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Con humanistas como Lorenzo Valla, quien en su De elegantia linguae latinae escribe
una gramática del latín clásico de base científica, y otros intelectuales del Renacimiento,
comienza la filología moderna y se redescubre la antigüedad grecolatina.
La expresión studia humanitatis fue contrapuesta por Coluccio Salutati a los estudios
teológicos y escolásticos cuando tuvo que hablar de las inclinaciones intelectuales de su
amigo Francesco Petrarca; en éste, humanitas significaba propiamente lo que el término
griego filantropía, amor hacia nuestros semejantes, pero en él el término estaba
rigurosamente unido a las litterae o estudio de las letras clásicas. En el siglo XIX se
creó el neologismo germánico Humanismus para designar una teoría de la educación en
1808, término que se utilizó después, sin embargo, como opuesto a la escolástica (1841)
para, finalmente, (1859) aplicarlo al periodo del resurgir de los estudios clásicos por
Georg Voigt, cuyo libro sobre este periodo llevaba el subtítulo de El primer siglo del
Humanismo, obra que fue durante un siglo considerada fundamental sobre este tema.
Para ello los humanistas imitaron el estilo y el pensamiento grecolatinos de dos formas
diferentes: la llamada imitatio ciceroniana, o imitación de un solo autor como modelo
de toda la cultura clásica, Cicerón, impulsada por los humanistas italianos, y la imitatio
eclectica, o imitación de lo mejor de cada autor grecolatino, propugnada por algunos
humanistas encabezados por Erasmo de Rotterdam.
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La acción de los mecenas: los mecenas eran personas que con su protección
política, con su aprecio por el saber antiguo, con su afán coleccionista o con la
remuneración económica a los humanistas para que se establecieran o costearan
sus obras en la imprenta, facilitaron el desarrollo del Humanismo. Estas
personas reunían obras clásicas y llamaban a eruditos conocedores de la
literatura griega y romana; por si eso fuera poco, los acogían en sus palacios.
Entre los mecenas más destacados sobresalen: la familia de los Médici de
Florencia Lorenzo de Médicis, llamado el Magnífico y su hermano Juliano de
Médicis, los pontífices romanos Julio II y León X, Cristina de Suecia.
Marco Tulio Cicerón (106 a. C. -43 a. C.), por sus ideas está considerado el primer
humanista de la historia, y aunque no se adscribe al movimiento, su influencia en el
mismo es fundamental. Ante las guerras civiles que asolaban la República romana,
reclamará la revalorización de la dignidad individual y la construcción de una moral
pública.
Giovanni Boccaccio (1313-1375), al igual que Petrarca, dedicó su vida al estudio de los
clásicos, especialmente a los latinos, y realizó un importante compendio mitológico, la
Genealogía de los dioses paganos.
Pico della Mirandola (1463-1494), quien probablemente haya sido el primero en utilizar
la palabra humanista para referirse al nuevo movimiento. Fue el autor de un Diálogo
sobre la dignidad del hombre.
Lorenzo Valla (1407-1457), fundador de la filología por su estudio de los poetas latinos
y su proposición de una nueva gramática. Quizá su logro más conocido fue su
descubrimiento, basado en pruebas filológicas, de la falsedad del documento medieval
Donación de Constantino supuestamente redactado por este emperador, y por el que se
otorgaban los territorios de la Italia central al cuidado del Papa romano.
Erasmo de Rotterdam (1469 - 1536), fue la gran figura intelectual en el debate entre
católicos y protestantes y creador de una corriente personal dentro del humanismo de
crítica del cristianismo medieval tradicional, el erasmismo, a través de sus Colloquia y
diversos opúsculos.
Guillaume Budé (1467-1540), humanista francés que editó en su país numerosos
autores clásicos grecolatinos junto a
Pierre de la Ramée (1515-1572), más conocido como Petrus Ramus, líder de la principal
corriente antiaristotélica del Humanismo.
Tomás Moro (1478-1535), humanista inglés autor de un escrito satírico que sirvió de
modelo a otros muchos, la Utopía, y se enfrentó en defensa de sus ideas al rey Enrique
VIII.
Juan Luis Vives, amigo de Erasmo y de Tomás Moro, el primero en tratar la psicología
como disciplina científica y con contribuciones originales en todo tipo de materias.
Antonio de Nebrija, que logró renovar los métodos de enseñanza de las lenguas clásicas
en España.
Michel de Montaigne, quien vertió a la lengua vulgar lo más selecto del pensamiento
grecolatino creando el género del ensayo, típicamente humanista...
Todos estos y muchos otros, como Leon Battista Alberti, Giovanni Pontano o Angelo
Poliziano crearon el espíritu de una nueva época, el Renacimiento, que se expandió a
través del invento de la imprenta y las magníficas ediciones de clásicos del impresor
Aldo Manuzio y sus hijos y discípulos. El humanismo, como uno de los fundamentos
ideológicos del Renacimiento, suponía una evidente ruptura con la idea de religión
única que se manejaba hasta entonces en la que Dios era el centro y la razón de todas las
cosas. Con el Humanismo, Dios no perdía su papel predominante, pero se situaba en un
plano diferente, y ya no era la respuesta a todos los problemas. Probablemente el autor
que supo aunar mejor que ninguno la filosofía Humanística con el pensamiento cristiano
fuera Erasmo de Rotterdam
Otra de las notas que caracteriza este movimiento es la nueva actitud de los arquitectos,
que pasaron del anonimato del artesano a una nueva concepción de la profesionalidad,
marcando en cada obra su estilo personal: se consideraban a sí mismos, y acabaron por
conseguir esa consideración social, como artistas interdisciplinares y humanistas, como
correspondía a la concepción integral del humanismo renacentista. Conocemos poco de
los maestros de obras románicos y de los atrevidos arquitectos de las grandes catedrales
góticas; mientras que no sólo las grandes obras renacentistas, sino muchos pequeños
edificios o incluso meros proyectos, fueron cuidadosamente documentados desde sus
orígenes, y objeto del estudio de tratadistas contemporáneos.
Períodos [editar]
La Historia de la Arquitectura del Renacimiento, como éste mismo, suele dividirse en
dos grandes períodos denominados en italiano por el numeral de los años:1
La Escuela de Atenas, una de las escenas de las Estancias Vaticanas de Rafael Sanzio (1512-
1514) es una obra que muestra la relación del Renacimiento con el Humanismo y el Clasicismo.
En un entorno arquitectónico inspirado en las obras de la Basílica de San Pedro en que el
propio Rafael intervino, aparecen retratados, encarnando a los sabios griegos, muchos de los
arquitectos y artistas contemporáneos.
La Arquitectura del Renacimiento estuvo bastante relacionada con una visión del
mundo durante ese período sostenida en dos pilares esenciales: el clasicismo y el
humanismo.
Hay que destacar que los ideales y valores renacentistas no pudieron surgir totalmente
desvinculados del acervo medieval que le precedió, sin embargo, los conceptos que
subyacen a este estilo arquitectónico se construyeron sobre la consciente y efectiva
ruptura de la producción artística de la Edad Media, en especial del estilo gótico.
Búsqueda del ideal clásico: A través del clasicismo, los hombres del Renacimiento
miraban hacia el mundo greco-romano como modelo para su sociedad
contemporánea, buscando aplicar en la realidad material cotidiana aquello que
consideraban que pertenecía a un mundo más idílico que real. En este sentido, la
Arquitectura, en especial, intentó concretar conceptos clásicos como la belleza,
surgiendo así la teorización y ordenación del movimiento, fundamentado en la
Arquitectura clásica griega y romana. Según los teóricos renacentistas éste era el
camino idóneo para alcanzar el mundo ideal.
Visión profana sobre temas religiosos: Los valores clásicos, desde el punto de vista del
Cristianismo, de enorme influencia en este período (teniendo el cuenta que el
Renacimiento surge en Italia, donde la presencia de la Iglesia Católica fue decisiva para
el Arte), eran considerados paganos y de carácter pecaminoso. Para superar esta
censura de la Iglesia Católica, se integró la visión del mundo cristiano con el proyecto
de recuperación de los ideales clásicos, a través de escenas desacralizadas y edificios
hechos a la medida del hombre. Esta fue otra de las innovaciones del movimiento.
Plaza del Capitolio, en Roma, diseñada por Miguel Ángel, ejemplo de espacio perspectivo.
El dominio del lenguaje clásico, para hacer llegar estos efectos útiles en los edificios,
hace posible el estudio de la perspectiva. Como resultado, surge una arquitectura
insertada en un espacio perspectivo, integralmente aprehendido por el observador y
cuyas relaciones proporcionales se muestran de forma analítica y objetiva.
Sin duda, para la creación del modelo teórico, la observación de las ruinas fue la
inspiración predominante de los primeros arquitectos renacentistas italianos, pero a
medida que el Renacimiento evolucionaba, los estudiosos, pasarán, sistemáticamente,
de ofrecer o recuperar los cánones y obras técnicas del clasicismo a redactar sus propios
tratados del estilo, que aunque basados en el clasicismo, llegan a ser efectivamente anti-
clásicos.
La búsqueda del ordenamiento clásico en la tratadística del período. Esta imagen forma parte
de un tratado de Vignola (Las reglas de los cinco órdenes de la Arquitectura).
A pesar de que la Arquitectura romana también se preocupó de esta cuestión (El tratado
vitruviano resalta este dato, visto que estaba concebido como una carta dirigida al
emperador), la manifestación de este deseo de afirmación social por parte de los
arquitectos renacentistas es un elemento nuevo de este período cuando se compara con
la forma de producción artística medieval. Ésta se caracterizaba por la creación
colectiva (y anónima, por excelencia) y dominada por la cultura del saber fazer. Los
tratados formalizan el deseo del hombre renacentista de manifestarse como individuo
ante el mundo y colaborador necesario para contextualizar la Arquitectura como
disciplina académica.