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TEXTOS TEMA 9

1.Tarde del trópico, de Rubén Darío

Es la tarde gris y triste.


Viste el mar de terciopelo
y el cielo profundo viste
de duelo.

Del abismo se levanta


la queja amargo y sonora
La onda, cuando el viento canta,
llora,

Los violines de la bruma


saludan al sol que muere.
Salmodia la blanca espuma:
miserere.

La armonía el cielo inunda,


y la brisa va a llevar
la canción triste y profunda
del mar.

Del clarín del horizonte


brota sinfonía rara,
como si la voz del monte
vibrara.

Cual si fuese lo invisible...


cual si fuese el rudo son
que diese al viento un terrible
león.

2. Juan Ramón Jiménez

Viene una música lánguida,


no sé de dónde, en el aire.
Da la una. Me he asomado
para ver qué tiene el parque.

La luna, la dulce luna,


tiñe de blanco los árboles,
y, entre las ramas, la fuente
alza su hilo de diamante.

En silencio, las estrellas


tiemblan;lejos, el paisaje
mueve luces melancólicas,
ladridos y largos ayes.

Otro reló da la una.


Desvela mirar el parque
lleno de almas, a la música

triste que viene en el aire

3. Fantasía de Puck, de Manuel Machado

El hada pequeñita
de las piedras preciosas
que vive en un coral
busca al gnomo que habita
la corteza rugosa
de un antiguo nogal.

Y, juntos, de la mano
para hacer travesuras,
aquella noche van,
como hermana y hermano,
por las sendas oscuras
de la selva ideal…

Detrás va su cortejo
de dudas y sospechas…
Y una marcha triunfal
saluda al crimen, viejo
que ruge y canta endechas
con su voz de puñal.

Van los presentimientos


junto a las intenciones…
Con los recuerdos van
los malos pensamientos,
las locas tentaciones
ahogadas al brotar.

4. Ocaso, de Manuel Machado

Era un suspiro lánguido y sonoro


la voz del mar aquella tarde… El día,
no queriendo morir, con garras de oro
de los acantilados se prendía.

Pero su seno el mar alzó potente,


y el sol, al fin, como en soberbio lecho,
hundió en las olas la dorada frente,
en una brasa cárdena deshecho.
Para mi pobre cuerpo dolorido,
para mi triste alma lacerada,
para mi yerto corazón herido,

para mi amarga vida fatigada…


¡el mar amado, el mar apetecido,
el mar, el mar, y no pensar nada…

5.Ensueño de opio, de Francisco Villaespesa

Es otra señorita de Maupin. Es viciosa


y frágil como aquella imagen del placer,
que en la elegancia rítmica de su sonora prosa
nos dibujó la pluma de Theófilo Gautier.

Sus rojos labios sáficos, sensitivos y ambiguos,


a la par piden besos de hombre y de mujer,
sintiendo las nostalgias de los faunos antiguos
cuyos labios sabían alargar el placer.

Ama los goces sádicos. Se inyecta de morfina;


pincha a su gata blanca. El éter la fascina,
y el opio le produce un ensueño oriental.

De súbito su cuerpo de amor vibra y se inflama


al ver, entre los juncos, temblar como una llama
la lengua roja y móvil de algún tigre real.

6. Sonatina, de Rubén Darío

La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?


Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.


Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.

¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China,


o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

7. “El viaje definitivo” de Juan Ramón Jiménez

Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros


cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;


y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron;


y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado
mi espíritu errará, nostálgico…

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol


verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.

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