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En los últimos años se ha producido una revolución tecnológica que tiene sus orígenes en
1969, con la creación de internet por parte del Departamento de Defensa de Estados
Unidos, que ha promovido el desarrollo y la masificación de nuevos aparatos tecnológicos,
como computadores personales, teléfonos inteligentes y tablets, generando un intercambio
global y expedito que plantea una modificación de los paradigmas de la comunicación. Son
millones las personas en todo el mundo, especialmente adolescentes y jóvenes, que se han
dejado seducir por las nuevas tecnologías e internet, incorporándolos en su vida cotidiana,
en sus comunicaciones y en sus vínculos.
Los cerebros de los niños y su relación con las nuevas tecnologías y la evolución propia del
hombre hace que sean diferentes a los cerebros de generaciones anteriores, que aprendan o
se relacionen con el medio de una manera diferente y es ahí donde la educación debe
cambiar para estar a la altura de esa nueva manera de relacionarse con el medio y no
quedarse corta y obsoleta. Es evidente que los niños y jóvenes al ser nativos tecnológicos
tienen ciertas habilidades y capacidades desarrolladas diferentes a las de sus padres y
maestros, y esto lo deben tener en cuenta para lograr que las actividades de enseñanza
aprendizaje se desarrollen en un ambiente motivador, y el maestro sea el mediador que
seleccione, organice, agrupa y estructure la información, seleccione procesos y estrategias
con las que el niño adquiere comportamientos nuevos. También debe guiarlo a un proceso
de autogestión del conocimiento, que aprenda a aprender. Que decida que quiere aprender
de acuerdo a sus experiencias previas y a los intereses propios, debe existir estimulación y
fuerza emocional con intencionalidad y significado, para que se pueda dar el desarrollo
cognitivo esperado.