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Modulo 3 Parte 2 PDF
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Filosofía Moderna
Kant. Hegel. Marx
Inmanuel Kant nació en Königsberg, Alemania, y murió en la vejez en la
misma ciudad. Fue profesor de la universidad del mismo nombre y se
dedicó a la filosofía durante toda su vida. Su filosofía se centra en dos
problemas básicos: el conocimiento y la ética.
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añaden, para Hume, ningún nuevo conocimiento porque lo que está en el
predicado se encuentra implícito en el sujeto.
Kant sostendrá que ese tipo de juicio es sintético a priori, por eso es
universalmente verdadero y necesario. Estos juicios tienen la característica
de los sintéticos por cuanto describen hechos empíricamente observables y
la de los analíticos, cuya verdad es necesaria y universal. La característica
analítica es la que los hace a priori. Esa aprioricidad es la que intentará
explicar Kant en la Critica de la Razón Pura y la que lo lleva a formularse la
pregunta ¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori? Hay que tener
en cuenta que para Kant las leyes científicas se expresan por medio de
juicios sintéticos a priori y por lo tanto lo que se debe explicar, no
demostrar ni probar, es como son posibles esos juicios. Con respecto a la
pregunta sobre la metafísica como ciencia Kant da una repuesta negativa,
dado que la metafísica no basa sus pseudo conocimientos en la
observación empírica. Además el ser humano no está capacitado
cognitivamente para conocer la esencia de las cosas. Veremos que según
Kant el conocimiento humano se agota en el fenómeno, es decir, en
aquello a lo que se puede llegar con el uso de sus capacidades cognitivas: la
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sensibilidad, el entendimiento y la razón. El fenómeno es lo que aparece a
la conciencia humana a nivel de la sensibilidad y el entendimiento. Es lo
que a nivel sensorial se percibe y a nivel intelectual se organiza. No es la
esencia de la cosa (a la que Kant llama noumeno), sino su apariencia, o sea,
el fenómeno.
Estética trascendental
En la Estética Trascental Kant define al espacio y al tiempo como formas a
priori de la sensibilidad. Esto quiere decir que ambos son condiciones del
sujeto cognoscente y no de las cosas. El ser humano conoce a nivel sensible
gracias a los cinco sentidos y al tiempo y al espacio que son intuiciones
puras a priori que permiten ordenar los datos que le llegan por la vista, el
tacto, el olfato, el gusto y el oído. Esto quiere decir que el sujeto
cognoscente está como programado para percibir los fenómenos en el
espacio y el tiempo. No habría fenómenos sin la condición a prior de la
sensibilidad humana para percibirlos en el espacio y en el tiempo. Dicha
percepción o intuición de los fenómenos - que acaecen en el tiempo y se
ubican en el espacio- tiene como condición a priori, sin la cual no sería
posible, el espacio y el tiempo, que no son propiedad de los individuos
materiales que percibimos por los sentidos sino condiciones de nosotros
mismos como sujetos cognoscentes. Esto es un primer paso en la
explicación de Kantsobre los elementos a priori que la conciencia humana
pone en el proceso de conocimiento. Los fenómenos, o sea aquello que el
hombre conoce en la experiencia sensorial, son posibles porque él mismo
les da forma con el concurso de los sentidos y las formas a priori de la
sensibilidad.
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Analítica transcendental
En la Analítica Transcendental Kant explica la función del entendimiento
que consiste básicamente en juzgar. Los juicios con clasificados teniendo
en cuenta la cantidad, la cualidad, la relación y la modalidad. De esta
clasificación también se derivan las categorías que son ideas a priori de
carácter estructural y general ligadas a los doce tipos de juicios obtenidos
por la clasificación mencionada. De acuerdo a dicha clasificación los juicios
y las categorías respectivas son:
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condiciones a priori de la sensibilidad y el entendimiento, mientras que el
conocimiento de la esencia o noumeno estaría más allá de esas
condiciones, puesto que la esencia por definición tendría que ser una
entidad atemporal y no espacial.
Dialéctica transcendental
La dialéctica trascendental se ocupa de la razón. Delimita las funciones de
la misma a la operación de razonar, es decir, formular argumentos
lógicamente válidos de acuerdo con las leyes de la lógica. La razón puesta a
formular juicios o definir ideas que no se derivan de su propia estructura
incurre en contradicciones insalvables. Por lo tanto cualquier aseveración
de la razón relativa al universo, la sustancia, la causalidad, el espacio, el
tiempo, etc., carece de todo valor y fundamento. Esto por varias razones,
pero, principalmente, porque pretende asumir funciones que no son
estructuralmente de su competencia, como ser: intuir y juzgar. Si la razón
sostiene que el universo es infinito también puede sostener que no lo es,
ya que puede demostrar ambas cosas. Esto es una antinomia en la que se
antepone una tesis (el universo es finito), a una antítesis que la contradice
(el universo es infinito) que no aporta nada al conocimiento científico. Si
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podemos demostrar A y no A se incurre en una inconsistencia. Y en ellas
incurre la razón pura cuando usa las categorías del entendimiento con el
objeto de obtener conocimientos sobre el mundo, lo que no es posible
porque dicho conocimiento requiere del concurso de la intuición sensible y
las categorías conjuntamente. Las formas a priori de la sensibilidad y las
categorías por sí solas constituyen un conocimiento transcendental, o sea
un conocimiento del modo de conocer pero no de un hipotético "mundo"
exterior. La razón pura cae en las antinomias justamente porque usa esas
categorías y formas a priori con el objeto de obtener un conocimiento,
imposible, del cosmos.
Para Kant la ética no es posible sin el sujeto moral y sin un mundo u orden
moral en el que dicho sujeto actúe y sin un Juez Superior capaz de evaluar
los actos morales más allá incluso de esta vida. Pero el mundo del sujeto
moral no es como el orden natural en el que imperan las leyes de la
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naturaleza. Este es el reino de la necesidad, como dice Kant. El mundo
moral es el reino de la libertad, porque las leyes que en él imperan emanan
de la libre voluntad del sujeto moral. También es necesario Dios , el Juez
Supremo, ya que los actos morales no pueden ser juzgados y sancionados
por un juez humano . El juez de las actos morales es la conciencia moral del
sujeto y Dios. El sujeto moral sólo emite juicios pero no sanciona. Dios
puede sancionar, pero no en este mundo, sino en el que se encontrarán las
almas luego de la muerte. Esto lleva a Kant a sostener que el sujeto moral
es un ser con alma inmortal. Ahora bien, el sujeto moral actúa como ser
autónomo en el reino de la libertad. Pero el hombre es un ser social que
actúa dentro del orden jurídico donde impera el derecho positivo. Kant
llama al orden jurídico el reino de la legalidad. En él, el sujeto no es
autónomo porque las normas emanan de un legislador externo. Además el
sujeto de derecho actúa teniendo en cuenta no a la norma en sí misma sino
a las consecuencias que puede implicar el cumplimento - o no- de la
norma. La norma dice: si robas o mientes entonces se te aplicará tal
sanción. Quién actúa cumpliendo una norma de este tipo está pensando
que si no la acata será castigado. No actúa libremente sino condicionado.
Por lo tanto no actúa moralmente. Las normas morales no sólo emanan del
sujeto sino que se acatan libremente. Las normas del derecho positivo son
imperativos hipotéticos, es decir que tienen la forma de los juicios
hipotéticos: si tal cosa, entonces tal otra. Además no se acatan libremente
sino por interés o por coacción externa. El reino del Derecho es el reino de
la legalidad. Se puede actuar legalmente pero no por ello éticamente.
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Georg W. Hegel nace en Stuttgart, Alemania y se dedica durante su
juventud al estudio de la teología. Posteriormente se dedica a la filosofía y
construye tal vez el sistema filosófico más completo de la modernidad.
Influye marcadamente en el pensamiento de su época y en el pensamiento
contemporáneo.
Lógica y realidad
Para comprender el significado de esta frase de Hegel: todo lo real es
racional y todo lo racional es real, es necesario señalar que la
correspondencia entre el pensamiento y la realidad es un problema tan
viejo como la ciencia y la filosofía. Adoptaremos una posición crítica con
respecto a dicha frase y trataremos de mostrar sus puntos débiles, en
principio desde fuera de la teoría hegeliana. Creemos que esto es necesario
para una mejor comprensión del autor. En la antigüedad, y también
durante la Edad Media, este problema se planteó de diversos modos. Se ha
expuesto en capítulos anteriores la diferencia que algunos pensadores
hicieron entre lo aparente y lo real. Algunos de ellos, suponiendo al mundo
sensible como equiparable con lo aparente, se preguntaron cuál era el
grado de realidad de los conceptos generales que representaban a los
objetos. Fue el problema de los universales. Se dieron tres respuestas. Vale
la pena recordarlas: una de ellas, el realismo, sostuvo que los conceptos
eran independientes tanto respecto de las cosas individuales como del
pensamiento. Otra respuesta fue la del conceptualismo, según la cual los
conceptos eran representaciones mentales objetivas aunque no separadas
e independientes del pensamiento. Una tercera respuesta la dio el
nominalismo, que sostuvo que los conceptos, así como lo términos que los
expresaban, carecían de entidad independiente y no eran más que rótulos
que se les ponía a las cosas para nombrarlas. Estas tres respuestas, en sus
distintas modalidades y con variados matices, perduraron en el tiempo y
fueron adaptadas a problemáticas nuevas dentro del ámbito de distintas
disciplinas. En las matemáticas se adoptaron posiciones realistas,
conceptualistas o nominalistas en relación con ciertos problemas clave de
la disciplina.
Entre otros los relacionados con los conjuntos infinitos definidos por
Cantor a fines del siglo XIX. Aunque Cantor es bastante posterior a Hegel,
es importante mostrar la problemática que surge a partir del
descubrimiento de los conjuntos infinitos en relación con la realidad - o no-
de los entes matemáticos, que sin duda son los entes intelectuales o
racionales más relevantes en función de lo que nos importa mostrar. El
problema fue o estuvo ligado a la realidad o potencialidad del infinito.
Cantor había probado que existían infinitos de distinta dimensión. El más
pequeño de ellos es el conjunto denominado aleph sub cero. Se denomina
así a cualquier conjunto infinito coordinable con el conjunto de los
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números naturales. El conjunto de los números pares, por ejemplo, es de
este tipo. Se caracteriza por ser un conjunto con tantos elementos como el
de los números naturales puesto que por cada uno de estos últimos hay,
también, un número par. Hay conjuntos que no son coordinables con los
números naturales y que son considerados "más grandes" que los
conjuntos del tipo aleph. No viene al caso explayarse más sobre el tema,
pero sí es importante destacar lo siguiente: algunos matemáticos
sostuvieron que los conjuntos infinitos era actuales, es decir, que estaban
dados y completos. Otros, por el contrario, siguiendo una vieja tradición
aristotélica, consideraron que no había infinitos actuales sino sólo
potenciales, esto es, componibles por la agregación sucesiva de partes sin
llegar nunca a constituir una totalidad infinita en acto, aunque sí potencial,
dado que los elementos- partes podían continuar añadiéndose al todo
potencial (el infinito) indefinidamente. A los que adoptaron la primera
posición se los llamó logicistas, es decir, realistas y a los segundos
intuicionistas, o sea, conceptualistas.
A los nominalistas se los llamó formalistas y adoptaron una posición que les
permitió zafar del dilema entre intuicionistas y logicistas. Las entidades
matemáticas eran tales en tanto y en cuanto fuera susceptible expresarlas
por medio de un lenguaje formal adecuado. Para los logicistas las entidades
matemáticas tienen algún tipo de "existencia" independiente. Son objetos
distintos del sujeto que los piensa y subsisten por sí mismos. No importa
dónde ni cuándo. Esto no es platonismo o algo parecido. No se postula un
mundo ideal de entes matemáticos. Simplemente se considera a los entes
matemáticos como "realidades" objetivas que pueden ser pensadas. En
este caso se puede afirmar, sin incurrir en una exageración, que algún
aspecto de la realidad se corresponde perfectamente con el pensamiento y
que ese sector de la realidad es racional (téngase en cuenta esto cuando se
piense en la frase que sirve de punto de partida a esta digresión). Los
intuicionistas le pondrían un límite a la independencia de los entes
matemáticos: se corresponden con el pensamiento que los concibe y son
objetivos, pero no subsisten por sí mismos. Para los formalistas dichos
entes son y se constituyen como tales en la expresión formal exhaustiva
del lenguaje matemático.
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de los entes matemáticos. Lo que es viable desde cualesquiera de las
posiciones mencionadas. Por otra parte ninguna de ellas es un obstáculo
para la aplicación del lenguaje lógico matemático a la solución de
problemas relacionados con las ciencias empíricas. Pero esto no implica
que la realidad que estudian las ciencias no formales sea racional o lógica.
Que se pueden describir regularidades - las leyes de la ciencia- de manera
racional es un hecho. Esto no significa que dichas regularidades sean
eternas o necesarias desde el punto de vista lógico.
Dialéctica y realidad
"La antigua metafísica- dice Hegel- tenía (...) un concepto del pensamiento
más elevado del que se ha vuelto corriente en nuestros días. Ella partía, en
efecto, de la premisa siguiente: que lo que conocemos por el pensamiento
sobre las cosas y concerniente a las cosas constituyen lo que ellas
verdaderamente tienen de verdadero, de manera que no toma las cosas en
su inmediación, sino solo en la forma del pensamiento como pensadas.
Esta metafísica, por lo tanto, estimaba que el pensamiento y las
determinaciones del pensamiento no eran algo extraño al objeto, sino que
constituían más bien su esencia, o sea que las cosas y el pensamiento de
ellas (...) coinciden en sí y por sí, o sea que el pensamiento en sus
determinaciones inmanentes y la naturaleza verdadera de las cosas
constituyen un solo y mismo contenido" (Hegel: Ciencia de la Lógica, p. 43).
Esta cita tiene por objeto mostrar a la lógica dialéctica en relación con la
realidad, según los criterios del pensamiento idealista, que parte del
supuesto de que "...el pensamiento es el principio del mundo y que la
esencia del mundo ha de determinarse como pensamiento. De este modo
se ponen los fundamentos de una visión intelectual del universo, cuya
forma pura debe ser la lógica"( ibidem, p. 47). Lógica y realidad no se
contraponen. "`Pensar` es una expresión que aplica con preferencia a la
conciencia la determinación contenida en ella. Pero, cuando se dice que
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existen en el mundo objetivo intelecto y razón, que el espíritu y la
naturaleza tienen leyes universales, según las cuales se realizan su vida y
modificaciones, se acepta que las determinaciones del pensamiento tienen
asimismo valor y existencia objetivos" (ibidem, p 47).
Lógica dialéctica
“Ciencia de la lógica” es el título de la obra en la cual Hegel expone su
lógica y su ontología. Allí se sostiene que el contenido de la lógica es su
propia forma, que combinado con la aseveración de que todo lo real es
racional y todo lo racional es real, principio de la filosofía de la historia
hegeliana, lleva a una conclusión inevitable: la realidad es racional. Pero no
es una "realidad" separada, como la de Platón.
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algo separado y distinto de la realidad. Tampoco es una ciencia que por
ocuparse de la forma del pensar no tenga contenidos. El contenido es la
forma, que no es una estructura vacía puesto que es la forma de algo. La
forma es lo que determina y ordena a todo contenido.
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conocimiento absoluto de sí mismo como Filosofía. Esta es la razón por la
cual no sólo el pensamiento es racional y dialéctico sino que el mundo, la
naturaleza, así como la historia, con sus conflictos, su economía, etc., es
racional y dialéctico. Esa realidad es una realidad “inteligente”. Es Espíritu:
como objeto, como sujeto y como idea.
El proceso dialéctico
El proceso lógico es también ontológico: la dialéctica es su estructura
objetiva, esto quiere decir que no se trata de un proceso mental
solamente. El proceso a nivel ontológico, el cambio como tal, es lógico y
racional y el concepto que lo aprehende es real, o sea algo concreto. El
desarrollo de la cosa y del concepto que es su inteligibilidad está jalonado
por momentos. Cada momento del proceso es una instancia del mismo. El
concepto es la forma de cada una de esas instancias, por lo tanto el
pensamiento coincide con el proceso real puesto que él mismo es real. Es
real como concepto, pero dado que el objeto solo es objeto para un sujeto
por el concepto, el concepto acaba en objeto. Mientras el concepto no
coincide con su objeto (en la mente del sujeto) la tensión dialéctica está en
su máximo y el proceso antecede al resultado. El resultado es el
conocimiento del objeto por el sujeto en el concepto. De este modo,
momento y concepto se sumergen el uno en el otro constituyendo lo real,
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lo objetivo, a saber, lo que es otro para un sujeto. El conocimiento
conceptual presupone a toda determinación como esencial: "...su
elemento y su contenido no son lo abstracto o irreal, sino lo real, lo que se
pone a sí mismo y vive en sí, el ser ahí en su concepto" (Hegel:, p 32). Los
conceptos son instancias dialécticas del conocimiento que no sólo son la
culminación en un resultado sino, también, partes constitutivas del mismo
como términos de un desarrollo y principio de otro. El concepto es a la vez
su momento, su desarrollo y su resultado. Se fusionan en él, como la tesis (
lo puesto) y la antítesis ( lo opuesto) de un argumento se fusionan y
superan en la síntesis (el resultado). En todo proceso dialéctico será tesis el
concepto inicial, antítesis el concepto que se le opone y síntesis el
concepto superador o resultado.
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implica no ser otra cosa. Omnideterminatioestnegatio. Toda
determinación, dice Spinoza, es una negación. Para Hegel también toda
determinación supone una negación: si se es esto no se es lo otro. Pero hay
un paso más: lo otro no es sólo la negación de aquello a lo que se opone, es
lo puesto como doble negación. Lo otro de lo dado y determinado es
también algo dado y determinado y no sólo la negación de lo otro. Ser algo
no se agota en no ser todo lo otro que no es ese algo, sino que todo lo otro
que no es ese algo también es. Lo otro, que no es, se niega a sí mismo
como no ser y de ese modo es lo que es. Lo que no es esto, se supera
cualitativamente a sí mismo como mero no ser e instala su ser como
negación de la negación del no ser. Entonces ya no será un vacuo no ser
algo sino que será, con todo derecho, un número, una persona, una cosa...
Los opuestos se concilian: la familia y su opuesto, la sociedad, se subsumen
en una síntesis superadora: el Estado. Ahora bien, la dinámica dialéctica no
es aleatoria sino que está determinada por leyes:
Consideraciones críticas
Estas leyes fueron retomadas por el pensamiento marxista que, como en
Hegel, se hicieron extensivas a toda la realidad. Como se sabe la lógica
clásica bivalente no acepta ni las contradicciones formales ni las
contradicciones consideradas reales por los hegelianos. Para los marxistas
ortodoxos la lógica dialéctica supera a la lógica formal clásica. Sin embargo,
la importancia que la lógica formal clásica ha alcanzado en el campo
científico ha persuadido a muchos pensadores marxistas no ortodoxos que
la mentada superación no es tan evidente como se lo pretende hacer creer.
Sobre todo por el grado de formalización que ha alcanzado la lógica formal
y la efectividad de dicha formalización a la hora de aplicar la lógica en la
organización teórica de los contenidos de las diversas ciencias naturales y
sociales. Se ha intentado, inspirándose en la lógica formal, formalizar a su
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vez la lógica dialéctica. Por otra parte, han vuelto a replantearse los viejos
problemas acerca de si la dialéctica es la estructura de la realidad, un
reflejo fiel de la misma o un método como cualquier otro usado para
describirla y explicarla. También se ha propuesto incluir a la lógica formal
clásica en la lógica dialéctica como una parte de esta.
El marxismo es una teoría y una praxis. Como teoría explica ( más que
describir) la realidad histórica, social, política y económica a partir de un
método de análisis dialéctico que, como en el caso de Hegel, reflejaría
objetivamente el proceso dialéctico de lo real. Como praxis es una
concepción del mundo que propone y lleva a la práctica acciones con el
objeto de cambiar y superar estados sociales, políticos y económicos
considerados superables y mejorables. "Los filósofos- dice Marx- se han
limitado a interpretar el mundo de distintas maneras: de lo que se trata es
de transformarlo" ( "Tesis sobre Feuerbach"; La Ideología Alemana). En tal
sentido, el marxismo sostiene que el sistema capitalista de producción no
sólo se superará a sí mismo por sus contradicciones estructurales internas
sino que, además, debe ser superado. Las clases, en la lucha estructural
que las enfrenta, no son pasivas. La clase obrera, revolucionaria, se
enfrenta a su oponente consiente de que está frente a su enemigo. No
espera a que las condiciones objetivas estén dadas: las genera. En muchos
casos más allá de las intenciones particulares de los actores sociales,
pertenezcan a cualquiera de los bandos en pugna. Y lo hace por el hecho
de que el sistema del que forma parte como clase es de por sí conflictivo y
contradictorio. La revolución es constante porque las contradicciones
también lo son. No existe un momento pre - revolucionario en el que no
estén dadas aún las condiciones objetivas porque ello supondría que el
sistema, estructuralmente contradictorio y conflictivo, en un momento no
lo sería o dejaría de serlo.
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traduce en acción por la praxis. La base de sustentación racional de esa
praxis no es una ideología sino una ciencia: el marxismo como ciencia de lo
social. Las ideologías son concepciones no objetivas de la realidad,
condicionadas por las estructuras de clase. La burguesía en tanto que clase
social dominante en el sistema capitalista tiene una visión de la realidad
predeterminada por sus intereses de clase, por lo tanto dicha visión no
refleja la realidad y, por ende, no es objetiva.
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proletario siempre juega con desventaja: entre otras, la desventaja de
carecer de capacidad de ahorro, justamente porque lo que debiera obtener
por su trabajo no es lo que efectivamente obtiene. El plus del salario, que
debiera estar constituido por el sobrante de los gastos efectuados para la
satisfacción de las necesidades básicas más el sobre valor inherente a toda
mercancía, que sería la base de su ahorro, se lo queda el patrón: es la plus
valía. Este concepto está ligado al de mercancía. Esta es un bien de
intercambio, no un bien de uso. El bien de uso tiene un valor funcional
determinado para el usuario. Una lapicera es un utensilio usado para
escribir. Como tal es un bien de uso. El fabricante de lapiceras y los que
tienen comercios en las que se las vende no consideran a la lapicera un
bien de uso sino una mercancía. La mercancía es un bien de uso convertido
en bien de intercambio con un valor. En el valor está la plusvalía. Lo que la
cosa vale en el mercado tiene plus valía. El trabajo genera la plus valía
porque él mismo implica un plus valor. La cosa "hereda" ese plus valor y
ese plus valor, con el que se queda el patrón, genera el capital.
Pero, además, el trabajo exige, por parte de quien lo vende, enajenar parte
de su propia vida, puesto que el trabajo es tiempo de vida productivo. Esa
vida que el obrero enajena - vende por un mal precio en el mercado del
trabajo- se la apropia, por decirlo de algún modo, la mercancía, cuyo
propietario es el patrón. Esto implica que el trabajo enajenado es trabajo
alienado por la simple razón de que la vida del obrero puesta en la
producción de la cosas se hace ella misma cosa. La vida convertida en cosa
es vida alienada, es decir, otra de quien la vive. El obrero al no realizarse en
su obra se des- realiza, esto es, se hace otro, deja el sí mismo de su ser en
la cosa que produce. Es, como dice Marx, menos que humano. El patrón,
que obtiene el usufructo de la cosa producida, ahora transformada en
mercancía, se convierte en mercader de vida: compra y vende vida, nada
más ni nada menos, que la vida del obrero. Por ello, al ser el trabajo vida y
esa vida transferida al producto del trabajo, el trabajo mercantilizado,
degradado a la categoría de mercancía, es alienante. No es un trabajo
creativo como el del artista, que le permite realizarse a sí mismo dado que
su producto no es una mercancía, ni siquiera un bien de uso ( se trata de
un valor estético cuyo soporte material puede ser un bien de uso o de
intercambio). O como el del artesano que produce arte -factos que, aunque
vende, conservan para él las características del bien de uso. El capitalista ni
fabrica arte - factos como el artesano ni produce obras de arte como el
artista: compra vida- el trabajo del obrero- y la vende - como mercancía-
obteniendo un beneficio. Al obrero se le va la vida en el producto del
trabajo, que deja de ser suyo cuando, convertido en artículo de cambio,
pasa de mano en mano hasta llegar a su destino como artículo de uso. No
las manos a las que llega, sino las manos por las que pasa, son las que
obtienen el usufructo de la vida enajenada al obrero. El trabajo productivo,
generador legítimo de riqueza, queda subordinado y sometido a la ley del
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mercado, ley que rige la trasferencia del bien no como bien de uso sino
como bien de cambio.
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