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Mtra.

Paola María del Consuelo Cruz Sánchez


paolacruzs@yahoo.com.mx
Docente de las asignaturas de Filosofía I y II
CCH Naucalpan

Celebrar el Día Internacional de la Mujer es el recordatorio de nuestra obligación de impulsar


mejores mundos para el humano en situación de mujer. También es la reiteración de que éstos
no han llegado a su concreción. Conmemorarlo implica reflexionar en torno al presente de
las mujeres e indagar cuáles han sido las mejoras en el desarrollo de su humanidad. Como
todo sujeto, ellas se realizan a través de proyectos ejerciendo su libertad, la cual pretende
allegarse libertades mayores a fin de fincar un porvenir infinitamente abierto.1 Tanto las
mujeres como los hombres estamos obligados a hacernos a nosotros mismos, trascendemos
por medio de nuestros objetivos y por ende, esta posibilidad debe ser abierta e interminable.
Cuando se estereotipan a las mujeres y sus acciones se coartan los caminos para la realización
de sus vidas. Estas caracterizaciones han naturalizando prácticas que enfatizan una supuesta
inferioridad, petrificando su ejercicio de la libertad y degradando su existencia.

El maltrato y la violencia cotidiana contra las mujeres es una falta moral que causa
frustración, opresión y muerte. Las mujeres desean trascender pero al intentarlo deben
enfrentarse a un mundo diseñado por hombres que la han colocado como lo Otro, no como
el igual-singular que es. Las múltiples descripciones esencialistas de la mujer han pretendido
fijarla como un objeto, consagrarla a una inmanencia que impide su plenitud. Todo logro de
las mujeres particulares está sometido al juicio de una conciencia soberana de la idea de lo
femenino.2 El drama de la mujer se teje entre la reivindicación de este sujeto “esencial” y las
exigencias de su situación individual.

¿Cómo puede entonces realizarse un ser humano en la situación de la mujer si el


prestigio viril está muy lejos de diluirse? ¿En qué consiste el esfuerzo de destronar el mito

1
Cfr., Beauvoir, Simone, El segundo sexo. p. 11, 72.
2
Véase la clasificación propuesta en el texto de Marcela Lagarde Los cautiverios de las mujeres: madresposas,
monjas, putas, presas y locas.
Beauvoir por su parte afirmaba que los estereotipos proceden de una mitológica visión de la mujer, ya sea que
la mire como un ídolo, una sirvienta, la fuente de la vida, una potencia de las tinieblas; es el silencio elemental
de la verdad, es artificio, charlatanería y mentira; es la curandera y la hechicera; es la presa del hombre, es su
pérdida, es todo cuanto él no es y quiere ser, su negación y su razón de ser.
de la feminidad? ¿Cómo siendo educadas en un mundo femenino podremos traspasarlo?
Desaprendámonos de nuestra actual condición. Identifiquemos aquellas prácticas de las que
somos herederas. Desliguémonos de cualquier esencia inmutable. Dejemos atrás las verdades
eternas y empecemos a alzar la voz desde nuestra existencia singular.

El hecho está en progresar hacia el equilibrio, donde la mujer pueda establecer con el
otro sexo las relaciones que desea, tanto en su vida familiar, laboral, erótica o sentimental,
espacios en los cuales todavía tropieza con numerosos obstáculos. Si la mujer quiere dejar de
ser víctima o vasalla debe elegir la resistencia y la no cooperación con las prácticas que gestan
tales condiciones, en vez de la resignación. Ello le garantizará conocer las asperezas de la
lucha contra la parálisis del mundo, desde la casa hasta el Estado. Medios en los cuales no le
es concretamente reconocida su libertad; de modo que cuando hace uso de ella, se arriesga a
comprometer su reputación, su carrera, etcétera. En suma, las mujeres son severamente
espiadas en la mayoría de los casos, incluso en situaciones favorables sus circunstancias no
son equivalentes a las del hombre.

Tanto para las mujeres como para los hombres no se trata sólo de satisfacer los deseos,
sino de conservar en nosotros lo digno de lo humano. Por ello no suscribimos una discordia
originaria entre los sexos que negaría toda posibilidad de fraternidad, estamos conscientes de
que se trata de momentos históricos, tampoco pensamos que ha llegado la época de la
revancha, pero creemos que es tiempo de considerar que la opresión a las mujeres constituye
una prisión para los hombres. Las mujeres estamos obligadas en el hoy a identificar aquellas
prácticas en las que fungimos como cómplices de un latente enemigo. Es inoperable culparse
mutuamente, ese es el camino fácil. El difícil, pero más contundente, será dejar atrás la
cobardía: en la mujer como la dimisión de su voluntad y en el hombre como la enajenación
de su poder. Ambas inauténticas versiones de la humanidad.

Es la educación como un proceso de salida de la cobardía y la pereza3 aquella labor


que nos llevará a dignificar todos los espacios en los que conviven mujeres y hombres a fin
de que no exista la necesidad de un Día Internacional de la Mujer.

3
Immanuel Kant en su texto Respuesta a la Pregunta ¿Qué es la ilustración?, define a la educación como la
salida de la minoría de edad de la cual somos culpables, ello a causa ya sea de nuestra cobardía o pereza de
hacer uso de nuestra propia razón sin depender de otros. La educación como proceso de salida cobra relevancia
Fuentes de consulta

Beauvoir, Simone, El segundo sexo. Editorial Siglo Veinte, Buenos Aires, 1972.

Kant, Immanuel, Respuesta a la pregunta ¿Qué es la Ilustración? Terramar Ediciones,


Buenos Aires, 2004.

Lagarde, Marcela, Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y
locas. Coedición CEIICH-UNAM/Dirección General de Estudios de Posgrado, Facultad de
Filosofía y Letras, 2005.

en esta discusión, pues no afirmamos que la pugna entre los sexos sea natural sino cultural y por ende,
modificable a través de la formación.

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