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Resumen
Introducción.
El interés por los estudios sobre el Estado y su relación con las élites y clases sociales ha
regresado al debate en las ciencias sociales (Savage & Williams, 2008). Dicha propensión es
causada, en parte, por los resultados de los cambios en la estrategia de acumulación global. La
profundización del modelo neoliberal a nivel nacional, en tanto proyecto de clase, ha
facilitado la recuperación del balance normal del poder de clase en el capitalismo y su
influencia sobre el poder del Estado (Harvey, 2005; Robinson, 2011). También ha supuesto el
ascenso de la transnacionalización de las estructuras productivas nacionales, dando lugar a la
hegemonía de la clase capitalista transnacional (Robinson, 2011; Van der Pijl, 2005)
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Conferencia presentada en el Grupo de Trabajo 04. Estado, Legitimidad, Gobernabilidad y Democracia del
XXX Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología. Disponible en: http://sociologia-
alas.org/acta/2015/library.php?numero=4
Por último, cabe aclarar que esta ponencia es resultado de una investigación en
proceso titulada “Las relaciones entre las élites estatales y la Unión Costarricense de
Cámaras y Asociaciones del Sector Empresarial Privado: La coyuntura del Tratado de Libre
Comercio con Estados Unidos, 2002-2007”, para optar por el grado de Magister Scientiae de
la Maestría Centroamericana en Sociología de la Universidad de Costa Rica.
Por su parte, entender el Estado como estructura implica que más allá de la
instrumentalización del Estado por fuerzas sociales, éste es capitalista, es decir, que
corresponde al modo de producción capitalista y su forma valor (Jessop, 1990). De manera
que, si bien existen dinámicas de instrumentalización, la agencialidad de las élites
corporativas y estatales está condicionada materialmente y por la estructura del Estado
capitalista. Poulantzas (2007) agrega que el Estado es una arena relacional de disputa entre las
distintas fracciones y grupos sociales, pero que esto está en función de la dominación, es una
arena de “hegemonización” de intereses capitalistas. Es necesario entender claramente estas
diversas facetas del Estado, ya que como señala Jessop (1990), la adopción de una
determinada estrategia de acumulación se resuelve políticamente, por lo que en función de
ello, se le debe prestar atención a las formas de representación (de los diversos intereses
dentro del Estado), las formas de intervención estatal en el mercado y la arquitectura estatal.
En la misma coyuntura del TLC se reflejan estos aspectos; los cambios estatales del nuevo
patrón de acumulación versus la antigua estrategia de sustitución de importaciones.
La coyuntura del TLC en perspectiva.
La crisis del modelo de sustitución de importaciones en 1980 fungió como catalizadora de la
nueva estrategia de acumulación transnacional (Rovira, 1987). Desde entonces han habido dos
fases de implementación de la agenda neoliberal. La primera fase se dio con la
implementación de los programas de ajuste estructural (PAE’s). A cambio de apoyo
económico, el FMI, el Banco Mundial y la USAID impusieron la privatización de empresas
públicas y la contención del gasto público, así como una reorientación hacia exportaciones no
tradicionales, liberalización comercial y del sector financiero e incentivos a la inversión
extranjera (Robles, 2010). La segunda fase ha sido para profundizar las medidas anteriores,
así como para superar un crecimiento económico en disminución. En sintonía con Vargas
(2011) dicha reorientación inició con la entrada de la empresa INTEL en 1998, y con ella
otras empresas que se incorporaron al régimen de zonas francas. La participación de las
exportaciones desde zonas francas en el total de las exportaciones nacionales pasó de un
21,2% en 1997 a un 53,9% en 1999, manteniéndose alrededor del 50% en la década siguiente
(Vargas, 2011). Los TLC’s han sido parte de esta segunda fase (Robles, 2011).
Esta situación fue detonada en el año 2002 cuando George W. Bush anunció su deseo
de firmar un Tratado de Libre Comercio con la región Centroamericana. A partir de este
acontecimiento, se desencadenó a nivel nacional una serie de reacciones, principalmente del
sector empresarial. El anuncio fue dado a conocer en la Conferencia Nacional del Consejo de
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La USAID donó cerca de $1.3 millones entre 1982-1990 más mil millones de dólares de los organismos
financieros internacionales. Mucho de ese dinero fue manejado por CINDE (Sojo, 1992; Robinson, 2003).
Asuntos Mundiales, el día 16 de enero. Esto significó una reorientación de la política exterior
estadounidense con respecto a América Latina, bajo la idea de lo que Bush llamó en sus
discursos iniciales el “siglo de las Américas”. En concreto, el expresidente Bush (2002)
señaló:
“Hoy anuncio que los Estados Unidos explorará un tratado de libre comercio con los países
de Centroamérica. Mi administración trabajará de cerca con el Congreso hacia esta meta.
Nuestro propósito es fortalecer los vínculos económicos que ya tenemos con estas naciones,
para reforzar su progreso [énfasis personal] hacia la reforma económica, política y social
de estos países, y dar un paso hacia adelante para completar el Área de Libre Comercio de
las Américas” (p. 80).
Del comunicado anterior resaltan dos aspectos de interés. El primero es que hay un grado
importante de autopresentación de superioridad, ya que la promoción del progreso en los
países centroamericanos implica determinada polarización entre el “ellos” necesitados de
reformas (los países centroamericanos) y el “nosotros” los promotores de su progreso. No
obstante, los intereses materiales de la “caridad” norteamericana se revelan inmediatamente:
el TLC está en función del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). El ALCA, que
inició con la Cumbre de las Américas de 1994 en Miami, consistió en un acuerdo para
profundizar las reformas económicas y abrir las economías al comercio internacional, con el
mercado como regulador de las sociedades y sus recursos (CEPAL, 1999). En consecuencia,
era la propuesta culminante de la legalización e institucionalización de la dependencia
comercial y política con Estados Unidos (Borón, 2003).
Posterior al anuncio del expresidente Bush se dieron las reacciones tanto del sector
empresarial como de la élite estatal en Centro América. Las últimas dos semanas de febrero
del 2002 fueron claves para definir la estrategia de negociación, tanto de los empresarios
como de los representantes gubernamentales. Los empresarios crearon un Concejo
Empresarial Centroamericano (CECA) ligado a la Federación de la Empresa Privada de
Centroamérica, República Dominicana y Panamá (FEDEPRICAP), que reúne a las cúpulas
empresariales de cada país centroamericano. En Costa Rica, la UCCAEP atendió los acuerdos
asumidos en CECA y conformó un consejo nacional, al cual denominó Consejo Empresarial
para las Negociaciones Comerciales Centroamérica-Estados Unidos (CONCAUSA). Estas
organizaciones funcionaron como una red –transnacional- de preparación e influencia en
función de la estrategia de acumulación, ya que conformaron una matriz privada
estrechamente relacionada con la élite estatal para el proceso de negociación del CAFTA.
Estas redes son mecanismos donde “los variados sectores de la comunidad empresarial
trascienden su conciencia como grupos de interés y desarrollan una conciencia de clase en
conjunto” (Domhoff, como se cita en Barrow, 1993, p. 33), y en este caso es una consciencia
de clase más allá de las fronteras nacionales, propia del capitalismo contemporáneo.
En muchas ocasiones, más allá de la preparación previa, los negociadores deben tomar
decisiones inmediatas como reacción a sus contrapartes, lo que abre la posibilidad para que
las personas del cuarto adjunto generen una influencia in situ. Además, el equipo negociador
estuvo comandado por personas con reconocidos vínculos empresariales. Fue un grupo de
intelectuales orgánicos vinculados a organizaciones como CINDE, y cámaras empresariales y
otros centros de pensamiento (Blanco, 2010; Molina, 2009). A la cabeza del equipo figuraban,
entre varios, Alberto Trejos, ministro de COMEX en ese periodo y Anabel González quien
era presidenta de CINDE antes de asumir el liderazgo del equipo de negociación. Este grupo
de tecno-políticos que conformó el equipo negociador han sido durante décadas los
promotores de la transnacionalización neoliberal en Costa Rica (Sojo, 2000; Robinson, 2011).
Una vez terminada la negociación, se procedió a la aprobación del TLC en los países
firmantes. A diferencia de los demás países, en Costa Rica el proceso fue lento y encontró una
fuerte oposición. Desde el inicio de las preparaciones para las negociaciones, se manifestaron
posiciones contra el TLC. El primer sector en mostrar su desconfianza fue el sector agrícola,
con el argumento de que no podían competir contra el proteccionismo estadounidense.
Posteriormente se unieron los sindicatos, el sector estudiantil y académico, ambientalistas y
partidos políticos que conformaron un frente popular multiclasista amplio. Por supuesto, esta
reacción es resultado del incremento del descontento contra la estrategia de acumulación que
había acrecentado a mediados de la década de los 90, con la huelga de trabajadores del ICE en
1995 contra Millicom, de educadores en el mismo y, como antecedente inmediato, la Lucha
contra el Combo del ICE en el 20005 (Mora, 2008; Segura, 2005).
Mientras tanto, la negativa de Abel Pacheco, presidente del 2002 al 2006, de enviar el
texto del TLC para su aprobación en la Asamblea Legislativa provocó la renuncia del “equipo
negociador” y del ministro de comercio exterior, Alberto Trejos. Pacheco y el área social de
su gabinete tuvo varios desencuentros con el equipo económico y los negociadores, al que los
acusó de ser una “nación independiente” con una “agenda paralela” (López, 2005, 10 de
febrero). Es evidente que el grupo de negociadores respondían a sus intereses orgánicos,
anclados al empresariado transnacional. Posterior a la renuncia del equipo económico, el
empresariado y los tecnopolíticos comenzaron a organizarse al margen del Gobierno. Se pasó
de una organización para la cohesión interna de los diversos intereses como CONCAUSA,
ligada a la cúpula empresarial, al surgimiento de varias organizaciones empresariales reunidas
en la Coalición del Sí al TLC, con el expresidente Oscar Arias como su rostro más visible. La
UCCAEP-CONCAUSA siguió jugando un papel importante, razón de ello es que varios
miembros de la UCCAEP y sus cámaras asociadas pasaron a ser ministros en áreas claves en
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Las luchas alrededor del Instituto Costarricense de Electricidad fueron contra la apertura y privatización de las
telecomunicaciones, la de educadores en 1995 estuvo relacionada con el despido y la percepción de recortes en
la educación.
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Los orígenes materiales del PAC se remontan en los conflictos de la élite ministerial de finales de 1980. Uno de
sus líderes fundadores, Ottón Solís, era parte de grupo económicamente menos radical durante la administración
Arias Sánchez de 1986-1990. Ellos sostenían que la liberalización comercial debía ser gradual y a largo plazo,
con fomento al mercado interno, contrario a la posición neoliberal “más” clásica de otros miembros del PLN
(Zúñiga, 1998).
la segunda administración de Óscar Arias, como Marco Vinicio Ruiz (Ministro de Comex).
Por su parte, Pacheco recibió presión tanto de opositores como de empresarios a favor, pero
terminó enviando el texto a la Asamblea Legislativa en el 2005, casi a finales de su
administración.
La campaña electoral de las elecciones del 2006 giró en torno a la aprobación o no del
TLC. El PAC fue el partido que aglutinó la mayor parte del sector opositor del TLC, mientras
que el PLN con Óscar Arias tuvo al “Sí” como su aliado. Finalmente, las elecciones
presidenciales fueron ganadas por Oscar Arias con una diferencia de 0,11% con respecto al
PAC (TSE, 2006). La constitución de la Asamblea Legislativa llevó a empate técnico con
respecto al TLC, lo que obligó a las diversas fuerzas a una salida institucional hasta ahora
nueva: el referéndum. Esto demuestra el margen de maniobra del sistema político
costarricense, pero sobretodo el agotamiento de una táctica empresarial (vía legislativa) y el
inicio de un nuevo periodo en la coyuntura, dónde los recursos legitimadores de la clase
dominante (medios de comunicación y el Estado capitalista) fueron usados para publicitar el
TLC. La diferencia de recursos, que facilita la instrumentalización estatal, se evidenció en
este momento de la coyuntura: 1329 anuncios de la “Sí” contra 125 anuncios del “No” y la
participación activa de miembros de Concausa, UCCAEP, y de la élite estatal a favor del TLC
(Raventós, 2008). Pero lo más significativo fue el contenido de la campaña del “Sí”, basada
en promesas de empleo y en el miedo a un futuro incierto y económicamente atrasado si no se
aprobaba el tratado.
Así, muchas enseñanzas quedan para el movimiento social, y una de ellas es enfrentar la
cooptación e instrumentalización que hacen las élites corporativas del Estado costarricense,
así como reconocer que la dominación en nuestros días es un ejercicio comandado por la
fracción transnacional. El escudo tecnocrático de estos grupos facilita su legitimidad, pero
también su bajo perfil político; no se presentan como políticos, a pesar de que hacen política,
como pasó en la coyuntura estudiada. No hay que olvidar tampoco que las dinámicas políticas
del capitalismo siempre parten de una competencia desigual, como se evidenció en el periodo
del referéndum (Miliband, 1969; Raventós, 2008). Por lo tanto, la puja por un proyecto
alternativo anticapitalista más que antineoliberal, conlleva no sólo un conflicto con la fracción
transnacional y su organización, sino contra el Estado mismo, que buscará preservar su poder,
ahora sobre las bases de dicha fracción.
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