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Sin Mujeres No Hay Futuro. La Causa de Las Mujeres, Una Causa Mayor Hoy PDF
Sin Mujeres No Hay Futuro. La Causa de Las Mujeres, Una Causa Mayor Hoy PDF
P L ATA F O R M A D E P E T I C I O N E S PA R A E L E M P O D E R A M I E N TO C I U D A D A N O
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ÉXODO 143
La igualdad civil que se alcanza con el voto femenino supone la apertura de otros
debates. ¿Cómo explicar la subordinación de la mitad de la especie humana aunque se
avance en derechos –voto, educación y trabajo–? La desigualdad persistía tanto pública como
privada ya que estaba tan arraigada en las prácticas sociales que las conquistas de las
mujeres quedaban invisibilizadas en lo cotidiano.
Simone de Beauvoir negó, en su libro El segundo sexo (1949), la existencia de “lo femenino”.
Ser mujer consistía en una existencia construida social y culturalmente a lo largo de la historia
por el poder de los varones, que había echado mano de argumentos sacados de la biología, la
psicología o la sociología para justificar tal segregación. Por primera vez se habla de la
construcción social de género de forma científica. Los hombres habían definido a la mujer no
por sí misma, como individuo autónomo, sino por la relación con lo masculino, considerado “lo
general”. La mujer era “lo particular”, “la otra”, “el segundo sexo”, como un sujeto sometido a la
proyección de los deseos del varón. “No se nace mujer, se llega a serlo” afirmará Beauvoir. El
género no es producido por la naturaleza sino por la cultura en cada sociedad, es una
construcción social. Los planteamientos de Beauvoir y otras autoras son los fundamentos de
una nueva generación de feminismos en la segunda mitad del siglo xx.
Otro hito lo encontramos en La mística de la feminidad (1963), de Betty Friedan, que nos habla
de un malestar en la mujer, como esposa, ama de casa, y madre de familia, que actúa como
un velo que la invisibiliza. La mujer tiene libertad, independencia, derechos políticos y, a la vez,
está bajo el yugo del ideal de lo femenino como complemento del varón aparcando sus
aspiraciones profesionales en aras del matrimonio. La autora desvela la trampa de la opresión
individual y colectiva a pesar de vivir en una sociedad con todos los derechos. Impulsa una
defensa de la propia realización de la mujer como tal y plantea la defensa de la propia
feminidad que no tenía por qué estar subordinada a su relación con los hombres. Estos
planteamientos avivaron la conciencia feminista en una sociedad que pretendía mantener el
status quo. Y de esta manera lo privado se hace público y se convierte en
política. Es Kate Millet quien introduce el concepto de que “lo personal es político” (Política
sexual, 1970). El sexo es baluarte del sistema de dominación del hombre sobre la mujer. Es el
sustrato de todo tipo de opresión. Se adapta a todo tipo de organización económica, política o
cultural a lo largo de toda la historia y del mundo para un patriarcado dominador.
A partir de los 80, los feminismos se multiplican, desde la idea de la diversidad sexual. Lo
opuesto a la igualdad no es la diferencia, sino la desigualdad. Es fundamental aceptar la
diferencia sexual entre hombres y mujeres como base de construcción personal y social. Así
surge el feminismo de la diferencia. El orden patriarcal nos homogeniza, no respetando la
diversidad de cada persona. Las diferencias de sexo se establecen en desigualdades
sociales. Judith Butler afirma incluso, en su libro El género en disputa (1990), que el sexo
también es una construcción histórica que queda afectada por el pensamiento patriarcal. No
existe un único modelo de mujer, por el contrario, existen múltiples modelos de mujer,
determinados por cuestiones sociales, étnicas, de nacionalidad, clase social, orientación
sexual o religión. Se multiplican los feminismos en función de los contextos. Se descolonizan,
tomando protagonismo en otros lugares fuera de Europa, con sus propias características y
preocupaciones. Es la tercera ola: la variedad de enfoques, de propuestas y de visiones da
lugar a la teoría queer, la teoría post colonial, los nomadismos feministas, las teorías homo
y transexuales, etc. Todos ellos se centran en la “micropolítica”, es decir, las prácticas
personales y cotidianas. Desafían el concepto de lo que es bueno o malo para la mujer.
Por otro lado la crisis ecológica de final de siglo y la concienciación de que afecta más a las
mujeres –la mayoría de los pobres– comienza a reflexionar sobre alternativas ecofeministas
para las estructuras y procesos sociales. Es una respuesta a la idea patriarcal de dominación
de la naturaleza, del control de la fertilidad de la tierra, incluyendo la fecundidad de las
mujeres. Su desarrollo en los países asiáticos y africanos da claves nuevas a otros feminismos
que apostarán por economías alternativas feministas para un sostenimiento real del planeta
donde se tenga en cuenta a las mujeres.
Las posibilidades de que los hogares encabezados por mujeres sean más pobres que lo sean
los hogares encabezados por hombres son mayores en la mayoría de los países. La
desprotección social y jurídica afecta directamente a esta tendencia. El porcentaje de hogares
encabezados por mujeres aumentó en todo el mundo a partir del decenio de 1980. En Europa
Occidental, por ejemplo, creció del 24% en 1980 al 31% en 1990. En el mundo de los países en
desarrollo, oscila entre menos del 20% en algunos países meridionales y del Sudeste Asiático
y casi el 50% en algunos países africanos y del Caribe. Según el último informe sobre la
situación laboral de las mujeres en España del Consejo Económico y Social (2017) [1], el 81% de
las familias españolas monoparentales (10,3% de total de familias) tiene como cabeza de
familia a una mujer que se hace cargo del núcleo familiar de forma individual.
Ir más allá de una contribución significativa de las economías de los países a través del
movimiento de la sostenibilidad para que el desarrollo sea verdaderamente humano en
nuestras sociedades y en las comunidades donde vivimos. Para esto se necesita escuchar el
grito de las mujeres e invertir en el empoderamiento económico de las mismas y así
contribuir a cerrar la brecha de la desigualdad de género, la erradicación de la pobreza y el
crecimiento económico inclusivo, integral. Caminar hacia una sostenibilidad que tiene una
dimensión ecológica, o de relación con el resto de la biosfera y sus ciclos biogeoquímicos, y
otra humana, relacionada con el ciclo vital de las personas.
La dimensión ecológica deriva del hecho de que nuestro destino está interconectado con el
de la biosfera. El reconocimiento de esta dependencia nos obliga a cuidar la Tierra como un
mecanismo de autorregulación de la biosfera según el cual es la vida la que crea las
condiciones aptas para su propia existencia. Estamos ante un consumo que pone en peligro
nuestra permanencia en la Tierra y nos hace una llamada a repartir y compartir, a decrecer en
nuestro consumo.
Los datos demuestran que, aunque la igualdad de género favorece el crecimiento económico,
éste no siempre promueve la igualdad de género. Nuestro actual modelo económico
concentra la riqueza en las capas más altas de la economía, lo cual genera una desigualdad
económica extrema y provoca la exclusión de las mujeres y niñas más pobres y empuja a un
desequilibrio en el planeta. Este modelo limita el empoderamiento económico de las mujeres
porque no genera oportunidades de empleo digno con unos salarios justos, no reconoce el
trabajo de cuidados no remunerado ni invierte para hacer frente a este problema,
especialmente en el caso de las mujeres más pobres. También restringe la influencia de las
mujeres y excluye sus opiniones. Así pues, es necesario un cambio estructural que pasa por la
Tierra, el cuidado de la vida. Las mujeres han realizado este cuidado y es urgente ponerlas en
el centro de la organización social produciendo un cambio de paradigma respecto al sistema
tradicional y patriarcal que solo ha valorado el trabajo mercantil [5].
Una de las propuestas que se hacen desde las economistas feministas es el trabajo por
transformar el conjunto de estructuras económicas capitalistas que segregan el trabajo por
sexos en una red de estructuras que buscan un reparto de cuidados en las distintas esferas de
lo público y lo privado. Esto descentraliza responsabilidades, favorece la diversidad en la
gestión económica para dar respuesta a los problemas locales. Además rompe la lógica de la
acumulación, ya que la riqueza no se concentra en unos pocos que acumulan el control y el
poder, sino que distribuye responsabilidades y beneficios que favorecen a todos [6].
Poner en el centro del paradigma económico, social, político a las mujeres empoderadas
desde esta visión antidualista de la realidad abre horizontes a la humanidad. Se trata de
respirar en espacios donde la autonomía personal, de mujeres y hombres, y en
interdependencia con la vida de la Tierra alumbre nuevas relaciones para la sostenibilidad de
la vida. Comprender las diferencias como puntos de partida para el encuentro y el cuidado del
otro, como estilo de vida que beneficia la vida de todos o todas [7]. Necesitamos ser muy
sensibles (¡y reeducarnos!) a los campos subterráneos de desigualdades de la asimetría
jerárquica cultural que nos maltrata. Pues si somos iguales en dignidad ¿por qué tenemos que
esperar 170 años? Necesitamos dar un vuelco a la historia, intervenir en ella, dejar que otros
intervengan y la cambien. Las mujeres pueden hacer este trabajo hoy. Reeducarnos en la
economía sostenible del cuidado y el reparto equitativo. Mucho antes de 170 años sabremos
en qué ha mejorado la humanidad, pues muchas mujeres, cada vez más conscientes, y con
ellas muchos hombres, comienzan a subvertir la realidad, en un movimiento de igualdad, de
reciprocidad. Las redes de cooperación en la economía diaria son ya una realidad. Solo falta
que después de este artículo, tú, lector/lectora, te sumes a ello.
[1] http://www.ces.es/documents/10180/3557409/Inf0516.pdf
[2] Belda, R. Mª, Mujeres, gritos de sed, semillas de esperanza, PPC, Madrid 2009, pp. 36-40.
[3] http://www.undp.org/content/undp/es/home/librarypage/hdr/2015-human-
development-report.html
[4] https://imco.org.mx/competitividad/informe-global-de-la-brecha-de-genero-2016-via-
wef/
[5] Pérez Orozco, A., Subversión feminista de la economía, Traficantes de sueños, Madrid 2014,
pp. 74-76.
[6] Pérez Orozco, A., Subversión feminista…, pp. 266.
[7] Gil, S. L., Nuevos feminismos. Sentidos en la dispersión, Traficantes de Sueños, Madrid 2011,
p. 304.
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