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La Biblia afirma que el hombre y la mujer fueron creados por Dios el uno para el otro: “No es
bueno que el hombre esté solo” (Gn 2, 18), por eso creó a la mujer de un costado de Adán para ser
la mitad del hombre. “De manera que ya no son dos sino una sola carne” (Mt 19, 6), afirmó
Jesucristo Nuestro Señor.
El matrimonio no es una institución humana sino divina: “Y los bendijo Dios y les dijo: sed
fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla” (Gn 1, 28). La unión matrimonial de un
hombre con una mujer es indisoluble.
El Noviazgo Cristiano.
Noviazgo.
El noviazgo es un espacio del tiempo, en el cual un hombre y una mujer jóvenes, o dos personas
mayores solteras, o viudas, se preparan para contraer el Sacramento del Matrimonio.
El noviazgo cristiano consiste en que ambos se comporten según las enseñanzas de nuestra
religión católica, es decir, orienten sus pensamientos y acciones hacia Dios; teniendo la firme
determinación de cumplir los Mandamientos divinos por encima de todo, para formar una familia
cristiana.
Conocimiento mutuo.
El conocimiento mutuo consiste en saber: sus gustos, modos de ser, carácter, ideales, educación,
modos de pensar, reacciones ante los éxitos y fracasos, las ideas religiosas, antecedentes sociales,
sobre su salud mental y física, las virtudes y defectos, su normalidad psíquica, emotiva, capacidad
intelectual, su ilusión al trabajo, el deseo de traer hijos al mundo dentro del matrimonio, su amor
a Dios, a la Iglesia Católica, al prójimo y a sí mismo.
Santificarse en el noviazgo.
Los novios deben luchar para que su noviazgo sea verdadero camino de santidad, cultivando un
amor sincero, generoso, casto, leal y respetuoso.
Cada hombre ha de mirar dentro de sí y ver si aquélla que le ha sido confiada como hermana en la
humanidad común, como esposa, no se ha convertido en objeto de adulterio en su corazón; ha de
ver si la que, por razones diversas es el co-sujeto de su existencia en el mundo, no se ha
convertido para él en un “objeto”: objeto de placer, de explotación. (JP II, CA, Mulieris Dignitatem,
15-VIII-1988).
Se recomienda que:
El Papa Pío IX recomendó pedir a los novios, “el prudente consejo de los padres, a fin de precaver,
con el auxilio del conocimiento más maduro y de la experiencia que ellos tienen en las cosas
humanas, toda equivocación perniciosa y para conseguir también más copiosa la bendición divina
prometida a los que guardan el cuarto mandamiento” (Enc. Casti connubii, 31-XII-1930, n. 44).
Es aconsejable conocer y tratar varias veces a los padres, hermanos y, quizá también a otros
parientes del novio (a).
4.- Oración.
La Sagrada Escritura narra que Tobías dijo a Sara: “Oremos para que el Señor nuestro tenga
misericordia de nosotros y nos dé salud…” “Y ahora, Señor, tú sabes que no por lujuria yo tomo
por mujer a Sara, sino por sólo amor a la posteridad en que sea bendito tu nombre por los siglos
de los siglos. Dígnate apiadarte de mí y de ella y que ambos envejezcamos juntamente” (Tb 8, 4 y
7).
Deben tener presente que entre el corazón del novio y el corazón de la novia, está el corazón de
Cristo.
Es recomendable que los novios frecuenten los Sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía con
el fin de prepararse mejor al Sacramento del Matrimonio.
Es aconsejable que los novios lleven dirección espiritual con algún sacerdote docto y piadoso, para
prepararse debidamente al matrimonio.
Se recomienda que los novios lean libros de contenido cristiano, cuya exposición delicada y
profunda ayude a alimentar “el noviazgo con un casto afecto” (CV II, Const. Gaudium et Spes, n.
49) El Papa Pío IX enseña: “La educación religiosa sobre el matrimonio cristiano dista mucho de
aquella exagerada educación fisiológica, por medio de la cual algunos reformadores de la vida
conyugal pretenden hoy auxiliar a los esposos, hablándoles de aquellas materias fisiológicas, con
las cuales, sin embargo, aprenden más bien el arte de pecar con refinamiento que la virtud de vivir
castamente” (Enc. Casti connubii, 31-XII-1930, n. 41).
Ejemplo de buenos libros son: Las Encíclicas: Casti connubii, de Pío IX; Humanae vitae, de Paulo VI;
Familiaris consortio de Juan Pablo II.
Acudir a la Virgen María, porque su intercesión ante el Señor es muy eficaz (ver el pasaje de las
bodas de Caná: Jn 2, 1-11). La Virgen es Medianera de todas las gracias, porque Dios Nuestro
Señor las distribuye a través de Ella.
Las personas prudentes aconsejan que es suficiente uno o dos años para que los novios se
conozcan, y decidan si contraen matrimonio o no. El noviazgo largo –cinco, siete años…- no es
recomendable.
“Casa a tu hija y habrás hecho una gran obra, pero dala a un varón prudente” (Eclesiástico 7, 25).
Noviazgo y Castidad.
La virtud de la Castidad.
La castidad o santa pureza es una virtud que regula la búsqueda del deleite sexual, según el
dictamen de la recta razón ayudada por la fe. El sexo se ordena al matrimonio, que a su vez se
encamina a la procreación de modo primario y esencial.
“Existe una castidad de los que sienten que se despierta en ellos el desarrollo de la pubertad, una
castidad de los que se preparan para casarse, una castidad de los que Dios llama al celibato, una
castidad de los que han sido escogidos por Dios para vivir en el matrimonio” (Beato Josemaría
Escrivá de Balaguer, Es Cristo que pasa, n. 25).
Castidad en el noviazgo.
“Los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un
descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y de la esperanza de recibirse el
uno y el otro de Dios. Reservarán para el tiempo de matrimonio las manifestaciones de ternura
específicas del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente a crecer en la castidad” (CIC, n.
2350).
De la misma manera que todo buen católico, los novios deben vivir la castidad, absteniéndose de
cualquier placer sexual, porque Dios así lo manda: “La fornicación y cualquier especie de impureza
(…) ni se nombre entre vosotros, como corresponde a santos. Porque –tened esto bien entendido-
ningún fornicador o impúdico o avaro, que viene a ser una idolatría, será heredero del reino de
Cristo o de Dios. Que nadie os engañe con palabras vanas, pues por tales cosas descargó la ira de
Dios sobre los incrédulos”. (Ef. 5, 3-6).
Demostraciones de cariño.
Las demostraciones de cariño entre los novios deben fundamentarse en el amor a Dios, ellas son
garantía eficaz para el futuro matrimonio. Ese amor mutuo puede manifestarse, por ejemplo: con
detalles de servicio, con un diálogo amable, con un buen consejo, una mirada y una sonrisa
afectuosa, en compartir las penas, alegrías, éxitos y fracasos, en ayudarse para corregir un defecto
o para mejorar en una virtud, en invitar al otro a rezar, a ir a la Santa Misa los domingos y fiestas
de guardar, a confesarse y comulgar. El noviazgo bien vivido “es una ocasión de ahondar en el
afecto y en el conocimiento mutuo. Y como toda escuela de amor, ha de estar inspirado no por el
afán de posesión, sino por el espíritu de entrega, de comprensión, de respeto, de delicadeza”.
(Beato Josemaría Escrivá de Balaguer, Conversaciones, n. 105).
2º Evitar todas las manifestaciones corporales que son propias de la intimidad conyugal (besos
apasionados, tocamientos…)
3º Tener en cuenta la conciencia del otro, porque los novios son dos; pues “una intención
afectuosa si es imprudente, puede ser la causa de un pecado” (Dr. José Luis Soria, Pbro.)
4º Los novios pueden llegar a las manifestaciones de afecto, hasta donde se llegaría en presencia
de la propia madre.
No. Porque es obra de Dios, ya que Él “creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó,
macho y hembra los creó. Y Dios los bendijo diciendo: Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la
tierra y sometedla”. (Gn. 1, 27-28). Por eso, la Iglesia Católica ha defendido siempre la grandeza
del matrimonio y de la fecundidad humana, y por consiguiente, el valor del sexo. Lo malo estriba
en que el sexo suplante a la razón, usando de él irracionalmente; porque el fin del sexo es la
reproducción y la propagación de la especie, por tal motivo, Dios puso, en el acto generativo, un
placer sensible, como un “gancho”, un poderoso estímulo en el hombre y en la mujer, con el fin de
tener hijos; representa un grave desorden despertar este placer por el mero afán de gozar de él.
Las relaciones sexuales son lícitas sólo en el matrimonio válido y para conseguir sus fines: “por su
misma índole natural la institución del matrimonio y el amor conyugal se ordenan a la procreación
y educación de la prole” (CV II, Const. Gaudium et Spes, n. 48). El acto generativo y el placer que lo
acompaña tiene un valor sagrado, como sagrada es la vida que engendra por el amor mutuo de los
esposos, Por eso, nunca debe realizarse el acto sexual fuera del lecho matrimonial, porque Dios lo
prohíbe: “No fornicarás”.
Las relaciones sexuales prematrimoniales de los novios, no son fruto del verdadero amor, sino de
un egoísmo, más o menos disfrazado, que únicamente busca el placer por el placer, sin pensar en
el daño que se causan a sí mismos, o al posible hijo que vendría al mundo fuera del hogar. Además
de cometer un pecado mortal, se provocan abortos o aparecen las madres solteras, que sufrirán
toda su vida por esta imprudencia.
El amor verdadero.
El amor verdadero se llama también amor de benevolencia, consiste en querer el bien del otro;
procede del amor a Dios, y por Él, los novios se aman mutuamente.
Amar al otro supone un deseo constante de hacer cosas buenas para él; una decisión voluntaria de
renunciar a sí mismo para darse al prójimo por medio de muchos detalles; en querer lo mejor para
el otro, tanto para su cuerpo como para su alma. Amor que significa una entrega total, dispuesto a
comprometerse seriamente en el matrimonio.
El amor falso.
El amor falso se llama también amor de concupiscencia, consiste en querer a la otra persona como
un objeto de placer; procede del egoísmo.
El amor falso entre los novios, es algo meramente instintivo, apasionado, el cual rebaja a la otra
persona a la condición de cosa, sólo tiene sentido en cuanto produce satisfacción sexual. Las
acciones que uno o el otro buscan, desembocando en el placer sexual, aunque se hagan como
manifestación de cariño, no son demostraciones de amor verdadero, sino del falso.
“Cuando el amor entre los novios es de verdad auténtico, no necesita de “prendas”, como se
pretende justificar el encuentro sexual a manera de “prueba o garantía de amor”.” (Instrucción
Pastoral de los Obispos de México: Moral y Sexualidad, 10-I-1988, cap. II).
El adulterio y el divorcio, la poligamia y la unión libre son ofensas graves a la dignidad del
matrimonio. (CIC, n. 2400)
¿Por qué algunas jóvenes desean casarse con un hombre que quizá no les conviene?
Los católicos casados únicamente por el matrimonio civil, o que viven en unión libre, deben
casarse por la Iglesia Católica. En caso de que no quieran o no puedan hacerlo, deben separase.
Matrimonio Civil.
Los católicos (en México) deben contraerlo, sabiendo sin embargo que sólo cumplen una
ceremonia de orden cívico. Es decir, realizan un contrato civil con efectos meramente legales y
administrativos.
Los contrayentes católicos no deben vivir juntos hasta que se casen por la Iglesia, porque hasta ese
momento son verdaderos esposos.
El matrimonio civil no es válido para los católicos, ya que entre los bautizados sólo existe
matrimonio cuando se recibe el Sacramento.
En México es útil el matrimonio civil porque tutela los derechos de los esposos y de los hijos. Por
eso, la Iglesia exige a los que van a casarse que lo contraigan antes, pero este matrimonio por sí
sólo, no tiene valor alguno ante Dios.
Si existen matrimonios limpios se debe, en buena parte, a que su noviazgo fue limpio; por el
contrario, un noviazgo sucio (con actos pecaminosos), trae como consecuencia, casi siempre, un
matrimonio turbio.