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c) El imperativo de la historia
No basta con tener talento literario, lo que el mundo exige son historias. De todo
el esfuerzo creativo, el 75% consiste en diseñar la historia: ¿Quiénes son esos
personajes? ¿Qué quieren? ¿Por qué lo desean?, etc. La narrativa exige tanto una
imaginación vivida como un poderoso pensamiento analítico; el guionista debe atrapar
la forma narrativa.
e) Historia y vida
Dos típicos ejemplos de malos guiones son:
- La historia personal: un retrato de un pedazo de vida que confunde lo verosímil
con la verdad, sólo ve lo que resulta visible y fáctico pero está ciego ante la
verdad de la vida
- El éxito comercial garantizado: no tiene ninguna relación con la vida porque se
sustituye la imaginación con una realidad simulada. La historia es una simple
excusa para mostrar efectos visuales, etc. En realidad, estos deben enriquecer la
narración (como en Forrest Gump), no protagonizarla.
Una narración debe ser como la vida, pero no tan literal que carezca de
profundidad o de un significado que vaya más allá de lo que resulta obvio para todo el
mundo. La narración no es una vida real, es aquello que pensamos sobre lo que ha
ocurrido. La estética de una película es el medio de expresar el contenido vivo de una
narración, pero no debe convertirse jamás en un objetivo en sí misma.
f) Facultades y talentos
Tanto la percepción sensorial como una vívida imaginación son dones
envidiables, pero se complementan el uno al otro, en solitario se reducen. Este equilibro
permite expresar una visión de por qué y cómo los seres humanos hacen las cosas que
hacen. En cuanto a la redacción, exige dos talentos: el literario (la conversión creativa
de un lenguaje ordinario en una forma superior) y el narrativo (la conversión creativa de
la vida misma en una experiencia más poderosa, clara y con un mayor significado). El
material utilizado por el talento literario son las palabras; el material del talento
narrativo es la vida misma.