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OCULTAR LA POBREZA PARA INVENTAR EL PARAISO: LA

CONSTRUCCIÓN HISTÓRICA DE LA IMAGEN TURÍSTICA DE CARTAGENA


1943 – 1978

HAROLD CARRILLO ROMERO

UNIVERSIDAD DE CARTAGENA
FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS
PROGRAMA DE HISTORIA

CARTAGENA DE INDIAS
ABRIL DE 2011
Ocultar la Pobreza para Inventar el Paraiso: La Construcción Histórica de la Imagen Turística de
Cartagena 1943 – 1978

INTRODUCCIÓN

Es innegable que en los últimos 25 años, la ciudad de Cartagena ha sido el epicentro más

importante del turismo en Colombia. Al menos, así lo evidencian noticias como la del 27

de diciembre de 2008 en el periódico El Universal, principal periódico de Cartagena,

donde en primera página se tituló “Cartagena destino turístico mundial”; refiriéndose al

reconocimiento que la agencia estadounidense Frommers1 había hecho a la ciudad como

una de las principales plazas turísticas a nivel mundial; incluso la recomendaba como la

única en Latinoamérica para el desarrollo de esta actividad en el transcurso del 20092.

Noticias de esta naturaleza, al igual que el galardón concedido en 2009 por el periódico El

Tiempo como la 4° maravilla de Colombia, o la declaración en 1984 por la UNESCO

como Patrimonio Histórico de la Humanidad; dan testimonio de un proceso de

consolidación del carácter turístico de esta urbe. Esta consolidación es el resultado de un

largo proceso histórico en el que ha sido pensada y diseñada la ciudad durante el siglo XX,

y es al mismo tiempo parte fundamental de los constantes e inconclusos proyectos e

1
“Cartagena Destino Turístico Mundial”, en Archivo Periódico El Universal, El Universal,
Cartagena, sábado 27 de diciembre de 2008. “La guía turística Frommers, una de las más
importantes e influyentes para el público estadounidense, posicionó a Cartagena de Indias. La
Heroica se ubica en la casilla siete entre doce destinos de los cinco continentes. En este listado
Cartagena está por encima de ciudades como; Belfast, Irlanda del Norte; Berlín, Alemania; Ciudad
del Cabo, Sur África; entre otras. “Cartagena, destino turístico mundial”.
2
La agencia Frommers es una de la serie de guías de viajes más vendida en los Estados Unidos. La
serie nació con las publicaciones de Arthur Frommerbook’s en 1957. Desde mayo de 2007, Arthur
Frommer’s ha estado activamente en los más influyentes sitios webs de viajes del planeta. Véase
más información en http://www.frommers.com/.

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imaginarios que se elaboraron a lo largo de esta centuria sobre la urbe, cuyo efecto se ha

ido reflejando sistemáticamente en la morfología espacial y la ocupación social de la

ciudad de Cartagena3.

La Costa norte colombiana, al igual que muchos países de la gran cuenca del Caribe (entre

ellos se destacan Cuba, México, Republica Dominicana, Puerto Rico y las Antillas

menores), se ha convertido año tras año en el sitio preferido para un número creciente de

visitantes. Esto último como consecuencia, entre otras cosas, de la masificación que

adquiere la industria turística después de la Segunda Guerra Mundial. A partir de allí, los

países con costas sobre el Caribe empezaron a utilizar diferentes modelos de oferta

turística, donde se pretendía vender un paisaje caribeño compuesto de sol, playa y mar, al

igual que ofrecer ofertas ambientales, patrimoniales, gastronómicas o dicho de otra manera

una oferta cultural, donde además el discurso turístico, ha ido redefiniéndose y

acomodándose de acuerdo a las necesidades del mercado y del desarrollo del turismo.

3
¿Da el turismo a la economía más de lo que le toma? ¿Se distribuyen los beneficios
equitativamente o van a parar a una minoría relativamente pequeña? ¿Revierte a favor del gobierno
el incremento de los gastos para más servicios con el incremento de las ganancias generadas por el
turismo?
Debido a que la aportación de dólares a una economía a causa del turismo la estimula, se
incrementa el valor de los bienes y servicios, y el precio de los terrenos puede dispararse. En ciertas
zonas, la economía se sobreestimula, puesto que mientras los propietarios de tierras y lo que
urbanizan se van enriqueciendo, normalmente el gasto se multiplica para el ciudadano medio debido
al incremento del valor de las viviendas. Véase a Carlos Gisper, “las Consecuencias Sociales del
Turismo”, en Carlos Gisper (DIR), Enciclopedia Práctica Profesional de Turismo Hoteles y
Restaurantes , Barcelona, Editorial Océano, 1993, p. 153. Según lo mencionado por Gisper, la
ocupación espacial del turismo cambia radicalmente a la sociedad que le habita; pues estos son
testigos de cómo los recursos solo son direccionados a favor de una empresa que en últimas sólo
beneficia en términos reales a una reducida parte.

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Para el sociólogo Jhon Urry, “el posmodernismo reestructura muchos lugares como

centros de consumo y estos lugares son consumidos en una vertiente visual y a través del

uso de industrias culturales”4. En ese sentido, las ciudades dedicadas a la empresa turística,

logran articular los espacios o atractivos dentro de un discurso alimentado de las prácticas

culturales de la población, en palabras del antropólogo Marc Augé, “la forma urbana se

eslabona con la forma del imaginario en el encuentro, la memoria y la ficción” 5.

Tanto J. Urry como Augé, comparten la idea de que actividades como el turismo,

funcionan bajo el modelo espacio/discurso, el cual casi siempre termina engendrando

extremos entre la realidad y el discurso que sustenta la imagen turística, “puesto que el

turismo acostumbra a crear representaciones ambivalentes o contradictorias con base en

mitos y fantasías que generan una imagen de simulacro”6. En últimas, “solo se vende la

idea paradisiaca y se oculta la pobreza”7. De esta manera, se crea un paralelo entre el lugar

turístico imaginado y el lugar real, gracias a que el desarrollo económico, social y sobre

todo de la infraestructura, se concentra de manera desigual. Aquella dicotomía crea una

ciudad donde “los nativos que ganan unos ingresos margínales solo pueden observar, más

4
Jhon Urry, Consuming Places, London, Routledge ed, 1995, p. 272.
5
Marc Augé, El Viaje Imposible. El turismo y sus imágenes, Barcelona, Editorial Gedisa, 1993, p. 141.
6
J Baudrillard, “El éxtasis de la comunicación”, en H. Foster (ed.), La posmodernidad, Barcelona, Ed
Kairós. 2000, pp. 187-197.
7
M Crick, “Representaciones del turismo internacional en las ciencias sociales: sol, sexo, paisajes, ahorros y
servilismos”, en F. Jurdao Arrones (comp), Los mitos del Turismo, Madrid, Endimión, 1992, pp. 339-404.

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no pueden participar”8. En síntesis, la ciudad se convierte en un espacio pensado para el

consumidor y no para el ciudadano, lo que en la mayoría de los casos abre paso a la

fragmentación social, y esta última es la vía directa para generar brotes de malestar y

violencia en las ciudades.

El modelo de ciudad turística que implementa Cartagena durante gran parte del siglo

pasado, y que aún hoy sigue en construcción, no escapa a las definiciones teóricas

presentadas, pues la ciudad no es ajena a todos los flagelos sociales y urbanos que se

desencadenan en otras latitudes, pues casos de segregación, exclusión y marginación han

sido constantes a la hora de pensar a Cartagena como el epicentro del turismo nacional.

Ahora bien, ante las problemáticas descritas y que revisten un carácter social e histórico

vale la pena preguntarse ¿Cuáles han sido los aportes de la historiografía cartagenera a un

tema de vital importancia como este?

En el marco de los estudios culturales que se intensificaron a partir del derrumbe de los

paradigmas y el giro lingüístico, aparecen en la década de los 80 trabajos con nuevas

inquietudes sobre el tema de la ciudad, como el del estadounidense Robert Darnton9,

8
Carlos Gisper, “las Consecuencias Sociales del Turismo”, en Carlos Gisper (DIR), Enciclopedia Práctica
Profesional de Turismo Hoteles y Restaurantes , Barcelona, Editorial Océano, 1993, p. 153.
9
Entre sus obras podemos referenciar a: La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia
de la cultura francesa, México, Fondo de Cultura Económica, 1987, págs. 269; The forbidden best-
sellers of pre-revolutionary France, New York, W. W.Norton, 1995, págs. 440. Esta tendencia
marcó un claro cambio en los estudios de ciudad. de los trabajos de Henry Pirenne, se pasó a los de
Ángel Rama y los trabajos de José Luis Romero…. Que influyeron notoriamente en la manera de
abordar los estudios de ciudad.

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quien se especializó en las expresiones culturales de la Francia del siglo XVIII y el estudio

de la ciudad como contexto, en el cual se desarrollan las relaciones de conflictos, identidad

y apropiación de los sectores sociales10.

Al interior de los enfoques culturalistas, la ciudad aparece como un claro objeto de estudio

y desde entonces, empezaron a enriquecerse los debates que desde 1920 y 1940, la Escuela

de Chicago11 emprendió con sus trabajos acerca de la pobreza. Toda esta literatura sobre la

ciudad y la cultura, nos llevan a considerar a la ciudad como un espacio que no aparece de

la nada, todo lo contrario, son lugares imaginados, diseñados y socialmente representados,

como podemos reafirmarlo al estudiar los trabajos de Ángel Rama12, Manuel Castells,13

Richard Sennet14 , Alicia Líndon15, entre otros y cuyas conclusiones nos permiten inferir

que la ciudad es una construcción que se hace desde el poder y cuyo discurso es

instrumentalizado a través de los imaginarios urbanos,16 los cuales dinamizan las formas en

las que se desarrolla e imaginan a la ciudad.

10
En este panorama académico, el historiador francés Roger Chartier, a través de la observación
de las representaciones simbólicas de los sectores sociales, nos proporciona una innovadora
herramienta de estudio con la cual se puede entender a la sociedad, desde la cotidianidad y la
cultura. En esa misma línea, trabajos como los del italiano Carlo Ginzburg, quien estudia los
procesos históricos de gran relevancia bajo el enfoque llamado la Microhistoria.
11
Pilar Monreal, Antropología y pobreza urbana, Madrid, Ed Los libros de la catarata, 1996, pp. 19 – 27.
12
Ángel Rama, La Ciudad Letrada, Hanover, ediciones del Norte, 1984, págs. 176.
13
Manuel Castells, La cuestión Urbana, México, Siglo XXI Editores, 1983, págs. 480.
14
Richard Sennett, Carne y piedra, Alianza, Madrid, 1997, p. 49
15
Alicia Lindón, Miguel Aguilera y Daniel Hiernaux, “Lugares e imaginarios en la metrópolis”,
México, en Antrophos, Universidad autónoma metropolitana, 2006.
16
Para mayor información véase a: Armando Silva, Imaginarios Urbanos, Bogotá, Arango
Editores, 2006, págs. 201.

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Por esa razón, entendemos que los imaginarios urbanos son construcciones que se

alimentan del sincretismo inherente de las representaciones que se hacen a partir del

comportamiento o la reacción ciudadana17. Estos imaginarios sirven para moldear los

espacios e ir configurando un nuevo orden social y político dentro del contexto urbano. Un

claro ejemplo son las representaciones que nos hacemos de los lugares por los cuales

transitamos en la ciudad. Aunque para Michel de Certau, cada quien “al andar por la ciudad

hace una auto - representación del espacio” 18, lo cierto es que estos imaginarios también se

construyen desde el poder, ya que inexorablemente hacen parte de un determinado

proyecto de ciudad. Lo que a su vez contribuye en la organización cuerpo - espacio, ya

que crean sensaciones que modulan la conducta de los individuos de cara a la ciudad. Estos

proyectos o imágenes de ciudad son configuraciones ilusorias que se hacen del espacio

urbano, como lo afirma Ángel Rama afirma que: “es una la ciudad pensada y otra la

real”19.

Luego del creciente interés que despertó el estudio y la formación de la ciudad en la década

de los 80, son varios los trabajos que en Latinoamérica responden a esta perspectiva; desde

los ya referenciados Ángel Rama y Armando Silva, aparecen autores como Néstor García

Canclini20, Adrian Vergara Durán21, Rosa Guerrero22, Fernando Carrión23, entre otros,

17
Armando Silva, Imaginarios Urbanos, p. 49.
18
Michel De Certau, “Andar en la ciudad” en revista bifurcaciones N° 7. Consultada en
http://www.bifurcaciones.cl/007/reserva.htm. Ultima visita 16 de febrero de 2010.
19
. Ángel Rama, La Ciudad Letrada, p, 25.
20
Néstor García Canclini, “¿Que son los imaginarios y cómo actúan en la ciudad?”, en Eure Vol.
33, N° 99. Santiago de Chile, Universidad Católica de Chile, 2006, págs. 99.

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quienes entran en las discusiones acerca de la ciudad, desdibujando los procesos de

construcción, consumo, marginalidad y representación del entorno urbano latinoamericano,

a través de los imaginarios. Sin embargo, pese a todos los esfuerzos que se han hecho por

estudiar lo urbano y los imaginarios de ciudad desde la fotografía, los espacios públicos,

las calles u otras formas en la que se hacen explicitas las imágenes de la ciudad, es muy

poco lo que estos enfoques han dicho acerca del modelo de ciudad turística, el cual afectó

no sólo al Caribe sino a otros centros culturales latinoamericanos cómo el Perú, México,

Ecuador etc.

Estos enfoques sobre los temas de la ciudad desde lo cultural, han sido muy importantes y

enriquecedores; sin embargo, siguen existiendo vacios para entender la ciudad desde otras

aristas. En ese sentido, los estudios sobre el turismo, como parte del proyecto de ciudad,

han tenido un interés un tanto marginal en los estudios históricos. Esto último explica por

qué en los pocos trabajos existentes en Latinoamérica y Colombia, los científicos sociales

utilizan los recientes modelos de análisis de disciplinas como la economía, sociología,

antropología y hasta la literatura han elaborado para aproximarse a la complejidad de este

tema.

21
Adrian Vergara Durán, Renovación de centros históricos en grandes ciudades de Latinoamérica,
Barranquilla, Universidad del Norte, 2008, págs. 125.
22
Rosa Guerrero, ““Nosotros y los otros” segregación urbana y significados de la inseguridad en
Santiago de Chile”, en Lugares e imaginarios de la Metrópolis, México, Antropos, Universidad
Autónoma Metropolitana, 2006, pp. 27 – 45.
23
Fernando Carrión, La renovación Urbana en Quito, Quito, CAE, 1983, págs. 293.

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Ello responde a la corta historia del turismo y a su impacto tardío dentro de la realidad

colombiana y latinoamericana. La escaza producción académica, que desde una perspectiva

histórica aborda el estudio del turismo, se refleja contundentemente en la pobre

historiografía contemporánea del país. En algunos centros académicos en América Latina,

si han marcado una pauta en el estudio histórico del turismo en toda su dimensión. Uno de

los principales referentes en toda la región es Carlos Ciose Sampaio, quien en su artículo

“El turismo como fenómeno histórico”, presenta un análisis de esta actividad económica

desde su contexto histórico, considerándolo en toda su complejidad y agregando las

referencias de todas las ciencias humanas y ambientales24. Su enfoque se nutre de lo que

algunos han denominado la sociología del turismo. Sin embargo, trabajo como los de Ciose

Sampaio, constituyen una excepción a la regla.

Por fortuna, en los últimos años se han elaborado una cantidad de trabajos publicados en

revistas internacionales, libros, estudios etnográficos, económicos y de desarrollo sostenible

y/o sustentable. Para nuestros propósitos podríamos mencionar aportes significativos, con

los trabajos de los antropólogos Cebaldo de León y Xeraldo Pereiro, titulado “Los

Impactos del Turismo en Kuna Yala. Turismo y Cultura entre los Kuna de Panamá”25,

quienes desde lo etnográfico, tratan de desvirtuar las imágenes que se muestran del turismo

que se hace en los territorios Kuna en Panamá, aplicando herramientas metodológicas del

enfoque cualitativo con que realizan su investigación. De igual manera, encontramos al

24
Carlos Ciose Sampaio, “El turismo como fenómeno histórico”, en Estudios y Perspectivas en Turismo,
Vol 13, N° 3 y 4, Buenos Aires, Centro de investigaciones y estudios Turístico, 2004, pp. 290 – 302.
25
Cebaldo De León y Xeraldo Pereiro. “Turismo y Cultura entre los Kuna de Panamá”, en Los Impactos del
Turismo en Kuna Yala (Panamá), Portugal, ed Centro de estudios Ramón Areces, 2007, p. 120.

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antropólogo francés Marc Áuge26, el cual, desde su etnología urbana, proporciona

instrumentos y conceptos claves para entender cómo funcionan los lugares turísticos y la

relación que estos guardan con las redes de poder y los nativos o sectores populares.

Así pues, y conservando una postura similar, se encuentran importantes artículos

contenidos en la Revista Pasos, una de las más completas revistas en temas acerca del

turismo y el patrimonio cultural. Podemos subrayar artículos como los de Saida Palou

Rubio, Bibiana Cala, Paola Quintero junto a Camila Bernal – quien se refiere al caso de

Cartagena - , entre otros27. Los y las autoras citadas, trabajan metódicamente desde la

antropología y el análisis de los discursos, examinando la puesta en escena que se hace a la

hora de pensar y crear un destino turístico. Dichos esbozos, están sustentados bajo los

axiomas del sociólogo John Urry28. Todo este desarrollo teórico – conceptual, está

íntimamente relacionado con la formación de las imágenes turísticas, lo que

indudablemente ha sido instrumentalizado a partir de las teorías de Durkheim29.

26
Marc Augé, Los No Lugares. Espacio del Anonimato, Barcelona, Editorial Gedisa, 2000, p. 125; -----------
El viaje Imposible: el turismos y sus imágenes, Barcelona, Editorial Gedisa, 1999, págs. 144.
6
Saida Palou Rubio, “La Ciudad Fingida. Representaciones y Memorias de la Barcelona Turística”, en Pasos
Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, Vol. 4, Nª1, 2006, pp. 13 – 28; Bibiana Cala, “Una Mirada
Antropológica a Institución Social del Turismo”, en Pasos Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, Vol. 1,

Nª002, 2003, pp. 173 – 180; Paola Quintero y Camila Bernal, “Diversificación y cultura: Qué ofrece y cómo
se promociona Cartagena de Indias (Colombia)”, en Pasos Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, Vol 5,
N° 3, septiembre, pp. 307-322.
28
John Urry, Consuming Places, p. 200.
29
Emile Durkheim, Las formas elementales de la vida religiosa: el sistema totémico en Australia, Madrid,
España, Ediciones AKAL S. A, 1912, págs. 415.

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Dichas imágenes son analizadas como construcciones ilusorias y falseadas que se hacen de

los lugares turísticos. En ciudades de desarrollo económico débil, estas imágenes o

visiones, engendran a su vez, el flagelo de la exclusión social y la segregación espacial de

sectores populares, puesto “que son procesos que se desprenden de las mismas

implicaciones del capitalismo posmoderno”, tal como lo plantea Zygmunt Bauman, en su

texto “la posmodernidad y sus descontentos30”. Sin embargo, para el caso que nos compete,

contextualizaremos los postulados de Bauman, en relación a lo mencionado por el

profesor Eloy Méndez, quien afirma:

En el Tercer Mundo, las ciudades del turismo ofrecen un panorama de extremos inconciliables.
Conjugan dos esferas sociales polarizadas en espacios físicos adyacentes e interdependientes.
Soportan prácticas que merman los recursos naturales, disuelven lazos de cohesión de las
sociedades locales y distribuyen la riqueza en base a un patrón que profundiza las desigualdades
31
sociales mientras los turistas consumen el tiempo de ocio .

Además de los trabajos aquí referidos, existen otros estudios sobre el Caribe con

perspectivas diferentes sobre el turismo y las implicaciones sociales. Por ejemplo, estudios

como los del sociólogo puertorriqueño Emilio Pantojas,32quien describe las

transformaciones sociales sobrevenidas con la llegada del turismo a las islas del Caribe.

Pantojas, en su texto De la Plantación al Resort: El Caribe en la era de la Globalización,

expone como la economía capitalista de la empresa turística ha originado colateralmente

30
Zygmunt Baumam, La Posmodernidad y sus Descontentos, Madrid, Akal Ediciones, 2001, p. 256.
31
Eloy Méndez, “Imaginario del Lugar”, en Topofilia: Revista de Arquitectura, Urbanismo y Ciencias
Sociales Numero Especial Primer Coloquio Internacional: Ciudades del Turismo, México, Vol. 1, N° 1,
Centro de estudios de América del Norte, 2008, p. 35
32
Emilio Pantojas, “De la plantación al resort: El Caribe en la Era de la Globalización”, en Revista de
Ciencias Sociales, No. 15, CIS, Centro de Investigaciones Sociales, Facultad de Ciencias Sociales,
Universidad de Puerto Rico, San Juan: Puerto Rico, 2006 , pp. 82 – 99.

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nuevas formas de subsistencia en los sectores menos favorecidos, economías a la que él

llama “industrias del pecado”.33

A nivel local – Cartagena como ciudad caribeña - rescatamos los aportes - en este tipo de

enfoques - de autores como Elizabeth Cunin, Freddy Ávila y Orlando Deávila34. Todos

ellos parten de la idea que en la ciudad de Cartagena se vive una fuerte ola de marginación

de los sectores populares y esa marginación se expresa, entre otras cosas, en mantener lo

más lejos posible del centro turístico a estos sectores, allá donde no se vean ni se escuchen.

Existen otros trabajos sobre el turismo en Cartagena que realizan desde una perspectiva

económica aportes importantes sobre los aspectos del desarrollo de una infraestructura

física para el desarrollo del turismo, así como los costos y beneficios que genera esta

actividad en la economía de la ciudad; en esta dirección se analizan las variables del

crecimiento económico, pobreza y empleo en relación con el sector turístico35.

33
Dentro de esta línea de trabajo, también resaltamos el enfoque denominado la sociología del
turismo cuyo exponente principal es el sociólogo Arthur Haulot, quien en su libro Turismo Social,
se inmiscuye dentro de la relación social anfitrión–visitante, dejando ver sus conflictos,
dominaciones y resistencias.
34
Freddy Àvila, La Representación de Cartagena en el Discurso Turístico, México, Cuaderno de Trabajo
No. 2 / Document de Travail No. 2, AFRODESC, 2008, p. 121; Elizabeth Cunin, Identidades a flor de piel.
Lo “negro” entre apariencias y pertenencias: categorías raciales y mestizaje en Cartagena (Colombia),
Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología e Historia; Universidad de los Andes; Instituto Francés de
Estudios Andinos; Observatorio del Caribe Colombiano, 2003, p 329; Orlando Deávila. Políticas Urbanas,
Pobreza y Exclusión Social en Cartagena: El Caso de Chambacú 1956 – 1971, Tesis de Grado para optar a
titulo de Historiador, Cartagena, Universidad de Cartagena, Mayo de 2008, págs. 150.
35
Javier Báez y Haroldo Calvo, “Balance del turismo regional en la década de los noventa. Casos de
Barranquilla, Santa Marta y Cartagena”, en Serie de Estudios sobre la Costa Caribe N° 11, Departamento de
Investigaciones, Cartagena, Universidad Jorge Tadeo Lozano, 2000, p. 77; Haroldo Calvo Stevenson y
Adolfo Meisel Roca, El Rezago de la Costa Caribe Colombiana, Cartagena, Banco de la
República/FUNDESARROLLO 1999, págs. 447; Luis Eduardo Galvis Aponte y María Modesta Aguilera
Díaz, “Determinantes de la Demanda por Turismo en Cartagena, 1987 – 1998”, en Documentos de Trabajo

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Estos trabajos hacen contribuciones significativas al tema de la ciudad de Cartagena y su

actividad turística. No obstante, pese a la riqueza explicativa de muchas de ellas, algunos

aspectos siguen quedando al margen; por ejemplo, las implicaciones sociales y urbanas de

los sectores populares. En vista de lo anterior, es pertinente preguntarse ¿Cómo se dio el

proceso histórico de Cartagena como ciudad turística y en qué medida se hizo necesario

articular una imagen para ofertar la ciudad? Por esta razón, esta investigación se propone

analizar el proceso histórico de construcción de Cartagena como ciudad turística, para tratar

de responder cómo y cuándo Cartagena es pensada y representada como una ciudad

turística y las consecuencias urbanas y sociales que se desprenden del proceso. Por ello, el

estudio enmarca su reflexión dentro de una perspectiva histórica y socio-cultural, con el fin

de realizar un aporte a los temas de ciudad que se vienen destacando en América Latina, el

Caribe y Colombia y especialmente en la región Caribe.

En consonancia a lo anterior, esta investigación está divida en tres partes. La primera,

reconstruye el contexto y los hechos que marcaron el devenir de la Cartagena turística al

igual que el rumbo de los proyectos y reglamentaciones elaboradas para construirla como

una ciudad turística. La segunda, aborda la construcción de la imagen turística de

Cartagena, entendiendo por esto como aquella vertiente visual diseñada para el consumo

Sobre la Economía Regional, N° 9, Centro de Investigaciones Económicas del Caribe Colombiano, Banco
de la República, Marzo de 1999, p. 49; Jorge Quintero Otero, “ Eficiencia técnica, cambio en la
productividad de las empresas turísticas de Cartagena, 2001-2004,¿Qué tan competitivos son los hoteles y las
agencias de viajes locales?” , en Serie de Estudios sobre la competitividad de Cartagena, Nº 10, Observatorio
del Caribe y Cámara de Comercio de Cartagena, octubre de 2006, p. 25; Germán Sierra Anaya, Dennise
Marrugo Torrente y Raúl Quejada Pérez, La actividad del turismo en Cartagena de Indias, Universidad de
Cartagena, 2004, p, 34.

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de los visitantes. Las imágenes se valen del imaginario turístico para poder construir el

destino turístico. Por un lado, el imaginario aporta los ingredientes culturales y discursivos

que atraen al visitante y, por el otro, la imagen se encarga de los aspectos físicos y

sensoriales de aquel espacio o destino. Este segmento se remite, además, al diseño físico

y discursivo de aquellos espacios pensados para el desarrollo del turismo en la ciudad y su

significado en aras de crear en la urbe un complejo turístico. En la tercera parte, se analiza

las repercusiones urbanas y sociales que generaron en los sectores populares de la ciudad

la construcción de Cartagena como una turística y para ello, se presentan algunos casos

muy puntuales que ejemplifican históricamente lo que ha sido para los cartageneros la

consolidación de una empresa turística, en su división de exclusión y marginalidad.

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I. CAPITULO.

LA CONSTRUCCIÓN DE LA CIUDAD TURÍSTICA: ANTECEDENTES Y


REGLAMENTACIONES

1.1. Referencias del resurgimiento económico y demográfico de Cartagena.

La Cartagena de finales del siglo XIX, se caracterizaba por una deplorable condición

urbana. Calles sucias y casas en ruinas, reflejaban la situación económica, política y social

por la que se atravesaba. A este lúgubre aspecto se suma la notable disminución

demográfica, la cual según Daniel Lemaitre “después de la revolución del 60, llegó a un

grado de abatimiento increíble. ¡7.000 habitantes!36”. Esta misma percepción también la

deja ver en sus escritos Eduardo Gutiérrez de Piñeres, al decir que:

Allá por los años de 1860 y posteriores, pasó esta ciudad por una crisis terrible: el comercio
languidecía; la población mermaba cada día porque los habitantes tenían que ir a otra parte, en
donde pudieran ganar la subsistencia que no les era fácil conseguir en su ciudad natal; abundan
las casas arruinadas, aún en el centro de la población; los barrios de Getsemaní y San Diego
estaban en mayor parte reducidos a escombros, así como casi todo los edificios públicos: en una
palabra, Cartagena presentaba el aspecto de una población en completa decadencia y próxima
a la muerte37.

La Ciudad devastada, que podemos observar en las últimas décadas del siglo XIX, era

producto, entre otros aspectos, de un crudo y tortuoso cataclismo político que hundía sus

raíces desde las guerras de Independencia. Cartagena durante gran parte del siglo XIX, fue

incapaz de sobreponerse económicamente a los vaivenes de la inestable y convulsiva

política. Las cinco guerras civiles que se dieron en este siglo, eran el más arraigado
36
Daniel Lemaitre, Poesías y corralitos de piedra, Bogotá, Ed Cofinorte, 1983, p. 188.
37
José P. Urueta y Eduardo Gutiérrez de Piñeres, Cartagena y sus Cercanías, Cartagena, Topografía
Mogollón, 1912, p. 36.

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testimonio de un Estado fragmentado y con poca capacidad de reacción. De modo que las

políticas que había generado la administración liberal de la década de los 70 (del siglo

XIX), habían puesto al descubierto las múltiples tensiones existentes entre los poderes

nacionales con los locales. Este juego de poder terminó por desencuadernar los endebles

sentimientos de unidad nacional38. Al respecto podemos recoger lo dicho por el historiador

David Bushnell, quien afirma lo siguiente:

El periodo del predominio liberal en Colombia llegó a su fin en la penúltima década del siglo
XIX. Factores tales como los excesos de las administraciones liberales en relación con la
Iglesia, el federalismo a ultranza (que debilitó el orden público) y las crecientes dudas a
propósito de las políticas económicas liberales, contribuyeron al inevitable despertar de la
reacción. Las luchas contra la Iglesia impedían el apoyo sincero de una población
abrumadoramente católica, mientras el federalismo – tanto resultado como causa de la
lamentable debilidad del Estado Colombiano - había empeorado una situación ya delicada39.

Dentro de aquel contexto, la ciudad de Cartagena buscaba restablecer su condición

comercial y portuaria a través de la reactivación de la navegación por el Canal del Dique.

Al finalizar la década de 1870, el proyecto regenerador de Núñez y la dirigencia regional

se dan la tarea de recuperar la navegabilidad de dicho canal y poner fin a toda una serie de

intentos fallidos que buscaron tal propósito años atrás. Este intento, cosecharía sus buenos

frutos y, Cartagena comenzaría a experimentar un sosegado crecimiento económico y

demográfico que dejaría atrás el mal aspecto del siglo XIX. Lo anterior se demuestra en lo

que sostiene Adolfo Meisel,

Para algunos historiadores, la de 1880 fue la “década dorada” en la historia de la navegación del
Dique. En 1883 se creó la Compañía de Navegación del Dique, por parte de un grupo de

38
Véase a Frank Safford y Marco Palacios. Colombia país fragmentado, sociedad dividida. Su historia.
Bogotá, Editorial Norma, 2002, págs. 741.
39
David Bushnell, Colombia una nación a pesar de sí misma, Bogotá, Editorial Planeta, 2007, p. 205.

16
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empresarios locales, entre los cuales estaba el comerciante Pedro Vélez Martínez. Dicha
compañía era propietaria de los vapores “Rafael Núñez”, “Pedro Vélez”, “Cartagena de Indias”,
“Popa” y “Flandes”, las embarcaciones de otras firmas, como la compañía Unida de
Barranquilla y López y Navarro, también participaron en el movimiento de la fluvial del Dique
en esta década de expansión y tráfico40.

No sólo la navegabilidad del Canal del Dique significó el reavivamiento de la actividad

comercial y portuaria de Cartagena, sino que un impulso modernizador de la administración

de Núñez, aceleraría mucho más el “despertar económico”. Para 1891, se abría paso en

la ciudad la inauguración del ferrocarril Cartagena – Calamar, el cual contó con la

participación de dos compañías estadounidenses; la Cartagena Terminal Improvement

Company y la Cartagena Magdalena Railroad41, con las que se esperaba que la urbe

mejorara el sistema de comunicación entre la ciudad y el río; y afianzaría aún más la

intención de convertirse en la principal plaza portuaria del país. A esta importante obra,

también se suma la construcción del muelle de la Machina en el año de 1893. Meisel

señalaba, entre otras cosas, que “a finales de la década de 1890 el movimiento portuario

por Cartagena se benefició por los nuevos muelles y el ferrocarril, a la Machina llegaban en

forma regular los vapores de la Royal Mail Steam Packet Company, la West – India and

Pacific Steamship Company, la Harrison Line, la Compagnie Generale Transatlantique, la

40
Adolfo Meisel Roca, “Cartagena, 1900 – 1950: A remolque de la economía nacional”, en Haroldo Calvo
Stevenson y Adolfo Meisel Roca (comp), Cartagena de Indias en el siglo XX, Bogotá, Banco de la República,
2000, p. 23. Para el caso específico de las tensiones existentes entre Cartagena y el gobierno central ver Raúl
Román Romero, “La crisis del puerto de Cartagena de Indias: Conflictos y fracasos de sus proyectos de
desarrollo (1830 -1848)”, en Jorge Elías Caro y Antonino Vidal (comp). Ciudades portuarias en la gran
cuenca del Caribe, Barranquilla, Ediciones Universidad del Norte, 2010, pp. 335-397. Ver también sobre este
tema en el siglo XX a Andrea Miranda, Inventando separatismos. Aproximación a las relaciones políticas
entre el Gobierno central y la élite empresarial de Cartagena y Barranquilla. 1904 – 1914, Cartagena, Tesis
de grado para optar a título de historiador, Universidad de Cartagena programa de Historia, 2010, págs. 206.
41
Eduardo Lemaitre, Historia General de Cartagena, Tomo IV, Bogotá, Banco de la República, 1983,
págs. 437.

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Cartagena 1943 – 1978

Hamburg – American Steam Packet Company, la Compañía Transatlántica de Barcelona y

la Compañía Italiana “La Veloce””42.

A medida que el panorama económico de la ciudad empezaba a cambiar, también lo hacía

el urbanístico. En los albores del siglo XX, la ciudad es objeto de obras públicas como el

Mercado Público de Getsemaní inaugurado en 1905, el acueducto de Matute y demás

trabajos de ornato y modernización. No obstante, de la mano del crecimiento económico,

se hacía evidente un ascenso demográfico. Adolfo Meisel registra que la ciudad entre 1912

y 1951 obtuvo una tasa de poblamiento de 3,2%, la más alta de toda su historia hasta ese

momento43; que obligó a una expansión urbana extramuros, y en efecto, en Cartagena se

crearon nuevos barrios como Manga, Pie de la Popa y el Cabrero44 que serían el albergue

de los sectores acomodados de la ciudad; y de forma paralela crecían tugurios como

Boquetillo, Boquerón, Pekín y Pueblo Nuevo45.

1.2. ¿Progreso o quimera? Limitaciones del restablecimiento económico y


demográfico de Cartagena.

Cuando revisamos la historiografía de la ciudad acerca de este período, parece haber un

acuerdo que dicta que en Cartagena durante las dos primeras décadas del siglo XX, la
42
Adolfo Meisel Roca, “Cartagena, 1900 – 1950: A remolque de la economía nacional” p. 26.
43
Adolfo Meisel Roca y María Aguilera Díaz, “La Economía de Cartagena y los beneficios de la apertura”, en
Revista de Centro de estudios económicos regionales CER, Cartagena, Banco de la República, 2004, p. 8.
44
Alberto Samudio Tallero, “La vida urbana de Cartagena en el siglo XX, en Haroldo Calvo Stevenson y
Adolfo Meisel Roca. (Comp), Cartagena de Indias en el siglo XX, Bogotá, Banco de la República, 2000,
págs.145.
45
Carmen Cabrales. “Los barrios populares en Cartagena de Indias”, en Haroldo Calvo Stevenson y Adolfo
Meisel Roca, Cartagena de Indias en el siglo XX, Bogotá, Banco de la República, 2000, p 181; Elizabeth
Cunin, “Relaciones Interétnicas, procesos de identificación y espacio urbano en Cartagena, en Memorias IV
Seminario Internacional de estudios del Caribe, Barranquilla, Universidad del Atlántico, 1999, págs. 124.

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ciudad experimentó un vertiginoso crecimiento económico, que coadyuvó con el desarrollo

en infraestructura y la modernización del paisaje urbano de la ciudad. No obstante, algunos

estudios, como el de Lorena Guerrero46 y Marceliano Castaño47, someten a debate esta

consigna. La desmitificación de la modernización de la ciudad que exponen ambos

autores, nos dan las bases de análisis para comprender la relación entre los sectores sociales

de bajos ingresos, y los proyectos de ciudad existentes.

La expansión urbana de Cartagena desde las primeras décadas del siglo XX marcaría una

nueva forma de construir y hacer ciudad. Sin embargo, de acuerdo con Lorena Guerrero, es

necesario mencionar las limitaciones de esta recuperación económica. Guerrero afirma que

“el proceso de modernización de Cartagena fue un proceso a medias que estuvo

direccionado hacía el desarrollo material de la urbe, con la intención de construir una visión

de ciudad moderna, pero que en el plano real se contrastaba, pues los problemas sociales de

la ciudad seguían intactos”48.

La composición desigual y desproporcionada de la reestructuración económica de la

ciudad se expresó en obras materiales de ornato y renovación, más no en aspectos, como

mejorar las condiciones básicas para el goce de la población vulnerable de la ciudad. La

46
Lorena Guerrero Palencia, Imaginarios urbanos en Cartagena: visiones y proyectos de ciudad. 1910 –
1925, Tesis de grado para optar el título de historiadora, Cartagena, Universidad de Cartagena, Facultad de
Ciencias Humanas, 2008, p. 166.
47
Marceliano Castaño, Servicios públicos. Modernización de la vida urbana en Cartagena 1910 – 1930,
Tesis de grado para optar el título de historiador, Cartagena, Universidad de Cartagena, Facultad de ciencias
humanas, 2005, p. 40.
48
Lorena Guerreo Palencia, Imaginarios urbanos en Cartagena: visiones y proyectos de ciudad. 1910 – 1925
p. 33.

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ausencia parcial o total de un eficiente sistema eléctrico para la ciudadanía, de un

acueducto, alcantarillado y la precaria cobertura en salud y educación, ponían al desnudo el

crecimiento antidemocrático de la sociedad cartagenera. Mientras distinguidos apellidos se

publicitaban como artífices del desempeño industrial y comercial en la ciudad, el resto de la

población seguía padeciendo en las penurias, y era muy poco lo que podían hacer para

satisfacer sus necesidades básicas; es decir, para estos sectores aún seguía el estancamiento

del siglo XIX. Así se podía palpar en la prensa de la época, donde en repetidas ocasiones

denunciaba el mal estado de los servicios públicos de la ciudad.

Cartagena carece de luz; no tiene alumbrado. La maquinaría de la planta eléctrica, parte gastada
por el servicio continuado, parte inadecuada ya para las crecientes necesidades de una ciudad
moderna, ésta en imposibilidad de seguir sirviendo dentro de un término muy breve… Nuestras
calles están a oscuras, hasta muy centrales porque la planta no tiene poder suficiente para
suministrar la luz necesaria para situar tres o cuatro focos de gran potencia en cada tramo de
calle; los parques carecen de luz quitándosele así todo el buen aspecto que pudieran dar a la
ciudad durante la noche49.

Y no sólo la luz era el problema, el agua también significaba uno de los grandes

inconvenientes de los cartageneros en materia de servicios públicos:

¡Agua! Pide la mujer infeliz que ha ganado hasta hora el sustento de sus hijos lavando la ropa
de los que la pueden pagar. Agua! Grita al mirar el hogar apagado y sus pequeños hambrientos.
Agua! Pedimos todos los moradores de fuera de la ciudad, al ver nuestros hermosos jardines,
adorno y orgullo de quintas, desaparecer día; por día, al ver las frutas abortadas, secas, caer
sobre un suelo árido, muerto y sin frescura50.

Consecuencia del nulo o mal funcionamiento de los servicios públicos de la ciudad,

generaron brotes insalubres, que afectaron no sólo a los sectores deprimidos, sino también a

las élites de Cartagena. Los patricios cartageneros, fueron testigos de cómo se

49
Archivo Histórico de Cartagena, El Porvenir de Cartagena, Agosto 5 de 1915.
50
A. H.C, El Porvenir de Cartagena, Julio 1 de 1915.

20
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Cartagena 1943 – 1978

desmoronaban sus imaginarios de progreso ante las condiciones antihigiénicas que para

entonces vivía la urbe.

De las calles hemos dicho en muchas ocasiones, que más bien parecen basureros del pueblo,
que vías de una ciudad tan importante como esta, paso obligado de los extranjeros que visitan el
país verdadera ante sala de la República; de la suciedad eterna de paredes, balcones, puertas etc.
De las casas particulares y aun de algunos edificios públicos… de la permanente suciedad de
algunos patios y excusado de casas particulares, por el frente de las cuales hay que pasar con el
pañuelo aplicado a la nariz para no contraer la peste de repente51.

Aquellos monumentos que se habían erigidos como símbolo de una nueva era de progreso,

se encontraban cubiertos de basuras y en un deprimente estado. Estas circunstancias

conllevaron a que la administración de la ciudad, pusiera en marcha una gran campaña de

aseo e higienización, mediante acuerdos del concejo, entre ellos se destacaron el número

36 de 16 octubre de 1914 y el del 11 de 15 abril de 191552.

Al comenzar la década de los 20, Cartagena aún conservaba aquellas condiciones

insalubres y antihigiénicas de años atrás, lo que dificultaba el arribo de turistas. En un

informe del gobierno de los Estados Unidos en 1921 se comunicaba que:

Si en Cartagena hubiera alcantarillado y pavimentación, si se limpiaran los barrios periféricos,


si los pantanos fueran rellenados, o si se adelantara una campaña entre las clases bajas,
forzándolas a usar canecas de basura cubiertas y anjeos (como en Panamá y Colón) la ciudad se
transformaría en uno de los sitios más salubres del trópico. Atraería miles de turistas
anualmente, si se ofreciera buenos hoteles para la temporada de invierno, debido a sus fuertes
antiguos y otros monumentos históricos de interés, que ameritan una visita de una semana 53.

En estas condiciones se empieza a construir la visión de la ciudad turística para Cartagena.

51
A.H.C, El Porvenir de Cartagena, Junio 28 de 1912.
52
Acuerdo N° 36 de octubre 16 de 1914, A. H. C., Acuerdos del Concejo, Cartagena, Octubre de 1914;
Acuerdo N° 11 de Abril 15 de 1915, A. H. C., Acuerdos del Concejo, Cartagena, Abril de 1915.
53
Abel Christopher, Health Care in Colombia. 1920 – 1950. A Preliminary Analysis, London, University of
London, Institute of Latin American Studies, Research Papers 36, 1994, p. 33.

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Cartagena 1943 – 1978

Como sostiene Guerrero54, el resurgimiento económico de la ciudad a finales del siglo XIX

y la primera mitad del XX55, se caracterizó por el direccionamiento desigual de las

favorabilidades de la reactivación económica, mostrando de esta forma como Cartagena se

empezó a edificar mediante procesos de modernización imaginados, los cuales se

articularon con el uso público de la memoria y la historia de la ciudad. Las élites de la

ciudad reforzaron extremos inconciliables con el ascendente crecimiento demográfico, que

más que manifestar una economía exitosa, más bien se convirtió en una contrariedad y en

un serio problema para los proyectos de ciudad que la dirigencia adelantaba. Este período

es decisivo a la hora de estudiar la construcción de la imagen turística de Cartagena, ya que

desde muy temprano la ciudad había crecido bajo la lógica de la exclusión social y la

planeación inequitativa de la misma56.

1.3. La reconfiguración urbana de Cartagena: Demoliciones y nuevos espacios.

El crecimiento demográfico que sufre Cartagena durante la primera mitad del siglo XX, se

convierte en un verdadero problema para el desarrollo urbano. Aquello se evidenciaba en la

aparición de nuevos asentamientos por fuera de la ciudad amurallada, es decir, el espacio

que encerraba las murallas, ya no era suficiente para albergar a la totalidad de los

habitantes, por ello se consideró como necesario demoler partes de las murallas y

54
Lorena Guerrero, Imaginarios urbanos en Cartagena: visiones y proyectos de ciudad. 1910 – 1925, p. 76.
56
Sobre el uso público de la historia y la construcción de una memoria histórica de la ciudad conveniente a las
elites de la ciudad ver: Raúl Román Romero, “memoria y contra-memoria el uso público de la historia en
Cartagena”, en Desorden en la Plaza. Memoria y modernización en Cartagena, Cartagena, IPC, 2001, pp 8-
18. También ver del mismo autor “Espacio público y conflictos simbólicos en la construcción de la memoria
política de Cartagena”, en Cuadernos de Literatura del Caribe e Hispanoamérica Nº 7, Barranquilla,
Universidad del Atlántico, pp 51-63.

22
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Cartagena 1943 – 1978

reconfigurar urbanísticamente a la ciudad57. La medida generó todo tipo de controversias

en varios sectores de Cartagena, ya que el derrumbamiento de las murallas significaba para

unos, un atentado en contra del ornato y la herencia arquitectónica imperial de la urbe;

mientras que para otros, el no derrumbarlas representaba un obstáculo sicológico y

material para la modernización de la ciudad, toda vez que simbolizaba una fuerte amenaza

para la higiene y la salud pública de los habitantes.

Podemos notar aquellas divergencias, por ejemplo, cuando estudiamos el informe de la

firma Pearson & Son Limited , el cual en uno de sus puntos, cree necesario asolar parte de

los baluartes de la ciudad: “Tenemos que pedir excusas, muy especialmente a los

cartageneros por habernos permitido tocar a las antiguas murallas construida por los

españoles; comprendemos perfectamente el interés histórico que tienen, y sólo por

57
El MURALLICIDIO, Se refiere a la demolición de partes del cordón amurallado de la ciudad. Medida
bastante polémica, por sectores de la ciudad, por su carácter anti - patrimonial. Este se expresó en la
demolición de los siguientes inmuebles: 1880, apertura de la segunda puerta en la muralla de la Plaza de la
Aduana. 1884, demolición del revellín del puente de la Media Luna. 1887, demolición del revellín de El
Cabrero o San Lucas. 1893, derribo de los baluartes de Santa Teresa y Santa Bárbara. 1903, Demolición de
los baluartes de Barahona y Santa Isabel (Getsemaní), junto con la muralla que unía a estos dos baluartes,
para construir en ese sector el Mercado Público. 1905, apertura del boquete de muralla de Getsemaní para dar
paso al Puente Román. 1905, Apertura de la tercera Boca de la puerta del Reloj. 1905, apertura de la tercera
puerta de la Paz y Concordia. 1905, apertura de la puerta del Reducto. 1918 – 1921, demolición de la segunda
cortina de muralla entre los baluartes de San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier. 1918-1921, apertura
puerta calle Baloco. 1918 – 1921, apertura de la puerta de San Francisco Javier. 1916 – 1924, demolición del
sector entre La Torre del Reloj y la India Catalina y los baluartes que se había en el trayecto: San Pedro, San
Andrés, San Pablo. Véase al respecto a: Eduardo Lemaitre, Historia General de Cartagena Vol. IV, Bogotá,
Banco de la República, 1983, pp. 155; Elkin Monroy Díaz, Destrucción y redefinición del patrimonio
histórico de Cartagena de Indias: El derribo de murallas y baluartes, justificaciones higiénico-sanitarias e
intereses privados, 1916-1925, Cartagena, Tesis de Grado para optar a título de historiador, Universidad de
Cartagena programa de historia, 2008, pp. 143; Donaldo Bossa Herazo, Construcciones, demoliciones,
restauraciones y remodelaciones en Cartagena de Indias, Cartagena, Gráficas el Faro, 1975, p. 109.

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Cartagena 1943 – 1978

considerar este sacrificio necesario y muy provechoso para la salubridad pública, hemos

podido resolvernos a recomendar su demolición parcial.”58

Sobre la decisión de demoler tramos del cordón amurallado, sectores de la ciudad se

mostraron a favor de esta medida, desvirtuando incluso la utilidad que estos inmuebles

podían tener en el plano turístico, así como se observa en la siguiente nota: “Porque hemos

de sacrificar la salud de los habitantes, el ensanche de la ciudad, la belleza del conjunto y

darle aire y luz a la población tan solo por el ridículo placer de que cuatro o cinco turistas

indiferentes vengan a recrearse en nuestras ruinas y tomar vistas de pendones derrumbados

y fortalezas desmanteladas y carcomidas?59”.

Sin embargo, algo completamente diferente tenían en mente los sectores que veían en cada

uno de los baluartes y monumentos destinos con gran potencial para el desarrollo del

turismo y la ciudad. Lo anterior, demuestra que en las primeras décadas del siglo XIX el

turismo en la ciudad, fue visto por algunos sectores “pro-modernistas” como una actividad

ineficaz y cuya demanda no era para nada importante para el desarrollo económico de la

ciudad y, en ese sentido, no ameritaba concentrar esfuerzos para su desarrollo.

58
La firma de la compañía inglesa Pearson & Son Limited, fue destinada para adecuar y fortalecer el carácter
portuario de Cartagena. El informe incluía una serie de cambios en la infraestructura portuaria, la salubridad
de la ciudad y el entorno urbano: entre las obras propuestas por aquella firma se encontraban: el dragado del
canal de Bocachica hasta la Machina, la protección contra el bajo de Salmedina, la baliza del canal y faros,
protección de la playa del cabrero, la estación de cuarentena, la Aduana y el principio de un proyecto de
embellecimiento de la ciudad. Véase: Memorias del Ministro de Obras Públicas al Congreso de la República
en 1916, Bogotá, Imprenta Nacional, 1916.
59
Eduardo Lemaitre. “El derribo parcial de las murallas de Cartagena: cómo y cuando se llevó a cabo”, en
Boletín historial de Cartagena, Cartagena, Gráficos el Faro, 1975, p. 31.

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El paisaje urbano de Cartagena para la década de los 20, ya empezaba a cambiar

significativamente. El derrumbamiento de considerables extensiones de murallas daba

paso a nuevas edificaciones y dotaban a Cartagena de un aspecto más holgado, aunque

esto no significaba que en dicho espacio habitaba la modernidad. Los monumentos e

inmuebles de valor histórico, aún seguían en mal estado, llenos de basuras y siendo

guaridas de la insalubridad; incluso, algunos de ellos eran propiedad de particulares, los

cuales lo dejaban bajo la tutela de la maleza y el gobierno de roedores. Esto se constata

cuando echamos un vistazo al Porvenir del 23 de octubre de 1913: “(…) Porque esas

murallas permanecen siempre en el más deplorable desaseo, son lugares de inmundicias,

focos de infección, albergue de gentes inmorales60”. Por ello, se hizo necesario desde muy

temprano, comenzar a reglamentar y administrar aquellos lugares con algún potencial para

la explotación turística.

1.4. La Sociedad de Mejoras Públicas de Cartagena: Obras y políticas en defensa del


“bien público”.
Para los años veinte, cuando se vive una de las etapas más radicales de la demolición y de

la discusión en torno a este tema, un sector de la ciudad interesado en defender el legado

arquitectónico del imperio español, inicia un proceso de organización cívico a favor de la

conservación de las murallas. Ese movimiento logró que para 1923, por orden del Gobierno

Nacional, se creara en Cartagena la Sociedad de Mejoras Públicas, cuyo propósito es

descrito a continuación:

60
A.H.C, El Porvenir, Cartagena, 23 de octubre de 1913.

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Objeto: La Sociedad de Mejoras Públicas de Cartagena es una institución de Carácter


eminentemente cívico y tiene como objeto fundamental propender el desarrollo de Cartagena de
Indias, el cuidado de los espacios urbanos, parques, avenidas, paseos y todo entorno a lo
material, con dedicación especialísima a lo que constituye su riqueza histórica. Por este motivo
velará por la custodia, conservación y posesión de inmuebles que tenga la naturaleza de
Monumentos Nacionales o locales, o que por su importancia histórica o arquitectónica así lo
ameriten61.

En ese sentido, la tarea de salvaguardar, embellecer y mantener el patrimonio tendría en la

SMP su principal organismo, el que además de propender por el cuidado de aquellos

inmuebles, fue uno de los primeros cuerpos encargados de promocionar a la ciudad de cara

a la actividad turística.

Al año siguiente, el presidente del concejo de Cartagena, Antonio C. Ucros, lanzó un

proyecto para instaurar el premio al civismo en Cartagena, consistente en que todos los

ciudadanos tomaran una injerencia directa en las cuestiones que le pertenecían al bien

público. Además, este discurso exhortaba y avalaba la labor de la Sociedad de Mejoras

Públicas. “A la sociedad de Mejoras Públicas (SMP), que acaba de constituirse y de la cual

se debe esperar mucho a favor del adelanto moral y material correspondiente hacer de este

premio un medio para fomentar el amor a la ciudad y fortalecer entre sus habitantes el

deseado espíritu de servirla”62.

61
Aparte tomado de los estatutos de la Sociedad de Mejoras Públicas de Cartagena. Véase: Álvaro
Casas Orrego, “Expansión y Modernidad en Cartagena de Indias. 1885 – 1930”, en Historia y Cultura
Nª 2, Cartagena, Universidad de Cartagena, 1996, pp 52; Claudia Vidal, Los Inicios de la Industria
Turística en Cartagena de Indias, 1900 – 1950, Cartagena, Universidad de Cartagena, Tesis para optar
a título de Historiador, 1997, pp. 117.
62
A.H.C. Diario de la Costa, Cartagena, 4 de enero de 1924.

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Ese mismo año, la SMP recibió un soporte institucional importante por parte del

Gobierno Nacional, con la Ley 32 de 1924,63 por la cual se le autoriza a la Sociedad de

Mejoras Públicas, velar por la conservación de los monumentos históricos. Con esta ley se

puso fin al “Murallicidio”, como se puede constatar a continuación:

Para impedir la destrucción del patrimonio histórico de la ciudad, el 13 de noviembre de 1924 el


Congreso de Colombia aprueba la Ley 32, la cual prohíbe la demolición de murallas, castillos y
demás fuertes de la ciudad de Cartagena y ninguna autoridad podrá autorizarlo. Esta Ley
responsabiliza a la Sociedad de Mejoras Públicas de Cartagena para que velara por su estricto
cumplimiento64.

La SMP, se conviertió en la entidad por la cual se ejecutaron todas las obras que tendrían

un impacto directo en el patrimonio de la ciudad. Podemos resaltar la planeada el 15 de

enero de 1927, cuando dicha sociedad informó a su junta directiva que se requerirá la

contribución de los ciudadanos para adelantar trabajos de limpieza en el Fuerte de San

Felipe de Barajas65, ubicado en el cerro de San Lázaro, y además se adelantaría la

construcción de una vía que posibilitara el acceso a la cúspide del cerro de la Popa. Estas

obras arrancarían en diciembre de 1928 y no sólo estarían dirigidas a la recuperación del

inmueble, sino, al perímetro que le rodeaba. Lo anterior se anota en el informe del

encargado de la restauración señor Carlos Crismatt: “Avenidas – se han terminado dos; una

de 40 metros de largo por 6 de ancho, y otra de 166 metros de largo por 10 de ancho, esta

última está presentado servicio de carretera a los automóviles, pudiéndose anotar gran

cantidad de turistas que han visitado el cerro en los últimos días66”.

63
A. H. C. Diario Oficial, Cartagena, 13 de Noviembre de 1924.
64
Germán Sierra Anaya, Dennise Marrugo Torrente y Raúl Quejada Pérez, La actividad del turismo en
Cartagena de Indias p. 22.
65
Este inmueble pertenecía al italiano Antonio Gulfo, por medio de Escritura Pública N° 290 de 1887
66
Claudia Vidal, Los Inicios de la Industria Turística en Cartagena de Indias, 1900 – 1950, p. 48

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Cartagena 1943 – 1978

La SMP, hasta muy entrada la década de los 30, fue un instrumento por medio del cual los

sectores de la dirigencia cartagenera trataron de aprovechar el legado arquitectónico para

proyectar la visión sobre el turismo que se elaboraba de la ciudad de Cartagena, pensando

que de estos monumentos dependía el futuro de la Cartagena turística. Más que ejecutar

una transformación morfológica de la ciudad como otras ciudades de Colombia, le

apostaron al posicionamiento nacional e internacional, tomando como estandarte el

patrimonio histórico, puesto que éste gozaba de una muy significativa valorización y

protección por parte del Gobierno Nacional.

1.5. Legislaciones a favor del patrimonio colonial.


Las distintas políticas que se desplegaron desde el ámbito nacional y local, se

caracterizaron por la deliberada determinación de estimular la condición turística de la

ciudad, porque en este primer momento la concentración de visitantes se aglutinó en los

puertos, en especial en el cartagenero. Como un ejemplo importante de este estímulo

encontramos la Ley 45 de 192467, por la cual se brindaron facilidades para la visita de

buques de turismo a los puertos de la República.

67
Biblioteca Nacional de Colombia, Diario Oficial. No 19766, Bogotá, lunes 1 de diciembre de 1924. Por la
cual se brindan facilidades para la visita de buques de turismo a los puertos de la república. El Congreso de
Colombia decreta: Artículo 1º. No están sujetos al pago de los impuestos de faro, práctico y muelle los buques
exclusivamente turistas que visiten los puertos colombianos. Es entendido que esta exención no se refiere a
los faros y muelles de propiedad particular. Artículo 2º. Los pasaportes que expidan los Cónsules
colombianos a los turistas que viajen en los buques a que se refiere el artículo anterior no causaran impuesto
alguno. Artículo 3º. El Gobierno, al reglamentar la presente Ley, determinara los buques comprendidos en
esta exención. Artículo 4º. Esta Ley regirá desde su sanción.

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Cartagena 1943 – 1978

Cabe anotar que desde inicios del siglo XX, se dio una incipiente actividad turística que

en principio parecía estar determinada por la curiosidad de algunos visitantes, de los que se

desconoce el objetivo de su visita. Por esa razón, no es extraño encontrarse con noticias

como: “según se nos informa tocará a nuestro puerto el vapor Avon de la Royal Mail, con

cerca de 300 turistas”, situación que también se informa el 9 de marzo de 1911 y en

febrero de 1912, con el arribo del vapor Laurentic de la compañía White Starlie con 425

turistas68. Sin embargo, para las décadas siguientes, esta afluencia sería más dinámica. Por

ejemplo, “entre 1935 y 1940 se recibieron 89.433 turistas en 641 vapores 69”. No cabe

duda, que este dinamismo iba de la mano de un elemental modelo de ciudad, que si bien

en la década de los 20 del siglo XX se caracterizaría por el acondicionamiento de los

inmuebles patrimoniales, en la de los 30 se encargaría de empezar articular algunos de los

atractivos con el aspecto visual adecuado, para posicionar el nombre de la ciudad dentro

del concierto turístico nacional e internacional.

Este proceso contó con el auspicio de la administración central, quien luego de haber

superado una gran crisis económica por la caída de los precios del café en 192770; le apostó

68
A.H.C. El Porvenir, Cartagena, Enero 26 de 1909; Marzo 9 de 1911, p. 1, Febrero 4 de 1912, p. 1.
69
Germán Sierra Anaya. Viajeros y visitantes – reseña histórica del turismo en Cartagena de Indias.
Cartagena, Heliógrafo Moderno, 1998, p. 198.
70
En la década de 1920, la economía colombiana se vio impulsada por el crecimiento de la economía cafetera
y por los abundantes capitales norteamericanos que fluían desde la bolsa de valores de Nueva York.
Adicionalmente, un gran estímulo provino de la indemnización de 25 millones de dólares que el gobierno
estadounidense dio a Colombia por la separación de Panamá. A este desembolso se le denominó la danza de
los millones. Con este auge en los ingresos, el país entró en una era de prosperidad económica, en la cual se
estimuló el crecimiento industrial y las obras públicas. Las industrias nacionales y extranjeras recibieron
apoyo del Estado, no sólo en aspectos legislativos y fiscales, sino también en lo concerniente al tratamiento
represivo dado a la organización sindical obrera. Véase Luis E. Nieto Arteta, “Interpretación de un período”,

29
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Cartagena 1943 – 1978

a un crecimiento industrial orientado hacía el fortalecimiento de nuevos renglones

productivos para la economía del país71. El turismo, estaría incluido dentro de este nuevo

aire económico que experimenta Colombia. Como se puede apreciar en la Ley 86 de 1931,

por medio de la cual se fomenta la actividad turística dentro el territorio Nacional;

contemplándose así la creación de la Oficina Central de Turismo, la cual debía estar

circunscrita directamente al Ministerio de Industria y Comercio. Entre sus estipulados se

impulsa la promoción del desarrollo turístico, como se aprecia en uno de sus puntos:

a.- fomentar todo lo relativo al desarrollo Turístico, como supervigilancia de las agencias de
turismo, formación de itinerarios de excursiones, publicaciones de propaganda dentro y fuera
del país, concursos para premiar las mejores obras de geografía, planos, mapas, historia,
riquezas naturales, reseña de los lugares más apropiados para ser visitados, álbumes
ilustrativos, etc., que sirvan para los turistas, y estudios para hacer conocer el país en forma
72
clara, amena, sencilla y de fácil recordación .

De acuerdo con Adolfo Meisel, varios sucesos ocurridos en la década de 1930 ayudaron a

que se fueran gestando las condiciones para el ulterior desarrollo turístico de la ciudad.

Uno: la inauguración del moderno puerto ubicado en el barrio de Manga, obra que

remplazaría al antiguo muelle de la Machina el cual estaba ubicado en el área de

Bocagrande; el nuevo muelle sumado a la navegabilidad del Canal del Dique, permitieron

en El café en la sociedad colombiana (1958). www.lablaa,org/blaavirtual/economíabanrep1./linbrep36.htm.


[última visita marzo de 2010.
71
“La década de los 30 sería pues, verdaderamente el inicio del proceso de industrialización, entendido no sólo
como el establecimiento de nuevos renglones productivos, sino sobre todo, como el comienzo del dominio del
sector industrial sobre los demás sectores de la economía. La industria que en 1929 participaba en 8.9% del
PIB, había ascendido en 1939 al 14.39%, igualmente, si entre 1925 y 1929 constituyó en 1.04% del
crecimiento del PIB, esta constitución ascendió, entre 1929 y 1939, al 26. 37%, lo que indica, sin duda, el
impulso que la industria daba al conjunto de la economía”. Jesús Antonio Bejarano, “La Economía”, en
Manual de historia de Colombia, Tomo III, Bogotá, Printer Colombiana, 2° edición, 1982, p. 49.
72
Germán Sierra Anaya, Dennise Marrugo Torrente y Raúl Quejada Pérez, La actividad del turismo en
Cartagena de Indias, p. 24.

30
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Cartagena 1943 – 1978

acrecentar contundentemente el movimiento de carga y de pasajeros del puerto 73. Un

segundo acontecimiento: es el inicio del reinado Nacional de Belleza, evento que favoreció

y promocionó la imagen de Cartagena como unos de los más grandes destinos turísticos

del país; y el siguiente aspecto, fue la regularización de los vuelos de la SCADTA, que

inauguró el pequeño aeropuerto de Bocagrande; otro, fue el interés que manifestaron las

autoridades locales por la preservación y recuperación de las murallas y demás fortalezas

de la ciudad, lo que se afianzaría con la creación de la Junta Central de Monumentos

Históricos y de Turismo, bajo la Ley 11 de 1932, 74 cuyo objeto era regular y aprovechar el

valor patrimonial de Cartagena en relación con el turismo.

Con el respaldo de algunas leyes, en el periodo de 1935 a 1942, Cartagena le apuntó a la

adecuación de una infraestructura básica como transporte y hoteles. Acciones que se van a

complementar con la reglamentación del servicio de autobuses de turismo, el oficio de

equipajero, la inauguración del aeropuerto y la construcción del Hotel Caribe, con este

iniciándose la expansión urbano – turística hacía el sector de Bocagrande.

La creación de una base legislativa y un cuerpo institucional fue clave para la adecuación

del patrimonio al servicio exclusivo de la actividad turística. A inicios de la década de los

30, el gobierno de la república impulsaría una nueva norma donde se institucionalizaría la

73 73
Germán Sierra Anaya, Dennise Marrugo Torrente y Raúl Quejada Pérez, La actividad del turismo en
Cartagena de Indias, p. 26.
74
A.H.C, “Ley 11 de 1932, por la cual se crea en Cartagena la Junta de Monumentos históricos y de
Turismo” en Diario Oficial de Cartagena, 23 de Septiembre de 1932.

31
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Cartagena 1943 – 1978

preservación de los monumentos de interés turístico. Se trataba de la Ley 11 de 1932, por la

cual se crearía en la ciudad la Junta de Monumentos Histórico y Turismo: “Art 3°: Fuera

de los deberes y atribuciones que a la Junta corresponden, de acuerdo a la Ley 48 citada,

tendrá las sustanciales de fomentar el turismo y de atender a la reconstrucción, reparación y

conservación de las murallas, edificios y demás monumentos históricos de Cartagena y de

otras poblaciones de Bolívar75”. La Junta sólo duraría 11 años cumpliendo este papel,

porque en 1943 se le restituiría este rol a la SMP76, bajo la asesoría de Daniel Lemaitre,

quien para tales efectos fue nombrado representante del Ministerio de Obras Públicas.

Además, tendría la responsabilidad de direccionar las obras y las inversiones de los fondos

a los que se refería la Ley 117 de 193677. Lo anterior adquiere mayor sustento al revisar la

Ley 107 de 1946, en la cual estipulaba en su Artículo 3° que “dentro del perímetro de la

ciudad de Cartagena nadie podrá realizar construcción, demolición o variación alguna sin

previa aprobación y reglamentación del Gobierno, que la impartirá por sí o por medio de la

entidad, persona u organismo que al efecto designe” 78.

Pero a la conservación y embellecimiento de estos sitios, también se sumó el deseo de

renovar y ampliar el conjunto de áreas para uso turístico. El Concejo de Cartagena buscaba,

a través del Gobierno colombiano, poder financiar la compra de muchos edificios que se

75
A.H.C. Diario Oficial, Cartagena, Septiembre 23.
76
“Ley 30 de 1943, Por el cual se restituye a la Sociedad de Mejoras Públicas la conservación y cuidado de
un monumento Histórico Colonial”, en A.H.C., Diario Oficial, Cartagena, 28 de octubre de 1943.
77
A.H.C, Diario Oficial, Cartagena, Agosto 14 de 1944.
78
“Ley 5° de 1940, por la cual se reforman varios artículos de la, sobre monumentos nacionales y realización
de algunas obras en la ciudad de Cartagena”, en A.H.C, Diario Oficial, Cartagena, 7 de enero de 1947.

32
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Cartagena 1943 – 1978

encontraban en manos de particulares. Por suerte, el apoyo se logró gracias a que el

Gobierno había creado dentro del presupuesto del país el Fondo Nacional de Turismo79, lo

que permitió la compra de edificaciones tales como el Palacio de la Inquisición en 194880.

Finalizando la década de los 50, con la Ley 163, por la que se dictan medidas sobre

defensa y conservación del patrimonio histórico, artístico y monumentos públicos de la

Nación81, se cierra un ciclo de legislaciones decididas a garantizar el libre desarrollo de la

política de conservación patrimonial, enfatizando en la importancia que el mismo

representa para la consolidación de la industria turística colombiana.

1.6. Problemas y limitaciones de la reglamentación en favor del turismo

Aunque que las normas anteriormente descritas fueron de singular importancia, su

aplicación atravesó por varios cuestionamientos. Por ejemplo, sectores de la

administración y la opinión pública de la ciudad sintieron que el apoyo económico que

desde el Gobierno central se otorgaba no era suficiente para echar andar en la urbe un

proyecto de tal magnitud. En la prensa de la época se hicieron evidentes los malestares que

dirigentes de las juntas cívicas a favor del turismo tenían del insuficiente respaldo del

Gobierno.

79
“Ley 70 de 1946, por la cual se crea el Fondo Nacional de Turismo”, en A.H.C, Diario Oficial, Cartagena,
1946. B) Ordenar gastos hasta de 8.500 en cada caso, relativos a dicho fondo, de acuerdo con el presupuesto.
Para gastos mayores de dicha suma se requiere la aprobación previa de la Junta Directiva.
80
“Ley 71 de 1948, por la cual se apropian unas partidas para la compra del Palacio de la Inquisición de
Cartagena”, en A.H.C. Diario Oficial, Cartagena, 22 de Diciembre de 1948.
81
“Ley 163 de 1959. Por la cual se dictan medidas sobre defensa y conservación del patrimonio histórico,
artístico y monumentos públicos de la Nación”, en A.H.C., Diario Oficial, Cartagena, 30 de Diciembre de
1959.

33
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Cartagena 1943 – 1978

La conservación y defensa de los monumentos históricos de Cartagena no puede realizarse


eficazmente si falta la atención de los poderes centrales. Es decir, si la nación no aporta las
sumas indispensables para que esas obras se lleven en efecto en toda su amplitud y no en
pequeñas reparaciones y con una economía de cuenta – gotas.
Los monumentos coloniales representan además de un valor histórico inapreciable, un positivo
motivo de atracción turística. Además, no constituye exclusivamente un patrimonio de
Cartagena sino que pertenece a la nación. Por tanto, ésta debe invertir sin limitaciones todo el
dinero que sea necesario para mantenerlos en permanente estado de conservación82.

Lo anterior dejaba claro que el capital con en el que se estaba transformando los destinos

para el uso de la industria turística era insuficiente, de modo que muchas de las obras

estaban inconclusas o ni siquiera habían iniciado muchas de ellas. Como fue el caso de la

restauración del fuerte de San Felipe de Barajas:

Hasta ahora los auxilios del gobierno nacional para la defensa de nuestros monumentos ha
venido resultando exigua. De ahí que los trabajos de reparación que se han venido ejecutando se
resientan de lentitud. Y una obra que hubiera podido realizarse en relativamente poco tiempo
haya requerido, como es el caso del fuerte de San Felipe, más de 25 años, comprometiendo en
ella los mayores esfuerzos y la consagración de una entidad como la Sociedad de Mejoras
Públicas, que la tienen a su cargo.

Con todo, la restauración de San Felipe no ha sido completa. Ni podrá serlo en mucho tiempo
todavía si sólo se sigue contando con los recursos de que actualmente se dispone. Más aun: las
reparaciones parciales, los trabajos lentos, no tienen la misma solidez de la obra en conjunto.
De ahí que se vea destruido, en forma dramática e inesperada, el esfuerzo de muchos años
acabamos de ver con los derrumbes ocurridos en el fuerte de San Felipe83.

El escaso auxilio económico de la administración nacional siempre fue, durante la década

de los 50 y gran parte de los 60, uno de los grandes problemas por los que atravesó el

proyecto pro - turístico, pues, al parecer, desde el Congreso de la República no se

proporcionaron la totalidad de los recursos financieros requeridos en la construcción del

complejo turístico de Cartagena. No obstante, los dirigentes locales en compañía de

organizaciones como la Junta Cívica y la Sociedad de Mejoras Públicas, encabezada por las

82
A.B.N, El Universal, 8 de Noviembre de 1955.
83
A.B.N, El Universal, 8 Noviembre de 1955.

34
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Cartagena 1943 – 1978

familias tradicionales de la ciudad – Dáger, Lemaitre, Tono, De la Espriella, entre otras-

se las arreglaban para adelantar un plan interno que permitiera impulsar dicho sector. En

esa dirección, el objetivo era mantener y mejorar la imagen turística de la ciudad, puesto

que ya se habían empezado a vislumbrar un incremento notorio de visitantes. El Diario de

la costa de 29 de abril de 1956 en su primera pagina tituló: “Se embellecerán las murallas

de Cartagena84”. La noticia se refería a la reunión sostenida entre el Alcalde Rodrigo

Méndez Lemaitre y la Junta Cívica, cuyo propósito era discutir acerca de los asuntos

relacionados con el incremento turístico de Cartagena y el futuro de la ciudad de cara a los

nuevos retos en materia de esta actividad. Entre tanto, en dicha reunión “El Alcalde

presentó una voz de aplauso a la Junta Cívica de Turismo por la manera tan patriótica con

que ha venido laborando sin fondos de ninguna naturaleza al incremento del turismo.” 85 La

exhortación además hacía evidente el descontento hacia el Gobierno nacional, ya que el

respaldo que estos les suministraban no respondía con la planeación del sector turístico que

al menos proyectaban los dirigentes de Cartagena.

La carencia de fondos de muchas organizaciones responsables de la proyección y

promoción de la ciudad en el plano turístico hacía que su trabajo no alcanzara los

resultados esperados o no llegaran a feliz término. De modo que aquellos organismos,

entre otras acciones, acomodaron el uso de los pocos recursos en la publicación de folletos

de promoción y en campañas de limpieza para generar conciencia ciudadana. Empero lo

84
B.N.C., Diario de la Costa, Cartagena, 29 de abril de 1956.
85
B.N.C., Diario de la Costa, Cartagena, 29 de abril de 1956.

35
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Cartagena 1943 – 1978

real era que muchos de los inmuebles necesitaban cuanto antes una intervención que

lograra mantenerles su aspecto casi original y que fuera capaz de perdurar por muchos

años. La restauración se veía lejana y, por ende, estos edificios empezaban a mostrar signos

de desgaste. ¡Cartagena comenzaba a verse abandonada! Esta sensación concurría con

frecuencia en los titulares de la prensa, donde a diario advertían que la nula o lánguida

intervención del Gobierno de la República entorpecía el uso de dichos inmuebles para el

desarrollo de la empresa turística. Además, el sector privado de la ciudad, tampoco parecía

motivado a invertir capital para mantener e impulsar la empresa turística.

Hay, en primer término, que hacer la discriminación de las obras: una de ellas, por su
naturaleza, corresponden al Estado. La defensa del mar, por ejemplo, sería absurdo que se le
impusiera al Municipio como el de Cartagena, cuando está por medio un supremo interés
nacional. La conservación y restauración de los monumentos históricos, reclaman una mayor
cooperación fiscal de la única entidad que está obligada primordialmente por toda clase de
razones a defender este invaluable patrimonio de la nación, que corresponde a todos los
colombianos y así también algunas otras obras86.

Las leyes no generaron, inicialmente, el impacto para lo que fueron pensadas y

sancionadas. Mientras la dirigencia de la ciudad decidió adelantar campañas de higiene y

de promoción para poder aprovechar algunos espacios que sí lograron sobrevivir a las

adversidades financieras. En síntesis, las leyes sobre monumentos y el turismo, figuraban

en el discurso nacional, mientras que en el plano real solo sirvieron de soporte para que las

autoridades cartageneras lograran consolidar pequeños planes internos de desarrollo

turístico, financiados por el mismo Municipio. Sin embargo, el cuestionamiento a las

acciones en pro de la ciudad de Cartagena para convertirla en sitio turístico no solo se hizo

contra el gobierno y las autoridades centrales. En estas críticas también tuvieron parte las

86
B.N.C., El Universal, Cartagena, 13 de abril de 1956.

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Cartagena 1943 – 1978

autoridades y organismos municipales como queda registrado en El Universal de Cartagena

el 13 de abril de 1956:

Quedan a cargo de los organismos administrativos de la ciudad de las demás realizaciones en


materia de obras de progreso. Desgraciadamente ya se había visto ahora como la Junta
Administrativa ha confesado su incapacidad contractual y económica para cumplir los mandatos
de la Ley 8° de 1944.

En el documento que suscribieron los miembros de esta Junta, se dice, entre otras cosas, que
casi todas las obras orientadas por la Ley 8° de 1944, han sido ejecutadas. Y después de esta
declaración, todo el mundo se pregunta: Si esto es cierto, ¿por qué no tenemos servicios
higiénicos, ni alcantarillados, ni matadero moderno (porque el frigorífico es un elefante blanco),
ni calles pavimentadas, ni suficiente servicios públicos?

Y como todo parece fantasmagórico, la misma entidad que se ufana de haberlo hecho todo,
declara que ella no tiene facultad legal ni contractual para construir las obras, sino para
conservar y ensanchar los servicios existentes. Entonces, si tal es su imposibilidad ¿por qué se
hacen afirmaciones que luego se contradicen flagrantemente?87

No obstante, los alcances de la Junta Cívica y demás organismos pro-turísticos de la

ciudad, fueron inocuos frente a los problemas reales de Cartagena. La utilización que estas

entidades hicieron, de los aportes y las leyes emitidas por el Congreso de la República fue

direccionada hacia la preservación (aseo – higiene) de los atractivos de interés turístico,

más no en el fortalecimiento de los proyectos de infraestructura que demandaba la mayor

parte de la población como lo cuestionan desde el periódico El Universal. En ese sentido, el

impacto inmediato de las siete legislaciones a favor del patrimonio no fue tan trascendental,

ni mucho menos originó grandes cambios de infraestructura.

87
B.N.C., El Universal, Cartagena, 13 de abril de 1956.

37
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Cartagena 1943 – 1978

Tabla N° 1.
Leyes a Favor del Patrimonio Histórico de Cartagena
Número Año Descripción
32 1924 Por la cual se prohíbe la demolición de murallas,
castillos, y demás fuertes de la ciudad de
Cartagena y ninguna autoridad podrá autorizarlo.
30 1943 Por el cual se restituye a la Sociedad de Mejoras
Públicas la conservación y cuidado de un
monumento Histórico Colonial.
107 1946 Por la cual se reforman varios artículos de la 5° de
1940, sobre monumentos nacionales y la
realización de algunas obras en la ciudad de
Cartagena
71 1948 Por la cual se apropian unas partidas para la
compra del Palacio de la Inquisición de Cartagena.
163 1959 Por la cual se dictan medidas sobre defensa y
conservación del patrimonio histórico, artístico y
monumentos públicos de la Nación.
Decreto 1963 Por el cual se reglamenta la Ley 163 de 1959 sobre
264 defensa y conservación del patrimonio histórico,
artístico y monumentos públicos de la Nación.

En últimas estas leyes sirvieron como punto de partida para la configuración de una oferta

turística de la ciudad amparada en un discurso sobre el patrimonio, y para generar las

condiciones del desarrollo de una infraestructura física, destinada al uso exclusivo de los

visitantes.

1.7. La Segunda Guerra Mundial y el nuevo orden económico: EL turismo y su


carácter industrial.
La Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945) sirve como antesala para las décadas que le

siguen al turismo cartagenero. Dicha guerra fue el resultado de un cúmulo de tensiones

económicas y políticas que se habían aglomerado desde la Primera Guerra Mundial (1914–

1918). El lapso de 21 años que une las dos guerras, se caracterizó por una gran crisis

económica conocida como el “crac” del 29, donde la economía especulativa se imponía

38
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Cartagena 1943 – 1978

ante la economía real, haciendo del mercado financiero un completo desastre*. Estos

sucesos van a condensar lo que sería el estallido de la Segunda Guerra, donde la

polarización entre los Aliados y el Eje van a definir el rumbo del nuevo orden político y

económico del planeta.

Finalizada la Segunda Guerra en 1945, Alemania y otros países europeos sufrieron

traspiés económicos considerables, escases en alimentos y la poca exportación e

importación de productos. Entre tanto, naciones como Gran Bretaña y Francia, maltrechas

por la guerra, contarían con el apoyo no solo militar sino económico de la potencia en

ascenso, Estados Unidos88; País que en las siguientes décadas empezaría a expandirse

hegemónicamente en el globo. Al respecto Giuliano Procacci anota: “(…) El de Rooselvet

era, en definitiva, el proyecto de una “hegemonía” planetaria, si con este término se

entiende no sólo y no tanto la determinación a ejercer el mando, sino también, y sobre todo,

la capacidad e incluso la moderación necesarias para su ejército, y la disponibilidad a

aceptar compromiso con sus interlocutores”89.

De esta forma, el entramado económico mundial tendría a los Estados Unidos como la

potencia más solida, y el abanderado del desarrollo capitalista global. La geopolítica se

reacomoda dando paso a nuevas economías y procesos que activaron diferentes mercados

y fortalecieron formas de industrialización en países que antes solo fueron mono-


*
Para mayor conocimiento acerca de este suceso confróntese a: Alan Brinkley, Historia Económica de los
Estados Unidos, en La Crisis Mundial, 1921-1941, México, Editorial Mc Graw.Hill, 1996, pp. 580 – 592.
88
Cameron Rondo y Neal Larry, Historia Económica Mundial, Alianza Editorial, España, 4° Edición, págs.
405.
89
Procacci Giuliano, Historia General del Siglo XX, Barcelona, Editorial Crítica, págs. 297.

39
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Cartagena 1943 – 1978

exportadores. Así pues, los países ricos se abrían paso a procesos más prósperos en las

décadas siguientes, en un fenómeno que el historiador inglés Eric Hobsbawm llama “los

años dorados90”.

El mejoramiento de la calidad de vida de las clases medias en países como Estados Unidos,

la prestación de bienes y servicios a disposición de éstas, solo fueron producto de la gran

expansión económica y los adelantos tecnológicos, que lograron hacer más sencilla las

comunicaciones y estrechar las grandes distancias continentales. Este gran boom

económico que se da en la posguerra, hace que muchas personas gocen de los servicios, que

antes de la guerra era impensable tener acceso. Uno de estos servicios fue el turismo;

Hobsbawm anota que: “(…) Bienes y servicios hasta entonces restringidos a minorías se

pensaban ahora para un mercado de masas, como sucedió con el turismo masivo a playas

soleadas. Antes de la guerra jamás habían viajado más de 150.000 norteamericanos a

Centroamérica y al Caribe en un año, pero entre 1950 y 1970 la cifra creció de 300.000 a 7

millones (…)”91

En consonancia a lo anterior, ya no era de pocos en el mundo occidental vacacionar, viajar

o disfrutar de las delicias del esparcimiento, sino que la industria turística contaría con un

gran auge en todas las latitudes de la tierra. Países como España, Italia y del Caribe

insular, marcaron la pauta durante el cuarto de siglo posterior a la Guerra. Aquella práctica

que nació con las excursiones de Tomas Cook a mediados del XIX, se haría más compleja

90
Eric Hobsbawm, Historia del Siglo XX, 1914 – 1991, Barcelona, Ed. Crítica, 1995, p. 3.
91
Eric Hobsbawm, Historia del Siglo XX, 1914 – 1991, p. 8.

40
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Cartagena 1943 – 1978

y demandaría toda una estructura económica orientada a la prestación de servicios

(restaurantes, hospedajes, transportes, entre otros). La disposición de servicios que

demanda una industria como el turismo, conllevó a que muchos países receptores

destinaran sus políticas a la construcción, manutención y mejoramiento de aquello que les

hacía distinto al resto del mundo y que atraía a los visitantes y de paso a las divisas.

El siglo XX, es el siglo caracterizado por el ocio, la información, el macro - capitalismo

expresado en las grandes bolsas de valores del mundo, y el micro - capitalismo que se

desarrollaría al interior de los países. Ayudarían a que el turismo se consolidara cómo

industria del esparcimiento y en un abultado mercado de masas, que moviliza a muchos

alrededor del mundo, ya sea por ocio o negocios. Lo cierto es que la llamada “industria sin

chimenea”92 alcanzó cifras bastante rentables para los países que lo desarrollaron y aún lo

desarrollan.

1.8. La “industria sin chimenea” en Colombia: una opción de industria


nacional, Cartagena la elegida.
Colombia había sufrido un vertiginoso crecimiento económico durante la década de los 30,

como consecuencia del impulso industrial y el abastecimiento de los mercados internos,

promovido por las políticas intervencionistas de López Pumarejo. Aquello se constituyó

en la primera etapa de recuperación de las importaciones. Sin embargo, la segunda Guerra

Mundial traería nuevamente una baja en su capacidad para importar “produciéndose

92
Edgar Hernández, Proyectos Turísticos, México, Editorial Trellez, 1985, p 93.

41
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Cartagena 1943 – 1978

paradójicamente una acumulación de divisas que se utilizarían después de la guerra93”. Pese

a ello, el país en los años 40 siguió fortaleciéndose a nivel industrial, y el sector turístico,

entonces, encontraría un incondicional apoyo, como se puede develar la Ley 48 de 1943,

por la cual se fomenta el turismo y se declara a Cartagena como la primera ciudad turística

del país94. Pero ¿Por qué Cartagena? Esto obedecía a que la ciudad era predilecta para

desarrollar el turismo y porque además tenía las posibilidades de proyectarse como un

destino caribeño (sol y playa, imagen paradisiaca que para estos años, van a ser los destinos

más apetecidos por los norteamericanos); es decir, las características geográficas y

culturales no podían ser mejores, sol, playa, historia, además antecedentes importantes en el

uso de esta práctica económica; la cual representaba otra forma para fomentar la industria

colombiana y cartagenera. Como lo anotan Javier Báez y Haroldo Calvo:

El auge turístico de Cartagena va de la mano del proceso de desarrollo económico que ha


experimentado el país en los últimos decenios. Entre 1950 y 1996 el PIB real per cápita de
Colombia creció en casi 130%, es decir, a una tasa anual promedio de 1.8%. El turismo es una
actividad de muy elevada elasticidad – ingreso de la demanda. Para Cartagena, esta variable ha
sido estimada para el uso doméstico en 1.58 a largo plazo. Es decir, un incremento del 100% en
el ingreso generará un aumento de 1.58% en el gasto en turismo. Por esta razón, en Colombia
el turístico es uno de los sectores que ha crecido más que el promedio de la economía nacional
en los últimos decenios95.

Cartagena, que generaba según el censo industrial de 1945 el 2,1% del empleo industrial

nacional, se había destacado entonces en el sector de químicos y farmacéuticos, Talleres

93
, Jesús Antonio Bejarano, La Economía, p 54.
94
A.H.C, Diario Oficial, Bogotá, lunes 20 de diciembre de 1943.
95
Javier Eduardo Báez Ramírez y Haroldo Calvo Stevenson. “La economía de Cartagena en la segunda mitad
del siglo XX: Diversificación y rezago” en Haroldo Calvo Stevenson y Adolfo Meisel Roca (comp),
Cartagena de Indias en el siglo XX, Bogotá, Banco de la República, 2000, p. 88.

42
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Cartagena 1943 – 1978

J.V. Mogollón, Jabonería Lemaitre y Laboratorios Román.96Pero finalizando este decenio

su economía se alimentaría con el turismo y la refinería petrolera anclada en el moderno

complejo industrial de Mamonal durante la década de los 50. En ese sentido, el turismo

sería un sector incluido dentro de las políticas pro - industriales como se demuestra 1946

con la sanción de la Ley 7097, por la cual se crea el Fondo Nacional de Turismo y en 1948

con la Ley 7198 por medio de la cual se apropian unas partidas para la compra del Palacio

de la Inquisición de Cartagena. Con esta última legislación, se podía ir dando forma al

conjunto de atractivos con los que se comenzaría a promocionar la ciudad en materia

turística.

Pese a que a las acciones realizadas desde diferentes estancias político-administrativas, la

ciudad en los años 50 aun no lograba un reconocimiento internacional como sitio turístico,

como ya lo tenían muchas islas del Caribe, que gozaban de una mayor tradición como sitio

para vacacionar; “la promoción Turística de Cartagena apenas comenzaba asomarse como

vela de oportunidades para la economía local99”. El gobierno cartagenero sabía que el

perfil turístico de la ciudad, debía articularse a partir de un buen espacio, un buen destino

para mostrar y una buena promoción. Así pues, Cartagena empezaría a edificar su imagen

96
Adolfo Meisel Roca y María Modesta Aguilar, “¿la islas que se repite? Cartagena en el censo de población
de 2005” 2004, p. 67.
97
“Ley 70 de 1946, por la cual se crea el Fondo Nacional del Turismo”, en A.H.C, Diario Oficial, Cartagena,
1946.
98
Ley 71, por medio de la cual se apropian unas partidas para la compra del Palacio de la Inquisición de
Cartagena, en A.H.C, Diario Oficial, Cartagena, 22 de Septiembre de 1948.
99
Diario Oficial, Cartagena, 22 de Septiembre de 1948.

43
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en un contexto donde la ciudad diversificaba su economía de la mano de un progresivo

crecimiento urbano.

El espacio sería la ciudad vieja, el destino la ciudad colonial y la promoción playa y

patrimonio. No obstante, para los sectores dominantes este proyecto encontraría una de sus

mayores dificultades en la población pobre de la urbe; aquello estropeaba la intención de

construir en Cartagena espacios reservados para el deleite del público norteamericano, tal

como se experimentaba durante la década de los 50 en las islas del Caribe antillano.

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II. CAPITULO

DIBUJANDO EL PARAÍSO: LA CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN DE LA


CARTAGENA TURÍSTICA.
Los años 60 marcarían el rumbo de una nueva etapa del desarrollo turístico de la ciudad,

pues en Cartagena para estos años ya se contaba con un importante cuerpo de leyes,

reglamentaciones e instituciones dispuestas a impulsar el desarrollo turístico de la ciudad.

Además, el país atravesaba por unas aceptables condiciones económicas100 que

permitieron promover esta empresa en todo el territorio nacional. En este sentido,

Cartagena empezaría a concentrar sus esfuerzos en posicionar su oferta turística en

mercados nacionales e internacionales. Para tal propósito, se contrató un estudio que

serviría de soporte para el posterior desarrollo de un complejo turístico de alto nivel, así

100
En un primero ciclo o unidad de análisis, toma en consideración el desarrollo y la expansión cafetera, el
crecimiento del sector agropecuario, la industrialización, la configuración del nuevo orden social y político,
los procesos de empréstitos y endeudamiento, la urbanización, y el mercado del trabajo, la creación del Banco
de la Republica. Mira el impacto de la primera guerra mundial y la revolución de 1917 en la sociedad
colombiana. En un segundo ciclo de y reflexión mira la crisis mundial y los cambios estructurales que se
producen en la economía y la política colombiana entre 1929 y 1945: allí observa el colapso de la industria
cafetera y la crisis de la deuda externa, la segunda guerra mundial y el impacto en la economía del país,
simultáneamente con el desarrollo del Estado liberal y el intervencionismo de estado en el desarrollo
económico del país a través de las normas constitucionales que posibilitan la regulación macroeconómica.
Especial atenciones se presta al desarrollo de los movimientos sociales y populares y a las reformas sociales
que se dan durante ese periodo. Un tercer ciclo, aborda la consolidación del capitalismo en el país en el marco
de la dependencia y en el desarrollo económico de la posguerra y la guerra fría. Allí se abordan temas y
problemas que tienen que ver con la dependencia externa y la industrialización, la transformación del agro
colombiano, el problema de la tierra y la extensión de la frontera agrícola, la política agraria y la violencia
rural. Se mira la transformación del Estado, el desarrollo del marco constitucional, el impulso de las políticas
de planeación y la formulación de planes de desarrollo, así como la consolidación del intervencionismo de
Estado. Véase Jesús Antonio Bejarano, Lecturas sobre economía colombiana siglo XX, Bogotá, Procultura;
Presidencia de la Republica, 1985, p. 444.

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mismo, como consecuencia de este estudio, se desplegaron diversas campañas

pedagógicas que contaron con la vinculación estratégica de los medios locales de

comunicación. De igual manera, la apropiación de un discurso patrimonial y las nuevas

rutas por las que se desarrollaría el turismo.

2.1. Evaluación de las posibilidades turísticas de Cartagena: La firma Stanton


Robbins & Co. Inc.

El complejo turístico101 de Cartagena era en realidad para la finales de los 50 bastante

incipiente. Aunque vale destacar que en la ciudad se había logrado articular ciertos sitios y

nutrirlos de un discurso turístico, los cuales representaban levemente el paisaje paradisiaco

con en el que muchos de los organismos pro-turísticos promocionaron a la ciudad. En esa

dirección, los dirigentes cartageneros aprovecharían el hecho de que muchos turistas

norteamericanos entre otras cosas, habían empezado a fijarse, casi que en grandes masas, en

destinos caribeños con alto valor cultural, de entretenimiento y por supuesto de un singular

paisaje de sol y playa. Islas de las Antillas como Cuba que fue quizás una de las

abanderadas y principales recepcionistas de los millones de visitantes que movía la

industria turística en el continente.

101
El complejo turístico es entendido como el conjunto de atractivos o espacios destinado para el uso
turístico. Cada uno de los atractivos se encuentran conexos dentro de un recorrido alimentado por imaginarios
y el discurso turístico predominante.

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Tabla N°2.
Llegadas de Turistas a Cuba 1957 – 1960
Años Turistas Miles Índice 1957 = 100
1957 272.3 100.0
1958 211.8 77.8
1959 179.7 66.0
1960 86.5 31.8
Fuente: Banco Nacional de Cuba (1960)
Villalba, Evaristo (1993)

Según la tabla anterior, observamos el paulatino declive de la demanda turística de Cuba.

Esto fue, gracias a los movimientos Revolucionarios (1953 – 1959) y los posteriores

conflictitos del régimen Castrista con los Estados Unidos, lo cual nos llevaría a pensar,

que los turistas norteamericanos buscarían destinos de similar apariencia y donde su estadía

no estuviera violentada por el clima político de la Guerra Fría102. En ese sentido, ante las

grandes masas de turistas norteamericanos, las autoridades locales habían concentrado

todos los esfuerzos para lograr que Cartagena alcanzara cierta competitividad en los

mercados internacionales del turismo, gracias a que la urbe ostentaba una estratégica

posición geográfica y un patrimonio colonial. Sin embargo, para conseguir entrar en

sintonía en el concierto del mercado turístico internacional, se hizo necesario

irremediablemente evaluar sus posibilidades y consolidar una imagen que la posicionara

como un destino ideal para el turismo.

102
Véase al respecto a Héctor Ayala Castro, Notas sobre el turismo en Cuba, Cuba, CEEC, 1990; -------
Medio Siglo de transformaciones del Turismo en Cuba, Cuba, Universidad de La Habana. Facultad de
Contabilidad y Finanzas. Gestión Hotelera y Turismo. Agosto de 2001.

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El entonces Alcalde, Ernesto Carlos Martelo, atendiendo a las inconsistentes situaciones

económicas de la ciudad y en un claro intento de apoyar una economía diversificada

contrató en 1957 a la firma Stanton Robbins & Co. Inc103 para la “Evaluación de las

Posibilidades Turísticas de Cartagena”. Dicho estudio, arrojó las favorabilidades y las

enormes desventajas que tenía Cartagena en el sector turístico. Los 9 puntos que contenía

dicho estudio apuntaban a evaluar temas de infraestructura física e institucional en pro de

fortalecer un satisfactorio desarrollo del turismo en la urbe. La evaluación de la firma

Stanton Robbins & Co. Inc104, se convierte en el primer intento serio en evaluar el

desenvolvimiento de la industria turística.

En síntesis, cada una de las deficiencias que arrojó el examen de la Robbins; mostraron

problemáticas como la falta de continuidad en las entidades estatales para el

fortalecimiento del sector turístico, la carencia del personal ideal para prestar servicios, el

precario apoyo de la comunidad cartagenera, la ausencia de una política pro turística por
105
parte del gobierno nacional, entre otras. En síntesis, cada una de las deficiencias que

103
La Stanton Robbins & Co. Inc. Fue una de las más reconocidas firmas norteamericanas durante la década
de los 50 y mediados de los 60. Se encargaba básicamente de evaluaciones y proyecciones de lugares con
potencial turístico. Además del estudio que realizó en la ciudad de Cartagena en 1957, también es
mundialmente conocida por haber llevado a cabo el proyecto del complejo turístico de las Islas Vírgenes
Británicas en 1958.
104
Germán Sierra Anaya, Dennise Marrugo Torrente y Raúl Quejada Pérez, La actividad turística en
Cartagena, pp. 28-30.
105
1)Falta de continuidad de la Oficina Municipal de Turismo: Desgraciadamente ha existido una falta de
continuidad en el manejo, política y procedimientos de la Oficina, que actualmente se llama la Junta Cívica
del Turismo, hasta cierto punto esta Oficina recibe instrucciones de la Oficina Nacional de Turismo, aunque
es, naturalmente, deseable obtener ayuda del gobierno Nacional y cierta dirección, una campaña de
promoción a favor del turismo y la organización de la oficina local de Cartagena son indispensable y ésta
debe quedar establecida en tal forma que pueda continuar funcionando por muchos años. 2) Carencia del
personal ideal para prestar buenos servicios. No todas las personas que directamente tratan con los turistas,

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arrojó el examen de la Robbins, mostraban que tan precario e incipiente era la industria

turística en Cartagena, y que a pesar de que los dirigentes locales años atrás habían hecho

muchos esfuerzos por alentar esta empresa, era mucho lo que faltaba por andar. En suma,

el estudio reflejó dos necesidades. La primera, era la de generar un turismo que estuviera

acorde a los estándares internacionales, para de esta manera poder entrar a competir con

otros destinos del Caribe. La segunda, lograr posesionarse como un sector productivo

ante un país que para esta época, solo dependía de la exportación del café, ya que

constituían el 70% de las exportaciones del territorio nacional, y al convertirse en un sector

productivo, podrían captar más recursos del Estado.

En ese sentido, las pautas arrojadas por la firma Robbins llegan a convertirse en la piedra

angular de los proyectos venideros en materia de fortalecimiento de la infraestructura y del

paisaje de Cartagena. Los siguientes, a nuestro juicio, son dos de los puntos que encierran

el tipo de turismo que se quería fomentar y estimular en esta ciudad.

como choferes de los carros de alquiler, los guías, vendedores, operadores de excursiones, personal hotelero,
tienen interés en procurar que el visitante se sienta cómodo y reciba la información que necesita y el servicio
adecuado, a un precio razonable. Un servicio eficaz y voluntario asegura la satisfacción y produce más dinero
para todos.3) Manejo de los barcos de excursiones: hace más de treinta años llegan los barcos de turistas a
Cartagena. El recibimiento que se da a los barcos y a sus pasajeros, es de lo más deficiente y las entradas son
inferiores a la de todos los otros puertos del Caribe. No hay cooperación por parte de las autoridades
portuarias.4) Falta de una política nacional a favor del turismo. Cartagena sufre por la falta de un programa
nacional de turismo, el cual podría asegurar la cooperación de todos los Departamentos gubernamentales para
el desarrollo del turismo. Esta también se facilitaría por una campaña de publicidad y propaganda que daría
preeminencia a Cartagena como capital turística de Colombia. Además, Cartagena recibiría más ayuda
monetaria para sus diversos proyectos turísticos. Hoy, los altos funcionarios no muestran mucho interés por
él.

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10. Proyectos. Cartagena necesita más proyectos de largo alcance para mejoras, incluyendo
regulaciones que definan las zonas residenciales y comerciales y una concentración más
efectiva en lo que respecta a los objetivos primordiales para el desarrollo de los puertos
marítimos y aéreos, para el tráfico de carga y pasajeros y desenvolvimiento general del turismo.

11. Mejoras Cívicas. El aspecto general de Cartagena no es el que debería ser. Alguna de las
principales calles del municipio están en muy malas condiciones, los alrededores del mercado
no son atractivos y están sucios, el área de la Vieja Ciudad debería estar más limpia, y podría
aumentarse la arborización lo mismo que las plantas y flores en las propiedades públicas y
privadas. Todas estas cosas están al alcance económico de Cartagena y no sólo embellecerían la
ciudad para conveniencia de los visitantes, sino para orgullo de los residentes106.

Podemos señalar dos aspectos, primero, el llamado a la creación de una infraestructura

turística, que se refleja en la adecuación espacial. Segundo, la necesidad de incitar dentro

de los ciudadanos el deseo de embellecer y mantener los lugares para el uso del turismo, es

decir, promover dentro de la comunidad la conciencia turística. La confluencia de ambos

aspectos se convertiría en la base para la consecución de una imagen turística. Aquella

imagen buscaba articular en el imaginario nacional e internacional el nombre de una

ciudad histórica y un paisaje de mar y playa, puesto que la imagen “logra posicionarnos

positiva, negativa o indiferentemente frente a su realidad nominal en una realidad

imaginada y representada”107. De esta forma, las autoridades de Cartagena van a

direccionar todas sus energías en la adecuación de una representación espacial que

caracterice y posicione al turismo que se ofrece al visitante. Dicha readecuación se

oficializó con el proyecto de restauración más importante para el futuro turístico de la

106
Germán Sierra Anaya, Dennise Marrugo Torrente y Raúl Quejada Pérez, La actividad turística en
Cartagena, p. 30.
107
Cebaldo de León y Xeraldo Pereiro, “Turismo y Cultura entre los Kuna de Panamá”, p. 19.

50
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ciudad, pues rescatar el patrimonio era sumamente importante para poder conseguir el

reconocimiento y la demanda que tanto deseaban las elites pro-turísticas cartageneras.

2.2. Trazos del paraíso: Restauraciones en el patrimonio y el proyecto de Juan


Manuel Zapatero
Como ya lo habíamos mencionado anteriormente, Cartagena había logrado incipientemente

articular una serie de atractivos turísticos, en los cuales fundamentaba su oferta turística.

Estos habían sido objetos de distintas campañas pedagógicas por parte de las diferentes

juntas cívicas y la prensa, con el fin de concientizar a la ciudadanía del valor de estos

inmuebles. Sin embargo, de la mano de un discurso de conservación patrimonial también

existieron serios problemas. Por ejemplo, la ausencia de recursos y de la aplicación de

aquellas políticas en aras de defender el patrimonio colonial de la ciudad. En ese sentido,

las campañas que desde finales de los 50 y mediados de los 60 se llevaron a cabo en la

urbe, no fueron suficientes para despegar el turismo de la ciudad. Tampoco las autoridades

locales alcanzaron a resolver los inconvenientes estructurales que tenía el proyecto

turístico en materia de infraestructura y servicios. Entre ellos se destacaron la ausencia del

alcantarillado y los atractivos en ruina, lo que es igual o peor para una ciudad que construye

su imagen turística en el patrimonio histórico. Esto se evidencia en la prensa ya desde 1955,

cuando se decía que:

A propósito de las murallas y de los monumentos históricos, hizo una observación atinada… se
trata – dijo – de una riqueza de carácter nacional íntimamente vinculada al prestigio de la
república; y se debiera por tanto organizar su defensa y conservación no sólo con fondos
nacionales, sino con fondos suficientes, tanto en lo económico como en lo técnico y lo artístico.

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Pensé que en efecto los esfuerzos y auxilios esporádicos no hacen sino remiendos que llegan a
veces a lo discordante, cuando no a lo pintoresco. Urge una planificación de carácter patriótico,
y aun de ese sentido práctico, para destacar nuestros valores tradicionales y presentarlos al
mundo en forma que no desdiga de nuestra conciencia hispanoamericana, ni de nuestro buen
gusto. Y, esto no puede hacerse con una simple partida de ochenta mil pesos anuales 108.

Al año siguiente de estas declaraciones, la ciudad turística experimentaría los primeros

pasos para la recuperación en los inmuebles heredados de la colonia, pues los problemas

no eran solamente basuras y malos olores, sino que se requería una intervención en la

estructura de los edificios. En ese sentido, uno de los primeros edificios en someterse a la

restauración, fue el Palacio de la Inquisición, cuyo contrato para dicha obra se celebró en

1956. Así podemos percatarnos en la siguiente nota:

En el despacho del señor Alcalde la ciudad, se efectuó en la mañana de ayer una importante
reunión cuya finalidad fue la de adjudicar el contrato sobre las restauraciones del Palacio de la
Inquisición que se acometerán contando con el aporte inicial de $30.000.oo girado como auxilio
del Ministerio de Obras Publicas, con otros aportes que posteriormente dará la nación y con la
suma de $120.000.oo que entregará el Departamento como saldo de la deuda que tiene
pendiente con el Fisco del Distrito por concepto de la venta que le fue hecha del pal palacio
municipal109.

Si bien todas las expectativas que existían alrededor de la restauración de los monumentos

giraron en torno a la consecución de los recursos y el respaldo del gobierno nacional, el

proceso no fue nada fácil ya que las autoridades de la ciudad debían justificar con hechos

cada uno de sus exigencias. Ante tales circunstancias, se hizo necesario adoptar un plan

para la conservación de los monumentos históricos y así garantizar, por un lado, la

preservación de aquellos inmuebles y, por el otro, fortalecer una política local, capaz de

mostrar ante el gobierno nacional que en Cartagena si se estaban cosechando esfuerzos

108
“La Moderna Defensa de Cartagena”, en B.NC., El Universal, Cartagena, 18 de mayo de 1955.
109
“Adjudicado contrato para la restauración”, en B.NC., Diario de la Costa, Cartagena, 25 de enero de 1956.

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serios para el desarrollo turístico, y en ese sentido, a la hora de captar recursos del estado,

el proceso sería menos dispendioso. Al respecto se escribía en la prensa lo siguiente:

“Todo parece indicar que en un lapso muy breve se emprenderá por expertos del “Instituto

Geográfico Agustín Codazzi” un análisis científico de las recomendaciones de planes

anteriores sobre el sector histórico cartagenero y se evaluará en qué forma se han puesto en

práctica o cuales causas han impedido su aplicación110”. La evaluación de los terrenos y el

argumento científico que emitía en IGAC, justificaba mucho más los requerimientos de los

dirigentes del distrito. Otra medida que afianzó los propósitos de las autoridades de la urbe

fue la regulación de la construcción el centro de la ciudad.

La sociedad de mejoras públicas de Cartagena en reciente reunión aprobó una proposición en el


sentido de intervenir celosamente a efecto de que no se desfigure el aspecto colonial de
numerosas construcciones que existen en la ciudad Heroica.
La decisión la toma ese organismo cuando según informes en el sentido de que numerosas casas
antiguas han sido reformadas y convertidas en edificaciones modernas lo cual, crea un extraño
contraste.
(…) en plenas calles del centro de Cartagena varias fábricas han entrado a funcionar después de
sufrir demoliciones eminentemente coloniales, lo que dice la Sociedad de Mejoras Públicas de
Cartagena, es desde todo punto de vista intolerable 111.

La medida fue llevada ante el Alcalde y las autoridades competentes, y ellas, verían con

buenos ojos esta iniciativa. La idea de hacer concordar el discurso de ciudad española,

marítima y patrimonial, con la realidad, significaría la puesta en marcha de muchos

proyectos, y sobre todo, de muchos imaginarios alrededor del tema. En sentido, la prensa

110
“Planes sobre la conservación de los monumentos históricos adoptarán”, en B.N.C., El Universal,
Cartagena, 21 de febrero de 1963.
111
“La S. M. P. Vigilará construcción de casas coloniales en Cartagena”, en B.N.C., El Universal, Cartagena,
21 de junio de 1963.

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sería nuevamente un aliado crucial en dicho proceso. Verbigracia, el arquitecto Rafael

Luna Franco escribía en el Diario de la Costa que:

RESTAURACIÓN.
FINANCIACIÓN. Es indudable que un proyecto de tanta envergadura como este, no
podrá adelantarse sino con el aporte económico del Estado, y la iniciativa privada.
Como aporte municipal podría establecerse un impuesto progresivo en las propiedades
que no cumplan los programas mínimos que deben efectuarse cada año. Con la suma
así recolectada podría crearse un fondo rotatorio que permita adelantar las obras
generales, que deba efectuar el gobierno municipal.
PROGRAMAS DE OBRAS A DESARROLLAR. Dos sistemas pueden adoptarse para
la ejecución de las obras de Restauración: el que podríamos llamar sectorizado y el
escalonado. El primero consiste en escoger un sector, que puede ser una calle o plaza y
restaurarlo en su totalidad. (…)El sistema escalonado se basa en un programa de obras
que va desde las preliminares antes anotada en la hasta la restauración total de la
ciudad112.

Dicha propuesta fue muy similar a la que se comenzaba a adoptar en Cartagena. Lenta pero

sustancialmente, la ciudad empezaba a recuperar espacios de valor histórico y turístico.

Adecuando no solo el atractivo en sí, sino el perímetro que le rodeaba. Tal como sucedió

con algunas de las casas que rodeaban al Fuerte de San Felipe.

En declaraciones hechas por el Alcalde de la ciudad, don Gustavo Lemaitre Román, dijo que en
la actualidad se estaban corriendo las correspondientes escrituras para continuar la demolición
de las casas situadas en los alrededores del cerro de San Felipe, en cumplimiento a lo dispuesto
por una ley aprobada por el Congreso. Agregó el jefe de la administración municipal que el
gobierno nacional giró la suma de un millón 300 mil pesos para esta obra, que se encuentra en
el distrito número 3 del ministerio de obras públicas113.

Para este mismo año, ya se encontraba haciendo su estudio uno de los más importantes

restauradores de Hispanoamérica. Se trataba del español Juan Manuel Zapatero. Las

asesorías de Zapatero, llegarían a trazar el ideal de convertir a la ciudad en una verdadera

112
“Restauración de la Cartagena Antigua”, en B.N.C., Diario de la Costa, Cartagena, 24 de septiembre de
1966.
113
“Demolerán casas que rodean al Castillo de Sn. Felipe de Barajas”, en B.N.C., El Universal, 2 de
diciembre de 1967.

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plaza colonial. De hecho, las restauraciones significativas que se hacen en la ciudad, a

partir de 1967, cuentan con el aval de aquel prestigioso restaurador. Esto es evidente en la

restauración del Fuerte de San José de Bocachica:

En reunión extraordinaria efectuada en la tarde por la Junta Administradora de las Empresas


Públicas Municipales, fue aprobado un contrato celebrado con el Ministerio de Obras para los
trabajos de restauración del Castillo de San José de Bocachica y de algunos sectores de murallas
de Cartagena que se encuentran agrietados.
Estas obras han sido contratadas con base en las recomendaciones hechas por el técnico
español, doctor Zapatero, quien como se recordará realizó importantes investigaciones sobre la
materia durante el tiempo que permaneció en la ciudad 114.

La administración central, después de haber concentrado gran parte de las asesorías en lo

que se refiere a restauraciones, en arquitectos de la Pontificia Universidad Javeriana115, le

apostaría entonces al historiador y restaurador español Juan Manuel Zapatero. El plan de

zapatero se dividió en cuatro etapas; a) Cartagena y Getsemaní. b) Cerro de San Felipe,

Cerro de la Popa, San Lorenzo, etc. c) Fuerte de Pastelillo y similares y d) Bocachica 116.

Dos años después, y luego de exhaustivos estudios, Zapatero pública “Las Fortificaciones

de Cartagena de Indias117”. El proyecto de Zapatero buscaba devolver el aspecto original de

la ciudad del siglo XVII y XVIII con el que se ofertaba la ciudad en materia turística. Por

ello, sugirió limpiar de elementos ajenos a estos siglos todos los monumentos de la urbe.

114
“Será restaurado el Castillo de San José de Bocachica”, en B.N.C., El Universal, Cartagena, 22 de
noviembre de 1967.
115
“El curso de restauración de monumentos históricos termina el 24 de este mes”, en B.NC., El Universal,
Cartagena, 11 de diciembre de 1966.
116
“En cuatro etapas hace el Dr. Zapatero estudios de los fuertes de Cartagena”, en B.N.C., Diario de la
Costa, Cartagena, 10 de febrero de 1967.
117
“Las fortificaciones de Cartagena de Indias: una obra excepcional”, en B.N.C. El Universal, Cartagena, 7
de diciembre de 1969.

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De aquel plan de restauraciones, se llevarían a cabo obras importantes de cara al futuro

turístico de la ciudad. Por ejemplo, corrección de baluartes, cañoneras, erradicación del

monumento a la patria, el cual reposaba sobre un baluarte del centro histórico, y la

prohibición de circulación vehicular por algunos tramos de muralla. Estas fueron solo

algunas de las obras que se logró forjar en aras de la recuperación de la ciudad “vieja”. Sin

duda, el proyecto de Zapatero es uno de los referentes más importantes para la arquitectura

colonial de Cartagena. En síntesis, uno de los más significativos trazos de la recuperación

de una imagen que funcionaría como oferta turística de Cartagena.

Estos arreglos materiales no fueron los únicos que se realizaron. Desde mucho antes de esta

restauración, la ciudad, pese a la poca capacidad económica, había realizado esfuerzos para

construir una imagen apropiada a la idea de paraíso que se ofertaba de Cartagena. En este

sentido, se intentó desde el punto de vista simbólico realizar actividades que le dieran al

turista la posibilidad de percibir una ciudad agradable. Para tales fines, se hizo necesario

conectar en rutas muchas de las actividades que realizarían los turistas, y además construir

los senderos que conectarían un atractivo del otro, el cual también debía estar alimentado

por el discurso turístico.

2.3. Los Senderos de las imágenes: rutas y ambientes prefabricados de Cartagena.

AL finalizar la década de los 50 y comenzar la de los 60, la Junta Cívica de Turismo, pese

a los pocos recursos que al parecer tenían, inició una política de fomento de la oferta

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turística. Para ello, utilizaba como acción estratégica la constitución de espacios pensados

para el esparcimiento y el entretenimiento dentro de un gran sistema de paisajes o atractivos

de interés turístico, donde quedara sustentada, la imagen de la ciudad de los siglos XVII y

XVIII conformada por fortalezas militares armadas de cañoneras, grandes casas de

mercaderes y de comercio.

Así pues, los organismos encargados del desarrollo de la empresa turística de la ciudad

adelantaron tareas que demandaron minúsculos recursos en comparación con lo que se

necesitaba para ejecutar el proyecto de ciudad turística. Dichas tareas adelantadas por estos

organismos, entre ellos la Junta Cívica de Turismo de Cartagena, la SMP y la Junta Cívica

Femenina, fueron la de promocionar, embellecer y generar conciencia ciudadana de cada

uno de los espacios objeto de oferta para turismo.

Los primeros objetivos de dichos organismos fue la concurrencia de diferentes lugares

articulados en una ruta o fuente visual de consumo, pues parece que los sectores pro-

turísticos de la ciudad entendían que las representaciones imaginarias que recrea el

turismo debían estar sustentadas en una infraestructura física; donde cada calle, cada

paraje, estuviera superpuesto con el fin de poner en escena los destinos turísticos y exaltar

la significación que este tiene para el observador (turista). Por tal motivo, estos organismos

pensaron a la ciudad turística como la formación de una estructura destinada al

esparcimiento y el entretenimiento dentro de un sistema paisajístico predeterminado. De

esta manera, una de las estrategias principales fue la promoción de la ciudad y los lugares

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de mayor atracción para los visitantes. Esto se hizo explícito en el folleto promocional

elaborado por la Junta Cívica de Turismo en el año de 1959, que circuló en forma de

acróstico y en el que se observan claramente cuáles fueron los lugares del turismo y el

imaginario con el que se ofrecía a la ciudad al culminar la década de los 50:

Que hacer en Cartagena de Indias

Conozco el camellón de los mártires.


Admire el monumento “A los zapatos viejos.
Recorro la ciudad legendaria en coche de tiro.
Transite las contraminas de San Felipe.
Alégrese en la “boit” del Caribe.
Goce de su clima marino.
Estudie su historia, sobre sus baluartes.
Navegue en balleneras alrededor de Tierra Bomba.
Aprecie balcones en la calle Baloco.

Deléitese comiendo mariscos.


Entréguese a la meditación en el monasterio de la “Popa”.

Inolvidable es pasear por el Canal del Dique: Paraíso del caxador.


Nade en las playas de Bocagrande.
Distráigase en el mesón del Pirata.
Investigue el por qué de los miradores en las casas coloniales.
Acérquese a probar suerte en el Casino Internacional.
Sienta el pasado caminando por las callejuelas.

Pase su week-end en el Balneario de Bocachica.


Observe la estatua del Capitán Gral. Blas de Lezo (Manco, cojo y tuerto)
Rece ante los restos de San Pedro Claver.

Asoléese a bordo de una lancha recorriendo la bahía.


Medite lo portentoso de sus defensas, contemplando la escollera debajo del mar.
Pesque en las islas del Rosario.
Monumental, señorial, hospitalaria y panorámica 118.

Esto fue una gran estrategia para estimular a los viajeros a que visitaran la ciudad y según

el anterior acróstico promocional de la urbe, nos damos cuenta que Cartagena al finalizar la

118
B.N.C., El Universal, Cartagena, 11 de Noviembre de 1959.

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década de los 50 fue una ciudad capaz de brindar una variada oferta turística, proponiendo

turismo cultural, de entretenimiento, religioso, gastronómico y de esparcimiento.

Estos atractivos no debían estar inconexos. Por el contrario. Tenían que complementarse

de un paisaje visual. En ese sentido, los senderos con que se comunicaban los espacios

turísticos entre sí, debían también gozar de un aspecto coherente con el discurso de la

imagen turística de Cartagena. Este proceso fue uno de los más lentos que ha tenido que

experimentar la ciudad a la hora de recrearse como un complejo turístico; puesto que era en

los alrededores de los senderos, donde precisamente se encontraban ubicados los sectores

cuyas condiciones urbanas y sociales, eran contrarias a los discursos del paraíso con en el

que se ofertaba y aun se oferta a la ciudad.

Es muy difícil tratar de hacerse una idea objetiva de lo que los visitantes veían a la hora de

arribar o estar en la ciudad, y decimos objetiva, pues aun hoy los medios utilizan a los

turistas para promocionar o afirmar la veracidad del discurso y de paso la imagen de

Cartagena.

Por tal motivo, hemos utilizado el relato del historiador estadounidense Theodore

Nichols119 en su visita a Cartagena en 1948, quien, además de ilustrar como era el

recibimiento que le ofrecieron, describió también los lugares por los que transitó al llegar

a la ciudad. Con el relato de Nichols podemos hacernos una idea de lo que veían los
119
Theodore Nichols, Tres puertos de Colombia, Bogotá, Ed Banco Popular, 1973, págs. 299.

59
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Cartagena 1943 – 1978

visitantes al atracar los vapores turísticos al puerto de esta ciudad. Esto permite

reconstituir, moderadamente, la primera ruta utilizada por el turista que llegaba al muelle

del barrio de Manga, uno de los barrios que desde los primeros años de la década de los 20,

comenzó a erigirse como albergue de los más acomodados de la ciudad “Los pasajeros que

desembarcan en los muelles nuevos pueden tomar un taxi, que viaja con dirección norte por

el barrio residencial de Manga y a través de un puente, a la isla de Getsemaní 120”. En

consecuencia, podemos suponer que su aspecto visual era agradable a los ojos de los

visitantes. El Fuerte de Pastelillo, comenzaba a vislumbrar un poco del pasado imperial de

la ciudad, al igual que, aunque un poco distante del observador, el Fuerte de San Felipe de

Barajas, al que Nichols se refiere “al este de la isla, sobre el continente, se puede ver el

enorme Castillo de San Felipe de Barajas, que es la fortaleza más importante de Cartagena,

construida en el cerro San Lázaro para poder dominar la parte vieja de la ciudad”121.

Luego al atravesar el Puente Román y adentrarse a Getsemaní por la calle larga, la imagen

empieza a perder coherencia con el resto y esto es provocado por el crecimiento de la plaza

de mercado de este barrio, cuyo aspecto, finalizando la década de los 50 y durante los 18

años siguientes, iba hacer visto por la prensa local como un foco de caos, de insalubridad

para los cartageneros y una amenaza constante para la imagen turística de la urbe, “los

taxis atraviesan el mercado y los muelles para embarcaciones pequeñas, hasta penetrar en la

ciudad antigua propiamente dicha en una estrecha apertura en las murallas llamada hoy

120
Theodore Nichols, Tres puertos de Colombia, p. 28
121
Theodore Nichols, Tres puertos de Colombia, p. 28

60
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Boca del Puente”122. Sin embargo, ese ligero traspiés de la imagen, va hacer sopesado, con

la vista de la derecha, el camellón de los Mártires y de frente, la entrada al centro histórico

“Es imposible describir con justicia admirable bastión amurallado. Sus pequeñas

callejuelas enmarcadas de balcones que se tocan por debajo de los tejados coloniales. La

ornamentada catedral, la atractiva iglesia de San Pedro Claver, la labrada puerta y ventanas

del Palacio de la Inquisición (…) todo en fin, en Cartagena, deja una impresión

imperecedera123”.

La otra ruta es tomada de un croquis del recorrido que tomaría el entonces Presidente de la

República, General Rojas Pinilla a su llegada a Cartagena en 1955, en él se describe cada

uno de los lugares de interés turístico de aquel camino*.

Centro Turístico
C. Mártires
Chambacú

Mercado
Getsemaní
El Espinal P. Bolívar
Torices
Zona Norte

Manga
C. San Felipe
(Pastelillo)

Desde el Aeropuerto de Crespo hacia la avenida de Crespo hasta el Hotel España para luego
tomar el puente de Canapote, siguiendo hasta la avenida central de Torices, pasando por el
castillo de San Felipe y desembarcando en la calle Real de la Popa para coger después hacia

122
Ibid.
123
Ibid.
*
Hemos sugerido sobre este croquis, señalar con círculos rojos, aquellos espacios incoherentes a la imagen.
Estos son barrios populares, tugurios y hasta lugares públicos como el Mercado de Getsemaní. En ese
sentido, también nos permitimos señalar, los lugares (círculos verdes) que se explotaban para la empresa
turística de la ciudad.

61
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Cartagena 1943 – 1978

el Puente Heredia y seguir hacia la calle de la Media Luna hasta el Club Cartagena. De aquí por
el paseo de los Mártires a las Avenidas Blas de Lezo y San Martín a la de la playa hasta el
Barrio Naval124.

La descripción que realiza el columnista de la ruta que tomaría el Presidente, se preocupa

más por mostrar los sitios de interés turístico de Cartagena, como el fuerte de San Felipe y

el paseo de los Mártires; que por publicar el aspecto real que rodeaba toda la ruta. Por

ejemplo, lugares de asentamiento popular como el Paseo Bolívar, el Espinal y hasta el

Mercado de Getsemaní, los cuales son omitidos de su narración. Esto obedece a una

sistemática negación en el discurso turístico del contraste urbano y social de la ciudad. Si

bien el discurso niega u omite aquellos espacios que no representan el paraíso, esto no

significa que quienes estaban a la cabeza de las entidades pro-turísticas de Cartagena no

estuvieran planeando la erradicación de aquellos espacios o la construcción de nuevas rutas

lejos de cualquier signo de pobreza. Por tal motivo, la consecución de nuevos trayectos

para el turista van a verse gestionados y construidos durante las próximas décadas, al igual,

que la eliminación de aquellos asentamientos incoherentes y poco presentables para quienes

visitan la ciudad125.

En ese orden de ideas, las rutas que comunicaban un atractivo turístico con otro, durante

los últimos años de los 50 y todos los 60 y 70, serían objeto de proyectos y discusiones a

propósito de erradicar las zonas que no encajaban con la idea de paraíso que se quería

ofrecer a los visitantes. Muestra de ello es la puesta en marcha de la Avenida. Santander

124
B.N.C., El Universal, Cartagena, Mayo 19 de 1955.
125
Jhon Urry, Consumig Places, p. 193.

62
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(arteria vial que comunica el Aeropuerto de Crespo, con el Centro Histórico, el sendero se

levantaría a orillas del mar y de barrios como el Cabrero), puesto que transitar al interior de

los barrios populares de Torices, Paseo Bolívar y sus alrededores, distaba abismalmente de

la imagen que se quería vender de la ciudad. Por esta razón no es extraño encontrar fuertes

críticas a las calles por las que recorrían los visitantes.

Fotografía Diario de la Costa. Martes 28 de Febrero de 1967.

En la anterior fotografía, se observa el estado de la Calle Besarabia del barrio Paseo de

Bolívar en febrero de 1967. Esta calle fue por muchos años el paso obligado para ir hacia

el aeropuerto de la ciudad y como lo muestra la fotografía aquella mostraba la miseria de

sus habitantes y las condiciones insalubres e intransitables del paraíso que se ofertaba como

destino turístico, lo que sin duda se pensaba que no era atractivo para los turistas que

llegaban a la ciudad.

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Cartagena 1943 – 1978

Otro ejemplo, que casualmente sucede este mismo año, tiene que ver con la construcción de

la Av. Pedro de Heredia, la cual comunicaría el centro con el sur de la ciudad. La avenida

atravesaba uno de los tugurios más preocupantes para quienes alimentaban la imagen

turística de Cartagena, se trataba del barrio de Chambacú. Dentro del proyecto para la obra

de la avenida se propuso la construcción de muros o tapias a cada extremo de esta, la idea

era que los turistas que pasaran por esta vía no tuvieran que estar expuestos al “doloroso

cuadro” de miseria en el que vivían los chambaculeros126.

Los años han demostrado que el hoy complejo turístico de Cartagena se encuentra más

acorde al discurso turístico. El traslado de los barrios al pie de la muralla en 1937, la

erradicación de Chambacú en 1971, el traslado del Mercado en 1978, la remodelación del

muelle de la bodeguita en 2006, que terminó expulsando los kioskos de comida y bebidas -

a otros sitios, hasta su total eliminación; y la obra en curso de la recuperación de la ciénaga

de la Virgen, específicamente, el sector de lo que se conoce como Puerto Duro, son la

evidencia de que en esta parte de la ciudad, desde mediados del siglo pasado se ha venido

proyectando la edificación sistemática de espacios pre-fabricados al servicio del

consumidor. Estos espacios, a medida que van embelleciendo, van segregando y

excluyendo a los sectores menos favorecidos.

126
Orlando Deávila, Políticas Urbanas, Pobreza y Exclusión Social en Cartagena: El Caso de Chambacú
1956 – 197, p. 106.

64
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2.4. Es nuestro, ¡pero no lo toques!: Campañas Pedagógicas a favor de la Conciencia


Turística

La prensa siempre ha sido vital a la hora de construir los imaginarios urbanos. Antes del

estudio de la Robbins & Co. Inc, los medios de información, ya le apostaban al turismo

como fuente del desarrollo económico de Cartagena. Sin embargo, después del estudio de

dicha firma la prensa intensificó su posición pro-turística e impulsó variadas campañas

dirigidas a los ciudadanos.

Como ya lo habíamos mencionado, las campañas por una conciencia turística han sido

recurrentes dentro de la opinión pública cartagenera durante buena parte del siglo pasado.

El crecimiento de una ciudad al servicio del turismo implica necesariamente la adecuación

estética de espacios de uso exclusivo para el consumidor. Es decir, los lugares del turismo

son inversos al deterioro porque del impacto estético que genera la imagen de aquel

espacio, repercute en gran medida en el futuro del lugar turístico.

En ese sentido, los sectores de la ciudad que le apostaron al crecimiento de la urbe en

materia turística se valieron de muchas estrategias pedagógicas para insertar dentro de los

ciudadanos la llamada “conciencia turística”. Ahora bien, cabría preguntarse ¿Cómo se

entendió la conciencia turística en el proyecto de convertir a Cartagena en una ciudad al

servicio de esta actividad?

65
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Cartagena 1943 – 1978

Podríamos responder al interrogante sintetizando nuestra respuesta en tres palabras;

conservación, embellecimiento y exclusividad. De esta forma era entendida la conciencia

turística para el sector Cartagenero defensor a ultranza del proyecto turístico. Los

ciudadanos eran llamados constantemente al cuidado de los atractivos de interés del

visitante. No arrojar basuras, limpiar y entender que aquellos sitios eran para el

consumidor fueron las consignas con las que se materializó la relación ciudadano – ciudad

turística.

El éxito de estas campañas por la conciencia turística, fue gradual, tardío o nulo, debido a

que los Cartageneros al parecer no tenían el suficientemente arraigado el espíritu cívico-

turistico, al menos así lo escribía el Diario de la Costa en 1964127 al conocer el informe de

actividades del gerente de la promotora de turismo Nicolás Salomón Franco. Algo muy

similar público ese mismo año El Universal, donde resaltaban la belleza de la ciudad y la

falta de conciencia cívica o turística por parte de sectores influyentes y el resto de

ciudadanos:

Sobre el tema del turismo nacional es mucho lo que se puede decir en la ciudad más turística
del país, como sin duda alguna, lo es Cartagena. Pero hay quienes se lamentan – falsos Jeremías
– de las lamentaciones, quejumbres y voces de débil inconformidad de las gentes que no se
acostumbran a ver la ciudad llena de bellezas naturales y de prodigiosos atractivos
monumentales e históricos – una ciudad muy castizamente española en el trópico americano –
convertida en un “muladar con gobierno”, como dijera recientemente en un artículo el doctor
Eduardo Lemaitre. Porque si no funciona una conciencia cívica entre nosotros, hay en cambio
un subconsciente de culpabilidad entre las clases mal llamadas dirigentes. Ello explica que se
trate de ocultar lo que está a la vista de todos. Aquello precisamente que clama por reformas
sustanciales, por radicales remedios colectivos… 128

127
B.N.C., Diario de la Costa, Cartagena, 12 de febrero de 1964.
128
B.N.C., El Universal, Cartagena, 1 de marzo de 1964.

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Los discursos se evidencian al revisar cada una de las notas de prensa que hacen alusión al

tema de la “conciencia turística” y la crítica apuntaban en su gran mayoría a tres sectores.

El primero, el Gobierno Nacional que no comprendía aún la importancia del turismo para el

desarrollo económico del país. Segundo, algunos grupos administrativos tanto en el sector

público y privado de Cartagena, quienes no hacían lo suficiente por estimular el desarrollo

turístico de la ciudad. Por último, los ciudadanos, a estos se les achacaba la falta de

identidad y civismo por los inmuebles y espacios de uso turístico. Lo anterior podemos

observarlo en la siguiente nota de prensa:

(…) Pero, sobre toda consideración, la ciudad misma es, por el aspecto monumental e histórico,
de grande atracción turística no sólo para Colombia, sino para los Estados Unidos y demás
países de nuestro continente.
¿Qué falta entonces para que hacia estos pintorescos sitios que ofrecen al turista extranjero y al
nacional tantos motivos de esparcimiento y de cultura, no venga una gran corriente turística que
realmente sea de beneficios generales de todo orden para la ciudad?
Ante todo, carecemos de una conciencia turística y de una educación adecuada para que este
negocio de las empresas turísticas no se le circunscriba al interés simplemente comercial. Hay
que fomentar lazos de cooperación sin egoísmos exclusivistas y sin el criterio sórdido de que
los aprovechados deben ser muy pocos. Todos los sectores sociales deben recibir alguna parte
de esas ventajas de acuerdo a su colaboración al buen éxito de estas actividades.
Nos ha faltado, en esto como en tantas otras cosas la cooperación de capital privado. No todo ha
de ser de las entidades oficiales. Necesitamos de la visión de los grandes negocios y de la
audacia para que se acometan las empresas vinculadas a esta industria que sería para la ciudad
la principal fuente de su progreso y de su transformación.
Se habla de la necesidad de incrementar – como es lógico - las exportaciones para atraer
divisas que tanta falta nos hacen. Pero aquí en este campo de atraer hacia el país al turismo rico
norteamericano o de otras procedencias, a aquel que viaja en condiciones de gastar, se requiere
de una intensa y profusa propaganda que no está exclusivamente en los avisos de prensa (…) 129

En ese mismo sentido, Blanca Becerra de Román, miembro de uno de los organismos

cívicos de la ciudad, decía que:

Tendremos una Cartagena Mejor, el día que cada quien, en la posición que le corresponde
ocupar, AME A SU CIUDAD y deje de creer que sólo tiene derechos y ningún debe. Cuando en
las escuelas y colegios enseñen el amor al terruño. Cuando quien tiene un puesto en el mercado,

129
B.N.C., El Universal, Cartagena, 3 de marzo de 1966.

67
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limpie el pedacito en lugar de GOZAR volviéndolo una montaña de mugre. Cuando el dueño de
un gran negocio se preocupe de que su calle se barra y ayude a pavimentarla. Cuando el bañista
o quien en una u otra forma tenga que ver con ella, en lugar de convertirla en basureo público se
preocupe por tenerlas limpias130.

La conciencia turística era más o igual de necesaria que el desarrollo del espacio al servicio

de la empresa turística. De ella dependía que el atractivo conservara su belleza y que fuese

reservado para el futuro visitante. Por ello, las herramientas que utilizaron los dirigentes

pro-turístico de la Urbe fue emplear pedagogías de impacto en la opinión pública. La

prensa jugaría un papel clave a la hora de desarrollar campañas de higiene y de

preservación del espacio turístico.

El Diario de la Costa y El Universal aprovecharon su carácter de medio de difusión para

hacer públicas muchas campañas de higiene ejecutadas por distintos organismos pro-

turísticos, como también las que ellos creaban. El 26 de junio de 1964, se llevó a cabo en

cabeza de la Policía Cívica Femenina, la “Operación Escoba131”.

Cartagena.
Es la ciudad más hermosa de Colombia y con su colaboración será la más limpia de Colombia.
Colabore con la Operación Escoba.
. Barra en frente de su casa.
. No arroje basuras en la calle.
. Espere el paso del camión del aseo para sacar sus basuras.

La Junta Cívica Femenina también elaboró campañas de higiene en la ciudad, las cuales

buscaban dotar de un mejor aspecto a los sitios turísticos de la urbe. Como ejemplo “La

Operación Limpieza” que se desarrollaría en febrero de 1967. Las siguientes son las

impresiones que expresó El Universal a propósito de esta campaña cívica:


130
B.N.C., El Universal, Cartagena, 31 de marzo de 1967.
131
B.N.C., El Universal, Cartagena, 26 de junio de 1964.

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Las autoridades municipales, presididas por el alcalde Lemaitre Román, y las Damas de la Junta
Cívica Femenina, iniciaron en el Portal de los Dulces una campaña por la limpieza de la ciudad.
La iniciativa viene de tiempo atrás y constituye una de las preocupaciones permanentes de
aquella institución que tanto ha entregado en beneficio cívico de los Cartageneros.

Tenemos entendido que la operación comenzada en uno de los lugares de más autentico
tipicismo de la ciudad habrá de continuar en otros igualmente importante por su significación
en el conjunto urbano. Seguramente se extenderá hasta los monumentos más inmediatos al
recinto amurallado, convertidos algunos de ellos en depósito de basuras y maltratada su noble y
austera fisonomía arquitectónica por la sucieza acumulada en sus piedras por causa del
abandono en que se les ha venido manteniendo 132.

La prensa también adelantó contundentes campañas de higiene. En sus entregas

frecuentemente dejaba mensajes de voluminoso tamaño, alentando a la comunidad a

mantener limpios los escenarios turísticos. “Cartagenero cuida tu tesoro. Campaña Cívico –

turista. Diario de la Costa – Enturismo133” o “Cartagenero: Pueblo noble, Seamos nobles

con el Turista. Diario de la Costa – Enturismo134” eran algunas de las consignas con las que

se hacía pedagogía para generar “conciencia turística”.

El periódico el Universal, entre los años de 1967 y 1968, publicó dos secciones llamadas

“proyección turística” y “por una mejor Cartagena”. En ellas, se hacían evidentes las

campañas de higiene y promoción que se adelantaban en la Urbe. Aquellas fueron la

plataforma informativa por donde, además, se reflexionaba e informaba a la ciudadanía de

los inconvenientes de Cartagena en materia turística.

132
B.N.C, El Universal, Cartagena, 10 de febrero de 1967.
133
B.N.C., Diario de la Costa, Cartagena, 12 de octubre de 1968.
134
B.N.C., Diario de la Costa, Cartagena, 15 de octubre de 1968.

69
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Pero según lo anterior, podríamos preguntarnos ¿Por qué era importante la “conciencia

turística” en los ciudadanos? La respuesta podemos encontrarla al revisar el Universal de

noviembre de 1967 y el de diciembre de 1969, respectivamente. En el de 1 de noviembre,

se decía que: “Cartagena esta huérfana de hijos verdaderos que demuestren su cariño por la

ciudad natal, dedicándole gran parte de su tiempo y de sus capacidades de trabajo a su

desarrollo urbanístico”135.

A primera vista, esta noticia no responde contundentemente el interrogante. Pues bien, esta

refleja la necesidad que tenían los dirigentes por conseguir que los cartageneros de a pie y

de escritorio embellecieran los destinos turísticos, ya que los pocos recursos con que

contaban la administración de la ciudad obligaban a que los cartageneros lo hicieran por

amor a su ciudad y no por beneficios económicos. También se evitaban al generar

“conciencia turística” que más adelante estos mismos ciudadanos atentaran contra el

patrimonio imperial de la ciudad o lo que es peor lo invadieran. En síntesis, la lógica del

“Es nuestro, pero no lo toques” operó y sigue operando desde los ámbitos de los espacios

públicos y de los sectores turísticos de la ciudad.

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III CAPITULO.
LOS INCOHERENTES DE LA IMAGEN: SEGREGACIÓN URBANA Y
EXCLUSIÓN SOCIAL EN CARTAGENA

El proceso histórico que llevó paulatinamente a convertir a Cartagena en un destino

turístico, estuvo lleno de ambigüedades y contradicciones entre lo que convenía a los

visitantes para el goce de la ciudad y lo que convenía a sus habitantes para vivir dignamente

en ella. El dilema siempre fue como presentar la ciudad como un lugar paradisiaco de gran

atracción para los turistas con la miseria reinante en ella y desde muy temprano se fueron

buscando fórmulas que permitieran representar a la ciudad como un paraíso. De esta

manera, mientras se formulaban y armaban ofertas con este fin, también se eliminaba de la

vista pública todo aquello que contradecía el discurso que ofrecía la ciudad como el

paraíso.

Desde los poderes centrales se logró promover iniciativas importantes para conservar de

manera intacta el patrimonio de la ciudad. Así mismo, el Congreso de la República

consiguió impulsar nuevas reglamentaciones en aras de conservar casi en su estado

original aquellos lugares heredados de la colonia; y al mismo tiempo comenzado por

prohibir la proliferación de tugurios en aquellas zonas destinadas para la recuperación del

patrimonio. Por esa razón, se hizo casi obligatorio obtener una ley capaz de respaldar este

objetivo, y en consecuencia, se sancionó la Ley 94 de 1945:

Por la cual se hace una cesión al Municipio de Cartagena, y se establecen algunas


prohibiciones.

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Cartagena 1943 – 1978

Artículo 1°. – Desde la sanción de la presente Ley, las autoridades no permitirán que sobre las
murallas, bastiones o castillos coloniales de Cartagena, o adyacentes a ellos, se inicien o se
adelanten construcciones de ninguna naturaleza, a menos que se trate de indispensables obras
de conservación a esos monumentos históricos o de las que transitoriamente requiera la defensa
nacional.

Parágrafo 1°. – Las construcciones realizadas hasta ahora en esa forma, serán demolidas por las
autoridades municipales de Cartagena, para lo cual la Nación cede a dicha Municipalidad los
derechos que tenga o pueda tener sobre cualesquiera de esas edificaciones. Es bien entendido
que las cesiones a que se refiere el presente artículo no comprende el edificio de la Aduana, ni
los históricos en que funcionan actualmente algunas oficinas públicas.

Parágrafo 2° - Es entendido que el área que dejen libre las demoliciones se aprovechará
exclusivamente a la ampliación de vías públicas y en el embellecimiento de las obras de que se
trata136.

El objetivo de este estatuto era erradicar y prevenir brotes de tugurios como (Pekín, Pueblo

Nuevo y Boquetillo) “ya para 1937 había en estos tres barrios unas 400 casas, que el

alcalde de la época, Daniel Lemaitre Tono, se puso en la tarea de erradicar y trasladar a sus

vecinos al sector de Canapote en las faldas de la Popa”137. Indudablemente se hizo

primordial erradicar estas invasiones pues que sus gentes pobres daban un mal aspecto al

conjunto de monumentos y atractivos que se querían ofrecer para impresionar a los futuros

visitantes.

Desde este momento, se está dando luz verde a la creación de una imagen que favorecía la

formación del destino turístico. La erradicación de estos barrios y sus traslados a la zona

oriental de la ciudad, zona despoblada y sin el acondicionamiento urbano necesario, va a

reflejar el esfuerzo por ocultar tempranamente la miseria de la ciudad a la vista de los

136
A.H.C, Diario Oficial, Cartagena, Diciembre 24 de 1945.
137
Adolfo Meisel Roca, y María Modesta Aguilera, “¿la islas que se repite? Cartagena en el censo de
población de 2005” en Documentos de trabajos sobre economía regional, Nº 109, Cartagena, Banco de la
República, 2009. p. 5.

72
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visitantes, hecho necesario en el modelo de pensar a Cartagena como un destino turístico,

modelo que como se puede observar desde entonces, no incluye a estos sectores.

Erradicar la pobreza y las representaciones sociales de la miseria fue un objetivo

fundamental para armonizar la imagen y el mercado turístico de Cartagena. Empero, la

desconsolada realidad de casos como los de Pueblo Nuevo, Boquetillo y Pekín sería

motivo de importantes esfuerzos para logar consolidar la imagen de ciudad turística

deseada. Buena parte de esos esfuerzos se fueron multiplicando en Cartagena durante la

década de los 70, el primero, y tal vez el más representativo, fue el del antiguo barrio

Chambacú. El segundo, el de la península de Barú y las playas de Cartagena. Por último, el

del Mercado Público de Getsemaní. Estos casos son el fiel testimonio de la exclusión y

segregación espacial que entrañó y entraña el proyecto turístico que se lleva a cabo en la

ciudad de Cartagena.

3.1.“Parias de la Muy Noble Cartagena”. El caso de Chambacú

A medida que se generaban las discusiones acerca de las restauraciones de aquellas

casonas coloniales y monumentos del centro turístico de la ciudad, existía otro problema

para el turismo cartagenero, los tugurios. Era impensable construir en Cartagena destinos

turísticos de primer orden, si a pocos metros se encontraban asentamientos que

inmediatamente causaban la impresión de pobreza, miseria y olvido. En efecto, este fue el

caso del desaparecido barrio de Chambacú, el cual según Orlando Deavila: “para finales de

los años 20, llegaron sus primeros pobladores provenientes de islas extremadamente

73
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Cartagena 1943 – 1978

cercanas a la ciudad o de barrios circunvecinos, como Bocachica y Torices,

respectivamente138”.

Durante buena parte de los 50 y toda la década de los 60, el manejo que se había dado a la

actividad turística en Cartagena estuvo ligada a una serie de proyectos de planeación que

buscaban proyectar una visión, en algunos casos, alterada de la realidad, puesto que el

turismo como actividad económica necesita vender y en este afán se crea no sólo un

espacio imaginado sino que se recrean pasajes importantes del pasado. Lo que lleva a

vender un pasado atractivo pero al mismo tiempo un pasado construido. Esta reinvención

imaginada de un ayer, de una ciudad y de las gentes que habitan en esta, crea un escenario

donde no tiene cabida aquello que no vende y por lo tanto no es atractivo.

La ciudad era pensada como una ciudad no negra “siendo Cartagena tan mulata, negra y

mestiza hay un Harén, separado de la civilización por un canal de discriminaciones. Así

como el barrio negro, a la ínsula la separa uno de turbias aguas”139. La negación de lo

negro y la alusión a estos de parias de la muy noble Cartagena, para referirse a los

habitantes que convivían en estas zonas, se convirtieron en el argumento reiterativo para los

redactores, editores y directores de periódicos de la ciudad, generando una especie de

ambiente hostil en tanto que se lanzaban frases y palabras como: “fachandosa altanera”,

138
Orlando Deávila, Políticas Urbanas, Pobreza y Exclusión Social en Cartagena: El Caso de Chambacú
1956 – 1971, p. 36.
139
B.N.C, El Universal, Cartagena, 3 de Julio de 1960.

74
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“zona negra”, “trágica realidad”, “vergonzosa constancia de la falta de voluntad de los

cartageneros”140. De estas, se puede inferir la existencia de un tipo de lenguaje cargado de

estigmatización, que en el fondo buscó redefinir las nuevas fronteras urbanas y sociales de

la Cartagena turística. Ramiro Andrade, periodista del leído Diario de la Costa, publicaba

para 1955 una columna titulada “Parias de la Muy Noble Cartagena” 141, refiriéndose a las

condiciones sociales de Chambacú:

Chambacú no nació del mar. La pobrería negra de Cartagena se lo robó el Caribe. Con esa
paciencia de desesperada necesidad y la angustia de la falta de techo. La Cartagena colonial –
aristocratismo decadente – fue desalojado de su centro urbanístico al obrero nómade, al
vendedor de baratijas, a la cocinera despedida, la prostituta envejecida, el alfarero pobre y los
sastres sin clientelas. Quizás para continuar la tradición de los conquistadores que confinaban a
los negros lisiados – barata mano de obra para sostener su holganza y su lujuria – en los malos
terrenos que bordean a la ciudad, que en esos sitios donde San Pedro Claver apóstol de los
esclavos curaba, en medio del monótono ritmo de los tambores nostálgicos, las llagas dejadas
por el propietario de casaca y peluca.

Estas prédicas, ligadas a la necesidad de mostrarse como una sociedad lista para ejecutar

los avatares que implicaba definirse como una ciudad con potencial turístico, serían una

constante en el discurso de la clase dirigente local y que se materializaron a través de la

prensa, planes de desarrollo, y secciones del Concejo Municipal. Las autoridades aunque

abiertamente solo mostraban los constantes problemas de insalubridad e higiene que tenían

la inmensa mayoría de los tugurios que se multiplicaban en la ciudad, enfatizaron con

mayor preocupación, en los barrios circunvecinos al centro turístico.

140
B.N.C., EL Universal, Cartagena, 11 de Octubre de 1957.
141
B.N.C., Diario de la Costa, Cartagena, 7 de Noviembre de 1955.

75
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Esta lógica de despojar de su espacio a todo aquello que no luce o no es coherente con el

discurso turístico, tiene sus antecedentes en 1937, cuando se da la primera remoción de los

asentamientos populares de la ciudad “vieja”: Pekìn, Pueblo Nuevo y Boquetillo. Todo ello

en aras del fortalecimiento de un proyecto en el que estos sectores no tenían cabida, puesto

que formaban parte de la escenografía que se quería vender y mostrar para el objetivo

económico pronosticado para la ciudad. La segunda gran expulsión sería la denominada

“zona negra” de Chambacú. Ambas en el lenguaje de la época se convirtieron en la

“resolución” de las agudas problemáticas sociales “acabando con las dos grandes

concentraciones de miseria histórica de la ciudad”142.

Este proceso de expulsión generó, una racionalización económica envuelta en una

problemática racial en la que los sectores populares serian catalogados como gente mala y

obstáculo para el progreso, configurándose definitivamente la creación de barreras

invisibles, a través de ciertos contenidos morales de los territorios que fueron

estigmatizados como zonas de maldad, crimen y asesinato, acompañado de estrategias de

saneamiento del ambiente y de los escenarios naturales, como fueron los posteriores casos

de Barú y la Ciénaga de la Virgen.

El problema de Chambacú alcanzó tal dimensión en el panorama urbano, social y

económico de Cartagena, que en 1964 el Concejo Municipal aprobó las doce obras

142
“Zonas Negras”, en B.N.C, Diario de la Costa, Cartagena, 7 de Noviembre de 1955.

76
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Cartagena 1943 – 1978

consideradas de vital importancia para el futuro del desarrollo de la ciudad. Dentro el

orden de prioridades de las obras, Chambacú era la que más preferencia poseía.

Primera: estudios sobre Chambacú y barrios aledaños, saneamiento y canalización de lagos y


canales y demás obras contempladas en el acuerdo numero 34 de 1963.
(…) Tercera: obras proyectadas por la Secretaría de Obras Publicas Municipales para los
barrios pobres de la ciudad.
Cuarta: compra de terrenos para construcción de mercados en tres de los barrios más populares
de Cartagena.
Quinta: construcción de amplias galerías a continuación del mercado de carne para expender
artículos distintos a víveres, que hoy ocupan el mercado central y sus alrededores.
(...) Novena: la pavimentación en concreto de la vía llamada “Cordón de San Antonio”, en el
barrio de Manga.
(…) Undécima: arreglo de la entrada del barrio de Manga, desde el puente Román, hasta el
empalme con la avenida Lácides Segovia y composición de la verja del puente citado.
Duodécima: los “aproches” en concreto del puente que enlazará las avenidas “Pedro de
Heredia” y “Luis Carlos López”, pasando por la antigua vía del ferrocarril, como lo ordena el
artículo 3° del acuerdo número 34 de 1963.
(…) disponiendo también dicho acuerdo que las obras número 2, 5, 9 y 11 deberán estar
ejecutadas para su inauguración el 11 de Noviembre del presente año143.

Estas obras proyectadas, debían ser inauguradas el 11 de noviembre de 1964 y su

direccionamiento sería llevado a cabo bajo la coordinación de la Secretaria de Obras

Públicas Municipales, dentro de las cuales se contemplaban estudios sobre Chambacú,

saneamiento, canalización, construcción de mercados, adecuación del barrio Manga,

pavimentación de las arterias principales de la ciudad, entre otras.

Las zonas negras o de tugurios de Cartagena, fueron uno de los motivos que le dieron

fomento a una copiosa legislación por parte de los dirigentes locales. Estas políticas se

convirtieron en ave rapaz de la pluma de la prensa. Donde gobiernos sucesivos iniciarían y

retomarían planes “positivo de erradicación” de Tugurios. Pero en el concierto nacional,

Cartagena no era la única que era objeto de este flagelo, puesto que según informes del
143
B.N.C, Diario de la Costa, Cartagena, 13 de Junio de 1964.

77
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Cartagena 1943 – 1978

Instituto de Crédito Territorial, catorce ciudades colombianas, entre ellas Cartagena, habían

sido incluidas en el decreto 2228 que proporcionaba 62 millones de pesos para que a través

del ICT y con planos recomendados por la UTC, la CTC y la Federación de Cooperativas

de Viviendas de Colombia, se adelantase en firme la erradicación de los tugurios. Según El

Universal, de estas 14 ciudades, Cartagena era la que poseía uno de los problemas de

tugurios más protuberantes del continente144 y, por tal motivo, necesitaría una mayor

inversión. Empezando por el caso de Chambacú, que se convertía en la vergüenza de la

capital de Bolívar. El dinero para su erradicación seria aportado por el AID y el gobierno

destinaria recursos que se utilizarían, en parte para ceder los terrenos que brindarían a los

reubicados facilidades para hacerse propietarios de sus viviendas. Según estas mismas

noticias, Cartagena recibiría 20 millones, suficientes para comenzar las obras que deberían

prolongarse consecutivamente hasta eliminar cada una de las “zonas negras” con que

contaba y que, según las autoridades públicas, eran de vieja y nueva data.

Una de las gestiones que mayor eco tuvo dentro de la planeación para la erradicación de las

“zonas negras”, fue a través del ICT, el cual había conseguido negociar con las

Empresas Públicas de Cartagena, para que facilitaran los fondos necesarios para ejecutar

proyectos de urbanización donde radicaran las familias pobres de la ciudad. En una

palabra, acabar con los tugurios que tanto afeaban la estética en esta. Después del exitoso

despliegue para la expulsión de Pekìn Pueblo Nuevo y Boquetillo, la ciudad atravesó por

muchas dificultades que impidieron una nueva erradicación. A través de mensajes

144
B.N.C, El Universal, Cartagena, 24 de Febrero de 1970.

78
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Cartagena 1943 – 1978

reiterativos por parte de los sectores dirigente de la ciudad, se había acordado algo en firme

y definitivo; el proyecto que según la prensa de la época constituiría “un verdadero alivio,

un gran respiro para las clases desheredadas de la ciudad”145.Se trataba de un plan piloto,

trazado con todo el acondicionamiento que exige un proyecto de enorme magnitud como

era la consolidación definitiva de Cartagena como el centro privilegiado y monumental que

encerraban la parte colonial de la Heroica. Y que se veía impedido por la existencia de una

enorme “agrupación de chozas, sin estética, sin higiene y constituyendo una verdadera

vergüenza para Cartagena”146. Hacer desaparecer el feo aspecto de un montón de chozas,

con paredes de cartón, hojalata y cuanto material de desperdicio con que estaban

construidas estas, era el propósito de los sectores dirigentes.

Según informes de la Junta de Erradicación de Tugurios de Cartagena, la urbe estaba

rodeada de un cinturón de tugurios, presencia de un retrato fiel y descarnado de la realidad

local. Cada vez que se hacía mención de este fenómeno en Cartagena, se aludía

concretamente a Chambacú, considerada la zona negra por excelencia de la ciudad, y ello

era el resultado de estar tan cerca al centro turístico. No obstante, las zonas de tugurios se

habían multiplicado vertiginosamente. Para el año de 1967, según informes de las

autoridades competentes encarnadas en la Oficina de erradicación de tugurios, no era

posible tender la mirada hacia ninguno de los puntos cardinales sin chocar con este

fenómeno, que para el gobierno local y nacional constituía parte “de las naciones

rezagadas”.

145
BNC, Diario de la Costa, Cartagena, 11 de Mayo de 1963.
146
BNC, El Universal, Cartagena, 27 de Febrero de 1970.

79
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Cartagena 1943 – 1978

Una prueba palmaria de ello es la circunstancia especial de que cualquiera de las cuales
entradas que tiene la ciudad presenta este ominoso lastre. Cuando señalamos sus cuatro canales
de acceso nos referimos, naturalmente, a su terminal marítimo, su aeropuerto inconcluso, la
desvencijada Carretera Troncal de Occidente y la promisoria vía de la Cordialidad 147.

Todos esos canales de acceso de la ciudad, se encontraban inmersos en un espeso mar de

zonas tuguriales, como podía constatarlo hasta el más desprevenido de los observadores

ocasionales. Al respecto en páginas del diario El Universal de la ciudad de Cartagena, se

expresaba el desasosiego que existía al parecer de esta realidad local.

…Y esa es Cartagena: un montón de tugurios hacinados, superpuestos, hasta los cuales no ha


llegado –y tal vez no lleguen en muchos años- los vientos renovadores de la civilización. Este
insuceso ha tomado tal incremento, hasta llegar a extremos tan preocupantes, que a primera
vista Cartagena semeja –antes que una ciudad con tremendo potencial turístico- una abigarrada
multitud de covachas miserrisimas, cuyo denominador común es una inquietante promiscuidad.
En ellas conviven, odiosa armonía, en confusa mezcla degradante, deshechos especímenes
humanos y los más bajos representantes de la escala animal. No sienten las personas colocadas
en esta lastimosa situación, ni la vergüenza de su postración ni el deseo de redimirse. Es como
si se hubiesen identificados plenamente con su estado miserando y como si los estímulos
hubiesen acabado para ellos. Mientras se insista y persista en la política de no ver las cosas de
su tamaño real, no podremos a aspirar a que Cartagena supere su actual etapa depresiva, que
constituye un abultado motivo de vergüenza y una razón más para los que piensan que nuestra
ciudad está condenada a la muerte por asfixia. Y si la muerte se produce, la asfixia la
provocaran los cinturones tuguriales de que hablamos al comienzo 148.

Lo anterior es reflejo palpable de que los cimientos sobre los cuales se levantaba esta

sociedad, era ajena a la realidad misma en la que se estructuraba. Aquellos eran raíces de

una sociedad marginada, casi ajena a los sectores menos envilecidos de la comunidad,

donde la acción oficial encargada de aliviar –y solo en parte- las angustias de los sectores

sociales olvidados, para ellos representaban un pesado lastre para el progreso económico

de la urbe.

147
B.C.N, El Universal, Cartagena, 28 de mayo de 1967.
148
B.N.C, El Universal, Cartagena, 28 de mayo de 1967.

80
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Cartagena 1943 – 1978

Por ejemplo, en medio de la administración municipal el Alcalde Mayor de Cartagena,

Gustavo Lemaitre Román, se había ordenado a la Inspectora de Policía - Xenia Jiménez

Machado - encargada del sector de la Popa, “para que evite por los medios la

proliferación de los tugurios que han venido construyendo en la falda de la Popa”149. Puesto

que ya era hora de hallar la forma de erradicar ciertas zonas negras, que se convertían,

como decía Neruda, esto expuesto por un habitante de la ciudad “en collares de púas para

las ciudades con horizontes”150.

Por tales circunstancias, se fundó la Oficina del Plan Regulador de la ciudad, llamada a

elaborar programas que tuvieran las bases para adelantar una firme política de erradicación

de tugurios, y de acuerdo con el informe oficial preparado por la OPR se elaboró un mapa

completo de la ciudad en el que se señalaban con precisión cuales eran las zonas tuguriales,

las cuales estaban conformadas por Paulo sexto, San Francisco y Chambacú.

El concepto de las autoridades municipales era no permitir la proliferación de sitios como el

de Chambacú, que surgió, como los calificó un alto funcionario distrital, gracias a los

profesionales de las “invasiones”. En ese sentido, el programa del plan regulador,

contemplaría la demarcación de urbanizaciones para en ellas, y así, ir albergando a las

gentes que con frecuencia apelaban al sistema de las invasiones, que además, se convertían

en un gran problema de orden público. En este aspecto, el plan demarcaba que todas las

149
B.N.C, Diario de la Costa, Cartagena, 12 de Enero de 1967.
150
B.N.C., Diario de la Costa, Cartagena, 12 de Enero de 1967.

81
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Cartagena 1943 – 1978

veces que se presentaran situaciones de esta índole, la fuerza pública intervendría con

cautela pero también con energía, “Puesto que aquí no permitiremos más zonas de

tugurios”151.

Durante esta coyuntura, las autoridades de Cartagena llegaron incluso a concluir en

definitiva sobre el tema tugurial, “que la pobreza de la vivienda no es la que hace el

tugurio, es la zona en la que esta vivienda pobre ha sido construida, la que determina su

calidad de tugurio”152. Aquello hacía eco por supuesto, a que este suceso había tomado tal

incremento, hasta llegar a tales extremos, que a primera vista Cartagena semeja –antes que

una ciudad con tremendo potencial turístico- una abigarrada multitud de covachas

antiestéticas. Procurando como objetivo central ante todo atender a Chambacú. Puesto que

este sector había sido, desde los años 20, el más difícil de erradicar y al mismo tiempo, el

más penoso “por hallarse en las mismas goteras centrales de la ciudad, hay que comenzar

por él y luego atender a los de la periferia con nuevas promisiones vivenciales”153.

Cartagena se había venido desarrollando sin seguir ningún plan urbanístico, salvo algunas

pocas excepciones. En el primer decenio de este siglo -XX- era tan solo el recinto

amurallado y una que otra quinta en el Cabrero. Luego en el segundo decenio, se fueron

poblando los barrios dichos arriba y comenzaron a surgir otros como La Quinta, El Bosque

Torices, Amador, Manga, Pie de la Popa. Para 1926, se empezaron a ver en Bocagrande

algunas casas de los empleados de la Oil Company y de la Andian Corporation, con

151
B.N.C, El Universal, Cartagena, 15 de Marzo de 1965.
152
B.N.C, Diario de la Costa, Cartagena, 29 de Septiembre de 1964.
153
B.N.C, Diario de la Costa, Cartagena, 13 de Septiembre de 1966.

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Cartagena 1943 – 1978

antejardines y la arquitectura regional comenzó a romper los viejos moldes. La Matuna, era

también otro de los barrios nuevos que databa de unos doce años. Tenía una cabida de

cinco hectáreas y sus edificios eran destinados al comercio y a casas de vecindad.154

El área poblada de Cartagena alcanzaba para 1965 unas mil doscientas hectáreas que se

distribuían así:

Cuadro de
Bocagrande 106 Hect
Cartagena (centro) 6 “
Getsemaní 30 “
Matuna 5 “
Cabrero 14 “
Chambacú y Espinal 42 “
Torices y Caraeperro 75 “
Canapote y Lemaitre 66 “
Crespo (parte poblada) 20 “
Píe del Cerro 18 “
Amador 18 “
Pie de la Popa 24 “
Barrio Chino 18 “
La Quinta 30 “
Alcibia y España 24 “
Bosque 140 “
Manga “
prado y Bruselas 140 “
Amberes 28 “
Boston 48 “
Tesca Nuevo 39 “
Buenos Aires 45 “
Olaya Herrera 30 “
Blas de Lezo 60 “
Ternera 64 “
Albornoz 20 “
10 “

TOTAL 1.174 “
Cuadro 1. B.N.C, Diario de la Costa, Cartagena, 11 de Agosto de 1965

154
B.N.C, Diario de la Costa, Cartagena, 11 de Agosto de 1965.

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Cartagena 1943 – 1978

En este orden de ideas, el desarrollo urbano y turístico de Cartagena, según la voluntad de

los dirigentes; debía encaminarse hacia el establecimiento y auge de sus nuevas barriadas

urbanas. La creación y funcionamiento de nuevos sectores residenciales atractivos,

posibilitarían el incremento del sector turístico y de paso el promisorio futuro inmediato.

La ejecución de estas obras de fomento de sustantiva importancia urbanística se convertían

en las más vitales de Cartagena, y sin lugar a dudas, en uno de los movimientos más útiles

para el progreso de la ciudad y su transformación urbana, y que tenían especial interés

precisamente por la intervención activa y permanente en el problema de los tugurios155.

El traslado que para 1971 tuvieron que hacer los habitantes del viejo Chambacú, fue

dispuesto a zonas distantes del centro turístico, en barrios como Chiquinquirá, Paraguay, El

Nuevo Porvenir, Las Lomas y República de Venezuela. Lugares donde también seguían

conservando las condiciones precarias que tenían en la antigua barriada. De acuerdo con el

historiador Orlando Deavila, la situación económica de aquellas familias reubicadas, era

peor que cuando se encontraban en Chambacú “ya que se alejó a los exhabitantes, tanto al

hombre y a la mujer de su fuente de trabajo, ocasionándole, además, erogaciones que no se

incluían en el presupuesto familiar”156.

En términos generales, la situación social y económica de los chambaculeros no había variado


sustancialmente. La pobreza, que fue en principio lo que el gobierno decía querer erradicar,
seguía su curso ininterrumpido. No podía esperarse un resultado distinto. Las causas originarias
de la pobreza jamás fueron tocadas. La pobreza vas más allá de la no posesión de vivienda, por
lo tanto demanda soluciones estructurales que para el caso de Chambacú no fueron tomadas 157.

155
B.N.C, El Universal, Cartagena, 15 de enero de 1966.
156
Orlando Deávil, Políticas Urbanas, Pobreza y Exclusión Social en Cartagena: El Caso de Chambacú 1956
– 1971, p. 126.
157
Orlando Deávila, Políticas Urbanas, Pobreza y Exclusión Social en Cartagena: El Caso de Chambacú
1956 – 1971, p. 128.

84
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Cartagena 1943 – 1978

El caso de Chambacú ilustra perfectamente como el proyecto turístico de la Urbe, fue ante

todo, una construcción excluyente y con fuertes signos de segregación espacial. Se nota

claramente, que a la hora de trasladar a los habitantes hacia las goteras de la ciudad, lo que

se necesitaba mejorar era la calidad del espacio, más no, las condiciones de sus gentes.

Estas tenían que estar lejos de las postales, administrando, al menos, su propia miseria.

3.2.El Plan de Acción de 1972: El caso de la península de Barú y las playas de


Cartagena.

Al finalizar la década los 60, el presidente Carlos Lleras Restrepo fue uno de los más

importantes promotores de la industria turística en el país; entidades como la Corporación

Nacional de Turismo y legislaciones como la 60 de 1968158, fueron logros conseguidos a

favor de esta empresa. En esta década que finalizaba, y en la que comenzaba, el turismo

había demostrado ser una de las más eficaces empresas para obtener divisas, y para ello, se

pusieron en marcha macro-proyectos con el fin de estructurar los centros turísticos del

país.

Entre tanto, la ciudad de Cartagena había logrado posicionarse como uno de los principales

centros turísticos del país, y como es de suponer, los planes de desarrollo turístico

adelantados desde el Gobierno se concentrarían en Cartagena y en otras ciudades del Caribe

158
“Ley 60 de 1968” en A.H.C, Diario Oficial, Cartagena, 28 de Diciembre de 1968.

85
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Cartagena 1943 – 1978

colombiano. Así pues, para el mes de julio de 1972, la Corporación Nacional de Turismo de

Colombia, presentó el Plan de acción para el proyecto de desarrollo turístico de la Costa

Atlántica y San Andrés. Aquel plan estuvo bajo la consultoría de la firma Arthur D. Little,

Inc. & Integral Ltda y los dineros para el estudio, fueron obtenidos del Fondo Nacional de

Proyectos de Desarrollo (FONADE). Dicho plan se concentraría específicamente en tres

ciudades; Cartagena, Santa Marta y San Andrés respectivamente.

Dentro de aquel ambicioso proyecto, estaban sustentados los nuevos propósitos en materia

de infraestructura; carreteras, aeropuertos, obras de remodelación, trabajos en las playas,

restauración de monumentos y de la Ciudad Amurallada, entre otras premisas. Al parecer la

idea, era renovar y generar en Cartagena y otras ciudades del Caribe, las condiciones

apropiadas para la competitividad en los mercados del exterior.

Si se juzgan los proyectos de desarrollo turístico a la luz de estrategias de nuevo Plan de


Desarrollo Nacional, indudablemente que se ajustan a él en forma muy estrecha. La generación
de divisas constituye sin duda alguna el mayor beneficio de los proyectos turísticos. El
Gobierno ha reconocido en forma explícita este hecho al puntualizar que un complemento
significativo en la política de promoción de exportaciones sería un desarrollo creciente de
nuestra industria turística159.

Según lo anterior, la renovación urbana era la pieza clave para el fomento del turismo en

Cartagena, y por esa razón, el plan se efectuaría en tres etapas. La primera, de 1972 a 1977,

dedicada a la infraestructura estrictamente requerida para los centros turísticos prioritarios;

la segunda de 1978 a 1982, apuntaba a la infraestructura construida fuera del área del

159
Corporación Nacional De Turismo, Plan de Acción para el Desarrollo Turístico de la Costa Atlántica y San
Andrés, Estudio Financiado por el Fondo Nacional de Proyectos de Desarrollo (FONADE), Julio 1972,
Tomo I, p . 3.

86
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Cartagena 1943 – 1978

proyecto y de la comunidad local; y la tercera de 1983 a 1990, era solamente para los

centros turísticos prioritarios. En síntesis, el proyecto se dividía en tres componentes:

infraestructura interna, infraestructura externa y superestructura.

Dentro de lo que se denominó infraestructura externa, el plan contempló la construcción de

un nuevo aeropuerto internacional, ya que según el proyecto, el “aeropuerto de Crespo

presenta bajas especificaciones en la pista de aterrizaje, carencia de áreas suficientes y

servicios inadecuados en su terminal; por lo tanto no se ajusta a los requisitos del mercado

turístico internacional160”. Como lo muestra la actualidad, no hubo tal, el nuevo

aeropuerto al parecer representaba altas facturas, y por ello, en años posteriores, se trató de

adecuar el de Crespo a los estándares que demandaba el turismo internacional. Otro punto

dentro de la infraestructura externa, fue el sistema de carreteras, el cual se pensó como

arterias entre el “nuevo complejo turístico de Barú” y el nuevo aeropuerto de la ciudad,

tramos viales entre Crespo y la Boquilla, la Boquilla y Tierrabaja hasta el corregimiento de

Pasacaballos, conectarían a la nueva zona turística de Cartagena, todo ello, acompañado

de una política de higienización, tratamiento de aguas negras y el control de focos

infecciosos o contaminantes. Además de la construcción de un moderno enclave turístico

en la isla de Barú y demás archipiélagos de la ciudad, también se pretendió apoyar el

complejo turístico que los dirigentes cartageneros 30 años atrás habían empezado a

160
Corporación Nacional De Turismo, Plan de Acción para el Desarrollo Turístico de la Costa Atlántica y San
Andrés p. II – 7.

87
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imaginar y construir. Obras de remodelación, restauración de monumentos y trabajos en

las playas fueron vislumbradas dentro del completo proyecto.

Si bien el plan de acción de 1972, como no los demuestran los años no se llevó a cabo, al

menos en su totalidad, podemos inferir que de él se desprendieron y sobre todo se

afianzaron prácticas de exclusión y segregación espacial de aquellos sectores pobres de

Cartagena. El proyecto al igual que los dirigentes cartageneros a favor del turismo,

pensaron que las gentes pobres de la ciudad eran un verdadero obstáculo, no sólo para la

imagen turística de la ciudad, sino que también para el futuro mismo del turismo en

Cartagena. Por ejemplo, cuando en el mencionado proyecto se pensó en la península de

Barú como el nuevo destino del turismo mundial, se hizo prioritario excluir de aquel lugar a

los habitantes, que en su inmensa mayoría, estaban compuestos por afrodescendientes y lo

que era aun peor, por pobres.

La península de Barú es un territorio rural de muy baja densidad de población. La tierra ha sido
usada principalmente para la ganadería de pastoreo y algo de agricultura sin ninguna técnica
durante los meses de lluvia; además los habitantes se dedican a la pesca, como base de
subsistencia. Hay tres pueblos pequeños establecidos en la península desde el siglo XVIII, con
una población total de más o menos 3.000 habitantes descendientes de negros que se escapaban
y de los liberados en el siglo XIX.
La comunidad de Barú, localizada en el extremo sur de la península, es la más antigua y más
grande de las tres, con más o menos 1.500 habitantes de una vida muy primitiva y dedicados al
cultivo comunitario de 3.000 hectáreas que fueron dadas a la población de Barú por el Gobierno
en 1850. Sus actividades agrícolas se combinan con la pesca pero desgraciadamente, a menudo
lo hacen con dinamita, debido a la falta de vocación y tradición de pescadores, ya que
anteriormente solo vivían de la agricultura y el contrabando.
La comunidad de Santa Ana, localizada hacia la parte norte de la península sobre la bahía de
Barbacoas, tiene 1.000 habitantes, descendientes principalmente de los nativos de Barú. Sus
gentes combinan la ganadería y la agricultura primitiva durante los meses de lluvia con la pesca
durante los meses de sequía, para lo cual tienen vocación y tradición.
Ararca es la tercera comunidad, la más pequeña como también la más nueva y la más pobre,
con una población total o más o menos 600 habitantes cuya actividad principal es el cultivo de

88
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Cartagena 1943 – 1978

la marihuana y el trabajo como peones en las fincas vecinas. Muchas de estas fincas con
propiedad de personas de otras partes161.

Los pobres poblaban sin duda una de las zonas que más proyección turística tenía en el

país, por tal motivo, su presencia era innecesaria, casi que antónima a la imagen con la que

se ofertaría el nuevo paraíso del Caribe colombiano. Después de haber descrito brevemente

algunas generalidades sobre las gentes de la península de Barú, el proyecto fue enfático a la

hora de excluir y marginar a la población nativa, que por largos años, habían a su manera y

con múltiples carencias, acondicionado el territorio de acuerdo a sus necesidades.

La tradición e idiosincrasia de estos pueblos no son apropiadas para trabajar en hoteles o en la


industria turística, al menos por muchos años. Por otra parte, el establecimiento de otras gentes
cerca a estos pueblos podría producir una destrucción de su estructura social. Por lo tanto al
planear el uso de la península para el turismo, se creará un pueblo de Servicio para mantener
estas comunidades tan independientes como sea posible, del impacto directo de los desarrollos
turísticos162.

La isla de Barú era pensada en función del hipotético número de visitantes que llegarían y

de la supuesta cantidad de divisas que se adquirirían en el proceso. Tanto fue la ambición

del plan de acción, que se habían visionado carreteras, un acueducto y hasta reservas

naturales.

El plan de uso de la tierra también contempla la zonificación y regulación para el desarrollo


inmediato y futuro del pueblo de servicio, que quedará localizado en la orilla norte de la
Ciénaga de Portonaito. Los terrenos que no vayan a ser utilizados en el desarrollo turístico o
que vayan a ser reservados para uso agrícola por parte de los nativos, serán mantenidos como
un parque y se debe desarrollar en ellos un programa de reforestación. 163

161
Corporación Nacional De Turismo, Plan de Acción para el Desarrollo Turístico de la Costa Atlántica y San
Andrés p. II – 13.
162
Corporación Nacional De Turismo, Plan de Acción para el Desarrollo Turístico de la Costa Atlántica y San
Andrés p.II – 14.
163
Corporación Nacional De Turismo, Plan de Acción para el Desarrollo Turístico de la Costa Atlántica y San
Andrés

89
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Cartagena 1943 – 1978

Pero si en el plan aparentemente se mencionó el mejoramiento de las condiciones de vida

de los nativos - en cuanto y solo a servicios públicos se refería - y al parecer, se les

reubicaría a “terrenos adyacentes” lejos de los turistas, aquellos seguirían viviendo bajos

los mismo patrones de pobreza. Mientras tanto, y a muy pocos kilómetros de los pobres,

estaría un verdadero paraíso para el deleite de los consumidores.

Pero estos signos de exclusión no fueron solo exclusivos de la península de Barú, las

playas de la ciudad, que para entonces se habían convertido en un serio dolor de cabeza,

dada la contaminación y el mal estado en las que se encontraban, también fueron blanco de

aquella lógica de ocultar la pobreza para inventar el paraíso.

Las playas desde muy entrado los años 50, habían sido tema de debates dentro de los

sectores dirigentes de la ciudad y la opinión pública, y en muchas notas de la prensa local,

se hacía referencia a la destrucción de las playas turísticas por culpa de los fuertes oleajes

y otros flagelos.

Uno de los mayores atractivos de Cartagena es su ubicación marítima. El mar atrae como imán
irresistible a las gentes del interior del país. Hay que ver la expresión de absorta admiración que
sienten al enfrentarse por primera vez a la inmensa extensión de agua que rodea nuestras costas
y nos cerca por todas partes. (…) La defensa de nuestras playas se hace imperativa, si no
queremos perder definitivamente uno de los encantos naturales, una de las mayores atracciones
que Cartagena brinda al turista. Una enorme extensión de playa ha sido ya destruida por el
oleaje, que ha logrado penetrar hasta la parte habitada de ciertos barrios y los amenaza con
destrucción. 164

164
“Defensa de las playas” en A.B.N, Diario de la Costa, Cartagena, Miércoles 11 de Enero de 1956.

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Cartagena 1943 – 1978

En el Diario de la Costa del 30 de mayo de 1963, también se hicieron evidentes muchas de

las problemáticas que tenían las playas turísticas de Cartagena:

En el balneario natural que es la zona de Marbella, hasta el establecimiento destinado a los


bañistas en proximidades de Crespo, los conductores de camiones de fuera han escogido su
parqueadero estorbando no solo el libre movimiento de los bañistas sino el transito ordinario de
otros vehículos hacia esa vía. Pero no es todo lo peor, sino que toda esa zona la han convertido
en un solo sanitario al aire libre y hasta en un basurero de otros desperdicios igualmente sucios.
Los turistas que acostumbran usar de esa zona para bañarse por ser una de las mas ideales y las
que menos peligros ofrecen, ya no pueden hacerlo con la confianza y seguridad de antes,
porque la abundancia de las materias viles, flotando en las aguas, les causa la natural
repugnancia. Tenemos entonces que ya no se trata únicamente de la seguridad de esos bañistas
amenazados siempre por los rateros que cargan con ropas y prendas valiosas, sino de la
indecencia que tiene lugar allí. Todo lo cual exige una vigilancia permanente. Si la policía
carece de personal con que poder apostar en esos lugares a un par de agentes que controle a los
rateros a los desaseados, se deben coaligar a los mismos hoteles y designar un policía cívica, de
dos o tres unidades, que salvaguarde a sus huéspedes de ser molestados ya en sus propiedades
como en las costumbres contra la higiene. Esto es lo que compete, porque de lo contrario la
situación se empeorara cada día, tiene también la palabra la Promotora de Turismo. 165

Entre tanto, La Promotora de Turismo a través de campañas, proyectos e inversiones,

impulsó el mejoramiento de este importante atractivo turístico. Al respecto, el Universal en

una de sus publicaciones, registra algunas de ellas:

La Promotora de Turismo en vista del estado deplorable en el campo del aseo de los barrios
residenciales turísticos de Bocagrande, Castillogrande y de sus playas acaba de iniciar un plan
de limpieza y asi corregir las fallas que existen en este sentido en los sectores mas visitados por
turistas nacionales y extranjeros. Es un plan organizado metodico y que seguramente lograra
sus propósitos de conseguir lo que no se ha podido hasta ahora de lograr que se limpien solares
recojan desperdicios en lotes sin construir, limpieza de calles y de los sectores playeros. (…)
dentro de las numerosas conclusiones a que se llego se encuentran entre otras las siguientes:

1. Limpieza General de las playas (ellas se harán por primera vez en colaboración con los
propietarios de establecimientos y después la Promotora pondrá dos personas semanales a que
se realice)

165
“En defensa de nuestras playas” en B.N. C., Diario de la Costa, Cartagena, Jueves 30 de Mayo de 1963.

91
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Cartagena 1943 – 1978

2. Control total por parte de las autoridades para que los volúmenes de los aparatos eléctricos
(traganikeles, pick-ups etc)-permanezcan bajos y no sean alterados ni en horas del dia ni de la
noche.
3. La policía tendrá a su cargo el control de que en esos sitios turísticos no sirvan de escenario de
frecuentes problemas entre mujeres de vida licenciosa y se ordenó además la suspensión de
166
piezas adyacentes a los citados establecimientos.

Sin embargo, uno de los principales problemas que experimentaban las playas turísticas de

la ciudad, era la presencia de nativos cartageneros, que con su solo aspecto, le restaba

atractivo turístico a la imagen turística de la ciudad, al menos así, lo muestra el plan de

acción de 1972, quien en una de sus recomendaciones menciona que:

El área de Marbella al norte de la ciudad amurallada, ha sido tradicionalmente la playa popular


de Cartagena, pero con la construcción de la avenida que une el aeropuerto con Bocagrande,
esta playa ha desaparecido (…) Si no se recuperan las playas populares, las áreas de turismo
internacional pierden su carácter de exclusivo, lo cual es importantísimo para esta clase de
167
turismo .

El carácter exclusivo de las playas demostró que en Cartagena los espacios se iban

configurando y ante todo reservando, a los visitantes que arribaban a la urbe. Por otro lado,

a las gentes pobres, solo se les responsabilizaba de las condiciones antihigiénicas de las

playas, producto de la nula conciencia turística que a ellos se les atribuía.

3.3.El Mercado Público de Getsemaní: Desorden, insalubridad y pobreza

El mercado público de Getsemaní, fue construido en 1904 como producto de la

recuperación económica que sufrió la ciudad a finales del siglo XIX. Dicho mercado, fue

166
“Limpieza de la ciudad y las playas realiza la Promotora de Turismo”, en A.B.N, El Universal, Cartagena,
Domingo 30 de Agosto de 1964.
167
Corporación Nacional de Turismo de Colombia, Op. Cit, p. II – 10.

92
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Cartagena 1943 – 1978

construido sobre las ruinas del antiguo baluarte de Barahona168, y al momento de su

inauguración significo para los dirigentes cartageneros, un monumento de la modernidad y

el progreso de la ciudad.

Sin embargo, a medida que fue creciendo el paisaje urbano de la ciudad, y se fue

consolidando un espacio destinado para el usufructo de la empresa turística, dicho Mercado

Público, se constituyó en un estorbo al proyecto de ciudad turística. En realidad, no era el

mercado el problema, sino sus gentes y el crecimiento desordenado que durante años había

tenido. Por esa razón, su traslado en 1978 no tendría reversa y a partir del uso de variados

imaginarios, se trataron de legitimar ante toda la opinión pública tal acción, a fin de crear

en este espacio, la sensación de caos, desorden y una brutal amenaza a la salud pública de

los cartageneros. Los imaginarios que se construyeron desde la prensa, discursos oficiales

y demás medios de difusión, apuntaron a que, sin duda alguna, el Mercado tendría que

estar fuera del centro, tal como lo deja ver el Universal al anotar que:

(…) La alimentación confundida con basura, y las aguas negras corren su curso normal lavando
de paso el pescado que se encuentra en el suelo y es quitado las escamas por una mulata (…).
Penetramos el arsenal, la basura esta esparcida por el suelo y se confundía con el pescado;
tomate y demás alimentos quedan a la venta en este sector; inmediatamente pensé en la cantidad
de dinero que han gastado en la construcción del nuevo que se halla ubicado en Bazurto y que
no han puesto en servicio, y las aguas negras que corrían paralelas y bañaba el pescado que
estaba escamando una mujer de color y el padre de esta, mientras que a su lado los perros
jugaban con dos bocachicos que habían sido quitados sus escamas y puestas a la venta al mejor
postor.

Esperamos que el departamento de salud e higiene, salgan de paso por el mercado público para
que observen el estado lamentable en que se encuentra y controlen la venta de alimentos ya que
es primordial para la salud del pueblo cartagenero 169.

168
Op. Cit, Eduardo Lemaitre, Historia General de Cartagena, p. 125.

93
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Es completamente cierto que el mercado se encontraba en las peores condiciones higiénicas

y sanitarias, pero detrás de este discurso estaba sigilosamente el deseo de erradicar a las

gentes pobres, pues quienes más que ellos para ser dueño y artífices de las basuras y el

desaseo. Al respecto El Universal registraba que:

“La Bahía de las Animas, uno de los sitios de mayor sugestión decorativa que tiene la ciudad,
punto de partida de los turistas hacia el Castillo de Bocachica y las Islas del Rosario, está siendo
cegada por la basura y las inmundicias que irresponsablemente arrojan en ella los mercaderes y
parroquianos de mercado público.

(…) QUE HACER CON ESTO? Un mercado en estas condiciones, y que además está
demasiado próximo al centro comercial de la ciudad, no SERIA MEJOR DEMOLERLO Y
REMPLAZARLO POR LOS LLAMADOS MERCADOS PILOTOS O SUPERRAYOS? 170

Más adelante en esta misma nota, se evidencia lo que consideramos el verdadero interés

que había generado el Mercado Público, en una ciudad que a lo largo del siglo XX, había

dado muestra de una frágil infraestructura y calidad de servicios públicos y que además

había sido epicentro de fatales epidemias producto de la lánguida planeación y la

desoladora realidad social.

PARA QUE ESTE PASO? Se puede responder a esta pregunta inquiriendo: Una ciudad
turística tiene derecho a presentar cuadros como el reseñado? Por qué razón no se borra este
punto negro del paisaje, que a no dudarlo es agradable en su conjunto?
Los cartageneros ya nos acostumbramos a ver las cosas como están, pero tenemos que
acostumbrarnos a ponerlas como deberían estar. Los alrededores del mercado no dejarán de
estar sucios mientras el viejo caserón no desaparezca171.

169
“El mercado público, la basura confundida con los alimentos”, en A.P.U, El Universal, Cartagena, 20 de
abril de 1977.
170
“El mercado central debe ser demolido y remplazado por mercados pilotos”, B.N.C., El Universal,
Cartagena, 18 de Agosto de 1959.
171
ibid.

94
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Cartagena 1943 – 1978

Para mediado de los 70, ya se empieza a construir el nuevo mercado, el cual para la opinión

pública entonces llegó a verse como la panacea al incontrolable problema de higiene que

sufría este obsoleto centro de comercio. Al respecto, la prensa de la época apunta:

(…) La inauguración del mercado de Bazurto es la más adecuada solución al múltiple problema
que genero el crecimiento desordenado del mercado central ubicado en el barrio de Getsemaní
en una zona que lentamente con el discurrir del tiempo borro de aquel escenario el antiguo
astillero de los carpinteros de rivera (…).

El nuevo mercado de Bazurto representa pues la solución al gran problema de Getsemaní.

REMODELACION

Lo primero que salta a la vista con el traslado señalado para el día 28 de este mes de enero es la
obra gigante a la que va a darle paso el traslado de la plaza de abastos central al enclave
moderno de Bazurto.

(…)

Allí se levantara en el futuro la estructura de un centro de convenciones que orientara Proexpo y


una marina que estará a cargo de Colturismo.

Por eso el traslado de Bazurto de la plaza de mercado de hoy es la positiva realización de otro
programa de aliento y que fija indudablemente el rumbo turístico de Cartagena de Indias
(…)172.

A partir de lo anterior, podemos afirmar que dentro de las proyecciones que la

administración local pensó para delimitar el orden urbano-turístico de la ciudad, no tenía

cabida en pleno centro histórico un mercado publico a reventar cuyas condiciones

higiénicas no eran las mejores, sumándole a esto la tergiversación que hizo la prensa de las

condiciones de antihigiénicas del viejo mercado de Getsemaní.

172
“El mercado de Bazurto una solución necesaria”, B.N.C., El universal, Cartagena, Miércoles 11 de enero
de 1978.

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Para 1978 el Mercado de Getsemaní había sido desalojado hacía el nuevo mercado

(Bazurto). No obstante, cabe precisar, que en medio de las polémicas que generó el

traslado, ya se tenían unos planes para el uso del espacio donde estaba el obsoleto

mercado, y estos por supuesto, si estarían acordes a la imagen de ciudad turística con la

que se ofertaba a la urbe. Así pues, en este espacio se entonces levantaría el actual centro

de convenciones inaugurado en 1982. En la actualidad, parece que se empiezan a

desempolvar aquellos discursos y problemáticas para erradicar el mercado de hoy, y

trasladarlo aún más lejos del centro turístico de Cartagena. Lo que sin duda nos demuestra

como en esta ciudad, las necesidades de mantener y renovar una imagen turística, llevan

consigo efectos colaterales que afectan, en la gran mayoría de los casos negativamente a los

sectores menos favorecidos de la población cartagenera; quienes históricamente han estado

supeditados a los vaivenes del caprichoso marketing turístico.

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CONCLUSIONES

Los cambios económicos y sociales que experimentó Cartagena en las primeras dos

décadas del siglo XX, fue el contexto en el cual se empezó a pensar a la ciudad de cara a la

actividad turística. En principio, el turismo obedecía a un reducido sector de la elite política

y empresarial de la ciudad, quienes desde sus inicios comenzaron a impulsar muchas de las

normas y organizaciones que se dispusieron para alentar, aunque fuera un poco, este

renglón de la economía local. Con la afluencia dinámica de turistas que se da en los años

30, el turismo comienza a cobrar importancia dentro del ámbito no sólo local, sino

nacional, pues leyes como la 86 de 1931 dieron paso a muchas legislaciones que buscaron

dar un sustento legal y jurídico a esta empresa. En ese sentido, Cartagena sería la ciudad

con mayor proyección en cuanto a turismo se refería ya que su posición geográfica

privilegiada y su legado patrimonial le darían las bases para poder comenzar a generar un

vertiginoso desarrollo de este sector económico.

Así pues, de la mano de un crecimiento urbano se hace visible en Cartagena un

crecimiento turístico, de modo que empiezan a ofertarse muchos sitios de interés para los

visitantes y sobre todo, empiezan a surgir organizaciones locales dispuestas a fortalecer el

turismo y entre otras cosas, a cavilar un discurso turístico basado en el pasado colonial de la

urbe. No obstante, los dirigentes cartageneros se encontraron durante todo el período en una

constante lucha por captar fondos y adecuar la infraestructura necesaria para posicionar a la

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Cartagena 1943 – 1978

ciudad en el concierto del turismo internacional, el cual después de la posguerra va a

convertirse en una de las más exitosas industrias en el planeta.

Las organizaciones oficiales como la Corporación Nacional de Turismo, del distrito y las

civiles, entendieron que solo se podía competir si se tenía una imagen posicionada y un

discurso sugestivo dotado de mitos y realidades un tanto exageradas. Por esa razón, se puso

en marcha en esta ciudad, la adecuación de atractivos y rutas para empaquetar, por decirlo

de alguna manera, la oferta turística. Este destino tenía varias modalidades de consumo. La

primera, el patrimonio y la historia de una Cartagena española e hidalga. La Segunda, un

paisaje de sol, playa y mar donde se podían deleitar los más agradables parajes marítimos

de un autentico paraíso caribeño. Estas dos fueron, grosso modo, las más representativas

imágenes de Cartagena para captar visitantes. Sin embargo, la ciudad necesitaría, más allá

del propio discurso, el espacio o lugar turístico y naturalmente estos lugares estaban

habitados por los ciudadanos del común y sus prácticas sociales, que en la gran mayoría de

los casos contradecían a la imagen que se quería brindar al turista.

El proyecto pro- turístico emprendería una gran empresa para de una vez consolidar el

sector turístico y posicionar a la ciudad en los mercados internacionales. Por ello, se hizo

completamente necesario evaluar las posibilidades que tenía Cartagena de cara a los nuevos

retos y devenires de la industria sin chimenea. En tal sentido, el entonces alcalde de la

época, Ernesto Carlos Martelo, contrata en 1957 a una de las más afamadas firmas

consultoras en cuanto a lo turístico se refiere, se trataba de la Stanton Robbins & CO. Inc.

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El estudio que elaboró dicha firma, fue sin duda la piedra angular de los nuevos proyectos

que tenían que ver con la infraestructura, servicios, y sobre todo, la comunidad.

Luego del estudio y las recomendaciones que aquí se expresaron, la opinión pública de la

ciudad afianza su carácter de promotor turístico y sin lugar a dudas, este fue un impulso

vital para que en esta ciudad se adelantasen los cambios urbanos y sociales que se

desprendieron del plan de ciudad turística. De no ser por la prensa y sus continuos llamados

de atención, el proceso de resistencia a la segregación y exclusión hubiera sido más radical

y menos endeble. Periódicos como El Universal y el Diario de la Costa, fueron

gradualmente en el imaginario de los cartageneros delimitando los espacios y coadyuvaron

a la creación de las rutas por las que los turistas debían trasladarse. Así mismo, advertían la

proximidad de la pobreza a estos lugares y como ello era una seria amenaza para el

desarrollo del turismo cartagenero.

Con una modesta serie de atractivos y con algunas restauraciones importantes, el turismo en

la ciudad se avecinó a su etapa más transformadora, ya que la morfología urbana de la

ciudad al entrar la década de los 70, empezaría a borrar de un pincelazo la pobreza y a

legitimar el mito del paraíso. Las erradicaciones de asentamientos populares, y sobre todo,

de las gentes populares, fueron sin duda, una de las más esenciales muestras de la forma

antidemocrática en la que fue pensado este modelo de ciudad turística en Cartagena.

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Cartagena 1943 – 1978

Quizás uno de los casos más dicientes es la erradicación del barrio Chambacú; donde un

tugurio miserable fue desplazado hacia las goteras de la ciudad, lejos de la mirada del

gobierno y la comunidad local, lo suficientemente lejos de los folletos y revistas turísticas,

viviendo entonces, en las penurias de los círculos de pobreza existentes hoy en

Cartagena173, donde se concentran y construyen los miedos dentro de la desolación de una

Cartagena inimaginable por los turistas que la visitan, allí donde hoy donde también se

hallan confinados los focos de miseria, que se extienden desde las faldas de la Popa,

bordean la Ciénaga de la Virgen y avanza sobre la zona suroriental, incluyendo barrios

como: Olaya, el Pozón, Nelson Mandela y otros donde se hace más evidente el olvido

estatal. Así como también podemos sumar a la lista, la erradicación del mercado público de

Getsemaní en 1978.

En síntesis, queda demostrado como el turismo en Cartagena es un proceso que recorre

buena parte del siglo pasado, y que desde sus inicios fue un proyecto excluyente en el que

el beneficio estaría predestinado a una reducida elite; a cambio los habitantes de la ciudad

fueron disciplinados gracias a la labor de la prensa y se hicieron parte de un discurso que

nunca los incluyó, todo lo contrario los marginó y segregó hacía otra ciudad donde se

terminó configurando nuevos órdenes y códigos sociales en nuevos espacios, donde los

límites fronterizos al paraíso están fuertemente demarcados.

173
Irene Salazar y Gerson Pérez, “La Pobreza En Cartagena: Un Análisis por Barrios”, en: Documental de
Trabajo sobre economía Regional, Nª 94, Cartagena, Agosto de 2007, p. 34 – 35.

100
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Cartagena 1943 – 1978

Por estos días la imagen de la ciudad es conocida como “ciudad patrimonial del mundo” o

“World Heritage City” con lo que vale la pena preguntarse si ¿World Heritage City es lo

que nos identifica por completo a los cartageneros?, a sabiendas que este es uno de los

motivos sobre los cuales se concibió el proyecto de la actual Marca Ciudad, como

reconocimiento, más que a lo material (su identidad como patrimonio histórico universal), a

lo in-material, a la gente, a la cultura, a la cotidianidad y a la apuesta de crecimiento y

desarrollo que se quiere proyectar, puesto que Cartagena tiene la necesidad de empezar a

mostrarse como una ciudad incluyente y no solo como escenario de atractivos turísticos.

Pero irónicamente día a día se incrementa entre el imaginario de muchos cartageneros, la

sensación de dos Cartagenas: la que se muestra y la que no, y donde se excluye o maquilla

a gran parte de los nativos que han sido testigos de los hechos acaecidos en esta ciudad

desde su fundación, de una ciudad que hoy tiene gran relevancia para el mundo como

potencial portuario y punto insigne de la cultura, el turismo y la historia de los pueblos del

Caribe.

101
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Cartagena 1943 – 1978

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