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ner que todas ellas necesiten lo mismo en todos los contextos. En algunos casos,
pueden precisar que se les descargue de caracteres distintivos excesivos que se
les hayan adjudicado o atribuido. En otros casos, puede que necesiten que
se tengan en cuenta caracteres distintivos que, hasta el momento, no se hayan
reconocido lo suficiente. En otros casos más, es posible que precisen que se cen-
Íe la atención en los grupos dominantes o privilegiados, poniendo de manifiesto
los caracteres distintivos de estos últimos, que se han presentado engañosa-
mente como universales. Otra posibilidad es que necesiten deconstruir los mis-
mos términos en los que se expresan en la actualidad las diferencias atribuidas.
Por último, puede que precisen todas las anteriores o varias de ellas, en combi-
nación con alguna otra y en combinación con la redistribución. La necesidad que
tengan las personas de determinado o determinados tipos de reconocimiento, en
ciertos contextos, dependerá de la naturaleza de los obstáculos que tengan que
afrontar respecto a la paridad participativa. Sin embargo, esto no puede determi-
narse mediante un argumento filosófico abstracto. Sólo puede establecerse con ,\
la ayuda de una teoría social crítica, una teoría de orientación normativa, infor- i
I
1
O Ediciones Morata, S. L.
¿ Redistribución o reconocimiento?
.r maxianos, pero yo
sl" d,,da, estas circunstancias económicas pueden teorizarse en términos que concibo
lor r"""-n]"Áát áá eióf otac¡On qüe en sus consecuencias normativas,
insisto menos
en la participación social'
én ,"taciOn con"nel impactJ de bs resutádos distributivos
O Ediciones Morata, S. L.
de cómo se
Entodaslassociedades,elordenamien-toeconómicoyelordelgr*¡locr¡ltural
¡tt"*Jio'' éin emnargá' ié pl"nt"' et ryuema
están mutuamente
ro-*""ién social' ¿ta esruchtra e@no-
relacionan entre sí tusionadas
"n'u|á1"""üiüi*oá á;ñtd; -*t'lá o eslan
mica está diferenciaü-i"ltitr.ion"fmente ét"t* qf's"t'entre sí o
ambas? ¿La estructJl'¿"";+;;yll-1",t-*;;"-;; efróneo y vlce-
mata Oisti'rbución sé convierté-en reconocimiento
coinciden? ¿'a
Üroqu""o"s efectivamente?
versa o esas convertff;t;ün ""uü.i¡ó ; án rabza de la soci ed ad
s,". !.i1, ñ,JJ o
"pl";;;;;l; preestatal típica
Las respu e
"' P;;:;;t;
fo' ;;;ilt"dedad
sometida a estudio. "¡"mpio'
r"i¡6r,"gi*i" Oasba cleiando entre
ideat como t" o"r"r'nl'Eñ Enésa sociedad' el parentesco
"titápolog¡c"
oaréntesis ta cuestiOnie-tá gl
eiactitud"tnog¿ii"ti y las
parentesó no sólo organiza el-.nraüimonio
rige tas relaciones ,oiár!r. ñtñ y |a distibución de los
p'oéS;';
relaciones ,"ru"'"',-"in^o-iátuibn "r v las ierarquías
bienes ; las relacion"l'll
;i;ñüqí i;]p'ññ"iúió"¡on'
po, poor¡á oarse el caso de que
simbóricas oer estatui iiwE
ti!¡q. ÉLo,ráito,
pura- q'.n embarso' pode-
una sociedad no'iJui"áFt1¡g'Tñ;;tü-ttfi econo-
"ri
mos imagin"r rn lnuno-;"n
á qre no existieran insütrciones típicamente
sociales garantiza
Ú" ¡'^¡ry-iiáé^ áé retac¡ones
micas nitípicamen'" i'ir"llr"t] r" ¡"t"éráJr" como la integración
(lo que nosotrosl##;;;ii"ñto "*nómicade clases v elorden de
cutturatde la socredáJ.óónr'""u"nr"t"#"i;'At.d" supremo de la
se fusionan]óorno parentesco"cJÑiuvó el principio cuast
estatus "r ói"te' n tafta áe instituciones'económicas
distribución, Oicta ra pili"iát-b! de inmediato en (lo que noso-
autónomas, r" ruoo'r5.inl;#
i; iiádr""
-*ono"i
m ento erró neo con
leva
i;ir"iü ;ñÑi¡;;' "rt"tur,t" ?'i I
i
tingue el ordenamiento económico del cultural, las instituciones que dan prioridad
a la acción estratégica de las que dan prioridad a la interacción ieguladá por los
valores. Por consiguiente, en ambas sociedades, (lo que nosotroillarari"rog
clase social y estatus.concuerdan a la perfección.'Lo mismo ocurre con (lo qué
nosotros llamaríamos) mala distribución y reconocimiento erróneo, que se trans-
forman por completo una en otro y viceversa, sin dejar rastro. En consecuencia,
podemos entender razonablemente bien estas dos sóciedades atendiendo sólo
a
una única dimensión de la vida social. con respecto a la sociedad que se rige
completamente por el parentesco, podemos inferir la dimensión económica direi-
tamente de la cultural; podemos inferir la clase social directamente del estatus y
la mala distribución del reconocimiento erróneo. A la inversa, con respecto a lá
sociedad mercantilizada, podemos inferir la dimensión cultural de la eóonómica;
podemos inferir el estatus directamente de la clase social y el reconocimiento
erróneo de la mala distribución. Por tanto, para comprender lás formas de subor-
dinación correspondientes a la sociedad regida por bl parentesco, el culturalismo
es una teoría social perfectamente adecuadasl. si, en cambio, tratamos de com-
prender la sociedad completamente mercantilizada, sería difícil superar el econo-
micismo s2.
De todos modos, cuando nos detenemos a considerar otros tipos de socieda-
des, esos enfoques sencillos y ajustados no son suficientes. Son claramente in-
adecuados para nuestra propia sociedad, en la que hay áreas mercantilizadas, en
las que predomina la.acción estratégica, y áreas no mercantilizadas, en las que
predomina la interacción orientada a los valores. En consecuencia, las zonas'de
ordenamiento económico están diferenciadas de las zonas de ordenamiento cul-
tural, la estructura económica está diferenciada del orden cultural. El resultado es
un desligamiento parcial entre los mecanismos económicos de distribución y las
estructuras de prestigio y, por tanto, cierta distancia entre estatus y clase sócial.
Por consiguiente, en nuestra sociedad, la estructura de clases ya no refleja per-
fectamente el orden de.estatus, aunque ra primera influya en eísegunoo y üice-
versa. como el mercado no constituye el único y omnipresente mécanisino de
valoración, la posición de mercado no dicta el estatus social. Unos patrones cul-
turales de valor, parcialmente opuestos al mercado, impiden que lás injusticias
distributivas se transformen por completo y sin dejar rastio en at'entados óontra el
estatus. La mala distribución no implica un reconocimiento erróneo, aunque con-
tribuya a é1. A la inversa, como njngún principio único de estatus, como el paren-
tesco, constituye el único y omnipresente principio de distribución, el estaius no
dicta la posición de clase social. Unas instituciones económicas relativamente
autónomas impiden que los agravios contra el estatus se conviertan por comple-
to y sin dejar rastro en injusticias distributivas. El reconocimiento erróneo no impli-
51 Cuando hablo de "culturalismo", me refiero a una teoría social monista que sostiene que la
economía política es reducible.a la cultura y que la clase social es reducible d eétatus. Tal coriro yo
lo entiendo, Axel Horu¡lerH sostiene esa teoría. Véase: Horuruera:"The Struggte for Recognition, (l.rád.
cest.: La lucha por el reconocimiento: por una gramát¡ca moral de tos conltiZtos sociateá. Baróeiona,
Crítica, 1997).
52 Cuando hablo de "economicismo",
me refiero a una teoría social monista que sostiene que la
cultura es reducible a la economía política y que el estatus es reducible a la clase social. A menudo
se (mal)interpreta que Karl M¡nx sostenía esa teoría.
@ Ediciones Morata, S. L.
¿Morwmimiento?
O Ediciones Morata, S. L.
paratodosylaigualdaddeestatus'Lajerarouíadeesla¡súüGestosidea-
les.Leiosdeser,o",".í'ént"legítima,"oniÑ*fu1lnGt#c3a
y
ñi,ñüJmercantir democráticasa' . rm^^.rárs éa'ft lE é ruestra
Jü[' i""J(rliiiiüo co nremporánea esrá a a'G
por tanto,
"n
n" n
regida por el palent"tüi Á Oiett'd"
ü oül qJtr¡ral de
sociedad hipotética, rnorptito e-iÉtbnalizado
valor
esa sociedad, con su patrón de ::t"":
pi"iéni" toOo bs seÉrb h moder-
de forma generalizadl, ñov ái"
ta cultura
nidad. Hibridada, dif;;;i"da,
pturatista'y;fud", está lena &pfteoe rsnras anti-
al de la
á óráen.o',e étt"tut ácürat frt se
rn
Donde esa sociedad preseile
ierárquicas.
"onráJr;r,ü ¡Íaiaarquta
sociedad regida pot la nueslra da paso a un campo
"j;;;;üóo'
de estatus ri¡a, inoislltrt;';"ñ;',"úr*d"ra, En estecarpo' socla- bsres
móvilde distincionesá" e*átus entrecruzadas-
ningUn"tffiOá;t¡* w
en
sim qr.," parücban diwmente
tes no ocupan el rerotpcin*xrc'
anti1yas
un régimen dinámico áé"tu"i"t ñ*ai h'dt- lt del@losenrecursos
términos de
Sin embargo, noiüo-"]'q'L *-"f para
coñtenOnriles carecen
igualdad. por el .ontr-"iio,
"ürnbs
participar a ta par cóñ iós áémas,
ouü G-rt"" a.pcx¡,xlosocial'
económicas
merced
que;;; ffiJ;";' "rg't;"-o " debGidón
injustas y, lo cultural qué no son equitativos' A
a unos patrones ,"riil;;JiráOoé.Oi.var,rr valor que
cufturales, lbs patrones de
oesar de f" .ontr"O'üiián"Vlá-""tpf"iidaá e1 lasinstituciones sociales
impiden la paridad :ü;?;Y;e{9 i{Il"t*ión
üüñ, la-educaci.ón-v la ley' Sin duda'
son la
más imporrant"r; piuÉOá Oe étto perfecta, coherente' omniabarca-
uná t-"á
esos patrones oe uatoiño configuran parent:tp,v va no se dan
dora e irrompibre, sotieoao róñ;.[ór et
a los blancos, europeos'
áro"rgo, las. normas q'ue fávorecen
por supuestos. sin"1,i"'"-.1á en muchos luga-
heterosexuales, nombres y cristiano, "rün-inititucionalizadas y' en conse-
res de todo el ,"r.ü.'s"¡é.íen
imóioienoo la paridad de participación
cuencia, det¡nienoo tót de lá subordinación d".":l?t!l'-^,.
"i"t de estatus persiste en la sociedad
En generat, d'i;;r;'ü;;;rdñión
r"r,"r".'i"¡ot o" n'oott'sido-etiminada, ha sufri-
contemporánea, aunque de otra hav una pirámide
do una tr"nstormuJ¡i,i".,iiiri";.
il;¿élmen moderno, no
ss Karl M¡nx y Friedrich Erucels: "The Communist Manifesto", en The Marx-Engets Reader.
(Trad.cast.: El Manifiestocomunista. Madrid.AlhambraLongman, 1992,43 ed.;también: Barcelona.
Crítica, 1998).
56 En este punto, al menos, el argumento de Heoel era mejor que el de MnRx. En sus E/emenfs
of the Philosophy of Right, ed. de Allen W. Wooo, üad. por H. B. NrsBEr, Cambridge, 1991, (trad. cast.:
de L. Ven¡¡¡r-: Principios de Ia filosofía del derecho. Barcelona. Edhasa, 2005, 2.a ed.), Heeer- decía
que el "conlrato" no puede ser el único principio de integración social, pues el funcionamiento de una
zona de interacción de carácter contractual ("el sistema de necesidades") presupone y requiere la
existencia de las instituciones no contractuales de la familia y el estado.
. El término "Jim Croü'surgió a mediados del siglo xrx, y se convirtió en un símbolo de la segre-
gación racial aplicada en los Estados Unidos. La expresión "Leyes de Jim Crow" es la denominación
del aparato legislativo que establecía la segregación racial y la separación de razas en los lugares
públicos: en las escuelas, viviendas, transportes, hospitales, restaurantes, barberías, matrimonios y
muchos otros aspectos de la vida cotidiana. Así por ejemplo, las leyes Jim Grow reservaban las pri-
meras cuatro filas de los autobuses urbanos a los blancos y las últimas diez a los negros. Los asien-
tos del medio podían usarse si uno era negro, pero sólo si ningún blanco lo quería. En el caso de que
un blanco quisiera sentarse, la fila entera tenía que levantarse. Además, la población negra, el 70 por
ciento de quienes cogían el autobús, estaban obligados a pagar en la parte delantera del autobús,
pero luego tenían que salir y volver a entrar por la puerta de atrás. Rosa Parks, fallecida el 24 de octu-
bre de este mismo año, 2005, a los 92 años de edad tuvo el coraje de rebelarse ante este tipo de leyes
en su ciudad, Montgomery, Alabama. El 1 de diciembre de 1955, se sentó en la parte delantera y
cuando, a tres paradas, entró un hombre blanco no le cedió su asiento. Por esla razón, Rosa Parks
fue detenida y encarcelada. Pero su caso fue el detonante para que Martin Luther King lanzase un
boicot contra la empresa de autobuses Montgomery. Duraríá más de un año y culminó con la aboli-
ción de las leyes segregacionistas Jim Crow. (N. del R.)
57 Esto no quiere decir que las distinciones de estatus dejen de funcionar por completo de for-
mas más tradicionales: pensemos en el sislema estadounidense de lusticia penal, en el que, en un
escenario que recuerda de manera inquietante el linchamiento, los negros están sometidos de forma
@ Ediciones Morata,
t L.
60 fficmüEimiento?
modeniaihü6t¡le csteryig¡ón de
El segundo proceso histórico de
,n"io.iü"d cüit ptuáista y complejn. Tarüár Éiprürenciación,
ü; d" ;tñ1ifo. bon la soóiedad civil t5ga l¡ ffii
iunto de instituciones no mercantilizadas:
& rn zrp¡io con-
iriE rdIE qrr*s' educa-
ii";; ;;üiüai, rériglotas, familiares, esÉficaq r¡¡idE5 pr*sbnales,
inté-leciuates. Cuandó estaó instituciones cüil tElr rüuút' cada una
á"ririóir" ru propio patron de valor cultural, rebüsrb-!l*-*.'pra regular
ta ¡nteracciOn. Siir OúOa, estos patrones se sohdr'pom}gnacñrcidir por
;;irt"ió. eo. consiguiénü, en la sociedad <¡¿ rc üru¡s -¡G de inter-
áóiün estan regiOoJ ¡or diót¡ntos patrones de vü qfÉ I b úres socia-
l"loóróán posicioneó distintas en centros dibrcng: lrpi6se riega aquí o
;lá,¡;F¿iendodelasdistincionesqueÚiurrbncrrnffiambiente.
Además, el ascenso dela iociedad civilestá reffialurúqr
eladve-
que permite la coexisGlrcbrb&unEss'üolhuras y
nim¡énto de la tolerancia,
oi;ái|| á.in .ar los los-rrórilonies de valor. For ú¡irq tr scüH civf, rnoderna
contactos transculturales; d rerrüelqutjq los viajes
y
i"nO" a estimular
la. -oe. transnacionales de comunicación, pone en-ry$9 #¿los ploge-
Jói O" hibridación crrtrár. En general, pues, la sorh!!cirl ü¡.üe
hibrida
toJ norizontes de váloi, contri[uyendo,'por tanto, cur¡ tr nsstftación,
a
modernizar la subordinación de estatus'
La moraleja es que una teoría crítica de la socielffsgmm¡rea
no pue-
Oe pasár po, áno ta'sunórO¡nac¡ón de estatus.
En cantir' &b tehtefpfetar los
óóri.épioi sociológicos clásicos para un régimen qry rÉrp' En conse-
ór"ñói", una teorá óiitrcá debe evitar el éupuesto. tulgernam de un único
ilpr"mo d gg¡esm pn¡ralista tra-
de valor cultural5s. Además, debe evitar
óátrOn
ái.¡*"f cie una seriá áe culturas discretas, internarnenb tutpgÉfteas' TefJ
t"ñt"t al mismo tiempo, aunque sin afectarse conslitt¡lñr¿nenb wps a otras""'
@ Edicione" Morata, s. L.
La justicia social en la era de la política de la identidad... 61
¿Qué clase de teoría social puede realizar esta tarea? ¿Qué enfoque puede
leorizar las formas dinámicas de subordinación de estatus características del
capitalismo globalizador de la modernidad tardía? ¿Qué enfoque puede teorizar,
también, las complejas relaciones entre estatus y clase, reconocimiento erróneo
y mala distribución, en esta sociedad? ¿Qué clase de teoría puede comprender
al mismo tiempo su irreductibilidad conceptual, su divergencia empírica y su en-
trelazado práctico? ¿Y qué clase de teoría puede hacer todo esto srn reforzar la
disociación actual de la política de reconocimiento de la política de redistribución?
Vimos antes que ni el economicismo ni el culturalismo reúnen las condiciones
para abordar la tarea: la sociedad contemporánea no puede entenderse median-
te unos enfoques que reducen el estatus a la clase o la clase social al estatus.
Lo mismo cabe decir de un tercer enfoque que denominaré l'antidg3li_s.rl_o,jgst-
eslryglulafiglq". Los proponentes de este enfoque, entre quienes están Judith
lurlen e lris Marion You¡rc, rechazan las distinciones entre el ordenamiento
económico y el ordenamiento cultural por "dicotomizadores". Dicen que la cultura
y la economía están tan profundamente interconectadas, son tan mutuamente
distinguir de manera indiscutible las prácticas y creencias intrínsecas de una cultura de las que son
no auténticas o extrínsecas. Es más, al tratar las culturas nacionales como internamente homogé-
neas, no conceden una importancia suficiente a otras modalidades de diferencia cultural, incluyendo
aquellas que, como el género y la sexualidad, son internas a la nacionalidad o la trascienden. Por tan-
to, ni TAyLoR ni Kvrvrlrcre aprecian plenamente la capacidad de los pluralismos transnacionales y sub-
nacionales para desestabilizar las "culturas" nacionales, cuya "supervivencia" o "autonomía" intentan
garantizar. En general, ambos teóricos cosifican la cultura, pasando por alto la multiplicidad de hori-
zonles de evaluación y la inevitabilidad de la hibridación en la sociedad contemporánea. Véanse:
Charles T¡vroR: "The Politics of Recognition"; Will Kvrr,rr-rcxn'. Multicultural Citizenship: A Liberal The-
ory of Minority Rights, Oxlord, 1 995, (trad. cast.: de C. C¡sreus: Ciudadanía multicultural: una teoría
liberal de los derechos de las minorías. Barcelona. Paidós, 1996). Véase una crítica de la reificación
de la cultura en los escritos de Charles TnyLoR en: Amelie Ronw: "The Hidden Politics of Cultural
ldentification", Political Theory 22 (1), 1994, págs. 152-166. Véase una crítica de la reificación de la
cultura en los escrilos de Will Kvrr¡ucx¡ en: Seyla BeNHesla: "Nous et'les autres': The Politics of Com-
plex Cultural Dialogue in a Global C¡vilization", en Christian Joeexe y Steven Luxes (eds.): Multicultu-
ral Questions (Oxford, 1999). Véase una crítica general de las concepciones del reconocimiento que
cosifican la cultura en: FRnseR: "Rethinking Recognition".
60 Véase una argumentación ampliada de las razones por las que el "modelo de identidad"
estándar de reconocimiento es insuficiente para esta tarea en: FR¡sen: "Rethinking Recognition".
O Ediciones Morata, S. L.
,ffiortoslocimiento?
y-concertarse
ambos iipos de luchas, que, en la ach¡aldd' órergen y dscrepane.
Por tanto, en general, ningum de los ües erúqs cofls¡derados hasta aho-
ra proporciona uña teoría aceptatfe de b socjeth| ooEmporánea. Ninguno
puéde'conceptualizar las conqf$as rdairns a¡t¡ales ente ordenamiento cul-
iural y ordenamiento económico, stúorüntiíft de estat¡s y subordinación de
clase, reconocimiento enóreo y mala distrhrcifu- Si ni el economicismo ni el cul-
turalismo ni el antidualismo postesür¡cü¡rañsta pueden ¡P€//izat la tiarea, ¿qué en-
foques
' alternativos son PosiUes?
Tenemos dos posit¡ilktades, ambas de carácter ú¡alista Llamaré al primer enfo-
que'dualismo eséncial". Conskfe¡a la redsüih¡ciin y el remnocimiento como dos
"bsferas de justicia" diferentes, que pertenecen a dc dominbs sociales distintos. La
primera peúenece al dominio económico de la sociedad, las relacbnes de produc-
biOn. gl iegundo corresponde al terreno cultural, las relaciones de reconocimiento.
Cuando coñsideramos cuestiones económicas, @trto la estuch¡ra de los mercados
de trabajo, debemos asumir el punto de vista de la iusticia d¡süihltiva, atendiendo a
la influeñcia de las estructuras e instituciones económicas en la posición económica
relativa de los actores sociales. Cuando, en cambio, consideramos las q.¡estiones
culturales, como la representación de la sexualidad femenina en la MTV, debemos
asumir el punto de vista del reconocimiento, atendiendo a la influencia de los patro-
nes institu'cionalizados de valor cultural en la posición relativa de los actores sociales.
El dualismo esencial puede ser preferible aleconomicismo, al culturalismo y
al antidualismo postestructuralista, pero, aún así, eS insuficiente. La considera-
61 lris Marion Yourue: "Unruly Categories: A Critique of Nancy Fraser's Dual Systems Iheory"'
New Left Review, 222 (mazo-abril de 1997), págs. '147-'160; y Judith BurLen: "Merely Cultural".
62 Véase una refutación más detallada del antidualismo postestructural¡sta, véase: FRASER: "A
Rejoinder to lris Young", New Left Review 223 (mayo-junio de 1 997), págs. 126-129; y Fnasen: "Hete-
rosexism, Misrecognition, and Capitalism"' I
@ Ediciones Morata, S. L.
La justicia social en la era de la política de la identidad... 63
ción de la economía y la cultura como dos esferas separadas pasa por alto su
interpenetración. De hecho, como acabamos de ver,1a economía no es un área
acultural, sino instrumentalizadora y resignificadora de la cultura. Por tanto, lo que
se presenta como "la economía" siempre está ya impregnado de interpretaciones
y normas, por ejemplo, las distinciones entre "trabajo" y "asistencia", "trabajos de
hombres" y "trabajos de mujeres", tan fundamentales en el capitalismo histórico.
En estos casos, los significados y las normas de género se han tomado del orden
cultural y adaptado a los fines capitalistas, con importantes consecuencias tanto
para la distribución como para el reconocimiento. De un modo semejante, lo que
se presenta como "la esfera cultural" está profundamente impregnado por "lo
esencial", por ejemplo, el espectáculo global de masas, el mercado del arte y la
publicidad transnacional, todo ello fundamental para la cultura contemporánea.
En contra del dualismo esencial, por tanto, las materias nominalmente económi-
cas no sólo suelen influir en la posición económica, sino también en el estatus y
las identidades de los actores sociales. De igual manera, las materias nominal-
mente culturales no sólo influyen en el estatus, sino también en la posición eco-
nómica. Por consiguiente, en ninguno de los dos casos nos encontramos con es-
63.
feras independientes
Más aún, en la práctica, el dualismo esencial no cuestiona la disociación
vigente entre la política cultural y la política social. Por el contrario, refuerza esa
disociación. Al presentar la economíay la cultura como esferas impermeables,
con límites claros, asigna la política de redistribución a la primera y la política de
reconocimiento a la segunda. El resultado consiste, en efecto, en constituir dos
tareas políticas independientes que requieren dos luchas políticas independien-
tes. Al separar las injusticias culturales de las injusticias económicas, las luchas
culturales de las luchas sociales, reproduce la misma disociación que intentamos
superar. El dualismo esencial no es una solución de nuestro problema, sino un
síntoma del mismo. Refleja las diferenciaciones institucionales del capitalismo
moderno, pero no las cuestiona en sentido crítico.
En cambio, una perspectiva verdaderamente crítica no puede dar por buena
la apariencia de esferas separadas, sino que debe investigar bajo las apariencias
para poner de manifiesto las conexiones ocultas entre la distribución y el recono-
cimiento. Debe hacer visibles y criticables los subtextos culturales de los proce: \
sos nominalmente económicos y los subtextos económicos de las prácticas nomi- l
tiempo, aunque no tenga por gué ser en igualdad de proporciones, debe evaluar !.
cada una de ellas desde dos perspectivas diferentes. Debe asumir tanto el punto
de vista de la distribución como del reconocimiento, sin reducir ninguna de estas
'
perspectivas a la otra.
el
i
I Véas.e una crítica más detallada de un ejemplo influyente de dualismo esencial en: Nancy
FR¡seR: "What's Critical About Gritical Theory? The Gase of Habermas and Gender", en Unruly Prac-
tices: Power, Discourse, and Gender in Contemporary Social Theory (Minneapolis, 1989)' .¡
@ Ediciones Morata, S. L.
¿ffi o reoonocimiento?
sentido crítico, más aún, conüa h rnoda ileof¡ia- hürre uülizar la perspecti-
va del reconocimiento para iJenüficar las úl¡en*lr;s oJhrdes de las que suelen
considerarse polítbas econó
'rncas
reGüünirc- A cenüanre en la instituciona-
lización de las interpetacirnes y rxxrlr¡s en prograrurs tb 4oyo a los ingresos,
por ejemplo, @emos evaluar sus efrctc en d eslat¡s social de las mujeres y los
inmigrantess. A la inr¡e¡sa podenrc vnfufr h pempeaiva de la redistribución
para poner en primer plano las dmenE:ones ecofpirrre de los que suelen consi-
derarse problemas de reconocimiento. Al cenüarrrc en los elevados "costes tran-
saccionales" de vivir dentro del armario, por qemplo, podetTps evaluar los efectos
del reconocim¡ento heterosexista enóneo sobre la posiión económica de gays y
lesbianas6s. Por tanto, con el dualismo perspec{ivista, @emos evaluar la justicia
de cualquier práctica social, con independencia de que esté o no institucional-
mente situada, desde dos puntos de vista normativos, analíücamente diferentes,
preguntando: ¿la práctica en cuestión sirve para garanüzar tanto las condiciones
objetivas como las subjetivas de la paridad participativa o, en cambio, las debilita?
Las ventajas de este enfoque son claras. A diferencia del antidualismo post-
estructuraiista, el dualismo perspectivista nos permite distinguir la distribución
del reconocimiento y, por tanto, analizar las relaciones entre ellos. A diferencia del
economicismo y del culturalismo, sin embargo, evita reducir cualquiera de estas
categorías a la otra, simplificando de forma indebida la complejidad de las rela-
ciones. Por último, a diferencia del dualismo esencial, evita la dicotomía entre
economía y cultura, oscureciendo su mutua imbricación. En contraste con estos
enfoques, el dualismo perspectivista nos permite teorizar sobre las complejas
conexiones entre dos órdenes de subordinación, recogiendo, alavez, su irreduc-
tibilidad conceptual, su divergencia empírica y su entrelazado práctico. Por tanto,
entendida en perspectiva, la distinción entre distribución y reconocimiento no se
limita a reproducir las disociaciones ideológicas de nuestra época, sino que pro-
porciona una herramienta conceptual indispensable para cuestionar, revisar y, al
final, superar esas disociaciones.
s He tratado esta cuestión en "Women, Welfare, and the Potiücs of ileed lnterpretation" y en
"Struggle Over Needs", ambos en Unruly Practices. Véase también: Fnesen y Goaoo¡¡: "A Genealogy
of 'Dependency"'.
65 Jeffrey Escornen ha expuesto de manera muy inteligente estas c¡reslbnes en: "The Political
Economy of the Closet: Toward an Economic History of Gay and l4stiet Ub before Stonewall", en
Escornen: American Homo: Community and Perverstfy(Berkeby. lgn). tri¡s.6+78.
@ Edic¡ones Morata, s. L.