Está en la página 1de 1

Hora Inmensa

Juan Ramon Jimenez

Sólo turban la paz una campana, un pájaro...


Parece que los dos hablan con el ocaso.
Es de oro el silencio. La tarde es de cristales.
Mece los frescos árboles una pureza errante.
Y, más allá de todo, se sueña un río límpido
que atropellando perlas, huye hacia lo infinito...

¡Soledad! ¡Soledad! Todo es claro y callado...


Sólo turban la paz una campana, un pájaro...
El amor vive lejos... Sereno, indiferente,
el corazón es libre. Ni está triste, ni alegre.
Lo distraen colores, brisas, cantos, perfumes...
Nada como en un lago de sentimiento inmune...
Sólo turban la paz una campana, un pájaro...
¡Parece que lo eterno se coje con la mano!

De noche, el oro
es plata.
Plata muda el silencio
de oro, de mi alma.
Tarde última y serena,
corta como una vida,
fin de todo lo amado;
¡yo quiero ser eterno!
-Atravesando hojas,
el sol, ya cobre, viene
a herirme el corazón.
¡Yo quiero ser eterno!-
Belleza que yo he visto,
¡no te borres ya nunca!
Porque seas eterna,
¡yo quiero ser eterno!
No se lo que he de hacer
Miro cerradas
todas las puertas;
igual es a mi alma que el invierno
la primavera.
No sé ya para qué
la aurora me despierta.
Sé que no habrá una mano
que me cuelgue las frescas
guirnaldas del amor;
que la amistad más noble es obtusa y convexa.
Nada... Los mismos libros
-una flora de estrellas-
se caen al abismo
de mis miserias.
Las músicas son falsas
y las verdades huecas.
No sé porqué ni para qué descanso...
La misma muerte me parece ciega.
Pero una voz perenne de viento sin sentido
me clava en las entrañas este dardo
de sol y paz: "¡Espera!".

También podría gustarte