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HISTORIA DE LA FILOSOFIA MODERNA Clase Nº 28: 5 de julio de 2013

Beatriz von Bilderling COMPLEMENTO 1

I.
LA LLAMADA DEDUCCIÓN METAFÍSICA

Kant, I.
Texto: Analítica trascendental. Libro Primero: Analítica de los conceptos.
Primer capítulo: Del hilo conductor para el descubrimiento de todos
los conceptos puros del entendimiento.

Luego de toda esa introducción en la que Kant presenta su novedosa idea de una “lógica
trascendental” como una lógica que en su parte Analítica ha de constituirse en una lógica de la
verdad de la objetividad como tal, Kant pasa a desarrollarla, y a argumentar a su favor.
Lo hace no sin antes subdividir a la Analítica Trascendental en Analítica de los conceptos y Analítica
de los Principios.
Lo que a nosotros nos resta ver se circunscribe a la Analítica de los conceptos, donde lo que importa
es descubrir y justificar esos conceptos que el entendimiento aporta para el conocimiento a priori de
un objeto en general y que, como dijimos, son las categorías.

Y lo primero que Kant nos plantea es cómo puede descubrirse la nómina o lista completa de tales
conceptos. Lo hace dentro de una sección que lleva por título "Del hilo conductor para el
descubrimiento de todos los conceptos puros del entendimiento", pero que por una denominación que
le da posteriormente, esto es, de nuevo sólo en la segunda edición de 1787, suele conocerse como
"deducción metafísica".

Cuando encaramos esa sección reparamos en que Kant tiene también un segundo motivo para
introducir aquella clasificación de lógicas que nos ha dado en los apartados introductorios. Si el
primer motivo era el de proponer esta nueva lógica trascendental por reflexión de lo que dejaban
vacante las lógicas conocidas, este segundo motivo es el de encontrar entre todas las lógicas que
incluye la clasificación aquella que sea más afín a o compatible con la nueva lógica trascendental, que
él propone como faltante.

 La primera versión de esta clase corresponde al curso de 2012, complemento de la Clase 30 del 4 de julio.
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Kant piensa que de haber tal afinidad o concordancia quizá haya algo en esa lógica más afín que
pueda constituirse como una vía, guía o hilo conductor que conduzca a desentrañar exhaustivamente
la nómina completa de esos elementos que está buscando descubrir como las leyes de un pensar puro
a priori acerca de los objetos.
Esa lógica más afín a la lógica trascendental es la lógica formal. Pues la lógica formal comparte con
la trascendental el ser también pura, a priori y general. En ella además ya están expuestas, se
supone que desde Aristóteles, todas las formas del recto pensar, que como pensar del entendimiento
se manifiesta en los juicios.
De modo que, piensa Kant, una tabla completa de las funciones del entendimiento aplicado a juzgar,
esto es, una tabla completa de las formas del juicio, puede, entonces, servir de clave para una
esperada tabla de conceptos puros para pensar la objetividad como tal y que son los que recibirán la
denominación de categorías.

Para mostrar todo eso, Kant comienza de nuevo por observar que, siendo esto un estudio del
entendimiento y sus funciones, ahora, y con vistas a la exposición, debemos prescindir cuanto sea
posible de la sensibilidad. Kant deja en claro que el aporte sensible sigue siendo absolutamente
necesario, pues sin él ningún objeto sería dado. Pero si queremos que se nos muestren las categorías
en su pureza o los conceptos puros de entendimiento, en primer lugar habrá que tematizar los
conceptos desligados de cualquier aporte que provenga de la capacidad sensible, sean estos,
intuiciones puras a priori o empíricas. Pero en segundo lugar, cuando se quiera que queden
conceptos puros, se deberán dejar de lado también los aspectos intelectuales empíricos y a
posteriori, que pudieran darnos conceptos del mismo tenor y atenernos simplemente a los aspectos
puros o a priori.

Luego de recordar eso, Kant indica algo que también tiene que haber estado operando en la Estética,
ya que Kant la llama asimismo a ella “ciencia” de las reglas de la sensibilidad. Ya sabemos por los
apartados introductorios que Kant busca ahora una lógica trascendental como “ciencia” de las reglas
del pensar puro a priori. Pero en este lugar indica que una ciencia tiene que mostrar por completo y
exhaustivamente los elementos con los que se la edifica. En este caso eso equivale a tener que
encontrar un medio por el cual no quepan dudas de que la tabla de nociones intelectuales primitivas
para el conocimiento de la objetividad del objeto sea total.
Todo eso es lo que indica el pasaje con el que se introduce la "Primera división de la lógica
trascendental", esto es "La Analítica trascendental". Dice Kant en A 64 = B 89, Porrúa 64, cc 1-2,
Alfaguara 102-3, Colihue 134-1351.

1 Aunque se da la indicación de las ediciones más usadas, los textos, en todos los casos, corresponden a la
traducción de García Morente en editorial Porrúa, a veces con ciertos retoques.

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Esta analítica es la descomposición de todo nuestro conocimiento a


priori en los elementos del conocimiento puro del entendimiento.
Para esto importan los siguientes puntos:
1) que los conceptos sean conceptos puros y no empíricos;
2) que no pertenezcan a la intuición y a la sensibilidad, sino al
pensar y al entendimiento;
3) que sean conceptos elementales y se distingan bien de los
deducidos o compuestos de ellos;
4) que su tabla sea completa y que llenen por completo el campo todo
del entendimiento puro.
Ahora bien, esta integridad de una ciencia no puede admitirse como
segura por evaluación aproximativa de un agregado obtenido
simplemente por ensayos; sólo es posible mediante una idea conjunta
del conocimiento a priori del entendimiento y mediante la división
de los conceptos que lo constituyen, división determinada por esa
idea; por lo tanto, sólo es posible mediante su conexión en un
sistema. El entendimiento puro se separa enteramente no sólo de todo
lo empírico [Ref. a (1)] sino de toda sensibilidad [Ref. a (2)]. Es pues
una unidad subsistente por sí misma, que se basta a sí misma y que
ningún añadido de fuera puede aumentar. Por eso el conjunto de su
conocimiento constituirá un sistema que ha de ser comprendido y
determinado bajo una idea, sistema cuya integridad y articulación
puede proporcionar al mismo tiempo una piedra de toque para la
exactitud y la autenticidad de todos los conocimientos que convengan
en él2. Toda esta parte de la lógica trascendental consiste en dos
libros; el primero comprende los conceptos, el segundo los
principios del entendimiento puro.

Es decir, para que la lógica trascendental sea ciencia debe mostrar un medio que permita exponer o
poner al descubierto la nómina exhaustiva y total de conceptos puros del entendimiento. Esa tarea
reclama partir de un principio. Este principio es en cada caso la aclaración o exposición —suerte de
caracterización inicial, pues no llega a ser la definición final— de lo que sea la capacidad o facultad
por cuyos elementos a priori se pregunta. En este caso se trata del entendimiento, dado que hemos
pasado a una ciencia del pensar, esto es a una lógica.

El punto de partida, entonces, ha de ser la caracterización, la aclaración o exposición de la facultad


que ahora está en proceso de reflexión y crítica y que es en este caso el entendimiento. Ella ya había

2 La misma idea se repite en A 66-67 = B 91-92, Porrúa 65, c. 1, Alfaguara 104, Colihue 136-137.

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sido aclarada o expuesta en los pasajes iniciales de la Estética e incluso en los pasajes iniciales del
apartado I de la Introducción a la Lógica. Pero Kant vuelve a presentar al entendimiento enfatizando
esta vez un sentido positivo. Es decir, ahora Kant en vez de presentar al entendimiento como no-
intuitivo, lo caracteriza positivamente como facultad discursiva, esto es, que procede por pasos. Y
vuelve a remarcar que es propiamente facultad, y eso indica que es activo, o como dijo al principio, es
espontáneo. (Cf. A 67-68 = B 92-93, Porrúa 65, cc. 1-2, Alfaguara 105, Colihue 137).

Sabemos que los elementos de ese entendimiento son los conceptos, cuyos caracteres son la mediatez
y la generalidad o la universalidad. Sin embargo, lo que también plantea aquí como, en cierta medida
algo nuevo, es que podemos traspasarle a los elementos los caracteres de la facultad o de la capacidad
de que se trate.
De esta manera si la sensibilidad se presentó hasta ahora como pasiva o receptiva, esa pasividad
puede agregarse a las intuiciones como un tercer carácter, adicional a la inmediatez y a la
singularidad.
Del mismo modo, si el entendimiento se presenta como activo o espontáneo, esa actividad es un
tercer carácter que corresponde a sus elementos, que son los conceptos. Es decir, ahora Kant enfatiza
que los conceptos son asimismo activos, son acciones. Y además a la acción —o a la unidad de
acción— propia de los conceptos le da la denominación estricta de "función". Dice en A 68 = B 93,
Porrúa 65, c. 2, Alfaguara 105, Colihue 137.

Todas las intuiciones, como sensibles que son, descansan en


afecciones; los conceptos, en funciones. Mas por función entiendo la
unidad de la acción que consiste en ordenar diversas
representaciones bajo una común. Los conceptos se fundan pues en la
espontaneidad del pensar; como las intuiciones sensibles en la
receptividad de las impresiones.

Con esto, Kant abre la posibilidad de que la operatividad o actividad del concepto esté incluida en
una operatividad más amplia —la del juicio, o la del juzgar— de la que, la de él, sólo es un elemento
componente.
Se nos dice ahora que función es la unidad de acción consistente en ordenar diversas representaciones
en una común. Pero, entonces, el concepto, más que la acción o la unidad de acción, parece ser el
resultado de esa acción: es esa representación en común que incluye y ordena otras representaciones,
es decir, como ya sabemos, el concepto es una representación general.
Esa representación general debe haber resultado de ciertas acciones o ciertas unidades de acción por
la cual en ella se van aglutinando y reuniendo ciertas notas comunes a muchas cosas. Por lo que
sabemos de sus Lecciones de Lógica, Kant considera que son actos de comparación, reflexión y
abstracción esas supuestas acciones que rescatan el contenido para la unidad de un concepto general.

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Pero, en este contexto, lo que Kant parece enfatizar por las palabras que siguen es que por dicha
función o unidad de acción hay que entender aquella que, tras el proceso de abstracción, puede
expresarse articuladamente en un juicio. Señala en A 67-69 = B 92-94; Porrúa 65, 1ª-2ª cols.,
Alfaguara 105-6, Colihue 137-138:

De estos conceptos no puede el entendimiento hacer otro uso que el


de juzgar por medio de ellos. Como ninguna representación se refiere
inmediatamente al objeto, a no ser la intuición, resulta que un
concepto no se refiere nunca inmediatamente al objeto, sino a alguna
otra representación del mismo (sea intuición o incluso ya concepto).
El juicio pues es el conocimiento mediato de un objeto; por lo
tanto, la representación de una representación del mismo. En cada
juicio hay un concepto [por ejemplo divisibilidad] que vale para muchos
[cuerpos, figuras, números, líneas] y entre esta multitud comprende
también una representación dada [por ejemplo cuerpo], que se refiere
entonces inmediatamente al objeto [por ejemplo, esta mesa]. Así, por
ejemplo, en el juicio: todos los cuerpos son divisibles, el
concepto de divisible se refiere a diversos otros conceptos; pero
entre éstos se refiere aquí particularmente al concepto de cuerpo y
ésta a ciertos fenómenos [Erscheinungen. Kant sustituyó en su ejemplar
particular "fenómenos" por "intuiciones"] que se nos ofrecen. Estos objetos
son pues representados mediatamente, por medio del concepto de
divisibilidad. Todos los juicios son, según esto, funciones de
unidad entre nuestras representaciones, puesto que, en lugar de una
representación inmediata, se usa para el conocimiento del objeto
otra más elevada, que comprende en sí aquélla y otras más; y así son
recogidos en uno muchos conocimientos posibles.

Lo que le interesa entonces señalar a Kant ahora es que

Todos los juicios son [...] funciones de unidad entre nuestras


representaciones. (A 69 = B 94)

Por un lado el nexo verbal, la cópula, une al sujeto con el predicado, para tomar el caso más simple.
Pero por otro lado, el predicado no sólo reúne un conocimiento acerca de un particular sujeto al que
está conectado, sino que, en tanto concepto de una generalidad de casos, reúne el conocimiento acerca
de todos los otros ejemplos que pueden incluirse en esa generalidad. Cuando se dice que "la tiza
cilíndrica es divisible" esa divisibilidad no solo vale para esta tiza particular, sino que vale para todas
las tizas, y en general para todos los cuerpos.

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De ser así, piensa Kant, cuando Aristóteles en su lógica estudia y clasifica exhaustivamente las
formas del juicio, nos ha legado una tabla completa de las funciones por las cuales el entendimiento
ejerce sus acciones de unidad entre las representaciones.
Es claro además, que esas acciones de unidad se efectúan con el propósito de conocer el objeto.
Cada vez que se establece un enlace entre una representación más específica —el sujeto—,
pongamos, Lassie, y una más genérica —el predicado—, en principio collie, pastor escocés, o
también perro, ese enlace tiene el propósito, por un lado de subsumir a Lassie en la clase de los
pastores escoceses y luego en el género perro. Pero, por otro lado, el enlace tiene también el propósito
de que cuantas más notas se incorporan, se sintetizan, se enlazan, el sujeto queda cada vez más
determinado, cada vez más conocido. Como lo dice Kant, unas representaciones son puestas bajo
otras —son subsumidas— con vistas al conocimiento.

Es por todo eso que no se pueda entender los conceptos, sino en relación a su operación efectiva en
juicios, o más bien, en actos de juzgar. Los conceptos son ahora siempre predicados de juicios
posibles. Los conceptos suponen juicios, actos, operaciones del entendimiento por los cuales se
establecen enlaces o síntesis de representaciones de ellos como predicados y las representaciones
intuitivas o conceptuales ejemplificadas en el sujeto.

Para decirlo una vez más: el juicio genéricamente considerado es la acción de unidad entendida como
la función de un entendimiento que a su vez es facultad de pensar. Esa acción es una acción de
unidad pues consiste en reducir bajo un concepto unificado una multitud de otros conocimientos.
Con ello Kant está pensando fundamentalmente en la subsunción del concepto sujeto bajo el concepto
predicado: Lassie en pastor escocés, y pastor escocés en perro. Pero esa subsunción puede extenderse
a toda otra instancia semejante a ese concepto sujeto —por ejemplo, otras especies son perros— e
incluso a otros conceptos que sean tan específicos como Lassie, y que incluso, en tal sentido, y
aunque esto sea del todo problemático, haya que considerarlos en último término, como intuiciones
de algo inmediato y singular, al menos en su sentido de manchas cálido-peludas rojizas.

Pero a su vez, esa función genérica puede verse en los distintos modos o aspectos en las que se ejerce,
aun cuando de modo abstracto y sin referencia alguna a determinados contenidos.
A los juicios se los clasifica así,
 según la cantidad, si nos referimos a todos los perros, a algunos perros o a este perro.
También se los clasifica
 según la cualidad por lo que predican positiva, negativa o limitativamente. Efectivamente son
rojizos, no son bípedos, ladran y quedan limitados así de todo lo que no lo hace o emite otro
sonido.
Además

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 presentan la relación categórica entre un sujeto y un predicado o se relacionan con algún otro
juicio hipotética o disyuntivamente. Los perros son mamíferos, si son mamíferos, entonces
las hembras secretan leche en el período de lactancia, o son animales o son vegetales o son
minerales.
Por último
 de acuerdo con la modalidad lo que expresan lo expresan de modo necesario, asertórico o
problemático o posible. Los perros necesariamente tienen cuerpo, efectivamente ladran,
posiblemente se reproduzcan.

Es así como surge una tabla exhaustiva de formas o funciones del juzgar, esto es una tabla que agota
todas las formas o funciones que se manifiestan en el juzgar racional humano o, incluso, esta vez, en
el juzgar de los seres racionales en general. Dice Kant en A 69 = B 94, Porrúa 66, 1ª col., Alfaguara
106, Colihue 138-139:

Mas podemos reducir a juicios todas las acciones del entendimiento,


de modo que el entendimiento en general puede representarse como
una facultad de juzgar. Pues, según lo que antecede, es una facultad
de pensar. Pensar es conocer por conceptos. Los conceptos empero se
refieren, como predicados de posibles juicios, a alguna
representación de un objeto aún indeterminado. Así el concepto de
cuerpo significa algo, v. g. metal, que puede ser conocido por aquel
concepto. Así pues no es concepto sino porque, bajo él, otras
representaciones son contenidas, por medio de las cuales puede
referirse a objetos. Es pues el predicado para un posible juicio: v.
g. todo metal es un cuerpo. Las funciones del entendimiento pueden
pues ser halladas todas, si podemos exponer completamente las
funciones de la unidad en los juicios. La sección siguiente hará ver
que esto puede muy bien llevarse a cabo.

Justamente dicha sección que presenta la indicación de "§ 9" con el título "De la función lógica del
entendimiento en los juicios", es la que inmediatamente introduce la tabla de los mismos antecedida
por estas palabras que se encuentran en A 70 = B 95, Porrúa 66, cc. 1-2, Alfaguara 106-7, Colihue
139:

Si hacemos abstracción de todo contenido en un juicio en general y


atendemos sólo a la mera forma del entendimiento en él, encontramos

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que la función del pensar, en el juicio, puede reducirse a cuatro


rúbricas, cada una de las cuales encierra tres momentos.

Hasta aquí, entonces, se pueden resumir los pasos del argumento de Kant tal como lo hace un
comentarista de Kant, que se apellida Paton. Se trata de un resumen en cinco momentos:

l. El entendimiento es un poder de conocer por medio de conceptos.


2. Conocer por medio de conceptos es juzgar.
3. Juzgar es, esencialmente, unir nuestras representaciones.
4. Los diferentes modos en que el juicio une nuestras representaciones (independientemente de la
naturaleza de las representaciones mismas) son las formas del juicio como las establece la Lógica
Formal.
5. Por consiguiente, la lista completa de las formas del juicio es una lista completa de los diferentes
modos en que el entendimiento une representaciones por medio del juicio; es decir, es una lista
completa de las funciones del entendimiento3.

Sin embargo, este desarrollo no permite aún establecer la conexión esperada que posibilite pasar de
esta tabla exhaustiva de funciones del juicio a otras posibles funciones del entendimiento propias de
aquella novedosa lógica que sería la lógica trascendental. Ese paso adicional recién llega al finalizar
el § 10 de la Tercera Sección, que lleva por título "De los conceptos puros del entendimiento o
categorías". En él, Kant introduce además ulteriores aclaraciones terminológicas. Estas aclaraciones
atienden ahora a un nuevo aspecto del accionar del entendimiento, y que es el que se perfila como
estrictamente trascendental. Kant establece allí que desde la perspectiva de la novedosa lógica, el
entendimiento como espontaneidad, como actividad, es fundamentalmente una acción que más tarde
se precisará como de enlace, pero que a su vez supone una acción de síntesis.

Esa síntesis se entiende primariamente como la reunión y recolección de representaciones. Estas


representaciones aun pueden volver a ser entendidas como todas esas representaciones que van
determinando cada vez más lo que antes llamó sujeto (del juicio) pero también conocimiento de un
objeto. Dice Kant de modo textual al iniciarse el segundo párrafo del § 10 en A 77-8 = B 103, Porrúa
69 cc. 1-2, Alfaguara 111-2, Colihue 146:

Entiendo empero por síntesis, en el sentido más general, la acción


de añadir diferentes representaciones unas a otras y comprender su
multiplicidad en un conocimiento. [...]

3 H. J. Paton, [1935] 1960. Kant´s Metaphysic of Experience. A Commentary on the First Half of the Kritik der
reinen Vernunft. London/New York, George Allen & Unwin/The Humanity Press. Vol. 1. Cap. XII, § 3, pp.
248-249.

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y continúa un poco más adelante en el mismo párrafo:

[...] la síntesis es propiamente la que colecciona los elementos


para los conocimientos y los une en un cierto contenido; es pues lo
primero a que hemos de atender, si queremos juzgar sobre el primer
origen de nuestro conocimiento.

Sintentizar, entonces, es establecer relaciones entre las representaciones. Por ejemplo establecer la
síntesis según la cual, este perro es lanudo y es no lampiño, y es rojizo, y mediano y mamífero y
vertebrado y etc. y etc.
Esta síntesis, según Kant, aunque activa, es propia, sin embargo, de una nueva facultad intermedia, la
imaginación, cuyo tratamiento expreso recién llegará al interior de la deducción trascendental sea la
de 1781 o la de 1787. Pero tal como la presenta aquí, ella es una mera operatoria.
Esa mera operatoria requiere de una acción adicional del entendimiento, para que lo reunido se
acompañe con conciencia o se torne consciente. El entendimiento equivale ahora, aunque todavía no
se lo designe así, a un sujeto trascendental o un yo pienso.
Sólo este entendimiento puede otorgar la conciencia de unidad a aquello ciegamente reunido y
recolectado, justamente porque, por un lado acompaña con conciencia a todas y cada una de las
representaciones que integra. Pero por otro lado, porque en él la síntesis no es mera recolección o
reunión, sino la acción también consciente de cómo unas representaciones se relacionan con otras.
Un mismo yo consciente sabe o piensa que el rojo se relaciona con el suave y cálido de lo peludo, se
relaciona por exclusión o negación con lo áspero de la piel sin pelo, etc. etc. Y a la par se hace a sí
mismo autoconsciente porque sólo se reconoce como el mismo yo, reuniendo cosas diversas. Si el yo
simplemente acompañara a cada representación con conciencia, pero no pudiera unirlas, ni ser
consciente de la unión, por un lado no habría objeto como unidad, pero tampoco habría yo como
unidad, pues el yo se desdoblaría o escindiría o multiplicaría en tantas representaciones, como
representaciones conscientes tuviera. Ese es el punto inicial básico de lo que luego será el planteo de
la deducción trascendental en 1787, en los §§ 16 y 17.

Pero por lo que ahora le interesa a Kant, basta enfatizar que también sólo con el aporte del
entendimiento se transforma efectivamente lo sintetizado en concepto, en tanto conocimiento de un
objeto, pues lo que aporta la unidad de la conciencia "yo pienso" es una conciencia de la unidad de lo
pensado. Al haber un pensamiento activo unificado hay una conciencia unificada de lo pensado. Eso
tiene un más amplio desarrollo (y su correcta justificación) a lo largo de varios tramos de la
deducción trascendental de 1781 y asimismo en los §§ 16 y 17 de 1787. Pero aquí ya se expresa en A
78 = B 103, Porrúa 69, c. 2, Alfaguara 112, Colihue 146 como sigue (y adelantando las tesis que se
defenderá):

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La síntesis en general es, como veremos más adelante [eso puede ser más
precisamente en el § 24 de 1787], el mero efecto de la imaginación,
función ciega aunque indispensable del alma [y con "ciega", Kant quiere
decir, que allí tampoco hay propiamente conciencia o conciencia conceptual, por eso
sigue aclarando], sin la cual no tendríamos conocimiento alguno, mas de
la cual rara vez llegamos a ser conscientes. Pero reducir esta
síntesis a conceptos, ésta es una función que corresponda al
entendimiento y por la cual, y sólo entonces, éste nos proporciona
el conocimiento en la propia significación de esta palabra.

De esta manera y según estas nuevas apreciaciones, entonces, el entendimiento ya no es sólo, como
lo es desde una perspectiva exclusiva de la lógica general, una facultad para conferir unidad a
representaciones cualesquiera por actos de reducir lo múltiple bajo un concepto común. El
entendimiento es también, pero desde el nuevo punto de vista de la lógica trascendental, la facultad
que con sus enlaces une todas las representaciones del múltiple intuitivo en la conciencia unificada de
un objeto; es la facultad de reducir a conceptos lo múltiple.

Kant intenta expresar con estas palabras esos dos aspectos de un mismo entendimiento en A77-9 = B
104, Porrúa 69-70, Alfaguara 112, Colihue 147:

Analíticamente son diferentes representaciones reducidas bajo un


concepto (de este tema trata la lógica). Mas reducir a conceptos no
las representaciones, sino la pura síntesis de las
representaciones, es lo que enseña la lógica trascendental. Lo
primero que tiene que sernos dado, para el conocimiento de todos los
objetos a priori, es lo múltiple de la intuición pura [la mancha
roja, el tacto suave y cálido, el sonido particular del ladrido, etc.]; la síntesis
de ese múltiple por la imaginación es lo segundo, pero esto no da
aún conocimiento alguno. Los conceptos que dan unidad a esa
síntesis pura y consisten sólo en la representación de esa unidad
sintética necesaria, hacen lo tercero para el conocimiento de un
objeto que se presenta, y descansan en el entendimiento.

Esos conceptos que dan unidad a esa síntesis pura y consisten sólo en la representación de esa
unidad sintética necesaria para el conocimiento de un objeto y que descansan en el entendimiento, son
las categorías o conceptos puros del entendimiento.

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Y con eso otra vez tenemos que advertir que se dan dos procesos a la vez. Porque por un lado se
tienen que haber concientizado y conceptualizado intuiciones empíricas en conceptos empíricos.
La mancha roja puede ahora ser un cierto concepto de rojo. Pero incluso para que haya conciencia de
rojo tiene que haber una conciencia pura de que eso llena, por así decirlo una cierta cantidad de
extensión y con un cierto grado de cualidad.
Magnitud intensiva y magnitud extensiva van a ser las expresiones puras de las categorías de la
cualidad y de la cantidad. Por eso, a la vez que hay enlace de representaciones empíricas hay síntesis
o enlaces posibilitantes que son puros o a priori.

Eso determina también que pueda señalarse una doble perspectiva con respecto al juicio y a la acción
del entendimiento. Según ella, en todo juicio, además de poder quedar enlazadas las representaciones
que hacen al contenido de los mismos como conocimientos posibles del objeto, surge a la vez la
conciencia del nexo que opera para hacer de eso conocimiento de un objeto en cuanto tal. Es decir, no
sólo la conciencia de los nexos que hacen que cada objeto sea el preciso objeto que es —por ejemplo
el objeto perro Lassie, distinto del objeto gato Garfield—. Surge también la conciencia de esos nexos
comunes que hacen que todos y cada uno de los objetos sean objetos.
Esto es, surge la conciencia de lo que constituye, como ya dijimos, la objetividad del objeto:
 llenar una cierta cantidad de extensión
 con una cierta intensidad de cualidad,
 en algo que permanece como sustancia aunque sus atributos cambien,
 que entra en relación de causa con otras cosas y de efectos con otras cosas,
 o de interacción recíproca y
 que en ciertos respectos muestra algunas características necesarias,
 otras posibles o contingentes y
 otras simplemente efectivas.

Por todo eso, y por considerar que es una y la misma la acción del entendimiento, pero vista desde la
perspectiva lógico formal del juicio y desde la perspectiva lógico trascendental de los nexos objetivos
de síntesis, Kant considera que se puede trazar un paralelismo entre ambas funciones. De esa manera
aquellas acciones por las cuales un sujeto confiere a las representaciones la unidad de un objeto y que
son las categorías se reflejan como paralelas a las funciones del juzgar, ejercidas en el juicio tal como
se las ha clasificado tradicionalmente. Habrá, pues, tantos conceptos de objetividad en las categorías
como funciones lógicas de unidad hay en los juicios. Dice Kant en el§ 10, A 78-80 = B 104-105,
Porrúa 70, Alfaguara 112-3, Colihue 147-148:

La misma función que da unidad a las diferentes representaciones en


un juicio, da también unidad a la mera síntesis de diferentes
representaciones en una intuición, y esa unidad se llama, con

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expresión general, el concepto puro del entendimiento. El mismo


entendimiento pues, y mediante las mismas acciones por las cuales
produjo en los conceptos la forma lógica de un juicio por medio de
la unidad analítica, pone también, por medio de la unidad sintética
de lo múltiple en la intuición en general, un contenido
trascendental en sus representaciones, por lo cual llámanse éstas
conceptos puros del entendimiento que se refieren a priori a
objetos, cosa que la lógica general no puede llevar a cabo.
De esta manera se originan precisamente tantos conceptos puros del
entendimiento referidos a priori a objetos de la intuición en
general, como funciones lógicas en todos los juicios posibles hubo
en la tabla anterior [la tabla de los juicios del § 9]; pues el entendimiento
queda enteramente agotado por las referidas funciones y su facultad
totalmente abrazada. Vamos a llamar a esos conceptos categorías,
según Aristóteles, pues que nuestra intención es la misma que la
suya, en un principio si bien se aleja mucho de ella en su
desarrollo.
Tal es el inventario de todos los conceptos primariamente puros de
la síntesis, contenidos en el entendimiento a priori y por los
cuales tan sólo es éste un entendimiento puro, pues que sólo por
ellos puede comprender algo, en lo múltiple de la intuición, es
decir, pensar un objeto de la misma.

Esta es finalmente, la esperada "deducción" de los conceptos puros del entendimiento a partir de una
previamente establecida tabla de juicios. Aquellos no son sino la re-traducción en términos
trascendentales de lo que esta última presenta como formas de una lógica general. Es lo que le
permite decir a Kant, aunque muy tardíamente, recién en el pasaje inicial del § 26 de la deducción
trascendental de 1787 en B 159, Porrúa 91 c. 1, Alfaguara 171, Colihue 224:

En la deducción metafísica, quedó mostrado el origen de las


categorías a priori, en general, por su completa concordancia con
las funciones lógicas universales del pensar;

Esa es la única vez en toda la Crítica de la razón pura, en la que a todo esto se lo denomina, entonces,
deducción metafísica de las categorías. Sabemos que lo metafísico se relaciona con el carácter "a
priori " de las representaciones y aquí, en la Analítica, los conceptos del entendimiento parecen deber
su pureza a su especial origen. Nacen del entendimiento, como entendimiento sintético discursivo y
en tan sentido son sus acciones a priori de síntesis o de enlace. Pero incluso podría decirse que, en

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el caso de las categorías su pureza puede verse desde dos aspectos. Por un lado y como acabo de
decir, las categorías aparecen como las funciones propias del entendimiento para el conocimiento de
objetos. En tal sentido ellas se originan en el entendimiento mismo y hasta se podría agregar, lo
constituyen. Pero por otro lado, su precisa cantidad, sus denominaciones y la especificidad propia de
cada una de ellas sale a la luz por esa mencionada concordancia con las operaciones intelectuales que
son los juicios en tanto estudiados por la lógica formal. Esta lógica formal es tan a priori o pura,
como por cierto son a priori o puras sus mismas formas. De allí que en el ámbito de la Analítica de
los conceptos, el paralelismo de tablas se exhibe sin salirse del marco de la aprioridad. La reflexión se
desplaza desde una tabla de formas puras en los juicios a una tabla de conceptos puros del
entendimiento bajo aquella convicción de la unidad de acción en la espontaneidad de un mismo
entendimiento. Sin embargo, y a pesar de que la referencia kantiana en el § 26 tiende a resaltar esto
último como razón de la aprioridad de los conceptos puros del entendimiento, cabe observar que más
bien deben dicho carácter a lo primero, esto es, a ser las acciones sintéticas propias del entendimiento
que surgen de él para el logro de un pensamiento de objetos unificado. Para decirlo de modo más
sencillo, las categorías son a priori por su filiación con el entendimiento, no por su hermandad con
los juicios.

II.
PROBLEMA Y SOLUCIÓN DE UNA
DEDUCCIÓN TRASCENDENTAL

Kant, I.
Texto: Analítica trascendental. Libro Primero: Analítica de los conceptos.
Segundo capítulo: Deducción de los conceptos puros del entendimiento.
Sección primera: Principios de una deducción trascendental en general
(§ 13) y
Paso a la deducción trascendental de las categorías
(§ 14).

Tenemos que considerar ahora qué ha de entenderse por una "deducción trascendental", con qué
problema se enfrenta, cómo se soluciona y cuál es su estructura más general.

Así como el problema y el objetivo de la posteriormente llamada deducción metafísica es el de


descubrir la nómina completa de conceptos puros o categorías, el problema de la deducción
trascendental es el de justificarlas, esto es, es el de mostrar que siendo conceptos puros a priori valen

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no obstante como conceptos de objetos de experiencia. De allí que todo lo que se ha dicho acerca del
entendimiento y sus funciones en ese capítulo primero de la Analítica de los conceptos, incluso la
caracterización misma dada de ese entendimiento como entendimiento discursivo, tenga que ser
convalidado por el argumento de esta nueva y propiamente deducción (en sentido jurídico), la
llamada por Kant deducción trascendental.

La primera de las dos secciones que abarca el capítulo segundo de la Analítica de los conceptos
titulado "De la deducción de los conceptos puros del entendimiento" se desarrolla en dos parágrafos,
los §§ 13 y 14, y sirve de Introducción a la deducción trascendental propiamente dicha.
En el § 13 Kant alude a ese problema al que debe responder una deducción trascendental y aclara qué
se debe entender por ella.
En el § 14 ya adelanta la solución y los pasos en los que se la tiene que desarrollar.

En principio, Kant aclara que por lo que se refiere al simple término "deducción", éste reviste
connotaciones jurídicas. Dice Kant en A 84 =B 116, Porrúa 74 c. 1, Alfaguara 120, Colihue 157:

Los maestros de Derecho, al hablar de facultades y pretensiones,


distinguen en un asunto jurídico la cuestión sobre lo que es de
Derecho (quid juris) de la que se refiere al hecho (quid facti) y, al
exigir prueba de ambas, llaman deducción a la primera, que expone la
facultad o la pretensión jurídica.

Es decir, "deducción", en lo esencial, no es en el contexto kantiano una prueba lógica o silogística,


sino la prueba jurídica que consiste en mostrar también una cuestión de índole legal. Lo que se
muestra en una "deducción" es que se tiene un derecho que se reclama o disputa.
Esa cuestión es distinguida aquí de otra, aquella que se refiere a hechos y que también exige prueba.

Como en el caso de los conceptos, los únicos hechos que pueden estar implicados son aquellos que
permiten haber llegado a poseer un concepto con base en ciertas experiencias, Kant pasa a distinguir,
entonces, aunque otra vez de modo un poco desprolijo, la deducción en empírica y trascendental.
(Digo de modo desprolijo, porque se señala a veces que si la prueba que se dirige a una cuestión de
hecho, se distingue de la prueba de derecho, no debe llamarse, entonces, "deducción" a algo que tenga
que ver con hechos. Sin embargo, Kant casi inmediatamente después de haber reservado el término
"deducción" para hacer referencia exclusiva a cuestiones de derecho y no de facto, alude a la
posibilidad de esos dos tipos de deducciones, la empírica y la trascendental.)
La "deducción empírica" pasa a ser entonces aquella prueba que dirime la cuestión de hecho, que,
para el caso de los conceptos —y aquí Kant parece referirse a los conceptos empíricos generales—

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remite a la cuestión de mostrar cómo se ha originado su posesión, es decir, cómo los hemos
adquirido.

De este modo, cabe pensar que si un concepto se ha originado a través de la experiencia, se trata por
eso mismo, no de todo y cualquier concepto, sino específicamente de un concepto empírico.
Ya sabemos que conceptos como "perro" surgen por comparación y abstracción de notas comunes de
distintas experiencias posibles de instancias específicas, pekinés-marrón, chihuahua blanquinegro,
ovejero alemán de manto negro. Una vez comparados los casos y abstraídas las notas, se origina el
concepto genérico "perro" que detenta ahora el derecho a ser aplicado a cualquier otra instancia que
empíricamente se presente portando las mismas notas comunes; por ejemplo, el pastor escocés de
pelo rojizo. Se lo puede aplicar a él porque comparte con cualquiera de los otros el ser un animal,
mamífero, vertebrado, carnívoro, cuadrúpedo y ladrante.

Con esto, resulta que para el caso de los conceptos empíricos, la prueba de su origen empírico termina
coincidiendo, entonces, con la prueba de su derecho a ser empleado en la experiencia.
Tal vez por eso, entonces, Kant decidió llamar no obstante también a la prueba del hecho de cómo el
concepto empírico se adquiere "deducción", pues ese mismo origen de su adquisición es el que
justifica su uso, para esos casos, y para cualquiera posterior. Es lo que Kant dice al inicio, en el
párrafo que sigue a lo que ha de entenderse por "deducción", en A 84 = B 116-117, Porrúa 74 cc. 1-2,
Alfaguara 120, Colihue 157:

Empleamos una multitud de conceptos empíricos, sin oposición de


nadie, y nos consideramos autorizados, aun sin deducción, a darles un
sentido y significación imaginada [quizá, Kant confundió el término con el
que mienta “valedera”], porque tenemos siempre la experiencia a mano
para demostrar su objetiva realidad.

Por eso, en el caso de los conceptos empíricos bastaría dar de ellos una "deducción empírica", mostrar
cómo se han adquirido o cómo se ha originado su posesión. No sería necesaria otra deducción como
prueba de un empleo legítimo, pues la misma experiencia que muestra su adquisición basta para
legitimar su uso futuro en los casos concordantes o para desautorizar un empleo incorrecto —
concebir como "perro" lo que se presenta con los caracteres de un gato (supuesto que la diferencia
específica mínima aparente sea que maúlla y no ladra). O sea, en el caso de los conceptos empíricos
la deducción empírica sirve a la vez para mostrar su origen y también su legitimidad.

Pero con la introducción de una nueva lógica trascendental, aparecen ahora ese otro tipo de
conceptos referidos a los objetos y a la experiencia, que, sin embargo, no nacen de ella. Son los
conceptos puros del entendimiento o categorías. Al no tener su origen en la experiencia, estos

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conceptos no podrán como los empíricos justificar su posesión o adquisición por medio de una
deducción empírica. Y por eso mismo tampoco podrán por una deducción semejante legitimar su
empleo, aunque éste sea, no obstante, un empleo con respecto a la experiencia.
Tanto los conceptos puros del entendimiento, como aquellos de origen estético (sensible) —que ahora
ya sabemos que son propiamente las intuiciones puras de espacio y tiempo—, no admiten "deducción
empírica". Por el contrario, exigen una deducción acorde con su carácter.
Sabemos, en principio que éste, su carácter, es "a priori", independiente de la experiencia. Por
consiguiente, tampoco nacen de ella. Pero pretenden no perder la referencia a lo empírico. De tal
modo que otra vez se le impone a Kant la posibilidad contraria, y la única que subsiste y que ya
contemplaba en la revolución copernicana del Prólogo de 1787: que la experiencia misma haya
nacido gracias a ellos, que ellos sean condiciones de posibilidad de la experiencia.

Es lo que Kant expresa al inicio del parágrafo siguiente, el § 14. Dice allí en A 92 =B 114-125,
Porrúa 77 c. 2, Alfaguara 125, Colihue 164:

No hay más que dos casos posibles, en los cuales puedan coincidir las
representaciones sintéticas con sus objetos, referirse necesariamente
unas a otros y por decirlo así salirse al encuentro. O que sea el
objeto el que hace posible la representación, o que ésta sea la que
hace posible el objeto. Si ocurre lo primero, entonces la relación es
empírica y la representación no es nunca posible a priori. Y éste es
el caso de los fenómenos por lo que se refiere a cuanto en ellos
pertenece a la sensación. Mas si ocurre lo segundo, puesto que la
representación en sí misma (aquí no se trata de su causalidad mediante
la voluntad) no produce su propio objeto, según la existencia, habrá
de ser la representación entonces determinante a priori, en lo que se
refiere al objeto, cuando sólo por ella sea posible conocer algo como
un objeto.

En suma, sólo cabe que las categorías sean conceptos trascendentales —conocimientos a priori que
posibilitan otros conocimientos, incluso en este caso, empíricos—; y que, concordantemente, la
deducción que exijan sea una "deducción trascendental".

Kant expresa esta idea dos veces. Una en el tercer párrafo del § 13, en el que dice en A 85-86 =B 118,
Porrúa 75 c. 1, Alfaguara 121, Colihue 158-159:

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Ahora tenemos ya dos clases de conceptos de muy distinta especie, los


cuales sin embargo concuerdan unos con otros en que ambas clases se
refieren enteramente a priori a objetos; son, a saber, los conceptos
del espacio y del tiempo, como formas de la sensibilidad, y las
categorías, como conceptos del entendimiento.
Tratar de dar de ellos una deducción empírica sería un trabajo
totalmente vano; pues lo distintivo de su naturaleza consiste
precisamente en que se refieren a sus objetos, sin haber tomado de la
experiencia nada para la representación de éstos. Si una deducción de
ellos es necesaria, tendrá pues que ser siempre trascendental.

Otra expresión de lo mismo se encuentra con anterioridad, en el segundo párrafo, en el que se agrega
la significación de esta "deducción trascendental”. Dice Kant en A 85 =B 117, Porrúa 74-75,
Alfaguara 121, Colihue 158:

Mas entre los muchos conceptos que constituyen la trama abigarrada del
conocimiento humano, hay algunos que también están determinados para
el uso puro a priori (enteramente independiente de toda experiencia)
y la legitimidad de éstos necesita siempre una deducción; porque para
mostrar que su uso es conforme a Derecho, no bastan pruebas sacadas de
la experiencia, siendo sin embargo necesario saber cómo esos conceptos
no tomados de ninguna experiencia pueden referirse a objetos4. Por eso
llamo deducción trascendental de los conceptos a priori la
explicación del modo como esos conceptos a priori pueden referirse a
objetos; y esta se distingue de la deducción empírica [...]

O sea, la deducción trascendental consistirá en mostrar el derecho de emplear conceptos no nacidos


de la experiencia, y por consiguiente, de emplear conceptos a priori, a la experiencia y sus objetos.

Ahora en el caso de los conceptos puros, justamente debido a su aprioridad o pureza, esa prueba
pareciera además que debe ser absolutamente necesaria. En cambio no es necesario que los conceptos
empíricos muestren alguna prueba adicional de legitimidad o derecho al uso. Aunque en relación con
los conceptos empíricos resulta también que una prueba de legitimidad es posible, ella no es
estrictamente necesaria, dada su rápida conexión con la prueba de su origen. Los mismos hechos que

4 En Porrúa se lee: "cómo esos conceptos pueden referirse a objetos, no tomados de ninguna experiencia".
Conviene alterar el orden, pues así dispuesta la frase se presta a interpretar que esos objetos se equiparen a la
cosa en sí. Sin embargo, esa posición puede ser acorde a lo que Kant había sostenido en la Disertación.

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muestran cómo se adquiere un concepto empírico son los que sirven para legitimar el derecho a
emplearlos en esos casos y en todos los semejantes. Basta hacer entonces una deducción empírica
como prueba de adquisición, no es necesaria una prueba adicional de derecho, aunque nunca pueda
llegar a ser trascendental por el carácter empírico de dichos conceptos.

En cambio, por lo que respecta a una prueba de legitimidad en relación con, los que en este contexto
Kant llama genéricamente conceptos puros, pero que en un sentido más adecuado son otra vez
genéricamente "representaciones", y por tanto incluyen a los conceptos propios del entendimiento, a
las intuiciones o formas de la sensibilidad y a las ideas de la razón, Kant expresa en principio que
dicha deducción ha de ser trascendental. Sin embargo, tampoco afirma enfáticamente y de inmediato
su necesidad. En principio sólo dice:

Si una deducción de ellos es necesaria, tendrá pues que ser siempre


trascendental. (A 86 =B 118, Porrúa 75 c. 1, Alfaguara 121, Colihue 159)

Y luego señala:

Ahora bien, aunque se admita que el único modo de una posible


deducción del conocimiento puro a priori es el que se haga por vía
trascendental, no por eso se ve claramente que esa deducción sea tan
absolutamente necesaria. (A 87 =B 119, Porrúa 75 c. 2, Alfaguara 122, Colihue 160)

Este planteo menos enfático puede deberse justamente a que recién aquí, Kant alerta que esta prueba
de legitimidad y de derecho debiera extenderse genéricamente a toda clase de representaciones a
priori. De manera que incluso podría ser que lo que Kant hizo en la Estética trascendental como
argumento en su conjunto, haya sido una "deducción trascendental". Se trata de la posibilidad a favor
de la cual yo me expreso, sobre la base de las propias palabras de Kant. Pues efectivamente algo de
eso señala el propio Kant agregando que en ese caso la deducción resulto sencilla y fácil aunque, en
cierto sentido, otra vez, no en sí misma necesaria. Eso es así, pues otro aspecto que tiene la
deducción trascendental es la de mostrar no sólo el derecho de emplear una representación a priori,
sino mostrar también hasta dónde rige ese derecho.

Como se trata del derecho de emplear representaciones a priori como válidas para la objetividad de
los objetos empíricos, el límite de uso legítimo lo marca la experiencia misma. En tal sentido, Kant
encuentra que espacio y tiempo nunca pueden en principio extenderse más allá de lo dado: ellos son
intuiciones a priori, pero que funcionan como formas de recepción de lo dado sensible y
empíricamente. Por sí solas no trascienden la experiencia. Tampoco las hace trascender el uso que los

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científicos, sean matemáticos —geómetras, aritméticos— o físicos mecanicistas hacen de ellas. Estos
científicos las utilizan para hacer una física-matemática de la naturaleza. No las llevan a ámbitos
metafísicos.

La necesidad de una deducción trascendental aparece, pues, más claramente conectada con los
conceptos puros del entendimiento. Por un lado, porque, en tanto conceptos, ya sabemos que no
guardan con la materia empírica una relación de inmediatez. Por tanto, no es tan sencillo y fácil
mostrar con respecto a ellos su validez objetiva, su referencia a objetos.
Por otro lado, esa misma referencia no inmediata y en principio no evidentemente necesaria con lo
empírico, puede que a los metafísicos los haga caer en la tentación opuesta: referir a lo no empírico lo
que sólo puede tener validez estricta con relación a la experiencia.
Es, entonces esta liberalidad del concepto, la que finalmente termina determinando la necesidad
irrestricta de una deducción trascendental para todas y cada una de las representaciones a priori. Dice
Kant en A 88 =B 120-121, Porrúa 76 c. 1, Alfaguara 122-123, Colihue 160-161:

[...] En cambio con los conceptos puros del entendimiento comienza la


necesidad inevitable de buscar la deducción trascendental, no sólo de
ellos mismos, sino también del espacio; [...] Así el lector tiene que
convencerse de la imprescindible necesidad de esta deducción
trascendental, antes de dar un solo paso en el campo de la razón pura,
porque si no andará como ciego y, después de errar de acá para allá,
tendrá que volver a la ignorancia primera de donde partió. [...]

Pero a diferencia ahora de lo que sucedía con la deducción de las formas de la sensibilidad, esta nueva
deducción imprescindiblemente necesaria, es también y, en cambio, difícil.

Unos párrafos más adelante Kant vuelve a insistir en la necesidad de la deducción trascendental de las
categorías, fundándose en el carácter mediato de los conceptos o de la condiciones del pensar, que no
torna evidente de suyo la resolución de su validez objetiva. Y de nuevo, lo hace con un énfasis tal en
las expresiones que desconcierta a sus comentadores. Pues deja entrever la posibilidad de que el
funcionar autónomo de las distintas facultades que hasta ahora sabemos que deben concurrir para el
conocimiento de los objetos, aun cuando conserven cada una tareas específicas y propias, puede ser
más autónomo aún. Esta autonomía puede llegar al grado de que sea posible que cada facultad o
capacidad por separado, es decir, sin obligatoria concurrencia o ensamble, permita una relación o
referencia a los objetos.
De ser así, la cuestión de la validez objetiva nuevamente resulta una cuestión acuciante pero fácil de
dirimir para el caso de la sensibilidad. Ella se ocupa de las condiciones por las cuales los objetos se

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nos aparecen o por la cual los objetos nos son dados. Y como eso es lo mínimo que aceptamos,
incluso en cuanto escépticos, con respecto al conocimiento de los objetos, veíamos que las formas de
la sensibilidad quedaban justificadas, en tanto eran necesarias para comprender aquello que nadie
negaba: que se nos aparecen datos que nos remiten a algo distinto de nosotros mismos y que nosotros
no hemos podido crear.

Pero, en el caso del entendimiento, las condiciones ya no son condiciones del aparecer o del darse de
los objetos, sino condiciones para que estos sean pensados como tales objetos. Y si una cosa fuera
autónoma de la otra hasta el punto de que pudiera haber un darse de los objetos sin que sea necesario
que a ello lo acompañe un ser pensados como tales objetos, o que pudiera haber un darse de los
objetos sin relación con un determinado ser pensado de los mismos, se haría necesario mostrar no
sólo la legítima referencia de condiciones a priori del pensar a la experiencia, sino incluso la
referencia sin más de dichas condiciones al ámbito de lo empírico. Esto es así, pues ese planteo
instaura la posibilidad de que esa referencia no sea necesaria, que la sensibilidad se baste por sí sola
para presentar objetos, ya sea como objetos plenos conocidos, o como simples objetos dados, que
jamás pudieran ser pensados (aproximadamente el “algo” que se le da al animal, para que incluso se
sirva de él, pero sin llegar ni a hacérselo consciente como objeto, ni a conocerlo o expresarlo como tal
objeto).

Eso que suena desconcertante para un oído centrado en el que será el planteo definitivo de la Crítica
de la razón pura, concuerda sin embargo con la posición sostenida por Kant en la Disertación (1770).
Allí Kant, le adjudica a la sensibilidad el pleno conocimiento de los objetos tales como aparecen, y
reserva para los conceptos del entendimiento una suerte de conocimiento de la cosa en sí: los
conceptos del entendimiento conocen las cosas tales como son. Y eso explicaría, entonces, que ahora
Kant salga no obstante al cruce de esa posibilidad que él mismo defendiera en años anteriores y que
puede ser también la posición de los empiristas, al menos por lo que respecta al conocimiento de los
fenómenos. Dice al respecto Kant en A 89-91 =B 122-123, Porrúa 76-77, Alfaguara 123-124,
Colihue 162-163:

Las categorías del entendimiento, en cambio, no nos representan las


condiciones bajo las cuales objetos son dados en la intuición; por
tanto pueden desde luego sernos objetos aparentes [pueden aparecérsenos
objetos] sin que hayan necesariamente de referirse a funciones del
entendimiento y sin que este entendimiento haya de contener las
condiciones a priori de dichos objetos. Por donde se muestra aquí
una dificultad que no hemos encontrado en el campo de la sensibilidad,
y es a saber: ¿Cómo condiciones subjetivas del pensar han de tener
validez objetiva, es decir, deben ofrecer condiciones de la

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posibilidad de todo conocimiento de los objetos? Pues sin funciones


del entendimiento pueden desde luego darse fenómenos en la intuición.
Tomo v. g., el concepto de causa, el cual significa una especie
particular de síntesis, ya que tras algo (A) se pone, según una regla,
algo (B), enteramente diferente. No es claro a priori por qué unos
fenómenos hayan de tener algo semejante (pues no se puede dar como
prueba de ello experiencias, ya que la validez objetiva de ese
concepto tiene que poderse exponer a priori); queda por tanto
indeciso a priori si semejante concepto no será acaso totalmente
vacío sin encontrar en ninguna parte objeto alguno entre los
fenómenos. Pues que los objetos de la intuición sensible tienen que
ser conformes a las condiciones formales de la sensibilidad, que están
en el espíritu a priori, se advierte claramente porque si no, no
serían objetos [en el sentido de fenómenos] para nosotros; pero que además
hayan de ser conformes a las condiciones que necesita el entendimiento
para la unidad sintética del pensar, ésa es ya una conclusión que no
es tan fácil de ver. Pues los fenómenos podrían muy bien, en todo
caso, estar hechos de tal suerte que el entendimiento no los hallase
conformes a las condiciones de su unidad y andar todo en confusión tal
que, v.g., en la serie consecutiva de los fenómenos nada se ofreciese
que nos proporcionase una regla de la síntesis y que correspondiese
por tanto al concepto de causa y efecto, el cual entonces sería
enteramente vano, nulo y sin sentido. Los fenómenos no obstante
ofrecerían a nuestra intuición objetos; pues la intuición no necesita
de ningún modo de las funciones del pensar. [Es decir, la intuición no necesita
del pensar para ofrecer sensaciones y por tanto fenómenos. La intuición no necesita del
pensar para “dar”, hacer aparecer el objeto indeterminado o fenómeno. Pero por eso
mismo, sin entendimiento nunca llegaría a ser objeto determinado, objeto conocido.]

Sea como sea, con esta posibilidad adicional de admitir un fenómeno u objeto propio y exclusivo de
la sensibilidad, la deducción de los conceptos puros del entendimiento se hace, entonces,
absolutamente necesaria. Es necesario mostrar que también los conceptos del entendimiento tienen
alguna función con respecto a fenómenos u objetos.

Ahora, lo que en el § 13 se presenta como el planteo de una necesaria, pero aún problemática,
deducción trascendental de las categorías, encuentra en el § 14 la exposición del principio de su
solución. Este surge, además, por una reflexión acerca de la deducción ya lograda, la deducción
presente en la Estética y correspondiente a las formas puras de la sensibilidad. Kant nos recuerda allí,

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y en flagrante contradicción con la posibilidad recién expuesta y que remite a la Disertación, las dos
condiciones que la Crítica exige para el conocimiento de los objetos: intuición y concepto, recepción
de la sensibilidad y espontaneidad del entendimiento. Señala en A 92-93 =B 125, Porrúa 77-78,
Alfaguara 126, Colihue 164:

Hay empero dos condiciones bajo las cuales tan sólo es posible el
conocimiento de un objeto: primeramente intuición, por la cual es
dado el objeto, pero sólo como fenómeno; y en segundo lugar,
concepto, por el cual es pensado un objeto que corresponde a esa
intuición.

Y pasa a señalar en qué ha consistido o cómo ha logrado desarrollarla para el caso de las formas de la
sensibilidad, espacio y tiempo. Se ha logrado justificar el derecho de emplear en la experiencia dichas
formas, en la medida en que sólo ellas (en el sentido de que sólo además con el carácter de
intuiciones a priori) se constituyen en la razón posibilitante de que algún fenómeno o algo objetivo
haya aparecido ante nosotros o ante nuestro espíritu.

De la misma manera podría ahora ensayarse si no hay cierto acuerdo mínimo entre las distintas
posiciones filosóficas en boga –el empirismo-escéptico y el racionalismo-dogmático– acerca de lo
que es un objeto en el sentido ya no de lo que como tal aparece, sino de lo que es pensado como
conocimiento de un objeto. Pues, también de modo similar, quizá pueda mostrarse que para que tal
conocimiento haya tenido lugar eran necesarias formas o condiciones que ahora son condiciones del
conocimiento por el lado del pensar.
Es decir, en este punto habrá que mostrar que sin las condiciones del entendimiento ningún objeto
podrá ser pensado o, estrictamente, conocido como objeto. Ese será el principio que guíe la deducción
trascendental de las categorías.

Ese principio es sólo una especificación para el caso especial de los conceptos puros del
entendimiento del principio más general que, según Kant, resume y guía cualquier deducción
trascendental de representaciones puras (esto es, de representaciones que pueden ser intuiciones o
conceptos, y conceptos del entendimiento o de la razón). Por ello, en el segundo párrafo del § 14
encontramos esa expresión general y en medio del primero la que lo especifica a ese principio para el
estricto caso de las categorías. Por eso invierto en este caso, el orden de lectura. En A 94 = B 126-
127, Porrúa 78 cc. 1-2, Alfaguara 126-127, Colihue 166, se lee:

La deducción trascendental de todos los conceptos a priori tiene


pues un principio, hacia el cual debe enderezarse la investigación
toda, y es a saber: que esos conceptos tienen que ser conocidos como
condiciones a priori de la posibilidad de la experiencia (ya sea de

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la intuición que se encuentra en ella, o del pensamiento). Conceptos


que proporcionan el fundamento objetivo de la posibilidad de la
experiencia, son necesarios, precisamente por ello. [[Mas el
desarrollo de la experiencia, en donde se encuentran, no es su
deducción (sino su ilustración), porque entonces no serían más que
contingentes.]] Sin esa primordial referencia a la experiencia
posible, en donde se presentan todos los objetos del conocimiento, no
podría comprenderse la referencia de los conceptos a algún objeto.

Es decir, de manera general, se ha de desarrollar una deducción trascendental para cualquier tipo de
representación pura,
- sea de la sensibilidad —intuiciones puras—
- del entendimiento —conceptos puros
- o de la razón —ideas puras.
Y en todos los casos esa deducción consiste en mostrar la necesidad de esas representaciones como
condiciones de posibilidad de cierto aspecto de la experiencia
- su aparecer,
- su unidad de conocimiento,
- su articulación en sistema (científico).
Pero también consiste en mostrarlo de esas solas representaciones, esto es, de representaciones que
tienen específicas y exclusivas características, de manera que quedan desestimadas a la par
pretensiones de otras corrientes filosóficas que pudieran pensar a esas representaciones de distinta
manera o con distintos caracteres.

Pasando ahora a la segunda mitad del párrafo que antecede, allí se resume lo que ha de mostrar la
deducción trascendental de las categorías: que sólo por ellas un objeto de experiencia puede ser
pensado como tal objeto, esto es, como ya lo hemos dicho repetidas veces, que ellas son las
condiciones de posibilidad del objeto en tanto objeto o las condiciones de la objetividad del objeto.
Dice Kant en A 93 =B 125-126, Porrúa 78 c . 1, Alfaguara 126, Colihue 165-166:

Ahora bien, se pregunta si no [1] preceden también conceptos a priori


como condiciones bajo las cuales tan sólo algo es, no intuido, pero sí
pensado como objeto en general; porque entonces [4] todo conocimiento
empírico de los objetos es necesariamente conforme a esos conceptos,
porque, [1] sin presuponerlos, nada es posible como objeto de la
experiencia. Mas toda experiencia contiene, además de la intuición de
los sentidos, por la cual algo es dado, un concepto de un objeto,
que está dado o aparece en la intuición; según esto, [4] a la base de

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todo conocimiento de experiencia, habrá, como sus condiciones a


priori, conceptos de objetos en general; por consiguiente la validez
objetiva de las categorías, como conceptos a priori , descansará en
que [3] sólo por ellas es posible la experiencia (según la forma del
pensar). Pues entonces [1] se referirán necesariamente y a priori a
objetos de la experiencia, porque [3] sólo mediante ellas puede, en
general, ser pensado un objeto de la experiencia.

El argumento para el caso de la Analítica de los conceptos de la Lógica trascendental se reduce a que:
si se admite que algo no sólo se nos aparece sino que es impresionado (intuido) o pensado como
objeto (1) se debe asimismo aceptar aquellas condiciones que posibilitan ahora dicha objetividad. Y
también en este caso se podrá replicar que puede haber otras condiciones posibilitantes del objeto
como objeto. De tal modo que habrá que mostrar llegados a este punto, que estos o sus impresiones
pueden concebirse (3) "sólo mediante esas condiciones". Para eso, a la vez, habrá (2) que saber
cuáles son o aquí más claramente qué son —conceptos discursivos de enlace o de síntesis— donde el
objetivo de Kant nuevamente no parece tanto excluir la posibilidad de otra tabla de categorías, sino
principalmente, mostrar que los que confieren la unidad del objeto sólo pueden ser conceptos ligados
a un entendimiento discursivo y no intuitivo (sea en el sentido del entendimiento intuitivo de
Descartes, sea en el sentido de las conciencias empíricas discontinuas de Hume relacionadas a algo
meramente imaginativo), y ligados a un entendimiento que de enlazarse a una sensibilidad lo haga a
una estrictamente humana. De cumplirse todo ello, resultará, la posibilidad (4) de que esas mismas
condiciones se constituyan en condiciones trascendentales de posibilidad de todo otro conocimiento
empírico de los objetos de experiencia. Dicho de otro modo, así como espacio y tiempo finalmente
resultaban condiciones de posibilidad de los juicios sintéticos a priori de la matemática, las categorías
articuladas en los principios del entendimiento serán condiciones de posibilidad del conocimiento, sea
sintético a priori o sintético a posteriori, de los objetos de la naturaleza, tal como lo constituye la
física o la ciencia matemática de la naturaleza. Justamente, la deducción después de mostrar cómo el
yo con sus categorías condiciona la posibilidad de los objetos, termina mostrando cómo esas mismas
categorías articuladas como juicios o principios son las leyes formales de toda la naturaleza física.
Son aquellas que Kant, luego de justificar en general, prueba por separado en la Analítica de los
Principios, como Axiomas de la intuición, Anticipaciones de la percepción, Analogías de la
experiencia y Postulados del pensar empírico. Pero lo que tenemos que notar al respecto es que
también en el caso de la Analítica no se presupone sino que se muestra que entonces los juicios que
posibilitan la física son juicios sintéticos a priori. Esta vez porque son las expresiones de las síntesis
que opera el sujeto trascendental.

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