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Algunos apuntes sobre historia de la sexualidad hasta la edad media

por Amanda Polar (*)


(*) Médica Clínica. Htal. Piñero. JTP de Medicina Interna. UBA.

Resumen
La sexología, disciplina que aborda el estudio de la sexualidad en forma inter y multidisciplinaria, es
considerada a partir de 1974 por la Organización Mundial de la Salud dentro del concepto integral de
salud del ser humano. Su enfoque es abarcador y no estrictamente como fenómeno biológico.
Este breve repaso por la historia de la sexualidad nos demuestra que el comportamiento sexual no es
simplista, ya que éste dependerá del contexto sociohistórico y cultural en que se desarrolla y por lo que
probablemente, en el futuro, veamos otras formas de comportamiento sexual.

Palabras clave
Sexualidad – historia - ética

Abstract
Sexology, is a discipline that studies sexuality in an inter and multidisciplinary way, and, since 1974,.has
been considered by the World Health Organization within the concept of health of the integral human
being . Its focus is comprehensive but not strictly as a biological phenomenon.
This brief review by through the sexuality history shows us that sexual behavior is not simplistic, since it
will depend on the socio-historical and cultural context, where it is developed, so in the future, we will
probably be able to see other forms of sexual behavior.

Key words
Sexuality - History - Ethic

1
Introducción

Resulta difícil exponer una única definición de sexualidad y menos aún de “normalidad
sexual”. Tendremos que recurrir a conceptos dinámicos, cambiantes, teniendo en cuenta
la época, momento histórico y grupo social que queremos abordar. Con una visión
rápida de la historia vemos como durante la prehistoria existió la monogamia natural y,
más tarde, la monogamia que tenía como finalidad asegurar el patrimonio familiar.
Que en el Antiguo Testamento, se señalan las normas que regulaban la conducta sexual
de la época. Que en el judaísmo, el matrimonio tenía como finalidad la descendencia y
la esposa hebrea el “privilegio” de compartir los favores del esposo con otras esposas
secundarias. En la cultura egipcia el incesto estaba permitido y la circuncisión, tenía un
carácter ritual en la adolescencia. En Grecia, se toleraba la homosexualidad masculina
entre adultos y adolescentes púberes dentro de un contexto educativo. En Atenas las
mujeres no podían andar solas privilegio exclusivo de las hetairas (prostituta fina). En la
edad Media, la Iglesia refrenda el matrimonio monógamo y declara el instinto sexual
como demoníaco.

No se puede realizar un análisis simplista ya que como vemos varía de una cultura a otra
y en el contexto socio-histórico en que se desarrolle.

El objetivo de este trabajo es mostrar las distintas facetas de la sexualidad tomando


como punto de partida la prehistoria hasta la edad media.

Los primeros antecedentes

La sexualidad se experimenta de distintas maneras: por las experiencias personales,


causas sociales, públicas, culturales, interviniendo también variables ideológicas de
acuerdo a los momentos históricos que nos tocan vivir. Por lo tanto podemos decir que
su origen no solo es pluridimensional sino que además tiene un carácter dinámico
encontrándose en constante cambio.

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Para abordar el tema con seriedad con respecto al “orden moral” en referencia a la
sexualidad, deberá hacerse a un lado los prejuicios y dogmatismo, luego deberá
abordarse el tema considerando a la sexualidad como un fenómeno humano y complejo,
influenciado por fenómenos biológicos, culturales y psicológicos.

Si bien los apuntes históricos sobre sexualidad datan de más de cinco mil años, los datos
disponibles son escasos siendo para los historiadores tarea difícil la exploración de las
intimidades humanas, ya que ésta no deja fósiles. Se conservan documentos, actas
notariales pero se destruyen cartas de amor y diarios íntimos. Se obtuvieron datos sobre
sexualidad de las épocas por medio de las epístolas, autobiografías, así como de obras
de teatro universal.

El arte, la literatura, cuadros ,esculturas nos muestran un imaginario que hay que leer
entre líneas, escondiendo un contenido latente mas allá de lo manifiesto, revelando a
menudo las fantasías de una época.

El sexo no siempre fue una partida de placer. Durante muchos años reinó el orden moral
y sexual que ejercía una verdadera opresión sobre la vida privada.
En la época prehistórica la pareja estaba hecha para procrear y asegurar la herencia y la
filiación. El homo sapiens es el primero que concede una gran atención a sus difuntos lo
cual denota una forma de amor o sea de apego a sus semejantes. El sentimiento amoroso
va a la par con la consideración que se tiene por los muertos, con el sentido de la
estética, características propiamente humanas solo desarrolladas por el hombre de
Cromagnon.

En el Paleolítico las parejas eran monógamas con pocos hijos. Al vivir exclusivamente
de la caza no se podía mantener a varias mujeres. La poligamia habría obligado al
hombre a cazar más.

Durante la prehistoria, se ha comentado que existió una promiscuidad sexual primitiva.


En ella existieron dos etapas: la primera conocida como monogamia natural, en la cual
el hombre de manera similar a los animales, llevaba una vida sexual regulada por los
períodos de acoplamiento. Este patrón de sexualidad prevalece con el advenimiento de
la agricultura y ganadería, práctica económica que motivó el surgimiento de la

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propiedad privada. Para entonces la monogamia tenía como finalidad asegurar el
patrimonio familiar (1) condición que define la segunda etapa.

Hacia los años 5000 y 2000 a. C. se destacan numerosas escenas de coito, personajes
haciendo el amor en chozas. Muestran varias posiciones pero son siempre parejas. No
hay acoplamientos múltiples.

Con la llegada del judaísmo se dan interacciones interesantes ante la sexualidad. En el


Antiguo Testamento, fuente original de la ley judía, se señalan las normas que
regulaban la conducta sexual de la época. Así, en Éxodo (XX, 14) en los diez
mandamientos, se prohíbe el adulterio, reforzándose en Levítico (XVII, 20): “no pecarás
con la mujer de tu prójimo ni te contaminarás con tal unión”. Aparece proscrita la
homosexualidad en Levítico (XVIII, 22): “no cometerás pecado de sodomía porque es
una abominación” y aparece el tabú de la desnudez en Levítico (XVIII, 7) y la
prohibición del incesto en Levítico (XVIII, 6): “nadie se juntará carnalmente con su
consanguinidad, ni tendrá que ver con ella”. También en Corintios (I, 1-5) se hace
evidente la prohibición del incesto.

En esta cultura, el matrimonio tenía como finalidad la descendencia y la esposa hebrea


tenía el “privilegio” de compartir los favores del esposo con otras esposas secundarias,
pero si ella era infiel era apedreada. Un ejemplo de esta condición fue el caso del Rey
Salomón, de quien se dice tuvo 700 esposas y 300 concubinas. En el Cantar de los
Cantares la sexualidad es vista como un impulso creativo y placentero (2)(3). La
influencia del judeocristianismo persiste hasta nuestros días.

Dentro de la cultura egipcia el incesto estaba permitido y la circuncisión, práctica


adoptada posteriormente por los judíos, tenía un carácter ritual en la ceremonia de
iniciación de la adolescencia

Las esposas griegas eran unas pequeñas criaturas. Su función era tener hijos. Su vida y
función estaba muy relegada. Se le permitía al hombre tener sexo con sus esclavos,
hombres y mujeres o con prostitutas. Podía tener concubinas pero sus hijos no
heredaban.

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El mundo romano es un mundo puritano. En Roma no había orgías. En el Satiricón no
se describía lo que se hacía sino lo que no debía hacerse. Se describe lo que se sueña
con hacer. Como las fantasías de un adolescente con su primera revista pornográfica.
Había una verdadera censura de las costumbres. Solo se hacía el amor de noche, sin
encender las lámparas. Solo se ve a la mujer desnuda en los baños (según los poemas de
la época).Había tres horrores supremos para un romano: acostarse con su hermana,
acostarse con un vestal y hacerse sodomizar. Tres cosas que se atribuyeron a Nerón y
Calígula.

Los vestales eran las sacerdotisas consagradas a la Diosa Vesta (diosa del hogar) debían
ser vírgenes de padre y madre reconocidos y de gran hermosura. Eran seleccionadas a la
edad de seis a diez años. Una de sus mayores responsabilidades era mantener el fuego
sagrado de sus templos. El servicio como vestal duraba treinta años después de los
cuales, podían casarse si querían aunque casi siempre lo que ocurría es que las vestales
retiradas decidían permanecer célibes en el templo. El perder la virginidad era
considerado una falta peor incluso que el permitir que se apague el fuego sagrado.
Inicialmente el castigo era la lapidación, luego esta pena fue sustituida por el
decapitamiento y el enterramiento en vida. Sin embargo solo se conocen veinte casos en
los que esta falta fue detectada y castigada.

En las relaciones homosexuales estaba mal considerado el recibir. El esclavo era el que
recibía. Todo era un acto de dominación. Tampoco era bien considerado que un hombre
corriera tras las mujeres, juzgándolo como de carácter débil. El placer de la mujer era
mal visto. El apetito femenino era considerado peligroso, capaz de desviar a los
hombres del deber.

Con los esclavos se podían tener relaciones por placer. Séneca el gran moralista,
distingue lo que es conforme a la naturaleza y lo que le es contrario.
Se condena la homosexualidad femenina.

En la Antigüedad clásica Hipócrates, Platón, Aristóteles, Galeno estudian, escriben y


discuten cuestiones de reproducción, anticoncepción, comportamiento sexual humano.
En la cultura griega de lo que se trataba era más bien del culto de la belleza, atraía la
belleza tanto femenina como masculina. No obstante la belleza de un joven masculino

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provocaba mas deseo una vez que la virilidad y el vigor de su cuerpo eran cualidades
que precedían al hombre y al guerrero en que mas tarde se iba a convertir.

Luego de la guerra entre Esparta y Atenas, los atenienses derrotados se habían


acostumbrado a tener relaciones con prostitutas y entre hombres. Surge” la hetaira” la
mujer que hace del amor un arte. Cualquier griego podía amar a un muchacho o a sus
hetairas (amantes más que prostitutas) que eran mujeres mantenidas por un hombre con
cierto nivel económico con el propósito de tener relaciones sexuales sin el proceso
formal del casamiento.

Desde Alejandro o Julio César y otros famosos nombres de la historia la encontramos a


la homosexualidad entre los militares, más no dejan de ser buenos esposos y excelentes
padres, lo cual lleva a suponer que a menudo solo es una homosexualidad de
compensación debido a una vida alejadas de las mujeres. (Sigmud Freud la denomina
“homosexualidad ocasional”, en sus “Tres ensayos para una Teoría Sexual”)

En la homosexualidad griega hay que distinguir dos tipos:


1-el militar: se trataba de una camaradería entre jóvenes de edad parecida
2- el pedagógico en una relación entre docente y alumno, cuya repercusión sobre el
pensamiento y las costumbres ha sido más importante.

Las relaciones entre dos personas del sexo masculino podían suceder también entre dos
jóvenes o entre dos hombres maduros. Estas relaciones no eran condenadas, no
obstante la pasividad comprobada de uno de la pareja era objeto de crítica o censura. La
oposición esta hecho en torno a las practicas activas o pasivas del sujeto diferenciando
la consideración de las cuestiones de poder, moralidad, género, clase social,
dominación.

El pasivo era visto como subordinado, intelectualmente inferior, el joven debía pagar o
agradecer con favores sexuales por las enseñanzas recibidas por la persona más madura.
La penetración anal era más bien rechazada, tomada como un acto agresivo.
Era común la copula entre las piernas y la masturbación mutua (conforme aparece
dibujada en los vasos de la época).

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En relación a la homosexualidad dentro de otros grupos sociales como esclavos,
ciudadanos pobres, artesanos, comerciantes y extranjeros, con certeza debería existir
pero no se han encontrado testimonios escritos para poder analizarla.
Las causas del descrédito en que irá cayendo la homosexualidad son:
-La crisis de la institución pederastica que con los siglos se había convertido más en
prostitución que en docencia.

-Como causa social de la crisis motivada por la guerra del Peloponeso que deja
diezmada la juventud. Se necesitaba procrear.
-Hincapié filosófico en cuestiones que tienen que ver más con el amor metafísico que
con el físico
-El papel que juega Roma en el cambio de mentalidad.

En Roma comienza a regir una legislación concreta con derecho de familia. Se impedía
la pederastia con hijos de familias nobles. Se revaloriza el matrimonio dentro de la
sociedad. Se delimita la pederastia a la delación con esclavos prostitutas. En el
cristianismo la pederastia es condenada como práctica monstruosa.

Con respecto a la homosexualidad femenina en los principios del lirismo griego aparece
la figura trágica de Safo en la isla de Lesbos. “La décima musa” iniciadora de
muchachas que consagradas al servicio de las musas se preparaba para su ulterior
misión de mujeres. La propia Safo termina enamorándose de una alumna y al no ser
correspondida se arroja al mar. El lesbianismo se pone de moda y es causa de burla y
diversión en el teatro. Una vez muerta Safo no volvió a oírse hablar de Lesbos ni en el
resto de territorio griego de notables casos de homosexualidad femenina. A las mujeres
que se entregaban a tales juegos se les daba el nombre de Tríbadas, del griego “tribo”,
frotar.

Luciano, poeta griego de la época romana las calificó de lesbianas por primera vez,
luego Marcial y Juvenal se encargaron de detallar estos amores lesbianos de mujeres
que no querían saber nada de los hombres.

La mujer era como un ciudadano de segunda categoría y era ante todo una “gyne”, cuyo
significado era “portadora de hijos”. En resumen se podría decir que por centurias las

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creencias religiosas dominaron el comportamiento sexual, reduciéndolo al proceso de
reproducción (4)(5). Con el surgimiento de la familia patriarcal se da una serie de
dualidades en lo sexual (6):
A) En el plano social la aparición de la esfera privada restringida al ámbito a la mujer,
quedando a su cargo la reproducción, la educación y la pública a cargo de los varones.
B) Una doble norma establecida: permisividad al varón y represión a la mujer a la que
se le exige virginidad y fidelidad al marido sin importar su propio placer.
C) Doble imagen de la mujer dependiendo de las necesidades y exigencias sociales. La
mujer “buena” es la mujer de casa, la madre o la virgen. La mujer “mala” es la mujer
pública dedicada al placer.
D) En cuanto a la sexualidad un doble significado: reproductivo como una forma lícita y
socialmente aceptada vinculada al matrimonio y la familia. O bien, placer como la
forma válida para el hombre pero devaluar su moral.

En el mundo romano los jóvenes esclavos eran objeto de gran demanda con fines
homosexuales.

Muchos hombres romanos mantenían relaciones unos con otros, con uno y otro sexo,
sin preocuparles la homosexualidad pero sí condenaban el adulterio dentro del
matrimonio.

Pero tenían reglas entre aquellos. Entre los ciudadanos romanos para sentirse hombres
reales no debían ser penetrados, no practicar felaciones y jamás besar además de no
mostrar afeminamiento exagerado. La masculinidad era símbolo de “dominación”.
Ser esposa tenia que ver más con un estatus social que con el placer. La relación lésbica
no era ni siquiera imaginable para la mujer romana (aunque existirá).
Los esposos tenían libertad para tener sexo con otros hombres o con prostitutas dentro
de cantidad razonable. Las esposas no debían sentirse celosas de los devaneos sexuales
de sus maridos con otros hombres y debían soportarlo con sensatez. La rivalidad estaba
dada por otra mujer, esto era adulterio.

Los romanos que tenían esclavos podían dedicar parte de este personal para su uso
sexual y era independientemente de que fuesen hombres o mujeres de muy variada
edad.

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El antiguo Dios “Príapo” siempre era representado por un pene descomunal, da nombre
a la enfermedad priapismo que se manifiesta como una erección permanente. Ese
tamaño era lo que los romanos consideraban el ideal o modelo de hombre (este modelo
continua en la actualidad). Príapo afirmaba y pretendía tener sexo con mujeres y
hombres de todas las edades. Este Dios estaba preparado y siempre esta a punto para
ello.

En la Historia de la Sexualidad de M Foucault, hace referencia a las concepciones sobre


sexualidad y su relación con lo ético en determinados momentos de la historia
occidental, vinculando el uso de los placeres sexuales con su teoría acerca del poder (7).
En el mundo griego, los placeres no son un fin en sí mismos sino que desempeñan un
papel subsidiario. Se les debe administrar con vistas a alcanzar con éxito la meta
propuesta: el dominio de uno mismo para estar en condiciones de ejercer el poder sobre
otros. La ética griega, que, en términos generales, da un lugar importante a los placeres,
no estaba relacionada fuertemente con ningún sistema institucional o legal y las leyes
contra malos comportamientos sexuales eran escasas y no demasiado obligatorias. Se
trataba más bien de una ética de bienes, entendiendo el bien no desde la óptica judeo-
cristiana sino con una connotación estética; el bien se identifica con la belleza y ésta con
la armonía. Entonces, actos inmorales serán los que provoquen o tiendan a la hybris
(desmesura). Por ello se puede hablar de esta ética también como de una estética de la
existencia. Dado que esta ética no se apoya positivamente en un código y que consiste
más bien en sugerir y persuadir a quienes tienen que actuar, la paideia constituye un
sistema decisivo para modelar la naturaleza de los jóvenes con el fin de alcanzar la areté
(virtud). El hombre moralmente libre será el que pueda dominarse a sí mismo evitando
convertirse en siervo de poderes ajenos.

Por lo tanto, los griegos no condenan el placer ni descalifican a quienes disfrutan de él;
sólo se advierte sobre la necesidad de regular el deseo con la práctica de la mesura. Los
placeres gozan de cierta neutralidad axiológica; no hay en ellos nada que pueda juzgarse
nocivo en sí mismo y que, por ende, conlleve su descalificación. El control que se debe
tener sobre ellos no depende de ningún peligro relacionado con su disfrute, tiene como
único objetivo evitar el exceso y la desproporción en tanto son opuestos de la belleza.

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El goce sexual (afrodisia), no constituía un foco de atención con la misma relevancia
que la comida o la dieta. El primero constituyó un problema netamente moderno.
Recién con posterioridad al siglo XVIII, tras el equilibrio medieval respecto de la
relevancia de estos dos placeres (los relacionados con la alimentación y con el sexo), el
sexo surgirá como algo importante. En la afrodisia, se advierten básicamente dos
dimensiones. Por un lado se cuenta con la institución familiar en la que existen
compromisos y obligaciones contraídos con el matrimonio. Por otro, la alternativa del
"amor a los muchachos" y a las "hetairas" aparece casi como una rutina.

La homosexualidad estaba arraigada en las costumbres griegas, gozaba de consenso y


hasta era respetada, siempre y cuando el cortejo que los hombres ya adultos efectuaban
con los más jóvenes y hermosos, quedara enmarcado en las virtudes apolíneasi. No
obstante, el "amor a los muchachos" representaba un problema para una mentalidad que
privilegiaba la virilidad. Pero el conflicto no dependía de considerar tal relación física
como antinatural, sino del hecho de que una relación sexual es siempre asimétrica: sólo
se puede penetrar o ser penetrado. Una mujer o un esclavo podían ser sometidos, la
pasividad era acorde a su naturaleza y a su status. Pero, ¿cómo aceptar que un joven,
supuestamente ciudadano libre, pudiera ser dominado y utilizado para el placer de otro?
Este joven no podía ser jamás tratado como una mujer o como un esclavo. Así, el
problema ético no pasaba por preferir mujeres o muchachos, ni por practicar la
sexualidad de una u otra manera; más bien se trataba de una cuestión de cantidad y de
actividad-pasividad, en ser el esclavo o el amo de los propios deseos ii.

En forma paralela a la ética griega pululaban sectas que hacían culto de la pureza y
practicaban el ascetismo, imponiéndose como estética de vida junto a las
transformaciones históricas que ocasionaron la desintegración de las ciudades estado
junto con el desarrollo de la burocracia imperial y el predominio de la clase media; el

i
Sin embargo, el amor más trascendente sería aquél que orientara el alma hacia un goce más perdurable, libre del desgaste que
acarrean las circunstancias carnales. El objeto erótico de tal amor es la verdad, en tanto ella constituye, para el pensamiento
platónico-aristotéli-co, el bien más pre-ciado y apetecible. Hasta el siglo XVI se seguirá percibiendo una estrecha cone-xión entre
asce-tismo y acceso a la verdad. Recién Descar-tes rompe-rá este vínculo: para conocer la verdad bastará con captar lo eviden-te.
Ser inmoral y el conoci-miento de la verdad no serán más incom-pati-bles. El sujeto de conoci-miento ya no es un sujeto ascéti-co
nece-sariamente. Será Kant quien rein-tro-duzca la ética como una forma práctica de la razón.

ii
Distintas actitudes y formas de llevar a cabo la relación homosexual tenían por objeto resolver el conflicto entre la pasividad del
"muchacho" y su carácter de ciudadano libre. Así, por ejemplo, el joven no debía cortejar sino que debía ser corteja-do y tampoco
tenía que sentir placer en la rela-ción. De este modo, no sería el "esclavo" sino el "amo" de sus deseos.

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derrumbe de la polis trae como consecuencia la inflexión de la mirada hacia el individuo
como única salida. El cristianismo adopta este modelo, lo reformula y difunde.

Del Medioevo al Renacimiento

San Agustín traslada la impureza del acto sexual aun dentro del matrimonio. La
erección considerada en el siglo 4 A.C.como un signo de actividad se convierte ahora en
signo de pasividad al ser algo no voluntario y de castigo por derivar del pecado
original. El sexo en erección es la imagen del hombre en rebeldía contra Dios. El
conflicto se transfiere desde la relación con los demás (actividad/pasividad) a la relación
con uno mismo (voluntad/libido). Entonces ahora la lucha espiritual consistirá en
escrutar y distinguir qué movimientos del alma tienen un origen en la libido y esta lucha
tendrá como deside-ratum la victoria de la voluntad. El deseo se convierte en pecado y
la castidad implica eliminar todos aquellos pensamientos impuros, incluso, los que se
presenten durante el sueño.

Describe al acto sexual como un fenómeno que se apodera completamente de uno


haciéndole perder el control provocando sacudidas violentas, movimientos epileptoides
que no responden al control de la voluntad. Interpreta la sexualidad como algo
masculino, pero el problema ya no es la penetración en tanto actividad y en
concordancia con el rol social, sino que el problema es ahora la erección. El Medioevo
cristiano recoge esta caracterización agustiniana de la sexualidad.

En la Europa Medieval cristiana, advertimos que existía una moral clerical que afirmaba
la renuncia a la carnalidad, como símbolo del pecado, y la aspiración a la castidad,
como emblema de la virtud. Las raíces de esta vinculación de la carnalidad con el
pecado, el vicio, la suciedad, podemos encontrarlas, esencialmente, en las doctrinas de
los estoicos y los gnósticos de la Antigüedad tardía (8): Aversión al placer sensual,
restricción del acto sexual al matrimonio, la procreación y la exaltación de la
continencia. A partir de estos principios los Padres de la Iglesia de los siglos IV y V, es
decir, Jerónimo, Gregorio Niseno, Juan Crisóstomo y Agustín de Hipona, entre otros,
elaboraron una ética sexual que perduraría, en su esencia, durante siglos. Ética que los
nuevos representantes del Cristianismo, tales como Alberto Magno o Tomás de Aquino,

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se encargarían de amplificar y difundir. La imagen del cuerpo como algo rechazable,
porque era nido de la carnalidad y de los sentidos, que podían provocar el apetito y el
desorden. La concepción de la lujuria como un pecado, una ofensa a Dios y al orden del
Cristianismo, porque suponía un mal uso de los órganos sexuales. La adscripción del
acto sexual al matrimonio y a la procreación. La castidad como el bien más preciado,
modelo de vida del perfecto cristiano. Y la idea de la mujer como una creación fallida,
un ser inferior moral e intelectualmente. Junto a esta moral clerical existieron otros
sistemas morales disidentes. Así, podemos constatar una cultura de los sentidos que se
enriqueció y fortaleció, a partir del siglo XIII, sobre todo por el redescubrimiento de las
ciencias naturales y el nacimiento del espíritu laico y letrado. La risa, el canto, la danza,
el placer sexual y la belleza corporal fueron algunos de los elementos de esta cultura
mundana, que fue duramente recriminada por los componentes de la Iglesia, a través de
prohibiciones y de castigos. Así, en el Iº Concilio de Lyón, en 1245, el Papa Inocencio
IV califica de pecado mortal la fornicación entre personas solteras:

Respecto a la fornicación que comete soltero con soltera, no ha de dudarse en modo


alguno y es pecado mortal, como quiera que afirma el apóstol que tanto fornicarios
como adúlteros son ajenos al reino de Dios (1º Cor.6, 9s) (9).

En los Penitenciales se establecen reglas para realizar el acto sexual en el matrimonio,


sin caer en el vicio y en el pecado de la lujuria. Se restringe una serie de prácticas,
posturas y tiempos: no se debía practicar el sexo oral ni anal, pues su único propósito
era el placer que de él se derivaba. Se debía ejercitar una única postura, la denominada
natural, esto es, la mujer debajo, pasiva, dominada, sometida. Se debía reprimir el deseo
desmesurado (voluptas), las fantasías depravadas (delectio fornicationis), las caricias y
los tocamientos (contactus partium corporis), ya que constituían un placer innecesario
para la procreación. En cuanto a los tiempos, no estaba permitido realizar el coito en los
días sagrados, las festividades religiosas ni durante los días de la menstruación.
También se reprobaban los diferentes recursos, en su mayor parte naturales, y las
prácticas sexuales que impedían la concepción.

Así, Tomás de Aquino, en su Summa Theologiae, cataloga como vicios contra natura la
masturbación, el bestialismo y la homosexualidad (10), entre otras conductas. Y, en el
caso de que la concepción hubiera tenido lugar, se castigaba la opción del aborto. Un

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dato apuntado por J.T. Noonan es la confusión que existía entre la anticoncepción y las
prácticas mágicas. El autor hace hincapié en las estrechas relaciones que se establecían
entre aborto, anticoncepción y magia, entre veneno, aborto y anticoncepción (11).

En cuanto a la postura médica referente a la sexualidad, existían diversidad de


opiniones. En general, los facultativos se hallaban sometidos a influencias
contradictorias: La ética cristiana frente a las necesidades fisiológicas; lo saludable para
el cuerpo frente a lo que era bueno para el alma. Así, por una parte, se citaban los
malestares que se derivaban del coito. Constantino el Africano, en su Liber de coitu,
destaca, entre los efectos, la tristeza, la hinchazón del vientre, el dolor de cabeza, la
audición de sonidos agudos, la debilidad, los temblores, las contracciones y el olor
desagradable, sin dejar de reconocer que la actividad sexual también reportaba
beneficios a los que la practicaban. De hecho, dedica un capítulo de su tratado a
especificarlos. En la misma línea hallamos a Bernardo de Gordonio, en su Lilium
medicinae, donde declara que el coito es bueno con moderación. Según el autor, debe
hacerse de modo que “el cuerpo se sienta aliviado, que coma y duerma mejor, que
purgue las cosas superfluas y alegre el ánima; por eso conviene. Pero tanto aprovecha el
coito moderado, daña el inmoderado.

Consideraciones éstas que fueron tomadas, esencialmente, del De Locis affectis de


Galeno. En definitiva, apreciamos que la mayoría de los médicos pensaban que del acto
sexual podían derivarse tanto efectos benéficos como maléficos enfriando, consumiendo
y enflaqueciendo”. En el caso de las mujeres, según la opinión médica, la abstinencia
provocaba consecuencias más negativas que en el hombre, tales como la sofocación de
la matriz. Así, lo refiere el ilustre médico de Montpellier, también en su Lilium
medicinae, donde apunta que la mujer que presenta esta dolencia padece “escotoma,
vértigo,
dolor de cabeza, siente humo dañino que sube a las partes de arriba, tiene las manos
apretadas sobre el vientre y las piernas encogidas”.

Según comenta, las más afectadas son las viudas y las mozas mayores cuando no tienen
varones. Esta misma idea aparece recogida en otro tratado atribuido al propio Gordonio,
De sterilitate mulierum. Libro en el que vuelve a declarar que esta sofocación
sobreviene a las viudas y tiene su origen en la “retención del esperma del que proceden,

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según se ha dicho, nocivas emanaciones”(12),(13),(14),(15)iii. Así, casi todos
aconsejaban que se practicara equilibradamente, ni en exceso ni en defecto. Pero los
religiosos, a menudo, tergiversaron las fuentes de información, acudiendo a
determinados fragmentos aislados de libros que no condenaban el acto sexual en sí
mismo; pero que contenían algunas prescripciones y advertencias que, fuera de
contexto, podían confundir a los lectores o receptores.

Aunque no hemos de obviar el hecho de muchos facultativos, al igual que los hombres
de la Iglesia o tal vez influidos por ellos, reprobaban algunas formas de practicar el
sexo. Así, Gordonio, en el Lilium medicinae, declara que ver las vergüenzas de la mujer
es una manera no debida y fea de realizar el coito. También afirma que hacerlo en la
putería, lugar sin vergüenza, esteriliza a los varones honestos (16). Asimismo, los
médicos, al igual que los religiosos, prescribían remedios contra los pensamientos
impuros. A lo varones les recomendaban una sangría de las venas superficiales, situada
en la cara externa superior del muslo; y, a las mujeres, incienso y otras fumigaciones,
que hacían penetrar por los órganos genitales. También la dieta podía ser una poderosa
aliada. La abstinencia de determinadas comidas, en especial de la carne, era una forma
de evitar el coito. Y es que la filosofía humoral vigente, atribuía a este alimento un
importante papel en la formación de la materia seminal, con el consiguiente incentivo de
la lujuria. Una muestra representativa de esta consideración la tenemos en Arnau de
Vilanova. Éste, en el Tractatus de esu carnium, apunta que los manjares sabrosos y
suculentos, por excitar el gusto, abrían el camino a la sensualidad. Y que, por ser muy
nutritivos, proporcionaban al cuerpo una excesiva exuberancia vital que lo hacía
difícilmente dominable. Entre los alimentos que convenía moderar, la carne ocupaba,
según el catalán, el primer lugar (17),(18).Siguiendo con el tema del apetito sexual, los
facultativos apuntaban las divergencias que se producían entre los hombres y las
mujeres. Según refiere el mismo Gordonio: “las mujeres tienen mayor deseo en el
verano porque su esperma es frío y entonces se calienta, se mueve y trabaja. En los

iii
) Esta idea está ya presente en los autores clásicos, fuentes básicas del saber en la Edad Media. Así lo expone Aristóteles, en
Investigación sobre los animales, donde aboga porque se satisfagan, equilibradamente, “las exigencias que reclama el desarrollo
mismo del cuerpo: En efecto, todos los chicos y chicas, cuyos cuerpos producían sustancias residuales, al ser eliminadas estas
sustancias nocivas, ya con la emisión del esperma, ya con el fuego de las reglas, sus cuerpos se vuelven más sanos y se desarrollan
mejor, pues se eliminan los obstáculos que perjudicaban a la salud y al desarrollo” (trad. de Pallí, J., Gredos, Madrid, 1992, Lib. VII,
pp. 385-386). Galeno, Sobre los lugares afectados, donde expone los peligros de un exceso o defecto de sexo: “unos tan pronto
como llega la pubertad, se ven debilitados por las relaciones sexuales, otros, por el contrario, si no hacen uso del sexo con
frecuencia, tienen la cabeza pesada, ansiedad y fiebre, peor apetito y mala digestión” (Ob. cit, Lib. VI, Cap. 5, pp. 377 y 378).

14
varones en cambio sufre exhalación, consumimiento y flaqueza, pero en invierno el
calor es más fuerte por lo que tienen más deseo durante el invierno que las mujeres”.
También señalaban los doctores las diferencias de género en la intensidad del placer y
en la manera en que se experimentaba. El ilustre médico de Montpellier afirma que la
mujer siente deleite en más cosas que el varón pues se deleita con la esperma del varón
y con la suya propia; pero el varón siente placer más fuerte y con más intensidad porque
su simiente es más templada. Respecto a este aspecto, nos parece interesante destacar
que hemos hallado más testimonios sobre el deseo erótico de la mujer. Y es (19),(20)
que la capacidad sexual femenina inquietaba profundamente al hombre medieval.

El aristotelismo reinante le había hecho creer que el exceso de humedad en su cuerpo le


daba una capacidad erótica ilimitada, que difícilmente se podía saciar. Y la fórmula de
Juvenal, lassata (21) uiris necdum satiata−cansada de hombres pero no satisfecha− era
susurrada una y otra vez por los fantasmas masculinos. Por otra parte, se había
extendido la idea de que los órganos femeninos ejercían una especie de posesión, que
había una interioridad que escapaba a todo control. Pensamiento éste que remite a la
teoría hipocrática de los desplazamientos uterinos y al Timeo de
Platón,(22).Consideraciones, por otra parte, que hicieron que la imagen de la mujer
ninfómana, gobernada por sus órganos genitales y viviendo su sexualidad de una
manera desorbitada, fuera muy frecuente, sobre todo en la literatura de corte satírico.

En cuanto al punto de vista médico respecto a la anticoncepción y al aborto, nos llama


especialmente la atención. Y es que, por una parte, se censuraban este tipo de ejercicios;
pero, por otra, los manuales estaban repletos de recetas destinadas para tal fin. Es más, a
partir del siglo XIII, y a pesar de las prohibiciones, circularon de una manera aún más
abierta. Encontramos numerosos ejemplos en el De plantis de Aristóteles, el Liber ad
Almansorem de Rhazes, el Canon de Avicena o el Lilium medicinae de Gordonio, obras
que pasaron a los programas de la Universidad. Respecto a esta evidente contradicción,
son muy ilustrativas las palabras que nos deja Bernardo de Gordonio: Téngase cuidado
de no enseñar a nadie un brebaje ponzoñoso ni para abortar porque puede lamentarlo
siempre (23).

Pese a su consejo, en el capítulo XV de esta obra, “Del regimiento de las preñadas y del
aborto”, expone una serie de técnicas que podían provocar el desprendimiento del feto,

15
como “tomar medicina laxativa o para vomitar, correr, dar voces, saltar, practicar el
coito excesivamente o hacerse sangría ”.

Asimismo, el capítulo destinado a provocar la menstruación, “De las enfermedades de


las mujeres y en primer lugar de la menstruación”contiene una serie de ingredientes
naturales que podían provocar la muerte del feto si lo hubiera. La artemisa, el orégano,
la hierba gatea, el poleo, el perifollo oloroso, el anís, el díctamo y el hinojo (24), eran
algunos de ellos. La información sobre las técnicas abortivas era copiosa. No pensemos
que el estudio y el conocimiento sobre los métodos abortivos se reducía a los círculos
intelectuales. Este interés era compartido por la sociedad entera, de ahí que existieran
obras como el Thesaurus pauperum “Tesoro de los pobres”, atribuida al médico y
filósofo Pedro Hispano, y conocida por un público más amplio.

Es más, no sabemos hasta qué punto nos hallamos ante un libro erudito o un libro que
recoge recetas de la medicina popular conteniendo un elevado número de recetas
anticonceptivas: veintiséis en total, recogidas bajo el epígrafe “De impedimento
conceptus”. Algunas resultan sorprendentes, como comerse una abeja o un corazón de
ciervo; pasar por encima de la sangre menstrual de otra mujer o untarse con ella; llevar
en el momento del acto una oreja o un poco de piel de mula, excrementos de elefante o
una piedra de azabache (25) etc. , además de las recetas indicadas para no concebir,
contenían las destinadas a provocar la menstruación, “De provocatione menstruorum”
que, pese a que su finalidad no era producir un aborto, también podían utilizarse con
este propósito.

La mayoría de los compuestos se elaboraban a base de plantas, tales como el orégano, la


menta, la artemisa, el azafrán, la ajedrea, la salvia, el poleo o la azucena, combinadas
con aceite, vino o miel (26). En cuanto al punto de vista femenino en lo relativo a las
prácticas anticonceptivas, podemos observarlo, por ejemplo, en Trótula. En el capítulo
XI de Las enfermedades de las mujeres antes, durante y después del parto, trata el tema
de “Cómo impedir o favorecer la concepción”.

La salernitana justifica sus consejos argumentado que el embarazo podía suponer un


peligro mortal para la mujer que tenía la vulva y el útero estrechos o que había sufrido
un desgarro perineal en un parto anterior. Su testimonio es de especial interés por el

16
valor que le concede a la vida de la mujer en sí misma, por encima de su función social
primordial, esto es, la procreación:

“Mira bien -dice Galeno- que las mujeres de vulva y útero estrechos no deben tener
relaciones con hombre porque si quedan encintas, corren riesgo de morir. Pero como no
todas consiguen evitarlo, tienen necesidad de nuestra ayuda (27).

Los sistemas anticonceptivos que propone la autora pertenecen, en su mayor parte, a la


medicina popular de tipo mágico-brujeril, como “llevar sobre la carne desnuda un útero
de cabra virgen, colgarse al cuello o tener en la boca una piedra especial llamada
gagates, guardar en el pecho los testículos de un macho de garduña envueltos en piel de
ganso o insertar in loco unos granos de cebada” (28). Estas propuestas nos dejan ver,
con toda claridad, las conexiones que se establecían entre la medicina y las prácticas
mágicas en el medievo. De hecho, las comadronas de Salerno tenían fama de realizar
actividades que pertenecían a este mundo de lo prohibido. Arnau de Vilanova les
atribuía la práctica de tener en la mano tres granos de pimienta, en el momento del
nacimiento de un niño, y de pronunciar sobre cada uno de ellos la siguiente oración:
Libra, señor, a esta mujer de las penas del parto.

Después, la especia era administrada en una poción a la parturienta, a cuyo oído era
susurrada, junto con el Pater noster, esta misteriosa fórmula mágica:

Bizomie lamion lamium azerai vachina


deus deus sabaoth. Benedictus qui venit
i n nomine Domini, osanna in excelsis.

En este caso, la medicina, la magia y el milagro se entremezclaban. Hoy puede


resultarnos sorprendente e ilógica esa invocación divina para evitar una futura
concepción, esto es, para no dar vida.

Otra fuente que analiza la concepción sobre la sexualidad en el medievo es la literatura.


Multitud de referencias eróticas, tanto explícitas como implícitas, en gran parte de la
producción literaria de este período histórico, tanto culta como popular. Pero la imagen
que los textos ofrecen varía en función del género literario, la ideología, la clase social y

17
el sexo del autor. Así, en la literatura masculina de corte satírico, se ofrece una visión
muy negativa y distorsionada de la sexualidad de la mujer. Bajo la perspectiva del
hombre medieval, el deseo de ésta raya en lo grotesco, lo enfermizo, lo corrupto, lo
desequilibrado. Mujeres insaciables que reclaman sexo a sus compañeros; que no dudan
en ser infieles si no se sienten complacidas y que no vacilan en pagar a hombres o
utilizar consoladores para satisfacerse. Una composición muy representativa,
perteneciente al género de escarnio y maldecir gallego-portugués, es la de
Fernand’Esquio. El autor le regala a una abadesa, que califica irónicamente de amiga,
cuatro carallos franceses (vs.6) y dos a una prioresa. Con el presente que le ofrece deja
ver que la mencionada mujer es insaciable, que está deseosa de practicar el sexo. Es
más, el número de artilugios nos indica que, probablemente, lo practicaría muy a
menudo y con tanto ímpetu que los destrozaría, viéndose obligada a sustituirlos con
mucha frecuencia:

A vos, Dona abadessa,


de min, Don Fernand’ Esquio
estas doas os envío,
porque sei que sodes essa
dona que as merecedes:
quatro caralhos franceses,
e dous aa prioressa. (29) (Vss. 1-7)

El poeta se burla de la insaciable excitabilidad genital de la abadesa, que necesita más


de un consolador para satisfacerse. Otra composición muy ilustrativa es la de Afonso
Eanes do coton, también dentro del género de escarnio y maldecir. El poeta se queja de
que María García no le ha pagado sus servicios sexuales:

Ben me cuidei eu, Maria Garcia,


en outro dia, quando vos fodi,
que me non partiss’eu de vós assi
como me parti já, mao vazia,
vel por serviço muito que vos fiz;
que non me destes, como x’omen diz,
sequer un soldo que ceass’un dia (30). (Vss.1-7)

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De esta manera, pone en evidencia el deseo desenfrenado de este tipo de mujeres, que
son capaces de pagar dinero u ofrecer regalos a cambio de sexo. Detrás de muchas de
estas composiciones que tratan el tema de la hiperactividad sexual patológica o
ninfomanía, se esconde el fantasma de la impotencia masculina u homosexualidad. Un
ejemplo lo tenemos en la cantiga de Joan Soárez Coello. El autor presenta a una Luzía
Sánchez insatisfecha, enfadada con él, porque no puede satisfacerla plenamente:
Vejo-vos jazer migo muit’agravada,
Luzia Sánchez, porque non fodo nada (31) (Vs.7-8)

Las causas que le impedían provocar una completa satisfacción erótica a su compañera
eran varias: Primero, su edad. Segundo, el tamaño de su miembro (pissuça cativa, v.13).
Y, por último, que estaba en nefastas condiciones (colloes, que tragi inchados...é con
maloutía v.21), tanto que no podía eyacular (ya non pode soll cospir a saíva v.14). El
estado en que se encontraba el sexo del poeta se manifiesta en la genial alegoría de la
casa en llamas que evidencia que, por muy ardiente que estuviera la soldadera, él no
conseguiría una erección (sell’ ardess’a casa nos’erguería, v.16). Es muy sugestiva esta
figura de la mujer exigiendo su derecho al placer. Sobre todo, porque a las mujeres
medievales se las educaba para desempeñar papeles eminentemente pasivos:
casamiento, sexualidad, gestación, parto y lactancia. En el matrimonio no tendían a
buscar, sino a ser buscadas. En las relaciones sexuales, no era común que iniciaran el
juego erótico o que respondieran a éste de una manera activa. En cuanto a la
fecundación, la gestación, el parto y la lactancia, les venían dados. La actividad
femenina consistía, pues, en recibir y aceptar. Nos referimos a la actividad femenina
moralmente aceptada. Esto es, a la mujer que los hombres veían como esposa y madre
de sus hijos. Frente a ésta, la mujer mala, sensual, resuelta, exigente y espontánea.
Prostituta, concubina, amante, tal vez, pero nunca esposa. Éste es el tipo de la
protagonista de esta cantiga. Una mujer que se aparta de lo moralmente aceptado, al
reclamar el placer en sí, no supeditado a la concepción.

Como ésta, la mayoría de las composiciones no son un reflejo de la sexualidad de la


mujer medieval; sino más bien de las creencias, las obsesiones, los temores, de los
hombres de este período histórico. Un miedo que, pudo derivarse del desconocimiento

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de la naturaleza y la psicología femenina. Pero no siempre que acudimos a las fuentes
masculinas nos encontramos con este tipo de fantasmas. También hallamos testimonios
literarios en los que se reflejan los encuentros furtivos, los besos, los tocamientos
precipitados y las relaciones íntimas, sin una intención degradante.

Pero para un estudio más profundo y veraz de los anhelos de la mujer, como bien
apuntó Cristina Segura Graíño (32), se nos impone acudir a los textos escritos por éstas,
esto es, poesías, cartas, biografías, etc. Aunque no debemos obviar el hecho de que, en
una sociedad patriarcal como la del medievo, a la mujer le resultaría muy difícil −por no
decir imposible− eludir la presión de la mentalidad masculina y expresarse libremente.
Por otra parte, contamos con un problema añadido: la escasez de documentos
elaborados por mujeres. Y es que la escritura no se encontraba entre las labores
asignadas a éstas. Pero en esta sociedad, que coartaba la realización de la mujer, que le
impedía expresarse libremente, que nos dificulta el conocimiento de la verdadera
esencia femenina, hallamos testimonios que iluminan el sombrío panorama.

Durante el Renacimiento, todo lo concerniente a la sexualidad gozaba de cierta


"naturalidad" y "libertad expresiva", y hasta se tenía cierta tolerancia con lo ilícito.
Luego, la sexualidad se iría ocultando cuidadosamente y encerrándose. Quedaría
confiscada en el lazo conyugal y con miras a la reproducción.

M. Foucault en la” Historia de la sexualidad dice: "...existe un único lugar de


sexualidad reconocida, utilitaria y fecunda: la alcoba de los padres. El resto no tiene más
que esfumarse...Lo que no apunta a la generación o está transfigu-rado por ella ya no
tiene sitio ni ley...No sólo no existe sino que no debe existir y se hará desaparecer a la
menor manifestación...Así marcharía con su lógica baldada, la hipocresía de nuestras
sociedades burguesas. Forzada, no obstante, a algunas concesiones...El burdel y el
manicomio serán esos lugares de tolerancia...Únicamente allí el sexo salvaje tendría
derecho a formas de lo real, pero fuertemente insularizadas, y a tipos de discursos
clandestinos, circunscriptos, cifrados. En todos los demás lugares el puritanismo
moderno habría impuesto su triple decreto de prohibición, inexistencia y mutismo".
Esto se podría vincular con el desarrollo del capitalismo y de la sociedad burguesa: los
placeres deben quedar reducidos a su mínima expresión y con una finalidad utilitaria

20
como la reproducción para que las energías restantes puedan ser canalizadas en fuerza
de trabajo. Hacia el siglo XVIII surge un problema político y económico que no
solucionará la represión aludida antes. El problema del equilibrio entre el crecimiento
de la población y la disponibilidad de recursos hará necesario pasar de la prohibición al
control del sexo. Habrá que analizar las tasas de natalidad y de mortalidad, la
morbilidad y reglamentar la edad del matrimonio, la frecuencia de las relaciones
sexuales, los nacimientos legítimos e ilegítimos, etc. En síntesis, nace el análisis y la
reglamentación de las conductas sexuales por parte del Estado. Para llevar a cabo este
control, el sexo no pude permanecer oculto. Hay que hablar del sexo y lograr que la
gente se confiese frente a quienes detentan el poder. Los procedimientos son múltiples:
la biología, la medicina, la demografía, la psiquiatría, la pedagogía. Toda una trama de
discursos reguladores se teje en torno al sexo. En esta época, las prácticas sexuales
estaban regidas por tres códigos: derecho canónico, pastoral cristiana y ley civil. Los
tres centraban su atención en la relación conyugal fijando detalladamente lo permitido
en el ejercicio del sexo legítimo. El "resto" prácticamente no era tenido en cuenta; se
callaba y, por lo tanto, no existía.

Con la explosión discursiva de la biología, la psiquiatría, la pedagogía, etc., de los siglos


XVIII y XIX hacen su aparición en escena las sexualidades periféricas: relaciones pre y
extramatrimoniales, homosexualidad, sexualidad infantil, onanismo. Ya no se trata sólo
de reprimir sino de controlar. Entre todos estos discursos, la medicina adquiere primacía
como dispositivo de control. Se advierte que el sexo no sólo puede producir enfermedad
a quien lo ejercite fuera del marco prescripto (enfermedades venéreas, locura,
perversiones), sino que toda la especie puede verse comprometida en caso de falta de
control.

Foucault sostiene la tesis según la cual este control deliberado sobre la sexualidad tuvo
sus orígenes en las clases dirigentes quienes "probaron" en primera instancia el
dispositivo de sexualidad controlada. El objetivo consistía, en una autodefensa, una
autoprotección, una autoafirmación como clase. Así como en épocas anteriores la
nobleza había subsistido a través de la pureza de la sangre, ahora la burguesía
conservará su elitismo y sobrevivirá gracias al cuidado de la salud y de la descendencia.
De este modo, el valor otorgado antaño a las alianzas y a las ascendencias, se transfiere
al cuidado y control del sexo. De alguna manera, se puede decir que "el sexo fue la

21
sangre de la burguesía". A medida que esta clase afirmaba así su diferencia y su
hegemonía, el control se extendía paulatinamente a las clases populares, pero con un
objetivo distinto: un modelo de sexualidad le sería impuesto al proletariado con fines de
sujeción. Esta sexualidad controlada se convirtió así en un instrumento al servicio del
orden capitalista: los dueños del capital deben garantizar que éste no se fragmente entre
hijos ilegítimos y el proletariado debe canalizar toda su energía en la producción.

Con este sucinto relato de la historia de la sexualidad en Occidente se hace evidente que
no nos encontramos frente a un fenómeno humano simplista, desligado del contexto
socio-histórico - cultural. Ya no es posible sostener la existencia de un único, eterno e
inmutable "orden moral" del cual los hombres en la actualidad se han apartado
provocando la ira de Dios y el SIDA como castigo.

Para algunos autores, como Foucault, hasta resulta posible pensar que la sexualidad
humana haya sido utilizada a lo largo de la historia como medio para contribuir a la
configuración de una determinada organización social, política y económica.

En nuestra civilización ha sido objeto de cuestionamientos, prejuicios y tabúes


exacerbada en los últimos tiempos por la aparición del SIDA y sumado a ello la
participación de la población homosexual como una de los grupos más expuestos y al
mismo tiempo con actitudes reprobatorias sobre ciertas prácticas sexuales. Desde
distintos sectores de la sociedad se atribuye al SIDA una especie de castigo divino por
un cierto desorden moral.

Probablemente en el futuro y ante nuevos contextos, se presentarán otras formas de


comportamiento sexual, y quizás inimaginables en el contexto actual.

22
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

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Sexología ; 1995.
(2) Matsers W, Johnson V, Kolodny R. Perspectivas de la sexualidad. En: La
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(3) Judeo cristianismo y sexualidad. Documento inédito. Instituto Mexicano de
Sexología; 1995.
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hindsights, insights and foresighjts. In: Rosenzweig N, Pearsell F Ed. Sexual
Education for the Health Professional. New York: Grune & Stratton; 1978. p. 5-
22.
(5) Calderone M. Historical perspectives on the sexuality movement: hindsights,
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the Health Professional. New York: Grune & Stratton; 1978. p. 5-22.
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Panamericana de la Salud. Organización Mundial de la Salud; 1992. p. 27-67.
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(8) Foucault, M. “El Cultivo de sí”, en Historia de la Sexualidad. Madrid: Siglo
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(9) Wolter H, Holstein H. Historia de los Concilios Ecumenicos. Lyon I y Lyon II.
Vitoria: Eset; 1979.
(10) Summa teológica de Santo Tomás de Aquino, II, 1-2 q.31 a7. Madrid:
Biblioteca de Autores Cristianos; 1962. p. 209.
(11) Noonan JT. Ob. cit. P. 204.
(12) De la escasez de coito”. Lilio de Medicina, ed. Dutton, B. y Sánchez, Mª. N.
Madrid: Arco/Libros. 1993; (7) 1, p. 1418-9.
(13) De la sofocación de la matriz”. Lilio de Medicina, ed. Dutton, B. y Sánchez, Mª.
N. Madrid: Arco/Libros. 1993; (7) 10, p. 1471.
(14) Conde P, Montero E, Herrero MC. “Esterilidad por sofocación de la matriz”, en
De sterilitate mulierum, trad. Universidad de Valladolid; 1999. p. 74-5.

23
(15) Garcia MC. Sobre los lugares afectados, trad. Madrid: Ed. Clásicas; 2000. (6) 5.
p. 377-8.
(16) Gordonio, B., Ob. cit., Tr. II, Lib. VII, cap. I, p.1407
(17) Barquín H. “La influencia de las Cruzadas sobre la medicina. Las Escuelas de
Medicina y las Universidades medievales”, en Historia de la Medicina, Mexico.
Méndez ed; 1994. (18).p. 215.
(18) Abstinencia de carnes y medicina. El Tractatus de esu carnium de Arnau de
Vilanova”, Scripta Theologica, Revista de la Facultad de Teología de la
Universidad de Navarra, 16 ;1984. p. 331.
(19) Gordonio, B., Ob.cit., Tr. II, Lib. VII, cap. II, p.1425
(20) Gordonio, B., Ob.cit., Tr. II, Lib. VII, cap. II, p.1427.
(21) Juvenal DJ. Sátiras VI. Mexico: Instituto de investigaciones filológicas; 1974.
p.38.
(22) Platón. Obras Completas. Madrid: Aguilar; 1969. 91c,.p. 1178.
(23) Del regimiento de las preñadas y del aborto”, Ob. cit, Tr. II, Lib. VII, Cap. VIII,
pág. 1512.
(24) De las enfermedades de las mujeres y en primer lugar de la retención de la
menstruación”, Ob. cit, Tr. II, Lib. VII, Cap. VIII, p.1454-1464.
(25) De impedimento conceptus”, Obras Médicas de Pedro Hispano, da Rocha, Mª
H., Coimbra, Universidad de Coimbra, 1973, p.259-261.
(26) De provocatione menstruorum”, Ob. cit, p. 245-248.
(27) Bertini F. “Trótula la médico”.0 La mujer medieval. Madrid: Alianza editorial;
1991. p. 148-9.
(28) Bertini F. “Trótula la médico”.0 La mujer medieval. Madrid: Alianza editorial;
1991. p. 134.
(29) Lapa MR. Cantigas d’escarnho e de mal dizer dos cancioneiross medievais
galego-portugueses. Galaxia; 1970.
(30) Lapa MR. Cantigas d’escarnho e de mal dizer dos cancioneiross medievais
galego-portugueses. Galaxia; 1970. (46), p. 82.
(31) Lapa MR. Cantigas d’escarnho e de mal dizer dos cancioneiross medievais
galego-portugueses. Galaxia; 1970. (234), p. 356.
(32) Segura Graíño C. La voz del silencio (siglos VIII-XVIII). Madrid: Laya; 1992.
p.10.

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