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2
STAFF
Melii

Amélie.
Val_17
Mire

Ampaяo
3
Laurita PI
Anakaren

Melii

Yessy
Sinopsis
Después de dejar atrás a Anna, Sam, Cas y Nick, Trev está solo y bajo la
mirada atenta del Branch una vez más. Pero ¿a quién es realmente leal Trev?
Riley, la inspectora de Trev, está determinada a averiguarlo.
Cuando Riley da la orden, Trev emprende una misión a un pequeño
suburbio de Winconsin. Su orden: localizar y matar a un aparente inocente
adolescente llamado Charlie. Trev pronto aprende, sin embargo, que no todo es
lo que parece en este intranquilo pueblo--sobre todo Charlie.
Averigua que trama Trev detrás de las escenas de esta pequeña historia
original de la saga Altered.
Altered #1.5

4
Para Trev, quién creía que no merecía perdón, pero lucho por él, de
todos modos.

5
1
Rabia, rabia contra la luz agonizante.
Dylan Thomas. Un verso de uno de mis poemas favoritos.
Nunca había sido tan acertada.
En la oscuridad, es difícil saber cuántas horas, días, semanas han
pasado. A veces te preguntas si ya estás muerto y si lo que viene
después no es más que un negro infinito. Es por eso que te ponen en la
oscuridad, para empezar. Y cuanto más tiempo estés, más lejos de la
sensatez te sientes. Más lejos de la vida te sientes.
Se sentía como si hubiera estado en esta celda de detención
durante semanas.
Me moví, tratando de estirar mi cuerpo, aliviar el dolor en mis
huesos.
Había pasado los primeros días —o lo que sentí como días— aquí,
encadenado al techo, siendo golpeado sin parar. Mi vieja unidad, la 6
unidad que había vuelto en mi contra y entregado de nuevo al Branch
después de que habían escapado, había desaparecido de este edificio
con docenas de archivos robados en el remolque.
Por supuesto, yo había sido el único para robar esos archivos, y yo
había sido el único para ayudarles a deslizarse por una puerta trasera,
pero Riley, el comandante del Branch, no sabía eso, en realidad no. Y por
eso me habían sometido a tal cuestionamiento brutal.
Riley quería la verdad, y creía que yo había ayudado a Anna, Sam,
Cas y Nick a escapar. Con lo que él no había contado, sin embargo, fue
mi determinación incesante. Me atengo a esta historia —no los ayudé a
escapar. No robé esos archivos. No estaba en cualquier lugar cerca de la
escena del crimen cuando sucedió.
Mantener la verdad, me susurré a mí mismo en la oscuridad, una
y otra vez.
No importa que la verdad fuera en realidad una mentira. Si yo
mismo metía eso como la única verdad en mi cabeza, finalmente, Riley
me creería. Y necesitaba que me creyera. Porque la única manera de
poder ayudar a Anna y Sam y a los otros ahora era siendo quien ellos
pensaban que yo era. Un agente del Branch. Un enemigo. Un traidor.
La mejor manera de desmoronar la fundación de los corruptos es
fortalecerse a sí mismo como uno de los ladrillos en la pared.
Oí la cerradura de la puerta de la celda abrirse, y todos los
músculos de mi cuerpo se tensaron.
Me habían desatado hace un tiempo, así que tenía pleno uso de
mis manos si las necesitaba para luchar y salir de aquí, pero no era el
momento adecuado para eso, y no tenía mucho interés en recibir más
golpes.
Aun así, tenía que prepararme, por si acaso.
La luz se derramó en la celda y apreté mis ojos cerrándolos contra
el escozor.
Demasiado exceso de luz muy rápido.
—Apesta aquí —dijo Riley.
El sonido de su voz hizo que mi estómago se hundiera. Una visita
de Riley nunca era buena señal.
Él había sido el segundo al mando cuando entré al Branch, la
organización que me había alterado genéticamente en un súper soldado.
Pero ahora que Connor, el comandante del Branch, estaba muerto, Riley
se había establecido a sí mismo como líder de hecho. A nadie parecía
importarle que no fuera material de líder. Los tipos como Riley nacieron
seguidores, y siempre lo serían.
—Abre los ojos —dijo, así que lo hice. Apareció a la vista, su cara
borrosa mientras mis ojos empezaron a gotear. Detrás de él había dos 7
agentes del Branch. También una mala señal.
La última vez que Riley vino con su séquito, había terminado con
un ojo hinchado, un labio partido y algunas costillas rotas. Las costillas
todavía estaban sanando, de hecho.
Riley me rodeó y, cuando desapareció de mi vista, me encogí,
preparándome para un golpe. Tomó todo de mí para no voltearme con
él y seguir sus movimientos.
El miedo es un asesino de la mente. Yo no tendría miedo.
—Entonces, Trev —dijo él—. Es el momento de hundirse o nadar.
Una vez leí que la peor cosa que puedes hacer en una situación de
vulnerabilidad es mostrar tus debilidades. Otra cosa que había leído: Sé
la persona que necesitas ser cuando necesitas serlo.
Era uno de esos ensayos de filosofía súper confusos que hablaban
de la vida y la muerte y la condición humana. Aplicado a mi situación
actual, decidí que tenía que ser un imbécil. Si me iba a morir, bien
podría morir enfadando a Riley.
—Si querías meterme en un traje de baño —le dije—. Todo lo que
tenías que hacer era preguntarme.
Riley odiaba el humor y el sarcasmo. Odiaba todo lo que se
parecía remotamente a la frivolidad.
—No te creas listillo —dijo, su voz incómodamente cerca de mi
oreja—. Estamos en un momento crucial en tu carrera improductiva.
Necesitamos saber si eres de alguna utilidad para nosotros. Porque si no
lo eres…
—¿Estoy hundido?
Ignoró la pregunta. —Dime, Trev —dijo Riley—. ¿Eres leal al
Branch?
—Sí. Dios, Riley, me volví contra ellos, ¿no?
Ellos eran mi viejo grupo; Anna, Sam, Cas y Nick. Había
permanecido con ellos en un laboratorio subterráneo debajo de una
vieja casa de campo durante cinco años. Todos habíamos sido alterados
genéticamente, pero yo había sido plantado dentro de la unidad para
observar sus comportamientos y, más importante, para descubrir sus
secretos. Lo que era difícil cuando los cuatro habían tenido sus
recuerdos revueltos por la misma agencia que quería saber lo que
estaban ocultando.
Sam había robado información valiosa al Branch hace cinco años y
la había ocultado. Había organizado un ataque. Cuando se liberó del
laboratorio de la granja, siguió las pistas que había dejado para sí
mismo y nos llevó directamente a los archivos de casos viejos que había
robado. Dentro estaban los sórdidos detalles sobre las misiones de
matar, experimentos
comportamiento.
de alteración y modificaciones del 8
Durante todo el tiempo, yo había pensado que Sam era el tipo
malo. Había creído que el Branch estaba trabajando en nombre de la
ciencia y la evolución. Razón por la cual me había vuelto en contra de
Sam.
Ahora lo sabía mejor. Ahora sabía quién era el enemigo real.
El Branch no paró de decirme que había planeado matar a Sam y
alterar la memoria de Anna por segunda vez para que pudieran
utilizarla una y otra vez para su propio juego final.
Riley se dio la vuelta para mirarme. Él y yo sabíamos de qué
manera el Branch fluía entre nosotros, pero el poder es inconstante y
puede ser quitado. Riley no era un tipo grande. Uno setenta y siete a lo
sumo. Yo estaba más cerca del uno ochenta y dos. Solo por unos pocos
centímetros. Yo tenía más músculo, gracias al Branch, y estaba
dispuesto a apostar que yo era más inteligente, también. La fuerza de la
mente y la fuerza del cuerpo son inmortales.
Creo que, en el fondo, sabía cuán tenue era su posición. Y si no,
aún mejor para mí.
—Mañana serás informado sobre una nueva misión —dijo Riley—.
Fracasa —se acercó—, y te eliminaré yo mismo.
Parpadeó varias veces, su respiración demasiado rápida. Pude ver
el tamborileo rápido de su pulso en su cuello.
Siempre había sido un buen lector de emociones. Como cualquier
otra cosa, puede dividirse en pequeños detalles fáciles de clasificar.
Riley estaba nervioso, incluso ansioso. Al ver un poco de miedo en su
rostro me hizo parar. ¿De quién tenía miedo? ¿Había alguien por encima
de él, que amenazaba con destruir su poder?
Movió un dedo y los agentes corrieron tras él, cerrando y
bloqueando la puerta detrás de ellos.
Dos agentes llegaron a la mañana siguiente para acompañarme
desde la celda a una sala de reuniones. Se sentía bien estirar las piernas,
caminar más que un ritmo de ida y vuelta de una celda de diez por diez.
Conté los pasos y los giros en nuestro curso. Conté las puertas y
noté la poca profundidad de la puertas, no lo suficientemente profundo
para un escondite. Me aprendí de memoria los números de las
habitaciones y el número exacto de bombillas fluorescentes que
zumbaban en las lámparas del techo. Marqué la ubicación exacta de tres
extintores de incendios diferentes, ya que podrían ser utilizados como
armas en un momento de desesperación. Mientras yo estaba
familiarizado con este edificio del Branch, yo no conocía cada metro
cuadrado y las celdas de detención estaban en una esquina del edificio
de las que sabía sólo mediante la lectura de planos. Yo quería tener los
detalles observables guardados en mi cerebro, en caso de que los
necesitara más tarde.
Cuando llegamos a la sala de reuniones, me sentía mucho mejor. 9
Tenía una ruta de escape prevista. Ya no estaba en el misterio.
Los dos agentes me metieron en la habitación y se salieron. Los
llamé después—: ¿Puedo tener una camisa?
Me habían dejado en la celda de detención en sólo un par de
pantalones vaqueros negros. Sin camisa, sin zapatos. Era una táctica de
tortura, que sirve para hacer que una víctima se sienta vulnerable,
expuesta. Además, cuando vences a alguien, esto ayuda a tener una
visión clara de los puntos débiles de tu objetivo.
El agente de pie en la puerta cerró con desprecio la puerta detrás
de él.
Bien, así que no hay camiseta.
Recorrí la sala de reuniones y encontré un bar en la esquina
izquierda, detrás de mí. Gracias a Dios. La poca agua que me habían
dado en la celda era a temperatura ambiente y sabía demasiado a hierro
y óxido.
Me acerqué a la barra, abrí el armario y escarbé en la mini nevera.
Me bebí media botella de agua helada antes de tomar aire.
Me sentí como si hubiera sobrevivido al apocalipsis.
Fuera del sufrimiento han emergido las almas más fuertes; los
personajes más grandes están repletos de cicatrices. Una cita de Kahlil
Gibran, un genio literario libanés. Sólo esperaba que tuviera razón.
Hice un balance del resto de la habitación. La única salida era la
puerta por donde había entrado. La mesa de conferencias, de madera
compuesta, era de aproximadamente dos metros de largo, metro y
medio de ancho. Ocho sillas de ruedas.
Me volví hacia el bar. Una botella de whisky, cuatro vasos de
cristal. En la nevera, había cuatro botellas de agua y tres latas de soda.
No había mucho aquí para utilizar como arma, pero los vasos
funcionarían en caso de apuro.
Cuando la puerta se abrió con un chirrido, me acerqué a la barra
de bar, poniendo los vasos a solo un pie de distancia.
Esperaba a Riley. En cambio, una mujer de veintitantos años
vestida con una camiseta blanca lisa y pantalones negros ajustados
entró. Su pelo oscuro estaba suelto y colgando sobre los hombros. Un
collar largo, con una roca negra pesada en el extremo, giró mientras
cerraba la puerta detrás de ella.
—¿Hematita? —dije.
Ella giró hacia mí, frunciendo el ceño. —¿Perdón?
Señalé a la piedra. —Hematita. A veces llamada la piedra de la
sangre. Usada para la protección.
Me pregunté si sabía eso. Me pregunté si era por eso que la tenía
puesta, y de que se protegía a sí misma. 10
—Es solo un collar —dijo, pero mientras lo decía, sus dedos
fueron a la piedra y la acarició como lo haría alguien con preocupación.
—Por aquí, todo es algo —dije.
Entrecerró los ojos, quizás captando las cosas que no dije.
Giré inclinándome contra la barra del bar, apartando los vasos
pequeños. —¿Estás aquí para informarme sobre la misión? —Sería como
si Riley enviara a una chica bonita para matarme. Incomodar al
oponente es la mejor manera de cogerlo desprevenido.
—Sí —dijo ella y se sentó al final de la mesa, torciendo la silla así
me miraba mientras cruzaba una pierna sobre la otra.
—¿Cuánto tiempo has estado con el Branch? —pregunté.
Asintió a la silla más cercana. —Toma asiento.
—¿Puedes darme una camisa, por lo menos?
Abrió un expediente que estaba escondido debajo de su brazo y
escaneó las páginas interiores. —Preferiría no hacerlo.
¿Estaba coqueteando conmigo?
Su cara estaba vacía, incluso estoica.
Me senté.
—Trev Lukas Harper —leyó del expediente—. Nacido el dieciocho
de octubre en Bristow, Virginia, hijo de un fiscal y una enfermera de la
sala de emergencia. Hijo único. Estrella de baloncesto. Iba de camino a
una beca completa de baloncesto cuando su novia fue herida
gravemente en un accidente de carro —dejó de leer y movió sus ojos a
los míos—. Ibas detrás del volante.
Un nudo se había formado en la base de mi garganta. Mi cabeza
golpeó detrás de mis ojos.
Si Riley había querido desestabilizarme, lo había logrado.
Todos esos detalles, no los había sabido. No realmente. Justo
como Sam y los otros, mis recuerdos habían sido borrados, pero a
diferencia de ellos, el Branch había llenado los huecos con detalles
reales de mi pasado, junto con los recuerdos falsos que servían a sus
propósitos. Me quedé con parches de un pasado del que no estaba
absolutamente seguro.
Supe que hubo una chica que amaba y que me había tratado de
salvar. Ella era la única razón por la que me inscribí en el programa
Branch en primer lugar. Me dejaron guardar ese recuerdo porque era
una motivación embriagadora. Era la única en la que pensé mientras
estaba encerrado en ese laboratorio en la granja.
Pero lo que el Branch no había podido decirme sobre las
alteraciones genéticas fue que junto con la fuerza aumentada, la
inteligencia, los mejores instintos, también se envejece a un ritmo más
11
lento.
Lo que significaba que la chica que amaba fue en su camino a la
edad adulta, y yo estaba en un cuerpo de dieciocho años de edad.
Ella nunca sería mía de nuevo.
—Dime, Trev. —La chica del Branch se inclinó hacia adelante,
apoyando un codo en la mesa—. ¿Qué estarías dispuesto a hacer para
mostrar tu lealtad al Branch?
—¿Acaso no he hecho lo suficiente ya?
La chica se echó hacia atrás, tiró mi archivo a un lado y cruzó las
manos sobre su vientre. —Entregaste a tu unidad. Bravo. Pero ellos se
habían ido de nuevo, horas más tarde. Si estamos llevando la cuenta
aquí, estás perdiendo.
Su mirada hurgo en mí, buscando una apertura, una debilidad.
Traté de mantener mi expresión ilegible, preocupado de que si miraba
muy de cerca, iba a ver de qué lado estaba realmente.
En momentos como este, me tentaba conseguir escapar, correr
hacia Anna, Sam y a los demás y pedir su perdón. Pero no tenía ofrenda
de paz, nada lo suficientemente grande como para ganarlos de nuevo.
Y no tenía una red afuera del Branch que me ayudara a sobrevivir.
Finalmente me encontrarían, y entonces estaría muerto.
Si quería a mis amigos de vuelta, entonces necesitaba darles algo
que pudieran usar, y yo no tendría nada hasta que demostrará mi
lealtad hacia el Branch.
Me volteé a la chica, cuyo nombre aún no sabía, y saqué las
emociones que sabía necesitaba. Desesperación. Afán. Una sombra de
pánico. Los usé como una máscara.
—Dime qué quieres que haga —dije—. Y lo haré.
Sonrió. —Eso me gusta más.
Dejé el edificio del Branch el jueves por la tarde y me dirigí
directamente a través de Sarasota, Wisconsin. Los detalles que recibí de
la misión fueron vagos. Mi asesora era Marie, la chica con el collar de
hematita. Me había prometido actualizarme tan pronto como llegara al
apartamento que había alquilado para la misión.
Conduje a la ciudad justo después de la medianoche. El GPS del
SUV me llevó a un almacén renovado y estacioné el vehículo en un
garaje subterráneo.
Desde que había pasado los últimos cinco años encerrado en un
laboratorio de ciencias, no tenía mucho que llamar propio. Sólo tenía
una bolsa de lona conmigo ahora, con algo de ropa extra, dos celulares y
unas pocas armas. Marie había enviado conmigo un poco de equipo de
vigilancia, algunos receptores, binoculares de alta potencia y unos pocos
rastreadores. 12
Había un ascensor en el garaje pero tomé las escaleras,
necesitando sentir el bombeo duro de mi corazón, aunque sólo fuera
por unos minutos. Había hecho un punto para mantenerme en forma en
el laboratorio de la granja, levantar pesas y hacer yoga, pero no había
nada como correr a la intemperie. La libertad hace algo bueno para el
espíritu humano.
El apartamento 3B estaba en el tercer piso, en la esquina sureste
del edificio. Fue un estudio, con grandes ventanas, vidrio emplomado
que daban al Lower Lake Red y al puerto deportivo de la ciudad. Las
luces del muelle brillaban sobre el agua.
Dejé mi mochila en el suelo y me desplomé en el sofá. No había
encendido las luces todavía, sintiéndome de algún modo más a gusto en
la oscuridad, lo que era realmente irónico, teniendo en cuenta que había
soñado con escapar de una celda oscura hace sólo una semana.
Saqué uno de los celulares que Marie me había dado y le envié un
texto diciendo que había llegado.
En cuestión de segundos, tenía una respuesta.
Aguanta, decía el mensaje. Detalles de la misión al amanecer.
Así que me metí en la cama grande en el rincón más alejado del
estudio y traté de descansar un poco.
No pude dormir en absoluto.
—Te estoy enviando un correo electrónico del archivo del caso —
dijo Marie—. Léelo una y otra vez y dime si tienes alguna pregunta.
Yo ya tenía el ordenador portátil que me habían dado encendido
en la mesa de café. El correo apareció de inmediato.
—Entonces, ¿qué se supone que debo hacer? —le pregunté
mientras el archivo se descargaba.
—Lee el archivo del caso —dijo de nuevo, más lentamente—. Y
entonces lo sabrás.
La línea se cortó.
Maldije por debajo de mi respiración y arrojé el teléfono a un
lado, frotando mis ojos. Lo que necesitaba ahora era una taza de café
fuerte, para lavar la lentitud que nublaba mi cabeza.
Mientras el archivo se descargó, me fui a la cocina y vacié los
armarios. El apartamento estaba completamente amueblado y los
armarios y gabinetes estaban llenos con lo necesario. La cocina no era
diferente. Encontré un recipiente de café en la despensa y rápidamente
puse una olla a hervir, sirviéndome un vaso de café negro en menos de
un minuto.
Me acomodé en el sofá y abrí el archivo. No había una foto
adjunta, por lo que todo lo que tenía que hacer era reconocimiento
básico. El objetivo fue nombrado Charlie Worthington. Él tenía
diecinueve años, el mejor estudiante de la Escuela Secundaria de
13
Sarasota. Trabajaba en una tienda de té a menos de un kilómetro desde
el apartamento. El archivo lo describía como uno con sesenta y cinco
centímetros de estatura, sesenta y tres kilogramos, con pelo rubio
platino. Le gustaban las bandas de rock, andar en bicicleta en las
mañanas de sábado y la pizza. Conducía un Chevy Malibu dorado y vivía
con su madre en una casa familiar.
Volví a la parte posterior del archivo, para saber cuál era mi
objetivo. Podía leer la información después. En este momento lo que
quería saber era qué demonios estaba haciendo aquí.
Me congelé cuando leí el objetivo, impreso en la parte superior en
grande y negrita—: Buscar el objetivo y eliminarlo inmediatamente.
Me senté en el sofá y cerré los ojos.
Esta era una misión de matar. Me habían enviado, a ciegas, a una
misión de matar y, ahora que estaba aquí, no había vuelta atrás.
Puedes correr, esa voz en mi cabeza dijo de nuevo. Podrías irte
ahora, adelantarse a ellos por unas horas, por lo menos.
Pero no tenía a dónde ir y nada con lo que irme.
Mi rodilla comenzó a subir y bajar.
¿Puedo hacer esto? ¿Podría matar a alguien basado sólo en las
órdenes del Branch?
Me senté de nuevo hacia delante y apoyé los codos sobre las
rodillas, pasando los dedos por mi pelo mientras pensaba.
Tal vez había una buena razón detrás de la misión.
Leí a través del resto del archivo con rápida eficacia,
memorizando los hechos, pero no había nada allí que justificara una
orden de matar.
Vacié el resto de mi café y cerré el archivo, bloqueando el
ordenador cuando había terminado.
En el baño, me eché agua fría en la cara y traté de hablar conmigo
mismo por debajo de la cornisa. Yo podría hacer esto. Si eso significaba
salvar a Anna y los chicos, entonces yo podría hacer esto.
Y tal vez me ayudaría si conociera a este Charlie y viera algo en él
que estaba descentrado. Algo que me dijera que necesitaba morir.
Tiré de la gabardina de color caqui que Marie me había dado, ya
que no tenía mucha ropa de invierno. Me hizo quedar como un
banquero de inversión, pero cumplió su propósito.
Pero en mi camino hacia la puerta, vi mi reflejo en el espejo de
cuerpo entero en el pasillo e inmediatamente me detuve.
Ni siquiera me reconocía.
¿En quién me estaba convirtiendo? ¿Y para qué?
14
Anna odiaría esta versión de ti, dijo la voz, y yo sabía que tenía
razón.
La tienda de té donde este chico, Charlie, trabajaba estaba en un
edificio del centro cerrado por tráfico. La calle había sido decorada con
ladrillo rojo, las intersecciones cerradas con vallas de hierro forjado.
Luces de cadena en zigzag a través del edificio de techo en techo. Había
farolas de época, también, y muchas de las tiendas tenían señales
pintadas a mano colgadas en el frente.
Había hecho un poco de investigación de Sarasota antes de salir
del edificio del Branch, buscando razones por las que me iban a enviar a
una pequeña ciudad de Wisconsin. Era una parada turística, con el Lower
Lake Red siendo el principal atractivo y algunas fábricas importantes en
el distrito industrial.
La tasa de criminalidad aquí era prácticamente inexistente, con la
mayoría de los crímenes siendo delitos menores durante la temporada
turística. No había habido un asesinato reportado en más de cinco años.
Lo que me demostraba que el Branch no había estado aquí. Dónde
quiera que fueran, las personas morían como mosquitos.
El expediente que Marie me había enviado, decía que Charlie
trabajaba todos los viernes, así que esperaba encontrarme con él para
obtener una lectura preliminar. Necesitaba saber cómo era, y si
representaba o no una amenaza considerable. A juzgar por su tamaño
corporal, no lo haría, pero nunca se podía estar demasiado preparado.
El olor de un centenar de diferentes tés me golpeó tan pronto
como abrí la puerta de la tienda. Música New Age se reproducía a través
del sistema de sonido. Sólo había unos pocos clientes en el interior. No
era la situación ideal. Era más fácil mantener el anonimato en una
multitud.
Me detuve justo en el marco de la puerta para comprobar el edificio.
Ningún sistema de vigilancia. Bien. Una salida en la parte trasera. La línea de
visión era buena en casi todos los lugares de la tienda. Todos los productos se
encontraban en las paredes este y oeste, con el mostrador de servicio en el
centro.
A lo largo de la pared trasera, habían seis máquinas, todas etiquetadas
con diferentes tés para que los clientes pudieran degustar los productos.
Aunque tenía una pistola escondida por debajo de mi chaqueta, siempre me
gustó tener un medio alternativo de defensa y el agua caliente era tan buena
como cualquier otro.
Di otro paso en el interior y el descolorido piso de pino chirrió bajo mi
peso. No había manera de moverme sin pasar desapercibido.
—¿Puedo ayudarte? —dijo una chica mientras doblaba mis gafas de sol y
las colgaba en el cuello de mi camiseta.
—Um, tal vez. —Bajé la vista a la etiqueta con su nombre.
No fui capaz de aplacar la conmoción que me atravesó. Si alguien 15
estuviera mirando, la vería escrita por toda mi cara.
Charlie. Su nombre era Charlie. Un metro sesenta y cinco, sesenta y tres
kilogramos, cabello platinado.
Mierda.
—¿Tu nombre es Charlie? —dije, calmado, sereno.
Asintió y sonrió, como si le hicieran esta pregunta todo el tiempo. —
Abreviatura de Charlene, pero todos me llaman Charlie. Es raro, lo sé. Una
chica que tiene nombre de chico.
—No. —Negué con la cabeza demasiado rápido—. No es raro, en
absoluto. ¿Eres la única Charlie por aquí? Podría jurar que un tipo llamado
Charlie me ayudó la última vez que estuve aquí.
—Nop. Sólo yo. —Se giró ligeramente para asentir hacia una chica más
alta en la parte trasera, una cabeza de cabello castaño rizado ocultaba su
rostro de la vista—. Esa es Melanie, y también tenemos una Jessica que trabaja
aquí, pero no hay chicos. Tampoco otras Charlies.
—Ah —dije.
¿Mi misión era matar a esta chica? ¿Una chica bonita de diecinueve años
que trabajaba en una maldita tienda de té?
¿Era esto una especie de prueba? ¿Branch quería ver cuán lejos podía
presionarme? ¿Y tendría que seguir sus órdenes, sin importar cuán depravadas
fueran?
La mente humana tiene tres mecanismos de defensa —intelecto,
instinto, e intuición— y en este momento los tres me decían que había algo
raro sobre esta misión. Simplemente no estaba seguro de si era mi propia
brújula moral balanceándose salvajemente fuera del centro, o si en realidad
habían más cosas aquí de lo que Branch me decía.
Tenía la nefasta sensación de que nos encontrábamos jugando un juego
peligroso, y no conocía todas las reglas.
Deslicé las manos en los bolsillos de mi chaqueta, apretándolas en
puños. La ira latía detrás de mis ojos, y lo único en lo que podía pensar era en
lo mucho que quería matar a Riley con mis propias manos.
Inhalé bruscamente mientras trataba de reorientarme.
Traje para instalar un mini-micrófono, así podría pasar la tarde
escuchando todo lo que Charlie decía y hacía. Eso no había cambiado.
—¿Cuál es tu mejor mezcla de té rojo? —pregunté.
Charlie asintió a una sección a lo largo de la pared este, girando por una
fracción de segundo. Deslicé el micrófono bajo la caja registradora,
conectándolo a la parte inferior.
16
—Definitivamente con crema y caramelo. Es mi mezcla favorita.
—Entonces supongo que será mejor que pruebe uno. —Agarré una bolsa
de papel, y ella registró la compra.
—¿Eres de por aquí? —preguntó mientras me entregaba el cambio.
—Tengo familia aquí, así que sólo estoy de visita.
—Ahh. Ya veo. —Cruzó los brazos sobre el pecho y noté una enorme
cicatriz pasando por la parte trasera de su brazo, desde el codo hasta la
muñeca. Era el tipo de cicatriz que conseguías por una cirugía reconstructiva.
Por la decoloración de la piel, al menos, era de hace un par de años.
—Ha pasado un tiempo desde que estuve aquí por última vez —dije—.
¿Cuál es el mejor lugar para comer?
—Depende de que te apetezca.
Si iba a entrar en la mente de esta chica y averiguar la mejor manera de
actuar, entonces tenía que hacer algo más que tener una pequeña charla sobre
té. Necesitaba pasar algo de tiempo a solas con ella.
—Pizza —contesté.
—Entonces tienes que ir a la Pizzería Red. Está en el paseo marítimo,
cerca del puerto.
—¿Crees que podrías mostrármela? En agradecimiento, te compraré una
porción.
Sonrió de nuevo, y desdobló sus brazos para meter las manos en los
bolsillos traseros de sus pantalones, ocultando la cicatriz de la vista. —¿Me
estás pidiendo una cita?
—¿Quieres que te pida una?
Se removió, y apartó la mirada mientras el color cubría sus mejillas.
Tuve la impresión de que no estaba acostumbrada a que la invitaran a salir. Era
bastante bonita. No era pequeña, como Anna, pero tenía un buen cuerpo. No
había ninguna razón por la que no debería tener un novio. A menos que no
fuera su aspecto lo que alejara a la gente. Tal vez, había una historia de su
pasado —la razón por la cual Branch me envió aquí— que asustaba a la gente.
—No eres un asesino en serie, ¿verdad? —preguntó.
Mi pecho se apretó. —No esta semana.
Se rio. —Muy bien. Salgo a las cuatro.
—Entonces estaré aquí a las cuatro.
Asintió y apartó la mirada de nuevo, la sonrisa cada vez más grande, el
color de sus mejillas intensificándose.
La culpa se retorció como un cuchillo entre mis costillas. Le pedía salir
en una cita para poder matarla.
17
No pude salir de allí lo suficientemente rápido.
De vuelta en el apartamento, activé el micrófono implantado y metí un
auricular en mi oído. Inmediatamente reconocí la voz de Charlie.
—No estoy segura de si debería ir. Tal vez debí haber dicho que no.
Otra voz femenina se propagó. —Debes estar bromeando. Dime que
estás bromeando.
—No estoy bromeando, Melanie. ¿Lo viste? Llevaba un abrigo Burberry.
Tipos así no le piden salir a chicas como yo.
Hubo un poco de murmullo, luego un ruido sordo.
—Escúchame, Charlie —dijo Melanie—. Ese chico es caliente. Tan
caliente como demasiado-cerca-del-sol. Tan caliente como él-podría-freírme-
como-un-tamal. A quién le importa qué tipo de chaqueta…
—Un abrigo Burberry.
—… usaba. ÉL. ES. CALIENTE.
—¡Está bien, lo entiendo! —dijo Charlie—. El tipo es atractivo. Eso no
quiere decir que debería salir con él.
—Es la única razón por la que deberías salir con él.
—Podría ser un imbécil.
—Sí, pero es un imbécil caliente.
Esto se alejaba bastante de la información que pensé que reuniría
cuando instalé ese micrófono.
—Así que, vas a salir con él —dijo Melanie—. Consigue algo de pizza.
Ten un poco conversación. Eso no significa que tengas que dormir con él.
—¡Dios, Mel!
—Y después de eso, puedes decidir si te gusta o no, y si quieres puedes
salir con él otra vez.
—Dijo que sólo se encontraba de visita.
Alguna conversación silenciosa pasó entre ellas, porque Charlie suspiró,
y Melanie se rio, antes de que un cliente fuera a pedir ayuda.
Pasé el resto de la tarde escuchando cada fragmento de conversación
que se prolongó entre las chicas. Gracias a Dios, no me volvieron a mencionar.
Después de todo, no soy un narcisista.
Charlie tuvo algunas conversaciones telefónicas más tarde en el día,
pero sonaron como llamadas de negocio —nada fuera de lo común.
A las tres, dejé a un lado el equipo de vigilancia. Grababa todo lo que
captaba, así que podría escucharlo más tarde.
Fui al baño y revisé mi reflejo. No había tenido una cita en mucho 18
tiempo, e incluso entonces, había estado en la secundaria. Salir en la
secundaria realmente no contaba. Sobre todo teniendo en cuenta que los
recuerdos eran sólo sombras vagas del pasado.
No estaba seguro de que se suponía que hiciera. ¿Afeitarme? ¿Peinarme?
No por primera vez, tuve el impulso de llamar a Anna y pedirle su
consejo. En el laboratorio de la granja, fue mi mejor amiga. Todavía la
consideraba mi mejor amiga. Era lo único positivo que salió de firmar con
Branch.
Fue Helen Keller, quien dijo: “Solos podemos hacer muy poco; juntos
podemos hacer mucho”. Y nunca me sentí más solo que ahora. Como un ancla
cortada de su barco, olvidada en el fondo de algún oscuro océano.
Hasta que entregué a Anna y a los otros al Branch, no me di cuenta de lo
mucho mejor que era cuando estaba con ellos.
Suspiré ante mi reflejo en el espejo y decidí que me veía lo
suficientemente bien. De todos modos, en pocos días Charlie estaría muerta, y
nada de esto importaría.
Me dirigí a la tienda de té, y aparqué por detrás, en el estacionamiento
central. Dejé mi pistola en la guantera y bloqueé el auto, detrás de mí.
Mientras caminaba por la cuadra, hacia el frente de la tienda, pasó algo
inesperado —mi corazón comenzó a golpear en mi pecho, y mi estómago se
sentía un poco revuelto.
¿Me encontraba nervioso?
Maldije en voz baja y me convertí en la persona que necesitaba ser, la
persona que Charlie necesitaba que fuera para ganarme su confianza. No podía
estar nervioso, no ahora, así que tomé varias respiraciones tranquilizadoras, y
conté hacia atrás desde veinte. Era una técnica de meditación sobre la que
había leído, y funcionaba bastante bien.
Charlie me esperaba en la acera, su atención en su teléfono. Realmente
era bonita. Su cabello platinado le llegaba hasta los hombros, liso y grueso.
Llevaba un par de pantalones negros ajustados, botas militares negras
desatadas, y, bajo su chaqueta de cuero gris, una camiseta negra con la
calavera de un búfalo impresa en el frente.
Tenía una energía súper relajada, y me hizo preguntarme por qué
Branch la quería muerta. No parecía del tipo que albergaba secretos nacionales.
—Oye —llamé y cuando levantó la mirada, una verdadera sonrisa
iluminó su rostro, alcanzado sus ojos verdes grisáceos.
—Oye. —Deslizó el celular en su bolsillo trasero—. No estaba segura si
vendrías.
Había una pizca de resignación en su voz, como si estuviera
acostumbrada a ser plantada.
—¿Estás bromeando? —dije—. Me muero por una rebanada de pizza.
19
Movió la bolsa de mensajero que colgaba a través de su cuerpo, por lo
que se apoyaba en su cadera. —Bueno, estás de suerte. Red realmente es lo
mejor de la zona.
Empezamos a caminar en dirección al lago Lower Red y al puerto. Sabía
dónde se encontraba la Pizzería Red porque fui a revisarla antes de
encontrarme con ella, sólo para estar seguro de que era de fiar. Si Branch
quería que Charlie muriera, existía una posibilidad de que ella me había visto
venir desde un kilómetro de distancia. Bien podría haber estado jugando
conmigo. Tenía que conocer todos los ángulos.
Mientras esperábamos que el tráfico se despejara, Charlie se giró hacia
mí y dijo—: Sabes, me di cuenta después de que te fuiste que ni siquiera
pregunté tu nombre.
—Es Trev.
—¿Abreviatura de Trevor?
—Sólo Trev.
—¿Cuál es tu apellido?
Contemplé si debería decirle la verdad. Mi verdadero nombre. Me
encontraba en una misión, y una de las primeras reglas de estar en una misión
era nunca usar tu verdadero nombre, pero por alguna razón, quería que lo
supiera. No mucha gente lo conocía. O al menos, no mucha a la que le
importara.
—Mi apellido es Harper.
—Trev Harper. Suena como… —Su voz se desvaneció, su mirada
revoloteando a las nubes mientras pensaba. Eso hizo que sus ojos parecieran
más grises que verdes, como las piedras del río—. Suena como el nombre de
una estrella de rock. No eres secretamente una estrella de rock, ¿verdad?
—¿Estás tratando de averiguar quién soy al eliminar lo que no soy?
Sonrió. —De hecho, sí. Y todo comienza con “asesino en serie”.
No pude evitar reírme. Y no pude evitar notar lo bien que se sentía.
Cruzamos la calle, y una vez que subimos una colina, el lago Lower Red
apareció ante nosotros. La mayoría de los árboles perdieron sus hojas, por lo
que la vista era despejada. Había un parque al final de esta calle, con una
amplia zona de césped en la parte delantera, que conducía a una playa de
arena. El folleto turístico que leí esta mañana decía que el parque era el mejor
lugar para hacer barbacoas, natación y picnics. En este momento, se hallaba
vacío, al igual que el parque infantil que se extendía hacia el norte. Por detrás,
se encontraba lo que se conocía como Sycamore Woods, cuatro hectáreas de
caminos pavimentados para correr y andar en bicicleta. Mi expediente decía
que a Charlie le gustaba andar en bicicleta allí.
—Entonces —dijo Charlie—, ¿dijiste que tienes familia aquí?
Antes de llegar a la ciudad, había ensayado todas las respuestas para
ese tipo de preguntas. Era bueno tener tu historia bien pensada, para
20
asegurarte de que los detalles se mantuvieran coherentes.
—Mi abuela.
—¿Cuánto tiempo te vas a quedar en la ciudad?
Me encogí de hombros, porque honestamente no estaba seguro. —
Probablemente, una semana más. —Probablemente más como un par de días si
podía seguir adelante con esta misión.
Cuando llegamos al paseo marítimo, doblamos a la izquierda, nuestros
pasos haciendo eco a través de los tablones capeados. Sobre el lago, una
bandada de patos despegaba, desapareciendo detrás de la línea de árboles al
otro lado.
—¿Has vivido en Sarasota toda tu vida? —pregunté. Sabía la respuesta a
esta pregunta. Se mudó aquí hace sólo unos años, pero no sabía de qué lugar
se alejó cuando se mudó.
—No. Me mudé aquí hace unos años. Solía vivir con mi tío, en Michigan.
Eso desató algunas campanas de alarma. Mucha actividad de Branch
ocurría en Michigan. Ahí fue donde establecieron sus sedes.
Traté de pensar en alguien que conociera dentro de Branch con el
apellido Worthington, pero me quedé en blanco. No significaba que no hubiera
una conexión.
—¿Por qué te mudaste? —pregunté.
Se quedó en silencio durante un minuto. —Es un poco complicado.
Quiero decir, la razón más importante fue que estuve en un grave accidente de
auto, y mi tío se culpaba, así que me envió a casa con mi mamá.
El accidente de auto explicaba la cicatriz en su brazo.
—¿Por qué se culpaba?
—Porque había estado trabajando mucho, y yo salía a demasiadas
fiestas. Nunca lo notó. Cuando ocurrió el accidente, estaba borracha.
—Oh.
Nada de eso se hallaba en su expediente. ¿Era importante para el caso?
No podía saberlo con seguridad hasta que indagara más. Hice una nota mental
para investigar a su familia más detenidamente cuando regresara al
apartamento.
—¿Tu tío todavía se culpa por eso? —pregunté.
—No lo sabría —dijo en voz baja—. Está muerto.
Con la Pizzería Red a la vista, pasó delante de mí y se apresuró a entrar.
El tipo detrás del mostrador saludó a Charlie por su nombre. La dejé
pedir para nosotros mientras comprobaba el lugar. En todas las paredes había
fotos enmarcadas de personas que cenaron en el restaurante. Después de un 21
rápido escaneo, no reconocí a ninguna de ellas.
Me acomodé en una cabina de vinilo rojo a lo largo de las ventanas
frontales, porque sabía que me proporcionaría una vista clara de cualquiera
que se acercara al restaurante, pero también porque el paisaje era genial. El
agua era gris, y tranquila, pero a la luz resplandecía de color plateado. Las
totoras crecían por el lado oeste. Había un sauce llorón un poco más allá, las
ramas colgaban tan bajas que se arrastraban en el agua.
Estar encerrado en un laboratorio durante cinco años me enseñó la
importancia de disfrutar. De captar los detalles y guardarlos en la memoria.
Hay un dicho francés que dice algo como: “Todo el mundo tiene dos
vidas. La segunda comienza cuando te das cuenta de que sólo tienes una”.
Ahora que estaba libre, ahora que las paredes de mi celda se habían ido, no
perdería un segundo de… bueno, cualquier cosa.
Era por eso que quería ayudar a destruir a Branch, hacer que mi vida
valiera, sin importar cuán largo, o corto, fuera el tiempo que me tomara. Y por
eso quería hacerlo con Sam, Anna, Cas, y Nick. Ellos eran una parte muy
importante de mi vida ahora al igual que Branch. Tal vez más.
Quería volver a ganar su confianza, y su respeto, pero también su
amistad.
No valía la pena vivir si la gente que más te importaba no vivía contigo.
Charlie se acomodó en el asiento frente a mí y mientras esperábamos
que llegara la pizza, me habló de sus amigos, su escuela y su mamá, pero no
mencionó a su tío otra vez, y eso despertó mi interés.
Cuando llegó nuestra pizza, me encontraba feliz de ver que tenía
pepperoni, champiñones, aceitunas y pimientos verdes sobre ella. —Espero que
esto esté bien —dijo Charlie, señalando la pizza.
—La pizza es genial de cualquier manera.
Extendió las manos. —¿Verdad? Eso es lo que pienso. Por desgracia,
nadie parece estar de acuerdo conmigo. Bueno, excepto tú.
—Serendipia —dije.
—¿A qué te refieres?
—Quiero decir, tal vez fue el destino que nos conociéramos. Las dos
únicas personas en el mundo a las que les gusta la pizza de cualquier manera.
Sonrió e ladeó la cabeza. —No hablas como ningún chico que he
conocido.
—¿No lo hago?
—No. —Se rio, tan suave que casi era un susurro—. Me gusta.
Mi corazón se contrajo hasta que no fue más que una cáscara vacía. La
diversión seguía allí, en mi expresión, pero por dentro me moría. 22
Se suponía que debía matar a esta chica. Y si lo hacía, ¿en qué me
convertiría eso?
Sabía la respuesta a esa pregunta. Sería arrancar cualquier vestigio de
humanidad que me quedaba, y convertirme en algo irreconocible.
El abrigo de repente me agobió, como un sudario, matando a quién solía
ser, dando a luz algo nuevo en su lugar.
Comenzaría con el abrigo y terminaría con matar a Charlie.
Me arranqué el abrigo antes de tomar una porción de pizza. Traté de no
pensar en la misión o en Branch mientras comía y escuchaba a Charlie contar
una historia sobre uno de sus compañeros de trabajo. Lo intenté y fracasé.
Cuando Charlie se disculpó para ir al baño, tomé la oportunidad para
indagar un poco más, un último esfuerzo para encontrar cualquier cosa que
pudiera condenarla. Dejó su teléfono sobre la mesa, y lo agarré rápidamente,
manteniendo un ojo en el chico del mostrador.
Me imaginé que tenía cinco minutos, como mucho, así que empecé
revisando sus mensajes de texto. Había un montón de Melanie. Ya pedía una
actualización de la cita. Me desplacé a través de los mensajes de hacía unos
días, y no encontré nada de importancia. Había una media docena más de
mensajes con varios de sus otros amigos, y su mamá.
Con menos de tres minutos restantes, revisé su cuenta de correo
electrónico, su cuenta de Twitter y su página de Facebook. Nada todavía.
Revisé su último álbum de fotos. La barra en la parte superior decía que tenía
novecientos cuarenta y siete imágenes, y definitivamente no tenía tiempo para
verlas todas. Me desplacé a través de ellas tan rápido como pude, almacenando
en mi memoria la mayor cantidad de detalles.
Y luego una imagen de dos personas me llamó la atención, y dejé de
desplazarme para seleccionarla.
Cuando apareció en la pantalla, en tamaño completo, maldije en voz alta
y casi me morí del susto cuando varios sartenes resonaron en la cocina.
Cerré el álbum y apagué la pantalla, colocando el teléfono de regreso
apenas segundos antes de que Charlie regresara.
Mi respiración se intensificó, también mi ritmo cardíaco, y cuando
Charlie se sentó frente a mí, notó el cambio de inmediato.
—¿Qué pasa? —preguntó—. Te ves como si hubieras visto un fantasma.
Ella no tenía idea.
—¿Utilizan ajo en sus pizzas aquí? —pregunté, sabiendo que
probablemente lo hacían.
—Sí, creo que sí.
—Soy alérgico. —Mentira. Fue lo mejor que se me ocurrió.
23
—Mierda. ¿Tú… estás bien? ¿Debería llamar al novecientos once?
Le hice un gesto. —No. Es sólo una alergia menor. Voy a estar bien, pero
probablemente debería ir a casa y tomar mis medicinas.
—Claro. Está bien.
Saqué veinte dólares de mi billetera y los arrojé sobre la mesa. —Gracias
por mostrarme la ciudad. —Me incliné y le di un medio abrazo, esperando que
no notara los rápidos latidos de mi corazón.
—No hay problema. —Cuando se apartó, su ceño se había
profundizado—. ¿Seguro que estás bien?
—Sí. Totalmente bien. Hablaré contigo pronto.
No esperé que me siguiera. Empujé la puerta, giré a la izquierda, y
tropecé hasta la camioneta, la imagen en el teléfono de Charlie quemando
detrás de mis ojos como una hoguera.
Había una foto de ella y un hombre de unos treinta años, con el brazo
sobre sus hombros, protector, como un padre, o un tío.
Era un hombre que conocía, alguien que robó los últimos cinco años de
mi vida cuando se comprometió a salvar a la chica que amaba si me inscribía
en su programa.
Un hombre que dirigía Branch.
Un hombre que ahora estaba muerto.
Un hombre al que me habría gustado matar yo mismo.
Connor.
Connor era el tío de Charlie.
—¡Charlie es la sobrina de Connor! —grité a través del teléfono—. ¿Por
qué no me lo dijiste?
Marie estuvo tranquila por un segundo, y yo tuve la sensación de
que debía conseguir calmarme, y no darle el tiempo para armar una
respuesta. —No era relevante.
—Cristo, Marie, es más relevante que su amor por las bandas
oscuras de rock.
—Bueno, ¿completaste la misión?
—¡No! —Anduve por el apartamento—. Y no planeo hacerlo hasta
que me digas qué está pasando. ¿Por qué el Branch quiere matar a la
sobrina de Connor?
—Porque ella es un cabo suelto, y los cabos sueltos son una
amenaza.
—¿Para quién?
—Para el Branch. 24
Suspiré y pasé una mano por mi pelo, pero cayó fuera de lugar un
segundo después, varios trozos colgando en mi línea de visión. —No
parece una amenaza. En todo caso, parece joven e ingenua. No lo
entiendo.
—Bien. Entonces infórmalo aquí y voy a enviar a alguien que lo
haga.
—¿Y qué pasará conmigo?
Ella se rio, pero no había nada divertido en su tono. —Estoy
segura de que ya sabes la respuesta a esa pregunta.
—Entonces correré.
—Te encontraremos
Suspiré de nuevo. Esto empeoraba rápidamente.
—Estoy enviando a otra persona para que se haga cargo de la
misión. —Pude oírla escribir algo en el fondo—. Si planeas irte sin
permiso, te sugiero que te vayas ahora. Bien podrías disfrutar de unos
días de libertad mientras puedas.
—Espera.
—Adiós, Trev.
—¡Marie! —Silencio. Apreté mis ojos cerrándolos—. ¿Marie?
—¿Qué?
Dejé escapar un suspiro. —Está bien, lo haré.
—Bien. Tienes hasta mañana por la noche. —Colgó y tiré el
teléfono lejos de mi oído, me quedé mirando la atenuada pantalla.
¿Qué estaba haciendo?
Rabia, rabia, pensé.
Era supervivencia. Me hallaba haciendo lo que tenía que hacer
para volver a ser quién era, y ser quién era cuando me encontraba con
Anna, Sam, Cas y Nick.
Esto era un paso necesario.
¿Verdad?
A pesar de que el apartamento tenía techos de seis metros, y los
suficientes metros cuadrados para dos casas modestas, parecía como si
las paredes se me acercaran, estrechándome como un tornillo.
Mi corazón latía salvajemente en mi pecho. No podía respirar.
Tenía que salir de aquí.
Tomé la escalera de emergencia hacia la planta baja y salí
apresurado, respirando con dificultad. Me tambaleé por el césped a la
izquierda del edificio y me desplomé en la hierba, las hojas frías y
húmedas por el rocío.
No podía hacer esto. Iba a morir. El Branch iba a matarme. 25
Una mano se cerró sobre mi hombro y giré, reaccionando antes de
pensar, mi otra mano ya apretada en un puño. La visión de Charlie de
pie detrás de mí, su pelo platino como un halo alrededor de su cabeza,
fue lo que me detuvo.
—Me asustaste —jadeé.
—No estás bien. Voy a llamar a una ambulancia. ¿Están cerradas
tus vías respiratorias? Déjame ver. —Agarró mi barbilla con largos,
pálidos dedos, y me atrajo hacia ella mientras se arrodillaba a mi lado
en la hierba.
Me miró fijamente. Realmente me miró, y un ceño se grabó en el
espacio del centro de su frente. —Esto no es una reacción alérgica —
dijo.
Todavía me faltaba el aliento. —¿No lo es?
—Es un ataque de pánico.
Presioné una mano en mi pecho, empujando contra la opresión en
mis pulmones. Como si eso ayudaría.
—Escúchame —dijo Charlie—. ¿Confías en mí?
No confiaba en nadie.
Ella no esperó una respuesta. —Cierra tus ojos —me ordenó.
Después de un latido, lo hice, y la sentí tomar mi cara entre sus
manos. —Cuenta hasta diez —dijo—. Lento, incluso las respiraciones.
Escucha el sonido de mi voz, y solo mi voz. Voy a contar contigo. Uno.
Aspiré una bocanada de aire. —Bien —dijo ella—. Dos. Tres.
La negrura detrás de mis párpados cerrados estalló en tensas
blancas estrellas.
—Cuatro —dijo Charlie—. Cinco.
Poco a poco, el aire corría por mi garganta, la frescura de la noche
limpiando el ardor en mis pulmones.
—Seis —dijo, su voz firme—. Siete.
A lo lejos, escuché el replicar de una campana, el ladrido de un
perro.
—Ocho. Nueve.
Las manos de Charlie se alejaron de mi cara. Mi corazón se había
desacelerado, mi respiración igual. Abrí los ojos.
—Diez —susurró.
Se lamió los labios, y brillaron en la penumbra. No podía dejar de
mirarlos, a su boca, la ligera curva de un ceño. No podía dejar de pensar
en sus manos sobre mi cara, sus dedos presionando a lo largo de mi
mandíbula. 26
No podía dejar de pensar sobre la muerte y la vida y sobre la
conexión infinita entre ambas.
Me enderecé, metí mis propias manos por su pelo plateado, y la
atraje hacia mí. Un aliento vibró por mi garganta un segundo antes que
la besara, sintiendo su calor alejando el frío en mi corazón.
Aún no me encontraba muerto. Estaba vivo, viviendo hasta que no
pudiera vivir más.
Charlie llevó sus manos a mis muñecas y se acercó más hasta que
nuestros cuerpos parecían ocupar el mismo espacio.
No se alejó por un largo tiempo y yo no paré de besarla hasta que
ella lo hizo.
Y luego nos quedamos allí juntos, respirando con dificultad en la
penumbra.
—Trev —susurró—. Yo…
La corté, pasando mi pulgar sobre sus labios hinchados. Ella se
estremeció, sus ojos cerrándose en concesión.
—Me tengo que ir —le dije.
Tengo que empezar a correr antes de que me maten.
—Gracias por salvarme.
Una leve sonrisa tiró de sus labios. —Solo fue un ataque de
pánico. Nada por lo que morir.
—Eso no es lo que quise decir.
—Entonces, qué…
—Me tengo que ir. —Tiré de ella hacia mí y besé su frente. Antes
de voltearme, le susurré a través de su pelo—: Lo raro es la unión de la
belleza y la pureza.
La dejé allí sentada en la hierba, la noche destiñéndose a su
alrededor.
Iba a hacer todo lo que estuviera a mi alcance para salvarla. Solo
necesitaba un plan. Tenía que pensar.
No iba a dejar que el Branch matara a otra persona inocente.
Incluso si me costaba la vida.
Deambulé por el apartamento por lo que parecieron horas. No
podía perder la noche durmiendo alrededor, así que traté de
mantenerme despierto con café negro y en estado constante de
actividad.
Tenía que haber una manera de salvar a Charlie sin decirle sobre
el Branch, y de mi misión, y sin forzarla a salir de su ciudad natal.
Lo que necesitaba era algo lo suficientemente grande como para
ponerla en la mira, así ni siquiera el Branch correría el riesgo de hacer
27
un movimiento.
En algún momento alrededor de las cuatro de la mañana, saqué mi
arma, con la intención de desarmarla. Limpiar un arma, por alguna
razón, siempre me ayudaba a pensar. Me senté en la mesa junto a la
pared de ventanas que daban a Lower Lake Red, un adorno de techo
colgante era la única luz con la que trabajaba.
Primero saqué el cartucho, revisé las balas para asegurarme de
que se hallaba lleno, y luego lo dejé a un lado. Di una doble
comprobación al cuarto antes de tirar la corredera y sacar el cañón.
Cuando el resto de la pistola estaba desmantelada, agarré un trapo.
Mientras limpiaba el cañón, pensé, dejando que mis dedos hagan el
trabajo mientras mi mente tomaba el control.
Me quedé mirando las piezas de armas en frente de mí.
Traté de pensar en lo que podría llamar la atención suficiente
hacia Charlie para mantenerla a salvo. Algo que se extendería por los
medios, con suerte. Esa era mi apuesta más segura, pero ayudaría si
tuviera al cuerpo de policía local involucrado, y la única manera de
hacer eso era amenazando la vida de Charlie.
Cuando estuve satisfecho con la limpieza del cañón, agarré el
muelle recuperador y…
Miré de nuevo al cargador situado a menos de seis centímetros de
distancia. Se encontraba enfrente, lejos de mí, así que las balas se
hallaban en mi línea de visión.
Algo estaba mal sobre ellas.
Dejé a un lado el muelle recuperador y cogí el cargador,
inspeccionándolo y a las balas cargadas dentro.
Los grabados en las balas eran desconocidos. Los generales 9mm
corto decían 9mm Luger en la parte inferior, pero éstos fueron
etiquetados como 9mm munición. Saqué un corto del cartucho e
inmediatamente supe que no eran cortos regulares.
Un destello de sospecha corrió a través de mí.
Algo no estaba bien.
Nos encontrábamos jugando un juego, un juego peligroso...
Una idea, una corazonada, crecía en mi interior.
Ensamblé el arma en un tiempo récord, cogí mi abrigo, las llaves
del coche y corrí hacia la puerta.
Estacioné el vehículo a más de una milla de distancia de Sycamore
Woods, donde Charlie supuestamente manejaba su moto cada sábado en
la mañana. Caminé desde el extremo norte.
La mañana temprana era fresca. Mi aliento salió en irregulares 28
ráfagas blancas. Había dejado mi abrigo en el SUV, porque era
voluminoso, no fácil de llevar, y el color no era bueno para el camuflaje.
Tenía una sudadera negra, y el frío ya se filtraba en mis huesos.
Cuando encontré un buen lugar que me diera algo de protección,
pero una línea de visión clara, me detuve, saqué la pistola de debajo de
mi sudadera, y me dirigí a un árbol de cerezo a tres metros de distancia.
Apreté el gatillo y la bala salió del cañón, alojándose en el árbol
con un resonante golpe.
Me apresuré y pasé mis dedos sobre el punto donde la bala
perforó la corteza.
Mis dedos salieron mojados, y teñidos de rojo.
Nos encontrábamos jugando un juego, un juego peligroso...
Y todo el mundo estaba en ello excepto yo.
Fue Charlie quien lo delató. Dejando caer pistas sobre su tío.
Dejando su celular desatendido en la mesa. El hecho de que ella sabía
dónde me quedaba, habiéndome encontrado afuera cuando estallé del
apartamento.
La ira latía debajo de mis costillas. O tal vez eso era solo el pesado
ruido sordo de la traición en mi corazón.
Tal vez me lo merecía de todos modos, después de lo que le hice a
Anna y a los demás.
Debería haberlo sabido. Debería haberlo visto venir desde un
millón de millas de distancia.
Charlie había jugado conmigo, y Marie cargó mi pistola con balas
falsas. Solo esperaba que esto fuera una prueba, y no una emboscada.
Por supuesto, si me hubieran querido muerto, podrían haberme matado
en esa celda de detención. No hubieran tenido que ir por todo este
problema.
Supongo que “mataría” a Charlie después de todo.
La oí antes de verla. Su moto tenía una rueda delantera chillona.
Calculé que se hallaba dos minutos tarde.
Apreté mi agarre en la pistola, mis dedos entumecidos por el frío,
pero resbaladizos por el sudor.
La luz del día empezaba a extenderse a través del bosque, y todo
estaba pintado en un tono de azul-negro. Unos pájaros cantaban por
encima. A lo lejos, un barco sonó su bocina.
Incliné un hombro en un roble, plantando los pies en el suelo para
darme una buena base.
Vi el pelo rubio de Charlie primero, brillante plata en la penumbra.
Esperé hasta que pasara, siguiendo la curva del camino de la
moto, exponiéndome su espalda.
Levanté el arma, firme en las dos manos, y apreté el gatillo dos
29
veces.
Thwap. Thwap.
Un disparo en el riñón, otro en la nuca. Los disparos que, incluso
con balas falsas, dolían como el infierno.
Cayó de la moto y la moto cayó encima de ella. Ella no se movió.
Por una fracción de segundo, me preocupé de haberme
equivocado. Pero entonces, solo un ligero movimiento de músculo
apenas visible a través del grosor de su suéter.
Bajé de mi escondite. Mis botas golpearon el pavimento con un
crujido de la grava. Me acerqué a ella, le pateé el pie. Con una rapidez
que no anticipé, golpeó mis piernas debajo de mí.
Sus dientes brillaron a la luz mientras se subía encima de mí y me
aporreó con un hábil gancho de derecha.
—Ese fue por el tiro en el riñón —dijo—. Y esto por el segundo.
Agarró un pedazo de mi pelo y estrelló mi cabeza contra el
pavimento.
Todo se volvió negro.
Me desperté en una cama, enredado en sábanas, y me levanté de
golpe.
Toda la pared a mi izquierda era solo ventanas. Lower Red Lake,
desapareciendo en la niebla de la mañana. Dos figuras de pie a mi
derecha.
Charlie y…
—¿Marie? —dije con voz ronca, y me senté derecho. La cabeza me
latía con fuerza, mi visión borrosa—. ¿Qué demonios estás haciendo
aquí?
—¿De verdad tuviste que noquearlo? —le dijo Marie a Charlie.
Charlie se encogió de hombros, flexionando los dedos. —Él me
disparó en el riñón. Sabía que eran balas falsas y, sin embargo, me
disparó en el riñón.
Puse mis pies en el suelo. Mis botas aún estaban puestas. Me
encontraba completamente vestido. Podría correr si quería. Tenía que
apostar que yo era más rápido que las dos, aunque tal vez no con una
conmoción cerebral. Y a partir de la flotación en mi estómago,
definitivamente tenía una.
—¿Eres realmente la sobrina de Connor? ¿O es toda tu historia
una invención? —Hice una mueca con cada palabra dicha, y apreté los
dedos en mis sienes.
—Lo soy —dijo Charlie—. ¿Quién crees que me enseñó a aporrear?
Me puse de pie, sacudí el balanceo en mi cabeza, y crucé la 30
habitación. —Dime lo que está pasando.
Marie tomó una bocanada de aire. —Fue una prueba —dijo—. Y la
pasaste. Más o menos.
—¿Qué tipo de prueba? ¿Para ver lo lejos que me podrías golpear?
¿Para ver qué tan bien seguía órdenes?
—No. —Marie cruzó los brazos sobre su pecho y dio un paso más
cerca—. Para ver si desobedecías órdenes. Para ver si elegías sacrificarte
para proteger a los inocentes. Por un segundo, pensé que correrías. Y
cuando le disparaste a Charlie, creí en serio que querías matarla.
—Tal vez lo hacía —le dije.
Marie negó. —He encontrado el agujero de bala en el árbol.
Estabas probando las balas. ¿Cómo supiste que eran falsas?
No le respondí. No quería admitir que mi descubrimiento de la
artimaña fue por la simple observación. Sabía que las balas eran falsas
porque yo era bueno en darme cuenta de los detalles sutiles.
Fue Charlie quien terminó el silencio. —¿Quieres venganza o no?
Porque podemos ayudarte a conseguirla.
El cuarto se quedó inmóvil, y pesado. ¿Quería venganza? Más de lo
que podía ponerlo en palabras.
—¿Cómo ustedes pueden ayudar?
—¿Te acuerdas de Sura? —preguntó Marie.
Asentí. Sura fue una ex operativo del Branch. Ella había ayudado a
Anna, a los demás y a mí cuando nos escapamos del laboratorio en la
granja, y nos advirtió cuando el Branch apareció, solo para ser asesinada
en la lucha que siguió.
Ella habló de un grupo de personas, contactos dentro y fuera del
Branch que trabajaban para hacerlos caer. Así es como supo que el
Branch nos había encontrado momentos antes de que llegaran.
Por supuesto, yo fui el que llamó al Branch. Les di nuestra
ubicación exacta. El recuerdo aún me dejaba enfermo.
Miré a Marie de nuevo, a la piedra hematites colgando de su collar.
La piedra de la sangre. Protección.
Un juego peligroso.
—¿Eres... parte del grupo? ¿Del que Sura habló? —le pregunté.
Marie asintió. —Somos conocidos como el Turncoats, y ¿nuestra
misión? Acabar con el Branch, pieza por pieza.
—¿Y yo?
Ella sonrió a los primeros rayos de luz del sol que entraban por
las ventanas. —¿Quieres a tus amigos de regreso? Puedo ayudarte. No va
a ser fácil. Vas a tener que jugar tu parte, y vas a tener que obedecer las 31
órdenes de Riley durante un tiempo. Pero si eres paciente, si esperas el
momento adecuado, podemos derribarlo. Podemos llevar todo el asunto
al suelo.
—¿Me quieres reclutar? —le dije.
Ambas asintieron.
Hace unas horas, había decidido que terminaba con el Branch.
Decidí correr. Pero correr no resolvería nada. En realidad no. ¿Y cuánto
tiempo duraría?
Peor que eso, peor que morir, era morir sabiendo que Anna, Sam,
Cas, y Nick seguían pensando en mí como el traidor que era.
Podría cambiar eso. Podría ayudarlos. Podría reescribir la historia.
Este era el camino a la redención. Y realmente, ¿qué tenía que
perder?
—Sí —le dije—. La respuesta es sí.
—Bueno —dijo Marie—. ¿Tu primera misión? Llevar a Charlie a su
punto de encuentro. Ella todavía tiene que morir, después de todo. Riley
tiene que creerlo.
—¿Y luego?
—Y luego vuelve al Branch y pretende que acabas de matar a una
chica inocente, y pretende que no sientes ningún remordimiento por
ello.
Asentí. —Puedo hacer eso.
—Bien. Vamos a empezar entonces. Todavía tengo una muerte por
falsificar.
Rápidamente agarré las pocas cosas que tenía en el apartamento y
dejé a Marie para hacer un par de llamadas. Caminé con Charlie fuera
del apartamento, fuera del edificio a la luz de la mañana.
Su cabello estaba despeinado, y había suciedad manchando su
cara. Sin pensarlo, me acerqué para limpiarla.
Ella se quedó inmóvil.
—Traté de decírtelo —dijo—. Después de que me besaste. Casi
arruino toda la misión. Siento lo de esa parte.
—¿No por los puñetazos? —Mi cabeza se encontraba todavía
palpitante.
Hizo una mueca. —Lo siento, pero no, no la parte de los
puñetazos. Me disparaste, después de todo.
Empezamos a caminar de nuevo, hacia Sycamore Woods, donde
había dejado el SUV.
Después de un rato, Charlie se detuvo y bajó la cabeza, su pelo
cayendo hacia adelante para ocultar su rostro. —¿Quisiste decir lo que
dijiste?
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Pasé una mano por encima de mi mandíbula. —¿Qué dije?
—Esa cosa, sobre la belleza y la pureza.
Exhalé, mi aliento pintando el aire dorado. —Sí —le respondí—.
“En una época de engaño universal, decir la verdad es un acto
revolucionario”.
Giró hacia mí, puso sus brazos alrededor de mi cuello y me besó
en la mejilla. Tomándome por sorpresa, tuve que pararme para no
tropezarme.
Presionó sus labios en la curva de mi oído y susurró—: No
cambies nunca, Trev Harper.
—Nunca —le dije, y lo decía en serio.

Fin
Sobre la autora
Jennifer Rush comenzó diciendo mentiras a la edad de cinco e
inmediatamente le fascinó. La ficción era mucho mejor que la realidad, y
pasó la mayor parte de su adolescencia escribiendo (sobre vampiros,
naturalmente). Actualmente vive en Michigan con su marido y sus dos
hijos y disfruta de comer un helado en su tiempo libre. Ella es la autora
de la saga Altered. Jennifer te invita a visitar su página web en
jennrush.com.

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