeres. Cuando hay algún problema en e> pueblo jalamos
parejo con nuestros hombres. Hombres y mujeres somos tecos.

En cambio, he observado que los hombres (y en parte algunas mujeres “aculturadas” por el
feminismo) coquetean con el concepto de matriarcado. Por una parte, al interior lo rechazan
con la misma vehemencia que las mujeres, pero por motivaciones diferentes: por prestigio
personal ellas no pueden admitir que tienen hombres debiluchos, mientras que ellos no pue­
den aceptar que las mujeres los mandan. Por la otra, hacia el exterior incluso fomentan el mito,

189
Marinella Miaño Borrcso

como Veronika Bennholdt-Thomsen o Víctor de la Cruz, que en su ponencia leída en el Con­


greso Internacional de Antropología de 1993 afirmaba y defendía el concepto y la realidad del
matriarcado zapoteco. Un antecedente, en los años cuarenta, es el trabajo de un ilustre intelec­
tual juchiteco» Gabriel López Chinas, que publicó un estudio sobre la evolución social y jurí­
dica de la familia zapoteca en el que, basándose en la literatura especializada del siglo pasado,
sostiene que la unión monogámica y el tabú de la virginidad en la sociedad zapoteca son insti­
tuciones matriarcales.
Ninguno de los autores que sostienen la existencia del matriarcado da una definición teórica
del concepto atinada. Como demuestran lasautoras Webster y Newton en su ensayo “Matriarcado:
enigma y paradigma”, hay una confusión en la literatura socioantropológica sobre el concepto.
Para algunas autoras matriarcado significa el “poder de la mujer, como grupo, sobre los hom­
bres, o sea dominación femenina”: las mujeres, en particular y en conjunto, serían “más iguales/
influyen tes/estimadas que los hombres”. Otras autoras se refieren a sociedades, no existentes en
la actualidad, en las que había un “orden social en el que la posición y el estatus de la mujer eran
altamente estimados”, es decir, en las que las mujeres habrían sido “más iguales/influyentes/
estimadas de lo que son ahora”. Además, casi todas las autoras enfocan el matriarcado “como
influjo o poder de las madres". Es en este sentido que los autores mencionados conciben el
matriarcado juchiteco, mientras que el patriarcado siempre ha significado el poder de los
hombres en cuanto género.
Tampoco comparto la idea de “matrifocalidad” y la opinión de Newbold Chinas de que la
sociedad zapoteca es más igualitaria en lo relativo a los poderes de los sexos. Como hemos
visto, no todas las madres son centrales ni tienen poder en ¡a familia, ni lo son en todos los
ámbitos de la cultura consagrados a las mujeres. Si hacemos una comparación, como lo hace
la autora, entre la sociedad norteamericana y la latinoamericana en relación con la importan­
cia otorgada por la cultura a la madre podríamos sostener que esta última es ineluctablemente
“matrifocai” ya que la cultura latina concibe a la maternidad como un eje constitutivo y
fúndante de la feminidad, pero éste es un rasgo general, no específicamente zapoteco.
En mi opinión la idealización y valoración de la mujer, en los términos líricos medievales
de las canciones y por las formas escénicas y exuberantes en que se expresan en la política, la
literatura y el arte, e incluso en la literatura extranjera sobre ellas, oculta otra realidad: la no
igualdad de oportunidades de trabajo, el menor acceso de las mujeres a la educación, un fuerte
control social sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres en edad reproductiva en virtud de
la defensa del honor masculino, la renuencia a compartir las responsabilidades domésticas (y
no me refiero a lavar los platos), la recurrente infidelidad, el alcoholismo y la violencia de los
hombres, la exclusión de las mujeres de los ámbitos de la política y la cultura y una gran
soledad en los momentos críticos de su vida. En este sentido, las mujeres zapotecas, a pesar de
su potencial autonomía económica y su valoración social, comparten la misma condición de
las mujeres mestizas.
En otros trabajos he afirmado que yo ubicaría un rol esencial de las mujeres zapotecas en
el ámbito de lo étnico y comunitario. Su forma de vida reafirma el ethos étnico, las lealtades
primordiales hacia la familia, la comunidad, la cultura. Por esto la defensa del ayuntamiento o
de los proyectos políticos de sus hombres no está escindida de la defensa de la lengua, la
cultura, la comunidad y, sobre todo, diría de una “costumbre” que las hace ser como son, ya que
lo étnico representa el ámbito que garantiza su libertad e identidad de mujer valorada.

190
Hombre, mujer y muxe’ en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

Si se trata de dar una definición de los roles y la identidad de género, diría que lo que prevale­
ce no es, como quizá suceda en el patrón nacional, la dicotomía entre ámbito privado y público,
según el cual los roles femeninos se desarrollarían esencialmente en lo privado. Más bien se
trata de una dicotomía étnico -no étnico, adentro- afuera, en la que los roles de los hombres
y las mujeres se definen al interior de acuerdo con una lógica de complementariedad y exclusión
de ámbitos de acción, según la cual las mujeres -y los muxe’de nivel popular- asumen en gran
parte la responsabilidad de reproducir las estructuras económicas, sociales y culturales tradi­
cionales, la solidaridad comunitaria, lo cotidiano, el ethos étnico o, si se prefiere, la sensualidad
de la vida, como en una ocasión me comentó Larissa Lomnitz, interpretando poética y ati­
nadamente lo que yo no lograba expresar.
Amalia Signorelli (1996) habla del pragmatismo de las mujeres, esto es, “una filosofía del
mundo y de la vida (...) un sistema de conocimientos, valores y códigos de comunicación
compartidos a través de los cuales las mujeres construyen el sentido (significado y valor) de su
existir y actuar en el mundo (...) Estos conocimientos y estos valores son pragmáticos, es decir,
tienen su propia medida en los efectos prácticos que producen.” El concepto de pragmatismo
en ningún caso debe confundirse con “sentido práctico” o “la práctica, reino de las mujeres",
que es un lugar común muy difundido que implica que las mujeres son ineptas para la teoría
y, por ende, “cabezas de chorlito”. El pragmatismo es el capital cultural femenino en el sentido
de Bourdieu, o sea, el conjunto de recursos culturales que los sujetos ponen en juego en sus
relaciones sociales. Es producción cultural de las mujeres, producción cultural que pertenece
a un sistema social basado en un sistema de roles que produce, reproduce y modifica las
condiciones de dominio y de subordinación en la estructura genérica de la sociedad.
Por medio del poder político, jurídico y administrativo formal y de las actividades pro­
ductivas, profesionales, militares, de negocios y artísticas, los hombres aseguran sus relaciones
con el exterior, así como, mediante su producción cultural, la continuidad de la ideología y del
discurso étnico y, por ende, la legitimación social y política de ser. En otras palabras, en las
complejas relaciones entre etnia y sociedad nacional los hombres funcionan como elementos
“mediadores” entre nación y comunidad, siendo al mismo tiempo los depositarios del poder
simbólico, de la ideología política, de la palabra, del discurso, es decir, de un capital cultural
altamente prestigiado y que legitima su autoridad. Tanto la separación de los ámbitos de vida
como el manejo del poder formal e institucional, que abre la posibilidad de formación de un
capital de conocimientos y redes de relaciones que va más allá de lo local -al contrario del
poder “informal” que las mujeres ejercen en ámbitos más estrechos-, contribuyen a conferir a
los hombres la autoridad que sus mujeres les reconocen y que ellas mismas perpetúan mediante
la educación de los hijos y de la rígida aplicación de la costumbre. Poder político, poder sim­
bólico, poder del discurso y de la palabraes un capital cultural socialmente prestigiado.
Caso único en el panorama étnico mexicano, las zapotecas han cobrado el rol emblemático
de la etnia. Por su lado, los hombres les reconocen este rol, no por ser mujeres, sino porque son
sus mujeres, es decir, en virtud de sus capacidades genéricas que potencian la etnícidad y que
son compartidas por hombres y mujeres. Por su orgullo de raza no aceptan ser indígenas, pues
esta categoría está asociada con los vencidos, los colonizados, los que se “dejaron y se dejan
doblegar por otros”. Paralelamente aceptar la clasificación de su sociedad como matriarcado
sería como aceptar una escisión del grupo entre dominante y dominado, metafóricamente entre
mestizo e indígena, y esto es inaceptable para un zapoteco y, en particular, para las mujeres, cuya
identidad individual y de género se construye en gran parte a partir de una lógica comunitaria.

191
Marinella Miaño Borrvso

En este sentido, el valor que el conjunto de la sociedad ¿apoteca otorga a las mujeres está en
función de la revaloración de la etnicidad, al interior de la cual se ha refuncionalizado y
revalorado una característica tradicional de género: el comercio. A cambio de esta valoración
social, a las mujeres se les pide fidelidad a lo étnico.
Por lo que concierne a los muxe’, la investigación aclaró que la “aceptación” social de la que
gozan no está libre de contradicciones y de formas de marginación e, incluso, violencia. La
gente de Juchitán está orgullosa de la permisividad que existe en su sociedad hacia la conducta
homosexual y tiende a considerarla como un factor de libertad sexual que distingue a su cultura
de otras, como la mexicana. Sin embargo, de ninguna manera la sociedad zapoteca es el
“paraíso de las locas”. Por el contrario, considero que el modelo cultural tradicional representa
un prototipo rígido para regularizar, social y culturalmente, las prácticas sexuales y para ubicar
la conducta homosexual, manifiesta o latente, que de cualquier manera no está restringida al
homosexual manifiesto, ya que “el medio social no sólo es permisivo hacia la homosexualidad
sino también participativo” (Guerrero, 1989:3) en la vida de los muxe’. Sin embargo, ya llegan
elementos de la modernidad y se empieza a notar una ruptura con el modelo tradicional.
El muxe’, que se desarrolla en el mundo de las mujeres, como hija destinada a la soltería
y al cuidado de los padres, que reproduce, como las mujeres, la cultura tradicional, se vuelve
gay, construye otro estilo de vida, influido por modelos culturales externos, se mete en política,
se autocelebra, exige reconocimiento por parte de las instituciones, exhibe la capacidad de
manejo de la sexualidad masculina, produce e incorpora a la tradición elementos culturales
propios, en fin, desborda los límites establecidos por la sociedad. Lizárraga expresa muy bien
este pasaje: “Entre homosexual y gay es posible encontrar las distancias que se dan entre las
minorías silenciosas y las minorías activas” (1995); son, por lo tanto, sujetos de la historia y esto
causa desconcierto. Dice Foucault: “Lo que más perturba a los que no son gays es la forma de
vida gay, y no los actos sexuales mismos [...] Lo que no pueden tolerar es la posibilidad de que
los gays puedan crear tipos de relaciones no previstas hasta ahora” (O’ Higgins, 1985: 23):
polimorfas, metamórficas, locas, fuera de lo normal. Cultura déla ambigüedad, del performance,
del exhibicionismo y la transgresión, que rehúye tanto los estereotipos de género como la
manía clasificadora de la cultura occidental mestiza.
El concepto de “tercer género”, como lo utilizan los autores en relación con el muxe’, como
repertorio de características de ambos sexos condensados en un individuo es demasiado estre­
cho y descriptivo y oculta la complejidad de roles, identidades, interrelaciones contradictorias
entre lo biológico, la sexualidad y el género? Desde mi punto de vista, lo que es original e
interesante es que la cultura zapoteca da lugar y espacio a las zonas de sombra, indefinición,
contradicción, liminalidad (el umbral entre el ser y no ser, entre una cosa y otra en proceso de
cambio) de la naturaleza y la identidad sexuales.
En mi opinión, el modelo zapoteco tiene muchas similitudes con el de varias sociedades
amerindias de Norteamérica. En éstas las mujeres también tenían prestigio social e igualmente
existía una forma institucionalizada de transgresión sexual de los varones, en la persona del
berdache. Webster y Nevvton (2000) sostienen que, en estas sociedades,2 la capacidad de las
1 Gilberto Giménez, al contrario, en una comunicación verbal sugería que se trata de una “identidad contrasta­
da”, tanto por lo biológico, como cuerpo que anhela ser otro, como en lo social, ya que también hay una actitud de
rechazo o inconformidad hacia sus expresiones de vida.
2 Basándose en un amplia producción etnográfica de diversos autores, las autoras nombran a ios grupos mohave,
zuni, hopi, navajo, yuman, crow, yokut, papago, cheyene, winnwbago, omaha, ojibwa, cocopa, apache, miami,
yorok, piegan.

192
Hombre, mujer y muxe' en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

mujeres de ser actores económicos independientes (como artesanas y curanderas), con el dere­
cho de disponer de sus propiedades en forma autónoma de sus maridos, era un fuerte elemento
de prestigio social femenino. Y agregan: “Hay que subrayar que este modelo de producción y
asignación no favorecía a todas las mujeres, sino que cada generación proporcionaba habitual­
mente un determinado porcentaje de mujeres exitosas” (Webster y Newton, 2000:208). Según
las autoras, el sistema de género amerindio no privilegiaba tanto el sexo como marca distintiva
sobre la cual la sociedad elaboraba la especificidad de género como la esfera de la producción
y las actividades necesarias en y para la sociedad.

El significado de la distinción de género en la sociedad indígena americana se fundaba más en las


diferencias en la especialización productiva que en la posición al interior de un sistema de
interacción político sexual. Las identidades sexuales estaban ligadas principalmente a las esferas
de actividades marcadas tradicionalmente, lo que preparaba el terreno para una categoría
intersexual basada en ocupaciones intersexuales e indicaba, en buena medida, cómo “la transgre­

sión” pudiera ser aceptable (ibidem: 209).

En sentido similar, el sistema de género zapoteco se organiza con base en una división del
trabajo social que no privilegia el hecho biológico como fundamento para la construcción
del género. El esta.as del mwxe’ tiene que ver con la marcada división de roles sociales que
caracteriza a la sociedad zapoteca y con la situación de la mujer en la familia y la comunidad.
La visibilidad y presencia sociales del muxe’ son posibles porque las mujeres tienen poder, no
son sumisas y pueden protegerlos a cambio de un reforzamiento de su poder social, desplegan­
do aquellas funciones ya descritas en la familia y en la comunidad.
Por otra parte, los homosexuales dan a los hombres la posibilidad de ejercer una sexualidad
sin compromisos sociales, son cuerpos para el placer y el reforzamiento de una masculini-
dad continuamente amenazada por mujeres fuertes y tendencialmente dominantes. Finalmente,
la valoración social que se le otorga al muxe’ está también, como en las mujeres, en función del
potenciamento de la etnicidad.
El muxe’ encuentra formas de expresión y afirmación tanto en espacios rígidamente le­
gitimados por la cultura como femeninos y masculinos como en aquellos intersticios y zonas
de la convivencia y la producción cultural que quedan fuera o periféricos a la influencia de la
cultura heterosexual, dándole una libertad potencial que se despliega en un amplio abanico de
expresiones y opciones individuales, creando formas de vida no previstas y, por lo tanto, con­
sideradas peligrosas para el orden social. No es casual que la Vela de los gays de Juchitán se
llame de las Intrépidas Buscadoras del Peligro. Lo buscan en la medida en que salen de la casa,
de los esquemas predefinidos de la cultura y del ámbito protector comunitario. No sólo trans­
greden el “orden” sexual, sino también un “orden” o una lógica étnicos que habían asignado y
estructurado espacios y funciones que les permitía ser integrados a la normalidad de la vida
comunitaria. El modelo sociocultural tradicional prevé funciones y espacios a la expresión de
personas que están fuera de la norma y concibe, incluso, la posibilidad de que un individuo sea
socialmente hombre y/o mujer en distintas etapas de su ciclo de vida.
El muxe’-gay está considerado fuera de la norma “natural”heterosexual, algo poco daro de
la naturaleza. Pero sin duda hay una organización social, no exenta de contradicciones, que
permite a los varones (y no a las mujeres) una forma distinta de ejercer la sexualidad y de cons­

193
Marinella Miaño Borruso

truir otro estilo de vida que puede, a la vez, articular las características de los dos géneros y
generar prácticas, comportamientos y elementos culturales propios.
En conclusión, de esta experiencia y descripción se desprende que la cultura zapo teca es
extraordinariamente dinámica, expresión de una sociedad que logra conjugar en forma origi­
nal tradición y modernidad, cambios y permanencia, conflictos y armonías, ciencia y magia,
bipolaridad y tridimensionalidad genéricas. Para finalizar, invito al lector a visitar este “pue­
blo”, contribuir al turismo intelectual alternativo, disfrutarlo intensamente y sacar las otras
múltiples interpretaciones que inspira este lugar dé pasiones, contrastes, placeres, artes, fiestas
y excentricidades. Feliz viaje.

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207
Apéndices
Apéndice 1. Distritos de Juchitán y Tehuantepec. Municipios
superficie y población

Distrito de Juchitán
*

Municipio Km2 Población

Asunción Ixtaltepec 547.33 14357


Barrio de la Soledad 233.65 11535
Ciudad Ixtepec 229.65 21 449
Acuites 160.75 9 122
El Espinal 82.93 7710
Juchitán de Zaragoza 414.64 66 414
Matías Romero 1 459.54 38 755
Niltepec 680.01 5 475
Reforma de Pineda 193.92 2 826
San Dionisio del Mar 237.30 4 245
San Francisco del Mar 400.61 4603
San Francisco Ixhuatán 406.99 9053
San Juan Guichicovi 563.91 26199
San Miguel Chimalapa 1 593.50 5683
San Pedro Tapanatepec 544.78 10520
Santa María Chimalapa 3 572.21 5 733
Santa María Petapa 154.44 10750
Santa María Xadani 89.31 4957
Santo Domingo Ingenio 354.68 7514
Santo Domingo Petapa 232.20 7 700
Santo Domingo Zanatepec 1 024.49 9 694
Unión Hidalgo 132.69 11957

Totales 13 309.53 296.251

* Fuente: 1NEG1, X¡ Censo General de Población y Vivienda, México, 1990.

210
Hombre, mujer y muxe' en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

Distrito de Tehuantepec

Municipio Km2 Población

Guevea de Humboldt 514.43 5 267


Magdalena Tequisistlän 599.64 6 715
Magdalena Tlacotepec 234.75 1 165
Salina Cruz 113.55 65 707
San Blas Atempa 148.00 10 935
San Mateo del Mar 75.27 9 498
San Miguel Tenango 326.61 920
San Pedro Comitancillo 165.86 3 651
San Pedro Huamelula 505.23 7 697
San Pedro Huilotepec 102.06 2 236
Santa Maria Guienagati 211.76 2 198
Santa Marfa Jalapa del Marques 562.64 9 959
Santa Maria Mixtequilla 186.27 3 629
Santa Maria Totolapilla 267.92 929
Santiago Astata 446.54 2 275
Santiago Lachiguiri 673.63 5 427
Santiago Laollaga 506.50 2 790
Santo Domingo Chihuitan 67.62 1 340
Santo Domingo Tehuantepec 965.80 47 147

Totales 6 674.08 189 485

* Fuente: INEGI, XI Censo General de Población y Vivienda, México, 1990.

211
Apéndice 2. Mapas de la región de Juchitán

Tomado de: Ursulino Rueda Saynes y Magdalena Rueda Jiménez, luchitán. Un pueblo típico zapoteca, México,
Editorial del Magisterio, 1988.

212
213
Tomado de: Ursulino Rueda Saynes y Magdalena Rueda Jiménez, Juchitán. Un pueblo típico zapoteca, México,
Editorial del Magisterio, 1988.

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Tomado de: Ursulino Rueda Saynes y Magdalena Rueda Jiménez, Juchitán. Un pueblo típico zapoteca, México,
Editorial del Magisterio, 1988.
Apéndice 3. Cronología de la cocei

Cronología de lacha de la
Coalición Obrero-Campesíno-EstadianUI del Istmo

1974 salida de acaparadores de lis tierras cos días después el palacio es


PRINCIPIOS DE ARO Cjidales de Judútán, La Ventosa, desocupado ante la amenaza de la
Reunián celebrad» en d edificio dd Alvaro Obregón y NRtepec. Denun­ intetveacióa dd ejército y la trai­
Centro Escolar Federa! Juchitán. cian entre otros a los acaparadores ción de los dirigentes pepinoeoda-
Un grupo de campesino», estudian­ Manuel Musalem, Fidel Sánchez, Estas, quienes con engaños retiran a
tes y profesionales acuerdan consti­ Honorato Morales y Federico Ras­ su gente.
tuir la Coalición de Campesinos y gado.
*Eauditatt Judiiteccn que poste­
1975
riormente sería la COCEI, cuyo
OCTUBRE-NOVIEMBRE MAYO
interés se centraría en la defensa de
A partir de la rápida aceptación de 28. Héctor Sánchez López, di­
derechos de los campesinos y la so-
la CCEJ por parte de los campesi­ rigente de la Coalición de Obreros,
hidáa de la problemática agraria de
nas pobres y los trabajadores en Campesinos y Estudiantes de Juchi­
Juchitán. En d surgimiento de la
Juchitin y ante la necesidad de tán (adopta este nombre a raíz de
CCEJ sobresaldría la participación
brindar una alternativa diferente a la incorporación de los obreros del
de los profesionistas Daniel López
la de los partidos gobiernistas PRI y Sindicato de Trabajadores de Ofi­
Santiago y Héctor Sánchez López,
PPS, quienes fomentaban la corrup­ cios Varios a fines de 1974), es
quienes figurarían posteriormente
ción y abusos a su arribo al Ayunta­ sahrtqemente golpeado por un grupo
como sus dirigentes.
miento, la CCEJ decide lanzar h de estudiantes priístas y cooducido
candidatura independiente dd inge­ por la policía a la cárcel municipal
JUMO
niero Héctor Sánchez López. de Juchitán. El encarcelamiento de
23. Manifestación de la Coali­
Héctor generaría enérgicas protes­
ción de Campesinos y Estudiantes
tas de parte de la COCEJ.
Juchitocos en rechazo a la visita dd NOVIEMBRE
candidato priúta a la gubematura 18. En las elecciones, con evi­
JUNIO
de Oaxaca, Manuel Zarate Aquino. dente fraude electoral, resulta triun­
fador Mario BustSo Villalobos. Los Estudiantes del Instituto Tec­
La CCEJ recorre las principales ca­
nológico Regional del Istmo donde
lles de la ciudad y Sega por primera 20. La manifestación convoca­
da por ¡a CCEJ para protestar por el Sánchez López es profesor, re de­
vez frente d palacio municipal don­
claran en huelga indefinida y exigen
de realiza un mitin fraude electoral realizado por d
la libertad dd profesor encarcelado.
PRI en Juchitán, es agredida a bala­
Las protestas de la COCEJ y la
AGOSTO zos por los pistoferos de Mario Bus-
huelga del ITRJ consiguen la li­
El acto de presentación del candida­ tillo Villalobos. En la agresión caen
bertad del dirigente diez días
to Manuel Zárate Aqtino en Juchi- gravemente herida Lorenza Santia­
después.
tan, convocado por d PRI y el PPS, go Esteva y 20 campesinos mis.
es abandonado por la mayoría de Lorenza, esposa de un obrero de la
los asistentes, al observarse una CCEJ, moriría pocas horas después AGOSTO
pelea pública entre ios dirigentes en un sanatorio de Juchitin. La COCEJ exige la cancelación de
priístas y pepmosociilistas por la concesión para explotar las sali­
presidirla reunión. DICIEMBRE nas de la Laguna Superior de Juchi­
tán, a la compañía “Salineros
La CCEJ toma d palacio municipal
Protesta de campesinos juchite- 4e Juchitán e invita a los campesi­ Juchitecos, S.A.”. La Coalición re
cos y de la colonia Alvaro Obregón nos del PPS a unirse a la toma. Ante basa en el decreto de 1974, en el
ante las oficinas dd Departamento la simpatía de sus bases y previendo cual se titulan y confirman los bie­
de asuntos Agrarios y Colonización una desbandada en sus filas, los diri­ nes comunales de Juchitán y po­
en la Ciudad de Oaxaca. Exigen la gentes del PPS deciden apoyar. Po­ blaciones anexas.

36

216
OCTUBRE por la COCEI, la COCEO, d Frente tralla por los acaparadores Manuel
27. Los obreros de b construc­ Popular de Zacatecas, el Frente Po­ Musaletn Santiago, Alejandro López
*
tor “Benjamín Mor
* ” Que levanta pular Independiente, la Colonia López y Mario Marín Pineda, cuan­
la refinería de Salina Cruz, realizan Tierra y Libertad de Moateney y do realizaban una reunida de traba­
un paro de labores de 24 horas. la Comisión Coordinadora de Nau- jo con funcionarios de la secretaría
Demandan jomadas de ocho horas, calpan. La CCN lanza un
* declara­ de 1* Reforma Agraria. El hostiga­
segura rodal y agua potable pan ción política en apoyo * loe movi­ miento de los cacique
* ae prolongó
consumo en horas de trabajo. La mientos de la COCEI y los obreros durante diez horas sin que autoridad
respuesta de la empresa es el des­ de la empresa DuramÜ, quienes han alguna hiciera acto de presencia,
pido de 180 obreros. padecido represión en los último
* aun cuando la casa donde re desa-
días. Se exige I* dettituóón del rrolaba la reunión se encuentra *
NOVIEMBRE gobernador de Oaxaca y b ejecu­ escasos 500 metros del priado mu­
20. Una concentrando pacifica ción del decreto presidencial de nicipal de Juchitán y re solicitó la
*convocad porla COCEI para exigir 1964. intervención de la policía.
la salid
* *
de loa acaparadores de la La asamblea general de la Uni­
tierras ejictales y en memoria de Lo­ versidad Autónoma Benito Juárez
renza Santiago Esteva, es agredida MARZO
de Oaxaca re dedata en huelga.
por pistoleros fuertemente arma­ 18. Se inicia h persecución po­
Exige la salida de los directores de
dos. En el acto cayeron asesinados liciaca y el destierro del estado de
las distintas escuelas de la universi­
loa campesinos Juan Figueroa, Zò­ Oaxaca de lo
* dirigentes de la
dad impuestos por el rector Gui­
tico Zelaya, Román Esteva, Felipe COCEI, Héctor Sánchez, Daniel Ló­
llermo García Manzano. H rector
Luis (Lipe To), Ponciano Gallegos, pez Nebo y César Pineda. Este di
*
responde con expulsión de profe­
Damián López López y el estudian­ la COCEI convocaba a un mitin,
sores y estudiantes democráticos.
te juchiteco de la Facultad de Cien­ el cual se enmarcaba en el ascenso
Con estos hechos se inicia el Movi­
cias de b UNAM, Gustavo Pineda * lucha campesina por la recupe­
de 1
miento Democrático Universitario
de la Cruz. La COCEJ responsabili­ ración de las tierras ejidite
* de Ju­
en Oaxaca.
za de la agresión a los caciques loca­ chitán. Lo
* dirigentes invitaban al
les y al gobernador Manuel Zarate 23. Los dirigente
* de b COCEI acto por medio de una unidad mó­
Aquino. se entrevistan con el presidente Luis vil de sonido cuando fueron balea­
Echeverría Alvarez y d secretario dos por el dirigente de b CNC, el
24. En entrevistas por separado de 1* Reforma Agraria, Félix Barra cacique Juventino Ramírez, quien
Juventino Ramírez, presidente de 1* García. En esta reunión LEA se cae muerto en la balacera. Inmedia­
CNC, y Maño BustiSo VMalobos, compromete a realizar en Juchitán tamente se responsabiliza a los diri­
presidente municipal, declaran a la una investigación de usufructo par­ *gente coceúta
*. En tres horas re
-preña nacional que en la región, no edaño por medio de un * depura­ liberan las órdenes de aprehensión
existe acaparamiento agrario y que ción censal, con la finalidad de contra Héctor, Daniel y César,
las tierras de Juchitán y loa pobla­ detectar el acaparamiento agrario. quienes re ven forzados a permane­
dos anexos pertenecen a pequeños cer ocultos y fuer
* del estado de
propietarios. Oaxaca.
1976
Durante la noche, d domici­
25. En dedaracione
* a diferen­ ENERO
lio de b familia Sánchez López fue
tes medios periodísticos y mediante 28. El Movimieiito Democráti­
violentamente allanado por la poli­
un desplegado aadoaaL intelectua­ co Universitario de Oaxaca obliga a
cía judicial, que secuestró a ios
les mexicano
* condenan la masacre renunciar al rector CuBesmo Gar­
padre
* y hermanos del dirigente
del 20 de noviembre de Juchitán y cía Manzano, quien fuera impuesto
coceísta Héctor Sánchez. Igual
exigen esclarecimiento de los he­ por el gobernador Manuel Tárate
suerte corrieron lo
* fimüares de
chos, cese a la repreáóay respeto
* Aquino. Queda como rector interi­
López Nelio y Pineda CastiUo. Lo
*
los derechos cocntituckxuie
*. no Celestino Gómez Soto (rector
secuestrados fueron puestos en li­
Los estudiante
* dd Instituto impuesto por MZA; fue obligado a bertad la madrugada del 19 de
Tecnológico Regional del Istmo rea­ renunciar cuatro meaes después. El
marzo.
*
lizan un meaifesteción desde el MDU se fortalece y tí cooficto uni­
Tecnológico hada el centro de la versitario se agudiza.
ciudad, se declaran en paro de 72 ABRIL
horas y exigen *1 presidente muni­ 26. El Tecnológico del Istmo es
cipi y al gobernador del Estado FEBRERO paralizado por una huelga estudian­
22. Los integrante
* del Comisa- til que demanda respeto a las liber­
esclarecimiento de los hechos del
nado de Bienes Ejidriet de Juchitán tades democráticas de profesores y
20 de noviembre.
(democratizado en 1974), los diri­ estudiantes, aumento en el presu­
gentes de h COCEI,Héctor Sánchez, puesto par
* b institución, actuali­
DICIEMBRE
6. Se constituye una Comisión Daniel López NeBo y César Pineda zación de programas de estudio,
Coordinadora Nacional formada fueron agredidas coa ráfagas de me­ personal académico capacitado.

37

217
JUNIO 11. La Casa de la Cultura de unidades de las líneas de autotrans­
27. Aparece el primer número Juchitán y su director Víctor de la porte que los estudiantes mante­
del periódico “Chispa Popular”, Cruz Pérez son objeto de feroces nían en su poder como medio de
órgano de la COCEI que “pretende ataques por parte del presidente presión para conseguir la baja en
formar e informar a los trabajadores municipal Mario Bustillo, el dipu­ el precio del pasaje foráneo.
del campo y la ciudad". tado federal Cecilio de la Cruz y los 23. Son liberados los estudian­
caciques MusaJem y Alejandro Ló­ tes presos en Salina Cruz.
pez.
AGOSTO 1977
Las oficinas de la Reforma Agraria OCTUBRE ENERO
en la ciudad de Oaxaca son ocupa­ 18. Los estudiantes ¡stmeflos
10. Carlos Rodríguez Toledo,
das por 400 campesinos istmeños estudiante del ITRI y simpatizante de las diferentes escuelas de la re­
quienes demandan la salida de los de la COCB, es detenido por la gión organizados en el Consejo
acaparadores de las tierras ejidales Estudiantil en Apoyo Popular (CE-
policía del Estado (Los Azules),
de Juchitán y la ejecución del de­
cuando hacia propaganda para el AP) inician una nueva jomada de
creto presidencial de 1964.
mitin que los estudiantes realizarían lucha. En esta fecha ios estudiantes
30. La huelga de los trabajado­
en memoria de los caídos en el 68. del Instituto Tecnológico Regional
res del Sindicato Nacional del
La detención se efectúa en la escue­ del Istmo en Juchitán, de la Escue­
Transporte “Lázaro Cárdenas” es
la Tecnológica Industrial No.187 y ta Tecnológica Industrial Tehuante-
violentamente disuelta por elemen­ Carlos Rodríguez es encarcelado en pec, de la Escueta Tecnológica
tos de la policía del Estado (Los
la prisión municipal. Agropecuaria en Sin Blás Atempa,
Azules). La huelga había sido decla­
4. El Tecnológico del Istmo es de ta Escuela Tecnológica Agrope­
rada legal por la Junta de Concilia­
paralizado por una huelga estudian­ cuaria en Jalapa del Marqués, del
ción y Arbitraje. Se responsabiliza
til que exige la libertad de Carlos Instituto Tecnológico Agropecuario
al gobernador Manuel Zárate Aqui­
Rodríguez. en Comitancillo, de ta Escuela Tec­
no.
11. Las autoridades del ITR1 nológica Agropecuaria de Espinal
conjuntamente con los estudiantes y la Escuela Tecnológica Agrope­
30. El octavo piso de la secreta­
del ciclo de ingeniería, convocan a cuaria de Ixtaltepec retienen ca­
ría de la Reforma Agraria en el
una asamblea general de estudiantes miones de autotransporte foráneo
Distrito Federal es ocupado por
y padres de familia, con el fin de de las líneas Cristóbal Colón, Golfo
400 campesinos istmeños en recha­
Pacífico, Oaxaca-Istmo, UJ’ C.L. y
zo al informe del comisionado de la acordar la toma de las instalaciones
del Tecnológico y reiniciarlas clases, transístmico, exigen la disminución
SRA, que fue enviado a investigar
en d precio de los pasajes y la solu­
el acaparamiento agrario en Judú- sin embargo, la asamblea general en
ción de los diferentes problemas
tán. Terminó aceptando la existen­ pleno ratifica el apoyo a la huelga.
internos que aquejan a cada insti­
cia del acaparamiento pero otorgó a Las autoridades y ios estudiantes
tución. La acción estudiantil para­
la vez capacidad legal a los acapara­ convocantes son expulsados de la
liza totalmente el servicio de au­
dores “por ser campesinos en pleno asamblea.
totransporte foráneo en toda la
goce de sus derechos". Se exige ade­
región del istmo oaxaqueüo.
más la salida inmediata de los aca­ NOVIEMBRE
paradores de las tierras ejidales y 17. Los obreros de la planta be­
alto a la represión. neficiadora de arroz “Presidente FEBRERO
Juárez” en Juchitán, demandan a 21. Treinta y siete estudiantes
SEPTIEMBRE la empresa derechos estelulados en de los diversos pueblos del istmo,
2. Los campesinos posesiona la Ley Federal del Trabajo como integrantes del CEAP, son golpea­
dos del octavo piso de la SRA de­ son reparto de utilidades, aguinaldo dos y encarcelados por 1a policía
ciden retirarse después de haberse y vacaciones. Los estudiantes del dd estado (Los Azules) y la Judicial
integrado una nueva comisión inves­ ITRI se solidarizan con los obreros, Federal. Los detenidos son condu­
tigadora para esclarecer el acapara­ presionando al gerente de la planta cidos a la cárcel municipal de Ju­
miento agrario en Juchitán y sus con la retención de una unidad de chitán.
anexos. la empresa en las instalaciones del
La COCEI organiza una mani­
Tecnológico.
Como producto de (as movili­ festación que demanda ta libertad
zaciones campesinas Víctor Pineda de los estudiantes presos, aproxima-
DICIEMBRE
Henestrosa es nombrado jefe de la dunente a las siete de la noche, la
20. Unos 40 estudiantes del
Promotoría Agraria en Juchitán. marcha recorre las calles de Jucfu-
ITRI son golpeados y posterior­
Las oficinas de la C0CE1 en tán, llega al palacio municipal don­
mente encarcelados en Salina Cruz,
la esquina de “El Calvario" en Ju­ de ta multitud airada apedrea los
a raíz de la incursión de la policía
chitán son asaltadas por un grupo balcones del palacio; la policía
dd Estado (Los Azules) y la Judi­
de desconocidos quienes se llevan municipal responde con disparos
cial en las instalaciones del Tccao-
expedientes campesinos hacia los manifestantes, quienes se
fógicu. La policía recupera veinte

38

218
retina en mucha hasta La Escuela Dúz, Uxüa, Chiltepec, Caatepec, mayor del ejército, retirado, Leo­
Tecnológica Industrial 187. Duran­ Ayunxintepec, Valle Nacional, San poldo de Gyves Pineda. El objetivo
te toda la noche te organizan guar­ Juan Lalana y Montenegro exigen la de esta participación electoral es
dias de campesinos y estudiantes, desaparición de poderes en el Es­ abrir el espacio político, cerrado
frente a la cárcel municipaí. tado por haberse roto el orden ins­ para la COCEI a raíz de la ocupa­
titucional. El PAN, el PPS y el *,
ción del ejército así como luchar
22. Una manifestación de la PARM, coinciden en la necesidad por el respeto a la voluntad popular.
COCEI que exigía b libertad de de la desaparición de poderes y la
los estudiantes presos es atacada renuncia del gobernador MZA. SEPTIEMBRE
frente a la cárcel mutticipai de 28. Son secuestrados en la ciu­
26. Son asesinados por la po­
Juchüán. La policía del Estado seía preventiva del Estado (Los dad de Puebla los militantes de la
(Los Azules) dispara ráfagas de COCEI Jesús y Saúl Vicente Váz­
Azules) 29 campesinos en el muni­
M-l contra los tres mil manifestan­ quez, cuando realizaban trabajos
cipio de San Juan Lalana. Los
tes. En el acto caen muertos los de solidaridad coa los miembros del
campesinos demandaban el recono-
menores Gilberto Veiázquez y Jo­ sindicato 28 de Octubre (vendedo­
cánieoto de sus tierras comunales.
sé Luis Luna Cristóbal. Ea> la des­ res ambulantes). Saúl es Eberado
bandada de manifestantes fueron MARZO pocos días después, nréitras que
detenidos el dirigente obrero Héc­ 3. Manuel Zarate Aquino, go­ Jesús es presentado en la cárcel
tor Veiázquez Figueroa y los cam­ bernador constitucional del Estado, municipal de Tuxtepec, acusado de
pesinos Manuel López Salinas y solicita a h Comisión Permanente asaltos bancarios. La inocencia de
Víctor Pineda V., quienes des­ de la Cámara de Diputados Ucencia Jesús sería reconocida por los pro­
pués fueron encontrados muertos por seis meses en su cargo como pios empleados banemor durante
en el poblado de Santa Cruz Bam­ gobernador. los careos.
ba a orillas de la carretera que Es nombrado gobernador inte­
conduce de Salina Cruz a Puerto rino el general y senador por Oaxa­ NOVIEMBRE
Escondido. Los cuerpos de los ca Eliseo Jiménez Ruiz. El antece­ 13. Acto de cierre de la cam­
coceistas estaban mutilados y pre­ dente inmediato del nuevo gober­ piña electoral de Leopoldo de
sentaban el tiro de gracia. nador fue haber combatido a la Gyves Pineda. Concurren más de
guerrilla de Lucio Cabañas en el 10000 personas en lo que consti­
25. Los pennisionarios de las estado de Cuerrero. tuye la mayor moviEzacón de la
lineas de autotransportes ADO, La ciudad de Oaxaca y las COCEI a la fecha.
Cristóbal Colón y Fletes y Pasajes principales ciudades de la entidad
suspenden sus servicios en toda la quedan bajo control del ejército, 20. A pesar de que durante los
entidad “ante la falta de garan­ que se instala en sitios estratégicos meses de campaña el PR1 exhibió su
tías". Por la amenaza de los estu­ y patrulla a bordo de vehículos debilidad en cuanto a respaldo po­
diantes de quemar autobuses. El blindados. pular, resulta vencedor el candidato
paro afecta i sesenta mil oaxaque- Juchitin es tomado por el priísta Javier López Chente: el fm:
ilos. ejército. Se instalan pelotones en de priísta se había consumado una
Estudiantes del Politécnico y la la carretera de acceso, en el palacio
vez más.
UNAM realizan una manifestación municipal, en la iglesia central y,
de apoyo a U COCEI, exigen la a treinta metros de la oficina de la
DICIEMBRE
renuncia del gobernador Manuel COCEI. Se prohíbe todo tipo de
5. En una provocación monta­
Zarate Aquino. manifestación, y reuniones de más da por los porros del grupo “Nico­
Sindicatos universitarios de to­ de cuatro campesinos son dispersa­ lás Guillén”, son muertos a balaros
do el país exigen la desaparición de das por el ejército. en el interior de la Preparatoria No.
poderes en Oaxaca. La exigencia se 2 en la ciudad de Oaxaca, los estu­
ABRIL
basa en la incapacidad del gober­ diantes Arturo Morales y Jorge
En pleno estado de sitio, la COCEJ
nante para resolver el conflicto Méndez Ocho». Se responsabiliza
universitario de la entidad y la decide estallar la huelga de los obre­
de sus muertes a Rosendo Pineda
represión desatada contra los cam­ ros de la fábrica de cal “La Tehua-
CeEs, Josefina Martínez de So-
pesinos oaxaqueños. na". Se demanda aumento salarial.
nano y a César Pineda, este último
La Coalición Obrera Campesina A pesar dd amago del ejército los
dirigente de la COCEI.
Estudiantil de Oaxaca y el Sindica­ obreros se sostienen y consiguen
to de Trabajadores de la UABJO su demanda. 9. Son detenidos en la ciudad
realizan una manifestación en el de Oaxaca W functonarios de la
centro de la ciudad de Oaxaca y AGOSTO-SEPTIEMBRE administración del rector Felipe
exigen castigo i los asesinos de La COCEI decide participar en la Martínez Soriano.
Juchitán y la renuncia de MZA. contienda electoral para la presi­
14. Durante la madrugada son
Ciento sesenta y dos ejidos de dencia municipal de Judaitán. Lan­
los municipios de Axitlán, Jalapa de za como candidato independiente al ocupadas por el ejército y por agen­

39

219
tes de le Dirección Federal de Se­ los coceístas abrir el espacio políti­ bras de los campesinos en la colonia
guridad, el edificio central, la co en Juchitán, negado por el Esta­ Alvaro Obregón. Los atacantes hie­
Escuela de Mediana y tres prepa­ do desde la ocupación última del ren a tres campesinos de la COCEE
ratorias de la HABIO. La acción fue ejército. La COCEI retoma nueva­ No obstante, dos provocadores
dirigida, entre otros, por Miguel mente las calles realizando marchas mueren en el enfrentamiento. Al
Nassar Haro, director de la DFS. y mítines. día siguiente, la policía preventiva
El gobernador interino Elíseo Jimé­ 26. Aproximadamente a las del Estado (Los Azules) incutsiona
nez Ruiz, acepta la responsabilidad tres de la madrugada, policías judi­ en la colonia Alvaro Obregón y
de la ocupación. ciales irrumpen violentamente en el apresa a los campesinos Laureano
domicilio del dirigente coceísta lilis, Tino Pineda e Isidro Luis.
Carlos Sánchez López, quien des­
1978
pués de haber sido golpeado, es 28. En un ambiente de tensión
ENERO
secuestrado por los agentes, que y provocación de parte de los caci­
lo. En la toma de posesión
además saquean la casa de Sánchez ques, se realiza la elección del presi­
como presidente municipal de Ju­
López. La presida popular obliga al dente del coorisuiado del ejido de
chitán del priísta Javier López
Estado i liberar al dirigente tres Juchitán y sus anexos Santa María
Chente y a pesar de la fuerte pie-
días después. Xadani, Espinal, Unión Hidalgo y
senda policiaca resguardando el
En la Mixtees es encarcelado el Chicapa de Castro. El resultado de
palacio municipal, el pueblo enar­
dirigente de la Unión de Campesi­ la votación favorece al candidado
decido protesta frente al palacio; la
nos Obreros y Estudiantes de la coceísta Alberto de la Cruz con
policía dispara contra la mmifes-
Mixtees, Pablo Amado Cruz. l 843 votos. Ante la evidente
tación, hiere a una docena de
minoría de rus acompañantes, los
coceístas y asesina a José Yola,
27. En una céntrica calle de la caciques y acaparadores deciden
campesino de la octava sección de
ciudad de Juchitán es apresado retirarse de la votación. Los comi­
Juchitán. El pueblo apedrea a los
Leopoldo de Gyves Pineda por un sionados de la SRA, para presidir la
priístas y policías obligándolos a
comando del lio. Batallón de In­ elección, firman las actas del triun­
refugiarse en el inferios del pala-
fantería, el cual era dirigido por el fo coceísta. Pretextan, sin embargo,
do.
coronel Poblano. La detención de una supuesta divisióa y el retiro de
Polo de Gyves obedece a la inten­ los campesinos de la votación. La
25. Aparece publicado en la
ción del gobierno de aniquilar al SRA desconocería días después el
ciudad de México un desplegado
Ayuntamiento Popular paralelo, triunfo de la COCEL
firmado por Felipe Martínez Soria-
que la COCEI encabezó ante la
no, representando a los universita­
imposición del PRJ. Leopoldo de
rios oaxaquefios, y por Juan Ortega AGOSTO
Gyves es presentado 10 días des­
Arenas a nombre de la Unidad 3. Después de permaocer 400
pués de haber sido detenido, en la
Obrera Independiente (UOí). En el horas en huelga de hambre y ante el
prisión del Campo Militar Núm. 1,
desplegado se sefiaia entre otras silencio de las autoridades, los
acusado de insubordinación, faltas
cosas que: “para la ciase obren es huelguistas que exigen la presenta­
al reglamento militar y disparo de
una cuestión de principios la defen­ ción de Víctor “Yodo” y la libertad
amia de fuego.
sa de las libertades humanas.. .ello de Leopoldo de Gyves y Laureano
nos permite avanzar a formas su­ Luis, se trasladan a la ciudad de
periores de organización y defender JULIO México, donde continúan su ayuno
nuestra existencia de la degenera­ 11. Aproximadamente a las 10 instalados en el edificio de la Orga­
ción fatal consecuencia del sistema de la mañana, en el centro de Juchi­ nización de las Naciones Unidas.
capitalista.” tán, ei secuestrado por un comando
del ejército, el dirigente coceísta $. Una comisión del Frente Re­
Se manifiestan en contra del Estado
Víctor Pineda Henestrosa (Víctor volucionario de Defensa Popular de
y de Tos partidos defensores de la
“Yodo"). Guerrero, que demanda la libertad
clare dominante, llamados falsa­
del profesor universitario Eloy Cu­
mente populares, falsamente comu­
17. Familiares de Víctor “Yo­ neros Guüén, se suma a la huelga
nistas, falsamente revotectonariof'.
do" y mujeres juchitecas de la de hambre de los coceístas.
Alusión clara hacia el PCM y el
COCEI se declaran en huelga de
PRT. Se exige la libertad de ios
hambre en el centro de la ciudad.
universitarios encarcelados y se OCTUBRE
Exigen la presentación del dirigente
convoca a un encuentro nacional en 2. Héctor Sánchez López, diri­
coceísta secuestrado el día 11 y la
defensa del pueblo de Oaxaca. gente de la COCEI, habla a nombre
libertad de Leopoldo de Gyves Pi­
La participación de la campaña del movimiento campesino nacio­
neda.
*a
pa la presidencia municipal, pero nal, en el mitin conmemorativo del
sobre todo la amplia movilización 24 y 25. Pistoleros priístas co­ décimo aniversario de los caídos en
de masas que la COCEI logra desa­ mandados por el dirigente del PRJ Tlatelolco. La marcha de aproxima­
rrollar en este período, permiten a Tomás Vicente, destruyen las siem­ damente cien mil personas que

40

220
partió del cuco de Santo Tomás vistos por noventa millones de nor­ un consejo de guerra contra Leo­
culminaría en la plaza de Las Tres teamericanos. poldo de Gyves Pineda, quien
Culturas. 11. Periódicos capitalinos di­ resulta condenado a 3 ador, 5 me­
funden la falsa versión de que en ses, 15 días de prisión en ese campo
2. Estudiantes del ITR119 y de este día la COCEI invade otras militar. Los cargos que le imputan
las escuelas secundarias de Juchitán 1 000 hectáreas de tierras en la son insubordinación de palabra y de
realizan un acto político en honor a región de Tuxtepec. El dirigente hecho, infracción al reglamento
los caídos en 1968. nacional de la UGOCEM califica de de deberes militara y disparo de
irresponsables las invasiones hechas arma de fuego. Leopoldo de Gyves
3. Leopoldo de Gyves Pineda, por dirigentes de la COCEI. se ampara. Asume la defensa legal
quien fuera liberado a raíz de la el licenciado Guíknno Andrade
12. Adolfo Fener Lutzow, jefe Greslet.
presión ejercida con la huelga de
de Seguridad Pública del estado de
hambre en la ONU, es nuevamente
Oaxaca, informa que elementos del 1979
aprehendido por habérsele visto
ejército, la policía judicial Federal y ENERO
presenciando la marcha que diversas
la Dirección de Seguridad Pública Dan inicio en Juchitán y en la
organizaciones democráticas realiza­
del Estado realizan una campaña en ciudad de México las actividades en
ran el 2 de octubre. Leopoldo de
la zoca montañosa de Tuxtepec, conmemoración del quinto aniver­
Gyves estaba imposibilitado de salir
en busca de Florencio Mediano sario de la COCEI.
de la dudad, por el temor de las
Mederos.
autoridades de su presencia en Ju- FEBRERO
chitán. 14. Las tierras invadidas por la
21. Mediante un comunicado
Grupos de la Asociación Indí­ A1AC son desalojadas por los cam­
oficial, la COCEI denuncia las agre­
gena de Autodefensa Campesina pesinos ante el hostigamiento del
siones chinas contra Vietnam,
realizan invasiones de tierras en la ejército y la policía preventiva
uniéndose a la campaña que denta­
región de Tuxtepec, Oaxaca. Se del Estado (Los Azules). Tres diri­
da el retiro de las tropas chinas del
señala como dirigente del movi­ gentes de la AIAC son detenidos,
territorio de Vietnam
miento a Florencio Medrar» Made­ entre eCos Gilberto Vera Domín­
ros, exmiembro de la colonia Ru­ guez, sindica municipal de íacate- MAYO
bén Jaramillo en Mótelos y exlugar­ 22. F: .úliares de Víctor Pine­
pee.
teniente del comandante Lucio da Henestrosa, Leopoldo de Gyves
29. Operadores de la Central
Cabanas. La prensa nacional vincula y del campesino de Alvaro Obre­
de Maquinaria Agrícola, dependien­
de manera tendenciosa a la A1AC gón, Laureano Luis, se mttalan en
te del Banco de Crédito Rural,
con la COCEI, señalando mduróe el atrio de la iglesia de san Vicente
asesorados por la COCEI, se decla­
* Leopoldo de Gyves de la Cruz
ran en paro indefinido de labores. Ferrer, en Juchitán. Exigen la liber­
como uno de ios dirgentes de la in­ tad de los presos, la presentsción de
Demandan información sobre su
vasión de tierras.
contrato colectivo de trabajo firma­ Víctor Pineda y el retiro de! ejérci­
to de .Juchitán. La COCEI solicita la
do a sus espaldas, reinstalación de
5. Saludo dé la COCEI al intervención del obispo de Tehuan-
los obreros despedidos por exigir
acto del Movimiento de Izquierda tepec, Arturo Lana Reyes, quien
sus derechos, y democracia sindicaL
Revolucionaria de Chile (MIR), en accede a demandar ante los gobier­
conmemoración a Miguel Enrfquez NOVIEMBRE nos federal y estatal la ateoejóa de
y Ernesto Che Guevara caídos en 5. En asamblea general de los los problemas que laCOCEI plantea.
combate. El acto se llevó a cabo operadores de Maquinaria Agrícola 26. Monseñor Arturo Lona Re­
en la Casa de Chile en México, son nombrados los nuevos dirigen­ yes, obispo de la diócesis de Te-
Distrito Federal tes sindicales del comité ejecutivo huantepec, estría un telegrama
de la Sección 111 del sindicato na urgente al presidente de la Repúbli­
10. Durante ocho minutos de cáonil. A la asamblea asiste un diri­ ca José López Porteo; mforma del
trarumisión extraordinaria y otros gente nacional del sindicato quien plantón de tediares de los presos
tantos en noticieros ordinarios, la avala los nuevos nombramientos. y el desaparecido por motivos polí­
cadena televisiva norteamericana 6. Trabajadores de la empresa ticos de Juchitán. Demanda el
NBC difundió imágenes de la ocu­ refresquera OXey realizan un paro esclarecimiento del pandero de
pación de tierras en Tuxtepec por de labores durante tres horas; exi­ Víctor Pineda Henestrosa, amnistía
parte de la A1AC, manejándola gen la reinstalación de un obrero para Leopoldo de Gyves Pineda y
como un levantamiento armado en despedido. Su demanda fue re- juicio imparcial al campesino Lau­
Oaxaca. Sé transmite« entrevistas ftidu. reano Luis.
con Medra» Mediros, supuesto
comandante del levantamiento ar­ DICIEMBRE AGOSTO
mado, quien opera en los estados de 28. A las 10 de la mañana, en Las luchas obreras acaparan la
Guerrero, Veraciuz y Oaxaca. Se­ la sala de consejos de guerra del atención de la opinión pública en
gún la NBC sus programas fueron Campo Militar Núm. 1 tuvo lugar la región del istmo.

41

221
20. A las 10 horas, los trabaja­ Sus diferencias con el Partido Co­ que constituía el más burdo fraude
dores del molino de sai se lanzan a munista eran evidentes, máxime electoral realizado por el PRI en
la huelga exigiendo el 50 por ciento cuando se habían enfrentado en la Juchitán.
de aumento salarial. participación que ambas organiza­ 20. La COCEI convoca a una
Empleados de la empresa “Cen­ ciones asumieron en el conflicto manifestación para rechazar el
tral de Materiales para Construc­ de la Universidad Benito Juárez de fraude electoral y en conmemora­
ción'' se declaran en huelga y Guaca y las heridas del movimien­ ción a los coceístas asesinados en
demandan aumento süarial del 50 to estudiantil popular oaxaquefio 1974 y 1975. La manifestación
por ciento y la reinstalación de tra­ aún no cicatrizaban. Sin embargo, logra reunir a más de diez mil per­
bajadores despedidos. el 5 de septiembre se establecen las sonas y es encabezada por el candi­
bases de la alianza consistente en dato y los integrantes de la planilla
21. Los obreros despedidos de que: a) Ambas organizaciones se de la alianza COCE1-PCM. Al llegar
la Compañía Técnicos Especializa­ comprometían a luchar contra el la manifestación frente al palacio
dos de Chiapas, coa la colaboración fraude electoral que ya se preveía;
municipal, la multitud siguiendo a
de ios estudiantes dal Tecnológico, b) Levantar un plan de gobierno
sus dirigentes se introdujo al edifi­
presionan > la compañía y le retie­ propuesto por la COCEI, como or­ cio y lo declara tomado por el
nen una unidad; exigen indemniza­ ganización conocedora de la proble­ pueblo.
ción conforme a la ley- mática local; c) La selección de los
integrantes de la planilla y del can­ 21. Los ocupantes del palacio
22. Los obreros de la planta didato seria democráticamente en municipal exigen: l. La anulación
beneficiadora de attoz “Presidente asambleas populares; d) La alianza de las elecciones del 16 de noviem­
Juárez“ demandas a la empresa sería de carácter temporaL lo que bre; 2. Convocatoria a nuevas
aumento salarial dti 50 por ciento. no limitaba la lucha ideológica en­ elecciones, previo empadronamien­
Después de una semana de lucha las tre ambas organizaciones; e) Las to de miles de juchitecos a quienes
demandas de los obreros fueron Ies fue negada la credencial de elec­
negociaciones con el estado se lleva­
resueltas una a una. rían al cabo únicamente con la tor; 3. Amnistía para los dirigentes
presencia de ambas organizaciones. de la COCEI, Héctor Sánchez, Da­
27. El Comité Istmeño de Fa­ niel López Helio y César Pineda,

miliares de Presos, Perseguidos y libertad para -eopoldo de Gyves


NOVIEMBRE
Desaparecidos Políticos re traslada Pineda y presentación de Víctor Pi­
9. Los partidos contendientes
a la ciudad de México, para inte­ neda Henestrosa.
convocan a su mitin de cierre de
grarse a la huelga de hambre organi­ camparía respectivo. El PR1 exhibe
zada por el Comité Pro-Defensa de DICIEMBRE
su debilidad con una manifestación
Presos, Perseguidos, Exiliados y 24, La COCEI decide retirarse
de aproximados 1500 simpatizan­
del palacio municipal una vez que
Desaparecidos Políticos. tes, mientras que por su lado la
alianza COCEI-PCM realizaría una el gobernador Pedro Vázquez Col­
menares ratificara públicamente los
1980 gigantesca movilización de más de
15 000 juchitecos. Es decir, diez acuerdos tomados y que consistían
ENERO/MARZO
en la solución favorable del 90 por
La COCEJ consolida sus comi­ veces más.
ciento de las demandas coceístas.
tés de la 7a. y la 5a. secciones y se La COCEI denuncia que se
Entre ellos el acuerdo de convocar
comienzan a otgMizar núcleos de prepara un gigantesco fraude elec­
tora), ya que a escasos días para la a nuevas elecciones para el lo. de
coceístas en te secciones la, 4a, y
elección del presidente municipal, a marzo de 1981.
8a; en Ixhuatán « constituye la
Asociación de Trabajadores y Estu­ miles de coceístas se negó la creden­
diantes Ixhuatecot; de igual forma cial de elector mientras que a los 1981
en ciudad Ixtepec. El Frente Unico elementos del PR1 les fueron entre­ ENERO-FEBRERO
Popular (FUP) constituye sus orga­ gadas hasta cuatro credenciales a El partido oficial, PRJ, se pre­
nismos de base en El Zapote y cada uno. Ante esta situación la senta a la nueva contienda aliado al
Cheguigo Zapata. COCEJ decide presiODir al Registro Partido Popular Socialista y desecha
Nacional de Electores y ocupa sus a Julio Gómez como candidato'.lan­
SEPTIEMBRE oficinas en Juchitán. Sólo con esta za en esta ocasión a un funcionario
5. Tras de que en marzo la medida se consigue el reparto de de la adnínistración del gobernador
COCEI había decidido participar en algunas credenciales, no obstante Pedro Vázquez Colmenares, el eco­
la contienda electoral para la presi­ que gran cantidad de personas que­ nomista Israel de la Cruz, quien por
dencia municipd de Juchitán, me­ daron sin recibirla. su desarraigo en Juchitán es mal
ses después los coceístas acordarían visto hasta por sectores priístas. La
participar en ateta con un partido Alianza CÓCE1-PCM sostiene la
16. En las elecciones para pre­
registrado. Optó por ligarse al Parti­ sidente municipal efectuadas en planilla inicial con Leopoldo de
do Comunista Mexicano (PCM). La Juchitán resulta triunfador el can­ Gyves de la Cruz como candidato a
decisión de la COCEI no fue fácil. didato priísta Julio Gómez, en lo la presidencia municipal.

42

222
febrero JUNIO 6. Víctor Jiménez López, alias
18. Con el fin de »traer hacú 24. Por desistimiento de los Víctor Moro, agente de la Dirección
Juchitán la atención de la opinión presuntos acusadores son puestos Federal de Seguridad y miembro de
pública nacional ante las evidencias en libertad los militantes de la la Interpol en México (como lo de­
de un nuevo fraude electoral y co­ COCEI presos en el reclusorio
mostrara en variadas ocasiones y
mo medida de presión hacia el Oriente a raíz de la toma de las como lo declarara su padre Víctor
gobierno, 63 juchitecos (hombres y embajadas. Las verdaderas causas de de la Torre en el programa radiofó­
mujeres) ocupan pacificamente las la libertad fueron el anuncio de que nico “Encuentro” meses después),
embajadas de la india y Guatemala los presos políticos del país se lan­ es detenido por la policía municipal
en la ciudad de México. Los ocu­ zarían a una huelga de hambre en los altos del edificio de la Indus­
como parte de la lucha de la Coor­ tria (oficinas provisionales por la re­
pantes demandan empadronamien­
to y la entrega de credenciales de dinadora Plan de Ayala, así como a
construcción del palacio munici­
las presiones ejercidas por el Frente pal) cuando en compañía del
elector a los coceístas, la libertad
de Leopoldo de Gyver y la presen­ Nacional Contra la Represión y los soldado del l lo. batallón losé Luis
estudiantes de h UNAM, donde López, intentara atentar contra la
tación de Víctor “Yodo”.
Aproximadamente a las tres de estudiaban los detenidos. vida del comandante de la policía
la tarde, los granadero« irrumpen en popular y de Leopoldo de Gyves,
las embajadas; golpean, desalojan a AGOSTO los que se hallaban en sus oficinas.
los coceístas, y después los condu­ 14,15, 16. En la colonia Alva­ Los intrusos llegaron al lugar a bor­
cen al cuartel de granaderos ubica­ ro Obregón, municipio de Juchitán, do de un auto Pontiac, con placas
do en la colonia Balbuena donde se Beva al cabo la Cuarta Reunión ICCL572, de California. “Víctor
fueron vejados y torturados durante Nacional Campesina convocada por Moro” y José Luis López fueron
toda la noche por agentes de la la Coordinadora Nacional Plan de consignados ante el agente del Mi­
Dirección Federal de Segundad Ayiia. nisterio Público, así corno las
encabezados por d comandante armas de alto poder que traían con­
Estrella. SEPTIEMBRE sigo. El agente y el soldado fueron
En el transcurso de los tres días 23. Miembros del PPS y del puestos en libertad dos días después
siguientes fueron liberados 57 dete­ PRI, encabezados por el cacique y de haber sido entregados al MP.
nidos de la COCEI. Quedan prisio­ presidente de la Confederación
neros en el reclusorio Oriente de la Nacional de la Pequeña Propiedad 9. Es asesinado Rodrigo Ca­
ciudad de México los militantes (CNPP), Porfirio Montero, intentan rrasco López, regidor suplente del
Francisco Cojuhtm, Mariano Santa- ocupar violentamente (disparan ar­ Ayuntamiento Popular; su cadáver
na, Jorge Mayoral Pilafox, Hugo mas de fuego), las oficinas de la fue hallado un día después en el
Mayoral Palafox y Oscar Cruz a^ncia municipal de La Ventosa, entronque de la carretera que con­
López. Antes de set conducidos al Juchitán. La presencia del pueblo duce a la base aérea militar. El cuer­
reclusorio los miembros de COCEI de La Ventosa y la oportuna inter­ po de Rodrigo presentaba signos de
fueron torturados en los separes de vención de la policía municipal de tortura antes de morir. La COCEI
la Federa] de Seguridad ubicados en Juchitán frustró el intento de ocu­ responsabiliza del crimen a Víctor
la colonia Guerrero. Dirigió las inte­ pación. Jiménez López.
rrogaciones el fiscal de la federación En el eme Juárez de Juchitán Los estudiantes coceístas, alia­
Javier Coelfo Trejo. Los coceístas se constituye a instancia de la dos con otras fuerzas democráticas
fueron acusados del delito de pri­ COCEI, la Central de Trabajadores conquistan el Comité Ejecutivo
vación Segal de la libertad, en la del Istmo (CTÍ). Esta central agru­ Estudiantil del Instituto Tecnológi­
modalidad de secuestro, de los di­ paría a los obreros de las distintas co del Istmo (principal centro edu­
plomáticos de la India y Guatemala. empresas cerveceras del istmo.de la cativo de la región), después de
planta beneficiadora de arroz “Pre­ cuatro años 'de imposiciones de par­
MARZO sidente Juárez", de la Central de te de la dirección de h escuela.
lo. Se realizan elecciones ex­ Maquinarias, de la fábrica de calhi- Se intensifica la propaganda de
traordinarias en Judtitán,» pesar de dra “La Tehuana”. de los emplea­ la derecha contra la COCEI y el
continuar b anomalía de falta dor del Sistema de Agua Potable y Ayuntamiento Popular de Juchitán.
de enttegt de credenciales de elec­ a los obreros de la construcción, La prensa local, la que circula en la
tor al 50 por ciento de ciudadanos entre otros. capital del Estado y ciertos periódi­
en edad de votar y de la alteración cos de circulación nacional difun­
en el padrón electoral sobre todo. A den falsas versiones en el sentido de
pesar de la desesperada alianza del OCTUBRE que existen en Juchitán campos de
4. En el local de la Casa de la entrenamiento de guerrilleros nica-
PRI y el PPS en violenta campaña
Cultura de Juchitán, se constituye ragüences. salvadoreños y guatemal­
contra la COCEI, resulta vencedora
la Unión Campesina Regional del tecos, todos protegida por el
la alianza COCEI-PCM con un total
Istmo, la cual agrupa a 15 pobla­ Ayuntamiento Popular. Los perió­
de 3 538 votos contra 3 330 del
dos y ejidos de la región. dicos detallan desembarcos de ar­
PR1-PPS.

4?

223
mas en las playas de I* Laguna Cuauhtémoc Guadalupe, municipio delitos: abuso de autoridad, despo­
Superior. Se culpa a la COCEÍ de de San Miguel y dirigido
* por cono­ jo, portación de armar de alto po­
¡atentar perturbar las elecciones cidos hampones del lugar: Ludo der, violación de los derechos
Miguel Sánchez, Arturo Martínez y judiciales y las garantías Constitu­
presidenciales.
Emigdró Jiménez. Los pistoleros cionales.
24. Tribuna popular para enjui­ son desalojados por presión de los
ciar los crímenes del gobierno en el *
campesinos miquelefio en la capital AGOSTO
ritmo. Entre los personqes asisten­ del Estado. 7. Referéndum del pueblo
tes estuvieron Rosario Ibarra de juchiteco en apoyo a su Ayunta­
Piedra. Enrique González Ruiz, así NOVIEMBRE miento Popular. 10000 personas
como representantes del PRT, PCM, 20. Nuevamente es asaltado el frente al palacio municipal refren­
FNCR, CNPA, UAG, entre otros. palacio municipal de San Miguel dan su apoyo al Ayuntamiento
Resoluciones; l) Condenar a los go­ Chimalapa por los priútas locales. Popular de Juchitán y a su presi­
biernos federal y estatal por la AJÍ asesinan al policía municipal dente Leopoldo de Gyves de la
represión a los pueblos istmeños; 2) del ayuntamiento elegido por d Cruz. Son testigos de calidad va­
Responsabilizar a las distintas cor­ pueblo, Feliciano Gutiérrez Mo­ rios personajes políticos e intelec­
poraciones de policías federales y rales. tuales de México.
estatales como autores de las agre­
siones; 3) Llamado * ios ayunta­ DICIEMBRE
mientos democrática del país a 1988 12. Asalto al palacio munici­
solidarizarse con el de Juchitín. JUUO pal de Ixtepec. 30 detenidos son
2. En el poblado de San Fran­ conducidos a Salina Cruz.
1982 cisco del Mar, priistas en estado 13. Secuestro de Jesús Vicen­
ENERO de ebriedad, azuzados por los ca­ te V., excomandante de la policía
10. El candidato del PSIJM a la ciques locales, bloquean las vías de municipal de Juchitán por elemen­
Presidencia de la República Amol­ acceso al poblado e impiden la en­ to
* de la Policía Judicial Federal en
do Martínez Verdugo Begs a Juchi­ trada de ios acompañantes de) can­ la ciudad de México cuando se
didato a diputad], Desiderio de
tán y es recibido con un mitin de *
dirigí a una audiencia con funcio­
Gyves. Con armas de fuego obli­
10 000 personas. narios de Gobernación.
gan a los acompañantes a retirarse
del lugar. 13. Aproximadamente a lis
JUUO tres de la mañana, policías del
11. Se inaugura la biblioteca 31. Agresión priísta en el ceerre estado (Los Azules), policías judi­
popular “Víctor Pineda Henestro- de campaña del candidato del ciales y federales irrumpen por el
sa” primera biblioteca municipal en COCEI-PSUM, a diputado, Deside­
costado norte del palacio munici­
Juchitán. rio de Gyves. Ese día la COCEI con­ pal Los policías golpean a ios
vocó a un acto masivo. El mitin campesinos que se encontraban de
Inicio de la primera campaña
de alfabetización dd Ayuntamiento transcurrió sin contratiempos. En el guardia. En la incursión son deteni­
Popular. momento de la clausura una turba dos, entre otros, los dirigentes co-
de 300 priistas, encabezados por ceístas Carlos Sánchez. Manuel
Teodoro Altamkano “El Rojo”,
SEPTIEMBRE Vázquez y Leopoldo De Gyves.
irrumpe al costado sur del pálido
15. Los campesinos de San Mi­
municipal, con disparos y lanza­ 13. El secuestrado Jesús Vicen­
guel Chimalapa organizados en el
miento de piedras a Jos coceístas te Vázquez es presentado en la
Frente por la Defensa del Pueblo
allí reunidos. La COCEI se defiende prisión de Tehuantepec, acusado de
Miqueiino toma d palacio munici­
en la acción y caen muertos un co- asesinato.
pal y exige la destitución del presi­
teísta y un priísta. La provocación
dente mumcjpai Alvaro Otdaz tras 14, 15, 16. Manifestaciones,
estaba consumada.
varias semanas de permanecer en el de lechazo al desalojo, en las prin­
palacio. El gobernador de Oaxaca re El Canal 13 de TV y la prensa cipies calles de la dudad. Choques
ve obligado a coamcti t un plebis­ nacional trasmiten br declaración * pedradas y palos contra la policía
cito del cual resulta triunfadora la de los más altos jerarcas de la polí­ di Estado y el ejército. Resultado:
ptaiihdelaCOCEI. tica priísta demandando la desapa­ 300 coceístas detenido
* y encarce­
rición de poderes en Juchitán. La *
lado en Salina Cruz. PatruDaje del
OCTUBRE legidatun local, coa voto
* del ejército y la policía. Virtual estado
18. Unos 40 pistoleros y narco- PRI, PAN y PPS decretan la desa­
de sitio.
traficantes armados de metralletas y parición de poderes en el municipio
armas largas re posesionan del pala­ de Juchitán y contra el Ayunta­
cio municipal de San Miguel Chima - miento Popular. Las bases pira la 1984
lapa. Mantienen a la población bajo determinación fueron los informes ENERO
control con la fuerza de las armas. *presentado por el gobernador En su primer mensaje el presi­
Los matones son de la ranchería de Pedro Vázquez Colmenares. Los dente municipal impuesto prome­

44

224
te: “Gobernaré para todos kx to Nacional de Trabajadores de la ACOSTO
juchitecos”. Durante la noche fue­ Educación (SNTE), al profesor 3. Las elecciones efectuadas en
Enedino Jiménez, miembro de la el Istmo resultan —como se ha­
ron secuestrada David Velázquez y
COCEI. bla previsto— un escandaloso frau­
Heosda Guerra, mQitafltes de la
Como resultado de las pre­ de. En esta ocasión, aunado a los
COCEI. La detendón fue efectuada
siones ejercidas con la moviliza­ tradicionales métodos dd fraude
personalmente por el jefe de h poli­
ción popular, soa liberados los di­ como d rellenado de ánforas, b
cía preventiva Daniel Camarería.
rigentes Carlos Sánchez, Manuel doble votación de priístas, la pre­
Después de golpes y vejaciones loa Vázquez Nicolás y Leopoldo de sencia intimidatoria y agresiva dd
coceistas fueron puestos en liber­ Gwes Pineda, recluidos desde ejército y la policía, asi como d
tad. 1983, y sólo queda en prisión je­ control del proceso electoral por los
Más de 500 puestos figos y ae- sús Vicente Vázquez. funcionarios priistas de las comi­
mifijos de la Unión de Vendedores Leopoldo de Cyves de la siones electorales municipales y los
del Mercado de Juchitán destruidos Cruz, expresidente municipal de funcionarios de casílbs, se emplea,
con buldozers. Juchitán, es electo diputado federal ron formas más sofisticadas como
de la Lili Legislatura. el “lavado" (eliminación de miles
de coceistas del padrón electoral
1985 y la inclusión repetida de priís­
1986
En este afio los acontecimientos de tas Esta labor estuvo a cargo dd
Año de elecciones municipales en
mayor relevancia para el movimien­ Registro Nacional de Electozcs.
Juchitán y los demás pueblos del
to popular dd Istmo fueron: istmo. 18. Leopoldo de Gvves de b
Cruz, Desiderio de Cyves Ruiz,
La actividad de la COCEI se
Atec^ de Cyves y Betina Cruz Ve-
centró en la organización en sus di­ MAYO lázquez, de h COCEI, respalda­
versos sectores, el obrero, campear- La COCEI mide su fuerza y dos por Carmelo Enriquez dd Mo­
no y sus comités de secciones, quie- demuestra su apoyo popular al or­ vimiento Revolucionario dd Pue­
nes en los últimos dos altos venzan ganizar por primera vez de ma­ blo (MRP), Mario Saucedo, de b
dando muestra de so fortaleza, si nera independiente las festividades Asociación Cívica Nacional Revo­
sobreponerse a h represión y a los anuales de la ciudad de Juchitán. lucionaria ACNR, y por Camilo
intentos de mediatiaaóón que el Estas actividades que oficialmente Valenzuela del Partido Patriótico
gobierno ejerció por conducto dd son organizadas ¡.jr el Ayunta­ Revolucionario (PPR), se dudaran
Ayuntamiento Municipal priista y miento en tumo, fueron hechas pa­ en huelga de hambre en el Palacio
el FR1 local. ralelamente por la COCEI, en la Legislativo de Sao Lázaro en d
Los Comités de secciones for­ colonia Rodrigo Carrasco López. DE. demandando: anulación de
talecidos en d período 81-81, y
las elecciones del 3 de agosto en
centro de la represión durante el
JUNIO el Istmo, convocatoria para nue­
ayuntamiento de Javier Fuentes,
La COCEI anuncia su parti­ vos comicios y respeto al voto po­
se refrendata como h vanguar­
cipación en las elecciones locales pular.
dia organizada del movimiento po­
pular de la región. en los municipios de Juchitán, 19-30. En la región del Ist­
El movimiento obrero de la San Blas Atempa, Santa María Xha- mo la COCEI realiza mítines, plan­
COCEI se fortalece al desarrollar dani, Cd. Ixtcpec, Ixtaltepcc, Co- tones frente al palacio municipal
luchas en los municipios de Gua­ mitandllo, Unión Hidalgo y Santo de Juchitán y bloqueo de b ca­
pas colindantes con Oasaca. Domingo Ingenio. Las candidatu­ rretera panamericana en apoyo a
Junto con organizaciones cam­ ras serán respaldadas por una coa­ los huelguistas de hambre y a sus
pesinas dd Valle de Oaxaca, y lición democrática formada por la demandas.
Tbriaco, b COCEI constituye b COCEI, el PSUM, el PMT y d 31. Después de llegar a un
CoMdtadota Campesina Oaxáqvc- PR.T. El candidato de la Coalición acuerdo con la Secretaria de Go­
fia Emitan Zapata (CCOEZ). Democrática en Juchitán es el bernación y d gobierno de Ctexa-
contador Javier Charis Santiago. ca, las organizaciones en huelga
La CCOEZ conmemora d
aniversario dd asesinato de En», dé hambre deciden levantar d
tiano Zapata, con movitaciotrcs ¡UUO ayuno.
regionales y h toma de b Ddc- Cientos de coceistas ocupan
gaáóo Agraria en la capital dd es­ b delegación dd Registro Nacio­ SEPTIEMBRE
tado. Demandan solución a los di­ nal de Electores en b ciudad de 13. Después de hs moviliza­
versas problemas agrarios de la en­ <hxaca. Erigen empadronamiento ciones de la COCEI y b presión
tidad. y credenciales de elector. ejercida por h opinión pública na-
Después de años de trabajo po­ Medio centenar de juchitccos cinona), la Comisión Estatal elec­
litice en la base magisterial, b se presentan a la audiencia que toral faculta al gobernador dd es­
COCEI asume un importante pa­ para la democratización del DI', tado para nombrar juntas de admi­
pel en el movimiento magisterial realiza la Secretaria de Goberna­ nistración civil en Juchitán, Ciu­
estatal, mismo que postula como ción. Exigen derecho a votar en las dad Ixtcpec, Ixtaltepcc. y se obtie­
candidato a la secretaria general dcccúxrcs del 3 de agosto en d ne con ésto b virtud anulación de
de b sección XXII dd Sindica­ Istmo. las dccciones en estos rnuraripic«.

45

225
15. Toma posesión en Juchi­ Consejo de Administración, con­ JUNIO
tán una pinta de administración formado por tres miembros de la ¡4. La COCEI ocupa 6 hec­
civil encabezada por el arquitecto COCEI y tres miembros del PRI táreas de terreno en La Ventosa,
Jaime Lirrazábal, funcionario del (como regidores). y por una per­ municipio de Juchitán. lugar don­
gobierno de! Estado. sona "no confrontada" esto es. de se proponía asentar una nueva
En el municipio de Comitan- conciliatoria como cabeza del Con­ colonia popular. El hecho adquie­
cilio el pueblo impide qnc los priís- sejo. re relevancia pues la zona de “in­
tas tomen posesión dd anmtamicn- vasión” es el reducto del poderoso
to, ante lo cual los pistoleros de cacique Porfirio Montero, enemigo
ese partido disparan y asesinan a principalísimo de la COCEI. Los
Esteban Solórzano. militante de la 1987 ocupantes del terreno son desalo­
COCEI. jados una semana después.
ENERO
25. Fundación de la colonia
JULIO
NOVIEMBRE popular Gustavo Pineda de la
La situación política se man.
Se logra la liberación de Je­ Cruz, establecida en 15 hectá­
tiene relativamente tensa, pues los
sús Vicente Vázquez, después de reas de terreno que habian sido
conflictos electorales que estalla,
sufrir tres afios de prisión en la acaparadas con anterioridad por ri­
ron en el mes de agosto de 1986
cárcel de Tchuantepcc. cos comerciantes encabezados por
aún no llegan a una definición. Los
Pedro Roncajlia. El acontecimien­
nudos del conflicto se concentran
to adquiere una gran relevancia, al
DICIEMBRE en los poblados de Unión Hidal­
establecerse un nuevo y definido
B. El Congreso faculta al go, Santo Domingo Ingenio, Ix-
bastión popular de la COCEI.
gobierno dd estado para que, en huatán. Huilotcpec y las agencias
municipales de juchitán (La Ven-
vista dd conflicto, nombre un
MAYO tosa. La Venta, Chirapa de Castro
Consejo de Administración por d
tiempo que considere conveniente. Es detenido y golpeado el di­ y Alvaro Obregón), en donde los
El hecho se convierte en un tóa­ rigente de la COCEI Manuel Váz­ caciques locales han impedido has-
te desconocimiento de la planilla quez Nicolás, por el reaparecido ta el momento —en contra de los
dd PRI que encabeza Vicente Re­ Víctor Moro y cuatro pistoleros propios acuerdos establecidos con
yes Salinas. disfrazados de poli .ras judiciales. el gobernador del estado— la toma
La presión popular lleva a su líber- de posesión de candidaturas inde-
1$. Toma de posesión dd ración en 24 horas. pendientes.

46

226
Apéndice 4. El Convite. La Calenda. Las Velas

El Convite

El Convite -que también se llama Regada de Frutas o Regada de Flores porque anteriormente
se regalaban flores y frutas a los participantes- es un desfile que inicia por la tarde que sigue
a las Velas dedicadas a los santos y anuncia la misa de la mañana posterior. Alrededor de medio­
día empiezan a reunirse, en casa del mayordomo, todos los miembros de la Sociedad, mientras
una banda de música toca para alegrar la reunión. El desfile se lleva a cabo por la tarde, de la
siguiente manera: abre la banda, seguida por la pareja de mayordomos salientes; la mayordoma
con una vela labrada y adornada en las manos; detrás, los mayordomos entrantes, que en esta
ocasión se dan a conocer; luego los socios: las guzana cargando en los brazos floreros y velas y los
hombres, racimos de flores de coyol (una palmera espinosa que crece en la región y da racimos
de flores blancas muy olorosas que se utilizan mucho en las ceremonias). Floreros, flores y
ceras adornarán la iglesia y el altar en la misa.
A continuación desfila la “cap ¡tana”, una joven soltera que lleva su “resplandor” en la cabeza
y porta el estandarte con la imagen y leyenda de la Vela; va acompañada de jóvenes vestidas y
alhajadas con la mayor elegancia, según la tradición. Las jóvenes mujeres van sentadas, en otro
tiempo en carretas, ahora en carros de redila adornados con mantas de colores, desde donde
tiran o riegan frutas y objetos de plástico a las personas que se aglomeran a los lados para presen­
ciar el desfilemos niños en primer lugar, tratando de agarrar los más regalos posibles. Solamente
en las Velas religiosas, es decir, en las dedicadas a los santos desfilan los carros alegóricos con
escenas religiosas representadas por niños. Continúa la procesión a caballo, encabezada por el
“capitán”, un joven o adolescente acompañado de sus amigos y amigas vestidos de revolucio­
narios y chinas poblanas, también a caballo, que van repartiendo obsequios. Un trío tradicional
-formado por un músico que toca el tambor, otro la flauta y otro un caparacho de tortuga- se
agrega a la procesión. En seguida viene una fila larguísima de carretas arrastradas por una
junta de bueyes, que antes eran los únicos vehículos que desfilaban, adornadas con hojas de
plátano, flores, banderas de papel de china de colores y con las ruedas pintadas de blanco y

227
Marinella Miaño Borruso

azul, en las cuales se lee, por ejemplo, “Viva San Vicente Ferrer”. A veces son más de 50 las
carretas que desfilan por las calles del pueblo y transportan grupos de jóvenes con los cohetes
y los fuegos artificiales que se quemarán a la hora de la misa. En algunos desfiles antes de las
carretas va un toro suelto, más bien semisuelto, ya que algunos jóvenes lo detienen con mecates,
lo cual provoca gran alboroto y diversión entre los asistentes al desfile. Cierran la procesión los
pescadores, que lanzan sus “atarrayas”1 tratando de atrapar a los espectadores. Los pescadores
simbolizan a los apóstoles, “pescadores de hombres” (Orozco, 1946:108). Dicen que la Regada
de Frutas está asociada a los rituales agrícolas y simboliza un augurio de bonanza, de rica
cosecha que dará muchos frutos a la gente.

La Calenda

La Calenda está organizada por tres sociedades, San Vicente Huirá, San Vicente Gola y la del
Jueves del Espíritu Santo, las cuales nombran a tres mayordomos que se encargan de proporcio­
nar los carrizos que la gente lleva en procesión hasta la iglesia como ofrenda -anteriormente
llevaban una planta de maíz-, ofrecen la comida, contratan a los músicos y buscan a las madri­
nas de los faroles de papel de china que se llevan en el desfile. Por la madrugada, alrededor de las
3, los vecinos se reúnen en la casa del mayordomo y de ahí, después de los tamales y el café,
parte la procesión acompañada por la música del pitu nisiaaba’, dúo de flauta y tambor, y
eventualmente de una banda, queman cuetes y, con gran alegría, gritan: “Viva San Vicente
Ferrer”, “Viva Juchitán”, “Viva San Vicente Gola”. Las tres procesiones, que realizan a paso veloz
los diferentes recorridos preestablecidos por el pueblo, se reúnen antes de llegar a la iglesia. A una
de ellas se agregan las taberneras, que acaban de terminar su trabajo en la Vela Biadxi. Al llegar
a la iglesia, como a las 6 de la mañana, los participantes dejan el carrizo como ofrenda en la cruz
que está en el patio y luego siguen al mayordomo a su casa para continuar la fiesta. La Calenda
tiene un carácter muy alegre y participa toda la población, sin distinción de clases o edades;
muchos son los niños que desfilan con sus madres.

Las Velas

A continuación se enlistan las Velas celebradas en la temporada en que se hizo este estudio, por
orden de realización (las fechas varían cada año, pues lo que está tradicionalizado son los días
de la semana, casi siempre un sábado).

Últimos días de abril:


Vela Ike Guidxi (“cabeza del pueblo”)
Vela Guzebenda
Primeros días de mayo:
Vela de la Santa Cruz Pasión
Vela Guelabe'ñe (“lagarto”)
Vela Guiigudxita (“río del Hueso”)

1 Redes típicas de la región.

228
Hombre, mujer y muxe' en la sociedad zapoteca del Istmo de Tehuantepec

Segunda mitad de mayo:


Vela Cheguigo
Vela Igú (“camote”)
Vela Biadxi (“ciruela”)
Vela Calvario
Vela Angélica Pipi (lados norte y sur)
Vela San Isidro Labrador
Vela San Vicente Huini
Vela San Vicente Gola (lados norte y sur)
Vela de los Maestros Democráticos
Primera semana de junio:
Vela de los Cueteros
Vela Cantarito
Mediados de agosto:
Vela Agosto (Virgen de la Asunción)
Vela San Jacinto
Septiembre:
Vela 5 de Septiembre
Vela Pineda
Vela López
Octubre:
Vela de las Taberneras
20 de noviembre o el sábado anterior:
Vela de las Auténticas Intrépidas Buscadoras del Peligro
28 de diciembre:
Vela muxe’ Baila Conmigo

229
Apéndice 5. Carta del Colectivo Binni Laanu al presidente
municipal de Juchitán

230
Hombre, mujer y muxe’ en el Istmo de Tehuantepec -con
una tirada de 1 000 ejemplares- se terminó de imprimir,
en septiembre de 2002, en los talleres gráficos del
Instituto Nacional de Antropología e Historia, ubicado en
av. Tláhuac 3428, col. Los Reyes Culhuacán, c.p. 09800,
México, D.F.
En la impresión, a cargo de Victorino Barrientes
Arellano, se utilizó papel cultural de 90 g para interiores
y couché mate de 210 g para portada.
Producción: Coordinación Nacional de Difusión/
Dirección de Publicaciones.

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