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El

Kata de la Voluntad



Estrategias para adquirir una fuerza de
voluntad de acero




Armando Elle




ÍNDICE

Introducción
Cap 1 - Una noche en México.
Cap 2 – El modelo de comportamiento humano.
Cap 3 – “Quiero, Deseo, Me gustaría...”
Cap 4 – Instintos e impulsos: nuestros señores y padrones.
Cap 5 – La trampa número 1: La prevalencia de los instintos.
Cap 6 – La trampa número 2: “Amor, ¡eres demasiado racional!”
Cap 7 – La trampa número 3: La motivación.
Cap 8 – La trampa número 4: El encanto del evento.
Cap 9 – Cómo equivocarse en todo.
Cap 10 – El músculo de la voluntad.
Cap 11 – Cuando el peso es demasiado grande.
Cap 12- Cuando los pesos son demasiados.
Cap 13 – El arma secreta número 1: Los pequeños logros.
Cap 14 – El arma secreta número 2: Los hábitos.
Cap 15 – El rito del hábito.
Cap 16 – Un poco de artes marciales.
Nota del autor.
Introducción

Dentro de las artes marciales, el “kata” se refiere a una serie de
movimientos pre-ordenados y codificados que representan técnicas de
combate. El estudiante de artes marciales los repite cientos de veces para
convertirlos en algo automático y ser capaz de aplicar las diversas
técnicas en una manera instintiva. Puede ejecutarse contra un oponente
imaginario o contra uno de verdad, y en este caso se llaman Kata Bunkai.

En la película Karate Kid se nos da una representación pintoresca del Kata
tal vez poco real, pero extremamente eficaz desde un punto de vista
conceptual. Cualquier persona que haya visto la película seguramente aun
recuerda qué sucede: el maestro Miyagi hace pasar el día a Daniel
encerando y puliendo autos. Al final del día, Daniel no sólo esta cansado,
está muy decepcionado. Él no ha aprendido nada de karate, y el maestro
Miyagi lo hizo trabajar gratis. Pero cuando el maestro pretende atacarlo,
Daniel es capaz de protegerse de los golpes aplicando automáticamente
los movimientos que ha repetido hasta el cansancio durante el día. Me
encanta esta película, y no hablo de ella solo porque fue un mito durante
mi juventud, sino porque transmite una idea.

Al inicio del estudio de un Kata, el profesor realiza los movimientos en
frente de los estudiantes, mientras lo están mirando. A continuación,
explica y enseña los movimientos que componen el Kata uno tras otro,
hasta que los alumnos tienen la plena comprensión y son capaces de
hacerlo por sí mismos.
Por esta razón, este libro comienza desde el final.
Esto es lo que veremos juntos en este libro.
Esto es el Kata de la Voluntad:

- Reflexiona sobre cómo y por qué haces lo que haces.
- Ten en cuenta tus acciones como consecuencia de dos motivos: los
instintos y la inteligencia / voluntad
- Aprende a conocer tus instintos, con sus ventajas y sus desventajas.
- Disfruta de la motivación cuando llega, pero no te confíes demasiado.
- Reconoce las presiones que te rodean: aprenderás a defenderte.
- Reconoce el cambio como lo que es: un proceso y no un evento.
- Ten en cuenta la fuerza de voluntad como lo que es: un instinto ético que
caracteriza al hombre, y como resultado de la inteligencia.
- Usa la voluntad de acuerdo con la Regla número 1: No levantar
demasiado peso en una sola vez.
- Usar la voluntad de acuerdo con la Regla número 2: No levantes
demasiados pesos al mismo tiempo.
- Date objetivos intermedios, mídelos y celebra cada vez que logras uno.
- Haz pequeños actos de voluntad en tus hábitos diarios.
- Crea y fortalece tus hábitos utilizando siempre la tríada estímulo - acción
– recompensa.
- Repite desde el inicio.

¡Buena lectura!

Cap 1 – Una noche en México.

México, 24 agosto, 3 de la mañana.

Me casé hace apenas unas horas y acabo de subir con mi esposa a nuestra
habitación en la planta superior de un edificio colonial donde celebramos
la boda. Es una noche cálida, y mientras ella se cambia, yo voy a la terraza
a fumar.
Me siento feliz….de ella, del día que hemos vivido, de todos los amigos
que vinieron a la fiesta desde Italia, del rumbo que esta tomando mi vida.
Pero también siento una extraña inquietud y un gran cansancio.
Han sido meses agotadores y estresantes.

La organización del matrimonio, mis continuos viajes, las cenas fuera de
casa, los 30 cigarros al día, finalmente me han agotado. Me veo reflejado
en la ventana con la luz de la luna, y veo a un hombre de aspecto cansado
de 37 años, ojeras profundas y al menos 5 kilos de más.

¿Tal vez me siento repentinamente mayor porque me casé? Pero no
debería ser así. Mi esposa es joven y hermosa, estamos felices y lleno de
proyectos.
De hecho, hace meses que quiero cambiar algunas cosas en mi vida:
quiero hacer ejercicio, dejar de fumar, escribir un libro, y desarrollar
nuevas ideas de trabajo en las que pienso desde hace tiempo. Un programa
ambicioso, que acaricio de vez en cuando desde hace años; y que por
muchas razones no he podido lograr, de hecho, creo que ni siquiera he
empezado. Pero el hecho de contraer matrimonio, con el gran cambio que
trae consigo, me hizo creer en los últimos meses que esta vez sería
diferente.

Y mientras reflexiono, entiendo de dónde viene la inquietud. Me doy
cuenta que nada es diferente. Durante los meses anteriores a la boda, como
siempre, no he escrito una línea del libro, no he hecho ejercicio, no he
dejado de fumar, ni he cambiado las cosas en el trabajo que quería.

Allí en el balcón, mientras fumo y veo mi reflejo en la ventana, también
veo la distancia que existe entre la persona que soy y aquella que quiero
ser, y parece una distancia enorme e imposible de recorrer.
Y en lo profundo, como una condena, creo saber que será así por siempre.
A pesar de mi deseo de cambiar, sé que siempre he sido demasiado débil
para llegar al final de tantos propósitos que he tenido en mi vida. Soy un
hombre que tiene un secreto que lo avergüenza, y frente al cual no
encuentra una solución: el secreto es que a pesar de mi capacidad y un
"éxito" aparente, soy un hombre débil, un hombre que no tiene la
suficiente fuerza de voluntad para lograr sus deseos.

Pero de repente, veo a alguien caminando en el jardín. Lo reconozco de
inmediato, es el padre de mi esposa.
Quise a mi suegro desde el primer momento, cuando lo conocí hace
cuatro años. Es un buen hombre, curioso, activísimo a pesar de sus casi 74
años de edad. Exterior e interiormente es un verdadero mexicano,
orgulloso de su familia y de su cabello negro que meticulosamente peina
hacia atrás todas las mañanas.
Antes de la presentación formal con la familia, mi esposa me había
anticipado que su padre tenía algunas peculiaridades, y me he divertido
durante estos años descubriendo una tras otra.

Entre ellas, la que encuentro más divertida es su paseo nocturno. Todas las
noches, después de la cena y antes de ir a dormir, camina dentro de su casa
sus 4,000 pasos. Desde el lado izquierdo de la cocina, se acerca a la puerta
del pasillo, va al extremo derecho de la sala, se da la vuelta y regresa
hacia a la cocina para comenzar de nuevo. Esto se repite hasta que ha
contado 4.000 pasos. Y es muy riguroso en este aspecto: los pasos deben
ser 4,000, no 3,999 o 4,001; de hecho, no debemos molestarlo mientras
camina o pierde la cuenta.

Lo sorprendente es que he pasado con él Navidad, Año Nuevo y fiestas
familiares con 40 invitados. Sin embargo, no hay nada que lo detenga: al
terminar de comer platica un poco y después pide permiso y comienza a
caminar 4,000 pasos. Sus familiares ya no le hacen caso, y es normal que
continúen a hablar o bailar mientras mi suegro se mueve hacia atrás y
delante frente a ellos.
Por supuesto, cuando por alguna razón no está en su casa, de alguna
manera se las arregla, va y viene donde se encuentre: durante su visita a
Italia hizo sus 4,000 pasos en Plaza delle Erbe en Verona; frente a la
Cámara de Diputados en Roma (y créanme que la policía lo miraba en una
manera muy extraña), bajo los grandes arcos de las calles de Turín ...

Esto lo hacía todas las noches durante su viaje, después de cada cena.
Así que cuando lo vi esa noche a las 3 de la mañana paseando por el jardín
del hotel, con las manos entrelazadas detrás de la espalda y moviendo sus
labios imperceptiblemente, no tenía ninguna duda de lo que mi suegro
estaba haciendo, contaba los 4,000 pasos. Había sido el día de la boda de
su hija y después de al menos 15 horas de fiesta, de haber bailado, bebido
y cantado durante todo el día, mi suegro salió a caminar.

Y mientras lo observaba, por primera vez en lugar de hacerme sonreír
simplemente sentí que lo envidiaba. Cada vez que había decidido hacer
ejercicio, dejar de fumar o ponerme a dieta, nunca fui capaz de continuar
por más de un par de semanas. Siempre había encontrado razones para
romper mis propósitos: una cena de cumpleaños, un día agotador en el
trabajo, un momento de tristeza o de aburrimiento.

Siempre había encontrado una excusa para romper mis propósitos y para
mantener todos mis malos hábitos.

Mientras él caminaba 4,000 pasos cada noche desde hace casi 40 años, sin
que nada pudiera distraerlo de su propósito. Y esta fuerza de voluntad
parecía acompañarlo no sólo en sus paseos nocturnos, sino en todos los
aspectos de su vida. Tenía que existir algún secreto ....
En ese momento mi esposa salió al balcón y me tomó de la mano. Al
voltear, la atraje hacia mí y la besé. Y mientras la besaba llevándola hacia
la habitación, sentí que había encontrado el destello de una idea, una idea
aún incompleta, pero tan cercana que sentí que podía tocarla con las
manos. ...

Esa noche en México, al ver la extraordinaria fuerza de voluntad de mi
suegro, decidí que iba a enfrentar la falta de voluntad por lo que realmente
es: una enfermedad. Y es una enfermedad grave, ya que determina una
serie de efectos muy negativos en nuestra vida, tanto desde el punto de
vista físico como desde un punto de vista psicológico.
De hecho, mientras que una fuerte voluntad puede permitirnos alcanzar
casi cualquier meta, una débil es como una carga en nuestras vidas que nos
convierte cada vez en personas más obesas, menos ricas, más enfermas,
menos activas, menos felices. Y sobre todo, menos orgullosas de nosotros
mismos.

Una voluntad débil es una enfermedad que nos hace obtener siempre
MENOS de las cosas que queremos, y siempre MÁS de las cosas que no
queremos.

Por lo cual, ¿No es una de las peores enfermedades que podemos tener?

Siendo médico, me aproximo a los problemas desde un punto de vista
científico pero también pragmático. Definitivamente me interesa más que
el razonamiento por sí mismo, analizar los problemas y buscar las causas
de los fenómenos con el objetivo de encontrar una solución y una cura.

Así, durante los meses sucesivos a mi regreso de México, consulté libros
y artículos científicos (y hay muchos!), Entrevisté gente, observé el
comportamiento de los fenómenos sociales, hice pequeños experimentos
con los demás y conmigo mismo, todo con el objetivo de comprender los
mecanismos de la voluntad y de encontrar "la cura" para mi debilidad.
Y he descubierto muchísimas cosas.

Algunas tan intuitivas que me sorprenden por no haberlas pensado antes;
otras en cambio son más sutiles o están ocultas, tanto que me hacen pensar
que todavía hay mucho por entender sobre los mecanismos que rigen
nuestras decisiones.
He resumido los resultados de mi investigación en este libro que esta
organizado como un camino en el cual no debes omitir ningún paso (aquí
esta un primer pequeño esfuerzo de voluntad!): Cada capítulo requiere ser
leído, entendido y internalizado.
Exactamente igual que los movimientos en un arte marcial.
Este libro funciona; funcionó para mí y para muchos otros. Y espero que
funcione también para ti.

Cap 2 – El modelo del comportamiento humano.

Primero que nada, quiero tratar de definir y enmarcar el modelo de
comportamiento humano, del cual la voluntad es sólo una manifestación, y
así poder responder a algunas preguntas fundamentales:

¿Cómo y por qué hacemos lo que hacemos?

¿Cómo es que muchas veces no hacemos lo que decimos que queremos
hacer?

¿Qué significa querer algo?

Dado que esto no es un tratado de psicología o de etología humana,
resumí siglos de investigación científica de fisiología y psicología, con
sus infinitas tonalidades en un patrón que es tan simple como es posible, y
que da una buena idea de cómo funcionamos.
El hombre interactúa con el medio ambiente de una manera que es simple
y complicado al mismo tiempo.

Simple porque el modelo es en general siempre más o menos el mismo:
uno o más estímulos son registrados a través de nuestros órganos de los
sentidos; nuestro sistema nervioso analiza e integra estos estímulos; de
esta integración y análisis se genera una respuesta en forma de
pensamiento, emoción o acción (o no acción).

Complicado porque esta pequeña cadena de acontecimientos puede
contener una serie de estímulos, integraciones y respuestas que es inmensa
en términos cualitativos, y extremamente variable en función del tiempo
en el que se expresan.

Te daré un ejemplo.
Cuando tocas una superficie caliente, la reacción en cadena es realmente
muy simple: los receptores en las yemas de los dedos registran un
estímulo nocivo (exceso de calor); un circuito eléctrico transmite este
estímulo a un grupo de neuronas localizadas en la columna vertebral;
estas neuronas estimulan los músculos del brazo y de la mano, que
reaccionan retirando el dedo de la superficie caliente. Es una reacción
simple, predecible, sin ambigüedades, y común a todos aquellos que tienen
un sistema nervioso periférico intacto.

Todo se produce en mucho menos de un segundo.
De hecho, cuando digo "simple" no estoy hablando desde el punto de vista
biológico: ya que estos reflejos innatos presuponen una complejidad que
es resultado de millones de años de evolución. Quiero decir simple desde
el punto de vista "conceptual".

Veamos ahora otro ejemplo: un niño de 6 años de edad recibe una
bofetada. También en este caso habrá un reflejo físico de alejarse debido
al dolor, que está integrado a nivel de las neuronas de la columna
vertebral. Pero ocurren también muchas otras cosas. En algunos centros
neuronales situados en niveles altos, el niño sentirá tal vez ira, miedo,
vergüenza o culpa. En otros centros aún superiores, el cerebro compara
esta experiencia negativa con otras anteriores para encontrar semejanzas y
diferencias. En otros centros aún, estará analizando la situación para
explicarla desde el plano cognitivo y establecer estrategias de reacción. Y
todo este trabajo no se acabará probablemente en el momento de la
bofetada, durará en el tiempo dependiendo de las características
ambientales y de cada individuo; dando lugar a "respuestas" complejas y
poco predecibles.

Esta compleja relación de respuestas al ambiente externo depende de la
estructura de nuestro sistema nervioso, y refleja una jerarquía de
interacción que podemos dividir esquemáticamente en tres niveles:

Un nivel básico, el de los reflejos.

Un nivel intermedio, al cual pertenecen los instintos, impulsos y hábitos
(por razones prácticas, los mantenemos juntos, aunque si no son
exactamente la misma cosa)

Un nivel superior, que es el de la inteligencia y voluntad. Es en este nivel
superior que se encuentra la fuerza de voluntad.

Mientras que los dos primeros niveles están presentes en todos los seres
vivos, el tercero es característico solo de la especie humana.
Cada uno de estos niveles es más complejo que el anterior, y no es casual
que se haya desarrollado más tarde durante la evolución. Nota que en este
desarrollo, cada nivel no ha eliminado o sustituido al anterior, se ha
posicionado sobre él. Esto ha creado una situación en la que cada nivel
incorpora al anterior, pero al mismo tiempo está condicionado; y de
hecho también anatómicamente cada nivel no está controlado por
estructuras cerebrales separadas e independientes, sino a partir de
unidades conectadas entre ellas, y entre las cuales existe un intercambio
continuo e intenso de información en ambas direcciones.

Para entendernos mejor, pensemos por ejemplo en el instinto de
conservación: nos lleva a evitar peligros, es innata, y de hecho ya existe en
niños muy pequeños. Pero lo que el niño no es capaz de identificar es "qué
cosa" constituye un peligro. Para ello, su instinto de conservación se
puede alimentar desde la parte inferior, por ejemplo del reflejo de dolor
cuando toca el fuego; pero también desde arriba, es decir de las
estructuras cognitivas que analizan y descodifican las órdenes y
prohibiciones de los padres.
En esta simple estructura ya se puede reconocer la conexión entre los
niveles de interacción con el medio ambiente y el mecanismo de cómo se
condicionan entre sí.

Ahora, no quiero absolutamente disminuir la importancia de los reflejos y
el papel que han jugado dentro de la evolución, y que aún ahora mantiene
en el modelo de interacción humana con el medio ambiente. Sin embargo,
como seres humanos que toman decisiones todos los días, estamos
influenciados principalmente por los otros dos niveles: el de los
instintos/impulso/hábitos, y el de la inteligencia/voluntad.

Entender la diferencia entre los dos significa sobretodo explicar lo que
queremos decir cuando expresamos frase como "Yo quiero", "yo deseo",
"me gustaría".
Detrás de estas expresiones, que utilizamos indistintamente para expresar
una preferencia, se esconden dos significados profundamente distintos
entre sí.
Para explicarte lo que quiero decir, es conveniente hacer un salto de
regreso a la Ciudad de México, y juntos hacer un pequeño experimento.
Cap 3 – “Quiero, Deseo, Me gustaría…”


En México y en algunos países de América del Sur existe una tradición
para atraer la buena suerte en Año Nuevo: la noche del 31 de diciembre
cada persona escribe 12 deseos en un pedazo de papel. Y cuando suenan
las doce campanadas a medianoche, se comen 12 uvas para que sus deseos
se hagan realidad en los próximos 12 meses.

Este año, como en los anteriores, pasé la noche del 31 de diciembre en
México, con quien yo llamo "mi familia mexicana." Anuncié que iba a
hacer un experimento, y como soy médico no se impresionaron tanto. Así
que recogí, con el permiso de los autores, muchas de estas hojas, y leí lo
que querían para el Año Nuevo. Algunos deseos eran muy concretos, entre
ellos por ejemplo estaba el nacimiento de un hijo o la recuperación de una
enfermedad. Pero la mayoría, alrededor del 90%, entraba más o menos en
una de las siguientes afirmaciones:

Quiero dejar de fumar; quiero bajar de peso; quiero hacer más ejercicio;
quiero levantarme temprano cada mañana; quiero estudiar más; quiero
leer más; quiero pasar más tiempo con mi esposa; quiero que mi
matrimonio funcione; quiero bajar mi nivel de colesterol; quiero ahorrar;
quiero llevar una vida más sana.
¿Te reconoces en cualquiera de estos deseos?

Pedí a esas mismas personas esa noche a las 3 de la mañana que me
dijeran sin pensar tanto, en lo que querían en ese preciso momento.
Prácticamente todas las respuestas cayeron en uno de los siguientes 4
tipos: ir a dormir; fumar un cigarro; comer otro pedazo de pastel o en
algunos casos tacos; y beber una cerveza.
Supongo que te reconoces en estos deseos.

Entonces, ¿Qué queremos decir cuando decimos frases como "yo quiero",
"yo deseo", "me gustaría"?
De la misma manera en que existen dos estructuras cerebrales vinculadas
entre sí, hay dos tipos de voluntades unidas entre sí: una que se podría
llamar "a corto plazo" encargada de conseguir placer /objetos /
sensaciones aquí y ahora, regida por instintos / impulsos / hábitos (quiero
ir a dormir, quiero un cigarro); y el otro que podemos definir "a largo
plazo" que se encarga de lograr la transformación más o menos profunda
y lograr objetivos personales más complejos, regida por la razón (Quiero
dejar de fumar, quiero estudiar más).

Cuando decimos "quiero", entonces, puede ser cualquiera de las dos
estructuras que habla, y ser el resultado de cualquiera de las dos
voluntades que prevalece.
El problema es que las dos voluntades, incluso si están conectados y son
interdependientes, a menudo entran en conflicto entre sí.
Lógicamente, puesto que la voluntad racional y a largo plazo pertenece a
un nivel de desarrollo "superior", debería prevalecer fácilmente sobre la
voluntad instintiva.
Sin embargo, de hecho, sucede casi siempre lo contrario.

¿Por qué?
Cap 4 –Instintos e impulsos: nuestros señores y
padrones.


Los instintos y los impulsos son "movimientos" inconscientes e innatos
que afectan el comportamiento humano.
"Innatos", porque son comportamientos seleccionados a través de
millones de años de evolución que han beneficiado a la especie humana, y
por lo tanto son parte de nuestra herencia genética.
"Inconscientes" porque tienen un alto grado de automatismo, es decir, no
son provocados por el “yo racional”.

Ahora, está claro que son propio estas dos características a hacernos tan
poderosos: los tenemos en nuestro código genético y se activan
automáticamente cuando se enfrentan a ciertos estímulos.
A diferencia de los reflejos, en los cuales la activación no puede ser
bloqueada en ninguna forma, los instintos pueden ser bloqueados,
modulados, modificados y gobernados por la voluntad racional.

Pero si la evolución ha seleccionado ciertos comportamientos tan
benéficos, ¿por qué deberíamos tratar de inhibirlos o cambiarlos? ¿No es
una contradicción? Si el instinto ha permitido que nuestra raza sobreviva a
través de millones de años, ¿no es más inteligente seguirlo?

Esto sería cierto si el instinto fuera el mecanismo de supervivencia más
importante que se ha seleccionado. Pero el hombre, sólo por instinto, no
habría sido capaz de sobrevivir; y así la evolución ha seleccionado
también la inteligencia y la voluntad en los humanos. Los Neandertales se
extinguieron millones de años atrás. Nosotros por el momento todavía
estamos aquí.

Por lo tanto, los instintos e impulsos, aunque seguramente han sido
seleccionados debido a que nos dan una ventaja evolutiva, no siempre son
ventajosos.
Y de hecho, tienden a tendernos trampas.
Cuando yo era niño y mi madre trataba de convencerme para que comiera
verduras, pensaba lo injusto que era que el chocolate hiciera "mal" y las
zanahorias "bien".

¿Nunca te has preguntado por qué las cosas que nos gustan están llenas de
calorías y hacen “mal”? Podrías pensar que es una coincidencia irónica.
Pero no lo es. ¿Porqué un rábano tiene poco sabor, mientras que el tocino
es tan bueno? ¿Por qué nunca se te ha hecho agua la boca deseando una
coliflor? ¿Cómo es que después de comer espinaca cruda no tienes la
misma sensación de satisfacción que sientes después de un trozo de
chocolate con leche?

La razón se encuentra justamente en los mecanismos de evolución: hace
millones de años, la comida era relativamente escasa y difícil de
encontrar; se comía de vez en cuando; se carecía de una protección eficaz
contra el frío. Esta claro que preferir alimentos muy calóricos era un
mecanismo evolutivo ventajoso, capaz de dar abundantes reservas de
energía a quienes los consumían. En definitiva, la gente a la que le
gustaban las verduras moría más fácilmente. La esperanza de vida, como
consecuencia de las enfermedades y los desastres naturales, era muy bajo;
por lo que los efectos secundarios de grasas y azúcares, como el
colesterol alto o la diabetes definitivamente no interesaban a la gran
máquina de la evolución.

Pero este mecanismo evolutivo, tan precioso y útil hace millones de años,
en la civilización actual nos lleva a consecuencias desastrosas para la
salud: obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares.

Afortunadamente, la evolución NO ha seleccionado al instinto como el
único mecanismo de supervivencia. En realidad el hombre, a diferencia de
otros animales, no puede sobrevivir solo con el instinto. De hecho como
animal instintivo, el hombre es tan ineficaz que la evolución en algún
momento comenzó a preferir a los individuos con lóbulos frontales más
desarrollados, es decir, con una mayor capacidad intelectual, el pulgar
adicional rotado hacia adentro con el fin de construir herramientas, y con
una tendencia a caminar erguido, con el fin de tener una visión del medio
ambiente desde una perspectiva diferente que sus primos chimpancés. La
evolución comenzó entonces a seleccionar individuos inteligentes y
dotados de la fuerza de voluntad necesaria para ejercer su inteligencia,
incluso cuando se oponía al instinto.

Demos un salto en la prehistoria,e imagina dos grupos de hombres
primitivos, "X" y "Y", "X" se compone de individuos inteligentes sin
instinto. Cada acción que realizan es el resultado de una decisión
consciente de la voluntad y el intelecto, y por lo tanto cada estímulo debe
ser analizado en un nivel superior con el fin de organizar una respuesta.
"Y" en cambio, consiste en individuos impulsivos y sanguinarios,
completamente dominados por el instinto.

En un cierto punto, los dos grupos se encuentran con un tigre dientes de
sable mientras pasean serenos por la sabana.
El grupo “X” tiene una vaga percepción de peligro, basado en historias y
experiencias anteriores, y así comienza a preguntarse qué hacer: ¿Tratar
de socializar con el tigre? ¿Empezar a correr? Quedarse quieto?
¿Rodearlo? Las opiniones difieren, y deciden reflexionar mejor sobre el
tema.

Pero en el grupo “Y” sucede algo distinto: tienen miedo y su sistema
límbico (la sede cerebral de los instintos) envía automáticamente una serie
de mensajes al cuerpo; las pupilas se dilatan para dejar entrar más luz e
identificar el peligro dentro del campo visual; la frecuencia cardiaca y la
respiración se aceleran, lo que permite que el corazón bombee más sangre
periférica y lleve oxígeno a los músculos para darles la energía necesaria
para atacar o huir; la mente racional se apaga por completo, y después de
una decisión de solo pocas décimas de segundo entre el instinto de atacar
y el de huir, el cobarde empieza a correr en la dirección opuesta a la del
tigre, y los demás lo siguen inmediatamente.

Ahora, ¿cuál de los dos grupos tiene una mejor oportunidad de
supervivencia?

La respuesta obvia está en el secreto del gran poder que tiene el instinto,
con sus emociones y reacciones, aún ahora contiene los patrones de
comportamiento de la especie humana. El instinto es capaz de organizar
rápidamente respuestas al entorno; respuestas que tienen una alta
probabilidad de éxito.

Pero ahora, reconsideremos nuestros dos grupos de homínidos en una
situación diferente. Esta vez están en el bosque en busca de comida y
tienen un hambre tremenda. En cierto momento, encuentran enormes
árboles frutales; con frutos grandes, coloridos y jugosos. El grupo “Y”
no pierde tiempo y empieza a comer. El grupo “X” en cambio, está
bastante desconcertado; no sería la primera vez que una tribu se envenena
por voracidad. Así que los miembros del grupo “X” deciden recoger los
frutos pero no comerlos hasta que estén seguros de que ninguno del grupo
“Y” se ha enfermado por comerlos. Para ello tendrá que aguantar el
hambre por un poco, así como idear un sistema para transportarlos y
mantenerlos intactos hasta el momento en que los vayan a comer. Ellos
usarán una combinación de fuerza de voluntad e inteligencia.

En este caso, está claro que el grupo X tiene más posibilidades de
sobrevivir.

La evolución, dándose cuenta de que en el mundo no hay ninguna
esperanza de supervivencia prolongada para cualquiera de los grupos “X”
o “Y”, hizo una prueba con un “XY” homínido híbrido, en el que las dos
facultades de instinto e inteligencia buscan un equilibrio. Aquel hombre
híbrido de prueba somos nosotros.
Y así, el hombre moderno está siempre oscilando entre el instinto y la
razón:

"Quiero un cigarro" y "Quiero dejar de fumar"
"Quiero pasar el fin de semana acostado en el sofá" y "Quiero correr 5
kilómetros cada noche"
"Quiero una triple porción de tiramisú" y "Quiero bajar de peso"

Nuestra capacidad de ser feliz depende de cuánto seamos capaces de
gestionar este equilibrio.
En teoría, deberíamos hacerlo relativamente fácil. Pero una serie de
razones han convertido esta decisión en algo cada vez más difícil....

Cap 5 - La trampa número 1: La prevalencia de
los instintos.


"N" es una hermosa mujer de 33 años; alta, rubia, y muy en forma a pesar
de dos embarazos. La entrevisto en la sala de su casa, un amplio
apartamento situado en una zona céntrica de Turín. Sentado en el sofá
frente a ella miro a mi alrededor y me doy cuenta de la enorme cantidad
de adornos, tapetes y objetos que nos rodean.

“N” me lleva entonces a ver a su closet, en el que se acumulan decenas de
playeras, pantalones, faldas y camisas; y al menos veinte pares de zapatos.
Me doy cuenta de que muchas de estas cosas están aun cerradas y nunca se
han utilizado. Esta es la razón por la que vine a entrevistar a “N”.

“N” es una compradora compulsiva; algunas estadísticas dicen que hay
por lo menos 500, 000 mujeres como ella en Italia. Las mujeres que
compran continuamente artículos que ellas mismas consideran un gasto
innecesario y en general más allá de su capacidad económica.

“N” me dice que a menudo siente una necesidad irresistible de salir y
"comprar". Ella me dice que cuando ve un objeto en una vitrina, se
encuentra pensando en cómo ese objeto puede hacer que su casa sea "más
cómoda" o “más bonita”. Cuando ve una bolsa, un vestido o zapatos, se
imagina no sólo utilizando esas cosas, pero incluso las ocasiones en las
que puede utilizarlos.

En cierto momento me muestra un sombrero de piel de zorro, y me dice:
"¿Ves esto? Cuando lo compré pensé que sería perfecto para ir a esquiar
en invierno".
Luego añadió con una amarga sonrisa.
"Un pequeño detalle: yo ni siquiera sé esquiar"

Cuando entra en una tienda de ropa, “N” se siente, y cito sus palabras,
"como una niña en una tienda de muñecas." Hasta ahora, en definitiva no
hay nada malo en ello. Pero por desgracia, el número de compras
compulsivas crea una serie de problemas, que me comparte retorciéndose
las manos.
Después de comprar, se siente culpable y avergonzada.

A menudo, incluso antes de llegar a casa se da cuenta de que su compra no
sirve para nada, y que perdió dinero en manera innecesaria. En algún
punto, comienza a discutir con su marido, porque él esta preocupado por
el creciente costo de la casa. Y así, llegó a mentir acerca de cómo utiliza el
dinero, lo que le ha causado más sufrimiento y culpabilidad.
“N” ha prometido cambiarse a sí misma, pero a pesar de sentir que hace
una enorme cantidad de trabajo, no obtiene resultados.

“El hecho es”, me dice: "que no tengo suficiente fuerza de voluntad."
La compra compulsiva, aunque todavía no está clasificada oficialmente
como una enfermedad, es considerada como tal por muchos psiquiatras, y
puede ser indicativo de otros trastornos de personalidad. Por esta razón, al
final de la entrevista con “N”, le aconsejé consultar a un especialista.
Pero también hice otra cosa.

Le pedí que me mostrara sus tarjetas de crédito, y una vez que las tuve en
la mano, le pedí que tomara unas tijeras y las cortara. Así que ella tomó
las tijeras y ¡lo hizo!
En un primer momento, era un poco titubeante, pero al final las cortó en
dos de manera segura, y supe por su expresión que se preguntaba cómo no
había pensado en eso antes.

Llamé a “N” dos semanas después de nuestra entrevista y le pregunté qué
había pasado en ese tiempo. Durante años, “N” compraba por impulso, y
la breve euforia del momento era seguida siempre por el sufrimiento y el
arrepentimiento.

Después de dos semanas sin tarjetas de crédito, “N” me dice que ha pasado
algo muy diferente cuando sale a comprar, todavía siente el impulso de
comprar; pero como no hay ninguna tarjeta de crédito se ve obligada a
comprar menos cosas. Esto le da a su vez en un poco de sufrimiento, pero
en la noche al llegar a su casa esta feliz por el dinero que ahorró y el no
tener que pelear con su marido.
Entonces, cortar las tarjetas de crédito por sí solo probablemente no es
suficiente para curar el problema de “N”, pero al menos por un rato ella
se sentirá más segura. Y nosotros hemos obtenido un poco de información
interesante que discutiremos en breve.

“N”, como dije antes, no está sola. Hay millones de hombres y mujeres
que, como ella, todos los días, ceden a sus impulsos y después se sienten
oprimidos por la vergüenza y la culpa.
¿De dónde vienen estos sentimientos?

El hecho es que los instintos e impulsos han sido seleccionados por la
evolución sí, pero la evolución también ha seleccionado las herramientas
para controlarlos y gestionarlos. Nuestro subconsciente lo sabe
perfectamente, y cuando no somos capaces de seguir las decisiones que
nuestra voluntad racional quiere, sentimos una sensación de frustración y
fracaso.
Cuando, a pesar de quererlo, no podemos bajar de peso, no podemos
ahorrar, no podemos ser fieles, se crea una pequeña fractura psicológica
entre lo que somos y lo que queremos ser, y esto nos hace sufrir.

Nuestro sufrimiento en ese momento no sólo depende del objetivo no
cumplido, sino también de la opinión negativa que nos formamos de
nosotros mismos por no ser capaces de llegar a él.
Me explico mejor.

Si a pesar de querer ahorrar dinero, gastamos $ 300 por un objeto que no
necesitamos y consideramos inútil, tenemos dos daños: un daño menor a
nuestra cartera, es decir, $ 300. Después de todo, no es una gran cifra y no
va a cambiar nuestra vida. El mayor daño es hacia nuestra autoestima. Este
segundo daño nos hace entrar en un círculo vicioso en el que disminuir
nuestra autoestima hace que nuestra capacidad de enfrentar una ocasión
posterior sea más débil. Y a este punto, los $ 300 que gastamos pueden
convertirse en $3,000 o $30,000; o incluso más si no nos podemos
detener.

Decidí contarte sobre el caso de “N”, en el fondo igual a otros miles,
porque el mundo de las compras revela en manera macroscópica un hecho
muy importante:

Todo está organizado alrededor de nosotros para hacernos consumir más
de lo que deberíamos y quisiéramos.

Y me bastó cortar las tarjetas de crédito de “N” para probarlo.

Este mecanismo extiende sus efectos indirectamente sobre nuestra
capacidad de elegir racionalmente y mantener las decisiones tomadas; en
resumen, nuestra sociedad funciona a favor del instinto y el impulso,
desequilibrando la ecuación instinto/voluntad.

¿Crees que poder comprar artículos directamente desde tu celular es
realmente una gran ventaja para ti?
Este mecanismo de compra beneficia mucho más a los que venden, ya que
se basa totalmente en impulsos, sin que entre la reflexión.

Ahora, no tengo nada en contra de las tarjetas de crédito o teléfonos
inteligentes. Pero te propongo un pequeño experimento: elige al azar 10
artículos dentro de tu closet. Pregúntate cuántos de ellos NO comprarías
de nuevo, si antes de haberlo hecho hubieras tenido tiempo para pensarlo
bien.

Recuerda lo que pediste la última vez que fuiste al restaurante y
pregúntate, si pudieras volver atrás y pensar un poco ¿no renunciarías por
lo menos a una porción de lo que comiste?

Independientemente del tipo de decisión que debas tomar, la interacción y
el equilibrio entre la voluntad a corto plazo y la voluntad a largo plazo
(¿recuerdas? "Quiero un cigarrillo" y "Este año quiero dejar de fumar!")
se basa en última instancia en una sola capacidad: renunciar a la
gratificación inmediata y momentánea por un objetivo a largo plazo que
retenemos racionalmente mejor y por lo tanto más gratificante.

Para un hombre con sobrepeso y no en forma, sería genial encontrarse
seis meses después delgado, saludable y siendo capaz de correr 10
kilómetros cada noche. Perder 20 kg de más y empezar a correr es un
objetivo perfectamente racional y absolutamente gratificante.
Pero para conseguirlo debe salir a correr y renunciar a la satisfacción de
relajarse en el sofá después de comer una hamburguesa.
Para un gran fumador con bronquitis, sería increíble encontrarse después
de 6 meses sin el deseo de un cigarro y con 50% de probabilidades menos
de morir de cáncer. Pero para ello debe dejar de encender un cigarro
después de otro, renunciando al efecto de que le resulta agradable.

En los años 60, en un kinder en California realizaron un experimento que
ha pasado a la historia dentro de las ciencias sociales.
Seleccionaron a un grupo de niños de diferentes edades, los reunieron en
una habitación, y pusieron frente a cada uno de ellos un malvavisco.
Tengamos en cuenta que el malvavisco es el dulce más rico y suave que se
ha producido por años, y es un poco "el Santo Grial” de todos los niños de
América.

Se les dijo a los niños que cada uno de ellos podía comer el malvavisco en
ese momento, pero los que resistieran durante media hora tendrían
entonces derecho a dos como premio.
En su simplicidad, el experimento imitaba a la perfección los mecanismos
que regulan los impulsos y voluntad racional: si el niño renunciaba a la
gratificación instantánea, habría tenido una mayor (exactamente dos
veces!) tan solo media hora más tarde.
Dejaron solos a los niños y los investigadores observaron su
comportamiento durante la siguiente media hora a través de un cristal.

Algunos niños, a pesar de la aparente irracionalidad de la decisión, no
pudieron resistir y comieron el malvavisco antes de la media hora. Pero
otros niños, resistieron y tuvieron su recompensa.

Durante el experimento, los investigadores observaron algunos hechos
muy importantes:
En primer lugar, como es de esperar, los niños mayores tenían
estadísticamente mayor capacidad que los más pequeños para resistir a
comer el malvavisco. Esto confirmó la hipótesis de que la fuerza de
voluntad está estrechamente vinculada a las áreas del cerebro asociadas
con la racionalidad, la autoconciencia y la madurez del individuo.
En segundo lugar, se observó que los que habían cedido al impulso de
comer el malvavisco lo había hecho casi de inmediato.
Los que resistieron, inicialmente habían observado el malvavisco con
gran insistencia, para llegar casi a perder el interés después de unos
minutos.
Esto demostró que el impulso desarrolla su máximo potencial al inicio del
contacto con el objeto deseado, y que este poder se desvanece muy
rápidamente.

La consecuencia obvia de esta observación es que a una tentación o se
cede de inmediato o es relativamente fácil de resistir. Entonces, existe un
momento crucial cuando aplicas la fuerza de voluntad, que es muy breve y
donde la voluntad debe estar al máximo, tras el cual el esfuerzo para
resistir llega a ser relativamente bajo. (Nota: Estamos hablando aquí de
una sola exposición al estímulo y no la exposición repetida. Es decir, por
ejemplo, si tenemos media hora para comer un trozo de chocolate, y
resistimos los primeros minutos, es fácil llegar a la expiración de la
media hora. Esto no tiene nada que ver con lo que va a suceder, sin
embargo, si al día siguiente nos muestran de nuevo el chocolate).

Los niños que participaron en el experimento tuvieron después un
seguimiento hasta la adolescencia, comparando por grupos homogéneos
de edad algunos parámetros como el índice de masa corporal o el
rendimiento escolar: en promedio, los niños que fueron capaces de resistir
a la pequeña gratificación inmediata con el fin de obtener una mayor,
dieron un resultado mejor que los que habían seguido el impulso.
Esto demostraba que un mayor autocontrol y una mayor fuerza de
voluntad se correlacionan con mejores resultados a largo plazo, al menos
para los parámetros medidos por el experimento.

Y demostraba que la fuerza de voluntad y el autocontrol, así como la
tendencia a ceder ante los impulsos, afectan la vidas de las personas
impactando en áreas muy distintas entre ellas. Los datos de seguimiento
mostraron que aquellos que ese día habían resistido a comer el
malvavisco era más capaces de esforzarse en el estudio y en el deporte. La
mayor fuerza de voluntad demostrada en el experimento del malvavisco,
surgió también en otros aspectos no relacionados.

Por esta misma razón, la presión social que actúa a favor de los instintos
no se limita a hacernos comprar una pieza más de ropa, o comer un poco
"más calorías” de las que necesitamos. Generalmente tiene un efecto más
profundo y penetrante, desequilibrando el balance entre voluntad e
instinto, e dejándonos a la merced de este último.

Cuando pienses que eres débil y sin fuerza de voluntad, reflexiona sobre el
hecho de que todo lo que esta a tu alrededor presiona para que las cosas
sean así.
Cap 6 - La trampa Número 2: “Amor, ¡eres
demasiado racional!”


En el capítulo anterior vimos cómo nuestra parte instintiva / impulsiva
viene continuamente estimulada desde el exterior para hacerla
hipertrófica.
Pero esto es sólo uno de las dos partes de la ecuación.

Te propongo un pequeño experimento: ve con tu pareja, míralo o mírala
fijamente a los ojos y dile: "Amor, eres demasiado racional."
Es probable que comenzará una pelea.
“Instinto”, es una buena palabra. Nos recuerda la naturaleza, las
emociones, el misterio de saber que algo está bien sin saber por qué.

La “racionalidad” en cambio, es una palabra fea. Nos hace pensar en la
frialdad, la falta de emociones y pasiones, en tomar decisiones mecánicas
y predecibles.

Y de hecho, si quieres mortificar a una persona, dile que es demasiado
racional. Se sentirá culpable, inadecuada, y bajo acusa. Dirá a sí misma:
"es cierto, todos viven felices guiados por su instinto, mientras yo vivo
como un robot; soy frío y austero, totalmente inadecuado en la vida social.
Por esto no soy una persona feliz". Y no estoy adivinando, sino
simplemente te digo lo que me han dicho en docenas de entrevistas!

El significado que atribuimos a la palabra "instinto" y "racionalidad" no es
casual y es quizás la mayor trampa jamás ideada en años de evolución.
El propósito de la trampa es, de nuevo, desequilibrar nuestro balance al
decidir a favor de los instintos e impulsos.
Los constructores de la trampa somos nosotros, es decir, la sociedad
occidental orientada al consumo.
Incluso las víctimas de la trampa somos nosotros.
Las consecuencias son múltiples, pero todas dependen de un efecto
primario: la trampa nos hace ser débiles y tomar malas decisiones.

Volviendo entonces al significado que atribuimos a las palabras "instinto"
y "racionalidad", es evidente que nuestra sociedad no sólo se ha limitado a
subrayar una forma distorsionada del concepto de instinto; también ha
tratado de degradar la racionalidad atribuyéndole connotaciones negativas
a las personas reflexivas, que evalúan antes de elegir, y tratan de
desarrollarse para imponer en el mundo, y en primer lugar a sí mismos un
mínimo de auto-control. Todo esto se hizo de una manera tan sutil y
progresiva que ni siquiera nos hemos dado cuenta.

Pero regresemos por un momento a las hojas que me dieron durante la
cena de Año Nuevo en México y el "yo quiero" que contenían: Quiero
bajar de peso; Quiero ser más saludable; Quiero amar a mi esposa;
Quiero estudiar más. Se trata de deseos racionales, orientados a los
programas a largo plazo orientados a transformaciones positivas. Todos
aquellos "yo quiero" dicen básicamente lo mismo:

“Quiero ser una mejor persona”

Ahora trataré de redefinir esta racionalidad del deseo que da tanto miedo:
llamémoslo "instinto de mejorarse". Tal vez entonces te gustará más
porque contiene la palabra instinto.

Porque se trata de esto. Además de alimentarte de alimentos calóricos y
relacionarte más o menos al azar, cosa que cualquier chimpancé puede
hacer, el hombre primitivo tenía el deseo de mejorar. Y es esto lo que nos
ha llevado a desarrollar todo lo que somos ahora. Y no pienses en el
smog, el tráfico, el estrés, o en los tres o cuatro últimos gobiernos. Piensa
en la literatura, el arte, el voluntariado, la filosofía, la ciencia. El instinto
de mejorar es hijo de la razón, y tiene necesidad de un tipo especial de
voluntad, que es, normalmente, aquella a la que nos referimos cuando
hablamos de "fuerza de voluntad".

Me gusta llamar a este tipo particular de voluntad: "voluntad ética." No se
opone a la otra, la hedónica. La una y la otra corresponden
respectivamente, a la razón y el instinto, y como el instinto y la razón se
complementan entre sí. La evolución nos ha dado ambas, por lo cual en
cada cabeza están las dos; el hombre sabio debe aprender a hacerlas
coexistir.
Tener más fuerza de voluntad entonces también significa ser capaz de
reconocer la propia racionalidad, el propio instinto de mejorarse, y
hacerlo protagonista de nuestras elecciones oponiéndose a los instintos /
impulsos.
Cap 7 - La trampa número 3: La motivación.


Muchas personas piensan e incluso enseñan en sesiones de coaching que la
motivación es indispensable para tener fuerza de voluntad y lograr
nuestros objetivos. Este aspecto es particularmente enfatizado más
adelante en el estudio y en el trabajo. "Haz algo que ames" es un mantra
que pocos cuestionan.
Pero, ¿es realmente así?

Como con el instinto, también la motivación es en parte sobrestimada y en
parte mal interpretada. Me explico, no tengo nada en contra de la
motivación. Simplemente, en mi experiencia la motivación no es algo ni
duradero ni constante, por lo que no es una buena estrategia para el medio
/ largo plazo.

Hagamos un ejemplo: te pones tu traje de baño y lo que ves en el espejo no
te gusta. No te gusta tanto que de repente desarrollas una enorme
motivación para bajar de peso: a continuación, elijes ir a correr todas las
noches y comenzar una dieta estricta.
Y efectivamente, esa misma noche vas a correr, después de la carrera
pones en tu plato sólo una pechuga de pollo con verduras. Y así continuas
con uno, dos y hasta tres días. Luego llega una noche en la cual estás muy
cansado por el trabajo; o vas a una cena con amigos; o tuviste un mal día,
y tu cuerpo solo quiere acostarse en el sofá y una taza de chocolate
caliente.

La sensación negativa que sentiste hace apenas unos pocos días mirándote
en el espejo, y que te motivó a correr y hacer dieta, se encuentra
justamente a días de distancia; y es bastante borrosa. Mientras que el sofá y
el chocolate están ahí esperándote.
¿Alguna vez te has encontrado en esta situación?

Pero veamos otro ejemplo. Después de unas vacaciones en Cuba, has
decidido que el español te gusta y quieres aprenderlo. Los bailes
caribeños, la alegría de la gente, el mar y el sol te dejó emocionado y
motivado; gastas $1,000 entre libros de gramática, vocabulario y películas
en su idioma original. Ese fin de semana estudias español casi todo el
tiempo. Decides que también tomarás clases, te inscribes en un chat en
español, y sólo lees libros en el idioma original. Pero después de un mes,
en el que has hecho algunas sesiones de full immersion de media hora,
seguramente habrás abandonado el español completamente.

Un tercer ejemplo: vas a una convención. La persona que da la conferencia
es excepcional y te llena de energía; al final, junto con todos tus
compañeros, tú también haces una pequeña carrera sobre brasas ardientes
gritando cuanto eres maravilloso (quien ha estado en estos eventos sabe lo
que estoy hablando ...) y sales convencido no sólo de que has entendido
todo de la vida, sino también de que a partir de ese momento todo será
diferente. Vas a dormir feliz, motivado e iluminado. Después de una
semana tu vida es exactamente la misma de antes.

¿Te suena familiar?

La motivación es uno de los sentimientos más estudiados, porque las
organizaciones siempre buscan el sistema mágico para activarlo y obtener
más de los individuos que la componen.
Los diferentes tipos de motivación pueden representarse con el siguiente
esquema:
intrínseca, extrínseca, positiva, negativa.


Positiva Negativa

Intrínseca I/P I/N

Extrínseca E/P E/N


Con respecto a la extrínseca, es decir, la que es dada desde el exterior, se
trata en esencia de los llamados sistemas de recompensa / castigo que han
sido durante siglos la base de la educación básica de los niños o de la
gestión en las empresas.

Si haces la tarea, te compro un regalo. (extrínseca, positivo o E / P)
Si no haces la tarea, no puedes salir con tus amigos. (extrínseca, negativo
o E / N)
Si trabajas más, te daré un aumento. (extrínseca, positiva o E / P)
Si no trabajas, te corro. (extrínseca, negativo o E / N)

Pero por lo que yo oigo y veo, los niños continúan no estudiando. A pesar
de siglos de experiencia y de decenas de estudios científicos que hayan
demostrado la poca utilidad de estas estrategias de motivación basadas en
un sistema de premio / castigo, muchos se obstinan en considerarlos
válidos, y buscan manejar su familia o su vida a través de este sistema de
premios y castigos .
Incluso la publicidad en los paquetes de cigarros sigue la misma
estrategia: si fumas, tendrás cáncer en el pulmón, te dará un infarto, o
serás impotente.
Sin embargo, los fumadores siguen fumando.

El fracaso del sistema de motivación extrínseca es tan evidente que no vale
la pena seguir hablando de él. El simple hecho de que se quiera estimular
la voluntad propia o de otra persona estableciendo un sistema de premios
y castigos, solo puede fallar en el intento.

Se merece más atención la motivación intrínseca, la que viene desde
dentro. Deriva de los gustos, ideas, pasiones, preferencias, y depende de la
libre convicción del individuo; por esta razón es más poderosa.

Si me gusta esquiar, va a ser más fácil levantarme temprano por la mañana
para ir a las pistas. (Intrínseco positivo o I / P)
Si me gusta la filosofía, va a ser más fácil estudiar hasta tarde para el
examen de Platón. (intrínseco positivo o I / P)
Si quiero hacer feliz a mi esposa, trataré de no fumar. (intrínseco negativo
o I / N)

En cada curso de coaching en el mundo, recomiendan "hacer algo que te
gusta, y el éxito vendrá por sí mismo." Lo siento, pero no estoy de
acuerdo. Algo que "nos gusta" no es en sí mismo una garantía de que
somos capaces de hacerlo bien. Además no es un hecho que "nos guste"
por siempre.

Mira, para mi la motivación es como el comienzo de un amor. Todo es
emocionante y nuevo; no puedes ver los defectos del otro, estar juntos es
siempre fácil y agradable, se tienen relaciones sexuales todos los días,
siempre tienes algo que decir. Hermoso, pero no es duradero. No se
construyen 40 años de matrimonio y una familia gracias al flechazo de un
día.
Como no se escribe un libro porque nos gusta escribir y un día se tuvo
una idea fulminante y se escribieron un par de páginas de corrido.

El hecho de que algo nos entusiasma por un tiempo más o menos largo,
no garantiza ningún resultado por sí mismo.

Cualquiera que sea el objetivo, confiar demasiado en la motivación es
erróneo.
En 2009, Rafael Nadal sorprendió al mundo del tenis declarando que no
sabía si quería seguir jugando. Tenía en ese momento 23 años y era el
número uno del mundo en el ranking de la ATP, y probablemente el
número uno de todos los tiempos sobre arcilla. Muchos de los que creen
en la motivación extrínseca positiva se preguntaban cómo era posible que
el éxito y el dinero que aún podía ganar, no fueran capaces de convencerlo
a seguir jugando. Pero como hemos visto, quien cree solamente en la
motivación extrínseca es realmente ingenuo.

Es mucho más interesante la cuestión de la motivación intrínseca de Rafa
Nadal. En YouTube esta disponible una entrevista de Rafa de hace muchos
años, cuando era aún un niño (prodigio, pero siempre un niño) y el dinero
y el éxito estaban aún muy lejos. El entrevistador le pregunta qué otro
deporte le atrae además del tennis. El pequeño Rafa dice que también le
gusta jugar fútbol, pero dice que "no es como el tenis, el fútbol para mí es
sólo una diversión." A los doce años, Rafa dice que cuando quiere
divertirse juega fútbol, y al mismo tiempo, implícitamente nos dice que
para él el tennis NO ES una diversión. Seguramente él comenzó a jugar
tennis porque le gustaba, pero después de un tiempo, aprendió a pasar 6
horas al día todos los días con una raqueta en la mano, le gustara o no.

Nosotros vemos ahora las imágenes de sus golpes, su correr desesperado
detrás de la pelota, todos sus partidos jugando al máximo. Y olvidamos
que detrás de la determinación con la que domina a sus oponentes no sólo
existe gran talento, sino también seis horas diarias de entrenamiento duro.
¿Crees que después de 15 años golpeando la pelota, el entusiasmo y
motivación son los mismas que cuando era un niño que aún tenía que
despegar?
¿Crees que la motivación por sí sola puede hacer este tipo de magia? O
¿no hay detrás de este tipo de resultados también y sobre todo, una
voluntad de acero que depende muy poco de la motivación?

Si al elegir un trabajo, una pareja, una dieta, un idioma que aprender, un
deporte, te basas sólo en la motivación o el entusiasmo del inicio, debes
saber que habrán días de lluvia, cansancio, compromisos, y que la
motivación y el entusiasmo se desvanecerán hasta casi desaparecer.
Entonces, solo tu voluntad será capaz de salvarte de darte por vencido. Y
no sólo eso: esa misma voluntad podrá ayudarte a mantener con vida al
menos un poco del entusiasmo y la motivación inicial para hacerlas
explotar de nuevo al menos de vez en cuando, como si fuera el primer día.

Cap 8 - La trampa número 4: El encanto del
evento.


Hay un último obstáculo importante en el camino que nos separa de tener
una fuerza de voluntad de acero.
¿Recuerdas los deseos que los mexicanos expresan al comer sus uvas el
31 de diciembre? Esos son deseos para el año nuevo.
Esto sugiere implícitamente un aspecto importante: las transformaciones
que deseamos y que debemos alcanzar gracias a nuestra fuerza de
voluntad requieren de tiempo.
A menudo, un largo tiempo.

Pero nosotros amamos los eventos. Son cosas grandiosas y a veces
inesperadas que pasan en un período breve. En este caso, más que un
patrimonio bio-evolutivo, es sólo un hecho cultural. Nuestra civilización
tiene sus raíces en la cultura griega. Una cultura hecha de tragedias y
héroes, y cuya historia se mueve a través de grandes empresas, grandes
crisis y grandes soluciones.

Una figura típica en el teatro griego era el “deus ex machina”,
básicamente funcionaba así: llegaba un punto en la historia cuando las
cosas estaban tan enredadas y complicadas que parecía que no había
solución. En ese momento, desde arriba del telón bajaba la "machina", un
actor que interpretaba a uno de los dioses mitológicos. El dios resolvía la
situación rápidamente, todos aplaudían y luego el telón bajaba.

A través de los siglos, las cosas no han cambiado mucho: el deus o el
antiguo héroe se ha sustituido en nuestra imaginación con caballeros,
pistoleros, navegantes y otros tipos de héroes.

Recientemente, ha regresado de moda una versión moderna y escueta de la
novela de formación típica del siglo XIX y de la cual cualquier curso de
guiones de Hollywood enseña las bases: el protagonista se encuentra en
una situación inicial que en algún momento viene oscurecida por un
problema; el protagonista está en crisis y todo parece perdido; el
protagonista tiene un momento de revelación en el que entiende toda sobre
la vida, se encuentra a si mismo y resuelve la situación a través de una
serie de actos extraordinarios. Lo curioso es que el patrón es más o menos
el mismo sea que se hable de amor, de guerra, o de cualquier otra cosa.

Ahora, considera la analogía con la siguiente trama: el protagonista es
joven, delgado y lleno de esperanza (la situación de partida); luego abusa
de la comida y del sofá durante muchos años, hasta que de repente se ve en
el espejo y se da cuenta de que ha engrasado (problema); la visión de sí
mismo en el espejo le causa un minuto de profunda crisis existencial
(momento de la revelación) y luego, finalmente motivado empieza la dieta
y a correr 10km cada noche; pierde 20 kg y conquista la seguridad en si
mismo y a la mujer de sus sueños (resolución).
Tan simple como una película.

Como ya he dicho, nosotros occidentales amamos los eventos: el campeón
que mete la pelota en la portería, el héroe que conquista a la chica de sus
sueños, el tipo normal y hasta un poco nerd que inventa una red social y se
convierte en millonario.

Estos eventos nos vienen mostrados y descritos en cualquier tipo de
medio para entretenernos, educarnos o motivarnos. Pero muy raramente
nos es representado el proceso que llevó a que se cumpliera al evento, y
así lo olvidamos. Se nos olvida que detrás de un espectacular gol de Leo
Messi, hay un sinfín de días de entrenamientos, dieta estricta y años de
medicinas para el tratamiento de un trastorno hormonal que lo aqueja
desde niño; o que detrás de Facebook hay un hombre que ha dedicado
años a estudiar con el fin de llegar a Harvard, una de las universidades
más prestigiosas del mundo, y que en Harvard, mientras sus amigos iban a
fiestas, él escribía los códigos en html y buscaba financiamientos para sus
ideas. O incluso si no lo olvidamos, no siempre somos capaces de sentir
realmente el esfuerzo que está detrás de un resultado. Podemos imaginar,
por ejemplo, que Messi se entrena tanto, pero realmente no sentimos el
olor de su sudor, la incertidumbre de cuando aun no era un campeón, el
dolor y el miedo a un accidente o una lesión, el deseo de llevar una vida
normal.
Nuestra fascinación por los acontecimientos nos hace concebir el cambio
como una ruptura entre el antes y el después, en el que un evento es un
punto de inflexión entre el viejo y el nuevo ser.

Pero esto pasa justo sólo en las películas.
Ahora, yo no niego que ocasionalmente puedan nacer de la nada
acontecimientos extraordinarios, pero tenemos que considerarlos como
una excepción y no la regla en la cual basar nuestras vidas.
El cambio es normalmente el resultado de pequeñas y lentas
transformaciones diarias, que a su vez dan pequeños resultados, a menudo
imperceptibles, que se suman uno sobre otro hasta obtener un efecto.

No se crea el amor con una mirada o una frase bien pensada, como no se
aprende un idioma en un día. Y te digo más. La misma decisión de hacer
una cosa, y la fuerza para llevarla a cabo, no son el resultado de un solo
irresistible acto de voluntad. Es necesario una larga secuencia de pequeñas
decisiones, una capacidad y voluntad para escoger cada día. Así, por
ejemplo, la capacidad de aprender una lengua no depende de una decisión
importante en un día en el cual uno esta motivado; esto sólo puede
conducir a unos pocos días de ejercicios intensos seguidos por el
abandono del propósito. Si realmente quieres aprender un idioma debes
dedicarle al menos una hora al día todos los días, durante un período
razonablemente largo.

Esto, por supuesto, plantea un problema. De hecho, sin duda estamos más
dispuestos por la naturaleza heroica de nuestra concepción del ser, a tomar
grandes decisiones individuales. Nos emocionan, nos motivan, nos hacen
sentir el resultado cerca.
En cambio, el pequeño acto cotidiano de voluntad es bastante difícil, ya
que no está vinculado a un momento particular, sólo se repite todos los
días; y también puede ser desalentador, porque nos recuerda lo lejos que
esta el resultado que queremos. Nos recuerda que el cambio no es sólo un
evento único concentrado en poco tiempo, es un proceso largo y lleno de
obstáculos.

Y así, por ejemplo, quien decide seguir una dieta, se imagina ya delgado
en el momento en el cual toma la gran decisión. Pero en las pequeñas
decisiones cotidianas, con un plato de ensalada delante y la perspectiva de
ir a correr bajo la lluvia, se da cuenta de lo lejana que esta la meta.

Como analogía, me parece que la fuerza de voluntad para darnos
resultados sea más similar a un corredor de maratón que un velocista: es
decir, debe ser capaz de ejercer un poco de fuerza durante varias veces, en
lugar de quemar todo en una sola vez.
Pero aún hay más.

Tratar de usar nuestra fuerza de voluntad toda junta concibiendo y
buscando lograr actos grandiosos, no sólo es probablemente inútil, sino
también perjudicial. Una vez más, como analogía, es como si antes de
correr un maratón se diera todo durante cien metros después de los cuales
estaremos cansados y ya llenos de ácido láctico.
La buena noticia es que este problema se puede resolver.
Cap 9 - Cómo equivocarse en todo.


Uno de mis profesores de la universidad amaba decir que para aprender
cómo hacer algo, primero debemos aprender cómo NO hacerlo.
Así que ahora te voy a hablar un poco de mí.
Yo me entusiasmo fácilmente. Para que tengas una idea de cuánto, cito en
orden aleatorio algunas cosas que he hecho:

He jugado hockey, baloncesto, fútbol, ping pong, voleibol, bádminton,
tenis, he esquiado, he hecho snowboard, he escalado, he hecho natación,
he probado windsurfing, he levantado pesas y he hecho ciclismo de
montaña. Para cada uno de estos deportes compré equipos, tomé cursos y
dediqué una cantidad considerable de mi tiempo.
He tocado el piano, la guitarra y el saxofón.
He experimentado con la escritura, la pintura, el teatro, y la danza.
He estudiado inglés, español, chino, árabe y francés.
Asistí a 3 universidades.
Seguí la dieta Zona, la dieta Atkinson, la dieta de la sopa, la dieta
vegetariana, la dieta cavernícola, la dieta macrobiótica.
He dejado de fumar más de 30 veces.

Ahora, algunos podrían pensar que yo he tenido una vida extraordinaria, y
he desarrollado una capacidad enorme; no es así.

De toda la lista anterior, que entre otras cosas incluye sólo una pequeña
parte de las muchas actividades que me han entusiasmado al menos
brevemente, no he terminado casi nada.
Si analizo las actividades una por una, o mejor, si analizo el modo en que
me acerqué a cada una de estas actividades, puedo reconocer un patrón de
comportamiento típico:
Flechazo, con su carga de entusiasmo y motivación.
Dedicación absoluta.
Placer por los primeros resultados obtenidos.
Primeras señales de desmotivación.
Desmotivación evidente con esporádicos intentos para empezar otra vez.
Abandono total.

Si me has seguido en los capítulos anteriores, puedes ver claramente
cómo yo tengo demasiada confianza en la motivación, y caigo frente al
gran encanto de los eventos.
Claro que he obtenido algo dentro de este caos; además de italiano hablo
bien otros tres idiomas (recomiendo aprender con técnicas de memoria);
me gradué y obtuve un master; soy bastante bueno en un par de deportes;
no soy una persona obesa a pesar de mi golosidad patológica.

Aun así, mi tasa de fracaso, considerando la cantidad de cosas que he
empezado, el tiempo, la energía y el dinero invertido para hacerlo, es
realmente muy alta.
Durante algunos años no le he dado importancia, y hasta podría decir que
en el fondo me he divertido; pero a partir de un cierto punto en mi vida
comencé a sufrir. En primer lugar, ya me había construido dentro de mi
familia y entre mis amigos una reputación como inconstante y por la cual
ya no era tomado en serio con mis iniciativas.
Entonces, empecé yo mismo a sentirme un poco frustrado por todas las
cosas que yo no era capaz de terminar.

Y junto a la frustración crecían las dudas sobre mí mismo. Estaba
empezando a pensar que realmente soy una persona inconstante, y que esto
tenía raíces en una debilidad inherente e incurable de mi carácter.
Como les dije al principio de este libro, el día de mi boda yo estaba en un
balcón de México sintiéndome incompleto.
Cuando volví a Italia, me mudé con mi esposa en una nueva casa.

La nueva casa nos gustaba mucho; entre otras cosas, tiene una pequeña
escalera de caracol frente a la cocina que conduce a un ático. Mi esposa no
sabía cómo usarlo, porque ya tenían suficiente espacio en la planta baja.
Así que decidí hacer un pequeño gimnasio. Yo haría lo que hace mi
suegro: todas las mañanas sin importar cómo me sentía, lo que debía
hacer o la época del año, yo haría una hora de ejercicio. De esta manera
podría conseguir los resultados que quería. Y siendo un entusiasta, yo no
quería hacer sólo 4,000 pasos cada noche. Yo ya tenía una visión de mi
mismo trabajando más duro cada día en la caminadora y con las pesas,
adquiriendo habilidades sobrehumanas.

Durante las dos semanas siguientes, escogí, compré e instalé los aparatos,
sin embargo, no hice ejercicio ni una sola vez. Cuando el pequeño
gimnasio estaba finalmente listo yo estaba muy motivado y listo para
entrenar.
A la mañana siguiente empecé.

Informé a mis familiares y amigos sobre mi intención, y por supuesto me
encontré rodeado por el escepticismo habitual. Mi madre dijo a mi esposa
que dentro de un mes podría utilizar la caminadora para colgar ropa.
Pero yo sentí que esta vez sería diferente.
Comencé mis ejercicios un lunes (porque siempre se comienza el
lunes??); yo había hecho una rutina sin duda ambiciosa, pero muy factible,
que me permitiera regresar rápidamente de nuevo en forma.

Recuerdo que el lunes fue agotador, porque no estaba acostumbrado a
forzar mi cuerpo de esa manera. Pero terminé mi hora de ejercicios con
gran satisfacción, y ese día en el trabajo les conté a todos sobre mi nueva
vida. De cómo me sentía lleno de energía, del gusto de tomar un baño por
la mañana después del ejercicio, y de cómo en pocas semanas se habría
visto los resultados.
Un colega objetó que seguramente vendría una mañana en la que yo no
tendría ganas de hacer ejercicio; a lo que yo respondí que era sólo una
cuestión de fuerza de voluntad; esas pocas mañanas cuando no me sentiría
con ganas de hacer ejercicio, habría utilizado la fuerza de voluntad.

Un mes después la caminadora se había convertido en perchero.

Estaba tan frustrado que cuando comíamos en la cocina, me sentaba en
forma tal que no pudiera ver la escalera de caracol que va al ático. Mi
esposa me había tomado un poco el pelo, pero después se apiadó de mí y
no había mencionado el gimnasio del ático, el dinero que había gastado en
él o los propósitos que no cumplí. Este hecho me hacía sufrir aún más: mi
esposa me amaba y me admiraba, y yo temía que mi fracaso pusiera al
descubierto mi secreto, el carácter débil que yo estaba seguro de tener.
Cada noche me prometía hacer mis ejercicios la mañana siguiente, pero
casi invariablemente cada mañana no tenía ganas, lo cual me parecía una
buena razón para no hacerlo, dejando todo para la mañana sucesiva.
Dos meses después de la construcción del gimnasio (durante los cuales
tuve un par de recaídas de dos/tres días, en los cuales me había agotado
por hacer ejercicio), vinieron de visita mis suegros.

Era la primera vez que hacían un viaje tan largo, y no siendo tan jóvenes
llegaron cansadísimos después de 14 horas de vuelo, y con la diferencia
de horario de 8 horas en la cabeza. Cenamos, e increíblemente después de
la cena mi suegro caminó sus 4,000 pasos en nuestro pasillo antes de ir a
dormir.
Me hizo venir una desesperación tremenda.

A la mañana siguiente, domingo, durante el desayuno mientras mi esposa
estaba fuera con su madre, hablé con mi suegro. Yo estaba muy intrigado,
envidiaba su fuerza de voluntad y tenía ganas de escuchar su opinión al
respecto.
Entonces lo felicité, diciéndole que se necesitaba una gran fuerza de
voluntad para decidir caminar tantos pasos cada noche durante 40 años. Le
pregunté cómo tomó y cómo mantenía una decisión tan empeñativa.

Para mi sorpresa, él respondió que no la había tomado. Cuando por
primera vez comenzó a caminar, no pensó que caminaría por cuarenta
años: simplemente había decidido que quería estirar un poco las piernas.
Y como él no tenía ganas (me sorprendió mucho el oír que el tampoco
“tenía ganas”) de ir al parque cercano, bromeando con su esposa empezó
a ir y venir dentro de la casa. Lo cual le gustó, así que empezó a repetirlo.
Al principio no contaba los pasos; pero estaba seguro de que durante
mucho tiempo no eran más de 8-900, porque recordaba que caminaba sólo
por unos minutos. Él no estaba en forma ya que pasaba gran parte del día
en el trabajo, así que por la noche se cansaba fácilmente.

Sin embargo, después de poco tiempo se había acostumbrado, y así cada
día aumentaba los pasos; me dijo que probablemente había llegado a hacer
por lo menos 10 mil, porque incluso pasaba una hora y media caminando.
De hecho se sentía en gran forma, y estaba pensando que tal vez era
momento de salir de casa y empezar a correr.

Pero una noche su esposa, que por lo general esperaba a que terminara de
caminar para platicar juntos, se quedó dormida frente a la televisión. Y la
cosa empezó a repetirse más a menudo. Mi suegro siempre había estado
feliz con esa media hora de conversación con su esposa, y lo consideraba
importante para un matrimonio exitoso. Ella lo actualizaba sobre los
hijos, los vecinos o las pequeñas reparaciones que la casa necesitaba. Él le
hablaba de su trabajo y luego discutían un poco de política. Pienso que
también hacían otras cosas, teniendo en cuenta que tienen tres hijos, pero
mi suegro no lo mencionó.

Además, él también se había dado cuenta de que, aunque desde que era
niño solía leer antes de ir a dormir, durante algún tiempo no había
iniciado un libro nuevo, como si el deseo de leer antes de ir a dormir se
hubiera ido.
Así que comenzó a hacer algunas pruebas empíricas para determinar la
cantidad de pasos que debería hacer para mantener el tiempo para platicar
con su esposa y el deseo de leer unas cuantas páginas de un libro.
Y así había llegado a los famosos 4,000 pasos.

Mientras me hablaba, yo me daba cuenta de algunas cosas.
La excepcional condición física de mi suegro y los 4,000 pasos que lo
había visto hacer tantas veces por la noche sin poner realmente atención, y
sobre los cuales me había enfocado de pronto la noche de mi boda, no
eran mas que eventos. Lo que me estaba contando mi suegro, era el
proceso que le había permitido lograrlo.
De hecho mi suegro no decidió caminar durante 40 años todas las noches.
Cuarenta años de caminar cada noche es una decisión demasiado grande
para tomarla en una sola vez.
Una noche había decidido solo estirar las piernas.

Y ni siquiera había decidido sobre si serían 4,000 pasos. Se dio cuenta de
que su tiempo y su voluntad eran limitados, así que había hecho una serie
de pruebas para distribuirlos al máximo. Si hubiera hecho más de 4,000
pasos no habría tenido ni el tiempo ni la voluntad de hacer otras cosas
importantes en la noche. Si hubiera hecho menos, no estaría en forma.
Escuchando a mi suegro empecé a ver que tal vez mi falta de fuerza de
voluntad era sobre todo una falta de estrategia en utilizarla.

Y empecé a pensar en la fuerza de voluntad en términos de lo que
realmente es: un músculo.
Cap 10 - El músculo de la voluntad.


En 1996, en la Case Western University, un grupo de psicólogos llevó a
cabo una serie de experimentos para medir los efectos de las emociones
positivas y negativas sobre la fuerza de voluntad.
En uno de ellos, reclutaron un grupo de alrededor de setenta alumnos,
diciendo que tenían que participar en una prueba sobre la memoria
gustativa (!). Cada estudiante tenía delante dos platos, uno lleno de galletas
de chocolate y el otro lleno de raíces comestibles pero muy amargas. Los
estudiantes, de acuerdo con instrucciones dadas un día antes de la prueba,
estaban en ayunas. Y para colmo, las galletas de chocolate estaban recién
hechas, y el aire del salón se llenó con su buen olor.

Aunque cada estudiante tenía de frente las galletas de chocolate y las
raíces, se pidió a la mitad de los estudiantes que comieran sólo galletas de
chocolate, y a la otra mitad sólo las raíces.
Los alumnos respetaron las instrucciones, y cada uno comió sólo la
opción que se le había asignado. El examinador le dijo a los estudiantes
que la prueba había terminado y al día siguiente se les daría un
cuestionario, con el cual medirían su memoria gustativa.

Luego pidieron a los estudiantes hacer otra prueba, cuyo objetivo era
medir algunos datos sobre la resolución de problemas. A cada uno se les
dio una serie de problemas para resolver, y les dijeron que eran libres de
irse cuando quisieran.
Una vez más, para colmo, los problemas eran en realidad imposibles de
resolver, por lo que el nivel de frustración de los estudiantes era el
máximo.
Por supuesto, los estudiantes trataron por un tiempo de resolverlos, pero
después uno tras otro se dieron por vencidos y se fueron, hasta que 30
minutos más tarde sólo había 4 estudiantes.
En ese momento, el examinador interrumpió la prueba y les pidió salir.

Analizando los datos obtenidos, los psicólogos observaron que en
promedio, los que comían galletas de chocolate se fueron después de los
que habían comido las raíces. De hecho, la diferencia entre un grupo y el
otro fue estadísticamente enorme.

La conclusión de los investigadores fue que los que se habían tenido que
esforzar para comer las raíces, viendo que los otros comían galletas
felizmente, habían consumido una parte considerable de su fuerza de
voluntad, y se habían dado por vencidos durante la siguiente prueba antes
que el segundo grupo.
La voluntad se había "cansado" durante la primera prueba, y por lo tanto
no era capaz de hacer un buen trabajo durante la segunda.
Se había comportado exactamente igual que un músculo.

Otros estudios psicológicos posteriores confirmaron esta observación,
hasta llegar a asumir la llamada teoría de “la paradoja de la fuerza de
voluntad": en la práctica, la teoría sostiene, con una sólida base de datos de
apoyo, que quien realiza una tarea focalizándose demasiado en la fuerza
de voluntad, obtendrá resultados menos satisfactorios que los que realizan
la misma tarea dándole menos importancia.
Un ejemplo clásico de esta teoría fue puesta a la luz por la profesora
Dolores Albarracín del departamento de psicología de la Universidad de
Illinois en un experimento con algunos de sus estudiantes. Pidió a un
grupo resolver una larga serie de anagramas mientras se repetían a sí
mismos "tengo que resolver todos estos anagramas"; y pidió a otro grupo
resolver los anagramas repitiéndose a sí mismos "No sé si quiero resolver
todos, tal vez me detengo aquí"

El segundo grupo de estudiantes, el que podía “dudar", tuvo un
rendimiento mucho mayor que el primer grupo, resolviendo no sólo más
anagramas, pero también en un tiempo menor.
Esto nos dice dos cosas: En primer lugar, que los experimentos
psicológicos son a menudo muy extraños, pero esto tal vez ya lo estabas
pensando por ti mismo.
En segundo lugar nos dice que si al hacer algo que requiere el uso de la
fuerza de voluntad utilizo demasiada de esta fuerza, tendré resultados
peores que los que lo realizan sin ejercer fuerza de voluntad.
Así que prácticamente para tener una fuerza de voluntad de hierro basta
utilizarla lo menos posible, sólo para lo estrictamente esencial. Como te
he dicho, es un poco extraño, y es por eso que la teoría es paradójica.

Es aún menos claro la razón por la cual la voluntad está sujeta a esta
"fatiga".
La hipótesis más plausible es que se trata de un mecanismo de protección
que evita que nuestro ego se sienta frustrado y deprimido por hacer cosas
que no quieres hacer.
Cualquiera que sea la razón es cierto que la fuerza de voluntad se "fatiga"
durante su uso.

Y así, como cuando un músculo está sobrecargado por una carga
demasiado grande para su capacidad y no puede flexionarse, así la
voluntad difícilmente será capaz de digerir enormes cambios todos a la
vez.

Si no se usa la fuerza de voluntad correctamente, la mayoría de nuestros
actos de voluntad están condenados al fracaso, ya sea porque su peso es
demasiado grande para ser cargado todo en una sola vez, o porque otros
actos de voluntad agotan nuestra energía.

Cuando el peso es demasiado grande o cuando los pesos son demasiados,
estamos usando mal nuestra fuerza de voluntad.
Cap 11 - Cuando el peso es demasiado grande.


"¿Cómo se come un elefante? Un bocado a la vez "

Hemos visto que nuestra voluntad es un músculo que razona. Cuando ve
algo demasiado grande para él, puede simplemente negarse a hacerlo por
temor a dañarse.
Ahora, vale la pena detenerse en el concepto de demasiado grande, ya que
es una medida subjetiva y no una objetiva, y que además puede cambiar
dentro del mismo individuo dependiendo de las circunstancias.

Para algunos estudiar una hora al día una lengua extranjera es un acto de
voluntad factible, mientras que tal vez resistir a un postre de chocolate es
definitivamente difícil. Un entusiasta de los deportes puede haber sonreído
con mi resistencia absoluta para ejercitarme por la mañana, pero tal vez
no sería capaz de hacer un esfuerzo para escribir 5 páginas de word cada
noche.
Además, creo que todos hemos experimentado, en diferentes periodos de
nuestra vida, los altibajos de nuestra fuerza de voluntad: lo que nos cuesta
poco esfuerzo a veces, puede ser casi inalcanzable en otros.

Exactamente como quien ha nacido más o menos dotado atléticamente,
también para la voluntad cada persona tiene una "predisposición" que la
caracteriza; a esta predisposición se le agregan variables tales como los
objetivos que uno se plantea, las preferencias, los momentos de la vida, el
entrenamiento o las estrategias que se utilizan.

Conocer la propia predisposición y las otras variables que condicionan el
ejercicio de la voluntad es el elemento estratégico más importante para
lograr resultados.
Para explicarme mejor, te cuento cómo resolví el problema de mis
ejercicios de la mañana.
En primer lugar, reflexioné sobre el hecho evidente de que tal vez me
había puesto una meta demasiado ambiciosa. Mi voluntad no era capaz de
tolerar el peso de una hora de ejercicio cada mañana hasta el final de mis
días, por lo que después del primer día de entusiasmo simplemente se
había negado a ir más allá. Pensé entonces quitar de mi programa el
concepto de "para siempre", y centrar mi atención sólo en el momento de
ejercicio de la mañana siguiente. Pero el resultado no fue satisfactorio: de
hecho, todavía seguía sin ganas de hacer ejercicio, y además vivía con
ansiedad y fatiga por la idea de tener que subir al ático para ejercitarme
durante una hora al día siguiente. Comencé entonces a negociar un poco
más con mi psique para encontrar un compromiso mínimo con el que me
sintiera cómodo.

Tal vez te hará reír, pero al final llegué a la conclusión de que la mañana
sucesiva habría solamente subido las escaleras hasta el ático. Parecía
absurdo, pero era así; mi voluntad estaba tan agotada por la idea de
ejercitarme una hora en el gimnasio que el máximo objetivo que podía
alcanzar sin que sintiera el peso del esfuerzo era subir las escaleras hasta
el ático.

Decidí, por lo tanto, alcanzar este objetivo mínimo el día siguiente.

A la mañana siguiente me desperté y decidí que me dirigiría a la escalera
de caracol para subir al ático. Sentía mi corazón y cabeza ligeros porque
en realidad eso era algo que quería hacer, y me costó un esfuerzo de
voluntad mínimo. Al llegar al ático miré a mi alrededor y sonreí al ver mi
ropa y la de mi esposa apilada en la caminadora. Estaba a punto de darme
la vuelta y bajar cuando pensé que mientras ya estaba allí, al menos podría
hacer un poco de abdominales. Después de todo, todavía era temprano y
no tenía ganas de ir a trabajar. Me acosté en el suelo y decidí hacer una
pequeña serie de 30 abdominales. Cuando terminé no me sentía cansado,
me sentía bien, así que hice otra serie de 50. Me puse de pie para estirar un
poco y me di cuenta de que todavía tenía mucha energía, decidí hacer otra
serie de 50. Cuando terminé la serie pensé que había hecho suficiente
trabajo abdominal, y que tal vez una docena de flexiones con el brazo
antes de bajar habría completado de manera digna el primer día de
ejercicios. Con la décima flexión mis brazos estaban aún muy sólidos, así
que decidí continuar por otros 10. En ese momento respiré profundamente
durante un minuto, y luego hice otras 20 flexiones seguidas. Me sentía con
ganas de correr en la caminadora, pero por temor a exagerar, me obligué
a no hacerlo y volver a bajar las escaleras. Al descender por las escaleras
reflexioné sobre la ironía del hecho que, después de luchar conmigo
mismo por meses para obligarme a subir la escalera, ¡ese día tuve que
obligarme a bajar!
Desde ese primer día han pasado casi dos años, y cada mañana cuando
estoy en casa, sin excepción, hago un esfuerzo mínimo para subir la
escalera. Han habido 4 o 5 días en los cuales tenía mucha prisa, así que
subí la escalera, giré sobre mis talones y bajé corriendo a cambiarme para
ir a trabajar. Sin embargo, en el 95% de los casos, me quedé en el ático y
no creo que haya hecho menos de veinte minutos de ejercicio, y nunca
más de una hora.
Y cada mañana, todo comienza con un esfuerzo muy mínimo, tan pequeño
que hasta yo puedo hacer: subir las escaleras.
Cap 12 - Cuando los pesos son demasiados.


"En este momento dejar de fumar es la cosa más importante que puedes
hacer en tu vida"

Como hemos visto, nuestra voluntad tiene un mecanismo de
autoprotección que normalmente falla cuando se trata de cosas que son
demasiado grandes.
También hay un segundo mecanismo que la protege haciéndola fracasar:
cuando tenemos que lidiar con demasiadas cosas a la vez.
Esto es crucial para explicarte por qué los planes de cambio radical en
nuestras vidas no se realizan nunca.

Nos dejamos seducir por la idea de un cambio de 360 grados, de la
transformación en un día de la antigua a la nueva persona. Y sucede que
una noche decidimos, tal vez leyendo algo que nos inspiró, que queremos
cambiar por completo; y que desde el día siguiente vamos a estar a dieta,
haremos ejercicio, dejaremos de fumar, dedicaremos más tiempo a
nuestros hijos, vamos a ahorrar más dinero, aprenderemos un nuevo
idioma, vamos a tomar clases de cocina, y así sucesivamente.
Ya sea que se trate de querer empezar algo, como es el caso de comenzar a
estudiar un idioma, o dejar de hacer algo, como en el caso del consumo de
tabaco, se trata siempre de actos de voluntad que se toman al miso tiempo
todos juntos.
En un escenario como este, te encontrarás al día siguiente debiendo:

hacer ejercicio cuando son meses que no lo haces;
renunciar a los cigarros;
evitar el capuchino y el pastel de la cafetería;
estudiar alemán durante la hora de la comida;
renunciar a relajarte frente a la TV por jugar con los niños en la noche.

Al verlo escrito, se puede notar claramente que no es factible; pero
créeme que mucha gente, tal vez después de tener un "momento de la
revelación", sinceramente considera poder lograrlo. Pero la realidad es
que se encuentran al día siguiente fracasando; y no en una de estas
actividades, pero en todas ellas!
¿Por qué?

El hecho es que los actos de la voluntad consumen energía, y el cerebro es
muy ahorrador con la energía que tiene disponible; por lo que a medida
que se realizan los actos de voluntad, el cerebro quita la “gasolina” a esa
zona, digamos que la manda a dormir, para evitar que se consuma
demasiado. Así que realizar cada acto es más difícil que el anterior, hasta
que nuestra voluntad y nuestra capacidad para tomar decisiones eficaces
esencialmente llegan a cero.
Y es así que sientes la sensación típica de los días muy intensos y
estresantes, en los cuales durante la noche solo podemos pasar el tiempo
en una actividad puramente pasiva, como ver la televisión. Seguramente te
habrá pasado varias veces.
¿Cuántas veces has escuchado o dicho a ti mismo la frase "ahora solo
quiero apagar el cerebro"?

Esto nos da una muy buena idea de lo que nos sucede cuando se ha
pensado y decidido demasiado.
Naturalmente, porque el hombre es un ser con voluntad, un ser con
instinto ético, existen mecanismos para superar este bloque.
Y nos resulta casi imposible cambiar tantas cosas al mismo tiempo, es
definitivamente más fácil cambiar muchas cosas, una tras otra, durante un
período de tiempo digamos limitado.
Mucha gente inconscientemente se da cuenta de esto, y de hecho programa
por ejemplo empezar la dieta o dejar de fumar, "cuando este menos
estresado", "cuando este de vacaciones", “cuando pasará esta etapa difícil
con mi esposa."

Nos damos cuenta entonces, más o menos inconscientemente, que nuestros
recursos son limitados, y sabemos que es difícil lograr más de una meta a
la vez. Sin embargo, seguimos con la esperanza de poder lograrlo, para
después sentirnos culpables, por lo que se pierde aun más energía que se
resta a la voluntad, siendo el sentirnos culpables la conciencia de nuestro
instinto ético. Así se crea un círculo vicioso que probablemente tarde o
temprano, la evolución romperá, o seleccionando individuos inmunes a la
culpa, o como espero, individuos capaces de administrar estratégicamente
su voluntad, sin consumirla tratando de hacer demasiadas cosas al mismo
tiempo y sin ser consumida por el peso de sus propios fracasos.

Cuando no podemos cambiar nos sentimos débiles, pero tal vez sería más
correcto si nos sintiéramos estúpidos por nuestra falta de estrategia. Nos
centramos en el evento de cambiarnos a nosotros mismos, nos sentimos
fascinados por el nuevo “yo” que nos imaginamos, y luego olvidamos por
completo el hecho de que no es natural cambiar todo en un día; es
necesario un proceso de cambio progresivo, un paso a la vez, una cosa
tras otra.

He conocido a decenas de fumadores como yo; todos querían dejar de
fumar, pero querían esperar a un momento de la vida en la que estuvieran
menos estresados, más tranquilos, con menos problemas. La verdad es que
en la mayoría de los casos, ese momento nunca llega. He dejado de fumar
gracias a un método muy conocido, y que en realidad dice que no se basa
en la fuerza de voluntad (no voy a entrar en los detalles, pero obviamente
no estoy de acuerdo). Y uno de los pilares de este método es que no
reenviar tu último cigarro, porque dejar de fumar es la cosa más
importante en la vida de un fumador.
No puedo estar más de acuerdo.

Si quieres hacer un cambio importante sobre algo que consideras muy
pesado, bueno, tienes que ser implacable: se necesita realmente un
excedente de fuerza de voluntad, y este excedente debes tener el valor de
tomarlo de otras cosas. Esto no significa dedicar todo de ti mismo para lo
que deseas cambiar. Continuarás a hacer también el resto, simplemente
todo lo demás vendrá en un segundo plano, al menos hasta que el cambio
no será efectivo. A ese punto, podrás recuperar de nuevo el excedente de
fuerza de voluntad para redistribuirlo a las cosas a las que se lo habías
quitado.
Cuando dejé de fumar le dije a mi esposa que por un tiempo le habría sin
duda dedicado menos energía y atención; se lo dije con suavidad, con
cariño y claramente, explicándole las razones y ella lo entendió y aceptó.
Yo estaba consciente de que debía reducir la carga de trabajo y no luchar
conmigo mismo para no comer un helado.
Sabía que tenía que concentrarme en un objetivo específico y difícil, pero
era la prioridad en ese momento sobre todo el resto. Así que el resto
tendría que estar un poco sin mí, o por lo menos sin que yo estuviera a su
servicio.
Cada día que no fumaba se me hacía más fácil no encender un cigarro, y
entonces podía llevar gradualmente parte de mi energía diaria a otras
actividades.
Después de un mes de no fumar, ya se había convertido en un hábito;
quizás no tan fuerte como el de fumar, pero sigue siendo un hábito; mi
exceso de energía se podía destinar a sus actividades normales, o ser
utilizado en un nuevo cambio.

Con una gran ventaja, sin embargo: no fumar me gratificaba y me hacía
sentir más fuerte y seguro de mi mismo. Como si mi fuerza de voluntad
hubiera aumentado.
Esto te puede parecer contradictorio con lo que hemos dicho antes, que el
uso de la voluntad consuma la voluntad misma haciéndola más débil.
Pero regresemos un momento a la analogía con el músculo: si un músculo
tiene que levantar un peso demasiado grande, se lastima: así como se
lastima si debe levantar un peso demasiadas veces.
Pero cuando un músculo levanta un peso sensato por un número razonable
de veces al día, entonces el músculo no sólo no se hace daño, pero se
entrena y se hace más fuerte.
Y así sucede es con la voluntad. Utilizada en forma incorrecta se y nos
debilita. Pero utilizada correctamente se vuelve más fuerte, y nosotros con
ella.
Ya hemos visto muchas cosas sobre cómo utilizarla correctamente. En los
siguientes capítulos, sin embargo, te voy a enseñar un par de armas
secretas.

Cap 13 –El arma secreta número 1: Los pequeños
logros.


¿Recuerdas el experimento de los estudiantes que tenían que comer o
chocolate o raíces, y luego resolver los problemas?
Un primer hallazgo importante fue la demostración de que la voluntad
actúa igual que un músculo. Pero hay otra cosa realmente muy interesante
relacionada con ese experimento: el hecho de que los problemas no
pudieran resolverse. ¿Por qué no dar problemas tal vez difíciles pero
posibles de resolver?

La razón es simple: la voluntad se alimenta de pequeños logros.

Cuando se realiza un esfuerzo de voluntad para conseguir algo, se pueden
obtener dos posibles resultados: conseguir el resultados o no conseguirlo.
En el primer caso, se desencadena una respuesta positiva: hemos hecho un
esfuerzo convencidos de que nos llevaría a conseguir una cosa, y en
realidad pasó. Estamos satisfechos por dos razones: hemos conseguido lo
que queríamos y hemos demostrado a nosotros mismos que esforzarse era
la opción correcta. Tuvimos razón, y nuestro ego se hace un poco más
fuerte. Y también más fuerte es nuestra fuerza de voluntad, que es como si
hubiera recibido de este pequeño logro del EGO un poco de nueva
“gasolina”.
Por esta razón, los problemas dados a los estudiantes no tenían solución;
de otro modo, por cada problema resuelto, el estudiante recibiría un
pequeño excedente de fuerza de voluntad, dada por la satisfacción de su
ego, retrasando así el momento en que saliera del salón. Y los resultados
obtenidos por los investigadores habrían sido influenciados no sólo por
quien había comido chocolate y quien raíces, sino también por la
capacidad de cada estudiante para resolver los problemas.

Ahora veamos cómo se puede utilizar este descubrimiento en manera
estratégica.
Está claro que la mejor manera de afrontar cualquier proyecto que
requiera fuerza de voluntad es dividirlo en muchos pequeños proyectos
intermedios. Hemos visto que un esfuerzo demasiado grande cansa a la
fuerza de voluntad: las dimensiones del cambio y el tiempo necesario para
obtenerlo nos intimidan y nos aplastan, condenándonos al fracaso. Pero si
este esfuerzo se divide en pequeñas etapas intermedias más pequeñas
obtenemos muchas ventajas: nos asustamos menos, somos capaces de
monitorear los progresos y finalmente, los pequeños éxitos intermedios
nos dan un superávit de entusiasmo y energía.

Te daré un ejemplo: Para una persona obesa, ponerse la meta de perder 20
kg en seis meses no esta bien. 20 kg son tantos, y 6 meses es mucho
tiempo. Es mucho mejor construir un plan con objetivos intermedios, por
ejemplo perder 2 kg en la primera semana. Para una persona obesa 2 kg
no son muchos, y el esfuerzo se percibe entonces como pequeño. Además,
después de una semana ya podrá conseguir el primer pequeño éxito,
"recargando" así la reserva de fuerza de voluntad.
De hecho, muchos nutricionistas prefieren trabajar de esta manera,
programando breves encuentros pero frecuentemente.
Hacer una dieta puede ser muy frustrante, pero si se mide cada semana y
se obtiene un buen resultado pequeño, la frustración se puede convertir en
entusiasmo y se seguirá con la dieta durante largos períodos.

Cap 14 - El arma secreta número 2: Los hábitos.


En mi experimento de hacer ejercicio cada mañana me di cuenta de un
hecho muy interesante: después de unas semanas, subir la escalera de
caracol se había convertido en algo casi instintivo para mí. Algo que hacía
de manera natural, automáticamente, sin que mi voluntad interfiriera de
alguna manera.
Subir escaleras se habían convertido en un hábito.

Ahora sé que algunos colegas médicos no estarán de acuerdo, pero me
gusta definir a los hábitos como instintos adquiridos.
Un hábito se forma a partir de un acto de voluntad inicialmente previsto y
ejecutado en la parte superior del cerebro, donde sólo hay estructuras
"nobles" que gobiernan la inteligencia y la planificación; si este acto de
voluntad se repite con bastante frecuencia, el cerebro transfiere la
ejecución a las estructuras menos nobles y más profundas, las mismas que
el instinto.

Piensa bien: cuando eras niño, había que enseñarte a cepillarte los dientes;
y por algún tiempo te llevaron cada noche frente al lavabo para hacerlo.
Después te dejaron hacerlo solo, tal vez solo se limitaron a recordártelo o
a obligarte a hacerlo cuando no querías. Entonces en algún punto, ya no
tuviste la necesidad de que alguien te lo recordara ni que te obligara a
hacerlo; cepillarte los dientes se había convertido en un hábito. De hecho,
desde hace años lo haces todos los días de manera automática, sin que te
cuesta ningún tipo de esfuerzo de voluntad.

Sin embargo, si en el transcurso del día alguien te dice que tienes un
pedazo de lechuga entre los dientes vas a ir de nuevo al baño a lavarte los
dientes; en este caso, no en modo automático sino guiado por una decisión
precisa de la voluntad.
¿Cuál es la diferencia entre las dos situaciones? Hay una manera muy fácil
de explicarla. ¿Te acuerdas de cómo, cuándo y por cuánto tiempo te
cepillaste los dientes esta mañana? Probablemente no, pero sabes que lo
hiciste.
Pero si vas durante el día para cepillarte los dientes y quitarte un pedazo
de verdura entre los incisivos, probablemente en la noche podrás recordar
cada detalle.

Este proceso de transformación del hábito sucede en todas las acciones
que se repiten constantemente bajo ciertas circunstancias: al principio es
necesario un compromiso cognitivo y volitivo para hacerlo; luego,
cuando tu cerebro se da cuenta de que es una rutina, por razones de ahorro
y eficiencia energética se transfiere la ejecución de la parte delantera del
cerebro, es decir, la que preside las funciones superiores del ego (que
incluye sólo pensar y tomar decisiones) a la parte trasera, la animal, la del
instinto. Es como si el cerebro estuviera diciendo, bueno, me doy cuenta
de que esto lo hago todos los días; entonces por lo menos vamos a hacerlo
sin que me cueste esfuerzo, y por lo cual lo pondré en piloto automático.

La ventaja de este mecanismo es enorme. Piensa en mis ejercicios de la
mañana: al principio tuve que hacer un pequeño esfuerzo para subir la
escalera, después un poco de esfuerzo para hacer los primeros 10
abdominales, luego otro para los otros 10, y así sucesivamente. Pero a
medida que estos eventos se repetían todos los días, se convirtieron en
algo automático. Está claro que conforme pasa el tiempo se incorpora más
ejercicio a la rutina, dejando la voluntad y entrando en el hábito. Y
entonces, incluso desde un punto de vista mental, ejercitarme me costará
cada vez menos esfuerzo diario.

Recuerda que nuestra voluntad se fatiga por dos razones: cuando tratamos
de cambiar demasiadas cosas al mismo tiempo (dejar de fumar, aprender
un idioma, bajar de peso, todos juntos en un solo día!) y cuando tratamos
de hacer un cambio demasiado grande (de cero a una hora de ejercicio
todas las mañanas por siempre).
El hábito nos permite superar estos dos problemas a través de un
mecanismo de adaptación: si se toma una decisión a menudo y
regularmente, el cerebro lo toma de la voluntad, que tiene un alto
consumo de energía, y lo pone en el hábito y el instinto, que tienen un
consumo de energía muy bajo. Así por ejemplo, si cuando éramos niños y
aún no habíamos aprendido cómo cepillarnos los dientes, hacerlo nos
costaba un esfuerzo, ahora la actividad está en piloto automático, y
consume muy poca energía mental y cognitiva.

¿Quieres hacer una prueba interesante? ¿Te acuerdas de cuándo y cómo te
amarraste los zapatos esta mañana? Probablemente no, pero tus zapatos
están atados. Prueba mañana por la mañana a lavarte los dientes, hacer el
café y ponerte tus zapatos con la mano izquierda en lugar de la derecha (o
viceversa, si eres zurdo). Te darás cuenta de que te cuesta un esfuerzo
cognitivo y volitivo importante. Has roto un hábito, por lo que para
realizar actividades sencillas como cepillarte los dientes, tu cerebro
activará el nivel superior, el cognitivo y volitivo. Y por la noche,
pensando en cómo amarraste tus zapatos, lo recordarás con mucha
claridad.

Al igual que un elefante puede ser comido un bocado a la vez, cada uno de
nosotros puede cambiar su vida un "hábito a la vez."
Romper viejos malos hábitos o adoptar nuevos buenos hábitos es una
mejor estrategia para el cambio que consumir nuestra fuerza de voluntad
cada día reduciéndola por cada decisión tomada. En el próximo capítulo
vamos a profundizar sobre qué es un hábito, y vamos a ver la mejor
estrategia para incorporar hábitos en nuestras vidas.

Cap 15 - El rito del hábito.


Los hábitos pueden ser buenos, malos, sanos, patológicos, empedernidos,
viejos, nuevos y muchas otras cosas aún. Algunos de ellos pueden tener
poca o ninguna importancia en nuestras vidas, tales como rascarse la
cabeza cuando se piensa en algo, mientras que otros tienen grandes efectos
y de larga duración, tales como la mala costumbre de reenviar las cosas
para mañana, o la buena costumbre de hacer una caminata todas las tardes.
Todo, en una manera más o menos profunda, nos identifica como
individuos, porque cada uno de nosotros tiene una mezcla de hábitos que
lo caracteriza.

Actuar sobre los hábitos de una persona es la herramienta más poderosa
para el cambio que el hombre tiene a disposición, y por lo tanto no es
extraño que la psicología, la medicina y la neurociencia han dedicado
tanto tiempo y energía al estudio de los hábitos.
De un hábito se pueden estudiar muchas cosas: por ejemplo los efectos que
tiene a largo plazo (como el hábito de fumar); o la capacidad de ser un
detector de rasgos caracteriales (como en el caso de morderse las uñas).
Pero en este capítulo veremos un aspecto distinto: cómo podemos
intervenir para crear nuevos hábitos o cambiar los viejos.

En los años 50 se realizaron una serie de experimentos en ratones para
analizar el mecanismo de la formación de hábitos, afortunadamente no es
cruel; se limitó a poner a los ratones dentro de jaulas en las que un pedazo
de queso estaba detrás de una pequeña puerta corrediza con un mecanismo
de apertura activado mediante un botón cercano al ratón.
Las primeras veces, el ratón caminaba desconcertado para encontrar la
manera de abrir la puerta, hasta que accidentalmente tocaba el botón rojo,
la puerta se abría, y el ratón conquistaba su pedazo de queso.

Después de un cierto número de veces, el ratón aprendió a relacionar el
botón rojo con el pedazo de queso, y de forma automática presionaba el
botón, incluso cuando en la otra parte no había queso. Él había
desarrollado un hábito. A partir de esta simple observación se hizo el
primer modelo de la formación de hábitos, que ahora puede parecer
obvio, pero no era así en los años 50. El desarrollo de un hábito se
compone de tres partes: el estímulo, la acción (que es el hábito en sí) y la
recompensa por la acción. En el caso del ratón, el botón rojo fue el
estímulo, el queso era la recompensa; apretar el botón constituía la acción
(inicialmente casual pero después se convirtió en un hábito a través del
circuito estímulo - recompensa).

De hecho, cuando este proceso de estímulo – acción -recompensa se repite
un número suficiente de veces, el estímulo desencadena el
comportamiento casi automática, o al menos sin un esfuerzo cognitivo
apreciable de la voluntad y: nace un hábito. Es por esto que la persona que
se muerde las uñas, por ejemplo, a menudo lo hace "sin pensar": cuando
existe un evento aún mínimamente estresante (estímulo) desencadena un
comportamiento estereotipado (morderse las uñas) que conduce a una
recompensa (el alivio del estrés ). La recompensa refuerza el hábito. Y así
se encuentra mordiéndose las uñas, incluso cuando no está estresado.

En cualquier hábito puedes reconocer siempre 3 elementos, estímulo-
acción -recompensa, a veces de una manera fácil y clara, otras veces
escondido.
Incluso en las pequeñas acciones cotidianas: has aprendido a amarrarte los
zapatos gracias al estímulo cotidiano de tus padres, y la recompensa fue la
satisfacción que sentías cuando los acontentabas, o el orgullo de haberlo
hecho solo, o el no tener miedo de un regaño . Tal vez no lo recuerdas,
pero es así.

Ser consciente de este mecanismo para la creación de los hábitos puede
permitirte el lujo de utilizarlo para crear buenos hábitos o para quitar los
malos.
Es importante que al crear un estímulo no lo confundas con la motivación:
por ejemplo, si quieres verte bien en traje de baño es una motivación
óptima para ponerte a dieta, pero por sí mismo no desencadena ningún
hábito.

En el caso de mis ejercicios por la mañana, mi motivación era para perder
peso y estar más saludable; pero el estímulo que cada mañana me ayuda a
activar la rutina del hábito es otro: dejo mis tennis a la vista sobre la
cajonera frente a mí. En la mañana cuando me despierto es el primero que
veo, es el gatillo que fortalecer mi hábito de subir las escaleras hasta el
ático para ir a hacer ejercicio.
Así que cuando se quiere que una acción que requiere fuerza de la
voluntad se convierta en un hábito, es necesario encontrar primero un
gatillo para asociarlo a la acción en sí misma.
En el experimento con los ratones, el gatillo (botón rojo) era del todo
ajeno conceptualmente a la acción que se realizaba y a la recompensa.
Pero naturalmente, si el gatillo está relacionada con su acción puede ser
mucho más potente.

Si cada mañana cuando me despierto antes de subir mis famosas escaleras
de caracol hubiera aplastado un botón rojo, al final de igual manera habría
desarrollado el hábito de subir las escaleras. Y el botón rojo, tarde o
temprano se habría convertido en el gatillo. Pero, por supuesto, el hecho
de que elegí los tennis hace que todo sea más fácil y más rápido, debido a
que los tennis están también conceptualmente relacionados con el ejercicio
físico.
De este modo, por lo tanto, desarrollar un buen hábito o perder uno malo,
se convierte en un ejercicio intelectual y creativo.

Además, el estímulo puede funcionar en una manera positiva como
"gatillo" del hábito, pero también en una manera negativa como
"inhibidor".
Mi tía no podía bajar de peso, sobre todo por los continuos refrigerios
que comía fuera de sus tres comidas al día. Amaba las cosas saladas, como
el queso y el jamón, y tenía el hábito de ir a buscarlos al refrigerador por
la tarde. Entonces, le compré en internet un muñeco con forma de
puerquito para mantener dentro del refrigerador, y cada vez que se abre la
puerta, el muñeco hace el sonido del puerco. Este muñeco de $20 es la
mejor inversión que mi tía ha hecho en su vida para cambiar sus hábitos
alimenticios, logrando romper por sí solo un comportamiento negativo
que llevaba con ella durante años. Había empezado a docenas de dietas y
vio al menos 3 médicos diferentes, sin ser capaz de resolver el problema.
Fue suficiente introducir un pequeño cerdito en su rutina consolidada para
recordarle, cada vez que abría el refrigerado, cuáles eran sus objetivos a
largo plazo; y hacer que nunca quisiera abrir el refrigerador. En este caso,
el puerquito había desactivado el hábito de abrir el refrigerador y comer.

Por ello, el estímulo debe preceder a la acción (o la no acción en el caso
de inhibidores) y es el primer factor importante a considerar cuando se
quiere adquirir un hábito.
Igualmente importante es la gratificación, es decir, la recompensa que
sigue a la acción.
De alguna manera, la gratificación imita a nivel individual la ventaja que
la evolución busca darnos a nivel de especie. La gratificación le dice al
cerebro que la acción realizada ha sido útil, y por lo tanto se debería
repetir.
Así, la gratificación es capaz de reforzar la tendencia del individuo a
repetir una determinada acción.

Por esta razón, en la adquisición de nuevos hábitos, es importante asociar
siempre una gratificación. En el caso de mi ejercicio de la mañana me
recompenso con un baño caliente. Me encanta sentir el agua caliente por la
mañana, sea que haya hecho una hora de ejercicio intenso o me limite a
sólo subir las escaleras de caracol, después me recompenso con un baño
de diez minutos.

El hecho es que te debes focalizar y que tus hábitos actuales, sean los que
te gustan o aquellos que odias, ya siguen este patrón: todos tus hábitos
fueron formados por la repetición durante un tiempo suficiente de tres
elementos: estímulo - acción - recompensa . Muchos de ellos te han sido
transmitidos a través de la educación; y muchos los adquiriste por la
"presión" cultural a la que estamos sometidos por los medios y la
publicidad, que conocen bien estos mecanismos.

Ahora, tal vez por primera vez en tu vida, tu también sabes exactamente lo
que es un hábito, cómo se forma y cuáles son los elementos para poder
manipularlo.
Y por primera vez, tienes todas las herramientas para ser capaz de actuar
sobre tus hábitos y ser capaz de elegir, cambiar o crearlos desde cero, en
lugar de limitarte a recibirlos desde el exterior.
Cap 16 - Un poco de artes marciales.

Vuelve a leer el Kata de la Voluntad:

- Reflexiona sobre cómo y por qué haces lo que haces.
- Ten en cuenta tus acciones como consecuencia de dos motivos: los
instintos y la inteligencia / voluntad
- Aprende a conocer tus instintos, con sus ventajas y sus desventajas.
- Disfruta de la motivación cuando llega, pero no te confíes demasiado.
- Reconoce las presiones que te rodean: aprenderás a defenderte.
- Reconoce el cambio como lo que es: un proceso y no un evento.
- Ten en cuenta la fuerza de voluntad como lo que es: un instinto ético que
caracteriza al hombre, y como resultado de la inteligencia.
- Usa la voluntad de acuerdo con la Regla número 1: No levantar
demasiado peso en una sola vez.
- Usar la voluntad de acuerdo con la Regla número 2: No levantes
demasiados pesos al mismo tiempo.
- Date objetivos intermedios, mídelos y celebra cada vez que logras uno.
- Haz pequeños actos de voluntad en tus hábitos diarios.
- Crea y fortalece tus hábitos utilizando siempre la tríada estímulo - acción
– recompensa.
- Repite desde el inicio.

Parece tener más sentido ahora, ¿no?
Y así estamos de nuevo donde empezamos, terminando un círculo
perfecto.
He presentado mi Kata de la Voluntad en la introducción de este libro, para
después explicarte cada parte, en orden, una después de la otra. Quería
sobre todo que tuvieras conciencia de qué es la fuerza de voluntad, y
cuáles dificultades encontramos para ejercitarla.
Después, traté de darte algunas estrategias de comportamiento que te
permitan pasar de la conciencia a la acción.
Lee y relee el Kata, y verás que realmente ayudará a mejorar tu fuerza de
voluntad.

Ahora, algunas consideraciones finales y una sugerencia:
En las artes marciales se encuentra el más poderoso ejemplo de cómo el
desarrollo de un hábito puede ser muy eficaz, tanto que incluso vence al
instinto natural y obtiene con facilidad resultados inesperados.

La reacción de cualquiera, cuando le lanzan un puñetazo, es protegerse y
dar un paso hacia atrás. En el karate en cambio, te enseñan algo
completamente diferente: te enseñan a ir hacia el puño desviándolo con un
brazo, mientras que con la pierna opuesta das un paso hacia el oponente y
lo golpeas con la otra mano. No existe un comportamiento menos
instintivo que este, y sin embargo, su eficacia es devastadora.

¿Cómo se logra? Al principio es necesario practicar casi en cámara lenta:
el compañero de entrenamiento pretende golpearte tirando un golpe muy
lento; la otra persona, con una gran esfuerzo de concentración y de
voluntad, ejecutará uno después del otro los tres movimientos de
respuesta: primero desvía el golpe con su brazo, luego mueve la otra
pierna hacia el oponente, y finalmente simula el golpe de respuesta. Cada
movimiento está pensado y planeado, para ser realizado después con gran
lentitud y torpeza. Si pudiéramos ver nuestros lóbulos frontales en la
imagen de RMN, los veríamos explotar por actividad neuronal.
A medida que el ejercicio se repite día tras día, cada uno de los tres
movimientos empieza a ser cada vez más rápido. Luego, los 3
movimientos comienzan a unirse entre sí en una manera cada vez más
fluida.

Finalmente, después de mucha práctica, toda la secuencia se vuelve
completamente automática, y el karateca olvida los mismos movimientos
que están realizando, concentrándose sólo en las posibles reacciones del
oponente. Ha nacido un hábito, una reacción instintiva adquirida que es
más fuerte que el instinto natural y no cuesta ningún esfuerzo a quien lo
realiza. A nuestros lóbulos frontales les interesa poco el evento, que está
bajo el control total de la parte del cerebro que preside los instintos y
hábitos. Desde ese momento en adelante, el puño (estímulo) no podrá más
que activar automáticamente la reacción, sin la necesidad de la
participación de la voluntad o del intelecto. En todo caso, las cosas serán a
la inversa, y la voluntad y el intelecto intervendrán eventualmente si es
necesario NO reaccionar.
El cambio fue, por tanto, total, y el resultado extraordinariamente eficaz.

Ahora imagina poder hacer lo mismo con toda tu vida, incorporando uno
tras otro, una serie de hábitos que te permiten sin esfuerzo ser lo que
quieres ser.
Sería fantástico ¿no?

Nota del autor


Si después de haber leído este libro te das cuenta de que tu fuerza de
voluntad ha cambiado, entonces escríbeme tu historia, y cuéntame sobre
tus nuevos logros, pequeños o grandes. Y en su caso, también sobre tus
fracasos. Me ayudará a continuar con mi investigación.

De la misma manera, te comparto que yo siempre he sido un apasionado
de la superación personal, y El Kata de la Voluntad es el tercer libro que
escribo. Mis otros dos libros hablan sobre técnicas de memoria y cálculo
mental que he estudiado y aplicado durante mis años de estudiante y
también como profesionista.

1) “Técnicas de Memoria Veloz” Te ayudará a desarrollar tu capacidad de
memoria a través de técnicas desarrolladas a lo largo de siglos por
grandes maestros como Cicerón, Leibniz y Giordano Bruno. Te podrán
ser muy útiles en el estudio, en el trabajo o en la vida cotidiana.
Descubriremos juntos las principales técnicas de mnemotecnia, con
algunos ejercicios y ejemplos. Te explicaré trucos para recordar 50
números y te diré mi sistema para aprender idiomas. Pero sobre todo,
intentaré convencerte de cuánto es importante ejercitarte para alcanzar los
resultados que deseas.

2) “Técnicas de Cálculo Mental Veloz” Calcula mentalmente el cuadrado
de 65. Es difícil verdad? Para hacerlo un poco más fácil, prueba de la
siguiente manera: Multiplica la cifra que indica las decenas por si misma
más 1. Al resultado, ponle al final el número 25 (que es el cuadrado de 5).
Por lo que:
Primer paso: 6 x (6+1) = 6 x 7 = 42
Segundo paso: Pon al final 25
Resultado: 4225. Cuatro mil doscientos veinticinco.
Como ves, para resolver mentalmente de manera veloz un cálculo
complicado como el cuadrado de 65, la única operación que debiste hacer
es 6x7, cuyo resultado seguramente conoces desde los primeros años de
primaria.
Este manual habla de técnicas de este tipo, y explica también el sentido que
tiene conocerlas y utilizarlas.

Ambos están disponibles en el Kindle. Si te interesan este tipo de libros,
estoy seguro que estos te gustarán y te serán de gran utilidad.

Por último, si te gustó El Kata de la Voluntad, deja una reseña positiva en
Amazon. Me harás feliz y ayudarás a mi trabajo.
No dudes en ponerte en contacto conmigo por dudas, preguntas e incluso
críticas.
Escríbeme a mi correo armando.elle.books@gmail.com

No te enviaré NUNCA algún correo electrónico de spam, por lo que
puedes escribirme con tranquilidad.

Gracias,

Armando

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