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Reinado de Felipe V

El testamento de Carlos II favoreciendo a Felipe de Anjou como sucesor


al trono español como Felipe V (1700-1746), incluía una cláusula que le
obligaba a renunciar a la corona francesa, para evitar con ello la unión de
las dos grandes naciones europeas. No obstante, Luis XIV expidió cartas
patentes al Parlamento de París (febrero de 1701) en las que nombraba a
Felipe sucesor al trono de Francia, lo que provocó las protestas airadas de
Leopoldo I de Austria, emperador de Alemania, quien temía la hipotética
amenaza del surgimiento de una nueva potencia. Dichos recelos eran
compartidos por Holanda e Inglaterra, más favorables a una política de
equilibrio europeo. La respuesta de Luis XIV consistió en la ocupación de
las fortalezas de la frontera del Flandes español, cuya defensa estaba
encomendada a tropas holandesas, conforme al tratado de Ryswick de
1697.

Inicio de la Guerra de Sucesión en España


La Guerra de Sucesión en España (1701-1714), viene a ser considerada
por la historiografía como uno de los primeros grandes conflictos europeos
de la Edad Moderna, extendiéndose desde España hasta el Mar del
Norte. Austria, Inglaterra y Holanda firmaron la Gran Alianza de La
Haya (7 de septiembre de 1701), contra Luis XIV, a la que se adhirieron
Portugal y Saboya, en 1703.
La marcha de Felipe V a Italia (1702), con motivo de apaciguar la revuelta
napolitana permitiría a la facción austríaca organizar una conspiración en
la que, supuestamente, estaba implicado el conde de Melgar. El retorno
del rey Felipe a España coincide con intrigas cortesanas en torno a la reina
María Luisa, que había quedado como regente. El resultado de las mismas
concluyó con la salida de la corte de los hasta entonces influyentes
Portocarrero y Arias, así como el reforzamiento de la influencia de Luis XIV
sobre la política española.
Las aspiraciones de los Habsburgo a recuperar el trono español llevaron
a la proclamación del segundo hijo de Leopoldo I, el archiduque Carlos de
Austria, como rey de España, que recibió de su padre los derechos al trono
con la connivencia de las potencias aliadas en Viena (12 de septiembre de
1703). Para conseguir apoyos en el territorio español, los austríacos se
acercaron a la corte portuguesa de Pedro II, que reconoció al archiduque
como sucesor legítimo, tomando el título de Carlos III (7 de mayo de 1704),
y publicando un manifiesto contra los derechos de Felipe al trono de
España.
El curso de la guerra en la Península se inicia con las campañas de
Portugal (1704-1705), donde se baten fuerzas austracistas y
borbónicas. La ofensiva de los partidarios del archiduque Carlos logró ir
tomando posiciones en Andalucía, Levante, Cataluña y Nápoles. Gibraltar
cae en manos inglesas el 4 de agosto de 1704. El apoyo a la causa
austracista se había extendido en los territorios de la antigua Corona de
Aragón por la actividad del conde de Cifuentes. Tras fracasar en Cádiz,
obtuvieron apoyo en Denia, donde se proclamó a Carlos como rey de
España (8 de agosto de 1705), y desde allí se inició un avance que culminó
con la toma de Valencia (16 de diciembre).

Batalla de Denian

Reinado de Felipe V
Durante los primeros años de su gobierno, Felipe V emprendió una
reforma político-administrativa en España, con la creación de un sistema
de Audiencias e Intendencias provinciales que poblaron el mapa español.
En principio se crearon dos Departamentos (asimilables a los actuales
ministerios), que desde 1714 se ampliarían a cuatro: Estado, Guerra y
Marina, Gracia y Justicia e Indias.
Felipe V, que había cercado con sus tropas la ciudad de Barcelona (1706),
ante el avance de los aliados y un previsible ataque a Madrid, decidió
abandonar el cerco y dirigirse a la Corte. Tras cosechar una serie de
victorias en Plasencia, Navalmoral, Almaraz y Ciudad Rodrigo, la Corte y
los consejos felipistas salieron hacia Guadalajara. Una parte de la alta
nobleza (condes de Gálvez, Oropesa, Haro y Lemos) reconocía como rey
a Carlos III. Las tropas austríacas entraban en Madrid (25 de junio de
1706), y forzaban al corregidor marqués de Fuente-Pelayo y al
ayuntamiento a jurar fidelidad a Carlos III. Algunas ciudades castellanas,
como Segovia, Toledo, y Alcalá, entre otras, recibían sin entusiasmo a los
ejércitos carlistas, mientras la Corte de Felipe V se trasladaba a Burgos.

Avance de las tropas de Felipe V


Los apoyos militares llegaron en auxilio de Felipe V, que empezó a
recuperar posiciones y con la ayuda de la población era nuevamente
aclamado como rey en Madrid (4 de agosto de 1706). La Corte todavía
vería la proclamación del archiduque Carlos como rey, con el nombre de
Carlos III, durante los dos meses que ocupó la capital en 1710. La victoria
de Felipe V en la batalla de Almansa (25 de abril de 1707), abrió a las
tropas felipistas -dirigidas por Felipe de Orleans y el duque de Berwick- las
puertas de Valencia (8 de mayo). Posteriormente, mientras el duque de
Orleans llegaba hasta Aragón y se apoderaba de Zaragoza, tropas
francesas a mando de Noailles penetraban en el Ampurdán. La victoria de
Almansa también fue considerada como una buena oportunidad para
eliminar los particularismos forales e imprimir una serie de reformas que
tenían por objeto la uniformidad en los reinos: el resultado fue la
pragmática de la Nueva Planta (29 de junio de 1707), que en la práctica
suponía la desaparición de distintas instituciones aragonesas y
valencianas (Justicia de Aragón, fueros aragoneses y valencianos,
supresión del Consejo de Aragón) y la adaptación a las leyes y gobierno
de Castilla (ayuntamientos gobernados por regidores, introducción del
equivalente, leyes castellanas aplicadas en Aragón y Valencia…).
Las decisivas batallas borbónicas de Brihuega (9 de diciembre de 1710) y
Villaviciosa (10 de diciembre de 1710) no permitieron, por el momento,
concluir la ofensiva final sobre Cataluña.
Felipe V

Perdida de apoyo internacional


La situación internacional era cada vez más proclive a las negociaciones
para una paz en la guerra peninsular. El archiduque Carlos partía desde
Barcelona (1711) para ser coronado emperador en Frankfurt con el
título de Carlos VI (diciembre de 1711). Los catalanes, sin apoyos
exteriores, pero impulsados desde la Generalidad resistieron el empuje
felipista, en defensa de sus fueros, hasta la toma de Barcelona (13 de
septiembre de 1714). Se nombró una Junta de gobierno para la ciudad,
presidida por José Patiño. En 1716 se dictaba el Decreto de Nueva Planta
para Cataluña, que equiparaba su administración con la de Castilla, al igual
que había sucedido años atrás en los reinos de Aragón y Valencia.
Mientras en España los partidarios de los Borbones ganaban terreno, en
los frentes europeos de los Países Bajos e Italia, Luis XIV perdía
posiciones. A las derrotas en el campo de batalla se añadieron la crisis
agrícola y demográfica, que duró desde 1708 a 1710, debilitando
especialmente la economía y la población española y francesa. Debido a
la crisis, las operaciones militares en la Península Ibérica fueron limitadas
en 1709, pues las tropas y generales franceses regresaron a su país, ante
la presión del empuje de los aliados.

Fin de La Guerra de Sucesión


El final de la Guerra de Sucesión tuvo su correlato en la firma de los
Tratados de Utrecht y Rastadt.
En Utrecht (1713), se concertaron diversos acuerdos para poner fin a
la contienda armada. En marzo, suscribieron la paz el Reino Unido,
Prusia y Saboya con Francia. España y el Reino Unido ratificaban la
concordia (10 de julio de 1713) y, poco después, España firmaba la paz
con Saboya (13 de agosto). Las consecuencias de ambos tuvieron
diversas cláusulas de contenido: político (reconocimiento de Felipe V a la
sucesión de España, con la condición de renunciar formalmente a todos
sus derechos a la Corona de Francia), territorial (cesión española de
distintos dominios al Reino Unido, al Emperador y a Saboya) y comercial
(monopolio comercial inglés en la América española, a través del
llamado navio de permiso). A pesar de estos tratados, la guerra
continuaría durante 1712 y la primavera de 1713, en las fronteras
portuguesa, flamenca y catalana, con resultados indecisos.
En Rastadt o Rastatt (1714), además de reconocerse el tratado de
Utrecht, se firmaron diversos acuerdos entre España, el Reino Unido
y Austria para que las tropas extranjeras establecidas en Cataluña
abandonaran el territorio, a cambio de una amnistía prometida por Felipe
V a los catalanes, que no incluía la conservación de sus propios fueros.
Con Holanda, se firmó la Paz de El Pardo (26 de junio de 1714) y con
Portugal se alcanzó un nuevo acuerdo (6 de febrero de 1715).

Situación de Europa después de la Guerra de


Sucesión
El revisionismo español puso a prueba los Tratados de Utrecht y Rastadt
(considerados “cartas de inspiración británica”) que llevaron a Europa una
Paz provisional y necesaria, dado el agotamiento de los beligerantes. Sin
embargo, tras la muerte de Luis XIV (1 de septiembre de 1715), se abrió
un periodo diplomático confuso y lleno de intrigas. Tanto Felipe V como
Carlos VI de Austria, fueron diseñando dos políticas en el Mediterráneo,
en las que ambos vieron a Italia y su dominación como un objetivo
prioritario. La política española en Italia debería mucho a partir de entonces
a la capacidad y actitud de un cardenal italiano, principal consejero de
Felipe V: Giulio Alberoni.

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