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Estado y élites empresariales en Costa Rica: la coyuntura del TLC (2002-2007).

Por: Esteban Arias Chavarría1

Resumen

El estudio sobre el Estado y su relación con las élites y clases sociales ha


retornado a las ciencias sociales. Esta recuperación ha ido de la mano del
fenómeno de la transnacionalización, como resultado de la estrategia neoliberal y
las tensiones económicas, sociales y políticas que acarrean. En el presente trabajo
se busca describir y comprender las relaciones de poder entre las élites
empresariales costarricenses y el Estado que reproducen el neoliberalismo, con
especial énfasis en la coyuntura del TLC con Estados Unidos. Se arguye que la
coyuntura del TLC expresa las contradicciones de la estrategia neoliberal y el
carácter trasnacional de las dinámicas políticas de las nuevas élites.

Palabras clave: neoliberalismo, globalización, élites transnacionales, Estado, capitalismo, estrategias


de acumulación, tratado de libre comercio.

Introducción.

El interés por los estudios sobre el Estado y su relación con las élites y clases sociales ha
regresado al debate en las ciencias sociales (Savage & Williams, 2008). Dicha propensión es
causada, en parte, por los resultados de los cambios en la estrategia de acumulación global. La
profundización del modelo neoliberal a nivel nacional, en tanto proyecto de clase, ha
facilitado la recuperación del balance normal del poder de clase en el capitalismo y su
influencia sobre el poder del Estado (Harvey, 2005; Robinson, 2011). También ha supuesto el
ascenso de la transnacionalización de las estructuras productivas nacionales, dando lugar a la
hegemonía de la clase capitalista transnacional (Robinson, 2011; Van der Pijl, 2005)

En línea con lo anterior, este trabajo consiste en entender cómo se ha configurado la


relación de fuerzas entre las élites estatales y las fracciones empresariales costarricenses.
Principalmente se enfoca en las relaciones de poder entre las élites empresariales y las élites
estatales en la nueva estrategia de acumulación, con un especial énfasis en la coyuntura del
TLC con Estados Unidos (2002-2007). Esta coyuntura es relevante ya que (a) dicho proyecto
de liberalización implicó la profundización de la estrategia neoliberal, fortaleciendo e
institucionalizando los lazos de dependencia con Estados Unidos y el proyecto de libre
comercio y (b) el nivel de polarización y conflictividad evidenció las fuerzas sociales en
disputa y las prácticas políticas de las élites transnacionales.

1
Conferencia presentada en el Grupo de Trabajo 04. Estado, Legitimidad, Gobernabilidad y Democracia del
XXX Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología. Disponible en: http://sociologia-
alas.org/acta/2015/library.php?numero=4
Por último, cabe aclarar que esta ponencia es resultado de una investigación en
proceso titulada “Las relaciones entre las élites estatales y la Unión Costarricense de
Cámaras y Asociaciones del Sector Empresarial Privado: La coyuntura del Tratado de Libre
Comercio con Estados Unidos, 2002-2007”, para optar por el grado de Magister Scientiae de
la Maestría Centroamericana en Sociología de la Universidad de Costa Rica.

Neoliberalismo: estrategia de transnacionalización.


Analizar la coyuntura del TLC es relevante en términos de la estrategia de acumulación
neoliberal. Tal como señala Osorio (2005), una coyuntura es un periodo de tiempo corto en el
que se condensan y intensifican los procesos estructurales, es decir, “los procesos profundos y
de larga duración están presentes más intensamente en la superficie” (Osorio, 2005, p. 71). La
coyuntura del TLC revela en el nivel de la superficie los intereses de la fracción transnacional.
Igualmente, evidencia las tensiones con las que convive dicha estrategia de acumulación. Los
resultados políticos emergen en el marco de un determinado balance de poder de las fuerzas
sociales y consecuentemente de luchas de poder en los aparatos estatales. En este sentido, el
neoliberalismo es una estrategia de acumulación particular de fracciones transnacionales del
capital que buscan implantar un determinado proyecto en las formaciones sociales.

Intenta crear un modelo de acumulación competitivo a nivel global, de acuerdo a la


agenda política de liberalización comercial. Hay que tomar en cuenta que una estrategia de
acumulación es “un modelo específico de crecimiento económico completado por sus
variadas precondiciones económicas… [Que busca] unificar los diferentes momentos de la
circulación de capital (capital financiero, capital industrial o capital comercial) bajo la
hegemonía de una fracción” (Jessop, 1990, pp. 198-199). En términos de la globalización
neoliberal, refiere a la hegemonía de la fracción transnacional. Según Robinson (2011), esta
fracción transnacional “está formada por los propietarios de los medios de producción
mundial más importantes personificados principalmente por las corporaciones transnacionales
y las instituciones financieras” (p. 60). Por lo tanto, busca un modelo económico hacia
afuera, es decir, de promoción de exportaciones y atracción de inversiones mediante la
liberalización del mercado y el comercio.

Analíticamente, se debe diferenciar entre la fracción de capital transnacional y sus


agentes2. Los agentes de la transnacionalización son las élites corporativas y estatales que
promueven las medidas liberalizadoras. En primer lugar, se debe entender por élite estatal los
agentes que ocupan los principales puestos de control y de toma de decisión dentro del Estado
2
Algunos autores incluyen en la noción de clase transnacional a sus agentes, como en Sklair (2002)
(Miliband, 1969). Lo mismo sucede con el concepto de élite empresarial o corporativas, es
decir, se define como “un grupo interorganizacional de personas que ocupan posiciones de
dominación en organizaciones empresariales” (Scott, 2008, p. 37). Los organismos
internacionales (FMI, BM, USAID, OMC) han sido los agentes transnacionales de la nueva
estrategia de acumulación. También, aparece la élite tecnocrática o técnopolíticos, que son
intelectuales orgánicos neoliberales ligados a estos organismos y centros de pensamiento
(Robinson, 2011).

Estos agentes, ligados a la nueva estrategia de acumulación, promueven cambios a


nivel estatal. De ahí que el análisis político deba tener un papel primordial para comprender
las dinámicas de la estrategia de acumulación. Cuando se habla del Estado hay que
comprenderlo en sus diversas dimensiones: como instrumento de dominación, como
estructura y como arena de disputa de diversos intereses (Ollman, 1981). En el nivel menos
abstracto, el Estado es un instrumento de dominación cooptado por agentes que reproducen
intereses de la clase dominante y sus fracciones hegemónicas. Los capitalistas y sus
fracciones dominantes suelen estar bien representados dentro de la élite estatal a través de la
colonización/cooptación de instituciones claves del Estado (Miliband, 1969). A partir de esto,
la élite estatal y las élites corportativas pujan por transformar o mantener el poder del Estado
en su dominio, y privilegiar o no una determinada estrategia de acumulación.

Por su parte, entender el Estado como estructura implica que más allá de la
instrumentalización del Estado por fuerzas sociales, éste es capitalista, es decir, que
corresponde al modo de producción capitalista y su forma valor (Jessop, 1990). De manera
que, si bien existen dinámicas de instrumentalización, la agencialidad de las élites
corporativas y estatales está condicionada materialmente y por la estructura del Estado
capitalista. Poulantzas (2007) agrega que el Estado es una arena relacional de disputa entre las
distintas fracciones y grupos sociales, pero que esto está en función de la dominación, es una
arena de “hegemonización” de intereses capitalistas. Es necesario entender claramente estas
diversas facetas del Estado, ya que como señala Jessop (1990), la adopción de una
determinada estrategia de acumulación se resuelve políticamente, por lo que en función de
ello, se le debe prestar atención a las formas de representación (de los diversos intereses
dentro del Estado), las formas de intervención estatal en el mercado y la arquitectura estatal.
En la misma coyuntura del TLC se reflejan estos aspectos; los cambios estatales del nuevo
patrón de acumulación versus la antigua estrategia de sustitución de importaciones.
La coyuntura del TLC en perspectiva.
La crisis del modelo de sustitución de importaciones en 1980 fungió como catalizadora de la
nueva estrategia de acumulación transnacional (Rovira, 1987). Desde entonces han habido dos
fases de implementación de la agenda neoliberal. La primera fase se dio con la
implementación de los programas de ajuste estructural (PAE’s). A cambio de apoyo
económico, el FMI, el Banco Mundial y la USAID impusieron la privatización de empresas
públicas y la contención del gasto público, así como una reorientación hacia exportaciones no
tradicionales, liberalización comercial y del sector financiero e incentivos a la inversión
extranjera (Robles, 2010). La segunda fase ha sido para profundizar las medidas anteriores,
así como para superar un crecimiento económico en disminución. En sintonía con Vargas
(2011) dicha reorientación inició con la entrada de la empresa INTEL en 1998, y con ella
otras empresas que se incorporaron al régimen de zonas francas. La participación de las
exportaciones desde zonas francas en el total de las exportaciones nacionales pasó de un
21,2% en 1997 a un 53,9% en 1999, manteniéndose alrededor del 50% en la década siguiente
(Vargas, 2011). Los TLC’s han sido parte de esta segunda fase (Robles, 2011).

En otro plano, el surgimiento de la nueva estrategia, condicionado por la economía


mundial, se reflejó a nivel político con el ascenso de una nueva élite estatal de corte neoliberal
(Martínez & Sánchez, 2013; Robinson, 2011). Esto conllevó cambios en las formas de
representación y en el ensamblaje institucional. El sistema de partidos pasó de ser uno de
partido dominante, el Partido Liberación Nacional (PLN), a uno bipartidista. Alberto Monge,
expresidente de Costa Rica por el PLN (1982-1986) logró un acuerdo con la oposición,
dividida en 5 partidos, para una reforma que permitiera la constitución del Partido Unidad
Social Cristiana (PUSC), hecho que fortaleció la idea de consenso en las decisiones
económicas (Hidalgo, 2003). Junto con esto, se dio la creación del Coalición Costarricense de
Iniciativas del Desarrollo (CINDE) en 1983, y otros centros de pensamiento liberal y
asociaciones empresariales impulsados por la USAID3. Estos tecnopolíticos han cooptado
instituciones estatales relacionadas con decisiones económicas como el Ministerio de
Comercio Exterior (creado en 1986), la banca pública, entre otras (Blanco, 2010).

Como resultado estas dinámicas y cambios, se ha dado la consolidación hegemónica


de varios ejes de acumulación relativamente nuevos: exportaciones no tradicionales e
inversión extranjera directa, el sector turismo, la aparición de una nueva fracción financiera,
y recientemente formas de acumulación por desposesión en áreas como la energía y seguros
(Robinson, 2011; Robles, 2011; 2012; Pérez & Alvarado, 2011). El Tratado de Libre
Comercio con Estados Unidos funcionó como un cerrojo de estas transformaciones y de la
dependencia económica con Estados Unidos. Por eso, las fracciones y élites ganadoras
impulsaron con tanto ímpetu la aprobación del TLC, sin olvidar que dichos grupos le deben su
existencia misma como grupos hegemónicos a las transformaciones impulsadas desde la
potencia estadounidense.4

Al llegar la coyuntura del TLC, se presenta en el imaginario social un parte aguas.


Para los movimientos sociales fue un momento propicio para rechazar la estrategia
trasnacional, mientras que para la élite empresarial significaba mantener el acceso al mercado
estadounidense, con el que se realiza la mayoría de transacciones comerciales (Robles, 2010;
Vagas, 2011). Lo cierto es que, como coyuntura, el tiempo social se intensificó y las
contradicciones emergieron en la superficie social, no sólo las condicionadas por la relación
capital/trabajo, sino también las tensiones intraclase y de estrategias en competencia. Se dice
que “la lucha en torno al TLC entre 2003-2007, es una coyuntura marcada por el alejamiento
del equilibrio sistémico de la línea del tiempo del bloque histórico respecto de la dirección
estratégica deseada.” (Torres, 2011, p. 151).

La afirmación de Torres (2011) es acertada pero parcial. Si se ve desde la perspectiva


de la estrategia dominante, en efecto se trató de un impasse en términos de la proyección
anhelada, como él mismo afirma, o un clivaje relativo de la hegemonía hasta entonces gozada.
No obstante, desde una perspectiva relacional, los niveles de conflictividad social y política
que se desarrollaron en la coyuntura del TLC son el resultado posible y derivado de los
antagonismos acumulados durante los años. Hablar de equilibrio sistémico no toma en cuenta
los conflictos arrastrados en la estructura profunda de la formación social costarricense. Por
eso, en términos de historicidad del fenómeno, es mejor aproximarse a dicha coyuntura como
un periodo en el que el desequilibrio social latente administrado institucionalmente con éxito
en las décadas previas, desbordó momentáneamente la capacidad del Estado por cohesionar
las agrupaciones políticas en su interior.

Esta situación fue detonada en el año 2002 cuando George W. Bush anunció su deseo
de firmar un Tratado de Libre Comercio con la región Centroamericana. A partir de este
acontecimiento, se desencadenó a nivel nacional una serie de reacciones, principalmente del
sector empresarial. El anuncio fue dado a conocer en la Conferencia Nacional del Consejo de

4
La USAID donó cerca de $1.3 millones entre 1982-1990 más mil millones de dólares de los organismos
financieros internacionales. Mucho de ese dinero fue manejado por CINDE (Sojo, 1992; Robinson, 2003).
Asuntos Mundiales, el día 16 de enero. Esto significó una reorientación de la política exterior
estadounidense con respecto a América Latina, bajo la idea de lo que Bush llamó en sus
discursos iniciales el “siglo de las Américas”. En concreto, el expresidente Bush (2002)
señaló:

“Hoy anuncio que los Estados Unidos explorará un tratado de libre comercio con los países
de Centroamérica. Mi administración trabajará de cerca con el Congreso hacia esta meta.
Nuestro propósito es fortalecer los vínculos económicos que ya tenemos con estas naciones,
para reforzar su progreso [énfasis personal] hacia la reforma económica, política y social
de estos países, y dar un paso hacia adelante para completar el Área de Libre Comercio de
las Américas” (p. 80).

Del comunicado anterior resaltan dos aspectos de interés. El primero es que hay un grado
importante de autopresentación de superioridad, ya que la promoción del progreso en los
países centroamericanos implica determinada polarización entre el “ellos” necesitados de
reformas (los países centroamericanos) y el “nosotros” los promotores de su progreso. No
obstante, los intereses materiales de la “caridad” norteamericana se revelan inmediatamente:
el TLC está en función del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). El ALCA, que
inició con la Cumbre de las Américas de 1994 en Miami, consistió en un acuerdo para
profundizar las reformas económicas y abrir las economías al comercio internacional, con el
mercado como regulador de las sociedades y sus recursos (CEPAL, 1999). En consecuencia,
era la propuesta culminante de la legalización e institucionalización de la dependencia
comercial y política con Estados Unidos (Borón, 2003).

Posterior al anuncio del expresidente Bush se dieron las reacciones tanto del sector
empresarial como de la élite estatal en Centro América. Las últimas dos semanas de febrero
del 2002 fueron claves para definir la estrategia de negociación, tanto de los empresarios
como de los representantes gubernamentales. Los empresarios crearon un Concejo
Empresarial Centroamericano (CECA) ligado a la Federación de la Empresa Privada de
Centroamérica, República Dominicana y Panamá (FEDEPRICAP), que reúne a las cúpulas
empresariales de cada país centroamericano. En Costa Rica, la UCCAEP atendió los acuerdos
asumidos en CECA y conformó un consejo nacional, al cual denominó Consejo Empresarial
para las Negociaciones Comerciales Centroamérica-Estados Unidos (CONCAUSA). Estas
organizaciones funcionaron como una red –transnacional- de preparación e influencia en
función de la estrategia de acumulación, ya que conformaron una matriz privada
estrechamente relacionada con la élite estatal para el proceso de negociación del CAFTA.
Estas redes son mecanismos donde “los variados sectores de la comunidad empresarial
trascienden su conciencia como grupos de interés y desarrollan una conciencia de clase en
conjunto” (Domhoff, como se cita en Barrow, 1993, p. 33), y en este caso es una consciencia
de clase más allá de las fronteras nacionales, propia del capitalismo contemporáneo.

Mientras tanto, reuniones entre viceministros de economía y miembros de equipos


técnicos, visitas presidenciales a Centroamérica y a Estados Unidos acontecieron desde
febrero para los detalles previos a las negociaciones. En octubre del 2002, el COMEX abrió
sus consultas sectoriales y en enero del 2003 iniciaron las rondas de negociación (COMEX;
2003; 2004). Para Costa Rica fueron 10 rondas de negociación con EEUU, más que el resto
de países centroamericanos debido a que se dio una última ronda para discutir la apertura del
sector telecomunicaciones, a lo que eventualmente Costa Rica cedió. El principal aspecto a
resaltar en este periodo es la presencia constante de representantes del sector empresarial, en
especial de Marco Vinicio Ruiz como director tanto de CONCAUSA como del CECA
(Rodríguez & Solano, 2004). La asistencia continua a las rondas de negociación y a los
cuartos adjuntos requiere recursos a los que casi sólo miembros de la clase empresarial
pueden acceder, y por ello adquieren una posición privilegiada en las negociaciones.

En muchas ocasiones, más allá de la preparación previa, los negociadores deben tomar
decisiones inmediatas como reacción a sus contrapartes, lo que abre la posibilidad para que
las personas del cuarto adjunto generen una influencia in situ. Además, el equipo negociador
estuvo comandado por personas con reconocidos vínculos empresariales. Fue un grupo de
intelectuales orgánicos vinculados a organizaciones como CINDE, y cámaras empresariales y
otros centros de pensamiento (Blanco, 2010; Molina, 2009). A la cabeza del equipo figuraban,
entre varios, Alberto Trejos, ministro de COMEX en ese periodo y Anabel González quien
era presidenta de CINDE antes de asumir el liderazgo del equipo de negociación. Este grupo
de tecno-políticos que conformó el equipo negociador han sido durante décadas los
promotores de la transnacionalización neoliberal en Costa Rica (Sojo, 2000; Robinson, 2011).

Una vez terminada la negociación, se procedió a la aprobación del TLC en los países
firmantes. A diferencia de los demás países, en Costa Rica el proceso fue lento y encontró una
fuerte oposición. Desde el inicio de las preparaciones para las negociaciones, se manifestaron
posiciones contra el TLC. El primer sector en mostrar su desconfianza fue el sector agrícola,
con el argumento de que no podían competir contra el proteccionismo estadounidense.
Posteriormente se unieron los sindicatos, el sector estudiantil y académico, ambientalistas y
partidos políticos que conformaron un frente popular multiclasista amplio. Por supuesto, esta
reacción es resultado del incremento del descontento contra la estrategia de acumulación que
había acrecentado a mediados de la década de los 90, con la huelga de trabajadores del ICE en
1995 contra Millicom, de educadores en el mismo y, como antecedente inmediato, la Lucha
contra el Combo del ICE en el 20005 (Mora, 2008; Segura, 2005).

A nivel estructural, la contradicción entre la acumulación privada de capital, su


intensificación en el neoliberalismo, y la propiedad pública de empresas y servicios estatales
crearon las posibilidades para el surgimiento de subjetividades contestatarias. La oposición se
organizó en los llamados Comités Patrióticos y el Movimiento Cívico Nacional, que
divulgaban información en contra del TLC (Raventós, 2008; Pérez & Alvarado, 2012). Poco a
poco el movimiento social ganó fuerza y amplió su apoyo más allá de sus organizaciones. En
el plano político institucional, el bipartidismo cedió ante la aparición del Partido Acción
Ciudadana, que agrupó a viejos miembros de la élite partidaria del PUSC y el PLN que
criticaron los actos de corrupción en esos partidos, y que recibió apoyo de sectores sociales
que se oponían al neoliberalismo. Sin embargo, el PAC no fue (ni es) una fuerza política
antagónica con la nueva estrategia de acumulación, sino con su gestión, lo que provocó
conflictos internos6. Estas tensiones continuaron en el seno del PLN, hasta que el PAC brindó
una puerta de escape.

Mientras tanto, la negativa de Abel Pacheco, presidente del 2002 al 2006, de enviar el
texto del TLC para su aprobación en la Asamblea Legislativa provocó la renuncia del “equipo
negociador” y del ministro de comercio exterior, Alberto Trejos. Pacheco y el área social de
su gabinete tuvo varios desencuentros con el equipo económico y los negociadores, al que los
acusó de ser una “nación independiente” con una “agenda paralela” (López, 2005, 10 de
febrero). Es evidente que el grupo de negociadores respondían a sus intereses orgánicos,
anclados al empresariado transnacional. Posterior a la renuncia del equipo económico, el
empresariado y los tecnopolíticos comenzaron a organizarse al margen del Gobierno. Se pasó
de una organización para la cohesión interna de los diversos intereses como CONCAUSA,
ligada a la cúpula empresarial, al surgimiento de varias organizaciones empresariales reunidas
en la Coalición del Sí al TLC, con el expresidente Oscar Arias como su rostro más visible. La
UCCAEP-CONCAUSA siguió jugando un papel importante, razón de ello es que varios
miembros de la UCCAEP y sus cámaras asociadas pasaron a ser ministros en áreas claves en

5
Las luchas alrededor del Instituto Costarricense de Electricidad fueron contra la apertura y privatización de las
telecomunicaciones, la de educadores en 1995 estuvo relacionada con el despido y la percepción de recortes en
la educación.
6
Los orígenes materiales del PAC se remontan en los conflictos de la élite ministerial de finales de 1980. Uno de
sus líderes fundadores, Ottón Solís, era parte de grupo económicamente menos radical durante la administración
Arias Sánchez de 1986-1990. Ellos sostenían que la liberalización comercial debía ser gradual y a largo plazo,
con fomento al mercado interno, contrario a la posición neoliberal “más” clásica de otros miembros del PLN
(Zúñiga, 1998).
la segunda administración de Óscar Arias, como Marco Vinicio Ruiz (Ministro de Comex).
Por su parte, Pacheco recibió presión tanto de opositores como de empresarios a favor, pero
terminó enviando el texto a la Asamblea Legislativa en el 2005, casi a finales de su
administración.

La campaña electoral de las elecciones del 2006 giró en torno a la aprobación o no del
TLC. El PAC fue el partido que aglutinó la mayor parte del sector opositor del TLC, mientras
que el PLN con Óscar Arias tuvo al “Sí” como su aliado. Finalmente, las elecciones
presidenciales fueron ganadas por Oscar Arias con una diferencia de 0,11% con respecto al
PAC (TSE, 2006). La constitución de la Asamblea Legislativa llevó a empate técnico con
respecto al TLC, lo que obligó a las diversas fuerzas a una salida institucional hasta ahora
nueva: el referéndum. Esto demuestra el margen de maniobra del sistema político
costarricense, pero sobretodo el agotamiento de una táctica empresarial (vía legislativa) y el
inicio de un nuevo periodo en la coyuntura, dónde los recursos legitimadores de la clase
dominante (medios de comunicación y el Estado capitalista) fueron usados para publicitar el
TLC. La diferencia de recursos, que facilita la instrumentalización estatal, se evidenció en
este momento de la coyuntura: 1329 anuncios de la “Sí” contra 125 anuncios del “No” y la
participación activa de miembros de Concausa, UCCAEP, y de la élite estatal a favor del TLC
(Raventós, 2008). Pero lo más significativo fue el contenido de la campaña del “Sí”, basada
en promesas de empleo y en el miedo a un futuro incierto y económicamente atrasado si no se
aprobaba el tratado.

Durante el periodo de tregua publicitaria establecida por la ley, previo al 7 de octubre


del 2007, día que tuvo lugar el Referéndum del TLC, se repitió varias veces en televisión
nacional un video de Ricardo Ernst, economista de Georgetown, entrevistado por Alberto
Padilla de CNN. En este video se decía que si no se firmaba el TLC con EEUU, Costa Rica se
perdería “el barco del progreso” (Raventós, 2008). Esto manifiesta la relativa unidad de clase
que tienen los grupos y élites transnacionales y demás agentes de la nueva estrategia de
acumulación, como los medios de comunicación. A pesar de esto, el Referéndum fue ganado
por el “Sí” con un margen estrecho, 51,6 % versus 48,4% del “No” (TSE, 2007). Así
concluyó la coyuntura del TLC, con la legitimación electoral de la estrategia de acumulación,
la dependencia económica y subordinación política con respecto a EEUU, no sólo en Costa
Rica sino en Centroamérica, en medio de una región latinoamericana que giraba hacia
proyectos progresistas.
Conclusiones a modo de enseñanzas.
La coyuntura del TLC aconteció por las contradicciones propias del esquema de acumulación
neoliberal. Por un lado, desde mediados de los años noventa, el descontento popular contra la
estrategia neoliberal empezó a germinar. A estos grupos se le suman algunos sectores
productivos y parte de la élite estatal, aglutinada alrededor del Partido Acción Ciudadana, que
apelan a una liberalización gradual, y que también se opusieron al Tratado de Libre Comercio
con Estados Unidos. Estos sectores reaccionaron a proyecto porque éste fue un momento
culminante del neoliberalismo en Costa Rica. Pero, por otro lado, esta coyuntura fortaleció
políticamente a los empresarios costarricenses y centroamericanos en general, ya que por
primera vez fueron capaces de generar redes transnacionales para cohesionarse y armonizarse,
así como para influir en las negociaciones y aprobación del TLC. Estas contradicciones no
desaparecerán, sino que se intensificarán en la medida en que las consecuencias de la nueva
estrategia se cristalicen

Así, muchas enseñanzas quedan para el movimiento social, y una de ellas es enfrentar la
cooptación e instrumentalización que hacen las élites corporativas del Estado costarricense,
así como reconocer que la dominación en nuestros días es un ejercicio comandado por la
fracción transnacional. El escudo tecnocrático de estos grupos facilita su legitimidad, pero
también su bajo perfil político; no se presentan como políticos, a pesar de que hacen política,
como pasó en la coyuntura estudiada. No hay que olvidar tampoco que las dinámicas políticas
del capitalismo siempre parten de una competencia desigual, como se evidenció en el periodo
del referéndum (Miliband, 1969; Raventós, 2008). Por lo tanto, la puja por un proyecto
alternativo anticapitalista más que antineoliberal, conlleva no sólo un conflicto con la fracción
transnacional y su organización, sino contra el Estado mismo, que buscará preservar su poder,
ahora sobre las bases de dicha fracción.
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