Está en la página 1de 3

La mariposa y la tortuga

Había una vez un jardín enorme y hermoso. En él vivían una mariposa y una tortuga. Ellas
un día se encontraron y se maravillaron, la una de la otra.
Ambas quedaron encantadas. A la tortuga le fascinaba los colores que tenía la mariposa,
su liviandad, su capacidad y destreza para volar, la alegría que transmitía; a su vez la
mariposa admiraba la paciencia y la fortaleza que demostraba la tortuga, tanto para
moverse como para protegerse de las lluvias y el viento.
A partir de ese encuentro, decidieron verse cada vez que pudieran, conocerse, deleitarse
una de la otra. Cada vez que se encontraban, la mariposa se apoyaba en la caparazón de
la tortuga y daban paseos, a veces se quedaba sentada en alguna flor y compartían
momentos, sentían que el sol salía para ellas, que todo se iluminaba cuando estaban
juntas.
De a poco fueron aprendiendo algunas cosas; la tortuga oía los relatos de los viajes que
hacía su compañera, todo lo que veía y vivía en ellos, las flores y colores que podía sentir
debajo de sus alas, le contaba que en esos momentos sentía que podía llegar cerquita de
ese Sol que aparecía en cada encuentro. La tortuga compartía su caparazón, cuando caían
gotas de lluvia, cobijaba a la mariposa dentro de ella para que no se mojaran sus alas y no
se estropearan sus hermosos colores, reconociendo en esos momentos, al ser que estaba
dentro de esa coraza.
Las dos admiraban al Sol que aparecía en su jardín y un día decidieron comenzar a
recorrer el camino que las llevara hacia él, la mariposa tenía la ilusión de que sus colores
iban a verse con mayor brillo, encontraría en ese lugar las flores más bellas que se haya
podido imaginar, la tortuga se sentiría mejor con el calor, se podría desplazar más fácil,
incluso hallaría algunos brotes verdes hermosos para comer.
Comenzaron con muchos bríos y felices de su nueva travesía, a recorrerlo.
A veces había inconvenientes y podían resolverlos juntas, sintiendo que cada una estaba
cerca de la otra, pero en algunas ocasiones, cuando había tormentas, no se ponían de
acuerdo en qué hacer y cada una tomaba por un rato el camino que le marcaban sus
instintos. Percibían que se separaban, que cada una debía tomar su camino, que aquello
que les encantaba, que era ir a encontrar al Sol juntas, no lo iban a poder lograr.
La tortuga, que se sentía atacada en esas situaciones, se metía dentro de su caparazón
para protegerse, quedándose allí hasta el momento en el que creyera que la amenaza
había terminado, que sintiera el calor del sol en su cuerpo y recobrara su confianza y
ánimo. Pensaba que la mariposa, volaba demasiado, y a ella eso la aturdía, le daban miedo
esas situaciones, no podía pensar con claridad, se sentía avasallada, confundida, le
costaba pensar y sentir; en cambio la mariposa, salía volando en busca de un lugar seguro,
alguna flor, el Sol que la cobijaba y secara sus alas, sin entender el porqué la tortuga que
se encerraba dentro de su coraza, no permitía que se volvieran a conectar. Esto la ponía
triste y a veces lloraba por no comprender lo que pasaba, porqué su compañera de ruta no
se dejaba ayudar, que era más fácil para ellas si se liberaba de la armadura que tenía, ya
que estaría más liviana y su andar sería más ágil.

Algunas veces, la tortuga intentó quitarse la caparazón que tenía, sintió que el sol llegaba a
lugares de su cuerpo, que los iluminaba y podía verlos con mayor claridad, apreciando que
estaba en esos momentos muy cerca de ese sol que tanto buscaba. La mariposa intentaba
ayudar a su manera, algunas veces no le salía como creía.
Cuando la mariposa se apoyaba sobre la caparazón o la cabeza de su amiga, sentía que
estaba pisando algo firme, aunque a veces no se sintiera cómoda, veía que le permitía
percibir las cosas desde otra perspectiva, que las ayudaba a seguir recorriendo el camino
soñado.
Siempre tuvieron la convicción de hacer hasta el final ese recorrido.
Un día, en el que hubo una gran tormenta, hicieron lo que mejor les salía a cada una para
protegerse y se alejaron demasiado, al punto de no reconocerse en ese jardín. La mariposa
la confundió con una piedra y la tortuga pensó que era alguna hoja de los árboles que veía
y no podía alcanzar.

Cada una sintió que había perdido a su compañera de viaje y que tendrían que hacer el
camino solas.
La mariposa fue volando rápido a través del jardín, se detenía en cada flor que le llamaba
la atención, sintiendo que en cada una de ellas había algo que le permitía seguir. La
tortuga fue caminando, de a ratos por el camino acostumbrado y por momentos se
extraviaba, entonces veía en cada brote del jardín una nueva esperanza y fuerzas para
continuar. Aprendían de cada situación que vivían, sabiendo cada una que su camino las
llevaría hacia la meta tan ansiada.
Aunque siempre estuvieron cerca a través de todo el camino, nunca se pudieron reconocer
mientras estaban separadas una de la otra. Cada cual fue a sus ritmos, adquiriendo sus
conocimientos y experiencias, con la esperanza de reencontrase algún día para terminar el
camino hacia ese sol luminoso que tanto placer les daba.
FINAL 1

Seguramente las dos lo sigan transitando, aunque de a ratos se pierdan o se distraigan en


el trayecto, encontrarán cada una a su tiempo el sol del amanecer. Hasta que llegará un día
en que lo puedan sentir muy cerca de ellas, ver las flores y los brotes de hierba más bellos
que siempre soñaron.
FINAL 2

Seguramente las dos lo sigan transitando, teniendo la seguridad de que algún día se van a
reconocer y hagan juntas el resto del trayecto que les queda.

Entonces encontrarán el sol del amanecer, lo sentirán muy cerca de ellas, verán las flores
y los brotes de hierba más bellos que algún día soñaron encontrar.
FINAL ALTERNATIVO

Y la mariposa de repente no supo qué hacer...Ella que siempre tenía fuerzas y bríos para
volar sintió que sus alas se estaban averiando y lloró de dolor.
Pero no se rindió porque sabía que su fiel amiga la tortuga, sólo quería protegerse y lo
hacía de la única forma que sabía, escondiéndose hasta que la tormenta y la amenaza se
fuera.
De repente un viento fuerte que parecía desestabilizar a la mariposa, le trajo unas bellas y
profundas palabras que la tortuga en su exilio elegido le escribió.
Esas palabras parece que hicieron sentir y comprender que su destino era socavar la
caparazón de la tortuga, pero sin lastimarla. Se dio cuenta que su loco aleteo tenía un
propósito: limar las asperezas de su caparazón y a su vez, la tortuga, tenía el propósito de
brindarle seguridad y muestras de su gran ternura.

¡¡Qué gran idea tuvo la tortuga!! Abrió su ❤ y sin quererlo, recobró a su compañera de
viaje

"Todo tendrá un desenlace feliz".

También podría gustarte