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ASPECTOS PSICOLOGICOS DEL PROCESO DE DUELO


Licenciado Gustavo Andrés Marín
“No me dejes pedir protección ante los peligros,
sino valor para afrontarlos.
No me dejes suplicar que se calme mi dolor,
sino que tenga ánimo para dominarlo.
No me dejes buscar aliados en el campo de batalla de la vida,
como no sea mi propia fuerza.
No me dejes anhelar la salvación lleno de miedo e inquietud,
sino desear la paciencia necesaria para conquistar mi libertad.
Concédeme no ser un cobarde, experimentar tu misericordia sólo en mi
éxito; pero déjame sentir que tu mano me sostiene en mi fracaso.”
Rabindranath Tagore (Recolección de Fruta)

En el transcurso de nuestra vida, nos enfrentamos a distintas


situaciones de pérdidas tales como la muerte o el alejamiento de un ser
querido, la pérdida de un trabajo o de un proyecto, las pérdidas del
envejecimiento, la disminución en la posición socioeconómica, etc.. Estas
situaciones producen en grado variable un estado de tristeza y
abatimiento, que es una reacción necesaria y habitual. El trabajo
psicológico de elaboración de una pérdida se denomina DUELO.
Centrándonos en el DUELO por la muerte de un ser querido se pueden
identificar cinco etapas, que son claramente delimitadas sólo con fines
explicativos ya que en la práctica estas etapas participan de un proceso
de avances y retrocesos, y conviven unas con otras.

Las mismas son:

a) Etapa de negación: Frente al shock emocional que produce la


muerte del ser querido, la defensa natural de la persona es negar este
hecho en un primer momento (no puede ser que me haya pasado a mí).
b) Etapa de identificación con la muerte: Aparece el abatimiento,
la falta de interés por todo, la falta de energía, el no poder hacer
nada. Hay una actitud de "muerte en vida". Es como si el muerto se
hubiese llevado parte de nuestra vida.
c) Etapa de ambivalencia y culpa: Aparece el balance autocrítico
de la relación del deudo con el fallecido, aunque surge en los primeros
momentos, alcanza su apogeo al cabo de varias semanas. Se reviven las
distintas situaciones compartidas, algunas en forma de autoreproches,
también se reconocen (a veces se idealizan) las virtudes del muerto.
Los sentimientos de bronca, tristeza, miedo, angustia y culpa se
entremezclan.
d) Etapa de identificación con el muerto: Es el intento más
elaborado de negar la muerte y revivir al muerto. Es así que la
persona se identifica parcialmente con algunos de los rasgos, síntomas,
hábitos, intereses, valores, afectos y objetivos vitales del ser
querido y los toma como propios.
e) Etapa de aceptación: La persona discrimina su vida de la del
difunto, acepta que éste se murió, logra despedirse del mismo
(enterrándolo definitivamente), recordándolo con amor y poniendo las
energías en sí misma, en su vida y en las personas con quien comparte.
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Llegando a esta etapa final se supone una satisfactoria elaboración del


DUELO.

En cada una de las primeras cuatro etapas se puede producir un


estancamiento o fijación; y es así que se puede caer en una Depresión o
vivir con una insatisfacción Vital y un peso que invade a la persona.

ALGUNAS PREGUNTAS:
1. ¿Todos los duelos son normales?
2. Si un duelo es normal ¿se lo puede acompañar con psicoterapia?
3. ¿Cuánto dura un duelo, qué tiempo lleva su resolución?
4. Si el tiempo de duelo terminó: ¿significa que el mismo ya fue
elaborado?
5. ¿Es necesaria la medicación psicofarmacológica para la resolución de
un duelo?

INTENTANDO RESPUESTAS:

1. Es difícil precisar cuándo un proceso de duelo es “normal” o


“patológico”. En todo duelo aparecen signos, síntomas y trastornos de
conducta que de forma leve o moderada afectan la vida del deudo. Ahora,
cuando existen signos y síntomas de tal magnitud que comprometen la salud
física del individuo por ejemplo: negarse a alimentarse, intentos de
suicidio, somatizaciones severas; o trastornos de conducta que dificulten
seriamente la relación con los demás por ejemplo: aislamiento u
hostilidad; o que luego de la pérdida se siga viviendo como si todo
fuera igual (negación masiva) y de que nada hubiera sucedido, o también se
puede caer en un estado depresivo severo; se puede hablar de un duelo
patológico.

2. Siendo un duelo “normal” y siempre y cuando el deudo lo solicite,


se puede asistir a una psicoterapia, teniendo en cuenta que ésta tome como
motivo de consulta el acompañamiento del paciente durante el período de
duelo y ayudándolo a que pueda tomar conciencia de la pérdida, la
elaboración de la misma y las implicancias para la vida futura. Claro está
que si el duelo es “complicado” o “patológico", es de vital importancia
la asistencia psicológica, aunque el deudo en estos casos, no lo solicite
explícitamente.

3. No existe un tiempo exacto de duración de un duelo, pero se estima


que como mínimo debe ser de un año y como máximo de dos años de ocurrida
la pérdida.
En el primer año, aparecen los primeros acontecimientos importantes y
significativos con la ausencia de la persona fallecida, como por ejemplo
fechas de cumpleaños, aniversarios, casamientos, nacimientos, vacaciones,
fiestas de fin de año, etc. ; este primer año le permite al deudo
conectarse con el dolor natural y la tristeza por la “ausencia” y lo
mantiene muy sensibilizado. En el segundo año se espera una consolidación
y mejor aceptación de la pérdida.

4. A veces el tiempo de duelo ha transcurrido (un año, dos años o más),


pero el mismo no fue elaborado completamente. Esto significa que el deudo
no se ha “despegado” de la persona fallecida, quedando esto como una
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situación inconclusa, una situación pendiente a través del tiempo, lo que


de alguna manera será un obstáculo para lograr una sensación de alivio y
bienestar y continuar de la mejor manera posible con nuestro camino por
la vida.

5. En estos casos la última palabras la tiene el Psiquiatra, que es el


especialista en medicación psicofarmacológica.
Si el paciente ya viene con una medicación debido a algún trastorno
psicológico antes de producirse la pérdida, o si en el proceso de duelo
surge algún trastorno psicológico importante que lo requiera, no es
inconveniente para el normal proceso y resolución del duelo.
Ahora, en mi opinión no es conveniente administrar medicación en
el proceso de duelo “normal ” o “complicado” tan solo para “aliviar” la
pérdida y que el proceso de duelo sea “más llevadero”, ya que esto lo
único que hace es retrasar dicho proceso, y se anestesia el dolor
inevitable del duelo.

DIFICULTADES EN EL PROCESO DE RESOLUCIÓN DE UN


DUELO

1-Emociones y Duelo
Una de las dificultades más comunes es que durante el duelo surgen
emociones que por alguna razón consciente o inconsciente son juzgadas
como negativas, por lo tanto son reprimidas y no se toma conciencia de
ellas, ni son expresadas. Este bloqueo de las emociones auténticas
impide al deudo contactarse con la situación que está viviendo que es algo
fundamental para la elaboración del duelo.

La bronca o el enojo en todas sus variantes (cólera, ira, rabia,


resentimiento) suelen estar presentes en el duelo de forma consciente o
inconsciente. Son muchas las causas de esta bronca. Una de ellas es que
el deudo se siente "abandonado" por el muerto, porque ya no puede
compartir más con éste, también por la frustración de no haber podido
hacer nada para evitar esta pérdida. Es difícil la toma de consciencia del
enojo hacia el fallecido, a veces por no querer hablar mal de él, o porque
se lo idealizó.

La tristeza es la respuesta natural y sana ante cualquier pérdida. La


tristeza facilita la toma de consciencia plena de quién y qué se perdió.
La tristeza es un elemento fundamental para la adecuada elaboración del
duelo. Muchas personas evitan la tristeza porque la asocian a la debilidad
o creen que ignorándola van a lograr sentirse mejor o piensan que es malo
estar triste y que si se conectan con la tristeza va a resultar algo
insoportable, además del dolor que conlleva; que posiblemente no
podrán salir de esta situación, y que la tristeza trae el riesgo de caer
en una depresión tortuosa. Todas estas concepciones son creencias erróneas
respecto de la tristeza. Por el contrario, uno de los elementos
conducente a la depresión, es la persistente y continua evitación y no
expresión de la tristeza.

En general la actitud a tomar con las emociones (en este caso bronca y
tristeza) es entenderlas, aceptarlas, tolerarlas y aprender a convivir con
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ellas y no intentar deshacerse tan rápido de las mismas como si fueran


algo a extirpar.

2- Aferrarse al pasado y no comprometerse con el presente

Otra de las causas por la cual las personas tienen dificultades para
elaborar el duelo es cuando incrementan su situación de soledad y no
pueden comprometerse en la relación con otras personas, quedándose
aferradas a sus relaciones pasadas. O viven quejándose por lo que les pasa
o viven idealizando al deudo y todas las situaciones pasadas y vividas con
él. Estas situaciones se cronifican en el tiempo. Quizás la razón
subyacente que impide asumir la pérdida y desprenderse del que ya no está,
es que el deudo piensa que no posee los recursos para modificar su vida
actual, y por lo tanto teme comprometerse con su presente (sentimientos,
personas, actividades).

3- La aceptación (o no) de la muerte


En realidad, hay tantas causas por las que las personas interrumpen su
proceso de duelo, como personas existen. Toda persona es un misterio
imposible de abarcar en su totalidad. Entre algunos otros motivos, está el
creer que despedirse de la persona fallecida es abandonarlo, y es un
deshonor; o que si despide al muerto quedarán luego "vacías". Pero de
todas las causas, para mí una de las más importantes y siempre presente en
todo duelo (en mayor o menor grado) es el intenso temor de contactarse con la
muerte, de asumir la muerte como parte de la existencia y a lo que nadie le
puede y le va a escapar.
Algo esencial y que no hay que olvidar es que las personas que han
perdido a un ser querido, son puestas de cara frente a su propia muerte, y
que parte del trabajo del duelo consiste en integrar esta confrontación.
O sea que, la muerte de una persona significativa para uno, siempre
alude, de forma consciente o inconscientemente, a la propia muerte, y es
por ello que la resolución de un duelo es bastante compleja, ya que el
mismo se vuelve una cuestión personal y no solo la aceptación de la
pérdida de un ser querido. Además el pensar en la propia muerte nos
acerca a un cuestionamiento existencial, un cuestionamiento de cómo hemos
vivido, de cómo llevamos nuestra vida actual y de cómo queremos vivir el
resto de nuestra vida.

LA MUERTE ES UNA FUENTE PRIMORDIAL DE ANSIEDAD.

Muchos quisieran dejar la muerte para los muertos; el límite biológico


entre la vida y la muerte es bien preciso, pero psicológicamente, la vida
y la muerte se funden una detrás de la otra. Muchos de nuestros filósofos
y pensadores más destacados se dedicaron al tema. Cicerón dijo que
"...filosofar es prepararse para morir", y Senéca que "...ningún hombre
goza el verdadero rubor de la vida sino aquel que está dispuesto y
preparado para abandonarla..."; San Agustín dijo: "Solamente encarando la
muerte nace el ser del hombre...".

En general los grandes pensadores han llegado a la conclusión de que la


muerte es una parte inevitable de la vida y que la consideración de la
muerte a lo largo de la vida enriquece más que empobrece.
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La vida y la muerte son interdependientes, existen simultáneamente, no


consecutivamente. Aunque físicamente la muerte nos destruye; la "idea",
la "conciencia" de la muerte nos salva.

El Dr.Irving Yalom (escritor y psicoterapeuta existencial) en sus muchos


años de trabajo con pacientes enfermos de cáncer terminal, a observado
como muchos de ellos han utilizado esta situación límite (que también los
pone de cara a la propia muerte) como una oportunidad para el cambio, para
el crecimiento personal, de la siguiente manera:

* priorizan las cosas importantes de la vida y minimizan lo trivial.


* han obtenido una sensación de libertad, eligiendo no hacer las cosas
que no deseaban.
* viven el presente inmediato, más que posponer la vida al futuro.
* revalorizan vívidamente los hechos cotidianos y elementales de la vida:
cambio de estaciones, ver la lluvia, el cuidado del jardín, reuniones
familiares, hacer una caminata, etc.
* mantienen una profunda y auténtica comunicación con los seres queridos
luego de la enfermedad.
* poseen menos temores, menos preocupaciones por el rechazo y más
disposición para asumir riesgos.

Pero convengamos que aceptar la propia muerte significa afrontar varias


"verdades" difíciles de admitir: que uno es finito; que la propia vida
también llega a un final; que, sin embargo el mundo seguirá su marcha,
que uno es uno de tantos; que el Universo no reconoce que uno sea
especial.
Muchas personas tienen la sensación de que con sólo haberlo sabido antes,
realmente sabido, habrían vivido su vida diferente.

LA MUERTE, LAS PÉRDIDAS Y LA REALIDAD

"Todos sabemos que nada ni nadie


habrá de ahorrarse el final,
pero así y todo
hay que vivir como si fuéramos
inmortales".
Mario Benedetti

Cuando nos enfrentamos a una "pérdida", nos las tenemos que ver de cara
con la muerte y con la terrible ansiedad, que esta nos acarrea.

La muerte de un padre nos pone en contacto con nuestra vulnerabilidad; si


nuestros padres no están para protegernos y salvarnos, ¿quién podrá
hacerlo?. Con nuestros padres muertos nada se interpone entre nosotros y
la tumba.

La pérdida de una pareja derrota nuestros esfuerzos por tratar de ir de a


dos por la vida y evocamos el asunto básico de que la muerte es una
experiencia solitaria; Jorge Bucay (escritor y psicoterapeuta
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gestáltico), haciendo alusión a esta soledad existencial, dice: "...en el


canal de parto y en el ataúd, solo hay lugar para uno".

La muerte de un hijo/a es la pérdida más dura y amarga. Los padres a


menudo recriminan la injusticia del universo; pero mediante la
elaboración del duelo comprenden que la realidad existencial de la vida no
tiene que ver con la injusticia, sino con la indiferencia del universo;
que hay un punto donde somos impotentes y no podemos proteger ni siquiera
a nuestro hijo/a indefenso.
Una muerte nos ubica de lleno en la realidad.

Heidegger pone de relieve que sólo cuando se rompe repentinamente la


maquinaria somos conscientes de su funcionamiento.
La muerte, es un golpe a la omnipotencia humana, que en esta época se cree
que todo lo puede; cada muerte nos recuerda esto y con mas razón cuando el
que muere es alguien cercano a nosotros mismos (un pariente) o un niño
(quien no es esperable que muera) o una persona de nuestra misma edad,
gustos, intereses, profesión.

La muerte de alguien próximo tiene muchas facetas - la pérdida en sí, la


ambivalencia, la culpa, el dolor - y todas deben ser tenidas en cuenta.
En síntesis, la muerte de otro nos lleva a considerar más de cerca
nuestra propia muerte, y esto no debe ser olvidado ya que la consciencia
de la muerte personal puede servir de catalizador para un cambio de
actitud hacia la vida y un crecimiento personal.

¿Es posible prepararse para la muerte? Christine Longaker (1998) nos


dice:-"De hecho todo el sufrimiento, cambios y pérdidas que experimentamos
en la vida nos ofrece incontables oportunidades para practicar la muerte,
para aprender a desaprendernos de nuestros hábitos de aferramiento, y a
liberarnos y relajarnos en nuestra verdadera naturaleza. Actuando de este
modo, no habrá momento en la vida en que no estemos preparándonos para la
muerte".

La muerte nos recuerda que la existencia no puede ser aplazada y que,


todavía, hay tiempo de vivir. Uno puede alterar la propia vida hasta,
pero solamente hasta, el último momento. Si uno muere esta noche, todas
las intenciones y promesas de mañana mueren sin haber visto la luz del
día.

La consciencia de la muerte nos aparta de las preocupaciones triviales y


proporciona a la vida, sentido, profundidad y compromiso.

CONCLUSION
"Despedida es tristeza, el dolor natural de
lo no tenido.
Despedida es alivio, el recuerdo
con amor.
Despedida es cambio, la constancia de
estar vivo.
Despedida es crecimiento, el futuro se
aclara".
Enrique Bravo(Amor y pérdidas)
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Cuando las personas se permiten sentir la tristeza por lo que perdieron


en toda su profundidad, y aceptan la necesidad de la despedida definitiva
del ser querido, sobreviene el consecuente alivio final. Cuando nos hemos
permitido sentir toda la bronca, toda la tristeza, queda el espacio libre
y llano para sentir el amor en toda su expresión y profundidad. En
definitiva es por amor que sufrimos la pérdida del ser querido, y
paradójicamente es el amor el que nos permitirá aceptar la ausencia,
recordar amorosamente al que se fue y reconstruir nuestra vida con
paciencia y esperanza, dignidad y coraje. Seguramente el que se fue, y nos
ama, es lo que desearía para nosotros.
La no despedida bloquea las emociones auténticas relacionadas con la
pérdida, e impedirá que la persona se pueda contactar e iniciar
situaciones nuevas. Un duelo no resuelto representa una situación
inconclusa, y ésta es una necesidad no satisfecha.

Un duelo revive todos los duelos pasados y si estos no fueron


elaborados, surgen con toda su intensidad y hay que darles el espacio
suficiente para su resolución definitiva.

Un duelo está en intima relación con la aceptación y la capacidad de


despedirse (dejar ir).
El sentir DOLOR en el DUELO ES INEVITABLE.

La búsqueda del NO DOLOR es compartida, avalada y fomentada por gran


parte de la sociedad, a esto se debe el consumo de psicofármacos de manera
indiscriminada, la gran ingesta de alcohol y drogas prohibidas (marihuana,
cocaína), la proliferación de programas televisivos de entretenimientos,
programas que solo se ocupan de la vida de los demás y de apostar a la
suerte para ganar algo. Por lo tanto la falta de disposición a sentir
dolor dificulta el despedirse de una persona con la cual uno se separa
por distancia, divorcio o muerte y por lo tanto no permite la resolución
satisfactoria del duelo.
Dos personas que están en contacto afectivo mediante el amor y/u odio
(a veces sobresale mas uno que el otro), cuando se separan por alguna
razón, aspectos de uno quedan pegados en el otro y aparece la sensación de
no solo perder a esa persona sino también de perder aspectos propios que
ese otro se llevó. Esta es una razón de la disminución de la autoestima y
la no resolución del duelo. La gran cantidad de asuntos incompletos
(pensamientos no dichos, sentimientos no expresados, resentimientos y
culpas) entre dos personas, es una de las principales causantes de la
dificultad de una adecuada elaboración de un duelo.
Mientras mayor es la capacidad de una persona para concluir situaciones
en una relación, más auténtica es esta. Sin embargo lo que sucede en la
mayoría de las relaciones íntimas es que después de un tiempo se han
acumulado tantos resentimientos y desengaños inexpresados que las personas
cesan realmente de ver, escuchar y/o sentir al otro en el presente. En
contraste, las personas que pueden despedirse con un buen adiós, son más
capaces de comprometerse con los demás de una forma realista, auténtica,
fresca y significativa.
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ANEXO

DE LA ANSIEDAD POR LA MUERTE A LA CONCIENCIA


DE VIDA
"Interpretamos mal el mundo
y decimos que nos defrauda".
Rabindranath Tagore (Pájaros errantes)

El ser consciente de la muerte moviliza una gran cantidad de ansiedad y


angustia, que algunas personas, en vez de entenderla y profundizarla, se
inclinan por la negación, a veces de dos maneras distintas:

* Una forma es cultivando la autosuficiencia, llevando la bandera de


la "Independencia personal", buscando siempre el "ir para adelante",
"progresando sin cesar"; son aquellos que nunca pierden tiempo, el tiempo
es su enemigo ya que es primo hermano de la finitud; porque el tiempo nos
muestra que envejecemos, que no somos eternos y para nada especiales. En
general estas personas suelen sentirse muy especiales e invulnerables.
Son los clásicos "adictos al trabajo" que toman la vida como una carrera
continua y ascendente en donde todo está relacionado con el "hacer", el
"tener", el logro sin consideración alguna de las limitaciones humanas.

* La otra forma es la utilizada por las personas que siempre necesitan


una figura protectora que velará por ellas y los cuidara, son los que
esperan ser "encontrados", ser "protegidos", ser "salvados", sin tener que
pedir ayuda, sin tener que tramar su propia salvación, les molesta,
hacerse responsables de su propia vida. Son los clásicos "dependientes",
los que esperan que "las cosas pasen", eternamente esperan la
"oportunidad", esperan y esperan; son los que siempre posponen la
decisión de divorciarse, cambiar de trabajo, poner límites; y que se
derrumban cuando algo de esto le pasa sin su consentimiento. Son los
eternos "hijos" que siempre buscan una madre y/o padre, no sólo en el
cielo, sino en su entorno (en la pareja, en un jefe, en un líder o en una
causa superior).

Lo que quiero poner en descubierto con estas dos formas diametralmente


opuestas de conducirse en la vida, es que la ansiedad que despierta la
muerte es tan grande que a muchos los lleva a comportarse de una manera
neurótica con el objetivo de negar la muerte y de defenderse de la
ansiedad que produce la idea de nuestra propia finitud, nuestra propia
muerte que es incontrolable e inevitable.

Otto Rank describió al neurótico como aquel que "rechaza el préstamo


(de la vida) para evitar el pago de la deuda (la muerte)". Robert Jay
Lifton utilizó el término "adormecedor psíquico" para describir como los
individuos neuróticos se protegen a sí mismos de la ansiedad de la muerte.
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Recuerdo que en un momento de mi vida que me encontraba trabajando con


una gran cantidad de pacientes que transitaban duelos y además estudiando
y profundizando sobre el tema de la muerte mediante la lectura y la
reflexión profunda, tuve la vivencia personal angustiante, de pensar y
sentir que me podía morir en cualquier momento de un ataque al corazón, y
aunque no existía evidencia clínica para semejante pensamiento
catastrófico, el mismo era persistente, produciéndome situaciones de
miedo y el consecuente pánico paralizante. Curiosamente durante el
transcurso de este período crítico, estuve sumamente sensible a las
historias dolorosas que me relataban mis pacientes, y de esta manera
lograba una comprensión cabal e íntegra de lo que les pasaba y de cómo se
sentían. En esos momentos, comentándole a un amigo sobre lo que me
sucedía, él me dijo que era esperable e inevitable que esto me sucediera,
ya que es imposible hablar, escuchar y estudiar sobre la muerte, sin que
pensemos en la propia muerte y la anticipemos con algunos síntomas.
Esto me hizo reflexionar que todos los seres humanos en algún momento
de nuestras vidas nos enfrentamos a la muerte y su consecuente ansiedad y
que de acuerdo a cómo resolvamos este encuentro con la muerte será nuestra
actitud ante la vida.
El Dr. Alexander Lowen Creador de la Bioenergética, en su introducción
al libro “Miedo a la vida” dice: “El desafío que enfrenta el hombre
moderno consiste en reconciliar los aspectos antitéticos de su
personalidad. A nivel corporal, es un animal; a nivel del ego, un
semidiós. El sino (destino) del animal es la muerte y eso es lo que el
ego, en sus aspiraciones divinas, procura evitar; pero al tratar de eludir
este sino, el hombre se crea uno aún peor: vivir con miedo a la vida”.

BIBLIOGRAFIA CONSULTADA:
1- Bravo, Enrique: "Amor y Pérdidas", Editorial Biblios.
2- Bucay, Jorge: "El camino de las Lágrimas", Editorial Sudamericana
3- Frankl, Victor: "El hombre en busca de sentido", Editorial Herder.
4- Kübler-Ross: "Sobre la muerte y los moribundos", Editorial
Grijalbo.
5- Longaker, Christine: "Afrontar la muerte y encontrar esperanza",
Editorial Grijalbo.
6- Lowen, Alexander: "El Miedo a la vida", Editorial Era Naciente.
7- Worden, Wiliam: "El tratamiento del duelo: asesoramiento
psicológico y terapia", Editorial Paidós.
8- Yalom, Irving: "Psicoterapia existencial y terapia de Grupo",
Editorial Paidós.
9- Yalom, Irving: "Psicología y literatura", Editorial Paidós.
10- Yalom, Irving: "Verdugo del amor", Editorial Emecé.
11- Yalom, Irving: "Mamá y el sentido de la vida", Editorial Emecé.

General Roca, RIO NEGRO

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