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Agustín de Hipona discute en este capítulo la resurrección de la carne y la ascensión a los cielos como hechos creíbles. Critica a unos filósofos escépticos y los exhorta a creer en la resurrección de la carne y la vida eterna, así como se creyó en la redondez de la Tierra. También señala que Jesucristo eligió unos pocos discípulos sin mucha educación para difundir su palabra y legado, y aún así lograron convertir al mundo entero.
Agustín de Hipona discute en este capítulo la resurrección de la carne y la ascensión a los cielos como hechos creíbles. Critica a unos filósofos escépticos y los exhorta a creer en la resurrección de la carne y la vida eterna, así como se creyó en la redondez de la Tierra. También señala que Jesucristo eligió unos pocos discípulos sin mucha educación para difundir su palabra y legado, y aún así lograron convertir al mundo entero.
Agustín de Hipona discute en este capítulo la resurrección de la carne y la ascensión a los cielos como hechos creíbles. Critica a unos filósofos escépticos y los exhorta a creer en la resurrección de la carne y la vida eterna, así como se creyó en la redondez de la Tierra. También señala que Jesucristo eligió unos pocos discípulos sin mucha educación para difundir su palabra y legado, y aún así lograron convertir al mundo entero.
Agustín de Hipona nos habla en este capítulo sobre la <<resurrección de la carne>> y la
<<ascensión a los cielos>> como elementos que no carecen de credibilidad. Nos dice así que el mundo entero cree en la muerte y la respectiva resurrección de Jesucristo a la vida eterna, hechos increíbles que ya fueron mencionados antes en las escrituras; Agustín critica entonces a un grupo minúsculo de filósofos con el cual está en permanente discordia y los llama a creer en la resurrección de la carne y la vida eterna así como se creyó en la redondez de la Tierra. Ejemplifica como hecho increíble que Cristo haya elegido un número reducido de discípulos para difundir su palabra y su legado, discípulos que no poseían suficiente preparación y aun así hayan podido adoctrinar al mundo entero: “…aparece más increíble el modo en que creó el mundo. Cristo envió al mar de este mundo con las redes de la fe a unos pocos pescadores, faltos de toda erudición liberal, incultos en esas artes, imperitos en las letras, sin armas dialécticas, sin recursos retóricos; y así pescó cantidad inmensa de peces de todas clases, algunos de categoría tan notable como fueron los mismos filósofos” (Agustín,