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Información Importante

Está traducción llega a ustedes gracias al trabajo completamente gratuito de


un grupo de chicas amantes de la lectura, y que compartimos con la inmensa
comunidad hispano hablante, que no tiene la facilidad de poder leer este libro en
inglés.
Adicionalmente es una forma de que conozcan el trabajo de muchas autoras
que seguirían en el anonimato en razón del idioma.
Como siempre, las invitamos a comprar los libros en papel si en algún
momento llegan a sus países a través de las editoriales.

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Cuando Colin Leventhal se asomó por la ventana de su dormitorio en la noche
del 12 de mayo y se despidió de su novia, nunca esperó que fuera para siempre.
Pero cuando Sarah Evans desaparece esa noche, el mundo de Colin se desmorona
cuando se transforma del novio de al lado a principal sospechoso de la policía.
Luego un año más tarde, en su servicio conmemorativo, Colin hace una llamada
telefónica que cambia todo. ¿Es posible que Sarah siga viva? Y si es así, ¿cómo
puede traerla de vuelta?
Mientras Colin lucha con esta posibilidad, al otro lado de la calle, la pequeña
hermana de Sarah, Claire, aprende cómo navegar el extraño nuevo paisaje de la
vida sin su hermana. Mientras sus padres se desmoronan, Claire está decidida a
seguir adelante, incluso si eso la mata.
ESTA ES SARAH sirve como una meditación sobre la pérdida, el amor y lo
que significa decir adiós.

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Colin

— H ola, soy Sarah. ¡Ya sabes qué hacer!


Cuelgo el teléfono y trato de centrarme en la hierba fría debajo de
mi cuerpo. Las estrellas coquetean, prendiéndose y apagándose a través de un cielo
de metal pulido. La sangre bombea través de los millones de venas bajo mi piel.
Cualquier cosa. Piensa en cualquier cosa en lugar de la voz de Sarah. Excepto que
no puedo.
Recojo el teléfono y le doy la vuelta, como si fuera una cosa mágica, y en cierto
modo, supongo que lo es.
Aprieto el botón. Suena, constante, tamborileando como un latido.
—Hola, soy Sarah. ¡Ya sabes qué hacer!
—Sarah, yo...
Cierro el teléfono. Mi voz suena extraña y cruda, como si nunca la hubiera
usado antes. No puedo creer que dije su nombre en su buzón de voz. ¿En qué
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estaba pensando? La policía aparecerá de nuevo. Ya puedo ver las caras de mis
padres, las preguntas nublando sus ojos. No importa lo que diga o haga, nunca voy
a dejar de ser “ese tipo”.
Tengo dieciocho, estoy a punto de graduarme, y, en unos pocos meses, se
supone que debo ir a la universidad y fingir que todo está bien. No puedo
comprender eso. Nada está bien. No lo ha estado desde la última vez que vi a Sarah.
Fue entonces cuando se quebró el tiempo, se astilló como un hueso roto, y no
importa lo mucho que intente mantenerlo unido, todo se desmorona.
Me levanto, quito la tierra y la hierba de mis jeans, y empiezo a caminar por la
colina. Al pasar el cementerio, trato de no mirar a todas las pequeñas lápidas tristes
que sobresalen como los dientes de una mandíbula.
Mirando hacia atrás, es curioso cómo se extendió el tiempo. Antes vivíamos
días normales, llenos de ir a la escuela, conducir en círculos en el estacionamiento,
pasar un rato en el lago, y pasar tiempo con Sarah. Ese tipo de cosas. Entonces todo
cambió.
Después del 12 de mayo de mi tercer año, Sarah Evans; la chica que amaba
más que a nada, entró a su auto para ir a encontrarse con su mejor amiga, Jenna,
antes de una fiesta, y nunca llegó allí. Ella simplemente desapareció. Después de
eso, mi vida se deshizo. Entonces llené mi tiempo yendo a terapia, sin hablar,
volviendo a leer su antiguo blog, y comprobar su página de Facebook, con todo el
mundo dejando esos comentarios de “te quiero”, “te extraño” y “nada es lo mismo
ahora”. Trato de no pensar en cómo la vida de mi novia se ha reducido a unas pocas
páginas en Internet.
Sarah se ha ido.
Ido.
Una palabra que he dicho tanto que ha perdido su significado.
Si cierro los ojos, puedo oler su piel. Oigo su risa. Todavía casi puedo
saborearla. Recordar me mata, pero no es nada comparado con el miedo de olvidar.
Sé que va a suceder. En algún momento, Sarah se habrá ido por completo. Olvidaré
el sonido de su voz, la forma en que decía mi nombre. Eso es natural, ¿no? Eso es lo
que hace la gente. Siguen adelante. Pero yo no. Esa es la razón de todo el
tratamiento. Porque estoy enamorado de la Sarah que sólo vive en mi cabeza, la
Sarah que es un fantasma.
A veces juego este pequeño juego en el que pienso en lo que le preguntaría si
regresara a casa, y pienso en lo que ella podría decir. Entonces pasarían horas, y
tendría toda una conversación con Sarah, bromas y todo. Porque Sarah y yo
siempre nos reíamos mucho.
Se supone que debo hablar de estas cosas en terapia. Pero con el último
terapeuta, nuestras conversaciones dieron lugar a las píldoras, y ya no quería
tomarlas más. No pensaba claramente cuando tomaba esas pastillas. Hacían que
todo se sintiera diluido y hueco. Además, se llevaba a la Sarah en mi cabeza lejos de
mí, y eso duele, porque el recuerdo de Sarah es todo lo que tengo. 8
En ese entonces pensaba que si podía mantener a esta Sarah en mi cabeza
sería suficiente. Si pudiera tener esta pequeña parte de ella para llevar a todas
partes podría mejorar, seguir adelante, y tener una vida. Eso tiene sentido, ¿no?
Pero no funcionó.
Hubo un momento justo después que Sarah desapareciera, el tiempo perdido
cuando no hablaba en voz alta sobre lo que pasó. Apenas hablaba, pero cuando lo
hacía, hablaba de nada realmente. Es por eso que mis padres insistieron en la
terapia. Ellos pensaron que no era saludable que no hablara de ello en absoluto.
Pero estaban equivocados. Hablaba de ello. De hecho, si se conectaban a mi
cabeza, me hubieran oído gritar al respecto. Me hubieran oído llorar y ser testigo de
pegarme cosas una y otra y otra vez. Pero en voz alta, nada salía. Por dentro, todo
este ruido de Sarah me llenaba, pero no podía hablar.
Pero hubo algunas cosas que hice, cosas que los médicos me dijeron que
necesitaba hacer. Como no podía hablar de ello, ellos querían que lo escribiera. Así
que, hice listas sobre Sarah. Las llamé las listas de “Lo Que Sarah Era”. Eran así:
Sarah era:
1. rubia
2. bonita
3. divertida
4. torpe
5. mejor en clase de francés que yo
6. mi vecina
7. mi novia
8. una gran besadora
9. esperanzadora
10. honesta
11. boba
12. talentosa
13. emocional
14. una conductora realmente terrible
15. una gran cantante
16. una fanática de Rent
17. coqueta
18. suave
Una vez en clase escribí 117 cosas en esa lista. Muchas se repetían, por lo que
comencé de nuevo para asegurarme que no olvidaba nada.
La número 102 era: Perdida.
Perdida. 9
Ida. Sólo así.
En un solo momento, Sarah se desvaneció, y el mundo cambió para siempre
sobre su eje. Puede hacer eso. Puede continuar para todos los demás, dando
vueltas, día a día: mañana, escuela, casa, cama, mañana, escuela, casa, cama.
Enjabonar, enjuagar, repetir. Continúa para todo el mundo, pero luego para
algunos de nosotros, como yo, se detiene.
Perdida. Todavía no puedo creerlo, más de un año después.
Así que, esa era la lista de “Lo que Sarah era”. A veces, cuando me sentía
valiente, hacía una lista de “Lo que Sarah ES”. Era más corta.
Sarah está:
1. Muerta.
Escribo esa palabra, pero no puedo decirla. Todavía no. Tal vez no tenga que
hacerlo. Porque, aquí estamos, un año después de su desaparición, y su correo de
voz repentinamente se encendió. Durante mucho tiempo, nada más que doloroso
silencio y ahora oigo su voz clara, ligera y hermosa, hablando conmigo de nuevo.
Empecé a pensar “¿y si?” ¿Y si no lo estaba?
¿Qué pasa si Sarah no estaba muerta?
Colin
L
os detalles de lo que ocurrió el 12 de mayo del año pasado, la noche que
Sarah Evans desapareció, se grabaron en mi memoria. Yo estaba en casa
estudiando para mi examen de biología sobre las etapas de la
reproducción de la célula: cosas emocionantes.
Tenía una carrera de atletismo al día siguiente, por lo que la noche estaba
prácticamente terminada de todos modos. Debido a la carrera, probablemente no
iría a la fiesta de Martin.
Sarah me dijo que no estaba demasiado interesada en ir tampoco, pero su
mejor amiga, Jenna, quería ir. Chris Jennings podría estar allí, y Jenna tenía algo
por él. Chris estaba en mi clase de inglés y, como nota al margen, él es algo idiota.
Traté de decirle a Sarah que le advirtiera a Jenna, pero nadie me escuchó.
Eran probablemente las seis y media o las siete, y el sol no estaba cerca de
ponerse todavía. Sarah y yo habíamos estado juntos durante un año. Éramos
amigos antes —vivíamos justo al lado del otro— pero sólo había pasado un año
desde que perdí la cabeza en su dormitorio y básicamente le dije que no podía 10
seguir siendo su amigo. Estaba locamente enamorado de ella, y poco a poco me
estaba carcomiendo por dentro. Matándome, de hecho.
Creo que también le dije exactamente eso. Se suponía que íbamos a ir a ver
una película con unos amigos. Mientras esperábamos a que llegaran, ella iba y
venía intentando decidir qué zapatos usar. Iba y venía, este o aquel, este o aquel. Se
ponía uno en cada pie. No podía decir la diferencia, excepto que uno era negro, y el
otro era... menos negro.
Yo miraba fijamente sus pies, sentado en el borde de la cama con ella
arrastrando los pies hacia adelante y atrás.
—Este, Col, o este. —Arrastre—. Este o este.
Ella estaba haciendo este pequeño baile ridículo, y yo no podía soportarlo
más. Le dije:
—No puedo hacer esto Sarah. —Y ella pensaba que significaba que no podía ir
al cine. Hizo esta pequeña mueca enfurruñada que casi me apuñaló el corazón.
Luego salió como un largo monólogo, mal escrito por el peor dramaturgo del
mundo. Algo así como:
—No puedo hacer esto porque estar cerca de ti me vuelve loco. Tú, Sarah, me
vuelves loco, porque cada vez que estás remotamente cerca de mí, y huelo tu
cabello o tu perfume...
Creo que justo allí ella se echó a reír y luego se detuvo rápidamente cuando
vio mi cara.
—Sí, tu perfume. Tu perfume me vuelve loco. Después que pasamos el día
juntos, puedo olerlo en mi ropa... todo de ti me vuelve loco. Quiero estar cerca de ti
todo el tiempo. Pero luego, cuando lo estoy, me siento como que estoy muriendo
porque dentro grito que sólo tendría que agarrarte y besarte, pero por fuera, sólo
me quedo aquí como un idiota.
—¿Qué? —preguntó ella, o dijo—: ¿Estás bromeando?
No lo sé. Mi memoria parece un poco borrosa sobre todo el asunto. Sólo sé
que solté todo ese discurso. Aparte de la risita en el principio, antes que se diera
cuenta de mi sinceridad, lo manejó con el mismo tipo de gracia que Sarah
manejaba todo. Entonces me besó, y me sentí como que podría morir feliz.
La última vez que la vi, ella estaba parada en su camino de entrada,
mirándome mientras me inclinaba por la ventana de mi dormitorio.
—¡Hola! —le grité.
—Hola, tú —dijo Sarah con una sonrisa.
—Diviértete —le dije.
—Está bien. —Ella abrió la puerta del auto—. Termina de estudiar.
—Apesta —le dije—. ¿Me llamarás más tarde?
—Por supuesto. —Hizo un gesto—. Hasta más tarde, Caimán. 11
—Adiós.
Hasta más tarde, Caimán. Ella siempre decía estúpida mierda cursi como esa.
Echo tanto de menos escuchar esa mierda.
Después de eso, se metió en el auto y se marchó. Nunca la volví a ver. Ese
pequeño intercambio simple fue la última conversación que tendría con Sarah
Evans.
Es increíble. Qué conversación de nada; llena del tipo justo de cosas que la
gente se dice todo el tiempo, cosas automáticas. Y fue la última vez que vi su
sonrisa, la última vez que escuché su voz.
Ni siquiera le dije que la amaba. ¿Cómo pude no decirle que la amaba? Nos lo
decíamos todo el tiempo. Lo decíamos en el salón de clases, cuando sonaba la
campana; lo decíamos al final de cada llamada telefónica y mensaje de texto. Sin
embargo, en ese puto momento final, lo único que dije fue adiós.
Me odio por eso. Dios mío, si tan sólo hubiera sabido entonces...
Esta es la cuestión, su correo de voz se convirtió en una correa de sujeción, mi
ancla a este mundo. En el segundo que oí su voz se sintió como que el tiempo se
congeló por un momento y luego rodó sobre sí mismo, como una puesta de sol, y
Sarah estaba bien. Ella quería oír lo que tenía que decir. Me esperaba en algún
lugar detrás de la puerta de al lado. Cuando encontrara esa puerta y la abriera, toda
esta horrible pesadilla terminaría.
Pero eso no era lo importante. La pequeña triste historia de Colin no
importaba. Lo que importaba —lo que importaba a la policía— sucedió a
continuación.
—Hola, soy Sarah. ¡Ya sabes qué hacer!
—Hola, nena, soy yo. —La llamé tal vez una hora después de que ella se fue.
Recibí un mensaje de texto sobre otra fiesta, una a la que yo realmente quería ir
después de la carrera—. Jamie dijo que la fiesta es definitiva el sábado, pero si tú no
vas, entonces que se jodan. De todos modos, llámame más tarde.
Volví a mi trabajo de biología. Como le dije a la policía, nunca salí de mi casa.
No, mis padres no estaban en casa esa noche porque era el aniversario de la boda
de mis tíos. No, no tengo a nadie más para verificar mi paradero.
Esa noche, mi teléfono sonó a las nueve y media. Era Jenna.
—Así que, totalmente te culpo a ti, Col —dijo cuando atendí.
—¿Me culpas de qué?
—Por arruinar mi noche. Sabías que no iba a ir a esta fiesta sola. No soy tan
perdedora. Dile a tu novia que por lo menos podría haberme avisado que pensaba
dejarme plantada. Y recuerda, ella era mi amiga antes de convertirse en tu novia.
No puedes acaparar todos sus tiempos. —Jenna rió.
—No estoy con Sarah. Dejó su casa a las siete o algo así.
Hubo un momento, y en él, pude oír la confusión de Jenna. ¿Comenzó mi
corazón embestir mi pecho ya? No, aún no. Todavía era sólo curiosidad. ¿Dónde
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estaba Sarah? Todavía era sólo una pregunta inofensiva. No era el grito en el que se
convertiría.
—¿De qué estás hablando? —dijo Jenna.
—Exactamente lo que dije. ¿La llamaste?
—Sí, como diez veces. Nadie respondió.
—¿Qué quieres decir nadie respondió? ¿Dónde está Sarah?
Allí estaba. El temor secando mi boca. Bam. Bam. Bam. Mi corazón golpeó
mis costillas tan fuerte que pensé que podría salirse de mí. El pánico bloqueó mis
dedos, y estuve a punto de dejar caer el teléfono.
—La llamé, Colin. Nadie respondió.
—¿Dónde está Sarah, Jenna?
Esas palabras. ¿Dónde estaba Sarah? Esa pregunta. Dios, esa noche fue la
primera vez que empecé a hacer esa pregunta.
Colgué con Jenna y llamé a Sarah. Sólo sonó. Colgué y llamé de nuevo. Sonó,
sonó y sonó hasta que pensé que me iba a arrancar hasta el último cabello de mi
cabeza.
Colgué. Llamé de nuevo. Mientras sonaba, miré por la ventana, a la entrada
vacía de los Evans y luego a la habitación oscura de Sarah.
Sarah, atiende tu teléfono. Atiende tu teléfono. Atiende tu teléfono. ¿Por qué
no atiendes tu teléfono?
Colgué. Hice eso quince veces más. Nunca atendió su correo de voz.

13
Claire
E
n las primeras semanas después que Sarah desapareciera, me colé en su
habitación. No era el tipo de cosas que hiciera en el pasado. La
habitación de Sarah estaba fuera de los límites si ella no estaba en casa.
Ahora, no lo sé. Simplemente me hacía sentir mejor. Más tranquila, supongo.
Cada crujido de la puerta me hizo dudar, preocupada que mis padres me
oyeran, pero el suave murmullo de la televisión en la planta baja me aseguró que
no. Para este momento, papá habría tomado sus dos pastillas para dormir y se
habría dormido, rodeado de las cajas de archivos, los informes de la policía, y los
carteles de Sarah. Dormía abajo ahora.
Mamá dormía arriba en una bruma de drogas. Se tragaba píldoras a manos
llenas. Papá sólo tomaba dos. Decía que necesitaba mantenerse alerta y en control
para Sarah. Tenía que mantenerse listo.
Honestamente, ni siquiera las necesitaba. No para dormir. Llegaba a casa
agotado de la búsqueda y se derrumbaba en el sofá cada noche. Mamá, por el
contrario, rara vez salía de su dormitorio después que los voluntarios se fueran. Se 14
mantenía compuesta por ellos, mantenía una cara seria, sonreía, asentía y decía
gracias. Pero tan pronto como la búsqueda terminaba por el día —tan pronto como
la dotación de la línea directa terminaba— mamá subía las escaleras, tomaba un
cóctel de antidepresivos, y se desmayaba. Como un zombi.
Ellos nunca venían aquí. Lo cual era bueno porque eso me hacía sentir como
si fuera mi espacio… nuestro espacio. Mío y de Sarah. Me gustaba mirar sus cosas.
Está bien, husmeaba, pero no en el mal sentido. Me gustaba estar en su habitación
más que en la mía.
Estar aquí me hacía sentir normal. Podía fingir que todavía pertenecía a una
familia aburrida y normal, con Sarah fuera con Jenna o Colin. Cuando llegara a
casa, todos nos sentaríamos a cenar. Haríamos todas las cosas tontas y aburridas
que hacíamos antes.
No estaba buscando secretos ni nada. No estaba leyendo su diario. Estar en el
espacio que solía ser de Sarah me hacía sentir más cerca de ella.
A veces Sarah parecía tan diferente a todos los demás, como si se hubiera
visto obligada a vivir entre nosotros, los simples mortales. Cuando estaba en su
habitación, sola, se sentía real, como que pertenecíamos juntas.
Mis padres nunca cruzaban su puerta. Era una de las pocas veces que sentía
como que podía estar sola. Si pasaba mucho tiempo en mi propia habitación sola,
se daban cuenta. Aquí, era diferente. Como si ocupara otra dimensión detrás de
una barrera que no podían cruzar.
La habitación de Sarah se sentía más fría que el resto de la casa. Sellada y
vacía, parecía menos como un dormitorio real y más como un escenario de película,
con escenografía plagada por la habitación por autenticidad: ropa dispersa, un
armario lleno de bisutería, fotos de sus amigos colocadas en el marco del espejo, y
posters en la pared. Todas las cosas que significaban tener diecisiete en América.
Cuando me miro en el espejo, veo similitudes con Sarah en mi reflejo. El
mismo mentón anguloso, los mismos ojos anchos, pero nadie me confundiría con
Sarah. Me faltaba su facilidad, su confianza. Ella existía como una mezcla del
atractivo sexual y la dulzura de la chica de al lado. ¿Yo? No tenía nada de eso.
Como he dicho, siempre había algo casi de otro mundo sobre Sarah. Tal vez
era su forma de moverse, como si sus pies no tocaran el suelo completamente. O tal
vez era su esbelta figura, sus caderas huesudas, y la forma en que sus jeans
colgaban justo debajo de su ombligo. Ella pertenecía a un escenario o una pantalla,
no en esta pequeña ciudad.
¿Pero yo? Si la incomodidad tuviera un bebé, ese sería yo. Sentía todo
redondo y torpe, como si alguien hubiera tomado todas las características y la
gracia de Sarah y las hubiera extendido a lo largo de un campo de juego más
amplio. Y simplemente no funcionara tan bien.
Yo no podía hacer esa cosa que Sarah hacía. En el segundo que entraba en una
habitación, todo el mundo se volteaba para mirarla. ¿Yo? Sólo soy el tipo de
persona que todo el mundo notaba de forma accidental. Chocaban conmigo y
decían: 15
—Oh Claire, lo siento. No te había visto.
Solía estar celosa de cómo era Sarah, pero ahora me sentía culpable por
pensar tal cosa. Todas las emociones complejas se desvanecieron cuando Sarah
desapareció. Sólo quería una cosa: recuperarla, conseguir que nuestra vida volviera
a la normalidad.
Excepto cada día que pasaba, la realidad que solía conocer se deslizaba más
lejos, y esta nueva vida, esta extraña vida tranquila, daba otro paso hacia adelante.
Era sólo aquí que se sentía como si el tiempo se hubiera detenido. En la habitación
de Sarah, todo parecía congelado y esperando por ella, todas sus cosas, su ropa,
incluso su cama. Dentro de estos muros la vida de Sarah esperaba que volviera y se
deslizara dentro, como una pieza favorita de joyería.
Sólo una vez, quise encontrar algo más. Alguna pista que la policía o mis
padres hubieran pasado por alto. Alguna pequeña nota diciendo a dónde se fue
Sarah, diciendo “adiós y buena suerte, y no se preocupen por mí”. Algo destinado
sólo a mí, como... un secreto.
Nuestras habitaciones estaban justo una al lado de la otra, y la pared posterior
de mi armario era también la pared posterior de su armario. Cuando éramos más
jóvenes, Sarah descubrió un pequeño agujero en la placa base que llegaba hasta el
otro lado. Solíamos sentarnos en nuestros respectivos armarios y enrollar pequeñas
notas que nos pasábamos a través del agujero de la otra. No recuerdo lo que
escribíamos. Sólo sé que hacer eso se sentía tan reservado; como que compartíamos
nuestro propio lenguaje especial.
En cierto modo, yo siempre estaba esperando la última nota.
Pero nunca la encontré. Las cajas en su tocador nunca cambiaron. No había
una última nota, ya que, no importa lo que quisiera decirme a mí misma, Sarah no
huyó. Alguien se la llevó.
Abrí el cajón y saqué una de sus camisetas. Ya no olía a Sarah, como el
perfume que usaba, o incluso como el detergente para la ropa. En su lugar, olían a
tela, la forma en que la ropa huele cuando todavía cuelga en las tiendas, antes que
sean propiedad de alguien y estén arrugadas, adoptando el molde del cuerpo de su
dueño.
Quince días más tarde, la ropa no parecía algo que ella hubiera usado. Sólo
podía imaginarla en la ropa en el cartel de desaparecida —camiseta de Rent y
jeans— o lo que llevaba la última vez que la vi: suéter con capucha gris y jeans de
color amarillo con botones.
Tiré de la camiseta por encima de mi cabeza, y la habitación se volvió azul
mientras miraba a través de las fibras antes de terminar de colocármela. Estaba
ajustada sobre mi otra camisa, apretando mi cuerpo.
Sarah me llamaba Gordinflona. Comenzó como una broma, una pequeña
broma que nunca me importó, pero que luego dijo frente a Colin. Eso dolió. Dios,
estaba tan enojada con ella por eso. Ahora, parecía estúpido. Parecía estúpido que
alguna vez hubiera estado enojada con Sarah por cualquier cosa. El dolor de
extrañarla tanto que tapaba todo.
Apreté el borde de su cama con mi dedo. El lugar donde solía sentarme
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mientras la miraba prepararse para salir ya no se sentía igual. No importa cómo me
sentara o me pusiera en ella, se sentía como la cama de un motel. Se sentía rígida,
sin uso y sin dueño, como su ropa.
A veces, me preguntaba si cada vez que entraba en esta habitación, la hacía un
poco menos de Sarah. Como si mi presencia aquí la empujara fuera. No quería
empujarla fuera; sólo quería traerla de vuelta.
La noche en Sarah que desapareció tenía práctica con la banda. El concierto
de primavera se acercaba rápidamente, y yo acababa de conseguir la segunda silla
en la sección de clarinete. Eso me llenaba tanto de orgullo como de vergüenza.
—Gordinflona, tienes que dejar la mierda de la banda —dijo Sarah en la cena
de esa noche.
—Sarah, cuidado —dijo mamá—. Deja de llamarla así.
—¿Qué? Ella sabe exactamente de lo que estoy hablando. —Sarah subió el pie
a su silla y descuidadamente recogió una costra en su rodilla. Recuerdo que miré su
piel y me pregunté cómo estaba ya tan bronceada. Apenas era mayo. Mis piernas
parecían tan blancas como el interior de la concha de una ostra—. Sabes de lo que
estoy hablando, ¿verdad, Claire? —preguntó Sarah, haciendo girar una pieza
errante de espaguetis alrededor de su tenedor—. La banda es para los perdedores.
Tú, hermanita, NO eres una perdedora.
Me gustó la determinación en su voz. Como si Sarah lo dijera, debía ser
verdad.
—Sarah, suficiente —dijo papá—. Deja a Claire tranquila.
Les dije que estaba bien, porque lo estaba. Sabía que Sarah me amaba, y sabía
que cuidaba de mí. La escuela secundaria no era el tipo de cosa por la que pasas
flotando. Era una jungla, algo que mis padres no entendían.
—Ella va a la misma escuela que yo. Sabe lo que la gente piensa de los
perdedores de la banda. —Sarah usó sus dedos para seleccionar un hilo de la pasta
de la pila y lo sorbió—. Yo sólo quiero ayudar.
Se levantó de la mesa, cruzó la cocina, y abrió el cesto de la basura. Recuerdo
el sonido de los alimentos cayendo en la bolsa, el tenedor raspando el plato y las
pisadas de los pies descalzos de Sarah sobre el linóleo mientras caminaba hacia mí.
—Me preocupo por ti porque te amo. —Sarah besó la parte superior de mi
cabeza y envolvió sus brazos alrededor de mis hombros, abrazándome.
La calidez de los labios de Sarah se mezclaba con el olor de su champú. Por un
momento, su largo cabello rubio colgaba sobre mí, cubriéndome con olor a fresa y
limonada.
Ese fue el momento en que me di cuenta de algo sobre Sarah, algo que nunca
había podido descifrar, lo que la separaba del resto de nosotros.
Sarah era luz.
Su voz, su risa, su mirada, su largo cabello rubio, y su forma de moverse a
través de una habitación. La forma que iluminaba un escenario. Todo en ella era luz
brillante. 17
Sarah me apretó con más fuerza, y en ese abrazo, sentí como si fuera una
parte de ella, una parte de algo mejor. Supongo que suena estúpido, pero es verdad.
Y entonces ella se levantó, besó a mis padres, recogió las llaves de la mesa, y nos
dijo que iba a salir con Jenna.
—No vuelvas demasiado tarde —dijo mi padre.
Claire
S
iempre me gustaba más cuando Sarah me recogía después de la práctica,
estacionando su Ford Escort rojo en el estacionamiento de la escuela,
serpenteando alrededor de los espacios vacíos, y deteniéndose en el
frente. Ella se inclinaba, desbloqueaba la cerradura, y yo entraba, sabiendo que los
chicos en la sección de trompetas estaban observando, lo cual estaba bien para mí.
Todo el mundo pensaba que era hermosa. Supongo que, en cierto modo, me hacía
sentir hermosa también, como si simplemente estar relacionada con ella contara.
Pero en la noche que Sarah desapareció, nadie vino.
Las nueve se convirtieron en nueve y media. Las nueve y media en las diez.
Llamé a casa, pero nadie respondió. Cuando el Subaru se detuvo, no reconocí la
cara detrás del volante. No al principio, por lo menos.
—Claire, cariño, vamos. Tu mamá me pidió que viniera por ti.
No pregunté por qué la madre de Colin me estaba recogiendo. No pregunté
porque no quería saber. Sólo tomé la manilla de la puerta y me metí en el asiento.
—Ponte el cinturón de seguridad, cariño —dijo la señora Leventhal. 18
Hice lo que me indicó, sin siquiera bajar el estuche de mi clarinete, como si
estuviera pegado a mi mano. Tenía la extraña necesidad de no soltar el clarinete,
sin importar lo que pasara después. Como si al poner el estuche en el suelo, la
gravedad se revertiría, y yo volaría de la faz de este planeta.
—Claire, cariño —dijo la señora Leventhal, poniendo una mano cálida sobre
mi rodilla.
Tenía los nudillos pronunciados y finos dedos delgados. Su mano parecía
mucho más vieja que su rostro, se extendía como si no hubiera suficiente piel para
cubrirlo. Las venas saltaban mientras sus dedos se movían, acariciando mi rodilla.
—Algo pasó, cariño. Tu hermana…
—¿Sarah está bien? —le pregunté, sin dejar de mirar la mano en mi rodilla.
La calidez de ella empapaba mis jeans, haciéndome sentir un poco de náuseas.
Quería que la señora Leventhal dejara de tocarme. Pero más que eso, quería que no
contestara esa pregunta.
—No sabemos, cariño. Ella salió de la casa esta noche, y no se presentó en el
restaurante para encontrarse con su amiga. No estamos seguros de dónde está
Sarah ahora mismo... Pero esto es realmente importante. Créeme. Todo va a estar
bien. Vamos a encontrarla.
—¿Encontrarla?
Esa frase sonaba tan extraña ensartada así. Incluso mientras lo decía, las
palabras resonaron juntas, golpeando contra mis dientes.
¿Encontrarla? ¿A dónde había ido Sarah que teníamos que encontrarla? ¿Por
qué simplemente no volvía a casa?
—Sí, cariño. —La señora Leventhal comenzó a llorar—. Tu hermana está
desaparecida.
Tu hermana está desaparecida.
Esas cuatro palabras cayeron como una piedra en el pozo de todo lo que era o
podría llegar ser. Se enredaron con mi ADN, cambiándome para siempre. No sabía
lo que iba a suceder, pero, aun así, en el primer día, sabía que ya no era la misma
Claire.
Tu hermana está desaparecida.
Cuatro palabras con un significado muy simple. Algo que alguna vez había
estado allí, ya no estaba más. Pero también había mucho más que eso. Significaban
que yo nunca sería la misma. Nunca sentiría lo mismo. Incluso en ese primer
momento sentí que estaba pasando por una puerta, y que no podía volver. No era la
misma persona que solía ser. Cuatro palabras que significaban que mis padres se
romperían. Mis amigos serían apartados, al igual que los extremos opuestos de los
imanes. Todo sería desenredado.
Dios, ese día. Fue entonces cuando empezó todo.
Y ahí estaba yo, tumbada en la cama de Sarah mirando el crepúsculo entrando 19
a la habitación de Sarah, cubriendo la colcha, la cómoda, y las paredes con su triste
luz azul. Vi la luz de Colin encenderse al otro lado de la calle, y me levanté de la
cama. Sabía que, si me paraba a un lado de la ventana, él no podría verme.
Entonces sólo podría observarlo por un tiempo.
Estaba sentado en su escritorio leyendo algo en su portátil. Me encantaba su
perfil, la nariz ligeramente torcida, la onda suave de su cabello oscuro. Sarah solía
colocar su brazo sobre el respaldo del sofá mientras estaba sentado a su lado y
torcía distraídamente las hebras a través de sus dedos mientras veían películas.
Me recostaba en el suelo, la mayoría de las veces observándolos; la piel
bronceada de Sarah, la tez oliva de Colin, la forma en que Sarah se sentaba con las
piernas torcidas debajo de ella, y la forma en que Colin pasaba su brazo por encima
del regazo de ella. La forma en que encajaban juntos como piezas de un
rompecabezas.
Al otro lado de la calle el teléfono de Colin sonó, y él lo atendió rápidamente.
Su rostro se tensó y luego se relajó antes de caerse con decepción. ¿Estaba
esperando, como siempre lo hacía cuando sonaba el teléfono, que fuera Sarah, a
pesar que nunca lo era? Colin se levantó, caminó, y una vez que estaba fuera de mi
línea de visión, abrí la ventana, me asomé, y esperé. Pensé que podría escucharlo,
así que incliné mi cabeza para comprobarlo.
Si él me veía, abriría la ventana, y podríamos hablar. Eso era todo lo que
quería. Desde que Sarah desapareció, yo hablaba más con Colin de lo que lo
habíamos hecho antes. Era una de las pocas cosas que atravesaba el
entumecimiento. No solíamos hablar de Sarah. Sólo sandeces, nada importante.
Pero cada vez que hablaba con él, sentía como que estábamos juntos de alguna
manera. Como si todos esos sentimientos que estaban dentro de mí estaban dentro
de él también. Todas esas cosas heridas en mí reconocían todas esas cosas heridas
en él y, como que lo necesitaba.
La luz de Colin se apagó, y varios minutos después, la puerta principal se
cerró de golpe. Un motor se encendió. Lo vi salir de su camino de entrada y
dirigirse por la calle hasta que su auto desapareció de la vista.
Una ardilla caminaba por la línea telefónica con su cola en forma errática
crispándose cuando el perro de Molley comenzó a ladrar. Cerré la ventana. Era una
noche fría para ser finales de mayo. Demasiado fresca.
Las noches más frías eran las más difíciles. Tenía que forzar mi mente a no
pensar en la piel endurecida, un fragmento de hueso debajo de una hoja, tirado en
el bosque. Lo que un animal podía hacerle a un cuerpo humano.
Bajé las persianas y me acerqué a la puerta. Apoyándome en la madera,
apagué la luz, recubriendo la habitación en la oscuridad. Esperé un latido y otro, y
luego encendí la luz de nuevo. No sé qué esperaba encontrar. ¿Algún tipo de
cambio tal vez?
Pero nada pasó.

20
Colin
¿Q ué vino después? Caos. Confusión. La policía. Seguido por más caos,
confusión, e incluso más policías. Ellos organizaron grupos de tareas
y de búsqueda. Yo estaba en el equipo del padre de Sarah. Creamos
una página web, una lista de distribución, un foro de discusión, apoyo y
organización. Fuimos de puerta en puerta con volantes.
¿Ha visto a Sarah? Llame si se le ocurre algo. Cualquier información ayuda.
Las primeras semanas fueron las más extrañas. De repente, todo el mundo
empezó a hablar de Sarah como esta cosa abstracta que habíamos perdido, de la
forma que pierdes una cartera y empiezas a levantar y bajar cosas, voltear los
cojines del sofá con todos a su alrededor diciendo cosas estúpidas como: “¿Dónde
lo dejaste?” y necesitas toda tu voluntad para no decir: “Si supiera dónde mierda lo
dejé, sabría dónde ir a buscarlo”.
Excepto que de alguna manera perdimos a Sarah. No importa cuántas cosas
levantábamos y bajábamos, no podíamos encontrarla.
21
La parte de puerta en puerta era la que más me importaba. Todo lo demás se
sentía como esperar. Esperar y esperar noticias de la policía o de las
actualizaciones.
Constantemente actualizaba mi correo electrónico una y otra vez en busca de
algo nuevo, cualquier charla, cualquier pequeño comentario en un hilo al que
pudiera aferrarme y pensar, sí, esto llevará al final de esta pesadilla.
Pero cuando íbamos de puerta en puerta, me movía. Puerta a puerta
significaba acción, y yo necesitaba acción. Significaba tomar mi puño y golpear con
fuerza la puerta de la casa de alguien, exigiendo que se tomaran un minuto para
mirar la imagen de Sarah. Significaba recordarles que se trataba de una persona,
esta es la vida de Sarah, y debemos encontrarla.
Ya sea si repartía los volantes o los engrapaba a postes de teléfono, no podía
mirar la foto completa de ella. Solo miraba fragmentos: sus ojos, su sonrisa, una
ceja, o la piel de su mejilla. Solo la miraba en pequeñas dosis, y luego trataba de
reconstruir su imagen en mi cabeza.
Pero siempre había algo que faltaba. La Sarah en los carteles no era mi Sarah.
Mi Sarah no podía haber sido capturada tan fácilmente.
El padre de Sarah puso su propio número de teléfono en los carteles en lugar
de la línea de emergencia de la policía. Eso provocó una pelea con la madre de
Sarah. Dijo que lo hizo porque no se fiaba de la policía. No creía que estuvieran
prestando suficiente atención al caso, lo que puso furiosa a la madre de Sarah. De
hecho, ella dijo que el señor Evans estaba jodiendo las cosas. Realmente utilizó esa
palabra, lo que era raro porque nunca antes había oído maldecir a los padres de
Sarah.
Comenzaron una pelea sobre ello justo en la cocina, delante de todos nuestros
vecinos y amigos que vinieron a ayudar. Se puso tan mal que mi padre acompañó a
todo el mundo fuera, y mi madre acompañó a los Evans arriba. Mis padres eran
buenos así, siempre capaces de limpiar los cabos sueltos.
Cuando el señor Evans regresó abajo, tomamos montones de volantes, nos
dividimos en grupos, y recorrimos el barrio. Llamé a cada puerta y dije la misma
cosa una y otra vez.
—Hola. Mi nombre es Colin, y estoy ayudando en la búsqueda de Sarah Evans.
Ella desapareció en la noche del 12 de mayo. Conducía un Ford Escort rojo. ¿Te
importaría tomar uno de estos volantes en caso que veas u oigas algo que pueda
ayudarnos a encontrarla?
Nunca me desviaba de esas líneas. Las palabras creaban un marco, como
andamios alrededor de un edificio roto, así no tenía que pensar demasiado. Repetí
la misma cosa una y otra vez. Se sentía mejor así.
Entonces les entregaba el cartel, observando la fotocopia de la cara de Sarah
dejar mi mano y entrar en la ellos, mientras fruncían el ceño, sacudían las cabezas,
asentían y se comprometían a llamar si veían, oían, o se les ocurría algo.
Vivimos en una ciudad bonita, el tipo de ciudad donde las niñas bonitas de
diecisiete años no desaparecen. Ellas van a la escuela y al cine con sus novios, luego
22
van a la universidad, se casan, compran una casa, y tienen un bebé. Esa es la forma
en que se supone que debe ser.
Allí, de pie en albornoces o con sus pantalones de entrecasa, todos pensaban
exactamente lo mismo, mientras bajan la mirada a la imagen sonriente de Sarah.
La misma que en un año el señor Evans apuntaló en la parte delantera de la iglesia
para el funeral.
Ellos no querían aceptar que esto sucedió porque si le pasó a Sarah, le podía
pasar a las personas que amaban, que es impensable, porque vivían en un pequeño
pueblo de Colorado para evitar este tipo de cosas para empezar.
En los primeros días, la policía la trató como una fugitiva. Y supongo que,
para alguien que no sabía nada de Sarah, eso tendría sentido. Quiero decir que ella
se metió en su auto y se marchó esa noche. Parecía totalmente posible que Sarah
simplemente huyera como cualquier otro adolescente molesto y confundido.
Excepto que ella no lo era.
Ella era feliz. Éramos felices.
Durante esos días, esas primeras semanas importantes de entrega de carteles
y hablar con la gente, empecé a sentir que Sarah me necesitaba para salvarla.
Eso se sintió tanto extraño como familiar porque ella nunca fue del tipo de
chica que necesitaba que la salvaran, y yo como que siempre quería que lo fuera.
Quiero decir, me encantaba que Sarah fuera fuerte e independiente y todo, pero a
veces sólo quería ser el héroe. Ahora aquí estaba, necesitando que la salvaran a tal
gran escala, y aquí estaba, listo y capaz de salvarla.
Listo para llamar a la puerta correcta, listo para hablar con la persona
adecuada que podría decir:
—Sí, sabes, ahora que lo mencionas, vi su auto en la ruta 7 justo más allá de la
antigua fábrica. —Entonces iríamos allí con sirenas de policía ardiendo.
Encontraríamos pista tras pista, y la policía derribaría la puerta de la fábrica. Con
sus armas desenfundadas, encontrarían al monstruo allí, lo que resultaría en un
tiroteo caótico y gritos. Entonces yo correría hasta el sótano y encontraría a Sarah,
asustada pero bien, la recogería, la llevaría a casa, y la amaría.
Esa es la clase de estúpida mierda que pensé al principio.
Patético, ¿verdad?
En cambio, nada pasó.
Bueno, no nada exactamente... la decepción pasó. El dolor pasó. El llanto
pasó. La ira pasó.
El tiempo pasó, y mis padres se preocuparon tanto por mí que la primera
ronda de terapia pasó. Entonces la segunda ronda de terapia pasó.
Se encontraron cosas. Se trajeron perros; sarnosas cosas feas que supieron
husmear entre hojas y cauces para encontrar el horror, buscarlo y traerlo a casa
para romper tu corazón. Pero eso es otro mes en la carretera de esta historia.
¿Qué ocurrió justo después de los grupos de búsqueda y los primeros días?
23
Fácil. La policía vino por mí.
Transcripción de la policía con Colin Leventhal, 17, interrogado en la
desaparición de Sarah Evans, 17.
CL = Colin Leventhal
DR = Detective Rodgers
DV = Detective Vela
Segundo interrogatorio, fecha 20 de mayo

DR: Hola, Colin. Soy el detective Rodgers, ¿recuerdas? Hablamos la semana


pasada. Este es mi colega, el detective Vela. Espero que no te importe si se une a
nosotros hoy. ¿Puedes venir aquí y sentarte a la mesa conmigo?
CL: <indescifrable>
DR: Vamos. Sólo tenemos que hacerte unas cuantas preguntas más. Sé que
este es un momento muy difícil para ti y tu familia, pero lo que es más importante
es unir todas las piezas sobre la noche que Sarah Evans desapareció. Quieres 24
ayudarnos a encontrar a Sarah, ¿verdad? ¿Por qué no lo harías? Ella era tu novia.
Creería que harías todo en tu poder para ayudarnos.
DV: Colin, ven aquí y siéntate en la silla.
DR: Él viene, Vela. ¿Cierto, Colin? Vas a venir a sentarte en la silla, como un
hombre, justo aquí, porque quieres ayudarnos a encontrar a Sarah. ¿No es eso
correcto?
DR: Eso es. Ahora, podemos empezar. Quiero que digas tu nombre y edad
aquí en esta grabadora.
CL: Colin Leventhal. Diecisiete.
DR: ¿Y tu dirección?
CL: 14 Cedar Lane, Clifton Falls, Colorado 84421.
DR: Gracias. ¿Cómo te sientes hoy?
DV: Colin, por favor ten en cuenta que se espera tu plena cooperación para
esta investigación. Responde la pregunta.
DR: ¿Cómo te sientes hoy?
CL: Como la mierda.
DR: Apuesto a que sí. Me gusta tu honestidad. No me siento demasiado genial
tampoco. Ahora, la última vez que estuviste aquí fue el 13 de mayo, justo un día
después de la desaparición de Sarah, y fue para que pudiéramos tomar tu
declaración. Tú fuiste la última persona conocida que habló con Sarah la noche en
que desapareció. Así que hicimos todo eso. Te acuerdas, ¿verdad? Y parecía que
todo estaba bien. Sólo que ahora, está esto. ¿Puedes ver lo que es? ¿Qué dice en la
parte superior?
CL: Es una grabación de un teléfono.
DV: Así es. Es una grabación de un teléfono. Es el registro de tu teléfono
celular, y hay algunas llamadas muy extrañas allí. ¿Sabes de lo que estoy hablando?
DR: Respóndele, Colin.
DR: Lo sentimos, pero mover la cabeza con sí o no, no va a funcionar hoy aquí
porque necesitamos una transcripción para los archivos. Para tu archivo, en
particular. Este justo aquí, ¿ves esta carpeta? Este es tu archivo, hijo, y tengo que
ser honesto, siento como si estuviera cada día más grande. Quiero que le eches un
vistazo a ese registro de teléfono. ¿Ves las que sobresaltaron? ¿De quién es ese
número?
CL: De Sarah.
DV: Sí, ese es el número de Sarah. Y lo llamaste 15 veces el día que
desapareció.
CL: Estaba preocupado.
DR: Por supuesto que lo estabas. Entendemos eso, ¿verdad, Vela? No hay
necesidad de ponerse a la defensiva, Colin. ¿Y qué hay del día después? ¿Puedes ver
el día después? ¿Justo ahí? Llamaste 42 veces. Esas son un montón de llamadas.
También llamaste a Martin Chase; el chico que daba una fiesta la noche que Sarah 25
Evans desapareció. ¿Martin es tu amigo?
CL: No. No es más que un tipo que hace fiestas. Sus padres son ricos, y están
fuera de casa un montón.
DR: Pero él no es tu amigo. No lo llamarías amigo ¿verdad?
CL: En realidad no, no.
DV: No tienes muchos amigos ¿no? Extraño. Un chico guapo como tú. Del
equipo de atletismo. ¿Te acuerdas de lo que hablaste con Martin ese día?
CL: No. Lo siento, todo el asunto es un poco borroso con mi novia
desaparecida.
DV: Ahora ahí está el Colin del que escuché. Ves, Rodgers, te dije que iba a
entrar en razón. Sabía que estabas ahí. Y todo este acto de niño llorón era sólo eso.
Es bueno ver que todavía tienes un poco de fuego en ti, hijo. Puesto que estás
teniendo problemas para recordar, te voy a refrescar la memoria. Según el
testimonio de Martin Chase, lo llamaste al día siguiente para saber si Michael
Steadman fue a esa fiesta. ¿Es correcto?
CL: <indescifrable>
DV: ¿Qué fue eso?
CL: Hace mucho frío aquí.
DV: ¿Colin, llamaste a Martin Chase, el día después que Sarah Evans
desapareció y le preguntaste acerca de Michael Steadman?
CL: Sí.
DR: ¿Por qué?
CL: Porque Michael es un idiota, ¿de acuerdo? Quería saber si estaba en la
fiesta. Él tenía algo por Sarah. Estaba… diciendo mierda.
DR: ¿Cuál fue la respuesta de Martin?
CL: No.
DV: Eso es correcto. Michael Steadman no estaba en la fiesta esa noche.
¿Quieres saber cómo lo sé? Lo sé porque Michael Steadman es una de las personas
que hemos traído a esta oficina al principio. Igual que tú. ¿Y sabes dónde estaba
Michael? Michael estaba fuera con su familia. Y sus padres proporcionaron recibos
de la cena y testigos oculares que declararon exactamente dónde estaba Michael.
Michael Steadman sigue siendo perfectamente útil con toda esta investigación. De
hecho, le estaba diciendo al detective Rodgers antes de venir aquí sobre lo servicial
que ha sido.
CL: Jodidamente genial. Genial para Michael.
DV: Cuida la boca, hijo.
DR: Colin, queremos confiar en ti, realmente. Pero estoy un poco preocupado.
Porque el hecho es que el señor Steadman, el padre de Michael, dijo que has estado
llamando a su casa también. ¿Ves esto? En esta página, estas son tus llamadas a
Michael. Y hay un buen número de ellas. Demasiadas para mí, y sin duda
demasiadas para el señor Steadman. Dijo que dijiste algunas cosas no tan buenas 26
de su hijo. Cosas serias. Dijo que lo amenazaste. ¿Lo amenazaste, Colin?
DV: ¿Amenazaste a Michael Steadman?
DR: Te estoy haciendo una pregunta. ¿Amenazaste a Michael Steadman?
DV: Querrás responder a esa pregunta en este momento, hijo.
CL: ... No.
DR: ¿No?
CL: No.
DR: Quiero creer que no harías una cosa así. Quiero creer que tal vez estabas
haciendo todas esas llamadas porque estabas preocupado por Sarah. Pero tengo
que decirte, no estoy tan seguro. Ahora que estoy mirando tu registro telefónico, y
puedo ver todas estas llamadas al teléfono celular de Michael Steadman. Su padre
dice que eran todas amenazas. De hecho, él me reprodujo uno de los mensajes que
dejaste para Michael. ¿Te acuerdas de lo que dijiste?
CL: No.
DV: ¿No lo recuerdas? Bueno, bueno lo tengo aquí. Veamos. Acusas a Michael
de acosar a Sarah, de contar mentiras sobre ella. Dijiste, y cito, “Michael, maldito
cabrón. Que Dios me ayude si le has hecho algo a Sarah, voy a matarte. ¿Me
entiendes? A matarte”. ¿Eso suena familiar?
CL: Tal vez. No lo sé. Las cosas han estado muy jodidas.
DR: Me doy cuenta de eso Colin. No tienes que molestarte. Pero incluso con
las cosas siendo, como has dicho, jodidas, eso no es una excusa para comenzar a
acosar a la gente. Ahora, he convencido al señor Steadman de no presentar cargos
en tu contra. Pero estas llamadas tienen que parar. ¿Entiendes lo que digo? Porque
si no se detienen Colin, voy a arrastrar tu culo aquí más rápido que puedes marcar
ese número. ¿Entiendes?
CL: Está bien.
DV: ¿Entiendes lo que estamos diciendo, hijo?
CL: Sí.
DV: ¿Sí?
CL: Dije que sí.
DR: Él dijo que sí, Vela. ¿Sabes lo que creo que deberíamos hacer? Creo que
deberíamos tomarle la palabra por ahora. Porque vamos a estar observando las
llamadas que haga a partir de ahora, y será mejor que no veamos una más para
Michael. Odio decirlo porque me agradas, de verdad, pero has ido y la has
fastidiado desde que Sarah Evans desapareció.
CL: ¿Por qué sigue diciendo su nombre completo? ¿Es un cienciólogo?
DV: Cuida la boca, hijo. No estás en condiciones de hacerte el sabio. Sigue así,
y voy a encontrar una razón para que pases la noche aquí.
CL: No hice nada. 27
DV: Me importa una mierda. Amenazaste a Michael Steadman. Este es su
testimonio aquí. Te lo prometo, Colin, sigue haciendo llamadas de este tipo, y voy a
tenerte de vuelta en esta silla tan rápido que va a hacer girar tu cabeza. Recuerda
que tienes la coartada más débil para la noche de la desaparición de Sarah.
Amenazar a los demás no ayuda a tu caso. ¿Entiendes?
DR: Respóndele al detective Vela, Colin.
CL: Sí, señor.
DR: Bien.
CL: ¿Puedo hacer una pregunta?
DV: ¿Qué?
CL: Entiendo que ustedes han pasado un montón de tiempo siguiendo mis
llamadas, pero ¿qué pasa con el teléfono de Sarah? Quiero decir, ¿no pueden
encontrarla con eso? ¿Como a través del GPS?
DV: Según el señor Evans, Sarah tenía teléfono celular con tapa con servicio
prepago.
CL: Sí, su iPhone se rompió hace unas semanas, y sus padres se negaron a
comprarle otro. Así que, ¿han utilizado el GPS para encontrarla?
DV: Esos modelos de teléfono con tapa no tienen GPS. Sin GPS, sólo podemos
triangular entre dos o más torres de celulares. La densidad de los bosques en este
municipio, además de la falta de torres de celulares en general, ha obstaculizado
nuestro progreso.
CL: ¿Así que no saben dónde está su teléfono?
DV: Todavía. No hemos sido capaces de localizarlo todavía.
DR: Ahora acabo de pensar una pregunta más para ti. ¿Todavía corres en la
pista de atletismo? La última vez que estuviste aquí, me dijiste que eras un
corredor.
CL: Sí.
DR: Sí, eso pensaba. ¿Qué corres? Me dijiste, pero hay tantos papeles aquí en
tu archivo. Demasiados papeles de hecho. No puedo encontrarlo.
CL: El 400 y el 800.
DR: Eso es. Eres el rápido, ¿verdad? Sin distancia.
CL: Soy velocista.
DV: ¿Qué tan rápido eres?
CL: Mi récord para la de 800 es 2:01.
DV: ¿Perdón? ¿Qué es eso?
CL: Corrí la carrera de 800 metros, y mi mejor tiempo fue de dos minutos, un
segundo.
DR: Eso es rápido. Apuesto a que es el más rápido en la escuela. 28
CL: En el condado.
DR: Bien. Sabía que eras talentoso. Más rápido que un guepardo. Más rápido
que un auto, apuesto.
DV: Creo que tienes razón, Rodgers. Apuesto a que Colin aquí podría ganarle
a un auto si él realmente quisiera. Más rápido que cualquier otra persona de su
edad, ¿eh? Probablemente no hay mucho a lo que no puedas ganarle.
DR: De todas formas, hemos terminado por hoy.
Claire
A
l menos un centenar de personas se arremolinaban alrededor de la
casa. Se sentía como una fiesta; una fiesta extraña y triste llena de
gente nerviosa con energía nerviosa. Todo el mundo llevaba zapatillas
de deporte y recibía portapapeles. Había muchas caras de la escuela. Los amigos de
Sarah estaban todos aquí, incluyendo vecinos y maestros.
Me senté en el fondo de la sala, escuchando a mi padre arreglar todo. Él ayudó
a dividir a las personas en grupos. Algunos irían de puerta en puerta, pero también
había un grupo que fue seleccionado para ayudar a buscar en el bosque.
Colin y Jenna estaban juntos cerca de la pared del fondo. Colin parecía tenso,
su rostro estaba cerrado con concentración, escuchando todo lo que se decía. Podía
ver su mandíbula trabajando, con los dientes raspando uno contra otro. Jenna
estaba junto a él, de espaldas, pero de vez en cuando, lo miraba. En un momento,
ella extendió su mano y le tocó el brazo, y lo vi saltar.
—Equipo tres, Colin, Jenna, Mike, Derek y yo —leyó mi padre del
portapapeles que sostenía—. Estamos haciendo el cuadrante noreste del mapa, la
sección marcada A-2. Dan, Lisa, Steve, y Carol, están en el equipo dos. Ustedes
29
tomarán el lado oeste de la Ruta 4, que está marcado como B-1.
Papá enumeró el resto de los equipos y repartió mapas adicionales. Confirmó
que todos tuvieran sus teléfonos y que todos tuvieran pre-programado el número
de la línea directa.
—Recuerden. Si ven algo, llamen a la línea directa. No sabemos si sea
información crítica que pueda conducirnos a Sarah. Ningún detalle es demasiado
pequeño y otra vez... —Su voz se endureció, y sentí el calor estallar detrás de mis
ojos.
No, no voy a llorar. No aquí.
—Mi familia y yo les agradecemos todo lo que ya han hecho. De acuerdo,
vámonos.
La gente comenzó a moverse, y tuve que caminar a la parte delantera de la
sala.
—Papá, ¿qué hay de mí?
—¿Qué, cariño?
—Quiero ir contigo.
Miró alrededor de la habitación, tratando de llamar la atención de mamá.
—Papá.
—No, cariño. Tienes que quedarte aquí con mamá. Ella necesita tu ayuda con
la línea directa.
—No quiero contestar teléfonos, papá.
—Es la ayuda más grande.
—Quiero ir contigo. —Casi dije “con Colin”, pero no lo hice.
—Alice. —El tono de papá me recordó a la clase que usas para conseguir que
un perro desobediente deje de saltar sobre los muebles. Mamá levantó la cabeza.
Intercambiaron una mirada, una que imaginé agregaba algo así como necesitas
hacer algo con tu hija.
—¿Por qué no puedo ir? Todo el mundo va.
—Claire, ven aquí, cariño —me llamó mamá desde el otro lado de la
habitación.
—Papá.
—Ve a ayudar a tu madre, cariño. Nos vemos esta noche. —Me dio un beso en
la cabeza, le hizo señas a Colin y a Jenna, y los tres se dirigieron a la puerta.
Caminar a través de la habitación era como nadar contra la corriente, contra
la ola de personas que se dirigían hacia la puerta para los autobuses donados por la
escuela local. Los autobuses no solo trasladaban a las personas de la zona de
búsqueda de nuevo a casa, sino que llevaban agua y alimentos proporcionados por
el supermercado local. 30
Caminé a través de la multitud y vi a mi madre hablar con la señora Molley.
—¿Has comido, cariño? —Mi mamá pasó un brazo alrededor de mí. Tenía los
ojos brillantes, y me pregunté si le habían cambiado su receta de nuevo.
—No tengo hambre.
—Dana —dijo mamá a la señora Molley—. ¿Puedes conseguirle a Claire algo
de comer?
—Por supuesto —dijo la señora Molley, ya armando un sándwich del corte frío
que se extendía ante ellas.
—No tengo hambre. Quería ir con papá.
—Esa no es una buena idea, cariño.
—¿Por qué?
Titubeó, recogiendo una servilleta de la mesa y colocándola de nuevo hacia
abajo.
—Eres una gran ayuda aquí. Aquí es donde te necesito.
Pero eso no era lo que yo necesitaba. Necesitaba estar por ahí caminando,
penosamente por el bosque junto con el resto de ellos. Rastrillando la tierra a un
tamaño más manejable. Al igual que papá lo estaba haciendo.
Verán, la parte que ella no entendía era que cada vez que no estaba pensando
en Sarah o haciendo algo para tratar de ayudar, me sentía como si la estuviera
traicionando. Tenía que hacer algo. Necesitaba pensar siempre en ella,
preocuparme por ella. En el segundo en que me detenía, me sentía como que
podría morir. Algo. Tenía que hacer algo.
Sabía por qué mi padre no quería que fuera. Porque ¿qué pasaba si la
encontraban? ¿Qué pasaba si encontraban a Sarah por ahí en el bosque? ¿Qué
pasaba si veía el cuerpo de mi hermana?
—Aquí tienes, Claire. —La señora Molley empujó el sándwich que hizo—.
Come algo.
La visión de la carne en el sándwich hizo que mi boca se secara. Mi estómago
se revolvió, y por un segundo, pensé que podría vomitar por toda la mesa.
—No quiero comer nada.
—Claire. —La voz de mi madre bajó—. No hagas esto. No hagas las cosas más
complicadas. Todo el mundo tiene un papel. Yo tengo un papel. Tu padre tiene un
papel. Y tú tienes un papel. Tienes que ayudarnos. ¿Por qué no nos ayudas?
No podía mirar a mamá a la cara. Odiaba cuando ella suplicaba porque me
atravesaba, y me sentía como la peor hija del mundo. Como si hiciera las cosas más
difíciles cuando ya todo era una jodida pesadilla. Tomé el plato de la señora Molley
y tragué cualquier náusea que estuviera construyendo.
—¿Qué puedo hacer para ayudar, mamá? —le pregunté, con voz gruesa.
—Bueno, esa es mi chica. —Mamá dio una palmada. Como si ella hubiera
regresado a la pista, con el cóctel de drogas fluyendo a través de su cerebro, 31
manteniéndola enfocada, recta. Manteniendo las emociones atadas—. Responde la
línea directa. Registra todo aquí. —Apartó hacia atrás la silla frente a la
computadora portátil.
Me senté, apartando el plato.
—¿Algo más?
—No, cariño. Es suficiente. Esto es exactamente lo que necesito que hagas. —
Mamá se inclinó y me besó en la cabeza cuando me coloqué el auricular—. Así es
como vamos a encontrar a Sarah, cariño. No te preocupes por nada.
Colin

V i el informe de la televisión una y otra vez en mi portátil.


Inicia con la reportera rubia bajando la mirada a sus notas
primero y luego hacia arriba a la pantalla. Conté un segundo antes de que ella
comenzara a hablar.
—Una frenética búsqueda está en curso por la adolescente desaparecida,
Sarah Evans.
Entonces la imagen de Sarah aparece en la pequeña esquina —la misma
imagen de los carteles de desaparecida— y en mi cabeza digo: Hola, nena.
—La policía y los funcionarios locales se unieron en la búsqueda de la señorita
Evans, quien fue vista por última vez al salir de su casa en la noche del 12 de mayo a
las 19:00 aproximadamente. Evans, según informes planeaba reunirse con una
amiga en la cafetería Franklin en la ruta 6. Cuando la señorita Evans no llegó y no
pudo ser localizada, sus padres contactaron a la policía. Los padres de Evans creían 32
que ella estaría en casa para las 12 a.m. para el toque de queda, pero, de acuerdo
con el Departamento de Policía del Clifton Falls, ella nunca llegó.
La reportera rubia desaparece. En su lugar están el señor y la señora Evans,
con Claire, en un podio fuera de la estación de policía. Solo el señor Evans habla.
—A mi familia y a mí nos gustaría dar las gracias a todos los que ayudaron con
la búsqueda hasta el momento. Especialmente al Departamento de Policía de
Clifton Falls y a los voluntarios en esta maravillosa comunidad, que vinieron en
nuestra ayuda durante este momento difícil. Queremos que todos sepan que
amamos mucho, mucho a nuestra hija, y la extrañamos mucho. Todo lo que
queremos es que Sarah regrese a casa a salvo.
La reportera rubia regresa con la imagen de Sarah en la esquina.
—Los detectives continúan trabajando con la familia Evans para descubrir
posibles pistas en la investigación. Sus padres siguen preocupados por su bienestar
y declararon que no ponerse en contacto con familiares y amigos es fuera de lo
común para Sarah. La policía está pidiendo a cualquier persona con información
que llame de inmediato.
La reportera rubia desaparece, y el detective Rodgers aparece.
—La señorita Evans fue vista por última vez conduciendo un Ford Escort rojo
en la noche del 12 de mayo. Equipos de voluntarios se han formado para ayudar a
sondear la zona. Por favor, sabemos que mientras la familia Evans y la Fuerza de
Policía de Clifton Falls son felices de aceptar nuevos voluntarios, tenemos que
hacerlo de una manera ordenada. Todos los nuevos voluntarios deben registrarse
en la comisaría antes de unirse a la búsqueda. Por favor traigan una identificación
válida consigo.
La reportera rubia reapareció junto con la foto de Sarah. Sabía por qué el
detective mencionó que los voluntarios se inscribieran para ayudar. Escuché a mis
padres discutirlo. Al parecer, a algunos secuestradores les gusta unirse a la
búsqueda. Prolongar la emoción. Malditos enfermos. Trataba de no pensar en eso,
mientras íbamos de puerta en puerta, pero era difícil.
—Disturbios estallaron en Siria esta tarde... —siguió la reportera rubia.
Detuve el video y lo comencé de nuevo desde el principio.
Por favor, vuelve a casa, nena. Tomé el teléfono y marqué el número de
Sarah. Apoyé la cabeza sobre mi escritorio y lo escuché sonar, sonar y sonar.

33
Colin
E
n julio, encontraron la camisa amarilla desgarrada y su brazalete en el
bosque. Mi madre trató de hacerme hablar de eso, cosa que no hice.
Fue paciente, más paciente de lo que la mayoría de la gente
probablemente lo habría sido. Pero con el tiempo, exigió la terapia después que
descubrió mi moto estrellada en el garaje. Parecía como si alguien le hubiera
pasado por encima más de una docena de veces con un tractor remolque, excepto
por la palanca que estaba junto a ella. Mi madre me preguntó qué había pasado, me
miró con grandes ojos redondos llenándose de lágrimas, pero no podía recordar.
Sólo recordaba que tenía una rueda pinchada, y necesitaba arreglarla.

34
Claire
A
medida que Sarah y yo nos hacíamos mayores, no hablábamos tanto
como solíamos cuando éramos pequeñas. Con el tiempo, todo el mundo
se hace demasiado grande para dejar caer notas a través de un agujero
en el armario. Pero, aun así, de vez en cuando, me gustaba tener ese lugar
codiciado, sentada en la cama de Sarah mientras me hablaba sobre su vida. Me
encantaban aquellos tiempos. Es como si había dejado de ser una hermana
pequeña y me había convertido en una amiga.
Esta era una de esas veces. No pasó mucho tiempo antes de que Sarah
desapareciera.
¿Desapareciera?
¿Se perdiera?
Fuera secuestrada.
Comenzó simple. Mamá me envió arriba para decirle a Sarah que su ropa
había terminado en la secadora y que tenía que bajar a buscarla. Toqué
suavemente, y su puerta se abrió bajo la presión. Ella estaba de pie junto a la 35
ventana, mirando hacia la casa de Colin, de espaldas a mí. Estaba al teléfono.
—No voy a pasar esto otra vez —dijo Sarah al teléfono. Como no quería
interrumpir, golpeé el borde del marco de la puerta. Cuando Sarah se volvió, limpió
las lágrimas en los ojos—. Tiene que parar. No es gracioso.
¿Estás bien?, murmuré. Sarah negó antes de volverse.
—Michael, no haré más esto, ¿de acuerdo? Eso es todo. Así que, por favor,
deja de llamarme así.
Sarah se paseaba por la habitación.
—No sabes lo que estás hablando ¿de acuerdo? No tengo idea de lo que
piensas que escuchaste o lo que piensas que sientes, pero esto ahora mismo, esto
que estás haciendo tiene que parar antes que se salga de control. Antes de que
nadie se entere, ¿de acuerdo? NO es divertido, Michael.
Sarah inclinó la cabeza hacia atrás y suspiró ruidosamente. Podía oír el
pequeño murmullo de la voz de Michael saliendo del teléfono.
—No, eso NO es lo que dije. Sabes que no es lo que quise decir, Michael. Era
una broma. Todavía sabes lo que es una broma ¿no? No estoy tratando de ser mala.
Por favor detente. Te estás volviendo molesto, y yo no quiero que seas molesto... Sí
me importa... yo sí... ¿Por qué siquiera dirías eso? Michael, eres mi amigo. Sabes
que me importa eso más que nada. No, no quiero que salgas herido. No quiero que
nadie salga herido... Sí, quiero decir él. Deberías querer exactamente lo mismo
también, si eres su amigo... Michael... Mira tengo que irme. Mi madre me necesita.
Me tengo que ir. Sí, es la verdad. Bien. Adiós.
Sarah colgó el teléfono y lo arrojó en la cama. Presionó la palma de las manos
sobre sus ojos. Sabía que debía decir algo, pero no tenía idea de qué.
—¿Por qué está haciendo esto tan difícil? —Sarah se dejó caer en su cama—.
Quiero decir, honestamente, sólo va a conseguir joder totalmente todo. Él está
jodiendo todo.
Tomando eso como mi señal, entré en su habitación y cerré la puerta detrás
de mí.
—¿Qué pasó?
—Ha perdido su jodida cabeza, eso es lo que pasó.
—¿Michael?
—Claro. ¿Quién más? ¿Quién más podría ser tan jodidamente ridículo?
—¿Qué dijo?
—Estúpida mierda. —Sarah se dio la vuelta, derramando su cabello sobre la
almohada—. No te hagas amiga de chicos, Claire. Ellos sólo se vuelven locos y lo
joden todo.
—¿Es Jenna? —Jenna y Michael raramente estaban separados. No pensaba
que estaban juntos, no como Colin y Sarah, pero cuando todos pasaban el rato,
Jenna y Michael siempre se presentaban juntos. 36
—¡Ojalá! —dijo Sarah con un bufido. Ella se sentó—. No, Michael decidió que
siente algo por mí.
—¿Por ti? Pero... pero ¿qué pasa con Colin? Quiero decir, Colin es tu novio. Y
es el amigo de Michael. ¿Qué pasa con Colin?
Sarah se rió un poco.
—Sé quién es Colin, Gordinflona. Tranquila.
—No vas a romper con él ¿cierto?
Sarah se quedó en silencio por un momento, mirando por la ventana hacia la
habitación de Colin.
—Claro que no. ¡Qué jodido desastre sería! Uno de nosotros se tendría que
mudar. —Se tragó una risa.
—Sarah... —dije mientras ella se masticaba la uña del pulgar—. No puedes
romper con Colin. Él te ama. Así como, realmente te ama. Y es divertido... y...
bueno... y...
—Claire, honestamente… no me gusta Michael. Amo a Colin. Pero si él se
entera de esto, las cosas se van a poner malas.
—¿Por qué?
Sarah puso los ojos en blanco.
—Si conocieras a Colin, no tendrías que preguntar eso.
—¿Qué quieres decir?
En la planta baja, mamá llamó a Sarah. Ella suspiró, salió de la cama y abrió
la puerta.
—¿Qué? —gritó Sarah.
—Tus cosas están listas.
—¿Puedes sacarlas y dejarlas en la canasta?
La voz de mamá se hizo eco de la escalera.
—No doblaré tus cosas, señorita.
—No te pedí que carajos lo hicieras —murmuró Sarah y luego gritó—: Está
bien, mamá. Bajaré en un minuto. —Se volvió hacia mí—. ¿Qué pasa con ella? No
puede simplemente dejarlo durante cinco minutos. Es como si no pudiera dejar de
poner orden. Es una compulsión o algo así.
—¿Qué quieres decir que no conozco a Colin?
—¿Qué? —dijo Sarah—. Oh, cierto. Sólo quiero decir que esta mierda con
Michael es el tipo de cosa por la que perdería los estribos.
—¿Qué quieres decir perder los estribos? —No podía imaginar a Colin
volverse loco. Él siempre era muy agradable con mamá y feliz de ayudar a papá
cuando cosas pesadas necesitaban ser movidas.
—Es un chico, Claire. Se pone celoso. Y Michael es uno de sus más viejos
amigos. Es por eso que Michael tiene que parar porque de otro modo va a arruinar
37
todo.
Sarah se quitó su camiseta. Se quedó allí con su sujetador y jeans, hurgando
en su cajón. El estómago de Sarah era delgado y moreno, su ombligo un círculo
perfecto. Siempre pensé que el mío parecía más como el agujero de una bala.
—¿Tomaste mi camiseta negra con cuello en V? —preguntó Sarah, dándose la
vuelta.
—¿Qué?
—¿Mi camiseta negra con cuello en V?
—¿Cuál?
—Si tienes que preguntar cuál, asumo que eso significa que tomaste las dos.
Dámelas —dijo Sarah, con la palma hacia arriba, retorciendo los dedos.
—Lo siento. Déjame buscarla.
—Primero me rompes el iPhone y luego me robas mi ropa. ¿Qué tipo de
hermana eres?
Me encogí, y Sarah se rió.
—No te preocupes, Gordinflona. Tu secreto está a salvo conmigo. Mamá y
papá nunca sabrán. Dicho esto, igual voy a encontrar alguna manera de vengarme.
¿Sabes lo vergonzoso que es este teléfono con solapa? Quiero decir, de verdad. Ni
siquiera puedo enviar mensajes de texto.
—Lo siento mucho, Sarah.
—Devuélveme mi mierda, y estaremos a mano —dijo con una sonrisa—. Las
dos camisetas. Y cualquier otra cosa que hayas tomado de aquí.
Me levanté justo cuando el teléfono de Sarah sonó de nuevo.
—Hola, cariño —dijo Sarah, al atenderlo. Su voz siempre cambiaba cuando
hablaba con Colin. Una octava más alta y con un poco de un cadencioso canto—.
¿Qué pasa? ¿Qué puedes qué? ¿Hablas en serio? —Sarah dejó escapar un grito de
alegría y se puso de pie junto a la ventana, aún en tan sólo su sujetador y jeans—.
¡Sigue mirando, Col! Si te comportas esta noche, puedes hacer algo más que mirar.
Mientras cerraba la puerta del dormitorio, oí a Sarah chillar de nuevo.
Michael realmente era un maldito idiota.

38
Colin
L
eí el blog de Sarah. Comencé al principio y poco a poco fui a través de
los años. No quería llegar a la última entrada. Quería estar justo en el
medio, donde acabábamos de empezar a salir. Es casi Halloween, y
Sarah no sabe lo que quiere ser.

Divagaciones y Tonterías de una Chica Habitante de la Tierra


12 de octubre
Hollllaaaaaaaaaaaaa. Así que aquí va mi voto para escribir en el blog más a
menudo. Realmente soy muy mala en todo esto de bloguear, pero TODOS
USTEDES son realmente muy malos en dejar comentarios... así que. No es todo
culpa mía, ¿no es así?
¿Qué hay de nuevo? Hoy probablemente desaprobé mi examen de
matemáticas porque alguien que se suponía me ayudaría no lo hizo. Ejem. Sin
decir ningún nombre, oh-novio-mío. Está bien. Si soy relegada a una carrera de 39
lavar los platos sucios en la cafetería Franklin Country en la Ruta 42, todos
sabemos a quién culpar.
Aparte de condenar mi futuro, nada interesante sucedió hoy.
¡Oh esperen! Sí pasé mi hora de almuerzo recreando la escena de Rent donde
Ángel muere. Fue increíble. Ni un ojo seco en el lugar. Y por lugar me refiero a los
tres drogadictos que estaban fuera en el césped cuando Jenna y yo improvisamos
toda la cosa, con canciones y todo. Sí, somos idiotas. Orgullosamente.
En otras noticias, es casi Halloween, y no tengo idea de qué usar. Estaba
pensando en ser Carrie de esa película de Stephen King, pero toda esa sangre
falsa es tan asquerosamente pegajosa. Tal vez iré como un extra. Ya sabes, uno de
los chicos que mata. Podría ser como una niña muerta zombi, a pesar que le tengo
totalmente miedo a los zombis. No se rían, chicos, saben que dan mucho miedo.
Son muertos que comen cerebros.
¡CEREBROS! ¡¡CCCEEEERRRREEEEBBBRRRRROOOSSSSS!!
Bueno, tengo que hacer mi tarea, sobre todo mi tarea de matemáticas ya que
claramente desaprobé mi prueba porque alguien no me ayudó a estudiar. Bien
hecho, Col. Está bien. Todavía te quiero. Es porque eres divertido. ¡Pero las
apariencias no lo son todo!
¿¿TENGO RAZÓN?? ¡JAJAJA!
Voy a estar aquí toda la noche, niños.
¡¡¡¡¡Besos!!!!!
Lo leí cuatro veces más. Lo leí hasta que oí la voz de Sarah en mi cabeza, y su
risa. Lo leí de nuevo hasta que escuché el sonido de las teclas mientras ella escribía
cada pequeña letra y punto de exclamación.
Por un breve momento como un parpadeo, deshice lo que pasó, y Sarah
estaba todavía conmigo. Estaba justo al otro lado de la calle cenando con su familia.
Si presionaba mi oreja contra la ventana, podría incluso oír su risa. Dentro de mí,
creció una esperanza, de la forma en que la hierba obstinada crece entre los
adoquines. Era la esperanza de que tal vez esta historia terminaría de una manera
diferente. Tal vez Sarah, por algún milagro, llegaría a casa. Me aferré a ello porque
sin ella, temía que fuera a empezar a temblar hasta que me derrumbara.
Desde mi ventana, podía ver su habitación, las cortinas de color rosa que se
mecían con la brisa y sólo el borde de la cómoda en el fondo. Un cartel de Rent
colgado en la pared. Le encantaba esa obra. Ella solía cantar todas esas canciones
estúpidas todo el tiempo. Me las hacía escuchar en el auto después de la escuela
cuando íbamos a la cafetería o cuando la dejaba en el centro comercial donde
trabajaba en esa tienda de zapatos.
Los musicales son tan ridículos. Mira, yo entiendo la actuación, el drama, la
comedia, y todo, pero la gente nunca acaba estallando en una canción. Si la gente
hiciera eso en la vida real, ¿sabes cuántos asesinatos más se producirían?
Estrangularía al chico delante de mí en la fila del supermercado si él comenzara a
cantar y bailar sobre cómo no tenía suficiente dinero para comprar sus aguacates. 40
En serio.
Pero me gustaba que a Sarah le gustara. Me gustaba que le encantara,
independientemente de lo que yo pensaba. Ella era así, ¿saben? Fuerte. O ni
siquiera fuerte, supongo, simplemente obstinada y diferente. No le importaba lo
que nadie pensara de los musicales o que sólo a las personas mayores le gustara ese
musical. Para ella, era la mejor cosa en el mundo.
Antes que estuviéramos juntos, solía sentarme en mi escritorio, pretendiendo
hacer mi tarea y esperando, siempre esperando a ver su rostro, su hombro, o un
poco de ese cabello rubio por su ventana. Por supuesto, en las raras ocasiones que
ella pasaba, yo apartaba la vista, aterrorizado de ser descubierto como un fisgón.
Cuando miraba de vuelta, que siempre lo hacía, ella se había ido.
Es curioso, incluso en aquel entonces, cuando era más joven, todavía esperaba
a Sarah. Nada cambió. Una vez más, yo estaba aquí, en este escritorio, mirando su
ventana y esperando.
No, no sólo esperando, tratando activamente de convencerla de existir.
Tratando de traerla de vuelta de donde se hubiera ido, como si quererlo lo
suficiente hiciera que sucediera.
A veces pensaba que todo el dolor era una cosa física real. Así como si me
hicieran una radiografía de tórax, sería capaz de verlo, como tinta negra
difundiéndose a través de mí. Como si el dolor fuera tan real como yo o Sarah, y si
pusiera suficiente energía en ello, si lo sacara todo hacia el universo, llenaría el
agujero que ella dejó.
Sé que suena estúpido, pero eso es lo que pensaba a veces. La desaparición de
Sarah era este agujero negro, y todo lo que era yo, era absorbido dentro de él.
Succionado hacia dondequiera que ella se hubiera ido. Ni siquiera me importaba.
Yo no era suicida, no era tan simple así. Ni siquiera tendría que matarme de
verdad. Sentía que esas partes de mí, aquellas partes que todavía estaban
conectadas a Sarah, que se sentían como todo; aquellas partes como que
simplemente morían y saltaban, dejándome ir hacia cualquier parte del agujero
negro a donde Sarah había ido.
Sonaba mórbido, pero era algo tranquilo y hermoso también. Me hacía pensar
que algún día, la tendría de vuelta.

41
Colin
E
ra agosto, justo antes de volver a la escuela, cuando la policía encontró
su auto dos condados más arriba. No había nada inusual en el interior.
La policía embolsó lo que quedaba: un paquete de chicles, un cambio
de calcetines, dos mentas, cuarenta y siete centavos, un ambientador, el kit de
emergencia del baúl —sin tocar— un atlas que su padre le había dado, una taza de
Wendy vacía, un paquete de pañuelos, lápiz labial, una botella de perfume en
aerosol, y un paquete aplastado de Camel Lights.
Así es como los padres de Sarah se enteraron que fumaba. Ella solía sacar el
brazo por la ventana, tratando de mantener el humo fuera. Lo hacía también en el
invierno, a pesar de que estaba helado.
Me volvía loco. Le decía que cerrara la ventana, pero ella sólo se reía y decía
que no iba a ser atrapada. Cuando llegábamos al camino de entrada, se rociaba con
ese perfume en aerosol de limonada de fresa de The Body Shop. El interior de su
auto siempre olía así.
Encontraron el auto escondido detrás de una antigua casa de labranza, oculto 42
bajo una lona. Según la policía, la tierra estaba abandonada y ahora pertenecía al
condado. Las puertas estaban cerradas con llave, y la llave no estaba.
Tampoco Sarah.
La policía buscó huellas digitales, pero por supuesto, no encontraron nada.
No vi el auto. Todo lo que supe de él fue por escuchar a mis padres a hablar
con el señor Evans. Una vez que la policía terminó, el señor Evans lo metió
directamente al garaje y cerró con llave la puerta, lo que estaba bien conmigo. No
quería verlo todo vacío y pensar que podría haber sido el último lugar donde Sarah
se había sentido segura, saliendo de su camino de entrada aquella noche cuando se
dirigía a reunirse con Jenna. Antes que lo que sea que pasó, pasó.
Dejé de dormir. Llamé a Sarah. Dejé de comer. Llamé a Sarah. Todo el
tiempo. Su teléfono sonaba, sonaba y sonaba hasta que sentía que me estaba
volviendo loco, gritando en el teléfono para que atendiera.
¡Atiende, Sarah! ¡Atiende el puto teléfono!
Por favor, Sarah, te estoy suplicando. Atiende el teléfono.
Para cuando comenzó el último año, hice un buen trabajo en fingir estar
normal por fuera. Me despertaba, corría, me duchaba, iba a la escuela, hacía mi
tarea, —o al menos parecía como que hacía mi tarea— y llamaba a Sarah cada vez
que tenía un momento a solas.
Justo entonces mi padre empezó a mirarme como si yo también pudiera
desaparecer, y entonces, ¿qué haría? Lo podía ver en su rostro, mirándome
moverme por la casa, siempre preguntándose, ¿cómo se las arreglarían? ¿Cómo
sobrevivirían?
No podía soportar que me mirara de esa manera. La forma en que caminaba
de puntillas alrededor de la casa, poniendo una mano cálida y sólida sobre mi
hombro cada vez que me veía, como si se sintiera responsable de mantenerme
sobre el suelo. Yo abría y cerraba los puños.
Apretar. Aflojar.
Apretar. Aflojar.
Lo hacía a cada hora del día.
Iba a la escuela como un zombi; un pie delante del otro, entregando trabajos
que no recordaba escribir, y estando con amigos mientras me hablaban a mí, no
conmigo.
Recuerdo tener estos momentos en los que, por un breve instante, casi
olvidaba que Sarah se había ido.
Las mañanas eran las peores. Me despertaba, todavía apenas consciente,
apenas pensando, sintiendo, o registrando que tenía ojos u oídos, que alguna vez
había estado vivo antes de este momento. Sin embargo, allí estaba, en la parte de
atrás de mi cabeza, flotando y esperando que lo encontrara. Algo andaba mal. ¿Qué
estaba mal? ¿Qué era? 43
Y luego el suelo desaparecía, y yo estaba de vuelta en este infierno. Sarah se ha
ido. Sarah se ha ido. Sarah se ha ido. Ha desaparecido. Fue raptada. Sarah ha sido
raptada.
Raptada por alguien. Alguien la sacó de su auto. La oía gritar, una mano sucia
sobre su boca, mientras él la sacaba, rasgando su camisa. La apartó de nosotros y se
la llevó. La tomó y la arrojó lejos.
¿Qué pasó, Sarah? ¿Qué te pasó? Estos pensamientos —la idea de este
extraño, este monstruo maldito, arrancándola de mi vida— me volvían loco.
Claire

N uevo año. Todo es posible en un nuevo año.


Repetí mi mantra mientras entraba por la puerta del aula en el
primer día de clases. Tomé asiento en la fila de atrás, en mi primera clase,
deslizando mi bolsa debajo de la silla. La puerta se abrió y se cerró, y se abrió y se
cerró de nuevo, mientras la habitación se llenaba con la charla de los estudiantes
que regresaban. Preguntas sobre cómo había ido el verano, lo que hicieron, y las
comparaciones entre los horarios y los profesores, llenaron el aire. Tenía la
esperanza de que mi mejor amiga, Marissa, y yo tuviéramos clases juntas, pero
cuando revisamos nuestros horarios, sólo compartíamos una. Y no era el almuerzo.
Miré alrededor de la habitación y suspiré, no reconocía a la mayoría de los chicos
aquí.
Cuando la señora Barrie entró, aplaudió ruidosamente mientras la puerta se
cerraba y la campana sonaba.
—Tomen asiento. Vamos, gente. Tomen asiento. 44
Las sillas chirriaron cuando fueron apartadas de los escritorios y mochilas
cayeron al suelo. Vi a Steve y a Denise. Tuvimos biología juntos el año pasado. Los
saludé. Steve asintió, y Denise forzó una sonrisa.
Nuevo año. Nuevo año. Todo es posible en un nuevo año.
Una línea se había elaborado. Existía una clara diferencia entre el ayer, el
último día de las vacaciones de verano, y hoy. Tan claro como la diferencia entre la
víspera de Año Nuevo y el Día de Año Nuevo. Lo sentí tan pronto como desperté.
Mamá se debe haber sentido de la misma manera. Se despertó antes que yo y
preparó el desayuno, algo que no había hecho en meses. No desde mayo.
Cuando me senté y ella puso el plato delante de mí, vi que sus ojos todavía
brillaban con el cóctel —Xanax, Valium, Ativan, lo que sea— que ella bebía cada
noche. Pero, aun así, estaba aquí. Conmigo. Con panqueques. Mamá estaba
intentándolo. Por eso la amaba tanto.
Antes de salir para la escuela, me besó.
—Quiero que tengas un buen día. No dejes que nada... —Mamá luchó para
sonreír. Su labio inferior tembló ligeramente—. Sólo...
—Está bien, mamá. —Cambié mi bolso de hombro. Sólo quería salir antes que
comenzara a llorar.
—Lo sé. Lo sé. Espero que... —Una gran cantidad de esperanzas para mí y mi
primer día de vuelta en la escuela se arremolinaban en esos ojos. Cuando
finalmente se decidió por una, me alegré que no se tratara de Sarah—. Espero que
tengas clases con tus amigos.
—Yo también.
—Siéntense —dijo la señora Barrie de nuevo, aplaudiendo, trayéndome de
vuelta al presente—. Bienvenidos de vuelta. Ahora son estudiantes de segundo año.
Gran diferencia. Ya puedo verlo. La única cosa que deben recordar es que todos
esos pases gratuitos que obtuvieron el año pasado, los permisos para esos molestos
“períodos de ajuste” como le gusta llamarlos a la administración, se han ido. Cero.
Nos vemos. Ese billete ha sido perforado. Hay una nueva clase de estudiantes de
primer año por debajo de ustedes en este momento, corriendo al salón equivocado
y siendo informados por chicos de clases superiores que su clase está en el
inexistente tercer piso.
Unas pocas personas en la clase se rieron.
—Sí, sí. Ahora ustedes también pueden molestar a los más jóvenes que
ustedes. El precioso sistema de normalización de la brutalidad que hemos
fabricado en este país. —La señora Barrie se apoyó en su escritorio y se cruzó de
brazos. Ella era delgada, con su cabello recogido en un moño. Llevaba gafas que
parecían un poco demasiado grandes para su cara. Me gustaba ya.
Nuevo año. Todo es posible en un nuevo año.
—Ahora bien, vamos a ir al grano, ¿de acuerdo? Esto es Ciencias Sociales.
Antes que cualquiera de ustedes pretenda saber lo que realmente significa, o
intentar conseguir mi lado bueno, vamos a tomar asistencia. De esa manera
45
conoceré a todos los chupamedias por su nombre. —La señora Barrie sonrió tan
amplio que no pude evitar sonreír también.
Nuevo año. Todo es posible en un nuevo año.
No quería adelantarme, pero si este entusiasmo marcaba el inicio de mi nuevo
año, las cosas parecían bastante buenas.
La señora Barrie fue por la lista: Allison Anderson, John Annet, Steve Barton,
Katherine Beck y Paul Billings. Había un montón de caras nuevas. Las caras nuevas
eran buenas. Las caras nuevas significaban potenciales nuevos amigos. Nuevas
distracciones. Nuevas oportunidades.
Una nueva vida.
—Claire Evans.
Levanté la mano.
—Aquí.
Y en ese momento, todos se volvieron. Veinticinco cabezas giraron,
veinticinco pares de ojos cayeron sobre mí. Me sentía como una cosa en un
escaparate. La Nueva Hija Única.
No. No puedo hacer esto. Recuerda el mantra: Nuevo año. Todo es posible en
un nuevo año.
La señora Barrie se quedó inmóvil por un momento mientras su sonrisa se
desvanecía.
—¿Eres Claire Evans?
—Sí. —Forcé una sonrisa. Por favor no lo hagas. Sólo continúa por favor.
Por favor.
—Yo... —La señora Barrie puse una mano sobre su corazón y empezó a jugar
con la cruz alrededor de su cuello—. Yo...
Deseaba dos cosas. Una, que la señora Barrie simplemente continuara con la
lista, y dos, estar sentada más cerca de la parte delantera del salón. Si me hubiera
sentado en la parte delantera, no estaría mirando a todas estas caras en estos
momentos.
Rostros que me miraban con los ojos muy abiertos y la boca hacia abajo.
Veinticinco pares de ojos ahora trataban de leer, de saber cómo era la vida en casa
sin Sarah y ser la hermana de la chica raptada. Veinticinco pares de ojos
preguntándose cómo era caminar en esta pesadilla viviente.
Cuando me miraron, ni siquiera me sentí como una persona más, sino como
una cosa a observar, a la que tenerle lástima o miedo, no sea que la tristeza, el dolor
y la terrible mala suerte fuera contagiosa. El tiempo se desaceleró a paso de
tortuga. No podía hacer esto.
—¿Qué? —dije finalmente a todos esos ojos y rostros ceñudos.
—Yo... —tartamudeó la señora Barrie—. Yo... yo estoy muy contenta de 46
conocerte. También le enseñé a tu hermana.
La palabra salió como una exhalación, una astilla de aire frío dejando sus
pulmones, cortando a través del espacio entre nosotros.
Hermana.
Sentí el peso de esa palabra, una palabra que ya no decía. Una palabra que
define una cosa que ya no soy.
Adolescente.
Hija.
Hermana.
Ya no más.
—Yo... —dijo la señora Barrie nuevo.
Nuevo año. Todo es posible en un nuevo año.
—Yo estoy... realmente... —balbuceó la señora Barrie, su voz se quedó
atrapada.
Simplemente detente. Es un nuevo año. Todo es posible en un nuevo año.
Cerré los ojos y dije eso una y otra vez. Ni siquiera me importaba si todavía
me estaban mirando, si veían mis labios moviéndose. No me importaba si
pensaban que estaba loca. Tal vez estoy loca. Tal vez todos nos hemos vuelto un
poco locos. Pero seguí diciéndolo, porque se empujaba contra el sonido de la voz de
Sarah —su risa, su cara, los juegos que solíamos jugar cuando éramos más
pequeñas, lo mucho que la amaba— estas cosas se extendían por mi mente como
una enfermedad.
Nuevo año. Todo es posible en un nuevo año.
Entonces, finalmente, con los ojos todavía cerrados, oí el crujido de ropa
cuando los estudiantes se dieron la vuelta, mientras la señora Barrie se aclaró la
garganta y continuó.
—James Freemont.
—Aquí.
—Lisa Fry.
—Aquí.
—Peter Goodman.
—Aquí.
La lista de nombres sonaba como una canción marcando el comienzo de una
nueva vida. En mi mente, encontré la cortina y la aparté, dejando al descubierto la
puerta por la que entré, cerré detrás de mí y nunca abrí de nuevo. Cambiaría esta
antigua vida, aunque me matara.
Nuevo año. Todo es posible en un nuevo año.

47
Colin
C
olin, creo que deberías hablar de Sarah —dijo mi terapeuta. Cruzó

— sus largas piernas cubiertas de panty y luego las descruzó. El


sonido de la tela junta erizó mis dientes—. Necesitamos... tú
necesitas hablar de Sarah.
En cierto modo odiaba a esta mujer. Odiaba más al otro terapeuta porque
todo lo que le preocupaba era darme medicamentos. Es una filosofía extraña que
tenemos en este país. En vez de realmente sentir algún dolor o hacer frente a
cualquier cosa, sólo nos adormecemos hasta que ha pasado suficiente tiempo y
creemos que nos recuperamos.
Como si no pudiéramos estar tristes, trastornados, o asustados. O enojados.
Joder, no, nunca podemos estar enojados.
El otro loquero, ni siquiera me escuchó. Apenas me hacía preguntas que no
fueran sobre las drogas. ¿Me estaban manteniendo despierto? ¿Estaba durmiendo?
¿Me sentía menos ansioso? ¿Tenía problemas para concentrarme? ¿Me sentía
mareado, enfermo, u olvidadizo? Cristo, ni siquiera creo que mencionara a Sarah 48
en absoluto. Pero esta es lo contrario.
—Colin, ¿me oíste? Te dije que necesitas hablar de Sarah.
—De lo que siempre hablamos es de eso. —Jugué con el fleco de un
almohadón cercano.
Su oficina olía a velas de vainilla. Como alguien una vez le dijo, en la
comunidad universitaria que sea que se graduó, que la vainilla era una invitación,
un aroma de apertura. El tipo de olor que hacía llorar a la gente y derramar sus
secretos. Como si los fuera a hacer sanar.
A decir verdad, sólo me hacía querer una galleta.
—Sí, hablamos mucho de Sarah porque es por eso que estás aquí. Sea que lo
admitas o no, has pasado un evento serio y traumático.
No me digas.
—Y —continuó—, mientras has sido muy abierto acerca de los aspectos
logísticos de esto, tales como el tiempo que pasaste con el señor Evans en el equipo
de búsqueda, estoy hablando de otra cosa. Estoy hablando de ponerse en contacto,
más profundo en contacto, y ser honesto contigo mismo. ¿Entiendes, Colin? Tienes
que expresar cómo te sientes antes que se convierta en un monstruo que no puedas
controlar.
—¿Qué soy, el Increíble Hulk? —Reí con torpeza, sacando de mi mente la
imagen de mi bicicleta destrozada. Mierda, odiaba estas sesiones.
Ella sonrió.
—Está bien —le dije.
A veces es mejor simplemente estar de acuerdo. Solía discutir con su lógica de
mierda, pero eso sólo empeoraba las cosas. Y entonces ella quería hacer una sesión
conjunta con mis padres.
Durante esa sesión —porque sólo tuvimos una de esas— mis padres se
sentaron uno a cada lado, tratando tan fuerte como fuera posible parecer buenas
personas que criaron un buen hijo. Quien, independientemente de lo que la policía
estaba dando a entender, no podría haber hecho algo terrible con su dulce novia de
la casa de al lado.
Mi madre logró decir tres palabras antes que las lágrimas comenzaran. Mi
padre era mucho más diplomático.
—Estamos preocupados por sus emociones —dijo mi padre, como si yo no
estuviera en la habitación—. No quiero que esto se convierta en algo de lo que no se
recupere. Él todavía tiene toda su vida por delante. Quiero decir, esto es toda una
pesadilla. La pobre muchacha. La pobre, pobre chica. Sus pobres padres.
Mi madre redujo las lágrimas ante la mención de los Evans. Ese fue el
momento en que me di cuenta, no es realmente acerca de Sarah, y seguro como la
mierda no se trata de mí. Se trata de los padres. Se trata de cómo es
inconcebiblemente terrible tener que pasar por la desaparición de un hijo.
Siempre se trata de ellos. Los pobres, pobres padres. No es que no me sienta 49
mal por los Evans. Lo hago. Sería un completo monstruo si no lo hiciera. Es sólo
que, ¿cuándo dejaron de hablar de Sarah? ¿En la segunda semana? ¿La tercera?
¿La cuarta? ¿Después de dos meses?
En algún momento, la gente dejó de hablar de Sarah como persona, como la
chica que vive y respira que yo solía conocer, y empezaron a hablar de ella como
esta cosa.
Ella no era Sarah. Ella era una desaparición. Una ausencia. Una historia
terrible de contar cuando la gente venía a la ciudad. Era dolor y mala suerte y algo
irrecuperable. Algo que nos cambió a todos.
A veces se sentía como, si es posible, deshacerse de este dolor, ellos desharían
todo de Sarah. Como si fuera más fácil nunca haberla tenido que haberla tenido y
perdido.
O tal vez, a veces pienso de esa manera. Y pensar eso me hace sentir como que
la traiciono. La abandono.
De nuevo.
Pienso eso mucho. Paso mucho tiempo pensando en todas las veces que no
estuve allí para ella. Cómo no pude salvarla...
Esa fue la primera y única vez que mis padres fueron invitados a participar de
mi sesión de terapia. No puedo recordar exactamente lo que les dije ese día en el
sofá, pero mi médico decidió que sería mejor si, por ahora, lo manteníamos de uno-
a-uno.
—Sigues hablando de la idea de Sarah. —Se inclinó hacia delante y juntó las
manos delante de ella. Desde aquí, vi dentro de su camisa, la suave subida de su
pecho y la peca asomándose un poco más allá del borde de encaje de su sostén
raído—. Hablemos de la verdadera Sarah. Hablemos de cómo era.
Su uso del tiempo pasado ha quedado atascado en mi garganta, pero lo
empujo.
—Ella es genial. —Le lancé un hueso—. Perfecta.
—Colin, ¿cómo era perfecta? ¿Puedes decirme?
—¿Qué significa eso?
—Bueno, perfecto es una palabra muy fuerte. Una que tiene mucho poder
detrás. Quiero saber qué era perfecto sobre Sarah.
—Todo.
—¿Todo?
—Todo. Su cabello, su cara, su sonrisa.
—Esos son rasgos físicos, Colin.
—Está bien, su risa, su sentido del humor, su torpeza, la forma en que
ordenaba la comida, las cosas a las que tenía miedo, como los zombis. Todo era
perfecto. Ella estaba tan viva. Era la persona más viva que he conocido.
Entrecerré los ojos hacia ella, mis dedos acalambrándose. He estado teniendo
estos espasmos musculares últimamente en mis manos. Creo que puede ser por
50
toda la flexión. Apretar. Aflojar. Apretar. Aflojar.
—Creo que deberíamos hablar de Michael.
Me quedé mirando el piso.
—Vamos a hablar de Michael.
—No. —Me senté con la espalda recta—. No hay nada que hablar.
—Colin, tienes que enfrentar esto en algún momento.
Puede ser. Pero no hoy.
—Con lo que estás lidiando se llama duelo ambiguo.
—¿Qué?
—Ese es el término clínico utilizado para las personas afectadas por una
persona desaparecida. Duelo ambiguo. Es ambiguo porque no sabes cuándo o cómo
hacer el duelo por alguien que simplemente... —Ella levantó las manos como si se
estuviera encogiendo de hombros—. Se ha esfumado.
Tragué fuerte mientras el calor subía por detrás de mis ojos.
—Usted me preguntó cómo era Sarah.
—Sí. —Miró el bloc de notas en su regazo—. Y tú dijiste “perfecta”, Colin.
Perfecto es un término muy cargado. Yo no soy perfecta. ¿Crees que eres perfecto?
—No.
—Pero piensas que Sarah era perfecta.
—Bueno. La escucho, doctora. Nadie es perfecto. Pero sólo hágame un favor,
¿de acuerdo? Vamos a hacer un trato. Yo voy a dejar de hablar de Sarah como si
fuera perfecta, y usted nunca va a utilizar el término “duelo ambiguo” de nuevo, ¿de
acuerdo?
—Colin, creo que necesitas calmarte.
—Estoy calmado —le dije con los dientes apretados.
Apretar. Aflojar. Apretar. Aflojar.
—Estoy completamente calmado. Pero ¿qué le parece si hacemos ese acuerdo,
está bien? Porque ¿sabe qué? No hay nada jodidamente ambiguo acerca de mi puto
duelo.

51
Claire
C
uando abrí la puerta del garaje, era tarde, pasada la medianoche, pero
había una luna llena y gorda colgada en el cielo. Su luz entraba a través
de la ventana del garaje y rebotaba en la capota del Ford Escort.
El auto de Sarah.
Levanté la manija y la puerta se abrió con un chirrido aherrumbrado. Al cabo
de un momento, entré y me senté en el asiento del conductor.
Había un rasgón en el vinilo del asiento delantero, y clavé mis dedos en el
agujero, recogiendo el relleno mientras miraba alrededor del interior. Un
ambientador colgaba del espejo retrovisor. El dial de la radio marcaba la estación
de rock local. Había un poco de polvo en el respiradero.
Envolví mis dedos alrededor del frío volante. Cerrando los ojos, imaginé a
Sarah sentada en el mismo lugar. En mi mente, Sarah se detuvo al lado de la
carretera. Podía oír el clic, clic, clic del intermitente y el crujido de la grava bajo los
neumáticos. El sol poniente rebotaba en el parabrisas.
Sarah pisó el freno y detuvo el auto en el parque. Ella giró su cabeza hacia 52
atrás y exhaló. Iba a irse. Lo había decidido meses atrás. Ya había tenido suficiente.
Suficiente de la escuela secundaria. Suficiente de la mezquindad de estar atrapada
en este miserable pueblo.
Se iba. Podía ir a Nueva York. Había ahorrado dinero. Sabía que su talento
con la actuación no podría ser suficiente en una ciudad como Nueva York. Todos
eran bien y buenos para esta ciudad de mierda en Colorado, pero allí sería
diferente. Sería competitivo.
Pero tenía poder pulmonar y eso ayudaría. Podía afinar. Era un comienzo.
Tenía que intentarlo, antes que pasara el resto de su vida en este pueblo de mierda.
Antes de ceder y casarse, comprar la casa, tener niños y terminar como todos los
demás que conocía.
Antes de renunciar por completo a su único sueño.
Sarah encendió un cigarrillo y exhaló una larga bocanada de humo. Pensó en
sus padres. Su hermana pequeña, Gordinflona. Pensó en Jenna. Michael. Colin.
Dejaba a Colin. Sin siquiera decir adiós. Simplemente iba a abrir la puerta de
este auto y desaparecería en la noche. ¿Cómo podía hacer eso? ¿Cómo podía herir a
todos así?
Dentro de la cabina del auto, en el garaje, abrí los ojos.
No. Sarah no haría eso. Ella podría dejarnos al resto, pero no a Colin. Nunca
dejaría a Colin. No así, sin un adiós.
Toqué el botón del freno de mano. Era casi Halloween. Ya habían pasado
cinco meses. ¿Cómo era siquiera posible? Me preguntaba si Colin estaría al otro
lado de la calle, despierto en su cama, tal vez pensando en mí.
Por supuesto no. No seas estúpida. Sólo piensa en Sarah. Desde debajo del
asiento, saco el encendedor rojo. Lo encontré en la cabina del auto la primera vez
que llegó a casa.
Mi padre metió el Ford en el camino de entrada y recuerdo haberlo observado
como si fuera una bestia que alguien mató y arrastró a casa. Una especie de dragón
de metal.
El auto.
El auto de Sarah. El que ellos buscaron. Aquí estaba. El último lugar del que
se sabe que Sarah había estado. Mamá entró corriendo al baño cuando papá lo
condujo hasta la entrada. Vomitó sin siquiera cerrar la puerta. El ruido de los
fuertes vómitos y la tos era algo que ya no podía separar del auto en sí.
Saqué un cigarrillo del paquete en mi sudadera, lo sostuve entre mis dedos y
usé el encendedor de Sarah. El papel crujió mientras ardía. Inhalé y exhalé,
llenando la cabina de humo. En el espejo retrovisor, pude ver mis ojos enmarcados
por mi cabello rubio. Por un breve instante, me parecía a mi hermana. Tomé otra
calada.
Se suponía que sería mi auto eventualmente. En la trayectoria normal de la
vida, después que Sarah fuera a la universidad, sería mío. Nuestros padres le
comprarían un auto nuevo, y yo conseguiría este Ford Escort usado y lo conduciría
53
a la escuela. A Boulder los fines de semana con mis amigos, lleno de cosas para ir a
acampar.
Allí estaba. Esa vida, esa en la que Sarah estaba todavía con nosotros, estirada
ante mí, brillando con todas sus posibilidades.
Sabía que todo no habría sido mágicamente maravilloso si esa vida todavía
fuera mía. No soy tan estúpida. Mis padres seguirían discutiendo. Mi hermana
todavía se burlaría de mí, a veces cruelmente. Yo aún tocaría el clarinete. Iría a la
escuela secundaria. Sería... normal.
Habría sido una vida normal, llena del ruido típico de la vida. La diferencia es
que no habría sido esta. Esta vida silenciosa en la que estoy atrapada ahora. Tan
tranquila que ni siquiera puedo respirar.
La mayoría de los días me sentía como si alguien me hubiera tirado de dentro
hacia afuera y me hubiera dejado así. Enredada. Retorcida. En un camino roto que
nunca quise tomar.
Tomé otra calada. Pero ahora, en la cabina del auto de Sarah, me sentía bien.
Me consolaba de esta manera. De la misma manera que entraba en la habitación de
Sarah, me ponía su ropa y me acostaba en su cama. Me hacía sentir anclada.
Casi completa.
Como si yo llenara el espacio que dejó atrás al hacer las cosas que ella hacía.
Yo tenía que ser mejor. Así es como me sentía todo el tiempo. Debo ser mejor, más
inteligente y más bonita. Tenía que compensar la ausencia de Sarah para ser una
Claire aún mejor. Tenía que vivir las vidas de ambas ahora.
Ni siquiera estaba loca por eso. No me sentía exhausta, o estresada, ni nada.
Tenía que hacerlo. Sólo tenía que ser mejor. Me hacía sentir más cerca de mi
hermana. Casi como si pudiera deslizarme en la vida que Sarah dejó atrás.
Podría ser Sarah. Podría sanar a nuestros padres. Corregir el dolor. Ir a la
escuela secundaria. Estar con Colin. Vivir la vida que Sarah había dejado
abandonada, la vida que estaba segura sería mucho mejor que la mía. Vivir por las
dos. Hacer las cosas casi normales otra vez.
Anoche oí a mis padres discutiendo. Recientemente se habían vuelto en
contra del otro. Toda la tristeza los despojó, arrancó el amor de ellos y dejó todo en
carne viva y expuesto. Dejando heridas que se infestarán. Tal vez curarán esas
heridas al atacarse unos al otro. No lo sé.
Papá quería enterrar a Sarah. Lo dijo en voz alta. Quería un servicio
conmemorativo y una lápida erigida. Quería que terminara.
Mi madre lo llamó bastardo. Un bastardo egoísta. Dijo que abandonó a su
hija. Como si al cavar sus uñas en la esperanza imposible de que su hija volviera,
después de todo este tiempo, realmente mantuviera a Sarah viva. Como si hiciera
algo más que matar a esta familia.
Cerré los ojos otra vez. Imaginé a mi hermana en este auto. El constante clic,
clic, clic del intermitente. El crujido de grava debajo de la rueda. En mi
imaginación, había un auto por delante, estacionado al lado de la carretera. Un
54
hombre jugueteando con el motor. Sarah mantuvo los faros encendidos, y el motor
en marcha mientras abría la puerta del auto y salía.
—¿Estás bien? —preguntó Sarah. El cálido aire de mayo trajo el olor del
bosque.
—No lo creo —dijo el hombre sonriendo. Se puso derecho. Era guapo y alto.
Tenía una buena sonrisa segura—. Creo que el radiador está roto.
—Mierda. Esperaba que necesitaras un puente. Tengo cables en el maletero.
—¿También tienes un radiador nuevo?
—No —dijo Sarah con una carcajada—. ¿Has llamado al remolque?
—El maldito teléfono no tiene señal aquí.
—¿Quieres que trate de llamar? —Sarah se tocó los bolsillos, buscando su
teléfono.
—Eso sería estupendo. —El hombre dio unos pasos más cerca.
Sarah se dio la vuelta, se subió al asiento delantero y se inclinó hacia la parte
trasera del auto. Rebuscó en su bolsa preguntándose dónde diablos estaba su
teléfono. Tenía que estar aquí. Su cabeza seguía girada, buscando en el bolso,
cuando el hombre se acercó al auto y se inclinó a través de la ventana abierta. Sacó
las llaves del arranque, apagando el motor.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Sarah, sobresaltada, pero más que nada,
confundida.
Él sólo le sonrió. No dijo nada.
—Oye, hombre. ¿Qué estás haciendo? Dame las llaves. —Sarah trató de reír,
pero sus labios temblaban de miedo—. ¿Qué estás haciendo?
A veces había un grito, a veces un grito sordo. A veces no se oía nada. Sólo
silencio.
¿Podría imaginarme todas las maneras diferentes en las que Sarah podría
haber desaparecido? Había muchas. Eso me molestaba más. No importa lo que
inventara, existían un millón de escenarios más.
¿Cómo nos curaríamos si no sabíamos qué pasó? ¿Cómo podríamos seguir
siendo una familia? ¿Cómo se suponía que seguiríamos sin saberlo? ¿Sin Sarah?

55
Colin
M
e desperté antes que la alarma en la mañana del 15 de noviembre. No
sé a qué día le temía más. ¿A hoy o al 12 de mayo?
¿El cumpleaños de Sarah? ¿O el primer aniversario del día en
que desapareció?
Necesitábamos un nuevo sistema del tiempo en este universo. Necesitábamos
dejar de tener todo en ciclos. Levanté la cabeza de la almohada y apagué la alarma.
Era martes. Sólo otro estúpido martes, lo que significaba una clase de gimnasia y
una prueba de física. Excepto que significaba otras cosas también.
Cosas como llevar a Sarah a cenar o a ver una película. Cosas como darle
cualquiera regalo que le compré. Le gustaban las joyas. No como las cosas que les
gustan a las chicas normalmente... diamantes falsos o lo que sea. A Sarah le
gustaban las cosas extrañas. Tenía un pendiente hecho con una tapa de botella, un
collar que era sólo esta vieja llave de hueso. Se aferraba a cosas interesantes. Esa
era Sarah.
Pero en lugar de estar lleno de cosas interesantes, hoy estaba lleno de vacío.
56
Mi madre llamó rápidamente antes de abrir la puerta.
—Colin, cariño, ¿te estás levantando?
Me alejé de ella, tirando de las sábanas conmigo.
—¿Quieres quedarte en casa hoy?
Asentí, y ella dijo:
—Voy a preparar algo para el desayuno.
—Estoy bien —le dije.
—Está bien, pero recuerda que tienes que comer antes de tomar la pastilla. —
Ella colocó la cápsula azul a mi lado—. De lo contrario, te enfermarás de nuevo.
—Está bien.
—¿Quieres que me quede en casa hoy, cariño?
Jesucristo. ¿Qué mierda pasa conmigo? ¿Era tan patético que necesitaba que
mi mami se quedara en casa conmigo? Mierda.
—No, está bien.
Suspiró y me frotó la espalda.
—Si cambias de opinión, cariño, sólo llámame. Vendré a casa.
—Está bien.
Me besó en la cabeza y se fue.
Cada año debería tener un nuevo mes con un nuevo nombre. No podía
manejar una vida entera de revivir el 15 de noviembre cada año. Los aniversarios
son demasiado.
Y este era sólo el primero.
Era el cumpleaños de Sarah. Entonces pasaría Navidad, luego mayo.
Mayo.
Un año.
No podía creer que estuviera allí, esperando en el calendario. Un año sin
Sarah. ¿Qué diablos iba a hacer? ¿Qué diablos íbamos a hacer todos?
Se supone que debo ir a ver a mi psiquiatra hoy. No es la cita habitual; reservó
una sesión especial. Ella puede decirme todo sobre mi duelo ambiguo, y puedo
desear golpear algo. Me dijo que necesitaba tener un plan para hoy.
Se supone que debo comer bien hoy. No tengo que ir a la escuela si no
quiero... eso es parte del plan. La normalidad se puede mantener o no. Todo
depende de mí. Necesito hacer lo que me haga sentir mejor.
En mi mesa de noche estaba la carta de la psiquiatra sobre cómo hacer frente
al día de hoy.
Me dice:
1. Libérate de las expectativas. Date permiso para no estar bien.
57
Esa es jodidamente fácil. Aquí tienes, no estoy jodidamente bien.
2. Crea un pequeño ritual para honrar tu pérdida. Tal vez visitar un hito o
escribir una carta a tu ser querido o reunirte con amigos y familiares.
Llamándolos 20 veces al día y escuchando el sonido del teléfono sonando
como si fuera una puta sinfonía. ¿Qué tal eso para un pequeño ritual?
3. Expresa tus sentimientos a través de una salida creativa, es decir,
pintando, cantando, bailando, escribiendo.
Leer el blog de Sarah una y otra vez. Obsesionado. Eso es creativo, ¿verdad?
4. Habla con otras personas acerca de tus recuerdos. Pregúntales acerca de
los suyos. Comparte a tu ser querido.
La única persona con la que quiero hablar de Sarah ES Sarah.
5. Haz algo que normalmente no harías en memoria de tu ser querido. Haz
una donación en su nombre. Planta un árbol conmemorativo. Regístrate en una
clase que siempre quisiste tomar. Ofrécete voluntario para ayudar en una
caridad.
Grita con toda la fuerza de tus pulmones porque sientes que te estás volviendo
loco y tu estúpido loquero no sabe una mierda de la mierda.
6. Haz algo que te haga sentir mejor. Lee tu revista favorita. Ve a caminar.
Cuídate.
Vete a la mierda, doctora. Odio no poder estar enojado. Odio que otras
personas simplemente quieran que continúe. ¿Por qué todos piensan que saben lo
que necesito? Me dan permiso para estar triste, pero no estoy triste. Estoy enojado.
Estoy temblando de ira porque mi vida explotó ante mis ojos.
En lugar de eso, se les ocurren etiquetas estúpidas como duelo ambiguo. Ellos
esperan que la gente se ponga un rostro valiente, se entremezcle y deje que todo el
mundo haga muecas y sonrisas a medias mientras se encoge de hombros y dice,
“está bien, estoy aguantando” o cualquier otra maldita mentira que está obligado a
decirse a sí mismo cuando es lo más lejos de la verdad. Al menos lo es para mí
porque nada está bien. Hoy es el maldito cumpleaños de Sarah, y ella está
desaparecida.

58
Claire
E
ncontraron sus zapatillas rojas Chuck Taylor a ocho kilómetros de
donde estaba su auto, en lo profundo de los bosques.
Una de ellas estaba desatada, como si se la hubiera desatado y
hubiera metido el pie debajo de la copa de los árboles.
La otra seguía atada.
La nieve las llenaba como pequeños caramelos rojos cubiertos de azúcar.
En la estación de policía, en esa bolsa de pruebas, parecían tan pequeñas,
cuando la nieve se derretía lentamente de ellas, manchando la tela y goteando en el
fondo de la bolsa. No podía imaginarlas que encajaran en los pies de Sarah. No
podía imaginarlas encajando en los míos.
Los zapatos vacíos de Sarah.
Pensé en cómo nunca volverían a ser usados. Cómo ella nunca deslizaría el pie
adentro, cómo sus dedos nunca tirarían de esos cordones y las atarían.
Su habitación en casa estaba llena de cosas que no se usaban. Se quedarían 59
allí, esperando a que Sarah regresara a casa, recogiendo polvo.
Todas las cosas que Sarah dejó atrás.
Cuando vi los zapatos en la estación de policía, un ruido se me escapó. No fue
un sollozo, sino un grito, una conmoción de incredulidad, y mi esperanza
retrocedió cuando me di cuenta de que ahora yo era una de esas cosas. Como sus
ropas, sus joyas, sus discos o sus zapatos.
Yo era sólo otra cosa que Sarah dejó atrás.
Colin
E
staba en 8vo grado el día en que la familia de Sarah se mudó al lado. La
noté de inmediato. Todo el mundo en la manzana lo hizo. Yo montaba
en bicicleta con Michael... sí, ese Michael al que odio ahora y no le
hablo. Pero en ese momento, era mi mejor amigo. Era yo, Michael, y mi amigo,
Rich, que vivía calle abajo.
Antes que la familia de Sarah se mudara, los Croton vivían allí. Estaban bien.
La señora Croton era muy amable y salía con limonada durante el verano cuando
Michael, Rich y yo jugábamos a la pelota. Pero su hija, Felicity, era una total esnob.
No sentí pena de verlos irse. Se fueron en una furgoneta grande, llevándose el
piano, que escuchaba a Felicity tocar en el garaje. Los Evans llegaron en una
furgoneta mucho más pequeña y llevaban sus propias cajas de la furgoneta a la casa
como una hilera de hormigas.
—Vaya, echa un vistazo a la rubia —había dicho Rich cuando Sarah salió por
la puerta en otro viaje a la camioneta—. Seguro que supera a Felicity.
Sarah se dirigió hacia la furgoneta y nos vio a los tres inclinados sobre el
60
manillar de nuestras bicicletas, observando. Ella frunció el ceño un poco, y su
padre se volvió y nos señaló.
—¡Hola chicos! —dijo el señor Evans—. ¿Quieren darnos una mano?
Dejé caer mi bicicleta en la acera antes que siquiera terminara la pregunta.
Rich y Michael siguieron detrás de mí, los tres tropezamos en el césped para dar
una mirada más cercana.
—Hola, chicos, soy el señor Evans. Esta es mi hija Sarah.
Sarah. Sarah Evans. Perfecto.
—Yo soy Colin. —Le ofrecí la mano al señor Evans para que la sacudiera, la
cual tomó con una ligera carcajada. Saludé con la mano a Sarah, aunque ella estaba
parada frente a mí. Ella me devolvió el saludo, con su brazo rígido, y su muñeca
floja.
Me enamoré de ella en ese momento.
Esa fue la primera vez que vi a Sarah Evans. La última vez fue cuando entró
en su Ford Escort rojo y salió de su camino de entrada. Todo en el medio, pasar el
rato con ella, se sintió perfecto, sin importar lo que dijera esa estúpida terapeuta.
Divagues y Tonterías de una Chica Habitante de la Tierra
17 de noviembre
¡Hola, chicos! ¡Bienvenidos a otra hora llena de diversión de Sarah Manía!
En realidad, probablemente sumará más como otros 15 minutos de Sarah Manía,
pero ¿quién está contando?
Así que celebré otro gran fin de semana de cumpleaños con mi grupo.
¡Jenna, Colin, Michael, Dave, y la hermana de Dave, Maria, que no conocía antes,
pero que es tan increíble (te amo en serio, Maria) y yo, ¡bajamos a Boulder para
ver Rent!
Ustedes saben que es mi espectáculo absolutamente favorito de todos los
tiempos. En serio. Sólo quiero crecer para interpretar a Maureen. Sé lo que están
pensando, ¿verdad? ¿No, Mimi?
Todo el mundo quiere interpretar a Mimi porque ella lleva esas grandes
redes de pesca y es la que los salva a todos (aparte de Ángel, por supuesto. Pobre
Ángel. Carita triste, triste) y Maureen no es realmente agradable o genial y trata
a Mark realmente mal, pero chicos, en serio... ¿cuán increíble sería cantar “Over
the Moon”? ¿La canción sobre la vaca? Mugiría tan jodidamente fuerte. Así que,
de todos modos, fue la mejor noche de mi vida. El mejor cumpleaños DE TODOS.
No había suficiente espacio en el auto, así que fui al espectáculo acostada sobre la
falda de Jenna, Colin, y Maria… fue realmente, muy divertido. A Dave no le gustó
el espectáculo porque es un perdedor, pero el resto lo pasó genial. Dave no pensó
que realmente escribiría eso en mi blog, pero Dave debería saberlo mejor que
tentar la voluntad de Sarah Evans. De todos modos, lo que realmente tengo que
decir es esto: Aunque me encanta Rent más que nada en el mundo y aunque lo
único que quiero hacer es crecer, mudarme a Nueva York, y ser Maureen en Rent
61
en Broadway (si alguna vez vuelve a Broadway) incluso con todo eso, no hay
nada como mis amigos.
Ustedes son los mejores. Besos para todos. Especialmente tú, Colin.
¡MUAK!
Claire
E
speré al final de la escalera. Aquí estaba todavía al alcance del oído de
mis padres peleando arriba, pero lo suficientemente lejos que, si la
puerta de su dormitorio se abría, podía deslizarme por el pasillo sin que
ellos lo notaran.
Es tan fácil ser imperceptible. En realidad, es reconfortante, como flotar río
abajo. No tenía que tomar ninguna decisión porque la corriente sólo me llevaba
donde fuera necesario. Se sentía tranquila la forma en como pasaba un día al
siguiente, sin fisuras como los pétalos superpuestos de una flor.
Al principio, hice lo más obvio. Dejé de tocar el clarinete. Cuando empezó la
escuela, dejé la banda. Nadie dijo una palabra. Ni mis padres, ni mi profesor de
banda, ni mis amigos. Mi decisión pasó desapercibida para todos.
Para mí la falta de sonido se sentía como una explosión. Una sinfonía de
silencio, interrumpida por tablas de suelo chirriantes y la brisa como un choque de
platillos que atravesaba las habitaciones. Nunca supe lo fuerte que sonaba el
silencio hasta ese momento. 62
No sé cómo mis padres lo soportan. El silencio constante zumbando en cada
habitación es como una plaga de insectos. Juro que oía el polvo acumulándose y el
corazón del gato latiendo como el mazo contra la piel de un timbal. Pero mamá y
papá continuaron adelante, abriendo y cerrando puertas, jugando a actuar en la
vida, sin siquiera notar el silencio.
—¡Alice, no hagas ESTO! —gritó papá desde arriba, rompiendo el silencio.
Ya no me sobresalto. Para sobresaltarse, una persona tiene que sentir algo
realmente, y yo estaba demasiado entumecida para sentir realmente algo.
A veces, cuando sólo éramos los tres, después que los equipos de búsqueda y
las cámaras de noticias siguieran adelante, me preguntaba si había sido yo quien
realmente había desaparecido. Me imaginaba mi cuerpo sobrecargado y arrojado
en un río, el barro entre mis dedos y pies, mientras pequeños peces mordían y
mordisqueaban mis párpados.
Jodido, ¿verdad? Pero tal vez eso es lo que le pasó a la verdadera Claire y ésta
Claire, sentada aquí en la parte inferior de las escaleras, existía sólo como un eco.
Me sentía incluso menos sustancial que un fantasma. Tal vez en lugar de Sarah
desvaneciéndose y dejando ese gran agujero en nuestra casa, todos morimos en un
accidente de auto y sólo Sarah sobrevivió.
Pienso en estas cosas, pero nunca las digo en voz alta. Mis padres se
desmoronarían si supieran que las pienso. Además, la mayoría de las veces, no
hablo de eso. Como si no pudiera formar los sonidos para empujar las palabras
fuera de mi boca, y mucho menos dejarlas flotar por el aire para que otros las
entiendan.
—¡Dije que NO! —gritó mamá.
Arriba en su habitación, algo pesado cayó, pero no se rompió. La puerta se
abrió. Salí de las escaleras y me metí en el comedor. Estaba oscuro aquí, la mesa ya
no se usaba para la comida, ya no comíamos comidas, simplemente tomábamos
cosas de la nevera al pasar. Ahora que lo pienso, no sé cuándo fue la última vez que
realmente comí. Debe haber sido en la escuela.
Mamá bajó las escaleras con una pesada maleta. Ella se quedó allí, con las
manos sobre los ojos, el cabello cayendo de su horquilla, usando un vestido
arrugado y pequeños zapatos tristes.
—Mamá. —Saltó cuando hablé—. Mamá, ¿qué estás haciendo?
—Ven aquí, bebé. —Sostuvo sus brazos en alto, y casi corrí hacia ella,
abrazándola. Al igual que comer, no podía recordar la última vez que me había
abrazado. Nos sentamos juntas en el primer peldaño de las escaleras.
Fui al grano.
—¿Por qué tienes una maleta? ¿Te vas?
—No. No me voy, bebé. No así. Sólo necesito un poco de tiempo para mí. Tu
padre y yo...
—¿Se van a divorciar? 63
—No, cariño. Sólo necesitamos enfocarnos en cosas diferentes ahora mismo.
Somos personas separadas, y ahora mismo, necesitamos cosas separadas.
¿Separadas? ¿Cómo se puede separar algo? Somos una casa de naipes, todos
precariamente equilibrados unos contra otros, y si te vas, mamá, si te sacas del lío,
el centro cederá y se derrumbará.
La idea de estar sola en esta casa sólo con papá de repente me aterrorizó.
¿Qué nos diríamos el uno al otro? ¿Cómo funcionaría esto?
Ya perdimos a Sarah, quería decir. ¿No soy lo suficientemente buena como
para que te quedes?
—Es importante para mí que sepas cuánto te amo. Sabes eso, ¿no, cariño?
—¿Por qué?
—¿Por qué? ¿Por qué es importante?
—No —dije—. ¿Por qué te vas? ¿Crees que cambia algo?
—Yo... yo ya no puedo respirar en esta casa. No puedo respirar.
¿Crees que yo puedo? ¿Qué importaba? La respiración era para los vivos. Algo
que ninguno de nosotros era.
—¿A dónde vas?
—Voy a pasar una semana en casa de la tía Samantha.
—¿En California?
—Sí.
—¿Puedo ir?
—No, cariño, tienes escuela. Estaré de vuelta el próximo sábado, lo prometo.
Mamá se estiró, tomó mi mano y la besó. Cuando sentí sus labios tocar mi
piel, me estremecí y me alejé.
—¿Lo prometes?
—Sí. —Sabía que estaba mintiendo. Ella se iba. Y probablemente no
regresaría.
Cuando Sarah desapareció, mi familia se congeló, y cuando no volvió a casa,
empezó a agrietarse. Y ahora, me di cuenta de que las grietas eran demasiado
profundas para sanar. Se había terminado.
—¿Qué pasa ahora? —pregunté.
—Me voy, consigo un poco de tiempo libre, vuelvo, y vivimos nuestra vida.
Deja de mentir. Sólo admite que te vas. Eso es lo que quería decir. En su lugar
dije:
—¿Es así de simple?
—Eso espero.
Pensé que era bastante estúpido que mamá actuara como que unas vacaciones
rápidas curarían todo. Ir a un día de tratamiento en el spa, un buen almuerzo de 64
verduras con sólo un toque de limón, seguido de una pedicura; de repente Sarah no
se había ido.
—No lo notaste —dije finalmente.
—¿Qué, cariño? ¿Qué no noté? —Mamá acariciaba mi cabello ahora, como si
fuera el gato de la familia.
—Dejé de tocar clarinete. Dejé la banda. Nunca te diste cuenta.
—Lo hice, cariño. —Me rodeó con sus brazos—. Pensé que necesitabas
hacerlo. Dejo que resuelvas esto tú misma.
¿Y si no quería resolverlo sola? De repente, quería contarle sobre Sarah y
Colin. Sobre la vez cuando se escaparon por el tejado y cómo los oí por la ventana,
sólo un murmullo al principio, pero luego más fuerte. Cómo oí gemir a Sarah y a
Colin susurrándole, y me quedé tan quieta como era posible en la cama, cerca de la
ventana, fingiendo que era yo la que estaba en el techo. Anhelaba ser tan amada y
bella. La que Colin tocaba. El pensamiento de las manos de Colin en mí hizo que mi
estómago revoloteara. ¿Cómo se sentía eso?
Quería decirle a mamá que, si yo desapareciera, en lugar de Sarah, ella nunca
se iría. Nunca dejaría a Sarah, no de la manera en que me deja a mí.
Quería contarle todo esto sólo para hacerle daño. Para recordarle que todavía
estoy aquí, muriendo, pero por ahora, todavía aquí.
—Tal vez estaré muerta cuando regreses. —Ni siquiera intenté detener las
palabras. Quería lastimarla, sólo una vez, antes que me dejara.
—Cariño, ¿por qué me dirías eso?
—Podría ocurrir. Podría caer del techo, o un auto podría saltar el bordillo y
cortar mi camino hacia la escuela. Mucho pasa en una semana.
O una vida.
—Claire, por favor, no hables así.
—¿Por qué no? Todos los demás pueden hacer lo que quieren. —Me volví y
subí las escaleras, pasando la puerta de la habitación de mis padres. En el interior,
podía oír a papá por teléfono con alguien, hablando en voz baja. La puerta principal
se cerró de golpe.
Y entonces éramos dos.

65
Colin
D
urante el año que Sarah desapareció, la llamaba y me preguntaba
dónde estaría su teléfono. ¿Estaba bajo el agua? ¿Estaba flotando en el
espacio, el sonido rebotando desde Júpiter? Pensé que tal vez su
teléfono estaba cerca de donde ella estaba, y algún extraño agradable lo recogería.
El buen desconocido diría:
—¿Hola? ¿Hola?
Y yo diría:
—¿Hola? ¿Hola? Estoy buscando a Sarah Evans. Éste es el teléfono de Sarah.
El agradable desconocido diría:
—Acabo de encontrar este teléfono en las dunas de arena. Oh espera, ¿esta
chica Sarah que estás buscando, es rubia? Porque hay una hermosa chica rubia
sentada aquí en la arena, mirando el océano, y parece un poco triste y un poco
confundida. Déjame ponerla al teléfono.
Y en cuanto oyera mi voz, todo se uniría. Porque seríamos Sarah y yo. 66
Dicen que no saber es lo peor, que el cerebro humano puede manejar la
mierda que suceda. Mierda real, como la muerte, y que encuentra maneras de
protegerse. Los seres humanos pasan por las etapas del duelo: negación, ira,
negociación, depresión y aceptación.
Las conocía de memoria.
Mi psicóloga decía que yo estaba atrapado en la ira. No me había graduado a
negociación todavía, y una pequeña parte de mí se preguntaba si eso era lo que era
esto. ¿Estaba negociando con el universo? Negociando con Dios (pero no creo en
Dios, ya no). Rogar por favor, por favor, por favor, que hubiera un horrible error
universal, y que Sarah estuviera viva en alguna parte.
Pero si el cerebro puede manejar todas esas cosas terribles en el mundo, ya
saben: autos bomba, tiroteos en una escuela, bebés cortados a pedazos, lo que sea;
lo que no puede manejar es no saber. Como pasar el resto de tu vida esperando que
el teléfono suene, que la puerta se abra, que alguien te diga lo que pasó la noche
que Sarah Evans desapareció.
¿Cómo terminó? Eso es lo que el cerebro quiere saber. ¿Cómo terminó?
¿Podría aceptar que Sarah se hubiera ido si supiera exactamente cómo
sucedió?
Mi terapeuta dijo que, ya que pasó un año, necesitaba un cierre. Me dijo que
fuera al servicio conmemorativo de Sarah. Mis padres fueron conmigo, con una
mano en cada uno de mis hombros, como si nos dirigiéramos hacia la silla eléctrica.
La madre de Sarah no fue. El servicio es parte de por qué se fue. No quería
que la esperanza terminara, supongo. No podía dejar de lado la oportunidad,
aunque escasa, de que todo este tiempo después, Sarah pudiera entrar caminando
por la puerta principal. Que la policía llamara y dijera que la encontraron, miembro
de un culto, con el cerebro lavado, pero viva, o que la encontraron vagando por otra
ciudad, una amnésica que no sabía su camino a casa. Cualquier cosa.
Se escuchan esas historias de personas desaparecidas durante diez años, que
de repente se encuentran cuando salen del sótano de sus captores o cuando alguien
los identifica en el parque, reconociendo su rostro de cerebro lavado. Sucede.
O tal vez podría enterrar a Sarah, si alguna vez encontraran algo que enterrar.
La señora Evans quería algo más que aquella habitación aburrida, esa gente,
esa foto de Sarah de frente, rubia y hermosa, sonriente, y tan llena de vida que te
preguntabas cómo cabía todo dentro de ella. Y entonces te dabas cuenta, con un
duro golpe frío en el estómago, que ya no lo hacía.
La señora Evans no podía despedirse de Sarah. Pero podía despedirse del
padre de Sarah, que estaba en la parte delantera de la habitación en la funeraria
como un anfitrión extraño y triste.
¿Era peor encontrar o no encontrar un cuerpo para este tipo de servicio? Si
tuviéramos un cuerpo en la funeraria, ¿cómo sería? ¿Sería más difícil porque sería
Sarah, toda vacía y brillante?
La gente muerta siempre luce brillante, como un regalo envuelto, pero no
deseado.
67
Y si encontraran un cuerpo, no podría tocarla, aunque estuviera justo allí
frente a mí, porque nadie toca gente muerta.
Sin embargo, yo lo hice una vez cuando tenía once años. Mi abuelo murió, y
aunque mi madre me dijo que era demasiado joven para ir al funeral y que
simplemente me fastidiaría completamente, mi papá dijo que estaba bien. Cuando
llegué al frente de la línea, estaba mi abuelo en esa caja.
Es extraño cómo presentamos a los muertos. Como un regalo brillante en una
caja.
Llegué al frente de la fila y me arrodillé junto a su ataúd, y se suponía que
debía rezar. Pero no sabía qué decir, así que me senté allí con mi cabeza inclinada.
Antes de unirme a mis padres, que estaban hablando con mi tía Lisa, extendí la
mano y lo toqué.
No su rostro o su mano porque sabía que estaría frío, y no quería sentir eso.
Le toqué el brazo. Sólo un toque al principio, pero luego lo froté, como si
estuviera tratando de despertarlo de una siesta. Alcé la mirada. Mi tío Mike me
estaba mirando, así que aparté la mano. Nunca hablamos de eso.
Fue hace años, pero si cierro los ojos y me concentro, siento su traje y debajo
de él, la rigidez de su brazo contra mi piel. Eso fue real, ¿saben? La muerte era real.
Y sabía eso, incluso siendo un niño pequeño.
Pero si hubiera sido Sarah en una caja en la parte delantera de esa habitación,
¿qué pasaría entonces? ¿Me sentiría como si hubiera terminado realmente?
¿Podría seguir adelante o simplemente seguiría desmoronándome?

68
Claire
Q uerida mamá,
No estoy muy segura de qué decir. Esta es probablemente la
centésima vez que escribo esta carta. Sigo pensando en nuestra conversación en
la escalera. Una semana. Dijiste una semana. No ha pasado una semana, mamá.
Han pasado dos meses. Mentiste. Con toda honestidad, creo que eso es lo que
quiero que confieses, sobre todo. Quiero que admitas que cuando te sentaste en
esa escalera conmigo y dijiste que estabas tomando unas vacaciones en casa de
tía Samantha, mentías. ¿Recuerdas que necesitabas salir de la casa? Dijiste que
no podías respirar. Recuerdo eso más que nada.
No podías respirar. ¿Realmente creías que yo podía? ¿Que papá podía? Sólo
te fuiste. ¿Qué clase de madre eres PERSONA eres? A veces te odio. Realmente lo
hago. Miro a papá, y creo que por lo menos él reunió la fuerza para hacer lo que
pensaba que era correcto. Él quería seguir adelante, mamá. ¿Qué tiene de malo
eso? 69
Sarah se ha ido, y no volverá. Tal vez papá no quería vivir su vida atrapado
en esta prisión, porque así es como se siente. Es una maldita prisión. Pensé que no
querías una tumba porque no había nada que enterrar. Pensé que era físico. Pero
supongo que no querías una tumba porque entonces habría terminado realmente.
Porque sabes qué, mamá, había algo que enterrar. Había dolor. Había
miedo. Había tristeza. Había duda sobre cómo seguir viviendo una vida. Quiero
enterrarlo todo. Ni siquiera me preguntaste qué quería hacer o cómo me sentía.
Parecía que tan pronto como Sarah desapareció, yo ya ni siquiera contaba.
Simplemente conseguiste un pase libre y una salida. Ese día, sentada en la
escalera, supe que mentías. Quiero que sepas que lo sabía. Cuando te escuché
cerrar la puerta, sabía que nuestra familia había terminado. Por lo menos Sarah
no optó por irse.
He aceptado que te fuiste para siempre. Quiero decir, tanto como sea
posible. Te escribo esta carta porque quiero que sepas que ya no me importa. Ni
siquiera quiero que vuelvas. Ya no importa. Cualquier daño que hayas hecho ya
está hecho. Además, para que sepas, te estás perdiendo todo. Todo. Voy a
aprender a conducir pronto, y te lo perderás. Me uní a un club de arte en la
escuela e hice nuevos amigos, y te perdiste eso también. Estoy viviendo, mamá.
Estoy viviendo, y te estás perdiendo todo.
Me doy cuenta de que no era lo suficientemente buena como para que te
quedaras, que no valía la pena para que lucharas y atravesaras el dolor. ¿Y
realmente creías que eras la única que sufría? ¿Puedes realmente ser tan egoísta?
Este ha sido un año tan largo. Me siento vigilada todo el tiempo. La gente de la
escuela me evita. Incluso algunos de mis viejos amigos. ¿Sabes cómo se siente eso?
Camino por los pasillos de la escuela, y es como si todos esperasen que hiciera
algo. Ellos esperan que me vuelva loca o me desmorone. Ya ni siquiera sé.
Ellos me observan de la misma forma que observas una cosa en el zoológico.
Una criatura que no entiendes. Me observan como si el dolor fuera pegajoso. Pero
no me desmoroné. Sólo seguí caminando. Seguí respirando.
Cada mañana, me despierto y me digo que voy a superar este día, sólo uno.
Hice eso durante un año entero, mamá.
Sólo quiero saber... si yo lo hice, ¿tú por qué ni siquiera lo intentaste?
No te enviaré esta carta. Voy a tirarla con las otras cien cartas que te escribí
desde que saliste por la puerta. Probablemente la haré pedazos, la esconderé en
mi bolso y esperaré a tirarla en alguna parte. No quiero que papá la encuentre.
Hoy es el servicio conmemorativo. Vamos a honrar a Sarah. Vamos a
despedirnos. Y no estarás aquí.

70
Colin
E
n lugar de un ataúd, había una foto de ella en la parte delantera del
cuarto, una que mostraba su rostro, su sonrisa, y todo ese hermoso
cabello rubio.
Tenía el cabello más suave. Juro que podrían haber hecho almohadas de él. Al
mirar esa foto, no pude evitar pensar en las cosas que encontraron: su zapato, su
auto, su pulsera y su camisa.
La camisa estaba rota.
Rasgada.
Pasé mucho tiempo pensando en esa camisa rasgada. Pensé en Sarah, con los
ojos cerrados, el cabello sobre el rostro y la camisa rasgada. Entonces sentí como si
alguien me hubiera dado un puñetazo en el estómago. Sentí como si alguien
estuviera tratando de sacar mis huesos de mi piel, y envolví mis brazos alrededor
de mis costillas para mantenerlas a salvo.
Esa camisa me llenaba de rabia hirviendo. Mi cerebro buscaba a la persona 71
que la rasgó, subiendo por el paisaje de horribles pesadillas. Quería
desesperadamente encontrar a la persona, la única persona que me quitó la vida y
la destrozó. Quería hacerle daño y seguir lastimándolo. A veces, lo pensaba tanto
que me olvidaba de respirar.
Pero allí de pie en la habitación, con la foto de Sarah y su suave cabello, me
sentía débil y cansado, como se veía el señor Evans.
Parecía más viejo, su cabello salpicado con más gris que la última vez que lo
vi, su rostro pálido y hueco, como si se le hubiera hecho un hueco dentro como una
especie de calabaza de Halloween. Se frotaba las manos, hacia adelante y atrás,
varias veces mientras hablaba con los otros padres que se movían y asentían
tristemente. ¿Por qué todos asentían así?
Mis padres me guiaron en su dirección, y me sentí mareado. El olor en la
habitación era insoportable, esta nauseabunda mezcla de flores, perfume de madre,
loción de después de afeitarse de los padres, y el incómodo sudor de chico de
secundaria.
En la esquina, Jenna estaba sentada en uno de los grupos de sillas. Planeaba
ir a la fiesta con Sarah la noche que desapareció. Jenna realmente no había hablado
conmigo desde que los grupos de búsqueda se detuvieron.
Junto a Jenna estaba Michelle Duwell. Ella estaba en la primera fila, llorando
demasiado para alguien que difundió rumores sobre Sarah cuando empezamos a
vernos. Odiaba a Michelle por eso, y mientras pasaba junto a su asiento, todo lo que
quería hacer era agarrarla por la camisa y sacarla.
Debería haber guardias de seguridad en este tipo de cosas, como si necesitaras
pasar algún tipo de prueba para venir aquí y estar triste. Michelle no tenía nada por
lo que estar triste, y por eso, quería que se fuera. Perder y necesitar a Sarah
pertenecía a gente como yo, Jenna, y el señor Evans, no a Michelle Duwell.
Luego pasé junto a esta niña pequeña quien seguía tirando de las pantimedias
que le picaban. No podría haber tenido más de siete u ocho años, y yo habría dado
cualquier cosa por cambiar lugares con ella en ese momento, cuando el padre de
Sarah clavó su mirada en mí.
Se estabilizó y agarró el hombro del hombre a su lado, como si la vista del
novio de su hija muerta sacara la alfombra de debajo de él. El señor Evans me
agarró y me tiró en un abrazo tan fuerte que golpeó una silla plegable. Miré
fijamente los remolinos del estampado en la alfombra de la funeraria mientras me
apretaba como si tuviera algún secreto que pudiera forzar a salir.
Sé lo que quería saber. Era lo mismo que la policía quería saber. Mierda, era
lo mismo que yo quería saber. ¿Dónde estaba Sarah? ¿Dónde? ¿Dónde?
—Gracias, Colin —murmuró en mi hombro—. Significa mucho que hayas
venido.
—Está bien. —Le di un golpecito en la espalda, y luego me concentré en la foto
de Sarah en la parte delantera de la habitación. Pensé en cómo sonaba su risa, y por
una fracción de segundo, no lo pude recordar. ¿Cómo era posible? Sólo había
pasado un año. Pero entonces el sonido se precipitó, y pude oírla decir mi nombre,
toda luz y risa. 72
Entonces la habitación comenzó a girar un poco.
—Sarah realmente te amaba. —El señor Evans sujetó sus manos en mi
hombro.
Me costó siquiera mirarlo. En sus ojos, vi la misma tinta negra que sabía
llenaba los míos, el mismo deseo, la misma tristeza. Sus ojos reflejaban mi propio
dolor.
Mis padres se movieron incómodamente detrás de mí, esperando su turno
para hablar con él. Mi madre estaba del lado de la madre de Sarah en este caso.
Pensaba que era demasiado pronto hacer un servicio, que todavía había algo que
esperar.
Oí a la señora Evans, que estaba abajo en nuestra cocina, hablando con mi
madre poco antes que se fuera. Supongo que por entonces el señor Evans ya le
había dicho que quería realizar el servicio. Supongo que fue cuando las cosas se
pusieron muy mal.
Oí su voz, alta y metálica como la lluvia salpicando metal. Oí la voz de mi
madre, baja y calmante, seguida por los sollozos, y los gritos desgarradores de la
señora Evans. Arriba, tiré mi silla de escritorio contra la pared, y una pata se
rompió. Realmente no recuerdo haberlo hecho. Sólo recuerdo haber oído a la
madre de Sarah llorando y creyendo que esto nos estaba matando a todos.
Todos íbamos a morir por haber perdido a Sarah.
Entonces lo siguiente que supe fue que la silla estaba destrozada, las astillas
salían de mi alfombra. Mis manos estaban cortadas y hacía un esfuerzo por
respirar. Lloré más fuerte que nunca. Mi padre corrió escaleras arriba y siguió
llamándome hijo, lo cual era extraño porque nunca hacía ese tipo de cosas.
Él dijo:
—Colin. Colin. Respira, Colin. Cálmate, Colin. —Me sentó en el borde de la
cama, limpió el desorden y nunca más me lo mencionó.
Al día siguiente, después de la escuela, llegué a casa y había una nueva silla.
Esta era de metal y fría al tacto, y por alguna razón, eso me hizo sentir mejor. Me
gustaba que no pudiera destruirla. Me gustaba saber que todavía había cosas por
ahí que no se rompían.
Los dedos del señor Evans se clavaron en mi brazo. Quería que lo soltara, pero
no podía moverme.
—Ella te amaba —dijo de nuevo, apenas más que un susurro.
—Yo…
—Ella te amaba —dijo, más alto esta vez, asintiendo—. Ella te amaba. Tienes
mucha suerte porque de todas las personas del mundo ella te amara. Te escogió,
Colin. Te escogió. Mira alrededor. No era ninguno de ellos. Fuiste tú.
En este punto, sólo quería que él me soltara. Sabía que estaba herido, pero se
empezaba a sentir como si su dolor quisiera meterse dentro de mí y yo no tenía
espacio para el dolor de nadie más. 73
No quería pensar en que Sarah me amara porque eso sólo me hacía pensar en
sus besos, la forma en que su piel se sentía tan suave y cómo olía. Pensé en cuando
nos escabullimos fuera de su dormitorio y encima en el techo, cómo mordió mi
camisa para evitar hacer cualquier ruido porque estábamos justo al lado del
dormitorio de su hermana.
Dios mío, todo lo que estoy pensando ahora es estar dentro de ella, lo bien que
se sentía, y cómo todo lo que realmente quería era estar con Sarah. Sentía que me
estaba poniendo duro. En mi pánico, me recordé nunca, jamás, jamás contarle a mi
terapeuta acerca de esto porque me encerrarían para siempre.
—Tienes que conservar eso, Colin. —Los ojos del señor Evans comenzaron a
humedecerse, y de repente todo el perfume y la colonia ahogaron el oxígeno en esta
habitación—. Tienes que mantener eso y llevarlo siempre. Porque entonces una
parte de ella, una parte de mi hija... —Un sollozo, como un bocinazo, salió de él.
Una mujer que no conocía apareció junto a él, se acercó y le frotó la espalda.
Quería decir algo, cualquier cosa, pero mi lengua estaba muerta y seca dentro
de mi boca. Y él todavía sostenía mis brazos. Detrás de mí, mi madre empezó a
llorar.
Pero el señor Evans recobró la compostura, sacudiéndose como un boxeador
en el ring listo para una nueva ronda de golpes a la cabeza.
—Mantén su amor vivo en ti. Porque ella era un amor puro y completo,
¿verdad, Colin? Ese amor permanece ahí, en el universo. Ella permanece viva si
nosotros... —Soltó mi brazo el tiempo suficiente para hacer un puño y golpearlo
contra mi pecho no tan suavemente—. Si la mantenemos viva. Puedes hacer eso por
mí, ¿verdad, Colin? Mantenla viva. Mantenla viva aquí, dentro de ti, como no
pudimos... —El señor Evans empezó a llorar de nuevo, y una burbuja de flema de
vómito se elevó en mi garganta—. De la forma en que no pudimos... no pudimos...
Ahora sonaba como un disco roto, y mi padre comenzó a desprender los dedos
del señor Evans de la chaqueta de mi traje, diciendo:
—Mark, suelta Mark. Vamos, amigo, suéltalo. —Cuando finalmente lo hizo,
me tropecé lejos, finalmente libre de este horrible momento.
Me alejé de todos ellos, incluso cuando mi madre dijo mi nombre y me
extendió la mano, diciendo:
—Colin, espera, cariño. —Pero volaba lejos, y me preguntaba si esto es lo que
siente un fantasma, pasando toda esa tristeza.
Me volví hacia la puerta y golpeé los hombros con mi amigo Ben, quien me
miró y supo que necesitaba salir inmediatamente, así que me agarró y me sacó
fuera.
El aire llenó mis pulmones de la manera que llena a un recién nacido. Se
sentía tan bien que empecé a reír, incluso cuando la corriente constante de nuevos
dolientes para dar sus respetos subía los escalones de la entrada. Estos eran chicos
que yo conocía, sus padres que no conocía, que al principio pensaron que estaba
llorando, lo que les hizo fruncir el ceño. 74
Pero luego se dieron cuenta de que me estaba riendo alto y fuerte, demasiado
fuerte para esta noche tranquila y triste, y hacían muecas de absoluto horror y asco,
chasqueando sus lenguas y negando. Su reacción sólo me hizo reír más fuerte antes
que Ben me empujara todo el camino por los escalones de la entrada, hacia la parte
trasera del edificio hacia el basurero donde me sacudió hasta que me detuve.
—Colin, hombre, cálmate —dijo Ben mientras nos encendía un cigarrillo a
cada uno.
Lo tomé, viendo cómo temblaban mis manos. ¿Quieren oír algo gracioso?
Practico atletismo, y todavía fumo. Es una de las únicas cosas fantásticas sobre ser
un adolescente. Eres jodidamente invencible. Al menos, esperas serlo.
Ben me pasó el cigarrillo y luego la botella. La tomé y marqué el número de
Sarah porque necesitaba escuchar el constante timbre, sonando, sonando como un
latido de corazón. Necesitaba pensar en ese timbre flotando en todo ese vacío del
espacio, una llamada que nunca tendrá respuesta, sonando por toda la eternidad.
Mi llamada a Sarah Evans flotando en el vacío.
Excepto que no fue lo que pasó. En su lugar, oí su voz, la voz de Sarah, toda
alta y dulce.
—Hola, soy Sarah. ¡Ya sabes qué hacer!
Pero yo no sabía qué hacer.
En vez de eso, vomité todos los zapatos de Ben. El único pensamiento en mi
cabeza fue: Está viva. Su buzón de voz está encendido. Jodido Jesucristo, Sarah,
estás viva, ¿no?

75
Colin

—H ola, soy Sarah. Ya sabes qué hacer.


—Sarah, soy yo. Yo... mierda, mmm, no sé lo que estoy
haciendo. Estoy sentado aquí, en la ventana, mirando tu habitación. Cristo, eso
suena pervertido, pero ya sabes a lo que me refiero. Sólo te echo de menos. —Mi
voz cayó a un susurro. Aunque estaba solo, me preocupaba que alguien me oyera—.
¿Dónde estás, cariño? ¿Dónde fuiste que no puedes volver? ¿Por qué no puedes
volver?
Colgué el teléfono. Sabía que tenía que dejar de hacer esto. Había pasado una
semana desde el servicio, y dejaba unos tres mensajes al día, a veces más.
Eventualmente, llenaría su correo de voz ¿y luego qué? ¿Cómo llenaría ese agujero
negro dentro de mí?
No se lo había contado a mi terapeuta. ¿Qué le diría de todos modos? ¿Llamo
obsesivamente a mi novia muerta con la esperanza que ella atienda, simplemente
porque su correo de voz se encendió inesperadamente en el servicio
76
conmemorativo? Eso tiene sentido, ¿verdad? Ese es el tipo de mierda que los chicos
de dieciocho años hacen todo el tiempo.
—Hola.
Su voz me sobresaltó porque sonaba mucho como la de Sarah, pero no lo era.
Alguna parte de mi cerebro sabía que no lo era, sabía quién era, pero había otra
parte que sólo esperaba que tal vez, Dios, tal vez...
Abrí la ventana completamente y saqué la cabeza.
—Hola.
La hermana pequeña de Sarah, Claire, se parecía mucho a Sarah. Tenían la
misma sonrisa; la que Claire me daba ahora.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó, inclinándose fuera de la ventana de
Sarah.
Oh, ¿yo? Nada. Sólo dejándole mensajes para tu hermana muerta. ¿Tú?
—Nada. —Me incliné por la ventana y encendí un cigarrillo. Mis padres me
matarían si me atraparan fumando, pero podemos seguir adelante y añadir eso a la
larga lista de cosas que no me importaban ahora—. ¿Qué estás haciendo ahí?
Claire miró hacia atrás, a la habitación de Sarah y luego me miró fijamente.
Por un minuto, pensé que iba a volverse loca y me iba a lanzar una buena por
atreverme a preguntarle qué estaba haciendo en el cuarto de su propia hermana.
Pero ella se encogió de hombros.
—Nada.
Hubo una larga pausa, y escuché el barrio. Sonaba muy tranquilo, sin autos,
un perro solitario ladrando en alguna parte de la otra calle. Parecía tranquilo y
seguro. Tal vez sólo tranquilo y vacío.
—¿Puedo probar uno de esos? —Claire señaló mi cigarrillo.
—¡No! —dije, sintiéndome sorprendentemente protector—. Tienes doce.
—Dieciséis. ¿Y?
—¡Y! —Golpeé el rojo brillante contra el lado de la casa y lo vi caer en la
hierba, esperando que dejara de arder. Doblé el resto en un pañuelo que guardaba
en el bolsillo de mis jeans para tirarlo más tarde—. Eres demasiado joven para
fumar.
—Tú no eres mucho mayor que yo.
—Lo suficientemente mayor.
—Como quieras, Colin.
Me estremecí, deseando que no hubiera dicho mi nombre. Sonaba igual que
Sarah cuando decía mi nombre. A la luz de la luna menguante, empezaba a
parecerse a ella. Tenía el cabello rubio de su hermana, su sonrisa y su barbilla
puntiaguda. Claire me pareció más mayor de repente, como toda una persona real y
no la peste como a la que Sarah y yo la tratábamos.
—Estás despierta hasta tarde. ¿No deberías estar en la cama? 77
—¡Son las ocho y media! —dijo Claire con un resoplido.
—¿Y?
—Lo que sea, Colin —dijo, y luego, después de un segundo—, te vas a graduar
pronto.
—Sí.
—Y luego te irás a la universidad, ¿no?
Asentí. Ese era el plan, pero en ese momento, no podía imaginarlo. No me
podía imaginar estar lejos de casa, lejos incluso de lo poquito de Sarah que tenía.
Tenía más sentido si, al final del año, me subía a un cohete a Marte para vivir allí
solo. Más simple que los planes que se extendían por delante. Más simple que
pretender estar bien y tratar de seguir adelante.
—¿Estás entusiasmado? —preguntó Claire.
Me encogí de hombros, con la garganta apretada. La verdad era que no quería
irme. Quería quedarme. Para mí, irme significaba dejar ir a Sarah. Irme significaba
estar más lejos de ella.
—Tienes suerte. Desearía salir jodidamente de aquí.
Empalidecí ante su maldición, pero traté de mantener mi cara normal así
Claire no lo sabría.
—Lo harás pronto —dije.
—No lo suficientemente pronto. Todos los demás pueden irse.
Dejé que el comentario colgara, inseguro de qué decir.
—¿Mejora? —preguntó Claire.
No estaba seguro de lo que quería decir. ¿Echar de menos a Sarah? ¿La vida?
—¿Qué mejora?
—La escuela secundaria.
Me reí un poco, lo que se sintió agradable.
—Mmm, depende. Se pone mejor. Pero luego se pone un poco peor y luego se
pone mejor otra vez. Son altibajos. Algo así como la vida. Mi maestro me dijo una
vez que la escuela secundaria era un microcosmos de la vida. Todas las cosas que
sientes en la vida, todo lo bueno y lo malo, sucede en la escuela secundaria, pero en
una escala menor.
Claire asintió, con los ojos fijos en el cielo nocturno.
—No se siente a pequeña escala.
—Sí. Es exactamente lo que pensé cuando lo dijo.
Pasaron unos minutos en los que ninguno de los dos habló. Cuando le eché un
vistazo, me miraba fijamente. De repente, quería hablar con ella sobre Sarah. Tenía
este sentimiento abrumador de que Claire y yo estábamos juntos en esto. Que, en
lugar de estar solo en mi pequeño barco destrozado, Claire estaba conmigo. No
reconocí antes que tal vez Claire era una manera de mejorar.
78
De repente, quería contarle sobre el correo de voz, sobre cómo había una
oportunidad que Sarah todavía estuviera allí. Quería decirle que a pesar de que
celebramos ese servicio conmemorativo, nada había terminado. Sarah seguía allí, y
necesitaba nuestra ayuda.
Las palabras subieron por mi garganta cuando Claire repentinamente dijo:
—Bueno, nos vemos, Colin. —Y cerró la ventana antes que yo respondiera.
Bajó las persianas y me dolió el corazón. Ahora tenía que esperar hasta que las
abriera de nuevo para ver la habitación de Sarah. Si las abría de nuevo.
Me senté en mi escritorio y encendí mi computadora portátil bajo el disfraz de
hacer un trabajo de la escuela. Pero no lo hacía. No hacía mucho trabajo escolar
este año. Mis calificaciones patinaron; otra razón para que la terapeuta y mis
padres se retorcieran las manos y se preocuparan, pero no preguntaran qué estaba
mal. Ellos ya sabían, así que ¿por qué hablar de ello?
Mi beca de atletismo me llevó a la universidad estatal. Dicho esto, no me hice
ningún favor al cagarla. Debería haber estado mejor después de un año. Debería
haber avanzado, salir, pensar en la universidad, y toda esa mierda.
Claire, la hermana de Sarah, funcionaba mejor que yo. Creo que me sentía
mejor, tal vez no mucho, pero un poco hasta que hice esa llamada telefónica en el
servicio conmemorativo.
Hasta que oí su voz diciéndome que era ella.
Como si me estuviera diciendo que no siguiera adelante, que no la olvidara.
Como si me estuviera diciendo que la salvara.

79
Colin
U
nas semanas después del servicio conmemorativo, justo antes de la
graduación, dejé el mensaje que lo cambió todo. No estoy seguro de
cuándo se convirtió en parte de mi día, pero en algún lugar de todo
esto, llamar a Sarah y dejarle mensajes se hizo tan natural como conducir mi auto,
subir las escaleras en la escuela, o recoger una bandeja de plástico mientras
esperaba en la fila para el almuerzo.
Nunca pensé que fuera extraño o malsano; sólo lo hacía. Se sentía bien.
Hablar con Sarah importaba. Decirle lo que pensaba o lo que me pasaba, se sentía
como que aún estábamos juntos. Mantenía la tristeza a raya. Cuando no llamaba,
todo lo demás se sentía amortiguado, como vivir bajo el agua.
—Hola, soy Sarah. ¡Ya sabes qué hacer!
—Hola bebé. No vas a creer esto. Estaba sentado en la clase de Butler en el
último período, ¿y sabes lo que pensaba? ¿Recuerdas la vez que nos escapamos de
clase y llevamos el auto de Jamie al mirador? ¿Recuerdas eso? Mierda, ni siquiera
tenía licencia. No puedo creer que me dejara llevarme su auto. Encontramos esa 80
tiza en la parte de atrás… ¿por qué demonios tenía tiza en el baúl? Nos reímos de
eso. ¿Te acuerdas? Dibujamos toda esa mierda por las plazas de estacionamiento
en el mirador. ¿Te acuerdas del ta-te-ti de tamaño natural? No espera, ¿el mega ta-
te-ti? ¿Cómo demonios lo llamamos? Ganaste todos los juegos, ¿no? Bueno, estaba
en clase, y no podía dejar de pensar en ello. No creo que estuviéramos saliendo,
¿verdad? Extraño. De todos modos, yo... uh.... bueno. Te quiero. Adiós.
Apoyé mi cabeza contra el frío metal del armario. Independientemente de
cómo me hacía sentir dejarle mensajes a Sarah, sabía que no podía durar. No soy
tonto. Si alguien encontraba el teléfono, y oía todos estos mensajes, la policía
querría hablar conmigo de nuevo. Al menos, me estoy concentrando, otro término
que me enseñó mi terapeuta.
A la mañana siguiente, después de dejar ese mensaje en el teléfono de Sarah
sobre el juego de ta-te-ti que jugamos, abrí la puerta principal y salí con mis padres
para ir a la escuela. Escuché a mi madre decir:
—¿Qué es todo esto? —Y luego empezó a reírse cuando cerré la puerta y
revisaba el seguro.
Levanté la mirada y por toda nuestra acera frente a nuestra casa,
extendiéndose hacia el frente de la casa de los Evans, estaban todos estos dibujos
hechos en tiza de los tableros de ta-te-ti. Sombreadas las líneas cruzadas, X y O, en
todas partes. Justo como el día que Sarah y yo los hicimos. Exactamente como el
mensaje que dejé en su celular.
Mi respiración quedó atrapada en mi garganta, y mi madre se rió y caminó
hacia el auto, con la llave en la mano. Yo me quedé allí, todavía agarrando la
maldita perilla de la puerta, mirando... ¿qué?
¿Qué carajo estaba mirando? Ni siquiera lo sabía. Todo lo que sabía era que
en ese momento me empecé a reír, realmente reír, como si el universo hubiera
jugado esta fantástica broma que todos los demás eran demasiado estúpidos para
entender excepto yo.
Entiendo. Entiendo.
Miren, no estaba loco. Esto ocurrió. Era raro, pero también muy bonito. Sé
que decir que ella me oyó suena loco, pero ¿qué más era?
Ella me escuchó. De alguna manera Sarah me escuchó.
Nunca encontraron el teléfono de Sarah. Ni su iPhone que se rompió semanas
antes que desapareciera. No, el celular con tapa de aspecto tonto que su padre le
dio como castigo. Durante casi un año, sonó y sonó cada vez que llamé. Entonces de
la nada, un mensaje saliente, y ahora esto.
Una señal… ¿qué más podría ser?
¿Y si todavía estaba allí afuera? Todavía viva de alguna manera. Dios, sé que
no tenía sentido. Podía oír lo loco que sonaba cuando enlazaba esas palabras
juntas, pero ¿y si? ¿Y si no desapareciera para siempre? ¿Qué pasaría si sí había
desaparecido, pero qué pasaría si estuviera buscando la forma de regresar? ¿Y si
sólo se fue? ¿Y si me necesitaba para encontrarla? ¿Para ayudarla? ¿Qué pasa si 81
esos mensajes que le dejé, de alguna manera la ayudaron?
No le conté a mi terapeuta nada de esto.
Claire

—M aldito candado.
Tenía unos diecisiete segundos antes que sonara la
campana, y luego llegaría tarde a gimnasia.
De nuevo.
Tiré del candado mientras giraba el dial hacia el cero por quinta vez.
—Vamos.
La entrenadora Keller no iba a dejarme pasar esto. Durante todo el año,
montó mi caso, dándome vueltas extra en la piscina cuando las otras chicas ya
habían salido y estaban envueltas en sus toallas. Siempre me hacía recoger las
pelotas antes de ir a cambiarme al vestuario. Sufrí un año entero de esto, una cosa
tras otra. Si mis otros profesores eran suaves conmigo, y admitía que lo eran,
entonces la entrenadora Keller compensaba su indulgencia con creces.
—¡Vamos! 82
Volví a tirar del candado. La campana sonó a través de los pasillos.
Demasiado tarde. Iba a tener que volver después de gimnasia para recoger mi libro
de química. Al menos el señor Stanton no me daría mierda por llegar tarde a clase.
Lanzando mi bolso sobre mi hombro, corrí por el pasillo que se estaba
vaciando. En el momento en que doblé la esquina cerca de la escalera, yo era la
única persona que quedaba. Sabiendo que estaba completamente jodida, tomé dos
escalones a la vez. Fue entonces cuando lo escuché.
—Sarah.
Mi corazón se congeló por un segundo. Miré hacia atrás por la escalera vacía.
Genial, ahora escucho cosas. Abrí la puerta del Pasillo C y luego lo oí de nuevo, más
fuerte esta vez.
—¡Sarah!
No tuve la oportunidad de mirar hacia atrás antes que agarrara mi muñeca,
golpeando mi bolso fuera de mi hombro, y me empujara contra el casillero.
—Sa…
—¡Colin! —Estaba sin aliento, como si acabara de correr—. ¿Qué estás
haciendo?
Parecía loco, con la frente llena de sudor. Sus ojos parecían grandes platillos
gordos.
—¿Qué... Claire? Yo... yo... —tartamudeó, soltó mi muñeca, y dio un paso
atrás—. Claire —dijo mi nombre de nuevo y luego—: Por supuesto.
—Colin, ¿estás bien?
—Estoy… sí. Estoy bien.
—Colin. —Estiré la mano para tocar su brazo, pero él se estremeció. Dejé caer
mi mano. Oí que mi corazón golpeaba dentro de mí.
—Yo sólo... sólo pensé... mierda. —Exhaló y bajó la cabeza. Colin se frotó las
manos con fuerza sobre los ojos.
Como si estuviera tratando de borrarla. Y a mí. Y ahí fue cuando me golpeó, la
fría y repentina comprensión de que Colin pensó que yo era Sarah. Me persiguió
porque me confundió con ella.
Colin me vio en el pasillo, o bajando las escaleras, y sintió; de hecho, creyó,
que yo era Sarah. Que Sarah había vuelto. Que finalmente, después de todo ese
tiempo, la había encontrado de nuevo.
Pero sólo era yo. Y nunca seré Sarah. No importa cuánto me esfuerce. Busqué
decepción en sus ojos, pero sólo encontré tristeza.
—Entonces, eh... —Colin se aclaró la garganta y se pasó los dedos por el
cabello. Los bordes de sus ojos estaban pintados de rojo, y por un segundo pensé
que iba a llorar.
—Colin, ¿estás bien? 83
—¿Adónde ibas? —preguntó, intentando fingir que no pasaba nada.
—Gimnasia.
—Está bien. —Miró a lo largo del pasillo vacío—. Déjame acompañarte.
—No tienes que hacerlo.
—No, es genial. —Se agachó y recogió mi mochila—. Es lo menos que puedo
hacer ahora que te hice llegar tarde.
Cuando deslizó la bolsa por mi brazo y me colocó la correa por encima del
hombro, piel de gallina corrió a través de mi piel, y los pensamientos llegaron.
¿No podemos fingir, sólo por esta vez? Finjo ser ella, y tú finges que soy ella,
sólo una vez. Ambos pretendemos que soy Sarah, y tú... me besas. Por favor, Colin,
¿sólo esta vez?
Después de todas esas noches, escuchándolos en el tejado, pensando que se
salían con la suya. Todo ese tiempo, quería que fuera yo.
Sólo por esta vez, puede ser yo. Por favor, Colin. Nunca hablaremos de ello.
No hay nadie aquí, y nadie lo sabrá.
—¿Estás bien? —Él apoyó una mano en mi hombro, y el calor de esta rodó por
mi espalda como agua tibia.
—Sí. Estoy bien. ¿Tú?
Colin asintió. Y allí creció: una ligera acumulación, una sola lágrima
temblando en el rabillo de su ojo. Cerró los ojos y, simplemente así, desapareció.
Sólo fingir que soy ella porque quiero serlo. Quiero ser ella por ti. Mierda,
quiero ser ella por mí.
—Tú, uh... —Colin se aclaró la garganta—. Tu cabello. Está largo. No parecía
así... mmm... de largo antes.
—Sí.
—Es lindo —dijo Colin—. Es lindo... parece... —Se aclaró la garganta de
nuevo—. Apenas te reconocí, Claire. —Levantó su mano y se echó el cabello hacia
atrás.
Estaba tan cerca de mí que apenas podía respirar. Por favor, Colin. Sólo un
beso. Le diste todo. Todo. Pero ahora se ha ido, y nunca volverá. No estoy pidiendo
mucho, sólo un beso. Prometo que nos sentiremos mejor.
—Pronto tendrás que alejarlos con un palo —dijo Colin.
—Sí, lo dudo.
—Vamos. Llegas tarde —dijo.
—Los dos en realidad.
Colin sonrió, y algo dentro de mí se volteó. Traté de memorizar todo.
Memorizar cada segundo de esta conversación para luego poder volver a
reproducirla en mi mente. No quería olvidar nada, aunque sabía que lo haría. 84
Tal vez ese rizo de cabello que caía fuera de lugar. No, no ese. Recordaría ese.
Tal vez la forma en que parpadeó para apartar una lágrima o la forma exacta del
pequeño hoyuelo en su barbilla. El sonido de su voz cuando dijo mi nombre.
Mi nombre.
No el de Sarah.
—Colin —dije mientras caminábamos por el pasillo hacia las puertas del
gimnasio. Tuve que inclinar la cabeza hacia arriba para mirarlo. ¿Cómo se sentiría
girar ese cabello oscuro alrededor de mi dedo como lo hacía Sarah? Quería tanto
tocarlo que me dolía.
—¿Sí?
—¿Cómo estás?
Se rió entonces, un ruido trastabillante, y sonreí.
—¿Cómo estoy? —preguntó.
—Sí. ¿Cómo estás?
—Todo el mundo sigue haciéndome esa pregunta.
—¿Y?
Se detuvo y miró hacia un lado y otro del pasillo como si alguien hubiera
escrito la respuesta en alguna parte. Pasó más de un año. Durante más de 365 días,
vivimos y respiramos sin Sarah. Nos despertamos cada mañana y nos fuimos a la
cama cada noche sin ella. Días de fiesta, cumpleaños, esas cosas seguían
marchando hacia nosotros en la eterna marea del tiempo. Y nunca se detendría. La
vida continuaba sin Sarah. Si de algo sabía, era ese hecho.
—Estoy jodidamente bien, Claire. ¿Tú? —Sonrió, real, crudo, y agujereado con
angustia.
Le devolví la sonrisa, tratando de imitar lo vívido, lo real y vivo que parecía en
este momento.
—¿Yo? Estoy jodidamente bien, también.
—¿Sí? —Arqueó una ceja—. ¿También estás jodidamente bien?
—Sí.
—Bien —dijo mientras nos acercábamos a las puertas del gimnasio—.
Podemos estar jodidamente bien juntos.

85
Colin

—C ol, hombre, vamos a salir esta noche. Llámame, pendejo.


Mis amigos hicieron esto durante meses. Llamaban y
llamaban y llamaban, sin que yo respondiera, así que me dejaban estos mensajes.
Cada tercer o cuarto mensaje, les devolvía la llamada y acordaba salir sólo para
mantenerlos fuera de mi espalda.
Hacíamos cosas estúpidas como antes: manejábamos, fumábamos,
tomábamos café en la cafetería, hablábamos de chicas; cosas estúpidas. Todo el
tiempo que estaba allí con ellos, en todo lo que pensaba hacer era ir al cementerio
donde, en el silencio y la calma, me estiraba en la hierba y le dejaba mensajes a
Sarah.
He mencionado la cosa del cementerio, ¿verdad?
El señor Evans gastó una fortuna en una lápida, así tenía algo a lo que
aferrarse cuando lloraba. Todo el mundo piensa que es jodido porque 86
aparentemente se supone que los padres resisten para siempre, esperando, y
rezando que su hijo llegue a casa. Todo el mundo espera que los padres aguanten
hasta que el estrés y la depresión los atraviese con un agujero, hasta que se caigan y
mueran de un ataque al corazón. Entonces todo el mundo de pie en su funeral dirá
mierda estúpida como:
—Bueno, al menos están juntos en el cielo ahora.
No estaba durmiendo bien, así que iba a caminar. Primero iba a correr, luego
daba un paseo hasta el cementerio, donde me tumbaba en la hierba porque es
realmente tranquilo allí.
Mi terapeuta dijo que no debía ir allí por la noche después del cierre, pero que
estaba bien ir durante el día, sugirió que tal vez llevara a mis padres. Dijo que
estaba orgullosa de mí por comenzar el proceso de duelo, y que tomaba valor
aceptar la verdad. Personalmente, ya no sé cuál es la verdad. La parte que ella no
entendía era que si mis padres vinieran entonces no podría dejarle mensajes a
Sarah, ¿no?
No sabía por qué siquiera lo sugirió porque, honestamente, ellos sólo la
despedirían y me darían un nuevo psicólogo que pudiera impedirme que dejara
mensajes en el teléfono de Sarah. Porque sabía que no era algo normal. Como dije
antes, entendía la fijación y la obsesión. Nueve meses de terapia eventualmente se
clavaban.
Además, me gustaba ir allí por la noche cuando no había nadie más. Mientras
estaba tumbado en su tumba, mi mente dejaba de regresar a ese momento cuando
alguien la raptó. Por un momento, dejaba de hacerme todas esas malditas
preguntas que nunca serían contestadas.
Sabía que no era realmente su tumba porque no había nada debajo más que
tierra, pero aun así intentaba tumbarme justo al lado de dónde estaría, si estuviera
allí abajo. Se sentía muy tranquilo. Eso probablemente suena loco o espeluznante
como la mierda, pero juro que parecía la única vez que sentía que no me estaba
ahogando.
Sólo quería empezar de nuevo, reiniciar.
Volver a antes que Sarah desapareciera. Quería hacer una pausa en mi vida
justo ahí.
O tal vez, para ser muy sincero, quería saltar todo esto, hasta el final de esta
historia a cuando sé la verdad, así finalmente podría empezar a sanar.
Cualquier cosa menos este lugar intermedio sin ella.
Oí la música por la calle antes que llegaran a la calzada. Miré por la ventana y
vi el borde del auto plateado de Rich.
Mierda. Mi teléfono sonó al mismo tiempo.
—Sí —dije.
—Amigo, estás jodido. Esta vez no puedes decir que no.
—Hombre, no puedo.
—Vete a la mierda. Te veo en la puta ventana. Baja ahora. Vamos a salir.
87
—No puedo. —Mi cerebro buscaba algo, cualquier cosa, cualquier excusa por
qué no podía salir un viernes por la noche. Por qué es mucho mejor para mí
sentarme en casa y no hacer nada, sino leer el blog de Sarah y luego ir al
cementerio.
—Col, eres un maldito idiota, pero te quiero hombre. Estoy haciendo esto por
tu propio bien. Baja. La. Mierda. Aquí. Ahora. Mismo.
Hice una pausa, esperando que en el silencio Rich cediera, pero no lo hizo.
Nunca lo hacía.
—No estoy bromeando, hombre. Será mejor que tengas puestos los zapatos,
Colin.
Miré desde la ventana. La puerta del auto se abrió, y él se paró en el camino
de entrada mirándome.
—Te traje un regalo —dijo, levantando la mano. Una delgada bolsa Ziploc se
desenrolló de la punta de sus dedos. Podía ver los porros desde aquí—. Vamos,
Colin, es hora de unirte a los vivos.
Me di cuenta de que no había salida y le dije que esperara. Me puse los
zapatos, me pasé los dedos por el cabello, y agarré mi billetera y llaves de mi buró.
En el camino bajando las escaleras, les dije a mis padres que volvería más tarde.
Levantaron la vista de la televisión con sonrisas apretadas, tratando de no parecer
demasiado entusiasmados o demasiado emocionados de que realmente dejara mi
habitación. Gente viva y real me esperaba fuera para pasar su tiempo conmigo. En
realidad, podría funcionar como un adolescente normal. La respuesta a sus
oraciones.
—No estaré fuera hasta demasiado tarde —dije mientras pasaba.
—Está bien, Colin —gritó mi padre detrás de mí—. Que te diviertas.
¿Qué me divierta? Sí, claro.
Fuera, Rich abrió la puerta del lado del pasajero como si yo fuera una especie
de rey, empujando a Slade fuera del camino. Eric Slade, aunque todos siempre lo
llamaban por su apellido, se convirtió en Michael ahora que Michael y yo no nos
llevábamos bien.
Nunca le pregunté a Rich si todavía pasaba el rato con Michael. Realmente no
quería saberlo. Ben estaba allí también, y cuando me metí en el asiento del
pasajero, me dio una palmadita en el hombro.
—Hola, Col —dijo.
—Y —dije—. ¿Adónde?
—Al lago. —Rich puso el auto en reversa y lo aceleró un poco para que los
neumáticos chillaran, y así, nos fuimos.
El lago estaba a unos quince minutos fuera de la Ruta 17. Estacionamos en el
lugar habitual al lado de la carretera, y me di cuenta que había otros autos allí. Por
lo general, si nadie tenía una fiesta, la gente iba al lago. No había mucho más que
hacer en esta mierda de ciudad. 88
Cortamos camino a través de los bosques, seguimos el camino desgastado y
cruzamos los troncos caídos de la última tormenta. Al pasar por los árboles, la luz
de la luna salía del agua. Ya había gente en el muelle, y alguien había encendido
una pequeña hoguera en la playa. Ben, Rich y Slade se dirigieron al muelle junto al
agua. Ben encendió un porro e inhaló profundamente antes de pasármelo.
—Hola, Col.
Me volví y vi a Marie Conners. Ella y yo fuimos compañeros de laboratorio en
química el año pasado.
—Hola, Marie.
—No esperaba verte aquí. —Sacó el porro de entre mis dedos y se lo llevó a los
labios.
—¿Sí? —Traté de levantar la voz al final, de modo que sonara más como una
pregunta que como un hecho. A decir verdad, no esperaba verme aquí tampoco,
pero eso no parecía una respuesta viable.
Además, ¿qué más debía decir? Desde luego no sabía por qué Marie dijo eso.
Tachen eso, ya que en realidad es una gran mentira. Yo sabía por qué. Sabía lo que
todo el mundo pensaba de mí ahora.
Pero no quería oírla decirlo, así que en su lugar dije:
—Bonita noche.
—Hermosa.
Ella extendió la mano y tironeó de mi cabello.
—Rizado —dijo, mostrándome el pequeño mechón de rizo blanco que había
sacado. Luego devolvió el mismo pedazo, y cuando lo hizo, lo retorció un poco con
los dedos. Sarah hacía lo mismo todo el tiempo, y mi estómago cayó. Esto era tan
íntimo, como si Marie y yo estuviéramos juntos. Aparté mi cabeza lo más
casualmente posible. No quería hacerles daño a sus sentimientos, pero no estaba
preparado para esto. Aún no. Cristo, tal vez nunca.
Rich me vio y se acercó.
—Hola, preciosa —le dijo a Marie—. Crees que podrías compartir ese porro
que nosotros trajimos con... ya sabes... ¿nosotros? —Él hizo un gesto a sí mismo y a
mí.
Marie sonrió y se lo pasó.
—Entonces, Col, ¿quieres dar un paseo por el lago o algo así?
Me revolví, tartamudeando palabras, sonando como un imbécil. Caminar
alrededor del lago nunca era realmente caminar alrededor del lago. Era encontrar
un lugar en el lago donde pudieras liarte. Rich intervino.
—Le encantaría. —Rich me pasó el porro.
—Cinco minutos. —Lo retrasé—. Sólo tengo que hacer una llamada rápida.
—¡Estoy contando! —gritó Marie mientras yo caminaba por el muelle.
La luz de la luna rebotaba en la superficie del agua. Saqué el teléfono de mi 89
bolsillo, pero antes que pudiera hacer nada, Ben pasó su brazo alrededor de mi
cuello, imitando una llave de cabeza. Oí a Marie riéndose.
—Espera, Colin —dijo Ben—. No te escaparás tan fácilmente.
Luego empujó otro porro en mi mano. Ni siquiera quería drogarme, pero
tomé unas pocas caladas de todos modos. No quería hacer otra cosa más que
regresar a casa. Volver a dormir. Retroceder en el tiempo.
—Hombre, no miento —dijo Slade—. Todo el mundo dijo que pasó en la fiesta
de McMann la semana pasada.
—Mierda, no puede ser —dijo Ben, soltándome.
—¿Tracy? —dijo Rich, negando—. Ella simplemente no parece de ese tipo.
—Ponla lo suficientemente borracha y lo es —dijo Slade con una carcajada.
Vi cómo sus hombros se mecían, y de repente quise golpearlo. ¿Qué mierda
estaba haciendo aquí, actuando como si las cosas fueran normales? Ya ni siquiera
quería fingir. Ese era el problema de acuerdo con mi terapeuta. Me niego a
mejorar. Me niego a sanar. La parte que creo que ella no entendía era que no sabía
cómo hacerlo. No tenía la energía para tratar de averiguarlo.
—La sanación está sobrevalorada —murmuré para mí.
—¿Qué, amigo? —Ben me miró, y me di cuenta de que lo había dicho en voz
alta.
—Nada, hombre.
Metí la mano en mi bolsillo, envolviéndola alrededor de mi teléfono. Me
sentía atado cuando estaba en mi mano. Volví a darle una calada al porro y el humo
llenó mi boca. Lo sostuve allí antes de exhalar. Y no sé si fue la hierba o qué, pero
un solo pensamiento horrible burbujeó hasta la superficie de mi cerebro.
¿Dónde estaría ahora si nunca hubiera llamado al teléfono de Sarah ese día en
el servicio conmemorativo? Si nunca hubiera descubierto que su correo de voz se
encendía. ¿Si nunca hubiera marcado ese número de nuevo después del día que
desapareció? ¿Estaría caminando en la playa con Marie? ¿Seguiría adelante?
Maldición, ¿me sentiría vivo?
Este pensamiento fue seguido por lo que me refiero como la Salpicadura de
Agua Fría de La Verdad. No puedo hacerme preguntas acerca de sentirme vivo. No
puedo preguntarles porque Sarah no puede. Si ella no llega a vivir; y ella era tan
perfecta y amada, entonces ¿por qué mierda puedo vivir yo?
Y esa es la razón por la que esta posibilidad que todavía está ahí fuera se hizo
cargo de mi mente. A pesar de lo delgado que era el azar, esa franja de esperanza...
era como un grano de arena con el que envolvía mi mano. Es todo lo que me
quedaba.
Verán, la cosa es, cuando la doctora me dijo que no quería sanar, estaba
equivocada. Quería decirle eso, pero no puedo hablar en esas sesiones.
Simplemente me congelo. El hecho es que, sí quiero sanar. Pero sólo quiero hacerlo
con Sarah a salvo con su familia y conmigo. Sólo quiero que mi vida vuelva a estar
como estaba. La forma en que se suponía que era. 90
—Enseguida vuelvo —dije, levantándome y bajando por el muelle. Los tres
gritaron tras de mí, preguntándome a dónde iba. Insultándome y mandándome a la
mierda por llevarme el porro conmigo mientras caminaba hacia el agua.
—Dijiste cinco minutos, Col —gritó Marie desde el otro lado del muelle—. Se
te acaba el tiempo.
Oh, Marie, ya se me acabó el tiempo. Traté de no reír, pero no pude evitarlo.
Maldita hierba.
Saqué mi teléfono.
—Hola. Soy Sarah. ¡Ya sabes qué hacer!
—Hola, cariño. Es, mmm... tarde. Noche de viernes. Estoy en el lago con Ben,
Slade y Rich. ¿Recuerdas la primera vez que vinimos aquí? ¿Recuerdas lo fría que
estaba el agua? Dios, éramos chicos entonces, solo en la escuela media. Me
gustabas entonces, Sarah. Hombre, era patético. Es increíble que incluso estuvieras
de acuerdo en salir conmigo. —Me reí del recuerdo y luego me ahogué con el humo
cuando tomé otra calada—. ¿Recuerdas ese verano cuando todos nadamos
desnudos? Mierda, estábamos tan drogados. —Tomé una fuerte calada y me senté
en el borde del muelle—. Eso fue divertido, Sarah. Siempre nos divertíamos juntos.
Creo que es la parte que más echo de menos. Estoy aquí ahora, y se siente forzado,
como si estuviera tratando de engañarme para volver a mi vida. Como si haciendo
las cosas que solía hacer, entonces comenzaré mi vida de nuevo. Pero ya no es mi
vida. ¿Tiene sentido?
A lo lejos, una lechuza ululó, y la risa de Ben rasgó la quietud. Alguien me
llamó. Una chica en la playa chilló y se echó a reír. En algún lugar el agua salpicó.
—¡Colin! —llamó Marie de nuevo, su voz toda cantarina.
—Eran buenos tiempos, ¿verdad, Sarah? Demasiado buenos, casi como un
sueño. Supongo que por eso cuando la gente dice que huiste, me pongo tan loco.
¿Por qué dejarías esto? ¿Por qué querrías hacerlo? Mierda, me voy a finales de
agosto, y apenas puedo creerlo. Puta universidad.
—Colin, pendejo. Ven aquí con ese porro.
Slade gritó eso lo suficientemente fuerte como para enviar a los pájaros del
otro lado del lago, aleteando con histeria. Los vi cruzar el cielo nocturno. Por lo
ruidoso que fue, es asombroso que no fuéramos pillados por los policías.
—Sarah... —Tragué, mi garganta repentinamente seca—. Mi terapeuta, ella
dice que necesito dejarte ir, o nunca mejoraré. Tengo miedo porque a veces, como
ahora mismo, sentado en este maldito muelle, mirando el lago y lo jodidamente
hermoso que es todo... en momentos como estos, creo que tiene razón. Realmente
no estoy viviendo mi vida. Entonces me deshago con la maldita culpa porque ¿por
qué debería vivir mi vida? ¿Verdad, Sarah? Si no llegas a...
Las nubes se aclararon y por encima las estrellas parpadearon, una por una,
como si alguien activara un interruptor.
—Me temo que, si no mantengo este agarre apretado en ti, en todo lo que
significaste para mí, me dejarás de nuevo. Tengo tanto miedo de que eso suceda 91
porque la primera vez que te perdí... me dolió demasiado. No creo que pueda
soportar perderte de nuevo.
—¡COLIN!
—Tengo que irme, Sarah. —Apagué el porro en el borde del muelle y luché
para pararme—. Mierda, Sarah, tengo que irme. ¿Lo entiendes? Creo que mi
psicóloga podría estar en lo correcto. Creo que... Mierda. Creo que tengo que dejar
de dejarte estos mensajes porque creo que me está haciendo mierda. Lo siento
mucho, Sarah. Te amo, cariño. Nunca quise perderte. Nunca.
Colgué el teléfono y me uní a ellos. Marie se acercó y me apretó el brazo. Me
sonrió. Quise devolverle la sonrisa, pero de repente olvidé cómo hacerlo. El olor de
los bosques y el agua del lago eran espesos en el aire cálido. El sonido de la risa de
mi amigo flotaba hacia mí en una brisa, como una lengua que solía hablar pero que
ya no conocía.
—¿Quieres dar ese paseo, Col? —preguntó Marie, con los ojos bien abiertos y
contorneados de negro.
Mi respuesta se atascó en mi garganta. Estaba justo ahí. Y era la verdad. Abrí
la boca. No sé si era la hierba o sólo yo, pero no salió nada.
—Hola, Colin.
Levanté la mirada. Claire estaba al final del muelle con otra chica. Todo lo que
pensé era que Claire no era lo bastante mayor para ir de fiesta, pero luego recordé
que había crecido.
—Hola, Claire. —Me las arreglé para decir, y miré de ella a Marie y al revés.
Una pausa incómoda, un latido en el aire antes de tartamudear—. Claire, ella es
Marie. Marie, ella es Claire.
—Hola —dijo Marie, y de pronto me sentí culpable. Como si Claire viéndome
aquí de pie junto a Marie significara algo.
Mierda. ¿Significaba algo?
—Hola —dijo Claire. Ella me miró de nuevo. Me preguntaba si eso era
disgusto en sus ojos, ¿o simplemente estaba drogado?—. ¿Qué tal, Col?
—Bien —dije asintiendo, tratando de actuar relajado. ¿Estaba asintiendo
demasiado? Maldita hierba. Sentí a Marie tratando de sostener mi mano, y me alejé
de ella. No quería que Claire viera nada de esto. Mierda, sentía como si me
hubieran atrapado engañando o alguna mierda así—. ¿Tú?
—Bien —dijo, mirando a lo largo de la playa. Sentía que necesitaba decir algo.
Como si debiera explicar que Rich y Ben me hicieron venir aquí. Que no quería.
Que no había coqueteado con Marie. Ella lo había hecho conmigo. De pronto sentí
que Claire necesitaba entender que no había coqueteado con Marie.
—Yo estaba... —Empecé y me detuve—. No hay nada…
Sentí los ojos de Marie en mí y supe que la había jodido. Sentí cuánto la había
jodido.
—Voy a bajar hacia el fuego. ¿Está bien? —preguntó Claire.
—Sí, está bien —dije.
92
—Estaré allí —dijo Claire—. Si tú... quieres pasar el rato.
—Está bien.
—Nos vemos, Col.
—De acuerdo. —Logré decirle, aclarando mi garganta. Claire y su amiga
bajaron hacia la hoguera en la playa. Su silueta, encendida contra la luz del fuego,
se parecía a Sarah, y de repente me sentí enfermo.
—Col, ¿estás bien? —preguntó Marie. Alzó la mano para volver a tocarme y
me estremecí—. Parece que fueras a vomitar.
—Estoy bien —dije con la mandíbula apretada. Vi a Claire desaparecer entre la
multitud en la playa.
—Entonces, ¿quieres dar ese paseo o qué? —preguntó Marie.
Colin

E
so me trae hasta hoy.
Me gradúo en una semana. Luego viene el verano, y me voy a la
universidad estatal.
Aún dejo mensajes para Sarah. No podía parar. Mierda, nunca lo
intenté, porque no quiero parar. Necesito demasiado esto.
Empecé a correr de nuevo. No es que alguna vez dejara de hacerlo, pero sí
dejé el equipo, para la decepción secreta de mis padres. Actúan como si estuviera
bien que haga lo que quiera, como si estuviera bien si mis calificaciones se
desplomaran y dejara la pista al final de mi último año. Lo que sea que me ayude,
siempre y cuando siga yendo al médico, siga hablando y sintiendo. Siempre y
cuando esos sentimientos sean buenos sentimientos, sentimientos útiles,
sentimientos que aceleren todo este proceso de convertirme en la persona que era
antes que Sarah desapareciera.
Esa es la clave. Si he aprendido algo, es que está bien estar triste, pero no está
bien sentirse enojado. Está bien tener miedo, pero no está bien romper cosas.
93
Me levanto temprano para correr porque es más fácil por la mañana. No hay
nadie levantado todavía a las cinco de la mañana, y las calles me pertenecen. Ya ni
siquiera traigo música. Sólo quiero oír el ruido constante de mis zapatillas en el
pavimento, el crujido de las hojas en la brisa y el soplo de aire que sale de mis
pulmones. Establece un ritmo que permite que mi cerebro se apague durante un
tiempo para que mi mente permanezca vacía.
No pensar se siente bien. Es una de las pocas cosas que todavía se siente bien.
Llego al punto más alto de la colina en la parte superior de Cedarhurst y tomo
velocidad al bajar. Mis pulmones se sienten limpios y despejados, y pienso en
correr las últimas cinco o seis calles hacia mi casa. Mi energía parece un poco baja,
pero pensaba que probablemente podría presionarla.
El sonido de mis pies golpeando el pavimento se intensifica, y bombeo mis
brazos más fuertes; pequeñas lágrimas se forman en mis ojos por el viento. Aclaro
la mente. Ya no soy Colin. Soy sólo músculo, tejido y hueso, una máquina compleja
y delicada que se abre camino contra la gravedad y la inercia, cubriendo la distancia
en esta roca que flota en la oscuridad de un espacio en constante expansión.
Cuando Claire pone su bicicleta a mi lado, casi me muero del susto. ¿De
dónde demonios había salido? Ella pedalea fuerte, levantándose del asiento, su
cabello rubio azotándose hacia atrás. Ella me pasa, mira hacia atrás, y sonríe. A
medida que la distancia entre nosotros crece, soy vencido por la pérdida y una
especie de pánico, como si tuviera que alcanzarla. No estoy seguro de lo que es,
pero la veo alejarse de mí, su cabello rubio fluyendo, su culo en el aire, sus piernas
trabajando los pedales, y cada músculo de mi cuerpo grita por alcanzarla.
De repente Claire es todo en el mundo, todo hermoso, vivo, pacífico, y bueno,
y está todo alejándose de mí.
Cuanto más se aleja, más se acerca a los monstruos, y lo único que quiero en
el mundo es que Claire esté siempre a salvo.
Jodido Jesucristo, sólo quiero poder salvar a una de ellas.
Ella me mira una vez y sonríe antes de presionar los pedales de nuevo. En ese
momento, ese pequeño momento brillante, su cabello y su sonrisa reflejando el sol
de la mañana, luce igual a Sarah. Justo como Claire se veía ese día en el pasillo.
De repente me siento tan hueco y vacío, desechado como la cáscara de una
cigarra muerta. La veo alejarse de mí y me siento más perdido que nunca. Gira en
la curva y desaparece de mi línea de visión. Algo dentro de mí se rompe, y tropiezo.
Mis pies, ahora torpes, se enredan hasta que me detengo y me inclino; agobiado,
tosiendo, escupiendo saliva; mi corazón está salvaje dentro de mí. En mi cabeza,
una imagen de Sarah se forma, cuando la hice reír tan fuerte que casi se ahogó con
su sándwich en el restaurante.
Esa era Sarah.
Sarah y yo, en un momento que no tendremos otra vez. Un momento que
alguna vez fue real, pero ahora se sentía como si perteneciera a otra vida. Ninguno
de los dos pensaba que terminaría así. 94
El año anterior o la semana anterior o el día anterior. Nunca lo vimos venir.
Si hubiera sabido cuándo ella se encontraba en el camino de entrada,
mirándome fijamente, y yo colgando de la ventana mirándola, si hubiera sabido, le
habría contado todo.
Le habría dicho que la amaba y que estar con ella me hacía sentir mejor que
cualquier otra cosa en el mundo. Que todo lo que siempre quería era verla sonreír,
oírla reír. Le habría dicho lo inteligente que era, y que llegaría hasta Broadway y
cantaría esas canciones que tanto amaba. Le habría dicho que...
Hubiera ido a la fiesta. A la mierda la estúpida reunión en la pista. Si yo
hubiera ido a la fiesta, si hubiera estado en el auto esa noche, podría haberla
salvado. Podría haber deshecho esto. Podría haber cambiado esta historia para que
ambos estuviéramos vivos, como lo estamos en mi mente, y no atrapados en este
horrible mundo de no saber.
Si yo hubiera ido... Sarah estaría viva. No estaba allí cuando me necesitó, y
ahora se ha ido. Ese pensamiento me llena de hielo, y todo empieza a girar.
Me inclino con las manos sobre mis rodillas mientras vomito.
Colin

—H ola, soy Sarah. ¡Ya sabes qué hacer!


—Sarah, soy yo... de nuevo. No puedo dejar de pensar en el
tema de la tiza. Quiero decir, justo después de dejarte ese mensaje, ahí estaba. No
le conté a nadie ni nada de eso, pero; no lo sé… quiero decir, es tan jodidamente
raro. Raro bueno, supongo, pero aun así raro. Siento como si estuvieras
escuchando, como si estuvieras allá afuera, y todo esto ha sido una jodida broma.
»¿Es una jodida broma? Porque te juro que te perdonaré. Si me dices lo que
está pasando, te juro que perdonaría cualquier cosa. Si sólo regresas a casa, estaría
bien. Sé que es completamente loco, y mi loquero... sí, me llevaron a un loquero.
Mierda, no creo que te lo haya dicho. Tal vez no debería haberlo hecho. Tal
vez ya lo hice. No lo recuerdo. Dejé tantos mensajes, Sarah. Tantas llamadas...
—Pero, de todos modos, no puedo decírselo a mi loquero. Ella no lo entiende.
Sólo quiere hablar sobre… sobre el jodido Michael. Quiero decir, ¿qué demonios? 95
¿Por qué tenemos que hablar de ese imbécil? De todos modos, no llamé para hablar
de esto. Sólo... necesitaba llamarte.
»Bueno, te amo. Te extraño tanto. ¿Podrías hacer algo como los tableros de
ta-te-ti de nuevo? ¿Por favor? Sólo para que sepa que no estoy loco. No quiero estar
loco, Sarah.
Clic.
—Hola, soy Sarah. ¡Ya sabes qué hacer!
—Sarah, soy yo otra vez. Mira, honestamente, sé que no eras tú. Sé que fue
una cosa extraña, una coincidencia o algo así. A veces se siente mejor decir que eras
tú. Porque entonces aún existes ahí fuera... siendo Sarah, ¿sabes? Torpe, tonta,
hermosa Sarah, a quien extraño tan condenadamente tanto que a veces pienso...
pienso que podría estar matándome.
Clic.
—Hola, soy Sarah. ¡Ya sabes qué hacer!
—Hola, nena, soy yo otra vez. Tengo que ser honesto. Hoy no tengo el mejor
día. No lo sé. Me siento un poco enredado y desconectado de todo al mismo tiempo,
como si estuviera flotando. ¿Tiene sentido?
»Es como si mi estómago doliera, todo atado en nudos y mi cerebro hubiera
dejado de funcionar. Me duelen los huesos, como si los hubiera estirado
demasiado, y ahora me estoy muriendo o algo así. Siento que me estoy
desenredando. No lo sé. Los días se ponen más difíciles, Sarah. A veces siento que
llamarte es todo lo que tengo.
»Este lugar... hombre, nunca te das cuenta de lo ridícula que es la escuela
secundaria hasta que casi ha terminado. Está terminando, y no estarás aquí. No lo
puedo creer. ¿Recuerdas cuando hablábamos de graduación el año pasado? Casi
está aquí. Tengo esa gorra estúpida, y la bata, y todo. Casi está aquí, Sarah, y... tú
no. Te quiero. Adiós.
Clic.
—Hola, soy Sarah. ¡Ya sabes qué hacer!
—Hola, cariño. Soy yo otra vez. Sé que acabo de llamarte. Sé que sigo
llamándote. No sé qué estoy esperando. ¿Que me llames de vuelta? ¿Eso es todo?
Sólo... la cosa es, Sarah, cuando te fuiste, pasé todo mi tiempo esperando y
esperando saber de ti. Esperé para averiguar qué pasó.
»Pero no hubo nada más que silencio. Llamé a este número todos los días, y
no había nada. Y ahora tu correo de voz volvió a encenderse, y mierda, Sarah, eso
me hace pensar... que tal vez tú estás... y pensar en ello me vuelve loco.
»Así que aquí está el trato, necesito que hagas algo. Si no estoy loco, que
seamos honestos en este momento, parece que sí... Necesito que me muestres algo,
cualquier cosa. Necesito saber si estás ahí afuera, e hiciste una jodida broma. O si te
escapaste de algo que no me podías decir, y, y... y puta mierda, Sarah, ¿por qué no
me lo dijiste? Mira, por favor, haz algo porque me estoy cayendo a pedazos, Sarah.
Realmente lo estoy haciendo.
96
Clic.
—Hola, soy Sarah. ¡Ya sabes qué hacer!
—Cariño, siento lo de los mensajes, y realmente siento el que te dejé cuando
estaba en el lago. Estaba drogado y actuaba estúpido, y no quise decirlo. No quiero
seguir adelante. Mi psiquiatra es una maldita perra, y sigue diciéndome que
necesito hacerlo. Por un momento, pensé que tenía razón, pero no necesito hacerlo.
Te necesito a ti. Lo siento mucho, dije algo tan estúpido como eso. Te quiero. Te
quiero de vuelta. Por favor, regresa, y prometo que todo estará bien. Lo prometo.
Te amo Sarah.
Coloco el teléfono en mi bolsillo y apoyo mi cabeza en el casillero. Siento que
mi corazón corre como un conejo trastornado. Todo lo que sé es que si alguien, si
cualquiera, escuchara estos mensajes, me encerrarían sin duda. Sé que necesito
parar, pero no puedo. No puedo.
De repente, Jenna aparece a mi lado.
—Hola, Jenna —digo, nervioso. No hemos hablado en todo el año. Decir que
ha sido raro sería un eufemismo.
—¿Con quién hablabas?
Miro hacia un lado y otro del pasillo como si mi rescate estuviera viniendo.
—Nadie. Sólo revisaba mis mensajes.
—Te he oído decir su nombre.
—¿Qué?
—Lo he oído, Col. ¿Acabas de dejarle un mensaje... a Sarah?
Sus ojos se ampliaron, y puedo ver los pensamientos apareciendo uno a uno
en su cerebro. La veo ir a sus padres, sus padres van a la policía, y los detectives me
llevan de vuelta a la estación para jugar otra ronda de cincuenta preguntas.
—No, Jenna, no es eso.
—¿Por qué le dejas un mensaje a Sarah, Col? ¿Por qué harías eso? —Las
lágrimas se acumulan en sus ojos, y mi único pensamiento es que no puedo
manejar esto ahora mismo. Un colapso nervioso a la vez. Basándome en los
mensajes que acabo de dejarle Sarah, claramente es mi turno de tener un colapso
mental, Jenna, no el tuyo.
—Le dejé un mensaje a Rich —digo, casualmente.
—No, no lo hiciste.
Ahí va una lágrima, deslizándose justo entre sus pestañas y cruzando por su
rostro, cortando una línea en su maquillaje, seguida por otra.
—Jenna, escúchame...
—… te he oído decir su nombre, Colin. No soy idiota.
—No creo que seas idiota, Jenna.
97
—Dime ahora mismo qué está pasando. Dime ahora mismo por qué le has
dejado un mensaje a Sarah.
Maldición.
Ella sigue preguntando una y otra vez, sigue diciendo el nombre de Sarah una
y otra vez, cada vez más fuerte. La gente empieza a reunirse y a mirar. Esto es lo
último que necesito. Tachen eso. Es la segunda última cosa que necesito porque, en
este mismo momento, lo último que necesito viene caminando por el pasillo.
Michael.
—Jenna. —Él mira su rostro triste—. ¿Estás bien? —El odio por Michael
hierve dentro de mí. Es increíble cómo alguien pasa de ser alguien por el que
realmente te preocupas a alguien que genuinamente quisieras lastimar,
repetidamente.
—Ella está bien—respondo por ella.
—No te pregunté a ti, Colin. —La mirada que me da refleja mis propios
sentimientos. Odio el sonido de mi nombre cuando lo dice. Lo odio.
—Michael, está bien. —Jenna se secó los ojos.
—¿Ves? Está bien. Jenna y yo sólo necesitamos hablar. —Tomo su brazo y la
empujo por el pasillo, todo el tiempo ella protesta con lágrimas corriendo por su
rostro para que todos los que pasamos miren y juzguen. Genial, ahí va ser invisible.
—Jenna —nos grita Michael—. ¿Estás bien?
Ella murmura algo para él, agitando su mano despectivamente, como si todo
fuera un malentendido.
Maldita sea, Jenna, ¿por qué tienes que hacer todo tan condenadamente
difícil?

98
Colin
L
a meto en el armario de provisiones de arte, enciendo la luz y cierro la
puerta. Jarrones de pintura, hojas de papel, pinceles y cajas llenas de
arcilla y mimbre nos rodean. Es un pequeño espacio con estantes llenos,
lo que significa que terminamos de pie juntos más cerca de lo que me gustaría.
—Colin…
—Sólo cállate por un segundo y escúchame, ¿de acuerdo, Jenna? Esto es
importante. Ha ocurrido algo.
Sus ojos se abren de par en par y se quedó muda, y por un momento, se ve
como un ciervo ante los faros; todas las pupilas negras y oscuras y la boca floja.
—¿Qué?
—Prométeme que escucharás y no dirás nada hasta que termine, ¿de acuerdo?
Se limpia el rostro, asiente y sacude su cabello castaño sobre los hombros.
Entonces ella toma esa postura que toman las chicas que te permite saber que
todavía se dirigen al espectáculo, incluso cuando tú está hablando. Saben a lo que 99
me refiero. Brazos cruzados, cadera inclinada, pies cuadrados. Para mayor efecto,
incluso se mastica el interior del labio.
Respiro profundo.
—Le dejé un mensaje a Sarah. —Su rostro se arruga. Comienza a decir algo,
pero levanto la mano—. No es lo que piensas. Durante el servicio conmemorativo,
Jenna, algo sucedió. No estoy seguro qué. Ese día, cuando la llamé...
—¿Por qué llamaste a Sarah en el servicio conmemorativo? ¿Sabes cuán
jodido suena?
—¡Sí! —digo un poco demasiado fuerte, y se estremece ligeramente. Respiro
hondo y mantengo firme mi voz—. Sí, Jenna, sé cómo suena. Pero te estoy diciendo
la verdad. La llamé. Comencé a llamarla esa noche cuando me dijiste que Sarah no
apareció para encontrarse contigo, y nunca dejé de hacerlo. Cada vez sólo sonaba,
sonaba y sonaba. Luego, de la nada, la noche del servicio conmemorativo, su correo
de voz se encendió.
—No entiendo.
—Yo tampoco. Sólo te estoy diciendo lo que pasó. Primero, no había nada, ya
sabes, como si el teléfono hubiera desaparecido. Solía imaginarlo bajo el agua o
enterrado... —Jenna hace un pequeño ruido como un gimoteo, y de inmediato me
arrepiento de haber dicho algo tan estúpido. Es como si hubiera vivido en mi
cabeza durante tanto tiempo, que me olvidé de cómo hablar como una persona
normal—. Pero entonces sonó, y ella atendió.
Jenna ahoga un sollozo y cubre su rostro.
—Ella. No. Atendió. Col.
Mierda.
—Eso no es lo que quise decir, Jenna.
—¡Eso es lo que acabas de decir!
—Ya sabes lo que quiero decir.
—No, Colin, en realidad no tengo idea de lo que estás hablando.
—Su correo de voz se encendió, Jenna. Eso significa algo.
Otra lágrima se desliza por su rostro mientras exhala.
—¿Me estás diciendo que desde que Sarah desapareció, la has estado
llamando todos los días?
No me molesté en asentir.
—Ahora, de repente, su correo de voz se encendió. Y piensas…
Me quedo allí torpemente, dándome cuenta de lo tonto que suena de la boca
de Jenna.
—¿Qué, Col? ¿Qué crees que significa eso?
—No lo sé —digo, apenas por encima de un susurro.
Y es la verdad. Todo este tiempo, había estado armando algo en mi cabeza, 100
algún tipo de rompecabezas. Ahora que las palabras salían de la boca de Jenna, de
repente me sentía inseguro de lo que construí.
¿Qué pensaba exactamente qué significaba? ¿Que Sarah seguía viva?
¿Realmente creía eso? ¿O era simplemente otra forma de fingir que las cosas iban a
cambiar?
—Si estás tratando de insinuar que ella todavía está...
No. Lo creo. Realmente lo hago. Tengo que hacerlo.
Jenna se cubre el rostro de nuevo y respira profundo otra vez.
—Amaba a Sarah con todo mi corazón. Ella era mi mejor amiga. Pero si estás
tratando de decir que esto... significa... lo que creas que significa... Col, ¿te das
cuenta de lo loco que suena? ¿Por qué llamar? ¿Cuál era el punto de todas esas
llamadas?
—No lo sé.
Ella suspira y niega.
—No puedo hacer esto.
No, Jenna. Significa algo. Tiene que significar algo. Si no significa algo,
entonces nada tiene sentido. Ningún orden existe en este universo, y el caos
gobierna. Tengo que creer que esto va a terminar de manera diferente.
—Mira, Jenna, tienes que entender. Antes del servicio, nada sucedió.
Simplemente sonaba y sonaba y sonaba. Ahora, escucho su mensaje.
Jenna asiente de la manera en que le haces un gesto a un niño.
—¿Se lo has contado a alguien más?
—No.
—Bien.
—Ellos pensarían que estoy loco.
Lo quise decir como una broma, pero otra lágrima se desliza por su mejilla.
Jenna es muy dulce. De repente me siento contento que hablamos. Incluso si
es esta horrible conversación extraña y jodida. Todos solíamos divertirnos juntos.
Yo, Sarah, Jenna y Michael. Todos nos divertíamos.
Extrañaba la diversión.
—Col, estás loco. Esto es una locura. Que llames a Sarah es una locura. —Me
alcanza y toma mi mano en la suya, y contengo las lágrimas. Se siente tan bien, y de
repente estoy tan cansado. Sólo quiero acostarme aquí mismo y dormir—.
Escúchame, Col. No te estás poniendo mejor. Te estoy diciendo esto porque me
preocupo por ti y porque eres mi amigo. Ni siquiera estás tratando de mejorar. El
resto lo intentamos, y es difícil contigo porque... porque nos pesas al resto y nos
retienes como un ancla. Quieres estar herido y seguir lastimando. Ya nadie se
siente bien al estar contigo. Te queremos, Col, pero todos queremos seguir
adelante. ¿No quieres seguir adelante? ¿Realmente crees que esto es lo que Sarah
querría?
No digo nada.
101
—Colin, ¿me estás escuchando? —Jenna le da mi mano un pequeño apretón, y
me saca de mis pensamientos.
—¿Pero por qué?
—Por qué, ¿qué? ¿Por qué no quieres curarte? No lo sé. Ninguno lo sabe. Sólo
sabemos que lo que estás haciendo no es saludable.
—No, quiero decir ¿por qué se encendió su correo de voz? ¿Por qué ahora?
Jenna suelta mi mano y suspira.
—No lo sé. ¿Estás seguro siquiera que es ella?
—¿Quieres oír? —Saco el teléfono de mi bolsillo y marco.
—No, no quiero. Por favor, no hagas esto.
Jenna no tomará mi teléfono, así que lo pongo en altavoz. El sonido del
timbre llena el pequeño cuarto. Por un momento, escuchando el tono de llamada,
me congelo con el pensamiento aterrador. ¿Y si estoy loco? ¿Y si el buzón de voz no
atiende? ¿Y si me imaginé todo?
Puedo de repente verme como el personaje principal de esta pequeña jodida
historia que termina conmigo sentado en una habitación acolchada en algún lugar,
hablando con mi novia muerta en murmullos y tics. Todo esto de repente es muy
gracioso; quiero decir, honestamente, ¿qué estoy haciendo con Jenna aquí en este
armario de arte con el teléfono que todavía suena y suena? Los ojos de Jenna se
llenan de lágrimas de nuevo porque el pobre Col con el corazón roto finalmente
perdió el juicio... cuando de repente, ¡lo oímos!
—Hola, soy Sarah. ¡Ya sabes qué hacer!
Toma cada onza de energía que tengo no señalar a Jenna y decir:
—¡Ja! —como si fuera el jodido Sherlock Holmes.
Pero ella sólo niega y se vuelve hacia la puerta.
—Espera, Jenna, espera. —Estiro la mano para girarla. Pero está llorando
ahora, y se siente como que si la toco, se romperá en un millón de piezas. Así que
sólo bajo la mano—. Jenna...
Quiero decirle que lo siento. Nunca quise molestarla. Ya no puedo estar solo
con esto. Quiero que alguien me diga que todo es real y no está sólo en mi cabeza.
Necesito que alguien más que crea conmigo. Quiero decir esto en voz alta a Jenna,
pero ella habla primero.
—Tengo que irme —murmura antes de encontrar torpemente la manija de la
puerta y salir al pasillo.
Asomo la cabeza por la puerta, pero Jenna ya dio la vuelta a la esquina. Pongo
el teléfono en mi oído como si Sarah realmente hubiera esperado en la línea todo
este tiempo que Jenna se escapó, y le digo:
—Te extrañamos, nena. Todos te extrañamos. Por favor, vuelve a casa.
Cuelgo justo cuando Michael me agarra y me saca del armario. El teléfono se 102
cae de mi mano, chocando contra el suelo. No tengo tiempo de equilibrarme, y
mucho menos de quitármelo de encima, antes que me arroje contra la pared de
casilleros.
Sólo para que conste, se ve este tipo de mierda en las películas todo el tiempo,
la gente es arrojada contra las paredes y las puertas, y sólo rebotan como si todo el
lugar estuviera acolchado o algo así. Bien, los casilleros, seguro como la mierda, no
están acolchados, y cuando uno de los candados golpea mi espalda, puedo
prometerles, duele mucho más de lo que imaginan. El dolor caliente se dispara
hasta mis hombros.
—¿Qué mierda le dijiste? —gruñe Michael.
Por un momento, todo queda en blanco, y doblo mi mano en un puño.
Michael me suelta, y me giro para alejarme. Pero él no ha terminado, y ahora, me
agarra de nuevo por la camisa y me lanza de nuevo contra el casillero.
Más dolor y algo aparecen en mi cabeza. Los imagino juntos. Veo a Michael
besando a Sarah, quitándole la ropa. Lo veo susurrando en su oreja. En mi cabeza,
todo se vuelve blanco y me lanzo.
Mi puño se conecta con su mandíbula, y su cabeza se dispara hacia atrás. Me
lanzo de nuevo, aunque mi mano está ardiendo de dolor, y me preocupa haberme
roto al menos algunos huesos. Michael se vuelve rápido, mientras mi puño cruza
por el aire, evitando la pared de casilleros. Él lanza su puño y conecta con mi
mandíbula, y el dolor explota por el lado de mi cara.
Una multitud de estudiantes se reúne, dándonos un amplio espacio.
Cargo contra él, echando todo mi peso, y golpeamos la otra pared con un
golpe rompe huesos. Lanzo un puño sólido en el estómago de Michael, y se dobla.
—Jódete. —Escupo una pequeña mancha roja de sangre y escaneo el piso por
mi teléfono, pero no lo veo. Me vuelvo a buscarlo cuando oigo mi nombre.
—¡Colin! —Levanto la mirada y veo a Claire, su rostro es una hoja en blanco.
Quiero decir algo, decirle que lo siento y está bien, pero justo entonces, Michael me
empuja con fuerza en la espalda y haciéndome perder el equilibrio. Cuando me
vuelvo hacia él, su puño golpea mi estómago, y golpeo el suelo, mis rodillas
gritando de dolor, y yo tosiendo y escupiendo.
—¿Qué mierda le dijiste? —Michael se inclina justo al lado de mi oreja—. ¿Qué
mierda le dijiste a Jenna, jodido enfermo?
Toso, escupiendo un poco de sangre. Tengo el labio abierto. Apenas puedo
conseguir aire en mis pulmones.
—¿Qué mierda le dijiste a Jenna?
—Nada.
Michael me agarra por los hombros y me da una sacudida brusca, como si
tratara de sacarme la verdad de encima. Sus dientes están empapados en sangre, la
misma sangre secándose en mi puño. Le abrí el labio de par en par cuando lo
golpeé, y ya veo los moretones comenzando a florecer en su pómulo. Me pregunto
cómo me veo. Me doy un toque en mi propio labio. Nunca he golpeado a nadie en 103
mi vida; sin embargo, Michael, que solía ser mi mejor amigo, está aquí sangrando
por todos lados.
—No le dije nada. —Lo empujo de encima de mí y lucho para levantarme.
—¿Por qué Jenna salió llorando, Colin? ¿Por qué?
—No lo sé.
Michael, también sin aliento, se levanta y me señala con un dedo.
—Escucha, maldita mierda. Sigue así y desmorónate, ¿de acuerdo? No me
importa lo que hagas. Vuélvete completamente loco. Termina en el hospital.
Mátate. Nos dará un jodido descanso. No me importa. Pero que Dios me ayude, me
niego a que te lleves a Jenna contigo. Ha pasado demasiado. Con Jenna no. No
después que nosotros perdimos a Sarah.
Veo el blanco otra vez. Escucho un zumbido en mis oídos.
—¿Nosotros? ¿Qué diablos quieres decir con nosotros?
—Sí, Colin. Nosotros. Nosotros perdimos a Sarah, no sólo tú. Esa es la cosa
que nunca pareces entender. Esto no es sólo sobre ti. No eres el único que se
preocupaba por ella.
Oigo el temblor en su voz, pero no me importa. Pienso en toda la mierda que
dijo después que Sarah desapareció. Acerca de los dos, y quiero matarlo. Pero estoy
demasiado jodidamente cansado para golpearlo. Estoy demasiado cansado para
hacer algo. Así que voy con la única otra ruta posible que tengo que hacerle daño.
—Ella nunca te amó, Michael. Nunca le importaste una mierda. No importa lo
que pensaras que podría haber sucedido, nunca la hubieras tenido… tú no. —Me las
arreglé para decir antes que él se voltee y empujara su camino a través de la
multitud que se había juntado.
Ella me amaba a mí.
Escupo más sangre. Cada vez que lo hago, mi estómago cruje con dolor
caliente. Lucho para respirar completamente mientras intento no hacer contacto
visual con la gente que me mira.
De repente oigo a los maestros gritarme, diciéndome que vaya a la oficina del
director. Empujaron a todos los otros chicos por el pasillo, así que no estoy seguro
de dónde fueron Claire o Michael. Pongo mi mano en mi labio, toco el poco de
sangre sobrante, y recojo mi teléfono.
Llamo al número de Sarah.
—Hola. Soy Sarah. ¡Ya sabes qué hacer!
—Hola, nena, soy yo —digo, conteniendo las lágrimas—. No vas a creer lo que
acaba de pasar.
Entonces le cuento todo a Sarah.

104
Claire
—¿E
so es de Sarah? —pregunta mi padre mientras estoy en el arco
de la cocina. Él tiene un trapo sobre su hombro mientras sirve
con una cuchara la salsa marinara en el plato.
—¿Has hecho la cena? —Me quedo mirando la pasta y el pan de ajo
enfriándose en la encimera.
Era una pregunta estúpida, pero no pude evitarlo. No nos habíamos sentado a
cenar juntos desde que mamá se fue, y antes de eso, era irregular. Unas cuantas
veces, mamá salió de la confusión por las drogas y preparó algo.
No es que me queje, ya que en realidad me gustaba más en el otro sentido.
Prefería simplemente conseguir lo que quería y comer en la paz de mi habitación.
Prefería eso que actuar. Una vez, mamá sólo llegó a la mitad de la comida antes que
sus hombros empezaran a temblar.
—Estoy bien. —Logró decir mientras salía de la mesa, con una mano sobre su
boca como si se sintiera enferma—. Por favor, disfruten.
Por favor, disfruten. Como si fuera posible sentarse en esta mesa, con la silla 105
vacía de Sarah mirándome fijamente. Terminé esa comida. Terminé lo que mamá
no podía. Realmente hice hincapié de ello y me tragué hasta el último pedacito.
Lo necesitaba porque esas pequeñas cosas me ayudaban a atravesar mis días.
Cada uno servía como un logro, un peldaño en una escalera que se extendía hacia
las nubes. Subiría esa cosa por el resto de mi vida. Hay mucho que decir sobre
arreglárselas; sobre empujar a través de cada momento sofocante. Me las arreglo
porque es lo que hago.
—¿Eso es de Sarah? —pregunta nuevamente papá, levantando la barbilla
hacia mí.
—Sí. —Bajo la mirada a la estampación en mi camisa. En letras cuadradas,
dice una cita de la canción “Another Day” en la obra Rent. Era la camisa favorita de
Sarah.
—Bien —dice papá, aclarándose la garganta. Sonríe—. Siéntate. Mangia1.
Saco mi silla, pero él me detiene.
—No, aquí. —Señala al asiento de mamá—. No te sientes tan lejos.
No puedo hacerlo y en cambio tomo el asiento del otro lado de papá, el
asiento de Sarah. De alguna manera sentarse en su antiguo asiento parece más
fácil.

1 Mangia: “Come” en italiano.


Papá pone el plato delante de mí, y vuelvo a preguntar:
—¿Hiciste esto?
—Por supuesto que lo hice. Hecho desde cero también, de una receta que
encontré en línea. Creo que he usado mucho ajo, así que considérate advertida.
Recojo mi tenedor y empujo la pasta alrededor del plato.
—Así que, quería hablar contigo. —Papá se sienta y toma su tenedor.
Mierda.
—No hagas esa cara. Es bueno. Será bueno para nosotros. Todos nosotros.
¿Todos nosotros? Noticias de última hora papá, somos sólo dos.
—Creo que el término apropiado es para los dos.
Aparta el comentario a un lado.
—Cuando vuelva tu madre, creo que deberíamos intentar algo nuevo.
—Papá…
—Sólo escúchame.
De repente no tengo hambre.
—Después de todo este año... bueno, sólo creo que es hora de un cambio.
Tenemos que empezar algo nuevo. Y tengo la mejor idea. ¿Sabes cómo tu madre y
yo siempre hablamos de abrir un hostal? 106
—No.
—¿Cómo te gustaría vivir cerca de la playa?
—Papá.
—Sólo imagínatelo, Claire. Una pequeña ciudad adormilada junto a la playa,
justo al lado de la autopista 1... En California. —Estira una sonrisa sobre su rostro
como una máscara—. ¿Eh? ¿Qué tal? California, Claire. ¿No sería asombroso?
Conseguiremos uno de esos lugares viejos y destartalados. Lo arreglaremos. Y
abriremos un hostal. Podría servir mi nueva salsa marinara.
—¿Para el desayuno?
Papá se ríe por su nariz.
—No, claro que no, ya sabes a lo que me refiero. ¿Suena divertido? Puedes
pasar el rato en la playa. Aprender a surfear o algo así.
—Realmente no soy del tipo surfista, papá.
—¡Pero podrías serlo! Ese es todo el punto. La oportunidad de ser diferente.
¿Diferente? ¿Mejor? ¿Arreglado?
Satisfecho con su plan, papá levanta su tenedor y escarba en su cena.
—Oye, esto salió bastante bien.
—¿Entonces eso es todo? ¿Simplemente nos vamos a mudar a California?
¿Comenzar de nuevo?
—¿No quieres? —pregunta él, con un poco de salsa en el labio.
—¡Papá! Estoy en la escuela. ¿Qué hay de la escuela?
—Tendrás una nueva escuela.
—¿Y mis amigos?
Ninguna respuesta.
—¿Qué hay de Colin?
El tenedor baja.
—Claire, ¿pasas tiempo con Colin?
Dudo. “Pasar tiempo” era un término muy relativo. Lo que Colin y yo
hacíamos no era pasar tiempo juntos, pero tampoco era no pasar tiempo juntos.
—No.
Pienso en ese momento en el pasillo. Su rostro en el lago y la pelea.
—Claire, cariño, no quiero que pases tiempo con Colin. ¿Entiendes eso?
—¿Por qué?
—Porque no.
—Papá…
—Estoy hablando en serio, Claire. Seré muy infeliz si descubro que estás
pasando el rato con Colin. 107
—¿Entonces era lo suficientemente bueno para Sarah, pero no para mí?
—Eso no es lo que estoy diciendo. Es demasiado mayor para ti. Y ahora
mismo está...
—¿Qué? ¿Él está qué?
¿Herido?
Papá exhala, se quita las gafas y se frota los ojos.
—Está luchando.
Yo también, papá. Tú también. Castigas a Colin porque lo hace a la vista de
todos, a diferencia de mí. Oculto mi lucha, igual que tú, papá.
—Hablé con sus padres —continúa—. Está teniendo dificultades en la escuela.
Puede que no se gradúe. Sólo está... afligido.
—Afligido —repito, pensando que no es la palabra correcta, y mi padre lo
sabe.
—Sí. Y no quiero que pases tiempo con él. ¿Me entiendes?
Bajo la mirada a la comida en mi plato.
—Claire, ¿me entiendes?
—Sí —digo finalmente, más fuerte de lo que quería decir.
Papá se estira y me acaricia el brazo.
—Cariño, lo siento por él, de verdad. Pero necesito proteger a mi familia, ¿de
acuerdo? Colin tiene sus padres. Ellos se ocuparán de él.
Toma su tenedor y empieza a comer de nuevo. Por unos instantes, el único
sonido en la casa es el reloj haciendo tic tac y el tenedor de papá arañando el plato.
—Cuando tu madre llegue a casa, tendremos que mudarnos rápido. Ya he
estado buscando alguna propiedad, pero si vamos a conseguirte una nueva escuela,
no tenemos mucho tiempo. Se lo voy a consultar a tu madre cuando le hable la
próxima semana.
—¿Vas a hablar con mamá la semana que viene?
—Sí.
Busco en su cara para ver si está mintiendo, pero no puedo decirlo. La única
manera de saberlo es probarlo. Normalmente, me quedo callada... pero no esta vez.
—Mamá no regresará, papá.
—Supongo que, en el peor de los casos, siempre podremos sacarte en el receso
de Navidad y comenzarás en tu nueva escuela en el segundo semestre. Eso no sería
demasiado malo, ¿verdad, cariño? —Esa sonrisa estirada otra vez—. Volverás a
recuperarte.
¿Recuperarme? ¿Por qué no? Eso es lo que hago, papá. Yo me las arreglo.
Por un segundo, creo que es mejor decirlo de nuevo. Decirlo más fuerte.
Mamá no regresará, papá. Quiero gritarlo. Sopeso revolear mi plato, derramando
pasta por todas partes o destrozar la cocina. Obligarlo a que me escuche. ¡Mamá no
108
regresará, papá! Nos dejó. ¿No lo entiendes, estúpido jodido idiota?
¿Pero cuál es el punto? En lugar de eso, meto un tenedor lleno de pasta en mi
boca y, por algún milagro, logro masticarla y tragarla mientras papá se sienta allí,
hablando de lo genial que va a ser la vida en California.
Colin
G
raduación. Todavía no puedo creer que esté aquí. Estoy parado en mi
habitación, tratando de averiguar cómo conseguir que este estúpido
birrete permanezca en mi cabeza cuando mi madre aparece en la
puerta con los ojos llorosos.
—No empieces a llorar ahora —le digo, alzando la vista—. Tienes todo un día
lleno de lágrimas por delante. Tal vez quieras guardar unas cuantas para la
ceremonia.
—Cállate. —Cruza la habitación y fija la gorra en mi cabeza.
Cuando vieron mi labio reventado, creyeron mi historia sobre caerme
mientras corría. Ni siquiera lo cuestionaron, como si no quisieran saber la verdad.
Quiero ocultarles la pelea con Michael y toda la cosa del cementerio. Sé que
les importo y sé que se preocupan, pero la verdad, la verdadera verdad honesta
sobre mí, los mataría.
Tal vez Michael tiene razón. Tal vez me estoy cayendo a pedazos. 109
Agradezco que no me abrace porque los moretones a lo largo de mi espalda y
alrededor de mis costillas todavía duelen terriblemente.
—Estoy tan orgullosa de ti, Colin.
—Gracias.
—No, realmente lo estoy. Tú... —Se sienta en mi cama, buscando las palabras.
Sé dónde va a ir con esto, y ya quiero decirle que por favor no lo haga. Pero es muy
tarde—. Qué año tan difícil, Colin.
—Está bien, mamá.
—No, no lo está. Has manejado toda esta horrible... —masculla.
Quiero decirle que simplemente lo diga. Diga la desaparición de Sarah. Que lo
diga en voz alta. Por una fracción de segundo, quiero contarle sobre las llamadas
telefónicas, sobre la cosa de la tiza, porque me pregunto si lo entendería. Si creería
lo que yo creo. Pero es demasiado arriesgado.
—Has manejado esta cosa horrible... con gracia.
Resoplo. ¿Gracia? Sí, claro, mamá, sigue diciéndote eso. La beso en la cabeza
y le digo que la veré en la escuela.
—¿Quieres que te lleve? —pregunta mientras salgo de la habitación.
—Tengo que registrarme en el gimnasio dos horas antes que todo empiece. Yo
me arreglo. Te veré después.
Bajo las escaleras y salgo por la puerta principal mientras la oigo gritar sobre
tomar fotografías. Cruzo el césped, saco mis llaves del bolsillo, y levanto la vista
justo a tiempo para divisar el papel enganchado bajo mi limpiaparabrisas. Al
principio, me pregunto quién diablos puso un volante en mi auto, pero me detengo
cuando veo la letra manuscrita.
Es una carta. La levanto, con mis manos ya temblando.

Querido Colin,
No sé por qué te escribo esto. Probablemente nunca te lo daré. De hecho,
estoy segura de ello porque no quiero que las cosas se pongan extrañas. Ni
siquiera voy a explicar esa frase ya que no pienso darte esto de todos modos.
Por supuesto, si las cosas se ponen raras, tal vez te la daré entonces para
demostrarte que ahora mismo, mientras escribo esto, te amo. Realmente lo hago,
Colin.
A veces te amo tanto que realmente me asusta. Creo que esto no puede ser
normal. Me preocupa lo que va a pasar en el futuro. Me preocupo por la
universidad y que tú te vayas y yo me vaya. Me preocupa que se caiga a pedazos.
A veces me preocupa tanto, que empiezo a pensar que hay algo malo en nosotros.
¿Cómo podrían dos estudiantes de secundaria ser tan felices?
Dios, eso suena estúpido. Gracias a Dios que nunca te daré esta carta.
Probablemente nunca me dejarías tranquila. Irá directo a tu cabeza. 110
Bueno, es tarde. Y esta noche tú y yo vamos al cine y luego al lago. Espero
que nos divirtamos. Espero que Michael no sea un idiota. Mierda, mencioné LA
COSA. Una vez más, es súper bueno que no te daré esta carta.
Y puesto que no lo haré, lo digo. Te quiero, Colin. Si Michael te dice algo
diferente, no le creas. Simplemente perdió la puta cabeza por un rato. Supongo
que todos lo hacemos en algún momento. Debe ser todo este aire de montaña.
Además, no estés resentido con él. Es un buen tipo. Sólo está un poco loco.
Está bien, eso es todo. Estoy tirando esta carta.
Con amor,
Sarah

El aire no sale de mis pulmones. La leo una y otra vez. Trazo el dedo sobre la
tinta donde dice su nombre. Alzo la mirada, parpadeando las lágrimas, y busco en
la calle, como si de pronto pudiera materializarse allí.
—Colin.
Salto ante el sonido de mi nombre, pero es sólo mi madre, parada en la puerta
con una cámara. Meto la carta en mi bolsillo lo antes posible, con el corazón
acelerado.
—Oh, bien, no te fuiste todavía. Una foto. Una foto previa a la ceremonia de
graduación. Vamos. Síguele la corriente a tu vieja madre —dice, su mano me hace
señas para que me acerque.
Cierro la distancia entre nosotros, pero ni siquiera estoy seguro de cómo,
porque mis piernas se sienten como de goma.
—¿Estás bien? —pregunta, frunciendo el ceño mientras me estudia.
—Sí —le respondo, con la garganta apretada—. ¿Por qué?
—Parece como si hubieras visto un fantasma —dice con una sonrisa. Ella sigue
con eso—. Estás sudando, Colin. ¿Seguro que te sientes bien?
—Estoy bien. —Limpio el sudor de mi frente—. En serio.
Pero ella no está convencida.
—Tomaste la medicación, ¿no?
Suspiro.
—Sí, mamá. La tomé. Hagamos esto para que pueda irme. No quieres que
llegue tarde a mi propia graduación ¿no?
Ella levanta la cámara y trato de forzar una sonrisa.
—¡Colin, sonríe! —suplica—. Eso no es una sonrisa.
Meto la mano en el bolsillo y doblo los dedos alrededor de la carta. Empecé a
pensar que hay algo malo en nosotros. ¿Cómo podrían dos estudiantes de 111
secundaria ser tan felices? Te quiero, Colin.
Exhalo y, por un momento, todo ese mal sonido de Sarah me deja. No siento
más que una paz absoluta.
—Eso es —dice mi madre, sacando la foto—. Esa es mi sonrisa favorita. —Ella
me besa en la mejilla, y me subo al asiento del conductor, salgo por el camino de
entrada, y me despido. En cuanto doblo la esquina, saco de nuevo la carta de Sarah.
¿De dónde viene esto? ¿Dónde?
¿Dónde estás, Sarah?
¿Cuándo vendrás a casa?
Claire
L
o último que quiero hacer ahora es estar frente a lo que se siente como
toda la escuela. El mar de togas y birretes se extiende ante mí como una
mesa manchada de tinta derramada. ¿Están sentados alfabéticamente?
¿Dónde estarían sentados los de la L? Trato de encontrar la cara de Colin, pero
desde el escenario, todos se parecen, un mar agitado de negro.
Papá se acerca al micrófono, como lo hizo un millón de veces antes. Tal vez el
hablar en público les salía naturalmente a algunas personas, pero no a mí. Ojalá me
hubiera dejado quedarme en las gradas. Dijo que no tenía que decir nada si no
quería, lo que definitivamente no quiero. Todavía no sé cuál es el punto de que esté
parada aquí. Todo el mundo me mira, otra vez.
—Mi familia y yo queremos que sepan que su apoyo durante este último año
nos ha mantenido arriba.
¿Arriba? Parece que ha estado hablando por siempre.
—Como todos ustedes saben, Sarah amaba el teatro musical, amaba el
escenario, y amaba actuar. Su madre y yo queremos que ese espíritu continúe. 112
¿Mamá quería esto también? ¿Lo quería tanto que no se molestó en volver a
casa? Tanto, que no se molestó en quedarse en primer lugar.
—Por lo tanto, estoy encantado de anunciar que creamos la Beca Sarah Evans
para Artes Escénicas. Todos los graduados que planeen especializarse en las artes
creativas son elegibles. Permitirá a las personas que de otra manera no tendrían la
oportunidad financiera de ir a la universidad y perseguir la pasión que para Sarah
era tan querida.
En la señal, la música aumenta en el fondo. Me toma un segundo reconocer la
canción, pero tan pronto como lo hago, siento como que voy a desmayarme. Es esa
canción de Rent. Esa sobre vivir tu vida y nunca lamentarte. Se llamaba “No Day
But Today”.
Papá hace señas para que me acerque más y esté con él en el podio. No sé
cómo, pero logro poner un pie delante del otro.
—Felicitaciones a todos —dice—. Recuerden, Sarah los quería. Y ella
permanece para siempre en nuestros corazones. Siempre será una parte de ustedes.
Nada puede quitar ese amor. Llévenlo con ustedes a esta emocionante nueva etapa
de sus jóvenes vidas.
La música continúa tocando mientras papá toma mi mano, y salimos del
escenario. Escaneo a los graduados desesperada por encontrar a Colin. No sé por
qué, pero siento como que si pudiera ver su rostro entonces de alguna manera esto
estaría bien. Pero no puedo encontrarlo en ninguna parte.
—Creo que salió bien —dice papá.
Asiento. Eso es lo mejor que puedo hacer. Mi garganta se contrae. Subimos
los estrechos escalones de nuevo hacia la tribuna para tomar nuestros asientos con
el resto de la audiencia para ver la graduación. Todavía hay una celebración que
tener, excepto que no oigo nada más que esas palabras y esa voz. Las líneas que
Sarah solía cantar hacen eco en mi cabeza.
El sueño que por ella era tan querido. La vida que Sarah estaba destinada a
vivir. Lo veo sólo por un breve segundo, tembloroso, antes que se desvanezca como
un carrete de hilo cayendo en lo desconocido.
En ese momento, me golpea. Pasé todo el año arreglándomelas. Siendo mejor.
Siendo la mejor hija posible porque entonces compensaba que Sarah hubiera
desaparecido. Lo mantuve todo junto. Pasé todo este tiempo conteniendo mi
aliento y obligándome a aceptar cada momento. Hice eso durante un año, y no
importó. Mamá aun así se fue y Colin se desmoronó. Nada de lo que hice cambió
eso. No podría ser Sarah. No pude llenar el espacio que dejó. Apenas vivía mi
propia vida.
Un año sin Sarah.
Siento la pérdida ahora, tal vez por primera vez desde que la madre de Colin
me recogió en la práctica de la banda y me dijo que mi hermana se había ido.
Me golpea fuerte, y siento que no puedo respirar. Pasé un año esquivando la
verdad, pero ya no. 113
La verdad es que Sarah nunca regresará a casa. Ella nunca va a vivir su vida.
Nunca va a atravesar la puerta principal y me va a abrazar. No se reirá ni llorará.
No crecerá y se mudará a Nueva York, cantará en Broadway, se casará o viajará a
China.
Un día, voy a ser mayor que mi hermana la última vez que la vi. Voy a pasar
por esa puerta sola.
Sarah se ha ido. Y nunca sabré a dónde fue. Nunca sabré cómo murió.
No habrá ningún caso judicial o cierre. Ningún hombre malo que culpar. No
habrá arreglo. Sólo el vacío que Sarah dejó atrás. El vacío que se apoderó de mi
madre. El vacío que voy a llevar conmigo para siempre, ese ancho hoyo de Nunca
Saber.
—No puedo hacerlo. —Ni siquiera sé cómo lo digo porque estoy bastante
segura de que el aire dejó mis pulmones.
Papá se detiene y me mira.
—¿Qué, cariño?
La gente en las gradas a mi izquierda y la derecha se mueven incómodamente.
No hay suficiente aire en este gimnasio; no hay suficiente aire en el mundo.
—Claire, ¿estás bien? —pregunta papá de nuevo.
Pero no digo nada porque ahora estoy sollozando, llorando más fuerte de lo
que he llorado antes. Los dolorosos y jadeantes llantos me consumen. Papá me
rodea con los brazos. Quiero correr y esconderme de toda esa puta gente que me
mira ahora.
Por un momento, quiero morir. Mi corazón tartamudea dentro de mí. No
puedo respirar. Por un segundo, creo que podría suceder, y me gusta la idea de
renunciar.
—Está bien, cariño. Está bien.
Lo dice una y otra vez, mientras mis lágrimas humedecen el frente de su
camisa. No puedo parar. Soy como un bebé mientras mi papá me lleva lentamente
por los escalones y me conduce hacia la puerta de atrás, lejos de que todo el mundo
me vea desmoronarme.
Abajo en el escenario comienza la graduación, los chicos se alinean para
aceptar su diploma mientras dicen sus nombres, y la vida continúa con cada
segundo rodando hacia adelante. Mientras tropiezo hacia la puerta, papá me
aprieta más fuerte, me sostiene y me dice:
—Lo sé, cariño. Está bien. Lo sé.
Pero no está bien. Nunca va a estar bien.

114
Colin
H
an pasado unos días después de la graduación, después de toda la
cosa en el armario de arte con Jenna y la pelea con Michael. Todavía
llevo la carta de Sarah en mi bolsillo. Llego a la puerta principal y me
dirijo a la cocina, encontrando a mis padres sentados a la mesa con otra pareja.
Mi padre frunce el entrecejo con el tipo de confusión que se balancea al borde
de la frustración. El rostro de mi madre ya está manchado de lágrimas, y un fajo de
pañuelos usados yace delante de ella. Sus dedos juegan con la esquina del que tiene
en la mano. Me toma un segundo reconocer a los padres de Jenna.
Maldición, Jenna.
—Hola —digo, tratando de sonar relajado.
—Hola, cariño. —Mamá extiende su mano, y me llama para que me acerque,
lo cual hago porque de repente siento miedo de lo que esté por suceder en esta
habitación. Ella envuelve sus brazos alrededor de mi cintura como si yo fuera el
padre y ella sólo fuera una niña pequeña. La beso en la parte superior de su cabeza. 115
—Siéntate, Col —dice mi padre.
—Está bien. Estoy bien. —Aprieto mi mandíbula y luego la aflojo. Apretar.
Aflojar. Apretar. Aflojar—. Me muero de hambre. —Hago una línea recta a la
nevera.
—Hijo.
Mierda. Jodida, Jenna. Abro la nevera para no tener que mirarlos. Confiaba
en ti, Jenna. ¿Por qué no podías mantener esto entre nosotros? Nunca debería
habérselo dicho.
—Tenemos que hablar. —Puedo decir por el tono de voz de mi padre que ya
está cansado. Me pregunto cuánto tiempo han estado aquí, esperando que llegue a
casa.
—¿Oh sí? ¿Puede esperar? De hecho, tengo que ir a correr. —Saco una
manzana.
—Colin, cariño. —Mi madre se da golpecitos en los ojos con el pañuelo—. Ven
a sentarte.
—¿Qué está pasando?
Quiero decir, “Hola, padres de Jenna. Supongo que su hija finalmente se
rindió y les contó lo que he estado haciendo. Sorpresa, mamá y papá, siento darles
la primicia, pero su hijo enloqueció. Probablemente esté completamente loco”. Pero
me quedo en silencio.
—Colin —dice mi padre—, estos son el señor y la señora Cleary, los padres de
Jenna.
Asiento y sostengo la manzana a modo de saludo.
—Sí, creo que nos conocimos antes.
El señor Cleary es un hombre bajito, calvo, con una barbilla hundida. Su
esposa se ve nerviosa, malvada e inquieta. Entre los dos, no veo de dónde salió
Jenna. Tal vez la adoptaron.
—Colin. —El señor Cleary se aclara la garganta—. Hablamos con Jenna ayer, y
nos contó algunas cosas que...
—Oh, ¿sí? —Mastico la manzana, trabajando el pedazo en una esquina de mi
mandíbula—. ¿Qué es? —pregunto, tomando otro fuerte bocado. Puedo oír mi
latido en mis oídos.
—Nosotros... bueno, Jenna está preocupada por ti, Colin.
—Oh, eso es dulce. Nada de qué preocuparse. —Mastico y sonrío. Siento todos
sus ojos en mí. Prácticamente escucho su juicio.
Sigue sonriendo, me digo. Es el único camino a través de esto. Superé la
graduación, esa canción de mierda, y ese maldito discurso del padre de Sarah.
Puedo superar esto.
—¿Podemos hacerte una pregunta? —pregunta mi padre.
—Por supuesto. 116
—¿Has estado... quiero decir... alguna vez... llamaste a Sarah?
Mi madre lleva el pañuelo de papel a su cara, e incluso la señora Cleary, toda
esquelética y excéntrica, parece genuinamente preocupada. Me siento un poco mal
porque hayan sido arrastrados a esto.
—¿Qué? —Trato de sonar una parte sorprendido y dos partes perturbado ante
la mera implicación—. ¿Qué quieres decir?
—Es sólo que escuchamos... —Los ojos de mi padre se mueven a los padres de
Jenna. Bien, papá, muy sutil—. Hemos oído que tal vez llamas al teléfono de Sarah.
Me río entre dientes.
—Papá, eso suena bastante loco, ¿no crees? —Tomo otro bocado—. Sarah se
ha ido. Sé eso.
Lo digo demasiado casualmente porque no soy un muy buen mentiroso, y
todos lo saben. La manzana repentinamente sabe a cenizas.
—Colin, cariño, habla con nosotros. —Mi madre se suena la nariz con otro
pañuelo—. Sabes que estamos aquí para ti. Queremos ayudarte. Has pasado
demasiado. —Las lágrimas comienzan de nuevo.
—Sí, está bien —la corté—. Pero no he estado haciendo nada de eso, ¿de
acuerdo?
Mis padres asienten. El señor y la señora Cleary no.
—¿Les importa si voy a correr? —Necesito salir de esta cocina. Mi corazón
embiste mi pecho.
—Colin. —La señora Cleary parece más diplomática. Siento que escoge sus
palabras con mucho cuidado—. Sé que mi hija dijo la verdad. Llegó a casa muy,
muy alterada el otro día. Dijo que justo antes de terminar la escuela le dijiste que
llamas a Sarah y que creías... —La señora Cleary mira a mi madre rápidamente
antes de continuar—. Dijo que creías que Sarah... había atendido.
Me río, fuerte. Demasiado fuerte, y un trozo de manzana se quedan atascados
en mi garganta. Todos se sientan allí, mirándome fijamente, mientras lo toso y lo
escupo en la basura.
—No sé de qué está hablando —digo, mi voz vaga.
—¿Puedo ver tu teléfono? —Mi padre extendió la mano.
—Stuart, por favor —dice mi madre.
—Vivian, sólo quiero ver el teléfono de mi hijo. —Fija sus ojos en mí—. ¿Puedo
ver tu teléfono?
—¿No confían en mí?
—No, Colin, cariño, por supuesto que confiamos en ti. —Mi madre aparta la
mano de mi padre—. Te amamos, cariño. Sólo queremos asegurarnos de que estás
bien, eso es todo.
—Entonces deberían creerme cuando les digo que estoy bien. No estoy
haciendo nada de eso.
117
—Cariño, te creemos. —Mi madre vuelve a llorar.
—Obviamente no.
—Colin, sólo queremos asegurarnos que estés bien.
Siento la ira empezando.
—Acabo de decirles, como tres veces que estaba bien.
—Entonces, dale a tu padre el teléfono —dijo el señor Cleary.
Lo miro. No me gusta cómo dijo eso. ¿Era una sonrisa? ¿Está disfrutando
esto? El calor sube por mi pecho.
Con la encimera frente a mí, no pueden verme hacer un puño. Apretar.
Aflojar. Apretar. Aflojar.
—Dave. —Mi padre levanta una mano para frenar al señor Cleary—. Es mi
hijo. Yo me encargaré de esto.
La señora Cleary recoge un pañuelo.
—Stuart, tienes que entender. Esto ha sido muy duro para Jenna. Perdió a su
mejor amiga. Ha tenido pesadillas y ataques de llanto. Perdió peso. Quieren darle
medicación. Estamos tratando de hacer lo mejor para ella.
—Por supuesto que lo están haciendo. Y también estamos preocupados por
nuestro hijo —dice mi madre—. Él ya ve a alguien que le recetó estas píldoras que
no creo que estén funcionando.
—Mamá, para.
—No, Colin. Ya te lo dije.
—Mamá, por favor.
—¿Puedo ver tu teléfono? —Mi padre se niega a ceder.
Sólo lo miro y pienso, ¿en serio papá? ¿Vas a hacerme esto delante de ellos?
Y luego lo digo:
—¿En serio, papá?
—Colin... por favor. —Él me da una mirada que dice que tengo que ser el
hombre más grande en este escenario. La mirada dice, por supuesto él me cree,
pero piensa en los padres de Jenna y tu pobre madre, hijo. Tenemos que hacer lo
correcto para ellos.
—Está en mi mochila —miento, dirigiéndome hacia la puerta principal—. Un
segundo.
Una vez que estoy fuera de su línea de visión, tomo el teléfono de mi bolsillo,
hago clic en las últimas llamadas, y toco editar, borrar y borrar todo lo reciente lo
más rápido posible.
El teléfono me advierte que esto no se puede deshacer, y casi me río. No me
118
digas. Nada en el último año de mi vida se puede deshacer. Toco el botón cuando
vuelvo a la cocina, borrando cada llamada que hice a Sarah. Esto probablemente
suena estúpido, pero hacer eso me pone triste, como si hubiera perdido algo, otra
vez.
—Aquí tienes. —Le doy el teléfono a mi padre—. Sólo para que conste, creo
que esto es una mierda.
—Col —dice mi madre.
—Lo hago. Te dije que no estaba haciendo nada. Deberían creerme.
—No estamos tratando de hacerte daño, cariño. —Su rostro se vuelve sombrío
de nuevo—. Estamos intentando ayudarte.
No necesito ayuda, casi digo, pero no lo hago.
Mi padre se desplaza por las llamadas y me mira. Él sabe lo que hice. Puedo
verlo en sus ojos, pero no desvío la mirada.
Lo siento, papá, no puedes ponerme en el lugar así, no con esto. Nunca
entenderás. Necesito esto. No puedo parar. Y no puedo dejar que me quites esto
sólo porque Jenna no puede manejarlo. Lo siento.
—No hay llamadas recientes. —Le pasa el teléfono al señor Cleary.
—Las borró.
Otro Sherlock en medio de nosotros.
—Creo que hemos terminado aquí —dice mi padre.
Papá podría pensar eso, pero los padres de Jenna están lejos de terminar. La
señora Cleary se frota las sienes.
—Hemos trabajado tan duro todo este tiempo para proteger a Jenna, para
ayudarla a sanar.
Pienso en mi psiquiatra. ¿Por qué todos quieren sanar? ¿No es eso también
como olvidar? No quería olvidar. Y sinceramente, no quería seguir adelante.
—Esto la mandó de vuelta al principio —continúa la señora Cleary—. Apenas
logró pasar la ceremonia de graduación.
—Todos nos sentimos así —dice mi madre—. Todos hemos luchado.
—Sí, pero ahora nuestra hija está de vuelta donde estaba hace un año. Está
confundida. Y tengo que ser honesta, Vivian, las acciones de Colin no ayudan.
—Esto no es culpa de mi hijo.
¿Confundida? Jenna no está confundida. Quiero decir esto, pero creo que sí
puedo recuperar mi teléfono, puedo escapar por la puerta trasera y dejar que los
adultos lo manejen. Excepto que entonces mi teléfono suena, y todo el mundo deja
de hablar.
Brrrrrrrrrrr. Brrrrrrrrrrr.
Odio los tonos de llamada.
Me acerco para tomarlo de mi padre, pero ya ha bajado la mirada a la llamada
119
entrante.
—Colin... —Su voz se rompe.
Lo sostiene para que pueda verlo.
El rostro de Sarah enciende la pantalla.
Por un breve segundo, siento que el mundo gira.
Mi madre jadea mientras me lanzo hacia él.
—¡Dame el teléfono! —grito.
Mi padre no es un tipo pequeño, pero en este momento, es tan fácil para mí
empujarlo contra la mesa, sujetarle el brazo y arrancar el teléfono de él. Todo el
tiempo, mi madre y la señora Cleary chillan y gritan, y el señor Cleary trata de que
todos se tranquilicen. Tomo el teléfono y me empujo más allá de ellos por la puerta
principal, con el corazón apretado en mi pecho.
—¡Sarah! ¡Sarah! —grito en el teléfono—. ¿Eres tú? Sarah, por favor háblame.
Por favor di algo. ¡Sarah!
Nada más que silencio, cortado sólo por un constante ruido de clic en el
fondo.
—Sarah, nena, por favor háblame. Por favor. Dime dónde estás. Dime dónde
estás, e iré a buscarte ahora mismo. Lo sabía. Sabía que estabas ahí afuera. Por
favor, sólo di algo. ¡Sarah!
Pero entonces el teléfono se muere. Me doy cuenta de que estoy llorando, y mi
madre tiene sus brazos alrededor de mí. Está susurrando mi nombre, pero me alejo
porque no puedo soportar que nadie me toque. Vuelvo a marcar el número de
Sarah, ignorando lo que dicen mis padres.
—Cariño, soy yo. Por favor, llámame de vuelta. Sarah, por favor.
Cuelgo.
Vuelvo a marcar. Y otra vez. Y otra vez.
—Cariño, es Col. Por favor, llámame de vuelta. Por favor.
Cuelgo. Vuelvo a marcar. Quiero decirles que llamen a la policía, que alguien
por favor llame a la maldita policía, pero no puedo hablar.
Todo comienza a sentirse desenfocado, como que no puedo respirar y hacer
estas llamadas al mismo tiempo. Mi padre me conduce de nuevo dentro, fuera del
césped delantero, y mi madre corre a través de la casa. Oigo mi propia voz gritando.
Siento que empujo a mi padre fuerte, más fuerte de lo que quería, y quiero
disculparme, pero no puedo, porque mis dedos ya están marcando el número de
Sarah una vez y otra vez, y otra vez.
Mi madre vuelve con estas pequeñas píldoras azules y las empuja en mi boca,
y mi padre arranca el teléfono de mi mano. Una vez más, creo que voy a vomitar,
pero en su lugar, mi mamá me lleva arriba para acostarme.
Las lágrimas vienen fuertes y rápidas, y por dentro, se siente como si algo se
hubiera roto. Le digo que por favor vaya a buscar a la policía porque necesitamos 120
encontrar a Sarah ahora porque ella está ahí afuera y tratando de llamarme porque
necesita mi ayuda, y yo soy el único que puede ayudarla.
Pero mi madre me dice que calle, y está llorando y sosteniéndome como si
fuera un niño pequeño, lo cual se siente muy bien. Le ruego de nuevo; por favor
llama a alguien.
Encuentra a Sarah, sigo diciendo. Encuentra a Sarah.
Transcripción policial con Colin Leventhal, interrogado en la desaparición de
Sarah Evans.
CL = Colin Leventhal
DR = Detective Rodgers
DV = Detective Vela

DR: Hola, Colin. ¿Te acuerdas de nosotros? Soy el detective Rodgers, y este es
el detective Vela. Hablamos hace un año. Un par de veces en realidad. ¿Cómo has
estado? Te ves bien. ¿Estás más alto? ¿No se ve más alto?
DV: Definitivamente más alto. Así que, Colin, por lo que puedo recordar, eres
un tipo muy directo. Así que vamos al grano. ¿Qué pasó la otra noche? Dime.
CL: Sarah me llamó.
DV: ¿Sarah Evans te llamó anoche?
CL: Eso es lo que dije. 121
DR: ¿A qué hora fue esto?
CL: No lo sé. ¿A las cinco y media tal vez? Estaba en casa, con mis padres, y el
teléfono sonó. Y mostraba que era de ella.
DR: ¿Y tú respondiste?
CL: Por supuesto que respondí.
DV: ¿Y qué pasó?
CL: No hubo respuesta. Ella no dijo nada.
DR: ¿Ella? <tos> Colin, vamos a quedarnos tu teléfono por un rato. A ver si
podemos averiguar de dónde vino esa llamada.
CL: Ella sigue viva. Tienen que encontrarla.
DV: <suspiro> Voy a ser directo contigo, ¿de acuerdo? La probabilidad que
Sarah Evans siga viva un año más tarde es increíblemente delgada, como una en un
millón. He visto muchos que se escaparon de casa en mi época.
CL: Ella no se escapó.
DR: Está bien. Está bien. Me parece justo. Pero lo que el detective Vela está
diciendo es que hemos visto muchos casos de personas desaparecidas en nuestros
años en la fuerza. Ya sabes, más de dos mil personas se reportan desaparecidas
todos los días.
CL: <indescifrable>
DR: ¿Qué fue eso?
CL: Dije que ella no está desaparecida. Me llamó. Está tratando de volver a
casa.
DV: ¿Eso es lo que piensas?
CL: Sí.
DR: ¿Puedo decirte otra estadística? La mitad de los 800,000 adolescentes
desaparecidos este año se escaparon de casa. La mayoría tenía problemas
emocionales o adicciones.
CL: Encontraron su auto. ¿Por qué dejaría su auto si escapó de su casa?
DR: Sí, lo hicimos. Y cada pista en este caso se puso fría. ¿Entiendes lo que te
estoy diciendo?
CL: ¿Que jodidamente apestan en su trabajo?
DV: Cuide la boca, señor Leventhal.
DR: Colin, ¿cuándo empezaste a llamar a Sarah?
CL: <indescifrable>
DV: Habla más fuerte, hijo.
CL: Después que desapareció.
DR: En tu declaración dijiste que el teléfono sólo sonaba y sonaba.
CL: Sí, eso es lo que pasaba.
122
DR: Hasta que un día...
CL: Después del servicio conmemorativo, después de un año, hubo un
mensaje.
DR: ¿Un mensaje?
CL: Sí.
DR: ¿Qué decía?
CL: Era el viejo mensaje del buzón de voz de Sarah. Simplemente saludaba y
decía que dejara un mensaje.
DR: ¿Y esto comenzó cuándo?
CL: Después del servicio.
DR: Un año después.
CL: Sí.
DR: ¿Y le dijiste a alguien sobre esto?
CL: No.
DR: ¿Por qué no?
CL: No lo sé. Estaba… confundido.
DV: ¿Estabas confundido? ¿No crees que tal vez era algo que necesitabas
decírmelo a mí o a tus padres?
CL: Sí.
DV: Entonces, ¿por qué no lo hiciste?
CL: No lo sé.
DV: ¿No lo sabes?
CL: Yo sólo... No sabía qué pensar. Sólo quería que fuera cierto.
DV: ¿Querías que fuera cierto? ¿Qué querías que fuera cierto, Colin?
CL: Quería que ella siguiera estando... no lo sé.
DR: Nunca encontramos el teléfono celular de Sarah. No se pudieron
triangular las llamadas. Lo sabes, ¿no?
CL: No. No sabía eso.
DR: Creo que te preocupaba lo que hubiera dicho si me lo dijeras. Qué
pensaría que algo estaba sucediendo. Pero, ¿sabes lo que habría pensado si
hubieras venido a mí entonces, cuando los mensajes comenzaron por primera vez?
¿Sabes cuál habría sido mi primer pensamiento? Habría pensado que Sarah huyó y
que lo hizo parecer como que desapareció.
CL: No lo creo.
DR: ¿Por qué?
CL: Porque no haría eso. Mira, no la conoces. Si lo hicieras, comprenderías lo
jodidamente estúpido que suena. 123
DV: Cuidado.
DR: No, está bien decir jodido, ¿verdad, Colin? Cuando estamos enojados
decimos jodido, ¿verdad?
CL: No estoy enojado.
DV: ¿No? ¿Estás seguro? Quizás no ahora mismo, pero el señor Cleary dijo
que te enojaste bastante anoche y en la escuela. Esa pelea con Michael, ¿te
enojaste?
CL: ¿Saben de eso?
DV: Sabemos todo lo que hiciste, Colin. Sabemos que el señor Cleary dijo que
su hija Jenna dijo que te pusiste un poco enérgico, ¿dónde fue? Oh, aquí está, en el
armario de arte. Eso es lo que puso en su declaración. ¿Qué pasó allí, Colin? ¿Qué
pasó con Jenna?
CL: Nada... yo no estaba. Mira, no quise molestarla. Me preocupo por ella y
nunca quise asustarla o lo que sea. Sólo necesitaba que entendiera lo que estaba
pasando. No le hice daño. ¿Están tratando de decir que la lastimé? Porque no la
lastimé.
DR: Colin, tienes que recordar, eres un chico fuerte. Intimidaste a Jenna. La
asustaste. Asustaste a tus padres también, que parecen realmente gente
maravillosa y cariñosa.
DV: ¿Qué pasó con Michael?
CL: Me golpeó primero.
DV: Después que asustaras a Jenna, ¿verdad? Después de amenazarla.
CL: No la amenacé.
DV: Pero admites que la asustaste.
CL: No quise hacerlo, honestamente. Sólo quería hablar con ella.
DV: Y a Michael no le gustó eso. ¿Así que él fue tras de ti?
CL: Sí.
DV: Hmmmm.
DR: ¿Sabes lo que pienso, Colin?
CL: No.
DR: Creo que necesitas decirnos exactamente qué está pasando antes que más
gente salga lastimada.
CL: Se los dije todo.
DR: Cierto. Revisemos los hechos. Me dijiste que, al principio, desde la noche
de la desaparición de Sarah, la llamaste y el teléfono sólo sonaba. Y luego, un año
más tarde, —extraño que fuera un año—, ¿no? ¿No suena un poco... no lo sé...
planeado para ti? ¿No? Bueno, a cada uno lo suyo, supongo. Así que un año más
tarde, vuelves a hacer esa llamada, pero esta vez, el mensaje de Sarah atiende.
Hola, soy Sarah, bla, bla, bla. Entonces empiezas a dejarle mensajes. Luego 124
anoche, tu teléfono recibió una llamada del teléfono celular de Sarah. ¿Me olvido de
algo?
CL: No.
DR: ¿No? ¿Estás seguro? Quiero asegurarme de tener todos los hechos.
CL: No hay nada más.
DV: Va a quedar registrado ahora y dices que no hay nada más. Nada que
estés dejando fuera. ¿Como cuando te olvidaste de decirnos que alguien activó el
mensaje saliente de Sarah?
CL: No hay nada más, ¿de acuerdo? Lo juro.
DR: Espero que sí porque esto está quedando registrado, hijo. Colin, ¿sabes
dónde está el teléfono de Sarah?
CL: ¿Qué? No. Acabo de decirles eso.
DV: Estás dispuesto a dejar registro ahora mismo en este interrogatorio y
decir que no sabes dónde está el teléfono de Sarah Evans o quién hizo esa llamada,
¿es correcto?
CL: Sí, no tengo idea.
DV: ¿Ninguna?
CL: Ninguna.
DR: Muy bien. Bueno, Colin, como siempre, has sido increíblemente útil.
Realmente lo has sido. Entonces esto es lo que sucede después, ¿de acuerdo?
Vamos a poner algunos rastreadores en el número de teléfono de Sarah. Es por eso
que vamos a tener que quedarnos tu teléfono por un poco más de tiempo, ¿de
acuerdo?
CL: Está bien.
DR: Porque quien sea que tenga ese teléfono... y espero que tengas razón y sea
Sarah... pero si no, esa persona necesita responder a muchas preguntas, ¿no?
CL: Sí.
DV: ¿Estás seguro? ¿Estás seguro de que no tienes idea de dónde podría estar
ese teléfono? Porque si me lo dices ahora, todo podría ir mucho más suave.
CL: No tengo el teléfono de Sarah. Esto no es un juego, si eso es lo que está
insinuando.
DR: Muy bien, Colin, eso cierra esto. Siento que tomara tanto tiempo. Tus
padres están afuera, ¿de acuerdo? Ansiosos, estoy seguro, de verte.
CL: ¿Van a ir a buscarla?
DR: ¿Qué?
CL: ¡A Sarah! Sarah llamó. Está viva. Tienen que ir a buscarla. Son la policía.
¡Es su trabajo!
DR: Colin, vamos a hacer todo lo posible para cerrar este caso, ¿de acuerdo? 125
Te lo prometo.
Colin
S
igo metiendo la mano en mi bolsillo buscando mi teléfono, y su falta es
una sorpresa cada vez. Me siento alejado de Sarah. Enojado, porque si
vuelve a llamar, no seré yo quien responda. Me preocupa que se sienta
traicionada, como si la hubiera echado. Porque, para ser honesto, se siente como
que lo hice, y esa sensación me carcome.
Todos los demás siguieron adelante, se rindieron. El señor Evans puso una
tumba. La señora Evans se fue de la ciudad. Pero yo nunca perdí la esperanza,
Sarah.
Yo esperé. Yo sabía.
Ese conocimiento me ayudó a dormir bien anoche, por lo que se siente como
la primera vez desde que desapareciste. ¿Estuve conteniendo la respiración por un
año esperando esa llamada?
A pesar de todo, me dije que esa llamada cambiaba todo. Necesitaba
concentrarme en el momento que esto terminara, con ella en casa a salvo. Con qué
rapidez cambia la vida, de repente.
126
Aquí me siento, listo al comienzo de todo ese cambio. El momento en el que
Sarah desapareció pronto será reemplazado por el momento en que reaparece. La
vida volverá a la forma en que se suponía que era.
Decido correr esta mañana. Me visto y me deslizo por la escalera, con cuidado
de evitar el escalón que hace un chirrido para no despertar a mis padres y salgo por
la puerta. El aire fresco de la mañana se siente bien, fresco y nuevo. Exactamente
como me siento.
Me dirijo hacia fuera, rebotando en las puntas de mis pies, respirando con
firmeza, y escuchando el crujido de la grava debajo. Sigo mi camino habitual,
subiendo por la colina, dando vueltas por el barrio y luego dando vueltas alrededor
de mi bloque. Suman veinticinco kilómetros. Cuando regreso a mi calle, mis
pulmones y músculos se sienten bien, así que opto por otra vuelta.
Cuando paso por mi casa, todavía tranquila y oscura, echo un vistazo a la casa
de Sarah. El señor Evans está en el césped, con las manos en las caderas y la cabeza
gacha. Parece que encontró algo de particular interés en la hierba. Cuando paso,
levanto una mano para saludar, pero él solo me mira, casi me atraviesa con la
mirada.
Continúo con un dolor en mi pantorrilla y subo la colina una vez más.
Volviendo a bajar, corro a toda velocidad las últimas tres manzanas y termino mi
carrera en el camino de mi casa. El ruido blanco de mi pulso llena mis oídos y
aplana el parloteo de los pájaros. Juro que ni siquiera escucho al señor Evans
acercarse a mí, y cuando me da un golpecito en la espalda, salto.
—Colin, tenemos que hablar —dice.
—Está bien —jadeo—. Sólo un segundo. Déjame recuperar el aliento.
Me inclino, con las manos en las rodillas y toso. Esa última carrera
probablemente fue un error. Mi pecho arde como si alguien hubiera encendido un
fósforo dentro.
—La policía me contactó —dice el señor Evans, frotando el indicio de barba
que crecía en su rostro—. No entiendo por qué no me llamaste.
—¿Qué?
—No lo entiendo, Colin. Pensé que tú, de todas las personas, entenderías algo
tan grande, algo tan enorme como esto... tenías que llamarme. Siempre hemos sido
tú y yo, Colin. Tú y yo en el mismo equipo. Tú y yo pensamos que la policía se
equivocó. Cuando te llevaron por primera vez a la estación, Colin, yo te defendí.
Sabes eso, ¿no?
Asentí.
—Fueron mis padres, señor Evans. Llamaron a la policía. Dijeron que
necesitaba reportarlo.
—¿Cuánto tiempo llamaste a su teléfono, Colin?
—Todo el año. 127
—¿Te hizo sentir mejor? —El señor Evans me sujeta del hombro.
—No lo sé —digo, estabilizando mi respiración. Realmente desearía que la
gente dejara de preguntarme eso.
—Lo hizo. Entiendo. Lo hizo. ¿Puedes...? —Mira a su alrededor como si
esperara que el detective Rogers saltara de los arbustos—. ¿Puedes decirme qué
dijo la policía? ¿Qué te han preguntado?
—Sólo querían saber, básicamente, qué pasó. Cuándo empecé a llamar,
cuándo se encendió el correo de voz de Sarah. No les conté lo de la tiza.
Estaba a punto de añadir, o la carta, cuando veo que sus ojos se ensanchan y
me atrapan.
—¿Qué cosa de la tiza? —pregunta el señor Evans.
Mierda. Apenas puedo creer que salió de mi boca. Tenía que ser la carrera,
mis endorfinas corriendo a través de mis vasos sanguíneos. Mi mente se nubló.
Nunca le dije a nadie, ni siquiera a mis padres, a mi psiquiatra, a Jenna o a la
policía, acerca de los dibujos ta-te-ti o de la carta de Sarah.
¿Qué se supone que debía decir, que Sarah trató de hablar conmigo? ¿Que se
acercó a mí, a nadie más? Ella no contactó a su familia o a Jenna, ¿sólo a mí?
—Colin, ¿qué cosa de la tiza?
—Nada —le contesto.
—¿Estás hablando de esa mierda que estaba aquí en la acera?
Agarra mi brazo con fuerza. Lo sacudo, pero él vuelve a mí. Puedo ser fuerte,
pero el señor Evans está decidido.
—Dime, Colin. Dime lo que sabes. ¿Eso significa algo? ¿Acaso esa mierda que
quité de la maldita acera significaba algo? —Él se aferra con fuerza, y sus dedos se
clavan en la carne de mi brazo.
—Señor Evans, por favor, suélteme.
—Respóndeme. —Le da a mi brazo un agitado sacudón—. ¿Sarah trató de
contactarte antes?
—¡Suélteme! —grito, tirando de mis brazos hacia atrás, soltando su agarre,
pero él regresa, agarrando mi camisa y empujando su cara cerca de la mía. Cuando
habla, el control en su voz realmente me asusta.
—Maldita sea, respóndeme, Colin, o te romperé por la mitad. ¿Mi hija trató de
contactarte antes de esa llamada el otro día?
—No. —Trato de quitarle los dedos de mi camisa. En su necesidad, se ha
vuelto más fuerte, y el tejido comienza a desgarrarse—. Señor Evans, por favor,
suélteme.
Pero me empuja aún más fuerte y luego me empuja hacia atrás hasta que
choco contra la puerta del garaje, el cual se sacude bajo nuestro peso.
—Dime ahora, pequeña mierda. ¿Te contactó Sarah antes de ayer? 128
—No. —Me aparto de él, y mi camisa se rasga a través del cuello.
—Colin.
Él me agarra de nuevo, y antes que me escape, su mano atrapa mi rostro.
Asustado, me retiro, pero él agarra mi camisa y me arroja contra la puerta del
garaje de nuevo. Maldice, y me grita con el puño volando. Mantengo las manos en
alto, intentando esquivarlo y protegerme.
Su puño me atrapa justo en las costillas ya magulladas, y me doblo. Siento que
me golpea la espalda, y me caigo de rodillas.
—Señor. Evans, ¡deténgase! —grito.
Siento que toda la ira y el dolor empiezan a acumularse en mí. Quiero decirle
que se vaya a la mierda y recordarle que ha renunciado a Sarah. Él cavó su jodida
tumba. Quería gritarles que todos se rindieron con ella, y no la merecían.
Por un segundo, mi enojo hacia Michael se enreda con el señor Evans, y
empiezo a sentir que estaban equivocados. Yo no me estaba volviendo loco, sino
todos los demás que continuaron adelante sin Sarah. En su culpa, se enojaron
conmigo por quedarme aquí y esperarla. Me odian por ser el único que nunca se
rindió.
Se detiene, y lo miro. Él jadea pesadamente, su rostro cambia de rabia a
horror luego de vuelta a la ira.
Se inclina hacia abajo, toma mi brazo y me levanta para que nos pongamos de
pie. Me duelen las costillas.
—Señor Evans. —Quiero decirle cuánto amé a su hija. Cómo no haría nada
para herirla. Pero él me interrumpe.
—Colin, si descubro que hiciste cualquier cosa; CUALQUIER COSA, que
pudiera impedirles encontrar a mi hija, te juro por Cristo, te mataré yo mismo. ¿Lo
entiendes?
Asiento, sin saber qué más hacer. El señor Evans se vuelve, mira brevemente
a un lado y a otro de nuestra calle, atraviesa el césped y regresa a su casa.

129
Colin
—C
olin. —Mi psiquiatra se inclina hacia delante en su silla—. Vamos
a intentar algo diferente hoy.
—Bueno.
No le dije que el señor Evans me golpeó. Mis padres programaron esta sesión
después de la policía y la llamada telefónica. Le dijeron que Sarah me llamó. No le
cuento cosas. Todo lo que siempre le digo es “bien”. Nuestras sesiones pasadas iban
de algo como esto:
—¿Cómo te sientes Colin?
—Bien.
—¿Cómo va todo con tus padres?
—Bien.
—¿Qué tal la escuela?
—Bien. 130
—¿Quieres hablar hoy?
—Bueno.
Luego cambié a otras respuestas de una palabra.
—Sí.
»No.
»No sé.
»Claro.
»Bueno.
La hora siempre va muy lenta, pero todavía me siento mejor. No compartir
me hace sentir menos loco que si compartiera. No puedo concentrarme cuando
saco todos mis pensamientos y sentimientos sobre Sarah, y ahora mismo, necesito
concentrarme.
—Está bien. —Anota algo en su bloc de notas. ¿Qué demonios podría haber
escrito? El paciente continúa negándose a cooperar. Posible ruptura
esquizofrénica en el horizonte. Trato de no pensar en lo mucho que mis padres
pagan por esto—. En vez de hacerte preguntas, hagamos una asociación de
palabras. —Cuando no digo nada, ella sonríe—. Te voy a dar una palabra.
—Lo que sea.
—Michael.
—¿Qué?
—Michael.
—¿Qué pasa con Michael?
Se recuesta en su asiento y espera.
—No estoy muy seguro de lo que estás haciendo, pero no tengo nada que
decir. Podemos sentarnos en silencio si quieres.
—Michael —dice otra vez. Pienso en su voz en mi oído, diciéndome que estaba
enfermo y que era mejor que me alejara de Jenna.
—No tengo nada que decir sobre él.
—¿Amigo?
—No, no lo es. Lo era, pero ya no. No puedo ser amigo de un idiota así. No
puedo soportarlo. Lo odio.
—Esa es una palabra muy fuerte.
—Y quiero decir cada letra. Es un saco de tierra y un mentiroso.
—¿Por qué lo odias, Colin?
—Ya cubrimos esto, ¿verdad?
—Creo que esto sigue siendo una parte crucial en tu curación. Desplazas tu ira
en lugar de lidiar con ella. Culpas a Michael por cosas que no son culpa suya. Este
enojo es tuyo, Colin. Tienes que reconocerlo y poseerlo. 131
Gruño y agarro el almohadón a mi lado para tener algo en mi mano. Odio
cuando me dice que me adueñe de mis sentimientos. Odio sentirme así de
vulnerable.
—Te lo dije. Michael sentía algo por Sarah. Él era mi amigo, y ella era mi
novia. Y después de... todo... todavía le decía a la gente que algo estaba pasando
entre ellos. Es un mentiroso.
—¿Así que no es cierto?
—¡No!
—Bueno.
—¿Estás insinuando que mi novia, que por cierto desapareció hace un año, me
engañaba? ¿Estás tratando de enojarme?
—No. Estoy tratando de ayudarte a sanar.
—Sigues diciendo eso.
—Porque ese es mi trabajo, ayudar a la gente a superar su confusión y su dolor
y regresar a un lugar donde se sienten en control de su vida.
Suspiro y me recuesto, tirando la almohada. Estoy decidido a quedarme
callado. Pero no lo hago.
—Es un mentiroso. Era mi amigo, nuestro amigo, y después que Sarah
desapareció, comenzó a decirle a la gente que estaban enamorados. Actuaba como
si algo hubiera sucedido entre ellos. Es sólo una maldita y estúpida idea.
—Tal vez tenía sentimientos por ella.
—Sarah era mi novia.
—Aun así, podría haber tenido sentimientos por ella, sentimientos secretos.
Sin embargo, veo cómo eso te enfada. Veo cómo te sientes traicionado. A veces es
difícil controlar nuestros sentimientos.
—Se suponía que Michael era mi amigo. Cuando ella... se había ido... debería
haber mantenido la boca cerrada, pero empeoró las cosas.
—Tal vez también estaba herido.
—¿Por qué sigues defendiéndolo?
—No lo defiendo, Colin.
—Bueno, no me importan sus sentimientos. ¿Lo entiendes? Una noche se
metió en el auto y desapareció. Planeábamos vernos al día siguiente. Teníamos
planeado ir a una fiesta y luego a la cena. Podría haber hecho esa cosa con las
pajillas que la hacen reír. Podríamos haber pedido hamburguesas. Pero no pude
porque alguien se la llevó.
Siento mi corazón acelerado. Mi aliento sale en chorros fuertes y cortos.
Quiero golpear algo. Quiero levantarme e irme, pero de repente no puedo
moverme. No hay suficiente aire en esta habitación.
132
—Se la llevaron. La sacaron de su auto y... maldición, todo después de eso es
una pesadilla.
—Está bien que estés enojado, Colin. La ira es normal. Cuando Michael era tu
amigo, ¿alguna vez te dio una razón para no confiar en él?
—¿Qué? No lo sé... ni siquiera sé cómo responder a eso.
—¿Alguna vez te dio una razón para no confiar en él antes que Sarah
desapareciera? ¿Te mintió entonces?
—No.
Es la verdad, pero quiero mentir. Quiero decir, sí, Michael siempre fue un
idiota. Siempre estaba tratando de tomar lo que era mío, siempre tratando de
ganarme. Pero no lo era. Él fue mi amigo durante mucho tiempo, y Sarah también.
Él era nuestro amigo.
—Entonces, ¿por qué iba a mentir ahora?
—¿Cómo se supone que esto me haga sentir mejor?
Apretar. Aflojar. Apretar. Aflojar.
—Crees que Sarah era perfecta. No lo era. Crees que trata de comunicarse de
entre los muertos.
—No, no de entre los muertos.
Suspira y se reclina en su asiento, golpeando su lápiz contra su pierna.
—Colin, necesito que retrocedas un paso y pienses en esto. Si sigue viva, Colin,
eso significa que huyó. Si te quería tanto y aun así huyó, ¿por qué estaría haciendo
esto contigo? ¿Por qué te torturaría? ¿No te has hecho esa pregunta?
Sí. Dios, sí, he hecho esa pregunta. Pongo mi cabeza en mis manos. Mis
mejillas están enrojecidas, y se siente bien presionar mis manos frías contra ellas.
—Sí.
—¿Y cuál es tu respuesta?
—No lo sé.
—Tienes que empezar a aceptar que se ha ido, Colin. No importa si hay un
buzón de voz. No importa que creas que te llamó el otro día. Es un teléfono, un
pedazo de plástico y chips de computadora. No es un enlace mágico con Sarah. Ese
teléfono podría estar en manos de cualquiera. Tienes que empezar a soltarla. Si no
aceptas que Sarah se ha ido, nunca vas a sanar.
—No estaba allí. —Sale en un murmullo entre mis dedos. Por un segundo, no
puedo creer que lo dije en voz alta. Las palabras se sienten pesadas, hechas de
tierra, endurecidas y amargas. Prácticamente las escupí.
—Colin, lo que le pasó a Sarah no es tu culpa.
Levanto la cabeza.
—No quiero hablar de esto —digo con la mayor convicción posible. 133
Hago un puño. Apretar. Aflojar. Apretar. Aflojar. Entierro mi culpa y mi
miedo. La envuelvo de rabia, de la misma forma que envuelvo mis brazos alrededor
de mí.
—Lo que le sucedió a Sarah no fue tu culpa...
—No —le digo, mirándola. Siento que la ira vuelve, lo que se siente mejor que
la culpa y el miedo—. No lo hagas.
Ella no entiende. ¿Cómo puedo perdonarme? Si hago eso, entonces termina.
Se inclina hacia atrás y suspira, inclinando la cabeza como si me mirara desde
un ángulo diferente.
—Colin, necesitas concentrarte en sanar. Si no dejas de estar enojado...
—Acabas de decir que la ira era normal.
—Sí, pero esto no es ira normal. Estás enojado contigo mismo, Colin. Estás
furioso por cosas sobre las que no tienes control. Eso te impide sanar y aceptar que
Sarah se ha ido. Se ha ido, Colin. Sé que duele, pero necesitas empezar a entender
eso. Tienes que decirlo.
No. Quiero gritarle, pero en vez de eso digo:
—Tal vez no quiero curarme.
—Entonces nunca dejará de doler. Nunca.
—Tal vez no lo merezca.
—Oh, Colin. —Repentinamente hace la misma cara que mi madre hace antes
de llorar—. Nada de esto es tu culpa.
Aprieto los dientes. Ni siquiera puedo mirarla. Ella exhala largo y bajo antes
de hablar de nuevo.
—Lo que le sucedió a Sarah fue terrible. Fue una cosa terrible, terrible. Y ha
cambiado irrevocablemente tu vida. Pero, y esto es muy importante Colin, tú no lo
causaste.
Excepto que sí lo hice porque no estaba allí. Cuando fue tomada, no estuve allí
para salvarla.
—Colin, no podrías haberlo parado. No podrías haberlo sabido. Nadie sabía.
No hay nadie a quien culpar más que la persona que la tomó, eso es todo. Ni
Michael y ciertamente no tú.
Basta. No estaba allí para ella. Le dije que siempre estaría allí para ella, y no
estaba. Sarah atravesó la oscuridad sola. Le prometí que nunca pasaría por la
oscuridad sola.
—Esta ira... esta culpa innecesaria a la que te aferras... te come vivo. Antes que
crezcas, quiero decir realmente crecer, veas el mundo, te enamores, y cometas
errores y aprendas de ellos; antes que algo de eso pueda suceder, antes que siquiera
tengas una oportunidad en la vida, ya estarás muerto dentro.
Miro al suelo, deseando tener la fuerza para salir.
—Si no la dejas ir, Colin, la memoria de Sarah te consumirá. 134
—Siento que la mantengo viva —susurro. Cada palabra cae de mis labios como
piedras pesadas, frías y verdaderas.
—No lo haces. No la vas a mantener viva, Colin. Te estás matando. Déjalo ir.
Deja ir a Sarah.
Colin
E
sta es la parte de la historia donde se supone que las cosas cambian.
Este es el momento en que, después que una familia se separó, todos
perdieron la esperanza y erigieron una lápida, y un chico se rompió, lo
imposible sucede. Si mi psiquiatra tiene razón, empiezo a sanar. Si está equivocada,
Sarah hace lo impensable y vuelve a mí.
Excepto que eso es lo que sucede en las historias. Eso no es lo que pasó aquí.
Aquí, sucedió algo terrible.
Lo terrible comenzó esa misma noche, después que el señor Evans me golpeó
y fui a la oficina de mi psiquiatra. Comenzó con una chica llorando.
Cuando la oigo, creo que es un sueño.
—Colin, por favor, despierta.
Levanto la cabeza de la almohada.
—Colin, por favor. Necesito ayuda.
Sí, por un momento, creo que es Sarah. Suena muy parecido a ella. Pero la
135
chica que se asoma a la ventana de Sarah, llamándome, es Claire.
Me pongo el pantalón y abro mi ventana completamente.
—Claire.
—Colin, por favor, necesito ayuda. —Sigue llorando.
—¿Qué sucede?
—¿Puedes encontrarme en la entrada? —pregunta.
—¿Qué hora es?
—Por favor, Colin.
—Está bien, está bien. Ve. —Cierro la ventana y deslizo mis pies en mis
zapatillas. Bajo lentamente las escaleras y abro la puerta principal para encontrar a
Claire ya parada en la entrada.
—¿Qué es? ¿Qué pasa?
—Necesito decirte algo.
—Está bien.
—Creo que la estoy olvidando. Ya he olvidado su voz y la forma exacta en que
sonreía. No recuerdo cómo se movía. La estoy perdiendo, poco a poco. Y no sé qué
hacer.
Me atraganto con un sonido ahogado, algo que suena como un gruñido y un
llanto. Asiento y balanceo mis hombros, como si pudiera sacudir la verdad en lo
que Claire acaba de decir.
Pero no puedo. Cada día que pasa, Sarah se aleja más y más lejos de mí. La
siento retirándose, sólo una sombra del recuerdo que alguna vez fue.
No. Aún queda la llamada telefónica a lo que aferrarse. Recuerdo la esperanza
que grabé en piedra, en mi corazón. La esperanza que dice que Sarah está viva. Ella
está ahí afuera. Lo que mi psiquiatra llama pensamiento mágico, yo lo llamo
esperanza.
—Me asusta —dice Claire—. Y ahora mi padre quiere irse.
—¿Qué?
—Quiere irse. Quiere alejarse de aquí. Habló de eso la otra noche, pero
después que la policía lo llamó... ahora no lo sé.
Miro hacia el dormitorio de Sarah. ¿Qué pasará si alguien más vive allí?
¿Entonces qué? No. No puedo preocuparme por eso ahora porque viene a casa.
Sarah viene a casa.
—Pero y si ella... todavía... Claire... Creo que Sarah sigue viva. No podemos
renunciar ahora.
Claire se pone a llorar.
—Oh, Dios, Colin. 136
Oigo a Michael otra vez, llamándome mierda enferma. No quiero lastimar a
Claire, pero al mismo tiempo, necesito que ella sepa. Necesito que ella crea
conmigo.
—Colin... yo...
—No, por favor, Claire. Sé que suena loco, pero tenemos que seguir creyendo.
Necesitamos ser fuertes para Sarah. Algo... —Pienso en ese momento cuando la
cara de Sarah se iluminó en mi teléfono—. Algo increíble sucedió.
—Colin, detente —dice Claire, y de repente, ella parece mucho más vieja, se
parece a Sarah—. Necesito decirte algo. —Otra lágrima se desliza por su rostro.
—Está bien.
Ella deja caer su mirada.
—… Te quiero.
—Claire...
—No, escucha. —Claire respira profundo—. Bien, tenía que decir eso primero
porque, aunque eso era muy difícil de decir, las otras cosas son más difíciles. Te
quiero. Te he amado desde hace mucho tiempo. Pero... creo que podría ser una
mala persona.
—Claire. —El aire de la noche me hace temblar, o tal vez es ella—. Sea lo que
sea, va a estar bien.
—No, no lo está, Colin.
—Sólo dime qué pasó.
—Solía desear que fuera yo.
—¿Qué?
—Todo sobre ella, deseaba que fuera sobre mí. Cuando la tomabas de la mano,
deseaba que fuera yo. Cuando estabas arriba en el techo con ella, podía oírlos…
—Claire.
—Colin, por favor, déjame terminar. Deseaba ser yo también. Cuando
protagonizó la obra, en la escuela, deseé ser yo. Deseaba ser ella todo el tiempo. Ese
día en el pasillo, cuando pensaste por un segundo que era ella...
—Lo siento mucho, Claire. No quería molestarte... ni herirte.
—Pero no lo hiciste. Es lo que yo quería. ¿No lo entiendes? Incluso cuando
desapareció, todavía deseaba que fuera yo. Ojalá tuviera el poder de mover a la
gente como lo hizo ella. Mis padres... estaban destruidos porque era Sarah.
—Eso no es cierto. Si fueras tú, Claire, habrían estado devastados.
—Pero no lo fue. Fue Sarah. Siempre fue Sarah.
—¿Por qué me estás diciendo esto?
—Porque hay cosas que necesitas saber. A ella no le gustaba Michael. No lo
hacía. A él le gustaba ella. A veces se le acercaba y la llamaba mucho. Pero te quería
a ti, Colin. Me lo dijo.
137
»Tenía miedo que lo supieras. Que arruinara las cosas entre ustedes dos. Y
ahora lo ha hecho. La pelea entre tú y Michael... en el pasillo... Necesitas entender
eso, para Sarah siempre fuiste tú. No quiero que pienses otra cosa, ¿de acuerdo?
Ustedes dos estaban enamorados. Siempre habrían estado enamorado, como en los
libros. Habría durado para siempre. Lo sé.
—Claire... —Creía que ninguna parte de mi corazón permanecía intacta, pero
escuchando a Claire, me di cuenta de que eso no era cierto. Siempre habría otra
pieza que romper. Podría tomar todos esos fragmentos y volverlos a unir, pero una
sola palabra lo volvería a despedazar.
—No quería lastimar a nadie.
—No lo hiciste.
—Sí, lo hice. Te lastimé a ti.
—Claire, nunca me lastimaste. —Estiro la mano para tomar la suya. Ella se
estremece, así que dejo caer mi brazo.
—Pensé que, si podía hacerte sentir mejor, sería algo bueno, aunque no fuera
real. Nunca quise...
—Claire, ¿qué hiciste? —pregunté, aunque en algún lugar en el fondo de mí la
respuesta empieza a formarse. Quiero que deje de hablar. No quiero que sea
verdad. Por favor Claire, déjame tener esto.
Mete la mano en el bolsillo trasero y saca algo. Lo sostiene en alto, en su
palma, con la punta de los dedos temblando.
—Lo siento mucho —dice Claire.
En su mano hay un pequeño teléfono negro. Así como así, mi mundo se
inclina de nuevo en su eje. Siento que el último año me pasa corriendo.
—¿Tú? —me las arreglo para decir.
Claire asiente, llorando.
—¿Y la cosa de la tiza, los dibujos de ta-te-ti? ¿La carta?
—No, ella escribió la carta, Colin. La acabo de encontrar. Te lo juro. Ella lo
decía en serio. Sólo quería que supieras cuánto te quería. Quería que lo recordaras.
No quise hacerte daño. Lo siento mucho.
Bajo la mirada, hacia ese pedazo de plástico. Ese objeto que me obsesionó por
lo que se sentían como años, pero realmente sólo desde mayo.
¿Eso era todo? Sólo un mes de llamar a Sarah y escuchar su voz, que ahora me
di cuenta que no era su voz. Todo este tiempo, era Claire.
Pensamiento mágico.
Una oración.
Un sacrificio.
Mirándolo ahora, me doy cuenta de lo mucho que creía. Cuánto de mí estaba
hecho de la esperanza de que ella regresara a casa, el potencial que esto podría
terminar de manera diferente. Que podría traer a Sarah de lo desconocido. La
esperanza que ahora yacía muerta dentro de mí.
138
Sarah era:
1. rubia
2. bonita
3. divertida
4. torpe
5. mejor en clase de francés que yo
6. mi vecina
7. mi novia
8. una gran besadora
9. esperanzadora
10. honesta
11. boba
12. talentosa
13. emocional
14. una conductora realmente terrible
15. una gran cantante
16. una fanática de Rent
17. coqueta
18. suave
19. desaparecida
Sarah había desaparecido.
Desaparecido.
Para siempre.
Una risa débil se me escapa. No sé por qué. ¿Agotamiento, tal vez? Ha sido un
día duro, un año duro de hecho, y encontrar que todo termine así es de alguna
manera más de lo que puedo tomar. Claire parada aquí, con el teléfono en la palma
de su mano, me ofrecía… algo que no quiero. Sigue llorando mientras saco el
teléfono de su mano.
—Colin, la policía...
—Lo sé.
—¿Qué debo hacer? Nunca quise herir a nadie. Tienes que saberlo. Sólo
quería…
—¿Qué? ¿Por qué lo hiciste?
—No lo sé. Quería que volvieras a ser feliz.
—¿Lo era? —le pregunto y luego le digo—: No importa, no contestes.
La idea de que Sarah volviera a casa, ¿realmente me hacía feliz? ¿O acababa 139
de pasar un año esquivando la verdad y el miedo? ¿Un año gastado esquivando mi
propia puta vida? Mi psiquiatra me dijo que necesitaba dejar ir a Sarah antes que
su recuerdo me consumiera. ¿Había pasado un año dejando que eso sucediera?
—Es mi culpa. —Claire comienza a llorar, cubriéndose la cara con las manos—
. Rompí su iPhone. Es mi culpa que no la hayan encontrado. Si tuviera su teléfono
real en lugar de ese estúpido pedazo de mierda...
Los llantos se vuelven más fuertes ahora, y la rodeo con mis brazos. Le
susurro, le digo lo mismo que mi psiquiatra me dijo, que no es su culpa. Pero no
hay nada que pueda decir para arreglar esto. Claire llevará esto con ella. Esto la
cambiará y envejecerá. Ya lo ha hecho.
—¿Cuándo lo encontraste? —pregunto una vez que se ha calmado. La calidez
de su cuerpo contra el mío me sostiene.
—Hace un par de meses. Se cayó detrás de su tocador. Ella solía colocar su
bolso allí arriba, y debió de haberlo derribado y caído o algo así. Probablemente ni
siquiera notó que no estaba allí antes de irse. Si lo hubiera tenido, Colin...
Pero la detengo porque no podemos volver allí de nuevo, con Sarah gritando
en nuestras cabezas y esas manos ásperas sacándola de su auto. Niego y me limpio
las lágrimas.
Claire se separa de mi abrazo.
—¿Qué debo hacer? ¿Decirle a mi padre?
—No. Nunca le dirás a nadie. Yo nunca voy a contarle a nadie. Espera aquí.
Vuelvo con el bate de béisbol y coloco el teléfono en el camino de entrada.
Sólo balanceo una vez, y se rompe bajo la madera, lloviendo plástico negro como un
insecto aplastado.
Claire da un paso atrás y se da la vuelta cuando los fragmentos se hacen
añicos y rebotan. Había desaparecido, pero sigo dándole, sigo levantando el bate
sobre mi cabeza y bajándolo de nuevo.
Golpeo una vez por cada una de las cosas que Sarah era.
Golpeo por todas las lágrimas derramadas en su nombre.
Golpeo por la familia rota al otro lado de la calle.
Golpeo por Claire, por la pobre y bella Claire.
Golpeo por la belleza de Sarah, su voz, su risa, por toda esa tremenda vida
dentro de ella.
Golpeo por el potencial que ahora era sólo vapor.
Sarah era todas esas cosas, y habría sido muchas más. Pero ahora Sarah es
sólo una cosa:
Un muerto.
Lo siento, la verdad de ello, la finalidad cuando bajo el bate una y otra vez.
Los fragmentos de plástico del teléfono ya se han ido, esparcidos por el camino de
entrada, y el bate de béisbol está dejando una mancha blanca en el asfalto.
140
Siento que se ha ido, que me ha dejado, que era sólo una esperanza, una
estúpida esperanza infantil la que llevaba. Ahora, mientras esa esperanza se
desvanece, mientras el fantasma de Sarah me deja, se siente como si una horrible
bestia de una criatura encaramada en mis hombros tomara vuelo. Soy,
extrañamente y finalmente libre.
Libre.
¿Perdonado? Tal vez. Dios, espero que sí.
Golpeo fuerte, una última vez, de modo que ahora puedo dejar de golpear.
Para siempre.
Bajo el bate, con el pecho subiendo y bajando. Claire está allí, con los ojos
abiertos y asustada, pero al menos ha dejado de llorar.
—Vete a casa, Claire.
—Colin.
—Vete a casa y duerme un poco. Te veré mañana.
—La policía…
—No te pasará nada. Lo prometo. Te veré mañana.
Ella se acerca y me abraza, y la rodeo con mis brazos y le beso la frente. Por un
momento, no quiero soltarla, pero lo hago, observándola alejarse y cruzar el pasto
cubierto de rocío de su jardín.
Cuando se va, cambia. Por un momento, su andar se parece al de Sarah, y
luego vuelve a Claire. Claire, con su largo cabello rubio por los hombros,
cambiando entre ella y una chica que amo. Una chica que se ha ido.
Claire es mitad niña y mitad mayor. Mitad aquí y mitad ida. Espero que mire
hacia atrás, pero no lo hace. En cierto modo, me alegro. La imagino subiendo los
escalones de su casa, con los pies ligeros sobre la madera.
Claire era libre.
Tal vez todos lo somos ahora.
Alzo la mirada a la habitación de Sarah y luego me inclino y recojo los
fragmentos de su viejo teléfono. No hay nada por lo que esperar. No hay nada de
qué preguntarse. Ahora me doy cuenta, probablemente por primera vez, que no
sabré qué le pasó a Sarah. Nunca tendré a una persona a quien culpar. Mi
psiquiatra tenía razón, calificándolo de duelo ambiguo. Al no tener a alguien
culpar, me culpé a mí mismo.
Me contó acerca de las cinco etapas del duelo: negación, ira, negociación,
depresión y, finalmente, aceptación.
Aceptación… ¿es eso lo que es?
Excepto que ninguna de esas palabras contenía el tornado de emociones que
sentía desde que Sarah estaba parada junto a su auto, me saludó con un adiós y
nunca volvió.
Supongo que no se supone que lo hagan. Quiero decir, ¿cómo puede una 141
persona relegar todas las emociones y sentimientos de manera ordenada en una
definición? ¿Qué palabra es lo suficientemente grande para contener esa ola?
Nunca tuvimos un verdadero adiós esa noche. Todavía veo su cara, se volvió
hacia mí, con esa sonrisa. Dios mío, cómo sonrió.
En mi cabeza, beso a Sarah, de la manera que debería haberlo hecho, de la
manera que siempre quise. Le cuento todo lo que quise decir. Le digo que la amo.
Le digo que una parte de mí siempre la amará. Le digo que nunca la olvidaré, pero
que tengo que dejarla ir. Tengo que tratar de vivir mi vida... por mí, tal vez un poco
por Claire también. Le digo adiós.
Veo el amanecer empezar a iluminar mi calle, su luz pasando suavemente
sobre el césped, el camino de entrada, las copas de los árboles y los autos. Toca mi
casa, la casa de Sarah, y la parte superior de mi cabeza, en este momento,
recordándome que todavía estoy vivo.
Aquí y ahora. Y delante de mí está todo lo demás. Sarah se ha ido. Pero ella
siempre será una parte de mí y me ha tomado lo que se siente como una vida entera
darme cuenta de eso. Todo lo que tengo es este momento y luego todo lo que traiga
mañana. Todo lo que se extiende delante de mí es mi elección. Ahora me doy
cuenta de que sólo hay una cosa que puedo hacer por Sarah. Lo único que ella
querría que hiciera.
Vivir.
Hola. Soy Ally.
Vivo en Brooklyn lo cual es bueno,
excepto cuando no lo es que es horrible. He
estado escribiendo durante un tiempo, y
tengo algunas cosas publicadas y otras no.
No me gusta cuando la gente se refiere a
las mascotas como sus hijos y no puedo
resistirme a un puñado de Cheez-its cuando
me lo ofrecen.
Tengo un ardiente deseo de ir a la
Antártida, concretamente al Polo Sur así
puedo ver dónde murió Robert Falcon Scott.
Me gusta leer libros. Me gusta escribir
cuentos y poemas. Incluso escribí un par de
novelas.
Ah, y me dio cáncer a los 37. Eso fue una
lata. 142
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