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CRÓNICA DE JURISPRUDENCIA DE LA CORTE INTERAMERICANA DE

DERECHOS HUMANOS DEL AÑO 2011

Susana Mosquera Monelos


Profesora de Derecho Internacional Público
Universidad de Piura

SUMARIO: I. Introducción. II. Desapariciones forzosas. III. Derecho a la vida e


integridad física. IV. Derecho a la propiedad privada. V. Garantías judiciales. VI.
Derechos políticos. VII. Libertad de información. VIII. Otras cuestiones.

I. INTRODUCCIÓN
Durante el año 2011 la Corte Interamericana de derechos humanos ha dictado 18
resoluciones que afectan a casos contenciosos, 4 de ellas de interpretación de sentencia
pedidas a instancia de parte para aclarar previas decisiones sobre el fondo. No se trata del
año más productivo de la Corte, -que fue 2006 con 23 resoluciones- pero claramente
estamos ante uno de los niveles de mayor productividad del SIDH, sobre todo si
consideramos que esas 18 se completan con 44 resoluciones sobre medidas provisionales, y
33 de supervisión de sentencias. Es indudable que el SIDH sigue a mucha distancia del
nivel productivo del Sistema europeo de derechos humanos, pero también es necesario
resaltar que no se trata de una competición y que las circunstancias en las que funciona
cada modelo son distintas. El trabajo de la Corte interamericana sigue condicionado por las
graves dificultades financieras que padece el sistema, pues los estados miembros siguen sin
asumir el pago de sus cuotas de modo diligente y efectivo. Desde la entrada en vigor de los
nuevos reglamentos1 que regulan el trabajo de los dos órganos principales del sistema –
Comisión y Corte- se ha mejorado mucho en la eficacia de trabajo procesal con el
consiguiente ahorro de tiempo y dinero, pero la Corte sigue necesitando de la ayuda
económica que recibe de su equivalente europea para que los jueces interamericanos
puedan reunirse en San José.
Es indudable que el SIDH no es un modelo rígido sino flexible, de protección de los
derechos humanos, como lo demuestran los cambios que con el tiempo han experimentado
los reglamentos de Comisión y Corte. Como no podría ser de otro modo en un sistema que
surge para garantizar las necesidades de protección de los derechos humanos en la región,
cuando ésta ha padecido un clamoroso déficit democrático era una obligación del sistema
reivindicar reconocimiento y protección básicos para esos derechos de la persona que el
estado vulneraba. Con el transcurrir del tiempo, el fortalecimiento democrático es un hecho

1
Reglamento de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, aprobado por la Corte en su LXXXV
Período Ordinario de Sesiones celebrado del 16 al 28 de noviembre de 2009. Reglamento de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, Aprobado por la Comisión en su 137° período ordinario de sesiones,
celebrado del 28 de octubre al 13 de noviembre de 2009.

1
gratamente constatable en el que el SIDH ha tenido mucho que decir2, el sistema ha ido
poco a poco adaptándose a esa circunstancia, de ahí los cambios sutiles pero importantes
que han podido detectarse por el tipo de casos que han llegado a conocimiento de la Corte.
Dejamos atrás los terribles casos de matanzas, desapariciones forzosas, y masacres
jalonados con gravísimas lesiones al estado de derecho, para avanzar hacia casos que
siendo vitales y esenciales en los derechos que analizan, permiten afrontar con una
perspectiva diferente su afectación al bien vida: derecho a la propiedad privada, derecho al
trabajo y seguridad social, derechos sociales, libertad de información, son ahora comunes
en la jurisprudencia de la Corte. Es cierto que eso no ha hecho desaparecer por completo
del sistema los casos graves como son los de desapariciones forzosas -que encontramos en
tres de las resoluciones que la Corte emitió este año-, pero otro es el perfil de los casos y
otro es el enfoque que los estados dan a sus relaciones con el sistema.
De la indiferencia y desconocimiento, los estados parte del SIDH han avanzado hacia
posiciones mucho más coherentes y rigurosas en su respeto hacia el derecho internacional
de los derechos humanos. Ciertamente todavía hay estados que adoptan posturas ambiguas
que oscilan radicalmente entre el allanamiento y la denuncia de competencia de la Corte,
pero el término medio se ha impuesto como regla y los estados han aprendido la lección, se
esfuerzan en realizar bien la tarea que les corresponde, han llevado el derecho internacional
de los derechos humanos a los textos constitucionales, adoptan las medidas que la Corte y
la Comisión les indican, ejercen correctamente la defensa de los intereses nacionales en los
casos contenciosos e incluso los hay que llevan la doctrina de control convencional hacia
sus órganos jurisdiccionales internos.
El SIDH se sigue presentando –aún a pesar de sus dificultades de trabajo- como uno de los
más eficaces sistemas de protección de los derechos humanos. Ha demostrado ser capaz de
adaptarse a las necesidades de las partes, de ahí la facilidad para el uso de las nuevas
tecnologías de la comunicación entre Comisión y peticionarios, el crecimiento del locus
standi de la víctima antes la Corte que avanza hasta convertirse en un verdadero ius standi;
sistema flexible que ha permitido incorporar progresivamente nuevas funciones al trabajo
contencioso de la Corte, que ha perfeccionado la labor de control del proceso ante el
sistema, con medidas provisionales, sentencias de supervisión y de ejecución, ha dado
nuevo sentido a la función reparadora de las sentencias que emanan de un órgano destinado
a la protección de los derechos humanos, ha hecho crecer el corpus iuris americano más allá
de la Convención Americana y ha logrado que de manera pacífica su función de control y
supervisión haya sido aceptada por los estados miembros del sistema, en definitiva, con su
trabajo la Corte interamericana se ha convertido en un referente para la consolidación de la
democracia y los derechos humanos en el continente. En ese nuevo contexto los estados
que forman parte del SIDH han iniciado un proceso que podríamos calificar de revisión y
reivindicación de las funciones de supervisión que el SIDH ejerce sobre ellos, y de las
competencias que se les asignan para ejercer de modo eficaz la defensa de sus intereses
ante el sistema. De especial interés procesal tendrá el necesario reequilibrio de fuerzas
ahora que Comisión y víctima3 ejercen ante la Corte de manera conjunta la denuncia contra

2
SCHÖNSTEINER, J, BELTRÁN Y PUGA, A., y LOVERA, D.A. “Reflections on the human rights
challenges of consolidating democracies: Recent developments in the inter-American system of human
rights”, (pp. 362-389) en Human Rights Law Review, 11 (2). 2011.
3
O bien peticionario o representante.

2
el estado, parece justo por tanto que frente a dos acusaciones –los hechos son detallados en
la denuncia que la CIDH presenta, pero en su calificación jurídica la víctima o sus
representantes tienen opciones para la inclusión de nuevos argumentos jurídicos con base a
los hechos ya descritos- pueda el estado disponer de tiempo y opciones justas de defensa4.
Es aquí que el grupo de trabajo especial de reflexión sobre el funcionamiento de la CIDH
para el fortalecimiento del SIDH tiene mucho que decir.
Grupo de trabajo y propuestas de reforma del sistema. Este grupo de trabajo (GT)
surgió a raíz de una propuesta para revisar el sistema de elección del secretario ejecutivo de
la Comisión y derivó en una propuesta completa de reforma del trabajo de ese órgano 5. En
lo que ha sido visto por los representantes de las organizaciones de la sociedad civil –
especialmente por las ONG que litigan ante el SIDH- como un intento por parte de los
estados de frenar un sistema supraestatal de supervisión que con demasiada frecuencia
presentaba irregularidades en relación al acatamiento que el sistema nacional hace de los
estándares internacionales de protección de los derechos humanos6. El grupo de trabajo
tuvo reuniones con los miembros de la Comisión y también con representantes de la
sociedad civil, como resultado final de su labor, presentó al Consejo Permanente de la OEA
una serie de propuestas que en todo caso caminarán la senda política para llegar a
convertirse en efectivas modificaciones en el funcionamiento y trabajo del SIDH, pues no
debemos olvidar que son los dos órganos –Comisión y Corte- los que de manera autónoma
preparan sus propios reglamentos.
No obstante señalamos la importancia que ha tenido este grupo de trabajo porque
demuestra el cambio de tendencia en la actitud de los estados hacia los órganos del sistema.
Ya no hay indiferencia sino concienciación sobre la importancia de tomar en serio esa
faceta de su actuación internacional. En ese sentido puede resultar cierto que como señalan
las ONG, alguna de las propuestas del GT, vendrían a destruir la labor innovadora y
eficazmente protectora que ha desarrollado el SIDH hasta la fecha, pero es evidente que los

4
Así, en el caso Torres Millacura v. Argentina se visualiza una consecuencia de esa nueva dinámica procesal.
Señala la CorteIDH que: “(…) la evolución del sistema de protección de derechos humanos permite que hoy
en día las presuntas víctimas o sus familiares puedan presentar de manera autónoma su escrito de solicitudes,
argumentos y pruebas, y esgrimir pretensiones coincidentes o no con las de la Comisión. Por ende, cuando se
presenta un allanamiento, el Estado debe expresar claramente si se aceptan también las pretensiones
formuladas por las presuntas víctimas o sus familiares”. CorteIDH. Caso Torres Millacura y otros v.
Argentina. Sentencia de 26 de agosto de 2011. Fondo, reparaciones y costas. Serie C. N° 229, párr. 34. En
caso contrario puede producirse una situación poco equilibrada para el estado, que habiendo aceptado la
calificación jurídica de los hechos que le presenta la Comisión en su informe de fondo, se ve con la sorpresa
de lidiar con la calificación que los representantes de las víctima pueden ahora, con el nuevo reglamento,
incorporar ante la Corte. Aunque como bien precisa la Corte, la relación de hechos la presenta la Comisión a
la Corte y solamente los que puedan calificarse de “supervinientes” podrán ser incluidos por los
representantes de las víctimas en el proceso ante la Corte. CorteIDH. Caso Torres Millacura y otros v.
Argentina…, op.cit., párrs. 51 y 52.
5
Fue creado por el Consejo Permanente de la Asamblea General de la OEA el 29 de junio de 2011 y hasta la
fecha de presentación de su informe final del 13 de diciembre de 2011, celebró 23 reuniones en las que
participaron representantes de los estados, órganos del SIDH y representantes de la sociedad civil.
6
Un total de 188 ONG que trabajan en el SIDH han cuestionado la coyuntura histórica en la que se presenta
este informe, en un momento en que son varios los estados que critican la acción política de la CIDH. En ese
sentido se han manifestado ante la CIDH ante el temor de que las propuestas contenidas en el informe limiten
el alcance de la tutela protectora del SIDH.

3
estados miembros del sistema han de luchar para proteger sus intereses, y entre esos está la
defensa soberana de sus competencias judiciales. Con ese filtro debemos considerar las
sugerencias que presentan los estados en su informe final, siendo la mayoría propuestas
buenas en esencia7, como lo es luchar por alcanzar el grado de universalidad en la
aplicación del SIDH a todos los estados del continente, fortalecer los mecanismos de
consulta con todos los usuarios del sistema, mantener los canales de información estadística
actualizados. Aunque en potencia alguna de esas iniciativas sea un arma de doble filo,
como lo es aconsejar que las medidas cautelares que dicta la CIDH se ajusten al marco
normativo convencional cuando se trata de una herramienta que justamente nace de la
práctica y que ha podido ser incorporada al acervo del SIDH gracias al alto grado de
flexibilidad que este sistema ha tenido hasta la fecha. Encorsetar las medidas cautelares a la
Convención sería sinónimo de su eliminación8.
Interesantes resultan las observaciones de los estados que presentan este informe en
relación a los asuntos de procedimiento y de tramitación de casos ante el SIDH pues como
bien dicen, tenía sentido una interpretación abierta de los criterios de admisibilidad y de
agotamiento de las vías internas en una etapa previa en la que estabilidad democrática no
era una constante en los gobiernos de los estados miembros del sistema, por lo que la
función de supervisión que ejercía la Comisión se presentaba mucho más relevante; de
seguir desempeñándola ahora con esa misma intensidad el SIDH correría el riesgo de
invadir el prohibido terreno de la cuarta instancia. Plazos y prórrogas indicativos en cada
etapa, desarrollar sistemas de archivo de peticiones y casos, mejorar los sistemas de
notificaciones, y desarrollar criterios objetivos para determinar prioridades en cuanto al
tratamiento de peticiones y casos, son alguno de los argumentos que los estados muy
legítimamente llevan en su petición. No obstante debemos señalar que gran parte de los
problemas aquí observados parten de un lugar común que tiene que ver con la precaria
situación económica de los órganos del sistema9. ¿Cómo mejorar el sistema de archivo de
casos si no se da abasto en la recepción y registro? Finalmente, en una línea igualmente
eficaz se presenta la propuesta referida al impulso y perfeccionamiento de los sistemas de
solución amistosa. El GT sugiere que puedan ser iniciados en cualquier momento, incluso
desde la fase de registro de la petición sin tener que esperar a que la Comisión informe
sobre la admisibilidad del caso, o incluso después de que ya se ha enviado informe sobre el
fondo. No cabe duda de que se trata de una herramienta de solución de controversias que ha
demostrado su operatividad, no solo ante el SIDH sino en general, pero es en este punto en

7
De esas propuestas 53 son recomendaciones a la Comisión, 14 recomendaciones para los estados y 1 para la
Secretaría General de la OEA.
8
En todo caso, debemos estar atentos al propio fluir del SIDH, observando el voto concurrente del juez Vio
Grosso en el caso familia Barrios v. Venezuela encontramos una justa y ponderada precisión sobre el uso y
función de las medidas provisionales dictadas por la Corte que dejan de ser de su competencia cuando ya
dicta sentencia definitiva, salvo haya tenido la precaución de integrar esas medidas en el fallo. Ese es el modo
de trabajo dentro del SIDH la práctica va indicando errores, lagunas y ofrece espacio para puntualizar y
aclarar aspectos del funcionamiento del sistema que sin necesidad de estar codificado se convierte en práctica
futura.
9
Igualmente, la sugerencia que habla de reforzar las actividades de promoción de los derechos humanos que
realiza la CIDH, en solitario y en colaboración con las instituciones del estado, enlaza de manera natural con
la que propone el fortalecimiento financiero del SIDH, una cosa sin la otra resultará inviable.

4
el que la naturaleza flexible del sistema puede muy fácilmente suplir las lagunas o
ausencias reguladoras sin necesidad de formalizarla excesivamente.
El informe del GT fue aprobado el 25 de enero de 2012 y enviado a la CIDH el 27 de
febrero, que en coherencia con su dinámica de trabajo aprobó un Documento de posición
sobre el tema10. Lo cierto es que la CIDH es un órgano sometido a una revisión constante
como lo demuestran las varias versiones que ha conocido ya su Reglamento. La última que
es del año 2009 ha entrado completamente en vigor en noviembre de 2011 fecha en la que
por vez primera la Comisión hace llegar un caso –Familia Barrios vs. Venezuela- a la Corte
sin una demanda, siguiendo lo dispuesto en el nuevo artículo 35 del Reglamento de la
Corte, de tal modo que el informe de fondo de la Comisión constituye el marco fáctico del
proceso sin que sea posible alegar hechos nuevos. No es la CIDH un órgano se asuste ante
los cambios, su transformación en órgano político con control pleno sobre la función de
reconocimiento, difusión, promoción y protección de los derechos humanos en la región fue
modificada convencionalmente para transformarlo en un órgano cuasijudicial del SIDH que
nace en 1969; y aunque en un primer momento le resultó difícil deshacerse de las amplias
competencias que le habían sido entregadas por la OEA para pasar a compartirlas con la
nueva Corte, nadie discute ahora que la etapa más politizada de la Comisión está superada y
que como órgano de instrucción de la Corte ejerce una excelente labor. Las estadísticas son
en ese sentido abrumadoras. En 2011 la CIDH ha recibido 1600 nuevas denuncias, ha
realizado 3 períodos de sesiones, ha administrado los más de 8.500 asuntos que están
pendientes y en relación con ellos ha aprobado 67 informes de admisibilidad, 11 informes
de inadmisibilidad, 8 de solución amistosa, 54 de archivo y 25 de fondo. Ha enviado 23
nuevos casos a la Corte y ha decidido sobre 400 solicitudes urgentes de medidas cautelares,
ha celebrado 91 audiencias y 58 reuniones de trabajo, su comisionados han realizado más
de 30 visitas en calidad de relatores de país o relatores temáticos, ha emitido 138
comunicados de prensa y ha realizado 5 seminarios o cursos de formación. Y sin embargo
se le pide más, el GT pide más actividad, más trabajo a la CIDH pues a ella directamente y
no a la Corte se dirige la propuesta de perfeccionamiento del funcionamiento del sistema en
lo que parece una reprimenda hacia un órgano que no cumple diligentemente sus funciones.
Como muy bien señala la CIDH en su respuesta oficial hecha pública el pasado 8 de abril,
nada podrá hacerse si los estados no se toman en serio la labor del SIDH y apoyan
económicamente al sistema. En ese sentido muchas de las propuestas por ellos formuladas
en el informe del GT sobre perfeccionamiento del SIDH serán letra muerta si no
incrementan su aporte económico al sistema. De modo que esperamos que el resultado final
de las propuestas del GT derive a un diálogo conjunto que permita mejorar y fortalecer un
sistema que desempeña una labor tan importante para el derecho internacional y nacional.

II. DESAPARICIONES FORZOSAS


Dejando a un lado las cuestiones formales que afectan al funcionamiento del SIDH
pasamos a analizar las cuestiones de fondo que han centrado la acción protectora
desplegada desde la Corte, comenzando con el tema de las desapariciones forzosas por dos

10
Documento de posición sobre el proceso de fortalecimiento del sistema interamericano de protección de los
derechos humanos. 8 de abril de 2012. OEA/Ser. L./V/II.

5
motivos: primero porque sigue siendo un tema singular del SIDH en el que la labor
creadora de la CorteIDH ha convertido la descripción jurídica de esta figura en referente
para el derecho internacional de los derechos humanos11, y segundo porque en la práctica el
año judicial 2011 se abrió con un caso paradigmático del tipo jurídico comentado, Gelman
v. Uruguay.
El total de casos sobre desapariciones forzosas en 2011 han sido tres, junto a Gelman v.
Uruguay, Torres Millacura y otros v. Argentina y Contreras y otros v. El Salvador.
Constatando una vez más que estamos ante uno de los temas principales en el trabajo de
protección de los derechos humanos que realiza el SIDH. Se trata de tres casos los que la
Corte aplica una vez más su interpretación de la desaparición forzada como una violación
pluriofensiva de naturaleza permanente o continuada. No obstante, aún cuando el marco
interpretativo sea similar es importante señalar que cada caso es diferente y permite a la
Corte enriquecer su doctrina sobre la desaparición forzosa. Mientras que los casos Gelman
v. Uruguay, y Contreras y otros v. El Salvador son una vez más, casos antiguos que traen
sus hechos de contextos políticos en los que los estados parte estaban sometidos a
regímenes dictatoriales (caso de la dictadura cívico-militar en Uruguay) o a situaciones de
violencia interna (conflicto armado en El Salvador), el caso Torres Millacura presenta la
singularidad de ser un caso reciente, una desaparición forzosa que se produce en el año
2003 en una Argentina muy alejada ya de la dictadura militar.
Los dos primeros casos presentan además una serie de factores coincidentes, contexto de
conflicto interno en el que se cometieron crímenes de lesa humanidad por parte del estado,
leyes de amnistía que la CorteIDH declara incompatibles con los estándares internacionales
de protección de los derechos humanos, desaparición de menores, y consiguientemente
anulación de su derecho a la identidad y una ineficaz protección del derecho a la familia por
parte de las autoridades nacionales. En todos ellos la Corte se esfuerza por reafirma su
jurisprudencia constante “(…) en el sentido de que al analizar una presunta desaparición
forzada se debe tener en cuenta la naturaleza continuada o permanente y el carácter
pluriofensivo de la misma”12. En ese mismo sentido, “la Corte ha verificado la
consolidación internacional en el análisis de este crimen, el cual configura una grave
violación de derechos humanos, dada la particular relevancia de las transgresiones que
conlleva y la naturaleza de los derechos lesionados, por lo que implica un claro abandono de
los principios esenciales en que se fundamenta el Sistema Interamericano y cuya
prohibición ha alcanzado carácter de jus cogens”13.
La construcción doctrinal de la desaparición forzada de personas como ilícito
internacional. Gelman v. Uruguay es un caso patrón al que la Corte aplicará su doctrina de
la desaparición forzada de personas ya consolidada internacionalmente como grave
violación de los derechos humanos dada la particular relevancia de las transgresiones que
conlleva y la naturaleza de los derechos lesionados. Lo interesante es visualizar como la

11
La influencia que la construcción jurídica hecha por la CorteIDH ha tenido en los ordenamientos jurídicos
internos debe ser mencionada de modo especial. Vid. PELAYO MOLLER, C.M. “El proceso de creación e
incorporación de los estándares internacionales en materia de desaparición forzada de personas en México y
su revisión por parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el Caso Rosendo Padilla”, (pp. 959-
1021) en Anuario Mexicano de Derecho Internacional. Vol. XII. 2012.
12
CorteIDH. Caso Torres Millacura y otros v. Argentina…, op.cit., párr. 91.
13
Ibidem, op.cit., párr. 96.

6
CorteIDH que se sabe creadora de la figura utiliza ahora para dar más fuerza a sus
argumentos el recurso al derecho internacional y comparado y nutre su sentencia con
referencias cruzadas14 a otros sistemas de protección de los derechos humanos que han
incorporado la figura y otros instrumentos internacionales de protección que la han definido
siguiendo los elementos concurrentes y constitutivos utilizados por la CorteIDH: “a) la
privación de la libertad; b) la intervención directa de agentes estatales o la aquiescencia de
éstos, y c) la negativa de reconocer la detención y de revelar la suerte o el paradero de la
persona interesada”15.
Delito pluriofensivo. Del trabajo conjunto de los distintos sistemas de protección de los
derechos humanos se nutre el Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas e
Involuntarias de Personas creado por las Naciones Unidas, que ha dado una definición
operativa del fenómeno, destacando en ella la detención ilegal por agentes, la dependencia
gubernamental o grupo organizado de particulares actuando en nombre del Estado o
contando con su apoyo, autorización o consentimiento16. Y con base en tal definición una
desaparición forzada se presenta como un único y consolidad acto, no como una
combinación de actos. De tal modo que aunque los hechos de los que la desaparición
forzada trae consecuencia hayan comenzado antes de que el estado responsable haya
reconocido la competencia del tribunal internacional que juzga el delito de desaparición
forzada, hay partes de la violación que continúan y prolongan sus efectos en el tiempo hasta
que el destino o paradero de la víctima sean esclarecidos. Una interpretación que hace inútil
toda excepción de competencia temporal que presenten los estados como argumento de
defensa17.
En el caso Gelman los hechos traen causa de la desaparición de María Claudia García y
Marcelo Gelman, detenidos en Buenos Aires en el contexto de la operación Cóndor y
trasladados al centro de detención clandestino “Automotores Orletti”18 dónde el Sr. Gelman
fue torturado, desapareciendo entre septiembre u octubre de 197619. Su esposa, en avanzado
estado de gestación fue trasladada a Montevideo, estuvo con vida hasta que, entre octubre o
noviembre de ese año dio a luz, a la niña María Macarena Gelman García, un mes después
del parto la niña le fue sustraída y la suerte de la Sra. García desconocida, pues no se sabe
si falleció en territorio uruguayo o argentino, siendo en todo caso responsabilidad del
estado que ejercía su custodia –Uruguay- dar cuenta de lo sucedido durante esa etapa en la

14
Cfr. artículo 2 de la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra las
Desapariciones Forzadas, U.N. Doc. A/RES/61/177, de 20 de diciembre de 2006; artículo 7, numeral 2, inciso
i) del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, U.N. Doc. A/CONF.183/9, de 17 de julio de 1998, y
Grupo de Trabajo sobre la Desaparición Forzada o Involuntaria de Personas, Observación General al artículo
4 de la Declaración sobre la Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas de 15 de
enero de 1996. Informe a la Comisión de Derechos Humanos. U.N. Doc. E/CN. 4/1996/38, párr. 55.
15
CorteIDH. Caso Gelman v. Uruguay. Sentencia de 24 de febrero de 2011. Fondo y reparaciones. Serie C.
N° 221, párr. 65.
16
Vid. GÓMEZ CAMACHO, J.J. “La desaparición forzada de personas: avances del Derecho Internacional”,
(pp. 27-49) en Revista Mexicana de Política Exterior. Vol. 66. 2007.
17
Cuestiones de competencia temporal aparecen también en Corte IDH. Caso Contreras y otros v. El
Salvador. Sentencia de 31 de agosto. Fondo, Reparaciones y Costas. Serie C. N° 232, párr. 16.
18
CorteIDH. Caso Gelman v. Uruguay…, op.cit., párr. 83.
19
Cfr. Investigación Histórica sobre Detenidos y Desaparecidos en cumplimiento del artículo 4 de la ley
15.488 de 2007, Tomo II, Fichas personales de Detenidos-Desaparecidos, Uruguay, Sección 1, pág. 197.

7
que la Sra. García estuvo bajo cuidado de las autoridades de ese estado. De ahí que aún
siendo la Sra. García de nacionalidad argentina y habiendo sido detenida junto con su
esposo en la ciudad de Buenos Aires la denuncia haya sido presentada contra el estado
responsable de su custodia y protección20. Pero también y muy especialmente porque quien
presenta la denuncia es el Sr. Gelman, suegro de la desaparecida Sra. García, que reclama
su derecho a saber el paradero de esa nieta nacida en territorio uruguayo y entregada
irregularmente en adopción a una familia uruguaya. Dato del que podemos concluir que no
solo la integridad física del desaparecido sufre un menoscabo, pues como bien señala la
CorteIDH, “(…) en casos que involucran la desaparición forzada de personas, es posible
entender que la violación del derecho a la integridad psíquica y moral de los familiares de
la víctima es una consecuencia directa de ese fenómeno, que les causa un severo
sufrimiento por el hecho mismo, que se acrecienta, entre otros factores, por la constante
negativa de las autoridades estatales de proporcionar información acerca del paradero de la
víctima o de iniciar una investigación eficaz para lograr el esclarecimiento de lo
sucedido”21.
Desapariciones forzosas y sustracción de menores. A ojos de la CorteIDH la
desaparición forzada “constituye, por la naturaleza de los derechos lesionados, una
violación de una norma de jus cogens, especialmente grave por haber acontecido como
parte de una práctica sistemática de “terrorismo de Estado” a nivel inter-estatal”22. Una de
las singularidades del caso Gelman es que por vez primera llega a la Corte un caso de
sustracción de menores acaecido en el contexto de la Operación Cóndor23 por lo que la
sentencia Gelman es la oportunidad perfecta para que la CorteIDH incluya en su análisis: la
sustracción de niños y/o niñas efectuada por agentes estatales para ser entregados
ilegítimamente en crianza a otra familia, modificando su identidad y sin informar a su
familia biológica sobre su paradero, configurada también como un hecho complejo que
implica una sucesión de acciones ilegales y violaciones de derechos para encubrirlo e
impedir el restablecimiento del vínculo entre los menores de edad sustraídos y sus
familiares24. Hecho completo que el juez Vio Grosso en su voto propone calificar también
como desaparición forzada de personas, algo que la misma CorteIDH hace en el caso
Contreras25.
El Caso Contreras v. El Salvador se relaciona también con las “desapariciones forzadas
ocurridas entre los años 1981 y 1983 de los entonces niñas y niños Gregoria Herminia,
Serapio Cristian y Julia Inés Contreras, Ana Julia y Carmelina Mejía Ramírez y José Rubén
Rivera Rivera, por parte de miembros de diferentes cuerpos militares, en el contexto de

20
Véase que Argentina no es parte en el proceso aunque como bien aprecia el Juez Vio Grossi en su voto
concurrente no hubiese sido descabellado reclamarle responsabilidad como cooperador del hecho ilícito.
21
CorteIDH. Caso Torres Millacura y otros v. Argentina…, op.cit., párr. 142.
22
Por ende puede ser calificada como un crimen de lesa humanidad. CorteIDH. Caso Gelman v. Uruguay…,
op.cit., párr. 99.
23
En el marco de la tristemente famosa Operación Cóndor analizada por la Corte en otras oportunidades.
24
CorteIDH. Caso Gelman v. Uruguay…, op.cit., párr. 120.
25
“En razón de que se desconoce hasta el momento el paradero o destino posterior de Ana Julia Mejía
Ramírez, Carmelina Mejía Ramírez, Julia Inés Contreras, Serapio Cristian Contreras y José Rubén Rivera
Rivera, la Corte considera que los mismos aún se encuentran sometidos a desaparición forzada”. Corte IDH.
Caso Contreras y otros v. El Salvador…, op.cit., párr. 92.

8
“operativos de contrainsurgencia” durante el conflicto armado”26. En la actualidad
solamente ha podido darse con el paradero de Gregoria Herminia que está rehaciendo su
identidad en contacto con su familia biológica. En este caso resulta de interés observar que
la experiencia de trabajo de la Corte sirve para mejorar el funcionamiento del SIDH,
siempre carente de fondos. El caso Contreras se nutre, del acervo probatorio del caso de las
Hermanas Serrano Cruz v. El Salvador que comparte con el caso Contreras hechos y
contexto histórico, y recibe también el apoyo probatorio que proviene que los medios de
comunicación quienes junto con los familiares de las víctimas han sido capaces de
mantener activa la búsqueda de la verdad incluso frente a los obstáculos que los órganos del
estado han puesto27. Al igual que el caso Gelman encontramos en el caso Contreras una
consecuencia de las desapariciones forzosas conocida aunque poco estudiada por los altos
tribunales, la sustracción de menores que después de ser separados de su familia biológica
viven destinos desiguales: adopciones regulares que los llevan fuera del país, adopciones
irregulares dentro del país, apropiaciones por parte de militares que frecuentemente
utilizaron a los menores para trabajos domésticos o agrícolas, orfanatos, o instalaciones
militares28. Siendo un rasgo común que al menor sustraído se le borró su identidad para que
no pudiese regresar a su familia de origen29.
Derecho a la identidad. Derecho a la familia. Macarena Gelman García, nacida en
cautiverio fue apartada de su madre cuando tenía apenas un mes de nacida, perdió su
identidad y presume la CorteIDH que la situación en que se ha visto desde que a los 24
años conoció la verdad sobre su origen ha podido afectar de modo efectivo y cierto al
proyecto de vida que tenía esta joven. Ese derecho a la identidad no está expresamente
recogido en la Convención Americana sobre derechos humanos, pero la CorteIDH no duda
en aplicarlo al caso Gelman sobre la base del artículo 8 de la Convención sobre los
Derechos del Niño30. Calificación jurídica perfeccionada31 por la Corte en el caso Contreras
de modo que la llevará a concluir que: “(…) en tanto el Estado realizó injerencias sobre su

26
Ibidem, op.cit., párr. 2.
27
“(…) en el transcurso de la audiencia pública el Estado pidió perdón directamente a Gregoria Herminia
Contreras “por el dolor inconmensurable ocasionado por agentes del Estado que trajo tan trágicas
consecuencias para ella y sus familiares, [así como] por el desamparo que le impuso la indiferencia de las
instituciones del Estado a lo largo de su vida”. Corte IDH. Caso Contreras y otros v. El Salvador…, op.cit.,
párr. 22.
28
Ibidem, op.cit., párr. 54.
29
“Ha sido comprobado que muchos de los niños y niñas desaparecidos eran registrados bajo información
falsa o sus datos alterados, como ocurrió en el caso de Gregoria Herminia, aspecto que irradia sus efectos en
dos sentidos: por un lado, para el niño o niña apropiada, a quien se le imposibilita buscar a su familia y
conocer su identidad biológica y, por el otro, a su familia de origen, a quienes se les obstaculiza el ejercicio de
los recursos legales para restablecer la identidad biológica, el vínculo familiar y hacer cesar la privación de
libertad”. Corte IDH. Caso Contreras y otros v. El Salvador…, op.cit., párr. 89.
30
CorteIDH. Caso Gelman v. Uruguay…, op.cit., párr. 122. Aunque después no lo recoja entre los derechos
lesionados a la hora de dictar su fallo, como bien señala el Juez Vio Grosso en su voto concurrente.
31
“(…) en atención al artículo 29.c) de la Convención Americana y al corpus juris del Derecho Internacional
de los Derechos Humanos, lo constituye la Convención sobre los Derechos del Niño, instrumento
internacional que reconoció el derecho a la identidad de manera expresa. (…) De la regulación de la norma
contenida en la Convención sobre Derechos del Niño se colige que la identidad es un derecho que comprende
varios elementos, entre ellos, se encuentra compuesto por la nacionalidad, el nombre y las relaciones
familiares, incluidos en dicho articulado a modo descriptivo mas no limitativo. Corte IDH. Caso Contreras y
otros v. El Salvador…, op.cit., párr. 112.

9
vida privada y familiar y faltó a sus deberes de respeto y garantía sobre aspectos íntimos de
la personalidad –como el derecho al nombre- así como factores que abarcan su interrelación
con otros –el derecho a la familia-, el Estado violó los artículos 11.2, 17, 18 y 19 de la
Convención Americana. Además, a la luz del artículo 19 de la Convención Americana, la
Corte reitera la especial gravedad que reviste el que pueda atribuirse a un Estado Parte en la
Convención el cargo de haber aplicado o tolerado en su territorio una práctica sistemática
de sustracciones y retenciones ilegales de niños y niñas, que incluía la alteración de la
identidad de los mismos”32.
La complejidad de la calificación jurídica del delito de desapariciones forzosas ya de por sí
compleja se incrementa de manera importante cuando a las afectaciones a los bienes
referidos a la seguridad física, y seguridad jurídica añadimos las consecuencias sufridas por
los menores que han sido despojados de su identidad, personalidad jurídica, vida privada y
familiar, derecho al nombre, protección de la familia aparecen entonces como argumentos
jurídicos en el examen de los tribunales para ratificar el carácter pluriofensivo del delito de
desapariciones forzosas y confirmar que su efectos se prolongan en el tiempo mucho
tiempo después de producido el hecho/s que dieron origen a ese proceso de desaparición
forzosa. Es así que la CorteIDH ha reiterado que: “la desaparición forzada constituye una
violación múltiple de varios derechos protegidos por la Convención Americana que coloca
a la víctima en un estado de completa indefensión, acarreando otras vulneraciones conexas,
siendo particularmente grave cuando forma parte de un patrón sistemático o práctica
aplicada o tolerada por el Estado”33. De ahí la importancia que tiene el mecanismo de
reparación señalado por la Corte en el caso Contreras, el deber del estado de preparar un
documental audiovisual sobre las desapariciones de niños, con mención específica al caso
Contreras34, que debe ser emitido en un canal con difusión nacional y colocado en la web
que la Corte mandó crear en el caso de las hermanas Serrano Cruz, con el objetivo de
ayudar a esos niños a recuperar su identidad.
Particularmente relevante resulta la relación que la CorteIDH establece con la protección a
la familia - que llega a calificar como “derecho a la familia”35-, el derecho al nombre y a la
nacionalidad. Como en tantos casos de desapariciones forzosas la responsabilidad del
estado no se limita a los hechos sino que se completa con una ineficaz búsqueda de la
verdad sobre los mismos, que casi siempre obliga a que sean los familiares de las víctimas
los que realicen las tareas y gestiones que lleven a descubrir los hechos. En este caso como
bien señala la CorteIDH, la búsqueda de justicia del Sr. Gelman “(…) es paradigmática en
este tipo de desapariciones forzadas y es, principalmente, gracias a sus propias gestiones
que los hechos han sido mayormente revelados”36.
Deber de investigar ex officio. El estado no puede hacer dejación de su deber de
investigar, el caso Gelman desvela con mucha crudeza que si no hubiese sido por la
iniciativa particular poco o nada hubiese avanzado el Estado en el esclarecimiento de los

32
Ibidem, op.cit., párr. 117.
33
Ibidem, op.cit., párr. 83.
34
Ibidem, op.cit., párr. 210.
35
Vid. CorteIDH. Caso Gelman v. Uruguay…, op.cit., párr. 126. “El Estado tenía conocimiento de la
existencia de María Macarena Gelman y de la situación en la que ésta se encontraba, pero hasta el año 2000
omitió toda gestión para garantizarle su derecho a la familia”.
36
CorteIDH. Caso Gelman v. Uruguay…, op.cit., párr. 135.

10
hechos y en la depuración de responsabilidades de ellos derivada. “La Corte ha considerado
que toda vez que haya motivos razonables para sospechar que una persona ha sido sometida
a desaparición forzada debe iniciarse una investigación penal. Esta obligación es
independiente de que se presente una denuncia, pues en casos de desaparición forzada el
derecho internacional y el deber general de garantía, imponen la obligación de investigar el
caso ex officio, sin dilación, y de una manera seria, imparcial y efectiva, de modo tal que no
dependa de la iniciativa procesal de la víctima o de sus familiares o de la aportación privada
de elementos probatorios. (…) especialmente cuando están o puedan estar involucrados
agentes estatales”37. Agentes estatales que igualmente están involucrados en el caso Torres
Millacura38, por lo que como muy bien solicita la Sra. Millacura, dichos agentes no pueden
realizar las diligencias probatorias por lo que deberían haber sido sustituidos por personal
de las fuerzas de seguridad que no pertenecieran a la Provincia de Chubut. “(…) su
solicitud fue considerada “extravagante” y sin sustento jurídico, por lo cual fue negada. La
Corte estima que, teniendo presente lo denunciado por la señora Millacura Llaipén sobre lo
sucedido a su hijo, era claro que la investigación no podía ser llevada a cabo por aquéllos
agentes a quienes se responsabilizaba por la desaparición del señor Torres Millacura”39.
Desaparición forzada y leyes de amnistía. No es la primera vez que la CorteIDH enlaza
ambos conceptos pues la práctica sistemática por parte de los estados miembros del sistema
ha sido justamente la de aplicar las leyes de caducidad sobre los hechos más oscuros de su
pasado. En este caso la prohibición de la aplicación de la amnistía deriva no solo de la
aplicación del SIDH, sino también del derecho internacional general pues en 2005 cuando
la Corte uruguaya de Apelaciones confirmó la aplicación de la Ley de Caducidad el estado
ya era parte del Estatuto de Roma. Lo singular del caso Gelman es que aquí la Ley de
caducidad ha tenido un itinerario jurídico interno muy singular que merece la pena señalar.
La Ley fue aprobada en 1986 y sometida a control constitucional por la Corte Suprema en
1988, que se pronunció a favor. En 1989 un grupo de ciudadanos familiares de
desaparecidos creó la “Comisión Nacional pro Referéndum contra la Ley de Caducidad de
la Pretensión Punitiva del Estado”, recolectó firmas para interponer un referéndum contra la
Ley que llegó a celebrarse pero no obtuvo más que el 42% de apoyo. 10 años más tarde la
Corte Suprema declaró inconstitucionales para el caso concreto, los artículos 1,3 y 4 de la
Ley de Caducidad. En octubre de 2009 se sometió a consideración de la ciudadanía un
proyecto de reforma constitucional por el cual se introduciría en la Constitución una
disposición especial que declararía nula la Ley de Caducidad y dejaría inexistentes los
artículos 1, 2, 3 y 4 de la misma, propuesta que sólo alcanzó el 47.7% de los votos
emitidos, por lo que no fue aprobada. En octubre de 2010 la Suprema Corte de Justicia
dictó otro fallo en la causa “Organización de los Derechos Humanos”, en el cual, mediante

37
Corte IDH. Caso Contreras y otros v. El Salvador…, op.cit., párr. 128.
38
“El Estado reconoció que en la Provincia del Chubut se cometían abusos policiales en perjuicio de jóvenes
de escasos recursos, en el marco de los cuales tuvieron lugar las detenciones del señor Torres Millacura en
septiembre de 2003 por parte de la policía, así como su detención y posterior desaparición forzada desde el 3
de octubre de 2003 en la ciudad de Comodoro Rivadavia, localizada en dicha Provincia”. CorteIDH. Caso
Torres Millacura y otros v. Argentina…, op.cit., párr. 60.
39
Ibidem, op.cit., párr. 121. No obstante las acusaciones que en el caso Torres Millacura pesan sobre
Argentina debe apuntarse una consecuencia o efecto positivo, pues el delito de desaparición forzada de
personas ha sido incorporado al Código Penal de la Nación por ley 26679, promulgada el 5 de mayo de 2011.

11
el mecanismo de “resolución anticipada”, reiteró la jurisprudencia establecida en el caso
Sabalsagaray acerca de la excepción de inconstitucionalidad de la Ley de Caducidad40.
Es opinión firme de la Corte que las leyes de amnistía relativas a graves violaciones de
derechos humanos son incompatibles con el derecho internacional y las obligaciones
internacionales de los Estados. Constante que encontramos no solo en la jurisprudencia de
la CorteIDH sino también en las más altas instancias de protección de los derechos
humanos tanto a nivel internacional como nacional41. “La forma en la que, por lo menos
durante un tiempo, ha sido interpretada y aplicada la Ley de Caducidad adoptada en
Uruguay, (…) ha afectado la obligación internacional del Estado de investigar y sancionar
las graves violaciones de derechos humanos referidas a la desaparición forzada de María
Claudia García y de María Macarena Gelman (…)”42. La CorteIDH no tiene dudas respecto
a la obligación del estado de eliminar esta Ley de amnistía de su ordenamiento jurídico, sin
embargo, es el derecho nacional el que se muestra reacio a ello observando incoherencias
artificiosas entre el derecho internacional y el derecho interno43.
Derecho internacional de los derechos humanos y estado democrático. El caso Gelman
aporta a este tema su tercera singularidad puesto que la CorteIDH está solicitando al estado
que elimine de su ordenamiento una ley “inconvencional” que sin embargo ha sido
aprobada y ratificada hasta en dos ocasiones por la ciudadanía uruguaya por medio de
sendos referéndums. Sostiene la CorteIDH que: “La sola existencia de un régimen
democrático no garantiza, per se, el permanente respeto del Derecho Internacional,
incluyendo al Derecho Internacional de los Derechos Humanos, (…) La legitimación
democrática de determinados hechos o actos en una sociedad está limitada por las normas y
obligaciones internacionales de protección de los derechos humanos reconocidos en
tratados como la Convención Americana, de modo que la existencia de un verdadero
régimen democrático está determinada por sus características tanto formales como
sustanciales, por lo que, particularmente en casos de graves violaciones a las normas del
Derecho Internacional de los Derechos, la protección de los derechos humanos constituye

40
CorteIDH. Caso Gelman v. Uruguay…, op.cit., párrs. 145-147.
41
A las que la CorteIDH utiliza para fundamentar mejor su interpretación: Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas, Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Relator Especial de Naciones
Unidas sobre la cuestión de impunidad, Asamblea General de la ONU, Conferencia de Viena, Grupo de
Trabajo sobre desapariciones forzosas, Comité de Derechos Humanos, Comité contra la Tortura, Tribunal
Penal Internacional para la ex Yugoslavia, Protocolo II Adicional a la Convención de Ginebra, Tribunal
Europeo de Derechos Humanos, Sistema Africano de protección de los derechos humanos a nivel
internacional; mientras que a nivel interno han sido los tribunales de Argentina, Chile, Perú, El Salvador,
Colombia y Honduras los que han seguido la línea interpretadora de la CorteIDH.
42
CorteIDH. Caso Gelman v. Uruguay…, op.cit., párr. 230.
43
Así lo señala la doctrina que entiende que la reapertura de casos ya amparados por la ley de caducidad
cuando no existían pronunciamiento en su contra violaría los principios constitucionales de irretroactividad de
la ley penal, cosa juzgada y non bis in idem, proponiendo entonces la derogación de ley y al mismo tiempo
mantener el statu quo hacia atrás; propuesta que resulta claramente insatisfactoria para dar cumplimiento al
propósito reparador que tiene el derecho internacional de los derechos humanos y que además desconoce la
realidad integradora que se produce en la simbiosis de trabajo del derecho interno con el derecho
internacional. Para conocer más sobre las objeciones que se formulan desde la doctrina uruguaya véase,
PASTORI FILLOL, A. “Reflexiones sobre los problemas vinculados a la ejecución de la sentencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos en el caso Gelman c/Uruguay”, (pp. 181-196) en Revista Internacional
de Derechos Humanos. Año I. N° 1. 2011. [Consultada a través de www.revistaidh.org el 29.5.12].

12
un límite infranqueable a la regla de mayorías, es decir, a la esfera de lo “susceptible de ser
decidido” por parte de las mayorías en instancias democráticas, en las cuales también debe
primar un “control de convencionalidad”, que es función y tarea de cualquier autoridad
pública y no sólo del Poder Judicial. En este sentido, la Suprema Corte de Justicia ha
ejercido, en el Caso Nibia Sabalsagaray Curutchet, un adecuado control de
convencionalidad respecto de la Ley de Caducidad, al establecer, inter alia, que “el límite
de la decisión de la mayoría reside, esencialmente, en dos cosas: la tutela de los derechos
fundamentales (los primeros, entre todos, son el derecho a la vida y a la libertad personal, y
no hay voluntad de la mayoría, ni interés general ni bien común o público en aras de los
cuales puedan ser sacrificados) y la sujeción de los poderes públicos a la ley” 44.
Derecho a la verdad. “(…) en cumplimiento de sus obligaciones de garantizar el derecho a
conocer la verdad, los Estados pueden establecer comisiones de la verdad, las que
contribuyen a la construcción y preservación de la memoria histórica, el esclarecimiento de
hechos y la determinación de responsabilidades institucionales, sociales y políticas en
determinados períodos históricos de una sociedad. No obstante, esto no completa o
sustituye la obligación del Estado de establecer la verdad a través de procesos judiciales,
por lo cual era una obligación del Estado iniciar investigaciones penales para determinar las
correspondientes responsabilidades”45. El Tribunal estima que el derecho a conocer la
verdad tiene como efecto necesario que en una sociedad democrática se conozca la verdad
sobre los hechos de graves violaciones de derechos humanos. Esta es una justa expectativa
que el Estado debe satisfacer, por un lado, mediante la obligación de investigar las
violaciones de derechos humanos y, por el otro, con la divulgación pública de los resultados
de los procesos penales e investigativos. Resulta esencial para garantizar el derecho a la
información y a conocer la verdad que los poderes públicos actúen de buena fe y realicen
diligentemente las acciones necesarias para asegurar la efectividad de ese derecho,
especialmente cuando se trata de conocer la verdad de lo ocurrido en casos de violaciones
graves de derechos humanos46.

III. DERECHO A LA VIDA E INTEGRIDAD FÍSICA


Tres han sido las oportunidades en las que la CorteIDH ha dictado sentencias en las que el
derecho a la vida y la integridad física –junto con otros bienes y derechos en juego- ha sido
objeto central de su análisis jurisprudencial: el caso Barrios v. Venezuela, el caso Fleury v.
Haití y el caso Vera Vera v. Ecuador. Siendo todos ellos casos especialmente graves por los
bienes jurídicos protegidos, debemos no obstante destacar los casos Barrios y Fleury por la
significación que tienen para el funcionamiento del SIDH: el primero porque afecta a una
familia entera que sufre persecución en un contexto de ejecuciones extrajudiciales en
Venezuela y porque las medidas provisionales de protección impuestas por la Corte no han
surtido efecto; y el segundo porque la víctima es un defensor de los derechos humanos
sometido a detención ilegal, tortura y tratos crueles, inhumanos y degradantes47.

44
CorteIDH. Caso Gelman v. Uruguay…, op.cit., párr. 238.
45
Corte IDH. Caso Contreras y otros v. El Salvador…, op.cit., párr. 135.
46
Ibidem, op.cit., párr. 170.
47
“El señor Fleury trabajaba para la organización no gubernamental Comisión Episcopal Nacional de Justicia
y Paz (…) como defensor de derechos humanos y como consejero jurídico, en donde, desde el año 2002,

13
Efectiva protección del derecho a la vida. Para la CorteIDH, “el derecho a la vida juega
un papel fundamental en la Convención Americana, por ser el presupuesto esencial para el
ejercicio de los demás derechos. Los Estados tienen la obligación de garantizar la creación
de las condiciones que se requieran para que no se produzcan violaciones de ese derecho
inalienable y, en particular, el deber de impedir que sus agentes atenten contra él. La
observancia del artículo 4, relacionado con el artículo 1.1 de la Convención Americana, no
sólo presupone que ninguna persona sea privada de su vida arbitrariamente (obligación
negativa), sino que además requiere que los Estados adopten todas las medidas apropiadas
para proteger y preservar el derecho a la vida (obligación positiva), conforme al deber de
garantizar el pleno y libre ejercicio de los derechos de todas las personas bajo su
jurisdicción”48.
En ese orden de cosas, la Corte ha especificado “los principios rectores que es preciso
observar en una investigación cuando se está frente a una muerte violenta. Conforme a la
jurisprudencia de la Corte Interamericana, las autoridades estatales que conducen una
investigación de este tipo deben intentar como mínimo, inter alia: a) identificar a la
víctima; b) recuperar y preservar el material probatorio relacionado con la muerte, con el
fin de ayudar en cualquier potencial investigación penal de los responsables; c) identificar
posibles testigos y obtener sus declaraciones en relación con la muerte que se investiga; d)
determinar la causa, forma, lugar y momento de la muerte, así como cualquier patrón o
práctica que pueda haber causado la muerte, y e) distinguir entre muerte natural, muerte
accidental, suicidio y homicidio. Además, es necesario investigar exhaustivamente la
escena del crimen, se deben realizar autopsias y análisis de restos humanos en forma
rigurosa, por profesionales competentes y empleando los procedimientos más
apropiados”49. El actuar omiso y negligente de los órganos estatales no es compatible con
las obligaciones emanadas de la Convención Americana, con mayor razón si están en juego
bienes jurídicos esenciales de las personas, como lo es la vida. La obligación general de
investigar la muerte de una persona es mucho más acuciante cuando, como sucede en el
caso Vera50, esa persona se encontraba bajo custodia estatal51.
Uso excesivo de la fuerza por parte de agentes estatales. “Los Estados deben vigilar que
sus cuerpos de seguridad, a quienes les está atribuido el uso legítimo de la fuerza, respeten
el derecho a la vida de quienes se encuentren bajo su jurisdicción. (…) el uso de la fuerza
por parte de los cuerpos de seguridad estatales: a) debe estar definido por la
excepcionalidad, y debe ser planeado y limitado proporcionalmente por las autoridades. En

supervisaba los asuntos jurídicos en dicha organización. Además, el señor Fleury era consultor en un bufete
jurídico especializado en conflictos rurales”. CorteIDH. Caso Fleury y otros v. Haití. Sentencia de 23 de
noviembre de 2011. Serie C. N° 236, párr. 31.
48
Corte IDH. Caso Familia Barrios v. Venezuela. Sentencia de 24 de noviembre de 2011. Fondo,
reparaciones y costas. Serie C. N° 237, párr. 48.
49
Ibidem, op.cit., párr. 235.
50
El señor Pedro Miguel Vera Vera recibió un disparo de arma de fuego el 12 de abril de 1993, el cual le
provocó una herida. No fue intervenido quirúrgicamente hasta el 22 de ese mismo mes. A la luz de lo
expuesto, el Tribunal considera que el plazo de diez días que transcurrió desde que el señor Vera Vera fue
herido de bala hasta que efectivamente se le practicó la cirugía ordenada causó un deterioro en su estado
físico que llevó a su muerte.
51
CorteIDH. Caso Vera Vera y otra v. Ecuador. Sentencia de 19 de mayo de 2011. Excepciones preliminares,
fondo, reparaciones y costas. Serie C. N° 226, párr. 97.

14
este sentido, sólo podrá hacerse uso de la fuerza o de instrumentos de coerción cuando se
hayan agotado y hayan fracasado todos los demás medios de control; b) el uso de la fuerza
letal y las armas de fuego contra las personas debe estar prohibido como regla general, y su
uso excepcional deberá estar formulado por ley y ser interpretado restrictivamente, no
siendo más que el “absolutamente necesario” en relación con la fuerza o amenaza que se
pretende repeler; c) debe estar limitado por los principios de proporcionalidad, necesidad y
humanidad. La fuerza excesiva o desproporcionada por parte de los funcionarios
encargados de hacer cumplir la ley que da lugar a la pérdida de la vida puede por tanto
equivaler a la privación arbitraria de la vida, y d) la legislación interna debe establecer
pautas lo suficientemente claras para la utilización de fuerza letal y armas de fuego por
parte de los agentes estatales, así como para asegurar un control independiente acerca de la
legalidad de la misma. La obligación de iniciar una investigación seria, independiente,
imparcial y efectiva ante el conocimiento de que agentes de seguridad han hecho uso de
armas de fuego con consecuencias letales, constituye un elemento fundamental y
condicionante para la protección del derecho a la vida que se ve anulado en esas
situaciones”52. “El uso de la fuerza por parte de las fuerzas de seguridad, debe atenerse a
criterios de motivos legítimos, necesidad, idoneidad y proporcionalidad. (…) todo uso de la
fuerza que no sea estrictamente necesario por el propio comportamiento de la persona
detenida constituye un atentado a la dignidad humana”53.
Responsabilidad del estado por hechos ilícitos cometidos por sus agentes. Obligación
de garantía. Durante la audiencia pública del caso Barrios Venezuela entregó información
estadística respecto del número de policías imputados y acusados por delitos presuntamente
cometidos en el ejercicio de sus funciones, y condenados con sentencia definitivamente54,
lo que en modo alguno sería un modo de mitigar o reducir la responsabilidad del estado,
como se puede comprobar en la condena que la CorteIDH impone a Venezuela por los
hechos analizados en el caso Barrios. El caso Barrios “se refiere a alegadas violaciones de
derechos humanos ocurridas en contra de integrantes de la familia Barrios, quienes en su
mayoría residían en la población de Guanayén, estado Aragua, Venezuela. En 1998 dicha
familia estaba compuesta por la señora Justina Barrios, sus 12 hijos e hijas, los
correspondientes compañeros y compañeras de vida, y 22 nietos y nietas. Desde entonces y
hasta la fecha, cuatro hijos y tres nietos de la señora Justina Barrios han sido privados de la
vida por disparos de arma de fuego en eventos ocurridos en 1998, 2003, 2004, 2005, 2009,
2010 y 2011. Asimismo, las residencias de algunos de ellos fueron allanadas y sus bienes
sustraídos y destruidos en 2003, y otros miembros de la familia, incluidos niños, han sido
detenidos, agredidos y amenazados en diversas oportunidades en los años 2004 y 2005.
Varios integrantes de la familia dejaron Guanayén y fueron a vivir a otras localidades”55.
De modo tal que se pueden visualizar dos contextos separados que confluyen en este caso
uno referido a ejecuciones extrajudiciales por grupos policiales en Venezuela, y otro
referido a la concreta persecución contra la familia Barrios. La responsabilidad del estado

52
Corte IDH. Caso Familia Barrios v. Venezuela…, op.cit., párr. 49.
53
CorteIDH. Caso Fleury y otros v. Haití…, op.cit., párr. 74.
54
Corte IDH. Caso Familia Barrios v. Venezuela…, op.cit., párr. 21.
55
Ibidem, op.cit., párr. 36.

15
por estos hechos se funda en “en actos u omisiones de cualquier poder u órgano de éste,
independientemente de su jerarquía, que violen la Convención Americana”56.
Obligación de garantía del estado. “Sobre la obligación de garantía, la Corte ha
establecido que puede ser cumplida de diferentes maneras, en función del derecho
específico que el Estado deba garantizar y de las particulares necesidades de protección, ya
sea por su condición personal o por la situación específica en que se encuentre. Esta
obligación implica el deber de los Estados de organizar todo el aparato gubernamental y, en
general, todas las estructuras a través de las cuales se manifiesta el ejercicio del poder
público, de manera tal que sean capaces de asegurar jurídicamente el libre y pleno ejercicio
de los derechos humanos”57. En el caso Barrios Venezuela señaló la dificultad de cumplir
con las medidas otorgadas por la Corte debido a que sólo la señora Eloisa Barrios acudía al
Tribunal de Control y los demás beneficiarios se negaban a entregar la dirección de sus
domicilios, imposibilitando al Estado “el cumplimiento de sus obligaciones”. Los
beneficiarios de las medidas provisionales dictadas por la CorteIDH rechazaron la
colaboración de los policías municipales del estado Aragua y se negaban a firmar las actas,
en señal de conformidad de que los funcionarios del Estado estaban prestando la protección
sugerida por la Corte.
En ese contexto la Corte se permite precisar los límites de la responsabilidad de garantía del
Estado que derivan de sus obligaciones convencionales de garantía a cargo de los Estados
que “no implican su responsabilidad ilimitada frente a cualquier acto o hecho de
particulares, pues sus deberes de adoptar medidas de prevención y protección de los
particulares en sus relaciones entre sí se encuentran condicionados al conocimiento de una
situación de riesgo real e inmediato para un individuo o grupo de individuos determinado y
a las posibilidades razonables de prevenir o evitar ese riesgo. Es decir, aunque un acto u
omisión de un particular tenga como consecuencia jurídica la lesión de determinados
derechos de otro particular, aquél no es automáticamente atribuible al Estado, pues debe
atenderse a las circunstancias particulares del caso y a la concreción de dichas obligaciones
de garantía”58. Siendo esa la regla que limita la responsabilidad del estado en su función de
garantía, no puede ser aplicada en este caso concreto pues el estado “tenía pleno
conocimiento del riesgo que corrían los referidos miembros de la familia Barrios, tanto por
efecto de las denuncias y medidas de protección solicitadas y ordenadas a nivel interno59,
como en virtud de las medidas cautelares y provisionales ordenadas por los órganos del
Sistema Interamericano. Como beneficiarios de medidas cautelares y provisionales
dispuestas por la Comisión y por la Corte, y del consecuente riesgo a su vida resultante de
las amenazas y hechos de violencia ocurridos en contra de ellos mismos y de sus familiares,
el deber de diligencia estatal para prevenir la vulneración de sus derechos adquirió un
carácter especial y más estricto (…) Esta obligación de medio, al ser más estricta, exigía la
actuación pronta e inmediata de los órganos estatales ordenando medidas oportunas y
necesarias dirigidas a la determinación de los responsables de las amenazas y de los
crímenes acontecidos en el mismo contexto”60.

56
Ibidem, op.cit., párr. 45.
57
Ibidem, op.cit., párr. 47.
58
Ibidem, op.cit., párr. 123.
59
Anteriores incluso a las establecidas por el SIDH.
60
Corte IDH. Caso Familia Barrios v. Venezuela…, op.cit., párr. 124.

16
Integridad física y psíquica. La infracción del derecho a la integridad física y psíquica de
las personas es una clase de violación que tiene diversas connotaciones de grado y que
abarca desde la tortura hasta otro tipo de vejámenes o tratos crueles, inhumanos o
degradantes, cuyas secuelas físicas y psíquicas varían de intensidad según los factores
endógenos y exógenos que deberán ser demostrados en cada situación concreta. (…) El
artículo 7 de la Convención consagra garantías que representan límites al ejercicio de la
autoridad por parte de agentes del Estado. (…) y contiene dos tipos de regulaciones bien
diferenciadas entre sí, una general y otra específica. La general se encuentra en el primer
numeral: “toda persona tiene el derecho a la libertad y a la seguridad personales”. Mientras
que la específica está compuesta por una serie de garantías previstas en los numerales 2 al 7
de este artículo61. Es por ello que toda detención, aunque sea por un período breve, cuando
no se ajuste a esa descripción será considerada como privación injustificada de la libertad
física de la persona. Y en el caso concreto Venezuela no ha presentado información sobre la
legalidad de las detenciones practicadas a los miembros de la familia Barrios; no existe en
el expediente ninguna orden judicial o de flagrancia que motive o justifique las detenciones.
En el caso Barrios concluye la Corte que se puede presumir un daño a la integridad psíquica
y moral de los familiares directos de víctimas de ciertas violaciones de derechos humanos
aplicando una presunción juris tantum respecto de madres y padres, hijas e hijos, esposos y
esposas, compañeros y compañeras permanentes, siempre que corresponda a las
circunstancias particulares del caso. La Corte evaluará, si existe un vínculo particularmente
estrecho entre aquellos y las víctimas del caso que les permita establecer una afectación a
su integridad personal62. El Tribunal también podrá evaluar si las presuntas víctimas se han
involucrado en la búsqueda de justicia en el caso concreto, o si han padecido un sufrimiento
propio producto de los hechos del caso o a causa de las posteriores actuaciones u omisiones
de las autoridades estatales frente a los hechos63.
Respecto a la tortura y las penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes la CorteIDH
recuerda que están estrictamente prohibidos por el Derecho Internacional de los Derechos
Humanos. “La prohibición absoluta de la tortura, tanto física como psicológica, pertenece
hoy día al dominio del jus cogens internacional. Dicha prohibición subsiste aun en las
circunstancias más difíciles, tales como guerra, amenaza de guerra, lucha contra el
terrorismo y cualesquiera otros delitos, estado de sitio o de emergencia, conmoción o
conflicto interno, suspensión de garantías constitucionales, inestabilidad política interna u
otras emergencias o calamidades públicas. (…) se está frente a un acto constitutivo de
tortura cuando el maltrato: a) es intencional; b) cause severos sufrimientos físicos o
mentales, y c) se cometa con cualquier fin o propósito”64.
Derecho de circulación y de residencia. El derecho de circulación y de residencia es una
condición indispensable para el libre desarrollo de la persona a juicio de la CorteIDH, su
disfrute no depende de ningún objetivo o motivo en particular y puede ser vulnerado por

61
Ibidem, op. cit., párrs. 52-54.
62
En el caso Vera Vera y otra v. Ecuador, la Corte analiza en su fallo ese mismo aspecto aunque ni la
Comisión ni el representante de las víctimas se lo haya pedido. 62 CorteIDH. Caso Vera Vera y otra v.
Ecuador…, op.cit., párrs. 101 y 105.
63
Corte IDH. Caso Familia Barrios v. Venezuela…, op.cit., párr. 302.
64
CorteIDH. Caso Fleury y otros v. Haití…, op.cit., párrs. 70-72.

17
restricciones de facto si el estado no ha establecido las condiciones o los medios que
permiten su ejercicio. Por ese motivo, aunque en el caso Barrios Venezuela no estableció
ninguna limitación al disfrute del derecho de circulación y de residencia de los miembros
de esa familia en la práctica, las circunstancias de temor, amenazas y hostigamiento en que
vivían provocaron su desplazamiento y por ello suponen una afectación al ejercicio del
derecho señalado65. “(…) el derecho de circulación y de residencia puede resultar afectado
cuando una persona es víctima de amenazas u hostigamientos y el Estado no provee las
garantías necesarias para que pueda transitar y residir libremente en el territorio de que se
trate, incluso cuando las amenazas y hostigamientos provienen de actores no estatales”66.
En el caso Fleury la víctima no solo abandonó su domicilio sino que en 2007 aprovechando
un desplazamiento a Estados Unidos para participar en una audiencia ante la Comisión en
Washington solicitó la condición de refugiado y no regresó a Haití. Su familia lo siguió en
2009.

IV. DERECHO A LA PROPIEDAD PRIVADA.


En 2011 la CorteIDH ha visto tres casos en los que estaba en juego el derecho a la
propiedad privada, siendo el caso Barbani Ugarte y otros v. Uruguay el que reviste mayor
interés puesto que por vez primera la Corte ingresa al terreno del derecho bancario67. En el
caso Salvador Chiriboga v. Ecuador estamos frente a la continuidad de un proceso de
expropiación que sigue abierto en el orden interno y que ya contaba con una sentencia de
fondo de la CorteIDH –de mayo de 2008-, en la que señala la responsabilidad del estado
por la afectación indebida al derecho de propiedad, pero que ahora retoma el caso en
2011para dictar dos nuevas resoluciones, una sobre reparaciones y costas en marzo en la
que por fin después de largos años de proceso interno e internacional, las partes se ponen de
acuerdo para que sea la CorteIDH la que fije el justiprecio de la expropiación sufrida por la
víctima, y otra de interpretación en agosto, en lo que resulta ser –una vez más- un intento
por parte del estado de revisar el fallo dado por la Corte68 . Finalmente el caso Abril
Alosilla v. Perú tenemos un proceso que afecta a los derechos de contenido social de 233
afiliados al sindicato de trabajadores de la empresa de servicios de aguas de Lima
(SEDAPAL). Siendo tan distintos entre sí podemos no obstante observar una coincidencia

65
Corte IDH. Caso Familia Barrios v. Venezuela…, op.cit., párr. 165.
66
CorteIDH. Caso Fleury y otros v. Haití…, op.cit., párr. 93.
67
Un caso en que se reclama la responsabilidad internacional del Estado por “la falta en proporcionar a un
grupo de ahorristas del Banco de Montevideo una audiencia imparcial para sus reclamos ante la Comisión
Asesora creada en virtud de la Ley 17.613 Ley de Reforma del Sistema Financiero o ante el Tribunal [de lo]
Contencioso Administrativo en relación con la transferencia de sus fondos del Banco de Montevideo […] al
Trade and Commerce Bank [en las Islas Caimán] sin consultarles, [así como] la falta en proporcionar a las
[presuntas] víctimas un recurso sencillo y rápido para examinar todas las cuestiones de hecho y de derecho
relacionadas con la disputa ante sí”. CorteIDH. Caso Barbani y otros v. Uruguay. Sentencia de 13 de octubre
de 2011. Fondo, reparaciones y costas. Serie C. N° 234, párr. 2.
68
Intento que podemos comprobar en las dos sentencias de interpretación que México ha presentado en 2011
en los casos Rosendo Cantú y Fernández Ortega. CorteIDH. Caso Fernández Ortega v. México. Sentencia de
15 de mayo. Interpretación de la Sentencia de Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Serie C.
N° 224; y CorteIDH. Caso Rosendo Cantú v. México. Sentencia de 15 de mayo. Interpretación de la
Sentencia de Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Serie C. N° 225.

18
entre los tres: la Corte frena visiblemente su tendencia a asignar generosas reparaciones69.
Es más, en el caso Abril Alosilla la Corte dicta sentencia fijando un monto de reparación de
daños material, “diminuto” lo que lleva al representante de las víctimas a solicitar una
sentencia de interpretación que la Corte desestima por improcedente70. No hay que olvidar
que en este caso, el Perú en su defensa ante la Corte había planteado que “el derecho a la
propiedad no es absoluto y permite ciertas limitaciones en razón del uso y goce al interés
social”. Agregando que los decretos emitidos “se dieron en un contexto económico laboral
determinado (…) en el cual primó el interés social y resultaba necesario consolidar el
Programa de Reformas Estructurales de la economía nacional”71, por lo que bien podemos
afirmar que la regla de interpretación según el margen de apreciación nacional ha sido
tomada en cuenta por la Corte al haber aceptado este argumento del estado como
justificación de su política de recortes sociales.
Concepto de propiedad. La Corte ha desarrollado en su jurisprudencia un concepto amplio
de propiedad que abarca, entre otros, el uso y goce de los bienes, definidos como cosas
materiales apropiables, así como todo derecho que pueda formar parte del patrimonio de
una persona. Asimismo, la Corte ha protegido a través del artículo 21 convencional los
derechos adquiridos, entendidos como derechos que se han incorporado al patrimonio de
las personas72.
Concepto de justa reparación. En el caso Salvador Chiriboga la Corte deja bien claro que
si bien, el proceso de expropiación mediante el cual se fija el precio del bien en cuestión se
encuentra todavía pendiente en el fuero interno en el momento en que la CorteIDH dicta su
sentencia de reparaciones y costas, ella ha resuelto sobre el fondo –en mayo de 2008- y
ahora sobre la reparación que corresponde en concepto de justiprecio por la expropiación
porque las partes la han habilitado para ello. En caso contrario el SIDH hubiese invadido
competencias del orden interno. En ese sentido la Corte reconoce que “compete a los
Estados fijar los criterios para determinar el pago de una indemnización en derecho interno
por una expropiación, de acuerdo con sus normativas y prácticas, siempre y cuando éstos

69
Aunque Ecuador no lo considere así y por ello reclame –en la sentencia de interpretación del caso Salvador
Chiriboga- una revisión del monto asignado por la Corte en concepto de indemnización por expropiación.
Pero esta tendencia puede muy bien visualizarse en el caso Barbani Duarte y otros v. Uruguay en el que la
Corte establece una indemnización de 3000 $ para cada víctima en concepto de daño inmaterial. Para conocer
más sobre la función reparadora de la CorteIDH véase, ANTKOWIAK, T.M.. “An emerging mandate for
international courts: Victimcentered remedies and restorative justice”, (pp. 279-332) en Standford Journal of
International Law. 47 (2) 2011.
70
Se ha podido comprobar una vez más a lo largo de este año 2011 que la interpretación de sentencias es una
práctica utilizada frecuentemente por los estados, como lo demuestra el hecho de que de las 4 publicadas en
2011 solo una llega a la Corte a pedido de la víctima. Por otro lado, todas ellas tienen el deseo indirecto de
lograr que con su interpretación la Corte modifique en algún término o medida –especialmente si se puede
lograr una reparación económica más ventajosa, ya sea porque la reduce para un estado que no quiere pagar, o
que la aumenta para una víctima que ha visto escasamente compensado su afectación a los derechos
fundamentales- en lo que resulta una desviación del objetivo que la petición de interpretación tiene en origen.
Bien es cierto que nunca la Corte se aviene a las peticiones que le formulan, de modo que no pierde su esencia
la figura, pero sí logra que la Corte destine tiempo y recursos –de los que está muy limitada- a dar
cumplimiento a una petición que de antemano sospechamos será infructuosa.
71
CorteIDH. Caso Abril Alosilla v. Perú. Sentencia de 4 de marzo de 2011. Fondo, reparaciones y costas.
Serie C. N° 223, párr. 79.
72
CorteIDH. Caso Barbani y otros v. Uruguay…, op.cit., párr. 237.

19
sean razonables y de conformidad con los derechos reconocidos en la Convención” 73. La
Corte concedió a las partes un plazo de seis meses, contado a partir de la notificación de la
Sentencia de fondo, para que alcanzaran un acuerdo, para fijar el precio del bien expropiado
tomando como referencia el criterio interpretador que les dio la Corte esto es, que “se debe
tomar como referencia el valor comercial del bien objeto de la expropiación anterior a la
declaratoria de utilidad pública de éste, y atendiendo el justo equilibrio entre el interés
general y el interés particular” 74. El proceso ha sido infructuoso y víctima ha esperado más
de 19 años para la determinación de un monto definitivo como justo pago por la
expropiación de sus bienes. En este sentido, sería irrazonable continuar esperando un fallo
definitivo en sede interna cuando la Sentencia de fondo evidencia la violación del plazo
razonable por parte del Estado para solucionar el asunto es por eso que a petición de las
partes la Corte fija ese valor.
“La Corte (…) estima que, para fijar el valor de un bien objeto de expropiación, se debe
tomar en cuenta sus características esenciales, es decir, naturales (tales como su ubicación o
sus características topográficas y ambientales) y jurídicas (tales como las limitaciones o
posibilidades del uso del suelo y su vocación). (…) Uno de los factores que otorgan valor a
un predio es su posible uso, vocación y su edificabilidad, por lo que se debe establecer, para
efectos de evaluación en el presente caso, y entre otros criterios, las limitaciones jurídicas al
uso de suelo que fueron impuestas al terreno expropiado antes de la declaración de utilidad
pública” 75. De ese modo la CorteIDH fija la indemnización “de acuerdo a las pretensiones
de las partes, las restricciones jurídicas que afectan el predio, las cuales impactaron sobre su
valor, puesto que el inmueble objeto de la expropiación ha sido destinado a la protección
ambiental y recreación, lo cual es de gran relevancia e interés público para la ciudad de
Quito (…), en atención al justo equilibrio entre el interés público y el interés particular, la
Corte, de acuerdo a los criterios de razonabilidad, proporcionalidad y equidad, fija la suma
de US$18,705,000.00 (…) por concepto de justa indemnización en sede internacional, la
cual incluye el valor del inmueble expropiado y sus accesorios”76.
Regla de consentimiento bancario. En el caso Barbani Duarte77 la Corte estudia la regla
del consentimiento bancario tal y cómo fue utilizada por la Comisión Asesora y el
Directorio del Banco Central de Uruguay78, e interpretada por el Tribunal de lo

73
Corte IDH. Caso Salvador Chiriboga v. Ecuador. Sentencia de 3 de marzo de 2011. Serie C. N° 222, párr.
61.
74
CorteIDH. Caso Salvador Chiriboga Vs. Ecuador. Sentencia de 6 de mayo de 2008. Excepciones
preliminares y fondo. Serie C. N° 179, párr. 98.
75
Corte IDH. Caso Salvador Chiriboga v. Ecuador. Sentencia de 3 de marzo de 2011…, op.cit., párrs. 67-69.
76
Ibidem, párr. 84.
77
“el marco fáctico de este caso abarca los procedimientos administrativos ante el Banco Central del Uruguay
que resolvieron las peticiones de las presuntas víctimas en relación con el artículo 31 de la Ley de
“Fortalecimiento del Sistema Financiero” aprobada el 21 de diciembre de 2002, así como las acciones de
nulidad ante el Tribunal de lo Contencioso Administrativo contra las decisiones emitidas por el Banco Central
en aplicación de la referida norma”. CorteIDH. Caso Barbani y otros v. Uruguay…, op.cit., párr. 37.
78
Quienes entendieron que había consentimiento a partir de los siguientes elementos: (i) la firma de contratos
de instrucciones generales de administración de inversiones, por medio de los cuales se autorizaba al Banco
de Montevideo para realizar por cuenta, orden y riesgo del cliente la colocación en títulos valores emitidos
por la institución extranjera; (ii) la existencia de instrucciones específicas, por medio de las cuales el cliente
autorizaba al Banco de Montevideo para la compra de certificados de depósitos u otros productos; (iii) la
habitualidad demostrada en cuanto al manejo de este tipo de operaciones, y (iv) la falta de objeción u

20
Contencioso Administrativo que indicó reiteradamente que en el derecho bancario son de
aplicación tanto las normas positivas como los usos bancarios, por lo cual el
consentimiento tácito, las órdenes verbales de los clientes, incluso telefónicas, constituyen
una práctica reiterada en el Derecho Bancario que ha creado la conciencia general (“opinio
juris”) de su existencia y obligatoriedad79. En cinco de los casos en los que se condenó al
Banco de Montevideo, los tribunales respectivos consideraron que si bien los actores sabían
o debían saber que estaban asumiendo un riesgo, no fueron debidamente informados de su
real magnitud, o no se les advirtió del sensible aumento del riesgo; en tres de los casos en
los cuales se condenó al Banco de Montevideo, los tribunales respectivos consideraron que
no había habido consentimiento o autorización expresa por parte de las presuntas víctimas
porque no habían firmado un contrato o habían dado instrucciones en contrario 80. Lo cierto
es que los tribunales internos hicieron uso del concepto de consentimiento tácito y se
permitieron tomar en consideración para el caso el perfil de los demandantes, para saber si
hubo consentimiento o información suficiente, pues en muchos casos no se trataba de
inversores profesionales sino de meros ahorristas81.

V. GARANTÍAS JUDICIALES
Aunque es frecuente encontrar en las sentencia de la Corte argumentos que refieren a la
protección judicial y garantías judiciales aún cuando el contenido principal del proceso
verse sobre el estudio de otros derechos convencionales, en este año 2011 tenemos al
menos tres sentencias en las que de modo casi exclusivo la Corte destina sus esfuerzos de
interpretación hacia los derechos y garantías recogidos en la Convención. El caso Grande v.
Argentina, estuvo referido a la verificación de si las garantías aplicadas por el fuero interno
-en relación a un supuesto de reclamación de indemnización en un caso de error judicial-
fueron aplicadas conforme a los estándares internacionales, pregunta a la que la Corte
respondió afirmativamente, lo que transforma al caso Grande en una de las pocas
oportunidades de encontrar una sentencia absolutoria ante el SIDH82. Por su parte el caso
Chocrón Chocrón v. Venezuela retoma una cuestión ya analizada antes por la CorteIDH, -
en el caso Reverón Trujillo-, sobre la destitución supuestamente arbitraria en Venezuela, y

observación a los estados de cuenta por parte del cliente, en los cuales constaba la realización de la
transferencia o colocación de los depósitos en certificados de depósitos del Trade & Commerce Bank”.
CorteIDH. Caso Barbani y otros v. Uruguay…, op.cit., párr. 94.
79
Ibidem, op.cit., párr. 106.
80
Ibidem, op.cit., párrs. 111-112.
81
En el caso Barbarni la Corte concluye que los órganos internos analizaron o valoraron la prueba que les fue
aportada para determinar si había o no consentimiento, otorgándole determinado valor probatorio a elementos
tales como la firma de contratos generales de administración de inversiones o de instrucciones particulares, o
la falta de objeción a los estados de cuenta. La Corte no cuenta con los elementos ni le corresponde
determinar la legalidad de las normas internas o de las normas y usos bancarios por los cuales dichos
elementos podían ser interpretados como una manifestación de consentimiento. Por tanto, el actuar de los
órganos internos al pronunciarse sobre el requisito de ausencia de consentimiento tomando en cuenta los
referidos elementos no constituye por sí solo una violación de las garantías del debido proceso de las
víctimas. Ibidem, op.cit., párrs. 159-160.
82
Algo que no debe extrañar porque tratándose de un caso en el que la víctima reclama indemnización por un
error judicial cometido por los tribunales penales nacionales, las consecuencias que un fallo positivo en este
tipo de procesos tendría en la región sería muy contraproducente.

21
le añade ahora sospecha de que en este caso la destitución estuvo motivada por la decisión
adoptada por la víctima para el cumplimiento de medidas cautelares adoptadas por la CIDH
en relación a otro caso83. Y finalmente el caso Mejía Idrovo v. Ecuador plantea una
interesante cuestión pues obliga al diálogo entre el orden interno y el orden internacional en
tanto se está solicitando a la CorteIDH que obligue al estado a dar cumplimiento a una
sentencia emitida por el Tribunal Constitucional, que declaró inconstitucional los Decretos
Ejecutivos mediante los cuales se decretó la disponibilidad y baja del Ejército del
demandante Sr. Mejía y dispuso la reparación de daños.
Derecho a ser oído. En opinión de la CorteIDH, comprende el derecho de toda persona a
tener acceso al tribunal u órgano estatal encargado de determinar sus derechos y
obligaciones, el cual en cierto tipo de procesos debe ejercerse de manera oral. Ese derecho
implica, por un lado, un ámbito formal y procesal de asegurar el acceso al órgano
competente para que determine el derecho que se reclama en apego a las debidas garantías
procesales (tales como la presentación de alegatos y la aportación de prueba). Por otra
parte, ese derecho abarca un ámbito de protección material que implica que el Estado
garantice que la decisión que se produzca a través del procedimiento satisfaga el fin para el
cual fue concebido. Esto último no significa que siempre deba ser acogido sino que se debe
garantizar su capacidad para producir el resultado para el que fue concebido84.
Debido proceso legal. Está compuesto de un conjunto de requisitos que deben observarse
en las instancias procesales, a efectos de que las personas estén en condiciones de defender
adecuadamente sus derechos ante cualquier tipo de acto del Estado que pueda afectarlos.
Por eso en la determinación de los derechos y obligaciones de las personas, de orden penal,
civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter, se deben observar “las debidas garantías”
que aseguren, según el procedimiento de que se trate, el derecho al debido proceso. El
incumplimiento de una de esas garantías conlleva una violación de dicha disposición
convencional. El artículo 8.1 de la Convención no se aplica solamente a jueces y tribunales
judiciales. Las garantías que establece esta norma deben ser observadas en los distintos
procedimientos en que los órganos estatales adoptan decisiones sobre la determinación de
los derechos de las personas, ya que el Estado también otorga a autoridades administrativas,
colegiadas o unipersonales, la función de adoptar decisiones que determinan derechos. Por
tanto son también aplicables al supuesto en que alguna autoridad pública adopte decisiones
que determinen tales derechos, tomando en cuenta que no le son exigibles aquellas propias
de un órgano jurisdiccional, pero sí debe cumplir con aquellas garantías destinadas a
asegurar que la decisión no sea arbitraria85.
Recurso efectivo y revisión judicial suficiente. Para determinar la efectividad de la
protección judicial recibida el Tribunal considera que “resulta importante analizar factores
tales como: a) la competencia del órgano judicial en cuestión; b) el tipo de materia sobre la
cual se pronunció el órgano administrativo, teniendo en cuenta si ésta involucra

83
La práctica de destituciones de jueces –sobre todo de los provisorios y temporales- por motivos políticos
queda sin ser examinada toda vez que la Comisión no desarrolló ese contexto en sus alegatos.
84
CorteIDH. Caso Barbani y otros v. Uruguay…, op.cit., párrs. 120 y 122. Y en el mismo sentido puede
verse, CorteIDH. Caso Chocrón Chocrón v. Venezuela. Sentencia de 1 de julio de 2011. Excepciones
preliminares, fondo, reparaciones y costas. Serie C. N° 227, párr. 115.
85
CorteIDH. Caso Barbani y otros v. Uruguay…, op.cit., párrs. 116-119.

22
conocimientos técnicos o especializados; c) el objeto de la controversia planteado ante el
órgano judicial, lo cual incluye los alegatos de hecho y de derecho de las partes, y d) las
garantías del debido proceso ante el órgano judicial. Sobre esto último, la Corte ha
establecido, a través de su jurisprudencia reiterada, que para que se preserve el derecho a un
recurso efectivo, en los términos del artículo 25 de la Convención, es indispensable que
dicho recurso se tramite conforme a las reglas del debido proceso, consagradas en el
artículo 8 de la Convención”86.
Por otro lado, la Corte considera que existe una revisión judicial suficiente cuando el
órgano judicial examina todos los alegatos y argumentos sometidos a su conocimiento
sobre la decisión del órgano administrativo, sin declinar su competencia al resolverlos o al
determinar los hechos. Por ello no la hay si el órgano judicial está impedido de determinar
el objeto principal de la controversia87. Aplicado al caso Barbani la Corte observa que a
través de la acción de nulidad las presuntas víctimas podían solicitar la revisión de la
aplicación que había realizado el órgano administrativo el cual, no declinó su competencia
para resolver ninguno de los alegatos y argumentos que se le presentaron; y que más bien
fue decisión persona de las presuntas víctimas no utilizar el recurso de nulidad por
considerar que no se trataba de un “recurso efectivo”, a lo que -utilizando también como
base la jurisprudencia del TEDH- la CorteIDH responde señalando que, “el hecho de que el
recurso judicial disponible fuera un recurso de nulidad no ha configurado una violación del
derecho a la protección judicial en el presente caso”88.
No obstante, no pueden considerarse efectivos aquellos recursos que, por las condiciones
generales del país o incluso por las circunstancias particulares de un caso dado, resulten
ilusorios. Ello puede ocurrir, por ejemplo, cuando su inutilidad haya quedado demostrada
por la práctica, porque falten los medios para ejecutar sus decisiones o por cualquier otra
situación que configure un cuadro de denegación de justicia. Así, el proceso debe tender a
la materialización de la protección del derecho reconocido en el pronunciamiento judicial
mediante la aplicación idónea de dicho pronunciamiento89.
Tutela judicial efectiva en la ejecución de los fallos internos. Nacen del artículo 25 de la
Convención, dos responsabilidades concretas del Estado. La primera, consagrar
normativamente y asegurar la debida aplicación de recursos efectivos ante las autoridades
competentes, que amparen a todas las personas bajo su jurisdicción contra actos que violen
sus derechos fundamentales o que conlleven a la determinación de los derechos y

86
Ibidem, op. cit., párr. 203.
87
Ibidem, op. cit., párr. 204.
88
No obstante haber hecho esa afirmación se permite la Corte establecer entre las medidas de reparación de su
sentencia que, “(…) el Uruguay debe garantizar que las víctimas de este caso o sus derechohabientes puedan
presentar nuevas peticiones respecto de la determinación de los derechos establecidos en el referido artículo
31, las cuales deberán ser conocidas y resueltas con las debidas garantías por un órgano que tenga la
competencia necesaria para realizar un análisis completo de los requisitos dispuestos en la referida norma, en
los términos establecidos en los párrafos 133 a 142 de la presente Sentencia. En todo caso, la Corte recuerda
al Estado que, de conformidad con el artículo 25.1 de la Convención Americana y lo determinado en esta
Sentencia, tiene la obligación de garantizar a las víctimas o sus derechohabientes un recurso judicial efectivo
que los ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales”. Ante lo que puede sino plantearse una
observación sobre el grado de coherencia interno de esta sentencia. CorteIDH. Caso Barbani y otros v.
Uruguay…, op.cit., párrs. 213 y 248.
89
CorteIDH. Caso Chocrón Chocrón v. Venezuela…, op.cit., párr. 127.

23
obligaciones de éstas. La segunda, garantizar los medios para ejecutar las respectivas
decisiones y sentencias definitivas emitidas por tales autoridades competentes, de manera
que se protejan efectivamente los derechos declarados o reconocidos. El proceso debe
tender a la materialización de la protección del derecho reconocido en el pronunciamiento
judicial mediante la aplicación idónea de dicho pronunciamiento. Por tanto, la efectividad
de las sentencias depende de su ejecución. Esto último, debido a que una sentencia con
carácter de cosa juzgada otorga certeza sobre el derecho o controversia discutida en el caso
concreto y, por ende, tiene como uno de sus efectos la obligatoriedad o necesidad de
cumplimiento. Lo contrario supone la negación misma del derecho involucrado90.
Cuestión que se visualiza con meridiana claridad en el caso Mejía Idrovo en el que el
demandante interpuso en 2001 recurso de inconstitucionalidad, el cual fue parcialmente
atendido en 2002. Pero nunca cumplida, por lo que en 2009 el señor Mejía Idrovo interpuso
un recurso de incumplimiento –incorporado al ordenamiento ecuatoriano en 2008- ante la
Corte Constitucional, la cual dictó sentencia el 8 de octubre de 2009 y ordenó su
reincorporación, los pagos patrimoniales y los derechos de repetición. Es por ello que la
Corte encuentra que el Estado no cumplió por un período prolongado con una tutela judicial
efectiva para ejecutar sus propios fallos internos91. A lo que debemos añadir que el fallo del
Tribunal Constitucional era autoejecutable, y sin embargo las autoridades responsables de
su implementación fueron omisas en acatarlo. Fue siete años después de emitido dicho
fallo, la víctima contó con medidas necesarias para reclamar tal incumplimiento, de lo que
se puede concluir que el estado a través de su Poder Judicial y demás autoridades con
funciones de ejecución de sentencias, incumplió su deber de garantizar el acatamiento
íntegro de las sentencias92.
Deber de motivación. La motivación es la exteriorización de la justificación razonada que
permite llegar a una conclusión. El deber de motivar las resoluciones es una garantía
vinculada con la correcta administración de justicia, que protege el derecho de los
ciudadanos a ser juzgados por las razones que el Derecho suministra, y otorga credibilidad
a las decisiones jurídicas en el marco de una sociedad democrática. Por tanto, las decisiones
que adopten los órganos internos que puedan afectar derechos humanos deben estar
debidamente fundamentadas, pues de lo contrario serían decisiones arbitrarias. La
motivación demuestra a las partes que éstas han sido oídas y, en aquellos casos en que las
decisiones son recurribles, les proporciona la posibilidad de criticar la resolución y lograr
un nuevo examen de la cuestión ante las instancias superiores93.
Plazo razonable. El derecho de acceso a la justicia debe asegurar, en un tiempo razonable,
el derecho de las presuntas víctimas o sus familiares a que se haga todo lo necesario para
conocer la verdad de lo sucedido y se sancione a los responsables. La falta de razonabilidad

90
CorteIDH. Caso Mejía Idrovo v. Ecuador. Sentencia de 5 de julio de 2011. Excepciones preliminares,
fondo, reparaciones y costas. Serie C. n° 228, párr. 104.
91
Luego de nueve años de haberse declarado la inconstitucionalidad de los Decretos Ejecutivos Nos. 1185 y
1680 que ordenaron la disposición y baja del ejército al señor Mejía Idrovo, el Estado no había dado
cumplimiento efectivo con las obligaciones derivadas del fallo. Lo anterior generó una violación en perjuicio
de la víctima al dejarlo en un estado de indefensión e inseguridad jurídica, que le impidió restablecer
debidamente los derechos reclamados y reconocidos por las autoridades competentes.
92
CorteIDH. Caso Mejía Idrovo v. Ecuador…, op.cit., párr. 111.
93
CorteIDH. Caso Chocrón Chocrón v. Venezuela…, op.cit., párr. 118.

24
en el plazo para el desarrollo de la investigación constituye, en principio, por sí misma, una
violación de las garantías judiciales. En ese sentido, la Corte ha considerado cuatro
elementos para determinar la razonabilidad del plazo: a) complejidad del asunto; b)
actividad procesal del interesado; c) conducta de las autoridades judiciales, y d) afectación
generada en la situación jurídica de la persona involucrada en el proceso94.

VI. DERECHOS POLÍTICOS


Por dos razones el caso López Mendoza v. Venezuela se presenta como un caso
doctrinalmente relevante: primero porque trae a conocimiento de la Corte el estudio de los
derechos políticos, segundo porque ha derivado en una importante controversia política y
constitucional interna respecto a su cumplimiento. El caso se presenta como una
reclamación de responsabilidad internacional del estado por haber violado los estándares
convencionales al haber inhabilitado administrativamente al Sr. López Mendoza95 para el
ejercicio de la función pública, haber prohibido su participación en las elecciones
regionales de 2008 y no haberle otorgado garantías judiciales adecuadas. Por lo que el eje
central del caso gira en torno a las posibles restricciones al sufragio pasivo sin que medie
condena penal firme dictada por un juez competente.
El art. 23 de la CADH dispone que todos los ciudadanos deben gozar de los siguientes
derechos y oportunidades, los cuales deben ser garantizados por el Estado en condiciones
de igualdad: i) a la participación en la dirección de los asuntos públicos, directamente o por
representantes libremente elegidos; ii) a votar y a ser elegido en elecciones periódicas
auténticas, realizadas por sufragio universal e igual y por voto secreto que garantice la libre
expresión de los electores, y iii) a acceder a las funciones públicas de su país. Señala la
Corte que el ejercicio efectivo de los derechos políticos constituye un fin en sí mismo y, a
la vez, un medio fundamental que las sociedades democráticas tienen para garantizar los
demás derechos humanos previstos en la Convención y que sus titulares, es decir, los
ciudadanos, no sólo deben gozar de derechos, sino también de “oportunidades”96. El caso
López nos presenta una restricción impuesta por vía de sanción, cuando debería tratarse de
una “condena, por juez competente, en proceso penal”. Por eso señala la Corte que no se
han cumplido los requisitos que justifican una restricción legítima a los derechos políticos,
pues el órgano que impuso dichas sanciones no era un “juez competente”, no hubo
“condena” y las sanciones no se aplicaron como resultado de un “proceso penal”, en el que
tendrían que haberse respetado las garantías judiciales consagradas en el artículo 8 de la
Convención Americana97.

94
Corte IDH. Caso Familia Barrios v. Venezuela…, op.cit., párr. 273.
95
La Contraloría General de la República lo encontró responsable de haber incurrido en “conflicto de
intereses” en relación a una donaciones. Posteriormente cuando el Sr. López quiso ingresar su candidatura a
través de la web habilitada a tal efecto, el sistema señaló que: “López Mendoza Leopoldo Eduardo. Esta
persona se encuentra inhabilitada políticamente por la Contraloría General de la República”. Esto le impidió
formalizar la inscripción de su postulación para el cargo de Alcalde del Distrito Metropolitano de Caracas.
96
CorteIDH. Caso López Mendoza v. Venezuela. Sentencia de 1 de septiembre. Fondo, reparaciones y costas.
Serie C. N° 233, párr. 108.
97
Ibidem, párr. 107.

25
La relevancia de esta sentencia estriba en que la Corte ha ratificado que los derechos
políticos solamente pueden restringirse después de que su titular haya sido sentenciado
como consecuencia de un proceso judicial conforme a las garantías del debido proceso
penal. De manera casi inmediata a la publicación de la sentencia el Ministro de Relaciones
Exteriores de Venezuela se pronunció en términos como amistosos hacia el SIDH
reiterando que la instancia que tiene la última decisión sobre la inhabilitación del Sr. López
es el Tribunal Superior de Justicia, “porque somos un país libre y soberano”98. A tal efecto
el Procurador General de la República presentó una “acción innominada de control de
constitucionalidad”, y la Sala Constitucional del TSJ99 decretó inejecutable el fallo de la
CorteIDH en el caso López bajo el argumento de que el Sr. López goza de derechos
políticos ya que la sanción de la Contraloría General fue una inhabilitación administrativa y
no política100.

VII. LIBERTAD DE INFORMACIÓN


El contenido convencional de este derecho lo estudia la Corte en el caso Fontecchia y
D’Amico v. Argentina. Los hechos del caso se relacionan con la alegada violación del
derecho a la libertad de expresión de los señores Jorge Fontevecchia y Héctor D’Amico,
quienes eran director y editor, respectivamente, de la revista Noticias. La supuesta
violación se habría producido en virtud de la condena civil que les fue impuesta mediante
sentencias dictadas por tribunales argentinos como responsabilidad ulterior por la
publicación de dos artículos, en noviembre de 1995, en la mencionada revista. Dichas
publicaciones se referían a la existencia de un hijo no reconocido del señor Carlos Saúl
Menem, entonces Presidente de la Nación, con una diputada, a la relación entre el ex
presidente y la diputada y a la relación entre el primer mandatario y su hijo.
Libertad de información y periodismo. Quienes están bajo la protección de la
Convención Americana tienen el derecho de buscar, recibir y difundir ideas e
informaciones de toda índole, así como también el de recibir y conocer las informaciones e
ideas difundidas por los demás. Sin embargo, la libertad de expresión no es un derecho
absoluto. El artículo 13.2 de la Convención, que prohíbe la censura previa, también prevé la
posibilidad de exigir responsabilidades ulteriores por el ejercicio abusivo de este derecho.
Estas restricciones tienen carácter excepcional y no deben limitar, más allá de lo
estrictamente necesario, el pleno ejercicio de la libertad de expresión y convertirse en un
mecanismo directo o indirecto de censura previa. Los medios de comunicación social
juegan un rol esencial como vehículos para el ejercicio de la dimensión social de la libertad
de expresión en una sociedad democrática, razón por la cual es indispensable que recojan

98
http://www.ultimasnoticias.com.ve/noticias/actualidad/politica/maduro--tsj-decidira-el-destino-de-leopoldo-
lopez.aspx [consultada el 31 de mayo de 2011].
99
Expediente No. 11-1130, de 17 de octubre de 2011.
100
Unos días después de conocida la sentencia del TSJ los miembros del grupo de Amigos de la Carta
Democrática Interamericana, con secretaría en el Centro Carter, difundieron una declaración en la que
muestran su preocupación por el irrespeto al sistema interamericano de justicia, argumentando que el
“incumplimiento de las decisiones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) por parte de
algunos Estados sujetos a su jurisdicción (…) atenta no solamente contra la Corte sino contra la protección
colectiva de los Derechos Humanos en el hemisferio”. http://www.cartercenter.org/news/pr/inter_american-
democratic-charter-102111.html. [Consultada el 31 de mayo de 2011].

26
las más diversas informaciones y opiniones. Los referidos medios, como instrumentos
esenciales de la libertad de pensamiento y de expresión deben ejercer con responsabilidad
la función social que desarrollan101.
Dada la importancia de la libertad de expresión en una sociedad democrática y la elevada
responsabilidad que ello entraña para quienes ejercen profesionalmente labores de
comunicación social, el Estado no sólo debe minimizar las restricciones a la circulación de
la información sino también equilibrar, en la mayor medida de lo posible, la participación
de las distintas informaciones en el debate público, impulsando el pluralismo informativo.
En consecuencia, la equidad debe regir el flujo informativo. En estos términos puede
explicarse la protección de los derechos humanos de quien enfrenta el poder de los medios
y el intento por asegurar condiciones estructurales que permitan la expresión equitativa de
las ideas102.
El interés público y vida privada. El Tribunal recuerda que las expresiones concernientes
a la idoneidad de una persona para el desempeño de un cargo público o a los actos
realizados por funcionarios públicos en el desempeño de sus labores, entre otras, gozan de
mayor protección, de manera tal que se propicie el debate democrático. La Corte ha
señalado que en una sociedad democrática los funcionarios públicos están más expuestos al
escrutinio y a la crítica del público. Este diferente umbral de protección se explica porque
se han expuesto voluntariamente a un escrutinio más exigente. Sus actividades salen del
dominio de la esfera privada para insertarse en la esfera del debate público. Este umbral no
solo se asienta en la calidad del sujeto, sino en el interés público de las actividades que
realiza. Toda persona tiene, entre otros, derecho a la vida privada y se prohíbe toda
injerencia arbitraria o abusiva en ella, enunciando diversos ámbitos de la misma como la
vida privada de sus familias, sus domicilios o sus correspondencias. El ámbito de la
privacidad se caracteriza por quedar exento e inmune a las invasiones o agresiones abusivas
o arbitrarias por parte de terceros o de la autoridad pública y comprende, entre otras
dimensiones, tomar decisiones relacionadas con diversas áreas de la propia vida libremente,
tener un espacio de tranquilidad personal, mantener reservados ciertos aspectos de la vida
privada y controlar la difusión de información personal hacia el público103.
La Corte debe encontrar un equilibrio entre la vida privada y la libertad de expresión que,
sin ser absolutos, son dos derechos fundamentales garantizados en la Convención
Americana y de la mayor importancia en una sociedad democrática. El Tribunal recuerda
que el ejercicio de cada derecho fundamental tiene que hacerse con respeto y salvaguarda
de los demás derechos fundamentales. En ese proceso de armonización le cabe un papel
medular al Estado buscando establecer las responsabilidades y sanciones que fueren
necesarias para obtener tal propósito. La necesidad de proteger los derechos que pudieran
verse afectados por un ejercicio abusivo de la libertad de expresión, requiere la debida
observancia de los límites fijados a este respecto por la propia Convención104.

101
CorteIDH. Caso Fontevecchia y D’Amico v. Argentina. Sentencia de 29 de noviembre de 2011. Fondo,
reparaciones y costas. Serie C. N° 238, párrs. 42-44.
102
Ibidem, párr. 45.
103
Ibidem, párrs. 47-48.
104
Ibidem, párr. 50.

27
Para dilucidar si en el caso concreto esas reglas interpretativas del contenido del derecho de
libertad de expresión han sido respetadas el Tribunal - apartándose de ese modo de la visión
conflictivista que le había presentado la Comisión105-, examinará si la medida restrictiva
que impuso el orden interno cumplió con los requisitos de estar prevista en la ley106,
perseguir un fin legítimo107 y ser idónea108, necesaria109 y proporcional110. Por lo que en el
caso Fontevecchia y D’Amico la Corte llega a la conclusión de que: “Las publicaciones
realizadas por la revista Noticias respecto del funcionario público electivo de más alto
rango del país trataban sobre asuntos de interés público, que los hechos al momento de ser
difundidos se encontraban en el dominio público y que el presunto afectado con su
conducta no había contribuido a resguardar la información cuya difusión luego objetó. Por
ello, no hubo una injerencia arbitraria en el derecho a la vida privada del señor Menem. De
tal modo, la medida de responsabilidad ulterior impuesta, que excluyó cualquier
ponderación en el caso concreto de los aspectos de interés público de la información, fue
innecesaria en relación con la alegada finalidad de proteger el derecho a la vida privada”111.

VIII. OTRAS CUESTIONES


Determinación de las presuntas víctimas. Las presuntas víctimas deben estar señaladas
en la demanda, lo cual debe corresponder con lo decidido en el informe de la Comisión
Interamericana. Corresponde a la Comisión y no a la Corte, identificar con precisión y en
la debida oportunidad procesal a las presuntas víctimas en un caso ante la Corte. La
seguridad jurídica exige, como regla general, que todas las presuntas víctimas estén
debidamente identificadas en ambos escritos, no siendo posible añadir nuevas presuntas
víctimas en la demanda112.
Control de convencionalidad. La CorteIDH reafirma su doctrina sobre el control de
convencionalidad ex officio en el caso Gelman al señalar que: “Cuando un Estado es Parte
de un tratado internacional como la Convención Americana, todos sus órganos, incluidos
sus jueces, están sometidos a aquél, lo cual les obliga a velar por que los efectos de las
disposiciones de la Convención no se vean mermados por la aplicación de normas
contrarias a su objeto y fin, por lo que los jueces y órganos vinculados a la administración
de justicia en todos los niveles están en la obligación de ejercer ex officio un “control de

105
Para leer más sobre el uso que la CorteIDH hace del principio de proporcionalidad véase, ALCALÁ, H.N.
“El uso del postulado de proporcionalidad en la jurisprudencia de la Corte Interamericana de derechos
humanos sobre libertad de expresión”, (pp. 119-156) en Estudios Constitucionales. 9 (1). 2011.
106
Estaba previsto en el artículo 1071 bis del Código Civil.
107
La protección del derecho a la vida privada.
108
La vía civil es idónea porque sirve al fin de salvaguardar, a través de medidas de reparación de daños, el
bien jurídico que se quiere proteger.
109
Debe existir una necesidad social imperiosa que justifique la restricción.
110
Analizada con el detalle exhaustivo de todos los factores objetivo del caso.
111
CorteIDH. Caso Fontevecchia y D’Amico v. Argentina…, op.cit., 71.
112
El problema ha surgido en el caso Barbani Duarte v. Uruguay porque la Comisión identificó a las víctimas
a alguna de las víctimas a través de cuenta bancaria. Por lo que una vez presentada la demanda la Corte,
solicitó a la Comisión que cumpliese debidamente con el trámite de identificar a la víctimas. Cosa que la
Comisión hizo en la audiencia pública del caso. CorteIDH. Caso Barbani y otros v. Uruguay…, op.cit., párr.
42 y 46.

28
convencionalidad” entre las normas internas y la Convención Americana, evidentemente en
el marco de sus respectivas competencias y de las regulaciones procesales correspondientes
y en esta tarea, deben tener en cuenta no solamente el tratado, sino también la
interpretación que del mismo ha hecho la Corte Interamericana, intérprete última de la
Convención Americana”113.
Subsidiariedad y regla de la cuarta instancia. Como recuerda la Corte en el caso Mejía
Idrovo v. Ecuador, la jurisdicción internacional tiene carácter subsidiario, coadyuvante y
complementario, por lo que no desempeña funciones de tribunal de “cuarta instancia”. A la
Corte le corresponde decidir si, en el caso de que se trate, el Estado violó un derecho
protegido en la Convención, incurriendo, consecuentemente, en responsabilidad
internacional. La Corte no es, por tanto, un tribunal de alzada o de apelación para dirimir
los desacuerdos que tengan las partes sobre determinados alcances de la aplicación del
derecho interno en aspectos que no estén directamente relacionados con el cumplimiento de
obligaciones internacionales en derechos humanos. Es por ello que esta Corte ha sostenido
que, en principio, “corresponde a los tribunales del Estado el examen de los hechos y las
pruebas presentadas en las causas particulares”. Además al valorarse el cumplimiento de
ciertas obligaciones internacionales, como la de garantizar que una sentencia judicial
interna haya sido debidamente cumplida, existe una intrínseca interrelación entre el análisis
de derecho internacional y de derecho interno. El esclarecimiento de si las actuaciones de
órganos judiciales constituyen o no una violación de las obligaciones internacionales del
Estado, puede conducir a que la Corte deba ocuparse de examinar los respectivos procesos
internos para establecer su compatibilidad con la Convención Americana, para lo cual en
ese caso, se deben considerar los procedimientos internos como un todo. Esto, en su caso,
corresponde analizarlo en el fondo del caso114. La aplicación de esta regla la visualizamos
en el caso López Mendoza v. Venezuela cuando la Corte decide no resolver sobre la
culpabilidad o inocencia del Sr. López ya que eso es materia de la jurisdicción
venezolana115.
Defensas del estado. En el caso Fleury v. Haití116 la Corte nos recuerda que cuando el
Estado no contesta la demanda de manera específica se presumen como verdaderos los
hechos sobre los cuales guardó silencio, siempre que de las pruebas existentes se puedan
inferir conclusiones consistentes sobre los mismos. La Corte tiene la facultad de considerar
aceptados los hechos que no hayan sido expresamente negados y los alegatos que no hayan
sido expresamente controvertidos. Del mismo modo, corresponde a la Corte, en ejercicio de
su poder inherente de determinar el alcance de su propia competencia, determinar en cada
caso la necesidad de establecer los hechos, tal como fueron presentados por las partes o
tomando en cuenta otros elementos del acervo probatorio. Más allá del eventual perjuicio
que para el Estado podría ocasionar su falta de participación, tal inactividad ante una
jurisdicción internacional de derechos humanos es contraria al objeto y fin de la
Convención Americana y al mecanismo de garantía colectiva establecido en ésta. Además,

113
CorteIDH. Caso Gelman v. Uruguay…, op.cit., párr. 193.
114
CorteIDH. Caso Mejía Idrovo v. Ecuador…, op.cit., párrs. 18 y 20.
115
CorteIDH. Caso López Mendoza v. Venezuela…, op.cit., párr. 98.
116
País al que por otro lado la Corte había dado un plazo flexible de respuesta por razón de las circunstancias
nacionales derivadas del terremoto de enero de 2010. No obstante, la inactividad del estado ante la Corte ha
sido la nota dominante de este proceso.

29
el reconocimiento ante la Comisión surte plenos efectos en el procedimiento ante la
Corte117.
En el caso Vera Vera y otra v. Ecuador observamos una mala presentación de las
excepciones preliminares por parte del estado, por lo que una vez más la Corte debe señalar
que la contestación de la demanda no es el momento procesal oportuno para presentar los
alegatos de excepciones preliminares118. Errónea presentación de excepciones que se repite
en el caso Barbani Duarte v. Uruguay por lo que la Corte recuerda a los estado que: “en el
escrito de contestación el Estado debe oponer las excepciones preliminares así como
también debe referirse a los alegados hechos y las pretensiones de fondo y reparaciones
planteadas por la Comisión Interamericana y representantes de las presuntas víctimas.
Debido a que las excepciones preliminares no son interpuestas en un escrito previo e
independiente de las cuestiones relativas al fondo del caso, resulta necesario que el Estado
las interponga con la debida claridad, de forma tal que no se confundan con sus alegatos
dirigidos a controvertir los hechos y pretensiones”119. No obstante cuando se encuentran
bien razonadas y argumentadas las excepciones preliminares se convierten en herramientas
útiles y efectivas para proteger los intereses del estado; como lo demuestra al caso Grande
en el que Argentina interpone eficazmente una excepción de competencia temporal –pues
los hechos sobre los que trae causa el proceso son previos al reconocimiento de la
competencia contenciosa de la Corte por parte del estado-, que lleva a la Corte a conocer
solamente de los hechos posteriores a esa fecha de ratificación –por lo que los hechos que
motivaron la causa penal quedan fuera del conocimiento de la Corte120.
Sobre la regla de agotamiento de recursos internos como requisito de admisibilidad
recuerda la Corte que, “el Tribunal reitera que conforme a su jurisprudencia y a la
jurisprudencia internacional no es tarea de la Corte ni de la Comisión identificar ex officio
cuáles son los recursos internos a agotar, sino que corresponde al Estado el señalamiento
oportuno de los recursos internos que deben agotarse y de su efectividad”121.
Control de legalidad de las actuaciones de la Comisión. Cuando se alega como
excepción preliminar un cuestionamiento a la actuación de la Comisión, en relación con el
procedimiento seguido ante ésta, la Comisión Interamericana tiene autonomía e
independencia en el ejercicio de su mandato conforme a lo establecido por la Convención
Americana y, particularmente, en el ejercicio de las funciones que le competen en el
procedimiento relativo al trámite de peticiones individuales. A su vez, en asuntos que estén
bajo su conocimiento, la Corte tiene la atribución de efectuar un control de legalidad de las
actuaciones de la Comisión, lo que no supone necesariamente revisar el procedimiento que
se llevó a cabo ante ésta. La Corte revisará los procedimientos ante la Comisión cuando
alguna de las partes alegue fundadamente que exista un error manifiesto o inobservancia de
los requisitos de admisibilidad de una petición que infrinja el derecho de defensa122.

117
CorteIDH. Caso Fleury y otros v. Haití…, op.cit., párrs. 15-17.
118
CorteIDH. Caso Vera Vera y otra v. Ecuador…, op.cit., párr. 16.
119
CorteIDH. Caso Barbani y otros v. Uruguay…, op.cit., párr. 56.
120
CorteIDH. Caso Grande v. Argentina. Sentencia de 31 de agosto. Excepciones preliminares y fondo. Serie
C. N° 231, párrs. 39-40.
121
CorteIDH. Caso Chocrón Chocrón v. Venezuela…, op.cit., párr. 23.
122
CorteIDH. Caso Grande v. Argentina…, op.cit., párr. 45.

30
Prescripción. En el caso Vera Vera, cuyos hechos se remontan a 1993 se plantea la
necesidad de interpretar el funcionamiento de la prescripción establecida por el derecho
nacional y qué papel desempeña en los procesos de protección internacional de los
derechos humanos123. Y en ese sentido la CorteIDH dispone que: “procederá a analizar los
argumentos de la Comisión Interamericana los cuales, básicamente, consisten en los
siguientes puntos: a) la no aplicación de la prescripción ha procedido aún en casos que no
se refieren a violaciones graves a los derechos humanos; b) la gravedad de las violaciones
ocurridas en este caso; c) la cadena de hechos y el nivel de involucramiento de diversas
autoridades no hace posible establecer con certeza las responsabilidades correspondientes
en este proceso internacional, por lo cual debe investigarse a nivel interno; d) el tiempo
transcurrió a causa de la negligencia de las autoridades estatales, y e) la necesidad de
realizar un juicio de ponderación entre los derechos de los imputados y los derechos de las
víctimas o sus familiares”124.
En la jurisprudencia de la Corte, la improcedencia de la prescripción usualmente ha sido
declarada por las peculiaridades en casos que involucran graves violaciones a derechos
humanos, tales como la desaparición forzada de personas, la ejecución extrajudicial y
tortura. Es evidente que toda violación a los derechos humanos supone una cierta gravedad
por su propia naturaleza, porque implica el incumplimiento de determinados deberes de
respeto y garantía de los derechos y libertades a cargo del Estado a favor de las personas,
no obstante, ello no debe confundirse con lo que el Tribunal a lo largo de su jurisprudencia
ha considerado como “violaciones graves a los derechos humanos”, las cuales, tienen una
connotación y consecuencias propias. La sola circunstancia de que por la serie de hechos y
el nivel de involucramiento de diversas autoridades no es posible establecer con certeza las
responsabilidades correspondientes en este proceso internacional, por lo cual deberían
realizarse investigaciones a nivel interno, no es suficiente para estimar que no sea
procedente la prescripción. Por la naturaleza del caso Vera Vera, el hecho de que el Estado
hasta la fecha no haya llevado a cabo ningún tipo de investigación por sí mismo tampoco
basta para que la prescripción no sea procedente125.
Defensa de los defensores de derechos humanos. La defensa de los derechos humanos
sólo puede ejercerse libremente cuando las personas que la realizan no son víctimas de
amenazas ni de cualquier tipo de agresiones físicas, psíquicas o morales u otros actos de
hostigamiento. Para tales efectos, los Estados tienen la obligación de adoptar medidas
especiales de protección de las defensoras y defensores, acordes con las funciones que
desempeña, contra los actos de violencia que regularmente son cometidos en su contra, y

123
En ese caso la Corte observó que, de acuerdo al plazo máximo de 15 años, la acción penal en el presente
caso habría prescrito en el año 2008, mientras continuaba en la fase de admisibilidad ante la Comisión
Interamericana
124
CorteIDH. Caso Vera Vera y otra v. Ecuador…, op.cit., párr. 116.
125
Ibidem, párrs. 117-120. Por todo ello, la Corte estima que no es posible determinar la improcedencia de la
prescripción penal a los hechos del caso Vera que han quedado probados y establecidos en esta Sentencia. No
obstante, considera que en razón del derecho de la madre y de los familiares de conocer completamente lo
sucedido al señor Vera, el Estado debe satisfacer, de alguna manera, como medida complementaria de
satisfacción a las establecidas en esta Sentencia, dicha expectativa mínima, informando al Tribunal de las
gestiones que realice y los resultados que obtenga. Luego de recibir las correspondientes observaciones de el
representante y de la Comisión Interamericana. CorteIDH. Caso Vera Vera y otra v. Ecuador…, op.cit., párrs.
122-123.

31
entre otras medidas, deben protegerlos cuando son objeto de amenazas para evitar los
atentados a su vida e integridad y generar las condiciones para la erradicación de
violaciones por parte de agentes estatales o de particulares e investigar seria y eficazmente
las violaciones cometidas en su contra, combatiendo la impunidad126. De nada sirve un
sistema de protección de los derechos humanos si aquellos que ejercen el trabajo procesal y
práctico ante los órganos del sistema sufren el acoso y persecución127.
Consecuencias de las sentencias internacionales en el orden interno. La sentencia de
interpretación en el caso Salvador Chiriboga sirve para dar ejemplo perfecto del modus
operandi subsidiario del orden internacional frente al orden interno. Con una sentencia de
reparaciones de la CorteIDH que con el consentimiento de ambas partes en el proceso ha
fijado el mondo indemnizatorio por la expropiación de tierras del Sr. Salvador Chiriboga,
nada más queda hacer en el orden interno que cerrar los procesos todavía existentes y dar
ejecución al fallo internacional. En ese sentido la petición que el estado formula a la Corte
en su solicitud de interpretación de la sentencia para que la Corte amplíe la explicación de
los párrafos 48, 61 y 93 de la Sentencia de manera que resulte concluyente para las partes,
que los procesos internos no pueden seguir substanciándose en razón de la subsidiariedad
del Sistema Interamericano, pues por su naturaleza, es un sistema que funciona única y
exclusivamente cuando se ha probado la ineficacia de las instituciones nacionales o la
demora excesiva en la administración de justicia, como en efecto fue determinado en la
sentencia sobre el fondo del caso Salvador Chiriboga, no tiene otra función que la de dilatar
el trámite efectivo de ejecución de ahí que la CorteIDH no tome en consideración ese
pedido y no se pronuncie sobre él. “El Tribunal estima que de la Sentencia de reparaciones
y costas se desprende claramente que el caso Salvador Chiriboga fue resuelto en la
jurisdicción internacional, incluyendo lo pertinente a la justa indemnización. En ese
sentido, la Corte recuerda su jurisprudencia constante en cuanto a que la obligación de
reparación establecida por los tribunales internacionales se rige por el derecho internacional
en todos sus aspectos: su alcance, sus modalidades y la determinación de los beneficiarios,
nada de lo cual puede ser modificado por el Estado invocando para ello disposiciones de su
derecho interno”128.
La regla del estoppel. En el caso Abril Alosilla “los actos de reconocimiento realizados
por el Perú durante el trámite de una petición ante la Comisión resultan necesariamente
relevantes para la determinación de la aplicación del principio de estoppel respecto de
posiciones contrarias alegadas durante el procedimiento del caso ante la Corte. Si la
controversia planteada por la Comisión ante el Tribunal se basa necesariamente en ciertos
actos de reconocimiento realizados por el Estado, éste no puede posteriormente negar el
efecto jurídico que tienen dichos pronunciamientos en la determinación de la controversia
que plantee la Comisión ante el Tribunal. Por lo tanto, la Corte considera que, mediante los
actos en el proceso ante la Comisión, el Estado peruano no planteó una excepción al

126
CorteIDH. Caso Fleury y otros v. Haití…, op.cit., párr. 81.
127
Para comprender la importancia del trabajo que desempeñan los defensores de derechos humanos véase,
HADDAD, H.N. “Judicial Institution Builders: NGOd and International Human Rights Courts”, (pp. 126-
149) en Journal of Human Rights. 11 (1). 2012.
128
Corte IDH. Caso Salvador Chiriboga v. Ecuador. Sentencia de 29 de agosto de 2011. Interpretación de
sentencia. Serie C. N° 230, párr. 20.

32
agotamiento de recursos internos y que esto, consecuentemente, generó un efecto jurídico
sobre el cual actuaron tanto el representante como la Comisión”129.
Hechos supervinientes. La CorteIDH ha establecido que la demanda constituye el marco
fáctico del proceso ante la Corte, por lo que no es admisible alegar nuevos hechos distintos
de los planteados en dicho escrito, sin perjuicio de exponer aquellos que permitan explicar,
aclarar o desestimar los que han sido mencionados en la demanda, o bien, responder a las
pretensiones del demandante. La excepción a este principio son los hechos que se califican
como supervinientes130.
Iura novit curia de la Comisión. En el caso Grande la Corte observa que, en su Informe de
Admisibilidad No. 3/02 la Comisión modificó, invocando el principio iura novit curia, el
objeto de la petición del señor Grande, que se refería a las presuntas violaciones ocurridas
en el proceso contencioso administrativo. En específico, la Comisión incluyó la alegada
violación del plazo razonable en el proceso penal y el análisis de los artículos 8 y 25 de la
Convención, así como desestimó los alegatos del peticionario relativos a las alegadas
violaciones a los artículos 8.2 y 10 de la misma, en relación con el reclamo indemnizatorio
seguido en la jurisdicción contenciosa administrativa, y respecto de los cuales el Estado
había emitido sus alegatos en la etapa de admisibilidad de la petición. Por tanto, fue en este
momento cuando el Estado, procesalmente, tuvo conocimiento sobre el alcance del objeto
de la petición en el presente caso131.
Incorporación de derechos nuevos por parte de los representantes o víctimas. La Corte
reitera que las presuntas víctimas y sus representantes pueden invocar la violación de otros
derechos distintos a los ya comprendidos en la demanda mientras ello se atenga a los
hechos ya contenidos en la demanda y se realice en el momento procesal oportuno -en el
escrito de solicitudes y argumentos-, lo cual ocurrió en el presente caso. Esta posibilidad
tiene el propósito de hacer efectiva la facultad procesal de locus standi in judicio que se les
reconoce a las presuntas víctimas o a sus representantes en el Reglamento del Tribunal, sin
desvirtuar por ello los límites convencionales a su participación y al ejercicio de la
competencia de la Corte, ni un menoscabo o vulneración para el derecho de defensa del
Estado, el cual cuenta con las oportunidades procesales para responder a los alegatos de la
Comisión y de los representantes en todas las etapas del proceso. De tal manera,
corresponde a la Corte, finalmente, decidir en cada caso acerca de la procedencia de
alegatos de tal naturaleza en resguardo del equilibrio procesal de las partes132.

129
CorteIDH. Caso Abril Alosilla y otros v. Perú..., op.cit., párr. 34.
130
CorteIDH. Caso Barbani Duarte y otros v. Uruguay…, op.cit., párr. 36.
131
CorteIDH. Caso Grande v. Argentina…, op.cit., párr. 54.
132
CorteIDH. Caso Chocrón Chocrón v. Venezuela…, op.cit., párr. 134.

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