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Néstor Cáceres
Velásquez”
FACULTAD DE Ciencias
Administrativas
Tema:
“aspecto politico en el primer gobierno de
alan garcia”
AlumnA:
Saca tTito andrea EDITH
Asignatura:
MacroeconomÍa
Semestre:
5° Semestre
Docente:
Dr. Victor bernedo
AREQUIPA – 2019
MACROECONOMÍA
población. En un primer momento, algo de eso intentó hacer García. Aunque no fue
uno de los temas más elaborados de su discurso inicial, García también aludió a la
necesidad de una reforma de las instituciones del Estado. La reorganización de las
fuerzas policiales, la represión a la corrupción y el respeto a los derechos humanos
estuvieron entre los puntos más saltantes de su mensaje inicial.
Como era previsible, la polémica decisión motivó que los depositantes se apersonen
masivamente a las entidades del sistema financiero con el objeto de retirar su
dinero. Asimismo, motivó que los sectores más conservadores del país reaccionen
de una forma inesperada saliendo a las calles a reclamar ante el accionar
gubernamental. Entre los manifestantes había intelectuales como Mario Vargas
Llosa, quien encontraría en su rol de activista la plataforma que lo llevaría a tentar,
sumamente empoderado, la presidencia de la República peruana en el año 1990.
En el plano legal, el gobierno no esperó a la dación de la Ley para iniciar la
intervención. En efecto, con fecha 29 de julio de 1987 fue publicado en el Diario
Oficial “El Peruano” el Decreto Supremo N° 158-87-EF, por medio del cual se
decretó la intervención gubernamental en 10 empresa bancarias, 6 financieras y 17
compañías de seguros, ello motivó la interposición de acciones de amparo que
fueron acogidas por el Poder Judicial. Para BERNALES, “la reacción ante este
incidente es importante, porque la resistencia política contra la anunciada ley y la
batalla judicial, influyeron decisivamente en el debate parlamentario”.
Posteriormente, la decisión del gobierno se formalizó mediante la Ley N° 24723,
que “Declara de interés social la actividad de servicio público de empresas
bancarias, financieras y de seguros”, promulgada el 09.10.1987, cuyo artículo
primero señalaba lo siguiente:
“Declárase de interés social la actividad de servicio público de las empresas
bancarias, financieras y de seguros, reservándose para el Estado su ejercicio en las
condiciones que señala la presente Ley”.
Esta norma no era meramente declarativa, pues contenía el procedimiento a seguir
para que la estatización de la banca se produjera: los alcances del trámite ante el
Poder Judicial exigible para hacer efectiva la expropiación, la determinación del
precio de las acciones a expropiarse, la responsabilidad del Poder Ejecutivo en la
administración de las empresas expropiadas, así como la estabilidad laboral que
gozarían los trabajadores de estas, y un largo etcétera. Algunos artículos de la
referida norma dan cuenta de la ideología “revolucionaria” que de forma clara
subyacía a la medida.
Sin embargo, la referida norma había sido objeto de revisión por parte del Senado,
a partir de lo cual se neutralizaron sus efectos, toda vez que se incorporaron en la
Ley los artículos 13° y 14°, que, como indica VÁSQUEZ HUAMÁN, permitieron
que los grupos económicos evitaran que el gobierno tome el control de las
la más adecuada. Incluso hubo quien lo vio como un auténtico agravio. También
hubo oficiales en retiro que expresaron su acuerdo con el proyecto, pero quienes
atrajeron la atención fueron los opositores. El más importante acto de resistencia
vino de la Fuerza Aérea. Ésta había quedado sensibilizada desde la decisión del
gobierno de reducir el número de aviones Mirage comprados. Siendo el menos
fuerte de los institutos armados, la Fuerza Aérea resultaba ser la que más perdía al
desaparecer el Ministerio de Aeronáutica. El comandante general de la Fuerza
Aérea, general Luis Abram Cavallerino, prácticamente se insubordinó. Versiones
periodísticas informaron que luego de haber presionado al ministro de Guerra,
general Jorge Flores, para que renuncie como expresión del desacuerdo militar por
la creación del Ministerio de Defensa, Abram ordenó el acuartelamiento de sus
fuerzas y el sobrevuelo de aviones de combate sobre Palacio de Gobierno. Alan
García logró imponer la destitución de Abram y explicó la decisión de cesarlo por
haber "enfrentado abiertamente las propuestas y decisiones del presidente". Su
conducta ameritaba no sólo la destitución sino un proceso y una sanción. El Fiscal
de la Nación, Hugo Denegri, formuló la acusación respectiva pero la Corte Suprema
declaró improcedente la denuncia después de que voceros apristas autorizados
manifestaran que no era momento para un juicio como ese.
9. LA IZQUIERDA SE RADICALIZA
En julio de 1987 también era visible la pérdida de fuerza y de hegemonía de Alan
García y su gobierno frente a los partidos políticos opositores e incluso frente al
suyo propio. En ello influyó no solamente el natural desgaste de dos años de
gobierno y los problemas económicos acumulados. También fue determinante el
estilo personalista del mandatario, el cual se añadía a las maneras sectarias,
avasalladoras, que eran frecuentes en el aprismo y que comenzaron a aparecer en el
propio presidente cuando encaraba situaciones problemáticas que no era posible
resolver sólo con retórica. Eso tensaba aún más sus relaciones con los otros partidos
políticos y arraigaba las tendencias opositoras, como efectivamente ya estaba
ocurriendo a mediados de dicho año.
Las incoherencias entre el amistoso discurso de García y el sectarismo de sus
acciones no solamente deterioraban su relación con la izquierda. A la vez debilitaba
la posición de Barrantes, quizás el único amigo de García dentro del frente Izquierda
Unida. Simultáneamente, le daban argumentos y fortalecían a los grupos más
ejecutivo nacional del partido le pidiera a Alva Castro que se quede. Pero el ministro
tenía sus propios seguidores que apoyaron desde el Congreso su postulación a la
presidencia de la Cámara de Diputados. El asunto derivó en un conflicto personal, al
grado que el 21 de junio, cuando ya era un hecho que debía cambiar de ministro,
García afirmó que “todo aquel que dé un paso atrás es un traidor”. Igual, al día
siguiente Alva Castro renunció a su cargo, obligando al primer cambio de gabinete y
mostrando por primera vez una brecha en el control de Alan sobre el partido. Alan
promovió a Rómulo León Alegría para que fuera el candidato de la bancada aprista
a la presidencia de la cámara, pero éste fue derrotado por Luis Alva Castro, que se
hizo cargo de tal puesto. En la base de esta disputa entre García y Alva Castro
parece haber habido, también, una tensión entre el presidente y el partido. Alan y
una parte importante de los líderes apristas se ubicaban en coordenadas distintas.
Los dirigentes antiguos como Luis Alberto Sánchez y Armando Villanueva del
Campo, pero también los de la llamada generación intermedia los cincuentones
ubicados entre los viejos y el treintario García y aún algunos como el propio Alva
Castro, de hecho no hablaban como Alan. El lenguaje de éste era mucho más
radical, ubicado casi en la frontera del tradicional lenguaje aprista, que ciertamente
se había vuelto moderado por decisión del propio Haya de la Torre. Al parecer ya
existía una cierta incomodidad de parte de los dirigentes del partido con la
coincidencia de lenguajes, e incluso la afinidad ideológica y política que parecían
existir entre Alan y varios asesores o contertulios de origen izquierdista con alguna
trayectoria velasquista35. De parte del presidente la incomodidad provendría de la
lentitud, la frialdad y hasta el escaso compromiso con que el partido lo acompañaba.
García, además, no se callaba. En más de una oportunidad entre enero y julio fustigó
a los funcionarios apristas y les enrostró su “burocratismo” y el “no haber
contribuido a cambiar la conciencia del país”, frases que deben haber alentado a
militantes como los de Huancayo y Cusco que en esos meses se rebelaron contra sus
dirigentes departamentales y pidieron reorganizar el partido. A ello se añaden las
primeras evidencias de serias irregularidades en la administración aprista. El
responsable de Cooperación Popular tuvo que ser destituido por malos manejos y su
propio sucesor debió denunciarlo. En algunas oportunidades la responsabilidad de
tales irregularidades llegaba bastante alto como en el caso de las “planillas secretas”
que ocultaban sueldos de altos funcionarios36 o aquel de los manejos sospechosos
del tipo de cambio en la dirección del Banco Central. A mediados de 1987 el clima
interno en el APRA estaba, pues, deteriorándose, ya sea por las primeras sombras de
corrupción en el gobierno de un partido cuyo jefe, Haya de la Torre, había puesto
tanto énfasis en la honradez; o, también, porque hasta en el mismo partido estaba
retrocediendo la abrumadora hegemonía que tuvo García.
El flamante presidente del Consejo de Ministros fue Guillermo Larco Cox, un
aprista que parecía pintado para el diálogo, especialmente para el diálogo con los
empresarios. Así parecían definirlo su hablar pausado, sus suaves maneras, su
apariencia de diplomático europeo y su apellido de familia hacendada de Trujillo.
Cuando el 29 de junio Alan García le tomó a él y al resto de sus ministros el
juramento para asumir el cargo, pronunció un discurso con matices autocríticos y
dijo que le estaba “encargando la recuperación de la expectativa y la confianza”. Por
tanto, parecía haber coherencia entre el encargo y los atributos del ministro.
En él precisó aún más sus autocríticas, pero enfatizó que se mantendría el mismo
modelo económico: “la demanda y el consumo del pueblo deberán seguir siendo la
gran palanca de la inversión y la producción”. En ese sentido, anunció aumentos
salariales, la ampliación de los programas sociales y de los créditos sin intereses, la
continuación de los precios administrados, la suspensión de las devaluaciones
mensuales y la introducción de más tipos de cambio, el alza de la gasolina mas no
del petróleo diesel ni de las tarifas del servicio público, las que se mantendrían
iguales, la rebaja de los intereses bancarios y, finalmente, exoneraciones y créditos
tributarios para ciertos sectores industriales.