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Información Importante
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Cuando Colin Leventhal se asomó por la ventana de su dormitorio en la noche
del 12 de mayo y se despidió de su novia, nunca esperó que fuera para siempre.
Pero cuando Sarah Evans desaparece esa noche, el mundo de Colin se desmorona
cuando se transforma del novio de al lado a principal sospechoso de la policía.
Luego un año más tarde, en su servicio conmemorativo, Colin hace una llamada
telefónica que cambia todo. ¿Es posible que Sarah siga viva? Y si es así, ¿cómo
puede traerla de vuelta?
Mientras Colin lucha con esta posibilidad, al otro lado de la calle, la pequeña
hermana de Sarah, Claire, aprende cómo navegar el extraño nuevo paisaje de la
vida sin su hermana. Mientras sus padres se desmoronan, Claire está decidida a
seguir adelante, incluso si eso la mata.
ESTA ES SARAH sirve como una meditación sobre la pérdida, el amor y lo
que significa decir adiós.
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Colin
13
Claire
E
n las primeras semanas después que Sarah desapareciera, me colé en su
habitación. No era el tipo de cosas que hiciera en el pasado. La
habitación de Sarah estaba fuera de los límites si ella no estaba en casa.
Ahora, no lo sé. Simplemente me hacía sentir mejor. Más tranquila, supongo.
Cada crujido de la puerta me hizo dudar, preocupada que mis padres me
oyeran, pero el suave murmullo de la televisión en la planta baja me aseguró que
no. Para este momento, papá habría tomado sus dos pastillas para dormir y se
habría dormido, rodeado de las cajas de archivos, los informes de la policía, y los
carteles de Sarah. Dormía abajo ahora.
Mamá dormía arriba en una bruma de drogas. Se tragaba píldoras a manos
llenas. Papá sólo tomaba dos. Decía que necesitaba mantenerse alerta y en control
para Sarah. Tenía que mantenerse listo.
Honestamente, ni siquiera las necesitaba. No para dormir. Llegaba a casa
agotado de la búsqueda y se derrumbaba en el sofá cada noche. Mamá, por el
contrario, rara vez salía de su dormitorio después que los voluntarios se fueran. Se 14
mantenía compuesta por ellos, mantenía una cara seria, sonreía, asentía y decía
gracias. Pero tan pronto como la búsqueda terminaba por el día —tan pronto como
la dotación de la línea directa terminaba— mamá subía las escaleras, tomaba un
cóctel de antidepresivos, y se desmayaba. Como un zombi.
Ellos nunca venían aquí. Lo cual era bueno porque eso me hacía sentir como
si fuera mi espacio… nuestro espacio. Mío y de Sarah. Me gustaba mirar sus cosas.
Está bien, husmeaba, pero no en el mal sentido. Me gustaba estar en su habitación
más que en la mía.
Estar aquí me hacía sentir normal. Podía fingir que todavía pertenecía a una
familia aburrida y normal, con Sarah fuera con Jenna o Colin. Cuando llegara a
casa, todos nos sentaríamos a cenar. Haríamos todas las cosas tontas y aburridas
que hacíamos antes.
No estaba buscando secretos ni nada. No estaba leyendo su diario. Estar en el
espacio que solía ser de Sarah me hacía sentir más cerca de ella.
A veces Sarah parecía tan diferente a todos los demás, como si se hubiera
visto obligada a vivir entre nosotros, los simples mortales. Cuando estaba en su
habitación, sola, se sentía real, como que pertenecíamos juntas.
Mis padres nunca cruzaban su puerta. Era una de las pocas veces que sentía
como que podía estar sola. Si pasaba mucho tiempo en mi propia habitación sola,
se daban cuenta. Aquí, era diferente. Como si ocupara otra dimensión detrás de
una barrera que no podían cruzar.
La habitación de Sarah se sentía más fría que el resto de la casa. Sellada y
vacía, parecía menos como un dormitorio real y más como un escenario de película,
con escenografía plagada por la habitación por autenticidad: ropa dispersa, un
armario lleno de bisutería, fotos de sus amigos colocadas en el marco del espejo, y
posters en la pared. Todas las cosas que significaban tener diecisiete en América.
Cuando me miro en el espejo, veo similitudes con Sarah en mi reflejo. El
mismo mentón anguloso, los mismos ojos anchos, pero nadie me confundiría con
Sarah. Me faltaba su facilidad, su confianza. Ella existía como una mezcla del
atractivo sexual y la dulzura de la chica de al lado. ¿Yo? No tenía nada de eso.
Como he dicho, siempre había algo casi de otro mundo sobre Sarah. Tal vez
era su forma de moverse, como si sus pies no tocaran el suelo completamente. O tal
vez era su esbelta figura, sus caderas huesudas, y la forma en que sus jeans
colgaban justo debajo de su ombligo. Ella pertenecía a un escenario o una pantalla,
no en esta pequeña ciudad.
¿Pero yo? Si la incomodidad tuviera un bebé, ese sería yo. Sentía todo
redondo y torpe, como si alguien hubiera tomado todas las características y la
gracia de Sarah y las hubiera extendido a lo largo de un campo de juego más
amplio. Y simplemente no funcionara tan bien.
Yo no podía hacer esa cosa que Sarah hacía. En el segundo que entraba en una
habitación, todo el mundo se volteaba para mirarla. ¿Yo? Sólo soy el tipo de
persona que todo el mundo notaba de forma accidental. Chocaban conmigo y
decían: 15
—Oh Claire, lo siento. No te había visto.
Solía estar celosa de cómo era Sarah, pero ahora me sentía culpable por
pensar tal cosa. Todas las emociones complejas se desvanecieron cuando Sarah
desapareció. Sólo quería una cosa: recuperarla, conseguir que nuestra vida volviera
a la normalidad.
Excepto cada día que pasaba, la realidad que solía conocer se deslizaba más
lejos, y esta nueva vida, esta extraña vida tranquila, daba otro paso hacia adelante.
Era sólo aquí que se sentía como si el tiempo se hubiera detenido. En la habitación
de Sarah, todo parecía congelado y esperando por ella, todas sus cosas, su ropa,
incluso su cama. Dentro de estos muros la vida de Sarah esperaba que volviera y se
deslizara dentro, como una pieza favorita de joyería.
Sólo una vez, quise encontrar algo más. Alguna pista que la policía o mis
padres hubieran pasado por alto. Alguna pequeña nota diciendo a dónde se fue
Sarah, diciendo “adiós y buena suerte, y no se preocupen por mí”. Algo destinado
sólo a mí, como... un secreto.
Nuestras habitaciones estaban justo una al lado de la otra, y la pared posterior
de mi armario era también la pared posterior de su armario. Cuando éramos más
jóvenes, Sarah descubrió un pequeño agujero en la placa base que llegaba hasta el
otro lado. Solíamos sentarnos en nuestros respectivos armarios y enrollar pequeñas
notas que nos pasábamos a través del agujero de la otra. No recuerdo lo que
escribíamos. Sólo sé que hacer eso se sentía tan reservado; como que compartíamos
nuestro propio lenguaje especial.
En cierto modo, yo siempre estaba esperando la última nota.
Pero nunca la encontré. Las cajas en su tocador nunca cambiaron. No había
una última nota, ya que, no importa lo que quisiera decirme a mí misma, Sarah no
huyó. Alguien se la llevó.
Abrí el cajón y saqué una de sus camisetas. Ya no olía a Sarah, como el
perfume que usaba, o incluso como el detergente para la ropa. En su lugar, olían a
tela, la forma en que la ropa huele cuando todavía cuelga en las tiendas, antes que
sean propiedad de alguien y estén arrugadas, adoptando el molde del cuerpo de su
dueño.
Quince días más tarde, la ropa no parecía algo que ella hubiera usado. Sólo
podía imaginarla en la ropa en el cartel de desaparecida —camiseta de Rent y
jeans— o lo que llevaba la última vez que la vi: suéter con capucha gris y jeans de
color amarillo con botones.
Tiré de la camiseta por encima de mi cabeza, y la habitación se volvió azul
mientras miraba a través de las fibras antes de terminar de colocármela. Estaba
ajustada sobre mi otra camisa, apretando mi cuerpo.
Sarah me llamaba Gordinflona. Comenzó como una broma, una pequeña
broma que nunca me importó, pero que luego dijo frente a Colin. Eso dolió. Dios,
estaba tan enojada con ella por eso. Ahora, parecía estúpido. Parecía estúpido que
alguna vez hubiera estado enojada con Sarah por cualquier cosa. El dolor de
extrañarla tanto que tapaba todo.
Apreté el borde de su cama con mi dedo. El lugar donde solía sentarme
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mientras la miraba prepararse para salir ya no se sentía igual. No importa cómo me
sentara o me pusiera en ella, se sentía como la cama de un motel. Se sentía rígida,
sin uso y sin dueño, como su ropa.
A veces, me preguntaba si cada vez que entraba en esta habitación, la hacía un
poco menos de Sarah. Como si mi presencia aquí la empujara fuera. No quería
empujarla fuera; sólo quería traerla de vuelta.
La noche en Sarah que desapareció tenía práctica con la banda. El concierto
de primavera se acercaba rápidamente, y yo acababa de conseguir la segunda silla
en la sección de clarinete. Eso me llenaba tanto de orgullo como de vergüenza.
—Gordinflona, tienes que dejar la mierda de la banda —dijo Sarah en la cena
de esa noche.
—Sarah, cuidado —dijo mamá—. Deja de llamarla así.
—¿Qué? Ella sabe exactamente de lo que estoy hablando. —Sarah subió el pie
a su silla y descuidadamente recogió una costra en su rodilla. Recuerdo que miré su
piel y me pregunté cómo estaba ya tan bronceada. Apenas era mayo. Mis piernas
parecían tan blancas como el interior de la concha de una ostra—. Sabes de lo que
estoy hablando, ¿verdad, Claire? —preguntó Sarah, haciendo girar una pieza
errante de espaguetis alrededor de su tenedor—. La banda es para los perdedores.
Tú, hermanita, NO eres una perdedora.
Me gustó la determinación en su voz. Como si Sarah lo dijera, debía ser
verdad.
—Sarah, suficiente —dijo papá—. Deja a Claire tranquila.
Les dije que estaba bien, porque lo estaba. Sabía que Sarah me amaba, y sabía
que cuidaba de mí. La escuela secundaria no era el tipo de cosa por la que pasas
flotando. Era una jungla, algo que mis padres no entendían.
—Ella va a la misma escuela que yo. Sabe lo que la gente piensa de los
perdedores de la banda. —Sarah usó sus dedos para seleccionar un hilo de la pasta
de la pila y lo sorbió—. Yo sólo quiero ayudar.
Se levantó de la mesa, cruzó la cocina, y abrió el cesto de la basura. Recuerdo
el sonido de los alimentos cayendo en la bolsa, el tenedor raspando el plato y las
pisadas de los pies descalzos de Sarah sobre el linóleo mientras caminaba hacia mí.
—Me preocupo por ti porque te amo. —Sarah besó la parte superior de mi
cabeza y envolvió sus brazos alrededor de mis hombros, abrazándome.
La calidez de los labios de Sarah se mezclaba con el olor de su champú. Por un
momento, su largo cabello rubio colgaba sobre mí, cubriéndome con olor a fresa y
limonada.
Ese fue el momento en que me di cuenta de algo sobre Sarah, algo que nunca
había podido descifrar, lo que la separaba del resto de nosotros.
Sarah era luz.
Su voz, su risa, su mirada, su largo cabello rubio, y su forma de moverse a
través de una habitación. La forma que iluminaba un escenario. Todo en ella era luz
brillante. 17
Sarah me apretó con más fuerza, y en ese abrazo, sentí como si fuera una
parte de ella, una parte de algo mejor. Supongo que suena estúpido, pero es verdad.
Y entonces ella se levantó, besó a mis padres, recogió las llaves de la mesa, y nos
dijo que iba a salir con Jenna.
—No vuelvas demasiado tarde —dijo mi padre.
Claire
S
iempre me gustaba más cuando Sarah me recogía después de la práctica,
estacionando su Ford Escort rojo en el estacionamiento de la escuela,
serpenteando alrededor de los espacios vacíos, y deteniéndose en el
frente. Ella se inclinaba, desbloqueaba la cerradura, y yo entraba, sabiendo que los
chicos en la sección de trompetas estaban observando, lo cual estaba bien para mí.
Todo el mundo pensaba que era hermosa. Supongo que, en cierto modo, me hacía
sentir hermosa también, como si simplemente estar relacionada con ella contara.
Pero en la noche que Sarah desapareció, nadie vino.
Las nueve se convirtieron en nueve y media. Las nueve y media en las diez.
Llamé a casa, pero nadie respondió. Cuando el Subaru se detuvo, no reconocí la
cara detrás del volante. No al principio, por lo menos.
—Claire, cariño, vamos. Tu mamá me pidió que viniera por ti.
No pregunté por qué la madre de Colin me estaba recogiendo. No pregunté
porque no quería saber. Sólo tomé la manilla de la puerta y me metí en el asiento.
—Ponte el cinturón de seguridad, cariño —dijo la señora Leventhal. 18
Hice lo que me indicó, sin siquiera bajar el estuche de mi clarinete, como si
estuviera pegado a mi mano. Tenía la extraña necesidad de no soltar el clarinete,
sin importar lo que pasara después. Como si al poner el estuche en el suelo, la
gravedad se revertiría, y yo volaría de la faz de este planeta.
—Claire, cariño —dijo la señora Leventhal, poniendo una mano cálida sobre
mi rodilla.
Tenía los nudillos pronunciados y finos dedos delgados. Su mano parecía
mucho más vieja que su rostro, se extendía como si no hubiera suficiente piel para
cubrirlo. Las venas saltaban mientras sus dedos se movían, acariciando mi rodilla.
—Algo pasó, cariño. Tu hermana…
—¿Sarah está bien? —le pregunté, sin dejar de mirar la mano en mi rodilla.
La calidez de ella empapaba mis jeans, haciéndome sentir un poco de náuseas.
Quería que la señora Leventhal dejara de tocarme. Pero más que eso, quería que no
contestara esa pregunta.
—No sabemos, cariño. Ella salió de la casa esta noche, y no se presentó en el
restaurante para encontrarse con su amiga. No estamos seguros de dónde está
Sarah ahora mismo... Pero esto es realmente importante. Créeme. Todo va a estar
bien. Vamos a encontrarla.
—¿Encontrarla?
Esa frase sonaba tan extraña ensartada así. Incluso mientras lo decía, las
palabras resonaron juntas, golpeando contra mis dientes.
¿Encontrarla? ¿A dónde había ido Sarah que teníamos que encontrarla? ¿Por
qué simplemente no volvía a casa?
—Sí, cariño. —La señora Leventhal comenzó a llorar—. Tu hermana está
desaparecida.
Tu hermana está desaparecida.
Esas cuatro palabras cayeron como una piedra en el pozo de todo lo que era o
podría llegar ser. Se enredaron con mi ADN, cambiándome para siempre. No sabía
lo que iba a suceder, pero, aun así, en el primer día, sabía que ya no era la misma
Claire.
Tu hermana está desaparecida.
Cuatro palabras con un significado muy simple. Algo que alguna vez había
estado allí, ya no estaba más. Pero también había mucho más que eso. Significaban
que yo nunca sería la misma. Nunca sentiría lo mismo. Incluso en ese primer
momento sentí que estaba pasando por una puerta, y que no podía volver. No era la
misma persona que solía ser. Cuatro palabras que significaban que mis padres se
romperían. Mis amigos serían apartados, al igual que los extremos opuestos de los
imanes. Todo sería desenredado.
Dios, ese día. Fue entonces cuando empezó todo.
Y ahí estaba yo, tumbada en la cama de Sarah mirando el crepúsculo entrando 19
a la habitación de Sarah, cubriendo la colcha, la cómoda, y las paredes con su triste
luz azul. Vi la luz de Colin encenderse al otro lado de la calle, y me levanté de la
cama. Sabía que, si me paraba a un lado de la ventana, él no podría verme.
Entonces sólo podría observarlo por un tiempo.
Estaba sentado en su escritorio leyendo algo en su portátil. Me encantaba su
perfil, la nariz ligeramente torcida, la onda suave de su cabello oscuro. Sarah solía
colocar su brazo sobre el respaldo del sofá mientras estaba sentado a su lado y
torcía distraídamente las hebras a través de sus dedos mientras veían películas.
Me recostaba en el suelo, la mayoría de las veces observándolos; la piel
bronceada de Sarah, la tez oliva de Colin, la forma en que Sarah se sentaba con las
piernas torcidas debajo de ella, y la forma en que Colin pasaba su brazo por encima
del regazo de ella. La forma en que encajaban juntos como piezas de un
rompecabezas.
Al otro lado de la calle el teléfono de Colin sonó, y él lo atendió rápidamente.
Su rostro se tensó y luego se relajó antes de caerse con decepción. ¿Estaba
esperando, como siempre lo hacía cuando sonaba el teléfono, que fuera Sarah, a
pesar que nunca lo era? Colin se levantó, caminó, y una vez que estaba fuera de mi
línea de visión, abrí la ventana, me asomé, y esperé. Pensé que podría escucharlo,
así que incliné mi cabeza para comprobarlo.
Si él me veía, abriría la ventana, y podríamos hablar. Eso era todo lo que
quería. Desde que Sarah desapareció, yo hablaba más con Colin de lo que lo
habíamos hecho antes. Era una de las pocas cosas que atravesaba el
entumecimiento. No solíamos hablar de Sarah. Sólo sandeces, nada importante.
Pero cada vez que hablaba con él, sentía como que estábamos juntos de alguna
manera. Como si todos esos sentimientos que estaban dentro de mí estaban dentro
de él también. Todas esas cosas heridas en mí reconocían todas esas cosas heridas
en él y, como que lo necesitaba.
La luz de Colin se apagó, y varios minutos después, la puerta principal se
cerró de golpe. Un motor se encendió. Lo vi salir de su camino de entrada y
dirigirse por la calle hasta que su auto desapareció de la vista.
Una ardilla caminaba por la línea telefónica con su cola en forma errática
crispándose cuando el perro de Molley comenzó a ladrar. Cerré la ventana. Era una
noche fría para ser finales de mayo. Demasiado fresca.
Las noches más frías eran las más difíciles. Tenía que forzar mi mente a no
pensar en la piel endurecida, un fragmento de hueso debajo de una hoja, tirado en
el bosque. Lo que un animal podía hacerle a un cuerpo humano.
Bajé las persianas y me acerqué a la puerta. Apoyándome en la madera,
apagué la luz, recubriendo la habitación en la oscuridad. Esperé un latido y otro, y
luego encendí la luz de nuevo. No sé qué esperaba encontrar. ¿Algún tipo de
cambio tal vez?
Pero nada pasó.
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Colin
¿Q ué vino después? Caos. Confusión. La policía. Seguido por más caos,
confusión, e incluso más policías. Ellos organizaron grupos de tareas
y de búsqueda. Yo estaba en el equipo del padre de Sarah. Creamos
una página web, una lista de distribución, un foro de discusión, apoyo y
organización. Fuimos de puerta en puerta con volantes.
¿Ha visto a Sarah? Llame si se le ocurre algo. Cualquier información ayuda.
Las primeras semanas fueron las más extrañas. De repente, todo el mundo
empezó a hablar de Sarah como esta cosa abstracta que habíamos perdido, de la
forma que pierdes una cartera y empiezas a levantar y bajar cosas, voltear los
cojines del sofá con todos a su alrededor diciendo cosas estúpidas como: “¿Dónde
lo dejaste?” y necesitas toda tu voluntad para no decir: “Si supiera dónde mierda lo
dejé, sabría dónde ir a buscarlo”.
Excepto que de alguna manera perdimos a Sarah. No importa cuántas cosas
levantábamos y bajábamos, no podíamos encontrarla.
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La parte de puerta en puerta era la que más me importaba. Todo lo demás se
sentía como esperar. Esperar y esperar noticias de la policía o de las
actualizaciones.
Constantemente actualizaba mi correo electrónico una y otra vez en busca de
algo nuevo, cualquier charla, cualquier pequeño comentario en un hilo al que
pudiera aferrarme y pensar, sí, esto llevará al final de esta pesadilla.
Pero cuando íbamos de puerta en puerta, me movía. Puerta a puerta
significaba acción, y yo necesitaba acción. Significaba tomar mi puño y golpear con
fuerza la puerta de la casa de alguien, exigiendo que se tomaran un minuto para
mirar la imagen de Sarah. Significaba recordarles que se trataba de una persona,
esta es la vida de Sarah, y debemos encontrarla.
Ya sea si repartía los volantes o los engrapaba a postes de teléfono, no podía
mirar la foto completa de ella. Solo miraba fragmentos: sus ojos, su sonrisa, una
ceja, o la piel de su mejilla. Solo la miraba en pequeñas dosis, y luego trataba de
reconstruir su imagen en mi cabeza.
Pero siempre había algo que faltaba. La Sarah en los carteles no era mi Sarah.
Mi Sarah no podía haber sido capturada tan fácilmente.
El padre de Sarah puso su propio número de teléfono en los carteles en lugar
de la línea de emergencia de la policía. Eso provocó una pelea con la madre de
Sarah. Dijo que lo hizo porque no se fiaba de la policía. No creía que estuvieran
prestando suficiente atención al caso, lo que puso furiosa a la madre de Sarah. De
hecho, ella dijo que el señor Evans estaba jodiendo las cosas. Realmente utilizó esa
palabra, lo que era raro porque nunca antes había oído maldecir a los padres de
Sarah.
Comenzaron una pelea sobre ello justo en la cocina, delante de todos nuestros
vecinos y amigos que vinieron a ayudar. Se puso tan mal que mi padre acompañó a
todo el mundo fuera, y mi madre acompañó a los Evans arriba. Mis padres eran
buenos así, siempre capaces de limpiar los cabos sueltos.
Cuando el señor Evans regresó abajo, tomamos montones de volantes, nos
dividimos en grupos, y recorrimos el barrio. Llamé a cada puerta y dije la misma
cosa una y otra vez.
—Hola. Mi nombre es Colin, y estoy ayudando en la búsqueda de Sarah Evans.
Ella desapareció en la noche del 12 de mayo. Conducía un Ford Escort rojo. ¿Te
importaría tomar uno de estos volantes en caso que veas u oigas algo que pueda
ayudarnos a encontrarla?
Nunca me desviaba de esas líneas. Las palabras creaban un marco, como
andamios alrededor de un edificio roto, así no tenía que pensar demasiado. Repetí
la misma cosa una y otra vez. Se sentía mejor así.
Entonces les entregaba el cartel, observando la fotocopia de la cara de Sarah
dejar mi mano y entrar en la ellos, mientras fruncían el ceño, sacudían las cabezas,
asentían y se comprometían a llamar si veían, oían, o se les ocurría algo.
Vivimos en una ciudad bonita, el tipo de ciudad donde las niñas bonitas de
diecisiete años no desaparecen. Ellas van a la escuela y al cine con sus novios, luego
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van a la universidad, se casan, compran una casa, y tienen un bebé. Esa es la forma
en que se supone que debe ser.
Allí, de pie en albornoces o con sus pantalones de entrecasa, todos pensaban
exactamente lo mismo, mientras bajan la mirada a la imagen sonriente de Sarah.
La misma que en un año el señor Evans apuntaló en la parte delantera de la iglesia
para el funeral.
Ellos no querían aceptar que esto sucedió porque si le pasó a Sarah, le podía
pasar a las personas que amaban, que es impensable, porque vivían en un pequeño
pueblo de Colorado para evitar este tipo de cosas para empezar.
En los primeros días, la policía la trató como una fugitiva. Y supongo que,
para alguien que no sabía nada de Sarah, eso tendría sentido. Quiero decir que ella
se metió en su auto y se marchó esa noche. Parecía totalmente posible que Sarah
simplemente huyera como cualquier otro adolescente molesto y confundido.
Excepto que ella no lo era.
Ella era feliz. Éramos felices.
Durante esos días, esas primeras semanas importantes de entrega de carteles
y hablar con la gente, empecé a sentir que Sarah me necesitaba para salvarla.
Eso se sintió tanto extraño como familiar porque ella nunca fue del tipo de
chica que necesitaba que la salvaran, y yo como que siempre quería que lo fuera.
Quiero decir, me encantaba que Sarah fuera fuerte e independiente y todo, pero a
veces sólo quería ser el héroe. Ahora aquí estaba, necesitando que la salvaran a tal
gran escala, y aquí estaba, listo y capaz de salvarla.
Listo para llamar a la puerta correcta, listo para hablar con la persona
adecuada que podría decir:
—Sí, sabes, ahora que lo mencionas, vi su auto en la ruta 7 justo más allá de la
antigua fábrica. —Entonces iríamos allí con sirenas de policía ardiendo.
Encontraríamos pista tras pista, y la policía derribaría la puerta de la fábrica. Con
sus armas desenfundadas, encontrarían al monstruo allí, lo que resultaría en un
tiroteo caótico y gritos. Entonces yo correría hasta el sótano y encontraría a Sarah,
asustada pero bien, la recogería, la llevaría a casa, y la amaría.
Esa es la clase de estúpida mierda que pensé al principio.
Patético, ¿verdad?
En cambio, nada pasó.
Bueno, no nada exactamente... la decepción pasó. El dolor pasó. El llanto
pasó. La ira pasó.
El tiempo pasó, y mis padres se preocuparon tanto por mí que la primera
ronda de terapia pasó. Entonces la segunda ronda de terapia pasó.
Se encontraron cosas. Se trajeron perros; sarnosas cosas feas que supieron
husmear entre hojas y cauces para encontrar el horror, buscarlo y traerlo a casa
para romper tu corazón. Pero eso es otro mes en la carretera de esta historia.
¿Qué ocurrió justo después de los grupos de búsqueda y los primeros días?
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Fácil. La policía vino por mí.
Transcripción de la policía con Colin Leventhal, 17, interrogado en la
desaparición de Sarah Evans, 17.
CL = Colin Leventhal
DR = Detective Rodgers
DV = Detective Vela
Segundo interrogatorio, fecha 20 de mayo
33
Colin
E
n julio, encontraron la camisa amarilla desgarrada y su brazalete en el
bosque. Mi madre trató de hacerme hablar de eso, cosa que no hice.
Fue paciente, más paciente de lo que la mayoría de la gente
probablemente lo habría sido. Pero con el tiempo, exigió la terapia después que
descubrió mi moto estrellada en el garaje. Parecía como si alguien le hubiera
pasado por encima más de una docena de veces con un tractor remolque, excepto
por la palanca que estaba junto a ella. Mi madre me preguntó qué había pasado, me
miró con grandes ojos redondos llenándose de lágrimas, pero no podía recordar.
Sólo recordaba que tenía una rueda pinchada, y necesitaba arreglarla.
34
Claire
A
medida que Sarah y yo nos hacíamos mayores, no hablábamos tanto
como solíamos cuando éramos pequeñas. Con el tiempo, todo el mundo
se hace demasiado grande para dejar caer notas a través de un agujero
en el armario. Pero, aun así, de vez en cuando, me gustaba tener ese lugar
codiciado, sentada en la cama de Sarah mientras me hablaba sobre su vida. Me
encantaban aquellos tiempos. Es como si había dejado de ser una hermana
pequeña y me había convertido en una amiga.
Esta era una de esas veces. No pasó mucho tiempo antes de que Sarah
desapareciera.
¿Desapareciera?
¿Se perdiera?
Fuera secuestrada.
Comenzó simple. Mamá me envió arriba para decirle a Sarah que su ropa
había terminado en la secadora y que tenía que bajar a buscarla. Toqué
suavemente, y su puerta se abrió bajo la presión. Ella estaba de pie junto a la 35
ventana, mirando hacia la casa de Colin, de espaldas a mí. Estaba al teléfono.
—No voy a pasar esto otra vez —dijo Sarah al teléfono. Como no quería
interrumpir, golpeé el borde del marco de la puerta. Cuando Sarah se volvió, limpió
las lágrimas en los ojos—. Tiene que parar. No es gracioso.
¿Estás bien?, murmuré. Sarah negó antes de volverse.
—Michael, no haré más esto, ¿de acuerdo? Eso es todo. Así que, por favor,
deja de llamarme así.
Sarah se paseaba por la habitación.
—No sabes lo que estás hablando ¿de acuerdo? No tengo idea de lo que
piensas que escuchaste o lo que piensas que sientes, pero esto ahora mismo, esto
que estás haciendo tiene que parar antes que se salga de control. Antes de que
nadie se entere, ¿de acuerdo? NO es divertido, Michael.
Sarah inclinó la cabeza hacia atrás y suspiró ruidosamente. Podía oír el
pequeño murmullo de la voz de Michael saliendo del teléfono.
—No, eso NO es lo que dije. Sabes que no es lo que quise decir, Michael. Era
una broma. Todavía sabes lo que es una broma ¿no? No estoy tratando de ser mala.
Por favor detente. Te estás volviendo molesto, y yo no quiero que seas molesto... Sí
me importa... yo sí... ¿Por qué siquiera dirías eso? Michael, eres mi amigo. Sabes
que me importa eso más que nada. No, no quiero que salgas herido. No quiero que
nadie salga herido... Sí, quiero decir él. Deberías querer exactamente lo mismo
también, si eres su amigo... Michael... Mira tengo que irme. Mi madre me necesita.
Me tengo que ir. Sí, es la verdad. Bien. Adiós.
Sarah colgó el teléfono y lo arrojó en la cama. Presionó la palma de las manos
sobre sus ojos. Sabía que debía decir algo, pero no tenía idea de qué.
—¿Por qué está haciendo esto tan difícil? —Sarah se dejó caer en su cama—.
Quiero decir, honestamente, sólo va a conseguir joder totalmente todo. Él está
jodiendo todo.
Tomando eso como mi señal, entré en su habitación y cerré la puerta detrás
de mí.
—¿Qué pasó?
—Ha perdido su jodida cabeza, eso es lo que pasó.
—¿Michael?
—Claro. ¿Quién más? ¿Quién más podría ser tan jodidamente ridículo?
—¿Qué dijo?
—Estúpida mierda. —Sarah se dio la vuelta, derramando su cabello sobre la
almohada—. No te hagas amiga de chicos, Claire. Ellos sólo se vuelven locos y lo
joden todo.
—¿Es Jenna? —Jenna y Michael raramente estaban separados. No pensaba
que estaban juntos, no como Colin y Sarah, pero cuando todos pasaban el rato,
Jenna y Michael siempre se presentaban juntos. 36
—¡Ojalá! —dijo Sarah con un bufido. Ella se sentó—. No, Michael decidió que
siente algo por mí.
—¿Por ti? Pero... pero ¿qué pasa con Colin? Quiero decir, Colin es tu novio. Y
es el amigo de Michael. ¿Qué pasa con Colin?
Sarah se rió un poco.
—Sé quién es Colin, Gordinflona. Tranquila.
—No vas a romper con él ¿cierto?
Sarah se quedó en silencio por un momento, mirando por la ventana hacia la
habitación de Colin.
—Claro que no. ¡Qué jodido desastre sería! Uno de nosotros se tendría que
mudar. —Se tragó una risa.
—Sarah... —dije mientras ella se masticaba la uña del pulgar—. No puedes
romper con Colin. Él te ama. Así como, realmente te ama. Y es divertido... y...
bueno... y...
—Claire, honestamente… no me gusta Michael. Amo a Colin. Pero si él se
entera de esto, las cosas se van a poner malas.
—¿Por qué?
Sarah puso los ojos en blanco.
—Si conocieras a Colin, no tendrías que preguntar eso.
—¿Qué quieres decir?
En la planta baja, mamá llamó a Sarah. Ella suspiró, salió de la cama y abrió
la puerta.
—¿Qué? —gritó Sarah.
—Tus cosas están listas.
—¿Puedes sacarlas y dejarlas en la canasta?
La voz de mamá se hizo eco de la escalera.
—No doblaré tus cosas, señorita.
—No te pedí que carajos lo hicieras —murmuró Sarah y luego gritó—: Está
bien, mamá. Bajaré en un minuto. —Se volvió hacia mí—. ¿Qué pasa con ella? No
puede simplemente dejarlo durante cinco minutos. Es como si no pudiera dejar de
poner orden. Es una compulsión o algo así.
—¿Qué quieres decir que no conozco a Colin?
—¿Qué? —dijo Sarah—. Oh, cierto. Sólo quiero decir que esta mierda con
Michael es el tipo de cosa por la que perdería los estribos.
—¿Qué quieres decir perder los estribos? —No podía imaginar a Colin
volverse loco. Él siempre era muy agradable con mamá y feliz de ayudar a papá
cuando cosas pesadas necesitaban ser movidas.
—Es un chico, Claire. Se pone celoso. Y Michael es uno de sus más viejos
amigos. Es por eso que Michael tiene que parar porque de otro modo va a arruinar
37
todo.
Sarah se quitó su camiseta. Se quedó allí con su sujetador y jeans, hurgando
en su cajón. El estómago de Sarah era delgado y moreno, su ombligo un círculo
perfecto. Siempre pensé que el mío parecía más como el agujero de una bala.
—¿Tomaste mi camiseta negra con cuello en V? —preguntó Sarah, dándose la
vuelta.
—¿Qué?
—¿Mi camiseta negra con cuello en V?
—¿Cuál?
—Si tienes que preguntar cuál, asumo que eso significa que tomaste las dos.
Dámelas —dijo Sarah, con la palma hacia arriba, retorciendo los dedos.
—Lo siento. Déjame buscarla.
—Primero me rompes el iPhone y luego me robas mi ropa. ¿Qué tipo de
hermana eres?
Me encogí, y Sarah se rió.
—No te preocupes, Gordinflona. Tu secreto está a salvo conmigo. Mamá y
papá nunca sabrán. Dicho esto, igual voy a encontrar alguna manera de vengarme.
¿Sabes lo vergonzoso que es este teléfono con solapa? Quiero decir, de verdad. Ni
siquiera puedo enviar mensajes de texto.
—Lo siento mucho, Sarah.
—Devuélveme mi mierda, y estaremos a mano —dijo con una sonrisa—. Las
dos camisetas. Y cualquier otra cosa que hayas tomado de aquí.
Me levanté justo cuando el teléfono de Sarah sonó de nuevo.
—Hola, cariño —dijo Sarah, al atenderlo. Su voz siempre cambiaba cuando
hablaba con Colin. Una octava más alta y con un poco de un cadencioso canto—.
¿Qué pasa? ¿Qué puedes qué? ¿Hablas en serio? —Sarah dejó escapar un grito de
alegría y se puso de pie junto a la ventana, aún en tan sólo su sujetador y jeans—.
¡Sigue mirando, Col! Si te comportas esta noche, puedes hacer algo más que mirar.
Mientras cerraba la puerta del dormitorio, oí a Sarah chillar de nuevo.
Michael realmente era un maldito idiota.
38
Colin
L
eí el blog de Sarah. Comencé al principio y poco a poco fui a través de
los años. No quería llegar a la última entrada. Quería estar justo en el
medio, donde acabábamos de empezar a salir. Es casi Halloween, y
Sarah no sabe lo que quiere ser.
41
Colin
E
ra agosto, justo antes de volver a la escuela, cuando la policía encontró
su auto dos condados más arriba. No había nada inusual en el interior.
La policía embolsó lo que quedaba: un paquete de chicles, un cambio
de calcetines, dos mentas, cuarenta y siete centavos, un ambientador, el kit de
emergencia del baúl —sin tocar— un atlas que su padre le había dado, una taza de
Wendy vacía, un paquete de pañuelos, lápiz labial, una botella de perfume en
aerosol, y un paquete aplastado de Camel Lights.
Así es como los padres de Sarah se enteraron que fumaba. Ella solía sacar el
brazo por la ventana, tratando de mantener el humo fuera. Lo hacía también en el
invierno, a pesar de que estaba helado.
Me volvía loco. Le decía que cerrara la ventana, pero ella sólo se reía y decía
que no iba a ser atrapada. Cuando llegábamos al camino de entrada, se rociaba con
ese perfume en aerosol de limonada de fresa de The Body Shop. El interior de su
auto siempre olía así.
Encontraron el auto escondido detrás de una antigua casa de labranza, oculto 42
bajo una lona. Según la policía, la tierra estaba abandonada y ahora pertenecía al
condado. Las puertas estaban cerradas con llave, y la llave no estaba.
Tampoco Sarah.
La policía buscó huellas digitales, pero por supuesto, no encontraron nada.
No vi el auto. Todo lo que supe de él fue por escuchar a mis padres a hablar
con el señor Evans. Una vez que la policía terminó, el señor Evans lo metió
directamente al garaje y cerró con llave la puerta, lo que estaba bien conmigo. No
quería verlo todo vacío y pensar que podría haber sido el último lugar donde Sarah
se había sentido segura, saliendo de su camino de entrada aquella noche cuando se
dirigía a reunirse con Jenna. Antes que lo que sea que pasó, pasó.
Dejé de dormir. Llamé a Sarah. Dejé de comer. Llamé a Sarah. Todo el
tiempo. Su teléfono sonaba, sonaba y sonaba hasta que sentía que me estaba
volviendo loco, gritando en el teléfono para que atendiera.
¡Atiende, Sarah! ¡Atiende el puto teléfono!
Por favor, Sarah, te estoy suplicando. Atiende el teléfono.
Para cuando comenzó el último año, hice un buen trabajo en fingir estar
normal por fuera. Me despertaba, corría, me duchaba, iba a la escuela, hacía mi
tarea, —o al menos parecía como que hacía mi tarea— y llamaba a Sarah cada vez
que tenía un momento a solas.
Justo entonces mi padre empezó a mirarme como si yo también pudiera
desaparecer, y entonces, ¿qué haría? Lo podía ver en su rostro, mirándome
moverme por la casa, siempre preguntándose, ¿cómo se las arreglarían? ¿Cómo
sobrevivirían?
No podía soportar que me mirara de esa manera. La forma en que caminaba
de puntillas alrededor de la casa, poniendo una mano cálida y sólida sobre mi
hombro cada vez que me veía, como si se sintiera responsable de mantenerme
sobre el suelo. Yo abría y cerraba los puños.
Apretar. Aflojar.
Apretar. Aflojar.
Lo hacía a cada hora del día.
Iba a la escuela como un zombi; un pie delante del otro, entregando trabajos
que no recordaba escribir, y estando con amigos mientras me hablaban a mí, no
conmigo.
Recuerdo tener estos momentos en los que, por un breve instante, casi
olvidaba que Sarah se había ido.
Las mañanas eran las peores. Me despertaba, todavía apenas consciente,
apenas pensando, sintiendo, o registrando que tenía ojos u oídos, que alguna vez
había estado vivo antes de este momento. Sin embargo, allí estaba, en la parte de
atrás de mi cabeza, flotando y esperando que lo encontrara. Algo andaba mal. ¿Qué
estaba mal? ¿Qué era? 43
Y luego el suelo desaparecía, y yo estaba de vuelta en este infierno. Sarah se ha
ido. Sarah se ha ido. Sarah se ha ido. Ha desaparecido. Fue raptada. Sarah ha sido
raptada.
Raptada por alguien. Alguien la sacó de su auto. La oía gritar, una mano sucia
sobre su boca, mientras él la sacaba, rasgando su camisa. La apartó de nosotros y se
la llevó. La tomó y la arrojó lejos.
¿Qué pasó, Sarah? ¿Qué te pasó? Estos pensamientos —la idea de este
extraño, este monstruo maldito, arrancándola de mi vida— me volvían loco.
Claire
47
Colin
C
olin, creo que deberías hablar de Sarah —dijo mi terapeuta. Cruzó
51
Claire
C
uando abrí la puerta del garaje, era tarde, pasada la medianoche, pero
había una luna llena y gorda colgada en el cielo. Su luz entraba a través
de la ventana del garaje y rebotaba en la capota del Ford Escort.
El auto de Sarah.
Levanté la manija y la puerta se abrió con un chirrido aherrumbrado. Al cabo
de un momento, entré y me senté en el asiento del conductor.
Había un rasgón en el vinilo del asiento delantero, y clavé mis dedos en el
agujero, recogiendo el relleno mientras miraba alrededor del interior. Un
ambientador colgaba del espejo retrovisor. El dial de la radio marcaba la estación
de rock local. Había un poco de polvo en el respiradero.
Envolví mis dedos alrededor del frío volante. Cerrando los ojos, imaginé a
Sarah sentada en el mismo lugar. En mi mente, Sarah se detuvo al lado de la
carretera. Podía oír el clic, clic, clic del intermitente y el crujido de la grava bajo los
neumáticos. El sol poniente rebotaba en el parabrisas.
Sarah pisó el freno y detuvo el auto en el parque. Ella giró su cabeza hacia 52
atrás y exhaló. Iba a irse. Lo había decidido meses atrás. Ya había tenido suficiente.
Suficiente de la escuela secundaria. Suficiente de la mezquindad de estar atrapada
en este miserable pueblo.
Se iba. Podía ir a Nueva York. Había ahorrado dinero. Sabía que su talento
con la actuación no podría ser suficiente en una ciudad como Nueva York. Todos
eran bien y buenos para esta ciudad de mierda en Colorado, pero allí sería
diferente. Sería competitivo.
Pero tenía poder pulmonar y eso ayudaría. Podía afinar. Era un comienzo.
Tenía que intentarlo, antes que pasara el resto de su vida en este pueblo de mierda.
Antes de ceder y casarse, comprar la casa, tener niños y terminar como todos los
demás que conocía.
Antes de renunciar por completo a su único sueño.
Sarah encendió un cigarrillo y exhaló una larga bocanada de humo. Pensó en
sus padres. Su hermana pequeña, Gordinflona. Pensó en Jenna. Michael. Colin.
Dejaba a Colin. Sin siquiera decir adiós. Simplemente iba a abrir la puerta de
este auto y desaparecería en la noche. ¿Cómo podía hacer eso? ¿Cómo podía herir a
todos así?
Dentro de la cabina del auto, en el garaje, abrí los ojos.
No. Sarah no haría eso. Ella podría dejarnos al resto, pero no a Colin. Nunca
dejaría a Colin. No así, sin un adiós.
Toqué el botón del freno de mano. Era casi Halloween. Ya habían pasado
cinco meses. ¿Cómo era siquiera posible? Me preguntaba si Colin estaría al otro
lado de la calle, despierto en su cama, tal vez pensando en mí.
Por supuesto no. No seas estúpida. Sólo piensa en Sarah. Desde debajo del
asiento, saco el encendedor rojo. Lo encontré en la cabina del auto la primera vez
que llegó a casa.
Mi padre metió el Ford en el camino de entrada y recuerdo haberlo observado
como si fuera una bestia que alguien mató y arrastró a casa. Una especie de dragón
de metal.
El auto.
El auto de Sarah. El que ellos buscaron. Aquí estaba. El último lugar del que
se sabe que Sarah había estado. Mamá entró corriendo al baño cuando papá lo
condujo hasta la entrada. Vomitó sin siquiera cerrar la puerta. El ruido de los
fuertes vómitos y la tos era algo que ya no podía separar del auto en sí.
Saqué un cigarrillo del paquete en mi sudadera, lo sostuve entre mis dedos y
usé el encendedor de Sarah. El papel crujió mientras ardía. Inhalé y exhalé,
llenando la cabina de humo. En el espejo retrovisor, pude ver mis ojos enmarcados
por mi cabello rubio. Por un breve instante, me parecía a mi hermana. Tomé otra
calada.
Se suponía que sería mi auto eventualmente. En la trayectoria normal de la
vida, después que Sarah fuera a la universidad, sería mío. Nuestros padres le
comprarían un auto nuevo, y yo conseguiría este Ford Escort usado y lo conduciría
53
a la escuela. A Boulder los fines de semana con mis amigos, lleno de cosas para ir a
acampar.
Allí estaba. Esa vida, esa en la que Sarah estaba todavía con nosotros, estirada
ante mí, brillando con todas sus posibilidades.
Sabía que todo no habría sido mágicamente maravilloso si esa vida todavía
fuera mía. No soy tan estúpida. Mis padres seguirían discutiendo. Mi hermana
todavía se burlaría de mí, a veces cruelmente. Yo aún tocaría el clarinete. Iría a la
escuela secundaria. Sería... normal.
Habría sido una vida normal, llena del ruido típico de la vida. La diferencia es
que no habría sido esta. Esta vida silenciosa en la que estoy atrapada ahora. Tan
tranquila que ni siquiera puedo respirar.
La mayoría de los días me sentía como si alguien me hubiera tirado de dentro
hacia afuera y me hubiera dejado así. Enredada. Retorcida. En un camino roto que
nunca quise tomar.
Tomé otra calada. Pero ahora, en la cabina del auto de Sarah, me sentía bien.
Me consolaba de esta manera. De la misma manera que entraba en la habitación de
Sarah, me ponía su ropa y me acostaba en su cama. Me hacía sentir anclada.
Casi completa.
Como si yo llenara el espacio que dejó atrás al hacer las cosas que ella hacía.
Yo tenía que ser mejor. Así es como me sentía todo el tiempo. Debo ser mejor, más
inteligente y más bonita. Tenía que compensar la ausencia de Sarah para ser una
Claire aún mejor. Tenía que vivir las vidas de ambas ahora.
Ni siquiera estaba loca por eso. No me sentía exhausta, o estresada, ni nada.
Tenía que hacerlo. Sólo tenía que ser mejor. Me hacía sentir más cerca de mi
hermana. Casi como si pudiera deslizarme en la vida que Sarah dejó atrás.
Podría ser Sarah. Podría sanar a nuestros padres. Corregir el dolor. Ir a la
escuela secundaria. Estar con Colin. Vivir la vida que Sarah había dejado
abandonada, la vida que estaba segura sería mucho mejor que la mía. Vivir por las
dos. Hacer las cosas casi normales otra vez.
Anoche oí a mis padres discutiendo. Recientemente se habían vuelto en
contra del otro. Toda la tristeza los despojó, arrancó el amor de ellos y dejó todo en
carne viva y expuesto. Dejando heridas que se infestarán. Tal vez curarán esas
heridas al atacarse unos al otro. No lo sé.
Papá quería enterrar a Sarah. Lo dijo en voz alta. Quería un servicio
conmemorativo y una lápida erigida. Quería que terminara.
Mi madre lo llamó bastardo. Un bastardo egoísta. Dijo que abandonó a su
hija. Como si al cavar sus uñas en la esperanza imposible de que su hija volviera,
después de todo este tiempo, realmente mantuviera a Sarah viva. Como si hiciera
algo más que matar a esta familia.
Cerré los ojos otra vez. Imaginé a mi hermana en este auto. El constante clic,
clic, clic del intermitente. El crujido de grava debajo de la rueda. En mi
imaginación, había un auto por delante, estacionado al lado de la carretera. Un
54
hombre jugueteando con el motor. Sarah mantuvo los faros encendidos, y el motor
en marcha mientras abría la puerta del auto y salía.
—¿Estás bien? —preguntó Sarah. El cálido aire de mayo trajo el olor del
bosque.
—No lo creo —dijo el hombre sonriendo. Se puso derecho. Era guapo y alto.
Tenía una buena sonrisa segura—. Creo que el radiador está roto.
—Mierda. Esperaba que necesitaras un puente. Tengo cables en el maletero.
—¿También tienes un radiador nuevo?
—No —dijo Sarah con una carcajada—. ¿Has llamado al remolque?
—El maldito teléfono no tiene señal aquí.
—¿Quieres que trate de llamar? —Sarah se tocó los bolsillos, buscando su
teléfono.
—Eso sería estupendo. —El hombre dio unos pasos más cerca.
Sarah se dio la vuelta, se subió al asiento delantero y se inclinó hacia la parte
trasera del auto. Rebuscó en su bolsa preguntándose dónde diablos estaba su
teléfono. Tenía que estar aquí. Su cabeza seguía girada, buscando en el bolso,
cuando el hombre se acercó al auto y se inclinó a través de la ventana abierta. Sacó
las llaves del arranque, apagando el motor.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Sarah, sobresaltada, pero más que nada,
confundida.
Él sólo le sonrió. No dijo nada.
—Oye, hombre. ¿Qué estás haciendo? Dame las llaves. —Sarah trató de reír,
pero sus labios temblaban de miedo—. ¿Qué estás haciendo?
A veces había un grito, a veces un grito sordo. A veces no se oía nada. Sólo
silencio.
¿Podría imaginarme todas las maneras diferentes en las que Sarah podría
haber desaparecido? Había muchas. Eso me molestaba más. No importa lo que
inventara, existían un millón de escenarios más.
¿Cómo nos curaríamos si no sabíamos qué pasó? ¿Cómo podríamos seguir
siendo una familia? ¿Cómo se suponía que seguiríamos sin saberlo? ¿Sin Sarah?
55
Colin
M
e desperté antes que la alarma en la mañana del 15 de noviembre. No
sé a qué día le temía más. ¿A hoy o al 12 de mayo?
¿El cumpleaños de Sarah? ¿O el primer aniversario del día en
que desapareció?
Necesitábamos un nuevo sistema del tiempo en este universo. Necesitábamos
dejar de tener todo en ciclos. Levanté la cabeza de la almohada y apagué la alarma.
Era martes. Sólo otro estúpido martes, lo que significaba una clase de gimnasia y
una prueba de física. Excepto que significaba otras cosas también.
Cosas como llevar a Sarah a cenar o a ver una película. Cosas como darle
cualquiera regalo que le compré. Le gustaban las joyas. No como las cosas que les
gustan a las chicas normalmente... diamantes falsos o lo que sea. A Sarah le
gustaban las cosas extrañas. Tenía un pendiente hecho con una tapa de botella, un
collar que era sólo esta vieja llave de hueso. Se aferraba a cosas interesantes. Esa
era Sarah.
Pero en lugar de estar lleno de cosas interesantes, hoy estaba lleno de vacío.
56
Mi madre llamó rápidamente antes de abrir la puerta.
—Colin, cariño, ¿te estás levantando?
Me alejé de ella, tirando de las sábanas conmigo.
—¿Quieres quedarte en casa hoy?
Asentí, y ella dijo:
—Voy a preparar algo para el desayuno.
—Estoy bien —le dije.
—Está bien, pero recuerda que tienes que comer antes de tomar la pastilla. —
Ella colocó la cápsula azul a mi lado—. De lo contrario, te enfermarás de nuevo.
—Está bien.
—¿Quieres que me quede en casa hoy, cariño?
Jesucristo. ¿Qué mierda pasa conmigo? ¿Era tan patético que necesitaba que
mi mami se quedara en casa conmigo? Mierda.
—No, está bien.
Suspiró y me frotó la espalda.
—Si cambias de opinión, cariño, sólo llámame. Vendré a casa.
—Está bien.
Me besó en la cabeza y se fue.
Cada año debería tener un nuevo mes con un nuevo nombre. No podía
manejar una vida entera de revivir el 15 de noviembre cada año. Los aniversarios
son demasiado.
Y este era sólo el primero.
Era el cumpleaños de Sarah. Entonces pasaría Navidad, luego mayo.
Mayo.
Un año.
No podía creer que estuviera allí, esperando en el calendario. Un año sin
Sarah. ¿Qué diablos iba a hacer? ¿Qué diablos íbamos a hacer todos?
Se supone que debo ir a ver a mi psiquiatra hoy. No es la cita habitual; reservó
una sesión especial. Ella puede decirme todo sobre mi duelo ambiguo, y puedo
desear golpear algo. Me dijo que necesitaba tener un plan para hoy.
Se supone que debo comer bien hoy. No tengo que ir a la escuela si no
quiero... eso es parte del plan. La normalidad se puede mantener o no. Todo
depende de mí. Necesito hacer lo que me haga sentir mejor.
En mi mesa de noche estaba la carta de la psiquiatra sobre cómo hacer frente
al día de hoy.
Me dice:
1. Libérate de las expectativas. Date permiso para no estar bien.
57
Esa es jodidamente fácil. Aquí tienes, no estoy jodidamente bien.
2. Crea un pequeño ritual para honrar tu pérdida. Tal vez visitar un hito o
escribir una carta a tu ser querido o reunirte con amigos y familiares.
Llamándolos 20 veces al día y escuchando el sonido del teléfono sonando
como si fuera una puta sinfonía. ¿Qué tal eso para un pequeño ritual?
3. Expresa tus sentimientos a través de una salida creativa, es decir,
pintando, cantando, bailando, escribiendo.
Leer el blog de Sarah una y otra vez. Obsesionado. Eso es creativo, ¿verdad?
4. Habla con otras personas acerca de tus recuerdos. Pregúntales acerca de
los suyos. Comparte a tu ser querido.
La única persona con la que quiero hablar de Sarah ES Sarah.
5. Haz algo que normalmente no harías en memoria de tu ser querido. Haz
una donación en su nombre. Planta un árbol conmemorativo. Regístrate en una
clase que siempre quisiste tomar. Ofrécete voluntario para ayudar en una
caridad.
Grita con toda la fuerza de tus pulmones porque sientes que te estás volviendo
loco y tu estúpido loquero no sabe una mierda de la mierda.
6. Haz algo que te haga sentir mejor. Lee tu revista favorita. Ve a caminar.
Cuídate.
Vete a la mierda, doctora. Odio no poder estar enojado. Odio que otras
personas simplemente quieran que continúe. ¿Por qué todos piensan que saben lo
que necesito? Me dan permiso para estar triste, pero no estoy triste. Estoy enojado.
Estoy temblando de ira porque mi vida explotó ante mis ojos.
En lugar de eso, se les ocurren etiquetas estúpidas como duelo ambiguo. Ellos
esperan que la gente se ponga un rostro valiente, se entremezcle y deje que todo el
mundo haga muecas y sonrisas a medias mientras se encoge de hombros y dice,
“está bien, estoy aguantando” o cualquier otra maldita mentira que está obligado a
decirse a sí mismo cuando es lo más lejos de la verdad. Al menos lo es para mí
porque nada está bien. Hoy es el maldito cumpleaños de Sarah, y ella está
desaparecida.
58
Claire
E
ncontraron sus zapatillas rojas Chuck Taylor a ocho kilómetros de
donde estaba su auto, en lo profundo de los bosques.
Una de ellas estaba desatada, como si se la hubiera desatado y
hubiera metido el pie debajo de la copa de los árboles.
La otra seguía atada.
La nieve las llenaba como pequeños caramelos rojos cubiertos de azúcar.
En la estación de policía, en esa bolsa de pruebas, parecían tan pequeñas,
cuando la nieve se derretía lentamente de ellas, manchando la tela y goteando en el
fondo de la bolsa. No podía imaginarlas que encajaran en los pies de Sarah. No
podía imaginarlas encajando en los míos.
Los zapatos vacíos de Sarah.
Pensé en cómo nunca volverían a ser usados. Cómo ella nunca deslizaría el pie
adentro, cómo sus dedos nunca tirarían de esos cordones y las atarían.
Su habitación en casa estaba llena de cosas que no se usaban. Se quedarían 59
allí, esperando a que Sarah regresara a casa, recogiendo polvo.
Todas las cosas que Sarah dejó atrás.
Cuando vi los zapatos en la estación de policía, un ruido se me escapó. No fue
un sollozo, sino un grito, una conmoción de incredulidad, y mi esperanza
retrocedió cuando me di cuenta de que ahora yo era una de esas cosas. Como sus
ropas, sus joyas, sus discos o sus zapatos.
Yo era sólo otra cosa que Sarah dejó atrás.
Colin
E
staba en 8vo grado el día en que la familia de Sarah se mudó al lado. La
noté de inmediato. Todo el mundo en la manzana lo hizo. Yo montaba
en bicicleta con Michael... sí, ese Michael al que odio ahora y no le
hablo. Pero en ese momento, era mi mejor amigo. Era yo, Michael, y mi amigo,
Rich, que vivía calle abajo.
Antes que la familia de Sarah se mudara, los Croton vivían allí. Estaban bien.
La señora Croton era muy amable y salía con limonada durante el verano cuando
Michael, Rich y yo jugábamos a la pelota. Pero su hija, Felicity, era una total esnob.
No sentí pena de verlos irse. Se fueron en una furgoneta grande, llevándose el
piano, que escuchaba a Felicity tocar en el garaje. Los Evans llegaron en una
furgoneta mucho más pequeña y llevaban sus propias cajas de la furgoneta a la casa
como una hilera de hormigas.
—Vaya, echa un vistazo a la rubia —había dicho Rich cuando Sarah salió por
la puerta en otro viaje a la camioneta—. Seguro que supera a Felicity.
Sarah se dirigió hacia la furgoneta y nos vio a los tres inclinados sobre el
60
manillar de nuestras bicicletas, observando. Ella frunció el ceño un poco, y su
padre se volvió y nos señaló.
—¡Hola chicos! —dijo el señor Evans—. ¿Quieren darnos una mano?
Dejé caer mi bicicleta en la acera antes que siquiera terminara la pregunta.
Rich y Michael siguieron detrás de mí, los tres tropezamos en el césped para dar
una mirada más cercana.
—Hola, chicos, soy el señor Evans. Esta es mi hija Sarah.
Sarah. Sarah Evans. Perfecto.
—Yo soy Colin. —Le ofrecí la mano al señor Evans para que la sacudiera, la
cual tomó con una ligera carcajada. Saludé con la mano a Sarah, aunque ella estaba
parada frente a mí. Ella me devolvió el saludo, con su brazo rígido, y su muñeca
floja.
Me enamoré de ella en ese momento.
Esa fue la primera vez que vi a Sarah Evans. La última vez fue cuando entró
en su Ford Escort rojo y salió de su camino de entrada. Todo en el medio, pasar el
rato con ella, se sintió perfecto, sin importar lo que dijera esa estúpida terapeuta.
Divagues y Tonterías de una Chica Habitante de la Tierra
17 de noviembre
¡Hola, chicos! ¡Bienvenidos a otra hora llena de diversión de Sarah Manía!
En realidad, probablemente sumará más como otros 15 minutos de Sarah Manía,
pero ¿quién está contando?
Así que celebré otro gran fin de semana de cumpleaños con mi grupo.
¡Jenna, Colin, Michael, Dave, y la hermana de Dave, Maria, que no conocía antes,
pero que es tan increíble (te amo en serio, Maria) y yo, ¡bajamos a Boulder para
ver Rent!
Ustedes saben que es mi espectáculo absolutamente favorito de todos los
tiempos. En serio. Sólo quiero crecer para interpretar a Maureen. Sé lo que están
pensando, ¿verdad? ¿No, Mimi?
Todo el mundo quiere interpretar a Mimi porque ella lleva esas grandes
redes de pesca y es la que los salva a todos (aparte de Ángel, por supuesto. Pobre
Ángel. Carita triste, triste) y Maureen no es realmente agradable o genial y trata
a Mark realmente mal, pero chicos, en serio... ¿cuán increíble sería cantar “Over
the Moon”? ¿La canción sobre la vaca? Mugiría tan jodidamente fuerte. Así que,
de todos modos, fue la mejor noche de mi vida. El mejor cumpleaños DE TODOS.
No había suficiente espacio en el auto, así que fui al espectáculo acostada sobre la
falda de Jenna, Colin, y Maria… fue realmente, muy divertido. A Dave no le gustó
el espectáculo porque es un perdedor, pero el resto lo pasó genial. Dave no pensó
que realmente escribiría eso en mi blog, pero Dave debería saberlo mejor que
tentar la voluntad de Sarah Evans. De todos modos, lo que realmente tengo que
decir es esto: Aunque me encanta Rent más que nada en el mundo y aunque lo
único que quiero hacer es crecer, mudarme a Nueva York, y ser Maureen en Rent
61
en Broadway (si alguna vez vuelve a Broadway) incluso con todo eso, no hay
nada como mis amigos.
Ustedes son los mejores. Besos para todos. Especialmente tú, Colin.
¡MUAK!
Claire
E
speré al final de la escalera. Aquí estaba todavía al alcance del oído de
mis padres peleando arriba, pero lo suficientemente lejos que, si la
puerta de su dormitorio se abría, podía deslizarme por el pasillo sin que
ellos lo notaran.
Es tan fácil ser imperceptible. En realidad, es reconfortante, como flotar río
abajo. No tenía que tomar ninguna decisión porque la corriente sólo me llevaba
donde fuera necesario. Se sentía tranquila la forma en como pasaba un día al
siguiente, sin fisuras como los pétalos superpuestos de una flor.
Al principio, hice lo más obvio. Dejé de tocar el clarinete. Cuando empezó la
escuela, dejé la banda. Nadie dijo una palabra. Ni mis padres, ni mi profesor de
banda, ni mis amigos. Mi decisión pasó desapercibida para todos.
Para mí la falta de sonido se sentía como una explosión. Una sinfonía de
silencio, interrumpida por tablas de suelo chirriantes y la brisa como un choque de
platillos que atravesaba las habitaciones. Nunca supe lo fuerte que sonaba el
silencio hasta ese momento. 62
No sé cómo mis padres lo soportan. El silencio constante zumbando en cada
habitación es como una plaga de insectos. Juro que oía el polvo acumulándose y el
corazón del gato latiendo como el mazo contra la piel de un timbal. Pero mamá y
papá continuaron adelante, abriendo y cerrando puertas, jugando a actuar en la
vida, sin siquiera notar el silencio.
—¡Alice, no hagas ESTO! —gritó papá desde arriba, rompiendo el silencio.
Ya no me sobresalto. Para sobresaltarse, una persona tiene que sentir algo
realmente, y yo estaba demasiado entumecida para sentir realmente algo.
A veces, cuando sólo éramos los tres, después que los equipos de búsqueda y
las cámaras de noticias siguieran adelante, me preguntaba si había sido yo quien
realmente había desaparecido. Me imaginaba mi cuerpo sobrecargado y arrojado
en un río, el barro entre mis dedos y pies, mientras pequeños peces mordían y
mordisqueaban mis párpados.
Jodido, ¿verdad? Pero tal vez eso es lo que le pasó a la verdadera Claire y ésta
Claire, sentada aquí en la parte inferior de las escaleras, existía sólo como un eco.
Me sentía incluso menos sustancial que un fantasma. Tal vez en lugar de Sarah
desvaneciéndose y dejando ese gran agujero en nuestra casa, todos morimos en un
accidente de auto y sólo Sarah sobrevivió.
Pienso en estas cosas, pero nunca las digo en voz alta. Mis padres se
desmoronarían si supieran que las pienso. Además, la mayoría de las veces, no
hablo de eso. Como si no pudiera formar los sonidos para empujar las palabras
fuera de mi boca, y mucho menos dejarlas flotar por el aire para que otros las
entiendan.
—¡Dije que NO! —gritó mamá.
Arriba en su habitación, algo pesado cayó, pero no se rompió. La puerta se
abrió. Salí de las escaleras y me metí en el comedor. Estaba oscuro aquí, la mesa ya
no se usaba para la comida, ya no comíamos comidas, simplemente tomábamos
cosas de la nevera al pasar. Ahora que lo pienso, no sé cuándo fue la última vez que
realmente comí. Debe haber sido en la escuela.
Mamá bajó las escaleras con una pesada maleta. Ella se quedó allí, con las
manos sobre los ojos, el cabello cayendo de su horquilla, usando un vestido
arrugado y pequeños zapatos tristes.
—Mamá. —Saltó cuando hablé—. Mamá, ¿qué estás haciendo?
—Ven aquí, bebé. —Sostuvo sus brazos en alto, y casi corrí hacia ella,
abrazándola. Al igual que comer, no podía recordar la última vez que me había
abrazado. Nos sentamos juntas en el primer peldaño de las escaleras.
Fui al grano.
—¿Por qué tienes una maleta? ¿Te vas?
—No. No me voy, bebé. No así. Sólo necesito un poco de tiempo para mí. Tu
padre y yo...
—¿Se van a divorciar? 63
—No, cariño. Sólo necesitamos enfocarnos en cosas diferentes ahora mismo.
Somos personas separadas, y ahora mismo, necesitamos cosas separadas.
¿Separadas? ¿Cómo se puede separar algo? Somos una casa de naipes, todos
precariamente equilibrados unos contra otros, y si te vas, mamá, si te sacas del lío,
el centro cederá y se derrumbará.
La idea de estar sola en esta casa sólo con papá de repente me aterrorizó.
¿Qué nos diríamos el uno al otro? ¿Cómo funcionaría esto?
Ya perdimos a Sarah, quería decir. ¿No soy lo suficientemente buena como
para que te quedes?
—Es importante para mí que sepas cuánto te amo. Sabes eso, ¿no, cariño?
—¿Por qué?
—¿Por qué? ¿Por qué es importante?
—No —dije—. ¿Por qué te vas? ¿Crees que cambia algo?
—Yo... yo ya no puedo respirar en esta casa. No puedo respirar.
¿Crees que yo puedo? ¿Qué importaba? La respiración era para los vivos. Algo
que ninguno de nosotros era.
—¿A dónde vas?
—Voy a pasar una semana en casa de la tía Samantha.
—¿En California?
—Sí.
—¿Puedo ir?
—No, cariño, tienes escuela. Estaré de vuelta el próximo sábado, lo prometo.
Mamá se estiró, tomó mi mano y la besó. Cuando sentí sus labios tocar mi
piel, me estremecí y me alejé.
—¿Lo prometes?
—Sí. —Sabía que estaba mintiendo. Ella se iba. Y probablemente no
regresaría.
Cuando Sarah desapareció, mi familia se congeló, y cuando no volvió a casa,
empezó a agrietarse. Y ahora, me di cuenta de que las grietas eran demasiado
profundas para sanar. Se había terminado.
—¿Qué pasa ahora? —pregunté.
—Me voy, consigo un poco de tiempo libre, vuelvo, y vivimos nuestra vida.
Deja de mentir. Sólo admite que te vas. Eso es lo que quería decir. En su lugar
dije:
—¿Es así de simple?
—Eso espero.
Pensé que era bastante estúpido que mamá actuara como que unas vacaciones
rápidas curarían todo. Ir a un día de tratamiento en el spa, un buen almuerzo de 64
verduras con sólo un toque de limón, seguido de una pedicura; de repente Sarah no
se había ido.
—No lo notaste —dije finalmente.
—¿Qué, cariño? ¿Qué no noté? —Mamá acariciaba mi cabello ahora, como si
fuera el gato de la familia.
—Dejé de tocar clarinete. Dejé la banda. Nunca te diste cuenta.
—Lo hice, cariño. —Me rodeó con sus brazos—. Pensé que necesitabas
hacerlo. Dejo que resuelvas esto tú misma.
¿Y si no quería resolverlo sola? De repente, quería contarle sobre Sarah y
Colin. Sobre la vez cuando se escaparon por el tejado y cómo los oí por la ventana,
sólo un murmullo al principio, pero luego más fuerte. Cómo oí gemir a Sarah y a
Colin susurrándole, y me quedé tan quieta como era posible en la cama, cerca de la
ventana, fingiendo que era yo la que estaba en el techo. Anhelaba ser tan amada y
bella. La que Colin tocaba. El pensamiento de las manos de Colin en mí hizo que mi
estómago revoloteara. ¿Cómo se sentía eso?
Quería decirle a mamá que, si yo desapareciera, en lugar de Sarah, ella nunca
se iría. Nunca dejaría a Sarah, no de la manera en que me deja a mí.
Quería contarle todo esto sólo para hacerle daño. Para recordarle que todavía
estoy aquí, muriendo, pero por ahora, todavía aquí.
—Tal vez estaré muerta cuando regreses. —Ni siquiera intenté detener las
palabras. Quería lastimarla, sólo una vez, antes que me dejara.
—Cariño, ¿por qué me dirías eso?
—Podría ocurrir. Podría caer del techo, o un auto podría saltar el bordillo y
cortar mi camino hacia la escuela. Mucho pasa en una semana.
O una vida.
—Claire, por favor, no hables así.
—¿Por qué no? Todos los demás pueden hacer lo que quieren. —Me volví y
subí las escaleras, pasando la puerta de la habitación de mis padres. En el interior,
podía oír a papá por teléfono con alguien, hablando en voz baja. La puerta principal
se cerró de golpe.
Y entonces éramos dos.
65
Colin
D
urante el año que Sarah desapareció, la llamaba y me preguntaba
dónde estaría su teléfono. ¿Estaba bajo el agua? ¿Estaba flotando en el
espacio, el sonido rebotando desde Júpiter? Pensé que tal vez su
teléfono estaba cerca de donde ella estaba, y algún extraño agradable lo recogería.
El buen desconocido diría:
—¿Hola? ¿Hola?
Y yo diría:
—¿Hola? ¿Hola? Estoy buscando a Sarah Evans. Éste es el teléfono de Sarah.
El agradable desconocido diría:
—Acabo de encontrar este teléfono en las dunas de arena. Oh espera, ¿esta
chica Sarah que estás buscando, es rubia? Porque hay una hermosa chica rubia
sentada aquí en la arena, mirando el océano, y parece un poco triste y un poco
confundida. Déjame ponerla al teléfono.
Y en cuanto oyera mi voz, todo se uniría. Porque seríamos Sarah y yo. 66
Dicen que no saber es lo peor, que el cerebro humano puede manejar la
mierda que suceda. Mierda real, como la muerte, y que encuentra maneras de
protegerse. Los seres humanos pasan por las etapas del duelo: negación, ira,
negociación, depresión y aceptación.
Las conocía de memoria.
Mi psicóloga decía que yo estaba atrapado en la ira. No me había graduado a
negociación todavía, y una pequeña parte de mí se preguntaba si eso era lo que era
esto. ¿Estaba negociando con el universo? Negociando con Dios (pero no creo en
Dios, ya no). Rogar por favor, por favor, por favor, que hubiera un horrible error
universal, y que Sarah estuviera viva en alguna parte.
Pero si el cerebro puede manejar todas esas cosas terribles en el mundo, ya
saben: autos bomba, tiroteos en una escuela, bebés cortados a pedazos, lo que sea;
lo que no puede manejar es no saber. Como pasar el resto de tu vida esperando que
el teléfono suene, que la puerta se abra, que alguien te diga lo que pasó la noche
que Sarah Evans desapareció.
¿Cómo terminó? Eso es lo que el cerebro quiere saber. ¿Cómo terminó?
¿Podría aceptar que Sarah se hubiera ido si supiera exactamente cómo
sucedió?
Mi terapeuta dijo que, ya que pasó un año, necesitaba un cierre. Me dijo que
fuera al servicio conmemorativo de Sarah. Mis padres fueron conmigo, con una
mano en cada uno de mis hombros, como si nos dirigiéramos hacia la silla eléctrica.
La madre de Sarah no fue. El servicio es parte de por qué se fue. No quería
que la esperanza terminara, supongo. No podía dejar de lado la oportunidad,
aunque escasa, de que todo este tiempo después, Sarah pudiera entrar caminando
por la puerta principal. Que la policía llamara y dijera que la encontraron, miembro
de un culto, con el cerebro lavado, pero viva, o que la encontraron vagando por otra
ciudad, una amnésica que no sabía su camino a casa. Cualquier cosa.
Se escuchan esas historias de personas desaparecidas durante diez años, que
de repente se encuentran cuando salen del sótano de sus captores o cuando alguien
los identifica en el parque, reconociendo su rostro de cerebro lavado. Sucede.
O tal vez podría enterrar a Sarah, si alguna vez encontraran algo que enterrar.
La señora Evans quería algo más que aquella habitación aburrida, esa gente,
esa foto de Sarah de frente, rubia y hermosa, sonriente, y tan llena de vida que te
preguntabas cómo cabía todo dentro de ella. Y entonces te dabas cuenta, con un
duro golpe frío en el estómago, que ya no lo hacía.
La señora Evans no podía despedirse de Sarah. Pero podía despedirse del
padre de Sarah, que estaba en la parte delantera de la habitación en la funeraria
como un anfitrión extraño y triste.
¿Era peor encontrar o no encontrar un cuerpo para este tipo de servicio? Si
tuviéramos un cuerpo en la funeraria, ¿cómo sería? ¿Sería más difícil porque sería
Sarah, toda vacía y brillante?
La gente muerta siempre luce brillante, como un regalo envuelto, pero no
deseado.
67
Y si encontraran un cuerpo, no podría tocarla, aunque estuviera justo allí
frente a mí, porque nadie toca gente muerta.
Sin embargo, yo lo hice una vez cuando tenía once años. Mi abuelo murió, y
aunque mi madre me dijo que era demasiado joven para ir al funeral y que
simplemente me fastidiaría completamente, mi papá dijo que estaba bien. Cuando
llegué al frente de la línea, estaba mi abuelo en esa caja.
Es extraño cómo presentamos a los muertos. Como un regalo brillante en una
caja.
Llegué al frente de la fila y me arrodillé junto a su ataúd, y se suponía que
debía rezar. Pero no sabía qué decir, así que me senté allí con mi cabeza inclinada.
Antes de unirme a mis padres, que estaban hablando con mi tía Lisa, extendí la
mano y lo toqué.
No su rostro o su mano porque sabía que estaría frío, y no quería sentir eso.
Le toqué el brazo. Sólo un toque al principio, pero luego lo froté, como si
estuviera tratando de despertarlo de una siesta. Alcé la mirada. Mi tío Mike me
estaba mirando, así que aparté la mano. Nunca hablamos de eso.
Fue hace años, pero si cierro los ojos y me concentro, siento su traje y debajo
de él, la rigidez de su brazo contra mi piel. Eso fue real, ¿saben? La muerte era real.
Y sabía eso, incluso siendo un niño pequeño.
Pero si hubiera sido Sarah en una caja en la parte delantera de esa habitación,
¿qué pasaría entonces? ¿Me sentiría como si hubiera terminado realmente?
¿Podría seguir adelante o simplemente seguiría desmoronándome?
68
Claire
Q uerida mamá,
No estoy muy segura de qué decir. Esta es probablemente la
centésima vez que escribo esta carta. Sigo pensando en nuestra conversación en
la escalera. Una semana. Dijiste una semana. No ha pasado una semana, mamá.
Han pasado dos meses. Mentiste. Con toda honestidad, creo que eso es lo que
quiero que confieses, sobre todo. Quiero que admitas que cuando te sentaste en
esa escalera conmigo y dijiste que estabas tomando unas vacaciones en casa de
tía Samantha, mentías. ¿Recuerdas que necesitabas salir de la casa? Dijiste que
no podías respirar. Recuerdo eso más que nada.
No podías respirar. ¿Realmente creías que yo podía? ¿Que papá podía? Sólo
te fuiste. ¿Qué clase de madre eres PERSONA eres? A veces te odio. Realmente lo
hago. Miro a papá, y creo que por lo menos él reunió la fuerza para hacer lo que
pensaba que era correcto. Él quería seguir adelante, mamá. ¿Qué tiene de malo
eso? 69
Sarah se ha ido, y no volverá. Tal vez papá no quería vivir su vida atrapado
en esta prisión, porque así es como se siente. Es una maldita prisión. Pensé que no
querías una tumba porque no había nada que enterrar. Pensé que era físico. Pero
supongo que no querías una tumba porque entonces habría terminado realmente.
Porque sabes qué, mamá, había algo que enterrar. Había dolor. Había
miedo. Había tristeza. Había duda sobre cómo seguir viviendo una vida. Quiero
enterrarlo todo. Ni siquiera me preguntaste qué quería hacer o cómo me sentía.
Parecía que tan pronto como Sarah desapareció, yo ya ni siquiera contaba.
Simplemente conseguiste un pase libre y una salida. Ese día, sentada en la
escalera, supe que mentías. Quiero que sepas que lo sabía. Cuando te escuché
cerrar la puerta, sabía que nuestra familia había terminado. Por lo menos Sarah
no optó por irse.
He aceptado que te fuiste para siempre. Quiero decir, tanto como sea
posible. Te escribo esta carta porque quiero que sepas que ya no me importa. Ni
siquiera quiero que vuelvas. Ya no importa. Cualquier daño que hayas hecho ya
está hecho. Además, para que sepas, te estás perdiendo todo. Todo. Voy a
aprender a conducir pronto, y te lo perderás. Me uní a un club de arte en la
escuela e hice nuevos amigos, y te perdiste eso también. Estoy viviendo, mamá.
Estoy viviendo, y te estás perdiendo todo.
Me doy cuenta de que no era lo suficientemente buena como para que te
quedaras, que no valía la pena para que lucharas y atravesaras el dolor. ¿Y
realmente creías que eras la única que sufría? ¿Puedes realmente ser tan egoísta?
Este ha sido un año tan largo. Me siento vigilada todo el tiempo. La gente de la
escuela me evita. Incluso algunos de mis viejos amigos. ¿Sabes cómo se siente eso?
Camino por los pasillos de la escuela, y es como si todos esperasen que hiciera
algo. Ellos esperan que me vuelva loca o me desmorone. Ya ni siquiera sé.
Ellos me observan de la misma forma que observas una cosa en el zoológico.
Una criatura que no entiendes. Me observan como si el dolor fuera pegajoso. Pero
no me desmoroné. Sólo seguí caminando. Seguí respirando.
Cada mañana, me despierto y me digo que voy a superar este día, sólo uno.
Hice eso durante un año entero, mamá.
Sólo quiero saber... si yo lo hice, ¿tú por qué ni siquiera lo intentaste?
No te enviaré esta carta. Voy a tirarla con las otras cien cartas que te escribí
desde que saliste por la puerta. Probablemente la haré pedazos, la esconderé en
mi bolso y esperaré a tirarla en alguna parte. No quiero que papá la encuentre.
Hoy es el servicio conmemorativo. Vamos a honrar a Sarah. Vamos a
despedirnos. Y no estarás aquí.
70
Colin
E
n lugar de un ataúd, había una foto de ella en la parte delantera del
cuarto, una que mostraba su rostro, su sonrisa, y todo ese hermoso
cabello rubio.
Tenía el cabello más suave. Juro que podrían haber hecho almohadas de él. Al
mirar esa foto, no pude evitar pensar en las cosas que encontraron: su zapato, su
auto, su pulsera y su camisa.
La camisa estaba rota.
Rasgada.
Pasé mucho tiempo pensando en esa camisa rasgada. Pensé en Sarah, con los
ojos cerrados, el cabello sobre el rostro y la camisa rasgada. Entonces sentí como si
alguien me hubiera dado un puñetazo en el estómago. Sentí como si alguien
estuviera tratando de sacar mis huesos de mi piel, y envolví mis brazos alrededor
de mis costillas para mantenerlas a salvo.
Esa camisa me llenaba de rabia hirviendo. Mi cerebro buscaba a la persona 71
que la rasgó, subiendo por el paisaje de horribles pesadillas. Quería
desesperadamente encontrar a la persona, la única persona que me quitó la vida y
la destrozó. Quería hacerle daño y seguir lastimándolo. A veces, lo pensaba tanto
que me olvidaba de respirar.
Pero allí de pie en la habitación, con la foto de Sarah y su suave cabello, me
sentía débil y cansado, como se veía el señor Evans.
Parecía más viejo, su cabello salpicado con más gris que la última vez que lo
vi, su rostro pálido y hueco, como si se le hubiera hecho un hueco dentro como una
especie de calabaza de Halloween. Se frotaba las manos, hacia adelante y atrás,
varias veces mientras hablaba con los otros padres que se movían y asentían
tristemente. ¿Por qué todos asentían así?
Mis padres me guiaron en su dirección, y me sentí mareado. El olor en la
habitación era insoportable, esta nauseabunda mezcla de flores, perfume de madre,
loción de después de afeitarse de los padres, y el incómodo sudor de chico de
secundaria.
En la esquina, Jenna estaba sentada en uno de los grupos de sillas. Planeaba
ir a la fiesta con Sarah la noche que desapareció. Jenna realmente no había hablado
conmigo desde que los grupos de búsqueda se detuvieron.
Junto a Jenna estaba Michelle Duwell. Ella estaba en la primera fila, llorando
demasiado para alguien que difundió rumores sobre Sarah cuando empezamos a
vernos. Odiaba a Michelle por eso, y mientras pasaba junto a su asiento, todo lo que
quería hacer era agarrarla por la camisa y sacarla.
Debería haber guardias de seguridad en este tipo de cosas, como si necesitaras
pasar algún tipo de prueba para venir aquí y estar triste. Michelle no tenía nada por
lo que estar triste, y por eso, quería que se fuera. Perder y necesitar a Sarah
pertenecía a gente como yo, Jenna, y el señor Evans, no a Michelle Duwell.
Luego pasé junto a esta niña pequeña quien seguía tirando de las pantimedias
que le picaban. No podría haber tenido más de siete u ocho años, y yo habría dado
cualquier cosa por cambiar lugares con ella en ese momento, cuando el padre de
Sarah clavó su mirada en mí.
Se estabilizó y agarró el hombro del hombre a su lado, como si la vista del
novio de su hija muerta sacara la alfombra de debajo de él. El señor Evans me
agarró y me tiró en un abrazo tan fuerte que golpeó una silla plegable. Miré
fijamente los remolinos del estampado en la alfombra de la funeraria mientras me
apretaba como si tuviera algún secreto que pudiera forzar a salir.
Sé lo que quería saber. Era lo mismo que la policía quería saber. Mierda, era
lo mismo que yo quería saber. ¿Dónde estaba Sarah? ¿Dónde? ¿Dónde?
—Gracias, Colin —murmuró en mi hombro—. Significa mucho que hayas
venido.
—Está bien. —Le di un golpecito en la espalda, y luego me concentré en la foto
de Sarah en la parte delantera de la habitación. Pensé en cómo sonaba su risa, y por
una fracción de segundo, no lo pude recordar. ¿Cómo era posible? Sólo había
pasado un año. Pero entonces el sonido se precipitó, y pude oírla decir mi nombre,
toda luz y risa. 72
Entonces la habitación comenzó a girar un poco.
—Sarah realmente te amaba. —El señor Evans sujetó sus manos en mi
hombro.
Me costó siquiera mirarlo. En sus ojos, vi la misma tinta negra que sabía
llenaba los míos, el mismo deseo, la misma tristeza. Sus ojos reflejaban mi propio
dolor.
Mis padres se movieron incómodamente detrás de mí, esperando su turno
para hablar con él. Mi madre estaba del lado de la madre de Sarah en este caso.
Pensaba que era demasiado pronto hacer un servicio, que todavía había algo que
esperar.
Oí a la señora Evans, que estaba abajo en nuestra cocina, hablando con mi
madre poco antes que se fuera. Supongo que por entonces el señor Evans ya le
había dicho que quería realizar el servicio. Supongo que fue cuando las cosas se
pusieron muy mal.
Oí su voz, alta y metálica como la lluvia salpicando metal. Oí la voz de mi
madre, baja y calmante, seguida por los sollozos, y los gritos desgarradores de la
señora Evans. Arriba, tiré mi silla de escritorio contra la pared, y una pata se
rompió. Realmente no recuerdo haberlo hecho. Sólo recuerdo haber oído a la
madre de Sarah llorando y creyendo que esto nos estaba matando a todos.
Todos íbamos a morir por haber perdido a Sarah.
Entonces lo siguiente que supe fue que la silla estaba destrozada, las astillas
salían de mi alfombra. Mis manos estaban cortadas y hacía un esfuerzo por
respirar. Lloré más fuerte que nunca. Mi padre corrió escaleras arriba y siguió
llamándome hijo, lo cual era extraño porque nunca hacía ese tipo de cosas.
Él dijo:
—Colin. Colin. Respira, Colin. Cálmate, Colin. —Me sentó en el borde de la
cama, limpió el desorden y nunca más me lo mencionó.
Al día siguiente, después de la escuela, llegué a casa y había una nueva silla.
Esta era de metal y fría al tacto, y por alguna razón, eso me hizo sentir mejor. Me
gustaba que no pudiera destruirla. Me gustaba saber que todavía había cosas por
ahí que no se rompían.
Los dedos del señor Evans se clavaron en mi brazo. Quería que lo soltara, pero
no podía moverme.
—Ella te amaba —dijo de nuevo, apenas más que un susurro.
—Yo…
—Ella te amaba —dijo, más alto esta vez, asintiendo—. Ella te amaba. Tienes
mucha suerte porque de todas las personas del mundo ella te amara. Te escogió,
Colin. Te escogió. Mira alrededor. No era ninguno de ellos. Fuiste tú.
En este punto, sólo quería que él me soltara. Sabía que estaba herido, pero se
empezaba a sentir como si su dolor quisiera meterse dentro de mí y yo no tenía
espacio para el dolor de nadie más. 73
No quería pensar en que Sarah me amara porque eso sólo me hacía pensar en
sus besos, la forma en que su piel se sentía tan suave y cómo olía. Pensé en cuando
nos escabullimos fuera de su dormitorio y encima en el techo, cómo mordió mi
camisa para evitar hacer cualquier ruido porque estábamos justo al lado del
dormitorio de su hermana.
Dios mío, todo lo que estoy pensando ahora es estar dentro de ella, lo bien que
se sentía, y cómo todo lo que realmente quería era estar con Sarah. Sentía que me
estaba poniendo duro. En mi pánico, me recordé nunca, jamás, jamás contarle a mi
terapeuta acerca de esto porque me encerrarían para siempre.
—Tienes que conservar eso, Colin. —Los ojos del señor Evans comenzaron a
humedecerse, y de repente todo el perfume y la colonia ahogaron el oxígeno en esta
habitación—. Tienes que mantener eso y llevarlo siempre. Porque entonces una
parte de ella, una parte de mi hija... —Un sollozo, como un bocinazo, salió de él.
Una mujer que no conocía apareció junto a él, se acercó y le frotó la espalda.
Quería decir algo, cualquier cosa, pero mi lengua estaba muerta y seca dentro
de mi boca. Y él todavía sostenía mis brazos. Detrás de mí, mi madre empezó a
llorar.
Pero el señor Evans recobró la compostura, sacudiéndose como un boxeador
en el ring listo para una nueva ronda de golpes a la cabeza.
—Mantén su amor vivo en ti. Porque ella era un amor puro y completo,
¿verdad, Colin? Ese amor permanece ahí, en el universo. Ella permanece viva si
nosotros... —Soltó mi brazo el tiempo suficiente para hacer un puño y golpearlo
contra mi pecho no tan suavemente—. Si la mantenemos viva. Puedes hacer eso por
mí, ¿verdad, Colin? Mantenla viva. Mantenla viva aquí, dentro de ti, como no
pudimos... —El señor Evans empezó a llorar de nuevo, y una burbuja de flema de
vómito se elevó en mi garganta—. De la forma en que no pudimos... no pudimos...
Ahora sonaba como un disco roto, y mi padre comenzó a desprender los dedos
del señor Evans de la chaqueta de mi traje, diciendo:
—Mark, suelta Mark. Vamos, amigo, suéltalo. —Cuando finalmente lo hizo,
me tropecé lejos, finalmente libre de este horrible momento.
Me alejé de todos ellos, incluso cuando mi madre dijo mi nombre y me
extendió la mano, diciendo:
—Colin, espera, cariño. —Pero volaba lejos, y me preguntaba si esto es lo que
siente un fantasma, pasando toda esa tristeza.
Me volví hacia la puerta y golpeé los hombros con mi amigo Ben, quien me
miró y supo que necesitaba salir inmediatamente, así que me agarró y me sacó
fuera.
El aire llenó mis pulmones de la manera que llena a un recién nacido. Se
sentía tan bien que empecé a reír, incluso cuando la corriente constante de nuevos
dolientes para dar sus respetos subía los escalones de la entrada. Estos eran chicos
que yo conocía, sus padres que no conocía, que al principio pensaron que estaba
llorando, lo que les hizo fruncir el ceño. 74
Pero luego se dieron cuenta de que me estaba riendo alto y fuerte, demasiado
fuerte para esta noche tranquila y triste, y hacían muecas de absoluto horror y asco,
chasqueando sus lenguas y negando. Su reacción sólo me hizo reír más fuerte antes
que Ben me empujara todo el camino por los escalones de la entrada, hacia la parte
trasera del edificio hacia el basurero donde me sacudió hasta que me detuve.
—Colin, hombre, cálmate —dijo Ben mientras nos encendía un cigarrillo a
cada uno.
Lo tomé, viendo cómo temblaban mis manos. ¿Quieren oír algo gracioso?
Practico atletismo, y todavía fumo. Es una de las únicas cosas fantásticas sobre ser
un adolescente. Eres jodidamente invencible. Al menos, esperas serlo.
Ben me pasó el cigarrillo y luego la botella. La tomé y marqué el número de
Sarah porque necesitaba escuchar el constante timbre, sonando, sonando como un
latido de corazón. Necesitaba pensar en ese timbre flotando en todo ese vacío del
espacio, una llamada que nunca tendrá respuesta, sonando por toda la eternidad.
Mi llamada a Sarah Evans flotando en el vacío.
Excepto que no fue lo que pasó. En su lugar, oí su voz, la voz de Sarah, toda
alta y dulce.
—Hola, soy Sarah. ¡Ya sabes qué hacer!
Pero yo no sabía qué hacer.
En vez de eso, vomité todos los zapatos de Ben. El único pensamiento en mi
cabeza fue: Está viva. Su buzón de voz está encendido. Jodido Jesucristo, Sarah,
estás viva, ¿no?
75
Colin
79
Colin
U
nas semanas después del servicio conmemorativo, justo antes de la
graduación, dejé el mensaje que lo cambió todo. No estoy seguro de
cuándo se convirtió en parte de mi día, pero en algún lugar de todo
esto, llamar a Sarah y dejarle mensajes se hizo tan natural como conducir mi auto,
subir las escaleras en la escuela, o recoger una bandeja de plástico mientras
esperaba en la fila para el almuerzo.
Nunca pensé que fuera extraño o malsano; sólo lo hacía. Se sentía bien.
Hablar con Sarah importaba. Decirle lo que pensaba o lo que me pasaba, se sentía
como que aún estábamos juntos. Mantenía la tristeza a raya. Cuando no llamaba,
todo lo demás se sentía amortiguado, como vivir bajo el agua.
—Hola, soy Sarah. ¡Ya sabes qué hacer!
—Hola bebé. No vas a creer esto. Estaba sentado en la clase de Butler en el
último período, ¿y sabes lo que pensaba? ¿Recuerdas la vez que nos escapamos de
clase y llevamos el auto de Jamie al mirador? ¿Recuerdas eso? Mierda, ni siquiera
tenía licencia. No puedo creer que me dejara llevarme su auto. Encontramos esa 80
tiza en la parte de atrás… ¿por qué demonios tenía tiza en el baúl? Nos reímos de
eso. ¿Te acuerdas? Dibujamos toda esa mierda por las plazas de estacionamiento
en el mirador. ¿Te acuerdas del ta-te-ti de tamaño natural? No espera, ¿el mega ta-
te-ti? ¿Cómo demonios lo llamamos? Ganaste todos los juegos, ¿no? Bueno, estaba
en clase, y no podía dejar de pensar en ello. No creo que estuviéramos saliendo,
¿verdad? Extraño. De todos modos, yo... uh.... bueno. Te quiero. Adiós.
Apoyé mi cabeza contra el frío metal del armario. Independientemente de
cómo me hacía sentir dejarle mensajes a Sarah, sabía que no podía durar. No soy
tonto. Si alguien encontraba el teléfono, y oía todos estos mensajes, la policía
querría hablar conmigo de nuevo. Al menos, me estoy concentrando, otro término
que me enseñó mi terapeuta.
A la mañana siguiente, después de dejar ese mensaje en el teléfono de Sarah
sobre el juego de ta-te-ti que jugamos, abrí la puerta principal y salí con mis padres
para ir a la escuela. Escuché a mi madre decir:
—¿Qué es todo esto? —Y luego empezó a reírse cuando cerré la puerta y
revisaba el seguro.
Levanté la mirada y por toda nuestra acera frente a nuestra casa,
extendiéndose hacia el frente de la casa de los Evans, estaban todos estos dibujos
hechos en tiza de los tableros de ta-te-ti. Sombreadas las líneas cruzadas, X y O, en
todas partes. Justo como el día que Sarah y yo los hicimos. Exactamente como el
mensaje que dejé en su celular.
Mi respiración quedó atrapada en mi garganta, y mi madre se rió y caminó
hacia el auto, con la llave en la mano. Yo me quedé allí, todavía agarrando la
maldita perilla de la puerta, mirando... ¿qué?
¿Qué carajo estaba mirando? Ni siquiera lo sabía. Todo lo que sabía era que
en ese momento me empecé a reír, realmente reír, como si el universo hubiera
jugado esta fantástica broma que todos los demás eran demasiado estúpidos para
entender excepto yo.
Entiendo. Entiendo.
Miren, no estaba loco. Esto ocurrió. Era raro, pero también muy bonito. Sé
que decir que ella me oyó suena loco, pero ¿qué más era?
Ella me escuchó. De alguna manera Sarah me escuchó.
Nunca encontraron el teléfono de Sarah. Ni su iPhone que se rompió semanas
antes que desapareciera. No, el celular con tapa de aspecto tonto que su padre le
dio como castigo. Durante casi un año, sonó y sonó cada vez que llamé. Entonces de
la nada, un mensaje saliente, y ahora esto.
Una señal… ¿qué más podría ser?
¿Y si todavía estaba allí afuera? Todavía viva de alguna manera. Dios, sé que
no tenía sentido. Podía oír lo loco que sonaba cuando enlazaba esas palabras
juntas, pero ¿y si? ¿Y si no desapareciera para siempre? ¿Qué pasaría si sí había
desaparecido, pero qué pasaría si estuviera buscando la forma de regresar? ¿Y si
sólo se fue? ¿Y si me necesitaba para encontrarla? ¿Para ayudarla? ¿Qué pasa si 81
esos mensajes que le dejé, de alguna manera la ayudaron?
No le conté a mi terapeuta nada de esto.
Claire
—M aldito candado.
Tenía unos diecisiete segundos antes que sonara la
campana, y luego llegaría tarde a gimnasia.
De nuevo.
Tiré del candado mientras giraba el dial hacia el cero por quinta vez.
—Vamos.
La entrenadora Keller no iba a dejarme pasar esto. Durante todo el año,
montó mi caso, dándome vueltas extra en la piscina cuando las otras chicas ya
habían salido y estaban envueltas en sus toallas. Siempre me hacía recoger las
pelotas antes de ir a cambiarme al vestuario. Sufrí un año entero de esto, una cosa
tras otra. Si mis otros profesores eran suaves conmigo, y admitía que lo eran,
entonces la entrenadora Keller compensaba su indulgencia con creces.
—¡Vamos! 82
Volví a tirar del candado. La campana sonó a través de los pasillos.
Demasiado tarde. Iba a tener que volver después de gimnasia para recoger mi libro
de química. Al menos el señor Stanton no me daría mierda por llegar tarde a clase.
Lanzando mi bolso sobre mi hombro, corrí por el pasillo que se estaba
vaciando. En el momento en que doblé la esquina cerca de la escalera, yo era la
única persona que quedaba. Sabiendo que estaba completamente jodida, tomé dos
escalones a la vez. Fue entonces cuando lo escuché.
—Sarah.
Mi corazón se congeló por un segundo. Miré hacia atrás por la escalera vacía.
Genial, ahora escucho cosas. Abrí la puerta del Pasillo C y luego lo oí de nuevo, más
fuerte esta vez.
—¡Sarah!
No tuve la oportunidad de mirar hacia atrás antes que agarrara mi muñeca,
golpeando mi bolso fuera de mi hombro, y me empujara contra el casillero.
—Sa…
—¡Colin! —Estaba sin aliento, como si acabara de correr—. ¿Qué estás
haciendo?
Parecía loco, con la frente llena de sudor. Sus ojos parecían grandes platillos
gordos.
—¿Qué... Claire? Yo... yo... —tartamudeó, soltó mi muñeca, y dio un paso
atrás—. Claire —dijo mi nombre de nuevo y luego—: Por supuesto.
—Colin, ¿estás bien?
—Estoy… sí. Estoy bien.
—Colin. —Estiré la mano para tocar su brazo, pero él se estremeció. Dejé caer
mi mano. Oí que mi corazón golpeaba dentro de mí.
—Yo sólo... sólo pensé... mierda. —Exhaló y bajó la cabeza. Colin se frotó las
manos con fuerza sobre los ojos.
Como si estuviera tratando de borrarla. Y a mí. Y ahí fue cuando me golpeó, la
fría y repentina comprensión de que Colin pensó que yo era Sarah. Me persiguió
porque me confundió con ella.
Colin me vio en el pasillo, o bajando las escaleras, y sintió; de hecho, creyó,
que yo era Sarah. Que Sarah había vuelto. Que finalmente, después de todo ese
tiempo, la había encontrado de nuevo.
Pero sólo era yo. Y nunca seré Sarah. No importa cuánto me esfuerce. Busqué
decepción en sus ojos, pero sólo encontré tristeza.
—Entonces, eh... —Colin se aclaró la garganta y se pasó los dedos por el
cabello. Los bordes de sus ojos estaban pintados de rojo, y por un segundo pensé
que iba a llorar.
—Colin, ¿estás bien? 83
—¿Adónde ibas? —preguntó, intentando fingir que no pasaba nada.
—Gimnasia.
—Está bien. —Miró a lo largo del pasillo vacío—. Déjame acompañarte.
—No tienes que hacerlo.
—No, es genial. —Se agachó y recogió mi mochila—. Es lo menos que puedo
hacer ahora que te hice llegar tarde.
Cuando deslizó la bolsa por mi brazo y me colocó la correa por encima del
hombro, piel de gallina corrió a través de mi piel, y los pensamientos llegaron.
¿No podemos fingir, sólo por esta vez? Finjo ser ella, y tú finges que soy ella,
sólo una vez. Ambos pretendemos que soy Sarah, y tú... me besas. Por favor, Colin,
¿sólo esta vez?
Después de todas esas noches, escuchándolos en el tejado, pensando que se
salían con la suya. Todo ese tiempo, quería que fuera yo.
Sólo por esta vez, puede ser yo. Por favor, Colin. Nunca hablaremos de ello.
No hay nadie aquí, y nadie lo sabrá.
—¿Estás bien? —Él apoyó una mano en mi hombro, y el calor de esta rodó por
mi espalda como agua tibia.
—Sí. Estoy bien. ¿Tú?
Colin asintió. Y allí creció: una ligera acumulación, una sola lágrima
temblando en el rabillo de su ojo. Cerró los ojos y, simplemente así, desapareció.
Sólo fingir que soy ella porque quiero serlo. Quiero ser ella por ti. Mierda,
quiero ser ella por mí.
—Tú, uh... —Colin se aclaró la garganta—. Tu cabello. Está largo. No parecía
así... mmm... de largo antes.
—Sí.
—Es lindo —dijo Colin—. Es lindo... parece... —Se aclaró la garganta de
nuevo—. Apenas te reconocí, Claire. —Levantó su mano y se echó el cabello hacia
atrás.
Estaba tan cerca de mí que apenas podía respirar. Por favor, Colin. Sólo un
beso. Le diste todo. Todo. Pero ahora se ha ido, y nunca volverá. No estoy pidiendo
mucho, sólo un beso. Prometo que nos sentiremos mejor.
—Pronto tendrás que alejarlos con un palo —dijo Colin.
—Sí, lo dudo.
—Vamos. Llegas tarde —dijo.
—Los dos en realidad.
Colin sonrió, y algo dentro de mí se volteó. Traté de memorizar todo.
Memorizar cada segundo de esta conversación para luego poder volver a
reproducirla en mi mente. No quería olvidar nada, aunque sabía que lo haría. 84
Tal vez ese rizo de cabello que caía fuera de lugar. No, no ese. Recordaría ese.
Tal vez la forma en que parpadeó para apartar una lágrima o la forma exacta del
pequeño hoyuelo en su barbilla. El sonido de su voz cuando dijo mi nombre.
Mi nombre.
No el de Sarah.
—Colin —dije mientras caminábamos por el pasillo hacia las puertas del
gimnasio. Tuve que inclinar la cabeza hacia arriba para mirarlo. ¿Cómo se sentiría
girar ese cabello oscuro alrededor de mi dedo como lo hacía Sarah? Quería tanto
tocarlo que me dolía.
—¿Sí?
—¿Cómo estás?
Se rió entonces, un ruido trastabillante, y sonreí.
—¿Cómo estoy? —preguntó.
—Sí. ¿Cómo estás?
—Todo el mundo sigue haciéndome esa pregunta.
—¿Y?
Se detuvo y miró hacia un lado y otro del pasillo como si alguien hubiera
escrito la respuesta en alguna parte. Pasó más de un año. Durante más de 365 días,
vivimos y respiramos sin Sarah. Nos despertamos cada mañana y nos fuimos a la
cama cada noche sin ella. Días de fiesta, cumpleaños, esas cosas seguían
marchando hacia nosotros en la eterna marea del tiempo. Y nunca se detendría. La
vida continuaba sin Sarah. Si de algo sabía, era ese hecho.
—Estoy jodidamente bien, Claire. ¿Tú? —Sonrió, real, crudo, y agujereado con
angustia.
Le devolví la sonrisa, tratando de imitar lo vívido, lo real y vivo que parecía en
este momento.
—¿Yo? Estoy jodidamente bien, también.
—¿Sí? —Arqueó una ceja—. ¿También estás jodidamente bien?
—Sí.
—Bien —dijo mientras nos acercábamos a las puertas del gimnasio—.
Podemos estar jodidamente bien juntos.
85
Colin
E
so me trae hasta hoy.
Me gradúo en una semana. Luego viene el verano, y me voy a la
universidad estatal.
Aún dejo mensajes para Sarah. No podía parar. Mierda, nunca lo
intenté, porque no quiero parar. Necesito demasiado esto.
Empecé a correr de nuevo. No es que alguna vez dejara de hacerlo, pero sí
dejé el equipo, para la decepción secreta de mis padres. Actúan como si estuviera
bien que haga lo que quiera, como si estuviera bien si mis calificaciones se
desplomaran y dejara la pista al final de mi último año. Lo que sea que me ayude,
siempre y cuando siga yendo al médico, siga hablando y sintiendo. Siempre y
cuando esos sentimientos sean buenos sentimientos, sentimientos útiles,
sentimientos que aceleren todo este proceso de convertirme en la persona que era
antes que Sarah desapareciera.
Esa es la clave. Si he aprendido algo, es que está bien estar triste, pero no está
bien sentirse enojado. Está bien tener miedo, pero no está bien romper cosas.
93
Me levanto temprano para correr porque es más fácil por la mañana. No hay
nadie levantado todavía a las cinco de la mañana, y las calles me pertenecen. Ya ni
siquiera traigo música. Sólo quiero oír el ruido constante de mis zapatillas en el
pavimento, el crujido de las hojas en la brisa y el soplo de aire que sale de mis
pulmones. Establece un ritmo que permite que mi cerebro se apague durante un
tiempo para que mi mente permanezca vacía.
No pensar se siente bien. Es una de las pocas cosas que todavía se siente bien.
Llego al punto más alto de la colina en la parte superior de Cedarhurst y tomo
velocidad al bajar. Mis pulmones se sienten limpios y despejados, y pienso en
correr las últimas cinco o seis calles hacia mi casa. Mi energía parece un poco baja,
pero pensaba que probablemente podría presionarla.
El sonido de mis pies golpeando el pavimento se intensifica, y bombeo mis
brazos más fuertes; pequeñas lágrimas se forman en mis ojos por el viento. Aclaro
la mente. Ya no soy Colin. Soy sólo músculo, tejido y hueso, una máquina compleja
y delicada que se abre camino contra la gravedad y la inercia, cubriendo la distancia
en esta roca que flota en la oscuridad de un espacio en constante expansión.
Cuando Claire pone su bicicleta a mi lado, casi me muero del susto. ¿De
dónde demonios había salido? Ella pedalea fuerte, levantándose del asiento, su
cabello rubio azotándose hacia atrás. Ella me pasa, mira hacia atrás, y sonríe. A
medida que la distancia entre nosotros crece, soy vencido por la pérdida y una
especie de pánico, como si tuviera que alcanzarla. No estoy seguro de lo que es,
pero la veo alejarse de mí, su cabello rubio fluyendo, su culo en el aire, sus piernas
trabajando los pedales, y cada músculo de mi cuerpo grita por alcanzarla.
De repente Claire es todo en el mundo, todo hermoso, vivo, pacífico, y bueno,
y está todo alejándose de mí.
Cuanto más se aleja, más se acerca a los monstruos, y lo único que quiero en
el mundo es que Claire esté siempre a salvo.
Jodido Jesucristo, sólo quiero poder salvar a una de ellas.
Ella me mira una vez y sonríe antes de presionar los pedales de nuevo. En ese
momento, ese pequeño momento brillante, su cabello y su sonrisa reflejando el sol
de la mañana, luce igual a Sarah. Justo como Claire se veía ese día en el pasillo.
De repente me siento tan hueco y vacío, desechado como la cáscara de una
cigarra muerta. La veo alejarse de mí y me siento más perdido que nunca. Gira en
la curva y desaparece de mi línea de visión. Algo dentro de mí se rompe, y tropiezo.
Mis pies, ahora torpes, se enredan hasta que me detengo y me inclino; agobiado,
tosiendo, escupiendo saliva; mi corazón está salvaje dentro de mí. En mi cabeza,
una imagen de Sarah se forma, cuando la hice reír tan fuerte que casi se ahogó con
su sándwich en el restaurante.
Esa era Sarah.
Sarah y yo, en un momento que no tendremos otra vez. Un momento que
alguna vez fue real, pero ahora se sentía como si perteneciera a otra vida. Ninguno
de los dos pensaba que terminaría así. 94
El año anterior o la semana anterior o el día anterior. Nunca lo vimos venir.
Si hubiera sabido cuándo ella se encontraba en el camino de entrada,
mirándome fijamente, y yo colgando de la ventana mirándola, si hubiera sabido, le
habría contado todo.
Le habría dicho que la amaba y que estar con ella me hacía sentir mejor que
cualquier otra cosa en el mundo. Que todo lo que siempre quería era verla sonreír,
oírla reír. Le habría dicho lo inteligente que era, y que llegaría hasta Broadway y
cantaría esas canciones que tanto amaba. Le habría dicho que...
Hubiera ido a la fiesta. A la mierda la estúpida reunión en la pista. Si yo
hubiera ido a la fiesta, si hubiera estado en el auto esa noche, podría haberla
salvado. Podría haber deshecho esto. Podría haber cambiado esta historia para que
ambos estuviéramos vivos, como lo estamos en mi mente, y no atrapados en este
horrible mundo de no saber.
Si yo hubiera ido... Sarah estaría viva. No estaba allí cuando me necesitó, y
ahora se ha ido. Ese pensamiento me llena de hielo, y todo empieza a girar.
Me inclino con las manos sobre mis rodillas mientras vomito.
Colin
98
Colin
L
a meto en el armario de provisiones de arte, enciendo la luz y cierro la
puerta. Jarrones de pintura, hojas de papel, pinceles y cajas llenas de
arcilla y mimbre nos rodean. Es un pequeño espacio con estantes llenos,
lo que significa que terminamos de pie juntos más cerca de lo que me gustaría.
—Colin…
—Sólo cállate por un segundo y escúchame, ¿de acuerdo, Jenna? Esto es
importante. Ha ocurrido algo.
Sus ojos se abren de par en par y se quedó muda, y por un momento, se ve
como un ciervo ante los faros; todas las pupilas negras y oscuras y la boca floja.
—¿Qué?
—Prométeme que escucharás y no dirás nada hasta que termine, ¿de acuerdo?
Se limpia el rostro, asiente y sacude su cabello castaño sobre los hombros.
Entonces ella toma esa postura que toman las chicas que te permite saber que
todavía se dirigen al espectáculo, incluso cuando tú está hablando. Saben a lo que 99
me refiero. Brazos cruzados, cadera inclinada, pies cuadrados. Para mayor efecto,
incluso se mastica el interior del labio.
Respiro profundo.
—Le dejé un mensaje a Sarah. —Su rostro se arruga. Comienza a decir algo,
pero levanto la mano—. No es lo que piensas. Durante el servicio conmemorativo,
Jenna, algo sucedió. No estoy seguro qué. Ese día, cuando la llamé...
—¿Por qué llamaste a Sarah en el servicio conmemorativo? ¿Sabes cuán
jodido suena?
—¡Sí! —digo un poco demasiado fuerte, y se estremece ligeramente. Respiro
hondo y mantengo firme mi voz—. Sí, Jenna, sé cómo suena. Pero te estoy diciendo
la verdad. La llamé. Comencé a llamarla esa noche cuando me dijiste que Sarah no
apareció para encontrarse contigo, y nunca dejé de hacerlo. Cada vez sólo sonaba,
sonaba y sonaba. Luego, de la nada, la noche del servicio conmemorativo, su correo
de voz se encendió.
—No entiendo.
—Yo tampoco. Sólo te estoy diciendo lo que pasó. Primero, no había nada, ya
sabes, como si el teléfono hubiera desaparecido. Solía imaginarlo bajo el agua o
enterrado... —Jenna hace un pequeño ruido como un gimoteo, y de inmediato me
arrepiento de haber dicho algo tan estúpido. Es como si hubiera vivido en mi
cabeza durante tanto tiempo, que me olvidé de cómo hablar como una persona
normal—. Pero entonces sonó, y ella atendió.
Jenna ahoga un sollozo y cubre su rostro.
—Ella. No. Atendió. Col.
Mierda.
—Eso no es lo que quise decir, Jenna.
—¡Eso es lo que acabas de decir!
—Ya sabes lo que quiero decir.
—No, Colin, en realidad no tengo idea de lo que estás hablando.
—Su correo de voz se encendió, Jenna. Eso significa algo.
Otra lágrima se desliza por su rostro mientras exhala.
—¿Me estás diciendo que desde que Sarah desapareció, la has estado
llamando todos los días?
No me molesté en asentir.
—Ahora, de repente, su correo de voz se encendió. Y piensas…
Me quedo allí torpemente, dándome cuenta de lo tonto que suena de la boca
de Jenna.
—¿Qué, Col? ¿Qué crees que significa eso?
—No lo sé —digo, apenas por encima de un susurro.
Y es la verdad. Todo este tiempo, había estado armando algo en mi cabeza, 100
algún tipo de rompecabezas. Ahora que las palabras salían de la boca de Jenna, de
repente me sentía inseguro de lo que construí.
¿Qué pensaba exactamente qué significaba? ¿Que Sarah seguía viva?
¿Realmente creía eso? ¿O era simplemente otra forma de fingir que las cosas iban a
cambiar?
—Si estás tratando de insinuar que ella todavía está...
No. Lo creo. Realmente lo hago. Tengo que hacerlo.
Jenna se cubre el rostro de nuevo y respira profundo otra vez.
—Amaba a Sarah con todo mi corazón. Ella era mi mejor amiga. Pero si estás
tratando de decir que esto... significa... lo que creas que significa... Col, ¿te das
cuenta de lo loco que suena? ¿Por qué llamar? ¿Cuál era el punto de todas esas
llamadas?
—No lo sé.
Ella suspira y niega.
—No puedo hacer esto.
No, Jenna. Significa algo. Tiene que significar algo. Si no significa algo,
entonces nada tiene sentido. Ningún orden existe en este universo, y el caos
gobierna. Tengo que creer que esto va a terminar de manera diferente.
—Mira, Jenna, tienes que entender. Antes del servicio, nada sucedió.
Simplemente sonaba y sonaba y sonaba. Ahora, escucho su mensaje.
Jenna asiente de la manera en que le haces un gesto a un niño.
—¿Se lo has contado a alguien más?
—No.
—Bien.
—Ellos pensarían que estoy loco.
Lo quise decir como una broma, pero otra lágrima se desliza por su mejilla.
Jenna es muy dulce. De repente me siento contento que hablamos. Incluso si
es esta horrible conversación extraña y jodida. Todos solíamos divertirnos juntos.
Yo, Sarah, Jenna y Michael. Todos nos divertíamos.
Extrañaba la diversión.
—Col, estás loco. Esto es una locura. Que llames a Sarah es una locura. —Me
alcanza y toma mi mano en la suya, y contengo las lágrimas. Se siente tan bien, y de
repente estoy tan cansado. Sólo quiero acostarme aquí mismo y dormir—.
Escúchame, Col. No te estás poniendo mejor. Te estoy diciendo esto porque me
preocupo por ti y porque eres mi amigo. Ni siquiera estás tratando de mejorar. El
resto lo intentamos, y es difícil contigo porque... porque nos pesas al resto y nos
retienes como un ancla. Quieres estar herido y seguir lastimando. Ya nadie se
siente bien al estar contigo. Te queremos, Col, pero todos queremos seguir
adelante. ¿No quieres seguir adelante? ¿Realmente crees que esto es lo que Sarah
querría?
No digo nada.
101
—Colin, ¿me estás escuchando? —Jenna le da mi mano un pequeño apretón, y
me saca de mis pensamientos.
—¿Pero por qué?
—Por qué, ¿qué? ¿Por qué no quieres curarte? No lo sé. Ninguno lo sabe. Sólo
sabemos que lo que estás haciendo no es saludable.
—No, quiero decir ¿por qué se encendió su correo de voz? ¿Por qué ahora?
Jenna suelta mi mano y suspira.
—No lo sé. ¿Estás seguro siquiera que es ella?
—¿Quieres oír? —Saco el teléfono de mi bolsillo y marco.
—No, no quiero. Por favor, no hagas esto.
Jenna no tomará mi teléfono, así que lo pongo en altavoz. El sonido del
timbre llena el pequeño cuarto. Por un momento, escuchando el tono de llamada,
me congelo con el pensamiento aterrador. ¿Y si estoy loco? ¿Y si el buzón de voz no
atiende? ¿Y si me imaginé todo?
Puedo de repente verme como el personaje principal de esta pequeña jodida
historia que termina conmigo sentado en una habitación acolchada en algún lugar,
hablando con mi novia muerta en murmullos y tics. Todo esto de repente es muy
gracioso; quiero decir, honestamente, ¿qué estoy haciendo con Jenna aquí en este
armario de arte con el teléfono que todavía suena y suena? Los ojos de Jenna se
llenan de lágrimas de nuevo porque el pobre Col con el corazón roto finalmente
perdió el juicio... cuando de repente, ¡lo oímos!
—Hola, soy Sarah. ¡Ya sabes qué hacer!
Toma cada onza de energía que tengo no señalar a Jenna y decir:
—¡Ja! —como si fuera el jodido Sherlock Holmes.
Pero ella sólo niega y se vuelve hacia la puerta.
—Espera, Jenna, espera. —Estiro la mano para girarla. Pero está llorando
ahora, y se siente como que si la toco, se romperá en un millón de piezas. Así que
sólo bajo la mano—. Jenna...
Quiero decirle que lo siento. Nunca quise molestarla. Ya no puedo estar solo
con esto. Quiero que alguien me diga que todo es real y no está sólo en mi cabeza.
Necesito que alguien más que crea conmigo. Quiero decir esto en voz alta a Jenna,
pero ella habla primero.
—Tengo que irme —murmura antes de encontrar torpemente la manija de la
puerta y salir al pasillo.
Asomo la cabeza por la puerta, pero Jenna ya dio la vuelta a la esquina. Pongo
el teléfono en mi oído como si Sarah realmente hubiera esperado en la línea todo
este tiempo que Jenna se escapó, y le digo:
—Te extrañamos, nena. Todos te extrañamos. Por favor, vuelve a casa.
Cuelgo justo cuando Michael me agarra y me saca del armario. El teléfono se 102
cae de mi mano, chocando contra el suelo. No tengo tiempo de equilibrarme, y
mucho menos de quitármelo de encima, antes que me arroje contra la pared de
casilleros.
Sólo para que conste, se ve este tipo de mierda en las películas todo el tiempo,
la gente es arrojada contra las paredes y las puertas, y sólo rebotan como si todo el
lugar estuviera acolchado o algo así. Bien, los casilleros, seguro como la mierda, no
están acolchados, y cuando uno de los candados golpea mi espalda, puedo
prometerles, duele mucho más de lo que imaginan. El dolor caliente se dispara
hasta mis hombros.
—¿Qué mierda le dijiste? —gruñe Michael.
Por un momento, todo queda en blanco, y doblo mi mano en un puño.
Michael me suelta, y me giro para alejarme. Pero él no ha terminado, y ahora, me
agarra de nuevo por la camisa y me lanza de nuevo contra el casillero.
Más dolor y algo aparecen en mi cabeza. Los imagino juntos. Veo a Michael
besando a Sarah, quitándole la ropa. Lo veo susurrando en su oreja. En mi cabeza,
todo se vuelve blanco y me lanzo.
Mi puño se conecta con su mandíbula, y su cabeza se dispara hacia atrás. Me
lanzo de nuevo, aunque mi mano está ardiendo de dolor, y me preocupa haberme
roto al menos algunos huesos. Michael se vuelve rápido, mientras mi puño cruza
por el aire, evitando la pared de casilleros. Él lanza su puño y conecta con mi
mandíbula, y el dolor explota por el lado de mi cara.
Una multitud de estudiantes se reúne, dándonos un amplio espacio.
Cargo contra él, echando todo mi peso, y golpeamos la otra pared con un
golpe rompe huesos. Lanzo un puño sólido en el estómago de Michael, y se dobla.
—Jódete. —Escupo una pequeña mancha roja de sangre y escaneo el piso por
mi teléfono, pero no lo veo. Me vuelvo a buscarlo cuando oigo mi nombre.
—¡Colin! —Levanto la mirada y veo a Claire, su rostro es una hoja en blanco.
Quiero decir algo, decirle que lo siento y está bien, pero justo entonces, Michael me
empuja con fuerza en la espalda y haciéndome perder el equilibrio. Cuando me
vuelvo hacia él, su puño golpea mi estómago, y golpeo el suelo, mis rodillas
gritando de dolor, y yo tosiendo y escupiendo.
—¿Qué mierda le dijiste? —Michael se inclina justo al lado de mi oreja—. ¿Qué
mierda le dijiste a Jenna, jodido enfermo?
Toso, escupiendo un poco de sangre. Tengo el labio abierto. Apenas puedo
conseguir aire en mis pulmones.
—¿Qué mierda le dijiste a Jenna?
—Nada.
Michael me agarra por los hombros y me da una sacudida brusca, como si
tratara de sacarme la verdad de encima. Sus dientes están empapados en sangre, la
misma sangre secándose en mi puño. Le abrí el labio de par en par cuando lo
golpeé, y ya veo los moretones comenzando a florecer en su pómulo. Me pregunto
cómo me veo. Me doy un toque en mi propio labio. Nunca he golpeado a nadie en 103
mi vida; sin embargo, Michael, que solía ser mi mejor amigo, está aquí sangrando
por todos lados.
—No le dije nada. —Lo empujo de encima de mí y lucho para levantarme.
—¿Por qué Jenna salió llorando, Colin? ¿Por qué?
—No lo sé.
Michael, también sin aliento, se levanta y me señala con un dedo.
—Escucha, maldita mierda. Sigue así y desmorónate, ¿de acuerdo? No me
importa lo que hagas. Vuélvete completamente loco. Termina en el hospital.
Mátate. Nos dará un jodido descanso. No me importa. Pero que Dios me ayude, me
niego a que te lleves a Jenna contigo. Ha pasado demasiado. Con Jenna no. No
después que nosotros perdimos a Sarah.
Veo el blanco otra vez. Escucho un zumbido en mis oídos.
—¿Nosotros? ¿Qué diablos quieres decir con nosotros?
—Sí, Colin. Nosotros. Nosotros perdimos a Sarah, no sólo tú. Esa es la cosa
que nunca pareces entender. Esto no es sólo sobre ti. No eres el único que se
preocupaba por ella.
Oigo el temblor en su voz, pero no me importa. Pienso en toda la mierda que
dijo después que Sarah desapareció. Acerca de los dos, y quiero matarlo. Pero estoy
demasiado jodidamente cansado para golpearlo. Estoy demasiado cansado para
hacer algo. Así que voy con la única otra ruta posible que tengo que hacerle daño.
—Ella nunca te amó, Michael. Nunca le importaste una mierda. No importa lo
que pensaras que podría haber sucedido, nunca la hubieras tenido… tú no. —Me las
arreglé para decir antes que él se voltee y empujara su camino a través de la
multitud que se había juntado.
Ella me amaba a mí.
Escupo más sangre. Cada vez que lo hago, mi estómago cruje con dolor
caliente. Lucho para respirar completamente mientras intento no hacer contacto
visual con la gente que me mira.
De repente oigo a los maestros gritarme, diciéndome que vaya a la oficina del
director. Empujaron a todos los otros chicos por el pasillo, así que no estoy seguro
de dónde fueron Claire o Michael. Pongo mi mano en mi labio, toco el poco de
sangre sobrante, y recojo mi teléfono.
Llamo al número de Sarah.
—Hola. Soy Sarah. ¡Ya sabes qué hacer!
—Hola, nena, soy yo —digo, conteniendo las lágrimas—. No vas a creer lo que
acaba de pasar.
Entonces le cuento todo a Sarah.
104
Claire
—¿E
so es de Sarah? —pregunta mi padre mientras estoy en el arco
de la cocina. Él tiene un trapo sobre su hombro mientras sirve
con una cuchara la salsa marinara en el plato.
—¿Has hecho la cena? —Me quedo mirando la pasta y el pan de ajo
enfriándose en la encimera.
Era una pregunta estúpida, pero no pude evitarlo. No nos habíamos sentado a
cenar juntos desde que mamá se fue, y antes de eso, era irregular. Unas cuantas
veces, mamá salió de la confusión por las drogas y preparó algo.
No es que me queje, ya que en realidad me gustaba más en el otro sentido.
Prefería simplemente conseguir lo que quería y comer en la paz de mi habitación.
Prefería eso que actuar. Una vez, mamá sólo llegó a la mitad de la comida antes que
sus hombros empezaran a temblar.
—Estoy bien. —Logró decir mientras salía de la mesa, con una mano sobre su
boca como si se sintiera enferma—. Por favor, disfruten.
Por favor, disfruten. Como si fuera posible sentarse en esta mesa, con la silla 105
vacía de Sarah mirándome fijamente. Terminé esa comida. Terminé lo que mamá
no podía. Realmente hice hincapié de ello y me tragué hasta el último pedacito.
Lo necesitaba porque esas pequeñas cosas me ayudaban a atravesar mis días.
Cada uno servía como un logro, un peldaño en una escalera que se extendía hacia
las nubes. Subiría esa cosa por el resto de mi vida. Hay mucho que decir sobre
arreglárselas; sobre empujar a través de cada momento sofocante. Me las arreglo
porque es lo que hago.
—¿Eso es de Sarah? —pregunta nuevamente papá, levantando la barbilla
hacia mí.
—Sí. —Bajo la mirada a la estampación en mi camisa. En letras cuadradas,
dice una cita de la canción “Another Day” en la obra Rent. Era la camisa favorita de
Sarah.
—Bien —dice papá, aclarándose la garganta. Sonríe—. Siéntate. Mangia1.
Saco mi silla, pero él me detiene.
—No, aquí. —Señala al asiento de mamá—. No te sientes tan lejos.
No puedo hacerlo y en cambio tomo el asiento del otro lado de papá, el
asiento de Sarah. De alguna manera sentarse en su antiguo asiento parece más
fácil.
Querido Colin,
No sé por qué te escribo esto. Probablemente nunca te lo daré. De hecho,
estoy segura de ello porque no quiero que las cosas se pongan extrañas. Ni
siquiera voy a explicar esa frase ya que no pienso darte esto de todos modos.
Por supuesto, si las cosas se ponen raras, tal vez te la daré entonces para
demostrarte que ahora mismo, mientras escribo esto, te amo. Realmente lo hago,
Colin.
A veces te amo tanto que realmente me asusta. Creo que esto no puede ser
normal. Me preocupa lo que va a pasar en el futuro. Me preocupo por la
universidad y que tú te vayas y yo me vaya. Me preocupa que se caiga a pedazos.
A veces me preocupa tanto, que empiezo a pensar que hay algo malo en nosotros.
¿Cómo podrían dos estudiantes de secundaria ser tan felices?
Dios, eso suena estúpido. Gracias a Dios que nunca te daré esta carta.
Probablemente nunca me dejarías tranquila. Irá directo a tu cabeza. 110
Bueno, es tarde. Y esta noche tú y yo vamos al cine y luego al lago. Espero
que nos divirtamos. Espero que Michael no sea un idiota. Mierda, mencioné LA
COSA. Una vez más, es súper bueno que no te daré esta carta.
Y puesto que no lo haré, lo digo. Te quiero, Colin. Si Michael te dice algo
diferente, no le creas. Simplemente perdió la puta cabeza por un rato. Supongo
que todos lo hacemos en algún momento. Debe ser todo este aire de montaña.
Además, no estés resentido con él. Es un buen tipo. Sólo está un poco loco.
Está bien, eso es todo. Estoy tirando esta carta.
Con amor,
Sarah
El aire no sale de mis pulmones. La leo una y otra vez. Trazo el dedo sobre la
tinta donde dice su nombre. Alzo la mirada, parpadeando las lágrimas, y busco en
la calle, como si de pronto pudiera materializarse allí.
—Colin.
Salto ante el sonido de mi nombre, pero es sólo mi madre, parada en la puerta
con una cámara. Meto la carta en mi bolsillo lo antes posible, con el corazón
acelerado.
—Oh, bien, no te fuiste todavía. Una foto. Una foto previa a la ceremonia de
graduación. Vamos. Síguele la corriente a tu vieja madre —dice, su mano me hace
señas para que me acerque.
Cierro la distancia entre nosotros, pero ni siquiera estoy seguro de cómo,
porque mis piernas se sienten como de goma.
—¿Estás bien? —pregunta, frunciendo el ceño mientras me estudia.
—Sí —le respondo, con la garganta apretada—. ¿Por qué?
—Parece como si hubieras visto un fantasma —dice con una sonrisa. Ella sigue
con eso—. Estás sudando, Colin. ¿Seguro que te sientes bien?
—Estoy bien. —Limpio el sudor de mi frente—. En serio.
Pero ella no está convencida.
—Tomaste la medicación, ¿no?
Suspiro.
—Sí, mamá. La tomé. Hagamos esto para que pueda irme. No quieres que
llegue tarde a mi propia graduación ¿no?
Ella levanta la cámara y trato de forzar una sonrisa.
—¡Colin, sonríe! —suplica—. Eso no es una sonrisa.
Meto la mano en el bolsillo y doblo los dedos alrededor de la carta. Empecé a
pensar que hay algo malo en nosotros. ¿Cómo podrían dos estudiantes de 111
secundaria ser tan felices? Te quiero, Colin.
Exhalo y, por un momento, todo ese mal sonido de Sarah me deja. No siento
más que una paz absoluta.
—Eso es —dice mi madre, sacando la foto—. Esa es mi sonrisa favorita. —Ella
me besa en la mejilla, y me subo al asiento del conductor, salgo por el camino de
entrada, y me despido. En cuanto doblo la esquina, saco de nuevo la carta de Sarah.
¿De dónde viene esto? ¿Dónde?
¿Dónde estás, Sarah?
¿Cuándo vendrás a casa?
Claire
L
o último que quiero hacer ahora es estar frente a lo que se siente como
toda la escuela. El mar de togas y birretes se extiende ante mí como una
mesa manchada de tinta derramada. ¿Están sentados alfabéticamente?
¿Dónde estarían sentados los de la L? Trato de encontrar la cara de Colin, pero
desde el escenario, todos se parecen, un mar agitado de negro.
Papá se acerca al micrófono, como lo hizo un millón de veces antes. Tal vez el
hablar en público les salía naturalmente a algunas personas, pero no a mí. Ojalá me
hubiera dejado quedarme en las gradas. Dijo que no tenía que decir nada si no
quería, lo que definitivamente no quiero. Todavía no sé cuál es el punto de que esté
parada aquí. Todo el mundo me mira, otra vez.
—Mi familia y yo queremos que sepan que su apoyo durante este último año
nos ha mantenido arriba.
¿Arriba? Parece que ha estado hablando por siempre.
—Como todos ustedes saben, Sarah amaba el teatro musical, amaba el
escenario, y amaba actuar. Su madre y yo queremos que ese espíritu continúe. 112
¿Mamá quería esto también? ¿Lo quería tanto que no se molestó en volver a
casa? Tanto, que no se molestó en quedarse en primer lugar.
—Por lo tanto, estoy encantado de anunciar que creamos la Beca Sarah Evans
para Artes Escénicas. Todos los graduados que planeen especializarse en las artes
creativas son elegibles. Permitirá a las personas que de otra manera no tendrían la
oportunidad financiera de ir a la universidad y perseguir la pasión que para Sarah
era tan querida.
En la señal, la música aumenta en el fondo. Me toma un segundo reconocer la
canción, pero tan pronto como lo hago, siento como que voy a desmayarme. Es esa
canción de Rent. Esa sobre vivir tu vida y nunca lamentarte. Se llamaba “No Day
But Today”.
Papá hace señas para que me acerque más y esté con él en el podio. No sé
cómo, pero logro poner un pie delante del otro.
—Felicitaciones a todos —dice—. Recuerden, Sarah los quería. Y ella
permanece para siempre en nuestros corazones. Siempre será una parte de ustedes.
Nada puede quitar ese amor. Llévenlo con ustedes a esta emocionante nueva etapa
de sus jóvenes vidas.
La música continúa tocando mientras papá toma mi mano, y salimos del
escenario. Escaneo a los graduados desesperada por encontrar a Colin. No sé por
qué, pero siento como que si pudiera ver su rostro entonces de alguna manera esto
estaría bien. Pero no puedo encontrarlo en ninguna parte.
—Creo que salió bien —dice papá.
Asiento. Eso es lo mejor que puedo hacer. Mi garganta se contrae. Subimos
los estrechos escalones de nuevo hacia la tribuna para tomar nuestros asientos con
el resto de la audiencia para ver la graduación. Todavía hay una celebración que
tener, excepto que no oigo nada más que esas palabras y esa voz. Las líneas que
Sarah solía cantar hacen eco en mi cabeza.
El sueño que por ella era tan querido. La vida que Sarah estaba destinada a
vivir. Lo veo sólo por un breve segundo, tembloroso, antes que se desvanezca como
un carrete de hilo cayendo en lo desconocido.
En ese momento, me golpea. Pasé todo el año arreglándomelas. Siendo mejor.
Siendo la mejor hija posible porque entonces compensaba que Sarah hubiera
desaparecido. Lo mantuve todo junto. Pasé todo este tiempo conteniendo mi
aliento y obligándome a aceptar cada momento. Hice eso durante un año, y no
importó. Mamá aun así se fue y Colin se desmoronó. Nada de lo que hice cambió
eso. No podría ser Sarah. No pude llenar el espacio que dejó. Apenas vivía mi
propia vida.
Un año sin Sarah.
Siento la pérdida ahora, tal vez por primera vez desde que la madre de Colin
me recogió en la práctica de la banda y me dijo que mi hermana se había ido.
Me golpea fuerte, y siento que no puedo respirar. Pasé un año esquivando la
verdad, pero ya no. 113
La verdad es que Sarah nunca regresará a casa. Ella nunca va a vivir su vida.
Nunca va a atravesar la puerta principal y me va a abrazar. No se reirá ni llorará.
No crecerá y se mudará a Nueva York, cantará en Broadway, se casará o viajará a
China.
Un día, voy a ser mayor que mi hermana la última vez que la vi. Voy a pasar
por esa puerta sola.
Sarah se ha ido. Y nunca sabré a dónde fue. Nunca sabré cómo murió.
No habrá ningún caso judicial o cierre. Ningún hombre malo que culpar. No
habrá arreglo. Sólo el vacío que Sarah dejó atrás. El vacío que se apoderó de mi
madre. El vacío que voy a llevar conmigo para siempre, ese ancho hoyo de Nunca
Saber.
—No puedo hacerlo. —Ni siquiera sé cómo lo digo porque estoy bastante
segura de que el aire dejó mis pulmones.
Papá se detiene y me mira.
—¿Qué, cariño?
La gente en las gradas a mi izquierda y la derecha se mueven incómodamente.
No hay suficiente aire en este gimnasio; no hay suficiente aire en el mundo.
—Claire, ¿estás bien? —pregunta papá de nuevo.
Pero no digo nada porque ahora estoy sollozando, llorando más fuerte de lo
que he llorado antes. Los dolorosos y jadeantes llantos me consumen. Papá me
rodea con los brazos. Quiero correr y esconderme de toda esa puta gente que me
mira ahora.
Por un momento, quiero morir. Mi corazón tartamudea dentro de mí. No
puedo respirar. Por un segundo, creo que podría suceder, y me gusta la idea de
renunciar.
—Está bien, cariño. Está bien.
Lo dice una y otra vez, mientras mis lágrimas humedecen el frente de su
camisa. No puedo parar. Soy como un bebé mientras mi papá me lleva lentamente
por los escalones y me conduce hacia la puerta de atrás, lejos de que todo el mundo
me vea desmoronarme.
Abajo en el escenario comienza la graduación, los chicos se alinean para
aceptar su diploma mientras dicen sus nombres, y la vida continúa con cada
segundo rodando hacia adelante. Mientras tropiezo hacia la puerta, papá me
aprieta más fuerte, me sostiene y me dice:
—Lo sé, cariño. Está bien. Lo sé.
Pero no está bien. Nunca va a estar bien.
114
Colin
H
an pasado unos días después de la graduación, después de toda la
cosa en el armario de arte con Jenna y la pelea con Michael. Todavía
llevo la carta de Sarah en mi bolsillo. Llego a la puerta principal y me
dirijo a la cocina, encontrando a mis padres sentados a la mesa con otra pareja.
Mi padre frunce el entrecejo con el tipo de confusión que se balancea al borde
de la frustración. El rostro de mi madre ya está manchado de lágrimas, y un fajo de
pañuelos usados yace delante de ella. Sus dedos juegan con la esquina del que tiene
en la mano. Me toma un segundo reconocer a los padres de Jenna.
Maldición, Jenna.
—Hola —digo, tratando de sonar relajado.
—Hola, cariño. —Mamá extiende su mano, y me llama para que me acerque,
lo cual hago porque de repente siento miedo de lo que esté por suceder en esta
habitación. Ella envuelve sus brazos alrededor de mi cintura como si yo fuera el
padre y ella sólo fuera una niña pequeña. La beso en la parte superior de su cabeza. 115
—Siéntate, Col —dice mi padre.
—Está bien. Estoy bien. —Aprieto mi mandíbula y luego la aflojo. Apretar.
Aflojar. Apretar. Aflojar—. Me muero de hambre. —Hago una línea recta a la
nevera.
—Hijo.
Mierda. Jodida, Jenna. Abro la nevera para no tener que mirarlos. Confiaba
en ti, Jenna. ¿Por qué no podías mantener esto entre nosotros? Nunca debería
habérselo dicho.
—Tenemos que hablar. —Puedo decir por el tono de voz de mi padre que ya
está cansado. Me pregunto cuánto tiempo han estado aquí, esperando que llegue a
casa.
—¿Oh sí? ¿Puede esperar? De hecho, tengo que ir a correr. —Saco una
manzana.
—Colin, cariño. —Mi madre se da golpecitos en los ojos con el pañuelo—. Ven
a sentarte.
—¿Qué está pasando?
Quiero decir, “Hola, padres de Jenna. Supongo que su hija finalmente se
rindió y les contó lo que he estado haciendo. Sorpresa, mamá y papá, siento darles
la primicia, pero su hijo enloqueció. Probablemente esté completamente loco”. Pero
me quedo en silencio.
—Colin —dice mi padre—, estos son el señor y la señora Cleary, los padres de
Jenna.
Asiento y sostengo la manzana a modo de saludo.
—Sí, creo que nos conocimos antes.
El señor Cleary es un hombre bajito, calvo, con una barbilla hundida. Su
esposa se ve nerviosa, malvada e inquieta. Entre los dos, no veo de dónde salió
Jenna. Tal vez la adoptaron.
—Colin. —El señor Cleary se aclara la garganta—. Hablamos con Jenna ayer, y
nos contó algunas cosas que...
—Oh, ¿sí? —Mastico la manzana, trabajando el pedazo en una esquina de mi
mandíbula—. ¿Qué es? —pregunto, tomando otro fuerte bocado. Puedo oír mi
latido en mis oídos.
—Nosotros... bueno, Jenna está preocupada por ti, Colin.
—Oh, eso es dulce. Nada de qué preocuparse. —Mastico y sonrío. Siento todos
sus ojos en mí. Prácticamente escucho su juicio.
Sigue sonriendo, me digo. Es el único camino a través de esto. Superé la
graduación, esa canción de mierda, y ese maldito discurso del padre de Sarah.
Puedo superar esto.
—¿Podemos hacerte una pregunta? —pregunta mi padre.
—Por supuesto. 116
—¿Has estado... quiero decir... alguna vez... llamaste a Sarah?
Mi madre lleva el pañuelo de papel a su cara, e incluso la señora Cleary, toda
esquelética y excéntrica, parece genuinamente preocupada. Me siento un poco mal
porque hayan sido arrastrados a esto.
—¿Qué? —Trato de sonar una parte sorprendido y dos partes perturbado ante
la mera implicación—. ¿Qué quieres decir?
—Es sólo que escuchamos... —Los ojos de mi padre se mueven a los padres de
Jenna. Bien, papá, muy sutil—. Hemos oído que tal vez llamas al teléfono de Sarah.
Me río entre dientes.
—Papá, eso suena bastante loco, ¿no crees? —Tomo otro bocado—. Sarah se
ha ido. Sé eso.
Lo digo demasiado casualmente porque no soy un muy buen mentiroso, y
todos lo saben. La manzana repentinamente sabe a cenizas.
—Colin, cariño, habla con nosotros. —Mi madre se suena la nariz con otro
pañuelo—. Sabes que estamos aquí para ti. Queremos ayudarte. Has pasado
demasiado. —Las lágrimas comienzan de nuevo.
—Sí, está bien —la corté—. Pero no he estado haciendo nada de eso, ¿de
acuerdo?
Mis padres asienten. El señor y la señora Cleary no.
—¿Les importa si voy a correr? —Necesito salir de esta cocina. Mi corazón
embiste mi pecho.
—Colin. —La señora Cleary parece más diplomática. Siento que escoge sus
palabras con mucho cuidado—. Sé que mi hija dijo la verdad. Llegó a casa muy,
muy alterada el otro día. Dijo que justo antes de terminar la escuela le dijiste que
llamas a Sarah y que creías... —La señora Cleary mira a mi madre rápidamente
antes de continuar—. Dijo que creías que Sarah... había atendido.
Me río, fuerte. Demasiado fuerte, y un trozo de manzana se quedan atascados
en mi garganta. Todos se sientan allí, mirándome fijamente, mientras lo toso y lo
escupo en la basura.
—No sé de qué está hablando —digo, mi voz vaga.
—¿Puedo ver tu teléfono? —Mi padre extendió la mano.
—Stuart, por favor —dice mi madre.
—Vivian, sólo quiero ver el teléfono de mi hijo. —Fija sus ojos en mí—. ¿Puedo
ver tu teléfono?
—¿No confían en mí?
—No, Colin, cariño, por supuesto que confiamos en ti. —Mi madre aparta la
mano de mi padre—. Te amamos, cariño. Sólo queremos asegurarnos de que estás
bien, eso es todo.
—Entonces deberían creerme cuando les digo que estoy bien. No estoy
haciendo nada de eso.
117
—Cariño, te creemos. —Mi madre vuelve a llorar.
—Obviamente no.
—Colin, sólo queremos asegurarnos que estés bien.
Siento la ira empezando.
—Acabo de decirles, como tres veces que estaba bien.
—Entonces, dale a tu padre el teléfono —dijo el señor Cleary.
Lo miro. No me gusta cómo dijo eso. ¿Era una sonrisa? ¿Está disfrutando
esto? El calor sube por mi pecho.
Con la encimera frente a mí, no pueden verme hacer un puño. Apretar.
Aflojar. Apretar. Aflojar.
—Dave. —Mi padre levanta una mano para frenar al señor Cleary—. Es mi
hijo. Yo me encargaré de esto.
La señora Cleary recoge un pañuelo.
—Stuart, tienes que entender. Esto ha sido muy duro para Jenna. Perdió a su
mejor amiga. Ha tenido pesadillas y ataques de llanto. Perdió peso. Quieren darle
medicación. Estamos tratando de hacer lo mejor para ella.
—Por supuesto que lo están haciendo. Y también estamos preocupados por
nuestro hijo —dice mi madre—. Él ya ve a alguien que le recetó estas píldoras que
no creo que estén funcionando.
—Mamá, para.
—No, Colin. Ya te lo dije.
—Mamá, por favor.
—¿Puedo ver tu teléfono? —Mi padre se niega a ceder.
Sólo lo miro y pienso, ¿en serio papá? ¿Vas a hacerme esto delante de ellos?
Y luego lo digo:
—¿En serio, papá?
—Colin... por favor. —Él me da una mirada que dice que tengo que ser el
hombre más grande en este escenario. La mirada dice, por supuesto él me cree,
pero piensa en los padres de Jenna y tu pobre madre, hijo. Tenemos que hacer lo
correcto para ellos.
—Está en mi mochila —miento, dirigiéndome hacia la puerta principal—. Un
segundo.
Una vez que estoy fuera de su línea de visión, tomo el teléfono de mi bolsillo,
hago clic en las últimas llamadas, y toco editar, borrar y borrar todo lo reciente lo
más rápido posible.
El teléfono me advierte que esto no se puede deshacer, y casi me río. No me
118
digas. Nada en el último año de mi vida se puede deshacer. Toco el botón cuando
vuelvo a la cocina, borrando cada llamada que hice a Sarah. Esto probablemente
suena estúpido, pero hacer eso me pone triste, como si hubiera perdido algo, otra
vez.
—Aquí tienes. —Le doy el teléfono a mi padre—. Sólo para que conste, creo
que esto es una mierda.
—Col —dice mi madre.
—Lo hago. Te dije que no estaba haciendo nada. Deberían creerme.
—No estamos tratando de hacerte daño, cariño. —Su rostro se vuelve sombrío
de nuevo—. Estamos intentando ayudarte.
No necesito ayuda, casi digo, pero no lo hago.
Mi padre se desplaza por las llamadas y me mira. Él sabe lo que hice. Puedo
verlo en sus ojos, pero no desvío la mirada.
Lo siento, papá, no puedes ponerme en el lugar así, no con esto. Nunca
entenderás. Necesito esto. No puedo parar. Y no puedo dejar que me quites esto
sólo porque Jenna no puede manejarlo. Lo siento.
—No hay llamadas recientes. —Le pasa el teléfono al señor Cleary.
—Las borró.
Otro Sherlock en medio de nosotros.
—Creo que hemos terminado aquí —dice mi padre.
Papá podría pensar eso, pero los padres de Jenna están lejos de terminar. La
señora Cleary se frota las sienes.
—Hemos trabajado tan duro todo este tiempo para proteger a Jenna, para
ayudarla a sanar.
Pienso en mi psiquiatra. ¿Por qué todos quieren sanar? ¿No es eso también
como olvidar? No quería olvidar. Y sinceramente, no quería seguir adelante.
—Esto la mandó de vuelta al principio —continúa la señora Cleary—. Apenas
logró pasar la ceremonia de graduación.
—Todos nos sentimos así —dice mi madre—. Todos hemos luchado.
—Sí, pero ahora nuestra hija está de vuelta donde estaba hace un año. Está
confundida. Y tengo que ser honesta, Vivian, las acciones de Colin no ayudan.
—Esto no es culpa de mi hijo.
¿Confundida? Jenna no está confundida. Quiero decir esto, pero creo que sí
puedo recuperar mi teléfono, puedo escapar por la puerta trasera y dejar que los
adultos lo manejen. Excepto que entonces mi teléfono suena, y todo el mundo deja
de hablar.
Brrrrrrrrrrr. Brrrrrrrrrrr.
Odio los tonos de llamada.
Me acerco para tomarlo de mi padre, pero ya ha bajado la mirada a la llamada
119
entrante.
—Colin... —Su voz se rompe.
Lo sostiene para que pueda verlo.
El rostro de Sarah enciende la pantalla.
Por un breve segundo, siento que el mundo gira.
Mi madre jadea mientras me lanzo hacia él.
—¡Dame el teléfono! —grito.
Mi padre no es un tipo pequeño, pero en este momento, es tan fácil para mí
empujarlo contra la mesa, sujetarle el brazo y arrancar el teléfono de él. Todo el
tiempo, mi madre y la señora Cleary chillan y gritan, y el señor Cleary trata de que
todos se tranquilicen. Tomo el teléfono y me empujo más allá de ellos por la puerta
principal, con el corazón apretado en mi pecho.
—¡Sarah! ¡Sarah! —grito en el teléfono—. ¿Eres tú? Sarah, por favor háblame.
Por favor di algo. ¡Sarah!
Nada más que silencio, cortado sólo por un constante ruido de clic en el
fondo.
—Sarah, nena, por favor háblame. Por favor. Dime dónde estás. Dime dónde
estás, e iré a buscarte ahora mismo. Lo sabía. Sabía que estabas ahí afuera. Por
favor, sólo di algo. ¡Sarah!
Pero entonces el teléfono se muere. Me doy cuenta de que estoy llorando, y mi
madre tiene sus brazos alrededor de mí. Está susurrando mi nombre, pero me alejo
porque no puedo soportar que nadie me toque. Vuelvo a marcar el número de
Sarah, ignorando lo que dicen mis padres.
—Cariño, soy yo. Por favor, llámame de vuelta. Sarah, por favor.
Cuelgo.
Vuelvo a marcar. Y otra vez. Y otra vez.
—Cariño, es Col. Por favor, llámame de vuelta. Por favor.
Cuelgo. Vuelvo a marcar. Quiero decirles que llamen a la policía, que alguien
por favor llame a la maldita policía, pero no puedo hablar.
Todo comienza a sentirse desenfocado, como que no puedo respirar y hacer
estas llamadas al mismo tiempo. Mi padre me conduce de nuevo dentro, fuera del
césped delantero, y mi madre corre a través de la casa. Oigo mi propia voz gritando.
Siento que empujo a mi padre fuerte, más fuerte de lo que quería, y quiero
disculparme, pero no puedo, porque mis dedos ya están marcando el número de
Sarah una vez y otra vez, y otra vez.
Mi madre vuelve con estas pequeñas píldoras azules y las empuja en mi boca,
y mi padre arranca el teléfono de mi mano. Una vez más, creo que voy a vomitar,
pero en su lugar, mi mamá me lleva arriba para acostarme.
Las lágrimas vienen fuertes y rápidas, y por dentro, se siente como si algo se
hubiera roto. Le digo que por favor vaya a buscar a la policía porque necesitamos 120
encontrar a Sarah ahora porque ella está ahí afuera y tratando de llamarme porque
necesita mi ayuda, y yo soy el único que puede ayudarla.
Pero mi madre me dice que calle, y está llorando y sosteniéndome como si
fuera un niño pequeño, lo cual se siente muy bien. Le ruego de nuevo; por favor
llama a alguien.
Encuentra a Sarah, sigo diciendo. Encuentra a Sarah.
Transcripción policial con Colin Leventhal, interrogado en la desaparición de
Sarah Evans.
CL = Colin Leventhal
DR = Detective Rodgers
DV = Detective Vela
DR: Hola, Colin. ¿Te acuerdas de nosotros? Soy el detective Rodgers, y este es
el detective Vela. Hablamos hace un año. Un par de veces en realidad. ¿Cómo has
estado? Te ves bien. ¿Estás más alto? ¿No se ve más alto?
DV: Definitivamente más alto. Así que, Colin, por lo que puedo recordar, eres
un tipo muy directo. Así que vamos al grano. ¿Qué pasó la otra noche? Dime.
CL: Sarah me llamó.
DV: ¿Sarah Evans te llamó anoche?
CL: Eso es lo que dije. 121
DR: ¿A qué hora fue esto?
CL: No lo sé. ¿A las cinco y media tal vez? Estaba en casa, con mis padres, y el
teléfono sonó. Y mostraba que era de ella.
DR: ¿Y tú respondiste?
CL: Por supuesto que respondí.
DV: ¿Y qué pasó?
CL: No hubo respuesta. Ella no dijo nada.
DR: ¿Ella? <tos> Colin, vamos a quedarnos tu teléfono por un rato. A ver si
podemos averiguar de dónde vino esa llamada.
CL: Ella sigue viva. Tienen que encontrarla.
DV: <suspiro> Voy a ser directo contigo, ¿de acuerdo? La probabilidad que
Sarah Evans siga viva un año más tarde es increíblemente delgada, como una en un
millón. He visto muchos que se escaparon de casa en mi época.
CL: Ella no se escapó.
DR: Está bien. Está bien. Me parece justo. Pero lo que el detective Vela está
diciendo es que hemos visto muchos casos de personas desaparecidas en nuestros
años en la fuerza. Ya sabes, más de dos mil personas se reportan desaparecidas
todos los días.
CL: <indescifrable>
DR: ¿Qué fue eso?
CL: Dije que ella no está desaparecida. Me llamó. Está tratando de volver a
casa.
DV: ¿Eso es lo que piensas?
CL: Sí.
DR: ¿Puedo decirte otra estadística? La mitad de los 800,000 adolescentes
desaparecidos este año se escaparon de casa. La mayoría tenía problemas
emocionales o adicciones.
CL: Encontraron su auto. ¿Por qué dejaría su auto si escapó de su casa?
DR: Sí, lo hicimos. Y cada pista en este caso se puso fría. ¿Entiendes lo que te
estoy diciendo?
CL: ¿Que jodidamente apestan en su trabajo?
DV: Cuide la boca, señor Leventhal.
DR: Colin, ¿cuándo empezaste a llamar a Sarah?
CL: <indescifrable>
DV: Habla más fuerte, hijo.
CL: Después que desapareció.
DR: En tu declaración dijiste que el teléfono sólo sonaba y sonaba.
CL: Sí, eso es lo que pasaba.
122
DR: Hasta que un día...
CL: Después del servicio conmemorativo, después de un año, hubo un
mensaje.
DR: ¿Un mensaje?
CL: Sí.
DR: ¿Qué decía?
CL: Era el viejo mensaje del buzón de voz de Sarah. Simplemente saludaba y
decía que dejara un mensaje.
DR: ¿Y esto comenzó cuándo?
CL: Después del servicio.
DR: Un año después.
CL: Sí.
DR: ¿Y le dijiste a alguien sobre esto?
CL: No.
DR: ¿Por qué no?
CL: No lo sé. Estaba… confundido.
DV: ¿Estabas confundido? ¿No crees que tal vez era algo que necesitabas
decírmelo a mí o a tus padres?
CL: Sí.
DV: Entonces, ¿por qué no lo hiciste?
CL: No lo sé.
DV: ¿No lo sabes?
CL: Yo sólo... No sabía qué pensar. Sólo quería que fuera cierto.
DV: ¿Querías que fuera cierto? ¿Qué querías que fuera cierto, Colin?
CL: Quería que ella siguiera estando... no lo sé.
DR: Nunca encontramos el teléfono celular de Sarah. No se pudieron
triangular las llamadas. Lo sabes, ¿no?
CL: No. No sabía eso.
DR: Creo que te preocupaba lo que hubiera dicho si me lo dijeras. Qué
pensaría que algo estaba sucediendo. Pero, ¿sabes lo que habría pensado si
hubieras venido a mí entonces, cuando los mensajes comenzaron por primera vez?
¿Sabes cuál habría sido mi primer pensamiento? Habría pensado que Sarah huyó y
que lo hizo parecer como que desapareció.
CL: No lo creo.
DR: ¿Por qué?
CL: Porque no haría eso. Mira, no la conoces. Si lo hicieras, comprenderías lo
jodidamente estúpido que suena. 123
DV: Cuidado.
DR: No, está bien decir jodido, ¿verdad, Colin? Cuando estamos enojados
decimos jodido, ¿verdad?
CL: No estoy enojado.
DV: ¿No? ¿Estás seguro? Quizás no ahora mismo, pero el señor Cleary dijo
que te enojaste bastante anoche y en la escuela. Esa pelea con Michael, ¿te
enojaste?
CL: ¿Saben de eso?
DV: Sabemos todo lo que hiciste, Colin. Sabemos que el señor Cleary dijo que
su hija Jenna dijo que te pusiste un poco enérgico, ¿dónde fue? Oh, aquí está, en el
armario de arte. Eso es lo que puso en su declaración. ¿Qué pasó allí, Colin? ¿Qué
pasó con Jenna?
CL: Nada... yo no estaba. Mira, no quise molestarla. Me preocupo por ella y
nunca quise asustarla o lo que sea. Sólo necesitaba que entendiera lo que estaba
pasando. No le hice daño. ¿Están tratando de decir que la lastimé? Porque no la
lastimé.
DR: Colin, tienes que recordar, eres un chico fuerte. Intimidaste a Jenna. La
asustaste. Asustaste a tus padres también, que parecen realmente gente
maravillosa y cariñosa.
DV: ¿Qué pasó con Michael?
CL: Me golpeó primero.
DV: Después que asustaras a Jenna, ¿verdad? Después de amenazarla.
CL: No la amenacé.
DV: Pero admites que la asustaste.
CL: No quise hacerlo, honestamente. Sólo quería hablar con ella.
DV: Y a Michael no le gustó eso. ¿Así que él fue tras de ti?
CL: Sí.
DV: Hmmmm.
DR: ¿Sabes lo que pienso, Colin?
CL: No.
DR: Creo que necesitas decirnos exactamente qué está pasando antes que más
gente salga lastimada.
CL: Se los dije todo.
DR: Cierto. Revisemos los hechos. Me dijiste que, al principio, desde la noche
de la desaparición de Sarah, la llamaste y el teléfono sólo sonaba. Y luego, un año
más tarde, —extraño que fuera un año—, ¿no? ¿No suena un poco... no lo sé...
planeado para ti? ¿No? Bueno, a cada uno lo suyo, supongo. Así que un año más
tarde, vuelves a hacer esa llamada, pero esta vez, el mensaje de Sarah atiende.
Hola, soy Sarah, bla, bla, bla. Entonces empiezas a dejarle mensajes. Luego 124
anoche, tu teléfono recibió una llamada del teléfono celular de Sarah. ¿Me olvido de
algo?
CL: No.
DR: ¿No? ¿Estás seguro? Quiero asegurarme de tener todos los hechos.
CL: No hay nada más.
DV: Va a quedar registrado ahora y dices que no hay nada más. Nada que
estés dejando fuera. ¿Como cuando te olvidaste de decirnos que alguien activó el
mensaje saliente de Sarah?
CL: No hay nada más, ¿de acuerdo? Lo juro.
DR: Espero que sí porque esto está quedando registrado, hijo. Colin, ¿sabes
dónde está el teléfono de Sarah?
CL: ¿Qué? No. Acabo de decirles eso.
DV: Estás dispuesto a dejar registro ahora mismo en este interrogatorio y
decir que no sabes dónde está el teléfono de Sarah Evans o quién hizo esa llamada,
¿es correcto?
CL: Sí, no tengo idea.
DV: ¿Ninguna?
CL: Ninguna.
DR: Muy bien. Bueno, Colin, como siempre, has sido increíblemente útil.
Realmente lo has sido. Entonces esto es lo que sucede después, ¿de acuerdo?
Vamos a poner algunos rastreadores en el número de teléfono de Sarah. Es por eso
que vamos a tener que quedarnos tu teléfono por un poco más de tiempo, ¿de
acuerdo?
CL: Está bien.
DR: Porque quien sea que tenga ese teléfono... y espero que tengas razón y sea
Sarah... pero si no, esa persona necesita responder a muchas preguntas, ¿no?
CL: Sí.
DV: ¿Estás seguro? ¿Estás seguro de que no tienes idea de dónde podría estar
ese teléfono? Porque si me lo dices ahora, todo podría ir mucho más suave.
CL: No tengo el teléfono de Sarah. Esto no es un juego, si eso es lo que está
insinuando.
DR: Muy bien, Colin, eso cierra esto. Siento que tomara tanto tiempo. Tus
padres están afuera, ¿de acuerdo? Ansiosos, estoy seguro, de verte.
CL: ¿Van a ir a buscarla?
DR: ¿Qué?
CL: ¡A Sarah! Sarah llamó. Está viva. Tienen que ir a buscarla. Son la policía.
¡Es su trabajo!
DR: Colin, vamos a hacer todo lo posible para cerrar este caso, ¿de acuerdo? 125
Te lo prometo.
Colin
S
igo metiendo la mano en mi bolsillo buscando mi teléfono, y su falta es
una sorpresa cada vez. Me siento alejado de Sarah. Enojado, porque si
vuelve a llamar, no seré yo quien responda. Me preocupa que se sienta
traicionada, como si la hubiera echado. Porque, para ser honesto, se siente como
que lo hice, y esa sensación me carcome.
Todos los demás siguieron adelante, se rindieron. El señor Evans puso una
tumba. La señora Evans se fue de la ciudad. Pero yo nunca perdí la esperanza,
Sarah.
Yo esperé. Yo sabía.
Ese conocimiento me ayudó a dormir bien anoche, por lo que se siente como
la primera vez desde que desapareciste. ¿Estuve conteniendo la respiración por un
año esperando esa llamada?
A pesar de todo, me dije que esa llamada cambiaba todo. Necesitaba
concentrarme en el momento que esto terminara, con ella en casa a salvo. Con qué
rapidez cambia la vida, de repente.
126
Aquí me siento, listo al comienzo de todo ese cambio. El momento en el que
Sarah desapareció pronto será reemplazado por el momento en que reaparece. La
vida volverá a la forma en que se suponía que era.
Decido correr esta mañana. Me visto y me deslizo por la escalera, con cuidado
de evitar el escalón que hace un chirrido para no despertar a mis padres y salgo por
la puerta. El aire fresco de la mañana se siente bien, fresco y nuevo. Exactamente
como me siento.
Me dirijo hacia fuera, rebotando en las puntas de mis pies, respirando con
firmeza, y escuchando el crujido de la grava debajo. Sigo mi camino habitual,
subiendo por la colina, dando vueltas por el barrio y luego dando vueltas alrededor
de mi bloque. Suman veinticinco kilómetros. Cuando regreso a mi calle, mis
pulmones y músculos se sienten bien, así que opto por otra vuelta.
Cuando paso por mi casa, todavía tranquila y oscura, echo un vistazo a la casa
de Sarah. El señor Evans está en el césped, con las manos en las caderas y la cabeza
gacha. Parece que encontró algo de particular interés en la hierba. Cuando paso,
levanto una mano para saludar, pero él solo me mira, casi me atraviesa con la
mirada.
Continúo con un dolor en mi pantorrilla y subo la colina una vez más.
Volviendo a bajar, corro a toda velocidad las últimas tres manzanas y termino mi
carrera en el camino de mi casa. El ruido blanco de mi pulso llena mis oídos y
aplana el parloteo de los pájaros. Juro que ni siquiera escucho al señor Evans
acercarse a mí, y cuando me da un golpecito en la espalda, salto.
—Colin, tenemos que hablar —dice.
—Está bien —jadeo—. Sólo un segundo. Déjame recuperar el aliento.
Me inclino, con las manos en las rodillas y toso. Esa última carrera
probablemente fue un error. Mi pecho arde como si alguien hubiera encendido un
fósforo dentro.
—La policía me contactó —dice el señor Evans, frotando el indicio de barba
que crecía en su rostro—. No entiendo por qué no me llamaste.
—¿Qué?
—No lo entiendo, Colin. Pensé que tú, de todas las personas, entenderías algo
tan grande, algo tan enorme como esto... tenías que llamarme. Siempre hemos sido
tú y yo, Colin. Tú y yo en el mismo equipo. Tú y yo pensamos que la policía se
equivocó. Cuando te llevaron por primera vez a la estación, Colin, yo te defendí.
Sabes eso, ¿no?
Asentí.
—Fueron mis padres, señor Evans. Llamaron a la policía. Dijeron que
necesitaba reportarlo.
—¿Cuánto tiempo llamaste a su teléfono, Colin?
—Todo el año. 127
—¿Te hizo sentir mejor? —El señor Evans me sujeta del hombro.
—No lo sé —digo, estabilizando mi respiración. Realmente desearía que la
gente dejara de preguntarme eso.
—Lo hizo. Entiendo. Lo hizo. ¿Puedes...? —Mira a su alrededor como si
esperara que el detective Rogers saltara de los arbustos—. ¿Puedes decirme qué
dijo la policía? ¿Qué te han preguntado?
—Sólo querían saber, básicamente, qué pasó. Cuándo empecé a llamar,
cuándo se encendió el correo de voz de Sarah. No les conté lo de la tiza.
Estaba a punto de añadir, o la carta, cuando veo que sus ojos se ensanchan y
me atrapan.
—¿Qué cosa de la tiza? —pregunta el señor Evans.
Mierda. Apenas puedo creer que salió de mi boca. Tenía que ser la carrera,
mis endorfinas corriendo a través de mis vasos sanguíneos. Mi mente se nubló.
Nunca le dije a nadie, ni siquiera a mis padres, a mi psiquiatra, a Jenna o a la
policía, acerca de los dibujos ta-te-ti o de la carta de Sarah.
¿Qué se supone que debía decir, que Sarah trató de hablar conmigo? ¿Que se
acercó a mí, a nadie más? Ella no contactó a su familia o a Jenna, ¿sólo a mí?
—Colin, ¿qué cosa de la tiza?
—Nada —le contesto.
—¿Estás hablando de esa mierda que estaba aquí en la acera?
Agarra mi brazo con fuerza. Lo sacudo, pero él vuelve a mí. Puedo ser fuerte,
pero el señor Evans está decidido.
—Dime, Colin. Dime lo que sabes. ¿Eso significa algo? ¿Acaso esa mierda que
quité de la maldita acera significaba algo? —Él se aferra con fuerza, y sus dedos se
clavan en la carne de mi brazo.
—Señor Evans, por favor, suélteme.
—Respóndeme. —Le da a mi brazo un agitado sacudón—. ¿Sarah trató de
contactarte antes?
—¡Suélteme! —grito, tirando de mis brazos hacia atrás, soltando su agarre,
pero él regresa, agarrando mi camisa y empujando su cara cerca de la mía. Cuando
habla, el control en su voz realmente me asusta.
—Maldita sea, respóndeme, Colin, o te romperé por la mitad. ¿Mi hija trató de
contactarte antes de esa llamada el otro día?
—No. —Trato de quitarle los dedos de mi camisa. En su necesidad, se ha
vuelto más fuerte, y el tejido comienza a desgarrarse—. Señor Evans, por favor,
suélteme.
Pero me empuja aún más fuerte y luego me empuja hacia atrás hasta que
choco contra la puerta del garaje, el cual se sacude bajo nuestro peso.
—Dime ahora, pequeña mierda. ¿Te contactó Sarah antes de ayer? 128
—No. —Me aparto de él, y mi camisa se rasga a través del cuello.
—Colin.
Él me agarra de nuevo, y antes que me escape, su mano atrapa mi rostro.
Asustado, me retiro, pero él agarra mi camisa y me arroja contra la puerta del
garaje de nuevo. Maldice, y me grita con el puño volando. Mantengo las manos en
alto, intentando esquivarlo y protegerme.
Su puño me atrapa justo en las costillas ya magulladas, y me doblo. Siento que
me golpea la espalda, y me caigo de rodillas.
—Señor. Evans, ¡deténgase! —grito.
Siento que toda la ira y el dolor empiezan a acumularse en mí. Quiero decirle
que se vaya a la mierda y recordarle que ha renunciado a Sarah. Él cavó su jodida
tumba. Quería gritarles que todos se rindieron con ella, y no la merecían.
Por un segundo, mi enojo hacia Michael se enreda con el señor Evans, y
empiezo a sentir que estaban equivocados. Yo no me estaba volviendo loco, sino
todos los demás que continuaron adelante sin Sarah. En su culpa, se enojaron
conmigo por quedarme aquí y esperarla. Me odian por ser el único que nunca se
rindió.
Se detiene, y lo miro. Él jadea pesadamente, su rostro cambia de rabia a
horror luego de vuelta a la ira.
Se inclina hacia abajo, toma mi brazo y me levanta para que nos pongamos de
pie. Me duelen las costillas.
—Señor Evans. —Quiero decirle cuánto amé a su hija. Cómo no haría nada
para herirla. Pero él me interrumpe.
—Colin, si descubro que hiciste cualquier cosa; CUALQUIER COSA, que
pudiera impedirles encontrar a mi hija, te juro por Cristo, te mataré yo mismo. ¿Lo
entiendes?
Asiento, sin saber qué más hacer. El señor Evans se vuelve, mira brevemente
a un lado y a otro de nuestra calle, atraviesa el césped y regresa a su casa.
129
Colin
—C
olin. —Mi psiquiatra se inclina hacia delante en su silla—. Vamos
a intentar algo diferente hoy.
—Bueno.
No le dije que el señor Evans me golpeó. Mis padres programaron esta sesión
después de la policía y la llamada telefónica. Le dijeron que Sarah me llamó. No le
cuento cosas. Todo lo que siempre le digo es “bien”. Nuestras sesiones pasadas iban
de algo como esto:
—¿Cómo te sientes Colin?
—Bien.
—¿Cómo va todo con tus padres?
—Bien.
—¿Qué tal la escuela?
—Bien. 130
—¿Quieres hablar hoy?
—Bueno.
Luego cambié a otras respuestas de una palabra.
—Sí.
»No.
»No sé.
»Claro.
»Bueno.
La hora siempre va muy lenta, pero todavía me siento mejor. No compartir
me hace sentir menos loco que si compartiera. No puedo concentrarme cuando
saco todos mis pensamientos y sentimientos sobre Sarah, y ahora mismo, necesito
concentrarme.
—Está bien. —Anota algo en su bloc de notas. ¿Qué demonios podría haber
escrito? El paciente continúa negándose a cooperar. Posible ruptura
esquizofrénica en el horizonte. Trato de no pensar en lo mucho que mis padres
pagan por esto—. En vez de hacerte preguntas, hagamos una asociación de
palabras. —Cuando no digo nada, ella sonríe—. Te voy a dar una palabra.
—Lo que sea.
—Michael.
—¿Qué?
—Michael.
—¿Qué pasa con Michael?
Se recuesta en su asiento y espera.
—No estoy muy seguro de lo que estás haciendo, pero no tengo nada que
decir. Podemos sentarnos en silencio si quieres.
—Michael —dice otra vez. Pienso en su voz en mi oído, diciéndome que estaba
enfermo y que era mejor que me alejara de Jenna.
—No tengo nada que decir sobre él.
—¿Amigo?
—No, no lo es. Lo era, pero ya no. No puedo ser amigo de un idiota así. No
puedo soportarlo. Lo odio.
—Esa es una palabra muy fuerte.
—Y quiero decir cada letra. Es un saco de tierra y un mentiroso.
—¿Por qué lo odias, Colin?
—Ya cubrimos esto, ¿verdad?
—Creo que esto sigue siendo una parte crucial en tu curación. Desplazas tu ira
en lugar de lidiar con ella. Culpas a Michael por cosas que no son culpa suya. Este
enojo es tuyo, Colin. Tienes que reconocerlo y poseerlo. 131
Gruño y agarro el almohadón a mi lado para tener algo en mi mano. Odio
cuando me dice que me adueñe de mis sentimientos. Odio sentirme así de
vulnerable.
—Te lo dije. Michael sentía algo por Sarah. Él era mi amigo, y ella era mi
novia. Y después de... todo... todavía le decía a la gente que algo estaba pasando
entre ellos. Es un mentiroso.
—¿Así que no es cierto?
—¡No!
—Bueno.
—¿Estás insinuando que mi novia, que por cierto desapareció hace un año, me
engañaba? ¿Estás tratando de enojarme?
—No. Estoy tratando de ayudarte a sanar.
—Sigues diciendo eso.
—Porque ese es mi trabajo, ayudar a la gente a superar su confusión y su dolor
y regresar a un lugar donde se sienten en control de su vida.
Suspiro y me recuesto, tirando la almohada. Estoy decidido a quedarme
callado. Pero no lo hago.
—Es un mentiroso. Era mi amigo, nuestro amigo, y después que Sarah
desapareció, comenzó a decirle a la gente que estaban enamorados. Actuaba como
si algo hubiera sucedido entre ellos. Es sólo una maldita y estúpida idea.
—Tal vez tenía sentimientos por ella.
—Sarah era mi novia.
—Aun así, podría haber tenido sentimientos por ella, sentimientos secretos.
Sin embargo, veo cómo eso te enfada. Veo cómo te sientes traicionado. A veces es
difícil controlar nuestros sentimientos.
—Se suponía que Michael era mi amigo. Cuando ella... se había ido... debería
haber mantenido la boca cerrada, pero empeoró las cosas.
—Tal vez también estaba herido.
—¿Por qué sigues defendiéndolo?
—No lo defiendo, Colin.
—Bueno, no me importan sus sentimientos. ¿Lo entiendes? Una noche se
metió en el auto y desapareció. Planeábamos vernos al día siguiente. Teníamos
planeado ir a una fiesta y luego a la cena. Podría haber hecho esa cosa con las
pajillas que la hacen reír. Podríamos haber pedido hamburguesas. Pero no pude
porque alguien se la llevó.
Siento mi corazón acelerado. Mi aliento sale en chorros fuertes y cortos.
Quiero golpear algo. Quiero levantarme e irme, pero de repente no puedo
moverme. No hay suficiente aire en esta habitación.
132
—Se la llevaron. La sacaron de su auto y... maldición, todo después de eso es
una pesadilla.
—Está bien que estés enojado, Colin. La ira es normal. Cuando Michael era tu
amigo, ¿alguna vez te dio una razón para no confiar en él?
—¿Qué? No lo sé... ni siquiera sé cómo responder a eso.
—¿Alguna vez te dio una razón para no confiar en él antes que Sarah
desapareciera? ¿Te mintió entonces?
—No.
Es la verdad, pero quiero mentir. Quiero decir, sí, Michael siempre fue un
idiota. Siempre estaba tratando de tomar lo que era mío, siempre tratando de
ganarme. Pero no lo era. Él fue mi amigo durante mucho tiempo, y Sarah también.
Él era nuestro amigo.
—Entonces, ¿por qué iba a mentir ahora?
—¿Cómo se supone que esto me haga sentir mejor?
Apretar. Aflojar. Apretar. Aflojar.
—Crees que Sarah era perfecta. No lo era. Crees que trata de comunicarse de
entre los muertos.
—No, no de entre los muertos.
Suspira y se reclina en su asiento, golpeando su lápiz contra su pierna.
—Colin, necesito que retrocedas un paso y pienses en esto. Si sigue viva, Colin,
eso significa que huyó. Si te quería tanto y aun así huyó, ¿por qué estaría haciendo
esto contigo? ¿Por qué te torturaría? ¿No te has hecho esa pregunta?
Sí. Dios, sí, he hecho esa pregunta. Pongo mi cabeza en mis manos. Mis
mejillas están enrojecidas, y se siente bien presionar mis manos frías contra ellas.
—Sí.
—¿Y cuál es tu respuesta?
—No lo sé.
—Tienes que empezar a aceptar que se ha ido, Colin. No importa si hay un
buzón de voz. No importa que creas que te llamó el otro día. Es un teléfono, un
pedazo de plástico y chips de computadora. No es un enlace mágico con Sarah. Ese
teléfono podría estar en manos de cualquiera. Tienes que empezar a soltarla. Si no
aceptas que Sarah se ha ido, nunca vas a sanar.
—No estaba allí. —Sale en un murmullo entre mis dedos. Por un segundo, no
puedo creer que lo dije en voz alta. Las palabras se sienten pesadas, hechas de
tierra, endurecidas y amargas. Prácticamente las escupí.
—Colin, lo que le pasó a Sarah no es tu culpa.
Levanto la cabeza.
—No quiero hablar de esto —digo con la mayor convicción posible. 133
Hago un puño. Apretar. Aflojar. Apretar. Aflojar. Entierro mi culpa y mi
miedo. La envuelvo de rabia, de la misma forma que envuelvo mis brazos alrededor
de mí.
—Lo que le sucedió a Sarah no fue tu culpa...
—No —le digo, mirándola. Siento que la ira vuelve, lo que se siente mejor que
la culpa y el miedo—. No lo hagas.
Ella no entiende. ¿Cómo puedo perdonarme? Si hago eso, entonces termina.
Se inclina hacia atrás y suspira, inclinando la cabeza como si me mirara desde
un ángulo diferente.
—Colin, necesitas concentrarte en sanar. Si no dejas de estar enojado...
—Acabas de decir que la ira era normal.
—Sí, pero esto no es ira normal. Estás enojado contigo mismo, Colin. Estás
furioso por cosas sobre las que no tienes control. Eso te impide sanar y aceptar que
Sarah se ha ido. Se ha ido, Colin. Sé que duele, pero necesitas empezar a entender
eso. Tienes que decirlo.
No. Quiero gritarle, pero en vez de eso digo:
—Tal vez no quiero curarme.
—Entonces nunca dejará de doler. Nunca.
—Tal vez no lo merezca.
—Oh, Colin. —Repentinamente hace la misma cara que mi madre hace antes
de llorar—. Nada de esto es tu culpa.
Aprieto los dientes. Ni siquiera puedo mirarla. Ella exhala largo y bajo antes
de hablar de nuevo.
—Lo que le sucedió a Sarah fue terrible. Fue una cosa terrible, terrible. Y ha
cambiado irrevocablemente tu vida. Pero, y esto es muy importante Colin, tú no lo
causaste.
Excepto que sí lo hice porque no estaba allí. Cuando fue tomada, no estuve allí
para salvarla.
—Colin, no podrías haberlo parado. No podrías haberlo sabido. Nadie sabía.
No hay nadie a quien culpar más que la persona que la tomó, eso es todo. Ni
Michael y ciertamente no tú.
Basta. No estaba allí para ella. Le dije que siempre estaría allí para ella, y no
estaba. Sarah atravesó la oscuridad sola. Le prometí que nunca pasaría por la
oscuridad sola.
—Esta ira... esta culpa innecesaria a la que te aferras... te come vivo. Antes que
crezcas, quiero decir realmente crecer, veas el mundo, te enamores, y cometas
errores y aprendas de ellos; antes que algo de eso pueda suceder, antes que siquiera
tengas una oportunidad en la vida, ya estarás muerto dentro.
Miro al suelo, deseando tener la fuerza para salir.
—Si no la dejas ir, Colin, la memoria de Sarah te consumirá. 134
—Siento que la mantengo viva —susurro. Cada palabra cae de mis labios como
piedras pesadas, frías y verdaderas.
—No lo haces. No la vas a mantener viva, Colin. Te estás matando. Déjalo ir.
Deja ir a Sarah.
Colin
E
sta es la parte de la historia donde se supone que las cosas cambian.
Este es el momento en que, después que una familia se separó, todos
perdieron la esperanza y erigieron una lápida, y un chico se rompió, lo
imposible sucede. Si mi psiquiatra tiene razón, empiezo a sanar. Si está equivocada,
Sarah hace lo impensable y vuelve a mí.
Excepto que eso es lo que sucede en las historias. Eso no es lo que pasó aquí.
Aquí, sucedió algo terrible.
Lo terrible comenzó esa misma noche, después que el señor Evans me golpeó
y fui a la oficina de mi psiquiatra. Comenzó con una chica llorando.
Cuando la oigo, creo que es un sueño.
—Colin, por favor, despierta.
Levanto la cabeza de la almohada.
—Colin, por favor. Necesito ayuda.
Sí, por un momento, creo que es Sarah. Suena muy parecido a ella. Pero la
135
chica que se asoma a la ventana de Sarah, llamándome, es Claire.
Me pongo el pantalón y abro mi ventana completamente.
—Claire.
—Colin, por favor, necesito ayuda. —Sigue llorando.
—¿Qué sucede?
—¿Puedes encontrarme en la entrada? —pregunta.
—¿Qué hora es?
—Por favor, Colin.
—Está bien, está bien. Ve. —Cierro la ventana y deslizo mis pies en mis
zapatillas. Bajo lentamente las escaleras y abro la puerta principal para encontrar a
Claire ya parada en la entrada.
—¿Qué es? ¿Qué pasa?
—Necesito decirte algo.
—Está bien.
—Creo que la estoy olvidando. Ya he olvidado su voz y la forma exacta en que
sonreía. No recuerdo cómo se movía. La estoy perdiendo, poco a poco. Y no sé qué
hacer.
Me atraganto con un sonido ahogado, algo que suena como un gruñido y un
llanto. Asiento y balanceo mis hombros, como si pudiera sacudir la verdad en lo
que Claire acaba de decir.
Pero no puedo. Cada día que pasa, Sarah se aleja más y más lejos de mí. La
siento retirándose, sólo una sombra del recuerdo que alguna vez fue.
No. Aún queda la llamada telefónica a lo que aferrarse. Recuerdo la esperanza
que grabé en piedra, en mi corazón. La esperanza que dice que Sarah está viva. Ella
está ahí afuera. Lo que mi psiquiatra llama pensamiento mágico, yo lo llamo
esperanza.
—Me asusta —dice Claire—. Y ahora mi padre quiere irse.
—¿Qué?
—Quiere irse. Quiere alejarse de aquí. Habló de eso la otra noche, pero
después que la policía lo llamó... ahora no lo sé.
Miro hacia el dormitorio de Sarah. ¿Qué pasará si alguien más vive allí?
¿Entonces qué? No. No puedo preocuparme por eso ahora porque viene a casa.
Sarah viene a casa.
—Pero y si ella... todavía... Claire... Creo que Sarah sigue viva. No podemos
renunciar ahora.
Claire se pone a llorar.
—Oh, Dios, Colin. 136
Oigo a Michael otra vez, llamándome mierda enferma. No quiero lastimar a
Claire, pero al mismo tiempo, necesito que ella sepa. Necesito que ella crea
conmigo.
—Colin... yo...
—No, por favor, Claire. Sé que suena loco, pero tenemos que seguir creyendo.
Necesitamos ser fuertes para Sarah. Algo... —Pienso en ese momento cuando la
cara de Sarah se iluminó en mi teléfono—. Algo increíble sucedió.
—Colin, detente —dice Claire, y de repente, ella parece mucho más vieja, se
parece a Sarah—. Necesito decirte algo. —Otra lágrima se desliza por su rostro.
—Está bien.
Ella deja caer su mirada.
—… Te quiero.
—Claire...
—No, escucha. —Claire respira profundo—. Bien, tenía que decir eso primero
porque, aunque eso era muy difícil de decir, las otras cosas son más difíciles. Te
quiero. Te he amado desde hace mucho tiempo. Pero... creo que podría ser una
mala persona.
—Claire. —El aire de la noche me hace temblar, o tal vez es ella—. Sea lo que
sea, va a estar bien.
—No, no lo está, Colin.
—Sólo dime qué pasó.
—Solía desear que fuera yo.
—¿Qué?
—Todo sobre ella, deseaba que fuera sobre mí. Cuando la tomabas de la mano,
deseaba que fuera yo. Cuando estabas arriba en el techo con ella, podía oírlos…
—Claire.
—Colin, por favor, déjame terminar. Deseaba ser yo también. Cuando
protagonizó la obra, en la escuela, deseé ser yo. Deseaba ser ella todo el tiempo. Ese
día en el pasillo, cuando pensaste por un segundo que era ella...
—Lo siento mucho, Claire. No quería molestarte... ni herirte.
—Pero no lo hiciste. Es lo que yo quería. ¿No lo entiendes? Incluso cuando
desapareció, todavía deseaba que fuera yo. Ojalá tuviera el poder de mover a la
gente como lo hizo ella. Mis padres... estaban destruidos porque era Sarah.
—Eso no es cierto. Si fueras tú, Claire, habrían estado devastados.
—Pero no lo fue. Fue Sarah. Siempre fue Sarah.
—¿Por qué me estás diciendo esto?
—Porque hay cosas que necesitas saber. A ella no le gustaba Michael. No lo
hacía. A él le gustaba ella. A veces se le acercaba y la llamaba mucho. Pero te quería
a ti, Colin. Me lo dijo.
137
»Tenía miedo que lo supieras. Que arruinara las cosas entre ustedes dos. Y
ahora lo ha hecho. La pelea entre tú y Michael... en el pasillo... Necesitas entender
eso, para Sarah siempre fuiste tú. No quiero que pienses otra cosa, ¿de acuerdo?
Ustedes dos estaban enamorados. Siempre habrían estado enamorado, como en los
libros. Habría durado para siempre. Lo sé.
—Claire... —Creía que ninguna parte de mi corazón permanecía intacta, pero
escuchando a Claire, me di cuenta de que eso no era cierto. Siempre habría otra
pieza que romper. Podría tomar todos esos fragmentos y volverlos a unir, pero una
sola palabra lo volvería a despedazar.
—No quería lastimar a nadie.
—No lo hiciste.
—Sí, lo hice. Te lastimé a ti.
—Claire, nunca me lastimaste. —Estiro la mano para tomar la suya. Ella se
estremece, así que dejo caer mi brazo.
—Pensé que, si podía hacerte sentir mejor, sería algo bueno, aunque no fuera
real. Nunca quise...
—Claire, ¿qué hiciste? —pregunté, aunque en algún lugar en el fondo de mí la
respuesta empieza a formarse. Quiero que deje de hablar. No quiero que sea
verdad. Por favor Claire, déjame tener esto.
Mete la mano en el bolsillo trasero y saca algo. Lo sostiene en alto, en su
palma, con la punta de los dedos temblando.
—Lo siento mucho —dice Claire.
En su mano hay un pequeño teléfono negro. Así como así, mi mundo se
inclina de nuevo en su eje. Siento que el último año me pasa corriendo.
—¿Tú? —me las arreglo para decir.
Claire asiente, llorando.
—¿Y la cosa de la tiza, los dibujos de ta-te-ti? ¿La carta?
—No, ella escribió la carta, Colin. La acabo de encontrar. Te lo juro. Ella lo
decía en serio. Sólo quería que supieras cuánto te quería. Quería que lo recordaras.
No quise hacerte daño. Lo siento mucho.
Bajo la mirada, hacia ese pedazo de plástico. Ese objeto que me obsesionó por
lo que se sentían como años, pero realmente sólo desde mayo.
¿Eso era todo? Sólo un mes de llamar a Sarah y escuchar su voz, que ahora me
di cuenta que no era su voz. Todo este tiempo, era Claire.
Pensamiento mágico.
Una oración.
Un sacrificio.
Mirándolo ahora, me doy cuenta de lo mucho que creía. Cuánto de mí estaba
hecho de la esperanza de que ella regresara a casa, el potencial que esto podría
terminar de manera diferente. Que podría traer a Sarah de lo desconocido. La
esperanza que ahora yacía muerta dentro de mí.
138
Sarah era:
1. rubia
2. bonita
3. divertida
4. torpe
5. mejor en clase de francés que yo
6. mi vecina
7. mi novia
8. una gran besadora
9. esperanzadora
10. honesta
11. boba
12. talentosa
13. emocional
14. una conductora realmente terrible
15. una gran cantante
16. una fanática de Rent
17. coqueta
18. suave
19. desaparecida
Sarah había desaparecido.
Desaparecido.
Para siempre.
Una risa débil se me escapa. No sé por qué. ¿Agotamiento, tal vez? Ha sido un
día duro, un año duro de hecho, y encontrar que todo termine así es de alguna
manera más de lo que puedo tomar. Claire parada aquí, con el teléfono en la palma
de su mano, me ofrecía… algo que no quiero. Sigue llorando mientras saco el
teléfono de su mano.
—Colin, la policía...
—Lo sé.
—¿Qué debo hacer? Nunca quise herir a nadie. Tienes que saberlo. Sólo
quería…
—¿Qué? ¿Por qué lo hiciste?
—No lo sé. Quería que volvieras a ser feliz.
—¿Lo era? —le pregunto y luego le digo—: No importa, no contestes.
La idea de que Sarah volviera a casa, ¿realmente me hacía feliz? ¿O acababa 139
de pasar un año esquivando la verdad y el miedo? ¿Un año gastado esquivando mi
propia puta vida? Mi psiquiatra me dijo que necesitaba dejar ir a Sarah antes que
su recuerdo me consumiera. ¿Había pasado un año dejando que eso sucediera?
—Es mi culpa. —Claire comienza a llorar, cubriéndose la cara con las manos—
. Rompí su iPhone. Es mi culpa que no la hayan encontrado. Si tuviera su teléfono
real en lugar de ese estúpido pedazo de mierda...
Los llantos se vuelven más fuertes ahora, y la rodeo con mis brazos. Le
susurro, le digo lo mismo que mi psiquiatra me dijo, que no es su culpa. Pero no
hay nada que pueda decir para arreglar esto. Claire llevará esto con ella. Esto la
cambiará y envejecerá. Ya lo ha hecho.
—¿Cuándo lo encontraste? —pregunto una vez que se ha calmado. La calidez
de su cuerpo contra el mío me sostiene.
—Hace un par de meses. Se cayó detrás de su tocador. Ella solía colocar su
bolso allí arriba, y debió de haberlo derribado y caído o algo así. Probablemente ni
siquiera notó que no estaba allí antes de irse. Si lo hubiera tenido, Colin...
Pero la detengo porque no podemos volver allí de nuevo, con Sarah gritando
en nuestras cabezas y esas manos ásperas sacándola de su auto. Niego y me limpio
las lágrimas.
Claire se separa de mi abrazo.
—¿Qué debo hacer? ¿Decirle a mi padre?
—No. Nunca le dirás a nadie. Yo nunca voy a contarle a nadie. Espera aquí.
Vuelvo con el bate de béisbol y coloco el teléfono en el camino de entrada.
Sólo balanceo una vez, y se rompe bajo la madera, lloviendo plástico negro como un
insecto aplastado.
Claire da un paso atrás y se da la vuelta cuando los fragmentos se hacen
añicos y rebotan. Había desaparecido, pero sigo dándole, sigo levantando el bate
sobre mi cabeza y bajándolo de nuevo.
Golpeo una vez por cada una de las cosas que Sarah era.
Golpeo por todas las lágrimas derramadas en su nombre.
Golpeo por la familia rota al otro lado de la calle.
Golpeo por Claire, por la pobre y bella Claire.
Golpeo por la belleza de Sarah, su voz, su risa, por toda esa tremenda vida
dentro de ella.
Golpeo por el potencial que ahora era sólo vapor.
Sarah era todas esas cosas, y habría sido muchas más. Pero ahora Sarah es
sólo una cosa:
Un muerto.
Lo siento, la verdad de ello, la finalidad cuando bajo el bate una y otra vez.
Los fragmentos de plástico del teléfono ya se han ido, esparcidos por el camino de
entrada, y el bate de béisbol está dejando una mancha blanca en el asfalto.
140
Siento que se ha ido, que me ha dejado, que era sólo una esperanza, una
estúpida esperanza infantil la que llevaba. Ahora, mientras esa esperanza se
desvanece, mientras el fantasma de Sarah me deja, se siente como si una horrible
bestia de una criatura encaramada en mis hombros tomara vuelo. Soy,
extrañamente y finalmente libre.
Libre.
¿Perdonado? Tal vez. Dios, espero que sí.
Golpeo fuerte, una última vez, de modo que ahora puedo dejar de golpear.
Para siempre.
Bajo el bate, con el pecho subiendo y bajando. Claire está allí, con los ojos
abiertos y asustada, pero al menos ha dejado de llorar.
—Vete a casa, Claire.
—Colin.
—Vete a casa y duerme un poco. Te veré mañana.
—La policía…
—No te pasará nada. Lo prometo. Te veré mañana.
Ella se acerca y me abraza, y la rodeo con mis brazos y le beso la frente. Por un
momento, no quiero soltarla, pero lo hago, observándola alejarse y cruzar el pasto
cubierto de rocío de su jardín.
Cuando se va, cambia. Por un momento, su andar se parece al de Sarah, y
luego vuelve a Claire. Claire, con su largo cabello rubio por los hombros,
cambiando entre ella y una chica que amo. Una chica que se ha ido.
Claire es mitad niña y mitad mayor. Mitad aquí y mitad ida. Espero que mire
hacia atrás, pero no lo hace. En cierto modo, me alegro. La imagino subiendo los
escalones de su casa, con los pies ligeros sobre la madera.
Claire era libre.
Tal vez todos lo somos ahora.
Alzo la mirada a la habitación de Sarah y luego me inclino y recojo los
fragmentos de su viejo teléfono. No hay nada por lo que esperar. No hay nada de
qué preguntarse. Ahora me doy cuenta, probablemente por primera vez, que no
sabré qué le pasó a Sarah. Nunca tendré a una persona a quien culpar. Mi
psiquiatra tenía razón, calificándolo de duelo ambiguo. Al no tener a alguien
culpar, me culpé a mí mismo.
Me contó acerca de las cinco etapas del duelo: negación, ira, negociación,
depresión y, finalmente, aceptación.
Aceptación… ¿es eso lo que es?
Excepto que ninguna de esas palabras contenía el tornado de emociones que
sentía desde que Sarah estaba parada junto a su auto, me saludó con un adiós y
nunca volvió.
Supongo que no se supone que lo hagan. Quiero decir, ¿cómo puede una 141
persona relegar todas las emociones y sentimientos de manera ordenada en una
definición? ¿Qué palabra es lo suficientemente grande para contener esa ola?
Nunca tuvimos un verdadero adiós esa noche. Todavía veo su cara, se volvió
hacia mí, con esa sonrisa. Dios mío, cómo sonrió.
En mi cabeza, beso a Sarah, de la manera que debería haberlo hecho, de la
manera que siempre quise. Le cuento todo lo que quise decir. Le digo que la amo.
Le digo que una parte de mí siempre la amará. Le digo que nunca la olvidaré, pero
que tengo que dejarla ir. Tengo que tratar de vivir mi vida... por mí, tal vez un poco
por Claire también. Le digo adiós.
Veo el amanecer empezar a iluminar mi calle, su luz pasando suavemente
sobre el césped, el camino de entrada, las copas de los árboles y los autos. Toca mi
casa, la casa de Sarah, y la parte superior de mi cabeza, en este momento,
recordándome que todavía estoy vivo.
Aquí y ahora. Y delante de mí está todo lo demás. Sarah se ha ido. Pero ella
siempre será una parte de mí y me ha tomado lo que se siente como una vida entera
darme cuenta de eso. Todo lo que tengo es este momento y luego todo lo que traiga
mañana. Todo lo que se extiende delante de mí es mi elección. Ahora me doy
cuenta de que sólo hay una cosa que puedo hacer por Sarah. Lo único que ella
querría que hiciera.
Vivir.
Hola. Soy Ally.
Vivo en Brooklyn lo cual es bueno,
excepto cuando no lo es que es horrible. He
estado escribiendo durante un tiempo, y
tengo algunas cosas publicadas y otras no.
No me gusta cuando la gente se refiere a
las mascotas como sus hijos y no puedo
resistirme a un puñado de Cheez-its cuando
me lo ofrecen.
Tengo un ardiente deseo de ir a la
Antártida, concretamente al Polo Sur así
puedo ver dónde murió Robert Falcon Scott.
Me gusta leer libros. Me gusta escribir
cuentos y poemas. Incluso escribí un par de
novelas.
Ah, y me dio cáncer a los 37. Eso fue una
lata. 142
143