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GRADO: 9° semestre
Conocer la forma en la que actualmente se gobierna México nos hace girar para mirar atrás
y saber cómo ha cambiado la historia de este país hasta hace, cuando menos los dos
últimos dos siglos, desde el año en el que estalló la guerra de independencia y, sobre todo,
a partir de que esta viera su consumación en el año 1821, momento en el que la
administración en dicho territorio dio un vuelco para comenzar con la formación de lo que
hasta hoy se conoce.
Así pues, cabe aquí empezar por conocer los distintos enfoques que han tratado de
comprender la naturaleza de los sistemas políticos. Para ello, son tres los más clásicos:
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Desde el enfoque sistémico, David Easton ha desarrollado su propia definición de lo que es
un sistema político, al respecto, dice que es un conjunto de interacciones políticas. Lo que
distingue las interacciones políticas del resto de interacciones sociales es que se orientan
hacia la asignación autoritaria de valores a una sociedad. En la anterior definición es posible
identificar las interacciones que anteriormente eran señaladas y gracias a las cuales, es
que las instituciones forman parte de ese sistema que conforma el todo. Sin embargo,
además de eso, se puede ver que el sistema político forma parte, a su vez de uno más
grande, del sistema social, en el cual se incluye a otros que, como el sistema político es, en
este nivel, un subsistema de aquel, junto con el sistema cultural, el sistema económico, el
sistema educativo, etcétera (Gómez, 2015).
Así mismo resultan relevantes y, de una forma similar, las definiciones que dan Gabriel
Almond, quien afirma que “un sistema político es un sistema de interacciones, existente en
todas las sociedades independientes, que realiza las funciones de integración y adaptación,
tanto al interior de la sociedad como en relación con las otras, mediante el uso o la amenaza
del uso de la violencia física más o menos legítima” y la de Maurice Duverger, quien afirma
que el “sistema político es la entidad en el cual confluyen los actores políticos. Las
instituciones políticas son, a su vez, las partes integrantes de un subsistema político que es
lo que se denomina régimen político” (Gómez, 2015).
Una vez abordado lo anterior, es relevante señalar que dentro del enfoque sistémico se ha
hecho una división entre los modelos de sistema político, siendo la mayormente aceptada
la que realizó Giovanni Sartori en donde clasifica a tales de la siguiente manera (Espinoza,
2016):
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con su gabinete, del parlamento. Un ejemplo de este modelo es el que se lleva a
cabo en la V República Francesa.
Sin embargo, a partir de que México logra su independencia comenzó una lucha entre
grupos conservadores (quienes deseaban preservar un gobierno centralizado) y
liberales (que deseaban la instauración de un nuevo orden político republicano). Con
ello, primero en la Constitución de 1824 y después en la de 1835 se expidieron las bases
constitucionales que convirtieron al Estado mexicano en uno centralizado, cuya división
era en departamentos y que, por lo tanto, estaban gobernados por personas designadas
por el ejecutivo nacional. La Constitución de 1824 dio lugar a la primera república
mexicana, a pesar de haber sido algo efímero.
Sin embargo, las guerras civiles seguían emergiendo en determinados momentos con
el fin de encontrar la mejor forma de gobierno para el país, (CONEVyT, 2018) y a ello
se debió sumar, durante este siglo tres intervenciones extranjeras de las cuales en la
última, que fue de parte de Francia a fin de instaurar nuevamente una monarquía en
territorio mexicano, el triunfo sobre dicha intervención sentó las bases del
establecimiento de un Estado Nacional moderno y traería consigo, además la idea de
una república representativa y federal.
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A partir de esta constitución resultó importante la separación de la iglesia y el Estado,
aunque trajo consigo, en el gobierno de Juárez, inestabilidad y luchas internas que
culminaron con el Imperio Mexicano y con Maximiliano de Habsburgo como emperador,
batalla en la cual, a pesar de existir supremacía expresa del legislativo sobre el
ejecutivo, la presidencia fue fortalecida informalmente por el gobierno de este.
Posterior al gobierno de Juárez, llegaría Porfirio Díaz, cuyo discurso estaba acorde a
principios de no reelección del ejecutivo pero que, sin embargo, al llegar al poder duró
más de tres décadas.
Con ello, en 1910 Francisco I. Madero creó el Partido Nacional Antirreeleccionista. Pese
a ello, fue encarcelado y exiliado en Texas, donde llamó a una lucha por la vía de las
armas en contra del gobierno porfirista. Este movimiento creció por todo el país,
forzando a Díaz a su renuncia del gobierno federal y al ascenso de personajes tales
como Pascual Orozco y Emiliano Zapata. Sin embargo, ante la renuncia de Díaz se
instauró un gobierno interino dirigido por Madero, el cual no fue capaz de satisfacer las
nuevas demandas de los líderes rebeldes, lo cual continuó hasta después de haber
formado oficialmente el gobierno, nuevamente liderado por este, lo que trajo nuevos
levantamientos que solicitaban la solución a sus demandas, por lo general, por tierras.
Una vez muerto Madero, Huerta asumió el poder, el cual fue derrocado también por
rebeldes, con lo que ascendieron al poder tres nuevas corrientes (constitucionalistas,
villistas y zapatistas), a partir de lo cual se preparó la redacción de una nueva
constitución,
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recursos que otorgaba el Estado al Partido Revolucionario Institucional (PRI), antes
PNR, quien puso a su servicio el poder gubernamental y que vio su primera derrota en
las elecciones del ejecutivo federal hasta el año 2000, siendo su primer gobierno en
1929. Sin embargo, fue desde los años setenta del siglo XX que se desarrollaron los
primeros movimientos que terminaron en manifestaciones que demandaban mayores
espacios políticos y denunciaban una amplia deficiencia de participación política con lo
cual comienza un proceso de evolución en el sistema electoral y de partidos en México.
Con ello el sistema electoral empezó a desarrollar reformas con el fin de contrarrestar
el monopolio priísta, comenzando un camino de evolución gradual a partir de la
aprobación de la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales, con
lo que el control gubernamental se relajó en el ingreso de nuevos partidos a la
competencia electoral. Posteriormente, en 1987 se dio lugar al Código Federal Electoral,
respondiendo a presiones sobre la falta de credibilidad a la reglamentación en el tema
y con la cual fueron ampliados los espacios de representación y el reforzamiento del
control de organismos electorales.
En 1996, llegó una reforma más profunda que las anteriores, en ella se estableció una
mayor equidad en la distribución de tiempos en espacios públicos usados en campaña
electoral, aumentaron las atribuciones de control a cargo de la Comisión de
Fiscalización de los Recursos de los Partidos y Agrupaciones Políticas, además, se
ampliaron los mecanismos de impugnación de actos y resoluciones de las autoridades
electorales para garantizar la protección de los derechos electorales así como también
se incorporó el Tribunal Electoral al Poder Judicial de la Federación como un órgano
especializado con máxima autoridad jurisdiccional en la materia.
En 2007 llegó una nueva reforma a partir de lo que había ocurrido en las elecciones
presidenciales del 2006 y en la cual se estableció la regulación de los recursos
económicos, la cual estaría determinada por los logros políticos de los partidos en
contiendas electorales, así mismo, se establecieron los nuevos criterios para el uso de
los medios de comunicación, además de dotar de atribuciones al IFE para sancionar, al
mismo tiempo que fueron reducidos los tiempos de precampaña y de campaña.
Por otro lado, en 2014 llegó una nueva reforma electoral en la que el IFE pasó a ser el
Instituto Nacional Electoral. En ella se pretendió homologar los estándares con los que
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se organizan los procesos electorales federales y locales, garantizando así altos niveles
de calidad en la democracia electoral.
Hasta aquí se ha analizado la historia del sistema político mexicano, y a través de este
análisis se ha podido ver que, a pesar de que ha habido numerosos avances y una gran
evolución para limitar en cierto grado el poder del ejecutivo, lo cierto es que el
presidencialismo en México, en la función tiene la única limitante de la no reelección,
pero, sin embargo, el predominio del ejecutivo se ve reflejado desde que el jefe de
gobierno y jefe de estado están depositados en una sola persona, así como elementos
sencillos de identificar, tales como que es elegido por el pueblo y no por un parlamento
y la designación y remoción de Secretarios de Estado.
Referencias
Alarcón Olguín, V., & Reyes del Campillo, J. (2015). El sistema de partidos mexicano: ¿una historia
sin fin? En F. Freidenberg, Los sistemas de partidos en América Latina. 1978-2015 (págs.
29-79). Ciudad de México: Instituto Nacional Electoral.
CONEVyT. (2018). Formación del Estado mexicano. Obtenido de Consejo Nacional de Educación
para la Vida y el Trabajo:
https://www.conevyt.org.mx/colaboracion/colabora/objetivos/libros_pdf/sso1_u4lecc1.p
df
García Bartolo, M. S. (2011). Las reformas electorales a nivel federal en México. El Cotidiano(166),
79-91.
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Gómez, C. (2015). SISTEMA POLÍTICO Y FORMAS DE GOBIERNO. En X. Arango, & A. Hernández,
CIENCIA POLÍTICA. PERSPECTIVA MULTIDISCIPLINARIA (págs. 29-48). México, D.F.: TIRANT
LO BLANCH MÉXICO.
Luján, D. (2017). Origen del presidencialismo en México. Instituciones informales, conflicto político
y concentración del poder (1824-1917). Revista de Historia, 2(24), 145-174.