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Beteta Amancio PDF
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INTRODUCCIÓN
El tema abordado puede parecer una tautología, además de resultar muy elástico y
abarcativo. No obstante tal apariencia, posee un riquísimo arsenal de cuestiones que,
[para decirlo muy abreviadamente], coinciden a explicar el nexo que relaciona la
limitación de los derechos fundamentales, [algo casi inevitable en el proceso penal], con
el principio de proporcionalidad.
Por lo tanto, habría que partir refiriéndonos al escenario donde entra a tallar el
principio de proporcionalidad, [para efectos de éste trabajo], diremos que es, dentro del
proceso penal, sin perjuicio de no reconocer que la aplicación de dicho principio resulta
también configurable a otros aspectos del Derecho Penal. En ese sentido, será en el
proceso penal, donde [generalmente] resultase inevitable admitir que hay que poner
ciertos límites a los Derechos Fundamentales con la finalidad de asegurar los fines del
proceso, siempre teniendo como regla la inocencia del investigado, imputado o, en su
caso, acusado.
A esta altura es absolutamente cierto que las reglas para limitar derechos fundamentales
dentro del proceso penal están claramente establecidas en el código adjetivo, no
obstante a ello, si partimos de un criterio finalista de las medidas que pretenden limitar
los derechos fundamentales, esto es, partiendo de las estructuras lógico objetivas de la
materia, vamos a observar que el único criterio que opera como principio para limitar el
ejercicio de los derechos fundamentales, es el principio de proporcionalidad.
JUSTIFICACION
Es incuestionable que el límite a los derechos fundamentales dentro del proceso penal
está condicionado a pautas establecidas en el código procesal penal, y que en
consecuencia de ello, se garantiza a toda persona la prohibición de injerencias ilegales o
arbitrarias que puedan vulnerar el libre ejercicio de esos derechos. No es lo mismo estar
frente a Una injerencia ilegal y arbitraria en el proceso penal, toda las veces que, las
injerencias ilegales, están referidas a las limitaciones hechas al margen de la ley procesal
propiamente dicha, [aquí no hay problema para su identificación], pero las injerencias
arbitrarias, devienen cuando pese de haberse efectuado atendiendo a un supuesto
contemplado en la ley y de conformidad con el procedimiento regular que ella indica,
resulta irrazonable o desproporcional, [he aquí la necesidad de desarrollar el principio
de proporcionalidad como único criterio que permita establecer el fundamento que
debe superar toda medida que pretenda operar en el proceso penal, en tanto limite a los
derechos fundamentales].
Por ello, me permito desarrollar cada uno de los puntos inicialmente introducidos al
trabajo, a efectos de establecer con claridad la importancia de utilizar la
proporcionalidad como método real-valorativo frente a la limitación a los derechos
fundamentales dentro del proceso penal.
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1.- EL PROCESO PENAL
Nuestro proceso penal, considerado como único instrumento legitimo para establecer
responsabilidad penal de una persona a través de una resolución judicial, no debe
desarrollarse de cualquier modo, sino ordenadamente2, esto es, que debe desarrollarse
respetando ciertas exigencias de todo Estado respetuoso de los Derechos Humanos y
de las garantías y principios que forman parte del catálogo de derechos fundamentales.
Finalmente, el proceso penal concebido como escenario donde opera el “ius puniendi”
del Estado, ha sido a su vez escenario de limitaciones a los Derechos Fundamentales,
debido a que para conseguir los fines del proceso en muchas ocasiones se ha tenido que
recurrir a la premisa de que “no todos los derechos y libertades son absolutas”, y que si
bien cabe la posibilidad de limitar el ejercicio de ciertos Derechos, estas limitaciones
deben obedecer a los criterios de idoneidad, necesidad y ponderación, de manera tal
2 José Antonio Neyra Flores – En Manual del Nuevo Proceso Penal & Litigación Oral – Edición
2010 – Pág. 267.
3 Cfr. “Por nuestro lado consideramos que una medida que pretenda limitar el ejercicio de los
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que la medida que pretende poner límites a ciertos Derechos se encuentre justificada y
no devengan en meras arbitrariedades por el poder que ejerce el Estado al instaurar un
proceso penal a un ser humano.
Como es de conocimiento por parte de todos los estudiosos del derecho penal,
referirnos al proceso penal y no tener que hacer referencia a la Constitución y a los
derechos fundamentales resulta una utopía. Por ello, bien señala el profesor Cesar San
Martin en su libro – Estudios de Derecho Procesal Penal – citando a Montero Aroca,
“que la jurisdicción es la potestad dimanante de la soberanía del Estado, ejercida
exclusivamente por los tribunales e integrada por los magistrados independientes, y que
consiste en la facultad de realizar el Derecho en el caso concreto, juzgando de modo
irrevocable y ejecutando lo juzgado”. Su actividad se concreta en cuatro ámbitos: a) En
la protección de los derechos subjetivos, que, en el caso del Tribunal Constitucional, se
circunscribe a la tutela de los derechos fundamentales; b) en el monopolio de la
imposición de las penas, privativo de la jurisdicción ordinaria; c) en el control judicial
normativo, que en el caso del Tribunal Constitucional descansa en el control
constitucional de las normas con rango de Ley y en el caso de la jurisdicción ordinaria,
se residencia en el control de la potestad reglamentaria y de la legalidad de actuación de
la actuación administrativa; y d) en la complementación del ordenamiento jurídico, que
en el caso del tribunal Constitucional es vinculante para los particulares y todos los
poderes públicos, incluso al legislativo, que debe amoldarse a lo que establezca
adecuando la legislación, y su doctrina abarca todo los sectores del Derecho6.
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función complementdora” determina los límites al poder sancionador del Estado,
establecidos tanto constitucionalmente como la normativa del Código Procesal Penal,
en la imposición de medidas limitativas de derechos fundamentales necesarias para
alcanzar los fines del proceso. Así, la adopción o aplicación de medidas que apunten a
limitar derechos fundamentales durante el proceso penal, han de estar sujetas a
condiciones sine qua non sería posible tolerar la limitación de éstos derechos, para lo cual
es necesario desarrollar los presupuestos que contiene el principio de proporcionalidad
como método real valorativo. En este entender, la limitación a un derecho fundamental,
es el instrumento que utiliza la jurisdicción, apelando al riesgo, mediante una medida
que recae en la esfera jurídica del imputado, esta medida que recae directamente sobre
derechos de relevancia constitucional, por ello es fundamental la observancia de
determinados presupuestos, y recurrir a la función complementadora que ofrece la
Constitución para con mayor criterio y una debida justificación poder limitar los
derechos fundamentales a cualquier persona dentro del proceso penal.7
9 Cesar San Martin Castro – En Estudios de Derecho Procesal Penal – Edición 2012 – Pág. 128.
Donde señala además “En la sentencia de la Corte Suprema de la Nación Argentina dictada en el
caso Ponzetti v. Editorial Atlantida (306: 1892), que señalo que la protección en comento tiene
un carácter relativo y solo por ley – así el artículo de 11°.2 y 30° CADH – podrá justificarse la
intromisión en este ámbito, siempre que medie un iteres superior en resguardo de la libertad de
otros, la defensa de la sociedad, las buenas costumbres o la persecución del crimen.
10 Vicente Jimeno Sendra y Antonio Torres Del Moral – En Los Derechos fundamentales y su
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síntoma más a tener en cuenta para enjuiciar la peligrosidad del delincuente; un síntoma
que puede ser confirmado o desvirtuado por otros”11.
11 José Cerezo Mir – En “Obras Completas” Tomo II – ARA Editores – Lima. Perú 2006 – Pág.
851.
12 Vicente Jimeno Sendra y Antonio Torres Del Moral – En Los Derechos fundamentales y su
principio-de-proporcionalidad.
9
telecomunicaciones, etc.]. El principio de proporcionalidad, [entonces], responde a la
idea de evitar una utilización arbitraria y desproporcional de las medidas que conllevan
una limitación de los derechos fundamentales [para efectos del presente artículo, en el
contexto procesal penal]. Por lo que el núcleo del principio de proporcionalidad
consiste en una relación que se denomina “ley de la ponderación” y que se puede
formular de la siguiente manera: “Cuando mayor sea el grado de no satisfacción o
restricción de uno de los principios, tanto mayor deberá ser el grado de la importancia
de la satisfacción del otro”14.
Este principio, que en sede penal afecta al injusto del hecho – no a la atribuibilidad del
injusto al autor, propio del principio de culpabilidad, - es decir, a la relación del injusto
y la de la pena, se expresa en una triple dimensión: la intervención restrictiva de los
poderes públicos debe ser necesaria, adecuada y proporcionada. Ello significa que la
proporcionalidad se mide en abstracto y en concreto; la primera, referida al
establecimiento de conminación legales, y la segunda circunscrita a la imposición de
penas, y en ambos casos exige, como común denominador, que guarde relación
valorativa con el hecho cometido, contemplado este en su significado global17.
En este orden de ideas, es indispensable reconocer las condiciones reales que dan la
pauta para la realización y limitación de los derechos fundamentales, en el marco
constitucional; pero, sin someter absolutamente la validez de los derechos humanos a la
fuerza normativa de los poderes del Estado, que muchas veces se presentan como
Penal” en la página 168 – con relación al elemento para analizar la validez, éste, debe saber cuáles
son los contenidos vinculantes para el legislador que surgen de los derechos a través de un
análisis lingüístico de tipo interpretativo y argumentativo.
16 Cesar San Martin Castro – En Estudios de Derecho Procesal Penal – Edición 2012 – Pág. 168.
17 La sentencia del Tribunal constitucional, recaída en el Expediente N° 6712 –2005–HC/TC, al
respeto apunto que, “(…) a través de la proporcionalidad se procura que cada solución a la cual
se arribe responda a una conveniencia constitucional o finalidad de la determinación de
contenidos de cada uno de los Derechos que están en juego. Es decir, busca que el resultado del
acto interpretativo responda al objeto perseguido por la ponderación realizada”.
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portadores de las banderas del bienestar general, para soslayar sus prácticas autocráticas.
Por ello, son las necesidades radicales relativas a los derechos y libertades subjetivas,
basadas en el conocimiento, el pensamiento, el sentimiento y la acción, las que
delimitan y otorgan sentido humano -racional y volitivo - a las necesidades materiales
primarias, para evitar que se conviertan en instrumentos de las tiranías para la alienación
popular18.
Las medidas limitativas de derechos fundamentales, son las que, [en última ratio],
debieran ser aplicadas a un caso concreto. En ese sentido, debe entenderse que dichas
medidas importan un instrumento procesal requerido por el persecutor del delito, a
efectos de reestablecer el orden social alterado por la comisión de un delito, para lo
cual, es importante señalar, que para tolerar una medida limitativa de derechos
fundamentales, además de cumplir con los presupuestos establecidos en la ley, se deben
considerar ciertos criterios que permitan concebir que la aplicación de ésta medida, no
devenga en ilegal ni arbitraria [ésta última no plasmadas en el código, pero que sin
embargo es desarrollada con mucho atino por la doctrina].
18Al respecto, el profesor Luis Gracia Martín, en su artículo sobre “El Finalismo como método
sintético real – normativo para la construcción de la teoría del delito” publicada en la revista
electrónica de ciencia penal y criminología ISSN 1695-0194 el día 06–07 (2004), con relación al
tema ha dicho que “… El finalismo, en mi opinión, debe ser comprendido como algo mucho
más extenso y profundo que un simple método circunscrito a la teoría del Derecho penal, y más
concretamente como una filosofía general sobre el hombre, la sociedad y el Estado…”. En ese
mismo orden, señala más adelante “… ahora bien, según la concepción de Welzel, la vinculación
del legislador a estas estructuras lógico–objetivas, y la función limitativa de las mismas, es solo
relativa…”
11
El libre ejercicio de los derechos fundamentales como consecuencia del principio de
presunción de inocencia, enhorabuena no solo prohíbe las restricciones al margen de la
ley, sino que también, prohíbe las restricciones arbitrarias. Esto es, una restricción
deviene en arbitraria cuando, a pesar de haberse dictado por un supuesto contemplado
en la ley y de conformidad con el procedimiento que ella indica, es irrazonable o
desproporcionada en su configuración y/o aplicación19.
En la práctica, si bien cabe la posibilidad de que la medida aplicada a una persona haya
sido dictada bajo un supuesto contemplado en la ley, y de conformidad a un
procedimiento establecido en ella, [no escapa la posibilidad], de que bajo los criterios de
idoneidad, necesidad y ponderación, dicha medida [podría] devenir en irrazonable o
desproporcional, y en consecuencia, su aplicación podría resultar siendo un tanto
arbitraria. En realidad, la proporcionalidad como criterio necesario al cual debemos
recurrir ante la presencia de la actividad que busca limitar el ejercicio de los derechos
fundamentales, debiera ser entendida, como un canon de valoración mediante la cual se
evalúa, [si en el caso concreto], se justifica la intromisión de una medida de tal
magnitud. Enhorabuena, habría que verificar si la medida dictada contra una persona,
es idónea, necesaria y proporcional.
Para la correcta interpretación de estos criterios, se debe considerar a todas las personas
como sujetos [-de y con- derechos], y únicamente el contexto y la realidad harán que
cada uno tenga un tratamiento distinto, tal y como lo ha establecido la sentencia de la
Corte Suprema de la Nación Argentina dictada en el caso Ponzetti v. Editorial Atlantida
(306: 1892), que señalo que la protección en comento tiene un carácter relativo, así el
artículo de 11°.2 y 30° CADH – y podrá justificarse la intromisión en este ámbito,
siempre que medie un iteres superior en resguardo de la libertad de otros, la defensa de
la sociedad, las buenas costumbres o la persecución del crimen. Para lo cual, hay que
necesariamente partir de las estructuras lógico-objetivas del mundo real, [debido a que
cada caso es sui generis]. En ese sentido, para restringir sin arbitrariedad los derechos
fundamentales, [esto es, conforme lo explicamos líneas arriba], es necesario, que el
empleo de dicho instrumento procesal cumpla con los presupuestos exigibles para su
aplicación: idoneidad, necesidad, y ponderación de la medida limitadora, partiendo
siempre del conocimiento de las estructuras lógico–objetivas de la materia. Un
desconocimiento de la estructura lógico–objetiva de la materia de regulación por el
jurista, no tiene como consecuencia la invalidez de su regulación, pero si da lugar a que
esta sea objetivamente errónea, totalmente contradictoria e incompleta, y por todo caso
incapaz de alcanzar su fin. Así, por ejemplo y con razón, lo reconoce el profesor
20 Al respecto, el profesor Luis Gracia Martín, citando al profesor Raúl Eugenio Zaffaroni, en su
artículo sobre “El Finalismo como método sintético real–normativo para la construcción de la
teoría del delito” publicada en la revista electrónica de ciencia penal y criminología ISSN 1695-
0194 el día 06–07 (2004)–Pág. 5.
21 CONVENCIÓN AMERICANA SOBRE DERECHOS HUMANOS (Suscrita en San José de
Por este criterio debe entenderse, que la medida incoada a una persona, solo será
idónea si el objetivo de la medida es legítima constitucionalmente, y, que efectivamente
dicha medida resulte idónea, este criterio se cumplirá siempre que el objetivo
pretendido por la medida tenga fundamento constitucional, [entendamos por objetivo
de la medida, el asegurar los fines del proceso penal]. En la práctica, éste criterio se
termina cumpliendo en casi todo los casos [porque efectivamente] dichos objetivos
tienen fundamento constitucional, toda vez que, el objetivo de la medida constituye una
consecuencia de la facultad persecutora y sancionadora que tiene el Estado a través de
sus agencias de persecución y sanción, [en consecuencia], la aplicación de una medida
de coerción personal cumpliría con lo que exige este primer criterio si prescindimos
absolutamente de los demás criterios.
Como segundo criterio a tener en cuenta, se exige la necesaria aplicación de una medida
que tenga a limitar el ejercicio de ciertos derechos fundamentales en el caso concreto,
[esto es], que la medida deba encontrar una justificación en el caso sobre el cual
pretende operar, [y que esta justificación], haga necesaria su aplicación. La necesidad de
la medida, puede ser entendida desde una dimensión restringida o procesal, o, desde
14
una dimensión amplia o extra procesal [considero a ésta última como criterio para
analizar los casos “complejos”]. La primera atiende a que no debe existir ningún otro
medio –más benigno– dentro de la ley, que justifique el objetivo propuesto, [es decir],
compara la medida adoptada con otros medios alternativos disponibles, esta medida
será necesaria siempre que su aplicación resulte siendo importante para los fines de la
investigación. Respecto a la dimensión amplia o extra procesal, tiene más que ver con el
contexto real, partiendo de comprender las estructuras lógico–objetivas, [es decir], si la
medida que se pretende aplicar, es necesaria en atención al análisis que se hace del
contexto real, [procurando en todo momento], no ocasionar un estado de caos político-
social, que devengan en perjudiciales para la vigencia de la dignidad humana, a través
del análisis que se hacen a las consecuencias que resultarían de, [si se admite o no], la
aplicación de la medida. Esta dimensión se ubica en un punto intermedio entre el
segundo presupuesto que hace referencia a la necesidad de aplicación de la medida, y al
tercer presupuesto referido a la proporcionalidad propiamente dicha. La dimensión
extra procesal, está orientada en el sentido de que la medida que pretende limitar el
ejercicio de los derechos fundamentales, [solo será necesaria], si del análisis realizado
sobre el contexto material –y las estructuras lógico-objetivas del mundo real– la
aplicación de la medida no afectase el orden social, y no desestabilizase el regular
desenvolvimiento y funcionamiento de determinado grupo social. En buena cuenta, ello
implica que la medida limitativa de derechos que se pretende aplicar, no sea perjudicial
para el desempeño, y roles propio del sujeto sobre el cual se pretende incoar dicha
medida. “Por ejemplo, el típico caso del padre que es procesado por homicidio, pero
que resulta ser el único capaz de asistir con alimentos a sus hijo”. En este caso, una
medida que limite derechos no coadyuvaría a cumplir los fines de su rol dentro de
determinado contexto social, en consecuencia, su aplicación resultaría siendo perjudicial
para el desempeño de un rol que solo puede ser desempeñado por éste, cuando lo que
[en realidad se persigue], es que el sujeto cumpla con fines propios de un deber especial
de carácter social, dentro de un contexto real, partiendo de comprender las estructuras
lógico-objetivas –desarrolladas por la teoría finalista, [en ese sentido], lo necesario en el
caso invocado, más allá de que se pretenda aplicar una medida limitativa de derechos
fundamentales de forma legal y extremadamente positivista, es procurar que cada
persona cumpla con su rol y deber especial dentro de la sociedad.
Universidad San Martin de Porres – presentado por JORGE ANTONIO ALEGRÍA PATOW,
CRISTINA PAOLA CONCO MÉNDEZ, JHONATAN RICHARD CÓRDOVA SALINAS y
DOLY ROXANA HERRERA LÓPEZ – “El Principio de Proporcionalidad en Materia Penal” –
Lima 2011 – Página 27.
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al derecho fundamental. La ponderación de la medida limitadora, [importa], el análisis
racional que realiza el juez, tomando en cuenta el juicio de desvalor que recae sobre un
hecho o acto humano para que en consecuencia se pueda hacer un juicio de desvalor al
autor de ese hecho que justifique de manera necesaria e idónea la medida de coerción.
Enhorabuena, [lo que exige la ponderación], es que la medida limitativa de derechos
fundamentales revista de una intervención mínima, procurando el uso racional en la
declaración de derechos.
José David Burgos Alfaro, citando a José Asencio Mellado–en la Gaceta Penal y Procesal Penal-
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Para lo cual, es importante partir por comprender cada fenómeno o contexto sobre el
cual pretende operar la medida, y realizar la ponderación de situaciones existentes a
través de la lógica y la razón, y que dicha operación sea objetivamente necesaria para no
hacer un exceso del ius puniendi del Estado, y solo, si a través de la ponderación y la
justificación, la satisfacción por la aplicación de la medida limitativa de derechos
fundamentales, es superior a la no satisfacción de las consecuencias que devienen de la
limitación de dichos derechos, se podrá admitir la limitación de los derechos
fundamentales en el escenario de un proceso penal. Finalmente debe quedar claro que
el núcleo de la ponderación consiste en una relación que se denomina “ley de la
ponderación” y que se manifiesta en la nuevamente mencionada frase: “Cuando mayor
sea el grado de no satisfacción o restricción de uno de los principios, tanto mayor
deberá ser el grado de la importancia de la satisfacción del otro”.
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